Cassandra Pendragon
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La princesa de Mercia se vio en la obligación de reprimir una carcajada ante la amenaza de la muchacha.
¿No se le ocurría nada mejor que amenazarla con quitarle de en medio a su capitán? Le estaría haciendo un favor más que otra cosa. Y es que la rubia no tenía ningún tipo de lazo afectivo con el pelirrojo, más allá de la pura conveniencia de conseguir sus propios objetivos egoístas con ayuda del capitán pirata.
Aquella amenaza vacía, sin embargo, le había dicho muchas cosas. Para empezar, que la duquesa había perdido la compostura al ser tratada como una igual, y no como alguien superior. Al educarse en un archipiélago de dominio compartido entre cuatro Casas Reales, Cassandra estaba acostumbrada a tratar con otros miembros de la realeza y demás personas importantes, y sabía comunicarse desde la educación, pero sin caer en la servidumbre. En el archipiélago se utilizaba con frecuencia el apelativo "querido" o "querida" cuando se trataba con una persona de tu mismo estatus, más como un gesto de cercanía y confianza que de soberbia, aunque podía comprender que aquello no se diese en otros lugares. Eso no restaba importancia al hecho de que Erica había afirmado que en aquella isla había varias personas de importancia que parecían tener derecho al trono y, por tanto, su enfado se inclinaba más hacia la rabieta por no haber sido tratada como si fuese la reina del lugar, que otra cosa.
Por otro lado, aquella amenaza confirmaba que no tenía información especialmente relevante acerca de los Ravenous Hounds. Amenazar a Cassandra con matar a Keiran era como amenazar a Iliana con matar a Anthony, por ejemplo. En el caso de ambas, el objetivo amenazado no era más que una piedra en su camino que estaban deseosas por quitarse de en medio, o al menos Cassandra pensaba que así debía sentirse la tal Iliana. Lo que implicaba que Erica desconocía las relaciones existentes en la banda pirata, y probablemente había asumido que tenían una dinámica estándar de compañerismo y camaradería.
Cosa de la que podían aprovecharse en el futuro cercano.
Así que, en lugar de reírse o replicar, la noble se quedó callada y con rostro impasible, sin mostrar ninguna emoción concreta, dejando que la duquesa se retractase ella sola de sus amenazas vacías y continuase con los términos de su acuerdo. Keiran aceptó el trato, y no tardaron mucho en despertar de vuelta en sus celdas.
Los objetos prometidos no tardaron en llegar a sus manos y, mientras Keiran se comunicaba con Alexander vía caracol, Cassandra le echaba un vistazo al mapa para encontrar su localización y la armería.
—Que te conviertan en duque me hará más gracia que otra cosa —respondió al comentario del pelirrojo, sin apartar la vista del mapa.
El capitán abrió la celda, por lo que la aristócrata se guardó el mapa momentáneamente en el bolsillo del abrigo, para a continuación invocar una de sus espadas espirituales, preparándose para el posible conflicto. Un haz de luz blanca se proyectó desde la palma de su mano derecha, iluminando la estancia, y de su palma surgió el mango de una espada, que la noble agarró para extraer una espada larga. Keiran podía defenderse sin necesidad de armas, pero Cassandra se apreciaba a sí misma demasiado como para liarse a golpes con la gente, por lo que siempre debía llevar un filo consigo. Probablemente por eso mismo había diseñado aquel truco, para tener siempre una espada a mano.
—No tengo por qué revelarte todos mis secretos. Siempre es bueno guardarse un as bajo la manga. O dos —le dijo, para luego echar un vistazo a su alrededor.
Había varios prisioneros en los calabozos, probablemente todos pertenecientes al bando que había perdido la batalla. Keiran no tardó en abrir sus celdas e intentar convencerlos de que se unieran a su causa, provocando un suspiro de resignación por parte de su subcapitana. Al menear la cabeza en sentido de negación, la mirada de la rubia se posó sobre unos ojos del mismo color que los suyos, que observaban desde el interior de su celda.
Se trataba de una muchacha de aspecto joven, probablemente adolescente, con aspecto escuálido y pinta de llevar sin darse un buen baño bastante tiempo. La princesa no supo muy bien por qué su cerebro hizo aquella conexión, pero al mirar los ojos de aquella chica recordó a su hermana pequeña, que ahora se había convertido en futura reina de Mercia por su culpa, y su corazón se contrajo en una punzada de culpa.
—Àbrele a ella también —le ordenó a su capitán—. No podemos dejarla aquí, y podría sernos útil. Nos la llevamos con nosotros —El ladronzuelo aceptó de mala gana, y liberó a la pequeña prisionera de ojos escarlata—. Bueno, no es un mal trato. Tú te encargas del niño salvaje, yo me hago cargo de esta —convino, encogiéndose de hombros—. Tenemos que ir por esa puerta de ahí, subir al piso superior y seguir este pasillo para llegar a la armería —indicó a continuación, recuperando el mapa y mostrándole la ruta a su capitán.
Una vez el pelirrojo terminó su discurso motivacional, Cassandra lideró al grupo de camino a la armería, con la espada en una mano y el mapa en la otra.
¿No se le ocurría nada mejor que amenazarla con quitarle de en medio a su capitán? Le estaría haciendo un favor más que otra cosa. Y es que la rubia no tenía ningún tipo de lazo afectivo con el pelirrojo, más allá de la pura conveniencia de conseguir sus propios objetivos egoístas con ayuda del capitán pirata.
Aquella amenaza vacía, sin embargo, le había dicho muchas cosas. Para empezar, que la duquesa había perdido la compostura al ser tratada como una igual, y no como alguien superior. Al educarse en un archipiélago de dominio compartido entre cuatro Casas Reales, Cassandra estaba acostumbrada a tratar con otros miembros de la realeza y demás personas importantes, y sabía comunicarse desde la educación, pero sin caer en la servidumbre. En el archipiélago se utilizaba con frecuencia el apelativo "querido" o "querida" cuando se trataba con una persona de tu mismo estatus, más como un gesto de cercanía y confianza que de soberbia, aunque podía comprender que aquello no se diese en otros lugares. Eso no restaba importancia al hecho de que Erica había afirmado que en aquella isla había varias personas de importancia que parecían tener derecho al trono y, por tanto, su enfado se inclinaba más hacia la rabieta por no haber sido tratada como si fuese la reina del lugar, que otra cosa.
Por otro lado, aquella amenaza confirmaba que no tenía información especialmente relevante acerca de los Ravenous Hounds. Amenazar a Cassandra con matar a Keiran era como amenazar a Iliana con matar a Anthony, por ejemplo. En el caso de ambas, el objetivo amenazado no era más que una piedra en su camino que estaban deseosas por quitarse de en medio, o al menos Cassandra pensaba que así debía sentirse la tal Iliana. Lo que implicaba que Erica desconocía las relaciones existentes en la banda pirata, y probablemente había asumido que tenían una dinámica estándar de compañerismo y camaradería.
Cosa de la que podían aprovecharse en el futuro cercano.
Así que, en lugar de reírse o replicar, la noble se quedó callada y con rostro impasible, sin mostrar ninguna emoción concreta, dejando que la duquesa se retractase ella sola de sus amenazas vacías y continuase con los términos de su acuerdo. Keiran aceptó el trato, y no tardaron mucho en despertar de vuelta en sus celdas.
Los objetos prometidos no tardaron en llegar a sus manos y, mientras Keiran se comunicaba con Alexander vía caracol, Cassandra le echaba un vistazo al mapa para encontrar su localización y la armería.
—Que te conviertan en duque me hará más gracia que otra cosa —respondió al comentario del pelirrojo, sin apartar la vista del mapa.
El capitán abrió la celda, por lo que la aristócrata se guardó el mapa momentáneamente en el bolsillo del abrigo, para a continuación invocar una de sus espadas espirituales, preparándose para el posible conflicto. Un haz de luz blanca se proyectó desde la palma de su mano derecha, iluminando la estancia, y de su palma surgió el mango de una espada, que la noble agarró para extraer una espada larga. Keiran podía defenderse sin necesidad de armas, pero Cassandra se apreciaba a sí misma demasiado como para liarse a golpes con la gente, por lo que siempre debía llevar un filo consigo. Probablemente por eso mismo había diseñado aquel truco, para tener siempre una espada a mano.
—No tengo por qué revelarte todos mis secretos. Siempre es bueno guardarse un as bajo la manga. O dos —le dijo, para luego echar un vistazo a su alrededor.
Había varios prisioneros en los calabozos, probablemente todos pertenecientes al bando que había perdido la batalla. Keiran no tardó en abrir sus celdas e intentar convencerlos de que se unieran a su causa, provocando un suspiro de resignación por parte de su subcapitana. Al menear la cabeza en sentido de negación, la mirada de la rubia se posó sobre unos ojos del mismo color que los suyos, que observaban desde el interior de su celda.
Se trataba de una muchacha de aspecto joven, probablemente adolescente, con aspecto escuálido y pinta de llevar sin darse un buen baño bastante tiempo. La princesa no supo muy bien por qué su cerebro hizo aquella conexión, pero al mirar los ojos de aquella chica recordó a su hermana pequeña, que ahora se había convertido en futura reina de Mercia por su culpa, y su corazón se contrajo en una punzada de culpa.
—Àbrele a ella también —le ordenó a su capitán—. No podemos dejarla aquí, y podría sernos útil. Nos la llevamos con nosotros —El ladronzuelo aceptó de mala gana, y liberó a la pequeña prisionera de ojos escarlata—. Bueno, no es un mal trato. Tú te encargas del niño salvaje, yo me hago cargo de esta —convino, encogiéndose de hombros—. Tenemos que ir por esa puerta de ahí, subir al piso superior y seguir este pasillo para llegar a la armería —indicó a continuación, recuperando el mapa y mostrándole la ruta a su capitán.
Una vez el pelirrojo terminó su discurso motivacional, Cassandra lideró al grupo de camino a la armería, con la espada en una mano y el mapa en la otra.
- Ámbito:
Rango 2: Nivel 20
Nombre: Sword oh thy cometh II
Categoría: Técnica espiritual.
Descripción parte activa: Cassandra ahora es capaz de convocar una espada larga durante cuatro turnos, o un espadón durante dos turnos. Estas espadas solo pueden ser utilizadas por ella, siendo intangibles para cualquier otra persona, y no tienen peso alguno.
Descripción parte pasiva: Cuando la invoca, se produce un haz de luz que se proyecta desde la palma de su mano, y se puede ver al mango de la espada salir de ésta. La luz desaparece una vez la espada ha sido extraída.
Tiempo de canalización: 1 segundo.
- Resumen:
- Pensar cosas.
- Sacar espada espiritual por si acaso.
- Mirar mapa para buscar ruta hacia armería.
- Acoger a Anna bajo su ala.
- Liderar al grupo hacia la armería.
Tomoe Asai-Asakura
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Huh. No sabía quién era esa mujer, pero durante el trayecto no se estaban encontrando con ningún guardia del reino. Fuera quien fuera sabía cómo pasearse sin pasar por el radar de las patrullas porque dudaba que fuera casualidad sin más. Detuvo sus pasos al mismo tiempo que la mujer, a la que procuraba no perder de vista.
«¿Habrá pasado algo?» pensó, y es que por cómo hablaba parecía que estaban buscando algo o a alguien. Y el que hicieran reverencias ante ella... debía ser importante. ¿Sería la encargada del laboratorio o del transporte? El muchacho de antes ya le había comentado que ahora vendían menos, ya dudaba que fuera por bondad del jefe pero esto confirmaba que, casi seguramente, simplemente tenían menos existencias de lo normal. Aprovechó la pausa de esa conversación para sacar su cuaderno y redactar lo que veía, oía y pensaba y, de paso, mientras durara la conversación haría anotaciones rápidas sobre las patrullas de Lord Anthony en Astelia.
Después de que se separara de aquella pareja, Tomoe guardó sus cosas y continuó siguiéndola. Habían pasado ya unos largos treinta minutos, quizá más, que no se hubiera dado cuenta en todo ese tiempo... sería mejor asumir que sí la había detectado y que de momento la estaba ignorando.
Ahí debía ser. Un edificio blanco, rectangular, no pegaba ni con cola con el resto de casas de la ciudad. Era la única pista que tenía, de todas formas, así que... esperaría un poco. Mientras esperaba pudo oir una explosión y su mirada se desvió automáticamente hacia la dirección desde la cual había salido el sonido.
Se lo pensó durante unos segundos, pero decidió descartar la idea de ir a ver qué era. Su objetivo era el laboratorio y como mucho el Lord Anthony ese, ya estaba en el poder, no necesitaba entrar de nuevo en la ciudad volando las murallas. Era consciente de que podría haber heridos, pero también era consciente de que ella era solo una persona más, también era plenamente consciente de sus límites. No podía ayudarlos y enfrentarse a lo que fuera que había reventado la muralla.
Lo único que estaba a su alcance era aquella mujer. Cuando el camino se despejó continuó avanzando hacia el laboratorio. La seguiría por ahora, estaba la posibilidad de arrinconarla para que hablara, no podía permitirse el lujo de esperar a que se fuera. Su equipo... sí, aún llevaba sus dos espadas. Si la cosa se ponía violenta en el interior tendría que usar la katana, no podría manejar bien la odachi ahí dentro.
Objetivos actuales: encontrar la fórmula de la droga en el laboratorio o una muestra lo suficientemente grande como para que la analizara algún científico del Ejército Revolucionario.
«¿Habrá pasado algo?» pensó, y es que por cómo hablaba parecía que estaban buscando algo o a alguien. Y el que hicieran reverencias ante ella... debía ser importante. ¿Sería la encargada del laboratorio o del transporte? El muchacho de antes ya le había comentado que ahora vendían menos, ya dudaba que fuera por bondad del jefe pero esto confirmaba que, casi seguramente, simplemente tenían menos existencias de lo normal. Aprovechó la pausa de esa conversación para sacar su cuaderno y redactar lo que veía, oía y pensaba y, de paso, mientras durara la conversación haría anotaciones rápidas sobre las patrullas de Lord Anthony en Astelia.
Después de que se separara de aquella pareja, Tomoe guardó sus cosas y continuó siguiéndola. Habían pasado ya unos largos treinta minutos, quizá más, que no se hubiera dado cuenta en todo ese tiempo... sería mejor asumir que sí la había detectado y que de momento la estaba ignorando.
Ahí debía ser. Un edificio blanco, rectangular, no pegaba ni con cola con el resto de casas de la ciudad. Era la única pista que tenía, de todas formas, así que... esperaría un poco. Mientras esperaba pudo oir una explosión y su mirada se desvió automáticamente hacia la dirección desde la cual había salido el sonido.
Se lo pensó durante unos segundos, pero decidió descartar la idea de ir a ver qué era. Su objetivo era el laboratorio y como mucho el Lord Anthony ese, ya estaba en el poder, no necesitaba entrar de nuevo en la ciudad volando las murallas. Era consciente de que podría haber heridos, pero también era consciente de que ella era solo una persona más, también era plenamente consciente de sus límites. No podía ayudarlos y enfrentarse a lo que fuera que había reventado la muralla.
Lo único que estaba a su alcance era aquella mujer. Cuando el camino se despejó continuó avanzando hacia el laboratorio. La seguiría por ahora, estaba la posibilidad de arrinconarla para que hablara, no podía permitirse el lujo de esperar a que se fuera. Su equipo... sí, aún llevaba sus dos espadas. Si la cosa se ponía violenta en el interior tendría que usar la katana, no podría manejar bien la odachi ahí dentro.
Objetivos actuales: encontrar la fórmula de la droga en el laboratorio o una muestra lo suficientemente grande como para que la analizara algún científico del Ejército Revolucionario.
- resumen:
Anota las cosas que oye/ve y también anota lo de las patrullas ahora que tiene un pequeño respiro. Big NOPE a la explosión. Todavía sigue a la pelirroja, le da prioridad al tema de drogas y el laboratorio.
Anna Bloodfallen
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¿Hay algo peor que la burocracia? ¡Las malditas prisiones!
El mundo que conozco se desmoronó y ni siquiera me he detenido a pensar en cómo pasó. Una traición, una conspiración, una guerra silenciosa… ¡¿Por qué tengo que estar en medio de esta mierda?! De acuerdo, ningún marginado se atrevería a decir que Yhardum es el sitio ideal donde criar a los hijos, pero con miserias, injusticias y defectos es el único hogar que tengo. Puede sonar raro, pero echo de menos dormir en el piso del almacén. ¡Hasta había invertido en una mantita para el frío! Lo que más me da rabia es que trabajé muy duro para no ser una marginada más del montón, pero todo por lo que tanto me esforcé desapareció con un chasquido de dedos. Es frustrante… Y lo peor es que esta nueva vida acaba de comenzar.
Sin embargo, no todo está completamente perdido: todavía hay un poco de luz. Si juego bien las cartas, puedo recuperar mi vida. No es buena, pero al menos me pertenece. Tengo una larga lista de cosas que no me gustan y la sinceridad es una de ellas, pero los espíritus me arrancarían el corazón si me escucharan decir que estoy donde estoy gracias a mí. Bueno, sí pero no; es complicado. En resumen, pude escapar de la torre gracias a Lucius Spendragon. No lo dijo explícitamente, pero yo sé que mi vida y mi libertad le pertenecen hasta que cumpla mi parte del trato. Conseguiré información valiosa, se la llevaré y demostraré mi inocencia. Con un poco de suerte me pedirán perdón y me ascenderán, con un poco de suerte tendré un mejor salario para sacar a Jaine de los suburbios, con un poco de suerte…
Estoy jodida. Desde esta maldita celda no puedo espiar al Ejército Revolucionario. ¿Cuánta mala suerte puedo tener como para ser confundida por alguien del bando perdedor? Si es que a mí me importa más un pepino que esta estúpida guerra civil. La única manera de recuperar mi vida es usando todas mis habilidades, pero comienzo a dudar de mí misma cuando ni siquiera puedo escapar de un guardia obeso. «¡Atrápenla, es el enemigo!». Creo que he tenido suficiente con la puñalada que me metieron hace poco… Pero a la vida le resulta divertido verme sufrir, verme enfrentar los obstáculos que me pone como si fuera una especie de juego.
Sin querer he transformado esto en una lista de quejas, y no desaprovecharé la oportunidad de quejarme de mis compañeros de prisión. Quiero comenzar con la señora escandalosa. Es esa de al lado, la que se pasa la vida entera gritando como si eso fuera a solucionar algo. A ratos está gruñendo y maldiciendo a medio mundo, pero luego se hace bolita y se pregunta cómo es que acabó en este lugar de mierda. Tiene tanta energía que ya podría darme un poco a mí. Y no estoy olvidando al vagabundo de su compañero. El tiempo en confinamiento afecta las cabezas de las personas, pero a este… Bueno, le ha carcomido tanto que habla solo. Se dirige a alguien que no está ahí, pero cree que sí. Preferiría no involucrarme con esta gente. Los que están en las otras celdas no son mucho mejores. No sé en qué circunstancias ni por qué habrán capturado al hombre que va con un disfraz de perro. Tampoco quiero saber mucho de alguien que solo hace «guau, guau».
Ya me he quejado lo suficiente y es hora de comenzar a trabajar. Quiero salir cuanto antes de esta isla y llegar a Balti… ¿Báltica? ¿Bultiqueitor? Al lugar donde se esconden los revolucionarios, maldita sea. Una parte de mí piensa que todavía estoy en la celda porque la hospitalidad es decente, es decir, el pan duro siempre será mejor que el pan con hongos. ¡Y encima nos dan agua! ¡Todo gratis! Esta cosa amarilla y blanda (creo que la llaman paja) sirve como colchón cuando acumulas una buena cantidad. También hace frío, pero es soportable. Lo que no negaré es que es aburrido estar en un espacio tan pequeño, pero el drama que han montado estos de al lado es entretenido. Sobre todo el de la señora de la realeza. Mi otra parte, más inteligente y racional, ha usado este tiempo en analizar los turnos de los guardias, estudiar la infraestructura de la prisión (dentro de mi celda, por supuesto) e imaginar muchísimas rutas de escape, así como planes para salir de aquí.
Me pongo de pie y estiro los músculos; va siendo hora de hacer un poco de ejercicio. Me acerco a la reja y estudio la cerradura. Considerando la escasa luminosidad y el nulo ruido proveniente del exterior diría que es el mejor momento para huir. Estoy preparándome para abrir la celda cuando un haz de luz me obliga a taparme el rostro. ¡¿Cómo ha llegado el sol aquí?! Poco a poco voy quitando el brazo, dándome cuenta de que es la mujer escandalosa la que ha convocado la luz. Para ser exacta… Una espada de luz. No hace falta nada más para saber que esa criatura es peligrosa.
El vagabundo tampoco tiene intenciones de quedarse quieto y pronto monta todo un espectáculo. ¿Debería darle las gracias por arruinar mis planes? Tenía pensado huir sin llamar la atención, pero mi idea acaba de irse a la mierda. Da igual, un buen inquisidor sabe aprovechar al máximo todas las situaciones por muy desfavorables que sean. Estoy a nada de abrir la celda cuando el vagabundo lo hace por mí. Vaya, ¿quién diría que tengo en frente a todo un caballero? Ah no, lo ha hecho porque la señora escándalos se lo ha ordenado. Y encima habla de mí como si fuera un trapo a llevar. Soy sucia y huelo mal, pero todavía me queda un poco de dignidad.
Huir sin llamar la atención es imposible ahora que han montado un motín. Debo aprovechar el ruido y a los más grandes para recuperar mis cosas. Cuando tenga la oportunidad desapareceré, iré al puerto y cogeré el primer… Espera, ¿ha dicho que podría serles útil? ¿Ha dicho que me llevarán con ellos? ¿Y ni siquiera me han preguntado? Supongo que los nobles siguen siendo nobles a pesar de estar tras las rejas. Yo y mi mala suerte… ¿Puedo rehusarme a la voluntad de una señora que invoca espadas de luz? El vagabundo que le acompaña es imponente; da miedo. Ahora, si quieren llevarme… ¿Tendrán un barco? Y de ser así, ¿cuánto me costará robarlo? No, no, no tiene sentido. Apenas sé montar caballo y conduciré un barco…
—Soy Anna —digo en voz bajita, esperando que me escuchen. La vieja asquerosa de Isabella siempre dijo que es de buena educación presentarse. Con esta presentación seguro que les caigo bien.
