El almirante pareció recuperarse, al menos por el momento, de las heridas que le habían ocasionado. Algunas eran más o menos profundas, pero nada que no pudiese resolver. Aun así, tendría que chequearlo a fondo alguien antes de estar seguros y, si era necesario, tomar medidas más adecuadas en un ambiente más limpio. Pero como mínimo estaba repuesto, y eso garantizaba que el ejército no quedaba descabezado mientras la brigada volvía a salvar el mundo. Bueno, mientras la brigada salvaba una nación pirata sin ningún impacto en la política del Gobierno Mundial para asegurar la plena liberación de un hombre lo suficientemente vanidoso como para enfrentar a Katharina von Steinhell y Ivan Markov. Estaba hiperventilando.
Cada vez le resultaba más incoherente el modo de actuación de algunas personas, sobre todo las que compartían su puesto en el escalafón. Cualquiera habría dicho tras la muerte del maestro de Kai, el almirante Kikuma, a manos de Arribor Neus, la Marina habría aprendido que la fuerza de un ejército no residía en el poder singular de una única persona, si bien este podía ser de ayuda. Ni siquiera la bestia más fuerte podría acabar con un ejército entero, pero hasta el ser más poderoso podía cometer un error. Tal como él lo veía, enfrentar individualmente a tan temibles enemigos era la peor decisión táctica posible, más cuando sabía que su cabeza tenía un precio para la hermandad de la Estrella Oscura.
Pero, una vez Arthur explicó su plan, pudo ir volviendo a una cierta normalidad. Tenía miedo de que algo saliera mal -lo cual era, en realidad, casi inevitable-, aunque también confiaba en que el pelirrojo tendría alguna idea de cómo arreglar los contratiempos que fuesen surgiendo por el camino. De hecho, si había alguien capaz de resolver cualquier reto era él -a excepción de alcanzar las galletas de la repisa más alta-, era él.
- El enemigo cuenta con esto -dijo, sin embargo, cruzándose de brazos. Si Arthur se había dado cuenta, estaba casi seguro de que alguno de los tácticos de Hipatia también podría haberlo hecho-. Tal vez no específicamente esto, pero es casi imposible que los tomemos por sorpresa. Sin embargo...
Miró a sus hombres con complicidad. Si la reina sabía que existía un pasadizo podían conducirla a una trampa a través de él. Si no lo sabía, podían actuar en consecuencia a lo que decía Arthur. Si lo habían volado... Jack y él podían ocuparse de estabilizar la zona para entrar. Si alguien se había molestado en hacerlo, seguramente no hubiesen protegido una pila de escombros. Aun así, si no hubiera túnel estarían seriamente expuestos, lejos de la capital y sin ningún plan de acción. O eso creería la reina.
- Nadie cuenta con que improvisar forma parte de nuestra estrategia -afirmó, finalmente.
La conversación no avanzó mucho más a partir de entonces, y una vez se aseguraron de que todos y cada uno de sus hombres estaban listos según los estándares A.R.T.H.U.R. -no había acrónimo tras las siglas, pero disfrutaba viendo a la gente pensar qué podría significar-, partieron hacia las minas de Udon esperando encontrar cualquier cosa. Y fue, justamente por eso, que se sorprendió por completo.
Se respiraba una paz antinatural en el lugar. Ni un alma se movía, no percibían ni una patrulla y todo estaba, de un modo u otro, totalmente desierto. Le daba mala espina que hasta los exploradores e informantes les advirtiesen de que no se veía nada, y manteniendo la sana paranoia que Arthur siempre inculcaba, o estaban siendo conducidos a una trampa o en el campamento había espías y, consecuentemente, los estaban guiando a una trampa.Sin embargo, ¿no era ese el plan desde un comienzo? Parecer idiotas y despreocupados para asegurarse de desestabilizar al enemigo. Y, con esa idea en mente, decidió seguir avanzando.
Cada vez le resultaba más incoherente el modo de actuación de algunas personas, sobre todo las que compartían su puesto en el escalafón. Cualquiera habría dicho tras la muerte del maestro de Kai, el almirante Kikuma, a manos de Arribor Neus, la Marina habría aprendido que la fuerza de un ejército no residía en el poder singular de una única persona, si bien este podía ser de ayuda. Ni siquiera la bestia más fuerte podría acabar con un ejército entero, pero hasta el ser más poderoso podía cometer un error. Tal como él lo veía, enfrentar individualmente a tan temibles enemigos era la peor decisión táctica posible, más cuando sabía que su cabeza tenía un precio para la hermandad de la Estrella Oscura.
Pero, una vez Arthur explicó su plan, pudo ir volviendo a una cierta normalidad. Tenía miedo de que algo saliera mal -lo cual era, en realidad, casi inevitable-, aunque también confiaba en que el pelirrojo tendría alguna idea de cómo arreglar los contratiempos que fuesen surgiendo por el camino. De hecho, si había alguien capaz de resolver cualquier reto era él -a excepción de alcanzar las galletas de la repisa más alta-, era él.
- El enemigo cuenta con esto -dijo, sin embargo, cruzándose de brazos. Si Arthur se había dado cuenta, estaba casi seguro de que alguno de los tácticos de Hipatia también podría haberlo hecho-. Tal vez no específicamente esto, pero es casi imposible que los tomemos por sorpresa. Sin embargo...
Miró a sus hombres con complicidad. Si la reina sabía que existía un pasadizo podían conducirla a una trampa a través de él. Si no lo sabía, podían actuar en consecuencia a lo que decía Arthur. Si lo habían volado... Jack y él podían ocuparse de estabilizar la zona para entrar. Si alguien se había molestado en hacerlo, seguramente no hubiesen protegido una pila de escombros. Aun así, si no hubiera túnel estarían seriamente expuestos, lejos de la capital y sin ningún plan de acción. O eso creería la reina.
- Nadie cuenta con que improvisar forma parte de nuestra estrategia -afirmó, finalmente.
La conversación no avanzó mucho más a partir de entonces, y una vez se aseguraron de que todos y cada uno de sus hombres estaban listos según los estándares A.R.T.H.U.R. -no había acrónimo tras las siglas, pero disfrutaba viendo a la gente pensar qué podría significar-, partieron hacia las minas de Udon esperando encontrar cualquier cosa. Y fue, justamente por eso, que se sorprendió por completo.
Se respiraba una paz antinatural en el lugar. Ni un alma se movía, no percibían ni una patrulla y todo estaba, de un modo u otro, totalmente desierto. Le daba mala espina que hasta los exploradores e informantes les advirtiesen de que no se veía nada, y manteniendo la sana paranoia que Arthur siempre inculcaba, o estaban siendo conducidos a una trampa o en el campamento había espías y, consecuentemente, los estaban guiando a una trampa.Sin embargo, ¿no era ese el plan desde un comienzo? Parecer idiotas y despreocupados para asegurarse de desestabilizar al enemigo. Y, con esa idea en mente, decidió seguir avanzando.
Shinobu Yamamoto
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La guerra era como un compás que tronaba al ritmo del caos. Desde lo alto podía escuchar los gritos de los hombres, los estallidos de los tubos de metal y el chirrido metálico cuando las espadas chocaban entre ellas. Era horrible, no había otra manera de describirlo. Sin embargo, lo más impresionante era el séquito de criaturas demoniacas. Según el maestro, los kappas eran bebés abandonados por sus padres, puestos en una balsa y lanzados al río. Crecían como ogros controlados por el odio y el resentimiento, alimentándose de niños humanos. No obstante, los hombres que atacaban sin un ápice de humanidad a los pueblerinos no eran muy distintos a los yokais que tanto repudiábamos.
Descendimos con suavidad en las afueras del pueblo. Entendía a Hitomi-chan, tampoco podría quedarme de brazos cruzados cuando había gente muriendo por mi culpa. En ese momento alcé la mirada y quedé boquiabierta al ver un ave en llamas volando directo hacia nosotras. Nadie acostumbraba a ver pájaros en llamas azules, razón suficiente para buscar a Oni Sakon y empuñarla con firmeza. Bien podía ser un enemigo de Hitomi-chan, y de ser ese el caso no permitiría que le pusiera un dedo encima. De pronto, el ave se transformó en una persona increíblemente alta y de cabello blanco.
Iba a presentarme también, pero al chico de nombre Prometeo parecía que el tiempo le corría mucha prisa. Tras presentarse preguntó por Hitomi-chan, dando a entender que también le estaba buscando. Confiaría en él únicamente porque Aki-san decía que era un buen hombre, además… olía bien. Por otra parte, no me convencía en lo absoluto continuar el viaje sin hacer nada por los aldeanos. No podría perdonarme a mí misma tras abandonar a alguien que necesitaba ayuda. ¿Por qué esos hombres estaban tan empeñados en matar a gente inocente? ¿Es que acaso no tenían honor? Sabía que no era la persona más indicada para hablar de honor, pero jamás atacaría a alguien que no podía defenderse. Fuera en Fuji, en Wano o en cualquier otra tierra, el dolor de perder a un ser querido era el mismo.
—Me quedaré a ayudar, Aki-san —anuncié luego de pensarlo—. Alguien tiene que hacer algo por los aldeanos, no está bien abandonarlos a su suerte. Al menos intentaré ganar el tiempo suficiente para que puedan huir. —Tenía miedo, pero no era razón para quedarse de brazos cruzados—. Gracias por todo, ha sido divertido volar con usted. Si todo sale bien nos reuniremos en Hakumai —agregué finalmente, haciendo una reverencia en señal de agradecimiento.
Esperaría a que Aki-san marchase para inspeccionar el pueblo desde los alrededores. No sabía cuántos ni qué tan fuertes eran, no sabía nada de ellos, pero seguro que tendrían puntos débiles. Investigaría desde los flancos los tipos de armas que llevaban, pues sería problemático librar un combate frontal con demasiados tiradores en la retaguardia. Tenía un plan para que los aldeanos consiguieran huir y encontrar un lugar seguro.
Descendimos con suavidad en las afueras del pueblo. Entendía a Hitomi-chan, tampoco podría quedarme de brazos cruzados cuando había gente muriendo por mi culpa. En ese momento alcé la mirada y quedé boquiabierta al ver un ave en llamas volando directo hacia nosotras. Nadie acostumbraba a ver pájaros en llamas azules, razón suficiente para buscar a Oni Sakon y empuñarla con firmeza. Bien podía ser un enemigo de Hitomi-chan, y de ser ese el caso no permitiría que le pusiera un dedo encima. De pronto, el ave se transformó en una persona increíblemente alta y de cabello blanco.
Iba a presentarme también, pero al chico de nombre Prometeo parecía que el tiempo le corría mucha prisa. Tras presentarse preguntó por Hitomi-chan, dando a entender que también le estaba buscando. Confiaría en él únicamente porque Aki-san decía que era un buen hombre, además… olía bien. Por otra parte, no me convencía en lo absoluto continuar el viaje sin hacer nada por los aldeanos. No podría perdonarme a mí misma tras abandonar a alguien que necesitaba ayuda. ¿Por qué esos hombres estaban tan empeñados en matar a gente inocente? ¿Es que acaso no tenían honor? Sabía que no era la persona más indicada para hablar de honor, pero jamás atacaría a alguien que no podía defenderse. Fuera en Fuji, en Wano o en cualquier otra tierra, el dolor de perder a un ser querido era el mismo.
—Me quedaré a ayudar, Aki-san —anuncié luego de pensarlo—. Alguien tiene que hacer algo por los aldeanos, no está bien abandonarlos a su suerte. Al menos intentaré ganar el tiempo suficiente para que puedan huir. —Tenía miedo, pero no era razón para quedarse de brazos cruzados—. Gracias por todo, ha sido divertido volar con usted. Si todo sale bien nos reuniremos en Hakumai —agregué finalmente, haciendo una reverencia en señal de agradecimiento.
Esperaría a que Aki-san marchase para inspeccionar el pueblo desde los alrededores. No sabía cuántos ni qué tan fuertes eran, no sabía nada de ellos, pero seguro que tendrían puntos débiles. Investigaría desde los flancos los tipos de armas que llevaban, pues sería problemático librar un combate frontal con demasiados tiradores en la retaguardia. Tenía un plan para que los aldeanos consiguieran huir y encontrar un lugar seguro.
- resumen:
- Quedarme en el pueblo, despedirme de Aki-san y luego inspeccionar los alrededores para saber cuántos hombres son.
Alexandra Holmes
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Bueno, no parecía que nadie fuese a detener el avance de las dos piratas. Por otra parte, no había sido necesario que utilizara su habilidad especial, así que eso que se llevaba, más energías reservadas. ¿Sus agujas? Las dejó fuera de momento, todavía tenía unos segundos de uso y quería aprovecharlos antes de verse obligada a guardarlas.
Primero llegaron a la cúpula de antes, donde pensó que había alguna bestia suelta o algo así, pero ahora, gracias a las luces de la antorcha y las cosas de Katharina, podía ver un montón de huellas que iban, básicamente, en todas direcciones. Huh, ¿entonces las de antes estaban ahí solo para guiarlas? Tch. Una vez estuvo en el suelo, pateó éste por frustración y puso camino hacia la salida por donde habían entrado antes.
—Mira, me largo, necesito alguien a quien romperle el cráneo para relajarme —dijo sin más mientras iba de camino hacia la trampilla. No saber qué demonios estaba pasando la frustraba, tener que estar corriendo constantemente también, y no haber podido rajarse a sí misma de niña no ayudaba a que se relajara.
Sin cortarse mucho, guardó una de sus dos hojas de hueso y, con esa mano libre -la izquierda-, abrió la condenada trampilla para volver a salir al exterior y encontrarse con un total de cinco personas tratando de saquear lo que quedaba en los restos de la aldea. Huh. ¿No se había puesto pesado Blackhole con lo de deshacerse de los piratas?
No se lo pensó mucho, se lanzó a por ellos todavía sin la máscara puesta para asustar un poco más. Movió el brazo derecho para tratar de asestar una puñalada con su aguja de hueso y tratar así de atravesarle la garganta. Luego pensó que eso a lo mejor no era buena idea para conseguir información, de forma que usó el otro brazo para intentar enganchar el pescuezo de alguno de los otros. Si lo conseguía apretaría para amenazarlo un poco, pero no lo mataría hasta saber todo lo que sabía. Y considerando que seguramente era igual de imbécil que ella o más, no tardaría demasiado. No se preocupó por el resto, suponía que Katharina se uniría más temprano que tarde y lidiaría con esos. Si no pues... ya se apañaría.
—Venga, chaval, suelta cosas por esa boquita. ¿Dónde hay más de los vuestros? Cinco no son suficientes.
Primero llegaron a la cúpula de antes, donde pensó que había alguna bestia suelta o algo así, pero ahora, gracias a las luces de la antorcha y las cosas de Katharina, podía ver un montón de huellas que iban, básicamente, en todas direcciones. Huh, ¿entonces las de antes estaban ahí solo para guiarlas? Tch. Una vez estuvo en el suelo, pateó éste por frustración y puso camino hacia la salida por donde habían entrado antes.
—Mira, me largo, necesito alguien a quien romperle el cráneo para relajarme —dijo sin más mientras iba de camino hacia la trampilla. No saber qué demonios estaba pasando la frustraba, tener que estar corriendo constantemente también, y no haber podido rajarse a sí misma de niña no ayudaba a que se relajara.
