Sasaki
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“¿De verdad estamos en una guerra?” dije mirando a la nada. No había nada en aquella prisión, solo cosas tiradas por doquier al haberla desalojado con prisas. Pero aún más raro fue el hecho de que durante el trayecto a la prisión no hubiese habido ningún ataque. Era sospechoso y mi alerta hacia todo lo que tenía alrededor iba en aumento.
De pronto Arthur habló, parecía tener algo en mente, y comenzó a dar instrucciones a todos de forma ordenada y diligente. Por una parte, Galhard iría a buscar pistas por zonas de vigilancia, y mientras Al y yo extenderíamos nuestros respectivos materiales de la akuma a través de la superficie por si encontrábamos algún túnel oculto. Parecía una locura, dado que la prisión no era pequeña precisamente, sino que su extensión era bastante grande.
-¿Lo hacemos mitad y mitad, Dan-cho? – le pregunté al Almirante moviéndome hacia uno de los lados de la formación.
Cuando llegué al extremo de la formación comencé a dejar salir, como había dicho Athur, una pequeña capa de apenas unos pocos granos de azúcar que se fue extendiendo a lo largo de la mitad en la que me encontraba de la prisión, iba haciendo algo de fuerza con el azúcar en las paredes y puertas a las que iba llegando para asegurarme de que no había nada oculto tras la pared o el suelo, incluso por si había alguna trampa.
Mientras hacía esto en la palma de mi mano comenzó a surgir una botella de ron. No necesitaba mis manos para hacer aquel trabajo, asique había que ocuparlas en algo. Descorché la botella y comencé a darle tragos de vez en cuando, principalmente cuando notaba la boca seca. Tenía buena tolerancia al alcohol, y después de haber comido sabía aún mejor. Miré a mi alrededor por si alguno también quería mientras llevábamos a cabo el trabajo que nos había dado Arthur.
De pronto Arthur habló, parecía tener algo en mente, y comenzó a dar instrucciones a todos de forma ordenada y diligente. Por una parte, Galhard iría a buscar pistas por zonas de vigilancia, y mientras Al y yo extenderíamos nuestros respectivos materiales de la akuma a través de la superficie por si encontrábamos algún túnel oculto. Parecía una locura, dado que la prisión no era pequeña precisamente, sino que su extensión era bastante grande.
-¿Lo hacemos mitad y mitad, Dan-cho? – le pregunté al Almirante moviéndome hacia uno de los lados de la formación.
Cuando llegué al extremo de la formación comencé a dejar salir, como había dicho Athur, una pequeña capa de apenas unos pocos granos de azúcar que se fue extendiendo a lo largo de la mitad en la que me encontraba de la prisión, iba haciendo algo de fuerza con el azúcar en las paredes y puertas a las que iba llegando para asegurarme de que no había nada oculto tras la pared o el suelo, incluso por si había alguna trampa.
Mientras hacía esto en la palma de mi mano comenzó a surgir una botella de ron. No necesitaba mis manos para hacer aquel trabajo, asique había que ocuparlas en algo. Descorché la botella y comencé a darle tragos de vez en cuando, principalmente cuando notaba la boca seca. Tenía buena tolerancia al alcohol, y después de haber comido sabía aún mejor. Miré a mi alrededor por si alguno también quería mientras llevábamos a cabo el trabajo que nos había dado Arthur.
- resumen:
- Seguir el plan de Arthur mientras bebo una botella de ron.
Osuka Sumisu
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Las numerosas explosiones no hicieron el gran resultado que esperaba en aquel constructo de madera maciza. Es más, se escucharon risas desagradables para el revolucionario.
Usa poderosa onda cortante salió dispara en todas direcciones. No parecía fácil de esquivar, y bloquearlo sin más iba ser un problema, así que con el poco tiempo de reacción que tuvo intento contrarrestarlo con su propia onda de choque. El impacto de ambas resulto en una explosión que mando disparado contra el suelo al revolucionario. Reboto de forma violenta, pero al casi chocar contra el suelo por segunda vez, ya se había posicionado para aterrizar de pie, mientras con los pies marcaba una ristra en el suelo debido a la aun inercia. La cabeza del constructo se había partido y la mitad de esta se desprendió, pero en vez de haber algo en su interior, solo había mas material, como una estatua rota. La regeneración de la piedra cada vez se estaba ralentizando más, pues la batalla le estaba desgastando. No podría aguantar más golpes como ese
Aunque no le gustase, no le quedaba otra que quedarse a corta distancia, pues sus ataques a larga distancia no eran lo suficientemente potentes contra su adversario. Si tenía que ir de cerca, daría de sus mejores cartas. El brazo derecho de deformo nuevamente, adoptando una forma cónica alargada, que le daba aspecto de una lanza de caballería hasta que le salieron una estría en espiral que bailaba alrededor de la forma de esta. Recubierta de su voluntad, le daba un brillo digna de la arma de un caballero negro.
El ciervo se abalanzo sobre, buscando su cabeza, algo que no iba dejarse. De verse sus ojos, se tornarían de un rojo intenso y su armadura, aun maltrecha, forzó la velocidad en la que destacaba un nivel más. Intento esquivarla lo mejor que pudo y aprovecho para intentar atravesarle de lado a lado con el taladro azabache a medida que giraba con gran violencia.
Usa poderosa onda cortante salió dispara en todas direcciones. No parecía fácil de esquivar, y bloquearlo sin más iba ser un problema, así que con el poco tiempo de reacción que tuvo intento contrarrestarlo con su propia onda de choque. El impacto de ambas resulto en una explosión que mando disparado contra el suelo al revolucionario. Reboto de forma violenta, pero al casi chocar contra el suelo por segunda vez, ya se había posicionado para aterrizar de pie, mientras con los pies marcaba una ristra en el suelo debido a la aun inercia. La cabeza del constructo se había partido y la mitad de esta se desprendió, pero en vez de haber algo en su interior, solo había mas material, como una estatua rota. La regeneración de la piedra cada vez se estaba ralentizando más, pues la batalla le estaba desgastando. No podría aguantar más golpes como ese
Aunque no le gustase, no le quedaba otra que quedarse a corta distancia, pues sus ataques a larga distancia no eran lo suficientemente potentes contra su adversario. Si tenía que ir de cerca, daría de sus mejores cartas. El brazo derecho de deformo nuevamente, adoptando una forma cónica alargada, que le daba aspecto de una lanza de caballería hasta que le salieron una estría en espiral que bailaba alrededor de la forma de esta. Recubierta de su voluntad, le daba un brillo digna de la arma de un caballero negro.
El ciervo se abalanzo sobre, buscando su cabeza, algo que no iba dejarse. De verse sus ojos, se tornarían de un rojo intenso y su armadura, aun maltrecha, forzó la velocidad en la que destacaba un nivel más. Intento esquivarla lo mejor que pudo y aprovecho para intentar atravesarle de lado a lado con el taladro azabache a medida que giraba con gran violencia.
- Resumen:
- Intento contrarestar la onda de choquue y sale regular.
Me ponto en modo el Prisas para esquivar el doble espadazo.
Atravieso el cielo con mi taladro(?)- Cosis:
Aumento un rango en velocidad y un rango en agilidad durante 2 turnos con un tiempo de recarga de 5 de la armadura que estoy usando(en el resumen del post anterior lo pone)
Visión de Oni: Pasivamente, el ojo derecho de Osu obtiene un iris rojo que deja una pequeña estela de luz cuando está en movimiento, este le permite visualizar de mejor manera los movimientos del contrario dándole un +1 en agilidad durante 2 post.
Tengen Toppa: Creando un taladro de piedra imbuido en haki, este gira a gran velocidad mientras se golpea con él. Dependiendo del tamaño será menos o más devastador. Usable solo una vez en rol/combate.
Sí, allí faltaban dedos. Su vista de pájaro jamás le fallaba y estaba completamente seguro de que su ataque, si bien no había conseguido acabar con el sujeto, le había dañado lo suficiente como para que sus siguientes ofensivas fuesen menos peligrosos... Al menos eso esperaba. Sin embargo, el muy condenado no parecía resentirse a consecuencia de los daños recibidos ni por estar en evidente inferioridad numérica.
Y en ese momento efectuó su movimiento. El rubio ya había concedido demasiado en lo que al empleo de su voluntad se refería. Siempre se había preguntado por qué no explotaba al máximo su habilidad para percibir. Aquellos que se centraban más en un empleo más ofensivo de la ambición no escatimaban en su uso. Él, por el contrario, tenía la mala costumbre de contenerse demasiado en ese sentido. Tal vez ese hecho ahogase buena parte de su potencial, pero lo cierto era que parecía un poco tarde para cambiar demasiado su proceder habitual.
No obstante, aquella vez fue la excepción. Muchos de sus amigos le habían descrito muchas veces cómo su voluntad les avisaba de lo que estaba por venir, y por ello sabía que sus capacidades estaban muy por encima de la media. Fue capaz de divisar cada movimiento de su adversario antes de que los hiciera. Incluso el resplandor de sus dientes al sonreír de forma macabra fue evidente mucho antes de que pudiese percibirlo a sus espaldas.
Cuando las tijeras del sujeto fueron a alcanzar la parte superior de su zona lumbar el rubio ya se había movido para evitarlo. Aun así, el movimiento fue lo suficientemente veloz como para provocarle un corte de considerables dimensiones en el costado del mismo lado. Para su desgracia ―o no, según cómo reaccionase―, Byakko ya había sido alzada y su lado afilado se dirigía hacia el lugar que ocuparía su cuello cuando lanzase el ataque. Si conseguiría segar su cuello o no antes de que reaccionase era algo que tendría que aguardar unos instantes para comprobar, pero, ocurriese lo que ocurriese, se haría a un lado para que la ofensiva del grandullón no le alcanzase por error.
Y en ese momento efectuó su movimiento. El rubio ya había concedido demasiado en lo que al empleo de su voluntad se refería. Siempre se había preguntado por qué no explotaba al máximo su habilidad para percibir. Aquellos que se centraban más en un empleo más ofensivo de la ambición no escatimaban en su uso. Él, por el contrario, tenía la mala costumbre de contenerse demasiado en ese sentido. Tal vez ese hecho ahogase buena parte de su potencial, pero lo cierto era que parecía un poco tarde para cambiar demasiado su proceder habitual.
No obstante, aquella vez fue la excepción. Muchos de sus amigos le habían descrito muchas veces cómo su voluntad les avisaba de lo que estaba por venir, y por ello sabía que sus capacidades estaban muy por encima de la media. Fue capaz de divisar cada movimiento de su adversario antes de que los hiciera. Incluso el resplandor de sus dientes al sonreír de forma macabra fue evidente mucho antes de que pudiese percibirlo a sus espaldas.
Cuando las tijeras del sujeto fueron a alcanzar la parte superior de su zona lumbar el rubio ya se había movido para evitarlo. Aun así, el movimiento fue lo suficientemente veloz como para provocarle un corte de considerables dimensiones en el costado del mismo lado. Para su desgracia ―o no, según cómo reaccionase―, Byakko ya había sido alzada y su lado afilado se dirigía hacia el lugar que ocuparía su cuello cuando lanzase el ataque. Si conseguiría segar su cuello o no antes de que reaccionase era algo que tendría que aguardar unos instantes para comprobar, pero, ocurriese lo que ocurriese, se haría a un lado para que la ofensiva del grandullón no le alcanzase por error.
- Resumen:
- Prever el ataque con haki de observación, que ya va siendo hora de que lo use un poquito, llevarme un corte en el lado al que ha dirigido su ataque e intentar rebanarle el cuello a Risitas. Hacerme a un lado para que Marc no me atice después.
Noximilien
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Okobore quedaba más lejos de lo que el enmascarado esperaba, pues el paisaje era bastante desolador y no aminoraba la marcha. Casi todo estaba en ruinas o saqueado, incluso un pueblo con un cráter como un meteoro hubiese decidido estrellarse allí. No tenía muy claro cómo iba a acabar aquello, pero si el pelirrojo decidía ayudar a Wano a reconstruirse por amor a su tierra, tenía mucho trabajo por delante.
Al llegar a su destino, las vistas no fueron alentadoras; todo estaba en ruinas y los pocos supervivientes se dedicaban a buscar a sus iguales bajo los escombros.
Uno de los supervivientes se les encaro, con voz cansada y seca, donde se notaba que llevaba en aquel desastre bastante rato. Aunque lo intentaba, quería mostrarse amenazante, pero apenas parecía mantenerse en pie.
- Si viniéramos a saquear, no habríamos venido donde otros carroñeros ya han arrasado.-espeto- Buscamos a Dojiro, el sobrino de aquella señora -le dijo mientras señalaba con el pulgar a la anciana-. Dice que es un artificiero, el más joven, de aquí. Es la única familia que le queda a la pobre. A nosotros nos han medio encargado ayudar a los wanenses con esta plaga, pero sin la potencia de fuego que alguien como el artificiero puede proporcionarnos se nos hace el trabajo demasiado cuesta arriba.
Le respondiese o no, Nox intento ayudar a la señora, usando su haki para detectar si había alguna presencia entre las ruinas que la abuela buscaba.
- ¿Qué diantres habrá pasado aquí para todo haya acabado así?
Al llegar a su destino, las vistas no fueron alentadoras; todo estaba en ruinas y los pocos supervivientes se dedicaban a buscar a sus iguales bajo los escombros.
Uno de los supervivientes se les encaro, con voz cansada y seca, donde se notaba que llevaba en aquel desastre bastante rato. Aunque lo intentaba, quería mostrarse amenazante, pero apenas parecía mantenerse en pie.
- Si viniéramos a saquear, no habríamos venido donde otros carroñeros ya han arrasado.-espeto- Buscamos a Dojiro, el sobrino de aquella señora -le dijo mientras señalaba con el pulgar a la anciana-. Dice que es un artificiero, el más joven, de aquí. Es la única familia que le queda a la pobre. A nosotros nos han medio encargado ayudar a los wanenses con esta plaga, pero sin la potencia de fuego que alguien como el artificiero puede proporcionarnos se nos hace el trabajo demasiado cuesta arriba.
Le respondiese o no, Nox intento ayudar a la señora, usando su haki para detectar si había alguna presencia entre las ruinas que la abuela buscaba.
- ¿Qué diantres habrá pasado aquí para todo haya acabado así?
- Resumen:
- Responderle al pobre desgraciao y dedicarme a buscar a Dojiro con er haki
Vile Spectre
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-Oh -se limitó a decir Vile.
Nox había sido algo imprudente al salvar a la anciana, pero gracias a su compasión los piratas habían conseguido un modo de llegar a Okobore. No obstante, en lugar de encontrar un bastión de esperanza en aquel lugar desolado, no hallaron más que un cráter humeante. A lo lejos no quedaban más que escombros. ¿Qué podía haber pasado? La mente de Vile no dejaba de formular hipótesis por las que pudiera haber sucedido tal devastación. Pero algo más importante rondaba su cabeza. ¿Seguirían por allí los navíos de C. Zar o los Arashi no Kyoudai habrían perdido su premio gordo?
Mientras tanto, la pobre anciana forzaba su débil garganta para llamar a su sobrino, al que no veían por ninguna parte. La angustia que transmitía con cada grito hizo que el estómago del músico se revolviera, por lo que se limitó a pensar en los navíos perdidos para acallar aquellos chillidos desesperados. Vile se metió las manos en los bolsillos.
-Que triste -espetó secamente el joven mientras pateaba una piedra.
Un paisano se acercó a Nox y este respondió de una forma igualmente cortante. El carpintero no era exactamente la alegría de la huerta, pero hasta Vile sintió la amargura que reinaba en el ambiente. Preguntó, quizás de forma retórica, qué habría pasado en el lugar.
-Yo que sé -contestó Vile igualmente-. Debe de haber tenido que ver con las nubes de ceniza que rodearon el poblado. En cualquier caso, no me apetece quedarme aquí más tiempo del necesario.
El músico luego reparó en la anciana escarbando entre las ruinas del pueblo, tratando de hallar a su familiar perdido. Vile suspiró. Se dijo a sí mismo que lo haría para salir cuanto antes de aquel horrible lugar, pero ese razonamiento solo lo formuló cuando ya estaba junto a ella, llenándose las manos de pedruscos y aguzando la vista con su ojo bueno para encontrar al pobre artificiero. Apretó los dientes y siguió removiendo tierra, piedra y ceniza.
Nox había sido algo imprudente al salvar a la anciana, pero gracias a su compasión los piratas habían conseguido un modo de llegar a Okobore. No obstante, en lugar de encontrar un bastión de esperanza en aquel lugar desolado, no hallaron más que un cráter humeante. A lo lejos no quedaban más que escombros. ¿Qué podía haber pasado? La mente de Vile no dejaba de formular hipótesis por las que pudiera haber sucedido tal devastación. Pero algo más importante rondaba su cabeza. ¿Seguirían por allí los navíos de C. Zar o los Arashi no Kyoudai habrían perdido su premio gordo?
Mientras tanto, la pobre anciana forzaba su débil garganta para llamar a su sobrino, al que no veían por ninguna parte. La angustia que transmitía con cada grito hizo que el estómago del músico se revolviera, por lo que se limitó a pensar en los navíos perdidos para acallar aquellos chillidos desesperados. Vile se metió las manos en los bolsillos.
-Que triste -espetó secamente el joven mientras pateaba una piedra.
Un paisano se acercó a Nox y este respondió de una forma igualmente cortante. El carpintero no era exactamente la alegría de la huerta, pero hasta Vile sintió la amargura que reinaba en el ambiente. Preguntó, quizás de forma retórica, qué habría pasado en el lugar.
-Yo que sé -contestó Vile igualmente-. Debe de haber tenido que ver con las nubes de ceniza que rodearon el poblado. En cualquier caso, no me apetece quedarme aquí más tiempo del necesario.
El músico luego reparó en la anciana escarbando entre las ruinas del pueblo, tratando de hallar a su familiar perdido. Vile suspiró. Se dijo a sí mismo que lo haría para salir cuanto antes de aquel horrible lugar, pero ese razonamiento solo lo formuló cuando ya estaba junto a ella, llenándose las manos de pedruscos y aguzando la vista con su ojo bueno para encontrar al pobre artificiero. Apretó los dientes y siguió removiendo tierra, piedra y ceniza.
- Resumen:
- Ayudar a la anciana.
Normas del capítulo:
Moderación
- Se moderará lunes y jueves entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los lunes o jueves antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación
- Maki:
- Puedes notar la camaradería que despiertan tus palabras en el resto de hombres, pero parece que a las mujeres soldado -que las hay- no parece haberles sentado demasiado bien lo que acabas de decir, y mientras algunas tensan más sus arcos, otras comienzan a hacer algo que no puedes identificar claramente pero, en tu experiencia, se escucha como si definitivamente fuese un taller de pancartas.
