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Mirando el lado bueno, el pez ha quedado anclado en el suelo. Un momento, al menos. Lo justo para que su monstruoso portador decida que vale la pena apostar por un arma menos contundente y más fea. El Ino negro tira de su ser marino hasta desgajarle el espinazo y zarandearlo por ahí como una repugnante espada hecha de raspas de pescado bañadas en brea.
Asquearme y agacharme es todo uno. No pienso dejar que esa cosa me roce siquiera, menos aún con la fuerza que lleva ese golpe. La suficiente como para proyectar un filo que trasciende su arma y corta el aire en dos. Sin embargo, Inosuke se interpone. El hombre-cerdo y sus espadas se enfrentan al desmedido salvajismo de su contraparte alocada, como una metáfora novelesca cobrando vida delante de mí. El protagonista luchando contra la malvada representación de alguna estupidez de su alma.
Sería poético si no estuviera intentando matarnos a ambos.
Es entonces cuando veo la tinta sobre mi hombro. Ha calado el kimono y se extiende por mi piel como un mal augurio. No me lleva mucho sumar dos y dos. Ese puto mayordomo... Pienso acabar con él en cuanto lo tenga a tiro. U ordenarle a Ivan que lo haga. Por una vez será satisfactorio ver cómo se come a alguien.
El problema es que me temo lo peor. Si esta copia negra y exagerada del Ino más violento tiene que ver realmente con el hecho de que haya perdido la tinta que le cubría no creo que tardemos en encontrarnos con una versión mía malhumorada y demente. Incluso a mí me asusta pensarlo. ¿Copiará mis habilidades o solo mi aspecto? ¿Hasta dónde llega este poder tan ridículo? Sea como sea, más nos vale quitarnos a este enemigo de encima antes de que aparezca el siguiente.
Dejo que Ino se encargue de la defensa. Me muevo rápido, antes de que nuestro común rival decida embestir por otro lado. Que no me meta en su pelea, dice... Voy a enseñarle yo quién debería quedarse en retaguardia. Aprovecho que se coloca entre el arma de la bestia y yo y paso por su lado para lanzar mi contraataque. Lanzo un pisotón descendente sobre la pierna del Ino negro para dejar caer mi peso sobre él, un contorneado mazo de treinta mil kilos que desciende en busca de un hueso que llevarse por delante. Noto el tirón en las articulaciones al forzar a mi cuerpo a tan repentino cambio de peso.
Pero no hay tiempo para quejas. Antes siquiera de volver a la normalidad ya tengo el puño preparado para deshacer el aumento de peso, impulsarme para un corto salto y lanzar un gancho hacia abajo con el que hundir bajo las cincuenta toneladas de mi brazo la cabeza de cerdo de esta puta cosa.
Asquearme y agacharme es todo uno. No pienso dejar que esa cosa me roce siquiera, menos aún con la fuerza que lleva ese golpe. La suficiente como para proyectar un filo que trasciende su arma y corta el aire en dos. Sin embargo, Inosuke se interpone. El hombre-cerdo y sus espadas se enfrentan al desmedido salvajismo de su contraparte alocada, como una metáfora novelesca cobrando vida delante de mí. El protagonista luchando contra la malvada representación de alguna estupidez de su alma.
Sería poético si no estuviera intentando matarnos a ambos.
Es entonces cuando veo la tinta sobre mi hombro. Ha calado el kimono y se extiende por mi piel como un mal augurio. No me lleva mucho sumar dos y dos. Ese puto mayordomo... Pienso acabar con él en cuanto lo tenga a tiro. U ordenarle a Ivan que lo haga. Por una vez será satisfactorio ver cómo se come a alguien.
El problema es que me temo lo peor. Si esta copia negra y exagerada del Ino más violento tiene que ver realmente con el hecho de que haya perdido la tinta que le cubría no creo que tardemos en encontrarnos con una versión mía malhumorada y demente. Incluso a mí me asusta pensarlo. ¿Copiará mis habilidades o solo mi aspecto? ¿Hasta dónde llega este poder tan ridículo? Sea como sea, más nos vale quitarnos a este enemigo de encima antes de que aparezca el siguiente.
Dejo que Ino se encargue de la defensa. Me muevo rápido, antes de que nuestro común rival decida embestir por otro lado. Que no me meta en su pelea, dice... Voy a enseñarle yo quién debería quedarse en retaguardia. Aprovecho que se coloca entre el arma de la bestia y yo y paso por su lado para lanzar mi contraataque. Lanzo un pisotón descendente sobre la pierna del Ino negro para dejar caer mi peso sobre él, un contorneado mazo de treinta mil kilos que desciende en busca de un hueso que llevarse por delante. Noto el tirón en las articulaciones al forzar a mi cuerpo a tan repentino cambio de peso.
Pero no hay tiempo para quejas. Antes siquiera de volver a la normalidad ya tengo el puño preparado para deshacer el aumento de peso, impulsarme para un corto salto y lanzar un gancho hacia abajo con el que hundir bajo las cincuenta toneladas de mi brazo la cabeza de cerdo de esta puta cosa.
- Resumen:
- Kaya aprovecha que Ino se hace el héroe para que ella no se meta en su pelea... y se mete en su pelea, usando su poder para atacar a la pierna y luego la cabeza de Dark Ino.
Maestría de ámbitos Rango 6: Elastic tonnage III - De forma pasiva puede soportar sin problemas los cambios bruscos de peso de cualquier parte de su cuerpo hasta un máximo de 100 toneladas. Además, podría recolocarse cualquier extremidad dislocada y seguir usándola como si nada.
Katharina von Steinhell
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«¿Por qué no se mueve…?», se preguntó al mismo tiempo que se abalanzaba hacia la mujer, preparando la daga para atravesar su espalda. No hubo la más mínima resistencia cuando la hoja se encontró con la carne de su oponente. «¡Algo no está bien!», advirtió para sí misma justo antes de que el espíritu adoptara la apariencia de su madre. Una parte de sí sabía que era imposible que su madre estuviera allí, había muerto hacía años y probablemente sólo se trataba de alguien jugando con sus recuerdos, pero eso no lo volvía menos doloroso. El sólo ver el envejecido rostro de su madre, débil y sin vida, era como ser apuñalada en el corazón por mil agujas tan finas como mortales.
Apretó con fuerza la empuñadura de Ilusión en un intento por canalizar la ira que sentía. Perder el control en ese momento suponía una sentencia de muerte para Alexandra. Un solo estallido de su voluntad haría colapsar la deteriorada habitación, provocando el colapso de la misma para un posterior entierro. «¡Ya no quiero estar en este lugar de mierda!», decidió como la mujer caprichosa que era. Entró a los túneles esperando encontrar algo interesante, pero le recibieron unos jodidos espíritus que jugaban con sus recuerdos más tormentosos. Y ahí estaba la posibilidad de que gran parte de lo que veían sólo era la proyección de una memoria, de lo contrario, ¿por qué si no la habitación se estaba degradando? Había muchos tal vez, pero nada concreto.
Por la diferencia tanto de expectativas como de personalidad, Katharina no podía decir que había aprendido muchas cosas de su excapitán. La jarana, el alcohol y el sexo descontrolado no formaban parte de sus intereses, y probablemente nunca lo harían. Sin embargo, había una vieja tradición pirata (probablemente la más antigua de todas).
—¡Vámonos de aquí, Alexandra! ¡Es un lugar de mierda! —le ordenó al mismo tiempo que se echaba hacia un lado para esquivar a uno de los espíritus errantes—. A tomar por culo la expedición, ya no quiero seguir aquí. No me enfrentaré a un enemigo que no pueda cortar con mis espadas. ¡Huyamos!
Estaba segura de que recordaba el camino de vuelta. Había visto un túnel que conectaba con la habitación principal, la primera que se encontraron hace unos minutos. La bruja volvió a esquivar a otro de los espectros para entonces mirar a su compañera. Se transformaría en un caballo para huir lo más deprisa posible, pero sabía las consecuencias catastróficas de ello: recibiría el peor bullyng de su vida. No, no se humillaría de esa manera. Ejecutaría un movimiento instantáneo para entonces intentar tomarla de la cintura y abandonar la habitación que poco a poco se degradaba. Usaría el túnel que supuestamente conectaba a la bóveda y luego saldría a la superficie. Basta de juegos, había un Emperador que derrotar.
Apretó con fuerza la empuñadura de Ilusión en un intento por canalizar la ira que sentía. Perder el control en ese momento suponía una sentencia de muerte para Alexandra. Un solo estallido de su voluntad haría colapsar la deteriorada habitación, provocando el colapso de la misma para un posterior entierro. «¡Ya no quiero estar en este lugar de mierda!», decidió como la mujer caprichosa que era. Entró a los túneles esperando encontrar algo interesante, pero le recibieron unos jodidos espíritus que jugaban con sus recuerdos más tormentosos. Y ahí estaba la posibilidad de que gran parte de lo que veían sólo era la proyección de una memoria, de lo contrario, ¿por qué si no la habitación se estaba degradando? Había muchos tal vez, pero nada concreto.
Por la diferencia tanto de expectativas como de personalidad, Katharina no podía decir que había aprendido muchas cosas de su excapitán. La jarana, el alcohol y el sexo descontrolado no formaban parte de sus intereses, y probablemente nunca lo harían. Sin embargo, había una vieja tradición pirata (probablemente la más antigua de todas).
—¡Vámonos de aquí, Alexandra! ¡Es un lugar de mierda! —le ordenó al mismo tiempo que se echaba hacia un lado para esquivar a uno de los espíritus errantes—. A tomar por culo la expedición, ya no quiero seguir aquí. No me enfrentaré a un enemigo que no pueda cortar con mis espadas. ¡Huyamos!
Estaba segura de que recordaba el camino de vuelta. Había visto un túnel que conectaba con la habitación principal, la primera que se encontraron hace unos minutos. La bruja volvió a esquivar a otro de los espectros para entonces mirar a su compañera. Se transformaría en un caballo para huir lo más deprisa posible, pero sabía las consecuencias catastróficas de ello: recibiría el peor bullyng de su vida. No, no se humillaría de esa manera. Ejecutaría un movimiento instantáneo para entonces intentar tomarla de la cintura y abandonar la habitación que poco a poco se degradaba. Usaría el túnel que supuestamente conectaba a la bóveda y luego saldría a la superficie. Basta de juegos, había un Emperador que derrotar.
- Resumen:
- Intentar huir.
Ivan Markov
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Valoró la hoja de la espada, moviéndola y comprobando su peso. ¿Eso era lo mejor que la legendaria herrería de Wano podía producir? ¿Una katana con peso descompensado? Seguramente no. Trazó un par de rápidos cortes, escuchando el sonido que hacía el acero al cortar el aire. Supo al momento que el acabado del filo no estaba ni de lejos cerca del del Vanator. Probablemente había sido afilada tantas veces de manera descuidada que había acabado así, pero la experiencia le decía que en general no era una espada de buena manufactura. Probablemente por encima de la calidad de las armas más mundanas de producción rápida, pero más cerca de estas que de una obra maestra. Visto que tenía cuatro espadas, seguramente el cabrón ese le había dado la peor.
- ¿En serio? - dijo con cierta decepción - Supongo que tendré que apañarme con esto. Pero si este acero defectuoso no basta, me marcharé y dejaré que os apañéis solos.
Se volvió hacia el espantapájaros y apretó la empuñadura, pensativo. Tendría que adaptar su estilo a aquel tipo de espada. Muchos de sus movimientos aprovechaban el doble filo de las espadas de Hallstat, pero dado que muchos otros se basaban en estocar y cortes rápidos, solo tenía que limitar una parte de su arsenal de golpes. Mientras tuviese cuidado y no usase el lado sin filo estaría bien. Echó en falta el familia tacto y peso del pomo de las espadas bastardas que normalmente blandía y buscó una posición cómoda para empuñar el arma a dos manos.
- ¿Tiene este pincho afilado algún nombre? - preguntó - Hasta un arma vieja se merece uno.
Si iba a empuñar aquel acero en Wano, al menos hasta encontrar uno mejor, se merecía como mínimo un nombre. Luego cayó en que ni sus pistolas ni dagas arrojadizas tenían nombre, pero tanto unas como otras eran armas corrientes que usaba como apoyo. Sus dos mejores dagas en cambio sí tenían. Alejó el pensamiento mientras prestaba atención al albino. Parecía haber caído en el embrujo. Él había sentido todo el rato de fondo la insidiosa melodía del espantapájaros, que poco a poco había ido convirtiéndose en la voz de Brianna llamándolo. Hasta ahora había logrado resistirlo e ignorarla, si bien su mal humor aumentaba gradualmente en la misma medida en que su paciencia disminuía. En cambio su compañero parecía haber caído totalmente... o casi. Se acercó y habló con la criatura. Ivan lo dejó. Era la ocasión perfecta para ver cómo atacaba aquel ingenio.
- Suficiente - dijo al ver movimiento - Apártate, chico.
Se llevó el dedo índice derecho a la boca, cortándose la yema con el colmillo. Entonces pasó rápidamente este por la hoja, dejando una traza de sangre. Se movió hacia adelante, apartando a Prometeo de la trayectoria de los hilos de paja si este no se había movido por sí mismo, diciendo únicamente "estás en el medio" con un tono indolente. Mientras el frío de la no muerte se extendía por la hoja, preparando su movimiento, corrió hacia el espantapájaros trazando tres veloces cortes con los que destrozar las hebras. Empleó su haki a baja potencia por cautela, a un nivel de poder que podía mantener casi indefinidamente. En los dos últimos metros del recorrido aumentó repentinamente su velocidad, con un acelerón inesperado, mientras llamas azules prendían por su hoja. Su golpe trazó una estela celeste mientras silbaba por el aire, en un corte diagonal descendente desde la izquierda. Aprovechando la inercia, reorientó el arma haciendo girar el mango en sus manos y continuó el movimiento en un segundo corte idéntico desde el lado contrario, trazando una equis.
- No vuelvas a usar su voz para intentar engañarme, engendro - siseó con furia.
- ¿En serio? - dijo con cierta decepción - Supongo que tendré que apañarme con esto. Pero si este acero defectuoso no basta, me marcharé y dejaré que os apañéis solos.
Se volvió hacia el espantapájaros y apretó la empuñadura, pensativo. Tendría que adaptar su estilo a aquel tipo de espada. Muchos de sus movimientos aprovechaban el doble filo de las espadas de Hallstat, pero dado que muchos otros se basaban en estocar y cortes rápidos, solo tenía que limitar una parte de su arsenal de golpes. Mientras tuviese cuidado y no usase el lado sin filo estaría bien. Echó en falta el familia tacto y peso del pomo de las espadas bastardas que normalmente blandía y buscó una posición cómoda para empuñar el arma a dos manos.
- ¿Tiene este pincho afilado algún nombre? - preguntó - Hasta un arma vieja se merece uno.
Si iba a empuñar aquel acero en Wano, al menos hasta encontrar uno mejor, se merecía como mínimo un nombre. Luego cayó en que ni sus pistolas ni dagas arrojadizas tenían nombre, pero tanto unas como otras eran armas corrientes que usaba como apoyo. Sus dos mejores dagas en cambio sí tenían. Alejó el pensamiento mientras prestaba atención al albino. Parecía haber caído en el embrujo. Él había sentido todo el rato de fondo la insidiosa melodía del espantapájaros, que poco a poco había ido convirtiéndose en la voz de Brianna llamándolo. Hasta ahora había logrado resistirlo e ignorarla, si bien su mal humor aumentaba gradualmente en la misma medida en que su paciencia disminuía. En cambio su compañero parecía haber caído totalmente... o casi. Se acercó y habló con la criatura. Ivan lo dejó. Era la ocasión perfecta para ver cómo atacaba aquel ingenio.
- Suficiente - dijo al ver movimiento - Apártate, chico.