Sin cortarse mucho, guardó una de sus dos hojas de hueso y, con esa mano libre -la izquierda-, abrió la condenada trampilla para volver a salir al exterior y encontrarse con un total de cinco personas tratando de saquear lo que quedaba en los restos de la aldea. Huh. ¿No se había puesto pesado Blackhole con lo de deshacerse de los piratas?
No se lo pensó mucho, se lanzó a por ellos todavía sin la máscara puesta para asustar un poco más. Movió el brazo derecho para tratar de asestar una puñalada con su aguja de hueso y tratar así de atravesarle la garganta. Luego pensó que eso a lo mejor no era buena idea para conseguir información, de forma que usó el otro brazo para intentar enganchar el pescuezo de alguno de los otros. Si lo conseguía apretaría para amenazarlo un poco, pero no lo mataría hasta saber todo lo que sabía. Y considerando que seguramente era igual de imbécil que ella o más, no tardaría demasiado. No se preocupó por el resto, suponía que Katharina se uniría más temprano que tarde y lidiaría con esos. Si no pues... ya se apañaría.
—Venga, chaval, suelta cosas por esa boquita. ¿Dónde hay más de los vuestros? Cinco no son suficientes.
- resumen:
Salir del túnel, intentar patear culos y preguntar cosas si lo de patear culos ha funcionado.
Sasaki
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Mientras repartía la comida entre la tropa pude notar una mirada. Una mirada que exigía un castigo hacia mi persona. Miré hacia donde notaba esa mirada y pude ver al Almirante mirándome de forma desaprobatoria. Claramente no estaba acostumbrado a ver cocinando a nadie, estaba seguro de que a él siempre le habían servido la comida en la mesa. Al notarlo, me acerqué hasta donde se encontraba y extendí una ración hacia él.
-Aquí tiene, Almirante Kurookami, su ración.
Luego de eso siguió a lo suyo atendiendo al plan de Arthur. Tras unos minutos de charla y discusión. Llegó la hora de moverse y coger rumbo hacia las minas. Aunque antes de que empezáramos a movernos me dio tiempo para sacar yogures de mi interior. Los cuales los fui vertiendo en el interior de una olla enorme llenándola algo más de la mitad. Luego de eso eché bastante leche condensada y comencé a mezclar los ingredientes hasta que consiguieron una textura melosa pero a la vez con algo de consistencia. Solo le quedó un toque, comencé a sacar limones que exprimía encima de la mezcla para verter el zumo en el yogurt. Cuando vi que era suficiente zumo volví a revolver la mezcla, luego lo probé. “Ha quedado perfecto. Probadlo está de muerte, un yogurt con una cucharada o dos de leche condensada y el zumo de un limón, incluso le podéis añadir unas pepitas de chocolate los más golosos” dije con una sonrisa tapando por un lado mi boca como si fuese un secreto dicho a la nada.
Fui llenado pequeños vasos de caramelo muy fino y se los iba entregando a los soldados como postre a la extraña comida. Luego comencé a avanzar hacia la prisión avanzando rápidamente en una nube de azúcar hasta alcanzar al resto de la brigada y les ofrecí unos yogures.
-Aquí tiene, Almirante Kurookami, su ración.
Luego de eso siguió a lo suyo atendiendo al plan de Arthur. Tras unos minutos de charla y discusión. Llegó la hora de moverse y coger rumbo hacia las minas. Aunque antes de que empezáramos a movernos me dio tiempo para sacar yogures de mi interior. Los cuales los fui vertiendo en el interior de una olla enorme llenándola algo más de la mitad. Luego de eso eché bastante leche condensada y comencé a mezclar los ingredientes hasta que consiguieron una textura melosa pero a la vez con algo de consistencia. Solo le quedó un toque, comencé a sacar limones que exprimía encima de la mezcla para verter el zumo en el yogurt. Cuando vi que era suficiente zumo volví a revolver la mezcla, luego lo probé. “Ha quedado perfecto. Probadlo está de muerte, un yogurt con una cucharada o dos de leche condensada y el zumo de un limón, incluso le podéis añadir unas pepitas de chocolate los más golosos” dije con una sonrisa tapando por un lado mi boca como si fuese un secreto dicho a la nada.
Fui llenado pequeños vasos de caramelo muy fino y se los iba entregando a los soldados como postre a la extraña comida. Luego comencé a avanzar hacia la prisión avanzando rápidamente en una nube de azúcar hasta alcanzar al resto de la brigada y les ofrecí unos yogures.
- resumen:
- Hacer el postre de la comida y avanzar con el resto hacia la prisión.
El pelirrojo pudo alejarse lo suficiente como para tener una perspectiva más amplia del terreno en el que se encontraba. Era una ciudad mucho más adinerada que el resto de las otras, por los edificios suntuosos y el dinero invertido lo recordó: era la ciudad en la que solía asentarse Berthil cuando venía a la isla. No recordaba quien se lo había dicho, tal vez había sido su abuelo, o quizás alguno de los habitantes con los que había estado de jarana alguna noche, o a lo mejor había sido Sakura en una de tantas conversaciones triviales antes de dormir. Fuera como fuere, aquello importaba poco.
—¿Therax? —preguntó al aparato, en el momento en el que alguien lo cogió—. Aquí Zane. ¿Todo ha ido bien con Berthil? —inquirió, esperando escuchar su respuesta—. Yo creo que voy a tardar un poco en encontrarme con vosotros. He ayudado en lo que he podido al pueblecito en el que me quede, pero ahora tengo un tipo bastante raro delante de mí que… bueno, algo me dice que me lo va a poner difícil. Cuando termine me volveré a poner en contacto contigo.
Y guardó el den den mushi.
Durante la llamada había estado observando al grandullón que había bautizado como Pes. Parecía tener más interés en encontrar algo o alguien entre los escombros que en combatir contra el propio Zane. «Tal vez podría aprovechar e irme…», pensó durante un breve instante, pero al verle aplastar la cabeza de uno de los ciudadanos como si fuera una asquerosa cucaracha, le hizo sentir un ardor en el estómago, un sentimiento de asco y repugnancia hacia alguien que le hizo arder literalmente.
Su cuerpo se había envuelto en fuego, mas era consciente que no podía vencerle usando únicamente su fruta, si no que iba a necesitar algo más. Su voluntad estaba presente en el filo de sus espadas, así que de nuevo se cernió sobre el bigardo, lanzando previamente dos sendas ondas cortantes con las que trasladó su fuego. Una vez cerca de él, trazaría un tajo descendente a la altura de su hombro, para luego colocarse a su espalda, bordeándolo con un elegante giro, y tratar de clavarle la espalda con suma violencia, retorciéndola con brío una vez hubiera penetrado en su carne.
—¿Therax? —preguntó al aparato, en el momento en el que alguien lo cogió—. Aquí Zane. ¿Todo ha ido bien con Berthil? —inquirió, esperando escuchar su respuesta—. Yo creo que voy a tardar un poco en encontrarme con vosotros. He ayudado en lo que he podido al pueblecito en el que me quede, pero ahora tengo un tipo bastante raro delante de mí que… bueno, algo me dice que me lo va a poner difícil. Cuando termine me volveré a poner en contacto contigo.
Y guardó el den den mushi.
Durante la llamada había estado observando al grandullón que había bautizado como Pes. Parecía tener más interés en encontrar algo o alguien entre los escombros que en combatir contra el propio Zane. «Tal vez podría aprovechar e irme…», pensó durante un breve instante, pero al verle aplastar la cabeza de uno de los ciudadanos como si fuera una asquerosa cucaracha, le hizo sentir un ardor en el estómago, un sentimiento de asco y repugnancia hacia alguien que le hizo arder literalmente.
Su cuerpo se había envuelto en fuego, mas era consciente que no podía vencerle usando únicamente su fruta, si no que iba a necesitar algo más. Su voluntad estaba presente en el filo de sus espadas, así que de nuevo se cernió sobre el bigardo, lanzando previamente dos sendas ondas cortantes con las que trasladó su fuego. Una vez cerca de él, trazaría un tajo descendente a la altura de su hombro, para luego colocarse a su espalda, bordeándolo con un elegante giro, y tratar de clavarle la espalda con suma violencia, retorciéndola con brío una vez hubiera penetrado en su carne.
- Resumen (Therax lee):
- Hablar con Therax + Narrar cosas + Atacar de nuevo
Katharina von Steinhell
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Por sus venas fluía una peligrosa combinación entre frustración y furia, todo por culpa de un bastardo que ni siquiera había mostrado la cara. Cansada de perder el tiempo, decidió largarse tan rápido como pudo. No iba a pelear con unos malditos recuerdos, ¿cuál era el sentido? Recordaría para siempre esa presencia por si algún día volvía a topársela. Le haría pagar por lo que hizo, le sacaría los ojos y se los metería por el culo. La única razón por la que no destruía las ruinas era por el vampiro. Era muy exagerado cuando se trataba de sitios arqueológicos. Lo entendía, por supuesto. De alguna u otra manera compartían esa afición por todo lo relacionado con la historia.
Abandonó las ruinas justo después de Alexandra y luego arrugó la nariz. «Alguien necesita con urgencia un baño y esa no soy yo», pensó con cara de asco. La pirata había estado corriendo bastante, ¿no? Normal que no oliera a rosas como Katharina. Cuando llegó a la superficie se llevó una sorpresa y es que todo estaba increíblemente oscuro. Bueno, considerando que no debían ser más de las tres de la tarde o algo así. «¿Un eclipse…? No me extraña, considerando todos los fenómenos astronómicos de este último tiempo, aunque no parece augurar nada bueno».
—Oye, Alexandra, lo juro por mis muertos: encontraremos a ese hijo de puta y lo colgaremos del escroto —gruñó, mirando de reojo a su compañera.
La bruja arqueó una ceja cuando vio a unos hombres buscando cosas entre escombros y cadáveres. Ahí tenía una razón más para odiar la piratería. Malditos delincuentes sin clase, ¿cuán despreciable podían ser como para robarle a un muerto? Sí que habían caído bajo los hijos de perra. ¡Encima le ignoraban! ¿O eran tan insignificantes que no podían sentir la presencia casi divina de Katharina? Esperaba que no fueran más recuerdos, ya estaba cansada de recordar cosas. En cualquier momento la melancolía le pegaría muy fuerte.
—Sí, tienes razón: cinco no serán suficientes —agregó justo después de Alexandra sin ocultar el enfado que aún sentía—. Debemos buscar a Kayadako y a Inosuke para luego ir a por Julius. ¿Alguna vez pensaste en enfrentarte a un Emperador del Mar, Alexandra? —le preguntó entonces con una sonrisilla dibujada en los labios.
Como sabía que la pirata también quería destrozar cráneos para relajarse, dejaría que ella se ocupara de los saqueadores de tumba. Si alguno resultaba sorprendentemente fuerte, intervendría con Fushigiri desenvainada. En cualquier caso, y mientras esperaba la respuesta de los piratas, usaría su mantra para buscar las presencias de sus subordinados. Seguramente estarían lejos y no escucharía sus Voces, pero tampoco perdía nada con intentarlo.
Abandonó las ruinas justo después de Alexandra y luego arrugó la nariz. «Alguien necesita con urgencia un baño y esa no soy yo», pensó con cara de asco. La pirata había estado corriendo bastante, ¿no? Normal que no oliera a rosas como Katharina. Cuando llegó a la superficie se llevó una sorpresa y es que todo estaba increíblemente oscuro. Bueno, considerando que no debían ser más de las tres de la tarde o algo así. «¿Un eclipse…? No me extraña, considerando todos los fenómenos astronómicos de este último tiempo, aunque no parece augurar nada bueno».
—Oye, Alexandra, lo juro por mis muertos: encontraremos a ese hijo de puta y lo colgaremos del escroto —gruñó, mirando de reojo a su compañera.
La bruja arqueó una ceja cuando vio a unos hombres buscando cosas entre escombros y cadáveres. Ahí tenía una razón más para odiar la piratería. Malditos delincuentes sin clase, ¿cuán despreciable podían ser como para robarle a un muerto? Sí que habían caído bajo los hijos de perra. ¡Encima le ignoraban! ¿O eran tan insignificantes que no podían sentir la presencia casi divina de Katharina? Esperaba que no fueran más recuerdos, ya estaba cansada de recordar cosas. En cualquier momento la melancolía le pegaría muy fuerte.
—Sí, tienes razón: cinco no serán suficientes —agregó justo después de Alexandra sin ocultar el enfado que aún sentía—. Debemos buscar a Kayadako y a Inosuke para luego ir a por Julius. ¿Alguna vez pensaste en enfrentarte a un Emperador del Mar, Alexandra? —le preguntó entonces con una sonrisilla dibujada en los labios.
Como sabía que la pirata también quería destrozar cráneos para relajarse, dejaría que ella se ocupara de los saqueadores de tumba. Si alguno resultaba sorprendentemente fuerte, intervendría con Fushigiri desenvainada. En cualquier caso, y mientras esperaba la respuesta de los piratas, usaría su mantra para buscar las presencias de sus subordinados. Seguramente estarían lejos y no escucharía sus Voces, pero tampoco perdía nada con intentarlo.
- Resumen:
- Básicamente rabiar y luego buscar las presencias de Kaya e Inosuke para ver si puedo ir con ellos.
Galhard
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Galhard tras asegurarse que todo estaba en orden y ver que Douglas estaba en condiciones de seguir mandando siguió las órdenes de Arthur, para evitar que aquello pudiese retrasarles encomendó a sus guardaespaldas que se quedasen con el grupo de marines en el puerto, pidiendo que cuidasen y asistiesen en combate a Kurookami y tras decirles que ante cualquier problema llamasen por den den mushi marchó junto a la brigada. Quizás más manos habrían sido útiles pero aquel trabajo requería de que sólo la brigada se desenvolviera en tierra enemiga con la ayuda de los exploradores.
No tardaron en llegar a las minas que a simple vista lucían abandonadas. Mientras sus compañeros analizaba cada rincón Galhard sin alejarse de ellos trato de ver cual era la calidad del material de las minas y sus vetas. Pensaba que encontraría algún mineral interesante pero alejado de la realidad. De todas formas aquellas minas parecían haber tenido actividad reciente, no sólo como extracción de mineral si no como campamento improvisado... Sin duda aquello olía a emboscada así que trato de mantenerse sereno, esperando poder notar cualquier movimiento extraño dentro de la mina aunque sabía que Arthur, Al y Jack notarian aquello mucho antes que él.
No tardaron en llegar a las minas que a simple vista lucían abandonadas. Mientras sus compañeros analizaba cada rincón Galhard sin alejarse de ellos trato de ver cual era la calidad del material de las minas y sus vetas. Pensaba que encontraría algún mineral interesante pero alejado de la realidad. De todas formas aquellas minas parecían haber tenido actividad reciente, no sólo como extracción de mineral si no como campamento improvisado... Sin duda aquello olía a emboscada así que trato de mantenerse sereno, esperando poder notar cualquier movimiento extraño dentro de la mina aunque sabía que Arthur, Al y Jack notarian aquello mucho antes que él.
- Resumen y esas cosas:
- -dejar npcs con kurookami
-ir con la brigada
-estar alerta por si ocurre algo
Había estado muy cerca, tanto que casi podía escuchar el susurro deByakko cantando victoria. Pero no; sólo era el tenue goteo de la sangre que había arrebatado al cuello del demente que les había tocado como oponente. Algo no terminaba de cuadrar en la mente del rubio, y es que no concebía cómo podían haber capturado a un tipo tan problemático en el pasado sin dificultad alguna. Y estaba seguro de que había sido así, pues, al igual que ocurría con el resto de corsarios que había derrotado, su rostro no le sonaba en absoluto.
