Anna Bloodfallen
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No hace falta que intervenga en la pelea que se ha montado en el corredor, además tampoco quiero que me llegue una bola de fuego por la espalda y acabe como el pobre Lothric. Como tengo el visto bueno de los líderes del escuadrón de fuga comienzo a revisar todo lo que hay en suelo y, de paso, echarme una cucaracha a la boca. ¿Qué? Son feas y no parecen apetitosas, la verdad es que ni siquiera lo son, pero ese «crack» que hacen mis dientes al aplastar su cuerpecito es divertido. A todo esto… Sé muy bien que la higiene no es lo mío, pero incluso yo necesito un cepillo de dientes. Como no encuentre uno no tendré más opción que improvisar algo con mis pelos.
Me alejo de la señora escándalos y reviso una de las lanzas. Parece un arma ordinaria con su respectivo mango de madera y punta de metal. Sin embargo, lo interesante se encuentra en esta última. Me toma un par de intentos romper el mango a la medida que yo quiero, y eso que romper cosas es mi especialidad. Como soy pequeña, incuestionablemente más débil que el vomita-fuego y mi único rol es acechar a las presas desde las sombras, una lanza me vendría tan bien como un lápiz a un pez. He dejado intencionalmente una sección lo suficientemente grande para poder empuñarla y así tener un cuchillo improvisado. Veamos, sé lo mismo de herrería que un ciego de colores, así que no espero gran cosa. Como sea, repito el proceso unas cinco veces más y ahora tengo en mi poder un set de seis cuchillos mortales.
Ahora mi objetivo son los cadáveres. Luego le prestaré atención a las armaduras, lo importante es ver si llevan algo de valor: dinero, joyas, una oportuna carta que revele la ubicación del mandamás de Hallstat, una foto en tanga de la señora escándalos para chantajearla más tarde… Me gustaría encontrar un reloj de bolsillo, a poder ser de plata y con retoques de oro. Si es de madera y funciona de vez en cuando, también me vale. Luego de mi exhaustiva inspección paso a las armaduras. Pese a recibir un chorro de fuego de manera directa están frías. Pero yo qué sé, no tengo puta idea de herrería ni metales.
Lo más llamativo es la pechera, pero creo que limitaría demasiado mis movimientos y, como no tengo ningún lugar donde dejarla, acabará siendo peso muerto. Los guanteletes sí que me llaman la atención. Acostumbro a defenderme con los brazos y tener algo de protección extra vendría bien. Lo mismo con las grebas. El casco no me servirá de nada porque pronto me colocaré la máscara de cuervo, y las reglas dicen que es o máscara o casco, pero ambas al mismo tiempo no. ¿Encontraré una capa que no haya sido calcinada por el fuego? Igual más rato me convierto en superheroína solo por diversión.
Una vez terminada la inspección, informaría a la señora escándalos sobre mis descubrimientos y marcharía con ella, siempre manteniéndome en la posición más segura: la retaguardia.
Me alejo de la señora escándalos y reviso una de las lanzas. Parece un arma ordinaria con su respectivo mango de madera y punta de metal. Sin embargo, lo interesante se encuentra en esta última. Me toma un par de intentos romper el mango a la medida que yo quiero, y eso que romper cosas es mi especialidad. Como soy pequeña, incuestionablemente más débil que el vomita-fuego y mi único rol es acechar a las presas desde las sombras, una lanza me vendría tan bien como un lápiz a un pez. He dejado intencionalmente una sección lo suficientemente grande para poder empuñarla y así tener un cuchillo improvisado. Veamos, sé lo mismo de herrería que un ciego de colores, así que no espero gran cosa. Como sea, repito el proceso unas cinco veces más y ahora tengo en mi poder un set de seis cuchillos mortales.
Ahora mi objetivo son los cadáveres. Luego le prestaré atención a las armaduras, lo importante es ver si llevan algo de valor: dinero, joyas, una oportuna carta que revele la ubicación del mandamás de Hallstat, una foto en tanga de la señora escándalos para chantajearla más tarde… Me gustaría encontrar un reloj de bolsillo, a poder ser de plata y con retoques de oro. Si es de madera y funciona de vez en cuando, también me vale. Luego de mi exhaustiva inspección paso a las armaduras. Pese a recibir un chorro de fuego de manera directa están frías. Pero yo qué sé, no tengo puta idea de herrería ni metales.
Lo más llamativo es la pechera, pero creo que limitaría demasiado mis movimientos y, como no tengo ningún lugar donde dejarla, acabará siendo peso muerto. Los guanteletes sí que me llaman la atención. Acostumbro a defenderme con los brazos y tener algo de protección extra vendría bien. Lo mismo con las grebas. El casco no me servirá de nada porque pronto me colocaré la máscara de cuervo, y las reglas dicen que es o máscara o casco, pero ambas al mismo tiempo no. ¿Encontraré una capa que no haya sido calcinada por el fuego? Igual más rato me convierto en superheroína solo por diversión.
Una vez terminada la inspección, informaría a la señora escándalos sobre mis descubrimientos y marcharía con ella, siempre manteniéndome en la posición más segura: la retaguardia.
- Resumen:
- Saquear los cadáveres, armarme con las cuchillas-lanzas y luego seguir a Cass.
Me le quede mirando de manera escéptica a mi compañera de armas por el escandalo que estaba desatando en las inmediaciones de la plaza en el exterior de la taberna, cosa que solo me hizo lanzar un largo suspiro por saber de que esto solo seria algo mas problemática de lo que solía ser realmente. De todas maneras, mire la escena como transcurría y me parecía bastante extraño que solo una persona realmente hiciera tal espectáculo por nada, o por lo menos, eso parecía ser lo que estaba viendo a simple vista porque desde la taberna no se podía apreciar mucho mas, mas cuando nos acercamos al lugar en cuestion, uno de esos soldados nos grito de que le ayudaramos con el muchacho cuyo rostro no aparecia en mi mente mas que nada por que estaba de espaldas.
Deje que Helga se encargara directamente del problema para pasar de largo del "peligro" que correspondia la pelea de los soldados y aquel hombre para ver que era exactamente la fuente por la cual peleaba porque claramente no habia podido escuchar el grito que habia escuchado anteriormente de aquel joven hombre por estar "encerrado" en la taberna y por esta razon camine directamente hacia el escenario en cuestion para asegurarme que no estuviese pasando nada "malo"
Deje que Helga se encargara directamente del problema para pasar de largo del "peligro" que correspondia la pelea de los soldados y aquel hombre para ver que era exactamente la fuente por la cual peleaba porque claramente no habia podido escuchar el grito que habia escuchado anteriormente de aquel joven hombre por estar "encerrado" en la taberna y por esta razon camine directamente hacia el escenario en cuestion para asegurarme que no estuviese pasando nada "malo"
- Resumen + Acciones:
- Pasa de largo de Adam y los soldados, para ir directamente al escenario para ver que estaba pasando.
Adam
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Tal vez fuera por la euforia del momento, el carácter confiado del muchacho o el hecho de que se hubiera alzado los brazos soltando la crin del caballo, fuera como fuera, la celebración del muchacho se vio interrumpida por una inoportuna caída contra el suelo.
-¡Ay! Eso doler- masculló en un tono lo suficientemente alto como para considerarlo un pensamiento en voz alta, a la vez que se flexionaba para evitar la coz -¡Eh, Perico¡-increpó al caballo por el nombre que le habían puesto los tripulantes a la bestia -Tu necesitar tener mas cuidado- increpó a su caballo, con la creencia de que efectivamente aquel ser era capaz de comprender lo que decía.
Tras meter los dedos en los ojos al pobre guardia y reincorporarse, el primer instinto del muchacho fue girarse hacia la escalera que le permitía escalar el patíbulo, más se freno en seco al ver al hombre que se interponía entre él y el inmenso tesoro que debía resguardar aquella espalda de hombros anchos y de rostro oculto por aquel extraño sombrero de pescador, y es que Adam ya había dispuesto a dar el primer paso izquierdo para lanzar un sorpresivo puñetazo en la geta del hombre que se encontraba a un paso cuando una sorpresiva voz le advirtió de peligro.
Observando por el rabillo del ojo, el niño vio a una inmensa mole de dos metros que representaba aquella mujer, aunque los codiciosos ojos del niño fueron rápidamente al extraño brillo que surgía en la cabeza de la mujer, frenándose en seco y agachándose posteriormente al ver qué y flexionando sus rodillas dejando que la sorpresivo “tesoro” le pasara por encima de la cabeza, aunque no fue hasta que el muchacho agachó la cabeza que volvió a reparar en el guardia, aunque la pregunta realmente era ¿Habría reparado el guardia a tiempo de la bola que había parecido tras agacharse?
Aprovechando el respiro que eso pudiera darle, el muchacho se fijó en la mujer creyendo en una primera instancia que esta se trataba de una enemiga, más al ver el aspecto de la mujer otra idea surgió en la cabeza del crio. Y es que aquella altura, pelos rojos del mismo color que los de Keiran y los del “Napo” no podía ser casualidad, y es que en la mente del muchacho aquello no podía significar otra cosa que Helga debía tratarse de un miembro de la manada de Keiran, uno al que todavía no conocía.
-Oh, tu deber ser amiga de Keiran- dijo el muchacho señalando a la mujer -Yo Adam, yo también amigo de Keiran- diría antes de propinar un profundo silbido para llamar a su animal, sin llegar a esperar una respuesta de la mujer. Después de todas esas fragantes pruebas, la respuesta era obvia para el muchacho que apenas alcanzaba a tapar sus vergüenzas con aquella mullida hoja.
Sin un instante que perder y tomando prestada la espalda del hombre que aún se encontraba compareciente por el mal de ojo, brincó como si de un trampolín se tratará para de un salto de regresar a lomos de su caballo, donde tras un par de caricias y susurros trataría de retomar las riendas de Perico a la vez que hacia que este se revolviera un poco sobre donde se situaba antes de mandarle galopar y alejarse momentáneamente de los guardias y atizaba un puñetazo a cualquiera que se acercará demasiado a su animal. Una vez hubiera recuperado algo de espacio, volvería a encaminar a su bestia con otro silbido, galopando de frente de nuevo contra la maltrecha formación que pudiera quedar, a la vez que agitaba su varazo izquierdo de forma violenta, como si fuera una especie de maza, tomando una velocidad y fuerza considerables para tratarse de un niñato.
-¡TRAIDORES, TRAIDORES HIJOS DE PUTA! – gritó de nuevo, no solo haciendo gala de una completa carencia de compresión oral, sino demostrando una capacidad de aprobación del folclore local digan de un pirata.
-¡Ay! Eso doler- masculló en un tono lo suficientemente alto como para considerarlo un pensamiento en voz alta, a la vez que se flexionaba para evitar la coz -¡Eh, Perico¡-increpó al caballo por el nombre que le habían puesto los tripulantes a la bestia -Tu necesitar tener mas cuidado- increpó a su caballo, con la creencia de que efectivamente aquel ser era capaz de comprender lo que decía.
