Cruce de Destinos

¿Era verdaderamente ese Capitán Bob un hombre tan peculiar? Le dirigió a Zor-El una mirada de reproche, aunque en el fondo había sido él mismo quien había provocado aquella situación. Si, era un asesino, pero no esa clase de asesino. De nada le servía un capitán muerto que no pudiera gobernar a sus hombres, Si tan solo hubiera alguna forma de volver atrás y enmendar su error… Un momento ¡La estúpida akuma! Claro, esa era su única opción ¿Cómo había podido estar tan ciego?

Dos de los piratas se le echaron encima y antes de que se diera cuenta de lo que acababa de suceder sintió como el acero de ambas hojas hendía su carne. No tenía miedo a morir, no. Deseaba con toda su alma que el dolor se acabara y librarse de aquel sufrimiento. Añoraba el calor de los besos de Sasha, la protección de sus brazos, el sentir su respiración acompasada de la suya. Se relajó y dejó fluir aquel sentimiento de paz por su cuerpo.

Contempló como un tercer pirata le apuntaba con una escopeta. El tipo apretó el gatillo y un disparo retumbó en la cubierta del navío. Sin embargo, todo aquello le dio igual al agente. Ya no le dolían los perdigones de su pecho, ni los dos profundos tajos que habían abierto en su cuerpo de los cuales no paraba de brotar sangre. Cerró los ojos y se fue con su difunta novia, Sasha. Por mi fin sería libre de las garras de la Cipher Pol.

Al abrir los ojos y contemplar como ambos piratas aún se dirigían hacia él empuñando sus espadas, comprendió que aquello que había contemplado era otra de aquellas crueles visiones sobre el fin de sus días. Sin perder el tiempo y, guiándose por lo que había vivido en aquella visión, trató de tomar la iniciativa y contratacar. Extendió las palmas de sus manos hacia sus respectivos flancos y se quedó meditabundo durante unos instantes como si estuviese tratando de medir algo. Calculó a ojo hasta donde se limitaba su área de acción desde su posición: longitud de sus puñetazos, patadas, codazos, rodillazos… Incluso incluyendo pequeños pasos cortos. Para finalmente trazar mentalmente una esfera imaginaria, de la que evidentemente tan solo él era consciente. Todo lo que penetrará en aquella área era susceptible de ser atacado por al menos uno de sus movimientos del Hikaeshitsu.

Cuando las hojas de las espadas entraron en su área de influencia, acompasó sus propios movimientos con los de sus dos rivales y, valiéndose de su kami-e trataría de pasar a través de ambos espadachines sin tocarles ni a ellos y ni a sus armas. Una vez sorteados los espadachines, desbrocharía las mangas de su camisa para que las enormes agujas de calceta se deslizaran sobre las palmas de sus manos. Aprovechando la velocidad del soru trataría entonces de reducir la distancia con el tercero de aquellos piratas y, antes de que este apretara el gatillo de su escopeta, saltaría realizando un quiebro en el aire para posteriormente lanzar ambas agujas a modo de proyectil sobre los hombros del rufián. No tenía intención alguna de herirlo de gravedad, tan solo quería desarmarlo.

Una vez sorteados los peligros, buscaría con su único ojo sano a los piratas que trataban de llevarse el cuerpo de Bob de la refriega para abalanzarse sobre ellos.

- ¡Este hombre aún vive! ¿Hay un médico en la sala? – gritó con toda la vehemencia que le era posible, aunque realmente no sabía hasta qué punto Bob no era de verdad un cadáver – ¡Maldita sea! No hay tiempo para dudas ¡Apartaos! – rugió con voz autoritaria y, anteponiendo sus sentimientos a su trabajo, se arremango las mangas de su camisa y se arrodilló junto al cuerpo inerte del Capitán Bob.

Uno, dos, tres, uno, dos, tres… Con las manos sobre su pecho trataba de reanimarlo con masajes cardiacos más impulsivos que prácticos. Nunca se había visto en una situación similar, por lo que actuaba por puro instinto ajeno a cualquier praxis protocolaria.

