Adam
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La princesa y el salvaje no tardaron en dar con una cañería que parecía adentrarse más allá de la muralla, aunque para el salvaje aquello no era otra cosa que una especie de caverna o gruta oscura con un olor a putrefacción que no invitaba a dar la sensación de ser un camino “seguro”, y es que en la lógica del salvaje el esquivar lugares infecciosos o ponzoñosos era clave para la supervivencia. Cass parecía coincidir con el pensamiento del salvaje, por lo que tras escuchar el estruendo producido en la puerta principal la mujer se giró, dedicando unas palabras al rubio.
Con tan solo un gesto con la cabeza, el rubio comenzó a seguir la estela de la mujer sin cuestionarse mucho más, no tardando en reunirse mucho con el resto del grupo, una vez que alanzamos al pelirrojo este pareció hablarnos con un tono algo diferente al habitual, aunque como venía siendo costumbre, el salvaje apenas alcanzó a entender el mensaje en línea muy generales, y es que parecía que por fin iban a entablar contacto con la cultura del norte, lo que posiblemente acabará en una de las ya habituales trifulcas en las que se veía inmerso junto con su “amo”.
Adam volvió a ver al extraño pájaro fijándose que este tenía una extraña superficie que cambiaba, mostrando una especie de visión que no terminaba de entender ¿acaso el rubio se encontraba dormido? Fuera lo que fuera, otros estímulos rápidamente llamarón la atención del salvaje, poniéndolo en un estado de alerta, y es que aquel sonido era mucho mayor que el de cualquier abordaje que hubiera realizado. Es por ello por lo que la batalla campal que se estaba celebrando allí llamó terriblemente la atención del muchacho, ya no por solo la variedad de criaturas de toda clase, aquello por un instante abrumó al salvaje el cual no sabía muy bien en que centrar su atención, a sus ojos todo era nuevo e intrigante. El niño revoloteaba alrededor de su capitán como si este se tratará de algún tipo de astro señalando al menos una decena de detalles nimios, desde los perros hasta aquella neblina que había por algunas zonas.
Al cabo de unos instantes su capitán comenzó a vocear a un grupo, por el tono y el gesto de su señor rápidamente comprendió, o al menos creyó comprender que el capitán estaba haciendo una de sus habituales presentaciones. Aún así encontró las formas de su capitán algo tibias, y es que, si algo había aprendido el niño desnudo de las gentes del norte, eran la forma de saludar que tenían.
-¿No saludar?- pensó el salvaje, indignándose al ver que el grupo al que había hablado su capitán estaba ignorando por completo la voz de su señor. iracundo por aquella falta de respeto de la gente del norte el niño flexionó levemente sus rodillas y cargó de frente, emulando en parte, las palabras del niño al que había conocido con anterioridad:
-¡Muerte, muerte a los intrusos!- gritó eufórico mientras cargaba de forma salvaje a lo primero que se le cruzará por delante, tratando de repartir estopa entre todo lo que pudiera ponerse en su camino, y es que en su tripulación eran muy estrictos con el tema de negarle el saludo a cualquier persona, ya que era visto como un gesto de mala educación.
Estaba seguro de que su manada no tardaría demasiado en seguir sus impulsos, después de todo, lo había aprendido de ellos.
Con tan solo un gesto con la cabeza, el rubio comenzó a seguir la estela de la mujer sin cuestionarse mucho más, no tardando en reunirse mucho con el resto del grupo, una vez que alanzamos al pelirrojo este pareció hablarnos con un tono algo diferente al habitual, aunque como venía siendo costumbre, el salvaje apenas alcanzó a entender el mensaje en línea muy generales, y es que parecía que por fin iban a entablar contacto con la cultura del norte, lo que posiblemente acabará en una de las ya habituales trifulcas en las que se veía inmerso junto con su “amo”.
Adam volvió a ver al extraño pájaro fijándose que este tenía una extraña superficie que cambiaba, mostrando una especie de visión que no terminaba de entender ¿acaso el rubio se encontraba dormido? Fuera lo que fuera, otros estímulos rápidamente llamarón la atención del salvaje, poniéndolo en un estado de alerta, y es que aquel sonido era mucho mayor que el de cualquier abordaje que hubiera realizado. Es por ello por lo que la batalla campal que se estaba celebrando allí llamó terriblemente la atención del muchacho, ya no por solo la variedad de criaturas de toda clase, aquello por un instante abrumó al salvaje el cual no sabía muy bien en que centrar su atención, a sus ojos todo era nuevo e intrigante. El niño revoloteaba alrededor de su capitán como si este se tratará de algún tipo de astro señalando al menos una decena de detalles nimios, desde los perros hasta aquella neblina que había por algunas zonas.
Al cabo de unos instantes su capitán comenzó a vocear a un grupo, por el tono y el gesto de su señor rápidamente comprendió, o al menos creyó comprender que el capitán estaba haciendo una de sus habituales presentaciones. Aún así encontró las formas de su capitán algo tibias, y es que, si algo había aprendido el niño desnudo de las gentes del norte, eran la forma de saludar que tenían.
-¿No saludar?- pensó el salvaje, indignándose al ver que el grupo al que había hablado su capitán estaba ignorando por completo la voz de su señor. iracundo por aquella falta de respeto de la gente del norte el niño flexionó levemente sus rodillas y cargó de frente, emulando en parte, las palabras del niño al que había conocido con anterioridad:
-¡Muerte, muerte a los intrusos!- gritó eufórico mientras cargaba de forma salvaje a lo primero que se le cruzará por delante, tratando de repartir estopa entre todo lo que pudiera ponerse en su camino, y es que en su tripulación eran muy estrictos con el tema de negarle el saludo a cualquier persona, ya que era visto como un gesto de mala educación.
Estaba seguro de que su manada no tardaría demasiado en seguir sus impulsos, después de todo, lo había aprendido de ellos.
- La gente del patíbulo, lo mismo os interesa:
Pues cargo hacia adelante en la plaza, tratando de alcanzar el patíbulo y me indigno por la gente que no devuelve el saludo al capitán.
Alistar Reep
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El lobo, aún transformado, atrapó con gracia y cuidado a la reina cuando se la ofrecieron, dejándola entonces bien agarrada en su brazo contra su pecho, para evitar que cualquier ataque le diese. La mujer loba estaba... herida. Aquella mujer que podría ser la única persona con la que poder hablar de su condición. La rabia empezó a invadirle, haciendo más difícil que pudiese contener su lado más salvaje alimentado por la guerra y el olor a sangre. Sobre todo porque de golpe apareció un hombre... No, no era un hombre. Lo notaba en su olor. Era una bestia, un peligro para el mundo si lo dejaba crecer. Sus demandas y su sonrisa irritaron al lobo.
Su olfato y su instinto no le indicaban que aquel era un hombre. Veía a un monstruo, una criatura que, de darle la oportunidad de crecer, podría ser capaz de poner en jaque al mundo entero. Sintió el impulso de acabar con él antes de que eso ocurriese. De dejar a la reina a salvo y rugir como un monstruo, entrar con la bestia en encarnizado combate y salvar al mundo del posible yugo y peligro que podría suponer en un futuro.
Pero no pudo. Brianna lo sacó de allí junto a la reina y a la mujer loba. Dejó a la joven Iliana en el suelo y pasó de nuevo a su forma humana. Enseguida miró su cuerpo, comprobando que estuviese bien y no herida. Le encantaría centrarse en la loba, aquella con la que sentía cierta conexión, como si fuese de su misma manada, pero... No podía. Estaba siguiendo su juramento, ayudando a los Byrne. Por suerte, la morena que tenía de verdad conocimientos médicos, empezó a tratarlas. La dejó hacer, apartándose un poco, intentando alejar la mente de lo que hubiese hecho a aquella malvada criatura de no haber sido transportado de aquella manera.
Su olfato y su instinto no le indicaban que aquel era un hombre. Veía a un monstruo, una criatura que, de darle la oportunidad de crecer, podría ser capaz de poner en jaque al mundo entero. Sintió el impulso de acabar con él antes de que eso ocurriese. De dejar a la reina a salvo y rugir como un monstruo, entrar con la bestia en encarnizado combate y salvar al mundo del posible yugo y peligro que podría suponer en un futuro.
Pero no pudo. Brianna lo sacó de allí junto a la reina y a la mujer loba. Dejó a la joven Iliana en el suelo y pasó de nuevo a su forma humana. Enseguida miró su cuerpo, comprobando que estuviese bien y no herida. Le encantaría centrarse en la loba, aquella con la que sentía cierta conexión, como si fuese de su misma manada, pero... No podía. Estaba siguiendo su juramento, ayudando a los Byrne. Por suerte, la morena que tenía de verdad conocimientos médicos, empezó a tratarlas. La dejó hacer, apartándose un poco, intentando alejar la mente de lo que hubiese hecho a aquella malvada criatura de no haber sido transportado de aquella manera.
- Resumen:
- Notar el mal en Keiran y poner a la reina a salvo
¿Qué había sido lo que había provocado que al aparecer Antoine en escena a Yoldin se le erizasen hasta la última pluma y pelo de su cuerpo? Era difícil de responder. Quizás fuera la pose regia, quizás los andares de quien está acostumbrado a mandar o incluso quizás habían sido todas las advertencias con las que se había encontrado por el camino y que había ignorado, que ahora volvían al galope a su memoria como caballos desbocados.
No. No era nada de eso.
Había sido la calma, la sencillez con la que había salido de su fortín, el parapeto que le prometía una seguridad inviolable y se había presentado allí en la superficie solo para saludar a quienes bien sabía que venían a derrotarle y acto seguido marcharse como si no pasara nada.
Esa seguridad, ese absoluto desprecio por sus enemigos eran solamente propios de dos tipos de personas: los locos y los monstruos. Y ese hombre parecía bastante cuerdo.
No era solo que no les considerase a ellos como enemigos dignos, tratándoles como si no tuvieran oportunidad contra él, es que no les consideraba siquiera capaces de conseguir penetrar en su base sin él ahí.
Por la mirada que le dirigió Dante supo que él pensaba más o menos lo mismo, y se dispuso a recular con él hacia las profundidades de las cañerías, aceptando la peligrosa invitación tácita de Antoine pero justo en ese momento Helga pareció armarse de valor y adelantarse para hablar con él. Yoldin abrió la boca para decirla que se olvidase, que se habían sobreestimado a si mismo cuando la guerrera levantó el hacha y cuando con un mandoble cortó el aire también cortó las palabras del ángel.
Y ahí se quedó, entre Shiro y Helga, queriendo con toda su alma internarse en las profundidades del alcantarillado pero sin atreverse a dejar a la pelirroja a la merced del tipo. Estaba listo para socorrerla si salía malherida del encuentro pero no tenía especial interés en ir de frente contra el pirata pues aunque valorase a su compañera valoraba aún más su propia vida.
No. No era nada de eso.
Había sido la calma, la sencillez con la que había salido de su fortín, el parapeto que le prometía una seguridad inviolable y se había presentado allí en la superficie solo para saludar a quienes bien sabía que venían a derrotarle y acto seguido marcharse como si no pasara nada.
Esa seguridad, ese absoluto desprecio por sus enemigos eran solamente propios de dos tipos de personas: los locos y los monstruos. Y ese hombre parecía bastante cuerdo.
No era solo que no les considerase a ellos como enemigos dignos, tratándoles como si no tuvieran oportunidad contra él, es que no les consideraba siquiera capaces de conseguir penetrar en su base sin él ahí.
Por la mirada que le dirigió Dante supo que él pensaba más o menos lo mismo, y se dispuso a recular con él hacia las profundidades de las cañerías, aceptando la peligrosa invitación tácita de Antoine pero justo en ese momento Helga pareció armarse de valor y adelantarse para hablar con él. Yoldin abrió la boca para decirla que se olvidase, que se habían sobreestimado a si mismo cuando la guerrera levantó el hacha y cuando con un mandoble cortó el aire también cortó las palabras del ángel.
Y ahí se quedó, entre Shiro y Helga, queriendo con toda su alma internarse en las profundidades del alcantarillado pero sin atreverse a dejar a la pelirroja a la merced del tipo. Estaba listo para socorrerla si salía malherida del encuentro pero no tenía especial interés en ir de frente contra el pirata pues aunque valorase a su compañera valoraba aún más su propia vida.
- Resumen:
- Yoldin se queda entre Helga y Shiro, dispuesto a socorrer a su compañera si sale malherida de su encuentro con Antoine pero queriendo entrar a la guarida para alejarse de ese monstruo.
Velkan Byrne
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- ¡Retirada! - gritó al ver a la loba retrocediendo con la reina.
No iba a permitir que la audaz maniobra de la Werwolf y el daño que hubiese sufrido fuese para nada. En cuanto esta pasó a su lado, se interpuso en el camino de sus perseguidores, moviendo la lanza en amplios arcos. Lanzó cortes con el asta, barridos y estocadas. Poco a poco comenzó a retirarse hacia la puerta mientras retenía todo lo que podía a las aberraciones no muertas, los monstruos vegetales y a los traidores. Compraría tiempo a sus aliados para escapar y hasta que el último de ellos no se hubiera retirado, no cruzaría la puerta. Y pagó el precio en sangre. Aunque su armadura recibió la mayor parte del daño, una espada logró cortar entre las juntas y llegar a su abdomen. Varias abolladuras se le clavaron en la carne, y una daga se le hundió en la pierna. Con un grito, recurrió a su akuma no mi una vez más y apartó de sí a los enemigos en un estallido de oscuridad. Entonces, mientras los últimos rezagados se retiraban y Brianna movía la puerta para rescatar a Alistar, Iliana y la loba, Velkan se volvió hacia el pelirrojo que reclamaba que liberasen a la reina.
- ¡Nosotros somos la gente de la reina, no sus captores! Y si su ejército ha llegado a la capital, no tenemos nada que temer. Si realmente te preocupas por su bienestar, mata a sus enemigos.
Señaló con la lanza al resto de criaturas, caballeros y las dos gemelas con aspecto fantasmal. Entonces la puerta se aproximó a él y lo engulló, llevándoselo al otro lado. La jaula de oscuridad se desvaneció con él, y las puertas se cerraron como si nunca hubieran existido. El caballero se arrancó el casco con esfuerzo y se dejó caer de rodillas, con un suspiro cansado. Lo habían logrado. La reina estaba a salvo. Había costado tantas vidas... de la escasa veintena de caballeros leales a la reina quedaban menos de una decena. Tantos de sus hermanos que nunca volverían a cabalgar a su lado. Dedicó un momento a una silenciosa oración por sus almas, agradeciéndoles su lucha y prometiéndoles que honraría su sacrificio. Tras eso se levantó y avanzó cojeando, usando la lanza como bastón.
- Majestad... ¿estáis bien? - se agachó a su lado, quitándose el guante para buscarle el pulso y ver si respiraba.
Tras eso miró a la loba herida y le asintió con la cabeza, con solemnidad.
- Has honrado con creces tu promesa. Señálanos a tus enemigos y los destruiremos - tras eso se volvió hacia su hermana y al resto - Por lo que dijo ese extraño, salvo que mintiese o se equivocase, el ejército de los Markov se aproxima. No sabemos cómo reaccionarán a la noticia de que la reina está viva y de vuelta, así que deberíamos enviar un emisario. Por ahora, vayamos a un lugar donde reponernos, pero... - se giró hacia sus hermanos - Si alguno de vosotros no está herido, necesitaremos que entregue el mensaje. En cuanto la reina vuelva a estar en sus plenas facultades, necesitará un ejército.
Por último se acercó a Alistar y le tendió la mano derecha, apoyándose en la lanza con la izquierda.
- Eres un gran guerrero. Me alegro de que hayamos contado contigo hoy. Si el día de mañana me necesitas, mi lanza estará a tu lado.
No iba a permitir que la audaz maniobra de la Werwolf y el daño que hubiese sufrido fuese para nada. En cuanto esta pasó a su lado, se interpuso en el camino de sus perseguidores, moviendo la lanza en amplios arcos. Lanzó cortes con el asta, barridos y estocadas. Poco a poco comenzó a retirarse hacia la puerta mientras retenía todo lo que podía a las aberraciones no muertas, los monstruos vegetales y a los traidores. Compraría tiempo a sus aliados para escapar y hasta que el último de ellos no se hubiera retirado, no cruzaría la puerta. Y pagó el precio en sangre. Aunque su armadura recibió la mayor parte del daño, una espada logró cortar entre las juntas y llegar a su abdomen. Varias abolladuras se le clavaron en la carne, y una daga se le hundió en la pierna. Con un grito, recurrió a su akuma no mi una vez más y apartó de sí a los enemigos en un estallido de oscuridad. Entonces, mientras los últimos rezagados se retiraban y Brianna movía la puerta para rescatar a Alistar, Iliana y la loba, Velkan se volvió hacia el pelirrojo que reclamaba que liberasen a la reina.
