Normas del capítulo:
La ciudad se encuentra en aparente calma, un ambiente un tanto enrarecido teniendo en cuenta que no hace más de dos semanas esta se vio azotada por una masacre sin precedentes. En sus calles, los hombres de una guardia que antes parecía inexistente se ocupan de que todo esté en orden. El patíbulo aún no se ha desmontado de la plaza, de hecho, parece que esté siendo renovado, como si aún pretendieran darle un uso. ¿Será para que la gente que pudiera seguir siendo fiel al bando de la antigua reina no se atreva a arriesgarse en post de su majestad a llevar a cabo otra sublevación? Se preguntan las gentes durante la primera semana que ven trabajar a estos hombres de extraña armadura negra. No portan ningún blasón de las casas de las familias nobles de Hallstatt. Los murmullos no pueden acallarse con facilidad, aunque solo se escuchan en los callejones, en las tabernas y en algunas posadas.
Se habla sobre lo que se ha podido ver en el Zeppelin. Si eran aliados de Lord Anthony el no haber cortado las grabaciones les ha salido caro. La gente no está contenta, los pocos que han visto las escenas, con lo ocurrido. Si la reina hubiera muerto se hubieran resignado, pero ahora ven al hombre como un tirano, lo contrario a lo que pretendía lograr con esto. Solo hay una cosa certera en este asunto: «La guerra no ha acabado». Ahora es más sonada que nunca, y se puede escuchar leyendo entre líneas en las conversaciones de a pie. Hay quien culpa a Anthony, hay quien dice que esto no hubiera pasado de no ser por el egoísmo de Iliana. Fue ella quien “desapareció” al fin y al cabo, y el pueblo no tiene modo de saber porque había estado indispuesta durante tanto tiempo. Algunos la defienden, visto su estado le había debido pasar algo, claro. Pero los dedos acusatorios están ahí para ambos.
Además de estos murmullos, el apresurado intento de arreglar los desperfectos y dejarlos bajo una alfombra rápido levanta sospechas. Los carteles de “traidores” empapelan la ciudad, con recompensas que el pueblo no puede ni llegar a imaginar cómo pretende Lord Anthony pagar. En estos se pueden ver las caras de los tres que habían conseguido reclamar a la reina, así como dos caras que a nadie suenan realmente, pero que al parecer estaban relacionados con prisioneros de guerra. No se ha dado especial detalle.
Las cosas empiezan a cambiar, tras la primera semana. Dejar el trono vacío durante mucho tiempo no iba a ser bueno, así que Lord Anthony envía a su sequito para que dé un anuncio:
Dentro de exactamente siete días, una nueva reina, una Markov de alta cuna, hija de la amada hermana de Derian, Madelain, será coronada como reina de la isla de Hallstatt. Será con ella que la familia real y todos sus súbditos vuelvan a alzarse en gloria. Como prueba de buena voluntad para con el reino, todo aquel que haya sido un impedimento para la llegada de nuestra merecedora futura reina será un sacrificio para limpiar con su sangre el mal de esta guerra definitivamente. Se llevará en el patíbulo frente a la plaza una ejecución pública que precederá la coronación.
Al día siguiente, un austero pero elegante carruaje de color azul prusia con el único adorno del Blasón del ducado de Kamelot llega a la ciudad. Tras las cortinas oscuras se ocultan tres figuras, y una cuarta se asegura de guiar por las calles a los caballos hasta llegar al palacio. Del interior sale una joven de cabellos lavandas y ojos azul imperial; el color que, se supone, deberían tener los herederos de la familia real. Apenas tiene unos dieciocho años, es menuda, y no parece alguien físicamente fuerte, pero su semblante serio y sus ojos apagados dejan entre ver una paz y conocimientos que parecen escapársele a cualquier otra persona. Su estancia en el exterior es breve, lo que duran los metros hasta el interior del palacio desde la valla del jardín que fue pobremente apañada antes de su llegada.
Y con esto, los días se van deslizando por el reloj de arena hasta la mañana del día previo a la coronación.
- Se moderará los martes entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los martes antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
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- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación:
La ciudad se encuentra en aparente calma, un ambiente un tanto enrarecido teniendo en cuenta que no hace más de dos semanas esta se vio azotada por una masacre sin precedentes. En sus calles, los hombres de una guardia que antes parecía inexistente se ocupan de que todo esté en orden. El patíbulo aún no se ha desmontado de la plaza, de hecho, parece que esté siendo renovado, como si aún pretendieran darle un uso. ¿Será para que la gente que pudiera seguir siendo fiel al bando de la antigua reina no se atreva a arriesgarse en post de su majestad a llevar a cabo otra sublevación? Se preguntan las gentes durante la primera semana que ven trabajar a estos hombres de extraña armadura negra. No portan ningún blasón de las casas de las familias nobles de Hallstatt. Los murmullos no pueden acallarse con facilidad, aunque solo se escuchan en los callejones, en las tabernas y en algunas posadas.
Se habla sobre lo que se ha podido ver en el Zeppelin. Si eran aliados de Lord Anthony el no haber cortado las grabaciones les ha salido caro. La gente no está contenta, los pocos que han visto las escenas, con lo ocurrido. Si la reina hubiera muerto se hubieran resignado, pero ahora ven al hombre como un tirano, lo contrario a lo que pretendía lograr con esto. Solo hay una cosa certera en este asunto: «La guerra no ha acabado». Ahora es más sonada que nunca, y se puede escuchar leyendo entre líneas en las conversaciones de a pie. Hay quien culpa a Anthony, hay quien dice que esto no hubiera pasado de no ser por el egoísmo de Iliana. Fue ella quien “desapareció” al fin y al cabo, y el pueblo no tiene modo de saber porque había estado indispuesta durante tanto tiempo. Algunos la defienden, visto su estado le había debido pasar algo, claro. Pero los dedos acusatorios están ahí para ambos.
Además de estos murmullos, el apresurado intento de arreglar los desperfectos y dejarlos bajo una alfombra rápido levanta sospechas. Los carteles de “traidores” empapelan la ciudad, con recompensas que el pueblo no puede ni llegar a imaginar cómo pretende Lord Anthony pagar. En estos se pueden ver las caras de los tres que habían conseguido reclamar a la reina, así como dos caras que a nadie suenan realmente, pero que al parecer estaban relacionados con prisioneros de guerra. No se ha dado especial detalle.
Las cosas empiezan a cambiar, tras la primera semana. Dejar el trono vacío durante mucho tiempo no iba a ser bueno, así que Lord Anthony envía a su sequito para que dé un anuncio:
Dentro de exactamente siete días, una nueva reina, una Markov de alta cuna, hija de la amada hermana de Derian, Madelain, será coronada como reina de la isla de Hallstatt. Será con ella que la familia real y todos sus súbditos vuelvan a alzarse en gloria. Como prueba de buena voluntad para con el reino, todo aquel que haya sido un impedimento para la llegada de nuestra merecedora futura reina será un sacrificio para limpiar con su sangre el mal de esta guerra definitivamente. Se llevará en el patíbulo frente a la plaza una ejecución pública que precederá la coronación.
Al día siguiente, un austero pero elegante carruaje de color azul prusia con el único adorno del Blasón del ducado de Kamelot llega a la ciudad. Tras las cortinas oscuras se ocultan tres figuras, y una cuarta se asegura de guiar por las calles a los caballos hasta llegar al palacio. Del interior sale una joven de cabellos lavandas y ojos azul imperial; el color que, se supone, deberían tener los herederos de la familia real. Apenas tiene unos dieciocho años, es menuda, y no parece alguien físicamente fuerte, pero su semblante serio y sus ojos apagados dejan entre ver una paz y conocimientos que parecen escapársele a cualquier otra persona. Su estancia en el exterior es breve, lo que duran los metros hasta el interior del palacio desde la valla del jardín que fue pobremente apañada antes de su llegada.
Y con esto, los días se van deslizando por el reloj de arena hasta la mañana del día previo a la coronación.
- Helga, Shiro y Yoldin:
- Dos semanas se han sucedido desde que Antoine dejó pasar vuestra intrusión en su guarida y salió por la puerta cargando a quien, se supone, es su sobrina. Muchas cosas han pasado de ahí en adelante. Apenas estuvo fuera un total de tres horas y media, pero para vosotros se hizo mucho más largo el tiempo de espera a que volviera. Salvo quizás para Helga a quien, después de tratar sus heridas, Archie, el semigigante con el que os enfrentasteis, le propuso una segunda ronda, esta vez sin ayudas exteriores. Si quería ser más fuerte lo suyo era entrenar después de todo.
En ese tiempo, puede que Yoldin haya querido unirse a este entrenamiento, teniendo que esperar su turno tras observar cómo se desarrollaba el combate, claro que ambos habéis podido descartarlo, teníais decisiones que tomar: revisar las casas ya sea para elegir una para cada uno o para compartir, o quizás solo buscar información, pertenencias de valor o un saco para llevaros las joyas, oro y perlas que encontrasteis tiradas a la entrada de la cueva por el suelo.
Como fuera, si no os marchasteis para tener una segunda oportunidad de encontraros con el pirata, os habría tocado esperar ese tiempo. El hombre vuelve, un tanto molesto. Parece que algo no ha salido tal y como se esperaba, claro que nada de eso había sido su culpa, ni mucho menos, de hecho, en su llegada y su forma de farfullar por lo bajo para no preocupar a su sobrina podéis captar algo así como que le habían dejado “plantado” sus propios subordinados en el punto de encuentro:
—Tal vez Thadeus era más incompetente de lo que pensé y no recordaba donde habíamos dicho que debía contactarme —le oís decir, pero la niña colgada de su chaqueta le saca de esos pensamientos.
—¿Pasa algo, tío? Al final no hemos podido ver a mamá hoy, ni a sus nuevas muñecas. Ella dijo que podría verlas hoy, que eran preciosas y que iban a ser para mí. —El hombre se agacha para tomarla en su regazo y tratar de consolarla.
—Lo sé, pequeña, pero no te preocupes. Estoy seguro de que Spirelli ha grabado todo para ti y podrá presentarte a tus nuevas amigas pronto —contesta él, antes de soltarla e indicarle que vaya a su cuarto a descansar. Tras esto se fijaría en vosotros—. ¡Oh! Veo que seguís aquí… supongo que tengo tiempo para hablar con vosotros antes de mi siguiente reunión —os dice, algo más calmado. En ese tiempo podría contestaros a cualquiera de vuestras preguntas sobre la droga que vende, siempre que no le saquéis de sus casillas. También podéis pelear con él, o intentarlo, pero tal vez sea perder el tiempo.
Como sea, os explica que el negocio de la droga iba a cerrarse a partir de ese día, como un pequeño “experimento”. Su red de información ya no iba a ser necesaria, así que solo quedaría ver que sucedía con las personas tras perder su adicción después de consumirla frecuentemente durante meses. Aunque tras lo que ha sucedido en la plaza es probable que le toque prolongar su negocio de forma más… reducida. Al parecer la gente cuanto más mono tienen más desesperados están por conseguir sus drogas. Si eso es así, sacará más información gastando menos recurso. La pregunta es si le ayudaréis o si os intentaréis interponer directamente. Si no le dais más importancia os encontraréis con lo dicho en la moderación general.
Por cierto, si os quedáis sabréis que unos días después de este día tan extraño una figura femenina viene, discute con Antoine y tras decirle algo que no llegáis a escuchar, pero le deja consternado se lleva a la niña de su lado. Lo más destacable de esta es el rojo intenso de su cabello, mucho más llamativo que el de Helga.
- Ravenous Hounds:
- Los preparativos para la posible pelea que tanto ansiabais todos tras vuestros infructíferos intentos de provocar el caos en la capital no acabó precisamente como esperabais. Siendo sinceros, nadie se espera que le tiren una red de Kairo electrificada a la cara. Para empezar, aunque hayáis visto la explosión que casi golpea a Alexander intentando abrir la puerta, se trata de una tecnología que, evidentemente, no posee el resto de la isla. Alguien la ha traído de fuera, y por los Jolly Rogers que visteis en aquel aquel globo negro os podéis imaginar gracias a quien fue.
Ahora bien, las redes no parecían estar pensadas para un grupo tan grande, ni para una persona tan alta y ancha como es Alexander quien, gracias a su fuerza fue capaz de zafarse con dificultad de su presa, con una quemadura un poco dolorosa en su antebrazo, antes de salir rompiendo la vidriera que decoraba tristemente detrás del trono, llevándose consigo a Izzy y Adam. Keiran y Cassandra no tuvieron tanta suerte, cayendo la primera la subcapitana, seguida de su capitán tras forcejear infructuosamente durante varios minutos.- Keiran y Cass:
- Os despertasteis a las pocas horas tirados en una habitación pobremente iluminada. Con apenas unas antorchas para alumbraros, el escaso sol que podía filtrarse por el manto de nubes grises que era Hallstatt ya no llegaba.
Veis los barrotes que os contienen, estáis en una celda seguramente del palacio, y por el tragaluz que hace de ventana para vosotros podéis entender que el calabozo está bajo tierra y que es de noche. Además, cuando caéis en donde habéis acabado y como llegasteis a ese lugar lo primero que hacéis es llevar la mano a buscar unas armas que ya no están. Os las han quitado. Tanto las espadas de Cassandra como Ocras os han sido arrebatados, junto con algunas pertenencias más que pudieran haber tenido valor. Vuestra ropa además está en mal estado y cubierta de polvo, al igual que vuestras caras y trozos de piel al aire que se encuentran sucios. El suelo es de tierra, así que tampoco es tan raro.
Pero no todo es malo: En vuestra memoria, salvo que les hayan atrapado al salir de palacio, Alexander y los demás están fuera y a vosotros no os han atado de ninguna forma, vuestra libertad parece estar a un par de pasos de vosotros. La precariedad que tiene este calabozo no tienen nada que ver con las redes usadas para apresaros, lo que os reafirma la posibilidad de que las fuerzas reales de Lord Anthony no sean tan descabelladas, por no haber, no han hecho ni por dejaros atados. La pregunta real es… ¿Queréis iros? Es decir, han pisoteado vuestro orgullo tras un día poco productivo, os han arrebatado vuestras armas y denigrado a tal nivel que ni parece que les haya sido necesario poner una guardia para manteneros vigilados.
Si decidís marcharos podréis hacerlo sin problema, sacando la información que hubieras podido acumular en las dos siguientes semanas usando la moderación general, ahora bien, si decidís quedaros en la prisión para intentar atacar desde dentro…
Aprovecháis lo que queda de la primera noche para reponer fuerzas, vuestros estómagos rugen y, como podéis imaginar, os espera un desayuno nada agraciado para el paladar de alguien acostumbrado a comer siempre bien a la mañana siguiente. Pero estando exhaustos como estáis es vuestra mejor baza. Recuperar energías e intentar preguntar qué será de vosotros ahora que os han capturado. Al guarda de turno no le pesara mucho el deciros que seréis ejecutados como muestras de lo que sucede con quienes van contra la voluntad de la nueva reina. Estas palabras os chocan, ya que teníais entendido que Lord Anthony iba a ser el rey. Parece que no todo se ha dicho aún. Podéis aprovechar el resto de días para trazar un plan de acción e intentar causar algún conflicto en el castillo. Con los datos que os han dado, la ejecución sería en unas dos semanas, al tiempo que la coronación.
Keiran, una semana antes de que vuestros destinos queden supuestamente sellados, si no habéis hecho mucho ruido de forma que no os presten a ti y a Cassandra demasiada atención, quizás recibáis una visita inesperada. Una persona joven, al menos más que tú. Parece una mujer de ojos color café y pelo oscuro recogido en una coleta, el resto de sus rasgos están ocultos.
—Así que sois vosotros quienes se interponían a Lord Anthony en el salón del trono—. Dice, no os está preguntando, tampoco espera respuesta. Independientemente de vuestra reacción o palabras, tras una pausa en la que parece sonreír bajo su máscara dice: —Bien, puede que seáis útiles. Le diré a mi señora que os ayude a guiaros por el palacio. —Y tal como vino se fue. Quizás os lo hayáis imaginado. O tal vez no, pero el caso es que a las dos noches a Keiran le visita alguien en sus sueños.- Keiran:
- Te encuentras otra vez en la sala del trono, estás solo y puedes ver el lugar exacto donde te encontrabas al entrar, frente a ti la sala es algo… distinta, más limpia, más iluminada. Sobre el trono hay una corona dorada con rubíes, perlas y diamante que refulge y te llama la atención. En tu sueño, te acercas a intentar cogerla, fascinado, cuando la tomas, una figura se aparece desde detrás del trono. Es prácticamente imposible que no la hubieras notado antes, sin embargo, la menuda figura de ojos azules y cabello de color lavanda. Casi parece “de fuera de este mundo”. Te mira, y bajo un velo casi traslucido que no te deja terminar de describir su figura pese a estar frente a ella y con tan buena luz, sonríe con unos labios pintados de carmín oscuro.
—Encantada, Keiran —te dice con un tono suave, sentándose encima del trono, en lo alto del respaldo. Ves cómo sus piernas se tambalean de un lado al otro jugueteando—. Imagino que recibisteis la visita de mi subordinada, ¿verdad? Seré breve. Creo que tienes preguntas sobre qué narices es esto, quién soy y qué quiero. Pero el tiempo apremia y yo no puedo pasearme a mis anchas de momento. Verás, necesito un favor, y creo que puedes ayudarme —hace una pequeña pausa, dejándote hablar, seguramente espera tus reproches y quejas, pero antes de que puedas decir nada te explica—. Quiero librarme del peso de esa bonita corona que tienes en tus manos, para ello, Lord Anthony debería morir. Así que, si me ayudas, te ofrezco este reino y ser tú quien rebane su cabeza. Claro que no serás el único.
Y tras decirte un par de cosas más, se despide: «La próxima noche, espero tú respuesta». Te dice, se pone a tu altura y te empuja, de repente caes precipitadamente a lo que parece agua, y te caes a esta, despertando al poco. Con estos datos… Puedes comentarle tu sueño a Cass o tomar la decisión que quieras. La puerta está siempre abierta para iros, además ahora sabes la fecha exacta de la coronación y donde han guardado tus armas. Podríais cogerlas y preparar vuestro plan reuniéndoos con el resto de la tripulación.
Podéis esperar más noticias de esa tal señora o iros.
- Alexander y Adam:
- La escapada resulta un tanto tediosa debido a la súbita descarga, Aunque al menos has conseguido cubrir a tus pequeños subordinados de llevarse un buen chispazo. Si a ti te ha dolido así imagínate en el diminuto cuerpo de Izanami o Adam. Aunque este último parece alterado. De hecho, los dos lo están. De todos modos, a regañadientes cargas con ellos y conseguís escapar del jardín y perderos entre la muchedumbre y las callejuelas de la ciudad. «Es vergonzoso». Piensas y la rabia te inunda por dentro cuando estáis fuera de peligro. Has salvado a tus compañeros, sí. Pero tu querida Cassandra y tu capitán se encuentran atrapados. Has huido dejándoles atrás. ¿Y ahora? Bueno, obviamente no les vais a dejar colgados.
Tenéis tiempo para buscar un lugar donde recuperar fuerzas y planear un asedio. Ya que tu brazo se encuentra mal, lo mejor sería que Izanami te ayudara a acelerar tu recuperación mientras con sus hormonas mejora los sentidos de Adam y que este busque el paradero donde se encuentra el capitán. Recordad, que habéis dado un tiempo de dos semanas al resto de la tripulación para marchar. Quizás queráis aprovechar estos primeros días para retornar al puerto, alargar la estancia, traeos algunos hombres… Y seguro que podéis ocuparos de las sirvientas que quedaban en la mansión para adueñaros de esta y montar ahí una base. El resto de información de las calles la obtenéis de la moderación general. Si Cass y Kei se escapan, podéis intentar reuniros con ellos antes de la ejecución pública y posicionaros donde mejor os venga. Se viene la revancha.
- Velkan:
- La recuperación de Iliana se complica los primeros días, en los que fiebres altísimas azotan el cuerpo de su majestad, ya debilitada por las drogas y otras sustancias que hayan podido suministrarle durante quien sabe cuánto tiempo desde su reaparición para mantenerla aturdida y obediente. Por suerte Brianna estaba ahí y la consigue tratar lo mejor posible. El problema principal es que durante los primeros tres días no se despierta. Eso os alarma a todos los caballeros por el riesgo de que muera por inanición y deshidratación. A esto se le suma que tras los últimos sucesos de la guerra no es seguro salir a la calle y los recursos se han visto mermados para todo el mundo. La mayoría de tiendas están cerradas, las comida en buen estado se agota, y no es que de base hubiera algo en tu antigua casa que fuera comestible. Los víveres los traéis de la antigua casa que ahora pertenecería a Bri, gracias a la sirvienta que prometió ayudaros. Os movéis usando la Doa Doa, pero te preocupa. Quizás se esté sobre esforzando demasiado para alguien en su condición, deberías comentárselo.
Las cosas parecen mejorar al cuarto día, cuando una muy desubicada reina Iliana abre por fin sus ojos y se incorpora en la cama. No sabe dónde está, pero viendo al hombre que descansa en una silla a su lado, vigilándola, se relaja tras un primer momento de escepticismo. Su armadura puede ser bronceada ahora, pero el diseño de la coraza de sus caballeros es inconfundible. Aparta las sabanas y se levanta. Da un traspiés, pero es una reina digna, y tiene que comportarse como tal, se reincorpora y sale del cuarto, despertando al hombre que se levanta tirando la silla y la sigue.
—S-Su majestad. ¿Estás bien? Esto es un milagro, que alegría... —El hombre tiembla y cae al suelo, aliviado, se ven lágrimas en sus ojos. Iliana, enternecida por esa muestra de apreció se agacha a su lado y le dedica una leve sonrisa. Su rostro aún muestra cansancio y demacración, pero sigue manteniendo el porte de una reina.
—Cómo no iba a estarlo, con personas leales que me necesitan aquí —Dice. Pero toda esa amabilidad parece perderse después de llegar al salón principal, recibir un copioso desayuno que os cuesta una buena parte de vuestros suministros diarios y quedar al tanto de todo lo que había sucedido en su ausencia.
Su rostro es severo, con el ceño fruncido con desaprobación, aunque su debilidad no le permite hacer mucho por ahora.
—Quiero que me mantengáis informada—. Os dice. Los días pasan y la noticia sobre la nueva reina llega a los oídos de la monarca. La mayor ofensa que podrían procederle por parte de quien alguna vez fue su hombre de confianza. Su punto es claro. No va a permitir esto. Ya ha descansado lo suficiente. Os pide a sus caballeros, y a los lobos quienes nada tienen que ver, que vayáis con ella a la guerra una vez más, esta vez para cortar el cuello del traidor y tomar su correspondiente lugar.
Esta orden… causa disturbios en vuestra alianza. Por una parte, los lobos quieren que se cumpla lo prometido, y su líder tacha de necia a la mujer al no verla aún lo suficientemente recuperada. Por otro lado, Brianna que hasta el momento había estado más o menos callada, con discreción y tras bambalinas se niega en rotundo a permitir esto. Ella ha ido a ayudar por una razón, a parte de ser Velkan su hermano, Iliana es la hermana pequeña de Ivan, el padre de su hijo. No iba a permitir que sus esfuerzos en protegerla sean en vano. Así que se enzarzan en una discusión que lleva la mujer a desvelar su relación con Ivan. La sorpresa surge en los ojos de Iliana, quien aprieta los labios mientras su odio hacia su hermano regresa a sí misma.
—Es… curioso. Dices que me has ayudado por mi hermano, por su amor por mí —. Se ríe, escandalizada, antes de tomar la espada del caballero que tiene más cerca y apuntar a Brianna, solo para bajarla después—. No. Brianna, ¿verdad? Tienes mi gratitud por tu ayuda para liberarme de mis captores, por ello, lo dejaré pasar. Pero ninguna ayuda que venga como lastima por parte de un juguete de mi hermano será recibida en adelante. Menos, cuando fue su culpa que el reino llegara a esta situación. —Hay veneno en sus palabras, pero la espada baja y la mujer se vuelve a sentar—. Iré a la batalla y recuperaré mi reino. Ahora bien, vosotros me ayudaréis por mí, ¿o será por petición de mi hermano traidor? —pregunta, centrando los ojos en ti, Velkan.
Parece que tienes una decisión que tomar: Dejar partir a tu hermana y seguir a tu reina, intentar calmar los humos… Y hay que preparar un plan.
- Morgoth:
- Las dos últimas semanas han pasado de forma… complicada para ti, la primera de ellas, tras separarte de las amables señoritas que se quedaron a ayudarte te llevó a encontrarte con un trabajo de un hombre que acabaría por perder la vida a causa de su propia inquina hacia tu padre, despertando una nueva habilidad de tus sombras que parecen poder imitar tu uso del Tryon, aunque todavía desconoces si tiene alguna utilidad sobre su cuerpo más allá de ser un adorno. Es algo que puedes plantearte investigar una vez abandones Hallstatt. Es decir, ¿queda algo interesante para ti, ahí? Lo descubrirás en unas pocas horas.
No has sido el único que ha decidido quedarse en casa tras la batalla que tuvo lugar el otro día. Al contrario, la mayoría de las personas han decidido que lo mejor será esconder la cabeza bajo la tierra hasta que el temporal amaine. Aunque en tu caso sea por los rumores sobre alguien de apariencia similar a la tuya alejándose de la casa que ha sido derrumbada. Esto también pudo haber sido un daño colateral de la guerra, así que para cuando te reúnes con las señoritas —a las que aún no has preguntado su nombre— no habrá de que preocupare.
Te resumen un poco la situación general de la ciudad. El desenlace de la batalla, los carteles de se busca de diferentes criminales de guerra, con recompensas bastante copiosas… Y la única noticia que no hubieras descubierto por ti mismo sería quizás que los negocios rentados por Madame Spirelli ahora se encuentran en su mayoría cerrados, parece que están usando a las personas que tenía bajo su control para encontrarla. A sabiendas de esto, la cabecilla del grupo te dice que estuvo vigilando el laboratorio y que no mucho después de que Lilith se marcharan y ellos regresaran a la ciudad, tras su reunión, vio a una mujer de cabellos rojos, no del tono natural anaranjado de la científica, sino del color de la sangre fresca, adentrarse en el lugar con una niña muy parecida a la científica en sus brazos. Se asomó y vio a Ann —la asistenta— y a las niñas esqueléticas a su lado. También pudo observar como sacaban algo de sus cabezas. Seguramente fuera Altair. Te acuerdas del nombre que la mujer repitió un par de veces como si se tratara de su superior, o su jefa. Si no es ella, puede que sea alguna subordinada suya. Quizás fueran a recuperar la investigación para reiniciar las fábricas incluso sin la bióloga.
Bueno, tienes estos datos… ¿Qué harás con ellos?
- Samvel:
- El viaje se te hace ajetreado y bastante largo. ¿Cómo has acabado ahí? Todo fue tan rápido que aún te cuesta ordenar las ideas en tu cabeza: El disparo desde el carromato que acertó no solo a su objetivo sino a varios batalladores de ambos bandos, tu sangre hirviendo ante esa falta de empatía o humanidad siquiera… Tu mano actuó por acto reflejo y tus palabras… digamos que tu impulsividad te ha salido más barata de lo que podrías esperar para alguien en tu situación cuando la puerta del carro se abrió, saliendo Lord Anthony en su armadura para nada acorde con todo lo que has visto de la isla —como el resto de cosas que poseía su bando—.
El carromato se precipita a una velocidad vertiginosa, llegando a un punto en el que sientes como se desliza con un chirrido metálico cuesta abajo, como si pasase por un tobogán de vías de tren. El vehículo se sacude e incluso vuelca antes de detenerse, casi desmoronándose toda su estructura cuando se detiene. En el interior todo está patas arribas. La parte buena es que no te va a costar mucho salir de ese lugar, la mala es que lo mismo tardas unos días en volver a la ciudad de Astelia, si es que quieres volver.
Por cierto, en el interior de la que se ha vuelto una cárcel móvil para ti encuentras una carta, si es que te paras a rebuscar, en esta, aunque lo mismo con la poca luz de la caverna en la que te encuentras… Una mina, o eso parece al ver los raíles. Pero si sales o consigues algo de luz podrás leer:- carta:
- A mi buen señor Anthony
Confío en que su viaje a la capital sea de su agrado y confort. Nosotros estamos cumpliendo como buenamente prometimos nuestra parte. Las puertas por las que han de avanzar sus soldados se abrirán tal y como es de esperar y podrán reclamar el trono sin ningún contratiempo. Espero, además, que encuentre encuentre satisfactoria el pequeño acto de apertura que hemos preparado para usted. La cabeza de la antigua reina rodará y con ello pagará por el mal que le ha hecho a su pueblo. A cambio solo espero que pueda… mantener su promesa y su posición.
Fdo: Mercurio.
Con esta información puedes volver a la ciudad e intentar pasar desapercibido. Entre los carteles ninguno tiene tu rostro, así que entenderás que te han dado por perdido o como un mal que ni vale la pena tener en cuenta. Ahora bien, si te quedas investigando, pasado un tiempo —un par de días— te toparas con una persona, un hombre joven, no mayor que tú, de ojos color café y cabello negro corto, quien tras echarte un vistazo dirá las siguientes palabras:
—Así que tú eres quien plantó cara a Lord Anthony… Curioso. Creo que a mi señora le interesaría conocerte. —Tras decir estas palabras te tenderá la mano. No puedes verle la mayor parte del rostro y va vestido con ropas negras también que te dificultan discernir mucho más. Pero si le sigues te ayudará a volver a la ciudad, poniéndote al día sobre algunos sucesos en el trayecto, antes de llegar por un pasadizo oculto hasta una habitación del palacio, llena de polvo y en desuso—. Si te quedas aquí podrás recuperar fuerzas. Lady Erica no tardará en contactarte.
Tienes dos opciones frente a ti, si vuelves a la ciudad a lo mejor te interesa volver a ver a Matheus y quizás te cruces en el camino con Tomoe. Sino… quien sabe que te pueda deparar tu suerte.
- Tomoe:
- Bueno, el primer día en Hallstatt seguramente seas capaz de recordarlo por mucho tiempo, y no de forma agradable precisamente. El tráfico de drogas no pareció ser lo único preocupante, sino que acabaste descubriendo que alguien está haciendo unos experimentos terriblemente inhumanos, a base de ver como dos personas derrotadas eran convertidas en seres monstruosos hibridados de plantas. Desde luego, tu informe dará para hablar, más teniendo en cuenta la moderación general.
Por tu parte, parece que el pueblo te necesita más de lo que pensabas, y es que, si las cosas ya iban mal, ahora que el tal Anthony, que ha sido el culpable de traer tanta destrucción a la población de Astelia, es el nuevo gobernador de la isla parece que las cosas van a ir a peor. Has escuchado los rumores de las tabernas, sabes que hay personas en busca y captura. Y tal vez alguno de los rostros te suenen, todo depende de cuan puesta estés en temas de wanted mundiales. Con esta situación, tu mejor baza aparte de recaudar información en tabernas quizás sea ir a visitar a Matheus, el chico que ayudasteis. Puede que al hacerlo te juntes con alguno de los chicos que te acompañaron para llevarle a su casa, o quizás él tenga más información para ti. Dijo en su momento algo sobre que ese era su último día de trabajo.
Cuando llegas —si vas— te encuentras con que el panorama es un tanto diferente. Al entrar por la puerta te encuentras al chico aún mal herido a punto de salir para encaminarse a recoger las dosis de droga pertinentes a repartir. Al verte te saluda. Si le preguntas a donde va… Bueno, le has ayudado, así que no tiene problemas en contártelo, aunque no parece que el consejo de Samvel haya calado tan hondo como debiera, pero os tiene gratitud así que… Te explica que ha habido un cambio de planes en las ordenes de Antoine quien, habiendo perdido al mayor número de sus trabajadores porque no iban a ser necesarios en adelante, se ha topado con una situación inesperada.
En definitiva, el chico vuelve a vender drogas para este hombre, solo que ahora, al parecer, tiene que vender mucha menos cantidad —por suerte para él— por precios más elevados y tienen que aprovechar la desesperación de la gente para sacarles también información útil. Están creando, por como lo entiendes, adictos para generar una red de información fiel. La pregunta ahora es el por qué. Ya que el chico iba de camino hacia la base del hombre para coger las drogas pertinentes que tiene que vender podrías acompañarle. Eso o hacer otra cosa, de momento tienes margen de acción.
- Anastasya:
- El plan no había funcionado. Desde luego no por tu culpa, claro. Sabías que aquello os quedaba grande y a mucho habíais conseguido llegar con esa aproximación a Lord Anthony. Además, es difícil trabajar siendo una única cadete cuyo superior ha desaparecido. Pero no puedes echarte atrás. Irte de la isla no es una opción ahora que te han dejado sola. A lo mejor no te han dejado tirada. Quizás tu superior haya sido atrapado, y lo mismo puede haber pasado con el otro cadete… Sus vidas, la tuya y el propio orgullo de la marina está en juego, así que tienes que intentar hacer algo.
Por el momento, puedes volver a la posada, donde la anciana se asegurará de ofrecerte otra taza de té caliente, un lugar cómodo para descansar, curar tus heridas y recuperar fuerzas. Puedes aprovechar el tiempo como veas pertinente. De hecho. Podrías seguir la pista sobre las drogas, ahora que tienes una prueba de estas, un nombre y el DDM de Antoine. Seguro que si dijeras ser una de sus nuevas reclutas y que te lo han cedido podrías pedir indicaciones para llegar a su base —donde puede que te cruces con Tomoe o Samvel, no estaría de más tener algún aliado—. Además, las noticias de la ciudad llegan incluso a la posada, de boca de la anciana.
Tú decides que lugar quieres revisar primero.
Tomoe Asai-Asakura
Fama
Recompensa
Características
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El plan había salido rana. Por su parte, Tomoe había adoptado una actitud más pasiva, más vigilante, y es que en su momento consideró que no merecía la pena una infiltración tan arriesgada. De momento la impresión que se estaba llevando del reino de Hallstat no estaba siendo la mejor del mundo, era una isla sumida en una guerra civil fruto de la más pura avaricia cuyos dirigentes, en lugar de centrarse en el bienestar de su pueblo, se centraban en su particular juego de tronos, arrasando con su propia población.
¿La parte buena? Gracias al encuentro con Anastasya podía casi asegurar que por lo menos los Marines no estaban involucrados en el alzamiento de Anthony. A eso podía sumar que la casa de Iliana no debería tener más intenciones que la de mantener su estatus y sobrevivir y, además, debía tener en cuenta el extraño Jolly Roger del dirigible que antes iba a retransmitir la ejecución de la gobernante. Por tanto, su misión principal estaba cumplida, no se trataba de un complot gubernamental, si no de uno pirata.
Con esto aclarado y anotado, a espera de completar con futuros descubrimientos, la samurai decidió que ya se había escondido lo suficiente. El futuro del trono de Hallstat quedaría en manos del Comandante del North Blue o de quien estuviera al mando del Ejército Revolucinoario, su deber ahora mismo era hacer todas las averiguaciones posibles sobre su segunda misión: la epidemia de drogadicción.
La llegada de Lord Anthony al poder había tenido ciertas consecuencias. La primera, según había visto en las tabernas donde había ido, eran una serie de carteles de Se Busca que... bueno, Hallstat era una nación independiente. No pensaba que fueran carteles oficiales del gobierno. No conocía aquellos rostros, y realmente tenía suficiente con saber que a ella no la estaban buscando.
