Shingetsu Nyx
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Sentado con las piernas cruzadas y con Lynae habiendo echado una capucha sobre mi cabeza, en una pose de tiro que, aunque eficaz, suele ser poco utilizada. Sitúo la culata de mi rifle sobre el hombro con rapidez, ajustando el zoom para que me permita escanear con rapidez todo aquello que nos rodea. El combate de Twhane & co contra los enemigos desconocidos parece estarse alargando, ¿debería intervenir a distancia? Después de todo, sé de buena mano que ese agente no tiene un pelo de tonto y no es propenso a perder el tiempo, por lo que deben de ser enemigos importantes... Piratas famosos, o lo más probable, soldados de élite revolucionarios. A parte, varias explosiones en el mar logran llamar mi atención; los piratas están empezando a atacarse entre ellos, o al menos eso es lo que parece. Pero puede que mi ayuda resulte más útil en algún otro lugar.
«Y también está esa idea que no deja de rondar tu cabeza... Sabes que necesitas ir a los barcos de la revolución». Lynae tiene razón, deseo con toda mi alma abandonar mi posición actual y partir a la línea de combate revolucionaria para buscar entre sus barcos dañados... Pero primero necesito una excusa, después de todo aún soy un mero soldado raso, sin opción alguna de hacer lo que considere más oportuno. Es hora de hacer una llamada.
- Boooooo. Booooo. Booooo... ¿Mosi mosi? -. Por suerte, no parece ser el mismo operario que en la primera ocasión. Quizás sea casualidad, o puede que hayan derivado mi llamada, evitando así plantarme cara a causa de todo lo que está ocurriendo en la plaza, de lo que sospecho que una pequeña parte puede estar siendo causada por el loco de los explosivos al que han dejado marchar.
- Agente CaO al habla... Nuestra posición es cercana a la costa, demasiado lejos de la plaza y con un nivel poco aceptable para resultar útiles en la misma, pero deseosos de ser útiles - comento con tono formal, tal y como estipula el jodido reglamento -. Informo de la situación: Tengo a tiro a dos agentes luchando contra lo que parecen algunos de los guerreros de la élite Revolucionaria, desconozco si podría superar sus defensas con un disparo certero, pero lo haré de solicitarse mi intervención, parecen estar en desventaja; a parte, he logrado observar diversas explosiones entre los piratas de la costa, tengo las habilidades necesarias para infiltrarme entre sus líneas de ser necesario, o quizás de hacerlo en los barcos revolucionarios del extrarradio, para reducir considerablemente el número de hombres que podrán huir; por último existe la posibilidad de buscar soldados enemigos que hayan arribado en la cosa, aunque sinceramente creo que la mejor opción sería cortar su retirada. Cambio.
Guardo un instante de silencio, esperando de parte del operador del Gobierno una respuesta que parece no llegar nunca. Puedo escuchar de fondo como informe por una nueva línea a otros elementos, posiblemente cargos tácticos superiores... Es decir, gordos sedientos de poder que se sientan a hablar y jugar con nuestras vidas como si fuéramos peones mientras toman donuts y batidos. Es así como durante un instante me planteo la opción de revindicar mi anterior aviso sobre algunos agentes extraños en la plaza central, a los que dejaron pasar como "Un alto cargo que preparaba fuegos artificiales", dejando en duda la famosa inteligencia de los agentes de inteligencia... Pero finalmente decido dejar pasar el fuego, ya habrá un mejor momento de ponerlo sobre la mesa.
- Espero nuevas órdenes... De lo contrario partiré a donde más crea que conviene mi presencia, siendo este lugar la línea de escape revolucionaria, en donde podría tener un contacto. Cambio.
Estoy harto de permanecer estático a la espera de una oportunidad que nunca llega. Debo forzar la maquinaria.
«Y también está esa idea que no deja de rondar tu cabeza... Sabes que necesitas ir a los barcos de la revolución». Lynae tiene razón, deseo con toda mi alma abandonar mi posición actual y partir a la línea de combate revolucionaria para buscar entre sus barcos dañados... Pero primero necesito una excusa, después de todo aún soy un mero soldado raso, sin opción alguna de hacer lo que considere más oportuno. Es hora de hacer una llamada.
- Boooooo. Booooo. Booooo... ¿Mosi mosi? -. Por suerte, no parece ser el mismo operario que en la primera ocasión. Quizás sea casualidad, o puede que hayan derivado mi llamada, evitando así plantarme cara a causa de todo lo que está ocurriendo en la plaza, de lo que sospecho que una pequeña parte puede estar siendo causada por el loco de los explosivos al que han dejado marchar.
- Agente CaO al habla... Nuestra posición es cercana a la costa, demasiado lejos de la plaza y con un nivel poco aceptable para resultar útiles en la misma, pero deseosos de ser útiles - comento con tono formal, tal y como estipula el jodido reglamento -. Informo de la situación: Tengo a tiro a dos agentes luchando contra lo que parecen algunos de los guerreros de la élite Revolucionaria, desconozco si podría superar sus defensas con un disparo certero, pero lo haré de solicitarse mi intervención, parecen estar en desventaja; a parte, he logrado observar diversas explosiones entre los piratas de la costa, tengo las habilidades necesarias para infiltrarme entre sus líneas de ser necesario, o quizás de hacerlo en los barcos revolucionarios del extrarradio, para reducir considerablemente el número de hombres que podrán huir; por último existe la posibilidad de buscar soldados enemigos que hayan arribado en la cosa, aunque sinceramente creo que la mejor opción sería cortar su retirada. Cambio.
Guardo un instante de silencio, esperando de parte del operador del Gobierno una respuesta que parece no llegar nunca. Puedo escuchar de fondo como informe por una nueva línea a otros elementos, posiblemente cargos tácticos superiores... Es decir, gordos sedientos de poder que se sientan a hablar y jugar con nuestras vidas como si fuéramos peones mientras toman donuts y batidos. Es así como durante un instante me planteo la opción de revindicar mi anterior aviso sobre algunos agentes extraños en la plaza central, a los que dejaron pasar como "Un alto cargo que preparaba fuegos artificiales", dejando en duda la famosa inteligencia de los agentes de inteligencia... Pero finalmente decido dejar pasar el fuego, ya habrá un mejor momento de ponerlo sobre la mesa.
- Espero nuevas órdenes... De lo contrario partiré a donde más crea que conviene mi presencia, siendo este lugar la línea de escape revolucionaria, en donde podría tener un contacto. Cambio.
Estoy harto de permanecer estático a la espera de una oportunidad que nunca llega. Debo forzar la maquinaria.
- Resumen:
- Explorar la zona e informar al gobierno de la localización de varios enemigos detectados por mi mirilla.
- Informar por DDM de mis intenciones y esperar a que me otorguen una misión distinta si lo consideran oportuno o que me den el visto bueno a la propuesta (Dificultar la futura huida revolucionaria) y a ser posible me otorguen algún aliciente para la misma.
- Explorar la zona e informar al gobierno de la localización de varios enemigos detectados por mi mirilla.
Ernest F. Mühner
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Esperar al momento adecuado era la tarea adecuada del buen francotirador. Mantenerse atento y vigilante, ojo en la mira. Calcular la distancia y la fuerza del viento, vigilar sus alrededores y buscar el momento propicio, cuando tuviera a su objetivo quieto... o en este caso, cuando tuviese a más objetivos cerca de la munición. Tomar aire y retenerlo para estabilizar su pulso, y esperar a algún ruido fuerte como alguna explosión que ayudara a camuflar el ruido. Esa era la teoría al menos. Sin embargo, en la práctica... con tanta mala bestia suelta y aquellos dos monstruos combatiendo en los cielos de la isla era incapaz de mantenerse tranquilo. Además, era su tarea, pero... por cada cañón que volara, morirían personas. Personas que tal vez ni siquiera estaban allí por voluntad propia, o que como él luchaban por ideales que consideraban correctos. ¿Tenía derecho a arrebatarles sus vidas?
- No es el momento de dudar, Ern. Apunta y dispara. Eso es todo lo que tienes que hacer.
Volvió a poner el ojo en la mira y a tomar aire, apuntando a los cajones de pólvora. No fue difícil esperar a que hubiese algún sonido de detonación cercano, con las baterías navales disparando continuamente de manera casi rítmica. Vaciando su mente de todo pensamiento, soltó el aire de golpe apretando el gatillo. Rápidamente tiró de la corredera cargando la siguiente bala y cambió de objetivo, pasando al siguiente cañón. En una sucesión lo más rápido que pudo, siempre procurando coordinar su disparo con el sonido de algún cañón y tomándose un momento para apuntar, disparó a todos cañones pequeños que tuvo a tiro. Sin esperar a ver los resultados, se levantó y corrió hacia el borde del tejado, saltando al montículo. Era altamente probable que alguien lo hubiese detectado ya, y sin ganas de verse rodeado por alguna escuadra de marines, bajo la pendiente haciendo rappel y se escabulló entre dos edificios cercanos.
- Un buen tirador siempre cambia de posición. Mantenerse todo el rato en la misma es firmar tu sentencia - murmuró como un mantra para calmarse.
Recargó la carabina y comenzó a avanzar todo lo sigilosamente que pudo, buscando un sitio nuevo donde apostarse. Preferiblemente buscaría algún edificio cercano a la plaza, en el que meterse y subir a alguno de los pisos elevados a apostarse en una ventana. Parecía que estaba habiendo mucho movimiento en el lugar por el jaleo, y tal vez se viera en posición de causarle algo de problemas al Gobierno.
- No es el momento de dudar, Ern. Apunta y dispara. Eso es todo lo que tienes que hacer.
Volvió a poner el ojo en la mira y a tomar aire, apuntando a los cajones de pólvora. No fue difícil esperar a que hubiese algún sonido de detonación cercano, con las baterías navales disparando continuamente de manera casi rítmica. Vaciando su mente de todo pensamiento, soltó el aire de golpe apretando el gatillo. Rápidamente tiró de la corredera cargando la siguiente bala y cambió de objetivo, pasando al siguiente cañón. En una sucesión lo más rápido que pudo, siempre procurando coordinar su disparo con el sonido de algún cañón y tomándose un momento para apuntar, disparó a todos cañones pequeños que tuvo a tiro. Sin esperar a ver los resultados, se levantó y corrió hacia el borde del tejado, saltando al montículo. Era altamente probable que alguien lo hubiese detectado ya, y sin ganas de verse rodeado por alguna escuadra de marines, bajo la pendiente haciendo rappel y se escabulló entre dos edificios cercanos.
- Un buen tirador siempre cambia de posición. Mantenerse todo el rato en la misma es firmar tu sentencia - murmuró como un mantra para calmarse.
Recargó la carabina y comenzó a avanzar todo lo sigilosamente que pudo, buscando un sitio nuevo donde apostarse. Preferiblemente buscaría algún edificio cercano a la plaza, en el que meterse y subir a alguno de los pisos elevados a apostarse en una ventana. Parecía que estaba habiendo mucho movimiento en el lugar por el jaleo, y tal vez se viera en posición de causarle algo de problemas al Gobierno.
- resumen:
- Tratar de reventar todos los cañones que pueda disparando a la pólvora, poner pies en polvorosa (?) y acercarme a las inmediaciones en la plaza sigilosamente. Intentaré colarme en algún edificio para apostarme en una ventana.
Estaba exhausto y a una distancia prudencial de su contrincante. Jadeaba mientras sus katanas continuaban en ristre, haciendo la clásica pose defensiva samurái con la guardia alta, superponiendo una katana a la otra, dejando su brazo bueno en primera posición seguido del segundo, con la firme intención de defenderse de cualquier ataque frontal de su adversario. Exhaló una fuerte bocanada de aire una vez más y lo miró. Aquella vez su ofensiva si había resultado algo exitosa. El hercúleo cuerpo de Dexter había recibido daños que, aunque no eran considerables, quizás le permitieran aprovechar el poco tiempo que le quedaba en aquella forma.
Si le hubieran dicho esa misma mañana que acabaría combatiendo contra el hombre más poderoso en la faz de la tierra; o uno de ellos, se habría reído de esa persona en su cara, a carcajada limpia y señalándole con su dedo de señalar. Estaba siendo una contienda complicada, no solo porque el dragón tenía más de un as bajo la manga, sino porque Zane no estaba acostumbrado a un ritmo de combate tan acelerado, donde cada segundo contaba para no perder la vida, combates que te llevaban hasta el límite y te hacían volver continuamente. Podría decirse que aquella era la primera vez que le forzaban a tanto, que le hacían usar la cabeza y en tener que pensar decenas de estrategias en su psique para solo utilizar una de ellas, sin dudar de que fuera o no la correcta. Ese era el poder del nuevo mundo, lo que había detrás de la puerta que cruzó de un portazo y sin pedir permiso.
Notaba como su cuerpo estaba malherido, pero también como sus habilidades curativas le iban sanando velozmente y haciéndose sentir algo de bienestar interior. El calor que solía palpar en su pecho con el despertar iba cesando, cada vez era más ínfimo y lo que ello implicaba no le gustaba. Los tribales que brillaban en su cuerpo iban desapareciendo, así que solo tenía la esperanza de que su despertar durara lo suficiente como para aguatar un round más y tener luego las fuerzas suficientes como para devolverle el golpe.
Pero entonces, su apariencia cambió. La monstruosa forma que había adoptado anteriormente se tornó de una más humanizada, con la diferencia que era casi tan alto como el mismo suzaku. Eso hizo reflexionar a Zane, ¿habría preferido perder poder de ataque en detrimento de más capacidad de movimiento tras su última ofensiva? Era una de tantas disyuntivas en un momento como ese. Él veía normal adaptar las distintas formas que otorgaba una zoan en función del momento en el que se precise, pues si algo descubrió en su combate contra el hortera de mechas doradas era que la velocidad no lo era todo, pero sí era un factor importante a la hora de medirte con alguien que te supera en fuerza.
«¿Zwazo Difè?» se preguntó. No sabía que significaba pero le gusta, quizás Spanner si sabría lo que era; aunque esperaba que no fuera un discurso.
-No todos los demonios son malos, Dexter –le dijo Zane, cubriéndose de una energía espiritual que recorría su cuerpo dándole una aura azulada-. Algunos fueron buenos seres que hicieron bajar hasta lo más profundo y solo necesitan de alguien que le hagan ascender hasta lo más alto.
Esas fueron las últimas palabras que pudo pronunciar. En menos de lo que dura una secuencia de dos pestañeos, el dragón se puso frente a él, propinándole dos fuertes golpes que apenas pudo bloquear con sus espadas sin recular hacia atrás. La fuerza que estaba demostrando era superior a la de los otros golpes, pillando por sorpresa al espadachín. Sin previo aviso, un tercer puñetazo golpeó el abdomen de Zane, quebrando la defensa que le otorgaba su haki y haciendo que se encogiera de dolor durante un instante que no pudo evitar escupir. Sintió nauseas, pero aquel no era el momento idóneo para vomitar. Pudo sentir como el viento chocaba con algo que estaba bordeándolo. Justo lo que él mismo había intentado minutos atrás. Ante eso, agitó una de sus alas y se echó hacia un lado, girando sobre sí mismo con su espada intentando darle un corte para alejarlo. Pero no funcionó. Dexter continuó dándole un golpe tras otro sin descanso, usando su cuerpo como si fuera un sparring de entrenamiento. Sus barreras de haki no servían, sus movimientos de evasión tampoco… Había perdido.
Cuando su oponente paró, el suzaku caía hacia el suelo, creando un cráter algo más al sur de donde comenzó la pelea. Allí no parecía haber nadie más salvo ellos dos, uno en el suelo abatido, y otro en al aire victorioso. Su haki de armadura ya no recorría su cuerpo, la energía de su canalización espiritual tampoco.
“Aún me queda un largo trecho que recorrer si quiero desbancarlo de la cima” –reflexionó, usando los últimos instantes de su despertar para curarse. Centró todo su poder en curar sus heridas, desde la más pequeña a la más grande. Lentamente fue recobrando su forma humana, a medida que los traumatismos que tenía por todo su cuerpo dejaban de curarse, pero si lo habían hecho lo suficiente como para mantenerlo con vida. Estaba cansado, pero la energía del suzaku continuaba latiendo en él, como si el propio espíritu hubiera guardado algo de su poder para usarlo en un momento como ese. Fue entonces cuando el cuerpo de Zane se recubrió de un fuego dorado que no quemaba. Eran unas flamas que curaban al pelirrojo por dentro y por fuera, aunque para que surgiera efecto debía reposar. Pero aún tenía una cosa que preguntarle a Dexter.
Tumbado en el suelo, aguantándose las ganas de llorar por la impotencia de ser derrotado, hizo acopio de todas sus fuerzas y elevó la voz.
-¡Dexter! –gritó, intentando que el dragón le escuchara-. Dime, ¿por qué razón dejas de lado todo lo que un pirata de corazón ansía? ¿Acaso no quieres convertirte en el próximo rey de los piratas?
Si le hubieran dicho esa misma mañana que acabaría combatiendo contra el hombre más poderoso en la faz de la tierra; o uno de ellos, se habría reído de esa persona en su cara, a carcajada limpia y señalándole con su dedo de señalar. Estaba siendo una contienda complicada, no solo porque el dragón tenía más de un as bajo la manga, sino porque Zane no estaba acostumbrado a un ritmo de combate tan acelerado, donde cada segundo contaba para no perder la vida, combates que te llevaban hasta el límite y te hacían volver continuamente. Podría decirse que aquella era la primera vez que le forzaban a tanto, que le hacían usar la cabeza y en tener que pensar decenas de estrategias en su psique para solo utilizar una de ellas, sin dudar de que fuera o no la correcta. Ese era el poder del nuevo mundo, lo que había detrás de la puerta que cruzó de un portazo y sin pedir permiso.
Notaba como su cuerpo estaba malherido, pero también como sus habilidades curativas le iban sanando velozmente y haciéndose sentir algo de bienestar interior. El calor que solía palpar en su pecho con el despertar iba cesando, cada vez era más ínfimo y lo que ello implicaba no le gustaba. Los tribales que brillaban en su cuerpo iban desapareciendo, así que solo tenía la esperanza de que su despertar durara lo suficiente como para aguatar un round más y tener luego las fuerzas suficientes como para devolverle el golpe.
Pero entonces, su apariencia cambió. La monstruosa forma que había adoptado anteriormente se tornó de una más humanizada, con la diferencia que era casi tan alto como el mismo suzaku. Eso hizo reflexionar a Zane, ¿habría preferido perder poder de ataque en detrimento de más capacidad de movimiento tras su última ofensiva? Era una de tantas disyuntivas en un momento como ese. Él veía normal adaptar las distintas formas que otorgaba una zoan en función del momento en el que se precise, pues si algo descubrió en su combate contra el hortera de mechas doradas era que la velocidad no lo era todo, pero sí era un factor importante a la hora de medirte con alguien que te supera en fuerza.
«¿Zwazo Difè?» se preguntó. No sabía que significaba pero le gusta, quizás Spanner si sabría lo que era; aunque esperaba que no fuera un discurso.
-No todos los demonios son malos, Dexter –le dijo Zane, cubriéndose de una energía espiritual que recorría su cuerpo dándole una aura azulada-. Algunos fueron buenos seres que hicieron bajar hasta lo más profundo y solo necesitan de alguien que le hagan ascender hasta lo más alto.