- ¡Nosotros somos la gente de la reina, no sus captores! Y si su ejército ha llegado a la capital, no tenemos nada que temer. Si realmente te preocupas por su bienestar, mata a sus enemigos.
Señaló con la lanza al resto de criaturas, caballeros y las dos gemelas con aspecto fantasmal. Entonces la puerta se aproximó a él y lo engulló, llevándoselo al otro lado. La jaula de oscuridad se desvaneció con él, y las puertas se cerraron como si nunca hubieran existido. El caballero se arrancó el casco con esfuerzo y se dejó caer de rodillas, con un suspiro cansado. Lo habían logrado. La reina estaba a salvo. Había costado tantas vidas... de la escasa veintena de caballeros leales a la reina quedaban menos de una decena. Tantos de sus hermanos que nunca volverían a cabalgar a su lado. Dedicó un momento a una silenciosa oración por sus almas, agradeciéndoles su lucha y prometiéndoles que honraría su sacrificio. Tras eso se levantó y avanzó cojeando, usando la lanza como bastón.
- Majestad... ¿estáis bien? - se agachó a su lado, quitándose el guante para buscarle el pulso y ver si respiraba.
Tras eso miró a la loba herida y le asintió con la cabeza, con solemnidad.
- Has honrado con creces tu promesa. Señálanos a tus enemigos y los destruiremos - tras eso se volvió hacia su hermana y al resto - Por lo que dijo ese extraño, salvo que mintiese o se equivocase, el ejército de los Markov se aproxima. No sabemos cómo reaccionarán a la noticia de que la reina está viva y de vuelta, así que deberíamos enviar un emisario. Por ahora, vayamos a un lugar donde reponernos, pero... - se giró hacia sus hermanos - Si alguno de vosotros no está herido, necesitaremos que entregue el mensaje. En cuanto la reina vuelva a estar en sus plenas facultades, necesitará un ejército.
Por último se acercó a Alistar y le tendió la mano derecha, apoyándose en la lanza con la izquierda.
- Eres un gran guerrero. Me alegro de que hayamos contado contigo hoy. Si el día de mañana me necesitas, mi lanza estará a tu lado.
- resumen:
- Cubro la retirada por las puertas, contesto a Keiran y pido a alguno de los caballeros que vaya a dar la noticia al ejército de los Markov. Y de paso hablo con Alistar.
Normas del capítulo:
Moderación
De repente, el caos que hay en la plaza parece enmudecer. No porque haya parado la acción, sino porque un enorme estallido resuena por toda la ciudad. Y después otro. Y luego otro. Se ven luces y humo; ha habido una enorme explosión.
La muralla de Astelia ha caído.
Sin embargo, no ha caído por donde profetizaba el pirata pelirrojo, sino directamente por el otro lado. A pocos metros de la capital, sobre una colina, un ejército se prepara. A la cabeza están los cocheros, sonriendo y aguardando. De repente, desde el zeppelín alguien dispara una bengala roja al cielo. Ilumina la noche y los cocheros agitan las riendas con fuerza. Es hora.
Salen al galope devorando el suelo a toda velocidad, seguidos de vehículos blindados y un sinfín de personas armadas, dispuestas a tomar la capital. Puede que hayan perdido a la reina, pero el trono será suyo.
Lord Anthony se encuentra en el medio de su ejército, en uno de los vehículos blindados. Atiende a lo que ocurre a su alrededor con mucha concentración y espera que las alianzas hechas no mucho tiempo atrás le den el resultado prometido. De momento, sus aparatos solo le han traído alegrías.
Al fin y al cabo, son sus nuevos amigos quienes le han dado el coche en el que va. Y son sus nuevos amigos los que le han dado los explosivos que han hecho romperse la muralla de Astelia en tres puntos.
Sin tener ni idea de que un segundo ejército continúa acercándose por el otro lado, Lord Anthony casi saborea la victoria. Los cocheros son los primeros en colarse y llenos de jolgorio recorren la ciudad anunciando que han llegado los nuevos dueños. Todos podéis ver al menos uno pasando a vuestro lado.
Poco a poco, el ejército se cuela por los huecos de la muralla y comienzan a inundar la ciudad.
Es el principio del fin.
- Se moderará lunes y jueves entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los lunes o jueves antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación
De repente, el caos que hay en la plaza parece enmudecer. No porque haya parado la acción, sino porque un enorme estallido resuena por toda la ciudad. Y después otro. Y luego otro. Se ven luces y humo; ha habido una enorme explosión.
La muralla de Astelia ha caído.
Sin embargo, no ha caído por donde profetizaba el pirata pelirrojo, sino directamente por el otro lado. A pocos metros de la capital, sobre una colina, un ejército se prepara. A la cabeza están los cocheros, sonriendo y aguardando. De repente, desde el zeppelín alguien dispara una bengala roja al cielo. Ilumina la noche y los cocheros agitan las riendas con fuerza. Es hora.
Salen al galope devorando el suelo a toda velocidad, seguidos de vehículos blindados y un sinfín de personas armadas, dispuestas a tomar la capital. Puede que hayan perdido a la reina, pero el trono será suyo.
Lord Anthony se encuentra en el medio de su ejército, en uno de los vehículos blindados. Atiende a lo que ocurre a su alrededor con mucha concentración y espera que las alianzas hechas no mucho tiempo atrás le den el resultado prometido. De momento, sus aparatos solo le han traído alegrías.
Al fin y al cabo, son sus nuevos amigos quienes le han dado el coche en el que va. Y son sus nuevos amigos los que le han dado los explosivos que han hecho romperse la muralla de Astelia en tres puntos.
Sin tener ni idea de que un segundo ejército continúa acercándose por el otro lado, Lord Anthony casi saborea la victoria. Los cocheros son los primeros en colarse y llenos de jolgorio recorren la ciudad anunciando que han llegado los nuevos dueños. Todos podéis ver al menos uno pasando a vuestro lado.
Poco a poco, el ejército se cuela por los huecos de la muralla y comienzan a inundar la ciudad.
Es el principio del fin.
- Helga, Shiro,Yoldin:
- El tiempo parece detenerse. Si bien Helga ha ido con todo, Antoine levanta la mano casi con parsimonia y con toda la suavidad del mundo, la coloca alrededor de la muñeca de la mujer. La detiene al instante, sin más alboroto. Hay fuerza detrás de esa elegancia. Nadie se ha entrometido, por supuesto. Aparta a Helga casi con delicadeza, antes de inclinarse para tratar de besarle la mano y responder:
-No me molesta, descuida. Sin embargo, mi briosa dama, si me disculpa tengo asuntos a los que atender. Valoro sus agallas, eso sí. Quizá en cuanto todo termine podamos volver a vernos.
Te tiende un papelito con su número de den den mushi escrito entre un montón de flores no muy bien dibujadas. Acto seguido, os guiña un ojo al resto y continúa su camino hacia la ciudad.
Si os infiltrais en la guarida, los diferentes túneles os llevarán tarde o temprano a un tobogán que va a dar a un enorme, enorme sótano. Llegáis a lo que obviamente es el recibidor, una sala con dos butacas,una mesita con revistas y una lámpara.
Al otro lado de la sala hay un arco haciendo las veces de puerta, a través del cual entráis en una enorme caverna natural. Enorme al grado de que hay pequeñas casuchas de madera colocadas a diferentes niveles de altura en las oquedades de la piedra. Las luces están encendidas. Por el suelo, esparcidas, hay monedas de oro, collares de perlas, calabazas y rosas deshojadas. Antoine será fuerte, pero no parece muy organizado.
- La party de la plaza:
Poco a poco, la gente va desapareciendo. Bueno, no exactamente. Entrando en una puerta, aunque no distinguís gran cosa de lo que hay al otro lado. Primero la reina y su portador, junto a la loba. Les siguen los caballeros heridos y finalmente Velkan, que tampoco anda muy fino.
Brianna, empiezas a examinar a la reina y te das cuenta de que le han administrado algún tipo de droga. Está débil y no parece enterarse de lo que ocurre a su alrededor, pero no hay efectos graves. Se pondrá bien en cuanto repose y coma algo para que su cuerpo pueda eliminar las toxinas.
Logras aplicarle primeros auxilios a la mayoría de la gente, Velkan y la lobita incluidos. Te faltan un par de soldados, pero es que no da el tiempo abasto. Comenzais a caminar para largaros de allí y afortunadamente, nada os retiene.
Alistar, la loba se pega a tus piernas para caminar, apoyándose a ratos contra ti para contrarrestar su cojera. El resto de su manada os sigue detrás, silenciosos. Asiente ante las palabras de Velkan, pero sabe que no es momento de emprender una segunda cruzada. Confía en que mantendrás tu palabra. Lo que no sabe es que hace apenas segundos que ha sido vengada… y que quien lo ha hecho está pagando el precio.
Uno de los soldados que todavía quedan se ofrece a llevar el mensaje y parte en seguida. No sabe bien a donde ir… hasta que ve las llamas que la puerta ardiendo emite y va hacia allí corriendo. No tardáis en perderle de vista.
Adam, te llevas por delante a dos o tres hombres calabaza que caen al suelo como si fueran bolos, pero en seguida se levantan y tratan de retenerte. No creo que sepan que estás de su parte porque… bueno, porque tampoco creo que tu lo sepas.
Oh y… quizá queráis todos mirar la moderación general.
- Morgoth y Lilith:
Morgoth, las chicas empiezan a seguirte todas a una sin ningún problema. Sin embargo, cuando mencionas lo de las gemelas una de ellas se para en seco y te mira con los labios muy apretados. Otra se acerca y le pasa el brazo por los hombros. Poco después la primera sale corriendo, seguida de la segunda. Una de las que se han quedado te lo explica:
-Eran sus hijas. La científica borró todo rastro de ellas. Le pertenecen, ahora.
Hay gravedad en su voz, pero aunque algo vacilante, sigue tras tus pasos.
No tardáis en llegar junto a Lilith, tú, el lobete y en total diez chicas todavía un poco vacilantes.
Lilith, rematas a Spirelli. Se revuelve un poco y te pone perdida de sangre, a ti y al den den mushi de hecho, pero el trabajo está completo y sus ojos carecen de vida. Buscas a ver si hay algo más y encuentras viales de colores como los de las máquinas de su laboratorio, pero nada más.
Sales en busca de las niñas y las encuentras detrás del cadalso. Pero en cuanto te acercas, abren mucho los ojos y se ponen en guardia. Miran fijamente la sangre que te cubre y no necesitas pensar mucho para entender que de alguna forma saben que es la sangre de Spirelli. Una de las niñas grita y se lanza a por ti, cuchillos en las manos, pretendiendo clavártelos por todo el pecho. La otra va a por tus tobillos, con toda la intención de segarte los tendones. Es increíble toda la sed de sangre que puede caber en cuerpos tan pequeños.
- Samvel, Tomoe, Anastasya:
- El tiempo pasa, pero el hombre no llega. No sabéis si ha decidido que no vale la pena ir a por vosotros o ha tenido que sacar la basura en otro lado. Quizá se haya confundido de calle. O tal vez crea que la prioridad es la que se está liando en la plaza mayor. Podéis seguir el espectáculo vía zeppelín.
- Spoiler:
- Siento la corta moderación, pero han interrumpido al hombre (primer grupo) y como solo ha posteado una persona, ha sido un poco complicado. Se compensará en la siguiente sí o sí, disculpad.
Helga Eiríksdóttir
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Akuma no mi
Varios
Aunque fui con todo, el tal Antoine detuvo mi ataque como si no fuera nada. Me aparta con algo de cuidado y me besó la mano con delicadeza. Fue una de las pocas veces en mi vida que me quedé sin habla y sin saber que hacer. Por sus palabras, seguía con sus prisas pero, sin embargo, parecía deseoso de verme alguna vez después de la guerra. Me tendió un papel con un número de papel escrito con números. ¿Se me estaba declarando o quería mis servicios en su banda? No lo sabía pero me quedé con cara de estúpida además de roja mientras le vi como se marchaba. Quedé de esa manera por un instante hasta que reaccioné. Me comencé a reír y guardé el papel. No iba a decirle que no a un hombre tan fuerte. Aunque sus trabajos no eran muy honorables, quedé prendada de su fuerza y su caballerosidad.
- Bueno chicos, vamos a ver que tiene el jefe en su guarida. Con suerte, encontraremos algún tesoro que robar o algo que usar en contra de él. Aunque deseo algo o alguien que zurrar, la verdad - Aquel encuentro con Antoine no me había amedrentado, había avivado las llamas de continuar entrenando para algún día llegar a ese nivel o superarlo.
Independientemente de si Yoldin y Shiro me seguían, avancé por los túneles hasta llegar a un tobogán que daba a una especie de sala... ¿de espera? O eso parecía. Había una entrada al final de la sala y conducía a una caverna que tenía pinta de ser grande. Habían casas de madera con las luces encendidas. Bueno, parecía que podía haber gente con la que seguir peleando. Pero entonces, me di cuenta de que había algo reluciente en el suelo.
-¿Que demonios...? - Pregunté cuando, llevando mi mano al suelo, encontré una moneda de oro. Pero habían más cosas interesantes, más monedas, collares que parecían ser de plata, más de aquellas calabazas y rosas - ¡Parece que aquí hay algo que vale la pena! - Exclamé con una sonrisa cogiendo tantas monedas y collares como podía, dejando algunos para mis compañeros.
Aunque el dinero y las joyas eran realmente atractivas, me quedé mirando a las casas por si acaso alguien o algo salía. Una pelea era lo que necesitaba para rematar el buen día. Pero de pronto se escuchó una explosión que venía del exterior. ¿Que diablos estaría pasando?
- Bueno chicos, vamos a ver que tiene el jefe en su guarida. Con suerte, encontraremos algún tesoro que robar o algo que usar en contra de él. Aunque deseo algo o alguien que zurrar, la verdad - Aquel encuentro con Antoine no me había amedrentado, había avivado las llamas de continuar entrenando para algún día llegar a ese nivel o superarlo.
Independientemente de si Yoldin y Shiro me seguían, avancé por los túneles hasta llegar a un tobogán que daba a una especie de sala... ¿de espera? O eso parecía. Había una entrada al final de la sala y conducía a una caverna que tenía pinta de ser grande. Habían casas de madera con las luces encendidas. Bueno, parecía que podía haber gente con la que seguir peleando. Pero entonces, me di cuenta de que había algo reluciente en el suelo.
-¿Que demonios...? - Pregunté cuando, llevando mi mano al suelo, encontré una moneda de oro. Pero habían más cosas interesantes, más monedas, collares que parecían ser de plata, más de aquellas calabazas y rosas - ¡Parece que aquí hay algo que vale la pena! - Exclamé con una sonrisa cogiendo tantas monedas y collares como podía, dejando algunos para mis compañeros.
Aunque el dinero y las joyas eran realmente atractivas, me quedé mirando a las casas por si acaso alguien o algo salía. Una pelea era lo que necesitaba para rematar el buen día. Pero de pronto se escuchó una explosión que venía del exterior. ¿Que diablos estaría pasando?
- Spoiler:
- Quedarme a cuadros con lo de Antoine, aceptar su número y ponerme modo colegiala. Avanzar hacia la guarida, llegar a la caverna, hacerme con el dinerico y las joyas dejando algo para Yoldin y Shiro si deciden venir conmigo. Tener ojo avizor por si sale alguien de las casuchas y escuchar una explosión
Samvel Legacy
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—Sí, las calles ya están limpias y... —«Oh, no. ¡Qué mal!»
El hombre que había amarrado se despertó antes de lo que Sam había previsto para proferir una serie de gritos guturales mientras intenta ponerse en pie y librarse de las cuerdas. La persona más allá del Den Den Mushi, quién Sam creía que se trataba del mismo Antoine pero no tenía el modo de saberlo, lo escuchó y colgó de inmediato, pronunciando unas pocas palabras antes de hacerlo.
—Bueno chicas, nos hemos quedado sin factor sorpresa —dijo con voz baja, casi avergonzado—. Ha sido culpa mía, lo siento mucho. No creí que el grandullón se despertara tan rápido...
Había cometido un error. Sin reparos, se acercó hasta la mole quemada, que todavía olía a carne de cerdo calcinada. Se agachó cerca suyo, intentando ignorar los gruñidos, e intentó calmarlo con unos pocos gestos.
—Oye, compañero, sé que no te gusta estar atado, pero es por la seguridad de todos. Siento mucho lo de antes, de verdad, pero debía detenerte o a saber qué hubiera ocurrido. ¿Puedes hablar? Yo me llamo Sam, y quiero ser tu amigo. —No había mentira en sus palabras. Aquel hombre había sido su enemigo, pero no tenía por qué seguir siéndolo. Le habían obligado a convertirse en aquella cosa y Sam solo quería ayudarle—. Podemos ayudarnos, ¿sabes? Si tú nos ayudas a nosotros te desataré, y te prometo que en cuanto todo esto termine buscaré la forma de devolverte tu anterior cuerpo. ¿Tenemos un trato?