- Estúpido Bob, tienes gente a la que le importas aquí ¡No te creas que te dejare marchar! ¡Escucha mi voz! allá donde estés no camines hacia la luz y regresa hacia nosotros – se acercó entonces más a su rostro y, en un intento por devolverle el alma, le realizó la respiración artificial con un par de pasionales besos de tornillo con la esperanza de devolverle la vida.

resumen:

Cositas usadas:

Realmente no esperaba… aquella respuesta. ¿Acaso no había sido lo suficientemente clara? Su propósito en ese barco era solo uno: esclavizar a esos piratas, hacerlos sus mascotas. Primero, el chico bastante más alto que ella y de cabellos castaños, se acercó imprudentemente y comenzó a actuar con dramatismo exagerado. Katharina le miró fríamente, esperando que su actuación terminase para rajarle el cuello con su espada de filo congelado, pero pronto fue interrumpida por otra persona. Esta vez se trataba de un joven algo más bajo; también de cabello castaño. Se sorprendió por la habilidad de Katharina al verla volar, aunque tras saber cuál era el objetivo en su barco, se volvió serio y colocó su mano en el pomo de la espada, provocando que la pelirrosa sonriese maliciosamente. ¿Acaso estaba dispuesto a pelear…?

Pronto llegó otro hombre, ofreciéndole comida a Katharina. ¿Es que acaso no se daban cuenta en la posición en la que estaban? La bruja les había ofrecido únicamente dos opciones: vivir, siendo esclavos, o morir como hombres libres. En todo caso, ella era demasiado desconfiada como para aceptar comida de extraños, y no creía en las palabras de piratas. Tras suspirar, dejó que su aura congelante afectase el ambiente y a las personas que le rodeaban, congelando el suelo. Haciendo una demostración de poder, realizó un sutil movimiento con su espada, creando un gigantesco muro de hielo de más de dos metros de alto.

—Tal vez no he sido lo suficientemente clara —dijo—. Si desean vivir como hombres libres, alcen sus espadas y luchen contra mí. Les daré una segunda oportunidad: sírvanme como esclavos y les permitiré vivir.

Estaba perdiendo el tiempo estando ahí, en ese maldito barco mientras sus compañeros de tripulación surcaban los cielos para dirigirse hacia la isla. No podía perder un segundo más en ese navío de principiantes, meros novatos que eran incapaces de reconocer el verdadero peligro. Katharina frunció el ceño y envainó el arma, suspiró y canalizó energía mágica para luego posicionarse justo en el centro, procurando estar a unos pocos metros de todos. Cerró los ojos y una neblina medio densa y oscura comenzó a liberarse de su cuerpo, esparciéndose alrededor de ella y cubriendo un reducido espacio.

—Ya me cansé de juegos —espetó finalmente.

Resumen (Xeyner y Edward):

Cosas usadas:

– Debe ser una broma… – Murmuró con notorio asombro.

Eric había matado al capitán de esa banda y, como si fuera poco, era un santo. Recogía a niños abandonados para darles un hogar, incluso había salvado a algunos de sus abusivos padres. ¿Qué tipo de pirata era ese? Uno muy extraño, al parecer. No creía que era un buenazo de todos modos, pero una cosa estaba segura: Los habían hecho enfadar. Era bueno y malo a partes iguales. Bueno, porque lo habían hecho en nombre de los Sin Corazón y malo… Pues… Porque ahora tenían a toda una tripulación enfadada con ganas de matarlos a los tres. De hecho, el asesino del gran y bonachón capitán Bob había recibido un corte en su costado. ”Esto se va a poner feo” – pensó con cierto nerviosismo. Tensó sus músculos y se preparó para lo que sería el combate. Estaban en clara desventaja numérica, pero no todo estaba perdido, de hecho, contaba con el hecho de poder escapar volando si eso era necesario.

– Vamos, piénsenlo un poco, ¿no? No pueden ser tan inmaduros y estúpidos como para querer atacarnos, ¿verdad? – dijo mientras veía a los tres que serían sus rivales. – No pueden ser tan temerarios. No confundan la valentía con ser tontos.