Se llevó el dedo índice derecho a la boca, cortándose la yema con el colmillo. Entonces pasó rápidamente este por la hoja, dejando una traza de sangre. Se movió hacia adelante, apartando a Prometeo de la trayectoria de los hilos de paja si este no se había movido por sí mismo, diciendo únicamente "estás en el medio" con un tono indolente. Mientras el frío de la no muerte se extendía por la hoja, preparando su movimiento, corrió hacia el espantapájaros trazando tres veloces cortes con los que destrozar las hebras. Empleó su haki a baja potencia por cautela, a un nivel de poder que podía mantener casi indefinidamente. En los dos últimos metros del recorrido aumentó repentinamente su velocidad, con un acelerón inesperado, mientras llamas azules prendían por su hoja. Su golpe trazó una estela celeste mientras silbaba por el aire, en un corte diagonal descendente desde la izquierda. Aprovechando la inercia, reorientó el arma haciendo girar el mango en sus manos y continuó el movimiento en un segundo corte idéntico desde el lado contrario, trazando una equis.
- No vuelvas a usar su voz para intentar engañarme, engendro - siseó con furia.
- resumen:
- Dejo que Prometeo se acerque para ver cómo reacciona el espantapájaros, le aparto, intento destrozar las hebras con la katana y luego le lanzo dos cortes.
- Usando mi aptitud de armamento uso haki de armadura a rango 3 sin desgastar mi concentración.
Dritter Mond, Boreas [Genuina]
Naturaleza: Elemental
Descripción: Con este poder Ivan genera una llama fría en torno a un arma, sus manos o munición de una pistola. Esta llama está a -20º, y congela en vez de quemar. Una capa de escarcha se extiende desde el punto donde la llama impacta, congelando la zona cercana (por ejemplo, un corte en el antebrazo dejaría escarcha en una buena parte de este). Como componente escénico, es capaz de generar una desagradable sensación de frío al tocar a alguien.
Tiempo de canalización: Un segundo.
Prometeo
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El deseo era el rasgo más humano que tenía Prometeo. Añoraba un mundo pacífico y justo, quería hallar la cura al alzhéimer y otras enfermedades similares, deseaba tantas cosas que podría pasarse el día entero hablando de ello. El que una criatura tenebrosa ofreciera hacer realidad sus sueños era muy conveniente, sin lugar a dudas. ¿Cómo lo haría? Ni siquiera alguien tan ingenuo como el revolucionario creía en la magia. Además, había algo que el espantapájaros no estaba teniendo en cuenta: Prometeo era la clase de persona que prefería el viaje y no el destino.
—Hmm… Debe estar muy falto de amor como para exigir solo un abrazo —susurró el revolucionario para sí mismo, intentando ponerse en el lugar del espantapájaros. Claro, podía entenderlo. ¿A quién le gustaría estar solo en un lugar tan oscuro, sin poder moverse siquiera, y encima teniendo un aspecto tan malo?—. Gracias por la oferta, pero debo rechazarla: seré yo quien cumpla mis sueños.
Quería soltar un discurso muy largo sobre los deseos y el sufrimiento, la relación intrínseca que tenían estos dos elementos tan importantes de la naturaleza humana, pero las hebras de paja que buscaban su cuerpo no iban a esperar. No es que supiera con exactitud que algo malo sucedería si se dejaba atrapar, pero lo sentía: su cuerpo estaba alerta ante el peligro. Iba a retroceder justo en el momento en que sintió que alguien le tomaba de la chaqueta para entonces apartarlo hacia atrás. La sorpresa le impidió oponerse a la fuerza y acabó cayendo de culo al mismo tiempo que veía la silueta del pirata.
Prometeo distinguió furia y odio en los movimientos de Ivan Markov. Bueno, también presenció una habilidad extraordinaria con la espada, pero ese no era el punto. ¿Que no volviera a usar su voz para engañarle? ¿El pirata también había sido llamado por un familiar? «Parece que esta criatura tiene la habilidad de ver a través de los corazones de las personas para engañarlas, haciéndose pasar por un ser querido», reflexionó desde el suelo. Podía entender por qué el pirata atacaba con tanta ira. «Creo que no nos necesita… Deberíamos continuar con la búsqueda de Hitomi-sama».
—¡Gracias por prestarnos su ayuda, Ivan Markov! —agradeció Prometeo tras incorporarse, haciendo una reverencia en señal de agradecimiento. Entonces, se volteó hacia los samuráis—. Chicos, tenemos trabajo que hacer: la esperanza de Wano recae sobre nuestros hombros. Debemos retomar la búsqueda de Hitomi-sama.
Así, el revolucionario se acercaría a sus compañeros para convencerles de abandonar los arrozales y continuar con la misión. Fuera lo que fuera el espantapájaros, el pirata podía encargarse. Había una diferencia brutal entre la fuerza del fénix y la de Ivan Markov, no necesitaba haki para darse cuenta de ello. Había visto la habilidad con la espada del pirata y encima había usado una técnica muy extraña. No quería estorbar ni usar el tiempo en una batalla sin sentido cuando la vida de Hitomi-sama pendía de un hilo.
—Hmm… Debe estar muy falto de amor como para exigir solo un abrazo —susurró el revolucionario para sí mismo, intentando ponerse en el lugar del espantapájaros. Claro, podía entenderlo. ¿A quién le gustaría estar solo en un lugar tan oscuro, sin poder moverse siquiera, y encima teniendo un aspecto tan malo?—. Gracias por la oferta, pero debo rechazarla: seré yo quien cumpla mis sueños.
Quería soltar un discurso muy largo sobre los deseos y el sufrimiento, la relación intrínseca que tenían estos dos elementos tan importantes de la naturaleza humana, pero las hebras de paja que buscaban su cuerpo no iban a esperar. No es que supiera con exactitud que algo malo sucedería si se dejaba atrapar, pero lo sentía: su cuerpo estaba alerta ante el peligro. Iba a retroceder justo en el momento en que sintió que alguien le tomaba de la chaqueta para entonces apartarlo hacia atrás. La sorpresa le impidió oponerse a la fuerza y acabó cayendo de culo al mismo tiempo que veía la silueta del pirata.
Prometeo distinguió furia y odio en los movimientos de Ivan Markov. Bueno, también presenció una habilidad extraordinaria con la espada, pero ese no era el punto. ¿Que no volviera a usar su voz para engañarle? ¿El pirata también había sido llamado por un familiar? «Parece que esta criatura tiene la habilidad de ver a través de los corazones de las personas para engañarlas, haciéndose pasar por un ser querido», reflexionó desde el suelo. Podía entender por qué el pirata atacaba con tanta ira. «Creo que no nos necesita… Deberíamos continuar con la búsqueda de Hitomi-sama».
—¡Gracias por prestarnos su ayuda, Ivan Markov! —agradeció Prometeo tras incorporarse, haciendo una reverencia en señal de agradecimiento. Entonces, se volteó hacia los samuráis—. Chicos, tenemos trabajo que hacer: la esperanza de Wano recae sobre nuestros hombros. Debemos retomar la búsqueda de Hitomi-sama.
Así, el revolucionario se acercaría a sus compañeros para convencerles de abandonar los arrozales y continuar con la misión. Fuera lo que fuera el espantapájaros, el pirata podía encargarse. Había una diferencia brutal entre la fuerza del fénix y la de Ivan Markov, no necesitaba haki para darse cuenta de ello. Había visto la habilidad con la espada del pirata y encima había usado una técnica muy extraña. No quería estorbar ni usar el tiempo en una batalla sin sentido cuando la vida de Hitomi-sama pendía de un hilo.
- Resumen:
- Básicamente dejar que Ivan se encargue de todo para continuar con la búsqueda de Hitomi. No, no estoy huyendo: estoy siendo diligente.
Shinobu Yamamoto
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Hace mucho, mucho tiempo los dioses crearon el mundo que conocemos y con la creación llegó el ser humano. Las escrituras dicen que la humanidad poblaba los rincones más inhóspitos del planeta, pero por razones de nuestra propia naturaleza pronto comenzaron las guerras. Los dioses, algunos decepcionados y otros enfurecidos, decidieron actuar ante la crueldad del ser humano y convocaron el primer gran diluvio. La lluvia sólo se detendría si las guerras terminaban para siempre, pero la codicia y la ambición del espíritu humano no lo permitieron. La humanidad pereció ante la ira de los dioses y todos los reinos fueron devorados por las aguas del océano, todos salvo uno.
El maestro solía preguntarse qué había más allá del horizonte. ¿Habría tierras? ¿Países? ¿Gente como nosotros? Me siento una verdadera tonta al dudar del juicio del maestro, pues ahora todo está claro, ¿no? Definitivamente estoy en otro lugar, no sé dónde ni por qué, pero no puedo seguir negando la verdad. No tengo idea de lo que ha pasado, pero he llegado a esta tierra llamada Wano. En parte debería alegrarme: el maestro tenía razón. Sin embargo, tampoco puedo evitar sentirme preocupada al no saber lo que ha pasado con mis amigos. Y sólo lo sabré una vez vuelva a Fuji.
—Lord Hitoshi es el líder de los Hijos del Sol Naciente, el clan Takamoto. Lideró la guerra contra el clan Konoe y fundó el primer gobierno encabezado por un samurái de nuestra historia: el Shogunato —comienzo a responder—. Durante la guerra se alzaron muchos héroes sin importar el bando, y uno de los más importantes es Takamoto no Gin, hermano menor de lord Hitoshi. Lord Gin acumuló tanto poder y prestigio durante la Gran Guerra que lord Hitoshi comenzó a temerle y, una vez terminado el conflicto, lo acusó de traición. Fuimos perseguidos durante casi un año y finalmente el ejército de lord Hitoshi nos encontró en lo alto del Monte Hiuchiyama —acabo, esbozando una sonrisa de tristeza—. Lo último que recuerdo es la ejecución de uno de mis amigos, y luego… Luego las encontré a ustedes.
Guardo silencio; no quiero seguir recordando lo sucedido en la Gran Guerra. Jamás entenderé la obsesión que tiene el hombre por la guerra. Me limito a continuar en la espalda de Aki-san, viajando hacia… ¿Hakumai, se llama? Todo indica que esta es otra tierra devastada por el egoísmo y la codicia del ser humano, algo que parece no tener fin.
El maestro solía preguntarse qué había más allá del horizonte. ¿Habría tierras? ¿Países? ¿Gente como nosotros? Me siento una verdadera tonta al dudar del juicio del maestro, pues ahora todo está claro, ¿no? Definitivamente estoy en otro lugar, no sé dónde ni por qué, pero no puedo seguir negando la verdad. No tengo idea de lo que ha pasado, pero he llegado a esta tierra llamada Wano. En parte debería alegrarme: el maestro tenía razón. Sin embargo, tampoco puedo evitar sentirme preocupada al no saber lo que ha pasado con mis amigos. Y sólo lo sabré una vez vuelva a Fuji.
—Lord Hitoshi es el líder de los Hijos del Sol Naciente, el clan Takamoto. Lideró la guerra contra el clan Konoe y fundó el primer gobierno encabezado por un samurái de nuestra historia: el Shogunato —comienzo a responder—. Durante la guerra se alzaron muchos héroes sin importar el bando, y uno de los más importantes es Takamoto no Gin, hermano menor de lord Hitoshi. Lord Gin acumuló tanto poder y prestigio durante la Gran Guerra que lord Hitoshi comenzó a temerle y, una vez terminado el conflicto, lo acusó de traición. Fuimos perseguidos durante casi un año y finalmente el ejército de lord Hitoshi nos encontró en lo alto del Monte Hiuchiyama —acabo, esbozando una sonrisa de tristeza—. Lo último que recuerdo es la ejecución de uno de mis amigos, y luego… Luego las encontré a ustedes.
Guardo silencio; no quiero seguir recordando lo sucedido en la Gran Guerra. Jamás entenderé la obsesión que tiene el hombre por la guerra. Me limito a continuar en la espalda de Aki-san, viajando hacia… ¿Hakumai, se llama? Todo indica que esta es otra tierra devastada por el egoísmo y la codicia del ser humano, algo que parece no tener fin.
- Resumen:
- Responder la pregunta de Hitomi-chan y seguir en la espalda de Aki-san.
AEG93
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El musculoso gyojin utilizó de nuevo su extraño poder, que sin ninguna duda debía proceder de una akuma no mi, para detener la sucesión de tajos que el samurái le lanzó. Le dedicó entonces unas despectivas palabras para acto seguido volver a atacar. El fulgor de sus ojos parecía la clave de su poder, y le alertaba de cuándo este se activaba, por lo que cuando el torso se acercó a él girando a gran velocidad como si de una letal peonza se tratase, el espadachín estaba preparado. Además, el salto del hombre pez hizo que los oídos comenzaran a pitarle, alertándole del peligro de aquel ataque combinado.
Por suerte apenas tardó un breve instante en dar con la respuesta adecuada. Dobló ligeramente las rodillas para coger impulso y, aplicando toda su fuerza en las piernas, saltó a gran altura. Su intención era elevarse lo suficiente para, antes de que el gyojin entrara en su vertical, haber superado su altura para, a continuación, lanzarse con fuerza tras él hacia el suelo. La punta de Kirisame, de color negro debido a su poderosa armadura, mirando hacia el suelo y múltiples agujas de aguja a su alrededor cayendo con él, en uno de sus ataques más poderosos. Su voz pudo escucharse antes de que cayera sobre la posición que, en teoría, ocupaba el hombre pez gritando:
- Gyojin Bushido: Taki no Gekido.
Una vez hubiera ejecutado su técnica se pondría en pie y aprovecharía para replicar a las despectivas palabras que su enemigo le había dedicado anteriormente:
- No soy el perro de nadie. Pero así como soy mitad gyojin también soy mitad humano, y no voy a quedarme sentado mientras esa usurpadora a la que servís os ordena destruir mi tierra natal y asesinar a mi familia y amigos. No permitiré que hagáis lo que os plazca con Wano.
El fuego más ardiente brillaba en los ojos de Ryuu, quien no tenía la menor intención de rendirse sin importar el número ni el poder de sus enemigos. Salvaría a su madre, su hermana y su maestro de aquel enorme gyojin y, después, se encargaría personalmente de Hipatia. Nada en el mundo podría pararle.
Por suerte apenas tardó un breve instante en dar con la respuesta adecuada. Dobló ligeramente las rodillas para coger impulso y, aplicando toda su fuerza en las piernas, saltó a gran altura. Su intención era elevarse lo suficiente para, antes de que el gyojin entrara en su vertical, haber superado su altura para, a continuación, lanzarse con fuerza tras él hacia el suelo. La punta de Kirisame, de color negro debido a su poderosa armadura, mirando hacia el suelo y múltiples agujas de aguja a su alrededor cayendo con él, en uno de sus ataques más poderosos. Su voz pudo escucharse antes de que cayera sobre la posición que, en teoría, ocupaba el hombre pez gritando:
- Gyojin Bushido: Taki no Gekido.
Una vez hubiera ejecutado su técnica se pondría en pie y aprovecharía para replicar a las despectivas palabras que su enemigo le había dedicado anteriormente:
- No soy el perro de nadie. Pero así como soy mitad gyojin también soy mitad humano, y no voy a quedarme sentado mientras esa usurpadora a la que servís os ordena destruir mi tierra natal y asesinar a mi familia y amigos. No permitiré que hagáis lo que os plazca con Wano.
El fuego más ardiente brillaba en los ojos de Ryuu, quien no tenía la menor intención de rendirse sin importar el número ni el poder de sus enemigos. Salvaría a su madre, su hermana y su maestro de aquel enorme gyojin y, después, se encargaría personalmente de Hipatia. Nada en el mundo podría pararle.
- Resumen:
- Utilizar una de mis técnicas más poderosas para al mismo tiempo esquivar su ataque combinado y atacar con fuerza. Después contestar a sus palabras.
Marc Kiedis
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Sus improvisados "guantes" de queso no fueron capaces de contener las tijeras de aquel tipo, pero sí le distrajeron el tiempo suficiente para que Therax pudiera abrir un hueco para salir al exterior. Sin embargo, pese a que ahora tenían mucha más movilidad la situación no terminó de mejorar debido a la increíble velocidad del tipo. O eso parecía, pues tan pronto estaba en un lugar como en otro.
De repente hundió sus tijeras en el suelo y, por un breve instante, este pareció hundirse ligeramente. El semigigante, temiéndose que el suelo dejara de ser un lugar seguro, no tardó en crear su ya clásica nube de mozzarella para elevarse en las alturas, volando a gran velocidad. E hizo bien, pues a continuación comenzaron a surgir multitud de ondas cortantes en diversos puntos del suelo.