En lo que van terminando, y en medio de algunos comentarios por lo bajo del estilo de “menudo machista”, “bestia criminal” y “menudo cretino”, se adelanta un gyojin pez gato que, cuando terminas tu discurso, te interrumpe adelantando las manos, como pidiéndote frenar:
– Aquí no hacemos eso –replica–. No podemos dejaros pasar, y la boina es la prenda de cabeza más ridícula tal como explica EL CÓDIGO. –Saca un libro de cerca de cuatro mil páginas, a ojo de buen cubero, de quién sabe dónde–. También aclara que en caso de invasiones musicales, entradas de consortes indeseados o plaga de grillos debe detenerse al responsable. Así que, de nuevo, entregaos, por favor.
Las mujeres terminan de hacer los carteles y pancartas, y antes de que te des cuenta un muro de soldadas están entre la ciudad y tú, cantando consignas que cada vez tienen menos que ver contigo y más con el sistema heteropatriarcal absolutista impuesto en la isla durante generaciones. Pero el caso es que hacen mucho ruido, y no tarda en haber disidencia: Por un lado, un grupo empieza a gritar que deberían exigir a Hipatia un gobierno democrático, mientras otro responde que eso no lo decían cuando el rey era un hombre. El caso es que los soldados más cercanos a ti no saben dónde meterse, pero el pez gato te mira con súplica mientras saca unas esposas.
– ¿Por favor?
- Marc y Therax:
- ¿Podéis notarlo? Ese instante de silencio tras que vuestros metales entrechoquen, esa reverberación vibrante que se disipa poco a poco mientras de pronto cada curioso contiene la respiración. Las cortinas se descorren poco a poco mientras en el suelo se escucha el suave ruido de zapatos deslizándose sobre la tierra cenicienta, y entonces… El payaso ríe.
La hoja de Therax ha estado a punto de rebanar su cuello por completo, pero El enorme espadón de Marc choca con ella tras atravesar su corazón y, aunque ya no tiene energías para hablar, sigue riendo en un silencio sordo. Su sangre baña las hojas entrecruzadas, y si bien con cada silente carcajada escupe sangre, no hay fuelle en su cuerpo para manchar la cara del rubio. Sin embargo, puedes leer sus labios cuando recita, todavía con histrionismo, unas últimas palabras: “Cuando todo acabe cuéntame uno mejor”.
Y sabes que se ha apagado. No porque pierda el brillo letal de sus ojos, que siguen clavados en ti, ni porque su sonrisa haya desaparecido, que sigue ahí, sino porque su peso se descarga finalmente sobre vuestras armas, incapaz de sostenerse.
Es entonces cuando podéis percataros de que los demás piratas intentan irse. Algunos discretamente, otros corriendo… También se abren algunas puertas, todavía lentamente, sin mucha confianza, y un par de personas se asoman, en silencio, tanteando. Podéis ver el miedo reflejado en sus rostros; no parece que ellos vayan a dar un paso más.
- Zane:
- – Horizonte de sucesos –responde, sin darle mayor importancia, cuando preguntas. Parece que te ha escuchado, pero no despiertas un gran interés en él.
Tomas forma híbrida, sales del hueco -reventándolo más, cabe decir- y lo encaras en la distancia. Te observa, entre la desidia y el enfado, y cuando las llamas llegan vuelve a quedarse quieto mientras el fuego se acerca a él. Una vez más parece perder fuerza a medida que se acerca, pero además las lenguas que no deberían darle parecen curvarse hacia él, girando a su alrededor a medida que se disipan desde una distancia de un par de metros, formando un aro de luz alrededor del enorme hombre, que parece ahora una gran zona de sombra en comparación.
Cuando la descarga termina se limpia una única gota de sudor de la mejilla, aunque parece que su ceño ahora está fruncido en una expresión de verdadero enfado. Bufa e inspira profundamente, como un toro, y parece que por un momento casi te cuesta respirar, al tiempo que tu cuerpo se acerca unos centímetros hacia él. Puedes verlo prepararse lentamente, con parsimonia, doblando las rodillas y retrasando el brazo de la cadena hasta que, de golpe, salta. Puedes verlo, más o menos, pero de nuevo sucede ese extraño efecto cuando se acerca lo suficiente. Puedes ver la cadena ondear, pero no su brazo moverse, y cuando su controlado movimiento finaliza la cadena está pretendiendo atraparte enrollándose a tu alrededor, también a una velocidad endiablada.
- The Sinners, o como se llamen ahora:
- Ivan, como respuesta a tu petición, el espantapájaros vuelve a mostrarte una indefensa Brianna en sus ojos. Sigues sintiendo en tu mente el deseo de unirte, de acercarte, de abrazarlo, pero lo vences y comienzas a atacarlo, con más furia a cada corte. No te resulta complicado hacer que acabe reducido a un montón de mimbre recortado, pero es increíble la cantidad de sangre que va saliendo. Sin embargo, cuando llega el momento de investigarlo puedes darte cuenta de que hay muchos órganos humanos, pero ningún cuerpo completo y funcional. Solo vísceras. Bueno, también hay algunos amuletos como espejos, cruces y demás. Si tocas la sangre notarás que está fría, pero no se congela, y si te la frotas en los dedos podrás ver que empiezan a brillar con una débil llama blanquecina, que te escarcha ligeramente los dedos. Si aun así te atreves a beber… Bueno, ya te contaré. De lo contrario, hora de volar.
Inosuke, Kaya… Os vais alejando del lugar, camino al agua. No queda demasiado lejos, y resulta sencillo llegar. Sin embargo, cabe decir que la tinta se va secando y resulta bastante molesta al caminar; además, Ino, deberías limpiártela, porque la tinta en las heridas puede… Bueno, tú eres el médico. El caso es que os encontráis frente al agua, que no parece demasiado profunda pero fijándoos bien está llena de bestias marinas, si bien es cierto que también hay una orilla un poco menos profunda a la que seguramente no puedan acceder. Por cierto, Kaya, a pesar de que estás llena de tinta… No surge una segunda Kaya. Curioso, ¿no? Casi tanto como que Xandra y Kath se hayan presentado delante de vosotros como quien no quiere la cosa.
Xandra, Kath… Llegáis hasta la pareja. Parece que habéis interrumpido un baño romántico en las cristalinas aguas de Wano. De hecho, Inosuke está recogiendo un muy buen barro para emplastos que quizá pretenda utilizar como… Ah, no, parece algo herido. El caso es que están los dos hasta arriba de tinta, y Kaya camina como si se hubiese hecho daño en la parte baja de la espalda. Ah, sí, y están a punto de bañarse en una charca junto a un río plagado de reyes marinos. Que por ahora no parecen estar interesados en ellos, cabe decir, pero quién sabe más tarde.
Ivan… Tras beber (o no) la sangre de tu enemigo, vuelas y terminas llegando a una zona en la que detectas a tus compañeros. Bueno, a tu harem y a Inosuke. Bueno, a tu harem. Están relativamente bien, aunque Kath parece atacada de los nervios y el cerdo herido, además de que tanto Kaya como Ino están embadurnados de tinta. ¡Pero estáis todos juntos! Y, por el momento, parece que nada puede haceros daño.
- Aki:
- Parece que la niña tiene muy claro hacia dónde debéis ir, pues según Prometeo aclara lo de la taberna empieza a guiarte señalando el camino hacia el pueblecito en el valle. Puedes ver a dos colosos peleando delante del castillo durante tu descenso, pero Hitomi te apura.
– ¡Está en su taberna favorita! ¡Siempre iba allí en sus descansos!
Lo sorprendente es que se trate de un barrio tan bajo. Las casas están desconchadas, las maderas medio podridas y las gentes parecen pobres, además de santiguarse y hacer extraños gestos apotropaicos a medida que te acercas, gritando “oni” y cosas similares. En cuanto aterrizas delante de la puerta, entra corriendo y, si la sigues, podrás ver que se ha lanzado a abrazar a un hombre de aspecto anciano con armadura oxidada, rodeado por más de cuarenta guerreros que observan en silencio. Puedes ver lágrimas en sus ojos, y una sonrisa de plenitud. También le tiemblan las manos, y no tarda en romper a llorar.
– Creí… creí que habíais muerto.
– Casi, Yoshio. Casi.
– Os hemos fallado. No hemos podido hacer nada por vos.
– ¿Y pensáis quedaros aquí llorando por ello? –pregunta, apartándose. Su tono ha cambiado dramáticamente, y adopta un porte regio–. ¿Vais a seguir aquí llorando o vais a hacer algo para restaurar vuestro honor? –Todos guardan silencio, desviando la mirada–. ¿Creéis que para mí ha sido sencillo? He estado a punto de morir, pensé que no volvería a veros a ninguno, y lo peor… Llego y en lugar de planificar la restauración de este país aun si es en otra persona, os encuentro aquí lamiéndoos las heridas.
– Pero alteza…
– No. Ya basta. Sois la élite de la guardia; empezad a comportaros como tal.
Los hombres se miran entre ellos, y finalmente se levantan a una.
– Está bien –dice Yoshio–. ¿Qué ordenáis?
– Esto… –De nuevo le atacan las inseguridades y pierde todo aspecto regio–. No tengo ni idea, pero Aki-san me ha traído hasta aquí; parece tener un buen plan. Seguro que tiene un plan, ¿verdad, Aki-san?
- Shinobu y Prometeo:
- Shinobu, el arquero te hace caso y con toda la discreción que puede sube hasta el tejado, pero antes de que haya llegado a la parte superior tú ya te has abalanzado contra el enemigo y, aprovechando el factor sorpresa, logras arrojarlo contrta sus compañeros. Los guerreros, por su parte, se van preparando para el combate, y si bien se puede decir que tu estrategia funciona, ¿realmente querías que funcionase?
Todo el mundo se queda en silencio mirándote. Los más cercanos, aterrados. Las mujeres, y los niños, rompen a llorar. Incluso los samuráis reconocen tu apariencia y parecen incomodarse, aunque no retroceden, y los enemigos más lejanos van acercándose para observar lo que hay en el lugar. Eso sí, dejando a una persona para asegurarse de que los rehenes no escapan.
– ¡Tú! –grita uno–. ¡¿Quién eres?! ¡Explícate y ruega por una muerte rápida o tendré que informar a Iulius C. Zar de esto! Y a él no le gusta nada que se le moleste.
Prometeo, puedes ver la situación mientras sobrevuelas la zona. Llegas justo para escuchar los gritos que le dedican a Shinobu.
- Osuka:
- Puedes escuchar una risita cuando la onda te alcanza, pero cuando interpones tu lanza en su trayectoria intenta refrenarte usando sus hojas, que se rompen al girar como un taladro. De hecho, revientas parte de sus brazos y alcanzas a golpearle el hombro de carne, que queda ensangrentado. Sin embargo, rueda hacia atrás mientras se recubre lentamente de madera, manteniendo una postura defensiva para evitar nuevos ataques. No puedes verlo, pero jurarías que como mínimo le ha molestado tu golpe.
– No es más que un rasguño –dice, restándole importancia–. Lo tuyo va a ser mucho peor.
Parece que se ha molestado. Retrocede un par de pasos, pero a medida que lo hace deja pequeños troncos de madera a modo de huella, y cuando ha retrocedido suficiente vuelve a reconducir sus pasos, esta vez creciendo los troncos hasta hacerle una escalera mientras su mano forma una larga espada dentada con la que, saltando sobre ti, pretende simplemente aprovechar la inercia en vez de caer y arriesgarse a lo que acaba de suceder.
- Nox y Vile:
- – Ah, Dojiro… –Mira a su espalda, hacia el puente que a lo lejos lleva a la Capital de la Flor–. Es de los pocos supervivientes, aunque no sé si se le puede llamar suerte. El chico tenía habilidad, lo reconozco. Pero se lo han llevado los kappa; pretenden hacer algo, y al parecer lo necesitan.
¿Para qué pueden necesitar a un artificiero? En cualquier caso, Nox, con esa información tal vez quieras ahorrar a la señora una penosa búsqueda y explicárselo. Por tu parte, Vile, a medida que la ayudas no vas encontrando mucho, pero parece que el taller, pese a estar destrozado por fuera, se mantiene muy entero por dentro, y su interior está lleno de cohetes, bombas, pólvora y diversos útiles para la construcción de fuegos artificiales. Seguramente algo tenga cierto valor, aunque quién sabe.
– Estaba tan feliz cuando pudo costearse el taller –murmura entre lágrimas la anciana, que revisa algunos objetos–. Él no quería ayuda, solo cumplir su sueño. ¿Qué te han hecho, Dojiro, qué te han hecho? –Se gira hacia Vile–. Gracias por ayudarme, chico. De verdad, no sabes cuánto significa para mí. ¿Pero dónde está este chico? ¿Dónde puede estar?
Sube al piso de arriba, que sí está derrumbado, y no hay gran cosa. Un par de katanas que a tu ojo inexperto parecen de muy buena calidad, una buena pintura tradicional… Y el cadáver de un niño. La señora no parece comprender, pero cae arrodillada al verlo, sin querer creer lo que tiene delante.
- Ryuu:
- La ola que nace de tu corte arrasa con buena parte de los alfileres de sangre que surcaban el aire en dirección a ti. Aun así, algunos se libran de la misma y otros consiguen atravesar la corriente acuática. Puedes notar cómo varios se clavan en tu cuerpo ―a tu elección cómo asumir los daños―, pero afortunadamente eso no será un problema.
El tajo descendente continúa avanzando hacia tu oponente, impactando contra su figura sin ningún tipo de clemencia. No sabes si habrá gritado de dolor o no, pues el fuerte sonido que emite el agua al alcanzar su cuerpo lo ahoga por completo en caso de que haya sucedido. Cae al suelo, como no podría ser de otro modo, inerte y con la mirada dirigida a la nada.
Tras unos segundos en los que los tus familiares aguardan para comprobar si se va a levantar, tu hermana y tu madre se mueven. Tu hermana se dirige hacia ti para abrazarte, mientras que tu madre se dirige hacia el maltrecho maestro. Tus compañeros ya se habían dirigido hacia él antes y lo llaman a gritos para intentar retenerlo en el mundo de los vivos. Tal vez sería interesante buscar algún modo de que reciba asistencia médica.
- Kiritsu:
- Pues despleguemos recursos entonces. Intuyendo que Al también se preste a la estrategia propuesta por Arthur ―que intuyo que sí―, tanto Al como Jack notarán que son múltiples los lugares por los que pueden extender sus habilidades. Seguramente sea una pena que con trescientos metros no puedan abarcar todo el área que os gustaría, pues buena parte de las minas escapan a su radio de acción. Hay tantas vías de acceso al subsuelo por las minas que enseguida os dais cuenta de que el lugar es un verdadero laberinto para quienes no estén acostumbrados a moverse por él.
De cualquier modo, pueden averiguar rápidamente que hay un sinfín de túneles bajo vuestros pies. No cabe esperar otra cosa en una mina, ¿no? Sea como sea, con un barrido tan somero y a gran escala no puede identificar un pasadizo que conduzca hacia la Capital de las Flores… si es que existe, claro.
En cuanto a Arthur, surcas los cielos en busca de algo que indique que el enemigo y los prisioneros se han podido retirar por tierra, pero nada hace pensar que sea así. A menos que se hayan ido volando todos, claro, pero no nos pongamos en supuestos tan poco probables.
Cuando os reunís un crujido suena a vuestras espaldas y las puertas de la mina comienzan a cerrarse con un violento y agudo chirrido. No podéis identificar a nadie en las cercanías que pueda haber activado algún mecanismo oculto; mucho menos que las haya podido cerrar manualmente. Acto seguido, el suelo comienza a estremecerse. Primero lo hace muy lentamente, pero pronto la vibración se hace temible. Huele a peligro, ¿no?
- Yarmin:
- ―¿Has visto lo que se nos ha venido encima? No sé si alguna vez se han reunido en un mismo lugar dos Almirantes y dos Emperadores del Mundo, pero, si ha sucedido, no creo que haya sido en muchas ocasiones.
Alguien que probablemente debe ser un artesano se aproxima a Moloch, entregándole una lanza que en apariencia es metálica, sólo que varias de esas algas brillantes recubren la zona por la que se toma casi en toda su longitud. Ejecuta algunos movimientos al aire, calibrándola.
―No conozco todos los planes de la señora ni mucho menos, pero no contar con que podamos ser aplastados sería cuanto menos demasiado optimista, ¿no? Se trata de, llegado el caso, morir arrastrando al otro mundo a todos los enemigos posibles… Pero no me hagas mucho caso, esto no dejan de ser suposiciones mías. Quizás tengan un modo de controlarla y esto sólo ha sido un error. Si es así, no hay Marina o imperio de piratas que pueda oponerse a nosotros.
Transcurren varios minutos en los que puedes hacer lo que te plazca, siempre con Moloch cerca como fiel siervo cumplidor de las órdenes de su ama. Después de ese periodo de tiempo escuchas la voz de Hipatia. El calamar camina junto a ella en silencio, claro está, pero el hecho es que ha abandonado el confort del palacio del shogun para mezclarse con la plebe.
―Sí, la hemos controlado, aunque se ha llevado a veinticinco buenos soldados con ella en un abrir y cerrar de ojos. Muchas veces me pregunto si ha sido buena idea traerla…
Le habla a un gyojin manta raya que, a juzgar por su atuendo, debe ser otro oficial. Si te da pos asomarte al exterior verás que se encuentra a escasos metros de la fragua o lo que se al eluagr en el que te ha metido Moloch.
―Pero bueno, si estás vivo ―dirá en caso de que te aproximes a ella. ¿Es decepción eso que hay en su voz? Puede ser, pero se diluye notablemente en un tono mucho más ¿divertido? que impregna sus palabras.
Aki D. Arlia
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¿Una taberna? Aki alzó una ceja, escéptica. ¿Qué hacía el señor en la taberna? ¿No debería estar buscando a Hitomi por todas partes? Aún así, no dijo nada. Eran buenas noticias, no valía la pena despreciarlas.
Asintió al resto de sus palabras. No pudo evitar preocuparse un poco al oír que no sabía nada de Gabi. ¿No era su superior? Quizá no había entendido bien cómo funcionaban las cosas en la Revolución, o tal vez esta guerra les había separado a todos. Esperaba que estuviera a salvo.
-Bien. Si necesitáis refuerzos, llámame. Intentaré llegar lo antes posible.