Tal vez no fuese el momento de pensar en detalles como aquél, pero no podía evitar que de vez en cuando alguna idea parásita se colase desde su subconsciente. Se había alejado algunos metros cuando el peluquero comenzó a girar como una peonza recién lanzada. ¿Hacia Marc? ¿De frente? Desconocía la fuerza real de aquel sujeto, pero podía confiar en que el semigigante podría hacerle frente en términos de fuerza bruta.
No se lanzó para interrumpir la trayectoria del tipo, sino que aguardó en su posición. Alzó a Yuki-onna, esforzándose por alinear su extremo con el desconocido en todo momento. La puntería no era lo suyo. Nunca lo había sido y jamás lo sería, pero aquella habilidad le había dado grandes victorias en el pasado simplemente por el poder que atesoraba. Uno que, además, resultaba ideal en un entorno como aquél, donde tantas vidas podían perderse si se realizaba un ataque descontrolado. Uno que, por desgracia o por fortuna, tendría que compartir protagonismo con la llamada de su capitán. El Den Den Zane había comenzado a vibrar obligando a Therax a responder sin perder de vista al enemigo:
―¿Berthil? Bueno, está muy enfadado, y no le culpo. Creo que si no se le estuviese escapando Wano como agua entre los dedos intentaría matarte, pero ha aceptado nuestras buenas intenciones. Ahora mismo estoy en Itadakimas, al norte de Kuri, enfrentándome con Marc a... ¿un peluquero? No sé, pero es un señor con tijeras por manos, y son muy peligrosas. Parece que es uno de los piratas que capturamos cuando vinimos a visitar a tu familia. Volveré a llamarte en cuanto acabemos con él.
Volviendo al asunto de naturaleza vital que tenía entre manos, Levante condensaba un abrumador poder destructivo en una corriente relativamente fina y, por tanto, era bastante más seguro que una habilidad devastadora al uso. El viento comenzó susurrando, condensándose con fuerza frente a la punta de su sable. Pronto el susurro se convirtió en un aullido y, después, en un estruendo. El aire había abandonado su naturaleza invisible para materializarse como una refulgente esfera blanca.
En cuanto el tipo se posó en el tejado el rubio lo claro. Una columna de luz nació de la bola, devorando a una velocidad infernal la distancia que la separaba de su objetivo. Therax estaba en una posición más baja, por lo que no había riesgo de que la vivienda sobre la que se había posado sufriera el impacto de una corriente de viento dotada con la potencia del más violento huracán. Si la esquivaba, bueno, simplemente se perdería en la distancia, aunque confiaba en que al menos podría herirle con ella.
Tal vez no fuese el momento de pensar en detalles como aquél, pero no podía evitar que de vez en cuando alguna idea parásita se colase desde su subconsciente. Se había alejado algunos metros cuando el peluquero comenzó a girar como una peonza recién lanzada. ¿Hacia Marc? ¿De frente? Desconocía la fuerza real de aquel sujeto, pero podía confiar en que el semigigante podría hacerle frente en términos de fuerza bruta.
No se lanzó para interrumpir la trayectoria del tipo, sino que aguardó en su posición. Alzó a Yuki-onna, esforzándose por alinear su extremo con el desconocido en todo momento. La puntería no era lo suyo. Nunca lo había sido y jamás lo sería, pero aquella habilidad le había dado grandes victorias en el pasado simplemente por el poder que atesoraba. Uno que, además, resultaba ideal en un entorno como aquél, donde tantas vidas podían perderse si se realizaba un ataque descontrolado. Uno que, por desgracia o por fortuna, tendría que compartir protagonismo con la llamada de su capitán. El Den Den Zane había comenzado a vibrar obligando a Therax a responder sin perder de vista al enemigo:
―¿Berthil? Bueno, está muy enfadado, y no le culpo. Creo que si no se le estuviese escapando Wano como agua entre los dedos intentaría matarte, pero ha aceptado nuestras buenas intenciones. Ahora mismo estoy en Itadakimas, al norte de Kuri, enfrentándome con Marc a... ¿un peluquero? No sé, pero es un señor con tijeras por manos, y son muy peligrosas. Parece que es uno de los piratas que capturamos cuando vinimos a visitar a tu familia. Volveré a llamarte en cuanto acabemos con él.
Volviendo al asunto de naturaleza vital que tenía entre manos, Levante condensaba un abrumador poder destructivo en una corriente relativamente fina y, por tanto, era bastante más seguro que una habilidad devastadora al uso. El viento comenzó susurrando, condensándose con fuerza frente a la punta de su sable. Pronto el susurro se convirtió en un aullido y, después, en un estruendo. El aire había abandonado su naturaleza invisible para materializarse como una refulgente esfera blanca.
En cuanto el tipo se posó en el tejado el rubio lo claro. Una columna de luz nació de la bola, devorando a una velocidad infernal la distancia que la separaba de su objetivo. Therax estaba en una posición más baja, por lo que no había riesgo de que la vivienda sobre la que se había posado sufriera el impacto de una corriente de viento dotada con la potencia del más violento huracán. Si la esquivaba, bueno, simplemente se perdería en la distancia, aunque confiaba en que al menos podría herirle con ella.
- Resumen:
- Confiar en que Marc resistirá e intentar zurrarle al señor de las uñas con Levante (Épico, está en la ficha y demás).
EDIT: para meter la respuesta a Zane, que se me había olvidado que me había hablado. Sorry very mucho.
Osuka Sumisu
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- Cada vez que abres la boca me entran más ganas de partirte la cara. – le recrimino sin perderle de vista, centrándose en como ahora cojeaba con su herida.
Tenía que aprovechar, ahora debía ser el más rápido de los dos si quería la ventaja. La apariencia del coloso rojo se cambió de nuevo; aquellos gigantescos brazos se redujeron a su vez que sus piernas se volvían largas e estilizadas, de aspecto poderoso. La melena se redujo drásticamente, y los cuernos se unieron para una protuberancia afilada en la frente que parecía fusionada con esta.
Sus piernas empezaron a comprimirse cada vez más como un fuerte muelle. Antes de que las estacas llegasen a alcanzarlo, la enorme forma, pese a lo pesada que parecía, despego a velocidad vertiginosa. Salió hacia arriba metros y metros, lejos del ciervo de madera. Si quería robarle las estrategias, que supiera que el mismo sabía cómo contrarrestarlas. Dio unas patadas al aire en dirección del enemigo, pero en vez de salir una onda de impacto o parecido, decenas de piedras en forma de escamas cayeron sobre su rival como una lluvia afilada.
En vez de descender, se quedó en el aire mientras daba patas al mismo aire para mantenerse en pie. Levanto su mano derecha.
- Pues a ti te corresponde un final igual de honorable.-espeto-.
Chasqueo, y todas las escamas que habían aterrizado en el suelo, sobre el mismo ciervo de madera u otros lugares empezaron a bailar como el cascabel de una serpiente. El bailoteo se intensifico rápidamente hasta que la forma rígida del proyectil no aguanto mas y empezaron a explotar independientemente como una bomba de racimo.
Tenía que aprovechar, ahora debía ser el más rápido de los dos si quería la ventaja. La apariencia del coloso rojo se cambió de nuevo; aquellos gigantescos brazos se redujeron a su vez que sus piernas se volvían largas e estilizadas, de aspecto poderoso. La melena se redujo drásticamente, y los cuernos se unieron para una protuberancia afilada en la frente que parecía fusionada con esta.
Sus piernas empezaron a comprimirse cada vez más como un fuerte muelle. Antes de que las estacas llegasen a alcanzarlo, la enorme forma, pese a lo pesada que parecía, despego a velocidad vertiginosa. Salió hacia arriba metros y metros, lejos del ciervo de madera. Si quería robarle las estrategias, que supiera que el mismo sabía cómo contrarrestarlas. Dio unas patadas al aire en dirección del enemigo, pero en vez de salir una onda de impacto o parecido, decenas de piedras en forma de escamas cayeron sobre su rival como una lluvia afilada.
En vez de descender, se quedó en el aire mientras daba patas al mismo aire para mantenerse en pie. Levanto su mano derecha.
- Pues a ti te corresponde un final igual de honorable.-espeto-.
Chasqueo, y todas las escamas que habían aterrizado en el suelo, sobre el mismo ciervo de madera u otros lugares empezaron a bailar como el cascabel de una serpiente. El bailoteo se intensifico rápidamente hasta que la forma rígida del proyectil no aguanto mas y empezaron a explotar independientemente como una bomba de racimo.
- Resumen:
- Salto mucho y muy fuerte y salto.
Le traigo democraciaLe tiro cosas que petan- Cosis:
Nombre de la técnica: BloodMoon Demon Mark II: Wind Slayer
Naturaleza de la técnica: Power Up
Descripción de la técnica: Una variante del BloodMoon Demon especializada en luchas contra adversarios de alta velocidad. Con piernas reforzadas y brazos más reducidos, puede alcanzar velocidades impresionantes para ser un sér de piedra. Además, sus piernas están diseñadas explícitamente para actuar como un resorte al aterrizar contra una superficie, por lo que en un lugar cerrado suele ser incluso más peligroso. Aumentas un rango en velocidad y un rango en agilidad durante 2 turnos con un tiempo de recarga de 5.
Nombre de la técnica: Volatile pebbles [Genuina]
Naturaleza de la técnica: Akuma no mi
Descripción de la técnica: El usuario lanza piedras en forma de escama que a primera vista no parecen muy peligrosas, pero son altamente inestables. Se modifican para que una vibración concreta las hagan explotar en forma de onda de choque con un radio de 2 metros.
Tiempo de canalización: 1 Segundo
Tiempo de recarga: 1 post
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La masa de zombis estuvo lo suficientemente distraída como para que la abuela volviese a estar bajo su protección, aunque les estaban ganando terreno. Pero por una vez la suerte estaba de su lado. En mitad del camino había un pequeño acantilado, no más de dos, tres metros de ancho, aunque no se lograba percibir el fondo. No tenía mucho fomento de aquello, pero quizá era el resultado de algún temblor que dejo aquella grieta. Un puente de tablones estaba en buen uso y fue muy difícil atravesarlo incluso para la anciana, pero no iban a correr la misma suerte los zombis. Al cruzar Nox el último, corto las cuerdas y precipito al vacío a los cadáveres que estaban en mitad de puente y los que siguieron ciegamente las ansias de devorar al grupo. Fue una escena grotesca, pero mejor en el fondo del agujero que persiguiéndoles a ellos.
La señora finalmente pareció derrumbarse, pues lo había perdido todo y lo único que le quedaba era su sobrino. Nox al escuchar, se acordó que había mencionado que el sobrino era un artillero de Okobore. El más joven de la región, y aquello podía significar que era talentoso. Se giró a Vile, porque esta podía ser una buena oportunidad.
- Vile, si llevamos a la señora con su sobrino. Un artificiero talentoso local nos debería un favor. Eso supondría tener suficiente potencia de fuego como para conseguir un nuevo barco y luego deshacerse ese encierro que tienen los barcos que casi nos hunden antes.
Volvió hacia la señora, con una mano en el pecho como señal de promesa.
- No se preocupe, le vamos a llevar con su sobrino. Seguro que a él no le faltaran recursos si hay más de esas cosas.
Y con ello, aprovecho el primer desvió para ir directo a Okobore. Udon iba a espera otro día. Ahora mismo a los Arashis le haría falta juguetes nuevos y Nox estaba curioso sobre como seria la manufactura wanenese a la hora de cosas que hicieran explotar otras cosas.
La señora finalmente pareció derrumbarse, pues lo había perdido todo y lo único que le quedaba era su sobrino. Nox al escuchar, se acordó que había mencionado que el sobrino era un artillero de Okobore. El más joven de la región, y aquello podía significar que era talentoso. Se giró a Vile, porque esta podía ser una buena oportunidad.
- Vile, si llevamos a la señora con su sobrino. Un artificiero talentoso local nos debería un favor. Eso supondría tener suficiente potencia de fuego como para conseguir un nuevo barco y luego deshacerse ese encierro que tienen los barcos que casi nos hunden antes.
Volvió hacia la señora, con una mano en el pecho como señal de promesa.
- No se preocupe, le vamos a llevar con su sobrino. Seguro que a él no le faltaran recursos si hay más de esas cosas.
Y con ello, aprovecho el primer desvió para ir directo a Okobore. Udon iba a espera otro día. Ahora mismo a los Arashis le haría falta juguetes nuevos y Nox estaba curioso sobre como seria la manufactura wanenese a la hora de cosas que hicieran explotar otras cosas.
- Resumen:
Cojo un zombie
Lo tiero por el barranco
Y ya son 231 zombies que el barranco se ha tragado~~
Ah, y tiramos pa Okobore y eso
Normas del capítulo:
Moderación
- Se moderará lunes y jueves entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los lunes o jueves antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación
- Kaya e Inosuke:
- Kaya comienza a volar mientras Inosuke prepara su estrategia triunfal, lanzándose de cabeza contra el jabalí negro que gira hacia él en un incansable y temible movimiento. Cuando ambos os cruzáis, parece que tus espadas lo atraviesan fácilmente, haciendo que de sus heridas una masa de tinta salga disparada, pero la evidencia es innegable: Tú también te llevas un tajo, aunque por suerte no llega a penetrar muy profundo porque del cielo cae un enorme meteorito que hace explotar literalmente al animal, reventando en una masa de tinta que salpica con furia manchándoos a ambos de lleno.
Kaya, tu idea parece haber terminado de funcionar, y caes sobre la bestia generando un profundo cráter de tal vez una decena de metros, quebrando gran parte del suelo tanto en el radio de rotura como en una cierta extensión alrededor.
Pero… Ha caído. Donde estaba su cuerpo ahora queda tan solo una mancha informe y un charco de tinta. También está la espada de Inosuke, que sobresale ligeramente junto a lo que solía parecer una mano monstruosa. Podéis fijaros si os acercáis a examinarlo que su piel parece más bien una simple cáscara de cenizas.
Una vez todo se ha disipado, no resulta complicado darse cuenta de que algún que otro edificio se ha agrietado por el impacto y un par de ellos se han caído. Hay algunos cadáveres en la aldea, seguramente producto de toda la ceniza o igual ya estaban antes, pero el hecho es que todo está cubierto de un negror mortecino. Nadie sale, nadie parece recibiros, tan solo queda el silencio…
- Katharina y Alexandra:
- La cara de terror que emerge en los saqueadores solo es comparable a la velocidad con la que uno de ellos resulta atravesado. Desde la garganta le atraviesa todo el cuello, y mientras balbucea apagándose en una fuente carmesí, el despiste del otro más cercano parece suficiente para llegar a agarrarle por el pescuezo. Los tres piratas restantes salen huyendo, ya no solo por el monstruo rosa sino por la contemplación de Katharina.
– ¿De… De los nuestros? ¿Qué? –pregunta, al borde de que su voz se rompa, con el tono agravado por lo complicado que le es respirar con el cuello atrapado–. Toda la isla, nos cap-capturaron a cientos. Porfavornomematesporfaporfavor… Penny está en Itadakimas, al norte, es culpa suya. ¡Es culpa suya!
Katharina, mientras tanto, si no vas a matar a esos pobres diablos -para variar- y te centras en tu haki de observación podrás notar, aunque casi al borde de tu capacidad, la presencia de esos dos entre un sinfín de voces mucho más débiles.
