Normas del capítulo:
Moderación
De repente, todo se oscurece. Las sombras se alargan y según van pasando los segundos, el mundo se queda más y más negro. En el cielo, el sol ha sido apagado. ¿Apagado? No, algo lo tapa. Ha llegado el eclipse y con él, aquellos que lo esperaban.
En las entrañas de la ciudad, una extraña comitiva se pone en marcha. Dieciocho encapuchados, cubiertos y ocultos por largas capas negras, marchan en dos filas transportando algo muy valioso. Entre ellos, vestida también con el mismo atuendo, va la más preciada carga de toda la ciudad. Atada y desorientada, Iliana Markov sigue con diminutos pasos el camino que le marcan sus captores. Sujetando la cuerda que la retiene hay un último encapuchado, algo más alto que el resto. El bajo de su capa y el borde de su capucha están adornados con diminutas estrellas plateadas bordadas con cuidado.
En lo alto de la capital, las pantallas del zeppelín se encienden a la vez mostrando la extraña procesión. El viento empieza a soplar con fuerza y de repente, por toda la capital resuenan relinchos de caballos. Los cocheros han regresado, no se sabe de dónde. Hay nueve apostados frente al palacio, rodeando el cadalso, además de uno en cada puerta de la ciudad.
A las afueras, el suelo comienza a resonar. Una turba se acerca a Astelia y aunque todavía están lejos, no tardarán en acercarse… por delante y por detrás, rodeándola sin remedio. La polvareda se ve a lo lejos, o por lo menos pueden contemplarla todos aquellos que estén fuera de las murallas. Es un ejército y viene a reclamar lo que ha decidido que es suyo.
Todo está listo para la hora de la verdad.
- Se moderará lunes y jueves entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los lunes o jueves antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación
De repente, todo se oscurece. Las sombras se alargan y según van pasando los segundos, el mundo se queda más y más negro. En el cielo, el sol ha sido apagado. ¿Apagado? No, algo lo tapa. Ha llegado el eclipse y con él, aquellos que lo esperaban.
En las entrañas de la ciudad, una extraña comitiva se pone en marcha. Dieciocho encapuchados, cubiertos y ocultos por largas capas negras, marchan en dos filas transportando algo muy valioso. Entre ellos, vestida también con el mismo atuendo, va la más preciada carga de toda la ciudad. Atada y desorientada, Iliana Markov sigue con diminutos pasos el camino que le marcan sus captores. Sujetando la cuerda que la retiene hay un último encapuchado, algo más alto que el resto. El bajo de su capa y el borde de su capucha están adornados con diminutas estrellas plateadas bordadas con cuidado.
En lo alto de la capital, las pantallas del zeppelín se encienden a la vez mostrando la extraña procesión. El viento empieza a soplar con fuerza y de repente, por toda la capital resuenan relinchos de caballos. Los cocheros han regresado, no se sabe de dónde. Hay nueve apostados frente al palacio, rodeando el cadalso, además de uno en cada puerta de la ciudad.
A las afueras, el suelo comienza a resonar. Una turba se acerca a Astelia y aunque todavía están lejos, no tardarán en acercarse… por delante y por detrás, rodeándola sin remedio. La polvareda se ve a lo lejos, o por lo menos pueden contemplarla todos aquellos que estén fuera de las murallas. Es un ejército y viene a reclamar lo que ha decidido que es suyo.
Todo está listo para la hora de la verdad.
- 1 – Helga, Yoldin, Shiro:
Las pantallas se encienden, el sol se cubre y de repente os rodea la noche en pleno día. Oís crujidos y otros sonidos que no sois capaces de identificar. Eso es normal, dado que no son sonidos que se escuchen muy a menudo.
De la boca de la tubería sale… una niña. Tiene el pelo de un vibrante color naranja recogido en dos trenzas y un peto de colores. Lleva una botellita en las manos y parece contenta, para nada extrañada por el eclipse. Se extraña, eso sí, al veros ahí.
-Hola. ¿Quiénes sois? Si venís a por el tío Antoine está preparándose abajo, pero si entráis nu puedo garantizar que volváis a salir.
Os dedica otra sonrisa y pasa entre vosotros, derechita a los dos campos de calabazas. Empieza a regarlas con el contenido de la botellita, un extraño y denso líquido de color malva. Los crujidos se intensifican y de repente, un brazo sale de la tierra. Una a una las calabazas comienzan a resquebrajarse y cuando caen los pedazos dejan detrás horribles caras hechas de orificios que todavía gotean semillas y pulpa.
-Aaaah, mamá tenía razón, os ha hecho muy bien el juguito. Menos mal que me ayudó a corregir la receta, así creceréis grandes y fuertotes.
Más brazos salen del suelo con ímpetu, como protestando por haber estado ahí encerrados tanto tiempo. No son humanos, claramente, pero tampoco están hechos por entero de raíces. Poco a poco las criaturas se van levantando y deshaciéndose de su prisión, estirándose y moviéndose. Hay piel bajo las plantas, pero también sangre y venas enroscadas en raíces. Si en su día fueron humanos, hace ya muchas lunas de eso. Hay unas dos docenas de ellos y se quedan mirando a la niña que todavía sujeta la botellita con expectación.
-Deberíais ir al centro de la ciudad. Quieren más seguridad alrededor de la plaza, hay gente que nu ha hecho caso y nu podemos dejar que se acerquen. Aunque…- os mira de reojo y se lleva un dedo a la boca, calculando. Al final, señala a tres de las calabazas más grandes.- Vosotros quedaos, por si acaso. El tito Antoine dice que no está bien que me quede sola con desconocidos.
Las calabazas os miran con sus ojos vacíos y negros tras la pulpa. No hay ni rastro de emoción en ellos.
- 2 – Ravenous Hounds:
Todo iba a pedir de boca… hasta que escucháis un extraño y… pegajoso, sonido. Después de que vuestro capitán se aleje, veis algo muy raro. La hierba comienza a crecer alrededor del cadáver del caballero a un ritmo francamente alarmante. Allí donde su sangre se ha derramado es peor y no tarda en cernirse sobre él, como reclamándolo para sí. En pocos segundos tira de él y el cadáver desaparece, dejando solo césped a su espalda.
Cuando pensabais que eso era lo más curioso que ibais a ver hoy, un crujido os devuelve a la realidad y el brazo derecho del caballero se alza hacia el cielo rompiendo su techo de tierra y reclamando vuestra atención. Le cuesta, pero poco a poco termina de desenterrarse y se levanta. Se queda mirándose los brazos y el cuerpo… y no es para menos.
No es solo que esté hecho un guiñapo, porque tiene agujeros enormes y bonitos tanto en el pecho como en el cuello, o más bien en lo que queda de él. Eso sin contar las innumerables quemaduras que se asoman de los agujeros y partes dañadas de la armadura. Sin embargo, está entero. No es él, pero está entero. Por todo su cuerpo reptan raíces y plantas manchadas de sangre y savia, rodeándole y rellenando aquellas partes que vuestra tripulación le ha arrebatado. Hay corteza en su cara y espinas en sus brazos. Flexiona las manos un par de veces y, al final, sonríe. No es una sonrisa bonita, sino retorcida. Alza la cabeza y lo que queda de su yelmo cae al suelo, revelando una bonita mata de pelo negro y unos ojos simplemente vacíos. No queda en ellos rastro de vida. Abre la boca y con voz gutural y rasposa, os habla:
-Gracias.
Tan pronto lo oís, os recorre un escalofrío de arriba abajo. El caballero se inclina y coge su espada del suelo. Se queda acariciándola, antes de sonreír al horizonte. Es entonces cuando escucháis la horda que se acerca. No van a vuestra casa, pero van a pasar muy cerca. Podéis oírlos. Podéis oler la batalla que se acerca. Y el caballero también.
- 3 – Alistar, Brianna y Velkan:
Por suerte para los caballeros, habéis dado con la llave de la ciudad. O de cualquier sitio, en realidad. Brianna sabe perfectamente lo que hace y en cuestión de minutos, estáis listos para partir.
Sin embargo, en cuanto salís de la casa os detenéis. ¿En qué momento se ha hecho de noche? Algo ha tapado el sol y en el zeppelín sobre la capital puede verse a una Iliana maniatada caminando lentamente por las calles de la ciudad. Parece bastante desorientada, pero ahora al menos sabéis que está viva.
Comenzáis a cabalgar y no pasa mucho tiempo hasta que Kodlak se detiene. Empieza a gruñir y de repente entierra las patas en la tierra y empieza a aullar con fuerza. Al principio parece no tener ningún motivo, pero no pasa mucho tiempo hasta que le responden. Poco a poco, empiezan a llegar lobos desde un bosque cercano. Y no pocos. Debe haber al menos dos o o tres docenas y rodean a vuestro grupo enseñando los dientes y cercándoos. Kodlak se adelanta y se encara con el que claramente es el líder de la manada. Le gruñe, pero no se decide a atacarle y de repente, el lobo se transforma.
En seguida, su lugar lo ocupa una hermosa mink loba que os mira a todos con seriedad. Los lobos siguen rodeándoos, pero a una señal de ella dejan de gruñir. Se pasea entre los caballeros, hasta llegar a Velkan y Sir Viktor.
-No sé quiénes sois, ni qué pretendéis hacer, pero la ciudad está condenada. Lleva años podrida y ahora van a terminar el trabajo. Lo mejor que podéis hacer es largaros igual que mi gente y yo hicimos hace unos meses.
Ahora que habéis tenido un momento para asimilar lo que estaba pasando, no os cuesta ver un brillo de reconocimiento en las miradas de las bestias. Más de una olfatea a Alistar con no mucha discreción, aunque no se le acercan mucho porque Kodlak no les deja.
De repente, algo os llama la atención. Dos de los lobos se han enzarzado en una pelea y antes de que nadie pueda reaccionar, uno de ellos muere. La sangre salpica la tierra y el otro aúlla en victoria. La mujer empieza a gruñir, pero se obliga a sí misma a calmarse y al final respira hondo. No es la única de los suyos que parece reaccionar de forma semejante. No parece la primera vez que sucede, pero en su cara hay resignación y no parece algo evitable.
Oís un estruendo a lo lejos y os dais cuenta de que no tenéis mucho tiempo. Aún falta bastante para que el ejército llegue hasta la ciudad, pero no es pequeño y desde luego estáis en problemas. La mujer palidece al escuchar el rugido de los hombres que llegan. Sabe que van a pasar por sus tierras. Sabe que es hora de huir. Sin explicar nada más, vuelve a transformarse en loba y echa a correr seguida de los suyos.
Les seguís hasta la muralla y pasáis por la puerta de Brianna sin más complicaciones. Doce caballeros, dos invitados y tres docenas de lobos en Hallstat, en un precioso callejón que aunque no es pequeño, sí os tiene un poco apretados. Los lobos caminan entre los caballos moviendo las colas con nerviosismo. Regresar a la capital no parece gustarles. No sabéis si, ni cuando, estallará el siguiente. Buena suerte.
- 4 – Lilith y Morgoth:
Cuando Lilith regresa, Spirelli todavía está ojeando el libro distraída. Sin embargo en cuanto le hace esa pregunta su atención se centra en ella y en sus ojos se puede notar cierta ilusión infantil:
-¡No lo sé!- confiesa sin recato.- Pero siempre podríamos averiguarlo. Necesito una semana y cierta cantidad de berries para correr con los gastos. Descuide, puedo buscar mis propios especímenes. Lobos, ¿verdad? Hay cierta población a las afueras de la ciudad que… no dudo que se prestarían encantados.- Algo en su voz llama la atención. Casi ronronea al hablar de esas criaturas, como si ya las conociera. Como si fueran más que animales.
De repente, a la mujer rubia le suena un den den mushi de bolsillo. Lo coge y tras atender a lo que le dicen, se inclina hacia Spirelli.
-Señorita, están requiriendo a las asistentes. Deberíamos salir en breve.
-Oh dios mío, es cierto, no puedo creer que me haya olvidado. No quiero dejar el negocio a medias, aaah, eeh… ¡Oh!- Se gira hacia Lilith y le coge las manos con una sonrisa.- ¿Le gustaría acompañarme? Podría ver nuestros productos en acción, le sorprenderá la… versatilidad, que podemos llegar a tener.
De repente, la mujer regresa llevando de cada brazo a una niña. Están vestidas con largos y hermosos ropajes negros que ocultan los cuchillos que llevan. Sus caras, sin embargo, son… extrañas. Tienen la piel chupada y llevan lo que parece un elaboradísimo maquillaje de… calaveras. Como si fueran esqueletos andantes. Llevan el pelo adornado con rosas negras y azules y no sonríen. Morgoth, son las niñas que has visto antes sin ninguna duda pero… ¿cómo se han cambiado tan rápido? Spirelli le pone una mano en el hombro a cada niña y tras guardarse un par de viales color malva, las guía hacia fuera del laboratorio. La rubia se queda detrás para asegurarse de que el lugar permanece a salvo.
Si salís, podréis ver el zeppelín… Las capas de los encapuchados son bastante parecidas a las de las niñas. Vaya. Una de ellas levanta una mano para estirarse y por un momento, os parece ver a través de ella. Como si la piel fuera una ilusión y lo único real… fuera su esqueleto. Spirelli comenta mientras echa a caminar.
-Es una pena que no me hayan dejado encargarme a mí de la antaño reina. Estoy segura de que habría sido la joya de mi corona.- Mira al zeppelín con nostalgia, antes de añadir en un susurro.- Pero bueno, un cadáver sigue siendo gran material de estudio… venga venga, pequeñas. No tropecéis.
- 5 – Tomoe, Samvel, Bô, Khàmul y Anastasya:
Samvel logra desviar el cuchillo, aunque araña el metal al pasar. No hace daño, no hiende, pero la sutil marca queda ahí. El hombre no cede ante la llave, pero sí tropieza y falla el ataque a Tomoe De un fuerte tirón se libra de las garras del cyborg y al ver lo que hace su jefe, retrocede unos pasos echándose el pelo hacia atrás.
-Hmpf.
Las dos moles que están en el suelo están comenzando a sentir labios. El color verde trepa por su piel, propagándose por todo su cuerpo. No es lo único. Del empedrado bajo ellos comienzan a aparecer diminutas briznas de malas hierbas, creciendo a un ritmo vertiginoso y rodeando los brazos y el cuerpo de los hombretones de forma extraña. Se hunden en su piel a veces, como si la perforaran y aunque sangran, ni un quejido sale de sus labios. Pasan los segundos y, de repente, abren los ojos. Están inyectados en sangre. Se incorporan poco a poco, apoyándose el uno en el otro. Una vez están completamente erguidos, podéis ver el total de su transformación. Tienen hierba y musgo creciéndoles sobre la piel, raíces y púas clavadas por los brazos y las piernas y de alguna manera sus músculos parecen todavía más grandes. Sus ojitos siguen con seriedad el frasco de líquido malva que todavía tiene el jefe entre las manos.
Está a punto de decir algo cuando se encienden las pantallas. Los tres hombres las miran y el de los cuchillos sonríe, antes de miraros a todos.
-Menuda habéis armado por nada. Pero bueno, poco importa. Ya están llegando, en nada Astelia caerá de una vez por todas.
A un chasquido del jefe, las dos moles se abalanzan sobre Samvel y Tomoe con intención de agarraros y estrangularos. Son… bastante más grandes que antes, ahora os fijáis. Como unos dos metros y medio de alto y… bastante anchotes. El de los cuchillos se acerca a Anastasya sonriendo y le apunta con uno:
-¿Y tú, bonita? Nos apoyará la marina o ¿debería deguellarte?
Bô, Khâmul, estáis cada uno en un callejón cercano y lo habéis visto todo, pero todavía no han reparado en vosotros.
Samvel Legacy
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«Este tío es fuerte» pensó el cyborg al alejarse unos pasos del hombre con las dagas. No solo había conseguido resistir la técnica de Sam imponiéndose a base de fuerza bruta, sino que además había logrado rasguñar el metal de su brazo. Rápidamente lo examinó, abriendo y cerrando la mano varias veces, buscando desperfectos o problemas de movilidad. Al comprobar que seguía en perfecta condiciones, se volvió a colocar en guardia, aunque el hombre se había alejado unos pasos. Él y Tomoe seguían ilesos, pero solo de momento; seguían rodeados de enemigos y a cada instante las situación complicaba aún más.
Primero fue el eclipse. Le tomó por sorpresa; no esperaba verse vuelto en la oscuridad. Ahí, rodeado de enemigos y en un peligro constante, su instinto no paraba de invitarle a huir, pero su mente y su corazón le obligaban a permanecer de pie, encarando a los hombres que les amenazaban. Los mismos hombres que representaban una amenaza para aquella ciudad. Perlas de sudor empezaron a descender por su frente, pero se mantuvo firme, tenaz, preparando su siguiente movimiento.
Después se encendieron las pantallas. En estas solo pudo reconocer a una persona, pero era la única que importaba. Iliana Markov, la soberana, estaba apresada por aquel extravagante grupo que caminaba lentamente, como un procesión. No sabía qué significaba aquello, ni por qué lo estaban haciendo, pero sí que sabía que no se trataba de nada bueno. Apretó los dientes con fuerza y tragó saliva; se estaba preparando para lo peor.
A continuación escuchó un sonido que le era familiar: el sonido de la guerra. Al instante reconoció el sonido de un ejército, el ruido que producían sus andares caminando hacia la amurallada ciudad, el traqueteo de sus armas al moverse y el silencio oculto que se producía antes de una batalla.
Y finalmente, lo que hizo que alcanzara su límite, fue el espectáculo ante sus ojos. Dos hombres derrotados, caídos en el suelo, se habían alzado, más grandes y fuertes. Junto a ellos habían crecido malas hierbas, al principio pequeñas, pero cada vez más grandes que perforaban la carne de los hombres y rodeaban sus cuerpos, ahora más poderosos. No parecían ser los mismos que habían caído al suelo; con solo mirarlos lo podía sentir. No era solo su tamaño y color, que habían variado enormemente; también era la sensación que transmitían. Parecían auténticos monstruos.
Una oleada de miedo que llevaba años sin sentir asoló la mente de Sam, haciéndole retroceder a esos días en los que no era más que un niño enfermizo tan débil que su única opción era siempre salir corriendo. Pero eso había cambiado. Gracias a la ciencia había adquirido un cuerpo nuevo con el que era capaz de hacer frente a sus miedos. Seguía aterrado, pero su voluntad y ansias de justicia le hacían querer prevalecer a toda costa.
—Tomoe —susurró a su compañera—, si queremos ayudar a las personas de esta ciudad, a las víctimas como Matheus, la única opción es detener a estos hombres aquí y ahora. Se avecina una guerra, una para la que no estamos preparados, y las personas inocentes no deberían sufrir las desgracias de la violencia humana. Por esta vez, debemos convertirnos en el escudo del reino —alzó la mirada hacia los grandullones que se acercaban hacia él, pero miró más allá, al jefe del grupo—. ¡Astelia no caerá! ¡Me llamo Samvel Legacy y mi sueño es ser el mayor cazarrecompensas del mundo! ¿Cómo podría lograrlo dejando a escoria como tú vagar con libertad? Yo no lucho por la fama ni el dinero, lo hago por los más débiles y por la justicia. Y eso es justo lo que necesita esta ciudad, ¡Justicia!
