Anastasya
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Anastasya escuchó las palabras de Samvel con atención. Ella tampoco iba a quedarse de brazos cruzados mientras hubiese algo que pudiesen hacer, así que asintió con una sonrisa a las palabras del chico. También prestó atención a como interactuaba con aquella criatura… La albina todavía se mostraba preocupada con tener a alguien en ese estado tan cerca, suponía un peligro público para todo el mundo, pero… ¿y si era cierto que encontraban un antídoto que contrarrestase el líquido que le habían obligado a tomar? Miró a Sam de nuevo y comprendió lo buena persona que era. Se sentía orgullosa.
Sin embargo, pensaba que entre tanto edificio no conseguía discernir bien la situación en la que se encontraba la ciudad. Las explosiones de antes la tenían preocupada, por lo que buscó algún tejado al que poder subir y cuando escaló lo suficiente, abrió los ojos con sorpresa. Soldados y caballos corrían armados y llenos de energía por las calles, así como extraños vehículos. Nada de aquello podía augurar nada bueno. Frunció el ceño y volvió a bajar con cuidado antes de que Sam se alejara demasiado.
Cuando lo alcanzó también se encontró con Tomoe, para su sorpresa.
Unos enormes carros blindados se abrieron paso a no más de unos 50 metros, dejando entrever la insignia pirata del dirigible tan conocida ya por la marine. Otro de ellos en cambio mostraba un escudo que si bien no tenía nada que ver con los piratas, se daba un aire mucho más importante. Supuso que debía tratarse de aquel Lord Anthony que tanto mencionaban los soldados.
Cuando Anastasya se acercó lo suficiente a Samvel y a Tomoe el chico volvió a tomar la iniciativa con una propuesta tan inteligente como arriesgada, que la albina escuchó con atención. Utilizar las chapas que habían robado para intentar colarse entre sus filas. Negó con la cabeza ante su comentario sobre la llamada con el Den Den Mushi, queriendo restarle importancia al asunto, las cosas simplemente habían salido de esa manera y ya está. Después Samvel se dirigió a ella en concreto, para su sorpresa, sugiriendo que hiciese de cabecilla del grupo por tener la chapa plateada. También le hizo entrega del Den Den Mushi, ya que teóricamente le correspondía a ella llevarlo.
Anastasya sacó la chapa plateada y jugueteó con ella entre sus dedos, pensando con detenimiento. La verdad es que la situación en la ciudad ya era bastante grave de por sí, y no veía muy inteligente ofrecer resistencia. Si conseguía ganarse la confianza de sus enemigos y obtener información todo eso habría valido la pena.
—Muy bien.
Se colocó la chapa plateada en el pecho, guardó el Den Den Mushi en su bolsillo y se acercó a paso lento hasta los carros, procurando tener cuidado con sus maneras, recordando a los hombres de Antoine. Si alguien la detenía por acercarse demasiado confiaba en que la insignia plateada hablara por sí sola. Cuando tuvo delante los carros con las insignias se sujetó la gorra y procuró llamar la atención del cochero más cercano para que la dejaran subir.
—Hemos terminado de limpiar las calles, aunque como podéis ver nos hemos encontrado con algunos problemillas —hizo hincapié en Samvel y en Tomoe, suspirando con desgana—. Antoine está en camino, nosotros ayudaremos a Lord Anthony con la escolta.
Dejó ver su Den Den Mushi por un momento, dando a entender que si Lord Anthony deseaba ponerse en contacto con el jefe no tenía más que invitarla.
Sin embargo, pensaba que entre tanto edificio no conseguía discernir bien la situación en la que se encontraba la ciudad. Las explosiones de antes la tenían preocupada, por lo que buscó algún tejado al que poder subir y cuando escaló lo suficiente, abrió los ojos con sorpresa. Soldados y caballos corrían armados y llenos de energía por las calles, así como extraños vehículos. Nada de aquello podía augurar nada bueno. Frunció el ceño y volvió a bajar con cuidado antes de que Sam se alejara demasiado.
Cuando lo alcanzó también se encontró con Tomoe, para su sorpresa.
Unos enormes carros blindados se abrieron paso a no más de unos 50 metros, dejando entrever la insignia pirata del dirigible tan conocida ya por la marine. Otro de ellos en cambio mostraba un escudo que si bien no tenía nada que ver con los piratas, se daba un aire mucho más importante. Supuso que debía tratarse de aquel Lord Anthony que tanto mencionaban los soldados.
Cuando Anastasya se acercó lo suficiente a Samvel y a Tomoe el chico volvió a tomar la iniciativa con una propuesta tan inteligente como arriesgada, que la albina escuchó con atención. Utilizar las chapas que habían robado para intentar colarse entre sus filas. Negó con la cabeza ante su comentario sobre la llamada con el Den Den Mushi, queriendo restarle importancia al asunto, las cosas simplemente habían salido de esa manera y ya está. Después Samvel se dirigió a ella en concreto, para su sorpresa, sugiriendo que hiciese de cabecilla del grupo por tener la chapa plateada. También le hizo entrega del Den Den Mushi, ya que teóricamente le correspondía a ella llevarlo.
Anastasya sacó la chapa plateada y jugueteó con ella entre sus dedos, pensando con detenimiento. La verdad es que la situación en la ciudad ya era bastante grave de por sí, y no veía muy inteligente ofrecer resistencia. Si conseguía ganarse la confianza de sus enemigos y obtener información todo eso habría valido la pena.
—Muy bien.
Se colocó la chapa plateada en el pecho, guardó el Den Den Mushi en su bolsillo y se acercó a paso lento hasta los carros, procurando tener cuidado con sus maneras, recordando a los hombres de Antoine. Si alguien la detenía por acercarse demasiado confiaba en que la insignia plateada hablara por sí sola. Cuando tuvo delante los carros con las insignias se sujetó la gorra y procuró llamar la atención del cochero más cercano para que la dejaran subir.
—Hemos terminado de limpiar las calles, aunque como podéis ver nos hemos encontrado con algunos problemillas —hizo hincapié en Samvel y en Tomoe, suspirando con desgana—. Antoine está en camino, nosotros ayudaremos a Lord Anthony con la escolta.
Dejó ver su Den Den Mushi por un momento, dando a entender que si Lord Anthony deseaba ponerse en contacto con el jefe no tenía más que invitarla.
- resumen:
- -Anastasya acepta la sugerencia de Samvel y se coloca la chapa plateada en el pecho, esperando que sirva para acercarse hasta los carros sin que nadie ponga pegas.
-Una vez delante de los carros actúa como si siguiese las órdenes de Antoine, ofreciéndose como escolta para Lord Anthony y diciendo que Antoine está en camino. Deja ver el Den Den Mushi para dejar claro que si quieren ponerse en contacto con el jefe, no tienen más que dejarla subir.
Normas del capítulo:
Moderación
Un segundo retumbar llena la ciudad de Astelia. El relinchar y patear de centenares de caballos se hace paso por las calles de la capital cuando el ejército de los Markov y sus aliados irrumpe en ella. Tienen el camino despejado, porque pese a que sus enemigos han infiltrado a sus hombres y cerrado las puertas, alguien ha hecho caer justo la puerta más cercana a su posición. Las llamas no les frenan, sino que les dan más alas. Alguien les apoya. Han llegado y van a pelear.
Llegan a la plaza del centro a toda velocidad, galopando como si les fuera la vida en ello. Ven a la turba y comienzan a empalar a cualquiera que se encuentren. Traidores. Ratas inmundas. Sucios impostores en tierra de su reina. Ven la puerta del palacio derribada y cargan contra el enemigo, comenzando una batalla campal en el centro de la plaza. Sin embargo, pese a sus energías, el resultado no está todavía decidido. Ambos bandos pelean con fuerza, utilizan las calles para extender sus números y juegan con la distancia para atacar y retraerse una y otra vez.
Astelia está a punto de ser tomada, pero es imposible saber por quién. Los vehículos blindados de los varenos retumban una vez más, arrojando proyectiles explosivos contra los Markovs. Hay bajas en ambos lados, pero ninguno cede terreno.
De momento, el asalto al palacio ha quedado en espera. Todo el mundo está demasiado ocupado luchando por su vida y aunque la batalla es intensa, también es impredecible.
¿Qué sucederá? ¿De qué lado se inclinará la balanza?
- Se moderará lunes y jueves entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los lunes o jueves antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación
Un segundo retumbar llena la ciudad de Astelia. El relinchar y patear de centenares de caballos se hace paso por las calles de la capital cuando el ejército de los Markov y sus aliados irrumpe en ella. Tienen el camino despejado, porque pese a que sus enemigos han infiltrado a sus hombres y cerrado las puertas, alguien ha hecho caer justo la puerta más cercana a su posición. Las llamas no les frenan, sino que les dan más alas. Alguien les apoya. Han llegado y van a pelear.
Llegan a la plaza del centro a toda velocidad, galopando como si les fuera la vida en ello. Ven a la turba y comienzan a empalar a cualquiera que se encuentren. Traidores. Ratas inmundas. Sucios impostores en tierra de su reina. Ven la puerta del palacio derribada y cargan contra el enemigo, comenzando una batalla campal en el centro de la plaza. Sin embargo, pese a sus energías, el resultado no está todavía decidido. Ambos bandos pelean con fuerza, utilizan las calles para extender sus números y juegan con la distancia para atacar y retraerse una y otra vez.
Astelia está a punto de ser tomada, pero es imposible saber por quién. Los vehículos blindados de los varenos retumban una vez más, arrojando proyectiles explosivos contra los Markovs. Hay bajas en ambos lados, pero ninguno cede terreno.
De momento, el asalto al palacio ha quedado en espera. Todo el mundo está demasiado ocupado luchando por su vida y aunque la batalla es intensa, también es impredecible.
¿Qué sucederá? ¿De qué lado se inclinará la balanza?
- Helga, Shiro y Yoldin:
- En cuanto entráis, Archie abre la boca como si fuera a decir algo, pero se calla en cuanto Helga habla. Alza una ceja, mientras esboza una sonrisa enorme.
-Os preguntaría cómo habéis acabado aquí, pero si el Jefe no está asumo que ya se ha liado parda arriba. Y ya que lo has pedido con tanta educación… muy bien, pero no en mi casa. No quiero destrozarla.
Sale antes que vosotros y os aleja un poco de la zona de chozas hasta llevaros a una enorme explanada de roca. Todavía estáis bajo tierra, pero el techo de la caverna está lo bastante alto como para no ir a sufrir daños.
El hombre se estira mientras clava sus ojos en ti, Helga. Parece divertido por tu arrojo, pero algo te dice que te está tomando en serio. Asiente, avisándote, y de repente se agacha y golpea el suelo con los puños de forma brutal. Una onda de energía lo agrieta y repta hacia ti a toda velocidad, amenazando con dañarte los pies y lanzarte hacia arriba y hacia atrás con no poca fuerza.
-Veamos qué sabes hacer.- Te dice sonriendo.
- La plaza del pueblo:
Napolean, enhorabuena. Eres el primero que logra escuchar el sonido que hacen los hombres calabaza, aunque seguramente también el último. Cuando le revientas la cabeza de un pisotón, puedes escuchar un ahogado y sorprendentemente alto: GÑEEEEEEEEE que te llega al alma. Si de ternura o de asco, es cosa tuya. En cualquier caso, muerto está. Cassandra, el tuyo más de lo mismo, no le ha gustado que le flambearas.
El plan de Napolean. La puerta que da a los terrenos de palacio se abre y cae al suelo, pero antes de que puedas saludar orgulloso, un proyectil surca el cielo y cae a unos metros de donde antes estaba la puerta. Claramente iba a derribarla, pero te has adelantado. La explosión te echa hacia delante, pero no te pilla justo encima así que esencialmente estás de una pieza.
La gente a vuestro alrededor ha empezado a gritar y vitorear. Por una de las calles llegan hombres a caballo rodeando cuatro o cinco vehículos blindados, uno de los cuales tiene dos pequeños cañones a los lados… uno de los cuales todavía humea. Parece que al fin y al cabo sí que tenían un plan. Y… no son los únicos. Oís un clamor a vuestra espalda y en menos de lo que canta un gallo os encontráis al borde de un enorme y despiadado campo de batalla.
- Alistar y Velkan:
- Ah, hogar dulce hogar. Lográis calmaros un poco, terminar de curar vuestras heridas e incluso comer y beber algo para recuperar fuerzas. La pregunta de oro es, ¿qué hacer a continuación?
Sabéis que un ejército ha entrado a la ciudad. De hecho, por una de las ventanas podéis ver como a un par de calles de distancia pasan varios carromatos blindados rumbo a… al palacio, seguramente. La reina está a salvo con vosotros, pero no parece que eso vaya a pararles de conquistar Astelia. O de intentarlo, al menos.
En determinado punto, el ruido que viene de fuera se vuelve mucho más alto, como si de repente hubiera más gente. En cualquier caso, sabéis que lo peor sucederá en la plaza principal. Si queréis ir y ayudar a colocar vuestro nombre en la historia, sois libres de hacerlo. La loba y su manada todavía se muestran dispuestos a apoyaros. De lo contrario… la reina parpadea y abre los ojos para mirar a su alrededor, todavía un poco confundida.
- Morgoth y Lilith:
Lilith, de alguna forma logras esquivar a las niñas sin morir en el intento. Eso si, notas el filo de los cuchillos en tu carne y acabas con un par de feas heridas por el camino. Nada mortal, pero desde luego un incordio. En cualquier caso, parece que has tenido suficiente. Sales del lugar y gracias a la ayuda de León y tu propia inventiva lograis dar esquinazo a las hermanas. Tardaréis un poco en llegar al puerto, pero una vez estéis allí, cualquier barco os dará asilo sin poneros pegas.
Morgoth, la mujer te mira con lágrimas en los ojos pero poco a poco se va calmando. Eso sí, te mira con inmensa pena antes de cogerte las manos.
-Déjalo. No hay cápsula que me las devuelva, solo les daría más dolor. El trabajo de esa mujer está maldito, lo sé.