Gracias a la altura que había alcanzado pudo reaccionar a tiempo y bloquear con su espada o evitar desplazándose en su nube las ondas que llegaron hasta su posición. Quedaba claro que habían juzgado mal inicialmente a aquel tipo y su poder. O eso, o era lo suficientemente experto para confundir el Haki de Observación de otros, incluso el de alguien tan avezado en su uso como el rubio.
El grandullón, surfeando por el aire en su nube, buscó desplazarse hasta un punto desde el que sus ataques pudieran no solo causar daño, sino abrir una ventana a Therax para atacar por un ángulo muerto generado cuando su enemigo intentara evitar o bloquear al semigigante. Así, cuando creyó haber encontrado un lugar así, trazó tres veloces arcos con su espada. Kotai-Hi refulgió, y tres poderosas ondas cortantes que guardaban en su interior el abrasador calor de su espadón nacieron de él y comenzaron a avanzar con gran celeridad hacia el hombre con aspecto de payaso.
De repente hundió sus tijeras en el suelo y, por un breve instante, este pareció hundirse ligeramente. El semigigante, temiéndose que el suelo dejara de ser un lugar seguro, no tardó en crear su ya clásica nube de mozzarella para elevarse en las alturas, volando a gran velocidad. E hizo bien, pues a continuación comenzaron a surgir multitud de ondas cortantes en diversos puntos del suelo.
Gracias a la altura que había alcanzado pudo reaccionar a tiempo y bloquear con su espada o evitar desplazándose en su nube las ondas que llegaron hasta su posición. Quedaba claro que habían juzgado mal inicialmente a aquel tipo y su poder. O eso, o era lo suficientemente experto para confundir el Haki de Observación de otros, incluso el de alguien tan avezado en su uso como el rubio.
El grandullón, surfeando por el aire en su nube, buscó desplazarse hasta un punto desde el que sus ataques pudieran no solo causar daño, sino abrir una ventana a Therax para atacar por un ángulo muerto generado cuando su enemigo intentara evitar o bloquear al semigigante. Así, cuando creyó haber encontrado un lugar así, trazó tres veloces arcos con su espada. Kotai-Hi refulgió, y tres poderosas ondas cortantes que guardaban en su interior el abrasador calor de su espadón nacieron de él y comenzaron a avanzar con gran celeridad hacia el hombre con aspecto de payaso.
- Resumen:
- Volar en mi nube de payaso para alejarme del suelo y poder evitar y bloquear las ondas cortantes. Buscar un buen lugar y lanzar tres ondas cortantes a 1500ºC tanto con intención de atacar como para abrir un hueco a Therax para que haga lo propio desde un punto ciego.
Como era muy habitual en su día a día, el combate contra el lobo de hojarasca había sido sumamente anticlimático. No se iba a quejar, eran facilidades en la protección de Kurookami y muchas cosas que podían parecer el punto álgido de algo resultaban, por lo general, absurdas o incompletas miradas desde otro prisma. Cuestión de perspectiva. Sin embargo, seguía preocupado. Perfectamente algo podía estar tanteándolos mientras esperaba el momento de atacar, sumido en las sombras. Si era así, más valía estar preparados. Pero por el momento...
- Bueno, es hora de asegurar la fortaleza -comentó.
Deshizo la cúpula que cubría a Kurookami. El campo de batalla había quedado hecho un circo entre la artillería destrozada, los lagos congelados, los soldados heridos y la masa de estatuas gyojin que decoraba la retaguardia, salpicadas ahora de hojarasca y juraría que con alguna que otra extremidad menos de las que se había percatado en un inicio. Definitivamente había hecho bien en no probar el sushi, aunque para ser justos nunca habría esperado que por dentro la anatomía gyojin fuese así; lo que más sentido le tenía era, a lo sumo, poder hacer un carpaccio. En cualquier caso, desagradable. Además, tenían a un hombre herido que debía tratar de inmediato.
Sacó todo su instrumental de tratamiento ambulatorio del morral, preparándose para realizar una inspección rutinaria del almirante. Evitó el examen de próstata, aunque era consciente de que el sexo forzado era habitual en los secuestros y que Katharina parecía mucho más dada a dar que a recibir -ya tendría tiempo de hablar con ella de eso-, por lo que anotó en una agenda el recordatorio de apuntar a Douglas para una colonoscopia forense. Si la pirata había abusado de él lo sabrían tras un incómodo y doloroso proceso de cuarenta minutos mientras miraban su intestino con una cámara metida por un tubo. Una cámara metida en un tubo metido en un desagüe... Escatológicamente poético.
Se aseguró de cerrar cualquier herida abierta, curar cualquier problema que se topase y de dejar caer de vez en cuando frases pasivoagresivas para culparlo de haberles metido en ese fregado. Porque sí, solo habían ido a Wano para rescatarlo y ahora tenían que echar a los peces de la isla para que un pirata menos malo mantuviese su control sobre ella. Qué maravilla todo.
- En fin, creo que todos sabemos lo que debemos hacer -anunció, apartándose de un Kurookami algo menos machacado-. Por mucho que traer el ejército ha sido divertido y todo eso, ya ha cumplido su función. Con la cantidad de heridos que tenemos no podemos avanzar; alguien tiene que cuidarlos. Sin embargo, la brigada puede moverse si tú te quedas con el grueso, y aseguras posiciones por la costa hasta formar una franja marítima importante. -Señaló a Douglas mientras decía aquello-. Ah, y dos cosas más: La Marina no puede atacar a los piratas del dragón hasta que termine la contienda. Tampoco a Katharina y los suyos. -La segunda era, en realidad, una tontería-. Y cuando esta batalla termine, a efectos inmediatos toda la ochenta y tres se va de vacaciones.
Esperó las correcciones de Arthur mientras se preparaba para marchar a su próximo destino. Arthur guiaba, aunque él tenía casi totalmente por seguro que irían a ver a Berthil.
- Bueno, es hora de asegurar la fortaleza -comentó.
Deshizo la cúpula que cubría a Kurookami. El campo de batalla había quedado hecho un circo entre la artillería destrozada, los lagos congelados, los soldados heridos y la masa de estatuas gyojin que decoraba la retaguardia, salpicadas ahora de hojarasca y juraría que con alguna que otra extremidad menos de las que se había percatado en un inicio. Definitivamente había hecho bien en no probar el sushi, aunque para ser justos nunca habría esperado que por dentro la anatomía gyojin fuese así; lo que más sentido le tenía era, a lo sumo, poder hacer un carpaccio. En cualquier caso, desagradable. Además, tenían a un hombre herido que debía tratar de inmediato.
Sacó todo su instrumental de tratamiento ambulatorio del morral, preparándose para realizar una inspección rutinaria del almirante. Evitó el examen de próstata, aunque era consciente de que el sexo forzado era habitual en los secuestros y que Katharina parecía mucho más dada a dar que a recibir -ya tendría tiempo de hablar con ella de eso-, por lo que anotó en una agenda el recordatorio de apuntar a Douglas para una colonoscopia forense. Si la pirata había abusado de él lo sabrían tras un incómodo y doloroso proceso de cuarenta minutos mientras miraban su intestino con una cámara metida por un tubo. Una cámara metida en un tubo metido en un desagüe... Escatológicamente poético.
Se aseguró de cerrar cualquier herida abierta, curar cualquier problema que se topase y de dejar caer de vez en cuando frases pasivoagresivas para culparlo de haberles metido en ese fregado. Porque sí, solo habían ido a Wano para rescatarlo y ahora tenían que echar a los peces de la isla para que un pirata menos malo mantuviese su control sobre ella. Qué maravilla todo.
- En fin, creo que todos sabemos lo que debemos hacer -anunció, apartándose de un Kurookami algo menos machacado-. Por mucho que traer el ejército ha sido divertido y todo eso, ya ha cumplido su función. Con la cantidad de heridos que tenemos no podemos avanzar; alguien tiene que cuidarlos. Sin embargo, la brigada puede moverse si tú te quedas con el grueso, y aseguras posiciones por la costa hasta formar una franja marítima importante. -Señaló a Douglas mientras decía aquello-. Ah, y dos cosas más: La Marina no puede atacar a los piratas del dragón hasta que termine la contienda. Tampoco a Katharina y los suyos. -La segunda era, en realidad, una tontería-. Y cuando esta batalla termine, a efectos inmediatos toda la ochenta y tres se va de vacaciones.
Esperó las correcciones de Arthur mientras se preparaba para marchar a su próximo destino. Arthur guiaba, aunque él tenía casi totalmente por seguro que irían a ver a Berthil.
- Resumen:
- Sanar las heridas de Kurookami.
Algo raro le estaba ocurriendo al pelirrojo, pues era capaz de notar como su fuego no funcionaba como de costumbre. Lo primero que vino a su mente fue que la influencia del kairoseki estaba influyendo en sus poderes a distancia, aunque dudaba de aquello, pues aún conservaba sus alas y su visión mejorada. Lo segundo que pensó fue que aquel mostrenco tenía la habilidad de suprimir el poder elemental, algo que podía ponerlo en mucho peligro. Y lo que pensó en tercer y último lugar, era que estaba en mitad de algún embrujo, ya que todo estaba resultando muy extraño, demasiado incluso para un mundo tan loco como en el que vivía. No obstante, como en muchas otras ocasiones, esperaba que sus dudas se solucionaran con el transcurso de los acontecimientos.
Fue capaz de esquivar el ataque de su oponente, el cual convirtió un precioso edificio de arquitectura wanense en hilos. «¿Qué clase de ataque es ese?», se preguntó, mientras daba vueltas a su alrededor. Pero entonces, sin haber sido capaz de preverlo, el bigardo comenzó a girar su cadena buscando al pirata, concretamente al contrario de su dirección de viaje, haciendo que chocara con sus espadas y sus poderes mermaran de sopetón, haciendo que el fuego que le rodeaba comenzara a extinguirse y notara como sus alas habían estado apunto de desaparecer; aunque al separarse de él lo suficiente se mantuvieron en su espalda.
«Esto pinta muy mal», se dijo el pelirrojo, que, en un acto reflejo para defenderse del raudo ataque de su enemigo, que buscaba cazarlo con la cadena, como si de un novillo en un rodeo se tratase, concentró su voluntad alrededor de su cuerpo y empezó a girar sobre sí mismo, creando una barrera invisible de haki de armadura, la cual serviría para darle el tiempo suficiente como para salir del alcance de la cadena, saliendo de su influencia. Agitaría sus alas con suma potencia, alejándose lo suficiente como para escuchar la respuesta que le había dado su oponente.
—En ese caso te llamare Pes —le respondió con sorna, aunque en su interior guardaba una gran preocupación.
«¿Cómo puedo derrotar a este tío?» se preguntaba con el entrecejo fruncido. Ir a por él sin un plan no iba a ser una buena idea, así que lo mejor sería tratar de trazar un plan para hacerle el lío.
Fue en ese momento cuando Zane se puso a contemplar detenidamente el terreno para ver si podía usarlo en su propio beneficio, así como el ambiente que lo rodeaba por si había algo extraño. Luego, cogería el den den mushi para tratar llamar a Therax.
Fue capaz de esquivar el ataque de su oponente, el cual convirtió un precioso edificio de arquitectura wanense en hilos. «¿Qué clase de ataque es ese?», se preguntó, mientras daba vueltas a su alrededor. Pero entonces, sin haber sido capaz de preverlo, el bigardo comenzó a girar su cadena buscando al pirata, concretamente al contrario de su dirección de viaje, haciendo que chocara con sus espadas y sus poderes mermaran de sopetón, haciendo que el fuego que le rodeaba comenzara a extinguirse y notara como sus alas habían estado apunto de desaparecer; aunque al separarse de él lo suficiente se mantuvieron en su espalda.
«Esto pinta muy mal», se dijo el pelirrojo, que, en un acto reflejo para defenderse del raudo ataque de su enemigo, que buscaba cazarlo con la cadena, como si de un novillo en un rodeo se tratase, concentró su voluntad alrededor de su cuerpo y empezó a girar sobre sí mismo, creando una barrera invisible de haki de armadura, la cual serviría para darle el tiempo suficiente como para salir del alcance de la cadena, saliendo de su influencia. Agitaría sus alas con suma potencia, alejándose lo suficiente como para escuchar la respuesta que le había dado su oponente.
—En ese caso te llamare Pes —le respondió con sorna, aunque en su interior guardaba una gran preocupación.
«¿Cómo puedo derrotar a este tío?» se preguntaba con el entrecejo fruncido. Ir a por él sin un plan no iba a ser una buena idea, así que lo mejor sería tratar de trazar un plan para hacerle el lío.
Fue en ese momento cuando Zane se puso a contemplar detenidamente el terreno para ver si podía usarlo en su propio beneficio, así como el ambiente que lo rodeaba por si había algo extraño. Luego, cogería el den den mushi para tratar llamar a Therax.
- Resumen:
- Esquivar + observar el terreno
Maki
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Maldito Shakespeare. Ahora tendría que recoger él el libro. Los líderes no hacían esas cosas tan mundanas. Les daba mala imagen. En el cursillo de dos horas que daban a los oficiales le explicaron que no hiciera nada que pudiera ordenar hacer a otro, para así mantener a sus subordinados en la posición que les correspondía. Maki no entendía mucho eso último, pero le gustaba que le hicieran las cosas. Era un poco comodón.
Así que él mismo fue a por el libro mientras el gallo se empotraba contra un árbol. El ave parecía enfadada, lo cual, visto desde cierto punto de vista, podría considerarse normal. Por otro lado, él era el que más motivos tenía para quejarse. Estaba en una misión importantísima para salvar el país y esos pajarracos malencarados se ponían en su camino para... para algo. En realidad no sabía muy bien qué pintaban ahí. Tal vez querían poner sus huevos en su cerebro. Eso le arrancó un escalofrío a Maki. Un huevo de gallina en el cerebro debía ser sumamente incómodo, aunque le gustaría despertarse un día y ver a un pollito saliendo de su boca.
No tuvo mucho más tiempo para pensar en pollitos, porque el enorme gallo de fuego que no era Pulmones empezó a hacer cosas. Agitaba las alas como un loco, pero sin echar a volar. Eso le despertó una duda a Maki.
-¡Oye, Ibar! ¿Los gallos vuelan? -le gritó a su inteligente mano derecha.
-No, pero tampoco están en llamas. No sé si esto cuenta como gallo.
Era bueno saberlo. Si ellos pudieran volar podrían librarse de él por el aire. Aunque como no podían, tal vez daba un poco igual saberlo. No, no, el saber nunca ocupaba lugar. Le alegraba haber aprendido algo.
-¡Jefe!
Desde el barco le avisaron del peligro. El aire que estaba provocando el ave extendía las llamas de su cresta hacia ellos. Eso sí que era un problema. Fuego, su única debilidad. O la única que recordaba en ese instante. Era el momento de hacer algo heroico y salir de allí huyendo como alma que lleva el diablo.
Echó a correr hacia el Derian mientras gritaba a sus hombres que lo pusieran en marcha y fuesen arrancando. Él se subiría en marcha con un heroico y acrobático salto perfectamente calculado que en su cabeza se antojaba espectacular y que de ningún modo podía salir mal. Como poco se quedaría pegado al casco gracias a la grasilla húmeda de su cuerpo. La perfecta representación del ideal de los Centellas: Correr siempre es más barato que una jeta nueva. Y a ello se puso. Dio la orden de acelerar y marcharse cuanto antes, atropellando a ese bicho si era necesario. Solo quedaba ocuparse del problema del fuego.
-¡Dejad una piedra en el acelerador y meteos en la bañera! -gritó.
Menos mal que tenía una bañera grande.
Así que él mismo fue a por el libro mientras el gallo se empotraba contra un árbol. El ave parecía enfadada, lo cual, visto desde cierto punto de vista, podría considerarse normal. Por otro lado, él era el que más motivos tenía para quejarse. Estaba en una misión importantísima para salvar el país y esos pajarracos malencarados se ponían en su camino para... para algo. En realidad no sabía muy bien qué pintaban ahí. Tal vez querían poner sus huevos en su cerebro. Eso le arrancó un escalofrío a Maki. Un huevo de gallina en el cerebro debía ser sumamente incómodo, aunque le gustaría despertarse un día y ver a un pollito saliendo de su boca.