Al leve sonido de un chasquido, las dos moles se abalanzaron sobre la joven pareja, buscando aplastarlos con sus propias manos. Tras aquella transformación, Sam no dudaba que pudieran convertirle en chatarra, así que dio un pequeño salto hacia atrás cuando los agresores estaban cerca para evitar que le agarraran y activó los lanzallamas de su brazos a plena potencia, usando el modo estándar que también era el más poderoso y útil en aquella situación. Lanzando un chorro de fuego a cada grandullón al grito de "Tomoe, retrocede", buscó calcinar la cara de aquellos monstruos. Tal vez hubieran sido personas, pero aquel criminal les había arrebatado la dignidad y estaba en juego su propia vida y la de su compañera; no podía permitirse dudar. En un instante, había pasado a sentir que estaba obligado a resolver una gran cantidad de problemas: acabar con los monstruos y evitar que el jefe del grupo hiciera lo mismo con otras personas, liberar a la reina de su apresamiento y detener la inminente guerra. Sintió todo el peso de las tareas que mentalmente se había impuesto recaer sobre su espalda, pero eso no le iba a detener. No lo iba a permitir.
Primero fue el eclipse. Le tomó por sorpresa; no esperaba verse vuelto en la oscuridad. Ahí, rodeado de enemigos y en un peligro constante, su instinto no paraba de invitarle a huir, pero su mente y su corazón le obligaban a permanecer de pie, encarando a los hombres que les amenazaban. Los mismos hombres que representaban una amenaza para aquella ciudad. Perlas de sudor empezaron a descender por su frente, pero se mantuvo firme, tenaz, preparando su siguiente movimiento.
Después se encendieron las pantallas. En estas solo pudo reconocer a una persona, pero era la única que importaba. Iliana Markov, la soberana, estaba apresada por aquel extravagante grupo que caminaba lentamente, como un procesión. No sabía qué significaba aquello, ni por qué lo estaban haciendo, pero sí que sabía que no se trataba de nada bueno. Apretó los dientes con fuerza y tragó saliva; se estaba preparando para lo peor.
A continuación escuchó un sonido que le era familiar: el sonido de la guerra. Al instante reconoció el sonido de un ejército, el ruido que producían sus andares caminando hacia la amurallada ciudad, el traqueteo de sus armas al moverse y el silencio oculto que se producía antes de una batalla.
Y finalmente, lo que hizo que alcanzara su límite, fue el espectáculo ante sus ojos. Dos hombres derrotados, caídos en el suelo, se habían alzado, más grandes y fuertes. Junto a ellos habían crecido malas hierbas, al principio pequeñas, pero cada vez más grandes que perforaban la carne de los hombres y rodeaban sus cuerpos, ahora más poderosos. No parecían ser los mismos que habían caído al suelo; con solo mirarlos lo podía sentir. No era solo su tamaño y color, que habían variado enormemente; también era la sensación que transmitían. Parecían auténticos monstruos.
Una oleada de miedo que llevaba años sin sentir asoló la mente de Sam, haciéndole retroceder a esos días en los que no era más que un niño enfermizo tan débil que su única opción era siempre salir corriendo. Pero eso había cambiado. Gracias a la ciencia había adquirido un cuerpo nuevo con el que era capaz de hacer frente a sus miedos. Seguía aterrado, pero su voluntad y ansias de justicia le hacían querer prevalecer a toda costa.
—Tomoe —susurró a su compañera—, si queremos ayudar a las personas de esta ciudad, a las víctimas como Matheus, la única opción es detener a estos hombres aquí y ahora. Se avecina una guerra, una para la que no estamos preparados, y las personas inocentes no deberían sufrir las desgracias de la violencia humana. Por esta vez, debemos convertirnos en el escudo del reino —alzó la mirada hacia los grandullones que se acercaban hacia él, pero miró más allá, al jefe del grupo—. ¡Astelia no caerá! ¡Me llamo Samvel Legacy y mi sueño es ser el mayor cazarrecompensas del mundo! ¿Cómo podría lograrlo dejando a escoria como tú vagar con libertad? Yo no lucho por la fama ni el dinero, lo hago por los más débiles y por la justicia. Y eso es justo lo que necesita esta ciudad, ¡Justicia!
Al leve sonido de un chasquido, las dos moles se abalanzaron sobre la joven pareja, buscando aplastarlos con sus propias manos. Tras aquella transformación, Sam no dudaba que pudieran convertirle en chatarra, así que dio un pequeño salto hacia atrás cuando los agresores estaban cerca para evitar que le agarraran y activó los lanzallamas de su brazos a plena potencia, usando el modo estándar que también era el más poderoso y útil en aquella situación. Lanzando un chorro de fuego a cada grandullón al grito de "Tomoe, retrocede", buscó calcinar la cara de aquellos monstruos. Tal vez hubieran sido personas, pero aquel criminal les había arrebatado la dignidad y estaba en juego su propia vida y la de su compañera; no podía permitirse dudar. En un instante, había pasado a sentir que estaba obligado a resolver una gran cantidad de problemas: acabar con los monstruos y evitar que el jefe del grupo hiciera lo mismo con otras personas, liberar a la reina de su apresamiento y detener la inminente guerra. Sintió todo el peso de las tareas que mentalmente se había impuesto recaer sobre su espalda, pero eso no le iba a detener. No lo iba a permitir.
- Resumen:
- Poca cosa. Soltar un discursito y hacer que los monstruos respiren llamitas.
Cassandra Pendragon
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Tal y como Cassandra suponía, su capitán no tardó mucho en deshacerse del caballero, aunque la nevera gigante voladora fue un acto inesperado a la par que impulsivo por parte del tercero al mando, si bien lo suficientemente cómico como para arrancar una sonrisa de los labios de la aristócrata.
Por supuesto, a Keiran, que recibió de lleno el golpe de la nevera junto al pobre caballero, no le pareció tan gracioso, y no tardó en echarse a gritar con claro gesto airado, llevando a su subcapitana a carraspear para llamar su atención, al menos una vez hubo desatado su ira con el cadáver del hombre en reluciente armadura.
—Información que por ahora no nos sirve de mucho más que para saber que hay una guerra civil entre varios bandos, y alguien le va a plantar fuego a la capital —respondió a Keiran, cruzándose de brazos—. Hemos tardado porque hemos utilizado algo que se llama educación, que quizá escape a tu bagaje cognitivo pero muchas veces funciona. El caballero al que acabas de asesinar se estaba ofreciendo a acompañarnos a la capital, y podría habernos explicado de qué va todo este asunto por el camino porque parecía muy enterado sobre el tema pero —hizo una pausa en la que miró de soslayo el cuerpo inerte del hombre—... claramente esa ya no es una opción, así que tendremos que dirigirnos hacia la capital a ciegas y sin saber casi nada sobre lo que está sucediendo. Si quieres seguir matando gente, hay una señora asustada dentro del edificio que nos explicó amablemente un par de cosas sin demasiada importancia.
El capitán descartó el asesinato de la única superviviente de aquella mansión, por lo que Cassandra se dirigió hacia los establos para encargarse de atar los caballos a los carruajes.
—No me importa quién vaya donde, pero aconsejo que los carruajes los lleve quien los sepa conducir —sugirió, a sabiendas de que el capitán bruto, el niño salvaje y la alegre cocinera psicótica probablemente no habían llevado un carruaje en sus vidas—. Afortunadamente, cuento con la práctica necesaria para conducir uno de estos sin problemas, así que uno puedo conducirlo yo. Es preferible que Adam e Izanami se suban a uno, y Alexander vaya en solitario en el otro con el conductor —zanjó, sin que nadie le preguntase, subiéndose al carruaje negro y tomando las riendas de los caballos, al escuchar el comentario de Napolean—. ¿Todos listos? Porque nos marchamos de aquí.
Fue entonces cuando el caballero fue tragado por la tierra y devuelto ante lo que Cassandra solo pudo explicar como uno de los experimentos científicos más interesantes que había presenciado en sus veintiún años de existencia. La naturaleza se había tragado al caballero, para devolverlo a la vida en una simbiosis zombificada con las propias plantas. El caballero habló, con una voz que claramente no era la suya, gutural, rasposa, aunque quizá aquello se debiese al daño que sin duda debía haber sufrido su garganta previa su defunción.
La princesa miró fijamente al hombre durante unos segundos sin pronunciar palabra, lamentándose de no poder atarlo, llevárselo al barco y diseccionarlo hasta encontrar el funcionamiento de aquella extraña simbiosis sobrenatural, pero tenían cosas que hacer y ya llegaban tarde. Una cosa es llegar elegantemente tarde como buena princesa y otra perderse toda la fiesta.
—Bueno, nos vamos, ¿no? —apremió la joven, mirando a su capitán—. Si nos apresuramos quizá podamos ganar suficiente ventaja como para que esa... marabunta de gente que parece estarse acercando no nos alcance —opinó, preparando las riendas para dar la orden a los caballos de comenzar su viaje y salir de allí pitando.
Si el capitán estaba de acuerdo con ella, no tardaría más de una milésima de segundo en latiguear a los animales y dejar que arrastrasen el carruaje en dirección a la ciudad capital.
Por supuesto, a Keiran, que recibió de lleno el golpe de la nevera junto al pobre caballero, no le pareció tan gracioso, y no tardó en echarse a gritar con claro gesto airado, llevando a su subcapitana a carraspear para llamar su atención, al menos una vez hubo desatado su ira con el cadáver del hombre en reluciente armadura.
—Información que por ahora no nos sirve de mucho más que para saber que hay una guerra civil entre varios bandos, y alguien le va a plantar fuego a la capital —respondió a Keiran, cruzándose de brazos—. Hemos tardado porque hemos utilizado algo que se llama educación, que quizá escape a tu bagaje cognitivo pero muchas veces funciona. El caballero al que acabas de asesinar se estaba ofreciendo a acompañarnos a la capital, y podría habernos explicado de qué va todo este asunto por el camino porque parecía muy enterado sobre el tema pero —hizo una pausa en la que miró de soslayo el cuerpo inerte del hombre—... claramente esa ya no es una opción, así que tendremos que dirigirnos hacia la capital a ciegas y sin saber casi nada sobre lo que está sucediendo. Si quieres seguir matando gente, hay una señora asustada dentro del edificio que nos explicó amablemente un par de cosas sin demasiada importancia.
El capitán descartó el asesinato de la única superviviente de aquella mansión, por lo que Cassandra se dirigió hacia los establos para encargarse de atar los caballos a los carruajes.
—No me importa quién vaya donde, pero aconsejo que los carruajes los lleve quien los sepa conducir —sugirió, a sabiendas de que el capitán bruto, el niño salvaje y la alegre cocinera psicótica probablemente no habían llevado un carruaje en sus vidas—. Afortunadamente, cuento con la práctica necesaria para conducir uno de estos sin problemas, así que uno puedo conducirlo yo. Es preferible que Adam e Izanami se suban a uno, y Alexander vaya en solitario en el otro con el conductor —zanjó, sin que nadie le preguntase, subiéndose al carruaje negro y tomando las riendas de los caballos, al escuchar el comentario de Napolean—. ¿Todos listos? Porque nos marchamos de aquí.
Fue entonces cuando el caballero fue tragado por la tierra y devuelto ante lo que Cassandra solo pudo explicar como uno de los experimentos científicos más interesantes que había presenciado en sus veintiún años de existencia. La naturaleza se había tragado al caballero, para devolverlo a la vida en una simbiosis zombificada con las propias plantas. El caballero habló, con una voz que claramente no era la suya, gutural, rasposa, aunque quizá aquello se debiese al daño que sin duda debía haber sufrido su garganta previa su defunción.
La princesa miró fijamente al hombre durante unos segundos sin pronunciar palabra, lamentándose de no poder atarlo, llevárselo al barco y diseccionarlo hasta encontrar el funcionamiento de aquella extraña simbiosis sobrenatural, pero tenían cosas que hacer y ya llegaban tarde. Una cosa es llegar elegantemente tarde como buena princesa y otra perderse toda la fiesta.
—Bueno, nos vamos, ¿no? —apremió la joven, mirando a su capitán—. Si nos apresuramos quizá podamos ganar suficiente ventaja como para que esa... marabunta de gente que parece estarse acercando no nos alcance —opinó, preparando las riendas para dar la orden a los caballos de comenzar su viaje y salir de allí pitando.
Si el capitán estaba de acuerdo con ella, no tardaría más de una milésima de segundo en latiguear a los animales y dejar que arrastrasen el carruaje en dirección a la ciudad capital.
- Resumen:
Reaccionar a moderaciones anteriores, conversar con Keiran, preparar los caballos para los carruajes, subirse a uno, mirar fijamente al zombi, lamentarse de no poder cogerlo y llevárselo al barco para diseccionarlo, y sugerir salir de allí a su capitán, que llevan prisa.
Velkan Byrne
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Subió de un salto a Dunnae y le dio dos suaves toque con los talones para hacer que se pusiera a galopar. Los caballeros, su hermana y Alistar salieron en dirección a la capital, con el lobo blanco corriendo junto a ellos. Una ominosa figura ocupaba los cielos de la capital, una estructura ovalada y oscura. Se trataba de alguna clase de artefacto construido por el hombre, y a juzgar por las enseñas que tenía, pertenecía a alguna banda pirata. Eso o alguien había tenido la horrible idea de hacer una bandera muy similar a un jolly roger. ¿Serían esos los misteriosos aliados de Anthony? Se colocó el yelmo y bajó la visera, preparándose ya para los futuros combates... pero no estaba preparado para el eclipse. En el momento en que la luna oscureció el sol, algunos caballos se encabritaron, pero los jinetes lograron controlarlos. Pero los lobos les hicieron frenar en seco. Muchas de sus monturas se encabritaron y relincharon, asustadas.
- ¡So! - dijo a Dunnae, tirando de las riendas para pararla.
Entonces ocurrieron una sucesión de cosas demasiado rápidas y extrañas para... bueno, que Velkan pudiese procesarlas. De entre los lobos surgió una criatura medio mujer medio loba. Si no hubiese visto que originalmente había sido una loba normal antes de convertirse en... eso, habría creído que podía ser otra criatura extraña como Kaito. Si había hombres pez y sirenos, ¿por qué no mezclas con otras cosas? Pero que se transformara tachaba esa opción desde su punto de vista. O se trataba de alguna clase de usuario de zoan... o era una Werwolf, una licántropo. Cogió a Kataklysmus mientras esta se acercaba. Cuando comenzó a hablar, terminó de descolocarle: ¿por qué les había parado para decirles eso? ¿Qué ganaba o qué pretendía? Toda la escena terminó de irse de madre cuando dos lobos empezaron a matarse sin razón aparente, y tras ellos, comenzó a sonar el estrépito de los ejércitos en marcha. Los varenos habían llegado a la capital.
- Maldita sea, no podemos permitirnos más retrasos. ¡Vámonos!
Espoleó a Dunnae y echaron de nuevo a cabalgar, y para su sorpresa, los lobos y la mujer lobo los acompañaron. ¿Qué hacer en ese caso? Si intentaba espantarlos igual se desencadenaba una pelea, y no podían permitírselo a falta de menos de una hora para la ejecución y las tropas de Anthony pisándoles los talones. Así que se limitó a continuar cabalgando bajo la estigia luz del eclipse y cruzó la puerta que Brianna formó ante ellos. Al momento de atravesar el extraño portal se encontraron en la capital. Pero todo era diferente. Los edificios se veían distorsionados, la gente pasaba sin verles y todos los colores parecían diferentes a como debieran serlo.
- Brianna, ¿qué es esto? ¿Es parte de tu poder?
Escuchó a la respuesta de su hermana, algo confuso aún. Licántropos, eclipses, artilugios voladores, planos de existencia paralelos... eran demasiadas cosas en un mismo día y comenzaba a sentirse un poco pequeño y abrumado. Hizo un gesto para que todos se detuvieran mientras pensaba en las posibilidades. Podían rescatar a Iliana, si la encontraban, con mínimo riesgo y esfuerzo. Con aquel poder podrían aparecer de la nada, golpear y volver a desaparecer. Era perfecto. Le preguntó a Brianna si cualquiera podía cruzar las puertas, y al escuchar que sólo podían hacerlo quienes ella eligieran, sonrió. Estaba decidido.
- Por cierto, ¿quién se supone que eres y por qué has venido con nosotros? - le preguntó a la mujer lobo.
Entonces una luz atrajo su atención: había una pantalla en la cosa voladora. Y lo que mostraba...
- ¡Es la reina! - señaló, gritando - La están llevando hacia el patíbulo. Mierda. ¡¿Alguien reconoce el sitio donde están?!
Tras un momento debatiendo, entre él y Brianna reconocieron que era una de las calles principales de Astelia. Ya sabía dónde estaba la reina. Ahora solo tenían que llegar y salvarla. Se volvió hacia su hermana mientras empezaban a poner rumbo hacia allí:
- Puedes llevarnos, ¿verdad? Vamos a necesitar tu ayuda. Cuando lleguemos, abre cinco puertas: una junto a Iliana y cuatro entre sus captores. Yo y los caballeros causaremos un poco de caos y tú podrás simplemente meterla dentro.
Al escuchar las quejas de su hermana, se quitó el casco y la miró fijamente a los ojos, con una expresión seria pero cargada de aprecio. No era el momento de preocuparse por su propia salud: el futuro del reino entero estaba en juego.
- Soy un caballero de la reina. Juré protegerla a ella y al reino pase lo que pase, con mi vida si es necesario. Si simplemente abrimos una puerta, la sujetarán y matarán a los que salgan por ella, por eso tengo que tomar este riesgo. Tenemos que desorganizarlos y golpearlos bien primero - le apoyó la mano en el hombro - Una vez Iliana esté a este lado, volveremos, ¿de acuerdo? Te prometo que saldré vivo de esta.
Mientras se dirigían hacia el lugar, habló con ser Viktor para elegir la mejor manera de dividir a la compañía en cuatro grupos, los que cruzarían las cuatro puertas. Él saldría por la más cercana al hombre que sujetaba la cuerda de la reina con un grupo pequeño, mientras el resto lo hacía por las otras. Atacarían con contundencia y en cuanto Brianna y Alistar tuviesen a la reina a salvo, se retirarían por las puertas de nuevo. En cuanto estuvieron frente al grupo, apretó su lanza. Sus juramentos y su honor estaban a punto de ser puestos a prueba. Era el momento de demostrar por qué había sido escogido como caballero de la reina. En el momento en que Brianna abriese la puerta, la cruzaría al galope y alzaría su mano izquierda, creando una enorme prolongación de esta en forma de cuchilla, que dejaría caer con fuerza entre el captor de la reina y esta, cortando la cuerda.
- ¡So! - dijo a Dunnae, tirando de las riendas para pararla.
