Anastasya
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Anastasya entró en la posada tras los pasos de sus dos compañeros, y nada más poner los pies en la recepción y cerrar la puerta tras de sí, se llevó una impresión de sorpresa. Lo primero que captó su atención fue el enorme cuervo negro disecado que tenía en la pared de enfrente, no parecía encajar nada con el resto de la decoración, con todos esos sofás mullidos y de diferentes colores. Y fue tal la impresión que le causó el sitio, que tardó unos instantes en darse cuenta de la poca paciencia que le quedaba al sargento Khâmul con la impaciencia de Dwight, el chico no paraba de tocar el timbre de la entrada y a Anastasya le llegó a resultar molesto también.
«¿De verdad es necesario que se comporte así?» —pensó para sí misma.
Por suerte para todos los presentes la señora que regentaba el local apareció, teniéndose que subir a un taburete debido a su baja estatura. Cuando preguntó si querían una habitación familiar Anastasya no pudo evitar esbozar una sonrisilla, la idea de que fuesen una familia le resultaba interesante y Dwight parecía cumplir su papel de hermano menor a la perfección. El sargento se les adelantó y aclaró que no eran una familia, que solo buscaban tres habitaciones individuales, aunque a la albina no le pareció muy ético que intentase sobornar con dinero a la señora para que se quedara callada. Aun así, no dijo nada al respecto. El sargento también aprovechó para preguntar por la Hora Blanca, una muy buena pregunta, y después le indicó tanto a ella como a Dwight que acudiesen a su habitación dentro de media hora.
—Muchas gracias por el ofrecimiento —le comentó a la señora cuando se dio media vuelta para ir a preparar el té y las pastas.
Parecía una situación normal y un sitio como otro cualquiera, pero aquel cuervo tan extravagante de la entrada le seguía causando interés. Pero lo primero era lo primero, Anastasya subió las escaleras siguiendo las indicaciones y abrió la puerta de su habitación para echarle un vistazo rápido. Al ser una habitación de un hotel supuso que no tendría nada fuera de lugar. Luego volvió al pasillo y cerró la puerta con llave, bajó las escaleras y se sentó en uno de los sillones a la espera del té y las pastas.
Cuando la señora volviese aprovecharía para darle de nuevo las gracias con una tímida sonrisa, y quizá podía aprovechar para avanzar en la investigación.
—Muchas gracias —agradeció, mientras aceptaba de buena gana el té—. Es nuestra primera vez en Astelia, aunque últimamente no hemos escuchado cosas muy buenas sobre este sitio… Dicen que los jóvenes están violentos, ¿cree que deberíamos tener cuidado cuando salgamos ahí fuera? —dio un sorbo al té, disfrutándolo—. Y si me permite la indiscreción… ¿hay alguna razón por la que quiera seguir teniendo ese cuervo ahí? Parece antiguo y contrasta demasiado con la decoración, ¿no le parece? —por supuesto, Anastasya mantuvo las formas en todo momento para no hacerla sentir incómoda.
«¿De verdad es necesario que se comporte así?» —pensó para sí misma.
Por suerte para todos los presentes la señora que regentaba el local apareció, teniéndose que subir a un taburete debido a su baja estatura. Cuando preguntó si querían una habitación familiar Anastasya no pudo evitar esbozar una sonrisilla, la idea de que fuesen una familia le resultaba interesante y Dwight parecía cumplir su papel de hermano menor a la perfección. El sargento se les adelantó y aclaró que no eran una familia, que solo buscaban tres habitaciones individuales, aunque a la albina no le pareció muy ético que intentase sobornar con dinero a la señora para que se quedara callada. Aun así, no dijo nada al respecto. El sargento también aprovechó para preguntar por la Hora Blanca, una muy buena pregunta, y después le indicó tanto a ella como a Dwight que acudiesen a su habitación dentro de media hora.
—Muchas gracias por el ofrecimiento —le comentó a la señora cuando se dio media vuelta para ir a preparar el té y las pastas.
Parecía una situación normal y un sitio como otro cualquiera, pero aquel cuervo tan extravagante de la entrada le seguía causando interés. Pero lo primero era lo primero, Anastasya subió las escaleras siguiendo las indicaciones y abrió la puerta de su habitación para echarle un vistazo rápido. Al ser una habitación de un hotel supuso que no tendría nada fuera de lugar. Luego volvió al pasillo y cerró la puerta con llave, bajó las escaleras y se sentó en uno de los sillones a la espera del té y las pastas.
Cuando la señora volviese aprovecharía para darle de nuevo las gracias con una tímida sonrisa, y quizá podía aprovechar para avanzar en la investigación.
—Muchas gracias —agradeció, mientras aceptaba de buena gana el té—. Es nuestra primera vez en Astelia, aunque últimamente no hemos escuchado cosas muy buenas sobre este sitio… Dicen que los jóvenes están violentos, ¿cree que deberíamos tener cuidado cuando salgamos ahí fuera? —dio un sorbo al té, disfrutándolo—. Y si me permite la indiscreción… ¿hay alguna razón por la que quiera seguir teniendo ese cuervo ahí? Parece antiguo y contrasta demasiado con la decoración, ¿no le parece? —por supuesto, Anastasya mantuvo las formas en todo momento para no hacerla sentir incómoda.
- Spoiler:
- -En cuanto Anastasya recibe las llaves de su habitación sube las escaleras y examina la suya propia para acomodarse un poco, tanto si hay algo que resalte a la vista como si no, vuelve a cerrar la puerta y regresa a los sillones esperando por el té.
-Tras darle las gracias le pregunta a la señora si es cierto lo que se dice de los jóvenes de Astelia, si se están volviendo violentos y si deberían tener cuidado al salir. También le pregunta por el cuervo disecado, parece muy viejo en comparación con el resto de la decoración.
-Finalmente, acude a la habitación del sargento Khâmul a la hora indicada.
Adam
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Indignado era como se encontraba Adam, y es que al parecer aquel jovenzuelo a caballo no quería participar, si bien el muchacho había accedido a desmontarse, a última hora se había dedicado a tratar de rodar, aunque tampoco logró ir muy lejos ya que en ningún momento el niño le había soltado, aunque si logró evitar que le tirará encima. El adolescente trató de seguir con su plan inicial, pero no pudo, ya que, en un inesperado giro de los acontecimientos, el animal al que había liberado del yugo de su semejante, lo traicionó levantando sus patas sobre el diminuto cuerpo del crio y tratando de darme un tremendo pisotón en la cara.
-Esta cosa es grande- pensó el rubio al ver el tamaño que alcanzaba sobre dos patas.
Casi por instinto, el rubio trató de abalanzarse de nuevo sobre el muchacho, ya no solo por evitar la embestida de la bestia, sino porque tenía la creencia de que hacía morder el polvo a su semejante, aquella bestia lo reconocería como su nuevo amo por demostrar ser más viejo que el anterior. Una creencia terriblemente estúpida vista desde fuera, pero que tenía sentido en el mundo tribal en el que habitaba el salvaje. Una vez que el caballo machacó la paja sobre la que antes se erguía, el rubio volvió se volvió a centrar toda su atención en el muchacho del ceño fundido, lo suficiente como para abstraerse del herrero recién llegado y mucho más de sus gritos, gritos a los que ya estaba acostumbrado a convivir tras la larga travesía.
-No, yo no dejar que tu usar eso- pensó para sus adentros mientras trataba de sacar a relucir todo su ingenio.
Si bien el muchacho trató de interponer aquel el martillo lo cierto es que le fue complicado, ya que recordemos que, al tirarle del caballo, lo había logrado tirando de la muñeca por la que sostenía el martillo, por lo que retorciendo la muñeca un poco más trató de evitar que interpusiera aquella creación diabólica ante su zurda, la cual cargó con intención de romper la crisma al muchacho, una y otra vez, intercalando entre puñetazo y puñetazo alguna que otro rodillazo o patada en dirección a las partes bajas del muchacho o en cualquier otra parte donde entrará el golpe, Adam no era muy quisquilloso en cuanto a eso, vaya. Y es que, en las clases que le impartía Cassandra, todavía no había llegado a los temas del honor y el decoro, de hecho, aun andaban por el temario más básico, era por ello por lo que al rubio poco le importaba que hacer o que dejar de hacer siempre que aquello le garantizará su supervivencia o satisficiera sus caprichos, el cual en este momento no era otro que demostrar su dominando absoluta.
Entre que lograba o no dejar noqueado al ayudante de establos en el suelo, vigilaría a la bestia con el rabillo del ojo, también trataría de percatarse de que ocurría entre los otros dos, más que nada porque en ocasiones su “jefe se emocionaba demasiado” y resultaba peligroso estar en medio, aunque siendo sinceros, si podía ensañarse con el muchacho lo haría ya que otra actividad de la que gustaba era sacar sonidos a la hora de golpear cabezas, y es que a falta de descubrir unos buenos bongos, buenas eran cabezas.
-Esta cosa es grande- pensó el rubio al ver el tamaño que alcanzaba sobre dos patas.
Casi por instinto, el rubio trató de abalanzarse de nuevo sobre el muchacho, ya no solo por evitar la embestida de la bestia, sino porque tenía la creencia de que hacía morder el polvo a su semejante, aquella bestia lo reconocería como su nuevo amo por demostrar ser más viejo que el anterior. Una creencia terriblemente estúpida vista desde fuera, pero que tenía sentido en el mundo tribal en el que habitaba el salvaje. Una vez que el caballo machacó la paja sobre la que antes se erguía, el rubio volvió se volvió a centrar toda su atención en el muchacho del ceño fundido, lo suficiente como para abstraerse del herrero recién llegado y mucho más de sus gritos, gritos a los que ya estaba acostumbrado a convivir tras la larga travesía.
-No, yo no dejar que tu usar eso- pensó para sus adentros mientras trataba de sacar a relucir todo su ingenio.
Si bien el muchacho trató de interponer aquel el martillo lo cierto es que le fue complicado, ya que recordemos que, al tirarle del caballo, lo había logrado tirando de la muñeca por la que sostenía el martillo, por lo que retorciendo la muñeca un poco más trató de evitar que interpusiera aquella creación diabólica ante su zurda, la cual cargó con intención de romper la crisma al muchacho, una y otra vez, intercalando entre puñetazo y puñetazo alguna que otro rodillazo o patada en dirección a las partes bajas del muchacho o en cualquier otra parte donde entrará el golpe, Adam no era muy quisquilloso en cuanto a eso, vaya. Y es que, en las clases que le impartía Cassandra, todavía no había llegado a los temas del honor y el decoro, de hecho, aun andaban por el temario más básico, era por ello por lo que al rubio poco le importaba que hacer o que dejar de hacer siempre que aquello le garantizará su supervivencia o satisficiera sus caprichos, el cual en este momento no era otro que demostrar su dominando absoluta.
Entre que lograba o no dejar noqueado al ayudante de establos en el suelo, vigilaría a la bestia con el rabillo del ojo, también trataría de percatarse de que ocurría entre los otros dos, más que nada porque en ocasiones su “jefe se emocionaba demasiado” y resultaba peligroso estar en medio, aunque siendo sinceros, si podía ensañarse con el muchacho lo haría ya que otra actividad de la que gustaba era sacar sonidos a la hora de golpear cabezas, y es que a falta de descubrir unos buenos bongos, buenas eran cabezas.
- HAZME UN ZUMITO:
Puesto que Adam lo tiró en el post anterior haciendo una presa sobre la mano que tenía le martillo(entiendo que no se ha liberado de la presa, vaya), Adam se abalanza con el resto del cuerpo sobre el jovencito, y le trata de propinar la tunda de su vida en la cabeza con su zurda(ya que al tener la otra muñeca agarrada le debería ser fácil que interponga el martillo, vaya) evitando en el proceso al caballo traidor hijo de..., en definitiva le trató de sacar sonido a la cabeza del muchacho.
Dejo la clase por aquí por si es necesario, aunque no es nada especial:- clase:
- Agilidad (3) – Coordinación - Elasticidad
Fuerza (0) – Potencia
Resistencia (0) – Analgesia
Destreza (0) – Reflejos
Velocidad (0) – Aceleración
Maestrias libres: Shonen(1) – Ámbitos(1) – Duelo(1)
Cuando Dante se presentó Yoldin no pudo sentir otra cosa que ternura. Ver al chico con su estatura y su rostro imberbe reivindicar sus derechos de trato adulto no hizo otra cosa que ablandarle el corazón. Había algo en él que gritaba que de verdad era fuerte, quizás su postura confiada o sus ojos del color de la sangre, pero era algo muy sutil, había que prestarle tanta atención para captarlo que cuando en un principio parecía que no le acompañaría pensó que en realidad era lo correcto. Una pelea callejera no era lugar para un chav... para Dante.
Al final ambos se adentraron en los suburbios siendo rodeados por la sábana etérea que comenzaba a cubrir la ciudad. A Yoldin le parecía curioso. Hallstat no solía ser en aquella época del año proclive a éste tipo de clima, pero la tranquilidad de los transeúntes le hizo contraerse de hombros y asumir que quizás no conocía la normalidad de aquella isla tan bien después de todo.
Sin embargo a su joven acompañante parecía que le molestaba profundamente. Tanto que por alguna razón tuvo la necesidad de meterle una patada en los gemelos. A pesar de la poca educación del asunto decidió dejarlo pasar. "Un chaval por una patada" pensó divertido, "quizás tiene miedo de parecer calvo cuando el tono de su pelo sea indistinguible del entorno. Bendita juventud con sus inseguridades, me gustaría tener más confianza para decirle que no importa, que estar rapado es una ventaja en todos los sentidos"
De cualquier manera cedió a la propuesta de Dante y se encaminaron a una edificio de madera oscura, amplias ventanas y tejado a dos aguas que tenía toda la pinta de ser una taberna del lugar.
Yoldin no lo pensó dos veces. Enfiló el lugar y ya se deshacía en placeres anticipando la caliente taza de chocolate que procedería a pimplarse como un campeón, pero el falacrofóbico se detuvo a observar algo en un callejón. Intrigado el ángel le siguió la vista y lo primero que vio fue a la portentosa mujer que parecía salida de un relato mitológico de las islas del norte. De alguna manera le recordó en su ademán decidido y sus definidos músculos a una gigante que había conocido hace unos días en Kyeskaya, y la verdad es que aunque ni de coña medía lo suficiente como para considerarse una aún rebasaba su propia estatura por unos centímetros, a dante pues le sacaba medio metro, ni más ni menos.
—Vaya con el chico, que ojo tienes. Pero mucho me temo que es demasiado mujer para ti, te diría que lo intentases con alguien con quien no tuvieses que subirte a un taburete para mirarle a los ojos.
Pero un vistazo más detenido le hizo comprender el verdadero motivo de la atención del peloniebla. La mujer estaba hablando con un par de chavalines desgarbados de poca más edad que Dante estaban apostados, uno sentado en una caja y el otro de pie, vigilante y con un cuchillo colgado para que se viera del cinturón. A pesar de su corta edad tenían unas ojeras tan profundas que se podían haber utilizado como canaletas, el pelo seco y despeinado y una mirada que delataba al instante que se traían algo entre manos.
De inmediato Yoldin vio una semejanza. Era la misma escena del puerto de isla copo, con el tipo del abrigo morado, no recordaba en ese momento cómo se llamaba. Si tuviese que apostar por qué hacían se lo hubiese jugado todo a tráfico de drogas. ¿Había llegado "la cálida Pepper" a esa ciudad? Era una posibilidad interesante, aunque no había visto a muchos tipos en pelotas por la ciudad. Aún.
—Vale, ya veo a lo importante... Reitero chico, buena vista. Déjame ver si son nuestros piratillas, si ves que la cosa se pone chunga échame un cable.— y le dio una suave palmadita en la espalda de aprobación mientras comenzaba a caminar.
Buscó bien el los bolsillos de su chaqueta y agarró sus gafas de sol, preparado para sacar a relucir su personalidad estrella. Se las puso por el camino y siguió observando a los chavales tras ellas. Había venido con ganas de pelea, pero si aquellos eran los que tenían que dársela iban claros, no les daba más de dos hostias a cada uno antes de que cayeran al suelo. Ahora sin embargo lo que le motivaba era la curiosidad y la certeza de que en un negocio piramidal como el de la venta de drogas solo necesitaba a un guía para llevarle a la cumbre. Y en la cumbre esperaba el jefe final.
—Buenasssss chavaless. Soy Apolo. Tenéis algo de... ¿material? ¿Qué vendéis por essstos lares?— dijo con su acento más chabacano y barriobajero que pudo imitar.
Había interrumpido cualquiera que fuera la conversación que mantenían con la mujer, pero eso no le importaba. De hecho estaba bastante seguro de que ella no estaba de su lado y además no parecía una yonki, así que lo más probable era que acabase de alguna manera arrebatándole a su presa. Y no le iba a dejar hacerlo.
Al final ambos se adentraron en los suburbios siendo rodeados por la sábana etérea que comenzaba a cubrir la ciudad. A Yoldin le parecía curioso. Hallstat no solía ser en aquella época del año proclive a éste tipo de clima, pero la tranquilidad de los transeúntes le hizo contraerse de hombros y asumir que quizás no conocía la normalidad de aquella isla tan bien después de todo.
