Se veía venir de lejos. Estaba claro que en algún momento iban a tener que lloverle golpes y, a decir verdad, se sentía agradecido de que fuese de forma verbal y no física. No tenía tiempo de luchar por su vida y su integridad física en contra de un Emperador del Mar y su tripulación. Aun así, y por mucho que le pesase, debía reconocer que Berthil tenía toda la razón. Su puño arrebató un lamento al aire al cerrarse, pero el rubio no necesitaba de aquel gesto para entender que el señor de Wano estaba haciendo un esfuerzo para sumar un nuevo conflicto a los males que asolaban Wano. ¿Qué ocurriría con la isla si dos Yonkous iniciaban una guerra en ella? No, si él cedía, lo justo era que Therax respondiese del mismo modo.
En primer lugar transmitió una por una las palabras que el pelirrojo le había pedido que llevase hasta Berthil y, a continuación, continuó hablando en su propio nombre:
—Venimos a enmendar el error Berthil. Si bien no somos los únicos culpables de todo lo que está sucediendo en Wano, está claro que la mayor parte de la destrucción de Kuri está directamente relacionada con nosotros y los prisioneros que dejamos atrás antes de irnos. Zane está hoy entre nosotros para proponerte una alianza que permita expulsar de Wano a esa merluza, la Marina y cualquiera que haya puesto un pie en la isla sin pedir permiso... O poniéndolo.
Hizo una pausa valorar el semblante de su interlocutor. Era evidente que habían dejado muchos criminales potencialmente peligrosos a sus espaldas antes de dejar Wano, pero no eran suficientes en número ni en poder como para poner la isla en pie de guerra y al mismísimo Berthil entre la espada y la pared. Allí debía haber más, mucho más; factores cruciales que se les escapaban y que completaban el puzle.
—Zane no está aquí porque se detuvo a medio camino para ayudar a Kanima —dijo, lanzándole el Den Den Mushi—. Puedes comprobarlo si quieres. Mientras tanto, podríamos ir adelantando trabajo si me cuentas la situación actual, dónde tienes menos presencia y dónde necesitas refuerzos.
Era un ofrecimiento, no una orden, pues el Emperador del Mar tenía todo el derecho a manifestar su enojo hacia lo sucedido y su reticencia a confiar de nuevo en ellos... Aunque, ¿tenía muchas más opciones?
En primer lugar transmitió una por una las palabras que el pelirrojo le había pedido que llevase hasta Berthil y, a continuación, continuó hablando en su propio nombre:
—Venimos a enmendar el error Berthil. Si bien no somos los únicos culpables de todo lo que está sucediendo en Wano, está claro que la mayor parte de la destrucción de Kuri está directamente relacionada con nosotros y los prisioneros que dejamos atrás antes de irnos. Zane está hoy entre nosotros para proponerte una alianza que permita expulsar de Wano a esa merluza, la Marina y cualquiera que haya puesto un pie en la isla sin pedir permiso... O poniéndolo.
Hizo una pausa valorar el semblante de su interlocutor. Era evidente que habían dejado muchos criminales potencialmente peligrosos a sus espaldas antes de dejar Wano, pero no eran suficientes en número ni en poder como para poner la isla en pie de guerra y al mismísimo Berthil entre la espada y la pared. Allí debía haber más, mucho más; factores cruciales que se les escapaban y que completaban el puzle.
—Zane no está aquí porque se detuvo a medio camino para ayudar a Kanima —dijo, lanzándole el Den Den Mushi—. Puedes comprobarlo si quieres. Mientras tanto, podríamos ir adelantando trabajo si me cuentas la situación actual, dónde tienes menos presencia y dónde necesitas refuerzos.
Era un ofrecimiento, no una orden, pues el Emperador del Mar tenía todo el derecho a manifestar su enojo hacia lo sucedido y su reticencia a confiar de nuevo en ellos... Aunque, ¿tenía muchas más opciones?
- Resumen:
- Aguantar el chaparrón de Berthil, presentarnos como aliados y ofrecer una alianza en nombre de Zane. ¡Ah!, y darle el Den Den Mushi para que hable personalmente con él.
Alexandra Holmes
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Ninguno de los cadáveres se movía y, ahora que los miraba mejor, no había motivo para temer un ataque zombie. El motivo era más que evidente, aunque algunos sí habían sido decapitados, la enorme mayoría, por no decir todos, habían sido calcinados. Por supuesto, sus llamadas a supervivientes fueron en vano por lo que, aparentemente, no había sobrevivido nadie.
—No tengo las dotes de medicina de Ino, pero creo que puedo asegurar que murieron por fuego. Tanto fuego que haría que nuestro vampiro favorito se cagara de miedo, si hasta la sangre se ha resecado por el calor de las llamas. Y si no ha sido fuego ha sido una fuente de calor tan intensa como un incendio —explicó su pequeña e improvisada autopsia. No habló de las decapitaciones porque... bueno, era evidente que si perdías la cabeza morías.
Había veces que lo olvidaba. Su capitana no dejaba de ser una señorita recién salida de la adolescencia. Ya conocía la mala baba de Kaya de la carrera, donde llegó al extremo de huir hacia delante "secuestrando" a Sif mediante engaños y poniéndolo a fregar. No le extrañaba tanto que hiciera eso, pero sí le sorprendía que hubiera puesto tanto esfuerzo, parecía tan... tan vaga.
—Hm, no he leído aún los trabajos de la banda. Ya sabía que Kaya tenía mala baba, pero eso es esforzarse muchísimo, pensaba que era bastante más vaga. Espero que ahora enfoque ese esfuerzo en mantener a Ino vivo —en parte era de admirar, incluso Katharina tenía que admitir que había que tener una perseverancia y tesón fuera de lo normal para redactar todo un trabajo histórico centrado en si su capitana es o no imbécil.
¿Hm? La jefa había encontrado una trampilla que llevaba a... ¿un túnel? Bajó junto a la pirata, cerrando la trampilla tras ella y... bueno, no había casi luz. Sin embargo, Katha sí que podía ver bien allí. Y aunque escuchaba sus explicaciones con interés, realmente estaba utilizando su voz para saber por dónde andaba y no comerse ninguna pared. El eco que formaba la voz de Katharina de repente se hizo más amplio, estaban en un sitio grande. No había demasiada luz, pero sí podía distinguir una bóveda. Además, tenía varias salidas.
—Estoy de acuerdo, cualquier cosa que podamos averiguar podría ser útil, de una forma o de otra —dijo, una vez llegaron a la gran bóveda. Allí podía escuchar el fluir del agua, ¿sería un sistema de alcantarillado? era posible, pero no parecía que el olor se correspondiera. Además, no habían visto ninguna clase de tapas en todo el camino. ¿Un acueducto? eso no explicaba la bóveda. ¿Sería una especie de refugio?
—¿Crees que será algún túnel de evacuación? Algo para usar en caso de un asalto como el que sufrieron —propuso lo que pensó que era la opción más lógica. En cualquier caso, un túnel siempre tenía la misma pregunta: ¿dónde llegaba? —. Bajan aquí, se reúnen, y se dispersan por los distintos túneles para ponerse a salvo. No me extrañaría si cada pasillo condujera a un pueblo distinto —expuso. ¿Qué podían hacer? Suponía que la idea de Katharina tenía algo que ver con los rastros que habían quedado allí.
Consiguió localizar... algo. Se acercó y encontró unas prendas.
—Katha, mira, hay ropa aquí. ¿Por qué se cambiaría nadie aquí? —después de las prendas se fijó en las huellas —. También hay huellas... puede que sea un superviviente del asalto intentando huir del pueblo, pero... ¿por dónde se ha ido? —dijo.
Ya no era solo por escaquearse un poco de la tarea, tenía cierta curiosidad por aquella construcción. Según su jefa era antigua y no coincidía con el estilo de Wano, conectaba con un pueblo como mínimo, tenía un nexo, agua, y además debía conectar con más lugares.
Para ella estaban tomando una buena decisión, la información y el conocimiento eran un poder igual o mayor al físico.
—No tengo las dotes de medicina de Ino, pero creo que puedo asegurar que murieron por fuego. Tanto fuego que haría que nuestro vampiro favorito se cagara de miedo, si hasta la sangre se ha resecado por el calor de las llamas. Y si no ha sido fuego ha sido una fuente de calor tan intensa como un incendio —explicó su pequeña e improvisada autopsia. No habló de las decapitaciones porque... bueno, era evidente que si perdías la cabeza morías.
Había veces que lo olvidaba. Su capitana no dejaba de ser una señorita recién salida de la adolescencia. Ya conocía la mala baba de Kaya de la carrera, donde llegó al extremo de huir hacia delante "secuestrando" a Sif mediante engaños y poniéndolo a fregar. No le extrañaba tanto que hiciera eso, pero sí le sorprendía que hubiera puesto tanto esfuerzo, parecía tan... tan vaga.
—Hm, no he leído aún los trabajos de la banda. Ya sabía que Kaya tenía mala baba, pero eso es esforzarse muchísimo, pensaba que era bastante más vaga. Espero que ahora enfoque ese esfuerzo en mantener a Ino vivo —en parte era de admirar, incluso Katharina tenía que admitir que había que tener una perseverancia y tesón fuera de lo normal para redactar todo un trabajo histórico centrado en si su capitana es o no imbécil.
¿Hm? La jefa había encontrado una trampilla que llevaba a... ¿un túnel? Bajó junto a la pirata, cerrando la trampilla tras ella y... bueno, no había casi luz. Sin embargo, Katha sí que podía ver bien allí. Y aunque escuchaba sus explicaciones con interés, realmente estaba utilizando su voz para saber por dónde andaba y no comerse ninguna pared. El eco que formaba la voz de Katharina de repente se hizo más amplio, estaban en un sitio grande. No había demasiada luz, pero sí podía distinguir una bóveda. Además, tenía varias salidas.
—Estoy de acuerdo, cualquier cosa que podamos averiguar podría ser útil, de una forma o de otra —dijo, una vez llegaron a la gran bóveda. Allí podía escuchar el fluir del agua, ¿sería un sistema de alcantarillado? era posible, pero no parecía que el olor se correspondiera. Además, no habían visto ninguna clase de tapas en todo el camino. ¿Un acueducto? eso no explicaba la bóveda. ¿Sería una especie de refugio?
—¿Crees que será algún túnel de evacuación? Algo para usar en caso de un asalto como el que sufrieron —propuso lo que pensó que era la opción más lógica. En cualquier caso, un túnel siempre tenía la misma pregunta: ¿dónde llegaba? —. Bajan aquí, se reúnen, y se dispersan por los distintos túneles para ponerse a salvo. No me extrañaría si cada pasillo condujera a un pueblo distinto —expuso. ¿Qué podían hacer? Suponía que la idea de Katharina tenía algo que ver con los rastros que habían quedado allí.
Consiguió localizar... algo. Se acercó y encontró unas prendas.
—Katha, mira, hay ropa aquí. ¿Por qué se cambiaría nadie aquí? —después de las prendas se fijó en las huellas —. También hay huellas... puede que sea un superviviente del asalto intentando huir del pueblo, pero... ¿por dónde se ha ido? —dijo.
Ya no era solo por escaquearse un poco de la tarea, tenía cierta curiosidad por aquella construcción. Según su jefa era antigua y no coincidía con el estilo de Wano, conectaba con un pueblo como mínimo, tenía un nexo, agua, y además debía conectar con más lugares.
Para ella estaban tomando una buena decisión, la información y el conocimiento eran un poder igual o mayor al físico.
- resumen:
Acepta bajar al túnel e investiga un poco la bóveda, la ropa, las huellas y se fija en los distintos pasillos del lugar.
Maki
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-Eso ni es paella ni es na' -dijo Barry el Arroces.
-Tiene buena pinta -afirmó Maki, sin saber bien qué era o no una paella-. ¿Tienes ketchup?
Maki ordenó a sus hombres preparar la comida. A cambio de la paella de aquella señora de larguísimo nombre ellos le enseñarían las delicias de la comida de campaña. Tenían un montón de raciones de combate deshidratadas que sabían a todo aquello que uno pudiera imaginarse: sal marina y pollo. Aunque se habían acabado las de pollo.
Mientras los revolucionarios acataban sus instrucciones, Maki cogió uno de los folletos sin que nadie le viera y le dio un bocado para ver si de verdad estaba tan bueno. A él no se lo pareció, pero tal vez le había tocado uno caducado. En cualquier caso, por fin, después de un largo viaje, podían relajarse y comer algo tranquilamente.
-Señor, deberíamos irnos -sugirió uno de los Centellas.
-¿Has dicho que eres una Makintosh? No sabía que hubiera más. Yo también soy un Makintosh. Augustus Willelmina Irwin Powerwalker Makintosh... esto... quinto. Vale, lo de Powerwalker me lo he inventado. Pero suena bien.
-¿Te llamas Willel...?
-¡Sí! -No quería que Héctor el Gordo terminase la pregunta que tantas veces le había hecho en su vida-. Mis padres creyeron que iba a ser niña y me llamaron así hasta los cuatro años, ¿vale? Es un nombre más varonil de lo que parece.
-Señor, la unidad del oficial Sumisu estará esperando a...
-No esperaba encontrar a una pariente aquí. Y menos con espada. -La familia Makintosh tenía un largo historial de accidentes con objetos cortantes, lo que llevó a la tatarabuela de Maki, Sheila Makintosh, cuyo nombre jamás cuadró con su edad, a prohibir las espadas a sus descendientes-. Siempre he querido ser un samurái. No debe ser muy distinto de ser caballero.
-Oficial, la misión...
El Oficial Makintosh cogió un caracol y sorbió con fuerza. El bicho se resistió, agarrándose a su lengua con su baba, pero no se podía ganar una competición de baba contra Maki. Aspiró con fuerza y muy ruidosamente. Salpicó tanto que Cecilia la Floja tuvo que cambiarse de ropa y acabó cayéndose de la silla en su brutal batalla contra el caracol no-telepático. Entonces se lo tragó y se levantó para sentarse sobre un baúl cerrado con muchos candados porque quería dar una imagen informal de jefe cercano.
-Espero que los Den Den Mushi no hayan visto eso. En fin, Dieciséis, ¿te unes a la Revolución? Vamos a llevarnos a mi esposa a casa y convertir este sitio en un... ¿Cómo era, Ibar?
-Un paraíso del proletariado, señor.
-Eso. ¿Te apuntas? Y con suerte lo haremos antes de que el mundo se acabe. -Se acercó a su pariente y, con tono de secreta y privada confidencialidad, le susurró-: Salem, la bruja de mi unidad...
-¿Qué dices de mí, mozo?
-¡Nada, nada! -Volvió a susurrar, intentando que ninguno de sus subordinados lo escuchase-. Ver no ve un pijo, pero vaya oído tiene. Pues dice que el cometa del cielo va a acabar con el mundo. Los demás no lo saben, pero si ella lo dice me lo creo. Y créeme, que de apocalipsis sé un rato. He evitado ya como tres o cuatro. No sé qué será esa cosa del cielo, pero es un misterio que pienso resolver. Nada escapa a mi fino olfato de detective.
-Tiene buena pinta -afirmó Maki, sin saber bien qué era o no una paella-. ¿Tienes ketchup?
Maki ordenó a sus hombres preparar la comida. A cambio de la paella de aquella señora de larguísimo nombre ellos le enseñarían las delicias de la comida de campaña. Tenían un montón de raciones de combate deshidratadas que sabían a todo aquello que uno pudiera imaginarse: sal marina y pollo. Aunque se habían acabado las de pollo.
Mientras los revolucionarios acataban sus instrucciones, Maki cogió uno de los folletos sin que nadie le viera y le dio un bocado para ver si de verdad estaba tan bueno. A él no se lo pareció, pero tal vez le había tocado uno caducado. En cualquier caso, por fin, después de un largo viaje, podían relajarse y comer algo tranquilamente.
-Señor, deberíamos irnos -sugirió uno de los Centellas.
-¿Has dicho que eres una Makintosh? No sabía que hubiera más. Yo también soy un Makintosh. Augustus Willelmina Irwin Powerwalker Makintosh... esto... quinto. Vale, lo de Powerwalker me lo he inventado. Pero suena bien.
-¿Te llamas Willel...?
-¡Sí! -No quería que Héctor el Gordo terminase la pregunta que tantas veces le había hecho en su vida-. Mis padres creyeron que iba a ser niña y me llamaron así hasta los cuatro años, ¿vale? Es un nombre más varonil de lo que parece.
-Señor, la unidad del oficial Sumisu estará esperando a...
-No esperaba encontrar a una pariente aquí. Y menos con espada. -La familia Makintosh tenía un largo historial de accidentes con objetos cortantes, lo que llevó a la tatarabuela de Maki, Sheila Makintosh, cuyo nombre jamás cuadró con su edad, a prohibir las espadas a sus descendientes-. Siempre he querido ser un samurái. No debe ser muy distinto de ser caballero.
-Oficial, la misión...
El Oficial Makintosh cogió un caracol y sorbió con fuerza. El bicho se resistió, agarrándose a su lengua con su baba, pero no se podía ganar una competición de baba contra Maki. Aspiró con fuerza y muy ruidosamente. Salpicó tanto que Cecilia la Floja tuvo que cambiarse de ropa y acabó cayéndose de la silla en su brutal batalla contra el caracol no-telepático. Entonces se lo tragó y se levantó para sentarse sobre un baúl cerrado con muchos candados porque quería dar una imagen informal de jefe cercano.
-Espero que los Den Den Mushi no hayan visto eso. En fin, Dieciséis, ¿te unes a la Revolución? Vamos a llevarnos a mi esposa a casa y convertir este sitio en un... ¿Cómo era, Ibar?
-Un paraíso del proletariado, señor.
-Eso. ¿Te apuntas? Y con suerte lo haremos antes de que el mundo se acabe. -Se acercó a su pariente y, con tono de secreta y privada confidencialidad, le susurró-: Salem, la bruja de mi unidad...
-¿Qué dices de mí, mozo?
-¡Nada, nada! -Volvió a susurrar, intentando que ninguno de sus subordinados lo escuchase-. Ver no ve un pijo, pero vaya oído tiene. Pues dice que el cometa del cielo va a acabar con el mundo. Los demás no lo saben, pero si ella lo dice me lo creo. Y créeme, que de apocalipsis sé un rato. He evitado ya como tres o cuatro. No sé qué será esa cosa del cielo, pero es un misterio que pienso resolver. Nada escapa a mi fino olfato de detective.
- Resumen:
- Intentar reclutar a la loca de la roca, sentarse en el baúl misterioso, dejar caer el tema del cometa y olvidarse un poco de Susu y Prometeo.
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Tras lograr deshacerse de otro de los gyojin el joven apenas tuvo tiempo para reaccionar, pues el más cercano de los hombres pez atacó aprovechando su propio movimiento para pillarle desprevenido. El samurái no pudo hacer otra cosa que recurrir a su voluntad, cubriendo todo su cuerpo de una negra armadura y acomodándolo para amortiguar el impacto de la mejor manera posible. Entre la habilidad de su traje de batalla para deformarse y evitar ser atravesado, su capacidad de amortiguación y, sobre todo, la extrema resistencia de su Haki, casi con seguridad sería suficiente para salir de aquel atolladero con como mucho poco más que un rasguño.
Acto seguido aprovechó la inercia del ataque, que seguramente habría dejado desprotegido al gyojin, para buscar su cuello con el filo de Kirisame con un veloz movimiento de giro.
De esa forma esperaba reducir el número de enemigos a dos, obteniendo así ventaja numérica. Sin embargo esos dos adversarios estaban hostigando a sus amigos y, de hecho, habían conseguido herirles. Así que, urgido por la necesidad de ayudarles, el joven comenzó a acumular agua en las plantas de sus pies para, apenas un instante más tarde, propulsarse con fuerza hacia delante. Sus palabras se escucharon mientras, aprovechando la extrema velocidad que alcanzó, trató de cortar por la mitad al más cercano de los dos gyojins:
- Gyojin Bushido - Kawanaga.
Tenía que proteger a sus amigos. Los hombres de aquella falsa reina tirana estaban atacando su pueblo y tratando de asesinar a sus seres queridos. No sabía por qué lo hacían, pero algo le quedaba claro: no les permitiría acabar con todo lo que amaba.
Acto seguido aprovechó la inercia del ataque, que seguramente habría dejado desprotegido al gyojin, para buscar su cuello con el filo de Kirisame con un veloz movimiento de giro.
De esa forma esperaba reducir el número de enemigos a dos, obteniendo así ventaja numérica. Sin embargo esos dos adversarios estaban hostigando a sus amigos y, de hecho, habían conseguido herirles. Así que, urgido por la necesidad de ayudarles, el joven comenzó a acumular agua en las plantas de sus pies para, apenas un instante más tarde, propulsarse con fuerza hacia delante. Sus palabras se escucharon mientras, aprovechando la extrema velocidad que alcanzó, trató de cortar por la mitad al más cercano de los dos gyojins:
- Gyojin Bushido - Kawanaga.
Tenía que proteger a sus amigos. Los hombres de aquella falsa reina tirana estaban atacando su pueblo y tratando de asesinar a sus seres queridos. No sabía por qué lo hacían, pero algo le quedaba claro: no les permitiría acabar con todo lo que amaba.
- Resumen:
- Imbuirme en Haki endurecido y defenderme del ataque, contraatacar e ir en ayuda de mis amigos.
Marc Kiedis
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La aparición en escena del Yonkou no fue especialmente grandiosa ni teatral. De hecho, salvo por su mirada, en la que se podía apreciar sin lugar a dudas un poder inconmensurable, se trataba de una persona que no llamaba en absoluto la atención. Sin embargo, sus palabras daban a entender claramente una cosa. Se trataba de un Emperador del Mar que nada tenía que ver ni con Dexter Black ni con Zane, las dos personas que Marc había conocido que habían alcanzado dicho cargo. Parecía carecer de la constante teatralidad y grandilocuencia del primero, así como de la excesiva impulsividad y el fuego en la sangre del segundo. Por el contrario, Berthil parecía una persona normal y sensata, aunque su enfado con el pelirrojo era palpable.