No tuvo mucho más tiempo para pensar en pollitos, porque el enorme gallo de fuego que no era Pulmones empezó a hacer cosas. Agitaba las alas como un loco, pero sin echar a volar. Eso le despertó una duda a Maki.
-¡Oye, Ibar! ¿Los gallos vuelan? -le gritó a su inteligente mano derecha.
-No, pero tampoco están en llamas. No sé si esto cuenta como gallo.
Era bueno saberlo. Si ellos pudieran volar podrían librarse de él por el aire. Aunque como no podían, tal vez daba un poco igual saberlo. No, no, el saber nunca ocupaba lugar. Le alegraba haber aprendido algo.
-¡Jefe!
Desde el barco le avisaron del peligro. El aire que estaba provocando el ave extendía las llamas de su cresta hacia ellos. Eso sí que era un problema. Fuego, su única debilidad. O la única que recordaba en ese instante. Era el momento de hacer algo heroico y salir de allí huyendo como alma que lleva el diablo.
Echó a correr hacia el Derian mientras gritaba a sus hombres que lo pusieran en marcha y fuesen arrancando. Él se subiría en marcha con un heroico y acrobático salto perfectamente calculado que en su cabeza se antojaba espectacular y que de ningún modo podía salir mal. Como poco se quedaría pegado al casco gracias a la grasilla húmeda de su cuerpo. La perfecta representación del ideal de los Centellas: Correr siempre es más barato que una jeta nueva. Y a ello se puso. Dio la orden de acelerar y marcharse cuanto antes, atropellando a ese bicho si era necesario. Solo quedaba ocuparse del problema del fuego.
-¡Dejad una piedra en el acelerador y meteos en la bañera! -gritó.
Menos mal que tenía una bañera grande.
- Resumen:
- Coger el libro, ver al gallo y echar a correr hacia el coche. Ordena que arranquen y se larguen atropellando al gallo, ya que piensa subirse en marcha con un salto a lo peli de acción.
Alexandra Holmes
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Nada, que no funcionaba. ¿Por qué no podía rajar a una niña en ese país? La cría soltaba más palabrería sobre un supuesto odio hacia sí misma, algo totalmente inconcebible porque, ¿quién iba a odiarla? ¡Si todos eran sus fans desde que lo dijo y nadie la replicó! Como su jefa, estaba un tanto cansada del lugar, pero la idea de la científica no tenía demasiado que ver con la de la capitana. ¿Ella? Sí, se iría, pero no sin intentar mandar ese lugar al cuerno. Aunque... ya se estaba destrozando solo, no haría falta que hiciera nada.
Empezó a cargar su cuerpo de electricidad, pero tuvo que cancelar su habilidad porque el culo inquieto de su capitana tenía demasiada prisa. A ver, no la culpaba. Y realmente lo agradecía, si se ponía violenta allí lo más seguro era que el techo se les cayera encima y no estaba del todo segura de poder sobrevivir a un colapso minero total. Le echaba un cincuenta por ciento de probabilidades, pero tampoco quería jugársela.
—¡Vale, vale! —exclamó y, aunque iba a poner pies en polvorosa por sus propios medios, su capitana se adelantó para llevársela de la cintura. No haría demasiadas preguntas sobre dónde quería ir, pero se dejaría llevar por Katharina hacia... hacia donde fuera. ¿Sacaría el tema alguna vez? Probablemente, pero no mientras estuviera estresada. Ya tendría tiempo para reirse un poco cuando acabaran de hacer en Wano lo que sea que tuvieran que hacer allí.
Si la táctica de huida de Katharina no funcionaba para llevársela, completaría la carga de su cuerpo para utilizar su Metaestabilidad. Así, sus piernas ganarían una fuerza adicional suficiente para poder correr y seguir a la espadachina por los túneles.
Con algo de suerte podrían regresar a la luz del día y hacer... algo, lo que fuera, que ahora mismo parecían turistas espantadas por los precios de los bares.
Empezó a cargar su cuerpo de electricidad, pero tuvo que cancelar su habilidad porque el culo inquieto de su capitana tenía demasiada prisa. A ver, no la culpaba. Y realmente lo agradecía, si se ponía violenta allí lo más seguro era que el techo se les cayera encima y no estaba del todo segura de poder sobrevivir a un colapso minero total. Le echaba un cincuenta por ciento de probabilidades, pero tampoco quería jugársela.
—¡Vale, vale! —exclamó y, aunque iba a poner pies en polvorosa por sus propios medios, su capitana se adelantó para llevársela de la cintura. No haría demasiadas preguntas sobre dónde quería ir, pero se dejaría llevar por Katharina hacia... hacia donde fuera. ¿Sacaría el tema alguna vez? Probablemente, pero no mientras estuviera estresada. Ya tendría tiempo para reirse un poco cuando acabaran de hacer en Wano lo que sea que tuvieran que hacer allí.
Si la táctica de huida de Katharina no funcionaba para llevársela, completaría la carga de su cuerpo para utilizar su Metaestabilidad. Así, sus piernas ganarían una fuerza adicional suficiente para poder correr y seguir a la espadachina por los túneles.
Con algo de suerte podrían regresar a la luz del día y hacer... algo, lo que fuera, que ahora mismo parecían turistas espantadas por los precios de los bares.
- resumen:
pue salir corriendo. Si Katha consigue agarrarla no hace "nada" y si no consigue agarrarla tira de signatura para salir por patas.
Osuka Sumisu
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El espadachín se sorprendido al tener que esquivar el proyectil de magma. Eso era bueno; a un enemigo que se puede sorprender se le puede derrotar. Aun soltando su bokken e intentar esquivarlo, le impacto con la mala suerte, para el revolucionario, que le salvo el casco, llevándose la mayor parte del daño.
Contraataco con una onda cortante, que el revolucionario bloqueo con facilidad, pues al golpear el suelo, un muro de roca maciza absorbió el impacto. Entonces sintió un escalofrió por la espalda al sentir al enemigo detrás suyo. Su cuerpo se tensó como el acero y recibió el impacto. Aunque pudo absorber el golpe, le había dado de lleno, haciendo que sus vertebras crujieran y sus músculos se hincharan de dolor. Con un gemido, el revolucionario clavo una rodilla en el suelo mientras buscaba adaptarse a ese nuevo dolor.
- ¿Aún no lo entiendes, verdad? –con sus inmensos brazos se irguió de nuevo-. Esto dejo hace rato de tratarse de conquistar el castillo… Vosotros habéis apuñalado por la espalda a mi rival, privándole siquiera morir de forma honorable-. La melena se erizaba y su cornamenta parecía agrandarse de forma intimidante-. Algo tan miserable… merece que reduzca el castillo a un solar.
Cargo de frente contra su rival, donde antes corría usando los nudillos, ahora clavaba las garras al suelo a la vez que rugía de nuevo, que a cada rugido, mas bestial parecía y mas ira emanaba en su aura. Alrededor del espadachín se alzaron un cumulo de manos pétreas, que comenzaron a agarrarlo de las piernas, o al menos intentarlo.
El coloso rojo imbuyo su ahora gran cornamenta de un negro azabache, dándole un filo y un brillo digno de una espada wuanense e emprendió a darle una cornamenta digna de un toro dressoriano, que seguramente le iba a ser difícil de olvidar para el espadachín.
Contraataco con una onda cortante, que el revolucionario bloqueo con facilidad, pues al golpear el suelo, un muro de roca maciza absorbió el impacto. Entonces sintió un escalofrió por la espalda al sentir al enemigo detrás suyo. Su cuerpo se tensó como el acero y recibió el impacto. Aunque pudo absorber el golpe, le había dado de lleno, haciendo que sus vertebras crujieran y sus músculos se hincharan de dolor. Con un gemido, el revolucionario clavo una rodilla en el suelo mientras buscaba adaptarse a ese nuevo dolor.
- ¿Aún no lo entiendes, verdad? –con sus inmensos brazos se irguió de nuevo-. Esto dejo hace rato de tratarse de conquistar el castillo… Vosotros habéis apuñalado por la espalda a mi rival, privándole siquiera morir de forma honorable-. La melena se erizaba y su cornamenta parecía agrandarse de forma intimidante-. Algo tan miserable… merece que reduzca el castillo a un solar.
Cargo de frente contra su rival, donde antes corría usando los nudillos, ahora clavaba las garras al suelo a la vez que rugía de nuevo, que a cada rugido, mas bestial parecía y mas ira emanaba en su aura. Alrededor del espadachín se alzaron un cumulo de manos pétreas, que comenzaron a agarrarlo de las piernas, o al menos intentarlo.
El coloso rojo imbuyo su ahora gran cornamenta de un negro azabache, dándole un filo y un brillo digno de una espada wuanense e emprendió a darle una cornamenta digna de un toro dressoriano, que seguramente le iba a ser difícil de olvidar para el espadachín.
- Resumen:
- Recibo pupita y voy a ser un esteriotipo de ESHPAÑITA
- Cosis:
El Pilar: Osu forma una postura defensiva perfecta, pudiendo reducir un 50% los ataques recibidos y ser invulnerable a los derribos durante un post
Land of the Living Stones: Crea una área radial alrededor suyo de 20 metros que hacen emerger centenares de manos de piedra que tienen de objetivo dificultar el movimiento de hostiles. Cualquier enemigo pierde un 50% de velocidad si está en el contacto en el suelo. Al pasar 3 post o si se reutiliza esta técnica en otro lugar, la primera área desaparece.
Sasaki
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La hoja en mi mano no era nada. Se mantuvo igual, negruzca, pero una hoja normal y corriente. La solté y me giré hacia los soldados para ver a los heridos por si necesitaban algún tipo de asistencia. El único que vi que necesitase algún tipo de asistencia era el Almirante, pero se acercó el capitán para ser él el que le atendiese. Bueno, pues no quedaba de otra que seguir con lo que andaba haciendo.
Recogí todo el azúcar que había disperso por el lugar y comencé a pensar en un menú. No tenía ganas de complicarme las cosas, ya bastante lo había hecho con el sushi. Saqué unas cuantas raciones de pollo y de pescado. Mientras iba sacando las raciones cree delante de mí una parrilla de azúcar y caramelo a la temperatura perfecta para hacer cada ingrediente, el pesado por un lado y el pollo por el otro.
Saqué un salero de mi interior y fui sazonando las raciones con cuidado y tranquilidad. Hice por otra parte un soporte para sartenes e hice una sartén de gran tamaño. Al lado de esta una encimera que quedaba a la altura perfecta para mí. Comencé a sacar patatas y a pelarlas con cuidado para desperdiciar el mínimo posible y luego a cortarlas en ortoedros iguales. Estuve haciendo esto hasta hacer tantas raciones como había hecho de pollo y pescado juntos.
Cuando terminé me serví una ración de pollo y de patatas fritas y la comí con tranquilidad, mientras lo hacía unos hilos prepararon el resto de raciones y las fui repartiendo entre los soldados y todo aquel que pasase por allí. Estaba seguro que en aquella situación nadie rechazaba un plato caliente. En cuanto terminase, seguro que seguíamos allí por lo que me pondría con el postre, y como no, una vez degustado el postre, faltaban los digestivos.
Recogí todo el azúcar que había disperso por el lugar y comencé a pensar en un menú. No tenía ganas de complicarme las cosas, ya bastante lo había hecho con el sushi. Saqué unas cuantas raciones de pollo y de pescado. Mientras iba sacando las raciones cree delante de mí una parrilla de azúcar y caramelo a la temperatura perfecta para hacer cada ingrediente, el pesado por un lado y el pollo por el otro.
Saqué un salero de mi interior y fui sazonando las raciones con cuidado y tranquilidad. Hice por otra parte un soporte para sartenes e hice una sartén de gran tamaño. Al lado de esta una encimera que quedaba a la altura perfecta para mí. Comencé a sacar patatas y a pelarlas con cuidado para desperdiciar el mínimo posible y luego a cortarlas en ortoedros iguales. Estuve haciendo esto hasta hacer tantas raciones como había hecho de pollo y pescado juntos.
Cuando terminé me serví una ración de pollo y de patatas fritas y la comí con tranquilidad, mientras lo hacía unos hilos prepararon el resto de raciones y las fui repartiendo entre los soldados y todo aquel que pasase por allí. Estaba seguro que en aquella situación nadie rechazaba un plato caliente. En cuanto terminase, seguro que seguíamos allí por lo que me pondría con el postre, y como no, una vez degustado el postre, faltaban los digestivos.
- resumen:
- ponerme a cocinar
Noximilien
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La pareja corrieron de la horda zombi, que a cada calle que pasaban más no muertos aparecían. Menos mal que aquello solo era un pueblo, porque llegaba a ser una ciudad o una urbe y estarían en un problema gordo, si es que no había pasado lo mismo en el resto de la isla. Qué bien le iría ahora poder ser un lanzallamas con patas con alas como Zane y barrer aquel montón de molestias.
La anciana no pudo seguir el ritmo de los dos y empezó a aquedarse atrás, y convirtiéndose en posible objetivo para los zombis. Por una parte así evitaría que los siguiesen a ellos mientras se comían a la abuela, pero notaba por dentro, culpabilidad. No podía dejarla así.
- Dios mío, no puedo creerme que esté haciendo esto… -maldijo a sus adentros.-
Antes que los zombis rodearan a la abuela, el enmascarado despedazo a los mas cercano a ella con potentes ondas cortantes.
- CORRA SEÑORA, NOSOTROS LOS DISTRAEREMOS.- Vocifero, más para que los no muertos le escuchasen que para la señora -.
Espero que los instintos de los zombis fuesen como los de unos carnívoros retrasados e intento algo. Con la misma espada que empuñaba, se cortó la palma de la mano izquierda, haciendo que saliese una buena cantidad de sangre. Agitándola, para que la sangre salpicara como un hisopo con el agua bendita, con la esperanza de que el olor a sangre les atrajese hacia una presa mejor.
- ¡EH, MUERTOS DE HAMBRE! ¡ESA SEÑORA YA ESTA MUY PASADA, Y YO ESTOY CONDIMENTADO Y TODO! –se agarró de michelin, o el poco que tenía y se meneo para que sus podridos amigos le prestaran aún más atención.
Aminoro la marcha para que la horda, en caso de seguirle, no le perdiese de vista hasta que la abuela desapareciese por las calles. Ya entonces, comenzaría a aumentar el ritmo.
Al llegar al final de pueblo, se encontraron un cruce, en otra ocasión, podrían debatir que dirección iría mejor, pero la horda podía estar pisándole los talones.
- A Udon mismo, chaval, -se refirió a Vile- ahora mismo no tenemos tiempo de mirar que sitio tiene mejor sake.
La anciana no pudo seguir el ritmo de los dos y empezó a aquedarse atrás, y convirtiéndose en posible objetivo para los zombis. Por una parte así evitaría que los siguiesen a ellos mientras se comían a la abuela, pero notaba por dentro, culpabilidad. No podía dejarla así.
- Dios mío, no puedo creerme que esté haciendo esto… -maldijo a sus adentros.-
Antes que los zombis rodearan a la abuela, el enmascarado despedazo a los mas cercano a ella con potentes ondas cortantes.
- CORRA SEÑORA, NOSOTROS LOS DISTRAEREMOS.- Vocifero, más para que los no muertos le escuchasen que para la señora -.
Espero que los instintos de los zombis fuesen como los de unos carnívoros retrasados e intento algo. Con la misma espada que empuñaba, se cortó la palma de la mano izquierda, haciendo que saliese una buena cantidad de sangre. Agitándola, para que la sangre salpicara como un hisopo con el agua bendita, con la esperanza de que el olor a sangre les atrajese hacia una presa mejor.
- ¡EH, MUERTOS DE HAMBRE! ¡ESA SEÑORA YA ESTA MUY PASADA, Y YO ESTOY CONDIMENTADO Y TODO! –se agarró de michelin, o el poco que tenía y se meneo para que sus podridos amigos le prestaran aún más atención.
Aminoro la marcha para que la horda, en caso de seguirle, no le perdiese de vista hasta que la abuela desapareciese por las calles. Ya entonces, comenzaría a aumentar el ritmo.
Al llegar al final de pueblo, se encontraron un cruce, en otra ocasión, podrían debatir que dirección iría mejor, pero la horda podía estar pisándole los talones.