- Aki y Prometeo:
- Al aterrizar la niña tiene la firme intención de ir a por los piratas, aunque le tiemblan las piernas y, al aterrizar Prometeo, se refugia de nuevo entre los brazos de Aki. Parece estar aterrada, y masculla un “ayuda Aki-san” como una letanía con cierto componente mínimamente tranquilizador. Sin embargo, cuando presenta al revolucionario, cambia su terror extremo por un simple recelo y mira hacia él, cautelosa.
Asiente con timidez, reconociendo que es ella, aunque seguramente Prometeo ya haya podido deducirlo de tan solo escuchar a Lys, y mira sin creérselo a los dos hombres que van con el revolucionario.
– ¿Takeshi? ¿Ryuu? –pregunta, aunque ellos niegan con la cabeza.
– Solo somos su sombra –responde Isamaru, con modestia–. Hemos venido a buscaros, alteza. Masahisa, el eco de Yoshio… Cree que habéis muerto.
– ¿Está vivo? –exclama, interrogante–. ¿Sigue con vida?
Ambos asienten, y en la niña puede verse la ilusión.
– Debéis llevarme –dice, interpelando a Prometeo. Luego se dirige a los espadachines–. Vosotros… Salvad Udon, por favor. Con honor o sin él, sigue siendo vuestra patria.
Ambos asienten de nuevo, y dan la espalda a vuestro despegue mientras os vais volando. Shinobu se queda con ellos, y parece que la niña ahora está mucho más tranquila.
Ya sobrevolando Hakumai no os resulta complicado ver a un pequeño contingente marine que se aleja de la costa rumbo a Udon, un alto castillo a cuyos pies parece estar dándose una pelea -en la que Prometeo podría reconocer a Osuka-, y una aldea en el valle junto a la fortificación que Prometeo seguramente recuerde.
– ¿Prometeo-san, sabes dónde está Yoshio? Esto… Masahisa.
- Shinobu:
- Parece que Hitomi ha encontrado a su guardián, o le queda poco para hacerlo. Por su parte, esta da orden a dos hombres de salvar Udon, así que parece que tienes compañía. Se trata de un hombre de aspecto orgulloso y ropajes negros, mientras el otro lleva brillantes perlas esmeralda y un arco con carcaj a la espalda. Los tres parecéis estar solos frente a la inmensidad, y si te vas acercando cuidadosamente al enemigo podrás ver una decena de mujeres y niños arrodillados frente a tres personas ataviadas con togas y unas extrañas espadas, rectas y de doble filo, bastante anchas de hoja. Sabes que nunca en Fuji se ha utilizado arma semejante ni llevado una ropa tan extraña. Tus acompañantes, sin embargo, no parecen sorprendidos.
– ¡Por favor, no! –suplica una mujer, que guarda entre brazos a su bebé–. Todo menos eso, por favor.
Si no detienes al hombre, la mujer está muerta. Pero si te detienes a comprobar el entorno, podrás ver que hay al menos una treintena de “soldados” en total, que repiten la misma escena en cada rincón al que mires. ¿Por qué están matando a los niños? ¿Por qué son tan importantes?
- Maki:
- Parece que todo el espectáculo está yendo a las mil maravillas, pero a mitad de la canción parece que los hermanos ovejunos pierden pie y terminan enervando la coreografía y canción de tus hombres, lo cual en realidad no hace sino provocar las risas de quienes momentos antes estaban simplemente anonadados ante la idea de encontrarte con semejante espectáculo, aunque escuchas decir a algunos soldados por lo bajini que es “lamentable”. Pero qué sabrán ellos, lo importante es que, cuando el barco se para, te da justo para escuchar las cuerdas de los arcos tensándose.
– Buenas tardes, majestad –saluda un soldado preeminente, alto y lleno de medallas hasta el absurdo–. ¿Se puede saber por qué no os habéis quedado en casa como Su Majestad ordenó? –Puedes notar que aquí usa mayúsculas–. La nota era muy clara.
Espera, ¿había alguna otra nota? ¿O sería la cara de atrás del papel? Quién sabe. Pero, diga lo que diga, seguro que ha puesto más de una vez que odia a tu madre.
– En fin, majestad, tengo que arrestaros. A vos a… Esto… ¿Por qué venís con un circo?
- Therax y Marc:
- Empiezan a escucharse cuchicheos en medio de las casas. No son lo bastante intensos como para poder escucharlos, y el fragor de la batalla resulta casi ensordecedor. Aun así, si miráis hacia alguna casa es probable que descubráis a gente mirar hacia vosotros con cierta esperanza, casi ilusión.
Marc consigue detener su onda cortante, pero los filos del payaso siguen girando e incluso durante el choque cuesta mantener el arma entre las manos. Se mueve a una velocidad endiablada, girando sin cesar, hasta que termina aterrizando en el tejado, donde frena con una tijera dos de las balas, trinchando una con cada filo, y encaja la otra. No parece que le haga demasiado daño, y se puede percibir un ligero brillo negro en el impacto, si bien también escapa algo de sangre.
Para cuando el ataque de Therax llega, sin embargo, pone ambas tijeras por delante y, si bien podéis verlo salir volando con fuerza, también escucháis el sonido de la cizalla y veis la luz cuando la onda se corta en dos. Aunque si os fijáis bien, parece que una de sus manos ha vuelto a ser una mano, y le faltan un par de dedos. Sin embargo, no parece que esto le moleste y, mientras se mira la mano ensangrentada, sigue riéndose. Cada vez es más irritante, pero carga una vez más. Esta vez, sin embargo, en un abrir y cerrar de ojos está a la espalda de Therax, a quien intenta clavar sus tijeras en los riñones al mismo tiempo que una onda cortante parte a la mitad una de las casas, corriendo veloz hacia la nube en la que se apoya Marc.
- Zane:
- Una vez más, el fuego se debilita a medida que se va acercando a Blackhole, apagándose antes de siquiera tocarlo, así como las ondas cortantes parecen frenarse de golpe, si bien puedes notar que el golpe sí lo nota, y si bien no reacciona con demasiada rapidez a tu tajo, sí que es cierto que resulta mucho más fácil acercar la hoja a su cuerpo que separarla, lo cual te desestabiliza ligeramente. Y cuando clavas la punta de tu hoja en él, te das cuenta de dos cosas: La primera, que tu fuego es más débil cuanto más cerca de él estas y, la segunda, que parece que una vez atraviesas su piel la hoja no se hunde más, pero tampoco parece que puedas retirarla cómodamente tirando, como si se le hubiese pegado.
– ¿Todavía sigues por aquí? –pregunta, girando el rostro hacia ti–. ¿Tengo la cortesía de dejarte vivir y así me lo pagas?
Su tono no parece transmitir ninguna emoción en particular, pero no tarda nada en lanzar un fuerte puñetazo que provoca su consiguiente onda de choque, enorme de golpe, pero hay más. Y es que su brazo, de alguna forma, puedes ver cómo inicia el movimiento y cómo termina, pero mientras se está moviendo parece como si te forzara a parpadear de golpe, aunque sabes perfectamente que no has parpadeado.
- Osuka:
- Parece que las piedras no logran agrietar la dura madera que recubre al enorme ciervo, si bien rebotan y terminan cayendo al suelo, donde estallan y esta vez sí se clavan en su cuerpo. Sin embargo, escuchas la risa bajo la madera y el metal.
– Iluso… La madera es de los materiales más resistentes que existen. Por esto soy el Primer Espada de Hakyuu sama.
El animal de madera se pone sobre dos patas, tomando sus brazos forma de filos ahora, y enfrentando en altura y elegancia a la bestia de roca que has formado. No ves sus ojos, pero sabes que están clavados en ti, y da una vuelta sobre sí mismo, generando una poderosa onda cortante que avanza en todas direcciones para luego dar un salto sobre tu cabeza que pretende caer sobre ti, golpeándote en la cabeza con ambas espadas.
- Nox y Vile:
- Okobore queda muy al norte, pero comenzáis a caminar junto con la anciana hacia el lugar. De hecho, el viaje parece cada vez más y más largo y por el camino os encontráis con un pueblo con un gigantesco cráter bastante evidente [consultar moderación de Kaya e Inosuke]. Pero si seguís yendo hacia el norte, hasta Okobore, terminaréis viendo la desolación más absoluta: Donde debería haber un pueblo no quedan más que escombros humeantes. Unos pocos supervivientes rebuscan entre los restos del lugar, pero no se ve que la esperanza sea un bien extendido entre sus rostros.
La mujer contempla la situación, ojiplática, mientras niega con la cabeza. Podéis escuchar cómo masculla un constante “no” a medida que se une a los que van por ahí buscando el cuerpo de su sobrino, tratando de recordar entre las ruinas dónde estaba antes su taller o quizá, con suerte, su vivienda.
– ¿Dojiro? –pregunta, con la voz rota–. ¡¿Dojiro?!
La desesperación hace presa de ella, al mismo tiempo que uno de los buscadores se acerca a vosotros, y con voz ronca, os pregunta:
– ¿Venís a ayudar o a saquear? –Su voz parece rota también, pero ya ha desistido y simplemente habla en un hilo de voz constante, desgarrada. No parece que sea capaz de impediros hacer lo segundo, pero igualmente intenta mostrarse amenazante.
- Kiritsu:
- ¿Is this an emboscada? Dices mientras clavas tu pupila en mi pupila azul… ¿O no era así? Espera, creo que todo me ha salido mal. Bueno, voy al lío. Tal y como os iban avanzando vuestros exploradores, informantes o como queráis llamarlos, ni una mísera patrulla… Es más, ni un mísero animalito se interpone en vuestro camino mientras os dirigís hacia las minas de Udon.
Halláis sus puestas abiertas de par en par, dos grandes hojas creadas para contener a los peores enemigos de Wano, y, en su interior, completo y absoluto silencio. El lugar es lo suficientemente grande como para que haga falta un regimiento al completo para rastrearlo en condiciones. Viejas historias hablan sobre sus medidas de seguridad, pero todas palidecen ante la realidad que podéis apreciar. De hecho, probablemente New Impel Down sea la única prisión capaz de rivalizar con la cárcel en la que, si no me equivoco, acabáis de meteros ―vaya paseo más tonto si no, ¿verdad?―.
Como os iba diciendo, y como bien ha adelantado Galhard, todo está como si los presos y guardias hubiesen abandonado el lugar precipitadamente. No hay carros ni raíles para transportar los minerales, pues eran los presos los encargados de hacerlo con sus propias manos. Varios niveles de seguridad muestran la posición ventajosa de la que se valían los guardias para vigilar a los reos y, del mismo modo, una disposición organizada del terreno en superficie contrasta con la naturaleza relativamente anárquica de los accesos a la profundidades. Incluso las lámparas y candiles penden, encendidos, de sus soportes correspondientes.
Hay mucho terreno frente a vosotros y no demasiadas pistas que señalen el camino a seguir. No diré nada más para no quitaros el privilegio de suponer, inventar y aportar vuestras propias ideas al desarrollo de esta aventura, caballeros… Pero estaré pendiente.
- Ryuu:
- Recordemos el alzamiento de brazo que hizo tu oponente en la ronda anterior cuando Kirisame atravesó su antebrazo, uno que alzó la espada algo por encima de su cuerpo para que no atravesase nada más que su antebrazo. Sigue estando ahí cuando los torsos impactan en tu espalda, claro está ―por cierto, uno de ellos tenía escamas afiladas en los antebrazos―, pero eso no evita que sufra daños.
Tu cuello se ha librado de sus terroríficos dientes, pero el suyo no puede decir lo mismo del acero de tu sable. No es suficiente como para acabar con él, pero un corte bastante profundo pasa a adornar su cuello. Si fuese un humano la sangre manaría a borbotones de su cuello ―o eso quiero creer―, pero debe tener una anatomía peculiar de pez, pues, aunque sangra, lo hace menos de lo que te gustaría. Sea como sea, es una herida más que considerable.
Él lo sabe, y es por ello que se aparte de ti ―dejando que te quedes la espada― e interpone unos pocos metros de distancia de un salto. Sería el momento perfecto para continuar con el acoso si no fuese porque ya ha puesto en marcha su siguiente ofensiva. La sangre que nace de su herida no cae al suelo, no gotea, sino que flota frente a él y adquiere la forma de afilados virotes carmesíes. Su punta es más oscura, como si almacenasen más hierro, y la voluntad del hombre del mar los impregna poco después. No dice nada, pero sus ojos parecen gritar “muere” cuando lanza sobre ti un verdadero aluvión de mortíferas agujas.
Maki
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Obviamente les hacían falta más ensayos. El baile había quedado descuidado y torpe, la mitad de los Centellas no seguía el tempo adecuadamente y alguien había soltado al tigre demasiado pronto. Sin embargo, el objetivo de llamar la atención estaba cumplido. Varios soldados se asomaban por encima del muro, sin duda demasiado asombrados por el deslumbrante espectáculo de su rey como para darle una bienvenida adecuada. ¿Y esos arcos? Protección, sin duda. El instinto del soldado, eso debía ser.
La primera pregunta era obvia. Lógicamente, aquel muchacho alocado estaba confuso, pero Maki le contentaría con una respuesta digna de un rey.
-A mí esa no me manda -dijo con firmeza. Si hubiese tenido su corona habría sido más espectacular. Los gyojins rara vez apreciaban una buena boina.
Sus chicos se pusieron alerta cuando el soldado dijo lo de arrestarle. Sin duda debía haberse equivocado. ¿No quería decir que tenía que escoltarle regiamente hasta los aposentos de su esposa? No, no, parecía muy seguro de lo que decía. Debía ser un rebelde. En otras circunstancias eso le enorgullecería. Nada le alegraba más que ver la semilla de la rebelión crecer en sus tropas, pero el MANUAL dejaba muy claro que había que luchar contra cualquier forma de férreo liderazgo excepto el de la Revolución. La tiranía del proletariado no podía ser discutida.
-Escúchame, yo soy el Oficial Makintosh, Rey, aunque en Báltigo no usamos el título de rey, del Fondo del Mar, Duque de la Roca Norte, Caballero y ganador de concursos de belleza. Y voy a llevarme a mi esposa a casa para que mi madre le eche una buena bronca. -Rita Makintosh era la mejor echadora de broncas que conocía, pese a su carácter afable. Bajo esa rosada redondez de salmón había un pozo lleno de llamas de la ira. Se le daba mucho mejor que a él, desde luego-. ¡Así que abre la puerta, deja el arco y vete a por una boina, maldita sea! ¡Pareces un títere del sistema!
-Jefe, creo que van a matarnos -dijo Fruto Seco Ibar.
-Paparruchas. Nos abrirán la puerta y nos recibirán como a salvadores. ¡Si gracias a nosotros se van a ir a casa! ¿Qué más pueden pedir? -Se dirigió de nuevo a los soldados de la muralla-. Eh, ¿por qué no lleváis los pins? -Maki había introducido en el uniforme militar un pin con su cara, para que fuesen más simpaticotes-. Es igual, abrid la puerta, que tenemos prisa. No me obliguéis a ponerme serio.
No quería tener que apuntarles severamente con el dedo.
La primera pregunta era obvia. Lógicamente, aquel muchacho alocado estaba confuso, pero Maki le contentaría con una respuesta digna de un rey.
-A mí esa no me manda -dijo con firmeza. Si hubiese tenido su corona habría sido más espectacular. Los gyojins rara vez apreciaban una buena boina.