Al semigigante no le gustaba en absoluto que alguien hablase así de su amigo y capitán, pero debía reconocer que tenía razón. Zane, tratando de resolver el problema de Wano con el pillaje de múltiples bandas de piratas, había acabado cometiendo una enorme imprudencia que había desembocado en una de las razones del caos que ahora imperaba en la isla. No la única, pero desde luego sí una de las claves para entender lo que estaba ocurriendo. Los entresijos de la situación escapaban al entendimiento de Marc, pero aún así comprendía que el error de su capitán debía ser enmendado, y que como miembros de los Arashi no Kyoudai la responsabilidad de uno lo era también de todos. Para eso estaban las familias. Así que, una vez Therax hubo terminado de hablar, fue el grandullón el que tomó la palabra. Su rostro, a diferencia de lo que en él era habitual, tenía una expresión severa pero decidida:
- Como ha dicho Therax, queremos arreglar el error de nuestro capitán. Es responsabilidad nuestra hacerlo y te prometo que lo conseguiremos. Por eso hemos venido a hablar contigo. Seguramente sepas más que nosotros acerca de la situación y en qué zonas es más necesaria nuestra presencia.
Al semigigante no le gustaba en absoluto que alguien hablase así de su amigo y capitán, pero debía reconocer que tenía razón. Zane, tratando de resolver el problema de Wano con el pillaje de múltiples bandas de piratas, había acabado cometiendo una enorme imprudencia que había desembocado en una de las razones del caos que ahora imperaba en la isla. No la única, pero desde luego sí una de las claves para entender lo que estaba ocurriendo. Los entresijos de la situación escapaban al entendimiento de Marc, pero aún así comprendía que el error de su capitán debía ser enmendado, y que como miembros de los Arashi no Kyoudai la responsabilidad de uno lo era también de todos. Para eso estaban las familias. Así que, una vez Therax hubo terminado de hablar, fue el grandullón el que tomó la palabra. Su rostro, a diferencia de lo que en él era habitual, tenía una expresión severa pero decidida:
- Como ha dicho Therax, queremos arreglar el error de nuestro capitán. Es responsabilidad nuestra hacerlo y te prometo que lo conseguiremos. Por eso hemos venido a hablar contigo. Seguramente sepas más que nosotros acerca de la situación y en qué zonas es más necesaria nuestra presencia.
- resumen:
- Hablar con el Berzas.
Lance Kashan
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Al menos pareció recapacitar que apuntarme a mí con el filo del arma no era la opción más prudente, ya que en última instancia no le salvaría de nada. Quizás no me conocía por lo cerrado que solía ser la cultura de Wano respecto a lo que no concernía a su propia isla, pero solo hacía falta tener una mísera idea de qué abarcaba mi poder para saber que una katana empuñada por unas manos temblorosas no serían capaces de hacer nada. En el momento en el que recapacitase de que no estaba ahí, seguramente estuviera ya con una mano en su cuello, pero en este caso no sucedería. Al menos, esperaba otra conclusión más favorecedora, si no para ambos lados, para el mío. Yo, mientras, aproveché esa reacción para acercarme hasta el límite del edificio, sin saber reconocer si me estaba hablando por la pena que le tiene un cuerdo a un loco o porque le hubiera convencido. Desde luego, tenía una forma de pensar bastante excéntrica, al menos en comparación a lo que yo había podido estudiar hasta el momento.
Mi ceja se enarcó automáticamente en cuanto comencé a escuchar la segunda frase, un poco fuera de juego por culpa de no esperarme nada de ese estilo. Me esperaba, ciertamente, cualquier explicación más convincente que aquella, aunque la misma pecaba de real si teníamos en cuenta el tono convincente que utilizaba el hombre. Para él, según hablaba y percatándose de la carencia de tics, era una verdad tan categórica como la gravedad o la misma existencia, así que convenía tener en cuenta su opinión. Quizás solo se creía tanto su realidad que estaba pecando de soñador y me lo contagiaba de aquella manera, pero ahora mismo hablaba con la cara y formas de alguien completamente sano.
— ¿Oro estelar…? — dije en voz alta, pero para mis adentros, mientras clavaba la mirada en los ojos del señor. «¿Está conquistando Wano, una gigantesca fortaleza, para conseguir un tipo de oro…?» pensé, realmente incrédulo. Siempre podía ser un material que se llamase de aquella forma por su parecido al oro o cualquier cosa así, pero que un objeto fuese simplemente más valioso que toda una isla como aquella… Ciertamente, si venía en forma de un cometa, podía serlo, pero era difícil de creer sin verlo o saber dónde estaba.
Quizás él se tomó aquellas dos palabras como una invitación y se acercó sin tapujos, como si el miedo que había sufrido a mi llegada hubiera desaparecido sin dejar rastro, poniéndome las manos en la cadera y baja espalda para dirigirme al interior de su casa. Yo, sin perder de la mente que era un completo desconocido y que podía pecar de cualquier cosa —así que no confiaría mi seguridad y calma a nadie así—, le cumplí el capricho, aunque también era mío. Me dejó justo frente a un inmenso telescopio, más grande que cualquiera que hubiera tenido delante, aunque era la consecuencia lógica de no estar demasiado interesado en la astronomía. Extendí mi radar electromagnético por la sala, que se fue derramando por las escaleras y el exterior hasta cubrir el rango máximo y, en ese punto, me dispuse a mirar a través de la lente del instrumento.
¿Qué vi? Amarillo. Nada más y nada menos que un amarillo brillante que opacaba toda posible vista del escenario al otro lado del telescopio. Escuché un suave ''click'', fruto de que aquel hombre pulsase un botón que cambió por completo toda la visión; ahora sí que podía notar un objeto rodeado de la completa y total oscuridad del espacio. Una esfera, como de oro puro y macizo, se erguía en mitad de la totalidad del espacio, magnífica e impresionante, ganando espacio a cada segundo y demostrando que no tenía más trayectoria que chocar contra nuestro planeta. Bueno, hasta ahora la mitad de la historia era completamente real, o eso parecía ser, y no podía descubrir el material del que se formaba el cuerpo estelar.
Me separé, acercándome a la óptica exterior mientras erguía mi cuerpo y comprobaba que no hubiera nada trucado con el instrumento. Otro telescopio, menor en tamaño, fue señalado para que me fijase en lo que ya me podía hacer una idea; el objeto estaba tan cerca que se podían notar diferencias entre ambos por culpa del paralaje. A juzgar por la serie de cálculos, operaciones e hipótesis que tenía desperdigadas alrededor de su material de trabajo, parecía ser alguien dedicado y, como mínimo, profesional acerca de lo que hacía. Me instaba, tras soltarme aquella bomba, a encargarme de mis propios asuntos e irme para no encontrar problemas con las tropas de Hipatia, a lo que simplemente asentí. Me iba de aquí con más información de la que tenía al entrar, algo completamente favorable para mi situación, pero además sentía que podía rascar algo más. Quedarme allí a traicionar a Hipatia pecaría de ingenuo de mi parte, especialmente en un lugar que estaba sitiado por los suyos, así que actuaría inteligente; tener dos planes en la manga. Según lo que me dijese la reina de los gyojins, podría interesarme más o menos que lo que aquel señor había dicho.
— ¿Cuándo caerá? —El hombre no tardó en responder con palabras leves y algo reticentes, dejando en claro que tenía margen de acción de sobra. Podía gastar unos minutos y unas horas en preparar el terreno si así lo necesitaba, ya que el cometa no se iría a ninguna parte. Bueno, sí lo haría y a una velocidad demencial, pero era una forma de hablar—. Vale, veamos… ¿Te cachearán las tropas? ¿Te desnudarán o algo así? —pregunté de forma un poco despreocupada mientras me asomaba al exterior del torreón, buscando con la mirada a Tzar y, en cuanto lo encontrase, le haría un gesto para que subiese de un salto o dos—. Toma —dije, poniendo la mano frente a Tzar. Él supuso a lo que me refería y se metió la mano en aquella desarreglada ropa, extrayendo un Den Den Mushi para nada reconocible que depositó en mi palma—. Un comunicador. Si necesitases ayuda, simplemente llámame, y si supones que lo pueden encontrar… Escóndelo o, a unas malas, deséchalo de la mejor forma —Suspiré, mirando a Tzar—. Tú mientras tendrás que llamar al yate y desde ahí, que él me llame a mí. Algo más tedioso, pero creo que él lo necesitará más.
Todos teníamos un caracol para llamarnos entre nosotros y otro que exclusivamente llamaba a la embarcación, donde Nero se ocuparía de servir como base de comunicaciones. No quería que pudiera llamar allí, principalmente por los gyojin que rondaban la zona y le hacían la guardia, ya que a lo mejor escuchaban algo que no debieran.
— Lo dicho, llámame. Si te lo encuentran, Dios quiera que no, simplemente era para protegerte en caso de que te encontrase alguien que no debiera y que no me dijiste más aparte de que trabajabas para ella —Me senté en el alféizar y pulsé el anillo correspondiente a la moto, sentándome en el aire y esperando a Tzar mientras le lanzaba una mirada de complicidad—. Anda, vámonos. Aquí está todo hecho—. Tocaba emprender la marcha hacia el palacio, a la mayor de las alturas y la mejor de las velocidades para evitar más imprevistos.
Mi ceja se enarcó automáticamente en cuanto comencé a escuchar la segunda frase, un poco fuera de juego por culpa de no esperarme nada de ese estilo. Me esperaba, ciertamente, cualquier explicación más convincente que aquella, aunque la misma pecaba de real si teníamos en cuenta el tono convincente que utilizaba el hombre. Para él, según hablaba y percatándose de la carencia de tics, era una verdad tan categórica como la gravedad o la misma existencia, así que convenía tener en cuenta su opinión. Quizás solo se creía tanto su realidad que estaba pecando de soñador y me lo contagiaba de aquella manera, pero ahora mismo hablaba con la cara y formas de alguien completamente sano.
— ¿Oro estelar…? — dije en voz alta, pero para mis adentros, mientras clavaba la mirada en los ojos del señor. «¿Está conquistando Wano, una gigantesca fortaleza, para conseguir un tipo de oro…?» pensé, realmente incrédulo. Siempre podía ser un material que se llamase de aquella forma por su parecido al oro o cualquier cosa así, pero que un objeto fuese simplemente más valioso que toda una isla como aquella… Ciertamente, si venía en forma de un cometa, podía serlo, pero era difícil de creer sin verlo o saber dónde estaba.
Quizás él se tomó aquellas dos palabras como una invitación y se acercó sin tapujos, como si el miedo que había sufrido a mi llegada hubiera desaparecido sin dejar rastro, poniéndome las manos en la cadera y baja espalda para dirigirme al interior de su casa. Yo, sin perder de la mente que era un completo desconocido y que podía pecar de cualquier cosa —así que no confiaría mi seguridad y calma a nadie así—, le cumplí el capricho, aunque también era mío. Me dejó justo frente a un inmenso telescopio, más grande que cualquiera que hubiera tenido delante, aunque era la consecuencia lógica de no estar demasiado interesado en la astronomía. Extendí mi radar electromagnético por la sala, que se fue derramando por las escaleras y el exterior hasta cubrir el rango máximo y, en ese punto, me dispuse a mirar a través de la lente del instrumento.
¿Qué vi? Amarillo. Nada más y nada menos que un amarillo brillante que opacaba toda posible vista del escenario al otro lado del telescopio. Escuché un suave ''click'', fruto de que aquel hombre pulsase un botón que cambió por completo toda la visión; ahora sí que podía notar un objeto rodeado de la completa y total oscuridad del espacio. Una esfera, como de oro puro y macizo, se erguía en mitad de la totalidad del espacio, magnífica e impresionante, ganando espacio a cada segundo y demostrando que no tenía más trayectoria que chocar contra nuestro planeta. Bueno, hasta ahora la mitad de la historia era completamente real, o eso parecía ser, y no podía descubrir el material del que se formaba el cuerpo estelar.
Me separé, acercándome a la óptica exterior mientras erguía mi cuerpo y comprobaba que no hubiera nada trucado con el instrumento. Otro telescopio, menor en tamaño, fue señalado para que me fijase en lo que ya me podía hacer una idea; el objeto estaba tan cerca que se podían notar diferencias entre ambos por culpa del paralaje. A juzgar por la serie de cálculos, operaciones e hipótesis que tenía desperdigadas alrededor de su material de trabajo, parecía ser alguien dedicado y, como mínimo, profesional acerca de lo que hacía. Me instaba, tras soltarme aquella bomba, a encargarme de mis propios asuntos e irme para no encontrar problemas con las tropas de Hipatia, a lo que simplemente asentí. Me iba de aquí con más información de la que tenía al entrar, algo completamente favorable para mi situación, pero además sentía que podía rascar algo más. Quedarme allí a traicionar a Hipatia pecaría de ingenuo de mi parte, especialmente en un lugar que estaba sitiado por los suyos, así que actuaría inteligente; tener dos planes en la manga. Según lo que me dijese la reina de los gyojins, podría interesarme más o menos que lo que aquel señor había dicho.
— ¿Cuándo caerá? —El hombre no tardó en responder con palabras leves y algo reticentes, dejando en claro que tenía margen de acción de sobra. Podía gastar unos minutos y unas horas en preparar el terreno si así lo necesitaba, ya que el cometa no se iría a ninguna parte. Bueno, sí lo haría y a una velocidad demencial, pero era una forma de hablar—. Vale, veamos… ¿Te cachearán las tropas? ¿Te desnudarán o algo así? —pregunté de forma un poco despreocupada mientras me asomaba al exterior del torreón, buscando con la mirada a Tzar y, en cuanto lo encontrase, le haría un gesto para que subiese de un salto o dos—. Toma —dije, poniendo la mano frente a Tzar. Él supuso a lo que me refería y se metió la mano en aquella desarreglada ropa, extrayendo un Den Den Mushi para nada reconocible que depositó en mi palma—. Un comunicador. Si necesitases ayuda, simplemente llámame, y si supones que lo pueden encontrar… Escóndelo o, a unas malas, deséchalo de la mejor forma —Suspiré, mirando a Tzar—. Tú mientras tendrás que llamar al yate y desde ahí, que él me llame a mí. Algo más tedioso, pero creo que él lo necesitará más.
Todos teníamos un caracol para llamarnos entre nosotros y otro que exclusivamente llamaba a la embarcación, donde Nero se ocuparía de servir como base de comunicaciones. No quería que pudiera llamar allí, principalmente por los gyojin que rondaban la zona y le hacían la guardia, ya que a lo mejor escuchaban algo que no debieran.
— Lo dicho, llámame. Si te lo encuentran, Dios quiera que no, simplemente era para protegerte en caso de que te encontrase alguien que no debiera y que no me dijiste más aparte de que trabajabas para ella —Me senté en el alféizar y pulsé el anillo correspondiente a la moto, sentándome en el aire y esperando a Tzar mientras le lanzaba una mirada de complicidad—. Anda, vámonos. Aquí está todo hecho—. Tocaba emprender la marcha hacia el palacio, a la mayor de las alturas y la mejor de las velocidades para evitar más imprevistos.
- Resumen:
- Hablo con él, planteo preguntas y me como la cabeza, y le dejo un Den Den Mushi para que me llame si lo necesita. Trato de aprovechar la psicología utilizada en la ronda anterior para acabar el efecto (que son dos turnos) y calmarlo completamente para que así confíe en mí como buen bro. Y ya luego saco la motillo y nos vamos Tzar y yo de fiesta a palacio, aunque no dudo que nos comamos una mierda de camino.
Rainbow662
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No hay mucho que sacar en claro de lo que dice esta chica. Kenshin quiere convertirse en el Shogun, o al menos eso interpreto de su extraña forma de hablar. No sé a qué se debe que pronuncie los nombres de personas y lugares al revés, pero es muy frustrante. ¿Acaso todo lo que dice tiene un significado opuesto? Y encima parece que se esté deshaciendo por momentos. El maquillaje mojado se borra y deja a la vista la carne gris. Es bastante desagradable. ¿Debería decirle que el shogun de Wano ya tiene bastantes problemas con el ejército de gyojins? Bah, seguramente le dé igual. Dirá otra vez que vayamos al sur. Si es que para ella el sur es el sur y no lo opuesto. No, eso no tiene sentido. Solo pone al revés los nombres, no altera el significado de lo que dice ni usa antónimos. Y si resulta ser así no hay forma de saberlo.
-¿Has visto a más como ella? -le pregunto al aldeano-. ¿Sabes de dónde viene?
Lo cierto es que tengo una idea, pero no sé exactamente qué ocurrirá si la pongo en práctica. Supongo que no queda más remedio. Saco una de las botellas de agua y la destapo para volcarla y vaciarla sobre la cabeza de la joven. Si le quito todo el maquillaje tal vez rompa el... ¿hechizo? No lo sé. A lo mejor así se vuelve más sincera o deja de hablar raro. En el peor de los casos simplemente volverá a su estado de muerta, si es que es lo que es. Mejor un final digno que... esto.
Por si fuera poco, la mancha sobre Ino no parece frenarse en absoluto. Debe ser el poder de una fruta del diablo. ¿O algún tipo de veneno? Si es eso no hay mucho que pueda hacer, pero si se debe a lo primero lo mejor es conseguir que el propio usuario deshaga el...
Y entonces el parche me escupe.
Me quedo en silencio unos segundos, convenciéndome de que ha sido real. ¿El maldito parche mágico me ha tirado un gapo al ojo? No ¿verdad? No creo que... No puede...
-¡AHHHHH!
Me lo arranco de un tirón y lo lanzo al suelo para limpiarme. Entonces le doy un pisotón... de mil kilos. ¿Qué mierda ha sido eso? Estúpido genio. ¿Por qué ha incluido eso en el deseo? Como vuelva a verlo lo mataré. No, no, mejor, ¡pediré como deseo que se muera!
-¡Se acabó! ¡Al cuerno con el parche! ¡Y tú, Mayordomo, mono trajeado y pomposo, ven aquí! ¡Seguro que estás escondido por ahí mirando como una rata, eh! ¡Da la cara de una vez!
Creo que hacía mucho que no me enfadaba tanto. ¿Es que todo conspira hoy contra mí? La loca zombie, los gyojins, las manchas misteriosas, las traiciones inminentes... Y ahora esto.
-¡Inosuke, nos vamos!
Ya me he cansado de interrogatorios y locuras. ¿Kenshin viene por el sur? Bien, pues que le den. Kath ya se lo quitará de encima de algún modo. Ni siquiera es nuestro objetivo principal. La idea original era tumbar a Julius y aupar a Katharina al puesto de Yonkou. Que haya otros dos Emperadores en la isla es mera casualidad. Y ni de broma me voy a recorrer media isla en busca del origen de una... lo que sea esto. Bastantes problemas tenemos ya como para buscarnos más. Por ahora a ver si encontramos al maldito Mayordomo antes de que Ino acabe como un trozo de carbón.
Salvo que aparezca el Mayordomo o que nuestra amiga Acinóm decida compartir algo de información relevante que me haga cambiar de opinión, va siendo hora de poner camino al sur. Tenemos un largo día por delante y mucha gente a la que pasarle por encima.
-¿Has visto a más como ella? -le pregunto al aldeano-. ¿Sabes de dónde viene?
Lo cierto es que tengo una idea, pero no sé exactamente qué ocurrirá si la pongo en práctica. Supongo que no queda más remedio. Saco una de las botellas de agua y la destapo para volcarla y vaciarla sobre la cabeza de la joven. Si le quito todo el maquillaje tal vez rompa el... ¿hechizo? No lo sé. A lo mejor así se vuelve más sincera o deja de hablar raro. En el peor de los casos simplemente volverá a su estado de muerta, si es que es lo que es. Mejor un final digno que... esto.
Por si fuera poco, la mancha sobre Ino no parece frenarse en absoluto. Debe ser el poder de una fruta del diablo. ¿O algún tipo de veneno? Si es eso no hay mucho que pueda hacer, pero si se debe a lo primero lo mejor es conseguir que el propio usuario deshaga el...
Y entonces el parche me escupe.
Me quedo en silencio unos segundos, convenciéndome de que ha sido real. ¿El maldito parche mágico me ha tirado un gapo al ojo? No ¿verdad? No creo que... No puede...
-¡AHHHHH!
Me lo arranco de un tirón y lo lanzo al suelo para limpiarme. Entonces le doy un pisotón... de mil kilos. ¿Qué mierda ha sido eso? Estúpido genio. ¿Por qué ha incluido eso en el deseo? Como vuelva a verlo lo mataré. No, no, mejor, ¡pediré como deseo que se muera!
-¡Se acabó! ¡Al cuerno con el parche! ¡Y tú, Mayordomo, mono trajeado y pomposo, ven aquí! ¡Seguro que estás escondido por ahí mirando como una rata, eh! ¡Da la cara de una vez!
Creo que hacía mucho que no me enfadaba tanto. ¿Es que todo conspira hoy contra mí? La loca zombie, los gyojins, las manchas misteriosas, las traiciones inminentes... Y ahora esto.
-¡Inosuke, nos vamos!
Ya me he cansado de interrogatorios y locuras. ¿Kenshin viene por el sur? Bien, pues que le den. Kath ya se lo quitará de encima de algún modo. Ni siquiera es nuestro objetivo principal. La idea original era tumbar a Julius y aupar a Katharina al puesto de Yonkou. Que haya otros dos Emperadores en la isla es mera casualidad. Y ni de broma me voy a recorrer media isla en busca del origen de una... lo que sea esto. Bastantes problemas tenemos ya como para buscarnos más. Por ahora a ver si encontramos al maldito Mayordomo antes de que Ino acabe como un trozo de carbón.
Salvo que aparezca el Mayordomo o que nuestra amiga Acinóm decida compartir algo de información relevante que me haga cambiar de opinión, va siendo hora de poner camino al sur. Tenemos un largo día por delante y mucha gente a la que pasarle por encima.
