Aki D. Arlia
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Ah, al final había confesado. Lysbeth le escuchó con atención, reflexionando sobre cada dato. Por lo visto, llevaba una carga valiosa. La hija del Señor de la Guerra de Wano, ni más ni menos. Eso explicaba que hubiera gente buscando tanto atacarla como protegerla. Tan pequeña, pero con la terrible responsabilidad de sobrevivir sobre sus hombros. Ella había podido escoger desaparecer sin consecuencias, aislarse del mundo y de ella misma cuando así lo había necesitado. Algo le decía que de ser presentada con la misma oportunidad, la niña no sería capaz de aceptarla. Al fin y al cabo había personas que esperaban cosas de ella. No sabía si la compadecía o envidiaba. Como mínimo, la respetaba. En medio del caos que era Wano y su vida ahora mismo, no había dejado de ser fiel a las cosas que queria. En este caso, recuperar un cadáver. Qué misión tan macabra para alguien tan pequeño. Autoimpuesta, además.
La reacción del hombre de la capa negra le llamó la atención y no tardó en posar sus ojos sobre él. Reparó antes de nada en el anillo de plata que llevaba en la mano y suspiró. Por supuesto. Mientras él seguía devorando el jamón, Lysbeth pensó en lo que significaba. Se preguntó si estaría ahí por casualidad, pero conociendo a Xella las posibilidades de eso eran bastante nulas. Por favor, había una sirena en el trono de Wano. Puede que no supiera como, pero desde luego la organización ya estaría al tanto de todo... posición del señor de la guerra y sus hijas incluida. Y no negaría que el desconocido tenía razón, el mejor lugar de la niña era con los suyos, pero dudaba que ellos fueran a aprobar lo que Hitomi quería hacer.
Volvió a suspirar y pasó la mano por su pecho. La ilusión se desvaneció solo en ese area, revelando la escarificación que llevaba grabada en la piel. Dos serpientes se entrelazaban y terminaban por comerse las colas la una a la otra en un cuidadoso y calculado baile eterno. Dejó que el hombre lo viera durante unos segundos, antes de volver a ocultarlo.
-La niña se quedará conmigo. Tiene asuntos que atender, pero una vez los haya resuelto la devolveré con su guardia. No sufrirá ni un rasguño, o por lo menos ninguno más de los que ya le han hecho.
Llamar rasguño al horrible corte que le cruzaba toda la espalda sonaba un poco condescendiente, pero lo cierto es que estaba con vida y podía haber sido muchísimo peor. Mejor ser optimista que alarmista, al menos de momento. Esperaba que no pretendiera cerrarle el paso, porque la realidad era que no iban a conseguirlo. Sin embargo, hasta el momento y pese a los crípticos mensajes que le estaban dejando, no había sido abiertamente hostil contra nadie de Xella y le gustaría mantenerse así todo lo que pudiera. Siendo realistas posiblemente fuera menos tiempo del que le gustaría, pero el que fuera pensaba aprovecharlo.
-En cualquier caso, deberíamos ir marchando. Disfruten la comida.
No era mucha, pero sabía que estaba rica. Aguardó a las indicaciones de Hitomi para volver a alzar el vuelo por donde ella le indicara, siempre y cuando quisiera, claro.
La reacción del hombre de la capa negra le llamó la atención y no tardó en posar sus ojos sobre él. Reparó antes de nada en el anillo de plata que llevaba en la mano y suspiró. Por supuesto. Mientras él seguía devorando el jamón, Lysbeth pensó en lo que significaba. Se preguntó si estaría ahí por casualidad, pero conociendo a Xella las posibilidades de eso eran bastante nulas. Por favor, había una sirena en el trono de Wano. Puede que no supiera como, pero desde luego la organización ya estaría al tanto de todo... posición del señor de la guerra y sus hijas incluida. Y no negaría que el desconocido tenía razón, el mejor lugar de la niña era con los suyos, pero dudaba que ellos fueran a aprobar lo que Hitomi quería hacer.
Volvió a suspirar y pasó la mano por su pecho. La ilusión se desvaneció solo en ese area, revelando la escarificación que llevaba grabada en la piel. Dos serpientes se entrelazaban y terminaban por comerse las colas la una a la otra en un cuidadoso y calculado baile eterno. Dejó que el hombre lo viera durante unos segundos, antes de volver a ocultarlo.
-La niña se quedará conmigo. Tiene asuntos que atender, pero una vez los haya resuelto la devolveré con su guardia. No sufrirá ni un rasguño, o por lo menos ninguno más de los que ya le han hecho.
Llamar rasguño al horrible corte que le cruzaba toda la espalda sonaba un poco condescendiente, pero lo cierto es que estaba con vida y podía haber sido muchísimo peor. Mejor ser optimista que alarmista, al menos de momento. Esperaba que no pretendiera cerrarle el paso, porque la realidad era que no iban a conseguirlo. Sin embargo, hasta el momento y pese a los crípticos mensajes que le estaban dejando, no había sido abiertamente hostil contra nadie de Xella y le gustaría mantenerse así todo lo que pudiera. Siendo realistas posiblemente fuera menos tiempo del que le gustaría, pero el que fuera pensaba aprovecharlo.
-En cualquier caso, deberíamos ir marchando. Disfruten la comida.
No era mucha, pero sabía que estaba rica. Aguardó a las indicaciones de Hitomi para volver a alzar el vuelo por donde ella le indicara, siempre y cuando quisiera, claro.
- resumen:
- Descubrirse el tatuaje de xella del pecho y decirles a los capuchas negras que la protegerá, pero que se queda con ella. Echar a volar cuando y si Hitomi le da indicaciones.
El nombre de Iulius C. Tzar le sonaba. El de Hipatia... Bueno, había escuchado hablar de ella en los últimos días, desde que habían empezado a publicar los carteles de la tripulación de Kepler, aunque había tenido serias dudas acerca de la realidad. Kepler parecía muy fuerte, extremadamente fuerte, pero se resistía a creer que nadie pudiese haber viajado en el tiempo, mucho menos que toda aquella banda hubiese aparecido porque sí. Más aún, si estaban frente a esa tripulación, por lo poco que había soltado Hyoshi, no tenían por qué preocuparse. Al fin y al cabo en una época de guerra constante no habían sido capaces de triunfar, ¿por qué iban a poder hacerlo en ese momento?
- ¡Calla insensato! -gritó, lo más bajo que pudo, corriendo para taparle la boca al desconocido cuando escuchó aquello. Sabía cómo iba a reaccionar Arthur si lo oía-. ¿Es que quieres matarlo?
Desde el principio habían trazado un plan. Bueno, Arthur había trazado un plan. Y los demás lo habían "aceptado". Buscaban rescatar a Kurookami, sí, pero su valor como estratega no era ni siquiera comparable a su habilidad como guerrero, y si algún criminal llegaba a tener la peregrina idea de chantajearlos aprovechándolo... El pelirrojo había decidido matar a almirante. No literalmente, claro, pero sí iba a hacer lo único que podía garantizar su salvación: Convertirlo en un valor negativo de negociación. Ellos estaban allí para rescatar al almirante, y su liberación sería lo único que evitaría a los secuestradores -en ese caso Katharina von Steinhell y Ivan Markov- acabar con la cabeza en una pica. Pero claro, ¿hasta qué punto Al quería realmente aquello?
Galhard llegó a su altura y advirtió que tenía un informe de situación, aunque no podía dárselo en ese momento. Le habría gustado tomarse su tiempo de enseñarle el lenguaje secreto que había desarrollado con el violín, una forma de trasladar mensajes secretos a largas distancias, pero con un inconveniente: Requería de un oído y una habilidad con el violín fuera de lo común, o por lo menos un conocimiento del que el cadete todavía carecía, aunque ya se ocuparían llegado el momento y terminada la batalla.
- Está bien, cadete. -Ignoraba por qué Galhard vestía una chaqueta de oficial, aunque dado que el código marine era laxo mientras se pudiese reconocer el bando al que pertenecía tampoco quiso llamarle la atención. Sin embargo... ¿No había firmado él algo de un ascenso últimamente por alguna razón? Aunque era tanto papeleo que había terminado por ni siquiera leerlo-. Por cierto, tú le tenías especial cariño a Douglas, ¿verdad?
Siempre le había parecido de mal gusto utilizar en voz alta el apodo de cualquier oficial; mucho más Koneko, claro, pero ninguno de esos apelativos parecía ser, ni de lejos, respetuoso. Y aunque no tenía del todo claro que Kurookami se mereciese demasiado tras todo lo que había hecho, ostentaba un cargo al que debía cierta lealtad, tanto por mérito como por ser colega -entendido en el sentido más estricto de la palabra-.
- Está bien, firmaremos esa tregua -dijo, tranquilamente. Aunque no le gustaba, iba a seguir el plan de Arthur. Respiró profundamente-. Pero vamos a aclarar una cosa. Un detalle sin importancia. -Su sentido común estaba en ese momento dando botes. Podía estar condenando a un hombre a muerte en ese mismo instante, y no era una píldora fácil de tragar. Sin embargo, con toda la frialdad que pudo, lo hizo-: El almirante será liberado en los próximos sesenta minutos, puesto bajo mi custodia, traído expresamente por Katharina von Steinhell junto a una carta de disculpa. Si no tengo todo eso cuando acabe el plazo la misión de la Marina aquí dejará de ser garantizar la seguridad del Almirante para convertirse en el exterminio de cada colaborador de sus captores. No voy a escuchar una contraoferta.
Se dio la vuelta, golpeando con una leve palmada el hombro de Galhard para que lo acompañase. Tenía que escuchar lo que debía decirle y asegurarse de que Arthur se mantenía, en mayor o menor medida, ajeno a aquella negociación con el yokai enviado por los piratas de Katharina. ¿Que cómo sabía que el espíritu tenía que enviarlo la bruja? Era sencillo: Su banda estaba llena de putos frikis.
- ¡Calla insensato! -gritó, lo más bajo que pudo, corriendo para taparle la boca al desconocido cuando escuchó aquello. Sabía cómo iba a reaccionar Arthur si lo oía-. ¿Es que quieres matarlo?
Desde el principio habían trazado un plan. Bueno, Arthur había trazado un plan. Y los demás lo habían "aceptado". Buscaban rescatar a Kurookami, sí, pero su valor como estratega no era ni siquiera comparable a su habilidad como guerrero, y si algún criminal llegaba a tener la peregrina idea de chantajearlos aprovechándolo... El pelirrojo había decidido matar a almirante. No literalmente, claro, pero sí iba a hacer lo único que podía garantizar su salvación: Convertirlo en un valor negativo de negociación. Ellos estaban allí para rescatar al almirante, y su liberación sería lo único que evitaría a los secuestradores -en ese caso Katharina von Steinhell y Ivan Markov- acabar con la cabeza en una pica. Pero claro, ¿hasta qué punto Al quería realmente aquello?
Galhard llegó a su altura y advirtió que tenía un informe de situación, aunque no podía dárselo en ese momento. Le habría gustado tomarse su tiempo de enseñarle el lenguaje secreto que había desarrollado con el violín, una forma de trasladar mensajes secretos a largas distancias, pero con un inconveniente: Requería de un oído y una habilidad con el violín fuera de lo común, o por lo menos un conocimiento del que el cadete todavía carecía, aunque ya se ocuparían llegado el momento y terminada la batalla.
- Está bien, cadete. -Ignoraba por qué Galhard vestía una chaqueta de oficial, aunque dado que el código marine era laxo mientras se pudiese reconocer el bando al que pertenecía tampoco quiso llamarle la atención. Sin embargo... ¿No había firmado él algo de un ascenso últimamente por alguna razón? Aunque era tanto papeleo que había terminado por ni siquiera leerlo-. Por cierto, tú le tenías especial cariño a Douglas, ¿verdad?
Siempre le había parecido de mal gusto utilizar en voz alta el apodo de cualquier oficial; mucho más Koneko, claro, pero ninguno de esos apelativos parecía ser, ni de lejos, respetuoso. Y aunque no tenía del todo claro que Kurookami se mereciese demasiado tras todo lo que había hecho, ostentaba un cargo al que debía cierta lealtad, tanto por mérito como por ser colega -entendido en el sentido más estricto de la palabra-.
- Está bien, firmaremos esa tregua -dijo, tranquilamente. Aunque no le gustaba, iba a seguir el plan de Arthur. Respiró profundamente-. Pero vamos a aclarar una cosa. Un detalle sin importancia. -Su sentido común estaba en ese momento dando botes. Podía estar condenando a un hombre a muerte en ese mismo instante, y no era una píldora fácil de tragar. Sin embargo, con toda la frialdad que pudo, lo hizo-: El almirante será liberado en los próximos sesenta minutos, puesto bajo mi custodia, traído expresamente por Katharina von Steinhell junto a una carta de disculpa. Si no tengo todo eso cuando acabe el plazo la misión de la Marina aquí dejará de ser garantizar la seguridad del Almirante para convertirse en el exterminio de cada colaborador de sus captores. No voy a escuchar una contraoferta.
Se dio la vuelta, golpeando con una leve palmada el hombro de Galhard para que lo acompañase. Tenía que escuchar lo que debía decirle y asegurarse de que Arthur se mantenía, en mayor o menor medida, ajeno a aquella negociación con el yokai enviado por los piratas de Katharina. ¿Que cómo sabía que el espíritu tenía que enviarlo la bruja? Era sencillo: Su banda estaba llena de putos frikis.
- Resumen:
- Finalizar la negociación e ir hacia Arthur.
—Puedes llamarme Zane, no te cortes —le replicó Zane con cierto enfado, en el momento en el que volvió a llamarle gallito. Tenía un nombre y todos lo sabían, ¿Por qué llamarle por un apodo tan genérico? Era algo que le molestaba.
No obstante, eso fue lo de menos. nuevamente, contra todo pronóstico que él mismo Zane hubiera deseado, la muchacha de cabellos violáceos volvió a interrumpirle, aunque esa vez fue para amenazar a la mujer que se encontraba al otro lado del caracol. «¿Qué demonios está haciendo?», preguntó para sus adentros con tanta sorpresa como enojo, algo que se pudo ver en la forma en la que abrió sus ojos de par en par durante un breve momento, así como la vena de su frente se inflamaba ligeramente.
—¿Sí? —alzó la voz el pirata—. Pues intén…
Y la mujer colgó, dejándolo con la palabra en la boca. Los ojos de Zane se clavaron sobre la muchacha, que lo miraba fijamente, así como al sumiso de su extraño compañero, que se había arrodillado ante él.
—Me…, da… ¡IGUAL! —gritó Zane, enfadado y dejando salir una pequeña porción de su voluntad, sin dirigirla a ninguna parte en concreto. Buscaba que la joven llamada Okadaya, así como su compañero, durante un breve instante temieran por su vida, y vieran reflejados en su mente la forma más dolorosa en la que podrían morir bajo su espada de samurái—. No me molestéis más, ¿entendido? —les advirtió—. Tengo otras cosas en las que pensar que tener detrás de mí a un sujeto que no sabe hablar y una niña que parece saber más de lo que parece —el pelirrojo la miró de nuevo, tratando de ver porque le sonaba su cara. «La he visto en el periódico. Eso seguro, pero ¿cuándo?», pensó. Y de pronto, como un haz de luz, lo recordó. Se trataba de una de las nuevas mejores piratas de su generación, una supernova que había participado en la misma carrera que Marc, Nox y Vile—. Sé quién eres señorita supernova. Así que déjame tranquilo —señaló al cabeza de cerdo—. Y si quieres quitarte el negro de tu piel quítate esa careta de cerdo y date un baño de agua caliente.
Dicho eso, y sin apartar la vista de la supernova, se acercó a Akita.
—Akita —le dijo—. ¿Cómo vais de efectivos? —le preguntó—. La cosa parece que se ha calmado, y sin el fuego acosando esta parte de Kuri, creo que voy a dar una vuelta de reconocimiento y continuar apaciguando la guerra de esta región, mientras vosotros os encargáis de proteger este pueblo.
No obstante, eso fue lo de menos. nuevamente, contra todo pronóstico que él mismo Zane hubiera deseado, la muchacha de cabellos violáceos volvió a interrumpirle, aunque esa vez fue para amenazar a la mujer que se encontraba al otro lado del caracol. «¿Qué demonios está haciendo?», preguntó para sus adentros con tanta sorpresa como enojo, algo que se pudo ver en la forma en la que abrió sus ojos de par en par durante un breve momento, así como la vena de su frente se inflamaba ligeramente.
—¿Sí? —alzó la voz el pirata—. Pues intén…
Y la mujer colgó, dejándolo con la palabra en la boca. Los ojos de Zane se clavaron sobre la muchacha, que lo miraba fijamente, así como al sumiso de su extraño compañero, que se había arrodillado ante él.
—Me…, da… ¡IGUAL! —gritó Zane, enfadado y dejando salir una pequeña porción de su voluntad, sin dirigirla a ninguna parte en concreto. Buscaba que la joven llamada Okadaya, así como su compañero, durante un breve instante temieran por su vida, y vieran reflejados en su mente la forma más dolorosa en la que podrían morir bajo su espada de samurái—. No me molestéis más, ¿entendido? —les advirtió—. Tengo otras cosas en las que pensar que tener detrás de mí a un sujeto que no sabe hablar y una niña que parece saber más de lo que parece —el pelirrojo la miró de nuevo, tratando de ver porque le sonaba su cara. «La he visto en el periódico. Eso seguro, pero ¿cuándo?», pensó. Y de pronto, como un haz de luz, lo recordó. Se trataba de una de las nuevas mejores piratas de su generación, una supernova que había participado en la misma carrera que Marc, Nox y Vile—. Sé quién eres señorita supernova. Así que déjame tranquilo —señaló al cabeza de cerdo—. Y si quieres quitarte el negro de tu piel quítate esa careta de cerdo y date un baño de agua caliente.
Dicho eso, y sin apartar la vista de la supernova, se acercó a Akita.
—Akita —le dijo—. ¿Cómo vais de efectivos? —le preguntó—. La cosa parece que se ha calmado, y sin el fuego acosando esta parte de Kuri, creo que voy a dar una vuelta de reconocimiento y continuar apaciguando la guerra de esta región, mientras vosotros os encargáis de proteger este pueblo.
- Resumen:
- Hablar con la vieja del den den que le ha colgado. Soltar algo de su voluntad (meterle miedo a esos dos, nada de dejarlos dormidos con un P.U que tiene Zane:Jin: Compasión) y hablarle a Akita.
Inosuke Dru-zan
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¿Sane Salvador podía hacer lo mismo que Katharina? Con razón era su rival. Aquella oleada de energía me había hecho sentir mucho miedo, así que no dudé en alejarme a ayudar a los aldeanos. Que se encargara Kaya del capitán pirata y esa sombra de muerte por la espada del samurai.
— ¿Por qué mirar a yo con esa cara? —pregunté a los aldeanos que se habían quedado ensimismados— ¿Acaso yo tener monos en cara?
Pero lo más raro de aquellos hombres no eran sus extrañas miradas, ni su asombro al observarme, sino sus cuerpos. Sus ropas estaban llenas de indicios de que habían sido atacados, pero a pesar de la sangre de los tejidos y los desgarrones, no tenían heridas ni marcas de golpes. No tenían ni cicatrices.
—¿Por qué vosotros no estar heridos? —pregunté con curiosidad.
