Preparativos Para La Guerra. [Privado] [Kyofu No Yohei]

Las grietas especiales empezaron a desaparecer del cuerpo del dragón. Su tamaño se redujo y lentamente volvió a estar en su forma base y con la altura baja. Una vez hubo terminado se limpió un poco el polvo en los hombros y después de unos momentos soltó un bostezo. Notó el aura de la rubia acercarse y cuando la estuvo delante le dedicó una mirada calmada. Ahora era el momento de ver si ella había estado entrenando algo. Madara concentró su energía vibratoria en su puño derecho y una especie de llamas azules rodearon su extremidad. Era algo visual que se había formado y eso le hizo sonreír. El aspecto del fuego le gustaba y que tuviese el color de su Impakuto le agradaba. Lo anuló despacio y después escuchó las palabras de la dragona. Soltó un pequeño suspiro y la miró con pereza. Ahora que iba a jugar con Lily…

- Que cara dura… Si sois vosotros los que habéis atacando deberíais asumir tanto la derrota como las curaciones. Yo no conozco plantas que curen, te traigo unas pocas de cada tipo y ya te apañas. De paso échale un ojo a él. – Dijo entonces señalando el cuerpo del dragón que faltaba, pues se había tragado el alazo de Madara.

Unos cinco minutos después el dragón volvió con una enorme cantidad de plantas en sus brazos, las cuales dejó caer justo al lado de la dragona. Una vez lo hizo se quedó mirando a la rubia, la cual supuestamente había estado entrenando también. Se dio cuenta de que estaba sentada y agradeció que no pisara un charco de ácido. Se agachó hasta estar a su altura y se quedó mirándola a los ojos despacio. Sus rojizos ojos se clavaron en los suyos dorados. Mostró una sonrisa engreída y después de unos momentos le acarició la mejilla despacio. Se dio cuenta entonces de que había gente y debía seguir con la fachada, sobre todo porque el capullo de Ushi podía estar despierto. Soltó un pequeño bostezo y se colocó en pie mirándola.

- ¿Ya has terminado tu entrenamiento? Has estado perdida en una isla llena de demonios con un tercio de mi poder, has tenido suerte de que no te hayan reconocido como enemiga. En fin, volvemos al barco.

El moreno cambió a su forma completa y trató de enroscar su cola en la rubia, también intentaría coger a la dragona y a Ushi usando sus patas delanteras y saldría volando hacia el barco. Una vez allí dejaría a todos en cubierta y volvería a la forma humana. Una vez hizo aquello soltó un pequeño suspiro y miró a los tres, esperando que Ushi despertase y si no, dándole leves collejas hasta que lo hiciera.

- En media hora empezamos el viaje. Tardaremos unos días en llegar, suficiente para que descanséis. Sois libres de hacer lo que queráis en ese tiempo, estaré en el Nido Dragón. – Mencionó dirigiéndose hacia el interior.

El moreno sentía un extraño dolor en el pecho y quería comprobar lo que le sucedía. Avanzó por los pasillos hasta llegar su camarote. Se quitó toda la ropa y se cambió, colocándose unos pantalones cortos de color blanco y nada más. Se tumbó bocarriba en su enorme colchón y cerró los ojos despacio. El entrenamiento había estado bien, pero sentía que le faltaba algo. Miró un momento a su lado y al no ver a nadie frunció el ceño. Maldita Lily, no podía dejar de pensar en ella, una lástima que ella no pareciese responder de la misma forma.

Madara se alejó refunfuñando que él no sabía nada de plantas medicinales, pero que recogería de todo un poco. Cuando volvió traía grandes cantidades de plantas entre los brazos, sin duda alguna encontraría lo necesario para una buena cataplasma. Había traído también plantas venenosas que podría usar para venenos, pero no tenía ganas para eso y las apartaba en cuanto las veía. No había terminado aún de clasificar las plantas cuando el dragón negro me agarró con su gran pata. Por suerte, al cogerme también cogió muchas de las plantas, más unas pocas que pude atrapar yo. Una mueca se formó en mi cara, el mercenario solía tender a apresurarse cuando se emocionaba, y en muchas de esas ocasiones no pensaba con total claridad.

Ya en la cubierta del barco donde nos dejó a Ushi y a mí Madara, me puse a moler las hierbas para las cataplasmas. Una vez terminadas las apliqué a las heridas de mi compañero y a las mías propias. El otro dragón no parecía estar tan mal, pero seguramente había gastado demasiada energía y era normal que estuviera como estaba. Cuando la cataplasma tocó mis heridas noté un escalofrió a causa del frío de las mismas y de la punzada de dolor. Las quemaduras por ácidos y corrosivos eran de las peores, pero al haber sido leves no tardarían demasiado en curarse, pero me impedirían practicar con el arco hasta el día siguiente al menos.

En cuanto terminé con Ushi, me dirigí a mi camarote a descansar durante un buen rato. De hecho, si no me llamaban para nada me tiraría allí lo que quedaba del día. Tenía cosas que leer sobre plantas medicinales y algunos tratados más. Necesitaba leer algo más de la isla a la que nos dirigíamos, en especial de los cactus que la poblaban. Si podía encontrar algo interesante sobre ellos, quizás tuviera alguna ventaja a la hora de pelear allí, como por ejemplo haciéndolos segregar alguna sustancia, u obteniendo algún medicamento de los mismos.

El entrenamiento había llegado a su fin, Madara había vencido y Ushi estaba en el suelo, inconsciente. Consiguieron llevarlo al barco y una vez en cubierta, Vylia curó sus heridas. El joven ya estaba en su forma de niño rebelde, durmiendo en la fría madera de aquel oscuro barco de una panda de locos. Al parecer estaba soñando y por su cara de felicidad y su gran sonrisa, no parecía que lo pasase mal. Es más, los comentarios que soltaba sin venir a cuento daban la sensación de que era un sueño… malvado, por así decirlo.

- Arrodillaos… Mgh mmm… - Soltaba entre dientes.

Mientras tanto, en su sueño.