- A Udon mismo, chaval, -se refirió a Vile- ahora mismo no tenemos tiempo de mirar que sitio tiene mejor sake.
- Resumen:
- Que hijo de puta eres, como sabias que no iba a dejar morir a una yaya. He tidado un d6, ha salido un 3 y sa decidido que a Udon se va
Allí estaba... O no. Creía haber identificado la posición del enemigo, pero justo antes de abalanzarse sobre él su presencia emergió en otro lugar, y justo después en otro. Aquel tipo era endiabladamente rápido o, por desgracia para él, figuraba entre la escasa lista de personas capaces de burlas su voluntad. Apretó los dientes como única muestra de desagrado, impidiendo que sonido alguno abandonase sus labios.
El susurro llegó hasta sus oídos, cercano y peligroso, pero cuando Byakko mordió el aire el pirata ya había saltado hacia atrás para alejarse de él. Se estaba divirtiendo, el muy desgraciado, pero ni el rubio ni su compañero tenían tiempo para detenerse a jugar con él. Debían derrotarle cuanto antes para terminar de asegurar Itadakimas y aquella zona de Kuri. Fue cuando aquel pensamiento invadió la mente del espadachín cuando las tijeras del tipo se hundieron en la mismísima tierra como si de mantequilla se tratase. El suelo se quebró a su paso y en los alrededores, mas el domador no tuvo dificultad para mantenerse en el aire pese a que nada sostuviese su peso.
Sin embargo, lo que sucedió a continuación fue algo que no esperó. Había centrado por completo su haki en encontrar a aquel tipo, descuidando la función protectora que éste ejercía. Fue por ello que, antes de elevarse hacia las alturas interponiendo sus sables para detener las ondas cortantes que amenazaban con arrebatarle la vida, una de ella alcanzó a provocar un corte en su trapecio, justo sobre su clavícula izquierda.
Pero aquello no era nada. Nada ni nadie le impediría saldar aquel enfrentamiento con una victoria. Un rápido vistazo al movimiento que realizó Marc le fue suficiente para comprender cuál era su idea. Plegó las alas por completo, precipitándose por completo hasta quedar a ras de suelo, comenzando entonces un vuelo horizontal extremadamente veloz que le llevó hasta el tipo.
Wind Blade ya había recubierto sus sables en forma de densas corrientes de viento que refulgían con un resplandor blanquecino. Sincronizándose con la ofensiva del grandullón, trató de aprovechar el momento en que el pirata se defendiese de las ondas cortantes para ejecutar una ofensiva cuerpo a cuerpo. Yuki-onna intentó segar su cuello con un preciso y certero corte, mientras que Byakko trazó un único corte vertical y ascendente que, de alcanzarle, esperaba no tuviese dificultades para separar al sujeto en dos mitades.
El susurro llegó hasta sus oídos, cercano y peligroso, pero cuando Byakko mordió el aire el pirata ya había saltado hacia atrás para alejarse de él. Se estaba divirtiendo, el muy desgraciado, pero ni el rubio ni su compañero tenían tiempo para detenerse a jugar con él. Debían derrotarle cuanto antes para terminar de asegurar Itadakimas y aquella zona de Kuri. Fue cuando aquel pensamiento invadió la mente del espadachín cuando las tijeras del tipo se hundieron en la mismísima tierra como si de mantequilla se tratase. El suelo se quebró a su paso y en los alrededores, mas el domador no tuvo dificultad para mantenerse en el aire pese a que nada sostuviese su peso.
Sin embargo, lo que sucedió a continuación fue algo que no esperó. Había centrado por completo su haki en encontrar a aquel tipo, descuidando la función protectora que éste ejercía. Fue por ello que, antes de elevarse hacia las alturas interponiendo sus sables para detener las ondas cortantes que amenazaban con arrebatarle la vida, una de ella alcanzó a provocar un corte en su trapecio, justo sobre su clavícula izquierda.
Pero aquello no era nada. Nada ni nadie le impediría saldar aquel enfrentamiento con una victoria. Un rápido vistazo al movimiento que realizó Marc le fue suficiente para comprender cuál era su idea. Plegó las alas por completo, precipitándose por completo hasta quedar a ras de suelo, comenzando entonces un vuelo horizontal extremadamente veloz que le llevó hasta el tipo.
Wind Blade ya había recubierto sus sables en forma de densas corrientes de viento que refulgían con un resplandor blanquecino. Sincronizándose con la ofensiva del grandullón, trató de aprovechar el momento en que el pirata se defendiese de las ondas cortantes para ejecutar una ofensiva cuerpo a cuerpo. Yuki-onna intentó segar su cuello con un preciso y certero corte, mientras que Byakko trazó un único corte vertical y ascendente que, de alcanzarle, esperaba no tuviese dificultades para separar al sujeto en dos mitades.
- Resumen:
- Sincronizarme con Marc para intentar partir al tipo en trocitos.
Gareth Silverwing
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Akuma no mi
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Por fin pude respirar tranquilo, parecía que no quedaban amenazas. Si ignorábamos que alguien estaba tanteando la situación para saber de lo que éramos capaces claro. Pero lo importante es que me pude dar el lujo de guardar mi arma y tranquilizarme, y no había nada más tranquilizante que la vieja y confiable. Me acerqué a Jack sin prestar atención a ninguna de las raciones que estaba preparando, no, lo que yo quería estaba en otro sitio. Saqué un billete de 1000 berries y delicadamente lo metí en su espalda, hundiendo la mano en la azucarada superficie, para luego sacar un termo con una taza de café. No había nada más relajante que el café, no era recién hecho, pero tras un duro día de trabajo entraba perfectamente. Ese sabor amargo y ese aroma eran una de las pocas cosas que me mantenían a flote en el día a día, hasta que lo escupí.
- ¿¡Cómo que vacaciones!? - Pregunté indignado. - ¡Nadie se va a ir de vacaciones hasta que logremos...! - Callé al llegar a la conclusión de las declaraciones de Al. - Ah... ya entiendo.
Si, por una vez Al había tenido un buen plan, un plan que nos aseguraba cumplir nuestros intereses y a mí me aseguraba que pudiera seguir partiendo caras cuando me quedase sin caras que partir. Ahora sólo quedaba la planificación de la campaña que seguiríamos nosotros sin los soldados.
- Bueno, yo sugeriría que fuéramos nosotros sin ningún tipo de apoyo de infantería, no podríamos tomar otros enclaves y nos sería difícil cubrir un flanco tan amplio, pero si actuamos como una fuerza de choque rápida y discreta deberíamos ser capaces de golpear al enemigo e introducirnos en su retaguardia sin problemas. - Hice una pausa para buscar un mapa de Wano. - Las minas de Udon están no muy lejos de nuestra posición, la capital está mejor comunicada gracias a los ríos, pero estará completamente blindada. Mi sugerencia es que Douglass organice las tropas en el puerto, una vez estén sólo necesito que las mueva de tal forma que haga creer al enemigo que un gran contingente está listo para salir camino a la capital. Con la vista del enemigo centrada en este ejército (el cual no tiene por qué llegar a atacar) nosotros podríamos atacar Udon. Me niego a creer que la capital no posea un túnel que conecta con el exterior, y unas minas son el mejor sitio para encontrar túneles. Si logramos encontrar un acceso similar podríamos llegar de manera segura tras los muros de la capital... En caso contrario tendremos que emplear el plan B.
- ¿¡Cómo que vacaciones!? - Pregunté indignado. - ¡Nadie se va a ir de vacaciones hasta que logremos...! - Callé al llegar a la conclusión de las declaraciones de Al. - Ah... ya entiendo.
Si, por una vez Al había tenido un buen plan, un plan que nos aseguraba cumplir nuestros intereses y a mí me aseguraba que pudiera seguir partiendo caras cuando me quedase sin caras que partir. Ahora sólo quedaba la planificación de la campaña que seguiríamos nosotros sin los soldados.
- Bueno, yo sugeriría que fuéramos nosotros sin ningún tipo de apoyo de infantería, no podríamos tomar otros enclaves y nos sería difícil cubrir un flanco tan amplio, pero si actuamos como una fuerza de choque rápida y discreta deberíamos ser capaces de golpear al enemigo e introducirnos en su retaguardia sin problemas. - Hice una pausa para buscar un mapa de Wano. - Las minas de Udon están no muy lejos de nuestra posición, la capital está mejor comunicada gracias a los ríos, pero estará completamente blindada. Mi sugerencia es que Douglass organice las tropas en el puerto, una vez estén sólo necesito que las mueva de tal forma que haga creer al enemigo que un gran contingente está listo para salir camino a la capital. Con la vista del enemigo centrada en este ejército (el cual no tiene por qué llegar a atacar) nosotros podríamos atacar Udon. Me niego a creer que la capital no posea un túnel que conecta con el exterior, y unas minas son el mejor sitio para encontrar túneles. Si logramos encontrar un acceso similar podríamos llegar de manera segura tras los muros de la capital... En caso contrario tendremos que emplear el plan B.
- Resumen:
- Proponer un plan de acción a la brigada.
Normas del capítulo:
Moderación
- Se moderará lunes y jueves entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los lunes o jueves antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación
- Aki y Shinobu:
- El vuelo es largo, pero a una altura media vais recorriendo desde cerca los caminos bajo la guía de Hitomi, aunque a momentos se confunde y notáis el molesto vaivén de corregir la dirección. En cualquier caso Udon es muy grande, y mientras pasáis sobre la región podéis ir viendo en orden un sinfín de caos, quizá desatado por el eclipse pero muy probablemente anterior a este: Una larga columna de gyojins a lo lejos, acercándose a la capital, mientras pueblo tras pueblo que sobrevoláis grupos de gente pasan a cuchillo a los habitantes. Hitomi ahoga un grito cuando lo ve, y os urge a bajar.
– ¡No podemos permitir esto! –exclama, con la voz quebrada–. Van a matarlos por mí. Tenemos que hacer algo.
Si le hacéis caso podéis aterrizar a las afueras de un pueblo, alejadas de miradas indiscretas, en una posición que no os permite ver muy bien qué sucede pero que os mantiene protegidas de la visión de la gente. No escucháis mucho más allá de gritos y súplicas, aunque según estos van cesando podéis oír cuchicheos de hasta tres hombres que hablan entre ellos. Podríais acercaros si queréis a escuchar o… Bueno, quién sabe.
Si por el contrario ignoráis a Hitomi el camino se vuelve mucho más tenso. La muchacha patalea con fuerza y suplica que os deis la vuelta. De hecho, ya no os guiará más, pero no resulta complicado dar con los puentes de Udon que os llevan hasta la siguiente, aunque resulta complicado saber si estáis en la región correcta. A lo lejos podéis ver un campo de hielo y una base marine, una gran roca con forma lejanamente parecida a una cara -aunque bastante fea y descompuesta- y un pueblo, no muy lejos, en un valle. Sobre una de sus lomas, se alza un imponente castillo, y podéis notar que la niña ya no patalea más.
Si os acercáis más al castillo, mirad la moderación de Osu.
Si decidís aterrizar en el pueblo… Miradas hurañas cuando no huidizas se clavan por momentos en vosotras, pero todo el mundo parece moverse muy deprisa. En cuanto pisáis el suelo, además, la niña se libera de Aki y echa a correr hacia la zona más pobre del lugar. Allí, se cuela en una taberna sin mediar palabra.
- Ino y Kaya:
- El Inosuke de tinta pierde fuerza en la extremidad afectada, pero desde luego no resulta lo bastante como para que deje de ser una amenaza. De hecho su onda parece extremadamente poderosa, así que quizá Kaya deba dar gracias a Ino por cubrirla.
Aparte de esto, tal vez sea buen momento para hablar del buen equipo que hacéis. Inosuke logra por los pelos atrapar el rey marino, aunque esto no parece ser suficiente para detenerlo y en cuanto sueltas tu hoja lanza un movimiento explosivo hacia el cielo que extrae la espada del suelo fácilmente, llevándosela con el pez. Sin embargo, esta vez agarra el mango de la espada y la tinta empieza a cubrirla hasta formar una hoja proporcional a su tamaño. No obstante, Kaya lo tiene muy fácil para meterle un pisotón que destroza su pie fácilmente, y aunque parece perder apoyo, eso le hace evitar el gancho descendente, que agrieta el suelo.
Ahora, cojo y medio manco, el ser de tinta se levanta con dificultad, hozando monstruoso como es, y se prepara por un momento. Empuña su hoja con maestría, aunque también con una brutalidad increíble. Se apoya en su pie bueno y pega un salto hacia delante, girando sobre sí mismo. Su fuerza es tal que, sin ninguna dificultad, corta el suelo bajo sus pies como si fuese mantequilla, y al terminar rueda para levantarse de nuevo, en una postura defensiva.
- Alexandra y Katharina:
- Si podéis sentir las emociones, os será fácil daros cuenta de que alguien está disfrutando mucho mientras tortura a Katharina. Es una presencia, no demasiado fuerte, pero que poco a poco va haciéndose eco en el lugar. No es exactamente igual, pero sin duda comparte rasgos con ambos espectros sonrientes, que también parecen estar disfrutando esto. Sin embargo, en cuanto Katharina decide gritar que se va, todo se desvanece. Si os dierais la vuelta podríais ver que, entonces, toda la habitación vuelve a un estado desangelado muy similar al de la habitación de la que venís. Pero, vamos con vuestra marcha.
Seguís el túnel que sale. No parece muy complicado, si bien es fácil descubrir que hay zonas donde ha sido imperativo hacer extrañas curvas que os desorientan levemente, pero llegáis de vuelta a la primera gran sala, bajo la bóveda, y estáis un par de entradas más allá que el lugar por el que acabáis de ir. Todo se mantiene en un silencio sepulcral en el que ni siquiera se escucha el agua que antes era tan sencillo de percibir. Como todos sabemos que vais a poder ver, ahora ambas podéis percataros de que no hay una corriente en el suelo, pero sí muchas huellas por todas partes. Algunas van hacia la puerta a vuestro lado, otras a la de en frente… Pero no parece haber ninguna razón para pensar que alguien haya ido por ellas, al menos en principio. Lo que sí… Seguís notando esa presencia, bastante tenue, como si os controlase.
De todos modos, si pasáis de esto y optáis por salir al exterior llegaréis al mismo templete por el que entrasteis, si bien frente a vosotros hay cinco personas fáciles de identificar como piratas, aunque parecen afanados en saquear y robar que en prestar atención a las ruinas. Ya vosotras sabréis dar cuenta de ellos.
- Ivan:
- – Se llama Odenta –dice el hombre, encogiéndose de hombros–. Y es la mejor de mis hojas, si la blande un espadachín hábil.
No, desde luego tiene que mentir. Pero no lo hace, o al menos parece creer que es la mejor de sus hojas. ¿Sabe mentir muy bien? No, seguramente no sea eso, ¿pero entonces? ¿Guarda algún secreto? Tampoco importa mucho, porque casi de inmediato sales en busca de Prometeo y tiras hacia atrás para salvarlo de… ¿Qué es eso? Cortas sus cientos de patas de paja mientras sus ojos siguen resplandeciendo. Con cada corte chilla como Brianna, y puedes ver si miras a sus ojos cómo es tu hoja la que le está haciendo daño. Sin embargo, pronto puede saber que no es así.
Aparte, tu ataque... Parece funcionar. El ser sangra, y su paja se parte al igual que la pobre ropa que viste, pero no tarda demasiado en recuperar un aspecto más o menos decente, aunque ahora resulta mucho más perturbador. ¿Por qué tiene sangre dentro un espantapájaros?
Prometeo se marcha, y los espantapájaros que hay a tu alrededor no tardan en comenzar a moverse. No de una forma literal, pero todos extienden su paja hasta formar un círculo a tu alrededor y el anillo se va reforzando mientras intenta conformar un cono de paja por encima de tu cabeza. No te sería difícil salir debido a las filigranas y óculos que deja la bella estructura, pero también podría ser una trampa para moscas y seguramente no desees caer en una jugarreta de ese estilo. Sin embargo, si vuelves a mirar a tu alrededor… Parece que los espantapájaros están más cerca, formando un patrón regular a tu alrededor. Y entonces, de tu espalda uno lanza una salva de flechas de paja contra ti.