Después de aquel alzamiento, la revolucionaria se preguntó qué tal estaría aquel muchacho. Aún estaba herido. Frunció el ceño pero no iba a obligarlo a quedarse, podría buscarle unos problemas que no quería.
—Entiendo... —murmuró. Parte de la formación de Tomoe había sido táctica, y entendía que algo así debía tener un motivo detrás. La gente, desesperada por su adicción y ante unos precios imposibles... serían capaces de vender a sus madres. De una forma literal, casi.
—Iré contigo —decidió. Si no quería no pasaba nada, simplemente lo seguiría con cuidado y ya está.
Mientras seguía a Matheus iba pensando qué debería hacer exactamente. Cortar el suministro de golpe no sería el movimiento más inteligente, el síndrome de abstinencia podría ser letal, o ser peligroso para terceras personas. La solución... eliminar a los responsables, hacerse con el control de la producción, y solicitar ayuda a médicos y químicos del Ejército Revolucionario para ir reduciendo la dosis mientras se ofrece a coste cero hasta que se pueda eliminar del sistema.
El anuncio del nuevo monarca lo dejaba bien claro. Tenía una semana para cumplir sus objetivos y, a ser posible, impedir la coronación. Si Lord Anthony cumplía sus metas daba igual que controlara la producción de drogas, no tardarían mucho en arrebatarle el control. Sin embargo, si lograban destronarlo... podría hacer un apaño.
¿La parte buena? Gracias al encuentro con Anastasya podía casi asegurar que por lo menos los Marines no estaban involucrados en el alzamiento de Anthony. A eso podía sumar que la casa de Iliana no debería tener más intenciones que la de mantener su estatus y sobrevivir y, además, debía tener en cuenta el extraño Jolly Roger del dirigible que antes iba a retransmitir la ejecución de la gobernante. Por tanto, su misión principal estaba cumplida, no se trataba de un complot gubernamental, si no de uno pirata.
Con esto aclarado y anotado, a espera de completar con futuros descubrimientos, la samurai decidió que ya se había escondido lo suficiente. El futuro del trono de Hallstat quedaría en manos del Comandante del North Blue o de quien estuviera al mando del Ejército Revolucinoario, su deber ahora mismo era hacer todas las averiguaciones posibles sobre su segunda misión: la epidemia de drogadicción.
La llegada de Lord Anthony al poder había tenido ciertas consecuencias. La primera, según había visto en las tabernas donde había ido, eran una serie de carteles de Se Busca que... bueno, Hallstat era una nación independiente. No pensaba que fueran carteles oficiales del gobierno. No conocía aquellos rostros, y realmente tenía suficiente con saber que a ella no la estaban buscando.
Después de aquel alzamiento, la revolucionaria se preguntó qué tal estaría aquel muchacho. Aún estaba herido. Frunció el ceño pero no iba a obligarlo a quedarse, podría buscarle unos problemas que no quería.
—Entiendo... —murmuró. Parte de la formación de Tomoe había sido táctica, y entendía que algo así debía tener un motivo detrás. La gente, desesperada por su adicción y ante unos precios imposibles... serían capaces de vender a sus madres. De una forma literal, casi.
—Iré contigo —decidió. Si no quería no pasaba nada, simplemente lo seguiría con cuidado y ya está.
Mientras seguía a Matheus iba pensando qué debería hacer exactamente. Cortar el suministro de golpe no sería el movimiento más inteligente, el síndrome de abstinencia podría ser letal, o ser peligroso para terceras personas. La solución... eliminar a los responsables, hacerse con el control de la producción, y solicitar ayuda a médicos y químicos del Ejército Revolucionario para ir reduciendo la dosis mientras se ofrece a coste cero hasta que se pueda eliminar del sistema.
El anuncio del nuevo monarca lo dejaba bien claro. Tenía una semana para cumplir sus objetivos y, a ser posible, impedir la coronación. Si Lord Anthony cumplía sus metas daba igual que controlara la producción de drogas, no tardarían mucho en arrebatarle el control. Sin embargo, si lograban destronarlo... podría hacer un apaño.
- resumen:
Analizar un poco el fiasco del plan general y anotar un puñao de cosas en su libreto.
Ir a ver a Matheus. Acompañarle y/o seguirle mientras medita sobre lo que hará.
Ya que su misión principal está técnicamente cumplida, decide ir a ponerle remedio al tema de las drogas.
Keiran T. Farraige
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La mirada de Keiran se había mantenido perdida en algún punto de aquel muro que había más allá de los barrotes, donde apenas una antorcha les servía para iluminar levemente la estancia. Su expresión no llegó a mostrar nada durante las largas horas del primer día, pero sus ojos fulgían con un dorado rencor. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que se sintió así de humillado —años, de hecho— y, por ahora, no tenía muy claro cómo reaccionar. Habían llegado a Hallstat para comerse el mundo y su paso por las tierras norteñas había sido poco más que un paseo para ellos; al menos, así fue hasta que se toparon con el desgraciado de Anthony. ¿Cómo podían haberse preparado para que les lanzaran algo así? Aquella cosa escapaba al conocimiento técnico que el pelirrojo poseía, pero mantenía una certeza en sus pensamientos: entre los materiales que conformaban la red que les había apresado debía haber kairoseki.
Ahora, tras el pequeño espectáculo, se encontraban presos bajo, probablemente, un palacio que apenas conocían sin saber con exactitud la profundidad que debían alcanzar los calabozos. El único consuelo que les quedaban a su subcapitana y a él era que Alexander había logrado escapar de allí con Adam e Izanami, por lo que ya debía haberse reunido con el resto de la tripulación si aún contaban con algo de suerte. La última baza con la que podían contar por el momento.
Lo cierto es, en realidad, que solo había algo que ocupaba la mente del pirata: un profundo odio que no hacía más que crecer y crecer, nutriéndose con los escasos recuerdos que tenía de aquel trono y redirigiéndose al rostro del que había identificado como Anthony. Hasta ese momento no había sentido predilección alguna por los nobles de Hallstat, pero sus prioridades habían terminado por definirse tras la breve escaramuza. Saldría de allí con su cabeza o no lo haría nunca: ese sería su juramento.
—Tendrás que hacerte a ello —gruñó ante las constantes quejas de Cassandra—. Nos esperan días muy largos en esta pocilga.
¿Reconfortante? Para nada, más bien tajante, pero debía hacerle entender a la princesa de Mercia que tendría que lidiar con aquella situación por el momento. ¿Por culpa de aquellos barrotes? Evidentemente no. Habían usado kairoseki contra ellos, pero no se habían molestado ni en ponerles grilletes de hierro. Las rejas de su celda resultaban endebles a sus ojos, al menos lo suficiente como para poder echarlas abajo gracias a la monstruosa fuerza que le confería su Fruta del Diablo. El problema era que no sabían nada de aquel lugar y, si esperaban escapar de allí, necesitaban recabar información y trazar un plan. Keiran era impulsivo, sí, pero si algo le había caracterizado siempre era el hecho de ser una persona sumamente astuta. Tampoco era la primera vez que le apresaban, así que contaba con cierta experiencia en ese tipo de situaciones. Así que esperarían, aprenderían cuanto pudieran de aquel sitio y, en cuanto se presentara la oportunidad, se largarían.
La comida era poco más que basura, pero no contarían con ninguna otra fuente de alimentos para recuperar energías y preparar su huida, así que menos daba una piedra. Le sorprendía que los alimentaran, de hecho, y es que ya contaba con que no les ofrecieran ración alguna para mantenerlos debilitados. Lejos de alegrarse, la idea de que gente tan incompetente los hubiera reducido le escamaba hasta niveles inimaginables. Su venganza llegaría, en cualquier caso. Casi no podía esperar por ella.
Los primeros días les sirvieron para enterarse de algunas cosas, tanto sobre su situación como sobre lo que ocurría en Astelia. El tal Lord Anthony no iba a ser quien fuera coronado como nuevo rey de Hallstat, sino que una descendiente de los Markovs sería puesta en el trono en lugar de Illiana; una muchacha más joven y cuya sangre parecía ser más pura. Por su parte, ambos serían ejecutados justo antes de la ceremonia, evento que tendría lugar dos semanas después de su encarcelamiento. Además, parecían haber puesto precio a las cabezas de cualquiera que se hubiera opuesto a la llegada de la nueva reina —entre los que debían incluirse Alexander, Adam e Izanami, seguramente—. Fuera como fuese, contaban con el tiempo suficiente como para trazar un plan de acción y escaparse de allí, no sin antes recuperar sus armas y todo cuanto les habían quitado. Si todo iba bien, lograrían dar con el resto de la tripulación y devolver el golpe.
Sin embargo, y en contra de todo pronóstico, una extraña visita desencajó al joven pirata y a su segunda al mando: una mujer enmascarada que se presentó frente a su celda, aparentemente con la única intención de conocer los rostros de aquellos que habían ocupado la sala del trono. A la noche, en relación con ello, un extraño sueño perturbaría su descanso.
Tomó la inmaculada corona entre sus dedos, sin quitarle el ojo de encima a quien debía ser la futura reina de Hallstat, aquella a la que Anthony quería colocar en el trono. Era poco más que una niña a sus ojos, aun sabiendo que no debía ser mucho más joven que él, pero su forma de hablar resultaba casi intimidante, como si su voz arrastrara una sabiduría sin par. Pese a ello, el único motivo por el que Keiran estuvo dispuesto a escuchar era que, al parecer, la protegida del tirano deseaba verlo muerto. Matar a Anthony, como ya hemos dicho, era la prioridad para el pirata desde el momento en que fueron capturados. Tener la oportunidad de decapitarlo él mismo resultaba tentador, así como la oferta por el trono. La verdadera pregunta era: ¿realmente necesitaba colaborar con ella para obtener lo que quería? Sería esta la cuestión que debería resolver durante el tiempo que le había dado para obtener una respuesta a su oferta.
El frío tacto de aquellas aguas de sus sueños lo sobresaltó, haciéndole salir de sus sueños bruscamente con la respiración agitada. Podía haber sido producto de su subconsciente, pero algo en él le decía que todo cuanto había ocurrido era demasiado real. Definitivamente, esa gente se había puesto en contacto con él, por más irracional que pudiera sonar. ¿Qué decir? Él podía transformarse en un sabueso demoníaco y Cassandra alterar la edad de las personas con solo tocarlas, ¿por qué no podía existir un poder que permitiera comunicarse a través de los sueños? Sería así como, en mitad de la noche, despertaría a su subcapitana para contarle cuanto había visto y escuchado.
Las horas pasarían a partir de ese momento, sin que Keiran pudiera volver a pegar ojo, cavilando en su interior. Finalmente, sentado con la espalda apoyada contra la fría piedra, su mirada se posaría sobre la de la rubia.
—Cambio de planes —indicó, con una expresión inmutable y hambre revanchista en sus ojos—. Veamos qué puede ofrecer nuestra nueva amiga. La usaremos para llegar a Anthony. —Hizo una pausa antes de continuar—. Y ese trono que tanto desean... será nuestro, a cualquier precio.
Ahora, tras el pequeño espectáculo, se encontraban presos bajo, probablemente, un palacio que apenas conocían sin saber con exactitud la profundidad que debían alcanzar los calabozos. El único consuelo que les quedaban a su subcapitana y a él era que Alexander había logrado escapar de allí con Adam e Izanami, por lo que ya debía haberse reunido con el resto de la tripulación si aún contaban con algo de suerte. La última baza con la que podían contar por el momento.
Lo cierto es, en realidad, que solo había algo que ocupaba la mente del pirata: un profundo odio que no hacía más que crecer y crecer, nutriéndose con los escasos recuerdos que tenía de aquel trono y redirigiéndose al rostro del que había identificado como Anthony. Hasta ese momento no había sentido predilección alguna por los nobles de Hallstat, pero sus prioridades habían terminado por definirse tras la breve escaramuza. Saldría de allí con su cabeza o no lo haría nunca: ese sería su juramento.
—Tendrás que hacerte a ello —gruñó ante las constantes quejas de Cassandra—. Nos esperan días muy largos en esta pocilga.
¿Reconfortante? Para nada, más bien tajante, pero debía hacerle entender a la princesa de Mercia que tendría que lidiar con aquella situación por el momento. ¿Por culpa de aquellos barrotes? Evidentemente no. Habían usado kairoseki contra ellos, pero no se habían molestado ni en ponerles grilletes de hierro. Las rejas de su celda resultaban endebles a sus ojos, al menos lo suficiente como para poder echarlas abajo gracias a la monstruosa fuerza que le confería su Fruta del Diablo. El problema era que no sabían nada de aquel lugar y, si esperaban escapar de allí, necesitaban recabar información y trazar un plan. Keiran era impulsivo, sí, pero si algo le había caracterizado siempre era el hecho de ser una persona sumamente astuta. Tampoco era la primera vez que le apresaban, así que contaba con cierta experiencia en ese tipo de situaciones. Así que esperarían, aprenderían cuanto pudieran de aquel sitio y, en cuanto se presentara la oportunidad, se largarían.
La comida era poco más que basura, pero no contarían con ninguna otra fuente de alimentos para recuperar energías y preparar su huida, así que menos daba una piedra. Le sorprendía que los alimentaran, de hecho, y es que ya contaba con que no les ofrecieran ración alguna para mantenerlos debilitados. Lejos de alegrarse, la idea de que gente tan incompetente los hubiera reducido le escamaba hasta niveles inimaginables. Su venganza llegaría, en cualquier caso. Casi no podía esperar por ella.
Los primeros días les sirvieron para enterarse de algunas cosas, tanto sobre su situación como sobre lo que ocurría en Astelia. El tal Lord Anthony no iba a ser quien fuera coronado como nuevo rey de Hallstat, sino que una descendiente de los Markovs sería puesta en el trono en lugar de Illiana; una muchacha más joven y cuya sangre parecía ser más pura. Por su parte, ambos serían ejecutados justo antes de la ceremonia, evento que tendría lugar dos semanas después de su encarcelamiento. Además, parecían haber puesto precio a las cabezas de cualquiera que se hubiera opuesto a la llegada de la nueva reina —entre los que debían incluirse Alexander, Adam e Izanami, seguramente—. Fuera como fuese, contaban con el tiempo suficiente como para trazar un plan de acción y escaparse de allí, no sin antes recuperar sus armas y todo cuanto les habían quitado. Si todo iba bien, lograrían dar con el resto de la tripulación y devolver el golpe.
Sin embargo, y en contra de todo pronóstico, una extraña visita desencajó al joven pirata y a su segunda al mando: una mujer enmascarada que se presentó frente a su celda, aparentemente con la única intención de conocer los rostros de aquellos que habían ocupado la sala del trono. A la noche, en relación con ello, un extraño sueño perturbaría su descanso.
Tomó la inmaculada corona entre sus dedos, sin quitarle el ojo de encima a quien debía ser la futura reina de Hallstat, aquella a la que Anthony quería colocar en el trono. Era poco más que una niña a sus ojos, aun sabiendo que no debía ser mucho más joven que él, pero su forma de hablar resultaba casi intimidante, como si su voz arrastrara una sabiduría sin par. Pese a ello, el único motivo por el que Keiran estuvo dispuesto a escuchar era que, al parecer, la protegida del tirano deseaba verlo muerto. Matar a Anthony, como ya hemos dicho, era la prioridad para el pirata desde el momento en que fueron capturados. Tener la oportunidad de decapitarlo él mismo resultaba tentador, así como la oferta por el trono. La verdadera pregunta era: ¿realmente necesitaba colaborar con ella para obtener lo que quería? Sería esta la cuestión que debería resolver durante el tiempo que le había dado para obtener una respuesta a su oferta.
El frío tacto de aquellas aguas de sus sueños lo sobresaltó, haciéndole salir de sus sueños bruscamente con la respiración agitada. Podía haber sido producto de su subconsciente, pero algo en él le decía que todo cuanto había ocurrido era demasiado real. Definitivamente, esa gente se había puesto en contacto con él, por más irracional que pudiera sonar. ¿Qué decir? Él podía transformarse en un sabueso demoníaco y Cassandra alterar la edad de las personas con solo tocarlas, ¿por qué no podía existir un poder que permitiera comunicarse a través de los sueños? Sería así como, en mitad de la noche, despertaría a su subcapitana para contarle cuanto había visto y escuchado.
Las horas pasarían a partir de ese momento, sin que Keiran pudiera volver a pegar ojo, cavilando en su interior. Finalmente, sentado con la espalda apoyada contra la fría piedra, su mirada se posaría sobre la de la rubia.
—Cambio de planes —indicó, con una expresión inmutable y hambre revanchista en sus ojos—. Veamos qué puede ofrecer nuestra nueva amiga. La usaremos para llegar a Anthony. —Hizo una pausa antes de continuar—. Y ese trono que tanto desean... será nuestro, a cualquier precio.
- Resumen:
- • Rallarse mucho por haber sido capturados tan fácilmente.
• Obtener información sobre lo que está ocurriendo en la ciudad y sobre su futura ejecución.
• Vivir el extraño sueño y decidir, finalmente, quedarse a esperar qué puede ofrecerles su nueva aliada.
Napolean
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Dos semanas antes…
Napolean no era capaz de recordar todo lo que había sucedido, mas la velocidad de los acontecimientos fue tal, que solo pudo actuar por puro instinto de supervivencia, coger a aquellos que consideraba más indefensos y comenzar a correr. La red eléctrica, además de debilitarlo durante un instante, le dio una descarga eléctrica que le paralizó los músculos durante un momento, aunque eso no le impidió empezara a correr con los que él, interiormente, creía los más indefensos de la banda: Adam e Izanami. Su brazo estaba muy malherido, pero el subidón de adrenalina le ayudó a no sentir daños hasta haberse alejado lo suficiente del castillo.
La plaza era un caos, con decenas de personas luchando y manteniendo una cruenta batalla, llegando a pasar de inadvertido pese a la gran envergadura de su hercúleo cuerpo. Salió por donde había entrado, esquivando vehículos de metal y alejándose del conflicto. Estaba exhausto, así que decidió parar.
—Tenemos que ir al barco, una vez lleguemos allí esperaremos a que Cassandra y Keiran vuelvan, ¿de acuerdo? —dijo en voz alta, mirando fijamente a Adam—. Nosotros ahora ir a barco, a hogar, ¿vale? Keiran venir luego —dijo luego, con voz más pausada.
Tenía el brazo hecho un asco, así que en su psique tan solo pudo barajar una opción, una que no le gustaba nada, que Izzy acelerara su curación con el poder de su fruta.
—Izanami, querida…, ¿te importaría usar tu habilidad para aumentar la velocidad a la que puedo curarme? —le preguntó—. Tengo que estar al máximo de mis capacidades si queremos llegar sanos y salvos al barco —le dijo, observando como no muy lejos de allí estaba el coche de caballos en el que habían llegado. Y el que a él le gustaba, el plateado. Los caballos parecían haber huido debido a las explosiones, ¿suerte o casualidad que estuvieran a un palmo de sus narices? Le daba igual, tan solo quería alejarse de allí.
Se subió en el coche de caballos descapotao y como pudo llegó a la costa. Allí estaba el barco, con los tripulantes armas en mano por si ocurría algo.
—Mes camarades subid el carruaje abordo —ordenó, subiendo arriba y sentándose en la cubierta—. Esperaremos dos horas, si no vienen pensaremos algo. No me gusta esto, pero por jerarquía me toca tomar las decisiones hasta que vuelvan el capitaine y la sous-capitaine.
El tiempo transcurrió lento, las explosiones de la capital se podían escuchar incluso a tanta distancia. El factor curativo recibido por Izzy lo ayudó bastante, en esas dos horas apenas notó molestia alguna, aunque la botella de vino que se había tomado también ayudaba a ello.
—Contramaestre Alexander —llamó su atención uno de los tripulantes, concretamente un individuo de tez morena, pelo pobre y ojos de color negro muy intensos—. ¿Qué vamos a hacer si no vuelven? —preguntó.
—Nosotros no abandonamos a nuestros hombres, soldado —le dijo—. Si no vienen tendremos que ir a por ellos. Y si alguien no esta de acuerdo que de un paso al frente y se atenga a las consecuencias, pues yo mismo me encargaré de que pague su perfidia.
Pero ninguno dijo nada. Alexander no tenía claro si eran gente fiel a su capitán o que, simplemente, tenían miedo de lo que él o Adam pudiera hacerles. No obstante, tenían que establecer una base lejos del barco, ya que de ser él el comandante del ejercito lo primero que haría sería cortar comunicaciones con el exterior e inutilizar los navíos, así que mandó a todos a coger provisiones y subirlas al carromato, así como cualquier objeto que pudiera servir en combate.
—Adam —le dijo con voz calmada—. Prepara tus cosas que nos vamos a la casa grande de antes, ¿recuerdas? ¡Muerte, muerte a los intrusos! —le dijo.
Lo cierto era que le costaba entenderse con el enano, pero no quedaba otra que intentar hacerlo.
Una vez estuvieron todos preparados, pusieron rumbo hacia la mansión en la que estuvieron buscando información al llegar a la isla.
Al llegar estaban las criadas, que parecían muertas de miedo. La que más impresionada parecía era Anabelle, a la que Napo había engañado cuando al conoció. Mandó a sus tripulantes a apuntarlas con sus armas y entonces alzó la voz.
—Lo primero, sí, somos piratas. Lo segundo, si no queréis morir y ser nuestra cena de esta noche haréis lo que nosotros digamos, ¿entendido? Lo tercero, si tenéis algo que decir decirlo ahora o callad para siempre.
En la cara de Napo podía notarse enfado e incertidumbre al mismo tiempo, así que independientemente de lo que dijeran las mujeres las esposó y puso a dos de sus hombres con cada una de ellas para que se encargaran de que seguían haciendo sus labores: limpiar la casa, cocinar y atenderles. Entretanto, dejó a Adam suelto por la casa, disfrutando de la vida, mientras que él iba a la herrería. Tenía todo lo necesario para hacer un pequeño arsenal, tan solo tenía que trabajar duro.
Encendió el horno de carbón y se adentró en la casa, allí había armaduras viejas para fundir y recordó la cubertería de plata que había guardado, así que con ello se puso a fundirlo todo y haciendo gala de sus habilidades como artesano del metal, con las herramientas de herrería que había en la casa, se puso a crear esferas de metal del tamaño de un diámetro de cuatro centímetros, suficiente como para cogerla y lanzarla con potencia. Estaba usando la formula de aleación que usaban en el norte y en el sur de Mythil, creando dos variedades distintas de esferas, ¿la cantidad? Lo decidiría la cantidad de metal que tuviera.
En la actualidad…
Transcurrieron dos semanas muy rápidamente, y pudo obtener la información de que sus compañeros estaban apresados en la cárcel de la capital. Adam seguía siendo un poco incordio, pero comenzaba a cogerle cariño. Era como la mascota coñazo que todo niño quisiera tener, con la diferencia que no tenía que sacarla a pasear. ¡Todo ventajas!
Después de saber eso, que fue al segundo día de haber creado una pequeña base de operaciones en el casoplón, afiló y puso a punto las armas de los miembros de su tripulación. Se había dedicado en cuerpo y alma en tenerlo todo a punto, incluso con la plata de la cubertería y el metal restante, trató de crear una espada ropera ajustada a su tamaño, con una hoja de 198 centímetros, un grosor de cinco centímetros que se reduce en la punta hasta llegar a los dos, y una guarda (cubremanos) circular con pocas florituras, aunque sí lo suficientemente buena como para ayudarle en la batalla.
Él no era espadachín, no obstante, tenía nociones gracias a su entrenamiento como caballero en su tierra natal, la isla de Mythil.
—Caballeros, señoritas, Adam… —dijo en voz alta—. Ha llegado el momento de movilizarse y poner rumbo a la capital. Nos dividiremos en dos grupos organizados: El grupo A, liderados por Roman y compuestos por Rose, Xusep y Bob—señaló a tres de ellos—. Volverá al barco y lo pondrá a punto en el caso de que tengamos que marcharnos de urgencia en el caso de ser necesario. El grupo B, comandados por un servidor, y compuesto por el resto vendrá conmigo a la capital, y se encargará de saquear todo lo que encuentren hasta que liberemos a Keiran y Cassandra e impongamos nuestra ley. Así que…, ¡allez, mes camarades!
—¿Y qué hacemos con las sirvientas? —preguntó Xusep.
—Matadlas —ordenó—. Y dejad constancia de que hemos sido nosotros —En su cara pudo contemplarse malicia—. Y dejad alguna muestra de evidencia de que hemos sido nosotros. Quiero que el mundo se entere de que los Ravenous Hounds no se andan con tonterías.
Y dicho eso, subió al carromato a algunos de los integrantes, mientras que otros iban a caballo directos hacia la capital. Tenían que dar un pequeño rodeo para tratar de no encontrarse con mucha gente, pero era necesario guardar aún cierto factor sorpresa.
Napolean no era capaz de recordar todo lo que había sucedido, mas la velocidad de los acontecimientos fue tal, que solo pudo actuar por puro instinto de supervivencia, coger a aquellos que consideraba más indefensos y comenzar a correr. La red eléctrica, además de debilitarlo durante un instante, le dio una descarga eléctrica que le paralizó los músculos durante un momento, aunque eso no le impidió empezara a correr con los que él, interiormente, creía los más indefensos de la banda: Adam e Izanami. Su brazo estaba muy malherido, pero el subidón de adrenalina le ayudó a no sentir daños hasta haberse alejado lo suficiente del castillo.
La plaza era un caos, con decenas de personas luchando y manteniendo una cruenta batalla, llegando a pasar de inadvertido pese a la gran envergadura de su hercúleo cuerpo. Salió por donde había entrado, esquivando vehículos de metal y alejándose del conflicto. Estaba exhausto, así que decidió parar.
—Tenemos que ir al barco, una vez lleguemos allí esperaremos a que Cassandra y Keiran vuelvan, ¿de acuerdo? —dijo en voz alta, mirando fijamente a Adam—. Nosotros ahora ir a barco, a hogar, ¿vale? Keiran venir luego —dijo luego, con voz más pausada.
Tenía el brazo hecho un asco, así que en su psique tan solo pudo barajar una opción, una que no le gustaba nada, que Izzy acelerara su curación con el poder de su fruta.
—Izanami, querida…, ¿te importaría usar tu habilidad para aumentar la velocidad a la que puedo curarme? —le preguntó—. Tengo que estar al máximo de mis capacidades si queremos llegar sanos y salvos al barco —le dijo, observando como no muy lejos de allí estaba el coche de caballos en el que habían llegado. Y el que a él le gustaba, el plateado. Los caballos parecían haber huido debido a las explosiones, ¿suerte o casualidad que estuvieran a un palmo de sus narices? Le daba igual, tan solo quería alejarse de allí.
Se subió en el coche de caballos descapotao y como pudo llegó a la costa. Allí estaba el barco, con los tripulantes armas en mano por si ocurría algo.
—Mes camarades subid el carruaje abordo —ordenó, subiendo arriba y sentándose en la cubierta—. Esperaremos dos horas, si no vienen pensaremos algo. No me gusta esto, pero por jerarquía me toca tomar las decisiones hasta que vuelvan el capitaine y la sous-capitaine.
El tiempo transcurrió lento, las explosiones de la capital se podían escuchar incluso a tanta distancia. El factor curativo recibido por Izzy lo ayudó bastante, en esas dos horas apenas notó molestia alguna, aunque la botella de vino que se había tomado también ayudaba a ello.
—Contramaestre Alexander —llamó su atención uno de los tripulantes, concretamente un individuo de tez morena, pelo pobre y ojos de color negro muy intensos—. ¿Qué vamos a hacer si no vuelven? —preguntó.
—Nosotros no abandonamos a nuestros hombres, soldado —le dijo—. Si no vienen tendremos que ir a por ellos. Y si alguien no esta de acuerdo que de un paso al frente y se atenga a las consecuencias, pues yo mismo me encargaré de que pague su perfidia.
Pero ninguno dijo nada. Alexander no tenía claro si eran gente fiel a su capitán o que, simplemente, tenían miedo de lo que él o Adam pudiera hacerles. No obstante, tenían que establecer una base lejos del barco, ya que de ser él el comandante del ejercito lo primero que haría sería cortar comunicaciones con el exterior e inutilizar los navíos, así que mandó a todos a coger provisiones y subirlas al carromato, así como cualquier objeto que pudiera servir en combate.
—Adam —le dijo con voz calmada—. Prepara tus cosas que nos vamos a la casa grande de antes, ¿recuerdas? ¡Muerte, muerte a los intrusos! —le dijo.
Lo cierto era que le costaba entenderse con el enano, pero no quedaba otra que intentar hacerlo.
Una vez estuvieron todos preparados, pusieron rumbo hacia la mansión en la que estuvieron buscando información al llegar a la isla.
Al llegar estaban las criadas, que parecían muertas de miedo. La que más impresionada parecía era Anabelle, a la que Napo había engañado cuando al conoció. Mandó a sus tripulantes a apuntarlas con sus armas y entonces alzó la voz.
—Lo primero, sí, somos piratas. Lo segundo, si no queréis morir y ser nuestra cena de esta noche haréis lo que nosotros digamos, ¿entendido? Lo tercero, si tenéis algo que decir decirlo ahora o callad para siempre.
En la cara de Napo podía notarse enfado e incertidumbre al mismo tiempo, así que independientemente de lo que dijeran las mujeres las esposó y puso a dos de sus hombres con cada una de ellas para que se encargaran de que seguían haciendo sus labores: limpiar la casa, cocinar y atenderles. Entretanto, dejó a Adam suelto por la casa, disfrutando de la vida, mientras que él iba a la herrería. Tenía todo lo necesario para hacer un pequeño arsenal, tan solo tenía que trabajar duro.
Encendió el horno de carbón y se adentró en la casa, allí había armaduras viejas para fundir y recordó la cubertería de plata que había guardado, así que con ello se puso a fundirlo todo y haciendo gala de sus habilidades como artesano del metal, con las herramientas de herrería que había en la casa, se puso a crear esferas de metal del tamaño de un diámetro de cuatro centímetros, suficiente como para cogerla y lanzarla con potencia. Estaba usando la formula de aleación que usaban en el norte y en el sur de Mythil, creando dos variedades distintas de esferas, ¿la cantidad? Lo decidiría la cantidad de metal que tuviera.
En la actualidad…
Transcurrieron dos semanas muy rápidamente, y pudo obtener la información de que sus compañeros estaban apresados en la cárcel de la capital. Adam seguía siendo un poco incordio, pero comenzaba a cogerle cariño. Era como la mascota coñazo que todo niño quisiera tener, con la diferencia que no tenía que sacarla a pasear. ¡Todo ventajas!
Después de saber eso, que fue al segundo día de haber creado una pequeña base de operaciones en el casoplón, afiló y puso a punto las armas de los miembros de su tripulación. Se había dedicado en cuerpo y alma en tenerlo todo a punto, incluso con la plata de la cubertería y el metal restante, trató de crear una espada ropera ajustada a su tamaño, con una hoja de 198 centímetros, un grosor de cinco centímetros que se reduce en la punta hasta llegar a los dos, y una guarda (cubremanos) circular con pocas florituras, aunque sí lo suficientemente buena como para ayudarle en la batalla.
Él no era espadachín, no obstante, tenía nociones gracias a su entrenamiento como caballero en su tierra natal, la isla de Mythil.
—Caballeros, señoritas, Adam… —dijo en voz alta—. Ha llegado el momento de movilizarse y poner rumbo a la capital. Nos dividiremos en dos grupos organizados: El grupo A, liderados por Roman y compuestos por Rose, Xusep y Bob—señaló a tres de ellos—. Volverá al barco y lo pondrá a punto en el caso de que tengamos que marcharnos de urgencia en el caso de ser necesario. El grupo B, comandados por un servidor, y compuesto por el resto vendrá conmigo a la capital, y se encargará de saquear todo lo que encuentren hasta que liberemos a Keiran y Cassandra e impongamos nuestra ley. Así que…, ¡allez, mes camarades!
—¿Y qué hacemos con las sirvientas? —preguntó Xusep.
—Matadlas —ordenó—. Y dejad constancia de que hemos sido nosotros —En su cara pudo contemplarse malicia—. Y dejad alguna muestra de evidencia de que hemos sido nosotros. Quiero que el mundo se entere de que los Ravenous Hounds no se andan con tonterías.
Y dicho eso, subió al carromato a algunos de los integrantes, mientras que otros iban a caballo directos hacia la capital. Tenían que dar un pequeño rodeo para tratar de no encontrarse con mucha gente, pero era necesario guardar aún cierto factor sorpresa.
- Resumen:
- Dejarse curar, aprovechar las 2 semanas para recabar información y crear armamento para rescatar a su capitán y su subcapitana, ejecutar el plan y poner rumbo a la capital
Helga Eiríksdóttir
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Akuma no mi
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Habían pasado varios días desde que había vuelto a mi segunda casa, Hallstat. Pasado este tiempo, había aprovechado para aceptar volver a pelear con Archie. No podía negarme a un duelo como aquel, quería mejorar y volverme digna de convertirme en una pirata de renombre. Archie era un rival muy duro, fue un combate sin interrupciones como cuando Yoldin se metió en medio. Aproveché para practicar nuevos combos y el consejo que me había dado el grandullón sobre saber esquivar. Había estado intentando mejorar aquello, intentando concentrarme y predecir sus golpes. Tenía un as bajo la manga, pero era mejor no usarlo hasta una pelea seria de verdad a vida o muerte. Y de todas formas, no la había usado en una pelea todavía. Después de acabar la pelea, me dispuse a descansar y esperar al tal Antoine. Cuando volvió parecía estar molesto porque alguien llamado Thadeus no fue a su encuentro.
Había vuelto con su sobrina y si los demás no se habían ido, reparó en nosotros. Nos habló acerca de su negocio con las drogas y de como planeaba hacer una especie de experimento. El jugar con los problemas de la gente me parecía un tanto rastrero. Sin embargo, yo era una pirata. No era quien para juzgar, había robado y matado gente. Pero podía hacer algo mejor que pasar de él. Si entraba en su organización trabajando para él, podría ganar información desde dentro. Porque no parecía estar solo.
- Yo puedo trabajar para ti y los tuyos, pero no gratis, claro. Puedo serte de facilidad como músculos extra o como quieras - Dije esperando que aceptara.
Independientemente de lo que contestara él o los otros, aguardé unos días en la guarida preparándome para salir. Vino una mujer con un color de pelo más rojo que el mío y le dijo algo que lo dejó como ido además de llevarse a su sobrina. Me quedé mirándole, intentando ver que hacía a continuación.
Había vuelto con su sobrina y si los demás no se habían ido, reparó en nosotros. Nos habló acerca de su negocio con las drogas y de como planeaba hacer una especie de experimento. El jugar con los problemas de la gente me parecía un tanto rastrero. Sin embargo, yo era una pirata. No era quien para juzgar, había robado y matado gente. Pero podía hacer algo mejor que pasar de él. Si entraba en su organización trabajando para él, podría ganar información desde dentro. Porque no parecía estar solo.
- Yo puedo trabajar para ti y los tuyos, pero no gratis, claro. Puedo serte de facilidad como músculos extra o como quieras - Dije esperando que aceptara.
Independientemente de lo que contestara él o los otros, aguardé unos días en la guarida preparándome para salir. Vino una mujer con un color de pelo más rojo que el mío y le dijo algo que lo dejó como ido además de llevarse a su sobrina. Me quedé mirándole, intentando ver que hacía a continuación.