Era un pequeño aunque enorme rey en un gigantesco castillo de piedra. Con su gran poder había levantado los muros y construido aquella divinidad. Ahora se postraba en un trono creado por regalices rojas y negras, dándole un color tétrico. Vestía con ropas extravagantes, hechas no de hilo, sino de nubes de algodón de azúcar y demás dulces. Era el mandamás y se veía a la legua, ya que su corona de caramelo dorado reflejaba cual espejo su magnificencia. Un bastón de caramelo, blanco y con líneas espirales rojas, era lo que llevaba en su mano. Dio un fuerte y contundente golpe al suelo que retumbó en todo el castillo, escuchándose en cada rincón de aquel dichoso lugar. Entonces aparecieron varias personas conocidas; Madara, Dranser, Vylia, Liliana, Ugetsu, Kiogre, Ryohei, Drake y Fluffle. Todos caminaron y lo miraron con respeto a la vez que miedo.

- Arrodillaos ante mí, escoria. – Soltó con una voz imponente.

Ninguno dudó de sus palabras y cada uno de ellos posó sus rodillas en el suelo, agachando la cabeza y haciendo una reverencia. Se levantó de su trono y comenzó a caminar hacia ellos. Se les caía el sudor de sus frentes deseando que no les tocase a ellos. Entonces tocó la frente de Liliana y le levantó la cara, mirándola a los ojos fijamente. De pronto los ojos de Ushi mostraron una malvada expresión, sus pupilas se afilaron cual reptil y sus cejas se arquearon, mostrando una cara seria.

- Tú me harás albóndigas. Ahora. – Soltó sin más.

La albina no dudó ni un segundo y se levantó para así correr hacia la cocina. Comenzó a cocinar con miedo mientras se limpiaba el sudor de la frente. Debía hacer las mejores albóndigas o un castigo caería sobre ella. Entonces Ushi miró a su siguiente víctima; Vylia. Posó su mano encima de la cabeza del sujeto y la levantó con su increíble fuerza.

- Tú iras cual dragón a por las mejores chuches del mundo. Y ves volando.
La tiradora asintió con la cabeza y entonces se transformó en su forma completa. Con sus grandes alas comenzó a volar a una gran velocidad por todo el castillo, saliendo de aquella diminuta isla para así alcanzar la siguiente y conseguir las mejores golosinas que jamás habían sido creadas. Ushi, ahora, debía hacer otro movimiento más. Les dio la espalda a los que quedaron y comenzó a caminar hacia el trono.

- Ryohei, Ugetsu, Kiogre y Drake. Quiero que vayáis al calabozo y sigáis castigando a Bleyd. Pero si lo matáis acabaré con vosotros con mi mirada de la muerte súbita infernal. – Era la peor amenaza que podía hacer. Una simple mirada suya desintegraría a cualquiera de la faz de la tierra. Se sentó en el trono. – Fluffle, eres mi mesa. – Entonces el animal corrió y se sentó a sus pies, para que éste los apoyase sobre él. – Dranser, mi masaje. – El espadachín corrió a su espalda y comenzó a masajear sus hombros. – Madara, mis zapatos están sucios. Límpialos con la lengua.

Mientras tanto, en el mundo real que nada tiene que ver con el anterior…

- Madara… Zapatos… Sucios… - Seguía hablando mientras dormía.

Pero entonces despertó y se levantó de un salto. El cuerpo le dolía aún, la batalla había dejado huella, sin duda. Aunque no recordase nada, algo si sabía: Tenía hambre. Comenzó a caminar como pudo, entre quejidos, dirigiéndose hacia el salón central. Una vez allí debía pensar que comer. No tenía ganas de cocinar, ni siquiera sabía el pobre niño, así que se sentó en el sillón, intentando acomodarse de forma que sus heridas no le doliese.

- ¡Quero albóndigas! – Gritó para justo después comenzar a llorar.

El moreno continuaba tumbado con los ojos cerrados. Después de haber luchado y usado sus habilidades estaba un poco agotado. Acarició el espacio vacío del colchón y empezó a pensar un poco en las cosas que había estado haciendo hasta ese día. Dinero, mujeres, guerras y muerte. Sabiendo que iba a vivir miles de años era muy normal. De hecho, se estaba quedando sin cosas que hacer. Todo le parecía aburrido, pues ya había disfrutado de todos los placeres de la vida, salvo uno. Soltó un suspiro sin quitarse aquella imagen de la cabeza. No podía quitarse de la cabeza los ojos de la albina. Negó un par de veces tratando de dormir. El sudor cayó un momento por su frente y después de unos segundos más emitió un gruñido. Le dolía el pecho por alguna razón que desconocía. Era demasiado injusto lo que estaba pasando.

Escuchó entonces algunos golpes en la puerta. El dragón sin prestar atención y creyendo que sería la dragona o Ushi pidiendo comida dejó la entrada. Sus ojos se abrieron un poco más de la cuenta cuando pudo ver a la chica de cabellos blancos medio amarillos en frente de él. El tanque se mantuvo callado unos segundos y cuando dijo que deseaba hablar de lo de antes no pudo evitar alzar una ceja. Sabía que se refería a lo pasado antes del entrenamiento. Tal vez iba a decirle ya que no le había gustado y a pedirle que no volviera a hacerlo. Lo entendería y concedería su deseo. Le señaló entonces la enorme cama, pero él quedó sentado, así no la incomodaría. Ella podría sentarse también y quedar frente a frente a él. Una vez lo hiciera volvería a clavar sus rojizos ojos en los dorados de ella.

- Claro, puedes hablarme de lo que gustes, Lily. – Su tono era algo raro, como si estuviese preocupado, aunque en verdad lo estaba. – Si te molestó me disculpo ante ti. Lo último que quiero es que te sientas incómoda aquí. – Mencionó entonces cruzando ambas piernas y los brazos.

El dragón al tener solo un pantalón corto estaba bastante expuesto por así decirlo. Su pecho estaba bastante fornido y algo de sudor bajaba por él debido al combate. También se le notaba algo alterado. No paraba de dolerle el pecho desde que había dejado de combatir. Pocas cosas le mantenían sano y esas eran la lucha y ella. Siguió mirándola fijamente a los ojos en todo momento con aquella mirada inexpresiva y preocupada que tenía en su rostro. Tras unos segundos no pudo evitar rascarse la mejilla a la espera de que ella hablara. Estaba bastante nervioso y eso le molestaba. El gran Madara no podía ponerse nerviosa ante nada, pero aquella muchacha de dorados ojos lo lograba sin ni siquiera saberlo. Era cierto que detrás de un gran hombre había una gran mujer y esa era ella. La única con poder en aquel mar para debatirle las cosas y hacerle cambiar de parecer, su consejera, su mano derecha.