A pesar de no estar heridos, la mayoría presentaba síntomas de cansancio y agotamiento. Entonces empecé a mirar entre las hierbas que había cogido del almacén del anterior pueblo, buscando algo que fuera útil para restaurar las energías. De ser así, hubiera hecho infusiones de hierbas energéticas para todos los que lo necesitaran.
— Vosotros hacer reposo y no levantar peso —hubiera recomendado en el caso de no encontrar ninguna hierba útil.
Asimismo aproveché aquel momento para indagar un poco en las plantas medicinales que portaba conmigo. No había tenido la oportunidad de ayudar a Acinóm con ellas, pero eso no significaba que ya no me interesaran. Como chamán que era, debía ir siempre preparado, sobre todo al saber que había tantos frentes abiertos.
— ¿Y vosotros saber sobre Mayordomo Misterioso? —pregunté tras examinar las hierbas a los aldeanos—. Ser alto, flaco, tener aura de misterio y poner manchas negras sobre personas. Yo querer que él quitar mancha de mí. Tal vez estar con Vlacjol, grandullón negro mata hombres de un puñetazo. Pero no ser negro por mancha, ser negro por tomar mucho sol.
Si no sabían nada y estaban todos bien, volvería con Kaya, que a saber qué estaría haciendo. Lo cierto es que tenía ganas de recobrar mi antiguo color de piel. El nuevo era incómodo y no me permitía ver con normalidad. Quizás tuviera que solicitar ayuda a los dioses. Si tal vez les hacía un sacrificio... Solo tenía que cazar a una buena presa y quemarla.
— ¡Cazapeces! —llamé al pterodáctilo, quién bajó precipitado hasta quedarse volando a la altura de mi cara—. Buscar presas dignas de dioses por medianías. Buscar peces grandes en río o bestias en bosque. Cuando encontrar, venir a avisar. Y si ver algo raro por camino, avisar también. ¡Ir!
Tras enviar a Cazapeces a su misión, hablaría con Kaya.
—Kayaya, ¿qué hacer ahora? Yo querer hacer sacrificio para que dioses romper maldición negra. Después yo buscar Katha, que aquí tener que hacer poco. ¿Qué hacer con Sane Salvador? Él saber que tú ser tú.
— ¿Por qué mirar a yo con esa cara? —pregunté a los aldeanos que se habían quedado ensimismados— ¿Acaso yo tener monos en cara?
Pero lo más raro de aquellos hombres no eran sus extrañas miradas, ni su asombro al observarme, sino sus cuerpos. Sus ropas estaban llenas de indicios de que habían sido atacados, pero a pesar de la sangre de los tejidos y los desgarrones, no tenían heridas ni marcas de golpes. No tenían ni cicatrices.
—¿Por qué vosotros no estar heridos? —pregunté con curiosidad.
A pesar de no estar heridos, la mayoría presentaba síntomas de cansancio y agotamiento. Entonces empecé a mirar entre las hierbas que había cogido del almacén del anterior pueblo, buscando algo que fuera útil para restaurar las energías. De ser así, hubiera hecho infusiones de hierbas energéticas para todos los que lo necesitaran.
— Vosotros hacer reposo y no levantar peso —hubiera recomendado en el caso de no encontrar ninguna hierba útil.
Asimismo aproveché aquel momento para indagar un poco en las plantas medicinales que portaba conmigo. No había tenido la oportunidad de ayudar a Acinóm con ellas, pero eso no significaba que ya no me interesaran. Como chamán que era, debía ir siempre preparado, sobre todo al saber que había tantos frentes abiertos.
— ¿Y vosotros saber sobre Mayordomo Misterioso? —pregunté tras examinar las hierbas a los aldeanos—. Ser alto, flaco, tener aura de misterio y poner manchas negras sobre personas. Yo querer que él quitar mancha de mí. Tal vez estar con Vlacjol, grandullón negro mata hombres de un puñetazo. Pero no ser negro por mancha, ser negro por tomar mucho sol.
Si no sabían nada y estaban todos bien, volvería con Kaya, que a saber qué estaría haciendo. Lo cierto es que tenía ganas de recobrar mi antiguo color de piel. El nuevo era incómodo y no me permitía ver con normalidad. Quizás tuviera que solicitar ayuda a los dioses. Si tal vez les hacía un sacrificio... Solo tenía que cazar a una buena presa y quemarla.
— ¡Cazapeces! —llamé al pterodáctilo, quién bajó precipitado hasta quedarse volando a la altura de mi cara—. Buscar presas dignas de dioses por medianías. Buscar peces grandes en río o bestias en bosque. Cuando encontrar, venir a avisar. Y si ver algo raro por camino, avisar también. ¡Ir!
Tras enviar a Cazapeces a su misión, hablaría con Kaya.
—Kayaya, ¿qué hacer ahora? Yo querer hacer sacrificio para que dioses romper maldición negra. Después yo buscar Katha, que aquí tener que hacer poco. ¿Qué hacer con Sane Salvador? Él saber que tú ser tú.
- Resumen:
- Mirar las hierbas para intentar hacer infusiones que restauren la energía de los aldeanos y de paso mirar qué puedo hacer con el resto de hierbas. Preguntar a los aldeanos sobre el Mayordomo y enviar a Cazapeces en busca de una presa adecuada para cazarla y preparar un sacrifico para que los dioses le libren de la mancha, además de decirle que si ve algo extraño le avise. Reunirse nuevamente con Kaya.
Ivan Markov
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¿Galhard era un cadete en lugar de un Vicealmirante? Eso eran noticias raras, sobre todo tras haberlo visto liderando una escuadra naval en las costas de Wano. Igual era otra de las majaderías del Almirante, como enfadarse porque usase su apodo o confundirlo con un espíritu. O con Katharina. Ah, qué diablos, con aquel hombre era mejor no tomarse las cosas raras demasiado en serio. Por algún motivo, cuanto más excéntrica era una persona, más probable era que fuese alguien importante o potencialmente peligroso. Tenía toda una teoría desarrollada al respecto, si algún día se sentía especialmente aburrido u onanista escribiría un libro. Probablemente pondría a Al como uno de sus ejemplos, junto a la gorda de su capitana y a Zane, el Yonkou en guerra contra las prendas de torso. Koneko volvió a dirigirse hacia él, interrumpiendo sus pensamientos y poniéndose verdaderamente serio. Tenía condiciones, y dudaba que fuesen a gustarle a su capitana. Sin embargo, aunque parecía serio en su propósito, percibía un olor peculiar en él. ¿Preocupación? ¿Miedo?
- Comunicaré su respuesta. Si aceptan, tendrá su prisionero en los próximos minutos.
Se alejó de los marines a largos pasos, esperando a salir de la zona del desastre climático-medioambiental para sacar el den den mushi. Siguió alejándose mientras marcaba el número de Katharina. No inició la llamada hasta estar a una distancia prudencial, y sin antes vigilar la zona con su olfato, oído y haki en busca de presencias o cosas raras. Una vez se sintió seguro, se acomodó en una roca y llamó.
- Capitana, soy yo - aunque su voz era diferente, esperaba que le reconociera - Berthil ha aceptado, aunque creo que sospecha de nosotros. Blackhole ha intentado jugárnosla, pero ahora mismo ha sido hecho prisionero por Ojos de Dragón. El problema es la Marina, han puesto condiciones.
Pasó a explicarle las condiciones puestas por el Almirante. Como esperaba, a Katharina no le gustaron ni un pelo, especialmente la carta de disculpas. Sin embargo el verdadero problema era que estaba ocupada y no podía ir en persona. Abandonar a Alexandra, decía. ¿Qué había sido del puerco y la puta niña? ¿Los había perdido por el camino, o habría encontrado una granja donde dejarlos?
- De acuerdo, yo me encargo. ¿Y los otros dos, qué ha sido de ellos? ¿No están contigo?
Una vez acabaron de conversar, colgó y se guardó el den den mushi. Entonces contactó mentalmente con Michael, uno de sus ghouls de confianza y timonel del Leviatán en su ausencia, para darle una orden mental:
- Dirige el Leviatán a las costas de Hakumai. Mantente en las profundidades y asciende solo cuando estés ya ante las costas. Y ordena que preparen a Kurookami para su traslado. Aseguraos de que sigue bien encadenado y con el kairoseki en su sitio.
Tras eso, se convirtió en un pequeño murciélago y echó a volar hacia el sur. Empezaba a estar un poco cansado de hacer de mensajero y recadero, pero... era su plan. Era su responsabilidad trabajar en él, y era más seguro que hiciese esas cosas en persona que enviar a algún no muerto que pudiese fallar. Si quieres el trabajo bien hecho, hazlo tú mismo, se dijo.
- Comunicaré su respuesta. Si aceptan, tendrá su prisionero en los próximos minutos.
Se alejó de los marines a largos pasos, esperando a salir de la zona del desastre climático-medioambiental para sacar el den den mushi. Siguió alejándose mientras marcaba el número de Katharina. No inició la llamada hasta estar a una distancia prudencial, y sin antes vigilar la zona con su olfato, oído y haki en busca de presencias o cosas raras. Una vez se sintió seguro, se acomodó en una roca y llamó.
- Capitana, soy yo - aunque su voz era diferente, esperaba que le reconociera - Berthil ha aceptado, aunque creo que sospecha de nosotros. Blackhole ha intentado jugárnosla, pero ahora mismo ha sido hecho prisionero por Ojos de Dragón. El problema es la Marina, han puesto condiciones.
Pasó a explicarle las condiciones puestas por el Almirante. Como esperaba, a Katharina no le gustaron ni un pelo, especialmente la carta de disculpas. Sin embargo el verdadero problema era que estaba ocupada y no podía ir en persona. Abandonar a Alexandra, decía. ¿Qué había sido del puerco y la puta niña? ¿Los había perdido por el camino, o habría encontrado una granja donde dejarlos?
- De acuerdo, yo me encargo. ¿Y los otros dos, qué ha sido de ellos? ¿No están contigo?
Una vez acabaron de conversar, colgó y se guardó el den den mushi. Entonces contactó mentalmente con Michael, uno de sus ghouls de confianza y timonel del Leviatán en su ausencia, para darle una orden mental:
- Dirige el Leviatán a las costas de Hakumai. Mantente en las profundidades y asciende solo cuando estés ya ante las costas. Y ordena que preparen a Kurookami para su traslado. Aseguraos de que sigue bien encadenado y con el kairoseki en su sitio.
Tras eso, se convirtió en un pequeño murciélago y echó a volar hacia el sur. Empezaba a estar un poco cansado de hacer de mensajero y recadero, pero... era su plan. Era su responsabilidad trabajar en él, y era más seguro que hiciese esas cosas en persona que enviar a algún no muerto que pudiese fallar. Si quieres el trabajo bien hecho, hazlo tú mismo, se dijo.
- resumen:
- Me alejo de Al tras tener su respuesta, hablo por den den mushi con Katharina, ordeno mentalmente a mi ghoul navegante llevar mi submarino hacia mi posición y voy hacia el mar transformado en murciélago.
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Bueno, admito que no imaginaba que este energúmeno supiese siquiera lo que es un periódico, mucho menos que lo hubiera leído. Ahora que me reconoce... Casi mejor, estaba harta de mentir. Bueno, estaba harta de esa mentira; el numerito de seguidora loca me estaba poniendo de los nervios hasta a mí.
-No te preocupes, Ino, está todo controlado. -Esa mentira me sale más natural, curiosamente. Tal vez porque estoy susurrando.- Kath quería que nos enterásemos de lo que pasa en la isla, ¿no? Pues ese tipo -digo señalando al pirata, que habla con el aldeano- es lo que pasa en la isla. ¿Acaso no has visto la presencia que tiene? Casi me meo encima cuando nos ha mirado así. Podemos usarlo para quitarnos de en medio a alguna gente problemática.
Realmente, aunque no quiera admitirlo, este tío es tan fuerte como se dice. Con unas cuantas palabras y una mirada intensa ha dado la sensación de que me agarraba las entrañas y las apretaba. Me ha costado lo mío retener el leve temblor de la mano después de que me tirase de culo. Aún noto algo de sudor frío y un incómodo y difuso malestar, como si mis instintos me gritaran que me alejase del Yonko.
Pero solo los idiotas se fían más de sus instintos que de su cerebro.
-No podemos dejar que alguien así ande suelto por aquí sin vigilancia alguna. Necesitamos tener un ojo puesto en él. -Antes de seguir me aseguro de que Kenshin esté alejado y no pueda oír nada-. Tarde o temprano Kath y él se encontrarán, y mejor saber de lo que es capaz para... en fin, para... -No sé cómo decir “darle una puñalada trapera” sin que Ino se pregunte qué es eso en voz alta. Mejor no digo nada. Total, es mi sirviente.
Por tercera vez, esta vez con mi verdadera identidad -salvo el parche-, me planto ante Zane D. Kenshin, señor de Momoiro y patatín y patatán. Carraspeo para llamar su atención. El tío es alto y me preocupa que me vea como una niña molesta, así que procuro hablar alto y parecer dura. Aunque con un estúpido kimono y una cabeza menos de estatura eso es difícil.
-Escúchame, Yonko. Es cierto, hemos mentido, pero eso se acabó. A partir de ahora, solo la verdad. Tienes mi palabra. -Mentira, y gorda. Pero la gente reacciona muy bien a eso de la “palabra”. Como si asegurar que no se miente fuese garantía de sinceridad. Idiotas-. Somos parte de la tripulación de Katharina, por eso hemos estado buscándote. Tanto mi sirviente como yo. Verás... es difícil decir esto, pero... -Cojo aire, aquí viene lo difícil-. ¡Katharina se ha enamorado de ti!
Pues ya está dicho. Una mentira tan gorda e inverosímil que tiene que ser cierto. Salvo que no lo es. Pensaba decirle que somos desertores, pero ningún pirata decente se fiaría de unos traidores. Ahora solo queda soltarlo todo del tirón, sin pensarlo mucho para que no se me note que miento. Espero que las dudas y pausas que me salgan parezcan fruto de los nervios lógicos de la situación.
-Lleva enamorada de ti un tiempo, aunque como es idiota jamás lo admite. Sin embargo no puede ocultarlo. Su plan es luchar para salvar Wano y así demostrar su valía y poder mirarte de igual a igual. De Yonko a Yonko. Por eso estamos aquí. ¡Queremos ver si eres un buen hombre para ella! Te seguiremos a donde vayas y te apoyaremos con todo el poder de nuestra banda para salvar esta isla, y a cambio tú responderás sinceramente cuando se te declare.
Casi me meo encima por segunda vez. Como la bruja se entere de esto me va a colgar de los párpados. Pero lo entenderá cuando le explique que no había otra opción. No es que confíe en su capacidad de comprensión, pero sí en mi capacidad de hacérselo entender incluso a una babuina semianalfabeta como ella.
-Y ahora, Yonko, ¿cuál es nuestra siguiente parada? No pienso aceptar un “no” por respuesta.
-No te preocupes, Ino, está todo controlado. -Esa mentira me sale más natural, curiosamente. Tal vez porque estoy susurrando.- Kath quería que nos enterásemos de lo que pasa en la isla, ¿no? Pues ese tipo -digo señalando al pirata, que habla con el aldeano- es lo que pasa en la isla. ¿Acaso no has visto la presencia que tiene? Casi me meo encima cuando nos ha mirado así. Podemos usarlo para quitarnos de en medio a alguna gente problemática.
Realmente, aunque no quiera admitirlo, este tío es tan fuerte como se dice. Con unas cuantas palabras y una mirada intensa ha dado la sensación de que me agarraba las entrañas y las apretaba. Me ha costado lo mío retener el leve temblor de la mano después de que me tirase de culo. Aún noto algo de sudor frío y un incómodo y difuso malestar, como si mis instintos me gritaran que me alejase del Yonko.
Pero solo los idiotas se fían más de sus instintos que de su cerebro.
-No podemos dejar que alguien así ande suelto por aquí sin vigilancia alguna. Necesitamos tener un ojo puesto en él. -Antes de seguir me aseguro de que Kenshin esté alejado y no pueda oír nada-. Tarde o temprano Kath y él se encontrarán, y mejor saber de lo que es capaz para... en fin, para... -No sé cómo decir “darle una puñalada trapera” sin que Ino se pregunte qué es eso en voz alta. Mejor no digo nada. Total, es mi sirviente.
Por tercera vez, esta vez con mi verdadera identidad -salvo el parche-, me planto ante Zane D. Kenshin, señor de Momoiro y patatín y patatán. Carraspeo para llamar su atención. El tío es alto y me preocupa que me vea como una niña molesta, así que procuro hablar alto y parecer dura. Aunque con un estúpido kimono y una cabeza menos de estatura eso es difícil.
-Escúchame, Yonko. Es cierto, hemos mentido, pero eso se acabó. A partir de ahora, solo la verdad. Tienes mi palabra. -Mentira, y gorda. Pero la gente reacciona muy bien a eso de la “palabra”. Como si asegurar que no se miente fuese garantía de sinceridad. Idiotas-. Somos parte de la tripulación de Katharina, por eso hemos estado buscándote. Tanto mi sirviente como yo. Verás... es difícil decir esto, pero... -Cojo aire, aquí viene lo difícil-. ¡Katharina se ha enamorado de ti!
Pues ya está dicho. Una mentira tan gorda e inverosímil que tiene que ser cierto. Salvo que no lo es. Pensaba decirle que somos desertores, pero ningún pirata decente se fiaría de unos traidores. Ahora solo queda soltarlo todo del tirón, sin pensarlo mucho para que no se me note que miento. Espero que las dudas y pausas que me salgan parezcan fruto de los nervios lógicos de la situación.
-Lleva enamorada de ti un tiempo, aunque como es idiota jamás lo admite. Sin embargo no puede ocultarlo. Su plan es luchar para salvar Wano y así demostrar su valía y poder mirarte de igual a igual. De Yonko a Yonko. Por eso estamos aquí. ¡Queremos ver si eres un buen hombre para ella! Te seguiremos a donde vayas y te apoyaremos con todo el poder de nuestra banda para salvar esta isla, y a cambio tú responderás sinceramente cuando se te declare.
Casi me meo encima por segunda vez. Como la bruja se entere de esto me va a colgar de los párpados. Pero lo entenderá cuando le explique que no había otra opción. No es que confíe en su capacidad de comprensión, pero sí en mi capacidad de hacérselo entender incluso a una babuina semianalfabeta como ella.
-Y ahora, Yonko, ¿cuál es nuestra siguiente parada? No pienso aceptar un “no” por respuesta.
- Resumen:
- Pues... mentir otra vez, pa qué engañarnos.
Alexandra Holmes
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No iba a meterse en una batalla dialéctica con Katharina, si ella decía que así ayudaban a ella le valía, total, Alexandra no era muy de ayudar a la gente. La capitana solo le daba una forma de escaquearse de su trabajo. Así que, por eso, se quedó ahí quieta observando el trabajo de esa arma salida de vete tú a saber qué vórtice inhumano. De nuevo, no intentaría averiguar cómo funcionaba, incluso el poder de infundir haki a determinados objetos debía tener límites, y... no parecía que estuviera usando su espíritu, parecía algo totalmente independiente.
—Por favor, Kath, que no tienes doscientos años, ni en mis libros sale ya eso de truhán —dijo, con el mismo tono de broma que de costumbre, y es que eso de truhán le había quedado muy... fuera de personaje, por decirlo de alguna manera. No supo decir si era buena idea o no lo de cerrar los portales, el tiempo lo diría.