- Resumen:
- Echarle agua por encima a la ¿zombie maquillada? para ver si quitándole la pintura pasa algo - Tirar el parche a tomar por culo - Llamar a voces al Mayordomo, a ver si está ahí espiando - Si no pasa nada, pues tirar hacia el sur para seguir con los suicídicos planes de la banda.
Noximilien
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Vile pensaba a lo grande. ¿Para qué ir a robarle un barco al shogun, cuando podían apropiarse de varios del yonkou que había rodeado la isla a tan mala leche? Eso podría servirle de advertencia por no respetar la autoridad de Zane y de los Arashis en general, aunque en parte ese era parte del problema. Era como dejar sin pescar el pez gordo e ir directamente a por un tiburón. Robarle una cantidad de barcos superior a cero a un younkou podría suponer un conflicto más a la extensa lista.
Mientras se lo pensaba, atisbó el poblado que tenían a sus espaldas. Civiles y piratas luchaban entre sí; los primeros para sobrevivir y los segundos para saquear. En parte era culpa de esos malditos rufianes (los piratas, no los campesinos) que hubiesen venido a aquel lugar, les hubiesen atacado y hubiesen perdido su querido barco. Nox se levantó de la arena y desenfundo su gran espadón de celeste filo, que emanaba un vaho gélido.
- Bueno, lo iremos mirando sobre la marcha, pero primero… -se dio medio vuelta y se dirigió a la zona de conflicto-. Primero vamos a ocuparnos de esos capullos antes de que reduzcan todo el pueblo a cenizas. Además, necesito desahogarme.
A cada paso que daba aumento la velocidad en la que avanzaba hasta que se cruzó con el primer contingente de enemigos. Con su velocidad se impulsó con un poderoso salto y soltó una descarga de ondas cortantes desde arriba. Indiferente al resultado del ataque, aterrizaría con una voltereta.
- Muy bien desgraciados, estoy muy cabreado- balanceo su espada, como si jugara con ella-.Tenéis un minuto para salir cagando leches de la isla del capi o juro por Dios que os voy a empezar a reventar cabezas.
Mientras se lo pensaba, atisbó el poblado que tenían a sus espaldas. Civiles y piratas luchaban entre sí; los primeros para sobrevivir y los segundos para saquear. En parte era culpa de esos malditos rufianes (los piratas, no los campesinos) que hubiesen venido a aquel lugar, les hubiesen atacado y hubiesen perdido su querido barco. Nox se levantó de la arena y desenfundo su gran espadón de celeste filo, que emanaba un vaho gélido.
- Bueno, lo iremos mirando sobre la marcha, pero primero… -se dio medio vuelta y se dirigió a la zona de conflicto-. Primero vamos a ocuparnos de esos capullos antes de que reduzcan todo el pueblo a cenizas. Además, necesito desahogarme.
A cada paso que daba aumento la velocidad en la que avanzaba hasta que se cruzó con el primer contingente de enemigos. Con su velocidad se impulsó con un poderoso salto y soltó una descarga de ondas cortantes desde arriba. Indiferente al resultado del ataque, aterrizaría con una voltereta.
- Muy bien desgraciados, estoy muy cabreado- balanceo su espada, como si jugara con ella-.Tenéis un minuto para salir cagando leches de la isla del capi o juro por Dios que os voy a empezar a reventar cabezas.
- Resumen:
- Bla bla bla y empezar repartir bofetones(o ondas cortantes en este caso) a todo pirata que pille
Prometeo
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Se presentó educadamente y agradeció la amabilidad del buen hombre, pues no cualquier persona estaba dispuesta a compartir sus conocimientos de una manera tan… gratuita. Sin intenciones de estorbar se limitó a observar en silencio lo que el cantinero hacía. «Machacar cuidadosamente las hojas hasta formar un polvo muy fino y diluirlo en agua caliente…», memorizaba para sí mismo. El procedimiento no parecía extraordinario, sino más bien todo lo contrario: bastante normalito y aparentemente sencillo. Sin embargo, cuando Prometeo comenzó a tantear el terreno se dio cuenta de que no era tan fácil como parecía. Debía tratar con suavidad las hojas para que estas no perdieran el aroma. Falló horriblemente las primeras veces, pero continuó intentándolo hasta conseguir una mezcla exquisita.
Sonrió como un niño cuando logró el primer té, recibiendo un suave golpecito del hombre. Probó el brebaje que él mismo había preparado y dejó que el sabor deleitase sus papilas gustativas. El sentido del gusto excesivamente refinado de Prometeo diferenció a la perfección cada nota del té y, tras analizarlo, podía decir con cierta propiedad que era un buen brebaje.
—Muchas gracias por compartir la receta conmigo —dijo el revolucionario, dedicándole una sonrisa amable al hombre. Si se lo permitía, Prometeo compartiría la del té verde con el cantinero.
Poco a poco fue vertiendo el líquido en los vasos de greda para luego ofrecerlos a los hombres allí presentes, comenzando por el oficial revolucionario y luego volteándose hacia el señor Masahisa. Le llamó la atención lo que el samurái errante dijo: «Somos ronins, caballeros deshonrados por uno u otro motivo, condenados a vagar bajo el desprecio de la gente». Podía entender que las culturas fueran distintas dependiendo del lugar, podía imaginar la complejidad de las costumbres de cada país, pero había muy pocas razones para despreciar a otra persona.
Terminó de repartir las bebidas entre gritos y miradas desesperanzadas. Con bandeja en mano, Prometeo se giró hacia el samurái y le miró con profundidad.
—Pero si no hubiera esperanzas ninguno de ustedes estaría aquí, ¿verdad? —Una sonrisa cálida y delicada se dibujó en el rostro del revolucionario—. De antemano quiero pedir disculpas por mis palabras, pues no soy consciente de todo lo que está sucediendo en el país, sin embargo, si Hitomi-sama es tan importante para este entonces más de uno habrá pensando en recuperarla. —Aguardó solo un segundo para ver las reacciones de los samuráis—. He tenido la oportunidad de leer sobre la guerra, ya sea en literatura histórica como fantástica, y en mi opinión es algo… impredecible: siempre surgen milagros. Solo perderá cuando deje de intentarlo, Masahisa-san —dijo finalmente, intentando transmitirle una sola idea: siempre había esperanza.
Carecía de la autoridad para prometerles la participación del Ejército Revolucionario, de hecho, tenía órdenes que seguir y no las estaba cumpliendo. Prometeo, con una idea muy loca en la cabeza, se acercó al oficial Osuka. Si alguien tenía poder de toma de decisiones ese era el legendario revolucionario, del que se decía que había participado en incontables guerras. Sí, definitivamente él sabría qué hacer.
—Oficial, creo que deberíamos ayudar a estos hombres… Tengo una corazonada, no podría explicarlo de manera lógica-racional, sin embargo, pienso que el propósito de estos ronins pega con nuestra causa. ¿Qué haremos? ¿Iremos al castillo para cumplir las órdenes del Alto Mando o decidiremos por nuestra cuenta ayudar a esta gente?
Sonrió como un niño cuando logró el primer té, recibiendo un suave golpecito del hombre. Probó el brebaje que él mismo había preparado y dejó que el sabor deleitase sus papilas gustativas. El sentido del gusto excesivamente refinado de Prometeo diferenció a la perfección cada nota del té y, tras analizarlo, podía decir con cierta propiedad que era un buen brebaje.
—Muchas gracias por compartir la receta conmigo —dijo el revolucionario, dedicándole una sonrisa amable al hombre. Si se lo permitía, Prometeo compartiría la del té verde con el cantinero.
Poco a poco fue vertiendo el líquido en los vasos de greda para luego ofrecerlos a los hombres allí presentes, comenzando por el oficial revolucionario y luego volteándose hacia el señor Masahisa. Le llamó la atención lo que el samurái errante dijo: «Somos ronins, caballeros deshonrados por uno u otro motivo, condenados a vagar bajo el desprecio de la gente». Podía entender que las culturas fueran distintas dependiendo del lugar, podía imaginar la complejidad de las costumbres de cada país, pero había muy pocas razones para despreciar a otra persona.
Terminó de repartir las bebidas entre gritos y miradas desesperanzadas. Con bandeja en mano, Prometeo se giró hacia el samurái y le miró con profundidad.
—Pero si no hubiera esperanzas ninguno de ustedes estaría aquí, ¿verdad? —Una sonrisa cálida y delicada se dibujó en el rostro del revolucionario—. De antemano quiero pedir disculpas por mis palabras, pues no soy consciente de todo lo que está sucediendo en el país, sin embargo, si Hitomi-sama es tan importante para este entonces más de uno habrá pensando en recuperarla. —Aguardó solo un segundo para ver las reacciones de los samuráis—. He tenido la oportunidad de leer sobre la guerra, ya sea en literatura histórica como fantástica, y en mi opinión es algo… impredecible: siempre surgen milagros. Solo perderá cuando deje de intentarlo, Masahisa-san —dijo finalmente, intentando transmitirle una sola idea: siempre había esperanza.
Carecía de la autoridad para prometerles la participación del Ejército Revolucionario, de hecho, tenía órdenes que seguir y no las estaba cumpliendo. Prometeo, con una idea muy loca en la cabeza, se acercó al oficial Osuka. Si alguien tenía poder de toma de decisiones ese era el legendario revolucionario, del que se decía que había participado en incontables guerras. Sí, definitivamente él sabría qué hacer.
—Oficial, creo que deberíamos ayudar a estos hombres… Tengo una corazonada, no podría explicarlo de manera lógica-racional, sin embargo, pienso que el propósito de estos ronins pega con nuestra causa. ¿Qué haremos? ¿Iremos al castillo para cumplir las órdenes del Alto Mando o decidiremos por nuestra cuenta ayudar a esta gente?
- Resumen:
- Soltar un mini-discurso sobre la esperanza y los milagros. Preguntarle a Osuka qué hacer.
Todo parecía ir bien; demasiado bien. La cabalgata de las valkirias había logrado atravesar sus filas y dar cuenta de la mayor parte de las perforadoras, dejando apenas dos en pie que muchos hombres pez dieron su vida por salvar. Al maldijo en silencio, consolándose con cierta tristeza en el hecho de que aquello era una guerra, y en la guerra siempre terminaba por haber bajas. Él solo podía intentar minimizar las suyas, y pese a tratar de preocuparse por el enemigo, al final eran sus hombres o los de Hipatia, y tenía muy claro qué iba a elegir, si debía hacerlo.
Observó, entre las filas enemigas, cómo de varios pozos que no había terminado de helar salían más y más arponazos, tan potentes que atravesaron sin dificultades las defensas de Jack, hiriendo a más soldados. No podía hacer nada por ellos desde aquella posición, pero sí podía terminar con el conflicto cuanto antes. Ellos querían el puerto, nada más, y los gyojins no eran, o no totalmente, sus enemigos: Eran soldados de una guerra que en realidad no iba contra ellos, una en la que lo único que deseaban era rescatar al almirante que yacía tirado en el fondo de una celda en la Capital de la Flor. Kurookami debía ser libre y, con toda la fuerza que había podido reunir, estaba allí para rescatarlo. Sin embargo, una vez la reina se lo diese, no tendría motivo alguno para permanecer en una isla pirata en medio de una guerra tan cruenta.
Dejó de prestar su atención a la caballería por un instante, observando el terreno con determinación. A no mucha distancia, Arthur y el gyojin peleaban a muerte mientras la tropa trataba de mantener distancia con el contingente marino. No parecía que fuesen a poder hacerlo por mucho más tiempo, pero tal vez sí el suficiente. Solo necesitaba un momento, un sencillo instante para acercarse y dar una orden, pero primero necesitaba que no hubiese más agua de la que extraer munición. Pero no sería difícil, porque ahora que estaban en la gruta solo debía hacer que conociesen al rey de la montaña.
Las valkirias más cercanas a las máquinas comenzaron a revolverse cuando su violín comenzó a sonar. En apenas un segundo dos enormes figuras de hielo, apenas definidas por más de una silueta con dos brazos y piernas, se habían formado a los lados de estas, pretendiendo con sus golpes derribarlas y recortar todo el camino hasta chocarse entre ellas, formando un definido y perturbador cascanueces que extendería su mano para recogerlo. De poder, subiría a él, y montado en el coloso helado, caminaría por toda la línea de costa haciendo que la pisada de su cascanueces encajase con los charcos, congelándolos.
- ¡Formación en cuña! -gritó. Era una trampa, pero solo los miembros de la brigada podían saberlo.
Era el momento de que Jack brillase como solo él sabía hacer.
Observó, entre las filas enemigas, cómo de varios pozos que no había terminado de helar salían más y más arponazos, tan potentes que atravesaron sin dificultades las defensas de Jack, hiriendo a más soldados. No podía hacer nada por ellos desde aquella posición, pero sí podía terminar con el conflicto cuanto antes. Ellos querían el puerto, nada más, y los gyojins no eran, o no totalmente, sus enemigos: Eran soldados de una guerra que en realidad no iba contra ellos, una en la que lo único que deseaban era rescatar al almirante que yacía tirado en el fondo de una celda en la Capital de la Flor. Kurookami debía ser libre y, con toda la fuerza que había podido reunir, estaba allí para rescatarlo. Sin embargo, una vez la reina se lo diese, no tendría motivo alguno para permanecer en una isla pirata en medio de una guerra tan cruenta.
Dejó de prestar su atención a la caballería por un instante, observando el terreno con determinación. A no mucha distancia, Arthur y el gyojin peleaban a muerte mientras la tropa trataba de mantener distancia con el contingente marino. No parecía que fuesen a poder hacerlo por mucho más tiempo, pero tal vez sí el suficiente. Solo necesitaba un momento, un sencillo instante para acercarse y dar una orden, pero primero necesitaba que no hubiese más agua de la que extraer munición. Pero no sería difícil, porque ahora que estaban en la gruta solo debía hacer que conociesen al rey de la montaña.
Las valkirias más cercanas a las máquinas comenzaron a revolverse cuando su violín comenzó a sonar. En apenas un segundo dos enormes figuras de hielo, apenas definidas por más de una silueta con dos brazos y piernas, se habían formado a los lados de estas, pretendiendo con sus golpes derribarlas y recortar todo el camino hasta chocarse entre ellas, formando un definido y perturbador cascanueces que extendería su mano para recogerlo. De poder, subiría a él, y montado en el coloso helado, caminaría por toda la línea de costa haciendo que la pisada de su cascanueces encajase con los charcos, congelándolos.
- ¡Formación en cuña! -gritó. Era una trampa, pero solo los miembros de la brigada podían saberlo.
Era el momento de que Jack brillase como solo él sabía hacer.
- Resumen:
- Crear gigantes de hielo desde las valkirias para reventar las máquinas. Juntarlos en un cascanueces para subirme e ir congelando los lagos.
Shinobu Yamamoto
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Me acerco a la niña cuando la noto agitada. ¿Alguien puede culparla? Es una pobre criaturita que ha despertado sin saber dónde está, sin saber lo que ha pasado con su gente. Su situación coincide con la mía, aunque no es tiempo de pensar en mí. Intento colocar con suavidad mis manos sobre sus hombros, procurando no rozar ninguna de sus heridas recién tratadas, y luego le dedico una sonrisa amable. Cuando sentía que se me cerraba el pecho y que el mundo se me venía encima el maestro me sonreía con tranquilidad, me hacía ver que todo estaría bien. Siempre estuvo ahí cuando la ansiedad tomaba el control de mí. Y yo haré lo mismo con la chica.
—Tranquila, pequeña, todo estará bien. Haz lo mismo que yo y te prometo que estarás mejor —le sugiero con delicadeza y amabilidad. Inflo el pecho con lentitud, mantengo la respiración y luego exhalo sin prisa para luego repetir el proceso—. Eso es, tómalo con calma. —Continúo haciendo los ejercicios de respiración para guiar a la niña—. Respira, mantén, exhala. ¿Qué tal? ¿Mejor?
Sonrío aliviada cuando veo que la chica se ha tranquilizado. Vaya día estoy teniendo… Aun así, prefiero mantenerme ocupada y no tener tiempo de pensar en nada. Creo…, creo que no estoy preparada para enfrentar mis dudas. Kato-san diría que estoy siendo cobarde por no plantarle cara a la incertidumbre. Sin embargo, como se calle el mundo será Shuten Douji quien comience a susurrarme cosas. ¿Qué dirá Aki-san cuando se entere de que estoy maldita? ¿Perdonará el que por mis venas fluya la sangre del oni más peligroso que alguna vez vio Fuji? Lo mejor será ocultárselo, al menos por el momento…
Las palabras de la niña me traen de vuelta al mundo y dejo de divagar en mis propios pensamientos. Ha tenido que ser difícil para ella… Ya no solo coincidimos en la situación actual, sino que compartimos un pasado parecido. No obstante, enseguida noto una diferencia importante entre nosotras: Nanako-chan es mucho más valiente que yo, puedo verlo en sus ojos. A pesar de estar gravemente herida quiere encontrar a su compañero. ¿Cuán fuerte es su espíritu como para, luego de enfrentar a la muerte, levantarse e ir en busca de Yoshio? Siento admiración por ella, pero como su sanadora no puedo permitir que lo haga.
Me pongo de pie en frente de Nanako-chan y le miro con el ceño fruncido, los brazos cruzados.
—No debes moverte —le digo tajantemente—, aún no estás lista. Acabo de cerrar tus heridas y cualquier movimiento brusco las volverá a abrir. ¿Es que acaso quieres morir? —le pregunto como si le estuviera regañando—. Entiendo la importancia de encontrar a tu compañero, pero ahora mismo debes descansar.
Tengo la sospecha de que ignorará mis palabras e intentará salir de la enfermería para ir en busca de Yoshio. Como sanadora no retendré a Nanako-chan en esta habitación, pero si está convencida de empeñarse en una misión suicida, lo mejor será que le acompañe. Y hablando de misiones suicidas… No tengo idea de dónde estoy ni por qué los hombres se matan los unos a los otros. Lo único que sé es que estoy en tierras desconocidas y peligrosas, tierras que están en medio de una guerra.
—Te acompañaré, entonces —le diría en caso de que ignorase mis sugerencias—. No dejaré que mueras a causa de tu testarudez. —Me voltearía hacia Aki-san y haría una reverencia en señal de agradecimiento—. Muchas gracias por todo lo que ha hecho, Aki-san. No puedo dejar que Nanako-chan deambule sola en estas tierras peligrosas. Le acompañaré hasta Kimimura para asegurarme de que esté bien.
—Tranquila, pequeña, todo estará bien. Haz lo mismo que yo y te prometo que estarás mejor —le sugiero con delicadeza y amabilidad. Inflo el pecho con lentitud, mantengo la respiración y luego exhalo sin prisa para luego repetir el proceso—. Eso es, tómalo con calma. —Continúo haciendo los ejercicios de respiración para guiar a la niña—. Respira, mantén, exhala. ¿Qué tal? ¿Mejor?
Sonrío aliviada cuando veo que la chica se ha tranquilizado. Vaya día estoy teniendo… Aun así, prefiero mantenerme ocupada y no tener tiempo de pensar en nada. Creo…, creo que no estoy preparada para enfrentar mis dudas. Kato-san diría que estoy siendo cobarde por no plantarle cara a la incertidumbre. Sin embargo, como se calle el mundo será Shuten Douji quien comience a susurrarme cosas. ¿Qué dirá Aki-san cuando se entere de que estoy maldita? ¿Perdonará el que por mis venas fluya la sangre del oni más peligroso que alguna vez vio Fuji? Lo mejor será ocultárselo, al menos por el momento…
Las palabras de la niña me traen de vuelta al mundo y dejo de divagar en mis propios pensamientos. Ha tenido que ser difícil para ella… Ya no solo coincidimos en la situación actual, sino que compartimos un pasado parecido. No obstante, enseguida noto una diferencia importante entre nosotras: Nanako-chan es mucho más valiente que yo, puedo verlo en sus ojos. A pesar de estar gravemente herida quiere encontrar a su compañero. ¿Cuán fuerte es su espíritu como para, luego de enfrentar a la muerte, levantarse e ir en busca de Yoshio? Siento admiración por ella, pero como su sanadora no puedo permitir que lo haga.
Me pongo de pie en frente de Nanako-chan y le miro con el ceño fruncido, los brazos cruzados.
—No debes moverte —le digo tajantemente—, aún no estás lista. Acabo de cerrar tus heridas y cualquier movimiento brusco las volverá a abrir. ¿Es que acaso quieres morir? —le pregunto como si le estuviera regañando—. Entiendo la importancia de encontrar a tu compañero, pero ahora mismo debes descansar.
Tengo la sospecha de que ignorará mis palabras e intentará salir de la enfermería para ir en busca de Yoshio. Como sanadora no retendré a Nanako-chan en esta habitación, pero si está convencida de empeñarse en una misión suicida, lo mejor será que le acompañe. Y hablando de misiones suicidas… No tengo idea de dónde estoy ni por qué los hombres se matan los unos a los otros. Lo único que sé es que estoy en tierras desconocidas y peligrosas, tierras que están en medio de una guerra.
—Te acompañaré, entonces —le diría en caso de que ignorase mis sugerencias—. No dejaré que mueras a causa de tu testarudez. —Me voltearía hacia Aki-san y haría una reverencia en señal de agradecimiento—. Muchas gracias por todo lo que ha hecho, Aki-san. No puedo dejar que Nanako-chan deambule sola en estas tierras peligrosas. Le acompañaré hasta Kimimura para asegurarme de que esté bien.
- Resumen:
- Decidir que acompañaré a Nanako-chan a Kimimura.