Tras meter los dedos en los ojos al pobre guardia y reincorporarse, el primer instinto del muchacho fue girarse hacia la escalera que le permitía escalar el patíbulo, más se freno en seco al ver al hombre que se interponía entre él y el inmenso tesoro que debía resguardar aquella espalda de hombros anchos y de rostro oculto por aquel extraño sombrero de pescador, y es que Adam ya había dispuesto a dar el primer paso izquierdo para lanzar un sorpresivo puñetazo en la geta del hombre que se encontraba a un paso cuando una sorpresiva voz le advirtió de peligro.
Observando por el rabillo del ojo, el niño vio a una inmensa mole de dos metros que representaba aquella mujer, aunque los codiciosos ojos del niño fueron rápidamente al extraño brillo que surgía en la cabeza de la mujer, frenándose en seco y agachándose posteriormente al ver qué y flexionando sus rodillas dejando que la sorpresivo “tesoro” le pasara por encima de la cabeza, aunque no fue hasta que el muchacho agachó la cabeza que volvió a reparar en el guardia, aunque la pregunta realmente era ¿Habría reparado el guardia a tiempo de la bola que había parecido tras agacharse?
Aprovechando el respiro que eso pudiera darle, el muchacho se fijó en la mujer creyendo en una primera instancia que esta se trataba de una enemiga, más al ver el aspecto de la mujer otra idea surgió en la cabeza del crio. Y es que aquella altura, pelos rojos del mismo color que los de Keiran y los del “Napo” no podía ser casualidad, y es que en la mente del muchacho aquello no podía significar otra cosa que Helga debía tratarse de un miembro de la manada de Keiran, uno al que todavía no conocía.
-Oh, tu deber ser amiga de Keiran- dijo el muchacho señalando a la mujer -Yo Adam, yo también amigo de Keiran- diría antes de propinar un profundo silbido para llamar a su animal, sin llegar a esperar una respuesta de la mujer. Después de todas esas fragantes pruebas, la respuesta era obvia para el muchacho que apenas alcanzaba a tapar sus vergüenzas con aquella mullida hoja.
Sin un instante que perder y tomando prestada la espalda del hombre que aún se encontraba compareciente por el mal de ojo, brincó como si de un trampolín se tratará para de un salto de regresar a lomos de su caballo, donde tras un par de caricias y susurros trataría de retomar las riendas de Perico a la vez que hacia que este se revolviera un poco sobre donde se situaba antes de mandarle galopar y alejarse momentáneamente de los guardias y atizaba un puñetazo a cualquiera que se acercará demasiado a su animal. Una vez hubiera recuperado algo de espacio, volvería a encaminar a su bestia con otro silbido, galopando de frente de nuevo contra la maltrecha formación que pudiera quedar, a la vez que agitaba su varazo izquierdo de forma violenta, como si fuera una especie de maza, tomando una velocidad y fuerza considerables para tratarse de un niñato.
-¡TRAIDORES, TRAIDORES HIJOS DE PUTA! – gritó de nuevo, no solo haciendo gala de una completa carencia de compresión oral, sino demostrando una capacidad de aprobación del folclore local digan de un pirata.
- DE BUENA ONDA CON LA PRIMA DEL KEIRAN A.K.A: HELGA:
- Pues en primer lugar narro un poco la movidiña.
- Encararse con el guardia, pero verse interrumpido por Helga, agacharse instintivamente y dejar que el puño le parta la madre al guardia.
- Pensar que Helga debe tratarse de compañera de la tripu, ya que es alta y pelirroja como las zorras de Keiran y Napoleon, por lo cual debe de ser familia o pana.
- Tomar prestada la espalda del guardia( a modo de relieef cómico, no quiero que se tome como una cerrada ni nada, vaya), como si fuera un taburete para montar de nuevo al Perico, el caballo blanco de pura raza.
- Tratar de calmar al bicho, haciendo que gire sobre si mismo y golpeando a los capullos que me toquen los huevos con el objetivo de separarse y preparase para iniciar una nueva carga mientras grita y prepara un buen meco.
- Pues en primer lugar narro un poco la movidiña.
Morgoth
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La primera apuesta había sido todo un éxito, y aunque eso hizo que mi adrenalina subiese y me incitase a apostar más y probar más suerte, conseguí reprimirme pensado constantemente en mi objetivo. Acercarme a alguien del bajo mundo.
Cuando me acercó las ganancias de mi apuesta, pude ver como en las fichas había un símbolo que antes no había visto. Una Jolly Roger. Pero no era cualquiera, ya la había visto antes. Si no recordaba mal, la había visto en algún den den mushi que portaba Spirelly hacía un par de semanas.
“Bueno, no voy del todo desencaminado, pero me acerco hacia un lado que no me gusta” pensé al lanzar la ficha al aire y luego cogerla cuando caía. Volví a hacer una apuesta con un par de fichas, aunque esta vez a un solo color. Mientras jugábamos pasaron alguna vez más a ofrecernos más bebida, pero apenas le había dado un par de sorbos pequeños desde que la pedí. Me extrañaba aquello dado que hacía muy poco tiempo que nos las había servido. Miré al camarero de reojo “espero que no intente emborracharnos” pensé volviendo la mirada al juego.
El ruido entró por un momento en el salón tras abrirse la puerta durante un momento, trayendo sonidos de guerra, había estallado nuevamente, aunque no presté atención fingiendo más interés por el juego. Y unos segundos después apareció un hombre a mi lado vestido de forma extraña y me habló.
-Bueno, si quiere jugar. Creo que deberá conseguir algunas fichas primero. Won Sung, por cierto – le dije tendiéndole una mano a modo de saludo. – Encantado.
Había sido extraña la forma de actuar de aquel tipo, pero no podía ser descortés dado que no me había dicho nada ofensivo.
Cuando me acercó las ganancias de mi apuesta, pude ver como en las fichas había un símbolo que antes no había visto. Una Jolly Roger. Pero no era cualquiera, ya la había visto antes. Si no recordaba mal, la había visto en algún den den mushi que portaba Spirelly hacía un par de semanas.
“Bueno, no voy del todo desencaminado, pero me acerco hacia un lado que no me gusta” pensé al lanzar la ficha al aire y luego cogerla cuando caía. Volví a hacer una apuesta con un par de fichas, aunque esta vez a un solo color. Mientras jugábamos pasaron alguna vez más a ofrecernos más bebida, pero apenas le había dado un par de sorbos pequeños desde que la pedí. Me extrañaba aquello dado que hacía muy poco tiempo que nos las había servido. Miré al camarero de reojo “espero que no intente emborracharnos” pensé volviendo la mirada al juego.
El ruido entró por un momento en el salón tras abrirse la puerta durante un momento, trayendo sonidos de guerra, había estallado nuevamente, aunque no presté atención fingiendo más interés por el juego. Y unos segundos después apareció un hombre a mi lado vestido de forma extraña y me habló.
-Bueno, si quiere jugar. Creo que deberá conseguir algunas fichas primero. Won Sung, por cierto – le dije tendiéndole una mano a modo de saludo. – Encantado.
Había sido extraña la forma de actuar de aquel tipo, pero no podía ser descortés dado que no me había dicho nada ofensivo.
- resumen:
- Seguir a lo mío y contestar al tipo recién llegado.
Velkan Byrne
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No sabía qué le había molestado más: lo estúpido de aquella llamada o que estuviese comportándose como un insubordinado. ¿Por qué llamaban al general DIRECTAMENTE para hablarle de las acciones de un grupo no alineado, en lugar de comunicárselo al encargado de inteligencia y que este decidiese qué cosas merecían la atención del general? Bueno, mejor pensado eso no era lo importante. Lo importante era que aquel tipo pretendía que Iliana se rebajase a aceptar una alianza con la gente que le había jurado lealtad. La reina nunca aceptaría eso; si él aceptaba aquella opción en su nombre, lo destituiría y rompería el pacto, probablemente. Sin embargo Iliana necesitaba desesperadamente tropas. No iba a recuperar su trono con diez caballeros y una manada de lobos. Aquel era el ejército de los Markov. No podía dejar que un noble menor venido a más lo usurpase y renegase de sus juramentos a la reina.
- He venido con la mano de la amistad tendida. La reina estaba dispuesta a ser generosa y ofreceros una recompensa a cambio de que demostraseis lealtad. Lealtad que no merecía recompensa, porque la habéis JURADO en el pasado. Renegando de vuestro deber y vuestros vínculos feudales, renegáis también de todo lo que la Corona os aseguró en un pasado.
Mientras hablaba, la rabia alimentaba sus palabras. Un fuego feroz y temible brillaba en sus ojos, la mirada de un fanático. Nubes de oscuridad brotaban de su cuerpo, deshaciéndose cerca del techo, mientras el caballero se ponía el casco y sacaba a Kataklysmus para prepararse para la probable pelea. Apuntó a Marius en una actitud desafiante y declaró:
- En nombre de Iliana de la casa Markov, reina de Hallstat, Emperatriz del Norte, Condesa de Markovia y Soberana de los Tres Pueblos, yo, Velkan Byrne, caballero de las Hojas Palatinas y emisario de la Corona, os despojo a vos, sir Marius, de todos vuestros títulos, vuestros honores, vuestros cargos y del nombre de vuestra familia. Por los crímenes de insubordinación, perjurio y ofensas a la Corona os sentencio a morir. Si os entregáis ahora mismo a la Justicia de la Reina y traspasáis pacíficamente el mando del ejército, vuestra pena de muerte será perdonada y se os mantendrá bajo arresto domiciliario. La Corona recibirá noticia de vuestra cooperación y arrepentimiento y valorará restituiros vuestros títulos y honores. Resistíos, y la pena será ejecutada.
Aguardó a su reacción. Si hacía cualquier cosa que no fuese rendirse y entregarse, atacaría. Si, en cambio, aceptaba sus palabras, ordenaría a uno de sus caballeros acercarse, quitarle sus pertenencias y hacerle firmar un papel declarando el paso del poder a él como emisario de la reina. En el primer caso (si no aceptaba), la oscuridad que había generado se fundiría en un enorme brazo. Primero usaría la gravedad para atraerlo hacia la mano gigante mientras simultáneamente con esta lo empujaría brutalmente para aplastarlo contra la pared. Lo retendría contra esta empleando el brazo de oscuridad y se acercaría con la lanza, preparado para atravesarle la cabeza.
- Entonces habéis escogido la muerte - declararía, de ser el caso.
- He venido con la mano de la amistad tendida. La reina estaba dispuesta a ser generosa y ofreceros una recompensa a cambio de que demostraseis lealtad. Lealtad que no merecía recompensa, porque la habéis JURADO en el pasado. Renegando de vuestro deber y vuestros vínculos feudales, renegáis también de todo lo que la Corona os aseguró en un pasado.