- Resumen:
- Entrenar con Archie, decidir quedarme en la guarida y ofrecer mis servicios a Antoine para intentar colarme en su organización y ganar información desde dentro
Anastasya
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Habían pasado casi dos semanas desde la revuelta en las calles de Astelia. Anastasya estaba a salvo y descansando en la posada del Viejo Cuervo, para su fortuna. Había sacado muchas conclusiones de la compleja situación que vivía el reino, y dado que ni el sargento Khamûl ni Dwight dieron señales de vida, se sintió presionada hasta cierto punto. Por esa razón aprovechó su estancia en la ciudad para intentar ponerse en contacto con sus superiores en la marina e informar de la situación, elaborando un informe donde procuró incluir la mayor cantidad de detalles posible: la llegada de Lord Anthony al trono, su intención de ejecutar a la reina Iliana, y la cooperación que había entre este y los piratas de Antoine, culpables de la distribución de drogas en la ciudad. También se aseguró de notificar la desaparición de sus compañeros.
Desconocía si aquel informe llegaría a alguien en esas circunstancias, pero no podía quedarse cruzada de brazos. Durante ese tiempo intentó mantener una relación cordial con la señora que llevaba la posada, enterándose de las noticias que iban surgiendo en la ciudad. Las calles tenían guardias, ya no podía moverse con tanta libertad como antes, pero todavía podía hacer algo.
Todavía llevaba consigo la bolsita de pastillas y el DDM de Antoine, integrarse en su banda y ver su modo de trabajo podía ayudarla a sacar más conclusiones. Por lo que, una vez convencida, sacó el peculiar transmisor e intentó contactar con la persona que estuviese detrás. Tenía que sonar lo más natural posible, así que no le dio muchas vueltas.
—Esto… muy buenas. Soy una de las nuevas reclutas, pero me temo que me he perdido un poco por la ciudad y no querría llamar mucho la atención. Todavía no sé donde está la base, ¿podrían darme más indicaciones? Estoy enfrente del Viejo Cuervo.
Con el den den mushi en mano, esperó una respuesta.
Desconocía si aquel informe llegaría a alguien en esas circunstancias, pero no podía quedarse cruzada de brazos. Durante ese tiempo intentó mantener una relación cordial con la señora que llevaba la posada, enterándose de las noticias que iban surgiendo en la ciudad. Las calles tenían guardias, ya no podía moverse con tanta libertad como antes, pero todavía podía hacer algo.
Todavía llevaba consigo la bolsita de pastillas y el DDM de Antoine, integrarse en su banda y ver su modo de trabajo podía ayudarla a sacar más conclusiones. Por lo que, una vez convencida, sacó el peculiar transmisor e intentó contactar con la persona que estuviese detrás. Tenía que sonar lo más natural posible, así que no le dio muchas vueltas.
—Esto… muy buenas. Soy una de las nuevas reclutas, pero me temo que me he perdido un poco por la ciudad y no querría llamar mucho la atención. Todavía no sé donde está la base, ¿podrían darme más indicaciones? Estoy enfrente del Viejo Cuervo.
Con el den den mushi en mano, esperó una respuesta.
- resumen:
- -Durante esas semanas Anastasya se intenta poner en contacto con sus superiores, elaborando un informe con los detalles de lo que ha pasado.
-Utiliza el den den mushi para pedir indicaciones de la base, alegando que es una nueva recluta y que está perdida, frente al Viejo Cuervo.
Cassandra Pendragon
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Cassandra fue despertada por un horrible dolor punzante que se extendía por su cabeza y le atacaba los glóbulos oculares cual puñales clavándose en las córneas. Por la nariz se colaba el olor a humedad y tierra, y su cuerpo perfectamente cuidado aquejaba las molestias de haber permanecido demasiado tiempo sobre una superficie dura.
La princesa emitió un gruñido antes de abrir los ojos, y se llevó una mano a la cabeza casi involuntariamente, antes de incorporarse y mirarse a sí misma. Tenía el abrigo de pelo negro manchado de tierra, el pelo platino despeinado y el vestido sucio, las medias y las botas llenas de polvillo y un par de uñas rotas. La indignación apresó su corazón en un puño, mientras examinaba sus alrededores para descubrirse en una celda mugrienta, como si fuera una cualquiera, que además estaba pobremente iluminada con tal solo un ventanuco sobre su cabeza por el que se filtraba tenuemente la luz de la luna. Llegados a este punto, la indignación se había convertido en ira pura, y la joven se levantó con rapidez y se llevó instintivamente las manos a las caderas, para descubrir que sus espadas no estaban ahí. La noble crispó los dedos en dos puños cerrados y emitió un nuevo gruñido, esta vez más alto.
Al volverse de cara a la pared trasera de la celda, descubrió al pelirrojo sentado serenamente un poco más allá, despierto.
—Ah —saltó la subcapitana, antes de carraspear y proceder a fingir que su arrebato dramático no había sucedido—. Estás demasiado tranquilo, ¿quizá? Nos han encerrado en esta celda mugrienta, ¿y ni siquiera tienen la decencia de otorgarnos celdas individuales? ¿Nos obligan a compartir este cuartucho hacinados como animales? ¡¿Cómo osan?!
—Necesito un baño urgentemente. Remojar en agua caliente durante al menos un par de horas, quizá recibir un tratamiento con aceites esenciales para revitalizar el cabello y tratar la piel... Y encontrar una lavandería decente, si quiero salvar mi abrigo... Oh, y mi vestido... No podré volver a usar este vestido... Es uno de mis favoritos —continuaba quejándose días más tarde la aristócrata.
—¡No puedo creer que osen tratarme de esta manera! ¡¿Es que acaso no saben quién soy?! ¡Menuda panda de analfabetos ignorantes, incapaces de reconocer la realeza cuando la tienen delante! ¡Esto es ultrajante! ¡Cuando salga de aquí...! —seguía otro día, mientras caminaba la corta distancia que le permitía la celda de un lado a otro, con paso apurado y gesto airado—. ¡Cuando salga de aquí, me encargaré personalmente de que el apellido Pendragón se quede grabado en sus memorias para siempre!
—...Nunca pensé que caería tan bajo —se lamentaba unas horas más tarde, acurrucada en un rincón y abrazándose las rodillas en clara pose depresiva—. Yo era la princesa heredera al trono de Mercia... Con tal de casarme con un imbécil y concebir un heredero, tenía la vida resuelta... Podría haber sido la reina más valorada de la historia de Northumbria... La reina más grande del archipiélago, la que consiguió unificar las cuatro islas bajo una sola corona... Pero no, tenía que reinar en solitario... Tenía que dejar que mi ambición superase a mi razonamiento y abandonar mi hogar con un pordiosero en busca de conquista...
—¡Eh! ¡Tú! ¡¿Qué clase de comida es esta?! ¡¿Es así como tratáis a los nobles en esta isla?! ¡No me extraña que os hayan dado un golpe de estado! ¡Esta cosa a la que osáis llamar comida no se la merecen ni los cerdos! —chillaba un rato después, cuando les trajeron la comida—. Ya está, esto es más que suficiente. Si no le plantamos fuego a esta isla entera, no me quedaré tranquila. Que conozcan la ira de los Pen... de los Ravenous Hounds —se corrigió en el último momento—. No creas que no lo sé —respondió a las palabras de su compañero, sentándose un poco más allá.
Y es que a pesar de las quejas constantes y los intensos cambios de humor espolvoreados con altas dosis de dramatismo, la princesa llevaba todo aquel tiempo haciendo funcionar el cerebro a toda velocidad en busca de un plan de acción. La realidad era que, aunque salir de allí no suponía un problema real, no sabían dónde estaban, y tampoco lo que se encontrarían al salir. Quizá el uso de la red de kairoseki había sido una fortuita coincidencia, pero la desconfianza natural de Cassandra le indicaba que aquel tal Anthony sabía que había usuarios de fruta del diablo en la tripulación pirata. Desde luego, no tenía manera de conocer los poderes de la ex-princesa de Mercia, pero no podía decirse lo mismo de Keiran, quien no dudaba en hacer alarde de sus habilidades en público sin dilación. Si no habían subestimado las habilidades de los piratas, lo más seguro era asumir que habían decidido innecesario ponerles grilletes o encerrarlos por separado, o en una celda más segura, porque no importaba que se las apañasen para salir de la celda en cuestión.
Según la teoría de la subcapitaba, debían encontrarse en los calabozos del propio palacio, lo que suponía una alta presencia de guardas y otras personas armadas en los pisos superiores. Quizá Anthony confiaba en que, aunque escapasen de la celda, no serían capaces de salir del castillo. Y no podía olvidar la red de kairoseki. La opción segura era, por tanto, esperar a ser llevados a otro lugar e intentar escapar entonces, quizá con la ayuda de Alexander, Izanami y Adam, quienes habían escapado sin aparentes problemas. Y teniendo en cuenta, por supuesto, que debían recuperar sus armas primero.
Una muchacha los visitó tras unos primeros días con la única presencia del guardia que les llevaba comida, para decir algo críptico y de tono dramático y marcharse sin más.
—La gente de esta isla se aburre mucho, ¿no? —fue todo el comentario que Cassandra tuvo que hacer al respecto, una vez la joven había desaparecido del calabozo.
Los días procedieron de manera similar tras aquel extraño incidente, con la aristócrata balanceándose entre la indignación y la depresión, aunque sus ataques de dramatismo se calmaron bastante conforme pasaba el tiempo, quizá por la falta de comida decente y el acumulado cansancio, quizá porque empezaba a acostumbrarse a la situación o quizá porque se había dado cuenta de que tanto quejarse no le valía de nada más que para gastar energía.
Su nueva encontrada rutina de la desesperación fue interrumpida bruscamente una noche, por el capitán pirata despertándola para contarle el extraño sueño que había tenido.
La princesa era escéptica de profesión, pero también creía en la magia, y no le costó asumir como premisa verídica que aquella niña tenía el poder de aparecerse en los sueños de la gente, porque había ido a escoger aparecerse en los sueños del capitán de la tripulación, ni más ni menos. Si además tenían en cuenta la extraña visitante de verbas dramáticas, todo parecía encajar.
—...Está bien —aceptó la subcapitana—. Es posible que sea nuestra mejor opción, de todas maneras. Enseñémosles quiénes somos. Esta gesta tan solo servirá para acrecentar nuestra leyenda. Un pasito más hacia nuestros objetivos —determinó, recuperando su característica mente fría y cruel.
Iba siendo hora de enseñarle a Hallstat lo que era una reina de verdad.
La princesa emitió un gruñido antes de abrir los ojos, y se llevó una mano a la cabeza casi involuntariamente, antes de incorporarse y mirarse a sí misma. Tenía el abrigo de pelo negro manchado de tierra, el pelo platino despeinado y el vestido sucio, las medias y las botas llenas de polvillo y un par de uñas rotas. La indignación apresó su corazón en un puño, mientras examinaba sus alrededores para descubrirse en una celda mugrienta, como si fuera una cualquiera, que además estaba pobremente iluminada con tal solo un ventanuco sobre su cabeza por el que se filtraba tenuemente la luz de la luna. Llegados a este punto, la indignación se había convertido en ira pura, y la joven se levantó con rapidez y se llevó instintivamente las manos a las caderas, para descubrir que sus espadas no estaban ahí. La noble crispó los dedos en dos puños cerrados y emitió un nuevo gruñido, esta vez más alto.
Al volverse de cara a la pared trasera de la celda, descubrió al pelirrojo sentado serenamente un poco más allá, despierto.
—Ah —saltó la subcapitana, antes de carraspear y proceder a fingir que su arrebato dramático no había sucedido—. Estás demasiado tranquilo, ¿quizá? Nos han encerrado en esta celda mugrienta, ¿y ni siquiera tienen la decencia de otorgarnos celdas individuales? ¿Nos obligan a compartir este cuartucho hacinados como animales? ¡¿Cómo osan?!
—Necesito un baño urgentemente. Remojar en agua caliente durante al menos un par de horas, quizá recibir un tratamiento con aceites esenciales para revitalizar el cabello y tratar la piel... Y encontrar una lavandería decente, si quiero salvar mi abrigo... Oh, y mi vestido... No podré volver a usar este vestido... Es uno de mis favoritos —continuaba quejándose días más tarde la aristócrata.
—¡No puedo creer que osen tratarme de esta manera! ¡¿Es que acaso no saben quién soy?! ¡Menuda panda de analfabetos ignorantes, incapaces de reconocer la realeza cuando la tienen delante! ¡Esto es ultrajante! ¡Cuando salga de aquí...! —seguía otro día, mientras caminaba la corta distancia que le permitía la celda de un lado a otro, con paso apurado y gesto airado—. ¡Cuando salga de aquí, me encargaré personalmente de que el apellido Pendragón se quede grabado en sus memorias para siempre!
—...Nunca pensé que caería tan bajo —se lamentaba unas horas más tarde, acurrucada en un rincón y abrazándose las rodillas en clara pose depresiva—. Yo era la princesa heredera al trono de Mercia... Con tal de casarme con un imbécil y concebir un heredero, tenía la vida resuelta... Podría haber sido la reina más valorada de la historia de Northumbria... La reina más grande del archipiélago, la que consiguió unificar las cuatro islas bajo una sola corona... Pero no, tenía que reinar en solitario... Tenía que dejar que mi ambición superase a mi razonamiento y abandonar mi hogar con un pordiosero en busca de conquista...
—¡Eh! ¡Tú! ¡¿Qué clase de comida es esta?! ¡¿Es así como tratáis a los nobles en esta isla?! ¡No me extraña que os hayan dado un golpe de estado! ¡Esta cosa a la que osáis llamar comida no se la merecen ni los cerdos! —chillaba un rato después, cuando les trajeron la comida—. Ya está, esto es más que suficiente. Si no le plantamos fuego a esta isla entera, no me quedaré tranquila. Que conozcan la ira de los Pen... de los Ravenous Hounds —se corrigió en el último momento—. No creas que no lo sé —respondió a las palabras de su compañero, sentándose un poco más allá.
Y es que a pesar de las quejas constantes y los intensos cambios de humor espolvoreados con altas dosis de dramatismo, la princesa llevaba todo aquel tiempo haciendo funcionar el cerebro a toda velocidad en busca de un plan de acción. La realidad era que, aunque salir de allí no suponía un problema real, no sabían dónde estaban, y tampoco lo que se encontrarían al salir. Quizá el uso de la red de kairoseki había sido una fortuita coincidencia, pero la desconfianza natural de Cassandra le indicaba que aquel tal Anthony sabía que había usuarios de fruta del diablo en la tripulación pirata. Desde luego, no tenía manera de conocer los poderes de la ex-princesa de Mercia, pero no podía decirse lo mismo de Keiran, quien no dudaba en hacer alarde de sus habilidades en público sin dilación. Si no habían subestimado las habilidades de los piratas, lo más seguro era asumir que habían decidido innecesario ponerles grilletes o encerrarlos por separado, o en una celda más segura, porque no importaba que se las apañasen para salir de la celda en cuestión.
Según la teoría de la subcapitaba, debían encontrarse en los calabozos del propio palacio, lo que suponía una alta presencia de guardas y otras personas armadas en los pisos superiores. Quizá Anthony confiaba en que, aunque escapasen de la celda, no serían capaces de salir del castillo. Y no podía olvidar la red de kairoseki. La opción segura era, por tanto, esperar a ser llevados a otro lugar e intentar escapar entonces, quizá con la ayuda de Alexander, Izanami y Adam, quienes habían escapado sin aparentes problemas. Y teniendo en cuenta, por supuesto, que debían recuperar sus armas primero.
Una muchacha los visitó tras unos primeros días con la única presencia del guardia que les llevaba comida, para decir algo críptico y de tono dramático y marcharse sin más.
—La gente de esta isla se aburre mucho, ¿no? —fue todo el comentario que Cassandra tuvo que hacer al respecto, una vez la joven había desaparecido del calabozo.
Los días procedieron de manera similar tras aquel extraño incidente, con la aristócrata balanceándose entre la indignación y la depresión, aunque sus ataques de dramatismo se calmaron bastante conforme pasaba el tiempo, quizá por la falta de comida decente y el acumulado cansancio, quizá porque empezaba a acostumbrarse a la situación o quizá porque se había dado cuenta de que tanto quejarse no le valía de nada más que para gastar energía.
Su nueva encontrada rutina de la desesperación fue interrumpida bruscamente una noche, por el capitán pirata despertándola para contarle el extraño sueño que había tenido.
La princesa era escéptica de profesión, pero también creía en la magia, y no le costó asumir como premisa verídica que aquella niña tenía el poder de aparecerse en los sueños de la gente, porque había ido a escoger aparecerse en los sueños del capitán de la tripulación, ni más ni menos. Si además tenían en cuenta la extraña visitante de verbas dramáticas, todo parecía encajar.
—...Está bien —aceptó la subcapitana—. Es posible que sea nuestra mejor opción, de todas maneras. Enseñémosles quiénes somos. Esta gesta tan solo servirá para acrecentar nuestra leyenda. Un pasito más hacia nuestros objetivos —determinó, recuperando su característica mente fría y cruel.
Iba siendo hora de enseñarle a Hallstat lo que era una reina de verdad.
- Resumen:
Quejarse.
Indignarse.
Quejarse un poco más.
Aceptar el plan de Keiran y esperar.
Morgoth
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Por fin había llegado el día. Las chicas llegaron puntuales como habían hecho la última vez. Todas me trajeron varios carteles de “se busca” entre los cuales por suerte y aunque así lo esperaba no se encontraba mi rostro. Sin embargo, las recompensas que tenían no eran moco de pavo y sin duda llamativas para que la gente tuviese ganas de probar suerte para conseguirlas.
Sin embargo, la noticia que más me sorprendió que me dieron las chicas, fue el cierre de los negocios dirigidos por la Madame Spirelli. La gente era posible que pensase que era por consecuencia de la guerra que se había producido, pero estaba seguro que era algo que había pasado desapercibido dado que pocos eran lo que sabían de la muerte de la Madame.
Una de las chicas parecía haberse dedicado a mantener vigilado el laboratorio del que habían escapado y al poco de que Lilith se hubiese marchado de la isla había, aparecido por el laboratorio una mujer de pelo escarlata con una niña como Spirelli en sus brazos. No sabía cómo interpretar aquella información. Era posible casi cualquier cosa, desde que la niña era un clon de Spirelli y en la cámara la harían crecer, como que la habían secuestrado, incluso que sería la joven promesa para convertirse en la siguiente líder del laboratorio.
Otras de las cosas que no me pasó por alto fue el hecho de que sacasen de la cabeza de las niñas gemelas algo de sus cabezas. Como si no fuesen personas realmente y fuesen máquinas. Sin embargo, aquello no parecía se un buen augurio, más bien lo contrario. Me quedé callado un momento pensando cual sería la mejor forma de actuar ante aquella situación. No tenía ninguna vinculación con la isla o su historia, si quería buscar algo de relación con los bajo fondos me habían dicho que esta isla era un buen sitio por el que empezar. Sin embargo, no tenía pistas de por donde empezar.
-Chicas, recuérdenme como se llamaban, tengo mala memoria para los nombres – les dije con una sonrisa y es esperé por su respuesta – Bien, dado que hemos decidido quedarnos necesito saber el motivo por el que hay este conflicto y como es lógico, de unirnos a algún bando será el opuesto al que os tenía presas. Sin embargo, quiero dejar claro que lo principal es la supervivencia, por lo que si tenemos que fingir pertenecer al otro bando lo haremos. Mi intención es adentrarme en los bajos fondos por asuntos personales, me dijeron que en esta isla podría hacerlo. Es decir, actuaremos como mercenarios.
Sin embargo, la noticia que más me sorprendió que me dieron las chicas, fue el cierre de los negocios dirigidos por la Madame Spirelli. La gente era posible que pensase que era por consecuencia de la guerra que se había producido, pero estaba seguro que era algo que había pasado desapercibido dado que pocos eran lo que sabían de la muerte de la Madame.
Una de las chicas parecía haberse dedicado a mantener vigilado el laboratorio del que habían escapado y al poco de que Lilith se hubiese marchado de la isla había, aparecido por el laboratorio una mujer de pelo escarlata con una niña como Spirelli en sus brazos. No sabía cómo interpretar aquella información. Era posible casi cualquier cosa, desde que la niña era un clon de Spirelli y en la cámara la harían crecer, como que la habían secuestrado, incluso que sería la joven promesa para convertirse en la siguiente líder del laboratorio.
Otras de las cosas que no me pasó por alto fue el hecho de que sacasen de la cabeza de las niñas gemelas algo de sus cabezas. Como si no fuesen personas realmente y fuesen máquinas. Sin embargo, aquello no parecía se un buen augurio, más bien lo contrario. Me quedé callado un momento pensando cual sería la mejor forma de actuar ante aquella situación. No tenía ninguna vinculación con la isla o su historia, si quería buscar algo de relación con los bajo fondos me habían dicho que esta isla era un buen sitio por el que empezar. Sin embargo, no tenía pistas de por donde empezar.
-Chicas, recuérdenme como se llamaban, tengo mala memoria para los nombres – les dije con una sonrisa y es esperé por su respuesta – Bien, dado que hemos decidido quedarnos necesito saber el motivo por el que hay este conflicto y como es lógico, de unirnos a algún bando será el opuesto al que os tenía presas. Sin embargo, quiero dejar claro que lo principal es la supervivencia, por lo que si tenemos que fingir pertenecer al otro bando lo haremos. Mi intención es adentrarme en los bajos fondos por asuntos personales, me dijeron que en esta isla podría hacerlo. Es decir, actuaremos como mercenarios.
- Resumen:
- Quedar con las chicas para que me cuenten lo que han descubierto y contarles mis intenciones.
Adam
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El niño de cabellos rubios le costó procesar la situación, la red, el agarrón, el sonido del cristal rompiéndose y el futuro incierto sobre la pareja alfa de su manada ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Por qué el gigantón de pelos rojizos los estaba arrastrando? Y es que a Adam le hervía la sangre por el mero hecho de que no le dejarán pelear, y es que al igual que le ocurrió en su isla natal hacía escasas semanas, el niño aún no sabía reconocer lo que era una causa perdida.
Adam no dejo de moverse y zarandear mientras el gigantón lo arrastraba, no hacía otra cosa que gritar frente a la incomprensión de lo que era su nueva situación, no entendió la explicación del contramaestre salvo por las palabras de barco y hogar, quejas y maldiciones que quedaron enmudecidas por la batalla que allí se libraba.
-¡NO, NO, Adam, NO!- negó mientras trataba de zafarse del semigigante -Keiran allí, ADAM ir con Keiran!- continuó mientras continuaba con su intento en vano, más su esfuerzos fueron en vano, fue arrastrado al carruaje a la fuerza, debilitándose a medida de que veía al castillo alejarse en el horizonte y con él, las esperanzas de regresar con su capitán, y es que el mundo salvaje del niño tribal había una especie de ley natural no escrita, y es que cuando la manada dejaba a un miembro atrás, este por lo general no solía regresar con vida.
Adam atendió a las explicaciones y la discusión en cubierta, expectante a la pasarela y aguardando nervioso la vuelta triunfante de la pareja que lo había arrastrado fuera de su isla natal y de su mundo conocido. Y es que, sin su amo, el albino se sentía como una especie de náufrago, y es que Keiran se había convertido una agradable sombra bajo la que estar, sin mencionar que había sido la persona con la que más más dependencia había desarrollado, sintiéndose más perdido si cabía en un mundo desconocido.
A medida que pasaba el tiempo, y el rumor en cubierta se fortaleció, todas palabras vagas e intangibles para la abrumada mente del niño, que había pasado de una actitud siempre inquieta y alegre a una serena y calmada, con ceño fruncido y puños apretados, y es que, si bien esta vez no había sido el chico el que había mordido el polvo, lo sentía como tal. Ni tan si quiera se esforzó en buscar un significado en las palabras del gigantón cuyo rostro reflejaba un condescendiente producto de la situación.
Al igual que el resto, el muchacho ayudó a llevar gran parte de las provisiones, arrastrando consiguió lo que le fue encargado, que no era ni más ni menos que uno de los cañones del barco, carga que arrastró ofuscado entre sus pensamientos y los gruñidos que hacía por el esfuerzo, sin llegar a plantearse cual era el motivo por el que estaba arrastrando aquel “duro cilindro no comestible escupe fuego”.
Al contrario que el resto Adam no volvió a la casa con el resto de los hombres, sino que se refugió en los alrededores del bosque, observando melancólico el castillo en la lejanía, aunque en el fondo lo que tal vez se sentía más familiar entre los árboles que encerrado entre aquellos muros.
Los primeros días, el rubio se los dedico única e íntegramente a domar a lo que sus semejantes llamaban caballos, tomando aquel que tanto le había llamado la atención, imitando punto por punto lo que había visto hacer al mozo de cuadra, progresando un poco cada día al mismo ritmo que iba recobrando el ánimo. Pero no fue hasta pasada la primera semana, cuando el albino terminó de domar la bestia pudiéndose mover libremente sobre ella sin el menor de los percances.
El resto de los días se los paso cabalgando por los bosques, adentrándose cada día más en el oscuro interior de este, y regresando cada día tan solo para la hora de la comida y el pinchazo de castigo correspondiente de la cocinera de abordo. Arrastrando consigo cualquier tipo de alimaña que cazaba en sus viajes: algunos días liebres, otros días ciervos y algún que otro alguna rara ocasión algo de aspecto más grande.
Y es que a medida que pasaban los días el niño volvía con un aspecto más deplorable, de la misma forma que se acercaba un poco más al aquellos funestos muros negros del castillo. Poco importaba la bestia o hombre que se interponer en su camino o la inclemencia del invierno, el salvaje sobrellevaba la perdida como buenamente podía, y es que el rubio se aferraba a encontrar un camino, una forma de rencontrarse con lo perdido, y es que de forma inconsciente, Adam había comenzado a desarrollar su olfato de una forma completamente anormal, ya que pese a que el rubio fuera ajeno a ello, la cocinera no daba puntada sin hilo y aquellos pinchazos no eran tan casuales como el albino podía llegar a pensar.
Y así sucedieron los días para el niño, inmerso en su mundo y aferrándose a encontrar una traza que le regresarán ante su impío señor, y con un ferviente deseo de revancha, que estallaron, y a lomos de un caballo blanco Adam ahora encabezaba el grupo del “Napo” y en el caso de que hubiera descubierto un sendero, tanto de guiar a su infame grupo por los sinuosos caminos que planteaba el bosque.
Adam no dejo de moverse y zarandear mientras el gigantón lo arrastraba, no hacía otra cosa que gritar frente a la incomprensión de lo que era su nueva situación, no entendió la explicación del contramaestre salvo por las palabras de barco y hogar, quejas y maldiciones que quedaron enmudecidas por la batalla que allí se libraba.
-¡NO, NO, Adam, NO!- negó mientras trataba de zafarse del semigigante -Keiran allí, ADAM ir con Keiran!- continuó mientras continuaba con su intento en vano, más su esfuerzos fueron en vano, fue arrastrado al carruaje a la fuerza, debilitándose a medida de que veía al castillo alejarse en el horizonte y con él, las esperanzas de regresar con su capitán, y es que el mundo salvaje del niño tribal había una especie de ley natural no escrita, y es que cuando la manada dejaba a un miembro atrás, este por lo general no solía regresar con vida.
Adam atendió a las explicaciones y la discusión en cubierta, expectante a la pasarela y aguardando nervioso la vuelta triunfante de la pareja que lo había arrastrado fuera de su isla natal y de su mundo conocido. Y es que, sin su amo, el albino se sentía como una especie de náufrago, y es que Keiran se había convertido una agradable sombra bajo la que estar, sin mencionar que había sido la persona con la que más más dependencia había desarrollado, sintiéndose más perdido si cabía en un mundo desconocido.
A medida que pasaba el tiempo, y el rumor en cubierta se fortaleció, todas palabras vagas e intangibles para la abrumada mente del niño, que había pasado de una actitud siempre inquieta y alegre a una serena y calmada, con ceño fruncido y puños apretados, y es que, si bien esta vez no había sido el chico el que había mordido el polvo, lo sentía como tal. Ni tan si quiera se esforzó en buscar un significado en las palabras del gigantón cuyo rostro reflejaba un condescendiente producto de la situación.
Al igual que el resto, el muchacho ayudó a llevar gran parte de las provisiones, arrastrando consiguió lo que le fue encargado, que no era ni más ni menos que uno de los cañones del barco, carga que arrastró ofuscado entre sus pensamientos y los gruñidos que hacía por el esfuerzo, sin llegar a plantearse cual era el motivo por el que estaba arrastrando aquel “duro cilindro no comestible escupe fuego”.
Al contrario que el resto Adam no volvió a la casa con el resto de los hombres, sino que se refugió en los alrededores del bosque, observando melancólico el castillo en la lejanía, aunque en el fondo lo que tal vez se sentía más familiar entre los árboles que encerrado entre aquellos muros.
Los primeros días, el rubio se los dedico única e íntegramente a domar a lo que sus semejantes llamaban caballos, tomando aquel que tanto le había llamado la atención, imitando punto por punto lo que había visto hacer al mozo de cuadra, progresando un poco cada día al mismo ritmo que iba recobrando el ánimo. Pero no fue hasta pasada la primera semana, cuando el albino terminó de domar la bestia pudiéndose mover libremente sobre ella sin el menor de los percances.
El resto de los días se los paso cabalgando por los bosques, adentrándose cada día más en el oscuro interior de este, y regresando cada día tan solo para la hora de la comida y el pinchazo de castigo correspondiente de la cocinera de abordo. Arrastrando consigo cualquier tipo de alimaña que cazaba en sus viajes: algunos días liebres, otros días ciervos y algún que otro alguna rara ocasión algo de aspecto más grande.
Y es que a medida que pasaban los días el niño volvía con un aspecto más deplorable, de la misma forma que se acercaba un poco más al aquellos funestos muros negros del castillo. Poco importaba la bestia o hombre que se interponer en su camino o la inclemencia del invierno, el salvaje sobrellevaba la perdida como buenamente podía, y es que el rubio se aferraba a encontrar un camino, una forma de rencontrarse con lo perdido, y es que de forma inconsciente, Adam había comenzado a desarrollar su olfato de una forma completamente anormal, ya que pese a que el rubio fuera ajeno a ello, la cocinera no daba puntada sin hilo y aquellos pinchazos no eran tan casuales como el albino podía llegar a pensar.
Y así sucedieron los días para el niño, inmerso en su mundo y aferrándose a encontrar una traza que le regresarán ante su impío señor, y con un ferviente deseo de revancha, que estallaron, y a lomos de un caballo blanco Adam ahora encabezaba el grupo del “Napo” y en el caso de que hubiera descubierto un sendero, tanto de guiar a su infame grupo por los sinuosos caminos que planteaba el bosque.
- ADAM, ESTAR TRISTE:
Pues básicamente el hecho de que le separen de su pana, resulta un poco traumatico para el niño, el cual ha desarrollado cierto síndrome de Estocolmo con respecto al tío que lo "secuestro".
La primera semana trata de domar un caballo blanco que vio en la primera parte, a la vez que se adentra en los alrededores de l bosque, la segunda la utiliza para seguir practicando y poner en practica su olfato dopado, mientras trata de seguir un rastro que lo devuelva con su funesto amo. En caso de lograrlo, guiar al puto borracho gigantón de vuelta con su pana y la bruja esa.
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Sin duda alguna aquel no había sido el día de Sam. Él, ingenuo y lleno de ilusión, que había llegado con la intención de conseguir un poco de dinero dedicándose a su oficio, se vio envuelto en una brutal guerra. No era tonto, sabía que había un complot tras todo aquello, y una sensación de turbación se había apropiado de su mente. Especialmente cuando se encontró a oscuras, dentro del vehículo que había volcado y en un sitio que desconocía.
Sus primeros pensamientos estaban dirigidos hacia Toby y sus compañeras. Había estado muy poco tiempo con ellos, pero al cooperar y superar una situación de peligro de forma conjunta, ya les consideraba compañeros, y como tal, se preocupaba por ellos. Especialmente por Toby; las chicas sabrían buscarse la vida, pero el ingenuo Toby, tan solo y rodeado de enemigos... Se temía lo peor. También recordó al pequeño Matheus, aunque estaba convencido de que estaría bien. Si tenía razón y aquel había sido su último día de trabajo, debería estar a salvo. Además, lo realmente importante en aquel momento era conseguir salir de su prisión móvil. De otra forma, no sería capaz de ayudar a nadie.
Tras escudriñar en busca de una salida del cubo de metal, lo que acabó encontrando fue algo muy distinto. Sus diestros dedos dieron con un pequeño papel. No supo por qué, pero se lo guardó en uno de los bolsillos del pantalón mientras seguía buscando la salida; si estaba allí dentro, podría haber pertenecido a Anthony. Tras mucho indagar consiguió salir del vehículo. Miró a su alrededor, intentando buscar una salida, pero apenas había iluminación y se encontraba desorientado. Tras meditarlo un momento solucionó el problema de la luz; usando uno de sus lanzallamas consiguió iluminar el camino poco a poco. Empezó a explorar aquel lugar extraño, que sin dudas se trataba de una mina, tal y como había gritado el Lord al encerrarle.
«Y ahora, ¿por donde se sale?» se preguntaba mientras recorría un camino serpenteante alumbrado por el fuego que desprendía su mano. A ratos debía apagarlo. De no hacerlo, su brazo se sobrecalentaría y podría llegar a estropearse. Cuando esto ocurría, simplemente cambiaba de brazo con el que alumbrar. No tardó mucho en darse cuenta de que allí hacía calor, y el hecho de usar las llamas solo lo empeoraba. Esperaba encontrar una salida, y que fuera pronto.
Había pasado mucho tiempo, demasiadas horas. Finalmente, cuando creía que estaba cerca de la salida, encontró el lugar en donde aún seguía volcado aquel carro blindado. Desmotivado, se sentó, apoyando la espalda sobre el vehículo, y maldiciendo su mala orientación. Entonces recordó el pequeño papel que había encontrado antes y, usando uno de sus lanzallamas, se propuso leerlo, alejando el fuego todo lo posible del papel. La nota, que había resultado ser una carta, no hacía más que confirmar sus sospechas, además de darle un nombre. ¿Sería Mercurio el culpable detrás de todo? La única forma de descubrirlo y ayudar a los pobres habitantes de aquella isla era saliendo de la mina y recabando información para poder actuar. Se volvió a levantar, esta vez lleno de determinación, y se propuso encontrar la salida del lugar.
Habían pasado dos días completos desde que leyó la carta, y era la séptima vez que pasaba junto al carro volcado. Su mala suerte solo era comparable a su pésima orientación, y si hasta el momento no había padecido ni hambre ni sed se debía únicamente a su condición de cyborg. A pesar de su motivación inicial, se encontró descubriendo una gran verdad: sin ayuda no lograría salir de ese lugar. El tiempo pasaba lentamente, y no sabía qué hacer. El aburrimiento empezó a apoderarse de su cuerpo hasta que, sin darse cuenta, se encontró inspeccionando el vehículo en el que había llegado. El viaje hasta la mina lo había estropeado, pero estaba seguro de ser capaz de arreglarlo. Si lo conseguía, podría descubrir un poco más sobre la extraña tecnología impropia de aquel lugar, y sin duda supondría una clara ventaja para sus objetivos. Hiciera lo que hiciera, no podría salir de la mina, así que se le ocurrían pocas ideas más.