Aki D. Arlia
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Se quedó mirando a la extraña chica con expresión indescifrable. A lo largo de su vida, especialmente en los últimos años, había empezado a darle cierto valor a los nombres. Cada uno contenía una historia, al fin y al cabo, los suyos los primeros. Y creía conocerlos, entender lo que escondían y lo que representaban. ''Otoño'', había dicho. ¿Sería cierto? Esbozó una sonrisa un tanto cansada. Lo cierto es que solo había pensado en lo que significaba para ella. Nunca se había preguntado por qué lo escogería Akon al encontrarla. Creía que era solo porque se parecía al suyo y el hombre se había erigido como su padre adoptivo enseguida. ''Otoño''. ¿Le habría encontrado en esa época? Quizá su rebelde cabecita pelirroja le recordaba a las hojas que crujían en el suelo. Tal vez ya de aquella intuyera que todo en la niña que acababa de encontrarse no era sino un hermoso ocaso, el más bonito aviso antes de la muerte. O tal vez no. Quizá solo hubiera sido casualidad.
-Sí. Otoño.
Agarró un bol y fue hasta el fregadero para llenarlo de agua y pasárselo para que pudiera limpiar las heridas a conciencia. No era momento de pensar en esas cosas. Por suerte, Shinobu es buena en lo que hace y la niña no tarda en despertar. Por desgracia, para su confusión lo que cuenta levanta más preguntas que respuestas. Yoshio debía de haber sido un samurái a cargo de la niña. Debían de pertenecer a una familia importante o rica, si su padre tenía hombres a sus órdenes. Aunque por otro lado quizá fuera solo un buen amigo de la familia.
Admiró la determinación de la pequeña. Incluso con sus heridas y recién despierta, tenía toda la intención de regresar para encontrar a ese hombre… o su cadáver. Y era perfectamente consciente de ello. Aki suspiró. No había otra opción, por lo visto. No iba a dejarla irse en mitad de la batalla después de haber pasado todo el trabajo de curarla. Y al parecer, no era la única que opinaba así. Dejó que Shinobu declarara sus intenciones mientras alzaba una ceja. Creía entender lo que sucedía y le colocó suavemente la mano en el hombro.
-Alto ahí. No vayas a pensar que me he olvidado de cómo nos encontramos. Ninguna de las dos está en condiciones de adentrarse en la batalla que hay ahí afuera. Estáis confusas y llenas de dudas. Iré con vosotras, por lo menos hasta que encontréis las respuestas que estáis buscando. Ahora mismo el mundo es un caos y creo que todas podemos valernos de un poco de ayuda.
Nanako no era la única que había preguntado dónde estaba ni qué había sucedido. No estaba segura de si tenía amnesia o algo más complejo, pero dejarlas ir a las dos solas era algo que no le hacía sentirse bien. Tenía la sensación de que la guerrera se identificaba un poco con la niña. Temía que por protegerla hiciera alguna estupidez. No, lo mejor era ir con ellas. Quizá más allá de la batalla, en Kimimura, pudiera entender qué estaba pasando.
En realidad, era consciente de que permaneciendo a su lado las ponía en peligro. No se olvidaba del encontronazo que acababa de tener, pero… había prioridades. Ella de momento estaba de una pieza, lo mejor era aprovecharlo.
Se agachó y abrió los brazos para que la niña trepara.
-Te diría que te subieras a mi espalda, pero prefiero tener esa fea herida a la vista en caso de que alguien intente rematarla, ¿eh? Venga, llegarás antes así. Y tienes que guardar fuerzas, porque eres la única que conoce a Yoshio. Y el camino, que la orientación no es lo mío.
Salió del barco acompañada, esperaba, por las otras dos. Antes pararía un momento en la despensa para coger algo de fruta, agua y embutido. A la niña le iría bien comer y seguramente a Shinobu también. Aún no descartaba que su confusión fuera cosa de una insolación o algo por el estilo. Llegaría a la playa y le pediría direcciones a la niña, antes de empezar a andar evitando a los combatientes y atenta a cualquier movimiento contra ellas. Si alguien se les acercaba para detenerles, haría que se echasen a lamer el suelo con su fruta sin decir nada. Llevaba una carga preciada en brazos y no iba a perder el tiempo con una guerra que no terminaba de comprender.
-Sí. Otoño.
Agarró un bol y fue hasta el fregadero para llenarlo de agua y pasárselo para que pudiera limpiar las heridas a conciencia. No era momento de pensar en esas cosas. Por suerte, Shinobu es buena en lo que hace y la niña no tarda en despertar. Por desgracia, para su confusión lo que cuenta levanta más preguntas que respuestas. Yoshio debía de haber sido un samurái a cargo de la niña. Debían de pertenecer a una familia importante o rica, si su padre tenía hombres a sus órdenes. Aunque por otro lado quizá fuera solo un buen amigo de la familia.
Admiró la determinación de la pequeña. Incluso con sus heridas y recién despierta, tenía toda la intención de regresar para encontrar a ese hombre… o su cadáver. Y era perfectamente consciente de ello. Aki suspiró. No había otra opción, por lo visto. No iba a dejarla irse en mitad de la batalla después de haber pasado todo el trabajo de curarla. Y al parecer, no era la única que opinaba así. Dejó que Shinobu declarara sus intenciones mientras alzaba una ceja. Creía entender lo que sucedía y le colocó suavemente la mano en el hombro.
-Alto ahí. No vayas a pensar que me he olvidado de cómo nos encontramos. Ninguna de las dos está en condiciones de adentrarse en la batalla que hay ahí afuera. Estáis confusas y llenas de dudas. Iré con vosotras, por lo menos hasta que encontréis las respuestas que estáis buscando. Ahora mismo el mundo es un caos y creo que todas podemos valernos de un poco de ayuda.
Nanako no era la única que había preguntado dónde estaba ni qué había sucedido. No estaba segura de si tenía amnesia o algo más complejo, pero dejarlas ir a las dos solas era algo que no le hacía sentirse bien. Tenía la sensación de que la guerrera se identificaba un poco con la niña. Temía que por protegerla hiciera alguna estupidez. No, lo mejor era ir con ellas. Quizá más allá de la batalla, en Kimimura, pudiera entender qué estaba pasando.
En realidad, era consciente de que permaneciendo a su lado las ponía en peligro. No se olvidaba del encontronazo que acababa de tener, pero… había prioridades. Ella de momento estaba de una pieza, lo mejor era aprovecharlo.
Se agachó y abrió los brazos para que la niña trepara.
-Te diría que te subieras a mi espalda, pero prefiero tener esa fea herida a la vista en caso de que alguien intente rematarla, ¿eh? Venga, llegarás antes así. Y tienes que guardar fuerzas, porque eres la única que conoce a Yoshio. Y el camino, que la orientación no es lo mío.
Salió del barco acompañada, esperaba, por las otras dos. Antes pararía un momento en la despensa para coger algo de fruta, agua y embutido. A la niña le iría bien comer y seguramente a Shinobu también. Aún no descartaba que su confusión fuera cosa de una insolación o algo por el estilo. Llegaría a la playa y le pediría direcciones a la niña, antes de empezar a andar evitando a los combatientes y atenta a cualquier movimiento contra ellas. Si alguien se les acercaba para detenerles, haría que se echasen a lamer el suelo con su fruta sin decir nada. Llevaba una carga preciada en brazos y no iba a perder el tiempo con una guerra que no terminaba de comprender.
- resumen:
- Decidir acompañar a Shinobu y Nanako, pasar por la despensa para coger fruta embutidos y agua para darles y echar a andar a donde diga la niña. Poner a lamer el suelo a quien intente acercarse de forma hostil por impaciente de la vida (?)
Inosuke Dru-zan
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En cuanto el aldeano se acerca y me habla de su botica, se me iluminan los ojos. Ilusionado como un niño pequeño al que le dan un regalo, corro hacia el lugar que me indica y recojo todo lo que creo que me pueda ser útil. Al parecer no había encontrado nada de utilidad examinando a la chica, aquello escapaba de mi conocimiento, pero no iba a escatimar en esfuerzos. Cuando terminé de saquear el almacén del aldeano volví con Kaya y la joven grisácea.
La verdad, la chica no parecía normal. Y que actuara como si no ocurriera nada era aún más desconcertante. ¿No se daba cuenta de lo que le pasaba a ella misma? No quedaba de otra, tenía que terminar de examinarla para saber qué ocurría. Al momento me volví a quitar la máscara y, acercándome a la pierna deformada de la muchacha, la lamí, esperando alguna respuesta de su cuerpo o descubrir algún sabor que me diera alguna pista.
Cuando terminé de saborear su pierna, Kaya se adelantó y derramó un envase de agua sobre la chica. De verdad, no entendía qué estaba pensando esta chica. Primero la trata como una amiga y después no hace más que estupideces sin sentido. Vale, la muchacha es rara y tiene pocas luces, pero no por eso hay que discriminarla. Si es que... las mujeres son muy malas entre ellas. Un día te sonríen y al otro te apuñalan por la espalda. En fin, una vez hecho no se podía cambiar, así que no le iba a dar muchas vueltas.
—¡AHHHHH! —gritó Kaya.
Al poco mi compañera se arranca su parche y lo tira al suelo, rabiosa. No contenta, lo pisó con tanta fuerza que sentí la vibración del suelo bajo mis pies. Yo ya sabía que ella se enfadaba con facilidad, pero... ¿se estaría volviendo loca?
—Kayaya, tú tranquilizar. No pasar nada. ¿Por qué no relajar con taza de té?
Se puso peor. Empezó a blasfemar contra Mayordomo Misterioso, gritando como una histérica. Que sí, tendría sus motivos, pero nunca la había visto de esa forma. Más me valía no enfadarla más.
Cuando me dijo que tocaba irnos, no le llevé la contraria. Tampoco podíamos hacer mucho más en aquella aldea. Habíamos salvado al los aldeanos, cumpliendo las órdenes de la capitana, y habíamos hecho lo que habíamos podido con la chica de gris. Cualquier otra cosa hubiera resultado una pérdida de tiempo, así que en cuanto veo Kaya irse hacia el sur con un aura de malhumor, como si tuviera una nube de tormenta encima, recogí a Acinóm y me la cargué al hombro, para que nos hiciera de guía. Por su parte, Cazapeces se había cansado de estar sobre mis hombros, así que empezó a sobrevolar la zona.
—Cazapeces, tú vigilar. Si ver tú algo extraño, hacer ruido que tú sabes —le digo a mi mascota, para que nos guarde las espaldas.
Continuo andando hacia el sur, tranquilamente. Por el camino voy preguntando a Acinóm que en donde se encuentra el peligro. Todavía no tengo claro si deberíamos evitarlo o ir directo hacia él. Si por mí fuera hubiéramos buscado el lugar con más acción para proclamar esta tierra como nuestra, pero cualquier le llevaría la contraria a Kaya. Lo mejor era seguir caminando y pensar en cosas más urgentes, como la mancha. Dichosa mancha. ¿Cómo no se va a ir la suciedad con jabón? Encima empezaba a endurecerse como la comida en los platos sin fregar. Resultaba molesto. Mucho. Si no se me ocurría pronto como deshacerme de ello, iba a tener que aprender a vivir así, y realmente no me apetecía. Quizás si lo lamía... No, mejor no. Mi boca había pasado ya por demasiado cosas nuevas. Mejor no arriesgar. Aunque no descartaba la opción de darme un baño en el río. Si en nuestro camino cruzábamos alguno, no dudaría en tirarme en él.
La verdad, la chica no parecía normal. Y que actuara como si no ocurriera nada era aún más desconcertante. ¿No se daba cuenta de lo que le pasaba a ella misma? No quedaba de otra, tenía que terminar de examinarla para saber qué ocurría. Al momento me volví a quitar la máscara y, acercándome a la pierna deformada de la muchacha, la lamí, esperando alguna respuesta de su cuerpo o descubrir algún sabor que me diera alguna pista.
Cuando terminé de saborear su pierna, Kaya se adelantó y derramó un envase de agua sobre la chica. De verdad, no entendía qué estaba pensando esta chica. Primero la trata como una amiga y después no hace más que estupideces sin sentido. Vale, la muchacha es rara y tiene pocas luces, pero no por eso hay que discriminarla. Si es que... las mujeres son muy malas entre ellas. Un día te sonríen y al otro te apuñalan por la espalda. En fin, una vez hecho no se podía cambiar, así que no le iba a dar muchas vueltas.
—¡AHHHHH! —gritó Kaya.
Al poco mi compañera se arranca su parche y lo tira al suelo, rabiosa. No contenta, lo pisó con tanta fuerza que sentí la vibración del suelo bajo mis pies. Yo ya sabía que ella se enfadaba con facilidad, pero... ¿se estaría volviendo loca?
—Kayaya, tú tranquilizar. No pasar nada. ¿Por qué no relajar con taza de té?
Se puso peor. Empezó a blasfemar contra Mayordomo Misterioso, gritando como una histérica. Que sí, tendría sus motivos, pero nunca la había visto de esa forma. Más me valía no enfadarla más.
Cuando me dijo que tocaba irnos, no le llevé la contraria. Tampoco podíamos hacer mucho más en aquella aldea. Habíamos salvado al los aldeanos, cumpliendo las órdenes de la capitana, y habíamos hecho lo que habíamos podido con la chica de gris. Cualquier otra cosa hubiera resultado una pérdida de tiempo, así que en cuanto veo Kaya irse hacia el sur con un aura de malhumor, como si tuviera una nube de tormenta encima, recogí a Acinóm y me la cargué al hombro, para que nos hiciera de guía. Por su parte, Cazapeces se había cansado de estar sobre mis hombros, así que empezó a sobrevolar la zona.
—Cazapeces, tú vigilar. Si ver tú algo extraño, hacer ruido que tú sabes —le digo a mi mascota, para que nos guarde las espaldas.
Continuo andando hacia el sur, tranquilamente. Por el camino voy preguntando a Acinóm que en donde se encuentra el peligro. Todavía no tengo claro si deberíamos evitarlo o ir directo hacia él. Si por mí fuera hubiéramos buscado el lugar con más acción para proclamar esta tierra como nuestra, pero cualquier le llevaría la contraria a Kaya. Lo mejor era seguir caminando y pensar en cosas más urgentes, como la mancha. Dichosa mancha. ¿Cómo no se va a ir la suciedad con jabón? Encima empezaba a endurecerse como la comida en los platos sin fregar. Resultaba molesto. Mucho. Si no se me ocurría pronto como deshacerme de ello, iba a tener que aprender a vivir así, y realmente no me apetecía. Quizás si lo lamía... No, mejor no. Mi boca había pasado ya por demasiado cosas nuevas. Mejor no arriesgar. Aunque no descartaba la opción de darme un baño en el río. Si en nuestro camino cruzábamos alguno, no dudaría en tirarme en él.
- Resumen:
- Coger todo lo posible de la botica del aldeano, lamer la pierna de la chica de gris en busca de más pistas, cargarla al hombro (en caso de no morir por el agua de Kaya) para que nos haga de guía de camino al sur, decirle al pterodáctilo que vigile los alrededores desde las alturas y pensar sobre la dichosa mancha, otra vez.
Contra todo pronóstico deseado, su llegada a aquel pueblo de Kuri no había sido bien recibida, y tampoco había ayudado su repentino ataque para disuadir a los piratas, pues también había acabado con algún que otro civil. «Habría jurado que tan solo había apuntado a los piratuelos…», discurrió durante un instante, pensando en que quizás, después de eso, tendría que afinar un poco su puntería. ¿Tiro al okama? Sería un buen método de instrucción. Sin embargo, ante decenas de miradas de odio que se cernían sobre él como la misma gravedad sobre su cuerpo, una voz irónica silenció a la del resto.
pensó durante un breve instante. Las miradas de odio se cernían sobre él como la misma gravedad, haciéndole sentir un poco incómodo. Pero lo que verdaderamente le molestó fueron las palabras de uno de ellos, porque la verdad dolía tanto como las afiladas indirectas de su suegra.
—¿Y creéis que podéis hacerlo solos? —preguntó en voz alta—. No veía caras de disgusto cuando puse a esta gente a trabajar para vosotros, mientras os quedabais en vuestras casas y disfrutabais de vuestras familias —clavó una intensa mirada sobre el que había escupido sobre el suelo—. Me ausento unos días para ayudar a un compañero en problemas, ¿y qué me encuentro? Que no habéis sido capaces de contener a unos pocos criminales, ni en los campos ni en la prisión en la que dejé encerrado a la mayoría. No soy un héroe, ni tampoco pretendo serlo. Como bien has dicho soy un pirata, y si os estoy ayudando es porque aquí vive gente importante para mí. Así que puedes llamarme como te salga de los huevos, porque no pienso irme de aquí hasta que solucione, como bien has dicho, el error que he cometido —se giró para comprobar como muchos otros piratas se iban de allí corriendo—. Los que están huyendo son simples peones en una partida de shogi, que no van a tardar en traer al primero de sus generales de plata, después de todo ya deben de saber que estoy aquí en Kuri.
Dicho aquello, a sabiendas de que había muchas probabilidades de que volvieran a mandarlo a la mierda, comenzó a envolver su cuerpo de un fuego dorado ligeramente cálido, pero que no quemaba al contacto con nadie.
—Y por los heridos no te preocupes —dijo, caminando hacia un grupo de civiles con distintas heridas, algunos presentaban hasta algún hueso roto, y les lanzó una pequeña llamarada, la cual comenzó a situarse sobre las distintas lesiones hasta curarlas. Era una técnica sencilla, que había sido capaz de mejorar con el paso de los años, el poder mejorado de su Fuego áureo: llamas benignas, mediante la cual era capaz de sanar desde pequeños cortes o incisiones, hasta derrames internos o roturas óseas en poco tiempo. Un poder muy útil, sobre todo cuando su banda estaba formada por cafres suicidas como Luka, Vile o él mismo—. Siempre y cuando no estén muertos puedo sanarlos —se giró hacia los civiles que le miraban—. Así que os ofrezco un trato…, primero nos deshacemos de esta gentuza, y si cuando acabe el día seguís odiándome no volveré a pisar esta tierra—dijo con semblante serio—. «A no ser que me llamen mis churumbeles, en ese caso os van a dar por el culo», continuó diciendo para sus adentros.
En el caso de que los civiles accedieran, curaría a tantos como pudiera y estaría atento al den den mushi para con el sumo protector de esa tierra, Berthil. «Seguramente Therax y Marc ya estén con él, excusándose por mis acciones», pensaba el pelirrojo.
—Dime, Kanima —llamó la atención del hombre—. ¿Sabes algo de mi gente? —le preguntó, preocupado.
pensó durante un breve instante. Las miradas de odio se cernían sobre él como la misma gravedad, haciéndole sentir un poco incómodo. Pero lo que verdaderamente le molestó fueron las palabras de uno de ellos, porque la verdad dolía tanto como las afiladas indirectas de su suegra.
—¿Y creéis que podéis hacerlo solos? —preguntó en voz alta—. No veía caras de disgusto cuando puse a esta gente a trabajar para vosotros, mientras os quedabais en vuestras casas y disfrutabais de vuestras familias —clavó una intensa mirada sobre el que había escupido sobre el suelo—. Me ausento unos días para ayudar a un compañero en problemas, ¿y qué me encuentro? Que no habéis sido capaces de contener a unos pocos criminales, ni en los campos ni en la prisión en la que dejé encerrado a la mayoría. No soy un héroe, ni tampoco pretendo serlo. Como bien has dicho soy un pirata, y si os estoy ayudando es porque aquí vive gente importante para mí. Así que puedes llamarme como te salga de los huevos, porque no pienso irme de aquí hasta que solucione, como bien has dicho, el error que he cometido —se giró para comprobar como muchos otros piratas se iban de allí corriendo—. Los que están huyendo son simples peones en una partida de shogi, que no van a tardar en traer al primero de sus generales de plata, después de todo ya deben de saber que estoy aquí en Kuri.
Dicho aquello, a sabiendas de que había muchas probabilidades de que volvieran a mandarlo a la mierda, comenzó a envolver su cuerpo de un fuego dorado ligeramente cálido, pero que no quemaba al contacto con nadie.
—Y por los heridos no te preocupes —dijo, caminando hacia un grupo de civiles con distintas heridas, algunos presentaban hasta algún hueso roto, y les lanzó una pequeña llamarada, la cual comenzó a situarse sobre las distintas lesiones hasta curarlas. Era una técnica sencilla, que había sido capaz de mejorar con el paso de los años, el poder mejorado de su Fuego áureo: llamas benignas, mediante la cual era capaz de sanar desde pequeños cortes o incisiones, hasta derrames internos o roturas óseas en poco tiempo. Un poder muy útil, sobre todo cuando su banda estaba formada por cafres suicidas como Luka, Vile o él mismo—. Siempre y cuando no estén muertos puedo sanarlos —se giró hacia los civiles que le miraban—. Así que os ofrezco un trato…, primero nos deshacemos de esta gentuza, y si cuando acabe el día seguís odiándome no volveré a pisar esta tierra—dijo con semblante serio—. «A no ser que me llamen mis churumbeles, en ese caso os van a dar por el culo», continuó diciendo para sus adentros.
En el caso de que los civiles accedieran, curaría a tantos como pudiera y estaría atento al den den mushi para con el sumo protector de esa tierra, Berthil. «Seguramente Therax y Marc ya estén con él, excusándose por mis acciones», pensaba el pelirrojo.
—Dime, Kanima —llamó la atención del hombre—. ¿Sabes algo de mi gente? —le preguntó, preocupado.
- Resumen:
- Contestar a los civiles, usar su técnica mítica: Fuego Áureo: Llamas Benignas (Mejora) para curar a un grupo de civiles que estaba allí, y ofrecer curar a más gente y hacer uso del rango 12 de su factor shonen: Cuando no eres tú el que está implicado en la trama puedes hacer comentarios completamente acertados al respecto.
Gareth Silverwing
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Akuma no mi
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La herida que le había dejado, no era definitiva, aunque supuse que no lo sería con nadie que fuera capaz de lanzar algo a tal velocidad sólo usando fuerza bruta. Las tropas habían salido a la carga con un valor que sabía que no podía llegar a ser sano, pero sería peor para todos que se dejasen llevar por el miedo, que permitiesen que la visión de un enemigo imposible los abrumase, les daríamos valor, pero no podíamos luchar esta batalla por ellos ahora que estaban tan metidos. Lo máximo que podíamos hacer era ayudarlos a que salieran los máximos posibles con vida.