No sabía qué respondería el grandullón, pero tenía todas las intenciones de ayudarle si colaboraba. Si aceptaba el trato, le soltaría la red que había usado como cuerda y la volvería a guardar en su lanzaredes, y si no, lo obligaría a ponerse en pie y lo llevaría atado a donde decidiesen ir a continuación. No podía dejarlo solo y sin vigilancia al fin y al cabo.
—Bueno chicas, llevamos un rato esperando y aquí no aparece nadie —dijo tras esperar un rato a la aparición del hombre tras el Den Den Mushi—, y no creo que vaya a aparecer, no con el estado de la ciudad. A juzgar por el alboroto y las explosiones a nuestro alrededor ya ha empezado una batalla. Incluso es posible que haya caído una parte del muro que hasta hace poco nos resguardaba. Así que tenemos x opciones: perseguir a los hombres que huyeron antes para alcanzar a su jefe y detenerlo, buscar a la reina Iliana para, junto a su ayuda, poner orden en la ciudad, o defender el lugar con nuestras propias manos.
Observó y escuchó lo que tuvieran que decir la espadachina y la marine. No tenía claro qué preferirían hacer, pero de lo que estaba seguro es que se preocupaban por proteger a los demás, y con eso le bastaba para confiar en ellas.
—Yo por mi parte creo que no deberíamos ni buscar a los traficantes ni a la reina. Capturar a unos criminales de poco servirá para detener el conflicto actual y, la reina ya fue salvada de sus ejecutores. Es muy posible que su grupo esté planeando hacer la opción que yo di, así que se lo dejaremos a ellos. Y con la poca información restante no creo que podamos hacer mucho si no nos movemos. Propongo dirigirnos hacia el oeste, de donde proviene todo el estruendo, y decidir sobre la marcha qué hacer en cuanto observemos la situación.
Si sus compañeras accedían, empezaría a andar a un paso desenvuelto hacia el oeste, junto al grandullón quién se encontraría desatado o no, según aceptara el trato de Sam.
—Si no me dices tu nombre será confuso dirigirme a ti —diría en caso de no haber conseguido descubrir su nombre—, así que de momento te llamaré Toby.
El hombre que había amarrado se despertó antes de lo que Sam había previsto para proferir una serie de gritos guturales mientras intenta ponerse en pie y librarse de las cuerdas. La persona más allá del Den Den Mushi, quién Sam creía que se trataba del mismo Antoine pero no tenía el modo de saberlo, lo escuchó y colgó de inmediato, pronunciando unas pocas palabras antes de hacerlo.
—Bueno chicas, nos hemos quedado sin factor sorpresa —dijo con voz baja, casi avergonzado—. Ha sido culpa mía, lo siento mucho. No creí que el grandullón se despertara tan rápido...
Había cometido un error. Sin reparos, se acercó hasta la mole quemada, que todavía olía a carne de cerdo calcinada. Se agachó cerca suyo, intentando ignorar los gruñidos, e intentó calmarlo con unos pocos gestos.
—Oye, compañero, sé que no te gusta estar atado, pero es por la seguridad de todos. Siento mucho lo de antes, de verdad, pero debía detenerte o a saber qué hubiera ocurrido. ¿Puedes hablar? Yo me llamo Sam, y quiero ser tu amigo. —No había mentira en sus palabras. Aquel hombre había sido su enemigo, pero no tenía por qué seguir siéndolo. Le habían obligado a convertirse en aquella cosa y Sam solo quería ayudarle—. Podemos ayudarnos, ¿sabes? Si tú nos ayudas a nosotros te desataré, y te prometo que en cuanto todo esto termine buscaré la forma de devolverte tu anterior cuerpo. ¿Tenemos un trato?
No sabía qué respondería el grandullón, pero tenía todas las intenciones de ayudarle si colaboraba. Si aceptaba el trato, le soltaría la red que había usado como cuerda y la volvería a guardar en su lanzaredes, y si no, lo obligaría a ponerse en pie y lo llevaría atado a donde decidiesen ir a continuación. No podía dejarlo solo y sin vigilancia al fin y al cabo.
—Bueno chicas, llevamos un rato esperando y aquí no aparece nadie —dijo tras esperar un rato a la aparición del hombre tras el Den Den Mushi—, y no creo que vaya a aparecer, no con el estado de la ciudad. A juzgar por el alboroto y las explosiones a nuestro alrededor ya ha empezado una batalla. Incluso es posible que haya caído una parte del muro que hasta hace poco nos resguardaba. Así que tenemos x opciones: perseguir a los hombres que huyeron antes para alcanzar a su jefe y detenerlo, buscar a la reina Iliana para, junto a su ayuda, poner orden en la ciudad, o defender el lugar con nuestras propias manos.
Observó y escuchó lo que tuvieran que decir la espadachina y la marine. No tenía claro qué preferirían hacer, pero de lo que estaba seguro es que se preocupaban por proteger a los demás, y con eso le bastaba para confiar en ellas.
—Yo por mi parte creo que no deberíamos ni buscar a los traficantes ni a la reina. Capturar a unos criminales de poco servirá para detener el conflicto actual y, la reina ya fue salvada de sus ejecutores. Es muy posible que su grupo esté planeando hacer la opción que yo di, así que se lo dejaremos a ellos. Y con la poca información restante no creo que podamos hacer mucho si no nos movemos. Propongo dirigirnos hacia el oeste, de donde proviene todo el estruendo, y decidir sobre la marcha qué hacer en cuanto observemos la situación.
Si sus compañeras accedían, empezaría a andar a un paso desenvuelto hacia el oeste, junto al grandullón quién se encontraría desatado o no, según aceptara el trato de Sam.
—Si no me dices tu nombre será confuso dirigirme a ti —diría en caso de no haber conseguido descubrir su nombre—, así que de momento te llamaré Toby.
- Resumen:
- Lamentarse por el error de la llamada, intenta hacerse amigo del grandullón (aka Toby), proponer un plan de acción y dirigirse al oeste porque es donde cree que hay más bulla.
Velkan Byrne
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A pesar de que estaban en el otro lado, el suelo tembló por las detonaciones. Vio el humo a lo lejos en tres puntos y frunció el ceño. Aquello pintaba mal. Se habían producido al este y más o menos a la altura de la muralla. Eso debía ser cosa del ejército de Anthony. Aunque estuviesen al otro lado, no se sentía cómodo allí. Debían ir a algún lugar discreto y esconderse hasta que llegase el ejército de los Markov. Algún sitio donde pudiesen descansar. ¿Pero dónde?
- Deberíamos largarnos. Ir a algún escondite a esperar a nuestros aliados. ¿Alguna sugerencia?
Su hermana mencionó la posibilidad de marcharse a la mansión. Frunció el ceño pensativo. Podría ser una posibilidad... pero la mansión estaba al este. Era arriesgarse mucho si tenían que salir de la dimensión por lo que fuese. Además tenían que salir y entrar en una nueva puerta cada varios cientos metros para seguir avanzando, por lo que había visto. Pero era una línea de pensamiento correcta.
- Igual no tenemos que irnos tan lejos. Hay una residencia urbana que padre usaba cuando tenía asuntos en la ciudad. Es pequeña, cómoda y discreta. Hace tiempo que no se usa, creo. Padre ya no iba por allí cuando yo estaba viviendo en ella, mientras estaba al servicio de la reina. Seguidme.
Gracias al tratamiento de su hermana estaba algo mejor, pero sabía que sería preferible no hacer esfuerzos durante un rato, sobre todo por la herida de su pierna. Pese a todo su aspecto era un poco lamentable: la armadura estaba perforada, abollada y manchada de barro y sangre en diferentes puntos. Se podía ver en algunos de ellos las vendas ensangrentadas por debajo. Usando de nuevo su lanza como bastón, abrió la marcha en dirección a la casa, tras asegurarse de que nadie de los heridos quedaba sin recibir ayuda y que alguien cogía a Iliana. Si hacía falta, echaría una mano alguno de sus compañeros dejándole apoyarse en su hombro para caminar o incluso cogería a Iliana en brazos si nadie lo hacía. Una vez en la mansión se encargaría de que estuviese en el dormitorio grande y vigilaría los sucesos en el exterior desde las ventanas.
- Deberíamos largarnos. Ir a algún escondite a esperar a nuestros aliados. ¿Alguna sugerencia?
Su hermana mencionó la posibilidad de marcharse a la mansión. Frunció el ceño pensativo. Podría ser una posibilidad... pero la mansión estaba al este. Era arriesgarse mucho si tenían que salir de la dimensión por lo que fuese. Además tenían que salir y entrar en una nueva puerta cada varios cientos metros para seguir avanzando, por lo que había visto. Pero era una línea de pensamiento correcta.
- Igual no tenemos que irnos tan lejos. Hay una residencia urbana que padre usaba cuando tenía asuntos en la ciudad. Es pequeña, cómoda y discreta. Hace tiempo que no se usa, creo. Padre ya no iba por allí cuando yo estaba viviendo en ella, mientras estaba al servicio de la reina. Seguidme.
Gracias al tratamiento de su hermana estaba algo mejor, pero sabía que sería preferible no hacer esfuerzos durante un rato, sobre todo por la herida de su pierna. Pese a todo su aspecto era un poco lamentable: la armadura estaba perforada, abollada y manchada de barro y sangre en diferentes puntos. Se podía ver en algunos de ellos las vendas ensangrentadas por debajo. Usando de nuevo su lanza como bastón, abrió la marcha en dirección a la casa, tras asegurarse de que nadie de los heridos quedaba sin recibir ayuda y que alguien cogía a Iliana. Si hacía falta, echaría una mano alguno de sus compañeros dejándole apoyarse en su hombro para caminar o incluso cogería a Iliana en brazos si nadie lo hacía. Una vez en la mansión se encargaría de que estuviese en el dormitorio grande y vigilaría los sucesos en el exterior desde las ventanas.
- resumen:
- Hablo con Brianna sobre a dónde ir y nos ponemos en camino. Una vez en la residencia (aún en la otra dimensión) vigilo los alrededores desde las ventanas.
Morgoth
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Una joven me habló cuando comenté lo de las gemelas después de que dos mujeres se marchasen corriendo, parecía que una era la madre como había supuesto.
-Raven, mantenla localizada – dije en voz alta mientras seguí el rumbo para encontrarme con Lilith.
Cuando llegué hasta la joven, esta parecía estar rematando a la científica, hecho que provocó que le salpicara bastante sangre y le manchase la ropa. Acto seguido revisó las pertenencias de Spirelli, de ellas sacó algunos frascos de los que usaba en las capsulas y un den den mushi.
-Pero que desastre has montado – le dije mientras lo hacía. – A ver quién limpia ahora todo eso – continué mientras vi que salía corriendo hacia donde me pareció ver a las gemelas.
Dejé allí a la joven, su guardaespaldas y mascota para volver con las chicas que había rescatado. Lilith sabía donde estaban por lo que solo teníamos que esperar a que viniese a recogerlas.
-Esperad a que venga Lilith ella os dirá que hacer – dije girándome hacia las chicas. – Yo iré a buscar a las chicas que se marcharon para que la madre vuelva a estar con sus hijas. – le informé.
Corrí por donde había venido y en cuanto vi la oportunidad trepé hasta el tejado de alguna casa para buscar a Raven. cuando lo localizase iría tras él para que me llevase a las jóvenes que habían salido corriendo. Esperaba no tardar en encontrarlas y llevarlas junto al resto. Sin embargo, y a pesar de que seguí buscándolas, una gran explosión llamó mi atención, seguida de un gran impacto. Parecía ser que alguien intentaba entrar en la ciudad amurallada por la fuerza y eso solo significaba una cosa, que ahora entraría el ejército.
-Raven, rápido a por las chicas, tenemos que marcharnos de aquí lo antes posible cuando nos juntemos de nuevo con Lilith.
Comencé a moverme con más velocidad si me era posible entre los tejados a pesar de que pudiese llamar más la atención. La rapidez primaba ahora en vez del cuidado, por si acaso saqué la pistola y la tuve preparada por si cualquier cosa pasaba.
-Raven, mantenla localizada – dije en voz alta mientras seguí el rumbo para encontrarme con Lilith.
Cuando llegué hasta la joven, esta parecía estar rematando a la científica, hecho que provocó que le salpicara bastante sangre y le manchase la ropa. Acto seguido revisó las pertenencias de Spirelli, de ellas sacó algunos frascos de los que usaba en las capsulas y un den den mushi.
-Pero que desastre has montado – le dije mientras lo hacía. – A ver quién limpia ahora todo eso – continué mientras vi que salía corriendo hacia donde me pareció ver a las gemelas.
Dejé allí a la joven, su guardaespaldas y mascota para volver con las chicas que había rescatado. Lilith sabía donde estaban por lo que solo teníamos que esperar a que viniese a recogerlas.
-Esperad a que venga Lilith ella os dirá que hacer – dije girándome hacia las chicas. – Yo iré a buscar a las chicas que se marcharon para que la madre vuelva a estar con sus hijas. – le informé.
Corrí por donde había venido y en cuanto vi la oportunidad trepé hasta el tejado de alguna casa para buscar a Raven. cuando lo localizase iría tras él para que me llevase a las jóvenes que habían salido corriendo. Esperaba no tardar en encontrarlas y llevarlas junto al resto. Sin embargo, y a pesar de que seguí buscándolas, una gran explosión llamó mi atención, seguida de un gran impacto. Parecía ser que alguien intentaba entrar en la ciudad amurallada por la fuerza y eso solo significaba una cosa, que ahora entraría el ejército.
-Raven, rápido a por las chicas, tenemos que marcharnos de aquí lo antes posible cuando nos juntemos de nuevo con Lilith.
Comencé a moverme con más velocidad si me era posible entre los tejados a pesar de que pudiese llamar más la atención. La rapidez primaba ahora en vez del cuidado, por si acaso saqué la pistola y la tuve preparada por si cualquier cosa pasaba.
- resumen:
- Tras un comentario a Lilith ir a buscar con Raven (el cuervo) a las chicas que se habían marchado para que se juntasen al resto y una se reencuentre con sus hijas (voy corriendo por los tejados).
Napolean
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Cuando el antiguo capitán de Mythil quiso percatarse de ello, la joven y sádica Izzy ya no se encontraba junto a él. «¡Sacre bleu! ¿Dónde se ha metido?», se preguntó con desconcierto. Sin embargo, no podía perder el tiempo en las afueras de la muralla, así que se dirigió raudo y veloz hacia la puerta que Keiran había destrozado y el resto de la banda.
Llegó el último al centro de la banda, contemplado como un grupo de personas que estaban frente a su capitán desaparecía de la nada tras una puerta. «¿Qué clase de magia demoniaca es esta?», se preguntó Napo, que nada más llegar escuchó refunfuñar al pequeñajo de Adam.
—Cálmate, hombre —le dijo con cierto tono que podría considerarse, incluso, paternal—. Guarda tus energías para lo que nos aguarda.
De pronto, una explosión que sacudió toda la ciudadela, seguida de una y otra, y otra. Era como volver al campo de batalla en su isla natal, y le encantaba. A Napo se le dibujó una sonrisa en el rostro, mientras que cogió su mosquete con la mano derecha. La cosa estaba a punto de ponerse seria, ya que estaban rodeado de enemigos: un ejercito a su derecha y otro a su izquierda. Dos frentes y ellos en medio para despacharlos a todos.
—¿Cuál es el plan, mon capitaine —le preguntó.
Pero antes de recibir alguna respuesta, como de costumbre, el maldito canijo de Adam hizo caso omiso de sus palabras y se fue directo hacia unos extraños que llevaban como casco una calabaza, arrasando con varios de ellos antes de ser rodeado.
—¡PUTAIN DE BÂTARD! —gritó en voz alta Alexander, yendo tras Adam—. Ahora vengo.
Agarró su rifle con ambas manos, agrandándolo hasta aumentar su tamaño hasta ser el doble, y como si fuera un garrote comenzó a golpear a cualquiera que se pusiera frente a él hasta llegar a donde estaba Adam.
—¿No te he dicho que te guardes las energías? —le preguntó, tratando de agarrarlo con su mano libre y de lanzarlo hacia donde estaban Keiran y Cass por los aires; algo nada complicado dado su tamaño.
De conseguirlo —si es que se dejaba coger—, volvería hacia donde se encontraba su capitán para recibir órdenes.
Llegó el último al centro de la banda, contemplado como un grupo de personas que estaban frente a su capitán desaparecía de la nada tras una puerta. «¿Qué clase de magia demoniaca es esta?», se preguntó Napo, que nada más llegar escuchó refunfuñar al pequeñajo de Adam.