Sabía que Prometeo tenía su número de den den mushi, al fin y al cabo. Se lo había dado después de colaborar en aquel bosque y ahora se alegraba. La situación en la que se encontraban… podría ser mejor, sin duda.
Por nuestra parte, nos apresuramos. Había dos enormes personas luchando justo en frente del castillo, aunque Hitomi estaba demasiado emocionada como para darse cuenta. Aki los miró un poco más mientras se alejaban, pero no reconoció a ninguno, ni las ropas que llevaban. ¿Amigos o enemigos? Todavía no tenía claro de parte de quién estaba, o qué fuerzas se estaban enfrentando. Suspiró y aceleró en dirección a la taberna que le indicaba la niña.
Frunció el ceño una vez más al ver el lugar. Estaba hecho un desastre. Ese sitio era el culmen de la pobreza. ¿Iba aquí en sus descansos? ¿Su guardia personal? Eso no tenía ningún sentido. La siguió, sin embargo, y entraron en el lugar. Segundos después, había corrido a abrazar a un hombre bastante anciano.
No era el único que estaba allí. Había por lo menos tres docenas de hombres allí, si no más, todos con armadura y expresiones que iban desde la preocupación hasta el alivio. No pudo evitar sonreír al contemplar la conversación. Bueno, al menos la niña estaba a salvo. De momento, en cualquier caso. Se alegraba de que el hombre estuviera vivo y de que Hitomi no hubiera perdido la fe. Todo apuntaba a lo otro, pero iba a alegrarse de cada buena noticia que recibiera. Estaba algo harta de sentirse miserable, al fin y al cabo.
Contempló en silencio la transformación de la princesita, ahogando una sonrisa. Demonios, les estaba leyendo la cartilla. Pero qué maravilla. Y qué razón tenía, por otro lado. En cuanto flaqueó estuvo a su lado, posando una mano en su espalda para que supiera que podía contar con ella. No en el hombro; no pretendía controlarla. Paseó los ojos por la habitación mientras agitaba la cola perezosamente. No se le habían escapado las reacciones de la gente de fuera y aunque estos guerreros tuvieran más estatus, estaba bastante segura de que no habían visto a muchos seres como ella. Sonrió traviesa, antes de contestar.
-No pequeña, no tengo ningún plan. Pero no pasa nada, porque podemos idear uno.
Cogió aire y una silla, sentándose frente a toda esa gente y cruzando las piernas con calma. Miró directamente a los ojos al anciano que había abrazado Hitomi y retomó la palabra.
-Hitomi tiene razón. Estáis aquí lamiéndoos las heridas mientras el que asumo es vuestro castillo está siendo atacado. No dais un buen ejemplo. Lo primero que necesito, que necesitáis en realidad, es información y organización.- Intentó no reírse. En realidad ella no era nadie para hablar de organización, pero siempre era más fácil hacer saltar algo por los aires cuando sabías cómo funcionaba.- Necesito saber quién está intentando invadiros y cómo. El por qué es bastante irrelevante, la verdad. Pero cuál es el alcance de sus fuerzas… es importante. Contadme todo lo que sepáis.
Tras pensárselo un momento, le hizo un gesto al camarero.- Una ronda de alcohol y jarras de agua para todos los presentes, excepto la niña. A ella tráigale comida. Necesitamos reagruparnos; después volveremos a la carga. ¿Suena bien?
Sonaba bien.
Asintió al resto de sus palabras. No pudo evitar preocuparse un poco al oír que no sabía nada de Gabi. ¿No era su superior? Quizá no había entendido bien cómo funcionaban las cosas en la Revolución, o tal vez esta guerra les había separado a todos. Esperaba que estuviera a salvo.
-Bien. Si necesitáis refuerzos, llámame. Intentaré llegar lo antes posible.
Sabía que Prometeo tenía su número de den den mushi, al fin y al cabo. Se lo había dado después de colaborar en aquel bosque y ahora se alegraba. La situación en la que se encontraban… podría ser mejor, sin duda.
Por nuestra parte, nos apresuramos. Había dos enormes personas luchando justo en frente del castillo, aunque Hitomi estaba demasiado emocionada como para darse cuenta. Aki los miró un poco más mientras se alejaban, pero no reconoció a ninguno, ni las ropas que llevaban. ¿Amigos o enemigos? Todavía no tenía claro de parte de quién estaba, o qué fuerzas se estaban enfrentando. Suspiró y aceleró en dirección a la taberna que le indicaba la niña.
Frunció el ceño una vez más al ver el lugar. Estaba hecho un desastre. Ese sitio era el culmen de la pobreza. ¿Iba aquí en sus descansos? ¿Su guardia personal? Eso no tenía ningún sentido. La siguió, sin embargo, y entraron en el lugar. Segundos después, había corrido a abrazar a un hombre bastante anciano.
No era el único que estaba allí. Había por lo menos tres docenas de hombres allí, si no más, todos con armadura y expresiones que iban desde la preocupación hasta el alivio. No pudo evitar sonreír al contemplar la conversación. Bueno, al menos la niña estaba a salvo. De momento, en cualquier caso. Se alegraba de que el hombre estuviera vivo y de que Hitomi no hubiera perdido la fe. Todo apuntaba a lo otro, pero iba a alegrarse de cada buena noticia que recibiera. Estaba algo harta de sentirse miserable, al fin y al cabo.
Contempló en silencio la transformación de la princesita, ahogando una sonrisa. Demonios, les estaba leyendo la cartilla. Pero qué maravilla. Y qué razón tenía, por otro lado. En cuanto flaqueó estuvo a su lado, posando una mano en su espalda para que supiera que podía contar con ella. No en el hombro; no pretendía controlarla. Paseó los ojos por la habitación mientras agitaba la cola perezosamente. No se le habían escapado las reacciones de la gente de fuera y aunque estos guerreros tuvieran más estatus, estaba bastante segura de que no habían visto a muchos seres como ella. Sonrió traviesa, antes de contestar.
-No pequeña, no tengo ningún plan. Pero no pasa nada, porque podemos idear uno.
Cogió aire y una silla, sentándose frente a toda esa gente y cruzando las piernas con calma. Miró directamente a los ojos al anciano que había abrazado Hitomi y retomó la palabra.
-Hitomi tiene razón. Estáis aquí lamiéndoos las heridas mientras el que asumo es vuestro castillo está siendo atacado. No dais un buen ejemplo. Lo primero que necesito, que necesitáis en realidad, es información y organización.- Intentó no reírse. En realidad ella no era nadie para hablar de organización, pero siempre era más fácil hacer saltar algo por los aires cuando sabías cómo funcionaba.- Necesito saber quién está intentando invadiros y cómo. El por qué es bastante irrelevante, la verdad. Pero cuál es el alcance de sus fuerzas… es importante. Contadme todo lo que sepáis.
Tras pensárselo un momento, le hizo un gesto al camarero.- Una ronda de alcohol y jarras de agua para todos los presentes, excepto la niña. A ella tráigale comida. Necesitamos reagruparnos; después volveremos a la carga. ¿Suena bien?
Sonaba bien.
- resumen:
- Hacerse un poquito la chula, pedir mucha información e invitar a chupitos, agua y comida a la gente. Hay que organizarse para poder liarla parla en condiciones.
Katharina von Steinhell
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Nada más llegar se fijó en el estado de los chicos y luego frunció el ceño. Inosuke estaba herido y cubierto de tinta, mientras que la niña del parche… Bueno, apestaba. Como siempre. Sólo tuvo que sumar uno y uno para llegar a una conclusión bastante evidente: todo era culpa del mayordomo. Tenía una habilidad que le permitía generar tinta en cantidades importantes, aunque dudaba profundamente que solo sirviera para eso. Era un hombre astuto e inteligente, un manipulador por excelencia. Por otra parte, posiblemente los piratas no se dieron cuenta de la llegada de la bruja, quienes siguieron avanzando hacia una charca plagada de reyes marinos. Se lo esperaría de Inosuke por su cultura de cazador aguerrido, pero no de una mocosa que creía ser la más inteligente del mundo.
Tras chasquear la lengua, golpeó el suelo con fuerza y ejecutó un movimiento instantáneo, dejando un cráter donde estaban sus pies y llegó en menos de un instante. Ya estaba malhumorada por lo vivido en las catacumbas, y el que sus subordinados estuvieran encaminándose a una muerte segura no mejoraba las cosas. Cogió a Inosuke del cuello (quien tenía a Kaya en los brazos), tomándole con la delicadeza suficiente para no rompérselo, y lo sacó del agua para lanzarlo hacia atrás. Tenían suerte de que los reyes marinos no estuvieran buscando un bocadillo cerca de la orilla.
La hechicera se volteó con la furia tatuada en el rostro y fulminó con la mirada al par de tontos.
—¡¿Se puede saber lo que están haciendo?! —rugió como una bestia embravecida—. ¡¿Es que acaso quieren morir?! ¡Las aguas de Wano están plagadas de reyes marinos a servicio de la reina gyojin! Lo esperaría de Inosuke, pero no de ti, Kaya. Creía que tenías un poco de instinto de preservación, pero ya me doy cuenta de que no —agregó, decepcionada.
Las vidas de todos los miembros de la tripulación eran responsabilidad suya sin ninguna excepción. A diferencia del resto de los humanos, ninguno de sus subordinados eran piezas reemplazables ni sacrificables. Los había arrastrado a una guerra sin consultarles, sí, pero tenía la seguridad de que podría protegerlos en todo momento. Además, se lo había dicho a Kaya, ¿no? Le había dicho que tenía que estar a la altura para los desafíos venideros, como tercera al mando tenía que tener un poco de sentido común.
Buscó la Varita Mágica de Burbruja entre sus prendas y canalizó una enorme cantidad de energía a través de ella con la intención de crear dos enormes barriles llenos de agua potable. En principio, el curioso objeto tenía la habilidad de crear cualquier clase de alimento, platillo o bebida, aunque dependiendo de la situación podía tener distintas utilidades. Y para calmar el malhumor, porque estaba tan enfadada como esa vez que Kaya le echó sal a su café en vez de azúcar, creó un muffin muy, muy grande y lo devoró de un solo bocado. La maravillosa combinación entre la avellana y el chocolate alejó las malas vibras de su cuerpo, haciéndole olvidar todo lo malo que tenía el mundo. Oh, y justo después apareció Ivan con… ¿Qué hacía con una espada tan mala? Era casi imposible reemplazar a Vanator, ¿eh?
—El agua está limpia, deberías cuidar tus heridas —le comentó a Inosuke con un tono solo un poco más afable—. Ahora que estamos todos reunidos es momento de decidir nuestro siguiente movimiento. Ivan ha creado una alianza temporal tanto con Berthil como con la Marina —dijo, creando un espectáculo lumínico con la Varita Mágica de Burbruja en el que aparecían los nombres «Berthil» y «Marina» unidos con una línea a «Alianza»—. Por el momento, tenemos tres enemigos importantes: la reina gyojin, el Emperador Iulius y la Estrella Oscura. —Creó tres nubes rojas en las que estaban escritas las facciones recién mencionadas—. Debemos asegurarnos de que la Estrella Oscura no se declare hostil hacia nosotros, al menos no mientras peleamos con las fuerzas del Yonkou. Cumpliremos la voluntad de Blackhole erradicando a los piratas de Iulius, y nuestro primer paso para ello es descubrir dónde está.
Tras chasquear la lengua, golpeó el suelo con fuerza y ejecutó un movimiento instantáneo, dejando un cráter donde estaban sus pies y llegó en menos de un instante. Ya estaba malhumorada por lo vivido en las catacumbas, y el que sus subordinados estuvieran encaminándose a una muerte segura no mejoraba las cosas. Cogió a Inosuke del cuello (quien tenía a Kaya en los brazos), tomándole con la delicadeza suficiente para no rompérselo, y lo sacó del agua para lanzarlo hacia atrás. Tenían suerte de que los reyes marinos no estuvieran buscando un bocadillo cerca de la orilla.
La hechicera se volteó con la furia tatuada en el rostro y fulminó con la mirada al par de tontos.
—¡¿Se puede saber lo que están haciendo?! —rugió como una bestia embravecida—. ¡¿Es que acaso quieren morir?! ¡Las aguas de Wano están plagadas de reyes marinos a servicio de la reina gyojin! Lo esperaría de Inosuke, pero no de ti, Kaya. Creía que tenías un poco de instinto de preservación, pero ya me doy cuenta de que no —agregó, decepcionada.
Las vidas de todos los miembros de la tripulación eran responsabilidad suya sin ninguna excepción. A diferencia del resto de los humanos, ninguno de sus subordinados eran piezas reemplazables ni sacrificables. Los había arrastrado a una guerra sin consultarles, sí, pero tenía la seguridad de que podría protegerlos en todo momento. Además, se lo había dicho a Kaya, ¿no? Le había dicho que tenía que estar a la altura para los desafíos venideros, como tercera al mando tenía que tener un poco de sentido común.
Buscó la Varita Mágica de Burbruja entre sus prendas y canalizó una enorme cantidad de energía a través de ella con la intención de crear dos enormes barriles llenos de agua potable. En principio, el curioso objeto tenía la habilidad de crear cualquier clase de alimento, platillo o bebida, aunque dependiendo de la situación podía tener distintas utilidades. Y para calmar el malhumor, porque estaba tan enfadada como esa vez que Kaya le echó sal a su café en vez de azúcar, creó un muffin muy, muy grande y lo devoró de un solo bocado. La maravillosa combinación entre la avellana y el chocolate alejó las malas vibras de su cuerpo, haciéndole olvidar todo lo malo que tenía el mundo. Oh, y justo después apareció Ivan con… ¿Qué hacía con una espada tan mala? Era casi imposible reemplazar a Vanator, ¿eh?
—El agua está limpia, deberías cuidar tus heridas —le comentó a Inosuke con un tono solo un poco más afable—. Ahora que estamos todos reunidos es momento de decidir nuestro siguiente movimiento. Ivan ha creado una alianza temporal tanto con Berthil como con la Marina —dijo, creando un espectáculo lumínico con la Varita Mágica de Burbruja en el que aparecían los nombres «Berthil» y «Marina» unidos con una línea a «Alianza»—. Por el momento, tenemos tres enemigos importantes: la reina gyojin, el Emperador Iulius y la Estrella Oscura. —Creó tres nubes rojas en las que estaban escritas las facciones recién mencionadas—. Debemos asegurarnos de que la Estrella Oscura no se declare hostil hacia nosotros, al menos no mientras peleamos con las fuerzas del Yonkou. Cumpliremos la voluntad de Blackhole erradicando a los piratas de Iulius, y nuestro primer paso para ello es descubrir dónde está.
- Resumen:
- Sacar a Ino y a Kaya del agua, llamarles la atención, usar los poderes de la Varita Mágica de Burbruja [ver ficha] y entonces plantear la situación y proponer buscar a Iulius, el Emperador.
Inosuke Dru-zan
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Al poco de llegar al río, me percaté de que estaba a rebosar de extrañas criaturas marinas. De haberme encontrado en otra situación, me hubiera dedicado a matar el tiempo cazándolos, pero debía quitarme la tinta para después seguir cumpliendo las órdenes de Katharina, aunque a cada instante se volvían más confusas. Me acerqué por la espalda a mi compañera, y sin avisar siquiera, la levanté en volandas, preparándome para saltar al agua con ella. ¿Que por qué lo hacía? Bueno, ella no sabía nadar, algo que me parecía realmente ridículo, pero era mi deber como hombre ayudarla cuando lo necesitaba, a pesar de haber interrumpido mi misión divina. Aún temía como reaccionarían los dioses ante tal afrenta.
—Hmm, tú tener culo prieto —comenté mientras la sujetaba por la zona mencionada—, y lucir extraña sin parche. No importar, yo ya acostumbrar. —Escuché un ruido detrás de mí y me giré—. Ah, yo saludar Kath. Esperar momento, Kayaya y yo tener que limpiar manchas negras. —Y salté al agua, dejando a Katharina en tierra.
Sin embargo, apenas recuerdo qué sucedió. Antes de tocar el agua siquiera sentí como sujetaban mi cuello para salir volando hacia la orilla. Rodé varios metros junto a Kaya, y cuando terminamos de rodar yo había acabado encima suyo.
—Oh, tú tener buen culo, pero tener senos pequeños —dije palpándole dicha parte del cuerpo en la que había caído accidentalmente. Además, acerqué mi rostro enmascarado lentamente a su cara, observando sus preciosos ojos violetas como si fuera la primera vez—. Esto... yo creer que tú tener ojo vago.
Tras aquel extraño incidente, me volví hacia mi capitana y escuché la bronca con la cabeza gacha. Me encontraba contrariado, desde luego, pero ella mandaba y después de soportar las locuras de Kaya no me apetecía soportar más locuras, así que desconecté mentalmente hasta que Katharina terminó de hablar, momento que aproveché para volver a mi labor: limpiarme.
—Supongo que contenedor de agua servir —dije alzando el barril y dándole la vuelta para dejar caer su contenido sobre todo mi cuerpo—. Sí, así estar mejor.
Finalmente me senté en el suelo junto al grupo que se había reunido al fin. Tal vez la cabeza de jabalí no lo mostrase, pero en mi rostro se había dibujado una sonrisa de felicidad debida al reencuentro. Hacía mucho tiempo mi familia me había rechazado, pero había encontrado a una nueva familia, y volver a estar con ellos me ponía muy contento y de buen humor. No había nada que pudiera tumbar mi humor.
—Iván, Xanxan, ¿qué tal ir todo? —pregunté a mis compañeros mientras Katharina explicaba algo a lo que no le prestaba mucha atención—. Kayaya y yo deshacer maldición de Mayordomo Misterioso gracias a Dioses de Isla del Cielo. Haber un Ino grande y negro, pero nosotros destruir. Ya no molestar más. ¿Vosotros qué haber hecho? ¿Matar muchos piratas?
Tras el breve diálogo, mantuve fija la mirada en aquellos símbolos brillantes luminosos que había dibujado Katharina. No sabía qué significaban, pero eran bonitos. Me mantuve así no sé cuanto tiempo, hasta que Katharina nuevamente terminó de hablar.
—Entonces...¿Qué hacer ahora? —pregunté inocentemente.
—Hmm, tú tener culo prieto —comenté mientras la sujetaba por la zona mencionada—, y lucir extraña sin parche. No importar, yo ya acostumbrar. —Escuché un ruido detrás de mí y me giré—. Ah, yo saludar Kath. Esperar momento, Kayaya y yo tener que limpiar manchas negras. —Y salté al agua, dejando a Katharina en tierra.