Negó con la cabeza. No iba a funcionar. Estaban cegados por la furia y la tristeza de ver como su gran salvador, su héroe, había acabado muerto de un simple puñetazo. ¿Tan débil era? Entonces… ¿Qué rayos hacía aquí? Para ser alguien tan considerado con su banda, no había pensado mucho el venir a una guerra a dejar morir a sus compañeros. Suspiró, eso no era asunto suyo. Lo qué si era asunto suyo eran los tres tipazos, armados con espadas y hachas, dispuestos a hacerla pequeñas rodajas. Veía las lágrimas salir de sus ojos y danzar con el viento. Ya no tenía caso intentar seguir convenciéndolos de algo que no iba a cambiar. Los odiaban, tenían mucha ira y solo ellos eran los culpables. Los vio venir, esquivó al primero moviéndose a un lado. Aprovechando que ya no podía detenerse, intentó conectar un poderoso puñetazo en su rostro con el fin de que este chocara con el segundo que ya venía en camino. Para el último, al momento de esquivar el hacha con una ágil y elegante voltereta, trató de conectar una poderosa patada en su abdomen con el fin de mandarlo a volar lo más lejos posible. Se separó de ellos dando unos saltos atrás y se quedó atenta a lo que pasara.

Como si se tratara de una sucesión de cosas raras… Observó el extraño y muy dramático espectáculo que se estaba montando Drecth. Al grito de ”¡¿Hay un médico en la sala?!” empezó a tratar de revivir a un muerto. Porque si… Ese tipo no estaba más muerto porque no era posible. ¿Qué pensaba que lograría hacer? Dudaba mucho que pudiera revivirlo o… ¿Acaso tenía un plan? Seguramente fuera el caso, no veía al pelinegro con indicios de locura o esquizofrenia. Se veía un tipo bastante cuerdo y listo. ¿O era solo una fachada? Casi se arrepentía de haber elegido seguir a esos dos, pero ya nada podía hacer. Solo podía estar atenta por si sus compañeros pudieran necesitar algún tipo de apoyo y, de hecho, se acercó un poco más al que se creía Dios para estar cerca de él en caso de que las cosas empeoraran. ¿Era posible que sucediera eso? Claro que sí. Los piratas ahora pensarían que estaban jugando con ellos y que lo tomaban todo a chiste. ”Mancillando el gran honor del gran y buen corazón capitán Bob” – pensó.

– Debes estar como una cabra si le das un beso en la boca a ese tipo – susurró en un tono inaudible. – A saber por dónde a pasado y qué cosas a besado. – Esbozó una sonrisa tranquila y miró a todo el resto de la tripulación pirata. Si las cosas se ponían feas, solo debía adoptar su forma completa, agarrar a sus dos compañeros, destruir el barco y seguir con los otros más cercanos. Tan simple como sonaba.

Cosas usadas:

Resumen:

La onda cortante agujereó la roca después de que Arribor la desviara con su arma de sangre. No le prestó más atención. La chica que la había lanzado, aunque poderosa, no le parecía ni de cerca tan fuerte como la niña del sirope, ni tampoco como el tipo siniestro que se había adelantado junto a ellas para plantarle cara. No supondría un problema a no ser que tuviera un poder especialmente molesto, por lo que no era interesante, y tampoco se sentía cómodo pegándole a la niña -no era un monstruo-, así que iría a por el hombre. Él no le había atacado aún, pero si se había plantado frente a él no sería para intercambiar saludos amistosos. Arribor se preguntaba si sería un oponente digno, al menos para servir de calentamiento antes de buscar a Zane.

Se disponía a saltar sobre él para tomar la iniciativa, cuando la maldita morsa apareció.

Adoptando su forma animal según salía de su bolsillo, Franklin se dejó caer justo al borde de una especie de charco de caramelo. Seguramente lo habría creado la chiquilla. Sin embargo, a la morsa le daba igual quién fuese el responsable, y se dedicó a olfatearlo y a dar palmadas con las aletas. Miró a Arribor con aprobación y levantó una aleta imitando el gesto de alzar el dedo pulgar. Parecía querer decir algo como "Bien hecho, jefe. Por una vez".

-Bueno, quédate ahí, pero no molestes -le avisó. Luego se dirigió a los marines, especialmente a la del sirope-. Tranquilos, no molestará. Tú, niña, deberías irte también antes de que esto se ponga violento.

Y se puso violento enseguida. Falto de tiempo, Arribor no tenía intención de esperar más de la cuenta. Se abalanzó sobre los marines, saltando de la base de sangre sobre la que se mantenía flotando en el aire, con el brazo izquierdo cruzado por delante del pecho y una sonrisa feroz en los labios. La propia sangre voló a su lado, formando una pared entre él y la niña para así evitar que le incordiase con más caramelo. Él, por su parte, extendió el brazo hacia fuera mientras imbuía la guadaña de haki. Atacaba al hombre marine, pero no pensaba medir sus fuerzas como habría hecho en otras circunstancias. Tenía prisa, así que se limitaría a partirlo en dos.