Mientras hablaba, la rabia alimentaba sus palabras. Un fuego feroz y temible brillaba en sus ojos, la mirada de un fanático. Nubes de oscuridad brotaban de su cuerpo, deshaciéndose cerca del techo, mientras el caballero se ponía el casco y sacaba a Kataklysmus para prepararse para la probable pelea. Apuntó a Marius en una actitud desafiante y declaró:
- En nombre de Iliana de la casa Markov, reina de Hallstat, Emperatriz del Norte, Condesa de Markovia y Soberana de los Tres Pueblos, yo, Velkan Byrne, caballero de las Hojas Palatinas y emisario de la Corona, os despojo a vos, sir Marius, de todos vuestros títulos, vuestros honores, vuestros cargos y del nombre de vuestra familia. Por los crímenes de insubordinación, perjurio y ofensas a la Corona os sentencio a morir. Si os entregáis ahora mismo a la Justicia de la Reina y traspasáis pacíficamente el mando del ejército, vuestra pena de muerte será perdonada y se os mantendrá bajo arresto domiciliario. La Corona recibirá noticia de vuestra cooperación y arrepentimiento y valorará restituiros vuestros títulos y honores. Resistíos, y la pena será ejecutada.
Aguardó a su reacción. Si hacía cualquier cosa que no fuese rendirse y entregarse, atacaría. Si, en cambio, aceptaba sus palabras, ordenaría a uno de sus caballeros acercarse, quitarle sus pertenencias y hacerle firmar un papel declarando el paso del poder a él como emisario de la reina. En el primer caso (si no aceptaba), la oscuridad que había generado se fundiría en un enorme brazo. Primero usaría la gravedad para atraerlo hacia la mano gigante mientras simultáneamente con esta lo empujaría brutalmente para aplastarlo contra la pared. Lo retendría contra esta empleando el brazo de oscuridad y se acercaría con la lanza, preparado para atravesarle la cabeza.
- Entonces habéis escogido la muerte - declararía, de ser el caso.
- resumen:
- Dado que Velkan se ha cabreado bastante por la insubordinación y la ruptura del juramento de lealtad de este noble, lo condena en nombre de la reina a perder todos sus títulos, honores y cargos y lo sentencia a morir. Sin embargo deja la puerta abierta a perdonarle la vida y tal vez restituir sus títulos si se rinde de inmediato y le traspasa el mando del ejército. Si no lo hace, usará un brazo gigante de oscuridad para atraerlo, estamparlo contra la pared y ejecutarlo con un lanzazo a la cabeza.
Normas del capítulo:
La situación parecía estar en descontrol por toda la ciudad… Y fuera de esta, donde los ojos de nuestro artífice no llegaban a centrar la mirada. Pero eso poco importaba. El telón estaba a punto de caer en Hallstatt. Una isla… ciertamente entretenida para mercurio. Una sonrisa burlona se dibujó en su rostro mientras observaba como las cucarachas y ratas bajo sus pies hacían lo posible para llevar a cabo sus pequeñas ambiciones, utilizando para ello tanto las cámaras del propio zepelín como las que había dejado posicionadas dentro del castillo, en algunas de las vías principales y, obviamente, en los establecimientos que controlaban desde hacía ya casi un año. Había sido una suerte que el país estuviera tan desestabilizado, al fin y al cabo: Con su monarca desaparecida y la guerra civil prolongándose desde antes de su llegada. Solo hizo falta empujar una pieza para que todo el dominó comenzara a caer. Divertido… Y fugaz. Pronto ese lugar no tendría más valor para el hombre y los propósitos de su banda que una cerrilla mojada, y es que sus hombres estaban observando ya la parabólica trazada por el astro que con tantas ansias estaban esperando, y no parecía que esa isla de poca monta fuera a ser el lugar correcto. Lástima. Al menos había podido sustraer una cantidad más que suficiente de aquel peculiar metal frío que podrían usar para sus propósitos y comprobar los efectos de «Prixos».
—Id haciendo los preparativos para la hora de partir —espetó a sus subordinados que asintieron, dejándole a solas frente a las pantallas. En estas se podían ver varias imágenes, algunas en movimiento, así como otras congeladas: La huida de los encarcelados en las mazmorras del castillo llamó su atención soberanamente, dibujando una sonrisa perversa al ver como los caballeros eran calcinados por las llamas de uno de los enormes prisioneros—. Interesante, muy muy interesante —dijo para sí mismo. ¿Cómo habían escapado? Había podido observar en grabaciones anteriores que una figura les hacía entrega de los útiles necesarios para dirigirse a la armería del palacio. ¿Debería avisar a su buen amigo Anthony? Se mesó la barbilla, planteándoselo por un momento antes de negar con la cabeza—. No, todavía no… Sería una pena no dejar que el caos reinara un poco más —siguió hablando solo, soltando una carcajada al pensar en que sucedería con vistas al futuro. Quizás pudiera entretenerse el mismo en persona viendo como el hombre perdía la cabeza. ¿Sería cosa de la princesa? Se había fijado en Erica lo suficiente como para notar su cautela a la hora de mandar órdenes y recaudar información, algo sorprendente para una mujer criada sin una instrucción para el liderazgo. Parecía que el títere era en realidad un titiritero. Sin duda, valdría la pena ir a saludar antes de marcharse.
—Por otro lado... —Sus ojos se clavaron ahora en la gris imagen del laboratorio de Spirelli, donde Altair se encontraba jugando al gato y al ratón con una muchacha a la que le habían dado unos juguetes que le iban, aparentemente, algo grandes—. Ay, Altair, querida… Montando tal escándalo por una sola mujer… ¿o se debe al destino de su hija? Spirelli sí que es una persona cruel… Pensar que usaría a su propia hija como receptáculo para su mente privilegiada… Por cierto, ¿está la doctora lista? —Preguntó, aparentemente al aire, antes de que a sus espaldas se presentara Anna, la asistente de la científica muerta.
—No, señor. Todavía necesitamos que la señorita Altair traiga lo que le pedimos para terminar el recipiente y devolver a Spirelli a la vida.
—Ya veo… ¿recordará su muerte? —La mujer asintió—. Habrá que preguntarle que se siente luego… ¿Y sobre los perpetuadores? ¿No podríamos haber sacado sus nombres de esa forma?
—No podíamos negarnos a perder la información, pero…
—Lo sé, uno está ahora en buenas manos. Relajese señorita Anna. Acompañeme a ver el espectáculo.
Mientras tanto y, entre tanto caos, el ruido ha hecho que la bestia herida decida levantarse y mostrar los colmillos una vez más.
- Se moderará los martes entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los martes antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación:
La situación parecía estar en descontrol por toda la ciudad… Y fuera de esta, donde los ojos de nuestro artífice no llegaban a centrar la mirada. Pero eso poco importaba. El telón estaba a punto de caer en Hallstatt. Una isla… ciertamente entretenida para mercurio. Una sonrisa burlona se dibujó en su rostro mientras observaba como las cucarachas y ratas bajo sus pies hacían lo posible para llevar a cabo sus pequeñas ambiciones, utilizando para ello tanto las cámaras del propio zepelín como las que había dejado posicionadas dentro del castillo, en algunas de las vías principales y, obviamente, en los establecimientos que controlaban desde hacía ya casi un año. Había sido una suerte que el país estuviera tan desestabilizado, al fin y al cabo: Con su monarca desaparecida y la guerra civil prolongándose desde antes de su llegada. Solo hizo falta empujar una pieza para que todo el dominó comenzara a caer. Divertido… Y fugaz. Pronto ese lugar no tendría más valor para el hombre y los propósitos de su banda que una cerrilla mojada, y es que sus hombres estaban observando ya la parabólica trazada por el astro que con tantas ansias estaban esperando, y no parecía que esa isla de poca monta fuera a ser el lugar correcto. Lástima. Al menos había podido sustraer una cantidad más que suficiente de aquel peculiar metal frío que podrían usar para sus propósitos y comprobar los efectos de «Prixos».
—Id haciendo los preparativos para la hora de partir —espetó a sus subordinados que asintieron, dejándole a solas frente a las pantallas. En estas se podían ver varias imágenes, algunas en movimiento, así como otras congeladas: La huida de los encarcelados en las mazmorras del castillo llamó su atención soberanamente, dibujando una sonrisa perversa al ver como los caballeros eran calcinados por las llamas de uno de los enormes prisioneros—. Interesante, muy muy interesante —dijo para sí mismo. ¿Cómo habían escapado? Había podido observar en grabaciones anteriores que una figura les hacía entrega de los útiles necesarios para dirigirse a la armería del palacio. ¿Debería avisar a su buen amigo Anthony? Se mesó la barbilla, planteándoselo por un momento antes de negar con la cabeza—. No, todavía no… Sería una pena no dejar que el caos reinara un poco más —siguió hablando solo, soltando una carcajada al pensar en que sucedería con vistas al futuro. Quizás pudiera entretenerse el mismo en persona viendo como el hombre perdía la cabeza. ¿Sería cosa de la princesa? Se había fijado en Erica lo suficiente como para notar su cautela a la hora de mandar órdenes y recaudar información, algo sorprendente para una mujer criada sin una instrucción para el liderazgo. Parecía que el títere era en realidad un titiritero. Sin duda, valdría la pena ir a saludar antes de marcharse.
—Por otro lado... —Sus ojos se clavaron ahora en la gris imagen del laboratorio de Spirelli, donde Altair se encontraba jugando al gato y al ratón con una muchacha a la que le habían dado unos juguetes que le iban, aparentemente, algo grandes—. Ay, Altair, querida… Montando tal escándalo por una sola mujer… ¿o se debe al destino de su hija? Spirelli sí que es una persona cruel… Pensar que usaría a su propia hija como receptáculo para su mente privilegiada… Por cierto, ¿está la doctora lista? —Preguntó, aparentemente al aire, antes de que a sus espaldas se presentara Anna, la asistente de la científica muerta.
—No, señor. Todavía necesitamos que la señorita Altair traiga lo que le pedimos para terminar el recipiente y devolver a Spirelli a la vida.
—Ya veo… ¿recordará su muerte? —La mujer asintió—. Habrá que preguntarle que se siente luego… ¿Y sobre los perpetuadores? ¿No podríamos haber sacado sus nombres de esa forma?
—No podíamos negarnos a perder la información, pero…
—Lo sé, uno está ahora en buenas manos. Relajese señorita Anna. Acompañeme a ver el espectáculo.
Mientras tanto y, entre tanto caos, el ruido ha hecho que la bestia herida decida levantarse y mostrar los colmillos una vez más.
- Helga, Shiro y Adam:
- Helga, ves como el albino que prácticamente tapa sus vergüenzas con una hoja de parra y poco más se agacha en cuanto avisas de tu ataque. Este no tarda en impactar de lleno, sin embargo, en la cara del soltado. Debería haberse bajado la visera, visto lo visto. Pobre hombre. ¡Se le ha salido hasta un diente! Y pese a todo, el chico te saluda diciendo algo como «debes ser de la manada de Keiran». Parece que te ha confundido con un aliado, aunque no te suene el tal Keiran, o quizás sí, depende de lo puesta que estés en los Wanteds del gobierno. Como sea, el chico pasa un poco de ti y vuelve a subirse en su caballo, Perico, apartándole de los guardias para calmarle antes de volver al asalto.