Sin embargo, apenas recuerdo qué sucedió. Antes de tocar el agua siquiera sentí como sujetaban mi cuello para salir volando hacia la orilla. Rodé varios metros junto a Kaya, y cuando terminamos de rodar yo había acabado encima suyo.
—Oh, tú tener buen culo, pero tener senos pequeños —dije palpándole dicha parte del cuerpo en la que había caído accidentalmente. Además, acerqué mi rostro enmascarado lentamente a su cara, observando sus preciosos ojos violetas como si fuera la primera vez—. Esto... yo creer que tú tener ojo vago.
Tras aquel extraño incidente, me volví hacia mi capitana y escuché la bronca con la cabeza gacha. Me encontraba contrariado, desde luego, pero ella mandaba y después de soportar las locuras de Kaya no me apetecía soportar más locuras, así que desconecté mentalmente hasta que Katharina terminó de hablar, momento que aproveché para volver a mi labor: limpiarme.
—Supongo que contenedor de agua servir —dije alzando el barril y dándole la vuelta para dejar caer su contenido sobre todo mi cuerpo—. Sí, así estar mejor.
Finalmente me senté en el suelo junto al grupo que se había reunido al fin. Tal vez la cabeza de jabalí no lo mostrase, pero en mi rostro se había dibujado una sonrisa de felicidad debida al reencuentro. Hacía mucho tiempo mi familia me había rechazado, pero había encontrado a una nueva familia, y volver a estar con ellos me ponía muy contento y de buen humor. No había nada que pudiera tumbar mi humor.
—Iván, Xanxan, ¿qué tal ir todo? —pregunté a mis compañeros mientras Katharina explicaba algo a lo que no le prestaba mucha atención—. Kayaya y yo deshacer maldición de Mayordomo Misterioso gracias a Dioses de Isla del Cielo. Haber un Ino grande y negro, pero nosotros destruir. Ya no molestar más. ¿Vosotros qué haber hecho? ¿Matar muchos piratas?
Tras el breve diálogo, mantuve fija la mirada en aquellos símbolos brillantes luminosos que había dibujado Katharina. No sabía qué significaban, pero eran bonitos. Me mantuve así no sé cuanto tiempo, hasta que Katharina nuevamente terminó de hablar.
—Entonces...¿Qué hacer ahora? —pregunté inocentemente.
- Resumen:
- Saltar al agua, ser interceptado por Katharina, mantener un momento íntimo/incómodo con Kaya, vaciar el barril de agua sobre sí mismo, charlar un poco y preguntar a Katharina que qué hacer porque la ha ignorado.
AEG93
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Pese al poder de su ola varios de los alfileres de sangre lograron atravesarla y clavarse en distintos puntos de su anatomía. Un fuerte dolor le atenazó durante unos instantes, y la sangre del samurái comenzó a brotar suavemente por los seis lugares en los que había recibido el ataque. Por suerte, cuando pocos segundos después la vida de su enemigo se apagó también lo hizo su voluntad, perdiendo su forma las agujas y cayendo al suelo como pequeños charquitos de sangre. Las heridas eran molestas, pero se cerrarían con el tiempo y no suponían una amenaza para su vida, o al menos no una inmediata, por lo que el joven espadachín se dirigió entonces hacia su madre y su hermana.
Esta última le interceptó lanzándose a sus brazos. Aliviado de por fin tenerlas delante sanas y salvas, Ryuu estrechó a su hermana pequeña con fuerza. Una lágrima apareció en cada uno de sus ojos, empañándolos ligeramente mientras la emoción le invadía.
- Ya estoy aquí, pequeña. - Dijo mientras la abrazaba, dejando claro que no pensaba dejar que volvieran a correr peligro de nuevo.
Una vez pasada la emoción del momento el samurái se dio cuenta de una cosa. Su maestro, a quien tanto debía, estaba herido de gravedad, y probablemente necesitaría atención médica urgente si quería sobrevivir. Por desgracia en aquel Wano en ruinas Ryuu ya no sabía dónde encontrar uno, por lo que se vio obligado a preguntar a su madre y a sus dos amigos:
- ¿Dónde podemos encontrar a un médico? ¿Sabéis si queda alguno con vida?
Supieran o no decírselo el joven cargaría a su maestro sobre sus hombros y comenzaría a moverse en dirección o bien al lugar indicado o bien a la villa más cercana, indicando a los demás que le siguieran. De ese modo sus amigos podrían proteger a su madre y su hermana de un primer ataque en caso de que se topasen con enemigos, dándole tiempo para depositar a su maestro en el suelo y unirse a la lucha.
Esta última le interceptó lanzándose a sus brazos. Aliviado de por fin tenerlas delante sanas y salvas, Ryuu estrechó a su hermana pequeña con fuerza. Una lágrima apareció en cada uno de sus ojos, empañándolos ligeramente mientras la emoción le invadía.
- Ya estoy aquí, pequeña. - Dijo mientras la abrazaba, dejando claro que no pensaba dejar que volvieran a correr peligro de nuevo.
Una vez pasada la emoción del momento el samurái se dio cuenta de una cosa. Su maestro, a quien tanto debía, estaba herido de gravedad, y probablemente necesitaría atención médica urgente si quería sobrevivir. Por desgracia en aquel Wano en ruinas Ryuu ya no sabía dónde encontrar uno, por lo que se vio obligado a preguntar a su madre y a sus dos amigos:
- ¿Dónde podemos encontrar a un médico? ¿Sabéis si queda alguno con vida?
Supieran o no decírselo el joven cargaría a su maestro sobre sus hombros y comenzaría a moverse en dirección o bien al lugar indicado o bien a la villa más cercana, indicando a los demás que le siguieran. De ese modo sus amigos podrían proteger a su madre y su hermana de un primer ataque en caso de que se topasen con enemigos, dándole tiempo para depositar a su maestro en el suelo y unirse a la lucha.
- Resumen:
- Momento emotivo con mi hermana y buscar asistencia médica para mi maestro.
Marc Kiedis
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El ataque conjunto de Marc y Therax fue demasiado para el payaso, que no fue capaz de esquivarlo y quedó ensartado por las espadas de ambos piratas. El olor de su carne quemándose, prácticamente derritiéndose ante el calor emitido por Kotai-Hi impregnó el ambiente cuando la vida de su enemigo se apagó.
El resto de los piratas, al ver cómo el más poderoso entre ellos había caído ante el semigigante y el rubio, huyeron despavoridos. El grandullón no tenía ningún interés en darles caza, pues si se iban de allí habrían cumplido su objetivo de liberar aquella villa.
De hecho podía verse cómo la gente volvía a salir de sus casas, aunque el miedo era evidente en sus rostros. No parecían confiar mucho más en Marc y Therax de lo que lo habían hecho en los piratas que se habían adueñado de su pueblo. El semigigante, consciente de que seguramente necesitaban un estímulo para ello, se dirigió a los ciudadanos con una sonrisa de oreja a oreja en la cara:
- ¡Itadakimas es libre! Esos piratas no os molestarán más, podéis continuar haciendo vuestra vida sin ningún problema. Los Arashi no Kyoudai nos encargaremos de ello.
Era lo menos que podían hacer después de su desafortunado papel en la situación que vivía Wano en aquellos momentos. Marc sabía perfectamente que su capitán no había pretendido en ningún momento que algo así sucediera, simplemente no había tenido en cuenta esa posibilidad. Pero fuera voluntario o no, era ahora su deber encontrar una solución.
En ese momento el semigigante miró a Therax como preguntándole cuál iba a ser el siguiente paso. ¿Debían buscar a su capitán? ¿Dirigirse hacia la posición de Berthil para ofrecer su ayuda de nuevo? ¿Qué sería lo más conveniente? El rubio era mucho mejor que él tomando esa clase de decisiones, así que lo mejor era dejarla en sus manos.
El resto de los piratas, al ver cómo el más poderoso entre ellos había caído ante el semigigante y el rubio, huyeron despavoridos. El grandullón no tenía ningún interés en darles caza, pues si se iban de allí habrían cumplido su objetivo de liberar aquella villa.
De hecho podía verse cómo la gente volvía a salir de sus casas, aunque el miedo era evidente en sus rostros. No parecían confiar mucho más en Marc y Therax de lo que lo habían hecho en los piratas que se habían adueñado de su pueblo. El semigigante, consciente de que seguramente necesitaban un estímulo para ello, se dirigió a los ciudadanos con una sonrisa de oreja a oreja en la cara:
- ¡Itadakimas es libre! Esos piratas no os molestarán más, podéis continuar haciendo vuestra vida sin ningún problema. Los Arashi no Kyoudai nos encargaremos de ello.
Era lo menos que podían hacer después de su desafortunado papel en la situación que vivía Wano en aquellos momentos. Marc sabía perfectamente que su capitán no había pretendido en ningún momento que algo así sucediera, simplemente no había tenido en cuenta esa posibilidad. Pero fuera voluntario o no, era ahora su deber encontrar una solución.
En ese momento el semigigante miró a Therax como preguntándole cuál iba a ser el siguiente paso. ¿Debían buscar a su capitán? ¿Dirigirse hacia la posición de Berthil para ofrecer su ayuda de nuevo? ¿Qué sería lo más conveniente? El rubio era mucho mejor que él tomando esa clase de decisiones, así que lo mejor era dejarla en sus manos.
- Resumen:
- Decir a las gente de la villa que son libres y esperar a que Therax decida su próximo movimiento.
Maki
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En honor a la verdad, Maki consiguió despertar una reacción. No fue exactamente cómo esperaba, pero al menos quedaba claro que las soflamas de la Causa provocaban una reacción pasional en el Pueblo. Más o menos. En realidad no estaba seguro de cómo había pasado todo eso. ¿Quiénes eran esas señoras y por qué gritaban tanto? Tampoco había dicho nada malo, ¿no? No había contado el chiste que le había recomendado Francis Inapropiado, ese sobre dos mariquitas que entraban en un bar y la oruga camarera se las comía. Ni... ¡Un momento!
-¡¿Cómo que el código?! -exclamó. Se aseguró de que la palabra "código" no resaltara. Eso habría sido una afrenta al sacrosanto MANUAL-. El MANUAL -se desgañitó- es la única guía que un hombre...
-¡¿Y una mujer no?! -exclamó alguien.
-... o una mujer necesita para...
-¡¿Y un niño?!
-¿Qué? Bueno, supongo que sí, que un niño tam...
-¡¿Y...?!
-¡No, ya está! El MANUAL es la única que guía que todos necesitamos. Guárdate tu feo código.
Eso no ayudó. La escandalera creció de intensidad. A este paso perdería el control definitivamente. ¿De vedad había dicho algo tan malo? Cecilia la Floja, la delegada del Comité Antiacoso Sexual en su unidad, le dirigió una mirada tétrica y se pasó el pulgar por el cuello imitando un cuchillo. Genial, eso le valdría una charla de las largas cuando volviese a Báltigo.
La masa estaba encendida, enfrentándose entre ella. Maki empezaba a preguntarse si alguien le estaba prestando atención realmente. El único que parecía acordarse de su presencia, aparte del gallo, era el gyojin que le tendió unas esposas con una cara que decía a gritos lo mucho que quería alejarse de allí. Y qué bigotes tan chulos... Maki se encogió de hombros y aceptó ponérselas. Sería lo más rápido. Con suerte le llevarían ante Hipatia y ya podría hablar con ella. Y sino... bueno, no sería la primera vez que se fugaba de una celda. Todo con tal de salir de allí.
-¡¿Cómo que el código?! -exclamó. Se aseguró de que la palabra "código" no resaltara. Eso habría sido una afrenta al sacrosanto MANUAL-. El MANUAL -se desgañitó- es la única guía que un hombre...
-¡¿Y una mujer no?! -exclamó alguien.
-... o una mujer necesita para...
-¡¿Y un niño?!
-¿Qué? Bueno, supongo que sí, que un niño tam...
-¡¿Y...?!
-¡No, ya está! El MANUAL es la única que guía que todos necesitamos. Guárdate tu feo código.
Eso no ayudó. La escandalera creció de intensidad. A este paso perdería el control definitivamente. ¿De vedad había dicho algo tan malo? Cecilia la Floja, la delegada del Comité Antiacoso Sexual en su unidad, le dirigió una mirada tétrica y se pasó el pulgar por el cuello imitando un cuchillo. Genial, eso le valdría una charla de las largas cuando volviese a Báltigo.
La masa estaba encendida, enfrentándose entre ella. Maki empezaba a preguntarse si alguien le estaba prestando atención realmente. El único que parecía acordarse de su presencia, aparte del gallo, era el gyojin que le tendió unas esposas con una cara que decía a gritos lo mucho que quería alejarse de allí. Y qué bigotes tan chulos... Maki se encogió de hombros y aceptó ponérselas. Sería lo más rápido. Con suerte le llevarían ante Hipatia y ya podría hablar con ella. Y sino... bueno, no sería la primera vez que se fugaba de una celda. Todo con tal de salir de allí.
- Resumen:
- Maki se deja atrapar, pero que conste que el código es una mierda.
Prometeo
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Akuma no mi
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Voló lo más deprisa que pudo en dirección a Udon sin mirar atrás, esperando que la niña de los cuernos y los samuráis estuvieran bien. Llegó en el momento adecuado, en el instante en que uno de los hombres exigía explicaciones a una criatura horripilante. Desde lo alto del cielo estudió la situación, notando que faltaba la chica que acompañaba a la señorita Lysbeth. ¿Habría comido también una fruta del diablo? Sólo hacía falta sumar uno y uno para hacerse una idea aproximada de lo que estaba sucediendo.
No tenía ningún plan en mente, ninguna idea que le fuera a dar la victoria en contra de los piratas, nada que pudiera salvar milagrosamente a los aldeanos condenados a un infierno. Detenerse a pensar las cosas estaba bien para cuando había tiempo, sin embargo, el preocupante panorama distaba de ello. Era momento de actuar, no de pararse a considerar las posibilidades y optar por el camino con menos riesgos y más beneficios. Había que improvisar.
El revolucionario sobrevoló el pueblo y, cuando los piratas de Iulius C. Zar se aproximaban al centro del alboroto, se dejó caer a toda velocidad sobre uno de los que vigilaba a uno de los tantos grupos de rehenes. Sabía que a esa velocidad sus garras actuarían como sendas cuchillas, las cuales desgarrarían con suma facilidad el músculo y cortarían sin dificultad el hueso, pero no era su intención. Por el contrario, volvería a su forma híbrida un instante antes de caer sobre el pirata para darle una patada en el pecho, alejándolo del grupo de rehenes y dándoles así la posibilidad de huir a un lugar seguro.
—¡Corran a un lugar seguro! —diría con expresión seria y la vista clavada sobre el enemigo—. Me ocuparé de cubrir la retirada, no se preocupen.
Esperaba estar actuando como un verdadero revolucionario, aunque le hacía falta la boina. La gorra de béisbol que llevaba no tenía el estilo rebelde que necesitaba, pero tampoco estaba mal. Oh, y el señor Gelatina ya podía sentir envidia de las gafas en forma de estrella que llevaba.
Como sea, la situación era desventajosa para los samuráis. Eran superados ampliamente en número y cada aliado tendría que ocuparse de como mínimo ocho enemigos. El fuerte de Prometeo eran las artes marciales, si supiera esconderse de la gente habría optado por un camino distinto, pero lo suyo era ir de frente. Por el momento, el objetivo principal era liberar a los rehenes para poder librar una batalla en condiciones algo más justas.
—Atacar a gente inocente es ir en contra del Ejército Revolucionario —espetaría a los enemigos cercanos—. Lo que están haciendo es inhumano, déjenlos ir. Si aún quieren seguir con esto... Vengan, los enfrentaré.
No tenía ningún plan en mente, ninguna idea que le fuera a dar la victoria en contra de los piratas, nada que pudiera salvar milagrosamente a los aldeanos condenados a un infierno. Detenerse a pensar las cosas estaba bien para cuando había tiempo, sin embargo, el preocupante panorama distaba de ello. Era momento de actuar, no de pararse a considerar las posibilidades y optar por el camino con menos riesgos y más beneficios. Había que improvisar.
El revolucionario sobrevoló el pueblo y, cuando los piratas de Iulius C. Zar se aproximaban al centro del alboroto, se dejó caer a toda velocidad sobre uno de los que vigilaba a uno de los tantos grupos de rehenes. Sabía que a esa velocidad sus garras actuarían como sendas cuchillas, las cuales desgarrarían con suma facilidad el músculo y cortarían sin dificultad el hueso, pero no era su intención. Por el contrario, volvería a su forma híbrida un instante antes de caer sobre el pirata para darle una patada en el pecho, alejándolo del grupo de rehenes y dándoles así la posibilidad de huir a un lugar seguro.
—¡Corran a un lugar seguro! —diría con expresión seria y la vista clavada sobre el enemigo—. Me ocuparé de cubrir la retirada, no se preocupen.
Esperaba estar actuando como un verdadero revolucionario, aunque le hacía falta la boina. La gorra de béisbol que llevaba no tenía el estilo rebelde que necesitaba, pero tampoco estaba mal. Oh, y el señor Gelatina ya podía sentir envidia de las gafas en forma de estrella que llevaba.
Como sea, la situación era desventajosa para los samuráis. Eran superados ampliamente en número y cada aliado tendría que ocuparse de como mínimo ocho enemigos. El fuerte de Prometeo eran las artes marciales, si supiera esconderse de la gente habría optado por un camino distinto, pero lo suyo era ir de frente. Por el momento, el objetivo principal era liberar a los rehenes para poder librar una batalla en condiciones algo más justas.
—Atacar a gente inocente es ir en contra del Ejército Revolucionario —espetaría a los enemigos cercanos—. Lo que están haciendo es inhumano, déjenlos ir. Si aún quieren seguir con esto... Vengan, los enfrentaré.
- resumen:
- Hacer de revolucionario (básicamente me dejo caer sobre uno de los hombres para hacer acto de presencia e intentar liberar a un grupo de rehenes).
Sasaki
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El azúcar se iba extendiendo por toda superficie que encontraba, sin embargo, la idea de Arthur parecía que no iba a poder llevarse a cabo a no ser que fuese por la fuerza. Todos los túneles por los que pasaba el azúcar y por los que entraba o bien estaban cegados o se unían con otros, con bastantes bifurcaciones y ninguno que pareciese profundizar lo suficiente en la tierra como para ir hacia la capital.
