Normas del capítulo:
El sol de mediodía brilla en el cielo azul despejado sobre la isla. Sakura reluce como un blanco diamante en medio del mar, sus imponentes montañas dibujan el perfil característico de la isla, como un castillo cuyas torres se alzan entre las olas. Desde la lejanía nada parece fuera de lo normal, y se respira tranquilidad en un día anodino, hasta que el destello de una explosión resplandece a un lado de esta.
Una gruesa columna de humo se alza en el cielo, al otro lado de las montañas, en la costa contraria, el panorama no puede ser más diferente. El humo de naves en llamas plaga el litoral de Sakura con líneas de negro que se difuminan sobre el blanco. Varias naves asaltantes se han abierto paso entre las defensas marinas y han llegado a la costa, extendiendo el conflicto a tierra. Desde la seguridad de su barco los ojos de Cecilia Payne contemplan la batalla que se está orquestando.
Todo comenzó hace poco más de un par de días, con una orden de la pirata una docena de barcos de su flota se pusieron en camino para rodear la isla. Tres por cada punto cardinal, se detuvieron en formación y uno por cada grupo desplegaron unas extrañas antenas desde el palo mayor. Cuando la formación se completó, la burbuja se había formado, a los pocos minutos los habitantes de la isla fueron conscientes del plan de la pirata. Dentro de ese perímetro ninguna forma de comunicación, ni por radio, ni por den den mushi parecía funcionar. Los escasos dispositivos que funcionan con circuitos fueron inutilizados y sólo los más analógicos podían funcionar. Los piratas no sólo habían devuelto a la isla a la edad de hielo, sino que la habían aislado del exterior. Sin posibilidad de poder pedir más ayuda al gobierno los piratas comenzaron a moverse, sus barcos, lentamente se acercaron a la costa, dispuestos a iniciar una guerra.
Tras casi dos semanas de relativa calma la isla lleva ya más de veinticuatro horas de conflicto ininterrumpido, las fuerzas del reino han tenido tiempo de planificar y recuperarse, pero incluso con el apoyo que había llegado del gobierno puede que no fuera suficiente. En su hora más oscura tendrá que recurrir de nuevo a aquellos que la salvaron, estar una vez más en deuda con ellos, pero ahora que no es una batida por el monte, sino un conflicto abierto la pregunta es ¿Serán suficiente?
- Se moderará los martes entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los martes antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación:
El sol de mediodía brilla en el cielo azul despejado sobre la isla. Sakura reluce como un blanco diamante en medio del mar, sus imponentes montañas dibujan el perfil característico de la isla, como un castillo cuyas torres se alzan entre las olas. Desde la lejanía nada parece fuera de lo normal, y se respira tranquilidad en un día anodino, hasta que el destello de una explosión resplandece a un lado de esta.
Una gruesa columna de humo se alza en el cielo, al otro lado de las montañas, en la costa contraria, el panorama no puede ser más diferente. El humo de naves en llamas plaga el litoral de Sakura con líneas de negro que se difuminan sobre el blanco. Varias naves asaltantes se han abierto paso entre las defensas marinas y han llegado a la costa, extendiendo el conflicto a tierra. Desde la seguridad de su barco los ojos de Cecilia Payne contemplan la batalla que se está orquestando.
Todo comenzó hace poco más de un par de días, con una orden de la pirata una docena de barcos de su flota se pusieron en camino para rodear la isla. Tres por cada punto cardinal, se detuvieron en formación y uno por cada grupo desplegaron unas extrañas antenas desde el palo mayor. Cuando la formación se completó, la burbuja se había formado, a los pocos minutos los habitantes de la isla fueron conscientes del plan de la pirata. Dentro de ese perímetro ninguna forma de comunicación, ni por radio, ni por den den mushi parecía funcionar. Los escasos dispositivos que funcionan con circuitos fueron inutilizados y sólo los más analógicos podían funcionar. Los piratas no sólo habían devuelto a la isla a la edad de hielo, sino que la habían aislado del exterior. Sin posibilidad de poder pedir más ayuda al gobierno los piratas comenzaron a moverse, sus barcos, lentamente se acercaron a la costa, dispuestos a iniciar una guerra.
Tras casi dos semanas de relativa calma la isla lleva ya más de veinticuatro horas de conflicto ininterrumpido, las fuerzas del reino han tenido tiempo de planificar y recuperarse, pero incluso con el apoyo que había llegado del gobierno puede que no fuera suficiente. En su hora más oscura tendrá que recurrir de nuevo a aquellos que la salvaron, estar una vez más en deuda con ellos, pero ahora que no es una batida por el monte, sino un conflicto abierto la pregunta es ¿Serán suficiente?
- Las bestias:
- A pesar de que en algunas pantallas apareció Kohaku no parece que se haya dado una orden de detenerlo, algunos ciudadanos lo miran mal, pero no habéis podido apreciar más consecuencias a parte de esa. Seguramente sepan que no fuisteis los únicos en formar parte de una trama para manipular al pueblo y crear revueltas. En cuanto a la princesa, la verdadera llegó al palacio un par de días después, aclarando cualquier malentendido que pudiera existir durante su secuestro. Los siguientes días fueron tranquilos y, la verdad es que, de no ser por la clara presencia de navíos pirata en las cercanías de la isla, nada os retendría en esa roca helada. De todas formas la información de la fecha de su ataque se filtró, así que hasta que ha llegado ese momento os han tenido alojados con bastantes comodidades.
A pesar de que el conflicto ha empezado hace tiempo no habéis recibido órdenes de uniros hasta ahora. Dado que las comunicaciones no funcionan el reino ha tenido que recurrir a una serie de mensajeros que corren de un lado a otro. El que ha contactado con vosotros os ha dicho que existen dos posibles misiones con las que necesita ayuda. La primera opción es ayudar en la costa a repeler los ataques de navíos piratas que han conseguido atravesar las defensas, una batalla abierta. La segunda opción es tomar una embarcación pequeña pero ágil y alejarse unos kilómetros de la costa hasta uno de los navíos que sospechan, son los que están causando el bloqueo de las comunicaciones. En ambos casos habrá tripulaciones pirata y seguramente oponentes fuertes, así que seguramente podáis obtener un buen pellizco por cualquiera de ellas.
- Bizvan:
- Los rescatados se reunieron hace días con sus familias y ya han retomado una vida normal. A pesar de que la impresión que les dejaste no terminó de ser la mejor, eso no ha evitado que las hermanas te comuniquen personalmente su agradecimiento por tu logro. De podría decir que tu trabajo ha terminado, pero la orden de retirada nunca llega. Durante días estás en espera, a cada cual puedes ver noticias de revueltas a causa de unas extrañas retransmisiones que tuvieron lugar poco antes de tu regreso. El reino de Sakura ha tardado en poner las cosas bajo control, pero eso ha significado que las tropas no han podido descansar tanto como hubieran deseado.
De todas formas la tranquilidad desapareció hace un día, cuando la isla se dio cuenta de que había sido aislada desde el exterior. El ataque no comenzó con un cañonazo, sino con estática y silencio de radio. No tardas en darte cuenta de que los dispositivos electrónicos no funcionan del todo bien y ni siquiera los den den mushi parecen ser capaces de establecer una conexión.
Lo último que has escuchado es que las tropas del reino han sido empujadas lejos de la costa, aunque parece preocupante no tiene pinta de que el mando se lo esté tomando como una noticia alarmante. Un mensajero te informa de que tienes dos misiones posibles que puedes llevar a cabo, la primera es unirte con una unidad de soldados del reino y emboscar a uno de los informantes del enemigo para sustituirlo (Ellos tampoco parecen ser capaces de usar telecomunicaciones). La segunda opción es embarcarte en un navío ligero y unirte a un asalto a uno de los barcos que está proyectando interferencias.
- Men in Black:
- Resulta que al final la princesa no era tan indefensa como parecía. Ella tomó la iniciativa en un momento crítico y os ayudó a escapar antes de que las cosas se pusieran feas. Una deflagración inundó la sala y tuvisteis que correr de una de las paredes la cual acabó por colapsar. De no ser porque tenía cierto conocimiento de esos túneles de viejas historias que le contaba su abuelo os hubierais perdido en el laberinto bajo la montaña sin remedio. El caso es que, al salir por el lado opuesto de la montaña tardásteis una eternidad en poneros en contacto con vuestro equipo y en llegar a la capital.
Sin duda en el palacio se alegran de tener a dos de los príncipes sanos y salvos. Ahora que tienen algo menos de lo que preocuparse el conflicto que se avecina es su principal prioridad. Durante días ha reinado una relativa calma, aunque las tropas han tenido poco descanso, teniendo que trabajar en calmar a algunos ciudadanos que se alzaron por culpa de las retransmisiones realizadas por el enemigo. La propia princesa ha tenido que hacer varias apariciones en público estos días para convencerlos en alguno de estos días se os ha pedido que vigileis los alrededores para evitar que le pase nada malo. Parecería que estáis haciendo de guardaespaldas, incluso de niñeras, hasta que un día las comunicaciones se cortan. Cualquier intento de ponerse en contacto con el cuartel general es infructuoso, encontrando sólo estática. Si alguno tiene implantes los notará como “adormecidos” si estos tienen integrados circuitos, siguen funcionando, pero no sabéis lo mucho que podréis fiaros de ellos.
Las noticias de un ataque pirata no tarda en llegar a vuestros oídos, pero no es hasta el día siguiente que os han llegado órdenes del representante del gobierno en Sakura. Podéis hacer una de dos misiones, asignará a un equipo a la otra. La primera es infiltrarse tras la línea enemiga y atacar los barcos que están en la costa, los cuales facilitan la llegada de refuerzos enemigos. La segunda opción sería tomar un navío, ya sea vuestro o proporcionado por el reino, y asaltar uno de los barcos que se sospecha que están proyectando las interferencias. Se os darán más detalles una vez toméis una decisión.
- Freites, Jace y Zira:
- Lleváis casi dos semanas en la flota pirata liderada por Cecilia Payne. Habéis tenido pocas oportunidades de verla, la mayoría del tiempo lo pasa en su navío rodeada de sus oficiales recibiendo informes de la isla y coordinando un plan que no tardaríais mucho en ver. Por lo general habéis recibido buen trato, pudiendo visitar el enorme navío central y pasando el rato con otras tripulaciones. Por lo que os han informado lo más seguro es que, como la mayoría de bandas que componen la flota, forméis parte de la fuerza de asalto a la isla.
Justo cuando la espera se empieza a hacer aburrida es cuando las cosas empiezan a ponerse en marcha. Doce navíos se separan de la flota principal y tardan medio día en posicionarse a unos kilómetros alrededor de la isla. Os informan de que es una burbuja de comunicación, han aislado la isla a las transmisiones de todo tipo desde el exterior, así como las internas. Os advierten de que, una vez cerca de esta las comunicaciones dejarán de funcionar y estas se llevarán a cabo mediante señales visuales, como banderas entre barcos o bengalas, en la isla se usarán mensajeros para coordinar el asalto.
Los primeros barcos han tenido bajas, pero han conseguido abrirse camino, en parte gracias a la información que facilitasteis. Mediante una ofensiva rápida han establecido un corredor seguro que llega hasta la costa, en donde los piratas están desembarcando para entrar en combate con las tropas de la isla. En estos momentos han conseguido empujar el frente unos kilómetros tierra adentro, así que no debería haber problemas en el desembarco. Ahora tenéis dos opciones, dos misiones que podéis llevar a cabo para ayudar en la conquista. La primera es ayudar en la batalla a las tropas piratas, una guerra abierta. La segunda es mantener un perfil bajo y tratar de infiltrarse tras la línea enemiga para atacar un punto estratégico. Decidáis lo que decidáis acordaros de informar a uno de los coordinadores que se encuentran en la costa nada más desembarcar y ellos os darán más detalles.
Abigail Mjöllnir
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Honestamente, pensaba que las gentes de Sakura iban a estar más enfadadas. La gente de aquel reino era amable, sin duda. Solo miraban mal a Kohaku, pero no había mayores consecuencias, ni una orden de busca y captura ni nada, probablemente comprendieran que habían sido utilizados para aquella estratagema de manipulación. Eso solo conseguía cabrear más a Abigail. ¿Cómo podían tratar de destruir las vidas de una gente tan amable? Para colmo, la verdadera princesa apareció y... aclaró cualquier malentendido, incluyendo lo que dijo e hizo su impostora.
Aprovechó ese momento para presentarse en el palacio como parte de los refuerzos y también para devolver el oro robado que la falsa princesa les había entregado como pago por "ayudar al reino de Sakura" y que aún guardaba dentro de su fortaleza -aunque desconocía si estaba todo o si Roland usó su propio saco para guardar su parte-, utilizó su propio nombre y fama para tratar de conseguir una audiencia. Teniendo en cuenta la situación dramática del reino, estaba bastante convencida de que no podrían permitirse el lujo de arrestar a los refuerzos en ese momento. Además, tomaría la precaución de clavarse una uña en la cara para poder sangrar, la prueba irrefutable de que no era un constructo de arcilla.
Si le permitían pasar Abigail se disculparía y explicaría todo con honestidad: Su encuentro con esa supuesta princesa justo antes de ir a hablar con el rey, lo que les dijo, el trato que habían hecho de recibir parte del pago y lo que había pasado en el momento de la transmisión, incluyendo la parte de la arcilla rota. Además, también entregó a la Guardia los datos más relevantes que habían conseguido: Toda la operación había sido llevada a cabo por una única persona, un hombre con el poder de crear arcilla que se llamaba, según había dicho Roland, Charles Álgerie. También comunicó sus sospechas de que los impostores podrían ser inocentes controlados a la fuerza, pero no tenía pruebas concluyentes.
No acordó ningún pago con ellos, solo devolvió todo el oro. Sobre sus compañeros... si salía mal les pagaría de su propio bolsillo por la ayuda. No toleraría el quedarse el oro robado a esta gente, no eran criminales.
—Defenderé este cálido y amable reino y a sus gentes con todo mi poder, Su Majestad, no soporto que me engañen y utilicen, pero menos aún que intenten destruir una comunidad como esta —fue lo último que dijo en el palacio antes de regresar a su alojamiento, donde podría, por fin, comenzar los preparativos. Bueno, no, dijo algo más —. Ah, sí, ¿sería posible prestarme algunos cañones y munición? Imagino que tenéis para defender el reino. Puedo usarlos con mi poder de una forma más eficiente que su uso convencional. Esto es, claro, si os podéis permitir desprenderos de algunos, incluso solo uno sería una diferencia tremenda —dicho aquello, y recibiera una respuesta positiva o negativa, se marcharía de allí tras una reverencia. Si le daban permiso se pasaría a recogerlos, y si no le daban permiso —o si no conseguía pasar desde un principio— volvería a su alojamiento.
Quiso hacer averiguaciones, pero se topó con que habían cortado las comunicaciones. Era... eso era un problema bastante serio. Generalmente Abigail utilizaba la información para evitar daños colaterales: detalles de enemigos, puntos débiles, lugares frecuentes, próximos objetivos; así no tenía que ser todo lo violenta que podía ser para hacer su trabajo. Dado que no había manera de contactar con los Marines o con su informante predilecto tendría que improvisar más de la cuenta. ¿Eso era bueno? Depende. Sin embargo, no se rendiría. No podía hacer llamadas con el Den Den Mushi, pero sí podía acercarse al pueblo a preguntar cada pocos días, confiando en que el boca a boca de los civiles le daría un mínimo de detalles sobre lo que ocurrió mientras ellos estaban en la mina. Quizá hubieran oído algún nombre, quizá hubieran visto algo fuera de lo normal, algún detalle que le sirviera de algo.
Parte de esos días los gastó encerrada en su propia habitación, trabajando sin parar y fabricando sin parar. Puede que hubieran visto parte de sus capacidades dentro de la mina, pero si consideraban que eso era todo lo que podía hacer... les esperaba una sorpresa muy desagradable. Avanzó en sus estudios climatológicos, perfeccionó un accesorio de arco en el que había empezado a trabajar; también terminó de diseñar las nuevas armas de fuego que usarían ella y sus habitantes. Aparatos, granadas, bengalas, etc.
Parte de esos días también los gastaría adiestrando a Hazel en el uso de armas de fuego. No terminaba de parecerle bien algunos detalles de su actitud pero era una cazadora bastante pragmática que sabía cuándo debía contenerse y cuándo no, eso le gustó lo suficiente como para entregarle una de las pistolas reglamentarias de su fortaleza, tres cargadores de doce balas y enseñarle a usarla. También le explicó algunos términos, como el Haki y las canalizaciones elementales y espirituales.
Una vez pasadas dos semanas de preparativos los piratas finalmente atacaron. Tras veinticuatro horas de conflicto contactaron con el grupo de cazadores. Tenían dos lugares que cubrir: uno de ellos era el propio mar para recuperar las comunicaciones del reino. Esa habría sido su elección de no ser por el enfado acumulado que llevaba encima. Abigail, quizá dejándose llevar por sus emociones, decidió ir a la batalla abierta.
—Yo voy al frente —anunció a sus compañeros mientras terminaba de preparar su rifle —. Si se basan en los datos que ha sacado el hombre de la arcilla observándonos no esperarán gran cosa de mi —recordaba que Raion había comentado que habían cámaras en las creaciones de arcilla, y ella misma las había visto. Normalmente no era su estilo entrar al estilo "Guns Blazing" pero... era una ocasión especial. Colocó dos diales láser en Assiah antes de guardarlo. Se llevaría además... uno de grabación, uno eléctrico y uno de hielo.
—Estoy cansada. Voy a mandar un mensaje a los piratas, uno que tardarán en olvidar.
Procuraba no matar, y así lo hacía en sus cacerías habituales pero aquel no era un trabajo corriente. No pensaba darles guerra porque para ella el conflicto de Sakura no era una cuestión de guerra, era un asalto a inocentes. Como tal, aplicaría la justicia apropiada. Era inviable apresarlos a todos, así que... "quitaría el seguro" de su alma.
Entregaría a cada uno una de sus pistolas de bengalas, cargadas con bengalas de un color determinado. No le dio ninguna a Braud ni a Roland porque, al ser semigigantes, no podrían manejar un arma tan pequeña.
—Son pistolas de bengalas para mandarnos señales o marcar puntos, en principio no sirven para hacer daño. El humo recorre treinta metros y dura unos veinte segundos aproximadamente. Raion, tengo que avisarte a ti, además del humo el disparo hace mucho ruido incluso para un arma, si tus sentidos están demasiado afinados quizá es mejor que no te la lleves —dijo, preocupándose por el león. Quizá para él fuera solo una molestia.
Finalmente se puso un abrigo para poder soportar el frío y se marchó para ir a por más detalles. No daría órdenes a ninguno. Ya había preparado su equipo con sus creaciones más recientes, y el resto de su arsenal descansaba en su fortaleza. También se aseguró de comprobar sus esposas y su reloj de bolsillo N-Watch.
Aprovechó ese momento para presentarse en el palacio como parte de los refuerzos y también para devolver el oro robado que la falsa princesa les había entregado como pago por "ayudar al reino de Sakura" y que aún guardaba dentro de su fortaleza -aunque desconocía si estaba todo o si Roland usó su propio saco para guardar su parte-, utilizó su propio nombre y fama para tratar de conseguir una audiencia. Teniendo en cuenta la situación dramática del reino, estaba bastante convencida de que no podrían permitirse el lujo de arrestar a los refuerzos en ese momento. Además, tomaría la precaución de clavarse una uña en la cara para poder sangrar, la prueba irrefutable de que no era un constructo de arcilla.
Si le permitían pasar Abigail se disculparía y explicaría todo con honestidad: Su encuentro con esa supuesta princesa justo antes de ir a hablar con el rey, lo que les dijo, el trato que habían hecho de recibir parte del pago y lo que había pasado en el momento de la transmisión, incluyendo la parte de la arcilla rota. Además, también entregó a la Guardia los datos más relevantes que habían conseguido: Toda la operación había sido llevada a cabo por una única persona, un hombre con el poder de crear arcilla que se llamaba, según había dicho Roland, Charles Álgerie. También comunicó sus sospechas de que los impostores podrían ser inocentes controlados a la fuerza, pero no tenía pruebas concluyentes.
No acordó ningún pago con ellos, solo devolvió todo el oro. Sobre sus compañeros... si salía mal les pagaría de su propio bolsillo por la ayuda. No toleraría el quedarse el oro robado a esta gente, no eran criminales.
—Defenderé este cálido y amable reino y a sus gentes con todo mi poder, Su Majestad, no soporto que me engañen y utilicen, pero menos aún que intenten destruir una comunidad como esta —fue lo último que dijo en el palacio antes de regresar a su alojamiento, donde podría, por fin, comenzar los preparativos. Bueno, no, dijo algo más —. Ah, sí, ¿sería posible prestarme algunos cañones y munición? Imagino que tenéis para defender el reino. Puedo usarlos con mi poder de una forma más eficiente que su uso convencional. Esto es, claro, si os podéis permitir desprenderos de algunos, incluso solo uno sería una diferencia tremenda —dicho aquello, y recibiera una respuesta positiva o negativa, se marcharía de allí tras una reverencia. Si le daban permiso se pasaría a recogerlos, y si no le daban permiso —o si no conseguía pasar desde un principio— volvería a su alojamiento.
Quiso hacer averiguaciones, pero se topó con que habían cortado las comunicaciones. Era... eso era un problema bastante serio. Generalmente Abigail utilizaba la información para evitar daños colaterales: detalles de enemigos, puntos débiles, lugares frecuentes, próximos objetivos; así no tenía que ser todo lo violenta que podía ser para hacer su trabajo. Dado que no había manera de contactar con los Marines o con su informante predilecto tendría que improvisar más de la cuenta. ¿Eso era bueno? Depende. Sin embargo, no se rendiría. No podía hacer llamadas con el Den Den Mushi, pero sí podía acercarse al pueblo a preguntar cada pocos días, confiando en que el boca a boca de los civiles le daría un mínimo de detalles sobre lo que ocurrió mientras ellos estaban en la mina. Quizá hubieran oído algún nombre, quizá hubieran visto algo fuera de lo normal, algún detalle que le sirviera de algo.