Al cabo de otros cuantos días, centrado completamente en la reparación del vehículo, escuchó un ruido monótono que no había escuchado en toda su estancia en la mina. Una pequeña chispa de esperanza empezó a crecer en su interior, y cuando fue a investigar de qué se trataba, se encontró con un hombre que parecía fundirse con las sombras. Pero era un hombre, al fin y al cabo, y podía sacarle de allí.
—Gracias, de verdad, muchas gracias, ya creía que me quedaría aquí atrapado para siempre —agradeció al hombre que resultaba ser un muchacho no mucho mayor que él—. Si no llegas a aparecer, no sé que habría sido de mi.
El chico le miró de arriba abajo, y sus siguientes palabras causaron una gran impresión en el joven cazarrecompensas. Le había reconocido como alguien hostil a Anthony, y no estaba completamente seguro de si aquello era bueno o malo, pero hubo algo en su forma de decirlo que le hizo creer que estaban en el mismo bando. Si no, ¿por qué habría dicho que era curioso? Aunque podría referirse a su extraño cuerpo. Fuera como fuera, Sam tenía pocas opciones, así que decidió seguir al hombre.
—Puede que también me interese conocer a tu señora —dijo, cauto, tras aceptar la mano que le tendía—. Si me das unos minutos, te acompañaré encantado.
Y, sin perder el tiempo, se acercó rápidamente al carro blindado. Aún no había tenido tiempo de comprobar si funcionaba o no, y tampoco podía llevárselo consigo en aquel momento, así que decidió dejarlo aparcado, a la espera de que fuera necesario hacer uso de él. Sin embargo, sí creía que podría utilizar el cañón acoplado a su techo. Hacía varios días, justo antes de ser enviado a la mina, había comprobado la efectividad del arma, y estaba convencido de que podría ser útil allá a donde fuera. Intentó desacoplarlo del vehículo para colgarlo de su espalda y así llevarlo consigo a pesar de su voluminoso tamaño, aunque si no era capaz simplemente lo dejaría en el vehículo, a la espera de que fuera necesario usarlo.
Acompañó al hombre por sinuosos pasillos labrados en la piedra hasta llegar a la salida. Cuando el sol rozó sus oscuros ojos se llevó instintivamente una mano a la cara, cubriéndosela de la luz solar. Siguió al chico de negro hasta llegar a un pasadizo secreto, y por el camino había obtenido información sobre todo lo que había sucedido en los últimos días, asintiendo a cada palabra. «¿Y a dónde conducirá este pasadizo?» se preguntaba a medida que caminaban dentro de él.
—Por cierto, ¿no sabrás algo sobre un hombre grande, de piel verde y marrón, con carne derretida en algunas partes de su cuerpo, verdad? Responde al nombre de Toby, y es un amigo mío. —Esperaba una negativa de aquel chicho, pero no por ello debía perder la esperanza.
Finalmente acabaron en una habitación lujosa, casi tan oscura como la mina. «Esto es el palacio» se dijo mientras inspeccionaba el cuarto.
—Muy bien, muchas gracias —respondió al hombre justo antes de que se fuera.
Enseguida comenzó a inspeccionar la habitación. No era arquitecto, pero si había un pasadizo secreto, podrían haber más. O tener más secretos. Incluso podría tener cosas de valor que pudieran ser útiles a un cazador como él. Además, al entrar en aquel lugar se estaba jugando el poco pellejo que le quedaba, ya que se encontraba en terreno de Lord Anthony. Pensaba que era mejor estar preparado, pero también sabía que, a juzgar por el estado de la habitación, no se había usado hacía mucho tiempo. Finalmente se relajó un poco, aguardando a la llegada de aquella mujer llamada Lady Erica. ¿Qué encontraría en ella?
Sus primeros pensamientos estaban dirigidos hacia Toby y sus compañeras. Había estado muy poco tiempo con ellos, pero al cooperar y superar una situación de peligro de forma conjunta, ya les consideraba compañeros, y como tal, se preocupaba por ellos. Especialmente por Toby; las chicas sabrían buscarse la vida, pero el ingenuo Toby, tan solo y rodeado de enemigos... Se temía lo peor. También recordó al pequeño Matheus, aunque estaba convencido de que estaría bien. Si tenía razón y aquel había sido su último día de trabajo, debería estar a salvo. Además, lo realmente importante en aquel momento era conseguir salir de su prisión móvil. De otra forma, no sería capaz de ayudar a nadie.
Tras escudriñar en busca de una salida del cubo de metal, lo que acabó encontrando fue algo muy distinto. Sus diestros dedos dieron con un pequeño papel. No supo por qué, pero se lo guardó en uno de los bolsillos del pantalón mientras seguía buscando la salida; si estaba allí dentro, podría haber pertenecido a Anthony. Tras mucho indagar consiguió salir del vehículo. Miró a su alrededor, intentando buscar una salida, pero apenas había iluminación y se encontraba desorientado. Tras meditarlo un momento solucionó el problema de la luz; usando uno de sus lanzallamas consiguió iluminar el camino poco a poco. Empezó a explorar aquel lugar extraño, que sin dudas se trataba de una mina, tal y como había gritado el Lord al encerrarle.
«Y ahora, ¿por donde se sale?» se preguntaba mientras recorría un camino serpenteante alumbrado por el fuego que desprendía su mano. A ratos debía apagarlo. De no hacerlo, su brazo se sobrecalentaría y podría llegar a estropearse. Cuando esto ocurría, simplemente cambiaba de brazo con el que alumbrar. No tardó mucho en darse cuenta de que allí hacía calor, y el hecho de usar las llamas solo lo empeoraba. Esperaba encontrar una salida, y que fuera pronto.
Había pasado mucho tiempo, demasiadas horas. Finalmente, cuando creía que estaba cerca de la salida, encontró el lugar en donde aún seguía volcado aquel carro blindado. Desmotivado, se sentó, apoyando la espalda sobre el vehículo, y maldiciendo su mala orientación. Entonces recordó el pequeño papel que había encontrado antes y, usando uno de sus lanzallamas, se propuso leerlo, alejando el fuego todo lo posible del papel. La nota, que había resultado ser una carta, no hacía más que confirmar sus sospechas, además de darle un nombre. ¿Sería Mercurio el culpable detrás de todo? La única forma de descubrirlo y ayudar a los pobres habitantes de aquella isla era saliendo de la mina y recabando información para poder actuar. Se volvió a levantar, esta vez lleno de determinación, y se propuso encontrar la salida del lugar.
Habían pasado dos días completos desde que leyó la carta, y era la séptima vez que pasaba junto al carro volcado. Su mala suerte solo era comparable a su pésima orientación, y si hasta el momento no había padecido ni hambre ni sed se debía únicamente a su condición de cyborg. A pesar de su motivación inicial, se encontró descubriendo una gran verdad: sin ayuda no lograría salir de ese lugar. El tiempo pasaba lentamente, y no sabía qué hacer. El aburrimiento empezó a apoderarse de su cuerpo hasta que, sin darse cuenta, se encontró inspeccionando el vehículo en el que había llegado. El viaje hasta la mina lo había estropeado, pero estaba seguro de ser capaz de arreglarlo. Si lo conseguía, podría descubrir un poco más sobre la extraña tecnología impropia de aquel lugar, y sin duda supondría una clara ventaja para sus objetivos. Hiciera lo que hiciera, no podría salir de la mina, así que se le ocurrían pocas ideas más.
Al cabo de otros cuantos días, centrado completamente en la reparación del vehículo, escuchó un ruido monótono que no había escuchado en toda su estancia en la mina. Una pequeña chispa de esperanza empezó a crecer en su interior, y cuando fue a investigar de qué se trataba, se encontró con un hombre que parecía fundirse con las sombras. Pero era un hombre, al fin y al cabo, y podía sacarle de allí.
—Gracias, de verdad, muchas gracias, ya creía que me quedaría aquí atrapado para siempre —agradeció al hombre que resultaba ser un muchacho no mucho mayor que él—. Si no llegas a aparecer, no sé que habría sido de mi.
El chico le miró de arriba abajo, y sus siguientes palabras causaron una gran impresión en el joven cazarrecompensas. Le había reconocido como alguien hostil a Anthony, y no estaba completamente seguro de si aquello era bueno o malo, pero hubo algo en su forma de decirlo que le hizo creer que estaban en el mismo bando. Si no, ¿por qué habría dicho que era curioso? Aunque podría referirse a su extraño cuerpo. Fuera como fuera, Sam tenía pocas opciones, así que decidió seguir al hombre.
—Puede que también me interese conocer a tu señora —dijo, cauto, tras aceptar la mano que le tendía—. Si me das unos minutos, te acompañaré encantado.
Y, sin perder el tiempo, se acercó rápidamente al carro blindado. Aún no había tenido tiempo de comprobar si funcionaba o no, y tampoco podía llevárselo consigo en aquel momento, así que decidió dejarlo aparcado, a la espera de que fuera necesario hacer uso de él. Sin embargo, sí creía que podría utilizar el cañón acoplado a su techo. Hacía varios días, justo antes de ser enviado a la mina, había comprobado la efectividad del arma, y estaba convencido de que podría ser útil allá a donde fuera. Intentó desacoplarlo del vehículo para colgarlo de su espalda y así llevarlo consigo a pesar de su voluminoso tamaño, aunque si no era capaz simplemente lo dejaría en el vehículo, a la espera de que fuera necesario usarlo.
Acompañó al hombre por sinuosos pasillos labrados en la piedra hasta llegar a la salida. Cuando el sol rozó sus oscuros ojos se llevó instintivamente una mano a la cara, cubriéndosela de la luz solar. Siguió al chico de negro hasta llegar a un pasadizo secreto, y por el camino había obtenido información sobre todo lo que había sucedido en los últimos días, asintiendo a cada palabra. «¿Y a dónde conducirá este pasadizo?» se preguntaba a medida que caminaban dentro de él.
—Por cierto, ¿no sabrás algo sobre un hombre grande, de piel verde y marrón, con carne derretida en algunas partes de su cuerpo, verdad? Responde al nombre de Toby, y es un amigo mío. —Esperaba una negativa de aquel chicho, pero no por ello debía perder la esperanza.
Finalmente acabaron en una habitación lujosa, casi tan oscura como la mina. «Esto es el palacio» se dijo mientras inspeccionaba el cuarto.
—Muy bien, muchas gracias —respondió al hombre justo antes de que se fuera.
Enseguida comenzó a inspeccionar la habitación. No era arquitecto, pero si había un pasadizo secreto, podrían haber más. O tener más secretos. Incluso podría tener cosas de valor que pudieran ser útiles a un cazador como él. Además, al entrar en aquel lugar se estaba jugando el poco pellejo que le quedaba, ya que se encontraba en terreno de Lord Anthony. Pensaba que era mejor estar preparado, pero también sabía que, a juzgar por el estado de la habitación, no se había usado hacía mucho tiempo. Finalmente se relajó un poco, aguardando a la llegada de aquella mujer llamada Lady Erica. ¿Qué encontraría en ella?
- Resumen:
- »Relatar lo sucedido en este tiempo.
»Intentar reparar el carro blindado.
»Intentar separar el cañón del vehículo para llevarlo consigo al salir de la mina.
»Acompañar al chico de negro hasta el pasadizo secreto y llegar al palacio.
»Esperar pacientemente a lady Erica mientras revisa la habitación en busca de más pasadizos secretos o cosas útiles.
Velkan Byrne
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A veces el destino tiene planes inesperados, erráticos y cargados de una venenosa dosis de ironía. Y es curioso cómo, en esos casos, puede una situación bajo control descarrilarse en cuestión de segundos. Primero fue Iliana, tomando la precipitada decisión de dirigirse de inmediato a la guerra, sin esperar a recuperarse del todo ni reunir fuerzas. Él más que el resto comprendía la fuerza que la reina ocultaba. La había visto blandir una espada con más habilidad que la mayoría de sus caballeros, sino todos. Probablemente tenía fuerzas de sobra como para partir, pero ir a la guerra sin estar en sus plenas capacidades era en el mejor caso una mala idea. En el peor, un error fatal. Después la loba cuestionó la decisión de la reina, preocupando a Velkan por las posibles represalias. Iliana no llevaba bien que le llevasen la contraria. También se aseguró de dejar claro que tenían aún una deuda que pagar.
- No he olvidado esa deuda - se apresuró a decir - Y te recuerdo que soy yo quien la ha contraído, no mi reina. Ten por seguro que la mujer que os ha hecho esto morirá. Más aún, dado que está aliada con esos piratas que luchan por el Architraidor, ir al a guerra es el equivalente a cumplir la promesa.
Aún quedaban más sorpresas. Brianna decidió saltar también. Se giró hacia ella, con una mezcla de hastío y sorpresa. Por un momento pensó en interrumpirla antes de que dijese algo que enturbiase aún más los ánimos de la reina, pero decidió dejarla hablar. Pronto se arrepentiría de no habérselo impedido. Las declaraciones fueron una auténtica caja de Pandora. Velkan se estremeció al enterarse de que ese extraño Markov con el que había hablado por Den Den Mushi era el hermano de Iliana, el responsable de su desaparición y pareja de Brianna. ¿Eran siquiera pareja? Aquella revelación terminó de despertar a la bestia, y la reina cogió una de las espadas de su guardia... decidiendo no matar allí mismo a su hermana aún, para alivio de Velkan. Y fue entonces cuando se volvió hacia él y vio la acusación y la sospecha en sus ojos y sus labios. Fue como si un centenar de agujas heladas hubiesen perforado su espalda al mismo tiempo. Por un momento no pudo evitar que la decepción asomase a su rostro al ver a su reina dudar tan fácilmente de su lealtad, pero lo ocultó tan pronto como fue consciente. Entonces se adelantó dos pasos, apoyó su lanza en el suelo y se arrodilló ante la reina.
- Mientras quede una gota de sangre en mi interior, empuñaré mi arma por el reino. Mi honor será el de la familia real, mi orgullo el de la corona y mi escudo el de la reina. Así lo juro, desde hoy hasta el fin de mis días - pronunció sus votos, renovándolos - Así lo juré frente a vos el día que perdonasteis mi insubordinación en el campo de batalla. Mi juramento no ha cambiado, majestad. Mi único pecado es no haber sido lo bastante fuerte como para lograr detener al Architraidor cuando desaparecisteis.
Bajó la cabeza y esperó a las palabras de Iliana... por un momento. Entonces se dio cuenta de que si quería evitar más problemas para su hermana, debería decir algo más. Estar cerca de Iliana no era lo mejor para ella ahora. Más aún, ahora sospechaba que su embarazo probablemente tenía que ver con el hermano traidor. Si la reina se enteraba de que su hermana estaba embarazada, sospecharía que llevaba en su interior a la descendencia de su hermano, los hijos de un traidor... y posibles futuros candidatos al trono. Su deber para la corona dictaba que informase a la reina, pero su deber para su familia decía que protegiera a su hermana. Tenía claro lo que hacer, pero debía pisar con cuidado. Por ahora la prioridad sería sacar a Brianna cuanto antes de allí y alejarla de esa guerra, antes de que su condición se volviera más evidente y la reina lo notara. Más adelante iría a pedirle que renunciase a los derechos de sangre de sus hijos a la corona, cuando las cosas se hubiesen calmado. Si es que sobrevivían y ganaban.
- Majestad, desconocía que mi hermana estuviese relacionada con vuestro hermano. Ni siquiera sabía que tuvieseis uno, ni mucho menos he venido por causa suya. No puedo hablar por mi hermana o su relación con ese traidor, pero sí puedo decir que si seguís con vida ha sido gracias a ella. Nadie más poseía conocimientos médicos, y fue gracias a sus habilidades que pudimos anticiparnos a vuestros captores antes de que os pusieran en el patíbulo. Os ruego en virtud a sus servicios, pero también teniendo en cuenta su vínculo con tan peligrosa persona, que le perdonéis y le permitáis abandonar Astelia en paz. En nuestra baronía familiar en Kalaikia podría, en virtud de castellana en mi nombre, reclutar tropas que enviarnos como refuerzo al sur.
"Permitirle abandonar" era un término muy fuerte. En cualquier momento Brianna podría haber creado una puerta y marchado sin permiso de nadie. Sin embargo Astelia no dejaba de ser, si bien de iure y no de facto, la ciudad de Iliana. Si había de partir en términos pacíficos debía ser con el beneplácito de la reina. Y en aquel momento iban a necesitar toda la ayuda que pudieran reunir. Podría haber partido él mismo a Kalaikia a intentar recordar a los nobles y los clanes kalaikoi su juramento de lealtad a la reina y lograr que el ejército del norte partiese a ayudarles. Sin embargo no iba a dejar a Iliana sola. Además, las fuerzas de los Markov estaban más cerca. Era posible que los miembros menores de la familia retrocediesen e hincasen la rodilla cuando la heredera de la rama principal se presentase, pero si eso no ocurría y algún advenedizo ambicioso intentaba tomar el poder para sí mismo, estaría allí para ser el brazo ejecutor de la reina. Tras eso, se incorporó, aunque mantuvo la cabeza agachada en actitud servil. Ahora mismo no quería dar más motivos a la reina para enardecerse.
- Si aceptáis mi consejo, majestad, creo que nuestro primer movimiento debería ser asumir el control de las huestes de vuestra familia. Los Markov no están lejos de la capital. Su ejército por sí solo no os ganará la guerra, pero es mejor que lo que tenemos ahora mismo.
Dirigió una mirada evidente a la estancia. Una manada de lobos, una mujer loba y unos pocos caballeros. A eso se limitaba el séquito de la reina ahora mismo. Y la lealtad de los lobos era cuestionable.
- No he olvidado esa deuda - se apresuró a decir - Y te recuerdo que soy yo quien la ha contraído, no mi reina. Ten por seguro que la mujer que os ha hecho esto morirá. Más aún, dado que está aliada con esos piratas que luchan por el Architraidor, ir al a guerra es el equivalente a cumplir la promesa.
Aún quedaban más sorpresas. Brianna decidió saltar también. Se giró hacia ella, con una mezcla de hastío y sorpresa. Por un momento pensó en interrumpirla antes de que dijese algo que enturbiase aún más los ánimos de la reina, pero decidió dejarla hablar. Pronto se arrepentiría de no habérselo impedido. Las declaraciones fueron una auténtica caja de Pandora. Velkan se estremeció al enterarse de que ese extraño Markov con el que había hablado por Den Den Mushi era el hermano de Iliana, el responsable de su desaparición y pareja de Brianna. ¿Eran siquiera pareja? Aquella revelación terminó de despertar a la bestia, y la reina cogió una de las espadas de su guardia... decidiendo no matar allí mismo a su hermana aún, para alivio de Velkan. Y fue entonces cuando se volvió hacia él y vio la acusación y la sospecha en sus ojos y sus labios. Fue como si un centenar de agujas heladas hubiesen perforado su espalda al mismo tiempo. Por un momento no pudo evitar que la decepción asomase a su rostro al ver a su reina dudar tan fácilmente de su lealtad, pero lo ocultó tan pronto como fue consciente. Entonces se adelantó dos pasos, apoyó su lanza en el suelo y se arrodilló ante la reina.
- Mientras quede una gota de sangre en mi interior, empuñaré mi arma por el reino. Mi honor será el de la familia real, mi orgullo el de la corona y mi escudo el de la reina. Así lo juro, desde hoy hasta el fin de mis días - pronunció sus votos, renovándolos - Así lo juré frente a vos el día que perdonasteis mi insubordinación en el campo de batalla. Mi juramento no ha cambiado, majestad. Mi único pecado es no haber sido lo bastante fuerte como para lograr detener al Architraidor cuando desaparecisteis.
Bajó la cabeza y esperó a las palabras de Iliana... por un momento. Entonces se dio cuenta de que si quería evitar más problemas para su hermana, debería decir algo más. Estar cerca de Iliana no era lo mejor para ella ahora. Más aún, ahora sospechaba que su embarazo probablemente tenía que ver con el hermano traidor. Si la reina se enteraba de que su hermana estaba embarazada, sospecharía que llevaba en su interior a la descendencia de su hermano, los hijos de un traidor... y posibles futuros candidatos al trono. Su deber para la corona dictaba que informase a la reina, pero su deber para su familia decía que protegiera a su hermana. Tenía claro lo que hacer, pero debía pisar con cuidado. Por ahora la prioridad sería sacar a Brianna cuanto antes de allí y alejarla de esa guerra, antes de que su condición se volviera más evidente y la reina lo notara. Más adelante iría a pedirle que renunciase a los derechos de sangre de sus hijos a la corona, cuando las cosas se hubiesen calmado. Si es que sobrevivían y ganaban.
- Majestad, desconocía que mi hermana estuviese relacionada con vuestro hermano. Ni siquiera sabía que tuvieseis uno, ni mucho menos he venido por causa suya. No puedo hablar por mi hermana o su relación con ese traidor, pero sí puedo decir que si seguís con vida ha sido gracias a ella. Nadie más poseía conocimientos médicos, y fue gracias a sus habilidades que pudimos anticiparnos a vuestros captores antes de que os pusieran en el patíbulo. Os ruego en virtud a sus servicios, pero también teniendo en cuenta su vínculo con tan peligrosa persona, que le perdonéis y le permitáis abandonar Astelia en paz. En nuestra baronía familiar en Kalaikia podría, en virtud de castellana en mi nombre, reclutar tropas que enviarnos como refuerzo al sur.
"Permitirle abandonar" era un término muy fuerte. En cualquier momento Brianna podría haber creado una puerta y marchado sin permiso de nadie. Sin embargo Astelia no dejaba de ser, si bien de iure y no de facto, la ciudad de Iliana. Si había de partir en términos pacíficos debía ser con el beneplácito de la reina. Y en aquel momento iban a necesitar toda la ayuda que pudieran reunir. Podría haber partido él mismo a Kalaikia a intentar recordar a los nobles y los clanes kalaikoi su juramento de lealtad a la reina y lograr que el ejército del norte partiese a ayudarles. Sin embargo no iba a dejar a Iliana sola. Además, las fuerzas de los Markov estaban más cerca. Era posible que los miembros menores de la familia retrocediesen e hincasen la rodilla cuando la heredera de la rama principal se presentase, pero si eso no ocurría y algún advenedizo ambicioso intentaba tomar el poder para sí mismo, estaría allí para ser el brazo ejecutor de la reina. Tras eso, se incorporó, aunque mantuvo la cabeza agachada en actitud servil. Ahora mismo no quería dar más motivos a la reina para enardecerse.
- Si aceptáis mi consejo, majestad, creo que nuestro primer movimiento debería ser asumir el control de las huestes de vuestra familia. Los Markov no están lejos de la capital. Su ejército por sí solo no os ganará la guerra, pero es mejor que lo que tenemos ahora mismo.
Dirigió una mirada evidente a la estancia. Una manada de lobos, una mujer loba y unos pocos caballeros. A eso se limitaba el séquito de la reina ahora mismo. Y la lealtad de los lobos era cuestionable.
- resumen:
- Intentar mediar entre la loba, Brianna e Iliana, y sugerir un curso de acción.
Normas del capítulo:
Con la coronación próxima, el caminar por las calles sin llamar la atención se ha vuelto un tanto complicado. Las buenas gentes de Astelia se encierran en sus casas, tratando de agachar la cabeza y no parecer sospechosos a ojos del nuevo cacique que pretende dominar sus vidas para volver a la «normalidad» que había en Hallstatt antes de la muerte de Deiran. Parece que los únicos que se atreven a salir a las calles o se pasean a sus anchas son los niños de los suburbios, que van de un lado a otro con bolsas llenas de drogas. Las famosas Prixos cuyo valor se ha incrementado exponecianlmente. Quitando a estos y a sus compradores, rara es la persona que se disponga a salir de su casa salvo para comprar lo imprescindible. Incluso las tabernas van viendo mermadas poco a poco sus capacidades para ofrecer información. Y esto es solo el principio.
De momento Anthony se mantiene sereno, como una estatua que se ha quedado anclada en el sitio, tratando de mantener su posible ansia o nerviosismo bajo control. Aunque su mandíbula apretada y sus manos apretándose sobre el reposabrazo de su trono temporal indican la sombra de su preocupación. Las fuerzas Markov están mermadas, sí, pero no han sido del todo apagadas y ahora tienen a esa hereje que era la reina con ellos. Un contraataque más pronto o más temprano es inminente. El hombre sopesa la posibilidad de empezar a usar su mano de hierro y revisar las casas en las que cualquiera de estas ratas pudiera estar escondida. Pero de momento no. Con tres patrullas cíclicas recorriendo las calles a la vez en distintas zonas, apenas hay espacios en el tiempo en los que poder moverse por rutas muy concretas sin cruzarse con ningún guardia.
Mientras tanto, las manecillas del reloj van llegando poco a poco al clímax.
Dentro del Zeppelin negro, discuten dos figuras mientras tres se mantienen detrás de una de ellas, inmóvil, y otro grupo sigue investigando y observando el cielo mediante un telescopio. En el punto caliente de la sala se mantiene una airada conversación. El resumen, la pérdida de Spirelli y dos fotos sacadas de los recuerdos de las niñas y su asistente, las nuevas presas de Altair.
—Nada te asegura que sigan en la isla, lo sabes, ¿Verdad? —El silencio como toda respuesta por parte de la mujer antes de darle la espalda.
—Tú solo asegúrate de entregar las copias entre tus subordinados y proteger a la niña. Sin su madre, es la única que nos puede ayudar a futuro a retomar esas investigaciones. Ah, y me llevo a las gemelas conmigo —Dice antes de darse la vuelta y volver a bajar, no sin antes escuchar las palabras de los astrónomos: «Falta poco para el descenso de la estrella».
- Se moderará los martes entre las 22:00 y las 23:59.
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- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación:
Con la coronación próxima, el caminar por las calles sin llamar la atención se ha vuelto un tanto complicado. Las buenas gentes de Astelia se encierran en sus casas, tratando de agachar la cabeza y no parecer sospechosos a ojos del nuevo cacique que pretende dominar sus vidas para volver a la «normalidad» que había en Hallstatt antes de la muerte de Deiran. Parece que los únicos que se atreven a salir a las calles o se pasean a sus anchas son los niños de los suburbios, que van de un lado a otro con bolsas llenas de drogas. Las famosas Prixos cuyo valor se ha incrementado exponecianlmente. Quitando a estos y a sus compradores, rara es la persona que se disponga a salir de su casa salvo para comprar lo imprescindible. Incluso las tabernas van viendo mermadas poco a poco sus capacidades para ofrecer información. Y esto es solo el principio.
De momento Anthony se mantiene sereno, como una estatua que se ha quedado anclada en el sitio, tratando de mantener su posible ansia o nerviosismo bajo control. Aunque su mandíbula apretada y sus manos apretándose sobre el reposabrazo de su trono temporal indican la sombra de su preocupación. Las fuerzas Markov están mermadas, sí, pero no han sido del todo apagadas y ahora tienen a esa hereje que era la reina con ellos. Un contraataque más pronto o más temprano es inminente. El hombre sopesa la posibilidad de empezar a usar su mano de hierro y revisar las casas en las que cualquiera de estas ratas pudiera estar escondida. Pero de momento no. Con tres patrullas cíclicas recorriendo las calles a la vez en distintas zonas, apenas hay espacios en el tiempo en los que poder moverse por rutas muy concretas sin cruzarse con ningún guardia.
Mientras tanto, las manecillas del reloj van llegando poco a poco al clímax.
Dentro del Zeppelin negro, discuten dos figuras mientras tres se mantienen detrás de una de ellas, inmóvil, y otro grupo sigue investigando y observando el cielo mediante un telescopio. En el punto caliente de la sala se mantiene una airada conversación. El resumen, la pérdida de Spirelli y dos fotos sacadas de los recuerdos de las niñas y su asistente, las nuevas presas de Altair.
—Nada te asegura que sigan en la isla, lo sabes, ¿Verdad? —El silencio como toda respuesta por parte de la mujer antes de darle la espalda.
—Tú solo asegúrate de entregar las copias entre tus subordinados y proteger a la niña. Sin su madre, es la única que nos puede ayudar a futuro a retomar esas investigaciones. Ah, y me llevo a las gemelas conmigo —Dice antes de darse la vuelta y volver a bajar, no sin antes escuchar las palabras de los astrónomos: «Falta poco para el descenso de la estrella».
- Helga, Yoldin y Shiro:
- Yoldin, Shiro. No ha pasado mucho tiempo, así que si queréis podéis poneros al día con la moderación anterior. De hacerlo, sabréis que Antoine volvió con su sobrina, algo mosca. Si decidís quedaros descubriréis alguna cosilla más siguiendo la moderación de Helga.
Helga, tu segunda pelea es mucho más difícil que la primera. Tal vez por la falta de ayuda por parte de Yoldin o cualquier otro o quizás por tus esfuerzos en focalizar la atención en prever sus golpes antes de que ocurran. «A veces es más fácil encontrar aquello que buscas cuando no lo estás buscando». Te dice, ayudándote a levantarte del suelo. No estás segura, pero sientes que se ha contenido un poco contigo casi al final. Y menos mal, porque te duele todo el puto cuerpo. Dolorida, llega el esperado encuentro con Antoine quien decide aceptar de buena gana tus servicios. Tu primer trabajo —vuestro, en caso de que Yoldin y Shiro se unan a ti— consiste en ir a buscar a un grupo de chicos y decirles que ha habido un cambio de planes. Ya os había comentado el experimento que iba a llevar a cabo, así que no necesitáis más información a parte de una lista de nombres y donde encontrarlos. Después de eso… Ya que seguramente no le seáis útiles vendiendo droga porque no os conocen más allá de los suburbios y la gente desconfiaría de vosotros, no os queda más remedio que quedaros en casa hasta que vuelvan a necesitaros.
Helga, entre tanto Archie sigue entrenándote. Son varios días en los que, entre combate y combate te comenta sobre las capacidades que los verdaderos guerreros son capaces de llegar a obtener y, haciendo alarde de fuerza te muestra cómo, si quisiera, podría hacer que su puño y antebrazo de semigigante se tornasen de un tono y brillos metálicos, potenciando sus golpes y amortiguando el dolor que podría sentir al golpear con todas sus fuerzas… por ejemplo, un muro. La capacidad para esquivar mejor tiene que ver con esto también, sin embargo, el poder prever y el reaccionar son cosas distintas te advierte y volvéis a la carga. Entre tanto la mujer de cabellos carmesí vuelve a pasarse por el escondrijo.
—La pequeña Bell está a salvo, Mercurio se ocupará de ello —le dice, cediéndole un sobre sellado—. En cuanto a quienes hicieron esto a Spirelli, tenemos sus rostros, falta encontrarles. —Antoine asiente y toma el sobre. La noticia inicial le había pillado de improvisto, pero ahora parece frío como el hielo. Supones que perder gente son gajes del oficio.
—Supongo que tú ahora vas a ir de caza también, ¿verdad, querida? —inquiere el hombre que, tras tomar el sobre hace por agarrar su mano con la suya y besar el dorso de su mano, tal y como hizo contigo. La mujer se despide tras apartar la mano. «Ya sabes la respuesta» son sus últimas palabras antes de partir.
Antoine espera a que se marche y, sin girarse, te habla.
—¿Cuánto has escuchado? —pregunta y se gira hacia ti con una sonrisa un tanto desagradable—. Tengo un trabajo para vosotros. En este sobre están los rostros de dos personas que han tenido la estúpida idea de atacar y, probablemente, asesinar a una persona importante para mí, tanto en lo empresarial como en lo personal. Vuestro trabajo es localizarlos y atraparlos. Seréis bien recompensados de lograrlo. Archie os dará las indicaciones pertinentes para salir del túnel y el equipo que le pidáis. Si cumplís y les traéis convida recibiréis una buena recompensa. Muertos también valen, pero si están vivos mejor para todos —puntualiza y, tras abrir el sobre y sacar una copia de ambos, te lo da. Las fotos son de Morgoth y Lilith, quien ya no se encuentra en la isla.- Nota:
- Con el entrenamiento de Archie, a lo largo del evento Helga puede intentar despertar el Haki de observación y entrenar el de Armadura. Si Yoldin o Shiro pide ser entrenados a lo largo del tiempo que ha pasado, también podrán optar a esto
- Keiran y Cassandra:
- La noche del día siguiente llegó tras otro día aburrido en prisión. La hora de cerrar los ojos y dormir. Sería un problema que no lo consiguierais, pues parece que por muchas horas que pasen la supuesta futura reina no estará por la labor de aparecer en persona frente a los calabozos. Si lo pensáis fríamente tiene sentido que su majestad quiera actuar con la mayor cautela posible.
Keiran, si consigues sumirte en tus sueños te encontraras en otra escena. Esta vez no es en el palacio real, ni siquiera puedes considerar que se trate de Astelia. Estás en tu barco, con tus compañeros, parece un día como otro cualquiera en tus años de piratería. Están Adam, Napolean, obviamente también están Izanami y Cassandra. De hecho, tardas bastante en darte cuenta de que eso es un sueño. Solo lo notas cuando las cosas empiezan a cambiar. De repente, estás solo en lo que es tu camarote. Sobre la mesa de este vuelve a aparecer la misma corona de la noche anterior, que te empieza a sacar de la ilusión creada por tu propia mente.
—Así que así son los temibles barcos piratas. La verdad es que me los imaginaba más sucios. —Escuchas al otro lado de la puerta. No es la voz de ninguno de tus tripulantes, pero estás seguro de haberla escuchado antes. La puerta se abre y la chica vuelve a estar frente a tus ojos, con el mismo velo que de alguna forma te hace irreconocible su verdadera apariencia. La magia de los sueños. Entra y tras dedicarte una sonrisa se deja caer sobre tu silla—. Siendo sinceros, no suelen hablar muy bien de la higiene de los piratas en las historias. Una suerte que estén… más o menos equivocados en este caso.
Puedes interrumpir su verbena y eres más que invitado a ello, aunque incluso si no lo haces, una vez tirada como la reina de la casa por tu cuarto imaginario empezara a discutir contigo lo que realmente le interesa.
—Dime, Capitán, ¿has considerado mi propuesta?… ¿Mi pequeña petición? Imagino que sí porque sigues en el mismo lugar que te dejaron ayer, y en el que te has quedado sentado, según me dijeron, mientras tu compañera gritaba improperios y quejas por no ser tratada como la realeza. Esperará a una respuesta, de ser afirmativa, como habías hablado con Cassandra, hará una pequeña reverencia, se quitará el velo, dejando que su inmaculado rostro sea completamente visible —y que de esta forma puedas memorizarlo en tu mente— y se levantará, haciendo un gesto para que la sigas—. Deberíamos entonces ir a buscar a tu compañera, ¿me acompañas? —Una vez accediera, tomaría su mano y la puerta por la que había entrado cambiaría de apariencia dando, no al interior del barco sino a lo que parecía un mundo sin suelo ni techo, totalmente cerrado de un tono igual lavanda. Podían andar sin problemas sobre el aire, decorado únicamente con otras puertas—. Necesito que me indiques como es la personalidad de tu amiga, no hay poca gente en el palacio y sería mejor no equivocarnos de lugar—. Con tus indicaciones, la joven no tardará mucho en encontrar la que parece ser «La puerta de Cassandra», con colores característicos de la mujer y el blasón de la familia Pendragon. Al abrirla, la escena que presidía el lugar era la de un lujoso palacio, la misma sala donde se conocieron por primera vez Keiran y la princesa, aunque en su interior había más personas que Keiran no llegaría a discernir. Como fuera, todas desaparecerían con un movimiento de la mano de la futura reina. Esta carraspearía entonces, interrumpiendo lo que fuera que estuviese haciendo en su sueño Cassandra.