Sus chicos se pusieron alerta cuando el soldado dijo lo de arrestarle. Sin duda debía haberse equivocado. ¿No quería decir que tenía que escoltarle regiamente hasta los aposentos de su esposa? No, no, parecía muy seguro de lo que decía. Debía ser un rebelde. En otras circunstancias eso le enorgullecería. Nada le alegraba más que ver la semilla de la rebelión crecer en sus tropas, pero el MANUAL dejaba muy claro que había que luchar contra cualquier forma de férreo liderazgo excepto el de la Revolución. La tiranía del proletariado no podía ser discutida.
-Escúchame, yo soy el Oficial Makintosh, Rey, aunque en Báltigo no usamos el título de rey, del Fondo del Mar, Duque de la Roca Norte, Caballero y ganador de concursos de belleza. Y voy a llevarme a mi esposa a casa para que mi madre le eche una buena bronca. -Rita Makintosh era la mejor echadora de broncas que conocía, pese a su carácter afable. Bajo esa rosada redondez de salmón había un pozo lleno de llamas de la ira. Se le daba mucho mejor que a él, desde luego-. ¡Así que abre la puerta, deja el arco y vete a por una boina, maldita sea! ¡Pareces un títere del sistema!
-Jefe, creo que van a matarnos -dijo Fruto Seco Ibar.
-Paparruchas. Nos abrirán la puerta y nos recibirán como a salvadores. ¡Si gracias a nosotros se van a ir a casa! ¿Qué más pueden pedir? -Se dirigió de nuevo a los soldados de la muralla-. Eh, ¿por qué no lleváis los pins? -Maki había introducido en el uniforme militar un pin con su cara, para que fuesen más simpaticotes-. Es igual, abrid la puerta, que tenemos prisa. No me obliguéis a ponerme serio.
No quería tener que apuntarles severamente con el dedo.
- Resumen:
- Maki masca la tragedia al pedir que le abran o si no...
AEG93
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Pese a que el gyojin intentó mantener la separación que inicialmente había conseguido entre su brazo y su cuerpo, la fuerza de Ryuu sumada a la del propio habitante del mar y a la de los torsos con los que le había golpeado por la espalda fue más que suficiente para vencer esos centímetros. Kirisame se hundió en el cuello de su oponente, dejando una grave herida de la que manaba sangre a borbotones.
El hombre pez se alejó unos metros para salir del alcance de la espada, pero pronto volvió al ataque. Gracias a aquella misteriosa habilidad que le caracterizaba modeló la sangre que brotaba de su herida, formando con ella afiladas agujas cuya punta resplandecía con un tono más oscuro. Imbuyéndolas en su voluntad, miró al semigyojin con ira y odio al tiempo que las lanzaba hacia su posición.
Por suerte este ya había comenzado a preparar su respuesta. Tanto para responder a la ofensiva de su adversario como para, con altas probabilidades, poner fin al combate de una vez por todas. El joven había empezado a reunir agua en torno a sí hasta que, una vez las agujas de sangre se dirigían hacia él, trazó un extremadamente veloz tajo descendente con el filo de su katana. En ese momento el agua inició su avance, rápido e imparable, en dirección al habitante del mar. Una letal ola que buscaba terminar de una vez por todas con la amenaza que aquel gyojin suponía para sus seres queridos. Las palabras del samurái dejaron patente su firme decisión de no dejarse derrotar por nadie hasta haber llevado a cabo sus objetivos:
- Gyojin Bushido: Aranami.
El hombre pez se alejó unos metros para salir del alcance de la espada, pero pronto volvió al ataque. Gracias a aquella misteriosa habilidad que le caracterizaba modeló la sangre que brotaba de su herida, formando con ella afiladas agujas cuya punta resplandecía con un tono más oscuro. Imbuyéndolas en su voluntad, miró al semigyojin con ira y odio al tiempo que las lanzaba hacia su posición.
Por suerte este ya había comenzado a preparar su respuesta. Tanto para responder a la ofensiva de su adversario como para, con altas probabilidades, poner fin al combate de una vez por todas. El joven había empezado a reunir agua en torno a sí hasta que, una vez las agujas de sangre se dirigían hacia él, trazó un extremadamente veloz tajo descendente con el filo de su katana. En ese momento el agua inició su avance, rápido e imparable, en dirección al habitante del mar. Una letal ola que buscaba terminar de una vez por todas con la amenaza que aquel gyojin suponía para sus seres queridos. Las palabras del samurái dejaron patente su firme decisión de no dejarse derrotar por nadie hasta haber llevado a cabo sus objetivos:
- Gyojin Bushido: Aranami.
- Resumen:
- Intentar contraatacar a las agujas de sangre y poner fin al combate con una de mis técnicas.
Marc Kiedis
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Pese a continuar sufriendo heridas, tanto graves como banales, una y otra vez el humor del su enemigo no variaba lo más mínimo. A esas alturas a Marc ya no le cabía ninguna duda de que aquel tipo estaba mal de la cabeza. Su risa seguía sonando, naciendo si cesar de su rostro desencajado en una macabra y permanente sonrisa. Incluso cuando una de sus manos volvió a la normalidad mostrando la pérdida de dos dedos las estruendosas carcajadas no hicieron el menor ademán de detenerse.
Apenas unos instantes más tarde aquel loco se había desplazado hasta la posición de Therax y trataba de alcanzarle con un golpe realmente peligroso mientras lanzaba una aparentemente poderosa onda cortante hacia el cocinero. Este pudo ver cómo aquella vibración cortante se dirigía a una vertiginosa velocidad hacia él, siendo capaz de nuevamente anticiparse como llevaba haciendo desde que dio comienzo la contienda.
El semigigante concentró todas sus fuerzas justo antes de golpear el aire con furia. Del filo de Kotai-Hi nació al instante una enormemente poderosa onda cortante, mucho más que las que había creado con anterioridad, que comenzó a avanzar hasta chocarse con la producida por el gyojin. La colisión entre tan poderosas técnicas fue colosal, pero aquello no detuvo al cocinero. Deseoso de acabar de una vez por todas con aquel extraño enemigo, el joven pirata salió despedido de nuevo hacia él en su nube para, una vez hubo llegado a su posición, lanzarle una estocada al tiempo que hacía girar a Kotai-Hi para aumentar su poder de penetración.
- ¡Monterrey Jack! - Gritó con fuerza, poniendo en aquel ataque su determinación.
Apenas unos instantes más tarde aquel loco se había desplazado hasta la posición de Therax y trataba de alcanzarle con un golpe realmente peligroso mientras lanzaba una aparentemente poderosa onda cortante hacia el cocinero. Este pudo ver cómo aquella vibración cortante se dirigía a una vertiginosa velocidad hacia él, siendo capaz de nuevamente anticiparse como llevaba haciendo desde que dio comienzo la contienda.
El semigigante concentró todas sus fuerzas justo antes de golpear el aire con furia. Del filo de Kotai-Hi nació al instante una enormemente poderosa onda cortante, mucho más que las que había creado con anterioridad, que comenzó a avanzar hasta chocarse con la producida por el gyojin. La colisión entre tan poderosas técnicas fue colosal, pero aquello no detuvo al cocinero. Deseoso de acabar de una vez por todas con aquel extraño enemigo, el joven pirata salió despedido de nuevo hacia él en su nube para, una vez hubo llegado a su posición, lanzarle una estocada al tiempo que hacía girar a Kotai-Hi para aumentar su poder de penetración.
- ¡Monterrey Jack! - Gritó con fuerza, poniendo en aquel ataque su determinación.
- Resumen:
- Defenderme de la onda cortante y contraatacar con mi técnica más poderosa.
Daba igual de qué forma lo intentase, ya que ninguno de sus ataques a distancia parecía hacerle efecto alguno. Ta y como había ocurrido antes, su fuego parecía desaparecer centímetros antes de que llegara, tan siquiera, a tocar su oscura piel. De la misma manera, sus ondas cortantes también parecían detenerse justo antes de que pudieran herirlo. ¿La razón? La desconocía, pero eso no solo hacía que tan solo tuviera más y más interés en saber cómo detenerlo, aunque también aumentaba su frustración personal.
Su segundo ataque si funciono, pero cuando trató de sacar la espada que había atravesado a su enemigo… No pudo. «Su puta madre. No me jodas», blasfemó para sus adentros, tratando de sacar la katana con todas sus fuerzas, pero tan solo moviéndola unos pocos centímetros Era como si su propio cuerpo absorbiera el metal le impidiera extraerla. Y en ese momento tuvo una idea.
«Y si…»
Se aferró con fuerzas a la empuñadura de su katana y puso los pies sobre el cuerpo de su contrincante con la intención de sacarla la espada fuera como fuere. El sujeto le habló con total apatía e indiferencia, pero le dio igual, dado que su arma parecía estar saliendo poco a poco.
—Nunca he tenido fama de ser una persona muy agradecida —le respondió el pelirrojo, tirando con todas sus fuerzas, mientras que agitaba sus alas para terminar de sacarla.
Su oponente estaba dispuesto a atacarle, así que tenía que actuar rápido. Logró sacar la espada, pero al hacerlo notó algo extraño junto al movimiento de su enemigo, fue como si hubiera visto el comienzo del mismo y su final, pero nada de lo que había ocurrido entre medias. Apenas tuvo tiempo para reaccionar después, así que cruzó sus espadas expandiendo su haki de armadura por el resto de su cuerpo y la onda de choque lo envió con fuerza hacia atrás, frenándose con la estructura de un edificio que había cercano.
La voluntad que recubría su cuerpo comenzó a desaparecer hasta que tan solo quedaron sobre sus armas, y con molestias corporales que el poder de su fruta iba curando lentamente.
—¿Qué demonios acaba de pasar? —preguntó en voz alta, repasando todo lo que había recopilado de aquel sujeto:
«Lo primero es que se trata un tipo fuerte y seguro de sí mismo, porque no es normal que sea tan apático, sin embargo, si encontraba su debilidad podría aprovechar esa seguridad en su contra y mandarlo a tomar viento. Lo segundo, y creo que es lo más importante, es que parece ocurrir algo a cierta distancia de su cuerpo. No es normal que antes de que cualquier ataque llegue a él desaparezca como si nada. Y lo último es su ataque, ¿por qué demonios no he sido capaz de ver si movimiento completo? Si por algo suelo destacar es por mis reflejos, si no puedo confiar en ellos… Aunque está la posibilidad de que esa habilidad para hacer desaparecer ataques ajenos funcionara de alguna forma a la inversa».
Tenía la mente echa un pequeño caos, después de todo no solía ser el alma pensante del grupo, ese solía ser Spanner. En fin. Sin más dilación, envolviéndose completamente en llamas, adoptó su forma híbrida, salió por el agujero que su cuerpo había creado, y sin avisar al bigardo lanzó una fuerte llamara capaz desintegrar por completo una edificación. Una vez lo hiciera, usaría su vista de pájaro para ver cualquier detalle que le diera alguna pista de cómo funcionaba el poder de su contrincante, para así trazar un plan de ataque y poder acabar con él.
Su segundo ataque si funciono, pero cuando trató de sacar la espada que había atravesado a su enemigo… No pudo. «Su puta madre. No me jodas», blasfemó para sus adentros, tratando de sacar la katana con todas sus fuerzas, pero tan solo moviéndola unos pocos centímetros Era como si su propio cuerpo absorbiera el metal le impidiera extraerla. Y en ese momento tuvo una idea.
«Y si…»
Se aferró con fuerzas a la empuñadura de su katana y puso los pies sobre el cuerpo de su contrincante con la intención de sacarla la espada fuera como fuere. El sujeto le habló con total apatía e indiferencia, pero le dio igual, dado que su arma parecía estar saliendo poco a poco.
—Nunca he tenido fama de ser una persona muy agradecida —le respondió el pelirrojo, tirando con todas sus fuerzas, mientras que agitaba sus alas para terminar de sacarla.
Su oponente estaba dispuesto a atacarle, así que tenía que actuar rápido. Logró sacar la espada, pero al hacerlo notó algo extraño junto al movimiento de su enemigo, fue como si hubiera visto el comienzo del mismo y su final, pero nada de lo que había ocurrido entre medias. Apenas tuvo tiempo para reaccionar después, así que cruzó sus espadas expandiendo su haki de armadura por el resto de su cuerpo y la onda de choque lo envió con fuerza hacia atrás, frenándose con la estructura de un edificio que había cercano.
La voluntad que recubría su cuerpo comenzó a desaparecer hasta que tan solo quedaron sobre sus armas, y con molestias corporales que el poder de su fruta iba curando lentamente.
—¿Qué demonios acaba de pasar? —preguntó en voz alta, repasando todo lo que había recopilado de aquel sujeto:
«Lo primero es que se trata un tipo fuerte y seguro de sí mismo, porque no es normal que sea tan apático, sin embargo, si encontraba su debilidad podría aprovechar esa seguridad en su contra y mandarlo a tomar viento. Lo segundo, y creo que es lo más importante, es que parece ocurrir algo a cierta distancia de su cuerpo. No es normal que antes de que cualquier ataque llegue a él desaparezca como si nada. Y lo último es su ataque, ¿por qué demonios no he sido capaz de ver si movimiento completo? Si por algo suelo destacar es por mis reflejos, si no puedo confiar en ellos… Aunque está la posibilidad de que esa habilidad para hacer desaparecer ataques ajenos funcionara de alguna forma a la inversa».
Tenía la mente echa un pequeño caos, después de todo no solía ser el alma pensante del grupo, ese solía ser Spanner. En fin. Sin más dilación, envolviéndose completamente en llamas, adoptó su forma híbrida, salió por el agujero que su cuerpo había creado, y sin avisar al bigardo lanzó una fuerte llamara capaz desintegrar por completo una edificación. Una vez lo hiciera, usaría su vista de pájaro para ver cualquier detalle que le diera alguna pista de cómo funcionaba el poder de su contrincante, para así trazar un plan de ataque y poder acabar con él.
- Resumen:
- Sacar la espada + flipar con el tío que tiene en frente + pensar cosas + atacarle de nuevo para probar cosas
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Auch. La caída, incluso con algo de haki y el cuerpo del pobre Ino negro para amortiguarla, duele. Si nunca habéis pesado cien mil kilos es algo difícil de comprender realmente. Por mucho haki que una ponga bajo su culo, se irá a casa dolorida, sobre todo si acaba provocando un cráter en el suelo, levantando rocas del tamaño de un búfalo y derribando edificios tras espachurrar y dejar a su enemigo desparramado en charcos de asquerosa tinta negra. Gajes del oficio, supongo.
De vuelta a mi peso normal, recupero el aliento en el fondo del agujero en el que me he metido. La oscuridad casi absoluta de fuera hace que apenas haya diferencia entre el cielo y las paredes negras del pozo, tan solo una tenue luz apenas apreciable al fondo de un largo túnel. Creo ver la cara de Ino recortada al final, pero igual solo es mi imaginación.
Me tomo un rato para hacer recuento de zonas doloridas antes de ponerme a la tediosa tarea de escalar. No necesito ver mis manos cubiertas de esa guarrada negra para saber lo obvio. Me imagino que cada centímetro de ropa y piel expuesta debe estar chorreando tinta. Menos mal que llevo más ropa debajo del kimono, así podré quitármelo en cuanto salga. Total, es una prenda inútil, como todo en el fondo de armario de Wano. Excepto las sandalias. Me alucina haber pesado cien toneladas y que ni se me hayan salido. Pienso comprarme diez pares.