-Por intentarlo no pasaba nada, pero me temo que lo que tenemos aquí es un gran laberinto que no conocemos y por el que nos perderíamos – dije en voz alta atrayendo todo el azúcar de nuevo hacia mí. – Estamos teniendo un montón de retrasos y que nos están saliendo mal. Deberíamos ir a la prisión directamente. Entrar pegando tiros como se suele decir.
Tras un momento todo el azúcar que había desplegado volvía a estar dentro de mí. Me había cansado de ir con cuidado, nunca nos había funcionado y esta no iba a ser una vez distinta por lo que parecía. Me subí encima de Rudolph y con un gesto del brazo le indiqué que avanzase hacia la puerta. Cuando la criatura comenzó a girarse hacia las puertas estas comenzaron a chirriar de forma poco agradable.
Comencé a mirar hacia alrededor para ver si veía a alguien que pareciese haber activado alguna trampa, pero no había nadie alterado. Rudolph siguió avanzando hacia las puertas, quería acercarme para ver si veía algo que las cerrase a la fuerza, pero tampoco.
-Vuelve con el resto y ayúdales – le dije a Rudolph bajándome una vez las puertas se cerrasen.
El animal hizo lo que le dije y mientras yo volví las plantas de mis pies de caramelo líquido y caliente y comencé a caminar por las puertas subiendo hacia el techo “Bueno, los lugares altos dan más perspectiva ¿no?” dije mirando hacia atrás mientras avanzaba pegado a la puerta. Una vez llegase a la parte más alta del techo, esperaría a ver si aparecía algo que pudiese ser peligroso.
-Por intentarlo no pasaba nada, pero me temo que lo que tenemos aquí es un gran laberinto que no conocemos y por el que nos perderíamos – dije en voz alta atrayendo todo el azúcar de nuevo hacia mí. – Estamos teniendo un montón de retrasos y que nos están saliendo mal. Deberíamos ir a la prisión directamente. Entrar pegando tiros como se suele decir.
Tras un momento todo el azúcar que había desplegado volvía a estar dentro de mí. Me había cansado de ir con cuidado, nunca nos había funcionado y esta no iba a ser una vez distinta por lo que parecía. Me subí encima de Rudolph y con un gesto del brazo le indiqué que avanzase hacia la puerta. Cuando la criatura comenzó a girarse hacia las puertas estas comenzaron a chirriar de forma poco agradable.
Comencé a mirar hacia alrededor para ver si veía a alguien que pareciese haber activado alguna trampa, pero no había nadie alterado. Rudolph siguió avanzando hacia las puertas, quería acercarme para ver si veía algo que las cerrase a la fuerza, pero tampoco.
-Vuelve con el resto y ayúdales – le dije a Rudolph bajándome una vez las puertas se cerrasen.
El animal hizo lo que le dije y mientras yo volví las plantas de mis pies de caramelo líquido y caliente y comencé a caminar por las puertas subiendo hacia el techo “Bueno, los lugares altos dan más perspectiva ¿no?” dije mirando hacia atrás mientras avanzaba pegado a la puerta. Una vez llegase a la parte más alta del techo, esperaría a ver si aparecía algo que pudiese ser peligroso.
- resumen:
- Avisar del laberinto que es la mina, ir hacia la puerta mientras se cierra, subir pegado con caramelo por la puerta hasta el techo y esperar.
Shinobu Yamamoto
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Era consciente de que cargaba con una maldición que me acompañaría hasta la muerte, pero el que lo fuera no lo volvía más fácil para mí. Odiaba a Shuten Douji, pero más me odiaba a mí misma por ser tan débil que tenía que depender de su poder. Jamás me acostumbraría a las miradas de miedo y recelo que me dirigía la gente que intentaba ayudar, pero las entendía de la misma manera que las merecía. Era un monstruo, uno horripilante. Por mis venas fluía la sangre de un demonio que se alimentaba con la carne de los niños como los que quería salvar. Estaban en su derecho de odiarme y despreciarme, sin embargo, no cambiaría mi propósito en la aldea: no permitiría que muriera nadie.
Mi estrategia había funcionado parcialmente, pero aún no podía dejar de ser el centro de atención. Necesitaba que el samurái de las ropas oscuras comenzara a actuar, eliminando a los soldados que custodiaban a los rehenes. Esperaba que, tras ver mi apariencia, continuaran confiando en mí y creyendo que estaba ahí para ayudar. Quería saber dónde estaba el arquero, pero cualquier movimiento extraño de mi parte delataría su posición, y era fundamental continuar con el factor sorpresa.
—¿Juriasu...? ¿Nani? —pregunté con expresión confusa, arqueando una ceja. La voz de Shuten Douji era un vozarrón casi gutural que helaba los huesos de los vivos cuando lo escuchaban. En cualquier caso, era un nombre horrible... ¿Cuántas tierras había más allá del horizonte? Como sea, di un paso hacia el frente y enfrenté al soldado con la mirada—. ¡Soy Shinobu Yamamoto, Onna Bugeisha y General del Ejército del Sol Naciente! —respondí, sintiéndome extraña al usar el título militar otorgado por Gin-sama tras vencer a las tropas de Konoe no Katsuo en las faldas del monte Hyuchiyama—. ¡No me importa quién sea Juriasu C. Zaru! ¡Lo que tú y tus compañeros están haciendo es cruel! ¡No hay honor en quitarle la vida a un inocente! —rugí con la sangre hirviendo—. No sé por qué atacas este pueblo, pero en nombre de Izanagi-sama juro que no permitiré que pongas un solo dedo encima de esta gente.
Bien podía pasar a la ofensiva, pero mantendría la posición y esperaría a que mis compañeros tomasen una buena posición. Tampoco podía esperar demasiado, pues el enemigo acabaría rodeándome. En caso de que ese fuera su propósito, inmediatamente rompería mi posición y arremetería de frente como un toro embravecido.
Mi estrategia había funcionado parcialmente, pero aún no podía dejar de ser el centro de atención. Necesitaba que el samurái de las ropas oscuras comenzara a actuar, eliminando a los soldados que custodiaban a los rehenes. Esperaba que, tras ver mi apariencia, continuaran confiando en mí y creyendo que estaba ahí para ayudar. Quería saber dónde estaba el arquero, pero cualquier movimiento extraño de mi parte delataría su posición, y era fundamental continuar con el factor sorpresa.
—¿Juriasu...? ¿Nani? —pregunté con expresión confusa, arqueando una ceja. La voz de Shuten Douji era un vozarrón casi gutural que helaba los huesos de los vivos cuando lo escuchaban. En cualquier caso, era un nombre horrible... ¿Cuántas tierras había más allá del horizonte? Como sea, di un paso hacia el frente y enfrenté al soldado con la mirada—. ¡Soy Shinobu Yamamoto, Onna Bugeisha y General del Ejército del Sol Naciente! —respondí, sintiéndome extraña al usar el título militar otorgado por Gin-sama tras vencer a las tropas de Konoe no Katsuo en las faldas del monte Hyuchiyama—. ¡No me importa quién sea Juriasu C. Zaru! ¡Lo que tú y tus compañeros están haciendo es cruel! ¡No hay honor en quitarle la vida a un inocente! —rugí con la sangre hirviendo—. No sé por qué atacas este pueblo, pero en nombre de Izanagi-sama juro que no permitiré que pongas un solo dedo encima de esta gente.
Bien podía pasar a la ofensiva, pero mantendría la posición y esperaría a que mis compañeros tomasen una buena posición. Tampoco podía esperar demasiado, pues el enemigo acabaría rodeándome. En caso de que ese fuera su propósito, inmediatamente rompería mi posición y arremetería de frente como un toro embravecido.
- Resumen:
- Responder la pregunta del pirata y mantener la posición, esperando que los samuráis se posicionen.
Therax no acostumbraba a actuar como acababa de hacerlo, limpiando el filo de sus sables en las escasas zona de la ropa del de las tijeras que no habían sido manchadas por su sangre, pero la sensación que le había transmitido el sujeto era verdaderamente repugnante. Esa risa macabra y constante... Esa despreocupación absoluta por todo lo que no fuese su retorcido placer... Esa interpretación interesada y tergiversada de lo que significaba la libertad de quienes surcaban los mares bajo su propia bandera.
El resto de corsarios huían despavoridos después de presenciar cómo quien se había erigido como su líder había caído en plena demostración de locura demente. No deberían dar más problemas, y de darlos siempre podrían enviarlos junto a su referente. En cuanto a la población local de Itadakimas, el rubio no podía culparles por actuar con tanta cautela. Al menos se habían animado a tantear el exterior, lo que en cierto modo hacía pensar que estaban dispuestos a aceptarles como solucionadores de sus problemas. Con eso y las palabras de Marc lo cierto es que no había mucho más que pudiese aportar para la tranquilidad de la gente de la villa.
―¿Zane? ―preguntó unos instantes después, tras intentar establecer de nuevo comunicación con el pelirrojo a través del Den Den Zane―. ¿Cómo va todo por ahí? Nosotros nos hemos librado de este incordio por fin y estamos a punto de ver si esto nos lleva a algún otro lugar o es mejor idea informar a Berthil.
Mientras hablaba su mirada iba de rostro en rostro, buscando a la persona que se hubiese arriesgado a salir más y mostrase una expresión más serena. Berthil era el protector de aquella gente, de forma que se había asegurado de hablar lo suficientemente alto como para que supiesen que estaban a salvo, que el Emperador del Mar estaba al tanto y de acuerdo con la actuación que acababan de llevar a cabo.
Finalizada la comunicación, sumó su voluntad para localizar al interlocutor idóneo, no sin antes comunicarle a Marc la idea que tenía en mente en voz baja:
―Hipatia ha tomado la Capital de las Flores y su gente está relacionada con todos los disturbios que han ocurrido en el mundo recientemente. Existe la posibilidad de que esta gente se liberase y viniese aquí a sembrar el caos por pura casualidad, pero me extrañaría mucho. Prefiero pensar que alguien, una persona en concreto, los envió hasta aquí por y para algo además de sembrar el terror en Kuri. ―Una mujer que no debía bajar de los cincuenta años era quien, a ojos del rubio, había encajado la situación con más entereza, así que se aproximó a ella con paso lento pero firme―: Lo que dice mi compañero es cierto, pero nos gustaría que nos dijeseis cómo llegaron estos desgraciado aquí. ¿Hubo algo que hiciese pensar que tenían un motivo concreto para asentarse aquí? ¿Dijeron si los había enviado alguien?
El resto de corsarios huían despavoridos después de presenciar cómo quien se había erigido como su líder había caído en plena demostración de locura demente. No deberían dar más problemas, y de darlos siempre podrían enviarlos junto a su referente. En cuanto a la población local de Itadakimas, el rubio no podía culparles por actuar con tanta cautela. Al menos se habían animado a tantear el exterior, lo que en cierto modo hacía pensar que estaban dispuestos a aceptarles como solucionadores de sus problemas. Con eso y las palabras de Marc lo cierto es que no había mucho más que pudiese aportar para la tranquilidad de la gente de la villa.
―¿Zane? ―preguntó unos instantes después, tras intentar establecer de nuevo comunicación con el pelirrojo a través del Den Den Zane―. ¿Cómo va todo por ahí? Nosotros nos hemos librado de este incordio por fin y estamos a punto de ver si esto nos lleva a algún otro lugar o es mejor idea informar a Berthil.
Mientras hablaba su mirada iba de rostro en rostro, buscando a la persona que se hubiese arriesgado a salir más y mostrase una expresión más serena. Berthil era el protector de aquella gente, de forma que se había asegurado de hablar lo suficientemente alto como para que supiesen que estaban a salvo, que el Emperador del Mar estaba al tanto y de acuerdo con la actuación que acababan de llevar a cabo.
Finalizada la comunicación, sumó su voluntad para localizar al interlocutor idóneo, no sin antes comunicarle a Marc la idea que tenía en mente en voz baja:
―Hipatia ha tomado la Capital de las Flores y su gente está relacionada con todos los disturbios que han ocurrido en el mundo recientemente. Existe la posibilidad de que esta gente se liberase y viniese aquí a sembrar el caos por pura casualidad, pero me extrañaría mucho. Prefiero pensar que alguien, una persona en concreto, los envió hasta aquí por y para algo además de sembrar el terror en Kuri. ―Una mujer que no debía bajar de los cincuenta años era quien, a ojos del rubio, había encajado la situación con más entereza, así que se aproximó a ella con paso lento pero firme―: Lo que dice mi compañero es cierto, pero nos gustaría que nos dijeseis cómo llegaron estos desgraciado aquí. ¿Hubo algo que hiciese pensar que tenían un motivo concreto para asentarse aquí? ¿Dijeron si los había enviado alguien?
- Resumen:
- Llamar a Zane para preguntarle cómo le va y preguntarle a un NPC random si sabe por qué estaban allí los piratas o quién los envió.
Rainbow662
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He visto acuarios llenos de langostas en varias marisquerías menos concurridos que estas aguas. Parece como si alguien hubiese montado una fiesta para bichos grandes y horrorosos y solo hubiese faltado Franklin. Es obvio que meterse ahí no es buena idea. Un día bañada en tinta, incluso con la amenaza de una versión oscura de mí misma, se me antoja mucho menos peligroso que ponernos a jugar a salpicar con tantos dientes enormes de por medio. Me conformaría con un ligero remojón en ese pequeño remanso de poca profundidad, pero Ino decide ir a por todas.
Hay pocas veces en las que haya visto a alguien mostrarse tan abrumadoramente propensa al suicidio. Y el despliegue de insensatez que hace Inosuke en los siguientes minutos se merece el primer ranking en mi lista. Solo la sorpresa porque me coja en brazos y el hecho de que creo que mi mirada se ha cruzado con la de uno de esos seres acuáticos evita que me zafe de él de un empujón. Y solo la intervención de Kath evita que le arranque una mano por ponerla donde la pone.
La bruja nos lanza volando y eso lo hace todo aún peor. Por mi mente pasan diez mil métodos de asesinato distintos cuando las manos de ese salvaje compiten con su boca y su escaso cerebro para ver quién gana un concurso de estupidez. En ese momento no puedo decidirme por una respuesta adecuada. Noto el rubor corriendo una maratón por mi cara mientras lo aparto de un empujón. ¿Cómo se atreve? Me quedó mirándolo, permitiendo que la vergüenza se aparte y deje pasar a una gélida rabia. Lentamente, con parsimonia, me deshago de la ropa empapada en tinta -camiseta y pantalones cortos siempre serán mejor que un kimono- y me limpio con el agua que esa mona gritona con varita mágica conjura.
Entonces, sin escándalo alguno, cojo el barril casi lleno y lo levanto para estampárselo a Inosuke en la cabeza.
-Así que Julius. -Preferiría empezar apaleando a Kenshin, pero cualquier otro Yonkou peligroso y rodeado de su tripulación será una actividad divertida para el día de hoy-. ¿Alguien sabe dónde está? -Por lo que he sabido estos días, los barcos de ese tipo se despliegan allá donde hay gente capaz de verlos, pero no he encontrado a nadie que tenga ni idea de dónde fondea el gran jefe-. Supongo que podríamos agitar un poco el avispero. Elegir cualquier barco de los alrededores y ver si asoma la cabeza o si alguien habla. Si Ivan se come a un par de tipos seguro que el tercero nos dice dónde está su capitán. Uno o dos ataques sorpresa y tendremos un objetivo. Así que, por favor, Kath, transfórmate en nube o cualquier cosa sutil, no en un bollo de crema ni nada de eso.
La verdad es que suena muy fácil teniendo en cuenta que vamos derechos a la boca del lobo para pegarle un puñetazo en un ojo y hacernos un collar con sus dientes. Supongo que a estas alturas ya me he acostumbrado a las misiones suicidas.
Hay pocas veces en las que haya visto a alguien mostrarse tan abrumadoramente propensa al suicidio. Y el despliegue de insensatez que hace Inosuke en los siguientes minutos se merece el primer ranking en mi lista. Solo la sorpresa porque me coja en brazos y el hecho de que creo que mi mirada se ha cruzado con la de uno de esos seres acuáticos evita que me zafe de él de un empujón. Y solo la intervención de Kath evita que le arranque una mano por ponerla donde la pone.
La bruja nos lanza volando y eso lo hace todo aún peor. Por mi mente pasan diez mil métodos de asesinato distintos cuando las manos de ese salvaje compiten con su boca y su escaso cerebro para ver quién gana un concurso de estupidez. En ese momento no puedo decidirme por una respuesta adecuada. Noto el rubor corriendo una maratón por mi cara mientras lo aparto de un empujón. ¿Cómo se atreve? Me quedó mirándolo, permitiendo que la vergüenza se aparte y deje pasar a una gélida rabia. Lentamente, con parsimonia, me deshago de la ropa empapada en tinta -camiseta y pantalones cortos siempre serán mejor que un kimono- y me limpio con el agua que esa mona gritona con varita mágica conjura.
Entonces, sin escándalo alguno, cojo el barril casi lleno y lo levanto para estampárselo a Inosuke en la cabeza.
-Así que Julius. -Preferiría empezar apaleando a Kenshin, pero cualquier otro Yonkou peligroso y rodeado de su tripulación será una actividad divertida para el día de hoy-. ¿Alguien sabe dónde está? -Por lo que he sabido estos días, los barcos de ese tipo se despliegan allá donde hay gente capaz de verlos, pero no he encontrado a nadie que tenga ni idea de dónde fondea el gran jefe-. Supongo que podríamos agitar un poco el avispero. Elegir cualquier barco de los alrededores y ver si asoma la cabeza o si alguien habla. Si Ivan se come a un par de tipos seguro que el tercero nos dice dónde está su capitán. Uno o dos ataques sorpresa y tendremos un objetivo. Así que, por favor, Kath, transfórmate en nube o cualquier cosa sutil, no en un bollo de crema ni nada de eso.
La verdad es que suena muy fácil teniendo en cuenta que vamos derechos a la boca del lobo para pegarle un puñetazo en un ojo y hacernos un collar con sus dientes. Supongo que a estas alturas ya me he acostumbrado a las misiones suicidas.
- Resumen:
- Apalear y proponer cosas.
Gareth Silverwing
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Nada. No había indicios de que un gran número de personas hubieran salido por la superficie, pero cuando me reuní con el resto me confirmaron que debajo de nuestros pies había un laberinto de túneles. Todo indicaba que habíamos perdido el tiempo, yo lo estaba pensando, ellos me lo estaban diciendo y no hacía más que recordar la voz de Douglas diciendo que podía ser una pérdida de tiempo.
- No ha sido una pérdida de tiempo. - Dije por lo bajo al notar algo.