Esas fueron las últimas palabras que pudo pronunciar. En menos de lo que dura una secuencia de dos pestañeos, el dragón se puso frente a él, propinándole dos fuertes golpes que apenas pudo bloquear con sus espadas sin recular hacia atrás. La fuerza que estaba demostrando era superior a la de los otros golpes, pillando por sorpresa al espadachín. Sin previo aviso, un tercer puñetazo golpeó el abdomen de Zane, quebrando la defensa que le otorgaba su haki y haciendo que se encogiera de dolor durante un instante que no pudo evitar escupir. Sintió nauseas, pero aquel no era el momento idóneo para vomitar. Pudo sentir como el viento chocaba con algo que estaba bordeándolo. Justo lo que él mismo había intentado minutos atrás. Ante eso, agitó una de sus alas y se echó hacia un lado, girando sobre sí mismo con su espada intentando darle un corte para alejarlo. Pero no funcionó. Dexter continuó dándole un golpe tras otro sin descanso, usando su cuerpo como si fuera un sparring de entrenamiento. Sus barreras de haki no servían, sus movimientos de evasión tampoco… Había perdido.
Cuando su oponente paró, el suzaku caía hacia el suelo, creando un cráter algo más al sur de donde comenzó la pelea. Allí no parecía haber nadie más salvo ellos dos, uno en el suelo abatido, y otro en al aire victorioso. Su haki de armadura ya no recorría su cuerpo, la energía de su canalización espiritual tampoco.
“Aún me queda un largo trecho que recorrer si quiero desbancarlo de la cima” –reflexionó, usando los últimos instantes de su despertar para curarse. Centró todo su poder en curar sus heridas, desde la más pequeña a la más grande. Lentamente fue recobrando su forma humana, a medida que los traumatismos que tenía por todo su cuerpo dejaban de curarse, pero si lo habían hecho lo suficiente como para mantenerlo con vida. Estaba cansado, pero la energía del suzaku continuaba latiendo en él, como si el propio espíritu hubiera guardado algo de su poder para usarlo en un momento como ese. Fue entonces cuando el cuerpo de Zane se recubrió de un fuego dorado que no quemaba. Eran unas flamas que curaban al pelirrojo por dentro y por fuera, aunque para que surgiera efecto debía reposar. Pero aún tenía una cosa que preguntarle a Dexter.
Tumbado en el suelo, aguantándose las ganas de llorar por la impotencia de ser derrotado, hizo acopio de todas sus fuerzas y elevó la voz.
-¡Dexter! –gritó, intentando que el dragón le escuchara-. Dime, ¿por qué razón dejas de lado todo lo que un pirata de corazón ansía? ¿Acaso no quieres convertirte en el próximo rey de los piratas?
- Resumen + Dexter Lee:
- Intentar defenderme de las hostias de Dexter + usar los últimos instantes del despertar para regenerarme + usar mi fuego áureo para curarme casi por completo + preguntar a Dexter una cosa que tiene desquiciado a Zane
- Datos Técnicos:
- Fuerza/P. Destrucción x24,5 (7 * 3,5 sendero de la determinación)
Velocidad x12 (2+10 racial del despertar)
Resistencia x28 (8 * 3,5 sendero de la determinación)
Agilidad x11 (1+10 racial del despertar)
Reflejos x42 (2+10 racial del despertar * 3,5 sendero de la determinación)
“Fuego áureo”: Zane es capaz de crear unas llamas doradas que lo envuelven y son capaces de curarle heridas, como por ejemplo: derrames internos, huesos rotos o fisurados, cortes profundos… [Únicamente puede usarse una vez por combate, aunque a partir del nivel 100 puede usarse cada tres post.]
Mist D. Spanner
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Ni siquiera supo si su ataque dio en el blanco o no. Todo se volvió negro de golpe mientras caía el suelo, anulando por completo su plan de volver a hundirse en el suelo para evitar los daños de la caída. En lo que pareció un instante, volvió a abrir los ojos. Poco a poco, un dolor empezó a recorrer su cuerpo. Estaba en el suelo. ¿Tan fuerte era el combate entre aquellos monstruos que lo habían desmayado? Apretó los dientes, dolorido. Le dolía la espalda y notaba el cálido líquido que era la sangre en su cara, cayendo desde su frente. La caída le había hecho daño y su brazo…
Estaba roto. Se levantó, utilizando la otra mano, jadeando. Cogió su katana del suelo y la envainó, mirando a su alrededor. La guerra continuaba, pero sus enemigos ya no estaban a la vista. Fue entonces cuando lo vio. Uno de los dos piratas que combatían en el aire estaba cayendo… y era su capitán. Un sonoro “no” salió de su boca, aunque dudó que fuese oído por nadie. Empezó a correr, ignorando su dolor. Su brazo izquierdo, roto, era como una extremidad muerta mientras avanzaba.
Sus pasos eran largos, casi saltos, intentando moverse lo más rápido posible, con la intención de llegar hasta la posición de Zane, que había caído desde incluso más alto que él. Esquivando guerra, siendo ignorado por cada persona en su combate, llegó hasta el pelirrojo. Se agachó a su lado, mirando sus heridas, justo en el momento que el capitán pirata gritaba una pregunta al cielo. El espadachín alzó la mirada, para ver al yonkou Dexter Black, en su majestuosa forma.
Spanner era un chico inteligente y racional. Sabía que, en condiciones normales, buscar pelea con aquel hombre era un suicidio. Y aún así, había confiado en su capitán. Creyó que el pelirrojo podría vencer. ¿Se había equivocado? No… tan solo le faltaba tiempo. Antes de que el yonkou pudiese responder al pelirrojo, la voz del pelimorado siguió a la de su capitán.
—¡Dexter Black! -Se puso de pie- ¡Te debo la vida! ¡Tú arreglaste lo que estaba roto! -Ni siquiera sabía si el yonkou sabía de que estaba hablando, pero le daba igual- ¡Pero no hay deuda! ¡Convertiré a este hombre en el Rey de los piratas, y cuando os volváis a cruzar… Más vale que estés preparado!
Volvió a agacharse, colocando la mano en el pecho de Zane y, con él, hundiéndose en el suelo. No sabía cual de los dos estaba más herido… y le daba igual. Con su brazo bueno, cogió al pelirrojo de la ropa y tiró de él, moviéndose bajo tierra hacia un lugar seguro.
Estaba roto. Se levantó, utilizando la otra mano, jadeando. Cogió su katana del suelo y la envainó, mirando a su alrededor. La guerra continuaba, pero sus enemigos ya no estaban a la vista. Fue entonces cuando lo vio. Uno de los dos piratas que combatían en el aire estaba cayendo… y era su capitán. Un sonoro “no” salió de su boca, aunque dudó que fuese oído por nadie. Empezó a correr, ignorando su dolor. Su brazo izquierdo, roto, era como una extremidad muerta mientras avanzaba.
Sus pasos eran largos, casi saltos, intentando moverse lo más rápido posible, con la intención de llegar hasta la posición de Zane, que había caído desde incluso más alto que él. Esquivando guerra, siendo ignorado por cada persona en su combate, llegó hasta el pelirrojo. Se agachó a su lado, mirando sus heridas, justo en el momento que el capitán pirata gritaba una pregunta al cielo. El espadachín alzó la mirada, para ver al yonkou Dexter Black, en su majestuosa forma.
Spanner era un chico inteligente y racional. Sabía que, en condiciones normales, buscar pelea con aquel hombre era un suicidio. Y aún así, había confiado en su capitán. Creyó que el pelirrojo podría vencer. ¿Se había equivocado? No… tan solo le faltaba tiempo. Antes de que el yonkou pudiese responder al pelirrojo, la voz del pelimorado siguió a la de su capitán.
—¡Dexter Black! -Se puso de pie- ¡Te debo la vida! ¡Tú arreglaste lo que estaba roto! -Ni siquiera sabía si el yonkou sabía de que estaba hablando, pero le daba igual- ¡Pero no hay deuda! ¡Convertiré a este hombre en el Rey de los piratas, y cuando os volváis a cruzar… Más vale que estés preparado!
Volvió a agacharse, colocando la mano en el pecho de Zane y, con él, hundiéndose en el suelo. No sabía cual de los dos estaba más herido… y le daba igual. Con su brazo bueno, cogió al pelirrojo de la ropa y tiró de él, moviéndose bajo tierra hacia un lugar seguro.
- Resumen - Dexter y Zane leed:
- Asumir los daños de la caída, correr hasta Zane, soltarle un mini-discurso a Dexter y marcharme con mi capitán bajo tierra
Eric Zor-El
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Eric se estaba preparando la pipa de tabaco cuando llego Bob, alegando que eso no era buena idea. A él la verdad que le daba igual, pues no era su jefe. En realidad no tenía líder alguno en aquel lugar, pese a que había accedido a seguir los locos planes del agente Dretch. Entre tanto, antes de que se diera cuenta, tras unos segundos en silencio, callado sin decir nada. Todo en mitad del mar comenzó a estallar. Los grandes navíos piratas estallaban y comenzaban a hundirse. Algunos piratas saltaban al agua y comenzaban a nadar hacia la isla, mientras que otros perecían en el mar.
En la mirada de Bob podía contemplar aprobación, mientras que algunos de los agentes vitoreaban y cuchicheaban asombrados por lo sucedido. ¿En serio estaban contentos de matar a decenas de hombres de esa forma? No cabía en su ideal de vida como guerrero eso.
-¿En serio estáis contentos con eso? –preguntó Eric, apoyado sobre la madera del barco-. No honor alguno en atacar por la espalda y a traición –en su voz se notaba decepción, pero sabía que la verdad le dolía en demasía a los hombres del mar azul, así que se cruzó de brazos y miró a quienes le miraron-. En mi isla al menos no es así, allí las batallas son de otra forma. Hombre contra hombre hasta que solo queda uno, o alguien se rinde.
En la mirada de Bob podía contemplar aprobación, mientras que algunos de los agentes vitoreaban y cuchicheaban asombrados por lo sucedido. ¿En serio estaban contentos de matar a decenas de hombres de esa forma? No cabía en su ideal de vida como guerrero eso.
-¿En serio estáis contentos con eso? –preguntó Eric, apoyado sobre la madera del barco-. No honor alguno en atacar por la espalda y a traición –en su voz se notaba decepción, pero sabía que la verdad le dolía en demasía a los hombres del mar azul, así que se cruzó de brazos y miró a quienes le miraron-. En mi isla al menos no es así, allí las batallas son de otra forma. Hombre contra hombre hasta que solo queda uno, o alguien se rinde.
- Resumen:
- Relleno del bueno + hablar en voz alta
Maze
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Akane pasó de su estado ofensivo a uno de perplejidad, que remontó para acabar furiosa al ver como el marine simplemente la ignoraba. Hubiera contestado algo en ese preciso instante con toda la bordería del mundo, tras los cinco o seis segundos que le había tomado volver en sí. Ella conocía a ese marine. Su cara le sonaba. Era la cara de un payaso que tiempo atrás se hubo colado en el barco de los Demons, aunque por un instante le había confundico con otra persona Rubia que encajaba en el perfil del Vicealmirante, Lanx. Sin embargo, el que una persona cayese del cielo cubierto por una armadura había dejado a la joven sin palabras. De no ser porque había sido ignorada completamente ni habría llegado a bufar frunciendo el ceño mientras el Rubito se marchaba.
-¡Eh! ¡Espera!- Bramó, deshaciendo parte de sus hilos, que ya no eran útiles para tratar de retenerlos, antes de avanzar con un par de zancadas, alejándose del grandullón enlatado. No iba a dejar que se marchase así, sin darle explicaciones de porque si la marina se había "afiliado" con su capitán escasos minutos atrás ahora él pensaba entregar a Legim. Si era por sus compañeros, que le dejara con ella mientras les ayudaba tenía mayor sentido. -Me da igual que le pase a ese hombre. Pero de su ejecución puede depender alguien importante para mí.- Comenzó a decir, pasando a crear más hilos para atrapar únicamente a Legim. Si aquella persona no la escuchaba, ella sería la mano que ejecutaría a ese hombre.
O eso pensaba, hasta que el subcapitán de los Blue Roses se plantó frente a ellos, ordenando a la felina que se detuviera. Akane se mordió la lengua. -Mientras todo siga según lo acordado me parece correcto...- Masculló con tono irritado, antes de dejar ir al criminal también. -Pero me gustaría acompañaros a mí también.- Añadió.
-¡Eh! ¡Espera!- Bramó, deshaciendo parte de sus hilos, que ya no eran útiles para tratar de retenerlos, antes de avanzar con un par de zancadas, alejándose del grandullón enlatado. No iba a dejar que se marchase así, sin darle explicaciones de porque si la marina se había "afiliado" con su capitán escasos minutos atrás ahora él pensaba entregar a Legim. Si era por sus compañeros, que le dejara con ella mientras les ayudaba tenía mayor sentido. -Me da igual que le pase a ese hombre. Pero de su ejecución puede depender alguien importante para mí.- Comenzó a decir, pasando a crear más hilos para atrapar únicamente a Legim. Si aquella persona no la escuchaba, ella sería la mano que ejecutaría a ese hombre.
O eso pensaba, hasta que el subcapitán de los Blue Roses se plantó frente a ellos, ordenando a la felina que se detuviera. Akane se mordió la lengua. -Mientras todo siga según lo acordado me parece correcto...- Masculló con tono irritado, antes de dejar ir al criminal también. -Pero me gustaría acompañaros a mí también.- Añadió.
- Spoiler:
- Planear intenar ejecutar ahí a Legim de no lograr que Al entrase a razones, tras alejarse un par de zancadas de Kai. Detenerse y obedecer a las ordenes de Deathstroke, pero añadiendo que pensaba acompañarles ella también.
Dexter Black
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Varios
-Puede que me haya pasado un poco- musitó, aún desde las alturas, observando el cráter sobre el que Zane había caído-. Definitivamente, me he pasado bastante.
Pero no era culpa suya. Se había emocionado. Se habían juntado dos factores altamente peligrosos: La superioridad física del Yonkou y la capacidad autorregenerativa del pirata. No todos los días tenía la posibilidad de romper la columna a alguien que volvería a tenerla en perfecto estado funcional apenas unos minutos después. Eso si no eran unos segundos. Sin embargo no quería imaginar el dolor de romperse tantos huesos, las hemorragias internas, decenas de contusiones, algún que otro órgano reventado... Él no era médico, pero sí había sentido dolor, y no pudo evitar sentir pena por él. Sin embargo, era una lección que él necesitaba.
Descendió hasta estar a su altura y comprobar que aún respiraba, aunque no le hizo falta. Las únicas interpretaciones de que un fénix se envolviese en llamas eran que estuviese muriendo para resurgir o, por contra, estuviese comenzando a curarse. Lo que no esperaba, por el contrario, era la pregunta que llegó a continuación. Sonrió con cierta ternura. ¿Quién quería, tantos años tras las eras de la piratería, ser Rey de los Piratas? Claro que muchos soñaban, él incluido, con el One Piece... Oro, fama, poder... Todo eso y mucho más lo tendría quien se convirtiese en rey de los piratas. Sin embargo, el final de uno de los criminales más buscados no era un gran final. Y tampoco era un camino que él debiera andar. Su meta era más noble, más discreta, más incierta. Y además, tenía que perpetuar su propia leyenda:
-¿Qué valor hay en perseguir lo mismo que todos? Ya hay muchas banderas en la meta que todos perseguís- respondió, no sin mirar con cierto aire reflexivo hacia el Nuevo Mundo-. Además, cuando llegas allí... Se acabó. No te afanes tanto en concluir tu aventura, Kenshin. Tendrás tiempo. Y ahora voy contigo, chica irritante.
Había respondido al pelirrojo al tiempo que un muchacho, probablemente de la banda del descamisetado, le leía la cartilla. Sin embargo, cuando terminó se volcó totalmente en él y avanzó un par de pasos, reduciendo su tamaño en cada uno. De nuevo medía algo más de dos metros y volvía a la perfecta armonía áurea de su cuerpo. Clavó la vista en él, intentando hacerle sentir más pequeño. Ya no olía igual, había tomado la pastilla, pero había cosas que nunca cambiarían. Como esos ojos. O su presencia.
-Pensé que en algún momento me buscarías para recuperar tu cuerpo, aunque ésta era una de las opciones más probables- comentó, diseccionándolo con la mirada-. Sin embargo, hay una cosa que, mientras fuiste mujer, nunca te enseñaron...
"A no irte bajo tierra mientras te hablan, por ejemplo", dijo para sí. La gente no tenía ningún respeto en aquellos tiempos por nada, ¿No? ¿Por qué el pelirrojo tendría a alguien tan maleducado en su banda? Bueno, también había acogido a Haruka Kanata, así que no podía juzgar. Aquella chica se había desplazado arriesgando su vida para luego negarse a decir su nombre, no sin antes soltarle un rapapolvo de los que muchas madres se sentirían envidiosas. Y luego... Estaba el pez, aunque ése no contaba. Pegaba perfectamente con Zane.
-En fin, chicos- dijo, encendiendo el transmisor, con voz algo aburrida-. ¿Y qué haremos si nos perdonan?
Pero no era culpa suya. Se había emocionado. Se habían juntado dos factores altamente peligrosos: La superioridad física del Yonkou y la capacidad autorregenerativa del pirata. No todos los días tenía la posibilidad de romper la columna a alguien que volvería a tenerla en perfecto estado funcional apenas unos minutos después. Eso si no eran unos segundos. Sin embargo no quería imaginar el dolor de romperse tantos huesos, las hemorragias internas, decenas de contusiones, algún que otro órgano reventado... Él no era médico, pero sí había sentido dolor, y no pudo evitar sentir pena por él. Sin embargo, era una lección que él necesitaba.
Descendió hasta estar a su altura y comprobar que aún respiraba, aunque no le hizo falta. Las únicas interpretaciones de que un fénix se envolviese en llamas eran que estuviese muriendo para resurgir o, por contra, estuviese comenzando a curarse. Lo que no esperaba, por el contrario, era la pregunta que llegó a continuación. Sonrió con cierta ternura. ¿Quién quería, tantos años tras las eras de la piratería, ser Rey de los Piratas? Claro que muchos soñaban, él incluido, con el One Piece... Oro, fama, poder... Todo eso y mucho más lo tendría quien se convirtiese en rey de los piratas. Sin embargo, el final de uno de los criminales más buscados no era un gran final. Y tampoco era un camino que él debiera andar. Su meta era más noble, más discreta, más incierta. Y además, tenía que perpetuar su propia leyenda:
-¿Qué valor hay en perseguir lo mismo que todos? Ya hay muchas banderas en la meta que todos perseguís- respondió, no sin mirar con cierto aire reflexivo hacia el Nuevo Mundo-. Además, cuando llegas allí... Se acabó. No te afanes tanto en concluir tu aventura, Kenshin. Tendrás tiempo. Y ahora voy contigo, chica irritante.
Había respondido al pelirrojo al tiempo que un muchacho, probablemente de la banda del descamisetado, le leía la cartilla. Sin embargo, cuando terminó se volcó totalmente en él y avanzó un par de pasos, reduciendo su tamaño en cada uno. De nuevo medía algo más de dos metros y volvía a la perfecta armonía áurea de su cuerpo. Clavó la vista en él, intentando hacerle sentir más pequeño. Ya no olía igual, había tomado la pastilla, pero había cosas que nunca cambiarían. Como esos ojos. O su presencia.
-Pensé que en algún momento me buscarías para recuperar tu cuerpo, aunque ésta era una de las opciones más probables- comentó, diseccionándolo con la mirada-. Sin embargo, hay una cosa que, mientras fuiste mujer, nunca te enseñaron...
"A no irte bajo tierra mientras te hablan, por ejemplo", dijo para sí. La gente no tenía ningún respeto en aquellos tiempos por nada, ¿No? ¿Por qué el pelirrojo tendría a alguien tan maleducado en su banda? Bueno, también había acogido a Haruka Kanata, así que no podía juzgar. Aquella chica se había desplazado arriesgando su vida para luego negarse a decir su nombre, no sin antes soltarle un rapapolvo de los que muchas madres se sentirían envidiosas. Y luego... Estaba el pez, aunque ése no contaba. Pegaba perfectamente con Zane.