- ¡Aprovechad la brecha que ha creado Al para reagruparos con el grupo principal y cerrad la pinza! - Mis indicaciones eran tácticamente las adecuadas, aunque desconocía si podía sacar más de ellos. - ¡Sólo un poco m...! - Algo me interrumpió.
Una señal térmica se había acercado por mi punto ciego, la de aquel gyojin que pensaba aprovechar una posible apertura para atacar de forma oportunista. Tenía algo de grandes dimensiones en las manos y pensaba golpearme con eso, aunque no me molesté en romper mi postura para encararlo. En lugar de eso puse el escudo sobre mi cabeza y me preparé para el impacto lo mejor que pude. La fuerza de aquel hombre pez era aplastante, pero el escudo podía absorber eso y ayudarme a aguantar, aunque eso no pudo evitar que la mezcla de hielo y tierra que tenía bajo los pies se agrietase bajo la presión. Apreté los dientes, gotas de agua habían golpeado mi piel perforándola, aunque sin pasar el músculo, una serie de heridas menores algo molestas que se mezclaban con mi sangre, pero desde luego nada que me detuviese.
Comencé a absorber la temperatura de la zona, especialmente la de la tierra que quedaba bajo la capa de hielo y los pies de los presentes. El agua que contenía se congelaría y dejaría de fluir, con lo que no rellenaría los agujeros que quedaban. Tras eso y con el gyojin encima de mi cabeza una armadura de cristales rojizos se formó en mis manos y piernas, dejando dos estrellas de cuatro puntas flotando sobre mis hombros y una capa que recubría el escudo, la hoja de Zinogre se alargó hasta alcanzar los tres metros, formando la Slayer Armor. Me aparté de golpe y dejé que terminase de caer, se precipitase al suelo o cayese con equilibrio mi ataque no cambiaría. Mi hoja giró el en aire, hundiéndose en el suelo y cortando este como si se tratase de mantequilla gracias a su vibración, lanzando un único y potente tajo ascendente en diagonal dirigido al pecho del hombre pez.
Ahora que contaba con la temperatura suficiente, Al distrayendo a las tropas encargándose de las máquinas, Jack con su cúpula y Galhard apoyando a los nuestros, con las tropas agrupadas sería más fácil y con menos bajas. Si no cesaban en su ataque mi siguiente movimiento podría ser jaque mate.
- ¡Aprovechad la brecha que ha creado Al para reagruparos con el grupo principal y cerrad la pinza! - Mis indicaciones eran tácticamente las adecuadas, aunque desconocía si podía sacar más de ellos. - ¡Sólo un poco m...! - Algo me interrumpió.
Una señal térmica se había acercado por mi punto ciego, la de aquel gyojin que pensaba aprovechar una posible apertura para atacar de forma oportunista. Tenía algo de grandes dimensiones en las manos y pensaba golpearme con eso, aunque no me molesté en romper mi postura para encararlo. En lugar de eso puse el escudo sobre mi cabeza y me preparé para el impacto lo mejor que pude. La fuerza de aquel hombre pez era aplastante, pero el escudo podía absorber eso y ayudarme a aguantar, aunque eso no pudo evitar que la mezcla de hielo y tierra que tenía bajo los pies se agrietase bajo la presión. Apreté los dientes, gotas de agua habían golpeado mi piel perforándola, aunque sin pasar el músculo, una serie de heridas menores algo molestas que se mezclaban con mi sangre, pero desde luego nada que me detuviese.
Comencé a absorber la temperatura de la zona, especialmente la de la tierra que quedaba bajo la capa de hielo y los pies de los presentes. El agua que contenía se congelaría y dejaría de fluir, con lo que no rellenaría los agujeros que quedaban. Tras eso y con el gyojin encima de mi cabeza una armadura de cristales rojizos se formó en mis manos y piernas, dejando dos estrellas de cuatro puntas flotando sobre mis hombros y una capa que recubría el escudo, la hoja de Zinogre se alargó hasta alcanzar los tres metros, formando la Slayer Armor. Me aparté de golpe y dejé que terminase de caer, se precipitase al suelo o cayese con equilibrio mi ataque no cambiaría. Mi hoja giró el en aire, hundiéndose en el suelo y cortando este como si se tratase de mantequilla gracias a su vibración, lanzando un único y potente tajo ascendente en diagonal dirigido al pecho del hombre pez.
Ahora que contaba con la temperatura suficiente, Al distrayendo a las tropas encargándose de las máquinas, Jack con su cúpula y Galhard apoyando a los nuestros, con las tropas agrupadas sería más fácil y con menos bajas. Si no cesaban en su ataque mi siguiente movimiento podría ser jaque mate.
- Resumen:
- Seguir el combate con el gyojin y dar órdenes a las tropas.
Maze
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La vaga respuesta del tal Brutus provocó que su ceja dibujase una forma de arco por debajo del flequillo de su peluca, denotando que esa respuesta podía implicar perfectamente que el conflicto comenzase en palacio una vez se volvieran prescindibles para él si no actuaba antes de tiempo. Y mira que lo hubiera hecho, pero veía mejor el simplemente grabar la información y salir por patas o demostrar que valía más viva que algunos de su tripulación. Había supuesto que el tema del sigilo, que hubiera más gente que supiera controlar su presencia y que no todos eran unos blanduchos era posible. Pero al final del día tenía que recordar que, de nuevo, ya no se codeaba con quien solía hacerlo.
Precisamente por eso le sentó como le debió sentar al imbécil de Casino Island la patada en la entrepierna que se llevó de su parte el que acabaran de encasquetarle—literalmente—l el muerto al que se acababa de encontrar abriendo la puerta del carromato. El estrepitoso chillido de la rubita la sobresaltó casi al momento que lo hizo a los demás, no tendiendo tiempo de taparle la boca a Anna. Se llamaba Anna, ¿verdad? Que tuviera los ojos cerrados no la volvía sorda y en su caso, su oído era casi igual de fino en su forma humana como en la de felino. Más siendo música. Casi podía percibir la burla en el rostro de la rubia. Si ni siquiera tenía pruebas. No, eso parecía planeado de verdad y ella había tenido la mala suerte de comerse el marrón. Ahora con todos los ojos en ella, suspiró. Empezaba otra vez la función.
—Esto tiene que ser una broma de mal gusto —Fue lo primero que soltó, en voz alta, mientras la gente terminaba de llegar y todos se arremolinaban ante ella. Ahora mismo agradecía bastante seguir manteniendo su mantra activado. Una pena que este no avisase de las personas muertas. Dejó relajado un brazo, apoyando el dorso de la otra mano en la cadera, tomando una postura engreída, algo más desafiante—. Annita, ¿verdad? No debes apreciar demasiado esa cabecita tonta tuya sobre tus hombros. Es decir, acabo de llegar al carruaje, he abierto la puerta, y al segundo de que esta estuviera abierta has salido desde detrás de mí gritando como una loca. Al menos un poco más de improvisación, hija. Que no me has dado tiempo ni a apartarme de la puerta para mirar—. Se movió un poco, levantando una de sus piernas— Por favor, no has dado tiempo ni a que se me manchen las botas —puntualizó, demostrando que, efectivamente, la suela solo tenía polvo del camino. De hecho, si sus compañeros hacían el puto favor de tener dos neuronas mínimamente conectadas en la cabeza, se darían cuenta con las siguientes pruebas de que, efectivamente, era imposible que hubiera sido ella. O por lo menos estarían lo suficientemente dudosos como para dejar que siguiera hablando.
Si se lo permitían, seguiría por exponer la forma en que le habían matado, enseñar sus armas, también limpias. Comentar que solo le había dado tiempo a ver al hombre que, o le habían pillado en el momento que había vuelto a entrar o no había llegado a salir —Su afición a las novelas policiacas debía servir de algo, ¿no?—; recordar que hay tres mochilas abiertas así que podían faltar entre tres y cuatro cartas, incluso cinco si contaban la del propio asesino. Y que si fuera ella no hubiera tenido tiempo de esconderlas. Así que esa acusación de Annita, con sus pruebas, debería ser suficiente como para pasarle el rebote a ella.
De todos modos, estaba hablando con piratas, así que no se podía fiar. Y su charla no iba a ser pura y llanamente una defensa bien elaborada, no. Mientras hablaba había dejado preparadas una suerte de cosas. Empezando por dejar que su aura recorriera el área en finos hilitos que, poco a poco se habían afianzado alrededor de las cabezas, tronco y brazos de los ahí presentes, a un movimiento de sus dedos de tensarse y apretarse sobre sus cuerpos para acabar con sus vidas si intentaban abalanzarse sobre ella. Por otra parte, el olor a sangre estaba aun medianamente fresco, así que había modificado su nariz, solo por dentro, sin que su apariencia variara desde fuera, para asegurarse de que nadie se percataba de sus poderes. Si el traidor era un miembro del CP eso le traería problemas. Mientras hablaba, entre pausa y pausa había olisqueado disimuladamente los alrededores en busca de alguien que tuviera en sus ropas o su piel algún rastro de olor a sangre reciente. El olor variaba entre la seca y la no, así que era difícil confundirse, por mínimo que fuera.
«Al final puede ser una oportunidad de oro». Pensó. Si podía demostrar su inocencia y encontrar al infiltrado tendría la excusa perfecta para acabar con los demás de golpe, salvo el conductor —o intentarlo, al menos—, decir de mantener al otro vivo para que nos acompañase como «regalo» para la emperatriz y tener una excusa para necesitar revisar los sobres antes de llegar. Al fin y al cabo, el contenido podía haber sido manipulado. ¿Y cómo haría para que no se defendieran si decidía que sí les quería matar? Fácil. Solo tenía que imponer su voluntad.
Precisamente por eso le sentó como le debió sentar al imbécil de Casino Island la patada en la entrepierna que se llevó de su parte el que acabaran de encasquetarle—literalmente—l el muerto al que se acababa de encontrar abriendo la puerta del carromato. El estrepitoso chillido de la rubita la sobresaltó casi al momento que lo hizo a los demás, no tendiendo tiempo de taparle la boca a Anna. Se llamaba Anna, ¿verdad? Que tuviera los ojos cerrados no la volvía sorda y en su caso, su oído era casi igual de fino en su forma humana como en la de felino. Más siendo música. Casi podía percibir la burla en el rostro de la rubia. Si ni siquiera tenía pruebas. No, eso parecía planeado de verdad y ella había tenido la mala suerte de comerse el marrón. Ahora con todos los ojos en ella, suspiró. Empezaba otra vez la función.
—Esto tiene que ser una broma de mal gusto —Fue lo primero que soltó, en voz alta, mientras la gente terminaba de llegar y todos se arremolinaban ante ella. Ahora mismo agradecía bastante seguir manteniendo su mantra activado. Una pena que este no avisase de las personas muertas. Dejó relajado un brazo, apoyando el dorso de la otra mano en la cadera, tomando una postura engreída, algo más desafiante—. Annita, ¿verdad? No debes apreciar demasiado esa cabecita tonta tuya sobre tus hombros. Es decir, acabo de llegar al carruaje, he abierto la puerta, y al segundo de que esta estuviera abierta has salido desde detrás de mí gritando como una loca. Al menos un poco más de improvisación, hija. Que no me has dado tiempo ni a apartarme de la puerta para mirar—. Se movió un poco, levantando una de sus piernas— Por favor, no has dado tiempo ni a que se me manchen las botas —puntualizó, demostrando que, efectivamente, la suela solo tenía polvo del camino. De hecho, si sus compañeros hacían el puto favor de tener dos neuronas mínimamente conectadas en la cabeza, se darían cuenta con las siguientes pruebas de que, efectivamente, era imposible que hubiera sido ella. O por lo menos estarían lo suficientemente dudosos como para dejar que siguiera hablando.
Si se lo permitían, seguiría por exponer la forma en que le habían matado, enseñar sus armas, también limpias. Comentar que solo le había dado tiempo a ver al hombre que, o le habían pillado en el momento que había vuelto a entrar o no había llegado a salir —Su afición a las novelas policiacas debía servir de algo, ¿no?—; recordar que hay tres mochilas abiertas así que podían faltar entre tres y cuatro cartas, incluso cinco si contaban la del propio asesino. Y que si fuera ella no hubiera tenido tiempo de esconderlas. Así que esa acusación de Annita, con sus pruebas, debería ser suficiente como para pasarle el rebote a ella.
De todos modos, estaba hablando con piratas, así que no se podía fiar. Y su charla no iba a ser pura y llanamente una defensa bien elaborada, no. Mientras hablaba había dejado preparadas una suerte de cosas. Empezando por dejar que su aura recorriera el área en finos hilitos que, poco a poco se habían afianzado alrededor de las cabezas, tronco y brazos de los ahí presentes, a un movimiento de sus dedos de tensarse y apretarse sobre sus cuerpos para acabar con sus vidas si intentaban abalanzarse sobre ella. Por otra parte, el olor a sangre estaba aun medianamente fresco, así que había modificado su nariz, solo por dentro, sin que su apariencia variara desde fuera, para asegurarse de que nadie se percataba de sus poderes. Si el traidor era un miembro del CP eso le traería problemas. Mientras hablaba, entre pausa y pausa había olisqueado disimuladamente los alrededores en busca de alguien que tuviera en sus ropas o su piel algún rastro de olor a sangre reciente. El olor variaba entre la seca y la no, así que era difícil confundirse, por mínimo que fuera.
«Al final puede ser una oportunidad de oro». Pensó. Si podía demostrar su inocencia y encontrar al infiltrado tendría la excusa perfecta para acabar con los demás de golpe, salvo el conductor —o intentarlo, al menos—, decir de mantener al otro vivo para que nos acompañase como «regalo» para la emperatriz y tener una excusa para necesitar revisar los sobres antes de llegar. Al fin y al cabo, el contenido podía haber sido manipulado. ¿Y cómo haría para que no se defendieran si decidía que sí les quería matar? Fácil. Solo tenía que imponer su voluntad.
- resumen:
- Mencionar que le había sonado a que les iban a matar la respuesta de Brutus. Cagarse en todo con la forma en la que intentan encasquetarle el muerto, intentar defenderse y echarle las culpas a la que la estaba acusando mientras se preparaba para tener que cortar más cabezas. Si con su información y sus suposiciones descubre al asesino, o si no la dejan explicarse y la atacan estar preparada para defenderse, usando como medida para que no le supongan mucho esfuerzo el Haki del Rey. Esperar si le sale bien tener una excusa para revisar las cartas y mantener al infiltrado con vida.
- Cosas usadas/a tener en cuenta:
- Oficios: Músico-Bardo/ Espía-Infiltrado/ Interprete-Bailarín
Especialidad: Bailarín
Nivel 40 de la tabla de Akuma: Su conexión con la fruta es mayor, haciéndose latentes otros rasgos del poder de su fruta sin necesidad de una transformación total. Es capaz de convertir a voluntad –y mantener sin esfuerzo- partes de su cuerpo en las de un puma. Cosas como hacer aparecer su cola, sus orejas, podría convertir sus uñas en garras retractiles sin transformar su mano de forma que no se notase a simple vista incluso
*Control del aura: Mura es capaz de controlar su propia energía y hacerla cambiar de “tamaño”, causando que abarque un cierto volumen en el espacio que la rodea (en un radio de cincuenta metros), pudiendo también compactarla y moldearla a su gusto, siempre en unos límites. Esto le sirve para ser capaz de emplear las propiedades “especiales” de su aura a la hora de pelear. -Genuina-
*Corporeidad del aura: El aura, que es algo en principio intangible, puede volverse sólido con la concentración necesaria, como prueban las técnicas de algunas personas, que permiten crear filos de energía, surgidos de su propio cuerpo. Sin embargo, Mura ha llevado esto a otro nivel, logrando, aparte de lo primero, crear “objetos” de gran simpleza, en el radio que abarca su aura, y siendo capaz de usarlos en este mismo espacio. Cabe decir que esta fabricación está limitada y depende de lo mucho que el usuario haya entrenado su aura, puesto que cada “objeto” está hecho mediante energía del propio usuario. Además, necesita de cierta concentración para mantener los objetos en forma corpórea. -genuina-
Nota: Mura es capaz de ver su propia aura mientras la manipula aunque no se encuentre "solidificada".
•"Inadvertida": Gracias al sigilo propio de Mura, tanto por sus habilidades como asesina, como por el hecho de ser un felino y su control por el aura, Mura ha logrado pasar desapercibida alrededor de las personas hasta tal punto que, en caso de no atacar, las personas con su mismo nivel de Haki, o inferior al suyo, no podrán detectar su posición o ignorarán el hecho de que se encuentra frente a ellos.
•Radar:
- Nivel 1: Mura, gracias a su entrenamiento y su control del aura es capaz de conocer en un radio igual al máximo que puede expandir su aura, la posición de todo aquello que esté dentro de esta durante dos post. Para hacer esto necesitará de toda su concentración y no podrá moverse el tiempo que mantenga dicha concentración, aunque si podrá comunicarse con otros. Tampoco podrá diferenciar las presencias de aquellos dentro de su radio, solo saber su posición.
Como pasiva, su posición será incierta ya que su presencia ocupará con misma intensidad todo el espacio que abarque su aura.
- Nivel 2: Mura puede mantener su "radar" durante cuatro post, abarcando el mismo terreno que antes. Aunque sigue teniendo dificultades para hacer nada más mientras mantiene su radar, es capaz de encontrarse en movimiento, siempre que sea lento (caminar de forma normal o con paso apurado como mucho). Además, aunque sigue sin diferenciar las presencias de quien está en su "sonar", es capaz de distinguir las presencias débiles (animales comunes/personas hasta Nvl 30) de las fuertes (gente con un poder similar al de ella o que la supere de forma abismal)
Se mantiene su pasiva.
Haki de observación nivel 6 (visión): Visión 2: Los usuarios con sintonía en visión desarrollan una calma innata, siendo prácticamente imperturbables. Es muy difícil hacerlos caer presa de bravuconadas o provocaciones.
Haki de armadura nivel 3 Armamento 1: Están caracterizados por usar el Haki en sus armas de forma innata, pudiendo usarlo al mínimo de su capacidad (Haki despertado) al margen de su tiempo de uso. >>> usado para hacer más "duros" sus hilos si tiene que volverlos corpóreos.
Haki del Rey nivel 2 (entrenado), predilecto
Vile Spectre
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Nox parecía pensativo. Vile no perdió la sonrisa: por primera vez el enmascarado le tomaba en serio y se planteaba seriamente una de sus ideas. Posiblemente estaría pensando en lo peligroso que resultaría y en las pegas que podrían salirle a esa idea, pero era algo tan tentador que no podría dejar escapar.
El carpintero se volteó y emprendió la marcha en otra dirección, dejando a Vile con la pregunta en la boca. Cuando el joven músico dirigió la mirada al lugar al que se dirigía, reparó en una pequeña población que habían tenido a sus espaldas en todo momento. Sin pensárselo mucho, corrió en dirección a la localidad y descargó contra algunos piratas numerosos ataques. Vile suspiró con frustración. La buena voluntad de los Arashi no Kyoudai siempre se interponía en el camino de hallar más poder y riquezas. El pirata no pudo evitar preguntarse cómo habían llegado tan lejos sin saber aprovechar oportunidades como esa. Resignado, desenvainó su dao y siguió al veterano, pensando en que si se deshacía rápidamente del entuerto podría recuperar la atención de Nox y volver a hablar de "requisar" algunos navíos.
Dejando atrás a Luka, que parecía estar sufriendo un shock grave por la pérdida de su navío, Vile corrió, encontrando un sangriento conflicto entre civiles y piratas, que podían pertenecer a la banda de C. Zar. De haber sido otros, Vile habría llegado hasta a preguntar a quién debían atacar, pero no tendría piedad con la banda del otro Yonkou. De hecho, Nox había llegado a una conclusión similar y no se lo pensó dos veces a la hora de atacar y amenazar a los invasores de la tierra de los cerezos en flor. No sabía que resultaría más intimidante para aquellos rufianes: la espada de Nox, su recompensa, o el hecho de que subordinados directos de un Yonkou se metieran en el conflicto.
Vile se limitó a caminar hasta el punto en el que había aterrizados Nox, con su filo apoyado en el hombro y desenfundando su pistola de chispa, armado además con su mordaz sonrisa:
-Yo haría caso a mi amigo -dijo Vile, en un tono sumamente tranquilo-. Es plenamente capaz de hacer lo que dice. Abandonad este lugar si en algo apreciáis vuestra vida. Y si os quedáis... Asumid las consecuencias.
El carpintero se volteó y emprendió la marcha en otra dirección, dejando a Vile con la pregunta en la boca. Cuando el joven músico dirigió la mirada al lugar al que se dirigía, reparó en una pequeña población que habían tenido a sus espaldas en todo momento. Sin pensárselo mucho, corrió en dirección a la localidad y descargó contra algunos piratas numerosos ataques. Vile suspiró con frustración. La buena voluntad de los Arashi no Kyoudai siempre se interponía en el camino de hallar más poder y riquezas. El pirata no pudo evitar preguntarse cómo habían llegado tan lejos sin saber aprovechar oportunidades como esa. Resignado, desenvainó su dao y siguió al veterano, pensando en que si se deshacía rápidamente del entuerto podría recuperar la atención de Nox y volver a hablar de "requisar" algunos navíos.
Dejando atrás a Luka, que parecía estar sufriendo un shock grave por la pérdida de su navío, Vile corrió, encontrando un sangriento conflicto entre civiles y piratas, que podían pertenecer a la banda de C. Zar. De haber sido otros, Vile habría llegado hasta a preguntar a quién debían atacar, pero no tendría piedad con la banda del otro Yonkou. De hecho, Nox había llegado a una conclusión similar y no se lo pensó dos veces a la hora de atacar y amenazar a los invasores de la tierra de los cerezos en flor. No sabía que resultaría más intimidante para aquellos rufianes: la espada de Nox, su recompensa, o el hecho de que subordinados directos de un Yonkou se metieran en el conflicto.
