Kenzo Nakajima
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Por suerte para el brazos largos, cuando los cadáveres ambulantes comenzaban a rodearle, dificultando enormemente sus movimientos y arrinconándole peligrosamente, Jason siguió sus pasos y se unió a él en la batalla. Las particulares habilidades para controlar a distancia objetos de su compañero resultaron especialmente útiles en aquel momento, quitando de en medio a bastantes enemigos y permitiéndole seguir luchando con comodidad.
En ese momento, dos oficiales hicieron acto de presencia. La mujer corría por todos lados alertando a todo el que se hallase cerca de la presencia de los zombis, cuyo número había vuelto a aumentar de repente exponencialmente. El otro, con insignias de Vicealmirante, comenzó a enfrentarse también con el creciente ejército de muertos ¿De verdad aquella mujer con pinta de bruja que se encontraba luchando contra el tipo de la moto sería la responsable de que todos aquellos cadáveres estuviesen caminando de nuevo? No pudo evitar fijarse en que muchos de los "resucitados" llevaban uniformes de la Marina. Kenzo esbozó una mueca de asco. No se le ocurría un peor destino para un honorable defensor de la justicia que terminar siendo un mero instrumento de un vil pirata.
De nuevo los cadáveres comenzaban a rodearle, pues el aumento de su número estaba resultando incontenible. ¿Dónde cojones estaría Iulio? Por muy superior suyo que fuera, más le valía salir allí enseguida y ayudar. En unas condiciones tan urgentes no colaborar en la defensa era casi equivalente a ayudar a la invasión. Mirando a Jason, el brazos largos levantó la voz para que este pudiese escucharle con claridad:
- ¡Aléjate un poco, por lo menos a veinte metros de mí! No quiero que lo que voy a hacer te alcance.
Y dicho esto, el marine desenvainó las dos espadas restantes con sus brazos humanos. En cuanto estuvieron en sus manos, comenzó a hacer uso de la sobrehumana elasticidad de las articulaciones de los miembros superiores que su raza poseía, haciendo girar ambos brazos a toda velocidad, como si fuesen ruedas terminadas en afiladas hojas de metal. Cada vez la rotación se volvió más y más rápida, hasta que de repente estiró ambos brazos por completo, con las espadas rectas y apuntando al frente mientras gritaba:
- ¡Nitoryuu: Ju Taka no Arashi!
En ese momento, una poderosa onda de viento cortante brotó de ambas armas, y comenzó a avanzar a gran velocidad ocupando más espacio cada vez. Si este ataque conseguía limpiar la zona de zombis y darle una ventana para llegar hasta Jason, saldría corriendo hacia su compañero, buscando colocarse espalda con espalda para que cada uno cubriese el punto ciego del otro.
En ese momento, dos oficiales hicieron acto de presencia. La mujer corría por todos lados alertando a todo el que se hallase cerca de la presencia de los zombis, cuyo número había vuelto a aumentar de repente exponencialmente. El otro, con insignias de Vicealmirante, comenzó a enfrentarse también con el creciente ejército de muertos ¿De verdad aquella mujer con pinta de bruja que se encontraba luchando contra el tipo de la moto sería la responsable de que todos aquellos cadáveres estuviesen caminando de nuevo? No pudo evitar fijarse en que muchos de los "resucitados" llevaban uniformes de la Marina. Kenzo esbozó una mueca de asco. No se le ocurría un peor destino para un honorable defensor de la justicia que terminar siendo un mero instrumento de un vil pirata.
De nuevo los cadáveres comenzaban a rodearle, pues el aumento de su número estaba resultando incontenible. ¿Dónde cojones estaría Iulio? Por muy superior suyo que fuera, más le valía salir allí enseguida y ayudar. En unas condiciones tan urgentes no colaborar en la defensa era casi equivalente a ayudar a la invasión. Mirando a Jason, el brazos largos levantó la voz para que este pudiese escucharle con claridad:
- ¡Aléjate un poco, por lo menos a veinte metros de mí! No quiero que lo que voy a hacer te alcance.
Y dicho esto, el marine desenvainó las dos espadas restantes con sus brazos humanos. En cuanto estuvieron en sus manos, comenzó a hacer uso de la sobrehumana elasticidad de las articulaciones de los miembros superiores que su raza poseía, haciendo girar ambos brazos a toda velocidad, como si fuesen ruedas terminadas en afiladas hojas de metal. Cada vez la rotación se volvió más y más rápida, hasta que de repente estiró ambos brazos por completo, con las espadas rectas y apuntando al frente mientras gritaba:
- ¡Nitoryuu: Ju Taka no Arashi!
En ese momento, una poderosa onda de viento cortante brotó de ambas armas, y comenzó a avanzar a gran velocidad ocupando más espacio cada vez. Si este ataque conseguía limpiar la zona de zombis y darle una ventana para llegar hasta Jason, saldría corriendo hacia su compañero, buscando colocarse espalda con espalda para que cada uno cubriese el punto ciego del otro.
- Resumen:
- - Ver lo ocurrido, cagarse en Iulio por no aparecer y tratar de eliminar a los zombis que le separan de Jason para poder llegar hasta él.
- Cosas:
- - Nitoryuu: Ju Taka no Arashi: Kenzo comienza a hacer girar sus brazos a gran velocidad mientras sujeta sus espadas, aprovechando la habilidad de los brazos largos para hacer esto gracias a su doble codo. Una vez alcanza la suficiente velocidad para que sus brazos dejen de ser visibles para el ojo ordinario, aprovecha la inercia de su movimiento para estirar ambos brazos en dirección al enemigo, usando ambas espadas como prolongaciones de los mismos. De la punta de ellas sale una potente ráfaga de viento cortante que avanza en un cono de 60º a 25 m/s. Tiene un alcance de 20 metros.
Deathstroke
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MI presencia en la escena pareció ser aceptada por los marines, siendo el rubio que llevaba a Legim quien me dio las gracias por pedirle a Mura que le dejase paso. Cuando la chica se apartó comenzó el caos de la plaza, con una joven estaba corriendo, hablando de no muertos caminando por el lugar. Y parecía cierto, pues, pude ver que había gente comportándose de una forma extraña. No les presté atención y seguí caminando al lado del capitán y el marine, mientras este último le hablaba al otro marine.
-Legim, aún en esta situación sigo sin comprender el porqué mandaste todo a la mierda y formaste una nueva tripulación. – le dije al preso. – Sigo respetándote, pero frustraste mi sueño, y Dexter lo tomó por tu irresponsabilidad. Estabas tan centrado en tu deseo que olvidaste el del resto, eso te llevó a esta situación. Ahora te toca pagar por ello y el que peor lo va a pasar será Worgulv que te considera un semidios.
La verdad era que sentía rabia por ese hecho, pero no lo mostraría ante el capitán. En ese momento el vice-almirante le lanzó la cadena del preso a Mura, y le pidió que lo llevásemos hasta el patíbulo para que se le diera una muerte indolora. Seguíamos caminando hacia el patíbulo y para ello desenfundé las dos cuchillas de Aeglos para montarla mientras avanzaba, la usaría para defender al preso y Mura de cualquiera que se acercase que no fuese marine.
-Por cierto, capitán, me gustaría conocer a tu nueva banda, esa por la que nos sustituiste. Les echaré una regañina por no cuidar de su capitán correctamente.
-Legim, aún en esta situación sigo sin comprender el porqué mandaste todo a la mierda y formaste una nueva tripulación. – le dije al preso. – Sigo respetándote, pero frustraste mi sueño, y Dexter lo tomó por tu irresponsabilidad. Estabas tan centrado en tu deseo que olvidaste el del resto, eso te llevó a esta situación. Ahora te toca pagar por ello y el que peor lo va a pasar será Worgulv que te considera un semidios.
La verdad era que sentía rabia por ese hecho, pero no lo mostraría ante el capitán. En ese momento el vice-almirante le lanzó la cadena del preso a Mura, y le pidió que lo llevásemos hasta el patíbulo para que se le diera una muerte indolora. Seguíamos caminando hacia el patíbulo y para ello desenfundé las dos cuchillas de Aeglos para montarla mientras avanzaba, la usaría para defender al preso y Mura de cualquiera que se acercase que no fuese marine.
-Por cierto, capitán, me gustaría conocer a tu nueva banda, esa por la que nos sustituiste. Les echaré una regañina por no cuidar de su capitán correctamente.
- resumen:
- Avanzo hacia el patíbulo con Legim (imagino que Mura también), hablar con Legim.
Maze
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Mura agarró con algo de torpeza las cadenas, mirando al marine con cara de sorpresa y algo de confusión. ¿Por qué le estaba pidiendo a ella que le llevase? "No pienses en eso, niña. Ahora tienes una misión importante". Le dijo Kouga en tono serio. Mura bufó. -Está bien. Aunque no lo haré porque un marine me lo ordene.- Murmuró antes de agarrar con más fuerza de la hilera de metal para tirar del preso, quizás con más fuerza de la que debiera. Pero dudaba que el hombre fuera a tropezar y caerse por ello. -Acabemos con esto de una vez.- Dijo tratando de mantener un tono bajo por respeto al subcapitán.
En cuanto se alejaron, una cúpula de hilos se formaron al rededor de los tres que caminaban hacia el patíbulo. Slade iba hablando con el criminal mientras ella se mantenía callada. Varios pensamientos recorrían su mente. Por un lado el hecho de que Akagami se hubiera ido solo a salvar a Anna, lo que mas le preocupaba de todo aquello era esa parte del plan. Luego, el estar haciendo de verdugo para el gobierno. Luego había más cosas que pasaban su mente, dejando solo una pequeña parte de esta para prestar atención a las palabras de su compañero.
-No sabía que esté hombre había sido vuestro capitán.- Comentó la felina en cierto punto del monologo realizado por el subcapitán. Tal vez no hubiera sido un monologo. Aunque Mura solo había escuchado las palabras de Slade. Hizo caso omiso a las respuestas de Legim, de quien solo seguía tirando, preocupándose en mirarle solo para meterle prisa o asegurarse de que nadie iba tras ellos.
En cuanto se alejaron, una cúpula de hilos se formaron al rededor de los tres que caminaban hacia el patíbulo. Slade iba hablando con el criminal mientras ella se mantenía callada. Varios pensamientos recorrían su mente. Por un lado el hecho de que Akagami se hubiera ido solo a salvar a Anna, lo que mas le preocupaba de todo aquello era esa parte del plan. Luego, el estar haciendo de verdugo para el gobierno. Luego había más cosas que pasaban su mente, dejando solo una pequeña parte de esta para prestar atención a las palabras de su compañero.
-No sabía que esté hombre había sido vuestro capitán.- Comentó la felina en cierto punto del monologo realizado por el subcapitán. Tal vez no hubiera sido un monologo. Aunque Mura solo había escuchado las palabras de Slade. Hizo caso omiso a las respuestas de Legim, de quien solo seguía tirando, preocupándose en mirarle solo para meterle prisa o asegurarse de que nadie iba tras ellos.
- Spoiler:
- Coger las cadenas de Legim y encaminarse al patíbulo. Divagar mientras avanza, escuchando las palabras de Death para su ex-capitán mientras cubría a los tres con una cúpula de hilos de energía, reforzados con Haki. Ir mirando de vez en cuando para que LEgim no intente escapar o para que nadie intentase atacarles hasta llegar a su destino.
William White
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No pude evitar mascullar unas pequeñas palabras oír el tono del capitán ¿Blade? En fin, al menos dijo a quién podía dirigirse, por lo que levantándose de uno de los asientos de la cabina de mando se dirigió a aquel que parecía estar al mando del asunto. Que coincidía con la descripción que le había dado el analfabeto de su capitán.
-Supongo que ya has oído, el capitán Blade autoriza al cese del ataque- comenté con un tono que bien podía ser una orden -Ahora me gustaría saber si tenéis algún tipo de equipo que me permita descender ahí abajo.
Con la esperanza de que el hombre tuviera un par de dedos de frente escucharía lo que tuviera que escuchar y me prepararía para descender a tierra firme fuera a como se diese lugar, ya estaba cansado de observar desde arriba. En caso de que el hombre me proporcionará un método para descender a tierra lo utilizaría gustosos siempre y cuando este no fuera suicida. En caso contrario volvería a cubierta y trataría de analizar algún método para descender, tal vez si se hinchará como un globo y me lanzará desde esa altitud podía ir mitigar su velocidad de caída hasta descender hasta alguna de las velas de los barcos o tal vez a alguna parte de la isla que estuviera con menos actividad. O tal vez podría emular una especie de paracaídas con el propio chiche de sus brazos, como si de una lona se tratará. Mis pensamientos fueron interrumpidos por una llamada a su den den mushi.
-¿Zaphir, eres tú?- preguntó Collins al otro lado del aparato -¿Cómo va todo?- preguntó este con cierto nerviosismo.
-No hay nadie cerca, ahórrate la actuación- dije mientras me aseguraba de que ningún tripulante se acercaba a la barandilla donde me encontraba -ahora mismo me encuentro –Viktor acaba de hacer aparición, por el contrario, parece que Dexter está ayudando al gobierno, a pesar de que al principio se enfrentó al mismo ¿No habían revocado su título de Schibukai? Él es un yonkou- pregunté sorprendido por cómo se habían desarrollado los acontecimientos.
-Puede que hayan llegado a un acuerdo, también es Alto señor de Fiorda, seguramente les haya forzado a algunas condiciones- respondió Collins con tonó algo más relajado -además creo que no acabo de muy buenas formas con Legim- finalizó este.
-Dame un segundo- le comuniqué mientras me volvía a asomar por la barandilla.
En caso de que ninguno de los planes le convenciera demasiado me limitaría a esperar desde las alturas y continuar como se seguían sucediendo las cosas, después de todo desde allí no tenía tan mala vista de lo que ocurría en la plaza.
-¿Y cumplirá? – terminé por preguntar yo.
-¿Quién? -respondió de inmediato.
-Todos- finalicé yo, refiriéndome tanto al gobierno, como Dexter, como a Viktor y a Legim correspondía. Dudaba seriamente que cualquiera de ellos cumpliera al completo con la palabra que habían dado, los piratas que en principio habían ido a salvar a Legim parecían más pendientes de crear sus propias leyendas haciendo estragos al gobierno que en salvar al propio emperador. Por otro lado, los revolucionarios estaban apoyando a la flota pirata como unos criminales demostrando que no eran tan diferentes de aquello contra lo que luchaban. En contraposición a estos, el gobierno no se quedaba lejos, llegando a pactar con un pirata si la situación era necesaria ¿Me preguntó que tendrán que decir los dragones celestiales de todo esto? Finalmente, Viktor parecía más empeñado en rescatar a Legim, ya que rescatarlo a él, era rescatar sus propios negocios.
Así me quedé un tiempo decidiendo si saltar o no. Un salto al vacío un tanto literal.
-Supongo que ya has oído, el capitán Blade autoriza al cese del ataque- comenté con un tono que bien podía ser una orden -Ahora me gustaría saber si tenéis algún tipo de equipo que me permita descender ahí abajo.
Con la esperanza de que el hombre tuviera un par de dedos de frente escucharía lo que tuviera que escuchar y me prepararía para descender a tierra firme fuera a como se diese lugar, ya estaba cansado de observar desde arriba. En caso de que el hombre me proporcionará un método para descender a tierra lo utilizaría gustosos siempre y cuando este no fuera suicida. En caso contrario volvería a cubierta y trataría de analizar algún método para descender, tal vez si se hinchará como un globo y me lanzará desde esa altitud podía ir mitigar su velocidad de caída hasta descender hasta alguna de las velas de los barcos o tal vez a alguna parte de la isla que estuviera con menos actividad. O tal vez podría emular una especie de paracaídas con el propio chiche de sus brazos, como si de una lona se tratará. Mis pensamientos fueron interrumpidos por una llamada a su den den mushi.
-¿Zaphir, eres tú?- preguntó Collins al otro lado del aparato -¿Cómo va todo?- preguntó este con cierto nerviosismo.
-No hay nadie cerca, ahórrate la actuación- dije mientras me aseguraba de que ningún tripulante se acercaba a la barandilla donde me encontraba -ahora mismo me encuentro –Viktor acaba de hacer aparición, por el contrario, parece que Dexter está ayudando al gobierno, a pesar de que al principio se enfrentó al mismo ¿No habían revocado su título de Schibukai? Él es un yonkou- pregunté sorprendido por cómo se habían desarrollado los acontecimientos.
-Puede que hayan llegado a un acuerdo, también es Alto señor de Fiorda, seguramente les haya forzado a algunas condiciones- respondió Collins con tonó algo más relajado -además creo que no acabo de muy buenas formas con Legim- finalizó este.
-Dame un segundo- le comuniqué mientras me volvía a asomar por la barandilla.
En caso de que ninguno de los planes le convenciera demasiado me limitaría a esperar desde las alturas y continuar como se seguían sucediendo las cosas, después de todo desde allí no tenía tan mala vista de lo que ocurría en la plaza.
-¿Y cumplirá? – terminé por preguntar yo.
-¿Quién? -respondió de inmediato.
-Todos- finalicé yo, refiriéndome tanto al gobierno, como Dexter, como a Viktor y a Legim correspondía. Dudaba seriamente que cualquiera de ellos cumpliera al completo con la palabra que habían dado, los piratas que en principio habían ido a salvar a Legim parecían más pendientes de crear sus propias leyendas haciendo estragos al gobierno que en salvar al propio emperador. Por otro lado, los revolucionarios estaban apoyando a la flota pirata como unos criminales demostrando que no eran tan diferentes de aquello contra lo que luchaban. En contraposición a estos, el gobierno no se quedaba lejos, llegando a pactar con un pirata si la situación era necesaria ¿Me preguntó que tendrán que decir los dragones celestiales de todo esto? Finalmente, Viktor parecía más empeñado en rescatar a Legim, ya que rescatarlo a él, era rescatar sus propios negocios.