Bueno, el chico es rápido y tiene la ventaja de pelear con relativa comodidad subido a lomos del animal. ¿Quieres seguir probándole? Lo mismo si le aciertas el golpe consigues enfrentarle y poner en práctica lo aprendido. Incluso podrías plantearte el practicar tu capacidad de premonición si es tan rápido como aparenta.
Shiro, por tu parte no puedes evitar sentir que no se trata más que de un loco montando gresca, encima va desnudo prácticamente. Lo que hay que ver… Sin embargo, parece que tu compañera se encuentra entretenida, mucho, así que te queda la opción de seguir mirando como un espectador, esperando a que suceda algo; interferir para intentar bajarle los humos al asalvajado o decirle a Helga que no vale la pena y que te vas a encaminar hacia la casa de juegos (si haces esto, completa tu moderación con la de Morgoth).
Adam, la mujer se queda observando la fiesta que estás montando y puedes notar en su rostro como no borra la sonrisa. Lo mismo muestra el orgullo de tu capitán cuando ve que cumples bien con lo que te ha enseñado, aunque podría ser solo la misma ansia de batalla, pero eso solo te hace aumentar la creencia de que debe ser parte de tu manada… A no ser que decida atacarte, has dejado para el arrastre a los soldados, terminando de dejar sin respiración al que usas como un trampolín, que golpea el suelo con el cuerpo una vez te impulsas sobre él. Están todos fuera de combate. De hecho, con tu carga has acabado pisoteando a algunos hasta el punto de que quedasen en un estado similar a las prostitutas que atropellaste antes. Aunque me temo que no hay ningún tesoro sobre la palestra, solo una estructura de madera con la parte de arriba dibujando un suave arco. Es madera maciza. Y… Te das cuenta de algo raro: No hay más guardias. Eso es bueno porque significa que puedes, si nadie te interrumpe, cobrarte tu recompensa y dirigirte al palacio. Pero es raro, demasiado.
Todos os dais cuenta de este pequeño detalle. Si tuvierais un reloj o recordarais el primer día y los sucedáneos sabríais que está a punto de llega la hora blanca.
- Keiran, Cass y Anna:
- Como los nuevos han podido comprobar, la crueldad de su nuevo líder no tiene límites. Y si bien esto parece sacar una mueca amarga a los compañeros del ya echado a perder caballero chamuscado, no quita que, de momento, parece que hayan decidido aceptarle como su líder. Los demás lo hacen sin pensárselo dos veces también. Por desgracia para ellos, Anna se ha adelantado y no van a poder marcharse con el equipo que les gustaría, se tienen que conformar con dejar sus viejas armaduras atrás y robar las que siguen medianamente aceptables a los cadáveres que han dejado Keiran y han sido rematados por Cassandra.
Anna, revisas a los hombres, pero al ser soldados de servicio que se lo estaban tomando todo muy en serio… Pues no llevan nada de un mínimo valor que te pueda interesar. Además, los guanteletes son muy grandes para ti, claro que podrías hacer un apaño apretando mucho las correas de estos para sujetar una o ambas a tus antebrazos. Las espinilleras son impensables para esto.
Una vez termina el saqueo, sería lo suyo continuar el camino. Vuestro grupo se ha reducido en dos personas, sí. Pero poco contara esa diferencia cuando entréis a la armería. Tardáis un poco en encontrar, eso sí, la llave correcta. A no ser que echéis la puerta abajo estaría bien que hubierais apostado a alguno de los ex-convictos en el pasillo para hacer guardia. Podéis escuchar más pisadas y algún grito por el «monstruo» que se ha escapado por el castillo y está persiguiendo a las sirvientas que estaban de servicio —y se nota porque todo está bastante más limpio—.
Cuando consigáis entrar, ya sea forzando por impaciencia la puerta o esperando a que Cass encuentre la llave correcta, encontraréis vuestras preciadas armas. Os tocará buscar un poco, pero están bastante a la vista entre otros tantos trastos y armas que llevan un tiempo acumulando polvo en esa sala cerrada. Podéis describir lo que veis a gusto y coger más cosas a parte de vuestras espadas… Si os da tiempo antes de que nadie os vea, claro.
- Napolean y Samvel:
- Alexander, la escarcha de la herida se extiende también por dentro de la carne, como si todo el corte no hubiera hecho con una lanza sino con un trozo de hielo que se te hubiera quedado clavado en la pierna. Si sabes algo sobre medicina serás consciente de que el entumecimiento será el menor de tus problemas si no haces entrar en calor la zona para que la escarcha desaparezca. Por suerte para ti, la lanza apenas se mantiene unos segundos clavados. Considéralo una advertencia sobre que tienes que tener cuidado con sus juguetes… O que ellos deberán tener el mismo cuidado con tu espada, hecha con el mismo material.
Lo bueno es que con tanto movimiento en un par de minutos (una o dos rondas) debería volver a ser una herida normal. Dejando de lado al hombre, que se ha desmayado con tu empuje, acabas con el otro sin problemas. Vale, hasta ahí todo bien. Y solo quedan otros dos guardias para frenarte. No deberían suponerte mucho problema librarte de ellos y marchar directamente a la plaza, encontrándote la fiesta de Adam confundiendo a una mujer alta y pelirroja con la posible hermana de Keiran y los guardias pisoteados.
Sí… A no ser que hagas caso a alguno de tus peones que, una vez se ha calmado el panorama por tu zona te avisa de que hay un loco lanzando fuego por las manos mientras les intenta convencer de que se vayan a casa, dejen de saquear y se vuelvan personas de bien. Lo dice con cierta sorna, pero lo del fuego y el cuerpo robótico es cuanto menos llamativo. ¿Vas a dejarlo en manos de vuestros cachorros o pretendes ir tú a lidiar con él en persona? Tampoco puedes dejar a Adam solo tanto tiempo…
Samvel, por tu parte has conseguido pasar flanqueando a Napo, no llegando a ver, por poco, como el semigigante golpea y dispara a la cabeza a uno de los guardias. Con tu propulsión para detener a los saqueadores y el sonido del lanzallamas, se queda opacado en la distancia el tiro. Has conseguido evitar que tus llamas acierten a quemar a dos pobres niños, uno de ellos herido. Estos se han quedado tirados en el suelo, abrazandose mutuamente con el horror dibujado en el rostro.
—El señor Antoine sabrá de esto… —tartamudea uno de ellos mientras arrastra a su compañero lejos. Por desgracia, y mientras sigues con tu discurso, uno de los piratas acierta a lanzar un puñal a la espalda del chico que cae y muere.
Lo cierto es que tu mensaje no parece haber calado en absoluto en los criminales, aunque los que han sido casi flameados te miran ahora con cierta prudencia, y se han apartado. Algunos sonríen y te miran con burla. A lo lejos se ha escuchado alguna carcajada. No te toman para nada en serio. Uno de ellos, sin embargo, mientras se separa otro del pequeño grupo, parece caer en tus palabras y se acerca a ti, tendiéndote una mano. Si se la tomas, te agarrará con fuerza e intentará tirar de ti para clavarte un puñal en el brazo. El truco de las llamas, suponen, viene de ahí. Acabas de saborear de primera mano la crueldad de ese grupo de piratas y su juego sucio. ¿Qué harás ahora? ¿Podrás tratar con ellos y cumplir también tu promesa para con Erica?
Por cierto, puede que no lo recordéis, pero dentro de poco la espesa niebla de la hora blanca va a caer sobre vuestros hombros, dificultando vuestra visión y avance.
- Morgoth:
- El hombre se sienta a tu lado, pegando mucho su asiento al tuyo, de forma que resulta bastante incómodo. No es para menos ya que está invadiendo tu espacio personal. Cuando le dices que por tu parte no hay problema siempre que consiga las fichas primero se le escapa una risa burlona, sonríe y puedes notar que sus dientes son finos y alargados, puntiagudos. No podrías decir que sean los de un humano.
—Oh, querido. Eres muy divertido, ¿sabes? —te dice antes de apoyar los codos en la mesa y usar sus manos para reposar su mentón, observándote—. Y bastante mono, la verdad… Sí, creo que podríamos hacer buenas migas… Sobre lo de pagar, bueno. —Lleva su mano a uno de los bolsillos de su abrigo, sacando de esta una única ficha dorada. No hay fichas como esas entre las que el consumidor promedio pueda cambiar. De hecho, no recuerdas haberlas visto tampoco en la caja donde guardaba las tuyas el tendero. Podrías suponer que se trata de algo más… Reservado, por así decirlo—. Los dueños de sus salones no pagan para jugar, mi querido amigo. —Se toma una pausa, reteniendo tu nombre cuando se lo sueltas antes de asentir sutilmente— Señor Won Sung, ¿verdad? Puede llamarme Señor Frapuchino, por el momento. Espero que nos podamos llevar bien, al menos durante la hora blanca dudo que quiera salir de mi establecimiento, así que lo suyo sería que se relaje y disfrutemos.
Bueno, te dice eso… Y tras dos semanas en la isla ya debes ser consciente de que a esa hora más o menos una densa neblina blanca cae sobre la capital, Astelia, dificultando mucho el poder salir si no quieres perderte. Así que tus opciones son aceptar el juego del hombre y tratar de sacarle información según habláis y apostáis, arriesgarte a salir a la calle ahora que aún se puede ver o, bueno, algo más se te ocurrirá.
- Velkan:
- Tus ojos inyectados en rabia y enfado se clavan en Sir Marius. Lo llevas conteniendo mientras hablaba pero la respuesta a tu comentario sobre la llamada hace que termines de desatar tu enfado. El hombre es solo un noble, uno entrado en años. Y si bien la mayoría de las familias de noble cuna tienen un entrenamiento para convertirse en caballero este hombre no es uno de ellos. Pese a todo se granjeó su camino en el liderazgo de la facción por su intelecto. Es consciente de la situación en la que se encuentra, y tus palabras solo se lo deja aún más claro. Sus opciones son la muerte por tu mano o la muerte más adelante por no haber cumplido con los deseos del grupo al que guiaba. Nadie podía culparle de que el enemigo le sobrepasara en poder o aliados, pero nada tenía eso que ver a la situación en la que acabas de ponerle.
A sabiendas de esto y queriendo proteger, tal vez a su familia o lo que quedara de valor en este mundo incluso tras su marcha… Tal vez por su propio honor, baja la mano al mismo cajón y con un sutil movimiento mientras finge guardar la carta y sus papeles y te habla descuelga y marca otro DDM que tenía guardado, en caso de emergencia. No te da tiempo a evitarlo ya que sucede al tiempo que el humo sale de tu cuerpo, arremolinándose en el techo, mientras hablas.