Sin embargo a su joven acompañante parecía que le molestaba profundamente. Tanto que por alguna razón tuvo la necesidad de meterle una patada en los gemelos. A pesar de la poca educación del asunto decidió dejarlo pasar. "Un chaval por una patada" pensó divertido, "quizás tiene miedo de parecer calvo cuando el tono de su pelo sea indistinguible del entorno. Bendita juventud con sus inseguridades, me gustaría tener más confianza para decirle que no importa, que estar rapado es una ventaja en todos los sentidos"
De cualquier manera cedió a la propuesta de Dante y se encaminaron a una edificio de madera oscura, amplias ventanas y tejado a dos aguas que tenía toda la pinta de ser una taberna del lugar.
Yoldin no lo pensó dos veces. Enfiló el lugar y ya se deshacía en placeres anticipando la caliente taza de chocolate que procedería a pimplarse como un campeón, pero el falacrofóbico se detuvo a observar algo en un callejón. Intrigado el ángel le siguió la vista y lo primero que vio fue a la portentosa mujer que parecía salida de un relato mitológico de las islas del norte. De alguna manera le recordó en su ademán decidido y sus definidos músculos a una gigante que había conocido hace unos días en Kyeskaya, y la verdad es que aunque ni de coña medía lo suficiente como para considerarse una aún rebasaba su propia estatura por unos centímetros, a dante pues le sacaba medio metro, ni más ni menos.
—Vaya con el chico, que ojo tienes. Pero mucho me temo que es demasiado mujer para ti, te diría que lo intentases con alguien con quien no tuvieses que subirte a un taburete para mirarle a los ojos.
Pero un vistazo más detenido le hizo comprender el verdadero motivo de la atención del peloniebla. La mujer estaba hablando con un par de chavalines desgarbados de poca más edad que Dante estaban apostados, uno sentado en una caja y el otro de pie, vigilante y con un cuchillo colgado para que se viera del cinturón. A pesar de su corta edad tenían unas ojeras tan profundas que se podían haber utilizado como canaletas, el pelo seco y despeinado y una mirada que delataba al instante que se traían algo entre manos.
De inmediato Yoldin vio una semejanza. Era la misma escena del puerto de isla copo, con el tipo del abrigo morado, no recordaba en ese momento cómo se llamaba. Si tuviese que apostar por qué hacían se lo hubiese jugado todo a tráfico de drogas. ¿Había llegado "la cálida Pepper" a esa ciudad? Era una posibilidad interesante, aunque no había visto a muchos tipos en pelotas por la ciudad. Aún.
—Vale, ya veo a lo importante... Reitero chico, buena vista. Déjame ver si son nuestros piratillas, si ves que la cosa se pone chunga échame un cable.— y le dio una suave palmadita en la espalda de aprobación mientras comenzaba a caminar.
Buscó bien el los bolsillos de su chaqueta y agarró sus gafas de sol, preparado para sacar a relucir su personalidad estrella. Se las puso por el camino y siguió observando a los chavales tras ellas. Había venido con ganas de pelea, pero si aquellos eran los que tenían que dársela iban claros, no les daba más de dos hostias a cada uno antes de que cayeran al suelo. Ahora sin embargo lo que le motivaba era la curiosidad y la certeza de que en un negocio piramidal como el de la venta de drogas solo necesitaba a un guía para llevarle a la cumbre. Y en la cumbre esperaba el jefe final.
—Buenasssss chavaless. Soy Apolo. Tenéis algo de... ¿material? ¿Qué vendéis por essstos lares?— dijo con su acento más chabacano y barriobajero que pudo imitar.
Había interrumpido cualquiera que fuera la conversación que mantenían con la mujer, pero eso no le importaba. De hecho estaba bastante seguro de que ella no estaba de su lado y además no parecía una yonki, así que lo más probable era que acabase de alguna manera arrebatándole a su presa. Y no le iba a dejar hacerlo.
Morgoth
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El joven tras la barra resultó ser alguien muy diligente y amable, pues con una cálida sonrisa me entregó la bebida que le había pedido. Tras tener mi bebida en la mano di un pequeño sorbo a la bebida y me dirigí a la mesa que habían elegido el lobo y el guardaespaldas. Apoyé mi bebida en la mesa y me senté al lado de la mascota de la joven.
Justo cuando iba a acariciar al animal entre las orejas, una joven, de aspecto similar a la otra señorita se sentó sobre mi regazo. Sin permiso ni nada. Siguiéndole una pregunta propia de una chica de compañía, “¿Puedo hacer algo por ti, cielo?” sin duda el trato al cliente era esplendido. No hacía falta esperar por una bebida o comida y según te sentabas en una mesa, una jovencita te hacía compañía de manera abierta y sin compromiso. Sin pensarlo recomendaría aquel lugar.
Una camarera de pronto cayó algo, posiblemente un vaso. Y menos mal que aquello pasó. Parecía absorto en alguna clase de hechizo por la joven que tenía sentada sobre mí. Moví ligeramente la cabeza a los lados para desatontarme y miré hacia el lugar en el que se había producido el ruido. Algo no era normal en aquel lugar. Los olores. La joven que tenía encima de mí tenía el mismo color y tono que la que nos había llevado hasta allí, al igual que las otras jóvenes que pude apreciar por el local y el chico de la barra, aunque este último un poco más oscuro. Por otra parte, las camareras que tenían claramente otro tono de rosa y tirando en muchas ocasiones hacia el rojo.
-Mmm, tentador, tentador – dije colocando una mano sobre su muslo. – Déjame pensar si hay algo que puedas hacer por mí.
Según dije esto comencé a subir mi mano delicadamente hacia la cadera de la joven de una manera sensual. Cuando llegué a la cadera las puntas de mis dedos se levantaron para evitar tocarle el culo. Continué subiendo mi mano, aunque ahora con un sutil roce desde la cadera hacia la axila, aunque según lo hacía la mano se iba moviendo hacia la espalada de la joven y cuando llegó a mitad de esta, casi en su columna, separé mi mano de la joven y me incliné hacia adelante, acercándome peligrosamente a ella, quedando a escasos centímetros mi boca de su cuerpo. Sin embargo, no la toqué. Con el brazo estirado cogí mi vaso y volviendo a recostarme contra el respaldo le di otro sorbo a la bebida.
-¿Me ayudarías a quebrantar la voluntad de este lobo? – le pregunté señalando con la mano al animal. – Adora las caricias, pero su orgullo le impide aceptarlas, ayúdame a acariciarle hasta que se rinda a las caricias. – le dije en un tono divertido, no creía que se esperase aquello, o si se lo tomaría en serio, pero hablaba en serio a pesar de mi tono divertido.
Justo cuando iba a acariciar al animal entre las orejas, una joven, de aspecto similar a la otra señorita se sentó sobre mi regazo. Sin permiso ni nada. Siguiéndole una pregunta propia de una chica de compañía, “¿Puedo hacer algo por ti, cielo?” sin duda el trato al cliente era esplendido. No hacía falta esperar por una bebida o comida y según te sentabas en una mesa, una jovencita te hacía compañía de manera abierta y sin compromiso. Sin pensarlo recomendaría aquel lugar.
Una camarera de pronto cayó algo, posiblemente un vaso. Y menos mal que aquello pasó. Parecía absorto en alguna clase de hechizo por la joven que tenía sentada sobre mí. Moví ligeramente la cabeza a los lados para desatontarme y miré hacia el lugar en el que se había producido el ruido. Algo no era normal en aquel lugar. Los olores. La joven que tenía encima de mí tenía el mismo color y tono que la que nos había llevado hasta allí, al igual que las otras jóvenes que pude apreciar por el local y el chico de la barra, aunque este último un poco más oscuro. Por otra parte, las camareras que tenían claramente otro tono de rosa y tirando en muchas ocasiones hacia el rojo.
-Mmm, tentador, tentador – dije colocando una mano sobre su muslo. – Déjame pensar si hay algo que puedas hacer por mí.
Según dije esto comencé a subir mi mano delicadamente hacia la cadera de la joven de una manera sensual. Cuando llegué a la cadera las puntas de mis dedos se levantaron para evitar tocarle el culo. Continué subiendo mi mano, aunque ahora con un sutil roce desde la cadera hacia la axila, aunque según lo hacía la mano se iba moviendo hacia la espalada de la joven y cuando llegó a mitad de esta, casi en su columna, separé mi mano de la joven y me incliné hacia adelante, acercándome peligrosamente a ella, quedando a escasos centímetros mi boca de su cuerpo. Sin embargo, no la toqué. Con el brazo estirado cogí mi vaso y volviendo a recostarme contra el respaldo le di otro sorbo a la bebida.
-¿Me ayudarías a quebrantar la voluntad de este lobo? – le pregunté señalando con la mano al animal. – Adora las caricias, pero su orgullo le impide aceptarlas, ayúdame a acariciarle hasta que se rinda a las caricias. – le dije en un tono divertido, no creía que se esperase aquello, o si se lo tomaría en serio, pero hablaba en serio a pesar de mi tono divertido.
- resumen:
- Sentarme en la mesa con León y el lobo, dejar que la joven se siente en mi regazo y jugar con mis palabras y acciones para confundir a la joven de mi verdadero objetivo (seguir disfrutando de mi bebida y acariciar nuevamente al lobo hasta que acepte el disfrutar de las caricias frente a la gente).
Dwight Hart
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Había timbrado tanto y tan incesantemente que nada o nadie podía hacer que se borrara su sonrisa de su cara. De hecho, casi nada. Pues algo había abierto el arcón de las dudas en su pequeña y poco ventilada cabecita. El sargento-camarada-señor Khâmul les había dado media hora asueto y, pese a todas las advertencias que la amable ancianita o sus compañeros pudieran darles, la tentación era poderosa en él.
A fin de cuentas ¿Qué podía salir mal? Ya la había visto, la taberna se encontraba al otro lado de plaza. Tan solo tenia que caminar en línea recta unos cunatos pasos, remojarse el gaznate con algo de hidromiel y volver a la hora citada.
Nadie se daría cuenta, era un plan sin fisuras.
Espero a que el resto de sus compañeros se encaminaran hacia sus habitaciones mientras jugueteaba con las llaves de su habitación con dedos temblorosos. No era la primera vez que hacia algo así, pero algo en aquel lugar le daba mala espina. Al levantar la mirad de las llaves, sus ojos se toparon con los del viejo cuervo. Le juzgaban, podía sentirlo.
- ¿Y tú que miras? – espetó nervioso al animal disecado
Aquel animal estaba tieso, sequísimo, el no correría la misma suerte. Así que, en cuanto hubo zanjado su discusión con el animal, salió por la puerta en busca de su merecidísimo refrigerio.
A fin de cuentas ¿Qué podía salir mal? Ya la había visto, la taberna se encontraba al otro lado de plaza. Tan solo tenia que caminar en línea recta unos cunatos pasos, remojarse el gaznate con algo de hidromiel y volver a la hora citada.
Nadie se daría cuenta, era un plan sin fisuras.
Espero a que el resto de sus compañeros se encaminaran hacia sus habitaciones mientras jugueteaba con las llaves de su habitación con dedos temblorosos. No era la primera vez que hacia algo así, pero algo en aquel lugar le daba mala espina. Al levantar la mirad de las llaves, sus ojos se toparon con los del viejo cuervo. Le juzgaban, podía sentirlo.
- ¿Y tú que miras? – espetó nervioso al animal disecado
Aquel animal estaba tieso, sequísimo, el no correría la misma suerte. Así que, en cuanto hubo zanjado su discusión con el animal, salió por la puerta en busca de su merecidísimo refrigerio.
- resumen:
Al quedarse sin niñera, el bueno de Dwight se debate entre si irse a tomar una hidromiel fresquita y volver antes de que sus compañeros se den cuenta o irse a tomar una hidromiel fresquita y volver antes de que sus compañeros se den cuenta. Al cabo de dura reflexión, ignora la niebla y va a por ese trago asumiendo que recuerda el camino hacia la taberna.
Alistar Reep
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Fue detrás de Brianna, mirándolo todo. Si alguien sabía observar, aquella casa podría contar una historia mejor que cualquier libro. La posición de los cuadros, las expresiones en ellos... Y los objetos dejados atrás por sus antiguos dueños. Aquellas cartas, devueltas sin abrir, indicaban una figura ausente. Una persona intentando alcanzar, sin éxito, esa figura. Por las reacciones de Brianna ante los cuadros solo pudo imaginar quien enviaba y quien ignoraba esas cartas. La miró, con melancolía en la mirada. Se vio tentado de colocar una mano en su hombro, para indicarle que lo tenía allí para lo que necesitase. Pero antes de que pudiese alcanzarla a su fino oído llegó el gruñido de Kodlak.
Como un rayo el lobo desenvainó su espada y corrió hacia las escaleras, bajándolas de un salto. Allí había una mujer, de avanzada edad, que asustada rogó al albino que no les robara. El lobo abandonó su posición de alerta, envainó su espada y ordenó a Kodlak que dejase de gruñir. No tenía pinta que aquella mujer fuese a ser peligrosa, aunque nunca se podía estar demasiado atento. Entonces bajó Brianna, presentándose y asegurando a la anciana que no iban a robar nada.
—Soy Alistar, su... — ¿Qué tienen los nobles a su servicio? —... Su guardaespaldas. ¿Y usted es...?
Dijo colocándose frente a Brianna, aunque no lo suficiente como para cubrirla por completo de la vista de la anciana. Era para estar alerta, sí, pero tampoco podía tratar a la anciana como de criminal y simplemente cortarle el paso. Pero debía estar seguro antes.
Como un rayo el lobo desenvainó su espada y corrió hacia las escaleras, bajándolas de un salto. Allí había una mujer, de avanzada edad, que asustada rogó al albino que no les robara. El lobo abandonó su posición de alerta, envainó su espada y ordenó a Kodlak que dejase de gruñir. No tenía pinta que aquella mujer fuese a ser peligrosa, aunque nunca se podía estar demasiado atento. Entonces bajó Brianna, presentándose y asegurando a la anciana que no iban a robar nada.
—Soy Alistar, su... — ¿Qué tienen los nobles a su servicio? —... Su guardaespaldas. ¿Y usted es...?
Dijo colocándose frente a Brianna, aunque no lo suficiente como para cubrirla por completo de la vista de la anciana. Era para estar alerta, sí, pero tampoco podía tratar a la anciana como de criminal y simplemente cortarle el paso. Pero debía estar seguro antes.
- Resumen:
- Presentarse ante la anciana y preguntar quien es.
Bô Thyjo
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Estando en guardia en aquella ciudad imaginé que Bô debía de haber sido capaz de escuchar todo lo que sucedería a raíz de ahí con anterioridad, sin embargo, el troglodita no pareció estar demasiado fino, y en su tribal búsqueda de lo que habría sucedido no llegaría a tiempo para encontrar a los agresores, en lugar de ello Bô encontraría a... ¿Un cadáver? La visión que le permitía la niebla era escasa, y el hecho de que aquel tipo oliese a sangre y estuviese desplomado en el suelo a vista de Bô le hacía parecer un cadáver... Al menos... Hasta que el cadáver pareció moverse y hablar.
No siendo demasiado consciente de lo que sucedía y apenas sin entender lo que era la correcta definición de drogas decidió no meterse en el tema, quizá una de las opciones más inteligente que se podían dar, cuya conclusión me sorprendió que llegase aquel joven troglodita... Empezaba a sentirme como un padre que veía a sus niños crecer.
Sin embargo, no todo acababa allí, y es que pese a que no pareciese haber en principio ninguna amenaza, sabía de sobra que aquello se trataba de un territorio hostil y que no era buena idea bajar la guardia, así que le ordené hacer lo que había hecho hasta ahora, vigilar con su olfato y su oído híper desarrollados, tratando de reconocer dónde se encontrarían los que le habían hecho eso al chico, o al menos intentar evitar una posible emboscada.
No siendo demasiado consciente de lo que sucedía y apenas sin entender lo que era la correcta definición de drogas decidió no meterse en el tema, quizá una de las opciones más inteligente que se podían dar, cuya conclusión me sorprendió que llegase aquel joven troglodita... Empezaba a sentirme como un padre que veía a sus niños crecer.
Sin embargo, no todo acababa allí, y es que pese a que no pareciese haber en principio ninguna amenaza, sabía de sobra que aquello se trataba de un territorio hostil y que no era buena idea bajar la guardia, así que le ordené hacer lo que había hecho hasta ahora, vigilar con su olfato y su oído híper desarrollados, tratando de reconocer dónde se encontrarían los que le habían hecho eso al chico, o al menos intentar evitar una posible emboscada.
- Resumen:
- Encontrar al chico.
- La consciencia se enorgullece de que Bô no haya cometido ninguna estupidez.
- Intentar encontrar a las personas que huyen por medio de sentidos híper desarrollados de oído y olfato.
- Mantener la guardia para evitar una posible emboscada, basándose en sus sentidos superiores.
Normas del capítulo:
Moderación
- Se moderará lunes y jueves entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los lunes o jueves antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
- Se puede postear varias veces en una ronda, siempre que hayan posteado al menos dos personajes antes.