—Mis disculpas, Lady Cassandra de Mercia. Pero temo que sus dulces sueños del pasado tendrán que esperar a que termine nuestra reunión. Me presentaré, mi nombre es Erica. Lady Erica Kamelot Markov. Mi madre era la hermana mayor de Derian y mi padre Duque de Kamelot, lo que me convierte en Duquesa y posible candidata al trono. He sido traída hasta Astelia para cumplir con los deseos de Anthony y ser coronada nueva reina. Y, si bien no deseo la corona para mí ni convertirme en el títere del antiguo consejero de mi tío, tampoco pretendo que esta vuelva a caer en manos de Iliana. Así que mi petición es simple. Busco a quien quiera acabar con Anthony y liberarme de este… Problema. Claro está, el premio será la corona y yo daré todo el apoyo que pueda a quien acceda a este trato. Lo que significa que no sois mis únicos candidatos, pero sin los más aventajados.
Tras decir esto, esperaría a que expusierais vuestros términos y sopesaría las posibilidades. De paso, aprovecharía para ayudaros con vuestro principal problema, el estar encerrados. Tanto si queréis marcharos de aquí como si preferís aprovechar la cercanía a vuestro enemigo, la joven se compromete a ofreceros tres cosas que podéis usar con total libre albedrío: La primera de ella son los planos del palacio. Os los muestra en el sueño e incluso os da indicaciones de cómo podríais encontrar la sala de armas donde, en teoría, deberían estar vuestras espadas. Lo segundo, un DDM que os entregaría su subordinada para poder contactar tanto con ella como con vuestra tripulación y, por último, un juego de llaves que os haría llegar por el mismo método, no solo con la llave de vuestra celda, sino con la de la armería, las cocinas del palacio y el patio desde el que podríais salir al exterior. Copias todas menos la primera, por lo que nadie iba a sospechar de su ausencia. Lo único que no podía deciros eran los turnos de los guardias, pues no ha sacado esa información todavía.
—Bueno, la decisión queda en vuestras manos. Ahora, debería devolver al capitán a su sueño. No es bueno para la conciencia pasar mucho tiempo fuera de su «hogar». Al menos no para quien no está acostumbrado.
Podéis preguntar alguna cosa más y esta se verá contestada en la siguiente ronda. Los objetos os los harían llegar entre esa misma noche y la mañana siguiente.
- Alexander y Adam:
- Han sido unos días difíciles para todos. Y lo sabéis. Habéis tenido que afrontar la situación lo mejor posible en la pérdida de vuestro capitán y subcapitana. Y aunque Napo no ha parado de insistir en sus descansos sobre que estaban afilando sus garras y colmillos para devolver el golpe y recuperar a sus líderes, Adam no ha parecido terminar de comprender que no les iban a dejar atrás. Ambos os habéis esforzado, a vuestra manera, pero no habéis sido los únicos.
Izanami ha aprovechado sus conocimientos y poderes para ayudaros a fortalecer y aumentar vuestra resistencia y sentidos, generando una serie de drogas para vosotros. Al final el dejarse tratar por ella cuando las cosas se han puesto serías no ha ido tan mal, pero no le ha hecho demasiada gracia que Alexander destrozara su nueva cubertería favorita. De hecho, se negó en rotundo: «¡Tienes suficiente hojalata en la cocina de esta mansión como para no tener que usar mi cubertería nueva!» Y razón no le faltaba. Una suerte que días después hubiera encontrado otra cubertería similar guardada en el desván para que se le pasara el enfado y volviera al trabajo.
Por vuestra parte, no os habéis visto mucho entre vosotros. Alexander se ha pasado la mayor parte del tiempo en la forja donde, usando sus conocimientos ha sido capaz de fabricar dos docenas de esferas hechas con el hierro fundido de las armaduras mezcladas con aleación de Plata. Estaban solo de adorno en su mayoría, por lo que la aleación no es igual de buena que la de tu tierra. Cada docena es de un tipo de esfera (fundición del norte y del sur con sus propiedades infrecuentes). Por el otro lado, parece que tuviste suerte a la hora de fundir las últimas armas y objetos de metal. Pues la hoja de tu nueva espada ropera emanaba una sensación fría al tacto una vez estuvo lista.- Espada sin nombre:
- Nombre del objeto: Sin nombre
Descripción y habilidades: Espada ropera de tamaño grande, siendo solo la hoja de casi dos metros de largo. El guardamano está hecho con plata fundida, sin florituras, mientras el filo ha sido trabajado con el precioso metal de las minas de Hallstat, sacado a base de fundir otras armas. Este metal tiene la capacidad de congelar aquello que toca. Es más difícil de trabajar por ello, pero al formar parte de una espada, hace que el filo de este congele cualquier cosa que haya cortado en un radio de unos cuatro centímetros de profundidad.
Propiedades exóticas: Esta espada, a parte de su capacidad congelante, posee tenacidad, dureza y pesadez infrecuentes.
Como sea, eso tendréis que preguntárselo antes de partir. La noticia de la ejecución pública de vuestro capitán ha llegado a vuestros oídos. Aún están vivos, pero no sabéis en qué estado se encuentran si no han vuelto aún. Además, a vosotros tres os buscan en la capital y hay guardias patrullando tanto de día como de noche. De noche, además, cierran las puertas de la ciudad ahora. Podéis intentar volver a colaros como lo hicisteis en el primer día. Adam conoce una forma por las cloacas y tal vez el boquete siga abierto. Si os habéis decidido y ya estáis en la ciudad, tendréis que ir con cautela. Tal vez los guardias no sean el único problema. No os percatasteis el primer día, pero hay varias personas muy nerviosas por la calle. Drogadictos que asaltan a la gente buscando dinero para comprar drogas o robárselas. A parte de eso, con que mandéis una avanzadilla o sigáis a la nariz de Adam quizás podáis acercaros hasta el castillo solos. Si queréis ir a otro lado, hay algunos puntos interesantes que han marcado vuestros hombres en su momento de reconocimiento: Un extravagante edificio rectangular que choca con la arquitectura local, los suburbios de donde salen los niños que venden drogas y un par de posadas/tabernas que, pese a todo, se mantienen activas. Antes de iros, Izanami os recuerda que no olvidéis sus regalos para vosotros:- dopamina de Izzy:
- Nombre del objeto: hormonas azules
Descripción y habilidades: Una dosis de este vial aumenta la capacidad olfativa de una persona durante dos turnos, facilitándole a este —si tiene una muestra de lo que busca—, seguir ese rastro con mayor facilidad, ignorando otros olores. Tenéis tres diales. Usar más de uno a la vez puede provocar mareos, desmayo y que os sangre la nariz.
Nombre del objeto: Hormonas rojas
Descripción y habilidades: Este objeto es capaz de acelerar la regeneración de las heridas siempre que estas no sean muy graves, claro. Además, ayuda a coagular la sangre. Tomar más de un dial a la vez puede taponar las arterias. Tenéis dos por cabeza. El efecto dura dos turnos.
Nombre del objeto: Hormonas naranjas
Descripción del objeto: Estos viales aumentan las fuerzas de quien lo tome. Es como un dopante. Pero solo da la sensación de haber recuperado las fuerzas, o quita el cansancio. Tomar más de uno sería el equivalente a meterse un exceso de azúcar en vena que llevaría de la hiperactividad al desplome. Tenéis dos diales.
- Nota:
- Según las decisiones de vuestros compañeros, es posible que os llamen usando un DDM con un número desconocido para vosotros, a lo mejor queréis esperar a ello y ver que hacéis entonces
- Velkan:
- La tensa situación en la que te encuentras era algo que desde luego no podías esperar encontrarte. Sin embargo y, aunque muy a regañadientes, parece que consigues que las tres mujeres calmen sus ánimos. La loba admite que, en parte, es cierto que sus objetivos pueden parecer similares e indica que accederá a ayudar en esa guerra siempre y cuando haya un grupo de caballeros que se dirijan al lugar del que quieren tomar venganza.
—Sería una forma de evitar que consiguieran activos nuevos —asegura, y se queda callada después de esto para ver cómo se desarrollan los acontecimientos. Iliana parece complacida al escuchar la respuesta de Velkan, hasta esboza una mueca que podría recordar a un intento de sonreír. Se calma y acaba por suspirar.
—Mi paciencia en este momento es más fina que el papel, como podrá imaginar, Sir Velkan. Y, si fuera mi padre quien se encontrase frente a usted le aseguro que la cabeza de su hermana ya habría caído al suelo separada del resto de su cuerpo. Sin embargo, yo no soy Derian Markov. Soy Iliana, reina y única heredera del trono. Así pues, cumpliré como se espera de mí. Si es cierto que esta mujer ayudó a rescatarme y salvó mi vida, puedes tener por seguro que permitiré su marcha, solo espero que no pretenda volver a presentarse frente a mí en un futuro. —Su mirada, fría y oscura se clavó entonces sobre Brianna, tras unos momentos de silencio cerró los ojos, agachando ligeramente la cabeza—. Me compadezco de ti, muchacha. Yo también viví los engaños de Ivan tiempo atrás. Te aconsejo que no sigas relacionándote con él en adelante. Ahora, márchate antes de que cambie de parecer, no quiero a gente que no vaya a ayudar delante mientras preparamos nuestro plan de acción.
Tras abandonar Brianna el lugar junto con Alistar, toda la atención de la reina se centra en el plan propuesto por Velkan. No parece desagradarle la idea, y es cierto que cuantos más mejor. Mira al resto del grupo, está segura de que el caballero de oscura armadura será el más capacitado, así que tras cavilar por unos momentos vuelve a hablar.
—Habrá una segunda guerra dentro de poco, mis caballeros más leales. Si la corona no ha sido asentada aún sobre la cabeza de un nuevo monarca es porque temen que pueda regresar y decapitarla. Tal vez piensan que los que luchaban en nombre de mi familia son quienes me tienen bajo su ala y resguardo. Así que, sí Anthony sigue siendo la misma víbora controladora es probable que sea difícil moverse. Cuanto más esperemos más fortificado estará en mi castillo, el símbolo de Astelia. Es por ello que quise dejar claras mis intenciones. Velkan, aprovechando la oscuridad comandarás a un grupo de los dos que has propuesto. Saldréis a tiempos dispares y mantendréis la comunicación a lo largo del camino entre vosotros y conmigo. Tú decides hacia dónde dirigirte y a quien llevar contigo. Además, necesito que consigáis para mí una nueva espada. Terminaré de recuperarme para el día decisivo. También movilizaremos a otros dos caballeros, quienes se presten voluntarios tendrán que ir encubierto a la ciudad y obtener más información, de ser posible.
Tras esta conversación, parece que ya tenéis vuestros objetivos definidos. Antes de que te puedas marchar, Velkan, sin embargo, la mujer te retiene. Necesita descansar y ahora en solitario puedes notar que su estado es peor que lo que intentaba mostrar.
—Sir Velkan, espero que sepa, pese a lo dicho momentos atrás, el valor que le tengo como mi caballero. Pero no puedo dejar pasar estas cosas por alto. Tenía que dejar clara mi posición, y de paso asegurar que los demás caballeros tampoco dudaran de vos tras las palabras de su hermana. Si esta no se ha marchado ya, tenéis permiso para despediros de ella. Espero grandes cosas de usted. Si me disculpa, voy a retirarme de nuevo a mis aposentos.
- Morgoth:
- La mirada de las jóvenes parece disgustada al escuchar que quieres hacer, y no es para menos. Si te parases un poco a pensar en ello, estas mujeres que estaban atrapadas en el laboratorio solo habían podido llegar ahí mediante engaños, siendo secuestradas o habiéndolas comprado alguien en el mercado negro. Están contentas de que las hayas liberado y, pensando bien de ti han decidido ayudarte, pero eso no quita que esas ideas puedan hacer que se sientan recelosas a ello. La cabecilla del grupo aprieta su vaso entre los dedos, con los labios formando un fino hilo, se toma su momento antes de contestarte.
—Caballero, creo que debido a las circunstancias no llegamos a presentarnos. Fue todo muy… apresurado. Mi nombre es María, y como puede imaginar, no provengo siquiera de Hallstatt, soy de otra isla del North. A nuestro lado se encuentran Alejandra y Clarisa. Ellas conocen mejor los sucesos de la isla. A Clarisa la arrastraron desde los suburbios al laboratorio unas amigas suyas una vez recibieron la transformación. —La mujer de cabellos oscuros asintió detrás suya. Tras un momento de titubeo empezó a hablar.
—Mis amigas… Ellas fueron invitadas con la promesa de que las prepararían para poder trabajar y ganar mucho dinero. Me ofrecieron lo mismo a mí, pero sintiéndome recelosa por la forma de ser de… Bueno, de la madame, y que tampoco quería dejar que me convirtieran en una puta… Me negué. Como necesitaban más gente al crecer el negocio, las usaron a ellas para llevarme —explicó—. Por si fuera poco, los suburbios se han vuelto… raros. Antes era un sitio terrible para vivir, lleno de chabolas y con gente pobre… Ahora es una especie de tapadera. Los niños desaparecieron primero, llamados por un tan Ambrose o Antoine Giovanni o algo así, este hombre se ha estado ganando la confianza de los jóvenes, convenciéndoles para vender drogas en las calles. No sé porque lo hacen, pero han perturbado la paz de la zona… Lo sé porque lo viví antes de que me llevaran y las cosas no parecen mejores ahora, volví a pasarme por ahí.
—Por lo demás no hay muchas pistas de lo que puede estar pasando. No sabemos si se pueden unir la aparición de esta gente a la guerra civil de Hallstatt, esta empezó con la desaparición de la reina… Aunque era ella quien salía en pantalla. Dios mío, ¡casi la asesinan!
—En cualquier caso —repuso la cabecilla—, si lo que quieres hacer es juntarte con gente del bajo mundo quizás la mujer pelirroja, alguien de los burdeles de Madame Spirelli o Antoine parecen ser los involucrados con eso…
—¡Ah! También están las casas de juegos. Pero no sé si estarán abiertas ya. Las vi antes de ser llevada yo también. En mi caso solo quería un cambio de apariencia, dije que trabajaría para ellos porque quería que me saliera gratis, pero la cosa se torció —añadió entonces Clarisa, la tercera—. Habían abierto casi a la vez que los burdeles, dos casas de juego, las únicas en toda la isla. Una está a dos calles de aquí, o estaba. No hay mucha gente circulando ahora mismo por Astelia.
Entonces, ¿dónde te gustaría mirar primero?
- Samvel:
- —Claro, tomate tu… ¿tiempo? —contestó mirando con una ceja enarcada como te disponías a intentar quitar aquel misil del carromato. Este no salió, y quizás fuera mejor que no. Aunque siendo justos lo que estabas intentando desmantelar era un lanzacohetes. Sin el proyectil, que ya había sido detonado, no servía de mucho. Así que tras unos minutos esforzándote en ello no te quedarías más remedio que rendirte y seguir al jovenzuelo—. Y, de nuevo, no es nada que agradecer. Solo cumplo órdenes.
Tras decir esto, no tuvo problemas en seguir contestando tus preguntas mientras caminaban fuera de las minas y se encaminaban al palacio. Al parecer no, no habían visto a nadie con una apariencia tan horrible. A fin de cuentas, habían llegado a Astelia apenas unos días atrás, bastante después del incidente. Al llegar al túnel, te instó a guardar silencio. Las paredes tenían oídos a veces, así que era mejor que fueran sigilosos.
—Te traerán comida pronto. Lady Erica anda ocupada con otros menesteres, así que puede que tarde un poco en estar disponible, asegúrate de estar presentable para el momento —Te indicó. Lo cierto es que la habitación es bastante humilde para lo que esperarías de un palacio. Una cama matrimonial ocupaba la mayor parte de la estancia. Aparte de esta había un escritorio de roble macizo, una silla con asiento acolchado, recubierto de terciopelo rojo. Una mesita de noche con una muda limpia, aunque no de tuya, sino algo más grande. La habitación contaba con un pequeño aseo. Seguramente fuera de alguien del servicio, o tal vez para invitados. Un lugar perfecto para que nadie sospechara que pudiera haber algún pasadizo.
Al ver pasar las horas te das cuenta de que sí, van a tardar y no parece que vayas a encontrar información o nada de especial valor dentro de ese cuarto, pero puedes aprovechar para recuperar fuerzas. La comida llega a las dos horas. Una porción humilde para lo que quizás necesitaría una persona normal en hambruna para recuperarse, pero a caballo regalado no le mires el diente. Es poco después de esto, mientras duermes, que un extraño sueño perturba tu descanso.
Llevas un rato largo soñando, cuando de repente todo se vuelve negro. No sabes cómo ni por qué, pero has acabado dentro del carro otra vez, con la diferencia de que este no está roto y frente a ti, en el otro asiento está una de las jóvenes más hermosas que te hayas podido encontrar nunca. De cabello color lavanda y profundos ojos azules. Sus labios esbozan una sonrisa bajo su velo traslucido.
—Saludos, Samvel. Ha sido un viaje muy movido, ¿verdad? Dime, ¿qué es lo que opinas de este reino? ¿Y de Anthony? —te pregunta. Su voz es melodiosa y divertida incluso. Espera tu respuesta y seguramente su rostro se muestre afligido al escuchar sus palabras. Después de oírlas se presenta—. Mi nombre es Lady Erica Kamelot. Y he pedido a mi querido «hermano» que te saque de las minas si seguías ahí para pedirte un favor. Necesito ayuda, pues me encuentro en estos momentos atada de pies y manos, figuradamente, por este hombre, para ocupar un trono que no deseo y convertirme en su títere. La recompensa será alta, lo prometo.
Espera tu respuesta y, si accedes a ayudarla, te dará indicaciones y cualquiera de las peticiones que pudieras pedirle, de estar en su mano hacerlo. Si quieres marcharte tampoco te lo impedirá, claro.
—Espero volver a verte mañana, Sir Samvel. Por cierto, no serás el único en esta justa. Estoy reuniendo toda la ayuda que puedo. —Tras decir estas palabras hace aparecer una puerta y, con un pie en el umbral, saca una espada con la que corta donde debería estar tu cabeza. Te despiertas.
- Tomoe:
- Matheus parece titubear ante la idea de que le acompañes o no. Pero sabe que con su condición sería mucho más complicado tener que andar solo, así que accede tras pedirte que vuelvas a echarle una mano otra vez. Camináis por las calles con su guía, cruzándoos a vuestro paso con los guardias que patrullan de forma diligente. Si te fijas bien, no te costará ver el patrón que siguen. Os ignoran, de momento, seguramente porque hayan recibido órdenes de no atacar a la gente que va buscando drogas ni a los adolescentes de los suburbios, y tú vas con uno de ellos.
Según avanzas puedes deducir que, si te quedaras parada en un punto fijo observando una de las calles principales por las que andan los soldados, verías parejas pasar por el mismo punto con intervalos de entre quince y veinticinco minutos. Así que no costaría mucho trazar rutas para evitar a estos conociendo bien las calles. Como sea, no tienes mucho tiempo para darle vueltas a esto. Llegáis a los suburbios y os adentráis en estos hasta llegar a un lugar frente a lo que parece una enorme huerta.
—Al fondo —dice Matheus señalando hacia la huerta—. Ahí es donde vive Antoine, así como sus chicos favoritos… Como los que me atacaron. Nosotros recogemos las drogas unas cuantas calles más delante de aquí. Si me dejas cerca de ellas y finges que no nos conocemos me harías un favor en caso de meterte en líos con Antoine… Y, no te lo recomiendo. Ten cuidado, como sea.
A la vuelta de dejar al chico, si lo haces, verás a una mujer de cabello escarlata adentrándose en el lugar. Si esperas, podrás ver cómo sale al rato, y tal vez tras ella veas aparecer a alguien más. Es tu decisión si quieres adentrarte a investigar, esperar, o seguir a la pelirroja. Como sea, lo que eres capaz de escuchar es una llamada de parte de esta, si estás bien escondida. O más bien su frustración cuando su DDM se queda colgado: «¡Joder!», se queja. «Ya verá esa zorra lila y su amiguito como les capture. Spirelli, me aseguraré de encontrarles», dice. Seguramente está dando por sentado que nadie estaría escuchando en el territorio de su aliado. Vuelve a coger el caracolofono y hace otra llamada, esta vez preguntando por una tal Bell. Pide de paso que rastreen el DDM al que ha llamado antes y, mientras tanto, confirma que su siguiente parada será de nuevo en «el laboratorio». Tal vez sea ahí donde están fabricando las drogas, pero bien podría tratarse de otra cosa, sigue siendo algo sospechoso.
Puede que te cruces con Annastasya según que decida hacer esta.
- Anastasya:
- El Den Den Mushi sonó un par de veces antes de que el hombre llegara a contestar. Su tono denotaba una mezcla de enfado y cansancio curiosa. Casi podría resultar lastimero los primeros segundos que mantuvo el micrófono de este pegado a sus labios.
—¿Se puede saber qué pasa ahora? —Contestó a primera instancia al responder, antes de que pudieras llegar a hablar. Cuando lo hiciste, su tono se suavizó sutilmente. Era posible, si bien improbable, que con la falta de efectivos con la que contaba en ese momento alguno de sus niños le hubiera dado un medio de contacto a más gente que quisiera colaborar con él. Posible, pero poco probable, pues estos habían sido instruidos sobre cómo debían moverse bajo su red y mandato. Algo olía a chamusquina para el hombre, que no tardaría en revisar a quién pertenecía el aparato desde el que le habían llamado. A pesar de ello, aceptaría a esta desconocida como había hecho con Helga y su grupito si de verdad tenía intención de unirse a su banda—. ¡Oh! ¿Es eso cierto? Qué desconsiderado por parte de mis niños no darte una mejor guía. Dime pequeña, ¿cómo te llamas? Lo cierto es que, si esperas, podría incluso ir yo a buscarte. Vosotros quienes portáis mi marca no tenéis que preocuparos por los guardias, es algo que me aseguré de comentar a los niños. ¿Podrías decirme quién te ha reclutado?
Si quieres seguir con esta actuación será mejor que pienses rápido, o eso parece. Pero des el nombre que sea lo más probable es que recibas las indicaciones para llegar a su base.
—Bueno, querida. Temo que no tengo a nadie libre para ir a buscarte ahora mismo. Pero no tiene demasiada pérdida. Muchos de los otros niños están ahora de camino a tomar sus productos para repartirlos. El reparto empieza al medio día, tienes hasta entonces para ir a los suburbios y encontrarte con tus compañeros dos calles pasada mi huerta personal. Si tienes algún otro problema ven a verme a mí, solo tienes que atravesar el terreno y encontraras la entrada.
Quizás para esta misión sea buena idea disfrazarse un poco, Anna. Pero hagas lo que hagas ya tienes un hilo del que tirar por tu cuenta. Antes de marcharte, tras colgar el DDM del pirata suena el tuyo de oficio. Una suerte que no fuera minutos antes. Si descuelgas, recibirás el siguiente mensaje.
—¿Cadete Annastasya, es usted? Hemos recibido un informe enviado hace casi una semana. Sentimos no habernos comunicado con usted antes, pero la marina tiene sus manos llenas en varios puntos del mundo ahora mismo. Los refuerzos tardaran en llegar al no tener ninguna base en el reino nórdico. Procure aguantar hasta entonces e intente reunirse con su superior y su otro compañero. Nos mantendremos en contacto con usted. No está sola, cadete. Pronto pasará lo peor.
Si te diriges hacia la base de Antoine puede que te cruces con Tomoe y veas lo mismo que ella, aunque sin ser capaz de escuchar lo que diga la pelirroja.
Velkan Byrne
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fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
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Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Podría haber dedicado un momento a despedirse de su hermana, pero no era el momento. Si Brianna le hacía caso y se marchaba al norte, podría ir a verla al final de la guerra y hablar con ella. Ahora tenía que parlamentar con el resto de caballeros. Reunió a los que no estaban de guardia en el salón principal para hablar con ellos. No habían escogido formalmente a un capitán, pero desde que se había reunido con ellos, habían escuchado sus palabras y seguido sus planes. Y ahora Iliana había confirmado, indirectamente, su liderazgo al dejarle escoger los caballeros que le seguirían. Solo quedaban nueve de ellos, más un décimo que se había ido tras el rescate de la reina a dar las noticias a los Markov. Si todo había ido bien, se reencontrarían con él en el campamento.
- Sir Viktor, eres el más sabio y experimentado de nosotros - comenzó Velkan - Dado que no tenemos una estructura formal nadie tiene la autoridad para dar órdenes al resto. Sin embargo, si estás dispuesto a escucharme, creo que eres el que debería quedar con la reina para protegerla y aconsejarla. Sir Kedric, sir Hans, vosotros me acompañaréis al campamento de los Markov. Otros dos deberíais ir a cumplir el otro encargo de la reina, decidid vosotros. No emplearía un grupo mayor, no podemos dejar la mansión desprotegida.
Una vez hablados los pormenores, él y los dos caballeros se dirigieron a la salida, momento en que se dio cuenta: podían salir de la ciudad, pero sería una salida difícil y probablemente el enemigo estaría buscando a caballeros con su descripción. Podían intentar aprovechar alguna de las dos brechas de la muralla, pero seguramente ambas estarían custodiadas. Salir por las puertas implicaría abrirse paso luchando. Y no era momento de ponerse a buscar las salidas secretas y comprobar si seguían en funcionamiento. Suspiró. Parecía que a pesar de todo sí que tendría que hablar con su hermana antes de irse. Hizo un gesto a sus compañeros para que le siguieran y se apresuró a buscarla, antes de que se marchase por un portal.
- Brianna, tengo que pedirte un último favor... ¿puedes sacarnos de la ciudad contigo? No creo que salir por la puerta con nuestras armaduras sea una opción - por otro lado podrían haber salido con ropa normal, pero un caballero sin armadura... no, era mejor que los Markov le reconocieran. Tras un momento añadió - Y siento cómo se ha desarrollado todo. La reina es una persona... de carácter difícil en ocasiones. Pero es una buena líder y la legítima monarca. No sé qué ha pasado entre ella y su hermano, pero perdónala. Las peleas familiares suelen ser asuntos difíciles - dijo, con una sonrisa triste. Esperaba que Brianna lo entendiera.
- Sir Viktor, eres el más sabio y experimentado de nosotros - comenzó Velkan - Dado que no tenemos una estructura formal nadie tiene la autoridad para dar órdenes al resto. Sin embargo, si estás dispuesto a escucharme, creo que eres el que debería quedar con la reina para protegerla y aconsejarla. Sir Kedric, sir Hans, vosotros me acompañaréis al campamento de los Markov. Otros dos deberíais ir a cumplir el otro encargo de la reina, decidid vosotros. No emplearía un grupo mayor, no podemos dejar la mansión desprotegida.
Una vez hablados los pormenores, él y los dos caballeros se dirigieron a la salida, momento en que se dio cuenta: podían salir de la ciudad, pero sería una salida difícil y probablemente el enemigo estaría buscando a caballeros con su descripción. Podían intentar aprovechar alguna de las dos brechas de la muralla, pero seguramente ambas estarían custodiadas. Salir por las puertas implicaría abrirse paso luchando. Y no era momento de ponerse a buscar las salidas secretas y comprobar si seguían en funcionamiento. Suspiró. Parecía que a pesar de todo sí que tendría que hablar con su hermana antes de irse. Hizo un gesto a sus compañeros para que le siguieran y se apresuró a buscarla, antes de que se marchase por un portal.
- Brianna, tengo que pedirte un último favor... ¿puedes sacarnos de la ciudad contigo? No creo que salir por la puerta con nuestras armaduras sea una opción - por otro lado podrían haber salido con ropa normal, pero un caballero sin armadura... no, era mejor que los Markov le reconocieran. Tras un momento añadió - Y siento cómo se ha desarrollado todo. La reina es una persona... de carácter difícil en ocasiones. Pero es una buena líder y la legítima monarca. No sé qué ha pasado entre ella y su hermano, pero perdónala. Las peleas familiares suelen ser asuntos difíciles - dijo, con una sonrisa triste. Esperaba que Brianna lo entendiera.
- resumen:
- Cojo dos caballeros y le pido a mi hermana que nos saque de la ciudad.
Helga Eiríksdóttir
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Joder, realmente el entrenamiento con Archie era doloroso, pues aún después de hacer un segundo sparring con él, parecía ser aún más fuerte que cuando peleamos por primera vez. No había logrado el predecir sus golpes aún así, el grandullón se había contenido. Me daba gusto el pelear con alguien con fuerte y más cuando se tomaba la molestia de enseñarme a mejorar en las luchas. Me había ayudado a levantarme del suelo y me dio otro consejo. Todo me parecía raro. ¿Cómo iba a predecir un ataque sin buscar predecirlo? Me dolía la cabeza así como el cuerpo. Cuando nos tocó hablar con Antoine, este aceptó mi propuesta de trabajar para él. Independientemente de la opinión de mis compañeros, la primera tarea era buscar a unos chicos en los barrios pobres y decirles que ha habido un cambio de planes.
- Entendido, jefe - Dije aparentando para ganarme su confianza para ir poco a poco intentando descubrir que estaba pasando de verdad en la isla.
Así, en caso de que nadie me acompañara al trabajo, subí al exterior para encontrarme que la ciudad había cambiado desde mi instancia en el subterráneo. Habían carteles de Wanted por las paredes de los edificios y aún se podían ver los estragos de una batalla en la ciudad. Pero lo primero era lo primero. Tenía que buscar a los chicos y cumplir mi misión. Uno por uno los fui encontrando y diciéndoles que venía de parte de Antoine para contarles lo que me había dicho. Cuando por fin acabé, volví a la guarida para avisar a mi supuesto nuevo jefe y a ver que era lo siguiente para hacer.
Mientras esperaba algo nuevo para hacer, continué entrenando con mi nuevo maestro durante lo que parecían ser días. Pues estando abajo no distinguía el ciclo diario. Me habló sobre las capacidades de los guerreros además de mostrarme un poder extraño. Cubrió uno de sus brazos de un tono extraño y dijo que podría aumentar sus capacidades ofensivas y defensivas. Aquello me intrigó demasiado, quería hacerlo yo también. Además me dijo que también la capacidad de predecir ataques estaba conectado también.
- Okey, pues quiero ver si soy capaz de hacer lo que tú y de poder conseguir prever los ataques - Dije asumiendo la guardia una vez más y volviendo a combatir.
Pero esta vez no iba a lanzar ataques y ya. Intenté visualizar una armadura en mi brazo y lancé varios puñetazos. Cuando fuera contraatacada, haría lo mismo. Imaginarme una armadura en mis brazos para defenderme así como dejar que viniera el ataque. Pues no podía forzar el prever ataques, dejaría que vinieran a mí y mis instintos hicieran lo suyo. Y así continuamos dándonos golpes, intentando alcanzar esos extraños poderes así como hacerme más fuerte. Más tarde, la misma mujer pelirroja volvió a hablar con Antoine y escuché parte de su conversación.
Parecía que hablaban sobre una niña llamada Bell, un hombre llamado Mercurio y otro llamado Spirelli. Al parecer este último había muerto y aquello parecía haber afectado a Antoine. Se despidió de la mujer con un beso en la mano y luego se dirigió hacia mi con una sonrisa molesta.
- No he escuchado mucho, de todos modos no es como si fuera de mi incumbencia - Levanté los hombros en señal de pasotismo - ¿Un trabajo de músculos, eh? Cuente conmigo si la paga es buena. ¿Algún consejo de dónde empezar a buscar a los objetivos? La ciudad es grande y parece que hay cierto revuelo - Comenté viendo las fotos que me tendió.
Uno era un hombre y el otro objetivo una mujer. En el fondo no tenía ganas de arrastrar a más gente a esto. Pero si habían matado a un miembro de la familia de Antoine, no eran tan malos o eso quería pensar. Decidí hacer caso al jefe y fui a buscar a Archie para que me diera equipo y me diera información del túnel para no perderme.
- Hola, maestro - Dije con una sonrisa - El mandamás me ha dicho que me puedes dar equipo y darme información del túnel para ir de caza por unos objetivos que le han hecho enfadar. Dejaré a tu juicio lo que quieras darme, después de todo, eres tú el que me está enseñando a mejorar peleando. Por cierto - me acerqué a él - ¿Solo hay una salida y entrada al túnel? Me facilitaría el trabajo si no tuviera que andar tanto desde el campo a los barrios bajos y así poder volver rápido a entrenar juntos -
Independientemente de lo que me dijeran Antoine o Archie, marché hacia la ciudad con o sin compañía en caso de que nadie más me acompañara. Primero intentaría buscar en los bares o sitios de mujerzuelas, eran buenos sitios para buscar información.
- Entendido, jefe - Dije aparentando para ganarme su confianza para ir poco a poco intentando descubrir que estaba pasando de verdad en la isla.
Así, en caso de que nadie me acompañara al trabajo, subí al exterior para encontrarme que la ciudad había cambiado desde mi instancia en el subterráneo. Habían carteles de Wanted por las paredes de los edificios y aún se podían ver los estragos de una batalla en la ciudad. Pero lo primero era lo primero. Tenía que buscar a los chicos y cumplir mi misión. Uno por uno los fui encontrando y diciéndoles que venía de parte de Antoine para contarles lo que me había dicho. Cuando por fin acabé, volví a la guarida para avisar a mi supuesto nuevo jefe y a ver que era lo siguiente para hacer.
Mientras esperaba algo nuevo para hacer, continué entrenando con mi nuevo maestro durante lo que parecían ser días. Pues estando abajo no distinguía el ciclo diario. Me habló sobre las capacidades de los guerreros además de mostrarme un poder extraño. Cubrió uno de sus brazos de un tono extraño y dijo que podría aumentar sus capacidades ofensivas y defensivas. Aquello me intrigó demasiado, quería hacerlo yo también. Además me dijo que también la capacidad de predecir ataques estaba conectado también.
- Okey, pues quiero ver si soy capaz de hacer lo que tú y de poder conseguir prever los ataques - Dije asumiendo la guardia una vez más y volviendo a combatir.
Pero esta vez no iba a lanzar ataques y ya. Intenté visualizar una armadura en mi brazo y lancé varios puñetazos. Cuando fuera contraatacada, haría lo mismo. Imaginarme una armadura en mis brazos para defenderme así como dejar que viniera el ataque. Pues no podía forzar el prever ataques, dejaría que vinieran a mí y mis instintos hicieran lo suyo. Y así continuamos dándonos golpes, intentando alcanzar esos extraños poderes así como hacerme más fuerte. Más tarde, la misma mujer pelirroja volvió a hablar con Antoine y escuché parte de su conversación.
Parecía que hablaban sobre una niña llamada Bell, un hombre llamado Mercurio y otro llamado Spirelli. Al parecer este último había muerto y aquello parecía haber afectado a Antoine. Se despidió de la mujer con un beso en la mano y luego se dirigió hacia mi con una sonrisa molesta.
- No he escuchado mucho, de todos modos no es como si fuera de mi incumbencia - Levanté los hombros en señal de pasotismo - ¿Un trabajo de músculos, eh? Cuente conmigo si la paga es buena. ¿Algún consejo de dónde empezar a buscar a los objetivos? La ciudad es grande y parece que hay cierto revuelo - Comenté viendo las fotos que me tendió.
Uno era un hombre y el otro objetivo una mujer. En el fondo no tenía ganas de arrastrar a más gente a esto. Pero si habían matado a un miembro de la familia de Antoine, no eran tan malos o eso quería pensar. Decidí hacer caso al jefe y fui a buscar a Archie para que me diera equipo y me diera información del túnel para no perderme.