En fin, lo único que debo hacer es seguir a esta gente. Ya veré qué hago luego.
El mundo que conozco se desmoronó y ni siquiera me he detenido a pensar en cómo pasó. Una traición, una conspiración, una guerra silenciosa… ¡¿Por qué tengo que estar en medio de esta mierda?! De acuerdo, ningún marginado se atrevería a decir que Yhardum es el sitio ideal donde criar a los hijos, pero con miserias, injusticias y defectos es el único hogar que tengo. Puede sonar raro, pero echo de menos dormir en el piso del almacén. ¡Hasta había invertido en una mantita para el frío! Lo que más me da rabia es que trabajé muy duro para no ser una marginada más del montón, pero todo por lo que tanto me esforcé desapareció con un chasquido de dedos. Es frustrante… Y lo peor es que esta nueva vida acaba de comenzar.
Sin embargo, no todo está completamente perdido: todavía hay un poco de luz. Si juego bien las cartas, puedo recuperar mi vida. No es buena, pero al menos me pertenece. Tengo una larga lista de cosas que no me gustan y la sinceridad es una de ellas, pero los espíritus me arrancarían el corazón si me escucharan decir que estoy donde estoy gracias a mí. Bueno, sí pero no; es complicado. En resumen, pude escapar de la torre gracias a Lucius Spendragon. No lo dijo explícitamente, pero yo sé que mi vida y mi libertad le pertenecen hasta que cumpla mi parte del trato. Conseguiré información valiosa, se la llevaré y demostraré mi inocencia. Con un poco de suerte me pedirán perdón y me ascenderán, con un poco de suerte tendré un mejor salario para sacar a Jaine de los suburbios, con un poco de suerte…
Estoy jodida. Desde esta maldita celda no puedo espiar al Ejército Revolucionario. ¿Cuánta mala suerte puedo tener como para ser confundida por alguien del bando perdedor? Si es que a mí me importa más un pepino que esta estúpida guerra civil. La única manera de recuperar mi vida es usando todas mis habilidades, pero comienzo a dudar de mí misma cuando ni siquiera puedo escapar de un guardia obeso. «¡Atrápenla, es el enemigo!». Creo que he tenido suficiente con la puñalada que me metieron hace poco… Pero a la vida le resulta divertido verme sufrir, verme enfrentar los obstáculos que me pone como si fuera una especie de juego.
Sin querer he transformado esto en una lista de quejas, y no desaprovecharé la oportunidad de quejarme de mis compañeros de prisión. Quiero comenzar con la señora escandalosa. Es esa de al lado, la que se pasa la vida entera gritando como si eso fuera a solucionar algo. A ratos está gruñendo y maldiciendo a medio mundo, pero luego se hace bolita y se pregunta cómo es que acabó en este lugar de mierda. Tiene tanta energía que ya podría darme un poco a mí. Y no estoy olvidando al vagabundo de su compañero. El tiempo en confinamiento afecta las cabezas de las personas, pero a este… Bueno, le ha carcomido tanto que habla solo. Se dirige a alguien que no está ahí, pero cree que sí. Preferiría no involucrarme con esta gente. Los que están en las otras celdas no son mucho mejores. No sé en qué circunstancias ni por qué habrán capturado al hombre que va con un disfraz de perro. Tampoco quiero saber mucho de alguien que solo hace «guau, guau».
Ya me he quejado lo suficiente y es hora de comenzar a trabajar. Quiero salir cuanto antes de esta isla y llegar a Balti… ¿Báltica? ¿Bultiqueitor? Al lugar donde se esconden los revolucionarios, maldita sea. Una parte de mí piensa que todavía estoy en la celda porque la hospitalidad es decente, es decir, el pan duro siempre será mejor que el pan con hongos. ¡Y encima nos dan agua! ¡Todo gratis! Esta cosa amarilla y blanda (creo que la llaman paja) sirve como colchón cuando acumulas una buena cantidad. También hace frío, pero es soportable. Lo que no negaré es que es aburrido estar en un espacio tan pequeño, pero el drama que han montado estos de al lado es entretenido. Sobre todo el de la señora de la realeza. Mi otra parte, más inteligente y racional, ha usado este tiempo en analizar los turnos de los guardias, estudiar la infraestructura de la prisión (dentro de mi celda, por supuesto) e imaginar muchísimas rutas de escape, así como planes para salir de aquí.
Me pongo de pie y estiro los músculos; va siendo hora de hacer un poco de ejercicio. Me acerco a la reja y estudio la cerradura. Considerando la escasa luminosidad y el nulo ruido proveniente del exterior diría que es el mejor momento para huir. Estoy preparándome para abrir la celda cuando un haz de luz me obliga a taparme el rostro. ¡¿Cómo ha llegado el sol aquí?! Poco a poco voy quitando el brazo, dándome cuenta de que es la mujer escandalosa la que ha convocado la luz. Para ser exacta… Una espada de luz. No hace falta nada más para saber que esa criatura es peligrosa.
El vagabundo tampoco tiene intenciones de quedarse quieto y pronto monta todo un espectáculo. ¿Debería darle las gracias por arruinar mis planes? Tenía pensado huir sin llamar la atención, pero mi idea acaba de irse a la mierda. Da igual, un buen inquisidor sabe aprovechar al máximo todas las situaciones por muy desfavorables que sean. Estoy a nada de abrir la celda cuando el vagabundo lo hace por mí. Vaya, ¿quién diría que tengo en frente a todo un caballero? Ah no, lo ha hecho porque la señora escándalos se lo ha ordenado. Y encima habla de mí como si fuera un trapo a llevar. Soy sucia y huelo mal, pero todavía me queda un poco de dignidad.
Huir sin llamar la atención es imposible ahora que han montado un motín. Debo aprovechar el ruido y a los más grandes para recuperar mis cosas. Cuando tenga la oportunidad desapareceré, iré al puerto y cogeré el primer… Espera, ¿ha dicho que podría serles útil? ¿Ha dicho que me llevarán con ellos? ¿Y ni siquiera me han preguntado? Supongo que los nobles siguen siendo nobles a pesar de estar tras las rejas. Yo y mi mala suerte… ¿Puedo rehusarme a la voluntad de una señora que invoca espadas de luz? El vagabundo que le acompaña es imponente; da miedo. Ahora, si quieren llevarme… ¿Tendrán un barco? Y de ser así, ¿cuánto me costará robarlo? No, no, no tiene sentido. Apenas sé montar caballo y conduciré un barco…
—Soy Anna —digo en voz bajita, esperando que me escuchen. La vieja asquerosa de Isabella siempre dijo que es de buena educación presentarse. Con esta presentación seguro que les caigo bien.
En fin, lo único que debo hacer es seguir a esta gente. Ya veré qué hago luego.
- Resumen:
- Poner en contexto al personaje, comenzar a formar una opinión sobre la señora escándalos y el vagabundo, además de seguirlos.
Morgoth
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Mis palabras parecieron aliviar a las jóvenes. Cuando me levanté para ir al casino que me habían mencionado estas también lo hicieron. Una vez salimos por la puerta di por supuesto que no tenían nada para cambiarse y ponerse la ropa necesaria para entrar a un casino. Por este motivo, de camino al casino paramos en una tienda que por lo que vimos en el escaparate tenía vestidos elegantes y dignos para un casino.
Entramos y las chicas estuvieron un rato buscando los que más les gustaban y los que mejor les quedaban. Cuando los tuvieron elegidos pasamos por caja y los pagué. Las jóvenes salieron a la calle ya cambiadas para llamar menos la atención. Por el camino, María me cogió del brazo mientras caminábamos como si de una pareja se tratase. Las otras dos chicas hicieron lo mismo entre ellas mientras hablaban y reían de vez en cuando.
En un rato bastante largo llegamos al casino, donde una joven que reconocí andaba sentada al lado de la puerta. Nos paramos un momento para ver que era lo que pasaba, pero tras ver como un par de veces le negaban la entrada al local y se sentaba en el suelo volvimos a avanzar hasta la puerta, desde la cual nos dieron acceso al interior del local.
Apenas había gente en el interior jugando. Más o menos media docena. Pero aquello no era lo que me interesaba a pesar de que resultaba un poco raro. No había estado en un casino, pero sabía que la intención de estos era sacar la mayor cantidad de dinero posible a sus clientes, a fin de cuentas, era un negocio. Para facilitar aquella tarea el beber era algo imprescindible, por ello la barra de bar que tenía sin duda era llamativa, por ello fui ahí en primer lugar.
-Póngame un Whisky doble con una bola de hielo, por favor. Lo que pidan estas señoritas lo pagaré yo. – le informé haciendo un gesto con el dedo para señalar a mis acompañantes – me gustaría preguntarle en que debería probar suerte. No es por nada en especial, pero tengo la costumbre de el primer juego hacerlo en donde me recomienda el barman. – continué haciendo un guiño.
Esperaba que allá donde me mandara me pudiese ayudar a acercarme a quien dirigía aquel lugar.
Entramos y las chicas estuvieron un rato buscando los que más les gustaban y los que mejor les quedaban. Cuando los tuvieron elegidos pasamos por caja y los pagué. Las jóvenes salieron a la calle ya cambiadas para llamar menos la atención. Por el camino, María me cogió del brazo mientras caminábamos como si de una pareja se tratase. Las otras dos chicas hicieron lo mismo entre ellas mientras hablaban y reían de vez en cuando.
En un rato bastante largo llegamos al casino, donde una joven que reconocí andaba sentada al lado de la puerta. Nos paramos un momento para ver que era lo que pasaba, pero tras ver como un par de veces le negaban la entrada al local y se sentaba en el suelo volvimos a avanzar hasta la puerta, desde la cual nos dieron acceso al interior del local.
Apenas había gente en el interior jugando. Más o menos media docena. Pero aquello no era lo que me interesaba a pesar de que resultaba un poco raro. No había estado en un casino, pero sabía que la intención de estos era sacar la mayor cantidad de dinero posible a sus clientes, a fin de cuentas, era un negocio. Para facilitar aquella tarea el beber era algo imprescindible, por ello la barra de bar que tenía sin duda era llamativa, por ello fui ahí en primer lugar.
-Póngame un Whisky doble con una bola de hielo, por favor. Lo que pidan estas señoritas lo pagaré yo. – le informé haciendo un gesto con el dedo para señalar a mis acompañantes – me gustaría preguntarle en que debería probar suerte. No es por nada en especial, pero tengo la costumbre de el primer juego hacerlo en donde me recomienda el barman. – continué haciendo un guiño.
Esperaba que allá donde me mandara me pudiese ayudar a acercarme a quien dirigía aquel lugar.
- resumen:
- Entrar en el casino ignorando a la chica. ir a la barra
y pedir bebida y opinión de por qué juego debería empezar a jugar.
Adam
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Akuma no mi
Varios
El niño de cabellos rubios continuó caminando al lado del gigantón que suponía Napolean para evitar que este le hiciera sombra, ya incluso a lomos de su corcel blanco, el gigantón aún le sacaba algo más de un cuerpo. El camino se había hecho más largo de lo que el salvaje había pensado, y es que él ya se había acostumbrado a la velocidad que le proporcionaba su compañero. El pequeño jovenzuelo no había tardado en aficionarse a la velocidad, o mejor dicho, a la adrenalina que le suponía ir a caballo. Era por ello por lo que el salvaje se mordía nervioso las uñas negruzcas mientras observaba de reojo al contramaestre, deseos de una orden que lo permitiera entrar en acción y lo sacará de la aburrida monotonía de sus pensamientos.
Un extraño sonido proveniente del interior de la chaqueta del contramaestre sacó al rubio de sus pensamientos, ya que guardaba una extraña criatura de su interior, un caracol para ser exactos -¿Ser eso mascota de Napolean?- pensó el chico en una primera instancia, incrédulo de aquella cosa tan grotesca. Ya que le impacto ver como aquella cosa animal tenía cables y otros elementos que claramente era una invención humana. Más su sorpresa inicial cambió a shock cuando escuchó la voz de Keiran salir de aquel terminal.
Adam inicialmente pensó que el capitán claramente debía estar escondido por algún lado del bosque, por lo que tras mirar de un lado y a otro del camino quedó perplejo al ver que no encontraba a su capitán, y lo peor, es que por más que trataba de olerlo no alcanzaba a encontrar un rastro de olor -Solo oler caca- pensó para sus adentros. Más el crio palideció aún más al encontrar la respuesta de lo que estaba ocurriendo, y es que su capitán se había transformado en un caracol, posiblemente por culpa de alguna de esa magia que conocían los humanos -Maldito, maldito, saca capitán de ahí- gritó a Napolean encolerizado, pensando que aquello debía ser prueba de que aquel hombre debía ser un traidor, hasta el punto de casi abalanzarse sobre la cabeza del hombre y ponerse a dar puñetazos y patadas sin ton ni son, aunque en el fondo, no era muy diferente de cualquiera gresca que el antiguo soldado no hubiera aguantado ya antes.
No fue hasta que el fortachón le inmovilizó y le repitió por tres o cuatro veces lo que ocurría que lo entendió, o al menos eso creía el rubio. Ya que entendió por den den mushi, una especie de artefacto que servía para encerrar las voces de las personas dentro y que por ello debía devolver la voz del capitán al cuerpo del capitán, ya que así este podía continuar gritándoles cuando cargar sin tener que estar dentro del caracol, la verdad es que el resto de la información de como funcionaba el artefacto no la entendió nada, más a sabiendo de la prisa y lo impaciente que era su capitán, decidió asentir y repetir las mismas palabras que había dicho el contramaestre.
Y así es como volvemos al presente, con la puerta caída y el grupo adentrándose en el interior.
Y si bien, en una primera instancia quiso quedarse con él a ayudarlo a saludar de buenas maneras a las buenas gentes del norte, lo que venía siendo partirse los morros con todos los que se interpusieran en su camino, un breve momento de iluminación aconteció en la dispersa mente del muchacho. Y es que primero iría a rescatar el cuerpo de su capitán para así poder devolverle su voz, limitándose a pisar solo los cuellos de aquellos que fuera estrictamente necesarios, después de todo seguramente el capitán quería pisar unos cuentos el también, y es que además de lucido este pensamiento tenía grandes tintes navideños, donde el regalar, la familia y el rojo sangre estaban presentes.
-Ir muy lento, ¡Puto gordo! - increpó a Napolean, repitiendo cual loro uno de los comentarios que había escuchado de unos de los marineros tras una bronca en la bodega por una de esas botellas de la bodega con aquella agua tan fuerte que hacía que le picará la garganta -Yo ir a por Keiran, tu quedar a saludar- ordenó tomando la iniciativa.
Y es que así bien el crio no se acostumbraba a diferenciar muy bien el agua del vodka, era increíblemente perspicaz a la hora de aprender insultos que voceaba su tripulación, fuera como fuera el muchacho acaricio a su bestia y sin necesidad de riendas comenzó a cabalgar con su deslumbrante caballo, atravesando la batalla campal como si fuera una flecha, tratando de evadir al primer grupo y al segundo grupo de soldados que parecían que iban a rendir cuentas con el contramaestre. Si lo lograba, trataría de afilando su olfato tratar de percibir el olor del capitán y cabalgando sobre todo aquello que osará interponerse en su cruzada, y es que después de todo, no podía negarse a las buenas costumbras inculcadas por su amo, además no quería obedecer órdenes que provinieran de un caracol resultaba un estimulo suficiente por ya un motivado muchacho.
Un extraño sonido proveniente del interior de la chaqueta del contramaestre sacó al rubio de sus pensamientos, ya que guardaba una extraña criatura de su interior, un caracol para ser exactos -¿Ser eso mascota de Napolean?- pensó el chico en una primera instancia, incrédulo de aquella cosa tan grotesca. Ya que le impacto ver como aquella cosa animal tenía cables y otros elementos que claramente era una invención humana. Más su sorpresa inicial cambió a shock cuando escuchó la voz de Keiran salir de aquel terminal.
Adam inicialmente pensó que el capitán claramente debía estar escondido por algún lado del bosque, por lo que tras mirar de un lado y a otro del camino quedó perplejo al ver que no encontraba a su capitán, y lo peor, es que por más que trataba de olerlo no alcanzaba a encontrar un rastro de olor -Solo oler caca- pensó para sus adentros. Más el crio palideció aún más al encontrar la respuesta de lo que estaba ocurriendo, y es que su capitán se había transformado en un caracol, posiblemente por culpa de alguna de esa magia que conocían los humanos -Maldito, maldito, saca capitán de ahí- gritó a Napolean encolerizado, pensando que aquello debía ser prueba de que aquel hombre debía ser un traidor, hasta el punto de casi abalanzarse sobre la cabeza del hombre y ponerse a dar puñetazos y patadas sin ton ni son, aunque en el fondo, no era muy diferente de cualquiera gresca que el antiguo soldado no hubiera aguantado ya antes.
No fue hasta que el fortachón le inmovilizó y le repitió por tres o cuatro veces lo que ocurría que lo entendió, o al menos eso creía el rubio. Ya que entendió por den den mushi, una especie de artefacto que servía para encerrar las voces de las personas dentro y que por ello debía devolver la voz del capitán al cuerpo del capitán, ya que así este podía continuar gritándoles cuando cargar sin tener que estar dentro del caracol, la verdad es que el resto de la información de como funcionaba el artefacto no la entendió nada, más a sabiendo de la prisa y lo impaciente que era su capitán, decidió asentir y repetir las mismas palabras que había dicho el contramaestre.
Y así es como volvemos al presente, con la puerta caída y el grupo adentrándose en el interior.
Y si bien, en una primera instancia quiso quedarse con él a ayudarlo a saludar de buenas maneras a las buenas gentes del norte, lo que venía siendo partirse los morros con todos los que se interpusieran en su camino, un breve momento de iluminación aconteció en la dispersa mente del muchacho. Y es que primero iría a rescatar el cuerpo de su capitán para así poder devolverle su voz, limitándose a pisar solo los cuellos de aquellos que fuera estrictamente necesarios, después de todo seguramente el capitán quería pisar unos cuentos el también, y es que además de lucido este pensamiento tenía grandes tintes navideños, donde el regalar, la familia y el rojo sangre estaban presentes.
-Ir muy lento, ¡Puto gordo! - increpó a Napolean, repitiendo cual loro uno de los comentarios que había escuchado de unos de los marineros tras una bronca en la bodega por una de esas botellas de la bodega con aquella agua tan fuerte que hacía que le picará la garganta -Yo ir a por Keiran, tu quedar a saludar- ordenó tomando la iniciativa.
Y es que así bien el crio no se acostumbraba a diferenciar muy bien el agua del vodka, era increíblemente perspicaz a la hora de aprender insultos que voceaba su tripulación, fuera como fuera el muchacho acaricio a su bestia y sin necesidad de riendas comenzó a cabalgar con su deslumbrante caballo, atravesando la batalla campal como si fuera una flecha, tratando de evadir al primer grupo y al segundo grupo de soldados que parecían que iban a rendir cuentas con el contramaestre. Si lo lograba, trataría de afilando su olfato tratar de percibir el olor del capitán y cabalgando sobre todo aquello que osará interponerse en su cruzada, y es que después de todo, no podía negarse a las buenas costumbras inculcadas por su amo, además no quería obedecer órdenes que provinieran de un caracol resultaba un estimulo suficiente por ya un motivado muchacho.
- MALDITOS CARACOLES:
- Momento cómico pertinente, Adam piensa que realmente el capitán esta atrapado dentro del caracol, así que establece como prioridad rescatar al capitán.
- Insultar al contramaestre y sudar de su plan, claramente todo lo que tiene de grande lo tiene de lento, es por eso que Adam decide dejarlo atrás y que lidie el con los guardias con armadura, aunque no se opondrá a pisotear a alguien por encima si se lo pone fácil. además de que yendo a caballo debería ser más rápido que toda esa tropa ¿no?.
- Tratar de afilar su olfato aún más y buscar al capitán, lamentablemente Adam no logra vincular los pinchotazos con su mejora de olfato, por lo que carece de sentido que pida ayuda ala niña botiquín esa, pero ambos sabemos moderador que el salvaje no necesita de drogas o pinchazos para partirse la madre.
- Momento cómico pertinente, Adam piensa que realmente el capitán esta atrapado dentro del caracol, así que establece como prioridad rescatar al capitán.
Solo un golpe había bastado de esa bestia para dejarme inconsciente un par de días pero al menos me habían "tratado" mis heridas de la mejor manera posible, aunque eso no me iba a hacer retroceder en el entrenamiento físico con ese hombre mucho menos ser menos que la dama rubia con la que me había tocado entrenar. El otro hombre no sabia que había ocurrido con el pero seguramente se había llevado parte de las joyas que habíamos encontrado antes de que el caos reinara en la superficie o simplemente estaba entrenado por otro lado que estaba fuera de nuestra vista. Mas parecía que la dama rubia había descubierto algo que yo en la proximidad no había tenido suerte de obtener pero eso no me desanimaba demasiado porque no todos teníamos el mismo de entrenamiento y seguramente ella tenia la suerte de que al estar mas tiempo que yo entrenando, había podido desarrollar aquella peculiar capacidad rara.
Mas al escuchar que había mandado a Helga a una misión, no dude demasiado en seguirla no porque estuviese "aburrido" de tanto entrenamiento sino que me estaba sintiendo incomodo entre tanta gente que no conocía sin contar de que tenia la necesidad de salir al exterior a tomar algo de aire y averiguar que cojones había pasado. Por lo que, tan solo me acerque a escuchar a donde deberíamos ir a hacer la misión y que teníamos que hacer exactamente mas me demore unos minutos en procesar aquello que Helga se me había adelantado, y no dude demasiado tiempo en perseguirla sin haber pedido nada en el camino.
Cuando logre darle alcance, tan solo la salude con la mano para ver donde ingresaba que parecía ser una taberna y tan solo pose mi mano en su hombro para susurrarle al oído - Espero que esta vez salga todo bien compañera - Fue lo que le dije en el momento para entrar tras de ella al local en cuestión para cumplir nuestra misión.
Mas al escuchar que había mandado a Helga a una misión, no dude demasiado en seguirla no porque estuviese "aburrido" de tanto entrenamiento sino que me estaba sintiendo incomodo entre tanta gente que no conocía sin contar de que tenia la necesidad de salir al exterior a tomar algo de aire y averiguar que cojones había pasado. Por lo que, tan solo me acerque a escuchar a donde deberíamos ir a hacer la misión y que teníamos que hacer exactamente mas me demore unos minutos en procesar aquello que Helga se me había adelantado, y no dude demasiado tiempo en perseguirla sin haber pedido nada en el camino.