Pese a eso, accede a volver contigo y regresáis junto a las demás. Llegáis a donde estaba Lilith, pero no la veis por ninguna parte. Encontráis, eso sí, el cadáver de Spirelli. Algunas de las mujeres gritan, mientras otras se tapan la boca y una cae de rodillas sin creer lo que ve. En cualquier caso, al final todas te miran con algo de miedo y confusión. Son libres, por fin, pero… ¿ahora qué?
A unos metros, una turba de gente apalea la valla que les separa del palacio. La guerra se está gestando y no parece que falte mucho para que explote.
- Anastasya, Samvel y Tomoe:
Sam, en una de las que te acercas a Toby se mueve y algo del líquido verde que todavía le quedaba pegajoso en la ropa se pega a la tuya. No parece que vaya a salir, pero desde entonces Toby parece un poco más calmado y te hace caso, así que os sigue sin problemas.
Llegáis hasta el carromato elegido y el cochero que iba al lado hace un gesto para frenar la procesión cuando os ve. Os mira de arriba abajo y al final ve las insignias.
-¿Vosotros sois parte de los chicos de Antoine?
Parece pensárselo bastante y echa un par de miradas nerviosas al carromato blindado que tiene al lado. Al final, asiente con la cabeza. Parece que no quiere enfadar a alguien. Si es a Lord Anthony, a Antoine o a los dos, no os lo comenta.
-Bien. Podéis venir conmigo, nada de subir al carromato. El señor Anthony solo bajará una vez lleguemos al palacio. ¿Está el camino despejado, decís? Bien.
Espera a que os unáis a la comitiva antes de hacer otro gesto para reanudar el camino. Apenas quedan un par de calles para llegar a la plaza y una vez estáis allí os encontráis con la situación descrita en la moderación correspondiente. ¡Menuda se está armando! Habéis confirmado dónde está Lord Anthony; a unos pasos de vosotros, tras una puerta de carromato de acero. ¿Cuál será el siguiente movimiento?
Keiran T. Farraige
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No tardó demasiado en hilar el curso de acontecimientos que fueron sucediéndose y es que, con solo observar la dirección desde la que llegaban los refuerzos no había que ser muy espabilado para saber que aquellos soldados eran los que habían visto desde la mansión. Los blasones, sin embargo, confundieron al pirata: ¿qué sentido tenía que aquellos fueran los hombres de los Markov? El caballero resurgido parecía estar claramente alineado con los enemigos de la reina y ser plenamente consciente del ejército que se aproximaba, hasta el punto de dar a entender que formaba parte de los mismos. En fin, ¿qué importaba? Después de todo, ellos conformaban su propio bando independiente del resto.
Ambas fuerzas parecieron chocar poco después de que Alexander hiciera caer la puerta, justo en el momento en que una bala de cañón hacía estallar la entrada sin causarle mayores perjuicios al contramaestre. Lo que había aparecido desde aquella calle sobre la que tanta atención habían demostrado los invasores no fue ni más ni menos que una cinquena de carros blindados y provistos de cañones, siendo uno de ellos el que había efectuado el disparo contra el palacio. Iban custodiados por un nutrido grupo de jinetes, por lo que contaban con una protección sólida frente a cualquiera que intentara acercarse más de lo que debía. Keiran meditó entonces sobre sus posibilidades: ¿qué probabilidad había de lanzarse contra ellos y salir con vida? El pirata era impulsivo, pero no estúpido; de hecho, por norma general, era plenamente consciente de sus posibilidades y no trataba de alcanzar cumbres que estuvieran fuera de su alcance. Fue por ello que tuvo que reprimir el deseo que le corroía por dentro para no cargar contra los recién llegados, dibujando una mueca al tiempo que miraba de soslayo a su segunda.
—Creo que, por esta vez, habrá que ser prudentes —reconoció a regañadientes, algo que se notaba en su tono. Ni siquiera con sus poderes infernales y la ayuda de sus tripulantes se sentía capaz de derrotar a un contingente tan bien equipado—. Sigamos con el plan original: vamos al palacio.
Con ello se dispuso a girarse para reunirse con el resto de sus tripulantes esperando que Cassandra siguiera su estela, probablemente tras soltar algún comentario burlón sobre su recién descubierta sensatez. Fuera como fuese, no había llegado tan lejos para permitir que todo cuanto había conseguido fuera arrojado por la borda por una decisión estúpida.
Mientras caminaban, los refuerzos de los Markov y los varenos chocaron entre sí, viéndose de forma relativamente involuntaria envueltos en una batalla campal a lo largo de toda la plaza en la que ninguno de los dos bandos parecía lograr imponerse frente al otro. Keiran no pensaba inmiscuirse en aquel enfrentamiento, pero sí que desenvainó su mandoble y se aseguró de blandirlo contra cualquiera que se pusiera en su camino y en el de su subcapitana hasta llegar junto a Alexander, Adam e Izanami. Una vez con ellos avanzó por los jardines y, si nadie se lo impedía, abriría las puertas o las echaría abajo para adentrarse en palacio.
Ambas fuerzas parecieron chocar poco después de que Alexander hiciera caer la puerta, justo en el momento en que una bala de cañón hacía estallar la entrada sin causarle mayores perjuicios al contramaestre. Lo que había aparecido desde aquella calle sobre la que tanta atención habían demostrado los invasores no fue ni más ni menos que una cinquena de carros blindados y provistos de cañones, siendo uno de ellos el que había efectuado el disparo contra el palacio. Iban custodiados por un nutrido grupo de jinetes, por lo que contaban con una protección sólida frente a cualquiera que intentara acercarse más de lo que debía. Keiran meditó entonces sobre sus posibilidades: ¿qué probabilidad había de lanzarse contra ellos y salir con vida? El pirata era impulsivo, pero no estúpido; de hecho, por norma general, era plenamente consciente de sus posibilidades y no trataba de alcanzar cumbres que estuvieran fuera de su alcance. Fue por ello que tuvo que reprimir el deseo que le corroía por dentro para no cargar contra los recién llegados, dibujando una mueca al tiempo que miraba de soslayo a su segunda.
—Creo que, por esta vez, habrá que ser prudentes —reconoció a regañadientes, algo que se notaba en su tono. Ni siquiera con sus poderes infernales y la ayuda de sus tripulantes se sentía capaz de derrotar a un contingente tan bien equipado—. Sigamos con el plan original: vamos al palacio.
Con ello se dispuso a girarse para reunirse con el resto de sus tripulantes esperando que Cassandra siguiera su estela, probablemente tras soltar algún comentario burlón sobre su recién descubierta sensatez. Fuera como fuese, no había llegado tan lejos para permitir que todo cuanto había conseguido fuera arrojado por la borda por una decisión estúpida.
Mientras caminaban, los refuerzos de los Markov y los varenos chocaron entre sí, viéndose de forma relativamente involuntaria envueltos en una batalla campal a lo largo de toda la plaza en la que ninguno de los dos bandos parecía lograr imponerse frente al otro. Keiran no pensaba inmiscuirse en aquel enfrentamiento, pero sí que desenvainó su mandoble y se aseguró de blandirlo contra cualquiera que se pusiera en su camino y en el de su subcapitana hasta llegar junto a Alexander, Adam e Izanami. Una vez con ellos avanzó por los jardines y, si nadie se lo impedía, abriría las puertas o las echaría abajo para adentrarse en palacio.
- Resumen:
- » Ser prudente por primera vez en todo el evento.
» Intentar cruzar los jardines tras abrirse paso por la plaza y adentrarse en el palacio, tirando la puerta de ser necesario.
Cassandra Pendragon
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La turba llegó a la capital a grito tendido, con las espadas desenvainadas, y empezó a atacar todo lo que se les ponía delante sin miramientos, provocando en Cassandra un suspiro de resignación. La falta de elegancia de aquella batalla particular empezaba a sacar a la aprendiz de comandante de sus casillas. Si algo le habían grabado a fuego en la cabeza era la importancia de la estrategia para gestionar los batallones en combate, fuese en guerras reales o meros ejercicios de entrenamiento. Cargar desde la otra punta de la isla como monos descerebrados y empezar a atacar todo lo que se les cruzase no entraba precisamente dentro del concepto de estrategia elegante que tenía la princesa. Sea quien fuese la mente tras aquella organización, no debía tener muchas luces. O eso pensaba ella, al menos.
Los blasones que lucían con aparente orgullo debían ser entonces los de la familia Markov, los supuestos monarcas legítimos de aquel islote desconocido del mar del norte. Por lo que, siguiendo esa lógica, los que habían atacado desde un punto inesperado y parecían tener un mejor control del campo de batalla debían ser los varenos. Punto para ellos.
Cuando por el callejón aparecieron los carromatos blindados y armados hasta los dientes, que se habrían encargado de tirar abajo la puerta de no haber sido por la amable intervención de Napolean, los varenos ganaron otro punto a su favor, a ojos de Cassandra. Quizá no tenían los números de los Markov, pero desde luego parecían saber usar la cabeza.
Fuere como fuere, la cuestión estaba en que Cassandra debía llevar ya sus buenos cinco minutos en aquella plaza, y ni ella ni su tripulación se habían convertido en el centro de atención, estando todos ocupados matándose unos a otros como estaban. Y aquello le resultaba francamente desagradable. Tenían que hacer algo al respecto, y pronto, o el inconformismo de la aristócrata y su tendencia hacia el dramatismo la obligarían a hacer algo impulsivo y poco elegante, y prefería evitar ponerse en ridículo si podía evitarlo.
Keiran habló desde la razón por una vez en su vida entonces, provocando un alzamiento involuntario de cejas escépticas por parte de su subcapitana.
—Oh, ¿en serio? ¿Prudentes? —saltó Cassandra, con inquina— ¿No crees que es una maravillosa idea lanzarte hacia los carruajes blindados sin pensar en las consecuencias, como sueles hacer? —inquirió, con marcada ironía en la voz—. Siempre hay una primera vez para todo, supongo —echó a caminar al lado de su compañero, y se vio obligada a esquivar un espadazo que no iba dirigido hacia ella, en medio de la confusión de la batalla—. Esta gente parece muy ocupada matándose entre sí como para tomar el castillo, así que... ¿qué tal si lo tomamos nosotros primero? Será gracioso ver sus caras cuando se den cuenta de que sus planes no han servido para nada —comentó mientras se acercaban a sus compañeros, con una media sonrisa maliciosa en los labios.
Tras informar a Napolean, Adam e Izanami de que seguían con su plan original de entrar al castillo, Cassandra se adentró en los jardines de palacio y echó un vistazo a sus alrededores en busca de una posible ruta de entrada alternativa, en caso de que la puerta principal no cediese, mientras esperaba que el capitán la echase abajo.
Los blasones que lucían con aparente orgullo debían ser entonces los de la familia Markov, los supuestos monarcas legítimos de aquel islote desconocido del mar del norte. Por lo que, siguiendo esa lógica, los que habían atacado desde un punto inesperado y parecían tener un mejor control del campo de batalla debían ser los varenos. Punto para ellos.
Cuando por el callejón aparecieron los carromatos blindados y armados hasta los dientes, que se habrían encargado de tirar abajo la puerta de no haber sido por la amable intervención de Napolean, los varenos ganaron otro punto a su favor, a ojos de Cassandra. Quizá no tenían los números de los Markov, pero desde luego parecían saber usar la cabeza.
Fuere como fuere, la cuestión estaba en que Cassandra debía llevar ya sus buenos cinco minutos en aquella plaza, y ni ella ni su tripulación se habían convertido en el centro de atención, estando todos ocupados matándose unos a otros como estaban. Y aquello le resultaba francamente desagradable. Tenían que hacer algo al respecto, y pronto, o el inconformismo de la aristócrata y su tendencia hacia el dramatismo la obligarían a hacer algo impulsivo y poco elegante, y prefería evitar ponerse en ridículo si podía evitarlo.
Keiran habló desde la razón por una vez en su vida entonces, provocando un alzamiento involuntario de cejas escépticas por parte de su subcapitana.
—Oh, ¿en serio? ¿Prudentes? —saltó Cassandra, con inquina— ¿No crees que es una maravillosa idea lanzarte hacia los carruajes blindados sin pensar en las consecuencias, como sueles hacer? —inquirió, con marcada ironía en la voz—. Siempre hay una primera vez para todo, supongo —echó a caminar al lado de su compañero, y se vio obligada a esquivar un espadazo que no iba dirigido hacia ella, en medio de la confusión de la batalla—. Esta gente parece muy ocupada matándose entre sí como para tomar el castillo, así que... ¿qué tal si lo tomamos nosotros primero? Será gracioso ver sus caras cuando se den cuenta de que sus planes no han servido para nada —comentó mientras se acercaban a sus compañeros, con una media sonrisa maliciosa en los labios.
Tras informar a Napolean, Adam e Izanami de que seguían con su plan original de entrar al castillo, Cassandra se adentró en los jardines de palacio y echó un vistazo a sus alrededores en busca de una posible ruta de entrada alternativa, en caso de que la puerta principal no cediese, mientras esperaba que el capitán la echase abajo.
- Resumen:
- Impacientarse de que no es el centro de atención, seguir a su capitán hacia la entrada de palacio y buscar una ruta alternativa en caso de que la puerta no se abra y/o no ceda.
Morgoth
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La madre me miró con los ojos encharcados de lagrimas y lo que pude denotar como pena por lo que estaba apunto de decirme. No había forma de darle marcha atrás a aquel proceso. Menos aún, aunque yo sabía que la jefa del laboratorio Spirelli estaba muerta a unas calles de donde me encontraba. Le hice un ligero gesto afirmativo con la cabeza.
-Ya veo. – Dije simplemente – Puedo intentar una cosa, pero no cambiará demasiado la cosa. Solo te quedará para que las recuerdes como eran antes.
Esperaba calmar a la mujer con mis palabras, pero no le quería decir más de la cuenta pues se asustaría, aunque aquellas palabras seguían siendo extrañas. Le hice un gesto y volví por las calles hasta la plaza donde estaban el resto. Las cuales esperaban para ver que hacían. Con las manos les hice un gesto de que se calmasen, pero antes debía intentar lo que le había prometido a la otra chica.
-Volveré en unos momentos si sale bien lo que tengo en mente. – dije mientras veía como todas se asustaban al ver el cadáver de Spirelli – esperadme en el callejón y ahora volveré.