Una vibración se extendía por el suelo, algo no muy raro en una mina, pero demasiado conveniente en esta situación. El temblor se hizo cada vez más fuerte a la vez que las puertas se cerraban, no estábamos en el lugar equivocado, al contrario, estábamos en donde ellos querían, y donde ellos querían que estuviésemos era donde yo quería estar.
- Confío en que todos los presentes sepan volar o por lo menos evitar un colapso total de una mina a nivel nacional de nada. - Dije con tranquilidad mientras me ponía a volar dejando al resto a su suerte.
Miré atrás, chasqueé la lengua, no estaba seguro, pero no me mirarían con buenos ojos si dejaba al joven atrás. Me di la vuelta y cogí a Galhard en volandas para mostrarle en mundo desde las alturas. Si decía cualquier estupidez lo dejaría caer. Pero por ahora me apartaría del centro. Podían estar ocurriendo dos cosas, que hicieran colapsar la mina para enterrarnos, para cortar la entrada a un túnel importante o que estuviera saliendo algo gordo de las entrañas de la tierra. Y tras ver la máquinas excavadoras que habían llevado a la playa... no me extrañaría que saliera de ahí un taladro gigante. A lo mejor podíamos usar eso para cavar un túnel.
- No ha sido una pérdida de tiempo. - Dije por lo bajo al notar algo.
Una vibración se extendía por el suelo, algo no muy raro en una mina, pero demasiado conveniente en esta situación. El temblor se hizo cada vez más fuerte a la vez que las puertas se cerraban, no estábamos en el lugar equivocado, al contrario, estábamos en donde ellos querían, y donde ellos querían que estuviésemos era donde yo quería estar.
- Confío en que todos los presentes sepan volar o por lo menos evitar un colapso total de una mina a nivel nacional de nada. - Dije con tranquilidad mientras me ponía a volar dejando al resto a su suerte.
Miré atrás, chasqueé la lengua, no estaba seguro, pero no me mirarían con buenos ojos si dejaba al joven atrás. Me di la vuelta y cogí a Galhard en volandas para mostrarle en mundo desde las alturas. Si decía cualquier estupidez lo dejaría caer. Pero por ahora me apartaría del centro. Podían estar ocurriendo dos cosas, que hicieran colapsar la mina para enterrarnos, para cortar la entrada a un túnel importante o que estuviera saliendo algo gordo de las entrañas de la tierra. Y tras ver la máquinas excavadoras que habían llevado a la playa... no me extrañaría que saliera de ahí un taladro gigante. A lo mejor podíamos usar eso para cavar un túnel.
- Resumen:
- Salir volando y ayudar a Galhard si no puede volar.
«¿Horizonte de sucesos?», se cuestionó el pirata, ligeramente extrañado. No tenía ni la más mínima idea de a qué se refería, es más, le sonaba un poco a esos temas extraños que estudiaba Spanner durante la mayoría del tiempo en el barco. «En qué momento dejé que se fuera con el novio a vivir la vida padre», se dijo con cierta desesperación, pensando que el pelimorado tendría una respuesta lógica, después de todo solía saberlo todo.
Mientras tanto, el infernal torrente de fuego que le había lanzado a su oponente comenzó a girar a su alrededor, formando una especie de tornado de fuego que giraba cada vez con menos fuerza, envolviéndolo completamente y desapareciendo muy poco después, a escasos metros de él. Parecía como si tuviera la habilidad de detener todo aquello que entraba en su radio de control, así que tan solo tenía que buscar la forma de atravesar esa zona. No obstante, era más fácil decirlo que hacerlo.
Su enemigo parecía enfadado después de eso, algo que no ayudo que Zane le sonriera con arrogancia y altanería, ya que, como si de una bestia se tratara, lo miró y el pirata pareció incapaz de respirar otra vez. «¿Qué coño pasa con este tío?», pensó.
Y de nuevo volvió a ocurrir: su oponente preparó un ataque, pero tan solo pudo ver su comienzo y su desenlace, pues cuando quiso darse cuenta tenía una cadena de kairoseki tratando de atraparlo, así que aprovechando que se encontraba en el aire, concentró su haki de armadura en sus espadas y comenzó a girar, creando una barrera de haki que le permitiera bloquear el avance de la cadena, mientras él aprovechaba para ascender hacia arriba y evitar se atrapado. La idea era bloquear con una barrera de haki de armadura, y aprovechar los vacíos que esta pudiera dejar —si es que dejaba algunos— con las hojas de sus katanas.
Una vez se quitó del alcance de la maldita cadena, notaba como el uso constante de su haki de armadura comenzaba a cansarlo. Aún podía mantenerlo durante más tiempo, pero sabía que no iba a poder estar así durante todo el día. Y en ese momento, su den den mushi sonó, era Therax para informarle de su situación.
—Digamos que me estoy enfrentando a un tío al que no puedo tocar —le dijo a Therax—. Así que no puedo estar mucho tiempo hablando. Cuando acabe con este tipo iré en tu busca. Tened cuidado, ¿entendido? Por cierto, no os fieis de la gente de Katharina, ya te explicaré.
Colgó el aparato, y envainó a Izanami justo después.
Se aferró con fuerza a la empuñadura de la novena hoja fiordiana, notando con fuerza el «espíritu» que yacía en su propia arma. La verdad era que había sido el mejor regalo que le había hecho el grandullón, al cual Zane le parecía extraño que no estuviera por allí lanzando rayos.
En fin. Respiró hondo, observando a su oponente. Podía notar en su rostro que no estaba tan calmado como antes, ¿acaso podía defenderse del fuego, pero no del calor? Cabía la posibilidad. No obstante, tenía que ver si esa extraña barrera que suprimía los ataques era permanente o tan solo funcionaba con aquello que podía ver o predecir. Es por eso, que trazó un fuerte movimiento descendente, elevando previamente su espada hasta tenerla detrás de su cabeza, para luego, una vez llegó al punto más bajo, elevarla hacia arriba de nuevo con suma violencia. Si todo salía bien, una onda cortante devastadora caería sobre su enemigo en pocos segundos.
«Espada… Meteoro», dijo para sus adentros, para luego comenzar a girar de nuevo alrededor de su enemigo, tratando de encontrarse en el límite de la extensión de su cadena. La había visto en acción en más de dos ocasiones, por lo que intuyó que no seria difícil.
La idea era generar un fuego tan intenso como pudiera, con la intención de apresarlo en un tornado de llamas que se cernerían directamente sobre él.Tenía hacer tres cosas: primeramente, comprobar el tiempo que podía máximo que podía estar impidiendo que pudiera herirlo con sus ataques, ya que tenía que ver si había algún lapso de tiempo en el que pudiera golpearlo. En segundo lugar, si esa habilidad tenía algún tipo de hándicap visible, pues había visto que las veces que le había atacado se encontraba parado, ¿sería esa la desventaja de ese poder? Y, en tercer lugar, si tan solo funcionaba con aquello que podía ver, porque de no ser su espada meteoro haría efecto.
Mientras tanto, el infernal torrente de fuego que le había lanzado a su oponente comenzó a girar a su alrededor, formando una especie de tornado de fuego que giraba cada vez con menos fuerza, envolviéndolo completamente y desapareciendo muy poco después, a escasos metros de él. Parecía como si tuviera la habilidad de detener todo aquello que entraba en su radio de control, así que tan solo tenía que buscar la forma de atravesar esa zona. No obstante, era más fácil decirlo que hacerlo.
Su enemigo parecía enfadado después de eso, algo que no ayudo que Zane le sonriera con arrogancia y altanería, ya que, como si de una bestia se tratara, lo miró y el pirata pareció incapaz de respirar otra vez. «¿Qué coño pasa con este tío?», pensó.
Y de nuevo volvió a ocurrir: su oponente preparó un ataque, pero tan solo pudo ver su comienzo y su desenlace, pues cuando quiso darse cuenta tenía una cadena de kairoseki tratando de atraparlo, así que aprovechando que se encontraba en el aire, concentró su haki de armadura en sus espadas y comenzó a girar, creando una barrera de haki que le permitiera bloquear el avance de la cadena, mientras él aprovechaba para ascender hacia arriba y evitar se atrapado. La idea era bloquear con una barrera de haki de armadura, y aprovechar los vacíos que esta pudiera dejar —si es que dejaba algunos— con las hojas de sus katanas.
Una vez se quitó del alcance de la maldita cadena, notaba como el uso constante de su haki de armadura comenzaba a cansarlo. Aún podía mantenerlo durante más tiempo, pero sabía que no iba a poder estar así durante todo el día. Y en ese momento, su den den mushi sonó, era Therax para informarle de su situación.
—Digamos que me estoy enfrentando a un tío al que no puedo tocar —le dijo a Therax—. Así que no puedo estar mucho tiempo hablando. Cuando acabe con este tipo iré en tu busca. Tened cuidado, ¿entendido? Por cierto, no os fieis de la gente de Katharina, ya te explicaré.
Colgó el aparato, y envainó a Izanami justo después.
Se aferró con fuerza a la empuñadura de la novena hoja fiordiana, notando con fuerza el «espíritu» que yacía en su propia arma. La verdad era que había sido el mejor regalo que le había hecho el grandullón, al cual Zane le parecía extraño que no estuviera por allí lanzando rayos.
En fin. Respiró hondo, observando a su oponente. Podía notar en su rostro que no estaba tan calmado como antes, ¿acaso podía defenderse del fuego, pero no del calor? Cabía la posibilidad. No obstante, tenía que ver si esa extraña barrera que suprimía los ataques era permanente o tan solo funcionaba con aquello que podía ver o predecir. Es por eso, que trazó un fuerte movimiento descendente, elevando previamente su espada hasta tenerla detrás de su cabeza, para luego, una vez llegó al punto más bajo, elevarla hacia arriba de nuevo con suma violencia. Si todo salía bien, una onda cortante devastadora caería sobre su enemigo en pocos segundos.
«Espada… Meteoro», dijo para sus adentros, para luego comenzar a girar de nuevo alrededor de su enemigo, tratando de encontrarse en el límite de la extensión de su cadena. La había visto en acción en más de dos ocasiones, por lo que intuyó que no seria difícil.
La idea era generar un fuego tan intenso como pudiera, con la intención de apresarlo en un tornado de llamas que se cernerían directamente sobre él.Tenía hacer tres cosas: primeramente, comprobar el tiempo que podía máximo que podía estar impidiendo que pudiera herirlo con sus ataques, ya que tenía que ver si había algún lapso de tiempo en el que pudiera golpearlo. En segundo lugar, si esa habilidad tenía algún tipo de hándicap visible, pues había visto que las veces que le había atacado se encontraba parado, ¿sería esa la desventaja de ese poder? Y, en tercer lugar, si tan solo funcionaba con aquello que podía ver, porque de no ser su espada meteoro haría efecto.
- Resumen:
- Echar de menos a Spanner, tratar de esquivar la cadena, lanzar su espada meteoro (Visible en la ficha en los datos bélicos por si hay alguna duda) y tratar de probar alguna teoría respecto a la habilidad del sujeto aquel
Katharina von Steinhell
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La escena protagonizada por el sucio puerco de Inosuke calzaba a la perfección con una novela erótica de escaso recurso intelectual, aunque no por ello menos desvergonzada. El rostro de la bruja se tornó casi tan rojo como el de Kaya cuando las manos del cerdo medían el tamaño de sus pequeños limones. Le sorprendió el autocontrol de la supernova, limitándose a reventar el barril de agua en la cabeza de Inosuke. Si hubiera sido por ella, le habría cortado las manos. Era una falta de respeto a la intimidad femenina. ¡Encima había dicho cosas muy feas! Burlarse del ojo ido de Kaya no estaba bien, aunque no lo hacía menos gracioso.
—Debería romperte las piernas y las manos por haberla tocado así —le espetó a Inosuke, dedicándole una mirada de desprecio—, pero no seré yo quien te castigue. Eres un pervertido sinvergüenza de la peor calaña.
Se cruzó de brazos y escuchó a los piratas. ¿Un Ino grande y negro? No era una descripción demasiado elaborada, pero suerte que a la hechicera le funcionaban las neuronas y llegó a una conclusión acertada. De luchar con el jodido mayordomo tendría que tener cuidado; lo último que necesitaba la banda era una segunda bruja. ¿Copiaría también las habilidades de la fruta del diablo? No tenía demasiado sentido, pero no descartaría del todo la posibilidad. Mejor prevenir que curar, en cualquier caso.
—¿Tienes algún problema con los bollos de crema, orangután lampiño? —le preguntó a Kaya, indignada. Podía burlarse de casi cualquier cosa, pero no de la comida. ¿No le enseñaron en casa que era sagrada? Bah, qué iba a enseñar ese inútil de Arribor si ni deudas pagaba—. No sabemos dónde está, pero tampoco será difícil llegar hasta él. Se nos dijo que ha formado un cordón alrededor de Wano, así que es como dice Kaya: solo tenemos que pasar a saludar en unos cuantos barcos y ya está. Si no nos lo dicen por las buenas, los matamos a todos y usamos sus cuerpos para engrosar nuestro ejército. Vamos al mar, entonces.
Ahora, ¿en qué se transformaría para llevar a todos esos idiotas al mar? Y cuando hablaba de idiotas se refería a Inosuke y a Kayadako. Ivan podía volar por su cuenta y Alexandra... Bueno, era una mujer excéntrica, pero al menos tenía instinto de preservación. Katharina descartó de inmediato la idea de transformarse en una nube. Probablemente la niña nunca lo tuvo en cuenta, pero las nubes no tenían putas terminaciones nerviosas. ¿Cómo iba a moverse si no podía controlar su propio cuerpo? ¡Y peor aún! ¡¿Cómo iban a subirse a una masa de gas?! Sin embargo, podía sacarle algo de provecho a la idea de Kaya y volverla útil.
Había decidido en qué transformarse ya, pero antes de hacerlo tenía una notificación importante, algo que debió haber comentado hace un rato. Detalles, seguro que ni siquiera les importaría, pero igual se los diría.
—Ahora que recuerdo... Ninguno de ustedes es consciente de la alianza con Berthil y la Marina, ¿no? Básicamente, Ivan ha ganado el favor de Berthil y ha negociado con un Almirante para, a cambio de entregar a Kurookami y prometer que no volvería a secuestrar ni lastimar almirantes porque son muy delicaditos, tener un pacto de no agresión. Puede sonar decepcionante, pero no podemos cargarnos a ningún marine hasta que la alianza haya terminado. Y yo soy una mujer de palabra —dijo, esperando haber resumido la gran hazaña de su amigo—. Por eso es que ahora vamos a por Julio, o como sea que se llame el payaso ese.
Luego de responder las dudas (si es que las había), reunió energía mágica y su cuerpo se transformó rápidamente hasta imitar el de un hipogrifo dorado como los que aparecían en los cuentos que leía de pequeñita. Ahora era una bestia alada de proporciones escandalosas con un lomo lo suficientemente largo y cómodo para que los tres piratas pudieran ir cómodos. No tenía problemas en llevar a Ivan, pero sabía que era orgulloso y preferiría hacerlo por sus propios métodos. También se preocupó de potenciar sus ojos, volviéndolos más agudos que los de un halcón.
Una vez todos estuvieran listos, marcharía hacia el mar en busca de un barco, pero no de uno cualquiera: uno que perteneciera a la flota de July. El jolly roger de un Emperador del Mar debía ser fácil de reconocer, ¿no?
—Debería romperte las piernas y las manos por haberla tocado así —le espetó a Inosuke, dedicándole una mirada de desprecio—, pero no seré yo quien te castigue. Eres un pervertido sinvergüenza de la peor calaña.
Se cruzó de brazos y escuchó a los piratas. ¿Un Ino grande y negro? No era una descripción demasiado elaborada, pero suerte que a la hechicera le funcionaban las neuronas y llegó a una conclusión acertada. De luchar con el jodido mayordomo tendría que tener cuidado; lo último que necesitaba la banda era una segunda bruja. ¿Copiaría también las habilidades de la fruta del diablo? No tenía demasiado sentido, pero no descartaría del todo la posibilidad. Mejor prevenir que curar, en cualquier caso.
—¿Tienes algún problema con los bollos de crema, orangután lampiño? —le preguntó a Kaya, indignada. Podía burlarse de casi cualquier cosa, pero no de la comida. ¿No le enseñaron en casa que era sagrada? Bah, qué iba a enseñar ese inútil de Arribor si ni deudas pagaba—. No sabemos dónde está, pero tampoco será difícil llegar hasta él. Se nos dijo que ha formado un cordón alrededor de Wano, así que es como dice Kaya: solo tenemos que pasar a saludar en unos cuantos barcos y ya está. Si no nos lo dicen por las buenas, los matamos a todos y usamos sus cuerpos para engrosar nuestro ejército. Vamos al mar, entonces.
Ahora, ¿en qué se transformaría para llevar a todos esos idiotas al mar? Y cuando hablaba de idiotas se refería a Inosuke y a Kayadako. Ivan podía volar por su cuenta y Alexandra... Bueno, era una mujer excéntrica, pero al menos tenía instinto de preservación. Katharina descartó de inmediato la idea de transformarse en una nube. Probablemente la niña nunca lo tuvo en cuenta, pero las nubes no tenían putas terminaciones nerviosas. ¿Cómo iba a moverse si no podía controlar su propio cuerpo? ¡Y peor aún! ¡¿Cómo iban a subirse a una masa de gas?! Sin embargo, podía sacarle algo de provecho a la idea de Kaya y volverla útil.
Había decidido en qué transformarse ya, pero antes de hacerlo tenía una notificación importante, algo que debió haber comentado hace un rato. Detalles, seguro que ni siquiera les importaría, pero igual se los diría.
—Ahora que recuerdo... Ninguno de ustedes es consciente de la alianza con Berthil y la Marina, ¿no? Básicamente, Ivan ha ganado el favor de Berthil y ha negociado con un Almirante para, a cambio de entregar a Kurookami y prometer que no volvería a secuestrar ni lastimar almirantes porque son muy delicaditos, tener un pacto de no agresión. Puede sonar decepcionante, pero no podemos cargarnos a ningún marine hasta que la alianza haya terminado. Y yo soy una mujer de palabra —dijo, esperando haber resumido la gran hazaña de su amigo—. Por eso es que ahora vamos a por Julio, o como sea que se llame el payaso ese.
Luego de responder las dudas (si es que las había), reunió energía mágica y su cuerpo se transformó rápidamente hasta imitar el de un hipogrifo dorado como los que aparecían en los cuentos que leía de pequeñita. Ahora era una bestia alada de proporciones escandalosas con un lomo lo suficientemente largo y cómodo para que los tres piratas pudieran ir cómodos. No tenía problemas en llevar a Ivan, pero sabía que era orgulloso y preferiría hacerlo por sus propios métodos. También se preocupó de potenciar sus ojos, volviéndolos más agudos que los de un halcón.