Entonces, pudo oir una conversación. Por desgracia, el volumen era tan bajo que no pudo captar la conversación por completo, solo captó que... conocían qué era eso. O por lo menos que había un pozo por ahí. Siguió a Katharina hasta la siguiente sala, aunque esta era muy distinta a la anterior, era mucho más "reciente", los muebles estaban más cuidados, olía comida... parecía ser similar a la sala anterior salvo esa diferencia. ¿Los túneles conducían a refugios? Pero no tenía sentido, esos refugios no los protegían de nada, no, tenía que tener alguna función más, quizá relacionada con las ratoneras, o con el hecho de que haya una sala reciente y otra antiquísima.
—Puede ser que no sean supervivientes, pero o no llevan aquí mucho tiempo o tienen alguna salida fácil para conseguir comida —respondió —. Es difícil encontrar comida fresca en un agujero como este. Y además parece que conocen este sitio —finalizó. El tipo de comida realmente daba igual, si era fresca es que llevaba poco tiempo ahí, así que... bien llevaban poco tiempo allí y la habían traído de fuera, o bien la sacaban de algún lado.
Además, ellos sí tenían una iluminación decente, ¿se enfadarían si les robaba una de esas lámparas? por si acaso esperaría a que Katharina dialogara con ellos para probar a pedirles prestada una, para luego ignorarlos o algo así.
—¡Oye! —exclamó mientras echaba a correr detrás del saco de ratones inquietos que tenía por capitana. Con su mantra activo siguió la misma ruta que Kath, solo que ligeramente más lenta. Algo más tarde y si nada se lo impedía acabaría llegando a la misma posición, donde aquella pareja de... wops. Antes de llegar, solo por si acaso, se puso la máscara. Si llevaban ahí mucho tiempo y miraban su cara a lo mejor se creían que era un espíritu demoníaco de Onigashima... aunque, ¿y si hacía ese teatro?
—En la entrada había ropa rasgada y huellas. No tenéis pinta de bestias, ¿hay algo más aquí aparte de vosotros dos? ¿y de dónde sacáis la comida? —preguntó. La jefa había hecho las preguntas típicas, era el turno de Alexandra de hacer las preguntas sin ningún tacto. Supuso también que dentro del "qué sitio es este" entraba la parte de pedir indicaciones sobre el resto de túneles de la entrada, así que no diría nada de eso aún.
Todavía sentía que se olvidaba de algo... bueno, ya se acordaría.
—Por favor, Kath, que no tienes doscientos años, ni en mis libros sale ya eso de truhán —dijo, con el mismo tono de broma que de costumbre, y es que eso de truhán le había quedado muy... fuera de personaje, por decirlo de alguna manera. No supo decir si era buena idea o no lo de cerrar los portales, el tiempo lo diría.
Entonces, pudo oir una conversación. Por desgracia, el volumen era tan bajo que no pudo captar la conversación por completo, solo captó que... conocían qué era eso. O por lo menos que había un pozo por ahí. Siguió a Katharina hasta la siguiente sala, aunque esta era muy distinta a la anterior, era mucho más "reciente", los muebles estaban más cuidados, olía comida... parecía ser similar a la sala anterior salvo esa diferencia. ¿Los túneles conducían a refugios? Pero no tenía sentido, esos refugios no los protegían de nada, no, tenía que tener alguna función más, quizá relacionada con las ratoneras, o con el hecho de que haya una sala reciente y otra antiquísima.
—Puede ser que no sean supervivientes, pero o no llevan aquí mucho tiempo o tienen alguna salida fácil para conseguir comida —respondió —. Es difícil encontrar comida fresca en un agujero como este. Y además parece que conocen este sitio —finalizó. El tipo de comida realmente daba igual, si era fresca es que llevaba poco tiempo ahí, así que... bien llevaban poco tiempo allí y la habían traído de fuera, o bien la sacaban de algún lado.
Además, ellos sí tenían una iluminación decente, ¿se enfadarían si les robaba una de esas lámparas? por si acaso esperaría a que Katharina dialogara con ellos para probar a pedirles prestada una, para luego ignorarlos o algo así.
—¡Oye! —exclamó mientras echaba a correr detrás del saco de ratones inquietos que tenía por capitana. Con su mantra activo siguió la misma ruta que Kath, solo que ligeramente más lenta. Algo más tarde y si nada se lo impedía acabaría llegando a la misma posición, donde aquella pareja de... wops. Antes de llegar, solo por si acaso, se puso la máscara. Si llevaban ahí mucho tiempo y miraban su cara a lo mejor se creían que era un espíritu demoníaco de Onigashima... aunque, ¿y si hacía ese teatro?
—En la entrada había ropa rasgada y huellas. No tenéis pinta de bestias, ¿hay algo más aquí aparte de vosotros dos? ¿y de dónde sacáis la comida? —preguntó. La jefa había hecho las preguntas típicas, era el turno de Alexandra de hacer las preguntas sin ningún tacto. Supuso también que dentro del "qué sitio es este" entraba la parte de pedir indicaciones sobre el resto de túneles de la entrada, así que no diría nada de eso aún.
Todavía sentía que se olvidaba de algo... bueno, ya se acordaría.
- resumen:
Seguir al culo inquieto de Kath usando mantra para no perder de vista su presencia ni las de la pareja y hacer más preguntas si consigo llegar donde está ella y la parejita feliz.
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Por muy sorprendente que pudiera parecer el joven samurái y sus dos amigos de la infancia apenas encontraron rastro de otras personas durante el largo camino recorrido en busca de su madre, su hermana y su maestro. Ni vivas, ni muertas. Esto último no dejaba de ser un alivio más que considerable, pues los tres chicos tenían ya el corazón encogido de ver a sus compatriotas asesinados.
Sí que encontraron a su paso carromatos, toda clase de enseres de labranza e incluso objetos considerablemente más valiosos que, con toda probabilidad, las buenas gentes de Kuri se habían visto forzados a abandonar en su intento por huir de la masacre que más tarde había acontecido en aquellas tierras.
Sin embargo lo que más llamó la atención tanto del semigyojin como de sus compañeros de viaje fueron las huellas. Encontraron múltiples rastros de pisadas que indicaban direcciones muy diferentes. Algunas de ellas avanzaban en línea recta, sin desviarse lo más mínimo, mientras que otras atravesaban periodos de mezcla de direcciones y gran ensanchamiento de las trayectorias que daban a entender que allí se había producido alguna clase de altercado. Además de ese mismo punto partían también unas extrañas huellas que parecían ser las de alguien siendo arrastrado contra su voluntad por la forma en que se prolongaban durante varios metros.
Dado que esa era la única señal de la que disponía que podía indicar la presencia de habitantes de Kuri, los tres espadachines decidieron de manera conjunta seguir ese rastro. Si las personas a quienes allí habían capturado y arrastrado en contra de su voluntad por el suelo eran su madre, su hermana pequeña y su maestro, al menos el joven al fin les encontraría y podría liberarlos de su yugo. Por lo tanto esa era la dirección que iban a seguir, llevase a donde llevase. Y después, una vez hubiese puesto a salvo a sus seres queridos, se encargaría de la reina sirena. Pagaría por todo el daño que le había causado y por su falta de honor.
Sí que encontraron a su paso carromatos, toda clase de enseres de labranza e incluso objetos considerablemente más valiosos que, con toda probabilidad, las buenas gentes de Kuri se habían visto forzados a abandonar en su intento por huir de la masacre que más tarde había acontecido en aquellas tierras.
Sin embargo lo que más llamó la atención tanto del semigyojin como de sus compañeros de viaje fueron las huellas. Encontraron múltiples rastros de pisadas que indicaban direcciones muy diferentes. Algunas de ellas avanzaban en línea recta, sin desviarse lo más mínimo, mientras que otras atravesaban periodos de mezcla de direcciones y gran ensanchamiento de las trayectorias que daban a entender que allí se había producido alguna clase de altercado. Además de ese mismo punto partían también unas extrañas huellas que parecían ser las de alguien siendo arrastrado contra su voluntad por la forma en que se prolongaban durante varios metros.
Dado que esa era la única señal de la que disponía que podía indicar la presencia de habitantes de Kuri, los tres espadachines decidieron de manera conjunta seguir ese rastro. Si las personas a quienes allí habían capturado y arrastrado en contra de su voluntad por el suelo eran su madre, su hermana pequeña y su maestro, al menos el joven al fin les encontraría y podría liberarlos de su yugo. Por lo tanto esa era la dirección que iban a seguir, llevase a donde llevase. Y después, una vez hubiese puesto a salvo a sus seres queridos, se encargaría de la reina sirena. Pagaría por todo el daño que le había causado y por su falta de honor.
- Resumen:
- Seguir allá donde vayan las huellas que parecen dar a entender que han arrastrado a alguien buscando a mi madre, hermana y maestro. Volver a recordarse a sí mismo el objetivo final una vez les encuentre.
Marc Kiedis
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El semigigante tuvo que agacharse y esforzarse en apretar el culo y meter tripa, todo ello al mismo tiempo, para poder entrar en la taberna. Aquello, como era de esperar, dio lugar a que su rostro esbozara involuntariamente una expresión cuanto menos cómica. ¿Por qué los humanos tenían que hacer las puertas tan endiabladamente pequeñas? Si además el local del interior no era precisamente poco espacioso, permitiendo al cocinero estirarse y quitarse aquella sensación de sardina enlatada. No tenía sentido alguno.
Nada más entrar en el bar la música se detuvo por completo. El grandullón notaba todas las miradas fijas en ellos, lo que casi con total seguridad tendría algo que ver con la presencia del rostro de su capitán y del propio Therax, la persona que iba con él en esos momentos, en todos aquellos falsos carteles de "Se Busca". Pero por favor, si hasta había algunos en los que debajo de sus caras había un nombre de mujer. ¿En serio nadie se había dado cuenta de lo absurdo que era todo aquello? El rubio le había dicho que era algo que venía ya de hacía tiempo, pero aún así no lo entendía. Era muy raro.
El camarero, simpático, les ofreció entrar. Aunque no tenía demasiado sentido llegados a ese punto, ya que ya estaban dentro. Pero bueno, dado que les estaba tratando bien el semigigante le sonrió y le dio educadamente las gracias. A su alrededor la gente seguía con la mirada fija en ellos, aunque nadie había desenvainado un arma. Por lo tanto el grandullón, en un intento de rebajar la tensión existente en el ambiente, saludó:
- Hola a todos. Soy Marc, encantado de veros. El que está a mi lado es mi amigo Therax. Somos miembros de los Arashi no Kyoudai y nos gustaría saber por qué su cara y la de nuestro capitán están en todos los carteles de "Se Busca" pese a que los nombres sean diferentes. Además, no sabemos el por qué de tanta tranquilidad en esta zona cuando todo alrededor es caos, ni de la ausencia de gente en las calles pese a esa calma.
Ingenuo como siempre, el joven cocinero esperaba que una sonrisa y unas palabras amables y sinceras consiguieran lo que habían venido a buscar. Si no lo hacían ya tendrían tiempo de utilizar otras estrategias, pero para ser justos a Marc aquella vía era la que le salía de manera más natural. Necesitaba pensar bien de entrada sobre los demás.
Nada más entrar en el bar la música se detuvo por completo. El grandullón notaba todas las miradas fijas en ellos, lo que casi con total seguridad tendría algo que ver con la presencia del rostro de su capitán y del propio Therax, la persona que iba con él en esos momentos, en todos aquellos falsos carteles de "Se Busca". Pero por favor, si hasta había algunos en los que debajo de sus caras había un nombre de mujer. ¿En serio nadie se había dado cuenta de lo absurdo que era todo aquello? El rubio le había dicho que era algo que venía ya de hacía tiempo, pero aún así no lo entendía. Era muy raro.
El camarero, simpático, les ofreció entrar. Aunque no tenía demasiado sentido llegados a ese punto, ya que ya estaban dentro. Pero bueno, dado que les estaba tratando bien el semigigante le sonrió y le dio educadamente las gracias. A su alrededor la gente seguía con la mirada fija en ellos, aunque nadie había desenvainado un arma. Por lo tanto el grandullón, en un intento de rebajar la tensión existente en el ambiente, saludó:
- Hola a todos. Soy Marc, encantado de veros. El que está a mi lado es mi amigo Therax. Somos miembros de los Arashi no Kyoudai y nos gustaría saber por qué su cara y la de nuestro capitán están en todos los carteles de "Se Busca" pese a que los nombres sean diferentes. Además, no sabemos el por qué de tanta tranquilidad en esta zona cuando todo alrededor es caos, ni de la ausencia de gente en las calles pese a esa calma.
Ingenuo como siempre, el joven cocinero esperaba que una sonrisa y unas palabras amables y sinceras consiguieran lo que habían venido a buscar. Si no lo hacían ya tendrían tiempo de utilizar otras estrategias, pero para ser justos a Marc aquella vía era la que le salía de manera más natural. Necesitaba pensar bien de entrada sobre los demás.
- Resumen:
- Entrar a la taberna a duras penas y sacar toda mi ingenuidad y amabilidad para preguntar a los presentes las cosas que queremos saber.
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Los pistoleros cayeron a manos de los ataques de Vile, aunque no salió indemne. Aquellas balas explosivas eran un problema, aunque era más preocupante saber cómo las habían conseguido semejantes municiones. Teniendo en cuenta su situación, tenían que haberlas sacado de algún lugar en la isla, o alguien se las habia dado.
Los filos chocaron entre el enmascarado y el último pirata que quedaba, La hoja del espadón no había encontrado su destino, solo la espada de su contrincante, que se aferraba al sable como si la vida le fuese en ello. Que ciertamente era correcto.
Como un pulso entre aceros y con un acto de valentía o majadería, le escupió en la cara. Nox ni se inmuto, pues no era ni la primera ni última vez que recibía una flema. Además, algo útil tenía que tener el llevar una máscara. El hombre le empujo y aprovecho la distancia para alzar la mano y apuntarle con la pistola. En este punto simplemente podía deformar su cabeza como una rosquilla para que la bala pasase sin impactar, pero iba a aprovechar aquello para dar el golpe.
Su cuerpo se disolvió ante él y con gran rapidez se deslizo entre sus piernas para aparecer en su espalda. Usando ambas manos para empuñar el espadón, le intentaría asestar una poderosa estocada. Con esta buscaba que la espada entrara por la espalda y saliese justo en la mitad del pecho. Un golpe letal para cualquier hombre mortal.
- Eso es mentira –exclamo ante la acusación que había recibido-. Yo las tengo las manos más sucias.
Los filos chocaron entre el enmascarado y el último pirata que quedaba, La hoja del espadón no había encontrado su destino, solo la espada de su contrincante, que se aferraba al sable como si la vida le fuese en ello. Que ciertamente era correcto.
Como un pulso entre aceros y con un acto de valentía o majadería, le escupió en la cara. Nox ni se inmuto, pues no era ni la primera ni última vez que recibía una flema. Además, algo útil tenía que tener el llevar una máscara. El hombre le empujo y aprovecho la distancia para alzar la mano y apuntarle con la pistola. En este punto simplemente podía deformar su cabeza como una rosquilla para que la bala pasase sin impactar, pero iba a aprovechar aquello para dar el golpe.
Su cuerpo se disolvió ante él y con gran rapidez se deslizo entre sus piernas para aparecer en su espalda. Usando ambas manos para empuñar el espadón, le intentaría asestar una poderosa estocada. Con esta buscaba que la espada entrara por la espalda y saliese justo en la mitad del pecho. Un golpe letal para cualquier hombre mortal.
- Eso es mentira –exclamo ante la acusación que había recibido-. Yo las tengo las manos más sucias.
- Resumen:
- Me escabullo entre las piernas y puñala'
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Estaba dando indicaciones, el enemigo se había retirado con las filas diezmadas y la moral rota, Jack por otro lado estaba... esperaba que no tratara de hacerme comer carne de gyojin. Galhard y Al estaban en medio de una conversación con el desconocido, aunque por alguna razón la pose me resultaba familiar estaba seguro de que la cara no la había visto en la vida. De todas formas ese no era mi trabajo.
Recorrí el campo de batalla, procurando poner un poco de orden en los soldados supervivientes y procurar enviar a los heridos de forma segura a que los atendieran lo antes posible. La prioridad era evacuar la playa y la costa antes de que la flota terminase la batalla y llegase, tenían órdenes directas de atacar este lugar si no se daba una orden contraria, eso evitaría que tras nuestra marcha el enemigo pudiera volver a tomar el puerto de forma segura. Cierto era que tomaría algo más de esfuerzo desembarcar tropas y suministros, pero prefería eso a un segundo asalto por sorpresa de esos hombres pez que cortase la línea de suministros a nuestros hombres. Si mi instinto no me fallaba seguramente no hubiesen ido lejos y sería estúpido por su parte no dejar a alguien en buen estado para vigilar nuestros movimientos. Saqué el den den mushi y marqué el número de antes.
- Informe de situación. Nosotros hemos limpiado la comida y la mesa está lista para la cena. - Diría si descolgaban al otro lado. - Que alguien traiga refrescos con gas y los reparta cuando lleguéis puede que haya alguien sediento. - Este lenguaje en código estaba todavía en pañales, pero esperaba que comprendieran el mensaje. "Hemos despejado el puerto y está listo para la llegada. Si es posible usad cargas de profundidad cuando lleguéis, puede haber alguien bajo el agua."
Dicho esto me di la vuelta para ver como el extraño terminaba de hablar y se marchaba. Parecía que el mensaje estaba claro, pero una repentina cara seria de Al y un escalofrío en mi espalda me advirtieron de que algo no iba bien. Era el mismo tipo de sensación que tenía cuando completaba una nueva actualización del vademecum del escaqueo. Guardé mi arma y me puse a caminar en su dirección una vez colgué y me aseguré de que todo estuviera en orden. Los pasos cada vez más fuertes y decididos empezaban a agrietar el suelo helado bajo mis pies hasta que, de un paso instantáneo me puse a las espaldas de Al y Galhard, tenía la mirada que solía poner cuando no quería que me enterase de algo. Inspiré un par de veces, llenando mis fosas nasales del olor a conspiraciones, mentiras y medias verdades.
- Huelo el sonido de verdades siendo ocultadas ante mis propios ojos. - Dije a sus espaldas una vez el extraño estaba lo suficientemente lejos como para perderlo de vista.
Recorrí el campo de batalla, procurando poner un poco de orden en los soldados supervivientes y procurar enviar a los heridos de forma segura a que los atendieran lo antes posible. La prioridad era evacuar la playa y la costa antes de que la flota terminase la batalla y llegase, tenían órdenes directas de atacar este lugar si no se daba una orden contraria, eso evitaría que tras nuestra marcha el enemigo pudiera volver a tomar el puerto de forma segura. Cierto era que tomaría algo más de esfuerzo desembarcar tropas y suministros, pero prefería eso a un segundo asalto por sorpresa de esos hombres pez que cortase la línea de suministros a nuestros hombres. Si mi instinto no me fallaba seguramente no hubiesen ido lejos y sería estúpido por su parte no dejar a alguien en buen estado para vigilar nuestros movimientos. Saqué el den den mushi y marqué el número de antes.
- Informe de situación. Nosotros hemos limpiado la comida y la mesa está lista para la cena. - Diría si descolgaban al otro lado. - Que alguien traiga refrescos con gas y los reparta cuando lleguéis puede que haya alguien sediento. - Este lenguaje en código estaba todavía en pañales, pero esperaba que comprendieran el mensaje. "Hemos despejado el puerto y está listo para la llegada. Si es posible usad cargas de profundidad cuando lleguéis, puede haber alguien bajo el agua."
