Tomoe Asai-Asakura
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No quería ningún médico y, por lo que decía, sus padres estaban en una especie de toque de queda. De repente se escuchó un intenso chirrido metálico. Aquel joven se estremeció momentáneamente, casi parecía más un acto reflejo que algo que hubiera pensado.
Se mantuvo junto a él, ayudándolo a acomodarlo cuando trató de incorporarse y acabando de tratar sus magulladuras. Aunque traerle un médico sería lo ideal... no iba a morir por esas heridas. Si antes no le hacía gracia la situación de Hallstat ahora estaba mosqueada. ¿Cómo podían permitir que un adolescente se viera obligado a vender drogas para mantener a su familia? Y... ¿tenía que estar drogado para poder seguir vendiendo? ¿Cómo de retorcido había que ser para someterlos a unas condiciones así?
Apretó los puños antes de calmarse, no podía dejar salir el mosqueo que llevaba encima. Los gobernantes de Hallstat, así como las distintas facciones, estaban demasiado ocupadas tratando de ocupar el condenado trono como para prestar atención a lo que ocurría incluso en su propia capital. Unos monarcas así no merecían su posición.
Tenía ganas de salir a reclamar cuentas, pero necesitaba saber un poco más.
—Perdona, antes estábamos más preocupados por tu estado y no he podido preguntarte. ¿Cómo te llamas? —preguntó. Con todo el jaleo no habían llegado a preguntarle lo más importante, su nombre.
—No querías consumir y eso era malo... ¿llegaste a ver sus efectos y por eso no querías? —preguntó. Inevitablemente terminaría cayendo otra pregunta más —. ¿Sabes qué efectos tiene cuando no continúas drogándote? —siendo una droga, era evidente que su función principal era crear ese estado de euforia y éxtasis pero a cambio... ¿qué haría esa droga a cambio? Si se dedicaba a venderla tendría que haberse encontrado sí o sí con alguno que estuviera sufriendo un síndrome de abstinencia, debería haber visto algo. Además, ¿por qué les molestaba que no consumiera? era, quizá y para ella, la parte más extraña.
Las siguientes palabras del muchacho la confundieron un poco. Tenían que apartarse hoy antes de tiempo... según decía el muchacho se lo había dicho para "protegerlos". Si confiaba en su sinceridad —y en su estado actual no tenía por qué mentir—, solo podía concluir que hoy iba a pasar "algo". El cochero, al principio, había insistido bastante, tanto a ella como a Sam, que había algo en la ciudad... algo que podía cazarlos.
No, no podía seguir allí dentro. Si los habían apartado pronto era porque esperaban que ocurriera algo peligroso. A su ver había dos opciones: se quedaban en esa casa, resguardados, o salían y se exponían al peligro para encontrar más pistas.
—Sam, Bô, voy a salir ya, ¿venís? —dijo, una vez hubo comprobado que el muchacho estaba más o menos bien. Dolorido con moratones pero sin ninguna herida que indicara que corriera un peligro real —. Nos volveremos a ver antes de que me vaya de Hallstat —se despidió así del muchacho antes de salir y ver que la niebla ya se había disipado.
Esperó un poco para que los dos cazadores salieran de la vivienda.
—Voy a ir tras Antoine, ¿vais a venir o tenéis otro objetivo en mente? —preguntó, sin querer obligarlos a ir con ella —. Sea como sea creo que las calles dejarán de ser seguras en no mucho tiempo. Voy a ir donde encontramos al chico, ahora que se ve mejor puede que encontremos algún rastro de los que le pegaron —dijo. Si confiaba en lo que sabía y lo que había oído, estaba casi segura de que iba a ocurrir algo en las calles de Astelia.
Y ahora... ¿ahora dónde iba? Echó a andar, le siguieran los cazadores o no, siguiendo la misma ruta que habían seguido antes, quizá encontrase alguna pista donde encontraron al chaval. Ahora que no había niebla podrían examinar mejor el lugar. Eso si llegaba sin perderse, claro. No había olvidado su otro objetivo, pero ahora mismo era más importante tratar con esa droga y, además, aún no había encontrado nada sobre las facciones de Hallstat.
Se mantuvo junto a él, ayudándolo a acomodarlo cuando trató de incorporarse y acabando de tratar sus magulladuras. Aunque traerle un médico sería lo ideal... no iba a morir por esas heridas. Si antes no le hacía gracia la situación de Hallstat ahora estaba mosqueada. ¿Cómo podían permitir que un adolescente se viera obligado a vender drogas para mantener a su familia? Y... ¿tenía que estar drogado para poder seguir vendiendo? ¿Cómo de retorcido había que ser para someterlos a unas condiciones así?
Apretó los puños antes de calmarse, no podía dejar salir el mosqueo que llevaba encima. Los gobernantes de Hallstat, así como las distintas facciones, estaban demasiado ocupadas tratando de ocupar el condenado trono como para prestar atención a lo que ocurría incluso en su propia capital. Unos monarcas así no merecían su posición.
Tenía ganas de salir a reclamar cuentas, pero necesitaba saber un poco más.
—Perdona, antes estábamos más preocupados por tu estado y no he podido preguntarte. ¿Cómo te llamas? —preguntó. Con todo el jaleo no habían llegado a preguntarle lo más importante, su nombre.
—No querías consumir y eso era malo... ¿llegaste a ver sus efectos y por eso no querías? —preguntó. Inevitablemente terminaría cayendo otra pregunta más —. ¿Sabes qué efectos tiene cuando no continúas drogándote? —siendo una droga, era evidente que su función principal era crear ese estado de euforia y éxtasis pero a cambio... ¿qué haría esa droga a cambio? Si se dedicaba a venderla tendría que haberse encontrado sí o sí con alguno que estuviera sufriendo un síndrome de abstinencia, debería haber visto algo. Además, ¿por qué les molestaba que no consumiera? era, quizá y para ella, la parte más extraña.
Las siguientes palabras del muchacho la confundieron un poco. Tenían que apartarse hoy antes de tiempo... según decía el muchacho se lo había dicho para "protegerlos". Si confiaba en su sinceridad —y en su estado actual no tenía por qué mentir—, solo podía concluir que hoy iba a pasar "algo". El cochero, al principio, había insistido bastante, tanto a ella como a Sam, que había algo en la ciudad... algo que podía cazarlos.
No, no podía seguir allí dentro. Si los habían apartado pronto era porque esperaban que ocurriera algo peligroso. A su ver había dos opciones: se quedaban en esa casa, resguardados, o salían y se exponían al peligro para encontrar más pistas.
—Sam, Bô, voy a salir ya, ¿venís? —dijo, una vez hubo comprobado que el muchacho estaba más o menos bien. Dolorido con moratones pero sin ninguna herida que indicara que corriera un peligro real —. Nos volveremos a ver antes de que me vaya de Hallstat —se despidió así del muchacho antes de salir y ver que la niebla ya se había disipado.
Esperó un poco para que los dos cazadores salieran de la vivienda.
—Voy a ir tras Antoine, ¿vais a venir o tenéis otro objetivo en mente? —preguntó, sin querer obligarlos a ir con ella —. Sea como sea creo que las calles dejarán de ser seguras en no mucho tiempo. Voy a ir donde encontramos al chico, ahora que se ve mejor puede que encontremos algún rastro de los que le pegaron —dijo. Si confiaba en lo que sabía y lo que había oído, estaba casi segura de que iba a ocurrir algo en las calles de Astelia.
Y ahora... ¿ahora dónde iba? Echó a andar, le siguieran los cazadores o no, siguiendo la misma ruta que habían seguido antes, quizá encontrase alguna pista donde encontraron al chaval. Ahora que no había niebla podrían examinar mejor el lugar. Eso si llegaba sin perderse, claro. No había olvidado su otro objetivo, pero ahora mismo era más importante tratar con esa droga y, además, aún no había encontrado nada sobre las facciones de Hallstat.
- resumen:
» Escucha el chirrido metálico pero como está dentro de la casa no sabe por qué es.
» Continúa tratándolo y preguntándole cosas.
» Se da cuenta de que es posible que haya algo en las calles por las palabras del chico y por las del cochero.
» Sale y tras esperar a Sam y Bô va, o intenta ir, al sitio donde lo encontraron, para buscar pistas sobre los que le pegaron y que eso la lleve hasta Antoine.
Cassandra Pendragon
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Cassandra Pendragon nunca ha sido, ni será, conocida por saber lidiar con el populacho. Al dedicar todas sus hipocresías y falsedades a los ricos e importantes, no le queda una pizca de elegancia diplomática para tratar con la servidumbre. Aunque, a decir verdad, tampoco ha sentido nunca la necesidad de tratar bien a una persona que trabaja para ella y debe obedecer sus órdenes si no quiere acabar en la calle mendigando por un trozo de pan.
Acostumbrada como estaba a que los sirvientes agachasen la cabeza y cumpliesen todos sus caprichos, no se detuvo a reflexionar sobre el hecho de que aquella mujer no era su sirvienta, y tampoco la conocía así que no sentía obligación ninguna hacia su persona. No obstante, se sorprendió dramáticamente al ver a la señora levantar la escoba con intención de pegarle. Aquello era una afrenta directa a su persona, a su honor, a su dignidad, a su posición social. ¿Cómo osaba aquella limpiadora de pacotilla zarrapastrosa a levantarle la mano? Y aun encima se atrevía a asumir tonterías.
Cassandra estaba profundamente ofendida, pero se contuvo gracias a la implicación inicial de su compañero el tercero al mando.
—Es osado por tu parte asumir que hemos entrado aquí a robar, cuando he explicado claramente que entramos sin pretenderlo y estábamos buscando a alguien a quien poder pedir los caballos —comenzó la aristócrata, con mirada severa—. Y todavía resulta más osado que te hayas atrevido a demostrar semejante conducta indecorosa y violenta en presencia de una princesa pero, por el bien de tu integridad física y moral, lo dejaré pasar —mintió—. Dices que hay otra persona al cargo de mantener esta edificación. ¿Se encuentra ahora en los terrenos? —hizo una pausa, en la que apartó la mano de las espadas en señal de paz—. En lo referente a los caballos, como bien he mencionado, buscamos alquilarlos o cogerlos prestados —repitió, en un tono de voz algo más alto, como si la señora estuviera sorda y no la hubiera oído bien la primera vez—, lo que implica devolvértelos una vez no los necesitemos. Nuestro barco está aquí así que tenemos que regresar a este pueblo queramos o no, por lo que no nos costaría devolver los caballos a su legítimo lugar. Alexander, querido, te dejo al cargo de las negociaciones —le indicó la mujer a su compañero, dando media vuelta y dirigiéndose a la puerta—. He de admitir que me cuesta seguir en presencia de una persona que acaba de mostrarse con semejante violencia, así que considero oportuno para la conversación ausentarme de la misma. Si me disculpáis, estaré esperando abajo —se despidió, antes de salir del cuarto y cerrar la puerta tras de sí.
A continuación, la platina continuó su camino por el pasillo, dispuesta a investigar los cuartos restantes ahora que Napolean tenía entretenida a la criada, y alerta por si aparecía la otra. Procurando no hacer extremo ruido, se dispuso a abrir las demás puertas e investigar las otras habitaciones, en busca de cualquier cosa que le quitase de la cabeza el hecho de que una don nadie le acababa de amenazar con una estúpida escoba, con el único objetivo real de distraerse de su ofensa e intentar calmarse.
Acostumbrada como estaba a que los sirvientes agachasen la cabeza y cumpliesen todos sus caprichos, no se detuvo a reflexionar sobre el hecho de que aquella mujer no era su sirvienta, y tampoco la conocía así que no sentía obligación ninguna hacia su persona. No obstante, se sorprendió dramáticamente al ver a la señora levantar la escoba con intención de pegarle. Aquello era una afrenta directa a su persona, a su honor, a su dignidad, a su posición social. ¿Cómo osaba aquella limpiadora de pacotilla zarrapastrosa a levantarle la mano? Y aun encima se atrevía a asumir tonterías.
Cassandra estaba profundamente ofendida, pero se contuvo gracias a la implicación inicial de su compañero el tercero al mando.
—Es osado por tu parte asumir que hemos entrado aquí a robar, cuando he explicado claramente que entramos sin pretenderlo y estábamos buscando a alguien a quien poder pedir los caballos —comenzó la aristócrata, con mirada severa—. Y todavía resulta más osado que te hayas atrevido a demostrar semejante conducta indecorosa y violenta en presencia de una princesa pero, por el bien de tu integridad física y moral, lo dejaré pasar —mintió—. Dices que hay otra persona al cargo de mantener esta edificación. ¿Se encuentra ahora en los terrenos? —hizo una pausa, en la que apartó la mano de las espadas en señal de paz—. En lo referente a los caballos, como bien he mencionado, buscamos alquilarlos o cogerlos prestados —repitió, en un tono de voz algo más alto, como si la señora estuviera sorda y no la hubiera oído bien la primera vez—, lo que implica devolvértelos una vez no los necesitemos. Nuestro barco está aquí así que tenemos que regresar a este pueblo queramos o no, por lo que no nos costaría devolver los caballos a su legítimo lugar. Alexander, querido, te dejo al cargo de las negociaciones —le indicó la mujer a su compañero, dando media vuelta y dirigiéndose a la puerta—. He de admitir que me cuesta seguir en presencia de una persona que acaba de mostrarse con semejante violencia, así que considero oportuno para la conversación ausentarme de la misma. Si me disculpáis, estaré esperando abajo —se despidió, antes de salir del cuarto y cerrar la puerta tras de sí.
A continuación, la platina continuó su camino por el pasillo, dispuesta a investigar los cuartos restantes ahora que Napolean tenía entretenida a la criada, y alerta por si aparecía la otra. Procurando no hacer extremo ruido, se dispuso a abrir las demás puertas e investigar las otras habitaciones, en busca de cualquier cosa que le quitase de la cabeza el hecho de que una don nadie le acababa de amenazar con una estúpida escoba, con el único objetivo real de distraerse de su ofensa e intentar calmarse.
- Resumencillo:
Hallarse ofendida por semejante afrenta de la sirvienta zarrapastrosa, preguntar si la otra sirvienta está por ahí y disculparse del cuarto con la excusa de la ofensa para seguir investigando las otras habitaciones del piso superior.
Velkan Byrne
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Dunnae... Velkan sonrió al escuchar el nombre. Era curiosamente parecido al apellido de su madre y probablemente tuviesen un origen etimológico común. Acarició al animal antes de subirse y se puso el cascos, subiéndose la visera. Por ahora no iban a entrar en combate, ya se la bajaría. Maniobró con el animal para salir de los establos y salieron al trote hacia la residencia de los Archer. El recorrido fue tenso al tiempo que emocionante. Volver a cabalgar junto a sus hermanos por los campos de la capital le traía cientos de recuerdos y lo transportaba a una época muy diferente, cuando tenía preocupaciones muy distintas y aquel reino era muy diferente. Sin embargo también fue había tensión en el ambiente. No hablaban entre sí ni había cantos o risas. Todos sabían que iban rumbo a su posible muerte. Los campos estaban además vacíos... o lo estaban hasta que, una vez llegados a la zona donde estaban las mansiones de campo y deteniéndose para decidir por dónde empezar, se encontraron una columna de jinetes en dirección contraria. Al principio Velkan los miró con desconfianza, reconociendo los destellos de armaduras que les identificaban como combatientes. Luego reconoció las armaduras.
- Los traidores... - pronunció en un susurro cargado de odio.
Su corazón latió con fuerza, con el sonido de este ahogando todos los demás. El calor recorrió su cuerpo. Deseaba entrar en combate y castigarles. Se giró hacia ser Viktor esperando alguna clase de instrucciones o palabras, pero él tampoco parecía estar en condiciones. Podía ver la furia en su rostro en la misma medida que brotaba en su interior. No habían decidido quién les lideraría de manera formal, así que si el anciano no tomaba la iniciativa, lo haría él. ¡Los traidores estaban ahí a la vista! Tenían que actuar ellos primero. Pero... no podía calmar a lo loco. Tomó aire y contó hasta cinco reteniéndolo, para luego espirar ruidosamente. Necesitaba pensar con algo más de frialdad. Pensar una táctica.
- ¡Hermanos! Veníamos buscando a alguien que pudiese apuntarnos hacia los traidores, pero ellos mismos han venido a nuestro encuentro. Es nuestra oportunidad. ¡Les superamos en número y en esta planicie no tienen dónde esconderse, tender emboscadas y veremos venir posibles refuerzos! ¡Es la hora de la venganza! Preparad vuestras armas y vuestros caballos. ¡Formación de halcón! Tres hombres conmigo y ocho a cada flanco.
