Por desgracia para él, aquel zoquete no tenía la menor idea de lo que había sucedido realmente, pero mostrarle la realidad tampoco hubiese tenido demasiado sentido. Ni Zane ni él habrían recorrido a toda velocidad semejante distancia para hacer las veces de adalides de la justicia de no ser porque... bueno, la familia del pelirrojo residía en Wano. El único motivo por el que él y los suyos habían sido encadenados como simples animales de carga era que habían escogido el peor enclave para poner en práctica su "libertad".
―Entiendo entonces que no os...
Y todo se apagó. La vida misma pareció hacerlo, arrebatando cualquier atisbo de luz a la taberna. No podía distinguir qué había sucedido, pero lo cierto era que ni siquiera el resplandor que hasta hace poco había entrado por las ventanas iluminaba el interior. Las palabras del de la barra continuaron sucediéndose, adquiriendo un matiz cada vez más demente conforme iban abandonando sus labios. Pudo percibir el susurro cerca, demasiado cerca, y poco después pudo volver a ver.
«Vaya por Dios», pensó al apreciar los tonos rojizos que habían pasado a decorar los rostros de todos los presentes en la taberna. El ambiente, ya tenso y amenazador de por sí, había alcanzado el siguiente nivel y todo hacía pensar que la batalla estaba a punto de comenzar. Marc debió pensar lo mismo, pues el queso comenzó a nacer de él y extenderse por la zona. El rubio siempre lo había odiado ―no a Marc, sino a esa cosa que liberaba con la facilidad de un atleta para sudar―, pero luchó por desterrar el nauseabundo olor que golpeaba sus fosas nasales y centrarse en lo verdaderamente importante.
No podía contar con que todos los presentes fuesen sorprendidos y, en consecuencia, atrapados. Por otro lado, siendo únicamente dos necesitarían margen de movimiento para poder enfrentarse a un grupo tan nutrido como aquél, y las paredes estorbaban para ello. Decidió matar dos pájaros de un tiro, de forma que el viento comenzó a rugir con furia en el interior del local. Marc estaba acostumbrado a él, lo que, sumado a su peso, debería permitir que no se viese afectado en absoluto por el mismo.
Lo hizo girar y soplar con gran violencia, estableciendo un perímetro en torno a él y su compañero y expandiéndolo con la fuerza del más temible tornado. El viento arremetía con fuerza contra todo y todos, buscando lanzar por los aires a quienes el grandullón no hubiese atrapado y derrumbar las paredes del local para no encontrarse acorralados.
―Entiendo entonces que no os...
Y todo se apagó. La vida misma pareció hacerlo, arrebatando cualquier atisbo de luz a la taberna. No podía distinguir qué había sucedido, pero lo cierto era que ni siquiera el resplandor que hasta hace poco había entrado por las ventanas iluminaba el interior. Las palabras del de la barra continuaron sucediéndose, adquiriendo un matiz cada vez más demente conforme iban abandonando sus labios. Pudo percibir el susurro cerca, demasiado cerca, y poco después pudo volver a ver.
«Vaya por Dios», pensó al apreciar los tonos rojizos que habían pasado a decorar los rostros de todos los presentes en la taberna. El ambiente, ya tenso y amenazador de por sí, había alcanzado el siguiente nivel y todo hacía pensar que la batalla estaba a punto de comenzar. Marc debió pensar lo mismo, pues el queso comenzó a nacer de él y extenderse por la zona. El rubio siempre lo había odiado ―no a Marc, sino a esa cosa que liberaba con la facilidad de un atleta para sudar―, pero luchó por desterrar el nauseabundo olor que golpeaba sus fosas nasales y centrarse en lo verdaderamente importante.
No podía contar con que todos los presentes fuesen sorprendidos y, en consecuencia, atrapados. Por otro lado, siendo únicamente dos necesitarían margen de movimiento para poder enfrentarse a un grupo tan nutrido como aquél, y las paredes estorbaban para ello. Decidió matar dos pájaros de un tiro, de forma que el viento comenzó a rugir con furia en el interior del local. Marc estaba acostumbrado a él, lo que, sumado a su peso, debería permitir que no se viese afectado en absoluto por el mismo.
Lo hizo girar y soplar con gran violencia, estableciendo un perímetro en torno a él y su compañero y expandiéndolo con la fuerza del más temible tornado. El viento arremetía con fuerza contra todo y todos, buscando lanzar por los aires a quienes el grandullón no hubiese atrapado y derrumbar las paredes del local para no encontrarse acorralados.
- Resumen:
- El viento sopla con mucha fuerza en torno a Marc y a mí, buscando lanzar por los aires a quienes él no haya atrapado con el queso y echar abajo la taberna para tener más maniobrabilidad en el exterior.
Noximilien
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El líder de los bandidos cayo finalmente por el filo del enmascarado –y por el balazo de Vile-. El resto de asaltantes yacían muertos, o habían echado pies en polvorosa cuando tuvieron ocasión. Nox clavo la espada en el suelo y la uso como punto de apoyo mientras intentaba normalizar su respiración. Estaba bastante cansado, pues no solía combatir de forma muy habitual.
- Lo que daría por conservar el barco para echarme una cabezadita ahora mismo.-
La gente del pueblo empresa a salir de sus refugios, pero su miedo se cambió por alegría por ser liberado de sus captores. Debido a su entusiasmo no respetaron demasiado la distancia de la zona de confort del enmascarado, pero no podía culparlos, pues seguramente los había salvado de una muerte seguro. De los hombres más ancianos del grupo se acercó y pregunto por los motivos del dúo de los Arashis.
- Pues somos…-no llego a decir más-.
El enmascarado se quedó sin palabras al ver el horizonte al ver como el gigantesco cometa se apagaba de golpe y como un helado vendaval les daba de lleno. La ceniza se arremolino por toda la zona, provocando que tanto los Arashis como los aldeanas empezaran a asfixiarse con ella. Aquello era igual a estar encerrado en una casa en llamas y solo poder respirar el negro humo. Al menos, no parecía que fuese a matarlos, aunque los aldeanos no tuvieron la misma suerte.
Los cuerpos, como un castigo peor que la muerte por piratas, se convirtieron en crisálidas ennegrecidas, que se podía distinguir en el interior como la gente había sido momificada como si llevaran ahí cientos de años. Y si aquello no era suficiente, como macabras mariposas, los cadáveres empezaron a salir de las crisálidas como una horda de zombis desecados.
Quiso apuntar con su arma a aquellas cosas, pero se le hacía difícil. Hasta hacia un momento eran personas felices. Y ahora solo eran… eso. Solo le quedaba otra opción.
- Vile, hora de salir de aquí. Avisa al pez y a los okamas por Den Den que se queden en el agua si quieren conservar el cerebro.
Y con aquello comenzó a correr hacia el interior de la isla, huyendo de aquel pueblo de no muertos.
- Lo que daría por conservar el barco para echarme una cabezadita ahora mismo.-
La gente del pueblo empresa a salir de sus refugios, pero su miedo se cambió por alegría por ser liberado de sus captores. Debido a su entusiasmo no respetaron demasiado la distancia de la zona de confort del enmascarado, pero no podía culparlos, pues seguramente los había salvado de una muerte seguro. De los hombres más ancianos del grupo se acercó y pregunto por los motivos del dúo de los Arashis.
- Pues somos…-no llego a decir más-.
El enmascarado se quedó sin palabras al ver el horizonte al ver como el gigantesco cometa se apagaba de golpe y como un helado vendaval les daba de lleno. La ceniza se arremolino por toda la zona, provocando que tanto los Arashis como los aldeanas empezaran a asfixiarse con ella. Aquello era igual a estar encerrado en una casa en llamas y solo poder respirar el negro humo. Al menos, no parecía que fuese a matarlos, aunque los aldeanos no tuvieron la misma suerte.
Los cuerpos, como un castigo peor que la muerte por piratas, se convirtieron en crisálidas ennegrecidas, que se podía distinguir en el interior como la gente había sido momificada como si llevaran ahí cientos de años. Y si aquello no era suficiente, como macabras mariposas, los cadáveres empezaron a salir de las crisálidas como una horda de zombis desecados.
Quiso apuntar con su arma a aquellas cosas, pero se le hacía difícil. Hasta hacia un momento eran personas felices. Y ahora solo eran… eso. Solo le quedaba otra opción.
- Vile, hora de salir de aquí. Avisa al pez y a los okamas por Den Den que se queden en el agua si quieren conservar el cerebro.
Y con aquello comenzó a correr hacia el interior de la isla, huyendo de aquel pueblo de no muertos.
- Resumen:
Yarmin Prince
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Yarmin tuvo que ocultar una mirada de zorro goloso cuando escuchó las palabras de Moloch. ¿Oc podía entenderle? Si eso era cierto, concentrar sus esfuerzos en él durante una conversación en solitario -o con un número muy limitado de gente- podría llegar a resultar útil. Al menos, si percibía sus palabras y no se basaba únicamente en lo vibrante de la voz a la hora de tomar una decisión, lo cual haría todo mucho más aleatorio y sus consejos en muchas ocasiones infundados o carentes de sentido. Un consejero tenía que poder analizar todas las variables de la comunicación, y si solo se basaba en instintos la reina estaba cometiendo un error.
Se habría tomado el tiempo de disfrutar aquella información tanto como el cambio de postura que había detectado en él, pero el repentino silencio y la total oscuridad lo hicieron sobresaltarse. Tanto dentro como fuera de palacio, todas las luces parecieron extinguirse, pero de inmediato en el interior del lugar se instaló un brillo verdoso que lo puso alerta. También se agitó el suelo, como en una suerte de terremoto que resquebrajó el edificio, saliendo de sus grietas un sinnúmero de plantas. No era experto en herboristería, pero estaba claro que esos tallos reptadores y sus flores lilas no podían significar nada bueno.
Habría querido pensar que era una de las macabras formas en que Hipatia pretendía ponerlo a prueba, pero entonces uno de los hombres de Moloch fue arrastrado por las raíces de las hiedras. Si bien no descartaba la idea de que aquella gente sacrificase a su propia gente solo por probar lealtades de un desconocido, supuso que aún no le había dado el suficiente valor como para ello, por lo que renunciar a un soldado por un aliado que se mantenía en el aire era, a todas luces, absurdo. Sin embargo todo eso debía tener una explicación, y desde luego iba a descubrirla.
- No me gusta nada el olor -dijo, mirándolo-. Fuera deberíamos estar a salvo. -"Y de paso, ver de dónde vienen estas plantas".
Sacó el cuchillo, preparado para cortar alguna de las plantas si se acercaba demasiado. Con las plantas sí que no tenía forma de comunicarse, pero en cambio sí podía asegurarse de limpiar un poco el aire. Sacó tres bombetas de su cinturón, lanzándolas al suelo para que una poderosa corriente de agua ascendiera hasta el techo. Por el choque debería propagarse por la zona, fusionarse con las partículas y limpiar el aire. Esperaba que funcionase, pero por si acaso, seguía con el plan en mente.
- Vienen del techo. Tiene que haber algo en el tejado -explicó, tendiéndole la mano-. Este olor podría matarnos, pero al aire libre se disipa más fácilmente. Tenemos más opciones.
Tras aquello, si el hombre pulpo decidía seguirlo, Yarmin saltaría por la ventana utilizando un par de pasos de geppou para llegar hasta el tejado. Moloch no debería tener problema si usaba sus ventosas, así que no se preocupó. Lo que sí, no podría volver al castillo mientras no hubiese resuelto aquello.
Se habría tomado el tiempo de disfrutar aquella información tanto como el cambio de postura que había detectado en él, pero el repentino silencio y la total oscuridad lo hicieron sobresaltarse. Tanto dentro como fuera de palacio, todas las luces parecieron extinguirse, pero de inmediato en el interior del lugar se instaló un brillo verdoso que lo puso alerta. También se agitó el suelo, como en una suerte de terremoto que resquebrajó el edificio, saliendo de sus grietas un sinnúmero de plantas. No era experto en herboristería, pero estaba claro que esos tallos reptadores y sus flores lilas no podían significar nada bueno.
Habría querido pensar que era una de las macabras formas en que Hipatia pretendía ponerlo a prueba, pero entonces uno de los hombres de Moloch fue arrastrado por las raíces de las hiedras. Si bien no descartaba la idea de que aquella gente sacrificase a su propia gente solo por probar lealtades de un desconocido, supuso que aún no le había dado el suficiente valor como para ello, por lo que renunciar a un soldado por un aliado que se mantenía en el aire era, a todas luces, absurdo. Sin embargo todo eso debía tener una explicación, y desde luego iba a descubrirla.
- No me gusta nada el olor -dijo, mirándolo-. Fuera deberíamos estar a salvo. -"Y de paso, ver de dónde vienen estas plantas".
Sacó el cuchillo, preparado para cortar alguna de las plantas si se acercaba demasiado. Con las plantas sí que no tenía forma de comunicarse, pero en cambio sí podía asegurarse de limpiar un poco el aire. Sacó tres bombetas de su cinturón, lanzándolas al suelo para que una poderosa corriente de agua ascendiera hasta el techo. Por el choque debería propagarse por la zona, fusionarse con las partículas y limpiar el aire. Esperaba que funcionase, pero por si acaso, seguía con el plan en mente.
- Vienen del techo. Tiene que haber algo en el tejado -explicó, tendiéndole la mano-. Este olor podría matarnos, pero al aire libre se disipa más fácilmente. Tenemos más opciones.
Tras aquello, si el hombre pulpo decidía seguirlo, Yarmin saltaría por la ventana utilizando un par de pasos de geppou para llegar hasta el tejado. Moloch no debería tener problema si usaba sus ventosas, así que no se preocupó. Lo que sí, no podría volver al castillo mientras no hubiese resuelto aquello.
- Resumen:
- Salir al exteri
Normas del capítulo:
Moderación
- Se moderará lunes y jueves entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los lunes o jueves antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación
- Kaya e Ino:
- Las espadas chocan contra un ennegrecido rey marino que, aunque sangra, no parece dañarse. Es más, a medida que tus hojas se hunden en la carne del animal puedes percatarte de que la tinta penetra en su interior, comenzando a teñirlo de negro por dentro y por fuera. Da un salto hacia atrás para evitar que atravieses el cuerpo del pez, retirándose del choque, y lo hace girar en su mano. Puedes ver que donde cortaste ahora hay una costra negra con perturbadoras venosidades, aunque no por mucho dado que enseguida se prepara para un segundo embate.
Kaya, logras romper el parche… Más o menos. Queda hecho jirones, pero aun así mantiene la capacidad de hacer algún que otro comentario sarcástico mientras lo destrozas. El caso es que incluso esa pequeña cantidad de luz tras tu ceguera te permite apreciar el movimiento que está llevando a cabo el animal: Parece totalmente estático, pero parece que en su mano libre hay alguna clase de objeto, también negro, como una pequeña bolsa… Más o menos.
El siguiente movimiento es más meditado. Da una vuelta sobre sí mismo, y una segunda para coger impulso antes de dejarse llevar contra Inosuke. El rey marino mueve los dientes arriba y abajo, como una trituradora, extraordinariamente veloz, y el camino hacia el hombre cerdo se acorta a una velocidad vertiginosa. Mientras tanto, lanza la bolsa contra la cara de Kaya. Parece un pequeño globo.
- Shinobu y Lysbeth:
- Cuando Shinobu utiliza su arma secreta parece que el hombre se queda por un momento patidifuso, hasta el punto de no saber ni cómo reaccionar más allá de una mirada perpleja a la joven sacerdotisa. Tal vez ese sea el justo tiempo que necesita Aki para que las cadenas no sigan hacia ella tras chocar en su primer intento, pues parece que incluso debajo de las máscaras todos están igual de sorprendidos, sin saber muy bien qué deben hacer.
Ante la columna de fuego, el hombre ya parecía estar esperándolo, y justo en el último momento da un salto hacia atrás evitando que las llamas lo alcancen. Sin embargo, la nueva distracción y el fuego tras tus pasos sí que se hacen suficientes para daros una cierta ventaja sobre ellos, aunque no parece que tengan intenciones de seguiros. De hecho, si miráis hacia atrás podríais percibir en su ya lejano rostro una sonrisa de suficiencia.
Cuando lográis elevaros por encima de los poblados árboles podéis ver que no sabéis dónde estáis; os encontráis en medio de una oscuridad casi absoluta, y en estas circunstancias sin tener un sentido de la orientación privilegiado o mucha suerte parece imposible llegar a ninguna parte concreta. ¿Dónde está el norte y dónde el sur? Apenas un débil anillo sobre el cielo del mediodía no parece suficiente, pero… ¿Y si os acercáis más?
- Katharina y Alexandra:
- Sus rostros, cada vez más emponzoñados por el paso del tiempo, siguen sonriendo con malicia ante las palabras de Katharina.
– Pero pequeña, ¿de verdad te parece un truco? –pregunta la mujer. Su voz comienza a distorsionarse con el paso de las palabras, agravándose y agudizándose con cada nuevo movimiento de sus labios siseantes–. Si fuese un truco lo sabrías, ¿no crees, Katharina von Steinhell?
El anciano curva sus ajados labios en una sonrisa socarrona antes de voltearse hacia Alexandra. Sus ojos se vuelven negros de pronto, con los irises rojos, pero poco a poco va adoptando la forma de una niña pequeña. Cabello revoltoso y denso, expresión curiosa… A pesar de los ojos, puedes reconocerte.
– ¿De verdad soy una bestia, Xandra? –te pregunta, con lágrimas en los ojos–. ¿Nos hemos convertido en un monstruo?
No se desvanecen ante el uso de la Ilusión, pero tampoco parecen prestarle mucha atención. De hecho, parece que el ejército de fantasmas solo puede aspirar a atravesaros, pero cada uno de ellos cuando os alcanza os hace revivir vuestros peores recuerdos.