Entonces ocurrieron una sucesión de cosas demasiado rápidas y extrañas para... bueno, que Velkan pudiese procesarlas. De entre los lobos surgió una criatura medio mujer medio loba. Si no hubiese visto que originalmente había sido una loba normal antes de convertirse en... eso, habría creído que podía ser otra criatura extraña como Kaito. Si había hombres pez y sirenos, ¿por qué no mezclas con otras cosas? Pero que se transformara tachaba esa opción desde su punto de vista. O se trataba de alguna clase de usuario de zoan... o era una Werwolf, una licántropo. Cogió a Kataklysmus mientras esta se acercaba. Cuando comenzó a hablar, terminó de descolocarle: ¿por qué les había parado para decirles eso? ¿Qué ganaba o qué pretendía? Toda la escena terminó de irse de madre cuando dos lobos empezaron a matarse sin razón aparente, y tras ellos, comenzó a sonar el estrépito de los ejércitos en marcha. Los varenos habían llegado a la capital.
- Maldita sea, no podemos permitirnos más retrasos. ¡Vámonos!
Espoleó a Dunnae y echaron de nuevo a cabalgar, y para su sorpresa, los lobos y la mujer lobo los acompañaron. ¿Qué hacer en ese caso? Si intentaba espantarlos igual se desencadenaba una pelea, y no podían permitírselo a falta de menos de una hora para la ejecución y las tropas de Anthony pisándoles los talones. Así que se limitó a continuar cabalgando bajo la estigia luz del eclipse y cruzó la puerta que Brianna formó ante ellos. Al momento de atravesar el extraño portal se encontraron en la capital. Pero todo era diferente. Los edificios se veían distorsionados, la gente pasaba sin verles y todos los colores parecían diferentes a como debieran serlo.
- Brianna, ¿qué es esto? ¿Es parte de tu poder?
Escuchó a la respuesta de su hermana, algo confuso aún. Licántropos, eclipses, artilugios voladores, planos de existencia paralelos... eran demasiadas cosas en un mismo día y comenzaba a sentirse un poco pequeño y abrumado. Hizo un gesto para que todos se detuvieran mientras pensaba en las posibilidades. Podían rescatar a Iliana, si la encontraban, con mínimo riesgo y esfuerzo. Con aquel poder podrían aparecer de la nada, golpear y volver a desaparecer. Era perfecto. Le preguntó a Brianna si cualquiera podía cruzar las puertas, y al escuchar que sólo podían hacerlo quienes ella eligieran, sonrió. Estaba decidido.
- Por cierto, ¿quién se supone que eres y por qué has venido con nosotros? - le preguntó a la mujer lobo.
Entonces una luz atrajo su atención: había una pantalla en la cosa voladora. Y lo que mostraba...
- ¡Es la reina! - señaló, gritando - La están llevando hacia el patíbulo. Mierda. ¡¿Alguien reconoce el sitio donde están?!
Tras un momento debatiendo, entre él y Brianna reconocieron que era una de las calles principales de Astelia. Ya sabía dónde estaba la reina. Ahora solo tenían que llegar y salvarla. Se volvió hacia su hermana mientras empezaban a poner rumbo hacia allí:
- Puedes llevarnos, ¿verdad? Vamos a necesitar tu ayuda. Cuando lleguemos, abre cinco puertas: una junto a Iliana y cuatro entre sus captores. Yo y los caballeros causaremos un poco de caos y tú podrás simplemente meterla dentro.
Al escuchar las quejas de su hermana, se quitó el casco y la miró fijamente a los ojos, con una expresión seria pero cargada de aprecio. No era el momento de preocuparse por su propia salud: el futuro del reino entero estaba en juego.
- Soy un caballero de la reina. Juré protegerla a ella y al reino pase lo que pase, con mi vida si es necesario. Si simplemente abrimos una puerta, la sujetarán y matarán a los que salgan por ella, por eso tengo que tomar este riesgo. Tenemos que desorganizarlos y golpearlos bien primero - le apoyó la mano en el hombro - Una vez Iliana esté a este lado, volveremos, ¿de acuerdo? Te prometo que saldré vivo de esta.
Mientras se dirigían hacia el lugar, habló con ser Viktor para elegir la mejor manera de dividir a la compañía en cuatro grupos, los que cruzarían las cuatro puertas. Él saldría por la más cercana al hombre que sujetaba la cuerda de la reina con un grupo pequeño, mientras el resto lo hacía por las otras. Atacarían con contundencia y en cuanto Brianna y Alistar tuviesen a la reina a salvo, se retirarían por las puertas de nuevo. En cuanto estuvieron frente al grupo, apretó su lanza. Sus juramentos y su honor estaban a punto de ser puestos a prueba. Era el momento de demostrar por qué había sido escogido como caballero de la reina. En el momento en que Brianna abriese la puerta, la cruzaría al galope y alzaría su mano izquierda, creando una enorme prolongación de esta en forma de cuchilla, que dejaría caer con fuerza entre el captor de la reina y esta, cortando la cuerda.
- resumen:
- Velkan se plantea seriamente pedir su ingreso en un manicomio, porque nada de lo que está ocurriendo tiene sentido. Una vez en la capital planea una estrategia para salvar a la reina desde la dimensión de la akuma de Brianna.
Helga Eiríksdóttir
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Antes de bajar a los suburbios, el compañero de Yoldin se presentó con el nombre de Shiro. Al menos ya conocía el nombre de aquel chico silencioso. Le di la razón sobre que era mala idea entrar en palacio debido a los guardias aunque la tentación fuese alta. También llegó a bromear acerca usar explosivos para volar la puerta de la base. Yo le contesté siguiéndole el juego que con una patada mía bastaría para abrirnos pasos hasta aquel infierno. Yoldin nos detuvo antes de adentrarnos en los barrios pobres y alegó que era mejor esperar a que la guarida se vaciara de gente. No le faltaba razón, pero para mí era un poco cobarde esa maniobra. Después de escuchar su armamento, yo sonreí e inclinando los hombros le dije lo que poseía a mi disposición.
- Siento decepcionar, pero solo poseo mi hacha y mi escudo. Y mis puños, claro - Contesté besando mis dos pequeños.
Pero de pronto, algo llamó mi atención. Un dirigible había aparecido de la nada y flotaba tranquilamente sobre el palacio. Este tenía pantallas apagadas además de dos Jolly Roger. Aquello era malo, no solo por el hecho de que esa cosa estuviese volando encima del castillo como si nada, sino que dos Jolly Roger podría indicar que Antoine no era la única banda pirata en esas tierras. Indiqué mi preocupación a Yoldin y a Shiro. Al parecer las cosas se iban a complicar de forma inesperada. A pesar de todo, era hora de continuar la búsqueda de la guarida de Antoine. Nos hicimos paso por entre aquellas chabolas y las desgracias de aquella zona eran horripilantes. Podía entender como es que la gente se había puesto del lado de un pirata.
Pero aquella estampa cambió en un abrir y cerrar de ojos, pues ahora habían varias huertas a la vista. Probablemente de los campesinos. Parecía que hubo una buena cosecha. Las huertas estaban claramente protegidas y sobre todo con amenazas para los ladrones. Al final del camino, se alzaban dos inmensos campos de calabazas hasta donde alcanzaba la vista. Y justo entonces, una pista. Una enorme cañería más allá que parecía que varias personas podrían pasar por ella. Y esta daba paso al interior de la tierra. Un cartel con una Jolly Roger me lo confirmó. Habíamos encontrado la entrada a la base. Me hubiese gustado entrar, pero de repente, el día se hizo noche. En plena oscuridad y con una serie de ruidos extraños sumando el que las pantallas de aquel vehículo se habían encendido, hicieron que me diera un escalofrío. Cuando vuelvo a mirar la entrada a la guarida, una niña con el pelo naranja sale de la oscuridad.
- Soy Helga y estos son mis compañeros, venimos a ver a tu tío. Gracias por la advertencia, pero ya que estamos aquí espero que no le importe que le hagamos una visita - Dije devolviéndole la sonrisa.
Aunque se dirige a los campo de calabazas y.... algo insólito fruto de un demonio ocurrió. Unas especies de calabazas humanoides se alzan de entre la tierra. Fijándome en la sangre y las venas, aquellas cosas podrían ser personas. O al menos lo fueron antes de que les hicieran aquello. Al parecer la niña mandó a su ejército vegetal a la plaza, allí ocurriría algo interesante por lo visto. Pero mandó a tres de aquellos seres a quedarse para protegerla. La mirada sin alma de esas cosas realmente me helaba la sangre.
- ¿No podemos ir a ver a tu tío? Realmente es importante. No te preocupes, no te haremos daño si no mandas a tus... ¿amigos? A por nosotros - Dije intentando ser agradable con la niña y poder ir a donde Antoine. Aunque en caso de que esas calabazas atacaran, mantuve mi mano cerca de mi hacha por si las moscas.
- Siento decepcionar, pero solo poseo mi hacha y mi escudo. Y mis puños, claro - Contesté besando mis dos pequeños.
Pero de pronto, algo llamó mi atención. Un dirigible había aparecido de la nada y flotaba tranquilamente sobre el palacio. Este tenía pantallas apagadas además de dos Jolly Roger. Aquello era malo, no solo por el hecho de que esa cosa estuviese volando encima del castillo como si nada, sino que dos Jolly Roger podría indicar que Antoine no era la única banda pirata en esas tierras. Indiqué mi preocupación a Yoldin y a Shiro. Al parecer las cosas se iban a complicar de forma inesperada. A pesar de todo, era hora de continuar la búsqueda de la guarida de Antoine. Nos hicimos paso por entre aquellas chabolas y las desgracias de aquella zona eran horripilantes. Podía entender como es que la gente se había puesto del lado de un pirata.
Pero aquella estampa cambió en un abrir y cerrar de ojos, pues ahora habían varias huertas a la vista. Probablemente de los campesinos. Parecía que hubo una buena cosecha. Las huertas estaban claramente protegidas y sobre todo con amenazas para los ladrones. Al final del camino, se alzaban dos inmensos campos de calabazas hasta donde alcanzaba la vista. Y justo entonces, una pista. Una enorme cañería más allá que parecía que varias personas podrían pasar por ella. Y esta daba paso al interior de la tierra. Un cartel con una Jolly Roger me lo confirmó. Habíamos encontrado la entrada a la base. Me hubiese gustado entrar, pero de repente, el día se hizo noche. En plena oscuridad y con una serie de ruidos extraños sumando el que las pantallas de aquel vehículo se habían encendido, hicieron que me diera un escalofrío. Cuando vuelvo a mirar la entrada a la guarida, una niña con el pelo naranja sale de la oscuridad.
- Soy Helga y estos son mis compañeros, venimos a ver a tu tío. Gracias por la advertencia, pero ya que estamos aquí espero que no le importe que le hagamos una visita - Dije devolviéndole la sonrisa.
Aunque se dirige a los campo de calabazas y.... algo insólito fruto de un demonio ocurrió. Unas especies de calabazas humanoides se alzan de entre la tierra. Fijándome en la sangre y las venas, aquellas cosas podrían ser personas. O al menos lo fueron antes de que les hicieran aquello. Al parecer la niña mandó a su ejército vegetal a la plaza, allí ocurriría algo interesante por lo visto. Pero mandó a tres de aquellos seres a quedarse para protegerla. La mirada sin alma de esas cosas realmente me helaba la sangre.
- ¿No podemos ir a ver a tu tío? Realmente es importante. No te preocupes, no te haremos daño si no mandas a tus... ¿amigos? A por nosotros - Dije intentando ser agradable con la niña y poder ir a donde Antoine. Aunque en caso de que esas calabazas atacaran, mantuve mi mano cerca de mi hacha por si las moscas.
- Resumen:
- Llegar donde la entrada a la base de Antoine, flipar con el eclipse y el dirigible e intentar ir de buenas con la niña calabaza
Anastasya
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En cuanto reveló sus intenciones y sacó su rifle a la vista de todos, Anastasya pudo percibir la hostilidad de los tres hombres hacia ella. Quería evitar el combate, pero sabía que no iba a ser tan fácil. Uno de ellos sacó una pistola sin decir nada y la apuntó, sorprendiendo a la joven cadete, que no esperaba una reacción tan hostil por su parte. Pero por suerte contaba con buenos reflejos. Saltó hacia un lado intentando evadir los disparos, lo que no esperó fue que las balas se abrieran como vendas para atraparla. Se esforzó por tirarse al suelo y rodar todo lo posible hacia un lado, con suerte lograría escapar de la trampa.
Frunció el ceño e hizo amago de levantarse cubierta de polvo, dispuesta a devolverles la jugada por haber traicionado su confianza, cuando escuchó al cabecilla que le había tendido la bolsita pasearse entre ellos con aire de superioridad. Le soltó un discursito, y aunque Anastasya no llegó a entender algunos detalles sí le dio la razón en algo: ella no conocía Astelia de nada.
El cielo se oscureció de pronto y la albina alzó la vista con preocupación. Un enorme zeppelín había bajado desde las alturas para situarse sobre sus cabezas. La marine no tardó en divisar las insignias tan características de los piratas, no las conocía, pero podía estar segura de que no auguraban nada bueno. Y por último, observó abrumada como aquellas pantallas enormes se encendían, exhibiendo tras ellas una extraña procesión que sucedía en algún lugar de la ciudad. Hombres encapuchados llevando consigo a una mujer.
Pero todo aquel espectáculo sirvió para que la albina atase suficientes cabos como para entender lo que estaba pasando. Fuera de la ciudad, a lo lejos, se empezó a escuchar una turba armando revuelo, y no le gustó nada el panorama en el que se veía envuelta. Antes de poder hacer nada, los dos hombres que antes habían sido derrotados volvieron a la vida de la manera más grotesca que había presenciado nunca Anastasya, que lo único que pudo hacer fue quedarse en el sitio observando. Les crecían plantas, musgo y raíces, ¿y parecían más grandes o era impresión suya?
El cabecilla todavía seguía fanfarroneando, parecía que le gustaba dárselas de importante. Con un chasquido de dedos los monstruos se lanzaron sobre los dos chicos y el impulso de Anastasya fue adelantarse y protegerlos, pero la voz de aquel tipo la detuvo antes de poder hacer nada. La apuntaba con un cuchillo y le preguntaba si la marina iba a ayudarlos o no. Sintió asco y repulsión. Sus convicciones se vieron reforzadas al escuchar de fondo el discurso de Samvel Legacy. Ella estaba del lado de la justicia.
Alzó su rifle hacia el hombre con ceño fruncido y determinación en la mirada.
—¡Todavía no ha llegado el día en el que tenga pensado caer tan bajo! —sin mayor dilación sujetó el rifle con firmeza y disparó. Mantuvo su mano cerca del cuchillo que siempre llevaba encima, por si se veía en la necesidad de utilizarlo para defenderse. No perdería de vista a ninguno de ellos, y si se acercaban demasiado echaría a correr para agruparse con Samvel y su amiga.
Frunció el ceño e hizo amago de levantarse cubierta de polvo, dispuesta a devolverles la jugada por haber traicionado su confianza, cuando escuchó al cabecilla que le había tendido la bolsita pasearse entre ellos con aire de superioridad. Le soltó un discursito, y aunque Anastasya no llegó a entender algunos detalles sí le dio la razón en algo: ella no conocía Astelia de nada.
El cielo se oscureció de pronto y la albina alzó la vista con preocupación. Un enorme zeppelín había bajado desde las alturas para situarse sobre sus cabezas. La marine no tardó en divisar las insignias tan características de los piratas, no las conocía, pero podía estar segura de que no auguraban nada bueno. Y por último, observó abrumada como aquellas pantallas enormes se encendían, exhibiendo tras ellas una extraña procesión que sucedía en algún lugar de la ciudad. Hombres encapuchados llevando consigo a una mujer.
Pero todo aquel espectáculo sirvió para que la albina atase suficientes cabos como para entender lo que estaba pasando. Fuera de la ciudad, a lo lejos, se empezó a escuchar una turba armando revuelo, y no le gustó nada el panorama en el que se veía envuelta. Antes de poder hacer nada, los dos hombres que antes habían sido derrotados volvieron a la vida de la manera más grotesca que había presenciado nunca Anastasya, que lo único que pudo hacer fue quedarse en el sitio observando. Les crecían plantas, musgo y raíces, ¿y parecían más grandes o era impresión suya?
El cabecilla todavía seguía fanfarroneando, parecía que le gustaba dárselas de importante. Con un chasquido de dedos los monstruos se lanzaron sobre los dos chicos y el impulso de Anastasya fue adelantarse y protegerlos, pero la voz de aquel tipo la detuvo antes de poder hacer nada. La apuntaba con un cuchillo y le preguntaba si la marina iba a ayudarlos o no. Sintió asco y repulsión. Sus convicciones se vieron reforzadas al escuchar de fondo el discurso de Samvel Legacy. Ella estaba del lado de la justicia.
Alzó su rifle hacia el hombre con ceño fruncido y determinación en la mirada.
—¡Todavía no ha llegado el día en el que tenga pensado caer tan bajo! —sin mayor dilación sujetó el rifle con firmeza y disparó. Mantuvo su mano cerca del cuchillo que siempre llevaba encima, por si se veía en la necesidad de utilizarlo para defenderse. No perdería de vista a ninguno de ellos, y si se acercaban demasiado echaría a correr para agruparse con Samvel y su amiga.
- resumen:
- -Anastasya reacciona a la moderación anterior, se ve sorprendida por el zeppelín y comprende la situación en la que se encuentra.
-Rechaza la oferta de colaborar y dispara al cabecilla en la mano con la que sujeta el cuchillo. Intenta no perder de vista a los otros hombres y mantiene a mano el cuchillo militar que lleva encima por si tiene que defenderse cuerpo a cuerpo.
Keiran T. Farraige
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No prestó excesiva atención a las palabras de Cassandra mientras le sermoneaba, para variar, con aquel tono tan característico de ella, aunque el motivo principal de no hacerlo era evitar una mala contestación por su parte o que las ganas de arremeter contra su propia tripulación volvieran a aflorar. Además, ¿cómo podía plantearse siquiera la opción de parlamentar cuando al menos la mitad de los moradores de aquella mansión yacían muertos por los jardines? ¡Y ni siquiera había sido del todo culpa suya! Bueno, en realidad un poco sí, pero no se podía decir que hubieran sido ellos los instigadores del conflicto. Después de todo, él tan solo había acudido en defensa de su vigía y aquel herrero se había abalanzado como un energúmeno contra él; se merecía la desagradable muerte que le había brindado.
—Como sea, vámonos de aquí —se limitó a decir, prácticamente haciendo caso omiso a los cadáveres del grandullón y del chico de los establos. El próximo visitante de aquel lugar iba a llevarse un susto de muerte cuando viera el escenario que había preparado en un momento.
El hecho de que hubiera una sirvienta por allí no terminó de pillarle por sorpresa después de lo que había visto, entendiendo que alguien debía ocuparse del cuidado de aquel lugar en el interior y que, al menos en aquel tipo de sociedades, las familias pudientes solían contar con doncellas o sirvientas que se encargasen de esos menesteres. Matarla habría sido una opción factible, pero la mente de Keiran funcionaba de una forma algo más pragmática pese a la insistencia de su segunda de abordo en negarlo. Si acababan con toda alma que hubiera en aquel lugar, ¿quién podría hacer de testigo y divulgador de sus infames hazañas? La norma de no dejar supervivientes no era del todo acertada: siempre debían dejar a alguien que pudiera contar cuanto hubiera visto.