—Cálmate, hombre —le dijo con cierto tono que podría considerarse, incluso, paternal—. Guarda tus energías para lo que nos aguarda.
De pronto, una explosión que sacudió toda la ciudadela, seguida de una y otra, y otra. Era como volver al campo de batalla en su isla natal, y le encantaba. A Napo se le dibujó una sonrisa en el rostro, mientras que cogió su mosquete con la mano derecha. La cosa estaba a punto de ponerse seria, ya que estaban rodeado de enemigos: un ejercito a su derecha y otro a su izquierda. Dos frentes y ellos en medio para despacharlos a todos.
—¿Cuál es el plan, mon capitaine —le preguntó.
Pero antes de recibir alguna respuesta, como de costumbre, el maldito canijo de Adam hizo caso omiso de sus palabras y se fue directo hacia unos extraños que llevaban como casco una calabaza, arrasando con varios de ellos antes de ser rodeado.
—¡PUTAIN DE BÂTARD! —gritó en voz alta Alexander, yendo tras Adam—. Ahora vengo.
Agarró su rifle con ambas manos, agrandándolo hasta aumentar su tamaño hasta ser el doble, y como si fuera un garrote comenzó a golpear a cualquiera que se pusiera frente a él hasta llegar a donde estaba Adam.
—¿No te he dicho que te guardes las energías? —le preguntó, tratando de agarrarlo con su mano libre y de lanzarlo hacia donde estaban Keiran y Cass por los aires; algo nada complicado dado su tamaño.
De conseguirlo —si es que se dejaba coger—, volvería hacia donde se encontraba su capitán para recibir órdenes.
- Resumen:
- Estar en la plaza + hablar con los compis + dar algún que otro garrotazo + volver con Kei y que le den ordenes
Keiran T. Farraige
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El capitán alzó una ceja ante las palabras que le dedicó el caballero de oscura melena. ¿Ayudar a la reina? ¿Que no eran sus captores? ¿Pero qué tonterías estaba diciendo? Resultaba evidente que no eran los secuestradores; después de todo, quien tuviera ojos en la cara habría podido ver fácilmente desde el zeppeling cómo el grupo de amantes de los vegetales llevaba a Illiana hasta el patíbulo antes de su intervención. Suspiró con cierto desdén, mirando de reojo a su subcapitana.
—Creo que no me he debido expresar con suficiente claridad —farfulló, volviendo su mirada a la comitiva de rescate—. Vuestra reina me importa una mierda —sentenció, poco antes de que los allí presentes se esfumasen gracias a un extraño portal.
No había mentira en sus palabras y es que, pese al interés inicial que había vivido en él para con los Markov, aquella curiosidad parecía haber terminado de desvanecerse por completo. Tras todo cuanto habían podido observar, la única conclusión que tenía cabida en la mente del pirata era que aquella familia conformaba poco más que un atajo de inútiles: una isla alzándose en armas, todo un ejército campando a sus anchas por ella, unos muros sin custodiar, las puertas cayendo sin oposición alguna, la reina secuestrada por la gente del caballero resurgido y reducida a poco más que una cría endeble y frágil. ¿Dónde estaba toda la gloria y poder de los que había oído hablar durante sus andanzas en el Paraíso? ¿Qué clase de temor o respeto podía inspirar aquella familia cuando no eran capaces de cuidar ni de su propia casa? Negó con pesadez, casi enfado, y a nada estuvo de decapitar al soldado más cercano antes de que las explosiones se sucedieran desde direcciones varias.
No tardaron en contemplar el ejército que se erguía frente a Astelia aunque, para sorpresa del pelirrojo, no era el mismo que habían visto en su camino hacia la capital. No, aquella hueste sedienta de sangre y fuego no había llegado todavía y, de hecho, venían desde el lado contrario. La verdadera pregunta era: ¿venían a ayudar a los sublevados o a arrasarlos junto a los demás? Porque no había que ser muy listo para darse cuenta de que aquella gente no tenía ni idea de lo que se aproximaba. ¿Quién iniciaba si no un asedio sin esperar la llegada próxima de sus aliados? Tal vez se equivocase, pero en la mente de Keiran resultaba tan evidente lo que se avecinaba que no pudo reprimir una carcajada.
—Cuando dijiste que la capital ardería, lo decías muy en serio, ¿verdad? —inquirió, mirando al caballero que ya había perecido una vez bajo sus fauces, aún envuelto en aquellas extrañas raíces.
La ciudad comenzó a ser invadida por los recién llegados pero, por mucho que pudiera parecer lo contrario, el pelirrojo no tenía la menor intención de formar parte activa en aquel conflicto. Todo cuando había hecho estaba motivado por el sencillo deseo de ver aquella isla sumida en el caos y, cómo no, por poner a prueba todas aquellas historias; sin embargo, no necesitaba ver más para dar su juicio, así que lo que les restaba por hacer allí no era otra cosa que satisfacer los deseos e intereses de su banda.
—Este chico no puede estar más de tres minutos sin meterse en problemas. ¿De verdad cuestionas por qué lo traje con nosotros? —cuestionó a su segunda, sonriendo de lado mientras observaba cómo Alexander iba en su rescate y lo lanzaba en su dirección, tomándolo sin demasiados problemas al vuelo y dejándolo sobre el suelo sin excesiva delicadeza, justo antes de soltarle un puñetazo a modo de correctivo sobre la cabeza, lo suficientemente fuerte como para que se lo pensara dos veces.
Echó un rápido vistazo por la plaza, observando a los allí presentes. Como ya hemos dicho, aquella no era su guerra y su interés por los Markov se había esfumado, así que nada les retenía en el centro de la ciudad. Por el contrario, era su deber buscar el beneficio de su gente y el sitio indicado era un cuya naturaleza no le era ajena:
—Nos vamos al palacio. Tendrán cosas de valor y algo me dice que esta gente no nos dejará llevárnoslas si llegan antes que nosotros. Andando. —Comenzó a caminar, esperando que su gente le siguiera e ignorando en buena metida a los presentes—. Me da igual quién intente deteneros: se ponga quien se ponga en vuestro camino, matadlo.
—Creo que no me he debido expresar con suficiente claridad —farfulló, volviendo su mirada a la comitiva de rescate—. Vuestra reina me importa una mierda —sentenció, poco antes de que los allí presentes se esfumasen gracias a un extraño portal.
No había mentira en sus palabras y es que, pese al interés inicial que había vivido en él para con los Markov, aquella curiosidad parecía haber terminado de desvanecerse por completo. Tras todo cuanto habían podido observar, la única conclusión que tenía cabida en la mente del pirata era que aquella familia conformaba poco más que un atajo de inútiles: una isla alzándose en armas, todo un ejército campando a sus anchas por ella, unos muros sin custodiar, las puertas cayendo sin oposición alguna, la reina secuestrada por la gente del caballero resurgido y reducida a poco más que una cría endeble y frágil. ¿Dónde estaba toda la gloria y poder de los que había oído hablar durante sus andanzas en el Paraíso? ¿Qué clase de temor o respeto podía inspirar aquella familia cuando no eran capaces de cuidar ni de su propia casa? Negó con pesadez, casi enfado, y a nada estuvo de decapitar al soldado más cercano antes de que las explosiones se sucedieran desde direcciones varias.
No tardaron en contemplar el ejército que se erguía frente a Astelia aunque, para sorpresa del pelirrojo, no era el mismo que habían visto en su camino hacia la capital. No, aquella hueste sedienta de sangre y fuego no había llegado todavía y, de hecho, venían desde el lado contrario. La verdadera pregunta era: ¿venían a ayudar a los sublevados o a arrasarlos junto a los demás? Porque no había que ser muy listo para darse cuenta de que aquella gente no tenía ni idea de lo que se aproximaba. ¿Quién iniciaba si no un asedio sin esperar la llegada próxima de sus aliados? Tal vez se equivocase, pero en la mente de Keiran resultaba tan evidente lo que se avecinaba que no pudo reprimir una carcajada.
—Cuando dijiste que la capital ardería, lo decías muy en serio, ¿verdad? —inquirió, mirando al caballero que ya había perecido una vez bajo sus fauces, aún envuelto en aquellas extrañas raíces.
La ciudad comenzó a ser invadida por los recién llegados pero, por mucho que pudiera parecer lo contrario, el pelirrojo no tenía la menor intención de formar parte activa en aquel conflicto. Todo cuando había hecho estaba motivado por el sencillo deseo de ver aquella isla sumida en el caos y, cómo no, por poner a prueba todas aquellas historias; sin embargo, no necesitaba ver más para dar su juicio, así que lo que les restaba por hacer allí no era otra cosa que satisfacer los deseos e intereses de su banda.
—Este chico no puede estar más de tres minutos sin meterse en problemas. ¿De verdad cuestionas por qué lo traje con nosotros? —cuestionó a su segunda, sonriendo de lado mientras observaba cómo Alexander iba en su rescate y lo lanzaba en su dirección, tomándolo sin demasiados problemas al vuelo y dejándolo sobre el suelo sin excesiva delicadeza, justo antes de soltarle un puñetazo a modo de correctivo sobre la cabeza, lo suficientemente fuerte como para que se lo pensara dos veces.
Echó un rápido vistazo por la plaza, observando a los allí presentes. Como ya hemos dicho, aquella no era su guerra y su interés por los Markov se había esfumado, así que nada les retenía en el centro de la ciudad. Por el contrario, era su deber buscar el beneficio de su gente y el sitio indicado era un cuya naturaleza no le era ajena:
—Nos vamos al palacio. Tendrán cosas de valor y algo me dice que esta gente no nos dejará llevárnoslas si llegan antes que nosotros. Andando. —Comenzó a caminar, esperando que su gente le siguiera e ignorando en buena metida a los presentes—. Me da igual quién intente deteneros: se ponga quien se ponga en vuestro camino, matadlo.
- Resumen:
- » Sentirse confuso porque Velkan se piense que está de su parte y dejar claro que Illiana se la trae al pairo.
» Dejarle caer al caballero resurgido unas palabritas, esperando que le confirme su teoría.
» Coger a Adam al vuelo y darle un capón para que deje de hacer el imbécil.
» Dar la orden de ponerse rumbo al castillo/palacio y de acabar con cualquiera, sea del bando que sea, que se interponga en su camino.
Tomoe Asai-Asakura
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Pasaba el tiempo, seguía pasando, pero no ocurría nada en las inmediaciones de donde se encontraban. Para colmo, podían ver todo en el zepelín y ciertas emociones empezaban a acumularse en la revolucionaria. No tenía ninguna pista más allá de aquella jolly roger que realmente no le decía absolutamente nada. No sabía dónde estaba Antoine así que no podía ir a por él ella misma, tampoco podía ir al zepelín, y tampoco tenía demasiado sentido ir donde la reina porque ya la habían rescatado.
Su trabajo era averiguar sobre las facciones de Hallstat y no podía hacer nada. Decir que estaba frustrada sería quedarse muy corto. Estaba cabreada con su propia inutilidad, frustrada y cansada. ¿Qué debía hacer? En aquel momento sonarían múltiples explosiones por la ciudad, y a juzgar por los sonidos debían ser en los extremos... ¿las murallas? Sus sospechas se confirmaron cuando empezó a oir el ruido de galopeo de caballos. ¿Los cocheros?
Tuvo que saltar hacia un lado para alejarse del camino de uno de ellos que pasó junto al grupo. Según voceaba, ya habían llegado los nuevos dueños, el tal Lord Anthony. Fuera lo que fuera, si él era el que pretendía usurpar el trono también sería el culpable de la fracasada ejecución de la reina y...
—Oh —susurró. Parpadeó, empezando a relacionar cosas. El hombre tras el Den Den Mushi había dicho algo de limpiar las calles, y los matones de antes habían hablado de lo que estaba por venir. Tal vez... ¿estaban limpiando las calles para que las fuerzas de Anthony encontraran la menor cantidad de obstáculos posibles?. La única conclusión que podía sacar era que los traficantes y el usurpador estaban relacionados.
—Yo voy a buscar al tal Lord Anthony. Esta gente estaba limpiando las calles para preparar su llegada —no lo dijo, pero esperaba que pudieran llegar a la misma conclusión que ella—, arrancaré de cuajo las raíces del problema —dijo y, tras asegurarse de que ningún cochero loco más iba a intentar arrollarla, echó a correr en busca de... ¿de qué?
Si había llegado Lord Anthony a tomar el trono, era de lógica pensar que no había ido solo. La ciudad se había cerrado a cal y canto, si habían entrado los cocheros... las fuerzas de Anthony también. Buscaría lo más parecido que encontrara a un ejército que tuviera el jolly roger que tenía en su posesión ahora mismo o el emblema de la casa de Hallstat de Lord Anthony. En una invasión a esa escala no podían ser demasiado discretos.
—¡Si una semana de estas llega Antoine decidle que cuando acabe con su señor iré a por él! —exclamó hacia el grupo antes de perderse entre las calles, una forma un poco extraña de despedirse -si no la seguía nadie del grupo-. Iba en dirección hacia el castillo de Hallstat. Lord Anthony quería el trono, ¿no? entonces tarde o temprano tendría que aparecer por allí. Tuviera o no ayuda del Gobierno, lo que quedaba claro era que era el responsable de los males actuales del reino.
Respiró hondo mientras se desplazaba, se concentró, se concentró todo lo que pudo. Una vez, en su pasado cercano, fue capaz de predecir un poco del futuro. Cuando vio su propia muerte, o cuando vio aquel jarrón caerse. ¿Sería capaz de utilizar eso a placer si se concentraba lo suficiente?
—Bishamonten, dame fuerza —susurró. Estaba cansada de no poder hacer nada. Utilizaría su Voluntad de Observación, forzaría su uso e intentaría detectar algún acontecimiento inmediato que pudiera darle alguna pista sobre dónde podría estar el Lord. Alguna presencia... algo. Si podía interceptarlo antes de que llegara al castillo pues... mejor.
Su trabajo era averiguar sobre las facciones de Hallstat y no podía hacer nada. Decir que estaba frustrada sería quedarse muy corto. Estaba cabreada con su propia inutilidad, frustrada y cansada. ¿Qué debía hacer? En aquel momento sonarían múltiples explosiones por la ciudad, y a juzgar por los sonidos debían ser en los extremos... ¿las murallas? Sus sospechas se confirmaron cuando empezó a oir el ruido de galopeo de caballos. ¿Los cocheros?
Tuvo que saltar hacia un lado para alejarse del camino de uno de ellos que pasó junto al grupo. Según voceaba, ya habían llegado los nuevos dueños, el tal Lord Anthony. Fuera lo que fuera, si él era el que pretendía usurpar el trono también sería el culpable de la fracasada ejecución de la reina y...
—Oh —susurró. Parpadeó, empezando a relacionar cosas. El hombre tras el Den Den Mushi había dicho algo de limpiar las calles, y los matones de antes habían hablado de lo que estaba por venir. Tal vez... ¿estaban limpiando las calles para que las fuerzas de Anthony encontraran la menor cantidad de obstáculos posibles?. La única conclusión que podía sacar era que los traficantes y el usurpador estaban relacionados.
—Yo voy a buscar al tal Lord Anthony. Esta gente estaba limpiando las calles para preparar su llegada —no lo dijo, pero esperaba que pudieran llegar a la misma conclusión que ella—, arrancaré de cuajo las raíces del problema —dijo y, tras asegurarse de que ningún cochero loco más iba a intentar arrollarla, echó a correr en busca de... ¿de qué?
Si había llegado Lord Anthony a tomar el trono, era de lógica pensar que no había ido solo. La ciudad se había cerrado a cal y canto, si habían entrado los cocheros... las fuerzas de Anthony también. Buscaría lo más parecido que encontrara a un ejército que tuviera el jolly roger que tenía en su posesión ahora mismo o el emblema de la casa de Hallstat de Lord Anthony. En una invasión a esa escala no podían ser demasiado discretos.
—¡Si una semana de estas llega Antoine decidle que cuando acabe con su señor iré a por él! —exclamó hacia el grupo antes de perderse entre las calles, una forma un poco extraña de despedirse -si no la seguía nadie del grupo-. Iba en dirección hacia el castillo de Hallstat. Lord Anthony quería el trono, ¿no? entonces tarde o temprano tendría que aparecer por allí. Tuviera o no ayuda del Gobierno, lo que quedaba claro era que era el responsable de los males actuales del reino.
Respiró hondo mientras se desplazaba, se concentró, se concentró todo lo que pudo. Una vez, en su pasado cercano, fue capaz de predecir un poco del futuro. Cuando vio su propia muerte, o cuando vio aquel jarrón caerse. ¿Sería capaz de utilizar eso a placer si se concentraba lo suficiente?