La formación que había escogido consistía en dividir en tres grupos a la caballería. Un grupo central en una formación triangular haciendo de punta de lanza y uno a cada lado en dos o más filas. En un primer momento la formación avanzaba unida, pero en el momento de la carga las "alas" se desplegaban, haciendo hueco la línea frontal para que las líneas anteriores se uniesen. Además los extremos de la formación se adelantaban, formando una suerte de formación en medialuna con un pico central. Sin embargo normalmente esa formación tenía un centro más fuerte, con una cantidad de hombres similar a la de las alas. El hecho de que estuviese haciendo un centro más pequeño es porque pretendía que al realizar la carga sus hermanos rodeasen y atrapasen a los traidores, flanqueándoles y cortándoles la retirada. Además contaba con que su propia habilidad fuese suficiente para mantener la línea. Se bajó la visera del casco y gritó:
- ¡Hojas Palatinas, a mí! ¡Cargad!
Lideraría la carga desde la punta de la formación. En lugar de sacar a Kataklysmus, su lanza legendaria, sacó primero a Geist. Aquella había sido la lanza que había recibido al unirse a la Orden. El primer golpe de la venganza, como un acto poético, sería dado con ella. Sería lo más justo. En mitad de la carga, se irguió en la silla guiando a Dunnae con las piernas, levantando la lanza sobre su hombro y apuntando con el brazo izquierdo. Con un grito feroz, la arrojó con todas sus fuerzas contra el traidor más cercano, para luego recolocarse en la silla, sacar su otra lanza y apuntar con esta hacia el frente, listo para el choque. La suerte estaba echada.
- Los traidores... - pronunció en un susurro cargado de odio.
Su corazón latió con fuerza, con el sonido de este ahogando todos los demás. El calor recorrió su cuerpo. Deseaba entrar en combate y castigarles. Se giró hacia ser Viktor esperando alguna clase de instrucciones o palabras, pero él tampoco parecía estar en condiciones. Podía ver la furia en su rostro en la misma medida que brotaba en su interior. No habían decidido quién les lideraría de manera formal, así que si el anciano no tomaba la iniciativa, lo haría él. ¡Los traidores estaban ahí a la vista! Tenían que actuar ellos primero. Pero... no podía calmar a lo loco. Tomó aire y contó hasta cinco reteniéndolo, para luego espirar ruidosamente. Necesitaba pensar con algo más de frialdad. Pensar una táctica.
- ¡Hermanos! Veníamos buscando a alguien que pudiese apuntarnos hacia los traidores, pero ellos mismos han venido a nuestro encuentro. Es nuestra oportunidad. ¡Les superamos en número y en esta planicie no tienen dónde esconderse, tender emboscadas y veremos venir posibles refuerzos! ¡Es la hora de la venganza! Preparad vuestras armas y vuestros caballos. ¡Formación de halcón! Tres hombres conmigo y ocho a cada flanco.
La formación que había escogido consistía en dividir en tres grupos a la caballería. Un grupo central en una formación triangular haciendo de punta de lanza y uno a cada lado en dos o más filas. En un primer momento la formación avanzaba unida, pero en el momento de la carga las "alas" se desplegaban, haciendo hueco la línea frontal para que las líneas anteriores se uniesen. Además los extremos de la formación se adelantaban, formando una suerte de formación en medialuna con un pico central. Sin embargo normalmente esa formación tenía un centro más fuerte, con una cantidad de hombres similar a la de las alas. El hecho de que estuviese haciendo un centro más pequeño es porque pretendía que al realizar la carga sus hermanos rodeasen y atrapasen a los traidores, flanqueándoles y cortándoles la retirada. Además contaba con que su propia habilidad fuese suficiente para mantener la línea. Se bajó la visera del casco y gritó:
- ¡Hojas Palatinas, a mí! ¡Cargad!
Lideraría la carga desde la punta de la formación. En lugar de sacar a Kataklysmus, su lanza legendaria, sacó primero a Geist. Aquella había sido la lanza que había recibido al unirse a la Orden. El primer golpe de la venganza, como un acto poético, sería dado con ella. Sería lo más justo. En mitad de la carga, se irguió en la silla guiando a Dunnae con las piernas, levantando la lanza sobre su hombro y apuntando con el brazo izquierdo. Con un grito feroz, la arrojó con todas sus fuerzas contra el traidor más cercano, para luego recolocarse en la silla, sacar su otra lanza y apuntar con esta hacia el frente, listo para el choque. La suerte estaba echada.
- resumen:
- Trato de tomar el control de la situación y dirigir a mis hermanos contra los enemigos. Organizo una táctica de batalla, cargo arrojando una lanza y preparo la otra para la embestida.
PD: Sí, tengo la maestría de táctica.
Las palabras de los menores claramente no eran demasiado alentadoras para las personas que estaban en los puertos en estos momentos mas cuando estos afirmaban que parte de ese territorio era de los choferes y que se estaban metiendo en los mismos con tanta facilidad que me daba algo curiosidad pensar de que ese era de los focos problemáticos que debían arreglarse para que la ciudad estuviese mejor. De todas maneras, tenia otro problema entre las manos y era el tema de las drogas que le habían vendido al otro hombre que me estaba acompañando en un claro gesto de que su intento de buscar la manera de "entrar" a la guarida del narcotraficante siendo que no habian demasiadas opciones que hacer mas que atraparlo y torturarles para que hablaran.
Claramente esa no era la mejor manera de hacerlo pero era la mas "sencilla" como decían mi hermano cuando se trataba de conseguir información valiosa cuando el dinero no era la forma que se usaba para convencer a las personas, mas las intensiones de los menores eran claras para mi persona y si bien no tenia del todo dominada mi entrenamiento con el haki de visión, ya tenia la mirada fijada en esas dos personas. Cuando vi que estos tenían la intención de echarse a la carrera, le di un golpe en las costillas con mis brazos hacia el rapado para que me prestara atención - Creo que te estafaron … pero en buena hora de que quieran huir, les perseguiré desde los techos antes de que nos alcance la neblina no se que harán tu y esta mujer, pero yo voy a meterme en ese nido de ratas - decía en modo de susurro en lo que señalaba el edificio lateral que daba por el callejón donde se iban a echar a correr los menores, cosa que no tarde en correr hacia este con algo de agilidad para treparlo y correr por los tejados buscando la manera de seguirle desde cerca con el objetivo de encontrar su escondite sin ser detectado por la altura en la que estaba.
Claramente esa no era la mejor manera de hacerlo pero era la mas "sencilla" como decían mi hermano cuando se trataba de conseguir información valiosa cuando el dinero no era la forma que se usaba para convencer a las personas, mas las intensiones de los menores eran claras para mi persona y si bien no tenia del todo dominada mi entrenamiento con el haki de visión, ya tenia la mirada fijada en esas dos personas. Cuando vi que estos tenían la intención de echarse a la carrera, le di un golpe en las costillas con mis brazos hacia el rapado para que me prestara atención - Creo que te estafaron … pero en buena hora de que quieran huir, les perseguiré desde los techos antes de que nos alcance la neblina no se que harán tu y esta mujer, pero yo voy a meterme en ese nido de ratas - decía en modo de susurro en lo que señalaba el edificio lateral que daba por el callejón donde se iban a echar a correr los menores, cosa que no tarde en correr hacia este con algo de agilidad para treparlo y correr por los tejados buscando la manera de seguirle desde cerca con el objetivo de encontrar su escondite sin ser detectado por la altura en la que estaba.
- Interacciones y Resumen:
- Le dice a Yoldin y Helga que les va a seguir desde el techo cuando nota que los maleantes intenta huir del lugar, y se dispone a hacer la gran ninja de correr por los tejados para seguir a los niños usando el Haki de Vision para seguirle en caso de perderlos de vista por los callejones.
Izanami Reiko
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— ¿N-No quedan colibríes…? —dije para mí, simulando un deje claramente compungido en mis palabras. Me llevé las manos al pecho mientras hacía pucheros. Quería verlos, ya que todavía no me había encontrado con ninguno y parecían ser realmente bonitos y llamativos, pero la criada había destrozado mis esperanzas de un pisotón y ahora se encontraba muy ocupada barriéndolas y tirándolas a la basura. Si estaban en el jardín, serían para mí y para todos; un animal tan chiquito y hermoso no se podía poseer. Le lancé una mirada asesina a la criada mientras mi ojo izquierdo brillaba suavemente, pero no tardé en apagarlo mientras escuchaba las palabras de los otros. Y todo lo malo se me fue en cuanto escuché el discurso de Napolean, arrancándome una sonrisa mientras lo miraba. Me hubiera reído tras escuchar la lista de cargos que nuestro capitán tenía, pero supuse que eso sería debilitar su coartada y no era tan tonta como para pisar el trabajo de otros. Y realmente me costó aguantar la carcajada cuando ella le hizo caso de forma seria y pareció creerse que eran lugares reales.
Ella se repuso, tratando de explicarse respecto a lo que le habíamos preguntado, dejando demasiadas preguntas en el aire. Los habitantes de aquella casa se habían marchado hacía mucho tiempo, dejando a dos criadas en soledad junto a toda una mansión como aquella y, aunque entendía que pudiera pasar, no era tan lógico el desenlace. «Si se fueron y queréis mantener el patrimonio, ¿de dónde demonios sacáis la comida que os alimenta?» quería preguntar, pero aquello sería entorpecer las acciones del tercero al mando, por lo que no me metería en su camino. Era una incógnita que no entraba en mi cabeza, ya que sin vender pertenencias de aquella casa y sin cobrar un sueldo, pocos alimentos podrían llegar a la nevera y menos aún con lo que cocinar y pagar las facturas. Pero no era asunto mío, ¿no? Ahora le tocaba a Alexander curiosear entre los pormenores de toda aquella situación. Por el otro lado, Cassandra se había puesto realmente nerviosa con las desafortunadas palabras de la mujer de la escoba, que la habían tildado de ladrona y mentirosa. «¿Qué pasaría si ahora sonase la vajilla…?» me planteé para mis adentros, riéndome suavemente mientras la veía soltar un monólogo.
Aprovechando la situación, me deslicé entre mis dos compañeros mientras le daba una suave palmadita a Napolean donde llegase, escurriéndome por la puerta y saliendo al pasillo. ¿Con qué fin? Bueno, había declarado que eran dos sirvientas, así que mientras menos tardásemos en encontrar a la otra, menos problemas nos podría traer de cara al futuro. Tratando de no hacer mucho ruido para no espantar a la posible trabajadora, compañera de aquella que había decidido que sería buena idea amenazarnos con una escoba, trataría de ir abriendo las puertas una a una para mirar dentro y cerrarla de no interesarme en el interior. Al fin y al cabo, yo ya tenía mi premio y supuse que poco podía haber mejor que aquello, aunque en una casa tan gigantesca todo podría ser posible. De todas formas… Seguramente la pudiésemos investigar una vez que tuviésemos controladas a aquellas dos mujeres. Además, gracias a que Cassandra había salido, no nos entorpeceríamos mutuamente y cada una cubriría una zona.
«¿No están tardando mucho aquellos dos…? Veo capaz a Adam de perderse en una línea recta, especialmente con la niebla que hay, pero Keiran no suele ser tan descerebrado…» pensé mientras iba moviendo manivelas y espiaba habitaciones ajenas. Realmente debían haber llegado ya, sobre todo teniendo en cuenta que a Napolean le había dado tiempo a salir del agujero e ingresar a la casa que ahora, tras el comentario de la sirvienta, sabíamos que era la que poseía los caballos que tanto le habían interesado al capitán. Bueno, y a mí. Mi yegua blanca de puntos negros me esperaba. A falta de colibríes, una yegua dálmata podría poner una buena tirita.
Ella se repuso, tratando de explicarse respecto a lo que le habíamos preguntado, dejando demasiadas preguntas en el aire. Los habitantes de aquella casa se habían marchado hacía mucho tiempo, dejando a dos criadas en soledad junto a toda una mansión como aquella y, aunque entendía que pudiera pasar, no era tan lógico el desenlace. «Si se fueron y queréis mantener el patrimonio, ¿de dónde demonios sacáis la comida que os alimenta?» quería preguntar, pero aquello sería entorpecer las acciones del tercero al mando, por lo que no me metería en su camino. Era una incógnita que no entraba en mi cabeza, ya que sin vender pertenencias de aquella casa y sin cobrar un sueldo, pocos alimentos podrían llegar a la nevera y menos aún con lo que cocinar y pagar las facturas. Pero no era asunto mío, ¿no? Ahora le tocaba a Alexander curiosear entre los pormenores de toda aquella situación. Por el otro lado, Cassandra se había puesto realmente nerviosa con las desafortunadas palabras de la mujer de la escoba, que la habían tildado de ladrona y mentirosa. «¿Qué pasaría si ahora sonase la vajilla…?» me planteé para mis adentros, riéndome suavemente mientras la veía soltar un monólogo.
Aprovechando la situación, me deslicé entre mis dos compañeros mientras le daba una suave palmadita a Napolean donde llegase, escurriéndome por la puerta y saliendo al pasillo. ¿Con qué fin? Bueno, había declarado que eran dos sirvientas, así que mientras menos tardásemos en encontrar a la otra, menos problemas nos podría traer de cara al futuro. Tratando de no hacer mucho ruido para no espantar a la posible trabajadora, compañera de aquella que había decidido que sería buena idea amenazarnos con una escoba, trataría de ir abriendo las puertas una a una para mirar dentro y cerrarla de no interesarme en el interior. Al fin y al cabo, yo ya tenía mi premio y supuse que poco podía haber mejor que aquello, aunque en una casa tan gigantesca todo podría ser posible. De todas formas… Seguramente la pudiésemos investigar una vez que tuviésemos controladas a aquellas dos mujeres. Además, gracias a que Cassandra había salido, no nos entorpeceríamos mutuamente y cada una cubriría una zona.
«¿No están tardando mucho aquellos dos…? Veo capaz a Adam de perderse en una línea recta, especialmente con la niebla que hay, pero Keiran no suele ser tan descerebrado…» pensé mientras iba moviendo manivelas y espiaba habitaciones ajenas. Realmente debían haber llegado ya, sobre todo teniendo en cuenta que a Napolean le había dado tiempo a salir del agujero e ingresar a la casa que ahora, tras el comentario de la sirvienta, sabíamos que era la que poseía los caballos que tanto le habían interesado al capitán. Bueno, y a mí. Mi yegua blanca de puntos negros me esperaba. A falta de colibríes, una yegua dálmata podría poner una buena tirita.
- Resumen:
- Colibríes, yeguas dálmatas y buscar a la otra criada para tenerla fichada mientras vicheo las distintas habitaciones.
Lord Khâmul
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Parecía que el cadete no estaba por aquellos lares....pobre de él como me lo encuentre, pues ya podía tener una buena excusa para desaparecer así de repente. Esperaba que no lo hubieran capturado, si es que alguien ya nos había puesto el ojo encima. Parece ser que la discreción no estaba registrada en su diccionario...que se le va a hacer.
Tras buscarle en vano salí de la posaba para dirigirme a la taberna y alcanzar a Anastasya, la cual imaginaba ya estaba allí. Algo que me sorprendió bastante es que aquella extraña neblina había desaparecido de repente. Obviamente esto no era algo natural...pero tampoco le di demasiada importancia. Así que con paso firme crucé la plaza para llegar a aquella tasca.
El lugar no era la panacea, pero para emborracharse supongo que cumplía todos los requisitos. El olor a cerveza era nauseabundo, al menos para mi. El camarero silbaba, los clientes bebían y...mi cadete tampoco estaba allí. Así que traté de alzar la cabeza y buscar a Anastasya con la mirada en el local. Si la encontraba, me sentaría junto a ella.
Imaginaba que había dado el cante, ya sólo por mi armadura, pero bueno, si vamos a ponernos "finos" creo que era de las personas mas normales dentro de aquella tasca...y más visto lo presente...mujerzuelas, borrachos y brutos echando pulsos...
Tomé asiento en una de las mesas del fondo, la única que quedaba libre. Allí esperé a Anastasya, estuviera dentro o fuera del local, ya que con el gentío y el ruido podría tenerla al lado y ni darme cuenta. Había que empezar a moverse, y quizás los clientes de aquella tasca nos podrían decir algo sobre la droga, ya que mi apariencia era de todo menos de un marine, ventajas de no llevar uniforme reglamentario. El tabernero se acercó a mi y me preguntó que quería tomar.
-¿Que va a beber?-dijo con tono calmado mientras se llevaba el trapo con el que limpiaba las copas al bolsillo.
Me quedé mirándole sin decir nada. ¿Era tonto? ¿ No veía acaso que no tenía "boca"?. Bien le hubiera dado un puñetazo si eso no supusiera meterme en líos, así que simplemente le respondí.
-Una jarra de ron.-dije mientras sacaba unos berries de mi bolsillo.
Tras eso me cruzaría de brazos y me quedaría mirando el panorama. Esperaría a que Anastasya apareciera, al igual que Dwight. Mientras tanto pasé a mirar a cada uno de los que había allí bebiendo. ¿Quién podría saber algo de Antoine? Bien le podríamos preguntar al tabernero, pero, una pregunta mal dada y todo se puede desmoronar. Así que por ahora toca observar, y quién sabe, nunca sabes quién puede cruzar la puerta del local.