-¡Inosuke! ¿Sigues vivo? -pregunto una vez fuera. Parece herido, pero entero. En fin, él es lo más parecido a un médico de nuestra banda, incluso aunque solo sea un loco que hace emplastos repugnantes de hierba y caca de mono. Se las arreglará-. Esto es un asco. ¿Crees que ahora saldrá una yo demente y monstruosa?
La posibilidad me inquieta, pero al mismo tiempo me alivia enormemente que el Mayordomo tocase a Ino y no a Kath o a Ivan. Entonces sí que habríamos tenido un serio problema.
El pueblo está hecho un asco. Claro que, a decir verdad, ya lo estaba así antes. Cortesía de Kenshin, supongo. No he olvidado que me debe una. Cuando Ivan aparezca tal vez le diga que le mande una bandada de murciélagos o algo así. Si es que llega. Le gusta hacerse esperar.
Lo bueno es que podemos esperarlo en calma. A Inosuke se le ocurre ir a darnos un baño a uno de los ríos y yo no puedo estar más de acuerdo. Ninguno de los dos queremos enfrentarnos a otra copia malvada de ninguno. Como premio le doy una grajea de zafiro, para que vea también por dónde va. Espero que el agua sirva para borrar esta asquerosidad. Y que haya zonas poco profundas. Y que no haya monstruos marinos por los alrededores.
Bien pensado, quizá espero demasiado.
De vuelta a mi peso normal, recupero el aliento en el fondo del agujero en el que me he metido. La oscuridad casi absoluta de fuera hace que apenas haya diferencia entre el cielo y las paredes negras del pozo, tan solo una tenue luz apenas apreciable al fondo de un largo túnel. Creo ver la cara de Ino recortada al final, pero igual solo es mi imaginación.
Me tomo un rato para hacer recuento de zonas doloridas antes de ponerme a la tediosa tarea de escalar. No necesito ver mis manos cubiertas de esa guarrada negra para saber lo obvio. Me imagino que cada centímetro de ropa y piel expuesta debe estar chorreando tinta. Menos mal que llevo más ropa debajo del kimono, así podré quitármelo en cuanto salga. Total, es una prenda inútil, como todo en el fondo de armario de Wano. Excepto las sandalias. Me alucina haber pesado cien toneladas y que ni se me hayan salido. Pienso comprarme diez pares.
-¡Inosuke! ¿Sigues vivo? -pregunto una vez fuera. Parece herido, pero entero. En fin, él es lo más parecido a un médico de nuestra banda, incluso aunque solo sea un loco que hace emplastos repugnantes de hierba y caca de mono. Se las arreglará-. Esto es un asco. ¿Crees que ahora saldrá una yo demente y monstruosa?
La posibilidad me inquieta, pero al mismo tiempo me alivia enormemente que el Mayordomo tocase a Ino y no a Kath o a Ivan. Entonces sí que habríamos tenido un serio problema.
El pueblo está hecho un asco. Claro que, a decir verdad, ya lo estaba así antes. Cortesía de Kenshin, supongo. No he olvidado que me debe una. Cuando Ivan aparezca tal vez le diga que le mande una bandada de murciélagos o algo así. Si es que llega. Le gusta hacerse esperar.
Lo bueno es que podemos esperarlo en calma. A Inosuke se le ocurre ir a darnos un baño a uno de los ríos y yo no puedo estar más de acuerdo. Ninguno de los dos queremos enfrentarnos a otra copia malvada de ninguno. Como premio le doy una grajea de zafiro, para que vea también por dónde va. Espero que el agua sirva para borrar esta asquerosidad. Y que haya zonas poco profundas. Y que no haya monstruos marinos por los alrededores.
Bien pensado, quizá espero demasiado.
- Resumen:
- Salir del agujero, dar a Ino una grajea para ver en la oscuridad y dirigirse hacia un río para quitarse toda esa tinta antes de que se reproduzca malvadamente. Nadie quiere eso...
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Se ahorró comentar todo lo que estaba mal en tener un arma secreta volátil y potencialmente devastadora que uno no podía controlar guardada en el centro de poder del mismísimo corazón de la isla a mantener. Sin embargo, por lo menos tenía respuesta a una pregunta que no había hecho: Wano era importante como espacio concreto, como escenario de algo. Era un lugar tan valioso que merecía la pena sacrificar tropas solo por la falsa sensación de seguridad que sentían al creer que eso podía salvarlo si todo lo demás se iba a pique. Le faltaba saber por qué el archipiélago era tan valioso, pero estaba claro que no se trataba de su gente ni, probablemente, tampoco de sus artesanos. Tenía que haber una razón por la que necesitaban el lugar pero sus habitantes eran lo bastante prescindibles como para guardar eso.
Recorrieron una vez más los pasillos del palacio, y aunque sentía verdadera curiosidad acerca de por qué el lugar seguro compartiría espacio con la mata asesina, no cuestionó. Siempre tenía la oportunidad de echar a Moloch contra los depredadores y escaparse entre las sombras. Una tragedia, en esa sí que no podía ganar nada a ojos de nadie, y aunque por el momento no le interesaba convertir al hombre pulpo en comida para peces, era una idea que no podía alejar mucho de la cabeza. En ese lugar cualquiera podía volverse un enemigo de inmediato, más después de todo lo que estaba viendo. Aunque el oficial... Parecía de fiar, al menos a primera vista.
Con el paso de los minutos alcanzaron una sala que pretendía ser una suerte de fragua, aunque, si bien no conocía los entresijos de la herrería, estaba seguro de que tanta agua y aceite resultaba bastante contraintuitiva a la hora de malear el metal. Sin embargo, entendía que para unos seres tan adheridos al medio acuático a lo mejor otros métodos eran más viables que hacer fuego o fundir metales. Aunque la naturaleza de las armas seguramente fuese más basada en otros materiales y no tanto en acero o madera. Sonaba a tópico, pero tal vez harían armas de coral reforzado de alguna manera, con algas desconocidas para un morador de la superficie.
En cualquier caso, se sentó a simplemente esperar. Cuando todo terminase podrían hacer algo útil, pero de nuevo, él no iba a jugarse la vida sin tener un pago previamente. Sus negociaciones con la reina habían quedado a medias por una visita inesperada, y además eran órdenes suyas que no podía hacer nada sin supervisión directa, así que... Aguardó. Porque la paciencia era una gran virtud, y si Hipatia creía que podía tener más que él, se había equivocado. Sin embargo, aprovecharía para seguir sonsacando a moloch:
- ¿Por qué un arma que puede mataros a todos? -preguntó-. No sé, nada tiene sentido aquí, a no ser que el plan sea usar la ciudad como una trampa para polillas. Y si la idea es esa, se están cometiendo muchos errores garrafales. Tengo que tomar nota de esto.
Sacó una pequeña libreta de su bolsillo y comenzó a apuntar todo lo que sabía. También todo lo que el pulpo le dijese.
Recorrieron una vez más los pasillos del palacio, y aunque sentía verdadera curiosidad acerca de por qué el lugar seguro compartiría espacio con la mata asesina, no cuestionó. Siempre tenía la oportunidad de echar a Moloch contra los depredadores y escaparse entre las sombras. Una tragedia, en esa sí que no podía ganar nada a ojos de nadie, y aunque por el momento no le interesaba convertir al hombre pulpo en comida para peces, era una idea que no podía alejar mucho de la cabeza. En ese lugar cualquiera podía volverse un enemigo de inmediato, más después de todo lo que estaba viendo. Aunque el oficial... Parecía de fiar, al menos a primera vista.
Con el paso de los minutos alcanzaron una sala que pretendía ser una suerte de fragua, aunque, si bien no conocía los entresijos de la herrería, estaba seguro de que tanta agua y aceite resultaba bastante contraintuitiva a la hora de malear el metal. Sin embargo, entendía que para unos seres tan adheridos al medio acuático a lo mejor otros métodos eran más viables que hacer fuego o fundir metales. Aunque la naturaleza de las armas seguramente fuese más basada en otros materiales y no tanto en acero o madera. Sonaba a tópico, pero tal vez harían armas de coral reforzado de alguna manera, con algas desconocidas para un morador de la superficie.
En cualquier caso, se sentó a simplemente esperar. Cuando todo terminase podrían hacer algo útil, pero de nuevo, él no iba a jugarse la vida sin tener un pago previamente. Sus negociaciones con la reina habían quedado a medias por una visita inesperada, y además eran órdenes suyas que no podía hacer nada sin supervisión directa, así que... Aguardó. Porque la paciencia era una gran virtud, y si Hipatia creía que podía tener más que él, se había equivocado. Sin embargo, aprovecharía para seguir sonsacando a moloch:
- ¿Por qué un arma que puede mataros a todos? -preguntó-. No sé, nada tiene sentido aquí, a no ser que el plan sea usar la ciudad como una trampa para polillas. Y si la idea es esa, se están cometiendo muchos errores garrafales. Tengo que tomar nota de esto.
Sacó una pequeña libreta de su bolsillo y comenzó a apuntar todo lo que sabía. También todo lo que el pulpo le dijese.
- Resumen:
- Seguir preguntando al pulpo.
Katharina von Steinhell
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Esos malditos piratas no eran merecedores de morir bajo la sagrada mano de Katharina. No mancillaría el filo de sus espadas con la sangre de seres tan insignificantes. Tampoco perdería el tiempo en ellos, no cuando tenía la intención de desquitarse con el verdadero problema de Wano: el mayordomo. Jamás, desde la jota hasta la ese y todo con mayúscula, olvidaría el que le haya dejado hablando sola. Atravesaría su corazón con Fushigiri y conservaría su cadáver para luego pedirle a Ivan que lo trajese de vuelta. Lo condenaría a lavar la ropa interior de Kaya por el resto de la eternidad. Ya si estaba de mal humor, también le obligaría a lavar los taparrabos de Inosuke. Y esos sí que olían mal.
—Puedes hacer lo que quieras con ellos, Alexandra. No sé si se te da eso de experimentar con humanos, pero a mí me da igual —le comentó tras sentir las presencias de sus amigos. Bueno, no estaba muy segura de si llamar “amiga” a la perra de Kayadako—. En fin, hemos perdido ya demasiado tiempo. Los tratos con Berthil y la Marina ya están hechos, así que es hora de ocuparse del Emperador Julius. ¿Vamos, entonces?
La hechicera se ofrecería a cargar en la espalda a Alexandra. Usaría la polimorfia para hacer crecer tanto los huesos como los músculos, aumentando su estatura en unos veinte centímetros, así el viaje se haría mucho más cómodo. Entonces, realizaría un movimiento instantáneo a máxima velocidad y luego echaría a correr el tramo final en dirección a las presencias de Kayadako e Inosuke.
—Hey —saludaría, haciendo un gesto de mano una vez llegase—. Los preparativos están terminados, es hora de… ¿Qué mierda ha pasado aquí? —preguntaría con expresión confusa, y es que todo estaba hecho un caos—. Ha sido todo tu culpa, ¿verdad, Kaya?
—Puedes hacer lo que quieras con ellos, Alexandra. No sé si se te da eso de experimentar con humanos, pero a mí me da igual —le comentó tras sentir las presencias de sus amigos. Bueno, no estaba muy segura de si llamar “amiga” a la perra de Kayadako—. En fin, hemos perdido ya demasiado tiempo. Los tratos con Berthil y la Marina ya están hechos, así que es hora de ocuparse del Emperador Julius. ¿Vamos, entonces?
La hechicera se ofrecería a cargar en la espalda a Alexandra. Usaría la polimorfia para hacer crecer tanto los huesos como los músculos, aumentando su estatura en unos veinte centímetros, así el viaje se haría mucho más cómodo. Entonces, realizaría un movimiento instantáneo a máxima velocidad y luego echaría a correr el tramo final en dirección a las presencias de Kayadako e Inosuke.
—Hey —saludaría, haciendo un gesto de mano una vez llegase—. Los preparativos están terminados, es hora de… ¿Qué mierda ha pasado aquí? —preguntaría con expresión confusa, y es que todo estaba hecho un caos—. Ha sido todo tu culpa, ¿verdad, Kaya?
- Resumen:
- Dirigirse hacia Kaya e Ino y luego saludar.
Ivan Markov
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Contuvo su furia y el dolor al escuchar la voz de Brianna en cada corte. Una parte de él chillaba de dolor en su interior cada vez que escuchaba eso, pero sabía que era una ilusión, un truco. No podía dejar que la usasen como un arma contra él. Observó la paja entrelazándose, observando que no solo no se había congelado, sino que había sagrado. ¿Qué estaba ocurriendo allí? Paja que sangraba pero no se congelaba, recuerdos y voces de Brianna, capacidad para hipnotizar a gente de voluntad menor... estaba claro que algo fallaba allí. ¿Podía fiarse de sus sentidos?[/i]
- Por ahora, será mejor no confiarse.
Sin apenas girarse mucho, hizo un par de gestos perezosos pero rápidos con Odenta, cortando las flechas de paja, mientras observaba la cúpula cónica tejiéndose sobre él. ¿Se creía que eso iba a ser suficiente? Pobre diablo. Los ronins y el otro albino ya no estaban por allí, así que podía ponerse algo más serio. Asumir, de momento, que todo aquello era falso no le iba a sacar de allí. Tenía que reunir otras pistas. De hecho era probable que todo aquello, exceptuando las voces, fuese bastante real. No parecía que aquella trampa fuese un problema serio para él.
- Mira, te voy a dar una última oportunidad para dejar de ser un idiota, pedirme perdón y decirme quién eres, quién te da órdenes y qué estás haciendo aquí.
No esperaba una respuesta, pero aunque la tuviese, su reacción no variaría demasiado. Aquel... ser, había jugado con su mente e intentado usar el recuerdo de Brianna contra él. Debía morir. Le dejaría terminar de explicarse si lo hacía, y tras eso o si no contestaba algo satisfactorio, movería velozmente a Odenta lanzando una sucesión de cortes con intención de despedazarlo y reducirlo a cachitos. Una vez acabado, si veía un cuerpo humano en el interior o algo que se le pareciera, se alimentaría para buscar sus recuerdos en su sangre. Tras eso volvería a alzar el vuelo en busca de Kaya e Inosuke.
- Por ahora, será mejor no confiarse.
Sin apenas girarse mucho, hizo un par de gestos perezosos pero rápidos con Odenta, cortando las flechas de paja, mientras observaba la cúpula cónica tejiéndose sobre él. ¿Se creía que eso iba a ser suficiente? Pobre diablo. Los ronins y el otro albino ya no estaban por allí, así que podía ponerse algo más serio. Asumir, de momento, que todo aquello era falso no le iba a sacar de allí. Tenía que reunir otras pistas. De hecho era probable que todo aquello, exceptuando las voces, fuese bastante real. No parecía que aquella trampa fuese un problema serio para él.
- Mira, te voy a dar una última oportunidad para dejar de ser un idiota, pedirme perdón y decirme quién eres, quién te da órdenes y qué estás haciendo aquí.
No esperaba una respuesta, pero aunque la tuviese, su reacción no variaría demasiado. Aquel... ser, había jugado con su mente e intentado usar el recuerdo de Brianna contra él. Debía morir. Le dejaría terminar de explicarse si lo hacía, y tras eso o si no contestaba algo satisfactorio, movería velozmente a Odenta lanzando una sucesión de cortes con intención de despedazarlo y reducirlo a cachitos. Una vez acabado, si veía un cuerpo humano en el interior o algo que se le pareciera, se alimentaría para buscar sus recuerdos en su sangre. Tras eso volvería a alzar el vuelo en busca de Kaya e Inosuke.