Cuando logre darle alcance, tan solo la salude con la mano para ver donde ingresaba que parecía ser una taberna y tan solo pose mi mano en su hombro para susurrarle al oído - Espero que esta vez salga todo bien compañera - Fue lo que le dije en el momento para entrar tras de ella al local en cuestión para cumplir nuestra misión.
- Resumen + Acciones:
- Dante despues de entrenar con Helga y su entrenador, se dispone a darle una mano a la rubia para con la mision que se le habia encomendada con el unico objetivo de despejarse.
Normas del capítulo:
- Se moderará los martes entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los martes antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación:
- Helga y Shiro:
- La plaza por la que pasáis antes de llegar a la taberna está cuanto menos vacía. Nada sorprendente teniendo en cuenta que están construyendo una estructura —más bien arreglando— para ejecutar a alguien vivo. Como sea, nadie os detiene ni siquiera se fijan en vosotros los dos guardias que se encuentran supervisando que nadie cause problemas mientras terminan de poner todo a punto. No quieren más inconvenientes, claro. Pero eso no ha llegado a vuestros oídos. Así que os adentráis en la Taberna. Primero Helga, aunque Shiro alcanza a ver su estela justo después de que su melena pelirroja pase por la puerta.
Recapitulemos un poco antes de seguir: Os habéis pasado casi dos semanas bajo los suburbios de la ciudad, en la base oculta de Antoine. Para sorpresa de ambos, el haber metido las narices donde no os llamaban, según vuestra moralidad, os ha resultado una suerte de una u otra forma, recibiendo una buena cantidad de riquezas y un intenso entrenamiento con Archie. A cambio, se os ha pedido únicamente que hagáis de mano de obra para Antoine, cuyos planes han cambiado de forma sospechosa desde vuestra llegada. Pero bueno, a vosotros lo que os incumbe es que os ha pedido —a Helga al menos— realizar un pequeño trabajo de busca y captura con vida de dos objetivos. No pasa nada si no les encontráis, pero seguro que preferís ver lo que pasa si lo conseguís. ¿Dinero? ¿Más joyas? Tal vez os una a su red del bajo mundo por encima del puesto bajo en el que os encontráis, o a su tripulación real.
En cualquier caso, Helga ha aceptado el trabajo y Archie le ha obsequiado para ayudarla en su desempeño un bonito garrote de madera maziza.- garrote brillante y reluciente:
- Nombre del objeto: El que se te antoje
Descripción y habilidades: se trata de un bonito garrote de madera negra, mazizo, tallado de forma bastante elegante para ser un arma tan tosca. De hecho, por la forma en que ha sido trabajado y dado forma casi parece más un bate vanguardista que un garrote. Pero puede apreciarse aún la forma base característica del arma.
Propiedades exóticas: Este arma tiene tenacidad, dureza especiales; pesadez infrecuente y, además, está recubierto por una resina que ofrece impermeabilidad infrecuente también, así que no se estropeará por entrar al agua
Puestos al día, os encontráis en el interior de la Taberna, y vaya, lo de estrella caída iba más en serio de lo que podríais esperar. No hay, literalmente nadie. Bueno, tenéis al tabernero que casi salta de su silla detrás de la barra al ver a sus posibles clientes, pero hace por ocultarlo. No es un hombre muy entrado en años. Tal vez cuarenta y pocos, rondando los cincuenta. De cabello oscuro, entradas prominentes y la barba poco retocada. Esto último seguramente por llevar bastante tiempo sin recibir a nadie. Cuando ve a Helga no puede sino frotarse las manos. Se arregla un poco y espera a que acomodes en uno de los taburetes para ofrecerte una copa.
—Buenos días, señorita. ¿Qué trae a alguien tan hermosa y joven a beber a estas tempranas horas de la madrugada? —Preguntó, saludando de forma que intentaba ser galante, solo para llevarse la bofetada de su vida en los moros con la respuesta de Helga. Solo buscaba información. Y, aunque no fueran las formas adecuadas, dejó bastante claro que estaba hasta sus partes íntimas de la situación en la que encontraba—. Joder, yo pensando que sería mi cambio de suerte —se quejó, suspirando después, resignado. Hizo el favor de mirar la foto, de todos modos, solo para negar al tiempo que el albino entraba por la puerta—. ¿Un cliente de verdad? —Preguntó, aunque sus esperanzas no muy altas cayeron otra vez. Había hecho bien en no emocionarse—. Os podría contar alguna cosa, ya que estáis aquí. Pero la cosa lleva muy mal desde que tomaron la ciudad y ni la información es gratis. Si queréis saber pedid algo. No habré visto a esos dos, pero se me ocurren los pocos negocios que aún se mantienen a flote con cómo está la ciudad. Con suerte todo mejorará tras lo que tienen montado ahí en frente y podré volver a servir copas al ritmo de la música.
Si aceptáis su propuesta os pondrá un poco al día sobre lo que está pasando. De base lo de las drogas que ya sabíais y, como, además, habían abierto varios puestos que le hacían la competencia a todos los taberneros de la zona. Dos casas de juegos —una de ellas a dos casas de él— y varios burdeles que abrieron casi a la vez. Algo muy sospechoso, casi tanto como lo inhumanos que eran los trabajadores del lugar. Un poco sobre la revuelta del otro día y la casi ejecución de la reina, como ahora estaba la gente asustada en su mayoría de salir a la calle y que por ello los lugares que más gente mantenían eran las posadas que habían albergado extranjeros, atrapados estos por la guerra civil, las casas de apuestas debido a la ludopatía, que se solían llenar sobre todo a la tarde, y poco más. Los burdeles habían cerrado todos de golpe, no se sabía muy bien por qué.
Con esta información podríais hacer alguna cosa, si os quedáis. Sino… Bueno, aún está lejos el ruido de las explosiones, pero en la plaza los guardias se han puesto nerviosos aparentemente y algunos están corriendo a un lugar concreto mientras otros se quedan para defender el lugar. ¿Otro asalto a la ciudad?
Nota: puede que veáis el numerito en la plaza que organizará Adam, estad atentos.
- Keiran, Anna y Cass:
- Las cosas parecen ir bien, tal vez demasiado bien, teniendo en cuenta el barrullo que habéis montado en un momento. ¿De verdad que nadie os está vigilando? ¿Ni siquiera desde fuera de las puertas? Aunque lo hicieran lo más probable era que no pudierais escuchar sus palabras, sus pasos apresurados… Sus preparativos para abrir la puerta o dejar que la abráis.
Entretanto, los hombres, incluso el que parece más un arbusto que otra cosa, se levantan al tintieno de las llaves, aprovechando que abres las puertas, salen de estas. Les has ganado, al menos con la primera parte. Pero parece que hay uno de ellos a los que no has conseguido convencer, Keiran. Un hombre de largo cabello negro sujeto con una cinta de cuero en una coleta baja que le llega hasta la mitad de la espalda.
—Señor. Le agradecemos que nos abra las puertas. Y lucharemos para derrocar a Anthony. ¡Pero nuestro deber está con Lady Iliana! —Afirma, hablando por los otros dos. Estos últimos no se han pronunciado ni para afirmar ni para desmentir sus palabras.
Si decides hacer algo para ocuparte de él o no es cosa tuya. Pero lo mismo no te vienen bien viendo que pretendéis haceros con la cabeza de la reina también. De hecho, el hombre lleva el mismo patrón en la pechera que el que pensó que estabas de su parte cuando se llevaron a la reina.
Como sea, una vez termináis de lidiar con los prisioneros empiezan los primeros problemas. Frente a vosotros se erige una puerta doble, de madera maciza y poco más grande que Keiran. Si por un momento el ruido se detiene os daréis cuenta de que: primero, se abre tirando de dos enormes anillas hacia dentro; segundo, no tiene cerradura y tercero, se escuchan pisadas metálicas desde el exterior. Solo suenan por un momento, así que salvo que hayáis estado atentos no lo habréis percibido. Las puertas no deben ser muy gruesas pese a su tamaño y, tal vez, solo Anna tendría dificultad para abrirlas de un tirón. Podéis decidir que lo haga uno de vuestros nuevos subordinados o simplemente adelantaros vosotros. Desde el otro lado no va a ceder.
Cuando lo hagáis, independientemente de quien abra, una suerte de seis lanzas de punta metálica con un brillo azulado atacara hacia el frente, intentado ensartar a quien se encuentre delante, así que tened cuidado. Parece que había una razón para que no estuvieran custodiándoos dentro, y es que os están bloqueando la entrada usando la puerta como un cuello de botella.
Nota: Podéis darle nombre y apellidos a los prisioneros que se unan a vosotros y tenéis libre control sobre ellos y sus reacciones. Vuestros NPC´s serían nivel 15 a lo sumo, salvo el grandullón verde, pero este hará cosas más… aleatorias que escapan a vuestro control.
- Napolean:
- El caos se desata en segundos. Adam salta por encima de los caballeros de armadura metálica, que están demasiado ocupados viendo que van a tener que contenerte a ti como para siquiera poder plantearse como el niño no se ha caído del caballo. Y mientras tanto el resto de hombres de Anthony están intentando proteger a los civiles… Los pocos que parecen tener más o menos un nivel y valor económicos. Los niños, eso sí, caen como moscas, algunos no terminan de morir y se beben un líquido que les dejó su jefe, no tardando en revivir como personas-plantas. Pero la cantidad ha sido mucho menor, y no son tan fuertes como el caballero que os cruzasteis, así que con más o menos guerra tus hombres se encargan de ellos también y te dejan vía libre hacia delante.
Claro que estos caballeros nada tienen que ver con los que os hayáis podido cruzar con anterioridad. Las esferas vuelan, y estás no tardan en impactar. La del flanco derecho da de lleno en la pechera del guardia, lanzándole hacía atrás unos cuantos metros, se le abolla la armadura ligeramente, pero el golpe no ha sido tan fuerte. Aunque eso no lo notas en un primer momento. El segundo consigue detener la esfera usando su arma. La vara de la misma se hiende sin llegar a romperse al ser de una aleación metálica y, aunque le has dejado un momento incapacitado para atacarte o defenderse de nada más, al final la bola cae al suelo sin hacerle más daño que un ligero dolor de muñecas por el esfuerzo. En cuanto a los otros tres, el que recibe el tajo de tu espada podría haberse apartado, quizás, pero en su lugar parece que ha decidido hacer el esfuerzo de poner su arma entre medias para forzarte a quedar estático por unos segundos, dándole oportunidad al del medio para atacar con su alabarda, con vuestra diferencia de tamaño y la posición de tu cuerpo intenta acertarte en la unión del brazo con el hombro para intentar incapacitarte uno de los brazos. El del disparo… No ha tenido tanta suerte, salvando el cuello por escasos centímetros para que la bala perforase por la zona de la clavícula justo el hueco entre esta y el deltoides, donde la armadura no cubría. De momento está en el suelo. Pero aún se puede levantar. Deberías moverte, porque los otros dos de antes no tardarán en cargar contra ti si les dejan.
- Adam:
- Parece que le estás cogiendo el gusto a cabalgar. Y de hecho, tu nuevo amigo y tú parecéis muy bien compenetrados, tanto que cuando saltas sobre los guardias y el corcel acaba cayendo sobre una pobre dama de compañía que estaba caminando llorando desolada apenas notas los baches por como pisa sobre ella. Además ¿no es una ventaja? Los humanos no son capaces de alcanzarte en velocidad, al menos no a pie. Seguramente nadie se esperaba a un loco con caballo, lo que te facilita el adelantar tu paso siguiendo la ruta que usasteis al llegar. Al hacerlo, acabas donde todo el barrullo del otro día. La plaza parece mucho más espaciosa sin caballeros, otros corceles y hombres calabaza mordiéndote los brazos, las piernas y por donde pillaban.
Solo hay unos pocos guardias, cuidando la recientemente reparada estructura de madera en la que habían acomodado a la reina. Seguramente te suene porque viste como ponían a la chica con la cabeza acomodada para ser decapitada. Aunque no sepas lo que es una decapitación. Seguramente quieran hacer lo mismo con tu capitán. De momento, solo hay cuatro guardias, y estos tardan en fijar su mirada en ti, tampoco van ataviados con armaduras raras como los de antes, son más bien como hojalata, fácil de romper si se golpea lo suficientemente bien con una piedra repetidamente. Entonces… Podrías evadirles y lanzarte a lo loco hacia el palacio que se encuentra después de la plaza y una valla con picos altos custodiando el palacio real… O podrías saludarles a hostias.
Nota: según lo que hagas puede que llames la atención de otros personajes, estate atento.
- Velkan:
- Se mantiene la moderación anterior. Os encontráis discutiendo con el Lord pertinente cuando, de repente, empieza a sonar un DDM en su escritorio, este descuelga y tanto tú como tus compañeros podéis escuchar que un grupo no muy grande ha burlado las defensas de la ciudad, montando un escándalo. Los inocentes no se están salvando de este ataque. De hecho, les matan por gusto, pero al menos parecen estar rompiendo las defensas de Lord Anthony.
Tienes margen para decidir qué harás: negociar, partir e intentar resolver la situación. Ya que te ha pillado después de la moderación anterior, te da tiempo a encargarte de la diplomacia e ir a socorrer a los habitantes de Astelia.
- Morgoth:
- En la barra, el chico de cabello rubio bien peinado y ojos verdes te mira. Es joven, o al menos parece ser demasiado joven como para estar trabajando en ese tipo de establecimiento. Antes de que le llamaras la atención estaba atento leyendo un fichero, pero al percatarse de tu presencia no tarda en cerrarlo, evitando que puedas cotillear su contenido y lo arrastra hasta detrás de la barra.
—Ah, claro. Diculpad mis modales. Bienvenidos, bienvenidos. Vaya, veo que viene acompañado de unas damas bastante… Encantadoras. Aunque… —Se arrima por encima de la barra—. Si quisiera seguro que nuestros colaboradores podrían ayudarle a hacerlas aún más… atractivas —te dice por lo bajo, y puedes notar como Clarisa palidece un par de tonos. Esto no pasa desapercibido por el joven, que les dedica una encantadora sonrisa—. Es broma, es broma. Su atractivo natural es maravilloso— Asegura. Cuando escucha las órdenes de los cuatro os sirve la bebida, preparándola en un periquete.
—Oh, así que al caballero le gusta apostar. Es una sorpresa. Estoy bastante seguro de no haberle visto antes por aquí. Aunque eso explica las horas tan tempranas. Los jugadores suelen preferir reunirse por la tarde y la noche. Claro que depende de la isla… ¿No son de por aquí? No parecen muy puestos en la situación actual. Aunque esta no afecta al negocio. —El hombre sigue hablando mientras prepara los cócteles de las señoritas, habiendo dejado ya sobre la mesa el vaso de Whiskey, tal y como le has pedido. Tras esto se queda pensando en qué juego podría recomendarte—. ¿Qué tal la ruleta? Un juego en solitario a falta de otros jugadores para no aburrirse. ¿Cómo se ve de suerte, señor…? —Hace una pausa para escuchar tu nombre. Si te parece bien, te guiará a la mesa donde empezará la partida. Para esto, primero te tocará cambiar algo de dinero en fichas. Hay fichas de 500, 1.000, 2.000 y 5.000 Berries para apostar.
Una vez te has sentado, el hombre se retira hasta detrás de la barra, habiendo recuperado su fichero, lo abre, te mira por un momento y se dispone a hacer una llamada.
—Señorita Altair, creo que una de sus presas ha llegado a nuestro humilde local. ¿Le gustaría pasarse a saludar? Claro, no parece tener prisa. ¿El señor Frapuccino? Sí, está arriba en su despacho. Le diré que baje a hablar con él en un rato.
- Samvel:
- En principio, no debería haber sido posible conseguir en aquella isla los materiales que le pediste a la princesa. Quizás estás pidiéndole demasiado para alguien que te ha dicho, cuenta con poca mano de obra y por ello ha estado pidiendo ayuda a todo aquel de quien haya conseguido noticia sobre estar desafiando a Anthony… Salvo a los allegados de Iliana. Casi todos sois extranjeros y su mueca se tuerce cuando preguntas por la posible ayuda: «Ninguno parece interesado en colaborar con nadie más». Explica.
Pese a todo, no es tan malo. Si bien ellos no tienen los materiales por su cuenta, han conseguido desmantelar el carruaje de Anthony junto al que te encontraron y han llevado a la habitación los materiales: Cables, interruptores, resistencias, tornillos, chapa, hasta la carrocería ha sido cuidadosamente desmontada. El arte del reciclaje. Si bien no está en perfecto estado, el material podría servirte para hacer algún apaño. Eso sí, te llevará revisar y tratar todo.
Sales sin problemas del castillo, cargado hasta los topes. Afortunado de ti, lo consigues hacer justo antes de que estalle la batalla dentro o fuera de este. La primera explosión resuena por la ciudad cuando ya te encuentras otra vez en las calles, y puedes ver a los guardias moverse. Si vas en dirección contraria y no te acercas a los suburbios puede que encuentres alguna forja al cabo de un rato largo caminando. Está cerrada la entrada con puertas de rejas metálicas, pero si pudieras romperlas… Sería allanamiento de morada. ¿Qué pesa más en tu código moral? Puedes intentar forzar la entrada y ponerte a trabajar. Llamar a la puerta e intentar convencer al dueño de estar en casa o buscar otra alternativa.
- Tomoe:
- La mujer va a adentrarse en el laboratorio. Está a nada de hacerlo, pero justo en ese momento su DDM vuelve a sonar, sacándole un bufido de exasperación. Parece que sea lo que sea que pretende hacer no pueden dejar de interrumpirla. Debe ser frustrante estar en su piel, aunque sus humos se calman al escuchar buenas noticias. Vaya, aquello había sido rápido. Dio un par de órdenes, dejando claro que tardaría en llegar y en que se aseguraran de que esa persona no se escapaba, tras esto colgó y se adentró en el edificio.
Bueno, en caso de que no la sigas, podrás ver como entra y sale en menos de quince minutos, llevando consigo una pequeña caja azul y blanca. Algo parecido a una mini-nevera —si es que Tomoe sabe lo que es—, así como un libro lleno de notas que sobresalen, bajo el regazo.
—Es una pena, Spirelli. Pero sin ti, el laboratorio no nos sirve. Ya se ocupará tu hija de todo lo demás —tras decir estas palabras la mujer se marcha. No ves que haya cerrado la puerta, así que el lugar ha sido del todo abandonado… Pero puede que queden pistas dentro. ¿Vas a entrar?
En caso de que no quieras esperar, podrías adentrarte antes de tiempo en las instalaciones, con pasillos blancos e impecables como los de un quirófano y el mismo olor a desinfectante. No tardarías mucho en llegar a la sala principal, una mesa blanca con artilugios de laboratorio: pipetas, probetas con líquidos de colores, muestrarios para estudiar al microscopio. Varias neveras metálicas con la temperatura regulada, montones de libros abiertos, algunos tirados por el suelo. Y tres extraños contenedores vacíos tamaño humano. Eso no parecía estar relacionado con las drogas, pero tenía mala pinta. Además, había más pisos. Lo mismo lo peor de aquel lugar no fueran las drogas. Claro que para verlo tendrías que acorralar o atrapar a la mujer que se encontraría frente a ti.
Si entras después, de ella y siguieras investigando, te encontrarías en esa primera planta con otras salas llenas de jaulas abiertas, así como con que en los libros vienen distintos estudios sobre manipulación genética y cognitiva. Además de algo sobre fusionar humanos con plantas y super-fertilizantes. Eso explica lo de los chicos de la otra vez. Quizás las drogas también vengan mencionadas en toda esa pila. Si recuerdas como se llamaban deberías buscar el catálogo con la letra correspondiente.
- Anastasya:
- Puedes mantener la moderación de antes, pero ten en cuenta que Tomoe y la pelirroja se han terminado de mover, así que te tocaría ir por tu cuenta o seguirlas y ponerte a su altura después. Eso o adentrarte sola en el túnel tras el huerto de calabazas.
Keiran T. Farraige
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Características
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Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Todos y cada uno de los reclusos fueron liberados, incluyendo a la pequeña niña harapienta y al Caballero Resurgido —como conocía Keiran a los soldados que resucitaban gracias a aquellas extrañas raíces—. De este modo, su inicial dúo había visto su tamaño incrementado hasta formar un pelotón de nada más y nada menos que nueve posibles combatientes, siempre y cuando quisiera ser lo suficientemente optimista como para pensar que la pequeña Anna sería capaz de hacerle daño a alguien. Bien pensado, ¿por qué no? Si era tan similar a él como había intuido en un primer momento, estaría dispuesta a hacer lo que fuera necesario para salir de allí con vida. Eso incluía desde ayudarles a acabar con los guardias de palacio como a rajarle el cuello, pero eso tan solo lo volvía más emocionante.
—Procura hacer lo que te digamos y saldrás con vida de aquí, Anna —aseguró el capitán, no dándole demasiada importancia a su liberación. Después de todo, y por lo que él mismo había dicho, la cría era ahora responsabilidad de Cassandra.
De entre todos, aparte del hombre–vegetal, tres de los prisioneros parecían ser caballeros también o, al menos, soldados de alguna categoría. No parecían hombres especialmente fuertes, pero serían mejor que nada y podrían buscar la oportunidad de hacerse un hueco en su tripulación si resultaban ser útiles; al menos, esa era la idea del pelirrojo hasta que escuchó hablar al que parecía ser el cabecilla del peculiar grupo. Tal vez fuera superior a los otros dos en la jerarquía militar, lo que implicaba que no necesariamente debían estar de acuerdo con él, una idea que se reforzó tras comprobar que ninguno dio un paso al frente para apoyar su postura.
—Soy un hombre sencillo, aunque puedo comprender la lealtad —aseguró el pirata pese a que su voz fuera cargada con inquina—. Pero no te olvides: vuestra reina no ha movido un solo dedo por salvaros, gracias a mí al menos podéis luchar por vuestra vida. Haced lo que queráis, pero parece que por ahora las cosas os van mejor conmigo —concluyó, sonriéndole a los otros dos y casi ignorando al moreno.