Acta de la vigesimotercera reunión de emergencia interAugustus.
Día: Desconocido.
Hora: Desconocida.
Ubicación: Cerebro de Maki. Sala de conferencias C.
Levanta acta: Maki Alarmista

¡¡¡VAMOS A MORIR!!! ¡QUE CUNDA EL PÁNICO! ¡GASTAOS LOS AHORROS, ASFIXIAD A VUESTROS BEBÉS, ABRID EL VINO DE LAS OCASIONES ESPECIALES Y USAD LA VAJILLA BUENA! ¡¡VAMOS A MORIR!!


Acta de la vigesimotercera reunión de emergencia interAugustus.
Día: Desconocido.
Hora: Desconocida.
Ubicación: Cerebro de Maki. Sala de conferencias C.
Levanta acta: Maki Sosegado

Qué descanso. Hemos tenido que amordazar a Maki Alarmista para que dejase de dar gritos. Suerte que Maki Estupefaciente siempre tiene algo a mano para tranquilizar a la gente. Y es que no es momento de volverse locos, sino de actuar responsiblemente. Si alguien puede salvarnos ahora mismo es alguien capaz de tomar medidas extremas cuando es necesario, por lo que le dejaremos el mando un poco más. Además, tampoco nos atrevemos a decirle que se vaya; está un poco loco.


Maki Medidas Extremas casi ni sintió el golpe. Es decir, sí que le hizo daño, pero estaba demasiado ocupado como para preocuparse por lo mucho que le dolía la cara. En otro momento se habría preocupado por el motivo por el que ese humano le atacaba tan despiadadamente, o por saber cómo era tan fuerte. Sin embargo, nada de eso importaba a la hora de la verdad. Su única preocupación era la supervivencia, y la supervivencia no entiende de motivos. Cómo, cuándo o por qué no significaban nada para Maki Medidas Extremas. Solo le importaba el "qué".

Y dado que la huida había fracasado, tocaba luchar.

En la Cámara de los Makis, Maki Medidas Extremas le había dado una patada en los bajos a Maki Artista Marcial. No dejaría que la representación de las tres clases de gyojin kárate a las que Maki asistió a los ocho años se ocupase de pelear. Nadie salvo él podía llevar a cabo aquella terrible misión; los demás no estaban dispuestos a hacer lo que hiciera falta.

Y lo que hacía falta era plantar cara urgentemente. Así que se levantó, escupió la cabeza medio masticada de la chinchilla hacia la cara de su enemigo, atravesó el suelo de madera con las manos y arrancó un tablón con su portentosa fuerza. Entonces empezó a girar sobre sí mismo para atizarle un buen golpe al calvo y dejarlo fuera de juego. Estaba seguro de que funcionaría, así que giró y giró y giró y giró...

El horrendo hombre pez recibió de lleno mi puñetazo. Sentí cómo mis nudillos chocaban contra el rostro de mi extraño oponente quien, pese a la tremenda fuerza de mi ataque, lo soportó sin hacer el más mínimo signo de dolor. << ¿Qué clase de ser es éste? >> pensé sorprendido al comprobar que, pese a que su cara había sido evidentemente dañada por el brutal golpe, el gyojin ni se había inmutado. Tal vez las terminaciones nerviosas de su piel no funcionasen correctamente, o quizá simplemente la tolerancia al dolor de aquel enorme y grotesco bicho era sobrehumana.

De cualquier forma, no podía confiarme, pues al resistir mi ataque había demostrado que era alguien a tener en cuenta. Sabiendo que Hachiro iba a ocuparse del chico con pinta de salvaje y que por tanto no iba a necesitar dividir mi atención en varios frentes, dejé que mi cuerpo comenzase a crecer hasta estar cerca de alcanzar la altura del pez. Mis manos invirtieron su posición mientras las uñas se volvían afiladas garras, y mis dientes se convirtieron en colmillos. No obstante, por lo demás mi apariencia seguía siendo humana.  

Observé cómo el gigantesco engendro que tenía delante me escupía algo. Asqueado, me moví ligeramente hacia la derecha para evitarlo. Aunque no podía estar completamente seguro, parecía ser la cabeza del roedor cuyo cadáver me había lanzado anteriormente. No entendía nada de aquello, pero desde luego el gyojin que tenía enfrente me parecía bastante macabro.