Parte de esos días los gastó encerrada en su propia habitación, trabajando sin parar y fabricando sin parar. Puede que hubieran visto parte de sus capacidades dentro de la mina, pero si consideraban que eso era todo lo que podía hacer... les esperaba una sorpresa muy desagradable. Avanzó en sus estudios climatológicos, perfeccionó un accesorio de arco en el que había empezado a trabajar; también terminó de diseñar las nuevas armas de fuego que usarían ella y sus habitantes. Aparatos, granadas, bengalas, etc.
Parte de esos días también los gastaría adiestrando a Hazel en el uso de armas de fuego. No terminaba de parecerle bien algunos detalles de su actitud pero era una cazadora bastante pragmática que sabía cuándo debía contenerse y cuándo no, eso le gustó lo suficiente como para entregarle una de las pistolas reglamentarias de su fortaleza, tres cargadores de doce balas y enseñarle a usarla. También le explicó algunos términos, como el Haki y las canalizaciones elementales y espirituales.
Una vez pasadas dos semanas de preparativos los piratas finalmente atacaron. Tras veinticuatro horas de conflicto contactaron con el grupo de cazadores. Tenían dos lugares que cubrir: uno de ellos era el propio mar para recuperar las comunicaciones del reino. Esa habría sido su elección de no ser por el enfado acumulado que llevaba encima. Abigail, quizá dejándose llevar por sus emociones, decidió ir a la batalla abierta.
—Yo voy al frente —anunció a sus compañeros mientras terminaba de preparar su rifle —. Si se basan en los datos que ha sacado el hombre de la arcilla observándonos no esperarán gran cosa de mi —recordaba que Raion había comentado que habían cámaras en las creaciones de arcilla, y ella misma las había visto. Normalmente no era su estilo entrar al estilo "Guns Blazing" pero... era una ocasión especial. Colocó dos diales láser en Assiah antes de guardarlo. Se llevaría además... uno de grabación, uno eléctrico y uno de hielo.
—Estoy cansada. Voy a mandar un mensaje a los piratas, uno que tardarán en olvidar.
Procuraba no matar, y así lo hacía en sus cacerías habituales pero aquel no era un trabajo corriente. No pensaba darles guerra porque para ella el conflicto de Sakura no era una cuestión de guerra, era un asalto a inocentes. Como tal, aplicaría la justicia apropiada. Era inviable apresarlos a todos, así que... "quitaría el seguro" de su alma.
Entregaría a cada uno una de sus pistolas de bengalas, cargadas con bengalas de un color determinado. No le dio ninguna a Braud ni a Roland porque, al ser semigigantes, no podrían manejar un arma tan pequeña.
—Son pistolas de bengalas para mandarnos señales o marcar puntos, en principio no sirven para hacer daño. El humo recorre treinta metros y dura unos veinte segundos aproximadamente. Raion, tengo que avisarte a ti, además del humo el disparo hace mucho ruido incluso para un arma, si tus sentidos están demasiado afinados quizá es mejor que no te la lleves —dijo, preocupándose por el león. Quizá para él fuera solo una molestia.
Finalmente se puso un abrigo para poder soportar el frío y se marchó para ir a por más detalles. No daría órdenes a ninguno. Ya había preparado su equipo con sus creaciones más recientes, y el resto de su arsenal descansaba en su fortaleza. También se aseguró de comprobar sus esposas y su reloj de bolsillo N-Watch.
- resumen:
» Cuando la princesa regresa para aclarar cualquier malentendido, Abigail va al palacio a solucionar su malentendido personal con la falsa princesa, utilizando su fama (Santa Mítica por casi 600 de karma positivo y 0 de karma negativo) para generar confianza e intentar pasar sin ser arrestada para poder aclararlo todo.
---->En la moderación se asume que se aclara cualquier malentendido durante el secuestro de la princesa, entiendo que esto se aplica también al tema del oro con el que nos pagó la falsa Theresa. Por eso asumo que no pasa nada malo, aunque por si acaso he metido la audiencia express bajo un condicional.
» Durante esas dos semanas va preguntando por el pueblo para enterarse de lo que hubiera podido pasar durante su tiempo en la mina.
» Tras preparar su equipo (Consiste en la sección Armas de la ficha, más un dial de rayo y uno de grabación), decide finalmente ir al frente para ayudar en la defensa.
» Entrega a Hazel una de sus Pistolas Reglamentarias y 3 cargadores. A ella y a los de proporciones humanas (Hazel, Kohaku, Raion) les entrega, si quieren, una pistola de bengalas a cada uno.
Freites D. Alpha
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
¿Han sido dos semanas? Al parecer... sí. Para el pequeño capitán pirata la espera fue casi eterna. Tener que organizar todo al mismo tiempo que tenía que ser atendido por culpa de aquel veneno resulto ser algo molesto. Si no fuera por que la paciencia de Alpha es exageradamente buena, ya hubiera explotado. después de todo tener a un médico encima todo el tiempo aplicarte las dosis de antídoto al momento era algo bastante atorrante.
Además, el tiempo escaseaba y el pequeño no tenia otra alternativa. El debía trabajar en el nuevo armamento para lo que tenía en mente. El chiquillo había pedido de favor a Frenand cierta cantidad de acero para fabricar unas cuantas armas. De alguno u otra manera el lo consiguió.
Al menos el medico tenía la decencia de darle sus momento de privacidad al pelilargo que ya soportarlo obsérvale trabajar en la forja era fastidioso. Zira, al menos todas las noches venía a la habitación del capitán, con la intención de que sus necesidades fueran saciadas, utilizaba de excusa que ayudaría con el tratamiento médico. Y si, no necesitas ni imaginarlo, aquella mujer que deseaba alcanzar la punta de la cadena de mando y ser la más fuerte no era fácil de satisfacer por hombres. Pero para la suerte de la seasoning, su capitán era una criatura.
Aquel barco que actuaba como base de operaciones resulto ser una maravilla, recordandole mucho al Erebus, pero en una escala mucho más grande. El pequeño capitán utilizaba el tiempo libre que tenía para conocer a las otras tripulaciones. Saber con quién estaría trabajando codo a codo era algo muy importante. Después de todo, una causa bélica es un desafío logístico donde el más inteligente gana.
A la semana siguiente Alpha mando a llamar a Lara, Albert y Drukoff, el trio de la demolición. El viaje desde el Erebus hasta Sakuras no sería tan largo y menos con el Kieskayo al timón.
Faltaban ya dos días para el ataque, pero los Desserts ya habían llegado al galeón. Y esa misma noche, todos los miembros se reunieron para platicar.
- Entonces… ¿Esa tal Cecilia Payne le ha prometido a todos entregarles Sakuras una vez conquistada? - Pregunto Albert, mostrándose claramente desconfiado ante aquella promesa.
- Al menos es lo que me ha dicho Frenand, capitán de los piratas del ciclo. También me ha prestado a uno de sus médicos para curarme de aquel veneno que me aplicaron. – Dijo Alpha, tomando un trago de sake. – Tampoco he tenido la oportunidad de sacar una audiencia con ella tampoco. Siempre está rodeada de gente y… probablemente ella sepa quién soy y a lo que se dedica nuestra familia. - Dio un gran suspiro. - Y como no saberlo con ese tamaño
- Pues a partir cabezas, como tiene que ser. – Dijo Lara, se encontraba limpiando una de las calavera de uno de sus antiguos oponentes. Ella miraba con despreocupación a todos. – Todos saben a lo que se dedica nuestra familia, Alpha. Ahora ¿Qué se supone que deberíamos hacer?
- Pues hacer lo acostumbrado. – Añadió Drukoff – Aplastar todo lo que se interponga y obtener botín ¿Verdad pequeñín? Además, aquí están las nuevas promesas. Jace y Zira ¿Qué piensas?
Alpha no hico nada más que sonreír ante los comentarios de todos. Tener a la familia completa lista para la batalla era algo que sin lugar a duda le hacía bastante feliz. El chiquillo dio un chasquido a los dedos, haciendo aparecer en la escena a la súper ave. Lentamente y con mucho cuidado coloco unas cuantas armas que se encontraban envueltas en la mesa donde estaban. El capitán lamente las descubrió y, al hacerlo, todos desembocaron una sonrisa.
- ¿Y esto? – Pregunto Albert.
- ¡Regalos! Esas armas que ustedes tienen ya están obsoletas. Me he puesto a hacerlas justo el día después que llegamos. Pregunte si se me podía facilitar acero para prepáranos para el ataque. Aquí la gente nos has tratado bien.
Las armas en si se trataban de una guadaña de acero, una lanza y una bola de acero con pinchos amarrados con una enorme cadena. Cada quien tomo el arma que le representaba y dieron las gracias a su capitán. Luego, Alpha se sacó un trapo que parecía envolver algo del kimono. – No creas que me he olvidado de ti – Añadió. Si jace descubria el regalo, se daría cuenta que se trataba de un juego completo de diez kunais. – Y no te preocupes, yo me he fabricado para mi agujas senbon.
El día del asedio había comenzado. Alpha miraba desde lejos como todo aquello se llevaba a cabo. La burbuja de información resulto ser una sorpresa para este, realmente no esperaba nada de aquello. Luego de recibir la información y de repetir una bengala para cada uno, el capitán miraba tranquilamente el espectáculo. Luego daría un salto cayendo sobre la súper ave. – Yo voy al frente. Albert, eres de los mejores infiltradores. Ya sabes que hacer. Que Jace te acompañe y juntos hagan lo que puedan. Dependemos totalmente de ustedes para ganar esto.
- ¿Dependemos de ellos? – Pregunto Lara.
- Si, Lara. No olvides lo que siempre les digo: una batalla es simplemente un desafío logístico donde el más inteligente gana. Yo estoy familiarizado con la guerra al igual que tú, Albert y Drukoff. ¿Acaso ellos no pueden hacer lo mismo que nosotros? Ellos también pueden infiltrarse, oponer resistencia en el frente y, lo más lógico es que traten de sabotear la burbuja de comunicación para exigir ayuda. Estoy seguro que Payne sabe esto mejor que nadie. Mi trabajo es ganar la guerra.
El plan ya había sido planteado. Al aparcar, le informaría al coordinador al desembarcar que se dividirían en dos grupos: Jace y Albert a infiltrarse. Zira, Lara y Drukoff acompañarían al pelilargo al frente a la guerra abierta.
El momento se acerca y la guerra los llama.
Además, el tiempo escaseaba y el pequeño no tenia otra alternativa. El debía trabajar en el nuevo armamento para lo que tenía en mente. El chiquillo había pedido de favor a Frenand cierta cantidad de acero para fabricar unas cuantas armas. De alguno u otra manera el lo consiguió.
Al menos el medico tenía la decencia de darle sus momento de privacidad al pelilargo que ya soportarlo obsérvale trabajar en la forja era fastidioso. Zira, al menos todas las noches venía a la habitación del capitán, con la intención de que sus necesidades fueran saciadas, utilizaba de excusa que ayudaría con el tratamiento médico. Y si, no necesitas ni imaginarlo, aquella mujer que deseaba alcanzar la punta de la cadena de mando y ser la más fuerte no era fácil de satisfacer por hombres. Pero para la suerte de la seasoning, su capitán era una criatura.
Aquel barco que actuaba como base de operaciones resulto ser una maravilla, recordandole mucho al Erebus, pero en una escala mucho más grande. El pequeño capitán utilizaba el tiempo libre que tenía para conocer a las otras tripulaciones. Saber con quién estaría trabajando codo a codo era algo muy importante. Después de todo, una causa bélica es un desafío logístico donde el más inteligente gana.
A la semana siguiente Alpha mando a llamar a Lara, Albert y Drukoff, el trio de la demolición. El viaje desde el Erebus hasta Sakuras no sería tan largo y menos con el Kieskayo al timón.
Faltaban ya dos días para el ataque, pero los Desserts ya habían llegado al galeón. Y esa misma noche, todos los miembros se reunieron para platicar.
- Entonces… ¿Esa tal Cecilia Payne le ha prometido a todos entregarles Sakuras una vez conquistada? - Pregunto Albert, mostrándose claramente desconfiado ante aquella promesa.
- Al menos es lo que me ha dicho Frenand, capitán de los piratas del ciclo. También me ha prestado a uno de sus médicos para curarme de aquel veneno que me aplicaron. – Dijo Alpha, tomando un trago de sake. – Tampoco he tenido la oportunidad de sacar una audiencia con ella tampoco. Siempre está rodeada de gente y… probablemente ella sepa quién soy y a lo que se dedica nuestra familia. - Dio un gran suspiro. - Y como no saberlo con ese tamaño
- Pues a partir cabezas, como tiene que ser. – Dijo Lara, se encontraba limpiando una de las calavera de uno de sus antiguos oponentes. Ella miraba con despreocupación a todos. – Todos saben a lo que se dedica nuestra familia, Alpha. Ahora ¿Qué se supone que deberíamos hacer?
- Pues hacer lo acostumbrado. – Añadió Drukoff – Aplastar todo lo que se interponga y obtener botín ¿Verdad pequeñín? Además, aquí están las nuevas promesas. Jace y Zira ¿Qué piensas?
Alpha no hico nada más que sonreír ante los comentarios de todos. Tener a la familia completa lista para la batalla era algo que sin lugar a duda le hacía bastante feliz. El chiquillo dio un chasquido a los dedos, haciendo aparecer en la escena a la súper ave. Lentamente y con mucho cuidado coloco unas cuantas armas que se encontraban envueltas en la mesa donde estaban. El capitán lamente las descubrió y, al hacerlo, todos desembocaron una sonrisa.
- ¿Y esto? – Pregunto Albert.
- ¡Regalos! Esas armas que ustedes tienen ya están obsoletas. Me he puesto a hacerlas justo el día después que llegamos. Pregunte si se me podía facilitar acero para prepáranos para el ataque. Aquí la gente nos has tratado bien.
Las armas en si se trataban de una guadaña de acero, una lanza y una bola de acero con pinchos amarrados con una enorme cadena. Cada quien tomo el arma que le representaba y dieron las gracias a su capitán. Luego, Alpha se sacó un trapo que parecía envolver algo del kimono. – No creas que me he olvidado de ti – Añadió. Si jace descubria el regalo, se daría cuenta que se trataba de un juego completo de diez kunais. – Y no te preocupes, yo me he fabricado para mi agujas senbon.
El día del asedio había comenzado. Alpha miraba desde lejos como todo aquello se llevaba a cabo. La burbuja de información resulto ser una sorpresa para este, realmente no esperaba nada de aquello. Luego de recibir la información y de repetir una bengala para cada uno, el capitán miraba tranquilamente el espectáculo. Luego daría un salto cayendo sobre la súper ave. – Yo voy al frente. Albert, eres de los mejores infiltradores. Ya sabes que hacer. Que Jace te acompañe y juntos hagan lo que puedan. Dependemos totalmente de ustedes para ganar esto.
- ¿Dependemos de ellos? – Pregunto Lara.
- Si, Lara. No olvides lo que siempre les digo: una batalla es simplemente un desafío logístico donde el más inteligente gana. Yo estoy familiarizado con la guerra al igual que tú, Albert y Drukoff. ¿Acaso ellos no pueden hacer lo mismo que nosotros? Ellos también pueden infiltrarse, oponer resistencia en el frente y, lo más lógico es que traten de sabotear la burbuja de comunicación para exigir ayuda. Estoy seguro que Payne sabe esto mejor que nadie. Mi trabajo es ganar la guerra.
El plan ya había sido planteado. Al aparcar, le informaría al coordinador al desembarcar que se dividirían en dos grupos: Jace y Albert a infiltrarse. Zira, Lara y Drukoff acompañarían al pelilargo al frente a la guerra abierta.
El momento se acerca y la guerra los llama.
- Resumen:
- - Recuperarse del veneno.
- Puesto que en la moderación sale que se nos ha tratado bien en todo momento. Alpha pediría de favor a Frenand que se le facilitase acero para fabricar unas cuantas armas.
- Recibir al trio demolición. las fichas de cada uno están Aqui.
- Lanza fabricada: Calidad especial. Dureza, tenacidad y atermia genuinos.
- Lanza fabricada : Calidad especial. Dureza, tenacidad y atermia genuinos.
- Bola de acero con cadena de diez metro fabricada: Calidad especial. Dureza, tenacidad y atermia genuinos.
- Diez kunais fabricados: Calidad especial. Dureza, tenacidad y atermia genuinos.
- Diez agujas senbon fabricadas: Calidad especial. Dureza, tenacidad y atermia genuinos.
- Dividir el grupo en dos e informarle de los planes al Coordinador.
Roland von Klauswitz
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-Puta isla. Y puta nieve. Y puto tú. ¡Sí, tú, capullo! ¡¿Tienes algún jodido problema, eh, comemierda?!
El tipo se libró de que Roland le diese una paliza solo porque estaba demasiado borracho como para levantarse del suelo rápidamente. O como para levantarse del suelo, a secas. Aun así, dado que llevaba como dos semanas bebiendo casi sin parar, el hecho de que siguiera consciente ya se podía considerar un mérito envidiable. Incluso a pesar de que allí en Sakura solo bebían poco más que zumitos y mariconadas.
También llevaba todo ese tiempo quejándose. Esa zorra meapilas había devuelto el oro, como si tuviese derecho a hacerlo. ¡Había devuelto su oro! Como si a él le importase un huevo que la princesa que se lo había dado fuese falsa. De carne o de arcilla, si alguien le daba pasta a Roland von Klauswitz ya no la devolvía. Lo único que había evitado que fuese a recuperar su dinero a base de tiros había sido... pues nada. En realidad sí lo había intentado, pero alguien le había escondido las llaves de Rudolf y estaba demasiado gordo como para caminar hasta el castillo. Seguro que había sido la monja.
El mensajero insistió. Algo sobre un ataque y órdenes y chorradas así. Roland no estaba por la labor de volver a trabajar por los habitantes de ese sitio. A la mierda ellos y sus guerras. Se lo hizo saber a gritos al sirviente del rey, aderezándolo con algunos insultos que jamás se habrían oído en ese mar.
-Que le ayude... ¿Os lo podéis creer?
El camarero y los pocos clientes de la taberna asintieron nerviosos. Llevaban todo el día viendo el pistolón que el cazador había dejado sobre la mesa, y habían descubierto, gracias a uno que no le rió un chiste, que era mejor no llevarle la contraria.
-Pues seguro que hay un montón de piratas por ahí -comentó uno de los parroquianos, como de pasada.
-Sí, eso, fijo que se puede hacer un buen dinero -confirmó otro.
-Deberías ir, Roland.
-¿Qué? ¿Es que queréis que me vaya? -gruñó-. ¿No lo estamos pasando bien, cabrones?
Todos asintieron como locos.
-Es solo que hace tres días que no pagas la cerveza y...
Roland se levantó. Tras un tambaleo y derribar tres mesas, consiguió cierto equilibrio. Sí que tenía los bolsillos algo vacíos, más aún desde que un cañonazo destrozara su puesto de helados. Y ni siquiera podía llamar a sus trabajadores para que le trajeran algo de efectivo. Tal vez sí que fuese buena idea ir a reventar cabezas. Si no lo hacía él, el resto de cazarrecompensas se le adelantarían, y eso sí que no.
Hubo vítores cuando salió del bar. La luz del sol le hacía daño en los ojos tras tanto tiempo sin verla. Se dirigió hacia la costa en busca de algo que hundir. No era difícil, porque se decía que había barcos a lo largo de todo el litoral. Lo único engorroso era tener que ir andando. Ojalá Rudolf funcionase mejor que los malditos caracoles y el resto de aparatos de la isla, porque los muslos le rozaban mucho como para ir a pata.
El tipo se libró de que Roland le diese una paliza solo porque estaba demasiado borracho como para levantarse del suelo rápidamente. O como para levantarse del suelo, a secas. Aun así, dado que llevaba como dos semanas bebiendo casi sin parar, el hecho de que siguiera consciente ya se podía considerar un mérito envidiable. Incluso a pesar de que allí en Sakura solo bebían poco más que zumitos y mariconadas.
También llevaba todo ese tiempo quejándose. Esa zorra meapilas había devuelto el oro, como si tuviese derecho a hacerlo. ¡Había devuelto su oro! Como si a él le importase un huevo que la princesa que se lo había dado fuese falsa. De carne o de arcilla, si alguien le daba pasta a Roland von Klauswitz ya no la devolvía. Lo único que había evitado que fuese a recuperar su dinero a base de tiros había sido... pues nada. En realidad sí lo había intentado, pero alguien le había escondido las llaves de Rudolf y estaba demasiado gordo como para caminar hasta el castillo. Seguro que había sido la monja.
El mensajero insistió. Algo sobre un ataque y órdenes y chorradas así. Roland no estaba por la labor de volver a trabajar por los habitantes de ese sitio. A la mierda ellos y sus guerras. Se lo hizo saber a gritos al sirviente del rey, aderezándolo con algunos insultos que jamás se habrían oído en ese mar.
-Que le ayude... ¿Os lo podéis creer?
El camarero y los pocos clientes de la taberna asintieron nerviosos. Llevaban todo el día viendo el pistolón que el cazador había dejado sobre la mesa, y habían descubierto, gracias a uno que no le rió un chiste, que era mejor no llevarle la contraria.
-Pues seguro que hay un montón de piratas por ahí -comentó uno de los parroquianos, como de pasada.
-Sí, eso, fijo que se puede hacer un buen dinero -confirmó otro.
-Deberías ir, Roland.
-¿Qué? ¿Es que queréis que me vaya? -gruñó-. ¿No lo estamos pasando bien, cabrones?
Todos asintieron como locos.
-Es solo que hace tres días que no pagas la cerveza y...