- Prometeo:
- Ivan parece apartarte justo a tiempo de las garras del espantapájaros, y los samuráis asienten ante tu idea. Al fin y al cabo, su deber es otro y de no cumplirlo todo acabará mal para Wano. Sin embargo, cuando despegas puedes ver relativamente cerca tres mujeres pasando por el aire, una de ellas una niña pequeña, casi una adolescente… A esta distancia y en medio de la oscuridad no sabrías decir, pero se dirigen hacia Hakumai. Puedes seguirlas [en cuyo caso, moderación de Aki y Shinobu] o seguir en tu camino hacia el oeste.
En caso de que vayas al oeste, volando no te será difícil cruzar la última parte de Udon, y la llegada a Kuri la haces viendo cómo a tus pies los carromatos se agolpan en los puentes, así como una comitiva de antorchas que avanza a lo lejos por un camino en medio del bosque. También puedes ver, muy a lo lejos, cómo hay un pequeño pueblo costero con enormes barcos y varios pecios.
– ¿Por dónde empezamos a buscar? –Pregunta Konda. Aunque apenas lo oyes por el viento, puedes notar que está gritando–. La región es enorme, pero debería estar en el suroeste.
Sin embargo, no parece haber ninguna niña a la vista de tus ojos de pájaro. Tal vez en algún lugar, pero quién sabe.
- Marc y Therax:
- El alboroto repentino no pasa desapercibido en la villa. Algunos habitantes se asoman a las ventanas de sus casas, mirando desde los visillos y pliegues de cortinas, intentando no ser vistos. Sin embargo, podéis notar cómo los ojos van cada vez más y más fijándose en vosotros. Casi justo a tiempo cuando tratáis de descargar vuestra furia sobre el payaso.
Sin embargo, parece que él también se ha preparado para este momento, y a medida que va viendo cómo os preparáis se acerca lo máximo posible a una pared, sin llegar a tocarla, pero cubriendo sus espaldas mientras os mantiene a ambos en rango de visión. De hecho, aunque las ondas de Marc son poderosas no logran abrir por completo un hueco en la defensa del payaso, que consigue frenarlas con algún que otro rasguño, dejando que parte de la energía termine golpeando contra la pared. Sin embargo el ataque de Therax, que podría resultar devastador, sí que consigue dibujarle una curiosa cruz algo por debajo del cuello, pero sí que se puede notar la marca rota en su ropa y los chorros de sangre que por un instante salen disparados. Sin embargo, se ríe más histriónicamente que nunca.
– ¡Esto es la bomba, chicos! –grita entre carcajadas–. ¡¿Por qué no habéis venido antes?!
Respira profundamente, disfrutando del olor de su propia sangre por un instante en silencio. Sus ojos van cambiando de color hacia uno más naranja, más animal, y aunque no puede ser, parece que sus dientes son más afilados que antes.
– Entonces, os cuento yo uno. ¿Sabéis qué es rubio, blandito y grita mucho?
Sin completar la frase comienza a girar como una peonza. Podéis ver cuatro filos girando a su alrededor, y comienza a avanzar hacia delante un metro, dos… Y entonces pega un poderoso salto, intentando llegar hasta la posición de Marc. Parece más rápido y fuerte que hace unos instantes, y a casi un metro de él parece que las tijeras emiten una suave pero potente onda cortante que se sostiene.
Cuando su movimiento termina, simplemente aterriza sobre un tejado, preparándose para saltar de nuevo.
- Zane:
- El hombre arquea una ceja ante tu comentario, pero no responde. Te deja alejarte y va comprobando por entre los edificios destrozados si queda alguien con vida. Su forma de rematar es brutal, aplastándole la cabeza a cada habitante que descubre con una sangre fría inimaginable, pero el caso es que no te sigue. De hecho, ni siquiera parece muy interesado en ti. Es más bien como si buscase algo, pero tampoco podrías asegurarlo. El caso es que ya me contarás qué tal va tu llamada, pero por lo pronto lo que ves es lo siguiente:
Este puerto se suponía el principal de Kuri, y la entrada favorita de Berthil a la isla, por lo que creció rápidamente. De hecho, los edificios de aspecto lujoso y la vida aparentemente acomodada. Los edificios son relativamente altos, de dos y tres plantas, pero de buena hechura. Puedes ver a través de los cristales destrozados todo tipo de decoraciones y objetos, menaje e incluso, en una, una armadura kabuto en lo que en algún momento debió ser una vitrina. Las calles están llenas de escombros, y aunque parece que nadie va a poder contarte lo que ha sucedido en el lugar, parece ser el total responsable.
- Maki:
- Todo parece salir a pedir de Milhouse, si es que alguien se llama así en algún lugar. Los centellas suben deprisa a la nave, entran antes que tú y antes de que las llamas toquen el casco el vehículo está en marcha. Sin embargo, déjame decirte que tu salto ha sido el más espectacular hasta la fecha en esta disciplina. Pasarás a la historia como un visionario, un atleta de talento único y…
– Tampoco eres para tanto –dice Camille “la guarra”, llamada así porque siempre lleva pantalones militares y alguien lo confundió con manchas de verdad.
Os metéis todos en la bañera, tranquilamente, y aunque notas el retumbar de una jauría de aves corriendo tras vuestros pasos parece que les lleváis la suficiente ventaja como para que no puedan golpearos, y finalmente termináis por dejarlos atrás… Aunque, ¿no hay un gallo todavía en el Derian? Canturrea con pena y el Gordo parece estar midiendo cómo va a cocinarlo, pero cada vez se pone más nervioso. Pero no pasa nada, porque antes de daros cuenta habéis chocado contra algo. Sin embargo, esta vez sí, son las murallas de la Capital de la Flor. ¿El problema? Esta está custodiada por el ejército de tu esposa, e igual no quieren que te la lleves. ¿Hora de Maki-style?
- Osuka:
- Seguramente una expresión perpleja haya surgido en su rostro cuando las manos han aparecido bajo sus pies, pero logra evitarlas y las utiliza para impulsarse, dando un salto bastante alto que si no fuese por el mastuerzo de piedra que controlas haría a tu rival inalcanzable. Sin embargo, por suerte eres capaz de atravesarle el muslo con tu hoja, si bien se desembaraza de ella con relativa facilidad. Y cuando pisa el suelo, aunque cojea, se mantiene erguido y orgulloso.
– Ha tenido una muerte más honorable a mis arcos de lo que nunca tendrá a tus puños, extranjero. Aun así… Yo también se jugar a esto.
Toca el suelo, y de él decenas de estacas comienzan a salir en tu dirección mientras un ciervo de madera lo rodea por completo, y entonces carga con sus astas ennegrecidas contra ti.
- Nox y Vile:
- Parece que la vieja puede alejarse de la marea de zombies… Poco. No le hacen caso los más cercanos, pero la anciana tiene una masa de seguidores detrás que poco a poco le van dando alcance. A estas alturas ya asumo que te asegurarás de que sobreviva, y como has podido observar estos bichos no son muy peligrosos para alguien como vosotros. Pero vaya, escoltáis a la abuela junto a vosotros, con una masa de no muertos detrás. Sin embargo, seguro que se os ocurre un método extraordinariamente expeditivo para resolver la situación. Ahora bien, la vieja se derrumba sobre un mojón en el camino, llorando.
– ¿Qué voy a hacer ahora? –murmura entre lágrimas–. Si no puedo volver a casa no tengo nada, y mi familia no está ya, ha muerto toda…
En fin, una retahíla de lamentos propios de una anciana sin mucho que aportar, aunque dice algo de que su sobrino está en Okobore, que si no sé qué, que si no sé cuánto… Pero bueno, ya vosotros sabréis qué hacer.
Si optáis por encaminaros a Udon, tras caminar un rato os toparéis con que en el puente hay una larga caravana de refugiados. Alguna gente toca instrumentos, otros intentan hacer negocio vendiendo comida, pero en general hay una sensación de desazón absoluta entre la gente. De hecho, cuando os acercáis un hombre os mira con mucho recelo, y bastante gente con miedo. Ninguno parece tener intención de hablaros, pero la tensión se masca en el ambiente.
- Kiritsu:
- Bastante repuesto tras los cuidados del Konejo, Kurookami se aproxima a vosotros para escuchar el plan de Arthur. Lanza fugaces miradas a Jack, seguramente porque no termine de entender cómo puede ir tan a su bola sin la menor reprimenda. Pero está feo meterse en los métodos disciplinarios de la brigada que dirige un igual, así que opta por guardar silencio.
―Sea pues ―dice tras unos segundos en los que recorre de nuevo la trayectoria que los dedos de Arthur han tratado sobre el mapa de Wano. Supongamos que no se le ocurre una estrategia mejor―: Aunque estamos apostando muy fuerte a que haya un pasadizo o túnel, ¿no? Si no encontráis nada de eso la operación será una pérdida de tiempo y esfuerzo, ¿no creéis?
Parece que ha recuperado por completo la compostura después del trance en el que se sumió al ver a los extraños lobos. A Almirante no llega cualquiera, al fin y al cabo, pero, como os ha dicho, se presta a levar a cabo vuestro plan. Su fama de severo ―aunque seguramente no tanto como Arthur― le precede, y lo podéis ver cuando echa mano del marine de más alto rango que identifica ―a excepción de vosotros, claro― y se pone a dar órdenes como si no hubiera un mañana. Son cortas y precisas, como cabría esperar.
―Tardaremos un rato en tenerlo todo listo para partir ―os informa al acabar.
Sea como sea, si decidís iniciar el camino hacia las minas de Udon encontraréis un paisaje igual al que os ha estado rodeando en todo momento. No hay ni un alma. Si a alguno le da por consultar de algún modo con el informante que se os acercó antes de la batalla, os comentará que las avanzadillas no ven a las patrullas de Hipatia ―sí, las que protegían la zona de las minas― desde hace un buen rato. No sé si es algo positivo o sospechoso, pero eso sólo podréis decidirlo vosotros. De cualquier modo, podréis imaginar a la luz de estos datos que nadie os intercepta en vuestro camino.
- Ryuu:
- ¿El poder de una Akuma no Mi? Es una teoría bastante razonable, sí, pero no sé cómo se las habrá ingeniado para vivir en el fondo del mar… Bueno, ya podremos enterarnos más adelante. El rostro del gyojin pasa a mostrar una expresión de furia cuando realizas tus movimientos. No percibe una diferencia de poder tan abrumadora entre ambos como para que resultes poco menos que intocable, pero por algún motivo nada de lo que hace sirve para atraparte o estar cerca de ello. Bueno, imagino que tendrá que emplearse más a fondo.
De hecho, eso es lo que hace cuando no se aparta en absoluto de la trayectoria de tu espada. En vez de eso interpone su antebrazo en posición horizontal, dejando que tu voluntad muerda la carne y que el extremo de Kirisame emerja por el otro lado. En el proceso, claro está, alza el brazo para que la hoja no atraviese nada aparte de su antebrazo. Varias de las agujas de agua se clavan en su cuerpo, aunque no a tanta profundidad como te gustaría; ni de cerca para abatirle.
Parece especialmente interesado en tenerte cerca, y es que justo acaba de endurecer el antebrazo herido, rotándolo para, si bien no romper la espada, impedir que te alejes sin soltarla. Seguramente no pueda volver a emplear esa extremidad, pero no parece demasiado preocupado por ello. Por el contrario, lanza un mordisco en dirección a tu cuello en el que muestra unos dientes tremendamente afilados. ¡Ah, ha habido un brillito extraño de nuevo! Esta vez son los dos torsos los que van hacia ti desde la espalda.
Inosuke Dru-zan
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—¿¡Pero tú escuchar!? —pregunté enfadado a Kaya, aunque no sabía si era porque no estaba seguro de que debiera ayudarme o porque estaba preocupado de que saliera herida. Probablemente fueran ambas—. ¡Kayaya, fuera, fuera! ¡Cazapeces, atrapar a Kaya, alejar de aquí!
La pterodáctilo planeó rápidamente en dirección a la pirata tras recibir mi orden, sujetándola por los hombros y llevándosela consigo por el aire. Por mi parte, me enfrentaba a una nueva amenaza. La Maldición, usando una fuerza desmesurada, consiguió hacerse con mi espada jalando ferozmente del pez negro. La atrapó y la cubrió del mismo tono negro del que estaba hecho su cuerpo, listo para contraatacar a pesar de mi ataque y el de Kaya.
Con Kaya alejada y a salvo en el aire junto a Cazapeces no tenía que preocuparme de nada. Mis brazos seguían ligeramente resentidos de mi anterior ataque, y todavía no era capaz de usar las vibraciones, pero sí que podía esgrimir las espadas para atacar con todas mis fuerzas.
Al ver como saltaba hacia mí con su única pierna buena para empezar a girar en el aire como un remolino, decidí hacer lo mismo. Al contrario que él, yo tenía ambas piernas ilesas, así que seguramente podría conseguir un mayor impulso, dotando a mi ataque de mayor potencia. Y eso sin hablar de que yo estaba usando dos espadas y él solo una. No me consideraba la persona más lista del planeta, ni siquiera de la isla, pero estaba seguro de que dos aceros hacían más daño que uno. En el aire, nada más saltar, doté a mi cuerpo de una rotación similar a la suya, buscando un choque frontal. Al usar el mismo ataque, el más fuerte debería salir ganando, y a juzgar por sus heridas ese debería ser yo. O al menos eso pensaba mientras me lanzaba de cabeza al enemigo.
—Yo derrotar a tiiiiiiiii —pregonaba mientras realizaba el ataque.
La pterodáctilo planeó rápidamente en dirección a la pirata tras recibir mi orden, sujetándola por los hombros y llevándosela consigo por el aire. Por mi parte, me enfrentaba a una nueva amenaza. La Maldición, usando una fuerza desmesurada, consiguió hacerse con mi espada jalando ferozmente del pez negro. La atrapó y la cubrió del mismo tono negro del que estaba hecho su cuerpo, listo para contraatacar a pesar de mi ataque y el de Kaya.
Con Kaya alejada y a salvo en el aire junto a Cazapeces no tenía que preocuparme de nada. Mis brazos seguían ligeramente resentidos de mi anterior ataque, y todavía no era capaz de usar las vibraciones, pero sí que podía esgrimir las espadas para atacar con todas mis fuerzas.
Al ver como saltaba hacia mí con su única pierna buena para empezar a girar en el aire como un remolino, decidí hacer lo mismo. Al contrario que él, yo tenía ambas piernas ilesas, así que seguramente podría conseguir un mayor impulso, dotando a mi ataque de mayor potencia. Y eso sin hablar de que yo estaba usando dos espadas y él solo una. No me consideraba la persona más lista del planeta, ni siquiera de la isla, pero estaba seguro de que dos aceros hacían más daño que uno. En el aire, nada más saltar, doté a mi cuerpo de una rotación similar a la suya, buscando un choque frontal. Al usar el mismo ataque, el más fuerte debería salir ganando, y a juzgar por sus heridas ese debería ser yo. O al menos eso pensaba mientras me lanzaba de cabeza al enemigo.
—Yo derrotar a tiiiiiiiii —pregonaba mientras realizaba el ataque.
- Resumen:
- Hacer que Cazapeces se lleve a Kaya por el aire y atacar con el mismo movimiento a Dark Ino.
Prometeo
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La repentina aparición del pirata había sido muy afortunada, permitiendo que Prometeo volviera a transformarse en fénix para continuar con la búsqueda de Hitomi. Aún no era el momento para hacer preguntas, pero luego las haría. Quería profundizar sobre la guerra que sucedía en Wano y encontrar una manera de detenerla. Había apostado por una chica que aún no conocía, por una niña que ni siquiera sabía si seguía con vida, pero su filosofía de vida radicaba especialmente en la esperanza. Así que las llamas azules volvieron a brillar con fuerza en la oscuridad.
Prometeo se acomodó para que los samuráis pudieran subir sin ningún problema a su lomo. Una vez estuvieron acomodados, dedicó una última mirada al pirata y luego golpeó el cielo con las alas, alejándose poco a poco del suelo. Una silueta (o más bien dicho un cúmulo de ellas) llamó su atención, girando la cabeza y aguzando la mirada. Una niña iba en los brazos de una mujer con una apariencia familiar. Estaba seguro de que esas alas pertenecían a la mujer que conoció en Murynos tiempo atrás; tampoco es que hubiera demasiados humanos con alas en la espalda, en cualquier caso.