- Zane:
- No parece que se trate de alguna clase de truco mental ni una ilusión, y si lo es como mínimo parece que es capaz de evadir tu poder del conquistador. Sin embargo, su presencia es distinta a cualquier otra que alguna vez hayas sentido. Puedes notar parte de la presencia de Berthil, de Therax, de Marc… También de Katharina. Todo gira a su alrededor como voces chillando, extraordinariamente potentes, alrededor de la suya, que parece mantenerse en un total y absoluto silencio. También puedes notar cómo parte de la tuya empieza a orbitar a su alrededor, fundiéndose con las demás y girando a su alrededor, cada vez más cerca del cuerpo que las atrae.
Te alzas en el aire, y aunque no escucha el batir de tus alas parece que gira la cabeza hacia ti en el preciso momento en que lanzas la onda cortante. La recibe de lleno, aunque no parece hacerle absolutamente nada. Si le miras a los ojos, es probable que sientas miedo por primera vez en mucho tiempo. Se trata de un naranja profundo, amarillento y lleno de violencia que solo atestigua un cada vez mayor amenaza. No abre la boca, pero da un sonoro paso hacia delante que retumba en todo el lugar. Parece que pesa una verdadera barbaridad, pero se mueve con soltura.
– Hola.
Con la misma asepsia que te saluda hace un movimiento con la cadena, provocando un latigazo que te devuelve una onda cortante de color completamente negro, pero de naturaleza muy particular. No parece mover el aire hacia ti, sino que lo vuelca hacia sí y lo usa para propulsarse y crecer.
- Maki:
- Parece que las aves van sucumbiendo poco a poco a tu poder, pero van llegando más que cada vez se acercan más a la entrada, para disgusto de los Centellas. Pelean con sartenes, muletas, e incluso Shakespeare intenta dar librazos a los animales, pero os veis simplemente sobrepasados. De hecho, escucháis el canto del gallo en vuestra nave, y las gallinas también. De hecho, las que han ido cayendo se levantan de nuevo, aunque un poco mareadas, y vuelven a la carga.
Siguen golpeando sin piedad los márgenes del vehículo, dando cabezazos descontrolados e intentando colarse todavía en el hueco, cuando escucháis un cacareo más profundo y poderoso. Todas las gallinas se frenan de pronto, y de entre las sombras aparece un majestuoso gallo de al menos cinco metros de altura, gigantesco, con una cresta de fuego. Shakespeare acaba de lanzarle el libro a la cara, por cierto.
Todas las gallinas se apartan de su camino, y tantea el suelo antes de cargar con toda su furia contra el barco. Parece bastante fuerte, así que cuidado… Podría agujerear el casco.
- Marc y Therax:
- La idea de Marc parece buena, y con los más cercanos parece funcionar. Sin embargo, la combinación del mal olor con las quejas de los que se van notando atrapados hace reaccionar al resto, que hacen lo que van pudiendo para apartarse. Sin embargo llega el vendaval de Therax que termina por mandar a la mayoría volando. No es lo bastante fuerte como para hundir las paredes de madera, aunque sí crujen, pero el cristal cede y revienta, cayendo varios de los hombres por la ventana y varios otros quedando inconscientes. Sin embargo, los que estaban enganchados por el queso -y no se han roto los tobillos- se mantienen en pie -tres, de hecho-, lo suficientemente cerca de Marc como para que su volumen les hiciese de quitavientos y también lo bastante como para poder intentar apuñalarlo ahora con sus cuchillos. Lo hacen de forma bastante simple, pero parecen fuertes.
Por su parte el que semejaba líder parece haber desap… Ah, no, solo se había escondido tras la barra, evitando el airecillo. Lo deja caer entre risas, y aunque él no lleva un cuchillo puedes imaginar que esas largas uñas rojas deben significar algo… Y de hecho, parece que significan. No tardan mucho en extenderse y fundirse hasta formar unas tijeras en cada extremidad. Podéis escuchar el sonido que hacen sus hojas al cerrarse, y con un movimiento levanta fácilmente el suelo del local, que se enrolla contra vosotros a una velocidad vertiginosa, estampándoos contra la pared si os descuidáis.
– ¿Y mi chiste, Theri? No irás a cortarme el rollo, ¿no?
- Osuka:
- El hombre ríe ante tus palabras, aunque a través del casco parece que el sonido se distorsiona hasta darle un tono mucho más funesto. Sin embargo, este se prepara para tu carga y, cuando por fin has generado tu coloso, en lugar de interponer su hoja genera con su mano libre un colosal puño de madera, que si bien revienta por la fuerza que aplicas, mitiga el golpe fácilmente. O por lo menos, no parece que le llegue a hacer demasiado daño.
– Nada mal –dice–. Nada mal…
Sin dejar que el choque se enfríe, impulsa el brazo hacia ti. No lo hace muy deprisa, pero sí de forma inexorable, tratando de desequilibrarte. Al mismo tiempo, con suma precisión, ataca contra tu rodilla. Si te fijas bien podrás ver que según se acerca el boken se va volviendo más fino, aunque seguramente eso tenga que ver con sus poderes.
- Prometeo y Ivan:
- Parece que salpicar a los samuráis ha sido, hasta cierto punto, una buena idea. De golpe reaccionan, sobresaltándose y sin entender lo que sucede. “Quién eres tú” y “¿qué está pasando?” son preguntas que parecen alternarse entre sus bocas hasta que les pegas una bofetada a cada uno.
– Esa no es forma de tratar a un guerrero –se queja el tipo del arco.
Sin embargo, el que viste completamente de negro levanta su capa y puedes vislumbrar cuatro espadas a su cinturón. Desenvaina una de ellas y te la tiende. Es de buena hechura, aunque ni de lejos tan buena como Vanator. Parece algo pesada, tal vez un poco desbalanceada hacia la punta del filo, aunque eso podría llegar a ser beneficioso según la situación.
Dejando de lado las disputas que puedas tener con el arquero, ambos se quedan guardándote las espaldas mientras caminas. Pero su voz es tan melosa de repente, como si te llamara… “Ivan… Ivan”. ¿No te suena de nada esa voz? Algo que anhelas, alguien que deseas. Si miras bien las llamas, puedes ver en los ojos del espantapájaros a Brianna.
Prometeo, dos nuevos ojos se encienden frente a ti, y la voz de la doctora te llama. Dice palabras bonitas y susurra con la misma voz que escuchaste tantas y tantas horas. Los samuráis parecen estar bien, tal vez deberías dejarlos un rato a solas… Podrías ir junto a ella, ¿no la ves en el fuego azul de su mirada?
- Noximillien y Vile:
- Luka sigue llorando, puede que ahora porque está oscuro, porque una niña le ha tirado sal en la cabeza… Quién sabe, en realidad. En lo que a vosotros atañe, salís corriendo, pero parece que no es tan fácil. Frente a vosotros os topáis cómo en cada esquina hay dos o tres muertos que se mueven hacia vosotros, a un ritmo lento pero constante, imparables.
No dicen nada, apenas sí se tienen en pie, pero parece que vais a tener que machacarles las cabezas. Sin embargo, por suerte habéis acabado junto a un barril de pólvora y… Espera, ¿eso es una puerta abriéndose? Si decidís atravesar el umbral, podréis entrar a una sencilla casa donde os recibe una anciana, armada con un pesado arcabuz.
– No sé qué está pasando ahí fuera, pero parece más peligroso que cuando mi sobrino Alberti quiso convertirse en el artificiero más joven de Okobore.
La casa es bonita, dentro de su sencillez. Tenéis libertad para describirla, pero no os entretengáis demasiado, porque empiezan a escucharse los topetazos en la puerta. Eso, claro, si habéis entrado.
- Ryuu:
- El cuerpo de uno de los muertos se divide en dos sin oponer resistencia, mientras que tus amigos dan buena cuenta del otro antes incluso de que tu clon sea plenamente consciente de lo que debe hacer.
Mientras tanto, como el presagio de un nuevo día, la oscuridad del ambiente comienza a difuminarse y el cielo pasa a ser gobernado de nuevo por el humo que nace desde Kuri. Los rayos del sol se vuelven a filtrar entre las cenizas y, a modo de centinela, el resplandor del cometa recupera su habitual naturaleza.
―Así que otro salmón recién salido del huevo ―dice entonces el gyojin que queda en pie, encarándote y olvidándose momentáneamente de tu familia―. Volverás a tu riachuelo, no te preocupes.
Entonces se lanza a por ti con los puños en alto, lanzando un golpe hacia el centro de tu torso capaz de hundirlo sin clemencia si no haces nada para evitarlo. Aguardará hasta el último momento para, haciendo brillar de nuevo sus ojos y revelando la naturaleza del fenómeno que has presenciado, provocar que el torso que antes seccionaste surque el aire en tu dirección… Como si lo moviese. La cuestión es que en la zona de las muñecas el gyojin caído presentaba una escamas inusualmente sobresalientes, las cuales se clavarán en tu espalda si lo permites.
- Kiritsu:
- ¡Guau! Vaya bofetada, sí señor. El golpe parece despertar al almirante de la suerte de trance terrorífico en el que se había sumido, recuperando su semblante serio y severo. Sus ojos te miran y, aunque sus labios no dicen nada, parecen querer transmitir un callado ‘gracias’. Sea como sea, Arthur, el calor de tu hoja atraviesa las fauces de la bestia, continuando con el resto de su cabeza y buena parte de su torso. Sin embargo, cuando te vuelvas para comprobar qué ha sido de ella, sólo encontrarás un montón de hojas secas, muchas de ellas chamuscadas. Qué curioso, ¿no?
Galhard, los marines obedecen tus órdenes. Eres flanqueado por varios de ellos mientras los demás sirven de apoyo al almirante para que se retire a recuperar fuerzas. En cuanto a la bestia, como bien has predicho, se detiene y os muestra los dientes en actitud amenazante. Ruge de un modo inusual, como lo harían las hojas de un bosque al ser agitadas con fuerza por el viento. Entonces, sin lanzarse hacia vosotros, aúlla con gran potencia. De su interior nace un gran torbellino de hojas negras como la noche, las cuales avanzan en una trayectoria circular y, ¡oh, sorpresa!, os provocarán profundos cortes si no os movéis.
Jack, la criatura evita tus primeros hilos de azúcar, aunque no consigue hacer lo mismo con la gran cantidad que lo intenta rodear a continuación. Queda atrapada, sin escapatoria alguna, en un molde perfecto de su amenazante figura. Tal vez podrías vender dulces para los niños con esa forma en algún festival, aunque es sólo una idea. Sea como sea, no logras percibir vida alguna procedente de tu estatua de azúcar y, en caso de que deshagas la prisión, encontrarás un cúmulo de hojas secas.
En cuanto a Al, el café no se escupe. El café es vida, es el elixir de la eterna juventud, capaz de devolverte las energías incluso a ti… ¡Y no se escupe! En fin, que el lobo evita la trayectoria de tu espada, clava sus colmillos en tu cabeza, y te mueres. O eso te diría como castigo por lo del café, pero ta’feo. Ya en serio, tu voluntad detiene en seco al animal, que sorprendentemente, ejerce bastante resistencia al principio. Sea como sea, y coincidiendo con el cambio en el ambiente, que poco a poco retorna a la normalidad, puedes apreciar que la resistencia desaparece a una velocidad abrumadora, tanta que pareciera que nunca ha existido. El animal se deshace en un sinfín de hojas secas que te bañan. Poseen un intenso olor que recuerda al azufre, aunque parece estar salpicado por otra cosa. ¿Qué será? ¿Y quién o qué será el responsable de tan extraño fenómeno?
Entretanto, los barcos han llegado al puerto y parece que estáis en disposición de recuperar la iniciativa, mis queridos indisciplinados.
- Yarmin:
- Salís al exterior, y parece que Moloch está en cierto modo agradecido. Tiene sentido, ¿no? Probablemente le hayas salvado la vida. Sea como sea, si te fijas en él descubrirás que el semblante de incomprensión del que hacía gala ha desaparecido. ¿Acaso tiene información de la que no dispones?
En el exterior y antes de que subáis al tejado, un hombre-pez con pinta de anguila se acerca sigilosamente a tu acompañante, susurrando unas palabras a su oído mientras tu agua se funde con las partículas que liberan las flores.
―¡No puede ser! ¿Qué ha pasado? ―ruge Moloch―. ¿Cómo que un fallo con el cálculo de dosis? ¿Cómo que se ha despertado antes de lo que preveíais? ¿Se puede saber qué clase de incompetentes la custodian?
La anguila se encoge, aunque sabe que las acusaciones caen sobre ella sólo por ser la mensajera… ¿Pero se puede saber qué demonios pasa?
―No está en el tejado ―dice Moloch cuando se une a ti en el tejado―. Creo que deberíamos irnos de aquí si queremos seguir con vida. Tendremos que aguardar a que se encarguen de dormirla de nuevo. Habrá muchas bajas, pero lo terminarán consiguiendo ―comenta mientras el ambiente vuelve a la normalidad.
De cualquier modo, se le ha asignado el deber de mantenerte en todo momento bajo vigilancia, así que, aunque a regañadientes, te seguirá si decides continuar investigando. ¡Pero que no se diga que no te ha avisado!
Maki
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
La lucha contra las aves no iba bien. Los Centellas eran bravos guerreros, pero en su unidad había una clara tendencia a no hacer año a los animales a no ser que escupieran veneno o se pudiese hacer un estofado con ellos. Y nadie querría hacer un estofado con esas gallinas tan violentas. Claramente tenían algún tipo de rabia. Y que el gallo de Héctor el Gordo no dejase de berrear no ayudaba mucho. A Maki le ponía nervioso. Ojalá se lo comiera pronto.
El Oficial Makintosh dirigió a sus hombres con firmeza, sabedor de que les aguardaba una muerte gloriosa por la Causa. No importaba, estaba preparado. Irían al cielo de los proletarios, donde podrían recibir el producto de su trabajo en un paradisíaco ambiente de justicia, igualdad y censura del correo. Solo lamentaba no tener más hombres que sacrificar... La zona VIP en el cielo revolucionario era a partir de haber provocado quinientos muertos en combate.
Sin embargo, el canto de un gallo les salvó. Literalmente.
La enorme criatura, un pollo el doble de grande que el propio Maki y con una cresta llameante, se plantó ante el Derian y sus condenados ocupantes. Todas las gallinas se apartaron, dejando espacio para su campeón. Maki no pudo sino sentirse agradecido. Aquella visión de un pollo de fuego solo podía significar una cosa.
-¡Pulmones, estás aquí!
Qué bien. Su recluta Prometeo, aquel tímido humano transformable estaba allí. Sin duda aquella aparición debía ser una de sus peculiares formas. El Pollo de Fuego en acción, de nuevo junto a su valeroso maestro. Sin embargo, cuando esa cosa cacareó Maki recordó que no podía ser Pulmones. Él no se transformaba en un gallo de fuego, sino en una bola de fuego con forma de pollo. No era lo mismo. No, aquel era un nuevo enemigo.
Para colmo de males, Shakespeare le tiró el libro. Adiós a su entretenimiento durante el viaje.
-¿Pero qué haces? -le regañó-. ¿Te has vuelto loco? El libro no se tira. Venga, ve a buscarlo. Vamos, hablo en serio. Será posible...
Maki bajó también del barco. Era su deber combatir contra esa criatura, como líder que era. Una nueva muesca en la culata de la Causa, un nuevo obstáculo que superar en su carrera. Pensaba en intentar hablar con él, pero el único de su equipo que dominaba el idioma de las aves estaba enfermo. Había quedado indispuesto tras tragarse un hueso de pollo, irónicamente.
Clavó los talones en el suelo, dispuesto a frenar la embestida del gallo. Los pollos no comían peces, ¿verdad? Esperaba que no. La vida en la superficie tenía la irritante costumbre de querer comérselo demasiado a menudo. Fuera con las intenciones que fueran, Maki se interpuso en el ataque del gallo de fuego y respondió con un fuerte golpe, marca de la casa, con el que poner fin a la amenaza y elevar la moral de sus tropas. Y además con mucha agua. Era lo que hacía un líder.
El Oficial Makintosh dirigió a sus hombres con firmeza, sabedor de que les aguardaba una muerte gloriosa por la Causa. No importaba, estaba preparado. Irían al cielo de los proletarios, donde podrían recibir el producto de su trabajo en un paradisíaco ambiente de justicia, igualdad y censura del correo. Solo lamentaba no tener más hombres que sacrificar... La zona VIP en el cielo revolucionario era a partir de haber provocado quinientos muertos en combate.
Sin embargo, el canto de un gallo les salvó. Literalmente.
La enorme criatura, un pollo el doble de grande que el propio Maki y con una cresta llameante, se plantó ante el Derian y sus condenados ocupantes. Todas las gallinas se apartaron, dejando espacio para su campeón. Maki no pudo sino sentirse agradecido. Aquella visión de un pollo de fuego solo podía significar una cosa.
-¡Pulmones, estás aquí!
Qué bien. Su recluta Prometeo, aquel tímido humano transformable estaba allí. Sin duda aquella aparición debía ser una de sus peculiares formas. El Pollo de Fuego en acción, de nuevo junto a su valeroso maestro. Sin embargo, cuando esa cosa cacareó Maki recordó que no podía ser Pulmones. Él no se transformaba en un gallo de fuego, sino en una bola de fuego con forma de pollo. No era lo mismo. No, aquel era un nuevo enemigo.
Para colmo de males, Shakespeare le tiró el libro. Adiós a su entretenimiento durante el viaje.
-¿Pero qué haces? -le regañó-. ¿Te has vuelto loco? El libro no se tira. Venga, ve a buscarlo. Vamos, hablo en serio. Será posible...
Maki bajó también del barco. Era su deber combatir contra esa criatura, como líder que era. Una nueva muesca en la culata de la Causa, un nuevo obstáculo que superar en su carrera. Pensaba en intentar hablar con él, pero el único de su equipo que dominaba el idioma de las aves estaba enfermo. Había quedado indispuesto tras tragarse un hueso de pollo, irónicamente.
Clavó los talones en el suelo, dispuesto a frenar la embestida del gallo. Los pollos no comían peces, ¿verdad? Esperaba que no. La vida en la superficie tenía la irritante costumbre de querer comérselo demasiado a menudo. Fuera con las intenciones que fueran, Maki se interpuso en el ataque del gallo de fuego y respondió con un fuerte golpe, marca de la casa, con el que poner fin a la amenaza y elevar la moral de sus tropas. Y además con mucha agua. Era lo que hacía un líder.