—Temo, mi buen señor, que me está malinterpretando. Usted ha llegado a mi morada pidiendo ayuda, y yo le he ofrecido una alianza para quitar al peor enemigo de Iliana de su trono, teniendo en cuenta… que no puedo cambiar las opiniones de mi grupo. Era la mejor oferta que pudiera darle… Aunque viendo sus ojos… ¡Un loco! Es lo que creeran… De nada le servirá asesinarme. Puede que le sigan, algunos con toda fe en su majestad, pero no puede asesinar a todos los nobles que le den la espalda por desaparecer…
Parece que va a decir algo más, pero el puño que has creado cae sobre él antes de que pudiera hacer nada, dejándole sin aire en los pulmones, al caer hacia atrás la estantería de libros que tenía detrás se precipita y tu cuerpo también cede por un momento mientras clavas la lanza en su cuerpo. Este se retuerce unos segundos más mientras termina de ahogarse con su propia sangre y muere. Tus compañeros parecen un poco perturbados, aunque aprietan los labios y aceptan tu decisión.
—¿Qué haremos ahora, señor?
Aunque te gires, a no ser que rebusques por el cajón no verás el caracolófono. Tampoco sabes si ha llegado a llamar a alguien o no, solo el tiempo lo dirá.
- Tomoe:
- Tu presentimiento resulta ser más acertado de lo que podrías esperar. La mujer se mueve hacia el lado que predices y tu esquivas que te agarre por un pelo, literalmente. De este modo acabas flanqueándola. Una pena que tu tajo no sea lo suficientemente rápido como para cortarla, y es que entre que coges inercia y tu espada hace el movimiento en arco la mujer se deja caer al suelo, deteniendo la caída con las manos. El corte atraviesa la pared metálica y la honda hace mella en la fina estructura que por poco no parece simple atrezo para tocarte a ti la moral a la hora de pelear, pero con solo un corte todavía no has conseguido que esta ceda, te tocaría dar otro tajo o empujar para terminar de abrir el boquete que, de momento, se soporta sobre el propio corte. ¿Te dará tiempo a hacerlo?
No sé qué tan buen tiempo tengas de reacción, pero la pelirroja parece que tarda segundos en recomponerse, rodando para coger algo de distancia, mientras se incorpora se lleva la mano a la gabardina roja que lleva puesta sacando una pequeña pistola con la que apunta a zonas no letales: La pierna, los brazos y dispara dos balas, una de ellas busca tu antebrazo derecho y la otra tu muslo izquierdo. Parece que no quiere que mueras, por lo que entiendes que ella también puede querer información de tu parte, si es que la tienes. No es propio de la revolución el meterse en asuntos de piratas después de todo.
—¿Y qué es lo que pretendes hacer aquí, pequeña revolucionaria? —Pregunta tras los disparos, haciendo por volver a la carga otra vez.
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Lo que hubo comenzado como un leve enfriamiento en su gemelo izquierdo, se había convertido en una sensación dolorosa y muy extraña. Sentía como la parte afectada le latía, y con cada latido se volvía más rígida; seguramente debido al poder que emanaba de la lanza del caballero. Ciertamente, tal y como había podido sentir, el metal que empleaban en aquella isla parecía presentar unas propiedades dignas de estudio, que le hacían tener ganas de saber cómo lo habían hecho. «Armas que congelan al contacto… ¡Sacre bleu! Podría sernos útil en el futuro», pensó, dando un taconazo hacia otro sobre el suelo para recuperar la sensibilidad de su extremidad. Lo más probable era que aquella sensación terminara pronto, dejándole solo una herida, cuyo dolor sería mitigado gracias a la adrenalina que recorría su hercúleo cuerpo.
Su taconeo parecía algún tipo de baile regional, con el que, sin querer, acabó pisando a uno de los dos soldados y aplastando algunas partes de su cuerpo. «Espero que le den una buena paguita», pensó Napo, poniendo los ojos en la lanza que había en el suelo. Guardó su revolver, se agachó para coger la lanza y la agrandó con su poder, volviéndola apta para su tamaño durante un instante.
—Parfait —dijo, volviéndola a su estado inicial y colocándola con sus pertenencias, mientras contemplaba como dos soldados más, aparentemente los últimos de la comitiva de bienvenida, se acercaban a él.
Daban pasos lentos y seguros, como si estuvieran buscando una apertura con la que atacar con facilidad al viejo capitán de Mythil y ser sus jueces y verdugos. En sus miradas podía verse miedo y repulsión a partes iguales, como si en su interior fueran conscientes de que Alexander era un vil asesino, en lugar del adorador del pigcoteo que pretendía ser; aunque también sus gestos de pánico podrían haber surgido al ver como aplastaba los huesos de su compañero de varios pisotones, cabía esa posibilidad.
Sin embargo, eso da igual, y Alexander dio el primer paso. Se abalanzó sobre ellos, dejando caer el peso de su cuerpo sobre su pierna diestra, aquella que no tenía dolor alguno e hizo un barrido con su rifle, usándolo de mamporra. Trataría de lanzar una línea horizontal a la altura del torso de los humanos con rodas sus fuerzas, agrandando el rifle a su paso para abarcar más de sus diminutos cuerpos. «Mientras más abarques más daño haces», se dijo. Para luego, volver a darle un uso normal a su mosquete y disparar a muerte a los soldados. No podía dejarlos con vida para que siguieran incordiando.
Suspiró, y puso rumbo hacia la plaza, habiendo cambiado el rifle por la lanza, que agrandó de nuevo.
«Poco a poco va parando el entumecimiento», se dijo.
Sin embargo, uno de los tripulantes del barco le alcanzó. Era un individuo gracioso y de nombre extraño, que solía canturrear alegremente cuando fregaba la cubierta. Su cuerpo estaba ligeramente tostado, por no decir quemado por el vivo fuego. No eran quemaduras muy graves, pero lo suficientemente como para dejarle una merca de por vida.
—Contramaestre —dijo, con voz entrecortada—. Un hombre de metal nos está masacrando. Necesitamos su ayuda.
—¡Merde! —exclamó en voz alta, viendo como frente a él había un sujeto con habilidades extrañas que estaba haciéndole daño a la infantería ligera de la banda pirata a la que pertenecía—. ¿Es que uno no puede intentar convertir en rey a su capitán sin que estén molestándole? —preguntó retóricamente—. Alambrito, escúchame
—Puede llamarme Alan, señor —le interrumpió.
—Como sea —le replicó Napo—. Ve en línea recta hacia la plaza. No te entretengas y dile a Keiran lo siguiente…
Alexander le dijo con voz clara y firme lo que tenía que decirle al capitán. No era mucho, pero sí suficiente como par que el cánido de su jefe comenzara el plan que tan poco habían organizado y así comenzar a tomar ventaja en el caso que habían creado.
Inmediatamente después, agarró el cuerpo desfallecido de uno de los soldados, deshaciéndose de la armadura que recubría su torso con rapidez, y caminó hacia donde estaba el rubito de las llamas. No los separaba mucha distancia a paso de semigigante, pero cuando estuvo lo suficientemente cerca, lanzó el cuerpo del soldado con todas sus fuerzas sobre el sujeto, para luego lanzar con todas sus fuerzas la lanza y arrojarla también hacia él, de forma que el cuerpo le tapara la suficiente visibilidad como para que no la fuera a ver; después de todo, su fruta no solo agrandaba lo que tocaba, si no que también la velocidad de lo que era capaz de lanzar.
—¡Eh, vous ,monsieur! —exclamó en voz alta—. Le agradecería que dejara en paz a mes camarades, que tan solo están ganándose la vida humildemente.
«No hay viñedo de recompensa que pague esto»
Su taconeo parecía algún tipo de baile regional, con el que, sin querer, acabó pisando a uno de los dos soldados y aplastando algunas partes de su cuerpo. «Espero que le den una buena paguita», pensó Napo, poniendo los ojos en la lanza que había en el suelo. Guardó su revolver, se agachó para coger la lanza y la agrandó con su poder, volviéndola apta para su tamaño durante un instante.
—Parfait —dijo, volviéndola a su estado inicial y colocándola con sus pertenencias, mientras contemplaba como dos soldados más, aparentemente los últimos de la comitiva de bienvenida, se acercaban a él.
Daban pasos lentos y seguros, como si estuvieran buscando una apertura con la que atacar con facilidad al viejo capitán de Mythil y ser sus jueces y verdugos. En sus miradas podía verse miedo y repulsión a partes iguales, como si en su interior fueran conscientes de que Alexander era un vil asesino, en lugar del adorador del pigcoteo que pretendía ser; aunque también sus gestos de pánico podrían haber surgido al ver como aplastaba los huesos de su compañero de varios pisotones, cabía esa posibilidad.
Sin embargo, eso da igual, y Alexander dio el primer paso. Se abalanzó sobre ellos, dejando caer el peso de su cuerpo sobre su pierna diestra, aquella que no tenía dolor alguno e hizo un barrido con su rifle, usándolo de mamporra. Trataría de lanzar una línea horizontal a la altura del torso de los humanos con rodas sus fuerzas, agrandando el rifle a su paso para abarcar más de sus diminutos cuerpos. «Mientras más abarques más daño haces», se dijo. Para luego, volver a darle un uso normal a su mosquete y disparar a muerte a los soldados. No podía dejarlos con vida para que siguieran incordiando.
Suspiró, y puso rumbo hacia la plaza, habiendo cambiado el rifle por la lanza, que agrandó de nuevo.
«Poco a poco va parando el entumecimiento», se dijo.
Sin embargo, uno de los tripulantes del barco le alcanzó. Era un individuo gracioso y de nombre extraño, que solía canturrear alegremente cuando fregaba la cubierta. Su cuerpo estaba ligeramente tostado, por no decir quemado por el vivo fuego. No eran quemaduras muy graves, pero lo suficientemente como para dejarle una merca de por vida.
—Contramaestre —dijo, con voz entrecortada—. Un hombre de metal nos está masacrando. Necesitamos su ayuda.
—¡Merde! —exclamó en voz alta, viendo como frente a él había un sujeto con habilidades extrañas que estaba haciéndole daño a la infantería ligera de la banda pirata a la que pertenecía—. ¿Es que uno no puede intentar convertir en rey a su capitán sin que estén molestándole? —preguntó retóricamente—. Alambrito, escúchame
—Puede llamarme Alan, señor —le interrumpió.
—Como sea —le replicó Napo—. Ve en línea recta hacia la plaza. No te entretengas y dile a Keiran lo siguiente…
Alexander le dijo con voz clara y firme lo que tenía que decirle al capitán. No era mucho, pero sí suficiente como par que el cánido de su jefe comenzara el plan que tan poco habían organizado y así comenzar a tomar ventaja en el caso que habían creado.
Inmediatamente después, agarró el cuerpo desfallecido de uno de los soldados, deshaciéndose de la armadura que recubría su torso con rapidez, y caminó hacia donde estaba el rubito de las llamas. No los separaba mucha distancia a paso de semigigante, pero cuando estuvo lo suficientemente cerca, lanzó el cuerpo del soldado con todas sus fuerzas sobre el sujeto, para luego lanzar con todas sus fuerzas la lanza y arrojarla también hacia él, de forma que el cuerpo le tapara la suficiente visibilidad como para que no la fuera a ver; después de todo, su fruta no solo agrandaba lo que tocaba, si no que también la velocidad de lo que era capaz de lanzar.