Según recordaba, la señorita Lysbeth era una persona amable y fuerte que protegía a los demás, además tenía en muy alta estima a Gabi. No le sería raro que las chicas que viajaban con ella en realidad fueran sus protegidas, dos desafortunadas criaturas afectadas por la guerra. Prometeo era bueno evaluando ciertos datos estadísticos usados en la actividad económica, aunque también podían ser llevados a la cotidianidad. O bien ser empleados para calcular la probabilidad aproximada de que la chica que la señorita Lysbeth cargaba en los brazos era Hitomi. Había algunos antecedentes a tomar en cuenta, como la personalidad de la pirata y la dirección de procedencia del vuelo. En resumen, podía permitirse perder cinco minutos para comprobar su teoría.
—Primero quiero corroborar una cosa —les anunció a los samuráis en el momento en que giró, alejándose del oeste.
El revolucionario decidió seguir a la pirata, intentando ir más rápido que ella para eventualmente alcanzarla. Seguro que la señorita Lysbeth no se espantaría por ver a un ave en llamas azules volar a su lado, pero no podía decir lo mismo de las otras personas que viajaban con ella, aunque por lo general la gente tendía a maravillarse cuando le veían transformado en fénix. Se dio cuenta de que iban camino a un pueblo y, en caso de que decidieran hacer una parada, aprovecharía la oportunidad para descender y presentarse de manera amable y educada. Evitaría las etiquetas propuestas en la sección de «Conductas de un revolucionario» del MANUAL, pues le parecía excesivamente rebelde oler las axilas de las personas a modo de saludo.
—Buenas… ¿tardes? Soy Prometeo, señorita Lysbeth, nos conocimos en Murynos, ¿lo recuerda? —le diría a la pirata y saludaría con un gesto de cabeza a las otras dos señoritas—. Es una sorpresa encontrarla en este lugar, es un alivio saber que está bien. —El revolucionario voltearía la mirada hacia la chica para entonces hablarle—. La pregunta que te haré podrá sonar inapropiada y pido perdón por ello, pero la respuesta es importante para la gente de este país. ¿Tú eres… Hitomi?
Dependiendo de la respuesta de la niña haría una cosa u otra. En caso de que no fuera la persona a quien buscaba, le comentaría la situación a la señorita Lysbeth, compartiría su número de contacto y entonces marcharía de vuelta al oeste.
Prometeo se acomodó para que los samuráis pudieran subir sin ningún problema a su lomo. Una vez estuvieron acomodados, dedicó una última mirada al pirata y luego golpeó el cielo con las alas, alejándose poco a poco del suelo. Una silueta (o más bien dicho un cúmulo de ellas) llamó su atención, girando la cabeza y aguzando la mirada. Una niña iba en los brazos de una mujer con una apariencia familiar. Estaba seguro de que esas alas pertenecían a la mujer que conoció en Murynos tiempo atrás; tampoco es que hubiera demasiados humanos con alas en la espalda, en cualquier caso.
Según recordaba, la señorita Lysbeth era una persona amable y fuerte que protegía a los demás, además tenía en muy alta estima a Gabi. No le sería raro que las chicas que viajaban con ella en realidad fueran sus protegidas, dos desafortunadas criaturas afectadas por la guerra. Prometeo era bueno evaluando ciertos datos estadísticos usados en la actividad económica, aunque también podían ser llevados a la cotidianidad. O bien ser empleados para calcular la probabilidad aproximada de que la chica que la señorita Lysbeth cargaba en los brazos era Hitomi. Había algunos antecedentes a tomar en cuenta, como la personalidad de la pirata y la dirección de procedencia del vuelo. En resumen, podía permitirse perder cinco minutos para comprobar su teoría.
—Primero quiero corroborar una cosa —les anunció a los samuráis en el momento en que giró, alejándose del oeste.
El revolucionario decidió seguir a la pirata, intentando ir más rápido que ella para eventualmente alcanzarla. Seguro que la señorita Lysbeth no se espantaría por ver a un ave en llamas azules volar a su lado, pero no podía decir lo mismo de las otras personas que viajaban con ella, aunque por lo general la gente tendía a maravillarse cuando le veían transformado en fénix. Se dio cuenta de que iban camino a un pueblo y, en caso de que decidieran hacer una parada, aprovecharía la oportunidad para descender y presentarse de manera amable y educada. Evitaría las etiquetas propuestas en la sección de «Conductas de un revolucionario» del MANUAL, pues le parecía excesivamente rebelde oler las axilas de las personas a modo de saludo.
—Buenas… ¿tardes? Soy Prometeo, señorita Lysbeth, nos conocimos en Murynos, ¿lo recuerda? —le diría a la pirata y saludaría con un gesto de cabeza a las otras dos señoritas—. Es una sorpresa encontrarla en este lugar, es un alivio saber que está bien. —El revolucionario voltearía la mirada hacia la chica para entonces hablarle—. La pregunta que te haré podrá sonar inapropiada y pido perdón por ello, pero la respuesta es importante para la gente de este país. ¿Tú eres… Hitomi?
Dependiendo de la respuesta de la niña haría una cosa u otra. En caso de que no fuera la persona a quien buscaba, le comentaría la situación a la señorita Lysbeth, compartiría su número de contacto y entonces marcharía de vuelta al oeste.
- Resumen:
- Seguir a Lysbeth para comprobar una teoría y luego hacer una pregunta. LA PREGUNTA.
Maki
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-¿Cómo no hemos visto esto?
-Pues...
-Es un muro enorme. Literalmente es una ciudad entera. Y nos hemos chocado con ella.
-Esto debería ser la Capital del Olor a Pescado.
-Pero hemos llegado, ¿no?
-Asno, o comes con la boca cerrada o dejas el nabo.
-La dicotomía entre neo-comunismo moderado y la opresión actual no puede...
-Y yo le dije que siempre llevo un tanga en el bolsillo, que no pensara mal.
Maki pidió silencio. Estaba convencido de que al final tendría que tirar el Derian si seguían atropellando cosas. El frontal del barco no estaba en su mejor momento, y le iba a tocar repintar un poco. Bueno, le iba a tocar pedirle a alguien que lo pintara. Los Centellas no le dejaban acercarse a una brocha desde la última vez que redecoró el cuartel general. Decían que seis capas eran muchas, los muy bobos. No apreciaban el mareante y adictivo olor de la pintura.
Cuando terminó su examen del vehículo volvió a concentrarse en el trabajo. Por fin había llegado a la capital, o eso decían todos los que habían mirado un mapa, que no era su caso. La cuestión era qué hacer a continuación. Como soberano de la Isla Gyojin, el ejército del fondo del mar estaba bajo su mando, pero si él fuese un soldado tendría más miedo de Hipatia que de él. Maki jamás les habría mandado a dormir al sofá ni habría cortado la cabeza a sus peluches solo por diversión.
Lo que tenía que hacer era una entrada imponente. ¿Dónde estaba la puerta? No podía entrar a través de un muro ni ponerse a gritar como un verdulero. Con un rodeo rápido en el barco terrestre no tardarían en encontrarla. Había que aparecer como un rey, como un poderoso líder militar al que obedecer y seguir. Suerte que ya tenía algo pensado.
-Vale, ¿os acordáis de lo que hemos hablado? -preguntó a sus chicos.
-¿De verdad tenemos que hacerlo?
-Pues claro. Será diver.
Se hicieron los preparativos y la espectacular entrada de Maki pudo comenzar. Con la bandera de la Revolución izada en un mástil llevado exclusivamente para eso, el Derian avanzaría hacia la principal entrada de la capital, con el imponente dragón que era símbolo de la rebeldía en el mundo entero alzándose sobre sus bravos guerreros.
Por delante de ellos, Cecilia la Floja y Huelepiedras Rockson tenían que ir desenrollando una alfombra de oro. Había quedado un poco arrugada y chamuscadilla durante el camino, pero seguía molando. A los lados del barco, Jack el Asno, los gemelos Ovejunos y Héctor Bocaabierta soltarían las bandadas de luciérnagas para dar color a la comitiva, mientras que Shakespeare y Olorosa Kate prendían los fuegos artificiales desde retaguardia. El resto quedarían bajo el mando de Fruto Seco Ibar, todos subidos sobre monociclos, vestidos con cintas de colores y haciendo malabares con bolos en llamas mientras Maki los observaba con la frialdad propia de la realeza desde la cubierta del Derian.
-Y no os olvidéis de cantar -les dijo. Llevaban cuatro semanas ensayando todas las noches para que el número musical saliera bien.
Así empezaba la canción, y era un gustazo oírsela a los Centellas. Con eso no habría soldado gyojin que no le reconociese y se pusiera a su servicio.
-Pues...
-Es un muro enorme. Literalmente es una ciudad entera. Y nos hemos chocado con ella.
-Esto debería ser la Capital del Olor a Pescado.
-Pero hemos llegado, ¿no?
-Asno, o comes con la boca cerrada o dejas el nabo.
-La dicotomía entre neo-comunismo moderado y la opresión actual no puede...
-Y yo le dije que siempre llevo un tanga en el bolsillo, que no pensara mal.
Maki pidió silencio. Estaba convencido de que al final tendría que tirar el Derian si seguían atropellando cosas. El frontal del barco no estaba en su mejor momento, y le iba a tocar repintar un poco. Bueno, le iba a tocar pedirle a alguien que lo pintara. Los Centellas no le dejaban acercarse a una brocha desde la última vez que redecoró el cuartel general. Decían que seis capas eran muchas, los muy bobos. No apreciaban el mareante y adictivo olor de la pintura.
Cuando terminó su examen del vehículo volvió a concentrarse en el trabajo. Por fin había llegado a la capital, o eso decían todos los que habían mirado un mapa, que no era su caso. La cuestión era qué hacer a continuación. Como soberano de la Isla Gyojin, el ejército del fondo del mar estaba bajo su mando, pero si él fuese un soldado tendría más miedo de Hipatia que de él. Maki jamás les habría mandado a dormir al sofá ni habría cortado la cabeza a sus peluches solo por diversión.
Lo que tenía que hacer era una entrada imponente. ¿Dónde estaba la puerta? No podía entrar a través de un muro ni ponerse a gritar como un verdulero. Con un rodeo rápido en el barco terrestre no tardarían en encontrarla. Había que aparecer como un rey, como un poderoso líder militar al que obedecer y seguir. Suerte que ya tenía algo pensado.
-Vale, ¿os acordáis de lo que hemos hablado? -preguntó a sus chicos.
-¿De verdad tenemos que hacerlo?
-Pues claro. Será diver.
Se hicieron los preparativos y la espectacular entrada de Maki pudo comenzar. Con la bandera de la Revolución izada en un mástil llevado exclusivamente para eso, el Derian avanzaría hacia la principal entrada de la capital, con el imponente dragón que era símbolo de la rebeldía en el mundo entero alzándose sobre sus bravos guerreros.
Por delante de ellos, Cecilia la Floja y Huelepiedras Rockson tenían que ir desenrollando una alfombra de oro. Había quedado un poco arrugada y chamuscadilla durante el camino, pero seguía molando. A los lados del barco, Jack el Asno, los gemelos Ovejunos y Héctor Bocaabierta soltarían las bandadas de luciérnagas para dar color a la comitiva, mientras que Shakespeare y Olorosa Kate prendían los fuegos artificiales desde retaguardia. El resto quedarían bajo el mando de Fruto Seco Ibar, todos subidos sobre monociclos, vestidos con cintas de colores y haciendo malabares con bolos en llamas mientras Maki los observaba con la frialdad propia de la realeza desde la cubierta del Derian.
-Y no os olvidéis de cantar -les dijo. Llevaban cuatro semanas ensayando todas las noches para que el número musical saliera bien.
Llegaaaaa el Gran Makiii,
Gloriaaaaa al Gran Makiii
Gloriaaaaa al Gran Makiii
Así empezaba la canción, y era un gustazo oírsela a los Centellas. Con eso no habría soldado gyojin que no le reconociese y se pusiera a su servicio.
- Resumen:
Aki D. Arlia
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Por fin habían logrado alejarse. Ya no había más antorchas, ya no estaban a la vista los extraños hombres. Estaban a salvo, de momento al menos. El vuelo fue calmado y recorrieron pronto la distancia que necesitaban. Udon se abría a sus pies enorme, pero desde luego no majestuoso. Allá abajo en tierra firme se había desatado el caos. La guerra hacía de las suyas y aunque la gente suela imaginarse dos enormes y fieros ejércitos chocando el uno contra el otro en nombre del honor y de la paz, a la hora de la verdad la guerra era simplemente lo que las tres mujeres contemplaban con aprehensión.
Peleas. Peleas desiguales, de hecho. Vieron pueblos apresados por los piratas, a punto o en proceso de ser asesinados a sangre fría. En otro extremo, los gyojins se dirigían a la capital. ¿Para aclamar a la reina o para reclamar que vaciara el trono y se lo diera a alguien legítimo? Sabía que la soberana no llevaba mucho reinando, precisamente, y que no estaba exenta de controversias. No podía asegurar nada a simple vista, pero tampoco tenía la menor intención de meterse en lo que ocurría bajo sus pies.
O no la tenía, al menos, hasta que Hitomi protestó. Entendía sus razones, pero por más que tuviera sus recursos no estaba segura de que bajar y ponerse a lidiar con todos y cada uno de los piratas fuera a ser algo productivo. En cuanto se quedaran mucho tiempo en un sitio los hombres las alcanzarían, lo sabía. Simplemente lo sabía. Y no podía permitirlo.
Cambió de idea, eso sí, al percibir un extraño brillo azulado por el rabillo del ojo. Su primer instinto fue ponerse en guardia y llevarse la mano al costado para agarrar uno de sus sai, pero luego activó su mantra y esbozó una pequeña sonrisa al reconocer de quién se trataba. Descendió con suavidad, mientras pensaba que debería haberlo sabido desde el principio. No había muchos pájaros gigantes de color azul, al fin y al cabo. Dejó que Shinobu descendiera, pero permaneció con Hitomi en brazos. Que le conociera no implicaba que estuviera de su parte.
- Lo mismo digo.- dijo con una pequeña sonrisa. Sin embargo, frunció el ceño al escuchar su pregunta. Demasiado acertado, ¿no? La estrechó un poco más contra sí, mientras respondía con cautela.
-Chicas, Prometeo pertenece a la revolución. Es un buen hombre.- Intentó que no pareciera que era una burla, aunque al recordar cómo había acabado su único encuentro no podía evitar divertirle la frase.- Estoy ayudando a Hitomi en una pequeña gesta personal. En realidad, le gustaría que a mayores terminara con los piratas, pero no creo que sea posible.- Volvió a fruncir el ceño, recordando por qué no había querido bajar en primer lugar.- Nos persiguen y aunque les sacamos algo de ventaja, no me gustaría estar demasiado tiempo parada. Eres libre de unirte si así lo deseas.
Escucharía lo que tenía que decirle y si quería ir con ellas, volvería a alzar el vuelo. Sabía que Prometeo no tendría ningún problema para seguirla. Lo sentía por los aldeanos, pero tenían que priorizar. Quizá pudiera volver a echar un cable una vez la niña estuviera a salvo.
-Por cierto...- Añadió.- ¿Qué es de Gabi?
Peleas. Peleas desiguales, de hecho. Vieron pueblos apresados por los piratas, a punto o en proceso de ser asesinados a sangre fría. En otro extremo, los gyojins se dirigían a la capital. ¿Para aclamar a la reina o para reclamar que vaciara el trono y se lo diera a alguien legítimo? Sabía que la soberana no llevaba mucho reinando, precisamente, y que no estaba exenta de controversias. No podía asegurar nada a simple vista, pero tampoco tenía la menor intención de meterse en lo que ocurría bajo sus pies.
O no la tenía, al menos, hasta que Hitomi protestó. Entendía sus razones, pero por más que tuviera sus recursos no estaba segura de que bajar y ponerse a lidiar con todos y cada uno de los piratas fuera a ser algo productivo. En cuanto se quedaran mucho tiempo en un sitio los hombres las alcanzarían, lo sabía. Simplemente lo sabía. Y no podía permitirlo.