Fuera como fuese, los carruajes ya estaban preparados y el pelirrojo no tardó en ocupar el puesto de conductor de uno de ellos, probablemente para sorpresa de Cassandra. Al final, aquella tarea no entrañaba mayor dificultad que tomar el timón de un barco y, pese a no haber tenido orígenes nobles, alguna que otra vez se había visto en la necesidad de hacer de cochero: los transportistas solían convertirse en toda una fuente de información y Leighton supo verlo a tiempo.
Pese a todo y antes de que les diera tiempo siquiera a salir de allí, el ambiente se enturbió —más— en un lapso de pocos segundos, justo antes de que algo completamente inexplicable ocurriera frente a los ojos de la tripulación pirata. El caballero se vio arrastrado bajo tierra por extrañas raíces, emergiendo al poco lo que fuera que quedara de él, como si hubiera retornado a la vida por arte de magia o como si aquella planta hubiera tomado el control de su cuerpo. Podía hablar, no lo hacía con la misma voz que hubiera empleado minutos atrás. ¿Para qué mentir? Daba muy mala espina.
—Adam, deja de joder y súbete al puto carro con los demás —ordenó, frunciendo el ceño mientras tomaba las riendas de sus caballos y se preparaba para azuzarlos—. ¿Sigues queriendo hablar con él, Cass? Es todo tuyo.
Tras cargar de ironía aquellas últimas palabras espoleó a las bestias, haciendo que el carruaje avanzara con toda la rapidez de la que pudieran hacer gala los cuadrúpedos, esperando que sus compañeros le siguieran de cerca. Confiaba en que, si el caballero resucitado intentaba algo, Alexander y los demás serían capaces de frenarle en seco. No quería quedarse a ver qué demonios era aquella horda que se aproximaba y, sin lugar a dudas, prefería llegar antes que ellos a la capital.
—Como sea, vámonos de aquí —se limitó a decir, prácticamente haciendo caso omiso a los cadáveres del grandullón y del chico de los establos. El próximo visitante de aquel lugar iba a llevarse un susto de muerte cuando viera el escenario que había preparado en un momento.
El hecho de que hubiera una sirvienta por allí no terminó de pillarle por sorpresa después de lo que había visto, entendiendo que alguien debía ocuparse del cuidado de aquel lugar en el interior y que, al menos en aquel tipo de sociedades, las familias pudientes solían contar con doncellas o sirvientas que se encargasen de esos menesteres. Matarla habría sido una opción factible, pero la mente de Keiran funcionaba de una forma algo más pragmática pese a la insistencia de su segunda de abordo en negarlo. Si acababan con toda alma que hubiera en aquel lugar, ¿quién podría hacer de testigo y divulgador de sus infames hazañas? La norma de no dejar supervivientes no era del todo acertada: siempre debían dejar a alguien que pudiera contar cuanto hubiera visto.
Fuera como fuese, los carruajes ya estaban preparados y el pelirrojo no tardó en ocupar el puesto de conductor de uno de ellos, probablemente para sorpresa de Cassandra. Al final, aquella tarea no entrañaba mayor dificultad que tomar el timón de un barco y, pese a no haber tenido orígenes nobles, alguna que otra vez se había visto en la necesidad de hacer de cochero: los transportistas solían convertirse en toda una fuente de información y Leighton supo verlo a tiempo.
Pese a todo y antes de que les diera tiempo siquiera a salir de allí, el ambiente se enturbió —más— en un lapso de pocos segundos, justo antes de que algo completamente inexplicable ocurriera frente a los ojos de la tripulación pirata. El caballero se vio arrastrado bajo tierra por extrañas raíces, emergiendo al poco lo que fuera que quedara de él, como si hubiera retornado a la vida por arte de magia o como si aquella planta hubiera tomado el control de su cuerpo. Podía hablar, no lo hacía con la misma voz que hubiera empleado minutos atrás. ¿Para qué mentir? Daba muy mala espina.
—Adam, deja de joder y súbete al puto carro con los demás —ordenó, frunciendo el ceño mientras tomaba las riendas de sus caballos y se preparaba para azuzarlos—. ¿Sigues queriendo hablar con él, Cass? Es todo tuyo.
Tras cargar de ironía aquellas últimas palabras espoleó a las bestias, haciendo que el carruaje avanzara con toda la rapidez de la que pudieran hacer gala los cuadrúpedos, esperando que sus compañeros le siguieran de cerca. Confiaba en que, si el caballero resucitado intentaba algo, Alexander y los demás serían capaces de frenarle en seco. No quería quedarse a ver qué demonios era aquella horda que se aproximaba y, sin lugar a dudas, prefería llegar antes que ellos a la capital.
- resumen:
- » Fliparlo con el chombi vegetal.
» Ordenarle a Adam que deje de tocar los huevos y se suba al carro con Cass.
» Intentar salir cagando hostias de ahí con los carruajes.
Brianna Byrne
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Desde luego las cosas extrañas parecían perseguirla donde fuera. Esos fenómenos extraños ya ni si quiera la asustaban. Después de conocer a Ivan había aprendido que existían cosas demasiado confusas en el mundo y que normalmente tienden a tener alguna explicación si uno quiere buscarla. Pero no tenía tiempo que perder en aquel momento. Cabalgaron todos juntos en dirección a la capital hasta que se vieron interrumpidos por un grupo de lobos de lo más raros. No sabía que es lo que querían ni por que los habían parado pero sinceramente le molestó un poco que los retrasaran por algo así.
Cuando llegaron a la capital al fin, seguían dentro de su mundo paralelo, ella podía mantenerlos allí y ante la pregunta de su hermano le explico un poquito sobre su dimensión — digamos que este es el mundo dentro de mis puertas, es igual al que esta fuera pero aquí no pueden vernos, ni pueden oírnos aunque nosotros a ellos si — una vez que terminó de explicarle un poco eso gruño levemente al escuchar su plan. No le gustaba ni un pelo, no quería dejar a su hermano solo rodeado de guardias y se notaba a leguas que no estaba dispuesta a hacerlo.
— No quiero dejarte allí rodeado de enemigos Velkan — sin embargo su hermano no le dejo más opciones y Brianna puso unos enormes pucheros a modo de protesta pero acepto. No podía hacer otra cosa, buscarían al grupo que tenía a Iliana y cuando llegasen hasta allí volvería a usar sus puertas tal y como deseaba su hermano para rescatar a la reina. Aunque no entendía de donde narices habían salido nuevamente los lobos cuando no habían logrado pasar sus puertas ya que no tenían permiso. Pero bueno, quitando eso de lado y tras acceder al plan de su hermano lo llevarían a cabo. Abriría las puertas tal y como él le había pedido para que pudieran ponerse en marcha y distraer a los guardías para que ella y Alistar pudieran alejar a Iliana y meterla en la dimensión de sus puertas.
— Majestad, venimos a salvarla — esperaba que aquel plan saliera bien, quería ayudar a la hermana de Ivan y además a su hermano aunque eso la hiciera sentirse aún más insegura de lo que ya se sentía con todo aquel asunto. Sin embargo no era momento de pensar en eso, aún tenia mucho que hacer. Debía asegurarse de que una vez Iliana estuviera a salvo en su dimensión paralela abrir de nuevo las puertas para que Velkan y sus muchachos pudieran entrar y ponerse a salvo.
Cuando llegaron a la capital al fin, seguían dentro de su mundo paralelo, ella podía mantenerlos allí y ante la pregunta de su hermano le explico un poquito sobre su dimensión — digamos que este es el mundo dentro de mis puertas, es igual al que esta fuera pero aquí no pueden vernos, ni pueden oírnos aunque nosotros a ellos si — una vez que terminó de explicarle un poco eso gruño levemente al escuchar su plan. No le gustaba ni un pelo, no quería dejar a su hermano solo rodeado de guardias y se notaba a leguas que no estaba dispuesta a hacerlo.
— No quiero dejarte allí rodeado de enemigos Velkan — sin embargo su hermano no le dejo más opciones y Brianna puso unos enormes pucheros a modo de protesta pero acepto. No podía hacer otra cosa, buscarían al grupo que tenía a Iliana y cuando llegasen hasta allí volvería a usar sus puertas tal y como deseaba su hermano para rescatar a la reina. Aunque no entendía de donde narices habían salido nuevamente los lobos cuando no habían logrado pasar sus puertas ya que no tenían permiso. Pero bueno, quitando eso de lado y tras acceder al plan de su hermano lo llevarían a cabo. Abriría las puertas tal y como él le había pedido para que pudieran ponerse en marcha y distraer a los guardías para que ella y Alistar pudieran alejar a Iliana y meterla en la dimensión de sus puertas.
— Majestad, venimos a salvarla — esperaba que aquel plan saliera bien, quería ayudar a la hermana de Ivan y además a su hermano aunque eso la hiciera sentirse aún más insegura de lo que ya se sentía con todo aquel asunto. Sin embargo no era momento de pensar en eso, aún tenia mucho que hacer. Debía asegurarse de que una vez Iliana estuviera a salvo en su dimensión paralela abrir de nuevo las puertas para que Velkan y sus muchachos pudieran entrar y ponerse a salvo.
- Resumen:
- Buscar a Iliana, abrir puertas, dejar que los chicos se encarguen de los soldados mientras ella se lleva a Iliana a su dimensión y luego hacer que los chicos se pongan a salvo cruzando dedos por que todo salga bien
Lilith Blair
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Parecía que por el momento no dudaban de ella, si tenían que marcharse era un buen momento para que Morgoth se dedicara a liberar a todas las chicas que se encontraban encerradas en aquel lugar. La idea de ir con ellas para ver si conseguía averiguar algo mas era tentadora, pero tampoco quería dejar solo al chiquillo teniendo en cuenta que en aquel edificio parece que había mucho trabajo. Además tampoco quería perderle así que pensó en algo, cuando salió del edificio acompañando a la mujer y tras ver aquella cosa sobrevolando la isla se dirigió a su precioso lobo para indicarle que fuera en busca de Morgoth para que se reuniera con ella.
— Ve a buscarlo precioso, seguro que anda vagueando por algún lado y me lo traes — aunque la idea era otra, que el lobo se quedase junto a él para que cuando terminase de liberar a las chicas pudiera reunirse con ella. Por su parte acompañaría a Spirelli junto a León para ver de que eran capaces sus creaciones y de paso saber algo más sobre aquella gente. Por que nunca había escuchado hablar de ella y de su jefa tampoco. Ahora mismo no recordaba como se llamaba pero tenía una especie de nombre de algún astro. Tendría que haber memoria para recordarlo.
— Será un placer acompañarla, tengo mucha curiosidad — le dedico una sonrisa y cuando se fijo en la mano de la chica no dudo en preguntar ya que la mujer parecía bastante animada a compartir información con ella — ¿eso es normal? es prácticamente transparente — desde luego se la notaba un poco impresionada por lo que veía pero en ningún momento quiso que sonara asustada o nerviosa. Lilith tenía que mantener la compostura, era una señora noble, caprichosa que simplemente miraba por sus propios intereses y que seguramente podría ayudar a esta gente a seguir investigando con su dinero.
En aquel momento si quería continuar averiguando más sobre todo aquel embrollo tendría que seguir haciendo creer a la científica que estaba de su parte — ¿la antigua reina? ¿también era una de sus clientas? — caminaba junto a ella dispuesta a acompañarla a donde fuera que tuvieran que marchar mientras Allaidh se iba a "buscar" a Morgoth y León no se separaba de su madame en ningún momento como buen guardaespaldas que es.
— Ve a buscarlo precioso, seguro que anda vagueando por algún lado y me lo traes — aunque la idea era otra, que el lobo se quedase junto a él para que cuando terminase de liberar a las chicas pudiera reunirse con ella. Por su parte acompañaría a Spirelli junto a León para ver de que eran capaces sus creaciones y de paso saber algo más sobre aquella gente. Por que nunca había escuchado hablar de ella y de su jefa tampoco. Ahora mismo no recordaba como se llamaba pero tenía una especie de nombre de algún astro. Tendría que haber memoria para recordarlo.
— Será un placer acompañarla, tengo mucha curiosidad — le dedico una sonrisa y cuando se fijo en la mano de la chica no dudo en preguntar ya que la mujer parecía bastante animada a compartir información con ella — ¿eso es normal? es prácticamente transparente — desde luego se la notaba un poco impresionada por lo que veía pero en ningún momento quiso que sonara asustada o nerviosa. Lilith tenía que mantener la compostura, era una señora noble, caprichosa que simplemente miraba por sus propios intereses y que seguramente podría ayudar a esta gente a seguir investigando con su dinero.
En aquel momento si quería continuar averiguando más sobre todo aquel embrollo tendría que seguir haciendo creer a la científica que estaba de su parte — ¿la antigua reina? ¿también era una de sus clientas? — caminaba junto a ella dispuesta a acompañarla a donde fuera que tuvieran que marchar mientras Allaidh se iba a "buscar" a Morgoth y León no se separaba de su madame en ningún momento como buen guardaespaldas que es.
- Resumen:
- Seguir a Spirelli pero le ordeno a Allaidh que se quede con Morgoth para que luego nos podamos reunir
Tomoe Asai-Asakura
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Por un momento se había visto en el otro barrio. Habían atacado su garganta, pero por un tropiezo se había librado. Esa debía ser una señal de Bishamonten, una señal para continuar, todavía no era su momento de morir. Por lo que decían, eran gente que quería tomar el trono de Hallstat. Si la marine estaba allí, ¿significaba que no había efectivos del gobierno entre sus filas? Dejando eso de lado, algo que le daba mala espina era el repentino eclipse que reducía la visibilidad. Tendría que orientarse por sonidos o algo así.
Qué... ¿qué había sido eso? ¿otro tipo de droga? esta parecía más enfocada a combate. Apenas tres gotas habían sido suficientes para convertir a aquellos dos hombres en moles que parecían mutantes. Se volvían de color verde, unas hierbas treparon por sus cuerpos, transformándolos en una especie de hombres-planta. Pero... a eso ella también sabía jugar.
Mientras Sam hablaba, la espadachina empezó a reunir la energía de su alma, la energía espiritual que representaba su vínculo irrompible con la deidad a la que rendía culto. Guardó su odachi y se paró un momento a mirar las pantallas del dirigible. ¿Una procesión? ¿Y esa era una mujer atada? No era solo una mujer atada, era... Markov. No, eso no podía ser obra del gobierno, una ejecución pública era demasiado retorcido, incluso para el Gobierno Mundial.
Entrecerró los ojos y frunció el ceño. No diría nada más, ya se había hablado demasiado. Podía confiar en el cazarrecompensas pero, ¿y la marine? todavía no podía revelar su estatus de revolucionaria.
—Bishamonten, concédeme tu fuerza —susurró mientras su habilidad más especial empezaba a surtir efecto.
Sus ojos empezaron a emitir unas llamas blancas, sus dos manos empezaron a replandecer de forma tenue con el mismo color blanco y, entre éstas, se formó una espada del mismo tamaño que su odachi. La diferencia entre estas era su peso, y es que aunque las dos golpeaban con la misma fuerza, su hoja espiritual era más ligera y se podía manejar mejor. Además, esta hoja tenía unos extraños poderes mentales sobre su propia usuaria, sus pensamientos negativos se disipaban, aumentaba su fortaleza mental y evitaba que su determinación se agrietara.
Cuando la hoja se hizo sólida —aunque parecería medio transparente, de aspecto etéreo—, dio un salto hacia atrás como le había pedido Sam. Agarró la empuñadura con fuerza y miró directamente a la mola humana que iba a por ella. Sus pasos eran más fuertes por tener que recorrer más distancia, no podría esconderse de ella con semejante tamaño.
—Prueba el estilo Shirotsukiryu... ¡Mikazukichiku! —exclamó mientras desenvainaba el arma con todas sus fuerzas, realizando al mismo tiempo un corte vertical ascendente. En ese corte, además, se proyectó una onda cortante que avanzaría, violenta, hacia el hombre transformado que la atacaba. Finalizó el movimiento envainando la espada pero mantuvo agarrada la empuñadura, por si era necesario volver a atacar. Una persona normal moriría con algo así, pero ellos... probablemente no.
Qué... ¿qué había sido eso? ¿otro tipo de droga? esta parecía más enfocada a combate. Apenas tres gotas habían sido suficientes para convertir a aquellos dos hombres en moles que parecían mutantes. Se volvían de color verde, unas hierbas treparon por sus cuerpos, transformándolos en una especie de hombres-planta. Pero... a eso ella también sabía jugar.
Mientras Sam hablaba, la espadachina empezó a reunir la energía de su alma, la energía espiritual que representaba su vínculo irrompible con la deidad a la que rendía culto. Guardó su odachi y se paró un momento a mirar las pantallas del dirigible. ¿Una procesión? ¿Y esa era una mujer atada? No era solo una mujer atada, era... Markov. No, eso no podía ser obra del gobierno, una ejecución pública era demasiado retorcido, incluso para el Gobierno Mundial.
Entrecerró los ojos y frunció el ceño. No diría nada más, ya se había hablado demasiado. Podía confiar en el cazarrecompensas pero, ¿y la marine? todavía no podía revelar su estatus de revolucionaria.
—Bishamonten, concédeme tu fuerza —susurró mientras su habilidad más especial empezaba a surtir efecto.
Sus ojos empezaron a emitir unas llamas blancas, sus dos manos empezaron a replandecer de forma tenue con el mismo color blanco y, entre éstas, se formó una espada del mismo tamaño que su odachi. La diferencia entre estas era su peso, y es que aunque las dos golpeaban con la misma fuerza, su hoja espiritual era más ligera y se podía manejar mejor. Además, esta hoja tenía unos extraños poderes mentales sobre su propia usuaria, sus pensamientos negativos se disipaban, aumentaba su fortaleza mental y evitaba que su determinación se agrietara.
Cuando la hoja se hizo sólida —aunque parecería medio transparente, de aspecto etéreo—, dio un salto hacia atrás como le había pedido Sam. Agarró la empuñadura con fuerza y miró directamente a la mola humana que iba a por ella. Sus pasos eran más fuertes por tener que recorrer más distancia, no podría esconderse de ella con semejante tamaño.
—Prueba el estilo Shirotsukiryu... ¡Mikazukichiku! —exclamó mientras desenvainaba el arma con todas sus fuerzas, realizando al mismo tiempo un corte vertical ascendente. En ese corte, además, se proyectó una onda cortante que avanzaría, violenta, hacia el hombre transformado que la atacaba. Finalizó el movimiento envainando la espada pero mantuvo agarrada la empuñadura, por si era necesario volver a atacar. Una persona normal moriría con algo así, pero ellos... probablemente no.
- resumen:
Guarda a Tsuki no Tsume y utiliza Alma de Bishamonten para soltar un tajo con onda de corte incluida al que la ataca.
Morgoth
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Me quedé tirado en el suelo unos momentos mientras Spirelli hablaba con Lilith tras echarme la bronca. Lilith y la pelirroja salieron acompañadas por León, su lobo y las dos niñas que había encontrado Kato, aunque con un traje diferente que dudaba que les hubiese dado tiempo a cambiárselo tan rápido.
Aquí ocurría algo raro. No solo por el tema de los viales, sino por aquellas niñas tan siniestras. Si me preguntasen por algún casual que si quería jugar a un juego las dos a la vez, estaba seguro de que me cagaría vivo, pero debía recomponerme.