Tras buscarle en vano salí de la posaba para dirigirme a la taberna y alcanzar a Anastasya, la cual imaginaba ya estaba allí. Algo que me sorprendió bastante es que aquella extraña neblina había desaparecido de repente. Obviamente esto no era algo natural...pero tampoco le di demasiada importancia. Así que con paso firme crucé la plaza para llegar a aquella tasca.
El lugar no era la panacea, pero para emborracharse supongo que cumplía todos los requisitos. El olor a cerveza era nauseabundo, al menos para mi. El camarero silbaba, los clientes bebían y...mi cadete tampoco estaba allí. Así que traté de alzar la cabeza y buscar a Anastasya con la mirada en el local. Si la encontraba, me sentaría junto a ella.
Imaginaba que había dado el cante, ya sólo por mi armadura, pero bueno, si vamos a ponernos "finos" creo que era de las personas mas normales dentro de aquella tasca...y más visto lo presente...mujerzuelas, borrachos y brutos echando pulsos...
Tomé asiento en una de las mesas del fondo, la única que quedaba libre. Allí esperé a Anastasya, estuviera dentro o fuera del local, ya que con el gentío y el ruido podría tenerla al lado y ni darme cuenta. Había que empezar a moverse, y quizás los clientes de aquella tasca nos podrían decir algo sobre la droga, ya que mi apariencia era de todo menos de un marine, ventajas de no llevar uniforme reglamentario. El tabernero se acercó a mi y me preguntó que quería tomar.
-¿Que va a beber?-dijo con tono calmado mientras se llevaba el trapo con el que limpiaba las copas al bolsillo.
Me quedé mirándole sin decir nada. ¿Era tonto? ¿ No veía acaso que no tenía "boca"?. Bien le hubiera dado un puñetazo si eso no supusiera meterme en líos, así que simplemente le respondí.
-Una jarra de ron.-dije mientras sacaba unos berries de mi bolsillo.
Tras eso me cruzaría de brazos y me quedaría mirando el panorama. Esperaría a que Anastasya apareciera, al igual que Dwight. Mientras tanto pasé a mirar a cada uno de los que había allí bebiendo. ¿Quién podría saber algo de Antoine? Bien le podríamos preguntar al tabernero, pero, una pregunta mal dada y todo se puede desmoronar. Así que por ahora toca observar, y quién sabe, nunca sabes quién puede cruzar la puerta del local.
- Resumen:
-Se resigna y abandona la búsqueda de Dwight.
-Va a la taberna a ver si alcanza a Anastasya. Dentro de la taberna hay bastante gente así que opta por sentarse, pedir algo y esperar si aparece cualquiera de los cadetes por allí.
-Examina con la vista a los clientes de la taberna, ya que antes de buscar el paradero o alguna pista sobre ese "Antonine" prefiere hablar con Anastasya.
Brianna Byrne
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Helena era un verdadero encanto, al menos eso era lo que le parecía a Brianna. Aquella sirvienta era encantadora y le agradecía infinitamente que hubiese cuidado de aquella casa durante tantos años sin marcharse y sin abandonar sus cosas. Guardando siempre que ningún saqueador ni maleante se quedara con lo que hubiese dentro. La siguió por la casa hasta que entraron dentro del despacho de su padre. Siempre tan ordenado, siempre tan pulcro para lo que quería, bueno y para lo que no quería también. No podía negar que cada día tenía peores sentimientos para con su padre. Ese hombre no merecía que nadie le quisiera.
Reviso unos cuantos documentos con la mirada y luego los libros, abrió un par de cajones mientras escuchaba a Helena hablar y entonces asintió. La verdad es que su ayuda le vendría bastante bien, en aquel despacho desde luego había una cantidad de documentos realmente preocupante y no si se ponía a buscar ella sola seguramente tardaría una eternidad. — Pues si puedes ayudarme Helena, te lo agradecería muchísimo — le dedico una sonrisa mientras se disponía a comenzar con la búsqueda de aquellos documentos. Sin embargo un ruido llamo bastante su atención, miro a la criada y después a Alistar para ver que era lo que sucedía.
— ¿Qué es ese ruido? parece que viene de fuera — se acercaría a una de las ventanas y al ver semejante polvareda dirigirse hacía la mansión se asustaría un poco. — Helena, usted quédese aquí y busque los documentos y las llaves por favor — no sabía quienes eran aquellos caballeros o que querían, pero si venían a desvalijar su casa no iba a permitirlo. Bajó nuevamente al piso de abajo y se preparo para defender su casa de cualquiera que quisiera hacerle daño. Acababa de encontrar un montón de recuerdos y de cosas hermosas sobre su familia y no iba a permitir que nadie se lo arrebatase, no, ahora si que no iba a dejar que nadie le quitase lo que le pertenecía por derecho.
Miro a Alistar, pues se imaginaba que habría bajado junto a ella — espero que no vengan con malas intenciones, pero por si acaso es mejor estar preparados — colocaría una de sus puertas abierta en la puerta principal y otra en la puerta trasera de la casa para que cualquiera que quisiera entrar por ella o que entrase por la fuerza por cualquiera de las dos puertas terminase saliendo por la otra. Básicamente había convertido las puertas en un bucle conectado, al entrar por una de las puertas saldrían por la otra sin importar demasiado por cual entrasen o las veces que lo intentasen. Eso mientras las puertas estuvieran intactas y de paso conectadas claro esta.
Reviso unos cuantos documentos con la mirada y luego los libros, abrió un par de cajones mientras escuchaba a Helena hablar y entonces asintió. La verdad es que su ayuda le vendría bastante bien, en aquel despacho desde luego había una cantidad de documentos realmente preocupante y no si se ponía a buscar ella sola seguramente tardaría una eternidad. — Pues si puedes ayudarme Helena, te lo agradecería muchísimo — le dedico una sonrisa mientras se disponía a comenzar con la búsqueda de aquellos documentos. Sin embargo un ruido llamo bastante su atención, miro a la criada y después a Alistar para ver que era lo que sucedía.
— ¿Qué es ese ruido? parece que viene de fuera — se acercaría a una de las ventanas y al ver semejante polvareda dirigirse hacía la mansión se asustaría un poco. — Helena, usted quédese aquí y busque los documentos y las llaves por favor — no sabía quienes eran aquellos caballeros o que querían, pero si venían a desvalijar su casa no iba a permitirlo. Bajó nuevamente al piso de abajo y se preparo para defender su casa de cualquiera que quisiera hacerle daño. Acababa de encontrar un montón de recuerdos y de cosas hermosas sobre su familia y no iba a permitir que nadie se lo arrebatase, no, ahora si que no iba a dejar que nadie le quitase lo que le pertenecía por derecho.
Miro a Alistar, pues se imaginaba que habría bajado junto a ella — espero que no vengan con malas intenciones, pero por si acaso es mejor estar preparados — colocaría una de sus puertas abierta en la puerta principal y otra en la puerta trasera de la casa para que cualquiera que quisiera entrar por ella o que entrase por la fuerza por cualquiera de las dos puertas terminase saliendo por la otra. Básicamente había convertido las puertas en un bucle conectado, al entrar por una de las puertas saldrían por la otra sin importar demasiado por cual entrasen o las veces que lo intentasen. Eso mientras las puertas estuvieran intactas y de paso conectadas claro esta.
- Resumen:
- Brianna cotillea un poco el despacho y al ver la polvareda le pide a Helena que busque los documentos y las llaves mientras ella baja con Alistar y conecta la puerta principal de la casa con la trasera por si alguien intenta entrar por allí salga por la otra puerta creando un bucle.
Lilith Blair
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Cuanto más sabe de aquel lugar mas extraño parece todo, cuanto más pregunta y más investiga más turbio se vuelve todo. Pero no era de extrañar teniendo en cuenta el lugar donde se encontraba y lo que había visto en el interior de aquel local. No hizo falta ningún gesto para que Allaidh se levantase de donde estaba y siguiera a Lilith. León se quedaría con Morgoth por si necesitaba ayuda, no sabía si el chico querría seguirla o no,si lo hacía, todos irían a ver a la tal madame Spirelli. No obstante Lilith aprovecharía el momento en que salieran del local para intentar hablar un poco con la camarera.
— Parece que las cosas no son tan "perfectas" como quieren aparentar ¿verdad? — miraría a la camarera de reojo esperando que entendiese un poco su indirecta. Se notaba a leguas que no estaba del todo conforme con lo que estaba ocurriendo en aquel lugar. Esa sonrisa falsa y la mirada en sus ojos la delataba, había visto a muchas mujeres en ese estado pasando por terribles momentos y una de sus especialidades era ayudarlas a salir del bache. — Puedo ayudarte, puedo ayudaros, pero necesito saber que esta pasando antes de encontrarme con esa mujer — esperaba que la camarera entendiese sus intenciones. Ella quería ayudarlas realmente y si de paso sacaba provecho mejor que mejor.
Esperaría a que le dijese algo y una vez llegaran al edificio simplemente dejaría que ella llamase al timbre y preparada por si necesitaba defenderse esperaría a que se abriese la puerta y se mostrase al fin la tal madame Spirelli. La verdad es que no es que quisiera ser "perfecta" pero quería saber que estaba pasando allí y de alguna forma lograría sonsacarle a aquella mujer que era lo que hacía con al gente para convertirla en esa especie de muñecos perfectos que solo saben sonreír y servir. Era perturbador la verdad, pero por su parte intentaría hacer lo posible para ayudar a aquella gente que parecía estar presa de una especie de encantamiento, lavado de cerebro o cualquier locura semejante.
Se movían como muñecos sin alma. Allaidh no se apartaba de Lilith y mantenía una tensión palpable en el cuerpo, olisqueaba el aire y mantenía sus orejas completamente tiesas por si escuchaba cualquier cosa que pudiera ser una amenaza. Se encargaría de proteger a su señora a toda costa, además, León estaba con Morgoth y si era necesario el lobo iría en busca de ambos mientras Lilith intentaba mantener a raya a quien fuera que quisiera molestar. Las cartas estaban sobre la mesa y parecía ser un buen momento para comenzar a averiguar lo que estaba ocurriendo en aquel extraño burdel.
— Parece que las cosas no son tan "perfectas" como quieren aparentar ¿verdad? — miraría a la camarera de reojo esperando que entendiese un poco su indirecta. Se notaba a leguas que no estaba del todo conforme con lo que estaba ocurriendo en aquel lugar. Esa sonrisa falsa y la mirada en sus ojos la delataba, había visto a muchas mujeres en ese estado pasando por terribles momentos y una de sus especialidades era ayudarlas a salir del bache. — Puedo ayudarte, puedo ayudaros, pero necesito saber que esta pasando antes de encontrarme con esa mujer — esperaba que la camarera entendiese sus intenciones. Ella quería ayudarlas realmente y si de paso sacaba provecho mejor que mejor.
Esperaría a que le dijese algo y una vez llegaran al edificio simplemente dejaría que ella llamase al timbre y preparada por si necesitaba defenderse esperaría a que se abriese la puerta y se mostrase al fin la tal madame Spirelli. La verdad es que no es que quisiera ser "perfecta" pero quería saber que estaba pasando allí y de alguna forma lograría sonsacarle a aquella mujer que era lo que hacía con al gente para convertirla en esa especie de muñecos perfectos que solo saben sonreír y servir. Era perturbador la verdad, pero por su parte intentaría hacer lo posible para ayudar a aquella gente que parecía estar presa de una especie de encantamiento, lavado de cerebro o cualquier locura semejante.
Se movían como muñecos sin alma. Allaidh no se apartaba de Lilith y mantenía una tensión palpable en el cuerpo, olisqueaba el aire y mantenía sus orejas completamente tiesas por si escuchaba cualquier cosa que pudiera ser una amenaza. Se encargaría de proteger a su señora a toda costa, además, León estaba con Morgoth y si era necesario el lobo iría en busca de ambos mientras Lilith intentaba mantener a raya a quien fuera que quisiera molestar. Las cartas estaban sobre la mesa y parecía ser un buen momento para comenzar a averiguar lo que estaba ocurriendo en aquel extraño burdel.
- Resumen:
- Intenta sacarle información a la camarera mientras caminan hacía el edificio de Spirelli acompañadas del gran lobo de Lilith y luego espera en la puerta una vez llaman al timbre.
Contestó a la chica cuando le preguntó: se inventó un cuento de que la pasta de su "golpe" le había dado para comprarse un pedazo de buque que tenía amarrado en la ciudad. Sin embargo su interacción con los chavales no salió tan bien. El plan no había salido para nada como pensaba. Pensaba hacerles una oferta mayor cuando los chavales con aparente prisa le dieron lo que quería y comenzaron a marcharse. Pero al marcharse se dejaron algo con Yoldin, y eso era un buen paquete de información.
¿Con que cocheros, eh? Curioso nombre para una banda, ¿acaso hablaba de los transportistas de la ciudad? El que le había traído no le había parecido sospechoso para nada, pero si de verdad estaba en el crimen organizado tenía sentido que les hubiese llevado a acabar con la banda enemiga... Fuese lo que fuese tenían su atención y curiosidad, y como es obvio no podía dejarles escapar con dos bienes tan preciados.
Sintió el codazo de Dante pero apenas tubo tiempo para contestarle. No iba a hacer daño a los chicos en un primer momento, pero las cosas habían cambiado. Si ahora les dejaban escapar seguramente les pudiesen dar esquinazo en una ciudad que conocían mejor, así que la mejor estrategia era no dejarles salir del callejón. Lo haría rápido.
Antes de que pudieran seguir caminando les llamó la atención, todavía metido en el papel de comprador generoso. Tras ese fructuoso intercambio sería una pena de verdad que no fueran a su fiesta, tenía que asegurarse de que tenía una manera de contactarles.
—Ey pero esperad chavales, os voy a dar un den-den mushi para avisaros de la movida. Ya veréis, se va a armar parda, se va a liar de cojones— dijo avanzando relajado hacia ellos.
Mientras hablaba se metió la mano en el bolsillo y agarró una concha, pero no la de un caracol. Rápidamente puso su dial de destello en ristre y lo accionó, protegido de sus efectos detrás de sus confiables gafas de sol. Eso con suerte les dejaría aturdidos durante un segundo que el ángel aprovecharía para blandir su maza, y accionando el dial de propulsión de la misma noquear al que tuviese más cerca.
—¡Dante, a por ellos!
Ahora quedaba solo la vikinga. ¿Por qué lado se decantaría?
¿Con que cocheros, eh? Curioso nombre para una banda, ¿acaso hablaba de los transportistas de la ciudad? El que le había traído no le había parecido sospechoso para nada, pero si de verdad estaba en el crimen organizado tenía sentido que les hubiese llevado a acabar con la banda enemiga... Fuese lo que fuese tenían su atención y curiosidad, y como es obvio no podía dejarles escapar con dos bienes tan preciados.
Sintió el codazo de Dante pero apenas tubo tiempo para contestarle. No iba a hacer daño a los chicos en un primer momento, pero las cosas habían cambiado. Si ahora les dejaban escapar seguramente les pudiesen dar esquinazo en una ciudad que conocían mejor, así que la mejor estrategia era no dejarles salir del callejón. Lo haría rápido.
Antes de que pudieran seguir caminando les llamó la atención, todavía metido en el papel de comprador generoso. Tras ese fructuoso intercambio sería una pena de verdad que no fueran a su fiesta, tenía que asegurarse de que tenía una manera de contactarles.
—Ey pero esperad chavales, os voy a dar un den-den mushi para avisaros de la movida. Ya veréis, se va a armar parda, se va a liar de cojones— dijo avanzando relajado hacia ellos.
Mientras hablaba se metió la mano en el bolsillo y agarró una concha, pero no la de un caracol. Rápidamente puso su dial de destello en ristre y lo accionó, protegido de sus efectos detrás de sus confiables gafas de sol. Eso con suerte les dejaría aturdidos durante un segundo que el ángel aprovecharía para blandir su maza, y accionando el dial de propulsión de la misma noquear al que tuviese más cerca.
—¡Dante, a por ellos!
Ahora quedaba solo la vikinga. ¿Por qué lado se decantaría?
- Resumen:
- Les hago el lío a los camellos y rompo personaje para abrirles la cabeza.
Keiran T. Farraige
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Una sensación realmente agradable recorrió como un latigazo el cuerpo de Keiran de arriba a abajo al notar el acero cortando la carne. El herrero había logrado zafarse por apenas unos centímetros de la letal llamarada, ¿pero qué importaba? Le había hecho sangrar, una primera herida en aquel combate que debía simbolizar el principio del fin para él. Esta vez no se contuvo lo más mínimo, dejando que una hiriente carcajada saliera de la garganta del pirata, mofándose mientras su presa se quejaba y maldecía a los cuatro vientos. ¿Eso era todo cuanto tenía para él? Lo cierto es que esperaba un mayor desafío, pero aquel hombre no solo empezaba a resultarle insignificante, sino que además se le antojaba débil y escasamente habilidoso. En realidad, tenía sentido que no fuera mucho más que una mole con mal genio; después de todo, se trataba de un artesano y no de un guerrero. Para alguien que llevaba desde sus tempranos doce años jugándose la vida cada día, aquel hombre representaba poco más que una molestia.