Roland se levantó. Tras un tambaleo y derribar tres mesas, consiguió cierto equilibrio. Sí que tenía los bolsillos algo vacíos, más aún desde que un cañonazo destrozara su puesto de helados. Y ni siquiera podía llamar a sus trabajadores para que le trajeran algo de efectivo. Tal vez sí que fuese buena idea ir a reventar cabezas. Si no lo hacía él, el resto de cazarrecompensas se le adelantarían, y eso sí que no.
Hubo vítores cuando salió del bar. La luz del sol le hacía daño en los ojos tras tanto tiempo sin verla. Se dirigió hacia la costa en busca de algo que hundir. No era difícil, porque se decía que había barcos a lo largo de todo el litoral. Lo único engorroso era tener que ir andando. Ojalá Rudolf funcionase mejor que los malditos caracoles y el resto de aparatos de la isla, porque los muslos le rozaban mucho como para ir a pata.
- Resumen:
- Blablabla - Ir de frente a hundir barcos.
De puta madre. Desde luego todo aquello había salido de putisima madre, salvo por la parte en la que no. Es decir, parecía que iban a encontrar un buen pellizco en la ciudadela, si hubieran sido capaces de encontrar a los rehenes. No pasó. La máscara rota de arcilla fue su única pista para saber del engaño, las comunicaciones que podían estar trucadas. ¡Y por si fuera poco el dinero era robado! ¡Era puto robado! «Mierda.» Se le escapó en su momento decir a la albina entre otra serie de improperios, pateando con no poca fuerza el trineo. Porque obviamente la rubia quería devolverlo. Y, efectivamente, a ella no le hacía gracia que su dinero se fuera volando tras todos los sustos por los que habían pasado. No había compensación. Desde luego, la muy mal-encarada cazadora perdió un poquitín —bastante— los papeles en el momento. Pero, contra todo pronóstico incluso para ella misma, accedió a regañadientes tras pegar un par de hostias a los muros de las paredes sagradas de Abigail y respirar hondo a devolver el dinero.
—Dudo que sea una buena idea, de todos modos —se aseguró de aclarar antes de sentarse en uno de los nada cómodos bancos de madera del interior de la mujer. Porque sí, sus hermosas posaderas níveas no iban a levantarse de ahí hasta que no fueran al palacio y pudiera poner la oreja. Con suerte la información adicional que pudiera conseguir su nueva “compañera” le sería de utilidad y, estando “a solas” y más calmada tal vez pudiera explicarle un poco el punto de que, si lo devolvía era única y sencillamente porque se negaba a rebajarse al nivel de un pirata. Podía pasar hambre, matar, disfrutar e incluso regodearse con ello. Pero nunca se rebajaría a realizar actos de pillaje… Salvo que hubiera matado a la persona, al fin y al cabo, si están muertos… Claro que eso último se lo guardaría para sí misma. Dicho esto, solo le quedaría esperar a que Kohaku —si seguía dentro— se esfumara a su nuevo cuarto y ella haría lo mismo, tirándose en la cama y con una de las ventanas abiertas para escuchar y mirar desde el interior de la fortaleza lo que sucedería en la sala del trono.
Aclarados los supuestos malentendidos, y cruzando los dedos por que la mujer no acabara en el calabozo del castillo, solo quedaba prepararse. ¿Para qué? Aún no lo sabían, pero Abi se había decidido a quedarse y empezar a trabajar día y noche. Claro que Hazel se quedó también, no es que tuviera nada mejor que hacer y no quería dar por perdido el viaje. Seguramente el gilipollas de arcilla todavía anduviera suelto por la isla. Y ese cabrón le iba a pagar el dinero que había perdido. Vaya que se lo iba a pagar. Pensaba hacer que se comiera sus jodidas gónadas antes de decapitarle y meterle en una bolsa… ¡Dos veces! Una para cobrar su recompensa en palacio y la otra para entregárselo a la marina —cobrar por dos nunca estaba de más—. Por su parte, ella todavía tenía que intentar sacar uso a las “visiones” que había tenido. Así que supuso que lo mejor que podía hacer sería entrenar por su cuenta... Idea que le duró tres días, porque no tenía ni puñetera idea de cómo coño había hecho eso. Estaba en peligro, la adrenalina… Pero nada más llegaba a esclarecer si se podía hacer a voluntad o no aquel tipo de cosas. Al final, acabó por comentárselo a Abigail, tanto lo de su refuerzo milagroso como lo que hizo que se salvaran del peligro no una, sino dos veces, contra el conejo zombie gigante.
Y quizás por su acto de buena fe accediendo sin muchos problemas a devolver el oro o por todo lo demás, la beata decidió que iba a echarle una mano. La palabra entrenar le sonó entre rara y nostálgica. Pues el único entrenamiento que había recibido antes había sido unos ocho años atrás. Claro que Hazel aceptó, cualquier cosa era mejor que quedarse tirada sobre la cama gritando al caracolofono por no poder contactar con Ayden para echarle todo eso en cara, como si de verdad el chico tuviera culpa alguna más allá de no estar en ahí.
Abi le habló sobre el poder de la voluntad, algo que llevo a la albina a hacer memoria sobre otros sucesos del pasado, de su infancia. Le explicó que todos los seres vivos poseían ese poder, pero pocos llegaban a ser conscientes de él, el primer paso para poder usarlo. Si de verdad lo que había experimentado ella era eso, tal vez su alocada idea no iba tan descaminada. Así que aceptó sus consejos y su arduo entrenamiento en una sala hecha de la nada dentro de la fortaleza. Supuso que para ella sí que sería como si estuviera entrenando en la vida real, aunque su maestra fuera una proyección. De hecho, ese cuarto debía ser la mejor sala de entrenamiento del mundo, pudiendo transformar su anfitriona todo a voluntad. Claro que no solo aprendió sobre ese poder: También le dio nociones básicas del uso de armas de fuego y hasta le enseñó a cargar una, prepararla y disparar.
Al final, para cuando el mensaje llegase de que les necesitaban —o de que la guerra iba a estallar, si estaban entre barrotes—, estaría preparada y con un arsenal nuevo. A parte de con sus dos espadas, ahora contaría con una pistola de balas y un laza-bengalas, sus correspondientes proyectiles y tres granadas. Al parecer con que se quedaran clavadas o las lanzara y luego forzara ella la explosión desde lejos bastaban.
Solo les quedaba decidir entre los dos posibles frentes. Y, muy a su pesar, a ella le tocaría dejar la batalla en tierra a la muy enfadada beata y al gordinflón de las explosiones por no acabar atrapada en su fuego cruzado al querer hacer su trabajo.
—No me eches mucho de menos, Abby —diría con tono más… Amable, a su forma, ahora que le había cogido cierta confianza—. Si esto sale bien espero que no les moleste pagarnos más de lo que devolvimos por las molestias, así que mientras tú consigues un par de cabezas, supongo que me toca ir con los del trabajo delicado a mí. —Tras decir esto, saldría de la dimensión, reencontrándose con el resto del grupo—. Bueno, ¿quién se viene a desmontar barcos? —
Esta vez su abrigo no era tan grueso, ya que había sopesado la idea de acabar teniendo que nadar incluso en el peor de los casos. Sus botas habían sido reemplazadas, su pantalón ahora era de neopreno negro y debajo de su jersey de cuello alto portaba un bikini. Dudaba que nadar en las frías aguas de Sakura fuese bueno para su salud, como tampoco lo sería el sol para sus ojos y piel protegidos vagamente por la ropa, unas gafas de sol y una gorra de diseño militar, también negro. Se ajustó sus guantes cortos, las correas con sus armas y aseguró su mochila a la espalda. Lista para irse, seguiría las instrucciones del mensajero junto con quien fuera de su grupo a su lado.
—Dudo que sea una buena idea, de todos modos —se aseguró de aclarar antes de sentarse en uno de los nada cómodos bancos de madera del interior de la mujer. Porque sí, sus hermosas posaderas níveas no iban a levantarse de ahí hasta que no fueran al palacio y pudiera poner la oreja. Con suerte la información adicional que pudiera conseguir su nueva “compañera” le sería de utilidad y, estando “a solas” y más calmada tal vez pudiera explicarle un poco el punto de que, si lo devolvía era única y sencillamente porque se negaba a rebajarse al nivel de un pirata. Podía pasar hambre, matar, disfrutar e incluso regodearse con ello. Pero nunca se rebajaría a realizar actos de pillaje… Salvo que hubiera matado a la persona, al fin y al cabo, si están muertos… Claro que eso último se lo guardaría para sí misma. Dicho esto, solo le quedaría esperar a que Kohaku —si seguía dentro— se esfumara a su nuevo cuarto y ella haría lo mismo, tirándose en la cama y con una de las ventanas abiertas para escuchar y mirar desde el interior de la fortaleza lo que sucedería en la sala del trono.
Aclarados los supuestos malentendidos, y cruzando los dedos por que la mujer no acabara en el calabozo del castillo, solo quedaba prepararse. ¿Para qué? Aún no lo sabían, pero Abi se había decidido a quedarse y empezar a trabajar día y noche. Claro que Hazel se quedó también, no es que tuviera nada mejor que hacer y no quería dar por perdido el viaje. Seguramente el gilipollas de arcilla todavía anduviera suelto por la isla. Y ese cabrón le iba a pagar el dinero que había perdido. Vaya que se lo iba a pagar. Pensaba hacer que se comiera sus jodidas gónadas antes de decapitarle y meterle en una bolsa… ¡Dos veces! Una para cobrar su recompensa en palacio y la otra para entregárselo a la marina —cobrar por dos nunca estaba de más—. Por su parte, ella todavía tenía que intentar sacar uso a las “visiones” que había tenido. Así que supuso que lo mejor que podía hacer sería entrenar por su cuenta... Idea que le duró tres días, porque no tenía ni puñetera idea de cómo coño había hecho eso. Estaba en peligro, la adrenalina… Pero nada más llegaba a esclarecer si se podía hacer a voluntad o no aquel tipo de cosas. Al final, acabó por comentárselo a Abigail, tanto lo de su refuerzo milagroso como lo que hizo que se salvaran del peligro no una, sino dos veces, contra el conejo zombie gigante.
Y quizás por su acto de buena fe accediendo sin muchos problemas a devolver el oro o por todo lo demás, la beata decidió que iba a echarle una mano. La palabra entrenar le sonó entre rara y nostálgica. Pues el único entrenamiento que había recibido antes había sido unos ocho años atrás. Claro que Hazel aceptó, cualquier cosa era mejor que quedarse tirada sobre la cama gritando al caracolofono por no poder contactar con Ayden para echarle todo eso en cara, como si de verdad el chico tuviera culpa alguna más allá de no estar en ahí.
Abi le habló sobre el poder de la voluntad, algo que llevo a la albina a hacer memoria sobre otros sucesos del pasado, de su infancia. Le explicó que todos los seres vivos poseían ese poder, pero pocos llegaban a ser conscientes de él, el primer paso para poder usarlo. Si de verdad lo que había experimentado ella era eso, tal vez su alocada idea no iba tan descaminada. Así que aceptó sus consejos y su arduo entrenamiento en una sala hecha de la nada dentro de la fortaleza. Supuso que para ella sí que sería como si estuviera entrenando en la vida real, aunque su maestra fuera una proyección. De hecho, ese cuarto debía ser la mejor sala de entrenamiento del mundo, pudiendo transformar su anfitriona todo a voluntad. Claro que no solo aprendió sobre ese poder: También le dio nociones básicas del uso de armas de fuego y hasta le enseñó a cargar una, prepararla y disparar.
Al final, para cuando el mensaje llegase de que les necesitaban —o de que la guerra iba a estallar, si estaban entre barrotes—, estaría preparada y con un arsenal nuevo. A parte de con sus dos espadas, ahora contaría con una pistola de balas y un laza-bengalas, sus correspondientes proyectiles y tres granadas. Al parecer con que se quedaran clavadas o las lanzara y luego forzara ella la explosión desde lejos bastaban.
Solo les quedaba decidir entre los dos posibles frentes. Y, muy a su pesar, a ella le tocaría dejar la batalla en tierra a la muy enfadada beata y al gordinflón de las explosiones por no acabar atrapada en su fuego cruzado al querer hacer su trabajo.
—No me eches mucho de menos, Abby —diría con tono más… Amable, a su forma, ahora que le había cogido cierta confianza—. Si esto sale bien espero que no les moleste pagarnos más de lo que devolvimos por las molestias, así que mientras tú consigues un par de cabezas, supongo que me toca ir con los del trabajo delicado a mí. —Tras decir esto, saldría de la dimensión, reencontrándose con el resto del grupo—. Bueno, ¿quién se viene a desmontar barcos? —
Esta vez su abrigo no era tan grueso, ya que había sopesado la idea de acabar teniendo que nadar incluso en el peor de los casos. Sus botas habían sido reemplazadas, su pantalón ahora era de neopreno negro y debajo de su jersey de cuello alto portaba un bikini. Dudaba que nadar en las frías aguas de Sakura fuese bueno para su salud, como tampoco lo sería el sol para sus ojos y piel protegidos vagamente por la ropa, unas gafas de sol y una gorra de diseño militar, también negro. Se ajustó sus guantes cortos, las correas con sus armas y aseguró su mochila a la espalda. Lista para irse, seguiría las instrucciones del mensajero junto con quien fuera de su grupo a su lado.
- resumen:
- • Quejarse por lo del dinero pero acceder a devolverlo de mala gana.
• Ir dentro de Abby y poner la oreja mientras hablan y devuelve el dinero.
• Entrenar con ayuda de Abby para intentar aprender a usar el Haki (el de armadura ya lo tenía despertado antes del evento y el otro intentó despertarlo en la primera parte)
• Prepararse y decidir ir a destrozar antenas de barcos para restaurar las comunicaciones.
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Por suerte Kohaku no parecía estar en busca y captura en el reino a su regreso, lo cual dado lo que parecía que había hecho resultaba realmente extraño. Sin embargo la verdadera princesa apareció pocos días después, aclarando la historia, lo que el león agradeció. Al ser asociados, cualquier mancha en el honor de Kohaku podía acabar manchando también el de los demás. De hecho ese había sido el problema que apareció en su mente cuando Roland se convirtió en uno de los miembros de la Asociación.
Abby, haciendo gala de una enorme honestidad que el mink no pudo sino aplaudir, devolvió el dinero que les había sido entregado por la falsa princesa. Dado que quien les había pagado no era un representante del reino ese dinero no había sido ofrecido de forma legítima. Por lo tanto era lo correcto entregarlo. Sin embargo el león dudaba muy seriamente de que la mayoría de sus compañeros hubiesen llegado a la misma conclusión.
Tras unos cuantos días de aparente calma el ataque de los invasores dio comienzo. Una multitud de barcos sitiaron la costa casi en su totalidad y comenzaron el ataque, mientras a unos kilómetros de la costa otros barcos situados en posiciones muy concretas aguardaban. Justo cuando estuvieron colocados las comunicaciones dejaron de funcionar en la isla, lo que hacía suponer que fuesen los culpables de dichas interferencias. En cualquiera de los dos frentes podían ser útiles, por lo que lo mejor sería repartirse.
Abby fue la primera en pronunciarse, anunciando que dado que no había mostrado ante las cámaras sus habilidades bélicas probablemente pillaría por sorpresa a los enemigos. Por lo tanto, anunció que iría al frente. Roland no tardó en tomar una opción similar aprovechando su potencia de fuego, y Hazel optó por ir hacia el bloqueo. El mink estaba convencido de que podía marcar más diferencias intentando derribar los barcos que estaban cortando las comunicaciones. Así se lo dijo a sus compañeros:
- Al contrario que Abby, yo sí he sido grabado utilizando mis habilidades en combate singular. Sin embargo muchas otras de mis capacidades no han sido mostradas, la mayoría de las cuales creo que serán más útiles en el mar. Allí mi dominio de los vientos puede resultar un arma decisiva para romper el bloqueo a las comunicaciones. Así que Hazel, voy contigo. ¿Alguien más se apunta?
Fueran dos o tres los que tomaran ese camino, cabrían todos en la misma embarcación. Una vez estuvieran en ella, el león desataría un suave viento a su favor que les permitiera llegar hasta la línea de barcos responsables (supuestamente) del bloqueo con mayor velocidad y menor esfuerzo a los remos.
Abby, haciendo gala de una enorme honestidad que el mink no pudo sino aplaudir, devolvió el dinero que les había sido entregado por la falsa princesa. Dado que quien les había pagado no era un representante del reino ese dinero no había sido ofrecido de forma legítima. Por lo tanto era lo correcto entregarlo. Sin embargo el león dudaba muy seriamente de que la mayoría de sus compañeros hubiesen llegado a la misma conclusión.
Tras unos cuantos días de aparente calma el ataque de los invasores dio comienzo. Una multitud de barcos sitiaron la costa casi en su totalidad y comenzaron el ataque, mientras a unos kilómetros de la costa otros barcos situados en posiciones muy concretas aguardaban. Justo cuando estuvieron colocados las comunicaciones dejaron de funcionar en la isla, lo que hacía suponer que fuesen los culpables de dichas interferencias. En cualquiera de los dos frentes podían ser útiles, por lo que lo mejor sería repartirse.
Abby fue la primera en pronunciarse, anunciando que dado que no había mostrado ante las cámaras sus habilidades bélicas probablemente pillaría por sorpresa a los enemigos. Por lo tanto, anunció que iría al frente. Roland no tardó en tomar una opción similar aprovechando su potencia de fuego, y Hazel optó por ir hacia el bloqueo. El mink estaba convencido de que podía marcar más diferencias intentando derribar los barcos que estaban cortando las comunicaciones. Así se lo dijo a sus compañeros:
- Al contrario que Abby, yo sí he sido grabado utilizando mis habilidades en combate singular. Sin embargo muchas otras de mis capacidades no han sido mostradas, la mayoría de las cuales creo que serán más útiles en el mar. Allí mi dominio de los vientos puede resultar un arma decisiva para romper el bloqueo a las comunicaciones. Así que Hazel, voy contigo. ¿Alguien más se apunta?
Fueran dos o tres los que tomaran ese camino, cabrían todos en la misma embarcación. Una vez estuvieran en ella, el león desataría un suave viento a su favor que les permitiera llegar hasta la línea de barcos responsables (supuestamente) del bloqueo con mayor velocidad y menor esfuerzo a los remos.
- Resumen:
- Ir a restaurar las comunicaciones con quien me acompañe.
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Tras el regreso al castillo, los suplantados retomaron sus vidas cotidianas. Era más que obvio que ninguno de ellos tenía una buena impresión del marine, cosa que no le sorprendió en lo más mínimo.
Las hermanas por su parte comunicaron personalmente su agradecimiento por la ayuda.
Después de ese encuentro no hubo más interacciones con ningún miembro de la familia real, y poco a poco parecía que la isla comenzaba a retomar su tranquilidad habitual. Esto le generó un par de dudas al marine, pues a pesar de ver el ambiente más controlado, la orden de retirada nunca llegó.
Durante los días siguientes esperó la llamada del cuartel general mientras paseaba por los lugares o disfrutar de la compañía de sus esqueletos en la tranquilidad de los bosques cubiertos por nieve, pues no tenía mucho que hacer durante la espera.
Un día se presentó una anomalía. Por más que intentó utilizar su DDM, este no parecía funcionar, este datalle le preocupó ligeramente, sin embargo no parecía ser algo de importancia para el mando, ya que al parecer había otras cosas más importantes ocurriendo en ese momento.
Mientras se dirigía hacía el puesto de mando consiguió escuchar acerca de cómo las tropas del reino fueron empujadas.
La voz de un joven captó la atención del marine. Se trataba de un mensajero cuya tarea era informarle de sus opciones.
Una era unirse a tropas del reino para emboscar a un enemigo y suplatarlo.
La otra opción consistía en un asalto a uno de los barcos enemigos.
Tras pensarlo unos segundos, optó por formar parte del asalto a la nave enemiga, pues consideró que podría ser de más utilidad en un ataque directo, ya que había posibilidad de terminar matando al informante y arruinar la misión.
Tras notificar al mensajero, se puso en marcha hacia donde debería estar el navío ligero.
Las hermanas por su parte comunicaron personalmente su agradecimiento por la ayuda.
Después de ese encuentro no hubo más interacciones con ningún miembro de la familia real, y poco a poco parecía que la isla comenzaba a retomar su tranquilidad habitual. Esto le generó un par de dudas al marine, pues a pesar de ver el ambiente más controlado, la orden de retirada nunca llegó.
Durante los días siguientes esperó la llamada del cuartel general mientras paseaba por los lugares o disfrutar de la compañía de sus esqueletos en la tranquilidad de los bosques cubiertos por nieve, pues no tenía mucho que hacer durante la espera.
Un día se presentó una anomalía. Por más que intentó utilizar su DDM, este no parecía funcionar, este datalle le preocupó ligeramente, sin embargo no parecía ser algo de importancia para el mando, ya que al parecer había otras cosas más importantes ocurriendo en ese momento.
Mientras se dirigía hacía el puesto de mando consiguió escuchar acerca de cómo las tropas del reino fueron empujadas.
La voz de un joven captó la atención del marine. Se trataba de un mensajero cuya tarea era informarle de sus opciones.
Una era unirse a tropas del reino para emboscar a un enemigo y suplatarlo.
La otra opción consistía en un asalto a uno de los barcos enemigos.
Tras pensarlo unos segundos, optó por formar parte del asalto a la nave enemiga, pues consideró que podría ser de más utilidad en un ataque directo, ya que había posibilidad de terminar matando al informante y arruinar la misión.
Tras notificar al mensajero, se puso en marcha hacia donde debería estar el navío ligero.
- Resumen:
- No hacer nada relevante durante el tiempo de espera.
Tomar la opción del asalto al barco.
Dirigirse hacia donde debe estar el navío ligero.