—Bishamonten, dame fuerza —susurró. Estaba cansada de no poder hacer nada. Utilizaría su Voluntad de Observación, forzaría su uso e intentaría detectar algún acontecimiento inmediato que pudiera darle alguna pista sobre dónde podría estar el Lord. Alguna presencia... algo. Si podía interceptarlo antes de que llegara al castillo pues... mejor.
- resumen:
Se frustra y se echa a un lado para que no la atropelle un cochero puesto de éxtasis (aquí me he tomado un poco la libertad de asumir que los cocheros, en toda su felicidad, hablan de Lord Anthony el Nuevo Dueño de Hallstat). Decide ir a por Lord Anthony cuando se da cuenta de que los traficantes estaban limpiando las calles porque sabían que sus ejércitos entrarían.
También intenta forzar el mantra para ver si puede detectar algo, sea una presencia o una predicción inmediata, que le de alguna pista sobre el paradero exacto de Lord Anthony.
Brianna Byrne
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Habían conseguido liberar a Iliana y ahora la tenían a salvo en la dimensión de las puertas de Bri. Se sentía aliviada, de alguna forma saber que había logrado salvar a esa chiquilla la hacía sentir un poco mejor. Sabía que Ivan estaría contento con la noticia, pero ¿que pensaría cuando supiera que estaba embarazada? Quería decírselo pero al mismo tiempo no quería, tenía miedo de llamarle y contarle algo así por teléfono así que preferiría guardar silencio aunque fuera sobre ese tema. Lo único que le comentaría sería que Iliana estaba a salvo, pero solo cuando consiguiera que despertase.
— ¿Vamos a la mansión? — después de que su hermano le dijera su opinión asintió, la idea era mejor desde luego. Pusieron rumbo hacía aquella casa que su padre tenía en la capital. Un suspiro largo salio de sus labios y una vez llegaron allí todos juntos se encargo de revisar al resto de heridos para que todos estuvieran más o menos en condiciones. Por otro lado, Iliana le preocupaba, parecía que había sido drogada pero que tarde o temprano terminaría por encontrarse mejor. La dejo descansar sobre una de las camas y se quedo a su lado para vigilar su evolución.
No quería dejarla sola, no quería que se asustase y pensase que había acabado de nuevo en malas manos. ¿Que decirle? Bueno, su hermano le había servido fielmente así que podía decir su nombre y decir que la habían recatado, era la verdad después de todo. Si la mujer despertaba sería lo que hiciera — tranquila majestad, soy Brianna Byrne, la hermana de Velkan Byrne y hemos conseguido rescatarla de sus captores, no se mueva mucho se lo ruego, la han tenido drogada ¿como se encuentra? — esperaba que la mujer estuviera mejor y que no se pusiera bruta. Aunque conociendo a los Markov más le valía estar preparada por si se le ocurría ponerse salvaje o algo parecido.
Esperaba que tarde o temprano las cosas mejorasen, no podía dejar de pensar en que había una personita creciendo dentro de ella y que era suya y de Ivan. Mantenía sus manos sobre su vientre suspirando mientras pensaba en como podría criar a esas criaturitas teniendo en cuenta todo lo que tenía encima. Su padre, los miembros del cp, era una maldita locura, pero ya no podía hacer nada. Tenía que prepararse para todo cuanto le pudiera caer encima a partir de ahora. Aquellos estallidos la habían puesto nerviosa, no sabía que tanto sucedía en la isla, pero la cosa se estaba liando bastante.
— ¿Vamos a la mansión? — después de que su hermano le dijera su opinión asintió, la idea era mejor desde luego. Pusieron rumbo hacía aquella casa que su padre tenía en la capital. Un suspiro largo salio de sus labios y una vez llegaron allí todos juntos se encargo de revisar al resto de heridos para que todos estuvieran más o menos en condiciones. Por otro lado, Iliana le preocupaba, parecía que había sido drogada pero que tarde o temprano terminaría por encontrarse mejor. La dejo descansar sobre una de las camas y se quedo a su lado para vigilar su evolución.
No quería dejarla sola, no quería que se asustase y pensase que había acabado de nuevo en malas manos. ¿Que decirle? Bueno, su hermano le había servido fielmente así que podía decir su nombre y decir que la habían recatado, era la verdad después de todo. Si la mujer despertaba sería lo que hiciera — tranquila majestad, soy Brianna Byrne, la hermana de Velkan Byrne y hemos conseguido rescatarla de sus captores, no se mueva mucho se lo ruego, la han tenido drogada ¿como se encuentra? — esperaba que la mujer estuviera mejor y que no se pusiera bruta. Aunque conociendo a los Markov más le valía estar preparada por si se le ocurría ponerse salvaje o algo parecido.
Esperaba que tarde o temprano las cosas mejorasen, no podía dejar de pensar en que había una personita creciendo dentro de ella y que era suya y de Ivan. Mantenía sus manos sobre su vientre suspirando mientras pensaba en como podría criar a esas criaturitas teniendo en cuenta todo lo que tenía encima. Su padre, los miembros del cp, era una maldita locura, pero ya no podía hacer nada. Tenía que prepararse para todo cuanto le pudiera caer encima a partir de ahora. Aquellos estallidos la habían puesto nerviosa, no sabía que tanto sucedía en la isla, pero la cosa se estaba liando bastante.
- Resumen:
- Van hasta la casa de su familia en la urbe y cuida de los heridos y de Iliana quedándose a su lado para mantenerla vigilada y a salvo
Lilith Blair
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Cuando dio con las niñas supo que tal vez debería haberse limpiado un poquito antes de ir a buscarlas. Pero bueno, ahora no podía hacer otra cosa más que intentar que no la matasen. Intento esquivar a las niñas aunque se llevo algunos cortes en los brazos, por otro lado Leon no tardo apenas un segundo en usar sus hilos para poder atar a las niñas y mantenerlas quietas. Esperaba que de alguna manera no quisieran seguir destrozándola, tendría que contarles una mentirijilla ahora para que no quisieran destriparla una vez la soltasen. Por suerte para ella, mentir no se le daba nada mal.
— Esperad esperad, intente ayudarla, la hirieron en el momento en que aparecieron esas personas, soy médico y quise ayudarla pero no pude, por eso estoy manchada de sangre — levanto las manos intentando que la creyesen y verse inofensiva. Esperaba que Leon las mantuviera sujetas pero sin hacerles daño, después de todo quería quedarse con esas dos pequeñas no matarlas o herirlas de gravedad. — La madame me dijo que os buscase y os ayudase, que no quería dejaros solas en este mundo... — su lealtad hacía esa mujer era admirable para dos mocosas, aunque teniendo en cuenta que seguramente las había lavado el cerebro tampoco le sorprendía tanto.
— Prometo que os cuidare bien, venid conmigo y estaréis a salvo, cuidare de todas vosotras y de las chicas de vuestra señora — les dedico una dulce sonrisa esperando que las niñas la creyeran. Después buscaría la forma de eliminar de su cabeza la lealtad a Spirelli y que se la tuvieran a ella. Después de todo era mejor no tener que mantener una mentira demasiado tiempo por que entonces seguramente la terminarían pillando. Lilith solía mentir solo cuando lo necesitaba y por suerte, se le daba bien. Morgoth la verdad es que tenía cierta razón, había hecho un poco de escabechina con la mujer, pero es que se removía más que un puerco en el matadero.
Sin embargo, ahora se había librado de uno de sus problemas y esperaba que las niñas no se convirtiesen en otro. Lilith no tenía en mente herir a las niñas y no le gustaría tener que mantarlas, pero tampoco dejaría que se metieran en su camino. Una cosa tenía clara, su plan estaba en marcha y no iba a dejar que nadie ni nada se metiera entre medias. Después vería que hacer con ese Den Den mushi y que podría decirle a la tal Altair. Pero por el momento quería que esas pequeñas se tranquilizaran y fueran con ella, se reuniría con Morgoth y luego hablaría con él para ver que hacían.
— Esperad esperad, intente ayudarla, la hirieron en el momento en que aparecieron esas personas, soy médico y quise ayudarla pero no pude, por eso estoy manchada de sangre — levanto las manos intentando que la creyesen y verse inofensiva. Esperaba que Leon las mantuviera sujetas pero sin hacerles daño, después de todo quería quedarse con esas dos pequeñas no matarlas o herirlas de gravedad. — La madame me dijo que os buscase y os ayudase, que no quería dejaros solas en este mundo... — su lealtad hacía esa mujer era admirable para dos mocosas, aunque teniendo en cuenta que seguramente las había lavado el cerebro tampoco le sorprendía tanto.
— Prometo que os cuidare bien, venid conmigo y estaréis a salvo, cuidare de todas vosotras y de las chicas de vuestra señora — les dedico una dulce sonrisa esperando que las niñas la creyeran. Después buscaría la forma de eliminar de su cabeza la lealtad a Spirelli y que se la tuvieran a ella. Después de todo era mejor no tener que mantener una mentira demasiado tiempo por que entonces seguramente la terminarían pillando. Lilith solía mentir solo cuando lo necesitaba y por suerte, se le daba bien. Morgoth la verdad es que tenía cierta razón, había hecho un poco de escabechina con la mujer, pero es que se removía más que un puerco en el matadero.
Sin embargo, ahora se había librado de uno de sus problemas y esperaba que las niñas no se convirtiesen en otro. Lilith no tenía en mente herir a las niñas y no le gustaría tener que mantarlas, pero tampoco dejaría que se metieran en su camino. Una cosa tenía clara, su plan estaba en marcha y no iba a dejar que nadie ni nada se metiera entre medias. Después vería que hacer con ese Den Den mushi y que podría decirle a la tal Altair. Pero por el momento quería que esas pequeñas se tranquilizaran y fueran con ella, se reuniría con Morgoth y luego hablaría con él para ver que hacían.
- Resumen:
- Lilith intenta engañar a las niñas sobre la sangre de Spirelli y que vayan con ella para después volver con el resto y con Morgoth
Adam
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El salvaje se encontraba forcejeando con aquellas extrañas plantas norteñas, las cuales se parecían bastante a las plantas carnívoras de su isla, aunque con un color algo más anaranjado. Aun así, no terminaba de entender como aquellas criaturas no caían por más puñetazos que le diera, levantándose con la misma facilidad que las había tirado. Ante esta tesitura al rubio solamente se le ocurrió una solución: golpear más fuerte.
-¡Whagggg!- bramó con una ira salvaje incontenible, a la vez que trataba de aplastar con el pie la cabeza de unas plantas a las que había tumbado al suelo, sin contenerse o reparar en el suelo de piedra.
Con cada musculo de su cuerpo tensado, el rubio de cabellos albinos, mostró los frutos de la constante supervivencia a la que se había sometido a lo largo de su vida. Sus ojos, como platos e inyectados en sangre, rápidamente se pasaron en el siguiente de los seres a los que debía condenar. Sin vacilar ni un instante ante la criatura que continúa levantándose, repitió el mismo movimiento que solía hacer cuando alguien se cruzaba en su camino, lanzar un único puñetazo al rostro con el objetivo de hacerla añicos. Después de ese contundente golpe, trataría de girarse a por el tercero de los seres encantados, procurando balancear su cuerpo para evitar sus taimadas garras terminarán de atraparle, para posteriormente y de igual manera que al segundo, golpearlo con la única salvedad de que lo haría con su otro brazo.
Tan metido estaba Adam en su cruzada personal que no se percataba del mundo exterior, las explosiones resultaron un tenue susurro en la ida mente del isleño, el cual tan solo tenía oídos y ojos para aquellos extraños seres que lo estaban reteniendo y la guerra que estaba por librar. Poco importaba las explosiones o los posteriores carromatos, mucho menos el grupo que había desaparecido sin mediar palabra, poco o nada le importaba la historia, la nación o de cuantos bastardos podían haber acunado los Markov a lo largo de los años. Y es que, si bien Adam podía haber hecho las paces con Keiran, eso no significaba que pudiera hacerla con los norteños.
O al menos esa era la intención del niño, ya que sin darse cuenta de cuando o como se encontró que estaba volando por los aires, y es que aquel acto de brujería no era obra que de la colosal fuerte del gigante al que había ignorado segundos antes. Afortunadamente para el rubio, Keiran estuvo con ojo avizor y le agarró al vuelo, reclamando para él el golpe que le había negado al suelo.
-Ay, duele- masculló el niño llevándose la mano a la cabeza, consciente de que debía haber vuelto hacer algo que no le había gustado a su jefe, respondió con tono alterado, pero visiblemente más cabal, y no era para menos, había tenido tiempo de pensar un par de cosas en su particular vuelo, podíamos decir incluso que el niño había puesto los pies en la tierra en más de un sentido.
Fuera como fuera, el salvaje no dudo en ponerse de nuevo al servicio de su impío amo, y es que Adam no iba a reconocer a otro señor, sería bajo su bandera o bajo sus pies.
-¡Whagggg!- bramó con una ira salvaje incontenible, a la vez que trataba de aplastar con el pie la cabeza de unas plantas a las que había tumbado al suelo, sin contenerse o reparar en el suelo de piedra.
Con cada musculo de su cuerpo tensado, el rubio de cabellos albinos, mostró los frutos de la constante supervivencia a la que se había sometido a lo largo de su vida. Sus ojos, como platos e inyectados en sangre, rápidamente se pasaron en el siguiente de los seres a los que debía condenar. Sin vacilar ni un instante ante la criatura que continúa levantándose, repitió el mismo movimiento que solía hacer cuando alguien se cruzaba en su camino, lanzar un único puñetazo al rostro con el objetivo de hacerla añicos. Después de ese contundente golpe, trataría de girarse a por el tercero de los seres encantados, procurando balancear su cuerpo para evitar sus taimadas garras terminarán de atraparle, para posteriormente y de igual manera que al segundo, golpearlo con la única salvedad de que lo haría con su otro brazo.
Tan metido estaba Adam en su cruzada personal que no se percataba del mundo exterior, las explosiones resultaron un tenue susurro en la ida mente del isleño, el cual tan solo tenía oídos y ojos para aquellos extraños seres que lo estaban reteniendo y la guerra que estaba por librar. Poco importaba las explosiones o los posteriores carromatos, mucho menos el grupo que había desaparecido sin mediar palabra, poco o nada le importaba la historia, la nación o de cuantos bastardos podían haber acunado los Markov a lo largo de los años. Y es que, si bien Adam podía haber hecho las paces con Keiran, eso no significaba que pudiera hacerla con los norteños.
O al menos esa era la intención del niño, ya que sin darse cuenta de cuando o como se encontró que estaba volando por los aires, y es que aquel acto de brujería no era obra que de la colosal fuerte del gigante al que había ignorado segundos antes. Afortunadamente para el rubio, Keiran estuvo con ojo avizor y le agarró al vuelo, reclamando para él el golpe que le había negado al suelo.
-Ay, duele- masculló el niño llevándose la mano a la cabeza, consciente de que debía haber vuelto hacer algo que no le había gustado a su jefe, respondió con tono alterado, pero visiblemente más cabal, y no era para menos, había tenido tiempo de pensar un par de cosas en su particular vuelo, podíamos decir incluso que el niño había puesto los pies en la tierra en más de un sentido.
Fuera como fuera, el salvaje no dudo en ponerse de nuevo al servicio de su impío amo, y es que Adam no iba a reconocer a otro señor, sería bajo su bandera o bajo sus pies.
- LIKE AN ANGEL, BITC..:
Pues adorno un poco la "peleilla" con los calabazas, el rubio entra en frenesí en lo que trata de funarse a la tropa esta y por último sale volando, también hace un par de reflexiones profundas.
Anastasya
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Anastasya se mantuvo cerca de Sam escuchando con absoluta discreción mientras contactaba a través del Den Den Mushi. Mas antes se acercó la samurái para presentarse. La albina esbozó una ligera sonrisa mientras se llevaba la mano al pecho, correspondiendo a la reverencia que Tomoe le dedicaba. Coincidía en su opinión de acabar con la vida de aquella criatura, pues dudaba que fuese humano a esas alturas, pero ella se mantuvo callada al respecto, no era una decisión que realmente le importase demasiado en ese momento, el enemigo estaba inmovilizado y no era capaz de hacerle daño a nadie. Pero pronto descubrió lo equivocada que estaba.
Cuando Sam contactó, el que la cadete pensaba que se debía tratar de Antoine respondió con rapidez, y por un momento pensó que iban a lograr colársela, pero la criatura que tenían maniatada cerca empezó a gruñir y el hombre que estaba al otro lado pareció comprender la situación. La expresión de preocupación de Anastasya lo decía todo. Entonces Tomoe le preguntó si había más efectivos de la marina en la ciudad y una bombilla se le encendió en la cabeza.
La albina miró en derredor a los callejones más cercanos, buscando alguna figura oscura que sirviese para identificar la armadura del sargento Khâmul, pero estaba convencida de que si el sargento la había seguido, hubiese acudido en su ayuda con anterioridad.