Me fui hacia otra calle oscura para que desde las sombras sacar a Otsoa. La sombra del lobo de Lilith. Me acerqué a la plaza y busqué a las niñas. En cuanto las localizase sacaría la linterna y me acercaría con cuidado a ellas desde algún punto en el que no me viesen. Luego Otsoa las distraería para darme tiempo para quitarles las sombras.
El plan no era algo complicado. El simple hecho de conseguir llegar hasta las sombras y pasarle el haz de luz de la linterna debía ser un movimiento rápido. Pero casi, la clave era la aparición de repente del lobo delante de ellas sin que se diesen cuenta para que se detuviesen un segundo, en el cual aprovecharía para realizar mi plan, luego volvería con las chicas.
-Ya veo. – Dije simplemente – Puedo intentar una cosa, pero no cambiará demasiado la cosa. Solo te quedará para que las recuerdes como eran antes.
Esperaba calmar a la mujer con mis palabras, pero no le quería decir más de la cuenta pues se asustaría, aunque aquellas palabras seguían siendo extrañas. Le hice un gesto y volví por las calles hasta la plaza donde estaban el resto. Las cuales esperaban para ver que hacían. Con las manos les hice un gesto de que se calmasen, pero antes debía intentar lo que le había prometido a la otra chica.
-Volveré en unos momentos si sale bien lo que tengo en mente. – dije mientras veía como todas se asustaban al ver el cadáver de Spirelli – esperadme en el callejón y ahora volveré.
Me fui hacia otra calle oscura para que desde las sombras sacar a Otsoa. La sombra del lobo de Lilith. Me acerqué a la plaza y busqué a las niñas. En cuanto las localizase sacaría la linterna y me acercaría con cuidado a ellas desde algún punto en el que no me viesen. Luego Otsoa las distraería para darme tiempo para quitarles las sombras.
El plan no era algo complicado. El simple hecho de conseguir llegar hasta las sombras y pasarle el haz de luz de la linterna debía ser un movimiento rápido. Pero casi, la clave era la aparición de repente del lobo delante de ellas sin que se diesen cuenta para que se detuviesen un segundo, en el cual aprovecharía para realizar mi plan, luego volvería con las chicas.
- resumen:
- Llevar a la madre y la otra chica con el resto, ir a por las sombras de las gemelas con un plan, si tiene éxito volver con las chicas.
Samvel Legacy
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El ardid había funcionado a la perfección. No consiguieron convencer al noble para salir de su vehículo, y extraerlo a la fuerza parecía ser una tarea complicada, así que Sam acompañó al grupo subiéndose al transporte del cochero. No sabía qué harían sus compañeras, pero esperaba que le imitaran y siguieran manteniendo un perfil bajo.
Primero guió a Toby por el camino. Desde hacía un rato se mostraba más obediente y menos agresivo, y a Sam no se le había escapado el detalle de la mancha de su ropa. Dio por hecho que se podía deber a aquella sustancia, recordando la vez en que se había convertido en esa criatura y cómo movía la cabeza siguiendo el pequeño bote donde se guardaba la droga. Por si acaso no hizo ademán de limpiarse la mancha, y pensó que en cuanto pudiera debería analizarla. Quizás pudiera encontrar una cura a su afección.
—Bien, así se hace. ¿Quién es un buen chico? —apremió a la mole medio carbonizada—. Si te sigues portando así de bien te compraré mucha comida en cuanto todo esto acabe —«Y también te curaré».
En el corto trayecto hacia su destino, Sam aprovechó para analizar el vehículo blindado que tenía a su lado. Ahora que tenía tiempo, haría uso de sus conocimientos de ingeniería y mecánica para intentar obtener toda la información que le fuera posible. Cómo funciona, puntos débiles, formas de forzar la puerta, métodos de saboteo... Cualquier cosa que pudiera servirle para trazar una estrategia. Porque cuando llegó a la plaza se encontraba en blanco.
Vehículos blindados, jinetes a caballo y una gran cantidad de personas participando en lo que sin duda era una batalla campal. ¡Y Anthony quería llegar hasta el palacio! No sabía cómo lograrían atravesar aquel escenario plagado de caos. Quién le mandaría a hacerse pasar por uno de los malos. Pero no le quedaba otra que seguir con la tapadera hasta encontrar su oportunidad de oro. Y, intentando seguir su papel de secuaz, se acercó al noble.
—Su Majestad, Auténtico Rey de Hallstat y Protector del Reino —esperaba endulzar sus oídos usando aquellos títulos—, lamento la confusión ante las puertas del palacio. Al parecer alguien ha debido de abrir las puertas orientales de la ciudad, permitiendo la entrada de otro ejército. ¿Cuáles son sus órdenes, oh, noble señor?
Más allá de esperar, Sam no podía hacer otra cosa. Realmente se sentía frustrado; sus posibilidades de detener aquel conflicto eran cada vez mucho menores, y no sabía qué podía hacer. Se le tenía que ocurrir algo rápido, aunque ya temía lo peor.
Primero guió a Toby por el camino. Desde hacía un rato se mostraba más obediente y menos agresivo, y a Sam no se le había escapado el detalle de la mancha de su ropa. Dio por hecho que se podía deber a aquella sustancia, recordando la vez en que se había convertido en esa criatura y cómo movía la cabeza siguiendo el pequeño bote donde se guardaba la droga. Por si acaso no hizo ademán de limpiarse la mancha, y pensó que en cuanto pudiera debería analizarla. Quizás pudiera encontrar una cura a su afección.
—Bien, así se hace. ¿Quién es un buen chico? —apremió a la mole medio carbonizada—. Si te sigues portando así de bien te compraré mucha comida en cuanto todo esto acabe —«Y también te curaré».
En el corto trayecto hacia su destino, Sam aprovechó para analizar el vehículo blindado que tenía a su lado. Ahora que tenía tiempo, haría uso de sus conocimientos de ingeniería y mecánica para intentar obtener toda la información que le fuera posible. Cómo funciona, puntos débiles, formas de forzar la puerta, métodos de saboteo... Cualquier cosa que pudiera servirle para trazar una estrategia. Porque cuando llegó a la plaza se encontraba en blanco.
Vehículos blindados, jinetes a caballo y una gran cantidad de personas participando en lo que sin duda era una batalla campal. ¡Y Anthony quería llegar hasta el palacio! No sabía cómo lograrían atravesar aquel escenario plagado de caos. Quién le mandaría a hacerse pasar por uno de los malos. Pero no le quedaba otra que seguir con la tapadera hasta encontrar su oportunidad de oro. Y, intentando seguir su papel de secuaz, se acercó al noble.
—Su Majestad, Auténtico Rey de Hallstat y Protector del Reino —esperaba endulzar sus oídos usando aquellos títulos—, lamento la confusión ante las puertas del palacio. Al parecer alguien ha debido de abrir las puertas orientales de la ciudad, permitiendo la entrada de otro ejército. ¿Cuáles son sus órdenes, oh, noble señor?
Más allá de esperar, Sam no podía hacer otra cosa. Realmente se sentía frustrado; sus posibilidades de detener aquel conflicto eran cada vez mucho menores, y no sabía qué podía hacer. Se le tenía que ocurrir algo rápido, aunque ya temía lo peor.
- Resumen:
- Seguir al vehiculo blindado, analizarlo por el camino usando sus conocimientos como ingeniero y mecánico para descubrir cualquier detalle que pasaría por alto ante una persona sin dichos conocimientos y halagar a Lord Anthony para que se vaya confiando mientras espera sus órdenes. Y mientras hace todo esto teme no poder detener la guerra.
Napolean
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Casi al mismo tiempo que la elegante onda de choque de Alexander derribaba la puerta, una bala de cañón pasaba por su lado peligrosamente y explotaba frente a sus narices. Bajo sus pies aquel extraño ser con cabeza de calabaza emitía unos gemidos parecidos al cantar de apareamiento de las nutrias de río de Mythil, aunque ligeramente más ahogado; pero eso no era importante.
—¡Sacre bleu! —exclamó el semigigante sorprendido, girándose para ver que tras ellos había unos vehículos acorazados—. Como se suele decir en mi isla natal: ha estado a punto de tirarme la boina al suelo.
Conociendo el modus operandi de su capitán, durante el escaso tiempo que llevaban juntos, llevó automáticamente la mano de nuevo hacia cañón de una mano, mas lo que escucho salir de la boca de Keiran le pilló de improvisto.
—¿Tienes fiebre, mon capitaine? —le preguntó con sorna e ironía, mientras Cass comenzó a hablar con esa ironía suya que tanto le gustaba—. Veo que no soy el único extrañado —comentó, entrando en los terrenos del palacio.
Era como cualquier ciudadela real, con edificaciones adyacentes a la muralla, no muy altas, las cuales parecían converger en una gran plaza central, que sería el centro neurálgico de la capital. Y al otro lado, el castillo, en cuya torre más alta debía colocar la bandera de la banda para dejar clara sus intenciones.
—No parece gran cosa el castillo —comentó Napo con indiferencia, recordando el de su isla—. El de Mythil es diez veces más grande y arquitectónicamente más bello. No tan lúgubre —se calló durante el tiempo en el que sus superiores hablaban del plan que habían repasado durante el largo viaje hacia aquella isla—. Si veis alguna armería no olvidéis avisadme —dijo en voz alta—. Apenas tengo munición y no me importaría hacerme con un pequeño saco de esos proyectiles circulares que tanto se suelen usar, así como algunas balas de cañón —En la cara de Alexander pudo contemplarse malicia y ganas de arrancar algunas cabezas—. Y tampoco nos olvidemos de visitar la bodega —añadió.
Tras eso, buscaría alguna forma de ir hacia el castillo sin tener que pasar por el centro de aquella disputa que tan poco le interesaba, pues ya habían perdido mucho tiempo desde que habían llegado.
—¡Sacre bleu! —exclamó el semigigante sorprendido, girándose para ver que tras ellos había unos vehículos acorazados—. Como se suele decir en mi isla natal: ha estado a punto de tirarme la boina al suelo.
Conociendo el modus operandi de su capitán, durante el escaso tiempo que llevaban juntos, llevó automáticamente la mano de nuevo hacia cañón de una mano, mas lo que escucho salir de la boca de Keiran le pilló de improvisto.
—¿Tienes fiebre, mon capitaine? —le preguntó con sorna e ironía, mientras Cass comenzó a hablar con esa ironía suya que tanto le gustaba—. Veo que no soy el único extrañado —comentó, entrando en los terrenos del palacio.
Era como cualquier ciudadela real, con edificaciones adyacentes a la muralla, no muy altas, las cuales parecían converger en una gran plaza central, que sería el centro neurálgico de la capital. Y al otro lado, el castillo, en cuya torre más alta debía colocar la bandera de la banda para dejar clara sus intenciones.
—No parece gran cosa el castillo —comentó Napo con indiferencia, recordando el de su isla—. El de Mythil es diez veces más grande y arquitectónicamente más bello. No tan lúgubre —se calló durante el tiempo en el que sus superiores hablaban del plan que habían repasado durante el largo viaje hacia aquella isla—. Si veis alguna armería no olvidéis avisadme —dijo en voz alta—. Apenas tengo munición y no me importaría hacerme con un pequeño saco de esos proyectiles circulares que tanto se suelen usar, así como algunas balas de cañón —En la cara de Alexander pudo contemplarse malicia y ganas de arrancar algunas cabezas—. Y tampoco nos olvidemos de visitar la bodega —añadió.
Tras eso, buscaría alguna forma de ir hacia el castillo sin tener que pasar por el centro de aquella disputa que tan poco le interesaba, pues ya habían perdido mucho tiempo desde que habían llegado.
- Resumen:
- Sorprenderse + hablar + acatar ordenes +buscar forma de ir al castillo
Helga Eiríksdóttir
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Después de retar al tal Archie, este pareció interesarle mi reto. Lo aceptó gustoso con la condición de que no lucháramos en su casa para no destrozarla. Lo cual me parecía bien. A mi tampoco me gustaría que mi propiedad se redujera a escombros. Sin más que hacer o decir, se levantó y salió de la casa. Naturalmente le seguí, mi curiosidad era aplastante. Al ser tan grande tenía pinta de que iba a ser un rival duro de derrotar. Eso me llevó a pensar que si era demasiado fuerte para vencerle por mi cuenta, lo mejor era que me rindiera para pelear otro día. Seguí los pasos de Archie y, para mis sorpresa, estaba alejándonos de la zona de las casas. Aquello me daba una mezcla de adrenalina y de temor. Ya que ello indicaba que el hombre no era moco de pavo y podría dañar las casas. Lo mejor era que aún el techo estaba lejos del suelo. Aquello iba a ser divertido.
Por fin llegamos a donde le pareció que era un buen sitio para nuestra pelea. Una explanada. Comenzó como a calentar, yo hice lo mismo. Estiré los brazos y las piernas e hice un calentamiento general. Era mejor calentar el cuerpo y evitar un posible calambre en medio de nuestra pelea. Pero... el ambiente cambió de golpe. Aquel sujeto golpeó el suelo como si fuera un tambor de guerra y de su furia de guerrero, el suelo tembló y vino hacia mí un ataque a distancia. ¿Que demonios era aquello? Sin pensarlo dos veces, intenté esquivar el ataque como pude saltando a un lado. De lograr esquivarlo, iría hacia él con prisa mientras correría alrededor suyo para intentar despistarle o que se marease. Cuando tuviera una oportunidad, le intentaría darle una patada en su pierna derecha con la intención de reducir su movilidad. Sin embargo, no me quedaría mucho rato cerca suya por si contraatacaba. Así que retrocedería guardando la distancia.
Por fin llegamos a donde le pareció que era un buen sitio para nuestra pelea. Una explanada. Comenzó como a calentar, yo hice lo mismo. Estiré los brazos y las piernas e hice un calentamiento general. Era mejor calentar el cuerpo y evitar un posible calambre en medio de nuestra pelea. Pero... el ambiente cambió de golpe. Aquel sujeto golpeó el suelo como si fuera un tambor de guerra y de su furia de guerrero, el suelo tembló y vino hacia mí un ataque a distancia. ¿Que demonios era aquello? Sin pensarlo dos veces, intenté esquivar el ataque como pude saltando a un lado. De lograr esquivarlo, iría hacia él con prisa mientras correría alrededor suyo para intentar despistarle o que se marease. Cuando tuviera una oportunidad, le intentaría darle una patada en su pierna derecha con la intención de reducir su movilidad. Sin embargo, no me quedaría mucho rato cerca suya por si contraatacaba. Así que retrocedería guardando la distancia.