Vile se limitó a caminar hasta el punto en el que había aterrizados Nox, con su filo apoyado en el hombro y desenfundando su pistola de chispa, armado además con su mordaz sonrisa:
-Yo haría caso a mi amigo -dijo Vile, en un tono sumamente tranquilo-. Es plenamente capaz de hacer lo que dice. Abandonad este lugar si en algo apreciáis vuestra vida. Y si os quedáis... Asumid las consecuencias.
- Resumen:
- Secundar la "amable petición" de Nox.
Sasaki
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Bueno, la cosa había empezado la guerra, y el primer golpe lo habían dado los gyogins. Algunos de sus proyectiles consiguieron atravesar e hirieron a algunos de los soldados. Se me habían olvidado un par de cosas al hacer la cúpula. El equipo médico se movió rápidamente a tratar a los heridos, creé unos cuantos caramelos de azúcar verdes y los introduje en una bolsa. Cuando vi a uno de los médicos se la entregué y le dije para que eran.
-Haz que cada herido se tome una de estas. Os ayudará a tratarles y a que se curen antes.
Arthur ya estaba peleando con un enemigo, que como era normal, era mucho mayor a él. No me extrañaba que hiciese eso, desde hacía bastante que quería liberar tensiones, ¿y que mejor que un oponente enorme para hacerlo a base de golpes? Por otra parte, Al avanzó para romper la línea delantera del enemigo. “Pero madre mía, que ganas de trabajar y hacer ejercicio” dije mirando a un lado donde unos cuantos soldados me miraron extrañados al ver que no eran ellos a los que me dirigía.
La cúpula comenzó a fragmentarse en la forma habitual que solía hacer. Escamas de tiburón de gran tamaño, alrededor de los veinte centímetros. Comencé a moverme entre las filas con agilidad y a pasos rápidos y largos para acercarme a la línea enemiga. Endurecí las escamas de tiburón todo lo que pude; sabía que solo algo superior al titanio y al diamante podría superarlas. La comencé a mover de forma que formé una nube como si fuesen un banco de peces enorme. No sabía cuantas podía haber, pero sin duda eran algo a tener en cuenta.
Cuando vi que estaba lo suficientemente cerca del enemigo me fijé donde estaban los tritones que nos estaban atacando con el agua y extendí mi mano hacia el frente, manipulando todas y cada una de las escamas de tiburón para que fuesen a toda la velocidad que pudiesen hacia las tropas del enemigo como una lluvia de escamas de azúcar extremadamente duras y resistentes. Cuando lo hice evité golpear las zonas en las que había aliados, ya fuesen de hielo, o personas normales.
Necesitábamos avanzar con rapidez y por mi parte, acabar todo aquel trabajo lo más rápido que pudiese. Tenía un importantísimo evento al que asistir, por lo que morir no era una opción.
-Haz que cada herido se tome una de estas. Os ayudará a tratarles y a que se curen antes.
Arthur ya estaba peleando con un enemigo, que como era normal, era mucho mayor a él. No me extrañaba que hiciese eso, desde hacía bastante que quería liberar tensiones, ¿y que mejor que un oponente enorme para hacerlo a base de golpes? Por otra parte, Al avanzó para romper la línea delantera del enemigo. “Pero madre mía, que ganas de trabajar y hacer ejercicio” dije mirando a un lado donde unos cuantos soldados me miraron extrañados al ver que no eran ellos a los que me dirigía.
La cúpula comenzó a fragmentarse en la forma habitual que solía hacer. Escamas de tiburón de gran tamaño, alrededor de los veinte centímetros. Comencé a moverme entre las filas con agilidad y a pasos rápidos y largos para acercarme a la línea enemiga. Endurecí las escamas de tiburón todo lo que pude; sabía que solo algo superior al titanio y al diamante podría superarlas. La comencé a mover de forma que formé una nube como si fuesen un banco de peces enorme. No sabía cuantas podía haber, pero sin duda eran algo a tener en cuenta.
Cuando vi que estaba lo suficientemente cerca del enemigo me fijé donde estaban los tritones que nos estaban atacando con el agua y extendí mi mano hacia el frente, manipulando todas y cada una de las escamas de tiburón para que fuesen a toda la velocidad que pudiesen hacia las tropas del enemigo como una lluvia de escamas de azúcar extremadamente duras y resistentes. Cuando lo hice evité golpear las zonas en las que había aliados, ya fuesen de hielo, o personas normales.
Necesitábamos avanzar con rapidez y por mi parte, acabar todo aquel trabajo lo más rápido que pudiese. Tenía un importantísimo evento al que asistir, por lo que morir no era una opción.
- resumen:
- Ayudar con los cuidados de los heridos con caramelos que mejoran la regeneración, deshacer la cúpula en escamas gigantes de tiburón hechas de azúcar (con dureza de diamante y tenacidad de titanio), avanzar hacia las filas enemigas, cuando los tenga a rango hacer una lluvia con todas las escamas en el ejercito enemigo evitando a todo tipo de aliado.
Osuka Sumisu
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Las conversaciones conflictivas entre los guerreros los hacían parecer una banda de pollos sin cabeza. Lo crispante fue como tanto ellos como Prometeo tenían esperanza que por algún motivo algo les diese la carta de la victoria, como si esto fuese una balada heroica. Lo que no se contaba sobre las aquellas baladas eran que los héroes normalmente morían. No podía enfadarse con Prometeo, pues la ilusión siempre residía en gente como ellos, él era igual en su momento, pero tenía que entender la realidad; La gente se va, la gente fracasa, la gente muere. Con quien si se enfado fue con los guerreros.
- Vaya patraña. Los milagros no surgen así como así. Los milagros se HACEN. – dejo violentamente el vaso de té en la barra, esta se agrieto hasta el punto en que solo parecía faltarle un soplo para despedazarse-. Quizá sea porque conozco al Kenshin desde hace mucho y su amistad me nubla el juicio. –hizo una pausa- Lo admito tíos, soy amigo del puto Zane D. Kenshin. Adelante, consideradme un desgraciado de su misma calaña, es más, como alguien no haya desenfundado aunque sea solo un poco la espada me habréis decepcionado. Pero decir que ese hombre es un enemigo de Wano es un insulto muy grave, caballeros. Él ha luchado más por este sitio que cuarenta guerreros como vosotros. Vale, quizá no es el más indicado para ser una figura a seguir, pero sé que si rompe algo, lo arregla. Ahora lo más seguro es que está dándose de tortas con esos saqueadores que matan familias y arrasan cultivos mientras vosotros lloriqueáis. Mi trabajo es el mismo, ir al castillo, patearle el culo a todos esos invasores y expulsarlos de estas tierras. ¡Si en vez de lamentaros y echarle la culpa a cuatro chusmas de tres al cuarto, preferís luchar como si vuestro señor siguiese vivo, buscad el puñetero asedio lleno de estatuas!
Tras aquello, marcho sin dirigir la mirada a ninguno de esos cuarenta ronins, y se quedó a las puertas de la taberna.
- Prometeo, no es nada personal. Por cosas como esta trabajo a mi manera. Es lo que tenemos los revolucionarios; No vuelvas ha hacerme una pregunta que me metan en compromisos de este tipo.
Salió directo hacia el castillo. Podía aguantar muchas cosas, pero le reventaba que echaran la culpa a su amigo cuando el hacía todo lo mejor que podía por esa gente. Eso sí, si Zane quería seguir gestionando esta zona, seria bajo las condiciones de Osuka y de la revolución.
- Vaya patraña. Los milagros no surgen así como así. Los milagros se HACEN. – dejo violentamente el vaso de té en la barra, esta se agrieto hasta el punto en que solo parecía faltarle un soplo para despedazarse-. Quizá sea porque conozco al Kenshin desde hace mucho y su amistad me nubla el juicio. –hizo una pausa- Lo admito tíos, soy amigo del puto Zane D. Kenshin. Adelante, consideradme un desgraciado de su misma calaña, es más, como alguien no haya desenfundado aunque sea solo un poco la espada me habréis decepcionado. Pero decir que ese hombre es un enemigo de Wano es un insulto muy grave, caballeros. Él ha luchado más por este sitio que cuarenta guerreros como vosotros. Vale, quizá no es el más indicado para ser una figura a seguir, pero sé que si rompe algo, lo arregla. Ahora lo más seguro es que está dándose de tortas con esos saqueadores que matan familias y arrasan cultivos mientras vosotros lloriqueáis. Mi trabajo es el mismo, ir al castillo, patearle el culo a todos esos invasores y expulsarlos de estas tierras. ¡Si en vez de lamentaros y echarle la culpa a cuatro chusmas de tres al cuarto, preferís luchar como si vuestro señor siguiese vivo, buscad el puñetero asedio lleno de estatuas!
Tras aquello, marcho sin dirigir la mirada a ninguno de esos cuarenta ronins, y se quedó a las puertas de la taberna.
- Prometeo, no es nada personal. Por cosas como esta trabajo a mi manera. Es lo que tenemos los revolucionarios; No vuelvas ha hacerme una pregunta que me metan en compromisos de este tipo.
Salió directo hacia el castillo. Podía aguantar muchas cosas, pero le reventaba que echaran la culpa a su amigo cuando el hacía todo lo mejor que podía por esa gente. Eso sí, si Zane quería seguir gestionando esta zona, seria bajo las condiciones de Osuka y de la revolución.
- Resumen:
- Les echo la bronca sus vida y tiro para el castillo
Zaina Nitocris
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Una suave risa llenó la estancia durante un momento, cortando cualquier posible conversación, mientras la dama de orbes esmeraldas alzaba una mano en señal de perdón. Una sonrisa felina abre sus labios mostrando aquel par de colmillos mientras mira al señor pulpo y luego a la emperatriz.- Perdón, justo estábamos hablando de hombres que se meten donde no deben y va usted y habla… Es casi poético, casi parece que cree que su majestad no sabe pensar por si misma.- La mirada felina que bien podría haber destrozado la carne de aquel hombre, la soberbia plena y absoluta de alguien que sabe cómo apuñalar con sus palabras tanto como con las garras que hay en sus pies a modo de zapatos.
Da un paso adelante, acercándose a la emperatriz e ignorando al hombre por completo, inclinándose suavemente ante ella para que dirija su mirada a la suya.- Yo creo que usted sabe mejor que nadie de los recursos que dispone, de los que no, nosotros somos simples ayudantes al servicio de su majestad.- Miró por encima del hombro al pulpo cuadrado que había abierto la boca sin permiso. -Unos que saben su lugar, y que quieren deshacerse de las ratas molestas.- Está en realidad, distrayendo parcialmente a la señora por si el joven quiere hacer algo con el pulpo o por si necesita tiempo o momento para algo en concreto. Sabe que es capaz de aprovechar cualquier oportunidad que se le da y las palabras de la dama de arena son toda una brecha.
-Es una verdadera pena que aún sigan pensando de esta manera.- Negó suavemente de manera lamentable, con la mano en el pecho y una sonrisa apenada que dejaba claro los tintes de sus ojos. Quería reclamar la atención de la mujer al completo, dejar claro al pulpo la diferencia entre ambos, aquella que estaba clara desde un principio.- Confío plenamente en su sabiduría y decisión, mi emperatriz.- Una reverencia nueva, una inclinación de cabeza y la verdad absoluta por bandera.
Confía plenamente en que se dará cuenta de que Yarmin y ella son la mejor opción que tienen, antes de que ella misma se encargue de preparar a ese pulpo a la barbacoa. Seguro que con algo de pimentón y dejándolo hasta que se ponga blandito, tanto músculo y poder podía transformarlo en un plato maravilloso.
Tan solo necesitaba un par de minutos con él y luego, un buen banquete para sus queridos felinos.
Da un paso adelante, acercándose a la emperatriz e ignorando al hombre por completo, inclinándose suavemente ante ella para que dirija su mirada a la suya.- Yo creo que usted sabe mejor que nadie de los recursos que dispone, de los que no, nosotros somos simples ayudantes al servicio de su majestad.- Miró por encima del hombro al pulpo cuadrado que había abierto la boca sin permiso. -Unos que saben su lugar, y que quieren deshacerse de las ratas molestas.- Está en realidad, distrayendo parcialmente a la señora por si el joven quiere hacer algo con el pulpo o por si necesita tiempo o momento para algo en concreto. Sabe que es capaz de aprovechar cualquier oportunidad que se le da y las palabras de la dama de arena son toda una brecha.
-Es una verdadera pena que aún sigan pensando de esta manera.- Negó suavemente de manera lamentable, con la mano en el pecho y una sonrisa apenada que dejaba claro los tintes de sus ojos. Quería reclamar la atención de la mujer al completo, dejar claro al pulpo la diferencia entre ambos, aquella que estaba clara desde un principio.- Confío plenamente en su sabiduría y decisión, mi emperatriz.- Una reverencia nueva, una inclinación de cabeza y la verdad absoluta por bandera.
Confía plenamente en que se dará cuenta de que Yarmin y ella son la mejor opción que tienen, antes de que ella misma se encargue de preparar a ese pulpo a la barbacoa. Seguro que con algo de pimentón y dejándolo hasta que se ponga blandito, tanto músculo y poder podía transformarlo en un plato maravilloso.
Tan solo necesitaba un par de minutos con él y luego, un buen banquete para sus queridos felinos.
- Resumen + Habilidades:
- Bla bla, charla con la doña sobre como no debería dejar que las ratas le den problemas y confiar en los gatos exterminadores again PERO, empezando con un maravilloso JAJAJA no me importas cállate señor pulpo.
Habilidad:
¿Es eso sarcasmo?: El arma más poderosa de toda mujer noble, es sin duda su labia. Desde que es pequeña, desde que crece para ser parte de una familia influyente, Zaina está preparada para atacar usando solo sus palabras. De una forma que te hace plantearte si te está haciendo daño o elogiando, es capaz de guiar la conversación y la situación a su favor solo con su labia. Aunque a veces te haga plantearte si te está llamando algo realmente malo a la cara.
Fortalezas:
Es una persona muy sensible a las mentiras, aunque no sabe decirte con exactitud en que le estas mintiendo, es capaz de saber que algo huele a gato encerrado, aunque el problemas es saber en qué parte exactamente. Esto es debido a que en los círculos sociales es muy habitual el mentir para intentar llegar a una posición de poder.
Debilidades:
Irónicamente, así como es capaz de decirte si le estás intentando engañar o no, ella tiene un problema similar: No sabe mentir. Lleva toda su vida haciendo lo que le da la gana, cuando le da la gana y cuanto puede. Cuando suelta una mentira directa, se muerde el labio y aparta la mirada, síntoma recurrente y fácil de saber que es una mentira. Puede darte la vuelta a las palabras, intentar engañarte con su labia, pero en cuanto vas directo a ella y necesita mentir...te vas a dar cuenta enseguida de es una mentira.
Galhard
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Galhard siguió las órdenes a rajatabla, con esfuerzo y conteniendo el horror que le suponía ver caer a compañeros centro su atención en evitar que más miembros fuesen abatidos, aprovecho la naturaleza de Clementio, su guardaespaldas Gyojin para repeler aquellas gotas de agua que habían podido evadir ser congeladas y penetrar las defensas de Jack. Sin duda aquella perforación debía haber reducido su capacidad estructiva por lo que Clementio podría tratar de pararlas o hacerlas rebotar con el mismo control del agua.
Por otra parte escuchó las órdenes de Al y Arthur, en ese momento supo que se traían en mente y ordenó a los marines que hiciesen la formación mientras él y sus guardaespaldas facilitaban la movilidad de aquellas tropas. Era hora de enfrentarse a una posible bronca de los superiores pero debían ganar tiempo así que hizo volar tres monedas de 100 berries como proyectil hacia las perforadoras.
En otras condiciones y contra humanos normales habría usado el recurso de las monedas de 5 berries pero en esa situación poco efecto habrían tenido
—¡hermanos! Marchad hacia la formación, mis tres hombres y yo nos encargaremos de brindar apoyo al cuerpo médico, debemos salvar a todo soldado que podamos, no debemos dejar que el fuego de su justicia sea apagado antes de que puedan brillar como merecen... ADEMÁS HAN DE ASISTIR A LA BODA DE JACK.— Gritó el marine mientras se valía de Claude y Caleón para generar una barrera entre los escombros de la batalla.
Sin perder más tiempo hizo una apuesta arriesgada y donde se encontraba un grupo de gyojines sumergidos en un agua aún por ser del todo congelada lanzó su zippo eléctrico, aquel artefacto tenía la potencia suficiente para hacer una diferencia palpable en la batalla.
—No dejaré que mis compañeros caigan aquí, salvaré a los que pueda... No puedo quedarme de brazos cruzados ¡¡Demostrad vuestro valor!! Serán gyojines y se creerán más que nosotros pero... ¡vamos a enseñar a esa gente que ocurre cuando su estiman a la marina!
Por otra parte escuchó las órdenes de Al y Arthur, en ese momento supo que se traían en mente y ordenó a los marines que hiciesen la formación mientras él y sus guardaespaldas facilitaban la movilidad de aquellas tropas. Era hora de enfrentarse a una posible bronca de los superiores pero debían ganar tiempo así que hizo volar tres monedas de 100 berries como proyectil hacia las perforadoras.
En otras condiciones y contra humanos normales habría usado el recurso de las monedas de 5 berries pero en esa situación poco efecto habrían tenido
—¡hermanos! Marchad hacia la formación, mis tres hombres y yo nos encargaremos de brindar apoyo al cuerpo médico, debemos salvar a todo soldado que podamos, no debemos dejar que el fuego de su justicia sea apagado antes de que puedan brillar como merecen... ADEMÁS HAN DE ASISTIR A LA BODA DE JACK.— Gritó el marine mientras se valía de Claude y Caleón para generar una barrera entre los escombros de la batalla.
Sin perder más tiempo hizo una apuesta arriesgada y donde se encontraba un grupo de gyojines sumergidos en un agua aún por ser del todo congelada lanzó su zippo eléctrico, aquel artefacto tenía la potencia suficiente para hacer una diferencia palpable en la batalla.
—No dejaré que mis compañeros caigan aquí, salvaré a los que pueda... No puedo quedarme de brazos cruzados ¡¡Demostrad vuestro valor!! Serán gyojines y se creerán más que nosotros pero... ¡vamos a enseñar a esa gente que ocurre cuando su estiman a la marina!
- Rasumen:
- galhi entiende la táctica de Al y Arthur, facilita la movilidad de las tropas y se queda algo retirado mientras ofrece apoyo a la brigada médica, desde esa posición abre fuego a las túnel adoras con sus monedas y lanza un zippo de alto voltaje a una fosa de agua aún por congelar llena de gyojines mientras trata de subir la moral de las tropas heridas.
Yarmin Prince
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Varios
Yarmin retiró la mano al tiempo que el calamar extendía sus brazos. Con una extraña percusión en el suelo, hizo que una obnubilada Hipatia repentinamente pareciese cambiar completamente de semblante. Si fuese una persona capaz de sorprenderse con facilidad tal vez habría hecho una mueca, pero en su caso ni siquiera prestó más atención al animal que a la reina y a sus expresiones posteriores. ¿Cómo un mar de dudas se convertía repentinamente en seguridad? ¿Qué había hecho el calamar? Porque, de haber sido un poder mental lo habría detectado, y de haber sido una treta hipnótica de alguna clase lo habría visto en la sirena. No supo cómo, y eso fue lo que más le llamó la atención, pero ella había sido tan previsora como él. Aunque en cuanto sus andanzas por Wano hubiesen terminado iba a exterminar a toda esa raza de calamares. O a diseccionar vivo a ese, mucho mejor, no fuese a ser un ejemplar único y lo estuviese desperdiciando.
Lo que sí le hizo arquear una ceja, casi más divertido que enfadado -aunque la preocupación escaló por su cuerpo como el agua hirviendo en un decantador-, cuando Zaina tomó la delantera con un arranque cuanto menos agresivo. Era obvio que se había dado cuenta, igual que él, de que el hombrecillo había interferido de alguna forma, y aunque Yarmin mantuvo la sana sospecha de que podían ser hechos totalmente independientes, era casi improbable que no estuviesen correlacionados. A pesar de que Hipatia era quien ponía la voz, Zaina interpelaba al gyojin, como si se hubiese metido en una conversación de mayores, como si las palabras de la emperatriz no le pertenecieran... Que tal vez, así fuera. ¿Se estaba ya dejando controlar la reina? ¿O es que el calamar tenía alguna habilidad que desconocía? No sabía demasiado de moluscos, mucho menos de las extrañas herencias animales de la gente del mar, pero dudaba que ningún animal poseyese una capacidad como aquella: Debía ser aprendida. Y eso dejaba pocas opciones a tener en cuenta.
La primera de ellas era que Hipatia ya se hubiese encontrado, en su día, con el usuario de la fruta que él poseía, aunque tenía serias dudas al respecto. Como mucho había llegado a sospechar de él cuando, en la mismísima boda, había necesitado utilizar sus poderes para que esta no se convirtiese en una masacre. Daba puntos a esa teoría, claro, pero seguía dejando incógnitas alrededor del calamar, mientras Zaina convertía la pregunta de la sirena en un puñal para atravesar el corazón de los tritones. Mala idea, teniendo en cuenta cómo los reyes podían llegar a tomarse aquellos ataques, pero al mismo tiempo había sido capaz de recular sin dar un paso atrás, de seguir hacia delante como un rompehielos totalmente determinado.
Sin embargo, no podía ignorar que se había dejado llevar por el orgullo y arreglarlo implicaba un esfuerzo mayor a lo que normalmente la situación debería haber exigido. De ese modo, Yarmin se veía sometido a una triple amenaza: La efervescencia de la reina, el extraño calamar y la salvaje lengua de Zaina. Normalmente podría haber lidiado con la tercera para salvar la primera, pero la segunda implicaba un peligro sumo, una amenaza que debía ser erradicada cuanto antes, pero al mismo tiempo a la que no tenía medios para asesinar. No al menos sin que alguien lo señalase.