-En fin, chicos- dijo, encendiendo el transmisor, con voz algo aburrida-. ¿Y qué haremos si nos perdonan?
- Resumen:
- Nada relevante.
Rainbow662
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fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
La cara de Arribor estaba pegada a una superficie fría y rugosa, casi como si fuese el... Oh, sí, era el suelo. Durante un milisegundo había perdido la consciencia, tiempo suficiente para caer de morros. No recordaba cómo había pasado ni por qué, aunque los recuerdos volvían a su mente poco a poco, igual que ocurría con las premoniciones basadas en el haki. Eran imágenes rápidas que se sucedían con aún mayor velocidad.
Recordaba gritarle al tipejo de las gafas, ese rubio que ni le había hecho caso. La imagen de un hombre encadenado con el pelo blanco también acudía a su cabeza junto con la de un niño. ¿Un niño? No lo tenía muy claro. Quizás solo fuese bajito, a saber. ¿Qué pasó luego? Había llegado mucha gente de golpe, y otros tantos se habían despertado tras ser sacudidos por unos rayos o algo así. No, no, eso había sido antes. Qué raro, ¿lo habría soñado? Después llegaron los zombies; o eso o un grupo de gente muy fea y muy herida. ¿Por qué había pensado en zombies? Siempre pensaba en zombies, era su debilidad. Solo esperaba que no intentasen comerle. Luces, destellos, ruidos, disparos... Y luego un dolor sordo en una parte de su cuerpo que no estaba acostumbrada al amargo tacto de la violencia.
-Ay -había dicho, sin más. Y ahí fue cuando cayó como un fardo.
Prácticamente se arrastró hasta un trozo de roca que había quedado tirado por ahí y se sentó en el suelo con la espalda apoyada en ella. Tuvo que contener un gemido de dolor. Luego se limpió la lagrimilla que recorría su mejilla y respiró hondo antes de decir alto y claro:
-¿Pero qué pasa contigo? ¿Quién hace eso? ¿No sabes lo que es un combate limpio? Vete al cuerno o te mat... Auch, bueno, luego te mataré. En un rato. Un momento. Enseguida voy.
Pensaba tomarse unos minutos de descanso antes de levantarse. Porque... bueno, porque ahí se estaba muy bien. Sí, ése era el único motivo y no otro. Su pequeño respiro fue suficiente para darse cuenta de varias cosas.
Número uno: el tejón. Estaba seguro de haber visto a Zack por las cercanías, aunque solo durante una fracción de segundo. En cualquier caso, la piel de hierro y el pelo azulado no eran difíciles de reconocer. El sapo también debía estar por allí, entonces. Se preguntaba qué estarían haciendo en esa zona. Siempre se quejaban de que Arribor atraía los problemas y procuraban no acercarse mucho a los follones que montaba. Mejor; igual encontraban algo divertido que hacer.
Número dos: el pájaro. O mucho se equivocaba o el cuerpo que caía al suelo era el de Zane. No es que lo distinguiera perfectamente, pero solo había dos personas luchando en el aire -que él supiera; si había alguien más a él no le interesaban- y dudaba de que Dexter cayese sin llevarse consigo media isla. Maldito Zane. En lugar de pelear contra él, había ido a cazar dragones. Se lo tenía merecido. Por desgracia, si moría, Arribor perdería la oportunidad de ponerle a prueba tal y como había planeado, y eso sería muy molesto. Seguramente lo sería más aún por ser Dexter el que le quitase el premio. Ese lagarto entrometido... Quizás sería buena idea ir a asegurarse de que no liquidaba al Hombre Pollo. Pero eso sería luego, una vez se levantase.
Odiaba parecer débil, así que fingió que estaba sentado porque quería y no para recuperarse un poco del ataque a traición del enano misterioso. Lo que le extrañaba era que no hubiese cierta criatura riéndose de él por eso. Lo que lo llevó al número tres: la morsa.
-Mierda, ¡Franklin! -exclamó.
La maldita morsa llevaba desaparecida ya un rato. Le había dejado su abrigo atado al cuello cuando a Zane le dio por lanzar llamas hacia todos lados y... Y ya está. Después, el engendro había desaparecido, sin duda en busca de algún sitio donde ocultarse o de la mesa de catering de los marines. Y llevaba consigo muchas de las cosas personales de Arribor.
-Eh, tú, enano violento. ¿Has visto a una morsa por aquí? -le preguntó al susodicho.
Igual era mejor ir a decirle a Zack que buscase a Franklin. Y ya de paso preguntarle qué tal había dejado el barco.
Recordaba gritarle al tipejo de las gafas, ese rubio que ni le había hecho caso. La imagen de un hombre encadenado con el pelo blanco también acudía a su cabeza junto con la de un niño. ¿Un niño? No lo tenía muy claro. Quizás solo fuese bajito, a saber. ¿Qué pasó luego? Había llegado mucha gente de golpe, y otros tantos se habían despertado tras ser sacudidos por unos rayos o algo así. No, no, eso había sido antes. Qué raro, ¿lo habría soñado? Después llegaron los zombies; o eso o un grupo de gente muy fea y muy herida. ¿Por qué había pensado en zombies? Siempre pensaba en zombies, era su debilidad. Solo esperaba que no intentasen comerle. Luces, destellos, ruidos, disparos... Y luego un dolor sordo en una parte de su cuerpo que no estaba acostumbrada al amargo tacto de la violencia.
-Ay -había dicho, sin más. Y ahí fue cuando cayó como un fardo.
Prácticamente se arrastró hasta un trozo de roca que había quedado tirado por ahí y se sentó en el suelo con la espalda apoyada en ella. Tuvo que contener un gemido de dolor. Luego se limpió la lagrimilla que recorría su mejilla y respiró hondo antes de decir alto y claro:
-¿Pero qué pasa contigo? ¿Quién hace eso? ¿No sabes lo que es un combate limpio? Vete al cuerno o te mat... Auch, bueno, luego te mataré. En un rato. Un momento. Enseguida voy.
Pensaba tomarse unos minutos de descanso antes de levantarse. Porque... bueno, porque ahí se estaba muy bien. Sí, ése era el único motivo y no otro. Su pequeño respiro fue suficiente para darse cuenta de varias cosas.
Número uno: el tejón. Estaba seguro de haber visto a Zack por las cercanías, aunque solo durante una fracción de segundo. En cualquier caso, la piel de hierro y el pelo azulado no eran difíciles de reconocer. El sapo también debía estar por allí, entonces. Se preguntaba qué estarían haciendo en esa zona. Siempre se quejaban de que Arribor atraía los problemas y procuraban no acercarse mucho a los follones que montaba. Mejor; igual encontraban algo divertido que hacer.
Número dos: el pájaro. O mucho se equivocaba o el cuerpo que caía al suelo era el de Zane. No es que lo distinguiera perfectamente, pero solo había dos personas luchando en el aire -que él supiera; si había alguien más a él no le interesaban- y dudaba de que Dexter cayese sin llevarse consigo media isla. Maldito Zane. En lugar de pelear contra él, había ido a cazar dragones. Se lo tenía merecido. Por desgracia, si moría, Arribor perdería la oportunidad de ponerle a prueba tal y como había planeado, y eso sería muy molesto. Seguramente lo sería más aún por ser Dexter el que le quitase el premio. Ese lagarto entrometido... Quizás sería buena idea ir a asegurarse de que no liquidaba al Hombre Pollo. Pero eso sería luego, una vez se levantase.
Odiaba parecer débil, así que fingió que estaba sentado porque quería y no para recuperarse un poco del ataque a traición del enano misterioso. Lo que le extrañaba era que no hubiese cierta criatura riéndose de él por eso. Lo que lo llevó al número tres: la morsa.
-Mierda, ¡Franklin! -exclamó.
La maldita morsa llevaba desaparecida ya un rato. Le había dejado su abrigo atado al cuello cuando a Zane le dio por lanzar llamas hacia todos lados y... Y ya está. Después, el engendro había desaparecido, sin duda en busca de algún sitio donde ocultarse o de la mesa de catering de los marines. Y llevaba consigo muchas de las cosas personales de Arribor.
-Eh, tú, enano violento. ¿Has visto a una morsa por aquí? -le preguntó al susodicho.
Igual era mejor ir a decirle a Zack que buscase a Franklin. Y ya de paso preguntarle qué tal había dejado el barco.
- Resumen:
- Nada importante salvo zarandear un poco más el avispero
Nadie parece querer dar el primer paso para intentar rescatar a Legim en la plaza. En su lugar se sucede un cambio de distribución en los participantes, con marines y agentes de rango bajo evacuando la zona, tomando nuevas posiciones o apoyando a la flota marine. Sin estos no parece que quede mucha gente que se oponga a los zombies, piratas y revolucionarios que quedan. Oh, si, espera, un grupo de personas absurdamente fuertes.
Por otro lado parece que la flota pirata ha sido dividida por un ataque anónimo, pero de pronto se comienzan a reagrupar para devolver el fuego a los acorazados que ahora están a la defensiva a la espera de que lleguen refuerzos. Por si eso no fuera poco de pronto un disparo atraviesa uno de estos haciendo que explote. La inmensa bala de cañón se estrella contra la pared del acantilado dejando una vistosa marca en la roca. En el horizonte, acercándose por el mar, se encuentra un gigantesco navío, o mejor dicho, un castillo flotante. Con una estructura enorme de más de 300m de lado y distribución cuadrada, posee varias enormes torretas en cada una de las esquinas con gigantescos cañones.
- Lamento la tardanza. - Resuena la voz de Viktor por los comunicadores piratas.- El castillo narval es lento, pero estoy seguro que sus cañones son bienvenidos.
Y mientras tanto, la dulce dulce nieve cae sobre la isla, enmascarando la amargura de la guerra.
Por otro lado parece que la flota pirata ha sido dividida por un ataque anónimo, pero de pronto se comienzan a reagrupar para devolver el fuego a los acorazados que ahora están a la defensiva a la espera de que lleguen refuerzos. Por si eso no fuera poco de pronto un disparo atraviesa uno de estos haciendo que explote. La inmensa bala de cañón se estrella contra la pared del acantilado dejando una vistosa marca en la roca. En el horizonte, acercándose por el mar, se encuentra un gigantesco navío, o mejor dicho, un castillo flotante. Con una estructura enorme de más de 300m de lado y distribución cuadrada, posee varias enormes torretas en cada una de las esquinas con gigantescos cañones.
- Lamento la tardanza. - Resuena la voz de Viktor por los comunicadores piratas.- El castillo narval es lento, pero estoy seguro que sus cañones son bienvenidos.
Y mientras tanto, la dulce dulce nieve cae sobre la isla, enmascarando la amargura de la guerra.
- Gobierno:
- Tobi y Bizvan:
- Termináis por encontraros. NOW KISS.
- Jack Suzume:
- En tu mente aparecen entrañables recuerdos en la nieve: Tú con tu abuela, haciendo un muñeco de nieve con tu padre, mamá y papá mirándose con complicidad mientras les preguntabas de dónde vienen los bebés... Y poco a poco todo parece impregnarse de ambiente navideño, salvo por ese perro que está teniendo un ataque por exceso de glucosa. ¡Oh, mira! Allí está Al.
- Ciaran:
- Cuando los enamorados se den el beso seguro que se acuerdan de ti, pequeña. Sólo dales un momento.
- Ori:
- A ver cómo te lo explico... Hay no-muertos, dragones, usuarios a cascoporro, gente temible, brujas, un tío que parece salido de un mundo de terror y ciencia ficción, un pony rosa que reparte tacos entre los heridos y, a lo lejos, Legim con dos tipos, una zagala y una armadura que se mueve. Tú eliges lo que hacer.
- Kenzo y Jason:
- Bueno, las cosas de Katharina... Qué asco, vienen con sorpresa. Fight!
- Nyx:
- Por lo que te contestan deduces que puedes dar apoyo desde allí a dos conflictos diferentes, uno es contra una especie de ejército de zombies y otro en la pelea que tienen los agentes contra los revolucionarios. (De apoyar la pelea contra los revolucionarios pasa a postear en esta)
- Dretch y sus amigüis:
- Cubiertos por las llamas y el humo la embarcación se desliza entre la maltrecha flota para salir a un punto un poco más tranquilo. Por ahora parece que nadie os señala ni os culpa de lo sucedido, seguro que tienen mejores asuntos a los que atender. Mientras tanto os ponéis a la retaguardia de un barco que ha salido dañado por las explosiones, pero no tiene peligro de hundirse.
- Bien muchachos, este cascarón se nos ha quedado pequeño, así que es hora de ir a por uno nuevo. - Dice mientras se pone al lado del timón y lo rompe de una patada. - Es hora de actuar como piratas de verdad y abordar este barco.
Siguiendo sus órdenes todos los tripulantes toman las armas y se disponen a abordar, lanzando cuerdas por las que trepar y accediendo a la nueva nave.
- Si queríais acción esta es la hora, id y desahogaros, a placer.
- La escolta de Legim:
- Parece ser que, de entre los piratas y los revolucionarios, nadie se atreve a dar un paso para evitar la ejecución, puede que sea debido a las personas que hay a su alrededor. En fin, es hora de llevarlo al patíbulo y acabar con esto. Por cierto, Jack trae los aperitivos, o más le vale, por tardar tanto, aunque puede que no llegue con esa bala de cañón de 3m de diámetro que se dirige hacia él a toda velocidad.
Al te llaman desde el almirantazgo, te ordenan preparar al Legim y dirigirlo al patíbulo, al parecer uno de los almirantes se encargará personalmente de los refuerzos enemigos.
- Fenrir:
- Bueno, en medio de la batalla puedes ver como no eres el único que quiere irse, una gran cantidad de marines están evacuando la zona, se los puede ver por las calles, incluso entrenado en las instalaciones en barcos que se disponen a zarpar. Por el cielo hay un par de barcos voladores, uno encima de otro, aunque están a lo suyo.
- Piratas:
- Katharina y sus no muertos y no tan no muertos:
- El ejército ha llamado bastante la atención, Bleyd os ataca con un arsenal, así que será mejor que tengáis cuidado con las balas y los misiles y esas cosas diseñadas para matar. Los no muertos parecen ser de utilidad, y la presencia de aliados puede ser la clave de la victoria.
- Brynn:
- Bueno, lanzas la onda la cual alcanza al pelotón desprevenido y vacías el cargador antes de seguir tu camino. No ves directamente las consecuencias pero se escuchan, heridos y seguramente muertos, están llamando pidiendo refuerzos y ayuda para evacuar.
- Oh Dios mío. Billy, quédate conmigo Billy.
- F... frío... t-t-tengo frío, todo está negro, oh dios.
- ¡Médico, médico!
- Mi brazo, ¿dónde está mi brazo?
- ¡Que alguien me ayude a mantener las tripas de Billy dentro de su cuerpo!
Y así durante un rato. En cuanto a piratas... bueno, en la plaza y alrededores hay unos cuantos, la mayoría no parece tener un nombre reconocible, luego está Arribor Neus, algunos miembros de la banda de Dexter, Katharina con un ejército de no muertos acompañada de un par de desconocidos y alguno más importante. En general nadie se ha percatado de tu presencia y, si lo ha hecho no le importas mucho.
- Balagus y Nacho:
- Misha no parece encontrar nada, aunque cuando regresa tiene un pedazo de carne seca en la boca. Igual tiene hambre. Por su parte, Nassor da un mensaje digno del carismático y espectacular capitán Pixel, que embravece a todos y cada uno de los piratas a vuestra espalda. ¿Qué decir ante esto? Algunos comienzan a tomar la iniciativa, y así como poco a poco vais acercándoos más y más, los buques más ligeros toman la iniciativa y abordan uno de los acorazados. Y aunque tenéis a uno a tiro, sea para entrar como para disparar... Igual queréis ir hacia la plaza, que a este ritmo aún van a matar a Legim y vosotros sin verlo.
- Ivan y Aki:
- Parece que no hay línea de disparo, pero el hielo está muy cerquita y Legim a un tiro de piedra. Matarlo o salvarlo, lo que queráis, pero no por la Marina: Por vosotros. Ah, y a lo lejos veis nieve, sobre la isla.
- Arthur y Arribor:
- Bueno, esto termina en boda.
- Yuu:
- Caes en el agua. Mueres.
- Yuu:
- Vale, no mueres. Caes en un barco de la Marina donde únicamente hay mujeres. Mujeres hermosas para todos los gustos, y parece que la que ligera es una pequeña niña pelirroja que, si tuvieras que juzgar, corresponde con el mito de Arthur Silverwing... Aunque no es tan bajita. Ni tan homoerótica. Por cierto, todas desenfundan sus armas y cuatro gritan "Qué escándalo".
- Revolucionarios:
- Ernest:
- Entre algunos disparos y otros golpes de suerte logras inutilizar unas 5 posiciones de cañones. Logras llegar a un edificio no muy alto, de 3 plantas, desde esta posición tienes una buena vista de todo lo que ocurre, y de las personas importantes de la plaza, a parte de bastantes piratas y revolucionarios, aunque por alguna razón los marines y agentes de menor rango parecen haber evacuado.
- Liv:
- Un sonoro "clong" resuena por toda la sala, y seguramente mucho más allá. La superficie estña abollada y agrietada, pero no ha sido suficiente para partirla. Es un barco de guerra enorme y está pensado para aguantar una gran presión. Una cosa está clara, no ha sido muy discreto y parece que alguien ha puesto en alerta a la tripulación, por lo que escuchas.
- Maki:
- Caminas por el hielo, puedes ver restos de anteriores batallas, enormes cráteres, gente muerta y no tan muerta, algunos piratas avanzando por este. De pronto el hielo se rompe bajo tus pies, parece ser que algún desaprensivo ha hecho una fina capa para gastar una broma pesada a alguien. Bueno, puedes seguir a nado hasta la cosa porque desde donde estás, si que se ve la isla.
- Lily:
- Bueno, con toda la bricomanía y tal la masa se metal parece ceder. Se escucha un insoportable chirrido por toda la nave mientras el metal roza contra metal. La tensión se acumula y la maniobra se para. Te informan de que lo mejor será vaciar la zona de materiales peligrosos, si por alguna casualidad sale un trozo de metal disparado y diera en la munición el barco podría volar por los aires.
La respuesta de Dexter dibujó una sonrisa en su rostro. ¿Que qué valor había en ir detrás de lo que otros muchos quieren? Visto así lo que dijo a continuación tenía sentido, pero Zane nunca había barajado la opción de convertirse en rey de los piratas. Es más, llegó a ser pirata por simple error, por estar en el lugar incorrecto en momento menos indicado. Sin embargo, él no veía mal ir tras algo que otros buscan y ser el primero en conseguirlos. Bueno, el segundo, ¿o quizás el tercero? Daba igual. Eran pocos los que se había consagrado como el rey de los piratas. Era pura competitividad. Lograr a ser el más fuerte, respetado por tus enemigos y amado por tus amigos. Esa era una de las metas que tenía Zane, pero convirtiéndose en el mejor espadachín el mundo, alguien que con su espada pueda cortarlo todo y convertirse en una leyenda.
No le dio tiempo a responderle, pues a su lado apareció Spanner, sujetándole con fuerza y llevándoselo de allí bajo tierra. Lo odiaba. No a él, sino la sensación tan extraña de que todo pasa por tu interior al hacerte intangible. ¿Cómo lo aguantaba? Aunque a su segundo de abordo tampoco le gustaba sentir calor casi todo el día por su culpa, así que estaban en paz. El desparpajo del pelimorado con el yonkou hizo reír a Zane, que no pudo evitar meterse con él.