- Resumen:
- Mandar ir a por el libro -mira que tirarlo... qué feo está eso- y zurrar al pajarraco.
Nombre: Puño de la Estrella de Mar
Naturaleza de la técnica: Física
Descripción: Maki concentra toda su fuerza y haki en un solo puñetazo, logrando, gracias a sus cosas de gyojin, que toda el agua de la atmósfera a varios metros a la redonda se concentre en su ataque. No solo golpea con una fuerza desmesurada, sino que mueve toda esa agua como un poderoso chorro a presión hacia su rival. Funciona mejor en ambientes húmedos.
Rainbow662
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Me arranco el parche, pero eso no hace que vuelva la luz. La ceniza cubre la existencia entera, al parecer, dejando solo unos pocos rayos de sol que apenas me permite distinguir la silueta del segundo Inosuke, con esa enorme cabeza de jabalí, de largos colmillos y ojos saltones. Lleva algo en las manos, algo que se mueve con voluntad propia y con el que se enfrenta al verdadero salvaje.
-Tres cerditos peleando... Qué cuco -dice al parche con sus últimos estertores.
-Oh, cállate.
Cómo odio a esa cosa.
La lucha continúa en mitad del vendaval de ceniza. El kimono demuestra ser una prenda absurdamente incómoda, aleteando como lo hace a merced del viento. Estoy deseando alejarme de la maldita región de Kuri. Espero que Kath acabe con sus asuntos aquí cuanto antes o terminaremos ahogados en los restos apestosos de esta parte de país. A ver si el vampiro llega pronto. Con tanta siniestra y opresiva oscuridad a lo mejor se ha distraído montando una fiesta.
Decidida a poner fin a esto cuanto antes, me aproximo al engendro inosukesco. Sin embargo, hace algo. Está tan oscuro que apenas veo qué es, pero juraría que me lanza algo. Parece una bola o... Es igual, ¡muévete! Me echo a un lado, pero demasiado tarde. Esa especie de globo, una mancha negra sobre más negro, choca contra mi hombro. Hace algo de daño, pero la adrenalina del momento lo elimina.
-Esto es ridículo.
Harta de la oscuridad, echo mano a mi omnipotente bolsa. Menos mal que soy organizada, porque así no tengo más que palpar un poco para dar con la cajita donde guardo las grajeas de zafiro. Engullo tres de golpe y es cuestión de segundos que mis ojos emitan un electrizante color azul. Bendito sea el ciervo brillante. Gracias a esa especie, ingrediente clave de las grajeas, la oscuridad no significa nada ahora mismo. Veo en ella con total claridad, lo cual hace al Inosuke furioso y a su extraña arma, mascota o lo que sea más horrendos todavía.
En fin, voy a darle una paliza.
Me acerco a él desde atrás, con cuidado para que no me vea o me golpee con esa cosa mientras la enarbola como un demente contra Ino. Espero que el verdadero tenga sus espadas bien afiladas. Voy a crearle una abertura, a ver si encuentra un cuello de monstruo que cortar. Solo tengo que poner la mano sobre el ser marino que el engendro usa como arma y neutralizarla con un poco de peso. Diez mil kilos serán suficientes para hacer que la suelte, calculo. Y a partir de ahí, solo hay que cortarlo en trocitos y patearlos bien lejos.
-Tres cerditos peleando... Qué cuco -dice al parche con sus últimos estertores.
-Oh, cállate.
Cómo odio a esa cosa.
La lucha continúa en mitad del vendaval de ceniza. El kimono demuestra ser una prenda absurdamente incómoda, aleteando como lo hace a merced del viento. Estoy deseando alejarme de la maldita región de Kuri. Espero que Kath acabe con sus asuntos aquí cuanto antes o terminaremos ahogados en los restos apestosos de esta parte de país. A ver si el vampiro llega pronto. Con tanta siniestra y opresiva oscuridad a lo mejor se ha distraído montando una fiesta.
Decidida a poner fin a esto cuanto antes, me aproximo al engendro inosukesco. Sin embargo, hace algo. Está tan oscuro que apenas veo qué es, pero juraría que me lanza algo. Parece una bola o... Es igual, ¡muévete! Me echo a un lado, pero demasiado tarde. Esa especie de globo, una mancha negra sobre más negro, choca contra mi hombro. Hace algo de daño, pero la adrenalina del momento lo elimina.
-Esto es ridículo.
Harta de la oscuridad, echo mano a mi omnipotente bolsa. Menos mal que soy organizada, porque así no tengo más que palpar un poco para dar con la cajita donde guardo las grajeas de zafiro. Engullo tres de golpe y es cuestión de segundos que mis ojos emitan un electrizante color azul. Bendito sea el ciervo brillante. Gracias a esa especie, ingrediente clave de las grajeas, la oscuridad no significa nada ahora mismo. Veo en ella con total claridad, lo cual hace al Inosuke furioso y a su extraña arma, mascota o lo que sea más horrendos todavía.
En fin, voy a darle una paliza.
Me acerco a él desde atrás, con cuidado para que no me vea o me golpee con esa cosa mientras la enarbola como un demente contra Ino. Espero que el verdadero tenga sus espadas bien afiladas. Voy a crearle una abertura, a ver si encuentra un cuello de monstruo que cortar. Solo tengo que poner la mano sobre el ser marino que el engendro usa como arma y neutralizarla con un poco de peso. Diez mil kilos serán suficientes para hacer que la suelte, calculo. Y a partir de ahí, solo hay que cortarlo en trocitos y patearlos bien lejos.
- Resumen:
- Recibir el golpe del globo o lo que sea, tomarse un caramelito para ver en la oscuridad y acercarse a Dark Ino para quitarle el monstruo marino de las manos con unas cuantas toneladas.
Grajeas de zafiro: Hechas a base de líquido espinal de ciervo brillante, una especie que vive en áreas nevadas con un sabor extraordinariamente dulce, atrapagatos del sur, una planta carnívora que atrae a sus presas con luces, cilantro, manzana y concentrado de limón celeste, estas gominolas son perfectas para picar entre horas. Comiéndose una o dos, el consumidor puede ver en la oscuridad como si fuese de día; con diez, sus ojos y su piel empezarán a brillar con un tono azulado. Además, tiñe la orina de azul eléctrico.
Alexandra Holmes
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
No había muchas cosas que pudieran resistir el Haki de Conquista de su capitana. Habían ido a topar justo con dos engendros que sí podían resistirlo o, a juzgar por su total falta de reacción, quizá directamente no eran afectados por éste. Entrecerró los ojos, ¿sabía el nombre de Katharina? Es decir, era normal conocerlo estando en la superficie, pero para alguien que lleva tiempo encerrado abajo... no era tan normal. Era menos normal aún lo que estaba pasando ahora.
Chasqueó la lengua al ver el espectáculo fantasmagórico que tenían delante. Uno de esos fantasmas la atravesó, y justo en ese momento tuvo un recuerdo muy lúcido. Su peor etapa... primero el asesinato de Johan, el único hombre al que había querido de verdad, luego las acusaciones hacia ella, culpándola directamente. ¿Cuántas noches pasó sin dormir de pura frustración? ¿cuántas cosas rompió de rabia e impotencia? Ah... sí, era un asunto que tenía pendiente. Debía volver a Water Seven pronto para poder arreglar las cosas.
Si los fantasmas le mostraban más recuerdos, serían los de su siguiente matrimonio, donde su percepción y aprecio por la vida empezaron a bajar a pasos agigantados, donde se refugiaba en su trabajo para poder mantener la poca felicidad que le quedaba.
Y ahora, el viejo decidió adoptar la forma de su antiguo yo, una Alexandra infante que gimoteaba ante aquella forma. Bueno, no era exactamente su antiguo yo, mantenía los mismos ojos que su versión adulta. ¿De dónde había sacado esa información? No recordaba haber hablado a nadie de su infancia en los últimos meses. Eso, junto con las memorias que habían despertado contra su voluntad, le decía que había algo o alguien hurgando en sus recuerdos.
—Así nos llaman los ignorantes que no comprenden nuestra belleza —dijo —Algún día serás... seré, el organismo perfecto, una bestia capaz de depredar a cualquiera —desvió la mirada hacia Katharina —. Antes de atacar déjame un segundo o dos —pidió, volviendo a mirar a su miniyo —. Y ahora, ¿qué tal si dejas de utilizar mis recuerdos para tus fantasías de pedófilo? Queda muy raro pasar de ser un viejo a ser una niña —preguntó de repente. Aunque... ¿sería ese anciano de antes también una forma "artificial"?
No podía ser una casualidad. Se convertía en una versión imperfecta de sus recuerdos de niña y al mismo tiempo esos engendros fantasmagóricos hacían que despertara una buena sección de las memorias que tenía bajo llave. Sin embargo, no era un poder perfecto, parecía que no podía descubrir automáticamente qué era más efectivo, o de otro modo habría elegido una aparición distinta. Ahora que sabía que era un truco... no dudaría.
—O por lo menos mira bien antes de hacer nada. Podrías encontrar mis recuerdos en la ducha o, mejor aún... —movió con violencia sus muñecas, activando el inyector de analgésico y sus hojas de hueso. Con ella, trató de darle un tajo a la supuestamente "indefensa" mini Alexandra utilizando la hoja de su mano derecha, por ahora sin utilizar Armadura —, ¡podrías descubrir que hace años que no me gustan los niños y que destruirme a mí misma no me supone ningún dilema, ya lo he hecho dos veces, por una tercera no pasará nada! —exclamó. Ya había arreglado las cosas con su otro yo, ahora solo tenía que descubrir quién había sido el gracioso.
—Largo, fantasma del pasado, o te diseccionaré y te meteré en un bonito tarro de cristal topacio con pegatinas de corazones y una tapa rosa a juego —su última muestra de cortesía con su imagen del pasado, darle un aviso bastante específico tras el primer ataque. También, de esta forma, seguía ganando tiempo para que su E-Nucleus, bien guardada en el apretado cinto del kimono, continuara almacenando carga eléctrica.
Chasqueó la lengua al ver el espectáculo fantasmagórico que tenían delante. Uno de esos fantasmas la atravesó, y justo en ese momento tuvo un recuerdo muy lúcido. Su peor etapa... primero el asesinato de Johan, el único hombre al que había querido de verdad, luego las acusaciones hacia ella, culpándola directamente. ¿Cuántas noches pasó sin dormir de pura frustración? ¿cuántas cosas rompió de rabia e impotencia? Ah... sí, era un asunto que tenía pendiente. Debía volver a Water Seven pronto para poder arreglar las cosas.
Si los fantasmas le mostraban más recuerdos, serían los de su siguiente matrimonio, donde su percepción y aprecio por la vida empezaron a bajar a pasos agigantados, donde se refugiaba en su trabajo para poder mantener la poca felicidad que le quedaba.
Y ahora, el viejo decidió adoptar la forma de su antiguo yo, una Alexandra infante que gimoteaba ante aquella forma. Bueno, no era exactamente su antiguo yo, mantenía los mismos ojos que su versión adulta. ¿De dónde había sacado esa información? No recordaba haber hablado a nadie de su infancia en los últimos meses. Eso, junto con las memorias que habían despertado contra su voluntad, le decía que había algo o alguien hurgando en sus recuerdos.
—Así nos llaman los ignorantes que no comprenden nuestra belleza —dijo —Algún día serás... seré, el organismo perfecto, una bestia capaz de depredar a cualquiera —desvió la mirada hacia Katharina —. Antes de atacar déjame un segundo o dos —pidió, volviendo a mirar a su miniyo —. Y ahora, ¿qué tal si dejas de utilizar mis recuerdos para tus fantasías de pedófilo? Queda muy raro pasar de ser un viejo a ser una niña —preguntó de repente. Aunque... ¿sería ese anciano de antes también una forma "artificial"?
No podía ser una casualidad. Se convertía en una versión imperfecta de sus recuerdos de niña y al mismo tiempo esos engendros fantasmagóricos hacían que despertara una buena sección de las memorias que tenía bajo llave. Sin embargo, no era un poder perfecto, parecía que no podía descubrir automáticamente qué era más efectivo, o de otro modo habría elegido una aparición distinta. Ahora que sabía que era un truco... no dudaría.
—O por lo menos mira bien antes de hacer nada. Podrías encontrar mis recuerdos en la ducha o, mejor aún... —movió con violencia sus muñecas, activando el inyector de analgésico y sus hojas de hueso. Con ella, trató de darle un tajo a la supuestamente "indefensa" mini Alexandra utilizando la hoja de su mano derecha, por ahora sin utilizar Armadura —, ¡podrías descubrir que hace años que no me gustan los niños y que destruirme a mí misma no me supone ningún dilema, ya lo he hecho dos veces, por una tercera no pasará nada! —exclamó. Ya había arreglado las cosas con su otro yo, ahora solo tenía que descubrir quién había sido el gracioso.
—Largo, fantasma del pasado, o te diseccionaré y te meteré en un bonito tarro de cristal topacio con pegatinas de corazones y una tapa rosa a juego —su última muestra de cortesía con su imagen del pasado, darle un aviso bastante específico tras el primer ataque. También, de esta forma, seguía ganando tiempo para que su E-Nucleus, bien guardada en el apretado cinto del kimono, continuara almacenando carga eléctrica.
- resumen:
Acordarse del suceso que más la marcó y tomar la decisión de volver a Water Seeven cuando todo hubiera acabado en Wano.
Como haría cualquiera aunque no lo admitan, intentar darle de ostias a una niña que se parece mogollón a ella.
Para el ataque utiliza su modificación biológica de Agujas de Hueso. Continúa cargando la E-Nucleus (objeto) que empezó a cargar en el turno anterior.
Gareth Silverwing
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Con el almirante asegurado y Galhard protegiendo a Douglas sólo necesitábamos esperar a que llegasen los barcos a asegurar el puerto, seguía sin fiarme de dejarlos en un lugar fijo en medio de territorio enemigo, pero no podíamos iniciar un avance a tierra quemada si había inocentes de por medio. Las bestias que nos atacaron se deshicieron en cientos de hojas secas, como si siempre hubieran estado formados de estas. Me giré a ver a Galhard, parecía que la bestia que lo había atacado a él era la única que seguía en pie y estaba usando unos ataques que esta vez si que no parecían una ilusión.
Confiando en que los hombres protegerían al almirante y que este, al recuperar la compostura sería capaz de coordinar la llegada de refuerzos desde un lugar seguro, me di el lujo de poder ir a ayudar a mi compañero. Caminé directo a la bestia que había formado ese ciclón de hojas y endurecí mi cuerpo con mi propio haki. Usé mi sentido térmico, si había algo o alguien dentro disfrazado podría saber si estaba ahí, o por el contrario si estaba controlando todo eso desde las cercanías. Debería de tener por lo menos una marca de calor o una conductividad diferente a la de las hojas para poder destacar. En caso de que así fuera alzaría el arma y me lanzaría en medio de la tormenta de cuchillas de ser necesario para cortarlo con mi cuchilla todavía incandescente. Si estaba en otro sitio iría a por él de la misma forma y, de no estar en las cercanías simplemente atacaría a la bestia de la misma forma que había hecho con la anterior para hacer que parase.
Confiaba en que con mi endurecimiento fuera capaz de resistir aquella tormenta de cuchillas si me tocaba meterme y con mis sentidos ser capaz de detectar el origen de este ataque. Además los barcos estaban llegando y los refuerzos nos quitarían un peso de encima a la hora de seguir con nuestra campaña. La pregunta era, después de esto... ¿Ir a la minas de Udon o avanzar en camino a la capital directamente?
Confiando en que los hombres protegerían al almirante y que este, al recuperar la compostura sería capaz de coordinar la llegada de refuerzos desde un lugar seguro, me di el lujo de poder ir a ayudar a mi compañero. Caminé directo a la bestia que había formado ese ciclón de hojas y endurecí mi cuerpo con mi propio haki. Usé mi sentido térmico, si había algo o alguien dentro disfrazado podría saber si estaba ahí, o por el contrario si estaba controlando todo eso desde las cercanías. Debería de tener por lo menos una marca de calor o una conductividad diferente a la de las hojas para poder destacar. En caso de que así fuera alzaría el arma y me lanzaría en medio de la tormenta de cuchillas de ser necesario para cortarlo con mi cuchilla todavía incandescente. Si estaba en otro sitio iría a por él de la misma forma y, de no estar en las cercanías simplemente atacaría a la bestia de la misma forma que había hecho con la anterior para hacer que parase.
Confiaba en que con mi endurecimiento fuera capaz de resistir aquella tormenta de cuchillas si me tocaba meterme y con mis sentidos ser capaz de detectar el origen de este ataque. Además los barcos estaban llegando y los refuerzos nos quitarían un peso de encima a la hora de seguir con nuestra campaña. La pregunta era, después de esto... ¿Ir a la minas de Udon o avanzar en camino a la capital directamente?
- Resumen:
- Atacar al bicho que incordia a Galhard o, si detecto el origen que lo controla atacar a eso.
Sasaki
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El animal evadió los hilos tal y como estaba previsto, al igual que el que quedase atrapado en la esfera de azúcar y caramelo que preparé. Cuando estaba bien cerrado y activé mi haki para comprobar como se encontraba el animal dentro de la esfera no pude notar nada. Parecía como si se hubiese esfumado por completo, ¿acaso había puesto demasiada temperatura en la capa intermedia?
No dudé y poco a poco abrí la esfera, con cuidado por si de alguna manera había algún poder que no conociese y pudiese evitar la detección de presencias. Cuando entró algo de luz en el interior, en vez de haber un animal muerto o vivo, había un montó de hojas secas. “Los animales de hoy en día son muy raros, ¿no te parece?” dije mirando hacia la parte superior de la esfera como si hubiese alguien. Deshice la estructura y cogí una de las hojas para analizarla.