Acto seguido, el hombre pez hizo gala de su fuerza arrancando un tablón del suelo, para después adoptar una estrategia cuanto menos peculiar. Comenzó a girar una y otra vez sobre sí mismo como una peonza tablón en mano. ¿En serio esperaba alcanzarme con una estrategia tan burda y previsible?

Decidido a decantar el combate a mi favor cuanto antes, esperé a que los continuos giros del gyojin le acercasen lo suficiente a mi posición. Cuando el tablón iba a golpearme, mi cuerpo se aflojó repentinamente como si de una hoja de papel se tratara, permitiéndome doblarme a una velocidad vertiginosa sobre mí mismo hacia delante de forma que el trozo de madera hendiese únicamente el aire.

Desde aquella posición ventajosa, lancé mi brazo izquierdo hacia arriba a tal velocidad que resultaba prácticamente imposible verlo, con el dedo índice completamente extendido mientras gritaba:

- ¡Hasshoken Ougi: Taiho Shigan!

Mi ataque iría dirigido al centro del abdomen del gyojin, lo que sumado a la rapidez de mis movimientos hacía casi imposible que un enemigo de ese tamaño pudiese evitarlo. Gracias a aquel golpe mi veneno entraría en su organismo, lo que sumado al poder de mi técnica y a la onda de choque creada por ésta seguramente dejaría prácticamente decidido el enfrentamiento.

Acta de la vigesimotercera reunión de emergencia interAugustus.
Día: Desconocido.
Hora: Desconocida.
Ubicación: Cerebro de Maki. Sala de conferencias C.
Levanta acta: Maki Clarividente

Mis poderes me dicen que Maki Secretario sigue en el baño vomitando. Y como Maki Sosegado se ha dormido, escribiré yo el acta. O lo que pueda porque... oh, no creo que pueda escibiefve mucho más. Nos movemos demasiado, girando sin control, y se me mueve el boli. El Señor Presidente se sujeta a su bastón de mando para no caerse, y todos los demás ruedan por el suelo. Bueno, todos menos Maki Equilibrio-a-tope, que se mantiene erguido, aunque con mala cara.

Incluso el temible Maki Medidas Extremas está afectado por los giros constantes. Ha soldado las riendas -es que el cuerfrhogr, el cuerpo se dirige con unas riendas- y la situación exige que uno de nosotros en concreto las tome. A veces pasa, no podemos decidir, si revejov, sino que nos vemos obligados. Yo ya sé quién es. Sabía que esto pasaría y me he tomado una pastilla para evitarlo. Allá va. Le desearía suerte, pero he visto que no la necesitará.


No le sentaba bien girar. Las ganas de luchar se le fueron en el decimoséptimo giro; las ganas de ayudar a la Revolución, en el trigésimo quinto. Pero no podía parar, porque quería cumplir la misión. No para la Armada, sino para él mismo. Iba a demostrar que era el mejor, el indicado para un puesto de mando, y para ello derrotaría al hombre calvo.

Lo que no sabía era cómo iba a hacerlo. Ya no veía nada, y su equilibrio se había ido al carajo hacía cincuenta vueltas. Hasta el tablero se le había caído. Se detuvo y trató de ubicar a su oponente. Entre la borrosa sucesión de imágenes en constante movimiento que le pasaban por delante a toda velocidad fue incapaz de distinguir cómo le atacaba el humano. La cosa estaba fatal, perdida. Ya no sabía qué más hacer. Y entonces el dedo del calvo se hundió en su estómago y...

Maki Mareado vomitó como jamás lo había hecho.

Un torrente aparentemente inagotable de comida regurjitada, cacahuetes casi enteros y docenas de litros de limonada hecha por él mismo salieron despedidos de su boca justo en el momento en que el calvo le presionaba el abdomen. Todo ello mezclado con la habitual babilla marca de la casa.

Cuando tres minutos después dejó de vomitar se sentía mucho mejor. Revitalizado, incluso, a pesar del agujero nuevo en la tripa. Seguía mareado, pero estaba seguro de que el calvo no se esperaba su repentino ataque de vomitona. Le sabía un poco mal saber que seguramente le habría dejado perdido, pero así aprendería a no meterse con Augustus Makintosh.