-¿Así que rey de los piratas, eh? –soltó con ironía, sonriendo a su compañero que parecía algo avergonzado por lo que había dicho. En poco tiempo llegaron a la superficie. Las continuas batallas se sucedían en todos lados: explosiones, gritos de dolor, olor a pólvora mojada con sangre derramada por inocentes. Suspiró hondo y se incorporó. El cuerpo ya no le dolía tanto, podía notar que no estaba curado por completo, aún le faltaba algo de tiempo. El aspecto de Spanner era lamentable, casi tanto como el suyo. Intentó propagar su fuego curativo a las heridas de su amigo, con la esperanza de que éste se curara de la misma forma-. Esperemos que sirva –le dijo con preocupación-. ¿Y lo de antes lo dijiste en serio? ¿De verdad crees que podría ser el próximo rey de los piratas?
Poco después de la respuesta de su compañero llegó el resto del grupo. Su estado era mejor que el que teníamos nosotros dos, gracias a los dioses, pero su aspecto dejaba claro que habían tenido duras contiendas. Al ver a mar el estómago del pelirrojo rugió con fuerza y no hubo que decir nada más. Al poco tiempo tuvo algo de queso que se llevó a la boca hasta saciarse y recuperar energías. Fueron escasos minutos, pero se puso al día de todo. Luka se había enfrentado a un vicealmirante y había salido vivo, herido pero con vida. Therax continuaba batiéndose con Zuko, algo normal pues en su día ambos estaban al mismo nivel, y esperaba que el rubio no saliera muy malparado. Rápidamente llevó la mano a su den den Zane, presionó el botón y se dispuso a hablar con Luka.
-Me han dicho que te has partido los morros con un vicealmirante, ¿estás bien? –le pregunto muy serio y preocupado-. ¿Sigues en el barco?
Y entonces apareció en escena Viktor, ese mafioso de segunda en su castillo flotante, pidiendo disculpas por llegar tarde.
-El que faltaba… -comentó Zane, levantándose ya con las heridas más graves curadas y las leves a medio curar, colgando a Luka tras haber hablado con él-. ¿Tú estás mejor, Spanner?
No le dio tiempo a responderle, pues a su lado apareció Spanner, sujetándole con fuerza y llevándoselo de allí bajo tierra. Lo odiaba. No a él, sino la sensación tan extraña de que todo pasa por tu interior al hacerte intangible. ¿Cómo lo aguantaba? Aunque a su segundo de abordo tampoco le gustaba sentir calor casi todo el día por su culpa, así que estaban en paz. El desparpajo del pelimorado con el yonkou hizo reír a Zane, que no pudo evitar meterse con él.
-¿Así que rey de los piratas, eh? –soltó con ironía, sonriendo a su compañero que parecía algo avergonzado por lo que había dicho. En poco tiempo llegaron a la superficie. Las continuas batallas se sucedían en todos lados: explosiones, gritos de dolor, olor a pólvora mojada con sangre derramada por inocentes. Suspiró hondo y se incorporó. El cuerpo ya no le dolía tanto, podía notar que no estaba curado por completo, aún le faltaba algo de tiempo. El aspecto de Spanner era lamentable, casi tanto como el suyo. Intentó propagar su fuego curativo a las heridas de su amigo, con la esperanza de que éste se curara de la misma forma-. Esperemos que sirva –le dijo con preocupación-. ¿Y lo de antes lo dijiste en serio? ¿De verdad crees que podría ser el próximo rey de los piratas?
Poco después de la respuesta de su compañero llegó el resto del grupo. Su estado era mejor que el que teníamos nosotros dos, gracias a los dioses, pero su aspecto dejaba claro que habían tenido duras contiendas. Al ver a mar el estómago del pelirrojo rugió con fuerza y no hubo que decir nada más. Al poco tiempo tuvo algo de queso que se llevó a la boca hasta saciarse y recuperar energías. Fueron escasos minutos, pero se puso al día de todo. Luka se había enfrentado a un vicealmirante y había salido vivo, herido pero con vida. Therax continuaba batiéndose con Zuko, algo normal pues en su día ambos estaban al mismo nivel, y esperaba que el rubio no saliera muy malparado. Rápidamente llevó la mano a su den den Zane, presionó el botón y se dispuso a hablar con Luka.
-Me han dicho que te has partido los morros con un vicealmirante, ¿estás bien? –le pregunto muy serio y preocupado-. ¿Sigues en el barco?
Y entonces apareció en escena Viktor, ese mafioso de segunda en su castillo flotante, pidiendo disculpas por llegar tarde.
-El que faltaba… -comentó Zane, levantándose ya con las heridas más graves curadas y las leves a medio curar, colgando a Luka tras haber hablado con él-. ¿Tú estás mejor, Spanner?
- Resumen:
- Seguir usando mi P.U de fuego curativo para curarme, e intentar usar ese mismo fuego para curar a Spanner (en el caso de que así fuera sacarme una técnica para ello) + comer algo + hablar con Luka + ver como aparece Viktor en escena
Ivan Markov
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
La mujer tiró de su chaqueta hacia ella, acercándolo. En ese momento Ivan fue consciente de que estaba casi totalmente desnudo salvo por la gabardina. Toda su ropa había sido destrozada en los ataques y no quedaba casi nada de ella salvo jirones ensangrentados que poco tapaban. La capacidad de su Manto de Sombras para reconstruirse era lo único que lo había salvado de perderse con el resto de sus prendas. Por lo de pronto su camisa era poco más que un cacho de tela agujereado y destrozado, sin mangas, mientras que no había rastro de sus botas o su pantalón... ni de su ropa interior. Esbozó una sonrisa pícara mirando directamente a los ojos de la súcubo mientras empleaba su Magnetismo sobre ella para hacerla sentirse atraída hacia él. Sabía que jugaba a un juego peligroso, pero... ¿dónde estaba la diversión sin un poco de riesgo? Se acercó aún más a ella mientras le hablaba, acercándose lentamente a su oído.
- Vaya, no sabía que ibas a ser tan atrevida. ¿O es que quieres seguir donde lo dejamos la última vez?
En caso de que ella no lo apartara, acercaría más su cara como si fuese a darle un mordisco juguetón en el lóbulo, dejando que notara su aliento, para apartarse en el último momento con una media sonrisa traviesa. Se estiró como si la cosa no fuera con él y se giró hacia uno de los no muertos cercanos.
- Tráeme algo de ropa.
Así que acción, ¿eh? La verdad es que tras esa batalla con Kodama cualquier plan se le antojaba casi un paseo en comparación. Sentía aún frustración por no haber sido capaz de ganar, y dado que se había curado totalmente con el poder de su Despertar y el cuerpo inmortal de su forma completa no se cansaba... estaba listo para una segunda ronda de lo que fuera. Aunque dudaba que pudiera volver a recurrir a su forma despertada en lo que quedaba de día, así que tendría que moderarse y tener cuidado con lo que hacía. Sin embargo, estaban viviendo uno de los grandes eventos de su época. ¡Tenían que hacer algo realmente épico! Por ahora no había hecho más que desvelarse ante el mundo y llamar un poco la atención. Observó la isla, donde parecía estar... ¿nevando? Debía ser el poder de alguien. De repente un plan macabro comenzó a acudir a su mente, y una sonrisa malévola se dibujó en su rostro. Ya sabía exactamente lo que podían hacer.
- Oye Aki, ¿quieres causar caos como no lo ha hecho nadie en años? - dijo, con una risa que no auguraba nada bueno.
Dos marines entraron en la plaza. Uno de ellos era un hombre alto y corpulento con un imponente mostacho, una gabardina de Vicealmirante y bajo esta una camisa blanca, corbata roja, pantalones negros y mocasines. Su acompañante era una mujer. Ambos se dirigieron hacia la comitiva que escoltaba a Legim, con intención de sumarse a esta. El hombre observó los acontecimiento de la plaza con curiosidad; un auténtico caos parecía haberse desatado en ella, y de hecho aún continuaba en parte. Observó a una mujer pelirrosa conjurando igual que... espera, ¿esa no era Katharina? Aunque se suponía que era peliblanca y más plana que una tabla. ¿Tanto había cambiado en los últimos años? Estaba enfrentándose a Bleyd, el Yonkaikyo cobarde, el mismo que había huido de él en Dark Dome. Tal vez luego debía hacerle una visita a la chica; había oído que había desertado de la Marina. Tal vez pudieran tomarse una copa juntos tras la batalla... por los viejos tiempos, claro.
- Vaya, no sabía que ibas a ser tan atrevida. ¿O es que quieres seguir donde lo dejamos la última vez?
En caso de que ella no lo apartara, acercaría más su cara como si fuese a darle un mordisco juguetón en el lóbulo, dejando que notara su aliento, para apartarse en el último momento con una media sonrisa traviesa. Se estiró como si la cosa no fuera con él y se giró hacia uno de los no muertos cercanos.
- Tráeme algo de ropa.
Así que acción, ¿eh? La verdad es que tras esa batalla con Kodama cualquier plan se le antojaba casi un paseo en comparación. Sentía aún frustración por no haber sido capaz de ganar, y dado que se había curado totalmente con el poder de su Despertar y el cuerpo inmortal de su forma completa no se cansaba... estaba listo para una segunda ronda de lo que fuera. Aunque dudaba que pudiera volver a recurrir a su forma despertada en lo que quedaba de día, así que tendría que moderarse y tener cuidado con lo que hacía. Sin embargo, estaban viviendo uno de los grandes eventos de su época. ¡Tenían que hacer algo realmente épico! Por ahora no había hecho más que desvelarse ante el mundo y llamar un poco la atención. Observó la isla, donde parecía estar... ¿nevando? Debía ser el poder de alguien. De repente un plan macabro comenzó a acudir a su mente, y una sonrisa malévola se dibujó en su rostro. Ya sabía exactamente lo que podían hacer.
- Oye Aki, ¿quieres causar caos como no lo ha hecho nadie en años? - dijo, con una risa que no auguraba nada bueno.
...
Dos marines entraron en la plaza. Uno de ellos era un hombre alto y corpulento con un imponente mostacho, una gabardina de Vicealmirante y bajo esta una camisa blanca, corbata roja, pantalones negros y mocasines. Su acompañante era una mujer. Ambos se dirigieron hacia la comitiva que escoltaba a Legim, con intención de sumarse a esta. El hombre observó los acontecimiento de la plaza con curiosidad; un auténtico caos parecía haberse desatado en ella, y de hecho aún continuaba en parte. Observó a una mujer pelirrosa conjurando igual que... espera, ¿esa no era Katharina? Aunque se suponía que era peliblanca y más plana que una tabla. ¿Tanto había cambiado en los últimos años? Estaba enfrentándose a Bleyd, el Yonkaikyo cobarde, el mismo que había huido de él en Dark Dome. Tal vez luego debía hacerle una visita a la chica; había oído que había desertado de la Marina. Tal vez pudieran tomarse una copa juntos tras la batalla... por los viejos tiempos, claro.
- resumen:
- Tramar planes malévolos y llegar con Aki a la plaza disfrazado de marine usando mi polimorfia y la capacidad de mi Manto de Sombras de cambiar su aspecto para que parezca una gabardina marine.
Brynn
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El sigilo con el que el asesino se movía llegaba hasta tal punto que ni siquiera él escuchaba sus pasos. Seguía invisible gracias a su daga, pero a pesar de ello, cuando divisó a gente de la talla de Arribor o el mismísimo Dexter, se dió cuenta que el sigilo no valía de nada. Le podrían detectar igualmente, a pesar de no hacer ni un simple ruido y de ser invisible. Pero afortunadamente, aún no habían percibido su presencia. O al menos la habían ignorado.
Caminó unos metros observando cómo se desarrollaba todo, y entonces un enorme buque hizo acto de presencia. En él, haciendo lo que parecía un numerito bastante preparado, se encontraba Viktor. El espadachín conocía a ese hombre, había trabajado para él en algunas ocasiones, la mayoría trabajos menores que había resuelto sin grandes contratiempos, y le constaba que era bastante generoso. ¿Qué haría allí? Un tipo que esconde su rostro, que manda en los bajos fondos, en los sitios más oscuros de cada ciudad, ¿presente en una guerra de aquella dimensión?
Sin rostro sonrió, consciente que si todo salía mal, tendría una bala en la recámara. Ni siquiera sabía si Viktor se acordaría de él, o si le reconocería como un buen asesino, pero lo cierto era que más valía aquella pequeña probabilidad que ninguna. Sin duda, Brynn proseguiría su intentona de cazar a algún pirata famosillo, o aliarse con el gobierno, cuyo único fin sería llegar a shichibukai. Aunque era cierto que lo veía bastante lejano. Pero sin rostro no buscaba salir directamente de allí con ese cargo, aunque si se daba el caso, mejor que mejor. Lo que el asesino quería era empezar su historia. Labrarse su camino hacia su meta, y aquello pasaba porque unos factores se diesen, aunque de momento ni se acercaban.
Lo cierto era que el pirata siempre había soñado con tener a su pequeña banda de mercenarios, trabajando en el bajo mundo sin muchas preocupaciones más allá que beber, pasarlo bien y disfrutar de su trabajo. Pero nunca había podido, y quizá aquello no cambiase para nada tras su estancia en la isla. Sin embargo, algo le decía que de allí se iría con alguna novedad. Quizá buena, puede que mala. O eso creía él.
Intentaría alejarse aprovechando la confusión de la entrada de Viktor, y buscaría por más zonas si encontraba algo que se acercase a sus pretensiones. En cualquier caso, caminaría lo más cauto que pudiese. Durante el trayecto, pensó en Nailah y en si había hecho bien dejándola sola junto al resto de piratas. ¿Sobreviviría? Seguro que sí, le debía una copa del mejor ron que pudiese imaginar.
Cuando avanzase diez o quince metros, el asesino haría brotar un par de alas de su espalda y sobrevolaría -despidiéndose de la manera maś suave posible para no hacer mucho ruido- la zona, en busca de algo de interés. Consciente que su presencia sería detectada por la mayoría de los allí presentes a pesar de seguir siendo invisible, al menos intentaría no captar el resto de miradas hacia él. Al fin y al cabo, no dejaba de ser una hormiga en aquella pelea de titanes.
Caminó unos metros observando cómo se desarrollaba todo, y entonces un enorme buque hizo acto de presencia. En él, haciendo lo que parecía un numerito bastante preparado, se encontraba Viktor. El espadachín conocía a ese hombre, había trabajado para él en algunas ocasiones, la mayoría trabajos menores que había resuelto sin grandes contratiempos, y le constaba que era bastante generoso. ¿Qué haría allí? Un tipo que esconde su rostro, que manda en los bajos fondos, en los sitios más oscuros de cada ciudad, ¿presente en una guerra de aquella dimensión?
Sin rostro sonrió, consciente que si todo salía mal, tendría una bala en la recámara. Ni siquiera sabía si Viktor se acordaría de él, o si le reconocería como un buen asesino, pero lo cierto era que más valía aquella pequeña probabilidad que ninguna. Sin duda, Brynn proseguiría su intentona de cazar a algún pirata famosillo, o aliarse con el gobierno, cuyo único fin sería llegar a shichibukai. Aunque era cierto que lo veía bastante lejano. Pero sin rostro no buscaba salir directamente de allí con ese cargo, aunque si se daba el caso, mejor que mejor. Lo que el asesino quería era empezar su historia. Labrarse su camino hacia su meta, y aquello pasaba porque unos factores se diesen, aunque de momento ni se acercaban.
Lo cierto era que el pirata siempre había soñado con tener a su pequeña banda de mercenarios, trabajando en el bajo mundo sin muchas preocupaciones más allá que beber, pasarlo bien y disfrutar de su trabajo. Pero nunca había podido, y quizá aquello no cambiase para nada tras su estancia en la isla. Sin embargo, algo le decía que de allí se iría con alguna novedad. Quizá buena, puede que mala. O eso creía él.
Intentaría alejarse aprovechando la confusión de la entrada de Viktor, y buscaría por más zonas si encontraba algo que se acercase a sus pretensiones. En cualquier caso, caminaría lo más cauto que pudiese. Durante el trayecto, pensó en Nailah y en si había hecho bien dejándola sola junto al resto de piratas. ¿Sobreviviría? Seguro que sí, le debía una copa del mejor ron que pudiese imaginar.
Cuando avanzase diez o quince metros, el asesino haría brotar un par de alas de su espalda y sobrevolaría -despidiéndose de la manera maś suave posible para no hacer mucho ruido- la zona, en busca de algo de interés. Consciente que su presencia sería detectada por la mayoría de los allí presentes a pesar de seguir siendo invisible, al menos intentaría no captar el resto de miradas hacia él. Al fin y al cabo, no dejaba de ser una hormiga en aquella pelea de titanes.
- Resumen:
Narrar la aparición de Viktor y alegrarse, ya que quizá pueda escapar en su barco.
Alejarse unos metros aprovechando la confusión e intentar, de nuevo (aunque esta vez volando), buscar alguien con quien cooperar o un grupo de piratas a los que intentar derrotar.
Pensar en Nailah y en si ha hecho bien alejándose tanto de ellos.
Roland von Klauswitz
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Los gigantescos pulmones de Yggdrassil emitieron un suspiro de alivio que sonó como el ronco gruñido de una bestia. Durante unos segundos no pensó en nada más que en que por fin había terminado con aquella larga batalla, en que había puesto fin a un peligroso pirata. Y sobre todo, su alivio respondía al hecho de que no había tenido que usar su carta secreta. Habría sido sumamente desagradable para él tener que recurrir a eso; tanto, que prefería con mucho perder antes de recurrir a ese truco.
Recogió sus cosas con cuidado. Su espada, los Ojos del Viento, e incluso la concha que emitía fuego. Esa cosa había sido una última sorpresa realmente aterradora. Nada más verla, Kodama envolvió el artefacto con todo el jabón que pudo reunir y lo apartó asqueado. Ahora que las llamas se habían apagado y estaba relativamente seguro de que no saldrían más, pudo pensar sobre las similitudes con la otra concha que Markov había usado antes. Detuvo su ataque como si nada y luego emitió un impacto de gran potencia. ¿Qué eran esas cosas? ¿Hacían todas lo mismo? Decidió que se lo llevaría a algún científico de la Marina para conocer su opinión.
Mientras, con mucho cuidado, descendía a tierra sobre su nube de hojas, se preguntaba si alguien le diría algo por no haber recogido el cuerpo del pirata. Esos segundos en los que el hombre alado caía envuelto en sangre y bellotas no se le había pasado por la cabeza ir a asegurarse de que estaba muerto. O a esposarlo, de no estarlo. Luego, entre el fuego y el terrible caos humeante en que se había convertido la costa, supo que no lo encontraría. Se aseguraría de que su cabeza valiese un buen dinero si no encontraban su cuerpo.
Cuando por fin llegó a la plaza, allí había montada una buena. Había bastante gente peleando, como era natural en esas situaciones, pero no estaba en situación de intervenir por el momento. Confiaba en que sus compañeros se las arreglarían solos un rato.
Kodama aterrizó justo tras la plataforma que se había dispuesto para la ejecución del Yonko. No había abandonado aún su forma monstruosa, aunque lo fue haciendo gradualmente. No para recobrar su apariencia humana, sino para adoptar su forma natural, la de un imponente roble. Estaba evidentemente dañado, pero eso no sería así por mucho tiempo.
Hundir las raíces en el suelo y comenzar la absorción rápida de nutrientes fue como un trago de agua helada para un hombre muerto de sed. No tardaría mucho en estar como nuevo, y entonces podría ayudar a poner fin a la lucha. Si es que nadie se le adelantaba. Mientras, se dedicaría a observar. Conectó visualmente con los arbolitos que había colocado por la isla antes de que todo comenzase y se fue haciendo una idea general de la situación. Los piratas y los revolucionarios aún creían que podían ganar, y un nuevo y enorme barco de lo más estrafalario hacía su aparición luciendo su poderosa artillería. En definitiva, la lucha continuaba. Y mientras, él esperaba. Solo necesitaba un poco de tiempo.