—Ahora que lo dices… pensaba que el sargento estaba por aquí, pero no lo veo por ninguna parte. Hubiese acudido antes en nuestra ayuda si ese hubiese sido el caso. En definitiva, que me he metido sola en la boca del lobo —después de terminar con sus divagaciones volvió a encarar a Tomoe, dándole una respuesta más directa—. Sí, hay más efectivos, pero por mucho que me duela decir esto, hemos perdido el contacto. Lo lamento profundamente.
Se sentía responsable, ella no era más que una iniciada pero haber perdido contacto de esa forma con sus compañeros era algo que en una situación como la que estaban viviendo, no se podían permitir. Entonces, antes de poder hacer nada se escucharon unos estallidos en el muro de la ciudad, grandes explosiones que pusieron en alerta a Anastasya. Desde el zepelín se encendió una bengala roja que iluminó la ciudad y con la gorra sujeta para protegerse del brillo alzó la vista hasta las alturas.
La situación que más temía empezaba a volverse realidad, el ejército que estaba fuera tomaría la ciudad en breves y aquello se volvería un campo de batalla con todas las de la ley. Una situación que desde luego, preocupaba a la joven muchacha. Samvel se adelantó a tomar la iniciativa para movilizarse, la idea de proteger la ciudad por sus propias manos no era algo que animase demasiado a Anastasya, que poco podía hacer en medio de una batalla de ese calibre, pero tenía razón en que necesitaban información. Tomoe sin embargo decidió echar a correr hacia el castillo, pensando que acabando con aquel tal Lord podía poner fin a todo.
Se acercó con seriedad hasta Samvel.
—La situación es bastante grave Samvel, y creo que salvar la ciudad con nuestras propias manos es algo que se nos queda grande. Iré contigo, pero si vamos con cautela. Y te diría que no te encariñases mucho de “Toby”, no dudaré en disparar si se sale de control —hizo hincapié en el rifle que sujetaba en ese momento—. Vamos —acompañó al cazador a través de las calles en dirección a la zona de la ciudad donde se escuchaba más jaleo. Durante la carrera Anastasya decidió compartir las ideas que tenía en mente—. Estamos en medio de una guerra política, si detenemos al líder todo el ejército perderá su voluntad para luchar. Pero no será tan fácil acercarnos a él, me pregunto si Toby sabrá echarnos una mano llegado el momento. Hasta entonces habrá que evitar luchas innecesarias, ¿me oyes?
Entretanto, si pudiese aprovechar el terreno más a su favor…
Cuando Sam contactó, el que la cadete pensaba que se debía tratar de Antoine respondió con rapidez, y por un momento pensó que iban a lograr colársela, pero la criatura que tenían maniatada cerca empezó a gruñir y el hombre que estaba al otro lado pareció comprender la situación. La expresión de preocupación de Anastasya lo decía todo. Entonces Tomoe le preguntó si había más efectivos de la marina en la ciudad y una bombilla se le encendió en la cabeza.
La albina miró en derredor a los callejones más cercanos, buscando alguna figura oscura que sirviese para identificar la armadura del sargento Khâmul, pero estaba convencida de que si el sargento la había seguido, hubiese acudido en su ayuda con anterioridad.
—Ahora que lo dices… pensaba que el sargento estaba por aquí, pero no lo veo por ninguna parte. Hubiese acudido antes en nuestra ayuda si ese hubiese sido el caso. En definitiva, que me he metido sola en la boca del lobo —después de terminar con sus divagaciones volvió a encarar a Tomoe, dándole una respuesta más directa—. Sí, hay más efectivos, pero por mucho que me duela decir esto, hemos perdido el contacto. Lo lamento profundamente.
Se sentía responsable, ella no era más que una iniciada pero haber perdido contacto de esa forma con sus compañeros era algo que en una situación como la que estaban viviendo, no se podían permitir. Entonces, antes de poder hacer nada se escucharon unos estallidos en el muro de la ciudad, grandes explosiones que pusieron en alerta a Anastasya. Desde el zepelín se encendió una bengala roja que iluminó la ciudad y con la gorra sujeta para protegerse del brillo alzó la vista hasta las alturas.
La situación que más temía empezaba a volverse realidad, el ejército que estaba fuera tomaría la ciudad en breves y aquello se volvería un campo de batalla con todas las de la ley. Una situación que desde luego, preocupaba a la joven muchacha. Samvel se adelantó a tomar la iniciativa para movilizarse, la idea de proteger la ciudad por sus propias manos no era algo que animase demasiado a Anastasya, que poco podía hacer en medio de una batalla de ese calibre, pero tenía razón en que necesitaban información. Tomoe sin embargo decidió echar a correr hacia el castillo, pensando que acabando con aquel tal Lord podía poner fin a todo.
Se acercó con seriedad hasta Samvel.
—La situación es bastante grave Samvel, y creo que salvar la ciudad con nuestras propias manos es algo que se nos queda grande. Iré contigo, pero si vamos con cautela. Y te diría que no te encariñases mucho de “Toby”, no dudaré en disparar si se sale de control —hizo hincapié en el rifle que sujetaba en ese momento—. Vamos —acompañó al cazador a través de las calles en dirección a la zona de la ciudad donde se escuchaba más jaleo. Durante la carrera Anastasya decidió compartir las ideas que tenía en mente—. Estamos en medio de una guerra política, si detenemos al líder todo el ejército perderá su voluntad para luchar. Pero no será tan fácil acercarnos a él, me pregunto si Toby sabrá echarnos una mano llegado el momento. Hasta entonces habrá que evitar luchas innecesarias, ¿me oyes?
Entretanto, si pudiese aprovechar el terreno más a su favor…
- resumen:
- -Anastasya decide acompañar a Samvel y a Toby hasta la zona conflictiva de la ciudad.
-De ser posible, si durante el camino encuentra la forma de subirse al tejado de algún edificio mediante basura o muebles apilados, no dudará en escalar para tener una mejor visión de todo lo que ocurre. Y de paso, localizar al líder del ejército.
Alistar Reep
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Siguió el camino como pudo ayudando a la loba a caminar erguida, buscando siempre no propasarse con su agarre y tocar donde no debía. No tenía tanta confianza con ella después de todo. Mientras Brianna y su hermano decidían donde ir ahora, el lobo centró sus atenciones en aquella mujer que ahora estaba poniendo sus andares en sus manos. Alistar estaba... contrariado. La última vez que había visto a otros licántropos estos estaban muertos... y habían sido convertidos por él. Soldados fieles que quisieron compartir su maldición como señal de lealtad.
Miró a un lado. Ahora estaban muertos por culpa de esa misma lealtad. El ser hombres lobo no les había servido para nada, siendo depredadores convertidos en presa cuando fueron acorralados y asesinados, empalados en lanzas como mensaje a Alistar. Jamás sería capaz de olvidar el rostro de puro terror congelado en las caras de Skjor y Aela... Tragó saliva. Llevó a la mujer como pudo hasta el lugar elegido por Brianna y su hermano, comprobando a veces si la reina estaba bien o empeoraba. También miraba de vez en cuando a Brianna. Desde que sabía aquello sobre ella sentía como si su juramento se hubiese ampliado.
Miró a la loba una vez más y suspiró. Verla así herida... le dolía. Era como verse a si mismo en aquellos callejones de Jaya, comiendo de la basura y bebiendo alcohol hasta quedarse inconsciente. Se sentía reflejado en aquella manada.
—Eres una buena líder de la manada... —le dijo—. Mucho mejor de lo que yo fui.
Miró a un lado. Ahora estaban muertos por culpa de esa misma lealtad. El ser hombres lobo no les había servido para nada, siendo depredadores convertidos en presa cuando fueron acorralados y asesinados, empalados en lanzas como mensaje a Alistar. Jamás sería capaz de olvidar el rostro de puro terror congelado en las caras de Skjor y Aela... Tragó saliva. Llevó a la mujer como pudo hasta el lugar elegido por Brianna y su hermano, comprobando a veces si la reina estaba bien o empeoraba. También miraba de vez en cuando a Brianna. Desde que sabía aquello sobre ella sentía como si su juramento se hubiese ampliado.
Miró a la loba una vez más y suspiró. Verla así herida... le dolía. Era como verse a si mismo en aquellos callejones de Jaya, comiendo de la basura y bebiendo alcohol hasta quedarse inconsciente. Se sentía reflejado en aquella manada.
—Eres una buena líder de la manada... —le dijo—. Mucho mejor de lo que yo fui.
- Resumen:
- Seguir adelante a donde van Bri y Velkan
Impresionantemente Helga acabó por salir ilesa de su encuentro con la muerte trajeada. Otra vez más Antoine se esmeró en enseñarnos lo insignificantes que éramos para él. Y para cuando quisimos darnos cuenta se fue llevándose su elegancia con él a dios sabe que escenario apocalíptico que pudiese reclamar la atención de alguien como él. Verdaderamente fuera lo que fuera lo que pasase en la plaza tenía que ser algo muy tocho.
Helga parecía encantada por como se habían resuelto las cosas. Con una vigorosa risa y ánimos renovados marcó el paso con el que se adentrarían en la guarida. Yoldin en su alivio se limitó a comentar sarcásticamente
—Si cuando soliese tratar de matar a una persona respondieran dándome su número trataría de cometer regicidio en vez de meterme en una cloaca a buscar pelea.
El viajecito por los túneles le resultó cuanto menos pintoresco. Bajaron por un segundo túnel antes de llegar a una sala que bien podría haber sido la recepción de un dentista solo que la única boca que se abría más allá era la de la enorme cueva en la que se encontrarían todo un tesoro desparramado por los suelos. Eso fue una muy grata sorpresa, pues como había dicho la niña de las calabazas antes Yoldin solo se esperaba una jauría de perros esperándoles a la entrada.
Sin embargo las luces de las casuchas que poblaban las paredes estaban todas prendidas y aquello solo significaban peligros acechantes.
—Esperad, antes de que se nos vaya la pinza con el botín. No sabemos nada del sitio y como vamos a seguir internándonos me gustaría ir a preguntar a los locales. Ya sabéis, lo típico que se pregunta cuando llegas nuevo a un lugar: dónde se come bien, qué visitar, a quien vamos a partir la boca… Voy a acercarme a una de las casas a ver que hay.
Y con esto Yoldin se acercó a la que más a mano le pillase.
Cuando estuvo cerca se asomó primero a una ventana para asegurarse de que no había nada raro esperando al otro lado, y si todo entraba dentro de ciertos límites de normalidad entraría a la vivienda como un vendaval y acosaría a los que estuvieran dentro a preguntas acerca del lugar y quien era el siguiente en la cadena de mando después de Antoine y su sobrina. Todo esto sin subestimar el poder de la violencia como potente suero de la verdad si se aplica correctamente.
Helga parecía encantada por como se habían resuelto las cosas. Con una vigorosa risa y ánimos renovados marcó el paso con el que se adentrarían en la guarida. Yoldin en su alivio se limitó a comentar sarcásticamente
—Si cuando soliese tratar de matar a una persona respondieran dándome su número trataría de cometer regicidio en vez de meterme en una cloaca a buscar pelea.
El viajecito por los túneles le resultó cuanto menos pintoresco. Bajaron por un segundo túnel antes de llegar a una sala que bien podría haber sido la recepción de un dentista solo que la única boca que se abría más allá era la de la enorme cueva en la que se encontrarían todo un tesoro desparramado por los suelos. Eso fue una muy grata sorpresa, pues como había dicho la niña de las calabazas antes Yoldin solo se esperaba una jauría de perros esperándoles a la entrada.
Sin embargo las luces de las casuchas que poblaban las paredes estaban todas prendidas y aquello solo significaban peligros acechantes.
—Esperad, antes de que se nos vaya la pinza con el botín. No sabemos nada del sitio y como vamos a seguir internándonos me gustaría ir a preguntar a los locales. Ya sabéis, lo típico que se pregunta cuando llegas nuevo a un lugar: dónde se come bien, qué visitar, a quien vamos a partir la boca… Voy a acercarme a una de las casas a ver que hay.
Y con esto Yoldin se acercó a la que más a mano le pillase.
Cuando estuvo cerca se asomó primero a una ventana para asegurarse de que no había nada raro esperando al otro lado, y si todo entraba dentro de ciertos límites de normalidad entraría a la vivienda como un vendaval y acosaría a los que estuvieran dentro a preguntas acerca del lugar y quien era el siguiente en la cadena de mando después de Antoine y su sobrina. Todo esto sin subestimar el poder de la violencia como potente suero de la verdad si se aplica correctamente.
- Resumen:
- Entro en una de las casas a sacar a puñetazos a quien sea si es necesario información del lugar y de quien está al mando tras Antoine.
Normas del capítulo:
Moderación
- Se moderará lunes y jueves entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los lunes o jueves antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
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- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación
- Helga, Shiro y Yoldin:
Yoldin, entras a la casa de madera más cercana y lo primero que ves es a tres chavales, piratas a juzgar por sus pintas, repantingados en la estancia principal. Uno está tirado en el sofá jugueteando con un cuchillo y los otros dos jugando a las cartas junto a una chimenea en la que solo quedan brasas. En el suelo entre los tres hay una bolsita de pastillas abierta a medio consumir.
Entras a todo trapo y desde luego les sorprendes, aunque tras levantarse y reponerse del susto se miran entre ellos antes de que el del cuchillo se encoja de hombros y los otros dos te respondan.
-Aquí vivimos los favoritos de Antoine, los que más vendemos. Le es más fácil controlarnos si nos tiene a mano aunque claro, estamos aquí precisamente porque no queremos irnos.
-Solo Antoine está al mando, pero Archie siempre se chiva a él. Está dos cabañas más a la izquierda. Oye, ¿quiénes sois vosotros, por cierto? Oh, ¿vais a meteros con Archie?
Si sales en busca del tal Archie dos de ellos te seguirán entre risas ahogadas y si te asomas a la cabaña que te han indicado verás que está ocupada por una sola persona. Eso sí, es una persona muy grande. Tanto que te preguntas cómo demonios entra y sale por la puerta. Está jugueteando con un cuchillo y una calabaza mientras tararea algo y aunque no parece muy amenazador… algo te dice que lo mejor es no enfadarlo.
- La plaza del pueblo - todo esto es visible desde el zepelín-:
- Napo, no te cuesta mucho quitar a las calabazas de encima de Adam. Caen al suelo sobre sus verdes traseros, pero nada más has lanzado al chiquillo hacia tus compañeros se levantan y tratan de atacarte. No logran hacer mucha cosa, pero desde luego se cuelgan de tus brazos y piernas y para cuando regresas con Keiran estás cubierto por tres de esas cosas, que siguen intentando arañarte y hacerte daño. Qué cucas. ¡Ay! Esa te ha mordido. Y en el bíceps además, qué descaro.
Seguís a Keiran y lo cierto es que no tardáis en llegar al palacio. Al fin y al cabo está ahí, al otro lado de la plaza. También está cerrado. Podéis ver el portón enorme tras unos jardines… rodeados por una impresionante valla hecha de astas de metal acabadas en punta. Son tan altas que incluso Napolean tendría problemas para escalarlas. Claramente la reina no se anda con chiquitas.
¡Pero no pasa nada! Llegan los refuerzos. O bueno, más bien la turba. Un montón de gente armada empieza a salir de diferentes calles y a correr hacia el palacio. Tampoco tienen cómo entrar, así que simplemente os ignoran y proceden a rodearlo, alzando las armas y vitoreando mientras echan miradas a una de las calles, como esperando… algo.
- En la residencia de la capital:
Llegáis sin muchos problemas a la residencia… pero solo porque vais en la dimensión de Brianna. Veis pasar a vuestro lado un cochero enajenado, gritando acerca de la venida de Lord Anthony. Poco después, gente portando armas atraviesa la calle en dirección a la plaza. Puede que tengáis a la reina, pero desde luego eso no ha frenado al ejército.
Hablando de la reina, se remueve un poco pero todavía no despierta. De hecho, está sudando y parece que le ha subido la fiebre. ¿Será un efecto secundario de la droga?
El resto de heridos, por suerte, se encuentran mucho mejor tras los cuidados de Bri, la mujer loba incluida. Ya vendada y un poco más calmada tras hacer recuento de su manada, se apoya contra una pared del salón y dedica una sonrisa cansada a Alistar.
-Oh, pero si habla.- Comenta antes de ponerse algo más seria.- Quizá no estabas destinado a ser el líder. Hoy lo has hecho bien, conténtate con eso. No sabemos cuántos días nos quedan, lamentarse por los que han quedado atrás… mala cosa. Cada uno tiene un papel en la manada; no sé cuál es el tuyo, pero desde luego eres de ayuda. Gracias a los tuyos por apoyarnos.
- Lilith y Morgoth:
Morgoth, cuando les dices a las chicas que vas a intentar reunir a la madre con sus hijas, varias te cogen del brazo para detenerte y te miran con los ojos desorbitados.