Moderación
- 1 – Helga, Shiro y Yoldin:
El camarero se encoge de hombros ante tu pregunta, antes de responderte de pasada que siempre que él recuerde ha estado ahí. Se irá en un par de horas, añade. Te acercas a los chicos y puedes ver que en seguida se ponen en guardia. Cuando les hablas, se miran entre ellos y uno te dice mientras niega con la cabeza:
-No. Este es de los mejores sitios, siempre hay gente que se pierde y llega hasta aquí. Sé que al viejo de dentro no le gusta, pero tenemos que terminar la mercancía o Antoine se enfadará. Y con razón.
El otro asiente y añade con una sonrisa: - Solo está celoso porque hay gente que viene a su tugurio solo para vernos a nosotros.
Sea cierto o no, lo que sí es verdad es que alguien se ha acercado buscando probar sus bienes. Yoldin, te miran con extrañeza pero al final se encojen de hombros y te sacan una pequeña bolsita de cartón. La abren y dentro puedes ver 4 pastillitas, amarillas y en forma de rombo. No es la cálida pepper, pero en seguida te ponen al día.
-Medio rombo de Prixos te hará ver las estrellas. Bajarás igual que subirás, embelesado. Todos los que la prueban quedan encandilados. 1500 berries por las 4. No hay rebajas.
Todos los presentes notáis que lo dice con tono mecánico, como si lo hubiera ensayado muchas veces. Shiro, el otro chico se te acerca y te pone una mano en el hombro, preguntándote si quieres tomar un poco tú también.
- 3 – Ravenosos Houndos:
Adam y Keiran: Keiran, al ver cómo desenvainas tu arma el herrero interpone su muñeca entre tu mandoble y su espada. El acero de sus muñequera resuena y cuando te apartas puedes ver que le has hecho una gran mella… pero no has llegado hasta la piel. El herrero sonríe. Tu patada, sin embargo, la recibe de golpe y gruñe por lo bajo. Notas algo duro bajo tu pie y aunque retrocede varios metros por culpa de la onda de choque, no te cuesta entender que no le has hecho daño. Una ráfaga de viento hace que su delantal de cuero se levante un momento, dejándote ver un pesado y ancho cinturón de acero que claramente ha absorbido tu patada. El hombre escupe en tu dirección.
-Media mierda, eres tú el que está en donde no le conviene. ¡TE VOY A MATAR, CABRÓN!
Ups. Corre hacia ti y te apunta con el arma. Nuevamente intenta desviar tu mandoble con la muñequera para cortarte el brazo de un tajo decidido. No parece de buen humor.
Adam, el niño se encoge sobre sí mismo para evitar tus golpes, aunque logras meter más de uno por el medio de sus brazos y piernas. Oyes un par de gritos de dolor, pero pronto el chico vuelve a rodar y se pone en pie, zafándose de tu presa. Le sangra la cabeza y su pierna está en una postura un tanto rara, pero sobre todo parece enfadado. Silba y el caballo vuelve a intentar pasarte por encima sin dejar de relinchar.
-¡Por qué tenéis que allanar la casa de mis señores!
Parece a punto de echarse a llorar, pobrecito.
Chicos de la casa de la pradera: Reiko, entre tanto rebuscar encuentras algo bastante bonito: un set de cubertería completo de plata de la buena. Todos tienen el mango acabado en un óvalo decorado con el dibujo de un colibrí en un marco ornamentado. ¿Será el blasón de los dueños? En cualquier caso, todo tuyo. Cassandra, empiezas a rebuscar y detrás del cuadro de un señor bastante regio y serio, encuentras un sobre algo viejo pegado con cinta a la parte de atrás. Si lo abres, encontrarás la siguiente carta:Mi amor… debemos marchar.
Nos han pedido que nos reunamos con ellos. Es hora de demostrar nuestra verdadera lealtad. Tanto tú como yo sabemos qué es lo mejor para esta isla. Llevamos mucho tiempo trabajando por darles lo que necesitan y ahora debemos dar el siguiente paso. Coge a los niños y mete lo imprescindible en una maleta. Oculta esta y el resto de cartas, quémalas si te sientes más segura. Reúnete conmigo en nuestro punto de encuentro favorito. Te estaré esperando.
Llevaré una camelia para ti.
G.
Cuando subís a la parte de arriba, no pasa mucho tiempo hasta que al abrir la puerta de uno de los dormitorios os encontráis con quien a todas luces es una sirvienta bastante asustada. Lleva una escoba en la mano como si os fuera a pegar con ella y está temblando, pero aún así logra deciros:
-¡Intrusos!¡L-largaros de la mansión de mis señores!
- 4 - Byrne y Lobito:
- Los ojos de la señora se abren con asombro y se lleva una mano a la boca, cayendo de rodillas sobre el suelo sin quitar la Mirada de Brianna. Comienza a llorar y a temblar, pasan un par de segundos antes de que logre recomponerse. Al final, se pone en pie y te dedica una reverencia. Tiene una gran sonrisa de oreja a oreja.
-¡Señorita! No puede ser. ¡La creí muerta! Ha regresado, después de tantos años por fin una Byrne vuelve a esta casa…
En seguida su cara se ensombrece y la pena vuelve a apoderarse de ella. Os pide perdón por el estado de la casa y os explica que lleva muchos años cuidando de ella, pero es demasiado espacio como para poder mantenerlo sola.
-Cuando su pobre madre murió de pena, el resto del servicio no tardó en marcharse. Yo no tenía a dónde ir, por lo que decidí quedarme. Ahora veo que tomé la decisión correcta.
Se acerca a Brianna y le coge las manos entre las suyas, mirándola fijamente. De repente, parece enfadada.
-Señorita, su padre no es una buena persona. Estuvo aquí cuando su madre murió, hace ya mucho tiempo. Él se encargó del entierro y todo lo necesario. Me dijo que usted estaba muerta, señorita. Que ni usted ni el señorito Velkan regresarían jamás a estas tristes cuatro paredes. Cuánto me alegro de que no fuera así.
No tarda en preguntaros cómo puede ayudar y si vais a quedaros. De hecho, empieza a irse por las ramas hablando en voz alta acerca de cómo debe terminar de arreglar los dormitorios principales, cambiar las velas y bombillas, hacer la lista de la compra… ups.
- 5 - Señor Armadura Reciclada:
- Tu discurso es recibido con sonrisas y asentimientos. Comparten tu espíritu, coinciden con tu energía. Sir Viktor tiene la sonrisa más grande de todas y no duda en abrazarte y palmearte la espalda.
-Me alegro de tenerte de vuelta, chico.
Regresa al mapa y te señala con la mano abierta las tierras de los varenos.
-El problema con lo que planteas es que los varenos han acogido a nuestros traidores entre sus filas, lo sabemos de buena tinta. Todo aquel que conoce cuándo van a pasar a la acción se encuentra más allá de la frontera. –De repente, frunce el ceño y se lleva la mano a la barbilla, pensativo.- Espera, ¿todos? – murmura. Acaricia el mapa todavía serio y al final os mira, a ti y al resto de caballeros.
-Todos sabéis que en Hallstat hay nobles que vendieron información a los varenos a cambio de riquezas y promesas estúpidas. Hace ya tiempo que se marcharon de aquí, pero… no se alejaron mucho de la capital. Esas familias todavía están cerca de la frontera.
Señala un punto en el mapa, a unos kilómetros de la capital apenas internándose en tierras varenas.- Podríamos empezar por aquí. Los Archer. De la gente más ambiciosa que nunca he conocido. Si alguien sabe algo… son ellos. Matarían a quien hiciera falta por quedarse cerca de la corona. Si los varenos están a punto de atacar, ellos tendrán un plan al respecto.
No tardáis en organizaros. Sir Viktor os da un par de consejos más y luego os lidera por las entrañas de la mansión hasta una puerta trasera. Salís y no tardáis en llegar a los establos. Te mira mientras se sube a su corcel, un imponente ejemplar completamente negro.
-Escoge el que prefieras. Tienes toda la razón, Velkan. Es hora de hacer algo. No vamos a esperar ni un solo minuto más.
Si le haces caso, comenzaréis a cabalgar todos a una hacia la mansión ya comentada.
- 6 - Teufel:
- El camarero te dedica una sonrisa impecable y te trae una delicada taza de té humeante. Se inclina en la barra y se cruza de brazos para mirarte. Parece en su salsa y se ríe incluso un poquito antes de responderte.
-Oh, eso suelen decirnos. Lo cierto es que madame Spirelly conoce todos los trucos necesarios y más. A mí me ha dejado fabuloso y cada día se lo agradezco más.
Se yergue y te recoloca un mechón de pelo detrás de la oreja, antes de añadir: - Pero, ¡qué maleducado por mi parte! No puede ser que una señorita de tu calibre haya venido aquí sólo a por una taza de té. ¿En qué puedo asistirte? Solo tienes que pedirlo.
Morgoth, la chica se te queda mirando por un momento, antes de esbozar una enorme sonrisa y asentir con ganas. Se acurruca todavía más en tu regazo, pegándose a ti todo lo que puede de forma un tanto exagerada antes de inclinarse para tratar de acariciar al lobo. Sin embargo… algo no sale bien y la chica enseguida retira la mano con un pequeño grito. Tiene un mordisco en el dedo, aunque apenas sangra. Se lo mira y por la carita que pone parece que vaya a llorar. Se lleva el dedo a la boca y se lo chupa para que deje de sangrar, mientras se acurruca contra ti. Todavía parece un poquito asustada.
-Creo que al lobito no le gusto. ¿A ti te gusto?
- 7 - Los amigos de la Revolución:
Samvel, el chico grita cuando le levantas, pero al fin se queda quieto. Sigue pareciendo asustado, sin embargo, y en lugar de responderte se te queda mirando con los ojos muy abiertos. Bueno, todo lo que le dejan las magulladuras, que empiezan a hincharse. Cuando Tomoe habla con él traga saliva y parece empezar a entender que no vais a dejarle en paz.
-V-vivo cerca de aquí…
Os va indicando el camino. La niebla no parece suponer un problema para él, se sabe la ciudad de memoria. Dais vueltas y vueltas entre los callejones hasta acabar en un… cuchitril, la verdad. Son cuatro paredes encajadas entre dos casas, apenas un cuarto, un baño y una cocina que hace las veces de salón. Bô, no hueles nada extraño en el trayecto ahí… más que nada porque todo el callejón huele a orina. Si que oyes algún que otro correteo en las calles, niños o por lo menos gente joven que se apartan antes de que lleguéis a verlos.
El chico os pide que le tumbéis en la cama y gime de dolor al tirarse.
-No abráis el grifo… n-no hay agua. Creo que tengo alcohol y t-toallas en el baño. Gracias por traerme…
Se queda mirando el techo, claramente incómodo. Parece avergonzado de estar en ese estado.
- 8 - El orgullo de la marina:
- Khâmul, la señora de la posada te mira de forma extraña cuando le pides que ''olvide'' que habéis estado ahí, pero al final se encoge de hombros y toma el dinero.
-¿Peligrosa? No, pero los extranjeros siempre la subestiman. Si no conoces las calles puedes acabar perdido enseguida.
Cuando la mujer regresa, le dedica una amable sonrisa a Anastasya antes de empezar a colocar las tazas de té y los pastelitos para que disfrutéis en la mesita. Te pone la mano en el brazo y te lo aprieta con cariño antes de responderte.
-Oh querida, ¡gracias a ti! No creo que tengan problemas… aléjense de los barrios más pobres y si ven algún muchacho en una esquina no hagan contacto visual. Los chicos de Antoine siempre están intentando conseguir nuevos clientes, pero esas pastillas… son cosa mala.
Cuando le señalas el cuervo se lleva la mano a la cara y suspira mientras lo mira.- Estoy de acuerdo, cielo, pero fue en su día la mascota de mi difunto esposo… ¡no soy capaz de tirarlo!
Dwight, por tu parte logras salir y dirigirte a la posada sin ningún problema. O eso crees. ¿Esa es la posada? ¿Seguro? Creo que has dado un giro extraño, o tal vez te has encaminado en la dirección que no era. Con la niebla es difícil decirlo. En cualquier caso delante de ti tienes lo que parece una especie de tiendita de… ¿hierbas? ¿Herboristeria? Hay un montón de flores y plantas secas en tarros, piedras colocadas por todos los rincones de la tienda y un gatito atigrado está tumbado en el medio y medio de la sala. Hay un mostrador tras el que se encuentra una mujer joven vestida de negro, bastante guapa. Te dedica una sonrisa al verte a través de la puerta abierta y te hace un gesto para que entres.
-¿Qué hace un chico como tú en un sitio como este?
Samvel Legacy
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Akuma no mi
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Tras el grito, el cyborg pensó que el chico estaba realmente aterrado, e intentó tranquilizarlo, pero al final parecía más bien que había gritado por dolor. Lo acomodó entre los brazos con más delicadeza, buscando la comodidad del chaval apaleado, y escuchó sus palabras, que fueron apenas un susurro.
—Pues vamos a tu casa —le dijo al ver que no le daba más opciones. Una vez llegara a su hogar, buscaría la forma de llevarlo a un hospital, o de traer a un doctor.
Entre susurros y señas, consiguió guiar al grupo hasta su hogar, aunque el sitio apenas merecía tal nombre. La niebla no era un problema para el joven, lo cuál le delataba como un nativo de aquel lugar, además de poseer una casa cerca de la zona. El sitio era poco más que un cuadrado con lo mínimo para vivir, como un cama pequeña, un baño pequeño y una cocina, también pequeña. En fin, él no iba a juzgar a nadie, ya que había vivido en sitios aún peores.
Con toda la delicadeza que pudo, lo tendió sobre la cama tal y como le pidió, pero aún así volvió a gritar de dolor. Lo examinó rápidamente, observando ahora que no había niebla cómo los golpes recibidos le habían dejado marcas por todo el cuerpo, hinchándolo, especialmente la cara, cuyo rasgos se habían deformado por las magulladuras.
—¿Cómo que toallas y alcohol? Tenemos que llamar a un médico para que te mire esas heridas. Tal vez tengas lesiones internas. —Miró a Bô y a Tomoe—. Uno de nosotros debe ir afuera, a buscar ayuda, mientras los otros dos se quedan cuidando de él.
Tras pensarlo brevemente se decidió.
—Iré yo. Tomoe, ¿podrías aplicarle las toallas con alcohol? —volvió junto al chico—. Bueno, antes de salir, ¿me puedes decir tu nombre? Y ya de paso, si sabes dónde hay un médico o alguien que pueda ayudarte, mejor que mejor.
—Pues vamos a tu casa —le dijo al ver que no le daba más opciones. Una vez llegara a su hogar, buscaría la forma de llevarlo a un hospital, o de traer a un doctor.
Entre susurros y señas, consiguió guiar al grupo hasta su hogar, aunque el sitio apenas merecía tal nombre. La niebla no era un problema para el joven, lo cuál le delataba como un nativo de aquel lugar, además de poseer una casa cerca de la zona. El sitio era poco más que un cuadrado con lo mínimo para vivir, como un cama pequeña, un baño pequeño y una cocina, también pequeña. En fin, él no iba a juzgar a nadie, ya que había vivido en sitios aún peores.
Con toda la delicadeza que pudo, lo tendió sobre la cama tal y como le pidió, pero aún así volvió a gritar de dolor. Lo examinó rápidamente, observando ahora que no había niebla cómo los golpes recibidos le habían dejado marcas por todo el cuerpo, hinchándolo, especialmente la cara, cuyo rasgos se habían deformado por las magulladuras.
—¿Cómo que toallas y alcohol? Tenemos que llamar a un médico para que te mire esas heridas. Tal vez tengas lesiones internas. —Miró a Bô y a Tomoe—. Uno de nosotros debe ir afuera, a buscar ayuda, mientras los otros dos se quedan cuidando de él.
Tras pensarlo brevemente se decidió.
—Iré yo. Tomoe, ¿podrías aplicarle las toallas con alcohol? —volvió junto al chico—. Bueno, antes de salir, ¿me puedes decir tu nombre? Y ya de paso, si sabes dónde hay un médico o alguien que pueda ayudarte, mejor que mejor.
- Resumen:
- Lleva al chico hasta su casa y le pregunta cómo se llama, además de pedirle que le indique donde encontrar un médico que le ayude.
Tomoe Asai-Asakura
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El chaval parecía aterrado. No sabía si se había relajado cuando le habló, pero sí que se había "rendido". El trayecto lo único que hacía era reforzar sus sospechas. El joven era un nativo de la isla y vivía en la zona más pobre y descuidada, la zona que, posiblemente, se viera más afectada en el caso de una epidemia de drogadicción. Llegaron a una vivienda, si es que se podía considerar vivienda digna, en la que aparentemente no había ni agua.
«¿Cómo pueden permitir que vivan en estas condiciones?» se preguntó, mosqueándose con quien sea que reinara en ese sitio. Por supuesto, pensaba incluir las condiciones de aquel distrito en el informe que prepararía cuando tuviera tiempo para pasar a limpio las anotaciones que quería hacer.
—Claro, voy a buscarlas —respondió antes de continuar.
Había un problema fundamental en lo de buscar un médico, que la espesa niebla de fuera no les dejaría encontrar prácticamente a nadie sin una forma de orientarse, quizá Sam pudiera orientarse bien, se lo dejaría a él. Fue al baño a buscar lo que había pedido, pero... ¿toallas sin tener agua? Se encogió de hombros, primero tenía que ayudarle y luego ya haría las preguntas.