Recogió sus cosas con cuidado. Su espada, los Ojos del Viento, e incluso la concha que emitía fuego. Esa cosa había sido una última sorpresa realmente aterradora. Nada más verla, Kodama envolvió el artefacto con todo el jabón que pudo reunir y lo apartó asqueado. Ahora que las llamas se habían apagado y estaba relativamente seguro de que no saldrían más, pudo pensar sobre las similitudes con la otra concha que Markov había usado antes. Detuvo su ataque como si nada y luego emitió un impacto de gran potencia. ¿Qué eran esas cosas? ¿Hacían todas lo mismo? Decidió que se lo llevaría a algún científico de la Marina para conocer su opinión.
Mientras, con mucho cuidado, descendía a tierra sobre su nube de hojas, se preguntaba si alguien le diría algo por no haber recogido el cuerpo del pirata. Esos segundos en los que el hombre alado caía envuelto en sangre y bellotas no se le había pasado por la cabeza ir a asegurarse de que estaba muerto. O a esposarlo, de no estarlo. Luego, entre el fuego y el terrible caos humeante en que se había convertido la costa, supo que no lo encontraría. Se aseguraría de que su cabeza valiese un buen dinero si no encontraban su cuerpo.
Cuando por fin llegó a la plaza, allí había montada una buena. Había bastante gente peleando, como era natural en esas situaciones, pero no estaba en situación de intervenir por el momento. Confiaba en que sus compañeros se las arreglarían solos un rato.
Kodama aterrizó justo tras la plataforma que se había dispuesto para la ejecución del Yonko. No había abandonado aún su forma monstruosa, aunque lo fue haciendo gradualmente. No para recobrar su apariencia humana, sino para adoptar su forma natural, la de un imponente roble. Estaba evidentemente dañado, pero eso no sería así por mucho tiempo.
Hundir las raíces en el suelo y comenzar la absorción rápida de nutrientes fue como un trago de agua helada para un hombre muerto de sed. No tardaría mucho en estar como nuevo, y entonces podría ayudar a poner fin a la lucha. Si es que nadie se le adelantaba. Mientras, se dedicaría a observar. Conectó visualmente con los arbolitos que había colocado por la isla antes de que todo comenzase y se fue haciendo una idea general de la situación. Los piratas y los revolucionarios aún creían que podían ganar, y un nuevo y enorme barco de lo más estrafalario hacía su aparición luciendo su poderosa artillería. En definitiva, la lucha continuaba. Y mientras, él esperaba. Solo necesitaba un poco de tiempo.
- Resumen. Leed los de la plaza:
- Quedarse la concha de fuego de Ivan (esto por la espada ja) - Bajar a la isla hecho un mostrenco - Adoptar la forma de roble justo detrás del patíbulo, hundir las raíces para ir curándose y observar la isla a través de sus arbolitos
Marc Kiedis
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La misteriosa bruja se mostró extrañamente amable con Marc. Incluso le resultó simpática. Ordenó al monstruoso ser que parecía salido del mismo infierno que les ayudase a luchar contra los marines mientras ella se enfrentaba a un tipo que iba montado en lo que parecía una moto. Sin embargo, apenas unos segundos después, un tipo vendado con muchas espadas comenzó a atacar al ejército de zombies desde la retaguardia, por lo que la bruja tuvo que retomar su función de general y dar las pertinentes órdenes.
Justo después, utilizó una especie de conjuro protector, según sus palabras, que protegería al semigigante en caso de recibir algún ataque. La verdad es que no era mala idea, pues su tamaño solía atraer demasiadas miradas. Con una sonrisa de sincero agradecimiento, el cocinero dio las gracias a la peculiar hechicera por ello. Y entonces, cuando se disponía a ponerse frente a los marines de nuevo, ocurrió. El resplandor rojo de Zane comenzó a caer desde las alturas, cada vez más rápido. Su amigo había perdido. Conmocionado, el grandullón comenzó a correr lo más deprisa que pudo (que no era mucho) hacia el lugar donde parecía haber caído el pelirrojo. ¿Estaría bien? En aquellos momentos, temía enormemente por la vida del Antiguo Supernova.
Cuando pensaba que aún le faltaba un trecho importante para llegar hasta allí, divisó a Spanner, herido también, al lado del pelirrojo. Este parecía estar curándose, pero aún así la preocupación de Marc no disminuyó demasiado. Por ninguno de los dos, de hecho, aunque al pelimorado acabase de conocerlo. Eso sí, juraría que de algún modo se habían acercado a su posición, aunque no lograba imaginar cómo. En cuanto llegó hasta ellos, visiblemente aliviado, les dijo:
- Menos mal que estáis vivos, estaba preocupado por vosotros. No sé nada sobre curar heridas, pero puedo ayudaros a recuperar fuerzas con un poco de queso si queréis.
Y dicho esto, creó dos magníficos trozos de queso en los que puso todo su esmero, tratando de hacerlos lo más deliciosos y nutritivos que fuera posible y se los tendió a sus dos compañeros. Seguramente agradecerían poder comer algo en mitad de aquella cruenta contienda. En ese momento hizo su aparición Viktor, el misterioso Rey del bajo mundo que había organizado el certamen para convertirse en Yonkou. ¿Cuál sería su propósito allí? Marc no tenía la menor idea, pero cuando Zane se puso en pie, se preparó. Era probable que el pelirrojo, pese a no estar en las mejores condiciones, quisiera volver a la batalla, y debía estar listo.
Justo después, utilizó una especie de conjuro protector, según sus palabras, que protegería al semigigante en caso de recibir algún ataque. La verdad es que no era mala idea, pues su tamaño solía atraer demasiadas miradas. Con una sonrisa de sincero agradecimiento, el cocinero dio las gracias a la peculiar hechicera por ello. Y entonces, cuando se disponía a ponerse frente a los marines de nuevo, ocurrió. El resplandor rojo de Zane comenzó a caer desde las alturas, cada vez más rápido. Su amigo había perdido. Conmocionado, el grandullón comenzó a correr lo más deprisa que pudo (que no era mucho) hacia el lugar donde parecía haber caído el pelirrojo. ¿Estaría bien? En aquellos momentos, temía enormemente por la vida del Antiguo Supernova.
Cuando pensaba que aún le faltaba un trecho importante para llegar hasta allí, divisó a Spanner, herido también, al lado del pelirrojo. Este parecía estar curándose, pero aún así la preocupación de Marc no disminuyó demasiado. Por ninguno de los dos, de hecho, aunque al pelimorado acabase de conocerlo. Eso sí, juraría que de algún modo se habían acercado a su posición, aunque no lograba imaginar cómo. En cuanto llegó hasta ellos, visiblemente aliviado, les dijo:
- Menos mal que estáis vivos, estaba preocupado por vosotros. No sé nada sobre curar heridas, pero puedo ayudaros a recuperar fuerzas con un poco de queso si queréis.
Y dicho esto, creó dos magníficos trozos de queso en los que puso todo su esmero, tratando de hacerlos lo más deliciosos y nutritivos que fuera posible y se los tendió a sus dos compañeros. Seguramente agradecerían poder comer algo en mitad de aquella cruenta contienda. En ese momento hizo su aparición Viktor, el misterioso Rey del bajo mundo que había organizado el certamen para convertirse en Yonkou. ¿Cuál sería su propósito allí? Marc no tenía la menor idea, pero cuando Zane se puso en pie, se preparó. Era probable que el pelirrojo, pese a no estar en las mejores condiciones, quisiera volver a la batalla, y debía estar listo.
- Resumen:
- - Hablar con Kath.
- Ver caer a Zane y salir corriendo hacia allí.
- Al encontrarles a él y a Spanner, darles queso para ayudarles a recuperar fuerzas.
- Prepararse para volver a la acción.
Aki D. Arlia
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Sintió el deseo recorrerla de arriba abajo como un relámpago, seguido de un escalofrío que por dentro la dejó lívida. Eso no lo había causado ella, venía de alguien más y si tenía algo claro era que no se trataba de una reacción natural. El vampiro la miraba sonriente, ajeno a lo que acababa de hacer. Más aún, no frenó su avance. Se acercó a ella, los cañones y los gritos como música de fondo. Tan apropiado y, sin embargo, parecieron ensordecer mientras Aki escuchaba su bravata. Sus labios se abrieron por una décima de segundo, formando una perfecta ''o'' justo antes de que sus facciones se endurecieran. De repente, los recuerdos de los últimos meses se apoderaron de ella. El deseo se desvaneció sustituido por algo mucho más oscuro. Elevó la mano con elegancia y modestia natural, a la altura justa para posarle los dedos en el cuello. Sin mirarle, susurró en medio del caos que rodeaba al barco:
-No te vengas arriba. Podría no gustarte lo que aguarda en la cima.
Entonces, apretó. Hizo presión para que girase la cabeza y le mirase a los ojos. Tenía claro que de quererlo él podría liberarse y ella podía insistir, pero no era un movimiento que admitiera bromas. Estaba seria, más aún, daba miedo. No era un truco o un disfraz, tenía la mirada de alguien que sabe que ha perdido la cordura. No había luz en sus ojos ni piedad entre sus rasgos. Pero la sombra se fue tan pronto vino y ella le soltó, acariciándole con las yemas en el proceso.
-Te ruego que no repitas algo por el estilo, Ivan. Ya no.
Ya no... exacto. Ya no. Le oyó pedir ropa y a los pocos segundos volvió a su lado. Al oír su pregunta Aki alzó una ceja, pero sonrió y antes de que pudiera proponerlo ella ya lo había dicho. Ultimaron los detalles en una acalorada conversación y él partió primero. La pelirroja esperó unos segundos en cubierta, respirando y evaluando el panorama. Era una misión suicida, con tantas probabilidades de salir mal que incluso en el caso de que salieran vivos de ahí no terminaba de justificar los riesgos. Incluso con los preparativos que pensaba hacer... Pero, bueno, qué demonios. Lo que tenía que perder a estas alturas ya no le pertenecía.
-
Una joven y guapa marine ataviada con el uniforme de Comodoro corría como loca por el camino que llevaba a la plaza. Llevaba los brazos en alto y se reía por dentro aunque en su cara solo hubiera pánico. Hacía unos segundos se encontraba al lado de Ivan, pero se había escabullido para comprobar una cosa. Efectivamente, todavía había cadáveres tanto en la plaza como en los alrededores. Se dirigió con paso firme y rápido hacia la comitiva que escoltaba a Legim y en cuanto estuvo segura de que podían oírla, comenzó a gritar:
-¡No muertos! ¡¡No muertos en Gray Rock!!
-No te vengas arriba. Podría no gustarte lo que aguarda en la cima.
Entonces, apretó. Hizo presión para que girase la cabeza y le mirase a los ojos. Tenía claro que de quererlo él podría liberarse y ella podía insistir, pero no era un movimiento que admitiera bromas. Estaba seria, más aún, daba miedo. No era un truco o un disfraz, tenía la mirada de alguien que sabe que ha perdido la cordura. No había luz en sus ojos ni piedad entre sus rasgos. Pero la sombra se fue tan pronto vino y ella le soltó, acariciándole con las yemas en el proceso.
-Te ruego que no repitas algo por el estilo, Ivan. Ya no.
Ya no... exacto. Ya no. Le oyó pedir ropa y a los pocos segundos volvió a su lado. Al oír su pregunta Aki alzó una ceja, pero sonrió y antes de que pudiera proponerlo ella ya lo había dicho. Ultimaron los detalles en una acalorada conversación y él partió primero. La pelirroja esperó unos segundos en cubierta, respirando y evaluando el panorama. Era una misión suicida, con tantas probabilidades de salir mal que incluso en el caso de que salieran vivos de ahí no terminaba de justificar los riesgos. Incluso con los preparativos que pensaba hacer... Pero, bueno, qué demonios. Lo que tenía que perder a estas alturas ya no le pertenecía.
-
Una joven y guapa marine ataviada con el uniforme de Comodoro corría como loca por el camino que llevaba a la plaza. Llevaba los brazos en alto y se reía por dentro aunque en su cara solo hubiera pánico. Hacía unos segundos se encontraba al lado de Ivan, pero se había escabullido para comprobar una cosa. Efectivamente, todavía había cadáveres tanto en la plaza como en los alrededores. Se dirigió con paso firme y rápido hacia la comitiva que escoltaba a Legim y en cuanto estuvo segura de que podían oírla, comenzó a gritar:
-¡No muertos! ¡¡No muertos en Gray Rock!!
- Resumen:
Trazar planes malévolos y llegar a donde la comitiva gritando que haytrolls en las mazmorrasno muertos en Gray Rock.
Cosas usadas:
-Técnica de disfraz del aura: Aki es capaz de ''camuflar'' su aura a placer, para imitar la de una persona inofensiva, alguien más peligroso que ella misma, una inocente niña, etc. Personas con niveles superiores al suyo pueden ver tras este ''disfraz''. (Para que cuadre con la del rango de comodoro en cuestión de poder y semejanza)
- Aki es capaz de ‘’intuir’’ qué aspecto físico causaría más deseo en una persona y utilizar su capacidad para alterar su apariencia para tomarlo. Esto no es más que una ilusión, pero afectará a todo aquel que la vea. (En este caso, había por ahí un marine despistado con un fetiche por los uniformes).
Ivan Markov
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El rostro de Aki hizo que algo se estremeciera en su interior. Incluso él, un orgulloso guerrero que se había reído en la cara de la muerte en decenas de ocasiones y al que pocas cosas inspiraban temor, no pudo evitar que todo su cuerpo se quedara paralizado por un instante. Aquella mirada... había algo que lo conmovía y aterraba a partes iguales. Sus celestes ojos, habitualmente hermosos, eran como dos pozos sin fondo carentes de vida. Aquella chica estaba más muerta por dentro de lo que él mismo lo estaba, anatómicamente hablando al menos. En el momento en que ella le soltó, se llevó lentamente la mano al sitio donde le había tocado, totalmente serio, y meditando lo que había ocurrido. ¿Quién era realmente Aki D. Arlia, y que estaba buscando de aquella guerra? ¿Estaba allí realmente buscando entretenerse... o buscaba la muerte? No es que le importara realmente, en ambos casos le serviría para cumplir sus objetivos, pero la pelirroja había atraído su atención. En cierto modo le daría pena que muriera incluso, aunque no tenía tanta relación con ella como para que ello fuese a alterar sus planes. Y si todo salía bien, quién sabe, puede que incluso salieran enteros para contar la historia. Se vistió mientras terminaban de ultimar detalles.
- No olvides la señal. Será el momento en que actuemos.
Mientras se acercaban, de acuerdo al plan, Aki salió corriendo alertando sobre la presencia de no muertos. Ivan no perdió tiempo, y desde el momento en que la pelirroja hizo ademán de adelantarse comenzó a ejercer su influencia nigromántica en la zona, con lo que para cuando ella comenzó a caminar ya había alrededor de una docena de zombies entre ellos y la comitiva. Fingió encargarse de los que se le acercaban, tumbándolos a puñetazos, mientras seguía extendiendo su poder sobre la plaza. Esto le requería un gran esfuerzo mental, y si bien no podía sentir cansancio gracias a su akuma, sí que empezaba a sentir algo de extenuación psicológica tras los esfuerzos del día. Sin embargo aquel plan no podía fallar, ¡no fallaría! Imponiendo su voluntad a su momentánea debilidad, siguió extendiendo su poder y pronto cadáveres a lo largo y ancho de toda la plaza comenzaron a levantarse formando una auténtica horda que empezó a sembrar el caos, atacando a marines y revolucionarios por igual, a todos los vivos que se les pusieran a tiro. Evitaron sin embargo al otro ejército de no muertos, como si formaran parte del mismo, avanzando silenciosos e inexorables hacia los grupos de vivos. Ivan corrió a reunirse con Aki y el grupo de escolta.
- Malditos cadáveres andantes... - masculló, derribando a uno y aplastando su cabeza de un pisotón.
Se había disfrazado como su contacto en la Marina, Malcolm, adoptando su aspecto. Era un hombre alto de mediana edad, pelirrojo. Si alguien preguntaba podría dar rango y nombre, lo que haría más creíble su tapadera. Además gracias a su polimorfia realmente parecía el auténtico Malcolm y tenía su voz. Crujiéndose los nudillos imitando el hábito que le había visto hacer al marine, se unió a la comitiva observando a la masa de cadáveres que invadían la plaza, en guardia. Si bien simulaba estar listo para defender al grupo y al escoltado, en realidad buscaba con la mirada cadáveres de oficiales marines que pareciesen de alto rango por sus insignias y su atuendo. Le servirían de capitanes en adelante. Y si veía el cadáver de algún revolucionario reconocido o de algún criminal famoso, también. Sólo podía crear cuatro ghouls, así que tenía que elegirlos con cuidado. Fue dando órdenes mentales a los zombies para que, en su errático movimiento, se apartaran cuando necesitaba ver mejor algún punto en concreto, y sus agudos sentidos hicieron el resto. "Los ghouls tienen las mismas capacidades que tenían en vida, así que serán las piezas vitales en el plan. Los zombies son... meros peones."
- Vicealmirante Malcolm. Tengo órdenes de unirme a dar apoyo en la plaza. Veo que vengo en buen momento.
- No olvides la señal. Será el momento en que actuemos.
...
Mientras se acercaban, de acuerdo al plan, Aki salió corriendo alertando sobre la presencia de no muertos. Ivan no perdió tiempo, y desde el momento en que la pelirroja hizo ademán de adelantarse comenzó a ejercer su influencia nigromántica en la zona, con lo que para cuando ella comenzó a caminar ya había alrededor de una docena de zombies entre ellos y la comitiva. Fingió encargarse de los que se le acercaban, tumbándolos a puñetazos, mientras seguía extendiendo su poder sobre la plaza. Esto le requería un gran esfuerzo mental, y si bien no podía sentir cansancio gracias a su akuma, sí que empezaba a sentir algo de extenuación psicológica tras los esfuerzos del día. Sin embargo aquel plan no podía fallar, ¡no fallaría! Imponiendo su voluntad a su momentánea debilidad, siguió extendiendo su poder y pronto cadáveres a lo largo y ancho de toda la plaza comenzaron a levantarse formando una auténtica horda que empezó a sembrar el caos, atacando a marines y revolucionarios por igual, a todos los vivos que se les pusieran a tiro. Evitaron sin embargo al otro ejército de no muertos, como si formaran parte del mismo, avanzando silenciosos e inexorables hacia los grupos de vivos. Ivan corrió a reunirse con Aki y el grupo de escolta.
- Malditos cadáveres andantes... - masculló, derribando a uno y aplastando su cabeza de un pisotón.
Se había disfrazado como su contacto en la Marina, Malcolm, adoptando su aspecto. Era un hombre alto de mediana edad, pelirrojo. Si alguien preguntaba podría dar rango y nombre, lo que haría más creíble su tapadera. Además gracias a su polimorfia realmente parecía el auténtico Malcolm y tenía su voz. Crujiéndose los nudillos imitando el hábito que le había visto hacer al marine, se unió a la comitiva observando a la masa de cadáveres que invadían la plaza, en guardia. Si bien simulaba estar listo para defender al grupo y al escoltado, en realidad buscaba con la mirada cadáveres de oficiales marines que pareciesen de alto rango por sus insignias y su atuendo. Le servirían de capitanes en adelante. Y si veía el cadáver de algún revolucionario reconocido o de algún criminal famoso, también. Sólo podía crear cuatro ghouls, así que tenía que elegirlos con cuidado. Fue dando órdenes mentales a los zombies para que, en su errático movimiento, se apartaran cuando necesitaba ver mejor algún punto en concreto, y sus agudos sentidos hicieron el resto. "Los ghouls tienen las mismas capacidades que tenían en vida, así que serán las piezas vitales en el plan. Los zombies son... meros peones."