-¡No! No es posible. Esas niñas ya hace tiempo que se han ido. Las metió en la cápsula… no hay vuelta atrás.
Raven ha localizado a las dos fugitivas al final de un callejón, apoyadas contra la pared. La madre está en cuclillas llorando, mientras la otra intenta consolarla. No tardas en encontrarlas, pero parecen verdaderamente desoladas. Entre tanto, el resto de mujeres aguardan muy juntas unas de las otras, aguardando a que alguien termine de salvarlas.
Lilith, por tu parte aunque intentas esquivar a las niñas tanto tus brazos como tus tobillos acaban con cortes. Son rápidas, más de lo que debería serlo alguien de su edad. León trata de utilizar sus hilos, pero en cuanto notan algo constriñéndolas no dudan ni un segundo en utilizar sus cuchillos para liberarse.
No es un espectáculo bonito. Apenas pueden ver los hilos, pero eso no las detiene y sus movimientos son si no descuidados, sí algo erráticos. Hay cortes y sangre, aunque ninguno especialmente grave. Quieras que no, tienen cierto sentido de la autoconservación.
Eso sí, no atienden a razones y en cuanto pueden moverse, vuelven a atacaros. Una va directamente a por León y la otra te salta al pecho sin miramientos, empuñando su arma con toda la intención de acabar contigo de un golpe. Salta sorprendentemente alto y te mira a los ojos mientras trata de apuñalarte. Su hermana le imita sin decir una palabra. Sea lo que sea que les ha hecho Spirelli… no parece reversible.
- Anastasya, Samvel y Tomoe:
Samvel, el hombre te muerde. No parece haber entendido ni una sola palabra de lo que has dicho y en cuanto te le pones a tiro clava sus dientes sobre el metal de tu brazo. O lo intenta, al menos. No es capaz de penetrarlo, pero desde luego te llena de babas. Parece que Toby no está teniendo un buen día. Tomoe, por su parte, ha echado a correr por una de las calles. No es exactamente el oeste, pero podéis seguirla si quieres.
Tomoe, vas por las calles de Astelia como un pollito sin cabeza. Sin embargo, no te cuesta mucho dar con el ejército; no es que estén siendo precisamente discretos. Tras una miríada de hombres a caballo que pasan a tu alrededor rumbo al palacio, ves algo que te llama la atención.
Son como coches de caballos… pero nada tira de ellos. En su lugar, tienen una especie de ruedas horizontales y alargadas (orugas) y se mueven por su cuenta. Oh, y están completamente hechos de metal, blindados. En el más grande de los cinco, distingues dos insignias inconfundibles. Una es el jolly roger que hay en el zeppelin, el de los nueve planetas. El otro, una insignia de una casa real. Aunque no conoces los escudos de Hallstat, no te cuesta deducir que ahí dentro tiene que estar Lord Anthony.
El coche está a unos 50 metros de ti… ¿qué harás?
Si la seguís, veréis lo mismo que ve ella. Si no, llegaréis también hasta el ejército pero por calles diferentes. Anastasya, de subirte a un tejado comprobarás que es mucha, mucha gente. La mitad de la ciudad está inundada y todavía siguen entrando. Hay vehículos blindados que se mueven por su cuenta, gente a caballo y una turba llena de armas y energía.
Samvel Legacy
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Estaba hecho. No tardaron mucho en encaminarse hacia la zona de conflicto. Finalmente alcanzaron a Tomoe, quién se había adelantado. Parecía un poco frustrada, aunque el cyborg no podía juzgarla. Prácticamente no habían conseguido nada. Si tan solo hubieran sido más rápidos o más fuertes, tal vez hubieran podido detener el caos que se estaba formando. Sin embargo, no tenían forma de cambiar el pasado, así que solo quedaba aprender de los errores, hacerse más fuerte y dar todo de sí para lograr la paz en aquel lugar.
—Ya sé que esto nos queda un poco grande —explicó a la marine mientras agitaba el brazo para librarse de las babas de Toby—. Pero yo no puedo quedarme de brazos cruzados mientras se desata el caos. Tiene que haber algo que podamos hacer, y no me detendré hasta que lo encontremos.
Si seguían por aquel camino, no tardarían en encontrarse a parte del ejército. Sam empujaba suavemente a Toby en la dirección a la que se dirigían, evitando acercarse a su boca y hablando amistosamente.
—Sé que tienes hambre, compañero. En cuanto encuentre algo de comida, será toda tuya, ¿vale? Pero no puedes ir mordiendo a cualquiera que se acerque a ti. Si hubiese tenido un cuerpo normal, podría haber perdido la mano. Ten más cuidado la próxima vez. Y esperemos encontrar una cura para lo tuyo, amigo. Me preocupa que sigas en ese estado más tiempo.
Sam estaba intranquilo. Temía que Toby no pudiera volver a ser la persona que era antes, y sabía que no podía permanecer en aquellas condiciones por mucho tiempo. No parecía tener conciencia de sí mismo, y en la pelea había demostrado que había dejado atrás parte de su humanidad. Sam, a pesar de querer salvarle la vida, sabía que si no conseguía un antídoto para la droga que le aplicaron, debía acabar con aquello.
A lo lejos, a unos cincuenta metros de distancia del peculiar grupo, Sam pudo detectar algo que le llamó la atención. Un cubículo de metal que se desplazaba gracias al uso de tractores oruga, usados principalmente para desplazarse por terrenos irregulares con facilidad. En definitiva, tenían ante ellos un vehículo blindado, posiblemente de combate. Y era del enemigo. Las insignias pintadas en el exterior lo dejaban claro. Ahí fue cuando Sam tuvo una idea. «Espero que salga mejor que la llamada por Den Den Mushi» se dijo.
—Vale, chicas, escuchad con atención. No tenemos mucho tiempo. ¿Recordáis las chapas que le quitamos a los piratas compañeros de Toby? Dejadlas a la vista. Os la podéis poner en cinturones, en el pecho, o donde queráis pero a la vista. Si no me equivoco, podemos hacernos con el control de ese vehículo haciéndonos pasar por ayudantes. Y si en su interior va Lord Anthony, quizás hasta podamos acercarnos al punto de detener esta guerra. Solo tenemos que hacerle creer que estamos aquí por orden de Antoine, para ayudarle. —Alzó la vista en dirección al grandullón—. Y si preguntan por Toby, podemos decir que la droga surgió un efecto inesperado. ¿Qué os parece? —Miró suplicante a sus compañeras—. Ya sé que metí la pata durante la llamada por no haber tenido en cuenta al grandullón, pero creo que esto pude funcionar. Confiad en mí.
Esperaba que ambas mujeres accedieran al plan. Al fin y al cabo no era tan descabellado. Solo necesitaban engañar a los del interior lo suficiente para que detuvieran el vehículo y hacerles salir para poder hacerse con el control de este y así pasar inadvertidos entre las filas enemigas.
—Anastasya —diría a la marine si aceptaba el plan—, tú tienes la chapa plateada, así que tú harás de cabecilla del grupo. Confío en que lo harás genial. —Se dirigió a la espadachina—. Nosotros vamos a quedarnos un par de pasos detrás suyo, que se note que somos sus subordinados. Yo mantendré a Toby controlado, y si hace alguna locura explicaré que es por la droga y lo detendré ipso facto, sin dudar.
Finalmente se situó detrás de la marine, agarrando fuertemente las ataduras del grandullón para que pudiera escapar, no sin antes haberse colocado el símbolo en la trabilla del pantalón, luciéndolo con un orgullo fingido. En su interior deseaba ansiosamente que aquello saliera bien.
—Ya sé que esto nos queda un poco grande —explicó a la marine mientras agitaba el brazo para librarse de las babas de Toby—. Pero yo no puedo quedarme de brazos cruzados mientras se desata el caos. Tiene que haber algo que podamos hacer, y no me detendré hasta que lo encontremos.
Si seguían por aquel camino, no tardarían en encontrarse a parte del ejército. Sam empujaba suavemente a Toby en la dirección a la que se dirigían, evitando acercarse a su boca y hablando amistosamente.
—Sé que tienes hambre, compañero. En cuanto encuentre algo de comida, será toda tuya, ¿vale? Pero no puedes ir mordiendo a cualquiera que se acerque a ti. Si hubiese tenido un cuerpo normal, podría haber perdido la mano. Ten más cuidado la próxima vez. Y esperemos encontrar una cura para lo tuyo, amigo. Me preocupa que sigas en ese estado más tiempo.
Sam estaba intranquilo. Temía que Toby no pudiera volver a ser la persona que era antes, y sabía que no podía permanecer en aquellas condiciones por mucho tiempo. No parecía tener conciencia de sí mismo, y en la pelea había demostrado que había dejado atrás parte de su humanidad. Sam, a pesar de querer salvarle la vida, sabía que si no conseguía un antídoto para la droga que le aplicaron, debía acabar con aquello.
A lo lejos, a unos cincuenta metros de distancia del peculiar grupo, Sam pudo detectar algo que le llamó la atención. Un cubículo de metal que se desplazaba gracias al uso de tractores oruga, usados principalmente para desplazarse por terrenos irregulares con facilidad. En definitiva, tenían ante ellos un vehículo blindado, posiblemente de combate. Y era del enemigo. Las insignias pintadas en el exterior lo dejaban claro. Ahí fue cuando Sam tuvo una idea. «Espero que salga mejor que la llamada por Den Den Mushi» se dijo.
—Vale, chicas, escuchad con atención. No tenemos mucho tiempo. ¿Recordáis las chapas que le quitamos a los piratas compañeros de Toby? Dejadlas a la vista. Os la podéis poner en cinturones, en el pecho, o donde queráis pero a la vista. Si no me equivoco, podemos hacernos con el control de ese vehículo haciéndonos pasar por ayudantes. Y si en su interior va Lord Anthony, quizás hasta podamos acercarnos al punto de detener esta guerra. Solo tenemos que hacerle creer que estamos aquí por orden de Antoine, para ayudarle. —Alzó la vista en dirección al grandullón—. Y si preguntan por Toby, podemos decir que la droga surgió un efecto inesperado. ¿Qué os parece? —Miró suplicante a sus compañeras—. Ya sé que metí la pata durante la llamada por no haber tenido en cuenta al grandullón, pero creo que esto pude funcionar. Confiad en mí.
Esperaba que ambas mujeres accedieran al plan. Al fin y al cabo no era tan descabellado. Solo necesitaban engañar a los del interior lo suficiente para que detuvieran el vehículo y hacerles salir para poder hacerse con el control de este y así pasar inadvertidos entre las filas enemigas.
—Anastasya —diría a la marine si aceptaba el plan—, tú tienes la chapa plateada, así que tú harás de cabecilla del grupo. Confío en que lo harás genial. —Se dirigió a la espadachina—. Nosotros vamos a quedarnos un par de pasos detrás suyo, que se note que somos sus subordinados. Yo mantendré a Toby controlado, y si hace alguna locura explicaré que es por la droga y lo detendré ipso facto, sin dudar.
Finalmente se situó detrás de la marine, agarrando fuertemente las ataduras del grandullón para que pudiera escapar, no sin antes haberse colocado el símbolo en la trabilla del pantalón, luciéndolo con un orgullo fingido. En su interior deseaba ansiosamente que aquello saliera bien.
- Resumen:
- Seguir a Tomoe, compartir un plan para hacerse con el control del vehículo blindado, situarse tras Anastasya para dejarla hablar, colocarse la chapa pirata para que luzca y sujetar fuertemente a Toby para impedir que se escape o haga alguna tontería.
Keiran T. Farraige
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Aparentemente nadie estaba dispuesto a entrometerse en su camino, o eso decidió creer para satisfacer su propio ego. ¿Tenían motivos siquiera para oponerse a él? Probablemente no, aunque todo dependía de lo a favor o en contra que estuvieran los nuevos dueños de Astelia respecto a dejar que el pirata sembrara el caos. Bien pensado, ¿no habían venido ellos a hacer casi lo mismo? Tal vez después sentasen a otro candidato en el trono de Hallstat, pero los medios parecían ser similares a los de Keiran: destrucción arbitraria, espectáculo en forma de ejecución pública, asalto indiscriminado a la ciudad... Empezaban a caerle bien, aunque dudaba que su contramaestre compartiera su misma opinión, al menos no con los hombres–calabaza colgados de su torso y extremidades.
—¿Quieres aplastarlos de una vez? —le azuzó, haciendo una mueca—. Es imposible que alguien te tome en serio con esos pingajos mordisqueándote.
La parte buena —aunque decepcionante para el capitán— era que no tendrían que abrirse paso a golpes hasta el palacio: los que aún se mantenían leales a Illiana no parecían disponer de los medios o de la voluntad suficientes como para defender la ciudad. El camino se hizo, por ello, ligero y breve, y es que el edificio que albergaba la sala del trono no estaba muy lejos de allí, colindante a la plaza. Casi resultaba insultante que aquello fuera a ser tan estúpidamente sencillo en comparación al saqueo de Anglia. Lo único que se interponía entre ellos y su objetivo era un portón, así como una valla metálica de altura considerable, casi como si estuviera hecha a prueba de semigigantes.
El pelirrojo se rascó el mentón, mirando de reojo a su contramaestre.
—Alexander, abre camino. Si la muralla no fue un problema, esto tampoco debería serlo.
Tras aquella sugerencia, el capitán se echó a un lado y se quedó observando a la encolerizada turba que se disponía a rodear el lugar. No parecían moverse con una finalidad clara más allá de hacerse notar, lo que en cierto sentido le resultaba gracioso al pirata. ¿No tenían escalas o algún ariete con el que echar abajo las puertas? Para ser la primera invasión que presenciaba le estaba resultando demasiado patética. Lo que sí pudo denotar, sin embargo, fueron las miradas que furtivamente lanzaban hacia una de las calles. ¿Había algo allí? Más por curiosidad que otra cosa y con tal de no quedarse quieto mientras Napolean se ocupaba de la puerta, Keiran se apartó un poco para echar un vistazo en la distancia.
—¿Quieres aplastarlos de una vez? —le azuzó, haciendo una mueca—. Es imposible que alguien te tome en serio con esos pingajos mordisqueándote.
La parte buena —aunque decepcionante para el capitán— era que no tendrían que abrirse paso a golpes hasta el palacio: los que aún se mantenían leales a Illiana no parecían disponer de los medios o de la voluntad suficientes como para defender la ciudad. El camino se hizo, por ello, ligero y breve, y es que el edificio que albergaba la sala del trono no estaba muy lejos de allí, colindante a la plaza. Casi resultaba insultante que aquello fuera a ser tan estúpidamente sencillo en comparación al saqueo de Anglia. Lo único que se interponía entre ellos y su objetivo era un portón, así como una valla metálica de altura considerable, casi como si estuviera hecha a prueba de semigigantes.
El pelirrojo se rascó el mentón, mirando de reojo a su contramaestre.
—Alexander, abre camino. Si la muralla no fue un problema, esto tampoco debería serlo.
Tras aquella sugerencia, el capitán se echó a un lado y se quedó observando a la encolerizada turba que se disponía a rodear el lugar. No parecían moverse con una finalidad clara más allá de hacerse notar, lo que en cierto sentido le resultaba gracioso al pirata. ¿No tenían escalas o algún ariete con el que echar abajo las puertas? Para ser la primera invasión que presenciaba le estaba resultando demasiado patética. Lo que sí pudo denotar, sin embargo, fueron las miradas que furtivamente lanzaban hacia una de las calles. ¿Había algo allí? Más por curiosidad que otra cosa y con tal de no quedarse quieto mientras Napolean se ocupaba de la puerta, Keiran se apartó un poco para echar un vistazo en la distancia.
- Resumen:
- » Blablabla y acercarse hasta los límites del palacio.
» Ordenarle a Napo que les abra el camino.
» Echar un vistazo hacia la calle que tanto miran los asaltantes mientras tanto.
Napolean
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La primera fase de su plan para traer de vuelta al enclenque de Adam había sido un éxito, pero el semigigante no tuvo en cuenta que aquellos extraños seres iban a colgar de sus brazos y piernas como si fueran perros en celo. No eran muy pesados, así que camino deshaciéndose primero de los que tenía en su pierna derecha, agitándola de adelante hacia detrás mandándolos a volar en distintas direcciones, para justo después hacer lo mismo con los de su pierna izquierda, con el error de cálculo que uno cayó justo al lado de Cassandra.
—Pardon, ma cherrie —se disculpó, colgándose el rifle y agarrando con su mano izquierda al que tenía en el brazo derecho y lanzándolo también por los aires, lejos de allí. Sin embargo, el bichejo restante daba vueltas en su brazo, moviéndose de un lado al otro del cuerpo de Alexander sin poder tan siquiera cogerlo. «¡Es vergonzoso!», pensó para sus adentros, recibiendo una riña del pulgoso de su capitán, mostrando una mueca de dolor al ser mordido—. ¡Fills de pute! —exclamó en voz alta, agarrando al bicho y lanzándolo al suelo, pisándolo con todas sus fuerzas justo después, acabando con su vida —o al menos intentándolo—.