Una sola habitación, una cocina, no tenía agua... Tomoe se aseguró de revisar la casa con la mirada, ¿habría algo allí que le diera alguna pista? Quizá en el baño, quizá en el botiquín. Buscó cualquier cosa que pudiera ser algo anómala, especialmente algo que pudiera contener droga. Aún tenía la sospecha de que estaba relacionado con eso.
Una vez comprobara si había o no algo inusual se acercó al muchacho con ambas cosas. El bote de alcohol no estaba lleno, pero debería ser suficiente. En cuanto a las toallas, aunque no estaban en la mejor de las condiciones se desinfectarían cuando aplicara el alcohol. Ahora que lo pensaba, parecía bastante convencido del tratamiento, ¿habría pasado por algo similar antes? estaban "a solas", en un espacio cerrado. Era un momento relativamente seguro para hacer las preguntas que quería hacer. Primero se aseguró de desinfectar las heridas del muchacho, para ello mojó las toallas en alcohol y frotó delicadamente para no hacerle demasiado daño. Estaba vivo, podía hablar y se quejaba; dentro de lo malo no estaba demasiado mal.
—No tienes que avergonzarte —preguntarle directamente no era la opción más compasiva... aunque sí era la más directa. No, aún no, allanaría un poco más el terreno antes —. Nunca te avergüences de tu camino, incluso si se ha torcido puedes salir. ¿No quieres que te pase de nuevo lo de antes, verdad? —dijo, refiriéndose a la paliza. Si no quería volver a pasar por ese dolor, su mejor opción era dejar que Tomoe le ayudara.
—Si no te ves capaz de contestar no tienes que responder. Si no puedes contestar no pasa nada, no me enfadaré —trataba de hacerle ver que no iba a forzarle a hablar —. ¿Quién es Antoine y la gente que te dejó así? —preguntó finalmente. Le habían dado una paliza en nombre del tan Antoine, habían hablado de plazos, que le habían avisado de lo que ocurriría si no cumplía y...
—¿Qué les diste antes de que te pegaran? —finalizó —. Puedo encargarme de ellos, hacer que no te vuelvan a molestar. Nadie merece este trato ni estas condiciones —dijo, dejando ver parte de su carácter. Su deber era ayudar a la gente... y estaba claro que el chaval necesitaba ayuda urgente, y ya no se refería solo a sus heridas.
No, no podía esperar. Incluso si encontraban un médico, no podrían hablar libremente con alguien más de Hallstat escuchando. Si por casualidad el muchacho estaba relacionado con el tráfico local tendrían que ir incluso con más cuidado. Mientras esperaba la respuesta, la revolucionaria sacó el cuaderno que había traído y comenzó a escribir. Primero redactaría lo que había sucedido desde su desembarco, la actitud sospechosa del cochero y el supuesto primer encuentro con lo que creía que era un ejemplo del tráfico de drogas local.
«¿Cómo pueden permitir que vivan en estas condiciones?» se preguntó, mosqueándose con quien sea que reinara en ese sitio. Por supuesto, pensaba incluir las condiciones de aquel distrito en el informe que prepararía cuando tuviera tiempo para pasar a limpio las anotaciones que quería hacer.
—Claro, voy a buscarlas —respondió antes de continuar.
Había un problema fundamental en lo de buscar un médico, que la espesa niebla de fuera no les dejaría encontrar prácticamente a nadie sin una forma de orientarse, quizá Sam pudiera orientarse bien, se lo dejaría a él. Fue al baño a buscar lo que había pedido, pero... ¿toallas sin tener agua? Se encogió de hombros, primero tenía que ayudarle y luego ya haría las preguntas.
Una sola habitación, una cocina, no tenía agua... Tomoe se aseguró de revisar la casa con la mirada, ¿habría algo allí que le diera alguna pista? Quizá en el baño, quizá en el botiquín. Buscó cualquier cosa que pudiera ser algo anómala, especialmente algo que pudiera contener droga. Aún tenía la sospecha de que estaba relacionado con eso.
Una vez comprobara si había o no algo inusual se acercó al muchacho con ambas cosas. El bote de alcohol no estaba lleno, pero debería ser suficiente. En cuanto a las toallas, aunque no estaban en la mejor de las condiciones se desinfectarían cuando aplicara el alcohol. Ahora que lo pensaba, parecía bastante convencido del tratamiento, ¿habría pasado por algo similar antes? estaban "a solas", en un espacio cerrado. Era un momento relativamente seguro para hacer las preguntas que quería hacer. Primero se aseguró de desinfectar las heridas del muchacho, para ello mojó las toallas en alcohol y frotó delicadamente para no hacerle demasiado daño. Estaba vivo, podía hablar y se quejaba; dentro de lo malo no estaba demasiado mal.
—No tienes que avergonzarte —preguntarle directamente no era la opción más compasiva... aunque sí era la más directa. No, aún no, allanaría un poco más el terreno antes —. Nunca te avergüences de tu camino, incluso si se ha torcido puedes salir. ¿No quieres que te pase de nuevo lo de antes, verdad? —dijo, refiriéndose a la paliza. Si no quería volver a pasar por ese dolor, su mejor opción era dejar que Tomoe le ayudara.
—Si no te ves capaz de contestar no tienes que responder. Si no puedes contestar no pasa nada, no me enfadaré —trataba de hacerle ver que no iba a forzarle a hablar —. ¿Quién es Antoine y la gente que te dejó así? —preguntó finalmente. Le habían dado una paliza en nombre del tan Antoine, habían hablado de plazos, que le habían avisado de lo que ocurriría si no cumplía y...
—¿Qué les diste antes de que te pegaran? —finalizó —. Puedo encargarme de ellos, hacer que no te vuelvan a molestar. Nadie merece este trato ni estas condiciones —dijo, dejando ver parte de su carácter. Su deber era ayudar a la gente... y estaba claro que el chaval necesitaba ayuda urgente, y ya no se refería solo a sus heridas.
No, no podía esperar. Incluso si encontraban un médico, no podrían hablar libremente con alguien más de Hallstat escuchando. Si por casualidad el muchacho estaba relacionado con el tráfico local tendrían que ir incluso con más cuidado. Mientras esperaba la respuesta, la revolucionaria sacó el cuaderno que había traído y comenzó a escribir. Primero redactaría lo que había sucedido desde su desembarco, la actitud sospechosa del cochero y el supuesto primer encuentro con lo que creía que era un ejemplo del tráfico de drogas local.
- resumen:
» Sospecha mogollón del entorno en el que está, muy susceptible a problemas de drogas.
» Anota mentalmente poner toda esa movida en su informe final.
» Va a buscar las toallas y, mientras está ahí, observa todo para ver si hay algo extraño que le diga que está relacionado con la farlopa.
» Desinfecta con cuidado las heridas del chaval mientras se pregunta si es la primera vez que le dan una paliza.
» Trata de calmarlo más y acaba preguntando por Antoine, la gente que le ha dado la paliza y lo que se supone que les dio antes del suceso.
Así que una nueva droga rulando por la ciudad. Y no particularmente cara para lo que prometía, prometían 8 dosis por 1500 berries, con su fortuna actual podía si quería pasarse colocado el resto de su vida. Una droga que te dejaba "embelesado" de tal manera no solía ser tan barata, hasta "la cálida" costaba cuanto menos el doble por solamente una o dos dosis.
Además eran pastillas, no era una locura suponer que tenían un origen químico. Por detrás tenía que haber todo un proyecto con laboratorios y cantidades ingentes de tesoros para financiarlo. Como había supuesto en un principio estos chavales no eran más que la primera línea de infantería de un ejército de truhanes que habían hecho de Hallstat su campo de batalla. Y por lo común los generales daban buena pelea.
—¡¿Prixos?! ¡De luuuujo primooo! Llevo ya unos días buscándola desde que la probé hace unos días en un tugurio del puerto. Fue la hossstia, el colocón fue una maravilla. Que haya gente en el mundo que no lo haya probado me parece una mierda. Es más, un delito— cogió la droga y pagó el precio, pero no se quedó ahí.
En vez de coger solo 1500 yenes agarró un buen fajo de billetes que como mínimo sumaban 500.000 y los sacudió frente a las caras de los camellos.
—Hace unos días mi compañero y yo dimos un pedazo de golpe y ganamos más pasta de la que soñé que iba a conseguir en mi vida. Ya sabéis, negocios—dijo montándose las gafas más abajo en la nariz para que le vieran guiñar un ojo cómplicemente— Ahora planeo dar la fiesta más tocha que haya podido darse en las islas del North Blue. ¿Y que es una fiesta sin una montaña de droga? ¿Veis toda esta lana? Hay más de donde ha venido. Quiero hacer negocios con vosotros, y por negocios me refiero vaciaros el stock. Y que demonios, una vez os lo haya comprado todo estáis invitadísimos a la fiesta, de hecho tendréis barra libre de todo lo que queráis tomar. Y tú, mujer... También estás invitada, que cojones. Vamos a hacer historia, ¿Qué me decís?
El plan era sencillo, una promesa de negocio a gran escala. A partir de ahí Yoldin calculó dos opciones: la primera era que como había supuesto en un principio formaban parte de una organización a gran escala (lo cual era bastante probable pues ya el cochero les había identificado como los piratas nosequé) y entonces seguramente tendrían un trato de proporcionalidad con sus superiores: cuanto más consiguieran vender más ganaban ellos. La segunda era que fueran camellos por cuenta propia: habían comprado a un camello más grande una gran cantidad de droga y la vendían con el precio inflado. De cualquier manera la estrategia era la misma: deshacerles la vista con una cantidad ingente de pasta y dejar que los perrillos le llevaran hasta el cazador.
Y respecto a la mujer tenía sus dudas de qué papel jugaría en este proyecto. Le había parecido oír que les estaba intentando echar del lugar y eso no cuadraba nada con sus planes. Había muchas posibilidades de que podía ser: empleada de la taberna, policía encubierta, miembro de otra banda a la que le interesaba el territorio... Ya vería como reaccionaba, pero de momento intentaría apelar a un sentimiento universal: las ganas de una tremenda jarana que recordases por toda tu vida.
Además eran pastillas, no era una locura suponer que tenían un origen químico. Por detrás tenía que haber todo un proyecto con laboratorios y cantidades ingentes de tesoros para financiarlo. Como había supuesto en un principio estos chavales no eran más que la primera línea de infantería de un ejército de truhanes que habían hecho de Hallstat su campo de batalla. Y por lo común los generales daban buena pelea.
—¡¿Prixos?! ¡De luuuujo primooo! Llevo ya unos días buscándola desde que la probé hace unos días en un tugurio del puerto. Fue la hossstia, el colocón fue una maravilla. Que haya gente en el mundo que no lo haya probado me parece una mierda. Es más, un delito— cogió la droga y pagó el precio, pero no se quedó ahí.
En vez de coger solo 1500 yenes agarró un buen fajo de billetes que como mínimo sumaban 500.000 y los sacudió frente a las caras de los camellos.
—Hace unos días mi compañero y yo dimos un pedazo de golpe y ganamos más pasta de la que soñé que iba a conseguir en mi vida. Ya sabéis, negocios—dijo montándose las gafas más abajo en la nariz para que le vieran guiñar un ojo cómplicemente— Ahora planeo dar la fiesta más tocha que haya podido darse en las islas del North Blue. ¿Y que es una fiesta sin una montaña de droga? ¿Veis toda esta lana? Hay más de donde ha venido. Quiero hacer negocios con vosotros, y por negocios me refiero vaciaros el stock. Y que demonios, una vez os lo haya comprado todo estáis invitadísimos a la fiesta, de hecho tendréis barra libre de todo lo que queráis tomar. Y tú, mujer... También estás invitada, que cojones. Vamos a hacer historia, ¿Qué me decís?
El plan era sencillo, una promesa de negocio a gran escala. A partir de ahí Yoldin calculó dos opciones: la primera era que como había supuesto en un principio formaban parte de una organización a gran escala (lo cual era bastante probable pues ya el cochero les había identificado como los piratas nosequé) y entonces seguramente tendrían un trato de proporcionalidad con sus superiores: cuanto más consiguieran vender más ganaban ellos. La segunda era que fueran camellos por cuenta propia: habían comprado a un camello más grande una gran cantidad de droga y la vendían con el precio inflado. De cualquier manera la estrategia era la misma: deshacerles la vista con una cantidad ingente de pasta y dejar que los perrillos le llevaran hasta el cazador.
Y respecto a la mujer tenía sus dudas de qué papel jugaría en este proyecto. Le había parecido oír que les estaba intentando echar del lugar y eso no cuadraba nada con sus planes. Había muchas posibilidades de que podía ser: empleada de la taberna, policía encubierta, miembro de otra banda a la que le interesaba el territorio... Ya vería como reaccionaba, pero de momento intentaría apelar a un sentimiento universal: las ganas de una tremenda jarana que recordases por toda tu vida.
Velkan Byrne
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Todas las piezas empezaban a encajar poco a poco, pero al fin en marcha. Había llegado a Hallstat sin un plan, sin aliados y sin nada en sus manos, solo con redención y venganza en mente, dispuesto a llevar la muerte a los traidores y morir en el proceso si era necesario. Y sin embargo se encontraba con que no todo estaba perdido. Había un plan, un objetivo y esperanza. Le devolvió el abrazo a sir Viktor con un choque metálico entre ambas armaduras, sonriendo feliz. En cierto modo debía ser un momento solemne. Eran solo una veintena de caballeros en una misión suicida con apenas información, pero ver que había al fin un camino a seguir y una resolución si lograban llegar al final le llenaba de fuerzas. Podían vencer, ahora lo veía.
- Sabía que los traidores estaban relacionados con los varenos. Tras la primera batalla de Auria encontré en el castillo de los rebeldes una nota que desvelaba la traición de Anthony Reichkrieg. Sin embargo fue el capitán Lars el primero en encontrarme con ella y desvelarse sin pretenderlo como parte de la conspiración. Sin saber quién más estaba a su lado, huí del castillo con intención de alertar a la reina - su rostro se ensombreció - Ya sabéis el resto de la historia. El resumen es que llevan sirviendo al Architraidor desde antes de que la traición fuese revelada.
Tras eso y con la explicación de sir Viktor sobre el plan a seguir, perfilaron unos detalles y subieron al exterior a coger caballos para partir de inmediato. Lamentó no haber llevado consigo un caballo propio a la isla, pero su decisión había sido apresurada tras enterarse de las novedades, no había habido tiempo. De todos modos... llevaba sin cabalgar frecuentemente muchos años. ¿Cuánta práctica habría perdido? Asintió a las palabras del anciano caballero y se paseó entre los ejemplares, buscando uno que le gustase. Había una yegua negra algo inquieta pero fuerte que llamó su atención. ¿Cómo iba a cabalgar el caballero negro si no era en un caballo negro? Sonrió para sí mismo y comenzó a ensillar y preparar al animal. Subió con cuidado para no asustar a la inquieta hembra y cogió las riendas con firmeza. Dio dos toques con los talones para que empezase a andar y se puso a la altura de sir Viktor.
- ¿Tiene nombre? - preguntó, refiriéndose a la yegua.
- Sabía que los traidores estaban relacionados con los varenos. Tras la primera batalla de Auria encontré en el castillo de los rebeldes una nota que desvelaba la traición de Anthony Reichkrieg. Sin embargo fue el capitán Lars el primero en encontrarme con ella y desvelarse sin pretenderlo como parte de la conspiración. Sin saber quién más estaba a su lado, huí del castillo con intención de alertar a la reina - su rostro se ensombreció - Ya sabéis el resto de la historia. El resumen es que llevan sirviendo al Architraidor desde antes de que la traición fuese revelada.
Tras eso y con la explicación de sir Viktor sobre el plan a seguir, perfilaron unos detalles y subieron al exterior a coger caballos para partir de inmediato. Lamentó no haber llevado consigo un caballo propio a la isla, pero su decisión había sido apresurada tras enterarse de las novedades, no había habido tiempo. De todos modos... llevaba sin cabalgar frecuentemente muchos años. ¿Cuánta práctica habría perdido? Asintió a las palabras del anciano caballero y se paseó entre los ejemplares, buscando uno que le gustase. Había una yegua negra algo inquieta pero fuerte que llamó su atención. ¿Cómo iba a cabalgar el caballero negro si no era en un caballo negro? Sonrió para sí mismo y comenzó a ensillar y preparar al animal. Subió con cuidado para no asustar a la inquieta hembra y cogió las riendas con firmeza. Dio dos toques con los talones para que empezase a andar y se puso a la altura de sir Viktor.
- ¿Tiene nombre? - preguntó, refiriéndose a la yegua.
Helga Eiríksdóttir
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Había intentado sobornarles para que se marcharan a otro lado, pero desgraciadamente se negaron. Pues alegaron que era una de las mejores zonas de la ciudad y que tenían que vender la mercancía o un tal Antoine se enfadará. Aquello me resultó curioso. Alguien tenía formado una red de drogas en la ciudad. Quizás era mejor investigar al respecto. Después de todo, si acababa con un capo de la droga me podrían dar dinero y demás cosas para saciar mi hambre de dinero. Iba a tener que despedirme de mi habitación gratis por el momento pero aquello parecía ser más interesante que pasarme la noche dando vueltas en la cama. En seguida, un muchacho vino buscando probar la mercancía. Una droga llamada Prixos que parecía que cumplía su función a la perfección y que habían varias pastillas. A mi no me interesaban las drogas, solo el alcohol. Pero me llamó la atención cuando el muchacho dijo que su compañero y él habían ganado mucho dinero por un golpe.