Cambió de idea, eso sí, al percibir un extraño brillo azulado por el rabillo del ojo. Su primer instinto fue ponerse en guardia y llevarse la mano al costado para agarrar uno de sus sai, pero luego activó su mantra y esbozó una pequeña sonrisa al reconocer de quién se trataba. Descendió con suavidad, mientras pensaba que debería haberlo sabido desde el principio. No había muchos pájaros gigantes de color azul, al fin y al cabo. Dejó que Shinobu descendiera, pero permaneció con Hitomi en brazos. Que le conociera no implicaba que estuviera de su parte.
- Lo mismo digo.- dijo con una pequeña sonrisa. Sin embargo, frunció el ceño al escuchar su pregunta. Demasiado acertado, ¿no? La estrechó un poco más contra sí, mientras respondía con cautela.
-Chicas, Prometeo pertenece a la revolución. Es un buen hombre.- Intentó que no pareciera que era una burla, aunque al recordar cómo había acabado su único encuentro no podía evitar divertirle la frase.- Estoy ayudando a Hitomi en una pequeña gesta personal. En realidad, le gustaría que a mayores terminara con los piratas, pero no creo que sea posible.- Volvió a fruncir el ceño, recordando por qué no había querido bajar en primer lugar.- Nos persiguen y aunque les sacamos algo de ventaja, no me gustaría estar demasiado tiempo parada. Eres libre de unirte si así lo deseas.
Escucharía lo que tenía que decirle y si quería ir con ellas, volvería a alzar el vuelo. Sabía que Prometeo no tendría ningún problema para seguirla. Lo sentía por los aldeanos, pero tenían que priorizar. Quizá pudiera volver a echar un cable una vez la niña estuviera a salvo.
-Por cierto...- Añadió.- ¿Qué es de Gabi?
- resumen:
- reunirme con prometeo, decirle que si quiere unirse, escuchar lo que me diga y si se acopla seguir volando.
Gareth Silverwing
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- No será la primera vez que nuestro comportamiento pille desprevenido al enemigo, tomamos un gran riesgo, lo sé, pero tampoco logramos nada cargando directamente a una capital fuertemente armada. Si nos vigilan comenzarán a hacerse preguntas, le sorprendería saber la cantidad de veces que el enemigo tiende a cometer errores porque piensa que tenemos un plan sólido en vez de una apuesta. - Dicho esto terminaría de atar cabos en el puerto y asegurarme de que está todo listo.
Salimos una vez todos terminamos nuestros objetivos, asegurándonos de que los soldados estaban remendados, motivados, alimentados y sanamente paranoicos. Tal y como había planteado iríamos sólo nosotros con la única excepción de los exploradores. El camino estaba siendo sospechosamente aburrido, nada nos salía al paso ni intentaba detenernos. Puede que el despliegue de fuerzas en el puerto hiciera que las fuerzas enemigas se replanteasen sus intentos de emboscadas y optasen por reagruparse. De todas formas me negaba a pensar que no tuvieran un ojo sobre nosotros, y eso era lo que quería, separar la atención del enemigo del almirante, obligarlo a decidir si quería usar sus mejores fuerzas sobre una fuerza invasora o sobre los ases de la Marina. Que hubiera un túnel o no era una excusa, la confusión en el mando contrario era lo único que me interesaba, el tiempo estaba en nuestra contra y en la suya, tener que tomar esas decisiones era un lujo que no se podían permitir.
Para mi sorpresa las minas, según nos informaron, se encontraban completamente vacías. Las tropas de Hipatia parecían haberse retirado de allí sin dejar rastro. Esto podía significar varias cosas, la primera que al escuchar las noticias del puerto se habían retirado para poder agruparse con una fuerza mayor. La segunda que estaban tratando de realizar una emboscada como la que hicieron antes, las minas era un terreno idóneo para asaltar a una fuerza enemiga aprovechando el poco espacio y un terreno elevado. La tercera era la que más me llamaba la atención, si habían desaparecido sin dejar rastro era que podían haber usado un túnel para moverse, si les interesaba defender la capital era posible que lográsemos encontrar aquello que habíamos ido a buscar. Pero hasta que no llegásemos no podíamos estar seguros.
Salimos una vez todos terminamos nuestros objetivos, asegurándonos de que los soldados estaban remendados, motivados, alimentados y sanamente paranoicos. Tal y como había planteado iríamos sólo nosotros con la única excepción de los exploradores. El camino estaba siendo sospechosamente aburrido, nada nos salía al paso ni intentaba detenernos. Puede que el despliegue de fuerzas en el puerto hiciera que las fuerzas enemigas se replanteasen sus intentos de emboscadas y optasen por reagruparse. De todas formas me negaba a pensar que no tuvieran un ojo sobre nosotros, y eso era lo que quería, separar la atención del enemigo del almirante, obligarlo a decidir si quería usar sus mejores fuerzas sobre una fuerza invasora o sobre los ases de la Marina. Que hubiera un túnel o no era una excusa, la confusión en el mando contrario era lo único que me interesaba, el tiempo estaba en nuestra contra y en la suya, tener que tomar esas decisiones era un lujo que no se podían permitir.
Para mi sorpresa las minas, según nos informaron, se encontraban completamente vacías. Las tropas de Hipatia parecían haberse retirado de allí sin dejar rastro. Esto podía significar varias cosas, la primera que al escuchar las noticias del puerto se habían retirado para poder agruparse con una fuerza mayor. La segunda que estaban tratando de realizar una emboscada como la que hicieron antes, las minas era un terreno idóneo para asaltar a una fuerza enemiga aprovechando el poco espacio y un terreno elevado. La tercera era la que más me llamaba la atención, si habían desaparecido sin dejar rastro era que podían haber usado un túnel para moverse, si les interesaba defender la capital era posible que lográsemos encontrar aquello que habíamos ido a buscar. Pero hasta que no llegásemos no podíamos estar seguros.
- Resumen:
- Marchar a las minas y planear lo que puede estar pasando.
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El movimiento del gyojin, o mejor dicho, el hecho de que no se moviera pilló por sorpresa a Ryuu. Interpuso su brazo en la caída del joven. Kirisame atravesó limpiamente la extremidad de lado a lado mientras las agujas de agua se clavaban en distintos puntos de su cuerpo. Sin embargo el hombre pez no se amilanó, y en una maniobra realmente inesperada endureció su antebrazo para atrapar en él la espada y lanzarse con los dientes por delante. Sus afilados colmillos buscaban el cuello del samurái, quien al mismo tiempo sintió un pitido en sus oídos que le avisaba de lo que se acercaba por su espalda. No tenía escapatoria, alguno de los golpes iba a alcanzarle. Pero podía elegir cuál, y de qué forma lo haría.
Así, consciente de que el mayor peligro para su vida lo conformaban los dientes del habitante del mar, concentró su endurecimiento en su cuello. Las mandíbulas de su enemigo se cerraron en torno a él, pero por muy afilados que fueran sus colmillos resultaría imposible que pudieran superar una defensa como aquella.
El dolor le invadió cuando los dos torsos le golpearon en la espalda. Pese a que había modificado su postura para amortiguar el impacto y reducir los daños sintió multitud de punzadas de gran intensidad. Un grito escapó sin poder evitarlo de su garganta mientras su cuerpo se dejaba empujar hacia delante por la fuerza de los dos torsos que le acababan de golpear, buscando pillar por sorpresa a su enemigo. Aprovechando que también él se había acercado aún más para morderle, el joven permitió que el impacto recibido por la espalda redujera aún más la distancia entre ambos para que su espada, sujetada con ambas manos para intentar evitar perder el agarre debido al dolor, se clavara en el pecho del gyojin.
Era una maniobra temeraria y arriesgada, aunque no mucho más de lo que lo había sido la de su adversario. No sabía si iba a funcionar o no, pues el dolor que sentía en su espalda era atroz, pero en aquel espacio tan reducido y teniendo a su favor tanto la trayectoria del gyojin como la de los torsos era probable que la propia inercia de los movimientos hiciera el resto y Kirisame se hundiera en el pecho de su oponente. Tan solo debía resistir el dolor, y estaba decidido a hacerlo. La vida de su madre y su hermana dependían de ello. Así, su grito de dolor se transformó en uno que estaba impregnado de toda la fuerza de su voluntad, de la firme decisión de no permitir que nada malo sucediera a sus seres queridos.
Así, consciente de que el mayor peligro para su vida lo conformaban los dientes del habitante del mar, concentró su endurecimiento en su cuello. Las mandíbulas de su enemigo se cerraron en torno a él, pero por muy afilados que fueran sus colmillos resultaría imposible que pudieran superar una defensa como aquella.
El dolor le invadió cuando los dos torsos le golpearon en la espalda. Pese a que había modificado su postura para amortiguar el impacto y reducir los daños sintió multitud de punzadas de gran intensidad. Un grito escapó sin poder evitarlo de su garganta mientras su cuerpo se dejaba empujar hacia delante por la fuerza de los dos torsos que le acababan de golpear, buscando pillar por sorpresa a su enemigo. Aprovechando que también él se había acercado aún más para morderle, el joven permitió que el impacto recibido por la espalda redujera aún más la distancia entre ambos para que su espada, sujetada con ambas manos para intentar evitar perder el agarre debido al dolor, se clavara en el pecho del gyojin.
Era una maniobra temeraria y arriesgada, aunque no mucho más de lo que lo había sido la de su adversario. No sabía si iba a funcionar o no, pues el dolor que sentía en su espalda era atroz, pero en aquel espacio tan reducido y teniendo a su favor tanto la trayectoria del gyojin como la de los torsos era probable que la propia inercia de los movimientos hiciera el resto y Kirisame se hundiera en el pecho de su oponente. Tan solo debía resistir el dolor, y estaba decidido a hacerlo. La vida de su madre y su hermana dependían de ello. Así, su grito de dolor se transformó en uno que estaba impregnado de toda la fuerza de su voluntad, de la firme decisión de no permitir que nada malo sucediera a sus seres queridos.
- Resumen:
- Ser alcanzado por los torsos y aprovechar mi capacidad de amortiguación para, pese al dolor, dejar que su propia fuerza me acerque más al gyojin para intentar que mi espada se hunda en su pecho.
Marc Kiedis
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Pese a que los ataques combinados de ambos miembros de los Arashi consiguieron herirle de gravedad, o al menos esa sensación daba por la cantidad de sangre que manaba de su cuello, el tipo continuó riéndose como si de un loco se tratara. De hecho parecía regocijarse en su propia sangre. ¿Qué le pasaba a aquel tipo? Algo en su cabeza no funcionaba bien, o al menos esa fue la única conclusión a la que pudo llegar el semigigante.
Poco después su cuerpo pareció cambiar ligeramente, dando también la sensación de que su poder había aumentado. Comenzó a girar sobre sí mismo a gran velocidad, como si de una peonza se tratara, y con un descomunal salto se situó al lado de Marc. Este, sujetando a Kotai-Hi en posición de guardia, se mantuvo atento a su oponente. Cuando una onda cortante con aspecto de ser realmente poderosa emergió de las tijeras, el grandullón estaba listo. Perfectamente consciente de que sus capacidades no le permitían esquivar ataques tan veloces, y menos aún a tan corta distancia, optó por la confrontación directa.
Imbuyendo su espadón en Haki, provocó un choque entre este y la onda. Pero no se limitó a interponer su arma en la trayectoria del ataque dirigido hacia él, sino que atacó a la onda, tratando de destruirla. La descomunal fuerza del semigigante, unida al tamaño y resistencia de su espadón, resultaba un oponente contra el que nada ni nadie querría chocar.
Acto seguido, y viendo que su adversario se había alejado de nuevo, comenzaría a moverse a su alrededor en su nube voladora para, desde tres direcciones distintas, disparar tres balas de queso imbuidas en Haki. Los dedos índice y pulgar de su mano izquierda simularon la forma de una pistola, y los tres proyectiles salieron disparados de forma sucesiva, buscando el cuerpo de su enemigo.
Poco después su cuerpo pareció cambiar ligeramente, dando también la sensación de que su poder había aumentado. Comenzó a girar sobre sí mismo a gran velocidad, como si de una peonza se tratara, y con un descomunal salto se situó al lado de Marc. Este, sujetando a Kotai-Hi en posición de guardia, se mantuvo atento a su oponente. Cuando una onda cortante con aspecto de ser realmente poderosa emergió de las tijeras, el grandullón estaba listo. Perfectamente consciente de que sus capacidades no le permitían esquivar ataques tan veloces, y menos aún a tan corta distancia, optó por la confrontación directa.
Imbuyendo su espadón en Haki, provocó un choque entre este y la onda. Pero no se limitó a interponer su arma en la trayectoria del ataque dirigido hacia él, sino que atacó a la onda, tratando de destruirla. La descomunal fuerza del semigigante, unida al tamaño y resistencia de su espadón, resultaba un oponente contra el que nada ni nadie querría chocar.
Acto seguido, y viendo que su adversario se había alejado de nuevo, comenzaría a moverse a su alrededor en su nube voladora para, desde tres direcciones distintas, disparar tres balas de queso imbuidas en Haki. Los dedos índice y pulgar de su mano izquierda simularon la forma de una pistola, y los tres proyectiles salieron disparados de forma sucesiva, buscando el cuerpo de su enemigo.
- Resumen:
- Golpear la onda cortante con mi espadón para defenderme de ella y después moverme en mi nube alrededor del payaso macabro y dispararle tres balas de queso imbuidas en Haki.
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Es un tipo duro, este cerdo negro. O al menos afortunado. Sus extremidades útiles van reduciéndose, pero sigue aún con vida. Si es que se puedeSe ha librado por un pelo de tener un agujero nuevo en la cabeza y yo me he quedado con las ganas de cerrarle contundentemente la boca a Inosuke. El salvaje sigue insistiendo en que peleará solo, lo cual es tan absurdo que solo puede ser idea de un pirata. Como si fuese a quedarme mirando a un lado pudiendo acabar con él cuanto antes...
-Oye, si te crees que voy a...
El resto de la frase muere en mi cabeza por culpa de que Inosuke tiene una mascota aún más obstusa que él. El lagarto volador interviene a una orden suya para raptarme como a una presa y alejarme de la zona de combate. ¡El idiota de Ino le ordena que me lleve volando! ¡A mí! El dinosaurio me levanta, aferrándome con esas patas tan duras y frías. Da un poco de asco. A saber en qué tripas ha hurgado con esas garras con las que ahora me toca.
Me siento tentada de lastrar a este bicho con un peso inasumible para él -que viendo lo raquítico de este dinosaurio miniatura infraalimentado no debe ser mucho-, pero tal vez haya una forma mejor de aprovechar su interrupción.
El bicho me levanta unos metros mientras los dos cerdos intercambian ataques a ras de suelo. Aprovecharé el momento. Le tiro del ala al pobre Cazapeces para hacer que se mueva hacia donde yo quiero y entonces, cuando la cabeza del Ino negro coincide con la X que he dibujado en mi mente, reúno algo de haki como colchón y me dejo llevar por mi poder para caer sobre el monstruo de tinta convertida en un meteorito de cien toneladas.
-Oye, si te crees que voy a...
El resto de la frase muere en mi cabeza por culpa de que Inosuke tiene una mascota aún más obstusa que él. El lagarto volador interviene a una orden suya para raptarme como a una presa y alejarme de la zona de combate. ¡El idiota de Ino le ordena que me lleve volando! ¡A mí! El dinosaurio me levanta, aferrándome con esas patas tan duras y frías. Da un poco de asco. A saber en qué tripas ha hurgado con esas garras con las que ahora me toca.
Me siento tentada de lastrar a este bicho con un peso inasumible para él -que viendo lo raquítico de este dinosaurio miniatura infraalimentado no debe ser mucho-, pero tal vez haya una forma mejor de aprovechar su interrupción.
El bicho me levanta unos metros mientras los dos cerdos intercambian ataques a ras de suelo. Aprovecharé el momento. Le tiro del ala al pobre Cazapeces para hacer que se mueva hacia donde yo quiero y entonces, cuando la cabeza del Ino negro coincide con la X que he dibujado en mi mente, reúno algo de haki como colchón y me dejo llevar por mi poder para caer sobre el monstruo de tinta convertida en un meteorito de cien toneladas.
- Resumen:
- Aprovechar que el dinosaurio se lleva a Kaya para dejarse caer desde arriba sobre el Ino malvado y aplastarlo. Literalmente.
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