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Gracias a los dioses, si es que había alguno realmente, el sumo monarca del reino de Drum no había puesto precio por si cabeza, y eso era algo que le aliviaba a niveles internos. Siempre estaba la opción de intentar convertirse en uno de los siete caballeros del mar en el caso de ser considerado un criminal, mas no iba a ser necesario, al menos por el momento.
Sin embargo, esa paz interna se esfumó en el preciso instante en el que la señorita de apellido innombrable decidió devolver el dinero al rey. «Tiene que estar de broma…», comentó para sus adentros, con los ojos abiertos de par en par y la boca ligeramente desencajada por el asombro. Por el aspecto de aquel castillo allí no hacía falta esa fortuna, dado que no parecían carecer de nada, es más, hubiera preferido que Abby le hubiera entregado el dinero al pueblo en sí mismo. ¿Populismo? Tal vez, pero mucho mejor que darle el dinero a un triste rey de chichinabo. ¡No podía creerlo!
Las dos semanas siguientes transcurrieron rápida, su alojamiento era una habitación en el interior de Abigail, del cual tan solo salía cuando se iba a los helados bosques de Drum para tratar de controlar el poder de su voluntad, aquella extraña fuerza que emergía de su interior cuando entraba en cólera y que era capaz de paralizar o hacer huir a algunos de sus rivales, eso que llamaban haki del rey. Se limitó a intentar expulsarlo a voluntad, intentando espantar animales salvajes, aunque no tenía claro si lo estaba consiguiendo o no. También practico con su espada e hizo ejercicio físico, ya que mantenerse en forma era otra forma de que el tiempo transcurriera más rápido. Y, además, jugó con un extraño artefacto que era capaz de crear una extraña área que guardó entre sus cosas (el objeto del amigo invisible), que era muy curioso.
Salvo excepciones, trató de estar siempre en solitario, dado que no tenía ganas de confraternizar con aquellos que habían accedido a desprenderse de su pequeña fortuna. «Han pasado dos semanas y sigo sin creérmelo todavía», se dijo cuando todo el grupo tuvo que reunirse para comenzar su nueva misión. Tenían que dividirse en dos frentes: uno en la costa para impedir el acceso de navíos piratas y otro en alta mar para destrozar barcos desde su centro.
—Yo sé nadar —dijo Kohaku, con un tono de voz neutro y seco, que podría considerarse incluso insulso—. Así que me adentraré en alta mar en el navío e intentaré averiguar si el barco al que vamos es el causante de que no funcionen las comunicaciones.
Abigail le entregó una bengala, que acopló a su cinturón para que no le molestara, y junto a Hazel y Raion puso rumbo hacia la pequeña embarcación que iba a llevarlos a alta mar.
—Por cierto, Raion… —hizo una pequeña pausa, mirando hacia el frente y suspirando con cierta pena—. Si ves que pierdo el control te doy permiso para que me dejes inconsciente. Eres lo suficientemente rápido como para pillarme con la guardia baja. Así que cuento contigo —Y alzó el puño para chocarlo con él. Una vez lo hiciera, o no, miraría a Hazel—. Sigo sin poder creer que Abigail haya devuelto el dinero, en serio.
Sin embargo, esa paz interna se esfumó en el preciso instante en el que la señorita de apellido innombrable decidió devolver el dinero al rey. «Tiene que estar de broma…», comentó para sus adentros, con los ojos abiertos de par en par y la boca ligeramente desencajada por el asombro. Por el aspecto de aquel castillo allí no hacía falta esa fortuna, dado que no parecían carecer de nada, es más, hubiera preferido que Abby le hubiera entregado el dinero al pueblo en sí mismo. ¿Populismo? Tal vez, pero mucho mejor que darle el dinero a un triste rey de chichinabo. ¡No podía creerlo!
Las dos semanas siguientes transcurrieron rápida, su alojamiento era una habitación en el interior de Abigail, del cual tan solo salía cuando se iba a los helados bosques de Drum para tratar de controlar el poder de su voluntad, aquella extraña fuerza que emergía de su interior cuando entraba en cólera y que era capaz de paralizar o hacer huir a algunos de sus rivales, eso que llamaban haki del rey. Se limitó a intentar expulsarlo a voluntad, intentando espantar animales salvajes, aunque no tenía claro si lo estaba consiguiendo o no. También practico con su espada e hizo ejercicio físico, ya que mantenerse en forma era otra forma de que el tiempo transcurriera más rápido. Y, además, jugó con un extraño artefacto que era capaz de crear una extraña área que guardó entre sus cosas (el objeto del amigo invisible), que era muy curioso.
Salvo excepciones, trató de estar siempre en solitario, dado que no tenía ganas de confraternizar con aquellos que habían accedido a desprenderse de su pequeña fortuna. «Han pasado dos semanas y sigo sin creérmelo todavía», se dijo cuando todo el grupo tuvo que reunirse para comenzar su nueva misión. Tenían que dividirse en dos frentes: uno en la costa para impedir el acceso de navíos piratas y otro en alta mar para destrozar barcos desde su centro.
—Yo sé nadar —dijo Kohaku, con un tono de voz neutro y seco, que podría considerarse incluso insulso—. Así que me adentraré en alta mar en el navío e intentaré averiguar si el barco al que vamos es el causante de que no funcionen las comunicaciones.
Abigail le entregó una bengala, que acopló a su cinturón para que no le molestara, y junto a Hazel y Raion puso rumbo hacia la pequeña embarcación que iba a llevarlos a alta mar.
—Por cierto, Raion… —hizo una pequeña pausa, mirando hacia el frente y suspirando con cierta pena—. Si ves que pierdo el control te doy permiso para que me dejes inconsciente. Eres lo suficientemente rápido como para pillarme con la guardia baja. Así que cuento contigo —Y alzó el puño para chocarlo con él. Una vez lo hiciera, o no, miraría a Hazel—. Sigo sin poder creer que Abigail haya devuelto el dinero, en serio.
- Resumen:
- Flipar con que Abby haya devuelto el dinero, pasar las dos semanas entrenando y modo autista, continuar flipando con lo del dinero, decidir ir al grupo de los barcos y flipar con el dinero otra vez
Ryuichi Ichiban
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Braud sabía que los guerreros que mataban a ancianos o a niños indefensos perdían la posibilidad de acceder al Salón de Aguamiel de Krom. Si bien estaba aliviado de que a Kohaku no lo fuesen a perseguir porque aquella no era la princesa real... Seguía siendo una niña. Tenía cierta preocupación de que, tras su muerte, no pudiese combatir codo con codo en la batalla eterna junto a uno de sus compañeros. Aunque tal vez existía la oportunidad de que Krom lo perdonase si vivía una vida llena de gloria. La reunión con sus compañeros fue ciertamente placentera.
Aprendió que Abby había devuelto el oro robado, aunque no comprendió el disgusto de los demás ante esa decisión. No conocía mejor estratega que la rubia y confiaba en sus decisiones más que en ninguna otra. Además, el oro era secundario en su profesión. Sí, servía para poder comer y beber, pero... Lo importante era la gloria del combate. Hacer vibrar los huesos con cada golpe, sentirse vivo en el campo de batalla y encontrar una muerte bañada en gloria que honraría a todos sus ancestros. Aquella era la vida que había elegido y el final que quería para la misma.
Finalmente llegó la hora de tomar decisiones. Algunos irían al frente, a la batalla, donde la gloria se encontraba, y otros harían una misión sobre unas comunicaciones que el gigante no llegó a entender. No necesitaba entenderlo, pues él iría con Abby al frente. Tras los últimos preparativos en los que la rubia repartió unas armas de dar señales a los demás, simplemente fue con ella colocando sobre su cabeza la capucha de oso que llevaba. Bajo la misma, sin poder evitarlo, había una sonrisa. Lo único que podía hacer era pensar en la gloriosa batalla que los esperaba y, poco a poco, las ansias de combate le llenaban.
Aprendió que Abby había devuelto el oro robado, aunque no comprendió el disgusto de los demás ante esa decisión. No conocía mejor estratega que la rubia y confiaba en sus decisiones más que en ninguna otra. Además, el oro era secundario en su profesión. Sí, servía para poder comer y beber, pero... Lo importante era la gloria del combate. Hacer vibrar los huesos con cada golpe, sentirse vivo en el campo de batalla y encontrar una muerte bañada en gloria que honraría a todos sus ancestros. Aquella era la vida que había elegido y el final que quería para la misma.
Finalmente llegó la hora de tomar decisiones. Algunos irían al frente, a la batalla, donde la gloria se encontraba, y otros harían una misión sobre unas comunicaciones que el gigante no llegó a entender. No necesitaba entenderlo, pues él iría con Abby al frente. Tras los últimos preparativos en los que la rubia repartió unas armas de dar señales a los demás, simplemente fue con ella colocando sobre su cabeza la capucha de oso que llevaba. Bajo la misma, sin poder evitarlo, había una sonrisa. Lo único que podía hacer era pensar en la gloriosa batalla que los esperaba y, poco a poco, las ansias de combate le llenaban.
Claude von Appetit
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Vale, debo haberme dado un golpe en la cabeza o algo, porque lo último que recuerdo es a este hombre medio calvo decirme que debía pagar para pasar hacia el castillo y ahora de pronto estoy con el vestido que cualquier adolescente querría para su puesta de largo, lleno de gasa y tul... Aunque el degradado es bonito, y al menos no tiene lentejuelas. Vale, pero mi ropa no es el problema, sino que no sé cuánto tiempo ha pasado, pero llevo otra ropa, y estoy jugando contra esta gente a... ¿A destrozar mobiliario urbano? Ah, no, no, no. No señor.
Saco pecho, diría que para parecer imponente pero lo cierto es que semejante escote debe ser bien rellenado, y... ¿No es un poco corta esta falda para el día que hace? O sea, Sakura es una isla invernal y yo con unas medias térmicas y un vestido de fiesta. Pero menuda fiesta; estoy cañón. Pero dejando de hablar de cosas maravillosas, el punki de la cresta parece bastante contento de ser capaz de poder acertar a diez metros en una fuente con un cacho de hierro. No parece darse cuenta del daño que provoca en el patrimonio arquitectónico de la isla, alguien debería decírselo.
Por eso me acerco a él. Respiro profundamente, sacando algo más de pecho y poniéndome frente a su cara. Mis pectorales están casi a la altura de sus ojos, pero eso solo me determina más a enseñarle una valiosa lección acerca de respetar las cosas de los demás.
- No está bien hacer eso -digo, habiendo desenfundado el cuchillo en apenas un instante-. Alguien necesita una lección de respeto.
Mi brazo se mueve como un cañón, dispuesto a segar por completo la cresta del punki hasta dejársela a ras de calva, dejando un tupé plumero en la parte delantera y una cosa rara en la nuca, si todo sale bien. La verdad es que seguramente así aprenda la lección, pero por si no es suficiente con esto intento clavarle en el hombro el extraño objeto alargado. Le llaman "lima", aunque perfectamente podría ser la punta de una bayoneta algo roma. Así aprenderá.
- Esto por irrespetuoso. Ahora pídele disculpas a la fuente -digo, si todo ha salido, y me marcho caminando dignamente en mis tacones a juego con el vestido.
Saco pecho, diría que para parecer imponente pero lo cierto es que semejante escote debe ser bien rellenado, y... ¿No es un poco corta esta falda para el día que hace? O sea, Sakura es una isla invernal y yo con unas medias térmicas y un vestido de fiesta. Pero menuda fiesta; estoy cañón. Pero dejando de hablar de cosas maravillosas, el punki de la cresta parece bastante contento de ser capaz de poder acertar a diez metros en una fuente con un cacho de hierro. No parece darse cuenta del daño que provoca en el patrimonio arquitectónico de la isla, alguien debería decírselo.
Por eso me acerco a él. Respiro profundamente, sacando algo más de pecho y poniéndome frente a su cara. Mis pectorales están casi a la altura de sus ojos, pero eso solo me determina más a enseñarle una valiosa lección acerca de respetar las cosas de los demás.
- No está bien hacer eso -digo, habiendo desenfundado el cuchillo en apenas un instante-. Alguien necesita una lección de respeto.
Mi brazo se mueve como un cañón, dispuesto a segar por completo la cresta del punki hasta dejársela a ras de calva, dejando un tupé plumero en la parte delantera y una cosa rara en la nuca, si todo sale bien. La verdad es que seguramente así aprenda la lección, pero por si no es suficiente con esto intento clavarle en el hombro el extraño objeto alargado. Le llaman "lima", aunque perfectamente podría ser la punta de una bayoneta algo roma. Así aprenderá.
- Esto por irrespetuoso. Ahora pídele disculpas a la fuente -digo, si todo ha salido, y me marcho caminando dignamente en mis tacones a juego con el vestido.
- Resumen:
- intentar apalizar al punki; estrenar el regalo de navidad.
Jace eigner
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Nos habían dicho que esperásemos en las embarcaciones y nos habíamos empezado a apegar a las demás tripulaciones, aunque fuese de forma apresurada… Después de todo, éramos nuevos aliados, pero seguíamos teniendo la palabra nuevos ahí por lo que debíamos seguir ordenes de los mandos del lugar, cosa que no me molestaba para nada, pero igual me iba con cuidado, no quería ser ocupado y luego desechado como los ninjas que nos encontramos antes, a pesar de ello en general nos trataban bastante bien en el lugar, parece que se habían dado cuenta que por el momento les éramos útil, y lo importante era que pensasen siempre que lo éramos.
Es por esto por lo que durante esas dos semanas mi plan desde un principio era ponerme al día, tanto física como mentalmente, después de todo ese tipo se había escapado por mi culpa y no tenía escusa, debía dar lo máximo en esta guerra o morir en el intento, después de todo si no arriesgaba todo aquí, como obtendría el poder para surcar todo el mar y encontrar lo que quiero.
Sería un día antes que me pusiese a entrenar, en donde Alpha me llamaría para explicarme un par de cosas que para variar me ayudarían a avanzar en fuerza de todo tipo, y efectivamente eso que tenía guardado era un aventón que me ayudaría a avanzar años luz…
Haki… Una fuerza que se divide en tres, una que según el capi era capas de generar una armadura que funcionase tanto como arma, como defensa… Otra que permitía controlar gente y que muy poca gente tenía… Y una que me sonaba extremadamente familiar, el Haki de observación… Un poder que era capas de escuchar, comprender y sentir el aura de los enemigos, cosa que en ese momento me haría darme cuenta, ya lo había logrado hacer más de una vez, todo desde que aposte mi vida en un juego de azar.
Esto se lo diría a Alpha dado que al parecer ya conocía del tema, lo que haría que despertar sorpresa en mas de alguno que nos escuchara y definiría mis próximos días de entrenamiento.
Los siguientes días, entrenaría el Haki asiendo todo tipo de entrenamientos complicados, aunque he de decir que el que mas me ayudaba era, pelear con Zira después de todo sus movimientos a pesar de ser barbáricos eran la mejor forma de adivinar por donde irían los golpes, que me dejarían sin descanso, apaleándome sin tregua.
Los días pasaron y poco antes del día de la invasión el capitán me daría un regalo inesperado para muchos, pero que para los que mas le conocen era normal, armamento recién fabricado, que por mi parte esperaba fuesen dagas nuevas, pero recibiendo armas parecidas a las de los ninjas.
-Esperemos esto pueda girar bien. Gracias capitán. – Diría observando el armamento que me habían hecho, para luego recibir la noticia de nuestra misión.
-Así que seremos los elegidos para infiltrarnos Albert- Le diría al mayor -Espera que esta vez te dejare atrás, ya no es un entrenamiento. – Comentaría para luego ir con él a recibir el resto de información, mientras con nuestro extraño (Y tal vez nulo) humor nos preparamos para afrontar lo que sea.
Es por esto por lo que durante esas dos semanas mi plan desde un principio era ponerme al día, tanto física como mentalmente, después de todo ese tipo se había escapado por mi culpa y no tenía escusa, debía dar lo máximo en esta guerra o morir en el intento, después de todo si no arriesgaba todo aquí, como obtendría el poder para surcar todo el mar y encontrar lo que quiero.
Sería un día antes que me pusiese a entrenar, en donde Alpha me llamaría para explicarme un par de cosas que para variar me ayudarían a avanzar en fuerza de todo tipo, y efectivamente eso que tenía guardado era un aventón que me ayudaría a avanzar años luz…
Haki… Una fuerza que se divide en tres, una que según el capi era capas de generar una armadura que funcionase tanto como arma, como defensa… Otra que permitía controlar gente y que muy poca gente tenía… Y una que me sonaba extremadamente familiar, el Haki de observación… Un poder que era capas de escuchar, comprender y sentir el aura de los enemigos, cosa que en ese momento me haría darme cuenta, ya lo había logrado hacer más de una vez, todo desde que aposte mi vida en un juego de azar.
Esto se lo diría a Alpha dado que al parecer ya conocía del tema, lo que haría que despertar sorpresa en mas de alguno que nos escuchara y definiría mis próximos días de entrenamiento.
Los siguientes días, entrenaría el Haki asiendo todo tipo de entrenamientos complicados, aunque he de decir que el que mas me ayudaba era, pelear con Zira después de todo sus movimientos a pesar de ser barbáricos eran la mejor forma de adivinar por donde irían los golpes, que me dejarían sin descanso, apaleándome sin tregua.
Los días pasaron y poco antes del día de la invasión el capitán me daría un regalo inesperado para muchos, pero que para los que mas le conocen era normal, armamento recién fabricado, que por mi parte esperaba fuesen dagas nuevas, pero recibiendo armas parecidas a las de los ninjas.
-Esperemos esto pueda girar bien. Gracias capitán. – Diría observando el armamento que me habían hecho, para luego recibir la noticia de nuestra misión.
-Así que seremos los elegidos para infiltrarnos Albert- Le diría al mayor -Espera que esta vez te dejare atrás, ya no es un entrenamiento. – Comentaría para luego ir con él a recibir el resto de información, mientras con nuestro extraño (Y tal vez nulo) humor nos preparamos para afrontar lo que sea.
- acciones:
- entrenar haki de observación (ojala mínimo al 1), recibir el nuevo armamento y hacer equipo con albert
Omega
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Tomó una bocanada de aire frío y observó la costa soplándose las manos para intentar darles calor, sin éxito. Aquella condenada isla y su clima acabarían terminando con su salud mental, si es que no acababa congelado antes. Mierda blanca por todos lados y un cielo permanentemente gris y triste. ¿Cómo podía vivir nadie en ese infierno congelado? Sin embargo algunos pobres diablos llamaban a aquel sitio su hogar, y eso significaba que tendrían que luchar para expulsar a los piratas de aquel lugar. Había escogido encargarse de los barcos de la costa. Por desgracia había perdido el contacto con John y Ash, así que realmente el "equipo" se limitaba a él, su arsenal y si las cosas se ponían feas, el OST. Por ahora había dado órdenes a Ray y Therese de ocultarse junto al tanque en el bosque, en una zona elevada no muy lejos de la costa. En cuanto diese la señal, que a falta de dispositivos de comunicación (seguramente parte del plan enemigo) sería un disparo del cañón sónico al aire, saldrían del bosque y usarían su posición elevada para disparar a los barcos. A falta de artillería, podían usar el OST como plataforma de artillería móvil.
Mientras tanto, él se infiltraría tras las líneas enemigas y sabotearía tantos barcos como pudiera. Jodería los cañones, colocaría explosivos en la bodega interior, esa clase de cosas. Si tenía la suerte de que fuesen lo bastante descuidados como para dejarle llegar al polvorín, dejaría una bomba o dos para saltar todo el barco por los aires. Por ahora sus preparaciones habían sido escasas: había trucado sus bombas para poner una nueva posición en la rueda que marcaba la cuenta atrás: treinta segundos. Dado que él mismo las había fabricado y su dominio de los procesos mecánicos había mejorado, no le había sido difícil. Luego se había vestido con ropas más inconspicuas y parecidas a lo que llevaría un pirata en mares helados. Bajo el gran abrigo de piel que había escogido llevaba las bombas, ocultas en bolsillos interiores y entre su ropa. Bien visible llevaba la pistola Sweet Sugar, en una ostentación propia de un pirata, y el Ak-T-Meto a la espalda en posición de fusil de asalto. Bajo el abrigo ocultaba el cañón sónico y la Enforcer. Su primer paso sería escurrirse tras las líneas enemigas y fingir ser un pirata más. Una vez en la costa... valoraría cuál barco merecía más su atención.
Mientras tanto, él se infiltraría tras las líneas enemigas y sabotearía tantos barcos como pudiera. Jodería los cañones, colocaría explosivos en la bodega interior, esa clase de cosas. Si tenía la suerte de que fuesen lo bastante descuidados como para dejarle llegar al polvorín, dejaría una bomba o dos para saltar todo el barco por los aires. Por ahora sus preparaciones habían sido escasas: había trucado sus bombas para poner una nueva posición en la rueda que marcaba la cuenta atrás: treinta segundos. Dado que él mismo las había fabricado y su dominio de los procesos mecánicos había mejorado, no le había sido difícil. Luego se había vestido con ropas más inconspicuas y parecidas a lo que llevaría un pirata en mares helados. Bajo el gran abrigo de piel que había escogido llevaba las bombas, ocultas en bolsillos interiores y entre su ropa. Bien visible llevaba la pistola Sweet Sugar, en una ostentación propia de un pirata, y el Ak-T-Meto a la espalda en posición de fusil de asalto. Bajo el abrigo ocultaba el cañón sónico y la Enforcer. Su primer paso sería escurrirse tras las líneas enemigas y fingir ser un pirata más. Una vez en la costa... valoraría cuál barco merecía más su atención.
- resumen:
- Tras elegir la tarea de la costa, hago los preparativos adecuados y me dirijo al lugar.