- resumen:
- Reflexiono, me defiendo de las flechas y le hago una pregunta. Luego paso a ejecutar el protocolo "meto cuchillo, saco tripas." Si todo sale a pedir de Ivan, bebo de él y me largo.
Inosuke Dru-zan
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Lo estaba logrando. Intercambiamos ataques en un choque brutal, Ino contra Ino, hasta que un roca cayó del cielo llevándose por delante a la Maldición. Salí despedido por la onda expansiva de la colisión, y cuando me puse en pie, pude observar la destrucción provocada por el impacto. ¿Habían sido los dioses? Estaban siendo generosos aquel día. Demasiado generosos.
Me acerco al nuevo cráter sorteando el escabroso terreno hasta llegar al borde del abismo. Está tan oscuro que no distingo nada. Si la Maldición se encontraba allí abajo, probablemente no la volviera a ver. Qué suerte tuve de que no me cayera a mí. ¡Benditos dioses!
Me siento al lado del profundo agujero para examinar el corte que había recibido. No parecía demasiado grave. Solo necesitaba un poco de barro y estaría como nuevo, así que me fui a buscar lo que necesitaba por los alrededores. Cuando terminé, me acordé de Cazapeces, quien había puesto a salvo a Kaya. Grité en la soledad de la oscuridad hasta que la pterodáctil llegó a mí, posándose en mi hombro.
—¿Dónde estar Kayaya?
La mascota me picoteó la cabeza de jabalí, chilló sacando la lengua, y apuntó con el pico al cráter provocado por la roca divina. «No, no poder ser...» pensé mientras se me pasaba por la cabeza la peor de las situaciones. Si era así... los dioses no estarían muy contentos. Volví junto al hoyo negro para encontrarme la figura de mi compañera sin parche saliendo del boquete.
—¡Yo seguir vivo pero no gracias a tú! —grito molesto— ¿Por qué hacer? Yo decir no interrumpir, esto ser misión sagrada de mí. Dioses molestar, consecuencias ser malas. —Me llevo una mano a la frente—. Esto no poder ser verdad. En fin, mejor irnos a río de donde salir pez que atrapar Cazapeces para quitar manchas negras y deshacer maldición. Yo no querer ver más Inos negros y enormes que querer matar a mí. O peor, una Kayaya enorme y negra que querer matar a mí. Ya bastar con haber una Kaya loca.
Caminé molesto el camino hacia el río, con Cazapeces indicando la dirección desde el aire. Antes no había tardado nada en ir hasta allí y atrapar el pez que la Maldición había usado como arma, así que no tardaría demasiado. Además, aparte de quitarme las manchas negras con un baño relajante, el agua fresca me serviría para limpiar la herida y habría barro más fresco y quizás arbustos con plantas medicinales para hacer una cataplasma más decente. O no. A lo mejor nos ocurría una desgracia porque Kaya no respetaba a mis dioses.
— Gulk ma´hm hye tiuk —pregonaba de vez en cuando durante el trayecto. Significaba «Oh, dioses, perdonar a pecadora porque no saber interpretar señales de vosotros y hacer tonterías», o algo así—. Gulk ma´hm hye tiuk
Me acerco al nuevo cráter sorteando el escabroso terreno hasta llegar al borde del abismo. Está tan oscuro que no distingo nada. Si la Maldición se encontraba allí abajo, probablemente no la volviera a ver. Qué suerte tuve de que no me cayera a mí. ¡Benditos dioses!
Me siento al lado del profundo agujero para examinar el corte que había recibido. No parecía demasiado grave. Solo necesitaba un poco de barro y estaría como nuevo, así que me fui a buscar lo que necesitaba por los alrededores. Cuando terminé, me acordé de Cazapeces, quien había puesto a salvo a Kaya. Grité en la soledad de la oscuridad hasta que la pterodáctil llegó a mí, posándose en mi hombro.
—¿Dónde estar Kayaya?
La mascota me picoteó la cabeza de jabalí, chilló sacando la lengua, y apuntó con el pico al cráter provocado por la roca divina. «No, no poder ser...» pensé mientras se me pasaba por la cabeza la peor de las situaciones. Si era así... los dioses no estarían muy contentos. Volví junto al hoyo negro para encontrarme la figura de mi compañera sin parche saliendo del boquete.
—¡Yo seguir vivo pero no gracias a tú! —grito molesto— ¿Por qué hacer? Yo decir no interrumpir, esto ser misión sagrada de mí. Dioses molestar, consecuencias ser malas. —Me llevo una mano a la frente—. Esto no poder ser verdad. En fin, mejor irnos a río de donde salir pez que atrapar Cazapeces para quitar manchas negras y deshacer maldición. Yo no querer ver más Inos negros y enormes que querer matar a mí. O peor, una Kayaya enorme y negra que querer matar a mí. Ya bastar con haber una Kaya loca.
Caminé molesto el camino hacia el río, con Cazapeces indicando la dirección desde el aire. Antes no había tardado nada en ir hasta allí y atrapar el pez que la Maldición había usado como arma, así que no tardaría demasiado. Además, aparte de quitarme las manchas negras con un baño relajante, el agua fresca me serviría para limpiar la herida y habría barro más fresco y quizás arbustos con plantas medicinales para hacer una cataplasma más decente. O no. A lo mejor nos ocurría una desgracia porque Kaya no respetaba a mis dioses.
— Gulk ma´hm hye tiuk —pregonaba de vez en cuando durante el trayecto. Significaba «Oh, dioses, perdonar a pecadora porque no saber interpretar señales de vosotros y hacer tonterías», o algo así—. Gulk ma´hm hye tiuk
- Resumen:
- Intentar atender sus heridas, enfadarse con Kaya y dirigirse al río a lavarse.
Aki D. Arlia
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Tenía que admitirlo, ver a alguien pidiéndole ayuda por su nombre le daba muchísima ternura, incluso si era una niña a la que acababa de conocer. Volvió a pescarla en brazos antes de que escapara, asegurándole que todo estaba bien.
Por suerte, en cuanto le explicó quién era el extraño pájaro llameante pareció calmarse. No solo eso, sino que enseguida llegaron mas buenas noticias. Prometeo no venía solo y Hitomi no tardó en reconocer a los dos hombres que le acompañaban. Sus nombres a Aki no le sonaban de nada, pero lógicamente tampoco iba a llevarle la contraria a la niña. Lo que sí le extrañaba un poco más era el lenguaje que habían utilizado. ¿Sombras? ¿Estaban vivos o no? Hablaban del eco de Yoshio, en lugar de utilizar su nombre a secas, y la pirata empezó a pensar que no estaba tan vivo como sería deseable. Sin embargo Hitomi ni se inmutó con ello, estaba vivo y para ella eso era suficiente. Normal, por otra parte.
Les pidió a los espadachines que defendieran Udon. No fueron los únicos en quedarse, ya que Shinobu decidió unirse a ellos. En parte le aliviaba, porque aunque hubiera visto y hecho cosas peores era consciente de que evitar que masacrasen a un puñado de poblados porque sí era algo bueno. Y aunque no sabía qué opinar de las sombras, se fiaba de la chica. Antes de separarse, le dedicó una sonrisa y le escribió en un papelito su número de den den mushi. Algo le decía que era posible que no supiera cómo utilizarlo, pero fijo que antes o después encontraba a quién le enseñase. Mejor que ya lo tuviera para aquella.
-Ten. Si en algún momento necesitas ayuda, puedes llamarme sin importar que sea día o noche. Puede que dependiendo del día tarde un poco, pero acudiré sin dudarlo. Mucha suerte. Una vez Hitomi esté a salvo, intentaré volver y colaborar.
Lo decía en serio, pero también sabía que era posible que la interrumpiesen por el camino y no quería prometer algo que quizá no pudiera cumplir. En cualquier caso, era hora de marchar y no vaciló en alzar el vuelo.
Esta vez les guiaría Prometeo. Esperaba que Yoshio estuviera más vivo de lo que se temía y que fuera sencillo llegar hasta él. Luego solo tendrían que dejarlos a ambos con la guardia de la pequeña y, en principio, su trabajo allí habría terminado.
-Y… cuéntame, ¿cómo has acabado tú por aquí?.- Le preguntó a Prometeo con una pequeña sonrisa. No sabía exactamente dónde esperaba encontrárselo, pero si alguien le hubiera preguntado desde luego no habría dicho Wano. Y menos en guerra, aunque quizá eso tenía más sentido siendo el un revolucionario. En cualquier caso, había aparecido en el momento justo y… eso siempre se agradecía.
Por suerte, en cuanto le explicó quién era el extraño pájaro llameante pareció calmarse. No solo eso, sino que enseguida llegaron mas buenas noticias. Prometeo no venía solo y Hitomi no tardó en reconocer a los dos hombres que le acompañaban. Sus nombres a Aki no le sonaban de nada, pero lógicamente tampoco iba a llevarle la contraria a la niña. Lo que sí le extrañaba un poco más era el lenguaje que habían utilizado. ¿Sombras? ¿Estaban vivos o no? Hablaban del eco de Yoshio, en lugar de utilizar su nombre a secas, y la pirata empezó a pensar que no estaba tan vivo como sería deseable. Sin embargo Hitomi ni se inmutó con ello, estaba vivo y para ella eso era suficiente. Normal, por otra parte.
Les pidió a los espadachines que defendieran Udon. No fueron los únicos en quedarse, ya que Shinobu decidió unirse a ellos. En parte le aliviaba, porque aunque hubiera visto y hecho cosas peores era consciente de que evitar que masacrasen a un puñado de poblados porque sí era algo bueno. Y aunque no sabía qué opinar de las sombras, se fiaba de la chica. Antes de separarse, le dedicó una sonrisa y le escribió en un papelito su número de den den mushi. Algo le decía que era posible que no supiera cómo utilizarlo, pero fijo que antes o después encontraba a quién le enseñase. Mejor que ya lo tuviera para aquella.
-Ten. Si en algún momento necesitas ayuda, puedes llamarme sin importar que sea día o noche. Puede que dependiendo del día tarde un poco, pero acudiré sin dudarlo. Mucha suerte. Una vez Hitomi esté a salvo, intentaré volver y colaborar.
Lo decía en serio, pero también sabía que era posible que la interrumpiesen por el camino y no quería prometer algo que quizá no pudiera cumplir. En cualquier caso, era hora de marchar y no vaciló en alzar el vuelo.
Esta vez les guiaría Prometeo. Esperaba que Yoshio estuviera más vivo de lo que se temía y que fuera sencillo llegar hasta él. Luego solo tendrían que dejarlos a ambos con la guardia de la pequeña y, en principio, su trabajo allí habría terminado.
-Y… cuéntame, ¿cómo has acabado tú por aquí?.- Le preguntó a Prometeo con una pequeña sonrisa. No sabía exactamente dónde esperaba encontrárselo, pero si alguien le hubiera preguntado desde luego no habría dicho Wano. Y menos en guerra, aunque quizá eso tenía más sentido siendo el un revolucionario. En cualquier caso, había aparecido en el momento justo y… eso siempre se agradecía.
- resumen:
- Despedirme de Shinobu y seguir las indicaciones de prometeo
Shinobu Yamamoto
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Me despedí de Hitomi-chan, esperando lo mejor para ella y deseándole un buen futuro. Era una niña muy fuerte, mucho más de lo que yo a su edad. Una sonrisa de nostalgia se dibujó en mi rostro al recordar mis doce años. No era más que una jovencita intentando agradar al resto, pero aun así era feliz. Sin embargo, no era el momento para ponerme a recordar cosas del pasado, no cuando había inocentes sufriendo por culpa de una guerra sin sentido. Por orden de Hitomi-chan, los hombres que acompañaban al colibrí en llamas se quedaron conmigo. Me fijé en las esmeraldas que llevaba el arquero, preguntándome qué hacía un samurái de la alta nobleza en un sitio como aquel.
—Saludos, nobles samuráis. Soy Shinobu y espero contar con su ayuda —me presenté, haciendo una leve reverencia para mostrar mis respetos.
Tras saludar a mis compañeros comencé a avanzar hacia el pueblo de manera sigilosa, casi como si me estuviera arrastrando por el suelo. Esperaba que los samuráis hicieran lo mismo puesto que, si bien estábamos en una importante desventaja numérica, contábamos con el factor sorpresa. Observé el panorama y mi corazón dio un vuelco al mismo tiempo que mi rostro expresaba la más pura furia. ¡¿Qué estaban haciendo esos desgraciados?! ¡¿Cómo podían ser tan crueles como para matar a niños inocentes?! ¡Eran niños! Por ningún motivo iba a permitir que siguiera esa masacre, pero tampoco me lanzaría sin ningún plan: si yo moría no podría salvar ninguna vida.
—Llamaré la atención de los soldados y entonces provocaré el caos en el pueblo para impedir que el enemigo se reagrupe, de lo contrario, estaremos en graves problemas por la diferencia de números —les dije a los samuráis con la sangre hirviendo, denostando un profundo resentimiento hacia los asesinos—. ¿Puedes cubrirme la espalda con tu arco, por favor? Desde lo alto de los tejados tendrás una gran perspectiva, aunque los civiles son nuestra prioridad. Si se te presenta la oportunidad de salvarme a mí o a un niño, elígelo a él, por favor… —le pedí al samurái del arco lo más amable que pude—. Luego de llamar la atención del enemigo será tu momento —le dije al hombre de los ropajes oscuros—. Estarán atentos a mis movimientos y tendrás una gran oportunidad para atacar.
Esperaba que mis compañeros de armas se mostraran de acuerdo con mi plan, aunque, si tenían una idea mejor, la escucharía. De no ser así iría por los asesinos. ¿Serían los enemigos de Hitomi-chan? ¿Acaso mataban niños sólo por si con ellos caía la esperanza de este país? ¡No lo permitiría! ¡De ninguna manera lo permitiría! Aguardaría a que el samurái del arco encontrase una buena posición y entonces abandonaría mi escondite para echar a correr con lanza en mano.
Detestaba depender del poder de Shuten Douji, pero por mí misma carecía de la fuerza para salvar a esa gente. Y prefería condenar mi alma a dejar morir a un niño. Así que, en mitad de la carrera, dejaría que el oscuro poder del oni más poderoso en la historia de Fuji fluyese por mis venas. Los cuernos de mi cabeza crecerían tanto que podrían atravesar el corazón de un hombre con suma facilidad. Un tercer ojo crecería en mi frente y un horripilante rostro con una boca poblada de afilados colmillos reemplazaría mis rasgos humanos. Mi piel se tornaría tan roja como la sangre y mi cabello parecería flotar sin hacer caso a la voluntad de los dioses. Crecería hasta ser más alta que las mismas casas del pueblo y entonces, una vez completamente transformada, rugiría para llamar la atención de los asesinos.
Una vez estuviera en la distancia apropiada, intentaría apresar en mi mano izquierda al hombre que tenía la intención de quitarle el bebé a la mujer y, en caso de conseguirlo, lo lanzaría con fuerza desmedida hacia los otros dos asesinos. Acto seguido, rugiría con la ira de un trueno para llamar la atención de los soldados restantes. Posaría la mirada sobre los hombres de en frente y volvería a arremeter contra ellos, haciendo un barrido con mis garras de mi mano izquierda con el propósito de cortar sus cuerpos.