—¡Eh, vous ,monsieur! —exclamó en voz alta—. Le agradecería que dejara en paz a mes camarades, que tan solo están ganándose la vida humildemente.
«No hay viñedo de recompensa que pague esto»
- Resumen (Samvueliyo te interesa):
- Acabar con los soldaditos + escuchar al miembro de la tripulación + lanzar un cuerpo y una lanza a Samvel y hablarle
Keiran T. Farraige
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El sabueso alzó una ceja ante el tono de la princesa merciana, mirándola con una sonrisa torcida.
—No recuerdo haber escuchado quejas cuando quería hacer rodar cabezas en la plaza —puntualizó, soltando una breve pero sonora carcajada—. ¿Sabes, Cass? Creo que te puede más intentar guardar la compostura que seguir lo que realmente te interesa. ¿Dónde está ese hambre de caos del otro día? Te pega más.
Sonaba incoherente, pero estaba más que seguro de todo cuanto había visto durante la batalla por Astelia. Ese brillo voraz en los ojos de la subcapitana, hambrienta de destrucción. Que la malicia desbordaba por cada poro de su cuerpo no era ningún secreto, pero aquel instante parecía... distinto; como si hubiera dado un paso más hacia la piratería, alejándose de esos hábitos tan redimidos que tendía a mostrar. ¿Quién sabe? Tal vez con el tiempo dejara salir el palo que tenía metido en el culo.
Por el momento se limitaría a seguir a su segunda por los largos pasillos de palacio, contemplando que estos se encontraban particularmente poco vigilados. Cabía la posibilidad de que estuvieran tendiéndoles otra burda trampa, aunque dudaba que fueran a cometer el mismo error dos veces. ¿O sí? La verdad, no sabía qué esperar de gente tan inepta. En cualquier caso, parecía más probable que los guardias estuvieran lidiando con el caos que el grandullón verde estaba causando a lo largo y ancho del lugar, y es que se podían escuchar desde allí los gritos del servicio e incluso las pisadas apresuradas de los guardias que iban en su auxilio. Aquello, como había supuesto, jugaría a su favor para no tener que lidiar con más obstáculos antes de dar con la armería. Una vez allí, el pelirrojo le indicaría a los dos caballeros que quedaban que vigilasen los pasillos: si alguien trataba de detenerlos quería estar seguro de vérselo venir.
Tuvo que hacer un esfuerzo por aguantar las ganas de derribar aquella puerta de una patada, esperando a que su compañera diera con la llave adecuada antes de adentrarse en la estancia.
Soltó un silbido por la impresión.
—Pero mira qué de juguetes tienen aquí guardados. —Sus ojos recorrieron con rapidez el lugar, dando con que el sitio estaba repleto de armas y armaduras de todo tipo. Había más que de sobra para armar a todo su grupo, tal vez incluso a varios bastante más grandes.
Le hizo un gesto a los que no estaban vigilando para que les siguieran al interior y tomaran equipo tanto para ellos como para los dos caballeros que esperaban en el pasillo; él iba a estar demasiado ocupado buscando a Ocras. No tardó demasiado en dar con el voluminoso mandoble, y es que un arma así hacía de todo menos pasar desapercibida a la vista. Parecía intacta, por suerte para sus captores. ¿Que si eso iba a evitar que los desmembrara uno por uno? No, claro que no, pero tal vez hubiera buscado formas más crueles de quitarles la vida. La tomó por la vaina y se ajustó la correa para que quedara colgada a su espalda, su sitio habitual, antes de continuar echando un vistazo por la sala. El extraño brillo de las armas de aquellos guardias no había pasado desapercibido para él, así que quizá encontrasen otras con esas mismas características ahí. Claro está, él necesitaba algo más pesado que unas simples lanzas, así que agudizó la mirada para intentar dar con algo voluminoso; un martillo de guerra o una gran hacha podría hacer el apaño, siempre y cuando contasen con alguna propiedad interesante.
Diera con algo o no, tras unos minutos saldría al pasillo y esperaría a que el resto del grupo estuviera completamente equipado. Aún no habían tenido que lidiar con más guardias, pero prefería aplazar los enfrentamientos hasta volver a reunirse con su banda. Prudencia, le sonaba que lo llamaban.
—Vamos a abrirnos paso hasta la salida. Me encantaría ir a por Anthony directamente, pero aún tenemos que reunirnos con los demás. Alexander y el resto ya deberían haber irrumpido en la ciudad —aseguró, mirando a su segunda y después al resto—. Después nos cobraremos la revancha. Cassandra —clavó su mirada en la subcapitana—, ¿está muy lejos la salida?
Ella tenía el mapa, así que ella tendría que indicar la vía a seguir. Una vez estuviera todo decidido, se pondrían en marcha lo más directamente posible hacia el exterior. Cuanto antes dieran con los piratas antes podrían empezar a moverse.
—No recuerdo haber escuchado quejas cuando quería hacer rodar cabezas en la plaza —puntualizó, soltando una breve pero sonora carcajada—. ¿Sabes, Cass? Creo que te puede más intentar guardar la compostura que seguir lo que realmente te interesa. ¿Dónde está ese hambre de caos del otro día? Te pega más.
Sonaba incoherente, pero estaba más que seguro de todo cuanto había visto durante la batalla por Astelia. Ese brillo voraz en los ojos de la subcapitana, hambrienta de destrucción. Que la malicia desbordaba por cada poro de su cuerpo no era ningún secreto, pero aquel instante parecía... distinto; como si hubiera dado un paso más hacia la piratería, alejándose de esos hábitos tan redimidos que tendía a mostrar. ¿Quién sabe? Tal vez con el tiempo dejara salir el palo que tenía metido en el culo.
Por el momento se limitaría a seguir a su segunda por los largos pasillos de palacio, contemplando que estos se encontraban particularmente poco vigilados. Cabía la posibilidad de que estuvieran tendiéndoles otra burda trampa, aunque dudaba que fueran a cometer el mismo error dos veces. ¿O sí? La verdad, no sabía qué esperar de gente tan inepta. En cualquier caso, parecía más probable que los guardias estuvieran lidiando con el caos que el grandullón verde estaba causando a lo largo y ancho del lugar, y es que se podían escuchar desde allí los gritos del servicio e incluso las pisadas apresuradas de los guardias que iban en su auxilio. Aquello, como había supuesto, jugaría a su favor para no tener que lidiar con más obstáculos antes de dar con la armería. Una vez allí, el pelirrojo le indicaría a los dos caballeros que quedaban que vigilasen los pasillos: si alguien trataba de detenerlos quería estar seguro de vérselo venir.
Tuvo que hacer un esfuerzo por aguantar las ganas de derribar aquella puerta de una patada, esperando a que su compañera diera con la llave adecuada antes de adentrarse en la estancia.
Soltó un silbido por la impresión.
—Pero mira qué de juguetes tienen aquí guardados. —Sus ojos recorrieron con rapidez el lugar, dando con que el sitio estaba repleto de armas y armaduras de todo tipo. Había más que de sobra para armar a todo su grupo, tal vez incluso a varios bastante más grandes.
Le hizo un gesto a los que no estaban vigilando para que les siguieran al interior y tomaran equipo tanto para ellos como para los dos caballeros que esperaban en el pasillo; él iba a estar demasiado ocupado buscando a Ocras. No tardó demasiado en dar con el voluminoso mandoble, y es que un arma así hacía de todo menos pasar desapercibida a la vista. Parecía intacta, por suerte para sus captores. ¿Que si eso iba a evitar que los desmembrara uno por uno? No, claro que no, pero tal vez hubiera buscado formas más crueles de quitarles la vida. La tomó por la vaina y se ajustó la correa para que quedara colgada a su espalda, su sitio habitual, antes de continuar echando un vistazo por la sala. El extraño brillo de las armas de aquellos guardias no había pasado desapercibido para él, así que quizá encontrasen otras con esas mismas características ahí. Claro está, él necesitaba algo más pesado que unas simples lanzas, así que agudizó la mirada para intentar dar con algo voluminoso; un martillo de guerra o una gran hacha podría hacer el apaño, siempre y cuando contasen con alguna propiedad interesante.
Diera con algo o no, tras unos minutos saldría al pasillo y esperaría a que el resto del grupo estuviera completamente equipado. Aún no habían tenido que lidiar con más guardias, pero prefería aplazar los enfrentamientos hasta volver a reunirse con su banda. Prudencia, le sonaba que lo llamaban.
—Vamos a abrirnos paso hasta la salida. Me encantaría ir a por Anthony directamente, pero aún tenemos que reunirnos con los demás. Alexander y el resto ya deberían haber irrumpido en la ciudad —aseguró, mirando a su segunda y después al resto—. Después nos cobraremos la revancha. Cassandra —clavó su mirada en la subcapitana—, ¿está muy lejos la salida?
Ella tenía el mapa, así que ella tendría que indicar la vía a seguir. Una vez estuviera todo decidido, se pondrían en marcha lo más directamente posible hacia el exterior. Cuanto antes dieran con los piratas antes podrían empezar a moverse.
- Resumen:
- • Pinchar a Cass y seguirla hasta la armería.
• Recuperar a Ocras y buscar algún arma pesada con propiedades similares a las de los guardias que han matado (o alguna otra cosa, vaya).
• Explicar que van a reunirse con el resto de la tripulación y dejar que Cass siga guiando hacia la salida.
Cassandra Pendragon
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Cassandra caminó con paso firme hasta la armería, sus tacones de obsidiana resonando cada vez que entraban en contacto con el suelo, haciéndola pensar que quizá para intrusiones en territorio enemigo necesitaba comprarse unas botas nuevas, que no hiciesen tanto ruido. Quizá algo elegante, pero con tacón de goma, donde podía esconder un filo en caso de emergencia y clavarle un puñal en la cara a alguien con una patada alta. Sonaba eficiente, al menos en su cabeza. Tendría que hablarlo con Rose cuando terminase todo aquello.
Pero por ahora seguía con sus botas de tacón ruidosas y no le quedaba otra que aguantarse y esperar que la distracción creada por el señor planta fuese suficiente para mantener a los guardias alejados de ellos durante unos minutos. Los gritos que procedían de la dirección opuesta, y el sonido metálico de las armaduras al correr los guardias para auxiliar al servicio le indicaban que, al menos, el grosso de la guardia estaría ocupada con otros asuntos mientras ellos asaltaban la armería. Además, algunos de los soldados que habían decidido seguir a Keiran tenían armaduras que hacían más ruido con cada movimiento del que sus tacones pudiesen generar. La princesa buscó las llaves en el otro bolsillo de su abrigo y las cogió antes de llegar a la puerta que debía ser, según el mapa, la armería, para proceder a probar cual llave abriría aquella cerradura en concreto, procurando probar las llaves con la mayor eficiencia y velocidad posible para ganar unos segundos de ventaja. A la cuarta llave, la cerradura cedió y la puerta de la armería se abrió sin problemas, por lo que la noble se apresuró a quitar la llave del cerrojo y volver a guardarse el manojo en el bolsillo, para luego.