- Resumen:
- Calentar para luchar contra Archie, intentar esquivar su ataque. De lograrlo, ir a por él con prisa y correr alrededor suyo para intentar marearle y que baje la guardia. Atacarle con una patada a su pierna derecha y retroceder a una distancia segura.
Desde el primer momento en que se habían presentado había sabido que a la hora de un combate realmente importante Helga iba a ser un obstáculo, pero la verdad nunca se hubiese esperado que la chica con todo su desparpajo le hubiera quitado SU pelea delante de sus narices. Había entrado colándose como una ráfaga de viento en casa de Archie y poco había podido hacer ya que el gordaco había aceptado el desafío con ganas y sin rechistar.
Dirigiéndose a un sitio más alejado Yoldin iba comiéndose la cabeza. Éste tío no parecía ni de coña tan fuerte como Antoine, tanto a él como a Helga les costaría derrotarlo en un uno contra uno pero al final confiaba en poder hacerlo. ¿Habría acaso alguien tan fuerte como él en algún lugar de las cloacas? Los mafiosillos habían dado a entender que él era el siguiente en la cadena de mando lo cual quería decir que si quería su pelea tendría que encararse a los dos luchadores. Pelea poco justa, poco deseable. Igual si Dante se alineaba con él podrían... Pero el chico llevaba un buen rato especialmente callado. ¿Qué se le pasaría por la cabeza?
Y ya puestos a preguntarse qué pensaba la gente se giró a los pandilleros con los que había hablado al principio. Estaban observándolos desde la distancia con lo que Yoldin adivinaba como muecas divertidas en la cara. Qué sujetos más raros.
— Y vosotros qué, ¿en serio no vais a ayudar a vuestro amigo?
Escuchó su respuesta mientras veía a los combatientes calentar. "Qué deportivo" se le cruzó un inevitable pensamiento fugaz por la cabeza no sin cierta socarronería "quién diría que Mr. y Miss. hay-que-etirar-antes-de-entrenar son realmente un par de piratas a punto de tratar de matar al otro".
Cuando el pandillero terminó de hablar Yoldin quiso responderle pero justo en ese momento la tierra tembló y el suelo se resquebrajó al paso de la onda de choque. La chica consiguió esquivarlo por poco y se dispuso a contraatacar y así el combate comenzó. Y el ángel sonrió. Una vez más su instinto se la había jugado. Ese tipo era muy fuerte, quizás lo suficiente para tumbar a la pelirroja. Pero aún con el peligro que corría su compañera no saltaría al campo de batalla. Al fin y al cabo ella había querido que fuera así y Yoldin tenía cierta curiosidad por saber cómo se las arreglaba.
Dirigiéndose a un sitio más alejado Yoldin iba comiéndose la cabeza. Éste tío no parecía ni de coña tan fuerte como Antoine, tanto a él como a Helga les costaría derrotarlo en un uno contra uno pero al final confiaba en poder hacerlo. ¿Habría acaso alguien tan fuerte como él en algún lugar de las cloacas? Los mafiosillos habían dado a entender que él era el siguiente en la cadena de mando lo cual quería decir que si quería su pelea tendría que encararse a los dos luchadores. Pelea poco justa, poco deseable. Igual si Dante se alineaba con él podrían... Pero el chico llevaba un buen rato especialmente callado. ¿Qué se le pasaría por la cabeza?
Y ya puestos a preguntarse qué pensaba la gente se giró a los pandilleros con los que había hablado al principio. Estaban observándolos desde la distancia con lo que Yoldin adivinaba como muecas divertidas en la cara. Qué sujetos más raros.
— Y vosotros qué, ¿en serio no vais a ayudar a vuestro amigo?
Escuchó su respuesta mientras veía a los combatientes calentar. "Qué deportivo" se le cruzó un inevitable pensamiento fugaz por la cabeza no sin cierta socarronería "quién diría que Mr. y Miss. hay-que-etirar-antes-de-entrenar son realmente un par de piratas a punto de tratar de matar al otro".
Cuando el pandillero terminó de hablar Yoldin quiso responderle pero justo en ese momento la tierra tembló y el suelo se resquebrajó al paso de la onda de choque. La chica consiguió esquivarlo por poco y se dispuso a contraatacar y así el combate comenzó. Y el ángel sonrió. Una vez más su instinto se la había jugado. Ese tipo era muy fuerte, quizás lo suficiente para tumbar a la pelirroja. Pero aún con el peligro que corría su compañera no saltaría al campo de batalla. Al fin y al cabo ella había querido que fuera así y Yoldin tenía cierta curiosidad por saber cómo se las arreglaba.
- Resumen:
- Trato de entablar conversación con los pandilleros y me mantengo al margen de la situación
Normas del capítulo:
Moderación
- Se moderará lunes y jueves entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los lunes o jueves antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación
- El caos de la plaza:
La batalla se recrudece tras los disparos y, sorprendentemente, eso es bueno para vosotros. No hay apenas gente que os preste atención, al menos no tanta como para ir a pegaros, por lo que podéis avanzar rápidamente hasta el castillo. Desde luego, más rapidamente que cualquiera en los dos ejércitos. La puerta principal cae ante vosotros una vez la echáis abajo y os encontrais en un enorme recibidor a oscuras. El palacio no está ocupado ahora mismo. Quien se siente en el trono que se oculta tras otra puerta, justo frente a vosotros, será el siguiente soberano de Hallstat. Mientras logre defenderlo, claro está…
El castillo es enorme y la batalla os pisa los talones. Habéis logrado adelantarles, pero no por mucho tiempo. Así a primera vista no veis nada bonito que saquear, a no ser que queráis partir alguna que otra columna para llevaros los adornos de oro. O sí. Allá vosotros. En cualquier caso, el trono, en toda su reluciente y brillante gloria, se encuentra a mano. También la puerta y la posibilidad de volar tras haber contribuido a llevar el caos a Hallstat.
El mundo es vuestro, chicos.
- Helga, Shiro y Yoldin:
Helga, logras esquivar el ataque pero está lo bastante cerca como para que puedas sentir la energía que desprende. Empiezas a correr a su alrededor, pero en lugar de seguirte con la vista, sonríe y cierra los ojos. Vas a darle una patada y él… da un paso atrás, esquivándote. A continuación, se lanza a por ti tratando de agarrarte con ambas manos para tirarte por encima de su cabeza. Si no le esquivas, volarás varios metros por el aire antes de aterrizar en el duro, duro suelo. Mientras se acerca a ti, aprovecha para hablarte:
-Puedes aprender, ¿sabes? A esquivar como yo…
Sigue mirándote con curiosidad. Pareces haberle caido en gracia, aunque hasta que punto es bueno eso queda a tu decisión.
Yoldin, mientras les ves puedes comprobar que no estás solo. Los piratuelos con los que hablásteis antes han bajado y… no están solos. Debe haber al menos dos docenas y aunque miran con curiosidad la pelea, se apartan y se dirigen a un camino secundario que se hunde en la roca. El último de ellos te pone la mano en el hombro.
-Eh.- Te dice, mirándote un tanto divertido.- No tengo ni idea de cómo cojones has entrado aquí, pero tienes que tenerlas bien puestas. No tanto como tu amiga, pero desde luego bastante. Arriba todo va según lo planeado y eso implica hostias y caos… caos que nos queda grande. Nos largamos. Si queréis venir, creo que podemos arreglar sitio para tres más.
Se va, dejándoos la elección. ¿Yo ho ho? ¿La vida pirata es la vida mejor?
- Morgoth:
Tu plan funciona a la perfección y por suerte, las sombras de las chicas parecen bastante diferentes a las niñas que puedes ver. Para empezar, sus caras tienen cierta expresividad propia de alguien de su edad. Parecen también un poco desorientadas, aunque no hay forma de culparlas.
Vuelves con las mujeres y antes de darte cuenta has logrado reunir a todo el mundo. No hay rastro de Lilith, pero sabes por dónde está el puerto porque no hace tanto que has llegado. ¿Saldrás de la ciudad, o esperarás a ver cómo acaba la batalla que se está generando en la plaza, a unas calles de vosotros?
- Anastasya, Samuel y Tomoe:
Por lo general Toby no parece entender mucho lo que le dices, pero desde luego mueve la cabeza de arriba abajo cuando mencionas la comida, así que algo debe de saber.
El vehículo en cuestión parece hecho de placas de metal blindado de arriba abajo. Las ruedas están hechas en formato oruga, como si se tratara de un tanque y en la parte superior del vehículo reposa todavía plegado lo que a todas luces es un arma de fuego de no poca potencia. Pese a que es bastante avanzado para lo que es la zona, no te cuesta pensar en algún que otro punto débil. Si bien las ruedas son de oruga, no está hecha de un material de gran calidad y cualquier pequeño sabotaje a las mismas haría que el vehículo se detuviera. Por otro lado, si bien el metal sí es de bastante calidad, las juntas en las que las platas se unen están rematadas con poco más que simples tornillos. Un destornillador o un par de golpes certeros en los puntos adecuados harían que se cayera como una casita de naipes.
Por la ventana, de cristal, ves a Anthony estrechar la mirada, clavando sus ojos en ti antes de en el jaleo que hay delante.
- Disparad. Sin tardanza.- Dice simplemente.
El cochero obedece y el cañón de encima del vehículo se pone en marcha a toda velocidad. El disparo os sacude, pero aparte de un molesto pitido en los oídos estáis intactos. No se puede decir lo mismo de los jardines de palacio, que acaban de ser poco menos que aniquilados. Junto con varios combatientes… de ambos bandos. A Anthony no parece importarle, tan solo asiente complacido.
-Si prefieres quedarte a hacer guardia en la plaza, no te culparé.- Te dice el cochero, con algo de sorna. Incluso decelera durante unos metros, dándote la oportunidad de largarte de ahí y apartarte en bandeja.
Te mira directamente a los ojos y parece saber a la perfección que estás mintiendo, pero por como sonríe tampoco parece tener intención de ir a delatarte. Qué tio tan raro.
Keiran T. Farraige
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La puerta cedió sin mayores inconvenientes ante la patada del demonio, cediendo sus anclajes y desplomándose sobre el suelo para servirles de apoyo en sus primeros pasos por palacio. El culpable no dudó ni un instante en cruzar el umbral, espada en mano, mientras buscaba con la mirada a aquellos que debían darles la bienvenida. No hubo recibimiento alguno. De hecho, más allá que un recibidor en penumbra, no se toparon con nadie que fuera a cortarles el paso o a ponerles trabas en su avance. ¿Ya estaba? ¿Tan fácil había sido invadir el símbolo más importante de Astelia? Entendía que la batalla en el exterior era prioritaria, pero hasta él comprendía que tomar la fortaleza podía convertirse en una victoria moral decisiva para los invasores. En fin, ¿qué decir? Otra decepción más por cortesía de los Markov.
—Parece que no hay nadie en casa —acertó a decir el capitán mientras descansaba su arma sobre el hombro, apoyando la parte plana de la hoja.
El edificio era considerablemente grande, aunque juraría que no tanto como el Palacio Real de Anglia. De hecho, en comparación, resultaba insignificante. Tal vez se debiera a que Northumbria se encontraba en el Grand Line y aquel fragmentado reino en uno de los cuatro mares cardinales. Hasta en el que debía ser su posesión más impresionante dejaban mucho que desear, algo que produjo en el pirata una mueca de asco y desprecio. Aquella fama era, sin lugar a dudas, completamente inmerecida; al menos en lo que respectaba a los cabecillas actuales de la familia.
Fuera como fuese, parecía que su destino se presentaba unos pocos metros más adelante: tras otra puerta más debía encontrarse la sala del trono. Keiran no dudó ni un ápice en avanzar por los pasillos sin prestarle especial atención al resto del lugar, aunque esta vez decidió no destrozar la puerta y comportarse con relativo civismo, empujando la madera y pasando al otro lado. Sus ojos se posaron sobre el asiento que debía ocupar el monarca —en este caso, «la»— de Hallstat y, todo sea dicho, aquella visión si que era digna de elogio. El trono resaltaba por encima de todo lo demás, mostrándose imponente e imperecedero; como una promesa para el linaje al que sirviera de que nunca nadie podría ponerle fin. Cuán equivocados estaban aquellos que hubieran depositado esta confianza en algo tan irrisorio. Fue así cómo, tras haberse detenido por unos segundos en sus pensamientos, comenzó a aproximarse con calma. Podía escuchar la batalla recrudecerse en el exterior, cada vez más próxima al palacio y, por consiguiente, al fin de la guerra, pero la mente del capitán estaba demasiado ocupada como para preocuparse ante aquella idea.
Se plantó frente al trono, planteándose qué debían hacer a continuación. La salida se encontraba unos pocos metros más allá; una vía de escape que les permitiría escabullirse del final de aquel conflicto sin asumir las consecuencias de sus actos. Tan solo debían optar por la vía fácil. «La vía fácil», repitió en su mente, y sus ojos brillaron con un fulgir dorado por un instante, justo en el momento en que sus labios se torcían para dibujar aquella sonrisa que tanto le caracterizaba.
—Cassandra —llamó a su segunda—. ¿Recuerdas lo que he dicho antes sobre ser prudentes? Bueno. —Ladeó el cuerpo para mirarla directamente—. He cambiado de opinión.
Se giró completamente, encarando la entrada de la sala y dándole la espalda al trono para, acto seguido, apropiarse de este y tomar asiento, apoyando el extremo de Ocras en el suelo y el brazo libre en el reposabrazos izquierdo. Con solo sentarse cierta sensación de superioridad lo embriagó, lo que le hizo soltar una sonora carcajada.
—Creo que entiendo mejor por qué buscas uno —comentó animado— y también el interés de los que están fuera. —Negó, recostándose cómodamente en su nuevo asiento—. Hemos mantenido un perfil bajo demasiado tiempo; va siendo hora de hacer que esta isla no olvide nuestros nombres. Alguien debería probar al nuevo aspirante al trono.