No le hacía ninguna gracia tener a alguien leal a Illiana entre los amotinados: era un problema para el que tendría que buscar solución antes de verse en la necesidad de enfrentarse a los aliados de la reina. Fue pensando en ello mientras se preparaba para seguir a su segunda que escuchó —gracias a su oído canino— el sonar de botas metálicas al otro lado de la puerta. Casi como acto reflejo se aventuró a posar una mano sobre el hombro de la Merciana, deteniéndola y buscando que se girara hacia él para mirarla con complicidad, justo antes de hablar:
—Pensándolo bien —comenzó, girándose un momento hacia el soldado—, tal vez sea mejor idea que nos guíes tú. Pareces el más veterano de tu grupo y estoy seguro de que conocerás este palacio más allá de lo que pueda decirnos un plano, ¿verdad? Señor...
—Lothric —se presentó él, haciendo una leve reverencia—. Será un honor guiaros por estos pasillos, cuente con ello. No debería llevarnos más de unos pocos minutos.
—Muy bien, adelante. —Keiran se hizo a un lado, dejando que el soldado avanzara para abrir la puerta.
Fue incapaz de evitar teñir con malicia su sonrisa una vez le dio la espalda. Sería una lástima ver su grupo reducido, pero poco importaba a esas alturas y, en cualquier caso, necesitaba encontrar a algún voluntario para sacrificarse en pos de la causa. Sin escudos o forma alguna de cubrirse, una barrera humana parecía una opción más que eficaz para evitar un destino fatal. Fue así como avanzó un poco, siguiéndole. No parecía que los demás hubieran escuchado aquellos pasos salvo, tal vez, Cassandra y Anna, así que le tocaría actuar con rapidez para que al resto le diera tiempo a recomponerse de la sorpresa.
La puerta fue abierta por Lothric que, pese a hacerlo con cautela, apenas tuvo tiempo para reaccionar y evitar su fatal destino. Varias lanzas perforaron su pecho y le hicieron caer sobre sus rodillas, aún ensartado, momento que debía aprovechar el pirata.
—¡Fuera de mi camino!
Sus afilados dientes se vieron envueltos rápidamente por aquellas lenguas flamígeras, apenas un momento antes de que el pelirrojo abriera la boca y exhalara su aliento infernal. El fuego avanzó en cono contra el grupo de soldados que trataban de cortarles el paso —y, por desgracia, abrazó también al pobre Lothric—, como un recordatorio de que no era la mejor de las ideas darles la oportunidad de tomar la iniciativa. Fuera suficiente o no y únicamente por asegurarse, el capitán lanzó un puñetazo al aire con todas sus fuerzas para proyectar una onda de choque, buscando derribar a aquellos que no hubieran sido pasto de las llamas.
—Que no os tiemble la mano, las suyas no lo harán —ordenó.
—Procura hacer lo que te digamos y saldrás con vida de aquí, Anna —aseguró el capitán, no dándole demasiada importancia a su liberación. Después de todo, y por lo que él mismo había dicho, la cría era ahora responsabilidad de Cassandra.
De entre todos, aparte del hombre–vegetal, tres de los prisioneros parecían ser caballeros también o, al menos, soldados de alguna categoría. No parecían hombres especialmente fuertes, pero serían mejor que nada y podrían buscar la oportunidad de hacerse un hueco en su tripulación si resultaban ser útiles; al menos, esa era la idea del pelirrojo hasta que escuchó hablar al que parecía ser el cabecilla del peculiar grupo. Tal vez fuera superior a los otros dos en la jerarquía militar, lo que implicaba que no necesariamente debían estar de acuerdo con él, una idea que se reforzó tras comprobar que ninguno dio un paso al frente para apoyar su postura.
—Soy un hombre sencillo, aunque puedo comprender la lealtad —aseguró el pirata pese a que su voz fuera cargada con inquina—. Pero no te olvides: vuestra reina no ha movido un solo dedo por salvaros, gracias a mí al menos podéis luchar por vuestra vida. Haced lo que queráis, pero parece que por ahora las cosas os van mejor conmigo —concluyó, sonriéndole a los otros dos y casi ignorando al moreno.
No le hacía ninguna gracia tener a alguien leal a Illiana entre los amotinados: era un problema para el que tendría que buscar solución antes de verse en la necesidad de enfrentarse a los aliados de la reina. Fue pensando en ello mientras se preparaba para seguir a su segunda que escuchó —gracias a su oído canino— el sonar de botas metálicas al otro lado de la puerta. Casi como acto reflejo se aventuró a posar una mano sobre el hombro de la Merciana, deteniéndola y buscando que se girara hacia él para mirarla con complicidad, justo antes de hablar:
—Pensándolo bien —comenzó, girándose un momento hacia el soldado—, tal vez sea mejor idea que nos guíes tú. Pareces el más veterano de tu grupo y estoy seguro de que conocerás este palacio más allá de lo que pueda decirnos un plano, ¿verdad? Señor...
—Lothric —se presentó él, haciendo una leve reverencia—. Será un honor guiaros por estos pasillos, cuente con ello. No debería llevarnos más de unos pocos minutos.
—Muy bien, adelante. —Keiran se hizo a un lado, dejando que el soldado avanzara para abrir la puerta.
Fue incapaz de evitar teñir con malicia su sonrisa una vez le dio la espalda. Sería una lástima ver su grupo reducido, pero poco importaba a esas alturas y, en cualquier caso, necesitaba encontrar a algún voluntario para sacrificarse en pos de la causa. Sin escudos o forma alguna de cubrirse, una barrera humana parecía una opción más que eficaz para evitar un destino fatal. Fue así como avanzó un poco, siguiéndole. No parecía que los demás hubieran escuchado aquellos pasos salvo, tal vez, Cassandra y Anna, así que le tocaría actuar con rapidez para que al resto le diera tiempo a recomponerse de la sorpresa.
La puerta fue abierta por Lothric que, pese a hacerlo con cautela, apenas tuvo tiempo para reaccionar y evitar su fatal destino. Varias lanzas perforaron su pecho y le hicieron caer sobre sus rodillas, aún ensartado, momento que debía aprovechar el pirata.
—¡Fuera de mi camino!
Sus afilados dientes se vieron envueltos rápidamente por aquellas lenguas flamígeras, apenas un momento antes de que el pelirrojo abriera la boca y exhalara su aliento infernal. El fuego avanzó en cono contra el grupo de soldados que trataban de cortarles el paso —y, por desgracia, abrazó también al pobre Lothric—, como un recordatorio de que no era la mejor de las ideas darles la oportunidad de tomar la iniciativa. Fuera suficiente o no y únicamente por asegurarse, el capitán lanzó un puñetazo al aire con todas sus fuerzas para proyectar una onda de choque, buscando derribar a aquellos que no hubieran sido pasto de las llamas.
—Que no os tiemble la mano, las suyas no lo harán —ordenó.
- Resumen:
- • Indicarle a Anna que solo tiene que hacer lo que le digan para salir de una pieza.
• Dejar que el caballero pro-Illiana se sacrifique por la causa.
• Escupir una llamarada al grupo que les corta el paso seguida de una onda de choque para abrir camino y que el resto pueda avanzar.
Samvel Legacy
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«Oh, no —pensó al comprender que volvían a atacar la ciudad—. ¿Por qué justo ahora?».
Finalmente, tras tanto esperar y planear en la habitación, había decidido pisar la calle tras recuperar las fuerzas. Por primera vez en días lograba estar bajo la luz del sol, pensando inocentemente en que nada obstaculizaría su misión. Pero entonces escuchó los ruidos, que sin lugar a dudas provenían de explosiones. «Otra guerra no, por favor. Otra guerra no»
Observó cómo los hombres de la guardia de la ciudad corrían hacia el alboroto. Suspiró y comenzó a seguirles, o al menos a ir en la misma dirección que ellos. Hubiera preferido seguir con su búsqueda hasta encontrar una herrería o una pequeña forja en la que poder trabajar, sin problemas ni distracciones, pero no podía ignorar el sonido de la batalla.
«Todo podría ser más fácil si los otros quisieran colaborar» pensó amargamente. Cuando lady Erica llegó con la noticia de la negativa de las demás personas, Sam se frustró. No comprendía por qué la gente era reacia a la cooperación cuando juntos podían llegar más lejos que por separado, pero no le quedaba de otra que resignarse e intentar hacer lo mejor posible por su cuenta.
Y lo mejor posible, bajo su perspectiva, era dejar de lado buscar la forja para servir de ayuda en el conflicto que estaba a punto de estallar. El reparar la red y fabricar nuevas herramientas había pasado a ser algo secundario, y en vez de seguir buscando el lugar ideal para trabajar en sus artefactos, corrió hacia dónde los sonidos se volvían cada vez más sonoros, haciendo lo posible porque la maleta cargada de todo tipo de materiales no entorpeciera sus movimientos.
«¿Qué habrá sucedido? —se preguntó mientras avanzaba hacia la zona de conflicto—. ¿Quién estará atacando la ciudad? ¿Serán esos aliados que mencionó lady Erica? Maldita sea, demasiadas incógnitas y pocas respuestas».
Finalmente, tras tanto esperar y planear en la habitación, había decidido pisar la calle tras recuperar las fuerzas. Por primera vez en días lograba estar bajo la luz del sol, pensando inocentemente en que nada obstaculizaría su misión. Pero entonces escuchó los ruidos, que sin lugar a dudas provenían de explosiones. «Otra guerra no, por favor. Otra guerra no»
Observó cómo los hombres de la guardia de la ciudad corrían hacia el alboroto. Suspiró y comenzó a seguirles, o al menos a ir en la misma dirección que ellos. Hubiera preferido seguir con su búsqueda hasta encontrar una herrería o una pequeña forja en la que poder trabajar, sin problemas ni distracciones, pero no podía ignorar el sonido de la batalla.
«Todo podría ser más fácil si los otros quisieran colaborar» pensó amargamente. Cuando lady Erica llegó con la noticia de la negativa de las demás personas, Sam se frustró. No comprendía por qué la gente era reacia a la cooperación cuando juntos podían llegar más lejos que por separado, pero no le quedaba de otra que resignarse e intentar hacer lo mejor posible por su cuenta.
Y lo mejor posible, bajo su perspectiva, era dejar de lado buscar la forja para servir de ayuda en el conflicto que estaba a punto de estallar. El reparar la red y fabricar nuevas herramientas había pasado a ser algo secundario, y en vez de seguir buscando el lugar ideal para trabajar en sus artefactos, corrió hacia dónde los sonidos se volvían cada vez más sonoros, haciendo lo posible porque la maleta cargada de todo tipo de materiales no entorpeciera sus movimientos.
«¿Qué habrá sucedido? —se preguntó mientras avanzaba hacia la zona de conflicto—. ¿Quién estará atacando la ciudad? ¿Serán esos aliados que mencionó lady Erica? Maldita sea, demasiadas incógnitas y pocas respuestas».
- Resumen:
- » Corre hacia los estallidos que escucha.
Helga Eiríksdóttir
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Definitivamente algo iba a pasar en la plaza, con esos guardias y con todo el rollo que estaba preparando. Pero ahora mismo no era importante. Eché un vistazo a la arma que me había dado Archie antes de que me fuera de la guarida. Era un buen garrote de madera negro. Esperaba tener que usarlo pronto. Le di el nombre de "Rangreid" una famosa ángel de batalla de mi pueblo. Entré a la taberna y me llevé una sorpresa al ver que no había ni un alma. Ni el borracho del pueblo tocando las narices con sus becerros de siempre. Aquello era realmente triste. Cuando me acerqué al tabernero, se mostró molesto al ver que no estaba allí como cliente pero al menos hizo el favor de mirar las fotos. Otra persona entró y resultó ser Shiro. Me agradó el verle por ahí y le devolví el saludo.
- Me alegra de verte, compañero. A ver que nos puede contar este hombre - Comenté volviendo a mirar al pobre tabernero que se encontraba abatido por la falta de clientes.
Resultó que no había visto a los objetivos, pero estaba dispuesto a compartir la información de la que disponía a cambio de que consumiéramos algo. Me parecía algo justo. Al fin y al cabo, era su bar y no andaba con dinero. Con una sonrisa, pedí una jarra de cerveza y algo para picar, pues tenía el estómago rugiendo de hambre. Después de que cumpliéramos con la parte del trato, comenzó a explicarnos de que había habido una guerra en la ciudad y que la reina fue casi ejecutada.
- Diablos, y nosotros nos lo perdimos. Pudimos haber participado y tener algo de diversión - Comenté decepcionada de no haber podido formar parte de la refriega.
Al seguir escuchando la información, me quedé pensando en los casinos y en los lugares de alterne. Sobre todo estos últimos al haber cerrado tan rápido. ¿Acaso Antoine o algún socio suyo estaba detrás de esto en conjunto con el plan de las drogas? Algo me decía que pronto se sabría.
- Creo que sería buena idea examinar esas casas de apuestas, compañero - Le dije a Shiro esperando su opinión -
Y fue justo cuando se comenzaron a oír explosiones. Por la ventana, se podían ver a los guardias tomando posiciones y otros corriendo, como yendo a por alguien o algo. Parecía que la guerra por el trono no iba a acabar aún. Me acerqué a la ventana y comencé a reír. Pues la cosa se iba a poner caliente o eso parecía.
- Al final, parece que tendremos ocasión de hacer algo interesante - Dije tomando mi nueva arma con mi mano derecha - La guerra aún no ha acabado, señores -
Me dispuse a abrir la puerta y a esperar en el marco de la misma a ver que iba a pasar. Si no pasaba nada interesante, iría a ver las casas de apuestas.
- Me alegra de verte, compañero. A ver que nos puede contar este hombre - Comenté volviendo a mirar al pobre tabernero que se encontraba abatido por la falta de clientes.
Resultó que no había visto a los objetivos, pero estaba dispuesto a compartir la información de la que disponía a cambio de que consumiéramos algo. Me parecía algo justo. Al fin y al cabo, era su bar y no andaba con dinero. Con una sonrisa, pedí una jarra de cerveza y algo para picar, pues tenía el estómago rugiendo de hambre. Después de que cumpliéramos con la parte del trato, comenzó a explicarnos de que había habido una guerra en la ciudad y que la reina fue casi ejecutada.
- Diablos, y nosotros nos lo perdimos. Pudimos haber participado y tener algo de diversión - Comenté decepcionada de no haber podido formar parte de la refriega.
Al seguir escuchando la información, me quedé pensando en los casinos y en los lugares de alterne. Sobre todo estos últimos al haber cerrado tan rápido. ¿Acaso Antoine o algún socio suyo estaba detrás de esto en conjunto con el plan de las drogas? Algo me decía que pronto se sabría.
- Creo que sería buena idea examinar esas casas de apuestas, compañero - Le dije a Shiro esperando su opinión -
Y fue justo cuando se comenzaron a oír explosiones. Por la ventana, se podían ver a los guardias tomando posiciones y otros corriendo, como yendo a por alguien o algo. Parecía que la guerra por el trono no iba a acabar aún. Me acerqué a la ventana y comencé a reír. Pues la cosa se iba a poner caliente o eso parecía.
- Al final, parece que tendremos ocasión de hacer algo interesante - Dije tomando mi nueva arma con mi mano derecha - La guerra aún no ha acabado, señores -
Me dispuse a abrir la puerta y a esperar en el marco de la misma a ver que iba a pasar. Si no pasaba nada interesante, iría a ver las casas de apuestas.
- Resumen:
- Ver a los guardias en la plaza, poner nombre al arma nueva, comprarle algo al tabernero por info, sugerirle a Shiro ir a los casinos y prepararme para lo que estuviera por venir a la plaza. En caso de que no pasara nada, iría a revisar los casinos junto a mi compañero.
Tomoe Asai-Asakura
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No iba a dejar que se le escapara. Reduciría mucho sus opciones de ataque en el interior de un edificio pero era más importante la posible información que podría conseguir de la pelirroja. No esperaría, ¿y si destruía pruebas antes de salir? no podía permitir esa posibilidad. Tomoe decidió, pues, que lo mejor era entrar y aprovecharse del factor sorpresa. Hacerse con la información de la mujer, lidiar con ella -no le haría gracia matarla pero era cómplice de los crímenes contra Hallstat- y entonces proceder a investigar el edificio. Con ese plan en mente, la revolucionaria terminó adentrándose en el edificio.
Una vez dentro fue percatándose de lo que la rodeaba, aunque no terminó de entenderlo porque carecía de formación científica -aunque después querría volver a revisar esos libros y los contenedores-. De momento ignoró eso, su objetivo era aquella mujer. Aunque estuviera abanonado, el edificio aún podría contar con cierta seguridad y vigilancia como Den Den Mushi visuales. Para cubrirse ante una posible emboscada, asumiría que ya había sido detectada. Total, el sigilo nunca fue su fuerte.
Aceleró sus pasos. Ya le daba igual romper su sigilo, pensaba perseguir a aquella mujer por el laboratorio hasta arrinconarla, incluso si debía derribar paredes a cortes por el camino para abrirse paso. Podría tener la clave para poner fin a una buena parte del problema, no podía permitir que se escapara.
Aceleró más, ya prácticamente corriendo. Dejó que sus instintos, su espíritu y su ambición la guiaran a la hora de buscar y seguir a su objetivo, hizo esfuerzos para activar de nuevo aquella sensación de predicción y observación. Esperaba que sus deseos de poner fin a la pesadilla de Hallstat fueran lo bastante fuertes como para hacer avanzar un poquito el poder de su propia alma.
—Guíame, Bishamonten, permíteme ver más allá —susurró, dejando su destino en manos de la deidad que la había visto crecer. Iría al encuentro de la mujer y haría el trabajo que deberían estar haciendo los Marines o el Gobierno.
La hoja de la justicia esta vez no pertenecía a la Marina, sino a la Armada Revolucionaria.
Una vez dentro fue percatándose de lo que la rodeaba, aunque no terminó de entenderlo porque carecía de formación científica -aunque después querría volver a revisar esos libros y los contenedores-. De momento ignoró eso, su objetivo era aquella mujer. Aunque estuviera abanonado, el edificio aún podría contar con cierta seguridad y vigilancia como Den Den Mushi visuales. Para cubrirse ante una posible emboscada, asumiría que ya había sido detectada. Total, el sigilo nunca fue su fuerte.
Aceleró sus pasos. Ya le daba igual romper su sigilo, pensaba perseguir a aquella mujer por el laboratorio hasta arrinconarla, incluso si debía derribar paredes a cortes por el camino para abrirse paso. Podría tener la clave para poner fin a una buena parte del problema, no podía permitir que se escapara.
Aceleró más, ya prácticamente corriendo. Dejó que sus instintos, su espíritu y su ambición la guiaran a la hora de buscar y seguir a su objetivo, hizo esfuerzos para activar de nuevo aquella sensación de predicción y observación. Esperaba que sus deseos de poner fin a la pesadilla de Hallstat fueran lo bastante fuertes como para hacer avanzar un poquito el poder de su propia alma.
—Guíame, Bishamonten, permíteme ver más allá —susurró, dejando su destino en manos de la deidad que la había visto crecer. Iría al encuentro de la mujer y haría el trabajo que deberían estar haciendo los Marines o el Gobierno.
La hoja de la justicia esta vez no pertenecía a la Marina, sino a la Armada Revolucionaria.
- resumen:
Pueeees no espera si no que va dentro del laboratorio a pedir nombres y patear culos. Intenta usar el mantra para localizar a la señora esta, a ver qué tal sale.
Cassandra Pendragon
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La organización de aquel lugar era pésima. Al menos todo lo que había visto Cassandra desde que había puesto pie en la isla, dejaba que desear.
Desde aquel inicio con un ejército cargando contra la capital desde la otra punta, pasando por el caos de la batalla, el dejarlos completamente solos en el calabozo... Estaba claro que no tenían un líder con muchas luces en la cabeza. Si Cassandra fuese la reina de aquel lugar...
Críticas poco constructivas aparte, lo que debían hacer ahora era abrir la puerta. Aunque primero, debía una presentación en condiciones, por lo que volvió a enfocar su atención en la menuda muchacha que había conmovido su gélido corazón por una milésima de segundo.
—¿Se ha presentado? —inquirió, refiriéndose al capitán pirata—. No le estaba prestando atención... De todas formas, él es Keiran, y a mí puedes llamarme Cassandra. Encantada de conocerte, aunque las circunstancias sean... de todo menos encantadoras —se presentó finalmente la noble. Quizá se trataba de poco más que una vagabunda harapienta, pero una princesa nunca debe perder la compostura, ni los modales—. Procura no meterte en el camino del pelirrojo de los gritos y todo irá bien —le aconsejó a continuación, antes de dirigirse a Keiran—. Que sean leales a quien les apetezca, una vez hayamos salido de aquí. Lo importante es que nos sigan por el momento. No hace falta forzar el tema más de lo necesario —le dijo en un susurro, para que solo él pudiese escucharlo, más como un consejo que una orden, aunque su tono de voz siguiese teniendo dejes de autoridad.
El pirata le apretó un hombro entonces, provocando cierto nivel de indignación por semejante intrusión a su esfera de comfort, pero la mirada que le dirigió indicó a la subcapitana que había sucedido algo. Algo de lo que ella no se había enterado, quizá por estar demasiado ocupada criticando el gobierno de Hallstat en su cabeza, o por estar musitando aquellas palabras de consejo, o quizá porque no contaba con las habilidades sobrehumanas del ladronzuelo. Fuese como fuese, en aquella situación, decidió darle un voto de confianza a su capitán y apartarse de la puerta como quien no quiere la cosa, fingiendo revisar el mapa por enésima vez.
Viendo cómo Keiran decidía traspasar la responsabilidad de guiarlos al soldado aleatorio número uno que había declarado su lealtad a Iliana, Cassandra desconfió al instante de las intenciones ocultas del pirata. Dudaba que tuviese intención alguna de ser guiado por alguien en quien no confiaba, mucho menos una persona que había declarado abiertamente su lealtad a uno de los bandos. Así que la princesa se apartó un poco más de la puerta, quedándose cerca del pirata y detrás de los soldados, que a sus ojos analíticos ahora debían servir de escudo humano para los planes del capitán.
¿Había alguien al otro lado de la puerta?
Si se detenía a pensarlo, era bastante probable. Quizá un par de guardas vigilando que nadie entrase ni saliese del calabozo, como mínimo. Quizá más.
Pero, si de veras había soldados ahí fuera listos para atacar a quien abriese la puerta...