- Vicealmirante Malcolm. Tengo órdenes de unirme a dar apoyo en la plaza. Veo que vengo en buen momento.
- resumen:
- Recuerdo del post anterior: Tramar planes malévolos y llegar con Aki a la plaza disfrazado de marine usando mi polimorfia y la capacidad de mi Manto de Sombras de cambiar su aspecto para que parezca una gabardina marine.
En este post concreto más mis acciones en la plaza:
- Coordinar mis acciones con las de Aki y levantar un ejército de no muertos mientras simulo enfrentarme a ellos. La idea es que, para el final del post (y una vez elegidos los cuatro ghouls) levantar a todos los muertos posibles. Como si me da para levantar a todos los de la plaza.
- Presentarme como el Vicealmirante Malcolm, nombre de un marine real al que conocí en un diario y al que he copiado su aspecto con mi polimorfia.
- Intento localizar cuatro cadáveres poderosos para crear cuatro ghouls (mi límite).
*Ghouls: Conservan las capacidades que tenían en vida, y pasan a tener la inmunidades de no muerto. Tienen regeneración como a nivel 1 de tabla.
Bizvan
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Comenzaba a sentirme cansado de llevar puesta la armadura.* Dormir contra mi voluntad fue una forma de descansar, pero aun así es un poco agotador. *decidí regresar la armadura a su forma de brazalete.
Un peso despareció de mis hombros (aunque literalmente se removió de todo mi cuerpo). Mi uniforme se encontraba ligeramente mojado por el sudor, y gotas de este recorrían mi frente. Esa armadura me había salvado en más de una ocasión, pero a diferencia de mi alta compañera, yo no me encontraba acostumbrado a llevarla todo el tiempo.* Quizás deba llevarla puesta mientras entreno para ganar algo de fuerza… Mejor dejo eso para otro día, por ahora debo enfocarme en algo más importante.
Me detuve por un instante para mirar el anillo con piedra preciosa* Ya debo estar cerca. *para este tipo de situaciones agradecía que ese anillo funcionara igual que una vivre card, aunque la verdad tampoco me incomodaba su aspecto.
Mientras buscaba a mi nakama más y más cosas ocurrieron en los alrededores. De entre las más relevantes las voces de más de uno informando la aparición de no muertos. La voz de Al ordenando a los reclutas y heridos que se retiraran del sitio. Nieve, había nieve por alguna razón, y por ultimo pero no menos importante había escuchado a más de un marine mencionar que una criatura había descendido sobre hojas y se había convertido en un árbol… No estaba seguro de hasta qué punto aquello podría ser real, pero considerando todo lo ocurrido en este lugar, todo podía suceder.
Después de unos minutos identifiqué la armadura de mi compañero. No había forma de ver su rostro, pero estaba seguro que poseía un mecanismo donde solo funcionaba con él, aun así la reacción del anillo me corroboró la identidad de la persona dentro de la armadura.
Me acerqué hasta donde se encontraba moviendo mi mano libre para llamar su atención, podría haber gritado pero preferí no gritar su nombre para evitar resultar demasiado.
Verlo andar llevando su armadura era reconfortante, sin embargo no podía descartar que se encontrara herido, en especial después del golpe que debió sufrir.
Cuando me encontrara a su lado le preguntaría si necesitaba mis servicios como médico. Si respondía de manera afirmativa, le sugeriría movernos a un lugar un tanto más apartado para hacer mi trabajo y poder intercambiar información sobre nuestra situación.
Un peso despareció de mis hombros (aunque literalmente se removió de todo mi cuerpo). Mi uniforme se encontraba ligeramente mojado por el sudor, y gotas de este recorrían mi frente. Esa armadura me había salvado en más de una ocasión, pero a diferencia de mi alta compañera, yo no me encontraba acostumbrado a llevarla todo el tiempo.* Quizás deba llevarla puesta mientras entreno para ganar algo de fuerza… Mejor dejo eso para otro día, por ahora debo enfocarme en algo más importante.
Me detuve por un instante para mirar el anillo con piedra preciosa* Ya debo estar cerca. *para este tipo de situaciones agradecía que ese anillo funcionara igual que una vivre card, aunque la verdad tampoco me incomodaba su aspecto.
Mientras buscaba a mi nakama más y más cosas ocurrieron en los alrededores. De entre las más relevantes las voces de más de uno informando la aparición de no muertos. La voz de Al ordenando a los reclutas y heridos que se retiraran del sitio. Nieve, había nieve por alguna razón, y por ultimo pero no menos importante había escuchado a más de un marine mencionar que una criatura había descendido sobre hojas y se había convertido en un árbol… No estaba seguro de hasta qué punto aquello podría ser real, pero considerando todo lo ocurrido en este lugar, todo podía suceder.
Después de unos minutos identifiqué la armadura de mi compañero. No había forma de ver su rostro, pero estaba seguro que poseía un mecanismo donde solo funcionaba con él, aun así la reacción del anillo me corroboró la identidad de la persona dentro de la armadura.
Me acerqué hasta donde se encontraba moviendo mi mano libre para llamar su atención, podría haber gritado pero preferí no gritar su nombre para evitar resultar demasiado.
Verlo andar llevando su armadura era reconfortante, sin embargo no podía descartar que se encontrara herido, en especial después del golpe que debió sufrir.
Cuando me encontrara a su lado le preguntaría si necesitaba mis servicios como médico. Si respondía de manera afirmativa, le sugeriría movernos a un lugar un tanto más apartado para hacer mi trabajo y poder intercambiar información sobre nuestra situación.
- Resumen :
- Pesar en algunas coas sobre los acontecimientos ocurridos. Encontrar a Tobi. Ofrecer mis servicios médicos y proceder a curarlo en caso de ser necesario. Indicarle sobre las cosas que he escuchado o visto, para posteriormente tomar a una decisión sobre nuestros siguientes movimientos.
Slade Wilson. Más de mil millones de berries pesaban sobre su cabeza, más de lo que su antiguo capitán, el hombre encadenado junto a él, había valido nunca. Y, sin embargo, ahí estaba, con total seguridad y confianza, ordenando a Murasaki que no atacase a la comitiva. Blue Rose era la banda con más precio de todo el Nuevo Mundo, y tras los acontecimientos de Definitive Impel Down habían demostrado ser la más peligrosa. No, no eran asesinos como Émile o Mihasy, pero eran tanto o más caóticos que Legan Legim. La posibilidad de que en cualquier momento decidiesen atacar frontalmente al Gobierno era un riesgo tan grande que su casi nula probabilidad no era excusa para tener menos cuidado ante ellos. No obstante, en aquella ocasión, su fe estaba siendo puesta a prueba: Debía confiar en Dexter Black una vez más.
-Gracias- dijo, dirigiéndose al hombre armadura-. Has evitado una pelea innecesaria.
Y entonces, todo sucedió muy deprisa: Por un lado, la presencia de Aki D. Arlia asomó por entre los edificios corriendo despavorida, gritando que había no-muertos en Gray Rock. No le molestaba, y de hecho comprendía, que una chica traviesa quisiese causar el caos en medio de una batalla. Entendía incluso que se hubiese disfrazado de Marine, para dar más credibilidad a sus gritos, pero lo que no entendía era que esperase de verdad que aquello funcionase. Tenía que ser muy estúpida para creer que podía engañarlo de esa manera. O muy inocente. Y si de algo estaba seguro, era de que Aki no era nada inocente.
-Ten cuidado, Kai- serenamente desenvainó la espada, en un meticuloso movimiento que duró exactamente ocho décimas de segundo-. Ésa de ahí es Aki D. Arlia. Y es la culpable de lo que intentaste en Síderos.
Por su parte, se dio la vuelta. No le quedaba más remedio que tener más fe de la que debía, tenía que confiar en que los dos piratas de verdad estuviesen intentando ayudar. ¿Podía hacerlo? No tenía respuesta. Lo que sí sabía era que, si no lo hacía, había más enemigos de los que podría abarcar.
-Mura- le lanzó la cadena que mantenía cautivo al prisionero-. Confío en ti para llevar a Legim ante su destino. Aseguraos de que sea indolora, por favor.
Aquel plan era indudablemente muy agudo. Bueno, lo habría sido si Al no escuchara todas las voces tal y como eran. Aki ejercía de cebo, y el vicealmirante que peleaba contra los no-muertos hacía un gran papel machacando sus cabezas para acercarse a ellos. Ahí ya no tenía claro si se trataba de una ilusión, una transformación o, simplemente, un Marine traidor. Lo que tenía muy claro era que sólo conocía una persona capaz de crear esa clase de seres. Había trabajado ya para el Gobierno Mundial antes, y su reciente deserción se había convertido en una bomba que había sonado en las mentes de incluso los más novatos... Un momento. ¡No! Conocía a dos personas que podían hacer eso. Pero Derian estaba muerto. Sólo podía ser una:
-Katharina Von Steinhel- instó, dando dos pasos hacia el pelirrojo con actitud amenazante-. Quedas detenida por los delitos de deserción, usurpación de identidad de quienquiera que te hayas disfrazado y por brujería. Sobre todo por brujería. Esto es una guarrada.
Señaló con la mano libre el cadáver al que acababa de pisar la cabeza. Sus brazos y piernas aún se movían, sin saber hacia dónde ir. Sus sesos desparramados, un ojo que había rodado casi hasta sus zapatos y fragmentos de hueso manchados con sangre ya coagulada. ¿De verdad le parecía normal? ¿Y con qué objetivo? Porque aparte de dar mucha grima... ¡Claro! Intentaban redimirse de sus pecados salvándolos de una horda de no muertos. Pero aquella no era la manera. El Gobierno Mundial no funcionaba así.
-Señoritas- terminó diciendo, sin bajar la espada-. Si queréis que vuestros crímenes sean perdonados, fingir un ataque zombie no es la solución. Podríais haber matado a Legim y arruinar toda la planificación de hoy. En fin, entregaos pacíficamente y os prometo un juicio justo.
-Gracias- dijo, dirigiéndose al hombre armadura-. Has evitado una pelea innecesaria.
Y entonces, todo sucedió muy deprisa: Por un lado, la presencia de Aki D. Arlia asomó por entre los edificios corriendo despavorida, gritando que había no-muertos en Gray Rock. No le molestaba, y de hecho comprendía, que una chica traviesa quisiese causar el caos en medio de una batalla. Entendía incluso que se hubiese disfrazado de Marine, para dar más credibilidad a sus gritos, pero lo que no entendía era que esperase de verdad que aquello funcionase. Tenía que ser muy estúpida para creer que podía engañarlo de esa manera. O muy inocente. Y si de algo estaba seguro, era de que Aki no era nada inocente.
-Ten cuidado, Kai- serenamente desenvainó la espada, en un meticuloso movimiento que duró exactamente ocho décimas de segundo-. Ésa de ahí es Aki D. Arlia. Y es la culpable de lo que intentaste en Síderos.
Por su parte, se dio la vuelta. No le quedaba más remedio que tener más fe de la que debía, tenía que confiar en que los dos piratas de verdad estuviesen intentando ayudar. ¿Podía hacerlo? No tenía respuesta. Lo que sí sabía era que, si no lo hacía, había más enemigos de los que podría abarcar.
-Mura- le lanzó la cadena que mantenía cautivo al prisionero-. Confío en ti para llevar a Legim ante su destino. Aseguraos de que sea indolora, por favor.
Aquel plan era indudablemente muy agudo. Bueno, lo habría sido si Al no escuchara todas las voces tal y como eran. Aki ejercía de cebo, y el vicealmirante que peleaba contra los no-muertos hacía un gran papel machacando sus cabezas para acercarse a ellos. Ahí ya no tenía claro si se trataba de una ilusión, una transformación o, simplemente, un Marine traidor. Lo que tenía muy claro era que sólo conocía una persona capaz de crear esa clase de seres. Había trabajado ya para el Gobierno Mundial antes, y su reciente deserción se había convertido en una bomba que había sonado en las mentes de incluso los más novatos... Un momento. ¡No! Conocía a dos personas que podían hacer eso. Pero Derian estaba muerto. Sólo podía ser una:
-Katharina Von Steinhel- instó, dando dos pasos hacia el pelirrojo con actitud amenazante-. Quedas detenida por los delitos de deserción, usurpación de identidad de quienquiera que te hayas disfrazado y por brujería. Sobre todo por brujería. Esto es una guarrada.
Señaló con la mano libre el cadáver al que acababa de pisar la cabeza. Sus brazos y piernas aún se movían, sin saber hacia dónde ir. Sus sesos desparramados, un ojo que había rodado casi hasta sus zapatos y fragmentos de hueso manchados con sangre ya coagulada. ¿De verdad le parecía normal? ¿Y con qué objetivo? Porque aparte de dar mucha grima... ¡Claro! Intentaban redimirse de sus pecados salvándolos de una horda de no muertos. Pero aquella no era la manera. El Gobierno Mundial no funcionaba así.
-Señoritas- terminó diciendo, sin bajar la espada-. Si queréis que vuestros crímenes sean perdonados, fingir un ataque zombie no es la solución. Podríais haber matado a Legim y arruinar toda la planificación de hoy. En fin, entregaos pacíficamente y os prometo un juicio justo.
- Resumen:
- Confundir a Ivan con Katharina, pues es la única deducción lógica. Pedir a Mura que lleve a Legim al patíbulo. Avisar a Kai de que Aki puede convertirlo en una maricona mala otra vez. Rezar para que no haya que pelear, porque no puedo golpear a mujeres.
- Cosas:
- La voz que grita: Al puede escuchar cualquier presencia en cualquier momento, independientemente de los mecanismos para ocultarla que se utilicen.
Sentidos definitivos III: Cuando Al contempla una presencia la ve tal cual es, además de detectar naturalmente su alineamiento y su mayor miedo. Activamente, Al puede usar con normalidad su Haki de observación para sustituir o mejorar sus sentidos.
Tier 10 Empatía: Con concentración intensa (no puede realizar ninguna otra acción durante ese asalto), puede leer pensamientos superficiales de una persona (los que esté pensando en ese momento). Puede leer rasgos profundos de la personalidad de todas las personas en un rango de cincuenta metros concentrándose, y rasgos superficiales sin siquiera hacerlo.
Maki
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Acta de la vigesimotercera reunión de emergencia interAugustus.
Día: Desconocido.
Hora: Desconocida.
Ubicación: Cerebro de Maki. Sala de conferencias C.
Levanta acta: Maki Fobias
No deberíamos hacer esto. El hielo es peligroso, el hielo es mortal. Andas por él y entonces te resbalas porque está mojado y te caes. Y caerse en el hielo es peligroso, caerse en el hielo es mortal. Puedes irte de morros y que se te quede la boca pegada por el frío, o de espaldas y abrirte la cabeza porque está muy duro. No, esto no es buena idea. Será mejor olvidarnos de todo esto y...
Un momento, ¿qué está pasando? La luz azul se ha encendido. ¿Ahora? No me lo puedo creer. Está naciendo un nuevo Maki, una nueva faceta completamente nueva. Una nube de humo sale de la habitación donde nacen los Makis. Espero que no estropee los sandwiches, que también los guardamos ahí.
El nuevo Maki es algo que no me esperaba. Da miedo. Dice que va a caminar por el hielo, que atravesará el suelo helado para cumplir la misión de la Revolución. ¿Acaso el Maki original está tan decidido que ha creado un nuevo él? O un nuevo yo, esto es un poco confuso a veces.
Maki On-Ice apoyó las manos en el frío hielo y se aupó para salir del agua. Frente a él se extendía un largo terreno blanco plagado de gente tirada por ahí, de trozos de barcos, de barcos enteros y de trozos de gente tirada por ahí. Más allá estaba la isla, enorme y rocosa como una montaña.
El primer paso fue el más difícil. Se resbaló y cayó de rodillas, con lo que tuvo que contener un ataque de pánico. "Poco a poco, Augustus", se dijo. Era la primera vez que se atrevía a caminar sobre el hielo, superando su totalmente razonable fobia a resbalarse y morir, y lo hacía solo porque era su misión. Estaba demostrándole al mundo que tenía la determinación necesaria para ser un líder. Ojalá hubiese alguien allí para verlo aparte de Rudy.
Se levantó de nuevo y trató de mantener el equilibrio. Dio un segundo y pasó y esta vez se fue de bruces. ¿Por qué resbalaba tanto? Solo un dios cruel crearía un material semejante. Pero no se rendiría. Se levantó otra vez y respiró hondo. No podía permitirse perder el tiempo cayendo una y otra vez, así que hizo lo que nunca pensó que haría: patinar.
Sus zapatos resbalaban perfectamente en esa cosa blanca. Ganaba metro tras metro con facilidad, dejando que el hielo prácticamente le llevara solo. Resultó que tenía talento natural. En su cabeza sonaba una musiquita que le guiaba entre la pista de patinaje en que se había convertido el mundo. Pasaba suavemente entre los ocasionales agujeros, saltaba por encima de la gente que dormía y se permitía alguna que otra pirueta. Daba vueltas sobre sí mismo en el aire, levantaba una pierna y se inclinaba hasta quedar en paralelo al suelo sin dejar de deslizarse con gracilidad y estilo. Maki había descubierto una nueva afición, un nuevo talento que desconocía que tenía. Un nuevo Augustus había nacido, un nuevo Augustus que ya jamás temería al hielo. Los días en que el miedo a...
Crac. Otro crac, mucho más fuerte que el anterior, y entonces el hielo se rompió y Maki cayó al agua de repente.
-¡No, lo sabía! ¡Oh, mundo cruel, ¿por qué a mí?!
Le llevó un buen rato de chapoteos darse cuenta de que no había resbalado, sino que se había caído al agua. Un rato más tarde recordó que podía nadar y respirar bajo el agua, así que se calmó un poco.
Vale, al demonio con el hielo. Había cometido un error por darle una oportunidad. Maki On-Ice debía estar muriéndose en ese momento en la Cámara de los Makis, porque él no tenía intención alguna de volver a pisar nada blanco y frío. Sería mejor nadar hasta la isla y dejarse de experimentos.
Día: Desconocido.
Hora: Desconocida.
Ubicación: Cerebro de Maki. Sala de conferencias C.
Levanta acta: Maki Fobias
No deberíamos hacer esto. El hielo es peligroso, el hielo es mortal. Andas por él y entonces te resbalas porque está mojado y te caes. Y caerse en el hielo es peligroso, caerse en el hielo es mortal. Puedes irte de morros y que se te quede la boca pegada por el frío, o de espaldas y abrirte la cabeza porque está muy duro. No, esto no es buena idea. Será mejor olvidarnos de todo esto y...
Un momento, ¿qué está pasando? La luz azul se ha encendido. ¿Ahora? No me lo puedo creer. Está naciendo un nuevo Maki, una nueva faceta completamente nueva. Una nube de humo sale de la habitación donde nacen los Makis. Espero que no estropee los sandwiches, que también los guardamos ahí.
El nuevo Maki es algo que no me esperaba. Da miedo. Dice que va a caminar por el hielo, que atravesará el suelo helado para cumplir la misión de la Revolución. ¿Acaso el Maki original está tan decidido que ha creado un nuevo él? O un nuevo yo, esto es un poco confuso a veces.
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Maki On-Ice apoyó las manos en el frío hielo y se aupó para salir del agua. Frente a él se extendía un largo terreno blanco plagado de gente tirada por ahí, de trozos de barcos, de barcos enteros y de trozos de gente tirada por ahí. Más allá estaba la isla, enorme y rocosa como una montaña.