—¿Dónde has escondido tu tesón, basura? ¿No ibas a matarme? —volvió a reírse, relajando un poco la postura ahora que se encontraban a cierta distancia el uno del otro.
Tal vez, y solo tal vez, no fue buena idea provocarle tanto. Poco después de escuchar sus palabras, el grandullón soltó su arma y alzó los brazos con rabia mientras gritaba, algo que alertó inmediatamente al pelirrojo. Por un momento creyó que se lanzaría a por él con las manos desnudas, sin más, pero no tardó en darse cuenta de las verdaderas intenciones que tenía. Todo sucedió con rapidez, apenas pudiendo observar cómo el suelo se fracturaba tras el golpe del herrero al tiempo que una onda de choque se expandía por él. Tuvo el tiempo justo para echarse a un lado y evitar la mayor parte de los daños, aunque aquella proyección logró alcanzarle de refilón y desestabilizar su equilibrio con relativo dolor. Apretó los dientes tras recibir el impacto. No lo había encajado de lleno, así que los daños resultaron mínimos para alguien con su constitución. Lo que más le sorprendió, sin embargo, fue ver cómo su oponente se lanzaba contra él con los brazos extendidos, cojeando pero dispuesto a estrangularle. ¿Era fruto de la desesperación o realmente creía que aquello iba a funcionar?
—Mira, me tienes hasta los cojones ya —escupió, frunciendo el ceño.
Se habían acabado los juegos: ya habían perdido suficiente tiempo allí e iba siendo hora de encontrar al resto ahora que disponían de los caballos que necesitaban. Sostuvo a Ocras con una mano y la clavó en el suelo, dejándola atrás mientras comenzaba a avanzar en línea recta hacia el herrero. Su cuerpo cambió súbitamente, incrementando su tamaño y musculatura, creando un engendro híbrido e infernal que se asemejaba de algún modo a un cánido, con la diferencia de que sus rasgos mostraban que no era nada perteneciente al mundo de los vivos. Aprovechando la impresión que pudiera o no provocar en el contrario, se aseguró de abalanzarse contra él para tratar de separar sus brazos con un par de zarpazos antes de abrir sus fauces e intentar devorar su cuello. Si lo conseguía, procuraría arrancarle un buen trozo para terminar de degollarle mientras que sus garras, lejos de quedarse quietas, buscarían rasgar su piel desde los hombros hasta encontrar el inicio de aquel cinturón metálico.
No sabía si aquello serviría para dejarle fuera de combate pero, si era así, aprovecharía su monstruosa fuerza para alzarle por los aires y lanzarlo contra una de las ventanas de la mansión. Aquella sería su carta de presentación para quien fuera que estuviera allí y, de paso, alertaría al resto de que la fiesta había comenzado.
—¿Dónde has escondido tu tesón, basura? ¿No ibas a matarme? —volvió a reírse, relajando un poco la postura ahora que se encontraban a cierta distancia el uno del otro.
Tal vez, y solo tal vez, no fue buena idea provocarle tanto. Poco después de escuchar sus palabras, el grandullón soltó su arma y alzó los brazos con rabia mientras gritaba, algo que alertó inmediatamente al pelirrojo. Por un momento creyó que se lanzaría a por él con las manos desnudas, sin más, pero no tardó en darse cuenta de las verdaderas intenciones que tenía. Todo sucedió con rapidez, apenas pudiendo observar cómo el suelo se fracturaba tras el golpe del herrero al tiempo que una onda de choque se expandía por él. Tuvo el tiempo justo para echarse a un lado y evitar la mayor parte de los daños, aunque aquella proyección logró alcanzarle de refilón y desestabilizar su equilibrio con relativo dolor. Apretó los dientes tras recibir el impacto. No lo había encajado de lleno, así que los daños resultaron mínimos para alguien con su constitución. Lo que más le sorprendió, sin embargo, fue ver cómo su oponente se lanzaba contra él con los brazos extendidos, cojeando pero dispuesto a estrangularle. ¿Era fruto de la desesperación o realmente creía que aquello iba a funcionar?
—Mira, me tienes hasta los cojones ya —escupió, frunciendo el ceño.
Se habían acabado los juegos: ya habían perdido suficiente tiempo allí e iba siendo hora de encontrar al resto ahora que disponían de los caballos que necesitaban. Sostuvo a Ocras con una mano y la clavó en el suelo, dejándola atrás mientras comenzaba a avanzar en línea recta hacia el herrero. Su cuerpo cambió súbitamente, incrementando su tamaño y musculatura, creando un engendro híbrido e infernal que se asemejaba de algún modo a un cánido, con la diferencia de que sus rasgos mostraban que no era nada perteneciente al mundo de los vivos. Aprovechando la impresión que pudiera o no provocar en el contrario, se aseguró de abalanzarse contra él para tratar de separar sus brazos con un par de zarpazos antes de abrir sus fauces e intentar devorar su cuello. Si lo conseguía, procuraría arrancarle un buen trozo para terminar de degollarle mientras que sus garras, lejos de quedarse quietas, buscarían rasgar su piel desde los hombros hasta encontrar el inicio de aquel cinturón metálico.
No sabía si aquello serviría para dejarle fuera de combate pero, si era así, aprovecharía su monstruosa fuerza para alzarle por los aires y lanzarlo contra una de las ventanas de la mansión. Aquella sería su carta de presentación para quien fuera que estuviera allí y, de paso, alertaría al resto de que la fiesta había comenzado.
- Resumen:
- » Echarse a un lado para recibir la onda de choque de refilón.
» Aceptar la melé con el herrero, clavando la espada en el suelo y lanzándose a por él en forma híbrida.
» Intentar apartar sus brazos para pegarle un buen bocao' en el cuello y, ya que está, rasgarle el pecho-lobo de herrero con las garras.
» Si todo sale bien y el buen hombre queda fuera de combate, alzarlo por los aires y lanzarlo contra una de las ventanas como "saludo".
Napolean
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Durante un breve instante, Alexander comenzó a temer lo peor. Si algo había podido comprobar durante el poco tiempo que llevaba junto a su tripulación, era que Cass no solía dejar que nadie ultrajase a su persona, y que le apuntaran con una sucia escoba entraba dentro de una ofensa digna de ser castigada con la propia muerte; sobre todo al tratarse de una sirvienta. «Se va a liar…», pensó Napo.
Sin embargo, contra todo pronóstico, su subcapitana, haciendo gala de un vocabulario digna de un noble, repleto de florituras y buenas palabras, decidió dejarle a él la vía dialéctica mientras deambulaba por la casa.
—¡Oh! —exclamó Alexander—. No se preocupe, querida—hizo un leve ademán con su brazo derecho, sonriente—. Yo me encargo de llegar a buenos términos con la señorita… —hizo una pausa para que dijera su nombre, mientras observaba de reojo como Cass se marchaba—. Un placer, yo soy Alexander —prosiguió—. Y no se preocupe por mi compañera, es una joven orgullosa. Ya sabe como son aquellos criados entre algodones —le dijo, tratando de hacer une pequeña referencia a que él no había sido toda su vida alguien de la alta alcurnia. Si quería conseguir lo que necesitaba debía hacer que la sirvienta empatizara con él, de tal modo que pudiera llevársela a su terreno—. Dígame, ¿hace mucho que se marcharon sus señores? —le preguntó con falso interés—. Han tenido que ser muy buenas personas para que, transcurrido tanto tiempo, sigáis cuidando su viejo patrimonio sin ánimo de lucro. Honor y lealtad… son valores que parecen que están desapareciendo en estos tiempos tan bizarros, ¿no cree? —Y Napo soltó una pequeña carcajada.
Mantendría durante un tiempo una conversación con la sirvienta, para luego entrar en materia y tratar de conseguir los caballos.
—Respecto al tema de los caballos, si usted lo desea —le dijo—. Podría acompañarnos a la capital para sobreguardar el patrimonio equino. Tras eso, o bien podría quedarse con nosotros hasta que nos pusiéramos en contacto con mi señor y hacerle un cuantioso pago, o bien podría volver aquí, a la casa, y luego me encargaría personalmente de traerle la recompensa mínima por sus servicios.
Sin embargo, contra todo pronóstico, su subcapitana, haciendo gala de un vocabulario digna de un noble, repleto de florituras y buenas palabras, decidió dejarle a él la vía dialéctica mientras deambulaba por la casa.
—¡Oh! —exclamó Alexander—. No se preocupe, querida—hizo un leve ademán con su brazo derecho, sonriente—. Yo me encargo de llegar a buenos términos con la señorita… —hizo una pausa para que dijera su nombre, mientras observaba de reojo como Cass se marchaba—. Un placer, yo soy Alexander —prosiguió—. Y no se preocupe por mi compañera, es una joven orgullosa. Ya sabe como son aquellos criados entre algodones —le dijo, tratando de hacer une pequeña referencia a que él no había sido toda su vida alguien de la alta alcurnia. Si quería conseguir lo que necesitaba debía hacer que la sirvienta empatizara con él, de tal modo que pudiera llevársela a su terreno—. Dígame, ¿hace mucho que se marcharon sus señores? —le preguntó con falso interés—. Han tenido que ser muy buenas personas para que, transcurrido tanto tiempo, sigáis cuidando su viejo patrimonio sin ánimo de lucro. Honor y lealtad… son valores que parecen que están desapareciendo en estos tiempos tan bizarros, ¿no cree? —Y Napo soltó una pequeña carcajada.
Mantendría durante un tiempo una conversación con la sirvienta, para luego entrar en materia y tratar de conseguir los caballos.
—Respecto al tema de los caballos, si usted lo desea —le dijo—. Podría acompañarnos a la capital para sobreguardar el patrimonio equino. Tras eso, o bien podría quedarse con nosotros hasta que nos pusiéramos en contacto con mi señor y hacerle un cuantioso pago, o bien podría volver aquí, a la casa, y luego me encargaría personalmente de traerle la recompensa mínima por sus servicios.
- Resumen:
- Empezar a hablar con la sirviente para negociar
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Kodlak empezó a gruñir. El instinto animal era algo increíble, capaz de detectar cualquier peligro cercano. El fino oído lupino de Alistar no tardó en detectar también lo que parecía poner al lobo en posición defensiva. Se acercó a una ventana, asomándose con cuidado para evitar ser visto, viendo así como se acercaba lo que parecía ser todo un regimiento. Desenvainó su espada y empezó a dirigirse hacia las escaleras para bajar, no sin antes mirar a Helena y señalarla con un dedo.
—No haga ruido y no se acerque a las ventanas.
De un salto bajó casi todas las escaleras y fue directo a una de las ventanas que daban al exterior, poniéndose a un lado dando la espalda a la pared y la espada frente a él, sujetando el mango con ambas manos. Bri bajó después que él, afirmando que había que estar preparados. El lobo asintió y después se colocó un dedo en los labios, indicando con ese gesto a Brianna que estuviese en silencio después de hacer su magia de portales. Kodlak se agazapó bajo uno de los ventanales, también en completo silencio.
Lo mejor era fingir que esa casa seguía tan abandonada como siempre. Que allí no había nadie. Si la casa era su objetivo, podrían pillarlos por sorpresa. Si no lo era, simplemente pasarían de largo. Entonces su fino oído escuchó, de nuevo, un grito. Lo que sonaba como una orden militar, alguien preparándose para un ataque. Por la distancia a la que escuchó esa voz solo pudo deducir una cosa.
—No son los únicos —le dijo a Bri en un susurro—. Hay alguien más, y creo que están enfrentados a esos.
—No haga ruido y no se acerque a las ventanas.
De un salto bajó casi todas las escaleras y fue directo a una de las ventanas que daban al exterior, poniéndose a un lado dando la espalda a la pared y la espada frente a él, sujetando el mango con ambas manos. Bri bajó después que él, afirmando que había que estar preparados. El lobo asintió y después se colocó un dedo en los labios, indicando con ese gesto a Brianna que estuviese en silencio después de hacer su magia de portales. Kodlak se agazapó bajo uno de los ventanales, también en completo silencio.
Lo mejor era fingir que esa casa seguía tan abandonada como siempre. Que allí no había nadie. Si la casa era su objetivo, podrían pillarlos por sorpresa. Si no lo era, simplemente pasarían de largo. Entonces su fino oído escuchó, de nuevo, un grito. Lo que sonaba como una orden militar, alguien preparándose para un ataque. Por la distancia a la que escuchó esa voz solo pudo deducir una cosa.
—No son los únicos —le dijo a Bri en un susurro—. Hay alguien más, y creo que están enfrentados a esos.
- resumen:
- Estar muy alerta
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¿Por qué aquel chico tenía tanto miedo? Quizás padeciera fobia por lo médicos, o quizás aquí fueran muy caros. Fuera cual fuera el caso parecía que, si el cyborg llevaba a un médico a la casa, solo iba a empeorar la situación.
—Muy bien. Si tanto insistes, no te buscaré a un médico. No puedo ayudar a quien no se deja ayudar —dijo, en parte para calmar en chico.
Entonces escuchó cómo el chico explicaba lo que sucedía. Lo cierto es que su información era un poco... confusa. ¿Y de verdad creía que el capo de la droga llamado Antoine le estaba protegiendo? A Sam le parecía más bien que estaban abusando de él.
—Escucha chico, entiendo que tengas miedo —dijo Sam, mirándolo directamente a los ojos—. Yo también lo he tenido, y el miedo nos impulsa a creer cosas que no son y a hacer cosas que no queremos. Piensa en ello, ¿vale?
Acto seguido se volvió hacia la chica.
—Sí, voy contigo —le dijo, pensando detenidamente sobre ella. Que estuviera tan interesada en el tema de las drogas resultaba intrigante. Casi tanto como lo que estaba ocurriendo en la isla; no solo había una guerra sino una oleada de misterios. Debía andarse con ojo—. Y Bô no sé que hará. A veces tiene la mala costumbre de abstraerse y olvidarse de todo. Siempre podemos dejarlo aquí y ya vendremos a buscarle más tarde. Es mayorcito, sabrá cuidar de sí mismo.
Empezó a seguir a la chica afuera y asintió ante sus palabras.
—Estoy de acuerdo en que cualquier momento podríamos vernos envueltos en algún conflicto, pero tampoco me hace gracia dejar pasar lo de las drogas. Vamos a ver qué nos encontramos —dijo. Siguió caminando un par de metros hasta que volvió a hablar—. ¿Eres marine? ¿O un agente secreto? No se me ocurre otro motivo para que busques la fuente de las drogas de esta ciudad salvo que estés en una especie de misión secreta. Solo te has presentado con tu nombre y apenas has hablado de ti.
Escrutó el rostro de la joven, buscando ver si había acertado en su análisis.
—No me malinterpretes, me parece bien que te preocupes por los problemas de drogadicción del lugar, sea por lo que sea. Pero vas armada, preparada para combatir, y estás persiguiendo a los traficantes. Creo que puede ser obvio que trabajas para alguien, o tal vez lo hagas por algún motivo especial. Sea por lo que sea, quiero se sepas que puedes confiar en mí —dijo, con una sonrisa tímida con la que intentaba transmitir confianza.
Siguió andando, tranquilamente, buscando llegar al lugar de origen, en dónde se dedicaría a buscar pistas o seguir el rastro de los traficantes. No soportaba los abusos, no estaba de acuerdo con el tráfico de drogas y, si tenía suerte, podía conseguir encontrar a algún famoso criminal entre los narcos. Podía matar tres pájaros de un tiro.
—Muy bien. Si tanto insistes, no te buscaré a un médico. No puedo ayudar a quien no se deja ayudar —dijo, en parte para calmar en chico.
Entonces escuchó cómo el chico explicaba lo que sucedía. Lo cierto es que su información era un poco... confusa. ¿Y de verdad creía que el capo de la droga llamado Antoine le estaba protegiendo? A Sam le parecía más bien que estaban abusando de él.
—Escucha chico, entiendo que tengas miedo —dijo Sam, mirándolo directamente a los ojos—. Yo también lo he tenido, y el miedo nos impulsa a creer cosas que no son y a hacer cosas que no queremos. Piensa en ello, ¿vale?
Acto seguido se volvió hacia la chica.
—Sí, voy contigo —le dijo, pensando detenidamente sobre ella. Que estuviera tan interesada en el tema de las drogas resultaba intrigante. Casi tanto como lo que estaba ocurriendo en la isla; no solo había una guerra sino una oleada de misterios. Debía andarse con ojo—. Y Bô no sé que hará. A veces tiene la mala costumbre de abstraerse y olvidarse de todo. Siempre podemos dejarlo aquí y ya vendremos a buscarle más tarde. Es mayorcito, sabrá cuidar de sí mismo.