"¿Qué clase de estrategia de pacotilla es esa? ¿Abandonar a su suerte y dar libre albedrío a los prisioneros en el interior del calabozo y vigilar solo la puerta para evitar que escapen? ¡No pueden ser más inútiles ni a propósito!", se exasperaba la estratega en su mente, reprimiendo las ganas de cubrirse el rostro con las manos de pura vergüenza ajena.
El soldado abrió las puertas dobles, para recibir un ataque de lleno procedente del otro lado y desplomarse casi inmediatamente al suelo. Cassandra dejó pasar a Keiran primero, a sabiendas de la preferencia del capitán por el fuego, y se guardó el mapa de nuevo en el bolsillo del abrigo para hacerse paso tras él, espada en mano, y hacer un barrido con su mirada carmesí en busca de supervivientes a los que ensartar con su espada.
Desde aquel inicio con un ejército cargando contra la capital desde la otra punta, pasando por el caos de la batalla, el dejarlos completamente solos en el calabozo... Estaba claro que no tenían un líder con muchas luces en la cabeza. Si Cassandra fuese la reina de aquel lugar...
Críticas poco constructivas aparte, lo que debían hacer ahora era abrir la puerta. Aunque primero, debía una presentación en condiciones, por lo que volvió a enfocar su atención en la menuda muchacha que había conmovido su gélido corazón por una milésima de segundo.
—¿Se ha presentado? —inquirió, refiriéndose al capitán pirata—. No le estaba prestando atención... De todas formas, él es Keiran, y a mí puedes llamarme Cassandra. Encantada de conocerte, aunque las circunstancias sean... de todo menos encantadoras —se presentó finalmente la noble. Quizá se trataba de poco más que una vagabunda harapienta, pero una princesa nunca debe perder la compostura, ni los modales—. Procura no meterte en el camino del pelirrojo de los gritos y todo irá bien —le aconsejó a continuación, antes de dirigirse a Keiran—. Que sean leales a quien les apetezca, una vez hayamos salido de aquí. Lo importante es que nos sigan por el momento. No hace falta forzar el tema más de lo necesario —le dijo en un susurro, para que solo él pudiese escucharlo, más como un consejo que una orden, aunque su tono de voz siguiese teniendo dejes de autoridad.
El pirata le apretó un hombro entonces, provocando cierto nivel de indignación por semejante intrusión a su esfera de comfort, pero la mirada que le dirigió indicó a la subcapitana que había sucedido algo. Algo de lo que ella no se había enterado, quizá por estar demasiado ocupada criticando el gobierno de Hallstat en su cabeza, o por estar musitando aquellas palabras de consejo, o quizá porque no contaba con las habilidades sobrehumanas del ladronzuelo. Fuese como fuese, en aquella situación, decidió darle un voto de confianza a su capitán y apartarse de la puerta como quien no quiere la cosa, fingiendo revisar el mapa por enésima vez.
Viendo cómo Keiran decidía traspasar la responsabilidad de guiarlos al soldado aleatorio número uno que había declarado su lealtad a Iliana, Cassandra desconfió al instante de las intenciones ocultas del pirata. Dudaba que tuviese intención alguna de ser guiado por alguien en quien no confiaba, mucho menos una persona que había declarado abiertamente su lealtad a uno de los bandos. Así que la princesa se apartó un poco más de la puerta, quedándose cerca del pirata y detrás de los soldados, que a sus ojos analíticos ahora debían servir de escudo humano para los planes del capitán.
¿Había alguien al otro lado de la puerta?
Si se detenía a pensarlo, era bastante probable. Quizá un par de guardas vigilando que nadie entrase ni saliese del calabozo, como mínimo. Quizá más.
Pero, si de veras había soldados ahí fuera listos para atacar a quien abriese la puerta...
"¿Qué clase de estrategia de pacotilla es esa? ¿Abandonar a su suerte y dar libre albedrío a los prisioneros en el interior del calabozo y vigilar solo la puerta para evitar que escapen? ¡No pueden ser más inútiles ni a propósito!", se exasperaba la estratega en su mente, reprimiendo las ganas de cubrirse el rostro con las manos de pura vergüenza ajena.
El soldado abrió las puertas dobles, para recibir un ataque de lleno procedente del otro lado y desplomarse casi inmediatamente al suelo. Cassandra dejó pasar a Keiran primero, a sabiendas de la preferencia del capitán por el fuego, y se guardó el mapa de nuevo en el bolsillo del abrigo para hacerse paso tras él, espada en mano, y hacer un barrido con su mirada carmesí en busca de supervivientes a los que ensartar con su espada.
- Resumen:
- Presentarse a Ana.
- Creerse mejor que todo Hallstat.
- Esperar a que abran la puerta y Keiran avance, para seguirlo espada en mano y buscar algún superviviente al que atacar.
Napolean
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Tan raudo cómo le fue posible, Alexander dio un salto hacia atrás para alejarse. Reculó dando tres pasos concretamente, mientras calculaba la distancia que lo separaba de los soldados. Escuchó una grosería por parte de Adam y en lo guardo en su agenda mental de futuras venganzas a corto plazo. Tras eso, cogió su cañón de una mano y lo agrandó gracias a sus poderes. Se había convertido en un arma cañón de casi cuatro metros de largo con un grosor para proyectiles bastante grandes, demasiado para humanos del tamaño que tenía frente a él. Del mismo modo, cogió una de sus balas de cañón especiales, la agrandó y la metió dentro del arma.
—¿¡Êtes-vous prêts, enculés!?
Agarró el cañón con todas sus fuerzas y disparó, aumentando también la velocidad del proyectil. El propio retroceso hizo volar a Napo varios metros hacia atrás. Sin embargo, aquella arma tenía truco, concretamente su munición, ya que, recorridos algunos metros, la bola se abrió dejando paso una bonita red que, al estar aumentada, abarcaría un gran espacio. ¿El truco? Que en el momento en el que diera en su objetivo, el efecto de aumento de tamaño se perdería y volvería a su estado natural, encerrando a aquellos que hubiera atrapado.
El arma también volvió a su estado normal, el cual colocaría de nuevo a su espalda. Tras ello, si lo conseguía, trataría de ir hacia la plaza, en caso contrario, cogería su rifle y se pondría en guardia a esperar que le atacasen, no sin disparar a quien intentara hacerlo.
—¿¡Êtes-vous prêts, enculés!?
Agarró el cañón con todas sus fuerzas y disparó, aumentando también la velocidad del proyectil. El propio retroceso hizo volar a Napo varios metros hacia atrás. Sin embargo, aquella arma tenía truco, concretamente su munición, ya que, recorridos algunos metros, la bola se abrió dejando paso una bonita red que, al estar aumentada, abarcaría un gran espacio. ¿El truco? Que en el momento en el que diera en su objetivo, el efecto de aumento de tamaño se perdería y volvería a su estado natural, encerrando a aquellos que hubiera atrapado.
El arma también volvió a su estado normal, el cual colocaría de nuevo a su espalda. Tras ello, si lo conseguía, trataría de ir hacia la plaza, en caso contrario, cogería su rifle y se pondría en guardia a esperar que le atacasen, no sin disparar a quien intentara hacerlo.
- Resumen:
- Pueeh… usar estrategia y tratar de zafarse de sus enemigos
Morgoth
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El joven tras la barra guardó el cuaderno que tenía antes de atendernos. Dado donde estábamos debía de ser el cuaderno de cuentas e inventario de bar. El hombre, educadamente se disculpó por haber estado leyendo en vez de atendiendo. No le di importancia con un gesto. Luego, después de ver mi compañía hizo un buen cumplido a las chicas, aunque no supo rematarlo dado que me ofreció el tratamiento de la doctora Sirelli. “Parece que a pesar de la doctora todo sigue en marcha. Habrá alguien por encima” pensé mientras escuchaba como el camarero intentaba recular su propuesta.
-Bueno, como ve, no voy a obligarlas a conseguir se más bellas. Como dices, su belleza natural es asombrosa – Dije acercando hacia mí a mi acompañante – Además, – continué siguiendo la broma y guiñándole un ojo a las chicas sin que el camarero me viese – su ego está bastante elevado.
Me extraño lo que dijo mientras preparaba las bebidas, dado que, si estaba en un casino, lo normal era entrar a jugar, aunque a lo mejor tenía otra clase de servicios y no me había enterado de ello. Por lo que siguió diciendo, parecía que era el casino adecuado. SI su funcionamiento no se había visto afectado por la situación tenía una razón, complicidad.
-Me parece correcta la ruleta, creo que puedo hacer algo, jaja. – comenté cogiendo mi bebida. – Ah, soy el señor Sung. – le respondí dando un pequeño sorbo a la bebida. – Por cierto, cámbiame cuarenta fichas de cinco mil, para ir entrando en calor. – añadí con una sonrisa.
Introduje mi mano en un bolsillo interior del abrigo y desde este introduje mi mano en la sombra para sacar un fajo de billetes con la cantidad exacta que le entregué al croupier de la mesa una vez me senté. El camarero se retiró de la mesa y volvió a su puesto tras la barra, de donde volvió a sacar el libro de cuentas y realizó una llamada.
-Cinco mil al rojo y cinco mil al cuarenta – Le dije al croupier mientras ponía atención a lo que decía el camarero.
Al escucharlo esbocé una pequeña sonrisa. “Estoy fichado y solo acabo de entrar, puede ser bueno” pensé mientras me giraba hacia las chicas.
-¿Cuantas fichas queréis? – les pregunté – lo que saquéis os lo quedáis. Si no pues nada, más suerte la próxima. – Esperé a que se acercasen para coger las fichas que quisiesen y cuando lo hiciesen esperaba que fuese de una en una – Saben quien soy y han avisado a Altair y Frapuccino vendrá a por mí, dispersaos – les diría a cada en un susurro al oído fingiendo darles un beso en la mejilla cuando recogiesen las fichas que quisiesen.
Una vez las chicas se marchasen a otros juegos, de mi sombra saldría Kato, aunque sin usar el trion para pasar desapercibido y quedaría debajo de la mesa escondido a la sombra para que no le viese nadie y pudiese hacer de mis ojos.
-Bueno, como ve, no voy a obligarlas a conseguir se más bellas. Como dices, su belleza natural es asombrosa – Dije acercando hacia mí a mi acompañante – Además, – continué siguiendo la broma y guiñándole un ojo a las chicas sin que el camarero me viese – su ego está bastante elevado.
Me extraño lo que dijo mientras preparaba las bebidas, dado que, si estaba en un casino, lo normal era entrar a jugar, aunque a lo mejor tenía otra clase de servicios y no me había enterado de ello. Por lo que siguió diciendo, parecía que era el casino adecuado. SI su funcionamiento no se había visto afectado por la situación tenía una razón, complicidad.
-Me parece correcta la ruleta, creo que puedo hacer algo, jaja. – comenté cogiendo mi bebida. – Ah, soy el señor Sung. – le respondí dando un pequeño sorbo a la bebida. – Por cierto, cámbiame cuarenta fichas de cinco mil, para ir entrando en calor. – añadí con una sonrisa.
Introduje mi mano en un bolsillo interior del abrigo y desde este introduje mi mano en la sombra para sacar un fajo de billetes con la cantidad exacta que le entregué al croupier de la mesa una vez me senté. El camarero se retiró de la mesa y volvió a su puesto tras la barra, de donde volvió a sacar el libro de cuentas y realizó una llamada.
-Cinco mil al rojo y cinco mil al cuarenta – Le dije al croupier mientras ponía atención a lo que decía el camarero.
Al escucharlo esbocé una pequeña sonrisa. “Estoy fichado y solo acabo de entrar, puede ser bueno” pensé mientras me giraba hacia las chicas.
-¿Cuantas fichas queréis? – les pregunté – lo que saquéis os lo quedáis. Si no pues nada, más suerte la próxima. – Esperé a que se acercasen para coger las fichas que quisiesen y cuando lo hiciesen esperaba que fuese de una en una – Saben quien soy y han avisado a Altair y Frapuccino vendrá a por mí, dispersaos – les diría a cada en un susurro al oído fingiendo darles un beso en la mejilla cuando recogiesen las fichas que quisiesen.
Una vez las chicas se marchasen a otros juegos, de mi sombra saldría Kato, aunque sin usar el trion para pasar desapercibido y quedaría debajo de la mesa escondido a la sombra para que no le viese nadie y pudiese hacer de mis ojos.
- Resumen:
- Seguir la broma del camarero, ir a una mesa a jugar, darle instrucciones a las chicas (y unas 6 fichas a cada una para que jueguen un poco en otras mesas) y sacar a Kato para que vigile desde debajo de la mesa en la que estoy jugando oculto en las sombras.
Anna Bloodfallen
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Yo sólo digo que, cuando va todo extraordinariamente bien, es porque todo está mal. Alguien nos está tendiendo una trampa, eso es obvio. Me niego a creer que los guardias de esta prisión son tan imbéciles como para dejarnos escapar sin oponer resistencia. ¿Acaso no es ese su trabajo? Ningún prisionero escaparía nunca de un inquisidor, aunque cierto es que la gente de aquí no está bien capacitada. ¿Cómo pueden aceptar soldados gordos y estúpidos? Yo los haría entrenar hasta la muerte, hasta que se arrepientan de haberse comido la dona que me pudieron haber dado a mí. ¡A mí!
Les dirijo una mirada inexpresiva a mis todopoderosos héroes. ¿Qué haría yo sin ellos? Ah, sí, escapar sin ningún problema. En fin, todo estará bien mientras la señora escándalos y el capitán vagabundo crean que soy sólo una pordiosera más afectada por la guerra. No es que sea del todo mentira, pero deben creer que soy inútil. Si necesito demostrarles algo, ya lo veré en el momento. Me limito a asentir a las palabras del capitán vagabundo. ¿Acaso vale la pena responder a ellas? No tengo nada que decir y dudo que les interese lo que una niña como yo tiene para contar.
Camino con cuidado: no quiero provocar ruido. La idea es que nadie se entere de que estoy aquí. Escojo con inteligencia la ruta que tomo, aprovechando cada sombra de la prisión. Voy casi de las últimas, lejos del peligro. ¿Qué pasaría si hay una trampa más adelante? Por cuestiones oportunistas prefiero que ninguno de estos muera, pero si la muerte es inevitable… Bueno, mi vida es mucho más importante que la de los demás. Eso es algo incuestionable, y supongo que todos pensarán lo mismo de las suyas.
Me detengo de golpe al ver la enorme puerta incluso más grande que el capitán vagabundo. ¿Debería decirles que alguien nos espera del otro lado? Si bien no estoy del todo segura, creo que las pisadas metálicas son razón suficiente para creer que estoy en lo cierto. Bah, ya se las arreglarán. Parece que esta gente lo tiene todo controlado; no me necesitan, soy como una maleta a la que llevar. Me encanta mi nueva posición de niña mochila.
El viento zumba cuando las lanzas lo atraviesan a una velocidad endemoniada y ensartan el cuerpo del pobre Lothric. Una lástima, los hombres con nombres decentes no merecen morir en condiciones así. No me alegro ni me entristezco, me da un poco igual. Ni siquiera puedo decir que la trampa me toma por sorpresa, de hecho, tampoco es como si me hubiera dado a mí. Soy lo suficientemente pequeña como para despreocuparme de trampas diseñadas para matar adultos. El cuerpo se desploma contra el suelo y la sangre comienza a escurrir. Sin embargo, lo más impresionante está a punto de suceder: el capitán vagabundo no sólo es un capitán vagabundo, es un capitán vagabundo que escupe fuego. Lo más normal es tenerle más miedo a este hombre-monstruo que a las trampas de la prisión, ¿verdad? Definitivamente no tengo que entrometerme en su camino.
Me acerco a la señora escándalos e intento tomarle de la manga para llamar su atención. Ahora que me fijo… ¿Por qué tiene los ojos rojos como yo? Es imposible que sea una Hija de la Luna. ¿O acaso en el mundo exterior también hay de esta gente? Bueh, no es momento para preguntas tontas. Si es que a mí la teología me da igual.
—Deberíamos saquear los cadáveres. Es posible que encontremos objetos de valor, armamento e información —le digo, intentando levantar un poco más la voz para que me oiga. Estoy haciendo un gran esfuerzo, espero que lo valore.
Quiero creer que no todo está perdido, que no todo está hecho ceniza por culpa del hombre-fuego. Y también quiero creer que no quedan enemigos, pero eso ya es ser demasiado optimista. Como sea, me mantendré en el lugar más seguro a la espera de lo que fuera a suceder, es decir, en la retaguardia.
Les dirijo una mirada inexpresiva a mis todopoderosos héroes. ¿Qué haría yo sin ellos? Ah, sí, escapar sin ningún problema. En fin, todo estará bien mientras la señora escándalos y el capitán vagabundo crean que soy sólo una pordiosera más afectada por la guerra. No es que sea del todo mentira, pero deben creer que soy inútil. Si necesito demostrarles algo, ya lo veré en el momento. Me limito a asentir a las palabras del capitán vagabundo. ¿Acaso vale la pena responder a ellas? No tengo nada que decir y dudo que les interese lo que una niña como yo tiene para contar.
Camino con cuidado: no quiero provocar ruido. La idea es que nadie se entere de que estoy aquí. Escojo con inteligencia la ruta que tomo, aprovechando cada sombra de la prisión. Voy casi de las últimas, lejos del peligro. ¿Qué pasaría si hay una trampa más adelante? Por cuestiones oportunistas prefiero que ninguno de estos muera, pero si la muerte es inevitable… Bueno, mi vida es mucho más importante que la de los demás. Eso es algo incuestionable, y supongo que todos pensarán lo mismo de las suyas.
Me detengo de golpe al ver la enorme puerta incluso más grande que el capitán vagabundo. ¿Debería decirles que alguien nos espera del otro lado? Si bien no estoy del todo segura, creo que las pisadas metálicas son razón suficiente para creer que estoy en lo cierto. Bah, ya se las arreglarán. Parece que esta gente lo tiene todo controlado; no me necesitan, soy como una maleta a la que llevar. Me encanta mi nueva posición de niña mochila.
El viento zumba cuando las lanzas lo atraviesan a una velocidad endemoniada y ensartan el cuerpo del pobre Lothric. Una lástima, los hombres con nombres decentes no merecen morir en condiciones así. No me alegro ni me entristezco, me da un poco igual. Ni siquiera puedo decir que la trampa me toma por sorpresa, de hecho, tampoco es como si me hubiera dado a mí. Soy lo suficientemente pequeña como para despreocuparme de trampas diseñadas para matar adultos. El cuerpo se desploma contra el suelo y la sangre comienza a escurrir. Sin embargo, lo más impresionante está a punto de suceder: el capitán vagabundo no sólo es un capitán vagabundo, es un capitán vagabundo que escupe fuego. Lo más normal es tenerle más miedo a este hombre-monstruo que a las trampas de la prisión, ¿verdad? Definitivamente no tengo que entrometerme en su camino.
Me acerco a la señora escándalos e intento tomarle de la manga para llamar su atención. Ahora que me fijo… ¿Por qué tiene los ojos rojos como yo? Es imposible que sea una Hija de la Luna. ¿O acaso en el mundo exterior también hay de esta gente? Bueh, no es momento para preguntas tontas. Si es que a mí la teología me da igual.
—Deberíamos saquear los cadáveres. Es posible que encontremos objetos de valor, armamento e información —le digo, intentando levantar un poco más la voz para que me oiga. Estoy haciendo un gran esfuerzo, espero que lo valore.
Quiero creer que no todo está perdido, que no todo está hecho ceniza por culpa del hombre-fuego. Y también quiero creer que no quedan enemigos, pero eso ya es ser demasiado optimista. Como sea, me mantendré en el lugar más seguro a la espera de lo que fuera a suceder, es decir, en la retaguardia.
- Resumen:
- Mucha paja mental y proponer saquear los cadáveres por si encontramos algo interesante.
Adam
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El crío continuó con sus increíbles andanzas sin que nada ni nadie pudiera detenerle, pisoteando los sueños de una o dos mujerzuelas por el camino, el recorrido que realizó el chico le resultaba extremadamente familiar, aunque al ser la segunda vez que lo visitaba tan solo tenía una mínima intuición del camino que había seguido la última vez. Pero para sorpresa de todos, la orientación o el recuerdo del rubio fue lo suficientemente bueno como para acabar llegando a la dichosa plaza, la cual se le hizo bastante más grande, y no era para menos, ya que sin ejércitos, ni tanques de por medio, el lugar le resultaba realmente inmenso para la dispersa mente del muchacho.
Los mas llamativo excluyendo la valla y el palacio, resultó estar al fondo, donde se alzaba la extraña estructura de madera, en la que anteriormente el salvaje había visto a aquella niña tan blanca a la que su capitán quería saludar, y que posteriormente fue aducida por aquel grupo variopinto que les había negado el saludo y que tan tirria le provocaban al rubio
Pero fuera lo que fuera, si aquella extraña estructura de madera estaba tan resguardada debía deberse a algún motivo. La primitiva cabeza del ser tribal entendió que aquello solo significaba que debía haber un tesoro, y si había un tesoro, debía ser importante para su capitán, por no mencionar que desde un lugar alto vista alcanzaría más lejos y tendría menos problemas para encontrar el cuerpo sin voz de su amo y señor, y es que después de todo, el niño era el vigía de la tripulación de los “perros”, y aunque el no hubiera terminado de entender bien su rol del todo, resultaba ser tan bueno en lo suyo como en lo de dar puñetazos.
Lamentablemente entre el se interponía un no reducido grupo de milicianos, que si bien no resultaban tan intimidante como el anterior, podía resultar peligrosos para un niño tan desnudo y despreocupado como era Adam, y es que el rubio ni corto ni perezoso, arreó a su caballo para que tomará más velocidad, cargando con decisión y temeridad a parte iguales contra el grupo, en lo que cargaba observó los detalles de los hombres, buscando de forma maliciosa las partes menos brillantes de los hombres y es que en su corta travesía había entendido que si algo brillaba por lo general era demasiado duro para sus puños o mordiscos.
Sin mucha planificación el niño cargó contra el primer tipo que se encontrara, tratando de pisotearlo con el caballo, y si lo tiraba, trataría de girarse hacia un segundo al cual procuraría dar un manotazo en caso de no llevar casco o meterle los dedos en la visera, en caso de que pudiera. Y es que, si bien estaba dispuesto a saludar a las buenas gentes del norte, no significaba que iba hacerlo de una forma pulcra, y es que al chico le faltaban muchos modales por aprender todavía.