¿Acaso serían piratas también o solo criminales? Tendría que tener cuidado de no meterme con otras bandas, al menos por el momento. Decidí esperar a ver como acababa aquello. El tío quería comprarles mucha droga para hacer una fiesta. Aquello podría estar bien. Era la excusa perfecta para ver si me podían llevar hasta el narco. Acepté la invitación de aquel extraño.
- Como quieras, si hay alcohol yo me apunto. ¿Y donde tienes planeada la fiesta, por curiosidad? - Pregunté mientras observaba como otro de los adolescentes invitaba al compañero de las gafas de sol.
¿Acaso serían piratas también o solo criminales? Tendría que tener cuidado de no meterme con otras bandas, al menos por el momento. Decidí esperar a ver como acababa aquello. El tío quería comprarles mucha droga para hacer una fiesta. Aquello podría estar bien. Era la excusa perfecta para ver si me podían llevar hasta el narco. Acepté la invitación de aquel extraño.
- Como quieras, si hay alcohol yo me apunto. ¿Y donde tienes planeada la fiesta, por curiosidad? - Pregunté mientras observaba como otro de los adolescentes invitaba al compañero de las gafas de sol.
- Resumen:
- Cambiar de opinión y seguirle la corriente a Yoldin a ver que pasa
Anastasya
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Anastasya escuchó con suma atención los consejos que le daba la señora mientras tomaba otro sorbo de la taza de té, que ahora sostenía entre sus manos. Tenía que admitir que los dulces para acompañar tampoco estaban mal, y como aperitivo para mantener el estómago en silencio durante un ratito venían ideal. Cuando mencionó lo del cuervo intentó ser lo más delicada posible, e hizo bien en hacerlo, pues la mujer le confesó que aquel cuervo se trataba de la mascota de su difunto marido y se veía incapaz de deshacerse de él. Entendía bien ese tipo de situaciones, por lo que se limitó a asentir con la cabeza.
—Hace bien dejándolo ahí entonces.
La tiradora se tomó su tiempo para terminarse el té y las pastas, para cuando había acabado se dio cuenta de que faltaban un par de minutos para la reunión que tenían acordada en la habitación del sargento. Así pues, Anastasya subió las escaleras y una vez diese con su superior esperó a que pudiesen acomodarse un poco antes de empezar a hablar.
—Tenemos un nombre, “Antoine”. He hablado con la señora y me ha dicho que los hombres de Antoine siempre están buscando nuevos clientes, y que parecen estar tratando con pastillas —Anastasya se dio cuenta entonces de que Dwight todavía no estaba presente, y parecía que tampoco iba a aparecer—. Sargento, si no le importa me gustaría echar un vistazo en la taberna que hay al otro lado de la plaza, quizá podamos averiguar más sobre este Antoine.
Una vez concluida la reunión Anastasya bajó las escaleras de nuevo y salió al exterior, la niebla todavía estaba presente y aunque le daba una sensación de inseguridad y vulnerabilidad como nunca antes había experimentado, sacó de su bolso sus gafas de piloto. Normalmente eran gafas que utilizaba para protegerse los ojos de las nevadas en su isla natal, quizá no marcase demasiada diferencia en esa niebla tan espesa, pero se sentía más segura llevándolas encima.
La taberna estaba al otro lado de la plaza, si mal no recordaba. Tampoco podía ser tan difícil llegar hasta allí, solo tenía que ir recto.
«Solo espero no estar cometiendo una imprudencia haciendo esto.»
—Hace bien dejándolo ahí entonces.
La tiradora se tomó su tiempo para terminarse el té y las pastas, para cuando había acabado se dio cuenta de que faltaban un par de minutos para la reunión que tenían acordada en la habitación del sargento. Así pues, Anastasya subió las escaleras y una vez diese con su superior esperó a que pudiesen acomodarse un poco antes de empezar a hablar.
—Tenemos un nombre, “Antoine”. He hablado con la señora y me ha dicho que los hombres de Antoine siempre están buscando nuevos clientes, y que parecen estar tratando con pastillas —Anastasya se dio cuenta entonces de que Dwight todavía no estaba presente, y parecía que tampoco iba a aparecer—. Sargento, si no le importa me gustaría echar un vistazo en la taberna que hay al otro lado de la plaza, quizá podamos averiguar más sobre este Antoine.
Una vez concluida la reunión Anastasya bajó las escaleras de nuevo y salió al exterior, la niebla todavía estaba presente y aunque le daba una sensación de inseguridad y vulnerabilidad como nunca antes había experimentado, sacó de su bolso sus gafas de piloto. Normalmente eran gafas que utilizaba para protegerse los ojos de las nevadas en su isla natal, quizá no marcase demasiada diferencia en esa niebla tan espesa, pero se sentía más segura llevándolas encima.
La taberna estaba al otro lado de la plaza, si mal no recordaba. Tampoco podía ser tan difícil llegar hasta allí, solo tenía que ir recto.
«Solo espero no estar cometiendo una imprudencia haciendo esto.»
- Spoiler:
- -Anastasya se reúne con Khâmul a la hora indicada y le da los detalles sobre Antoine.
-A continuación, tanto si Khâmul decide acompañarla como si no, Anastasya se pone sus gafas de piloto en un intento de proteger su vista en la niebla y avanza recto por la plaza hasta el bar que tenían enfrente.
Brianna Byrne
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Brianna no pudo evitar sonreír ante la felicidad que mostraba la pobre señora al verla de nuevo. Tanta era esa felicidad que incluso había llorado por el hecho de que Brianna estuviera allí. Era gracioso, era la primera persona que se alegraba tanto de verla de vuelta en cualquier parte. Dejo que la pobre mujer hablase cuánto quisiera y después ya comenzaría ella a hablar también. No quería romperle las ilusiones pero ahora mismo quería preguntarle muchas cosas antes de quedarse allí.
— Me alegra mucho ver que aún había gente leal a mí madre y si querida…disculpa creo que no nos has dicho tu nombre aún — le dedicó una sonrisa y espero que le dijese su nombre antes de continuar. — Mi padre nunca ha sido una buena persona y lo ha demostrado en muchas ocasiones — era terrible que una hija tuviera que decir esas cosas de su padre, pero era la más pura y cruel realidad. La idea de quedarse en esa casa no era mala, si la situación en Hallstat estuviera mejor sería un buen lugar donde vivir y sobretodo si su maldito padre no la siguiese buscando aún. Realmente tenia que arreglar ese embrollo para poder vivir en paz.
— Vine en busca de respuestas sobre mi familia ¿Dónde se llevó mi padre a Velkan y por qué? ¿Usted lo sabe? — le aterraba pensar que había hecho aquel hombre con su hermano durante todos los años que estuvieron separados. Quería verlo, le gustaría encontrarlo y hablar con él, comprobar que estaba bien y aunque fuese algo complicado de asimilar, contarle lo sucedido con su padre. Miro a su alrededor y tuvo que aguantar las ganas de maldecir a su padre una y otra vez en su idioma natal para no asustar a la pobre mujer.
Alistar parecía más tranquilo ahora que la mujer se había presentado como sirvienta de la casa y Kodlak por su parte permanecía cerca de Brianna protegiéndola, por si acaso. Últimamente estaba muy pegajoso con la mujer — ¿Las llaves y las escrituras de la casa? La verdad es que me gustaría quedarme esta casa…pero para eso necesito encontrar los documentos — en aquella época donde se compró aquella casa seguramente no figuras en los nombre de los compradores si no el apellido y quién poseyese el título de propiedad sería dueño de la misma. Debía encontrarlo y lograr que su padre no pudiera mantener aquella casa donde dejo que su madre muriese de pena.
— Me alegra mucho ver que aún había gente leal a mí madre y si querida…disculpa creo que no nos has dicho tu nombre aún — le dedicó una sonrisa y espero que le dijese su nombre antes de continuar. — Mi padre nunca ha sido una buena persona y lo ha demostrado en muchas ocasiones — era terrible que una hija tuviera que decir esas cosas de su padre, pero era la más pura y cruel realidad. La idea de quedarse en esa casa no era mala, si la situación en Hallstat estuviera mejor sería un buen lugar donde vivir y sobretodo si su maldito padre no la siguiese buscando aún. Realmente tenia que arreglar ese embrollo para poder vivir en paz.
— Vine en busca de respuestas sobre mi familia ¿Dónde se llevó mi padre a Velkan y por qué? ¿Usted lo sabe? — le aterraba pensar que había hecho aquel hombre con su hermano durante todos los años que estuvieron separados. Quería verlo, le gustaría encontrarlo y hablar con él, comprobar que estaba bien y aunque fuese algo complicado de asimilar, contarle lo sucedido con su padre. Miro a su alrededor y tuvo que aguantar las ganas de maldecir a su padre una y otra vez en su idioma natal para no asustar a la pobre mujer.
Alistar parecía más tranquilo ahora que la mujer se había presentado como sirvienta de la casa y Kodlak por su parte permanecía cerca de Brianna protegiéndola, por si acaso. Últimamente estaba muy pegajoso con la mujer — ¿Las llaves y las escrituras de la casa? La verdad es que me gustaría quedarme esta casa…pero para eso necesito encontrar los documentos — en aquella época donde se compró aquella casa seguramente no figuras en los nombre de los compradores si no el apellido y quién poseyese el título de propiedad sería dueño de la misma. Debía encontrarlo y lograr que su padre no pudiera mantener aquella casa donde dejo que su madre muriese de pena.
- Resumen:
- Brianna le hace un par de preguntas a la señora después de dejarla hablar un rato, pregunta sobre su padre y Velkan y después sobre las llaves y las escrituras de la casa
Lilith Blair
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Definitivamente aquellas personas eran demasiado perfectas y extrañas para ser reales. Las palabras del barman la dejaron aún más confundida aunque tenía una cierta idea de que era lo que podría estar ocurriendo allí. La tal madame Spireli era quien había convertido a aquellos muchachos en muñecas perfectas y si quería averiguar más sobre ello tendría que hablar con esa mujer. Ante el coqueteo por parte de aquel joven Lilith simplemente sonrió, se notaba que les gustaba vender si producto.
— Si, definitivamente hizo un trabajo maravilloso con vosotros ¿Podría hablar con ella? Me parece fascinante lo que ha logrado, esa perfección tan absoluta me interesa muchísimo, por favor — puso una vocecita de niña buena que solía funcionar casi siempre. Además si le habían dicho que iban a servirla en todo cuanto quisiera esperaba aquel esa petición también estuviese dentro de los planes. Quería conocer a aquella mujer que se dedicaba a transformar a chiquillos normales en perfectas muñecas de escaparate.
Por otro lado no dejaba de mirar de reojo a Morgoth y a León, notaba que Allaidh estaba tenso y tal vez de mal humor por como movía la cola. La situación o tal vez el ambiente no le gustaba en absoluto al lobo negro de la madame. Parecía que iba a saltar sobre alguna de esas perfectas mujeres en cualquier momento. Tenia incluso el hocico un poco arrugado y mostraba ligeramente sus dientes por los laterales de su boca. Nuestra madame no pudo evitar preocuparse un poco por él, no solía estar tan molesto y tenso casi nunca y no quería que pudiera hacer una locura así que lo llamo a su lado.
En cuanto el lobo llegó se posicionó al lado de Lilith mirando al barman con un rostro serio, sus ojos de depredador clavados en aquel hombre y sus dientes ligeramente asomando por su boca. Lilith le acarició la cabeza al gran perro que poco a poco fue mostrándose menos agresivo aunque aún no se fiaba en absoluto de ninguno de los allí presentes y se mantenía alerta por si tenía que clavar sus dientes en alguna garganta. Otra cosa no, pero el lobo era lo suficientemente avispado como para darse cuenta de ruidos extraños o que no estuvieran acordes al lugar y también estaba siempre alerta para proteger de a su señora de cualquier tipo de peligro, esperaba que por su lado Morgoth estuviese investigando y no solamente jugueteando con aquella muñequita.
— Si, definitivamente hizo un trabajo maravilloso con vosotros ¿Podría hablar con ella? Me parece fascinante lo que ha logrado, esa perfección tan absoluta me interesa muchísimo, por favor — puso una vocecita de niña buena que solía funcionar casi siempre. Además si le habían dicho que iban a servirla en todo cuanto quisiera esperaba aquel esa petición también estuviese dentro de los planes. Quería conocer a aquella mujer que se dedicaba a transformar a chiquillos normales en perfectas muñecas de escaparate.
Por otro lado no dejaba de mirar de reojo a Morgoth y a León, notaba que Allaidh estaba tenso y tal vez de mal humor por como movía la cola. La situación o tal vez el ambiente no le gustaba en absoluto al lobo negro de la madame. Parecía que iba a saltar sobre alguna de esas perfectas mujeres en cualquier momento. Tenia incluso el hocico un poco arrugado y mostraba ligeramente sus dientes por los laterales de su boca. Nuestra madame no pudo evitar preocuparse un poco por él, no solía estar tan molesto y tenso casi nunca y no quería que pudiera hacer una locura así que lo llamo a su lado.
En cuanto el lobo llegó se posicionó al lado de Lilith mirando al barman con un rostro serio, sus ojos de depredador clavados en aquel hombre y sus dientes ligeramente asomando por su boca. Lilith le acarició la cabeza al gran perro que poco a poco fue mostrándose menos agresivo aunque aún no se fiaba en absoluto de ninguno de los allí presentes y se mantenía alerta por si tenía que clavar sus dientes en alguna garganta. Otra cosa no, pero el lobo era lo suficientemente avispado como para darse cuenta de ruidos extraños o que no estuvieran acordes al lugar y también estaba siempre alerta para proteger de a su señora de cualquier tipo de peligro, esperaba que por su lado Morgoth estuviese investigando y no solamente jugueteando con aquella muñequita.
- Resumen:
- Lilith pide hablar con madame Spireli y llama a Allaidh para intentar que el lobo este menos yendo o al menos se muestre menos agresivo aunque sigue totalmente alerta por si pasa cualquier cosa
Izanami Reiko
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— ¡Gotcha! —grité en inglés, una de las tantas cosas que se me había quedado por culpa de los estudios. O gracias a ellos, no sé muy bien cómo referirme a las clases de cultura general, ya que el profesor me miraba raro en ocasiones. De todas formas, el chillido era debido a que tenía en mis manos una serie de cucharas, tenedores y cuchillos de la plata más pura, confirmada varias veces, con un precioso colibrí en el mango que brillaba por sí solo. Se me escapó una sonrisa mientras los enrollaba en la tela en la que venían y me lo llevaba en las manos como un presente de parte de los antiguos dueños del hogar, dando pequeños saltitos que hacían al polvo levantarse de forma molesta. Si estaba hecha a medida para aquella familia, significaba que el colibrí era la mascota o figura de la gente que había vivido aquí, y eso equivalía a que tenían buen gusto. «¿Quizás es que los jardines estarían llenos de colibríes…? ¿Me podré llevar uno rosa con puntos negros al barco?» pensé, sonriente.
Al final Cassandra me había dado la razón, por más que lo hiciera parecer sus palabras y juicio. Eso o no me había escuchado, que era otra de las tantas cosas que podían pasar y perfectamente me creería si me dijese. Los escalones no eran muy amplios ni altos, por lo que la escalera se me hizo larga con tanto pasito que había que dar en pos de subir al siguiente piso. Aun así, solo hacía falta escuchar el tintineo de la plata en su improvisado contenedor de tela para que todo aburrimiento se me pasase, hasta que pensé que quizás sería un poco molesto llevarla encima todo lo que quedaba de día. Miré a ver si Napolean seguía allí o se habría decidido a marcharse por la puerta y, de no haber desaparecido, le acercaría mi tesoro de reciente obtención:
— ¿Me lo puedes llevar…? Porfi… —Le hice ojos de cachorrito que combinaban con los morros de alguien que pide un favor a cambio de nada. Con su tamaño no le sería muy complicado llevarlo encima y, sumado a que no era frágil en ningún sentido y que llevaba varias cosas más encima, seguramente le pudiera hacer un hueco. Para él no serían de mucho uso, a menos que fundiese toda la cubertería que teníamos en el barco —ya que la que tenía aquí no se tocaba— y se hiciera su propio tenedor, cuchillo y cuchara de tamaño semigigante.
Si todo salía bien, lo cogería y lo llevaría encima; confiaba en que Alexander era alguien cuidadoso. Al menos en comparación con los otros dos que se habían quedado fuera y que, sin siquiera verlos, ya sabía que se habrían buscado problemas de algún tipo. Quizás le estaban prendiendo fuego a un bosque porque sí, aunque no solían ser tanto caóticos sino más bien tener algo de mala suerte y bastante mala fe para no resolver las cosas por la vía pacífica. Y es que les tenía que llevar la razón, su manera era la más divertida.