Sin embargo, antes de eso, apenas me dio tiempo a verlo y casi ninguno a reaccionar, un perro parecía haberse transformado en un torbellino de hojas como la que tenía en la mano ahora mismo e iba en dirección a Galhard y los hombres que le apoyaban. Extendí mi mano hacia ellos en el momento justo y el azúcar de la esfera se fue formando en escamas de tiburón como anteriormente había hecho y las mandé volando a toda velocidad contra aquellas hojas que iban a por los soldados. Suponía que Galhard podría con las que iban a por él. No sabía si podría detener todas, pero por lo menos intentar reducir el número de bajas o que los heridos fuesen más leves.
Cuando terminó el torbellino, esperé a que se hubiesen calmado las cosas y volví a lo que estaba, analizar la hoja seca. Me parecía raro que un animal pudiese transformarse en hojas, descartaba que fuese por el calor dado lo que acababa de ver, pero debía de haber algún motivo, posiblemente relacionado con alguna akuma no mi. Aquello dificultaría las cosas, y lo que era más importante, parecía que no iban a por el rehén recién recuperado, sino más bien a por la brigada.
No dudé y poco a poco abrí la esfera, con cuidado por si de alguna manera había algún poder que no conociese y pudiese evitar la detección de presencias. Cuando entró algo de luz en el interior, en vez de haber un animal muerto o vivo, había un montó de hojas secas. “Los animales de hoy en día son muy raros, ¿no te parece?” dije mirando hacia la parte superior de la esfera como si hubiese alguien. Deshice la estructura y cogí una de las hojas para analizarla.
Sin embargo, antes de eso, apenas me dio tiempo a verlo y casi ninguno a reaccionar, un perro parecía haberse transformado en un torbellino de hojas como la que tenía en la mano ahora mismo e iba en dirección a Galhard y los hombres que le apoyaban. Extendí mi mano hacia ellos en el momento justo y el azúcar de la esfera se fue formando en escamas de tiburón como anteriormente había hecho y las mandé volando a toda velocidad contra aquellas hojas que iban a por los soldados. Suponía que Galhard podría con las que iban a por él. No sabía si podría detener todas, pero por lo menos intentar reducir el número de bajas o que los heridos fuesen más leves.
Cuando terminó el torbellino, esperé a que se hubiesen calmado las cosas y volví a lo que estaba, analizar la hoja seca. Me parecía raro que un animal pudiese transformarse en hojas, descartaba que fuese por el calor dado lo que acababa de ver, pero debía de haber algún motivo, posiblemente relacionado con alguna akuma no mi. Aquello dificultaría las cosas, y lo que era más importante, parecía que no iban a por el rehén recién recuperado, sino más bien a por la brigada.
- resumen:
- Ver lo que le ha sucedido al perro que venía a por mí, intentar defender a los soldados de las hojas y analizar una de las hojas.
Resultaba curioso el desarrollo sobrehumano de los sentidos del ser humano, no fue hasta que cerró los ojos y se centró en tratar de percibir con el resto de sus capacidades innatas, cuando fue capaz notar la presencia de sus amigos y conocidos, rodeando a su enemigo en una espiral de muerte que parecía que no tenía fin. Por un lado, estaba la de Berthil, fuerte e imponente como era de esperar de un emperador del mar, rugiente como el dragón que era. Por otro lado, se encontraba la de Katharina, tan peligrosa y devastadora como oscura, mas podía notarse cierta luz. Y, por último, estaban las de Therax y Marc, sus amigos y tripulante más capaces, parte de la familia que había escogido, con un potencial aún por explotar, el cual los iba a llevar muy lejos.
No obstante, lo más curioso —por definirlo de alguna forma— para Zane, era la propia presencia de la persona que tenía frente a él. Era tenebrosa y temible, hasta el punto que el pirata se estremeció durante un instante, en el que pudo notar como su propia voluntad se unía a la del resto de sus amigos alrededor del bigardo que tenía en frente. Tenía miedo, y hacía mucho que no sentía esa sensación en su interior. Su respiración volviéndose irregular y agitada, llenando sus pulmones en cada bocanada. Los vasos de su piel contrayéndose, acompañado de escalofríos que le recorrían la espalda. Y un aumento considerable de la saliva en su boca, que tragó antes de suspirar.
Otros en su situación hubieran huido, pero él desenfundó su segunda espada y sonrió, mirando a su oponente a los ojos, mientras su oponente daba un paso al fuerte y le saludaba con sequedad.
«Al menos es educado», se dijo el pirata, abriendo los ojos y contemplando como usaba su cadena, golpeando el aire y le lanzaba una especie de onda de color negruzca que avanzaba de forma extraña. Parecía que iba hacia atrás, pero al mismo tiempo hacia delante; aumentado de tamaño.
—¿Qué coño es eso? —se cuestionó en voz baja, al mismo tiempo que agitaba sus alas con fuerza, elevándose aún más en el aire, con la intención de esquivar el ataque que se venía hacia él. No solo eso, si no que para aumentar la efectividad de su evasión usó el fuego que era capaz de generar para alzarse más rápido.
Miró de nuevo a su oponente, y otra vez sintió miedo. Se aferró con fuerza las empuñaduras de sus espadas, cuya hoja se tornó rápidamente de un color negro azabache muy intenso, que emitía un brillo metalizado bastante molón. Tras eso, como si de un ave rapaz se tratase, descendió en dirección al hombre que tenía frente a él, girando a su alrededor cada vez más rápido para que no viera venir su ataque y, entonces, tratar de asestarle un doble ataque con sus espadas a la altura del cuello, completamente envuelto en llamas tan cadentes como para quemarlo de estar a pocos centímetros de él por mero y simple contacto.
—¡Hola! —le diría con más energía—. ¿Tú nombre es…?
Y recularía hacia el cielo en un ángulo de cuarenta y cinco grados, alejándose también de él y posicionándose en guardia baja para defenderse de cualquier posible ataque.
No obstante, lo más curioso —por definirlo de alguna forma— para Zane, era la propia presencia de la persona que tenía frente a él. Era tenebrosa y temible, hasta el punto que el pirata se estremeció durante un instante, en el que pudo notar como su propia voluntad se unía a la del resto de sus amigos alrededor del bigardo que tenía en frente. Tenía miedo, y hacía mucho que no sentía esa sensación en su interior. Su respiración volviéndose irregular y agitada, llenando sus pulmones en cada bocanada. Los vasos de su piel contrayéndose, acompañado de escalofríos que le recorrían la espalda. Y un aumento considerable de la saliva en su boca, que tragó antes de suspirar.
Otros en su situación hubieran huido, pero él desenfundó su segunda espada y sonrió, mirando a su oponente a los ojos, mientras su oponente daba un paso al fuerte y le saludaba con sequedad.
«Al menos es educado», se dijo el pirata, abriendo los ojos y contemplando como usaba su cadena, golpeando el aire y le lanzaba una especie de onda de color negruzca que avanzaba de forma extraña. Parecía que iba hacia atrás, pero al mismo tiempo hacia delante; aumentado de tamaño.
—¿Qué coño es eso? —se cuestionó en voz baja, al mismo tiempo que agitaba sus alas con fuerza, elevándose aún más en el aire, con la intención de esquivar el ataque que se venía hacia él. No solo eso, si no que para aumentar la efectividad de su evasión usó el fuego que era capaz de generar para alzarse más rápido.
Miró de nuevo a su oponente, y otra vez sintió miedo. Se aferró con fuerza las empuñaduras de sus espadas, cuya hoja se tornó rápidamente de un color negro azabache muy intenso, que emitía un brillo metalizado bastante molón. Tras eso, como si de un ave rapaz se tratase, descendió en dirección al hombre que tenía frente a él, girando a su alrededor cada vez más rápido para que no viera venir su ataque y, entonces, tratar de asestarle un doble ataque con sus espadas a la altura del cuello, completamente envuelto en llamas tan cadentes como para quemarlo de estar a pocos centímetros de él por mero y simple contacto.
—¡Hola! —le diría con más energía—. ¿Tú nombre es…?
Y recularía hacia el cielo en un ángulo de cuarenta y cinco grados, alejándose también de él y posicionándose en guardia baja para defenderse de cualquier posible ataque.
- Resumen:
- Narrar las presencias + esquivar el ataque + atacar + hablarle y recular en posición defensiva
Galhard
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Aquello fue inesperado, Galhard confiaba que aquel encuentro se iba a convertir en una pelea contra una jauría de caza pero lejos de lo previsto las bestias que enfrentaron a los demás miembros de la brigada cayeron una a una, la que él enfrentaba, molesta por los proyectiles que habían sido lanzados hacia ella, lejos de sentirse agotada o atacar con una embestida se transformó en un torbellino de hojas oscuras que, a juzgar por su apariencia, estaban afiladas como bisturíes.
Todos sabemos lo que duele un corte con una hoja de papel, no queremos imaginar como ha de doler varios con hojas vegetales.
Tragando saliva Galhard dio una orden, pensó que aquel ataque aún seguía con el objetivo de llegar hasta el almirante herido lejos de centrarse en él mismo. Sus compañeros de brigada, Arthur y Jack habían salido a ayudarle a él y a los soldados, Jack con sus escamas parecía tratar de frenar aquellas hojas que se dirigían a los soldados.
-¡Marines! Cuerpo a tierra, esas hojas podrían aún alcanzaros, no debemos perder la posición pero minimizar el cuerpo que pueda golpearos y proteged zonas delicadas.- Mientras Gal decía eso se mantuvo en su sitio, de pie tocó con su mano el viejo medallón dorado que envolvió la zona cercana a su cuerpo en un aura de llamas y adoptó una postura donde, cubriendo sus ojos con sus antebrazos y endureciendo el cuerpo con el tenkai trató de concentrarse para endurecer su torso expuesto con haki para poder frenar las hojas que pudiesen traspasar aquellas barreras. No debía ceder, no debía dar un paso atrás. Que esas hojas no tuviesen pelaje le habían quitado la preocupación de sufrir la alergia.
El marine se alegraba de tener la confianza de sus compañeros de brigada y no deseaba defraudarles. Lamentaba que su haki de visión no fuese lo suficientemente avanzado como para leer su entorno o prever la dirección de todos los proyectiles o notar quien estaba detrás de aquello "Será a acaso que aquel perro era un usuario de una fruta de hojas?" Pensó para él mismo mientras mantenía su defensa "¿Será que esos perros siempre han sido hojas después de todo?" Fuese lo que fuese, después del ataque tendría más pistas sobre ello.
Todos sabemos lo que duele un corte con una hoja de papel, no queremos imaginar como ha de doler varios con hojas vegetales.
Tragando saliva Galhard dio una orden, pensó que aquel ataque aún seguía con el objetivo de llegar hasta el almirante herido lejos de centrarse en él mismo. Sus compañeros de brigada, Arthur y Jack habían salido a ayudarle a él y a los soldados, Jack con sus escamas parecía tratar de frenar aquellas hojas que se dirigían a los soldados.
-¡Marines! Cuerpo a tierra, esas hojas podrían aún alcanzaros, no debemos perder la posición pero minimizar el cuerpo que pueda golpearos y proteged zonas delicadas.- Mientras Gal decía eso se mantuvo en su sitio, de pie tocó con su mano el viejo medallón dorado que envolvió la zona cercana a su cuerpo en un aura de llamas y adoptó una postura donde, cubriendo sus ojos con sus antebrazos y endureciendo el cuerpo con el tenkai trató de concentrarse para endurecer su torso expuesto con haki para poder frenar las hojas que pudiesen traspasar aquellas barreras. No debía ceder, no debía dar un paso atrás. Que esas hojas no tuviesen pelaje le habían quitado la preocupación de sufrir la alergia.
El marine se alegraba de tener la confianza de sus compañeros de brigada y no deseaba defraudarles. Lamentaba que su haki de visión no fuese lo suficientemente avanzado como para leer su entorno o prever la dirección de todos los proyectiles o notar quien estaba detrás de aquello "Será a acaso que aquel perro era un usuario de una fruta de hojas?" Pensó para él mismo mientras mantenía su defensa "¿Será que esos perros siempre han sido hojas después de todo?" Fuese lo que fuese, después del ataque tendría más pistas sobre ello.
- Resumen:
- -Ordenar que los soldados tomen cuerpo a tierra para evitar lesiones y aprovechar mejor la cobertura de Jack
-Activar su medallón de fuego, Tenkai y endurecer su torso con haki de armadura esperando que ello sea suficiente para resistir con el mínimo de daños los proyectiles
-Pensar en el origen de aquellas bestias
Katharina von Steinhell
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
«Si fueran ilusiones me habría dado cuenta ya, además Ilusión no ha reaccionado… No, deben ser otra cosa; incluso tienen presencias. Debo estar dejándome algo…», reflexionó la bruja. «Tampoco les ha afectado mi haki del rey… ¿Qué serán?». El templo en ruinas, las habitaciones en un deteriorado estado, los libros tan viejos que parecían llevar siglos allí sin moverse… Todo parecía coincidir con un elemento clave que había pensado anteriormente, pero que ahora comenzaba a tomar otro sentido. «El paso del tiempo queda grabado en nuestros recuerdos, ¿no?». Si bien no se había olvidado de las advertencias sobre lo que podría haber allí abajo en el agua, por ahora lo más importante era enfrentar a los fantasmas sin perder el control. Y le estaba siendo difícil.
Frunció aún más el ceño cuando vio al anciano transformarse en una niña que de cierta manera le recordaba a Alexandra. ¿Sería ella de pequeña…? «No sólo son inmunes a mi haki del rey, sino que también pueden adoptar otras formas», pensó claramente irritada. ¿Realmente había sido buena idea meterse allí abajo? No estaba segura de si las catacumbas estaban relacionadas con la Estrella Oscura. Esperaba que sí para conseguir algo de información respecto de esta, pero ciertamente lo dudaba.
—Tómate los segundos que-
Fue interrumpida por la rápida aparición de un espíritu errante, quien buscó el pecho de la bruja con su mano. Katharina se hizo hacia atrás en un rápido movimiento, reaccionando como habría de esperarse. Pero entonces sintió un pinchazo en su espalda y vio la cabeza de un hombre salir por su estómago. «¡¿Nani?! ¡¿Me ha atravesado el cuerpo?!». Su mente fue trasladada por un instante que pareció una eternidad a una habitación completamente blanca en la que había una cama, además de gente vestida con trajes ostentosos y una multitud de joyas a modo de adorno. Se miró las manos, descubriendo que eran tan pequeñas como las de una niña de diez años. «¿Qué está pasando?», se preguntó. Entonces vio a una mujer de cabellos largos y plateados acostada en la cama con las manos entrelazadas y descansando sobre la boca de su estómago. Estaba muerta, podía sentirlo. La bruja caminó hacia la cama y la expresión de su rostro fue transformándose poco a poco, pasando de la confusión al horror y del horror a la tristeza, pues la mujer que estaba allí era su madre.
Su único ojo se humedeció y una lágrima se asomó al mismo tiempo que dejaba escapar por su boca un débil susurro: «¿Madre?». El rostro impávido de Katharina se tornó violento y oscuro, y su mirada sólo expresaba el deseo de asesinar a las criaturas que habían jugado con sus recuerdos. A pesar del enojo, parecía ver con más claridad el poder de las criaturas que tenía en frente.
—Hay cosas con las que nadie debe jugar —mencionó con una voz tan fría como siniestra, una voz que carecía de toda emoción salvo una: odio.
Esquivó a los tres fantasmas que quisieron atravesar su cuerpo. Ahora que conocía sus habilidades no se dejaría alcanzar por ellos. Todos tenían presencias por lo que eran potenciales enemigos reales, sin embargo, más por venganza que por otra cosa comenzaría con la mujer de allí. Del anciano ya se ocuparía su compañera, pues eso de transformarse en la versión miniatura de la pirata era muy morboso, sobre todo considerando la edad del viejo.
La espadachina se puso en posición de combate con las piernas ligeramente flexionadas y el cuerpo inclinado hacia delante, preparada para saltar. Creó una ilusión de sí misma que se despegó de su propio cuerpo a modo de una proyección que buscaría cortarle el cuello a la mujer en un rápido movimiento horizontal. Lo normal es que reaccionase de alguna u otra manera. Katharina estaría preparada para ese momento, pues saldría disparada justo después de lanzar la proyección ilusoria, realizando un movimiento instantáneo para buscar la espalda de la mujer y propinar cinco rápidos tajos a los puntos débiles ubicados en esta.
—Seguramente tú y los demás “fantasmas” sólo sean recuerdos de una época ya muerta, pero no me importará desterrarlos para siempre —le espetaría tras su movimiento, subiendo la guardia y preparándose para cualquier eventualidad.
Frunció aún más el ceño cuando vio al anciano transformarse en una niña que de cierta manera le recordaba a Alexandra. ¿Sería ella de pequeña…? «No sólo son inmunes a mi haki del rey, sino que también pueden adoptar otras formas», pensó claramente irritada. ¿Realmente había sido buena idea meterse allí abajo? No estaba segura de si las catacumbas estaban relacionadas con la Estrella Oscura. Esperaba que sí para conseguir algo de información respecto de esta, pero ciertamente lo dudaba.
—Tómate los segundos que-
Fue interrumpida por la rápida aparición de un espíritu errante, quien buscó el pecho de la bruja con su mano. Katharina se hizo hacia atrás en un rápido movimiento, reaccionando como habría de esperarse. Pero entonces sintió un pinchazo en su espalda y vio la cabeza de un hombre salir por su estómago. «¡¿Nani?! ¡¿Me ha atravesado el cuerpo?!». Su mente fue trasladada por un instante que pareció una eternidad a una habitación completamente blanca en la que había una cama, además de gente vestida con trajes ostentosos y una multitud de joyas a modo de adorno. Se miró las manos, descubriendo que eran tan pequeñas como las de una niña de diez años. «¿Qué está pasando?», se preguntó. Entonces vio a una mujer de cabellos largos y plateados acostada en la cama con las manos entrelazadas y descansando sobre la boca de su estómago. Estaba muerta, podía sentirlo. La bruja caminó hacia la cama y la expresión de su rostro fue transformándose poco a poco, pasando de la confusión al horror y del horror a la tristeza, pues la mujer que estaba allí era su madre.