La buena noticia, no parecía que Ciaran fuese el objetivo de aquel tuerto. La mala noticia… Venía directo hacia mí.

Estaba claro que mi enemigo era un usuario, pero no estaba seguro del tipo de usuario.* Si es como Tobí tendré que utilizar el haki para dañarlo.

El hombre del parche parecía estar listo para lanzar su ataque, pero algo improvisto ocurrió. Un animal emergió de uno de los bolsillos del tipo y sin la menor preocupación comenzó a dar de lametones al charco de sirope. Era una escena un poco extraña, pero gracias a la existencia de Madre, no me tomó por sorpresa y por el contrario me permitió utilizar ese lapso de tiempo para prepararme.

Activé mi mantra para estar al tanto de las acciones de mi enemigo. Mi espada adquirió una tonalidad oscura metálica al ser recubierta con haki de armadura.  

Me hubiese gustado realizar otras 3 cosas más pero el tiempo se agotó y el tuerto de nuevo habló y cuando terminó se abalanzó con clara intención de matar.

Un escalofrío recorrió mi espalda al verlo esbozar una sonrisa. Podía verlo en su ojo, esta era la verdadera forma de un pirata. Enemigos como este eran espectros de muerte  que el gobierno tanto temía y ahora por cosas del destino estaba a punto de intentar frenar el ataque de un poderoso oponente, no, era probable que para él yo no era más que un simple insecto en medio de su camino, sería darme demasiado crédito el hacerme llamar su oponente.

El mantra me indicó sobre el tipo de ataque, no parecía haber finta y solo se enfocó en acabar conmigo lo más rápido posible.

El muro que creo me provocó un mal presentimiento, si solo fuese eso no habría problema, pero por precaución enfoqué una fracción de mi atención para estar atento ante ataques sorpresa.

Tomé una postura con la cual fuese difícil perder el balance, sujeté la empuñadura  de mi espada con todas mis fuerzas listo para intentar hacerle frente a la guadaña carmesí. Quizás a causa de los nervios dejé escapar mi sonrisa natural, aquella que era descrita como escalofriante y me había dado aquel apodo tan raro.

La voz del peliblanco se hizo presente.* Tiene cojones, en verdad será un magnifico marine si sale vivo de esto. *no pude evitar sentirme apenado por el hecho de manifestar un poco mi miedo.

Mi intención era bloquear su guadaña aprovechando que mi arma (a pesar de verse frágil y desgastada) era irrompible. Claro que la cosa no se detendría ahí pues en el momento que las armas hicieran contacto liberaría la mayor cantidad de electricidad con la esperanza de que esta viajara a través de las armas hacia él.

Adicionalmente invocaría a mis tres esqueletos. 2 de ellos harían ese numerito que tanto me gustaba de salir del suelo, aferrándose a sus piernas en un intento por inmovilizarlo. El tercero se materializaría detrás de él e intentaría aferrarse a su espalda y obstruir la visión de su ojo.    

Para ser honesto tenía el presentimiento que no sería capaz de soportar el choque de armas y terminaría siendo arrojado varios metros en el aire como un muñeco de trapo… Y así fue.

En el momento que las hojas chocaron, sentí un gran dolor que viajaba de mis palmas al resto de mis brazos. La fuerza de este monstruo superó en gran medida lo que ya esperaba.

Un dolor seguido de la cálida sensación de la sangre emergiendo de mi frente se hizo presente. Ambas manos me dolían horrores, pero me consolaba aún poder sentir la empuñadura de Madre en ellas. Mi visón borrosa cambio por completo y por un instante no era capaz de comprender el motivo por el cual no podía controlar mi cuerpo.

* ¡Estoy volando! *Para ser precisos fui arrojado a cuasa del golpe y hoy había forma de detenerme hasta no impactar contra algo o qué los cuerpos de algunos marines frenarán mi vuelo.

Lo que ocurrió cuando mi dedo penetró en la carne del gyojin fue algo que no esperaba en absoluto. Casi al instante, tan rápido que parecía realmente difícil que mi veneno hubiese tenido tiempo de hacer efecto, el grotesco hombre pez comenzó a vomitar sin parar. Pese a mis reflejos, no fui capaz de evitar que el primer chorro de alimentos ya digeridos me cayese encima, pues mi dedo aún se encontraba dentro del pez.