Finalmente pisamos el pasillo superior, notando unas pocas habitaciones dispuestas en fila y adelantándome yo con emoción a investigar la primera por la izquierda. «¿Y si me encuentro una segunda cubertería, esta de oro…? ¿O unos platos bonitos para reemplazar los que ha roto Adam…?» pensé mientras bajaba la manivela y la puerta se abría con velocidad, viendo al otro lado a alguien que me recibía con el mismo nivel de sorpresa. La diferencia radicaba en que ella estaba horrorizada y yo sonreía hasta que la comisura parecía salirse de la cara.
— ¡Cassandra, al parecer la casa no está abandonada! —grité con la suficiente fuerza como para que la señorita me escuchase desde donde estaba—. Entre que nadie respondía y que estaba todo de aquella manera… —dije, acercándome a ella con las manos en alto, mirando a sus ojos mientras ignoraba la escoba con la que me amenazaba—. Así que todavía vive gente aquí. Dime, ¿hay muchos colibrís alrededor de la casa? ¿Los amaestráis? —Noté el temblor de manos desde la cercanía y preferí alejarme un par de pasos, todavía en postura indefensa, hacia justo el marco izquierdo de la puerta—. También te digo, sin ofender, deberías aprender a hacer mejor tu trabajo porque el recibidor está comidito de mierda, eh —No era elegante ni diplomático, pero tampoco era mi objetivo; al fin y al cabo, poco tenía que ganar de una criada que siquiera podía ejercer de lo suyo en vista del polvo que dominaba la casa. Y encima la puerta estaba abierta y la tierra nos había tragado mientras subía para llegar allí. ¿Qué demonios era aquel lugar?
Al final Cassandra me había dado la razón, por más que lo hiciera parecer sus palabras y juicio. Eso o no me había escuchado, que era otra de las tantas cosas que podían pasar y perfectamente me creería si me dijese. Los escalones no eran muy amplios ni altos, por lo que la escalera se me hizo larga con tanto pasito que había que dar en pos de subir al siguiente piso. Aun así, solo hacía falta escuchar el tintineo de la plata en su improvisado contenedor de tela para que todo aburrimiento se me pasase, hasta que pensé que quizás sería un poco molesto llevarla encima todo lo que quedaba de día. Miré a ver si Napolean seguía allí o se habría decidido a marcharse por la puerta y, de no haber desaparecido, le acercaría mi tesoro de reciente obtención:
— ¿Me lo puedes llevar…? Porfi… —Le hice ojos de cachorrito que combinaban con los morros de alguien que pide un favor a cambio de nada. Con su tamaño no le sería muy complicado llevarlo encima y, sumado a que no era frágil en ningún sentido y que llevaba varias cosas más encima, seguramente le pudiera hacer un hueco. Para él no serían de mucho uso, a menos que fundiese toda la cubertería que teníamos en el barco —ya que la que tenía aquí no se tocaba— y se hiciera su propio tenedor, cuchillo y cuchara de tamaño semigigante.
Si todo salía bien, lo cogería y lo llevaría encima; confiaba en que Alexander era alguien cuidadoso. Al menos en comparación con los otros dos que se habían quedado fuera y que, sin siquiera verlos, ya sabía que se habrían buscado problemas de algún tipo. Quizás le estaban prendiendo fuego a un bosque porque sí, aunque no solían ser tanto caóticos sino más bien tener algo de mala suerte y bastante mala fe para no resolver las cosas por la vía pacífica. Y es que les tenía que llevar la razón, su manera era la más divertida.
Finalmente pisamos el pasillo superior, notando unas pocas habitaciones dispuestas en fila y adelantándome yo con emoción a investigar la primera por la izquierda. «¿Y si me encuentro una segunda cubertería, esta de oro…? ¿O unos platos bonitos para reemplazar los que ha roto Adam…?» pensé mientras bajaba la manivela y la puerta se abría con velocidad, viendo al otro lado a alguien que me recibía con el mismo nivel de sorpresa. La diferencia radicaba en que ella estaba horrorizada y yo sonreía hasta que la comisura parecía salirse de la cara.
— ¡Cassandra, al parecer la casa no está abandonada! —grité con la suficiente fuerza como para que la señorita me escuchase desde donde estaba—. Entre que nadie respondía y que estaba todo de aquella manera… —dije, acercándome a ella con las manos en alto, mirando a sus ojos mientras ignoraba la escoba con la que me amenazaba—. Así que todavía vive gente aquí. Dime, ¿hay muchos colibrís alrededor de la casa? ¿Los amaestráis? —Noté el temblor de manos desde la cercanía y preferí alejarme un par de pasos, todavía en postura indefensa, hacia justo el marco izquierdo de la puerta—. También te digo, sin ofender, deberías aprender a hacer mejor tu trabajo porque el recibidor está comidito de mierda, eh —No era elegante ni diplomático, pero tampoco era mi objetivo; al fin y al cabo, poco tenía que ganar de una criada que siquiera podía ejercer de lo suyo en vista del polvo que dominaba la casa. Y encima la puerta estaba abierta y la tierra nos había tragado mientras subía para llegar allí. ¿Qué demonios era aquel lugar?
- Resumen:
- Robar, subir y ser educada con la sirvienta.
Cassandra Pendragon
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Rebuscar tras los cuadros demostró su utilidad cuando la platina encontró un sobre pegado a la parte de atrás de uno de ellos, que no dudó en rescatar para examinar su contenido. En el interior se encontraba una carta escrita a mano con florituras, probablemente por alguien que había dado clases de caligrafía. El contenido confirmaba las sospechas de la aristócrata: los dueños de aquella mansión se habían marchado hacía tiempo.
El misterio que quedaba por resolver giraba en torno a la presencia de los sirvientes en el domicilio. Si, tal y como parecía indicar la carta, los señores de la casa se habían ido para no volver, ¿qué hacía el servicio todavía allí? ¿Quién les pagaba el sueldo? ¿Por qué mantener al servicio en el hogar, pero huir?
Con todas aquellas preguntas rondando su cabeza, Cassandra se guardó la carta en el bolsillo de la chaqueta y se dirigió escaleras arriba siguiendo, de nuevo, a una emocionada Izanami. Quizá aquella muchacha llevaba tanto tiempo sin salir de casa que cualquier aventura le hacía ilusión, o quizá nunca había salido de casa. Fuese como fuese, al menos la cocinera tenía cierto nivel de modales y llevaba ropa puesta, así que en la jerarquía mental de la noble, estaba por encima del niño asalvajado.
—Napolean, querido, si te enamoras de algo no dudes en cogerlo. Dudo que sus legítimos dueños lo vayan a echar de menos —le dijo al semigigante.
Su compañera descubrió a una sirvienta en el piso superior, lo que confirmaba las sospechas de Cassandra de que el servicio todavía residía en la mansión, la cual los amenazó con su escoba con pocas habilidades de intimidación.
—Buenos días —saludó Cassandra, tras las palabras de Izanami, adentrándose en la habitación—. Nos hemos aventurado a entrar sin intención de hacerlo, nos caímos por la trampilla del túnel secreto que lleva a la entrada —le explicó, restándole importancia con un gesto de la mano—. De no ser así, habríamos llamado apropiadamente a la puerta. Somos viajeros en dirección a la capital y necesitamos caballos. Nos preguntábamos si podríamos alquilar los suyos, aunque intuyo que mis otros compañeros estarán encargándose de eso en estos precisos momentos, ya que se dirigieron hacia los relinchos y espero habrán encontrado ya los establos. No obstante, se me ocurren una serie de preguntas que me ha incitado el estado de la mansión, si no te importa saciar la curiosidad de una princesa que solo pasaba por aquí —continuó, dejando caer su cargo con sutileza para resaltar su estatus social—. ¿A quién pertenecen los terrenos? ¿Por qué el servicio vive en la casa pero parece negarse en rotundo a mantenerla en un estado medianamente aceptable? ¿Es que acaso tenéis orden de no limpiar? ¿O quizá sabéis que vuestros amos no volverán? En cuyo caso, ¿quién os paga el sueldo o estipendio que recibáis por encargaros del mantenimiento de la mansión? —interrogó a la sirvienta, apremiante y determinada, como si la mujer estuviese obligada a darle respuestas.
A continuación, la rubia posó la mano, por enésima vez, sobre el pomo de una de sus espadas con gesto sereno pero ligeramente amenazador, como diciéndole a la pobre sirvienta que no responder a aquellas preguntas podría terminar con ella desenvainando la espada. Pero sin decirlo, por supuesto. Los aristócratas deben actuar siempre con elegancia y talante, ante cualquier situación. Incluso cuando amenazan en la más sutil de las maneras.
El misterio que quedaba por resolver giraba en torno a la presencia de los sirvientes en el domicilio. Si, tal y como parecía indicar la carta, los señores de la casa se habían ido para no volver, ¿qué hacía el servicio todavía allí? ¿Quién les pagaba el sueldo? ¿Por qué mantener al servicio en el hogar, pero huir?
Con todas aquellas preguntas rondando su cabeza, Cassandra se guardó la carta en el bolsillo de la chaqueta y se dirigió escaleras arriba siguiendo, de nuevo, a una emocionada Izanami. Quizá aquella muchacha llevaba tanto tiempo sin salir de casa que cualquier aventura le hacía ilusión, o quizá nunca había salido de casa. Fuese como fuese, al menos la cocinera tenía cierto nivel de modales y llevaba ropa puesta, así que en la jerarquía mental de la noble, estaba por encima del niño asalvajado.
—Napolean, querido, si te enamoras de algo no dudes en cogerlo. Dudo que sus legítimos dueños lo vayan a echar de menos —le dijo al semigigante.
Su compañera descubrió a una sirvienta en el piso superior, lo que confirmaba las sospechas de Cassandra de que el servicio todavía residía en la mansión, la cual los amenazó con su escoba con pocas habilidades de intimidación.
—Buenos días —saludó Cassandra, tras las palabras de Izanami, adentrándose en la habitación—. Nos hemos aventurado a entrar sin intención de hacerlo, nos caímos por la trampilla del túnel secreto que lleva a la entrada —le explicó, restándole importancia con un gesto de la mano—. De no ser así, habríamos llamado apropiadamente a la puerta. Somos viajeros en dirección a la capital y necesitamos caballos. Nos preguntábamos si podríamos alquilar los suyos, aunque intuyo que mis otros compañeros estarán encargándose de eso en estos precisos momentos, ya que se dirigieron hacia los relinchos y espero habrán encontrado ya los establos. No obstante, se me ocurren una serie de preguntas que me ha incitado el estado de la mansión, si no te importa saciar la curiosidad de una princesa que solo pasaba por aquí —continuó, dejando caer su cargo con sutileza para resaltar su estatus social—. ¿A quién pertenecen los terrenos? ¿Por qué el servicio vive en la casa pero parece negarse en rotundo a mantenerla en un estado medianamente aceptable? ¿Es que acaso tenéis orden de no limpiar? ¿O quizá sabéis que vuestros amos no volverán? En cuyo caso, ¿quién os paga el sueldo o estipendio que recibáis por encargaros del mantenimiento de la mansión? —interrogó a la sirvienta, apremiante y determinada, como si la mujer estuviese obligada a darle respuestas.
A continuación, la rubia posó la mano, por enésima vez, sobre el pomo de una de sus espadas con gesto sereno pero ligeramente amenazador, como diciéndole a la pobre sirvienta que no responder a aquellas preguntas podría terminar con ella desenvainando la espada. Pero sin decirlo, por supuesto. Los aristócratas deben actuar siempre con elegancia y talante, ante cualquier situación. Incluso cuando amenazan en la más sutil de las maneras.
- Resumen:
Descubrir y leer la carta, sacar posibles conclusiones, guardarse la carta en la chaqueta, subir para descubrir a la sirvienta y empezar a interrogarla como si fuese una policía.
Keiran T. Farraige
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Keiran torció el gesto al ver que no corría la sangre tras aquella descarga. El mandoble había sido detenido por el herrero gracias a uno de sus brazaletes y su patada apenas había hecho mella en él pese a la fuerza que le había otorgado. Una cosa estaba clara: el grandullón sería un rival más duro de roer de lo que se había imaginado en un primer momento, pensamiento que lograba acelerarle el pulso. Había ido allí en busca de Markovs y no sabía si la mansión le pertenecería a alguno, pero tampoco estaba de más confraternizar con las buenas gentes de Hallstat y averiguar cómo se las gastaban en el norte. Ahora bien, se planteaban varios problemas frente al pirata. El primero de ellos era que, al parecer, bajo aquel delantal de cuero se escondía un desproporcionado cinturón de metal que debía cubrir buena parte del torso de aquel hombre. Por si fuera poco, aquellas piezas que protegían sus brazos parecían contar con manufactura de suficiente calidad como para resistir los embates de Ocras, aunque fuera a cambio de henderse. Además, su anfitrión parecía algo enajenado y tan solo era capaz de soltar sandeces por la boca.
Bravucón, como no podía ser de otro modo, el pelirrojo adelantó un brazo para indicarle que fuera a por él, dedicándole su sonrisa más irritante.
—Aquí te espero, gilipollas.
Invirtió un único instante en buscar a su vigía, viendo así que seguía lidiando con el crío y su caballo. Por el momento no parecía necesitar ayuda, así que podía seguir centrando sus esfuerzos en el mayor.
Cuando el herrero volvió a la carga, Keiran decidió conservar la posición mientras adoptaba una postura de guardia, arma en mano. Aquel individuo no se comía mucho la cabeza a la hora de lanzarse como un descerebrado y, si bien no podía sino admirarle por ello, le permitiría zafarse de aquella embestida con relativa sencillez. Relativa porque, con el más minúsculo de los errores, podía verse desprovisto ya no de una extremidad, sino de la vida misma. Tan solo cuando estuvo lo suficientemente cerca decidió acercarse, dando una larga zancada en diagonal y bajando su mandoble, apuntando el extremo de su filo hacia atrás. Mientras se movía ladeó el cuerpo, procurando una suerte de quiebro frente a la arremetida del hombre y pasando por su lateral —el del lado en el que sostenía la espada candente—. Fue en ese preciso instante en el que lanzó un tajo por lo bajo, apuntando al muslo con la intención de perjudicar su movilidad y, con algo de suerte, aprovechar el impulso que llevaba para hacerle caer al suelo. Los brazales protegían sus brazos y el cinturón su torso, pero no parecía llevar nada que le protegiera las piernas.
Por si fuera insuficiente, si todo salía bien y lograba posicionarse a su espalda, no dudaría en abrir sus fauces y proyectar a través de ellas una peligrosa bocanada de fuego, lo suficientemente grande como para cubrir por completo al herrero en su llamarada.
Sin saber aún si aquello surtiría efecto flexionó las piernas y afianzó el agarre de su mandoble, preparándose para una nueva acometida. Lo cierto es que resultaba una lástima, pero no parecía que el conflicto entre ambos fuera algo reconciliable. El grandullón sentía la imperiosa necesidad de matar al pirata, profesando una lealtad hacia los señores y su propiedad envidiable; por otro lado, Keiran había hecho un esfuerzo titánico por no arrancarle la cabeza al niño en cuanto se cruzaron y se lo habían pagado con violencia, así que se aseguraría de explicarle a esa gente lo que conllevaba cometer errores con él.
Bravucón, como no podía ser de otro modo, el pelirrojo adelantó un brazo para indicarle que fuera a por él, dedicándole su sonrisa más irritante.
—Aquí te espero, gilipollas.
Invirtió un único instante en buscar a su vigía, viendo así que seguía lidiando con el crío y su caballo. Por el momento no parecía necesitar ayuda, así que podía seguir centrando sus esfuerzos en el mayor.
Cuando el herrero volvió a la carga, Keiran decidió conservar la posición mientras adoptaba una postura de guardia, arma en mano. Aquel individuo no se comía mucho la cabeza a la hora de lanzarse como un descerebrado y, si bien no podía sino admirarle por ello, le permitiría zafarse de aquella embestida con relativa sencillez. Relativa porque, con el más minúsculo de los errores, podía verse desprovisto ya no de una extremidad, sino de la vida misma. Tan solo cuando estuvo lo suficientemente cerca decidió acercarse, dando una larga zancada en diagonal y bajando su mandoble, apuntando el extremo de su filo hacia atrás. Mientras se movía ladeó el cuerpo, procurando una suerte de quiebro frente a la arremetida del hombre y pasando por su lateral —el del lado en el que sostenía la espada candente—. Fue en ese preciso instante en el que lanzó un tajo por lo bajo, apuntando al muslo con la intención de perjudicar su movilidad y, con algo de suerte, aprovechar el impulso que llevaba para hacerle caer al suelo. Los brazales protegían sus brazos y el cinturón su torso, pero no parecía llevar nada que le protegiera las piernas.
Por si fuera insuficiente, si todo salía bien y lograba posicionarse a su espalda, no dudaría en abrir sus fauces y proyectar a través de ellas una peligrosa bocanada de fuego, lo suficientemente grande como para cubrir por completo al herrero en su llamarada.