-¡DEVOLVER CAPITÁN, HIJOS DE PUTA!- gritó el salvaje encolerizado, notablemente poseído por el más tribal de sus instintos..
Los mas llamativo excluyendo la valla y el palacio, resultó estar al fondo, donde se alzaba la extraña estructura de madera, en la que anteriormente el salvaje había visto a aquella niña tan blanca a la que su capitán quería saludar, y que posteriormente fue aducida por aquel grupo variopinto que les había negado el saludo y que tan tirria le provocaban al rubio
Pero fuera lo que fuera, si aquella extraña estructura de madera estaba tan resguardada debía deberse a algún motivo. La primitiva cabeza del ser tribal entendió que aquello solo significaba que debía haber un tesoro, y si había un tesoro, debía ser importante para su capitán, por no mencionar que desde un lugar alto vista alcanzaría más lejos y tendría menos problemas para encontrar el cuerpo sin voz de su amo y señor, y es que después de todo, el niño era el vigía de la tripulación de los “perros”, y aunque el no hubiera terminado de entender bien su rol del todo, resultaba ser tan bueno en lo suyo como en lo de dar puñetazos.
Lamentablemente entre el se interponía un no reducido grupo de milicianos, que si bien no resultaban tan intimidante como el anterior, podía resultar peligrosos para un niño tan desnudo y despreocupado como era Adam, y es que el rubio ni corto ni perezoso, arreó a su caballo para que tomará más velocidad, cargando con decisión y temeridad a parte iguales contra el grupo, en lo que cargaba observó los detalles de los hombres, buscando de forma maliciosa las partes menos brillantes de los hombres y es que en su corta travesía había entendido que si algo brillaba por lo general era demasiado duro para sus puños o mordiscos.
Sin mucha planificación el niño cargó contra el primer tipo que se encontrara, tratando de pisotearlo con el caballo, y si lo tiraba, trataría de girarse hacia un segundo al cual procuraría dar un manotazo en caso de no llevar casco o meterle los dedos en la visera, en caso de que pudiera. Y es que, si bien estaba dispuesto a saludar a las buenas gentes del norte, no significaba que iba hacerlo de una forma pulcra, y es que al chico le faltaban muchos modales por aprender todavía.
-¡DEVOLVER CAPITÁN, HIJOS DE PUTA!- gritó el salvaje encolerizado, notablemente poseído por el más tribal de sus instintos..
- BUSCANDO A KEIRAN:
- CARGAR PARA MADREARSE A LOS GUARDIAS WEY, y si tal meter el dedo en el ojo a un segundo guardia o pegarle un guantazo según surja.
- Si por algún milagro se funa a todos, subir por la plataforma para ver mejor desde lo alto.
La clase por si es necesario:
Agilidad (3) – Coordinación - Elasticidad
Fuerza (0) – Potencia
Resistencia (0) – Analgesia
Destreza (0) – Reflejos
Velocidad (0) – Aceleración
Maestrias libres: Shonen(1) – Ámbitos(1) – Duelo(1)
- CARGAR PARA MADREARSE A LOS GUARDIAS WEY, y si tal meter el dedo en el ojo a un segundo guardia o pegarle un guantazo según surja.
Me quede mirando aquella escena con algo de escepticismo porque después de todo, no era común ver a un tabernero tratar de seducir de una manera tan descarada y que realmente hubiese fallado de esta manera, mas aun así, preferí callarme porque la gran figura de Helga impedía ver claramente lo que estaba pasando, mas cuando escuche la voz de esta tan solo le sonríe de medio lado porque claramente ella no esperaba que fuese acompañado por mi persona - Descuida, realmente necesitaba algo de aire y al menos se que puedo cuidarme contigo a mi lado querida - murmuro con confianza mientras escucho todo aquello que tenia que soltar aquel hombre que seguramente pediría dinero como forma de pago siendo que parte de la información ya la sabíamos, aunque parte de ella no era exactamente la que esperábamos mucho mas cuando estuvimos encerrado en la parte subterranea del Reino.
- Podría ser, pero no creo que fuese algo para pintar rosas querida, algo me dice que fue mas brutal de lo que cuenta este hombre, además nosotros entrenamos con ese hombre que realmente daba miedo - digo dándome un pequeño escalofrió de recordar el brutal poder de aquel hombre que se había otorgado el titulo de entrenador para con nosotros dos. Mas cuando menciono el tema de ir a los casinos tan solo me encogí de hombros porque claramente no me dejarían entrar a ningún antro del tipo sexual por mi apariencia juvenil - Por el momento no tenemos nada que hacer así que supongo que ganar algo de dinero no nos hará mal, además dudo muchísimo que haya un hombre lo suficientemente fuerte como para que te soporte si realmente llegamos a ir a un antro - comento de manera seria porque la dama en cuestión aparentaba ser bastante fuerte y, sino fuese porque parecía ser una humana, creería que por su altura llegaría a ser una mestiza de un semigigante pero solo me ahorraría el pensamiento para mis adentros.
Las explosiones en la parte externa del local hicieron que perdiera nuevamente el hilo del pensamiento y tan solo frote suavemente mis sienes un poco malhumorado mas solo suspire ligeramente para calmarme dado que, no era mi problema lo que estaba pasando en el exterior, mas las palabras de la rubia solo hizo que resoplara un poco por ver que estaba buscando mas problemas de los que ya teníamos entre las manos, y por esta razón, tan solo la acompañe posando mis manos tras de mi nuca dado que, no tenia otra cosa que hacer y seguramente con los sucesos de las noches anteriores, no dejarían salir a nadie por el momento.
- Podría ser, pero no creo que fuese algo para pintar rosas querida, algo me dice que fue mas brutal de lo que cuenta este hombre, además nosotros entrenamos con ese hombre que realmente daba miedo - digo dándome un pequeño escalofrió de recordar el brutal poder de aquel hombre que se había otorgado el titulo de entrenador para con nosotros dos. Mas cuando menciono el tema de ir a los casinos tan solo me encogí de hombros porque claramente no me dejarían entrar a ningún antro del tipo sexual por mi apariencia juvenil - Por el momento no tenemos nada que hacer así que supongo que ganar algo de dinero no nos hará mal, además dudo muchísimo que haya un hombre lo suficientemente fuerte como para que te soporte si realmente llegamos a ir a un antro - comento de manera seria porque la dama en cuestión aparentaba ser bastante fuerte y, sino fuese porque parecía ser una humana, creería que por su altura llegaría a ser una mestiza de un semigigante pero solo me ahorraría el pensamiento para mis adentros.
Las explosiones en la parte externa del local hicieron que perdiera nuevamente el hilo del pensamiento y tan solo frote suavemente mis sienes un poco malhumorado mas solo suspire ligeramente para calmarme dado que, no era mi problema lo que estaba pasando en el exterior, mas las palabras de la rubia solo hizo que resoplara un poco por ver que estaba buscando mas problemas de los que ya teníamos entre las manos, y por esta razón, tan solo la acompañe posando mis manos tras de mi nuca dado que, no tenia otra cosa que hacer y seguramente con los sucesos de las noches anteriores, no dejarían salir a nadie por el momento.
- Resumen + Acciones:
- Acompaña a Helga a escuchar la información que nos surte el tabernero y esperando ver si este nos pide dinero para dárselo de mis ahorros hasta que escucha que lo de los casinos y se anima a ir con Helga siguiéndola importándole poco las explosiones o el movimiento de los soldados.
Velkan Byrne
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Velkan le dedicó un saludo educado al marqués. Dado su estatus de mensajero directo de la corona y el de Marius como un noble de rango similar al de un duque, el protocolo dictaba un saludo entre iguales, con lo que no pasó de una inclinación de cabeza mientras retrocedía el pie izquierdo. Tras eso se puso firme y le miró a los ojos.
- Mi nombre es Velkan Byrne, caballero de su Majestad. Se me ha ordenado a extender las buenas nuevas: la reina está a salvo y recuperando fuerzas tras su cautiverio. Iliana vuelve a estar en condiciones de dar órdenes a sus súbditos.
Dedicó un breve momento de silencio a dejar que las noticias calasen y evaluar la reacción de sir Marius. Lo habían presentado como un sir, pero no lo conocía de antes. ¿A qué orden de caballería pertenecería?
- Tengo órdenes de la reina de reunir a sus súbditos aún leales para prepararse para la lucha contra el Architraidor. La reina comprende que, en su larga e involuntaria ausencia, probablemente un nuevo señor ha estado dirigiendo a las huestes leales a la casa Markov. La reina quiere enviar un mensaje de paz y una mano amiga, así como un recordatorio de dónde son debidas las lealtades. Si los líderes del ejército novorodino y el nuevo líder de la casa doblan la rodilla de inmediato, recordará el favor cuando recupere su trono y las tierras y títulos de los traidores deban ser repartidas.
Iliana no había hecho tales afirmaciones, pero le había dejado a él a cargo de las negociaciones, y necesitaba puntos que poner en la mesa. Ya rendiría cuentas ante ella luego. Probablemente tras años de anarquía, algunos nobles menores de la casa Markov habrían ganado notoriedad y se habrían acostumbrado a ser poderosos. Solo un buen cebo podría lograr tentarlos, y las tierras de los varenos, y en concreto de los nobles afiliados a Anthony, eran muy extensas y ricas.
- Además, aunque vuestra lucha contra el Architraidor ha sido encomiable, la rivalidad entre los varenos y los novorodinos ha sido una fuente de guerras constante en el pasado. Un líder novorodino anónimo no lograría aunar a las tres naciones de Hallstat contra Anthony. En cambio Iliana es la reina que logró reconstruir el reino tras la Buster Call del Gobierno Mundial. Dio esperanza y un futuro al pueblo. Si la reina vuelve con un ejército siguiéndola, serán muchos los que se unan a nuestra causa. Los novorodinos tenéis más posibilidades de victoria si Iliana está con vosotros.
Entonces sonó un den den mushi. Había noticias de la capital: tropas de los Markov habían atravesado las defensas, pero estaban causando el caos y matando tanto a ciudadanos como a tropas enemigas. Aquello eran malas noticias, muy malas noticias.
- Si queremos recuperar la confianza y el apoyo del pueblo, esa no es la manera. Dadme un estandarte de vuestro ejército y yo mismo iré en nombre de la reina a detener la masacre de súbditos de la corona.
Si sir Marius aceptaba, iría a buscar los caballos con sus dos acompañantes y cabalgarían a la brecha en las murallas de Astelia, con Kedric ejerciendo de portaestandarte.
- Mi nombre es Velkan Byrne, caballero de su Majestad. Se me ha ordenado a extender las buenas nuevas: la reina está a salvo y recuperando fuerzas tras su cautiverio. Iliana vuelve a estar en condiciones de dar órdenes a sus súbditos.
Dedicó un breve momento de silencio a dejar que las noticias calasen y evaluar la reacción de sir Marius. Lo habían presentado como un sir, pero no lo conocía de antes. ¿A qué orden de caballería pertenecería?
- Tengo órdenes de la reina de reunir a sus súbditos aún leales para prepararse para la lucha contra el Architraidor. La reina comprende que, en su larga e involuntaria ausencia, probablemente un nuevo señor ha estado dirigiendo a las huestes leales a la casa Markov. La reina quiere enviar un mensaje de paz y una mano amiga, así como un recordatorio de dónde son debidas las lealtades. Si los líderes del ejército novorodino y el nuevo líder de la casa doblan la rodilla de inmediato, recordará el favor cuando recupere su trono y las tierras y títulos de los traidores deban ser repartidas.
Iliana no había hecho tales afirmaciones, pero le había dejado a él a cargo de las negociaciones, y necesitaba puntos que poner en la mesa. Ya rendiría cuentas ante ella luego. Probablemente tras años de anarquía, algunos nobles menores de la casa Markov habrían ganado notoriedad y se habrían acostumbrado a ser poderosos. Solo un buen cebo podría lograr tentarlos, y las tierras de los varenos, y en concreto de los nobles afiliados a Anthony, eran muy extensas y ricas.
- Además, aunque vuestra lucha contra el Architraidor ha sido encomiable, la rivalidad entre los varenos y los novorodinos ha sido una fuente de guerras constante en el pasado. Un líder novorodino anónimo no lograría aunar a las tres naciones de Hallstat contra Anthony. En cambio Iliana es la reina que logró reconstruir el reino tras la Buster Call del Gobierno Mundial. Dio esperanza y un futuro al pueblo. Si la reina vuelve con un ejército siguiéndola, serán muchos los que se unan a nuestra causa. Los novorodinos tenéis más posibilidades de victoria si Iliana está con vosotros.
Entonces sonó un den den mushi. Había noticias de la capital: tropas de los Markov habían atravesado las defensas, pero estaban causando el caos y matando tanto a ciudadanos como a tropas enemigas. Aquello eran malas noticias, muy malas noticias.
- Si queremos recuperar la confianza y el apoyo del pueblo, esa no es la manera. Dadme un estandarte de vuestro ejército y yo mismo iré en nombre de la reina a detener la masacre de súbditos de la corona.
Si sir Marius aceptaba, iría a buscar los caballos con sus dos acompañantes y cabalgarían a la brecha en las murallas de Astelia, con Kedric ejerciendo de portaestandarte.
- resumen:
- Negocio con sir Marius, ofreciendo recompensas futuras a cambio de volver al servicio de la reina, y luego me voy a impedir que sigan matando civiles.
Normas del capítulo:
- Se moderará los martes entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los martes antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación:
- Helga, Shiro y Adam:
- Adam, tu corcel avanza raudo hacia la palestra de madera cuando dos de los guardias se ponen entre medias y alzan sus lanzas, amenazando con clavarlas en las carnes del caballo mientras gritan: «¿Quién va? ¡Alto! ¡Deteneos!». Ante la amenaza, el caballo (que no sé si habrás nombrado) relincha y se posa sobre sus patas traseras, haciendo por defenderse en intentado aplastar a pisotones a uno de los hombres. La lanza de este cae al suelo y la madera que forma su empuñadura se astilla bajo sus herraduras.
Por tu parte, caes al suelo rodando por el lomo del animal debido a su reacción y te da tiempo gracias a tu impulsividad de esquivar una coz que pilla por sorpresa a otro guardia. Este, preocupado al ver como caes por ser un chiquillo, tal vez relacionándote con los suburbios, casi parece querer ayudarle cuando clavas el dedo en su ojo gritando que le devuelvan a su capitán. No tardan en darse cuenta de que tu descripción corresponde con uno de los traidores a Anthony por quien han puesto una cuantiosa recompensa dentro del reino.
—¡Instigadores en la plaza! ¡Los traidores muestran sus narices frente a Lord Anthony y su majestad! —Grita un tercer guardia, alertando a las patrullas que pudieran encontrarse colindantes por estar tan cerca el castillo. Por suerte para ti y desgracia para ellos, están demasiado ocupados dentro del propio castillo y fuera, intentando no dejar pasar a los demás miembros de tu banda, como para que les vengan a ayudar para apresarte. Aunque siguen sacándote ventaja… Quizás quieras controlar a tu montura que se está alterando cada vez más para que te ayude, porque no te van a dejar pasar. De hecho, si intentas correr a la estructura de madera para ver si hay algún tesoro o eres capaz de vislumbrar a tu capitán desde ahí, el mismo guardia que ha gritado para pedir ayuda intentará agarrarte con su siniestra del pescuezo, la ropa —si es que llevas algo— y lanzará su arma contra ti, al verte como un peligro menor, procurando darte en un lugar no letal, quizás por lastima.
Helga, Shiro. Vosotros veis todo esto desde una posición privilegiada, claro que no estáis obligados a involucraros lo más mínimo con el niño salvaje. Pero ¿irá solo? Nada os asegura que no os encontréis con más peligros o con que esos disturbios no incitaran a que cierren el casino. Si queréis llegar deberíais apresuraros… O eso andáis pensando justo cuando la voz estridente de la mala suerte os grita. Ir con una mujer tan alta de pelo rojo es bastante llamativo.
—¡Eh, vosotros! Ayudadnos con esta peste y su caballo—
En resumen, tenemos a un caballero incapacitado tapándose los ojos mientras agoniza de dolor, otro que ha quedado desarmado —el que os llama— un caballo desbocado a nada de salir por patas, otro de los caballeros intentando detener de forma violenta al niño obsesionado con el “escenario” y un cuarto que sigue alejando al caballo para que no pisotee a su compañero del todo. Una bonita escena que augura el comienzo de una verdadera fiesta.
Si decidís pasar de largo, no tendréis problemas en llegar al casino donde apenas otras seis personas, a parte de Morgoth y sus tres acompañantes, se encuentran disfrutando de la ludopatía, siendo atendidos por crupieres con apariencias casi idénticas. En la barra, el tabernero os saludaría. Vuestro objetivo estaría de espaldas a vosotros, así que en principio no os dará para reconocerlo. Si vais a por él, completad vuestra moderación con la suya.
- Keiran, Cass y Anna:
- El caballero cae tras haber sufrido una de las muertes más dolorosas que se le puede desear a nadie: Primero las lanzas, dos de las seis se clavan en su pecho, otras dos en su abdomen, las dos últimas no aciertan a darle, pero solo con eso basta para que sus pulmones empiecen a llenarse de sangre. Ni siquiera tiene tiempo de gritar o agonizar, pues su piel es calcinada con el aliento de fuego de Keiran que da de lleno a dos de los guardias, y acierta a otros dos más, a uno por el lado izquierdo y al otro por el lado derecho del cuerpo. Los más cercanos al marco de la puerta consiguen evadir el golpe dándose a un lado, pero tardan en recuperar la compostura. La onda empuja a estos cuatro que han sido flameados contra la pared. Desde el interior de la celda juraríais que dos están muertos y los otros dos han perdido la consciencia.
Pero eso no es todo. No es un caballero, Keiran, pero el fornido hombre-planta se ha adelantado también. De hecho, después de tu ataque parece que se ha asustado o entrado en cólera al ver el fuego. Lo cierto es que este ser más monstruo que hombre presenta quemaduras bastante graves que tú no podías haber visto, bajo la mata de musgo que cubre su piel. Como sea, ha salido corriendo en dirección hacia la izquierda, no sin antes morder y desencajar a la carrera el brazo a uno de los guardias que quedaban enteros, levantándose. Este suelta un alarido de dolor. Parece que aún tendréis que pelear un poco más para poder escaparos, a no ser que os intentéis dar a la carrera como el monstruo del hortelano. Pero, como Cassandra habrá podido observar, la mejor ruta para ir a asaltar la armería es por el lado opuesto.
Como dato, Anna. Si te das cuenta o encuentras la oportunidad de fijarte mejor en los cuerpos calcinados verás que lo más dañado han sido las caras. Parece que sus armaduras, que al igual que sus lanzas, emanan un tenue y espectral brillo azul tienen cierta capacidad para contrarrestar el calor. Seguramente si Keiran no hubiera lanzado esa ráfaga de fuego, las heridas de Lothric estarían ahora cubiertas de escarcha. Y las lanzas se encuentran ahora en el suelo, a la entrada. Tal vez la punta sea útil también.
Dicho esto, podéis dar el golpe de gracia —intentarlo— o escapar. Porque tanta fiesta solo puede atraer más guardias. La próxima vez se lo pensarán dos veces antes de subestimaros.
- Napolean:
- Te consigues apartar a tiempo para que el hombre no acierte a clavar su lanza en tu cuerpo. La punta de esta simplemente atraviesa y rasga la manga de tu chaqueta de una forma bastante fea, desestabilizándose un poco para mantener el arma sujeta cuando te echas hacia atrás. La prenda se pone rígida en la zona donde ha sido cortada y puedes notar algo de frío que se mantiene en el tiempo durante los siguientes segundos. Si se hubiera clavado en la piel es probable que la herida se hubiera congelado. Por lo demás, no parece que te den mucho problema para hacer lo que te propones: Agarras tu cañón, lo preparas y los tres de en medio se quedan atrapados en una red que se encoge de tal forma que sueltan el arma, retorciéndose en una muy incómoda postura. Sin embargo, no todo va a ser tan sencillo, y es que eres un objetivo muy grande y te has quedado quieto el tiempo suficiente como para que uno de los dos soldados a los que disparaste se haya movido a tu espalda, con su arma abollada en mano. Y como si se creyera el héroe de la historia de David y Goliat, cambiando un poco la historia, ha apuntado su arma a tu pierna, más concretamente a tu gemelo. Esta, salvo que tus reflejos te lo permitan, se te hiende en la piel. Tal vez debería haber apuntado a otro lugar, pero ese era un objetivo más favorable y si tiene suerte seguro que el entumecimiento que su hoja helada pueda provocarte servirá de algo. Por la calle además llegan dos soldados más —seguidos por un chico con brazos y cuello como de hojalata a una distancia prudencial, como si hubiera pasado por ahí y hubiera tenido la mala idea de seguirles a ver qué pasaba—, pero solo eso, dos más. Estás a muy poco de llegar a la plaza para asegurarte de que el niño bestia no se haga daño y volar la puerta del palacio por los aires… Otra vez.
- Morgoth:
- —Claro, señor, serán 200. 000 Berries —Te contesta, sacando de debajo de la barra una de tantas cajas de fichas que deber poseer, colocando sobre la mesa una pila con cuarenta fichas exactas. Espera a que le des el dinero y, como ya dijimos, te deja marchar para que te entretengas.
Ya en la mesa de apuestas el hombre te mira dibujando una sutil sonrisa por debajo del bigote. Espera a que te sientes y prepara dos bolitas de color blanco nacarado.
—¿Una a cada color, caballero? —Pregunta, como si le hubiera pillado con cierta sorpresa que hicieras esa doble apuesta. Tras asegurarse, hace girar la ruleta y deja caer las esferas que empiezan a rodar y saltar por las casillas. Cuando se detuvieron, ambas bolas acabaron en casillas de los correspondientes colores, una en el rojo y otra en el negro—. Vaya, es usted un señor con mucha suerte por lo que veo—. Dice al tiempo que arrastra por encima de la suave superficie verde de la mesa dos fichas, idénticas a las que estás usando. Si te fijas en estas, por cierto, puede que te llame la atención algo en lo que no te habías percatado antes, el dibujo de un Jolly Roger que, por alguna razón, te suena de algo. Podrías preguntarle al hombre mientras tus compañeras se van cada una a gastar tu dinero en el juego. Dos de ellas se unen a los hombretones que había jugando al póker, tal vez con intención de recabar información. La tercera decide probar la otra propuesta del tendero, a quien observa entre mano y mano de cartas. Le ha explicado al crupier que es su primera vez jugando y este le está de momento enseñando, así que se da cuenta de que quien os había atendido a dejado a otra persona a cargo, subiendo escaleras arriba.