- Te escucho, Lily-chan. – Terminó de decir.

Al principio fue bien lo de estar sentada repasando los libros sobre plantas y donde encontrarlas. Era algo incomodo al no poder apoyarme en el respaldo de la silla a causa del dolor, pero no era algo que me impidiera leer bien o concentrarme en la lectura. Descubrí varias cosas interesantes de los cactus, pero ninguna que pudiera ser usada como arma. Bueno, quitando las grandes espinas que estos vegetales poseían y cuando llegara tendría que investigar si usando mis poderes para controlar la flora podía hacer que se soltaran. Si lo conseguía, sería un buen as bajo la manga para algunas situaciones peliagudas que pudieran llegar a darse.

Después de un rato la cosa comenzó a torcerse. Podía escuchar mucho jaleo proveniente del barco, que unido a la voz infantil que la acompañaba me hizo suponer que Ushi había vuelto a su forma de niño pequeño. En otras ocasiones hubiera dejado a Madara ocuparse del asunto, pero si salía ahora podría cambiarle las vendas y la cataplasma por unas limpias antes de tranquilizarlo y tratar que se durmiera o se fuera a jugar a algún lado. Con eso en mente salí del cuarto para dirigirme al lugar de donde provenían las voces. Resultó que el pequeñín tenía un antojo de albóndigas.

-Ushi, ven aquí, necesito mirarte las heridas. Mientras puedes comerte esta piruleta, me dijeron que si la chupas hasta acabarla luego te sabe a albóndigas. – Le dije a mi compañero enseñándole una piruleta que acababa de sacar de un escondite. Estaba claro que era mentira, pero con su mentalidad de crío pequeño seguro que caía en la trampa y podía curarlo durante un rato. Si tenía suerte no se daría cuenta de la mentira hasta que me hubiera vuelto al camarote.

Mientras Ushi lloraba pidiendo albóndigas Vylia se acercó a él. Le ofreció una piruleta y como cualquier niño, comenzó a devorarla y a morderla con sus afilados dientes. Por suerte Vylia pudo curar sus heridas a tiempo y al estar distraído no se acordó del dolor, durante aquel instante.

El cansancio, las heridas… Todo provocaba que el pobre niño necesitara recuperar energías de una forma u otra. Decidió secarse las lágrimas y comenzar a pensar en algo. Sin duda le apetecía solamente albóndigas e iba a comer fuese como fuese un buen plato. Iba a tener la primera acción buena del día y tal vez de su vida así que se escaqueó para hacer la comida para todos. Seguro que más de uno iba a tener hambre. Entró a la cocina y creó un muro de piedra para evitar que entrasen mientras el daba la sorpresa. Obviamente, antes de eso, avisaría a Vylia que iba a hacer algo y les iba a hacer un regalo. Se dirigió a la nevera, abrió la puerta y comenzó a mirar detenidamente. No había nada parecido, tan solo carne picada que, para colmo, estaba en lo más alto. Creó un muro de piedra para así llegar a agarrar aquellos tres kilogramos de ternera, aprovechó para coger cebolla, varias de hecho, sin olvidarse, como no, del kétchup. Saltó y se dirigió a la encimera. Como no, no llegaba a la altura, así que de nuevo tuvo que crear un pequeño muro de piedra que lo elevase. Eso de ser bajito no era un problema para un genio como él. Abrió el paquete de carne y lo soltó todo en la encimera. Ahora solo debía cortar las cebollas. Sus ojos brillaron en cuanto sacó un cuchillo del cajón. Parecía un asesino en serie a punto de descuartizar a su víctima. Comenzó a sonreír y de rápidos aunque amplios movimientos, terminó cortando la cebolla y picándola, aunque no a trozos pequeños. Lo juntó todo y entonces sacó la tapa del ketchump. Comenzó a verter todo el contenido sobre aquella masa extraña y comenzó a golpearla. Sus puños chocaba una y otra pez contra aquel alimento, amasándolo y haciendo que el sonido de sus golpes se escuchara en casi cualquier rincón del barco. Casi podría haber roto la encimera. Acabó fusionando los tres ingredientes para formar varias pelotas del tamaño del puño de un adulto.

- ¡Muajajajaja! ¡Aquí ta mi creación! ¡Mega albóndigas de keshu! – Gritaba mientras reía de forma sádica y recordando a todos los villanos del mundo.

Llegaba el peor momento, el de encender el fuego y cocinar las bolas gigantescas. Cogió la olla más grande que había y vertió el aceite más caro que había, llenándola enterita. Con el mechero típico de cocina, largo para encenderlo desde lejos, encendió el gas y comenzó a activar la chispa. Pero al parecer no funcionaba muy bien. Probaba y probaba, el gas comenzaba a salir sin parar hasta que por fin una pequeña chispa surgió del encendedor, creando una poderosa llamarada que se alzó hacia el extractor, casi desapareciendo en el instante. El susto que se dio fue grande, tal fue que incluso cayó de la plataforma de piedra que se había hecho. Por suerte la cocina no se había incendiado. Gracias a su resistencia no se hizo mucho daño, pero unas lágrimas caían de sus ojos por culpa del susto. Volvió a subir al muro, se acercó al fuego y comenzó a calentar la olla. En cuanto comenzó a hervir agarró una tapa más grande que la olla, propia tapa de una pellera, y se protegió como si fuese un escudo. Aquello iba a salpicar, ya lo había visto antes. Dejó las albóndigas y las gotas se lanzaron hacia él. Era la pelea más épica que había sucedido en aquel barco, o al menos así lo veía el pequeño. Se escudó y paró el ataque de la maligna olla y comenzó a esperar. Por desgracia no paraba de salir humo y tal fue su descuido que no había encendido el extractor. En cuanto se dio cuenta pulsó el botón y poco a poco, demasiado lentamente, el humo comenzó a desaparecer. Cualquiera diría que alguien con el poder de controlar la niebla había estado en la cocina. Siguió esperando hasta que se disipó del todo, apagó el fuego y observó sus albóndigas. No solo eran demasiadas y gigantes, sino que estaban deformes, con tropezones de cebolla quemada y la masa de carne había estado demasiado tiempo en aceite. Ahora eran bolas grandes casi negras. Sosas ya que no le puso sal, con demasiado kétchup, trozos grandes de cebolla carbonizada y carne quemada. Pero bueno, la intención es lo que cuenta.