- La que me hacéis es una pregunta muy compleja, majestad -contestó, sin hacer ninguna mención particular a Zaina. Ella era mayorcita, y si estaba en alguna clase de peligro ya intervendría. Por el momento, ella era reina y dueña de sus palabras, como debía ser-. No soy la clase de persona que se pierda en apreciaciones tan subjetivas como esa, sino más bien un hombre de hechos. El hecho es que tenéis un ejército impresionante, unos aliados poderosos y hasta ahora solo os he visto cometer un error. -De uno de los rincones surgió un gato-. Y, aunque debo decir que esto no juega a mi favor, es mi presencia aquí.
Los pasos de un gato siempre eran silenciosos. Los del poder de Yarmin, simplemente no se percibían. Habría deseado no tener que utilizarlo tan pronto, pero daba igual lo que pudiese decir a la mujer si de pronto cambiaba de parecer al ritmo de unos bongos. Además, probablemente se tratase del paso más importante de su plan y no podía fallar.
- He accedido a una audiencia con Su Majestad sin que nadie me haya cacheado, registrado, o siquiera preguntado mi nombre. En mi negocio, hay que tener un exceso de seguridad o una falta de prudencia para consentir que esas cosas sucedan. -El gato iba cargado con un poder relajante tal que podría haber dormido a la persona más nerviosa del planeta-. No quiero decir que los números no estén de vuestra parte, pero sin duda os han asesorado bastante mal durante este tiempo. ¿Cómo puede un hombre armado entrar a las dependencias reales y sacar una pistola sin que nadie haga nada?
El movimiento fue muy rápido. Zaina debía identificar el chasquido: La pistola se materializó en su mano y, sin mediar palabra, utilizó su habilidad de apuntado para que realmente pareciese estar disparando a la sirena, aunque el instante en que el gatillo se apretó su cañón miraba hacia el techo. Un movimiento arriesgado, pero lo bastante llamativo como para que su despertar rozase al distraído calamar, o al menos eso esperaba, dejándolo roque.
- He venido hoy aquí para haceros ganar esta guerra, y sea lo que sea lo que buscáis en realidad, conseguíroslo. Mi trabajo, al fin y al cabo, es hacer feliz a la gente. Y ganar un pellizco con ello, claro.
Se mantuvo total y absolutamente alerta por cualquier cosa que pudiese llegarle, y del mismo modo guardó lentamente su arma. Envenenó sus palabras con el poder más puro e inocente, paladeó sus ambiciones: Las tenía en la punta de la lengua, listas para ser explotadas. Además, cada palabra que escupía iba emponzoñada por el veneno de su palabra de poder. Utilizar dos veces el mismo truco podía parecer un poco estúpido, pero en esa situación mejor asegurar. Más tarde sería momento de experimentar.
Lo que sí le hizo arquear una ceja, casi más divertido que enfadado -aunque la preocupación escaló por su cuerpo como el agua hirviendo en un decantador-, cuando Zaina tomó la delantera con un arranque cuanto menos agresivo. Era obvio que se había dado cuenta, igual que él, de que el hombrecillo había interferido de alguna forma, y aunque Yarmin mantuvo la sana sospecha de que podían ser hechos totalmente independientes, era casi improbable que no estuviesen correlacionados. A pesar de que Hipatia era quien ponía la voz, Zaina interpelaba al gyojin, como si se hubiese metido en una conversación de mayores, como si las palabras de la emperatriz no le pertenecieran... Que tal vez, así fuera. ¿Se estaba ya dejando controlar la reina? ¿O es que el calamar tenía alguna habilidad que desconocía? No sabía demasiado de moluscos, mucho menos de las extrañas herencias animales de la gente del mar, pero dudaba que ningún animal poseyese una capacidad como aquella: Debía ser aprendida. Y eso dejaba pocas opciones a tener en cuenta.
La primera de ellas era que Hipatia ya se hubiese encontrado, en su día, con el usuario de la fruta que él poseía, aunque tenía serias dudas al respecto. Como mucho había llegado a sospechar de él cuando, en la mismísima boda, había necesitado utilizar sus poderes para que esta no se convirtiese en una masacre. Daba puntos a esa teoría, claro, pero seguía dejando incógnitas alrededor del calamar, mientras Zaina convertía la pregunta de la sirena en un puñal para atravesar el corazón de los tritones. Mala idea, teniendo en cuenta cómo los reyes podían llegar a tomarse aquellos ataques, pero al mismo tiempo había sido capaz de recular sin dar un paso atrás, de seguir hacia delante como un rompehielos totalmente determinado.
Sin embargo, no podía ignorar que se había dejado llevar por el orgullo y arreglarlo implicaba un esfuerzo mayor a lo que normalmente la situación debería haber exigido. De ese modo, Yarmin se veía sometido a una triple amenaza: La efervescencia de la reina, el extraño calamar y la salvaje lengua de Zaina. Normalmente podría haber lidiado con la tercera para salvar la primera, pero la segunda implicaba un peligro sumo, una amenaza que debía ser erradicada cuanto antes, pero al mismo tiempo a la que no tenía medios para asesinar. No al menos sin que alguien lo señalase.
- La que me hacéis es una pregunta muy compleja, majestad -contestó, sin hacer ninguna mención particular a Zaina. Ella era mayorcita, y si estaba en alguna clase de peligro ya intervendría. Por el momento, ella era reina y dueña de sus palabras, como debía ser-. No soy la clase de persona que se pierda en apreciaciones tan subjetivas como esa, sino más bien un hombre de hechos. El hecho es que tenéis un ejército impresionante, unos aliados poderosos y hasta ahora solo os he visto cometer un error. -De uno de los rincones surgió un gato-. Y, aunque debo decir que esto no juega a mi favor, es mi presencia aquí.
Los pasos de un gato siempre eran silenciosos. Los del poder de Yarmin, simplemente no se percibían. Habría deseado no tener que utilizarlo tan pronto, pero daba igual lo que pudiese decir a la mujer si de pronto cambiaba de parecer al ritmo de unos bongos. Además, probablemente se tratase del paso más importante de su plan y no podía fallar.
- He accedido a una audiencia con Su Majestad sin que nadie me haya cacheado, registrado, o siquiera preguntado mi nombre. En mi negocio, hay que tener un exceso de seguridad o una falta de prudencia para consentir que esas cosas sucedan. -El gato iba cargado con un poder relajante tal que podría haber dormido a la persona más nerviosa del planeta-. No quiero decir que los números no estén de vuestra parte, pero sin duda os han asesorado bastante mal durante este tiempo. ¿Cómo puede un hombre armado entrar a las dependencias reales y sacar una pistola sin que nadie haga nada?
El movimiento fue muy rápido. Zaina debía identificar el chasquido: La pistola se materializó en su mano y, sin mediar palabra, utilizó su habilidad de apuntado para que realmente pareciese estar disparando a la sirena, aunque el instante en que el gatillo se apretó su cañón miraba hacia el techo. Un movimiento arriesgado, pero lo bastante llamativo como para que su despertar rozase al distraído calamar, o al menos eso esperaba, dejándolo roque.
- He venido hoy aquí para haceros ganar esta guerra, y sea lo que sea lo que buscáis en realidad, conseguíroslo. Mi trabajo, al fin y al cabo, es hacer feliz a la gente. Y ganar un pellizco con ello, claro.
Se mantuvo total y absolutamente alerta por cualquier cosa que pudiese llegarle, y del mismo modo guardó lentamente su arma. Envenenó sus palabras con el poder más puro e inocente, paladeó sus ambiciones: Las tenía en la punta de la lengua, listas para ser explotadas. Además, cada palabra que escupía iba emponzoñada por el veneno de su palabra de poder. Utilizar dos veces el mismo truco podía parecer un poco estúpido, pero en esa situación mejor asegurar. Más tarde sería momento de experimentar.
- Resumen:
- Utilizo mi despertar para tratar de dormir al calamar y organizo una distracción para que nadie vea al gato. Del mismo modo, emponzoño cada palabra con mis poderes.
Normas del capítulo:
Moderación
- Se moderará lunes y jueves entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los lunes o jueves antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación
- 1 - Nekotharina y Xandra:
- El avance por la cueva es plácido y colorido… Para Kath. Para Xandra solo hay una masa de oscuridad temible que a cada paso que da le da más y más yuyu, como aquella vez que su primer marido hizo aquello. En cualquier caso vais avanzando hasta que Kath, y solo Kath, puede discernir la bóveda alrededor de cuyos pilares hay cientos de ratoneras aptas para un humano. Xandra por su parte encuentra ropa… ¿Desgarrada es la palabra? Parece bien hasta que la levantas, y si bien hay algunas pisadas parece el único rastro que hay en el lugar. Además, si alguna de las dos puede olfatear la ropa se dará cuenta de que no hay mucho rastro de uso en ella, por lo que no debe ser reciente. Sin embargo, las huellas sí lo son, aunque eso hace que todo se vuelva más perturbador: Solo están ahí.
Inician cerca de la ropa y continúan poco más allá por un túnel, en el que se desvanecen antes de que la fina capa de polvo vuelva a ser un tupido tapiz grisáceo. Podéis seguir avanzando por este lugar, aunque la cueva es distinta a la que habéis utilizado para venir. Si bien la anterior parecía tallada, esta está llena de columnas de hormigón y madera podrida, que os llevan finalmente hasta otra gran sala. Bueno, más bien se trata de un saloncito de dimensiones reducidas, pero amplio en comparación al angosto espacio de la cueva. También se mantiene con columnas y postes, pero tiene una puerta que da a otra estancia un poco más grande. El diseño es similar al de la gran bóveda, o por lo menos el estilo, aunque no es muy fácil entender para qué se ha hecho esto. Por cierto, si alguien tiene Haki de observación activo podrá notar varias presencias cerca de vosotros, aunque estando donde estáis, quién sabe cómo haréis para encontrarlas. No parece que así, a simple vista, haya una forma de llegar hasta ellas (hay pared en medio), y no creo que nadie desee comprobar qué puede suceder volando muros. También, debe decirse, hay bastante mobiliario viejo y la corriente se escucha con bastante intensidad, aunque no se ve.
- 2 - El bueno, el gordo y el malo:
- Ivan, cuando empiezas a hablar te das cuenta de que a cada palabra que dices una pequeña vena en la frente del emperador se marca más y más, latiendo con casi nerviosismo. No parece que le agrade tu argumentación, pero se mantiene firme durante toda ella, hasta que finalmente responde:
– La única razón de que necesitase gente para defender Wano es geográfica. No tengo hombres suficientes para dedicar a una isla tan grande. Pero cualquiera habría esperado que la persona a la que contraté como mínimo me hubiese avisado para que estuviese alerta. Porque, perdona que te diga, Ivan… No has escuchado un susurro, una conversación, un rumor… No. Tenías un maldito libro. Tu capitana ha dado un ojo defendiendo armas que no debería haber robado una gente a la que tú no solo ayudaste, sino que has encubierto hasta ahora. No tengo claros los motivos que te llevan a alertarme ahora, ni qué has planeado estos meses. Solo he aceptado porque es lo mejor para esta isla ahora mismo, pero no eres el único que quiere sacar los colmillos ahora mismo. –Bufa–. Pero supongo que tu plan, aun con sus lagunas, es lo mejor que vamos a tener.
Tras eso sale afuera donde comienza la bronca que Zane debió haber recibido. Therax aguanta el tipo como un campeón mientras Marc trafica con hacheese para el crestas, y tras su respuesta, el pirata se cruza de brazos. Mira a un lado, y a otro, con cierta violencia, como si intentase buscar palabras más o menos amables.
– Vale, venís a enmendar el error… La verdad es que en circunstancias normales me importaría una mierda y os echaría de aquí a patadas, pero la verdad es que se ha prendido una mecha que ni siquiera yo puedo controlar. Aunque en realidad si queréis ayudar Kuri como concepto ya está hasta arriba. –Vuelve a mirar hacia los lados. Le está costando mantenerse “sereno”– Pero mirad, algo ha sucedido: No sé cómo, pero en villa Itadakimas han comenzado a reunirse piratas. De hecho, ahí parece ser donde ha empezado todo esto. No sé qué habréis hecho ahí, pero si hay un mínimo de organización en este grupo se ejerce desde ahí. El problema es que está al norte de Kuri y hay una horda de peces en la Capital, así que no puedo estar en todos lados. Si vais hasta allí seguramente ya podamos reunirnos frente a las puertas del palacio y celebrar la victoria. –Te lanza de vuelta el den den mushi, y mira a Marc–. Asegúrate de que esta vez Zane se mantiene lejos de cualquier cosa mínimamente parecida a un ca…
Antes de que acabe la frase podéis escucharlo. Son pasos que retumban por todo el entorno, y Ivan no necesita utilizar su Haki de observación para saber quién es. Tarda casi medio minuto en llegar hasta vosotros, y su cuerpo negro y brillante reluce con el sudor que desprende. Se trata de un colosal hombre negro, calvo, que viste apenas un pantalón militar marrón y un chaleco a juego, abierto, de color crema. No parece llevar nada más, y se detiene apoyando las palmas en los muslos durante unos segundos cuando llega, recuperando el aliento.
– Ojos de dragón –dice, entre jadeos, el gigantesco hombre–. La capital… No era lo que querían. Buscan algo en Kibi, algo…
Se desploma sobre el suelo. Parece que podéis detectar su brutal presencia, pero de una forma extraordinariamente débil. Berthil se agacha un momento con genuina preocupación y hace llamar a los médicos. A pesar de que es casi indiscernible, se gira hacia Ivan con el ceño fruncido, y empieza a dar un montón de órdenes.
– Sidney. –El tipo de la cresta se gira gira hacia él–. Quedas al mando.
– Puesh claro, colega. ¿Qué hacemosh con el mashtuerzo?
– Dale comida y agua. Y encadénalo con kairoseki, por ahora.
De nuevo, comienza a dar señales aquí y allá, pero todo el mundo comienza a moverse organizadamente. Parece que está listo para irse, y deja a Blackhole ahí.
- 3 - Willelmina:
- – ¡Pero si no os he dado permiso para comer! –grita, indignada–. ¡Eh, vosotros, ¿qué demonios hacéis en mi cocina?!
Pasa un rato gritando mientras tus soldados consiguen preparar un delicioso paté de sal con las conservas que traíais, pero cuando lo prueba parece volverse adicta a esa mierda. De hecho, mientras le hablas de tu nombre parece que se le dilatan por completo las pupilas, y chupa la sal del tarro mientras se ríe.
– Mi abuela se llamaba así, y no era nada varonil. No al menos si la comparas con la tataraprima Sheila, cuyo nombre siempre fue más que apropiado para su edad. Menudo zorrón estaba hecho. Me robó a mi segundo marido. Incluso hubo una vez que…
Empieza a contar una historia que parece cuadrar con tu tatarabuela, a excepción de ese detalle. Y ese. Y ese otro. La verdad es que no cuadra un carajo, pero parece que no hace demasiado caso a nada hasta que termina de hablar de sus movidas, y entonces responde a tu pregunta:
– Claro que soy una Makintosh, por el amor del cielo. ¿No ves la casa en la que vivo? Los Makintosh somos los guardianes de estas rocas, que los viejos señores del mar tallaron para que la humanidad nunca olvide nuestro mensaje de esperanza: Los bordes de la pizza también se comen. Ah, y que el mundo tiene un sitio para todos. ¡Y mi casa no es el vuestro, mentecatos! Y como me entere de que pretendéis convertir esto en una comuna bolchevique… ¡Ay de vosotros!
Sin embargo, con eso de que el mundo se acaba parece preocuparse. Su nariz se estira y encoge por momentos, temblequeando, y mira por la ventana. Suelta un chillido cuando lo ve, y cae desmayada. Y no, no se hace daño con el arma. Parece que sabe manejar objetos cortantes, y menos mal, porque algunos Makintosh ya están hartos de cortar el jamón con cuchara.
Parece un pelín indispuesta. Podrías hacer algo para despertarla, o podrías largarte. O puedes hacer lo que quieras, en realidad, como llevas un rato haciendo. Siéntete como en tu casa.
- 4 - Las Cachas:
- El hombre asiente, pero puedes entrever que no está muy convencido con todo lo que acabas de decirle. En cualquier caso te despide con cierta educación -la justa para no elevar el arma mientras permaneces en el lugar- y cierra a cal y canto en cuanto te vas.
Vale, seamos lógicos: Nadie espera que un colgao en moto vaya a toda velocidad en un mundo en el que una moto es algo sensiblemente más raro que ver a un hombre escupir fuego. Los reyes marinos tratan de atacarte, pero aun así no logran más que una cercana pero imprecisa dentellada que apenas te despeina. Eso sí, su aliento apesta. El caso es que por muy rápido que vayas o puedas ir, no parece que sea la mejor forma de adentrarse sigilosamente, y muchos de los hombres pez comienzan a seguirte muy de cerca o, en los mejores casos, los vas dejando atrás. Sin embargo cuando te acercas al palacio no estás pasando por el lado de gente acampada o guardias ociosos, sino que una falange de hombres pez totalmente vestidos de oro y negro se mantienen estáticos delante de ti. Eres lo suficientemente inteligente como para saber que sus escudos van a resistir más que tu moto, pero si quieres estrellarla eres libre. Si no, sorpréndeme.
Si decides parar, no obstante, chocarán lanzas al suelo y las pondrán en paralelo, apuntándote con ellas y uno de ellos, el del centro, es quien hace la pregunta:
– ¿Quién eres y por qué te has colado en el territorio de la emperatriz?
Te sobra habilidad para darte cuenta de que quiere decir “por qué no te empalo en este mismo lugar”, y mientras vas pensando una respuesta la larga cola de hombres pez que te seguía va ahora rodeándote. No creo que te costase hacerlos pescado frito, pero sin duda eso complicaría cualquier tipo de negociación con Hipatia.
- 5 - El parche:
- Cuando Kaya se va, te levantas con dificultades y movido por el viento, vuelas hacia el sur.
Continuará…
- 6 - Kaya la que ya no lleva un estúpido parche y el lamesellos:
- Inosuke, tu mancha sigue extendiéndose hasta el punto de rozarte el labio inferior y empieza a recorrerte las piernas. Las zonas más viejas van estando acartonadas, aunque cuando te mueves no tienes dificultades, más allá de lo desagradable que pueda ser sentir al hacerlo, y tengo una extraña noticia que darte: La pierna de la chica sabe a revista de moda. O en realidad a cualquier papel satinado con tinta, si tu lengua no es tan sensible. Lo cual pega bastante, en realidad, con lo que sucede cuando Kaya decide empapar por completo a la pobre muchacha.
No veis nada al principio, pero el pelo no retiene líquido, como si fuese impermeable, pero poco a poco las gotas acumuladas en su cabeza y hombros le provocan agujeros que la hacen hundirse por completo, volviéndose poco a poco una masa de papel arrugado mientras, sin dejar su expresión de urgencia, os agradece que vayáis a ayudarla. Incluso parece mover los brazos como si quisiera explicaros algo, pero el agua finalmente hace que caiga hecha un guiñapo de papel mojado con un charco de maquillaje debajo. Aún quedan un par de brazos de Acinóm si Ino quiere cargarla, pero… Bueno, no sé yo.
El caso es que vais caminando hacia el sur a paso ligero -jeje, porque Kaya está gorda- durante un par de kilómetros, hasta que os topáis con una discusión increíble entre unos aldeanos y un altísimo pelirrojo que reconocéis de inmediato: Zane D. Kenshin. Parece estar lanzando una llamarada sobre la gente. ¿Así que era cierto? ¿De verdad él está detrás de todo esto? Podéis salir corriendo o quedaros a curiosear, pero no parece que el pelirrojo esté de muy buen humor si acaba de hacer eso.
- 7 - Luka:
- Al parecer estás llorando por el barco. Pero tú y yo sabemos que lo haces por la farlopa.
- 8 - Nox el droide y Vile el humano juntos siempre van Hora de Aventuras:
- El ataque de Nox parece estar en el diagrama entre temeridad galopante y buena idea. Al no golpear desde detrás puede evitar de forma más o menos precisa a los aldeanos de la refriega, haciendo que caigan tres piratas no demasiado fuertes, pero atrayendo la atención del resto que observan horrorizados cómo un tripulante de los Arashi está ahí frente a ellos.
– ¡Pero si fue vuestro capitán el que nos dejó aquí encerrados! –grita uno, secundado por el resto–. ¡Nos encadenó como a perros por hacer un poco de pillaje!
Los piratas en general se van arremolinando a vuestro alrededor, oportunidad que aprovechan los habitantes para escapar en su mayoría. Algunos, no obstante, aprovechan sus rifles de chispa para matar a algunos y herir a otros, aunque varios disparos pasan rozándoos, y los más fuertes siguen en pie, más cabreados que hace un rato. Bastante más cabreados, de hecho. Sin embargo, salen corriendo a ponerse a cubierto, y desde ahí sacan ellos sus pistolas, con las que os disparan nada menos que cuatro tiros a cada uno.
- 9 - Prometeo:
- Asumiendo que no te has ido con Osuka, la situación resultante parece bastante tensa por unos momentos, con un silencio sepulcral que lo inunda todo. Se quedan mirando hacia la puerta hasta que esta golpea con un sonoro portazo, momento en que el vaso del oficial termina de romperse y derrama los restos de té. Ninguno rompe el silencio tampoco tras eso, y solo cuando pasan un par de minutos alguien alza una voz. Se trata de un hombre joven, de aspecto bastante bueno en comparación a Masahisa, y sin duda es el de menor edad:
– ¿De verdad vamos a consentir que nos hable así, Masahisa-dono? ¿Qué hay de nuestro honor?
– Nosotros no tenemos honor, Yohei. ¿Lo has olvidado?
Parece que la discusión termina de golpe y el silencio vuelve, pero mucho más lúgubre que antes. Las mismas miradas que había cuando entraste al principio ahora vuelven a clavarse en ti. Tal vez deberías romper la tensión de alguna forma.