Entre que pasa algo o no, por cierto, os van ofreciendo alguna que otra copa que podéis pagar después y así se suceden los primeros veinte minutos de juego, ajenos a lo que pasa en el exterior hasta que la puerta se abre para dar paso a otro nuevo posible cliente. Los gritos de guerra, los cañonazos y el galopar y rechinar de un caballo se escuchan de fondo. La supuesta paz en la que se encontraba la ciudad acababa de romperse frágilmente y, lo peor, nadie sabía quién lo había hecho.
Y justo al tiempo un hombre esbelto y delgado con las pestañas largas, las uñas, el pelo azul y un pomposo abrigo de piel roja con borde blanco y un enorme sombrero de copa rojo con una cinta de cerbra a modo de adorno, baja por las escaleras entrando en escena con el camarero detrás de él. Este no parece haber pasado por manos de Spirrelli, al menos.
—Vaya, yo que esperaba que fuese mi querida Altair… Pero sigue habiendo un ambiente muy ánimado. Deberías haberme avisado antes, querido —dice con voz estridente y afeminada antes de ir a sentarse justo a donde te encuentras tú—. Hola, querido, ¿qué te parece si jugamos juntos un rato? —pregunta con un tono que, intentando ser sugerente resulta terriblemente desagradable. Pero parece alguien importante… ¿Qué harás?
Nota: La puerta puede haber sido abierta por Shirto y Helga. De no ser el caso puedes rolear que se trata de cualquier NPC. Para tener más datos sobre lo que se cuece en la plaza que hay frente al casino puedes leer la moderación de estos y Adam.
- Velkan:
- —Ya veo… Esas son noticias. No sé si serán buenas o malas de vista al futuro. Pero hay que agradecer que nuestra antigua reina no haya muerto de forma tan vergonzosa como mínimo— Aseguró el hombre, mesándose la barbilla. Por lo demás, dejó que hablaras y expusieras tu caso. Os ofreció asiento e incluso comida si así lo necesitabais por estar fatigados debido al camino. Cuando terminasteis de hablar se tomó unos segundos antes de retomar la palabra—. Sir Velkan, ¿verdad? Lo que promete es prometedor, mucho. Y lo cierto es que yo nunca he tenido problemas con la reina. Si bien mi poder fue creciendo con el tiempo una vez se marchó, le aseguro que mis intenciones son en post de la familia real. Ahora bien, creo que usted no es conocedor de la delicada situación en la que nos encontramos en estos momentos. Nuestro Architraidor, como lo llamáis, se ha hecho con una carta valiosa para jugar y convencer a los nobles. Esta guerra antes estaba formada por tres facciones. ¿Lo sabía? La razón de que la tercera se retirase quedó clara hace una semana… —Según hablaba, el hombre empezó a rebuscar en un cajón, sacando una carta doblada. Una noticia que se extendió por la ciudad hacía semanas atrás—. Parece ser que Lord Anthony buscó a una heredera de su agrado… Y que siguiera manteniendo la sangre de la familia. Lady Erica, es la prima de Iliana, hija de la hermana de Deiran y un duque. Su familia recibió una muerte trágica tras la guerra de Hallstatt. Pero sigue siendo una duquesa de importancia y tenía, en ausencia de Iliana, derecho a heredar el trono, al no haber otro posible descendiente directo. Y, tras el tiempo que estuvo la reina desaparecida… ¿De verdad creen que alguien la querrá en el trono? No puedo prometer eso —sentencia, pero antes de dejar que le repliques detiene tus palabras con un gesto de su mano—. Aunque, estoy seguro de que nadie quiere a Anthony tan cerca del trono, y este tiene una ventaja que a nosotros nos falta, aliados. Podríamos colaborar y dejar al destino ver quien reinara sobre nuestra amada tierra después de eso, ¿no?
Si quieres rechazar su oferta eres libre de hacerlo y marcharte con las manos vacías. Aunque es cierto que aquel punto de vista que mantiene Sir Marius es algo a tener en cuenta, tanto por los otros problemas que tendría que sobrepasar su majestad, como… Quizás una idea para facilitarle las cosas. Si no te preocupa manchar tus manos con la sangre de Erica. ¿Qué edad podía tener? ¿Dieciocho años? ¿Era su culpa haber caído en manos del Architraidor? Es decisión tuya que hacer, pero el tiempo apremia y la masacre en Astellia crece con cada minuto que pasa… No por culpa de los Markov. El hombre frunce el ceño cuando dices esas palabras.
—Mi buen señor, si hubiera… ¡Si hubiera escuchado bien! Se habría dado cuenta de que mis hombres han dicho que un grupo que no conocemos está causando eso. ¿Por qué atacaríamos a nuestro pueblo? Acto tan deshonroso… —Se le nota molesto, tal vez quieras recular y cerrar el trato antes de que cambie de opinión y sacaros a la calle como si fuerais perros que no saben cumplir con las expectativas de su amo.
Por cierto, al regreso a la ciudad no te costará ver los destrozos causados por Napolean. En la misma zona se encuentra Samvel, puedes completar tu moderación con la de ellos.
- Tomoe:
- Bueno… Ya estás dentro del laboratorio, pero por alguna razón todo está tranquilo. Tal vez demasiado. ¿Cómo si no estarías en ese momento caminando tan tranquila en el territorio enemigo? Es decir, fuera de las instalaciones la ciudad es muy grande. Podría haber sido casualidad que no te vieran, que si la explosión, sus propios pensamientos en los que andaba sumida tras la llamada y hablar con los guardias. Tiene sentido. Pero en el interior el silencio lo inunda todo, los pasos resuenan con un eco que solo puede sino poner la piel de gallina… Pero aún con estas no eres capaz de encontrarla usando solo tus ojos, tus oídos y ni siquiera si usaras tu olfato. ¿Era una trampa? No tendría sentido. ¿Había alguien tan sigiloso en el mundo? Eso podría tener más sentido.
Tal vez tu deidad protectora pueda ayudarte un poco, así que llamas a la que consideras la portadora de tu voluntad. Nada, al menos durante los primeros segundos en que te concentras. De repente notas un impulso, como si recorriera tu espalda un latigazo de energía, un momento de inspiración que te da el tiempo justo para apartarte. Al girar, detrás de ti se encuentra la mujer pelirroja. Su mano con la palma bien abierta se dirigía a tu cabeza por alguna razón que desconoces. Puedes suponer que iba a agarrarte del pelo para tirar de él, de ser el caso te has librado de un buen susto.
—Yo que pensaba que había sido lo suficientemente sutil. Supongo que habrá que hacer esto a la antigua usanza —se queja en voz alta, resoplando. Su tono de voz muestra irritación mientras te mira con desdén—. A ver, niña. ¿Qué quieres? ¿No te han enseñado que no es de buena educación entrar en casas ajenas? ¿Acaso te ha mandado alguien? ¿Una parejita con una chica de pelo lila y un hombre bastante enclenque, tal vez? —te pregunta, demasiado relajada para alguien que se encuentra frente a una persona con una espada más grande que ella. Lo malo es que en el pasillo no vas a poder moverte a gusto. Parece que sí te va a tocar cortar las paredes Suerte que estas son más finas y endebles de lo que parecen por la fina chapa que recubre paredes, suelo y techo—. ¿No hay respuesta? —pregunta alzando una ceja. Si te fijas, la mano con la que iba a tocarte está desnuda mientras la otra sujeta un guante igual al que lleva puesto. Se lo quita también. Bueno, no tengo mucho tiempo… Tendré que sacarte las respuestas de tu pequeña cabeza. —Tras esas palabras se lanza a atacarte. Claro que si tú la atacas primero la respuesta final no cambiará. Como antes, va buscando tu cabeza con la mano. Es rápida, ¿podrás defenderte bien?
Nota: Tienes margen para suponer qué maniobra intentará hacer para tocarte, según la posición que tomes tras esquivarla la primera vez. Es un buen momento para intentar entrenar mantra contra ella.
- Samvel:
- Puede, y solo puede, que tu idea no haya sido la mejor. Es decir, no había forma de pronosticar aquella situación, pero si te parabas a pensarlo, cualquiera que quisiera hacer algo para cambiar lo que estaba pasando en la isla se había quedado sin tiempo. Tenían un día exacto para evitar la coronación.
Por suerte para ti, la alerta y el peligro que implicaban los atacantes debía ser tal que los guardias ni se percataron de que tú eras el mismo chico que quedó atrapado por su Lord en un carro sin caballos que debía haberse perdido en las minas próximas a la ciudad y pudiste seguirles sin problemas, encontrándote en cierto punto con una situación… Grotesca: Había mujeres tiradas en el suelo pisoteadas por caballos y muertas o al borde de la muerte por ello, un chico muy parecido al que ayudasteis tú y Tomoe el otro día ensartado por una astilla gigante de madera. El muro medio derrumbado, las puertas de la entrada a la ciudad desencajadas y destrozadas… Piratas o criminales atacando a los drogadictos y otros niños que había por la calle haciendo su trabajo y la guardia intentando detener con muchos esfuerzos a un semigigante que acababa de agrandar su arma de fuego al tamaño de un cañón y lanzado una bala que se volvió en una red, atrapando de una a tres guardias juntos. Los dos a los que ibas siguiendo se pusieron en guardia para encararlo, mientras otro hacía lo posible para intentar pararle —literalmente— los pies. Bueno… ¿A quién ayudarás?
Puedes completar tu moderación con la de Napo.
Samvel Legacy
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Tras los últimos acontecimientos, el joven e ingenuo Sam había llegado a una conclusión: odiaba la guerra. No el odio pasajero que podía sentir un niño pequeño cuando un abusón le robaba la comida, o el odio desmesurado que puede sentir un hombre hacia una persona que arruina su vida. Era un odio silencioso, pero visible al observar la expresión de su rostro. Era un odio inmenso, más que el extenso mar. Un odio intrínseco incapaz de desaparecer.
Los cuerpos muertos o malheridos se extendían sin parangón. Cráneos de mujeres aplastados por los cascos de caballos frenéticos, un chico que recordaba al famélico Matheus atravesado por una tabla de madera, e innumerables cuerpos que iban cayendo a manos de los criminales sin escrúpulos, un hombre gigante que hacía frente a los guardias de la ciudad usando una habilidad extraña... Tras ellos el muro de la ciudad hecho ruinas a la altura de las puertas de la entrada, que estaban derruidas. No hacía falta ser muy inteligente para saber por dónde se habían colado, pero lo que resultaba más difícil de deducir eran sus intenciones.
Tras observarlo todo, Sam decidió qué es lo que iba a hacer. A pesar de querer detenerlo todo, era consciente de que una sola persona no era capaz de hacerlo. Necesitaba compañeros, personas que compartieran su determinación y sentido de la justicia, pero no contaba con ellos. Estaba solo, aunque lo tenía asumido. Apretando los dientes y lamentándose de no ser más capaz, corrió hacia el grupo de piratas, o tal vez criminales, que atacaban sin piedad a niños y drogadictos sin piedad.
—¡Apartaos! —rugió, extendiendo los brazos—. Alejaos de las personas indefensas.
De las palmas de sus manos surgieron sendos conos de fuego. Sam no buscaba herir a nadie, al menos de gravedad, su objetivo era espantar a los agresores, hacerles retroceder.
—¿Por qué hacéis esto? —preguntó, profundamente apenado—. Estáis llevando a cabo una matanza sin sentido. ¿No veis que vuestros actos violentos no os conducirán a ningún lugar? Por favor, os pido que os retiréis. Aún estáis a tiempo de hacerlo sin sufrir ninguna consecuencia. Que cada uno se marche a su casa y olvidaremos todo esto... Pero parad, deteneos.
Sam compungido, no sabía qué más hacer. No dudaría en detener a aquel grupo si sus palabras no causaban efecto alguno sobre ellos y continuaban con sus actos criminales, pero en el fondo de su corazón seguía creyendo en los demás, y esperaba, esperanzado en que escucharan sus palabras. Por otra parte, los guardias también estaban pasando por una mal momento, intentando detener a aquel hombre gigantesco, casi imparable. Sin embargo, los guardias eran hombres entrenados, diestros en combate, y Sam supo que a quiénes tenía que ayudar era a aquellos que no podían defenderse.
—Redimíos, arrepentíos de vuestros actos, y dejad atrás una vida de maldad y violencia —insistió—. Estas pobres personas no merecen morir por un sinsentido, y vosotros tampoco tenéis por qué mancharos las manos con su sangre. Todavía podéis usar vuestras dotes para el buen, para ayudar y proteger al débil y promover la justicia a favor del bien común.
Los cuerpos muertos o malheridos se extendían sin parangón. Cráneos de mujeres aplastados por los cascos de caballos frenéticos, un chico que recordaba al famélico Matheus atravesado por una tabla de madera, e innumerables cuerpos que iban cayendo a manos de los criminales sin escrúpulos, un hombre gigante que hacía frente a los guardias de la ciudad usando una habilidad extraña... Tras ellos el muro de la ciudad hecho ruinas a la altura de las puertas de la entrada, que estaban derruidas. No hacía falta ser muy inteligente para saber por dónde se habían colado, pero lo que resultaba más difícil de deducir eran sus intenciones.
Tras observarlo todo, Sam decidió qué es lo que iba a hacer. A pesar de querer detenerlo todo, era consciente de que una sola persona no era capaz de hacerlo. Necesitaba compañeros, personas que compartieran su determinación y sentido de la justicia, pero no contaba con ellos. Estaba solo, aunque lo tenía asumido. Apretando los dientes y lamentándose de no ser más capaz, corrió hacia el grupo de piratas, o tal vez criminales, que atacaban sin piedad a niños y drogadictos sin piedad.
—¡Apartaos! —rugió, extendiendo los brazos—. Alejaos de las personas indefensas.
De las palmas de sus manos surgieron sendos conos de fuego. Sam no buscaba herir a nadie, al menos de gravedad, su objetivo era espantar a los agresores, hacerles retroceder.
—¿Por qué hacéis esto? —preguntó, profundamente apenado—. Estáis llevando a cabo una matanza sin sentido. ¿No veis que vuestros actos violentos no os conducirán a ningún lugar? Por favor, os pido que os retiréis. Aún estáis a tiempo de hacerlo sin sufrir ninguna consecuencia. Que cada uno se marche a su casa y olvidaremos todo esto... Pero parad, deteneos.
Sam compungido, no sabía qué más hacer. No dudaría en detener a aquel grupo si sus palabras no causaban efecto alguno sobre ellos y continuaban con sus actos criminales, pero en el fondo de su corazón seguía creyendo en los demás, y esperaba, esperanzado en que escucharan sus palabras. Por otra parte, los guardias también estaban pasando por una mal momento, intentando detener a aquel hombre gigantesco, casi imparable. Sin embargo, los guardias eran hombres entrenados, diestros en combate, y Sam supo que a quiénes tenía que ayudar era a aquellos que no podían defenderse.
—Redimíos, arrepentíos de vuestros actos, y dejad atrás una vida de maldad y violencia —insistió—. Estas pobres personas no merecen morir por un sinsentido, y vosotros tampoco tenéis por qué mancharos las manos con su sangre. Todavía podéis usar vuestras dotes para el buen, para ayudar y proteger al débil y promover la justicia a favor del bien común.
- Resumen:
- » Observar la situación y despreciar la guerra.
» Acercarse hacia los indefensos drogadictos y niños e intentar espantar a los agresores con sus lanzallamas.
» Soltar algún discurso casi sectario.
Keiran T. Farraige
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Su mirada se iluminó con el reflejo de las llamas, esas que ahora se dedicaban a consumir la carne de los hombres que habían osado ponerse en su camino. ¿Qué esperaban? Nadie, absolutamente nadie se interponía en el camino de Keiran Farraige y vivía para contarlo, algo que se aseguraría de dejar bien claro. Lothric yacía muerto, mientras que cuatro de los seis soldados que intentaban mantenerlos encerrados estaban fuera de combate. Tan solo aquellos que se encontraban en los extremos del muro de lanzas habían sido capaces de reaccionar a tiempo para evadir sus llamas; habría que ponerle remedio a eso. Desgraciadamente —por decirlo de alguna forma— al caballero resurgido no parecían agradarle en exceso las altas temperaturas, algo que dejó claro tras ponerse como un histérico y salir corriendo como alma que lleva el diablo, alejándose del grupo. Por suerte, en su camino se dejó llevar por el miedo y le desencajó el brazo a uno de los guardias.
—¿Debería disculparme? —cuestionó en voz baja, más para sí mismo que otra cosa, aunque sonreír de aquella forma mientras lo decía le restaba cierta credibilidad a sus supuestos remordimientos.
Como no podía ser de otro modo fue el primero en salir, intentando aprovechar el caos y la sorpresa que habían generado para agarrar el cuello del hombre que aún se encontraba intacto. Estaba muy cerca de él, así que esperaba que aquella lanza no le fuera de mucha utilidad. Si lo lograba, tiraría de él con su descomunal fuerza y trataría de lanzarlo en la dirección opuesta con la intención de que se estrellara contra su compañero. ¿Qué decir? Eran como juguetes para él.
Las palabras de Anna llegaron a sus oídos, lo que logró que el pelirrojo centrara su atención en la cría por un instante. La miró desde arriba, tan alto como era.
—Nos ha salido avispada —comentó con burla, ensanchando aún más esa sonrisa que llevaba—. ¿Y a qué estás esperando, chiquilla? Quitádselo todo. ¡Vamos! —Rugió, mirando al resto del grupo ahora—. Llevaos cuanto os sea útil.
Tras esto volvió a girarse, encabezando la marcha hasta acercarse a aquellos que aún se retorcían de dolor en el suelo, vivos. Parecían luchar con las pocas fuerzas que les quedaban para mantenerse en este mundo. Suena encomiable, pero en los planes de Keiran no entraba dejar supervivientes. «Y si siguen con vida, arrebatádsela también», se dijo, justo antes de que su pie impactara con contundencia contra el torso de uno de ellos, buscando lanzarlo por los aires. Al otro se limitó a ponerle su bota en el cuello, presionando cada vez más y más hasta sentir cómo la vida escapaba de su cuerpo. Mantendría la mirada clavada en la del soldado hasta su último suspiro.
Hecho esto analizó la situación de un rápido vistazo. Podían utilizar el extraño equipamiento de los hombres de Anthony para abrirse paso hasta la armería, aunque no estaba seguro de si habría para todos. No era su problema, ya que no pretendía poner sus manos sobre aquellas armas; no tenía la necesidad. Tal vez hacerlo fuera lo más sensato pero, ¿desperdiciar la oportunidad de matar con sus propias manos? No es que necesitase una excusa para dar rienda suelta a su agresividad y, aun así, sentía la necesidad de tenerla. Una ocasión idónea para propagar el miedo dentro de aquellos muros: recordarían que, incluso sin sus armas, los Ravenous Hounds aún contaban con colmillos.
Esperaría entonces a que el resto se preparara antes de continuar su camino, prestando especial atención a ver si Anna se armaba también. Sentía... curiosidad. Fue apenas por un instante, pero la mocosa había mostrado cierto instinto entre toda esa actitud cauta y temerosa. Quería ver hasta dónde llegaría y, si de verse en la necesidad, estaría dispuesta a segar una vida.
—El grandullón servirá de distracción —le dijo a su segunda—, pero dudo que tarden en enviar más gente. Aprovechemos mientras podamos.
Seguir a Cassandra hasta la armería sería el siguiente paso y, una vez volvieran a empuñar sus armas, podrían salir al encuentro con Napolean y comenzar a moverse. No sabía si les llevaría un día, dos, una semana o un mes, pero no se marcharía de allí sin la cabeza de ese desgraciado. Lo mataría, aunque para ello tuviera que reducir Astelia y toda Hallstat a cenizas.
—¿Debería disculparme? —cuestionó en voz baja, más para sí mismo que otra cosa, aunque sonreír de aquella forma mientras lo decía le restaba cierta credibilidad a sus supuestos remordimientos.
Como no podía ser de otro modo fue el primero en salir, intentando aprovechar el caos y la sorpresa que habían generado para agarrar el cuello del hombre que aún se encontraba intacto. Estaba muy cerca de él, así que esperaba que aquella lanza no le fuera de mucha utilidad. Si lo lograba, tiraría de él con su descomunal fuerza y trataría de lanzarlo en la dirección opuesta con la intención de que se estrellara contra su compañero. ¿Qué decir? Eran como juguetes para él.
Las palabras de Anna llegaron a sus oídos, lo que logró que el pelirrojo centrara su atención en la cría por un instante. La miró desde arriba, tan alto como era.
—Nos ha salido avispada —comentó con burla, ensanchando aún más esa sonrisa que llevaba—. ¿Y a qué estás esperando, chiquilla? Quitádselo todo. ¡Vamos! —Rugió, mirando al resto del grupo ahora—. Llevaos cuanto os sea útil.
Tras esto volvió a girarse, encabezando la marcha hasta acercarse a aquellos que aún se retorcían de dolor en el suelo, vivos. Parecían luchar con las pocas fuerzas que les quedaban para mantenerse en este mundo. Suena encomiable, pero en los planes de Keiran no entraba dejar supervivientes. «Y si siguen con vida, arrebatádsela también», se dijo, justo antes de que su pie impactara con contundencia contra el torso de uno de ellos, buscando lanzarlo por los aires. Al otro se limitó a ponerle su bota en el cuello, presionando cada vez más y más hasta sentir cómo la vida escapaba de su cuerpo. Mantendría la mirada clavada en la del soldado hasta su último suspiro.
Hecho esto analizó la situación de un rápido vistazo. Podían utilizar el extraño equipamiento de los hombres de Anthony para abrirse paso hasta la armería, aunque no estaba seguro de si habría para todos. No era su problema, ya que no pretendía poner sus manos sobre aquellas armas; no tenía la necesidad. Tal vez hacerlo fuera lo más sensato pero, ¿desperdiciar la oportunidad de matar con sus propias manos? No es que necesitase una excusa para dar rienda suelta a su agresividad y, aun así, sentía la necesidad de tenerla. Una ocasión idónea para propagar el miedo dentro de aquellos muros: recordarían que, incluso sin sus armas, los Ravenous Hounds aún contaban con colmillos.