-Caguen. – Dije sentándome con las piernas cruzadas. – Pensaba que cedería. Disculpe. – Dije llamando la atención a la mujer rubia – ¿cómo consiguieron llegar hasta aquí? – Le pregunté sin miramientos – No me entienda mal. Pero que por arte de “magia” cambie la gente es raro. Me refiero a como consiguieron gente para los primeros experimentos, supongo que de forma legal. – Continué en aquella línea levantándome del suelo.
No sabía cómo reaccionaría ante aquel abordaje de preguntas. Sin embargo, no tenía más preguntas para ella. En cuanto me respondiese le daría las gracias y haría como que salía de aquel lugar. Cuando salí de la estancia me aseguré de que no me viese nadie.
-Aldatu – dije en apenas un susurro.
Mi posición y vista de mi alrededor cambió con respecto a la que tenía hacía un momento. En su lugar me encontraba en la zona donde se encontraba Kato, ante las puertas donde estaban las mujeres presas. Era hora de comenzar a actuar. Saqué al cuervo de mi sombra y le ordené que se mantuviese alerta por si veía a alguien que hiciese una señal.
Cuando este estuvo en posición me acerqué a una de las puertas y miré dentro para ver que era lo que iba a liberar. Luego miré la cerradura y preparé trion en la pala de mi mano para comenzar a formar una llave para intentar abrir aquella puerta.
Aquí ocurría algo raro. No solo por el tema de los viales, sino por aquellas niñas tan siniestras. Si me preguntasen por algún casual que si quería jugar a un juego las dos a la vez, estaba seguro de que me cagaría vivo, pero debía recomponerme.
-Caguen. – Dije sentándome con las piernas cruzadas. – Pensaba que cedería. Disculpe. – Dije llamando la atención a la mujer rubia – ¿cómo consiguieron llegar hasta aquí? – Le pregunté sin miramientos – No me entienda mal. Pero que por arte de “magia” cambie la gente es raro. Me refiero a como consiguieron gente para los primeros experimentos, supongo que de forma legal. – Continué en aquella línea levantándome del suelo.
No sabía cómo reaccionaría ante aquel abordaje de preguntas. Sin embargo, no tenía más preguntas para ella. En cuanto me respondiese le daría las gracias y haría como que salía de aquel lugar. Cuando salí de la estancia me aseguré de que no me viese nadie.
-Aldatu – dije en apenas un susurro.
Mi posición y vista de mi alrededor cambió con respecto a la que tenía hacía un momento. En su lugar me encontraba en la zona donde se encontraba Kato, ante las puertas donde estaban las mujeres presas. Era hora de comenzar a actuar. Saqué al cuervo de mi sombra y le ordené que se mantuviese alerta por si veía a alguien que hiciese una señal.
Cuando este estuvo en posición me acerqué a una de las puertas y miré dentro para ver que era lo que iba a liberar. Luego miré la cerradura y preparé trion en la pala de mi mano para comenzar a formar una llave para intentar abrir aquella puerta.
- resumen:
- Ver como se marcha Lilith y Spirelli, hablar con la rubia, cambiar de posición con la sombra del gato,sacar como centinela al cuervo y prepararme para abrir una de las puertas donde están las mujeres.
Adam
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Adam no estaba del todo muy alegré con lo que el señor Napolean había hecho un tesoro, o mejor dicho con su no tesoro, aunque el rubio todavía se encontraba la sencillez con el que el gigantón lo había abierto y vaciado.
-Ser nevera ¿Y por qué no ser cofre? - masculló para sus adentros mientras comenzaba a mordisquear una de las zanahorias mientras observaba la trayectoria de la nevera, asombrado por como esta comenzaba a crecer y crecer, y en última estancia, cerrando los ojos y aparatando la mira al ver que impactaba con su capitán -¡¡¡¡Uh, eso deber doler!!!- pensó para sus adentros tras escuchar el sonoro golpe de la nevera.
Una vez abrió los ojos comenzó a ver a su capitán como comenzaba a salir de debajo de artefacto que había estado cargando hasta hacia escasos segundos, a la vez que el perro volvía a tomar su forma humana una vez más, y es que por mucho que lo pensará, aún no comprendía los límites de las capacidades de sus congéneres, y más aún, el motivo por el que él no era capaz de emular aquellas cosas.
Observó parado, mientras terminaba con la primera de las zanahorias y comenzaba con la siguiente, el vocerío que andaba armando el resto de los tripulantes. En primer lugar, Keiran parecía estar increpando a Alexander algo relaciona con la nevera, por lo que atando un par de cabos dedujo que al capitán no le había ciado en gracia la intervención del contramaestre. Luego como venía siendo costumbre, “Cass” comenzó a hablar con el capitán, si bien no entendió mucho salvo alguna que otra palabra cortada como “fuego” o “listos”, a pesar de ello al rubio le resultó imposible tomar un mensaje tan complejo como aquel.
Y es que esto era algo que se venía repitiendo con la mujer, primero casi siempre le decía algo, generalmente interrumpiendo alguna actividad, luego él no lo entendía y finalmente la mujer se enfadaba, pegándole en ocasiones e increpando a Keiran, siempre mencionando la palabra “protegido”, la cual no comprendía aún. Lo menos comprensible para el niño fue el ver como la tierra se tragaba al caballero mientras las malas hierbas comenzaban a brotar sin control alguno, antes de que el salvaje se diera cuenta, el caballero se había alzado otra vez, esta vez en forma de árbol.
El niño anonadado, comenzó a señalar la extraña figura que volvía a empuñar su espada, y es que si bien pensó que aquello podía ser otro de esos extraños poderes que parecían poseer sus congéneres, el moverse entre el velo de la vida y la muerte, le resultaba algo terriblemente antinatural para el niño y que superaba cualquier clase de raciocinio de lo que pudiera haber visto el niño.
Sin más preámbulos, observó como Cass y Keiran le comenzaba a señalar uno de esos extraños artefactos parecidos a habitaciones en miniatura, al salvaje no le agradaba la idea de encerrarse por lo que comenzó a refunfuñar, no fue hasta el grito de Keiran cuando el albino rápidamente subió en el sillón del copiloto, al lado de Cassandra, a la vez que pataleaba, se cruzaba de brazos y refunfuñaba entre dientes, a la vez hinchaba los mofletes, respondiendo con un -¡No!- a cualquier comentario o intento de que cambiará de actitud, iba a ser necesario algo más que un cambio de aires para que el niño salvaje dejará de refunfuñar.
-Ser nevera ¿Y por qué no ser cofre? - masculló para sus adentros mientras comenzaba a mordisquear una de las zanahorias mientras observaba la trayectoria de la nevera, asombrado por como esta comenzaba a crecer y crecer, y en última estancia, cerrando los ojos y aparatando la mira al ver que impactaba con su capitán -¡¡¡¡Uh, eso deber doler!!!- pensó para sus adentros tras escuchar el sonoro golpe de la nevera.
Una vez abrió los ojos comenzó a ver a su capitán como comenzaba a salir de debajo de artefacto que había estado cargando hasta hacia escasos segundos, a la vez que el perro volvía a tomar su forma humana una vez más, y es que por mucho que lo pensará, aún no comprendía los límites de las capacidades de sus congéneres, y más aún, el motivo por el que él no era capaz de emular aquellas cosas.
Observó parado, mientras terminaba con la primera de las zanahorias y comenzaba con la siguiente, el vocerío que andaba armando el resto de los tripulantes. En primer lugar, Keiran parecía estar increpando a Alexander algo relaciona con la nevera, por lo que atando un par de cabos dedujo que al capitán no le había ciado en gracia la intervención del contramaestre. Luego como venía siendo costumbre, “Cass” comenzó a hablar con el capitán, si bien no entendió mucho salvo alguna que otra palabra cortada como “fuego” o “listos”, a pesar de ello al rubio le resultó imposible tomar un mensaje tan complejo como aquel.
Y es que esto era algo que se venía repitiendo con la mujer, primero casi siempre le decía algo, generalmente interrumpiendo alguna actividad, luego él no lo entendía y finalmente la mujer se enfadaba, pegándole en ocasiones e increpando a Keiran, siempre mencionando la palabra “protegido”, la cual no comprendía aún. Lo menos comprensible para el niño fue el ver como la tierra se tragaba al caballero mientras las malas hierbas comenzaban a brotar sin control alguno, antes de que el salvaje se diera cuenta, el caballero se había alzado otra vez, esta vez en forma de árbol.
El niño anonadado, comenzó a señalar la extraña figura que volvía a empuñar su espada, y es que si bien pensó que aquello podía ser otro de esos extraños poderes que parecían poseer sus congéneres, el moverse entre el velo de la vida y la muerte, le resultaba algo terriblemente antinatural para el niño y que superaba cualquier clase de raciocinio de lo que pudiera haber visto el niño.
Sin más preámbulos, observó como Cass y Keiran le comenzaba a señalar uno de esos extraños artefactos parecidos a habitaciones en miniatura, al salvaje no le agradaba la idea de encerrarse por lo que comenzó a refunfuñar, no fue hasta el grito de Keiran cuando el albino rápidamente subió en el sillón del copiloto, al lado de Cassandra, a la vez que pataleaba, se cruzaba de brazos y refunfuñaba entre dientes, a la vez hinchaba los mofletes, respondiendo con un -¡No!- a cualquier comentario o intento de que cambiará de actitud, iba a ser necesario algo más que un cambio de aires para que el niño salvaje dejará de refunfuñar.
- ¡ÑE!:
Pues me pongo un poco al día con la moderación, comiendo parte de lo que llevo encima y reacionando en la misma linea de asombro y miedo a los eventos que ocurren, pensando para sus adentros que el volver de la muerte debe ser el poder de una fruta de parte del humano(aunque para Adman los poderes de akumas son cosas innatas de los humanos, ya que es común en su tripulación)por último se sube al lado de Cass, aunque a regañadientes y de malas formas.
No pasaría mucho tiempo antes de que el destino le confirmase de la manera más dantesca posible las sospechas que mantenía desde que se hicieran los preparativos para aquella fiesta del caos: se iba a liar una gorda. En cuestión de minutos ocurrió una corta sucesión de estrafalarios sucesos dignos de las ocurrencias del más descabellado de los escritores que llenaban las páginas de libros de terror. Primero la llegada de la extraña nave voladora que se posaba sobre los edificios (que al principio más que susto o asombro le causó curiosidad pues no alcanzaba a imaginar los mecanismos detrás de tal proeza), luego el eclipse se sobrepuso sin previo aviso y aquella niña salió de las profundidades de la tierra solo para invitar a más amigos a salir. Solo que sus amigos salieron literalmente DE la tierra y no parecían ni muy humanos ni amigables con los extraños.
A Yoldin se le erizó hasta la última pluma bajo la capa cuando una de esas monstruosidades semi-vegetales pasó con gesto pesado e intimidante a su lado para cumplir las órdenes de su joven ama. Nunca había visto nada parecido en todos sus viajes por el North Blue, ni siquiera en su corto viaje por el Cementerio de Piratas o su infancia en el Cielo. Aquello era de fuera de este mundo.
Asustado como un conejo tras oir un disparo volvió la cabeza a sus compañeros esperando reacciones de igual terror pero... Para su sorpresa se encontró con la amable voz de Helga hablando cordialmente con la niña. Eso le hizo recuperar un poco su compostura. ¿Que no eran de este mundo? ¿En qué momento se le había ocurrido que ALGO, por disparatado que fuera no iba a ser de ese mundo? En su corto viaje había visto gentes del tamaño de edificios, botellas capaces de guardar el fuego del infierno, mujeres que cambiaban de forma y doblegaban al invierno... TODO era parte de aquel juego y para él solo debían de ser una cosa: obstáculos a superar para poder llegar hasta el Ladrón de Islas.
Volviendo a sus cabales fijó de nuevo la vista en la chiquilla y su escuadrón de engendros. Ahora veía las cosas como eran. Aquella no era una chiquilla cualquiera. Aquella era una llave para entrar seguros en la guarida. Había dicho que era la sobrina de Antoine, ¿no? Pues a pesar de que Helga le hubiera prometido inmunidad era solo una pieza en un juego de ajedrez mortal que jugaban contra un pirata con muchos recursos. Y era una pieza que debía ser capturada.
Ahora miró a los seres de pesadilla. Un escalofrío aún le recorrió todo el cuerpo... pero ésta vez de emoción. Ellos eran la línea de peones que defendían a la reina. Unos peones muy desagradables pero lo más importante es que parecían fuertes. Y justo eso era lo que había venido a buscar: enemigos fuertes.
Se llevó una mano a la hebilla de la capa y con un movimiento rápido la desabrochó. Dio un paso hacia delante y lanzó la capa por los aires. Sus alas se abrieron en todo su esplendor agradecidas la libertad y Yoldin suspiró con alivio. Echó mano de Quebrantaolas y de su dial térmico, el cual comenzó a cargar.
—Niña quiero luchar contra tus creaciones. Uno contra uno contra la más grande de tus calabazas. Así podrás comprobar lo efectivas que son y yo saciaré mi hambre de pelea. Pero propongo otra cosa. Una apuesta. Si gano yo tú traes a Antoine. Si gana la calabaza sin embargo os ayudaré en vuestra contienda sea cual sea.
De momento probaría con eso. De ambas maneras ganaba, incluso si perdía se acercaría a Antoine y podría estar cerca del ojo del huracán, conseguir enfrentarse a gente fuerte, ganar experiencia, probablemente conocer el por qué de todo esto... En resumen: se acercaría al bando que ha organizado todo, lo cual tenía ventajas obvias.
De cualquier manera no iba a dejar a la chavala rechazar, por supuesto. Si declinaba simplemente forzaría el combate y acabaría teniéndola como rehén, pero si esto colaba tan a gusto, al fin y al cabo siempre había disfrutado de dar un buen show.
A Yoldin se le erizó hasta la última pluma bajo la capa cuando una de esas monstruosidades semi-vegetales pasó con gesto pesado e intimidante a su lado para cumplir las órdenes de su joven ama. Nunca había visto nada parecido en todos sus viajes por el North Blue, ni siquiera en su corto viaje por el Cementerio de Piratas o su infancia en el Cielo. Aquello era de fuera de este mundo.
Asustado como un conejo tras oir un disparo volvió la cabeza a sus compañeros esperando reacciones de igual terror pero... Para su sorpresa se encontró con la amable voz de Helga hablando cordialmente con la niña. Eso le hizo recuperar un poco su compostura. ¿Que no eran de este mundo? ¿En qué momento se le había ocurrido que ALGO, por disparatado que fuera no iba a ser de ese mundo? En su corto viaje había visto gentes del tamaño de edificios, botellas capaces de guardar el fuego del infierno, mujeres que cambiaban de forma y doblegaban al invierno... TODO era parte de aquel juego y para él solo debían de ser una cosa: obstáculos a superar para poder llegar hasta el Ladrón de Islas.
Volviendo a sus cabales fijó de nuevo la vista en la chiquilla y su escuadrón de engendros. Ahora veía las cosas como eran. Aquella no era una chiquilla cualquiera. Aquella era una llave para entrar seguros en la guarida. Había dicho que era la sobrina de Antoine, ¿no? Pues a pesar de que Helga le hubiera prometido inmunidad era solo una pieza en un juego de ajedrez mortal que jugaban contra un pirata con muchos recursos. Y era una pieza que debía ser capturada.
Ahora miró a los seres de pesadilla. Un escalofrío aún le recorrió todo el cuerpo... pero ésta vez de emoción. Ellos eran la línea de peones que defendían a la reina. Unos peones muy desagradables pero lo más importante es que parecían fuertes. Y justo eso era lo que había venido a buscar: enemigos fuertes.
Se llevó una mano a la hebilla de la capa y con un movimiento rápido la desabrochó. Dio un paso hacia delante y lanzó la capa por los aires. Sus alas se abrieron en todo su esplendor agradecidas la libertad y Yoldin suspiró con alivio. Echó mano de Quebrantaolas y de su dial térmico, el cual comenzó a cargar.
—Niña quiero luchar contra tus creaciones. Uno contra uno contra la más grande de tus calabazas. Así podrás comprobar lo efectivas que son y yo saciaré mi hambre de pelea. Pero propongo otra cosa. Una apuesta. Si gano yo tú traes a Antoine. Si gana la calabaza sin embargo os ayudaré en vuestra contienda sea cual sea.
De momento probaría con eso. De ambas maneras ganaba, incluso si perdía se acercaría a Antoine y podría estar cerca del ojo del huracán, conseguir enfrentarse a gente fuerte, ganar experiencia, probablemente conocer el por qué de todo esto... En resumen: se acercaría al bando que ha organizado todo, lo cual tenía ventajas obvias.
De cualquier manera no iba a dejar a la chavala rechazar, por supuesto. Si declinaba simplemente forzaría el combate y acabaría teniéndola como rehén, pero si esto colaba tan a gusto, al fin y al cabo siempre había disfrutado de dar un buen show.
- Resumen:
- Le propongo a la niñacalabesa hacer un 1v1 contra la más fuerte de las calabazas. Si gano trae a Antoine, si pierdo me uno a ellos.
El hecho que unas pantallas se encendieran en lo que parecia ser una larga tuberia cloacal de un tamaño tan grande no me hacia sentir para nada cómodo mucho menos que de ella misma había salido una niña de cabello anaranjado que poseía una botella rara entre sus manos. Lo que hizo luego, llamo aun mas mi atención por las cosas que brotaban desde el suelo del campo donde estaban esas calabazas, que estas cosas parecían ser humanoides con cabezas de calabazas y eso me hizo sentir un pequeño escalofrió al ver que Helga trataba de convencer a la niña que nos dejaran entrar en el recinto donde estaba el jefe de estos.
Obviamente entendía la referencia de que habían dos banderas piratas en el lugar y eso sonaba demasiado coherente de que hubiese alguien ayudando a una banda menor pero lo que estaban planeando era algo que iba a permitir mucho menos si se trataba de una horda de "zombies" con cabeza de calabaza por lo que me adelante hacia ellos saltando en medio de estos para encender mi pierna en llamas y estirándola di un fuerte giro en forma de patada giratoria. En instantes un tornado fuego de alta temperatura en un radio de 10 metros comenzó a arder en una temperatura que alcanzaría a fundir el bronce y el hierro con algo de dificultad mas lo iba a dejar al rojo vivo donde todos los hombres calabazas serian alzando por las llamaradas y seguramente terminarían siendo cenizas.
- Esto ya no es broma Helga, la cosa se va por el demonio y no me voy a quedar con los brazos cruzados así que quita a esa niña del medio y busquemos a ese hombre, esto se acaba aquí - Brame enfurecido porque aparentemente esas cosas irían a por las personas del poblado y por ello, era mejor parar en seco aquel avance que se le habia encomendado a la niña y si era necesario quedarme atras para que los otros dos fuesen en busqueda del capitán y darle caza en lo que yo me enfrentaba a los hombres calabaza seria lo mejor que podia hacer esa noche.
Obviamente entendía la referencia de que habían dos banderas piratas en el lugar y eso sonaba demasiado coherente de que hubiese alguien ayudando a una banda menor pero lo que estaban planeando era algo que iba a permitir mucho menos si se trataba de una horda de "zombies" con cabeza de calabaza por lo que me adelante hacia ellos saltando en medio de estos para encender mi pierna en llamas y estirándola di un fuerte giro en forma de patada giratoria. En instantes un tornado fuego de alta temperatura en un radio de 10 metros comenzó a arder en una temperatura que alcanzaría a fundir el bronce y el hierro con algo de dificultad mas lo iba a dejar al rojo vivo donde todos los hombres calabazas serian alzando por las llamaradas y seguramente terminarían siendo cenizas.