El primer paso fue el más difícil. Se resbaló y cayó de rodillas, con lo que tuvo que contener un ataque de pánico. "Poco a poco, Augustus", se dijo. Era la primera vez que se atrevía a caminar sobre el hielo, superando su totalmente razonable fobia a resbalarse y morir, y lo hacía solo porque era su misión. Estaba demostrándole al mundo que tenía la determinación necesaria para ser un líder. Ojalá hubiese alguien allí para verlo aparte de Rudy.
Se levantó de nuevo y trató de mantener el equilibrio. Dio un segundo y pasó y esta vez se fue de bruces. ¿Por qué resbalaba tanto? Solo un dios cruel crearía un material semejante. Pero no se rendiría. Se levantó otra vez y respiró hondo. No podía permitirse perder el tiempo cayendo una y otra vez, así que hizo lo que nunca pensó que haría: patinar.
Sus zapatos resbalaban perfectamente en esa cosa blanca. Ganaba metro tras metro con facilidad, dejando que el hielo prácticamente le llevara solo. Resultó que tenía talento natural. En su cabeza sonaba una musiquita que le guiaba entre la pista de patinaje en que se había convertido el mundo. Pasaba suavemente entre los ocasionales agujeros, saltaba por encima de la gente que dormía y se permitía alguna que otra pirueta. Daba vueltas sobre sí mismo en el aire, levantaba una pierna y se inclinaba hasta quedar en paralelo al suelo sin dejar de deslizarse con gracilidad y estilo. Maki había descubierto una nueva afición, un nuevo talento que desconocía que tenía. Un nuevo Augustus había nacido, un nuevo Augustus que ya jamás temería al hielo. Los días en que el miedo a...
Crac. Otro crac, mucho más fuerte que el anterior, y entonces el hielo se rompió y Maki cayó al agua de repente.
-¡No, lo sabía! ¡Oh, mundo cruel, ¿por qué a mí?!
Le llevó un buen rato de chapoteos darse cuenta de que no había resbalado, sino que se había caído al agua. Un rato más tarde recordó que podía nadar y respirar bajo el agua, así que se calmó un poco.
Vale, al demonio con el hielo. Había cometido un error por darle una oportunidad. Maki On-Ice debía estar muriéndose en ese momento en la Cámara de los Makis, porque él no tenía intención alguna de volver a pisar nada blanco y frío. Sería mejor nadar hasta la isla y dejarse de experimentos.
- Resumen:
- Patinar un rato, caerse al agua y seguir nadando hasta la isla
Lily Morgan
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La maquinaria emite un sonido estridente que obliga a uno de los operarios a buscar cascos para todos. Parece que el amasijo de metal está cediendo en parte, pero cada vez se está ralentizando más la maniobra. Además de que el cansancio nos está pasando factura a todos. Uno de los jefes técnicos levanta la mano para indicar que hagamos un alto.
–Suficiente. –alza la voz una vez se ha detenido la maniobra por completo. –Vaciaremos el polvorín y trasladaremos la munición a un lugar seguro. Cualquier error no calculado puede provocar que salgamos despedidos por los aires.
Sigo de cerca a mis compañeros, por el camino trato de desentumecer los músculos estirándolos un poco. Jamás había estado en un buque de estas dimensiones, su estructura impresiona a la par que sus recubrimientos. Cuando llegamos a la santabárbara nos coordinamos para entrar en fila de tal forma que quede el espacio suficiente con el que no nos estorbemos.
En primer lugar, nos coordinamos para trasladar las cajas que ya están abiertas. Puesto que la carga queda más expuesta y cualquier despiste podría promover su ignición. Las rellenamos con virutas para luego proceder a taparlas, con ello pretendemos mejorar la capacidad de absorción de humedad y que los cartuchos se mantengan en un ambiente más estable. En segundo lugar se mueven las que no se han abierto y que, por tanto, ya están herméticamente cerradas. Me coloco el equipo de protección, máscara y guantes, para trasladar el cargamento que contiene los proyectiles de plomo. El objetivo es llevarlas hasta un lugar seguro bajo cubierta y quede restringido el acceso al cuerpo de artillería.
Me pregunto por qué guardarían tanta munición en el mismo lugar. Entiendo que la prioridad es ejecutar los disparos con la mayor celeridad, pero es sencillo que bajo presión un cálculo salga mal y el resultado que conlleva esa acción, es imposible que no haga “boom”.
–Perdone, señor. –me dirijo con respeto hacia mi superior– Estaba pensando en que quizás sería buena idea que, una vez terminada la maniobra de reparación, en la santabárbara tan solo se almacene munición como para 10–15 asaltos. Conforme esté a punto de agotarse, el cuerpo de artillería podría ir reponiéndola. De esta manera ganaríamos en…
Por unos segundos el único sonido que se escucha es el de mi voz. Mis hombros se tensan debido a la atención que estoy captando entre mis compañeros, por lo que me veo obligada a apretar con fuerza mis puños. Es como si la lengua se volviese pastosa, seca, la respiración pesada y el pulso frenético. Hasta ahora no me he detenido en pensar concienzudamente qué les iba diciendo a cada uno de mis superiores, la urgencia del momento hacía que lanzarse a hablar con otros fuese sencillo. Incluso en grupo… Tengo que seguir hablando, sus caras no mirarán hacia otro lado hasta que termine lo que he empezado a decir. Tomo aire con cierta dificultad hasta que la palabra en la que me he bloqueado estalla de mi boca.
–…control. P-por un lado, conseguimos que de un accidente no salgamos todos volando por los aires. Por otro, que no todo el mundo tenga acceso a la munición. Quizás que se dediquen al traslado una o dos personas y así, el nuevo lugar, siempre estará vigilado por alguien de confianza.
“Salvar revolucionarios ¿eh? Si la torreta está lista, verás cómo saltan y no creo que sea precisamente de alegría”.
Un pensamiento intrusivo se apodera del control de mi mente evocando al mal presentimiento que ya sentía antes de llegar al buque acorazado. Me disculpo para evitar que las miradas del resto de mis compañeros se posen sobre mi figura de forma incómoda. Si tan solo pudiésemos proteger o proporcionar una vía de escape a los revolucionarios que han acudido a tierra y que se han visto superados en fuerza o número... Tengo que seguir con esto, sea como sea, si dejo que me atrapen más pensamientos como este, haré una locura. Lo sé.
Encamino mis pasos con celeridad hacia la plataforma rotativa de nuevo. Algunos de los técnicos que han terminado antes su turno en el traslado de la pólvora, han vuelto para continuar desincrustando los posibles trozos de metal sobrantes. Les ayudo a engrasar la maquinaria y retirar lo que pueda quedar pendiente para restablecer el funcionamiento de la torreta.
–Suficiente. –alza la voz una vez se ha detenido la maniobra por completo. –Vaciaremos el polvorín y trasladaremos la munición a un lugar seguro. Cualquier error no calculado puede provocar que salgamos despedidos por los aires.
Sigo de cerca a mis compañeros, por el camino trato de desentumecer los músculos estirándolos un poco. Jamás había estado en un buque de estas dimensiones, su estructura impresiona a la par que sus recubrimientos. Cuando llegamos a la santabárbara nos coordinamos para entrar en fila de tal forma que quede el espacio suficiente con el que no nos estorbemos.
En primer lugar, nos coordinamos para trasladar las cajas que ya están abiertas. Puesto que la carga queda más expuesta y cualquier despiste podría promover su ignición. Las rellenamos con virutas para luego proceder a taparlas, con ello pretendemos mejorar la capacidad de absorción de humedad y que los cartuchos se mantengan en un ambiente más estable. En segundo lugar se mueven las que no se han abierto y que, por tanto, ya están herméticamente cerradas. Me coloco el equipo de protección, máscara y guantes, para trasladar el cargamento que contiene los proyectiles de plomo. El objetivo es llevarlas hasta un lugar seguro bajo cubierta y quede restringido el acceso al cuerpo de artillería.
Me pregunto por qué guardarían tanta munición en el mismo lugar. Entiendo que la prioridad es ejecutar los disparos con la mayor celeridad, pero es sencillo que bajo presión un cálculo salga mal y el resultado que conlleva esa acción, es imposible que no haga “boom”.
–Perdone, señor. –me dirijo con respeto hacia mi superior– Estaba pensando en que quizás sería buena idea que, una vez terminada la maniobra de reparación, en la santabárbara tan solo se almacene munición como para 10–15 asaltos. Conforme esté a punto de agotarse, el cuerpo de artillería podría ir reponiéndola. De esta manera ganaríamos en…
Por unos segundos el único sonido que se escucha es el de mi voz. Mis hombros se tensan debido a la atención que estoy captando entre mis compañeros, por lo que me veo obligada a apretar con fuerza mis puños. Es como si la lengua se volviese pastosa, seca, la respiración pesada y el pulso frenético. Hasta ahora no me he detenido en pensar concienzudamente qué les iba diciendo a cada uno de mis superiores, la urgencia del momento hacía que lanzarse a hablar con otros fuese sencillo. Incluso en grupo… Tengo que seguir hablando, sus caras no mirarán hacia otro lado hasta que termine lo que he empezado a decir. Tomo aire con cierta dificultad hasta que la palabra en la que me he bloqueado estalla de mi boca.
–…control. P-por un lado, conseguimos que de un accidente no salgamos todos volando por los aires. Por otro, que no todo el mundo tenga acceso a la munición. Quizás que se dediquen al traslado una o dos personas y así, el nuevo lugar, siempre estará vigilado por alguien de confianza.
“Salvar revolucionarios ¿eh? Si la torreta está lista, verás cómo saltan y no creo que sea precisamente de alegría”.
Un pensamiento intrusivo se apodera del control de mi mente evocando al mal presentimiento que ya sentía antes de llegar al buque acorazado. Me disculpo para evitar que las miradas del resto de mis compañeros se posen sobre mi figura de forma incómoda. Si tan solo pudiésemos proteger o proporcionar una vía de escape a los revolucionarios que han acudido a tierra y que se han visto superados en fuerza o número... Tengo que seguir con esto, sea como sea, si dejo que me atrapen más pensamientos como este, haré una locura. Lo sé.
Encamino mis pasos con celeridad hacia la plataforma rotativa de nuevo. Algunos de los técnicos que han terminado antes su turno en el traslado de la pólvora, han vuelto para continuar desincrustando los posibles trozos de metal sobrantes. Les ayudo a engrasar la maquinaria y retirar lo que pueda quedar pendiente para restablecer el funcionamiento de la torreta.
- Resumen:
- -Trasladar la munición del polvorín a una zona bajo cubierta de acceso restringido.
-Proponer que cuando se restaure la torreta en la santabárbara no se almacene toda la munición junta, ya que un error podría hacer saltar el barco. Como ahora está almacenada en otro lugar, que se vayan haciendo turnos entre los artilleros para transportarla según la necesidad y de paso que siempre esté vigilado el lugar.
-Regresar a la plataforma giratoria para ayudar con el mantenimiento para la puesta a punto de la torreta.
Dretch
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Su batalla estaba a punto de empezar, podía apreciarlo en las caras tensas de los marineros que ahora se posicionaban estratégicamente junto a la borda de estribor. Dretch comenzó a sentir un cosquilleo en los dedos de sus manos, como el roce de un aliento. Había soñado con aquel momento. Todos los grandes héroes de la historia se habían alzado victoriosos en una gran guerra y, con el paso de los años, alguien finalmente había reconocido sus hazañas. Aunque, en sus sueños se veía así mismo como alguien dotado de la suficiencia de hacerse cargo cualquier contratiempo, a la hora de la verdad, no se veía así en absoluto.
Ahora tenía los ojos abiertos y el hormigueo de sus manos había comenzado a ir en in crescendo. No podía decirse que se encontrase precisamente cómodo ¿Nervioso? ¿Él? ¿Por una simple escaramuza contra unos piratas? La misma idea le resultaba tan ridícula que en seguida la desestimo, sin embargo, el cosquilleo persistía.
“¿Por qué te asusta tanto cumplir con tu labor?” – escuchó la voz tan cercana como el cosquilleo, veraz, aunque ni la voz ni el cosquilleo pertenecían a una persona de carne y hueso. Una voz que no recordaba haber olvidado como la espuma en la resaca de una ola, rozando el borde de la consciencia antes de desvanecerse. Por algún motivo que no podía comprender, ante aquella situación de estrés, su subconsciente había evocado la voz de Sasha, su novia muerta – “¿De qué tienes miedo? ¿Es esto lo que querías? Nada puede ser solucionado refrenándose”
“No, no es esto lo que quiero, tienes razón ¿En que estaba pensando al meterme en esta guerra? Si dejo que el miedo juegue conmigo de esta manera todo habrá sido para nada”
Aunque sabía que se trataba tan solo de su subconsciente, animado por aquella voz se puso en pie. En ese momento estallaron los gritos. Voces roncas se sucedían de babor a estribor, el crujido de maderos rotos como un chasquido de huesos. No demasiado lejos de su posición, una mole de acero y madera hizo aparición. Más que una embarcación bien podría calificarse como un edificio propiamente dicho. No se parecía a nada que el agente hubiera vista durante todos sus años de servicio. Pero, dejando a un lado la escala de aquella aberración naval, entre el estruendo propio de la guerra, una voz enlatada se alzó sobre el barullo general. Sin embargo, no provenía del propio navío, sino que la voz parecía provenir desde varios puntos a lo largo y ancho de la flota pirata, puede que incluso también desde el propio barco de Bob.
Dretch no se consideraba una mente brillante, sin embargo, sabía que si los piratas se hacían con la ventaja marítima… Las cosas podían irse demasiado de las manos si todas aquellas tripulaciones desembarcaban impunemente en la costa y se unían al asalto terrestre. Si aquel castillo flotante era algo parecido a un buque insignia para la flota pirata, merecía la pena correr el riesgo de retenerlo tanto como les fuera posible para que no pudiera suponer una ventaja real. Dretch cerró sus manos sobre sus agujas casi instintivamente, dejando que el hormigueo fuera disipándose; buscando con la mirada, sorprendentemente tranquilo, tanto a Kaori como a Eric, ya que habían elegido un bando y estaban obligados a luchar, al menos lo harían contra un objetivo que bien les mereciera algún reconocimiento.
- Los de arriba no sabe que estamos aquí, que carecemos de órdenes y peor aún, que nos hemos escaqueado de la defensa de la Roca. Lo único que esa escoria necesita para salirse con la suya es que los tipos buenos no hagamos nada ¡No les daremos el lujo! – les arengó mientras señalaba al cielo con su dedo índice – Kaori, conviértete en las piernas de Eric, y trata por todos los medios que nadie le ponga las manos encima; Eric, termina lo que empezaste en Marineford, esta vez no hay árbitros ni reglas que te impidan ser tú mismo ¡Prestad atención y atacad en cuanto veías una apertura! ¡Nadie recuerda a los que no se la juegan!
Flexionó sus rodillas y, valiéndose de las artes secretas del rokushiki, realizó un enérgico salto con el que se elevó varios metros sobre la cubierta del barco de Bob. Y, casi como de una coreografía ensayada se tratará, comenzó a realizar rítmicos pasos sobre el aire. Estaba tan concentrado en su objetivo que apenas era consciente del ritmo al que “caminaba” sobre el aire, tanto que incluso sus pasos se convertían en zancadas y las zancadas en saltos de varios metros. Se apresuró tanto para llegar cuanto antes aaquel enorme castillo flotante, que el resto de navíos pasaban volando a su espada como una colección de sueños. Para cuando logró alcanzar el navío, trató de situarse entre los cañones de este y la flota de acorazados expandiendo sus brazos como gesto protector, mientras daba graciosos saltitos para mantenerse en el aire.
- ¡Tú, bastardo enlatado! ¡Cierra el pico! ¡Ya hemos tenido suficiente de esto! – exclamó haciendo alusión al clima de caos que se respiraba a su alrededor. Por lo arrogante de sus palabras había supuesto que la voz que había escuchado era la de uno de los cabecillas de aquella alianza, pero aquello ya no era cuestión de bandos u organizaciones ¿Qué clase de psicópata lanzaba a los brazos de la muerte a tantas personas? Le importaba bastante poco cuales fueran sus motivaciones u objetivos, eran precisamente las personas como aquel tipo, las pocas que conseguían sacarlo de sus casillas – ¡No me importa quien seas! ¡Pero no somos la clase de organización con la que puedas jugar! ¡Tú le has arrebatado todo a mucha gente durante el día de hoy! ¡Los has destruido! ¡Ahora es tu turno! – gritó fuera de sí.
Ahora tenía los ojos abiertos y el hormigueo de sus manos había comenzado a ir en in crescendo. No podía decirse que se encontrase precisamente cómodo ¿Nervioso? ¿Él? ¿Por una simple escaramuza contra unos piratas? La misma idea le resultaba tan ridícula que en seguida la desestimo, sin embargo, el cosquilleo persistía.
“¿Por qué te asusta tanto cumplir con tu labor?” – escuchó la voz tan cercana como el cosquilleo, veraz, aunque ni la voz ni el cosquilleo pertenecían a una persona de carne y hueso. Una voz que no recordaba haber olvidado como la espuma en la resaca de una ola, rozando el borde de la consciencia antes de desvanecerse. Por algún motivo que no podía comprender, ante aquella situación de estrés, su subconsciente había evocado la voz de Sasha, su novia muerta – “¿De qué tienes miedo? ¿Es esto lo que querías? Nada puede ser solucionado refrenándose”
“No, no es esto lo que quiero, tienes razón ¿En que estaba pensando al meterme en esta guerra? Si dejo que el miedo juegue conmigo de esta manera todo habrá sido para nada”
Aunque sabía que se trataba tan solo de su subconsciente, animado por aquella voz se puso en pie. En ese momento estallaron los gritos. Voces roncas se sucedían de babor a estribor, el crujido de maderos rotos como un chasquido de huesos. No demasiado lejos de su posición, una mole de acero y madera hizo aparición. Más que una embarcación bien podría calificarse como un edificio propiamente dicho. No se parecía a nada que el agente hubiera vista durante todos sus años de servicio. Pero, dejando a un lado la escala de aquella aberración naval, entre el estruendo propio de la guerra, una voz enlatada se alzó sobre el barullo general. Sin embargo, no provenía del propio navío, sino que la voz parecía provenir desde varios puntos a lo largo y ancho de la flota pirata, puede que incluso también desde el propio barco de Bob.
Dretch no se consideraba una mente brillante, sin embargo, sabía que si los piratas se hacían con la ventaja marítima… Las cosas podían irse demasiado de las manos si todas aquellas tripulaciones desembarcaban impunemente en la costa y se unían al asalto terrestre. Si aquel castillo flotante era algo parecido a un buque insignia para la flota pirata, merecía la pena correr el riesgo de retenerlo tanto como les fuera posible para que no pudiera suponer una ventaja real. Dretch cerró sus manos sobre sus agujas casi instintivamente, dejando que el hormigueo fuera disipándose; buscando con la mirada, sorprendentemente tranquilo, tanto a Kaori como a Eric, ya que habían elegido un bando y estaban obligados a luchar, al menos lo harían contra un objetivo que bien les mereciera algún reconocimiento.
- Los de arriba no sabe que estamos aquí, que carecemos de órdenes y peor aún, que nos hemos escaqueado de la defensa de la Roca. Lo único que esa escoria necesita para salirse con la suya es que los tipos buenos no hagamos nada ¡No les daremos el lujo! – les arengó mientras señalaba al cielo con su dedo índice – Kaori, conviértete en las piernas de Eric, y trata por todos los medios que nadie le ponga las manos encima; Eric, termina lo que empezaste en Marineford, esta vez no hay árbitros ni reglas que te impidan ser tú mismo ¡Prestad atención y atacad en cuanto veías una apertura! ¡Nadie recuerda a los que no se la juegan!