Su único ojo se humedeció y una lágrima se asomó al mismo tiempo que dejaba escapar por su boca un débil susurro: «¿Madre?». El rostro impávido de Katharina se tornó violento y oscuro, y su mirada sólo expresaba el deseo de asesinar a las criaturas que habían jugado con sus recuerdos. A pesar del enojo, parecía ver con más claridad el poder de las criaturas que tenía en frente.
—Hay cosas con las que nadie debe jugar —mencionó con una voz tan fría como siniestra, una voz que carecía de toda emoción salvo una: odio.
Esquivó a los tres fantasmas que quisieron atravesar su cuerpo. Ahora que conocía sus habilidades no se dejaría alcanzar por ellos. Todos tenían presencias por lo que eran potenciales enemigos reales, sin embargo, más por venganza que por otra cosa comenzaría con la mujer de allí. Del anciano ya se ocuparía su compañera, pues eso de transformarse en la versión miniatura de la pirata era muy morboso, sobre todo considerando la edad del viejo.
La espadachina se puso en posición de combate con las piernas ligeramente flexionadas y el cuerpo inclinado hacia delante, preparada para saltar. Creó una ilusión de sí misma que se despegó de su propio cuerpo a modo de una proyección que buscaría cortarle el cuello a la mujer en un rápido movimiento horizontal. Lo normal es que reaccionase de alguna u otra manera. Katharina estaría preparada para ese momento, pues saldría disparada justo después de lanzar la proyección ilusoria, realizando un movimiento instantáneo para buscar la espalda de la mujer y propinar cinco rápidos tajos a los puntos débiles ubicados en esta.
—Seguramente tú y los demás “fantasmas” sólo sean recuerdos de una época ya muerta, pero no me importará desterrarlos para siempre —le espetaría tras su movimiento, subiendo la guardia y preparándose para cualquier eventualidad.
- Resumen:
- Reflexionar cosillas, reaccionar a los recuerdos y atacar a la mujer.
Inosuke Dru-zan
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Hierro y carne se funden cuando las armas impactan. Mis espadas se clavan en el animal que porta mi rival, deteniendo su ataque. La misma mancha negra que estaba en mi cuerpo, ahora se extiende hacia el interior de la presa de Cazapeces, casi dotándolo de vida. Resulta nauseabundo, como los hombres no muertos creados por Ivan. Sin duda alguna debo de acabar con todo lo antes posible.
Observo como lanza un objeto, negro y redondo, hacia la dirección en la que creía que estaba Kaya. La poca luz no me deja ver bien, y de no ser por los brillantes ojos carmesí ni siquiera sabría donde se encuentra el Jabalí Maldito. Este, sin dudar, arremete nuevamente contra mí. Parece que está decidido a acabar conmigo, pero no es el único con determinación. Los dioses me encomendaron una misión, y la cumpliría o moriría en el intento.
— ¡Cazapeces, usar táctica "apaga y vámonos"! —ordeno al pterodáctilo.
Corrí en dirección a mi rival nuevamente, portando conmigo toda mi determinación. No estaba al borde de la muerte, pero en cualquier momento las tornas podrían cambiar y verme muy mal. No quería pasar por eso; no podía. Tenía que enfrentarme con todo mi poder a La Maldición, complacer a los dioses y volver con mis amigos. Recordé cómo me había sentido enfrentando al salvaje de cera durante la carrera, como hice frente a su poder usando el que me habían entregado los dioses. Entrechoqué mis espadas y fue ahí cuando deseé con todo mi ser acabar con la oscuridad que se alzaba frente a mí.
Cazapeces había seguido mis órdenes. Había volado alto para descender rápidamente hacia la cabeza del Jabalí Maldito y clavar sus garras en los ojos de la Maldición. Mis espadas, que no paraban de vibrar, casi se movían solas, como si fueran las garras divinas del Tigre. Pretendía cortar no solo a través de la cría de pez gigante que intentaba morderme sino alcanzar también a la criatura que la portaba. Si conseguía morderme pero conseguía mi objetivo, no me importaba. Estaba determinado a ganar. Esa era mi voluntad.
Observo como lanza un objeto, negro y redondo, hacia la dirección en la que creía que estaba Kaya. La poca luz no me deja ver bien, y de no ser por los brillantes ojos carmesí ni siquiera sabría donde se encuentra el Jabalí Maldito. Este, sin dudar, arremete nuevamente contra mí. Parece que está decidido a acabar conmigo, pero no es el único con determinación. Los dioses me encomendaron una misión, y la cumpliría o moriría en el intento.
— ¡Cazapeces, usar táctica "apaga y vámonos"! —ordeno al pterodáctilo.
Corrí en dirección a mi rival nuevamente, portando conmigo toda mi determinación. No estaba al borde de la muerte, pero en cualquier momento las tornas podrían cambiar y verme muy mal. No quería pasar por eso; no podía. Tenía que enfrentarme con todo mi poder a La Maldición, complacer a los dioses y volver con mis amigos. Recordé cómo me había sentido enfrentando al salvaje de cera durante la carrera, como hice frente a su poder usando el que me habían entregado los dioses. Entrechoqué mis espadas y fue ahí cuando deseé con todo mi ser acabar con la oscuridad que se alzaba frente a mí.
Cazapeces había seguido mis órdenes. Había volado alto para descender rápidamente hacia la cabeza del Jabalí Maldito y clavar sus garras en los ojos de la Maldición. Mis espadas, que no paraban de vibrar, casi se movían solas, como si fueran las garras divinas del Tigre. Pretendía cortar no solo a través de la cría de pez gigante que intentaba morderme sino alcanzar también a la criatura que la portaba. Si conseguía morderme pero conseguía mi objetivo, no me importaba. Estaba determinado a ganar. Esa era mi voluntad.
- Resumen:
- Fliparse un poco (o tal vez mucho), ordenar a Cazapeces que clave sus garras en los ojos de Dark Ino y usar la tecnica Dientes de Tiburón junto a toda su voluntad para cortar tanto a la cría de Rey Marino como a la copia mala de Ino.
Un moderador culiau escribió:En fin, que el lobo evita la trayectoria de tu espada, clava sus colmillos en tu cabeza, y te mueres.
Zoi Lohia weón :v
- Resumen:
- Pareció que su espada detuvo el embate, pero casi se asustó cuando su brazo torció hacia delante al desaparecer toda resistencia sobre él. El enorme lobo se había transformado en un sinfín de hojas con olor sulfúrico, y su tos fue casi más intensa que el contragolpe que realizó hacia sí mismo para retomar el equilibrio. ¿Desde cuándo los animales podían deshacerse de esas formas? Solo podía responder esa pregunta acudiendo a la fuente de todos los poderes de ese mundo: Una Akuma no mi.
No dudó, y en cuanto dejó de toser intentó congelar todas las hojas. Las de su animal, las que estaban secas sobre Jack y las que había dejado Arthur atrás para... Vale, uno de los lobos parecía bastante más vivo de lo que a primera instancia podría parecer. También se había deshecho en una avalancha de hojas, o más bien una tormenta, y trataba de atravesar a Galhard para llegar hasta Douglas. No, en serio, ¿desde cuándo un lobo podía hacer esa clase de cosas? Él quería uno así, pero hecho de algo comestible. El tiempo que se ahorraría en la cocina podría ser brutal.
En cualquier caso, tendría más tiempo para pensar en tonterías. El lobo se encontraba parado a escasa distancia de Galhard, liberando un vendaval de hojarasca extremadamente afilada que el cadete pretendía evadir prendiéndose fuego, Arthur interponiéndose en el camino y Jack... Bueno, era Jack. Él rodeó al almirante de una densa cúpula de hielo y se posicionó sobre ella, preparando una defensa mucho más sólida guardando la espada y sacando el violín.
Dejó que la música fluyese mientras de su cúpula de hielo iban saliendo una decena de brazos que, si alguna de las hojas lograba atravesar la defensa de Arthur y Galhard, tratarían de atraparlas y romperlas. No sabía cómo iba a funcionar aquello, pero por lo menos tenía una idea en mente. Ya el destino se encargaría de decidir si era la opción adecuada o equivocada. Bueno, de hecho muy probablemente era equivocada, así que procedió a la fase dos: El viento.
Enormes abanicos, finos como una hoja de papel, surgieron en las manos, y con todas sus fuerzas los brazos empezaron a moverse para generar un viento intenso que avivara el fuego de Galhard, así como debía debilitar las hojas que tan deprisa venían hacia ellos para evitar que dañasen a Arthur. Esa idea sí que había sido bastante mejor.- Resumen:
- Proteger a Kurookami y generar manos con abanicos para levantar viento.
Prometeo
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Jamás imaginó que acabaría haciendo equipo con uno de los piratas más conocidos del mundo entero. No es que le importase demasiado, la verdad. Más allá de ese aspecto intimidante y un claro aroma mezcla entre sangre y alcohol, que parecía llevar grabado en la piel, seguro que había un gran corazón. Y la parte más curiosa del revolucionario quería ver qué tan bueno era Markov con la espada, ahora que tenía una en las manos. En cualquier caso, seguía siendo muy extraño tener que combatir a un espantapájaros que… Espera, ¿esa era la voz de la doctora Weidenberg? No había ninguna duda de que era ella, sin embargo, ¿cómo es que había llegado a Wano? ¿Y dónde estaba?
Prometeo se giró hacia todos lados en busca de Elizabeth, y entonces la encontró en el fuego azul. Comenzó a caminar lentamente hacia ella, sumido en un trance similar al que había estado hacía pocos minutos, antes de que apareciera el vampiro. «Es la misma sugestión de hace un momento», dijo una voz tosca y severa dentro de su cabeza. «¿No deberías haber aprendido ya, Prometeo?». Su «yo» tenía razón: todo era una jugarreta por parte del espantapájaros. Era imposible que la doctora estuviera dentro de su mirada, no había ningún factor físico que pudiera explicar la presencia de Elizabeth en ese lugar. Todo era una mentira, una ilusión, y de alguna manera la tenebrosa criatura conocía el corazón del revolucionario.
Siguió caminando, todavía afectado por la atractiva voz que tanto echaba de menos. No había visto a Elizabeth en mucho tiempo, más de lo que le gustaría, pero era lo que tenía el camino del revolucionario. Sentía algo genuino por ella, era innegable e incuestionable, y por esa misma razón no caería en los engaños de una criatura embustera. Pero aun así, Prometeo continuó avanzando lentamente hacia ella. Tenía miedo, nunca había estado frente a un monstruo horroroso como ese. Estaba inquieto porque su mente aún no descartaba la posibilidad de que a la doctora le hubiera pasado algo en serio. Y en cierta medida estaba enojado por culpa del espantapájaros.
Se detuvo a cinco metros de la criatura para entonces armarse de valor y enfrentar su terrorífica mirada. Daba mucho miedo, en serio, pero no era razón para darle un bofetón en la cara e incendiar el arrozal.
—¿Qué eres y qué quieres? —le preguntó tras detenerse—. La doctora… ¿Elizabeth está bien?
Prometeo se giró hacia todos lados en busca de Elizabeth, y entonces la encontró en el fuego azul. Comenzó a caminar lentamente hacia ella, sumido en un trance similar al que había estado hacía pocos minutos, antes de que apareciera el vampiro. «Es la misma sugestión de hace un momento», dijo una voz tosca y severa dentro de su cabeza. «¿No deberías haber aprendido ya, Prometeo?». Su «yo» tenía razón: todo era una jugarreta por parte del espantapájaros. Era imposible que la doctora estuviera dentro de su mirada, no había ningún factor físico que pudiera explicar la presencia de Elizabeth en ese lugar. Todo era una mentira, una ilusión, y de alguna manera la tenebrosa criatura conocía el corazón del revolucionario.
Siguió caminando, todavía afectado por la atractiva voz que tanto echaba de menos. No había visto a Elizabeth en mucho tiempo, más de lo que le gustaría, pero era lo que tenía el camino del revolucionario. Sentía algo genuino por ella, era innegable e incuestionable, y por esa misma razón no caería en los engaños de una criatura embustera. Pero aun así, Prometeo continuó avanzando lentamente hacia ella. Tenía miedo, nunca había estado frente a un monstruo horroroso como ese. Estaba inquieto porque su mente aún no descartaba la posibilidad de que a la doctora le hubiera pasado algo en serio. Y en cierta medida estaba enojado por culpa del espantapájaros.
Se detuvo a cinco metros de la criatura para entonces armarse de valor y enfrentar su terrorífica mirada. Daba mucho miedo, en serio, pero no era razón para darle un bofetón en la cara e incendiar el arrozal.
—¿Qué eres y qué quieres? —le preguntó tras detenerse—. La doctora… ¿Elizabeth está bien?
- Resumen:
- Hacerle un par de preguntas al espantapájaros.
AEG93
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El joven semigyojin centró toda su atención en el hombre pez que tenía ante sí, dedicando toda su concentración a observar y anticiparse a sus acciones. El burdo intento de burla por su parte no le molestó especialmente, puesto que era plenamente consciente de que, si de verdad pensaba eso, aquel tipo no sabía con quién estaba a punto de iniciar una confrontación. El Shichibukai era un pirata temido y un combatiente muy respetado a lo largo de los mares, y había mostrado en multitud de ocasiones su poder. Aquella sería una más. Pero no una cualquiera, pues lo que se jugaba en ese enfrentamiento no era solo su vida, sino algo mucho más valioso para él. Las de su madre y su hermana, así como la de su ya herido maestro. Tenía motivos más que de sobra para vencer esa batalla. No podía permitirse otro resultado.
Cuando se lanzó hacia él, el samurái aguantó su posición, esperando al último momento. Entonces un pitido en los oídos le advirtió de que algo más ocurría, y su instinto le llevó a, justo en el instante en que el puño del hombre pez iba a impactar contra su pecho, doblar las rodillas e inclinarse hacia atrás hasta que su torso quedó en paralelo al suelo. Apoyó la palma de su mano derecha, formando un trípode con ambos pies para mantener mejor el equilibrio.
Con ese movimiento esperaba no solo evitar el ataque del gyojin y la embestida sorpresa por la espalda del torso sin vida, sino que probablemente ambos enemigos chocarían entre sí, con la posibilidad que aquello conllevaba de provocar que el habitante del mar fuera herido por su propio poder. Acto seguido, y aprovechando el apoyo extra que le proporcionaba su mano derecha, continuaría su movimiento levantando el pie derecho con todas sus fuerzas para lanzar un veloz contraataque y asestar una feroz patada ascendente al gyojin. Buscaría su torso, que probablemente habría quedado desprotegido debido al impulso de su propia acometida.
Acertara o no, se incorporaría y pasaría a la ofensiva, cubriendo el filo de Kirisame con la negra armadura de su voluntad y lanzando una vertiginosa sucesión de tres tajos mientras avanzaba, buscando avasallar a su oponente. El primero seguiría una trayectoria ascendente oblicua de derecha a izquierda, el segundo sería horizontal a media altura en sentido contrario, y finalizaría con un tajo oblicuo descendente de derecha a izquierda en el que pondría casi todo su peso. Aquel gyojin iba a darse cuenta de con quién estaba tratando.
Cuando se lanzó hacia él, el samurái aguantó su posición, esperando al último momento. Entonces un pitido en los oídos le advirtió de que algo más ocurría, y su instinto le llevó a, justo en el instante en que el puño del hombre pez iba a impactar contra su pecho, doblar las rodillas e inclinarse hacia atrás hasta que su torso quedó en paralelo al suelo. Apoyó la palma de su mano derecha, formando un trípode con ambos pies para mantener mejor el equilibrio.
Con ese movimiento esperaba no solo evitar el ataque del gyojin y la embestida sorpresa por la espalda del torso sin vida, sino que probablemente ambos enemigos chocarían entre sí, con la posibilidad que aquello conllevaba de provocar que el habitante del mar fuera herido por su propio poder. Acto seguido, y aprovechando el apoyo extra que le proporcionaba su mano derecha, continuaría su movimiento levantando el pie derecho con todas sus fuerzas para lanzar un veloz contraataque y asestar una feroz patada ascendente al gyojin. Buscaría su torso, que probablemente habría quedado desprotegido debido al impulso de su propia acometida.
Acertara o no, se incorporaría y pasaría a la ofensiva, cubriendo el filo de Kirisame con la negra armadura de su voluntad y lanzando una vertiginosa sucesión de tres tajos mientras avanzaba, buscando avasallar a su oponente. El primero seguiría una trayectoria ascendente oblicua de derecha a izquierda, el segundo sería horizontal a media altura en sentido contrario, y finalizaría con un tajo oblicuo descendente de derecha a izquierda en el que pondría casi todo su peso. Aquel gyojin iba a darse cuenta de con quién estaba tratando.
- Resumen:
- Tratar de esquivar el doble ataque y contraatacar sin gastar acción gracias a la maestría "Postura Perfecta" para luego pasar a la ofensiva y buscar avasallar al gyojin.
Yarmin Prince
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Varias cosas rondaron por su mente en ese momento. Una de ellas era que podía ser la oportunidad perfecta para que el viejo calamar sufriese un lamentable accidente, pero lo descartó de inmediato. Por mucho que las tristes casualidades existiesen, el principio del cui bono seguía aplicándose en aquella situación. Podía ser lamentable, claro, pero había una persona que salía beneficiada de su muerte, y casualmente sería el hombre que había llegado para ofrecer una labor exacta a la que el calamar realizaba. Y, por mucho que pudiese sentir curiosidad por una mujer -o ente femenino- que yacía latente y poseía soberano control sobre la vegetación, o algo así, no iba a arriesgar su integridad física por ello. Sin embargo, sí que era necesario o como mínimo conveniente actuar en consecuencia a la revelación que Moloch acababa de hacerle.
Por eso, mostró cara de genuina preocupación.
- ¿Cómo que no está en el tejado? -preguntó, fingiéndose anonadado-. ¿Qué habéis escondido en este lugar?
Obviamente no esperaba respuestas, solo dar más coherencia a su acting. Era lógico que ni siquiera él podía prever que habrían metido a un ser de poderes bíblicos en un castillo sin alguna medida de seguridad adicional, y si bien él ya se sorprendía de muy pocas cosas había esa cualidad en la gente normal que se solía apreciar: La humanidad. Tener un pequeño arrebato en medio de una situación de estrés mostraba que no era perfecto, claro, pero si se mantenía frío como una roca... Era fácil saber que había gato encerrado.