Empezó a seguir a la chica afuera y asintió ante sus palabras.
—Estoy de acuerdo en que cualquier momento podríamos vernos envueltos en algún conflicto, pero tampoco me hace gracia dejar pasar lo de las drogas. Vamos a ver qué nos encontramos —dijo. Siguió caminando un par de metros hasta que volvió a hablar—. ¿Eres marine? ¿O un agente secreto? No se me ocurre otro motivo para que busques la fuente de las drogas de esta ciudad salvo que estés en una especie de misión secreta. Solo te has presentado con tu nombre y apenas has hablado de ti.
Escrutó el rostro de la joven, buscando ver si había acertado en su análisis.
—No me malinterpretes, me parece bien que te preocupes por los problemas de drogadicción del lugar, sea por lo que sea. Pero vas armada, preparada para combatir, y estás persiguiendo a los traficantes. Creo que puede ser obvio que trabajas para alguien, o tal vez lo hagas por algún motivo especial. Sea por lo que sea, quiero se sepas que puedes confiar en mí —dijo, con una sonrisa tímida con la que intentaba transmitir confianza.
Siguió andando, tranquilamente, buscando llegar al lugar de origen, en dónde se dedicaría a buscar pistas o seguir el rastro de los traficantes. No soportaba los abusos, no estaba de acuerdo con el tráfico de drogas y, si tenía suerte, podía conseguir encontrar a algún famoso criminal entre los narcos. Podía matar tres pájaros de un tiro.
- Resumen:
- Dar un pequeño discurso motivacional al chico, seguir a Tomoe, hablar con ella, y buscar el origen de las drogas.
Adam
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El niño por fin cayó, Adam no pudo evitar esbozar una sonrisa de satisfacción y una pequeña carcajada, y es que en ese momento Adam se sentía en una especie de la cima del mundo. Sin mediar palabra, flexionó uno de sus brazos como un pequeño gesto de victoria, emulando las costumbres corsarias que le habían inculcado en aquella larga travesía.
Aunque recordándolo bien, Adam recordó que casi se le volvía a olvidar un pequeño detalle, y es que se estaba saltando una de las tradiciones del barco en el que se había enrolado, tradición de “no hay supervivientes” que le había dejado muy claro el capitán Keiran con aquel tratamiento correctivo que le estaba dando. Adam creía fervientemente en esa norma, ya que, a fin de cuentas, su funcionamiento del mundo se regía a un comer o ser comido. Además, desde la última vez que tuvo un despiste de dejar a alguien vivo, el capitán le había gritado mucho y se había puesto con un humor de perros, y la sinceramente últimamente no tenía muchas ganas de que le gritarán más de lo habitual, menos si se trataba de una cosa que creía haber comprendido bien.
Por lo que, acercándose con calma para evitar que al animal se asustará o arremetiera contra él. El rubio se acercó al animal, tratando de acercarse lo suficiente como para acariciar el cuello de la bestia, mirando a los ojos de la bestia con una sonrisa de oreja a oreja. Realmente no tenía ni idea, pero las caricias era lo que mejor le había funcionado hasta ahora con todos los animales con los que había interactuado en la isla tropical.
-Si tener cuatro patas, no deber ser diferente- pensó Adam mientras trataba de propinar las caricias de la misma forma que lo hacia con las panteras de su isla.
Si el animal se dejaba procuraría girarlo y apartarlo de su antiguo dueño, tras lo cual propinaría un pisotón o varios hasta reventar la tráquea del muchacho, un golpe que había aprendido de uno de los muchachos que limpiaba la cubierta del barco. Tras propinar el golpe y percatarse de aquel extraño brillo, sin pensarlo ni un instante y de la manera impulsiva que solía definir al niño, se agachó a examinar el cuerpo del muchacho, olvidándose y abstrayéndose por completo del animal y mucho más de la pelea de su capitán y el herrero.
-¡Yujú¡ Botín brillante- pensó Adam al saquear el medallón, mientras comprobaba un poco su peso y examinaba el animal que tenía, el cual termino reconociendo como uno de los pájaros que habitan su jungla, esos que andaban con las flores y movían tan rápido sus alas.
Una vez hubiera terminado de ver y palpar el colgante sin más criterio que el de ver su consistencia, trataría de ponérselo al cuello como había visto que la gente solía llevar sus congéneres, para acto seguido terminar de cachear al muchacho. Una vez que hubiera terminado con el saqueo, y habiendo dejado las pertenecías del muchacho que menos hubiera llamado su atención, volvería atender a la bestia que hacía poco casi le abría la cabeza, reanudando la tarea de calmar y arrastra con él, procurando emular aquella extraña mueca que había hecho el mozo de cuadras y con la cual había logrado comandar la bestia. Aunque al no saber silbar, el salvaje acabó haciendo un auténtico esperpento, más parecido a un soplido a un bufido que otra cosa.
En el caso de que viera que la bestia estaba calmada, trataría de subirse a su grupa y montarla de forma similar a la que estaba llevando el muchacho, si el rubio conseguía subirse y aguantar arriba sin percances trataría de acariciar a la bestia mientras comenzaba a susurrar unas palabras y a señalar a la puerta de la casa.
-Adam querer ir a casa, Adam ser nuevo amo, tu ir a donde Adam querer- ordenaría al caballo como si tuviera esperanzas de que el animal le entendiera y obedeciera, por si fuera poco, Adam además estaba realizando gestos de forma efusiva señalando la puerta de la casa, mientras agitaba las piernas producto de la emoción -¡Nosotros saquear casa!-gritaría a su capitán en el caso de que el caballo avanzará contra las puertas de la mansión, en vistas de que se estaba convirtiéndose para divertirse con la pareja de turno, como venía siendo costumbre para el rubio.
En el hipotético caso de que algún dios hubiera bendecido a Adam y este logrará comandar a la bestia gracias a su química animal y no se cayera en el acto, trataría de guiarlo hasta el interior de la vivienda, donde a lomos de un caballo comenzaría a cabalgar por la casa buscando la cocina, la bodega o la despensa, o como lo conocía Adam, “el lugar de la comida”. Y es que Adam se le había antojado un poco de agua local, aunque tampoco iba a hacer ascos a cualquier pieza de comida que pudiera encontrar por ahí, y es que aquella pequeña prueba de ejercicio fisco había abierto el apetito al muchacho.
Aunque recordándolo bien, Adam recordó que casi se le volvía a olvidar un pequeño detalle, y es que se estaba saltando una de las tradiciones del barco en el que se había enrolado, tradición de “no hay supervivientes” que le había dejado muy claro el capitán Keiran con aquel tratamiento correctivo que le estaba dando. Adam creía fervientemente en esa norma, ya que, a fin de cuentas, su funcionamiento del mundo se regía a un comer o ser comido. Además, desde la última vez que tuvo un despiste de dejar a alguien vivo, el capitán le había gritado mucho y se había puesto con un humor de perros, y la sinceramente últimamente no tenía muchas ganas de que le gritarán más de lo habitual, menos si se trataba de una cosa que creía haber comprendido bien.
Por lo que, acercándose con calma para evitar que al animal se asustará o arremetiera contra él. El rubio se acercó al animal, tratando de acercarse lo suficiente como para acariciar el cuello de la bestia, mirando a los ojos de la bestia con una sonrisa de oreja a oreja. Realmente no tenía ni idea, pero las caricias era lo que mejor le había funcionado hasta ahora con todos los animales con los que había interactuado en la isla tropical.
-Si tener cuatro patas, no deber ser diferente- pensó Adam mientras trataba de propinar las caricias de la misma forma que lo hacia con las panteras de su isla.
Si el animal se dejaba procuraría girarlo y apartarlo de su antiguo dueño, tras lo cual propinaría un pisotón o varios hasta reventar la tráquea del muchacho, un golpe que había aprendido de uno de los muchachos que limpiaba la cubierta del barco. Tras propinar el golpe y percatarse de aquel extraño brillo, sin pensarlo ni un instante y de la manera impulsiva que solía definir al niño, se agachó a examinar el cuerpo del muchacho, olvidándose y abstrayéndose por completo del animal y mucho más de la pelea de su capitán y el herrero.
-¡Yujú¡ Botín brillante- pensó Adam al saquear el medallón, mientras comprobaba un poco su peso y examinaba el animal que tenía, el cual termino reconociendo como uno de los pájaros que habitan su jungla, esos que andaban con las flores y movían tan rápido sus alas.
Una vez hubiera terminado de ver y palpar el colgante sin más criterio que el de ver su consistencia, trataría de ponérselo al cuello como había visto que la gente solía llevar sus congéneres, para acto seguido terminar de cachear al muchacho. Una vez que hubiera terminado con el saqueo, y habiendo dejado las pertenecías del muchacho que menos hubiera llamado su atención, volvería atender a la bestia que hacía poco casi le abría la cabeza, reanudando la tarea de calmar y arrastra con él, procurando emular aquella extraña mueca que había hecho el mozo de cuadras y con la cual había logrado comandar la bestia. Aunque al no saber silbar, el salvaje acabó haciendo un auténtico esperpento, más parecido a un soplido a un bufido que otra cosa.
En el caso de que viera que la bestia estaba calmada, trataría de subirse a su grupa y montarla de forma similar a la que estaba llevando el muchacho, si el rubio conseguía subirse y aguantar arriba sin percances trataría de acariciar a la bestia mientras comenzaba a susurrar unas palabras y a señalar a la puerta de la casa.
-Adam querer ir a casa, Adam ser nuevo amo, tu ir a donde Adam querer- ordenaría al caballo como si tuviera esperanzas de que el animal le entendiera y obedeciera, por si fuera poco, Adam además estaba realizando gestos de forma efusiva señalando la puerta de la casa, mientras agitaba las piernas producto de la emoción -¡Nosotros saquear casa!-gritaría a su capitán en el caso de que el caballo avanzará contra las puertas de la mansión, en vistas de que se estaba convirtiéndose para divertirse con la pareja de turno, como venía siendo costumbre para el rubio.
En el hipotético caso de que algún dios hubiera bendecido a Adam y este logrará comandar a la bestia gracias a su química animal y no se cayera en el acto, trataría de guiarlo hasta el interior de la vivienda, donde a lomos de un caballo comenzaría a cabalgar por la casa buscando la cocina, la bodega o la despensa, o como lo conocía Adam, “el lugar de la comida”. Y es que Adam se le había antojado un poco de agua local, aunque tampoco iba a hacer ascos a cualquier pieza de comida que pudiera encontrar por ahí, y es que aquella pequeña prueba de ejercicio fisco había abierto el apetito al muchacho.
- El salvaje que susurraba a los caballos:
- Pues celebrar la victoria, tratar al animal para que se calme, pisar cuello del muchacho por políticas de empresa (Adam no quiere que le pegue el capi otra vez, vaya), saquear al niño, ponerse el colgante, tratar de montar el caballo (si la bestia no se encabrita) y procurar que la bestia le obedezca en sus intenciones de allanamiento y su búsqueda del “agua del north blue”, vamos que quiero vodka o lo que se pimple la gente del norte.
Morgoth
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El plan no parecía ir bien, el lobo le intentó morder la mano cuando la chica le fue a acariciar. Eso iba a complicar las cosas y mi plan. Intenté acariciarlo de nuevo yo y el lobo, aunque me miró con un poco de reticencia, pero volvió a apoyar la cabeza sobre las patas y se dejó acariciar sin ningún tipo de oposición.
-Lobito malo. Eso no se hace. ¿Y si acaba siendo amiga de Lil? ¿Cómo se lo vas a explicar? – regañé al animal de forma cariñosa. – Mmm. Si es que es muy difícil enfadarse con una coshita tan mona. – añadí acariciándolo con más ímpetu para ver si conseguía hacer que cediese, aunque fuese un poco.
En ese momento, me pareció ver un brillo en los ojos del camarero mientras hablaba con la joven. Fruncí ligeramente el ceño durante apenas un segundo al verlo. Algo no iba como debería o por lo menos un posible problema gordo. Me levanté y me estiré mientras la joven que había estado sentada en mi regazo permanecía a mi lado.
-Bueno, creo que es hora de marchar. – dije al ver como Lilith salía del local con una de las camareras. – Ya la devolveré. – dije en voz alta mientras cogía por la cintura a la chica con un movimiento rápido y me la cargué al hombro mientras corría hacia la puerta y salía apenas un segundo después de Lilith y la camarera.
Cuando salí del establecimiento mantuve a la joven en mi hombro y seguí con cuidado a las dos jóvenes que habían salido justo delante de mí, la camarera que guiaba a Lilith por aquella niebla tan extraña. Lo suficientemente lejos para no perderlas de vista entre la niebla. ¿A dónde irían?
-Lobito malo. Eso no se hace. ¿Y si acaba siendo amiga de Lil? ¿Cómo se lo vas a explicar? – regañé al animal de forma cariñosa. – Mmm. Si es que es muy difícil enfadarse con una coshita tan mona. – añadí acariciándolo con más ímpetu para ver si conseguía hacer que cediese, aunque fuese un poco.
En ese momento, me pareció ver un brillo en los ojos del camarero mientras hablaba con la joven. Fruncí ligeramente el ceño durante apenas un segundo al verlo. Algo no iba como debería o por lo menos un posible problema gordo. Me levanté y me estiré mientras la joven que había estado sentada en mi regazo permanecía a mi lado.
-Bueno, creo que es hora de marchar. – dije al ver como Lilith salía del local con una de las camareras. – Ya la devolveré. – dije en voz alta mientras cogía por la cintura a la chica con un movimiento rápido y me la cargué al hombro mientras corría hacia la puerta y salía apenas un segundo después de Lilith y la camarera.
Cuando salí del establecimiento mantuve a la joven en mi hombro y seguí con cuidado a las dos jóvenes que habían salido justo delante de mí, la camarera que guiaba a Lilith por aquella niebla tan extraña. Lo suficientemente lejos para no perderlas de vista entre la niebla. ¿A dónde irían?
- resumen:
- Coger a la prostiputa cargandomela al hombro y salir corriendo del local tras Lilith, seguir a Lilith y a la camarera que la acompaña.
Anastasya
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Parecía que las gafas no iban a servir de mucho, de eso se dio cuenta la tiradora cuando dio un par de pasos en la niebla. Decepcionada quiso avanzar un poquito más pero en cuanto su bota pisó el suelo empedrado todo volvió a la normalidad, la cortina blanca se disipó ante sus narices como si fuera algún tipo de truco. ¡Qué casualidad! Mientras presenciaba aquel fenómeno Anastasya volvió a quitarse las gafas para guardarlas en el bolso. Al alzar la vista pudo ver sin problemas el bar al otro lado de la plaza, así que tras recuperarse de la sorpresa continuó su trayecto hasta el sitio en cuestión, no sin antes echar un vistazo por la zona a ver si veía a Dwight.
Nada más entrar por la puerta sintió un retortijón en el estómago y permaneció allí unos instantes, planteándose si de verdad era buena idea seguir, pero como ya estaba allí pues no le quedaba otra que continuar y tomar asiento. El ambiente estaba viciado y olía muy fuerte a alcohol, en un rincón encontró a unos hombres echando pulsos, y en la barra unas mujeres disfrutaban del vino.
—¡Buenos días! —optó por presentarse en cuanto entró lo suficiente como para que el tabernero le echara el ojo.
Anastasya decidió sentarse no muy lejos de las señoritas que bebían vino para escucharlas conversar, y fue entonces cuando Khâmul apareció por la puerta para sentarse junto a ella. Por un momento se sintió intimidada, pero intentó mantener la compostura. Cuando el tabernero les preguntó qué iban a tomar el sargento se adelantó, pidiendo una jarra de ron.
—Un café por favor —pidió con amabilidad, luego miró al sargento—. Sargento, no pensaba que fuese a encontrarle aquí. La verdad, no sé hasta qué punto es seguro preguntar por Antoine, la señora de la posada parecía preocupada cuando lo mencionó. Pero… déjeme intentarlo.
En ese instante se escuchó un chirrido extraño en el exterior y Anastasya dirigió su vista a la ventana más próxima. Pudo fijarse en la expresión de seriedad que pusieron los lugareños que estaban allí dentro. Y cuando el tabernero se acercó con sus bebidas, aprovechó para lanzar sus preguntas de la manera más sutil que se le ocurrió.
—Perdone… ¿qué ha sido ese ruido que se acaba de escuchar fuera? Y por casualidad, ¿sabe dónde podríamos dar con Antoine? Somos nuevos en la ciudad, pero tenemos asuntos que nos gustaría atender con él.
Por poco no soltó un resoplido después de inventarse esa última trola, miró de reojo al sargento y luego al tabernero. Estaban cerca de las señoritas, con suerte el nombre de Antoine llamaría también su atención.