Flexionó sus rodillas y, valiéndose de las artes secretas del rokushiki, realizó un enérgico salto con el que se elevó varios metros sobre la cubierta del barco de Bob. Y, casi como de una coreografía ensayada se tratará, comenzó a realizar rítmicos pasos sobre el aire. Estaba tan concentrado en su objetivo que apenas era consciente del ritmo al que “caminaba” sobre el aire, tanto que incluso sus pasos se convertían en zancadas y las zancadas en saltos de varios metros. Se apresuró tanto para llegar cuanto antes aaquel enorme castillo flotante, que el resto de navíos pasaban volando a su espada como una colección de sueños. Para cuando logró alcanzar el navío, trató de situarse entre los cañones de este y la flota de acorazados expandiendo sus brazos como gesto protector, mientras daba graciosos saltitos para mantenerse en el aire.
- ¡Tú, bastardo enlatado! ¡Cierra el pico! ¡Ya hemos tenido suficiente de esto! – exclamó haciendo alusión al clima de caos que se respiraba a su alrededor. Por lo arrogante de sus palabras había supuesto que la voz que había escuchado era la de uno de los cabecillas de aquella alianza, pero aquello ya no era cuestión de bandos u organizaciones ¿Qué clase de psicópata lanzaba a los brazos de la muerte a tantas personas? Le importaba bastante poco cuales fueran sus motivaciones u objetivos, eran precisamente las personas como aquel tipo, las pocas que conseguían sacarlo de sus casillas – ¡No me importa quien seas! ¡Pero no somos la clase de organización con la que puedas jugar! ¡Tú le has arrebatado todo a mucha gente durante el día de hoy! ¡Los has destruido! ¡Ahora es tu turno! – gritó fuera de sí.
- resumen:
- Cargarse de miedo en el momento de la verdad porque no es un héroe.
- Tragarse el miedo y obligarse a ser útil.
- Esbozar un plan para darles órdenes a Eric y Kaori de abandonar a Bob (te echaremos de menos, Bob 4life)
- Usar el Geppo para ir hasta el barco donde supuestamente se encuentra Viktor e interponerse en la línea de tiro de los cañones mientras le da la chapa.
- Cargarse de miedo en el momento de la verdad porque no es un héroe.
El choque contra el montón de colchones amortiguó completamente la caída, y desde luego era mejor idea que el crear un trampolín. De todas formas, aunque hubiese salido indemne del impacto, el pirata se hallaba mareado, y toda la cabeza le daba vueltas. Se llevó la mano a la cabeza justo cuando empezó a desvanecerse la visión doble, y se fijó en que se hallaba sano y salvo en un barco. Hizo desaparecer todos los colchones sin pensar en la pequeña caída que tendría que soportar su trasero. Su cabeza no podía procesar tanto, así que su culo impactó contra la madera. Mientras él fijaba toda su atención en el leve dolor que sentía ahí, no se dio cuenta de que estaba rodeado de personas.
– Joder… me duele el culo.
– ¡Qué escándalo! – escuchó el pirata como cuatro voces al unísono gritaban.
– ¿Eh? – alzó una ceja y miró a su alrededor, contemplando como un montón de mujeres le observaban con la espada alzada. – ¿Hace mucho rato que estáis aquí?
Lentamente, y sin alarmarse ni una pizca, el pelinegro se levantó aún con dolor de trasero. Echó un vistazo a todas aquellas que hacían un círculo alrededor de él, y concretamente acabó por fijarse en una pequeña niña pelirroja con una capa blanca y distintos galones.
– No es por alarmaros, chicas, pero… mirad. – señaló a la retaca. – Se os ha colado una enana en el barco. Bueno, una enana y un hombre. – de prontó, empezó a darse cuenta de lo que estaba sucediendo. – Oh… ¿eso es la gaviota de los Marine? – tragó saliva de tal forma que todas le observasen hacerlo, para que pensasen que tenía miedo de ellas… o algo así. – Esto es un poco violento, la verdad. Veréis… me he dejado el uniforme en casa. – antes de que nadie hablase, interrumpió a todo aquel que hiciese el amago de hablar. – ¡Pero no os preocupéis! He avisado a uno capitanes y me ha dicho que no hay problema. Espero que no os moleste mi intrusión, pero me han dado con un… cañonazo, si. Y claro, no veáis lo que agradezco que hubieseis puesto esos colchones ahí. ¡Por cierto! Me llamo Esteban, un placer.
Realmente, el ladrón se aburría mucho en aquella batalla. Quería divertirse un poco viendo si sus intentos de mentiras funcionaban con aquellas mujeres, cosa que dudaba bastante, pero que valdría la pena para entretener un tiempo al pelinegro. No obstante, sabía perfectamente donde se hallaba y lo que seguramente acabaría pasando. Por ello, no quitó la vista a ningún atacante potencial. Todas ellas tenían sus espadas a mano, y podían atacar en cualquier momento. Yuu tenía claro una cosa, si alguna de ellas atacaba, su poco creíble tapadera se desvanecería y tendría que pasar a la acción. Eran muchas personas, pero el ladrón tenía demasiada confianza en sí mismo como para asustarse si quiera de un puñado de marines. Si luchó contra un dragón sin siquiera pestañear, ¿por qué iba a hacerlo esta vez?
– Joder… me duele el culo.
– ¡Qué escándalo! – escuchó el pirata como cuatro voces al unísono gritaban.
– ¿Eh? – alzó una ceja y miró a su alrededor, contemplando como un montón de mujeres le observaban con la espada alzada. – ¿Hace mucho rato que estáis aquí?
Lentamente, y sin alarmarse ni una pizca, el pelinegro se levantó aún con dolor de trasero. Echó un vistazo a todas aquellas que hacían un círculo alrededor de él, y concretamente acabó por fijarse en una pequeña niña pelirroja con una capa blanca y distintos galones.
– No es por alarmaros, chicas, pero… mirad. – señaló a la retaca. – Se os ha colado una enana en el barco. Bueno, una enana y un hombre. – de prontó, empezó a darse cuenta de lo que estaba sucediendo. – Oh… ¿eso es la gaviota de los Marine? – tragó saliva de tal forma que todas le observasen hacerlo, para que pensasen que tenía miedo de ellas… o algo así. – Esto es un poco violento, la verdad. Veréis… me he dejado el uniforme en casa. – antes de que nadie hablase, interrumpió a todo aquel que hiciese el amago de hablar. – ¡Pero no os preocupéis! He avisado a uno capitanes y me ha dicho que no hay problema. Espero que no os moleste mi intrusión, pero me han dado con un… cañonazo, si. Y claro, no veáis lo que agradezco que hubieseis puesto esos colchones ahí. ¡Por cierto! Me llamo Esteban, un placer.
Realmente, el ladrón se aburría mucho en aquella batalla. Quería divertirse un poco viendo si sus intentos de mentiras funcionaban con aquellas mujeres, cosa que dudaba bastante, pero que valdría la pena para entretener un tiempo al pelinegro. No obstante, sabía perfectamente donde se hallaba y lo que seguramente acabaría pasando. Por ello, no quitó la vista a ningún atacante potencial. Todas ellas tenían sus espadas a mano, y podían atacar en cualquier momento. Yuu tenía claro una cosa, si alguna de ellas atacaba, su poco creíble tapadera se desvanecería y tendría que pasar a la acción. Eran muchas personas, pero el ladrón tenía demasiada confianza en sí mismo como para asustarse si quiera de un puñado de marines. Si luchó contra un dragón sin siquiera pestañear, ¿por qué iba a hacerlo esta vez?
- Resumen:
- Crear una situación divertida a base de una mentira muy descarada, típico del dicharachero de Yuu. Decir a la “niña” retaca y hacerse pasar por un marine que se ha olvidado el uniforme en casa que, además, dice llamarse Esteban.
Katharina von Steinhell
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Muchas cosas pasaban al mismo tiempo, tantas que Katharina apenas tenía tiempo para darse cuenta de ellas. La derrota de Zane fue lo que más le importó, mas no le sorprendió. Sabía que estaba luchando contra el hombre más fuerte, el solo hecho de pararse frente a él ya significaba mucho. Afortunadamente, Spanner consiguió atraparlo antes de que se golpeara contra el suelo y luego desapareció bajo tierra. Un buen plan, por supuesto. También apareció un roble detrás del patíbulo, vaya cosas se veían hoy en día. Pero en realidad no debía sorprenderle, pues sabía exactamente quién era él: Kodama. Estuvo suficiente tiempo trabajando para el Gobierno Mundial como para saber quiénes eran los peces gordos en esa guerra. En todo caso, no atacaría a un árbol. No tenía idea de lo que estaba haciendo, pero decidió no intervenir. Tenía asuntos más importantes que atender: el loco de la motocicleta.
El hombre de la pistola y la espada parecía un auténtico lunático enfrentándose a la horda de muertos vivientes. Si Katharina no quería que su ejército fuese desplomado por un solo hombre, debía intervenir cuanto antes. Les ordenó que se alejaran del loco ese, pues cualquiera que estuviese en su camino sería calcinado, y también les mencionó que intentaran a alejar a cualquiera menos al espadachín. La Hoja de Argoria volvió a su normalidad, mostrándose como una imponente guadaña. «No sé cómo lo hizo para deshacerse tan fácil de mi hechizo, pero con esto aprenderá a no meterse donde no le llaman», pensó. Debía deshacerse rápidamente del espadachín, pues sus compañeros aún le necesitaban. Cerró los ojos y suspiró, pensando en cuántas batallas tendría por delante. Y tras abrirlos, su arma comenzó a chispear violentamente, soltando pequeñas descargas eléctricas. Esperaba que no hubiese ningún pirata allí, pues posiblemente sería reducido a... nada. Una vez los muertos se dispersaron, la bruja levantó su arma y apuntó hacia el lunático.
—¡No debiste haber atacado a mis sirvientes, bastardo! Seguramente la guerra te frió el cerebro —le mencionó, refiriéndose al agujero que hizo y las decenas de muertes que provocó.
Fue justo después de que terminara de hablar, que un brillo cegador emitió la Hoja de Argoria. Las chispas comenzaron a compactarse hasta que dieron nacimiento a un dragón blanco de pura energía, llamas y electricidad. La descarga provocó que Katharina retrocediera y cayera al suelo, viendo como la bestia elemental avanzaba destructivamente hacia delante, devorando el suelo y a cualquiera que estuviese allí. ¿Qué tantas posibilidades tenía de esquivar semejante disparo? No tenía idea, y poco le importaba, pues luego se dedicaría a enfrentar a los marines que luchaban contra Marc. Esperaba que ese ataque fuese suficiente para, al menos, dejar fuera de combate a ese estrafalario hombre.
El hombre de la pistola y la espada parecía un auténtico lunático enfrentándose a la horda de muertos vivientes. Si Katharina no quería que su ejército fuese desplomado por un solo hombre, debía intervenir cuanto antes. Les ordenó que se alejaran del loco ese, pues cualquiera que estuviese en su camino sería calcinado, y también les mencionó que intentaran a alejar a cualquiera menos al espadachín. La Hoja de Argoria volvió a su normalidad, mostrándose como una imponente guadaña. «No sé cómo lo hizo para deshacerse tan fácil de mi hechizo, pero con esto aprenderá a no meterse donde no le llaman», pensó. Debía deshacerse rápidamente del espadachín, pues sus compañeros aún le necesitaban. Cerró los ojos y suspiró, pensando en cuántas batallas tendría por delante. Y tras abrirlos, su arma comenzó a chispear violentamente, soltando pequeñas descargas eléctricas. Esperaba que no hubiese ningún pirata allí, pues posiblemente sería reducido a... nada. Una vez los muertos se dispersaron, la bruja levantó su arma y apuntó hacia el lunático.
—¡No debiste haber atacado a mis sirvientes, bastardo! Seguramente la guerra te frió el cerebro —le mencionó, refiriéndose al agujero que hizo y las decenas de muertes que provocó.
Fue justo después de que terminara de hablar, que un brillo cegador emitió la Hoja de Argoria. Las chispas comenzaron a compactarse hasta que dieron nacimiento a un dragón blanco de pura energía, llamas y electricidad. La descarga provocó que Katharina retrocediera y cayera al suelo, viendo como la bestia elemental avanzaba destructivamente hacia delante, devorando el suelo y a cualquiera que estuviese allí. ¿Qué tantas posibilidades tenía de esquivar semejante disparo? No tenía idea, y poco le importaba, pues luego se dedicaría a enfrentar a los marines que luchaban contra Marc. Esperaba que ese ataque fuese suficiente para, al menos, dejar fuera de combate a ese estrafalario hombre.
- Resumen:
- Dispararle a Bleyd.
- Cosas usadas:
- Descarga del Dragón Blanco: Sacrificando algunos nanobots, el arma puede sobrecargarse de electricidad que no afectará al portador. Esta sobrecarga permite que se realice un único y poderoso disparo que alcanza temperaturas de hasta 850°C, lo suficiente para fundir cualquier roca, y tanta electricidad como para alimentar un casino de las vegas durante todo un mes. Como consecuencia del sacrificio de estos pequeños cuerpos robóticos, el tiempo de espera de la habilidad anterior aumenta en un turno por cada vez que se usa esta habilidad hasta un máximo de tres disparos, tras lo cual no se puede usar ninguna habilidad del arma. Este disparo tiene un radio de 15 metros y un alcance de 85 metros, además la energía descarga simula la apariencia de un dragón blanco envuelto en llamas y electricidad. Para volver a usarse esta técnica, debe esperarse 5 turnos en los que los nanobots se generan a sí mismos.
Kaori Nanami
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La sucesión de explosiones fue algo que vio con cierto… Interés. Por alguna razón, pensó que eso sería todo lo que tenía que hacer. Ignoró, por completo, lo que hacían Bob junto con Dretch y Eric, ella solo estaba atenta a una cosa: en los posibles enemigos que, se dieran cuenta o no, vendrían dispuestos a acabar con todos ellos. Su cuerpo se tensó unos minutos, por mucho que le doliera admitirlo tenía cierto miedo y dudas. ¿Sería lo suficientemente capaz para lo que se estaba por venir? ¿Podría estar a la altura de las circunstancias? Por unos momentos, pensó en qué hacer en caso de que sus dos compañeros murieran… Por alguna razón, sabía que podía confiar en ellos. Sabía que no la dejarían atrás y que eran un apoyo que iba a necesitar en un futuro. Suspiró para relajarse mientras soltaba un poco su cuerpo. Movió sus extremidades y, al cabo de unos instantes, ya estaba totalmente relajada y concentrada.
- Lo que faltaba… - Murmuró mientras veía la colosal… ¿Embarcación? ¿Edificio navegante? Dudó unos segundos si debía o no categorizarlo de esa forma, de hecho, ni siquiera sabía qué carajos era. Solo sabía una cosa, la voz que provenía de todos lados de esa cosa, significaba una cosa: Peligro. Al parecer, el gran invitado había llegado tarde a la fiesta y, si lograba generar una brecha importante en la retaguardia, todo su esfuerzo combinado habría sido en vano. No podía y no debía dejarlos pasar.
Estuvo a cinco exactos segundos, de saltar a la acción y disfrutar de una pelea épica… Pero la voz de Dretch sonó a todo pulmón en el barco. Hablaba, básicamente, de dejar a Bob y a sus hombres a su suerte y que nadie sabía que ellos estaban en ese lugar. Nadie sabía que se habían escapado del lugar donde, supuestamente, debían estar para defender. Ni siquiera tenían órdenes y, siendo sincera consigo misma, lo que estaba por pasar era mucho mejor que estar ahí esperando. Aunque, por el show de luces tal antro de segunda mano que se apreciaba en la isla, al parecer, se estaba montando una buena. ”Pero yo estoy aquí, yo estoy con ellos. Debo ayudarlos a ellos.” - pensó. Terminó de escuchar al parcheado y miró a Eric.
- Bien, tú golpeas a esa cosa, yo me encargo de que no nos maten en el proceso. En marcha, no hay tiempo que perder. - Le mencionó.
Notó que murmuró algo, pero accedió a regañadientes. No lo dudó un segundo más y pasó a su forma completa. Iba a ser un gran objetivo en el aire, pero confiaba en que Eric podría protegerla antes de que la lluvia de balas diera de lleno con ellos. Una vez el peliazul subió, emprendió vuelo siguiendo a Dretch quien se dirigía valientemente o, para otros, estúpidamente, directo al fuego enemigo. ”No es alguien que se deje llevar por sus emociones… Estará bien, yo debo preocuparme de llevar a Eric y esquivar todo lo que pueda” - se dijo a sí misma mientras iba viendo como su objetivo se acercaba más y más.
- Eric, primero destruye ese maldito cañón. No podemos dejar que de un disparo más. - Le comentó, esperando que le hiciera caso.
- Lo que faltaba… - Murmuró mientras veía la colosal… ¿Embarcación? ¿Edificio navegante? Dudó unos segundos si debía o no categorizarlo de esa forma, de hecho, ni siquiera sabía qué carajos era. Solo sabía una cosa, la voz que provenía de todos lados de esa cosa, significaba una cosa: Peligro. Al parecer, el gran invitado había llegado tarde a la fiesta y, si lograba generar una brecha importante en la retaguardia, todo su esfuerzo combinado habría sido en vano. No podía y no debía dejarlos pasar.
Estuvo a cinco exactos segundos, de saltar a la acción y disfrutar de una pelea épica… Pero la voz de Dretch sonó a todo pulmón en el barco. Hablaba, básicamente, de dejar a Bob y a sus hombres a su suerte y que nadie sabía que ellos estaban en ese lugar. Nadie sabía que se habían escapado del lugar donde, supuestamente, debían estar para defender. Ni siquiera tenían órdenes y, siendo sincera consigo misma, lo que estaba por pasar era mucho mejor que estar ahí esperando. Aunque, por el show de luces tal antro de segunda mano que se apreciaba en la isla, al parecer, se estaba montando una buena. ”Pero yo estoy aquí, yo estoy con ellos. Debo ayudarlos a ellos.” - pensó. Terminó de escuchar al parcheado y miró a Eric.
- Bien, tú golpeas a esa cosa, yo me encargo de que no nos maten en el proceso. En marcha, no hay tiempo que perder. - Le mencionó.
Notó que murmuró algo, pero accedió a regañadientes. No lo dudó un segundo más y pasó a su forma completa. Iba a ser un gran objetivo en el aire, pero confiaba en que Eric podría protegerla antes de que la lluvia de balas diera de lleno con ellos. Una vez el peliazul subió, emprendió vuelo siguiendo a Dretch quien se dirigía valientemente o, para otros, estúpidamente, directo al fuego enemigo. ”No es alguien que se deje llevar por sus emociones… Estará bien, yo debo preocuparme de llevar a Eric y esquivar todo lo que pueda” - se dijo a sí misma mientras iba viendo como su objetivo se acercaba más y más.
- Eric, primero destruye ese maldito cañón. No podemos dejar que de un disparo más. - Le comentó, esperando que le hiciera caso.
- Resumen:
- Escuchar a Dretch.
- Bla bla bla de relleno.
- Pasar a forma completa e ir directo al castillo-barco-edificio-loquesea con Eric en su lomo (Tengo permiso del user para moverlo) Y dejar a Bob y su panda atrás. Adiós Bob, siempre vivirás en nuestros corazones (?)
- Comentarle a Eric que su primer objetivo debería ser el cañón gigante y rezar para que haga caso
Abajo el patriarcado falocentrista opresor (?)
- Escuchar a Dretch.
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