Zira
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Menudas semanitas pasaron allí, Zira por su parte la pasó más que bien, estuvo socializando con la gente del lugar, no le cayeron mal la verdad, aunque evitó que vieran las armas que había robado de los ninjas, solo por si acaso. Pero eso no es lo mejor, lo que más disfrutó fue la primera semana, llena de momentos íntimos con su capitán, hace tiempo no la pasaba tan bien, estaba feliz de haber encontrado a un hombre que vale la pena acompañar. La situación fue algo calmada esos días, ya que la única preocupación real era la salud de Alpha, pero eso iba lo más bien conforme pasaban los días, así que la muchacha buscó otra forma de pasar el tiempo, de una manera más productiva.
Comenzó a entrenar, practicaba con su nueva espada, le costaba un poco acostumbrarse a ella, ya que tenía un mango algo irregular si lo comparaba con las otras, al principio solo practicaba sus golpes básicos, pero al tercer día decidió ir un paso más allá e intentar mejorar uno de sus ataques estrella. La garra del tigre, seguramente su golpe más letal, pero a la vez el más predecible, lento y que más oportunidades de contraatacar le da al enemigo.
Pero… ¿Cómo lo mejoraría Zira? ¿Lo haría menos predecible agregando movimientos extra? No, ¿Cambiaría el concepto del mismo para hacerlo más efectivo? No, ¿Le agregaría más fuerza explosiva? Sí, ese era su estilo. No tardó en ponerse con eso, iba decidida a hacerlo, pero ya cuando estaba comenzando pensó en lo más importante, ¿Cómo le daría más fuerza? Se quedó un buen rato pensando sobre eso, al punto de abandonar el entrenamiento, para alguien poco culta como ella, ciertas cosas de la física que le podrían servir no las sabe, por lo que tardó en llegar a una conclusión. En el proceso de pensar, Jace le pidió ayuda para entrenar, o algo así, solo le dijo que lo ataque, ella no lo dudó mucho, solo cumplió su petición. Así estuvo un par de días hasta que llegó la idea a su cabeza.
Fue un día que se levantó de la cama con la bombilla encendida, pues había recordado un suceso de su pasado, cuando caminaba por las inseguras calles y tenía que defenderse de los depravados de turno. Ella tenía un bolso con correas largas, solía ponerle piedras y cosas pesadas dentro, para luego hacerlo girar desde la correa para que obtenga velocidad y fuerza para el golpe. ¿Por qué no aplicarlo a aquella técnica?
Tras el desayuno puso en marcha la idea, pero… ¿Cómo provocaría esa misma fuerza sin un objeto flexible del cual tirar? Solo le llegaban más dudas a la cabeza, ¿Se tiraría más días pensando? NO, claro que no, ella es Zira. –Más actuar y menos pensar. –Fue lo único que dijo antes de comenzar.
Ella era flexible y ágil, debía aprovechar esas cualidades de su cuerpo, primero probó con giros sobre su propio pie, eran rápidos pero… estáticos, no podía desplazarse así, no tenía sentido. Luego terminó recordando la base de "La garra del tigre", es un ataque que comienza con una carrera y salto, a partir de eso llegó a una conclusión en cuestión de minutos, los giros los haría en el aire. Se lanzó a ello, con el mismo salto de siempre, pero no le dio el tiempo a hacer más de dos giros, había muy poca distancia entre ella y el suelo, debía compensarlo. Optó por dar un salto mucho más alto, pasando los diez metros, era lo más adecuado, esa distancia le dio el tiempo suficiente para dar los giros necesarios consiguiendo bastante potencia, pero otro problema llegó, no alcanzaba a dar el golpe y no tenía un buen aterrizaje.
De aquí en adelante todo se redujo a prueba y error, ya tenía la teoría, solo le faltaba la práctica, le costó lo suyo. –Quinientos setenta y tres… Quinientos setenta y cuatro… –Contaba los intentos, llegó a los setecientos el primer día, ya para el segundo alcanzó los mil quinientos, todavía no lograba perfeccionar ese movimiento. Pero fue al cuarto día… –¡DOSMIL TRECIENTOS TRECE! –Logró la perfección, lanzó un golpe potente finalizando con un buen aterrizaje que seguía de un deslizamiento de pies que la ponía en pose para seguir atacando por tierra. Decidió probarlo contra algo, terminó por pedirle a uno de los marineros que choque su espada con la de ella a la hora de hacer "La garra del tigre" y finalmente, esa espada que recibió el movimiento estrella de Zira, terminó partida en dos.
Ya había llevado su ataque a otro nivel.
Ya por los últimos días tuvieron una reunión los de su tropa, también había llegado el trío de la demolición para apoyarlos en la aventura, esto alegró más a la muchacha, estaba emocionada por la aventura. El capitán le contó cual era el plan de ataque, ella sin duda le hizo saber al capitán. –Yo voy al frente a pelear. –Tal vez era un poco innecesario decirlo, ya que Alpha la conocía bien, pero nunca estaba de más. Ante los regalos del capitán al resto de la tripulación, ella no dijo nada, no podía quejarse, Alpha ya le había dado más de un regalito.
El día llego y ella ya estaba lista, optó por guardar el tanto en la misma bolsa que los shuriken y los dos kunai, por suerte entraba, con sus dos katanas y la espada de bambú en la espalda, además de El dragón arcoíris en su mano, se dirigió a la costa junto a su capitán el resto del grupo.
Comenzó a entrenar, practicaba con su nueva espada, le costaba un poco acostumbrarse a ella, ya que tenía un mango algo irregular si lo comparaba con las otras, al principio solo practicaba sus golpes básicos, pero al tercer día decidió ir un paso más allá e intentar mejorar uno de sus ataques estrella. La garra del tigre, seguramente su golpe más letal, pero a la vez el más predecible, lento y que más oportunidades de contraatacar le da al enemigo.
Pero… ¿Cómo lo mejoraría Zira? ¿Lo haría menos predecible agregando movimientos extra? No, ¿Cambiaría el concepto del mismo para hacerlo más efectivo? No, ¿Le agregaría más fuerza explosiva? Sí, ese era su estilo. No tardó en ponerse con eso, iba decidida a hacerlo, pero ya cuando estaba comenzando pensó en lo más importante, ¿Cómo le daría más fuerza? Se quedó un buen rato pensando sobre eso, al punto de abandonar el entrenamiento, para alguien poco culta como ella, ciertas cosas de la física que le podrían servir no las sabe, por lo que tardó en llegar a una conclusión. En el proceso de pensar, Jace le pidió ayuda para entrenar, o algo así, solo le dijo que lo ataque, ella no lo dudó mucho, solo cumplió su petición. Así estuvo un par de días hasta que llegó la idea a su cabeza.
Fue un día que se levantó de la cama con la bombilla encendida, pues había recordado un suceso de su pasado, cuando caminaba por las inseguras calles y tenía que defenderse de los depravados de turno. Ella tenía un bolso con correas largas, solía ponerle piedras y cosas pesadas dentro, para luego hacerlo girar desde la correa para que obtenga velocidad y fuerza para el golpe. ¿Por qué no aplicarlo a aquella técnica?
Tras el desayuno puso en marcha la idea, pero… ¿Cómo provocaría esa misma fuerza sin un objeto flexible del cual tirar? Solo le llegaban más dudas a la cabeza, ¿Se tiraría más días pensando? NO, claro que no, ella es Zira. –Más actuar y menos pensar. –Fue lo único que dijo antes de comenzar.
Ella era flexible y ágil, debía aprovechar esas cualidades de su cuerpo, primero probó con giros sobre su propio pie, eran rápidos pero… estáticos, no podía desplazarse así, no tenía sentido. Luego terminó recordando la base de "La garra del tigre", es un ataque que comienza con una carrera y salto, a partir de eso llegó a una conclusión en cuestión de minutos, los giros los haría en el aire. Se lanzó a ello, con el mismo salto de siempre, pero no le dio el tiempo a hacer más de dos giros, había muy poca distancia entre ella y el suelo, debía compensarlo. Optó por dar un salto mucho más alto, pasando los diez metros, era lo más adecuado, esa distancia le dio el tiempo suficiente para dar los giros necesarios consiguiendo bastante potencia, pero otro problema llegó, no alcanzaba a dar el golpe y no tenía un buen aterrizaje.
De aquí en adelante todo se redujo a prueba y error, ya tenía la teoría, solo le faltaba la práctica, le costó lo suyo. –Quinientos setenta y tres… Quinientos setenta y cuatro… –Contaba los intentos, llegó a los setecientos el primer día, ya para el segundo alcanzó los mil quinientos, todavía no lograba perfeccionar ese movimiento. Pero fue al cuarto día… –¡DOSMIL TRECIENTOS TRECE! –Logró la perfección, lanzó un golpe potente finalizando con un buen aterrizaje que seguía de un deslizamiento de pies que la ponía en pose para seguir atacando por tierra. Decidió probarlo contra algo, terminó por pedirle a uno de los marineros que choque su espada con la de ella a la hora de hacer "La garra del tigre" y finalmente, esa espada que recibió el movimiento estrella de Zira, terminó partida en dos.
Ya había llevado su ataque a otro nivel.
Ya por los últimos días tuvieron una reunión los de su tropa, también había llegado el trío de la demolición para apoyarlos en la aventura, esto alegró más a la muchacha, estaba emocionada por la aventura. El capitán le contó cual era el plan de ataque, ella sin duda le hizo saber al capitán. –Yo voy al frente a pelear. –Tal vez era un poco innecesario decirlo, ya que Alpha la conocía bien, pero nunca estaba de más. Ante los regalos del capitán al resto de la tripulación, ella no dijo nada, no podía quejarse, Alpha ya le había dado más de un regalito.
El día llego y ella ya estaba lista, optó por guardar el tanto en la misma bolsa que los shuriken y los dos kunai, por suerte entraba, con sus dos katanas y la espada de bambú en la espalda, además de El dragón arcoíris en su mano, se dirigió a la costa junto a su capitán el resto del grupo.
- Resumen:
- -Socializa con la gente de la tropa de Cecilia Payne y tiene sus travesuras con Alpha.
-Ayuda a Jace con su entrenamiento.
-Entrenó para mejorar su técnica "La garra del tigre"
-Se preparó para dirigirse al frente de batalla.
-Siguió al Capitán para escuchar las indicaciones del coordinador.
Normas del capítulo:
- Se moderará los martes entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los martes antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación:
- Las bestias:
- Con los tesoros devueltos informan a Abi de que no saben de momento si tendrán armas de sobra para lo que se avecina, pero la mantendrán informada al respecto. A parte de eso os aseguran que, por haber hecho lo correcto el rey se asegurará personalmente que cada uno reciba una recompensa apropiada, de todas formas estos días estará ocupado, así que seguramente esa recompensa tardará en llegar.
Abi, Braud y Roland van a la costa a la batalla. No os hacen esperar y os guían por las afueras de la ciudad. Pasan un par de horas de camino por senderos de barro entre la nieve hasta que los primeros indicios de la batalla empiezan a asomar entre las copas de los árboles. Varias columnas de humo se hacen visibles y cuando os adentráis entre los árboles podéis ver con más claridad la batalla.
Estáis en una colina desde la cual se ve la costa, si alguien tiene conocimiento de armas de fuego os daréis cuenta de que esa posición no está escogida al azar. La distancia es suficiente como para estar fuera del alcance de la artillería de los barcos, varios nidos han sido creados en los extremos de la colina, los cuales alojan un total de cuatro escuadrones de artillería, doce cañones en total que frenan el avance del enemigo por tierra de nadie. Delante de esta colina se extienden una serie de trincheras en las cuales los soldados se resguardan del fuego enemigo y aguardan las órdenes para salir. Por delante de estas hay una gran extensión de tierra de nadie, una planicie plagada de cráteres, nieve fundida y tocones de árboles. Por ahora el avance de los piratas ha sido frenado, pero sospechan que pueden intentar atacar por el flanco derecho, un pequeño bosque fuera del alcance de los cañones. Si podéis os dicen que os apostéis en esa zona e interceptéis cualquier ataque, no pueden sacar muchos hombres de las trincheras, pero si queréis hasta quince de ellos estarán a vuestra disposición. Por cierto, también ofrecen a Abi tres cañones de menor calibre que los de artillería. Por cierto, os informan que tengáis cuidado cada tres turnos en tierra de nadie se hace un barrido de artillería a no ser que se informe lo contrario, no os gustaría estar ahí cuando suceda.
Por otro lado Hazel, Raion y Kohaku. Os escoltan al puerto donde os espera un navío pequeño, de no más de 30 metros de eslora, parece más que un barco militar, un pesquero reconvertido con prisas. Varias planchas de acero han sido añadidas como blindaje y estáis acompañados por otros 20 soldados. Mientras termináis las preparaciones en el puerto (Si queréis pedir algo sencillo de última hora podéis hacerlo ahora) os dáis cuenta de que no sabéis cómo un barco como ese va a acercarse sin ser visto.
Tras unos minutos el barco se pone en marcha, rumbo a los barcos que, por ahora, son una pequeña mancha en la lejanía. Justo cuando el barco zarpa se da una señal al puerto y los cañones de este disparan algo a varias docenas de metros a vuestros lados. Una densa cortina de humo blanco os engulle, y si alguien es un poco perspicaz se dará cuenta de que esta puede confundirse desde la distancia con una bruma marina. Por ahora lo mejor para acercarse sin ser advertidos será guardar la calma y no destacar demasiado. Podéis aprovechar para planificar algo.
- Bizvan:
- Te guían hasta un embarcadero en el puerto. Lo que tienes delante no parece un navío militar, sino más bien un barco pesquero reconvertido. Aunque tiene un par de cosas un poco distintas, carece de velas y está más bajo de lo normal, el agua casi llega a una cubierta que han chapado. La cabina es la única entrada a la embarcación. Antes de entrar puedes solicitar algo de equipo sencillo si te hace falta.
Cuando entras te das cuenta de lo que es. Han transformado el pequeño pesquero en un sumergible improvisado, no irá debajo de las olas como un submarino, pero sí lo suficiente metido en el agua como para que sólo una pequeña parte quede por encima del agua. Con suerte no lo verán hasta que esté a pocos metros. Junto a tí embarcan otros 10 soldados, todos completamente equipados para el asalto y alguno con equipo de saboteo. Cuando salís puedes ver como una bruma os engulle, o más bien un humo blanco que están soltando desde el puerto. Cuando salís de esta nube puedes ver a lo lejos, por una de las ventanas unos cuantos barcos, seguramente son vuestro objetivo. Por ahora no hay gran cosa que hacer, pero os recomiendan no hacer estupideces para no ser descubiertos. A lo mejor hay algo que esté en tu mano para facilitar el acercamiento.
- Omega:
- Infiltrarse suena fácil pero hacerlo es otra historia. Antes de salir te preguntan si necesitas algo antes de ir a la misión, esta será la última oportunidad. Los hombres del reino te guían por las montañas, por una ruta demasiado oculta e inaccesible como para que algún pirata la conozca. Te llevan hasta una línea de acantilados al lado de las playas donde los barcos de los piratas están resguardados del fuego enemigo. Desde ahí puedes ver su formación. Cinco de ellos forman un corrillo en semicírculo alrededor de la playa para protegerla de un asalto naval, parejas de barcos se extienden cada quinientos metros formando un pasillo por el que van llegando más barcos con refuerzos. Uno se va y otro está llegando, para dejar tropas en la playa.
Te informan que hay un sendero estrecho en el acantilado que podrías usar para acercarte al primero de los barcos de forma discreta y, en efecto, si te pones en camino te darás cuenta de que este no ha pasado desapercibido. En una zona medianamente amplia hay dos piratas, uno fuma un cigarrillo sentado en una roca mientras revisa su rifle, mientras el otro vigila en la distancia con unos prismáticos, también va armado con un rifle.
- Freites, Jace y Zira:
- Llegáis a la costa, cuando desembarcáis en unas arenas aún teñidas de sangre llegáis a uno de los coordinadores designados por la coalición pirata. Una vez le decís de qué se va a encargar cada uno de vosotros os indica lo que tenéis que hacer y también, si necesitáis algo (sencillo) hay un barco con suministros de donde podéis coger si está disponible. Desde vuestra posición podéis ver que delante a unos cinco kilómetros varias columnas de humo se elevan entre las nevadas copas de los árboles. Una vez terminéis los preparativos os guían hasta el punto donde seréis más útiles.
El equipo de infiltración es llevado por un sendero entre los árboles, poco a poco los disparos y las explosiones se hacen más cercanos, pero nunca llegáis a ellos. Desde una roca elevada podéis ver el campo de batalla. Varias hectáreas de lo que antes era bosque ha sido talado dejando una llanura despejada y llena de tocones y cráteres, cuesta arriba hay una colina a casi un kilómetro de vuestra posición, en la cual se ven cuatro nidos hechos con bolsas de arena y de los cuales doce cañones de artillería sobresalen, escupiendo fuego sobre la tierra de nadie, frenando el avance de las tropas. Os acompañan otros cinco piratas, parece que todos ellos están familiarizados con la tarea que vais a hacer, así que no tiene pinta de que ninguno comenta un error que os delate. Vuestra tarea es sencilla, avanzar por el flanco sin ser descubiertos y llegar a la artillería, si lográis sabotear aunque sea uno de los nidos se generará la abertura necesaria para que las tropas piratas avancen. El problema es que os encontraréis con patrullas, si alguno de vosotros tiene alguna idea brillante para facilitaros el trabajo este es el momento de decirlo.
Por otro lado, el equipo que va al campo de batalla… se encuentra un panorama similar al descrito arriba, solo que al verlo de primera mano es algo más desolador de lo que parece. En trincheras improvisadas varios piratas arrastran a sus heridos, mientras otros se preparan para cargar a la batalla, la última salva de artillería ha descendido sobre el anterior batallón, evitando su avance. Algunos están impacientes por luchar, mientras que los que parecen llevar más tiempo presentan los primeros síntomas de estrés post-traumático. La moral es un cóctel entre muy alta y peligrosamente baja, y eso es malo, dado que es en ese entorno donde se pueden dar disputas internas. Por ahora vuestra única tarea es ayudar en la batalla, pero parece que primero habrá que hacer algo con la moral de las tropas, antes de que estas vuelvan a la carga. Si alguien tiene alguna idea para facilitar el trabajo en la batalla este es el momento de decirla. Según os informan en cinco minutos (tres asaltos) volverán a tener los cañones listos, el problema es que en ese tiempo tan corto las tropas no pueden cruzar la tierra de nadie.
- Redhaired comeback, bichis:
- Vale, Ilje, no sé qué demonios ha pasado, pero te juro que cuando he llegado estaba así. Un momento, que quizás me haya adelantado un poco. Rebobinemos algunos minutos… semanas quizás. Dos, para ser más exacto. El alud, la cueva, el hombre champiñón. De acuerdo, pese a que todo parecía indicar que esa misteriosa gruta podría depararos algo interesante en el futuro, lo cierto es que vuestra expedición no ha salido todo lo bien que planeabais.
Cuando quisiste darte cuenta te encontrabas sola, sin un solo compañero en el que apoyarte y sin tener muy claro hacia dónde ir. Todo esto son suposiciones mías. Sea como sea, en caso de que hayas decidido volver al mundo civilizado, decisión por la que nadie podría juzgarte, ha escuchado un extraño grito, como un cacareo. Solo tú sabes qué ha podido suceder contigo durante estas dos semanas de nebulosa, pero el hecho es que ahí está Claude. Tampoco me preguntes de dónde demonios ha salido ese vestido y por qué le hace tan buen culo.
El caso es que el condenado a rebanado la cresta de un tipo que a todas luces debe tratarse de matón local de turno. Por si no fuese suficiente, le ha clavado una… ¿lima? Sí, parece que una lima, en el hombro. Sea como sea, lo único que en estos momentos puede compararse al tamaño del pecho de Claude es el cuello del pelirrojo en discordia. Se ha inflado y puesto de un intenso color rojo, tanto que no parece creíble, y acaba de entra en contacto con el pecho de Claude. ¿Quién será más gallito de los dos?
El caso es que el tipo, y esto también afecta a Claude, es que se ha arrancado la lima con sus propias manos e intenta responder con un gesto similar al que ha realizado él, salvo que pretende desinflarle el torso a la fuerza. Casi pareciese una respuesta infantil, ya que únicamente se dispone a realizar un movimiento semejante en intensidad y malicia al de su contrincante.
-Es nuestro mobiliario y lo destrozamos cuando queremos –replica uno de sus secuaces, que ha flanqueado la posición de Claude sin recibir orden alguna e intenta golpearle con el puño cerrado en el lateral del cuello.
-La fuente murió hace tiempo –salta el otro contra todo pronóstico, como si el comentario de Claude acerca de pedirle perdón tuviese alguna clase de sentido. Éste, por cierto, intenta lanzar una patada hacia su costado mientras, por supuesto, la papada del tipo que ya no tiene cresta no deja de crecer. ¿Es furia incontenible eso que se ve en sus ojos? Por algún lado tiene que salir.
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Mientras bajaba por el acantilado, examinó la situación. Dos piratas montaban guardia, interponiéndose entre él y los barcos. Además tal y como estaban situados, los que estaban en la costa estaban resguardados por los acantilados. No tenía claro si podría contar con apoyo del OST... aunque tal vez podría disparar a los que traían refuerzos. Observó el cielo. Estaba despejado y soleado. No podría contar con la penumbra de las nubes de tormenta que normalmente rodeaban la isla. Maldito lugar, un día de sol y seguía haciendo un frío horrendo. Suspiró, contuvo un gruñido y meditó la situación. Podía intentar infiltrarse haciéndose pasar por un pirata más, o hacerlo tratando de pasar desapercibido. El entorno no favorecía una aproximación silenciosa, pero si la cagaba tratando de hacerse pasar por otra persona o buscando una excusa para colarse, probablemente la misión se iría por el retrete.