Nada más entrar por la puerta sintió un retortijón en el estómago y permaneció allí unos instantes, planteándose si de verdad era buena idea seguir, pero como ya estaba allí pues no le quedaba otra que continuar y tomar asiento. El ambiente estaba viciado y olía muy fuerte a alcohol, en un rincón encontró a unos hombres echando pulsos, y en la barra unas mujeres disfrutaban del vino.
—¡Buenos días! —optó por presentarse en cuanto entró lo suficiente como para que el tabernero le echara el ojo.
Anastasya decidió sentarse no muy lejos de las señoritas que bebían vino para escucharlas conversar, y fue entonces cuando Khâmul apareció por la puerta para sentarse junto a ella. Por un momento se sintió intimidada, pero intentó mantener la compostura. Cuando el tabernero les preguntó qué iban a tomar el sargento se adelantó, pidiendo una jarra de ron.
—Un café por favor —pidió con amabilidad, luego miró al sargento—. Sargento, no pensaba que fuese a encontrarle aquí. La verdad, no sé hasta qué punto es seguro preguntar por Antoine, la señora de la posada parecía preocupada cuando lo mencionó. Pero… déjeme intentarlo.
En ese instante se escuchó un chirrido extraño en el exterior y Anastasya dirigió su vista a la ventana más próxima. Pudo fijarse en la expresión de seriedad que pusieron los lugareños que estaban allí dentro. Y cuando el tabernero se acercó con sus bebidas, aprovechó para lanzar sus preguntas de la manera más sutil que se le ocurrió.
—Perdone… ¿qué ha sido ese ruido que se acaba de escuchar fuera? Y por casualidad, ¿sabe dónde podríamos dar con Antoine? Somos nuevos en la ciudad, pero tenemos asuntos que nos gustaría atender con él.
Por poco no soltó un resoplido después de inventarse esa última trola, miró de reojo al sargento y luego al tabernero. Estaban cerca de las señoritas, con suerte el nombre de Antoine llamaría también su atención.
- Resumen:
- -Anastasya se vuelve a quitar las gafas y entra en la taberna, sentándose no muy lejos de las señoritas que beben vino.
-Pide un café y habla con Khâmul acerca de Antoine.
-Le hace dos preguntas al tabernero: que ha sido el chirrido que se ha escuchado fuera y donde pueden dar con Antoine, ya que tienen asuntos que atender con él pero son nuevos en la ciudad. Anastasya espera que el nombre de Antoine llame la atención de alguien más dentro de la taberna.
Helga Eiríksdóttir
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Los jóvenes no tenían pinta de cumplir con el trato que les propuso el chico de las gafas. Efectivamente todo aquello olía fatal. Por el comentario de uno de los camellos, la banda no llegaba hasta el puerto pues era territorio de los cocheros. ¿Acaso los cocheros también vendían droga o era un mero reparto de territorio de la isla? Lo ignoraba pero si era otra pista para alcanzar más fama y dinero pues bienvenida sea. Pero aquello no era lo único extraño, pues la niebla había desaparecido de la nada y se pudo oír un extraño sonido retumbar por todo el lugar. ¿Que carajos acababa de pasar? Sin embargo, aún estaba el asunto de los camellos puestos que parecían largarse y engañar al tío de la gafas que me había dicho que había comprado un barco con un dinero de un robo. El compañero del carismático se apresuró a seguirles por los tejados. Aquello me confirmaba que no eran delincuentes comunes.
Lejos de darse por vencido, el sujeto de las gafas fue tras ellos intentando que no se fueran. Hasta que sacó un extraño artefacto del bolsillo y de repente se hizo una luz tan intensa que tuve que llevarme las manos a los ojos. Realmente iban a por los camellos. No parecía ser necesaria en esa pelea, aún así me uní a ella y intenté cortarles el camino para que no escaparan. No me parecía justo que fueran atacados de esa manera, pero querían estafarle así que estaban a mano. También quería saber acerca de la información que supuestamente querían sonsacarles a aquellos jóvenes, pues quería luchar contra su jefe que esperaba que valiera la pena.
Lejos de darse por vencido, el sujeto de las gafas fue tras ellos intentando que no se fueran. Hasta que sacó un extraño artefacto del bolsillo y de repente se hizo una luz tan intensa que tuve que llevarme las manos a los ojos. Realmente iban a por los camellos. No parecía ser necesaria en esa pelea, aún así me uní a ella y intenté cortarles el camino para que no escaparan. No me parecía justo que fueran atacados de esa manera, pero querían estafarle así que estaban a mano. También quería saber acerca de la información que supuestamente querían sonsacarles a aquellos jóvenes, pues quería luchar contra su jefe que esperaba que valiera la pena.
- Resumen:
- Unirme a la refriega
Normas del capítulo:
Moderación
- Se moderará lunes y jueves entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los lunes o jueves antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación
- 1 – Helga, Shiro y Yoldin:
Los adolescentes no pueden contra vosotros tres. Se llevan las manos a la cara cuando activas el dial, pero aún así son cegados y tropiezan el uno con el otro, cayendo al suelo. Yoldin, con tu maza noqueas al que aceptó tu propuesta mientras el otro grita del susto. Se levanta de golpe e intenta correr. Con las prisas del momento, una pequeña libreta de cuero se le cae del bolsillo. Está gastada y bastante llena de garabatos y anotaciones. No se da cuenta en su afán de largarse pero tampoco llega muy lejos, porque Helga le corta el paso.
-¡Por favor! No os hemos timado, es toda la droga que llevamos encima. Tenemos que irnos, no nos queda mucho tiempo y si llegamos tarde ¡nos dejarán atrás!
Parece bastante asustado. Si le revisáis la libreta encontraréis varias cosas interesantes. Inventario un tanto sucio de lo que llevan vendido y lo que le falta para llegar a su cuota diaria, que parece cuadrar con la cantidad que le tendió a Yoldin hace un momento. En otra página, de forma bastante más pulcra y en letras grandes, pone ''El código del buen pirata'', con un montón de puntos debajo como si fuera una lista que todavía no ha empezado. Hay también varios dibujos nada malos, de sí mismo y de quien presumís son sus compañeros o amigos, pues todos parecen de una edad parecida.
El chico os insiste en que les dejéis ir y acaba arrodillado junto al otro, preocupado porque vayáis a seguir pegándole.
- 3 – Ravenosos Houndos:
Los ojos del herrero se abren con espanto al ver en lo que te transformas. Murmura algo que no alcanzas a entender y trata de cubrirse de tu ataque, sin mucho éxito. Tus colmillos encuentran carne y sangre y dolor. Justo antes de que termines de degollarlo, parece encontrar una última oleada de fuerza y mientras su corazón bombea como loco hacia la muerte, el herrero te escupe en el hocico. Va a hablar, pero de su boca solo sale sangre.
Lo lanzas por los aires y aunque no aciertas en la ventana, el sonido retumba por dentro de la casa. Oh y ha dejado una bonita marca en la fachada… antes de caer justo delante de la puerta principal.
Adam, al caballo le cuesta mucho calmarse. Se aparta de su antiguo dueño, pero vuelve a relinchar y encabritarse cuando le partes la tráquea. De alguna manera se tranquiliza un poco cuando le mimas y deja que le montes, pero no parece obedecerte. No te tira, pero desde luego no está yendo hacia la casa… sino que regresa a los establos y da la vuelta hasta la parte de atrás, donde agacha la cabeza para beber de un bebedero que hay allí. Puedes ver que hay una pequeña caseta de madera anexada a los establos. ¿Será ahí donde vivía el niño? Tiene una luz encendida.
Cass, la sirvienta te mira directamente a los ojos: - Te he oído. Le decías al otro que podía coger lo que quisiera. ¡No puede! ¡No son vuestras cosas!
No te dice nada más, pero cuando te marchas puedes ver que la has dejado temblando, no sabes si de ira o de impotencia.
-Annabelle.- Le dice a Napo, todavía con desconfianza en la mirada.- Nuestros amos merecían esto y mucho más. Es un placer continuar cuidando de su hacienda.- No comparte tu carcajada y sus labios son una fina línea. No se le ha escapado Reiko escabulléndose, pero aunque la sigue con los ojos no dice nada. En cuanto mencionas que puede acompañaros, sin embargo, se sorprende y parece pensárselo.- Si es así… pero no podría ir sola. No, yo no debería ir, pero Johnnie puede acompañaros, él se ocupa de los caballos. Mientras los tenga a la vista y le acompañes de vuelta… s-supongo que no pasa nada.
Se nota que no le gusta mucho la idea, pero también parece algo aliviada de haber encontrado un punto medio, dado que sabe que no va a poder echaros así como así. Te indica cómo llegar a los establos y se ofrece a acompañarte.
Cass, encuentras lo que a todas luces son los cuartos de los antiguos señores de la mansión. Muebles regios y antiguos, algo cubiertos de polvo pero en mejor estado que el resto de la casa. Hay ropas de buena calidad en los armarios, aunque pocas mudas. En los escritorios, todo lo necesario para escribir y enviar cartas, incluyendo sellos con el ya conocido colibrí.
Reiko, por tu parte no das con la otra sirvienta… pero si con lo que definitivamente es su cuarto. Incluso hay una foto de ella sonriente en la pared, enmarcada. No encuentras nada interesante pero si te acercas a la ventana verás algo muy curioso… un caballero en reluciente armadura plateada, casco incluido, se está acercando sobre un precioso caballo blanco de manchas negras a la mansión. Galopa a toda velocidad y pronto llegará. ¿Quién puede ser?
- 4 – Byrne, Lobitos y el Señor Comanda Armaduras:
Desde la casa podéis ver cómo el segundo grupo de caballeros se organiza para ir contra el primero. Les ven venir, pero no a tiempo. Brianna, ves a quien va al frente, el único caballero de armadura negra y de alguna manera, te resulta familiar. Es decidido y la primera muerte es suya. Su lanza atraviesa limpiamente a uno de los caballeros plateados, haciéndole caer del caballo y quedándose inmóvil. Les rodean, aunque tres logran escapar. Los que quedan atrapados no tardan en enzarzarse en una feroz batalla con los caballeros de armadura cobriza. Hay bajas en ambos lados, pero los más organizados no tardan en hacerse con el control y terminar con los que quedan.
El problema, para todos, son los tres que lograron zafarse al principio. Se dirigen a la casa de los Byrne a toda velocidad. Abandonan los caballos en los jardines y tratan de refugiarse en el edificio, pero caen en las puertas de Brianna y tardan un rato en asimilar que no van a poder meterse en la casa. Maldicen y juran venganza, pero ante todo se miran los unos a los otros con terror en la mirada. Saben que es cuestión de tiempo que les cojan. Uno empieza a gritarle a la casa, rezando porque haya alguien en ella.
-¡Hey!¡Necesitamos asilo! Necesitamos enviar un mensaje, ¡ESTAMOS EN PELIGRO, JODER! ¡POR FAVOR!
Velkan, puedes estar orgulloso. Ha sido un baño de sangre, pero habéis salido victoriosos. Habéis perdido a un hombre y dos más están heridos, pero no es nada comparado con lo que les habéis hecho. Sir Viktor tiene un feo corte en el brazo bueno, pero aunque le va a costar combatir, no le va a costar la vida. Te mira con algo más de respeto tras esa batalla y señala con una inclinación de cabeza a los tres traidores restantes, que están… ¿qué están haciendo? Parece que den vueltas a la casa que hay ahí al lado. Qué raro.
- 6 - Teufel:
La camarera te escucha, pero le cuesta responder. Se estremece ante tus palabras y cuando le miras a los ojos, aunque sonríe solo hay una emoción que te transmite: puro terror.
-No sé de qué me habla, señorita… son muy buenos con nosotras. Nos dan todo… todo lo que queremos.- Dice finalmente con un hilo de voz.
Morgoth, cuando te echas a la chica al hombro el camarero sonríe y os despide con la mano.
-Recuerda estar a las 10 aquí, querida. Hoy te toca también turno de noche, ¿sí?
La chica se ríe tontamente y asiente, pero no protesta por ser llevada. Al contrario, se entretiene acariciándote el pelo mientras caminas. No tardáis en alcanzar a Lilith y compañía, justo cuando las puertas del edificio se abren para vosotros.
El interior recuerda a la sala de espera de un hospital privado, pero mucho más elegante. Todo es blanco y hay varios sofás listos para vosotros. Al fondo hay un mostrador, pero está vacío. La camarera se sienta la primera, colocándose extrañamente recta.
-En seguida llegará.- Dice algo tensa.- Y entonces… entonces podrás pedirle… l-lo que quieras.
- 7 - Los amigos de la Revolución:
-Matheus.- Dice el chico.- Simplemente… no quería probarla. Mi madre me ha criado bien.- Explica, un tanto orgulloso.- Quieren que la tomemos porque da más energía, más ánimos. Es más fácil encontrar clientes estando puesto. N-no he visto a nadie que la haya dejado.-No es que esté mintiendo exactamente, pero no os cuesta entender que esa última frase oculta un par de cosas. Escucha a Samvel y aunque parece un tanto preocupado… asiente. Sin embargo, cuando escucha que vais a marcharos, coge del brazo a Tomoe.
-No es una buena idea. Si no nos querían fuera hoy es por algo y… me habéis ayudado. No quiero que os pase nada.- Os mira con preocupación, insistiendo.- Han cerrado las puertas de la ciudad, lo he oído antes. No puede ser nada bueno.
Si pese a eso salís, no os lo impedirá. Llegaréis a donde le encontrasteis sin problema, aunque… no encontráis gran cosa. Hay un par de manchas a causa de la paliza, pero poco más. En una esquina en el suelo, sin embargo, encontráis algo. Es una pequeña pastilla amarilla, en forma de rombo con una P grabada. Prixos. La droga que buscabais.
- 8 - El orgullo de la marina:
El tabernero os trae lo que pedís sin inmutarse, aunque si tuviera que adivinar diría que seguramente no sea un café muy bueno. No parece que lo prepare muy a menudo. Cuando preguntáis por el chirrido alza una ceja, pero al final os responde.
-No sois de por aquí, ¿verdad? No, claro que no. Han cerrado las puertas de la ciudad. Es un sonido inconfundible. No sé quién, ni por qué, pero… si fuera vosotros evitaría quedarme mucho tiempo en las calles hoy. Por si acaso.
Va a irse, pero ante la mención de Antoine aprieta los labios y se inclina en la barra, señalándoos con el dedo:
-No. No tenéis nada que tratar con él. Nadie lo tiene. Si quisiera hablar con vosotros, ya estaríais con él, así que no vayáis haciendo preguntas estúpidas, ¿estamos?
En realidad parece más preocupado que otra cosa, pero el caso es que de poco os ha valido. Por suerte, no es el único que os ha oído preguntar. Las chicas se miran entre ellas y asienten antes de actuar. La que está al lado de Anastasya le pone la mano suavemente en el brazo, antes de hablarle en voz baja para no llamar la atención del camarero:
-¿Sabéis donde os metéis? ¿Qué os traéis con Antoine? Si necesitáis verle podemos ayudar pero… tiene razón, ¿sabes? No es buena idea.
Velkan Byrne
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Da igual lo bien planificada que tenga la batalla un general. Cuando las formaciones degeneran en el puro enfrentamiento directo, la habilidad de las tropas, su fortaleza de ánimos y su posición en el terreno acaban tomando el protagonismo. Por eso Velkan había escogido una formación que les permitiera sembrar el caos y el desánimo, haciendo a los traidores verse rodeados y sobrepasados por el número. Y, aunque funcionó, por un momento el joven caballero se vio rodeado por el desorden la brutalidad del combate. Los golpes volaban a izquierda y derecha, y Velkan debía estar pendiente de los enemigos tanto de golpes mal encaminado de sus aliados. Una batalla entre dos unidades de caballería cuando degeneraba en la melé pura y directa tendía a acabar siendo cruda, sucia y desorganizada. Aunque logró cobrarse varias cabezas, un espadazo en el hombro izquierdo le abolló la armadura e hizo daño. Pero al final el ánimo de combate, la organización y la superioridad numérica lograron convertir la escaramuza en una victoria aplastantes sobre los traidores.
- Tres se escapan. No podemos permitir que alerten al resto de traidores - miró a Viktor y al resto - Vosotros deberíais comprobar si alguno de estos sigue vivo para interrogarlo, reunir a los caballos del enemigo y atender a vuestras heridas. ¡Punta de lanza, conmigo!
Antes de partir, se acercó al primer enemigo caído y le arrancó a Geist de un tirón. Como esperaba la punta estaba un tanto dañada y mellada. Qué se le iba a hacer, ya se ocuparía de ella cuando tuviesen un momento de descanso. Reuniendo consigo a los otros tres caballeros que habían formado con él la punta de lanza, cabalgaron en persecución de los traidores. Estos les llevaban algo de ventaja y se dirigían a una de las mansiones nobiliarias de la zona. Este era un lugar que Velkan conocía bien, pues en las estancias familiares en la capital antes de unirse al ejército, se había alojado con su padre y su madre (antes de que esta falleciera) en una residencia de campo de la zona. De hecho... espera. ¿No era esa de allí la casa de su familia?