Dicho esto me di la vuelta para ver como el extraño terminaba de hablar y se marchaba. Parecía que el mensaje estaba claro, pero una repentina cara seria de Al y un escalofrío en mi espalda me advirtieron de que algo no iba bien. Era el mismo tipo de sensación que tenía cuando completaba una nueva actualización del vademecum del escaqueo. Guardé mi arma y me puse a caminar en su dirección una vez colgué y me aseguré de que todo estuviera en orden. Los pasos cada vez más fuertes y decididos empezaban a agrietar el suelo helado bajo mis pies hasta que, de un paso instantáneo me puse a las espaldas de Al y Galhard, tenía la mirada que solía poner cuando no quería que me enterase de algo. Inspiré un par de veces, llenando mis fosas nasales del olor a conspiraciones, mentiras y medias verdades.
- Huelo el sonido de verdades siendo ocultadas ante mis propios ojos. - Dije a sus espaldas una vez el extraño estaba lo suficientemente lejos como para perderlo de vista.
- Resumen:
- Poner algo de orden entre los soldados, informar a la flota y dar mal rollo a Al y Gal.
Galhard
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Habría sido útil haber profundizado en el manejo del violín como idioma cifrado, más allá de los intrincados lenguajes en clave que Arthur hacía aprender a toda la escuadra.
Galhard asintió a la pregunta de Al -Si bien nuestras visiones de justicia difieren después de hacer varias misiones encargadas por él empezamos a desarrollar gran confianza, empezó a tratarme como un hijo y bueno, eso es más casi de lo que hizo mi propio padre así que le tengo en muy alta estima- El marine suspiró tras ello -No sabes cuan impotente me sentí al no haber podido ir a ayudarle cuando más necesitaba unos refuerzos pero dudo que aquello hubiese cambiado la situación final a mejor... Visto como resultó mi infructuoso plan de rescate relámpago después de conocer su paradero- Galhard agachó la mirada mientras apretó sus puños. -Esos Sinners... Destrozaron por completo al contingente marine y la zona de combate quedó como una exposición macabra de sangre y destrucción... Más allá de lo que uno puede esperar de una zona de guerra...- Añadió mientras se alejó con Al de aquel misterioso pero familiar desconocido.
-No fue la mejor de las ideas pero... Esos horrores que vi me han hecho pensar durante estos días... Iulius es un objetivo a corto plazo que debe ser eliminado pero en el resguardo de la oscuridad hay horrores más temibles que se están gestando.- Tomó aire mientras tomó asiento en uno de los escombros de la guerra y dejando un pañuelo encima de otro le ofreció asiento a su superior -Mi prioridad sigue siendo rescatar a Douglas pero... también hay que ir con cuidado con quienes le capturaron, ya conoces su carácter y lo más probable es que cuando le salvemos a regañadientes mencione que la prioridad debió ser dar caza a sus captores pero no podemos dejar a Iulius a sus anchas y más si se ha aliado con la golpista de hipatia...- El rostro del vicealmirante se ensombreció -Debemos encontrar una forma de volver su oferta contra ellos... Una tregua quitaría peso a nuestras tropas y podría agotar a los efectivos de Berthil y Katharina... Si conseguimos que el Yonkou se retire tras la contienda contra Iulius podría dejarnos a los Sinners en bandeja si recibimos los refuerzos suficientes... Creo que si añadimos ese punto a Arthur lo podrá digerir mejor.- Rumió Galhard. Su cabeza estaba hecha un lío, su sentido de justicia y honor estaban en una batalla con su deseo de venganza por lo de Kurookami y su voluntad de contentar tanto a Arthur como al almirante cautivo.
-Es una guerra, así que debemos prepararnos para no poder confiar ni en la tregua, si no nos aprovechamos nosotros y actuamos rápido y de forma efectiva serán ellos quienes nos usen de herramientas para sus propositos- Dijo algo molesto.
- Resumen:
-Responder a la pregunta de Al
-Alejarse con Al y mencionar sus fallos en poder evitar la situación actual
-Dar un punto de vista mezclando pragmatismo con sentimentalismo
La tensión en el ambiente se podía cortar con un cuchillo, pero no uno de los afilados, no, sino uno de esos que servían para untar cosas... Lo cierto era que siempre le había dado mucho asco el... ¿cremoso? sonido que emitían esos alimentos cuando el metal se hundía en ellos. Del mismo modo, jamás entendería cómo alguien podría comer semejante cosa sin devolverla al exterior al instante. Fuera como fuese, estaba claro que no era el mejor momento para divagar sobre un tema como aquél.
―Claro. Whiskey de Ériu Land para mí, y para mi amigo... ¿Qué quieres tú, Marc? Un barril de lo que te pida ―contestó el rubio tras adentrarse en el local por completo. Estaban rodeados, aunque nadie parecía demostrar intención hostil inmediata por el momento. Él lucía su habitual semblante tranquilo y sereno, pero su voluntad sondeaba las emociones y posibles acciones de los piratas sin descanso de forma casi involuntaria. No había que ser un paranoico para darse cuenta de que la situación podía torcerse en el momento menos esperado―. Sí, justo nos preguntábamos eso antes de abrir la puerta. Eso, y el motivo por el que todos vosotros seguís aquí. Kuri al completo está en llamas. ¿No os asusta que el fuego se extiende hasta aquí y os pille encerrados?
Terminó por sentarse junto a la barra, esperando pacientemente su copa y observando uno de los carteles que, al igual que ocurría en el exterior, se repartían por el suelo. También mostraba el rostro de Zane, por supuesto, pero el nombre que rezaba bajo su cara no era otro que el de Berthil. Dudaba mucho que el pelirrojo tuviese una recompensa de tal calibre en aquellos tiempos. ¿Cuántos problemas le habría acarreado en el pasado su egolatría? Al menos no la ocultaba e iba de frente en todo momento, lo que era de agradecer.
―Claro. Whiskey de Ériu Land para mí, y para mi amigo... ¿Qué quieres tú, Marc? Un barril de lo que te pida ―contestó el rubio tras adentrarse en el local por completo. Estaban rodeados, aunque nadie parecía demostrar intención hostil inmediata por el momento. Él lucía su habitual semblante tranquilo y sereno, pero su voluntad sondeaba las emociones y posibles acciones de los piratas sin descanso de forma casi involuntaria. No había que ser un paranoico para darse cuenta de que la situación podía torcerse en el momento menos esperado―. Sí, justo nos preguntábamos eso antes de abrir la puerta. Eso, y el motivo por el que todos vosotros seguís aquí. Kuri al completo está en llamas. ¿No os asusta que el fuego se extiende hasta aquí y os pille encerrados?
Terminó por sentarse junto a la barra, esperando pacientemente su copa y observando uno de los carteles que, al igual que ocurría en el exterior, se repartían por el suelo. También mostraba el rostro de Zane, por supuesto, pero el nombre que rezaba bajo su cara no era otro que el de Berthil. Dudaba mucho que el pelirrojo tuviese una recompensa de tal calibre en aquellos tiempos. ¿Cuántos problemas le habría acarreado en el pasado su egolatría? Al menos no la ocultaba e iba de frente en todo momento, lo que era de agradecer.
- Resumen:
- Ahondar un pelín más en las preguntas de Marc.
Sasaki
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Akuma no mi
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Corta pescado, limpia de espinas y escurre arroz. Me tomaba mi tiempo para hacer la comida, debía de ser mucha para alimentar a mucha gente, y debía de quedar a la perfección. Mientras cocinaba no prestaba demasiada a la conversación del recién llegado con el capitán. Cogí uno de los sushis con aspecto de salmón ya preparados y se lo acerqué al capitán.
-Dan-cho, ten prueba este suchi de salmón.
Se lo dejé en una bandeja flotando en el aire a su lado y volví a mi puesto en la cocina improvisada. Esperaba que le gustase. En ese breve periodo de tiempo el resto de cosas habían quedado preparadas justo en su punto. Sin perder ni un segundo comencé a preparar rápidamente un montón de pequeñas raciones para empezar a repartirlas entre la tropa.
El primero al que le ofrecí tras Al, fue a Galhard, el que estaba más cerca de donde me encontraba. Y a partir de ahí al resto de la tropa, incluido el pequeño pelirrojo, no recordaba cual era su comida favorita, sin embargo, estaba seguro de que reponer fuerzas le vendría bien y le calmaría un poco.
-Soldados, alimentaos bien, porque es seguro que tendremos que seguir combatiendo en poco tiempo. Si alguien quiere repetir que me lo diga y le daré más comida. Por nuestros caídos y que su sacrificio no sea en vano. Esto nos volverá más fuertes contra nuestros oponentes, aunque sea una amarga victoria. – Intenté alentar a las tropas para que se recuperasen de aquel duro golpe antes.
Tras eso, pude llegar a tiempo para escuchar las condiciones sin opción a contraoferta del Almirante. Sin duda estaba loco. Si no me equivocaba demasiado, y muchas veces no lo hacía, estaba a punto de soltar las cadenas que ataban a un perro que solo buscaba vaporizar enemigos a base de golpes de manuales y códigos combinado con poderosos golpes de sus puños y su arma por los que era tan famoso entre los que le conocían.
-Vamos a morir todos. – Solté cuando llegué al lado del almirante tras sus palabras de la condición. - ¿Te das cuenta de lo que estás haciendo, no? Y no lo digo por el Almirante – Añadí en un susurro dirigido al Almirante.
-Dan-cho, ten prueba este suchi de salmón.
Se lo dejé en una bandeja flotando en el aire a su lado y volví a mi puesto en la cocina improvisada. Esperaba que le gustase. En ese breve periodo de tiempo el resto de cosas habían quedado preparadas justo en su punto. Sin perder ni un segundo comencé a preparar rápidamente un montón de pequeñas raciones para empezar a repartirlas entre la tropa.
El primero al que le ofrecí tras Al, fue a Galhard, el que estaba más cerca de donde me encontraba. Y a partir de ahí al resto de la tropa, incluido el pequeño pelirrojo, no recordaba cual era su comida favorita, sin embargo, estaba seguro de que reponer fuerzas le vendría bien y le calmaría un poco.
-Soldados, alimentaos bien, porque es seguro que tendremos que seguir combatiendo en poco tiempo. Si alguien quiere repetir que me lo diga y le daré más comida. Por nuestros caídos y que su sacrificio no sea en vano. Esto nos volverá más fuertes contra nuestros oponentes, aunque sea una amarga victoria. – Intenté alentar a las tropas para que se recuperasen de aquel duro golpe antes.
Tras eso, pude llegar a tiempo para escuchar las condiciones sin opción a contraoferta del Almirante. Sin duda estaba loco. Si no me equivocaba demasiado, y muchas veces no lo hacía, estaba a punto de soltar las cadenas que ataban a un perro que solo buscaba vaporizar enemigos a base de golpes de manuales y códigos combinado con poderosos golpes de sus puños y su arma por los que era tan famoso entre los que le conocían.
-Vamos a morir todos. – Solté cuando llegué al lado del almirante tras sus palabras de la condición. - ¿Te das cuenta de lo que estás haciendo, no? Y no lo digo por el Almirante – Añadí en un susurro dirigido al Almirante.
- resumen:
- Terminar de preparar el sushi y ofrecerlo a toda la tropa (la brigada incluida), dar unas palabras de aliento a la tropa y escuchar la condición de Al.
Osuka Sumisu
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Osuka intensifico la mirada cuando el samurái paro su haki con el suyo propio. Fue una sorpresa, no esperaba que alguien que se dedicaba a vigilar la puerta tuviera aquellas habilidades, pero no era invencible. Fue durante unos milisegundos, pero pudo atisbar como aquel golpe le había supuesto como levantar un elefante durante unos instantes.
La salva de flechas voló hacia el revolucionario mientras el samurái cargaba contra él, en un parecido a la estrategia del último golpe del revolucionario. Se sintió decepcionado por ver como el guardián acudió al final a sus refuerzos a lo que el revolucionario quería que fuese un enfrentamiento individual. No suponía ninguna molestia, pues si ellos no iban a seguir sus normas, él tampoco lo haría.
Dos enormes brazos de piedra surgieron del suelo, lo suficientemente grandes como para que el izquierdo dispersara todas las flechas de un manotazo como si fueran moscas, mientras que el derecho agarro el filo de la katana deteniendo la arremetida del samurái. Aun aferrándose al filo empujo al samurái para dar cierta distancia entre los dos.
- Muy bien. Lo he querido hacer por las buenas. He querido que esto fuese entre tú y yo, pero has tenido que hacer que tus hombres intervenga. Y para colmo, me llamas guerrero de mentirijillas…-se arremango y se crujió los nudillos-. Si vais a darlo todo… Entonces no veo motivo para contenerme…
La roca se arremolino alrededor del revolucionario, a medida que se fusionaba con ella. A cada segundo que pasaba se hacía más grande e intimidante, hasta el punto que superaba la altura de las murallas. Delante de ellos; un ser más grande que un gigante y hecho de la rocosa roca bajo sus pies, haciéndolo invencible a sus débiles flechas.
- Ahora. ¡Ahora estoy yendo en serio!
Soltó un grito al aire y el ejército de piedra inicio su carga. Como una horda de necrófagos hambrientos, corrieron hacia las murallas para escalarlas, en caza de aquellos molestos tiradores. A su vez, el gigante intentaría golpear al guardián con ambos puños, descendiendo como una avalancha.
La salva de flechas voló hacia el revolucionario mientras el samurái cargaba contra él, en un parecido a la estrategia del último golpe del revolucionario. Se sintió decepcionado por ver como el guardián acudió al final a sus refuerzos a lo que el revolucionario quería que fuese un enfrentamiento individual. No suponía ninguna molestia, pues si ellos no iban a seguir sus normas, él tampoco lo haría.
Dos enormes brazos de piedra surgieron del suelo, lo suficientemente grandes como para que el izquierdo dispersara todas las flechas de un manotazo como si fueran moscas, mientras que el derecho agarro el filo de la katana deteniendo la arremetida del samurái. Aun aferrándose al filo empujo al samurái para dar cierta distancia entre los dos.
- Muy bien. Lo he querido hacer por las buenas. He querido que esto fuese entre tú y yo, pero has tenido que hacer que tus hombres intervenga. Y para colmo, me llamas guerrero de mentirijillas…-se arremango y se crujió los nudillos-. Si vais a darlo todo… Entonces no veo motivo para contenerme…
La roca se arremolino alrededor del revolucionario, a medida que se fusionaba con ella. A cada segundo que pasaba se hacía más grande e intimidante, hasta el punto que superaba la altura de las murallas. Delante de ellos; un ser más grande que un gigante y hecho de la rocosa roca bajo sus pies, haciéndolo invencible a sus débiles flechas.
- Ahora. ¡Ahora estoy yendo en serio!
Soltó un grito al aire y el ejército de piedra inicio su carga. Como una horda de necrófagos hambrientos, corrieron hacia las murallas para escalarlas, en caza de aquellos molestos tiradores. A su vez, el gigante intentaría golpear al guardián con ambos puños, descendiendo como una avalancha.
- Resumen:
Yarmin Prince
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Maullaban y se iban, dejando la escena impecable. No sabía a cuántos ni a quiénes, pero sabía que había surtido efecto. En el momento en que la batalla llegase unos pocos soldados podrían, en un ataque por sorpresa, convertirse en una fuerza de choque implacable. En el caso de poder llegar a verlos batallar con el suficiente margen de tiempo tenía bastante claro de que podría hacerle bastante daño a la reina sin que esta se diese cuenta. Un maullido, y entonces todos sus soldados comenzarían a atacar a sus hermanos. Cuando el caos se generalizase y necesitasen batirse en retirada, con suerte olvidarían que una parte del grupo les había traicionado... O no, tampoco le importaba demasiado cómo terminasen, solo lo disruptor que podría resultar un elemento como aquel o, del mismo modo, las múltiples formas en que podría eso salvarle la vida.
La incipiente amistad con Moloch también apuntaba a que podría resultar extraordinariamente útil, sobre todo dentro de lo que podía resultar su peculiar faceta como informante. Podía deberse a que estaba en el castillo, pero tenía serias dudas ya de que fuese un soldado más; como mínimo destacaba lo suficiente como para poder estar allí y no al raso, como los demás. No terminaba de entender cómo un hombre así estaba patrullando, aunque entendía en cierto modo la lógica detrás de tener un hombre de confianza en cada grupo, o como mínimo un soldado más o menos instruido con el que poder contar si de pronto todo se torcía o si alguien intentaba guardarse información de especial interés para la reina.
Lo que sin embargo seguía resultando un misterio era el tal Oc. Al parecer era un hombre de criterio con el que la reina siempre contaba, un gran guerrero en el pasado que no parecía más atento a las conversaciones de lo que un mono podría estar. Y sin embargo se comunicaba, de una forma que no lograba discernir, con ella. El cómo podía un hombre tan extraño tener una influencia tan supina... Y es más, cómo un hombre tan venerado entre los gyojins se había acercado tanto a Hipatia... Había mucho hilo del que tirar, y esperaba poder resolverlo.
- Vuestra raza ha sido muy maltratada a lo largo de los años -dijo, asintiendo-. Esclavitud, cacerías, segregación... Oc parece, por lo que me dices, un tipo bastante juicioso. Lo que me sorprende es que se comunique a través de golpes -dijo-. Cualquiera diría a primera vista que es un enano mental, pero me he fijado en él y parece... Algo más. Es decir, sé que escucha, pero la forma en que actúa me deja patidifuso. Es... Demasiado aleatorio. Y si voy a ayudar a Su Majestad, tengo que poder comunicarme con su principal consejero.
Bueno, ese era el motivo fundamental, aunque también le gustaría descubrir cómo Oc anulaba sus poderes, en qué mecanismo se basaba para ello. ¿Un poder de pez desconocido? No lo sabía, pero tampoco era una molestia investigarlo, y saber más sobre sus nuevos amigos nunca estaba de más.
- Dejando eso de lado... ¿Crees que Oc escuchará lo que tenga que decir?
La incipiente amistad con Moloch también apuntaba a que podría resultar extraordinariamente útil, sobre todo dentro de lo que podía resultar su peculiar faceta como informante. Podía deberse a que estaba en el castillo, pero tenía serias dudas ya de que fuese un soldado más; como mínimo destacaba lo suficiente como para poder estar allí y no al raso, como los demás. No terminaba de entender cómo un hombre así estaba patrullando, aunque entendía en cierto modo la lógica detrás de tener un hombre de confianza en cada grupo, o como mínimo un soldado más o menos instruido con el que poder contar si de pronto todo se torcía o si alguien intentaba guardarse información de especial interés para la reina.
Lo que sin embargo seguía resultando un misterio era el tal Oc. Al parecer era un hombre de criterio con el que la reina siempre contaba, un gran guerrero en el pasado que no parecía más atento a las conversaciones de lo que un mono podría estar. Y sin embargo se comunicaba, de una forma que no lograba discernir, con ella. El cómo podía un hombre tan extraño tener una influencia tan supina... Y es más, cómo un hombre tan venerado entre los gyojins se había acercado tanto a Hipatia... Había mucho hilo del que tirar, y esperaba poder resolverlo.