No obstante, casi por instinto, en cuanto aquella asquerosa sustancia comenzó a caer sobre mi reluciente calva, utilicé el Soru para alejarme unos metros de la imparable fuente de vómitos en la que mi rival se había convertido.

Cabreado, decidí poner fin a aquel absurdo combate cuanto antes. En ese momento, mi cuerpo cambió de nuevo, creciendo aún más y cubriéndose por completo de pelo. En cuanto hube terminado de adoptar mi forma completa, decidí aprovechar que el gyojin seguía aún echando todo lo que llevaba dentro (que por lo visto era suficiente como para llenar un camión cisterna) y los tremendos mareos que mi veneno le estaría provocando para terminar con nuestro enfrentamiento de una vez por todas. Dejé que mi cuerpo se rodease por completo de un aura oscura y comencé a correr a toda velocidad en círculos alrededor del hombre pez. Mi intención no era otra que aumentar su sensación de mareo e inestabilidad lo que imposibilitaría que evitase mi ataque. Una técnica tan poderosa que, si le alcanzaba, resultaría prácticamente imposible que mi oponente pudiera seguir en pie.

Así que tras dar cuatro vueltas en torno a él a una velocidad realmente elevada, giré bruscamente para dirigirme a su posición mientras activaba mi Kempo. Eché ambos brazos hacia atrás mientras dejaba que se endureciesen al máximo, para luego lanzarlos hacia delante con todas mis fuerzas gritando:

- ¡¡Tekkai Kempo: Nuclear Head!!

Sabía perfectamente que el poder de esa técnica era tal que la posibilidad de que mi oponente no sobreviviera no era pequeña, pero no importaba. El objetivo era finalizar el combate lo antes posible y asegurar el barco. Acabara o no con él, de impactar era bastante probable que el gyojin fuese lanzado tan lejos que incluso cayera en el mar, lo que también significaría el fin del problema y la posibilidad de lavarme un poco la cabeza después de haber recibido las asquerosas regurgitaciones del pez que, por cierto, comenzaban a emitir un fuerte olor agrio, como a limón revenido.

La sorpresa de Kenzo fue mayúscula cuando el Vicealmirante salió de su armadura y, una vez esta se hubo transformado en una mochila, se la lanzó para que la sujetara. No obstante, había un problema en el que, al parecer, su superior no se había fijado. Los ocho brazos que brotaban de su espalda hacían imposible colgarse la mochila, pues no había forma humana de hacer pasar cuatro patas de araña más su brazo humano por cada asa, y menos cuando cada pata sujetaba una katana. Así que el espadachín cogió el paquete al vuelo con sus manos humanas, que tenía libres, y gritó algo irritado:

- ¡Vicealmirante, no sé si se ha dado cuenta pero tengo ocho putos brazos en la espalda! ¡No tengo forma de colgarme esta jodida mochila, así que voy a encargársela al B.I.T.C.H.!

Dicho esto, el brazos largos se acercó rápidamente al boquete que Silver había abierto en cubierta y gritó:

- ¡Recluta, soy el Cabo Kenzo Nakajima! ¡Le encargo cuidar la mochila del Vicealmirante Kai! ¡Es jodidamente valiosa, así que no la pierdas de vista!

En cuanto Kazuo respondiese, dejaría caer la mochila por el enorme agujero para poder volver a prestar atención a lo que tenía delante, es decir, un colosal engendro mecánico que, por su tamaño, parecía perfectamente capaz de partirlos a todos en mil pedazos sin apenas esfuerzo.

Viendo el ataque del Vicealmirante, Kenzo decidió contribuir lo que pudiera a la derrota de aquella bestia. No tardó mucho en encontrar una forma de ayudar que tal vez sirviera.

Comenzó a correr en diagonal, acercándose al monstruo mecánico mientras se aseguraba de que su manotazo no le pillase cerca. Una vez estuvo a una distancia prudencial, disparó su telaraña con intención de rodear los tobillos del gigante. Con esto buscaba que el ataque del Vicealmirante desequilibrase por completo al coloso, de forma que este cayese inevitablemente con todo su peso. Si eso sucedía, posiblemente destrozase bajo su enorme corpachón metálico el barco en el que se encontraban, y tal vez incluso alguno adyacente, por lo que tendrían que prepararse para salir corriendo de allí en caso necesario.