Y esos «álguienes», como no se concibe de otro modo, debían ser los Ravenous Hounds.
—Parece que no hay nadie en casa —acertó a decir el capitán mientras descansaba su arma sobre el hombro, apoyando la parte plana de la hoja.
El edificio era considerablemente grande, aunque juraría que no tanto como el Palacio Real de Anglia. De hecho, en comparación, resultaba insignificante. Tal vez se debiera a que Northumbria se encontraba en el Grand Line y aquel fragmentado reino en uno de los cuatro mares cardinales. Hasta en el que debía ser su posesión más impresionante dejaban mucho que desear, algo que produjo en el pirata una mueca de asco y desprecio. Aquella fama era, sin lugar a dudas, completamente inmerecida; al menos en lo que respectaba a los cabecillas actuales de la familia.
Fuera como fuese, parecía que su destino se presentaba unos pocos metros más adelante: tras otra puerta más debía encontrarse la sala del trono. Keiran no dudó ni un ápice en avanzar por los pasillos sin prestarle especial atención al resto del lugar, aunque esta vez decidió no destrozar la puerta y comportarse con relativo civismo, empujando la madera y pasando al otro lado. Sus ojos se posaron sobre el asiento que debía ocupar el monarca —en este caso, «la»— de Hallstat y, todo sea dicho, aquella visión si que era digna de elogio. El trono resaltaba por encima de todo lo demás, mostrándose imponente e imperecedero; como una promesa para el linaje al que sirviera de que nunca nadie podría ponerle fin. Cuán equivocados estaban aquellos que hubieran depositado esta confianza en algo tan irrisorio. Fue así cómo, tras haberse detenido por unos segundos en sus pensamientos, comenzó a aproximarse con calma. Podía escuchar la batalla recrudecerse en el exterior, cada vez más próxima al palacio y, por consiguiente, al fin de la guerra, pero la mente del capitán estaba demasiado ocupada como para preocuparse ante aquella idea.
Se plantó frente al trono, planteándose qué debían hacer a continuación. La salida se encontraba unos pocos metros más allá; una vía de escape que les permitiría escabullirse del final de aquel conflicto sin asumir las consecuencias de sus actos. Tan solo debían optar por la vía fácil. «La vía fácil», repitió en su mente, y sus ojos brillaron con un fulgir dorado por un instante, justo en el momento en que sus labios se torcían para dibujar aquella sonrisa que tanto le caracterizaba.
—Cassandra —llamó a su segunda—. ¿Recuerdas lo que he dicho antes sobre ser prudentes? Bueno. —Ladeó el cuerpo para mirarla directamente—. He cambiado de opinión.
Se giró completamente, encarando la entrada de la sala y dándole la espalda al trono para, acto seguido, apropiarse de este y tomar asiento, apoyando el extremo de Ocras en el suelo y el brazo libre en el reposabrazos izquierdo. Con solo sentarse cierta sensación de superioridad lo embriagó, lo que le hizo soltar una sonora carcajada.
—Creo que entiendo mejor por qué buscas uno —comentó animado— y también el interés de los que están fuera. —Negó, recostándose cómodamente en su nuevo asiento—. Hemos mantenido un perfil bajo demasiado tiempo; va siendo hora de hacer que esta isla no olvide nuestros nombres. Alguien debería probar al nuevo aspirante al trono.
Y esos «álguienes», como no se concibe de otro modo, debían ser los Ravenous Hounds.
- Resumen:
- » Ocupar el trono de Astelia.
Cassandra Pendragon
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Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
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Varios
Cassandra no tuvo que esforzarse en encontrar una vía de entrada alternativa, ya que el pelirrojo no tardó en tumbar la puerta sin aparente esfuerzo, haciendo a Cassandra dudar de la resistencia de aquel edificio como fortaleza en caso de invasión. Si podían reventar la puerta de la muralla con tanta facilidad y la puerta principal de palacio caía sin mayores complicaciones, casi parecía que aquel lugar estaba deseando a gritos ser invadido.
La platina no dudó en seguir los pasos del capitán pirata y adentrarse en el edificio. El recibidor era algo oscuro para el gusto de la aristócrata, le faltaba luz natural. Un poco más allá se encontraba la escalinata que dirigía al piso superior y, a lo largo del recibidor había tres puertas. Dos de ellas, situadas en los laterales, llevarían sin duda a las distintas alas del castillo. Las grandes puertas dobles de madera que se erigían ante ellos parecían indicar sin mucha posibilidad a dudas la sala del trono.
Se trataba de un castillo pequeño, por lo que habían sido capaces de ver desde fuera, y por lo que Cassandra ahora escrutaba con su mirada sangrienta, quizá del tamaño de la casa de verano de la familia Pendragon. Desde luego, no parecía lo suficientemente imponente como para pertenecer a ninguna familia real que se preciase, pero los mares cardinales tenían otro sistema de jerarquías, después de todo.
La joven se acercó a uno de los cuadros que colgaba de la pared de piedra y pasó un índice con delicadeza por la superficie de madera, para luego revisar las motas de polvo que se acumulaban en éste.
—Sorprendentemente pequeño, un poco oscuro para mi gusto, y necesita una mano de limpieza. Sin vigilancia ni aparente servicio por ninguna parte —analizó, mirando a su alrededor—. Esta familia ya había caído mucho antes de que empezase la guerra —vaticinó, arrugando la nariz ligeramente.
Keiran no tardó más de un par de segundos en entrar a la sala del trono, y Cassandra hizo lo propio una vez satisfecha su escasa curiosidad por aquella construcción. Se encontró con el pirata frente al trono, de espaldas a ella, y estuvo casi segura de lo que iba a suceder a continuación.
—¿Te atrae la silla? —inquirió la joven, en tono burlesco. El capitán la interpeló entonces, confirmando sus suposiciones y sentándose en el trono. Cassandra soltó un pequeño resoplido de resignación y desenvainó sus espadas, para acercarse al trono y situarse a la derecha de Keiran—. Esas sillas tienen un nosequé, un queseyó, un algo que las hace extremadamente atractivas, ¿no? —comentó a continuación—. Pero te recuerdo que yo no quiero cualquier trono, yo quiero mi trono. Aunque no me importaría conseguir unos cuantos más en el proceso —admitió—. Me parece una idea excelente, mi capitán, sin inquina esta vez te lo digo —continuó—. Ya iba siendo hora de llamar la atención. No estoy acostumbrada a estar en una plaza y no atraer todas las miradas, después de todo. Veamos quién se queda el trono al final del día.
Tras aquellas palabras, se mantendría en silencio, a la espera de descubrir qué grupo irrumpiría en palacio primero, y qué cara se les quedaría al comprobar que ya había alguien con sus posaderas en la silla real.
La platina no dudó en seguir los pasos del capitán pirata y adentrarse en el edificio. El recibidor era algo oscuro para el gusto de la aristócrata, le faltaba luz natural. Un poco más allá se encontraba la escalinata que dirigía al piso superior y, a lo largo del recibidor había tres puertas. Dos de ellas, situadas en los laterales, llevarían sin duda a las distintas alas del castillo. Las grandes puertas dobles de madera que se erigían ante ellos parecían indicar sin mucha posibilidad a dudas la sala del trono.
Se trataba de un castillo pequeño, por lo que habían sido capaces de ver desde fuera, y por lo que Cassandra ahora escrutaba con su mirada sangrienta, quizá del tamaño de la casa de verano de la familia Pendragon. Desde luego, no parecía lo suficientemente imponente como para pertenecer a ninguna familia real que se preciase, pero los mares cardinales tenían otro sistema de jerarquías, después de todo.
La joven se acercó a uno de los cuadros que colgaba de la pared de piedra y pasó un índice con delicadeza por la superficie de madera, para luego revisar las motas de polvo que se acumulaban en éste.
—Sorprendentemente pequeño, un poco oscuro para mi gusto, y necesita una mano de limpieza. Sin vigilancia ni aparente servicio por ninguna parte —analizó, mirando a su alrededor—. Esta familia ya había caído mucho antes de que empezase la guerra —vaticinó, arrugando la nariz ligeramente.
Keiran no tardó más de un par de segundos en entrar a la sala del trono, y Cassandra hizo lo propio una vez satisfecha su escasa curiosidad por aquella construcción. Se encontró con el pirata frente al trono, de espaldas a ella, y estuvo casi segura de lo que iba a suceder a continuación.
—¿Te atrae la silla? —inquirió la joven, en tono burlesco. El capitán la interpeló entonces, confirmando sus suposiciones y sentándose en el trono. Cassandra soltó un pequeño resoplido de resignación y desenvainó sus espadas, para acercarse al trono y situarse a la derecha de Keiran—. Esas sillas tienen un nosequé, un queseyó, un algo que las hace extremadamente atractivas, ¿no? —comentó a continuación—. Pero te recuerdo que yo no quiero cualquier trono, yo quiero mi trono. Aunque no me importaría conseguir unos cuantos más en el proceso —admitió—. Me parece una idea excelente, mi capitán, sin inquina esta vez te lo digo —continuó—. Ya iba siendo hora de llamar la atención. No estoy acostumbrada a estar en una plaza y no atraer todas las miradas, después de todo. Veamos quién se queda el trono al final del día.
Tras aquellas palabras, se mantendría en silencio, a la espera de descubrir qué grupo irrumpiría en palacio primero, y qué cara se les quedaría al comprobar que ya había alguien con sus posaderas en la silla real.
- Resumen:
Tomar posesión del trono de Astelia.
Napolean
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La entrada al palacio fue sencilla: andar, derribar la puerta y ey viola!, ya estaban dentro. Aquello resultó muy extraño a Alexander, que parecía ser el más desconfiado de todos con esa situación. Él había pasado casi toda su vida en un castillo, ya fuera mediante su entrenamiento como caballero o como antiguo protector del actual rey de Mythil, y que no hubiera nadie para defender la puerta, pese a que estuviera solo… Le resultaba raro.
El castillo no parecía tener nada de valor, y más que el palacio de un monarca parecía la vivienda de un burgués venido a más, el cual había tenido que subastar todo lo que tenía. No había ninguna obra de arte, ya fueran cuadros o esculturas, tampoco había armaduras… tan solo algo de oro incrustado en las columnas que parecían sostener la estructura del castillo. Nada más. Una cutrez.
—¿Y no os resulta extraño? —preguntó Napo en voz alta—. Yo me he criado en un castillo y cualquier gobernante que se precie, en época de conflicto armado, se encierra en su palacio y mantiene una defensa férrea hasta que encuentra una apertura en el incesante ataque enemigo. No tiene sentido. Además, ¿Y la decoración? —Inquirió, observando la estancia. En apariencia tan solo había una puerta principal y dos anexas, las cuales debían llevar a las otras partes del castillo. No obstante, toda sala del trono debía tener una salida adicional. ¿Dónde? Era lo que se preguntaba el semigigante.
Sacó la bandera que había cogido del barco y la colocó sujetas en la ostentosa ornamentación de dos columnas que estaban a ambos costados del trono, en el cual Keiran se había sentado.
—Mejor declaración de intenciones que esto… —sonrió justo antes de terminar su frase—. No creo que haya.
Dicho aquello, sacó uno de sus puros, cortó la punta con el cortador y sacó su zippo para encenderlo, mientras Cassandra hablaba.
—Yo también ambiciono algo parecido —comentó con el entrecejo fruncido, dando una calada al puro—. No quiero el trono de mi tierra, pero quiero arrebatárselo a su actual dueño. Y si no hay nadie que quiera sostener el peso de la corona… Siempre está bien cambiar de linaje, ¿no creéis? —bromeó—. Alexander Bastian de Napolean I de Mythil, contramaestre del futuro rey consorte de la princesa de Hallstat , Keiran —Miró a su capitán—. ¿Qué opinas, mon capitaine —Y soltó una carcajada.
El castillo no parecía tener nada de valor, y más que el palacio de un monarca parecía la vivienda de un burgués venido a más, el cual había tenido que subastar todo lo que tenía. No había ninguna obra de arte, ya fueran cuadros o esculturas, tampoco había armaduras… tan solo algo de oro incrustado en las columnas que parecían sostener la estructura del castillo. Nada más. Una cutrez.
—¿Y no os resulta extraño? —preguntó Napo en voz alta—. Yo me he criado en un castillo y cualquier gobernante que se precie, en época de conflicto armado, se encierra en su palacio y mantiene una defensa férrea hasta que encuentra una apertura en el incesante ataque enemigo. No tiene sentido. Además, ¿Y la decoración? —Inquirió, observando la estancia. En apariencia tan solo había una puerta principal y dos anexas, las cuales debían llevar a las otras partes del castillo. No obstante, toda sala del trono debía tener una salida adicional. ¿Dónde? Era lo que se preguntaba el semigigante.
Sacó la bandera que había cogido del barco y la colocó sujetas en la ostentosa ornamentación de dos columnas que estaban a ambos costados del trono, en el cual Keiran se había sentado.
—Mejor declaración de intenciones que esto… —sonrió justo antes de terminar su frase—. No creo que haya.
Dicho aquello, sacó uno de sus puros, cortó la punta con el cortador y sacó su zippo para encenderlo, mientras Cassandra hablaba.
—Yo también ambiciono algo parecido —comentó con el entrecejo fruncido, dando una calada al puro—. No quiero el trono de mi tierra, pero quiero arrebatárselo a su actual dueño. Y si no hay nadie que quiera sostener el peso de la corona… Siempre está bien cambiar de linaje, ¿no creéis? —bromeó—. Alexander Bastian de Napolean I de Mythil, contramaestre del futuro rey consorte de la princesa de Hallstat , Keiran —Miró a su capitán—. ¿Qué opinas, mon capitaine —Y soltó una carcajada.
- Resumen:
- Narrar cosas y hablar con mis panas
Samvel Legacy
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El vehículo blindado parecía inexpugnable a simple vista. Las placas metálicas debían ser lo suficiente fuertes y gruesas para resistir grandes ataques, quizás hasta cañonazos de sus propios aliados. Sin embargo, a ojos de un buen observador aparecían pequeños detalles que para cualquier otra persona serían insignificantes, pero ante un entendido en mecánica e ingeniería estos podían suponer una diferencia. Con aquella información en su mente, Sam continuó con su tapadera. Hasta que el ataque se produjo.