- Vuestra raza ha sido muy maltratada a lo largo de los años -dijo, asintiendo-. Esclavitud, cacerías, segregación... Oc parece, por lo que me dices, un tipo bastante juicioso. Lo que me sorprende es que se comunique a través de golpes -dijo-. Cualquiera diría a primera vista que es un enano mental, pero me he fijado en él y parece... Algo más. Es decir, sé que escucha, pero la forma en que actúa me deja patidifuso. Es... Demasiado aleatorio. Y si voy a ayudar a Su Majestad, tengo que poder comunicarme con su principal consejero.
Bueno, ese era el motivo fundamental, aunque también le gustaría descubrir cómo Oc anulaba sus poderes, en qué mecanismo se basaba para ello. ¿Un poder de pez desconocido? No lo sabía, pero tampoco era una molestia investigarlo, y saber más sobre sus nuevos amigos nunca estaba de más.
- Dejando eso de lado... ¿Crees que Oc escuchará lo que tenga que decir?
- Resumen:
- Charleta intrascendente.
Vile Spectre
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El más que preciso tajo de Vile cortó las balas, frenándolas antes de que pudieran acercarse demasiado a su amigo enmascarado. No obstante, la explosión le afectó notablemente, saliendo despedido un par de metros. Al recuperar la compostura, se sintió algo dolorido. Aun así, pudo paliar el daño al ver los cuerpos de los pistoleros caídos, visión que resultó del todo reconfortante al joven músico.
El líder de aquellos tunantes permanecía impávido, tratando todavía de hallar un resquicio de superioridad moral que permitiera justificar sus acciones. Vile sonrió, y aunque llegó a plantearse continuar con aquella estéril diatriba, decidió acelerar el proceso y no contestar al espadachín, que parecía haberse centrado en tratar de insultar al enmascarado. Conociendo como conocía a Nox, brusco y malhumorado, Vile sabía de buena tinta que aquellas palabras no le resultarían baratas al pirata de C. Zar.
Nox liberó una ola de escarcha que apenas logró que el enemigo de los Arashi no Kyoudai se estremeciera, justo antes de descargar un poderoso tajo llameante contra aquel espadachín. El asaltante no se contendría: había teñido su hoja de negro, muy posiblemente utilizando lo que los piratas experimentados llamaban Haki. Vile se sorprendió: no era un cualquiera.
El ojo sano de Vile le permitió captar un movimiento que delataba su plan de acción. Al igual que el músico, el secuaz del Yonkou portaba siempre consigo un arma de fuego que utilizaba de forma auxiliar. Vio como alzaba, pulgada a pulgada, un brazo que empuñaba una peligrosa arma de fuego.
El músico se preparó para arrebatársela de las manos, pero se sorprendió al observar a su camarada prepararse para esa ofensiva deformando su cuerpo -lo que le hizo pensar en lo mucho que desearía obtener uno de tales poderes-. De ese modo, no resultaría herido por el tunante. Vile aprovechó el momento y dio un paso rápido en dirección a la espalda de Nox, extrayendo su propia pistola de chispa y disparando a aquel tipo a través del agujero en la cabeza de Nox. Quizás así dejaría sus discursos moralistas.
El líder de aquellos tunantes permanecía impávido, tratando todavía de hallar un resquicio de superioridad moral que permitiera justificar sus acciones. Vile sonrió, y aunque llegó a plantearse continuar con aquella estéril diatriba, decidió acelerar el proceso y no contestar al espadachín, que parecía haberse centrado en tratar de insultar al enmascarado. Conociendo como conocía a Nox, brusco y malhumorado, Vile sabía de buena tinta que aquellas palabras no le resultarían baratas al pirata de C. Zar.
Nox liberó una ola de escarcha que apenas logró que el enemigo de los Arashi no Kyoudai se estremeciera, justo antes de descargar un poderoso tajo llameante contra aquel espadachín. El asaltante no se contendría: había teñido su hoja de negro, muy posiblemente utilizando lo que los piratas experimentados llamaban Haki. Vile se sorprendió: no era un cualquiera.
El ojo sano de Vile le permitió captar un movimiento que delataba su plan de acción. Al igual que el músico, el secuaz del Yonkou portaba siempre consigo un arma de fuego que utilizaba de forma auxiliar. Vio como alzaba, pulgada a pulgada, un brazo que empuñaba una peligrosa arma de fuego.
El músico se preparó para arrebatársela de las manos, pero se sorprendió al observar a su camarada prepararse para esa ofensiva deformando su cuerpo -lo que le hizo pensar en lo mucho que desearía obtener uno de tales poderes-. De ese modo, no resultaría herido por el tunante. Vile aprovechó el momento y dio un paso rápido en dirección a la espalda de Nox, extrayendo su propia pistola de chispa y disparando a aquel tipo a través del agujero en la cabeza de Nox. Quizás así dejaría sus discursos moralistas.
- Resumen:
- Disparar al pirata a través del agujero de la cabeza de Nox.
Normas del capítulo:
Moderación
- Se moderará lunes y jueves entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los lunes o jueves antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación
- 1 - Las truhanas:
- Vistos de cerca, el hombre y la mujer parecen ligeramente diferentes. No tanto porque dejen de parecer humanos sino porque, como salta a la vista, su piel es pálida. Sus ojos son claros, y aunque tienen los rasgos propios de Wano parecen llevar mucho tiempo sin ver la luz del Sol. También llevan ropas que cualquier sastre podría percibir como prendas de la mejor calidad, de colores púrpura, dorado y blanco con estampados de loto y estrellas. Cuando Katharina los alcanza parecen sobresaltarse por un momento, aunque muy pronto siguen caminando… O eso parecía, porque cuando escuchan la voz de Xandra parecen darse la vuelta y se quedan mirándola, expectantes, hasta que termina de hablar.
Se quedan mirando a la mujer rosa, como si no comprendiesen del todo lo que está diciendo, y tardan un rato en mirarse entre ellos. Casi parece que se comuniquen mentalmente, pero estáis seguras de haberles escuchado hablar, además… ¿Cómo iban a comunicarse mentalmente? Menuda tontería.
– Aparte de nosotros estáis vosotras, entre otras criaturas –contestan al unísono, aunque continúa solo la mujer–: Las provisiones llegan desde todas partes de Fuji, sobre todo desde Mijayima.
De nuevo se mantienen callados durante un momento, aunque parece deberse a la sorpresa por el crujido de la piedra, que colapsa el inesperado túnel por el que habéis llegado, levantando un viento gélido tan intenso que apaga con su fuerza todas las lámparas. Aunque eso tampoco parece molestarles demasiado, y os comenta el anciano una cosa interesante:
– Nunca ha entrado una bestia en Shirakawa. Nuestros muros son los más altos de toda la región, nuestras tropas las más entrenadas y nuestros tramperos los más expertos. Si hay una bestia, estará ahí abajo…
Mira hacia el suelo. Se escucha muy mitigada, pero el agua está ahí. ¿Habrá de verdad algo en esa agua que la haga tan interesante? ¿O es que os toman el pelo? Parecen ignorar por completo a Katharina, como si no tomasen su conversación amistosa en serio.
- 2 - Er Prome:
- – Yo soy Isamaru –dice el de negro, inclinando la cabeza ante tu presentación–. Él es Konda. Gracias por tu ayuda, Prometeo.
Parecen bastante educados, tanto como recelosos cuando te transformas en un ave. Konda se asusta, pero Isamaru tras arquear una ceja acerca su mano a tus llamas, comprobando que no quemen. Te hace cosquillas la caricia, pero al final optan por subir ambos y aceptan que vueles, no sin que escuches alguna que otra maldición angustiada del joven de verde. No sé si las he escuchado del todo bien, pero seguro que tú sí… O al menos, te haces una idea.
Tu vuelo es estable, y aunque no tardas demasiado en ver el ancho río que te separa de Udon no puedes evitar fijarte en que una serie de rastros indican la presencia del Comandante por alguna parte, o por lo menos intuyes que el rastro de destrucción en un carro motorizado gigante solo puede ser obra del Derian I. Por otro lado, cuando pasas cerca de la frontera ves surgir un grupo de grandes reyes marinos que te obligan a subir más el vuelo para poder evitarlos, pero a más altura distinguir caras es mucho más difícil.
– Hitomi-sama es una niña, apenas tiene once años –responde Konda–. Aunque parece algo mayor. Tiene el cabello negro, largo y liso, y sus ojos son de color verde: Regalo de su madre, que nació más allá de Wano.
– Es la esperanza porque es la última descendiente del clan Kozuki –continúa Isamaru, gritando para que le escuches a causa del viento–. Se trata de la hija del Shogun, y si el resto de su familia ha muerto ella heredará el país. Pero Masahisa está obsesionado con la venganza porque el daimio de Hakumai llegó a un pacto con la reina pez. Una vez el meteorito caiga, le regalará el país.
Al mismo tiempo, mientras escuchas esto, puedes notar cómo cañones que no se parecen al estilo wanokuni te apuntan y, con las mismas, disparan contra ti. Hay un total de treinta balas de cañón volando hacia ti en salva, aunque por suerte van desde la costa y no hay riesgo de meterte en fuego cruzado.
- 3 - ¿Cuántos Centellas sois?:
- Vale, la situación es la siguiente: Te has cargado el carro y hay seis personas en el suelo, algunas de ellas con heridas bastante severas, y una que te ignora por completo y se marcha caminando. Se trata de tres chicas y tres hombres, aunque una de ellas se marcha con mirada suspicaz de la forma más discreta que puede. Tiene el cabello moreno y liso, además de oler a gato, y no a cualquier gato: Un gato grande.
Las cinco personas restantes empiezan a levantarse con bastante cuidado y con un poco de dificultad, salvo una que claramente tiene la pierna rota. Sin embargo, cuando el desconcierto va pasando se fijan en ti y comienzan a increparte, como por otra parte es lógico, aunque los gritos se dividen hacia ti, hacia el hombre que se va caminando y hacia la mujer que acaba de marcharse. Parece que hoy todo el mundo te grita, ya no hay educación en este país.
– Vale, a ver… Si no entregamos todos los mensajes seguramente nos maten, pero es que si llegamos tarde nos van a matar también –dice una de las chicas–. Si seguimos a Marco, esa zorra se lleva una de nuestras cartas y nos matarán, y…
– Y aún no sabemos quién es el traidor.
– ¿Cómo que no? Esa zorra se ha llevado las cartas a la mínima, ¿es que no lo ves?
En fin, muchas cosas que te aburren, pero parece que uno de los tipos empieza a quitar la madera de tu parte delantera, y entonces sube hasta ti y te dice:
– ¿No eres tú el Rey Augustus? Tengo que informar a tu mujer de una cosa importante. ¿Podrías llevarme, ya que estás aquí?
Mientras tanto el gallo vivo campa a sus anchas, pareciendo que su canto empieza a atraer criaturas. Probablemente tenga una manada o sea esta su región, quién sabe. Pero lo que está claro es que canta muy bien. ¿Estás seguro de que no quieres quedártelo? Bueno, dejando eso de lado… Parece que la luna está en una posición un tanto extraña en estos momentos; tal vez por eso -y no solo por el accidente- el gallo se haya asustado.
- 4 - Aki y Shinobu:
- – No deberíamos… No deberíamos volar –dice, dubitativa, Hitomi–. Verán que nos movemos, y si Yoshio está vivo no podrá encontrarme. No sé…
Los hombres a vuestra espalda atienden a medida que comen a vuestra conversación, en silencio, simplemente expectantes. A veces hacen algún ruido, pero parece más una suerte de rezongueo que otra cosa. No obstante, cuando escuchan lo último se giran hacia vosotras y empiezan a avanzar. Ahora que os fijáis, sus rasgos son bastante diferentes a los propios de Wano, aunque sí que comparten algunos o parte de algunos más mitigados, como si fuesen de una isla cercana o incluso alguna etnia minoritaria. Su piel es morena y sus ojos ligeramente redondeados.
– Si la princesa desea, podemos escoltarla nosotros mismos –dice el que no lleva anillo–. Solo somos granjeros, pero en su día luchamos hombro con hombro en los ejércitos del shogun para pacificar Kibi.
– Además, así la señorita Arlian podría atender mejor a sus quehaceres. –Sí, ha dicho Arlian–. Que si no me equivoco, tiene muchos asuntos pendientes…
La niña os mira a ambas, sin comprender, y se aferra al cuello de Lys. Parece que los hombres le imponen cierto respeto… Temor… Bueno, llámalo como desees. El caso es que no parece hacerle mucha gracia la idea de compartir tiempo con ellos y empieza a dar instrucciones en voz muy baja a vuestro oído; tal vez deberíais salir pitando, pero antes de eso, el hombre del anillo se queda mirando para Shinobu. Le sonríe con amabilidad y se acerca un poco.
– ¿Cómo sabes de la existencia de Fuji, jovencita? –te pregunta–. ¿Buscas ahondar en el pasado de este país?
Parece que los árboles van proyectando sombras más largas a medida que sus palabras son pronunciadas, y podéis escuchar pasos entre los árboles. Parece que algo se mueve entre las sombras, aunque quién sabe qué podrá ser.
- 5 - Zane, Kayadako e Inosuke:
- Ino… La cosa pinta muy negra. Empiezas a notar cómo la tinta se solidifica rápidamente en tu cuerpo, rompiéndose a medida que te mueves pero cerrándose de nuevo de manera casi inmediata. Empieza a ser bastante desagradable, y tu boca sabe un poco a tinta, lo que por momentos puede producirte alguna que otra arcada… De hecho es muy desagradable, pero más o menos lo sobrellevas. Sin embargo, parece que atemorizas a los aldeanos, que entre tartamudeos te responden:
– He… Hemos sido cu-curados por él –dice uno, señalando a Zane–. ¡No nos hagas daño!
Parece que tu aspecto les causa terror, pero seguramente no tanto como la revelación que Kaya le acaba de confesar al pelirrojo. Antes de tomar una decisión, Zane, y por si te sirve de ayuda… A lo mejor eres viudo y Katharina tiene un empuje. De todos modos, tal vez este último esté teniendo una sobrecarga de información, dado que cuando se acerca a Akita para preguntarle este, con bastante mala cara, lo mira.
– ¿Efectivos? Ni siquiera tenemos soldados, pelirrojo. Somos granjeros, ancianos, mujeres y niños. Bueno, niños ya no, los evacuamos los primeros junto a sus madres. Los que quedamos nos habríamos ido ya, pero no podemos dejar a sus anchas a los piratas… Sé sincero. –No parece estar de broma–. ¿Acaso crees que sobreviviremos a la guerra? Aun si no muriésemos, los campos están arruinados para todo el año. Tal vez ni siquiera podamos sembrar, y se prolongue durante varios. No sé ni cómo vamos a hacer…
Bueno, Akita parece bastante preocupado por demasiadas cosas. Tal vez tú tengas algo que ofrecerle, o alguna reacción de cara a Kaya. Sin embargo, si decides abandonar el lugar… Dime, ¿vas a resolver más entuertos o buscas a Berthil?
Ah, cierto. Ino, Cazapeces tarda bastante poco en volver. No sabías que fuese tan fuerte, pero lleva en sus patas una cría de Rey Marino. Seguro que está delicioso.
- 6 - Los mejores detectives de Itadakimas:
- A medida que os vais acercando a la barra, los piratas del interior parecen hacer un corro a vuestro alrededor, bloqueándoos la salida. Parece que eso puede no ser importante, dado que no hay demasiada gente tan fuerte como Marc y desde luego ni uno llega al nivel del rubio. Sin embargo, la hostilidad que despertáis parece fluir a través de sus voces tan flagrantemente que casi lo podríais notar sin hacer uso del Haki. Solo viendo sus caras podéis percibir el miedo y el desagrado, aunque con vuestro mantra podríais afinar más en su preocupación y, desde luego, en el aura de violencia que parece llenar el lugar. Aun así, al avanzar hacia el interior se separan para no acercarse demasiado.
– Sabemos quiénes sois –contesta el tabernero, preparando un vaso y sacando una pequeña botella de bajo la barra: Es Whisky de Ériu Land–. También hemos notado en nuestro cuello vuestra presencia la última vez que habéis estado. ¿Tú qué quieres, gordo?
Asienta el vaso sobre la barra con un golpe, y lo rellena. No parece un hombre muy educado, y si os fijáis se notan las heridas de un yugo en su cuello. Parece que él también ha sido un prisionero vuestro, aunque si miráis a vuestro alrededor no todos tienen marcas similares. Aun así, bastantes se cubren el cuello o tienen tatuajes recientes, así que el número de piratas capturados ahí es incierto.
– En esta zona hay calma porque nosotros la protegemos, ¿no es obvio? –dice un hombre desde una mesa. No tiene una herida, pero sí varias cicatrices por todo su cuerpo–. Igual que hemos salvado a los esclavos que habíais secuestrado… Y devuelto el poder a nuestro pueblo. Porque eso hacen los piratas, ¿no? Ser libres.
El hombre es calvo, parece tener un ojo de cada color y, desde luego, no os suena de nada. Tiene, eso sí, una gran nariz y parece de una cierta edad, y con cada frase que dice parece que todos a su alrededor cuchichean.
– Esta villa está a salvo, señores. No va a llegar ningún fuego hasta aquí, ni siquiera el más obvio. Si queréis podéis marcharos, aunque primero quedaos a tomar una copa…
Vaya.
- 7 - Nox y Vile:
- La contundente estocada de Noz parece ser capaz de penetrar las defensas del hombre, que de golpe abre los ojos de par en par. Escupe sangre a raudales, e intenta mirar a su espalda mientras la vida lo abandona, pero un tiro certero de Vile termina de rematarlo -como si no fuese a morir ya, vaya-. En cualquier caso parece que no quedan más piratas en el lugar, dado que los demás habrán corrido en otra dirección o se habrán retirado en desbandada. Lo que sí, parece que tarda unos minutos en volver la vida al lugar, aunque cuando lo hace repentinamente sucede a raudales.
La gente al principio es cauta, pero muy pronto la euforia empieza a contagiarse y todo el mundo sale a la calle, celebrando que el pueblo está libre. Uno de los aldeanos, un señor mayor de largo cabello cano, se acerca a vosotros para agradeceros lo que habéis hecho.
– ¡Gracias, gracias! Habéis salvado muchas vidas hoy. –Parece guardar sin embargo mucha tristeza en su interior–. Aunque hace falta todavía vengar las de los que han caído. ¿Quiénes sois, jovencitos, y qué os trae por Wano?
Luka sigue llorando en la costa. Sí que le tenía cariño al barco. Pero lo que es importante para vosotros es que mucha gente se va acercando, acariciándoos la espalda, dándoos palmadas en el hombro y comenzando a recoger los cadáveres. Aunque hay uno ahí… ¿No os llama la atención que lleve tantos papeles encima? Aunque también podría no ser nada.
- 8 - Osuka:
- Se pone nervioso cuando su hoja es frenada, pero logra cortar con cierto esfuerzo la roca. Le cuesta, pero se ve que es capaz de traspasarla, y lo hace justo a tiempo para ver cómo la roca comienza a rodearte mientras tus goles de piedra empiezan a escalar por el castillo. Por ahora centrémonos en cómo reacciona el hombre a tu embate… Y parece que lo encaja.
Parece que tu golpe impacta por completo en su cuerpo, pero cuando reflexionas te das cuenta de que no. Herido, con un hilillo de sangre en su brazo, el samurái aparece junto a tu hombro, con su espada lista tomada a dos manos.
– Onda cortante de las dos lunas –dice, y ves su filo brillar.
Tarda apenas un segundo en cargar su ataque, pero es lo bastante como para verlo claramente. Cuando baja su arma, un poderoso tigre sale despedido de ella. Tiene ojos plateados como lunas, y la onda se divide en tres como si de un zarpazo se tratara. Probablemente no pueda destruir tu armadura, pero seguro que puede penetrarla.