- Hola, maestro - Dije con una sonrisa - El mandamás me ha dicho que me puedes dar equipo y darme información del túnel para ir de caza por unos objetivos que le han hecho enfadar. Dejaré a tu juicio lo que quieras darme, después de todo, eres tú el que me está enseñando a mejorar peleando. Por cierto - me acerqué a él - ¿Solo hay una salida y entrada al túnel? Me facilitaría el trabajo si no tuviera que andar tanto desde el campo a los barrios bajos y así poder volver rápido a entrenar juntos -
Independientemente de lo que me dijeran Antoine o Archie, marché hacia la ciudad con o sin compañía en caso de que nadie más me acompañara. Primero intentaría buscar en los bares o sitios de mujerzuelas, eran buenos sitios para buscar información.
- Resumen:
- Cumplir la primera orden de Antoine, seguir entrenando con Archie intentando hacer lo que me dice para entrenar el haki de armadura y despertar el mantra, aceptar el segundo encargo, preguntar a Archie por equipo e información del túnel además de preguntarle por otra salida del túnel para finalmente ir a la ciudad por los bares y lugares de alterne en busca de información de Morgoth y Lilith
Keiran T. Farraige
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Asintió complacido al ver que su subcapitana, escéptica como era, fue capaz de coincidir con él en que aquello no había sido un simple sueño. ¿Qué remedio? Buscarle otra explicación cuando convivía con un hombre capaz de transformarse en un sabueso mitológico, con un semigigante que agrandaba lo que tocaba y una muchacha capaz de generar hormonas por sus dedos sería, cuanto menos, irónico. Que alguien pudiera invadir los sueños de los demás gracias a una Fruta del Diablo no parecía una idea descabellada y, por ello, ambos acordaron esperar una noche más. Bien pensado, lo cierto es que se estaban jugando sus cartas, y es que el día de su ejecución se encontraba próximo; no podían perder más tiempo.
Fuera como fuese, el pelirrojo se mantuvo particularmente calmado durante lo que restó de día, observando cuanto podía desde la celda y tratando de indagar con su olfato cualquier olor que pudiera aportarle información útil: ¿Podía captar el hedor de otros prisioneros? ¿El de las cocinas si es que se encontraban cerca? Tal vez hasta la propia humedad del subsuelo le permitiera discernir qué ruta tomar —después de todo, y para sorpresa de muchos, era todo un experto en cuanto a clima se refiere—.
—Tan solo hay algo que me sorprende aún más que ese sueño —comentó en voz baja, mirando de reojo a la princesa—. Napo aún no se ha abierto paso a hostias hasta aquí, y no sé si eso me alivia o me preocupa.
Se mantuvo unos segundos en silencio tras decir aquello, riéndose al final con tono irónico antes de negar con la cabeza. «No. Habrían armado un follón tan grande que ya lo sabríamos», se dijo, volviendo a recostarse contra el muro.
Allí pasaría las horas muertas, únicamente levantándose a ratos para caminar por la celda y estirarse un poco, evitando así que se le agarrotasen los músculos. Tenía que estar en plenas condiciones físicas para el momento de su fuga, así que no tardó tampoco en devorar la ración que les llegó aquel día. Se había alimentado durante mucho tiempo de cosas peores, con preocupaciones mucho más importantes que no saber si el guardia habrá escupido en la comida. Aquello en comparación era un manjar, así que comer no le suponía mayores esfuerzos. No podía decir lo mismo de su compañera, siendo incapaz de esconder del todo una sonrisa burlona cada vez que esta se llevaba una cucharada a la boca. Resulta triste decirlo, pero aquel momento sería quizá el más entretenido en todo el día.
Finalmente cayó la noche y Keiran con ella, ya que ni los nervios ni la incomodidad de estar en aquel lugar le privaban de la oportunidad de echar una cabezadita. Lástima que no pudiera disfrutar completamente de volver a encontrarse en su barco, aunque aquello no fuera más que una vaga ilusión.
Su ceño se frunció al notar que el ambiente se enrarecía, así como al escuchar aquellos pasos y esa voz no tan desconocida al otro lado de la puerta de su camarote. La nueva monarca hizo así acto de presencia, paseándose por allí como quien lo hace en su hogar y tomando el que debía ser el asiento del capitán. Debía reconocer que le echaba pelotas aunque, ¿cómo no hacerlo si se encontraba en su propio reino?
—Si no fuera a aceptar no me encontrarías aquí —sentenció antes de sonreír con malicia—. O tal vez sí, pero intentando estrangularte.
Asintió cuando le pidió seguirla, tratando a continuación de definir a su compañera tan bien como supo, de un modo no tan superficial como cualquiera pensaría. Había algo en Keiran que no se denotaba en su lenguaje, sino en su visión de las cosas, y esto era que tenía la capacidad de ver más allá de la gente. La princesa, aunque mucho más compleja que la mayoría de las personas con las que se había cruzado, también dejaba ver matices de su ser más allá de aquel ego infinito; al menos, eso había podido ver durante los últimos meses de viaje.
Dejaría entonces que Erica se presentara apropiadamente, no perdiendo detalle alguno de sus palabras, gestos y muecas, intentando discernir de alguna forma si había mentira en sus palabras. Ya se la habían jugado lo suficiente durante aquel viaje, no dejaría pasar ni una más. Cuando la inminente reina terminó su exposición, el pirata miró de reojo a su subcapitana antes de intervenir.
—Supongo entonces que el plan pasa por liquidar a Anthony y a Illiana, ¿no? —Clavó su mirada en ella, alzando una ceja—. No difiere mucho de nuestras intenciones, aunque la verdad es que la inútil esa me importa una mierda. Lo único que cambia con esta asociación es que tu cabeza no será otro blanco más... siempre que sirvas de algo. —Y ahí estaba nuevamente el capitán arrogante que todos conocían, sin ser capaz de morderse la lengua ni con una reina en su presencia—. Te daré un consejo: si tienes otros candidatos, descártalos; me da igual que puedan serte de utilidad o no, si se interponen entre mí y el desgraciado de Anthony están muertos. Nadie más que yo pondrá sus dedos sobre su cabeza inerte.
Aclaradas sus intenciones, Keiran buscó algún lugar en la sala que compartían dentro del sueño de Cassandra para tomar asiento con aire despreocupado. No tenía claro hasta qué punto tendría control Erica en aquel lugar, pero dudaba que pudiera dañarles en exceso. Después de todo, intentaba ganárselos como aliados.
—La pregunta es si tu gente estará dispuesta a apoyar a unos piratas. No soy de la realeza, pero tampoco gilipollas: sé que un trono solo puede mantenerse si cuentas con suficientes aliados que te cubran las espaldas. ¿Qué nos garantiza que no vayas a usarnos para librarte de tus rivales y darnos una puñalada después? Seguro que reinar sin tu tío ni Illiana te resultaría mucho más sencillo. «La salvadora de Hallstat», como si lo viera. —Su ceño se frunció y el pirata apenas parpadeó mientras le sostenía la mirada—. Si quieres que te ayudemos tendrás que darnos alguna garantía más que tu palabra.
Tras esto haría un gesto con la mano, como dándole la palabra a Cassandra para que pudiera intervenir. Aquella debía ser la primera vez desde que salieron de Northumbria que Keiran mostraba una astucia superior a su impulsividad, aunque no debía resultarle extraña a la princesa. Después de todo, también lo había sido con ella.
Una vez todo quedara aclarado y pudieran dar aquella reunión por terminada, despertaría casi al momento de regresar a su propio sueño. La visita de la doncella debía tener lugar aquella misma anoche y, una vez ocurriera, lo primero que haría sería tomar el den den mushi para ponerse en contacto con Alexander.
—Napo, ¿cómo van las cosas fuera? —soltaría sin más, dejando que el contramaestre entendiera quién estaba al otro lado del caracolófono—. Espero que los chicos estén listos. Nos vamos de fiesta.
Si había respuesta, le pondría al día de la situación para poder coordinar mejor su reencuentro. Después de todo, un frente siempre sería más sencillo de abordar si se hacía por dos lados simultáneamente.
Fuera como fuese, el pelirrojo se mantuvo particularmente calmado durante lo que restó de día, observando cuanto podía desde la celda y tratando de indagar con su olfato cualquier olor que pudiera aportarle información útil: ¿Podía captar el hedor de otros prisioneros? ¿El de las cocinas si es que se encontraban cerca? Tal vez hasta la propia humedad del subsuelo le permitiera discernir qué ruta tomar —después de todo, y para sorpresa de muchos, era todo un experto en cuanto a clima se refiere—.
—Tan solo hay algo que me sorprende aún más que ese sueño —comentó en voz baja, mirando de reojo a la princesa—. Napo aún no se ha abierto paso a hostias hasta aquí, y no sé si eso me alivia o me preocupa.
Se mantuvo unos segundos en silencio tras decir aquello, riéndose al final con tono irónico antes de negar con la cabeza. «No. Habrían armado un follón tan grande que ya lo sabríamos», se dijo, volviendo a recostarse contra el muro.
Allí pasaría las horas muertas, únicamente levantándose a ratos para caminar por la celda y estirarse un poco, evitando así que se le agarrotasen los músculos. Tenía que estar en plenas condiciones físicas para el momento de su fuga, así que no tardó tampoco en devorar la ración que les llegó aquel día. Se había alimentado durante mucho tiempo de cosas peores, con preocupaciones mucho más importantes que no saber si el guardia habrá escupido en la comida. Aquello en comparación era un manjar, así que comer no le suponía mayores esfuerzos. No podía decir lo mismo de su compañera, siendo incapaz de esconder del todo una sonrisa burlona cada vez que esta se llevaba una cucharada a la boca. Resulta triste decirlo, pero aquel momento sería quizá el más entretenido en todo el día.
Finalmente cayó la noche y Keiran con ella, ya que ni los nervios ni la incomodidad de estar en aquel lugar le privaban de la oportunidad de echar una cabezadita. Lástima que no pudiera disfrutar completamente de volver a encontrarse en su barco, aunque aquello no fuera más que una vaga ilusión.
Su ceño se frunció al notar que el ambiente se enrarecía, así como al escuchar aquellos pasos y esa voz no tan desconocida al otro lado de la puerta de su camarote. La nueva monarca hizo así acto de presencia, paseándose por allí como quien lo hace en su hogar y tomando el que debía ser el asiento del capitán. Debía reconocer que le echaba pelotas aunque, ¿cómo no hacerlo si se encontraba en su propio reino?
—Si no fuera a aceptar no me encontrarías aquí —sentenció antes de sonreír con malicia—. O tal vez sí, pero intentando estrangularte.
Asintió cuando le pidió seguirla, tratando a continuación de definir a su compañera tan bien como supo, de un modo no tan superficial como cualquiera pensaría. Había algo en Keiran que no se denotaba en su lenguaje, sino en su visión de las cosas, y esto era que tenía la capacidad de ver más allá de la gente. La princesa, aunque mucho más compleja que la mayoría de las personas con las que se había cruzado, también dejaba ver matices de su ser más allá de aquel ego infinito; al menos, eso había podido ver durante los últimos meses de viaje.
Dejaría entonces que Erica se presentara apropiadamente, no perdiendo detalle alguno de sus palabras, gestos y muecas, intentando discernir de alguna forma si había mentira en sus palabras. Ya se la habían jugado lo suficiente durante aquel viaje, no dejaría pasar ni una más. Cuando la inminente reina terminó su exposición, el pirata miró de reojo a su subcapitana antes de intervenir.
—Supongo entonces que el plan pasa por liquidar a Anthony y a Illiana, ¿no? —Clavó su mirada en ella, alzando una ceja—. No difiere mucho de nuestras intenciones, aunque la verdad es que la inútil esa me importa una mierda. Lo único que cambia con esta asociación es que tu cabeza no será otro blanco más... siempre que sirvas de algo. —Y ahí estaba nuevamente el capitán arrogante que todos conocían, sin ser capaz de morderse la lengua ni con una reina en su presencia—. Te daré un consejo: si tienes otros candidatos, descártalos; me da igual que puedan serte de utilidad o no, si se interponen entre mí y el desgraciado de Anthony están muertos. Nadie más que yo pondrá sus dedos sobre su cabeza inerte.
Aclaradas sus intenciones, Keiran buscó algún lugar en la sala que compartían dentro del sueño de Cassandra para tomar asiento con aire despreocupado. No tenía claro hasta qué punto tendría control Erica en aquel lugar, pero dudaba que pudiera dañarles en exceso. Después de todo, intentaba ganárselos como aliados.
—La pregunta es si tu gente estará dispuesta a apoyar a unos piratas. No soy de la realeza, pero tampoco gilipollas: sé que un trono solo puede mantenerse si cuentas con suficientes aliados que te cubran las espaldas. ¿Qué nos garantiza que no vayas a usarnos para librarte de tus rivales y darnos una puñalada después? Seguro que reinar sin tu tío ni Illiana te resultaría mucho más sencillo. «La salvadora de Hallstat», como si lo viera. —Su ceño se frunció y el pirata apenas parpadeó mientras le sostenía la mirada—. Si quieres que te ayudemos tendrás que darnos alguna garantía más que tu palabra.
Tras esto haría un gesto con la mano, como dándole la palabra a Cassandra para que pudiera intervenir. Aquella debía ser la primera vez desde que salieron de Northumbria que Keiran mostraba una astucia superior a su impulsividad, aunque no debía resultarle extraña a la princesa. Después de todo, también lo había sido con ella.
Una vez todo quedara aclarado y pudieran dar aquella reunión por terminada, despertaría casi al momento de regresar a su propio sueño. La visita de la doncella debía tener lugar aquella misma anoche y, una vez ocurriera, lo primero que haría sería tomar el den den mushi para ponerse en contacto con Alexander.
—Napo, ¿cómo van las cosas fuera? —soltaría sin más, dejando que el contramaestre entendiera quién estaba al otro lado del caracolófono—. Espero que los chicos estén listos. Nos vamos de fiesta.
Si había respuesta, le pondría al día de la situación para poder coordinar mejor su reencuentro. Después de todo, un frente siempre sería más sencillo de abordar si se hacía por dos lados simultáneamente.
- Resumen:
- • Pasar el día en la celda hasta la noche para poder volver a soñar con los angelitos.
• Aceptar la colaboración con la nueva reina y plantear sus términos antes de dejar que Cass interceda.
• Una vez de vuelta y conseguido el DDM, ponerse en contacto con Alexander y los chicos antes de comenzar con la fuga.
Cassandra Pendragon
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Acceder al plan de Keiran era una cosa, pero seguir sufriendo aquella tortura presidiaria en la que era tratada como menos que nada era otro tema muy diferente. Cassandra estaba acostumbrada a ser mimada, era cierto. Siempre tenía a un montón de súbditos dispuestos a cumplir cada uno de sus caprichos, por muy estúpidos que fueran. Pero había abandonado aquel estilo de vida meses atrás.
Ahora solo tenía a Rose, que la ayudaba en sus quehaceres diarios como venía haciendo por costumbre, pero no era para nada lo mismo a ser tratada entre algodones y automáticamente respetada simplemente por haber nacido con sangre real. La aristócrata creía que podía acostumbrarse al estilo de vida del populacho, siempre y cuando contase con algún lujo extra que se negaba a renunciar, pero nunca se había imaginado llegando a caer tan bajo.
Después de todo, si la noble tenía un defecto era que nunca se imaginaba a sí misma perdiendo, ni metiendo la pata en sus planes. Precisamente por eso, no solía diseñar un plan B, en caso de que el plan A se fuese al garete. Pero, en su defensa, su plan A nunca se había ido al garete. No hasta aquel preciso momento. Lo peor de todo aquello es que ni siquiera había sido su plan.
No, la culpa la tenía Keiran y sus estúpidos planes y, si ella tenía culpa de algo, era de hacerle caso al pirata. ¡Eso era! Todo había empezado por culpa de aquel pordiosero y sus planes de grandeza. Si no hubiese escuchado a Keiran para empezar, no habría huido de Mercia. Si no hubiese escuchado a Keiran...
Cassandra cayó rendida por en cansancio con aquellos pensamientos aún rondando su mente, y estos no tardaron en materializarse en una pesadilla.
La princesa estaba sentada en el trono principal de Anglia, tal y como había estado el día de su cumpleaños. A su derecha, su vieja amiga Rose y, a su izquierda, su mejor amigo Félix; que le otorgaron una sensación de seguridad y confianza y calmaron su agitado corazón.
—¡Lo conseguiste! —exclamó Rose, con una radiante sonrisa de felicidad—. ¡Eres la primera reina de Northumbria! Todos los reinos del archipiélago se han unido bajo tu bandera.
—¿De veras? —inquirió la princesa, ligeramente confusa.
—¡Por supuesto! —confirmó Félix, atrayendo su mirada, también sonriente de oreja a oreja. Cassandra emitió un suspiro de alivio. Lo había logrado. El sueño de su vida se había hecho realidad—. Todo tu duro trabajo y esfuerzo ha dado sus frutos. Ahora solo tienes que escoger marido.
—¿Qué?
—Escoger marido. Y rapidito, que los tienes impacientes —apremió Félix, señalando al frente.
La ahora coronada reina de Northumbria miró al frente, para toparse a los mismos pretendientes que se habían presentado ante ella durante su vigésimo primer aniversario.
—No hay dudas sobre a quién debes escoger. Yo debo ser el rey de Northumbria junto a ti —exclamaba entonces el príncipe Godric de Pictland, con dramatismo—. He vuelto específicamente para pedirte matrimonio porque quiero reinar Northumbria, después de todo. Y no olvidemos que te has comido mi regalo de compromiso, así que en teoría has aceptado casarte conmigo. Seremos felices juntos mientras yo reino y conquisto los mares y tú... tú te quedas a mi ladito siendo guapa y obediente, y dándome herederos. Y no hables demasiado. No me gustan las cotorras.
—¡De eso nada, no hay nada decidido! —objetaba el príncipe George de Strathclyde, primo carnal de Cassandra, empujando a Godric para ponerse al frente de la cola y hacer una pequeña reverencia seguida de un carraspeo—. ¿Recuerdas aquella vez que contraté a una panda de sicarios para secuestrarte, exigir millones a tu familia y luego matarte porque te interponías en mi camino hacia el trono? Ja, ja, ja, qué tiempos, ¿eh? Pero dejemos el pasado en el pasado. ¡Cásate conmigo, Cassandra! Ya que no puedo ser rey de mi isla, al menos de la tuya, ¿no? O mejor aún, ¡de todo Northumbria! Solo necesito que te quedes calladita, te abras de piernas y me des un heredero, ¿vale? Y a cambio... ¿a cambio tendrás hijos muy guapos?
—En eso tiene cierta razón. Es un chico muy guapo —convenía Rose en un susurro.
—Viendo a estos dos, quizá la opción de casarte con mi hermano Liam no es tan mala después de todo, ¿no? —le susurraba Felix en la otra oreja.
—¡No, no! ¡Escoge a Godric! Es el único con las mismas ansias de conquista que tú. Aunque quizá acabéis matándoos el uno al otro —objetaba Rose.
—Ya sabes que yo no tengo intención de reinar —terciaba Liam entonces, apareciendo ante ella—. Así que tendrías vía libre. Pero si tú te casas conmigo, entonces Jocasta tendrá que ser prometida a Godric. Y Godric probablemente la viole cada noche hasta que le de un heredero, y luego la mate. Bah, pero es problema de Jocasta, no tuyo, ¿no? Lo importante es lo que nos podemos divertir tú y yo. Soy el candidato perfecto, Cassie. Podremos jugar ajedrez, hablar de cualquier cosa y ser buenos amigos. Y si quieres tener un heredero... puedes buscar métodos alternativos y yo prometo mirar a otro lado y fingir que no ha pasado nada. ¿Qué dices, Cass? Soy un partidazo —finalizó, guiñándole un ojo con picardía.
Cassandra se agarró a los reposabrazos del trono con fuerza, y descubrió entonces las ataduras que la apresaban al mismo en brazos y piernas. Los pretendientes comenzaron a acercarse a ella mientras repetían una y otra vez sus argumentos, y Rose y Félix no dejaban de susurrar en sus oídos.
—¿Qué? No. No. No voy a casarme con nadie. No puedo casarme con nadie. Si no escojo a Godric, Jo... Y si no escojo a Liam, entonces Godric... No... No puedo... No...
Y entonces la gente se desvaneció, así como sus ataduras. Cassandra sintió como el terror que nublaba sus sentidos desaparecía, dejándola libre por fin, y una muchacha joven se aparecía ante ella, acompañada del pelirrojo. La pirata recuperó inmediatamente la compostura y se quedó sentada en su trono mientras escuchaba las palabras de la tal Erica Markov, cruzándose de piernas y apoyando los codos en los reposabrazos para unir las yemas de los dedos frente a su pecho, en posición de superioridad.
—Tus palabras suenan muy bonitas con esa voz angelical que tienes, querida, pero me temo que no vamos a tragárnoslas tan fácilmente. Tal y como dice mi capitán, es extremadamente complicado, sino imposible, obtener la corona de un reino que no te conoce ni te apoya. Granjearnos la confianza del populacho antes de conseguir la posición se hace tarea improbable con el poco tiempo del que disponemos, y conseguir esa corona para ser linchados por los campesinos me resulta... poco atractivo. No —continuó, levantándose del trono con parsimonia para acercarse a ellos—. Si quieres contar con nuestro apoyo para tus planes, princesa, lo que necesitamos es una opción que nos guste más que prenderle fuego a la isla con todos vosotros aún en ella. Y, créeme, nos gusta mucho esa opción.
Tras despertar, Cassandra quedó a la espera de poder al fin salir de aquella celda. Ya casi podía saborear la dulce venganza en sus labios.
Ahora solo tenía a Rose, que la ayudaba en sus quehaceres diarios como venía haciendo por costumbre, pero no era para nada lo mismo a ser tratada entre algodones y automáticamente respetada simplemente por haber nacido con sangre real. La aristócrata creía que podía acostumbrarse al estilo de vida del populacho, siempre y cuando contase con algún lujo extra que se negaba a renunciar, pero nunca se había imaginado llegando a caer tan bajo.
Después de todo, si la noble tenía un defecto era que nunca se imaginaba a sí misma perdiendo, ni metiendo la pata en sus planes. Precisamente por eso, no solía diseñar un plan B, en caso de que el plan A se fuese al garete. Pero, en su defensa, su plan A nunca se había ido al garete. No hasta aquel preciso momento. Lo peor de todo aquello es que ni siquiera había sido su plan.
No, la culpa la tenía Keiran y sus estúpidos planes y, si ella tenía culpa de algo, era de hacerle caso al pirata. ¡Eso era! Todo había empezado por culpa de aquel pordiosero y sus planes de grandeza. Si no hubiese escuchado a Keiran para empezar, no habría huido de Mercia. Si no hubiese escuchado a Keiran...
Cassandra cayó rendida por en cansancio con aquellos pensamientos aún rondando su mente, y estos no tardaron en materializarse en una pesadilla.
La princesa estaba sentada en el trono principal de Anglia, tal y como había estado el día de su cumpleaños. A su derecha, su vieja amiga Rose y, a su izquierda, su mejor amigo Félix; que le otorgaron una sensación de seguridad y confianza y calmaron su agitado corazón.
—¡Lo conseguiste! —exclamó Rose, con una radiante sonrisa de felicidad—. ¡Eres la primera reina de Northumbria! Todos los reinos del archipiélago se han unido bajo tu bandera.
—¿De veras? —inquirió la princesa, ligeramente confusa.
—¡Por supuesto! —confirmó Félix, atrayendo su mirada, también sonriente de oreja a oreja. Cassandra emitió un suspiro de alivio. Lo había logrado. El sueño de su vida se había hecho realidad—. Todo tu duro trabajo y esfuerzo ha dado sus frutos. Ahora solo tienes que escoger marido.
—¿Qué?
—Escoger marido. Y rapidito, que los tienes impacientes —apremió Félix, señalando al frente.
La ahora coronada reina de Northumbria miró al frente, para toparse a los mismos pretendientes que se habían presentado ante ella durante su vigésimo primer aniversario.
—No hay dudas sobre a quién debes escoger. Yo debo ser el rey de Northumbria junto a ti —exclamaba entonces el príncipe Godric de Pictland, con dramatismo—. He vuelto específicamente para pedirte matrimonio porque quiero reinar Northumbria, después de todo. Y no olvidemos que te has comido mi regalo de compromiso, así que en teoría has aceptado casarte conmigo. Seremos felices juntos mientras yo reino y conquisto los mares y tú... tú te quedas a mi ladito siendo guapa y obediente, y dándome herederos. Y no hables demasiado. No me gustan las cotorras.
—¡De eso nada, no hay nada decidido! —objetaba el príncipe George de Strathclyde, primo carnal de Cassandra, empujando a Godric para ponerse al frente de la cola y hacer una pequeña reverencia seguida de un carraspeo—. ¿Recuerdas aquella vez que contraté a una panda de sicarios para secuestrarte, exigir millones a tu familia y luego matarte porque te interponías en mi camino hacia el trono? Ja, ja, ja, qué tiempos, ¿eh? Pero dejemos el pasado en el pasado. ¡Cásate conmigo, Cassandra! Ya que no puedo ser rey de mi isla, al menos de la tuya, ¿no? O mejor aún, ¡de todo Northumbria! Solo necesito que te quedes calladita, te abras de piernas y me des un heredero, ¿vale? Y a cambio... ¿a cambio tendrás hijos muy guapos?
—En eso tiene cierta razón. Es un chico muy guapo —convenía Rose en un susurro.
—Viendo a estos dos, quizá la opción de casarte con mi hermano Liam no es tan mala después de todo, ¿no? —le susurraba Felix en la otra oreja.
—¡No, no! ¡Escoge a Godric! Es el único con las mismas ansias de conquista que tú. Aunque quizá acabéis matándoos el uno al otro —objetaba Rose.
—Ya sabes que yo no tengo intención de reinar —terciaba Liam entonces, apareciendo ante ella—. Así que tendrías vía libre. Pero si tú te casas conmigo, entonces Jocasta tendrá que ser prometida a Godric. Y Godric probablemente la viole cada noche hasta que le de un heredero, y luego la mate. Bah, pero es problema de Jocasta, no tuyo, ¿no? Lo importante es lo que nos podemos divertir tú y yo. Soy el candidato perfecto, Cassie. Podremos jugar ajedrez, hablar de cualquier cosa y ser buenos amigos. Y si quieres tener un heredero... puedes buscar métodos alternativos y yo prometo mirar a otro lado y fingir que no ha pasado nada. ¿Qué dices, Cass? Soy un partidazo —finalizó, guiñándole un ojo con picardía.
Cassandra se agarró a los reposabrazos del trono con fuerza, y descubrió entonces las ataduras que la apresaban al mismo en brazos y piernas. Los pretendientes comenzaron a acercarse a ella mientras repetían una y otra vez sus argumentos, y Rose y Félix no dejaban de susurrar en sus oídos.
—¿Qué? No. No. No voy a casarme con nadie. No puedo casarme con nadie. Si no escojo a Godric, Jo... Y si no escojo a Liam, entonces Godric... No... No puedo... No...
Y entonces la gente se desvaneció, así como sus ataduras. Cassandra sintió como el terror que nublaba sus sentidos desaparecía, dejándola libre por fin, y una muchacha joven se aparecía ante ella, acompañada del pelirrojo. La pirata recuperó inmediatamente la compostura y se quedó sentada en su trono mientras escuchaba las palabras de la tal Erica Markov, cruzándose de piernas y apoyando los codos en los reposabrazos para unir las yemas de los dedos frente a su pecho, en posición de superioridad.
—Tus palabras suenan muy bonitas con esa voz angelical que tienes, querida, pero me temo que no vamos a tragárnoslas tan fácilmente. Tal y como dice mi capitán, es extremadamente complicado, sino imposible, obtener la corona de un reino que no te conoce ni te apoya. Granjearnos la confianza del populacho antes de conseguir la posición se hace tarea improbable con el poco tiempo del que disponemos, y conseguir esa corona para ser linchados por los campesinos me resulta... poco atractivo. No —continuó, levantándose del trono con parsimonia para acercarse a ellos—. Si quieres contar con nuestro apoyo para tus planes, princesa, lo que necesitamos es una opción que nos guste más que prenderle fuego a la isla con todos vosotros aún en ella. Y, créeme, nos gusta mucho esa opción.
Tras despertar, Cassandra quedó a la espera de poder al fin salir de aquella celda. Ya casi podía saborear la dulce venganza en sus labios.
- Resumen:
- Tener una pesadilla.
- Exigir una compensación decente a cambio de ayudar a Erica.
- Despertar y esperar.
Samvel Legacy
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«Vale, no hay nada. —Se dijo tras terminar de inspeccionar la pequeña estancia—. Y ahora a esperar.» Sam se tumbó en la cama, agradeciendo poder descansar sobre una superficie blanda y mullida por primera vez en mucho tiempo. Sin darse cuenta, se quedó dormido, y solo se despertó cuando le trajeron la comida, y fue para tomarla y volver a dormirse. Nunca se había planteado cuánto podía cansar estar tanto tiempo encerrado en una mina, pero lo había descubierto.
Al cabo de un rato se encontró dentro del mismo vehículo blindado en el que había sido aprisionado. Fuera del carro todo estaba oscuro, pero el interior se encontraba extrañamente iluminado. Sin embargo, lo que llamaba la atención del joven cyborg, era la presencia de una hermosa mujer enfrente suyo. Sus cabellos del color de la lavanda y aquella sonrisa enigmática casi hipnotizaban al inexperto Sam.
—Eh... E-Esto... Ho-hola —pronunció tartamudeando—. Yo... esto... ¿dónde estamos?
Le costaba decir una frase de corrido. La belleza de la mujer le ponía nervioso e impedía que conectara más de un par de palabras seguidas. Aquellos ojos azules le absorbían como si de dos inmensos lagos se tratase, y le era difícil concentrarse. Se golpeó el rostro con las dos palmas de las manos para salir de la inopia e intentar mantener una conversación decente.
—Pues... el reino, sí. La verdad es que me da pena su gente. No han tenido ningún tipo de estabilidad, y en este conflicto he comprendido por qué. Este lugar solo ha sido gobernado por personas más centradas en el poder que en su pueblo, llegando al punto de matar sin titubeos ni remordimientos a cualquier persona que sea un estorbo. —Se llevó una mano a la nuca, para rascársela—. Y sí, me refiero a personas como Anthony. No sé por qué está tan interesado en el poder, pero creo que no debería gobernar ni en Astelia, ni en Hallstat ni en ningún otro lugar. —En su voz podía percibirse la aversión hacia el noble y los métodos usados por este.
La mujer prosiguió hablando tras escuchar la respuesta. Se presentó como lady Erica Kamelot, y no tardó en pedir ayuda al cyborg.
—Claro que te ayudaré —declaró firmemente perdiendo todo rastro de timidez y mostrando su caballerosidad—. Haré lo que esté en mis manos para liberarte de las ataduras de Lord Anthony y así salvar este reino.
Al parecer ambos habían encontrado en el otro a un aliado. Samvel se encontraba feliz de poder ayudar a una joven damisela en apuros, aunque necesitaba respuestas para poder hacerlo.
—Necesito respuestas a algunas preguntas, lady Erica, mi señora. Solo así podré ayudaros. ¿Me haréis el favor de responderlas? —Esperando una respuesta positiva por parte de la noble, prosiguió con su repertorio—. ¿Cómo ha conseguido Anthony tanta tecnología impropia de estos lares? ¿Tal vez la ha obtenido gracias a Mercurio? ¿Y quién es Mercurio? ¿Y de dónde ha podido sacar tanta tecnología? Siento importunaros con tantas cuestiones, pero es necesario. ¿Por qué el lord os quiere como títere? ¿Qué derechos tenéis sobre el trono? ¿Y quién es ese «hermano vuestro»? Y mucho más importante, ¿conocéis algún punto débil sobre lord Anthony? En mi humilde opinión creo que puedo ser capaz de inutilizar toda la tecnología enemiga, pero si conocéis otros medios para frustrar sus planes, soy todo oídos.
Tras la ristra de preguntas que había formulado Sam, la conversación continuó hasta que no quedó nada más que decir. Fue en aquel momento cuando la noble se despidió.
Una sonrojada sonrisa se formó en el rostro del cazarrecompensas tras escuchar su nombre acompañado del título honorífico, pero el gesto se torció cuando con una espada, que no sabía de dónde había sacado, le cortó la cabeza.
Entonces se despertó, sobresaltado. Se encontraba sobre la misma cama en la que se había echado a descansar, y no sabía que hora era, pero de una cosa estaba seguro: lo que había soñado debía ser realidad. «Nunca recuerdo mis sueños. Debe haber sido real» se dijo recordando la conversación. Entonces su rostro se iluminó con una sonrisa.
—Me ha llamado sir Samvel —murmuró—. ¿Entonces ahora soy un caballero? Un caballero de cuerpo metálico, sí.
Ahora Sam tenía las cosas claras, y solo tenía una duda. ¿Quiénes serían los aliados de los que había hablado Erica?
Al cabo de un rato se encontró dentro del mismo vehículo blindado en el que había sido aprisionado. Fuera del carro todo estaba oscuro, pero el interior se encontraba extrañamente iluminado. Sin embargo, lo que llamaba la atención del joven cyborg, era la presencia de una hermosa mujer enfrente suyo. Sus cabellos del color de la lavanda y aquella sonrisa enigmática casi hipnotizaban al inexperto Sam.
—Eh... E-Esto... Ho-hola —pronunció tartamudeando—. Yo... esto... ¿dónde estamos?
Le costaba decir una frase de corrido. La belleza de la mujer le ponía nervioso e impedía que conectara más de un par de palabras seguidas. Aquellos ojos azules le absorbían como si de dos inmensos lagos se tratase, y le era difícil concentrarse. Se golpeó el rostro con las dos palmas de las manos para salir de la inopia e intentar mantener una conversación decente.
—Pues... el reino, sí. La verdad es que me da pena su gente. No han tenido ningún tipo de estabilidad, y en este conflicto he comprendido por qué. Este lugar solo ha sido gobernado por personas más centradas en el poder que en su pueblo, llegando al punto de matar sin titubeos ni remordimientos a cualquier persona que sea un estorbo. —Se llevó una mano a la nuca, para rascársela—. Y sí, me refiero a personas como Anthony. No sé por qué está tan interesado en el poder, pero creo que no debería gobernar ni en Astelia, ni en Hallstat ni en ningún otro lugar. —En su voz podía percibirse la aversión hacia el noble y los métodos usados por este.
La mujer prosiguió hablando tras escuchar la respuesta. Se presentó como lady Erica Kamelot, y no tardó en pedir ayuda al cyborg.
—Claro que te ayudaré —declaró firmemente perdiendo todo rastro de timidez y mostrando su caballerosidad—. Haré lo que esté en mis manos para liberarte de las ataduras de Lord Anthony y así salvar este reino.
Al parecer ambos habían encontrado en el otro a un aliado. Samvel se encontraba feliz de poder ayudar a una joven damisela en apuros, aunque necesitaba respuestas para poder hacerlo.