Ante su orden, el cochero hizo uso del cañón situado en el techo del vehículo. El estruendo del arma solo podía ser superado por los gritos de agonía de los heridos. Hombres buenos, hombres malos y hombres inocentes se encontraban desplomados sobre el jardín del palacio, muchos de ellos muertos. La sangre fría de aquellos hombres me resultaba insoportable. No poseían ni un ápice de honor, y habían desechado cualquier rastro de emoción humana salvo la ambición. En la mente de Sam aquello era inaceptable, y había decidido dejar de hacer cualquier cosa que pudiera ayudar a aquel hombre a volverse rey en aquel reino. Si Anthony gobernaba, no habría más que guerra y muerte, seguidas muy probablemente por la hambruna y la pobreza. No, debía actuar ya, aunque aquello supusiera arriesgar su vida.
—No voy a hacer guardia en la plaza —dijo, mirando fijamente al cochero. Su rostro reflejaba completa seriedad, y alguien como aquel hombre, que parecía poder leer la mente del ciborg, debía de reconocer aquella clase mirada. Estaba llena de determinación—, pero vosotros no llegaréis al palacio.
Con destreza, Sam extrajo un pequeño destornillador de sus pertenencias. Como buen ingeniero, siempre iba preparado con lo básico, por si en algún momento necesitaba examinar su cuerpo o la situación lo requería. Y aquella situación realmente lo requería. Haciendo un uso poco convencional de la herramienta, buscó sabotear el vehículo clavando el destornillador entre los huecos de las orugas, buscando detener su avance. Si esto ocurría, rápidamente intentaría hacerse con el control del vehículo, dando un fuerte empujón al cochero para ocupar su lugar y lograr controlar el cañón. «Por favor, que esto salga bien» se decía una y otra vez, casi como una plegaria, a pesar de no creer en ningún dios.
Dirigiría el cañón humeante que antes había destruido parte del jardín contra los vehículos escolta. No pensaba darle ninguna opción a sus enemigos, y para ello lo primero que haría sería desactivar sus armas. No sabía si los disparos serían capaces de atravesar el blindaje, y tampoco iba a perder tiempo comprobándolo, además que no quería herir a nadie a no ser que fuera necesario, y evitaría las muertes a toda costa, aunque eso no tenían por qué saberlo los demás. Entre disparos ordenaría a Toby, su nuevo mejor amigo, que le ayudase. Necesitaría toda la ayuda posible.
—¡Toby! ¡Protege el vehículo! —ordenaría—. ¡Y no mates! ¡No puedes matar!
Esperaba contar con la ayuda de su compañero, ya que no sabía qué harían sus compañeras. A decir verdad, no se había fijado en si le habían acompañado o no; había estado concentrado analizando los vehículos blindados. En aquel momento poco importaba; tan solo esperaba que Lord Anthony fuera lo suficientemente inteligente para no salir del interior del vehículo.
—¡Atención! —exclamaría, buscando que todos los de su alrededor le escuchasen—. ¡Tengo capturado a vuestro señor, Lord Anthony! Si no queréis que muera, deponed las armas y retiraros. Si sale del vehículo, lo mato. Si os acercáis demasiado, os mato primero a vosotros y después a él. Esta guerra acaba aquí y ahora. ¡Retiraos antes de perder a vuestro líder!
Lo había hecho. Había amenazado a todos los soldados enemigos a su alrededor. Había sido temerario, quizás demasiado, y seguramente muchos le tachasen de estúpido, pero no podía seguir viendo tanto caos y destrucción descontrolado sin hacer nada. Las palabras habían sido precisas y contundentes, sin ningún titubeo. Si él mismo se hubiera escuchado, se hubiera creído sus propias palabras, pero nunca se sabía. Esperaba que todo hubiera salido bien, que hubieran recapacitado y que desistieran de sus intenciones.
Tan solo buscaba la paz.
Ante su orden, el cochero hizo uso del cañón situado en el techo del vehículo. El estruendo del arma solo podía ser superado por los gritos de agonía de los heridos. Hombres buenos, hombres malos y hombres inocentes se encontraban desplomados sobre el jardín del palacio, muchos de ellos muertos. La sangre fría de aquellos hombres me resultaba insoportable. No poseían ni un ápice de honor, y habían desechado cualquier rastro de emoción humana salvo la ambición. En la mente de Sam aquello era inaceptable, y había decidido dejar de hacer cualquier cosa que pudiera ayudar a aquel hombre a volverse rey en aquel reino. Si Anthony gobernaba, no habría más que guerra y muerte, seguidas muy probablemente por la hambruna y la pobreza. No, debía actuar ya, aunque aquello supusiera arriesgar su vida.
—No voy a hacer guardia en la plaza —dijo, mirando fijamente al cochero. Su rostro reflejaba completa seriedad, y alguien como aquel hombre, que parecía poder leer la mente del ciborg, debía de reconocer aquella clase mirada. Estaba llena de determinación—, pero vosotros no llegaréis al palacio.
Con destreza, Sam extrajo un pequeño destornillador de sus pertenencias. Como buen ingeniero, siempre iba preparado con lo básico, por si en algún momento necesitaba examinar su cuerpo o la situación lo requería. Y aquella situación realmente lo requería. Haciendo un uso poco convencional de la herramienta, buscó sabotear el vehículo clavando el destornillador entre los huecos de las orugas, buscando detener su avance. Si esto ocurría, rápidamente intentaría hacerse con el control del vehículo, dando un fuerte empujón al cochero para ocupar su lugar y lograr controlar el cañón. «Por favor, que esto salga bien» se decía una y otra vez, casi como una plegaria, a pesar de no creer en ningún dios.
Dirigiría el cañón humeante que antes había destruido parte del jardín contra los vehículos escolta. No pensaba darle ninguna opción a sus enemigos, y para ello lo primero que haría sería desactivar sus armas. No sabía si los disparos serían capaces de atravesar el blindaje, y tampoco iba a perder tiempo comprobándolo, además que no quería herir a nadie a no ser que fuera necesario, y evitaría las muertes a toda costa, aunque eso no tenían por qué saberlo los demás. Entre disparos ordenaría a Toby, su nuevo mejor amigo, que le ayudase. Necesitaría toda la ayuda posible.
—¡Toby! ¡Protege el vehículo! —ordenaría—. ¡Y no mates! ¡No puedes matar!
Esperaba contar con la ayuda de su compañero, ya que no sabía qué harían sus compañeras. A decir verdad, no se había fijado en si le habían acompañado o no; había estado concentrado analizando los vehículos blindados. En aquel momento poco importaba; tan solo esperaba que Lord Anthony fuera lo suficientemente inteligente para no salir del interior del vehículo.
—¡Atención! —exclamaría, buscando que todos los de su alrededor le escuchasen—. ¡Tengo capturado a vuestro señor, Lord Anthony! Si no queréis que muera, deponed las armas y retiraros. Si sale del vehículo, lo mato. Si os acercáis demasiado, os mato primero a vosotros y después a él. Esta guerra acaba aquí y ahora. ¡Retiraos antes de perder a vuestro líder!
Lo había hecho. Había amenazado a todos los soldados enemigos a su alrededor. Había sido temerario, quizás demasiado, y seguramente muchos le tachasen de estúpido, pero no podía seguir viendo tanto caos y destrucción descontrolado sin hacer nada. Las palabras habían sido precisas y contundentes, sin ningún titubeo. Si él mismo se hubiera escuchado, se hubiera creído sus propias palabras, pero nunca se sabía. Esperaba que todo hubiera salido bien, que hubieran recapacitado y que desistieran de sus intenciones.
Tan solo buscaba la paz.
- Resumen:
- Intentar sabotear el vehículo, hacerse con su control y el del cañón, y amenazar a todos los que pudieran oírle en busca de detener aquella escabechina sin sentido.
Helga Eiríksdóttir
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Maldición, aquel tipo era más fuerte de lo que habría imaginado. Aunque había esquivado su ataque de antes, pude sentir su poder detrás. Y no solo era eso, pues mi patada la esquivó con facilidad con solo dar un paso hacia atrás. Era como si pudiera leer mis movimientos. Pero entonces vino el momento que más me temía, su contraataque. Se abalanzó sobre mí como un oso a un salmón y me lanzó por los aires hasta que aterricé de forma dura contra el suelo. El impacto fue tanto, que me faltaba aire y tosía mucho. No creo que pudiera aguantar mucho de esos ataques. A medida que intentaba reponer la compostura, el gigante se acercó a mí diciéndome que debería aprender a esquivar como él. Parecía que le caía bien o algo así. Bueno, al menos no iba con todo o eso me parecía a mi. Me podría matar de un golpe si quisiera.
- Bueno... - Tosí fuertemente mientras intentaba hablar - No soy mucho de esquivar, además... Es mi segunda vez peleando contra alguien más fuerte que yo. Soy una novata que se quiere hacer más poderosa para hacerme un nombre - Dije haciendo un esfuerzo para levantarme.
Realmente para intentar golpear a este tío debería comenzar a aprender a esquivar. O de lo contrario volvería a besar el piso. Volví a ponerme en guardia, sonriendo. Sabía que no tenía oportunidad en mi estado actual, pero me estaba divirtiendo. Volví a lanzarme contra mi rival. Apretando el puño izquierdo, le intenté lanzar un golpe a la cara seguido de otro puñetazo con la mano derecha. Intenté concentrarme y prever su contraataque, como él había hecho para esquivarlo. Me dolía la cabeza y el pecho por el planchazo de antes. Pero debía mantenerme fuerte. No todos los días me enfrentaba contra alguien que pudiera darme experiencia en combate.
- Bueno... - Tosí fuertemente mientras intentaba hablar - No soy mucho de esquivar, además... Es mi segunda vez peleando contra alguien más fuerte que yo. Soy una novata que se quiere hacer más poderosa para hacerme un nombre - Dije haciendo un esfuerzo para levantarme.
Realmente para intentar golpear a este tío debería comenzar a aprender a esquivar. O de lo contrario volvería a besar el piso. Volví a ponerme en guardia, sonriendo. Sabía que no tenía oportunidad en mi estado actual, pero me estaba divirtiendo. Volví a lanzarme contra mi rival. Apretando el puño izquierdo, le intenté lanzar un golpe a la cara seguido de otro puñetazo con la mano derecha. Intenté concentrarme y prever su contraataque, como él había hecho para esquivarlo. Me dolía la cabeza y el pecho por el planchazo de antes. Pero debía mantenerme fuerte. No todos los días me enfrentaba contra alguien que pudiera darme experiencia en combate.
- Resumen:
- Estrellarme contra el suelo por el ataque de Archie, intentar levantarme mientras le digo que mi intención es hacerme más fuerte, atacarle con dos puñetazos a la cara e intentar concentrarme para prever su ataque para esquivarlo
Morgoth
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La distracción fue todo un éxito y la coordinación se llevó a cabo a la perfección. Me pude acercar lo suficiente a las chicas de forma que pasé el haz de luz de la linterna por estas y las sombras se despegaron del suelo y de sus dueñas. Estas comenzaron parecieron desorientadas y sin saber dónde estaban.
-Nos vamos, vuestra madre os espera – les dije simplemente en voz baja para que las gemelas no se diesen cuenta. Tras esto me siguieron cuando volvía hacia las jóvenes, Otsoa por su parte también lo hizo.
Cuando estaba a punto de llegar hasta las jóvenes, guardé la linterna y el arma, seguido del lobo y las sombras de las niñas. Parecía que las originales no se habían dado cuenta de lo que había sucedido. Cuando llegué hasta las jóvenes, esperé un momento a que la madre y mientras busqué a Lilith para que se llevase a las chicas mientras les ayudaba cubrir la retaguardia y marchaban sin problemas. Pero no vi rastro de ella, ni de León, no del lobo.
-Otsoa. Busca a Lilith. – ordené al lobo según llegó a donde estábamos.
El animal comenzó a olisquear el aire a su alrededor y de pronto comenzó a caminar en una dirección mientras seguía oliendo el rastro que había captado. Les hice un gesto a todas las chicas para que me siguiesen. Tras unos cuantos metros recorridos, supe la dirección que estábamos tomando, dirección hacia el puerto.
Moviéndonos a paso ligero como estábamos haciendo, no tardaríamos en llegar, lo único que esperaba era que no se hubiese marchado ya la Madame. Tras unos minutos. Y aún con el ruido de la batalla de la plaza en los oídos. Una vez en el puerto, pude ver el olor de Lilith.
-Subid al barco. Id hasta la mujer que está acompañada de un hombre y un lobo del tamaño de este – les dije a las mujeres cuando llegamos al barco en el que se había subido Lilith. – Decidle que en cuanto pueda me reuniré con ella, pero que aún me quedan cosas que hacer aquí. Tú, - dije señalando a la mujer madre de las niñas – De momento, no podeis estar juntas y deberán quedarse conmigo. – le informé – No te preocupes, ellas no sufrirán daño alguno.
Esperaba que lo entendiese, no le quedaba de otra ya que una vez se marchasen si sus sombras iban con ella en cierto momento desaparecerían de su lado para volver conmigo. Por su parte, Otsoa se deshizo y se introdujo de nuevo en mi sombra, mientras que las niñas tras despedirse de su madre hicieron lo mismo.
Me subía un edificio que hubiese en el puerto y agachado me cercioré de que nada desde el puerto pudiese interferir en que el barco se marchase de aquella isla. Me iba a quedar solo, pero debía de buscar una forma de adentrarme más en el mundo oculto de los criminales y los bajos fondos. En la batalla había mínimo dos bandos y seguro que alguno de los dos procedía de ahí y me podría ayudar con lo que quería.
-Nos vamos, vuestra madre os espera – les dije simplemente en voz baja para que las gemelas no se diesen cuenta. Tras esto me siguieron cuando volvía hacia las jóvenes, Otsoa por su parte también lo hizo.
Cuando estaba a punto de llegar hasta las jóvenes, guardé la linterna y el arma, seguido del lobo y las sombras de las niñas. Parecía que las originales no se habían dado cuenta de lo que había sucedido. Cuando llegué hasta las jóvenes, esperé un momento a que la madre y mientras busqué a Lilith para que se llevase a las chicas mientras les ayudaba cubrir la retaguardia y marchaban sin problemas. Pero no vi rastro de ella, ni de León, no del lobo.