Tras eso, se queda a tu espalda, preparándose para tu respuesta.
- 9 - Kiritsu:
- Pues órdago lanzado, mi querido gato al que no le gusta para nada su apodo. Sólo queda esperar para comprobar la respuesta de la bruja y sus secuaces. Me dice un pajarito que su nombre es uno de los que engrosan las listas de desertores y traidores al Gobierno Mundial, así que dale candela… O no, ahí ya no me meto. Bueno, un poco sí, pero es para meter cizaña amistosa.
En cuanto a Arthur, los marines en mejor estado se prestan a cumplir tus órdenes. Los heridos son sacados del campo de batallo y transportados a la retaguardia, donde los uniformados encargados de mantener la salud entre las tropas hacen diligentemente su labor. Cuando veis a los malheridos agrupados sois conscientes de las considerables bajas que habéis sufrido. Algunos de ellos podrán continuar dando guerra tras un par de remiendos, pero más de uno no podrá seguir adelante. Ya se verá. Por otro lado:
―Es cuestión de tiempo que terminemos de vencer, señor ―informe el oficial al mando de la flota―. Cuatro navíos acaban de partir hacia la zona que nos indicó; no tardarán mucho en llegar y distribuir refrescos para quien lo necesite.
Y sí, disponéis de una embarcación dotadas con cargas de profundidad para afrontar cualquier peligro que os pueda acechar desde las profundidades ―valga la redundancia―. Aun así, te voy informando de que no habrá señal alguna que avise de que las cargas han encontrado objetivo alguno. Si alguien ha resultado herido bajo vuestro desconocimiento es algo que, por desgracia, os será completamente ajeno… Al menos por el momento.
En cuanto a Jack, los marines que han visto de dónde sale el sushi hacen lo posible por no llevárselo a la boca. Creo que está demás decir por qué. Por otro lado, aquellos que han estado a otras cosas degustan el manjar con sumo gusto ante las arcadas de muchos de sus compañeros ―aquellos que están en condiciones de preocuparse por algo más que aferrarse a la vida con sus últimas fuerzas―.
¿Y bien, mis queridos indisciplinados? ¿Cuál será vuestro próximo paso? Con el puerto asegurado, debéis medir con cuidado el siguiente movimiento. ¡Oh, se me olvidaba! Como os comenté, el puerto está fortificado y una pequeña guarnición defendía sus muros. Los barcos están en camino con la orden de bombardear la zona y reducir dicha fortificación a cenizas… con un montón de inocentes dentro, claro está. Dejando a un lado que los habéis puesto directamente en peligro con esa orden, asumiré que ha sido un descuido y que lo arreglaréis ahora. No creo que un contralmirante quiera ni deba cargar con el peso de semejante matanza gratuita sobre sus espaldas, que está feo.
- 9 - Ivan:
- Mira el lado bueno: vas a acabar conociéndote la geografía de Wano mejor que nadie a costa de dar vueltas sin parar. Te desplazas por los cielos como un murciélago, imperceptible por los grupos de hombres y gyojines que caminan bajo tus pies. Son pocos, por supuesto, en su mayoría supervivientes de alguna que otra masacre ―probablemente de Kuri― y moradores abisales que se dirigen hacia la Capital de las Flores tras cumplir sus cometidos.
Tu submarino se dirige hacia la costa, tal y como has ordenado, y podrás llegar hasta el punto de encuentro sin mayor incidencia. La zona está desierta según parece, aunque dejaré a tu guato la descripción de la misma si es que quieres ambientar un poco el encuentro con vuestro prisionero, el temible Douglas Lite. Estáis a punto de permitir que dos Almirantes se unan en Wano… Confío en que sabréis que se puede liar muy gorda.
- 10 - Ryuu:
- Pues eso, seguís el rastro en la dirección que éste marca. A juzgar por las marcas podéis intuir que el forcejeo se prolongó durante varios metros, pues llegáis a atisbar algunas manchas de sangre que salpican la zona. No obstante, tras unos minutos de marcha las pistas desaparecen. Los surcos en el suelo se convierten en pisadas de seres demasiado grandes y pesados como para que sean el maestro y la familia de Ryuu. La sangre, por el contrario, sigue manchando tenuemente el terreno y traza una suerte de triste surco que os marca el camino a seguir, porque intuyo que el asunto no va quedarse así.
Cuando finalmente alcanzáis a los responsables del rastro, el cuadro no es demasiado agradable. El maestro, ensangrentado y deformado por los golpes recibidos, yace sobre un cúmulo de rocas. Está vivo, no os asustéis, aunque lo cierto es que no puedo deciros cuánto tiempo durará en ese estado. Dos gyojines se encuentran en el suelo, indudablemente muertos como consecuencia de los profundos cortes que laceran sus cuerpos. Sin embargo, uno de mayores dimensiones, sinuoso cual serpiente marina, se erige frente a dos mujeres que, lejos de mostrar miedo, se abrazan exhibiendo un desafiante semblante. Sí, Ryuu, son tu madre y tu hermana.
Por cierto, el gyojin que queda con vida, quien sin duda ha dejado al maestro en ese estado, no parece tener heridas más allá de un par de cortes superficiales.
- 11 - Yarmin:
- ―Es mucho más. Goza de una experiencia que no está al alcance de ninguno de nosotros. Ha visto suceder los mismo fenómenos una y otra vez, aunque todas y cada una de ellas encarnado en una identidad diferente. No es la primera vez que los gyojines luchamos por nuestros derechos ―¿Qué les habrán dicho a estos señores?―, pero Oc está determinado a que esta vez sea la última y definitiva.
Como ve que no muestras interés alguno en tomar un camino en concreto, se sienta sobre un pedestal que en algún momento debió ser ocupado por una de esas armaduras de ornamentación que tan frecuente es encontrar en según qué opulentos lugares. No me preguntes si esa decoración casa demasiado con la tradición de Wano, pero el hecho es que allí estaba.
―Oc capta mensajes, sin más. Es ciego, sordo y mudo. No sé cuáles son de nacimiento y cuáles son consecuencia de la guerra, pero el hecho es que ése es su estado actual. Con el paso del tiempo ha aprendido a percibir la menor vibración del entorno a través del suelo y sus tentáculos. En el mar es mucho más hábil, por supuesto, pero es capaz de captar a la perfección una conversación en tierra firme. Nota las vibraciones y les asigna un significado, un conjunto de letras, llámalo como quieras, pero no es capaz de percibir el mundo como nosotros. Al menos eso creemos saber, porque tampoco es que nos haya dado muchos detalles.
Katharina von Steinhell
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Estudió con el ceño fruncido a la pareja que tenía en frente y cuando comenzaron a hablar alejó la mano de Fushigiri. Parecía que ambos llevaban un buen tiempo sin exponerse a la luz del sol. «Otra vez el tiempo, ¿eh?», pensó sin dejar de mirar a los desconocidos. Últimamente esa palabra resonaba mucho en su cabeza. Si la teoría del vampiro era cierta, los hombres de la Estrella Oscura venían de una era muy lejana. ¿Y si no eran los únicos? Si no fuera porque había visto toda clase de mierdas, se hubiera mostrado mucho más impresionada. Sin embargo, hacía mucho que la magia había arrebatado como una amante egoísta ese adictivo encanto de lo increíble.
El mapa de Wano pasó una vez más por su cabeza e intentó profundizar en la imagen mental del país. Fuji, Mijayima… Coincidían con los nombres típicos de Wano, pero algo no terminaba de encajar. ¿Quién era Amateratsu? ¿Y dónde se hallaba esa tan misteriosa Fuji? Como historiadora no iba a negar que había algo súper interesante justo en frente de sí. Y como adicta al conocimiento no iba a dejar la oportunidad de revelar los misterios que escondían los túneles arqueológicos.
«A menos que esté profundamente equivocada todo aquí parece llevar siglos. Los libros están increíblemente gastados y el estilo del lugar no termina de calzar con el de Wano. ¿Puede que todo esté relacionado…? Los viajes en el tiempo, la gente de otra época, este sitio… ¿Será Fuji la tierra natal de toda esta gentuza?», reflexionó luego de que la pareja respondiera de una manera… sospechosa.
De manera instintiva creó diminutas esferas de fuego para iluminar el túnel cuando el camino improvisado pareció colapsar. La bruja chasqueó la lengua y aguzó la mirada. «Tal vez esta gente puede ver a través de la oscuridad. Sería un problema para Alexandra si deciden atacar». Comenzaba a perder la paciencia… No eran los primeros del día en ignorarle, y cuando lo pensó el recuerdo del puto mayordomo apareció en su cabeza. Lo iba a matar. Joder, ¿en qué momento pensó que sería buena idea intentar jugársela a todos los bandos involucrados en Wano?
La hechicera dio un paso al frente y fulminó con la mirada a la pareja. Si podían ver a través de la oscuridad, se darían cuenta de que la esclerótica de los ojos de Katharina se tornaba muy negra, haciendo que sus zafiros resaltasen con intensidad. Cansada de que nadie en Wano le tomase en serio, incluyendo a sus propios subordinados, dejó caer el peso de su Voluntad sobre la pareja. Se contendría para no dejarlos inconscientes, aunque no prometía que pudieran continuar de pie. Y, en caso de que soportasen el Espíritu de Emperatriz de la bruja, aumentaría la intensidad del mismo.
—La única bestia de la que deben preocuparse aquí soy yo —les rugió sin intenciones de ocultar la molestia—. Quiero que me cuenten los eventos más importantes sucedidos en los últimos cinco años: las guerras de Gray Rock y Síderos, la invasión a la Ciudad Santa y el motivo por el que el Gobierno Mundial odia a los gyojins, me contarán todo. Y luego me contarán de Amateratsu. —Katharina dio otro paso y endureció aún más la mirada—. No quiero juegos ni respuestas ambiguas porque no me temblará la mano a la hora de empuñar a Fushigiri.
El mapa de Wano pasó una vez más por su cabeza e intentó profundizar en la imagen mental del país. Fuji, Mijayima… Coincidían con los nombres típicos de Wano, pero algo no terminaba de encajar. ¿Quién era Amateratsu? ¿Y dónde se hallaba esa tan misteriosa Fuji? Como historiadora no iba a negar que había algo súper interesante justo en frente de sí. Y como adicta al conocimiento no iba a dejar la oportunidad de revelar los misterios que escondían los túneles arqueológicos.
«A menos que esté profundamente equivocada todo aquí parece llevar siglos. Los libros están increíblemente gastados y el estilo del lugar no termina de calzar con el de Wano. ¿Puede que todo esté relacionado…? Los viajes en el tiempo, la gente de otra época, este sitio… ¿Será Fuji la tierra natal de toda esta gentuza?», reflexionó luego de que la pareja respondiera de una manera… sospechosa.
De manera instintiva creó diminutas esferas de fuego para iluminar el túnel cuando el camino improvisado pareció colapsar. La bruja chasqueó la lengua y aguzó la mirada. «Tal vez esta gente puede ver a través de la oscuridad. Sería un problema para Alexandra si deciden atacar». Comenzaba a perder la paciencia… No eran los primeros del día en ignorarle, y cuando lo pensó el recuerdo del puto mayordomo apareció en su cabeza. Lo iba a matar. Joder, ¿en qué momento pensó que sería buena idea intentar jugársela a todos los bandos involucrados en Wano?
La hechicera dio un paso al frente y fulminó con la mirada a la pareja. Si podían ver a través de la oscuridad, se darían cuenta de que la esclerótica de los ojos de Katharina se tornaba muy negra, haciendo que sus zafiros resaltasen con intensidad. Cansada de que nadie en Wano le tomase en serio, incluyendo a sus propios subordinados, dejó caer el peso de su Voluntad sobre la pareja. Se contendría para no dejarlos inconscientes, aunque no prometía que pudieran continuar de pie. Y, en caso de que soportasen el Espíritu de Emperatriz de la bruja, aumentaría la intensidad del mismo.
—La única bestia de la que deben preocuparse aquí soy yo —les rugió sin intenciones de ocultar la molestia—. Quiero que me cuenten los eventos más importantes sucedidos en los últimos cinco años: las guerras de Gray Rock y Síderos, la invasión a la Ciudad Santa y el motivo por el que el Gobierno Mundial odia a los gyojins, me contarán todo. Y luego me contarán de Amateratsu. —Katharina dio otro paso y endureció aún más la mirada—. No quiero juegos ni respuestas ambiguas porque no me temblará la mano a la hora de empuñar a Fushigiri.
- Resumen:
- Soltarle el haki del rey a la parejita para luego preguntarles unas cosillas. Katharina ha perdido la paciencia. F.
Aki D. Arlia
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Aki asintió con tranquilidad para calmar a la niña. En realidad no estaba de acuerdo, volando irían más rápido y siempre que no ascendieran demasiado no les costaría encontrar al hombre, fuera fiambre o estuviera vivito y coleando. De todas formas, podía volver a proponerlo luego o mostrárselo directamente. Quizá solo hasta llegar al lugar, para ahorrarse camino. En cualquier caso, de momento tenían otras cosas de las que preocuparse.
La gente que tenían delante no eran simples vagabundos, ahora que se fijaba lo tenía claro. Ni siquiera estaba segura de que fueran de Wano, aunque a partir de sus rasgos apostaría a que al menos sus antepasados provenían de otro lado. Se ofrecieron a llevar a la princesa, lo que hizo que la pirata automáticamente frunciera el ceño y la apretara un poco contra sí. No iba a dejar a la niña con unos desconocidos, ni de broma.
Lo siguiente que dijeron, sin embargo, le hizo esbozar una sonrisa. Claro. Por supuesto. Arlia y Ardian. Arlian. Lo cierto es que ya podía haberse esforzado más a la hora de cambiar de nombre. Todavía no entendía cómo nadie se había dado cuenta en el año que había estado ''fuera'', pero ahora ya era irrelevante. Quizá porque nadie se molestó en buscarla. Por otro lado, aunque no se hubiera matado con su nuevo apellido, sí había puesto cierto empeño en que su falsa muerte fuera creíble, así que tampoco podía indignarse mucho. Además, las cosas habían cambiado. Algo le decía que si ahora intentara hacer lo mismo, no se saldría tan fácilmente con la suya. Había gente que le buscaría y, de alguna manera, eso le alegraba.
La niña no parecía muy alegre, sin embargo. Se inclinó hacia ella y comenzó a susurrarle las indicaciones para que pudieran largarse de allí. Le frenó con una mano y le sonrió para decirle que todo estaba bien, antes de encarar de nuevo a los desconocidos.
-Estoy segura de que mis asuntos pendientes pueden esperar un par de horas. Al fin y al cabo, han esperado meses. Y si no me equivoco no es con vosotros con quienes debería resolverlos, por lo que… no tienen nada de lo que preocuparse.
De momento, al menos. Si se volvían agresivos tardaría nada y menos en rajarles las gargantas y dejar que se desangraran. No era el mejor mensaje a mandar, pero desde luego era directo y no tenía intención ninguna de vacilar o recular. No con esa gente. Bastante se había dejado liar por ellos ya, era hora de mandarles a paseo de una vez por todas.
-La niña se queda conmigo, como mínimo hasta que acabe lo que tiene que hacer. Le dejaré con su guardia personalmente y esto no es negociable.
Algo extraño sucedió de repente. El hombre le habló a Shinobu y la atmósfera pareció hacerse más pesada. ¿Habían crecido las sombras de los árboles? Esto no le gustaba ni un pelo, pero se resistía a coger un cuchillo porque si podía evitar el conflicto prefería ahorrárselo. Demonios.
Por otro lado, ¿Fuji? No le sonaba el nombre, aunque ella tampoco había sido nunca muy entendida de geografía. Sin embargo… ¿pasado? Frunció el ceño y se quedó mirando a Shinobu. Quizá no estaba perdida por dónde se encontraba, sino cuando… pero por cómo hablaba el hombre y lo que había dicho antes la niña para que eso fuera cierto debía llevar fuera de combate al menos… bueno, demasiados años como para que fuera coherente. No, no tenía sentido. A lo mejor era una historiadora que se había dado un golpe en la cabeza. Se la había encontrado en plena batalla, al fin y al cabo. Eso tenía más sentido. Le puso una mano en el hombro con delicadeza.
-No tienes por qué responderle si no quieres. Quizá tenga tus respuestas, pero no va a dártelas sin un precio. La gente con ese anillo- le señaló con tranquilidad- nunca lo hace.
La gente que tenían delante no eran simples vagabundos, ahora que se fijaba lo tenía claro. Ni siquiera estaba segura de que fueran de Wano, aunque a partir de sus rasgos apostaría a que al menos sus antepasados provenían de otro lado. Se ofrecieron a llevar a la princesa, lo que hizo que la pirata automáticamente frunciera el ceño y la apretara un poco contra sí. No iba a dejar a la niña con unos desconocidos, ni de broma.
Lo siguiente que dijeron, sin embargo, le hizo esbozar una sonrisa. Claro. Por supuesto. Arlia y Ardian. Arlian. Lo cierto es que ya podía haberse esforzado más a la hora de cambiar de nombre. Todavía no entendía cómo nadie se había dado cuenta en el año que había estado ''fuera'', pero ahora ya era irrelevante. Quizá porque nadie se molestó en buscarla. Por otro lado, aunque no se hubiera matado con su nuevo apellido, sí había puesto cierto empeño en que su falsa muerte fuera creíble, así que tampoco podía indignarse mucho. Además, las cosas habían cambiado. Algo le decía que si ahora intentara hacer lo mismo, no se saldría tan fácilmente con la suya. Había gente que le buscaría y, de alguna manera, eso le alegraba.
La niña no parecía muy alegre, sin embargo. Se inclinó hacia ella y comenzó a susurrarle las indicaciones para que pudieran largarse de allí. Le frenó con una mano y le sonrió para decirle que todo estaba bien, antes de encarar de nuevo a los desconocidos.
-Estoy segura de que mis asuntos pendientes pueden esperar un par de horas. Al fin y al cabo, han esperado meses. Y si no me equivoco no es con vosotros con quienes debería resolverlos, por lo que… no tienen nada de lo que preocuparse.
De momento, al menos. Si se volvían agresivos tardaría nada y menos en rajarles las gargantas y dejar que se desangraran. No era el mejor mensaje a mandar, pero desde luego era directo y no tenía intención ninguna de vacilar o recular. No con esa gente. Bastante se había dejado liar por ellos ya, era hora de mandarles a paseo de una vez por todas.
-La niña se queda conmigo, como mínimo hasta que acabe lo que tiene que hacer. Le dejaré con su guardia personalmente y esto no es negociable.
Algo extraño sucedió de repente. El hombre le habló a Shinobu y la atmósfera pareció hacerse más pesada. ¿Habían crecido las sombras de los árboles? Esto no le gustaba ni un pelo, pero se resistía a coger un cuchillo porque si podía evitar el conflicto prefería ahorrárselo. Demonios.
Por otro lado, ¿Fuji? No le sonaba el nombre, aunque ella tampoco había sido nunca muy entendida de geografía. Sin embargo… ¿pasado? Frunció el ceño y se quedó mirando a Shinobu. Quizá no estaba perdida por dónde se encontraba, sino cuando… pero por cómo hablaba el hombre y lo que había dicho antes la niña para que eso fuera cierto debía llevar fuera de combate al menos… bueno, demasiados años como para que fuera coherente. No, no tenía sentido. A lo mejor era una historiadora que se había dado un golpe en la cabeza. Se la había encontrado en plena batalla, al fin y al cabo. Eso tenía más sentido. Le puso una mano en el hombro con delicadeza.