- ¡A comé! ¡A comé! – Comenzó a gritar. Cogió una cacerola y un tenedor grande de madera y comenzó a golpear sin parar.

Aquello de que estaba rota hizo al dragón de las sombras mirarla a los ojos de forma fija. No le hacía gracia que dijera que era un robot. Él mismo había visto que conocía sentimientos como el odio, la vergüenza o el tsunderismo, un adjetivo creado por él. Continuó observándola sin decir nada y prestando atención a todas sus palabras. Continuó escuchando sus palabras y no pudo evitar mirar a otro lado. Disfrutaba matando y mientras fuera a criminales a él le iba a dar lo mismo. Podía bailar incluso con sus cadáveres si le apetecía. Siendo el hermano mayor de una enorme familia de asesinos, eso era lo de menos. Una pequeña sonrisa se formó en el rostro del dragón negro cuando le preguntó si la quería igual. Estuvo a punto de reír incluso, pero prefirió clavar sus rojizos ojos en los de ella y asentir.

- Si quiero a mi hermano pequeño, siendo Jin Surfer ¿Por qué no iba a quererte a ti, Taka-chan? – Dijo con un tono nostálgico y mirándola en todo momento tras desvelarle su secreto.

Finalmente, la albina dijo aquellas palabras y Madara se sorprendió. Sus ojos se abrieron algo más de la cuenta y después de eso tragó saliva. No podía creerse lo que había dicho. Negó un par de veces, se frotó los ojos y pestañeó diez veces en dos segundos a una velocidad inhumana. Lentamente, una sonrisa amplia se formó en el rostro del moreno. El dragón entonces estiró su mano despacio hacia la mejilla de ella y la acarició con mucho cariño. La acercó despacio y fue acercándose a ella. Pegó sus labios a su frente despacio y depositó allí un suave beso lleno de cariño y amor. Después de eso volvió a mirar aquellos dorados ojos en los que le encantaba perderse. Tras unos segundos más no tardó en acariciar su cabeza muy despacio.

- Creo que esos gritos son de Ushi ¿Te apetece comer algo? – Preguntó susurrándole al oído de forma bastante protectora y cariñosa.

Una vez hubiese escuchado la respuesta de la joven, el dragón acercaría finalmente sus labios a los de ella. La besó despacio y con cuidado mientras se echaba sobre ella despacio en la cama. No tardó mucho en dejarla debajo, estando él besándola, con una mano sobre la cabeza de ella y la otra en su cintura. Estuvo unos veinte segundos unido a ella de aquella forma. Tras ese tiempo se separó muy despacio y unió su frente junto a la de su princesa. Era la criatura más hermosa que había visto nunca. Le dedicó una pequeña sonrisa y después de eso la cogió en brazos. Tras darle un par de besos más la dejó tumbada en la enorme cama del Nido Dragón, pues ella dijo no querer comer. Le dedicó una pequeña sonrisa y le pasó las sábanas por encima.

- Puedes dormir aquí siempre que lo desees. Yo voy a ir a ver lo que el crío ha hecho. Recuerda que te quiero, mi princesa. – Dicho aquello salió de la habitación.

El dragón negro llegó a la cocina y se dio cuenta del pestazo a quemado que manaba de ella. Arrugó la nariz y pudo ver el enorme plato lleno de bolas negras. No sabía si bailar, si comerse a Ushi o lanzar el barco a volar. Lo que le hizo sentir más dolor fue ver la botella de aceite más cara de la cocina gastada. Una pequeña lágrima surgió de su ojo derecho y después fulminó al enano con la mirada. Chasqueó la lengua y probó una de aquellas…

- ¡¿Quieres envenenarnos?! – Gritó el dragón escupiendo todo al suelo y empezando a frotarse la lengua con una cuchara de madera.

No solo odiaba la cebolla, aquello estaba quemado y pringado de aceite. El sabor más horrible del mundo. Era curioso pasar de probar los labios más jugosos y fantásticos del universo a la mierda suprema. Escupió a un lado quejándose y abrió el grifo para beber toda el agua posible. Las venas de la frente de Madara se marcaron. Ahora no podía ir a besar a su pequeña para quitarse ese sabor de boca, la pobre estaba dormida. Un aura oscura rodeó entonces al mercenario, el cual se tapó los ojos y sonrió de forma sádica.

- Uno, dos, tres…

Cuando llegase a diez saldría detrás de Ushi y seguramente le metería la cabeza en el váter o lo lanzaría contra el mástil. Pobre del pequeño como no se escondiera. Por suerte, Madara era precavido y había echado el cerrojo a la habitación del Nido, además de que empezó a caminar hacia allí, pegando la espalda a la puerta para que no entrase a dar por culo a Lily. Sí, eso lo hizo con los ojos cerrados debido a su buen conocimiento del barco.

- Cuatro, cinco…

No pude ir muy lejos, pues al poco empezó a oler a quemado que tiraba para atrás de una manera bestial y el pequeño niño comenzó a dar golpes con una cazuela o algo metálico. Cuando me acerqué hasta el lugar del que provenía el ruido pude comprobar como Ushi había tratado de hacernos la comida, aunque más bien podrían haber pasado por balas de cañón por el color y el tamaño. No necesité probarlas para saber que no estaban para nada ricas, puesto que una comida capaz de enfadar al capitán no era comida. Madara se había plantado en medio del salón y comenzaba a contar desde uno. No tenía demasiada idea de por qué era, incluso llegué a pensar que era para relajarse y calmarse.