Una vez todos estuvieran listos, marcharía hacia el mar en busca de un barco, pero no de uno cualquiera: uno que perteneciera a la flota de July. El jolly roger de un Emperador del Mar debía ser fácil de reconocer, ¿no?
- Resumen:
- Exijo que a Inosuke se le conozca como Inosuke "Puerco Desvergonzado" Dru-Zan.
Básicamente seguir el plan de Kaya, transformarme en una cosa que no es un bollo de crema porque Salcharina hay solo una e ir hacia el mar en busca de un barco de la flota de Julio.
Osuka Sumisu
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Sus filosas espadas de madera encontraron su final al chocar contra el taladro del revolucionario. Continuó su camino y perforó la madera del hombro como una herramienta del carpintero. Terminó golpeando el hombro, que hubiese acabado en un terrible agujero si no fuese porque su rival retrocedio a tiempo. Pese al intercambio de golpes de poderosa magnitud, ambos parecían empatados en cuestión de heridas. Si aquello iba a ser así, iba a ser una carrera de resistencia.
- Eso es lo que me dicen todos- le respondió, dándole a entender que no era ni el primero ni el último que le había dedicado aquellas palabras.
El hombre ciervo dio un par de pasos hacia atrás para luego andar sobre estos mientras troncos le hacían de escalera. Osu, resoplo, pues aquello le recordaba a un truco que había usado más de una vez, en el torneo del milenio la última, si recordaba bien.
Aun beneficiado con la velocidad y reflejos potenciados, esquivó el filo dentado con un giro a sí mismo mientras se desplazaba hacia un lado.Un movimiento propio de un bailarín, imposible para alguien como el revolucionario, pero sí para su armadura. Igualmente se mantuvo en alerta, pues de aquel individuo no podía fiarse si había una estrategia oculta.
- Parece que el Primer Espada de Hakyuu-sama queda sin ideas.
Con un pisotón de la poderosa pierna recubierta de voluntad ferrea, busco golpear en el muslo, donde suponía que el samurai había recibido su cornada antes. Su brazo se deformo de nuevo, convirtiéndose en un tubo hueco alargado. Lo acercó todo lo posible al hombro al que le había impactado previamente con el taladro y con el sonido de un chasquido pesado, un proyectil de saldría a bocajarro del cañón de mano. Esperaba que su sistema de regeneración funcionase igual que con el mismo y la zona fuese aún frágil.
- Eso es lo que me dicen todos- le respondió, dándole a entender que no era ni el primero ni el último que le había dedicado aquellas palabras.
El hombre ciervo dio un par de pasos hacia atrás para luego andar sobre estos mientras troncos le hacían de escalera. Osu, resoplo, pues aquello le recordaba a un truco que había usado más de una vez, en el torneo del milenio la última, si recordaba bien.
Aun beneficiado con la velocidad y reflejos potenciados, esquivó el filo dentado con un giro a sí mismo mientras se desplazaba hacia un lado.Un movimiento propio de un bailarín, imposible para alguien como el revolucionario, pero sí para su armadura. Igualmente se mantuvo en alerta, pues de aquel individuo no podía fiarse si había una estrategia oculta.
- Parece que el Primer Espada de Hakyuu-sama queda sin ideas.
Con un pisotón de la poderosa pierna recubierta de voluntad ferrea, busco golpear en el muslo, donde suponía que el samurai había recibido su cornada antes. Su brazo se deformo de nuevo, convirtiéndose en un tubo hueco alargado. Lo acercó todo lo posible al hombro al que le había impactado previamente con el taladro y con el sonido de un chasquido pesado, un proyectil de saldría a bocajarro del cañón de mano. Esperaba que su sistema de regeneración funcionase igual que con el mismo y la zona fuese aún frágil.
- Resumen:
Esquivo el golpetaso e ir a por donde le he hecho pupa antesHacerle la pelota al mod para que no me mate en mi cumpleaños- Cosis:
Haki armadura
Segundo turno de los bonos del post anterior
Stone Engine para hacer un cañon de mano.
Noximilien
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- Las nubes de ceniza no derriban edificios - le reprochó a Vile-. Esto lo ha hecho algo más físico. O alguien.
El hombre de antes supo detalles sobre Dojiro. Se lo habían llevado unas inusuales criaturas llamadas kappas. En un principio creía que eso solo eran criaturas mitológicas del país, pero hoy no era día de dudar de si las leyendas locales existían o no.
Mirando el taller del pobre artificiero, había un gran arsenal. Protegido por la estructura del primer piso, el enmascarado y su compañero pudieron provisionarse de lo necesario para continuar, aunque la escena del segundo piso sería algo de lo que le costaría recuperarse. Un par de katanas, que al mirarlas de más de cerca, pudo atisbar que eran de una calidad excelente. Al sacarlas de sus vainas, en el reflejo, distinguió una figura en su espalda. Al girarse, reconoció la figura de un infante sin vida.La anciana, perpleja, cayo de rodillas. Parecía tan confusa como el enmascarado.
- Lo siento mucho –no supo que más decir-. Quédese aquí, nosotros nos ocupamos del resto.
Al bajar del segundo piso, le lanzo a Vile una de las espadas para que se percatase de su enorme calidad. Esos kappas eran los sospechosos principales, y por su similitud, seguro que estaban confabulados con los gyojin que les habían atacado. Aunque aquello eran meras conjeturas.
- ¿Sabes las madres wanenses les dicen a sus hijos que se acerquen demasiado a los ríos?- respondiese o no Vile, daría la respuesta-. Que les kappas los llevarían. Dojiro es un adulto, joven, pero adulto, y no hay ríos a la vista. Esos bichos tienen intenciones ocultas, y no me gusta un pelo.
Se dirijo hacia el puente que llevaba a la Capital de la Flor, donde era más probable que se encontraran los kappas. Si algo odiaba más que los secuestradores, eran los asesinos de niños
El hombre de antes supo detalles sobre Dojiro. Se lo habían llevado unas inusuales criaturas llamadas kappas. En un principio creía que eso solo eran criaturas mitológicas del país, pero hoy no era día de dudar de si las leyendas locales existían o no.
Mirando el taller del pobre artificiero, había un gran arsenal. Protegido por la estructura del primer piso, el enmascarado y su compañero pudieron provisionarse de lo necesario para continuar, aunque la escena del segundo piso sería algo de lo que le costaría recuperarse. Un par de katanas, que al mirarlas de más de cerca, pudo atisbar que eran de una calidad excelente. Al sacarlas de sus vainas, en el reflejo, distinguió una figura en su espalda. Al girarse, reconoció la figura de un infante sin vida.La anciana, perpleja, cayo de rodillas. Parecía tan confusa como el enmascarado.
- Lo siento mucho –no supo que más decir-. Quédese aquí, nosotros nos ocupamos del resto.
Al bajar del segundo piso, le lanzo a Vile una de las espadas para que se percatase de su enorme calidad. Esos kappas eran los sospechosos principales, y por su similitud, seguro que estaban confabulados con los gyojin que les habían atacado. Aunque aquello eran meras conjeturas.
- ¿Sabes las madres wanenses les dicen a sus hijos que se acerquen demasiado a los ríos?- respondiese o no Vile, daría la respuesta-. Que les kappas los llevarían. Dojiro es un adulto, joven, pero adulto, y no hay ríos a la vista. Esos bichos tienen intenciones ocultas, y no me gusta un pelo.
Se dirijo hacia el puente que llevaba a la Capital de la Flor, donde era más probable que se encontraran los kappas. Si algo odiaba más que los secuestradores, eran los asesinos de niños
- Resumen:
Coger petardos y las katanas e ir a petarles la madre a los kappas
Normas del capítulo:
Moderación
- Se moderará lunes y jueves entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los lunes o jueves antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación
- Ryuu:
- Este es el típico momento de reunión en amor y compañía después de que pase la amenaza, ese mismo en el que se escuchan unas palmas sorprendentemente fuertes y lentas que preceden al comentario sarcástico o condescendiente ―o ambas― del malo maloso de turno.
Me complace anunciarte que no pienso dejarme llevar por semejante tópico, aunque me tienta la idea, y que tu atención se puede centrar por completo en tu maltrecho mentor. Entre los cuatro que te acompañan se disponen a cubrir torpemente sus heridas e incluso uno de ellos, ¡oh, osado sanitario!, se atreve a coger dos ramas sorprendentemente rectas para, con un trozo de su ahora incompleto haori, inmovilizar la pierna que tiene peor aspecto.
No me preguntes si está bien o mal, que a mí aún no me dejan dar altas y no sé na’ de na’, pero hemos de reconocer el afán y el interés que pone el muchacho ―elige tú quién es, por supuesto―. Sea como sea, tu otro amigo te mira con una mueca seria en su rostro.
―Hipatia se ha asegurado de matar o llevarse a la mayor parte de los médicos de Kuri a la Capital de las Flores para atender a sus tropas en caso de que sea necesario. No sé si quedará alguno cerca, podríamos buscarlo, pero no creo que sea probable. Tal vez en Satecho quede alguien…
Satecho, como bien sabes, es una villa cercana a vuestra localización actual. Lo cierto es que jugároslo todo a que, primero, allí quede alguien con vida, y segundo, que haya un médico. Y no puedo asegurarte que sea así. También puedes intentar entrar en la Capital de las Flores como un elefante en una cacharrería para resecuestrar a un médico, porque, como bien sabes, tu maestro es un hombre de inquebrantable voluntad y dudo mucho que se preste a morir así como así.
- Kiritsu:
- El estruendo continúa mientras Jack no observa ser vivo alguno en las cercanías ni amenazas inminentes, no al menos ninguna en forma de ser vivo con ganas de mandar a varios altos rangos de la Marina al otro mundo.
Arthur, por su parte, asiste a la cada vez más evidente vibración del terreno desde las alturas, con Galhard firmemente sujeto para que la brigada no tenga que lamentas ninguna tragedia por el momento. ¿A cuántos caballitos se paga el servicio de transporte Silverwing, por cierto?
Sea como sea, y mientras Al sigue de pie en la superficie de la mina, los ladrillos de los muros que convierten a la mina en una prisión comienzan a moverse en diferentes puntos. Incontables bloques cuadrados de tres metros de lado se hunden en los muros gracias a un mecanismo que, admitámoslo, parece tremendamente bien elaborado.
No es hasta que las oquedades quedan perfectamente a la vista que comienza el circo. El magma empieza a manar de ellas como una babeante criatura carente de raciocinio. No os preocupéis por el momento por el Almirante, pues ocupa una posición lo suficientemente alejada de las paredes como para tener margen de reacción más que de sobra.
No, vuestra inquietud creo que debe estar en el porqué de esa maniobra. Es evidente que algo tan lento y tosco no es suficiente para atraparos, pero ¿y si quieren ocultar algo, como bien ha pensado Arthur? ¿Podría ser que realmente exista un túnel y quieran sepultarlo bajo toneladas de candente lava? Si es así es que debe ser un túnel tremendamente útil y práctico, ¿no os parece? De existir, claro.
Sea como sea, dejo a vuestra elección la posibilidad de jugárosla a una carta e intentar encontrarlo y recorrerlo antes de que un mar rojo lo inunde todo o, por el contrario, cambiar de plan y buscar una alternativa.
- Aki:
- - Tenemos información -protesta Masahisa, con voz queda-. No tenemos números, ni fuerza para pelear. La traición de Hakumai ha llegado en un momento de invasión, la invasión más grande a la que este país se ha visto sometido jamás. Nuestro plan requería esperar. Por ahora, a la noche, porque si no…
Tuerce el gesto hacia la única mujer entre todos los hombres, que viste una túnica de color escarlata y no parece, por cómo se mueve, una guerrera como el resto. Avanza con seguridad hacia ti, aunque Hitomi no parece conocerla en absoluto. Aunque tal vez esto sea lo favorito de Masahisa, ¿no?
- Si no esperamos a la noche, los dignatarios que reina y emperador han enviado a congraciarse con el “nuevo shogun” podrán darse cuenta de que hay gato encerrado. Deben entrar una vez la fiesta ya haya dejado por los suelos a cuantos más soldados mejor, y hay que cortar las cabezas del dragón sin que nadie más se dé cuenta. En el momento, claro. -Una risa nerviosa, en realidad está mucho más asustada de lo que parece-. Pero el tiempo que se dilate antes de propagarse la noticia de que Hakumai vuelve a ser leal a su legítima majestad podemos aprovecharlo para pertrecharnos, y convertir esta región en nuestro cuartel general… Siempre que los gaijins de azul y la Armada no se entrometan.
- A lo mejor deberíamos pedirles ayuda -responde un hombre grande, de manos rudas-. El muchacho que se llevó a Isamaru y Konda ha cumplido, ¿no? No puede ser casualidad que Hitomi-sama haya vuelto. Perfectamente podría haber más ayuda de la que estamos esperando, y solo habría que enviar mensajeros. Un hombre, o dos, y seguiríamos siendo cuarenta y tres.
Masahisa parece querer levantarse, por cómo se tensa su cuerpo, pero en su lugar niega lentamente con la cabeza. Hitomi quiere hablar, pero tampoco sabe qué decir.
- Necesitamos a cada hombre. Ya somos muy pocos, y habrá lo menos doscientos guerreros en el Castillo. Si no estamos al máximo…
El tabernero trae la comida de la niña, tras lo que rueda un barril de agua hasta el centro, y otro de sake, dejando un cazo en cada uno. Parece estar pensando en lo lucrativo de tu invitación, aunque mantiene la misma aura de solemnidad que el resto de los presentes. No se parece demasiado al resto, aunque no es como los que te encontraste antes. De hecho, parece extranjero, aunque parece haber mimetizado la cultura por completo.
- Por otro lado, el factor sorpresa se ha ido al garete con el amigo del chico. Está ahora mismo liándola en la puerta, deberíamos salir a minimizer los daños… Menudo desastre.
Agacha la cabeza, derrotado de nuevo, sin saber qué hacer. Hitomi tampoco parece saber cómo reaccionar.
- The Singers:
- ¿Sabíais vosotros que en ruso, Vodka significa algo así como “agüita”? Parece ser lo que entiende la varita, por lo menos, y afortunadamente puede hacer recipientes de pretzel aunque, al final, terminan todos empapados y deshaciéndose cuando pasa un tiempo, evitando que la cabeza de Ino sufra un daño permanente… Mayor, quiero decir. Pero afortunadamente para vosotros el alcohol es un enemigo natural de la tinta, y no resulta complicado que os quitéis de encima todo. Por cierto, el vodka no huele, por eso lo llaman bebida de putas. Pero esto no es una convención de amantes del vodka, de hecho deja un tacto reseco en la piel y escuece en algunas partes, pero estáis limpios y listos para montaros en el caballo-gallina en que se ha transformado Katharina tan sagazmente… Me pregunto qué pensará Xandra si ya se iba a reír de un bello y elegante équido. Pero vamos a lo importante, y es que voláis. Y por una vez, no es gracias al poder de las drogas. Vamos allá:
Desde el aire la perspectiva es desoladora: Bosques humeantes, aunque ya apagados, y hectáreas de vegetación reducida a cenizas. Los pueblos, en su mayoría arrasados, y en la costa, con una bandera negra con una gran calavera y medio centenar de cuchillos clavados a ella, enormes navíos parecen estar terminando de desembarcar. De hecho, podéis ver que en el mismo puerto se está empezando a organizar una gran fiesta. La gente canta y baila, oís destaparse los barriles y no parecen tener ni idea de qué se les viene encima. Aunque si lo supieran seguro que hacían chistes, chistes de borrachos. Parece que ya dan la victoria por asegurada, y aunque no parecen tan fuertes como Katharina el mero número hace que pueda ser muy peligroso bajar hasta ahí sin un plan de acción. ¿Tenéis alguno?
- Marc y Therax:
- Poco a poco, la gente termina de salir de sus hogares, aún más desconfiados que esperanzados, si bien podéis percataros de que no hay un miedo particularmente intenso tras vuestras palabras. También que el aura de bonachón que desprende Marc probablemente esté calmando los ánimos, a pesar de su espadón ensangrentado y su reciente demostración de rabia asesina.
- Vinieron desde el sur, poco más -responde la mujer, tras un intenso silencio-. Entraron, dieron un discurso sobre la libertad de los pobres y nos aseguraron que mientras no molestásemos no… -Se le rompe un poco la voz, pero termina recuperando el tono-. No acabaríamos como el alcalde.
Señala con la mirada a una parte del muro. Allí veis que cuelgan los restos de un cuerpo, ya prácticamente descompuesto y comido por los buitres. Era difícil percatarse sin buscarlo, pero seguro que en su momento colgó bastante más alto, pero parece que han estado usándolo de juguete o diana de tiro al blanco.
- Se metieron en la taberna de Wanpi -dice uno a lo lejos-. Y en muchas otras, en realidad. Dependía del humor que tuviesen molestar era un concepto más o menos laxo. En lo que han estado aquí han matado a treinta personas, como poco.
- Pero no sabemos de dónde venían, ni qué querían. Solo que ese tal Penny era su líder, y que los invitó la familia D. Kenshin al país… Una verdadera ruina.
- Maki:
- Mientras comienzan las discrepancias entre soldados y soldadas, soldadas y soldadas y algún que otro okama que al parecer se siente oprimido, el hombre frente a ti lee.
- Deberíais pedir uno, ¿sabéis, majestad? Porque el CÓDIGO tiene un buen editor que resume tips para el soldado de a pie. -Guarda el libro-. Dice que tengo que pegaros una paliza cada dos horas para que me digáis lo que quiero saber, y que la ducha es de agua fría. Pero por ser rey tenéis derecho a elegir vuestra propia pica. Además, como trato preferencial no podemos llamaros “escoria rebelde”, “disidente” ni “traidor” hasta que vos confeséis tras treinta horas de tortura. Pero tendremos tiempo de discutir sobre las virtudes del CÓDIGO durante este rato, ¿verdad? Mientras esperamos a vuestra esposa, Su Majestad.
Parece que los centellas no han sido apresados, y pequeños grupúsculos han ido formándose, apoyando a unos o a otros, aunque no parecen tener muy claro qué están defendiendo. Pero a ti te pone las esposas y durante todo el camino va hablándote de las virtudes de EL CÓDIGO, que parecen ser muchas y maravillosas, hasta el punto de que las acepta como dogma y… Bueno, terminas en una celda con barrotes de oro. También está limpia, y hay un retrato de tu madre mirando justo hacia el retrete.