Había pedido antes de irse toda la información que pudiesen darle sobre los piratas enemigos: nombres de capitanes, sucesos de las últimas dos semanas y otros datos en general que le pudiesen ayudar a hacerse pasar por uno de ellos. Además había pedido, además del abrigo, únicamente una navaja automática. Si lo que hubiesen podido contarle le llevaba adentro, sería suficiente. Solo necesitaba suficiente tiempo como para "visitar" el máximo número de barcos posibles y mandarlos al fondo del mar. Pero por otro lado... "ese ser me prometió poder si le entregaba a la persona que está tras todo esto" apretó los labios mientras meditaba "Si logro que esos payasos me lleven ante su jefe y logro que este escupa quién es el verdadero jefazo, o al menos la persona que pueda saberlo, podré darle caza. Corta la cabeza de la serpiente y el cuerpo morirá. Estaré ayudando al reino y cumpliendo mis propios objetivos." Y si lograba no llamar demasiado la atención en el proceso y saboteaba los barcos, mejor que mejor. Pero las prioridades eran las prioridades.
Tras bajar del acantilado se dirigió directamente hacia los dos piratas. Sus botas hacían crujir la nieve bajo él, desvelando arena allí donde la capa no era muy profunda. Una playa nevada, ¡menuda aberración! Definitivamente no le gustaba nada aquel país. Observó a los piratas. Uno llevaba unos prismáticos y el otro fumaba sentado en una piedra. Indudablemente ya debían haberle visto. Se limitó a hacerles un gesto con la cabeza a modo de saludo mientras se aproximaba.
- Vosotros, me mandan a buscar a vuestro jefe. Vengo de la costa norte.
Había pedido antes de irse toda la información que pudiesen darle sobre los piratas enemigos: nombres de capitanes, sucesos de las últimas dos semanas y otros datos en general que le pudiesen ayudar a hacerse pasar por uno de ellos. Además había pedido, además del abrigo, únicamente una navaja automática. Si lo que hubiesen podido contarle le llevaba adentro, sería suficiente. Solo necesitaba suficiente tiempo como para "visitar" el máximo número de barcos posibles y mandarlos al fondo del mar. Pero por otro lado... "ese ser me prometió poder si le entregaba a la persona que está tras todo esto" apretó los labios mientras meditaba "Si logro que esos payasos me lleven ante su jefe y logro que este escupa quién es el verdadero jefazo, o al menos la persona que pueda saberlo, podré darle caza. Corta la cabeza de la serpiente y el cuerpo morirá. Estaré ayudando al reino y cumpliendo mis propios objetivos." Y si lograba no llamar demasiado la atención en el proceso y saboteaba los barcos, mejor que mejor. Pero las prioridades eran las prioridades.
Tras bajar del acantilado se dirigió directamente hacia los dos piratas. Sus botas hacían crujir la nieve bajo él, desvelando arena allí donde la capa no era muy profunda. Una playa nevada, ¡menuda aberración! Definitivamente no le gustaba nada aquel país. Observó a los piratas. Uno llevaba unos prismáticos y el otro fumaba sentado en una piedra. Indudablemente ya debían haberle visto. Se limitó a hacerles un gesto con la cabeza a modo de saludo mientras se aproximaba.
- Vosotros, me mandan a buscar a vuestro jefe. Vengo de la costa norte.
- resumen:
- Hora de ser extremadamente greedy.
Abigail Mjöllnir
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La diplomacia había salido bien. No solo la habían tratado bien y habían perdonado sus errores aceptando oro robado sino que pensaban recompensarlos por hacer lo correcto. Sin ese peso encima de los hombros, Abi se sintió más capaz que nunca de defender aquel amable reino nevado. No había mencionado nada sobre ningún pago, pero si todo salía bien... tenía una pequeña propuesta para el monarca.
Las dos horas de camino sirvieron para varias cosas. Sirvió para enfriar un poco la cabeza de Abigail, que aprovechó las tareas rutinarias de preparar a sus habitantes para enfriar su ira. También aprovechó para dar algunas directrices iniciales a su gente. Disponía de veintitrés habitantes. Uno de ellos se posicionó en la balista de asedio, ocupándose solo de eso. Otro de ellos estaba justo al lado, armado con una pistola y uno de los diales de fulgor para poder echar un cable recargando la balista de ser necesario.
Otros dieciocho estaban repartidos por toda la fortaleza de Abi, armados cada uno con un rifle reglamentario, una pistola, y dos granadas de clavos. Los últimos tres, además de tener a mano lo mismo, tenían un equipo adicional ligeramente distinto: Uno llevaba el lanzallamas Purificador, otro llevaba el revólver de los Seis Caminos y la última llevaba el rifle francotirador Más Allá. Al estar en la comodidad de una fortaleza no tenían que llevarlo todo encima, y todos tenían cerca al menos cinco cargadores de cada arma (Salvo el Revólver de los Seis Caminos). Entre todos los habitantes también se habían repartido granadas cegadoras, el dial láser restante y los otros dos diales de fulgor, así como los de humo, los ensordecedores y los elementales de rayo, hielo y viento que quedaban dentro.
«Cuando lleguemos y recibamos órdenes podré daros instrucciones más precisas, pero por ahora preparáos» Transmitió aquella orden por toda la dimensión castillo. Esos eran solo los preparativos generales, después vendrían las instrucciones de combate. Debía prestar bastante atención así que no utilizaría su copia para atacar, confiaba lo bastante en su gente como para no tener que estar encima suya constantemente. Aprovecharía el trayecto también para un par de cosas más. Al habitante encargado del revólver de los Seis Caminos le enseñó para qué era cada bala. Dado que aún no tenía claro si harían prisioneros o no y teniendo en cuenta que en la fortaleza no tendría problemas para cambiar de cartuchos, le dijo que pusiera uno de cada tipo.
Una vez en la colina, Abigail pudo comprobar alguna que otra cosa aparte del nefasto estado de la colina, que era definitivamente una zona devastada. Lo más importante era que había alguien ducho en artillería en las defensas del reino. La distancia era la ideal para estar fuera del alcance de los barcos y aún estar lo bastante cerca como para mantener a los piratas bajo control, no tendría que preocuparse de dirigir la defensa, parecía que sabían lo que hacían.
—Ya veo. Protegeré el flanco derecho yo misma. Por mi parte no es necesario que mováis a nadie —anunció. Sin embargo, primero debía hacer dos cosas.
—Salid un momento a meter dentro lo que nos han prestado —pidió y, ante la orden, sus habitantes salieron de su dimensión interna para empezar a meter cada uno de los tres cañones menores dentro de la fortaleza, así como la munición que pudieran dejarles.
Mientras iban metiendo y preparando los cañones, la cazadora sacaría su Catalejo Antiguo para observar "de cerca" el otro lado de la colina. Si alcanzaba a ver los rostros de los piratas podría ver el contraste entre unos y otros. Unos muy animados y otros no tanto... podrían aprovecharse de eso.
—Están tocados. Si somos muy brutales puede que destrocemos lo que les queda de moral. Es imposible que un grupo de piratas tan grande esté perfectamente unido, en algún momento se traicionarán para ganarse el favor de sus superiores, o intentarán huir para salvarse —diría en caso de conseguir verlos, tanto para los encargados de la artillería como para Roland y Braud. La naturaleza pirata jugaba en su contra cuando trataban de agruparse, era inevitable que la codicia se apoderara de un sector y el miedo de otro sector. Podían sembrar las dudas y el miedo entre las filas de la basura del mar para desestabilizarlos. Después de todo la convicción de unos asesinos nunca sería tan firme como la de las personas que buscaban defender su hogar.
—¡Abi, ya están preparados! —avisaron desde dentro de la fortaleza. Ya habían preparado los cañones y los habían juntado los tres en la misma estancia, donde se colocaron seis de sus veintitrés habitantes -de los que van con pistola, rifle y granadas- para poder manejarlos.
—Si encuentro alguna amenaza la aplastaré y volveré aquí, pero si veis que algún pirata podría atravesar la artillería avisadme y vendré a ayudaros si no estoy en problemas. —dijo mientras guardaba su catalejo dentro del abrigo que llevaba. No dijo nada más, pero si conseguían restablecer las comunicaciones les avisaría. Confiaba en que Raion o Hazel tuvieran el detalle de llamarla si conseguían su objetivo. No preguntó mucho sobre las andanadas que dispararían cada cinco minutos, en la zona que iba a defender no iban a alcanzarla de todas formas.
Una vez hubo aclarado todo con los defensores de Sakura, se puso en marcha hacia la zona designada. Aquella zona, aquel bosque, estaba fuera del alcance de la artillería local, era un buen sitio para escabullirse y tratar de pillarlos por sorpresa. Por desgracia para los atacantes, Abigail tenía algunos recursos para detectar gente. Desplegó el primero de ellos: su Mantra. No sabía si había aliados cerca, así que primero haría un "mapeado" de la zona con un pulso de mantra para detectar las presencias que hubiera en sesenta metros a la redonda. Por ahora no desplegaría sus casi cien ojos, primero necesitaba saber con qué información partía.
Habitantes armados preparados, cañones preparados, diales y otro equipo preparado. Ya estaba preparada para mandar su mensaje. Pidió a sus habitantes que empezaran a posicionarse y a distribuirse por la fortaleza interna pero sin abrir ninguna ventana ni puerta por ahora, quería que estuvieran listos para actuar en cualquier momento.
Las dos horas de camino sirvieron para varias cosas. Sirvió para enfriar un poco la cabeza de Abigail, que aprovechó las tareas rutinarias de preparar a sus habitantes para enfriar su ira. También aprovechó para dar algunas directrices iniciales a su gente. Disponía de veintitrés habitantes. Uno de ellos se posicionó en la balista de asedio, ocupándose solo de eso. Otro de ellos estaba justo al lado, armado con una pistola y uno de los diales de fulgor para poder echar un cable recargando la balista de ser necesario.
Otros dieciocho estaban repartidos por toda la fortaleza de Abi, armados cada uno con un rifle reglamentario, una pistola, y dos granadas de clavos. Los últimos tres, además de tener a mano lo mismo, tenían un equipo adicional ligeramente distinto: Uno llevaba el lanzallamas Purificador, otro llevaba el revólver de los Seis Caminos y la última llevaba el rifle francotirador Más Allá. Al estar en la comodidad de una fortaleza no tenían que llevarlo todo encima, y todos tenían cerca al menos cinco cargadores de cada arma (Salvo el Revólver de los Seis Caminos). Entre todos los habitantes también se habían repartido granadas cegadoras, el dial láser restante y los otros dos diales de fulgor, así como los de humo, los ensordecedores y los elementales de rayo, hielo y viento que quedaban dentro.
«Cuando lleguemos y recibamos órdenes podré daros instrucciones más precisas, pero por ahora preparáos» Transmitió aquella orden por toda la dimensión castillo. Esos eran solo los preparativos generales, después vendrían las instrucciones de combate. Debía prestar bastante atención así que no utilizaría su copia para atacar, confiaba lo bastante en su gente como para no tener que estar encima suya constantemente. Aprovecharía el trayecto también para un par de cosas más. Al habitante encargado del revólver de los Seis Caminos le enseñó para qué era cada bala. Dado que aún no tenía claro si harían prisioneros o no y teniendo en cuenta que en la fortaleza no tendría problemas para cambiar de cartuchos, le dijo que pusiera uno de cada tipo.
Una vez en la colina, Abigail pudo comprobar alguna que otra cosa aparte del nefasto estado de la colina, que era definitivamente una zona devastada. Lo más importante era que había alguien ducho en artillería en las defensas del reino. La distancia era la ideal para estar fuera del alcance de los barcos y aún estar lo bastante cerca como para mantener a los piratas bajo control, no tendría que preocuparse de dirigir la defensa, parecía que sabían lo que hacían.
—Ya veo. Protegeré el flanco derecho yo misma. Por mi parte no es necesario que mováis a nadie —anunció. Sin embargo, primero debía hacer dos cosas.
—Salid un momento a meter dentro lo que nos han prestado —pidió y, ante la orden, sus habitantes salieron de su dimensión interna para empezar a meter cada uno de los tres cañones menores dentro de la fortaleza, así como la munición que pudieran dejarles.
Mientras iban metiendo y preparando los cañones, la cazadora sacaría su Catalejo Antiguo para observar "de cerca" el otro lado de la colina. Si alcanzaba a ver los rostros de los piratas podría ver el contraste entre unos y otros. Unos muy animados y otros no tanto... podrían aprovecharse de eso.
—Están tocados. Si somos muy brutales puede que destrocemos lo que les queda de moral. Es imposible que un grupo de piratas tan grande esté perfectamente unido, en algún momento se traicionarán para ganarse el favor de sus superiores, o intentarán huir para salvarse —diría en caso de conseguir verlos, tanto para los encargados de la artillería como para Roland y Braud. La naturaleza pirata jugaba en su contra cuando trataban de agruparse, era inevitable que la codicia se apoderara de un sector y el miedo de otro sector. Podían sembrar las dudas y el miedo entre las filas de la basura del mar para desestabilizarlos. Después de todo la convicción de unos asesinos nunca sería tan firme como la de las personas que buscaban defender su hogar.
—¡Abi, ya están preparados! —avisaron desde dentro de la fortaleza. Ya habían preparado los cañones y los habían juntado los tres en la misma estancia, donde se colocaron seis de sus veintitrés habitantes -de los que van con pistola, rifle y granadas- para poder manejarlos.
—Si encuentro alguna amenaza la aplastaré y volveré aquí, pero si veis que algún pirata podría atravesar la artillería avisadme y vendré a ayudaros si no estoy en problemas. —dijo mientras guardaba su catalejo dentro del abrigo que llevaba. No dijo nada más, pero si conseguían restablecer las comunicaciones les avisaría. Confiaba en que Raion o Hazel tuvieran el detalle de llamarla si conseguían su objetivo. No preguntó mucho sobre las andanadas que dispararían cada cinco minutos, en la zona que iba a defender no iban a alcanzarla de todas formas.
Una vez hubo aclarado todo con los defensores de Sakura, se puso en marcha hacia la zona designada. Aquella zona, aquel bosque, estaba fuera del alcance de la artillería local, era un buen sitio para escabullirse y tratar de pillarlos por sorpresa. Por desgracia para los atacantes, Abigail tenía algunos recursos para detectar gente. Desplegó el primero de ellos: su Mantra. No sabía si había aliados cerca, así que primero haría un "mapeado" de la zona con un pulso de mantra para detectar las presencias que hubiera en sesenta metros a la redonda. Por ahora no desplegaría sus casi cien ojos, primero necesitaba saber con qué información partía.
Habitantes armados preparados, cañones preparados, diales y otro equipo preparado. Ya estaba preparada para mandar su mensaje. Pidió a sus habitantes que empezaran a posicionarse y a distribuirse por la fortaleza interna pero sin abrir ninguna ventana ni puerta por ahora, quería que estuvieran listos para actuar en cualquier momento.
- resumen:
» Utiliza el trayecto para preparar el equipo de sus habitantes como se ha descrito. Y de paso enfría un poco su enfado.
» Accede a defender el flanco derecho, pero antes usa a sus habitantes para meter los 3 cañones de menor calibre y la munición dentro de su dimensión.
» Mientras preparan eso, usa el Catalejo Antiguo [Otros Objetos de la ficha] para ver a los piratas atacantes. Si consigue ver a los piratas intento que deduzca sus ánimos basándose en sus rostros (Me he basado en la moderación del grupo de piratas que están en esta misma zona).
» Pide a los de la artillería que avisen si surge cualquier problema.
» Una vez en la zona designada, usa Mantra (3) para detectar presencias en un radio de 60 metros para comenzar su vigilancia.
Illje Landvik
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No tenía nada claro lo que había sucedido. Estaba en la cueva con su hermana, con el hombre champiñón, estaban hablando tranquilamente… bueno, o todo lo tranquilamente que se podía en una situación tan bizarra como esa. De repente, todo se volvió negro. Y cuando por fin abrió los ojos, todo era blanco. Estaba en mitad de la nieve.
Sola.
No le había costado mucho ubicarse… físicamente hablando, al menos. Se había puesto en pie con un dolor de cabeza considerable y había ido en busca del barco. Tenía una corazonada horrible y no le interesaba lidiar más ni con dinosaurios ni con champiñones, no de momento.
No le llevó mucho comprobar que tenía razón. No había rastro de sus hermanas. Bueno, en realidad sí lo había. Una nota. Se marchaban, no explicaban cómo, a dónde o por qué. Le habían dejado atrás. Después de todo lo que habían vivido, después de todo el trabajo que habían pasado para reunirse… se habían marchado.
Las dos semanas siguientes pasaron como una neblina extraña. Quería marcharse igual que ellas, zarpar en seguida y buscarlas, pero algo la detenía. No podía irse todavía, no así. No eran las únicas que habían venido en el barco. Ella no era capaz de marcharse sin dar explicaciones. Y, más importante aún, si habían juzgado que no la necesitaban en su próxima aventura, ¿para qué quería perseguirlas?
Se compuso, de alguna manera. No fue fácil llegar a esas conclusiones, pero lo hizo y una vez hecho solo quedaba… avanzar.
No tenía muy claro a dónde. Se deslizó por las calles de Sakura envuelta en su abrigo rosa, recuperado de la cueva. Todavía tenía sus armas y su ddm al bolsillo, aunque dudaba que fuera a sonar. Fue entonces cuando lo oyó. Un cacareo inconfundible.
¿Claude? Claude. Por supuesto. ¿En qué andaba metido? Se acercó a la escena todavía rodando, en silencio. Sacó del bolsillo una piruleta de cereza que había conseguido en algún punto de su anestesia mental y se la llevó a la boca, regodeándose en el azúcar.
El vestido le quedaba bien, aunque no terminaba de entender cómo le iba a cortar el pelo al punki con una lima. Quizá había malinterpretado algo. Él no parecía querer el corte de pelo y por momentos la cosa fue escalando hasta que el punki se arrancó la lima del hombro. Woah. ¿Por qué tanta necesidad de resistirse? Pero no era el único, había un par de tipos más que se lanzaron contra Claude.
No planeaba intervenir, pero lo cierto es que quería saber qué había sido de él en esas dos semanas y, bueno, averiguar qué se había perdido. Y esa gente estaba un poco en el medio.
Agarró su espada y aceleró con los patines para interponerse entre el gallo y el hombre que daba por muerta a la fuente, tratando de darle con el mango de la espada en la cabeza para dejarle inconsciente. No entendía por qué lo decía, todavía echaba agua y se la veía de lo más lozana.
-¡Ey! Me alegro de ver que al menos tú sigues por aquí.- Dijo, sin saber bien cómo empezar. Se puso en guardia, no fuera a ser que uno de esos enemigos de la fuente decidiera tomarla con ella. - ¿me haces un resumen?
Sola.
No le había costado mucho ubicarse… físicamente hablando, al menos. Se había puesto en pie con un dolor de cabeza considerable y había ido en busca del barco. Tenía una corazonada horrible y no le interesaba lidiar más ni con dinosaurios ni con champiñones, no de momento.
No le llevó mucho comprobar que tenía razón. No había rastro de sus hermanas. Bueno, en realidad sí lo había. Una nota. Se marchaban, no explicaban cómo, a dónde o por qué. Le habían dejado atrás. Después de todo lo que habían vivido, después de todo el trabajo que habían pasado para reunirse… se habían marchado.
Las dos semanas siguientes pasaron como una neblina extraña. Quería marcharse igual que ellas, zarpar en seguida y buscarlas, pero algo la detenía. No podía irse todavía, no así. No eran las únicas que habían venido en el barco. Ella no era capaz de marcharse sin dar explicaciones. Y, más importante aún, si habían juzgado que no la necesitaban en su próxima aventura, ¿para qué quería perseguirlas?
Se compuso, de alguna manera. No fue fácil llegar a esas conclusiones, pero lo hizo y una vez hecho solo quedaba… avanzar.
No tenía muy claro a dónde. Se deslizó por las calles de Sakura envuelta en su abrigo rosa, recuperado de la cueva. Todavía tenía sus armas y su ddm al bolsillo, aunque dudaba que fuera a sonar. Fue entonces cuando lo oyó. Un cacareo inconfundible.
¿Claude? Claude. Por supuesto. ¿En qué andaba metido? Se acercó a la escena todavía rodando, en silencio. Sacó del bolsillo una piruleta de cereza que había conseguido en algún punto de su anestesia mental y se la llevó a la boca, regodeándose en el azúcar.
El vestido le quedaba bien, aunque no terminaba de entender cómo le iba a cortar el pelo al punki con una lima. Quizá había malinterpretado algo. Él no parecía querer el corte de pelo y por momentos la cosa fue escalando hasta que el punki se arrancó la lima del hombro. Woah. ¿Por qué tanta necesidad de resistirse? Pero no era el único, había un par de tipos más que se lanzaron contra Claude.
No planeaba intervenir, pero lo cierto es que quería saber qué había sido de él en esas dos semanas y, bueno, averiguar qué se había perdido. Y esa gente estaba un poco en el medio.
Agarró su espada y aceleró con los patines para interponerse entre el gallo y el hombre que daba por muerta a la fuente, tratando de darle con el mango de la espada en la cabeza para dejarle inconsciente. No entendía por qué lo decía, todavía echaba agua y se la veía de lo más lozana.
-¡Ey! Me alegro de ver que al menos tú sigues por aquí.- Dijo, sin saber bien cómo empezar. Se puso en guardia, no fuera a ser que uno de esos enemigos de la fuente decidiera tomarla con ella. - ¿me haces un resumen?
- resumen:
- acoplarse a Claude, tratar de defenderle y ponerse en guardia por si las moscas
Roland von Klauswitz
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Vaya chapa de caminata se estaban pegando. Roland fue a por su moto en cuanto descubrió que llegar a la costa le supondría más de cinco minutos. Eso sí, vaya tenían liada. Los barcos pirata lanzaban sus cañonazos a una zona de nieve y tierra machacada tan hecha polvo como los gallumbos de la suerte de Roland. Desde lo alto de una colina, los defensores acribillaban a todo lo que tocaba la costa, dejando a unos cuantos pringados metidos en surcos excavados en el suelo.