Así me quedé un tiempo decidiendo si saltar o no. Un salto al vacío un tanto literal.
- resumen:
Pedir al npc de Yuu que deje de disparar con sus autómatas(tengo confirmación de yuu en el anterior post), asi mismo pedirle al mismo que me de un medio para descender a tierra firme. En caso de no disponer, plantearme alguna forma de descender usando mis habilidades de mi paramecia de chicle(decender como un globo deshinchandome lentamente o formar una especie de paracaídas con mis brazos formando una especie de lona). En caso de no verlo claro, quedarme viendo la ejecución desde las alturas. Si me tiro activó haki de observación durante el descenso y trato de caer o bien en un barco de la flota pirata o bien en algún lugar de la fortaleza marine con poca actividad.
Sasaki
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“Qué recuerdos. Mamá, papa, mi querido hermanito, todos jugando bajo la nieve cuando los tiempos aún eran felices para nosotros” dije al infinito mientras recordaba los viejos tiempos cuando antes de que mi madre muriese por una enfermedad. Poco a poco, el ambiente que había creado de navidad en plena estación de primavera fue tomado el color blanco. Incluso un perro comenzó a jugar con la “nieve”, gustándole su sabor dulce.
Entre toda la multitud de la plaza pude distinguir a Al junto a Kai, perfecto, podía avanzar a la preparación final de la comida. Sin embargo, antes de girarme para hacer unos hornos y preparar la comida noté que la cadena de Legim ya no estaba en las manos del capitán de la brigada, sino que se la había pasado a la chica pelirroja que le acompañaba, Murasaki, si no me equivocaba, quien iba acompañada del subcapitán de los Blue Roses, reconocible por su armadura.
-La comida tendrá que esperar – dije avanzando hacia el preso y los piratas que lo traían.
Me fui deslizando sobre la tabla de azúcar hacia el lugar por el que iban mientras, detrás del patíbulo, el árbol de la marina se arraigó en el suelo, “Supongo que tiene hambre y quiere comer algo, además seguramente no le guste lo que he preparado. ¿No os parece extraño este personaje?” dije mirando hacia el lado opuesto al que se encontraba el árbol. En unos segundos más llegué a la posición de los piratas.
-Veo que Dan-cho, os ha dejado al preso, ¿os importa que lo lleve yo? – les pregunté al llegar – no es porque no sepáis llevarlo, sino porque, bueno, sois piratas, y quien podría asegurar que realmente lo llevareis. – según dije eso, hice que de la tabla saliese una escalera para que pudiesen subir a la plataforma y así llevarlos.
Entre toda la multitud de la plaza pude distinguir a Al junto a Kai, perfecto, podía avanzar a la preparación final de la comida. Sin embargo, antes de girarme para hacer unos hornos y preparar la comida noté que la cadena de Legim ya no estaba en las manos del capitán de la brigada, sino que se la había pasado a la chica pelirroja que le acompañaba, Murasaki, si no me equivocaba, quien iba acompañada del subcapitán de los Blue Roses, reconocible por su armadura.
-La comida tendrá que esperar – dije avanzando hacia el preso y los piratas que lo traían.
Me fui deslizando sobre la tabla de azúcar hacia el lugar por el que iban mientras, detrás del patíbulo, el árbol de la marina se arraigó en el suelo, “Supongo que tiene hambre y quiere comer algo, además seguramente no le guste lo que he preparado. ¿No os parece extraño este personaje?” dije mirando hacia el lado opuesto al que se encontraba el árbol. En unos segundos más llegué a la posición de los piratas.
-Veo que Dan-cho, os ha dejado al preso, ¿os importa que lo lleve yo? – les pregunté al llegar – no es porque no sepáis llevarlo, sino porque, bueno, sois piratas, y quien podría asegurar que realmente lo llevareis. – según dije eso, hice que de la tabla saliese una escalera para que pudiesen subir a la plataforma y así llevarlos.
- resumen:
- Ir hacia Legim, Mura y Death para llevar al preso hasta el patíbulo.
Katharina von Steinhell
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Se sorprendió al ver que el lunático no era un trozo de mierda, sino que era un hábil combatiente. Sin ninguna dificultad aparente, esquivó tranquilamente el disparo de 30 metros de diámetro. Pero la bruja no perdió el tiempo en ese momento, sino que se incorporó fácilmente gracias a su agilidad. El hombre disparó y antes de que ella se diera cuenta, un proyectil había atravesado su muslo derecho, causándole un agudo dolor y haciéndola caer. O eso hubiera pasado si no usaba su mantra sobre el lunático. No solo gracias a su capacidad de sentir la voluntad de las criaturas vivas pudo esquivar el disparo, sino que también sus reflejos jugaron un papel importante.
No debía confiarse, después de todo estaba en el campo de batalla. Cualquier error y lo pagaría caro, era algo que tenía presente. La velocidad con la que actuó el hombre representaba un problema, así como esa extraña pistola. Tal vez debería quitársela, o simplemente cortarle los brazos para que no pudiera disparar. Sin duda alguna sería un combate interesante, y ahora que no tenía que preocuparse por mantener a su ejército a salvo, iría en serio. La explosión y el disparo no fueron más que una advertencia, un aviso para que dejase de hacer lo que estaba haciendo. En todo caso tendría que terminar pronto para luego reunirse con sus compañeros. No sabía nada de Therax ni Luka, así como también había perdido de vista a Zane. No importaba qué tan fuerte fuese su oponente, no perdería.
Su objetivo no solo era veloz, sino que también muy fuerte. Katharina vio cómo destrozó el suelo a puros puñetazos, tal vez en una rabieta de niño chico. Como sea, no estaba muy segura de si acercarse era una buena opción. Quedarse alejada sería un problema, considerando su pistola de láseres. Tal vez la mejor opción sería quitársela usando la telequinesis, pero su fuerza sería un problema. También estaba la opción de cortársela, pero eso significaba acercarse al hombre y poder ser víctima de su fuerza bruta. Sonrió al encontrarse en un verdadero problema, pensando en cómo dañar a su enemigo. Podía controlar el viento, el fuego, la tierra y el hielo, pero aún así tenía dudas acerca de si su poder sería suficiente.
Y por fin lo decidió: sería un combate a distancia. Vería quién de los dos contaba con más resistencia al cansancio. Le desgastaría poco a poco lanzando ondas cortantes de viento y también balas de aire comprimido, aunque para eso necesitaría estar a una prudente distancia de treinta metros. Despegó los pies del suelo y se acercó a su oponente, quedando a veinte metros de él. «Con lo rápido que es, tardaría pocos segundos en alcanzarme», se dijo a sí misma. No obstante, ella podía volar y también era veloz. Vamos, vamos, esto estaba a punto de comenzar.
—Veamos… Bobby-chan, estate atento al combate —le dijo a su criatura—. Sé que te dije que protegieras a mis compañeros, pero creo que esas órdenes cambiaron: me protegerás a mí.
No esperó a que su enemigo reaccionase, tomando la iniciativa. Seguramente se defendería con haki, pero no le importaba: tarde o pronto terminaría cansándose. Ubicada a una distancia aproximadamente de veinte metros, pareció que comenzó a danzar, moviendo elegantemente los brazos y formando trayectorias curvilíneas. A medida que se movía, ondas cortantes de viento aparecían alrededor del hombre de la espada, golpeándole desde todas direcciones. O eso intentaba lograr, pues aún podía escapar o contraatacar. Como sea, decidió atacarle a una distancia prudente y usando únicamente la fuerza del viento.
No debía confiarse, después de todo estaba en el campo de batalla. Cualquier error y lo pagaría caro, era algo que tenía presente. La velocidad con la que actuó el hombre representaba un problema, así como esa extraña pistola. Tal vez debería quitársela, o simplemente cortarle los brazos para que no pudiera disparar. Sin duda alguna sería un combate interesante, y ahora que no tenía que preocuparse por mantener a su ejército a salvo, iría en serio. La explosión y el disparo no fueron más que una advertencia, un aviso para que dejase de hacer lo que estaba haciendo. En todo caso tendría que terminar pronto para luego reunirse con sus compañeros. No sabía nada de Therax ni Luka, así como también había perdido de vista a Zane. No importaba qué tan fuerte fuese su oponente, no perdería.
Su objetivo no solo era veloz, sino que también muy fuerte. Katharina vio cómo destrozó el suelo a puros puñetazos, tal vez en una rabieta de niño chico. Como sea, no estaba muy segura de si acercarse era una buena opción. Quedarse alejada sería un problema, considerando su pistola de láseres. Tal vez la mejor opción sería quitársela usando la telequinesis, pero su fuerza sería un problema. También estaba la opción de cortársela, pero eso significaba acercarse al hombre y poder ser víctima de su fuerza bruta. Sonrió al encontrarse en un verdadero problema, pensando en cómo dañar a su enemigo. Podía controlar el viento, el fuego, la tierra y el hielo, pero aún así tenía dudas acerca de si su poder sería suficiente.
Y por fin lo decidió: sería un combate a distancia. Vería quién de los dos contaba con más resistencia al cansancio. Le desgastaría poco a poco lanzando ondas cortantes de viento y también balas de aire comprimido, aunque para eso necesitaría estar a una prudente distancia de treinta metros. Despegó los pies del suelo y se acercó a su oponente, quedando a veinte metros de él. «Con lo rápido que es, tardaría pocos segundos en alcanzarme», se dijo a sí misma. No obstante, ella podía volar y también era veloz. Vamos, vamos, esto estaba a punto de comenzar.
—Veamos… Bobby-chan, estate atento al combate —le dijo a su criatura—. Sé que te dije que protegieras a mis compañeros, pero creo que esas órdenes cambiaron: me protegerás a mí.
No esperó a que su enemigo reaccionase, tomando la iniciativa. Seguramente se defendería con haki, pero no le importaba: tarde o pronto terminaría cansándose. Ubicada a una distancia aproximadamente de veinte metros, pareció que comenzó a danzar, moviendo elegantemente los brazos y formando trayectorias curvilíneas. A medida que se movía, ondas cortantes de viento aparecían alrededor del hombre de la espada, golpeándole desde todas direcciones. O eso intentaba lograr, pues aún podía escapar o contraatacar. Como sea, decidió atacarle a una distancia prudente y usando únicamente la fuerza del viento.
- Resumen:
- Sorprenderse por la facilidad con la que Bleyd esquiva su disparo y reconocer que es un hábil guerrero. Katharina esquiva el ataque del mercenario y luego reflexiona sobre cómo llevar el combate. Decide llevar un combate a distancia, ordenándole a Bobby (la aberración) que esté atento al combate y le proteja. Danza sobre su propio eje, manipulando el viento de tal forma que genera ondas cortantes alrededor de Bleyd, intentando golpearle con cada una de ellas.
- Cosas a tener en cuenta:
- Evasión:
- Tier 7 de Reflejos: Sus reflejos han llegado a un Tier sobrehumano. Cualquier ataque lanzado a más de cinco metros sería incapaz de cogerlo desprevenido.
Tier 7 de Agilidad [Ver los tier anteriores]: Podría escalar árboles y moverse entre ellos por las ramas como un verdadero mono, pero sin ese molesto olor corporal.
Tier 6: Podría prever los ataques de una persona con una antelación de hasta tres segundos, o de hasta cinco personas con un segundo de antelación. Podría forzar esto para prever incluso al doble de gente, pero perdería la concentración al triple de velocidad. [Quedaría en dos segundos por la técnica de Bleyd]
- Ataque:
Liv L Astrid
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-Menuda idea has tenido – me dijo Trece - Con suerte no te habrán escuchado en la plaza de la isla, te dije que era una mala idea.
-Cállate, eso no va a facilitar que no nos escuchen – le respondí algo enfadada.
-Te recuerdo que a mí no me escuchan, y a ti sí.
-Esa no es la cuestión.
-Cierto, la cuestión aquí es por qué sigues aquí teniendo en cuenta que el movimiento en las cubiertas superiores parece haber aumentado tras el ruido que has hecho.
Aquello era cierto, lo más seguro era que enviasen a soldados para ver que era lo que había pasado. Guardé las espadas y comencé a avanzar lo más sigilosamente que pude hacia las escaleras que daban acceso a aquella cubierta, luego me coloqué entre las sombras y me cubrí por completo de las runas de mi akuma incluyendo el pelo, en su forma de color negro para intentar pasar desapercibida por quienes bajasen y tener así algún tipo de oportunidad.
-No sé si dará resultado, pero al menos el elemento sorpresa es casi seguro que lo tengas a tu favor. – me dijo Trece una vez quedé completamente oculta.
Debía comportarme como una cazadora esperando a su presa. Evitar ser vista, y hacer un ataque lo más rápido que pudiese para acabar con la presa sin que esta tuviese tiempo de reaccionar a nada.
-Cállate, eso no va a facilitar que no nos escuchen – le respondí algo enfadada.
-Te recuerdo que a mí no me escuchan, y a ti sí.
-Esa no es la cuestión.
-Cierto, la cuestión aquí es por qué sigues aquí teniendo en cuenta que el movimiento en las cubiertas superiores parece haber aumentado tras el ruido que has hecho.
Aquello era cierto, lo más seguro era que enviasen a soldados para ver que era lo que había pasado. Guardé las espadas y comencé a avanzar lo más sigilosamente que pude hacia las escaleras que daban acceso a aquella cubierta, luego me coloqué entre las sombras y me cubrí por completo de las runas de mi akuma incluyendo el pelo, en su forma de color negro para intentar pasar desapercibida por quienes bajasen y tener así algún tipo de oportunidad.
-No sé si dará resultado, pero al menos el elemento sorpresa es casi seguro que lo tengas a tu favor. – me dijo Trece una vez quedé completamente oculta.
Debía comportarme como una cazadora esperando a su presa. Evitar ser vista, y hacer un ataque lo más rápido que pudiese para acabar con la presa sin que esta tuviese tiempo de reaccionar a nada.
- resumen:
- Hablar con Trece (La Liv de niña que solo yo puedo ver y oír) esconderme en las sombras cerca de las escaleras que dan acceso a donde estoy y ocultarme aprovechando que la marca rúnica puede ser negra (me cubro por completo (ropa, pelo y armas)
Balagus
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Dejé escapar un leve gruñido descontento en cuanto mi subcapitán hubo compartido conmigo su desacuerdo con mi punto de vista, aunque tampoco podía negarle parte de razón. Ciertamente, yo tampoco era de los que rehuían una pelea, pero había ciertas situaciones que erizaban la nuca y en las que no querría verme envuelto.
"O también puede ser..." empecé a pensar en la única alternativa factible al cese del bombardeo, sabiendo recapacitando sobre todo lo ocurrido hasta el momento. Eventualmente, Nassor rompió mi seriedad con un leve golpe en el pecho, al que podía alcanzarme por estar agachado junto a él para escucharle.
Dándole un voto de confianza a sus palabras, me permití esbozar media sonrisa en lo que él me ofrecía una pequeña fruta roja que reconocía, pero que me resultaba imposible de ubicar mentalmente.
Guardando el obsequio en la mano, me puse a reordenar la situación en cubierta mientras el segundo al mando trataba con el albino y con los gyojins regresados. Misha, por su parte, pareció regresar con poco más que un trozo de carne seca en sus fauces, dejándome escapar un suspiro entre el alivio y la resignación.
- Bola de pelo gigante... -La reprimí cariñosamente, dándole unas palmadas en el lomo, en cuanto llegó a mí.- Pienso descontarte eso de las recompensas de los entrenamientos.
Finalmente, Nassor reunió a la tripulación con un silbido y la ayuda de Noah. A tiempo estuve de ver cómo Yuu se había elevado por los aires desde hace ya un rato, a juzgar por la altura y la distancia del barco. Y, como si la idea hubiera sido del propio Syxel, me temí lo que estaba por venir.
Por fortuna, el subcapitán tendía a andarse por las ramas y por los ideales menos que nuestro jefe, aunque no estuvo exento de tales recursos narrativos su discurso. Además, este, a diferencia del ausente, sí sabía terminar sus palabras con algo de mi agrado.
- ¡Ya habéis oído, ratas de mar! -Bramé, aunque todavía sin fuerzas. Recordando la fruta que me se me había dado antes, deduje que me ayudaría en mi estado actual, y me la zampé sin miramientos. El efecto fue bastante inmediato, aunque, posiblemente, menos eficaz de lo que habría sido en un ser humano de tamaño medio.- ¡Tendré vuestros pellejos o los de esos marines de los acorazados, decidid rápido!
Gracias al subidón de energía, pude dejar atrás el agarrotamiento de los músculos, crujirme las articulaciones para destensarlas y reunir de nuevo a nuestra gente, que reanudaba el bombardeo con ánimos renovados. Recogí mi hacha negra, dispuesto a lo que estuviera por venir.
Y lo que quiso venir no se hizo de rogar: un gran acorazado se había puesto a una distancia aceptable para el abordaje. Con un feroz grito de guerra, enardecí a nuestros compañeros para el nuevo derramamiento de sangre que se iba a producir, al momento en el que Nassor dio la orden de iniciar el asalto.