- Pero... ¡esos cabrones intentan refugiarse en MI casa!
Espoleó el caballo para pasar al galope, alzando la lanza. Los traidores bajaron de los caballos al llegar al jardín, y en ese momento ocurrió algo de lo más extraño. Entraron por la puerta principal, pero a los pocos segundos asomaron desde la parte trasera de la casa. Poco después empezaron a rodear la mansión dando gritos y suplicando que les diesen acceso. ¿Había gente dentro?
- ¡AH, NO! ¡NO VAIS A ENSUCIAR CON VUESTRA PRESENCIA LA CASA DE MI FAMILIA! - se giró hacia uno de los otros caballeros - Sir Johann, mantente en tu caballo por si alguno intenta huir.
Descabalgó de un salto y entró a la carrera en los jardines, mientras una masa oscuridad de aspecto gaseoso brotaba de su espalda. Esta se dirigió hacia el traidor más cercano, ejerciendo su poder gravitatorio sobre él para atraerlo con intención de envolverlo en oscuridad y aprisionarlo. Contaba con sus hermanos para que se ocupasen de los otros dos, pero por si las cosas se complicaban, alargó desde el brazo principal de oscuridad dos extensiones más pequeñas hacia los otros dos traidores, intentando ejercer atracción sobre sus armas para quitárselas y absorberlas.
- Tres se escapan. No podemos permitir que alerten al resto de traidores - miró a Viktor y al resto - Vosotros deberíais comprobar si alguno de estos sigue vivo para interrogarlo, reunir a los caballos del enemigo y atender a vuestras heridas. ¡Punta de lanza, conmigo!
Antes de partir, se acercó al primer enemigo caído y le arrancó a Geist de un tirón. Como esperaba la punta estaba un tanto dañada y mellada. Qué se le iba a hacer, ya se ocuparía de ella cuando tuviesen un momento de descanso. Reuniendo consigo a los otros tres caballeros que habían formado con él la punta de lanza, cabalgaron en persecución de los traidores. Estos les llevaban algo de ventaja y se dirigían a una de las mansiones nobiliarias de la zona. Este era un lugar que Velkan conocía bien, pues en las estancias familiares en la capital antes de unirse al ejército, se había alojado con su padre y su madre (antes de que esta falleciera) en una residencia de campo de la zona. De hecho... espera. ¿No era esa de allí la casa de su familia?
- Pero... ¡esos cabrones intentan refugiarse en MI casa!
Espoleó el caballo para pasar al galope, alzando la lanza. Los traidores bajaron de los caballos al llegar al jardín, y en ese momento ocurrió algo de lo más extraño. Entraron por la puerta principal, pero a los pocos segundos asomaron desde la parte trasera de la casa. Poco después empezaron a rodear la mansión dando gritos y suplicando que les diesen acceso. ¿Había gente dentro?
- ¡AH, NO! ¡NO VAIS A ENSUCIAR CON VUESTRA PRESENCIA LA CASA DE MI FAMILIA! - se giró hacia uno de los otros caballeros - Sir Johann, mantente en tu caballo por si alguno intenta huir.
Descabalgó de un salto y entró a la carrera en los jardines, mientras una masa oscuridad de aspecto gaseoso brotaba de su espalda. Esta se dirigió hacia el traidor más cercano, ejerciendo su poder gravitatorio sobre él para atraerlo con intención de envolverlo en oscuridad y aprisionarlo. Contaba con sus hermanos para que se ocupasen de los otros dos, pero por si las cosas se complicaban, alargó desde el brazo principal de oscuridad dos extensiones más pequeñas hacia los otros dos traidores, intentando ejercer atracción sobre sus armas para quitárselas y absorberlas.
- resumen:
- Recojo mi lanza, persigo a los traidores gritándoles "get off my lawn" cual vejete enfadado e intento atrapar a uno en oscuridad y atraer las armas de los otros dos.
Anastasya
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Sus ojos se posaron sobre el café recién hecho mientras se mantenía apoyada sobre la barra. Asintió al tabernero a modo de agradecimiento y cogió la cuchara que tenía a su lado para empezar a remover, disfrutando del aroma que le llegaba a la nariz. Después se la llevó a la boca para tantear el sabor y bueno… desde luego, no era el mejor café que había probado, los que hacía en casa con su padre eran infinitamente mejores, pero tampoco iba a quejarse. Al menos creía que podía terminárselo.
Lo que no se esperó fue que el tabernero fuese tan avispado, supuso que era normal para alguien que vivía en Astelia. Además de intuir que no eran de por allí por no reconocer el sonido de las puertas que daban acceso a la ciudad, pilló a Anastasya con las manos en la masa. Si tenía asuntos que atender con Antoine estaba claro que él mismo se encargaría de dar con ellos, en lugar de tener que estar pidiendo indicaciones en el bar de la esquina. Se sentía mal por tener que estar mintiendo, no era propio de ella recurrir a métodos tan poco honestos, pero si querían dar con un individuo tan intimidante como parecía ser aquel, no se le ocurría otra forma de acercarse sin armar un conflicto. Y aun así, lo que más le causó preocupación fue la expresión que puso el hombre al escuchar su nombre. Le daba la impresión de que… ¿se estaba preocupando por ella?
Anastasya estaba dando otro sorbo a la taza cuando sintió por sorpresa el tacto de una de las chicas. Cabía decir que sus palabras hicieron que se planteara dos veces si seguir adelante o no, y aunque tenía miedo no podía abandonar la única oportunidad de dar con su objetivo. Intentó pensar con claridad a pesar de la sensación que le paralizaba el cuerpo. ¿Qué iba a decir, que también quería pastillas, o que la marina estaba dispuesta a darle carta blanca con el tráfico de drogas? Cada idea que se le pasaba por la cabeza parecía más descabellada que la anterior. Quizá, si le daba a entender que podía ayudar con su negocio pudiese ganarse su confianza. La albina sabía que no había vuelta atrás una vez diese una respuesta. Sabiendo que se internaba en la boca del lobo, optó por seguir adelante.
—Si, intuyo que no estará para bromas. Pero dicen que siempre está buscando clientes, ¿verdad? No es algo de lo que me guste hablar en público, pero agradecería mucho que me indicaseis el camino —se llevó la mano al pecho con cierta preocupación en el rostro, como si de verdad le fuese necesaria una dosis. Si accedían a llevarla, se levantaría de su asiento con la mayor discreción posible antes de mirar una última vez la armadura negra del sargento, que ahora que lo pensaba… no se había fijado en si se quitó el casco para beber.
Como su padre se enterara…
Lo que no se esperó fue que el tabernero fuese tan avispado, supuso que era normal para alguien que vivía en Astelia. Además de intuir que no eran de por allí por no reconocer el sonido de las puertas que daban acceso a la ciudad, pilló a Anastasya con las manos en la masa. Si tenía asuntos que atender con Antoine estaba claro que él mismo se encargaría de dar con ellos, en lugar de tener que estar pidiendo indicaciones en el bar de la esquina. Se sentía mal por tener que estar mintiendo, no era propio de ella recurrir a métodos tan poco honestos, pero si querían dar con un individuo tan intimidante como parecía ser aquel, no se le ocurría otra forma de acercarse sin armar un conflicto. Y aun así, lo que más le causó preocupación fue la expresión que puso el hombre al escuchar su nombre. Le daba la impresión de que… ¿se estaba preocupando por ella?
Anastasya estaba dando otro sorbo a la taza cuando sintió por sorpresa el tacto de una de las chicas. Cabía decir que sus palabras hicieron que se planteara dos veces si seguir adelante o no, y aunque tenía miedo no podía abandonar la única oportunidad de dar con su objetivo. Intentó pensar con claridad a pesar de la sensación que le paralizaba el cuerpo. ¿Qué iba a decir, que también quería pastillas, o que la marina estaba dispuesta a darle carta blanca con el tráfico de drogas? Cada idea que se le pasaba por la cabeza parecía más descabellada que la anterior. Quizá, si le daba a entender que podía ayudar con su negocio pudiese ganarse su confianza. La albina sabía que no había vuelta atrás una vez diese una respuesta. Sabiendo que se internaba en la boca del lobo, optó por seguir adelante.
—Si, intuyo que no estará para bromas. Pero dicen que siempre está buscando clientes, ¿verdad? No es algo de lo que me guste hablar en público, pero agradecería mucho que me indicaseis el camino —se llevó la mano al pecho con cierta preocupación en el rostro, como si de verdad le fuese necesaria una dosis. Si accedían a llevarla, se levantaría de su asiento con la mayor discreción posible antes de mirar una última vez la armadura negra del sargento, que ahora que lo pensaba… no se había fijado en si se quitó el casco para beber.
Como su padre se enterara…
- resumen:
- -Anastasya les da a entender que necesita una dosis y accede en seguir las indicaciones de las chicas por la ciudad.
Izanami Reiko
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Entre puerta y puerta, una terminó por ceder y dar lugar a una habitación que no sabía muy bien cómo definir dentro de la visión que ofrecía a aquel que entraba. Bueno, sí: modesta. No me hacía falta más de un parpadeo para notar que se tenía que tratar de una sala hecha para los trabajadores del hogar, las sirvientas y los sirvientes, ya que en Mary Geoise abundaban del mismo tipo. Solo en nuestra casa había casi dos decenas de ellas para que los casi esclavos no se tuvieran que ir muy lejos para hacer vida, aunque era cierto que los pocos edificios del lugar que no eran casas no estaban hechos para gente que no fuera extremadamente rica.
Con la confianza de alguien que da vueltas por su casa, completamente aburrida, di un paso en el interior de la sala mientras cotilleaba las pertenencias de la que era la compañera de la otra. Sorprendentemente no estaba allí, aunque también era cierto que tampoco es que estuviera obligada a vivir en su cuarto permanentemente, por mucho que eso explicase la de mierda que plagaba el recibidor. Una foto de ella, claramente distinta a la familia —que tan aria era—, un despertador, un par de libros simples y escuetos, una libreta… Un poquito de todo, más o menos lo mismo que tenían en casa de papá. Y, como era de esperarse, lo más interesante de todo aquel lugar no estaba dentro sino fuera.
Me quedé absolutamente pegada a la ventana, como un pulpo que ha hecho vacía con las ventosas de los dedos contra el cristal, apretando la nariz en el vidrio hasta aplanarla suavemente. Porque en ese momento no caí en simplemente subirla, pero esa era una historia muy distinta. Mis ojos emitieron chiribitas y el izquierdo se encendió con fiereza, desapareciendo en el siguiente parpadeo, solo para ser reemplazado con un leve y poco sonoro grito de emoción y sorpresa. De aquella forma me despegué de allí y di un par de rápidas zancadas hasta la puerta, cruzando el umbral y corriendo hasta donde había estado Cass la última vez que la había visto. De encontrarla, le comentaría visiblemente emocionada:
— ¡Cassandra! ¡Que hay algo ahí afuera! ¡Está eso! ¡Eso! —casi grité, claramente algo fuera de mí, pero no tardé en reconducirme sola sin necesidad de que nadie me golpease o zarandease—. ¡La yegua dálmata que quiero! Y, bueno, un señor embutido en una armadura brillante va encima, pero solo hace falta tirarlo, ¿no? —La miré, sonriente, esperando a una afirmación, aunque me adelanté antes de que pudiera hablar—. ¿Me la puedo quedar…? —Puse morritos mientras señalaba, con el pulgar y hacia atrás, a la dirección en la que lo había visto por vez última antes de dejar el lugar.
De aquella forma, me asomaría a la habitación en la que estaba el semigigante, sujetándome casi horizontalmente al lateral de la puerta con una amplia sonrisa:
— ¡Napo! ¡Que ha venido un caballero trayendo mi caballo! O sea, caballero de que va a caballo, no de que lleve chistera, aunque le ha traído su corcel a una dama así que un poco caballero sí que es… —medité mientras miraba al suelo, dándole un par de vueltas a lo que estaba escupiendo por mi boca. Poco sentido, pero el justo para que se pudiera entender.
Así, avisados ambos, bajaría las escaleras corriendo con el objetivo de atravesar la puerta del recibidor —si la podía abrir o seguía abierta— y correr hasta donde lo había visto. Quería mi dálmata equino.
Con la confianza de alguien que da vueltas por su casa, completamente aburrida, di un paso en el interior de la sala mientras cotilleaba las pertenencias de la que era la compañera de la otra. Sorprendentemente no estaba allí, aunque también era cierto que tampoco es que estuviera obligada a vivir en su cuarto permanentemente, por mucho que eso explicase la de mierda que plagaba el recibidor. Una foto de ella, claramente distinta a la familia —que tan aria era—, un despertador, un par de libros simples y escuetos, una libreta… Un poquito de todo, más o menos lo mismo que tenían en casa de papá. Y, como era de esperarse, lo más interesante de todo aquel lugar no estaba dentro sino fuera.
Me quedé absolutamente pegada a la ventana, como un pulpo que ha hecho vacía con las ventosas de los dedos contra el cristal, apretando la nariz en el vidrio hasta aplanarla suavemente. Porque en ese momento no caí en simplemente subirla, pero esa era una historia muy distinta. Mis ojos emitieron chiribitas y el izquierdo se encendió con fiereza, desapareciendo en el siguiente parpadeo, solo para ser reemplazado con un leve y poco sonoro grito de emoción y sorpresa. De aquella forma me despegué de allí y di un par de rápidas zancadas hasta la puerta, cruzando el umbral y corriendo hasta donde había estado Cass la última vez que la había visto. De encontrarla, le comentaría visiblemente emocionada:
— ¡Cassandra! ¡Que hay algo ahí afuera! ¡Está eso! ¡Eso! —casi grité, claramente algo fuera de mí, pero no tardé en reconducirme sola sin necesidad de que nadie me golpease o zarandease—. ¡La yegua dálmata que quiero! Y, bueno, un señor embutido en una armadura brillante va encima, pero solo hace falta tirarlo, ¿no? —La miré, sonriente, esperando a una afirmación, aunque me adelanté antes de que pudiera hablar—. ¿Me la puedo quedar…? —Puse morritos mientras señalaba, con el pulgar y hacia atrás, a la dirección en la que lo había visto por vez última antes de dejar el lugar.
De aquella forma, me asomaría a la habitación en la que estaba el semigigante, sujetándome casi horizontalmente al lateral de la puerta con una amplia sonrisa:
— ¡Napo! ¡Que ha venido un caballero trayendo mi caballo! O sea, caballero de que va a caballo, no de que lleve chistera, aunque le ha traído su corcel a una dama así que un poco caballero sí que es… —medité mientras miraba al suelo, dándole un par de vueltas a lo que estaba escupiendo por mi boca. Poco sentido, pero el justo para que se pudiera entender.
Así, avisados ambos, bajaría las escaleras corriendo con el objetivo de atravesar la puerta del recibidor —si la podía abrir o seguía abierta— y correr hasta donde lo había visto. Quería mi dálmata equino.
- Resumen:
- Pensar, ver al caballero, informar al resto y dirigirme hacia él como una demente y una desquiciada.
Helga Eiríksdóttir
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Aquellos mocosos no tenían ni media torta, no pudieron hacer nada ante los ataques de los dos criminales combinados. Debido a los nervios de la lucha se cayeron y uno fue dejado fuera de combate por el sujeto de las gafas. Su compañero intentó escapar pero por suerte logré cerrarle el paso e impedir su huida. Realmente me molestaba que fuera capaz de dejar atrás a su compañero, aquel muchacho no tenía sentido de la lealtad por lo que estaba viendo. Antes de que intentara huir, se le había caído una libreta al suelo. Esperaba que tuviera información útil. Algo que dijo me llamó la atención de gran manera. ¿Les dejarían atrás? ¿Acaso era algo relacionado con el ruido y la desaparición de la niebla de antes?
- Cálmate amigo, no te haremos daño si nos cuentas todo lo que sabes. Donde está tu jefe y su base de operaciones, ese ruido de hace un momento y esa niebla tan misteriosa. ¿No es tan difícil, no? - Ya que estaba tan nervioso, era posible que cantara toda la información que poseía - Y no intentes mentir, no creo que te convenga y tampoco creo que a tu jefe le importe mucho tu bienestar a la hora de la verdad - Dije cruzándome de brazos sonriendo con desprecio.
Aquellos chicos era posible que no tuviesen otra forma de subsistir que vender droga. Pero al menos respetaba el hecho de que no se quedasen sin hacer nada esperando la muerte. Eché un ojo a los criminales con los que me había topado, curiosa por si alguno había visto el contenido de la libreta.