-Si en vez de cavar agujeros fuesen menos nenazas se ahorrarían mucho tiempo -rezongó.
Tanto Braud como Abi estaban allí apostados. Y él que creía que podría quedarse con todo el botín. Al menos Braud era una buena compañía. No había mucha gente más en esa isla que pudiese pasar por un hombre como tocaba. La monja... bueno, la lujuria y la avaricia luchaban dentro de Roland por ver quién ganaba. Al fin y al cabo había devuelto el oro. Al final se llegó a un equilibrio, y Roland coronó la colina con un rencoroso empalme.
-Vas marcando pitones con este frío. ¿Es que te alegras de verme? -le dijo a Abi nada más verla.
Uno de los soldados de Sakura les puso al día de la situación, hablándoles del punto débil en el bosque y blablabla. Eso no le interesaba. En vez de eso le propuso una apuesta a Braud.
-El que menos piratas se cargue paga la priva esta noche.
Y sin terminar de escuchar lo que se hablaba en la colina, subió a la moto y se lanzó como un trueno en línea recta para interceptar personalmente a todo el que desembarcase. Esta vez no cometería los errores de antes. Se aseguraría de recoger los cuerpos que fuese dejando por ahí o de lo contrario no cobraría. Solo tenía que ir tumbándolos uno a uno según bajasen de sus barquitos.
Más les valía a esos soldaditos no meterse en su camino.
-Si en vez de cavar agujeros fuesen menos nenazas se ahorrarían mucho tiempo -rezongó.
Tanto Braud como Abi estaban allí apostados. Y él que creía que podría quedarse con todo el botín. Al menos Braud era una buena compañía. No había mucha gente más en esa isla que pudiese pasar por un hombre como tocaba. La monja... bueno, la lujuria y la avaricia luchaban dentro de Roland por ver quién ganaba. Al fin y al cabo había devuelto el oro. Al final se llegó a un equilibrio, y Roland coronó la colina con un rencoroso empalme.
-Vas marcando pitones con este frío. ¿Es que te alegras de verme? -le dijo a Abi nada más verla.
Uno de los soldados de Sakura les puso al día de la situación, hablándoles del punto débil en el bosque y blablabla. Eso no le interesaba. En vez de eso le propuso una apuesta a Braud.
-El que menos piratas se cargue paga la priva esta noche.
Y sin terminar de escuchar lo que se hablaba en la colina, subió a la moto y se lanzó como un trueno en línea recta para interceptar personalmente a todo el que desembarcase. Esta vez no cometería los errores de antes. Se aseguraría de recoger los cuerpos que fuese dejando por ahí o de lo contrario no cobraría. Solo tenía que ir tumbándolos uno a uno según bajasen de sus barquitos.
Más les valía a esos soldaditos no meterse en su camino.
- Resumen:
- Coger la moto -bueno, salvo que no funcione- y lanzarse a cazar chusma. ¿Sabes esa zona donde de vez en cuando van a bombardear sin previo aviso? Pues ahí va de cabeza.
Freites D. Alpha
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Al llegar a la costa, lo primero que el pequeño pudo destacar era aquella sangre que teñía la arena. Alpha respiro profundamente, pudo sentir el olor de la arena y la sangre atravesar su mente. Una sonrisa se dibujó en su rostro, claramente estaba disfrutando de todas y cada una de las sensaciones frutos de sentir tan cerca el campo de batalla. Pero, sin importar que, él debía mantener la cordura y demostrar por qué lo llamaban: el señor de la guerra.
- Tengo una lista de cosas en mi mente que podrían sernos útiles. – Dijo el capitán. Observaba como los grumetes marinos bajaban del barco e indico a todos dirigirse al barco con suministros. - Asegúrense de tener todo lo necesario. Ropa contra el frio, municiones y comida… mucha comida.
Luego, dirigió la mirada a Drukoff - También necesitaremos explosivos, vendajes, medicinas, palas y pregunta por un mapa. - El Kieskayo sonrió de medio lado y se lanzó en búsqueda de lo que su capitán le ordenaba. - Observo a Lara con cierta duda. - ¿Seria indicado llevar madera?
- No sería lo más óptimo, Alpha.– Respondiendo ella. – Si muy bien la roca y la madera son mis especialidades, son un recurso que puedes encontrar en cualquier lugar y, por lo que veo, Sakura tiene mucho de ello. Lo más indispensable para mi seria conseguir herramientas adecuadas para trabajar con ellas.
- A ver si tenemos suerte y en el barco de suministros tienen de eso, hermana. - Lara iría en búsqueda de aquello que necesitaba para trabajar sus oficios en el campo de batalla. Claro, si corría con la suerte de encontrar las cosas, al igual que Drukoff. Por otro lado, Jace y Albert ya se pondrían de acuerdo con lo que necesitarían para la infiltración. El pequeño herrero miro a Zira. – Aparte de vendajes y medicinas… ¿Sake y Tabaco, no? – Pregunto. Si muy bien sabía lo importante que eran los recursos básicos, también es el importante tener todo lo necesario para mantener feliz a los soldados.
Y en especial a los suyos.
- No olvides también buscar cosas que necesites, Zira. – Le dijo el pequeño a su querida tripulante. Suzaku observaría al pelilargo, el señor de la guerra aún se encontraba pensando que cosas podían hacer falta, la única conclusión que pudo llegar fue que tal vez pudiese necesitar algo de metal más adelante, así que el mismo se lanzó en búsqueda de ese recurso en el navío.
Y si la dama de la fortuna sonría en esta ocasión, todos encontrarían lo que necesitaban.
En el campo de batalla la cosa era otra cosa, el panorama era desesperanzador acompañado de una clara desventaja. Los enemigos se encontraban en un punto táctico en la cima de una colina, a un kilómetro de distancia. Las condiciones en las que se encontraban eran los aliados eran lamentables, muchos de los heridos eran arrastrados a lo que Alpha podía definir como: la peor trinchera que ha visto en su vida. Tarde o temprano la locura y las ansias de combatir los llevarían a todos a la muerte.
Alpha tenía que hacer algo.
- A ver ¿Que está ocurriendo? – Allí el pequeño se enteró de todo lo que había ocurrido con el anterior grupo y el tiempo que tarda lo cañones en disparar. También pudo notar un poco como algunos ya espesaban a tener los primeros sistemas de estrés post-traumático. Drukoff ya estaba respondiendo el fuego con mas fuego mientras mantenía cobertura junto con un grupo de grumetes. Alpha dio un suspiro profundo y el pequeño comenzó a organizar las cosas de a un paso a la vez.
- ¡Escuchen! - El rostro del pequeño capitán se vio cubierto de una sombra tétrica. Sus ojos eran totalmente blanco y se diría a todos con total y absoluta autoridad. - ¡Aquí existen tres posibles escenarios! ¡Vivir con la victoria y que todo el mundo sepa lo que hemos hecho aquí! ¡Morir en manos de nuestros enemigos! ¡O que Payne nos mate por fallar! ¡Somos piratas, maldita sea! ¡Ya sea por que deseamos oro, fama o poder! ¡Pronto nuestro infiltradores nos darán una abertura y lograremos atravesarlos a todos! ¡Debemos ser pacientes!
Si sus palabras acompañadas con su ansia del señor de la guerra lograban inspirar a las tropas y, si habían corrido suerte con los recursos. Alpha ordenaría repartir medicinas, comida y bebida. También indicaría a Lara que hiciera algo con el estado patético de la trinchera juntos con unos cuantos grumetes.
- Tengo una lista de cosas en mi mente que podrían sernos útiles. – Dijo el capitán. Observaba como los grumetes marinos bajaban del barco e indico a todos dirigirse al barco con suministros. - Asegúrense de tener todo lo necesario. Ropa contra el frio, municiones y comida… mucha comida.
Luego, dirigió la mirada a Drukoff - También necesitaremos explosivos, vendajes, medicinas, palas y pregunta por un mapa. - El Kieskayo sonrió de medio lado y se lanzó en búsqueda de lo que su capitán le ordenaba. - Observo a Lara con cierta duda. - ¿Seria indicado llevar madera?
- No sería lo más óptimo, Alpha.– Respondiendo ella. – Si muy bien la roca y la madera son mis especialidades, son un recurso que puedes encontrar en cualquier lugar y, por lo que veo, Sakura tiene mucho de ello. Lo más indispensable para mi seria conseguir herramientas adecuadas para trabajar con ellas.
- A ver si tenemos suerte y en el barco de suministros tienen de eso, hermana. - Lara iría en búsqueda de aquello que necesitaba para trabajar sus oficios en el campo de batalla. Claro, si corría con la suerte de encontrar las cosas, al igual que Drukoff. Por otro lado, Jace y Albert ya se pondrían de acuerdo con lo que necesitarían para la infiltración. El pequeño herrero miro a Zira. – Aparte de vendajes y medicinas… ¿Sake y Tabaco, no? – Pregunto. Si muy bien sabía lo importante que eran los recursos básicos, también es el importante tener todo lo necesario para mantener feliz a los soldados.
Y en especial a los suyos.
- No olvides también buscar cosas que necesites, Zira. – Le dijo el pequeño a su querida tripulante. Suzaku observaría al pelilargo, el señor de la guerra aún se encontraba pensando que cosas podían hacer falta, la única conclusión que pudo llegar fue que tal vez pudiese necesitar algo de metal más adelante, así que el mismo se lanzó en búsqueda de ese recurso en el navío.
Y si la dama de la fortuna sonría en esta ocasión, todos encontrarían lo que necesitaban.
En el campo de batalla la cosa era otra cosa, el panorama era desesperanzador acompañado de una clara desventaja. Los enemigos se encontraban en un punto táctico en la cima de una colina, a un kilómetro de distancia. Las condiciones en las que se encontraban eran los aliados eran lamentables, muchos de los heridos eran arrastrados a lo que Alpha podía definir como: la peor trinchera que ha visto en su vida. Tarde o temprano la locura y las ansias de combatir los llevarían a todos a la muerte.
Alpha tenía que hacer algo.
- A ver ¿Que está ocurriendo? – Allí el pequeño se enteró de todo lo que había ocurrido con el anterior grupo y el tiempo que tarda lo cañones en disparar. También pudo notar un poco como algunos ya espesaban a tener los primeros sistemas de estrés post-traumático. Drukoff ya estaba respondiendo el fuego con mas fuego mientras mantenía cobertura junto con un grupo de grumetes. Alpha dio un suspiro profundo y el pequeño comenzó a organizar las cosas de a un paso a la vez.
- ¡Escuchen! - El rostro del pequeño capitán se vio cubierto de una sombra tétrica. Sus ojos eran totalmente blanco y se diría a todos con total y absoluta autoridad. - ¡Aquí existen tres posibles escenarios! ¡Vivir con la victoria y que todo el mundo sepa lo que hemos hecho aquí! ¡Morir en manos de nuestros enemigos! ¡O que Payne nos mate por fallar! ¡Somos piratas, maldita sea! ¡Ya sea por que deseamos oro, fama o poder! ¡Pronto nuestro infiltradores nos darán una abertura y lograremos atravesarlos a todos! ¡Debemos ser pacientes!
Si sus palabras acompañadas con su ansia del señor de la guerra lograban inspirar a las tropas y, si habían corrido suerte con los recursos. Alpha ordenaría repartir medicinas, comida y bebida. También indicaría a Lara que hiciera algo con el estado patético de la trinchera juntos con unos cuantos grumetes.
- Resumen:
- - Pedir suministros (Comida, bebida, medicinas, vendajes, explosivos, ropa para el frio, herramientas para Lara, cigarros, sake y un mapa)
- Llegar a la trinchera y dar un discurso con el ambito "ansia del señor de la guerra"
- Ordenar a todos ser pacientes y esperar que la infiltración haga su trabajo. y si teníamos suerte repartir suministros para mantener la morar de al gente en alto.
- Ordenar a Lara intentar hacer algo con la trinchera para mejorarla.
Un largo bostezo escapó de sus labios mientras esperaba. Apostada sobre una enorme caja de madera del barco y con sus acompañantes no especialmente lejos. Su mirada aburrida se fijaba en el mar que relucía fríamente debido a los cielos despejados del reino nevado. Se la notaba… Aburrida. La espera nunca había sido de su agrado. Además, no tenían la más mínima idea respecto a lo que se enfrentaban. ¿De verdad le valía la pena todo aquello? Ya no tenía sentido quejarse, al fin y al cabo, si no rompían la formación de ese grupillo era posible que tampoco pudieran volverse por sus propios caminos. Abandonar la isla. Y todos esos pensamientos se arremolinaban en su cabeza mientras ella se mantenía con las piernas cruzadas, el cuerpo inclinado hacia delante y sus codos clavados en las piernas mientras usaba sus manos para reposar la cabeza.
«Tú solo recuerda lo que te enseñó tu maestra, Hazel. Tu odio te hace fuerte». Se dijo a sí misma. Necesitaba su mal humor para trabajar al máximo de sus capacidades, y ella tenía mucha mala hostia acumulada. Estaba encerrada, le habían quitado su dinero y la pierna, aunque ya recuperada, aún le dolía horrores a ratos. La cicatriz de esa herida iba a durarle para rato. Chaqueó la lengua, frunciendo el ceño mientras miraba su pierna. «El muy hijo de puta no tuvo huevos ni de venir a atacarnos de frente», masculló por lo bajo, reparando entonces en su compañero que, al igual que ella, estaba maldiciendo a alguien más. A Abby.
—Bueno, no puedo decir que sea un plato de buen grado para mí tampoco, señor casi convicto. Pero según le escuché decir al rey, cuando volvamos recibiremos de vuelta una recompensa superior a la que perdimos. Considera que nos van a devolver lo devuelto y pagar lo de ahora. Las cosas serían diferentes si volviéramos con las manos vacías, ¿no? —intentó defender a la monja. ¿Que realmente se la sudaba completamente lo que pensara el chico de ella? Sí. ¿Qué seguramente a Abi no le podría quitar menos el sueño? Más de lo mismo. Pero oye. Le debía una por su entrenamiento intensivo de las últimas semanas y el alojamiento gratuito, así que ahí estaban.
Ah, y también estaba eso. Miró la pequeña riñonera que había recibido antes de subir al barco. Era de color negro y rígida. No muy grande. En su interior contenía material médico para primeros auxilios: vendas, aguja, hilo de sutura, alcohol sanitario y alguna cosilla más. Tal vez si necesitaba currar algo después de acabar la batalla viniera bien. También había pedido un par de espadas más que colgar al cinto, por si las suyas se rompían. Con el tiempo había aprendido a controlar su fuerza y no debiera ser el caso, pero era mejor aprovechar el no tener que costeárselas ella misma.
El barco no tardó mucho más en partir y entonces una preocupación afloró en la cabeza de la albina. Con este clima era imposible que no les vieran llegar… O eso pensaba, hasta que una bruma artificial empezó a rodearles, llenando de niebla sus alrededores. Muy útil para que no les vieran… Y también para no ver tres en un burro. La mujer miró al otro cazador que les acompañaba, Raion. Era la primera vez que veía a un ser con cabeza de león y cuerpo humanoide, la verdad. Y eso que creía haberlo visto todo después de Little Garden. Bueno, no se acostaría con él seguramente ni harta de vino. Pero no le molestaba. Lo curioso de él eran sus habilidades. El poder mover el viento y convertirse en lo mismo era una barrabasada. ¿Siquiera necesitaba de su ayuda pudiendo generar semejantes ráfagas? Seguro que el solo podría haber hundido toda la flota… A no ser que sus capacidades estuvieran más limitadas de lo que ella pensaba. Eso o era demasiado flojo, blando y quería darles algo de protagonismo a ellos también. Como fuera, cuando empezaron a moverse a la joven se le ocurrió proponerle un par de cosas.
—Oye… Raion, ¿verdad? Esta niebla parece que nos puede ocultar, pero no sé hasta dónde… —dejó caer, esperando que el hombre-felino comprendiera a que se refería y ayudara a que la neblina le acompañase hasta lo más cerca posible, de hacerlo, sonreiría—. Bien… pero bueno, no era eso lo que te quería comentar. Desde el barco seremos un blanco fácil para que nos disparen incluso acercándonos todo lo posible. Pero si pudieras movernos por el aire podríamos atacar desde arriba o dejarnos caer en distintos barcos. ¿Podrías hacer eso?
Propondría. En caso de que le pareciera bien, ya tenía un plan de acción. Una vez en el aire, aprovecharía una de las granadas de clavo de Abigail y la lanzaría con todas sus fuerzas al barco que fuese su objetivo. Con algo de suerte solo con esos daños bastaría y ni tendría que romper la antena porque este se fuera a pique. Sino… le tocaría buscarse las mañas, intentando caer en las cuerdas que conectaban al mástil de la antena. La idea era no acabar enzarzada en una batalla contra toda la tripulación sin haber destrozado primero su objetivo. Si las cosas se ponían feas le tocaría escapar.
«Tú solo recuerda lo que te enseñó tu maestra, Hazel. Tu odio te hace fuerte». Se dijo a sí misma. Necesitaba su mal humor para trabajar al máximo de sus capacidades, y ella tenía mucha mala hostia acumulada. Estaba encerrada, le habían quitado su dinero y la pierna, aunque ya recuperada, aún le dolía horrores a ratos. La cicatriz de esa herida iba a durarle para rato. Chaqueó la lengua, frunciendo el ceño mientras miraba su pierna. «El muy hijo de puta no tuvo huevos ni de venir a atacarnos de frente», masculló por lo bajo, reparando entonces en su compañero que, al igual que ella, estaba maldiciendo a alguien más. A Abby.
—Bueno, no puedo decir que sea un plato de buen grado para mí tampoco, señor casi convicto. Pero según le escuché decir al rey, cuando volvamos recibiremos de vuelta una recompensa superior a la que perdimos. Considera que nos van a devolver lo devuelto y pagar lo de ahora. Las cosas serían diferentes si volviéramos con las manos vacías, ¿no? —intentó defender a la monja. ¿Que realmente se la sudaba completamente lo que pensara el chico de ella? Sí. ¿Qué seguramente a Abi no le podría quitar menos el sueño? Más de lo mismo. Pero oye. Le debía una por su entrenamiento intensivo de las últimas semanas y el alojamiento gratuito, así que ahí estaban.
Ah, y también estaba eso. Miró la pequeña riñonera que había recibido antes de subir al barco. Era de color negro y rígida. No muy grande. En su interior contenía material médico para primeros auxilios: vendas, aguja, hilo de sutura, alcohol sanitario y alguna cosilla más. Tal vez si necesitaba currar algo después de acabar la batalla viniera bien. También había pedido un par de espadas más que colgar al cinto, por si las suyas se rompían. Con el tiempo había aprendido a controlar su fuerza y no debiera ser el caso, pero era mejor aprovechar el no tener que costeárselas ella misma.
El barco no tardó mucho más en partir y entonces una preocupación afloró en la cabeza de la albina. Con este clima era imposible que no les vieran llegar… O eso pensaba, hasta que una bruma artificial empezó a rodearles, llenando de niebla sus alrededores. Muy útil para que no les vieran… Y también para no ver tres en un burro. La mujer miró al otro cazador que les acompañaba, Raion. Era la primera vez que veía a un ser con cabeza de león y cuerpo humanoide, la verdad. Y eso que creía haberlo visto todo después de Little Garden. Bueno, no se acostaría con él seguramente ni harta de vino. Pero no le molestaba. Lo curioso de él eran sus habilidades. El poder mover el viento y convertirse en lo mismo era una barrabasada. ¿Siquiera necesitaba de su ayuda pudiendo generar semejantes ráfagas? Seguro que el solo podría haber hundido toda la flota… A no ser que sus capacidades estuvieran más limitadas de lo que ella pensaba. Eso o era demasiado flojo, blando y quería darles algo de protagonismo a ellos también. Como fuera, cuando empezaron a moverse a la joven se le ocurrió proponerle un par de cosas.
—Oye… Raion, ¿verdad? Esta niebla parece que nos puede ocultar, pero no sé hasta dónde… —dejó caer, esperando que el hombre-felino comprendiera a que se refería y ayudara a que la neblina le acompañase hasta lo más cerca posible, de hacerlo, sonreiría—. Bien… pero bueno, no era eso lo que te quería comentar. Desde el barco seremos un blanco fácil para que nos disparen incluso acercándonos todo lo posible. Pero si pudieras movernos por el aire podríamos atacar desde arriba o dejarnos caer en distintos barcos. ¿Podrías hacer eso?
Propondría. En caso de que le pareciera bien, ya tenía un plan de acción. Una vez en el aire, aprovecharía una de las granadas de clavo de Abigail y la lanzaría con todas sus fuerzas al barco que fuese su objetivo. Con algo de suerte solo con esos daños bastaría y ni tendría que romper la antena porque este se fuera a pique. Sino… le tocaría buscarse las mañas, intentando caer en las cuerdas que conectaban al mástil de la antena. La idea era no acabar enzarzada en una batalla contra toda la tripulación sin haber destrozado primero su objetivo. Si las cosas se ponían feas le tocaría escapar.