"Ejecutarán a Legim, eso seguro." Pensé en lo que pasaba de un barco a otro con Misha tras de mí. "Nosotros no íbamos a llegar a verlo, y de todas formas no sería buena idea acercarnos por allí con la que tienen montada."
E, igualmente, ya teníamos la suficiente diversión por aquí: un abordaje directo contra un acorazado prometía bastante acción.
"O también puede ser..." empecé a pensar en la única alternativa factible al cese del bombardeo, sabiendo recapacitando sobre todo lo ocurrido hasta el momento. Eventualmente, Nassor rompió mi seriedad con un leve golpe en el pecho, al que podía alcanzarme por estar agachado junto a él para escucharle.
Dándole un voto de confianza a sus palabras, me permití esbozar media sonrisa en lo que él me ofrecía una pequeña fruta roja que reconocía, pero que me resultaba imposible de ubicar mentalmente.
Guardando el obsequio en la mano, me puse a reordenar la situación en cubierta mientras el segundo al mando trataba con el albino y con los gyojins regresados. Misha, por su parte, pareció regresar con poco más que un trozo de carne seca en sus fauces, dejándome escapar un suspiro entre el alivio y la resignación.
- Bola de pelo gigante... -La reprimí cariñosamente, dándole unas palmadas en el lomo, en cuanto llegó a mí.- Pienso descontarte eso de las recompensas de los entrenamientos.
Finalmente, Nassor reunió a la tripulación con un silbido y la ayuda de Noah. A tiempo estuve de ver cómo Yuu se había elevado por los aires desde hace ya un rato, a juzgar por la altura y la distancia del barco. Y, como si la idea hubiera sido del propio Syxel, me temí lo que estaba por venir.
Por fortuna, el subcapitán tendía a andarse por las ramas y por los ideales menos que nuestro jefe, aunque no estuvo exento de tales recursos narrativos su discurso. Además, este, a diferencia del ausente, sí sabía terminar sus palabras con algo de mi agrado.
- ¡Ya habéis oído, ratas de mar! -Bramé, aunque todavía sin fuerzas. Recordando la fruta que me se me había dado antes, deduje que me ayudaría en mi estado actual, y me la zampé sin miramientos. El efecto fue bastante inmediato, aunque, posiblemente, menos eficaz de lo que habría sido en un ser humano de tamaño medio.- ¡Tendré vuestros pellejos o los de esos marines de los acorazados, decidid rápido!
Gracias al subidón de energía, pude dejar atrás el agarrotamiento de los músculos, crujirme las articulaciones para destensarlas y reunir de nuevo a nuestra gente, que reanudaba el bombardeo con ánimos renovados. Recogí mi hacha negra, dispuesto a lo que estuviera por venir.
Y lo que quiso venir no se hizo de rogar: un gran acorazado se había puesto a una distancia aceptable para el abordaje. Con un feroz grito de guerra, enardecí a nuestros compañeros para el nuevo derramamiento de sangre que se iba a producir, al momento en el que Nassor dio la orden de iniciar el asalto.
"Ejecutarán a Legim, eso seguro." Pensé en lo que pasaba de un barco a otro con Misha tras de mí. "Nosotros no íbamos a llegar a verlo, y de todas formas no sería buena idea acercarnos por allí con la que tienen montada."
E, igualmente, ya teníamos la suficiente diversión por aquí: un abordaje directo contra un acorazado prometía bastante acción.
- Resumen:
- Aceptar la contraoferta y la fruta de Nassor, recibir a Misha, zamparme la susodicha fruta tras escuchar el discurso de mi subcapitán, preparar a las tropas para un abordaje y pasar a saltar sobre el acotnjunto con la osa.
Ori Kenobi
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-Varda, ¿una batalla es realmente así? – preguntando mientras contemplaba la escena.
-No puedo verlo, pero imagino que estás viendo cosas extrañas y mucho caos, ¿me equivoco? – respondió la maestra.
-Si algo así. Estoy viendo no-muertos caminando por la plaza, una gran cantidad de habilidades de lo que creo que son las akumas, dragones, y otras cosas raras.
-Sí, suele ser algo así. En el templo nunca se esperan que vayas a tener que entrar en batallas de este tipo, por lo que no os preparan para este tipo de eventos. Pero el mayor problema de que no os preparen es que os colapsáis ante la escena y perecéis. Yo comenzaría con los no-muertos o ayuda a defender al preso.
Seguí el consejo de la maestra Varda y avancé detrás del marine que cocinaba hacia el preso y los que lo acompañaban, una persona cubierta completamente con una armadura y una joven pelirroja. Estaba seguro de que no necesitarían mi ayuda, pero alguien más para lograr el objetivo de aquel día se llevase a cabo no estaría de más.
-¿Se necesita ayuda en algún sitio? – le pregunté al marine cuando llegué junto a ellos.
Este me respondió afirmativamente y me pidió que fuese a donde se encontraban los no-muertos para reducir su número y que no molestasen. No era algo que me gustase, aquello confrontaba mis pensamientos sobre no matar a nadie, y técnicamente no mataba a nadie ya que estaban muertos, pero si alguien los había resucitado, podía significar que ahora estaban vivos.
-Están muertos – dijo Varda – no dudes en ello, acaba lo más rápido que puedas con ellos.
-No puedo verlo, pero imagino que estás viendo cosas extrañas y mucho caos, ¿me equivoco? – respondió la maestra.
-Si algo así. Estoy viendo no-muertos caminando por la plaza, una gran cantidad de habilidades de lo que creo que son las akumas, dragones, y otras cosas raras.
-Sí, suele ser algo así. En el templo nunca se esperan que vayas a tener que entrar en batallas de este tipo, por lo que no os preparan para este tipo de eventos. Pero el mayor problema de que no os preparen es que os colapsáis ante la escena y perecéis. Yo comenzaría con los no-muertos o ayuda a defender al preso.
Seguí el consejo de la maestra Varda y avancé detrás del marine que cocinaba hacia el preso y los que lo acompañaban, una persona cubierta completamente con una armadura y una joven pelirroja. Estaba seguro de que no necesitarían mi ayuda, pero alguien más para lograr el objetivo de aquel día se llevase a cabo no estaría de más.
-¿Se necesita ayuda en algún sitio? – le pregunté al marine cuando llegué junto a ellos.
Este me respondió afirmativamente y me pidió que fuese a donde se encontraban los no-muertos para reducir su número y que no molestasen. No era algo que me gustase, aquello confrontaba mis pensamientos sobre no matar a nadie, y técnicamente no mataba a nadie ya que estaban muertos, pero si alguien los había resucitado, podía significar que ahora estaban vivos.
-Están muertos – dijo Varda – no dudes en ello, acaba lo más rápido que puedas con ellos.
- resumen:
- Ir donde la comitiva de Legim y hablar con Jack Suzume quien me manda luchar contra los no-muertos (tengo su permiso).
Worgulv
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La plaza entera se había sumido en el caos, varias criaturas de roca se habían levantado para después de un momento pararse en seco, los muertos se levantaron y comenzaron el ataque, mientras que el capitán y el pequeñajo de pelo rojo tenían sendos duelos con quien parecían los mas fuertes del lugar. El hombre había perdido totalmente el hilo de la batalla ya desconocía quien era aliado o enemigo, pero pudo percatarse de que su camarada, Death, volaba directo al patíbulo donde se encontraba su antiguo capitán, desconcertado de porque se dirigía hacia allí lo siguió, no creía que Dexter necesitase de ninguna ayuda.
El hombre voló raudo y se dejo caer junto a su camarada y frente a Legim, le costaba levantar la mirada, no sabia si podría mirar a los ojos a alguien a quien apreciaba y estaba dispuesto a que fuese ejecutado, esa no era una manera de morir de forma honrosa, en un combate si… ¿pero ejecutado? Lo único que le esperaba a su alma era el Hel, no se lo merecía, aunque les hubiese abandonado egoístamente.
No sabia las intenciones que tendría su capitán, pero por ahora evitaría a toda costa que el hombre que tenia frente a el muriese de una manera tan deshonrosa, un martillo de guerra y un hacha gélida se materializaron en sus manos con un destello gélido, dando la espalda a Legim susurro `` Así no´´.
El hombre voló raudo y se dejo caer junto a su camarada y frente a Legim, le costaba levantar la mirada, no sabia si podría mirar a los ojos a alguien a quien apreciaba y estaba dispuesto a que fuese ejecutado, esa no era una manera de morir de forma honrosa, en un combate si… ¿pero ejecutado? Lo único que le esperaba a su alma era el Hel, no se lo merecía, aunque les hubiese abandonado egoístamente.
No sabia las intenciones que tendría su capitán, pero por ahora evitaría a toda costa que el hombre que tenia frente a el muriese de una manera tan deshonrosa, un martillo de guerra y un hacha gélida se materializaron en sus manos con un destello gélido, dando la espalda a Legim susurro `` Así no´´.
- resumen:
- (Nada importante) Cambio de posición al patíbulo seguido de un duelo mental
Tobías Thorn
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Las explosiones, tiros, gritos, nieve, árboles gigantes y demás sucesos no tardaron en acumularse sin que me diese el tiempo necesario para prestarles la atención que se merecían. Solo me preocupé de quitarme de en medio de todos ellos hasta que di con Bizvan, o más bien dio él conmigo. Me quité la armadura para que este pudiese comprobar mi estado físico aprovechando que todos centraban su atención en otros menesteres.
Había conseguido curarme contusiones y demás heridas menores con la habilidad de mi armadura, pero al perecer la resistencia que me otorgaba no había sido la suficiente y tenía un hombro dislocado y un fuerte dolor en el costado izquierdo. Por suerte el marine era un ávido doctor y consiguió devolverme la articulación a su sitio con un fuerte movimiento que consiguió arrancarme un pequeño gruñido de dolor. Aún me sentía maltratado por la continuidad de un combate con otro. Puede que todos hubiesen durado apenas unos minutos, pero en cada uno de ellos lo había dado todo y el cansancio comenzaba a hacer mella. Si quería seguir prestando mi apoyo debía de hacer un esfuerzo más, por lo que activé la técnica de curación que aprendí de aquel manual que cayó en mis manos hace unos años y una energía curativa recorrió cada centímetro de mi ser aliviando mis músculos cansados.
- Gracias compañero, ya estoy mejor - dije a mi nakama mientras me incorporaba para echar un nuevo vistazo. - Debemos buscar a Ciaran e intentar ayudar a quien nos necesite - proseguí viendo que no tardarían en desencadenarse nuevos combates titánicos.
Los altos cargos comenzaban a encararse con los nuevos alborotadores, mientras que los reclutas y heridos comenzaban la retirada para lamer sus heridas en busca de un lugar seguro. Lo único bueno que se podía sacar de este caos es que nadie parecía querer salvar la vida Yonkou, si no que más bien todo el que se acercaba a él era para asegurarse de su sentencia... Aunque no me parecía que alguien con un valor de más de mil millones de berries fuese el personaje más adecuado, pero cuando me dispuse a decirle a Bizvan que fuésemos a ayudar en la tarea de escolta la luz se fue. Era como si alguien hubiese usado el interruptor del sol, por lo que decidí que lo mejor sería mantener posiciones o recular para no encontrarnos en medio del fuego cruzado.
-No sé quien puede ser el causante de esto compañero, pero mantén la guardia alta junto al resto de tus sentidos.
No sabía si mi ojo robot funcionaría en esta ocasión, pero probaría entre las funciones de visión nocturna y térmica para saber si podía situarnos nuevamente.
Había conseguido curarme contusiones y demás heridas menores con la habilidad de mi armadura, pero al perecer la resistencia que me otorgaba no había sido la suficiente y tenía un hombro dislocado y un fuerte dolor en el costado izquierdo. Por suerte el marine era un ávido doctor y consiguió devolverme la articulación a su sitio con un fuerte movimiento que consiguió arrancarme un pequeño gruñido de dolor. Aún me sentía maltratado por la continuidad de un combate con otro. Puede que todos hubiesen durado apenas unos minutos, pero en cada uno de ellos lo había dado todo y el cansancio comenzaba a hacer mella. Si quería seguir prestando mi apoyo debía de hacer un esfuerzo más, por lo que activé la técnica de curación que aprendí de aquel manual que cayó en mis manos hace unos años y una energía curativa recorrió cada centímetro de mi ser aliviando mis músculos cansados.
- Gracias compañero, ya estoy mejor - dije a mi nakama mientras me incorporaba para echar un nuevo vistazo. - Debemos buscar a Ciaran e intentar ayudar a quien nos necesite - proseguí viendo que no tardarían en desencadenarse nuevos combates titánicos.
Los altos cargos comenzaban a encararse con los nuevos alborotadores, mientras que los reclutas y heridos comenzaban la retirada para lamer sus heridas en busca de un lugar seguro. Lo único bueno que se podía sacar de este caos es que nadie parecía querer salvar la vida Yonkou, si no que más bien todo el que se acercaba a él era para asegurarse de su sentencia... Aunque no me parecía que alguien con un valor de más de mil millones de berries fuese el personaje más adecuado, pero cuando me dispuse a decirle a Bizvan que fuésemos a ayudar en la tarea de escolta la luz se fue. Era como si alguien hubiese usado el interruptor del sol, por lo que decidí que lo mejor sería mantener posiciones o recular para no encontrarnos en medio del fuego cruzado.
-No sé quien puede ser el causante de esto compañero, pero mantén la guardia alta junto al resto de tus sentidos.
No sabía si mi ojo robot funcionaría en esta ocasión, pero probaría entre las funciones de visión nocturna y térmica para saber si podía situarnos nuevamente.
- Resumen:
- Divagaciones varias, dejar que Bizvan me haga el sana sanita, usar el manual Micaiah para curar el resto, quedarme cegato por la guadaña de Kat e intentar usar la visión nocturna y térmica de mi ojo robot para ver si así puedo sobrepasarla.
De pronto en medio de la batalla parecen aparecer más no muertos, ¿o eran los mismos que han vuelto a ser reanimados? el caso es que la plaza parece el escenario de una peli de serie C y tres cuartos, con zombies, estatuas de fondo, revolucionarios y dioses luchando por el destino de los hombres, entre tanto nadie parece impedir la ejecución de Legim, quien asciende a un patíbulo tallado en la dura roca de la isla por las escaleras que varios criminales han recorrido antes de su hora final.
Para mayor sorpresa de todos se escuchan varias detonaciones lejanas. Algo recorre la distancia entre el castillo flotante volando por el cielo. De pronto tres enormes balas de cañón impactan en la plaza haciendo temblar todo. Cuando el polvo se dispersa todos pueden ver que no son exactamente balas de cañón, sino una especie de extraña estructura geométrica de varios metros de altura. Cada una de estas se abre para dejar salir a otros tres extraños seres. Cada uno de ellos debe de medir unos 4 metros de altura o más. No sabéis si son hombres enlatados en armaduras de alta tecnología o directamente autómatas. Uno de ellos es de color marrón claro y porta un escudo y un hacha, otro es de color blanco con detalles en azul y amaillo y porta una especie de mezcla entre espada y maza alargada; el tercero es de un vivo tono magenta y lleva dos enormes cañones a los hombros. El blanco alza su arma y apunta al patíbulo.
- Tenemos órdenes explícitas de llevarnos al preso con nosotros vivos. Entregadlo ahora y no nos veremos obligados a usar la fuerza.
Y la anteriormente roca estéril de Gray Rock ahora parece tener una gran cantidad de vegetación emergente cortesía de Kodama. Algunos marines en la base subterránea se queja de que tienen raíces saliendo del techo. Las vegetaciones en las canalizaciones son un fastidio para cualquier vivienda... y cuestan un ojo de la cara retirarlas.
Para mayor sorpresa de todos se escuchan varias detonaciones lejanas. Algo recorre la distancia entre el castillo flotante volando por el cielo. De pronto tres enormes balas de cañón impactan en la plaza haciendo temblar todo. Cuando el polvo se dispersa todos pueden ver que no son exactamente balas de cañón, sino una especie de extraña estructura geométrica de varios metros de altura. Cada una de estas se abre para dejar salir a otros tres extraños seres. Cada uno de ellos debe de medir unos 4 metros de altura o más. No sabéis si son hombres enlatados en armaduras de alta tecnología o directamente autómatas. Uno de ellos es de color marrón claro y porta un escudo y un hacha, otro es de color blanco con detalles en azul y amaillo y porta una especie de mezcla entre espada y maza alargada; el tercero es de un vivo tono magenta y lleva dos enormes cañones a los hombros. El blanco alza su arma y apunta al patíbulo.
- Tenemos órdenes explícitas de llevarnos al preso con nosotros vivos. Entregadlo ahora y no nos veremos obligados a usar la fuerza.
- Los recién llegados:
- Barbatos:
- Gusion:
- Flauros:
Y la anteriormente roca estéril de Gray Rock ahora parece tener una gran cantidad de vegetación emergente cortesía de Kodama. Algunos marines en la base subterránea se queja de que tienen raíces saliendo del techo. Las vegetaciones en las canalizaciones son un fastidio para cualquier vivienda... y cuestan un ojo de la cara retirarlas.
- Gobierno:
- Dretch y sus amigüis:
- Dretch, alcanzas la cubierta del castillo flotante y está sorprendentemente despejada de personas, pero plagada con estaciones de armas, las más cercanas, si por alguna razón no te han disparado mientras te dirigías ahí ahora te apuntan directamente... y son muchas. Por otra parte, otras armas se disponen a abrir fuego contra Kaori mientras giran y la apuntan. Eric, te han dicho que destruyas el cañón pero es... como decirlo, hace que por alguna razón te acomplejes de tu masculinidad. Es un arma que deja los cañones navales de los acorazados en ridículo. ¿podrás romper algo de dimensiones tan grandes?