- Esto ya no es broma Helga, la cosa se va por el demonio y no me voy a quedar con los brazos cruzados así que quita a esa niña del medio y busquemos a ese hombre, esto se acaba aquí - Brame enfurecido porque aparentemente esas cosas irían a por las personas del poblado y por ello, era mejor parar en seco aquel avance que se le habia encomendado a la niña y si era necesario quedarme atras para que los otros dos fuesen en busqueda del capitán y darle caza en lo que yo me enfrentaba a los hombres calabaza seria lo mejor que podia hacer esa noche.
- Resumen:
Shiro reconoce que la situación se ha ido de las manos para los tres que estábamos e ignora el intento de diplomacia que tiene Helga con la niña y se dirige a atacar a los hombres calabazas con una técnica de rango flamígero para acabar con la mayor parte de ellos pero con el cuidado de que ese fuego no llegue a sus compañeros para luego prepararse en caso de que aparezcan mas de ellos para dejarle el campo libre a sus compañeros para que lleguen al jefe, apartando a la niña del medio.
Tecnica Usada:
Nombre de la Técnica: Dai Senpuu (Remolino de la Hoja
Categoría: Mitica
Naturaleza: Elemental (Fuego)
Descripción: Usando su maestría con el puño elemental, Shiro extiende una de sus piernas para tras dar un salto dar una poderosa patada giratoria. Mientras hace esto, comienzan a salir llamas de su pierna cubriéndola por completo. Gracias a la velocidad del movimiento, además de la fuerza propia del luchador. Se crea un tornado de 10 metros de radio teniendo como epicentro a Shiro. Las llamas son capaces de llegar a una temperatura de 1000 ºC, llegando de derretir el terreno circundante con el tiempo de exposición.
Tiempo de canalización: 8 segundos.
Alistar Reep
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¿Cuando se había hecho de noche tan pronto? Aquello era extraño. Alistar conocía la noche. Había pasado meses en los que ni veía el sol. Era imposible que se hubiese hecho de noche con tanta velocidad. Era... extraño. Totalmente en guardia, siguió a Velkan junto a Kodlak y Brianna. La marcha era silenciosa y... Alistar no tenía muy claro a donde se dirigían. Pero aquello dejó de importar enseguida. Se vieron rodeados de lobos, lobos enormes que no parecían intimidados por Alistar, lo que significaba que o bien no eran lobos normales o... tenían otro líder con más poder que él.
Alistar sintió cierta conexión con ellos. Mirándolos a los ojos, entendiendo sus miradas. Siempre se había sentido más lobo que hombre, sobre todo en momentos como ese. Y no pudo sino observar con asombro como una loba de la manada se alzaba y adoptaba una forma más humanoide. Era... ¿Era eso posible? ¿Había encontrado Alistar por fin a... gente como él? No, no podía ser... Su identidad provenía de una fruta del diablo y... hasta donde sabía el licántropo, las frutas del diablo son únicas. Pero no podía negar lo que tenía frente a los ojos.
Aquella era una mujer loba. Tenía aspecto lupino y podía cambiar de forma, como él. Alistar sintió el instinto crecer en él. Pero, a diferencia de lo que ocurrió antes, no era un instinto de sangre y batalla. Quiso transformarse, despojarse de su piel humana, unirse a sus hermanos y aullar a la luna. Se resistió, por supuesto. De camino, los lobos los siguieron. Alistar no se cortó. Se acercó a la loba y, con decisión, se lo preguntó:
—¿Qué eres?
Si existía gente como él en el mundo... No podía pasar la oportunidad de aprender más sobre ello.
Cuando llegaron a su destino todo pareció alterarse. Por lo visto, la monarca de ese reino estaba atrapada y Velkan, como caballero, quería rescatarla. El lobo lo entendía perfectamente, como antiguo caballero que era él mismo. Como alguien que en su momento tuvo juramentos que debía cumplir. Desenvainó su espada y ordenó a Kodlak que se quedase a cuidar a Brianna. Sentía que debía ayudar a Velkan, aunque sea como camaradería que unía a compañeros de profesión... Aunque ahora tuviese más en común con la mujer loba que con cualquier caballero de brillante armadura. Seguiría entonces a Velkan en el rescate de la reina.
Alistar sintió cierta conexión con ellos. Mirándolos a los ojos, entendiendo sus miradas. Siempre se había sentido más lobo que hombre, sobre todo en momentos como ese. Y no pudo sino observar con asombro como una loba de la manada se alzaba y adoptaba una forma más humanoide. Era... ¿Era eso posible? ¿Había encontrado Alistar por fin a... gente como él? No, no podía ser... Su identidad provenía de una fruta del diablo y... hasta donde sabía el licántropo, las frutas del diablo son únicas. Pero no podía negar lo que tenía frente a los ojos.
Aquella era una mujer loba. Tenía aspecto lupino y podía cambiar de forma, como él. Alistar sintió el instinto crecer en él. Pero, a diferencia de lo que ocurrió antes, no era un instinto de sangre y batalla. Quiso transformarse, despojarse de su piel humana, unirse a sus hermanos y aullar a la luna. Se resistió, por supuesto. De camino, los lobos los siguieron. Alistar no se cortó. Se acercó a la loba y, con decisión, se lo preguntó:
—¿Qué eres?
Si existía gente como él en el mundo... No podía pasar la oportunidad de aprender más sobre ello.
Cuando llegaron a su destino todo pareció alterarse. Por lo visto, la monarca de ese reino estaba atrapada y Velkan, como caballero, quería rescatarla. El lobo lo entendía perfectamente, como antiguo caballero que era él mismo. Como alguien que en su momento tuvo juramentos que debía cumplir. Desenvainó su espada y ordenó a Kodlak que se quedase a cuidar a Brianna. Sentía que debía ayudar a Velkan, aunque sea como camaradería que unía a compañeros de profesión... Aunque ahora tuviese más en común con la mujer loba que con cualquier caballero de brillante armadura. Seguiría entonces a Velkan en el rescate de la reina.
- Resumen:
- Filosofar sobre la naturaleza lupina, interesarse por la señora loba y ayudar a Velkan a salvar a la señorita Markov
Normas del capítulo:
Moderación
- Se moderará lunes y jueves entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los lunes o jueves antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
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- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación
- 1 – Pumpkin Spice Girl and Boys:
La niña se encoge de hombros ante lo que le dice Helga y os señala la tubería con una manita:
-Como queráis. Todo al fondo a la izquierda. Cuidado con los perros.
Cuando Yoldin irrumpe, se le queda mirando con curiosidad, especialmente a sus alas. Intercambia una mirada con la más gorda de sus calabazas, antes de responder.
-Hmm no puedo aceptar esa apuesta. Es mi tío, no me obedece. Pero puedo acompañaros si necesitáis un guía. Si aún así quieres pelear… una calabaza puede quedarse aquí contigo, supongo.
Echa a caminar hacia la tubería, pero antes de que llegue una calabaza se interpone entre ella y el tornado de Shiro. Las llamas crecen y crecen, pero le da tiempo a correr y alejarse. Las calabazas corren también, pero al menos la mitad acaban incendiadas. No parecen sentir dolor, se miran los brazos y piernas quemados con curiosidad pero no hacen nada por apagarse y continúan caminando como antorchas humanas. No se reducen a cenizas como si fueran una planta normal, sino que se queman comosi fueran personas. El aire huele a calabaza asada y un color marrón horrible se apodera de ellas, pero como la niña no ha ordenado que os ataquen continúan con su camino. Exceptuando la más gorda, que está delante de Yoldin aguardando a que empiece el combate.
Oh, la niña por su parte se ha escurrido y ahora corretea a vuestras espaldas por la cañería rumbo a la guarida de su tío.
- 2 – Los que matan herreros pero ignoran chombis:
Uff, está siendo una aventura movidita. ¡Pero enhorabuena, habéis logrado subiros todos! Ya podéis partir y eso hacéis. Hacia Astelia, hacia la capital. En cuanto rodeais la casona veis a lo lejos la que se avecina. No es una turba cualquiera… es un ejército en toda regla. Todavía tardará en llegar, pero no parece tener la menor intención de detenerse. Hay cientos y cientos de hombres armados, a pie y a caballo, que avanzan con tesón. Podéis ver que llevan banderas, pero están demasiado lejos para vislumbrar su escudo. ¿Serán los varenos de los que se hablaba en la carta?
Politiqueos aparte, no tardáis en llegar a vuestro destino. Los caballos son rápidos y las modificaciones de Napolean han servido de bastante. Solo hay un pequeño problema. Todas las puertas de la capital están cerradas. Arriba, en el zeppelin, podéis ver cómo arrastran a Iliana Markov por las calles, atada y desorientada.
De repente, escuchais un runrún a vuestra espalda. No sabéis qué es hasta que os girais… y le veis. Es el caballero, o lo que queda de él. Está corriendo a toda velocidad y su armadura mellada hace un extraño sonido al moverse. Corre evidentemente mucho más rápido de lo que lo haría un humano cualquiera. Llega hasta vosotros y… os sobrepasa. Salta y se aferra a la muralla con las uñas, clavando los dedos en la piedra. Veis como mana la sangre pero él no parece inmutarse. Comienza a escalar hasta llegar a la cima y en pocos segundos desaparece de vuestra vista, dejando solo un pequeño reguero de sangre y finas raíces allí por donde ha pasado.
Él ha encontrado por donde entrar, ¿cómo lo haréis vosotros?
- 3 – Los de la speedrun:
Alistar, la mujer te mira con mucha curiosidad. Te parece que va a olisquearte en un momento, pero al final se contiene. Te responde, eso sí, con una sonrisa más irónica que otra cosa:
-Alguien maldito. Alguien que lo apostó todo a un último recurso… y lo perdió.
Cuando llegáis y comenzáis vuestro plan los lobos os acompañan, pero aguardan en las sombras. Al frente está la líder, esperando a ver el desenlace. No son más que los deshechos de una sociedad que les ha dado la espalda. La reina y los traidores no podrían importarles menos, pero su futuro también está en juego en esta batalla. Aguardan, para decidir a quién apoyar. Aguardan, para no volver a equivocarse.
Vosotros, sin embargo, no aguardáis. Llegáis, descubrís el paradero de la monarca y entráis a por todas. Por desgracia, si bien no os esperaban, se han preparado para posibles disidentes. Al fin y al cabo, no sois los únicos que se han resistido a abandonar las calles.
En cuanto cortas la cuerda que sujeta a Iliana, tres de los traidores lanzan algo extraño al suelo y un humo negro y espeso os envuelve a todos. Brianna, Iliana desaparece ante tus ojos, al hombro de uno de los traidores. Puedes verle la cara una última vez antes de que se hunda en el humo; está inconsciente.
Oís ruido de armas y batalla a vuestro alrededor. Cuando todo se disipa, estáis en el medio de una escabechina.Traidores y aliados han caído por igual, pero ningún bando está acabado. Quedan al menos cuatro traidores entre vosotros, a vuestros pies yacen seis muertos o heridos de gravedad. Vuestras filas no lucen mucho mejor. Ocho de vosotros seguís en pie; el resto no abandonará la capital.
De repente, algo llama la atención de los traidores. Dos niñas, corriendo hacia vuestra posición. Llevan rosas en el pelo, maquillaje extrañamente elaborado de esqueleto en la cara y… no es maquillaje. Como si su piel fuera transparente, podéis ver todos y cada uno de sus huesos. Llevan cuchillos - varios- en las manos y van a toda velocidad. Se lanzan a por vosotros en seguida y juegan sucio. En cuestión de segundos han obrado su magia y todos vuestros caballos están en el suelo, los tendones de sus patas cortados limpiamente. Se quedan en guardia, mirándoos a todos como decidiendo por quién empezar. En lo alto, el zeppelin vuelve a enfocar sus pantallas sobre el vacío patíbulo, como una amenaza de lo que está por llegar.
¿Y la reina? No hay rastro. Se esfumó con el humo y no sabríais decir por cuál de los cuatro callejones que serpentean alejándose de la calle principal se la han llevado. Buena suerte.
- 4 – Los colecciona-chicas:
Mientras camináis por las calles, Spirelli te sonríe. Avanza casi dando saltitos de felicidad, como una niña emocionada. Coge la mano de una de las niñas cuando le preguntas y la alza para enseñártela bien. No es que sea transparente… ¡es que el esqueleto reluce! De alguna manera. La niña ni se inmuta y la científica te explica su propósito:
-Bueno, como comprenderás estas dos pequeñas no van a los locales de Altair. Necesitaban algo de seguridad extra en el evento de hoy, por lo que quise colaborar. Mis habilidades no se limitan a hacer crecer pechos, ¿sabes? Tienen el esqueleto reforzado y una fuerza y rapidez muy superiores no a las de alguien de su edad, si no a las de cualquier humano. Además, son completamente leales, por supuesto. Podría decirse incluso que… les tengo cierto cariño, la verdad.
Te dice sus nombres, también. Blancaflor y Rosablanca. De ahí las flores que les adornan el pelo, deduces. Va a decirte algo más, pero entonces empezáis a oír ruido. Ruido de pelea. Oís caballos relinchar, armas chocar y gente gritando, aunque no entendéis qué dicen. Spirelli tira de ti y os refugiais entre dos casas. A lo lejos, podéis ver la que han liado Alistar, Brianna y Velkan junto a sus acompañantes.
-Siento que tengas que ver esto, por lo visto tenían verdaderos motivos para querer seguridad… pero bueno, así verás de lo que son capaces.
Hace una seña y las dos niñas echan a correr hacia el conflicto, sacando los cuchillos de entre su ropa y refulgiendo en la penumbra.
Morgoth, la mujer rubia te mira sin mucho interés, no parece tomarte en serio. Aún así, te responde antes de marcharse a atender a la camarera:
-Tuvimos bastantes… voluntarias. La señorita Spirelli es una científica muy reputada en su campo.
Un pitido suena y la mujer desaparece, dejándote a tu aire. Llegas hasta la sala llamada El brillo del Alba. Dentro hay cuatro mujeres. Sucias, vestidas con harapos y con mirada asustadiza. Las cuatro tienen un larguísimo pelo rubio y los ojos azules.
Logras abrir la puerta, pero no se mueven. Se miran entre ellas, confusas. ¿Será un truco? La que parece la mayor se pone delante de las otras con mirada desafiante, aguardando lo que pueda ocurrir.
- 5 – La caótica justicia:
El grandullón que iba a por Samvel no logra atraparle. Parece que no es muy rápido. EL lanzallamas le da de lleno… pero no reacciona. Se quema, claro. Todo él prende como una cerilla y se mira los brazos con curiosidad, pero no parece sentir el dolor. Las partes verdes de su cuerpo se van volviendo marrones, como si fuera piel quemada. Lo que quedaba de humano en él… se vuelve rojo y humeante, no tiene buena pinta pero por algún motivo no le frena. Sigue avanzando y trata de agarrar al cyborg por el cuello con una manaza bastante fuerte.
Anastasya, logras esquivar la mayoría de las vendas. Algunas te alcanzan y se enroscan como serpientes alrededor de tus muñecas y tobillos, pero no te impiden levantarte y con algo de forcejeo logras deshacerte de ellas. El hombre del cuchillo mira como empuñas el rifle y asiente mientras sonríe:
-Sea pues.
Se abalanza sobre ti,sus cuchillos negros buscando tu garganta. Te refugias entre Samvel y Tomoe, pero va detrás de ti. Te lanza uno, directo a la yugular, mientras sigue avanzando hacia vosotros para asegurarse tu muerte.
Tomoe, contemplan tu transformación con seriedad. No contaban con ello y no saben qué pensar al respecto. Te dejan hacer, porque al fin y al cabo te tienen bien ocupada con la mole. Tu corte da en el blanco. No es muy rápido, no lo da esquivado. Por otro lado… no parece haber sentido el corte. Lo ves, está justo frente a ti. Le has dado desde el hombro hasta el estómago, lo has abierto de par en par. Sangra, mancha el suelo, pero continúa avanzando implacable como si nada hubiera sucedido. Va a agarrarte del cuello, pero el corte en el hombro hace que le cueste un poco mover el brazo… así que utiliza los dos. No parece tener intención de detenerse.
Morgoth
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La rubia me dio a entender claramente de donde habían sacado a sus voluntarias dada la forma en la que había respondido. Personas sin hogar o desesperadas por dinero, incluso las que hubiesen encontrado por la calle a punto de morir o similar.
Antes de que me fuese, se escuchó un pitido y la mujer se marcho sin decir nada más. Me había dejado solo. Antes de cambiarme de posición con Kato, me moví con cuidado por donde antes había ido la mujer a buscar el vial que le habían puesto a la camarera que nos había llevado a aquel laboratorio. Si encontraba la nevera, o una que se le pareciese cogería un vial, aunque de un color diferente al rosa intenso que le habían puesto y volvería a la sala donde se encontraba la capsula de la camarera para cambiar el vial.
Cuando cambié de posición con Kato y abrí una de las puertas, pude ver a cuatro mujeres en su interior, todas ellas rubias, con los ojos azules y con una mirada de desconfianza en su rostro. Una de ellas se colocó delante de las otras tres, como defendiéndolas de mi en caso de que fuese a hacer algo. No presté atención a aquel gesto y sin decir nada fui a otra de las jaulas.
De la misma forma que antes volví a intentar abrir las puertas, empezando por estrella de oriente, luego la estrella azabache y finalmente Stargaze, usando el trion para crear una llave que se adaptase a la cerradura y así abrirla. Tras ver como eran las mujeres de la primera y su nombre, más o menos intuí lo que podría encontrarme en las otras celdas.
Si conseguía abrir todas las celdas y reaccionaban de la misma forma que en la primera, esperaría a que se asomasen un momento al pasillo donde estábamos.
-No sé quienes sois, y de momento, tampoco es que me importe. Trabajo para Lilith, ajena a esta empresa y en cuanto se ha enterado de las condiciones en las que estais me ha ordenado liberaros, es decir, quiere que trabajéis para ella cuando salgáis de aquí. – No hablaba muy alto, más bien un poco bajo pero lo suficiente para que me escuchasen – Por lo que la conozco no os obligará a nada, pero si os puedo asegurar que os dará una vida mejor y fuera de una celda como lo estáis ahora. Ahora, me gustaría saber antes de salir dos cosas. Una ¿sabéis de alguna salida trasera? Y dos ¿os han llegado a hacer algo? Por cierto, las que quieran quedarse pueden hacerlo no les obligaré.
Antes de que me fuese, se escuchó un pitido y la mujer se marcho sin decir nada más. Me había dejado solo. Antes de cambiarme de posición con Kato, me moví con cuidado por donde antes había ido la mujer a buscar el vial que le habían puesto a la camarera que nos había llevado a aquel laboratorio. Si encontraba la nevera, o una que se le pareciese cogería un vial, aunque de un color diferente al rosa intenso que le habían puesto y volvería a la sala donde se encontraba la capsula de la camarera para cambiar el vial.