—Necesito respuestas a algunas preguntas, lady Erica, mi señora. Solo así podré ayudaros. ¿Me haréis el favor de responderlas? —Esperando una respuesta positiva por parte de la noble, prosiguió con su repertorio—. ¿Cómo ha conseguido Anthony tanta tecnología impropia de estos lares? ¿Tal vez la ha obtenido gracias a Mercurio? ¿Y quién es Mercurio? ¿Y de dónde ha podido sacar tanta tecnología? Siento importunaros con tantas cuestiones, pero es necesario. ¿Por qué el lord os quiere como títere? ¿Qué derechos tenéis sobre el trono? ¿Y quién es ese «hermano vuestro»? Y mucho más importante, ¿conocéis algún punto débil sobre lord Anthony? En mi humilde opinión creo que puedo ser capaz de inutilizar toda la tecnología enemiga, pero si conocéis otros medios para frustrar sus planes, soy todo oídos.
Tras la ristra de preguntas que había formulado Sam, la conversación continuó hasta que no quedó nada más que decir. Fue en aquel momento cuando la noble se despidió.
Una sonrojada sonrisa se formó en el rostro del cazarrecompensas tras escuchar su nombre acompañado del título honorífico, pero el gesto se torció cuando con una espada, que no sabía de dónde había sacado, le cortó la cabeza.
Entonces se despertó, sobresaltado. Se encontraba sobre la misma cama en la que se había echado a descansar, y no sabía que hora era, pero de una cosa estaba seguro: lo que había soñado debía ser realidad. «Nunca recuerdo mis sueños. Debe haber sido real» se dijo recordando la conversación. Entonces su rostro se iluminó con una sonrisa.
—Me ha llamado sir Samvel —murmuró—. ¿Entonces ahora soy un caballero? Un caballero de cuerpo metálico, sí.
Ahora Sam tenía las cosas claras, y solo tenía una duda. ¿Quiénes serían los aliados de los que había hablado Erica?
- Resumen:
- » Echarse a dormir.
» Soñar cosas bonitas.
» Ofrecer su ayuda a la damisela en apuros y reunir información interrogándola.
Tomoe Asai-Asakura
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Consiguió que el muchacho aceptara su ayuda y fueron caminando por las calles sin encontrar ningún peligro. Se fijó en los guardias y más concretamente se fijó tanto en el patrón que seguían al caminar como al tiempo que tardaban en encontrarse más guardias. Calculaba que serían entre quince y veinticinco minutos entre patrullas. Estaba acompañando a Matheus así que no podía quedarse a comprobarlo y reducir el margen de error, lo anotaría mentalmente en su lista de cosas para hacer en otro momento y ya lo pasaría a papel en cuanto pudiera.
Tras adentrarse en los suburbios caminaron un poco más antes de encontrarse con una huerta. ¿Que qué hacía una huerta en mitad de los suburbios de Astelia? Viendo que el monstruo era mitad planta podría imaginar algo. Sin embargo, decidió no imaginarse nada por ahora.
—No te meteré en problemas —le diría a Matheus —. Gracias, tú no te metas en líos —respondió con un tono amigable antes de dejarlo en su destino y, como le había pedido, hizo como que no le conocía.
Se planteó ir directamente pero... debía estar protegido. Dudaba que estuviera solo como ella. Eso de enfrentarse a un enemigo desconocido en territorio enemigo y desconocido no era la mejor idea del mundo así que daría un pequeño rodeo. Cuando fue a irse vio a una mujer de pelo rojo entrar. No le prestó atención al principio, pero después pensó que no parecía una chavala medio adicta ni tampoco una mujer de la noche que buscara mercancía para pasar un rato con un cliente.
Decidió seguirla a ver qué hacía. Iría con cuidado, manteniendo la distancia y procurando ocultarse lo mejor que podía. No pudo escuchar toda la primera llamada pero sí la frustración de la mujer. ¿Zorra lila y su amiguito? Spirelli... no le sonaba de nada. La siguiente llamada sí pudo escucharla. No sabía quiénes eran Spirelli ni Bell, pero sí sabía que en los laboratorios se hacían cosas químicas. Puede que fuera la droga cuya muestra aún guardaba o puede que fuera cualquier otra cosa.
El caso era que no podía ir en solitario contra Antoine sin saber nada. Al final, la revolucionaria se decidió a esconderse, observar y escuchar. Su plan era seguir a esa mujer hasta el laboratorio, a poder ser sin ser vista. Si la veían... tendría que ponerse violenta, no tenía tiempo para sutilezas.
Tras adentrarse en los suburbios caminaron un poco más antes de encontrarse con una huerta. ¿Que qué hacía una huerta en mitad de los suburbios de Astelia? Viendo que el monstruo era mitad planta podría imaginar algo. Sin embargo, decidió no imaginarse nada por ahora.
—No te meteré en problemas —le diría a Matheus —. Gracias, tú no te metas en líos —respondió con un tono amigable antes de dejarlo en su destino y, como le había pedido, hizo como que no le conocía.
Se planteó ir directamente pero... debía estar protegido. Dudaba que estuviera solo como ella. Eso de enfrentarse a un enemigo desconocido en territorio enemigo y desconocido no era la mejor idea del mundo así que daría un pequeño rodeo. Cuando fue a irse vio a una mujer de pelo rojo entrar. No le prestó atención al principio, pero después pensó que no parecía una chavala medio adicta ni tampoco una mujer de la noche que buscara mercancía para pasar un rato con un cliente.
Decidió seguirla a ver qué hacía. Iría con cuidado, manteniendo la distancia y procurando ocultarse lo mejor que podía. No pudo escuchar toda la primera llamada pero sí la frustración de la mujer. ¿Zorra lila y su amiguito? Spirelli... no le sonaba de nada. La siguiente llamada sí pudo escucharla. No sabía quiénes eran Spirelli ni Bell, pero sí sabía que en los laboratorios se hacían cosas químicas. Puede que fuera la droga cuya muestra aún guardaba o puede que fuera cualquier otra cosa.
El caso era que no podía ir en solitario contra Antoine sin saber nada. Al final, la revolucionaria se decidió a esconderse, observar y escuchar. Su plan era seguir a esa mujer hasta el laboratorio, a poder ser sin ser vista. Si la veían... tendría que ponerse violenta, no tenía tiempo para sutilezas.
- resumen:
» Acompaña a Matheus y se hace un poco la loca que no conoce al chaval.
» Sigue a la pelirroja para cotillearle la llamada y planea seguirla hasta ese supuesto laboratorio.
Napolean
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Armado hasta los dientes, acompañado por parte de su tripulación y el impredecible Adam, el viejo capitán de la guardia real de Mythil llegó a la entrada de la capital, en la que tenían capturado a Keiran y Cassandra para ejecutarlos públicamente. «Son unos salvajes esta panda de paliduchos», se decía Alexander con cierto desdén. Para él las ejecuciones debían hacerse en privado y sin apenas testigos, después de una larga y dolorosa tortura en la que suplicara por que le arrebatasen su vida, mas nunca delante del pueblo. ¿Porqué? Era muy simple. Un pueblo temeroso busca mártires para usarlos como estandarte e incitar a otros para romper el statu quo de sus dirigentes, y eso sin tener en cuenta que el miedo generalizado hace impredecible también a los soldados más piadosos, que tienden a unirse a los posibles insurrectos.
Se encontraba cerca de la ciudad, a apenas unos doscientos metros, cuando el caracol que usaban los humanos para comunicarse comenzó a sonar con ese «cri, cri» tan irritante. Lo primero que le pasó por la cabeza era que se trataba de Román para decirle que no podían poner el barco a punto o que necesitaban apoyo para poder hacerlo, sin embargo, le sorprendió que fuera el mismísimo Keiran quien estaba al otro lado.
—¡Sacre bleu, mon capitain! —exclamó con cierta alegría, mientras le contaba como había ido todos estos días sin ellos—. Román, Rose, Xusep y Bob se encuentran poniendo el barco a punto para cuando tengamos que salir por piernas, el resto estamos a unos doscientos metros de la entrada lateral. Nos están buscando, pero ya sabes. Entramos, lanzamos un par de cañonazos y que empiece el baile —le dijo—. Nos vemos en la plaza. Cambio y corto —concluyó.
Tras eso, Napo elevó el brazo, haciendo que todos pararan. Usó la mira de su mosquete para ver si había guardias en la puerta y dispararles desde una distancia de entre ochenta y ciento veinte metros. Usaría el poder de su fruta para aumentar la velocidad de la bala y su tamaño, y luego haría un ademán hacia adelante para que continuaras. Alexander iría al frente, para luego tratar de desencajar la puerta tal y como había hecho anteriormente, aunque con una diferencia. Al desencajar la puerta la agrandaría y lanzaría con malicia hacia dos guardias que estaba con un grupo de apestosos mendigos con tembleques y pupilas dilatadas, aumentando también su velocidad.
—¡Dames et monsieurs! —gritaría en voz alta, metiendo la mano en su bolsa y agarrando dos esferas de metal, las cuales se agrandaron en sus manos hasta duplicar su tamaño—. ¡Los Revenous Hounds están aquí! —Realizó otro ademán con su mano y los miembros de su banda se dispersaron, mientras él ponía rumbo a la plaza sin tan siquiera ocultarse, después de todo era un semigigante de cuatro metros y medio entre diminutos humanos.
Se encontraba cerca de la ciudad, a apenas unos doscientos metros, cuando el caracol que usaban los humanos para comunicarse comenzó a sonar con ese «cri, cri» tan irritante. Lo primero que le pasó por la cabeza era que se trataba de Román para decirle que no podían poner el barco a punto o que necesitaban apoyo para poder hacerlo, sin embargo, le sorprendió que fuera el mismísimo Keiran quien estaba al otro lado.
—¡Sacre bleu, mon capitain! —exclamó con cierta alegría, mientras le contaba como había ido todos estos días sin ellos—. Román, Rose, Xusep y Bob se encuentran poniendo el barco a punto para cuando tengamos que salir por piernas, el resto estamos a unos doscientos metros de la entrada lateral. Nos están buscando, pero ya sabes. Entramos, lanzamos un par de cañonazos y que empiece el baile —le dijo—. Nos vemos en la plaza. Cambio y corto —concluyó.
Tras eso, Napo elevó el brazo, haciendo que todos pararan. Usó la mira de su mosquete para ver si había guardias en la puerta y dispararles desde una distancia de entre ochenta y ciento veinte metros. Usaría el poder de su fruta para aumentar la velocidad de la bala y su tamaño, y luego haría un ademán hacia adelante para que continuaras. Alexander iría al frente, para luego tratar de desencajar la puerta tal y como había hecho anteriormente, aunque con una diferencia. Al desencajar la puerta la agrandaría y lanzaría con malicia hacia dos guardias que estaba con un grupo de apestosos mendigos con tembleques y pupilas dilatadas, aumentando también su velocidad.
—¡Dames et monsieurs! —gritaría en voz alta, metiendo la mano en su bolsa y agarrando dos esferas de metal, las cuales se agrandaron en sus manos hasta duplicar su tamaño—. ¡Los Revenous Hounds están aquí! —Realizó otro ademán con su mano y los miembros de su banda se dispersaron, mientras él ponía rumbo a la plaza sin tan siquiera ocultarse, después de todo era un semigigante de cuatro metros y medio entre diminutos humanos.
- Resumen:
- Hablar con Keiran, tratar de entrar y showtime
Morgoth
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Parecía que mis indicaciones no les habían gustado a ninguna de las jóvenes. Todas pusieron malas caras y la que parecía ser más lanzada fue la que habló presentándose ella y a sus compañeras. Ella se llamaba María, y junto a ella estaban Clarisa una joven de pelo moreno y la última Alejandra. Tras la presentación me contó como era que habían llegado a la ciudad. Como me había imaginado, ninguna por gusto. Quizás por ello la reacción que habían tenido como de enfado.
Sin decir ni una sola palabra escuché atentamente lo que me fueron contando. Cómo habían llegado hasta allí, cómo habían cambiado las cosas desde que todo empezó, y cómo había empezado toda la guerra civil. Mientras fueron hablando anoté mentalmente los nombres que iban pronunciando. Un tal Giovanni que usaba niños como traficantes para mover la mercancía que vendía más fácilmente. Me explicaron que él o usando una de las casas de Spirelli me podrían ayudar para adentrarme en el bajo mundo.
Por último, lo que terminaron de informarme fue de las casas de apuestas, las cuales me dijeron que habían sido inauguradas casi al mismo tiempo que los burdeles, y eso no podía ser una casualidad. El laboratorio ya no era una opción, era posible que me recordasen, aunque no pudiesen relacionarme con lo que había sucedido.
-No me ha pasado desapercibido que no os ha gustado lo que os he dicho. Podéis no hacerme caso y actuar como queráis. Mis ordenes cuando os recaté están cumplidas, si os habéis quedado intentaré manteneros protegidas, pero no os aseguro nada. – Informé a las chicas – Puede que vuestra opinión cambie con lo que os voy a decir, pero, soy, por así decirlo, un mercenario. Hago trabajos, más o menos bonitos, para ganarme la vida. Es algo con lo que puedo hacer lo que yo quiero para ayudar a quien me contrate. El acabar con gente intento evitarlo, pero con el tiempo, me he dado cuenta de que no siempre es posible. – Les aclaré a las chicas – Por eso, cuando os he dicho que, si es necesario fingir pertenecer a unos u otros, es porque valoro lo que cada uno tiene como más imprescindible. Su vida. Vuestra vida, que ahora que sois libres no le pertenece a nadie, solo a vosotras y que considero que es la mejor forma de mantenerla.
Esperé unos minutos para que asimilasen lo que les había contado y dicho, esperaba que aquello las calmase un poco respecto a lo que les había dicho, ahora que hiciesen lo que ellas quisiesen. Me levanté y sacudí un par de veces la ropa como para quitarle migas o polvo y esta cambió sus colores a una tonalidad negra principal, siendo así una apariencia más seria y elegante.
-Bueno. Si me vais a acompañar, poneros vuestras mejores galas, o las compramos de camino, no hay problema. Me dirigiré al casino más cercano. – Dije girándome hacia la salida – La información siempre sigue al dinero, y pocos sitios manejan tanto dinero como un casino.
Sin decir ni una sola palabra escuché atentamente lo que me fueron contando. Cómo habían llegado hasta allí, cómo habían cambiado las cosas desde que todo empezó, y cómo había empezado toda la guerra civil. Mientras fueron hablando anoté mentalmente los nombres que iban pronunciando. Un tal Giovanni que usaba niños como traficantes para mover la mercancía que vendía más fácilmente. Me explicaron que él o usando una de las casas de Spirelli me podrían ayudar para adentrarme en el bajo mundo.
Por último, lo que terminaron de informarme fue de las casas de apuestas, las cuales me dijeron que habían sido inauguradas casi al mismo tiempo que los burdeles, y eso no podía ser una casualidad. El laboratorio ya no era una opción, era posible que me recordasen, aunque no pudiesen relacionarme con lo que había sucedido.
-No me ha pasado desapercibido que no os ha gustado lo que os he dicho. Podéis no hacerme caso y actuar como queráis. Mis ordenes cuando os recaté están cumplidas, si os habéis quedado intentaré manteneros protegidas, pero no os aseguro nada. – Informé a las chicas – Puede que vuestra opinión cambie con lo que os voy a decir, pero, soy, por así decirlo, un mercenario. Hago trabajos, más o menos bonitos, para ganarme la vida. Es algo con lo que puedo hacer lo que yo quiero para ayudar a quien me contrate. El acabar con gente intento evitarlo, pero con el tiempo, me he dado cuenta de que no siempre es posible. – Les aclaré a las chicas – Por eso, cuando os he dicho que, si es necesario fingir pertenecer a unos u otros, es porque valoro lo que cada uno tiene como más imprescindible. Su vida. Vuestra vida, que ahora que sois libres no le pertenece a nadie, solo a vosotras y que considero que es la mejor forma de mantenerla.
Esperé unos minutos para que asimilasen lo que les había contado y dicho, esperaba que aquello las calmase un poco respecto a lo que les había dicho, ahora que hiciesen lo que ellas quisiesen. Me levanté y sacudí un par de veces la ropa como para quitarle migas o polvo y esta cambió sus colores a una tonalidad negra principal, siendo así una apariencia más seria y elegante.
-Bueno. Si me vais a acompañar, poneros vuestras mejores galas, o las compramos de camino, no hay problema. Me dirigiré al casino más cercano. – Dije girándome hacia la salida – La información siempre sigue al dinero, y pocos sitios manejan tanto dinero como un casino.
- resumen:
- Escuchar a las chicas, volver a hablarles y poner rumbo a un casino cambiando antes el color de mis ropas.
Normas del capítulo:
- Se moderará los martes entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los martes antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación
- Helga:
- Al final, parece que tus compañeros del otro día han acabado por desaparecer. No sabes si es que se han ido por su cuenta o se marcharon hace tiempo, no queriendo inmiscuirse más con Antoine, puesto que has estado demasiado ocupada entrenando con Archie. Tras tantos días, parece que empiezas a cogerle el truco a la primera parte de lo que querías conseguir. No lo has dominado del todo aún, pero tus golpes, que antes podías hacer un poco más fuertes por puro empeño ahora se ven cada poco recubiertos por una fina capa metálica. Esta cubre muy poco de tu piel y todavía necesitas poner toda tu concentración sobre la parte del cuerpo en la que aparece, borrándose cualquier rastro de este logro en segundos: «Te queda un largo camino, pero ya no estás en la línea de salida», dice Archie dedicándote la sonrisa más… encantadora que podría regalarte. No es que el hombre sea precisamente agraciado, pero ha resultado ser una persona más agradable de lo que su apariencia podría denotar. Cuando regresas, asiente como un padre orgulloso, mostrando cierto orgullo en su pequeña.
—Claro, te puedo dar alguna que otra cosa. De hecho, desde que los demás se han ido no es como si no pudieras coger cualquier cosa de sus casas. ¿Qué necesitas? —Te pregunta. Aquí puedes pedir cualquier tipo de arma de calidad entre mundana y especial. Una vez le dices lo que quieres te indica de donde puedes cogerlo o te acompaña y te lo da él, según lo que sea. Después te entrega un DDM de los que han sido abandonados por sus vecinos—. Con él puedes llamar a Antoine o a mí. Ya que el jefe debe estar ocupado puedo encargarme yo de tus recados. Lo de la salida… Bueno, hay túneles tanto para salir de la ciudad como para volver a entrar a la misma por otros lados. Hay uno que lleva a las afueras. Podrías volver a adentrarte por otro lado usando el desagüe de las murallas. Lo hicimos en caso de tener que escurrirnos por otro lado para llegar al toque de queda. Los barrotes se mueven con facilidad.
Como ves, parece que tienes varias opciones de salida, ya que quieres quedarte en la ciudad, tienes tres rutas: Seguir uno de los enrevesados túneles que, tardando un poco más, te dejaría en la otra punta de la ciudad, frente a los muros de esta, donde solo tendrías que mover los barrotes y volver a entrar, salir por la puerta principal —el camino que ya conoces— o coger otro túnel que da a parar a una callejón sin salida aparente, entre los muros de dos casas que se encuentran a un lado de los jardines de la plaza.
Si escoges la primera opción, podrás notar el revuelo a lo lejos que está montando un grupo precedido por un semigigante (Napolean), quien parece querer abrirse paso a la fuerza, causando un alboroto y… tirando la puerta literalmente abajo, en caso de ignorarlo y seguir tu camino, no tardarás en encontrarte frente a un burdel tras caminar un rato importante, también habrás podido ver un extraño edificio, como un bloque blanco. Frente al burdel cerrado hay una mujer de atractivo antinatural de lo perfecta que es… Perfecta, salvo por su desastroso maquillaje. Parece que está llorando.
Si vas por el camino normal puede que llegues a ver a Tomoe, una joven de largo cabello oscuro, de espaldas, caminando con aparente cautela, aunque lo mismo solo te lo parece por estar tan cerca, no sabrías decir el porqué. Si la ignoras no tardarás más de veinte minutos en salir de los suburbios y llegar a la misma taberna del otro día.
En el tercer caso, saldrías para ver lo que se cuece en la plaza, las preparaciones para una decapitación —o varias—. Podrías ver los carteles de se busca no gubernamentales y estarías a escasos veinte metros de la primera taberna: La estrella caída.
- Yoldin y Shiro:
- Helga ha empezado a moverse sin vosotros, sin embargo, aún tenéis una oportunidad de retomar el hilo del capítulo siguiendo las moderaciones previas.
- Keiran y Cassandra:
- Erica escucha las palabras de ambos, casi, sin inmutarse. Parece que está de acuerdo con lo que dice el capitán. Pedir que aceptéis algo así sin tener seguro de que mantendrá su palabra resultaría estúpido de su parte, necesitáis un aval. Algo que, curiosamente, no le han pedido ninguno de sus otros “pretendientes”. Así que, ante estas palabras y acusaciones por parte tuya, Keiran, la mujer no puede sino sonreír. Aquello parece que casi le divierte, pero no parece que se esté burlando de ti… Sus palabras también sonaban bastante sinceras. Es como si no le preocupara en absoluto mostrarse como un libro abierto.
Su gesto se tuerce, eso sí, al escuchar las palabras de Cassandra. Llamarla querida, en concreto, ha conseguido crispar por un momento sus nervios. Su sonrisa se borra e incluso su ceño se arruga, aunque no como si estuviera enfadada. Su cara es más bien de decepción. Cuando terminasteis de hablar no pudo sino dejar escapar un suspiro como toda respuesta a las quejas de ambos.
—Bien, supongo que no me puedo quejar mucho —dijo, antes de ponerse en pie, casi como si el estar sentada hubiera dejado incómodo o agarrotado su cuerpo. De todos modos, siguió manteniendo el porte y la elegancia que se esperaba de ella—. Puedo comprender que, dado que vengo a pedir vuestra ayuda, lo justo es que os de un aval más allá de mi palabra. Y, sinceramente, lo de Iliana me es más bien secundario, más como quitar una mala hierba del césped que algo realmente importante. Sobre lo de los otros candidatos… —Se encogió de hombros— Ellos serán los que pongan sus vidas en la línea delantera, no yo. Obviamente si me ayudan y salen convida serán remunerados por mi parte, pero la corona es para quien finalmente toma a Anthony, otro tipo de… roces o daños colaterales no me interesan. Al igual que, como he dicho, no me interesa la corona de este reino… Y aún no soy reina siquiera. —Empieza a recitar. Antes de acomodarse otra vez, esta vez en el reposabrazos del asiento de Keiran, no sin antes convertir este en un sillón en vez de una silla—. Quizás hayáis tenido la mala impresión de que en este reino las cosas funcionan como en el lugar del que venís, que todo está bajo control en manos de Anthony o que todos los Markov son iguales a Erica o a lo que era Derian, dejad que diga que hay excepciones para todo eso. Supongo que yo soy una de ella. —Cerró los ojos mientras hablaba, manteniendo un tono neutro, casi aburrido y una expresión tan calmada que parecería la de una estatua—. Como sea… —volvió a recitar mientras dibujaba una leve sonrisa— amenazarme así cuando vengo a vosotros como vuestra mejor carta para sabotear a Anthony es casi… ¿Cómo un mal chiste? Más conociendo vuestra situación: Estáis entre barrotes en la celda de un castillo sin conocer cómo salir de este, las capacidades de Anthony de volver a dejaros fuera de combate y pese a tener la llave frente a vuestras narices seguís agitando el palo para llegar a tomar un mendrugo de pan. ¿Qué os hace pensar que no podría yo misma acabar con las capacidades de ambos de escapar si no quisiera? Por ejemplo… —sus ojos se fijaron en Cassandra, y su tono pasó a ser de despreocupado, amistoso y animado a uno más severo, así como su expresión. Sus formas de alguna forma le habían sentado como si la tratasen como alguien “inferior” a ella. Y la chica podría entender que alguien como Keiran fuera descortés y burdo, había indagado algo más en su subconsciente, pero entre nobles un mínimo de cautela y respeto eran necesarios para mantener las buenas formas— tu capitán ni siquiera se encuentra en su cuerpo ahora. Si se quedara fuera de su cuerpo y alguien cortara su consciencia, ¿qué crees que pasaría en el mundo real?
Dio unos segundos a ambos para que recapacitaran sobre sus palabras, levantándose con parsimonia mientras toqueteaba lo que había dentro de la habitación, como si ya no estuvieran frente a ella. Cogió entonces algo que le llamó la atención aparentemente que realmente no estaba ahí antes, un trozo de pergamino que desenrolló, se giró ante ellos y sonrió.
—Si os parece bien, me gustaría estar en buenos términos con ambos, así que no haré nada al capitán. Dado que soy una duquesa antes que una reina, de momento. Lo que os puedo ofrecer por mis propios medios es el ducado de Kamelot, al noreste de la isla. Mis tierras, mi castillo y las riquezas que se guardan en este. Al contrario de lo que puede parecer con Astelia, este territorio no ha sido tocado por la guerra apenas, así que, aunque el castillo no sea tan impresionante, os debería resultar una recompensa a medida para lo que os pido. Os daré un documento que acredite vuestro dominio y mi protección hacia vosotros, que tendrá el condicionante de la muerte de Anthony. Con eso en vuestras manos seréis conocidos como nobles y héroes. Los demás nobles tendrán que aceptaros y, al no haber formado parte en la recuperación del reino y solo haber escondido la cabeza, también tendrán que aceptar mi designio si relego la corona en vosotros. —Extendió entonces el falso contrato hacia el frente, para Keiran y esperó a que el hombre aceptara o no su propuesta—. ¿Es un trato pues?
Una vez fuera del sueño, aunque Keiran ya les habías podido notarlo por sus agudizados sentidos, había más prisioneros. Estaban separados cada dos rejas, siendo la más cercana una menuda figura de cabello corto negro y ojos rojos. A parte de ella, había una especie de hombre-planta, semejante al caballero que os habías enfrentado en la mansión, y otros cinco hombres, tres de ellos portaban una armadura de color cobrizo, desgastada y abollada. Les habían dejado al menos eso, supusiste.
Si habéis acertado el trato, tal y como dijo Erica, la mujer os trajo además del DDM, las llaves de las celdas entre otras y un documento con los términos que la futura reina os había propuesto, con dos sellos, el de su ducado y el suyo propio como parte de la familia Markov. Podéis intentar unir a vuestras filas a los prisioneros, marcharos siguiendo la ruta que os han dicho, ir a por vuestras armas… Lo que más rabia os de, siempre que hayáis aceptado aquel contrato… Sino, también, pero os tocará romper los barrotes a la antigua usanza y no tendréis ninguna recompensa más allá de la venganza.
Podéis tener en cuenta la moderación de Anna para añadir algún detalle más, o para llevarla con vosotros.
- Anna:
- Lo tuyo no puede sino definirse como mala suerte. ¿Verdad Anna? Apenas librándote de ser ejecutada por la inquisición por un delito que no has cometido, obligada a realizar el trabajo que te ha pedido por contrato Lucius para limpiar tu nombre, ahora que has logrado salir de tu isla natal y te encuentras en otra isla, un mundo completamente nuevo, has acabado envuelta en una guerra civil dentro de los muros de la capital. Claro que de eso hace ya semana y poco.
En ese tiempo en que acabaron confundiéndote con un enemigo de la otra facción —la perdedora— te apresaron y metieron dentro de una celda, en las profundidades del castillo que coronaba la ciudad. Al menos no estabas aislada del mundo, y es que varias celdas se encontraban ocupadas en este lugar. Entre ellas, la más cercana a ti era una en la que dos convictos, un hombre de imponente envergadura y cabellos de fuego, así como una mujer de cabello platino que no deja de quejarse en voz alta. De sus conversaciones que han resultado ser las únicas de aquella prisión, has conseguido algo más de contexto sobre lo que estaba pasando en la isla: Una guerra civil que ha atraído a mucha gente, una futura coronación, la princesa que aparentemente va a ser coronada reina queriendo renegar de ese trabajo. Algo sobre un sueño, y la palabra que más te preocupaba, una ejecución pública. Bueno, está claro que no has salido de una muerte casi segura para que te maten en ese lugar. Tienes que escapar a cualquier precio y, por lo que alcanzas a discernir entre sus palabras, el pelirrojo pretende salir de ahí y vengarse del que les ha metido a ellos ahí dentro. Debe ser el culpable de que tú también estés ahí, así que podrías intentar llamar su atención para que te lleve con ellos.
Claro que siempre puedes intentar escapar por tu cuenta. Ahora es el momento de ponerte al día con el resto de moderaciones y preparar tu plan de escape. ¿Qué harás?
Puedes completar la moderación con parte de la de Keiran y Cass.
- Napolean y Adam:
- La llamada se corta tras esa pequeña alegría que ha debido ser el poder volver a comunicaros con vuestro capitán. Adam tal vez se enfade al no haber sido capaz de escucharle también igual de claro. Pero era hora de saludar a las gentes de Hallstatt una vez más e ir a reencontrarse en persona con su amado capitán.
Napolean usas la mira de tu arma y eres capaz de ver apostados en la zona alta del muro a dos guardias que se dan cuenta de tu presencia, sin embargo, al primero no le da tiempo a alertar a nadie, recibiendo tu disparo que revienta parte del muro al agrandarse el tamaño de la bala. El segundo tampoco ha tenido tiempo para mucho más que echarse a un lado antes de que lleguéis. Ahora bien, los guardias han escuchado el barullo y se han comunicado pidiendo refuerzos. Entre que llegan o no te ha dado tiempo de sobra a abrir la puerta. Al ser de madera, da igual lo bien cerrada que se encuentre por dentro, esta se astilla por la presión contra la madera y revienta en su mayoría. Pero los trozos son lo suficientemente grandes como para aplastar a alguien y dejarlo bastante mal herido… Y lo ha hecho, pero no a tu objetivo principal. Esos desgraciados han repelido el ataque dejando que golpease a uno de los niños que vendían droga. Una enorme astilla de madera le ha perforado el vientre mientras el resto del tablón aplasta su cuerpo. No van a poder hacer nada por él más allá de, si acaso, acabar rápido con su sufrimiento decapitandolo. Los drogadictos, no puestos a la labor y debatiéndose entre el miedo y su necesidad de tomar su dosis, roban del chico que aún se retuerce de dolor la droga y salen corriendo. Los guardias les gritan pero las balas son demasiado peligrosas como para prestarle más atención a unos vagabundos. Esquivan como buenamente pueden, a uno lo golpeas en el costado, pero se mantienen ambos en pie apuntándoos con sus alabardas. Seguramente quieran ganar tiempo para que lleguen refuerzos a socorrerlos. Si alguno tiene los oídos medianamente agudizados podrá escuchar el trotar de los pasos acompasados de la milicia de Anthony. Desde luego, poco tiene que ver esto con la seguridad que había cuando nadie se sentaba en el trono.
Se va corriendo la voz sobre la llegada a la ciudad de Astellia de los “Ravenous Hounds” Los guardias van gritando por sus comunicadores las palabras que ha dicho Alexander por sus comunicadores para avisar al siguiente grupo de defensa para que vengan a apoyarlos.
—¡Los lideran dos de los objetivos a apresar! ¡Llevémosles antes los señores de Hallstatt para su ejecución! ¡Llevémosles frente a Lord Anthony!
Podéis decidir si separaros o seguir todos juntos hacia delante. Si pasáis al primer grupo, no tardaran mucho en llegar otros cinco guardias más para frenaros el paso de frente, estos con armaduras de cuerpo completo que, si Napo se fija, emanan una sensación similar a la de la espada que ha forjado en la mansión.
- Velkan:
- Sir Viktor se ve conmovido por la confianza que depositas en él y asiente silenciosamente, dejándote claro que puedes contar con él para semejante honor como era el de proteger a la reina. Los otros dos que eliges se van contigo y un par de voluntarios acceden a acompañarte.
Tienes suerte, ya que Brianna aún no se ha marchado. Ella y Alistar estaban terminando de recoger sus cosas y despedirse de la mujer loba que le está especialmente agradecida a la morena por su ayuda. Cuando le pides el favor, pese a que os acabáis de encontrar por primera vez escasos días atrás, no dejas de ser su hermano y accede a ayudaros a traspasar los muros de la ciudad a los tres con vuestras monturas. Se despide de ti rodeándote en un abrazo. Ya te había dado hace unos días una forma de poder contactarla en adelante. Lo que no sabes es si será en este, vuestro hogar, o en otros lares. Ambos se despiden y ponéis marcha hacia donde tenéis entendido que se encuentran las fuerzas restantes del bando de los Markov.
Os toma menos de medio día a caballo llegar al lugar. Una gran mansión de piedra custodiada por guardias que os detienen apuntando con sendas lanzas al frente al ver que os acercáis.
—¿Quién va? —pregunta uno de ellos, adelantándose un par de pasos hacia el frente, aún con el arma levantada, lo que hace que vuestros caballos se asusten y relinchen. El hombre se fija en vosotros, más concretamente en la coraza de vuestras armaduras. —¿Sois traidores de la antigua reina o aquellos que renegaron a la orden porque desapareció?
—Somos los fieles caballeros de la reina Iliana. Queremos hablar con vuestros señores. La reina se encuentra sana y salva —se adelanta a decir Sir Kedric, tomando la iniciativa. Titubeantes, los hombres se miran entre sí antes de decidir daros un voto de confianza.
—Esperad aquí, anunciaré vuestra llegada —dijo uno de los hombres mientras el otro se quedaba firme, encarándoos. Cuando su compañero regresa os dan la bienvenida cordialmente y os invitan a pasar, guiándoos—. Cuidaremos de vuestros caballos. Llegaron a nuestros oídos noticias de la capital, de los pocos caballeros que pudieron escapar la masacre. Nos hablaron de los sucesos visibles en esa maquinaria flotante y de cómo un grupo desconocido había raptado a la reina. Tal parece ser la suerte de que no eráis desconocidos, así que nuestro señor, Sir Marius, os atenderá.
Dejáis a los caballos al cuidado de uno de los dos mientras el otro os guía hasta el interior de la casa. Desde el recibidor os encamina por un pasillo y después una escalera que da al segundo piso. Esta da pasó a una enorme biblioteca, con varias mesas y un escritorio de estudio donde se encuentra el noble, un marqués ya entrado en años, con arrugas decorando su rostro y cabello cano. Se le nota cansado, pero para la edad que debería tener está bastante en forma.
—Señor, estos son los hombres que querían hablar con usted —avisa su lacayo, sacándole de sus pensamientos. Su mirada se aparta del libro del escritorio, que deja cerrado antes de levantarse. Os da la bienvenida con un sutil movimiento de cabeza y os invita a tomar asiento alrededor de la mesa principal. Él se acomoda en otro para quedar frente a vosotros.
—Bienvenidos. Pasad, pasad. Permitid que os acoja en mi humilde morada. ¿Traéis noticias de la ciudad? ¿Qué es lo que deseáis saber de mí? ¿Y qué podéis ofrecer con vuestra visita? ¿Cómo se encuentra Iliana?
Parece que ha llegado el momento de las negociaciones.
- Morgoth:
- Las mujeres parecen calmarse bastante al saber que no eres ningún tipo de mafioso, traficante, criminal… Un largo etcétera de cargos que podrían ser vistos como despectivos para la mayoría de personas. Un mercenario parece estar bien tanto para María como para Alejandra. E Incluso Clarisa se calma bastante al saber que no corre el peligro de ser otra vez arrastrada a nada que ella no quiera. Algo que te agradece temblorosa y conteniendo las lágrimas. Aquel recuerdo no había sido agradable.