-Otsoa. Busca a Lilith. – ordené al lobo según llegó a donde estábamos.
El animal comenzó a olisquear el aire a su alrededor y de pronto comenzó a caminar en una dirección mientras seguía oliendo el rastro que había captado. Les hice un gesto a todas las chicas para que me siguiesen. Tras unos cuantos metros recorridos, supe la dirección que estábamos tomando, dirección hacia el puerto.
Moviéndonos a paso ligero como estábamos haciendo, no tardaríamos en llegar, lo único que esperaba era que no se hubiese marchado ya la Madame. Tras unos minutos. Y aún con el ruido de la batalla de la plaza en los oídos. Una vez en el puerto, pude ver el olor de Lilith.
-Subid al barco. Id hasta la mujer que está acompañada de un hombre y un lobo del tamaño de este – les dije a las mujeres cuando llegamos al barco en el que se había subido Lilith. – Decidle que en cuanto pueda me reuniré con ella, pero que aún me quedan cosas que hacer aquí. Tú, - dije señalando a la mujer madre de las niñas – De momento, no podeis estar juntas y deberán quedarse conmigo. – le informé – No te preocupes, ellas no sufrirán daño alguno.
Esperaba que lo entendiese, no le quedaba de otra ya que una vez se marchasen si sus sombras iban con ella en cierto momento desaparecerían de su lado para volver conmigo. Por su parte, Otsoa se deshizo y se introdujo de nuevo en mi sombra, mientras que las niñas tras despedirse de su madre hicieron lo mismo.
Me subía un edificio que hubiese en el puerto y agachado me cercioré de que nada desde el puerto pudiese interferir en que el barco se marchase de aquella isla. Me iba a quedar solo, pero debía de buscar una forma de adentrarme más en el mundo oculto de los criminales y los bajos fondos. En la batalla había mínimo dos bandos y seguro que alguno de los dos procedía de ahí y me podría ayudar con lo que quería.
- resumen:
- Llevar a las chicas al puerto y hasta Lilith para que esta les de trabajo. me quedo en la isla para buscar información del bajo mundo.
Adam
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El salvaje se quedo vacilando durante unos instantes, sorprendido por la llegada de aquellos extraños vehículos de los que el niño supuso que debía tratarse de alguna especie de “barco para la tierra firme”, fuera lo que fuera, aquel invento le resultaba poca más que una excentricidad más de los hombres de las tierras heladas.
Y hablando de tierras heladas, aquellos hombres llevaban banderas muy parecida a la de su barco, siendo la única diferencia el dibujo que había plasmado, fuera como fuera el echo de llevar tal objecto no podía significar otra cosa.
-Oh, esos deber ser piratas norteños- pensó el primitivo ser mientras se mesaba la barbilla y esbozaba la sonrisa, ya que la presencia de nuevos congéneres se traducía en una camorra más larga, y, por ende, más divertido y provechoso intercambio cultural.
Más Adam estaba por lanzarse de cabeza contra el recién llegado ejercito cuando vio que sus compañeros de viaje comenzaron a hablar entre ellos, si bien el rubio no alcanzó a entender palabra alguna de la que decían sus compañeros si que entendía las miradas de desconcierto que se habían formulado en la cara de estos, expresión que el mismo tomó cuando vio que su capitán, ignorando a los recién llegados se comenzó a introducir a la enorme edificación de piedra. Mientras sus compañeros comentaban lo defraudados que estaban con el castillo, la familia real entre otros comentarios banales, Adam se quedó impresionado por la complejidad de aquel constructo humano, el cual debía ser el más impresionante que había visto en su corta pero intensa travesía. Todo en aquella arquitectura gótica y medieval le resultaba impresionante, desde los torreones con tejados puntiagudas de tejas coloridas, pasando por las enormes alas y vidrieras que adornaban algunas de las fachadas. Posará donde posará la mirada el salvaje veía un balco, un arco o algo que le hacía abrir la boca en una clara e inocente señal de incredulidad.
Introducido en sus pensamientos e imaginado teorías para sus adentros, el chico desnudo camino siguiendo al grupo casi de forma inconsciente y con un espíritu mucho más apagado del que acostumbraba. El interior no dejo de ser menos sorprendente para el muchacho, aunque aquel aspecto lúgubre, oscuro y descuidado no despertaba el mismo interés en el rubio, el cual solo encontró el brillo del pan de oro de techo y columnas. Volviendo a escuchar a sus compañeros y tan solo entendiendo la palabra “bodega” entre otras el grupo termino llegando al trono.
Tras la improvisada ceremonia de coronación y en vista de que su capitán había sentado sobre el asiento más ominoso y brillante de la sala, al niño no le quedo mucho más que tras dar un par de vueltas curioso observando las diferentes paredes y decoración del lugar, sentarse en el suelo a un lateral de su funesto amo, en espera de algún tipo de orden o señal que obedecer, deseando que el descanso que parecía haber tomado su capitán no fuera demasiado largo, entre tanto jugueteo nervioso con el colgante del chico de establos flotándolo bien para ver aquellos destellos relucientes que tanto le llenaban la vista entre que la boca se le abría en un sonoro bostezo. Desde luego Adam no estaba hecho para la vida en la corte y sus extraños protocolos.
Y hablando de tierras heladas, aquellos hombres llevaban banderas muy parecida a la de su barco, siendo la única diferencia el dibujo que había plasmado, fuera como fuera el echo de llevar tal objecto no podía significar otra cosa.
-Oh, esos deber ser piratas norteños- pensó el primitivo ser mientras se mesaba la barbilla y esbozaba la sonrisa, ya que la presencia de nuevos congéneres se traducía en una camorra más larga, y, por ende, más divertido y provechoso intercambio cultural.
Más Adam estaba por lanzarse de cabeza contra el recién llegado ejercito cuando vio que sus compañeros de viaje comenzaron a hablar entre ellos, si bien el rubio no alcanzó a entender palabra alguna de la que decían sus compañeros si que entendía las miradas de desconcierto que se habían formulado en la cara de estos, expresión que el mismo tomó cuando vio que su capitán, ignorando a los recién llegados se comenzó a introducir a la enorme edificación de piedra. Mientras sus compañeros comentaban lo defraudados que estaban con el castillo, la familia real entre otros comentarios banales, Adam se quedó impresionado por la complejidad de aquel constructo humano, el cual debía ser el más impresionante que había visto en su corta pero intensa travesía. Todo en aquella arquitectura gótica y medieval le resultaba impresionante, desde los torreones con tejados puntiagudas de tejas coloridas, pasando por las enormes alas y vidrieras que adornaban algunas de las fachadas. Posará donde posará la mirada el salvaje veía un balco, un arco o algo que le hacía abrir la boca en una clara e inocente señal de incredulidad.
Introducido en sus pensamientos e imaginado teorías para sus adentros, el chico desnudo camino siguiendo al grupo casi de forma inconsciente y con un espíritu mucho más apagado del que acostumbraba. El interior no dejo de ser menos sorprendente para el muchacho, aunque aquel aspecto lúgubre, oscuro y descuidado no despertaba el mismo interés en el rubio, el cual solo encontró el brillo del pan de oro de techo y columnas. Volviendo a escuchar a sus compañeros y tan solo entendiendo la palabra “bodega” entre otras el grupo termino llegando al trono.
Tras la improvisada ceremonia de coronación y en vista de que su capitán había sentado sobre el asiento más ominoso y brillante de la sala, al niño no le quedo mucho más que tras dar un par de vueltas curioso observando las diferentes paredes y decoración del lugar, sentarse en el suelo a un lateral de su funesto amo, en espera de algún tipo de orden o señal que obedecer, deseando que el descanso que parecía haber tomado su capitán no fuera demasiado largo, entre tanto jugueteo nervioso con el colgante del chico de establos flotándolo bien para ver aquellos destellos relucientes que tanto le llenaban la vista entre que la boca se le abría en un sonoro bostezo. Desde luego Adam no estaba hecho para la vida en la corte y sus extraños protocolos.
- Nada reseñable:
Pues seguir al grupo y narrar los pensamientos del salvaje ante el castillo sus interiores y las extrañas conversaciones de sus camaradas.
Había escuchado a los piratas y miraba el espectáculo mientras una pregunta le rondaba la cabeza. ¿Consumir la golosina ahora o esperar ante la promesa de diez más en un tiempo? Su golosina se movía con calma, enfrentaba a la pelirroja con dignidad y diversión mientras la veía retorcerse intentando conectar algún golpe. Su promesa le esperaba entre las rocas, instándole a alejarse de la pelea, a huir con ellos, a continuar investigando la situación.
Yoldin era un hombre cabal, sabía cual era la mejor opción: aquella no era su pelea. Más aún, Helga parecía más que implicada como para llevarla a sus últimas consecuencias. Sin embargo la tentación era fuerte, más fuerte que en ningún momento por culpa de la tensión de la decisión. Había llegado hasta ahí buscado una buena pelea, alguien con quien medir sus fuerzas de manera justa y sin interrupciones y lo único que había hecho era asustarse y limpiar un huerto de malas hierbas. Era frustrante. Casi humillante.
Además estaba el honor de guerrero gritándole que no se metiera en una pelea que no era suya. Que no se metiera en medio de esos otros dos... ¿guerreros? ¿Era justo hablar en esos términos?
Vio a Helga lanzar un nuevo combo a la cara de su contrincante y no tuvo que pensar mucho para encontrar una nueva y mejor palabra para definirles. Piratas. Habían renunciado a su honor hacía mucho tiempo. Pirata era la palabra para quien tenía un objetivo y no le importaban los medios para cumplirlo. Pirata era una palabra para lo que él mismo era.
Sonrió y blandió todas sus armas. Había venido para pelear contra alguien como ese hombre, ya se ocuparía de soportar la ira de su compañera más tarde. "Yo ho ho..." Se metió en el campo y corrió con toda su potencia en ristre. "La vida pirata..."
—¡Eh, pirata!—gritó avisando con tiempo.
Empezó por accionar los diales de propulsión de Quebrantaolas, su tabla de surf, a toda pastilla lanzándola en dirección de su oponente a máxima potencia y subiéndose sobre la misma para utilizarla como plataforma de salto antes de que impactase con su objetivo. Cuando consideró oportuno saltó y activó el dial de su garrote en ésta ocasión. Cayó desde lo alto propinando un golpe terrible que si no impactaba su objetivo levantaría sin duda una ola de polvo. Pero eso no era su última baza. Le quedaba el as bajo la manga. El dial de impacto que escondía en su mano izquierda tenía el nombre de su mandíbula
. "...la vida mejor"
Eso le incluía en la batalla y tal y como parecía que Helga parecía pensar él también la llevaría hasta sus últimas consecuencias. Hasta que ya no se pudiera contener en pie y hubiese un claro ganador batallaría. En memoria de su honor. Por su bandera, sus tibias y su calavera. Por sus objetivos. Hasta morir si es preciso.
Yoldin era un hombre cabal, sabía cual era la mejor opción: aquella no era su pelea. Más aún, Helga parecía más que implicada como para llevarla a sus últimas consecuencias. Sin embargo la tentación era fuerte, más fuerte que en ningún momento por culpa de la tensión de la decisión. Había llegado hasta ahí buscado una buena pelea, alguien con quien medir sus fuerzas de manera justa y sin interrupciones y lo único que había hecho era asustarse y limpiar un huerto de malas hierbas. Era frustrante. Casi humillante.
Además estaba el honor de guerrero gritándole que no se metiera en una pelea que no era suya. Que no se metiera en medio de esos otros dos... ¿guerreros? ¿Era justo hablar en esos términos?
Vio a Helga lanzar un nuevo combo a la cara de su contrincante y no tuvo que pensar mucho para encontrar una nueva y mejor palabra para definirles. Piratas. Habían renunciado a su honor hacía mucho tiempo. Pirata era la palabra para quien tenía un objetivo y no le importaban los medios para cumplirlo. Pirata era una palabra para lo que él mismo era.
Sonrió y blandió todas sus armas. Había venido para pelear contra alguien como ese hombre, ya se ocuparía de soportar la ira de su compañera más tarde. "Yo ho ho..." Se metió en el campo y corrió con toda su potencia en ristre. "La vida pirata..."
—¡Eh, pirata!—gritó avisando con tiempo.
Empezó por accionar los diales de propulsión de Quebrantaolas, su tabla de surf, a toda pastilla lanzándola en dirección de su oponente a máxima potencia y subiéndose sobre la misma para utilizarla como plataforma de salto antes de que impactase con su objetivo. Cuando consideró oportuno saltó y activó el dial de su garrote en ésta ocasión. Cayó desde lo alto propinando un golpe terrible que si no impactaba su objetivo levantaría sin duda una ola de polvo. Pero eso no era su última baza. Le quedaba el as bajo la manga. El dial de impacto que escondía en su mano izquierda tenía el nombre de su mandíbula
. "...la vida mejor"
Eso le incluía en la batalla y tal y como parecía que Helga parecía pensar él también la llevaría hasta sus últimas consecuencias. Hasta que ya no se pudiera contener en pie y hubiese un claro ganador batallaría. En memoria de su honor. Por su bandera, sus tibias y su calavera. Por sus objetivos. Hasta morir si es preciso.
- Resumen:
- Acabo por optar por meterme también en la pelea contra Archie con todo lo que tengo. Trato de avisarle para que no sea un ataque por la espalda pero literalmente voy con todas mis armas, las uso todas de una manera en la que espero poder conectar un ataque jugando al despiste. Voy dispuesto para pelear junto a Helga hasta que haya un vencedor claro y no pueda seguir.
La batalla en Hallstat se recrudece y la sangre tiñe la plaza central. Los sonidos de los disparos hacen que los oídos de todo el mundo duelan y el olor a pólvora inunde el ambiente. Los ejércitos avanzan y llegan hasta las puertas de palacio cuando un grito, de alguna manera, se hace oír sobre todo el estruendo de la pelea:
- ¡Atención!- Exclama un extraño hombre metálico desde el pescante de uno de los coches blindados. En el suelo, a su lado, se encuentra el cochero que antes estaba ahí, con una sonrisa de oreja a oreja y apuntando el micrófono de un diminuto den den mushi hacia el chico. A la espalda de ambos, el resto de carruajes están destrozados y en llamas; no van a ir a ninguna parte- ¡Tengo capturado a vuestro señor, Lord Anthony! Si no queréis que muera, deponed las armas y retiraros. Si sale del vehículo, lo mato. Si os acercáis demasiado, os mato primero a vosotros y después a él. Esta guerra acaba aquí y ahora. ¡Retiraos antes de perder a vuestro líder!