—Saludos, nobles samuráis. Soy Shinobu y espero contar con su ayuda —me presenté, haciendo una leve reverencia para mostrar mis respetos.
Tras saludar a mis compañeros comencé a avanzar hacia el pueblo de manera sigilosa, casi como si me estuviera arrastrando por el suelo. Esperaba que los samuráis hicieran lo mismo puesto que, si bien estábamos en una importante desventaja numérica, contábamos con el factor sorpresa. Observé el panorama y mi corazón dio un vuelco al mismo tiempo que mi rostro expresaba la más pura furia. ¡¿Qué estaban haciendo esos desgraciados?! ¡¿Cómo podían ser tan crueles como para matar a niños inocentes?! ¡Eran niños! Por ningún motivo iba a permitir que siguiera esa masacre, pero tampoco me lanzaría sin ningún plan: si yo moría no podría salvar ninguna vida.
—Llamaré la atención de los soldados y entonces provocaré el caos en el pueblo para impedir que el enemigo se reagrupe, de lo contrario, estaremos en graves problemas por la diferencia de números —les dije a los samuráis con la sangre hirviendo, denostando un profundo resentimiento hacia los asesinos—. ¿Puedes cubrirme la espalda con tu arco, por favor? Desde lo alto de los tejados tendrás una gran perspectiva, aunque los civiles son nuestra prioridad. Si se te presenta la oportunidad de salvarme a mí o a un niño, elígelo a él, por favor… —le pedí al samurái del arco lo más amable que pude—. Luego de llamar la atención del enemigo será tu momento —le dije al hombre de los ropajes oscuros—. Estarán atentos a mis movimientos y tendrás una gran oportunidad para atacar.
Esperaba que mis compañeros de armas se mostraran de acuerdo con mi plan, aunque, si tenían una idea mejor, la escucharía. De no ser así iría por los asesinos. ¿Serían los enemigos de Hitomi-chan? ¿Acaso mataban niños sólo por si con ellos caía la esperanza de este país? ¡No lo permitiría! ¡De ninguna manera lo permitiría! Aguardaría a que el samurái del arco encontrase una buena posición y entonces abandonaría mi escondite para echar a correr con lanza en mano.
Detestaba depender del poder de Shuten Douji, pero por mí misma carecía de la fuerza para salvar a esa gente. Y prefería condenar mi alma a dejar morir a un niño. Así que, en mitad de la carrera, dejaría que el oscuro poder del oni más poderoso en la historia de Fuji fluyese por mis venas. Los cuernos de mi cabeza crecerían tanto que podrían atravesar el corazón de un hombre con suma facilidad. Un tercer ojo crecería en mi frente y un horripilante rostro con una boca poblada de afilados colmillos reemplazaría mis rasgos humanos. Mi piel se tornaría tan roja como la sangre y mi cabello parecería flotar sin hacer caso a la voluntad de los dioses. Crecería hasta ser más alta que las mismas casas del pueblo y entonces, una vez completamente transformada, rugiría para llamar la atención de los asesinos.
Una vez estuviera en la distancia apropiada, intentaría apresar en mi mano izquierda al hombre que tenía la intención de quitarle el bebé a la mujer y, en caso de conseguirlo, lo lanzaría con fuerza desmedida hacia los otros dos asesinos. Acto seguido, rugiría con la ira de un trueno para llamar la atención de los soldados restantes. Posaría la mirada sobre los hombres de en frente y volvería a arremeter contra ellos, haciendo un barrido con mis garras de mi mano izquierda con el propósito de cortar sus cuerpos.
- Resumen:
- Despedirse, preparar un plan y arremeter contra los soldados transformada en oni.
Alexandra Holmes
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Pues vale, todo era culpa de una tal Penny que estaba en Itadakimas, al norte de donde estaban ahora. Se grabó en la mente lo que decía, que habían capturado a cientos, y pasó a centrar su atención en su capitana, que quería moverse cuanto antes para ir a por Julius. Suspiró. Lo de experimentar con gente... no era algo que le desagradara, pero ahora mismo no tenía dónde meter a toda esa gentuza. Soltó al saqueador.
—Pero solo por esta vez. Ahora largo, coño —diría, para luego dirigirse hacia Katharina mientras guardaba su aguja de hueso restante. Aprovechó su oferta para subirse a su espalda y así podrían ir hacia... ¿hacia dónde? Cuando su capitana finalmente se detuvo, se encontraron con Kaya e Ino en una especie de gag de comedia de matrimonios que van mal.
—Entonces... ¿ya os habéis cepillado a Zane o qué? Joder, no habéis dejado ni las tripas, qué salvajes que sois —dijo, admirando honestamente el desastre que había ahí organizado.
La escena era bastante... ¿qué era todo eso negro? ¿qué hacían lavándose en un río ahí a la vista de todos? Y más importante, ¿no habían dicho en su llamada que iban a deshacerse del Yonkō Zane? ¿todo eso estaba así por eso? Guao. No sabía que ese Yonkō tenía la sangre negra. Espera, se parecía mucho a la mancha de Ino de antes.
Ah, pues igual no se lo habían cargado...
—¿Dónde nos dirigimos ahora? Los pardillos de antes dijeron algo de cientos capturados en Itadakimas —preguntó. La prioridad era Julius, así que probablemente acabaran dejando a su suerte a la gente de allí.
¿Ella? Ya se había cargado a alguien. Si Blackhole preguntaba podría decir que había matado piratas sin estar mintiendo.
—Pero solo por esta vez. Ahora largo, coño —diría, para luego dirigirse hacia Katharina mientras guardaba su aguja de hueso restante. Aprovechó su oferta para subirse a su espalda y así podrían ir hacia... ¿hacia dónde? Cuando su capitana finalmente se detuvo, se encontraron con Kaya e Ino en una especie de gag de comedia de matrimonios que van mal.
—Entonces... ¿ya os habéis cepillado a Zane o qué? Joder, no habéis dejado ni las tripas, qué salvajes que sois —dijo, admirando honestamente el desastre que había ahí organizado.
La escena era bastante... ¿qué era todo eso negro? ¿qué hacían lavándose en un río ahí a la vista de todos? Y más importante, ¿no habían dicho en su llamada que iban a deshacerse del Yonkō Zane? ¿todo eso estaba así por eso? Guao. No sabía que ese Yonkō tenía la sangre negra. Espera, se parecía mucho a la mancha de Ino de antes.
Ah, pues igual no se lo habían cargado...
—¿Dónde nos dirigimos ahora? Los pardillos de antes dijeron algo de cientos capturados en Itadakimas —preguntó. La prioridad era Julius, así que probablemente acabaran dejando a su suerte a la gente de allí.
¿Ella? Ya se había cargado a alguien. Si Blackhole preguntaba podría decir que había matado piratas sin estar mintiendo.
- resumen:
Se va con Katha y dice Cosas
Prometeo
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Sonrió aliviado cuando escuchó el nombre de la niña: estaba viva. Eso debía alegrar a los samuráis de Hakumai. Tanto el comandante Sumisu como el propio señor Masahisa se habían mostrado contrarios a tener esperanza de que la chica estuviera viva; seguramente de ahora en adelante serían más optimistas frente a la vida. Por otra parte, el revolucionario contempló el desolador panorama que vivía el pueblo. Quería ayudar, pero también sentía la necesidad de proteger a Hitomi-sama de los peligros del porvenir. Así que, tras despedirse de los samuráis, volvió a transformarse en un fénix y nuevamente surcó los cielos.
—Nos separamos en Hakumai, Hitomi-sama. En una taberna, para ser más exactos. —No tenía idea de qué significaba el “sama”, pero como todo el mundo le llamaba así no iba a ser él el aguafiestas—. ¿Cómo he acabado aquí…? En principio vine para conocer a la esposa del comandante Makintosh, pero nos separamos nada más llegar a la costa. Desde entonces he estado ayudando en lo que he podido —respondió, manteniendo el vuelo cerca de la señorita Lysbeth—. Oh, no he sabido nada de Gabi. Lo siento…
Continuó volando, preocupado. ¿Estaba bien dejar que una jovencita se ocupara del pueblo? Parecía determinada, pero no demasiado fuerte. ¿Y por qué tenía cuernos? Hasta ahora no había conocido a ningún humano que los tuviera. Por otra parte, había visto pelear a la señorita Lysbeth y era imposible dudar de su fuerza. No tenía idea de qué hacía en Wano, pero era reconfortante encontrarse con alguien tan amable. Además, se había ocupado de Hitomi-sama durante quién sabe cuánto tiempo, seguro que podía confiársela hasta que se reuniese con el señor Masahisa.
—Yo… Lo siento, pero debo regresar al pueblo. Hemos sobrevolado la zona y ellos tres no podrán contra tantos soldados —dijo entonces tras detenerse de golpe—. Señorita Lysbeth, si no encuentra al señor Masahisa en la taberna del pueblo, seguramente lo encontrará en las cercanías del castillo: desea recuperarlo. Como revolucionario no puedo desatenderme del dolor de la gente. De verdad, lo siento —agregó al último.
Prometeo giró y voló a toda velocidad en dirección al pueblo. Esperaba que estuvieran bien, o al menos lo suficiente como para sanarles luego. Además, si las cosas se complicaban, podría sacarlos volando de allí.
—Nos separamos en Hakumai, Hitomi-sama. En una taberna, para ser más exactos. —No tenía idea de qué significaba el “sama”, pero como todo el mundo le llamaba así no iba a ser él el aguafiestas—. ¿Cómo he acabado aquí…? En principio vine para conocer a la esposa del comandante Makintosh, pero nos separamos nada más llegar a la costa. Desde entonces he estado ayudando en lo que he podido —respondió, manteniendo el vuelo cerca de la señorita Lysbeth—. Oh, no he sabido nada de Gabi. Lo siento…
Continuó volando, preocupado. ¿Estaba bien dejar que una jovencita se ocupara del pueblo? Parecía determinada, pero no demasiado fuerte. ¿Y por qué tenía cuernos? Hasta ahora no había conocido a ningún humano que los tuviera. Por otra parte, había visto pelear a la señorita Lysbeth y era imposible dudar de su fuerza. No tenía idea de qué hacía en Wano, pero era reconfortante encontrarse con alguien tan amable. Además, se había ocupado de Hitomi-sama durante quién sabe cuánto tiempo, seguro que podía confiársela hasta que se reuniese con el señor Masahisa.
—Yo… Lo siento, pero debo regresar al pueblo. Hemos sobrevolado la zona y ellos tres no podrán contra tantos soldados —dijo entonces tras detenerse de golpe—. Señorita Lysbeth, si no encuentra al señor Masahisa en la taberna del pueblo, seguramente lo encontrará en las cercanías del castillo: desea recuperarlo. Como revolucionario no puedo desatenderme del dolor de la gente. De verdad, lo siento —agregó al último.
Prometeo giró y voló a toda velocidad en dirección al pueblo. Esperaba que estuvieran bien, o al menos lo suficiente como para sanarles luego. Además, si las cosas se complicaban, podría sacarlos volando de allí.
- Resumen:
- Disculparse y regresar al pueblo para ayudar a los samuráis y a la niña de los cuernos. ¡Jiro inkomin!
Gareth Silverwing
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- En efecto... - Dije pateando un pedrusco del suelo. - Este sitio parece abandonado, o es la mejor emboscada del siglo. Es como si lo hubieran dejado todo de forma apresurada. - Subí a uno de los puestos de vigilancia para comprobar que, tal y como estábamos viendo, todos los presos y las medidas de seguridad se habían desvanecido.
Pero había algo que me mosqueaba. Una cantidad tan grande de personas, no sólo los prisioneros, sino el personal de la mina, los encargados de seguridad y las tropas apostadas... eran demasiados para salir de aquí de manera discreta. Los exploradores habían reportado que este lugar estaba lleno hasta hace poco, la salida de esa cantidad de personas debería haber llamado la atención de alguien, incluso dejar rastro. Pero no había nada. Cada vez la teoría del salvoconducto subterráneo cobraba más fuerza, pero este sitio era enorme y cuatro personas no eran suficientes como para explorarlo todo... Cuatro personas normales, por supuesto. Me detuve unos minutos y pensé desde lo alto las posibilidades que había y si esto había sido un error. No, incluso si no había nada, el hecho de que nos desviásemos debería haber llamado la atención del enemigo, y uno de los fallos de alguien capaz de manejar una guerra de este calibre es que siempre sobreestima la capacidad estratégica del enemigo. Bajé con mis compañeros y me reuní con ellos tras pensar en un plan.
- Vale, creo que sé lo que hacer. Galhard, como parece que se han ido de forma apresurada necesito que busques en puestos de vigilancia y control pistas sobre su situación, seguro que han dejado algo. Al, Jack, dado que vuestras habilidades desafían las leyes de conservación de la masa, cread una película fina de todo el material que podáis generar y extendedlo por todos los rincones que podáis, todos los pasillos, cuevas, salas, necesito que me indiquéis la dirección en la que encontréis menos resistencia, si es en la dirección de la capital mejor, significará que hay un pasadizo. Yo sobrevolaré el perímetro y buscaré indicios de que un gran número de personas han salido por la superficie. - Si no encontraba indicios significaba que habían usado los túneles, había hecho una estimación del número de personas necesarias para hacer funcionar esta mina, era imposible que no dejaran rastro. Activé el 0 Raiser y me puse a sobrevolar el perímetro a altura baja buscando rastros.
Pero había algo que me mosqueaba. Una cantidad tan grande de personas, no sólo los prisioneros, sino el personal de la mina, los encargados de seguridad y las tropas apostadas... eran demasiados para salir de aquí de manera discreta. Los exploradores habían reportado que este lugar estaba lleno hasta hace poco, la salida de esa cantidad de personas debería haber llamado la atención de alguien, incluso dejar rastro. Pero no había nada. Cada vez la teoría del salvoconducto subterráneo cobraba más fuerza, pero este sitio era enorme y cuatro personas no eran suficientes como para explorarlo todo... Cuatro personas normales, por supuesto. Me detuve unos minutos y pensé desde lo alto las posibilidades que había y si esto había sido un error. No, incluso si no había nada, el hecho de que nos desviásemos debería haber llamado la atención del enemigo, y uno de los fallos de alguien capaz de manejar una guerra de este calibre es que siempre sobreestima la capacidad estratégica del enemigo. Bajé con mis compañeros y me reuní con ellos tras pensar en un plan.
- Vale, creo que sé lo que hacer. Galhard, como parece que se han ido de forma apresurada necesito que busques en puestos de vigilancia y control pistas sobre su situación, seguro que han dejado algo. Al, Jack, dado que vuestras habilidades desafían las leyes de conservación de la masa, cread una película fina de todo el material que podáis generar y extendedlo por todos los rincones que podáis, todos los pasillos, cuevas, salas, necesito que me indiquéis la dirección en la que encontréis menos resistencia, si es en la dirección de la capital mejor, significará que hay un pasadizo. Yo sobrevolaré el perímetro y buscaré indicios de que un gran número de personas han salido por la superficie. - Si no encontraba indicios significaba que habían usado los túneles, había hecho una estimación del número de personas necesarias para hacer funcionar esta mina, era imposible que no dejaran rastro. Activé el 0 Raiser y me puse a sobrevolar el perímetro a altura baja buscando rastros.
- Resumen:
- Pensar en un plan, comunicar el plan, sobrevolar el perímetro para buscar rastros de que un gran número de personas que hayan salido de aquí.
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