No obstante su vis tornó en una mueca preocupada. Seguía siendo un estratega, por lo que era lógico que la segunda reacción sería, casi inmediatamente, buscar una solución. No tenía interés en hacerlo, a decir verdad, pero fingir que realmente la situación le preocupaba lo bastante como para tratar de enmendarla también le hacía ganar bastantes puntos. Puntos que, si quería poder matar al maldito calamar, iba a necesitar.
- Está bien -respondió finalmente-. Vámonos. Pero avisa a tus hombres de que utilicen agua para eliminar las emisiones. O alcohol, si son capaces de esparcirlo en aerosol. Y que lleven fuego. Cualquier planta puede quemarse fácilmente.
Sabía que lo que estaba diciendo no era ni de lejos suficiente, pero sí lo bastante como para mostrar preocupación. Tras eso simplemente aceptó la dirección que impusiera Moloch, no sin dejar alguna que otra expresión de inconformismo:
- ¿Seguro que no hay ninguna forma en que podamos ayudar? -preguntó, deseando que no hubiese nada que pudieran hacer.
Por eso, mostró cara de genuina preocupación.
- ¿Cómo que no está en el tejado? -preguntó, fingiéndose anonadado-. ¿Qué habéis escondido en este lugar?
Obviamente no esperaba respuestas, solo dar más coherencia a su acting. Era lógico que ni siquiera él podía prever que habrían metido a un ser de poderes bíblicos en un castillo sin alguna medida de seguridad adicional, y si bien él ya se sorprendía de muy pocas cosas había esa cualidad en la gente normal que se solía apreciar: La humanidad. Tener un pequeño arrebato en medio de una situación de estrés mostraba que no era perfecto, claro, pero si se mantenía frío como una roca... Era fácil saber que había gato encerrado.
No obstante su vis tornó en una mueca preocupada. Seguía siendo un estratega, por lo que era lógico que la segunda reacción sería, casi inmediatamente, buscar una solución. No tenía interés en hacerlo, a decir verdad, pero fingir que realmente la situación le preocupaba lo bastante como para tratar de enmendarla también le hacía ganar bastantes puntos. Puntos que, si quería poder matar al maldito calamar, iba a necesitar.
- Está bien -respondió finalmente-. Vámonos. Pero avisa a tus hombres de que utilicen agua para eliminar las emisiones. O alcohol, si son capaces de esparcirlo en aerosol. Y que lleven fuego. Cualquier planta puede quemarse fácilmente.
Sabía que lo que estaba diciendo no era ni de lejos suficiente, pero sí lo bastante como para mostrar preocupación. Tras eso simplemente aceptó la dirección que impusiera Moloch, no sin dejar alguna que otra expresión de inconformismo:
- ¿Seguro que no hay ninguna forma en que podamos ayudar? -preguntó, deseando que no hubiese nada que pudieran hacer.
- Resumen:
- Sigo a Moloch.
Marc Kiedis
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
La táctica que conjuntamente adoptaron los dos miembros de los Arashi fue bastante eficaz, neutralizando a bastantes de sus enemigos antes de que pudieran convertirse en una amenaza. Sin embargo tres de los tipos más cercanos a Marc, entre el hecho de que estaban pegados al suelo por el queso de este y que el corpachón del semigigante les libró de la mayor parte de los efectos del vendaval que Therax había desatado consiguieron mantenerse en su posición. Y dado lo cerca que se hallaban del grandullón, trataron de apuñalarle casi al mismo tiempo.
El cocinero, que pese a tener unos excelentes reflejos no poseía un cuerpo capaz de moverse a la misma velocidad que su mente, solo tuvo entonces una opción. Volver su cuerpo de un brillante color negro, reflejo del poder de su férrea voluntad, y acomodar su espada para intentar detener uno o dos de los tres cuchillos. Esperaba que, entre lo que frenara con Kotai-Hi y lo que su Haki pudiera protegerle, la inmensa mayoría si no la totalidad del daño que las tres puñaladas pensaban causarle quedase mitigado.
Entonces el tipo con aspecto de payaso convirtió sus manos en unas improvisadas tijeras que se cerraron en torno al suelo del local y levantaron parte del mismo, tirando de él y buscando hacer caer a Marc y Therax. El semigigante, como siempre lento de movimientos pero rápido de reflejos, hizo crecer bajo sus pies un pequeño pedestal de queso, elevándole lo suficiente para no pisar el suelo y poder mantener el equilibrio.
Quedaba claro que aquellas tijeras eran una gran amenaza, por lo que aprovechando el queso que había ya disperso por todo el suelo del local trató de inutilizarlas. Así, hizo que alrededor del pirata vestido de payaso el queso abandonara el suelo y buscara rodear sus tijeras, cubriéndolas por completo y endureciéndose para evitar que pudiera utilizarlas. Y no solo eso, sino que se cubriría además también con la armadura negra del Haki del cocinero. Aquello suponía un gran esfuerzo, pues transmitir su voluntad a su queso no era igual de sencillo que manifestarla en su propio cuerpo, pero si daba a su compañero Therax una ventana para atacar a aquel tipo sin que pudiera utilizar sus tijeras para defenderse ni contraatacar habría valido la pena.
El cocinero, que pese a tener unos excelentes reflejos no poseía un cuerpo capaz de moverse a la misma velocidad que su mente, solo tuvo entonces una opción. Volver su cuerpo de un brillante color negro, reflejo del poder de su férrea voluntad, y acomodar su espada para intentar detener uno o dos de los tres cuchillos. Esperaba que, entre lo que frenara con Kotai-Hi y lo que su Haki pudiera protegerle, la inmensa mayoría si no la totalidad del daño que las tres puñaladas pensaban causarle quedase mitigado.
Entonces el tipo con aspecto de payaso convirtió sus manos en unas improvisadas tijeras que se cerraron en torno al suelo del local y levantaron parte del mismo, tirando de él y buscando hacer caer a Marc y Therax. El semigigante, como siempre lento de movimientos pero rápido de reflejos, hizo crecer bajo sus pies un pequeño pedestal de queso, elevándole lo suficiente para no pisar el suelo y poder mantener el equilibrio.
Quedaba claro que aquellas tijeras eran una gran amenaza, por lo que aprovechando el queso que había ya disperso por todo el suelo del local trató de inutilizarlas. Así, hizo que alrededor del pirata vestido de payaso el queso abandonara el suelo y buscara rodear sus tijeras, cubriéndolas por completo y endureciéndose para evitar que pudiera utilizarlas. Y no solo eso, sino que se cubriría además también con la armadura negra del Haki del cocinero. Aquello suponía un gran esfuerzo, pues transmitir su voluntad a su queso no era igual de sencillo que manifestarla en su propio cuerpo, pero si daba a su compañero Therax una ventana para atacar a aquel tipo sin que pudiera utilizar sus tijeras para defenderse ni contraatacar habría valido la pena.
- Resumen:
- Cubrirme de Haki y tratar de bloquear/mitigar las puñaladas. Elevarme en un pedestal de queso para no perder el equilibrio y, acto seguido, tratar de inutilizar sus tijeras cubriéndolas por completo de queso imbuido en Haki usando para ello parte del queso ya presente en el suelo del bar.
Vile Spectre
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
La victoria contra los secuaces de C. Zar no había traído más que calma y celebración. El joven músico aprovechó para reír, relajarse y llenar su petaca del licor que los habitantes de Wano llamaban sake, aunque no perdió de vista ni por un momento las naves del Yonkou. Seguían siendo un premio muy apetitoso como para ignorarlo, y estaba más que seguro de que a Kenshin se le antojarían igual de buenas.
Los festejos terminaron con la caída de la noche. El grillar entre los verdes prados de Wano no pudo opacar el bramido de las armas de fuego a kilómetros de la villa. La batalla continuaba. Pronto, el fulgor del astro que más brillaba ese día se extinguió. Vile lo observaba desinteresadamente, mientras oteaba las humaredas causadas por la furiosa refriega que se libraba a lo lejos. Lo que sucedió entonces fue demasiado rápido: aullidos de bestias por todas partes y nubes de ceniza volcánica que se aproximaban al pueblo. De no haber sido por Nox, el músico de Arabasta habría sido engullido y perecería asfixiado junto a otros ciudadanos desprevenidos.
Las cenizas que flotaban en el ambiente resultaban tremendamente molestas, aunque, como era habitual, Nox no mostró ni la más mínima señal de dolor. Las víctimas de los mortales gases se habían convertido en seres desagradables que yacían por todo el pueblo. Uno de ellos se alzó, gris y tembloroso, carente de ojos. Vile torció el gesto con desagrado. Aquel ser se dirigía lentamente en su dirección. Vile se llevó la mano al abrigo, aunque no supo si buscaba su pistola o su petaca.
Nox no se lo pensó dos veces y emprendió la huida al interior de la isla. No lucharía. Vile hizo una inefable mueca y respondió:
-Sí, creo que es hora de irnos.
Aprovechando sus largas piernas, corrió junto al enmascarado, tomando el Den Den Mushi de los Arashi no Kyoudai. Normalmente habría hecho alguno de sus chascarrilos habituales, pero la situación no era para nada propicia:
-Aquí Vile -anunció-. Que todo el que esté en la puta isla mueva su culo y se marche. Luka, ¿dónde coño estás? Es igual, meteos en el agua si no tenéis a donde huir. Cambio y corto.
Pronto más y más de aquellas bestias se alzaban para tratar de obstaculizar su camino. Vile desenfundó su dao, intentando intimidarles, aunque de nada servía. No tardaron en dar con una anciana superviviente, preparada para defenderse en el umbral de su vivienda. Estaba diciendo algo de su sobrino o su nieto, pero Vile, siendo insolente y joven como era, no escuchó las palabras de la veterana.
-Señora, no sé como está el precio de la vivienda en esta isla, pero desde luego que no debe de ser tanto como para que quiera quedarse en su choza a morir -aconsejó Vile, sin dejar de correr-. ¡Lárguese!
Sin detenerse demasiado y esperando que tanto Nox como la señora le acompañarán, se dio toda la prisa que pudo para intentar escapar de la villa.
Los festejos terminaron con la caída de la noche. El grillar entre los verdes prados de Wano no pudo opacar el bramido de las armas de fuego a kilómetros de la villa. La batalla continuaba. Pronto, el fulgor del astro que más brillaba ese día se extinguió. Vile lo observaba desinteresadamente, mientras oteaba las humaredas causadas por la furiosa refriega que se libraba a lo lejos. Lo que sucedió entonces fue demasiado rápido: aullidos de bestias por todas partes y nubes de ceniza volcánica que se aproximaban al pueblo. De no haber sido por Nox, el músico de Arabasta habría sido engullido y perecería asfixiado junto a otros ciudadanos desprevenidos.
Las cenizas que flotaban en el ambiente resultaban tremendamente molestas, aunque, como era habitual, Nox no mostró ni la más mínima señal de dolor. Las víctimas de los mortales gases se habían convertido en seres desagradables que yacían por todo el pueblo. Uno de ellos se alzó, gris y tembloroso, carente de ojos. Vile torció el gesto con desagrado. Aquel ser se dirigía lentamente en su dirección. Vile se llevó la mano al abrigo, aunque no supo si buscaba su pistola o su petaca.
Nox no se lo pensó dos veces y emprendió la huida al interior de la isla. No lucharía. Vile hizo una inefable mueca y respondió:
-Sí, creo que es hora de irnos.
Aprovechando sus largas piernas, corrió junto al enmascarado, tomando el Den Den Mushi de los Arashi no Kyoudai. Normalmente habría hecho alguno de sus chascarrilos habituales, pero la situación no era para nada propicia:
-Aquí Vile -anunció-. Que todo el que esté en la puta isla mueva su culo y se marche. Luka, ¿dónde coño estás? Es igual, meteos en el agua si no tenéis a donde huir. Cambio y corto.
Pronto más y más de aquellas bestias se alzaban para tratar de obstaculizar su camino. Vile desenfundó su dao, intentando intimidarles, aunque de nada servía. No tardaron en dar con una anciana superviviente, preparada para defenderse en el umbral de su vivienda. Estaba diciendo algo de su sobrino o su nieto, pero Vile, siendo insolente y joven como era, no escuchó las palabras de la veterana.
-Señora, no sé como está el precio de la vivienda en esta isla, pero desde luego que no debe de ser tanto como para que quiera quedarse en su choza a morir -aconsejó Vile, sin dejar de correr-. ¡Lárguese!
Sin detenerse demasiado y esperando que tanto Nox como la señora le acompañarán, se dio toda la prisa que pudo para intentar escapar de la villa.
- Resumen:
- Seguir intentando escapar de la aldea y aconsejar a la anciana de que haga lo mismo.
Shinobu Yamamoto
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
¡Yatta! ¡Se ha quedado inmóvil como una piedra! Los demonios no pueden resistir el nombre de Izanagi-sama, está en las escrituras. Lo extraño es que parece que ha tenido efecto en los otros espíritus… ¿Estarán conectados? Los demonios tienen habilidades muy extrañas. En cualquier caso, es el momento perfecto para continuar con el exorcismo, sin embargo, no es algo que Hitomi-chan debería ver… Siempre hay gritos desgarradores y algunos demonios están obsesionados con dar vuelta la cabeza. Creo que deberíamos retirarnos por ahora y retomar la búsqueda del guardaespaldas de Hitomi-chan.
Pero entonces aparece una columna de fuego gigantesca. Por puro instinto me protejo la cara con el antebrazo, temiendo que las llamas me fuesen a alcanzar. Sin embargo, el pilar ardiente se mantiene ahí quieto sin moverse. ¿Lo ha hecho Aki-san…? No tengo duda de que es una mujer muy fuerte, pero tanto poder conlleva un precio. ¿Lo habrá pagado? ¿Estará maldita como yo? Un aroma conocido me hace espabilar y luego noto que alguien me levanta del suelo.
—¿Aki-san?
Asumo que nos estamos retirando cuando ella echa a volar. Es lo que deberíamos hacer, pues no tiene sentido librar una lucha innecesaria. Quiero descubrir saber qué ha pasado conmigo, pero lo haré luego de que Hitomi-chan regrese con Yoshio. Me niego a creer que todos mis amigos están muertos. Izanagi-sama no me abandonaría en un mundo donde estaría completamente sola, eso sería imposible. Esos hombres deben estar mintiendo… No se puede confiar en gente que esconde cosas en las enfermerías de otras personas y después irse sin decir gran cosa. Tampoco es normal sonreír cuando tu presa está… huyendo. ¿Realmente lo estamos haciendo? Tal vez es justo lo que él quiere que hagamos, pero como no hay manera de comprobarlo no debería prestarle atención. O eso me aconsejaría el maestro.
Da igual que no pueda ver por culpa de la oscuridad, yo sé que está ahí. El viento silba en mis oídos y acaricia mi rostro, arrancando mis pensamientos y haciéndome sentir libre. Ahora la pregunta es hacia dónde vamos porque, bueno, tampoco es que no ver nada sea muy útil. Alzo la mirada hacia lo más alto del cielo y cierro inmediatamente los ojos, viendo por un milisegundo el anillo de luz que bordea una cosa oscura. ¡Si vuelvo a mirar quedaré ciega!
—¿Por qué está todo tan oscuro…? E-E-Espera, ¿lord Hitoshi me habrá matado? ¡¿Y si estoy muerta y esto es el infierno?! No, no, no, no es como lo describen los textos… —susurro para mí, volviendo a mi debate interno. Luego miro sobre le hombro de Aki-san—. Hitomi-chan, ¿hacia dónde deberíamos ir? No tengo idea dónde estamos y no quiero perdernos por mi culpa, je…
Pero entonces aparece una columna de fuego gigantesca. Por puro instinto me protejo la cara con el antebrazo, temiendo que las llamas me fuesen a alcanzar. Sin embargo, el pilar ardiente se mantiene ahí quieto sin moverse. ¿Lo ha hecho Aki-san…? No tengo duda de que es una mujer muy fuerte, pero tanto poder conlleva un precio. ¿Lo habrá pagado? ¿Estará maldita como yo? Un aroma conocido me hace espabilar y luego noto que alguien me levanta del suelo.
—¿Aki-san?
Asumo que nos estamos retirando cuando ella echa a volar. Es lo que deberíamos hacer, pues no tiene sentido librar una lucha innecesaria. Quiero descubrir saber qué ha pasado conmigo, pero lo haré luego de que Hitomi-chan regrese con Yoshio. Me niego a creer que todos mis amigos están muertos. Izanagi-sama no me abandonaría en un mundo donde estaría completamente sola, eso sería imposible. Esos hombres deben estar mintiendo… No se puede confiar en gente que esconde cosas en las enfermerías de otras personas y después irse sin decir gran cosa. Tampoco es normal sonreír cuando tu presa está… huyendo. ¿Realmente lo estamos haciendo? Tal vez es justo lo que él quiere que hagamos, pero como no hay manera de comprobarlo no debería prestarle atención. O eso me aconsejaría el maestro.
Da igual que no pueda ver por culpa de la oscuridad, yo sé que está ahí. El viento silba en mis oídos y acaricia mi rostro, arrancando mis pensamientos y haciéndome sentir libre. Ahora la pregunta es hacia dónde vamos porque, bueno, tampoco es que no ver nada sea muy útil. Alzo la mirada hacia lo más alto del cielo y cierro inmediatamente los ojos, viendo por un milisegundo el anillo de luz que bordea una cosa oscura. ¡Si vuelvo a mirar quedaré ciega!
—¿Por qué está todo tan oscuro…? E-E-Espera, ¿lord Hitoshi me habrá matado? ¡¿Y si estoy muerta y esto es el infierno?! No, no, no, no es como lo describen los textos… —susurro para mí, volviendo a mi debate interno. Luego miro sobre le hombro de Aki-san—. Hitomi-chan, ¿hacia dónde deberíamos ir? No tengo idea dónde estamos y no quiero perdernos por mi culpa, je…
- Resumen:
- Preguntarle a Hitomi qué dirección tomar.