No es que la batalla pare. La tensión sigue en el aire, más espesa a cada segundo que pasa. Hay combatientes que no se han dado cuenta de nada y siguen matándose, pero la mayoría de la gente que está a su alrededor se queda en guardia, echando miradas nerviosas al carruaje y esperando a ver qué sucede.
De repente, se abre la puerta del transporte. Un pie enfundado en una bota metálica sale a cielo abierto, seguido de una pierna y el resto de la armadura en la que se encuentra Lord Anthony. El casco que lleva es tremendamente ornamentado, pero deja ver su expresión y no se encuentra contento. Sale del carruaje y se para frente al pescante. Lejos de decir nada, alarga una mano y agarra del brazo al cyborg que acaba de amenazarle. Sin miramientos, lo tira en el carruaje del que acaba de salir y cierra de un portazo. Apoya la mano en la cerradura, fundiéndola para impedirle la salida. Mira al cochero, que sigue sonriendo, solo para chasquear la lengua y volverse hacia uno de sus soldados.
-Lleváoslo a las minas. Por mi bien puede pudrirse ahí.
A pie no es como había esperado llegar al palacio. No le queda ni uno solo de sus carruajes y sus fuerzas están mermadas, luchando contra un ejército que se suponía que debería haber tardado bastante más en llegar. Todo está saliendo mal y no sabe hasta qué punto va a ponerse peor.
Puede que no lo haga con la elegancia que imaginaba, pero camina abriéndose paso seguido de un séquito que crece con cada uno de sus soldados que se le unen. El ejército de los Markov trata de impedírselo, pero no son capaces de pararlos a todos. Para cuando llegan al palacio son una turba violenta y emocionada que alza las armas y grita dándole aliento. El rey que Hallstat se merece está a punto de tomar el trono. Solo hay un pequeño inconveniente.
-Ay va.
El insensato que ha osado decir eso en seguida es decapitado por Lord Anthony con un veloz movimiento de su espada. Ni siquiera le ha mirado, sus ojos están fijos en la estampa que tiene delante. ¡El trono está ocupado! No reconoce al usurpador, pero tampoco lo necesita. Es un futuro fiambre, eso es todo. Respira hondo una única vez, antes de avanzar y lanzarle a la cara otro de los regalos de su aliado. La pelotita brilla en lo alto de la estancia antes de activarse y crear una enorme red que alcanza a toda la banda pirata, inmovilizándolos. Los hilos de la trampa cambian de color de forma misteriosa, pero la reacción del capitán no deja lugar a dudas; hay piedra del mar entre los ingredientes. No es lo único, porque en seguida llegan las descargas eléctricas. Antes de que puedan reaccionar, se acerca y personalmente, los va dejando sin sentido uno a uno, con métodos bastante… contundentes.
-Lleváoslos.- Sisea el hombre con odio. No tiene tiempo para pelear con mequetrefes.
Pronto desaparecen de la escena y Lord Anthony por fin alcanza su meta. Ocupa el trono de Hallstat y alarga la mano, mandando a sus súbditos a limpiar al resto de alimañas que todavía se empeñan en negarle su derecho.
Sabe que no ha ganado todavía. Que debe defenderlo a capa y espada de usurpadores, traidores y demás chusma que se cree con derecho a venir a reclamar lo que es suyo. La antigua reina todavía está suelta y no tiene la menor intención de dejar cabos sueltos. La encontrará y se asegurará de que todo aquel que luche por ella sepa que sus esperanzas no son más que polvo en el viento, destinado a ser pisoteado tarde o temprano.
Es el final, pero también es el principio.
[...]
En las alturas, la pantalla del zéppelin se apaga por fin. En el interior del vehículo, una extraña pareja se ríe a toda mandíbula mientras discuten los acontecimientos.
-¡Y se sentó ahí! ¡Con toda la cara del mundo! Hay que tener agallas… deberías hacerle un regalo. Quizá podría presentarle a una de mis chicas.
-Algo me dice que los que van con él no se sentirían muy impresionados, pero por favor, adelante. Altair no, imagino. Todavía estará solucionando lo de Spirelli, ¿es así?
La mujer asiente, poniendo los ojos en blanco.- Así es. Le han escapado unas diez prostitutas. No es nada, pero se toma bastante en serio sus negocios. Me aburre, si te digo la verdad, pero cada uno tiene sus pasatiempos… Aunque también te digo, el chiquillo que las liberó es bastante interesante. Se ha quedado por propia voluntad, además. Me pregunto qué andará buscando.
-Si hablamos de chiquillos, me interesa más el que por unos minutos tuvo secuestrado al Traidor. Estaba temblando por dentro, pero actuó de todas maneras. Habría que tenerle en cuenta. ¿Han evacuado ya los chicos de Ambrose?
La mujer se estira en el sofá para coger una libreta que hay al lado de un DDM color fresa.- No todos. El mayor se ha quedado junto con un par de forasteros. Creo que estaban peleando.
-Bueno, se habrán quedado a gusto. En todo caso, él ha tenido su oportunidad. Sabía lo que había.
-Entonces…¿tenemos que bajar?
Mercurio ríe entre dientes y la coge en brazos, llevándosela a lo más profundo del zéppelin.- Todavía no. Dejemos que el Traidor disfrute de su juego un poco más. Sólo un poco más.
Solo un poco más.
- ¡Atención!- Exclama un extraño hombre metálico desde el pescante de uno de los coches blindados. En el suelo, a su lado, se encuentra el cochero que antes estaba ahí, con una sonrisa de oreja a oreja y apuntando el micrófono de un diminuto den den mushi hacia el chico. A la espalda de ambos, el resto de carruajes están destrozados y en llamas; no van a ir a ninguna parte- ¡Tengo capturado a vuestro señor, Lord Anthony! Si no queréis que muera, deponed las armas y retiraros. Si sale del vehículo, lo mato. Si os acercáis demasiado, os mato primero a vosotros y después a él. Esta guerra acaba aquí y ahora. ¡Retiraos antes de perder a vuestro líder!
No es que la batalla pare. La tensión sigue en el aire, más espesa a cada segundo que pasa. Hay combatientes que no se han dado cuenta de nada y siguen matándose, pero la mayoría de la gente que está a su alrededor se queda en guardia, echando miradas nerviosas al carruaje y esperando a ver qué sucede.
De repente, se abre la puerta del transporte. Un pie enfundado en una bota metálica sale a cielo abierto, seguido de una pierna y el resto de la armadura en la que se encuentra Lord Anthony. El casco que lleva es tremendamente ornamentado, pero deja ver su expresión y no se encuentra contento. Sale del carruaje y se para frente al pescante. Lejos de decir nada, alarga una mano y agarra del brazo al cyborg que acaba de amenazarle. Sin miramientos, lo tira en el carruaje del que acaba de salir y cierra de un portazo. Apoya la mano en la cerradura, fundiéndola para impedirle la salida. Mira al cochero, que sigue sonriendo, solo para chasquear la lengua y volverse hacia uno de sus soldados.
-Lleváoslo a las minas. Por mi bien puede pudrirse ahí.
A pie no es como había esperado llegar al palacio. No le queda ni uno solo de sus carruajes y sus fuerzas están mermadas, luchando contra un ejército que se suponía que debería haber tardado bastante más en llegar. Todo está saliendo mal y no sabe hasta qué punto va a ponerse peor.
Puede que no lo haga con la elegancia que imaginaba, pero camina abriéndose paso seguido de un séquito que crece con cada uno de sus soldados que se le unen. El ejército de los Markov trata de impedírselo, pero no son capaces de pararlos a todos. Para cuando llegan al palacio son una turba violenta y emocionada que alza las armas y grita dándole aliento. El rey que Hallstat se merece está a punto de tomar el trono. Solo hay un pequeño inconveniente.
-Ay va.
El insensato que ha osado decir eso en seguida es decapitado por Lord Anthony con un veloz movimiento de su espada. Ni siquiera le ha mirado, sus ojos están fijos en la estampa que tiene delante. ¡El trono está ocupado! No reconoce al usurpador, pero tampoco lo necesita. Es un futuro fiambre, eso es todo. Respira hondo una única vez, antes de avanzar y lanzarle a la cara otro de los regalos de su aliado. La pelotita brilla en lo alto de la estancia antes de activarse y crear una enorme red que alcanza a toda la banda pirata, inmovilizándolos. Los hilos de la trampa cambian de color de forma misteriosa, pero la reacción del capitán no deja lugar a dudas; hay piedra del mar entre los ingredientes. No es lo único, porque en seguida llegan las descargas eléctricas. Antes de que puedan reaccionar, se acerca y personalmente, los va dejando sin sentido uno a uno, con métodos bastante… contundentes.
-Lleváoslos.- Sisea el hombre con odio. No tiene tiempo para pelear con mequetrefes.
Pronto desaparecen de la escena y Lord Anthony por fin alcanza su meta. Ocupa el trono de Hallstat y alarga la mano, mandando a sus súbditos a limpiar al resto de alimañas que todavía se empeñan en negarle su derecho.
Sabe que no ha ganado todavía. Que debe defenderlo a capa y espada de usurpadores, traidores y demás chusma que se cree con derecho a venir a reclamar lo que es suyo. La antigua reina todavía está suelta y no tiene la menor intención de dejar cabos sueltos. La encontrará y se asegurará de que todo aquel que luche por ella sepa que sus esperanzas no son más que polvo en el viento, destinado a ser pisoteado tarde o temprano.
Es el final, pero también es el principio.
[...]
En las alturas, la pantalla del zéppelin se apaga por fin. En el interior del vehículo, una extraña pareja se ríe a toda mandíbula mientras discuten los acontecimientos.
-¡Y se sentó ahí! ¡Con toda la cara del mundo! Hay que tener agallas… deberías hacerle un regalo. Quizá podría presentarle a una de mis chicas.
-Algo me dice que los que van con él no se sentirían muy impresionados, pero por favor, adelante. Altair no, imagino. Todavía estará solucionando lo de Spirelli, ¿es así?
La mujer asiente, poniendo los ojos en blanco.- Así es. Le han escapado unas diez prostitutas. No es nada, pero se toma bastante en serio sus negocios. Me aburre, si te digo la verdad, pero cada uno tiene sus pasatiempos… Aunque también te digo, el chiquillo que las liberó es bastante interesante. Se ha quedado por propia voluntad, además. Me pregunto qué andará buscando.
-Si hablamos de chiquillos, me interesa más el que por unos minutos tuvo secuestrado al Traidor. Estaba temblando por dentro, pero actuó de todas maneras. Habría que tenerle en cuenta. ¿Han evacuado ya los chicos de Ambrose?
La mujer se estira en el sofá para coger una libreta que hay al lado de un DDM color fresa.- No todos. El mayor se ha quedado junto con un par de forasteros. Creo que estaban peleando.
-Bueno, se habrán quedado a gusto. En todo caso, él ha tenido su oportunidad. Sabía lo que había.
-Entonces…¿tenemos que bajar?
Mercurio ríe entre dientes y la coge en brazos, llevándosela a lo más profundo del zéppelin.- Todavía no. Dejemos que el Traidor disfrute de su juego un poco más. Sólo un poco más.
Solo un poco más.
- Helga y Yoldin:
Archie logra nuevamente esquivar el primer puñetazo de Helga, pero el segundo le da de lleno en la cara. Retrocede unos metros mientras se frota la cara sonriendo.
-No está mal, tienes buen gancho. Prometedor, sin duda.
Mientras está centrado en Helga, llega de golpe Yoldin con todo su arsenal. Para cuando la nube de polvo desaparece, Archie está tirado en el suelo y por un instante os parece que está muerto. La ilusión se acaba cuando gruñe y trata de incorporarse, solo para llevarse una mano a la cabeza y sacarla llena de sangre. Mira con enfado a Yoldin, pero no hace ademán de ir a por él.
-Cabrón, me has abierto la cabeza. ¿Cómo coño me voy a coser una parte que no puedo ver?
Sus ojos se pierden por el pasadizo por el que han desaparecido sus compañeros. Entiende que es tarde para unirse a ellos y suspira, preguntándose cómo de mal estará la cosa arriba. Bueno, al menos de momento no tiene que subir. Se levanta con esfuerzo y echa a andar hacia su casa, haciéndoos un gesto para que le sigáis.
-Okay, os concedo esta ronda, pero vais a tener que ayudarme con la cura si queréis una revancha. Yo al menos sí. Y ya que vamos a quedarnos… escoged una casa, acaban de quedarse sin dueños. Oh y en cuanto a ti.- añade señalando a Helga.- nada mal en ese último esquive. Podemos tirar de ese hilo.
- Morgoth:
En cuanto la madre ve a sus pequeñas las reconoce al instante y aunque también ve las diferencias cae al suelo y las abraza llena de gratitud. No tiene palabras para decir lo que siente y te sigue sin dudarlo… igual que el resto de chicas.
Puedes ver que se le parte un poco el corazón al tener que separarse de sus hijas, pero asiente. No puede evitarlo y sabe que quedarse es peligroso. Su mejor baza ahora mismo es confiar en ti así que… eso hará.
La mayoría suben al barco… excepto tres. Reconoces a una, es la que salió corriendo para ayudar a la madre de las gemelas. Es también la que te habla.
-Si todavía tienes asuntos en Hallstat, te ayudaremos hasta que los resuelvas. Nos has salvado, a todas. Es lo mínimo que podemos hacer. No eres de por aquí y ahora mismo es un lugar peligroso. Lo que podamos colaborar… lo haremos.
Distingues un destello de metal en su cadera. Es un cuchillo, algo oxidado, que hace un rato definitivamente no estaba ahí. No sabes de dónde lo ha sacado, pero desde luego has ganado unas aliadas bastante… interesantes.
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