-No tienes por qué responderle si no quieres. Quizá tenga tus respuestas, pero no va a dártelas sin un precio. La gente con ese anillo- le señaló con tranquilidad- nunca lo hace.
- resumen:
- Ponerse un poco gallita con el señor, proteger a la niña y decirle a shinobu que no se fie, que lagarto lagarto.
—Porque vosotros la protegéis —musitó el rubio una vez el tabernero hubo cerrado la boca—. ¿Y se puede saber quiénes sois vosotros? A bote pronto se me ocurren cuatro personas a las cuales les encantaría saber quién, además de ellos, se atreve a reclamar algo en Wano, ya sea como territorio protegido o anexionado. Incluso una villa tan pequeña como ésta... Y yo estoy aquí en nombre de uno de ellos... o de dos.
Guardó silencio durante unos segundos, dejando que Marc respondiese como creyese oportuno al impertinente matón que acababa de insultarle. Therax se preciaba de ser alguien cauto que en muy contadas ocasiones se dejaba arrastrar por sus impulsos, pero no podía evitar pensar que Zane o Luka ya habrían rebanado el pescuezo de aquel desgraciado. Continuó hablando:
—Pues no, no es obvio —No se volvió para mirar a quien le había interpelado—. Estáis aquí como una panda de matones de tres al cuarto, de maleantes de taberna y borrachera sin más ideas en la cabeza que asegurar el dinero para la próxima jarra de cerveza. Mientras tanto, un montón de personas permanecen escondidas en sus casas únicamente para no toparse con ninguno de vosotros, para no tener la mala suerte de que en un arrebato de libertad decidáis que sus hijas son atractivas o su ropa bonita. Eso no es libertad.
Dejó que el camarero le sirviese la copa, la cual llevó a sus labios antes de dar un pequeño sorbo. Tenía la atención de todos los presentes y, pese a que su habilidad para comunicar ante grupos nunca había sido su fuerte, tras el tiempo pasado en Yukiryuu había logrado pulir algunos aspectos.
—Pero tenéis razón en una cosa: esta villa está a salvo —Dio un toque en el muslo de su corpulento compañero—; para eso hemos venido. Berthil S. Kyrios y Zane D. Kenshin no os quieren aquí, a ninguno de vosotros, y en esta ocasión seré yo quien haga cumplir la voluntad de ambos. Imagino que, a no ser que tengáis un poco de sentido de supervivencia, ninguno de esos nombres representarán una autoridad para vosotros, pero eso no va a impedir que os eche a patadas si es necesario.
Dejó su vaso sobre la mesa. No dio golpe alguno, pero se aseguró de hacerlo con suficiente contundencia como para que el sonido del cristal alcanzase el último rincón de la taberna. Sus sentidos estaban alerta y sus aceros listos; sólo restaba esperar la reacción de aquella anárquica tropa.
Guardó silencio durante unos segundos, dejando que Marc respondiese como creyese oportuno al impertinente matón que acababa de insultarle. Therax se preciaba de ser alguien cauto que en muy contadas ocasiones se dejaba arrastrar por sus impulsos, pero no podía evitar pensar que Zane o Luka ya habrían rebanado el pescuezo de aquel desgraciado. Continuó hablando:
—Pues no, no es obvio —No se volvió para mirar a quien le había interpelado—. Estáis aquí como una panda de matones de tres al cuarto, de maleantes de taberna y borrachera sin más ideas en la cabeza que asegurar el dinero para la próxima jarra de cerveza. Mientras tanto, un montón de personas permanecen escondidas en sus casas únicamente para no toparse con ninguno de vosotros, para no tener la mala suerte de que en un arrebato de libertad decidáis que sus hijas son atractivas o su ropa bonita. Eso no es libertad.
Dejó que el camarero le sirviese la copa, la cual llevó a sus labios antes de dar un pequeño sorbo. Tenía la atención de todos los presentes y, pese a que su habilidad para comunicar ante grupos nunca había sido su fuerte, tras el tiempo pasado en Yukiryuu había logrado pulir algunos aspectos.
—Pero tenéis razón en una cosa: esta villa está a salvo —Dio un toque en el muslo de su corpulento compañero—; para eso hemos venido. Berthil S. Kyrios y Zane D. Kenshin no os quieren aquí, a ninguno de vosotros, y en esta ocasión seré yo quien haga cumplir la voluntad de ambos. Imagino que, a no ser que tengáis un poco de sentido de supervivencia, ninguno de esos nombres representarán una autoridad para vosotros, pero eso no va a impedir que os eche a patadas si es necesario.
Dejó su vaso sobre la mesa. No dio golpe alguno, pero se aseguró de hacerlo con suficiente contundencia como para que el sonido del cristal alcanzase el último rincón de la taberna. Sus sentidos estaban alerta y sus aceros listos; sólo restaba esperar la reacción de aquella anárquica tropa.
- Resumen:
- Invitar a los piratas a que cojan sus cosas y se vayan de Itadakimas.
Prometeo
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Así que el futuro del país recaía en los hombros de una niña… ¿No era injusto que tal responsabilidad fuera cargada por una criatura de solo once años? Como teniente del Ejército Revolucionario lo mínimo que podía hacer era ayudar a esos hombres y encontrar a Hitomi-sama. La determinación era fundamental para llevar a cabo dicha tarea, sin embargo, no borraba el hecho de que era como buscar una aguja en un pajar.
Prestó atención a las palabras de Isamaru. El que hubiera una rivalidad entre el señor de Hakumai y el señor Masahisa era… entendible, incluso esperable. ¿El meteorito? Bueno, eso era un tema completamente aparte. ¿Cómo podían comentarlo de una manera casi casual? ¡El impacto provocaría una catástrofe! Espera, todavía había muchas preguntas sin respuestas… ¿Acaso esa reina pez de la que hablaban contaba con la tecnología para predecir el movimiento de los cuerpos que orbitaban en el espacio? Un momento… ¿El Comandante no se había casado con la reina de los peces? ¿Era esa reina de la que los samuráis estaban hablando? Oh, todo era demasiado… enredado.
—Un meteorito supone un problema para la humanidad completa —dijo Prometeo con suma seriedad—. Un evento así puede acabar perfectamente con la vida terrestre, ni siquiera quedarían tierras que reclamar. ¿Qué saben del meteorito?
Le hubiera gustado oír la respuesta, pero fue sorprendido por una lluvia de balas de cañón. Prometeo aleteó con fuerza sobrehumana para aumentar la altura y dejar que los proyectiles pasaran por debajo. Frunció el ceño y volteó la mirada hacia el origen de los disparos. ¿Serían cañones piratas? ¿O acaso la Marina intentaba ahuyentarle? Ninguna de las opciones era buena, así que tampoco hacía falta perder el tiempo en encontrar respuestas. Había una cuestión más importante de la que ocuparse: el camino a elegir. Bien podía continuar volando cerca de la costa, exponiéndose a los disparos y tentando la suerte. No obstante, como los disparos sucedieron desde la costa existía la posibilidad de tomar una ruta más hacia el interior.
El revolucionario giró hacia la derecha, alejándose de la costa en busca de una ruta más segura. Lamentablemente tendría que dejar las conversaciones para después, pues permanecería atento ante los posibles disparos. Intentaría acercarse lo más posible a Kuri por aire, pero si el camino aéreo se transformaba en una ruta potencialmente mortal tanto para él como para los samuráis, tendría que regresar a la superficie y volver a su forma humana. Bueno, también podía elevarse hasta la altura de las nubes y perderse entre ellas, pero allá arriba hacía frío y los cambios de presión serían perjudiciales para los humanos.
Prestó atención a las palabras de Isamaru. El que hubiera una rivalidad entre el señor de Hakumai y el señor Masahisa era… entendible, incluso esperable. ¿El meteorito? Bueno, eso era un tema completamente aparte. ¿Cómo podían comentarlo de una manera casi casual? ¡El impacto provocaría una catástrofe! Espera, todavía había muchas preguntas sin respuestas… ¿Acaso esa reina pez de la que hablaban contaba con la tecnología para predecir el movimiento de los cuerpos que orbitaban en el espacio? Un momento… ¿El Comandante no se había casado con la reina de los peces? ¿Era esa reina de la que los samuráis estaban hablando? Oh, todo era demasiado… enredado.
—Un meteorito supone un problema para la humanidad completa —dijo Prometeo con suma seriedad—. Un evento así puede acabar perfectamente con la vida terrestre, ni siquiera quedarían tierras que reclamar. ¿Qué saben del meteorito?
Le hubiera gustado oír la respuesta, pero fue sorprendido por una lluvia de balas de cañón. Prometeo aleteó con fuerza sobrehumana para aumentar la altura y dejar que los proyectiles pasaran por debajo. Frunció el ceño y volteó la mirada hacia el origen de los disparos. ¿Serían cañones piratas? ¿O acaso la Marina intentaba ahuyentarle? Ninguna de las opciones era buena, así que tampoco hacía falta perder el tiempo en encontrar respuestas. Había una cuestión más importante de la que ocuparse: el camino a elegir. Bien podía continuar volando cerca de la costa, exponiéndose a los disparos y tentando la suerte. No obstante, como los disparos sucedieron desde la costa existía la posibilidad de tomar una ruta más hacia el interior.
El revolucionario giró hacia la derecha, alejándose de la costa en busca de una ruta más segura. Lamentablemente tendría que dejar las conversaciones para después, pues permanecería atento ante los posibles disparos. Intentaría acercarse lo más posible a Kuri por aire, pero si el camino aéreo se transformaba en una ruta potencialmente mortal tanto para él como para los samuráis, tendría que regresar a la superficie y volver a su forma humana. Bueno, también podía elevarse hasta la altura de las nubes y perderse entre ellas, pero allá arriba hacía frío y los cambios de presión serían perjudiciales para los humanos.
- resumen:
- Preguntar sobre el meteorito, intentar esquivar las balas aumentando la altura y buscar una ruta en una zona más interior. Ah, y regresaría a la tierra en caso de que el camino aéreo fuera... mortal.
Shinobu Yamamoto
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Creo que hablar desde la espalda de Aki-san es de mala educación, así que intento bajarme con cuidado. Miro con cierto recelo y el ceño fruncido a los granjeros. ¿Por qué son tan… oscuros? ¡Todo es muy raro! A pesar de que mi instinto me dice que no son demonios (por lo cual no es necesario ningún exorcismo), no confío en ellos. De alguna manera siento que tienen una actitud muy parecida a ciertos hombres del clan Konoe, y todo el mundo sabe que ellos son unos mentirosos. Nunca olvidaré que fueron los responsables de que Shoichi-san enloqueciera. Además, a Hitomi-chan no le gusta esta gente.
—Como dice Aki-san, Hitomi-chan se quedará con nosotras. La cuidaremos hasta dar con su protector —digo inmediatamente después de que Aki-san hablase, reafirmando su decisión. Si algo me ha enseñado la guerra, es que nunca debes dejar a una princesa en manos de gente sospechosa. Además, ¿por qué son tan oscuros?
«Mal, mal… A Izanagi-chan no le gustan las sacerdotisas racistas, Shinono», escucho de repente una voz que resuena en lo profundo de mi cabeza y un escalofrío recorre mi espalda. Aki-san no puede saber que el espíritu de Shuten Douji vive en mi cuerpo. ¿Y por qué el oni había estado tan callado? Cierro los ojos y sacudo la cabeza para evitar preguntarme cosas. Justo después de abrirlos el hombre del anillo me mira con amabilidad, haciéndome retroceder nerviosa. Y luego escucho sus preguntas.
—¿Eh?
Las preguntas del hombre me han tomado por sorpresa y he respondido lo primero que me ha pasado por la cabeza. Nunca nadie me había preguntado algo así. ¡Lo siento, no sé cómo debería haber reaccionado! Suelto una sonrisa de puro nerviosismo. Quiero creer que es el granjero más ignorante que he conocido alguna vez, pero algo dentro de mí me dice que sería mentirme a mí misma. Tendría sentido si sólo me hubiera preguntado sobre la existencia de Fuji, pero también habló sobre el pasado de este país. Primero Hitomi-chan y ahora este hombre. ¿Por qué todo el mundo actúa como si Fuji no existiera? ¿Acaso…? Ay, no, esto no puede estar pasándome.
Miro con los ojos llorosos a Aki-san, como buscando las respuestas en ella. Siento que cada vez se me hace más difícil respirar, siento que poco a poco se me cierra el pecho. El pulso se me acelera a medida que las posibilidades pasan por mi cabeza. Las manos me tiemblan y comienzo a sudar helado. Las piernas comienzan a flaquear y retrocedo de la sonrisa de falsa amabilidad del hombre, asustada. ¿Quién es esta gente de los anillos? El hombre del barco también tenía uno. Tenía el cabello blanco y vestía un traje muy raro. Incluso Aki-san luce tan distinta a todas las mujeres que he conocido. Y estos hombres de piel oscura no son oriundos de Fuji, pero eso no tiene sentido a menos que…
—¿Por qué ha-habla de Fuji co-como si fuera a-algo del pasado…? —le pregunto, tartamudeando—. Porque esto es Fuji, ¿verdad, Aki-san? Tiene que serlo, no puede ser otro sitio. Yo… lord Hitoshi nos emboscó y…
La cálida mano de Aki-san en mi hombro me reconforta y me hace recordar al maestro. Cada vez que las preguntas me atacaban ponía su mano en mi hombro y me aseguraba que todo estaría bien. Si ellos no son los que deben responder a mis preguntas, ¿quién, entonces?
—Estoy confundida, Aki-san… ¿Qué está pasando?
—Como dice Aki-san, Hitomi-chan se quedará con nosotras. La cuidaremos hasta dar con su protector —digo inmediatamente después de que Aki-san hablase, reafirmando su decisión. Si algo me ha enseñado la guerra, es que nunca debes dejar a una princesa en manos de gente sospechosa. Además, ¿por qué son tan oscuros?
«Mal, mal… A Izanagi-chan no le gustan las sacerdotisas racistas, Shinono», escucho de repente una voz que resuena en lo profundo de mi cabeza y un escalofrío recorre mi espalda. Aki-san no puede saber que el espíritu de Shuten Douji vive en mi cuerpo. ¿Y por qué el oni había estado tan callado? Cierro los ojos y sacudo la cabeza para evitar preguntarme cosas. Justo después de abrirlos el hombre del anillo me mira con amabilidad, haciéndome retroceder nerviosa. Y luego escucho sus preguntas.
—¿Eh?
Las preguntas del hombre me han tomado por sorpresa y he respondido lo primero que me ha pasado por la cabeza. Nunca nadie me había preguntado algo así. ¡Lo siento, no sé cómo debería haber reaccionado! Suelto una sonrisa de puro nerviosismo. Quiero creer que es el granjero más ignorante que he conocido alguna vez, pero algo dentro de mí me dice que sería mentirme a mí misma. Tendría sentido si sólo me hubiera preguntado sobre la existencia de Fuji, pero también habló sobre el pasado de este país. Primero Hitomi-chan y ahora este hombre. ¿Por qué todo el mundo actúa como si Fuji no existiera? ¿Acaso…? Ay, no, esto no puede estar pasándome.
Miro con los ojos llorosos a Aki-san, como buscando las respuestas en ella. Siento que cada vez se me hace más difícil respirar, siento que poco a poco se me cierra el pecho. El pulso se me acelera a medida que las posibilidades pasan por mi cabeza. Las manos me tiemblan y comienzo a sudar helado. Las piernas comienzan a flaquear y retrocedo de la sonrisa de falsa amabilidad del hombre, asustada. ¿Quién es esta gente de los anillos? El hombre del barco también tenía uno. Tenía el cabello blanco y vestía un traje muy raro. Incluso Aki-san luce tan distinta a todas las mujeres que he conocido. Y estos hombres de piel oscura no son oriundos de Fuji, pero eso no tiene sentido a menos que…
—¿Por qué ha-habla de Fuji co-como si fuera a-algo del pasado…? —le pregunto, tartamudeando—. Porque esto es Fuji, ¿verdad, Aki-san? Tiene que serlo, no puede ser otro sitio. Yo… lord Hitoshi nos emboscó y…
La cálida mano de Aki-san en mi hombro me reconforta y me hace recordar al maestro. Cada vez que las preguntas me atacaban ponía su mano en mi hombro y me aseguraba que todo estaría bien. Si ellos no son los que deben responder a mis preguntas, ¿quién, entonces?
—Estoy confundida, Aki-san… ¿Qué está pasando?
- Resumen:
- La de la crisis de pánico ahora soy yo.
PD: Shinobu ignora las sombras porque está conmocionada por la situación.
Ivan Markov
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En el momento en que localizó el submarino descendió sobre este. El murciélago voló hasta la escotilla, convirtiéndose en los últimos dos metros de vuelta en humano y haciéndolos a pie. Giró la compuerta y la abrió, haciendo salir una corriente de apestoso aire a cerrado. Tanto tiempo cerrado lleno de no muertos había hecho que el Leviatán apestase a mil infiernos. Diablos. Bajó a la escalerilla y, tras un momento de duda, la cerró con un suspiro. Antes de ver qué tal estaba el bueno de Kurookami su primer paso sería su camarote. Tenía que escribir la carta de disculpa, al fin y al cabo. Por el camino se encontró a Michael, quien le saludó con un gesto de la cabeza, mirándole con ojos apagados.
- ¿Todo en orden? ¿Tenéis al chucho listo?
- Sí. Está en la bodega con Friedrich vigilándolo.
Ivan asintió con la cabeza y siguió por los oscuros pasadizos del submarino hasta su estancia. El Leviatán podía ser un poco claustrofóbico, pero tenía buenos camarotes bastante grandes. Era una lástima que la tonta de Katharina hubiese decidido sustituirlo por aquella monstruosidad de barco, el Horror Circus. Se sentó al escritorio, sacó pluma, tinta y papel y pensó qué escribiría. ¿Algo serio? No le pegaba a Katharina, la verdad. Odiaba demasiado a la Marina. Poner en la carta lo que le había dicho su capitana tampoco era buena idea, sin embargo. Igual se enfadaban de verdad. Así que... tocaba algo intermedio.
Señor Almirante Al
Lo siento mucho por secuestrar a un Almirante. Me he equivocado y no volverá a ocurrir.
Katharina von Steinhell.
¡Así estaba bien! Sonaba mejor que su idea original: "Perdón. Firmado: Katharina." También debía decir que la original era más contundente por su sencillez, pero había que mostrar un mínimo de refinamiento. Que viesen que eran piratas entendidos y diestros con la pluma. Asintió con la cabeza, regodeándose en su propia falta de seriedad, cuando de repente empezó a sonar su den den mushi. Lo sacó del bolsillo y apoyó el caracol en la mesa, descolgándolo.
- Vampdígame - dijo, de buen humor. Entonces reconoció la voz - ¿Brianna?
Le cogió totalmente por sorpresa. ¿Iliana? ¿Qué hacía Iliana en Hallstat? Más aún, ¿qué hacía BRIANNA en una guerra civil en Hallstat? ¿Quién era su hermano Velkan? ¿Y cómo se las había apañado Iliana para ser capturada OTRA VEZ? Entonces recordó el maldito genio al que había pedido el deseo. "Hijo de perra..." Se lo había concedido, pero a su manera. No debería haberle pedido eso. O sí, porque ahora ya no estaba con Émile... ¡pero iban a ejecutarla! Sintió un fuerte dolor en el pecho y comenzó a temblar. Por primera vez en no podía recordar cuánto tiempo, se sintió absolutamente impotente. Había demasiada distancia hasta Hallstat. "En el mejor caso, tardaré una semana en llegar."