- La escolta de Legim:
- Bueno, la escena ha evolucionado un poco, ahora que el Team Rocket ha decidido aparecer, sólo les falta un gato parlante como mascota que aporte chascarrillos y un poco de sentido común. Legim no parece hacer gran cosa, resignado a su destino, pero al parecer han aparecido unos extraños caballeros que no les hace mucha gracia que la ejecución se lleve a cabo.
- Al y el Team Rocket:
- Han aparecido una extraña mujer y un carismático hombre el cual se pone a repartir mamporros entre los no muertos, y al ha visto el truco tras vuestro disfraz... más o menos.
Ivan, por ahora ves dos cadáveres interesantes. Uno es el capitán Garrison, el cual parece tener una herida cercenante en las tripas, con las ropas en la zona chamuscada, era famoso por su habilidad como duelista. Otro parece ser del bando revolucionario, es un hombre enorme de más de tres metros de altura, una masa de músculos bien entrenado, parece que murió cuando uno de los golems colapsó sobre el, aunque con un poco de ayuda podría salir de ahí.
- Kenzo:
- Poco a poco te abres paso, aunque frente a ti hay un colosal ser amorfo, hecho de torsos, que parece ir reformándose con cada cadáver inerte que dejas... También hay un extraño humo amarillo que huele dulzón, aunque podría ser el aroma de la podredumbre.
- Piratas:
- Balagus y Nachor:
- Barco contra barco os lanzáis al ataque de un acorazado marine. la cubierta de este está agujereada en algunos sitios y pilláis un poco por sorpresa a algunos marines cercanos que se afanaban en realizar las tareas de mantenimiento del barco. Aunque la verdad es que es algo impresionante su tamaño y la cantidad de enemigos que hay... Es posible que la cantidad de tripulación se cuente a cientos. (podéis hacer acciones cerradas a los marines de rango bajo, pero sin pasarse)
- Yuu:
- -Ah, bueno. - Dice la niña con una dulce sonrisa. - En ese caso no hay problema.
La pequeña chasquea los dedos y de pronto los ánimos se relajan, las mujeres enfundan las almas y el ambiente se vuelve mucho menos tenso.
- Debe de haber sido duro, lo de la bala y la caída y tal. Ven siéntate y relájate.
Con un simple gesto las marines te tienden un cómodo sillón y una mesilla, todo con unas vistas privilegiadas a la batalla. Una morena de infarto se acerca y te sirve una cerveza bien fría y otra rubia con gafas y de grandes atributos de deja una bandeja con varios aperitivos. A lo mejor eso de que ser marine es duro es un mito urbano y en realidad es un chollo.
- Katharina y sus no muertos y no tan no muertos:
- Bua chaval esto está al nivel de Finity War
- Brynn:
- Por lo que puedes ver no parece haber piratas o revolucionarios con un nombre y que no sean unos monstruos en la isla, o eso o están bien escondidos. Por cierto no eres el único en el cielo, hay un pavo con muy mala pinta montado en un caballo volador (Fenrir)
- William:
- Te ofrecen un paracaídas para descender. Si decides bajar las secciones exteriores de la fortaleza tienen menor actividad que el centro, la flota pirata está en plena batalla, al igual que los navíos marines más grandes.
- Zane y Spooner:
- Pues nada, ahí estás, escondidito sin hacer nada. ¿No es hora de volver a la acción? Hay más gente con la que pegarse.
- Revolucionarios:
- Liv:
- Se acerca una patrulla a mirar, son cinco hombres armados que no tardan en llenar la estancia en la que estabas antes. Miran donde puede estar la fuente del ruido, asegurándose que el casco no esté dañado y existan vías de agua. Uno de ellos repara en la abolladura que has dejado y empieza a mirar qué ha podido causarlo. Parecen bastante centrados en la tarea, podrías emboscarlos, pero a lo mejor eso sólo logra que den la alarma antes, tu decides si atacar o dejarlos pasar.
- Maki:
- Una gran pared de roca se alza ante ti, esta no es blanca ni tan fría, pero es grande. Si avanzas hacia uno de los lados podrás ver una inmensa cueva. Esta da a un embarcadero con varios acorazados marines y lo que parece un puerto subterráneo. Por ahora nadie ha reparado en ti. Mira a ver lo que haces, entrar por la cueva, o trepar cual batracio.
- Lily:
- Con los esfuerzos de todos lográis vaciar la estancia de munición y combustible, con lo que os resulta bastante más seguro rematar el trabajo. Poco a poco retiráis el metal sobrante y parcheáis las zonas dañadas menos una. Conforme la torreta gira descubrís que una sección entera de uno de los anillos de contención superior está seriamente dañada. Si la torreta dispara con ese defecto podría desestabilizarse en inclinarse con su propio retroceso.
Roland von Klauswitz
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El espacio subterráneo le pilló por sorpresa. Cuando hundió las raíces y se encontró con un hueco enorme bajo el suelo se asustó durante un segundo. No era normal para él encontrarse con cavidades subterráneas, pero no tuvo problemas para encontrar tierra de verdad de la que nutrirse. Seguro que quienquiera que hubiese ahí abajo se había asustado mucho más que él.
En cualquier caso, lo importante era que las fuerzas volvían a él a cada segundo. Las heridas de su cuerpo humano ya no existirían cuando volviese a adoptar esa forma, su capacidad de regeneración quedaría restaurada, y tendría fuerzas para seguir utilizando sus poderes de árbol. Podría volver a pelear contra los criminales que les asediaban y defender la justicia.
Los inexistentes ojos de sus árboles vigía le transmitían imágenes de la batalla. Algunos habían quedado envueltos en oscuridad, como si la noche los cubriese allá en la plaza. Seguramente sería cosa de algún combate.
Aunque cerca del patíbulo los piratas de renombre parecían más bien escasos, el intercambio de cañonazos continuaba en el mar. El hielo y el humo envolvían decenas de navíos cuyos cañones vomitaban fuego en todas direcciones. No podía evitar pensar en esos pobres árboles, utilizados para construir máquinas de guerra destinadas a matar y morir. Para eso vivían los piratas, para usar a sus congéneres en la construcción de armas con las que quemar y destruir. Sin ellos no habría guerras y los suyos podrían seguir viviendo en paz en sus bosques y selvas.
Curiosamente, un barco que parecía más un castillo de piedra que una embarcación de madera hizo su aparición. Uno de los arbolitos lo “divisó” desde bastante distancia y fue testigo de cómo sus cañones taladraban las defensas de los marines. Estaba claro que eran bastante más potentes que la artillería normal. Lo apuntó en su lista mental de objetivos; si la situación en la plaza no se iba de las manos, en cuanto estuviese listo iría a lidiar con esa cosa. Y lo cierto era que no creía que fuesen a perder. Vale, había unos cuantos tipos raros que parecían más muertos que vivos, pero no sería problema para las tropas de élite de la Marina. Probablemente, no tendrían problemas para...
Las explosiones le pillaron desprevenido. Estaba tan centrado en los alrededores, viendo a través de sus otros ojos, los de los demás árboles, que no se percató de las tres grandes estructuras que habían volado hasta la plaza. “No son balas de cañón”, supo. ¿Serían algún tipo de arma? ¿Un explosivo?
En realidad resultaron ser algo así como cápsulas de transporte. Kodama observó con preocupación a las tres moles metálicas que surgieron de los proyectiles. ¿Más máquinas? Llevaba todo el día viendo cacharros mecánicos incomprensibles. ¿Quién construía todo eso? ¿Y para qué? ¿Cómo podía compararse un monstruo de hierro con la belleza natural de un estanque en invierno?
Las máquinas -que ya, para colmo, hablaban- exigían la liberación de Legim. Kodama dedujo que eran armas piratas, lo cual le dio la excusa perfecta para poder destruirlas. Estaba ya decidido a atrapar a las máquinas con sus ramas cuando se dio cuenta de que le faltaba un ojo.
No se trataba de un ojo de verdad, sino de algo mucho peor: uno de los árboles que había colocado antes estaba muerto, aplastado bajo el pie de uno de los colosos de hierro. A pesar de su miedo al fuego, Kodama ardía de furia. Una pobre e inocente vida arrebatada por la insensible rigidez de un ser inerte y artificial. Aquel pisotón representaba todo lo que odiaba, todo el mal de la sociedad humana concentrado en un único lugar: una plaza en la que la muerte campaba. Uno y otro bando perdían gente continuamente, e incluso los muertos eran invocados para seguir peleando. La muerte reclamaba Gray Rock, la negra sombra de la humanidad destrozaba toda vida a su paso, y sus demoníacas creaciones la aplastaban sin piedad.
“No mientras yo esté aquí”.
No necesitaba más, no permitiría que la muerte metálica destruyese nada más. Ya no luchaba por la justicia, sino por la vida. Pensaba reducir a esas cosas a chatarra humeante.
El Roble temblaba de ira. Un airado rostro humano apareció en la corteza mientras el color de sus hojas cambiaba. El otoño llegaba para Kodama, dejando caer cientos de sus hojas, teñidas de intensos ocres, naranjas y marrones. Éstas quedaron dispersadas por doquier, movidas a la caprichosa voluntad del viento, esparcidas alrededor de los engendros mecánicos. Cada una, frágil y quebradiza, contenía una generosa porción de la energía de Kodama, que seguía absorbiéndola del suelo.
“Que florezca la vida”.
Y floreció. Fue rápido y brutal, tan salvaje como solo puede serlo la naturaleza. De cada una de las hojas brotó un árbol, un perfecto y precioso árbol que envolvería la plaza con su vida y su frescor y dispersaría el hedor de la muerte en favor del revigorizante aroma de la vida. Piratas, marines, vivos, muertos, de carne, de acero, todos luchando por matar. Todos ellos habían olvidado algo fundamental, pero para eso estaba él allí. Kodama se encargaría de recordarles que no había nada más bello y aterrador que el poder de la vida.
En cualquier caso, lo importante era que las fuerzas volvían a él a cada segundo. Las heridas de su cuerpo humano ya no existirían cuando volviese a adoptar esa forma, su capacidad de regeneración quedaría restaurada, y tendría fuerzas para seguir utilizando sus poderes de árbol. Podría volver a pelear contra los criminales que les asediaban y defender la justicia.
Los inexistentes ojos de sus árboles vigía le transmitían imágenes de la batalla. Algunos habían quedado envueltos en oscuridad, como si la noche los cubriese allá en la plaza. Seguramente sería cosa de algún combate.
Aunque cerca del patíbulo los piratas de renombre parecían más bien escasos, el intercambio de cañonazos continuaba en el mar. El hielo y el humo envolvían decenas de navíos cuyos cañones vomitaban fuego en todas direcciones. No podía evitar pensar en esos pobres árboles, utilizados para construir máquinas de guerra destinadas a matar y morir. Para eso vivían los piratas, para usar a sus congéneres en la construcción de armas con las que quemar y destruir. Sin ellos no habría guerras y los suyos podrían seguir viviendo en paz en sus bosques y selvas.
Curiosamente, un barco que parecía más un castillo de piedra que una embarcación de madera hizo su aparición. Uno de los arbolitos lo “divisó” desde bastante distancia y fue testigo de cómo sus cañones taladraban las defensas de los marines. Estaba claro que eran bastante más potentes que la artillería normal. Lo apuntó en su lista mental de objetivos; si la situación en la plaza no se iba de las manos, en cuanto estuviese listo iría a lidiar con esa cosa. Y lo cierto era que no creía que fuesen a perder. Vale, había unos cuantos tipos raros que parecían más muertos que vivos, pero no sería problema para las tropas de élite de la Marina. Probablemente, no tendrían problemas para...
Las explosiones le pillaron desprevenido. Estaba tan centrado en los alrededores, viendo a través de sus otros ojos, los de los demás árboles, que no se percató de las tres grandes estructuras que habían volado hasta la plaza. “No son balas de cañón”, supo. ¿Serían algún tipo de arma? ¿Un explosivo?
En realidad resultaron ser algo así como cápsulas de transporte. Kodama observó con preocupación a las tres moles metálicas que surgieron de los proyectiles. ¿Más máquinas? Llevaba todo el día viendo cacharros mecánicos incomprensibles. ¿Quién construía todo eso? ¿Y para qué? ¿Cómo podía compararse un monstruo de hierro con la belleza natural de un estanque en invierno?
Las máquinas -que ya, para colmo, hablaban- exigían la liberación de Legim. Kodama dedujo que eran armas piratas, lo cual le dio la excusa perfecta para poder destruirlas. Estaba ya decidido a atrapar a las máquinas con sus ramas cuando se dio cuenta de que le faltaba un ojo.
No se trataba de un ojo de verdad, sino de algo mucho peor: uno de los árboles que había colocado antes estaba muerto, aplastado bajo el pie de uno de los colosos de hierro. A pesar de su miedo al fuego, Kodama ardía de furia. Una pobre e inocente vida arrebatada por la insensible rigidez de un ser inerte y artificial. Aquel pisotón representaba todo lo que odiaba, todo el mal de la sociedad humana concentrado en un único lugar: una plaza en la que la muerte campaba. Uno y otro bando perdían gente continuamente, e incluso los muertos eran invocados para seguir peleando. La muerte reclamaba Gray Rock, la negra sombra de la humanidad destrozaba toda vida a su paso, y sus demoníacas creaciones la aplastaban sin piedad.
“No mientras yo esté aquí”.
No necesitaba más, no permitiría que la muerte metálica destruyese nada más. Ya no luchaba por la justicia, sino por la vida. Pensaba reducir a esas cosas a chatarra humeante.
El Roble temblaba de ira. Un airado rostro humano apareció en la corteza mientras el color de sus hojas cambiaba. El otoño llegaba para Kodama, dejando caer cientos de sus hojas, teñidas de intensos ocres, naranjas y marrones. Éstas quedaron dispersadas por doquier, movidas a la caprichosa voluntad del viento, esparcidas alrededor de los engendros mecánicos. Cada una, frágil y quebradiza, contenía una generosa porción de la energía de Kodama, que seguía absorbiéndola del suelo.
“Que florezca la vida”.
Y floreció. Fue rápido y brutal, tan salvaje como solo puede serlo la naturaleza. De cada una de las hojas brotó un árbol, un perfecto y precioso árbol que envolvería la plaza con su vida y su frescor y dispersaría el hedor de la muerte en favor del revigorizante aroma de la vida. Piratas, marines, vivos, muertos, de carne, de acero, todos luchando por matar. Todos ellos habían olvidado algo fundamental, pero para eso estaba él allí. Kodama se encargaría de recordarles que no había nada más bello y aterrador que el poder de la vida.
- Resumen:
- Ver que pasa y absorber energía - Darse cuenta de que uno de los robots ha chafado uno de sus arbolitos - Cabrearse a muerte - Tirar un montón de hojas por toda la plaza - Hacer que brote un árbol de cada una
Golden Autumn: Las hojas se secan y adoptan colores ocres y marrones, llegando incluso a caerse. En esta estación, Kodama deposita una buena porción de energía en sus hojas caídas, de forma que de cada una de ellas puede brotar un árbol. Excepto en lugares con climas extremos, es capaz de hacer que nazca incluso un bosque entero.
Loyal D.Edward
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Aquella turbia y desgastada voz resultó ser dueña de uno de los incontables seres exánimes a los que la pelirrosa había transmutado, y que ahora proliferaban el caos por todo el patíbulo de la isla judicial. Sin embargo, a modo de anécdota peculiar, el ser gozaba de una apariencia que sobresaltaba por encima del resto de la masa de extintos. Entre los escasos rasgos de ser humano que conservaba, la mayoría se hallaban encubiertos por el retrete que sostenía con orgullo en su cabeza, reluciente y exótico, digno accesorio de algún ser legendario cuya sangre había sido vertida sobre el empedrado que nuestras botas palpaban.
-¿Se encuentra bien?¿Puede moverse?¡¡¡Tenemos problemas!!!-El tipo, agitado, levantaba las rodillas hasta la altura de su pecho, girando al mismo tiempo cuál tiovivo en época festiva.
-No me grites...¿Que demonios pasa ahora?..-Respondí con la voz ronca y gastada propia de un resacoso en pleno sábado por la mañana. Intentaba levantarme con impedimento, posando ambas palmas de mis manos sobre mis todavía adoloridas sienes.
-Agárrese.-Exclamó firme el no muerto, extendiendo uno de sus brazos como ayuda para volver a recobrar el equilibrio al percibir mis evidentes dificultades.
-Oh...Gracias.-Con la visión todavía algo borrosa, agarré con torpeza su antebrazo hasta conseguir casi erguirme por completo.
-¡¡Yiaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!!-Salté hacia atrás con la fuerza de un kanguro, olvidándome por un instante de todo el aletargamiento que sufría en aquel entonces. Por desgracia para la humanidad, acababa de apreciar que lo que había agarrado no era su antebrazo, si no mas bien el mango de algún tipo de objeto dorado que se sumergía por su túnel anal hasta el infinito y mas allá.
-¿¡Que haces con eso ahí metido bastardo?!-Al tiempo que le recriminaba con furia restregaba con vigor mi mano contra las rocas del suelo en busca de superar el repentino evento traumático.
-Es que...es que...me estimula el punto “G”.-Me miró fijamente con cara de póquer mientras el imponente utensilio relucía con la fuerza del sol por un momento.