Aunque viendo lo lento que iba, y que no paraba de sumar números a la lista, me decanté por que pronto Ushi recibiría un buen castigo. Esta vez no me metería en medio, podían pelearse todo lo que quisieran y más. Aunque el olor me había dado hambre, así que me dirigí a la cocina llevándome las quemadas albóndigas. Con un poco de esfuerzo quizás pudiera salvar algo de las mismas, aunque al abrirlas y ver el color tan raro que tenían, y los grandes trozos de cebolla simplemente me deshice de ellas. Tendría que ver qué otra cosa había en la nevera y que pudiera hacer.

-¡Madara! No te pases mucho, le acabo de cambiar los vendajes y si se pone peor lo cuidareis tu o la nueva, te lo advierto. Además, ya has tenido que reparar el barco una vez hoy, si quieres partir pronto no lo destroces más.

Dicho esto, volví a lo mío, sacar de la nevera unos filetes de algún tipo de carne para freírlos. No usaría aceite, simplemente les daría un par de vueltas en la sartén caliente. Con una buena cantidad de sal y pimienta estarían perfectos para mi indiferente paladar. Hubiera preferido hacerlos al fuego como la caza, pero no quería correr riesgos dentro de un barco de madera. Hice muchos filetes, por lo que cuando el resto apareciera por allí podría comer alguno, sino serían perfectos para la cena.

Una gota de sudor bajó por la cabeza del dragón al escuchar las palabras de la dragona. Joder, no le iba a pegar a un crío de seis años y tampoco se iba a cargar el barco. Además, ordenando cosas como que lo cuidaría él o la nueva. Se llevó la mano a la frente y soltó un suspiro. Que Vilya fuera tan mandona no le desagradaba para nada, la prefería así de hecho. El mercenario entonces alzó el tono para que ella le escuchase.

- ¡Entendido, Vilya-chan! – Dicho aquello empezó a oler mejor.

La mujer de piel azulada estaría preparando algo para comer. Notaba la presencia de Ushi en el sitio, por lo que no habría corrido, pero tampoco iba a hacerle nada malo. Como mucho iba a acojonarlo un poco. Era como su hermanito pequeño, no dañaría a la vaca nunca. De hecho, daría su vida por protegerlo de cualquier cosa. Mostró una pequeña sonrisa casi imperceptible y se acercó a Ushi. Le acarició la cabeza en un gesto cariñoso y después miró a la dragona empezar a cocinar.

- Voy a ver si puedo descansar un poco ahora. Vuestros ataques han sido duros dentro de lo que cabe y mi nueva técnica me ha consumido mucha energía. Este barco tiene de todos, iros a las aguas termales internas si queréis o a la sala de juegos. Estaré tumbado un rato en mi camarote.

Madara dio la espalda a ambos y empezó a caminar despacio hacia el Nido Dragón. Abrió la puerta despacio y cerró echando el cerrojo. Se quedó mirando a la albina, la cual estaba allí tirada y parecía estar descansando. La cama era enorme, por lo que no creyó que hubiese problema alguno y además, era su chica. Se tumbó a su lado derecho y quedó con ella de espaldas a él. Colocó una mano por debajo de la espalda de ella y la depositó en su abdomen, el cual acarició con cariño. Con la otra terminó de abrazarla dejándola algo más arriba. Pegó la espalda de la joven a su pecho y cerró los ojos despacio. Dejó un suave beso en su cabeza y cerró los ojos despacio, aunque sin intención alguna de dormir.

- Estoy agotado, debería ver a un médico. Últimamente me duele muchísimo la espada y los hombros. Quizás el hecho de haber entrenado los últimos meses sobre esforzándome haya tenido algo que ver.

Madara suspiró abrazándola más y pegándola a él mientras con las yemas de los dedos acariciaba muy lentamente su abdomen por debajo de la ropa. Su piel era demasiado suave y hermosa y no podía evitarlo. De hecho, decidió hacérselo saber para que ella no pensase que estaba buscando otra cosa.

- Tienes un abdomen muy suave, me gusta mucho. Anda, déjame besarlo. – Dijo de forma divertida.

El dragón entonces trató de girarla entre risas y con una mirada calmada. Bajó entonces su cabeza hasta allí abajo, levantó solo un poco la camiseta y depositó un suave beso por encima de su ombligo, seguido de un par de ellos más.

- ¿Tienes cosquillas? – Preguntó jugando con ella de forma feliz.

Lo de dormir una semana esperaba que fuese bebiendo agua, comiendo y visitando el baño o podía llegar a ser algo imposible. Ella era una humana y por lo que sabía no disponía de fruta del diablo. El moreno entonces mostró una sonrisa cuando ella sonrió también y le sacó la lengua jugando. La abrazó, la pegó a él como si fuera de su propiedad y no la quisiera dejar escapar. Iba a encargarse de hacer a Lily la persona más feliz del mundo y haría cualquier cosa para ello. Soltó un pequeño suspiro y después besó de nuevo por encima de su ombligo. Ahora que la había tomado con su estómago no pensaba dejarla tranquila en un buen rato. La miró a los ojos unos segundos y trató de quedarse así. Su pequeño halcón parecía estar empezando a mejorar y eso le agradaba muchísimo.

Escuchó entonces su orden y no pudo evitar que una sonrisa divertida se formase en su rostro. Esas confianzas que se había tomado eran geniales y que ella exigiera cosas era prueba de que era la consejera del dragón. Madara pensaba complacerla en la mayoría de cosas que pidiese. Le acarició un poco el estómago y después asintió.

- Como mi reina desee. A cambio quiero que descanses…

Fue lo único que el dragón le pidió. Empezó a usar su mano derecha para acariciar despacio el abdomen de su princesa. Usaba las yemas de los dedos de forma circular con toda la intención de hacerla sentirse feliz. No presionaba nada, pues la barriga era zona delicada. Pasaba toda su palma de forma superficial muy despacio. Al estar tumbado a su lado la pegó despacio a su pecho, estando ella de espaldas. Siguió el masaje con su mano derecha. Con la izquierda fue directamente a su cabeza, la cual empezó a rascar despacio a través de sus cabellos. Su intención era relajarla tanto que se quedase dormida.