- Brianna, ¿cuándo va a ser la ejecución? - preguntó enérgicamente. Se quedó helado y repitió sus palabras en un susurro - Una hora...
Se había agarrado con la mano izquierda al escritorio en algún punto de la conversación. A medida había ido escuchando las cosas, había empezado a apretar. Debido a que era de metal y no de madera no lo había astillado. En su lugar empezó a doblarse y deformarse bajo la presión de sus dedos, hasta que finalmente cedió y se quedó con un trozo de acero retorcido en la mano. Al darse cuenta lo dejó caer, quedándose con la mano ensangrentada por algunos cortes. No le importó. Tenía que hacer algo, pero, ¿el qué? Era simplemente imposible que llegase a tiempo para hacer algo. Ni siquiera aunque volase a toda velocidad, o aunque cogiera el Leviatán y fuese hacia allí. Brianna interrumpió sus pensamientos con una declaración que hizo que la cabeza le diese vueltas. Abrió la boca para contestar, pero den den mushi cerró los ojos. Había colgado ya.
- Yo también te quiero - dijo a nadie, mientras lágrimas comenzaban a caer de sus ojos.
No podía quedarse brazos cruzados mientras Hallstat ardía, Iliana era ejecutada y Brianna se dirigía hacia el peligro. Si todo salía mal, las dos únicas mujeres que había amado en su vida morirían. ¿Qué haría entonces? ¿Podría siquiera perdonarse no haber sido capaz de impedirlo? Si hubiese tenido la fuerza para que el Gobierno no fuese una amenaza, Brianna no se habría ido. Si hubiese tenido el poder para rescatar a Iliana, no habría tenido que pedir al genio que la liberase. Todo era porque, pese a todos sus avances y progresos, seguía siendo insuficiente. Seguía sin ser lo bastante fuerte. Siempre había un escalón más que subir. Un paso más que dar. Lloró amargamente y dio un puñetazo contra el escritorio, terminando de destrozarlo. No podía quedarse allí. Fuese para salvarlas o para vengar al asesino de Iliana, tenía que volver a Hallstat. Volvió a coger el den den mushi y llamó a Katharina.
- Kath... tengo que irme - dijo con voz ronca - Iliana... fue liberada por el genio. Mi deseo se cumplió, pero fue torcido. Está en Hallstat y va a ser ejecutada por los enemigos de mi familia. Y Brianna está allí. ¡Va a intentar rescatarla! - sufrió un escalofrío - La persona que dirige a mis enemigos es demasiado fuerte. Matará a Brianna por entrometerse si no hago algo para impedirlo - sollozó, sin poder evitarlo - No puedo perderlas a las dos, Kath. No puedo. Tengo que ir a Hallstat a buscarlas y sacarlas de ahí.
[center]...
Más sereno tras la conversación con Katharina y Xandra, salió de su camarote adoptando el aspecto de su capitana. Convirtió el Manto de Sombras en ropa similar a la de Kath pero más holgada. Se guardó la carta en un bolsillo y fue a buscar a Kurookami. El poderoso Almirante estaba ahora reducido a una sombra de su antiguo ser. Habían tratado sus heridas para que no se muriera, pero lo habían estado alimentando lo justo para no matarlo para evitar que recuperase sus fuerzas, y día y noche llevaba una pulsera con la pieza de kairoseki puro de la punta de Vanator para. Estaba bastante consumido, con heridas aún visibles, con una mano menos y envuelto en cadenas. Ivan agarró una a modo de correa y tiró de él.
- Vamos, Kurookami. Es tu día de suerte. Papi Estado ha negociado tu liberación.
El Leviatán los llevó hasta la orilla cerca del puerto tomado por el Gobierno, donde desembarcó con él mientras el submarino volvía a alejarse y hundirse, y lo guió hacia donde antes estaban Al, Jack y Galhard. Cabía la posibilidad de que no siguieran ahí, así que por el camino empleó su haki para buscar sus poderosas presencias y guiarse por ellas. La violenta Voz de Smileyman aún seguía por la zona, haciendo que se sintiera incómodo... aunque en aquel momento se sentía más calmado que nunca. Wano había dejado de importarle y por ende, había dejado de sentir nada parecido a los nervios. Tal vez hubiera sentido una cierta intranquilidad si no lo cegase su orgullo y confianza. Entregaría al Almirante y se iría a buscar a Katharina, así de simple. Por las malas o por las buenas.
- ¿Todo en orden? ¿Tenéis al chucho listo?
- Sí. Está en la bodega con Friedrich vigilándolo.
Ivan asintió con la cabeza y siguió por los oscuros pasadizos del submarino hasta su estancia. El Leviatán podía ser un poco claustrofóbico, pero tenía buenos camarotes bastante grandes. Era una lástima que la tonta de Katharina hubiese decidido sustituirlo por aquella monstruosidad de barco, el Horror Circus. Se sentó al escritorio, sacó pluma, tinta y papel y pensó qué escribiría. ¿Algo serio? No le pegaba a Katharina, la verdad. Odiaba demasiado a la Marina. Poner en la carta lo que le había dicho su capitana tampoco era buena idea, sin embargo. Igual se enfadaban de verdad. Así que... tocaba algo intermedio.
Señor Almirante Al
Lo siento mucho por secuestrar a un Almirante. Me he equivocado y no volverá a ocurrir.
Katharina von Steinhell.
¡Así estaba bien! Sonaba mejor que su idea original: "Perdón. Firmado: Katharina." También debía decir que la original era más contundente por su sencillez, pero había que mostrar un mínimo de refinamiento. Que viesen que eran piratas entendidos y diestros con la pluma. Asintió con la cabeza, regodeándose en su propia falta de seriedad, cuando de repente empezó a sonar su den den mushi. Lo sacó del bolsillo y apoyó el caracol en la mesa, descolgándolo.
- Vampdígame - dijo, de buen humor. Entonces reconoció la voz - ¿Brianna?
Le cogió totalmente por sorpresa. ¿Iliana? ¿Qué hacía Iliana en Hallstat? Más aún, ¿qué hacía BRIANNA en una guerra civil en Hallstat? ¿Quién era su hermano Velkan? ¿Y cómo se las había apañado Iliana para ser capturada OTRA VEZ? Entonces recordó el maldito genio al que había pedido el deseo. "Hijo de perra..." Se lo había concedido, pero a su manera. No debería haberle pedido eso. O sí, porque ahora ya no estaba con Émile... ¡pero iban a ejecutarla! Sintió un fuerte dolor en el pecho y comenzó a temblar. Por primera vez en no podía recordar cuánto tiempo, se sintió absolutamente impotente. Había demasiada distancia hasta Hallstat. "En el mejor caso, tardaré una semana en llegar."
- Brianna, ¿cuándo va a ser la ejecución? - preguntó enérgicamente. Se quedó helado y repitió sus palabras en un susurro - Una hora...
Se había agarrado con la mano izquierda al escritorio en algún punto de la conversación. A medida había ido escuchando las cosas, había empezado a apretar. Debido a que era de metal y no de madera no lo había astillado. En su lugar empezó a doblarse y deformarse bajo la presión de sus dedos, hasta que finalmente cedió y se quedó con un trozo de acero retorcido en la mano. Al darse cuenta lo dejó caer, quedándose con la mano ensangrentada por algunos cortes. No le importó. Tenía que hacer algo, pero, ¿el qué? Era simplemente imposible que llegase a tiempo para hacer algo. Ni siquiera aunque volase a toda velocidad, o aunque cogiera el Leviatán y fuese hacia allí. Brianna interrumpió sus pensamientos con una declaración que hizo que la cabeza le diese vueltas. Abrió la boca para contestar, pero den den mushi cerró los ojos. Había colgado ya.
- Yo también te quiero - dijo a nadie, mientras lágrimas comenzaban a caer de sus ojos.
No podía quedarse brazos cruzados mientras Hallstat ardía, Iliana era ejecutada y Brianna se dirigía hacia el peligro. Si todo salía mal, las dos únicas mujeres que había amado en su vida morirían. ¿Qué haría entonces? ¿Podría siquiera perdonarse no haber sido capaz de impedirlo? Si hubiese tenido la fuerza para que el Gobierno no fuese una amenaza, Brianna no se habría ido. Si hubiese tenido el poder para rescatar a Iliana, no habría tenido que pedir al genio que la liberase. Todo era porque, pese a todos sus avances y progresos, seguía siendo insuficiente. Seguía sin ser lo bastante fuerte. Siempre había un escalón más que subir. Un paso más que dar. Lloró amargamente y dio un puñetazo contra el escritorio, terminando de destrozarlo. No podía quedarse allí. Fuese para salvarlas o para vengar al asesino de Iliana, tenía que volver a Hallstat. Volvió a coger el den den mushi y llamó a Katharina.
- Kath... tengo que irme - dijo con voz ronca - Iliana... fue liberada por el genio. Mi deseo se cumplió, pero fue torcido. Está en Hallstat y va a ser ejecutada por los enemigos de mi familia. Y Brianna está allí. ¡Va a intentar rescatarla! - sufrió un escalofrío - La persona que dirige a mis enemigos es demasiado fuerte. Matará a Brianna por entrometerse si no hago algo para impedirlo - sollozó, sin poder evitarlo - No puedo perderlas a las dos, Kath. No puedo. Tengo que ir a Hallstat a buscarlas y sacarlas de ahí.
[center]...
Más sereno tras la conversación con Katharina y Xandra, salió de su camarote adoptando el aspecto de su capitana. Convirtió el Manto de Sombras en ropa similar a la de Kath pero más holgada. Se guardó la carta en un bolsillo y fue a buscar a Kurookami. El poderoso Almirante estaba ahora reducido a una sombra de su antiguo ser. Habían tratado sus heridas para que no se muriera, pero lo habían estado alimentando lo justo para no matarlo para evitar que recuperase sus fuerzas, y día y noche llevaba una pulsera con la pieza de kairoseki puro de la punta de Vanator para. Estaba bastante consumido, con heridas aún visibles, con una mano menos y envuelto en cadenas. Ivan agarró una a modo de correa y tiró de él.
- Vamos, Kurookami. Es tu día de suerte. Papi Estado ha negociado tu liberación.
El Leviatán los llevó hasta la orilla cerca del puerto tomado por el Gobierno, donde desembarcó con él mientras el submarino volvía a alejarse y hundirse, y lo guió hacia donde antes estaban Al, Jack y Galhard. Cabía la posibilidad de que no siguieran ahí, así que por el camino empleó su haki para buscar sus poderosas presencias y guiarse por ellas. La violenta Voz de Smileyman aún seguía por la zona, haciendo que se sintiera incómodo... aunque en aquel momento se sentía más calmado que nunca. Wano había dejado de importarle y por ende, había dejado de sentir nada parecido a los nervios. Tal vez hubiera sentido una cierta intranquilidad si no lo cegase su orgullo y confianza. Entregaría al Almirante y se iría a buscar a Katharina, así de simple. Por las malas o por las buenas.
- resumen:
- Preparo la carta de disculpa, Brianna me llama desde Hallstat y me hace plantearme fuerte irme, cojo a Kurookami y lo llevo al encuentro con Kiritsu.
Maki
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Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
-Somos cuarenta y ocho Centellas, y creciendo -dijo Maki.
-¿Con quién habla, jefe? -preguntó Marisa Ovejuno.
-¿No lo has preguntado tú? Es igual. -Se lo habría imaginado-. Vaya lío tienen aquí montado.
Todos los accidentados parecían de un humor de perros, lo cual hacía difícil explicarles que el choque había sido culpa suya por cruzarse en su camino sin mirar. Todos estaban inmersos en una batalla de gritos, buena parte de ellos hacia él. Era una suerte que Maki estuviese más que acostumbrado a los gritos. La nueva base de los Centellas estaba al lado de una de las salas de tortura terapéutica de Báltigo, así que había aprendido a aislarse del ruido. Mientras ellos gritaban, en su mente sonaba una bonita melodía de organillo.
Solo volvió a prestar atención cuando vio que se calmaban un poco, y fue para encontrarse con una conversación súper rara sobre carteros traidores o algo así. Pensó en intervenir para ver si se decidían o podían irse sin ellos, pero le pareció de mala educación. Una cosa era atropellar a alguien y otra meterse en sus asuntos privados. Podían tomárselo a mal.
-Jefe, jefe, ese pollo está picoteando la rueda -dijo Héctor el Gordo-. ¡A ver si la va a pinchar! -El gallo era como veinte veces más pequeño que la rueda, pero esos picos los cargaba el diablo-. ¿Puedo quedármelo, jefe? ¿Puedo? Porfa. Lo cuidaré y le daré de comer.
-¿Y luego no te lo comerás?
Héctor el Gordo no contestó.
-Bueno, vale, pero que no se cague en mi barco.
Por fin, uno de los atropellados decidió ponerse a hacer algo y desatrancar su vehículo. Ahí iba su primer autoestopista. Y encima le reconocía. Maki no estaba seguro de cómo se había hecho ya tan famoso como rey de la Isla Gyojin. Tal vez los sellos con su cara, su línea de magdalenas personalizadas o la tuna disfrazada de él que había enviado a todos los reinos importantes para darse a conocer habían surtido efecto. Sin embargo, no le gustaba que lo tratasen de acuerdo a su cargo. Los revolucionarios no creían en eso de ver a alguien por encima del resto. Según el MANUAL, todo miembro de la Armada debía referirse a cualquier cargo nobiliario como "Ciudadano", "Señor Normal y Corriente" o "Capullo" para así evitar un trato preferente hacia una figura tan poco subversiva como un monarca.
-Claro, hombre, súbete. Hay hueco por ahí, entre las naranjas. -Realmente tenía que hacer limpieza en el Derian-. Venga, arrancamos. ¡Subid ahora o id a pata, camaradas! -Los Centellas se agarraron fuerte cuando Maki arrancó. Había bastantes baches por el camino y el Oficial Makintosh no era el mejor conductor del mundo, precisamente-. Bueno, ¿y vosotros qué sois? ¿Samuráis de esos?
En realidad no le apetecía mucho hablar, pero la cortesía revolucionaria exigía un poco de atención por su parte. El Departamento de Imagen Pública y Grandes Farsas ordenaba ser respetuoso y educado para que la Causa fuese bien vista entre los civiles de las islas liberadas. Además, la situación le daba una gran idea de inversión: Barcompartido, una agencia para compartir barco e ir de una isla a otra. Los capitanes llenarían sus bodegas con pasajeros que viajarían cómodamente a cambio de dinero para velas.
No sería su primer proyecto empresarial. En su momento ya fundó la Wave Travel Company -una empresa de guías submarina en la cual gyojins de todo tipo enseñaban las mejores corrientes a los barcos humanos que se sumergían en el mar-, a la que había dado un potente espaldarazo gracias a su influencia como rey. La fortuna real no podía estarse quieta.
Sin embargo, odiaba dejar las cosas a medias. Suerte que era capaz de prestar atención a varias cosas a la vez, más o menos. Así que Shakespeare retomó su posición y siguió leyéndole la novela sobre Kepler. Eso amenizaría el viaje para sus pasajeros. Seguro que les gustaba.
-¿Con quién habla, jefe? -preguntó Marisa Ovejuno.
-¿No lo has preguntado tú? Es igual. -Se lo habría imaginado-. Vaya lío tienen aquí montado.
Todos los accidentados parecían de un humor de perros, lo cual hacía difícil explicarles que el choque había sido culpa suya por cruzarse en su camino sin mirar. Todos estaban inmersos en una batalla de gritos, buena parte de ellos hacia él. Era una suerte que Maki estuviese más que acostumbrado a los gritos. La nueva base de los Centellas estaba al lado de una de las salas de tortura terapéutica de Báltigo, así que había aprendido a aislarse del ruido. Mientras ellos gritaban, en su mente sonaba una bonita melodía de organillo.
Solo volvió a prestar atención cuando vio que se calmaban un poco, y fue para encontrarse con una conversación súper rara sobre carteros traidores o algo así. Pensó en intervenir para ver si se decidían o podían irse sin ellos, pero le pareció de mala educación. Una cosa era atropellar a alguien y otra meterse en sus asuntos privados. Podían tomárselo a mal.
-Jefe, jefe, ese pollo está picoteando la rueda -dijo Héctor el Gordo-. ¡A ver si la va a pinchar! -El gallo era como veinte veces más pequeño que la rueda, pero esos picos los cargaba el diablo-. ¿Puedo quedármelo, jefe? ¿Puedo? Porfa. Lo cuidaré y le daré de comer.
-¿Y luego no te lo comerás?
Héctor el Gordo no contestó.
-Bueno, vale, pero que no se cague en mi barco.
Por fin, uno de los atropellados decidió ponerse a hacer algo y desatrancar su vehículo. Ahí iba su primer autoestopista. Y encima le reconocía. Maki no estaba seguro de cómo se había hecho ya tan famoso como rey de la Isla Gyojin. Tal vez los sellos con su cara, su línea de magdalenas personalizadas o la tuna disfrazada de él que había enviado a todos los reinos importantes para darse a conocer habían surtido efecto. Sin embargo, no le gustaba que lo tratasen de acuerdo a su cargo. Los revolucionarios no creían en eso de ver a alguien por encima del resto. Según el MANUAL, todo miembro de la Armada debía referirse a cualquier cargo nobiliario como "Ciudadano", "Señor Normal y Corriente" o "Capullo" para así evitar un trato preferente hacia una figura tan poco subversiva como un monarca.
-Claro, hombre, súbete. Hay hueco por ahí, entre las naranjas. -Realmente tenía que hacer limpieza en el Derian-. Venga, arrancamos. ¡Subid ahora o id a pata, camaradas! -Los Centellas se agarraron fuerte cuando Maki arrancó. Había bastantes baches por el camino y el Oficial Makintosh no era el mejor conductor del mundo, precisamente-. Bueno, ¿y vosotros qué sois? ¿Samuráis de esos?
En realidad no le apetecía mucho hablar, pero la cortesía revolucionaria exigía un poco de atención por su parte. El Departamento de Imagen Pública y Grandes Farsas ordenaba ser respetuoso y educado para que la Causa fuese bien vista entre los civiles de las islas liberadas. Además, la situación le daba una gran idea de inversión: Barcompartido, una agencia para compartir barco e ir de una isla a otra. Los capitanes llenarían sus bodegas con pasajeros que viajarían cómodamente a cambio de dinero para velas.
No sería su primer proyecto empresarial. En su momento ya fundó la Wave Travel Company -una empresa de guías submarina en la cual gyojins de todo tipo enseñaban las mejores corrientes a los barcos humanos que se sumergían en el mar-, a la que había dado un potente espaldarazo gracias a su influencia como rey. La fortuna real no podía estarse quieta.
Sin embargo, odiaba dejar las cosas a medias. Suerte que era capaz de prestar atención a varias cosas a la vez, más o menos. Así que Shakespeare retomó su posición y siguió leyéndole la novela sobre Kepler. Eso amenizaría el viaje para sus pasajeros. Seguro que les gustaba.
- Resumen:
- Maki recoge autoestopistas, funda blablacar y tira para la capital mientras le leen el libro en voz alta.
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