Cuando cambié de posición con Kato y abrí una de las puertas, pude ver a cuatro mujeres en su interior, todas ellas rubias, con los ojos azules y con una mirada de desconfianza en su rostro. Una de ellas se colocó delante de las otras tres, como defendiéndolas de mi en caso de que fuese a hacer algo. No presté atención a aquel gesto y sin decir nada fui a otra de las jaulas.
De la misma forma que antes volví a intentar abrir las puertas, empezando por estrella de oriente, luego la estrella azabache y finalmente Stargaze, usando el trion para crear una llave que se adaptase a la cerradura y así abrirla. Tras ver como eran las mujeres de la primera y su nombre, más o menos intuí lo que podría encontrarme en las otras celdas.
Si conseguía abrir todas las celdas y reaccionaban de la misma forma que en la primera, esperaría a que se asomasen un momento al pasillo donde estábamos.
-No sé quienes sois, y de momento, tampoco es que me importe. Trabajo para Lilith, ajena a esta empresa y en cuanto se ha enterado de las condiciones en las que estais me ha ordenado liberaros, es decir, quiere que trabajéis para ella cuando salgáis de aquí. – No hablaba muy alto, más bien un poco bajo pero lo suficiente para que me escuchasen – Por lo que la conozco no os obligará a nada, pero si os puedo asegurar que os dará una vida mejor y fuera de una celda como lo estáis ahora. Ahora, me gustaría saber antes de salir dos cosas. Una ¿sabéis de alguna salida trasera? Y dos ¿os han llegado a hacer algo? Por cierto, las que quieran quedarse pueden hacerlo no les obligaré.
- resumen:
- Antes de cambiarme de posición con el gato (dado que me ha dejado solo) buscar una nevera y coger un vial de color diferente al que trajo la rubia (rosa intenso), cambiar el vial que le puso a la camarera y cambiar la posición. Terminar de abrir todas las jaulas y hablar a las chicas para que no me tengan miedo.
Samvel Legacy
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Aquel ser ardió con la misma facilidad que una bala de heno. El fuego le cubrió al completo: las extremidades, el torso y la cabeza. Pero no se detenía. Seguía andando al mismo ritmo pausado buscando la garganta de Sam. Su cuerpo, antes verde, se había vuelto de un tono ocre, casi tierra. Su ropa, extinguida por las llamas, había desaparecido casi por completo, igual que su pelo. Su cuerpo había pasado a ser una mole de carne quemada que sin duda sería un infierno para cualquier persona normal y corriente.
Pero la criatura parecía no sentir nada. «¿Acaso no siente dolor?» Si era así, la situación podría complicarse. Un enemigo que no siente dolor es un enemigo que no se detiene por nada salvo la muerte. Pero había algo extraño; una persona normal, por mucho dolor que pudiera soportar, no podría actuar como aquel ser. Aquel líquido desconocido, probablemente una droga, le había cambiado por completo. Había dejado de ser humano para convertirse en una abominación.
Ante aquel pensamiento, Sam se apiadó de él. El cyborg había cambiado su propio cuerpo, tampoco se podía considerar como un ser humano, pero sí que conservaba su humanidad. En cambio, la persona que tenía enfrente lo había desechado todo, y lo peor era que le habían obligado. Tal vez incluso estuviera sufriendo por dentro. Enseguida empezó a sentir una mezcolanza de sentimientos: lástima por la criatura en la que se había convertido, rabia hacia las personas culpables de aquel acto y frustración al verse impotente, al no poder arreglarlo. Al fin y al cabo, no era un robot sin sentimientos.
Dio varios pasos apresurados hacia atrás, esquivando los lentos movimientos del monstruo y mirando a su alrededor, pensando un plan. Tomoe había resultado ser fuerte; se las podía arreglar con su espada y sus habilidades especiales. En cualquier otra situación le hubiera preguntado como era capaz de hacer eso, pero al no tener mucho tiempo debía priorizar. Por otro lado, la marine estaba debatiéndose con el hombre de las dagas, pero por su trabajo debía ser una mujer entrenada y estar lista para esa clase de desafíos. Lo peor era que no encontraba nada a su alrededor que pudiera serle útil; estaba en una calle simple, y no había visto a nadie cerca a quién pudiera pedir ayuda. Tenía que apañárselas allí mismo con lo que tenía.
Entonces creó una bola de fuego. Con ella apuntó al ser monstruoso que seguía persiguiéndole. La envió directa hacia su cara, como distracción. Esperaba que el fuego le cegara lo suficiente como para rodearlo y, de un salto, subirse a su espalda. Buscaría rodear su cuello con los brazos para realizar una llave que le impidiera respirar. Por muy tolerante al dolor que fuera, seguía vivo, o eso parecía, y si su anatomía básica no había cambiado podría dejarlo fuera de juego. Y en caso de que aquello no funcionase, usaría los lanzallamas de sus manos a quemarropa sobre su pecho para derretirlo a base de un chorro incansable de fuego, aprovechando que al estar en su espalda, no le alcanzaría con los brazos.
— Vamos, cae de una vez. ¡Tengo vidas que salvar! —gritaría Sam.
Pero la criatura parecía no sentir nada. «¿Acaso no siente dolor?» Si era así, la situación podría complicarse. Un enemigo que no siente dolor es un enemigo que no se detiene por nada salvo la muerte. Pero había algo extraño; una persona normal, por mucho dolor que pudiera soportar, no podría actuar como aquel ser. Aquel líquido desconocido, probablemente una droga, le había cambiado por completo. Había dejado de ser humano para convertirse en una abominación.
Ante aquel pensamiento, Sam se apiadó de él. El cyborg había cambiado su propio cuerpo, tampoco se podía considerar como un ser humano, pero sí que conservaba su humanidad. En cambio, la persona que tenía enfrente lo había desechado todo, y lo peor era que le habían obligado. Tal vez incluso estuviera sufriendo por dentro. Enseguida empezó a sentir una mezcolanza de sentimientos: lástima por la criatura en la que se había convertido, rabia hacia las personas culpables de aquel acto y frustración al verse impotente, al no poder arreglarlo. Al fin y al cabo, no era un robot sin sentimientos.
Dio varios pasos apresurados hacia atrás, esquivando los lentos movimientos del monstruo y mirando a su alrededor, pensando un plan. Tomoe había resultado ser fuerte; se las podía arreglar con su espada y sus habilidades especiales. En cualquier otra situación le hubiera preguntado como era capaz de hacer eso, pero al no tener mucho tiempo debía priorizar. Por otro lado, la marine estaba debatiéndose con el hombre de las dagas, pero por su trabajo debía ser una mujer entrenada y estar lista para esa clase de desafíos. Lo peor era que no encontraba nada a su alrededor que pudiera serle útil; estaba en una calle simple, y no había visto a nadie cerca a quién pudiera pedir ayuda. Tenía que apañárselas allí mismo con lo que tenía.
Entonces creó una bola de fuego. Con ella apuntó al ser monstruoso que seguía persiguiéndole. La envió directa hacia su cara, como distracción. Esperaba que el fuego le cegara lo suficiente como para rodearlo y, de un salto, subirse a su espalda. Buscaría rodear su cuello con los brazos para realizar una llave que le impidiera respirar. Por muy tolerante al dolor que fuera, seguía vivo, o eso parecía, y si su anatomía básica no había cambiado podría dejarlo fuera de juego. Y en caso de que aquello no funcionase, usaría los lanzallamas de sus manos a quemarropa sobre su pecho para derretirlo a base de un chorro incansable de fuego, aprovechando que al estar en su espalda, no le alcanzaría con los brazos.
— Vamos, cae de una vez. ¡Tengo vidas que salvar! —gritaría Sam.
- Resumen:
- Lanzar una bola de fuego a la cara del zombie para cegarlo momentáneamente, aprovechar el momento de ceguera para subirse a su espalda e intentar asfixiarlo con los brazos y, en caso de que esto ultimo no funcionara, usar los lanzallamas otra vez, buscando derretirlo y aprovechando la ventaja que le confiere estar posicionado en su espalda.
Keiran T. Farraige
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El caballero resurgido pareció dejarles vía libre para que se largaran de la mansión de los colibríes, aunque la imagen con la que se toparon al salir no resultó ser demasiado alentadora: todo un ejército avanzaba con paso firme y decidido en la lejanía, ondeando allá donde alcanzaba la vista los estandartes de lo que Keiran supuso que sería la casa de sus señores. Supuso que serían los rivales de los Markov y, por la dirección que parecían seguir, su destino sería el mismo que el suyo, tal y como les había advertido su ahora enraizado amigo. No parecía que fueran a mandar a nadie a perseguirlos, pero no había que tener muchas luces para entender que sería mejor llegar antes que ellos; después de todo, no había nada más peligroso que estar entre un ejército y su destino. Los hombres de armas podían ser terriblemente crueles, y es que a menudo saqueaban, mataban y violaban a su paso sin el menor pudor, justificando aquella violencia desmedida con la propia guerra. El pirata sabía, en realidad, que lo único que hacían era aprovechar esa excusa para dar rienda suelta a su verdadera naturaleza. No eran sino villanos de segunda. ¿Por qué contenerse teniendo la posibilidad de tomar cuanto uno desea siempre que quiera?
Fuera como fuese, el trayecto se hizo relativamente corto gracias a la velocidad y fuerza de los caballos y a las modificaciones que Alexander había realizado con rapidez en los carros. Tal vez estuviera dispuesto a olvidar el incidente con la nevera por ello, aunque más le valía no volver a tocarle las narices.
Los muros de Astelia aparecieron más adelante, alzándose imponentes como la fortaleza inexpugnable que pretendían ser, una idea que se debilitaba sensiblemente tras haber visto la cantidad ingente de soldados que iban camino de la capital. No sabía de cuántos hombres dispondrían los Markov para hacer frente a semejante enemigo, aunque la convicción que había demostrado el resurgido le hacía pensar que no los suficientes.
—¿Es esa la reina? —inquirió el pelirrojo una vez se detuvieron los caballos, bajando con calma del carro y dejando su vista clavada en el extraño aparato que se mantenía en el cielo—. Parece que las cosas se le han ido un poco de las manos —siguió con burla, sonriendo un poco—. Es un tanto decepcionante, a este ritmo no voy a tener la oportunidad de presentarle mis respetos. Qué mal.
Fue entonces cuando un extraño ruido llamó su atención, obligándole a girarse con una ceja alzada para descubrir al caballero que habían dejado en la mansión acercándose a una velocidad sobrehumana. «¿Cómo cojones nos ha dado alcance?», maldijo el capitán para sus adentros, llevando la mano a Ocras y preparándose para un choque que nunca tuvo lugar. En su defecto, los restos de aquel hombre se abalanzaron contra la muralla y comenzaron a escalarla sin muchos miramientos, pasando por encima a los pocos segundos. Keiran resopló, soltando su mandoble y llevándose la mano al mentón en un gesto pensativo.
—Escalar eso no nos va a ser tan fácil como a nuestro amigo —aclaró, cruzándose de brazos y mirando de reojo a sus oficiales—. Demasiado alto para que Napo nos lance y demasiado liso como para arriesgarnos a subir así. Las opciones son tres: reventar el muro, improbable; encontrar alguna entrada secundaria, posible; buscar la forma de abrir el portón de la ciudad —enumeró—. Puedo pasar al otro lado, pero tendré que hacerlo solo y no sé cuánto me llevará daros vía libre; en cualquier caso, no se me ocurre una opción mejor. Cass —llamó a su segunda, clavando entonces su mirada en ella—. Quedas al mando en mi ausencia. Probad suerte mientras lidio con las puertas... está claro que nuestro contramaestre no tendrá suficiente con que arroje una soga desde arriba.
Una vez estuvieran todos enterados se acercaría hasta el muro, dejando que la sombra del mismo se proyectara sobre él. Cerró los ojos y buscó en lo más profundo de su ser, despertando la oscuridad que dormitaba allí desde que comiera aquel diabólico fruto. La sombra bajo sus pies comenzó a tirar de él, sumergiéndolo en la más absoluta oscuridad tras un segundo. Buscó entonces la sombra más cercana que pudiera encontrar al otro lado del muro y, tras una pausa similar, emergió de la misma echando mano a su mandoble. Si todo había salido bien habría entrado en Astelia. ¿El siguiente paso? Dar con las puertas de la capital. ¿Quién sabe? Quizá las dejara abiertas para que el ejército que se acercaba pudiera entrar y arrasar con todo sin impedimentos.
Fuera como fuese, el trayecto se hizo relativamente corto gracias a la velocidad y fuerza de los caballos y a las modificaciones que Alexander había realizado con rapidez en los carros. Tal vez estuviera dispuesto a olvidar el incidente con la nevera por ello, aunque más le valía no volver a tocarle las narices.
Los muros de Astelia aparecieron más adelante, alzándose imponentes como la fortaleza inexpugnable que pretendían ser, una idea que se debilitaba sensiblemente tras haber visto la cantidad ingente de soldados que iban camino de la capital. No sabía de cuántos hombres dispondrían los Markov para hacer frente a semejante enemigo, aunque la convicción que había demostrado el resurgido le hacía pensar que no los suficientes.
—¿Es esa la reina? —inquirió el pelirrojo una vez se detuvieron los caballos, bajando con calma del carro y dejando su vista clavada en el extraño aparato que se mantenía en el cielo—. Parece que las cosas se le han ido un poco de las manos —siguió con burla, sonriendo un poco—. Es un tanto decepcionante, a este ritmo no voy a tener la oportunidad de presentarle mis respetos. Qué mal.
Fue entonces cuando un extraño ruido llamó su atención, obligándole a girarse con una ceja alzada para descubrir al caballero que habían dejado en la mansión acercándose a una velocidad sobrehumana. «¿Cómo cojones nos ha dado alcance?», maldijo el capitán para sus adentros, llevando la mano a Ocras y preparándose para un choque que nunca tuvo lugar. En su defecto, los restos de aquel hombre se abalanzaron contra la muralla y comenzaron a escalarla sin muchos miramientos, pasando por encima a los pocos segundos. Keiran resopló, soltando su mandoble y llevándose la mano al mentón en un gesto pensativo.
—Escalar eso no nos va a ser tan fácil como a nuestro amigo —aclaró, cruzándose de brazos y mirando de reojo a sus oficiales—. Demasiado alto para que Napo nos lance y demasiado liso como para arriesgarnos a subir así. Las opciones son tres: reventar el muro, improbable; encontrar alguna entrada secundaria, posible; buscar la forma de abrir el portón de la ciudad —enumeró—. Puedo pasar al otro lado, pero tendré que hacerlo solo y no sé cuánto me llevará daros vía libre; en cualquier caso, no se me ocurre una opción mejor. Cass —llamó a su segunda, clavando entonces su mirada en ella—. Quedas al mando en mi ausencia. Probad suerte mientras lidio con las puertas... está claro que nuestro contramaestre no tendrá suficiente con que arroje una soga desde arriba.
Una vez estuvieran todos enterados se acercaría hasta el muro, dejando que la sombra del mismo se proyectara sobre él. Cerró los ojos y buscó en lo más profundo de su ser, despertando la oscuridad que dormitaba allí desde que comiera aquel diabólico fruto. La sombra bajo sus pies comenzó a tirar de él, sumergiéndolo en la más absoluta oscuridad tras un segundo. Buscó entonces la sombra más cercana que pudiera encontrar al otro lado del muro y, tras una pausa similar, emergió de la misma echando mano a su mandoble. Si todo había salido bien habría entrado en Astelia. ¿El siguiente paso? Dar con las puertas de la capital. ¿Quién sabe? Quizá las dejara abiertas para que el ejército que se acercaba pudiera entrar y arrasar con todo sin impedimentos.
- Resumen:
- » Fliparlo un poco bastante con el caballero-chombi-vegetal escalador y el ejército que han dejado atrás.
» Enumerar sus opciones y dar con que la opción más factible es buscar la forma de abrir el portón de Astelia.
» Dejar al mando a Cass y emplear sus poderes de Hellhound para sumergirse en la sombra que proyecta la muralla y emerger en alguna del otro lado.
» Si no hay impedimento, encaminarse hacia las puertas de la ciudad.
- Cosas de chucho del infierno:
- —Cazador de las Sombras:
Nivel 1: El usuario comienza a desarrollar esta faceta del Hellhound, adquiriendo la capacidad de «sentir» las sombras para poder saber dónde hay alguna, pudiendo fundirse con las mismas. Es por esto que, siempre y cuando se sitúe sobre alguna, pasado un segundo podrá introducirse en la misma y viajar hasta cualquier otra que se encuentre en un radio de veinte metros. A más alejada, más tardará en aparecer por esta, a razón de un segundo por cada veinte metros.
Nivel 10: Sus instintos de cazador oscuro empiezan a evolucionar, viendo incrementada su capacidad de viajar a través del mundo sombrío. Una vez se sitúe sobre una sombra, pasado un segundo podrá fundirse con ella y aparecer en otra que se encuentre en un radio de cincuenta metros.
Helga Eiríksdóttir
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La situación que buscaba no se pudo llevar a cabo, debido a que mis dos acompañantes no pensaban correctamente. También me llevé una sorpresa al ver que Yoldin era una especie de ángel. Mi hermana me había hablado de extraños seres con apariencia humana pero con alas en sus espaldas. Yoldin sacó su arma y retó a la niña a que mandara a una de sus calabazas más fuertes en un uno vs uno. Lo peor era que si perdía, se volvería un traidor. De todas formas si perdía e intentaba atacar le intentaría abrir la cabeza, pues odiaba a los cambia capas. Sin embargo, el peliblanco se enfureció con que intentara ir por la vía diplomática. Valiente estúpido. ¿Acaso creía que gastar tiempo en luchar contra una niña y sus creaciones iba a salvar a los aldeanos? Solo retrasaría lo inevitable, pues la niña no estaba sola y solo era un peón.
-¡Si quiero tu opinión, te la pediré, de momento cierra el pico! - Le devolví el grito - ¡¿Acaso crees que perdiendo el tiempo con ella en vez de ir a por el tal Antoine vas a salvar a la gente?! ¡Hay que ir a por una de las cabezas de la hydra! - Hasta una persona como yo, con pocas luces, sabía que no era bueno el malgastar tiempo con una simple soldado. Esto tenía pinta de que se iba a volver un campo de batalla y en las batallas habían bajas.
Miré como Shiro atacaba a las calabazas con un tornado de fuego pero estas parecían no sentir nada. La mitad ardía en llamas y era un espectáculo escabroso. Ahora ardían en llamas lo que dificultaba más el combate. Pero al menos sabía donde estaba el tal Antoine, tirando a la izquierda. Aunque podría ser una trampa de la niña. De todas formas había que correr riesgos. Yoldin parecía a estar a punto de luchar contra una calabaza grande y la niña ahora aprovechaba para escapar por la tubería. Aquello era malo, pues si avisaba a su tío perderíamos el factor sorpresa.
- ¡Voy a por ella antes que avise a su tío! ¡No nos conviene perder el elemento de la sorpresa! ¡Si alguno puede que me abra camino! - Exclamé mientras echaba a correr detrás de ella con hacha y escudo en mano para poder intentar abrirme paso si las calabazas se ponían en medio. Ahora era cuestión de que mi movimiento desesperado surtía efecto o me daría de bruces contra aquel muro de hortalizas extrañas.