Con todo resuelto, más o menos, en aquella zona, siguiendo las indicaciones de Keiran se dirigieron hacia el castillo, el cual, como era de esperar, estaba completamente amurallado mediante unas altísimas rejas de metal acabadas en punta, en cuyo centro neurálgico se encontraba un gran portón.
Se encontraba quitándose las motas de polvo y manchas de su atuendo, con fuertes sacudidas, cuando su capitán le dijo que tratara de abrir un camino para poder entrar. Estaba claro que era lo que quería que hiciera, pues ya lo había hecho en otra ocasión, concretamente cuando fue salvado por él en aquel barco de prisioneros del gobierno mundial. Napo sonrió, mientras se remangaba cuidadosamente la casaca hasta la altura del antebrazo.
—Déjamelo a mí, mon capitaine
Se acercó a la puerta, colocando ambas manos sobre una de las dos partes que formaban el portón de aquella entrada, concretamente la que tenía la parte móvil de la cerradura de aquel portón. Respiró hondo y esperó el tiempo necesario para que el poder de su fruta del diablo hiciera efecto, para de esa forma tratar de agrandar aquella mitad hasta duplicar su tamaño, de tal forma que las bisagras ancladas en el otro lado y el desnivel con su segunda mitad hicieran el resto. No obstante, para asegurarse más todavía, aprovecharía el cambio de tamaño para envolverse de un aura de color blanquecina que agitaría sus flequillos, para dar dos pasos hacia atrás, retrasar su brazo derecho y golpear con fuerza al aire, intentando tirarla al suelo.
Una vez lo hiciera, se inclinaría levemente para hacer un ademán a sus compañeros para que entraran primero.
—Pardon, ma cherrie —se disculpó, colgándose el rifle y agarrando con su mano izquierda al que tenía en el brazo derecho y lanzándolo también por los aires, lejos de allí. Sin embargo, el bichejo restante daba vueltas en su brazo, moviéndose de un lado al otro del cuerpo de Alexander sin poder tan siquiera cogerlo. «¡Es vergonzoso!», pensó para sus adentros, recibiendo una riña del pulgoso de su capitán, mostrando una mueca de dolor al ser mordido—. ¡Fills de pute! —exclamó en voz alta, agarrando al bicho y lanzándolo al suelo, pisándolo con todas sus fuerzas justo después, acabando con su vida —o al menos intentándolo—.
Con todo resuelto, más o menos, en aquella zona, siguiendo las indicaciones de Keiran se dirigieron hacia el castillo, el cual, como era de esperar, estaba completamente amurallado mediante unas altísimas rejas de metal acabadas en punta, en cuyo centro neurálgico se encontraba un gran portón.
Se encontraba quitándose las motas de polvo y manchas de su atuendo, con fuertes sacudidas, cuando su capitán le dijo que tratara de abrir un camino para poder entrar. Estaba claro que era lo que quería que hiciera, pues ya lo había hecho en otra ocasión, concretamente cuando fue salvado por él en aquel barco de prisioneros del gobierno mundial. Napo sonrió, mientras se remangaba cuidadosamente la casaca hasta la altura del antebrazo.
—Déjamelo a mí, mon capitaine
Se acercó a la puerta, colocando ambas manos sobre una de las dos partes que formaban el portón de aquella entrada, concretamente la que tenía la parte móvil de la cerradura de aquel portón. Respiró hondo y esperó el tiempo necesario para que el poder de su fruta del diablo hiciera efecto, para de esa forma tratar de agrandar aquella mitad hasta duplicar su tamaño, de tal forma que las bisagras ancladas en el otro lado y el desnivel con su segunda mitad hicieran el resto. No obstante, para asegurarse más todavía, aprovecharía el cambio de tamaño para envolverse de un aura de color blanquecina que agitaría sus flequillos, para dar dos pasos hacia atrás, retrasar su brazo derecho y golpear con fuerza al aire, intentando tirarla al suelo.
Una vez lo hiciera, se inclinaría levemente para hacer un ademán a sus compañeros para que entraran primero.
- Resumen:
- Quitarme a los bichejos, lanzándole uno por error a Cass + tratar de abrir el portón
Cassandra Pendragon
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Al poco de abrirse paso hacia el interior de la capital y encontrarse con la extraña situación que tenían frente a sus narices, un grupo armado cargó contra la muralla desde un lugar inesperado y se lanzó al ataque.
Cassandra frunció el ceño un segundo, intentando atar cabos, pero enseguida recordó el contenido de las cartas.
—Por supuesto, hay más de un bando. Lo interesante será saber cuál de los dos es el de los varenos, y cuál es el otro. Bueno, no interesante, pero me pica la curiosidad de todas maneras —comentó, con la esperanza de que sus compañeros la escuchasen, aunque estaban bastante ocupados como para hacerle caso.
Keiran declaraba sus intenciones, Adam se lanzaba hacia objetivos aleatorios y Napo intentaba salvarle la vida al niño salvaje. Cassandra se preguntaba hasta qué punto un ser humano podía dejarse llevar de aquella manera por sus instintos más primigenios y no ser considerado un animal, una criatura inferior, sub-humana. Por desgracia, aquella criatura semidesnuda era el protegido del capitán pirata, por lo que no podía librarse de él así como así. Ahora bien, si el niño se lanzaba en solitario hacia su muerte segura y Cassandra apreciaba demasiado su propia vida como para arriesgarla salvándolo a él... Ah, pero siempre estaba el caballero de Napolean para rescatar a quien estuviese en apuros. Librarse del niño no era una opción.
Tras ayudar al salvaje, Alexander se vio rodeado de esas criaturas plantígradas que parecían salidas de la mente fantasiosa de un niño pequeño. Un niño pequeño que estuviese teniendo una pesadilla sobre calabazas asesinas, en concreto.
Una de las criaturas cayó a los pies de la aristócrata, lanzada con escasa puntería por el artillero de la tripulación, por lo que Cassandra se limitó a desenvainar su espada ardiente, envolverla en llamas y clavarla en la cabeza-calabaza de la criatura sin miramientos.
—No te preocupes, querido, un error lo tiene cualquiera —le restó importancia al asunto la muchacha, dirigiéndose a su compañero.
El pelirrojo había dado una orden para entonces, por lo que la noble extrajo la espada de la cabeza de la criatura, apagó las llamas y se dispuso a seguir a los demás, revisando el filo con expresión mezcla de asco y curiosidad. ¿Tenía cerebro aquella cosa? ¿Era tan sólo un zombi con una calabaza encima? ¿O era una calabaza de verdad? Tantas preguntas por responder y tan poco tiempo...
El segundo grupo de asaltantes llegó al poco, adelantándolos en su camino hacia el palacio y rodeando la muralla metálica que les impedía la entrada sin dejar de mirar hacia una calle concreta.
—Lo que está claro es que están esperando que algo aparezca por ahí. Si no tienen medios actualmente para echar abajo la pared de acero, ¿quizá esperan al grupo que les traerá la solución? —teorizó la mujer en voz alta, siguiendo a Keiran para echar un vistazo a la calle en cuestión y dejando a Napolean hacer su trabajo—. Si es así, no estaría de más truncar sus bonitos planes. ¿No crees, Capitán? —añadió, con una sonrisa maliciosa.
Se negaría a admitirlo en lo que le quedase de vida, pero en cierta manera empezaba a divertirle todo aquel caos y destrucción. La capital solo estaba empezando a ponerse interesante, después de todo.
Cassandra frunció el ceño un segundo, intentando atar cabos, pero enseguida recordó el contenido de las cartas.
—Por supuesto, hay más de un bando. Lo interesante será saber cuál de los dos es el de los varenos, y cuál es el otro. Bueno, no interesante, pero me pica la curiosidad de todas maneras —comentó, con la esperanza de que sus compañeros la escuchasen, aunque estaban bastante ocupados como para hacerle caso.
Keiran declaraba sus intenciones, Adam se lanzaba hacia objetivos aleatorios y Napo intentaba salvarle la vida al niño salvaje. Cassandra se preguntaba hasta qué punto un ser humano podía dejarse llevar de aquella manera por sus instintos más primigenios y no ser considerado un animal, una criatura inferior, sub-humana. Por desgracia, aquella criatura semidesnuda era el protegido del capitán pirata, por lo que no podía librarse de él así como así. Ahora bien, si el niño se lanzaba en solitario hacia su muerte segura y Cassandra apreciaba demasiado su propia vida como para arriesgarla salvándolo a él... Ah, pero siempre estaba el caballero de Napolean para rescatar a quien estuviese en apuros. Librarse del niño no era una opción.
Tras ayudar al salvaje, Alexander se vio rodeado de esas criaturas plantígradas que parecían salidas de la mente fantasiosa de un niño pequeño. Un niño pequeño que estuviese teniendo una pesadilla sobre calabazas asesinas, en concreto.
Una de las criaturas cayó a los pies de la aristócrata, lanzada con escasa puntería por el artillero de la tripulación, por lo que Cassandra se limitó a desenvainar su espada ardiente, envolverla en llamas y clavarla en la cabeza-calabaza de la criatura sin miramientos.
—No te preocupes, querido, un error lo tiene cualquiera —le restó importancia al asunto la muchacha, dirigiéndose a su compañero.
El pelirrojo había dado una orden para entonces, por lo que la noble extrajo la espada de la cabeza de la criatura, apagó las llamas y se dispuso a seguir a los demás, revisando el filo con expresión mezcla de asco y curiosidad. ¿Tenía cerebro aquella cosa? ¿Era tan sólo un zombi con una calabaza encima? ¿O era una calabaza de verdad? Tantas preguntas por responder y tan poco tiempo...
El segundo grupo de asaltantes llegó al poco, adelantándolos en su camino hacia el palacio y rodeando la muralla metálica que les impedía la entrada sin dejar de mirar hacia una calle concreta.
—Lo que está claro es que están esperando que algo aparezca por ahí. Si no tienen medios actualmente para echar abajo la pared de acero, ¿quizá esperan al grupo que les traerá la solución? —teorizó la mujer en voz alta, siguiendo a Keiran para echar un vistazo a la calle en cuestión y dejando a Napolean hacer su trabajo—. Si es así, no estaría de más truncar sus bonitos planes. ¿No crees, Capitán? —añadió, con una sonrisa maliciosa.
Se negaría a admitirlo en lo que le quedase de vida, pero en cierta manera empezaba a divertirle todo aquel caos y destrucción. La capital solo estaba empezando a ponerse interesante, después de todo.
- Resumen:
- Plantar fuego a la cabeza del zombi-calabaza que le lanza Napo sin querer.
- Seguir a sus compañeros porque se está dejando llevar por el caos.
- Inspeccionar junto a Keiran la calle a la que miran los invasores desde cierta distancia de seguridad, con la esperanza de encontrar algo que pueda truncar sus planes.
Morgoth
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-¿De verdad creéis que no hay vuelta atrás? – les pregunté a las chicas que me hablaron mientras seguía avanzando – Las capsulas, si no he comprendido mal, pueden hacer cosas terribles como con esas niñas, pero pueden revertirlo si sabes.
Tras decir aquello giré por una esquina y subí a los tejados. Seguí a Raven a través de los tejados. El cuervo las tenía bien localizadas como le había pedido y gracias a ello tardé menos en encontrarlas. Cuando llegué hasta el callejón en el que se encontraban, entré desde una calle lateral para asustarlas menos de lo que se sobresaltarían al verme aparecer.
-Perdón. – Les dije entrando al callejón – Lo siento si antes he podido ser un poco insensible con el tema, pero creo que podremos hacer algo con ellas para recuperarlas. – Dije avanzando con cuidado – me han dicho lo que pasó, y en el laboratorio están las capsulas para volverlas a como eran, por lo menos en actitud. – Seguí avanzando – Venid conmigo y lo lograremos. Spirelli ya no os buscará más.
Quería volver rápido con Lilith para reagruparnos y marcharnos cuanto antes. Si mi suposición no era mala un ejercito estaba de camino a la plaza y no era recomendable quedarse allí estando en bando de nadie dado que te atacarían de ambos lados. Si las jóvenes aceptaban el seguirme las guiaría hasta donde se encontraban el resto y una vez reunidos hablaría con Lilith para volver al laboratorio para que las gemelas tuviesen otro tratamiento con el que volverse normales nuevamente. Sino pues haría lo mismo, aunque por mi cuenta y si lograba el objetivo de llevar a las niñas al laboratorio y volverlas normales nuevamente las llevaría con su madre para poder marcharnos de la ciudad cuanto antes.
Tras decir aquello giré por una esquina y subí a los tejados. Seguí a Raven a través de los tejados. El cuervo las tenía bien localizadas como le había pedido y gracias a ello tardé menos en encontrarlas. Cuando llegué hasta el callejón en el que se encontraban, entré desde una calle lateral para asustarlas menos de lo que se sobresaltarían al verme aparecer.
-Perdón. – Les dije entrando al callejón – Lo siento si antes he podido ser un poco insensible con el tema, pero creo que podremos hacer algo con ellas para recuperarlas. – Dije avanzando con cuidado – me han dicho lo que pasó, y en el laboratorio están las capsulas para volverlas a como eran, por lo menos en actitud. – Seguí avanzando – Venid conmigo y lo lograremos. Spirelli ya no os buscará más.
Quería volver rápido con Lilith para reagruparnos y marcharnos cuanto antes. Si mi suposición no era mala un ejercito estaba de camino a la plaza y no era recomendable quedarse allí estando en bando de nadie dado que te atacarían de ambos lados. Si las jóvenes aceptaban el seguirme las guiaría hasta donde se encontraban el resto y una vez reunidos hablaría con Lilith para volver al laboratorio para que las gemelas tuviesen otro tratamiento con el que volverse normales nuevamente. Sino pues haría lo mismo, aunque por mi cuenta y si lograba el objetivo de llevar a las niñas al laboratorio y volverlas normales nuevamente las llevaría con su madre para poder marcharnos de la ciudad cuanto antes.
- resumen:
- Hablar con las chicas, acercandome despacio y mientras les hablo y decirles que las intentaré volver normales, hagan lo que hagan volveré a por las niñas para llevarlas al laboratorio.
Helga Eiríksdóttir
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Akuma no mi
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Habían tantas cosas interesantes en el suelo que no podía evitar cogerlas. El dinero me atraía cual polilla a la luz. Con lo que había recogido podría comprarme varias cajas de alcohol y apostar, sobre todo apostar en lo que fuera. El juego podía conmigo, lo perdería todo en un par de jugadas. Pero el subidón que sentía era indescriptible. Era muchísimo mejor que el mejor de los orgasmos o que el plato de comida más delicioso. De mis ensoñaciones, me despertó Yoldin que quería examinar el lugar en búsqueda de información. Heh, yo solo quería más dinero y luchar contra alguien o algo. Paré de mangar oro cuando vi que estaba acompañado por dos de los hombres de Antoine, o eso creía que eran. Me acerqué lo justo para escuchar de que iba el rollo. Al parecer había alguien interesante en aquellas casas. Esperaba que me entretuviera la verdad.
- Así que Archi, ¿eh? Veamos como luce y si puede quitarme el aburrimiento - Dije siguiendo a los chicos hasta que Yoldin abrió la puerta de una de las casas y vi al supuesto Archi.
Era un hombre de aspecto interesante, grande y con cara de que si se le cabrea podría volverse fea la cosa. Parecía estar ocupado jugando con un arma blanca y una de esas molestas calabazas. Me dispuse a llamar su atención. Pues tenía ganas de ver como reaccionaba.
- Hola grandullón, ¿eres uno de los hombres de Antoine? Ya que tu jefe me ignoró voy a tener que pedirte que juegues un poco con esta mujer. ¿Que te parece un duelo? Así matamos este clima de aburrimiento - Dije esperando poder disfrutar de un buen combate.
- Así que Archi, ¿eh? Veamos como luce y si puede quitarme el aburrimiento - Dije siguiendo a los chicos hasta que Yoldin abrió la puerta de una de las casas y vi al supuesto Archi.
Era un hombre de aspecto interesante, grande y con cara de que si se le cabrea podría volverse fea la cosa. Parecía estar ocupado jugando con un arma blanca y una de esas molestas calabazas. Me dispuse a llamar su atención. Pues tenía ganas de ver como reaccionaba.
- Hola grandullón, ¿eres uno de los hombres de Antoine? Ya que tu jefe me ignoró voy a tener que pedirte que juegues un poco con esta mujer. ¿Que te parece un duelo? Así matamos este clima de aburrimiento - Dije esperando poder disfrutar de un buen combate.
- Resumen:
- Ser avariciosa y retar a una pelea al grandullón por mero aburrimiento
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