Esperaría entonces a que el resto se preparara antes de continuar su camino, prestando especial atención a ver si Anna se armaba también. Sentía... curiosidad. Fue apenas por un instante, pero la mocosa había mostrado cierto instinto entre toda esa actitud cauta y temerosa. Quería ver hasta dónde llegaría y, si de verse en la necesidad, estaría dispuesta a segar una vida.
—El grandullón servirá de distracción —le dijo a su segunda—, pero dudo que tarden en enviar más gente. Aprovechemos mientras podamos.
Seguir a Cassandra hasta la armería sería el siguiente paso y, una vez volvieran a empuñar sus armas, podrían salir al encuentro con Napolean y comenzar a moverse. No sabía si les llevaría un día, dos, una semana o un mes, pero no se marcharía de allí sin la cabeza de ese desgraciado. Lo mataría, aunque para ello tuviera que reducir Astelia y toda Hallstat a cenizas.
- Resumen:
- Pues, en esencia, mucho mata-mata y seguir a Cass hacia la armería si nadie más les retiene allí.
Helga Eiríksdóttir
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-Oh, parece que nos vamos a divertir, Shiro - Dije mientras observaba como un extraño pero atractivo muchacho cargaba contra los guardias que custodiaban el patíbulo.
Estaba montando una buena escena, se había caído del caballo y había comenzado a liarse a golpes. Aquello podría ser entretenido, pensaba que solo era un simple rebelde de la ciudad que estaba descontento con el gobierno. Pero no. Cuando uno de los guardias gritó que era uno los personajes de los cárteles, hizo que mis labios dibujaran una sonrisa amplia. Y mirando a Shiro con una mirada traviesa, no hacía falta que le dijera que iba a hacer. Ni siquiera el guardia que nos pedía a gritos que ayudáramos. Pero también me daba curiosidad que capaz era el chico. No parecía ser tan fuerte como para entrar él sólo en el castillo, o eso me parecía.
Con un chasquido, formé un puño de oro sólido del tamaño de mi cabeza en el aire no sin antes acercarme lo suficiente a la plataforma de ejecución. Uno de los guardias estaba intentando parar al muchacho. No me importaba si resultaba herido de por medio. Con un gesto de la mano, lancé el puño de oro al chico esperando ver que pasaba. Realmente no quería ir en serio, no me gustaba ir por gente menos fuerte que yo. Pero, quien sabe? A lo mejor tenía algo en la manga y me sorprendía. Si no resultaba una sorpresa, le dejaría ir y me iría a por mi objetivo original.
-¡Cuidado, puño va! - Grité para avisar con tiempo, no me gustaba atacar por la espalda.
Estaba montando una buena escena, se había caído del caballo y había comenzado a liarse a golpes. Aquello podría ser entretenido, pensaba que solo era un simple rebelde de la ciudad que estaba descontento con el gobierno. Pero no. Cuando uno de los guardias gritó que era uno los personajes de los cárteles, hizo que mis labios dibujaran una sonrisa amplia. Y mirando a Shiro con una mirada traviesa, no hacía falta que le dijera que iba a hacer. Ni siquiera el guardia que nos pedía a gritos que ayudáramos. Pero también me daba curiosidad que capaz era el chico. No parecía ser tan fuerte como para entrar él sólo en el castillo, o eso me parecía.
Con un chasquido, formé un puño de oro sólido del tamaño de mi cabeza en el aire no sin antes acercarme lo suficiente a la plataforma de ejecución. Uno de los guardias estaba intentando parar al muchacho. No me importaba si resultaba herido de por medio. Con un gesto de la mano, lancé el puño de oro al chico esperando ver que pasaba. Realmente no quería ir en serio, no me gustaba ir por gente menos fuerte que yo. Pero, quien sabe? A lo mejor tenía algo en la manga y me sorprendía. Si no resultaba una sorpresa, le dejaría ir y me iría a por mi objetivo original.
-¡Cuidado, puño va! - Grité para avisar con tiempo, no me gustaba atacar por la espalda.
- Resumen:
- Reaccionar a lo sucedido en la plaza y atacar con un puñete de oro sólido a Adam para probarle
Tomoe Asai-Asakura
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Ahora salía a flote una de las debilidades de Tomoe. Su mayor fuerza era la física, siendo el rastreo uno de sus puntos débiles. Esto significaba que era particularmente vulnerable a ataques por sorpresa. Era consciente de esto, pero aún no había tenido tiempo para entrenar y cubrir esa debilidad.
Se detuvo durante un segundo. No pudo ver lo que iba a pasar como cuando despertó su Observación pero sí sintió la llamada de aviso. Un escalofrío recorrió su espalda, un latigazo, una señal. Haciendo caso a su instinto se giró y apartó al mismo tiempo con un pequeño juego de pies. ¿Iba a agarrarla del pelo? Tsk, la habían pillado en un pasillo... antes de poder usar sus odachis tendría que hacer espacio con su katana.
—Me ha mandado alguien, sí —agarró su katana más ordinaria, la que sí podría manejar más o menos bien en un espacio como ese y que estaba en su cintura. La mano con la que había intentado agarrarla estaba desnuda, mientras que la otra llevaba un guante que... bueno, no duró mucho en su mano.
Sentía que estaba cerca de lograr algo. Aquel escalofrío era la señal de que, aunque de forma bastante débil, su Voluntad estaba ganando poder. Aún no podía hacer predicciones con sus sentidos como durante su cautiverio pero... intentó sentir sus intenciones. En aquel navío, rodeada de esclavos, su mantra terminó de despertar con melodías de los corazones de los demás. Concentró de nuevo sus sentidos y su voluntad en aquella mujer, esperando que, ahora que la tenía cerca, fuera más sencillo para su alma detectar sus intenciones.
Algo como un destello borroso apareció en su cabeza, no fue una visión si no un presentimiento muy breve, tan breve que podía confundirse con una simple suposición táctica, ¿acaso iba a intentar atacar por donde no era tan fácil atacarla? ¿por su derecha? Ir a su "punto ciego" era una buena decisión, pero ahora podría preparar un contraataque. Por suerte para Tomoe, aunque no fuera capaz de usar por ahora sus mejores movimientos sí que podía usar algo: podía usar su entorno a su favor.
En lugar de atacar de forma vertical para cortarle la mano -algo que ya haría en cuanto pudiera-, decidió hacer algo con esas paredes. Utilizó su agilidad y destreza propias para reposicionarse. Manteniendo el agarre firme en su katana, Tomoe buscó deslizarse por su propia izquierda para evitar el toque de aquella mujer. No sabía qué podía hacer pero no iba a dejar que le tocase un pelo si dependía de ella.
Se giraría para encararla y entonces fue cuando atacó.
—No soy una niña, ¡soy una revolucionaria!, ¡Hangetsu! —exclamó. Desenvainó su espada con todas sus fuerzas mientras agarraba la saya con la mano izquierda. Así, descargó un corte horizonta, amplio, de unos ciento diez grados. Junto con ese corte dispararía, además, una proyección de su corte que viajaría al menos diez metros sin perder nada de potencia. Si acertaba bien, y si no... serían las paredes quienes sufrirían el daño. Si eso ocurría tendría más espacio, momento en el que entraría en juego sus odachis.
Se detuvo durante un segundo. No pudo ver lo que iba a pasar como cuando despertó su Observación pero sí sintió la llamada de aviso. Un escalofrío recorrió su espalda, un latigazo, una señal. Haciendo caso a su instinto se giró y apartó al mismo tiempo con un pequeño juego de pies. ¿Iba a agarrarla del pelo? Tsk, la habían pillado en un pasillo... antes de poder usar sus odachis tendría que hacer espacio con su katana.
—Me ha mandado alguien, sí —agarró su katana más ordinaria, la que sí podría manejar más o menos bien en un espacio como ese y que estaba en su cintura. La mano con la que había intentado agarrarla estaba desnuda, mientras que la otra llevaba un guante que... bueno, no duró mucho en su mano.
Sentía que estaba cerca de lograr algo. Aquel escalofrío era la señal de que, aunque de forma bastante débil, su Voluntad estaba ganando poder. Aún no podía hacer predicciones con sus sentidos como durante su cautiverio pero... intentó sentir sus intenciones. En aquel navío, rodeada de esclavos, su mantra terminó de despertar con melodías de los corazones de los demás. Concentró de nuevo sus sentidos y su voluntad en aquella mujer, esperando que, ahora que la tenía cerca, fuera más sencillo para su alma detectar sus intenciones.
Algo como un destello borroso apareció en su cabeza, no fue una visión si no un presentimiento muy breve, tan breve que podía confundirse con una simple suposición táctica, ¿acaso iba a intentar atacar por donde no era tan fácil atacarla? ¿por su derecha? Ir a su "punto ciego" era una buena decisión, pero ahora podría preparar un contraataque. Por suerte para Tomoe, aunque no fuera capaz de usar por ahora sus mejores movimientos sí que podía usar algo: podía usar su entorno a su favor.
En lugar de atacar de forma vertical para cortarle la mano -algo que ya haría en cuanto pudiera-, decidió hacer algo con esas paredes. Utilizó su agilidad y destreza propias para reposicionarse. Manteniendo el agarre firme en su katana, Tomoe buscó deslizarse por su propia izquierda para evitar el toque de aquella mujer. No sabía qué podía hacer pero no iba a dejar que le tocase un pelo si dependía de ella.
Se giraría para encararla y entonces fue cuando atacó.
—No soy una niña, ¡soy una revolucionaria!, ¡Hangetsu! —exclamó. Desenvainó su espada con todas sus fuerzas mientras agarraba la saya con la mano izquierda. Así, descargó un corte horizonta, amplio, de unos ciento diez grados. Junto con ese corte dispararía, además, una proyección de su corte que viajaría al menos diez metros sin perder nada de potencia. Si acertaba bien, y si no... serían las paredes quienes sufrirían el daño. Si eso ocurría tendría más espacio, momento en el que entraría en juego sus odachis.
- resumen:
» Deja hablar a la pelirroja.
» Intenta usar la Observación, suponiendo su movimiento por un presentimiento.
» Intenta moverse hacia la izquierda para rodearla cuando intenta atacarla.
» Utiliza Hangetsu para atacar junto con una onda de corte (Habilidad 4). En principio apunta a la mujer, pero también tiene la intención de reventar la pared para ganar espacio.
Cassandra Pendragon
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Cassandra Pendragon era sin duda una persona dramática. Ejemplo claro de ello había sido su comportamiento en la celda, así como sus incitaciones para que el capitán pirata crease un caos digno de la atención que ella creía merecer. Pero la anteriormente conocida como princesa de Mercia no se comportaba con el dramatismo que la caracterizaba sencillamente por haber sido malcriada.
De hecho, había recibido una educación especialmente estricta y escasamente compasiva, para moldearla en la monarca perfecta, capaz de mantener la compostura ante cualquier situación que se presente, de pensar fríamente en todo momento, de tener siempre un plan de acción a mano y de saber dirigir una nación con objetividad, sin caer en la compasión excesiva hacia los ciudadanos e intentando mantener un equilibrio entre éxito económico y calidad de vida regional. Si bien la noble había desarrollado en consecuencia un exceso de autoconfianza y autoestima que se convertía en puro narcisismo y complejo de superioridad, la joven sabía comportarse de manera envidiablemente correcta y diplomática cuando la situación lo requería.
En resumen, Cassandra no se comportaba con aquellos alardes de superioridad y arranques de dramatismo que rozaba una sobreactuación teatral que avergonzaría al más amateur de los actores profesionales por ser una niñata caprichosa. Lo hacía porque le encantaba el drama. No había nada que la divirtiera más que ser dramática, excepto quizá revisitar sus recuerdos de momentos más dramáticos y crear su propio top 10, lo que la llevaba a caer en el drama gratuito cuando la situación no requería un mínimo de decoro.
Y, por eso, estaba entusiasmada con lo que acontecía a su alrededor. Los soldados cayendo de bruces al suelo, derrotados, la sangre derramándose por sus armaduras y manchando el suelo, el olor a quemado que había dejado la llamarada de Keiran en el aire, los cadáveres calcinados, los moribundos peleando desesperadamente por sus estúpidas e insignificantes vidas... Había tanto drama comprimido en aquella escena particular que Cassandra casi podía tocarlo con sus dedos.
Aquel era el motivo por el que no se había arrepentido de seguir al pelirrojo, y también el motivo por el que no parecía tener intención de tomar la iniciativa al respecto de su plan de acción, limitándose a dejarse llevar por el caos que creaba su compañero con cada paso y disfrutar como una espectadora del drama que lo seguía.
Después de todo, no le interesaba personalmente conquistar aquella isla perdida del mundo, en uno de los mares cardinales, con aquella gente desorganizada que se peleaba por obtener el trono como perros hambrientos que pelean por un hueso, sin meditación, sin planificación aparente, sin una estrategia decente. Así que Hallstat podía ser sencillamente el parque de juegos de los Ravenous Hounds, donde dar rienda suelta a su energía caótica, experimentar y comprobar de lo que eran capaces.
La niña le tiró de la manga del abrigo entonces, mientras se impregnaba del drama y el caos de la situación, distrayéndola de su diversión y haciéndole dirigir su mirada escarlata hacia ella, de nuevo ofendida por semejante invasión de su espacio personal sin permiso, y preguntándose por un segundo si su abrigo manchado y lleno de polvo tendría salvación o era mejor comprar uno nuevo.
—Por supuesto —accedió—. Quizá incluso haya algo interesante que podamos utilizar. Ese brillo extraño de las armaduras me ha llamado la atención. Quizá las armas también estén recubiertas por una película similar —apuntó. Ella, por su parte, se negaba en rotundo a tocar algo que había sido previamente utilizado por aquella gente. A saber cuándo se habían lavado las manos por última vez. Los plebeyos no son conocidos por su extrema higiene personal, precisamente.
A continuación, dio un par de pasos más hacia el exterior del calabozo y se encargó personalmente de ensartar su espada en los cuellos expuestos de los soldados que Keiran había decidido patear, para asegurarse de que estaban bien muertos.
—Es una pena que el soldado planta se haya ido en la dirección equivocada. Podríamos habérnoslo llevado al barco para investigar las extrañas propiedades de esos vegetales... —se lamentó entonces, acercándose al ladronzuelo—. Oh, ¿en serio? ¿Tu plan no consiste en arrasar con tu fuego a todos los soldados de la isla y todo aquel que se te ponga por delante? Curioso —aprovechó para atacar, con marcado sarcasmo en la voz—. Si queréis armas, seguidme —añadió a continuación, en un tono de voz más alto para ser oída por todos los presentes.
Ahora sí, echaría a caminar la primera, liderando al grupo hacia la armería con paso ligero, mientras maquinaba en cómo se divertiría con los idiotas que habían decidido poner sus asquerosas manos de plebeyos sobre sus queridas espadas, y agudizaba sus sentidos para poder escuchar los pasos de los soldados en caso de que se acercasen a ellos.
De hecho, había recibido una educación especialmente estricta y escasamente compasiva, para moldearla en la monarca perfecta, capaz de mantener la compostura ante cualquier situación que se presente, de pensar fríamente en todo momento, de tener siempre un plan de acción a mano y de saber dirigir una nación con objetividad, sin caer en la compasión excesiva hacia los ciudadanos e intentando mantener un equilibrio entre éxito económico y calidad de vida regional. Si bien la noble había desarrollado en consecuencia un exceso de autoconfianza y autoestima que se convertía en puro narcisismo y complejo de superioridad, la joven sabía comportarse de manera envidiablemente correcta y diplomática cuando la situación lo requería.
En resumen, Cassandra no se comportaba con aquellos alardes de superioridad y arranques de dramatismo que rozaba una sobreactuación teatral que avergonzaría al más amateur de los actores profesionales por ser una niñata caprichosa. Lo hacía porque le encantaba el drama. No había nada que la divirtiera más que ser dramática, excepto quizá revisitar sus recuerdos de momentos más dramáticos y crear su propio top 10, lo que la llevaba a caer en el drama gratuito cuando la situación no requería un mínimo de decoro.
Y, por eso, estaba entusiasmada con lo que acontecía a su alrededor. Los soldados cayendo de bruces al suelo, derrotados, la sangre derramándose por sus armaduras y manchando el suelo, el olor a quemado que había dejado la llamarada de Keiran en el aire, los cadáveres calcinados, los moribundos peleando desesperadamente por sus estúpidas e insignificantes vidas... Había tanto drama comprimido en aquella escena particular que Cassandra casi podía tocarlo con sus dedos.
Aquel era el motivo por el que no se había arrepentido de seguir al pelirrojo, y también el motivo por el que no parecía tener intención de tomar la iniciativa al respecto de su plan de acción, limitándose a dejarse llevar por el caos que creaba su compañero con cada paso y disfrutar como una espectadora del drama que lo seguía.
Después de todo, no le interesaba personalmente conquistar aquella isla perdida del mundo, en uno de los mares cardinales, con aquella gente desorganizada que se peleaba por obtener el trono como perros hambrientos que pelean por un hueso, sin meditación, sin planificación aparente, sin una estrategia decente. Así que Hallstat podía ser sencillamente el parque de juegos de los Ravenous Hounds, donde dar rienda suelta a su energía caótica, experimentar y comprobar de lo que eran capaces.
La niña le tiró de la manga del abrigo entonces, mientras se impregnaba del drama y el caos de la situación, distrayéndola de su diversión y haciéndole dirigir su mirada escarlata hacia ella, de nuevo ofendida por semejante invasión de su espacio personal sin permiso, y preguntándose por un segundo si su abrigo manchado y lleno de polvo tendría salvación o era mejor comprar uno nuevo.
—Por supuesto —accedió—. Quizá incluso haya algo interesante que podamos utilizar. Ese brillo extraño de las armaduras me ha llamado la atención. Quizá las armas también estén recubiertas por una película similar —apuntó. Ella, por su parte, se negaba en rotundo a tocar algo que había sido previamente utilizado por aquella gente. A saber cuándo se habían lavado las manos por última vez. Los plebeyos no son conocidos por su extrema higiene personal, precisamente.
A continuación, dio un par de pasos más hacia el exterior del calabozo y se encargó personalmente de ensartar su espada en los cuellos expuestos de los soldados que Keiran había decidido patear, para asegurarse de que estaban bien muertos.
—Es una pena que el soldado planta se haya ido en la dirección equivocada. Podríamos habérnoslo llevado al barco para investigar las extrañas propiedades de esos vegetales... —se lamentó entonces, acercándose al ladronzuelo—. Oh, ¿en serio? ¿Tu plan no consiste en arrasar con tu fuego a todos los soldados de la isla y todo aquel que se te ponga por delante? Curioso —aprovechó para atacar, con marcado sarcasmo en la voz—. Si queréis armas, seguidme —añadió a continuación, en un tono de voz más alto para ser oída por todos los presentes.
Ahora sí, echaría a caminar la primera, liderando al grupo hacia la armería con paso ligero, mientras maquinaba en cómo se divertiría con los idiotas que habían decidido poner sus asquerosas manos de plebeyos sobre sus queridas espadas, y agudizaba sus sentidos para poder escuchar los pasos de los soldados en caso de que se acercasen a ellos.
- Resumen:
- Disfrutar del drama.
- Rematar a los soldados ya rematados por Keiran.
- Dirigirse hacia la armería con paso ligero y con cuidado por si aparecía alguien más.
Napolean
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«Très bien», pensó con orgullo Alexander al ver como algunos de los guardias eran apresados y aplastados por su red, pese a que el retroceso del cañón le hiciera retroceder varios metros en una posición poco ortodoxa. Sin embargo, aquello aún no había terminado. Uno de los dos guardias que aún quedaban para hacerle frente, haciendo gala de un valor y una gallardía digna de admirar, se abalanzó sobre él, por su retaguardia.
Napo trató de apartar la pierna, pero no pudo hacerlo con total rapidez. La lanza se clavó en la parte alta de su gemelo izuquierdo, haciéndole sentir un dolor punzante que le hizo sangrar un instante de cauterizarla por congelamiento. Sintió como el frío le recorría la pierna, llegando hasta a sentir un escalofrío cubriéndole por la espalda. Sin embargo, pese a eso, giró noventa grados hasta tener al humano frente a él.
Su cuerpo se envolvió de una extraña energía de color blanquecino, casi transparente, que parpadeaba y hacía mover sus cabellos, que se concentró en su mano derecha. Sonrió a su oponente de manera enfadada, echó su brazo hacia atrás y descargó toda su fuerza en él para golpear al soldado con fuerza, creando una onda de choque de un ancho de veinte centímetros y una extensión de hasta tres metros. ¿Su intención? Dejar inconsciente a aquel sujeto.
« Puissance de chevalier», pensó.
Tras eso, avanzaría hacia el soldado siguiente, desenfundado con su zurda un revolver, y sujetando con el rifle en la mano a modo de garrote con su diestra, y le golpearía en la cabeza, para luego dispararle en la cabeza y acabar con su vida.
De conseguirlo, caminaría raudo hacia la plaza.
Napo trató de apartar la pierna, pero no pudo hacerlo con total rapidez. La lanza se clavó en la parte alta de su gemelo izuquierdo, haciéndole sentir un dolor punzante que le hizo sangrar un instante de cauterizarla por congelamiento. Sintió como el frío le recorría la pierna, llegando hasta a sentir un escalofrío cubriéndole por la espalda. Sin embargo, pese a eso, giró noventa grados hasta tener al humano frente a él.
Su cuerpo se envolvió de una extraña energía de color blanquecino, casi transparente, que parpadeaba y hacía mover sus cabellos, que se concentró en su mano derecha. Sonrió a su oponente de manera enfadada, echó su brazo hacia atrás y descargó toda su fuerza en él para golpear al soldado con fuerza, creando una onda de choque de un ancho de veinte centímetros y una extensión de hasta tres metros. ¿Su intención? Dejar inconsciente a aquel sujeto.
« Puissance de chevalier», pensó.
Tras eso, avanzaría hacia el soldado siguiente, desenfundado con su zurda un revolver, y sujetando con el rifle en la mano a modo de garrote con su diestra, y le golpearía en la cabeza, para luego dispararle en la cabeza y acabar con su vida.
De conseguirlo, caminaría raudo hacia la plaza.
- Resumen:
- Atacar al primer humano, luego al segundo y continuar hacia la plaza.
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