-¿¿¡¡¡Como puedes decir eso tan serio??!!!¡¡¡Maldito depravado!!!-Apreté el puño unos segundos mientras la profunda conversación sobre el sentido de la vida y el flujo de energía universal seguía su curso, hasta que noté como algo caía sobre mi mano...¿Estaba...nevando?..Realmente lo dudaba, ya que el clima de la isla no haría posible tal acontecimiento.
-Eh...¿Está nevando?-Alcé la vista al cielo para disipar todas mis dudas tras un escaso análisis del entorno. Sobre el manto de copos que se esparcía por todo el centro de la isla, surcaba el cielo algún tipo de objeto volador no identificado dirigido por algún usuario con un sentido del humor un tanto extravagante.
-¡¡Está dulce!!-Expresó con júbilo el hombre retrete tras sacar la mítica fusta de su recto para lamerla y volver a colocarla en el lugar al cuál pertenecía.
-¡¡No hagas eso asqueroso, seguro que sabe así porque tienes almorranas!!-Gruñía con ambas manos posadas sobre mis labios, buscando contener las arcadas que la escena me originaba.
Tras chuparse uno de los dedos y degustar otro de los sabrosos copos de azúcar, el medio hombre volvió a entrar en pánico cuándo su mente volvió a ponerse en situación.
-¡¡Es verdad, es verdad, casi se me olvida maldita sea!!..¡¡Un tipo con una motocicleta está atacando a todos nuestros combatientes, y no solo eso..también han aterrizado marines sobre la plaza que le están apoyando el contraataque!!-
-Maldita sea, no os dej--¡¡Puahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!!-Grité con terror al ver que la inofensiva nevada de azúcar sobre nuestras cabezas había tornado en una explosión no muy lejana en el cielo.
Recobré la compostura rápidamente para dirigirme al hombre del retrete indomable.
-Lo quiero decir es qu--¡¡Naniiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!!-Mi boca se alargó como el pico de un tucán al ver la lluvia de armas que descendía sobre nuestras cabezas por el fascinante e inoportuno efecto de la gravedad. Cuándo el resto de no muertos siguieron mi mirada, sus gestos acompañaron al de un servidor con la eficacia de un ditto, rogando salvación al hombre equivocado.
-¡¡Haga algo Edward-sama!!-Gritos de desesperación provenían de mi derecha.
-¡¡Sálvenos,oh, legendario, pernicioso y devastador de dragones, que tu misericordia alcancé a extender la existencia de estas pobres almas solo un día más¡¡-Respondieron voces provenientes de mi izquierda.
Tras escuchar semejantes palabras, arqueé una ceja desconcertado, reaccionando con brío al ver los escasos segundos que me restaban de vida.
-¡¡Que nadie se preocupe, tengo un plan!!-Intenté tranquilizar a las masas con una falsa confianza, extendiendo los brazos al cielo buscando imitar las garras de un tigre mientras todos los no muertos de alrededor observaban expectantes.
-¡¡¡Arte milenario de los mil flujos astrales!!!-El silencio invadió el lugar, dando paso en primer plano a la táctica prohibida realizada con éxito durante miles de años.
-¡¡¡Escudo humano!!!-Aceleré como una liebre en dirección a una de las masas de revividos. Cuándo me encontraba lo suficientemente de cerca, agarré con todas mis fuerzas a todos los que se encontraban a mis alrededor , formando una cúpula de cadáveres sobre mi posición justo cuándo las afiladas hojas comenzaban a precipitarse sobre nosotros sin compasión.
Cuándo la grotesca escena llegó a su fin, me levanté del suelo apartando los cuerpos atravesados de mis fieles camaradas.
-¿¡Que acabes de hacer maldito cabrón?!¿¡Cómo te atreves a usarnos para protegerte?!-Comenzaron a rodearme envueltos en confusión y furia por lo ocurrido.
-Vamos...Vamos...no lloréis, pensad un poco.-Le dí un par de palmadas en la espalda a uno de los que mas próximos se encontraba a mi posición, provocando que dudasen por un momento acerca de lo ocurrido.
-¿Creéis que me llaman el aniquilador de dragones por nada?..Os ruego que me disculpéis si os han parecido precipitados mis actos, pero si alguno de esos proyectiles llegase a tocarme...toda la isla moriría.-Los difuntos comenzaron a mirarse unos a otros tras mis palabras.
-Cuándo yo aún era un novato...comí la Kaku Kaku no mi en uno de mis viajes.. en busca de obtener el poder que me permitiese salvar a todos los inocentes y poner fin a todas las injusticias de este mundo...así es...soy un hombre nuclear...mis venas...arterias...mi sangre...mis órganos...todo mi cuerpo es explosivo, hasta el punto de que una herida sobre mi piel podría reducir esta isla a cenizas...si...se lo que estáis pensando...lo sé...soy un monstruo...y así he vivido toda mi vida...pero a veces un hombre debe pagar el precio mas alto para cambiar el mundo.-Pude percibir como el gesto en los rostros de los integrantes iba cambiando paulatinamente.
-No me malinterpretéis mis queridos hijos...mis actos abrasan mis entrañas con tan solo su recuerdo...pero si lo he hecho es porque vosotros no podéis morir (Porque ya estáis muertos idiotas), porque sois el ejercito perfecto..y si tengo que reprimir mi poder para que vosotros podáis luchar un día mas, una hora mas o un segundo mas por vuestros sueños, que los dioses me lleven ahora mismo si así lo creen conveniente.-Me arrodillé en el suelo con los brazos abiertos mirando al cielo, esperando que no ocurriese ningún tipo de juicio divino mientras los pobres subordinados lloraban desconsolados.
-¡¡Es un mensajero divino!!¡¡No merecemos a semejantes hombres tan fantásticos!!-Gritaban casi de manera inteligible mientras se secaban el rio de lágrimas que brotaba de sus ojos.
-Ah, cierto, a lo que iba.-Me levanté del suelo con un pequeño salto como si nada.
-¡¡¡Quiero que destruyáis a cualquiera que presente oposición sin dudar de sus intenciones o bando, y lo más importante...que no nos toquen un pelo ni a mí ni a Aniki o se pondrá fin al mundo tal y como lo conocéis!!!
-Oe oe Edward-sama...¿¡Que hay de Katharina-sama?!-Me comentó uno de ellos, acercándose indiscretamente a mi oído.
-Si si...a Kokaina-sama tampoco.-Les hice un gesto de barrido e indiferencia con la mano, indicando que marchasen raudos.
-¡¡¡Ah, y otra cosa!!!-Llené de aire mis pulmones todo lo que pude mientras los soldados marchaban ya decididos a la batalla.
-¡¡¡Si llegase a pasarme algo en el día de hoy...quiero que me recordéis como el legendario espadachín del cipote indomable!!!-Los miré decidido con un saludo militar llevando mi mano a la altura de la frente.
-¡¡¡Deja ya esa mierda!!!-Respondieron irritados mientras algunas de sus siluetas se iban dispersando en plena formación ofensiva.
-¿Se encuentra bien?¿Puede moverse?¡¡¡Tenemos problemas!!!-El tipo, agitado, levantaba las rodillas hasta la altura de su pecho, girando al mismo tiempo cuál tiovivo en época festiva.
-No me grites...¿Que demonios pasa ahora?..-Respondí con la voz ronca y gastada propia de un resacoso en pleno sábado por la mañana. Intentaba levantarme con impedimento, posando ambas palmas de mis manos sobre mis todavía adoloridas sienes.
-Agárrese.-Exclamó firme el no muerto, extendiendo uno de sus brazos como ayuda para volver a recobrar el equilibrio al percibir mis evidentes dificultades.
-Oh...Gracias.-Con la visión todavía algo borrosa, agarré con torpeza su antebrazo hasta conseguir casi erguirme por completo.
-¡¡Yiaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!!-Salté hacia atrás con la fuerza de un kanguro, olvidándome por un instante de todo el aletargamiento que sufría en aquel entonces. Por desgracia para la humanidad, acababa de apreciar que lo que había agarrado no era su antebrazo, si no mas bien el mango de algún tipo de objeto dorado que se sumergía por su túnel anal hasta el infinito y mas allá.
-¿¡Que haces con eso ahí metido bastardo?!-Al tiempo que le recriminaba con furia restregaba con vigor mi mano contra las rocas del suelo en busca de superar el repentino evento traumático.
-Es que...es que...me estimula el punto “G”.-Me miró fijamente con cara de póquer mientras el imponente utensilio relucía con la fuerza del sol por un momento.
-¿¿¡¡¡Como puedes decir eso tan serio??!!!¡¡¡Maldito depravado!!!-Apreté el puño unos segundos mientras la profunda conversación sobre el sentido de la vida y el flujo de energía universal seguía su curso, hasta que noté como algo caía sobre mi mano...¿Estaba...nevando?..Realmente lo dudaba, ya que el clima de la isla no haría posible tal acontecimiento.
-Eh...¿Está nevando?-Alcé la vista al cielo para disipar todas mis dudas tras un escaso análisis del entorno. Sobre el manto de copos que se esparcía por todo el centro de la isla, surcaba el cielo algún tipo de objeto volador no identificado dirigido por algún usuario con un sentido del humor un tanto extravagante.
-¡¡Está dulce!!-Expresó con júbilo el hombre retrete tras sacar la mítica fusta de su recto para lamerla y volver a colocarla en el lugar al cuál pertenecía.
-¡¡No hagas eso asqueroso, seguro que sabe así porque tienes almorranas!!-Gruñía con ambas manos posadas sobre mis labios, buscando contener las arcadas que la escena me originaba.
Tras chuparse uno de los dedos y degustar otro de los sabrosos copos de azúcar, el medio hombre volvió a entrar en pánico cuándo su mente volvió a ponerse en situación.
-¡¡Es verdad, es verdad, casi se me olvida maldita sea!!..¡¡Un tipo con una motocicleta está atacando a todos nuestros combatientes, y no solo eso..también han aterrizado marines sobre la plaza que le están apoyando el contraataque!!-
-Maldita sea, no os dej--¡¡Puahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!!-Grité con terror al ver que la inofensiva nevada de azúcar sobre nuestras cabezas había tornado en una explosión no muy lejana en el cielo.
Recobré la compostura rápidamente para dirigirme al hombre del retrete indomable.
-Lo quiero decir es qu--¡¡Naniiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!!-Mi boca se alargó como el pico de un tucán al ver la lluvia de armas que descendía sobre nuestras cabezas por el fascinante e inoportuno efecto de la gravedad. Cuándo el resto de no muertos siguieron mi mirada, sus gestos acompañaron al de un servidor con la eficacia de un ditto, rogando salvación al hombre equivocado.
-¡¡Haga algo Edward-sama!!-Gritos de desesperación provenían de mi derecha.
-¡¡Sálvenos,oh, legendario, pernicioso y devastador de dragones, que tu misericordia alcancé a extender la existencia de estas pobres almas solo un día más¡¡-Respondieron voces provenientes de mi izquierda.
Tras escuchar semejantes palabras, arqueé una ceja desconcertado, reaccionando con brío al ver los escasos segundos que me restaban de vida.
-¡¡Que nadie se preocupe, tengo un plan!!-Intenté tranquilizar a las masas con una falsa confianza, extendiendo los brazos al cielo buscando imitar las garras de un tigre mientras todos los no muertos de alrededor observaban expectantes.
-¡¡¡Arte milenario de los mil flujos astrales!!!-El silencio invadió el lugar, dando paso en primer plano a la táctica prohibida realizada con éxito durante miles de años.
-¡¡¡Escudo humano!!!-Aceleré como una liebre en dirección a una de las masas de revividos. Cuándo me encontraba lo suficientemente de cerca, agarré con todas mis fuerzas a todos los que se encontraban a mis alrededor , formando una cúpula de cadáveres sobre mi posición justo cuándo las afiladas hojas comenzaban a precipitarse sobre nosotros sin compasión.
Cuándo la grotesca escena llegó a su fin, me levanté del suelo apartando los cuerpos atravesados de mis fieles camaradas.
-¿¡Que acabes de hacer maldito cabrón?!¿¡Cómo te atreves a usarnos para protegerte?!-Comenzaron a rodearme envueltos en confusión y furia por lo ocurrido.
-Vamos...Vamos...no lloréis, pensad un poco.-Le dí un par de palmadas en la espalda a uno de los que mas próximos se encontraba a mi posición, provocando que dudasen por un momento acerca de lo ocurrido.
-¿Creéis que me llaman el aniquilador de dragones por nada?..Os ruego que me disculpéis si os han parecido precipitados mis actos, pero si alguno de esos proyectiles llegase a tocarme...toda la isla moriría.-Los difuntos comenzaron a mirarse unos a otros tras mis palabras.
-Cuándo yo aún era un novato...comí la Kaku Kaku no mi en uno de mis viajes.. en busca de obtener el poder que me permitiese salvar a todos los inocentes y poner fin a todas las injusticias de este mundo...así es...soy un hombre nuclear...mis venas...arterias...mi sangre...mis órganos...todo mi cuerpo es explosivo, hasta el punto de que una herida sobre mi piel podría reducir esta isla a cenizas...si...se lo que estáis pensando...lo sé...soy un monstruo...y así he vivido toda mi vida...pero a veces un hombre debe pagar el precio mas alto para cambiar el mundo.-Pude percibir como el gesto en los rostros de los integrantes iba cambiando paulatinamente.
-No me malinterpretéis mis queridos hijos...mis actos abrasan mis entrañas con tan solo su recuerdo...pero si lo he hecho es porque vosotros no podéis morir (Porque ya estáis muertos idiotas), porque sois el ejercito perfecto..y si tengo que reprimir mi poder para que vosotros podáis luchar un día mas, una hora mas o un segundo mas por vuestros sueños, que los dioses me lleven ahora mismo si así lo creen conveniente.-Me arrodillé en el suelo con los brazos abiertos mirando al cielo, esperando que no ocurriese ningún tipo de juicio divino mientras los pobres subordinados lloraban desconsolados.
-¡¡Es un mensajero divino!!¡¡No merecemos a semejantes hombres tan fantásticos!!-Gritaban casi de manera inteligible mientras se secaban el rio de lágrimas que brotaba de sus ojos.
-Ah, cierto, a lo que iba.-Me levanté del suelo con un pequeño salto como si nada.
-¡¡¡Quiero que destruyáis a cualquiera que presente oposición sin dudar de sus intenciones o bando, y lo más importante...que no nos toquen un pelo ni a mí ni a Aniki o se pondrá fin al mundo tal y como lo conocéis!!!
-Oe oe Edward-sama...¿¡Que hay de Katharina-sama?!-Me comentó uno de ellos, acercándose indiscretamente a mi oído.
-Si si...a Kokaina-sama tampoco.-Les hice un gesto de barrido e indiferencia con la mano, indicando que marchasen raudos.
-¡¡¡Ah, y otra cosa!!!-Llené de aire mis pulmones todo lo que pude mientras los soldados marchaban ya decididos a la batalla.
-¡¡¡Si llegase a pasarme algo en el día de hoy...quiero que me recordéis como el legendario espadachín del cipote indomable!!!-Los miré decidido con un saludo militar llevando mi mano a la altura de la frente.
-¡¡¡Deja ya esa mierda!!!-Respondieron irritados mientras algunas de sus siluetas se iban dispersando en plena formación ofensiva.
- Resumen (Periferia de la plaza):
- -Entablar una seria conversación con el hombre retrete y su fusta anal sobre el sentido de nuestra existencia (NO).
-Ser informado del ataque de Bleyd y de los marines Kenzo y compañía.
-Visualizar la explosión de azúcar de Jack y jiñarme las patas abajo.
-Ver la lluvia de armas provocada por Jason y jiñarme aun mas. Acabo usando a unos cuántos no muertos como escudo, y después para excusarme les cuento unas trolas tremendas marca de la casa.
-Ordenar que destruyan toda oposición y que no nos toquen un pelo ni a mi ni a Xey, y a Kath mas o menos.
-Pedirles que me recuerden con un apodo legendario digno.
Mist D. Spanner
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—¿Acaso crees que te sigo por tu cara bonita? -le respondió al pelirrojo tras salir a la superficie.
Un fuego que no quema, enviado por su capitán, envolvió su brazo roto. El espadachín notó una cálida sensación mientras el dolor menguaba. Pasado un rato, el mismo fuego se movió hasta su cabeza, donde detuvo el sangrado. Las llamas se disiparon. El espadachín se miró el brazo, que ya no estaba roto, y cerró el puño varias veces. Se lo había curado, aunque seguía sintiendo ciertas molestias. Se mantuvo sentado, pues estaba agotado después de la carrera, viendo como su capitán hablaba con el resto.
—Sí, estoy bien… -dijo, cuando volvió a hablar con él-. Esta guerra nos viene grande, Zane…
Casi todos habían salido maltrechos de sus combates. El único que aún no había vuelto era Therax, aunque el espadachín confiaba en su victoria. Chasqueó la lengua mientras se ponía de pie, mirándose de nuevo el brazo que se había roto. En su caso, ni siquiera lo había herido un enemigo. Había sido al caer, cuando fue desmayado por aquellos monstruos combatiendo. De no haber sido por eso habría podido evitar la caída sin problemas y, tal vez, solo tal vez, haber ganado aquella batalla en la que se había metido. Podría haber demostrado, por fin, que es un miembro importante del equipo, y no solo el amigo del capitán.
—Capitán… -siempre había sido la voz de la razón. Aquel que aconsejaba al capitán sobre que hacer y a dónde ir, siempre con la lógica en frente, buscando el resultado con mayores probabilidades de salir vivos. Sin embargo, aquel día era distinto-. Tú decides lo que hacemos ahora.