Osuka Sumisu
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
La carga del constructo carmesí no encontró obstáculo alguno. Tendría que haberse olido algo cuando aquel individuo empezó a reírse sin más de aquella forma siniestra. El contundente puñetazo se empotro contra una pared de madera en forma de mano gigantesca, dando resultado a que pasaría si una roca se empotrara contra un árbol. La turbina del brazo seguía rugiendo con fuerza, pero no daba más de sí. Demostraba una gran fortaleza, incluso para los estándares del revolucionario.
- ¿Pero quién diantres eres…?-pregunto con voz bestial y grabe a partes iguales, por las condiciones de su forma actual-.
Tras el impulso inicial, es hombre de madera empezaba a ganar el pulso. Poco a poco el brazo del revolucionario retrocedía aun con la fuerza con la que se trataba de imponer. Habia muy poca gente que pudiera superarle en aquello, pero que aquel individuo lo hiciese lo crispaba, pero no iba a dejarse vencer. El muy necio creería que ya había ganado la pelea, pero enseño sus habilidades demasiado rápido, pues el Oficial no solo tenía a la tierra y a las rocas de su lado. Con la mano que empuñaba el boke, ataco a los puntos de apoyo del coloso rojo, cosa que no iba a permitir.
Con su garra libre, la envolvió con su voluntad y agarro la hoja del arma como si fuese un simple palo. Con ambas manos ocupadas; una con el filo y otra con la otra forcejeando con la enorme mano de madera. La garganta del coloso se ilumino con un rojo fuego intenso a la vez que de su mandíbula empezaba a emanar humo negro.
- ¡Veamos si tus leños pueden detener esto…!
Desencajándose la pétrea mandíbula, de su boca surgió un proyectil de magma a bocajarro, buscando herir a su contrincante, o hacer un poco de carbón.
- ¿Pero quién diantres eres…?-pregunto con voz bestial y grabe a partes iguales, por las condiciones de su forma actual-.
Tras el impulso inicial, es hombre de madera empezaba a ganar el pulso. Poco a poco el brazo del revolucionario retrocedía aun con la fuerza con la que se trataba de imponer. Habia muy poca gente que pudiera superarle en aquello, pero que aquel individuo lo hiciese lo crispaba, pero no iba a dejarse vencer. El muy necio creería que ya había ganado la pelea, pero enseño sus habilidades demasiado rápido, pues el Oficial no solo tenía a la tierra y a las rocas de su lado. Con la mano que empuñaba el boke, ataco a los puntos de apoyo del coloso rojo, cosa que no iba a permitir.
Con su garra libre, la envolvió con su voluntad y agarro la hoja del arma como si fuese un simple palo. Con ambas manos ocupadas; una con el filo y otra con la otra forcejeando con la enorme mano de madera. La garganta del coloso se ilumino con un rojo fuego intenso a la vez que de su mandíbula empezaba a emanar humo negro.
- ¡Veamos si tus leños pueden detener esto…!
Desencajándose la pétrea mandíbula, de su boca surgió un proyectil de magma a bocajarro, buscando herir a su contrincante, o hacer un poco de carbón.
- Resumen:
- Oh vaya, es un tipo planta contra un tipo roca, lastima que sepa un ataque... tipo fuego(???)
- Cosis:
Haki armadura 8
SABER DEL FUEGO: El usuario puede hacer que la piedra entre en un estado de auto fricción, elevando su temperatura hasta el punto de convertir el material en magma en una zona de 20 metros. Antes del punto de fundición, puede ser disparada como proyectiles para lanzar una salva de fuego durante la trayectoria.
Y voló. De hecho, por un momento creyó poder escuchar una sintonía en su cabeza, como si alguien entonase melódicamente cinco simples palabras: "I believe I can fly". No sabía si aquello había sido fruto de un distante recuerdo del pasado o si alguno de los turbios corsarios había decidido dar un toque cómico al tenso momento, pero el hecho era que se había estampado contra una de las paredes de madera de la taberna.
No tardó en levantarse, comprobando el origen del anómalo movimiento del suelo y el mecanismo empleado por su compañero para evitarlo. Debía reconocer que, por mucho asco que le diese, Marc era un maestro con el queso. Fuera como fuese, el número de enemigos se había reducido más que considerablemente, lo que volvía la situación algo más cómoda.
―¿Qué chiste? ―preguntó, y no lo hacía son sorna, pues verdaderamente había olvidado a qué se refería el líder del grupo. Fuera lo que fuese, podría repetírselo antes de perder la consciencia. Adoraba volar, pero ese último vuelo había estado lejos de ser placentero. Desenvainó sus sables, trazando tres cortes a sus espaldas que provocaron que un cuadrado de pared que abarcaba desde el techo hasta el suelo cayese al exterior―. Creo que es momento de que llevemos esto al exterior, ¿no?
Habló en dirección al de las manos de tijera, pero en realidad se dirigía al grandullón. Simplemente saltó hacia fuera, distanciándose unos cinco metros de la construcción y trazando corte tras corte en dirección a la taberna. Ninguno de ellos iba dirigido a la posición en la que se encontraba el bonachón de Marc, pero su intención era reducir el lugar a un cúmulo de listones: llevar el duelo a un espacio abierto, más favorable para él. En cuanto a Marc, algunos kilos de madera no representarían más que cosquillas para él...
Una vez lo hubo hecho ―si nada se lo impedía, claro―, dejó que su voluntad acariciase el ambiente en busca del tipo de las uñas siniestras. Sus alas ya habían vuelto a aparecer en su espalda cuando creyó identificar su presencia, abalanzándose hacia su posición con Byakko y Yuki-onna en ristre. Únicamente fueron dos tajos, realizados al unísono y en forma de cruz, con los que pretendió dividir el cuerpo de aquel sujeto en cuatro fragmentos.
No tardó en levantarse, comprobando el origen del anómalo movimiento del suelo y el mecanismo empleado por su compañero para evitarlo. Debía reconocer que, por mucho asco que le diese, Marc era un maestro con el queso. Fuera como fuese, el número de enemigos se había reducido más que considerablemente, lo que volvía la situación algo más cómoda.
―¿Qué chiste? ―preguntó, y no lo hacía son sorna, pues verdaderamente había olvidado a qué se refería el líder del grupo. Fuera lo que fuese, podría repetírselo antes de perder la consciencia. Adoraba volar, pero ese último vuelo había estado lejos de ser placentero. Desenvainó sus sables, trazando tres cortes a sus espaldas que provocaron que un cuadrado de pared que abarcaba desde el techo hasta el suelo cayese al exterior―. Creo que es momento de que llevemos esto al exterior, ¿no?
Habló en dirección al de las manos de tijera, pero en realidad se dirigía al grandullón. Simplemente saltó hacia fuera, distanciándose unos cinco metros de la construcción y trazando corte tras corte en dirección a la taberna. Ninguno de ellos iba dirigido a la posición en la que se encontraba el bonachón de Marc, pero su intención era reducir el lugar a un cúmulo de listones: llevar el duelo a un espacio abierto, más favorable para él. En cuanto a Marc, algunos kilos de madera no representarían más que cosquillas para él...
Una vez lo hubo hecho ―si nada se lo impedía, claro―, dejó que su voluntad acariciase el ambiente en busca del tipo de las uñas siniestras. Sus alas ya habían vuelto a aparecer en su espalda cuando creyó identificar su presencia, abalanzándose hacia su posición con Byakko y Yuki-onna en ristre. Únicamente fueron dos tajos, realizados al unísono y en forma de cruz, con los que pretendió dividir el cuerpo de aquel sujeto en cuatro fragmentos.
- Resumen:
- Estamparme contra la pared, abrir un agujero y salir al exterior. Intentar echar abajo el edificio y lanzarme a por el de las tijeras tras buscarlo con un poquito de haki.
Normas del capítulo:
Moderación
- Se moderará lunes y jueves entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los lunes o jueves antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación
- Maki:
- – Esto… ¿Es negociable? –pregunta Shakespeare antes de escabullirse hacia el interior de la nave. Parece que siente un profundo miedo del animal, pero tampoco es que esto sea algo raro, porque todos los Centellas parecen bastante asustados ante la perspectiva de seguir enfrentándose a aves a las que, en su mayoría, no pueden. Además, diez de tus hombres han hecho un círculo chamánico ahí al fondo, alrededor de una. Esto no parece necesariamente malo, la gallina parece bastante feliz de recibir atenciones, aunque en estos momentos pareces tener problemas más importantes.
Cuando el gigantesco gallo carga puedes notar cómo la tierra retumba bajo sus pies, haciendo que el suelo tiemble deprisa, casi vibrante. Cuando está llegando a por ti se prepara no solo para embestirte, sino para hacerlo con el pico y así perforarte, pero tu poderoso puñetazo lo lanza volando hasta que se choca contra un árbol, tronzándolo de golpe. Sin embargo, como si nada hubiera sucedido, se levanta y mira hacia ti, molesto.
Pone una postura extraña, con el cuello muy bajo y las alas desplegadas, y entonces comienza a aletear con la parte posterior de estas, tan fuerte que las llamas de su cresta salen despedidas hacia ti y tu barco. No van extraordinariamente deprisa, pero es fácil darse cuenta de que están muy, muy, muy calientes.
- Kaya e Inosuke:
- Kaya… Cuando la bolsa golpea en tu hombro revienta. Suelta una pequeña cantidad de tinta negra y, aunque es muy poca, sabes que por lo que está sucediendo en estos momentos que es un increíble peligro. Ino, por tu parte… Parece que frenar el fuego con fuego no termina de ser una buena opción. Logras atravesar al animal, que chilla agonizante antes de que más tinta cierre sus heridas con una palpitante circulación negra y brillante. Pero hablando de tus objetivos, logras cortarle el brazo, pero un chorro de tinta sale disparado a propulsión contra ti cuando lo consigues, si bien no tarda mucho en terminar siendo un chorro débil, como una herida sangrante.
Volviendo a Kaya, logras que el animal caiga de golpe al suelo, pero eso no es bastante como para que el hombre cerdo deje de intentar levantarlo, momento en el que llega el ave para hundir sus patas en los ojos centelleantes del jabalí. Y es entonces, mientras con cada herida que le haces al rey marino -que resulta extremadamente resistente, por lo visto- Cazapeces chilla de dolor mientras que sus patas comienzan a quemarse muy lentamente, ante lo que termina volando de nuevo. Parece que sus heridas son apenas superficiales, pero acuérdate de ponerle aloe vera luego.
La sombra, finalmente, suelta al animal… Más o menos. Tira de su cola, y arranca lo que parece un “esqueleto” de tinta que enarbola como si de una cadena se tratase. Es casi medio animal, y posee algún que otro diente pero el parecido con el rey marino, agonizante, es meramente formal. Con él hace un barrido mientras ruge, intentando golpearos a ambos. Lo hace con tanta fuerza que en su trayectoria se genera una potente onda cortante.
- Katharina y Alexandra:
- Los ojos de la niña se van volviendo más humanos a medida que le respondes, manteniendo el gesto de incomprensión a medida que vas desarrollando tu discurso. Para cuando la golpeas, esta es atravesada como si nada. Sigue ahí, mirándote, con esos ojos inexpresivos… Y no hace nada.
– ¿Nos destruyes porque no somos perfectas? ¿O porque nos odias? –pregunta, llevándose un dedo a la boca. Parece que se toca la herida, aunque no ves nada en ella que indique su presencia–. ¿Por qué te odias, Xandra? ¿Tantas cosas malas has hecho? Yo puedo perdonarte.
Katharina… La mujer parece divertirse bastante con tus expresiones, sobre todo cuando tu cara se vuelve un rictus. Ves por un momento la maldad en sus ojos, antes de que te lances a la ofensiva. Incluso cuando lo haces, parece que disfruta del momento, como si supiese todo lo que vas a hacer a continuación.
Por eso, cuando tu ilusión se lanza a por ella no se mueve lo más mínimo, únicamente dándose la vuelta para que atravieses su vientre. Pero, cuando lo haces, y mientras su blanco vestido se va manchando de carmesí, puedes ver la cabellera gris de tu madre caer sobre su pecho, mientras con ojos llorosos te mira, arrollada.
– ¿Por qué…? –pregunta–. ¿Por qué?
No tarda mucho en apagarse, pero cuando sacas la hoja de su cuerpo puedes percatarte fácilmente de que la hoja está limpia. El resto de espectros sigue corriendo hacia vosotros, buscando atravesar vuestro cuerpo. No parecen moverse de forma tan inteligente como los otros dos, pero su efecto parece muy diferente. Por cierto, ahora que os fijáis… ¿no se está degradando poco a poco la habitación?
- Zane:
- Cuando te alejas usando tu fuego puedes sentirlo. Es más débil que de costumbre. Parece que le cuesta mantenerse encendido, y se apaga más rápido. Aunque no no debe ser nada grave, ¿no? Evitas el golpe sin problemas, que impacta contra un edificio y lo hace colapsar. Si giras el cuello podrás ver que ha reducido a finos hilos desmigajados las paredes que golpea directamente. Pero cuando atacas… ¿Qué es lo que sucede?
Empiezas a girar a su alrededor. Buena idea, y lo sabes. No es capaz de seguirte con la mirada, pero mantiene una expresión indiferente mientras hace girar su cadena en el sentido contrario, haciendo que las espadas se enganchen en ella cuando van a cortar, y no puedan atravesar su defensa. Además te cuesta respirar, y el fuego se apaga nada más acercarse a él. Puedes notar su respiración, extremadamente pesada, pero hace un movimiento tan ágil de pronto que apenas alcanzas a percibirlo, y la cadena se lanza para tratar de envolverte haciendo una potente lazada, controlando el movimiento con una sola mano mientras mantiene la otra a la espera para una posible defensa.
– Tu peor pesadilla.
- Prometeo y Ivan:
- Prometeo, te vas acercando lentamente hacia el espantapájaros, que te susurra cada vez cosas más hermosas mientras sus ojos te prometen las escenas más bellas que puedas imaginar. ¿No es hermoso un mundo así? Un lugar feliz, un lugar para todos, en el que tenga cabida todo el que pueda llegar a desearlo… Te invita a acercarte cada vez más, y llegas a desearlo genuinamente. Las pequeñas llamas bajo tus pies van cobrando cada vez mayor intensidad, hasta que estás delante del constructo.
– Soy todo lo que puedas desear, pequeño Prometeo. Puedo ofrecerte los mayores placeres, cumplir tus mayores deseos… Soy el origen de todas las respuestas, y el fin de cualquier pregunta. –A medida que va hablando, Ivan puede darse cuenta de que unas extrañas “patas” van surgiendo en la espalda del espantapájaros, aunque este término es solo correcto por su parecido a una araña. Está en una oscuridad casi plena y apenas puede distinguirse–. Todo puede cumplirse, Prometeo… Solo abrázame.
Algo no va bien, Prometeo. En cuanto dice eso puedes ver cómo un sinfín de hebras de paja se lanzan a por ti, intentando rodearte y atraerte hacia su interior. Ivan, a ti te sigue llamando Brianna con fuerza, mucha fuerza. Tienes muchas ganas de contestar.
- Marc y Therax:
- – Mira que hay gente ma-le-du-cada –dice mientras corta con maestría todo el queso que va llegando a él, hasta hacer una ralladura digna del mejor restaurante italiano.
Por suerte, esta acción lo distrae el tiempo suficiente como para que Therax pueda abrir una salida y con rapidez lográis salir, lo que debería obligarle a salir contra vosotros a cielo abierto… ¿O no? Therax, utilizando tu haki de observación puedes ver dónde está, pero está en demasiados lugares. Primero ahí, luego ahí, más tarde allá… Es como si se teletransportase de un edificio a otro, pero finalmente aparece justo a vuestra espalda.
– ¡Bu! –grita en tu oído, emitiendo una sonora y estridente risa mientras se aleja de un salto hacia atrás–. Si no me lo cuentas… ¡Puedo contarte yo uno!
Vuelve a reírse histriónicamente mientras hunde las tijeras en el suelo, sonando unos cortes y colapsando tras ello parte del terreno, comenzando a surgir ondas cortantes por todo el suelo en posiciones aleatorias, entre las que están las vuestras.
– Se me dan genial los chistes; tengo uno que os encantará. –Su voz parece volverse más estridente a medida que va hablando.
- Vile y Nox:
- Parece que no os cuesta mucho salir corriendo y evadir a los lentos aldeanos, ahora poco más que cadáveres que se arrastran para intentar atraparos, y os sería muy sencillo salir del pueblo. La anciana, por su parte, que hace caso de las impetuosas palabras de Vile -bastante a regañadientes- se encuentra muy pronto rodeada porque, aunque es capaz de caminar a un ritmo alto, no puede seguir vuestra carrera. Si la abandonáis no tardaréis en escuchar gritos y os toparéis fácilmente con la salida del pueblo, cerca de la cual hay un cruce de caminos: Al norte hacia Okobore, al Este hacia Udon, un cartel quemado e ilegible hacia el sur… Pobre ancianita.
Si por la contra intentáis salvarla, probablemente también os veáis rodeados de toda la horda de zombies otra vez. Y si os golpean, probablemente notéis cómo vuestra piel se reseca al contacto.
- Shinobu y Aki:
- La oscuridad del eclipse va disipándose, y aunque muy poco a poco sois capaces de ir percibiendo cada vez mejor las formas. Mientras Aki se movía sin saber muy bien hacia dónde iba parece que habéis acabado algo al norte del camino, aunque las antorchas de esa gente parecen estar justo debajo de vuestros pies. Sin embargo, las caravanas van empezando a llegar a los cruces y podéis deducir el puente que hay al final de este, camino a Udon. Hitomi golpea el antebrazo de Aki, urgiéndola.
– Por allí queda Udon –dice, respondiendo a Shinobu, antes de girarse hacia ella–. ¿Quién es Lord Hitoshi? ¿Debería conocerlo?
Parece muy perdida con cada cosa que dices, pero desde luego está interesada en llegar a Udon, se lo puedes notar en el tono.
– Para llegar a Hakumai hay que atravesar la región completa, pero en ella hay piratas y tritones. No sé si deberíamos volar tampoco, porque con esta oscuridad parece imposible llegar a ninguna parte.