-¡Si quiero tu opinión, te la pediré, de momento cierra el pico! - Le devolví el grito - ¡¿Acaso crees que perdiendo el tiempo con ella en vez de ir a por el tal Antoine vas a salvar a la gente?! ¡Hay que ir a por una de las cabezas de la hydra! - Hasta una persona como yo, con pocas luces, sabía que no era bueno el malgastar tiempo con una simple soldado. Esto tenía pinta de que se iba a volver un campo de batalla y en las batallas habían bajas.
Miré como Shiro atacaba a las calabazas con un tornado de fuego pero estas parecían no sentir nada. La mitad ardía en llamas y era un espectáculo escabroso. Ahora ardían en llamas lo que dificultaba más el combate. Pero al menos sabía donde estaba el tal Antoine, tirando a la izquierda. Aunque podría ser una trampa de la niña. De todas formas había que correr riesgos. Yoldin parecía a estar a punto de luchar contra una calabaza grande y la niña ahora aprovechaba para escapar por la tubería. Aquello era malo, pues si avisaba a su tío perderíamos el factor sorpresa.
- ¡Voy a por ella antes que avise a su tío! ¡No nos conviene perder el elemento de la sorpresa! ¡Si alguno puede que me abra camino! - Exclamé mientras echaba a correr detrás de ella con hacha y escudo en mano para poder intentar abrirme paso si las calabazas se ponían en medio. Ahora era cuestión de que mi movimiento desesperado surtía efecto o me daría de bruces contra aquel muro de hortalizas extrañas.
- resumen:
- Frustrarme ante las negociaciones fallidas, contestarle a Shiro intentando que vea que está perdiendo tiempo valioso e intentar ir detrás de la niña así mismo como intentar atravesar entre las calabazas para entrar en la tubería
Tomoe Asai-Asakura
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Parecía que el factor sorpresa de su habilidad jugaría a su favor. Fuera lo que fuera lo que les había dado a probar, era algo incluso más peligroso que una simple droga. Con apenas unas gotas los había convertido en... no sabía ni cómo definirlos. Una cosa estaba clara, fuera lo que fuera eso, les permitía resistir heridas mortales. La decisión estaba tomada, no solo debía frenar por completo la producción de la droga que asolaba Astelia, además debía frenar la más que evidente ejecución y, por último, poner a buen recaudo lo que acababan de usar contra ellos.
Había tenido dudas por tratarse de otro ser vivo pero... había dejado de ser uno. Ningún ser vivo podía sobrevivir a una herida así y mucho menos ignorar el dolor de esa manera. No solo no había "muerto", continuaba su ataque, implacable, tratando de agarrarla del cuello primero con una mano, pasando a usar las dos. ¿Tenía capacidad de raciocinio en ese estado? Entrecerró los ojos y, una vez más, trataría de ejecutarle y darle una muerte lo más rápida posible, antes de que se diera cuenta del dolor si es que podían "despertar" de ese estado.
Ya tenía la mano en la empuñadura de su arma espiritual, puesta ahí al finalizar el ataque anterior. Dio un nuevo paso hacia atrás para mantener la distancia y, de nuevo, volvió a desenvainar. Esta vez el corte sería horizontal y... esta vez lo dirigiría al cuello. Ante el peligro de ser estrangulada, su espíritu y voluntad reaccionaron, proporcionándole a su cuerpo una mayor resistencia y a su hoja una mayor capacidad de corte. Así, su Armadura se manifestaría, aún sin haber sido bajo la voluntad de la propia espadachina.
Había tenido dudas por tratarse de otro ser vivo pero... había dejado de ser uno. Ningún ser vivo podía sobrevivir a una herida así y mucho menos ignorar el dolor de esa manera. No solo no había "muerto", continuaba su ataque, implacable, tratando de agarrarla del cuello primero con una mano, pasando a usar las dos. ¿Tenía capacidad de raciocinio en ese estado? Entrecerró los ojos y, una vez más, trataría de ejecutarle y darle una muerte lo más rápida posible, antes de que se diera cuenta del dolor si es que podían "despertar" de ese estado.
Ya tenía la mano en la empuñadura de su arma espiritual, puesta ahí al finalizar el ataque anterior. Dio un nuevo paso hacia atrás para mantener la distancia y, de nuevo, volvió a desenvainar. Esta vez el corte sería horizontal y... esta vez lo dirigiría al cuello. Ante el peligro de ser estrangulada, su espíritu y voluntad reaccionaron, proporcionándole a su cuerpo una mayor resistencia y a su hoja una mayor capacidad de corte. Así, su Armadura se manifestaría, aún sin haber sido bajo la voluntad de la propia espadachina.
- resumen:
Darle otro tajo al bicharraco ese.
Brianna Byrne
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Como era lógico, las cosas no podían salir bien a la primera. La reina desapareció ante sus ojos sin que pudiera hacer nada para impedirlo. Se sintió molesta y bastante frustrada pero no era momento para que las cosas se pusieran demasiado complicadas, tampoco era momento de pelear contra esos maleantes durante demasiado tiempo. Necesitaban reunirse de nuevo e ir hasta el patíbulo donde seguramente llevarían a Iliana para terminar de ejecutarla. No podían perder el tiempo, no estaban en condiciones para eso.
En el momento en que todo pareció parar por un momento, Brianna abrió de nuevo una gran puerta donde fueron entrando los aliados de su hermano. — Venid por aquí, estaréis a salvo, prometo que no os haremos daño — les hablo a los lobos con algo de prisa esperando que aquellas personas quisieran seguirlos también, no parecían mala gente. No quería dejarlos tirados por el momento. Tuvo que coger a su hermano Velkan del brazo y tirar con él con fuerza hacía el interior de la puerta para que se dejara de tantas peleas. Después cerró la puerta y se dispusieron a caminar hacía el patíbulo usando su dimensión y las puertas acoplando una a la otra hasta llegar al lugar indicado.
Sabía que su hermano estaba molesto por que no había salido todo como quería. Se acerco a él y lo zarandeo un poco — seguimos vivos! y ella también así que aún hay esperanza, vamos no podemos quedarnos a lamentarnos — tenían muchas cosas que hacer y esperaba que sus enemigos no los hubieran molestado demasiado. Después de todo nadie podía entrar por sus puertas si Brianna no quería así que una vez dentro estaban a salvo por decirlo de alguna manera. Una vez llegasen al lugar de la ejecución la mujer pensaría en una forma de sacar a Iliana de allí, tal vez podría poner una puerta bajo sus pies y dejar que Velkan cortase la cuerda con su lanza para que la reina cayera en la puerta hacía su dimensión y así salvarla si es que la iban a colgar. Si iban a hacer otra cosa, tendría que pensar en otra idea.
Mientras caminaban por la dimensión paralela decidió averiguar un poco más sobre aquella gente — ¿que os a ocurrido? parece que habéis vivido un autentico martirio. Prometo que nosotros no os haremos daño, solo queremos la paz para la isla y acabar con los traidores que están destrozando nuestro hogar — les mostró una cálida sonrisa esperando a que pudieran confiar aunque fuera un poco en ella. Por un momento se sintió algo mareada, seguramente por el estrés al que estaban sometidos, no había mucho tiempo para salvar a Iliana y ella quería hacerlo por Ivan.
En el momento en que todo pareció parar por un momento, Brianna abrió de nuevo una gran puerta donde fueron entrando los aliados de su hermano. — Venid por aquí, estaréis a salvo, prometo que no os haremos daño — les hablo a los lobos con algo de prisa esperando que aquellas personas quisieran seguirlos también, no parecían mala gente. No quería dejarlos tirados por el momento. Tuvo que coger a su hermano Velkan del brazo y tirar con él con fuerza hacía el interior de la puerta para que se dejara de tantas peleas. Después cerró la puerta y se dispusieron a caminar hacía el patíbulo usando su dimensión y las puertas acoplando una a la otra hasta llegar al lugar indicado.
Sabía que su hermano estaba molesto por que no había salido todo como quería. Se acerco a él y lo zarandeo un poco — seguimos vivos! y ella también así que aún hay esperanza, vamos no podemos quedarnos a lamentarnos — tenían muchas cosas que hacer y esperaba que sus enemigos no los hubieran molestado demasiado. Después de todo nadie podía entrar por sus puertas si Brianna no quería así que una vez dentro estaban a salvo por decirlo de alguna manera. Una vez llegasen al lugar de la ejecución la mujer pensaría en una forma de sacar a Iliana de allí, tal vez podría poner una puerta bajo sus pies y dejar que Velkan cortase la cuerda con su lanza para que la reina cayera en la puerta hacía su dimensión y así salvarla si es que la iban a colgar. Si iban a hacer otra cosa, tendría que pensar en otra idea.
Mientras caminaban por la dimensión paralela decidió averiguar un poco más sobre aquella gente — ¿que os a ocurrido? parece que habéis vivido un autentico martirio. Prometo que nosotros no os haremos daño, solo queremos la paz para la isla y acabar con los traidores que están destrozando nuestro hogar — les mostró una cálida sonrisa esperando a que pudieran confiar aunque fuera un poco en ella. Por un momento se sintió algo mareada, seguramente por el estrés al que estaban sometidos, no había mucho tiempo para salvar a Iliana y ella quería hacerlo por Ivan.
- Resumen:
- Intentar salvarlos a todos metiendolos en sus puertas y después pone rumbo hacía el lugar de la ejecución para salvar a Iliana
Lilith Blair
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Parecía que madame Spirelli estaba de lo mas emocionada con sus chicas. Desde luego sus investigaciones eran curiosas, las cosas que lograba hacerle a la gente eran asombrosas. Como relucía el esqueleto de aquella chiquilla la hizo admirarla un poquito más. Vale, ella no le haría esas cosas a la gente, pero desde luego era curioso. Por otro lado llegaron a un punto donde había estallado una batalla y pudo ver a aquellas niñas en plena acción. Desde luego iban a ser un problema si querían hacerse cargo de ellas aunque no tendría por que hacerles nada. Teniendo en cuenta que estaban lejos de los planes de Morgoth no tendrían por que saber que se habían llevado a las chicas hasta que volviera.
— Es fascinante ¿y tiene alguna especie de habilidad más? no se, ¿alguna akuma o algo así? Realmente son unas combatientes extraordinarias — Lilith intentaba continuar sacando información mientras caminaba con la madame tranquilamente. Desde luego tener toda esa información para ella era magnifico para el momento en que quisieran darle la patada a la señora. Pero por el momento su papel de chica ricachona algo tontita y que solo quería cosas para seguir siendo fabulosa estaba dando resultados. Quería saber alguna cosa más sobre Altair, después de todo si era la jefa de esta mujer debía ser curiosa.
Pensó en como podría sacar el tema — ¿entonces exceptuando estas niñas, el resto de chicas van a los locales de Altair? entonces ¿se dedica a la prostitución o que son exactamente esos locales? — esperaba que con esa pregunta "inocente" pudiera sacar algo más de información sobre la mujer en cuestión. Desde luego el tema de hacerse la tonta siempre abría muchas puertas aunque sonara demasiado triste. Por ahora esperaba que Morgoth estuviera bien, ojala hubieran tenido algún tipo de comunicador para mantenerse en contacto, le preocupaba el chico y eso era algo que no podía negar.
— Es fascinante ¿y tiene alguna especie de habilidad más? no se, ¿alguna akuma o algo así? Realmente son unas combatientes extraordinarias — Lilith intentaba continuar sacando información mientras caminaba con la madame tranquilamente. Desde luego tener toda esa información para ella era magnifico para el momento en que quisieran darle la patada a la señora. Pero por el momento su papel de chica ricachona algo tontita y que solo quería cosas para seguir siendo fabulosa estaba dando resultados. Quería saber alguna cosa más sobre Altair, después de todo si era la jefa de esta mujer debía ser curiosa.
Pensó en como podría sacar el tema — ¿entonces exceptuando estas niñas, el resto de chicas van a los locales de Altair? entonces ¿se dedica a la prostitución o que son exactamente esos locales? — esperaba que con esa pregunta "inocente" pudiera sacar algo más de información sobre la mujer en cuestión. Desde luego el tema de hacerse la tonta siempre abría muchas puertas aunque sonara demasiado triste. Por ahora esperaba que Morgoth estuviera bien, ojala hubieran tenido algún tipo de comunicador para mantenerse en contacto, le preocupaba el chico y eso era algo que no podía negar.
- Resumen:
- Lilith sigue a Spirelli, muestra interés en las niñas y luego en Altair
Anastasya
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«¡A ver si puedo…!» Anastasya se sintió apurada cuando sus manos y tobillos se vieron atrapados por aquellas vendas. Su primer instinto fue forcejear para intentar liberarse, y haciendo algo de fuerza no tardó en deshacerse de ellas. Después sujetó su rifle y miró cara a cara al tipo que tenía enfrente. Todavía no sabía si se trataba de Tadeus, le resultaba desagradable pensar que iba a tener que matar a la persona que inicialmente estaba buscando para ganar información sobre Antoine. Pero de nuevo, no estaba segura de que fuera él.
Su enemigo la correspondió con unas sencillas palabras y se lanzó con su cuchillo negro en mano. Ella sabía de que era capaz con su arma, sabía que no iba a lograr pararle en un combate cuerpo a cuerpo, por lo que retrocedió hasta la altura de Samvel y su compañera, buscando de algún modo guardar distancias y analizar mejor lo que sucedía a su alrededor. Sintió el calor de las llamaradas que el muchacho expulsaba sobre uno de los monstruos, y Anastasya observó con horror como aparte de quedarse marrón por el fuego, no parecía sentir nada más. Se seguía moviendo como un autómata. Le pareció abominable… ¿Acaso seguían siendo personas?
Pero por supuesto, la tiradora no iba a dejar de prestar atención a su enemigo ni un instante. Percibió su movimiento de mano con el que le lanzaba uno de sus cuchillos y trató de reaccionar apartándose. Él seguía corriendo hacia ella, pero no quiso esperar a que la alcanzara, iba en serio y pretendía terminar con aquel absurdo enfrentamiento cuanto antes. Tanto si lograba evadir el cuchillo como si sufría algún rasguño por su parte, Anastasya puso todo su empeño en coger su abrigo y lanzarlo al aire frente a su enemigo, con la intención de que no pudiera percibir el sitio al que estaba apuntando. Apuntó con el rifle y disparó a su pecho.
—Se acabó…
No quería considerarse a sí misma una asesina, pero tenía suficientes pruebas como para saber que aquel tipo era muy peligroso. Debía detenerlo y no tenía dudas.
Su enemigo la correspondió con unas sencillas palabras y se lanzó con su cuchillo negro en mano. Ella sabía de que era capaz con su arma, sabía que no iba a lograr pararle en un combate cuerpo a cuerpo, por lo que retrocedió hasta la altura de Samvel y su compañera, buscando de algún modo guardar distancias y analizar mejor lo que sucedía a su alrededor. Sintió el calor de las llamaradas que el muchacho expulsaba sobre uno de los monstruos, y Anastasya observó con horror como aparte de quedarse marrón por el fuego, no parecía sentir nada más. Se seguía moviendo como un autómata. Le pareció abominable… ¿Acaso seguían siendo personas?
Pero por supuesto, la tiradora no iba a dejar de prestar atención a su enemigo ni un instante. Percibió su movimiento de mano con el que le lanzaba uno de sus cuchillos y trató de reaccionar apartándose. Él seguía corriendo hacia ella, pero no quiso esperar a que la alcanzara, iba en serio y pretendía terminar con aquel absurdo enfrentamiento cuanto antes. Tanto si lograba evadir el cuchillo como si sufría algún rasguño por su parte, Anastasya puso todo su empeño en coger su abrigo y lanzarlo al aire frente a su enemigo, con la intención de que no pudiera percibir el sitio al que estaba apuntando. Apuntó con el rifle y disparó a su pecho.
—Se acabó…
No quería considerarse a sí misma una asesina, pero tenía suficientes pruebas como para saber que aquel tipo era muy peligroso. Debía detenerlo y no tenía dudas.
- resumen:
- -Anastasya intenta esquivar el cuchillo que le lanza.
-Se quita el abrigo y lo lanza entre ambos con la esperanza de que su enemigo no pueda discernir a donde está apuntando. Entonces apunta y dispara al pecho con la intención de acabar con él utilizando su técnica Calm Shot.
Alistar Reep
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Humo. Inutilizaba su olfato. En ese momento se transformó. No como antes, en un hombre peludo con colmillos y garras. Se transformó en un completo licántropo. Un enorme lobo semi-humanoide de blanco pelaje erizado. Sus ojos amarillos se movieron por el lugar. Veía a todos como si pudiese ver la calidez de su sangre. Siguió a quien se había llevado a la reina pero... No pudo dar dos zancadas transformado antes de perderlos de vista. Por mucho que olisquease el aire era incapaz de detectarlos. El enorme lobo gruñó. Volvió por la puerta, sin cambiar de forma, reuniéndose con Kodlak. Los dos lobos parecían hermanos, de pelaje y tamaño similar, siendo la única diferencia los pequeños rasgos humanos que todavía tenía Alistar, como la forma de sus patas delanteras.
No supo por qué, pero se mantuvo transformado durante unos minutos junto a Kodlak y el resto de lobos. Era como si... se sintiese por fin con los suyos. Pero... ¿Eran de verdad los suyos? Volvió de nuevo a su forma humana, casi obligándose a si mismo, mientras Brianna le preguntaba aquello. Alistar entonces fijó su vista en aquella mujer loba... Como si no pudiese apartar la mirada de ella. Su olor era... desconocido y familiar al mismo tiempo. Recordó entonces su respuesta. Su enigmática respuesta.
El mismo podía considerar sus habilidades una maldición. Le otorgaban una fuerza sobrehumana, unos sentidos sobrenaturales, capaces de detectar la sangre de cualquier presa a una distancia brutal. Sin embargo... Con eso venía el instinto. La capacidad de matar, las ganas de matar, de alimentarse... Aquello no le hacía humano, aunque su moralidad seguía intacta. Demasiado humano para el mundo de las bestias, pero demasiado monstruo para el mundo de los humanos. ¿Qué era? ¿Tenían ellos la respuesta?
No supo por qué, pero se mantuvo transformado durante unos minutos junto a Kodlak y el resto de lobos. Era como si... se sintiese por fin con los suyos. Pero... ¿Eran de verdad los suyos? Volvió de nuevo a su forma humana, casi obligándose a si mismo, mientras Brianna le preguntaba aquello. Alistar entonces fijó su vista en aquella mujer loba... Como si no pudiese apartar la mirada de ella. Su olor era... desconocido y familiar al mismo tiempo. Recordó entonces su respuesta. Su enigmática respuesta.
El mismo podía considerar sus habilidades una maldición. Le otorgaban una fuerza sobrehumana, unos sentidos sobrenaturales, capaces de detectar la sangre de cualquier presa a una distancia brutal. Sin embargo... Con eso venía el instinto. La capacidad de matar, las ganas de matar, de alimentarse... Aquello no le hacía humano, aunque su moralidad seguía intacta. Demasiado humano para el mundo de las bestias, pero demasiado monstruo para el mundo de los humanos. ¿Qué era? ¿Tenían ellos la respuesta?
- Resumen:
- filosofeo lupino
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