- resumen:
- • Perder el tiempo esperando a que salgamos del puerto
• Decir a Kohaku que se relaje porque recuperaran su dinero (el de todos)
• Narrar que se ha quedado un kit de primeros auxilios chiquitito y un par de espadas normales y corrientes
• Proponer a Raion que cuando estuvieran lo suficientemetne cerca los elevara por el aire si podía y dejara caer en barcos distintos para empezar a sabotearles. De poder, lanzar una de las granadas de clavo de Abby al barco de turno a ver si los daños bastan para joder la antena y/o hundir el barco. Intentar caer sobre las cuerdas que conectan las velas y el mástil (si no puede usarlas como red intentar agarrarse a ellas)
Claude von Appetit
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Akuma no mi
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En ocasiones la gente adopta conductas un tanto imprudentes, poco menos que alocadas, y desde luego peligrosas. Esta panda de inconscientes me ha exigido dinero por atravesar la zona, luego me ha obligado -o intentado obligar- a jugar a la petanca de los marginados y encima lo hacen arriesgando riqueza escultórica de una ciudad que, muy probablemente, no les pertenezca. O sea, que igual es cierto que son los dueños del sitio, pero hasta que me enseñen las escrituras yo no me creo nada. Pero el caso es que a causa de esto puede que yo haya pecado un poco de temeridad galopante. Es un uno contra tres, y aunque sigo contando con el factor sorpresa no parece que hayan aceptado la lección con la humildad que cabría esperar de ellos. De hecho, el punki empieza a tener el cuello como la polla de un flamenco. Espera, era al revés. ¡Da igual! No tengo tiempo de pensar cuidadas alegorías, este pestuzo se arranca la lima con furia y le veo las intenciones desde aquí -lo cual, en realidad, no tiene mucho mérito dado que su cuello enrojecido está tocando mis boyantes pectorales-. ¡Quiere Destetarme! No puedo consentirlo.
El baile comienza: Uno de los tirillas que lo acompaña se aparta de él sin decir nada. Es obvio que viene a por mí, así que mientras el calvo intenta clavarme la lima doy un paso a la derecha. Sí, un paso. También me alejo unos veinte centímetros hacia atrás y abro mi pecho con las manos, recibiendo la lima en el valle y amortiguando el impacto con el Haki. Tal vez debería haber empezado por ahí, porque noto que me ha arañado bien. No quiero mirar porque igual hay sangre y todo; además, tengo cosas más importantes en las que centrarme.
Como esa.
- ¡Illje! -Me giro para saludarla, emocionado de verla. De pura casualidad mi brazo batiéndose bloquea el puño de quinqui dos, y me quedo mirándolo por un segundo-. Pringao.
Ella detiene la patada que quiere endosarme el matoncillo número tres, y mientras me percato de que he dado la espalda al hombre del enorme, duro y monumental cuello rojo sobre una cabeza calva... Me empiezo a reír. Al final sí que está como una polla. Me doy la vuelta mientras se me escapan las lágrimas, incapaz de recuperar la seriedad. Me disculparía, pero tampoco quiero sonar falso. Ni disculparme, vaya.
- ¿Seguir por aquí? -pregunto-. ¿Al menos yo? Eso explica lo de mis maletas en la taberna.
Tampoco le voy a dar mayor importancia. Elina ya me ha robado el barco y a mi tripulación una vez, ¿por qué no iba a hacerlo una segunda? Ha desobedecido mis órdenes un sinnúmero de veces y sabe que la ley pirata dicta la expulsión o pasarla por la quilla. Aterrada, ha hecho las maletas y se ha marchado. Lógico, por un lado, aunque no esperaba que fuese tan cobarde. Ni que fuese a abandonar a su propia hermana. Pero me alegro, en cierto modo. O sea, estoy dolido, pero saber que ella sigue aquí... Bueno, Illje siempre ha sido la más especial de los Landvik, y con mucho la más capacitada para ser mi subcapitana. Visto en retrospectiva, me equivoqué al dejar que Elina tomase esa responsabilidad.
- La verdad es que me alegro mucho de verte -le digo, acercándome a quinqui dos-. Han sido dos semanas un poco raras. Casi no entiendo cómo ha pasado el tiempo.
Finjo que voy a darle un tajo en el hombro, pero es una simple finta. El movimiento describe un arco horizontal, pero cae contra su cartuchera justo a tiempo mientras levanto la pierna opuesta para darle un rodillazo en el estómago. Si lo consigo, trataré de darle también un codazo en la nuca para dejarlo inconsciente o, al menos, con algún tipo de lesión medular que le impida seguir atemorizando a las buenas gentes de Sakura. Y, tras ello, me encaro hacia el hombre glande.
- Dime que no vas a vomitar leche, por favor.
El baile comienza: Uno de los tirillas que lo acompaña se aparta de él sin decir nada. Es obvio que viene a por mí, así que mientras el calvo intenta clavarme la lima doy un paso a la derecha. Sí, un paso. También me alejo unos veinte centímetros hacia atrás y abro mi pecho con las manos, recibiendo la lima en el valle y amortiguando el impacto con el Haki. Tal vez debería haber empezado por ahí, porque noto que me ha arañado bien. No quiero mirar porque igual hay sangre y todo; además, tengo cosas más importantes en las que centrarme.
Como esa.
- ¡Illje! -Me giro para saludarla, emocionado de verla. De pura casualidad mi brazo batiéndose bloquea el puño de quinqui dos, y me quedo mirándolo por un segundo-. Pringao.
Ella detiene la patada que quiere endosarme el matoncillo número tres, y mientras me percato de que he dado la espalda al hombre del enorme, duro y monumental cuello rojo sobre una cabeza calva... Me empiezo a reír. Al final sí que está como una polla. Me doy la vuelta mientras se me escapan las lágrimas, incapaz de recuperar la seriedad. Me disculparía, pero tampoco quiero sonar falso. Ni disculparme, vaya.
- ¿Seguir por aquí? -pregunto-. ¿Al menos yo? Eso explica lo de mis maletas en la taberna.
Tampoco le voy a dar mayor importancia. Elina ya me ha robado el barco y a mi tripulación una vez, ¿por qué no iba a hacerlo una segunda? Ha desobedecido mis órdenes un sinnúmero de veces y sabe que la ley pirata dicta la expulsión o pasarla por la quilla. Aterrada, ha hecho las maletas y se ha marchado. Lógico, por un lado, aunque no esperaba que fuese tan cobarde. Ni que fuese a abandonar a su propia hermana. Pero me alegro, en cierto modo. O sea, estoy dolido, pero saber que ella sigue aquí... Bueno, Illje siempre ha sido la más especial de los Landvik, y con mucho la más capacitada para ser mi subcapitana. Visto en retrospectiva, me equivoqué al dejar que Elina tomase esa responsabilidad.
- La verdad es que me alegro mucho de verte -le digo, acercándome a quinqui dos-. Han sido dos semanas un poco raras. Casi no entiendo cómo ha pasado el tiempo.
Finjo que voy a darle un tajo en el hombro, pero es una simple finta. El movimiento describe un arco horizontal, pero cae contra su cartuchera justo a tiempo mientras levanto la pierna opuesta para darle un rodillazo en el estómago. Si lo consigo, trataré de darle también un codazo en la nuca para dejarlo inconsciente o, al menos, con algún tipo de lesión medular que le impida seguir atemorizando a las buenas gentes de Sakura. Y, tras ello, me encaro hacia el hombre glande.
- Dime que no vas a vomitar leche, por favor.
- Resumen:
- Pegarle al tipo del puñetazo, reírme del punki en su puta cara, encararlo.
Raion
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Kohaku decidió ir junto a Raion y Hazel hacia las líneas enemigas con el objetivo de terminar con el bloqueo de comunicaciones. Rápidamente los tres cazarrecompensas fueron escoltados hacia un pequeño puerto donde les aguardaba un barco no muy grande pero que sí parecía ser bastante veloz. Las protecciones parecían haber sido añadidas de forma bastante improvisada y casera, lo que dejaba claro que no era un barco de combate, pero eso no importaba. Lo verdaderamente importante era que les permitiera colarse entre los navíos enemigos sin ser detectados.
Apenas hubieron zarpado, varios cañones dispararon desde el puerto una andanada que generó una densa nube de humo que rodeó la embarcación, posibilitando su avance hacia los barcos enemigos sin que estos pudieran verla. Hazel entonces aprovechó para preguntar a Raion acerca de sus capacidades. Cuando este respondió afirmativamente, indicando que podía elevar a una persona por los aires sin ningún problema, esta asintió con expresión alegre y decidida. Aquella chica misteriosa le caía bien.
Durante el camino, el león se concentraría en hacer que el viento moviera la densa nube de humo blanco junto a ellos, de forma que permanecieran ocultos hasta que se encontraran ya entre los barcos enemigos. Al ser únicamente aire lo que estaba desplazando no debía vencer apenas resistencia, por lo que el esfuerzo que le suponía era mínimo, permitiéndole guardar fuerzas para más adelante. Probablemente iba a necesitarlas a no mucho tardar.
Aguardaría en caso de que alguno de sus compañeros solicitase ser enviado volando hacia algún barco y, posteriormente, se dirigiría él mismo hacia el más grande e imponente de los navíos que estuvieran en la línea del bloqueo, el que pareciese ser el líder de la misma.
Desde el aire, invisible en su forma elemental, lo rodearía y observaría con atención buscando puntos débiles antes de tomar una decisión. Si encontraba algo susceptible de ser cortado con una de sus ráfagas de aire que pudiera causar daños severos al navío explotaría aquella debilidad. De lo contrario, trataría de dañar el punto que más ventaja pudiera darle atacar.
Apenas hubieron zarpado, varios cañones dispararon desde el puerto una andanada que generó una densa nube de humo que rodeó la embarcación, posibilitando su avance hacia los barcos enemigos sin que estos pudieran verla. Hazel entonces aprovechó para preguntar a Raion acerca de sus capacidades. Cuando este respondió afirmativamente, indicando que podía elevar a una persona por los aires sin ningún problema, esta asintió con expresión alegre y decidida. Aquella chica misteriosa le caía bien.
Durante el camino, el león se concentraría en hacer que el viento moviera la densa nube de humo blanco junto a ellos, de forma que permanecieran ocultos hasta que se encontraran ya entre los barcos enemigos. Al ser únicamente aire lo que estaba desplazando no debía vencer apenas resistencia, por lo que el esfuerzo que le suponía era mínimo, permitiéndole guardar fuerzas para más adelante. Probablemente iba a necesitarlas a no mucho tardar.
Aguardaría en caso de que alguno de sus compañeros solicitase ser enviado volando hacia algún barco y, posteriormente, se dirigiría él mismo hacia el más grande e imponente de los navíos que estuvieran en la línea del bloqueo, el que pareciese ser el líder de la misma.
Desde el aire, invisible en su forma elemental, lo rodearía y observaría con atención buscando puntos débiles antes de tomar una decisión. Si encontraba algo susceptible de ser cortado con una de sus ráfagas de aire que pudiera causar daños severos al navío explotaría aquella debilidad. De lo contrario, trataría de dañar el punto que más ventaja pudiera darle atacar.
- Resumen:
- Mover el humo junto al barco, esperar para enviar volando a los demás a barcos enemigos en caso de ser necesario y estudiar posibles puntos débiles del barco que parezca el líder desde el aire.
Ryuichi Ichiban
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Braud se colocó de pie en lo alto de aquella colina. Desde allí podía ver, a lo lejos, como peleaban todos contra los piratas. Apretó el puño y se mordió el labio mientras el ansia empezaba a apoderarse de él. Las únicas palabras que pasaban por su cabeza eran "yo quiero yo quiero yo quiero" una y otra vez, buscando unirse a aquella batalla campal de una vez por todas. Abi hizo un reconocimiento de los suyos, preparando un plan. Pero Braud ya sabía lo que iba a hacer. El gigante solo servía en un sitio: a primera línea. En el frente, acabando con todos y, tal como habían dicho, ser lo suficientemente brutal como para acabar con su moral. Aquel instante era uno de los pocos en los que Braud podría demostrar lo que verdaderamente era: No un hombre, no un gigante... un ogro.
En cuanto Roland soltó aquel reto, la sonrisa del ogro se ensanchó, mostrando sus prominentes colmillos. No pudo evitar soltar una carcajada que sonó como un rugido. Empezó a bajar corriendo por la colina, en la misma dirección que Roland. A veces se deslizaba, a veces saltaba. Era como si sus ganas de combatir le diesen suficiente calor como para contrarrestar la nieve y frío de su alrededor.
Podía sentir la fuerza en sus patas con cada paso que daba, con zancadas cada vez más extensas. Su corazón latía con fuerza, con más rapidez cuanto más cerca estaba del combate. Su alma gritaba con la voz de Krom, mostrando sus ansías por el combate a cualquiera que pudiese sentirlo. Roland iba más rápido que él, por supuesto, yendo en su vehículo. Aquello solo hizo que intentase saltar más alto y correr más rápido para llegar cuanto antes, posando toda su fuerza en sus piernas como si fuese una bestia intentando alcanzar su presa. No iba a dejar que el hombre de los regalos se llevase todos los oponentes buenos.
En cuanto Roland soltó aquel reto, la sonrisa del ogro se ensanchó, mostrando sus prominentes colmillos. No pudo evitar soltar una carcajada que sonó como un rugido. Empezó a bajar corriendo por la colina, en la misma dirección que Roland. A veces se deslizaba, a veces saltaba. Era como si sus ganas de combatir le diesen suficiente calor como para contrarrestar la nieve y frío de su alrededor.
Podía sentir la fuerza en sus patas con cada paso que daba, con zancadas cada vez más extensas. Su corazón latía con fuerza, con más rapidez cuanto más cerca estaba del combate. Su alma gritaba con la voz de Krom, mostrando sus ansías por el combate a cualquiera que pudiese sentirlo. Roland iba más rápido que él, por supuesto, yendo en su vehículo. Aquello solo hizo que intentase saltar más alto y correr más rápido para llegar cuanto antes, posando toda su fuerza en sus piernas como si fuese una bestia intentando alcanzar su presa. No iba a dejar que el hombre de los regalos se llevase todos los oponentes buenos.
- Resumen:
- Me engorilo y me entra euforia y voy a saco con Roland para darme de hostiacas con la pipol
Bizvan
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Era interesante como los tiempos de guerra obliga a la gente a convertir las cosas en su alrededor en una herramienta para la batalla.
Bizvan miró el barco adaptado para intentar pasar desapercibido, y lo primero que se preguntó al ver que este no contaba con velas, era como se movería en la dirección adecuada. Probablemente la respuesta a esta duda sería sencilla e incluso cómica para alguien con experiencia en navegación, sin embargo el marine no contaba con experiencia en ese campo, y las pocas veces que tomó el control de un barco terminó viajando a la deriva.
Un hombre le preguntó si requería de algún tipo de equipo antes de embarcar, a lo cual solo respondió con un “No gracias” y entró en el navío.
Diez soldados más se unieron a la misión, cada uno de ellos equipado para el combate, e incluso notó que unos cuantos parecían contar con equipo para sabotajes.
Bizvan colocó su mano derecha sobre la empuñadura de Madre, mientras que su mano izquierda sujetó sus colgantes.* Cuento con ustedes para salir vivo una vez más. *Pensó mientras cerraba sus ojos.
Lo ocurrido en las minas no fue peligroso, sin embargo sería arriesgado pensar que hoy sería una situación similar. Lo mejor que podía hacer era evitar confiarse y ser cauteloso con los enemigos e incluso con los aliados, ya que no había certeza de que estos nuevamente fuesen reales.
Tras unos minutos de minutos de viaje, alguien mencionó que los barcos enemigos eran visibles y que era recomendable no hacer alguna idiotez que delatara la posición de todos.
Bizvan no contaba con alguna forma de ayudar al navío a moverse de manera más rápida y con sigilo. Pudo pensar en en una o dos cosas que con algo de suerte funcionarían, sin embargo ambas implicaban hacer ruido. Debido a esto optó por ser paciente y esperar que las cosas fueran relativamente bien.
Bizvan miró el barco adaptado para intentar pasar desapercibido, y lo primero que se preguntó al ver que este no contaba con velas, era como se movería en la dirección adecuada. Probablemente la respuesta a esta duda sería sencilla e incluso cómica para alguien con experiencia en navegación, sin embargo el marine no contaba con experiencia en ese campo, y las pocas veces que tomó el control de un barco terminó viajando a la deriva.
Un hombre le preguntó si requería de algún tipo de equipo antes de embarcar, a lo cual solo respondió con un “No gracias” y entró en el navío.
Diez soldados más se unieron a la misión, cada uno de ellos equipado para el combate, e incluso notó que unos cuantos parecían contar con equipo para sabotajes.
Bizvan colocó su mano derecha sobre la empuñadura de Madre, mientras que su mano izquierda sujetó sus colgantes.* Cuento con ustedes para salir vivo una vez más. *Pensó mientras cerraba sus ojos.
Lo ocurrido en las minas no fue peligroso, sin embargo sería arriesgado pensar que hoy sería una situación similar. Lo mejor que podía hacer era evitar confiarse y ser cauteloso con los enemigos e incluso con los aliados, ya que no había certeza de que estos nuevamente fuesen reales.
Tras unos minutos de minutos de viaje, alguien mencionó que los barcos enemigos eran visibles y que era recomendable no hacer alguna idiotez que delatara la posición de todos.
Bizvan no contaba con alguna forma de ayudar al navío a moverse de manera más rápida y con sigilo. Pudo pensar en en una o dos cosas que con algo de suerte funcionarían, sin embargo ambas implicaban hacer ruido. Debido a esto optó por ser paciente y esperar que las cosas fueran relativamente bien.
- Resumen:
- Subir al sumergible.
No contar con alguna forma de ayudar al barco a moverse más rápido, por ello solo puede esperar y ver cómo se desarrollan las cosas.
Zira
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Ya iba siendo hora de ir al combate, eso la emocionaba, pero por ahora deberían organizarse primero, buscar suministros es lo que harían acatando las palabras de Alpha. Entonces le tocó a Zira, vendajes, medicina, sake y tabaco, bien, no era muy complicado de encontrar o eso creía. –Allí voy~~ posando al dragón arcoíris sobre su hombro se dirigió a buscar lo pedido por su capitán. Decidió no perder el tiempo con la gente del barco de suministros, pocas ganas tenía de tardar en ir al campo de batalla. Con la medicina no tuvo problemas, ya había alguien allí que le ayudó, tenía un bolso grande armado por si alguien venía a pedir, además de estar armando otro. Con el sake fue rápido también, había una caja de seis botellas nada más entrar, solo se tomó unos segundos pensando si llevársela entera o sacar un par, al final la llevó toda. El tabaco igualmente sin problemas, ya habían varios paquetes envueltos en un pack, no tuvo que llevarlo todo suelto, tuvo bastante suerte. De paso se llevó un cabo de unos diez metros, le iba a servir para atar a alguien si lo precisaba, además de que del bolso de las medicinas sacó un poco de hilo y aguja para ella, más de una vez le pasó que se tuvo que coser una herida, se guardó ambas cosas en su bolsa derecha y siguió.
Ahora era momento de ir al frente de batalla, aunque poco más y estaba haciendo malabares con las cosas, le costó lo suyo llevarlo, era demasiado para sus manitas. Por suerte logró llegar hacia Zusaku y le encajó el bolso con medicinas en el pico. –Te dejo eso a ti, preciosa. –Le dijo al ave para luego enfocarse en su capitán. –Tengo todo, no sé si es mucho o poco sake, solo agarré una caja. –Le mostraba la misma alzandola un poco más con ambas manos, ahora sí llegó el momento que tanto esperaba Zira.
Aunque se terminó encontrando con un ambiente bastante desesperanzador, eso no le importaba, si era por ella iba sola a por todas las unidades enemigas. Una trinchera bastante patética, aunque Zira no es de trincheras, ella va a pecho descubierto de frente hacia el enemigo, es una mujer sin miedos en el combate, por eso al ver el estado de esos hombres las palabras salieron de su boca. –Patético… –Los miraba con algo de desprecio, odiaba a los hombres débiles, dejó el sake y tabaco en el suelo, quedándose solo con su espada en mano, le daba ganas de usarla para cortarle el cuello a uno que otro.
Pero entonces llegó el discurso del capitán hacia los "soldados" desmoralizados, las palabras que este empleó no eran las que Zira usaría, pero tampoco le desagradaban, pegaban bien con ese hombre. Sin embargo su presencia y su aura eran de otro mundo a los ojos de Zira, sus palabras hicieron que la chica tenga más ganas de pelear… –Ay, me mojé. –Entre otras cosas. Seguidamente tomó una botella de la caja y se acercó a Alpha, se quedó a su lado, si la necesitaba la iba a agarrar de su mano.
Ahora era momento de ir al frente de batalla, aunque poco más y estaba haciendo malabares con las cosas, le costó lo suyo llevarlo, era demasiado para sus manitas. Por suerte logró llegar hacia Zusaku y le encajó el bolso con medicinas en el pico. –Te dejo eso a ti, preciosa. –Le dijo al ave para luego enfocarse en su capitán. –Tengo todo, no sé si es mucho o poco sake, solo agarré una caja. –Le mostraba la misma alzandola un poco más con ambas manos, ahora sí llegó el momento que tanto esperaba Zira.
Aunque se terminó encontrando con un ambiente bastante desesperanzador, eso no le importaba, si era por ella iba sola a por todas las unidades enemigas. Una trinchera bastante patética, aunque Zira no es de trincheras, ella va a pecho descubierto de frente hacia el enemigo, es una mujer sin miedos en el combate, por eso al ver el estado de esos hombres las palabras salieron de su boca. –Patético… –Los miraba con algo de desprecio, odiaba a los hombres débiles, dejó el sake y tabaco en el suelo, quedándose solo con su espada en mano, le daba ganas de usarla para cortarle el cuello a uno que otro.
Pero entonces llegó el discurso del capitán hacia los "soldados" desmoralizados, las palabras que este empleó no eran las que Zira usaría, pero tampoco le desagradaban, pegaban bien con ese hombre. Sin embargo su presencia y su aura eran de otro mundo a los ojos de Zira, sus palabras hicieron que la chica tenga más ganas de pelear… –Ay, me mojé. –Entre otras cosas. Seguidamente tomó una botella de la caja y se acercó a Alpha, se quedó a su lado, si la necesitaba la iba a agarrar de su mano.
- Resumen:
- -Fue a buscar medicina, sake, tabaco y un cabo al barco de provisiones.
-Se guardó un cabo de diez metros, hilo y aguja para ella.
-Le dejó las medicinas a Suzaku.
-Se mantuvo expectante ante las palabras del capitán hacia los piratas.
-Se acercó a Alpha con una botella de Sake en su mano por si este quería agarrarla.
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