Sin embargo, seguramente volando bajo sí seáis capaces de atravesar la región rápidamente.
- Osuka:
- – ¿Pero qué? –exclama el guerrero cuando de tu boca comienza a surgir el proyectil de magma. Sin embargo suelta su bokken y trata de esquivarlo, si bien parte de este le golpea en el casco y comienza a fundírsele, aunque no parece deformarse demasiado.
Sin esperar a que le devuelvas su arma, genera en su mano una nueva espada de madera y te observa. Suelta el leño con el que te ha frenado un momento atrás, aunque de este parece que surgen un par de patas y comienza a formarse un muñeco de madera. Él mientras va intentando dar vueltas a tu alrededor, manteniendo siempre una distancia de seguridad y dando un paso atrás cuando das uno adelante.
– No creas que no sé quién eres, gaijin. Tu causa no es noble en verdad, ni tus motivos honestos. Retírate antes de que deba destruirte.
Sin embargo, antes de darte oportunidad de contestar, lanza con su nuevo boken una onda cortante y, en un paso instantáneo y casi impredecible, se pone a tu espalda para tratar de asestarte un tajo que devaste tu espalda pétrea, exponiendo tu carne.
- Kiritsu:
- Buena parte de las hojas emitidas por el perro que sigue en pie son detenidas por las escamas de azúcar de Galhard. Las pocas que sobrepasan la barrera mueren en el muro de fuego generado por el medallón de Galhard, lo que confirma que ninguno más de los vuestros ha sido herido. Por cierto, Jack, es una hoja seca sin más. Emite cierto olor dulzón y es más negra de la cuenta, pero nada más a destacar en apariencia.
En cuanto a Arthur, su sensor térmico le impide apreciar rastro de calor alguno en las cercanías, ya sea en la bestia o en los alrededores. De cualquier modo, su ataque cercena al último cánido infernal y, al igual que sucedió con los demás, éste cae al suelo, perdiendo cualquier atisbo de su forma y quedando como un rastro de hojas secas amontonadas. Quizás la clave resida en que no había recibido un ataque lo suficientemente contundente hasta ese momento, pero a saber.
Al, el viento con el que has avivado las llamas de Galhard ha contribuido a que ni una sola hoja avance en dirección a él, sus subalternos más próximos o el propio almirante. Sea como sea, cualquier rastro de amenaza ha sido reducido a un mal susto y, pese a que no sabéis demasiado bien qué acaba de suceder, parece que al fin gozáis de un periodo de tranquilidad en el que poner en orden vuestras idea y plantearon cómo cumplir con vuestro fin último.
- Ryuu:
- Muy elegante, sí señor ―o gyojin… o ningyo… lo que seas―. Evitas la acometida de la que se ha convertido en tu principal amenaza y la del torso de uno de los seres de las profundidades ya muertos. Aun así, tu rival usa su mano derecha para detener el torso, que queda inerte en sus manos.
No puede hacer lo mismo con tu patada, que le impulsa hacia atrás y provoca que sus pies se arrastren algunos metros sobre el suelo de ceniza que pisáis. Ha sido una patada violenta, pero tu oponente muestra una sonrisa de euforia que confirma que se ha dado cuenta de que le espera un duelo apasionante.
Te lanzas al ataque y, para tu sorpresa, no se mueve. Por el contrario, sus ojos vuelven a emitir ese fulgor verde que precede a la misteriosa habilidad que está empleando. Las manos del torso inerte se mueven y las afiladas escaman que pueblan los antebrazos actúan como filos que, sin que su portador se mueva, detienen por completo tus tajos como si de una marioneta macabra se tratase.
―Oh, con que eres tú ―dice entonces el gyojin―. Había querido pensar que ese rumor de que uno de los nuestros se había vuelto un perro de los humanos no era más que eso, un rumos, pero veo que no es así y que realmente hay alguien que se mea con descaro sobre el recuerdo de sus antepasados. No sabes cómo voy a disfrutar matándote, salmonete.
Sus ojos vuelven a brillar y el torso se desprende de sus manos, comenzando a girar como una letal peonza en la que los brazos actúan como mortales armas. Surca el aire en tu dirección, siendo capaz de modificar considerablemente su trayectoria ―no giros imposibles― para alcanzar su objetivo.
Tu adversario emplea la distracción para saltar y precipitarse sobre ti, tratando de conectar un codazo sobre tu cabeza que, de no hacer nada por evitarlo, te dejará un hueco en el cráneo casi tan atemorizante como el cráter que dejará en el suelo.
- Yarmin:
- ―Una sorpresita para algún posible curioso ―responde Moloch con la malicia que se ha apoderado de su rostro después de que pase el susto inicial―, y para acabar con todo si fuese necesario.
¿Un plan a la desesperada? Pues sí que tienen planteados posibles escenarios, sí… Sea como sea, Moloch niega con la cabeza cuando vuelves a preguntar por la posibilidad de intervenir para solucionar el pequeño problemilla que ha surgido en el palacio del shogun. Te lleva de nuevo hacia la zona por la que accedisteis a las dependencias de Hipatia, a las mismas puertas en las que os hicieron esperar a Zaina y a ti.
Esta vez, sin embargo, no se queda ahí, sino que te lleva por un camino que discurre hacia el este en medio del campamento en el que han transformado provisionalmente y en parte esa zona de la Capital de las Flores. Puedes notar cómo el número de efectivos ha disminuido considerablemente, seguramente como consecuencia del contratiempo. Aun así, hay suficientes moradores de las profundidades como para preocupar a alguien con un mínimo sentido bélicamente estratégico.
Termináis por llegar hasta una zona que debe corresponder a algo así como una armería. Numerosas lanzas y útiles militares de toda clase se apilan en soportes destinados para albergarlos. Muchos están acabados, pero otros no. Quizás lo más llamativo sean unas brillantes algas que cuelgan de varios travesaños en un lugar que ciertamente recuerda a una forja… Sólo que hay agua en vez de fuego y aceite.
―Aquí deberíamos estar seguros, al menos por el momento ―dice Moloch, que se detiene a contemplar con satisfacción los alrededores.
Aki D. Arlia
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Por suerte para ellas, lograron escapar. El fuego terminó de confundirlos y aunque el hombre esquivó la columna de fuego como si la hubiera estado esperando, fueron capaces de alejarse. No iba a mentir; eso era en parte preocupante. Entendía más o menos lo que había sucedido. Claramente le conocían y sabían quién era. Quizá compartir su estilo de lucha con el mundo participando en el Torneo del Milenio no había sido la idea más brillante. Pero por otro lado, ahora ya no había nada que hacerle. Prefería saberlo, eso sí. Buscaría algo más… original, para la próxima vez que se lo cruzase. De momento, sin embargo, empezaba a estar harta del viaje. Era hora de llevar a la niña a su destino.
Se alzaron en el cielo, pero entonces la oscuridad les engulló. La pirata no reconocía nada y frunció el ceño, resistiendo el impulso de dar vueltas hasta ver algo conocido. Adelante, tenía que seguir adelante aunque no viera nada. Era por donde le había indicado Hitomi…
De repente, sin embargo, algo se revolvió a su espalda. Era Shinobu, entre los extraños hombres y la súbita negrura no podía más. Llevó una mano atrás y la posó en la cabecita de la joven, dejándole saber que estaba ahí.
-Tranquila. Respiremos con calma. Claramente seguimos en Wano, solo tenemos que… ser un poco listas. Todo irá bien, ni estás muerta ni vas a morir.
En realidad lo haría, algún día, pero desde luego no iba a ser mientras ella le estuviese vigilando. La pobre se había dado un buen golpe en la cabeza, pero no había razón para que fuera fatal. Esperaba que la paranoia solo fuera una fase.
Continuó avanzando con algo de cuidado para no desviarse mucho y poco a poco, la oscuridad comenzó a disiparse. Pronto pudieron ver el camino debajo de ellos y… también las antorchas. No las habían dejado atrás, pero no importaba. Hitomi pudo orientarse y le indicó el camino a Udon. Aki asintió y se dirigió hacia allí, estrechando a la niña un poco más entre sus brazos para resguardarla del viento. Iban a tener que acelerar.
Aguardó a pasar el puente para descender un poco. Al fin y al cabo era un punto de referencia del que podía fiarse para ganar distancia tanto en altitud como a lo largo para separarse de una vez por todas de la gente de las antorchas.
Una vez llegaron a Udon, descendió un poco. Se aseguró de que no les habían seguido y en caso de que todavía fuera así se quedaría a media altura para no estar a tiro de sus extrañas cadenas. Solo un poco más, ya casi estaban. Invocó una pequeña llama infernal en la palma de su mano y la sostuvo a un lado de ella para poder ver algo a su alrededor mientras avanzaban. Aumentó la velocidad todo lo que pudo mientras no hiciera daño a la niña y continuó volando por donde le indicaba.
-Ya debe de faltar poco. No me preocupan piratas ni tritones, podemos esquivarlos. Pero Hitomi… tienes que irte preparando. Sabes que es muy posible que ese hombre no siga vivo.
No quería que se hiciera falsas ilusiones. Había aceptado ayudarle, pero estaba convencida de que todo lo que iban a hacer era recoger un cadáver. Aún si era así… no perdía nada dándole el gusto antes de llevarla con su gente. Luego ya decidiría qué hacer.
Se alzaron en el cielo, pero entonces la oscuridad les engulló. La pirata no reconocía nada y frunció el ceño, resistiendo el impulso de dar vueltas hasta ver algo conocido. Adelante, tenía que seguir adelante aunque no viera nada. Era por donde le había indicado Hitomi…
De repente, sin embargo, algo se revolvió a su espalda. Era Shinobu, entre los extraños hombres y la súbita negrura no podía más. Llevó una mano atrás y la posó en la cabecita de la joven, dejándole saber que estaba ahí.
-Tranquila. Respiremos con calma. Claramente seguimos en Wano, solo tenemos que… ser un poco listas. Todo irá bien, ni estás muerta ni vas a morir.
En realidad lo haría, algún día, pero desde luego no iba a ser mientras ella le estuviese vigilando. La pobre se había dado un buen golpe en la cabeza, pero no había razón para que fuera fatal. Esperaba que la paranoia solo fuera una fase.
Continuó avanzando con algo de cuidado para no desviarse mucho y poco a poco, la oscuridad comenzó a disiparse. Pronto pudieron ver el camino debajo de ellos y… también las antorchas. No las habían dejado atrás, pero no importaba. Hitomi pudo orientarse y le indicó el camino a Udon. Aki asintió y se dirigió hacia allí, estrechando a la niña un poco más entre sus brazos para resguardarla del viento. Iban a tener que acelerar.
Aguardó a pasar el puente para descender un poco. Al fin y al cabo era un punto de referencia del que podía fiarse para ganar distancia tanto en altitud como a lo largo para separarse de una vez por todas de la gente de las antorchas.
Una vez llegaron a Udon, descendió un poco. Se aseguró de que no les habían seguido y en caso de que todavía fuera así se quedaría a media altura para no estar a tiro de sus extrañas cadenas. Solo un poco más, ya casi estaban. Invocó una pequeña llama infernal en la palma de su mano y la sostuvo a un lado de ella para poder ver algo a su alrededor mientras avanzaban. Aumentó la velocidad todo lo que pudo mientras no hiciera daño a la niña y continuó volando por donde le indicaba.
-Ya debe de faltar poco. No me preocupan piratas ni tritones, podemos esquivarlos. Pero Hitomi… tienes que irte preparando. Sabes que es muy posible que ese hombre no siga vivo.
No quería que se hiciera falsas ilusiones. Había aceptado ayudarle, pero estaba convencida de que todo lo que iban a hacer era recoger un cadáver. Aún si era así… no perdía nada dándole el gusto antes de llevarla con su gente. Luego ya decidiría qué hacer.
- resumen:
- volar medio bajo para atravesar Udon y crear una pequeña bola de fuego en la mano para iluminarse el camino.
Inosuke Dru-zan
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Mis brazos, ejerciendo su máxima fuerza, soportaron el poder de mi técnica mientras atravesaba la carne de animal y sombra, si es que este último poseía carne. Sin embargo, aquella mancha en forma de tinta líquida seguía haciendo de las suyas, rellenando las heridas del pez de una forma desagradable, casi aberrante, y lanzando un chorro de sangre oscura desde el miembro cercenado al cuál reaccioné tratando de esquivarlo girando por el suelo. Me había hartado de las manchas negras.
— ¡Ahhhhh! —gritó el pequeño reptil volador, alejándose del rostro de la Maldición. Sus pequeñas patas parecían tener pequeñas ampollas, como si se hubieran quemado.
Aquello me hizo enojar. Me dolió que recibiera daño, pero lo que más me cabreó fue que ocurriera bajo mis órdenes. Si no era capaz de proteger a mis mascotas, no valía como domador. Y lo peor es que, debido a los resquicios de mi técnica, estaba pagando el precio de cortar un brazo de la Maldición con no poder usar los míos durante un breve tiempo. Con suerte podría defenderme, pero me iba a costar más de lo que pensaba acabar con el origen de todo. La prueba que me habían puesto los dioses no era fácil.
— ¡Kayaya! ¿Qué tú hacer? —grité enojado a mi compañera, casi pagando mi enfado hacia mí mismo con ella—. Tú alejar, poder salir herida. Dejar que yo proteger, ser mi misión.
Entonces el ser recogió al animal que Kaya había hecho caer al suelo, pero con una diferencia: estaba tirando de la mancha oscura que portaba el largo pez para mostrar una nueva criatura, oscura como el Demonio Jabalí, que recordaba vagamente al animal que una vez fue, solo que ahora resultaba más temible y monstruoso. Lo blandió como un arma, parecido a una larga cadena, haciéndolo girar mientras lo lanzaba directamente contra nosotros con una fuerza abismal provocando un efecto cortante que parecía ser realmente peligroso. Yo no tenía muchos problemas a la hora de defenderme, pero si el ataque golpeaba también a Kaya podría salir malherida. Tenía que hacer algo rápidamente, a pesar de no poder atacar.
Gritando como un loco me adelanté, evitando que mi amiga decidiera hacer alguna locura de las suyas, para detener aquel golpe. Clavé a Hebikiba en el suelo, usando el terreno como apoyo para intentar detener el ataque cortante y así evitar que causara daños a cualquiera de nosotros. Además, en cuánto se acercó el cuerpo negro del animal que enarbolaba la Maldición, intenté clavar a Kibatora en el suelo, atravesando el cuerpo del animal, y sujetando la espada con toda la fuerza posible para evitar que siguieran usándolo de arma.
Si conseguía detener al pez negro, lo dejaría atrapado entre el suelo y mi espada, y me encararía a la Maldición desenvainando a Colmillo de Lobo para hacerle frente nuevamente.
—Vamos, ¡venir por mí! Yo acabar contigo como acabar con Jabalí de Erimanto. ¡Yo acabar contigo, jurar por dioses de Isla de Cielo! ¡Jurar por nombre Inosuke Dru-Zan! —grité furioso a la mancha negra que había copiado mi aspecto. Pensaba matarlo en cuanto tuviera la menor oportunidad.
— ¡Ahhhhh! —gritó el pequeño reptil volador, alejándose del rostro de la Maldición. Sus pequeñas patas parecían tener pequeñas ampollas, como si se hubieran quemado.
Aquello me hizo enojar. Me dolió que recibiera daño, pero lo que más me cabreó fue que ocurriera bajo mis órdenes. Si no era capaz de proteger a mis mascotas, no valía como domador. Y lo peor es que, debido a los resquicios de mi técnica, estaba pagando el precio de cortar un brazo de la Maldición con no poder usar los míos durante un breve tiempo. Con suerte podría defenderme, pero me iba a costar más de lo que pensaba acabar con el origen de todo. La prueba que me habían puesto los dioses no era fácil.
— ¡Kayaya! ¿Qué tú hacer? —grité enojado a mi compañera, casi pagando mi enfado hacia mí mismo con ella—. Tú alejar, poder salir herida. Dejar que yo proteger, ser mi misión.
Entonces el ser recogió al animal que Kaya había hecho caer al suelo, pero con una diferencia: estaba tirando de la mancha oscura que portaba el largo pez para mostrar una nueva criatura, oscura como el Demonio Jabalí, que recordaba vagamente al animal que una vez fue, solo que ahora resultaba más temible y monstruoso. Lo blandió como un arma, parecido a una larga cadena, haciéndolo girar mientras lo lanzaba directamente contra nosotros con una fuerza abismal provocando un efecto cortante que parecía ser realmente peligroso. Yo no tenía muchos problemas a la hora de defenderme, pero si el ataque golpeaba también a Kaya podría salir malherida. Tenía que hacer algo rápidamente, a pesar de no poder atacar.
Gritando como un loco me adelanté, evitando que mi amiga decidiera hacer alguna locura de las suyas, para detener aquel golpe. Clavé a Hebikiba en el suelo, usando el terreno como apoyo para intentar detener el ataque cortante y así evitar que causara daños a cualquiera de nosotros. Además, en cuánto se acercó el cuerpo negro del animal que enarbolaba la Maldición, intenté clavar a Kibatora en el suelo, atravesando el cuerpo del animal, y sujetando la espada con toda la fuerza posible para evitar que siguieran usándolo de arma.
Si conseguía detener al pez negro, lo dejaría atrapado entre el suelo y mi espada, y me encararía a la Maldición desenvainando a Colmillo de Lobo para hacerle frente nuevamente.
—Vamos, ¡venir por mí! Yo acabar contigo como acabar con Jabalí de Erimanto. ¡Yo acabar contigo, jurar por dioses de Isla de Cielo! ¡Jurar por nombre Inosuke Dru-Zan! —grité furioso a la mancha negra que había copiado mi aspecto. Pensaba matarlo en cuanto tuviera la menor oportunidad.
- Resumen:
- Esquivar el chorro de tinta rodando por el suelo, enfadarse, interceptar el ataque clavando sus espadas en el suelo e intentando clavar también al rey marino con una de ellas y, si todo sale bien, desenfundar a Colmillo de Lobo y provocar a la criatura con sus gritos, buscando que centre la atención sobre él.
Contenido patrocinado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.