- Que descanses, pequeña…

Usó la forma parcial en sus uñas para que sintiera más gusto en su cabeza. Al mismo tiempo seguía el masaje por debajo de las sábanas, pues la había tapado para que no pasase frío. Su mano continuaba acariciando su abdomen cada vez más lentamente y de forma más intensa. Subió un poco, pero sin llegar a sus pechos, simplemente un poco por el torso. Bajó de nuevo a su dulce barriguita y después sonrió. No pensaba parar hasta que ella estuviese totalmente dormida y con él allí nadie podría molestarla. Pasó una pierna por encima de las de ella con toda la intención de darle calorcito. La estaba mimando muchísimo, pero no le importaba para nada. Desde el primer momento que la había visto se había colado por ella de una forma bestial.

Ushi estaba ilusionado y contento, había hecho algo de comer por primera vez en su vida, iba a ser independiente y podía servir para algo más que molestar. Cuando todos llegaron para comer él tenía ganas de que disfrutaran de la comida, pero entonces las palabras de Madara le llegaron a lo más profundo de su corazón. Le había herido, no iba con malas intenciones, al contrario, quería hacer algo bueno. Estaba triste, a punto de romper a llorar. Sus labios vibraban intentando contener un llanto infinito, sus ojos se inundaban en lágrimas. Decidió marchar de ahí, comenzó a caminar lentamente, de lado a lado, triste, dolido… Entró a uno de los camarotes y se encerró, creando una barrera de piedra que no dejaría que la puerta se abriese. Se sentó en el suelo, en una esquina, se agarró de las piernas y se encogió. Aquello le había destrozado, sus buenas intenciones habían sido aplastadas como si nada. Madara no tenía sentimientos, después de tantos años había cambiado, pero para peor. De pronto creó una esfera pequeña de piedra, una especie de cúpula que le cubrió entero, no dejando pasar tan siquiera la luz de la habitación.

- B~buh… ¡Buah! – Rompió a llorar. Se había contenido durante un gran rato largo para evitar parecer débil. Era un niño después de tantísimo tiempo y, a pesar de intentar no parecerlo, seguía siendo. - ¡Madara ere un idiota! ¡Buah! – Seguía llorando mientras intentaba consolarse a sí mismo con insultos hacia su jefe. - ¡Ere malo!

Poco a poco aquella cúpula de piedra se iba empapando por las cascadas de lágrimas que surgían del pequeño Ushi. Estaba impotente, sin saber qué hacer. Tan solo quería estar solo. En el fondo aquel niño demoníaco no era más que un pequeño inocente. Paró de llorar, siguió encerrado en su más profunda soledad. Escondió su cabeza con sus diminutos brazos y comenzó a cantar de forma melancólica.

- Such a lonely day… - A pesar de todo su voz era bonita. Sabía cantar, parecía un pequeño ángel recién caído del cielo, expulsado. – and it’s mine. The most loneliest day of my life. – Era una canción triste que hacía denotar como se sentía en ese momento. Hablaba sobre ese día, un día solitario en el que había sido dañado de la peor forma posible. – Such a lonely day… - Su voz seguía mostrando aún más su corazón dañado. – should be banned. – Era el recuerdo de una canción de hacía años, de cuando sus padres aún estaban vivos. Esta, concretamente, era una composición que su padre cantaba siempre, un gran músico que, por la noche, se sentaba en el tejado con su guitarra. – It’s a day that I can’t stand. – Aquella canción se adentraba siempre en los corazones de la gente, tratando de mostrar el dolor de una vida solo. – The most loneliest day of my life. The most loneliest day of my life. – La tristeza salía saliendo de su cuerpo, pero no en forma de lágrimas, sino en forma de una canción preciosa. – Such a lonely day… - No podía más, su voz vibraba por la tristeza. – Shouldn’t exist. – No quería existir en ese momento, tan solo que todo se terminara. – It’s a day that I’ll never miss… - Era la última frase que pronunciaría de una canción tan triste y solitaria. Se quedó callado, en su esfera de dolor, esperando que aquel día terminase.

Parecía que la amenaza había surgido efecto en el dragón y se había calmado algo. En ese momento me di cuenta de que había pasado de compañera de juegos con el jefe a ejercer de su conciencia. No es que me molestara, pero ahora necesitaría encontrar otra cosa para hacer, al estar el mercenario demasiado ocupado con su nuevo juguete. Esperaba que esa obsesión que tenía actualmente con la chica no le llevara a cometer locuras durante la conquista, o a ponernos en riesgos innecesarios al resto por protegerla. No había visto combatir a la joven, pero no estaba que estuviera de sus capacidades.

Dejando estos pensamientos de lado, me di cuenta de que me habían dejado sola en el comedor con todos los filetes. No es que me importara demasiado, pero una comida grupal antes de misión como la que llevaríamos a cabo hubiera sido lo más adecuado, y más cuando aún debíamos conocer mejor a una de nuestras compañeras. En las luchas grupales era necesario conocer a tus compañeros mejor que a tus enemigos, sino las cosas se podían poner muy feas. Se me ocurrió entonces una idea, invitar a Lily a los baños del barco durante el viaje para hablar y empezar a establecer lazos. Aunque para llevar esto acabo debía separarla de Madara.

Cuando estuve del todo llena, metí los filetes sobrantes den la nevera tapados para que se mantuvieran en mejores condiciones y me dirigí a mi camarote. El barco era muy grande para ser tan pocos, lo que significaba que no lo llenáramos ya de suficientes locuras entre tres. De momento no contaría a la otra mercenaria, al menos hasta conocerla un poco más. Lo que había visto hasta ahora, era una actitud muy fría y distante, incluso con el jefe. Al pasar por delante de la habitación de Ushi lo escuché llorar entre sollozos, ¿Le habría castigado al final Madara? Daba igual, llamando a la puerta le comenté:

-Ushi, hay filetes recién hechos en la nevera por si tienes hambre. Dentro de un rato vendré a cambiarte las vendas, no te las toques o tendré que hacerte daño luego, te lo advierto.

El moreno sonrió mirando a los ojos de la chica cuando ella trató de asustarle con la mirada. Le sacó la lengua bromeando y después de unos momentos decidió dejarla descansar. Su sorpresa fue cuando ella se giró y le besó. El dragón al principio se quedó perplejo, pero después de unos instantes lo siguió unos segundos. Cuando ella se tumbó no pudo evitar mirarla con cariño. Se colocó en pie y tras taparla salió hacia fuera. Negó un poco con la cabeza y tras unos segundos se dirigió a la cocina. Ya no había nadie, pero detectaba el olor de su compañera cerca de Ushi. Él se sentó en la mesa y pegó la frente sobre la madera de la misma. Apretó el puño con rabia y chasqueó la lengua. No estaba tranquilo, pues siempre ocurría lo mismo. Ahora podrían estar a salvo, pero ese cabrón haría de las suyas en cuanto pudiese.