Sin saber aún si aquello surtiría efecto flexionó las piernas y afianzó el agarre de su mandoble, preparándose para una nueva acometida. Lo cierto es que resultaba una lástima, pero no parecía que el conflicto entre ambos fuera algo reconciliable. El grandullón sentía la imperiosa necesidad de matar al pirata, profesando una lealtad hacia los señores y su propiedad envidiable; por otro lado, Keiran había hecho un esfuerzo titánico por no arrancarle la cabeza al niño en cuanto se cruzaron y se lo habían pagado con violencia, así que se aseguraría de explicarle a esa gente lo que conllevaba cometer errores con él.
- Resumen:
- Provocar al herrero, esquivar su carga haciéndose a un lado, tratar de cortarle la pierna y escupirle fuego como señal de amistad.
Lord Khâmul
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Sin decir nada yo me retiré directamente al cuarto que me fuera asignado.
Durante el pequeño tiempo que tuve de respiro pude acondicionar mi armadura tranquilamente en mi cuarto. No me gustaba nada estar dentro de ella, pero era algo de lo que no podía escaparme. Afortunadamente Velik me la había dejado a punto, y la verdad es que de momento estaba respondiendo bien. El respirador funcionaba correctamente, los guantes no hacían aquel ruido gominoso, y las botas ya no hacían aquel ruido metálico que tanto me molestaba. Así que tomé esta media hora para reflexionar y pensar en el siguiente paso a dar, pero, mientras cavilaba el tiempo se pasó volando, entrando entonces a mi habitación la joven cadete Anstasya. La joven, con una digna educación me expuso lo que la anciana le había dicho.
Parece ser que teníamos un nombre: "Antoine". Parecía estar buscando nuevos clientes para vender la mierda en las calles. Sin duda alguna debíamos ponernos en marcha. Quizás podríamos empezar por hablar con la gente local para conocer más sobre ese "Antoine", pues a alguien supongo se le acabará aflojando la lengua.
Me quedé mirando a la cadete hasta que acabó de hablar, momento en que le respondí.
-Bien, al menos ya tenemos un nombre, al menos es....-mi voz se cortó al ver que faltaba el otro cadete. Entonces mi voz se volvió más mecánica y grave, señal de que me estaba enojando. - ¿Dónde está Dwight?¿Porqué no está aquí?
No tardé en recobrar mi voz normal para responder a Anastasya.
-Me parece el mejor punto a seguir. Partiréis vos primero y entraremos primero uno y pasados unos minutos el siguiente. Que piensen que somos dos clientes ajenos. Mantened los ojos bien abiertos y las orejas todavía más. Si lográis algo comunicádmelo luego cuando regresemos a la posada, a no ser que sea de vital importancia. Así que partid y tener cuidado, os alcanzaré luego, pues voy a buscar a Dwight a su cuarto para que me explique porqué no se ha presentado.
Me despedí de ella con un aceno de cabeza antes de salir por la puerta del cuarto e ir en busca de la habitación de mi cadete. Francamente estaba molesto, pues en vez de acompañar a Anastasya ya mismo, ahora debía encontrar al otro cadete que para colmo no había venido a la reunión...que indisciplina. Tan sólo esperaba que no estuviera haciendo el idiota.
Si no lo encontraba en la posada, trataría de salir de la misma e ir directamente junto a Anastasya, y quizás, alomejor podría ver al cadete desaparcido. Ya que si había salido sin consentimiento al menos tendría que volver.
Durante el pequeño tiempo que tuve de respiro pude acondicionar mi armadura tranquilamente en mi cuarto. No me gustaba nada estar dentro de ella, pero era algo de lo que no podía escaparme. Afortunadamente Velik me la había dejado a punto, y la verdad es que de momento estaba respondiendo bien. El respirador funcionaba correctamente, los guantes no hacían aquel ruido gominoso, y las botas ya no hacían aquel ruido metálico que tanto me molestaba. Así que tomé esta media hora para reflexionar y pensar en el siguiente paso a dar, pero, mientras cavilaba el tiempo se pasó volando, entrando entonces a mi habitación la joven cadete Anstasya. La joven, con una digna educación me expuso lo que la anciana le había dicho.
Parece ser que teníamos un nombre: "Antoine". Parecía estar buscando nuevos clientes para vender la mierda en las calles. Sin duda alguna debíamos ponernos en marcha. Quizás podríamos empezar por hablar con la gente local para conocer más sobre ese "Antoine", pues a alguien supongo se le acabará aflojando la lengua.
Me quedé mirando a la cadete hasta que acabó de hablar, momento en que le respondí.
-Bien, al menos ya tenemos un nombre, al menos es....-mi voz se cortó al ver que faltaba el otro cadete. Entonces mi voz se volvió más mecánica y grave, señal de que me estaba enojando. - ¿Dónde está Dwight?¿Porqué no está aquí?
No tardé en recobrar mi voz normal para responder a Anastasya.
-Me parece el mejor punto a seguir. Partiréis vos primero y entraremos primero uno y pasados unos minutos el siguiente. Que piensen que somos dos clientes ajenos. Mantened los ojos bien abiertos y las orejas todavía más. Si lográis algo comunicádmelo luego cuando regresemos a la posada, a no ser que sea de vital importancia. Así que partid y tener cuidado, os alcanzaré luego, pues voy a buscar a Dwight a su cuarto para que me explique porqué no se ha presentado.
Me despedí de ella con un aceno de cabeza antes de salir por la puerta del cuarto e ir en busca de la habitación de mi cadete. Francamente estaba molesto, pues en vez de acompañar a Anastasya ya mismo, ahora debía encontrar al otro cadete que para colmo no había venido a la reunión...que indisciplina. Tan sólo esperaba que no estuviera haciendo el idiota.
Si no lo encontraba en la posada, trataría de salir de la misma e ir directamente junto a Anastasya, y quizás, alomejor podría ver al cadete desaparcido. Ya que si había salido sin consentimiento al menos tendría que volver.
- Resumen:
-Ve bien la idea de Anstasya.
-Debido a que el cadete no fue a la reunión, Anastasya debe ir sola a la taberna de enfrente mientras que yo busco por la posada a Dwight con cierto enfado. Tanto por no acudir a la reunión como por desaparecer de repente.
-Si no lo encuentro, saldría poco después a por Anastasya, tanto para informarle como para acompañarla.
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Tal como parecía, la anciana era una antigua criada de los Byrne. Parecía sentir cierto cariño por Brianna y su familia. O al menos por el lado de su madre. Por su conversación, parecía que el padre de la morena no era la mejor de las personas. El lobo se quedó con la espalda apoyada en una pared y los brazos cruzados, mirando y escuchando a las dos mujeres ponerse al día. Kodlak, por su parte, vigilaba de cerca el bienestar de la joven Byrne. Aquel animal había cogido cariño a la mujer con rapidez, cosa que le extrañaba. Tal vez se debiese al hecho de que la mujer consiguió sacar al albino de un pozo en el cual se creía maldito a vivir por siempre.
Brianna comentó que le gustaría quedarse con la casa. El lobo miró a su alrededor. Aquello parecía un hogar y bien podría ser acogedor si se ponía apunto. Sin embargo... el único hogar que había conocido el lobo eran las cuevas y guaridas que el pequeño grupo rebelde de Greenlyn conocía. Si bien en sus viajes con Brianna tenía el lujo de dormir en una cama y estar bajo techo, nunca se había sentido del todo a gusto. No terminaba de sentirlo como un hogar. ¿Era culpa de Brianna? No, por supuesto que no. Era solo que el lobo no terminaba de sentirse que merecía siquiera tener acceso a esas cosas. Su vida pertenecía al bosque, a lo salvaje, a la guerra.
Se mantuvo en silencio, esperando a la respuesta de la anciana. Pretendía ayudar todo lo posible a Brianna a la hora de encontrar a su hermano perdido, eso seguro.
Brianna comentó que le gustaría quedarse con la casa. El lobo miró a su alrededor. Aquello parecía un hogar y bien podría ser acogedor si se ponía apunto. Sin embargo... el único hogar que había conocido el lobo eran las cuevas y guaridas que el pequeño grupo rebelde de Greenlyn conocía. Si bien en sus viajes con Brianna tenía el lujo de dormir en una cama y estar bajo techo, nunca se había sentido del todo a gusto. No terminaba de sentirlo como un hogar. ¿Era culpa de Brianna? No, por supuesto que no. Era solo que el lobo no terminaba de sentirse que merecía siquiera tener acceso a esas cosas. Su vida pertenecía al bosque, a lo salvaje, a la guerra.
Se mantuvo en silencio, esperando a la respuesta de la anciana. Pretendía ayudar todo lo posible a Brianna a la hora de encontrar a su hermano perdido, eso seguro.
- Resumen:
- Pensar cosas y oír a Bri hablar con la yaya
Napolean
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El semigigante atravesó el gran umbral de aquella mansión, observando su reflejo en un espejo que había allí. «Sacre bleu… ¿Cómo se puede ser tan guapo?», preguntó para sí mismo, observando todos y cada uno de los rincones de su cuerpo. La caída le había manchado de polvo, así que no dudó en darse golpecitos para quitarse parte de la mugre. Sin embargo, en su precioso pantalón hecho a medida quedaron unas manchas que le hicieron enfadar ligeramente. No soportaba que su ropa estuviera sucia, y eso empezó a irritarle.
Subió las escaleras en silencio junto a Cass e Izzy. Era una casa preciosa, con una decoración antigua, pero ligeramente ostentosa, presentando florituras en la mayoría de sus acabados, incluyendo los de los muebles. Lo cierto era que los dueños de aquel lugar tenían buen gusto.
—¿He de tomarme eso como una orden directa? —le respondió a Cass con cierta ironía, ante su tentativa a coger algo y llevármelo para decorar mi camarote. Lo cierto es que había algunos cuadros bastante bonitos para enmarcar un retrato suyo a cuerpo completo, mas tenía que encontrar el perfecto, así que no seguiría buscando.
Se encontraba obnubilado mirando hacia el final de uno de los pasillos, en el cual había creído ver una puerta distinta a las demás, cuando su sádico amor platónico llamó su atención.
—Sin problemas, querida —le dijo, guardando la cubertería en los bolsillos de su casaca—. Te lo guardaré con gusto. [i]«Aunque no aseguro que siga teniéndolo al final del día», culminó para sus adentros, mientras sonreía a su compañera.
Para Napo, lo único bueno de ser tan grande en un mundo hecho para gente pequeña era que la mayoría de sus tesoros podía guardarlo en el lugar más simple de su atuendo. ¿Qué encontraba un cofre repleto de oro? Calderilla para sus bolsillos. ¿Qué encontraba un manzano? Un pequeño tentempié para abrir el estómago. ¿Qué cogía una botella de buen vino? Un chupito para entonarse. Todo ventajas.
—Por cierto…, ¿creéis que tendrán bodega? —preguntó en voz alta—. Alguien con un caserón como este lo más normal es que tenga una bodega repleta de buenos vinos, ¿no creéis?
Fue en ese momento, cuando una señora apareció. Portaba en sus manos una escoba de madera un tanto mugrienta, y sus aspectos no eran lo más idóneos. Primero habló Izzy, cuya actitud descortés no le sorprendió para nada. Luego lo hizo Cass, que le hizo tantas preguntas que lo más probable era confundiera a la mujer, después de todo parecía que estaba recién levantada.
Alexander suspiró, agachando ligeramente la cabeza y moviendo de izquierda a derecha con suavidad, haciendo un gesto de negación. Alzó las manos para que la mujer viera que no estaba armado, más allá del cañón de una mano que tenía a las espaldas, así como sus armas de fuego, y caminó hacia ella.
—No tenga miedo, mi señora —le dijo con excesiva educación, tratando de trasmitirle algo de calma—. Hace muy poco que llegamos a la isla, pues nuestro barco encalló en sus costas. Estamos perdidos y algo hambrientos. Y solo buscamos la forma más rápida de llegar a la capital, para desde allí ponernos en contacto con nuestro señor, Lord Keiran Farraige, Infante de Puglandia, Duque de Dogstown, Señor de Chienville y legítimo heredero al trono de Hund —E hizo una reverencia—. Entiendo que esté confundida, pero si responde a las preguntas de mi compañera —Realizó un pequeño ademán para señalar a su subcapitana—, nos iremos de aquí sin causar muchos problemas. Y cuando vengan a por nosotros, le abonaremos el importe de las reparaciones del suelo que hemos hundido por error.
Tenía la esperanza de que la anciana se tragara la trola que acababa de inventarse. Las formas fueron las correctas, al fin y al cabo, se había criado entre príncipes, nobles y caballeros. ¿Qué no surgía efecto? Pues tendría que hacer uso del cañón y sacar la información por la fuerza.
Subió las escaleras en silencio junto a Cass e Izzy. Era una casa preciosa, con una decoración antigua, pero ligeramente ostentosa, presentando florituras en la mayoría de sus acabados, incluyendo los de los muebles. Lo cierto era que los dueños de aquel lugar tenían buen gusto.
—¿He de tomarme eso como una orden directa? —le respondió a Cass con cierta ironía, ante su tentativa a coger algo y llevármelo para decorar mi camarote. Lo cierto es que había algunos cuadros bastante bonitos para enmarcar un retrato suyo a cuerpo completo, mas tenía que encontrar el perfecto, así que no seguiría buscando.
Se encontraba obnubilado mirando hacia el final de uno de los pasillos, en el cual había creído ver una puerta distinta a las demás, cuando su sádico amor platónico llamó su atención.
—Sin problemas, querida —le dijo, guardando la cubertería en los bolsillos de su casaca—. Te lo guardaré con gusto. [i]«Aunque no aseguro que siga teniéndolo al final del día», culminó para sus adentros, mientras sonreía a su compañera.
Para Napo, lo único bueno de ser tan grande en un mundo hecho para gente pequeña era que la mayoría de sus tesoros podía guardarlo en el lugar más simple de su atuendo. ¿Qué encontraba un cofre repleto de oro? Calderilla para sus bolsillos. ¿Qué encontraba un manzano? Un pequeño tentempié para abrir el estómago. ¿Qué cogía una botella de buen vino? Un chupito para entonarse. Todo ventajas.
—Por cierto…, ¿creéis que tendrán bodega? —preguntó en voz alta—. Alguien con un caserón como este lo más normal es que tenga una bodega repleta de buenos vinos, ¿no creéis?
Fue en ese momento, cuando una señora apareció. Portaba en sus manos una escoba de madera un tanto mugrienta, y sus aspectos no eran lo más idóneos. Primero habló Izzy, cuya actitud descortés no le sorprendió para nada. Luego lo hizo Cass, que le hizo tantas preguntas que lo más probable era confundiera a la mujer, después de todo parecía que estaba recién levantada.
Alexander suspiró, agachando ligeramente la cabeza y moviendo de izquierda a derecha con suavidad, haciendo un gesto de negación. Alzó las manos para que la mujer viera que no estaba armado, más allá del cañón de una mano que tenía a las espaldas, así como sus armas de fuego, y caminó hacia ella.
—No tenga miedo, mi señora —le dijo con excesiva educación, tratando de trasmitirle algo de calma—. Hace muy poco que llegamos a la isla, pues nuestro barco encalló en sus costas. Estamos perdidos y algo hambrientos. Y solo buscamos la forma más rápida de llegar a la capital, para desde allí ponernos en contacto con nuestro señor, Lord Keiran Farraige, Infante de Puglandia, Duque de Dogstown, Señor de Chienville y legítimo heredero al trono de Hund —E hizo una reverencia—. Entiendo que esté confundida, pero si responde a las preguntas de mi compañera —Realizó un pequeño ademán para señalar a su subcapitana—, nos iremos de aquí sin causar muchos problemas. Y cuando vengan a por nosotros, le abonaremos el importe de las reparaciones del suelo que hemos hundido por error.
Tenía la esperanza de que la anciana se tragara la trola que acababa de inventarse. Las formas fueron las correctas, al fin y al cabo, se había criado entre príncipes, nobles y caballeros. ¿Qué no surgía efecto? Pues tendría que hacer uso del cañón y sacar la información por la fuerza.
- Resumen:
- Hablar con sus compis, guardar la cubertería que ha robado Izzy, buscar algún marco bonito para llevarse e intentar hacer el lío a la supuesta sirvienta.
Adam
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Adam se sentía ofuscado, ya que el muchacho se había hecho una pequeña bola y no terminaba de encontrar un golpe limpio, y aunque si logró sacarle algún que otro aullido al muchacho, no terminó de dejarlo en el suelo. Por si fuera poco, en uno de los golpes, el muchacho se escurrió, rasgándose una de las mangas de la camisa, pero zafándose del agarré en el proceso, y tras un ruedo el muchacho había ganado el suficiente espacio como para
-No parecer gran cosa, pero aguantar bien- pensó, mientras se secaba el sudor de su frente.
Acto seguido el muchacho propinó un silbido, Adam quedó impresionado al ver como el muchacho con un movimiento de labios había hecho el un sonido similar al de un pájaro, aunque lo más sorprendente es que la respuesta al silbido el caballo pivotó y volvió a abalanzarse, no dejando al rubio con otra alternativa que dar un fuerte salto. Desafortunadamente para el salvaje, al aterrizar y no estar acostumbrado a la nieve patino un poco, perdiendo el equilibrio y rodando unos metros por el suelo y ganándose alguna que otra magulladura.