La puerta abrió paso a una sala relativamente amplia, iluminada por unas cuantas ventanas alargadas que les permitían ver todo un repertorio de escudos, espadas, lanzas, espadones, arcos, flechas, ballestas, cuchillos, dagas, armaduras pesadas y menos pesadas... Había un poco de todo. Ya que Keiran se encargó de ordenar a los soldados lo que hacer, Cassandra se limitó a buscar a Firenze y Zeus con la mirada, deteniéndose en cada resplandor rojizo, en cada empuñadura dorada, hasta que finalmente encontró a sus queridas espadas metidas de cualquier manera en un barril con otras tantas, que la chica solo podía asumir serían armas de otros prisioneros. Fue entonces cuando soltó su espada "mágica", y la hizo desvanecerse con un chasquido de sus dedos, provocando que el arma desapareciese en un fogonazo de luz que probablemente cogió a más de uno desprevenido, similar al que lo convocaba pero ajeno a su cuerpo.
La princesa procedió a coger sus espadas y frotar las empuñaduras con la manga sucia del abrigo, en un vano intento por desinfectarlas de las sucias manos que las habían tocado. Estaba claro que toda ella necesitaba una limpieza profunda, y todo lo que llevaba encima también. Pero por ahora tendría que aguantarse. Al tiempo que revisaba que las fundas no habían sufrido daños y los filos seguían intactos, Cassandra se decidió a entablar conversación con Anna, con el tono autoritario que la caracterizaba.
—Dime, Anna... ¿De dónde vienes exactamente? ¿Cómo terminaste en aquella celda? ¿Cuánto tiempo llevas aquí? ¿Eres extranjera? Y, de ser así, ¿qué te ha traído a Hallstat? ¿Tienes alguna habilidad que pueda sernos útil? He visto que has adaptado las armas de los guardias a tus preferencias... ¿Estás entrenada en el arte del combate armado? ¿Son las dagas tu arma de preferencia, quizá? ¿Podrás defenderte por ti misma una vez hayamos salido de palacio? —interrogó, sin detenerse ni darle tiempo a responder—. No te voy a exigir que respondas a todas estas preguntas de golpe porque contamos con escaso tiempo para salir de aquí, y tampoco necesito que me cuentes la historia de tu vida, pero te las hago para que te vayas pensando las respuestas. Ten en cuenta que no te hemos sacado de esa celda por compasión, y que tampoco vamos a dedicar nuestro tiempo y esfuerzo a defenderte o cuidar de ti. Una vez salgamos de aquí, eres responsable de defender tu propia vida. Así que, si no te ves preparada para enfrentarte a lo que hay fuera —Cassandra enfundó ambas espadas en su cinturón y echó a caminar hacia el exterior de la armería, volviendo a revisar su mapa en busca de la ruta más directa, antes de volver a clavar la mirada en los ojos de la muchacha—, quizá sea mejor que te quedes aquí. Si decides seguir, no obstante, quedaré a la espera de tus respuestas.
A continuación, regresó su atención al mapa y se acercó a Keiran, que ya estaba dando órdenes de nuevo. Siguió los diferentes recorridos desde la armería hasta alguna de las salidas con el dedo para asegurarse de que escogía la ruta más adecuada, y terminó por esbozar una media sonrisa.
—Parece que la ruta más directa es salir por la puerta servicio, atravesando las cocinas. Sugiero apurar el paso y arremeter contra quien se ponga en nuestro camino, por efectividad —informó, guardándose de nuevo el mapa en el bolsillo ahora que había memorizado la ruta, y desenvainando a Firenze y Zeus antes de echar a caminar, con todos sus sentidos agudizados en un intento por escuchar venir las pesadas armaduras de los guardias.
Pero por ahora seguía con sus botas de tacón ruidosas y no le quedaba otra que aguantarse y esperar que la distracción creada por el señor planta fuese suficiente para mantener a los guardias alejados de ellos durante unos minutos. Los gritos que procedían de la dirección opuesta, y el sonido metálico de las armaduras al correr los guardias para auxiliar al servicio le indicaban que, al menos, el grosso de la guardia estaría ocupada con otros asuntos mientras ellos asaltaban la armería. Además, algunos de los soldados que habían decidido seguir a Keiran tenían armaduras que hacían más ruido con cada movimiento del que sus tacones pudiesen generar. La princesa buscó las llaves en el otro bolsillo de su abrigo y las cogió antes de llegar a la puerta que debía ser, según el mapa, la armería, para proceder a probar cual llave abriría aquella cerradura en concreto, procurando probar las llaves con la mayor eficiencia y velocidad posible para ganar unos segundos de ventaja. A la cuarta llave, la cerradura cedió y la puerta de la armería se abrió sin problemas, por lo que la noble se apresuró a quitar la llave del cerrojo y volver a guardarse el manojo en el bolsillo, para luego.
La puerta abrió paso a una sala relativamente amplia, iluminada por unas cuantas ventanas alargadas que les permitían ver todo un repertorio de escudos, espadas, lanzas, espadones, arcos, flechas, ballestas, cuchillos, dagas, armaduras pesadas y menos pesadas... Había un poco de todo. Ya que Keiran se encargó de ordenar a los soldados lo que hacer, Cassandra se limitó a buscar a Firenze y Zeus con la mirada, deteniéndose en cada resplandor rojizo, en cada empuñadura dorada, hasta que finalmente encontró a sus queridas espadas metidas de cualquier manera en un barril con otras tantas, que la chica solo podía asumir serían armas de otros prisioneros. Fue entonces cuando soltó su espada "mágica", y la hizo desvanecerse con un chasquido de sus dedos, provocando que el arma desapareciese en un fogonazo de luz que probablemente cogió a más de uno desprevenido, similar al que lo convocaba pero ajeno a su cuerpo.
La princesa procedió a coger sus espadas y frotar las empuñaduras con la manga sucia del abrigo, en un vano intento por desinfectarlas de las sucias manos que las habían tocado. Estaba claro que toda ella necesitaba una limpieza profunda, y todo lo que llevaba encima también. Pero por ahora tendría que aguantarse. Al tiempo que revisaba que las fundas no habían sufrido daños y los filos seguían intactos, Cassandra se decidió a entablar conversación con Anna, con el tono autoritario que la caracterizaba.
—Dime, Anna... ¿De dónde vienes exactamente? ¿Cómo terminaste en aquella celda? ¿Cuánto tiempo llevas aquí? ¿Eres extranjera? Y, de ser así, ¿qué te ha traído a Hallstat? ¿Tienes alguna habilidad que pueda sernos útil? He visto que has adaptado las armas de los guardias a tus preferencias... ¿Estás entrenada en el arte del combate armado? ¿Son las dagas tu arma de preferencia, quizá? ¿Podrás defenderte por ti misma una vez hayamos salido de palacio? —interrogó, sin detenerse ni darle tiempo a responder—. No te voy a exigir que respondas a todas estas preguntas de golpe porque contamos con escaso tiempo para salir de aquí, y tampoco necesito que me cuentes la historia de tu vida, pero te las hago para que te vayas pensando las respuestas. Ten en cuenta que no te hemos sacado de esa celda por compasión, y que tampoco vamos a dedicar nuestro tiempo y esfuerzo a defenderte o cuidar de ti. Una vez salgamos de aquí, eres responsable de defender tu propia vida. Así que, si no te ves preparada para enfrentarte a lo que hay fuera —Cassandra enfundó ambas espadas en su cinturón y echó a caminar hacia el exterior de la armería, volviendo a revisar su mapa en busca de la ruta más directa, antes de volver a clavar la mirada en los ojos de la muchacha—, quizá sea mejor que te quedes aquí. Si decides seguir, no obstante, quedaré a la espera de tus respuestas.
A continuación, regresó su atención al mapa y se acercó a Keiran, que ya estaba dando órdenes de nuevo. Siguió los diferentes recorridos desde la armería hasta alguna de las salidas con el dedo para asegurarse de que escogía la ruta más adecuada, y terminó por esbozar una media sonrisa.
—Parece que la ruta más directa es salir por la puerta servicio, atravesando las cocinas. Sugiero apurar el paso y arremeter contra quien se ponga en nuestro camino, por efectividad —informó, guardándose de nuevo el mapa en el bolsillo ahora que había memorizado la ruta, y desenvainando a Firenze y Zeus antes de echar a caminar, con todos sus sentidos agudizados en un intento por escuchar venir las pesadas armaduras de los guardias.
- Resumen:
- Llegar a la armería, abrir la puerta.
- Hacer desaparecer la espada invocada y coger las de verdad.
- Interrogar a Anna como si le fuera la vida en ello.
- Dirigirse a la salida más cercana.
Morgoth
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Aquel hombre parecía estar tomándome el pelo o tenía unas intenciones extrañas hacia mi persona. Me llamó divertido y bonito, algo extraño dado que no había dicho nada fuera de la normalidad. El hombre siguió hablando con la cabeza apoyada en sus manos mientras se apoyaba con los codos en la mesa. Volví a mirar a la mesa dado que parecía que aquel hombre no tenía muchas intenciones de jugar.
De pronto, sacó de un bolsillo una ficha de juego, pero era extraña. Tenía un color dorado que no había visto cuando me enseñaron las monedas, como si aquella fuese especial y lo que le dejaba a él como alguien importante para el casino, algo que me imaginaba dado que había sido traído aquí por el camarero, quizás el jefe del lugar. Y sus siguientes palabras me lo confirmaron, el dueño del local. Miré a aquel hombre, y me levanté de la mesa. Hice una pequeña inclinación llevándome apoyando la palma de mi mano derecha en el pecho.
-Discúlpeme por mi atrevimiento – le dije mientras me inclinaba – No sabía que trataba con el gerente del salón. – añadí sentándome a la mesa nuevamente.
Tras esto dijo algo sobre la hora blanca. Miré hacia la puerta del salón y aunque cerrada y sin ventanas, pude ver claramente que fuera todo estaría completamente cubierto por la niebla que siembre descendía una vez al día. “Una hora, debemos aguantar una hora aquí sin llamar la atención demasiado” pensé. Le dirigí una sonrisa al señor Frapuchino.
-Jugando junto al gerente del salón, estoy seguro de que no habrá ningún problema. – le respondí amablemente. – Disculpe mi atrevimiento nuevamente, pero, y si no es indiscreción. ¿Cómo es que decidió abrir un local aquí? Por lo que tengo entendido están en una guerra civil y eso reduce mucho la posibilidad de jugadores que dejen dinero aquí. – Pregunté apostando una vez más al ochenta y dos.