El reflejo de Jin Surfer acudió a su mente, dejándole la sensación de miedo en el cuerpo. Estaba claro que sus putos espías no tardarían en descubrir a sus hombres y entre ellos a Lily. Solo de pensar en aquello sintió un enorme escalofrío recorrerle el cuerpo. Nunca había dañado a su hermano más de la cuenta, tan solo un puñetazo cuando él trató de matarle. Madara estaba a punto de derramar lágrimas, pero negó con la cabeza y se colocó en pie. Las venas de su frente y brazos se marcaron más de la cuenta. Debía buscar su espada cuanto antes. Tal vez iba a perder la cabeza o la cordura después de lo que se le estaba pasando por la mente. Él no deseaba aquello, pero aquel asesino mataba sin piedad a sus seres queridos una y otra vez. Jin había pasado a ser alguien muy distinto desde que aquella persona murió. Madara rugió entonces sin venir a cuento. Se dio un par de golpes así mismo y fulminó con la mirada la pared.

- Soy el líder legítimo de los Surfer. Soy el heredero y no dejaré que termines con los pocos que quedan… Esto se ha terminado. – Mencionó cabreado y al mismo tiempo apenado por lo que estaba a punto de hacer.

De su espalda surgieron sus alas negras, las cuales al extenderse abarcaron bastante terreno. Abrió la nevera despacio y se metió dos filetes del tirón en la boca. Empezó a masticarlos despacio y después de unos momentos tragó. Se relamió un poco y tras unos segundos sus ojos pasaron a ser de un tono plateado. Un aura del mismo color lo rodeó y su respiración aumentó unos segundos su velocidad. Negó de nuevo con fuerza, tenía que ser él. Sus ojos se humedecieron de nuevo y esta vez parecía que la ira se estaba apoderando de él.

- ¿En qué coño me equivoqué contigo? No me has dejado elección, Nii-chan…

El pequeño siguió llorando sin responderme, por lo que me decidí por irme a hacer cosas productivas, como por ejemplo seguir leyendo libros sobre plantas. Tenía varios ejemplares sobre el tema en mi cuarto, en su mayoría centrados en las semillas y como hacerlas germinar. Era un tema que estaba empezando a desarrollar para mejorar mis habilidades de creación de plantas gracias a la dragona. Aunque esas no necesitaban semillas para generarse, si mejoraba mis conocimientos sobre su germinación y desarrollo era posible que en algún momento pudiera descubrir el método para hacerlas crecer más rápido, que salieran más o cualquier cosa que me ayudara a ser mucho mejor que el jefe en ese campo.

Generar un bosque con charcos de ácido era un poder increíble que combinaba dos poderes del mercenario, pero un poco inútil para mí. El gas corrosivo que yo generaba acabaría con las plantas, y por tanto desharía mi propia creación. Quizás si lo juntara con las ilusiones fuera más efectivo, pero para llegar a ello debía estudiar más, conocer más acerca de plantas para hacer que la técnica fuera perfecta. Para eso tenía otro par de libros, aunque aún no me había puesto a leerlos. El primero era un compendio de bosques encantados y sus leyendas, en su mayoría de sonidos extraños, apariciones y árboles que cambian de posición. El segundo trataba de árboles productores de sustancias alucinógenas, lo que mezclado con ilusiones podría dar lugar a un potente combo.

Mi mente ya era un desvarío total, pensando en cómo un bosque de esas características sería perfecto para rodear la isla que un día que fuera mi hogar, una isla viva, una isla vegetal. Dándome cuenta de los desvaríos, seguramente causados por el cansancio, decidí tumbarme en la cama hasta que partiéramos, aunque seguramente si no me dormía terminara levantándome a hacer cualquier otra cosa.

Una vez se comió un par de filetes más, el dragón negro empezó a caminar despacio por los pasillos del barco. Con la albina dormida, el crío llorando y Vilya según su olfato en su cuarto, no había mucho más qué hacer. El barco ya estaba desplazándose hacia la isla, pero en los días que iban a tardar, él mismo tenía cosas que hacer. Tosió un poco y entonces caminó hasta el camarote de la chica. Si estaba abierto entraría y si estaba cerrado arrancaría la puerta. Estaba con su altura pequeña, por lo que entraría por la puerta sin problema. Sus ojos se posaron en la joven, la cual parecía estar leyendo un libro o algo por el estilo. Con Lily en pleno entrenamiento, el niño llorando, el traidor fuera… Solo ella podía hacer lo que iba a pedirle.

- Debo hacer unas cosas fuera. Vendré antes de que el barco llegue a nuestro destino. Esta vez no podéis venir, es muy peligroso. Cuida de todos, evita que haya peleas a bordo y… Si no regreso, cosa que dudo, os quiero a todos. – Mencionó con una sonrisa impropia de él.

Se giró de nuevo, pero antes de irse miró de reojo lo que leía. No vio el título, pero algo le decía que no era algo sobre historia. Soltó un suspiro y salió de la sala. Los putos gritos del enano le estaban poniendo nervioso y como se despertase la albina… Malditos liantes. Madara caminó entonces hasta una de las salas de diversiones. Miró un billar por unos momentos y se sentó en la mesa agarrando la bola negra con el número ocho. Al lado de las demás era distinta y si la metías donde no debías, se terminaba todo. Era ironía. Sonrió un poco y después de eso la dejó en su sitio mientras pensaba una cosa. Comida no iba a llevarse, pero antes de nada probaría de nuevo esos deliciosos filetes. Fue a la cocina lo más rápido que pudo y abrió la puerta despacio.

- Supongo que no les importará, hay más comida.