Un fuego que no quema, enviado por su capitán, envolvió su brazo roto. El espadachín notó una cálida sensación mientras el dolor menguaba. Pasado un rato, el mismo fuego se movió hasta su cabeza, donde detuvo el sangrado. Las llamas se disiparon. El espadachín se miró el brazo, que ya no estaba roto, y cerró el puño varias veces. Se lo había curado, aunque seguía sintiendo ciertas molestias. Se mantuvo sentado, pues estaba agotado después de la carrera, viendo como su capitán hablaba con el resto.
—Sí, estoy bien… -dijo, cuando volvió a hablar con él-. Esta guerra nos viene grande, Zane…
Casi todos habían salido maltrechos de sus combates. El único que aún no había vuelto era Therax, aunque el espadachín confiaba en su victoria. Chasqueó la lengua mientras se ponía de pie, mirándose de nuevo el brazo que se había roto. En su caso, ni siquiera lo había herido un enemigo. Había sido al caer, cuando fue desmayado por aquellos monstruos combatiendo. De no haber sido por eso habría podido evitar la caída sin problemas y, tal vez, solo tal vez, haber ganado aquella batalla en la que se había metido. Podría haber demostrado, por fin, que es un miembro importante del equipo, y no solo el amigo del capitán.
—Capitán… -siempre había sido la voz de la razón. Aquel que aconsejaba al capitán sobre que hacer y a dónde ir, siempre con la lógica en frente, buscando el resultado con mayores probabilidades de salir vivos. Sin embargo, aquel día era distinto-. Tú decides lo que hacemos ahora.
- Resumen:
- Decirle al capi que manda él
Dexter Black
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Akuma no mi
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El silencio fue la única respuesta que obtuvo. El perdón significaba que no habría nada más allá. La amnistía simbolizaba la doma de su reino, la destrucción de todo aquello por lo que había trabajado, el perdón de unos pecados que ni aun queriendo podía perdonar, desde las ofensas más personales a injusticias de las que día sí y día también eran cómplices. Sabía cómo funcionaba, cómo unos pocos hacían prevalecer su voluntad sobre la del resto, y sobre todo era plenamente consciente de que el Gobierno Mundial no iba a cumplir su palabra, al menos no como había prometido. Podría darles la oportunidad de redimirse, un tiempo antes de derrocar a los Dragones Celestiales, pero... Para eso tenía que confiar en ellos, y ni siquiera habían intentado ponerse en contacto con él durante un buen rato. No, no podía confiar en esa institución. Sacó el i-Den Den mushi.
-Espero que tengas el paquete- espetó a un Akagami que seguramente no esperase su interrupción-. Hay...
-No me digas- interrumpió el moreno-. Un cambio de planes. Sí, ya está conmigo.
Dexter sonrió.
-Perfecto. Ponla a salvo y sigue el protocolo F15H3R-7163R.
-¿Cuál?- preguntó-. Como imaginarás, no he aprendido los siete millones de protocolos que añadiste como contingencia a este plan.
-Sólo añadí trescientos noventa y uno. Y fue el único que propusiste tú.
No lo veía, pero supo que en aquel momento estaría sonriendo. Al fin y al cabo, probablemente acatar esa orden significase cumplir con su sueño más profundo. Él lo sabía, Akagami lo sabía, y en general el mundo entero lo sabría muy pronto. Pero por el momento debía centrarse en la plaza:
Guerra abierta a su alrededor. Bleyd luchaba contra una horda de no muertos mientras otros tantos se alzaban. Los Marines y Agentes del Gobierno huían mientras los oficiales cubrían las rutas de evacuación. A lo lejos Al Naion y Kai se enfrentaban a otros dos marines por algún motivo, y un disparo furtivo de alguien a su espalda había fallado su blanco por apenas siete centímetros. Legim seguía vivo, pero el cadáver que se arrastraba tras él había sido derribado con una precisión pasmosa. ¿Tal vez fuese el objetivo original del francotirador? En ese caso, ¿Estaría un hombre oculto entre los escombros tratando de salvar a Legan Legim? Por un momento dejó que una chispa de esperanza brillase en su interior. Si antes no estaba totalmente seguro de lo que iba a hacer, ahora estaba decidido.
En la plataforma había tres miembros de Blue Rose: Worgulv, Deathstroke y Murasaki. Por algún motivo Legim estaba con ellos, aunque los planes no parecían ir mucho con el vikingo y éste había desenfundado sus armas, con las que retaba ferozmente a quienquiera que se atreviese a dar un paso adelante...
-Worgulv- dijo serenamente por el comunicador-. Si vas a impedir que ejecuten a Legim mantenlo con vida. Nos lo llevamos.
Apenas le dio tiempo a decir aquello unos extraños proyectiles impactaron frente a la plataforma, liberando tres gigantescos colosos de metal, y sin apenas prevenirlo una explosión de hojas convirtió el nevado de azúcar patio de gray Rock en un espeso bosque. Él, por su parte, había salido despedido por un árbol que creció súbitamente bajo él, necesitando un par de segundos para sacar sus alas. Sin embargo, las sacó a tiempo, y voló hacia la plataforma de ejecución, junto a Worgulv.
-Imagino que ésta es la última fase del plan- replicó al androide blanco, portador de una gigantesca espada color azabache-. Pero tenéis que elegir. Lléváoslo o vivid. Y como recomendación personal, elegid la segunda. Si os mato no vais a tener a Legim de todas formas.
Sin dar tiempo a réplica adoptó su forma Indra Dekrit y el aire se enrareció. De pronto ninguna partícula se movía en pos del caos, sino que todas danzaban tranquilamente sin ninguna influencia eléctrica... Aunque sólo duró un instante. Tan rápido como llegó la calma un viento feroz acompañó el atronador relámpago que liberó desde su mano contra la abominación rosa.
-Ése es el primer aviso- dijo, volviendo a adoptar su forma humana-. No voy a dejar que Viktor Elrik gane más poder del que ya ha logrado. Él será el señor de los bajos fondos, ¡Pero yo soy el Emperador del Nuevo Mundo!
Se sorprendió gritando a pleno pulmón aquellas últimas palabras, tan fuerte que probablemente cualquiera no muy lejos lo habría escuchado. Era el hombre vivo más cerca del trono que ansiaban todos los piratas, y aunque no tenía ningún interés en él, necesitaba aliados fuertes. Volvió la cabeza, clavando sus ojos en Legim.
-Desde hoy, lo que quede de los Shirokami es la quinta división de los Blue Rose Pirates- prosiguió a un tono sólo audible para los que estaban en la plataforma-. No aliados. Cuando salgamos de aquí serás parte de mi banda. Sin discusión- de nuevo miró hacia delante, clavando la vista en los seres mecánicos-. Y Wano ahora pertenece a Fiordia.
-Espero que tengas el paquete- espetó a un Akagami que seguramente no esperase su interrupción-. Hay...
-No me digas- interrumpió el moreno-. Un cambio de planes. Sí, ya está conmigo.
Dexter sonrió.
-Perfecto. Ponla a salvo y sigue el protocolo F15H3R-7163R.
-¿Cuál?- preguntó-. Como imaginarás, no he aprendido los siete millones de protocolos que añadiste como contingencia a este plan.
-Sólo añadí trescientos noventa y uno. Y fue el único que propusiste tú.
No lo veía, pero supo que en aquel momento estaría sonriendo. Al fin y al cabo, probablemente acatar esa orden significase cumplir con su sueño más profundo. Él lo sabía, Akagami lo sabía, y en general el mundo entero lo sabría muy pronto. Pero por el momento debía centrarse en la plaza:
Guerra abierta a su alrededor. Bleyd luchaba contra una horda de no muertos mientras otros tantos se alzaban. Los Marines y Agentes del Gobierno huían mientras los oficiales cubrían las rutas de evacuación. A lo lejos Al Naion y Kai se enfrentaban a otros dos marines por algún motivo, y un disparo furtivo de alguien a su espalda había fallado su blanco por apenas siete centímetros. Legim seguía vivo, pero el cadáver que se arrastraba tras él había sido derribado con una precisión pasmosa. ¿Tal vez fuese el objetivo original del francotirador? En ese caso, ¿Estaría un hombre oculto entre los escombros tratando de salvar a Legan Legim? Por un momento dejó que una chispa de esperanza brillase en su interior. Si antes no estaba totalmente seguro de lo que iba a hacer, ahora estaba decidido.
En la plataforma había tres miembros de Blue Rose: Worgulv, Deathstroke y Murasaki. Por algún motivo Legim estaba con ellos, aunque los planes no parecían ir mucho con el vikingo y éste había desenfundado sus armas, con las que retaba ferozmente a quienquiera que se atreviese a dar un paso adelante...
-Worgulv- dijo serenamente por el comunicador-. Si vas a impedir que ejecuten a Legim mantenlo con vida. Nos lo llevamos.
Apenas le dio tiempo a decir aquello unos extraños proyectiles impactaron frente a la plataforma, liberando tres gigantescos colosos de metal, y sin apenas prevenirlo una explosión de hojas convirtió el nevado de azúcar patio de gray Rock en un espeso bosque. Él, por su parte, había salido despedido por un árbol que creció súbitamente bajo él, necesitando un par de segundos para sacar sus alas. Sin embargo, las sacó a tiempo, y voló hacia la plataforma de ejecución, junto a Worgulv.
-Imagino que ésta es la última fase del plan- replicó al androide blanco, portador de una gigantesca espada color azabache-. Pero tenéis que elegir. Lléváoslo o vivid. Y como recomendación personal, elegid la segunda. Si os mato no vais a tener a Legim de todas formas.
Sin dar tiempo a réplica adoptó su forma Indra Dekrit y el aire se enrareció. De pronto ninguna partícula se movía en pos del caos, sino que todas danzaban tranquilamente sin ninguna influencia eléctrica... Aunque sólo duró un instante. Tan rápido como llegó la calma un viento feroz acompañó el atronador relámpago que liberó desde su mano contra la abominación rosa.
-Ése es el primer aviso- dijo, volviendo a adoptar su forma humana-. No voy a dejar que Viktor Elrik gane más poder del que ya ha logrado. Él será el señor de los bajos fondos, ¡Pero yo soy el Emperador del Nuevo Mundo!
Se sorprendió gritando a pleno pulmón aquellas últimas palabras, tan fuerte que probablemente cualquiera no muy lejos lo habría escuchado. Era el hombre vivo más cerca del trono que ansiaban todos los piratas, y aunque no tenía ningún interés en él, necesitaba aliados fuertes. Volvió la cabeza, clavando sus ojos en Legim.
-Desde hoy, lo que quede de los Shirokami es la quinta división de los Blue Rose Pirates- prosiguió a un tono sólo audible para los que estaban en la plataforma-. No aliados. Cuando salgamos de aquí serás parte de mi banda. Sin discusión- de nuevo miró hacia delante, clavando la vista en los seres mecánicos-. Y Wano ahora pertenece a Fiordia.
- Resumen:
- Intento matar al robot magenta. Reclamo lo que quede de los Shirokami como división de mi flota. Reclamo Wano.
El dolor que había sentido en lo más profundo de su interior había cesado. Su fuego curativo, unido al esplendido queso generado por Marc le había llenado de energía, aunque mentiría si no dijese que se tomaba un buen lingotazo de ron. Bendito ron, néctar de los dioses que había sido relegado al escalafón más bajo de la escala social al ser bebida de piratas y corsarios, pero que gustaba hasta al más exquisito de los reyes del gobierno mundial. Blanco, añejo, especiado… le daba igual, cualquiera era bueno en un vaso ancho con dos cubos de hielo, agitado y no removido. Tragó saliva pensando en ello y miró a su segundo de abordo.
-Creía que era porque tu padre nos juntó –bromeé, levantándome y guardando la dos katanas que aún continuaba teniendo en mis manos.
Su tercera katana estaba rota, el peso de su cinturón era inferior y eso le dolía. ¿Qué clase de espadachín era que había permitido que le destruyeran una katana? Eso era la máxima muestra de deshonra para un samurái. Pero él aún no era un samurái, continuaba siendo un simple guerrero que no había conseguido los galones. Un esgrimista venido a más porque superaba la media de poder de su lugar de entrenamiento. Un pez grande en un mar pequeño que el mundo se le había hecho grande. Se aferró con impotencia al mango de su katana rota, desenfundándola y mirándola. Su hoja estaba rota por la mitad, astillada completamente. Podía tener arreglo, pero arreglarla implicaba buscar a uno de los mejores herreros del mundo y esos estaban en Wano o Hakuoki. La volvió a enfundar y se la quitó de su cinto, lanzándosela a Spanner.
El suelo se estaba llenando de plantas, era como si algo estuviera germinando sobre ella. ¿Quién tendría un poder así? Record
-La he cargado lo suficiente como para que tenga una poderosa llamarada capaz de causar quemaduras muy peligrosas en gente que no tenga una resistencia al fuego superior a la media –le dijo, ajustando las otras dos katanas para un desenfundado más rápido-. Si te ves en peligro úsala y aprovechad el momento de la llamarada para distraer al enemigo.
Inmediatamente después, llevó su mano al den den mushi para hablar con Luka y Therax.
-Luka, Therax, ¿cómo estáis? –preguntó, esperando que ambos siguieran con vida-. Luka, me han dicho que has combatido contra un vicealmirante y has salido vivito y aleteando –el pelirrojo no pudo evitar soltar una pequeña risotada-.Y no te frustres por el resultado, yo también he perdido. Así que ve preparando el barco para una posible huida a nuestro estilo y si ves que hay mucho bombardeo tírate al agua y nos vemos en Jaya. Y tú, rubito de pelo sedoso, si has derrotado al lagarto y estás cansado vete con Luka, pero si te ves con fuerza necesito que vengas con nosotros.
Una vez les respondieron, si es que lo hicieron, el pelirrojo hizo acopio de su forma parcial e hizo crear sus alas en la espalda.
-Si soy buen capitán tendría que deciros –hizo una pequeña pausa que duró un instante-. No, tendría que ordenaros que os fuerais para el barco y pusierais rumbo a Jaya, que ya os encontraría, y si fuerais buenos tripulantes me haríais caso a regañadientes y os marcharíais sin más. Sin embargo, ni yo soy un buen capitán y tampoco vosotros sois unos buenos tripulantes; sin contar que Marc sigue resistiéndose a mi sutil seducción. Así que la decisión es vuestra.
Dicho aquello, tras guiñar un ojo a sus amigos, se elevó en el aire y puso rumbo a la plaza, donde continuaban aquellos colosos en una guerra sin sentido; o al menos para él no la tenía. Un yonkou que iba a ser sacrificado. Si le derrotaron tan fácilmente no sería tan poderoso como era, quizás fuera como él, un pirata venido a más por estar en el lugar correcto en el momento más indicado. Cuando estuvo a pocos metros de la plaza tres proyectiles pasaron sobre él, aterrizando allí, junto al patíbulo. Su aspecto era el de tres robots gigantescos, aparentemente fuertes. ¿Qué planeaba Viktor? A saber. Cuando llegó a la plaza miró a todos a los ojos. Su cuerpo parecía magullado, pero interiormente se encontraba bien. Sabía que no podía volver a usar su despertar hasta pasado un tiempo, pero confiaba en que sus habilidades como espadachín y el poder de su fruta en estado base. Como de costumbre, allí estaba Dexter, pidiendo cosas en voz alta.
-Pues si tú pides Wano –gritó Zane, elevando la temperatura unos grados para que todos le mirasen, mirando a los ojos al dragón, inclinando su cabeza con respeto. Le daba rabia que le hubiera derrotado, pero le había hecho abrir los ojos. Su carrera como pirata, por acelerada que hubiera sido hasta ese momento, aún era larga y seguramente estaría llena de aventuras. Islas que visitar, territorios que conquistar, batallas que tener, aliados que hacer… La era del dragón aún no había acabado, pero cuando eso sucediera comenzaría la era del suzaku. Le daba rabia que hubiera pedido la isla de sus amores como trofeo, Wano… el lugar donde sus antepasados estaban enterrados, el lugar donde su futura prometida vivía; aunque estaba tranquilo de que estuviera en buenas manos-. ¡Yo exijo que Momoiro esté bajo mi bandera! Es hora de que alguien le dé duro a esos okamas, y no precisamente con lo que os estáis imaginando.
Aquellos robots daban mala espina a Zane, así que se mantuvo atento a cualquier movimiento que pudiera ocurrir.
-Creía que era porque tu padre nos juntó –bromeé, levantándome y guardando la dos katanas que aún continuaba teniendo en mis manos.
Su tercera katana estaba rota, el peso de su cinturón era inferior y eso le dolía. ¿Qué clase de espadachín era que había permitido que le destruyeran una katana? Eso era la máxima muestra de deshonra para un samurái. Pero él aún no era un samurái, continuaba siendo un simple guerrero que no había conseguido los galones. Un esgrimista venido a más porque superaba la media de poder de su lugar de entrenamiento. Un pez grande en un mar pequeño que el mundo se le había hecho grande. Se aferró con impotencia al mango de su katana rota, desenfundándola y mirándola. Su hoja estaba rota por la mitad, astillada completamente. Podía tener arreglo, pero arreglarla implicaba buscar a uno de los mejores herreros del mundo y esos estaban en Wano o Hakuoki. La volvió a enfundar y se la quitó de su cinto, lanzándosela a Spanner.