El muchacho entre sollozos soló una frase, de la cual solo entendiendo la palabra casa solo había entendido la palabra “casa”. Incorporándose de una pequeña acrobacia, el rubio se lanzó de frente hacia el muchacho sin mucha delicadeza, y eso en principio lo que iba a hacer, más cuando se encontraba a poco más de dos metros el niño caprichoso decidió levantar una nube de nieve con su diestra para chutársela en la cara, aunque aquello era más bien una finta ya que el verdadero golpe venía con la izquierda y el cual trató de impactarla en su pecho con toda la fuerza que había podido acumular en el pequeño sprint, en el caso de que la patada le mandará volando era bastante probable que el pequeño muchacho fuera a dar con el bigardo chirriante.
-¿Por qué algunos ser tan grandes y otros tan pequeños? ¡Por qué no todos iguales! – pensó el niño, el cual no terminaba de entender la diferencia tan grande que había entre humanos, diferencias que no percibía en el resto de los animales con los que había convivido hasta ahora.
Una vez el intento de patada observó como el capitán trataba de rebasar a su adversario con un extraño brillo en su paladar -Pensar usar “eso”- pensó el niño para sus adentros, a la vez que se apartaba de la trayectoria de su capitán, procurando evitar la llamarada que quería propinar- La verdad es que Adam también querer echar fuego por boca, luego pedir Kerian enseñar cosa- pensó para sus adentros.
Y más le valía al muchacho apartarse también, y es que Adam sabía por experiencia propia lo peligroso que podía ser el fuego de su capitán, cuando a este se le iba la cabeza.
-No parecer gran cosa, pero aguantar bien- pensó, mientras se secaba el sudor de su frente.
Acto seguido el muchacho propinó un silbido, Adam quedó impresionado al ver como el muchacho con un movimiento de labios había hecho el un sonido similar al de un pájaro, aunque lo más sorprendente es que la respuesta al silbido el caballo pivotó y volvió a abalanzarse, no dejando al rubio con otra alternativa que dar un fuerte salto. Desafortunadamente para el salvaje, al aterrizar y no estar acostumbrado a la nieve patino un poco, perdiendo el equilibrio y rodando unos metros por el suelo y ganándose alguna que otra magulladura.
El muchacho entre sollozos soló una frase, de la cual solo entendiendo la palabra casa solo había entendido la palabra “casa”. Incorporándose de una pequeña acrobacia, el rubio se lanzó de frente hacia el muchacho sin mucha delicadeza, y eso en principio lo que iba a hacer, más cuando se encontraba a poco más de dos metros el niño caprichoso decidió levantar una nube de nieve con su diestra para chutársela en la cara, aunque aquello era más bien una finta ya que el verdadero golpe venía con la izquierda y el cual trató de impactarla en su pecho con toda la fuerza que había podido acumular en el pequeño sprint, en el caso de que la patada le mandará volando era bastante probable que el pequeño muchacho fuera a dar con el bigardo chirriante.
-¿Por qué algunos ser tan grandes y otros tan pequeños? ¡Por qué no todos iguales! – pensó el niño, el cual no terminaba de entender la diferencia tan grande que había entre humanos, diferencias que no percibía en el resto de los animales con los que había convivido hasta ahora.
Una vez el intento de patada observó como el capitán trataba de rebasar a su adversario con un extraño brillo en su paladar -Pensar usar “eso”- pensó el niño para sus adentros, a la vez que se apartaba de la trayectoria de su capitán, procurando evitar la llamarada que quería propinar- La verdad es que Adam también querer echar fuego por boca, luego pedir Kerian enseñar cosa- pensó para sus adentros.
Y más le valía al muchacho apartarse también, y es que Adam sabía por experiencia propia lo peligroso que podía ser el fuego de su capitán, cuando a este se le iba la cabeza.
- SE PRENDIOH LA'WEAH:
Pues esquivo al caballo con percance y magulladura incluidas, cargó contra el mucahchiiyto haciendo primero una finta con la nieve y luego procuró chutar con la otra al pechito, tratando de lanzarlo contra su compañero o contra la llamarada de Keiran, lo que surja vaya.
Tambien lo flipo con cosas para variar.
Escuchar de que estaban planeando estos dos realmente me hacia pensar si seriamente esos muchachos serian tan idiotas como para llegar a creer esa sartas de mentiras que ambos se estaban dando, cosa que mis dudas se iban a justificar y aclarar al ver que los dos muchachos le estaban siguiendo el juego sin contar de la droga que estaban ofreciéndole al de cabeza rapada. De todas maneras, el ver y escuchar que vendrían una droga tan barata me hacia saltar todas las alarmas de que esta podría estar totalmente adulterada con cuanto químico nocivo podría haber sido usada para su creación por lo que saber la fuente de la misma y cortarla de raíz con el narcotraficante, seguramente seria la mejor manera de ayudar a Hallstat. Por otro lado, que el otro me dijera eso sobre la dama me hizo sentir un repelús en el cuerpo que seguramente se hubiese dado cuenta si este no se hubiese adelantado para encontrarse con los muchachos de poca monta.
Aunque también podríamos sacarle la información de quien podría ser el fabricante del estupefaciente a base de engaños o como le gustaba a mi hermano, a base de tortura, cosa que yo si bien no era afín a aquello, por lo que tan solo le quite suavemente la mano al muchacho que me estaba tocando mirándolo con algo de molestia - Te aconsejaría que no me vuelvas a tocar o la próxima vez te romperé los dedos, primero pide permiso para tocar a otra persona - le dije a este en un tono severo y frio para luego irme con el grupo en cuestión para ver si realmente esos mocosos nos llevarían a esa "fiesta".
Aunque también podríamos sacarle la información de quien podría ser el fabricante del estupefaciente a base de engaños o como le gustaba a mi hermano, a base de tortura, cosa que yo si bien no era afín a aquello, por lo que tan solo le quite suavemente la mano al muchacho que me estaba tocando mirándolo con algo de molestia - Te aconsejaría que no me vuelvas a tocar o la próxima vez te romperé los dedos, primero pide permiso para tocar a otra persona - le dije a este en un tono severo y frio para luego irme con el grupo en cuestión para ver si realmente esos mocosos nos llevarían a esa "fiesta".
- Interraciones:
- Se une al grupo a regañadientes con el objetivo de llegar a la fuente del problema de las drogas.
Normas del capítulo:
Moderación
En cuestión de segundos, la niebla desaparece. La Hora Blanca ha pasado y las calles vuelven a ser visibles. A aquellos que hayáis logrado navegarla sin percance: enhorabuena. A los que hayáis terminado perdiéndoos entre su confusión… buena suerte para rehacer el camino de vuestros pasos.
De repente, por toda la capital se oye un chirrido altísimo y extraño. Los que estéis en compañía de algún adolescente, veréis que se estremecen por un momento. El resto de lugareños, por otro lado, fruncen el ceño. Conocen ese sonido. Todas las puertas de Astelia acaban de cerrarse a la vez. A partir de ahora, nadie podrá entrar o salir de la capital. ¿Quién lo habrá hecho? ¿Y con qué fin? Nada bueno se augura aquí.
- Se moderará lunes y jueves entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los lunes o jueves antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación
En cuestión de segundos, la niebla desaparece. La Hora Blanca ha pasado y las calles vuelven a ser visibles. A aquellos que hayáis logrado navegarla sin percance: enhorabuena. A los que hayáis terminado perdiéndoos entre su confusión… buena suerte para rehacer el camino de vuestros pasos.
De repente, por toda la capital se oye un chirrido altísimo y extraño. Los que estéis en compañía de algún adolescente, veréis que se estremecen por un momento. El resto de lugareños, por otro lado, fruncen el ceño. Conocen ese sonido. Todas las puertas de Astelia acaban de cerrarse a la vez. A partir de ahora, nadie podrá entrar o salir de la capital. ¿Quién lo habrá hecho? ¿Y con qué fin? Nada bueno se augura aquí.
- 1 – Helga, Shiro y Yoldin:
Los dos adolescentes se miran extrañados. Por lo visto no es la reacción que esperaban y aunque uno mira a Yoldin con cara rara, un tanto suspicaz, el otro se encoje de hombros. Va a coger el fajo de billetes cuando el otro le pone la mano en el hombro y le susurra:
-Oye, ninguno de los nuestros está en el puerto. Eso es territorio de los cocheros.
-Eso es lo que tú te crees. No me sorprendería que Ryan o Molly hubieran ido solo para terminar antes. Serían los primeros en abordar a los extranjeros y… claramente les ha funcionado, ayer llegaron mucho antes de las 4. Y hoy especialmente nos iría bien ir holgados.
Parece un poco preocupado cuando dice lo último. Agarra el dinero y os sonríe. Saca una bolsa nada despreciable de pastillas y la pone en las manos de Yoldin. El otro chico hace lo mismo, todavía un poco nervioso. Se reparten el dinero y asienten antes de darse la vuelta para retirarse:
-Perfecto tío, gracias por la compra. Disfrútalo y… ya nos avisarás de dónde o cuándo harás la fiesta, estaremos encantados de asistir.
Empiezan a marcharse en dirección a otro callejón. Todavía los tenéis a la vista y aunque no van muy rápido, su lenguaje corporal os deja claro que están deseando echar a correr.
- 3 – Ravenosos Houndos:
Keiran, pillas por sorpresa al herrero y tu mandoble se hunde en la carne. La sangre mancha el suelo y el hombre suelta una ristra de insultos que harían sonrojarse a un curtido marinero.
Aún así, cae al suelo y en lugar de quedarse quieto rueda hacia un lado, esquivando por los pelos tu llamarada. Y tanto, su bigote está en llamas. Se lo apaga con una mano mientras frunce el ceño y se incorpora, examinándose la pierna. Es una fea herida.
-No puedo dejar que robes estos caballos. ¿Cientos de casas a la redonda y escoges esta? Has cometido un error.
Suelta la espada y dando un grito enorme junta los puños y golpea el suelo con fuerza. Una poderosa onda de choque repta por la tierra hacia ti, buscando levantarte varios metros en el aire. El herrero corre cojeando hacia ti tratando de agarrarte del cuello. Su cara está tan roja como la sangre que hay en el suelo y no parece tener mucho aprecio por su propia seguridad personal.
Adam, el niño no aguanta mucho más. Trata de defenderse, pero está llorando y cuando haces la finta no es capaz de reaccionar a tiempo. Sale volando varios metros, pillando de refilón la llamarada de Keiran. Se apaga poco después de caer en la nieve, pero todo su lado izquierdo está cubierto de magulladuras y aunque sigue vivo, ya no se levanta. El caballo relincha preocupado y trata de empujarle con el hocico, sin éxito. Del bolsillo del niño se desliza algo que brilla… un diminuto medallón dorado con un colibrí grabado.
Chicos de la casa de la pradera:
-¡N-no quedan colibrís! ¡Ni uno solo! ¡Y DE TODAS FORMAS NO SON PARA TI! – Uy, la chica está agobiada, le han salido varios gallos al gritarle a Reiko, pobrecita. Al escuchar a Cass, aprieta la escoba con más fuerza.
-Una princesa de verdad no dejaría que sus sirvientes robaran a otros nobles. No tengo por qué decirte ¡nada! ¡niñata!
Sin más, intenta darte con la escoba en la cabeza. Se detiene al escuchar a Napolean y, lentamente, baja su improvisada arma. Frunce el ceño, confusa, pero parece más receptiva.
-Nunca he oído hablar de esos lugares.- vacila un poco, pero al final responde todavía apretando la escoba con fuerza.- No nos pagan. Nuestros señores se fueron hace mucho, pero nosotros no tenemos a dónde ir. Nos quedamos cuidando de la casa y las pocas posesiones que dejaron atrás por si algún día decidían regresar. Solo somos dos sirvientas, no podemos mantener toda la casa, por lo que nos limitamos a limpiar y adecentar las áreas que más se utilizan.
Pone cara de molestia, antes de añadir.- No me gustaría que cogierais los caballos. Son una de las pocas cosas que nos queda de nuestros señores…
- 4 - Byrne y Lobito:
- -¡Helena! Me llamo Helena, señorita. No estoy segura… su padre tenía bastantes propiedades. Imagino que a algún lugar cercano a la capital. En cuanto a los documentos… deberían estar en su despacho.
Te lleva por toda la casa hasta una estancia relativamente pequeña. Tiene un gran escritorio con una mesa y un montón de estanterías llenas de libros, carpetas y papeles. Está perfectamente ordenado, aunque algo cubierto de polvo.
-De todas formas, señorita… puedo ayudarle a encontrarlo, tardaré un poco pero así no tendrá que rebuscar entre las cosas de su padre. No puede ser agradable.
Justo cuando acaba de decir eso, escucháis un sonido… extraño. Si os acercáis a una ventana, veréis a lo lejos una nube de polvo. ¡Son caballos! Un montón de personas a caballo se está acercando a la mansión. Llevan una especie de… armaduras, plateadas. ¿Van hacia vosotros o tan solo están de paso?
- 5 - Señor Armadura Reciclada:
- -Dunnae. La verdad es que parece que le caéis bien.
No tardáis en salir al trote a toda velocidad. Rodeáis la capital y os dirigís hacia el noreste, buscando las mansiones del las que hablaba Sir Viktor. No tardáis en encontrarlas, señoriales y apartadas las unas de las otras. Los poderosos quieren su privacidad. Mientras estáis decidiendo cuál puede ser un objetivo más prometedor, sin embargo, algo os interrumpe.
Allí, a lo lejos. ¿Qué es? ¿Puede ser? La imagen resulta familiar. Al menos una docena de personas a caballo, galopando a toda velocidad en dirección contraria a la vuestra. En la distancia, tan solo distinguís un detalle. Todos llevan armaduras idénticas. Armaduras plateadas.
- 6 - Teufel:
La atmósfera parece cambiar de repente y los ojos del camarero relucen con un brillo extraño. Su sonrisa se ensancha mientras te mira.
-Oh… así que tú también quieres ser perfecta. Sí, creo que podemos arreglar eso. Por supuesto, con una dama como tú poco hay que arreglar, pero es cierto que Spirelli hace milagros… eh, tú.- sus últimas dos palabras restallan en el lugar como un látigo y una de las camareras se estremece. Es la que antes rompió un vaso y parece saber que se dirige a ella.- ¿Por qué no acompañas a nuestra señorita? Y de paso pide cita para ti también.
La chica asiente en silencio y sonríe, aunque puedes ver que no le llega a los ojos. Te indica que le sigas y si aceptas, saldréis del local y te guiará por las calles hasta un par de portales más allá a un pequeño edificio blanco de dos plantas. Llamará al timbre mientras se apresura a explicarte:
-Aquí vive y trabaja la madame Spirelli. Estoy segura de que le atenderá enseguida, señorita.
- 7 - Los amigos de la Revolución:
-NO, no por favor, un médico no. No conozco ninguno bueno, no quiero que avisen a mis padres. No pueden salir de casa hoy.
El muchacho parece un poco más calmado, pero intenta por todos los medios que Samvuel no se vaya, tirándole del brazo y negando con la cabeza. Acepta las toallas con alcohol y suspira, asintiendo ante las palabras de Tomoe.
-No va a volver a pasarme.- contesta.- ya estoy fuera, por lo visto. Antoine es… ¿no sois de por aquí, verdad? Es quien controla las cosas en esta ciudad. Para nosotros, al menos.
Intenta incorporarse, pero gruñe y vuelve a tumbarse. Le va a costar un poco reponerse, aunque por lo menos ninguna de las heridas parece mortal.
- Está bien. Controlan el tráfico de droga en la ciudad, pero en realidad solo quieren gente que les sea leales. Yo lo hice y a cambio puedo mantener a mi familia con lo que saco de las ventas. Pero no consumo y… eso no les gusta. Además suelo retrasarme. Tienen unos plazos estrictos y no siempre encuentro clientes. Hoy… hoy fue la gota que colmó el vaso.
Se encoge de hombros, antes de esbozar una pequeña sonrisa.- Aunque ahora ya da igual, quedaba poco tiempo para tener que retirarme de todas formas. Hoy todos teníamos que apartarnos pronto. No nos ha dicho por qué, pero sé que es su forma de protegernos. Puede que esté un poco mazado, pero aún así me ha perdonado la vida y… me llega.
- 8 - El orgullo de la marina:
Dwight, la señora te mira con una pequeña sonrisa en la cara. Ves la niebla deshacerse a tu alrededor y… no tienes ni idea de cómo has llegado hasta ahí.
-¿Qué pasa, guapetón, te ha comido la lengua el gato?
Tomoe, sales de la posada y te embarcas a la aventura. Las gafas no parecen ayudarte mucho, pero por suerte para ti en cuanto das un par de pasos la niebla se disipa. ¡En cuestión de segundos! Casi parece un truco de magia. El caso es que puedes cruzar la plaza tranquilamente y llegar a la taberna.
Es un sitio no muy grande, con sus mesitas y su barra con taburetes altos. Huele bastante fuerte a cerveza y el camarero está silbando mientras sirve una pinta. No hay señal de Dwight por ningún lado. En una esquina hay dos hombres riendo y echando pulsos y en la barra un par de señoritas hablando y bebiendo vino.
Khâmul, logicamente no encuentras a Dwight en la posada. Para cuando sales ya no hay niebla y al llegar a la taberna te encuentras el mismo escenario que Tomoe.
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