Se metió un par más en la boca y después de unos segundos masticando se los tragó. También cogió una botella de vino tinto y tras abrirla empezó a bebérsela. Al menos se terminó la mitad en un momento y después tosió. Iba a necesitarlo después de lo que planeaba hacer. Sería algo que tan solo él sabría y no daría a conocer al mundo. Quizás a sus hombres como mucho. Negó un poco y después de eso se terminó la botella entera en los siguientes cinco minutos que estuvo allí en la cocina mirando la mesa sin hacer nada más.

Madara entró repentinamente a mi camarote, sin llamar ni nada. De hecho, de haber tenido la puerta candada era muy probable que la hubiera arrancado por la forma tan violenta en la que se abrió. A mí casi me da un infarto y no me levanté de la mesa de puro milagro. No es que me extrañara que el jefe hiciera ese tipo de cosas, pero no esperaba que apareciera teniendo a su nuevo juguete en su camarote tirado. También podía ser que la chica no le hubiera dado lo necesario y viniera a postrarse buscando algo de acción, pero eso era algo poco probable.

Como esperaba, no era nada relacionado con el nuevo miembro de la banda, sino algo que parecía mucho más serio. Era la primera vez que veía al Shichibukai así y lo único que pude hacer ante sus palabras fue asentir con la cabeza. Si me estaba diciendo aquello es que fuera lo que fuera a hacer era peligroso y potencialmente mortal. Se me pasó por la cabeza seguirle para darle apoyo, pero sabía que no podía competir con el dragón negro en velocidad, al menos no de momento.

No pude seguir con la lectura, así que me levanté de la silla y comencé a pasear por el interior del barco pensando en el motivo de la partida de Madara. Mi camino me llevó hasta el puente, desde donde se controlaba todo el barco y que parecía que ya lo había programado el jefe para ir directo a Cactus Island. Por el momento solo me tendría que preocupar que no fallara nada y por informar al resto de la partida del mercenario si salían de sus camarotes. Aquel sistema de navegación era bastante complicado para mí, por lo que esperaba que no fallara nada durante el viaje.

Tras unos minutos más, el dragón negro se puso en pie y miró hacia la nada. Negó con la cabeza unos segundos e imbuyó su mano derecha en aquella energía azulada. Su técnica estaba lista y sería la que emplearía en su golpe final al Ifrit. Negó con la cabeza y tras unos segundos chasqueó los dedos varias veces. No estaba borracho pese a la botella, ventajas de ser un dragón. Empezó a caminar hacia la salida y cuando estuvo en la cubierta miró hacia el mar. Estaba bastante tranquilo y tenía unos cuantos días hasta que el navío llegara a su destino. El enorme luchador se lanzó al mar y en pleno aire cambió a su forma completa de forma rápida.

- ¡Grrrr!

Tras un gruñido, la bestia alzó el vuelo lo mejor que pudo y empezó a dirigirse hacia un sitio que solo él conocía. Sus rojizos ojos miraban al frente y sabía que parando en un par de islas que pillaban de camino llegaría con energía de sobra. Sabía que había perdido a su familia, pero le quedaba Hikaru por el momento y su equipo especial. Cuando al quejica de Ushi se le pasase la tontería los reuniría para contarles todo, aunque quizás primero conquistarían la isla. Batió las alas con más fuerza para aumentar la velocidad y soltó un pequeño suspiro mientras seguía avanzando hacia su objetivo.

- Primero Nisa, después Lau, luego Sanyia, después Erika… ¡No vas a ponerle una puta mano encima a Lily! – Gritó mosqueado y rugiendo de forma violenta.

Demasiadas cosas en la vida le había jodido ya su hermano Jin, bueno… Kogáto. Esa puta obsesión que le dio tras la muerte de aquella… No, ya era así incluso antes. Pondría fin a su maldita existencia de una vez por todas. Iba a dolerle mucho hacerlo, se reventaría a llorar, a gritar y a autolesionarse, pero confiaba que con eso podría por fin vivir en paz. El pobre se lo merecía, pues aunque empezó con ideas malvadas, Madara no llegó a hacer nada malo. No solo le daba pereza, tampoco se veía capaz de ir abusando de la gente sin motivo. La bestia finalmente se perdió por el horizonte y cuando lo vieran de nuevo estaría muy cambiado en varios aspectos.

La noche estaba al caer y el día no había sido desperdiciado para nada. Todos habían entrenado, un traidor había abandonado las filas de la banda y el moreno había logrado que Lily le correspondiese. Ahora su objetivo era mantener aquella felicidad junto a sus camaradas y por supuesto un factor que siempre tenía en mente además del barco. Su hermoso, precioso, y lindo dinero.

El rato pasaba super lento en el puente de mando. Apenas habían pasado unos minutos por el reloj del mismo, que sin embargo para mí habían sido como horas. Toda aquella tecnología, luces y pantallas que mostraban mucha cantidad de información que era incapaz de descifrar. Madara había intentado explicarme alguna vez para que eran aquellos números de las pantallas, y algunas de las flechas y luces, pero siempre acababa olvidándome y mirando solo la línea con el barco dibujado. No pasaría nada porque me fuera a hacer cosas de allí, aunque si ocurría cualquier cosa no me apetecía tener que escuchar la charla del mercenario.

Finalmente me decanté de ir a los baños, había decido que si pasaba algo le daría la vuelta y lo culparía a él del fallo. Antes de la aparición de Lily habría sido mucho más fácil, pero sabía que por mucho que el jefe se hiciera el duro no podía resistirse a los encantos de las mujeres. Ushi había dejado de llorar y los pasillos estaban en silencio, lo que sin duda harían del spa algo muy relajante. En pocos minutos me encontraba sumergiéndome en hasta la cintura en aquella agua calentita y purificada. La reacción de la akuma no mi con el agua me hacía perder fuerza, pero acallaba a la dragona y me permitía relajarme mucho más.

El sitio sería perfecto para una charla de chicas, aunque no sabía qué pensaría la nueva si me viera como estaba ahora mismo allí metida. Me había quitado la parte superior del bikini para estar más cómoda, tenía que aprovechar que no estaban los chicos para hacerlo. No es que me diera vergüenza o algo así, pero si el crío cambiaba de personalidad al acosador acabaría por tenerle que dar una paliza y adiós a la relajación. Y si el que anduviera cerca fuera Madara, seguramente su nueva amiga se enfadara.