El suelo se estaba llenando de plantas, era como si algo estuviera germinando sobre ella. ¿Quién tendría un poder así? Record
-La he cargado lo suficiente como para que tenga una poderosa llamarada capaz de causar quemaduras muy peligrosas en gente que no tenga una resistencia al fuego superior a la media –le dijo, ajustando las otras dos katanas para un desenfundado más rápido-. Si te ves en peligro úsala y aprovechad el momento de la llamarada para distraer al enemigo.
Inmediatamente después, llevó su mano al den den mushi para hablar con Luka y Therax.
-Luka, Therax, ¿cómo estáis? –preguntó, esperando que ambos siguieran con vida-. Luka, me han dicho que has combatido contra un vicealmirante y has salido vivito y aleteando –el pelirrojo no pudo evitar soltar una pequeña risotada-.Y no te frustres por el resultado, yo también he perdido. Así que ve preparando el barco para una posible huida a nuestro estilo y si ves que hay mucho bombardeo tírate al agua y nos vemos en Jaya. Y tú, rubito de pelo sedoso, si has derrotado al lagarto y estás cansado vete con Luka, pero si te ves con fuerza necesito que vengas con nosotros.
Una vez les respondieron, si es que lo hicieron, el pelirrojo hizo acopio de su forma parcial e hizo crear sus alas en la espalda.
-Si soy buen capitán tendría que deciros –hizo una pequeña pausa que duró un instante-. No, tendría que ordenaros que os fuerais para el barco y pusierais rumbo a Jaya, que ya os encontraría, y si fuerais buenos tripulantes me haríais caso a regañadientes y os marcharíais sin más. Sin embargo, ni yo soy un buen capitán y tampoco vosotros sois unos buenos tripulantes; sin contar que Marc sigue resistiéndose a mi sutil seducción. Así que la decisión es vuestra.
Dicho aquello, tras guiñar un ojo a sus amigos, se elevó en el aire y puso rumbo a la plaza, donde continuaban aquellos colosos en una guerra sin sentido; o al menos para él no la tenía. Un yonkou que iba a ser sacrificado. Si le derrotaron tan fácilmente no sería tan poderoso como era, quizás fuera como él, un pirata venido a más por estar en el lugar correcto en el momento más indicado. Cuando estuvo a pocos metros de la plaza tres proyectiles pasaron sobre él, aterrizando allí, junto al patíbulo. Su aspecto era el de tres robots gigantescos, aparentemente fuertes. ¿Qué planeaba Viktor? A saber. Cuando llegó a la plaza miró a todos a los ojos. Su cuerpo parecía magullado, pero interiormente se encontraba bien. Sabía que no podía volver a usar su despertar hasta pasado un tiempo, pero confiaba en que sus habilidades como espadachín y el poder de su fruta en estado base. Como de costumbre, allí estaba Dexter, pidiendo cosas en voz alta.
-Pues si tú pides Wano –gritó Zane, elevando la temperatura unos grados para que todos le mirasen, mirando a los ojos al dragón, inclinando su cabeza con respeto. Le daba rabia que le hubiera derrotado, pero le había hecho abrir los ojos. Su carrera como pirata, por acelerada que hubiera sido hasta ese momento, aún era larga y seguramente estaría llena de aventuras. Islas que visitar, territorios que conquistar, batallas que tener, aliados que hacer… La era del dragón aún no había acabado, pero cuando eso sucediera comenzaría la era del suzaku. Le daba rabia que hubiera pedido la isla de sus amores como trofeo, Wano… el lugar donde sus antepasados estaban enterrados, el lugar donde su futura prometida vivía; aunque estaba tranquilo de que estuviera en buenas manos-. ¡Yo exijo que Momoiro esté bajo mi bandera! Es hora de que alguien le dé duro a esos okamas, y no precisamente con lo que os estáis imaginando.
Aquellos robots daban mala espina a Zane, así que se mantuvo atento a cualquier movimiento que pudiera ocurrir.
- Resumen:
- Notarme ya casi sanado + hablar con la banda + usar el den den musho para hablar con Luka y Therax (si acaba ya su combate) + ir a la plaza, donde están todo y ver a los robots. Y como es lo que quería desde un principio… Reclamar Momoiro bajo su bandera
Agité un poco la bolsa que tenía en las manos, como si aquel gesto fuese a devolverme su contenido. «Fue bonito mientras duró», me dije, recordando todos y cada uno de los pistachos que me había ido comiendo durante los últimos minutos. Habíamos escapado del chisme monstruoso de puro milagro, pero mis compañeros no habían tenido suficiente. No obstante, bien pensado, se suponía que precisamente aquello era nuestro trabajo.
Me acomodé junto a la salida de la nave del vicealmirante, sentándome con las piernas cruzadas para seguir observando lo que sucedía frente a mí. Lo que mis ojos contemplaban era una verdadera batalla campal. Jason y Kenzo no se lo habían pensado antes de abandonar el transporte para cumplir su función. Yo, en cambio, había considerado oportuno detenerme a analizar detalladamente la situación. ¿Y qué era imprescindible para rendir al máximo? Frutos secos, pero se me habían acabado.
Chasqueé la lengua y tiré la bolsa que los había estado albergando al exterior. En la plaza sucedían cosas muy extrañas, tal vez demasiado. Sin embargo, lo más llamativo sin duda era el ejército de seres al que se estaban enfrentando mis compañeros. Allí había de todo; marines, piratas, personas cuya orientación era incapaz de reconocer y, seguramente, individuos que no quería cruzarme en absoluto.
-No parece que me echen de menos -dije en voz baja mientras veía cómo Kenzo giraba a toda velocidad sus armas. Ya había visto aquella técnica; de hecho estaba presente en el momento que la desarrolló. El muy desgraciado había intentado matarme en aquella ocasión, aunque de eso hacía bastante tiempo.
Me vi obligado a salir de mi ensimismamiento cuando, en la lejanía y de forma poco clara, divisé... "algo" que parecía dispuesto a enfrentarse a la momia. «¿En serio? Con lo bien que estaba yendo todo», me quejé, levantándome y sacudiéndome las pocas cáscaras que se habían quedado pegadas a mi uniforme. ¿Por qué nos daban un atuendo tan espantoso?
-Vamos allá -me dije, abandonando la nave y dirigiéndome hacia Kenzo-. ¿Situación? -pregunté sin más, como si no hubiese estado contemplando todo lo que acontecía en el lugar. Al mismo tiempo tanteé a Ámbar y llevé mi mano a mi espalda, aferrando uno de los espejos de Blancanieves.
Me acomodé junto a la salida de la nave del vicealmirante, sentándome con las piernas cruzadas para seguir observando lo que sucedía frente a mí. Lo que mis ojos contemplaban era una verdadera batalla campal. Jason y Kenzo no se lo habían pensado antes de abandonar el transporte para cumplir su función. Yo, en cambio, había considerado oportuno detenerme a analizar detalladamente la situación. ¿Y qué era imprescindible para rendir al máximo? Frutos secos, pero se me habían acabado.
Chasqueé la lengua y tiré la bolsa que los había estado albergando al exterior. En la plaza sucedían cosas muy extrañas, tal vez demasiado. Sin embargo, lo más llamativo sin duda era el ejército de seres al que se estaban enfrentando mis compañeros. Allí había de todo; marines, piratas, personas cuya orientación era incapaz de reconocer y, seguramente, individuos que no quería cruzarme en absoluto.
-No parece que me echen de menos -dije en voz baja mientras veía cómo Kenzo giraba a toda velocidad sus armas. Ya había visto aquella técnica; de hecho estaba presente en el momento que la desarrolló. El muy desgraciado había intentado matarme en aquella ocasión, aunque de eso hacía bastante tiempo.
Me vi obligado a salir de mi ensimismamiento cuando, en la lejanía y de forma poco clara, divisé... "algo" que parecía dispuesto a enfrentarse a la momia. «¿En serio? Con lo bien que estaba yendo todo», me quejé, levantándome y sacudiéndome las pocas cáscaras que se habían quedado pegadas a mi uniforme. ¿Por qué nos daban un atuendo tan espantoso?
-Vamos allá -me dije, abandonando la nave y dirigiéndome hacia Kenzo-. ¿Situación? -pregunté sin más, como si no hubiese estado contemplando todo lo que acontecía en el lugar. Al mismo tiempo tanteé a Ámbar y llevé mi mano a mi espalda, aferrando uno de los espejos de Blancanieves.
- Resumen:
- Relleno y unirme a Kenzo.
Maki
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Acta de la vigesimotercera reunión de emergencia interAugustus.
Día: Desconocido.
Hora: Desconocida.
Ubicación: Cerebro de Maki. Sala de conferencias C.
Levanta acta: Maki Escribe-con-la-zurda
(Rayas ininteligibles)
El camino por el agua resultó mucho más tranquilo que por el hielo. Era un elemento que dominaba, donde se movía como pez en el... Ohhh, vale, de ahí viene esa frase, ¿no? Genial, por fin lo entendía. El caso, que por fin estaba en la isla. Era un enorme pedrusco que se alzaba muchos metros hacia arriba. No parecía haber ninguna escalera ni ningún ascensor, así que no sabía cómo podría subir. Sería mejor que mirase bien, porque no sería la primera vez que escalaba una montaña para luego darse cuenta de que había una escalera mecánica detrás de unos arbustos. Malditos arbustos... Siempre estaban donde no debían para tapar algo importante.
Como no había ningún modo de subir, decidió que sería mejor buscar otro camino. Y es que Maki Dejar-para-mañana no estaba de humor como para escalar. Quizás en otro momento, ya si eso. Parecía mucho más cómodo entrar por ese agujero tan grande, que seguramente sería algo así como el culo de la isla. Y una vez dentro de... ¿de la montaña? ¿De la isla? ¿Dónde estaba entrando?
-Margaret, ¿qué es esto? -preguntó.
Margaret, como buena amiga probablemente imaginaria, apareció de repente para contestar a su pregunta con gran sabiduría.
-Pues no sé, Augustus. Ahí hay barcos, así que esto será como un garaje.
-¿Y qué es un garaje?
-Ni idea, es algo que me dijo Maki Sabe-cosas-que-no-debería.
-¿Quién?
-Nadie.
Así que Maki entró a nado en el gran espacio al otro lado de la cueva. El agua allí estaba más calentita, más lejos del malvado hielo, y seguramente por eso hubiese tanta gente. Gente y barcos, que parecían estar allí guardados esperando el momento oportuno para hacer algo útil contra tantos piratas. Eran gente sabia. Él también prefería hacer un poco el vago y dejar las cosas para después. O al menos lo prefería a ratos, pues su personalidad parecía cambiar de formas impredecibles.
Se acercó disimuladamente a los barcos, nadando despacito y sin salpicar, y con Margaret flotando a un metro por encima de él. Ella siempre flotaba, porque decía que tenía las rodillas sensibles y no le gustaba andar. Era bastante perezosa, la verdad.
No tenía muy claro qué haría una vez llegase, porque a lo mejor Legim tampoco estaba ahí, pero intentaría encontrar a alguien a quien pudiese preguntarle. ¿Habría una oficina de información allí? Eran marines; debían tener ese tipo de cosas.
Día: Desconocido.
Hora: Desconocida.
Ubicación: Cerebro de Maki. Sala de conferencias C.
Levanta acta: Maki Escribe-con-la-zurda
(Rayas ininteligibles)
******
El camino por el agua resultó mucho más tranquilo que por el hielo. Era un elemento que dominaba, donde se movía como pez en el... Ohhh, vale, de ahí viene esa frase, ¿no? Genial, por fin lo entendía. El caso, que por fin estaba en la isla. Era un enorme pedrusco que se alzaba muchos metros hacia arriba. No parecía haber ninguna escalera ni ningún ascensor, así que no sabía cómo podría subir. Sería mejor que mirase bien, porque no sería la primera vez que escalaba una montaña para luego darse cuenta de que había una escalera mecánica detrás de unos arbustos. Malditos arbustos... Siempre estaban donde no debían para tapar algo importante.
Como no había ningún modo de subir, decidió que sería mejor buscar otro camino. Y es que Maki Dejar-para-mañana no estaba de humor como para escalar. Quizás en otro momento, ya si eso. Parecía mucho más cómodo entrar por ese agujero tan grande, que seguramente sería algo así como el culo de la isla. Y una vez dentro de... ¿de la montaña? ¿De la isla? ¿Dónde estaba entrando?
-Margaret, ¿qué es esto? -preguntó.
Margaret, como buena amiga probablemente imaginaria, apareció de repente para contestar a su pregunta con gran sabiduría.
-Pues no sé, Augustus. Ahí hay barcos, así que esto será como un garaje.
-¿Y qué es un garaje?
-Ni idea, es algo que me dijo Maki Sabe-cosas-que-no-debería.
-¿Quién?
-Nadie.
Así que Maki entró a nado en el gran espacio al otro lado de la cueva. El agua allí estaba más calentita, más lejos del malvado hielo, y seguramente por eso hubiese tanta gente. Gente y barcos, que parecían estar allí guardados esperando el momento oportuno para hacer algo útil contra tantos piratas. Eran gente sabia. Él también prefería hacer un poco el vago y dejar las cosas para después. O al menos lo prefería a ratos, pues su personalidad parecía cambiar de formas impredecibles.
Se acercó disimuladamente a los barcos, nadando despacito y sin salpicar, y con Margaret flotando a un metro por encima de él. Ella siempre flotaba, porque decía que tenía las rodillas sensibles y no le gustaba andar. Era bastante perezosa, la verdad.
No tenía muy claro qué haría una vez llegase, porque a lo mejor Legim tampoco estaba ahí, pero intentaría encontrar a alguien a quien pudiese preguntarle. ¿Habría una oficina de información allí? Eran marines; debían tener ese tipo de cosas.
- Resumen:
- Acercarse disimuladamente a nado hacia los barcos. Buscar a alguien con pinta de saber dónde está Legim
Hamlet
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Atravesé las calles durante interminables minutos, pero solo encontraba la misma escena: gente de todo tipo que huía en mi misma dirección. En cambio, en dirección contraria no parecía venir nadie a asistir a los combatientes de la plaza. A estas alturas, ya no tenía que usar ambas manos para apoyarme en la pared. Había logrado mantenerme estable solo usando uno, y sentía que mis pasos se hacían más firmes. Sin embargo, eso no significaba en lo absoluto que me hubiese conseguido recuperar por completo de aquella herida. ¡Vaya una lesión! Aquel hombre había conseguido por sus propias habilidades romper la falange que acabábamos de formar mis nuevos compañeros de flota y yo.
Ahora que lo pensaba, ¿dónde estarían? En mi inconsciencia, parecía haberme perdido bastantes acontecimientos. Tendrían que seguir cerca de donde vine, aunque era extraño el hecho de no haberlos encontrado. Al fin y al cabo, debía buscarles, eran mis superiores directos y aquellos a quienes tendría que asistir en esta situación. Por un momento me pregunté si no tendría que ser yo el asistido.
Tras reflexionarlo, me di la vuelta y me dirigí al lugar por el que había venido. En ese entonces, contemplé como varios objetos descendían a toda velocidad contra la plaza principal, aterrizando con un sonoro impacto, casi consiguiendo que tropezase de la impresión. Algo muy extraño estaba sucediendo, y a pesar de lo peligroso que podía parecer... Me sentía ciertamente intrigado. Podía ser la ventaja necesaria para conseguir la ansiada e improbable victoria.
Con toda la velocidad que permitieron mis maltrechas y entumecidas piernas, me acerqué al final de la calle. Pude observar un fenómeno curioso: desde este lugar brotaban raíces y ramas de considerable tamaño, y parecían expandirse. No podía sentirme menos curioso ante estos sucesos.
Al llegar a la entrada de la plaza, me escondí tras unos escombros de considerable tamaño y observé el catastrófico a la par que espectacular escenario. La plaza estaba abarrotada de seres de forma humana con aspecto decadente, que se movían contra sus contrincantes, unos cuantos marines. Destacaba especialmente un marine, que, si la vista no me fallaba, debía de tratarse de un miembro de la Tribu Brazoslargos, que giraba como una peonza asestando tajos sin ton ni son a sus contrincantes. Otro hacía llover andanadas de brillante acero sobre los mismos enemigos. Desde el centro de la horda, varias personas parecían dar órdenes a los integrantes de esa visceral legión. No lograba discernir qué era lo que había caído, ni tampoco veía a Tobias, Bizvan o Ciaran por ninguna parte.
Suponía que debía enfrentarme a aquellos engendros, habiendo visto a aquellos marines enfrentándolos, pero no podría hacer mucho a solas. Tendría que encontrar una manera de unirme al grupo que les estaba haciendo frente e integrarme en la formación. De este modo tendría cubiertas las espaldas.
Habiendo decidido esto, supuse que el mejor curso de acción podría ser intentar llegar hasta los marines por una de las calles secundarias que flanqueaban la plaza, así que me dirigí hasta ellos por esa dirección. Aprovecharía para seguir presenciando la batalla a través de las desembocaduras de las calles en la plaza.
Ahora que lo pensaba, ¿dónde estarían? En mi inconsciencia, parecía haberme perdido bastantes acontecimientos. Tendrían que seguir cerca de donde vine, aunque era extraño el hecho de no haberlos encontrado. Al fin y al cabo, debía buscarles, eran mis superiores directos y aquellos a quienes tendría que asistir en esta situación. Por un momento me pregunté si no tendría que ser yo el asistido.
Tras reflexionarlo, me di la vuelta y me dirigí al lugar por el que había venido. En ese entonces, contemplé como varios objetos descendían a toda velocidad contra la plaza principal, aterrizando con un sonoro impacto, casi consiguiendo que tropezase de la impresión. Algo muy extraño estaba sucediendo, y a pesar de lo peligroso que podía parecer... Me sentía ciertamente intrigado. Podía ser la ventaja necesaria para conseguir la ansiada e improbable victoria.