- Su Majestad quiso decorarla así para vos, majestad. Dijo que nada os gustaría más.
Con eso, se marcha. Hay un par de guardias que has visto en el pasillo, aunque no parece haber demasiado movimiento en los pasillos. De hecho, todo está demasiado calmado dentro. Y… ¿Eso que huelo es estofado de cordero?
- Prometeo y Shinobu:
- Cuando caes encima del hombre lo destrozas. Queda medio grogui contra una pared, y probablemente le duela mucho mañana. El caso es que alguna gente te escucha, lo que provoca que los grupos se dividan. Sin embargo, no del modo que cabría esperar, dado que los cinco tipos que se acercan a ti agarran de la cabellera cada uno a una niña pequeña. Le ponen una daga en el cuello y el más adelantado te indica el cielo.
- Largo, o ya sabes lo que va a suceder. -Presiona el cuchillo contra el cuello de la muchacha-. Esto es entre los hombres de Zar y el pueblo, no queremos entrometidos.
Si te giras podrás ver que los que se quedaron atrás también han ido agarrando víctimas. Shinobu, por tu parte… Los samuráis cumplen con tus órdenes, y no te resulta difícil causar miedo tanto en enemigos como en la gente que intentas proteger. Sin embargo, aunque algunos dan un paso atrás finalmente todos avanzan hacia ti.
- Todo lo que puedas hacernos es poco si defraudamos al Emperador. Y nuestra misión sigue siendo clara. Antes la muerte que defraudar a Iulius C. Zar.
Corren hacia ti, pero en el último momento te hacen una finta e intentan atrapar a los rehenes. Si lo consiguen, con el cuchillo en el cuello, te harán una oferta:
- Pero seguro que el Emperador quiere tu fruta del diablo. Dánosla, y perdonaremos a la villa.
Por cierto, los samuráis están siendo eficaces matando a los que están más lejos, y dos grupos ya han sido liberados.
- Zane:
- Puedes darte cuenta de que algo extraño sucede cuando utilizas la técnica. Parece que tu Espada meteoro no es tan potente como la recordabas, o al menos no lo parece. Le cuesta despegar, y resulta algo inestable mientras avanza hacia las alturas, pero cuando rompes la oscuridad con tus llamas las cosas empiezan a cambiar:
Notas su respiración de nuevo, fuerte y áspera, como el bufido de un toro, y ya no es a centímetros de él, sino que a casi un metro todo a su alrededor se ha vuelto completamente negro, mientras las lenguas de fuego van haciendo espirales hasta fundirse con él. Cuando tu llamarada termina puedes ver que sí, está sudando, pero no parece haberle afectado lo más mínimo el ataque. Además…
- Over… -comienza, dando una larga bocanada-. ¡Load!
Todo lo que ves es un restallido blanco. Avanza tan deprisa que apenas sí tienes tiempo de ver cómo los cuerpos más cercanos se reducen al instante a ceniza, si bien a los cinco metros ha perdido potencia y solo arranca la carne como si fuese mantequilla.
- Osuka:
- Un gemido de dolor cuando lo golpeas, y cae sobre su rodilla mientras se prepara para bloquearte. A pesar de que llega tarde, puede evitar tu cañonazo perdiendo solo madera en el proceso, si bien puedes ver que te has llevado un poco de piel en la zona.
- Parece que el Oficial Revolucionario necesita mirar más al suelo -dice, con cierta sorna, antes de que un montón de hilos de madera, del grosor del mimbre, salen de todas las partes donde sus ramas cayeron al suelo.
Intenta envolverte en un capullo, y si lo logra recogerá su boken, que parece mucho más afilado que al principio, y rueda hacia atrás para tomar un poco de carrerilla y, al acercarse, da una vuelta en el aire girando su arma en horizontal, generando una onda cortante en la que puedes percibir también pequeños y afilados perdigones de madera. Sin embargo, al aterrizar parece adolecer de las heridas en la pierna.
- Nox y Vile:
- - Es… Es un niño… -se lamenta la anciana. Podéis escuchar sus lloros mientras os alejáis.
El hombre de antes intenta deteneros para preguntar de dónde habéis sacado esas espadas, pero aparte de maldeciros si le ignoráis no va a hacer gran cosa. Ahora bien, el camino empieza a ser extraño. A medida que os vais acercando a la Capital de la Flor podéis ver cómo por el suelo hay pequeños pozos de agua que evidentemente no son naturales, así como tridentes y lanzas de coral de distintos colores y con puntas bioluminiscentes. Veis algunos cadáveres de gyojin, pero la mayoría son hombres y mujeres, y pocas armas humanas en el suelo, casi todas ellas rotas y de muy mala calidad. Se nota la pobreza de Kuri, pero aún estáis muy lejos de la capital. Si seguís avanzando llegaréis a Kibi, aunque quizá queráis primero saber qué es del resto de la banda. De todos modos, asumamos que deseáis llegar a Kibi:
Llegáis frente a un amplio puente de madera azul, abombado en su centro y con un parasol en la parte superior. Es delicado, pero podéis ver en el agua cómo una gran cantidad de reyes marinos nadan por el río. Delante del puente, un gyojin con un gran hacha sonríe ante vuestra llegada.
- Hola, humanos. ¿Vosotros también deseáis luchar por Su Majestad? -Se ríe. Sabe que es improbable-. Tenéis suerte de que esté empezando a aburrirme, así que no voy a mataros de buenas a primeras. ¿Os gustan las adivinanzas? A mí mucho. ¿Queréis jugar?
El hombre deja su arma clavada en el suelo. Salpica sangre, pero no hay ningún cadáver cerca, así que a saber qué ha pasado con las víctimas. El caso es que se apoya contra una columna y os explica:
- Os voy a hacer una pregunta, y si acertáis podéis pasar. Si falláis os mato. Bien, decidme, extraños… ¿Hacia dónde os lleva este camino?
Shinobu Yamamoto
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Poco después de que me uniera a la Gran Guerra nos encontramos con un pueblo azotado por las fuerzas del clan Konoe. Si bien la situación no era exactamente igual a la del pueblo de Wano, eran muy parecidas. Excepto que para entonces contábamos con un gran número de tropas. Los soldados del clan Konoe, bajo las órdenes de uno de los comandantes más importantes, tomaron a una multitud de rehenes y exigían nuestra rendición. Un buen plan hubiera bastado para salvarlos a todos, pero a los samuráis únicamente les importaba la victoria.
Nuestro general, Takamoto no Tatsuke, decidió que las vidas de los aldeanos no importaban tanto como la cabeza del comandante enemigo. Me opuse rotundamente a su idea y por ello fui encerrada como un animal. Desde la celda vi la lluvia de flechas ardientes que azotó sin piedad el cielo nocturno. Me cubrí los oídos, pero aun así escuché los gritos de desesperación y dolor de los aldeanos que encontraron un funesto final. Y desde entonces comprendí que había hombres a los que no les interesaba relativizar la vida, si con ello podían alcanzar sus objetivos. Desde entonces entendí que el humano odiaba a los onis porque ven su maldad reflejada en ellos.
Sostuve con firmeza a Oni Sakon y me preparé para embestir a mis enemigos cuando ellos tomaron la iniciativa. Corrieron hacia mí como lobos hambrientos. Bien, si se fijaban en mí los aldeanos podrían hacer algo para zafarse y huir. Sin embargo, en el último momento hicieron una finta que rompió mi cintura. No literalmente, claro. Cuando me giré para atraparlos ya era demasiado tarde. Y aunque lo hubiera evitado no habría valido de nada porque allá donde volteara la mirada había rehenes.
—¡¿Es que acaso no tienen honor?! —rugí, enfurecida—. Sucias ratas despreciables…
¡Exigían algo que no les podía dar! ¿Qué se suponía que era una fruta del diablo…? Oh, espera. El corazón sangrante de Shuten Douji era muy parecido a un racimo de uvas, aunque, bueno, sangraba. ¿Se referían a eso? ¿Acaso el Emperador quería la maldición de Shuten Douji para él? Si los hombres bajo el mando de Juriasu C. Zaru eran tan crueles como para coger de rehén a una niña inocente, no quería imaginar cuán malvado era él. Si el Emperador conseguía el poder del oni más fuerte de todos los tiempos, Wano estaría en problemas. Sin embargo, tampoco podía abandonar a la gente del pueblo… No cuando tenía la oportunidad de salvarlos. Y, si tenía que dar mi vida para ello, lo haría.
Bajé el arma y volví a mi forma humana, haciendo desaparecer los monstruosos rasgos del oni.
—¿Debería confiar en la palabra de un hombre sin honor? —le espeté con el ceño fruncido y los ojos clavados—. Libera a los aldeanos y déjalos ir, me entregaré sin resistencia. Te daré lo que quieras, pero a cambio quiero ver con mis propios ojos al Emperador Juriasu C. Zaru. Entonces podrás tomar mi vida.
Por mucho que quisiera negarlo ya era hora de quitarse la venda y ver el mundo: no pertenecía a ese tiempo ni a ese lugar. Yo debí haber muerto con mis amigos cuando fuimos capturados por los hombres de Takamoto no Hitoshi, no haberlos abandonado como lo hice. Pero al menos mi muerte significaría la salvación de todas esas criaturitas con todo un futuro por delante.
—No hagas nada que pueda poner en riesgo la vida de esta gente, por favor... —le pedí al hombre de las llamas azules que había llegado a ayudar. Esperaba que entendiera mi sacrificio y llevase a esa gente a un lugar seguro.
Nuestro general, Takamoto no Tatsuke, decidió que las vidas de los aldeanos no importaban tanto como la cabeza del comandante enemigo. Me opuse rotundamente a su idea y por ello fui encerrada como un animal. Desde la celda vi la lluvia de flechas ardientes que azotó sin piedad el cielo nocturno. Me cubrí los oídos, pero aun así escuché los gritos de desesperación y dolor de los aldeanos que encontraron un funesto final. Y desde entonces comprendí que había hombres a los que no les interesaba relativizar la vida, si con ello podían alcanzar sus objetivos. Desde entonces entendí que el humano odiaba a los onis porque ven su maldad reflejada en ellos.
Sostuve con firmeza a Oni Sakon y me preparé para embestir a mis enemigos cuando ellos tomaron la iniciativa. Corrieron hacia mí como lobos hambrientos. Bien, si se fijaban en mí los aldeanos podrían hacer algo para zafarse y huir. Sin embargo, en el último momento hicieron una finta que rompió mi cintura. No literalmente, claro. Cuando me giré para atraparlos ya era demasiado tarde. Y aunque lo hubiera evitado no habría valido de nada porque allá donde volteara la mirada había rehenes.
—¡¿Es que acaso no tienen honor?! —rugí, enfurecida—. Sucias ratas despreciables…
¡Exigían algo que no les podía dar! ¿Qué se suponía que era una fruta del diablo…? Oh, espera. El corazón sangrante de Shuten Douji era muy parecido a un racimo de uvas, aunque, bueno, sangraba. ¿Se referían a eso? ¿Acaso el Emperador quería la maldición de Shuten Douji para él? Si los hombres bajo el mando de Juriasu C. Zaru eran tan crueles como para coger de rehén a una niña inocente, no quería imaginar cuán malvado era él. Si el Emperador conseguía el poder del oni más fuerte de todos los tiempos, Wano estaría en problemas. Sin embargo, tampoco podía abandonar a la gente del pueblo… No cuando tenía la oportunidad de salvarlos. Y, si tenía que dar mi vida para ello, lo haría.
Bajé el arma y volví a mi forma humana, haciendo desaparecer los monstruosos rasgos del oni.
—¿Debería confiar en la palabra de un hombre sin honor? —le espeté con el ceño fruncido y los ojos clavados—. Libera a los aldeanos y déjalos ir, me entregaré sin resistencia. Te daré lo que quieras, pero a cambio quiero ver con mis propios ojos al Emperador Juriasu C. Zaru. Entonces podrás tomar mi vida.
Por mucho que quisiera negarlo ya era hora de quitarse la venda y ver el mundo: no pertenecía a ese tiempo ni a ese lugar. Yo debí haber muerto con mis amigos cuando fuimos capturados por los hombres de Takamoto no Hitoshi, no haberlos abandonado como lo hice. Pero al menos mi muerte significaría la salvación de todas esas criaturitas con todo un futuro por delante.
—No hagas nada que pueda poner en riesgo la vida de esta gente, por favor... —le pedí al hombre de las llamas azules que había llegado a ayudar. Esperaba que entendiera mi sacrificio y llevase a esa gente a un lugar seguro.
- resumen:
- Entregarme a cambio de la seguridad de los rehenes.
Prometeo
Fama
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Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Una decisión inteligente. Digna del peor villano de una historieta oscura, pero inteligente. Hacían bien en no enfrentar al fénix y tomar rehenes para espantarle. ¿Sabían que iban en contra de la voluntad del Ejército Revolucionario? Bueno, siendo realistas… La voluntad del Ejército Revolucionario era como un fantasma, un recuerdo perteneciente a un lejano pasado que no volvería nunca. Si los hombres que se levantaban en contra del Gobierno Mundial hubieran actuado con anticipación, cientos de vidas se habrían salvado. Y Prometeo no estaría en una situación tan difícil. Sin embargo, de nada servía llorar sobre la leche derramada: había que tomar acciones.
Su mente funcionaba tan rápido como un acelerador de partículas. Bueno, en realidad no, pero era una forma de decirlo. Pensaba en un plan, uno que pudiera servir. Podía lanzar una llamarada de fuego azul sobre los enemigos, tomarles por sorpresa y acabar con ellos antes de que pudieran hacerles algo a los rehenes. No obstante, significaba una muerte segura para los que estaban en su retaguardia. Para el revolucionario todas las vidas valían lo mismo, incluso la de los crueles hombres que amenazaban a unas pobres niñas. El análisis del riesgo-beneficio indicaba que bien podía salvar a unos cuantos, pero su lado más humano se negaba a entender las vidas como simples números.
—¿Esto es entre los hombres de Zar y el pueblo? ¿En serio? —preguntó con el semblante ensombrecido y el corazón latiéndole cada vez más rápido. Apretaba los puños con tanta fuerza que sus propias uñas le herían, haciéndole sangrar las manos—. ¡¿De verdad crees que esto puede ser algo entre tú y una niña que ni siquiera puede defenderse?! ¡¿Cuán podrido puedes tener el corazón?! —rugió con los ojos inyectados en sangre casi desgarrándose las cuerdas vocales.
El punzante sentimiento de la impotencia volvió a él una vez más. Sucedió lo mismo en la Fábrica de Armonia cuando no pudo salvar al comandante Alain ni a Katsu. Se juró que no volvería a suceder lo mismo. Por ello entrenó arduamente, por ello trabajó apenas sin descanso. Sin embargo, ahí estaba una vez más frente a una situación a la que no podía hacer frente. Estaba atado de manos y pies, encadenado a la pasividad sin poder hacer nada, dejándolo todo en manos de una niña. Envidiaba el valor que tenía la chica de los cuernos. Sin miedo, ofreció su propia vida a cambio de la de los aldeanos.
«¿Y se supone que soy el protector de la humanidad?», se reprochó a sí mismo, frustrado. No podía ayudarlos a todos, empezaba a darse cuenta de ello. Sin embargo, no ofendería el valor de la niña de los cuernos comportándose como un imbécil. Agradecería y honraría su coraje llevando a la gente del pueblo a un lugar seguro. Era lo mínimo que podía hacer.
—No volveré a los cielos. Me quedaré aquí a ver que tus hombres hayan liberado hasta el último de los rehenes —sentenció completamente decidido—. Y jamás olvidaré lo que los piratas de Iulius C. Zar han hecho en Wano.
Prometeo se mantendría atento y, una vez liberasen a los rehenes (si es que lo hacían), se ocuparía de llevarlos a Hakumai. Allí estarían seguros… Probablemente.
Su mente funcionaba tan rápido como un acelerador de partículas. Bueno, en realidad no, pero era una forma de decirlo. Pensaba en un plan, uno que pudiera servir. Podía lanzar una llamarada de fuego azul sobre los enemigos, tomarles por sorpresa y acabar con ellos antes de que pudieran hacerles algo a los rehenes. No obstante, significaba una muerte segura para los que estaban en su retaguardia. Para el revolucionario todas las vidas valían lo mismo, incluso la de los crueles hombres que amenazaban a unas pobres niñas. El análisis del riesgo-beneficio indicaba que bien podía salvar a unos cuantos, pero su lado más humano se negaba a entender las vidas como simples números.
—¿Esto es entre los hombres de Zar y el pueblo? ¿En serio? —preguntó con el semblante ensombrecido y el corazón latiéndole cada vez más rápido. Apretaba los puños con tanta fuerza que sus propias uñas le herían, haciéndole sangrar las manos—. ¡¿De verdad crees que esto puede ser algo entre tú y una niña que ni siquiera puede defenderse?! ¡¿Cuán podrido puedes tener el corazón?! —rugió con los ojos inyectados en sangre casi desgarrándose las cuerdas vocales.
El punzante sentimiento de la impotencia volvió a él una vez más. Sucedió lo mismo en la Fábrica de Armonia cuando no pudo salvar al comandante Alain ni a Katsu. Se juró que no volvería a suceder lo mismo. Por ello entrenó arduamente, por ello trabajó apenas sin descanso. Sin embargo, ahí estaba una vez más frente a una situación a la que no podía hacer frente. Estaba atado de manos y pies, encadenado a la pasividad sin poder hacer nada, dejándolo todo en manos de una niña. Envidiaba el valor que tenía la chica de los cuernos. Sin miedo, ofreció su propia vida a cambio de la de los aldeanos.
«¿Y se supone que soy el protector de la humanidad?», se reprochó a sí mismo, frustrado. No podía ayudarlos a todos, empezaba a darse cuenta de ello. Sin embargo, no ofendería el valor de la niña de los cuernos comportándose como un imbécil. Agradecería y honraría su coraje llevando a la gente del pueblo a un lugar seguro. Era lo mínimo que podía hacer.
—No volveré a los cielos. Me quedaré aquí a ver que tus hombres hayan liberado hasta el último de los rehenes —sentenció completamente decidido—. Y jamás olvidaré lo que los piratas de Iulius C. Zar han hecho en Wano.
Prometeo se mantendría atento y, una vez liberasen a los rehenes (si es que lo hacían), se ocuparía de llevarlos a Hakumai. Allí estarían seguros… Probablemente.
- Resumen:
- Comprometerse a llevar a los aldeanos a un lugar seguro tras ver el sacrificio de la chica de los cuernos.
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