Las tres han decidido que quieren seguir ayudándote, pero ninguna de ellas tiene ropas más allá de las que llevaban puestas antes de ser tomadas por Spirelli, así que la parada por una tienda de ropa no iba a poder evitarse. Hecho esto, las tres te acompañan, guiándote por las calles de la ciudad. María te toma del antebrazo y camina contigo como si fuera tu pareja. No habla mucho, ya que sabe que es más fácil para ella ocultar quien es si se mantiene, por el momento en silencio. Las otras dos imitan el gesto, yendo del brazo delante vuestra para guiaros. A ratos fingen cuchichear como si fueran hermanas y reírse de cualquier chisme o tontería. Cuando pasan los guardias bajan la cabeza.
Tardáis unas cuantas horas en llegar a la primera parada, el casino de las estrellas, situado cerca de uno de los burdeles de Spirelli. Por suerte o por desgracia, este parece estar cerrado. Aunque se puede ver a alguien, una mujer muy atractiva, sentada en la entrada. Si te fijas en ella te resultará familiar. Parece la chica que os acompañó al laboratorio el otro día. Sigue un patrón de acción que consiste en levantarse, llamar a la puerta, suplicar que la dejen pasar y volver a dejarse caer en el suelo, hecha un ovillo. No llega a veros, así que puedes simplemente ignorarla o no y dirigirte directamente al casino.
En el interior de este hay bastante poca actividad. Seis personas contadas se encuentran jugando: cuatro de ellos a las cartas, con un hombre de apariencia… ¿estándar? El repartidor no es ni feo ni guapo, ni alto ni bajo y tiene una musculatura igual de estandarizada. Si te fijas, los otros que se encuentran encargados del resto de clientes son casi idénticos a este. Hay una zona de bar también atendida por un hombre joven, este sí que difiere de los otros, pero su color y olor te resultan terriblemente familiares. Es probable que Spirelli también haya metido sus narices en estos establecimientos, así que quizás sea prudente que mantengas un perfil bajo.
Puedes ponerte a jugar, intentar conversar con los hombres, entablar conversación con el tabernero o simplemente poner la oreja. Si haces esto último escucharas rumores sobre una tal Altair, que se encontraba terriblemente enfadada y está mandando a sus perros “de caza” y que quiere a sus presas vivas. Quien la haya hecho enfadar parece que va a tener problemas.
- Samvel:
- La joven escucha tus preguntas y peticiones, dedicándote una cálida y amable sonrisa. Mientras habláis, te va contando lo poco que, de momento, sabe sobre la situación. Parece algo apenada y puedes notar mientras la interrogas que a ella misma le surgen preguntas que en su momento no tenía.
—Siendo sinceros, esto es algo bochornoso… Pero me han tenido en una jaula de oro desde que Anthony puso sus ojos en mí para ser la nueva reina… No puedo darte muchos detalles sobre ello. La reina Iliana desapareció hace ya un tiempo, poco después de la traición de Anthony, que era su consejero y había sido también el consejero de su padre, al que idolatraba. La razón de la trainción la desconozco. Pero poco importa viendo como la reina dejó a su pueblo abandonado y a la merced de la codicia de distintos nobles. Anthony simplemente se alió con quien podría darle más poder… Ese tal Mercurio debe ser el que ha entregado al consejero estas armas. Sé que tienen una especie de Red que debilita más a unas personas que a otras… Y está electrificada. Lo vi indagando un poco en los recuerdos y sueños de más personas al llegar. Hasta hace unos días yo no estaba en Astelia, y Anthony está intentando por todos sus medios que mis oídos queden lo más ignorates posibles sobre la verdad. Lo que puedo decir es que va a usarme a mí, una Markov de sangre para que las otras facciones prefieran apoyarle a él en vez de a Iliana ahora que la reina ha vuelto y está debilitada… Lo cierto es que si por mi fuera no dejaría a ninguno de los dos encargados en el trono. La familia real y su consejero solo me han traído dolor… Y lo mismo va para mi pueblo —dejó caer. Aclarando así que Iliana tampoco era, a su parecer, una mejor opción.
—En cuanto a mi “hermano”… No estamos emparentados de sangre, mi familia real fue ejecutada tras la guerra de Hallstatt en la que Derian murió. Es solo una persona que, en lugar de matarme por dinero, decidió sentir lástima por mí y quedarse para protegerme como si fuera mi hermano de verdad —te explica. Tras eso se queda pensativa. No puede darte más datos en el momento, pero puede intentar hablar con Anthony o indagar en sus sueños sin que este se de cuenta. Te lo comenta y te propone que aproveches mientras recauda información para recuperar fuerzas y, si quieres, salir del palacio por el túnel de tu cuarto y ver qué se cuece en la ciudad. Si necesitas algo más de su parte puedes pedirlo antes de que se acabe el sueño y lo tendrás a la mañana siguiente junto con tu desayuno. Lo que si te dice es que es probable que el tal Mercurio sea la persona que se encuentra en el globo de encima de vuestras cabezas. Si supieras volar quizás pudieras hacerle una visita, o si conoces a alguien más relacionado con él.
Tienes vía libre para hacer lo que quieras, al cabo de dos días te entregan además los restos de una de las redes eléctricas con las que atraparon a quienes llegaron a la sala del trono, con una nota. Está rasgada, pero se supone que puede soltar descargas y está hecha de una aleación especial que podrías intentar utilizar. Lo mismo te resulta útil. Los detalles vienen en la nota.
- Tomoe:
- Tus pasos se encaminan por las calles de regreso al corazón de la ciudad, siguiendo la ruta que ha decidido tomar la mujer de cabellos escarlatas que, o no se ha percatado de que llevas ya varios minutos siguiéndola porque tu discreción y sigilo son impecables o porque simplemente está tan fija en su objetivo que no hay forma de que se percate de alguien tan “insignificante” en ese momento para ella como serías tú, pero mejor para ti.
Mientras la sigues a una distancia prudente te puedes percatar de algo, además, y es que de alguna forma estáis consiguiendo esquivar a cualquiera de los guardias que pudieran estar patrullando por seguir a la mujer. Esto continúa así durante unos treinta minutos tras los que se detiene a propósito para poder hablar con una pareja que tarda aún un rato en cruzarse. Si sospechabas que aquello no era casualidad, ahora lo sabes a ciencia cierta. Esa mujer parece conocer las rutas de los vigilantes de la ciudad con total acierto. Cuando los hombres la ven, se detienen y hacen una pequeña reverencia. La mujer asiente con la cabeza y se dirige a ellos.
—¿Habéis visto algo? ¿Movimiento cerca del laboratorio, cualquier cosa? —pregunta, cruzada de brazos por delante de su pecho. Estos niegan: «No ha vuelto a pasarse nadie», dicen. Tal vez sí que tenga que ver con las drogas, pues Matheus comentó que las cantidades se habían visto reducidas. ¿Un asalto, quizás? ¿Les habían robado? Las preguntas están casi al alcance de tu mano, solo tienes que seguir a la mujer, esperar a que se vaya e intentar adentrarte en el edificio frente a tus ojos, blanco y de forma rectangular con el techo plano. Nada tiene que ver con las casas del resto de Hallstatt.
Por desgracia, parece que el destino tiene otros planes que van a atrasar tu llegada al fondo de este asunto. Una explosión en la muralla, a unos quinientos metros de donde te encuentras. Desde tu posición puedes ver el polvo causado por el derrumbe tras el estruendo. El caracolófono de uno de los guardias no tarda en empezar a sonar avisando sobre un ataque liderado por uno de los hombres cuyo cartel cuelga por las paredes de la ciudad. Piden refuerzos.
Parece que la pelirroja no va a intervenir con ello, dejando que los hombres de marchen tras escuchar el mensaje y se vuelve a encaminar hacia el laboratorio. En cuanto a ti: puedes decidir si seguirla o ir a ver qué ha pasado. Al fin y al cabo, podría haber heridos. Ahora que ya sabes dónde está el laboratorio si lo memorizas podrías intentar infiltrate en otro momento.
- Anastasya:
- La situación de tu moderación anterior se mantiene, pudiendo aprovechar esta ronda para ir hasta donde se encuentra Antoine, ahora bien, en vez de encontrarte con la pelirroja y escuchar su conversación como Tomoe, solo vería a esta siguiendo a la mujer pelirroja con cautela. Puedes intentar reencontrarte con Tomoe, adentrarte en la boca del lobo o buscar una opción alternativa con lo que sabes de las moderaciones generales previas.
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La conversación con la mujer noble había resultado de lo más fructífera. Todas sus dudas fueron resultas, obteniendo la información que creía necesaria. Y aunque aún sentía que faltaban detalles, comprendía que la situación de la mujer le impedía ser de más ayuda. Pero no importaba, con aquello era más que suficiente para empezar.
—Si no es mucho pedir, mi señora, me gustaría obtener ciertos materiales, para crear un objeto que me ayude en nuestra misión —dijo, mientras recitaba la lista de lo necesario para fabricar un pequeño dron espía—. Es cierto que Anthony no puede permanecer en el trono, pero tengo la sensación de que ese hombre, Mercurio, puede ser peligroso. ¿Por qué permanece en el globo, a la espera? Resulta demasiado extraño como para no preocuparse por ello. ¿A qué espera?
«Aunque aún no sé por dónde empezar —se dio cuenta mientras reflexionaba—. ¿Cuál es la mejor forma para derrocar a un hombre que gobierna desde las sombras? Necesitaría ayuda; buenos hombres y mujeres que tengan nuestro mismo objetivo»
—Y por último, pero no menos importante, me gustaría poder ponerme en contacto con las otras personas que os prestan ayuda, mi señora. Creo que si podemos organizarnos y colaborar todos juntos, nuestra empresa tendrá el éxito que tanto buscamos.
A la mañana siguiente, mientras aún seguía tumbado en la cama, no paraba de darle vueltas a los últimos sucesos en su cabeza. No se arrepentía de haber prestado su ayuda a aquella mujer, pero sentía que todo le quedaba grande. Y Anthony resultaba ser un hombre poderoso contra el que había perdido al desafiarle. Para hacerle frente, debía estar bien preparado, y sentía que no era así.
Se pasó los dos días siguientes en aquella habitación, recuperando las fuerzas y poniendo su cuerpo a punto, mientras pensaba en los distintos cursos de acción que se abrían ante él como el cruce de un camino con muchas sendas. Podía a buscar ayuda a la ciudad, reclutar hombres y mujeres valientes dispuestos a hacer frente a la tiranía de Anthony. Pero, ¿hasta qué punto sería aquello efectivo? Él era un extranjero en aquella tierra, un hombre extraño, y no estaba seguro de que los nativos confiasen en él tan fácilmente; mucho menos para enzarzarse en una batalla que podía significar la muerte. ¿Quizás la marina? Desgraciadamente no tenía mucha esperanza en estos últimos. La mujer que le acompañó antes de acabar en la mina había tenido tiempo para informar a sus superiores y actuar en consecuencia, pero no había escuchado nada sobre ellos cuando había intentado ponerse al día. Y resultaba que Hallstat no pertenecía al Gobierno Mundial, era una isla independiente. La marina no tenía por qué intervenir en los conflictos de la isla, a pesar de ser lo correcto, y entonces comprendió que se encontraba solo. Su única esperanza era comunicarse con el resto de personas que habían jurado ayudar a lady Erica, y esperar.
Fue gracias a la paciente espera que una sonrisa afloró en su cara cuando amaneció y encontró una extraña red junto a una nota. En ella explicaba cómo Anthony se había desecho del capitán de una peligrosa banda pirata que había surgido recientemente. Sam la inspeccionó con cuidado, preguntándose a qué personas afectaría y qué personas no. ¿Cómo podría un simple metal debilitar a una persona? Quizás fuera a causa de la electricidad, o quizás fuera una exageración. Lo que importaba es que tenía algo entre sus manos que sí que era útil; aunque estaba roto. La red se encontraba desgarrada, y creía que hasta que no se arreglara no podría funcionar.
—Bueno, creo que voy a necesitar herramientas que no tengo aquí para arreglar esto —se dijo mientras se desperezaba al levantarse de la cama, con la red entre las manos—. Ya iba siendo hora de que volviera a ver la luz del sol.
Recogió sus cosas, dejó el cuarto ordenado, y salió por el pasadizo secreto, en busca del exterior.
Su durante el transcurso de los dos días le habían dejado los materiales crear su dron, los recogería junto con la red y los guadaría en una pequeña mochila. Para hacer lo que quería necesitaba un soplete, y como suponía que allí no existían, cuando pisara la calle buscaría lo más cercano a un taller que creía que existía en aquella isla: una herrería.
—Si no es mucho pedir, mi señora, me gustaría obtener ciertos materiales, para crear un objeto que me ayude en nuestra misión —dijo, mientras recitaba la lista de lo necesario para fabricar un pequeño dron espía—. Es cierto que Anthony no puede permanecer en el trono, pero tengo la sensación de que ese hombre, Mercurio, puede ser peligroso. ¿Por qué permanece en el globo, a la espera? Resulta demasiado extraño como para no preocuparse por ello. ¿A qué espera?
«Aunque aún no sé por dónde empezar —se dio cuenta mientras reflexionaba—. ¿Cuál es la mejor forma para derrocar a un hombre que gobierna desde las sombras? Necesitaría ayuda; buenos hombres y mujeres que tengan nuestro mismo objetivo»
—Y por último, pero no menos importante, me gustaría poder ponerme en contacto con las otras personas que os prestan ayuda, mi señora. Creo que si podemos organizarnos y colaborar todos juntos, nuestra empresa tendrá el éxito que tanto buscamos.
A la mañana siguiente, mientras aún seguía tumbado en la cama, no paraba de darle vueltas a los últimos sucesos en su cabeza. No se arrepentía de haber prestado su ayuda a aquella mujer, pero sentía que todo le quedaba grande. Y Anthony resultaba ser un hombre poderoso contra el que había perdido al desafiarle. Para hacerle frente, debía estar bien preparado, y sentía que no era así.
Se pasó los dos días siguientes en aquella habitación, recuperando las fuerzas y poniendo su cuerpo a punto, mientras pensaba en los distintos cursos de acción que se abrían ante él como el cruce de un camino con muchas sendas. Podía a buscar ayuda a la ciudad, reclutar hombres y mujeres valientes dispuestos a hacer frente a la tiranía de Anthony. Pero, ¿hasta qué punto sería aquello efectivo? Él era un extranjero en aquella tierra, un hombre extraño, y no estaba seguro de que los nativos confiasen en él tan fácilmente; mucho menos para enzarzarse en una batalla que podía significar la muerte. ¿Quizás la marina? Desgraciadamente no tenía mucha esperanza en estos últimos. La mujer que le acompañó antes de acabar en la mina había tenido tiempo para informar a sus superiores y actuar en consecuencia, pero no había escuchado nada sobre ellos cuando había intentado ponerse al día. Y resultaba que Hallstat no pertenecía al Gobierno Mundial, era una isla independiente. La marina no tenía por qué intervenir en los conflictos de la isla, a pesar de ser lo correcto, y entonces comprendió que se encontraba solo. Su única esperanza era comunicarse con el resto de personas que habían jurado ayudar a lady Erica, y esperar.
Fue gracias a la paciente espera que una sonrisa afloró en su cara cuando amaneció y encontró una extraña red junto a una nota. En ella explicaba cómo Anthony se había desecho del capitán de una peligrosa banda pirata que había surgido recientemente. Sam la inspeccionó con cuidado, preguntándose a qué personas afectaría y qué personas no. ¿Cómo podría un simple metal debilitar a una persona? Quizás fuera a causa de la electricidad, o quizás fuera una exageración. Lo que importaba es que tenía algo entre sus manos que sí que era útil; aunque estaba roto. La red se encontraba desgarrada, y creía que hasta que no se arreglara no podría funcionar.
—Bueno, creo que voy a necesitar herramientas que no tengo aquí para arreglar esto —se dijo mientras se desperezaba al levantarse de la cama, con la red entre las manos—. Ya iba siendo hora de que volviera a ver la luz del sol.
Recogió sus cosas, dejó el cuarto ordenado, y salió por el pasadizo secreto, en busca del exterior.
Su durante el transcurso de los dos días le habían dejado los materiales crear su dron, los recogería junto con la red y los guadaría en una pequeña mochila. Para hacer lo que quería necesitaba un soplete, y como suponía que allí no existían, cuando pisara la calle buscaría lo más cercano a un taller que creía que existía en aquella isla: una herrería.
- Resumen:
- » Pedir más cosas a lady Erica, por el bien de la misión.
» Cavilar mucho.
» Irse con la red —y las piezas del dron en el caso de tenerlas— a buscar una herrería.
Helga Eiríksdóttir
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Al parecer el entrenamiento con Archie había dado sus frutos. Pues ahora podía formar una extraña cosa negra en el brazo, sin embargo, aún no podía controlarlo muy bien pero ahora mientras la tuviera activa, mis golpes se veían fortalecidos. Recibí alabanzas del grandullón las cuales me hicieron sonreír. Aquello me podría servir para las futuras peleas. Cuando le pedí las cosas para irme de caza, me dijo que podía pedirle algo. Hice un gesto pensativo, tenía un hacha y un escudo conmigo. Supongo que necesitaba algo con lo que golpear sin necesidad de recurrir al mano a mano. Le pedí de lo mejor que pudiera darme para atizar a mi rival, un garrote si era posible. Después, me entregó una especie de caracol que parecía servir para hablar con alguien en grandes distancias. Mi hermana me había hablado de ellos, pero nunca había visto uno en persona.
- Perfecto, entonces contactaré contigo - Dije tomando el artefacto y guardándolo en mi bolsa de cuero - Ya veo, tenéis varias rutas. Mejor para mí, si la cosa se pone fea ya sé por donde puedo escapar - No tenía pensado escapar de a primeras, pero no era tonta. Si veía que alguien más fuerte que yo iba a por mí, no iría a fuego.
Mi estimado nuevo amigo me explicó la red de túneles y era decisión mía por donde ir. No era buena decidiendo así que lo eché a suertes. Realizando el tradicional pito pito gorgorito, tomé uno de los túneles. Tras caminar un largo trecho por la oscuridad, acabé saliendo a un callejón. Cuando salí de él, pude ver que había acabado en la plaza de la ciudad. En las paredes habían carteles, parecía que otra gente aparte de mi objetivo había llamado la atención. También algo se cocía, puesto estaban preparando un patíbulo para matar a alguien. Pero tenía que centrarme primero en lo que venía a buscar, luego ya podría unirme al jaleo.
Cerca de mi se alzaba mi primer destino, una taberna con el nombre de "La estrella caída". Antes de entrar, me giré por si alguno de mis compañeros me había seguido. O alguien no conocido. De todas formas, entré a la taberna y me dirigí hacia quien estuviera atendiendo la barra. Pregúntale si sabía el paradero de un tal Morgoth, enseñándole la foto que me había dado Antoine.
- Perfecto, entonces contactaré contigo - Dije tomando el artefacto y guardándolo en mi bolsa de cuero - Ya veo, tenéis varias rutas. Mejor para mí, si la cosa se pone fea ya sé por donde puedo escapar - No tenía pensado escapar de a primeras, pero no era tonta. Si veía que alguien más fuerte que yo iba a por mí, no iría a fuego.
Mi estimado nuevo amigo me explicó la red de túneles y era decisión mía por donde ir. No era buena decidiendo así que lo eché a suertes. Realizando el tradicional pito pito gorgorito, tomé uno de los túneles. Tras caminar un largo trecho por la oscuridad, acabé saliendo a un callejón. Cuando salí de él, pude ver que había acabado en la plaza de la ciudad. En las paredes habían carteles, parecía que otra gente aparte de mi objetivo había llamado la atención. También algo se cocía, puesto estaban preparando un patíbulo para matar a alguien. Pero tenía que centrarme primero en lo que venía a buscar, luego ya podría unirme al jaleo.
Cerca de mi se alzaba mi primer destino, una taberna con el nombre de "La estrella caída". Antes de entrar, me giré por si alguno de mis compañeros me había seguido. O alguien no conocido. De todas formas, entré a la taberna y me dirigí hacia quien estuviera atendiendo la barra. Pregúntale si sabía el paradero de un tal Morgoth, enseñándole la foto que me había dado Antoine.
- Resumen:
- Pedirle a Archie un garrote de grado especial, pillar el tunel que me lleva a la plaza y entrar en la taberna a preguntar si alguien había visto a Morgoth enseñando la foto que me dio el jefe Antoine
Keiran T. Farraige
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Obviando el hecho de que acababa de amenazarles —o, más bien, le había amenazado a él, porque dudaba que a Cassandra le preocupara mucho perder a su capitán—, no pudo sino sonreír ante la propuesta de la futura reina. Otorgarle el título de duque a un pirata como él parecía tan mala idea que hasta él mismo se dio cuenta de ello. ¿De verdad le confiaría algo así a alguien que acababa de conocer? De hecho, con tal solo ser mínimamente consciente de a quiénes tenía delante debía darse cuenta de lo cruel que sería dejar el destino de alguien en manos de aquella pareja, no digamos ya el de un ducado o un reino entero. Lo cierto es que Erica no parecía mostrar el menor interés por el bienestar de sus propios súbditos, una idea que Keiran podía llegar a comprender; después de todo, nadie parecía intentar hacer nada para impedir que Anthony la pusiera sobre ese trono. La falta de libertad era algo que conocía bien.
—Muy bien, mi señora —respondió él, con clara mofa en su tono—. Nosotros nos encargaremos de esto. Espero que no olvides tu palabra... o haremos que tú no olvides la nuestra.
¿Otra amenaza? Sí, aunque sentía que de una u otra forma le caía en gracia a la Markov, así que no parecía una idea imprudente. No en exceso, al menos.
De vuelta en el mundo real y habiéndose puesto en contacto con Alexander, le dejó a Cassandra el mapa del castillo mientras que él centraba toda su atención en el manojo de llaves que le habían entregado; cortesía de la nueva reina. Debían estar todas aquellas que abrirían su vía de escape hacia la libertad, así como la del resto de celdas, la armería y demás estancias del palacio. No tardó demasiado en dar con la de su calabozo, abriendo la cerradura del mismo tras asegurarse de que no hubiera ningún guardia por los alrededores. Seguía sin ser capaz de comprender cómo tenían la osadía de dejarlos sin vigilancia alguna. Lo bueno es que la oportunidad de enseñarles la lección llegaría pronto.
—Duque Farraige. No suena del todo mal, ¿no crees, Cass? —comentó con diversión, a medio camino de la carcajada. Se notaba en su tono que no estaba sino burlándose de aquella proposición—. Un noble como capitán. Seguro que ni así dejarías de quejarte.
Una vez la puerta quedó abierta, capitán y subcapitana salieron a los pasillos, momento en el que un extraño brillo surgió a su espalda proveniente de la mano de la princesa. El pelirrojo enarcó una ceja con confusión, tanto por no entender cómo demonios acababa de sacarse un sable de la manga como el por qué no había intentado perforar a alguno de los soldados que les traían la comida.
—¿Podías haber hecho eso todo el tiempo? ¿Por qué cojones no dijiste nada? —cuestionó él, cayendo en la cuenta rápidamente de que él bien podría haberse abierto paso por los pasillos de palacio con sus poderes infernales—. Bueno, es igual... supongo que es mejor que estés armada para lo que se viene.
Se paseó por delante del resto de celdas, comprobando que había varias vacías entre las que estaban ocupadas, probablemente para intentar evitar que los prisioneros hablasen entre ellos. Algo de lucidez por fin, aunque de poco importaba si podían liarse a gritos sin que nadie apareciera para interrumpirles.
—¿Sabes? Creo que va siendo hora de engrosar nuestras filas. Va a hacer falta un poco más de músculo si queremos salir de aquí —le indicó a su segunda, alzando la voz a continuación—. ¿Qué decís? ¿Alguien con ganas de salir a presentarle sus respetos al desgraciado que os ha metido aquí?
Ni siquiera se molestó en esperar respuesta, pues fue abriendo una a una las rejas que los mantenían prisioneros hasta llegar a una que le había pasado desapercibida en un principio. Allí, una muchacha menuda de cabellos negros y mirada carmesí permanecía a la espera de una posible ejecución. Estuvo a nada de pasar de largo: ¿de qué podía servirles una cría en mitad de un motín? Quizá fuera más una carga que una posible ayuda, pero... había algo en ella que le hacía dudar. Frunció el ceño sin dejar de mirarla. Tal vez fuera un atisbo de empatía lo que sembró la duda en él, una reminiscencia de lo que él mismo había tenido que vivir en algún momento. ¿Se estaba ablandando? No, no podía permitirse algo así; al menos, no delante de su segunda.
Fue justo cuando bajó la mano, apartando la llave, que esta última intervino para exponer su deseo de llevársela con ellos. Cassandra, la orgullosa y elitista princesa de Mercia, sugiriendo captar a una niña sucia y probablemente sin ningún tipo de respaldo detrás. Aquello sí que era una sorpresa.
—Como quieras —contestó él con fingida indiferencia—. Pero te haces cargo tú.
Una vez la puerta estuvo abierta, Keiran se aproximó hasta el grupo de prisioneros para que todo diera comienzo.
—Mi nombre es Keiran Farraige, aunque vosotros podéis empezar por llamarme capitán —se presentó, mostrando una seguridad en su tono y en su sonrisa que rozaba lo inquietante dada la situación—. Si queréis salir de aquí nos seguiréis y tal vez después tengáis la oportunidad de tripular mi barco. Creo que todos compartimos el asco hacia Anthony, así que venid conmigo y hacedle pagar a ese malnacido lo que os ha hecho. —Hizo una pausa, únicamente para ver la reacción de los presentes—. Empecemos por asaltar la armería. ¡Cass! Tú guías.
—Muy bien, mi señora —respondió él, con clara mofa en su tono—. Nosotros nos encargaremos de esto. Espero que no olvides tu palabra... o haremos que tú no olvides la nuestra.
¿Otra amenaza? Sí, aunque sentía que de una u otra forma le caía en gracia a la Markov, así que no parecía una idea imprudente. No en exceso, al menos.
De vuelta en el mundo real y habiéndose puesto en contacto con Alexander, le dejó a Cassandra el mapa del castillo mientras que él centraba toda su atención en el manojo de llaves que le habían entregado; cortesía de la nueva reina. Debían estar todas aquellas que abrirían su vía de escape hacia la libertad, así como la del resto de celdas, la armería y demás estancias del palacio. No tardó demasiado en dar con la de su calabozo, abriendo la cerradura del mismo tras asegurarse de que no hubiera ningún guardia por los alrededores. Seguía sin ser capaz de comprender cómo tenían la osadía de dejarlos sin vigilancia alguna. Lo bueno es que la oportunidad de enseñarles la lección llegaría pronto.
—Duque Farraige. No suena del todo mal, ¿no crees, Cass? —comentó con diversión, a medio camino de la carcajada. Se notaba en su tono que no estaba sino burlándose de aquella proposición—. Un noble como capitán. Seguro que ni así dejarías de quejarte.
Una vez la puerta quedó abierta, capitán y subcapitana salieron a los pasillos, momento en el que un extraño brillo surgió a su espalda proveniente de la mano de la princesa. El pelirrojo enarcó una ceja con confusión, tanto por no entender cómo demonios acababa de sacarse un sable de la manga como el por qué no había intentado perforar a alguno de los soldados que les traían la comida.
—¿Podías haber hecho eso todo el tiempo? ¿Por qué cojones no dijiste nada? —cuestionó él, cayendo en la cuenta rápidamente de que él bien podría haberse abierto paso por los pasillos de palacio con sus poderes infernales—. Bueno, es igual... supongo que es mejor que estés armada para lo que se viene.
Se paseó por delante del resto de celdas, comprobando que había varias vacías entre las que estaban ocupadas, probablemente para intentar evitar que los prisioneros hablasen entre ellos. Algo de lucidez por fin, aunque de poco importaba si podían liarse a gritos sin que nadie apareciera para interrumpirles.
—¿Sabes? Creo que va siendo hora de engrosar nuestras filas. Va a hacer falta un poco más de músculo si queremos salir de aquí —le indicó a su segunda, alzando la voz a continuación—. ¿Qué decís? ¿Alguien con ganas de salir a presentarle sus respetos al desgraciado que os ha metido aquí?
Ni siquiera se molestó en esperar respuesta, pues fue abriendo una a una las rejas que los mantenían prisioneros hasta llegar a una que le había pasado desapercibida en un principio. Allí, una muchacha menuda de cabellos negros y mirada carmesí permanecía a la espera de una posible ejecución. Estuvo a nada de pasar de largo: ¿de qué podía servirles una cría en mitad de un motín? Quizá fuera más una carga que una posible ayuda, pero... había algo en ella que le hacía dudar. Frunció el ceño sin dejar de mirarla. Tal vez fuera un atisbo de empatía lo que sembró la duda en él, una reminiscencia de lo que él mismo había tenido que vivir en algún momento. ¿Se estaba ablandando? No, no podía permitirse algo así; al menos, no delante de su segunda.
Fue justo cuando bajó la mano, apartando la llave, que esta última intervino para exponer su deseo de llevársela con ellos. Cassandra, la orgullosa y elitista princesa de Mercia, sugiriendo captar a una niña sucia y probablemente sin ningún tipo de respaldo detrás. Aquello sí que era una sorpresa.
—Como quieras —contestó él con fingida indiferencia—. Pero te haces cargo tú.
Una vez la puerta estuvo abierta, Keiran se aproximó hasta el grupo de prisioneros para que todo diera comienzo.
—Mi nombre es Keiran Farraige, aunque vosotros podéis empezar por llamarme capitán —se presentó, mostrando una seguridad en su tono y en su sonrisa que rozaba lo inquietante dada la situación—. Si queréis salir de aquí nos seguiréis y tal vez después tengáis la oportunidad de tripular mi barco. Creo que todos compartimos el asco hacia Anthony, así que venid conmigo y hacedle pagar a ese malnacido lo que os ha hecho. —Hizo una pausa, únicamente para ver la reacción de los presentes—. Empecemos por asaltar la armería. ¡Cass! Tú guías.
- Resumen:
- • «Aceptar» el pacto con Erica, para burlarse de la proposición una vez en el mundo real.
• Usar las llaves para abrir las celdas y empezar a reclutar a los prisioneros.
• ¿Mostrar que hay algo de humano aún en su pecho?
• Llevarse a Anna e indicarle a Cass que guíe al grupo hasta la armería.
Napolean
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Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
La situación estaba como él quería: completamente confusa y sumiéndose en un caos aún más grande. Lo malo de entrar de esa forma era que iban a alertar rápido a las autoridades pertinentes, sin embargo, mientras antes comenzaran a moverse las piezas en el tablero de juego, antes podría salir de allí con su banda.
—¡Bâtards! —alzó la voz Napolean, sonriente—. ¡Dispersaos en un radio de cincuenta metros e ir destrozando todo! ¡No dejéis nada con vida!
Alexander siempre había sido una persona ligeramente estratégica, que buscaba estar un paso por delante de sus enemigos, sin embargo, con estar por delante de los miembros más prescindibles de su tripulación se conformaba. Con esa orden estaba buscando que todos se separaran en distintos puntos no muy lejos de él, haciendo que los soldados que pudieran interponerse en su camino se vieran en la obligación de alejarse. «Sois simples peones en mi tablero de ajedrez, y un soldado que se precie nunca dejaría que los civiles murieran», se dijo, pensando que algunos tendrían que caer para que el caballo y el alfil pudiera encontrarse de nuevo con el rey y la dama.
Como esperaba, Adam se adelantó y pasó completamente del plan, montado vulgarmente sobre el majestuoso corcel que había amaestrado. Era un misterio como lo había hecho, pero que le obedeciera de esa manera era digno de elogio. Era un muchacho extraño, pero empezaba a comprender porqué Keiran había puesto su ojo en él. «Es un diamante en bruto, solo hace falta pulirlo un poco», recordó las palabras de su capitán, viendo como se encargaba del primer grupo.
Alexander continuó avanzando en solitario, golpeando a cualquier indigente drogadicto que se pusiera en frente, cuyos cuerpos volaban como una bolsa de papel en una corriente de aire caliente. Entonces, un grupo de cinco caballeros se situaron frente a él. Estaban vestido con una armadura plateada algo extraña, de la que emanaba una energía que solo había visto en la espada que había forjado hacía pocos días.
—Messieurs les recomiendo que se aparten de mi camino, o si no… —pero uno de los soldados le interrumpió.
—¿O si no qué?
Napo adentró su mano en la bolsa que tenía, sujetando dos esferas metálicas que agrandó disimuladamente, mientras sonreía con descaro a sus oponentes. Rápidamente lanzó la primera esfera, seguida de una segunda, esperando que, llegadas a cierto punto, chocaran entre sí y se desviaran en su camino y golpeara a los soldados que se situaban en los extremos. ¿Lo curioso de su ataque? Que las esferas duplicaban su velocidad. Tras eso, con su diestra desenfundó la espada, mientras que con su zurda agarró su revolver. Se abalanzó hacia los otros tres, disparando con el revolver al que tenía a la izquierda, mientras trazaba un tajo horizontal con la espada a los dos restantes, buscando el cuello de ambos.
—Si no tendré que mataros a todos —respondió.
—¡Bâtards! —alzó la voz Napolean, sonriente—. ¡Dispersaos en un radio de cincuenta metros e ir destrozando todo! ¡No dejéis nada con vida!
Alexander siempre había sido una persona ligeramente estratégica, que buscaba estar un paso por delante de sus enemigos, sin embargo, con estar por delante de los miembros más prescindibles de su tripulación se conformaba. Con esa orden estaba buscando que todos se separaran en distintos puntos no muy lejos de él, haciendo que los soldados que pudieran interponerse en su camino se vieran en la obligación de alejarse. «Sois simples peones en mi tablero de ajedrez, y un soldado que se precie nunca dejaría que los civiles murieran», se dijo, pensando que algunos tendrían que caer para que el caballo y el alfil pudiera encontrarse de nuevo con el rey y la dama.
Como esperaba, Adam se adelantó y pasó completamente del plan, montado vulgarmente sobre el majestuoso corcel que había amaestrado. Era un misterio como lo había hecho, pero que le obedeciera de esa manera era digno de elogio. Era un muchacho extraño, pero empezaba a comprender porqué Keiran había puesto su ojo en él. «Es un diamante en bruto, solo hace falta pulirlo un poco», recordó las palabras de su capitán, viendo como se encargaba del primer grupo.
Alexander continuó avanzando en solitario, golpeando a cualquier indigente drogadicto que se pusiera en frente, cuyos cuerpos volaban como una bolsa de papel en una corriente de aire caliente. Entonces, un grupo de cinco caballeros se situaron frente a él. Estaban vestido con una armadura plateada algo extraña, de la que emanaba una energía que solo había visto en la espada que había forjado hacía pocos días.
—Messieurs les recomiendo que se aparten de mi camino, o si no… —pero uno de los soldados le interrumpió.
—¿O si no qué?
Napo adentró su mano en la bolsa que tenía, sujetando dos esferas metálicas que agrandó disimuladamente, mientras sonreía con descaro a sus oponentes. Rápidamente lanzó la primera esfera, seguida de una segunda, esperando que, llegadas a cierto punto, chocaran entre sí y se desviaran en su camino y golpeara a los soldados que se situaban en los extremos. ¿Lo curioso de su ataque? Que las esferas duplicaban su velocidad. Tras eso, con su diestra desenfundó la espada, mientras que con su zurda agarró su revolver. Se abalanzó hacia los otros tres, disparando con el revolver al que tenía a la izquierda, mientras trazaba un tajo horizontal con la espada a los dos restantes, buscando el cuello de ambos.
—Si no tendré que mataros a todos —respondió.
- Resumen:
- Avanzar y atacar
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