-¿Hay algo interesante en ella o es solo una pérdida de tiempo? - Lancé la pregunta con un ojo puesto en el adolescente. Las personas que se ven rodeadas pueden realizar acciones desesperadas y eso lo había aprendido luchando junto a mi padre.
- Cálmate amigo, no te haremos daño si nos cuentas todo lo que sabes. Donde está tu jefe y su base de operaciones, ese ruido de hace un momento y esa niebla tan misteriosa. ¿No es tan difícil, no? - Ya que estaba tan nervioso, era posible que cantara toda la información que poseía - Y no intentes mentir, no creo que te convenga y tampoco creo que a tu jefe le importe mucho tu bienestar a la hora de la verdad - Dije cruzándome de brazos sonriendo con desprecio.
Aquellos chicos era posible que no tuviesen otra forma de subsistir que vender droga. Pero al menos respetaba el hecho de que no se quedasen sin hacer nada esperando la muerte. Eché un ojo a los criminales con los que me había topado, curiosa por si alguno había visto el contenido de la libreta.
-¿Hay algo interesante en ella o es solo una pérdida de tiempo? - Lancé la pregunta con un ojo puesto en el adolescente. Las personas que se ven rodeadas pueden realizar acciones desesperadas y eso lo había aprendido luchando junto a mi padre.
- Resumen:
- Interrogar al adolescente y tener cuidado de que no intente nada a la desesperada
Keiran T. Farraige
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Notó aquel metálico sabor contra su paladar mientras apretaba la mandíbula con decisión y sus garras penetraban la piel del herrero. Aún le quedaban fuerzas suficientes como para maldecirle, incluso con un monstruo como él devorándolo, así que le concedería al menos que tenía un buen par de huevos. ¿Aquella era la pasta de la que estaban hechos todos los hombres de Hallstat? Si era así, la isla norteña habría conseguido que el interés del pirata por ella se viera incrementado; después de todo, si un simple herrero se había atrevido a plantarle cara con aquella ferocidad, ¿qué no haría un soldado entrenado?
Lo lanzó por los aires hasta lograr estrellarlo contra la casa violentamente. Cuando cayó frente a la entrada se quedó inmóvil, un cuerpo inerte más a la larga lista que empezaba a acumular. Poco a poco, Keiran empezó a recuperar su aspecto humano mientras se pasaba una mano por el rostro, limpiándose la sangre que el muerto le había escupido durante el último de sus forcejeos. Una vez sintió que estaba limpio acumuló todo fluido en su boca para escupir a un lado. No le agradaba en exceso el sabor de la sangre, la verdad, pero arrancarle el cuello le pareció la forma más efectiva y directa para concluir el enfrentamiento en el momento. Además, parecía que Adam también había acabado con lo suyo, así que no podía permitirse el lujo de hacerle esperar. Comprobó con una sonrisa complaciente cómo su niño salvaje ponía en práctica las enseñanzas que tanto se esmeraba en inculcarle, partiéndole el cuello al jinete y tomando como suyo el caballo que, lejos de obedecerle, parecía no querer hacer mucho caso a sus directrices.
—¡Adam! —le llamó su capitán, caminando con calma hacia el lugar donde se mantenía clavada Ocras, unos pocos metros más allá—. Ya que vas a los establos, mira a ver si tienen algún carruaje o algo con lo que podamos transportar a Alexander.
Bien pensado, la idea de que el rubio se perdiera siguiendo una línea recta era bastante probable. ¿Debía confiar en que sabría qué forma tenía un carro de caballos? Lo más seguro es que ni siquiera supiera lo que era una rueda, y es que mucho era que hubiera entendido la finalidad de aquellos animales. Tal vez debiera darse prisa antes de que se metiera en más problemas.
—Olvídalo, ahora voy contigo.
Nunca llegaría a saber si pudo escuchar sus palabras, así que tan solo restaba confiar en que pudiera mantenerse localizable el tiempo suficiente como para poder alcanzarle. Después de todo, el caballo sobre el que iba montado pareció dispuesto a regresar al establo sin que nadie se lo pidiera. Por su parte, habiendo recuperado su mandoble, lanzó un tajo al aire para limpiar el sobrante de sangre por el corte que le había hecho al herrero y lo envainó a su espalda. Sus ojos se dirigieron entonces hacia la enorme mansión. No había recibido noticias de Cassandra, Alexander o Izanami desde que había caído por aquel agujero, aunque habría jurado que el semigigante logró salir de la inofensiva trampa poco después de separarse. Tal vez hubieran encontrado algo interesante o, en su defecto, estuvieran rebuscando aún por el lugar. No es que el sitio fuera pequeño precisamente.
Despreocupado y sin plantearse siquiera el mover el cuerpo de la puerta —le importaba más bien poco que alguien pudiera encontrárselo—, se encaminó hacia los establos en busca de Adam y, con suerte, de un carromato.
Lo lanzó por los aires hasta lograr estrellarlo contra la casa violentamente. Cuando cayó frente a la entrada se quedó inmóvil, un cuerpo inerte más a la larga lista que empezaba a acumular. Poco a poco, Keiran empezó a recuperar su aspecto humano mientras se pasaba una mano por el rostro, limpiándose la sangre que el muerto le había escupido durante el último de sus forcejeos. Una vez sintió que estaba limpio acumuló todo fluido en su boca para escupir a un lado. No le agradaba en exceso el sabor de la sangre, la verdad, pero arrancarle el cuello le pareció la forma más efectiva y directa para concluir el enfrentamiento en el momento. Además, parecía que Adam también había acabado con lo suyo, así que no podía permitirse el lujo de hacerle esperar. Comprobó con una sonrisa complaciente cómo su niño salvaje ponía en práctica las enseñanzas que tanto se esmeraba en inculcarle, partiéndole el cuello al jinete y tomando como suyo el caballo que, lejos de obedecerle, parecía no querer hacer mucho caso a sus directrices.
—¡Adam! —le llamó su capitán, caminando con calma hacia el lugar donde se mantenía clavada Ocras, unos pocos metros más allá—. Ya que vas a los establos, mira a ver si tienen algún carruaje o algo con lo que podamos transportar a Alexander.
Bien pensado, la idea de que el rubio se perdiera siguiendo una línea recta era bastante probable. ¿Debía confiar en que sabría qué forma tenía un carro de caballos? Lo más seguro es que ni siquiera supiera lo que era una rueda, y es que mucho era que hubiera entendido la finalidad de aquellos animales. Tal vez debiera darse prisa antes de que se metiera en más problemas.
—Olvídalo, ahora voy contigo.
Nunca llegaría a saber si pudo escuchar sus palabras, así que tan solo restaba confiar en que pudiera mantenerse localizable el tiempo suficiente como para poder alcanzarle. Después de todo, el caballo sobre el que iba montado pareció dispuesto a regresar al establo sin que nadie se lo pidiera. Por su parte, habiendo recuperado su mandoble, lanzó un tajo al aire para limpiar el sobrante de sangre por el corte que le había hecho al herrero y lo envainó a su espalda. Sus ojos se dirigieron entonces hacia la enorme mansión. No había recibido noticias de Cassandra, Alexander o Izanami desde que había caído por aquel agujero, aunque habría jurado que el semigigante logró salir de la inofensiva trampa poco después de separarse. Tal vez hubieran encontrado algo interesante o, en su defecto, estuvieran rebuscando aún por el lugar. No es que el sitio fuera pequeño precisamente.
Despreocupado y sin plantearse siquiera el mover el cuerpo de la puerta —le importaba más bien poco que alguien pudiera encontrárselo—, se encaminó hacia los establos en busca de Adam y, con suerte, de un carromato.
- Resumen:
- » Escupir sangre, limpiarse un poco, recuperar su mandoble...
» Paja mental respecto a lo que podría estar llevándole tanto tiempo al otro grupo.
» Ir a buscar a Adam al establo y, de paso, intentar encontrar un carromato, carruaje o cualquier transporte con el que pudieran llevar a Napolean.
Lord Khâmul
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Con la jarra de ron delante mía y sin ser tocada ni un ápice escuché las palabras de aquel tabernero. Parecía tener miedo, o al menos mostraba una patente preocupación por la situación, además parecía que tampoco nos deseaba mal.
Que se le mencionara el nombre de Antoine no había sido plato de gusto para él parecía ser. Si un mero tabernero se asusta de un narco, este no debía ser moco de pavo. Al ver que se ponía un tanto nervioso le respondí:
-Por mi parte no lo mentaré más señor, yo sólo quiero descansar un rato en su local.-dije quitándole hierro al asunto.
Obviamente era mentira, pero si mostrábamos los dos el mismo interés quizás el tabernero se podría echar atrás. Además, siempre colaba más que una persona joven consuma frente a un hombre más mayor, es un cliché lo sé, pero es verdad.
Anastasya por su parte fue bastante resuelta en sus acciones, pues no tardó en empezar por su cuenta a sacar información junto a la barra, no sin antes que una de las mujeres se pusiera a susurrarnos sus preocupaciones, y yo por mi parte, no le di mayor importancia. Teníamos que cumplir nuestras órdenes fuera como fuere y el peligro que hubiere.
Yo me quedé sentado en mi silla, agarrando la jarra como si fuera a hacer el amago de beber, pero obviamente no iba a hacerlo mientras escuchaba a la mujer.
-Tan sólo había escuchado rumores, pero tampoco es que me interese demasiado, y ahora si me disculpan, es tarde y debo irme- dije levantándome antes de dirigirme a la salida de la taberna, y al pasar por el lado de Anastasya, con mirada cómplice le hice una señal con la mano bajo mi capa para que siguiera a aquellas mujeres. Yo por mi parte estaría siguiéndola en la distancia.
Si aquella mujer le llevaba hasta Antoine yo les seguiría con sigilo y a una distancia prudente para no poner en peligro a Anastasya. Así que una vez salí de la taberna opté por torcer la esquina del local y ocultarme contra la pared. Si las mujeres y la cadete salían podría ver hacia donde se dirigían.
- Resumen:
-Trata de aparentar que lo de Antoine para él no tiene importancia, que los rumores no le atraen.
-Le da una "señal" a Anastasya para que acompañe a aquellas mujeres hasta Antoine, ya que Khâmul la seguirá a una distancia prudente vigilante.
-Se retira de la taberna y tuerce a la vuelta de la esquina del edificio para ocultarse.
El chaval que quedaba rogaba por piedad, con los ojos muy abiertos y con el resplandor del sudor frío reflejándose en su piel. Estaba convencido de que todo eso había sido porque el hombre de las gafas de sol se sentía timado. No entendía nada.
Yoldin no contestó inmediatamente a sus ruegos. Se tomó su tiempo para sacar una cuerda de su mochila y amarrar las manos al chico que había dejado fuera de combate mientras la vikinga trataba de sacarle unas palabras al otro. Por si acaso. También aprovechó para registrar su cuerpo inerte y reembolsarse el dinero que les había pagado más todo lo que encontrase de valor. Luego flemáticamente se levantó y se guardó las gafas de sol. Su comportamiento había dado una vuelta de trescientos sesenta grados: sus ojos ahora se mostraban fríos, sus movimientos más limpios y hasta parecía más alto.
Dirigió su mirada a la alta mujer que tan espontáneamente había parecido ponerse de su lado y ahora interrogaba a su presa. Ahora que la miraba con más detenimiento había algo en ella que le resultaba familiar... ¿Acaso la había visto en algún momento antes? Algo le quería decir que lo había hecho en el periódico... ¿Quizás tenía un wanted? Había demostrado ser rápida tanto físicamente como en toma de decisiones y que era un portento físico solo con mirar su cuerpo se podía dar por descontado. No sabía cuales eran sus motivaciones pero por el momento parecía estar de su lado. Y le interesaba mantener así la situación el mayor tiempo posible.
—Empecemos por el principio. Pareces tener algún interés en esta gente, igual que nosotros, así que qué te parece si tenemos una asociación temporal. Mi nombre es Yoldin y el de mi compañero le corresponde a él decírtelo. Por ahora no tenemos mucho tiempo para hablarlo pero creo que de momento nos iría bien unir fuerzas.
Entonces clavó la mirada en el chico, quien se la devolvió aún arrodillado, protegiendo a su amigo. Un buen acto de camaradería, no parecía tener un mal corazón, pero por desgracia para él cuando el rapado se ponía un objetivo ese tipo de cosas pasaban a un segundo plano.
—No te confundas chico, esto no es por la droga sino por otro producto que me habéis enseñado temerariamente y mucho me temo que no tenía otra manera de conseguir: información. Así que si tienes prisa más te vale responder a todas nuestras preguntas sin dilaciones ni rodeos. Respóndeme a todo con información veraz y nadie saldrá herido, no se si soy lo suficientemente claro.
Observó su reacción e hizo una pausa por si Dante quería añadir algo.
—Lo primero es lo primero, chaval. Echa cualquier arma que tengas al suelo, no tienes ninguna oportunidad de ganar contra tres como nosotros. También echa la pasta, la mía y toda la que lleves encima. Después responde a las preguntas de la dama y a las mías. Te recuerdo que tu tiempo solo depende de ti. ¿A que organización perteneces? ¿a que os dedicáis?¿quienes son "los cocheros"? ¿por qué tenéis tanta prisa?
Por supuesto una vez respodiera a las preguntas no lo iba a dejar en libertad. Era un potencial peligro, podía dar la voz de alarma entre los de su banda y eso era un riesgo que no podía permitirse. En cuanto le desvelasen toda la información que quería los llevaría a la base de la marina más cercana, cargados con la mayoría de la droga que le habían vendido. Un poco de ella, sin embargo sí que se quedaría... Por razones científicas digamos.
Yoldin no contestó inmediatamente a sus ruegos. Se tomó su tiempo para sacar una cuerda de su mochila y amarrar las manos al chico que había dejado fuera de combate mientras la vikinga trataba de sacarle unas palabras al otro. Por si acaso. También aprovechó para registrar su cuerpo inerte y reembolsarse el dinero que les había pagado más todo lo que encontrase de valor. Luego flemáticamente se levantó y se guardó las gafas de sol. Su comportamiento había dado una vuelta de trescientos sesenta grados: sus ojos ahora se mostraban fríos, sus movimientos más limpios y hasta parecía más alto.
Dirigió su mirada a la alta mujer que tan espontáneamente había parecido ponerse de su lado y ahora interrogaba a su presa. Ahora que la miraba con más detenimiento había algo en ella que le resultaba familiar... ¿Acaso la había visto en algún momento antes? Algo le quería decir que lo había hecho en el periódico... ¿Quizás tenía un wanted? Había demostrado ser rápida tanto físicamente como en toma de decisiones y que era un portento físico solo con mirar su cuerpo se podía dar por descontado. No sabía cuales eran sus motivaciones pero por el momento parecía estar de su lado. Y le interesaba mantener así la situación el mayor tiempo posible.
—Empecemos por el principio. Pareces tener algún interés en esta gente, igual que nosotros, así que qué te parece si tenemos una asociación temporal. Mi nombre es Yoldin y el de mi compañero le corresponde a él decírtelo. Por ahora no tenemos mucho tiempo para hablarlo pero creo que de momento nos iría bien unir fuerzas.
Entonces clavó la mirada en el chico, quien se la devolvió aún arrodillado, protegiendo a su amigo. Un buen acto de camaradería, no parecía tener un mal corazón, pero por desgracia para él cuando el rapado se ponía un objetivo ese tipo de cosas pasaban a un segundo plano.
—No te confundas chico, esto no es por la droga sino por otro producto que me habéis enseñado temerariamente y mucho me temo que no tenía otra manera de conseguir: información. Así que si tienes prisa más te vale responder a todas nuestras preguntas sin dilaciones ni rodeos. Respóndeme a todo con información veraz y nadie saldrá herido, no se si soy lo suficientemente claro.
Observó su reacción e hizo una pausa por si Dante quería añadir algo.
—Lo primero es lo primero, chaval. Echa cualquier arma que tengas al suelo, no tienes ninguna oportunidad de ganar contra tres como nosotros. También echa la pasta, la mía y toda la que lleves encima. Después responde a las preguntas de la dama y a las mías. Te recuerdo que tu tiempo solo depende de ti. ¿A que organización perteneces? ¿a que os dedicáis?¿quienes son "los cocheros"? ¿por qué tenéis tanta prisa?
Por supuesto una vez respodiera a las preguntas no lo iba a dejar en libertad. Era un potencial peligro, podía dar la voz de alarma entre los de su banda y eso era un riesgo que no podía permitirse. En cuanto le desvelasen toda la información que quería los llevaría a la base de la marina más cercana, cargados con la mayoría de la droga que le habían vendido. Un poco de ella, sin embargo sí que se quedaría... Por razones científicas digamos.
- Resumen:
Vuelvo a cambiar a mi propia personalidad.
Registro al chaval que he noqueado para reembolsarme mi dinero y ver si tiene algo de valor o que me pueda dar informacion. También le ato las manos.
Me presento oficialmente a Helga y le propongo una alianza.
Hago varias preguntas al chico que está consciente.
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