[Si lo deseas, puede ser roleada la conversación por Discord para agilizar]
- 10 - El amigo de Zane:
- Ni una espada se levanta contra ti. Ni siquiera parece que lleven las manos a su katana, a pesar de que te miran con bastante ira mientras das tu discurso. En lo que Prometeo se te une, avanzas hacia el castillo alejándote de la zona más pobre y entrando en las calles más ricas, que están a los pies de una colina. En tu camino te topas con seis hombres que parecen dirigirse hacia la misma taberna que has abandonado, aunque como ya parece lógico en esta gente agacha la cabeza para no mirarte. Es curioso, porque si lo piensas ya solo faltaría una persona, pero ahora mismo hay cosas más importantes que atender.
El caso es que avanzas hacia el castillo con determinación. Atrás quedan ya las casas de madera y las tiendas para dar paso a templetes, jardines y puestos de vigilancia hasta que llegas a la puerta del lugar. En él hay un samurái que te observa, tan orgulloso como recio es, y desenvaina su arma.
– Atrás, gaijin. Nadie puede entrar en el castillo si no es por invitación directa del daimio –te dice–. Márchate por donde has venido con tus amigos ronin y fingiré que no has manchado este suelo con tus apestosas botas.
Parece que no hay nadie con él, pero se le ve muy seguro y probablemente en las atalayas más cercanas haya algún que otro arquero. No obstante, nadie dijo que tuvieras que tomar el castillo con palabras bonitas, aunque… No sé.
- 11 - Yaina:
El calamar no parece reaccionar ante las palabras de Zaina. Sus tentáculos se quedan inmóviles y aunque nada en su cara se ha movido, de alguna manera su forma de detenerse parece… petulante. La reina pestañea, antes de responderte.
-Descuida. Hace su trabajo, como bien debe. Te aseguro que si alguien conoce su lugar en este cuarto… es él.
Por unos instantes, la reina vuelve a caer bajo vuestro embrujo. Atiende a Yarmin con total concentración e incluso empieza a asentir según le explicas el tremendo fallo de seguridad que tiene. Sin embargo, todo cambia cuando aprietas el gatillo. La sirena da un respingo y aunque esta vez no hay tentáculos que se muevan, levanta una mano para hacerte callar.
-Tienes mucha razón. No entiendo cómo has podido llegar hasta aquí y te agradezco que me lo hayas hecho ver. Endureceré mi seguridad enseguida, pero sería una inepta si empleo para ello al hombre que acaba de apuntarme con su arma.
Puede que al final no le hayas disparado, pero el orgullo de la sirena puede más que la lógica en este instante. Os atraviesa con la mirada, frunciendo el ceño. En la esquina, los ojos del calamar se han cerrado y aunque se remueve un poco, está soñando como un bendito.
-Marchaos. No tenéis lugar aquí. Os agradezco el consejo, pero si no obedecéis en este mismo instante, haré que mis guardias os acompañen a la salida.
- 12 - Gyojin Bushido-Kaganawa:
- Parece que lee, aunque tarde, tus intenciones. Cuando te lanzas a por él lo coges en una mala posición, aunque no desprevenido, y mueve el cuerpo de golpe para evitar ser golpeado por tu espada. Sin embargo, esto lo conduce a un choque de trenes en el que no puede oponerse a tu avance, de modo que cae de espaldas sobre el suelo.
Sin embargo, se levanta rápidamente hacia un lado mientras te das la vuelta de nuevo, y aunque ahora tenéis la superioridad táctica (estáis rodeándolos) ellos poseen una ventaja física bastante evidente. Además, no parece que ninguno tenga ningún miedo, de modo que los dos compañeros tratan de cargar del mismo modo que tú, aun sin tanta velocidad, mientras el que te enfrenta comienza a girar su lanza para concentrar agua en ella, formando una suerte de escudo, que termina lanzándose en espiral contra ti como una serpiente marina. Va extremadamente veloz, y no es lo peor, porque detrás de ella va la lanza del hombre pez, que ha disparado contra tu ruta ideal de escape. Por cierto, ha desenfundado una suerte de garrote de medio metro y te está esperando, guarneciéndose como puede.
- 13 - La niña garbanzo, la charcutera y la absoluta protagonista de este evento:
- Qué mal gusto, Aki, coger fiambre en presencia de una niña medio muerta. El caso es que repartes la comida y no puedo hablar por Shinobu, pero desde luego Nanako empieza a comer como si llevase días sin probar bocado.
– Gracias –dice, entre bocado y bocado, mientras comienza a seguiros–. Pero no hace falta que vengáis. No debo poner a nadie más en peligro, y llamaré menos la atención sola.
Cuando llegáis a la cubierta, podéis ver a un gyojin que llora en el muelle por la pérdida del barco de su banda, mientras el resto de los Arashi va peleando contra una serie de piratas. El lado positivo es que gracias al tiroteo en medio del pueblo solo tendríais que atravesar el tiroteo o ir por la zona donde este ya no llega. La recomendable es la segunda opción mientras acribillan a los Arashi, pero os recomiendo correr si no queréis que os perciban.
Si salís del pueblo os encontraréis con que, a lo lejos, el fuego se extiende más y más en fuertes lenguas, pero al mismo tiempo hay una caravana de gente que se está preparando carros para abandonar el lugar. La niña intenta evitarlo, pero cuando os ven, un anciano os señala y grita:
– ¡Mozas! ¡Este ya no es un lugar seguro, mucho menos para tres jovencitas, ¿venís con nosotros?!
Si queréis acercaros al carromato del hombre veréis que lleva un montón de víveres y armas consigo, pero os ayuda a subir. Si pasáis de él tenéis un paso agreste que atraviesa bosques y montañas… Aunque la niña parece preferir la montaña.
- 14 - La traidora:
- Lo cierto es que uno de los hombres -Octavio- por un momento parece fiarse de ti, aunque se queda mirando a Anna por un momento y niega con la cabeza. Todos a tu alrededor intentan mirar uno a uno lo que hay en el interior, aunque cuando empiezas a dar ese discurso con semejante frialdad… Danio frunce el ceño, negando con la cabeza.
– ¿Pero qué dices? ¿Cómo puedes ver el cadáver de un compañero y actuar con semejante frialdad? –pregunta, de forma retórica.
– Para ella no es un compañero. Se ha pasado todo el camino fingiendo dormir y guardó su sobre en el kimono. –Parece que Julia te ha calado–. Además, qué curioso que hayas tenido tanta urgencia en ser la primera en alejarse a un sitio donde nadie pudiera verte.
También decir que todos miran horrorizados tu calzado. Sí, igual que todos, tus botas están manchadas de sangre. Está seca, de cuando habéis asesinado hace nada, pero que haya hierba manchándola por encima no demuestra nada. Tal vez por eso ni siquiera se molestan en comprobar las suyas.
– Señores –interrumpe el cochero–. No quiero importunar, pero ocho o siete, si no les dejo a tiempo Brutus me matará a mí. Tiren el cuerpo, o lo que sea que quieran hacer con él, y suban. Ya tendrán tiempo de pelearse ahí dentro.
El cochero se sube al carro de nuevo, pero la sangre fría del hombre pone alerta a todo el mundo, aunque no saben decir por qué. Armando no le quita ojo de encima, y Danio se mantiene mirándote mientras Anna y Julia cuchichean sobre lo horrible de lo que has hecho. Sí, ellas dos están convencidas de que eres tú la que lo ha hecho. Marco, que no había abierto la boca hasta ahora, entra en el coche y tira el cadáver afuera.
– A ver… Las bolsas abiertas son las de Carlo, Anna, Danio y Octavio –dice–. Mi sobre está aquí. –Abre su morral, mostrándolo. Aparte del sobre hay alguna que otra castaña–. Tú, cachéame. Y ten cuidado, no vayas a meterme mano–Te señala a ti.
Si lo haces, él tratará de cachearte a ti una vez saques tu sobre, y procederá a cachear a los demás. Tras eso, dirá:
– Todos debemos cachearnos entre todos. Y si ninguno es… Ya sabemos quién ha sido –susurra, haciendo la cabeza hacia el conductor.
- 15 – Kiritsu:
- Al, tus cascanueces gigantes consiguen llegar hasta las perforadoras, pero un grupo de gyojins intentan detenerte para evitar que destruyas su fuente de agua. Sin embargo, tus creaciones de hielo se libran de ellos con bastante facilidad y consiguen golpear las maquinas, una de ellas resiste el primer impacto pero otra simplemente cae completamente destrozada. Otro grupo de hombres pez se lanza sobre tus enormes creaciones intentando destruirlas aprovechando que no estas mirando, algunos trozos de hielo se desprenden de las gigantes criaturas mientras ellos siguen pegándole contundentes golpes, aunque se congelen no cesaran en su intento de evitar que destruyas su última máquina.
El hombre pez que está luchando contra Arthur recibe el impacto interponiendo su enorme y duro pepino de mar en la trayectoria de tu espada. Da un paso atrás y mueve aquel pepino de mar con fuerza con intención de golpear nuevamente tu cuerpo con algo más de fuerza. Aquel señor parece que tiene una resistencia envidiable y no tiene intención de permitir que te alejes de él ahora que ha comenzado una batalla que le resulta interesante. Quiere un poco de fiesta y por el momento parece que tú puedes dársela. El efecto que provoca tu absorción de calor hace que algunos de los pozos que no se habían congelado todavía comiencen a hacerlo y los gyojins busquen la forma de evitar que eso suceda para continuar disparando contra vosotros.
Los caramelos verdes de Jack ayudan bastante al equipo médico y por tanto a los heridos. Mientras que sus escamas provocan bajas entre los enemigos, no obstante buscan la forma de evitar que las escamas lleguen a herir a demasiados de sus aliados provocando que parte del agua líquida que aún existe en el lugar levante parte del luego de Al para interponerlo entre las escamas de azúcar y sus hombres. Por otro lado, los disparos se ven intensificados, más veloces y más duros, buscando destruir a la mayor cantidad de marines que puedan. Una cantidad de cuarenta pinchos se lanzan contra el lugar donde se están reagrupando vuestros hombres, quieren acabar con esto cuanto antes.
Galhard, por tu parte, parece que tu zippo va a impactar en el agua, pero uno de los hombres pez provoca que una roca se eleve con el poder del agua y el mechero rebota cayendo al suelo como si no fuera nada más que un simple mecherito. Aprovechan para dispararte desde donde están mientras tu intentas ayudar a los demás marines y lanzas tus monedas contra las maquinas, monedas que se ven interceptadas por las creaciones de Al que están siendo zarandeadas por los gyojins que aunque se congelan en el proceso no dejan de golpearlas y de intentar moverlas de donde están para evitar que terminen de destrozar la máquina que les queda.
Parece que dentro de poco os daréis cuenta del motivo por el que a los hombres pez les importa poco cuantos caigan. Por la retaguardia aparece un nuevo batallón dispuesto a entrar en batalla en cualquier momento, estos comienzan a cargar contra vuestros marines con tridentes en sus manos, con armas de coral y de diversos materiales marinos con la firme intención de crear aún más bajas entre vuestras filas y apoyar al ejército que ahora mismo está luchando contra vosotros. Parece que aunque vosotros estéis dando guerra, vuestros marines cada vez son menos y las bajas más numerosas.
- 15 - Kenshin Tarantino:
- No parece que estés agradando demasiado a los aldeanos con ese comentario, que te miran casi con odio ya. Si bien se estaba disolviendo el grupo de gente que te rodeaba, el instigador se da la vuelta y tiene a bien contestarte:
– Los espejos que te apuntan a ti no me reflejan a mí, Kenshin –responde, señalándote con el dedo–. Había recelo, pero tu presencia antes tranquilizaba a algunos. “Él los mantendrá a raya”, decían. “Él se preocupa”. ¿Y tú qué has hecho? Dejar abandonada tu tierra para declararle la guerra a una furcia mojada. Que también está aquí, para darte recuerdos. –Aprieta el puño, sin recoger el índice–. Para ti podían ser débiles, pero la mayoría somos campesinos. No pensaste en las consecuencias, nunca lo haces. Exactamente igual que tu padre, pero al menos él supo mantener sus problemas lejos de este país.
Pese a todo, tus llamas no pueden ser evitadas fácilmente y los heridos comienzan a curarse. No se puede decir que te miren con menos recelo, pero desde luego en algunos parece desvanecerse el odio. Como mínimo eso es bueno, aunque quién sabe. Sin embargo, hay tantas cosas por hacer en el lugar… Apagar los incendios, recuperar a los animales, atender a la gente más cansada… Un sinfín de problemas.
– Está bien, te dejaremos ayudar. Una última vez, antes de no volver a verte.
Y, justo en ese momento, tu den den mushi suena.
Maki
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Maki siempre había sabido que era especial. Es decir, toda su vida le habían dicho que era especial, pero no especial especial, sino especial. En su mente él sabía la diferencia. Y por fin se confirmaba lo que llevaba tanto tiempo sospechando: que su herencia y su sangre le convertían en parte de algo, en parte del mundo. El protector de las Makirrocas -que ahora sabía que no tenían el "Maki" por él, sino por Makintosh-, el guardián de... ¿de los bordes de la pizza? Bueno, no todo el mundo podía llevar mensajes de paz y amor. Había más cosas importantes en el mundo.
-¡Yo siempre me como los bordes! -exclamó, demasiado contento como para prestar atención a su anfitriona-. Ahora todo tiene sentido. ¿Tiene algo que ver con que me guste la pizza con piña? ¿Te pasa algo?
Vaya cara estaba poniendo. ¿Era por lo que había dicho de la piña? Ya le habían advertido en Báltigo que no fuese diciéndolo por ahí después de LOQUEPASÓ. Pero el Oficial Makintosh no se dejaba amedrentar. Las notas amenazantes y las pintadas con sangre por parte de los anti-piña no le asustaban, y ni siquiera algo tan grande y misterioso como LOQUEPASÓ, algo tan gordo que solo era digno de su calamitosa naturaleza ponerlo en mayúsculas, impediría que hiciera gala de su revolucionario gusto en pizzas.
-¿Ha visto algo peligroso por la ventana? -se preguntó Huelepiedras Rockson, que dejó de oler su trozo de grafito para asomarse también.
Maki contempló horrorizado como su revelación sobre la piña la hacía caer redonda al suelo. Pobre... como-se-llamara. ¿Qué podían hacer? Podían dejarla durmiendo, pero estaría feo comerse su comida mientras tanto. Decidió que la despertaría y le pediría perdón. Y también tenía que hacerle más preguntas sobre su ancestral legado.
-Buscad por toda la casa y a ver si encontráis algo para despertarla. Unas pastillas, un gato o un trozo de hielo. -El botiquín de los Centellas, por desgracia, no contenía nada para despertar a la gente, aunque tal vez con una venda en la cabeza se arreglaría. Entonces Maki se fijó en que Rockson seguía mirando fijamente algo fuera y se acordó de que tenían que trabajar antes de que se hiciera de noche y se perdieran por ahí-. Y luego preparaos para marchar, que se nos echa el tiempo encima. Comemos, echamos la siesta y nos vamos.
"Venga, Augustus. Eres un Oficial y un Guardián de las Rocas. Debes esforzarte", le dijo su conciencia.
-Vale, vale, olvidad la siesta. ¿Qué hay ahí tan interesante?
Maki cogió otro caracol y se asomó fuera, a ver qué tal iban sus hombres con los preparativos. Ya iba siendo hora de ir a buscar a su esposa.
-¡Yo siempre me como los bordes! -exclamó, demasiado contento como para prestar atención a su anfitriona-. Ahora todo tiene sentido. ¿Tiene algo que ver con que me guste la pizza con piña? ¿Te pasa algo?
Vaya cara estaba poniendo. ¿Era por lo que había dicho de la piña? Ya le habían advertido en Báltigo que no fuese diciéndolo por ahí después de LOQUEPASÓ. Pero el Oficial Makintosh no se dejaba amedrentar. Las notas amenazantes y las pintadas con sangre por parte de los anti-piña no le asustaban, y ni siquiera algo tan grande y misterioso como LOQUEPASÓ, algo tan gordo que solo era digno de su calamitosa naturaleza ponerlo en mayúsculas, impediría que hiciera gala de su revolucionario gusto en pizzas.
-¿Ha visto algo peligroso por la ventana? -se preguntó Huelepiedras Rockson, que dejó de oler su trozo de grafito para asomarse también.
Maki contempló horrorizado como su revelación sobre la piña la hacía caer redonda al suelo. Pobre... como-se-llamara. ¿Qué podían hacer? Podían dejarla durmiendo, pero estaría feo comerse su comida mientras tanto. Decidió que la despertaría y le pediría perdón. Y también tenía que hacerle más preguntas sobre su ancestral legado.
-Buscad por toda la casa y a ver si encontráis algo para despertarla. Unas pastillas, un gato o un trozo de hielo. -El botiquín de los Centellas, por desgracia, no contenía nada para despertar a la gente, aunque tal vez con una venda en la cabeza se arreglaría. Entonces Maki se fijó en que Rockson seguía mirando fijamente algo fuera y se acordó de que tenían que trabajar antes de que se hiciera de noche y se perdieran por ahí-. Y luego preparaos para marchar, que se nos echa el tiempo encima. Comemos, echamos la siesta y nos vamos.
"Venga, Augustus. Eres un Oficial y un Guardián de las Rocas. Debes esforzarte", le dijo su conciencia.
-Vale, vale, olvidad la siesta. ¿Qué hay ahí tan interesante?
Maki cogió otro caracol y se asomó fuera, a ver qué tal iban sus hombres con los preparativos. Ya iba siendo hora de ir a buscar a su esposa.
- Resumen:
- Ordenar un registro de la casa para ver si encuentran algo con lo que ayudar o despertar a su anfitriona, que la pobre está indispuesta. Luego mandar que se prepare la marcha y asomarse por la ventana.
—¿Y este quién es? —preguntó el rubio, tal y como le salió del alma, cuando la mole de tez oscura entró en escena y pronunció unas palabras paradójicamente tan misteriosas como reveladoras. No era demasiado difícil intuir que en todo lo que estaba sucediendo en Wano había muchos intereses e intenciones que no estaban a la vista, pero saber que lo que fuese se encontraba en Kibi era un significativo paso hacia delante.
De cualquier modo, lo más sensato era que fuese el propio Berthil quien se encargase personalmente de indagar al respecto; no en vano Wano era su territorio. Marc y él tendrían que encargarse de cortar de raíz el problema que, como una enfermedad que no entendía de barreras geográficas, nacía en la villa Itadakimas y se propagaba sin clemencia por todo Kuri.
Dos grandes alas de color azulado nacieron de su espalda, desatando un fugaz vendaval que agitó las ropas y cabellos de cuantos se encontraban en la zona. Pidió indicaciones más precisas sobre la localización de la población antes de dirigirse a su amigo:
—Creo que esta vez deberíamos ir más rápido, ¿no crees? —preguntó, ofreciéndose implícitamente a transportarle en aquella ocasión. Sin embargo, no se opondría si el grandullón manifestase que prefería viajar por sus propios medios.
En cuanto hubieron zanjado aquel asunto, alzó el vuelo y puso rumbo a Itadakimas. El viento golpeaba sus alas con furia, completamente desplegadas, haciendo innecesario cualquier aleteo. La figura del segundo al mando de los Hermanos de la Tormento surcó el cielo de Wano como un auténtico misil, dejando a sus espaldas el clamor provocado por el viento al rugir. Voló a gran altura, convirtiendo el hogar de los samuráis en una minúscula concentración de caos debajo de él.
No se detuvo hasta que creyó identificar la villa en cuestión, dedicando unos segundos a contemplarla desde las alturas para analizar la situación. A continuación descendió, buscando la zona más próxima libre de enemigos en la que poder tomar tierra para ponerse manos a la obra. Sus manos tanteaban disimuladamente las empuñaduras de Byakko y Yuki-onna, ambas unidas en un fraternal abrazo a través de CABLE. No sabía cuánto tardaría la situación en escalar, pero sabía perfectamente que ese momento llegaría más tarde o más temprano.
—¿Preparado? —le dijo a su compañero antes de ponerse en marcha, esa vez a pie.
De cualquier modo, lo más sensato era que fuese el propio Berthil quien se encargase personalmente de indagar al respecto; no en vano Wano era su territorio. Marc y él tendrían que encargarse de cortar de raíz el problema que, como una enfermedad que no entendía de barreras geográficas, nacía en la villa Itadakimas y se propagaba sin clemencia por todo Kuri.
Dos grandes alas de color azulado nacieron de su espalda, desatando un fugaz vendaval que agitó las ropas y cabellos de cuantos se encontraban en la zona. Pidió indicaciones más precisas sobre la localización de la población antes de dirigirse a su amigo:
—Creo que esta vez deberíamos ir más rápido, ¿no crees? —preguntó, ofreciéndose implícitamente a transportarle en aquella ocasión. Sin embargo, no se opondría si el grandullón manifestase que prefería viajar por sus propios medios.
En cuanto hubieron zanjado aquel asunto, alzó el vuelo y puso rumbo a Itadakimas. El viento golpeaba sus alas con furia, completamente desplegadas, haciendo innecesario cualquier aleteo. La figura del segundo al mando de los Hermanos de la Tormento surcó el cielo de Wano como un auténtico misil, dejando a sus espaldas el clamor provocado por el viento al rugir. Voló a gran altura, convirtiendo el hogar de los samuráis en una minúscula concentración de caos debajo de él.
No se detuvo hasta que creyó identificar la villa en cuestión, dedicando unos segundos a contemplarla desde las alturas para analizar la situación. A continuación descendió, buscando la zona más próxima libre de enemigos en la que poder tomar tierra para ponerse manos a la obra. Sus manos tanteaban disimuladamente las empuñaduras de Byakko y Yuki-onna, ambas unidas en un fraternal abrazo a través de CABLE. No sabía cuánto tardaría la situación en escalar, pero sabía perfectamente que ese momento llegaría más tarde o más temprano.
—¿Preparado? —le dijo a su compañero antes de ponerse en marcha, esa vez a pie.
- Resumen:
- Ir cagando leches hasta Itadakimas.
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