Con toda la velocidad que permitieron mis maltrechas y entumecidas piernas, me acerqué al final de la calle. Pude observar un fenómeno curioso: desde este lugar brotaban raíces y ramas de considerable tamaño, y parecían expandirse. No podía sentirme menos curioso ante estos sucesos.
Al llegar a la entrada de la plaza, me escondí tras unos escombros de considerable tamaño y observé el catastrófico a la par que espectacular escenario. La plaza estaba abarrotada de seres de forma humana con aspecto decadente, que se movían contra sus contrincantes, unos cuantos marines. Destacaba especialmente un marine, que, si la vista no me fallaba, debía de tratarse de un miembro de la Tribu Brazoslargos, que giraba como una peonza asestando tajos sin ton ni son a sus contrincantes. Otro hacía llover andanadas de brillante acero sobre los mismos enemigos. Desde el centro de la horda, varias personas parecían dar órdenes a los integrantes de esa visceral legión. No lograba discernir qué era lo que había caído, ni tampoco veía a Tobias, Bizvan o Ciaran por ninguna parte.
Suponía que debía enfrentarme a aquellos engendros, habiendo visto a aquellos marines enfrentándolos, pero no podría hacer mucho a solas. Tendría que encontrar una manera de unirme al grupo que les estaba haciendo frente e integrarme en la formación. De este modo tendría cubiertas las espaldas.
Habiendo decidido esto, supuse que el mejor curso de acción podría ser intentar llegar hasta los marines por una de las calles secundarias que flanqueaban la plaza, así que me dirigí hasta ellos por esa dirección. Aprovecharía para seguir presenciando la batalla a través de las desembocaduras de las calles en la plaza.
- Resumen:
- Me doy la vuelta, echo un vistazo a la plaza buscando a los Crimson Wolves y decido llegar sigilosamente al grupo de marines que se enfrenta a los muertos vivientes, tratando de ayudarles. Ya sabéis, menos da una piedra (?).
Nailah
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Nailah echó un último vistazo por aquella cochambrosa ventana. La situación le superaba demasiado, desde que era una adolescente había vivido numerosas peleas en callejones de Arabasta e incluso en Sabaody, donde las personas eran lo suficientemente brutas como para hacer barbaridades que harían enloquecer a alguien normal; sin embargo, aquella guerra no era lo que esperaba. La verdad es que nunca había estado una y se dio cuenta de que aquellas peleillas de borrachos no representaban ninguna realidad.
La pirata ignoró aquellos pensamientos y miró a Brynn, el cual le tendía una pequeña carta un tanto extraña. Nunca había recibido una de nadie, pero el viejo Vic le había contado cosas sobre ellas, servían para encontrar a alguien. Nailah no tenía ninguna para ofrecérsela a su amigo, así que dependería totalmente de ella volver a verlo algún día si quería, pero estaba segura que su cabeza valdría lo suficiente como para que el pudiera encontrarla o incluso sentirse orgulloso de lo lejos que había llegado.
Fue una despedida sin más, como todas las que había presenciado. El pirata siempre iría en su recuerdo, pero ahora no era el momento de ponerse sentimental. La muchacha guardó la tarjeta y le hizo un movimiento de cabeza a los que la acompañaban para abandonar el edificio medio derruido. Su orientación no era la mejor, pero junto con sus compañeros irían hasta la plaza.
Y allí lo lejos vio a Zane, acompañado de sus tripulantes. Una sonrisa se dibujó en su rostro y a pesar de como estaba la situación en la plaza, corrió hacia él.
La pirata ignoró aquellos pensamientos y miró a Brynn, el cual le tendía una pequeña carta un tanto extraña. Nunca había recibido una de nadie, pero el viejo Vic le había contado cosas sobre ellas, servían para encontrar a alguien. Nailah no tenía ninguna para ofrecérsela a su amigo, así que dependería totalmente de ella volver a verlo algún día si quería, pero estaba segura que su cabeza valdría lo suficiente como para que el pudiera encontrarla o incluso sentirse orgulloso de lo lejos que había llegado.
Fue una despedida sin más, como todas las que había presenciado. El pirata siempre iría en su recuerdo, pero ahora no era el momento de ponerse sentimental. La muchacha guardó la tarjeta y le hizo un movimiento de cabeza a los que la acompañaban para abandonar el edificio medio derruido. Su orientación no era la mejor, pero junto con sus compañeros irían hasta la plaza.
Y allí lo lejos vio a Zane, acompañado de sus tripulantes. Una sonrisa se dibujó en su rostro y a pesar de como estaba la situación en la plaza, corrió hacia él.
- resumen:
- Abandonar el edificio, pillar la vibre card de Brynn y ver a Zane a lo lejos. Acercarse hasta él.
Marc Kiedis
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Una vez tanto Zane como Spanner, quien estaba visiblemente herido, se pusieron en pie y el segundo al mando de los Arashi dejó la decisión sobre su siguiente movimiento en manos de su capitán, el pelirrojo llamó a sus otros dos oficiales. Luka quedaba, al parecer, como encargado de tener el barco listo para cuando tuviesen que marcharse de allí. A decir verdad, Marc estaba algo preocupado por su amigo el tiburón. Sabía que había combatido duramente contra nada menos que un Vicealmirante de la Marina y que no había salido demasiado bien parado, aunque por lo visto su vida no corría peligro. No obstante, seguro que no estaba en buenas condiciones o ya se habría unido a ellos en la plaza, de eso no tenía duda. A Therax, por su parte, le dio a elegir entre ir a ayudar a Luka o acudir a Gray Rock con ellos, en función de cómo se encontrara tras su combate contra el marine volador.
Después, el aspirante a Yonkou tomó la palabra. Su declaración sobre lo que un capitán y unos subordinados sensatos harían fue un tanto extraña. Sí, seguramente pensando fríamente sería lo mejor, pero eso no iba con ellos. Y desde luego, cuando vio que el pelirrojo alzaba el vuelo nuevamente hacia el patíbulo, tuvo muy claro lo que iba a hacer. Jamás abandonaría a un amigo a su suerte en un lugar tan peligroso. No importaba que para ello tuviese que arriesgar la vida, si no intentaba proteger a sus amigos no sería digno de que estos le llamasen así. Sabía que aún era débil, pero no por ello iba a dejar de dar el máximo de sí mismo para ayudarles. Así que miró a los demás y, con su más amplia sonrisa y el fuego de la determinación ardiendo en sus ojos, dijo:
- Qué, chicos ¿vamos a echar una mano al pelirrojo?
Y tras desenvainar a Kotai-Hi echaría a correr en dirección al patíbulo. No era una persona rápida ni mucho menos, pero no estaba dispuesto a dejar que nada detuviese su avance. Si alguien intentaba pararle le haría frente con su espadón ardiente, pues su determinación por ayudar a sus amigos inflamaba su espíritu, dándole el valor necesario para enfrentarse a cualquiera.
Después, el aspirante a Yonkou tomó la palabra. Su declaración sobre lo que un capitán y unos subordinados sensatos harían fue un tanto extraña. Sí, seguramente pensando fríamente sería lo mejor, pero eso no iba con ellos. Y desde luego, cuando vio que el pelirrojo alzaba el vuelo nuevamente hacia el patíbulo, tuvo muy claro lo que iba a hacer. Jamás abandonaría a un amigo a su suerte en un lugar tan peligroso. No importaba que para ello tuviese que arriesgar la vida, si no intentaba proteger a sus amigos no sería digno de que estos le llamasen así. Sabía que aún era débil, pero no por ello iba a dejar de dar el máximo de sí mismo para ayudarles. Así que miró a los demás y, con su más amplia sonrisa y el fuego de la determinación ardiendo en sus ojos, dijo:
- Qué, chicos ¿vamos a echar una mano al pelirrojo?
Y tras desenvainar a Kotai-Hi echaría a correr en dirección al patíbulo. No era una persona rápida ni mucho menos, pero no estaba dispuesto a dejar que nada detuviese su avance. Si alguien intentaba pararle le haría frente con su espadón ardiente, pues su determinación por ayudar a sus amigos inflamaba su espíritu, dándole el valor necesario para enfrentarse a cualquiera.
- Resumen:
- - Escuchar a Zane y, cuando se va volando, proponer a los demás incorporarse de nuevo a la batalla. Después desenvainar su espadón y echar a correr hacia el patíbulo, dispuesto a quitar de en medio a cualquiera que intente impedirle el paso.
El pirata escuchó con mucha tranquilidad el chasquido de dedos de la pequeña, para luego observar el gran efecto que tenía sobre todo el círculo que a su alrededor se hallaban. Cuando todas bajaron las armas, el pelinegro no sabía si realmente alegrarse o temerse lo peor. Como en muchas ocasiones, se dejó llevar por su instinto y esperó a ver qué sucedía.
De pronto, las tripulantes trajeron un sillón y una mesita, e invitaron a Yuu a sentarse y relajarse, como si no estuviese aconteciendo ningún conflicto a gran escala a su alrededor. El pelinegro alzó una ceja, un tanto asombrado por el cómo se habían desarrollado los acontecimentos. “¿De verdad ha colado?”, pensó el ladrón. “No puede ser que haya colado. No, estas tías me están vacilando.”, pensó de nuevo. Volteó su cabeza varias veces hacia los lados, un tanto desconcertado. Quería seguir su instinto, pero este le decía tantas cosas… que no era capaz de elegir. Su corazón pareció estallar cuando vio como dos potentes modelos se acercaban a la pequeña mesa a dejar una cerveza y unos canapés.
Su mente se comió a su espíritu, y de pronto Yuu parecía estar alucinando. En su hombro derecho, vio como estaba él mismo en una versión reducida, con bastantes menos años y con unos cuernos de demonio rojos. En su otro hombro, comprobó que también había otro… pero un poco diferente. Este no llevaba parche, y contaba con una pequeña aureola sobre su cabeza. Ambos llevaban un traje como el que llevaba en esos mismos momentos el pirata, solo que uno rojo y el otro blanco.
– ¡Tú, zopenco! ¡Sí, tú! – señaló el Yuu malvado a Yuu. – ¿Verdad que te apetece una cervecita bien fresquita ahora mismo? ¡Mírate la cara! ¡Si lo estás deseando! ¿De qué cojones dudas?
– Yuu malvado… ¿puedes cerrar la puta boca? Gracias. Yuu, esto se nos va de las manos. Está clarísimo que estas mujeres están jugando contigo… ¿no ves que tu mentira era menos creíble que tú multiplicando? – dijo el Yuu no tan malvado.
– Eh… – masculló el ladrón.
– ¡A mi tú no me dices que me calle, pedazo de energúmeno mental! ¿Quieres que te parta la boca? Yuu, solo son mujeres que te están dando de comer porque te has hecho pasar por uno de ellas. ¿Por qué no deberías de fiarte? ¡Comida gratis, tío!
– Espera un segundo, Yuu. Voy a cargarme al Yuu malvado de una vez por todas… diles que pasas y que tienes deberes que hacer. Eso o te las puedes cargar.
Mientras el joven pelinegro se pensaba lo que iba a hacer, al mismo tiempo los dos “mini-Yuu” se enfrentaban en una encarnizada batalla en la cabeza de este. La verdad es que a veces no entendía porque tenía esas alucinaciones tan raras… pero eran divertidas, y le ayudaban a pensar con más claridad. El ladrón empezó a caminar hacia el sillón, embaucado por la cerveza y por las mujeres.
– ¡No! – le dio un puñetazo en la barbilla el blanco al rojo, y enseguida voló hacia quedarse justo delante del ojo de Yuu. – Tú lugar no está aquí, tienes que moverte. ¡Tienes cosas que hacer! ¿No te acuerdas de la chica albina? ¡Tu cometido también era ayudar a Syxel! ¿O ya no te acuerdas?
– Pero si… – volvió a intentar hablar el pirata, pero como las alucinaciones sabían lo que él pensaba al ser un reflejo de sus pensamientos, pues le interrumpieron.
– ¡Recuerda! ¡Syxel te pidió apoyo en lo que estaba por venir! ¡Tú nunca faltas a tu palabra! Quedarte sentado tomando cerveza puede parecer un lujo, ¡pero tienes cosas que hacer, coño!
– ¡Joder! – se llevó las manos a la cabeza el pirata, justo cuando el Yuu malvado apareció de la nada para golpear al Yuu no tan malvado. Inmediatamente, se disiparon, haciendo que el ladrón pareciese tonto al realizar tal repentina acción. – Es una oferta cojonuda, pero… lo siento, chicas. ¡Tengo que volver con mi… grupo! ¡En otra ocasión! – les guiñó el ojo.
Acto seguido, se dirigió hacia un punto del círculo, pues no sabía en qué dirección estaba su objetivo, y actúo amablemente pidiendo paso entre las mujeres. Su siguiente objetivo no lo tenía claro… pues tenía que discernir entre volver con los Jigoku o buscar a la albina. Lo segundo era un capricho, y lo primero una promesa… así que Yuu no lo tenía muy claro.
De pronto, las tripulantes trajeron un sillón y una mesita, e invitaron a Yuu a sentarse y relajarse, como si no estuviese aconteciendo ningún conflicto a gran escala a su alrededor. El pelinegro alzó una ceja, un tanto asombrado por el cómo se habían desarrollado los acontecimentos. “¿De verdad ha colado?”, pensó el ladrón. “No puede ser que haya colado. No, estas tías me están vacilando.”, pensó de nuevo. Volteó su cabeza varias veces hacia los lados, un tanto desconcertado. Quería seguir su instinto, pero este le decía tantas cosas… que no era capaz de elegir. Su corazón pareció estallar cuando vio como dos potentes modelos se acercaban a la pequeña mesa a dejar una cerveza y unos canapés.
Su mente se comió a su espíritu, y de pronto Yuu parecía estar alucinando. En su hombro derecho, vio como estaba él mismo en una versión reducida, con bastantes menos años y con unos cuernos de demonio rojos. En su otro hombro, comprobó que también había otro… pero un poco diferente. Este no llevaba parche, y contaba con una pequeña aureola sobre su cabeza. Ambos llevaban un traje como el que llevaba en esos mismos momentos el pirata, solo que uno rojo y el otro blanco.
– ¡Tú, zopenco! ¡Sí, tú! – señaló el Yuu malvado a Yuu. – ¿Verdad que te apetece una cervecita bien fresquita ahora mismo? ¡Mírate la cara! ¡Si lo estás deseando! ¿De qué cojones dudas?
– Yuu malvado… ¿puedes cerrar la puta boca? Gracias. Yuu, esto se nos va de las manos. Está clarísimo que estas mujeres están jugando contigo… ¿no ves que tu mentira era menos creíble que tú multiplicando? – dijo el Yuu no tan malvado.
– Eh… – masculló el ladrón.
– ¡A mi tú no me dices que me calle, pedazo de energúmeno mental! ¿Quieres que te parta la boca? Yuu, solo son mujeres que te están dando de comer porque te has hecho pasar por uno de ellas. ¿Por qué no deberías de fiarte? ¡Comida gratis, tío!
– Espera un segundo, Yuu. Voy a cargarme al Yuu malvado de una vez por todas… diles que pasas y que tienes deberes que hacer. Eso o te las puedes cargar.
Mientras el joven pelinegro se pensaba lo que iba a hacer, al mismo tiempo los dos “mini-Yuu” se enfrentaban en una encarnizada batalla en la cabeza de este. La verdad es que a veces no entendía porque tenía esas alucinaciones tan raras… pero eran divertidas, y le ayudaban a pensar con más claridad. El ladrón empezó a caminar hacia el sillón, embaucado por la cerveza y por las mujeres.
– ¡No! – le dio un puñetazo en la barbilla el blanco al rojo, y enseguida voló hacia quedarse justo delante del ojo de Yuu. – Tú lugar no está aquí, tienes que moverte. ¡Tienes cosas que hacer! ¿No te acuerdas de la chica albina? ¡Tu cometido también era ayudar a Syxel! ¿O ya no te acuerdas?
– Pero si… – volvió a intentar hablar el pirata, pero como las alucinaciones sabían lo que él pensaba al ser un reflejo de sus pensamientos, pues le interrumpieron.
– ¡Recuerda! ¡Syxel te pidió apoyo en lo que estaba por venir! ¡Tú nunca faltas a tu palabra! Quedarte sentado tomando cerveza puede parecer un lujo, ¡pero tienes cosas que hacer, coño!
– ¡Joder! – se llevó las manos a la cabeza el pirata, justo cuando el Yuu malvado apareció de la nada para golpear al Yuu no tan malvado. Inmediatamente, se disiparon, haciendo que el ladrón pareciese tonto al realizar tal repentina acción. – Es una oferta cojonuda, pero… lo siento, chicas. ¡Tengo que volver con mi… grupo! ¡En otra ocasión! – les guiñó el ojo.
Acto seguido, se dirigió hacia un punto del círculo, pues no sabía en qué dirección estaba su objetivo, y actúo amablemente pidiendo paso entre las mujeres. Su siguiente objetivo no lo tenía claro… pues tenía que discernir entre volver con los Jigoku o buscar a la albina. Lo segundo era un capricho, y lo primero una promesa… así que Yuu no lo tenía muy claro.
- Resumen:
- Tener una profunda charla conmigo mismo por medio de alucinaciones con el Yuu malvado y el Yuu no tan malvado. Pasar pidiendo paso a través de la multitud de mujeres y pensar en su siguiente objetivo.
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