De pronto, sacó de un bolsillo una ficha de juego, pero era extraña. Tenía un color dorado que no había visto cuando me enseñaron las monedas, como si aquella fuese especial y lo que le dejaba a él como alguien importante para el casino, algo que me imaginaba dado que había sido traído aquí por el camarero, quizás el jefe del lugar. Y sus siguientes palabras me lo confirmaron, el dueño del local. Miré a aquel hombre, y me levanté de la mesa. Hice una pequeña inclinación llevándome apoyando la palma de mi mano derecha en el pecho.
-Discúlpeme por mi atrevimiento – le dije mientras me inclinaba – No sabía que trataba con el gerente del salón. – añadí sentándome a la mesa nuevamente.
Tras esto dijo algo sobre la hora blanca. Miré hacia la puerta del salón y aunque cerrada y sin ventanas, pude ver claramente que fuera todo estaría completamente cubierto por la niebla que siembre descendía una vez al día. “Una hora, debemos aguantar una hora aquí sin llamar la atención demasiado” pensé. Le dirigí una sonrisa al señor Frapuchino.
-Jugando junto al gerente del salón, estoy seguro de que no habrá ningún problema. – le respondí amablemente. – Disculpe mi atrevimiento nuevamente, pero, y si no es indiscreción. ¿Cómo es que decidió abrir un local aquí? Por lo que tengo entendido están en una guerra civil y eso reduce mucho la posibilidad de jugadores que dejen dinero aquí. – Pregunté apostando una vez más al ochenta y dos.
- resumen:
- Seguir con la conversación con Frapuchino.
Helga Eiríksdóttir
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El muchacho al que le había lanzado el puño de oro sólido había esquivado el golpe de alguna manera. Aquella reacción, como si fuera un instinto salvaje, le había permitido el evitar ser golpeado. Sin embargo, el guarda junto a él no había corrido la misma suerte. Con un sonido hueco, el pobre diablo cayó al suelo. Bueno, tampoco me preocupaba. Total, se suponía que trabajaba para el nuevo tirano de la isla. Aunque quizás aquello... podría molestar a Antoine y a la mierda mi tapadera. Hmm... decisiones. De todas formas, aquel hombre me parecía muy raro. ¿Por qué andaba desnudo con solo una hoja tapándole la herramienta? Había visto cosas en el campo de batalla, pero esto era muy surrealista.
-¿Keiran? Me suena ese nombre... - Dije intentando hacer memoria cuando el sujeto me confundió con, aparentemente, uno de su tripulación o grupo.
Aparte de mi propia Wanted, había ojeado algunas más de forma aleatoria para formarme una idea de que piedras tenía en el camino. Pero no conseguía acordarme. El jinete desnudo llamó a su caballo y se dispuso a seguir combatiendo con los guardias. Me caía bien ese chico, me recordaba a mí misma cuando me ponía modo "hacer lo que me dé la gana". Iba a volver a lanzar otro golpe, esta vez con dos puñetazos de oro a la vez. Sin embargo, algo andaba mal.
No habían venido más guardias y las calles se sentían muy solas para que un ataque se estuviera llevando a cabo. Aquello me daba mala espina, me recordaba a algo que pasó en el primer día. ¿Pero qué era? Algo sobre no sé que blanca. Por dentro, mi intuición me gritaba que no permaneciera en la calle más tiempo. Recordando mi objetivo principal, más que nada por la pasta y conseguir información, decidí ir al casino antes de que pasara algo.
- Shiro, algo me dice que no es seguro quedarse en la calle a esta hora. Deberíamos ir al casino, aunque me lo estaba pasando bien con el amigo desnudo - Sonreí viendo como aquel muchacho que parecía una estatua de una escultura antigua, se empeñaba en seguir a lo suyo.
- Volveremos a vernos, seguramente - Dije saludando con la mano - Pero primero, he de hacer una cosa -
Si todo iba bien y mi instinto era falso, iría hasta el casino a ver si estaba ahí el tal Morgoth.
-¿Keiran? Me suena ese nombre... - Dije intentando hacer memoria cuando el sujeto me confundió con, aparentemente, uno de su tripulación o grupo.
Aparte de mi propia Wanted, había ojeado algunas más de forma aleatoria para formarme una idea de que piedras tenía en el camino. Pero no conseguía acordarme. El jinete desnudo llamó a su caballo y se dispuso a seguir combatiendo con los guardias. Me caía bien ese chico, me recordaba a mí misma cuando me ponía modo "hacer lo que me dé la gana". Iba a volver a lanzar otro golpe, esta vez con dos puñetazos de oro a la vez. Sin embargo, algo andaba mal.
No habían venido más guardias y las calles se sentían muy solas para que un ataque se estuviera llevando a cabo. Aquello me daba mala espina, me recordaba a algo que pasó en el primer día. ¿Pero qué era? Algo sobre no sé que blanca. Por dentro, mi intuición me gritaba que no permaneciera en la calle más tiempo. Recordando mi objetivo principal, más que nada por la pasta y conseguir información, decidí ir al casino antes de que pasara algo.
- Shiro, algo me dice que no es seguro quedarse en la calle a esta hora. Deberíamos ir al casino, aunque me lo estaba pasando bien con el amigo desnudo - Sonreí viendo como aquel muchacho que parecía una estatua de una escultura antigua, se empeñaba en seguir a lo suyo.
- Volveremos a vernos, seguramente - Dije saludando con la mano - Pero primero, he de hacer una cosa -
Si todo iba bien y mi instinto era falso, iría hasta el casino a ver si estaba ahí el tal Morgoth.
- Resumen:
- Flipar con el jinete desnudo, tener la intención de volver a atacarle pero luego me da una mala vibra con la calle desierta y tiro pal casino antes de que pasara algo.
Tomoe Asai-Asakura
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Tch. Tenía que practicar más su manejo de armas no-pesadas. Era consciente de que era más torpe con armas "normales", pero no esperaba que su tiempo de reacción fuese tan diferente. Había debilitado una de las paredes, su objetivo "secundario" de aquella batalla. Tras atacar, Tomo envainó de nuevo su arma solo para ver como aquella mujer era más ágil de lo que parecía a simple vista. Había evadido el corte y la proyección, pero no había impedido que debilitara la estructura de parte del laboratorio.
«Creo que así será suficiente» pensó antes de volver a poner sus ojos sobre la mujer.
Escuchó los disparos. Que qué pretendía hacer ahí... A su mente vino el estado en el se encontró a Matheus, el estado en el que acabaron aquellos dos que se transformaron en moles híbridas de humano y planta, el estado del reino, cómo sus jóvenes tenían que vender droga para poder sobrevivir y ayudar a sus familias. Su Voluntad de mejorar el reino, aunque solo fuera un poquito, encendería el corazón de la revolucionaria.
Intentó con todo su corazón volver a sentir lo mismo que cuando su alma le salvó la vida protegiendo su cuerpo de aquel corte en el cuello. Un par de disparos no eran nada, nada de nada. Intentando llamar a la armadura que una vez salvó su vida para reducir los daños que pudiera comerse, Tomoe decidió priorizar la seguridad de su antebrazo, moviéndolo para evitar ese disparo más que nada. Si impactaba en su hombro o en cualquier otro lado que no fuera vital le daba igual, tener un brazo inutilizado ahora mismo significaría tener muy muy difícil sobrevivir.
Por otro lado, el de su muslo... trató de girarse para evadirlo, pero no estaba tan segura de poder evitarlo. Su poco uso de su ambición hacía bastante difícil concentrarse en las dos a la vez, la de predicción y la de defensa.
Recibiera o no el disparo del muslo, Tomoe mantendría el tipo. Con sus manos vacías hizo el gesto de sujetar una odachi y, entonces, la mujer pelirroja entendería por qué se hacía llamar revolucionaria. No podía arriesgarse demasiado con la katana, necesitaba algo más. Necesitaba algo que esa mujer no se esperaría. Necesitaba avivar y utilizar las justas llamas blancas de su corazón.
Sus manos se recubrieron de una capa blanca que parecía resplandecer. En sus ojos, como si representara el mismo instinto de la Armada Revolucionaria, dos llamas blancas se mostraron. Vivas, sin quemar, como el espíritu constructivo, no destructivo, que debería tener la Revolución. Acto seguido se formó una odachi etérea pero sólida entre sus manos, ya preparadas para el ataque. Esperaba que no la conociera de nada de verdad, solo había mostrado esa habilidad una vez, y en principio no habían quedado testigos.
—Mi trabajo —dijo al ver que volvía a la carga.
Desenvainó de nuevo, esta vez con bastante más fuerza que con su último ataque. Aquello era el poder de su alma, un arma espiritual que representaba su tradición, su culto, su dignidad y su voluntad, el Alma de Bishamonten. La hoja, del tamaño estándar para una odachi -100cm de largo- se desenvainó de forma horizontal, de una forma bastante parecida a la de antes. La principal diferencia estaba en el alcance. Con una hoja el doble de larga alcanzaría el doble de distancia y, aunque por norma general no la usaba en interiores por motivos obvios, ya había debilitado una de las paredes. La otra diferencia estaba en la fuerza bruta que utilizó, más alta con esa nueva hoja que con la katana de antes.
Si se había incorporado ya, el corte debería llegarle más o menos a la altura de la cintura. Al contrario que esa mujer, Tomoe no tenía muchas opciones no-letales. Como antes, descargó una proyección de su corte que cargaría la misma fuerza durante los primeros diez metros. Si la pared se había dañado con su corte más débil, esta vez buscaría echar abajo ella misma el laboratorio, empezando por esa pared.
Necesitaba espacio, y el pasillo se le había hecho pequeño.
«Creo que así será suficiente» pensó antes de volver a poner sus ojos sobre la mujer.
Escuchó los disparos. Que qué pretendía hacer ahí... A su mente vino el estado en el se encontró a Matheus, el estado en el que acabaron aquellos dos que se transformaron en moles híbridas de humano y planta, el estado del reino, cómo sus jóvenes tenían que vender droga para poder sobrevivir y ayudar a sus familias. Su Voluntad de mejorar el reino, aunque solo fuera un poquito, encendería el corazón de la revolucionaria.
Intentó con todo su corazón volver a sentir lo mismo que cuando su alma le salvó la vida protegiendo su cuerpo de aquel corte en el cuello. Un par de disparos no eran nada, nada de nada. Intentando llamar a la armadura que una vez salvó su vida para reducir los daños que pudiera comerse, Tomoe decidió priorizar la seguridad de su antebrazo, moviéndolo para evitar ese disparo más que nada. Si impactaba en su hombro o en cualquier otro lado que no fuera vital le daba igual, tener un brazo inutilizado ahora mismo significaría tener muy muy difícil sobrevivir.
Por otro lado, el de su muslo... trató de girarse para evadirlo, pero no estaba tan segura de poder evitarlo. Su poco uso de su ambición hacía bastante difícil concentrarse en las dos a la vez, la de predicción y la de defensa.
Recibiera o no el disparo del muslo, Tomoe mantendría el tipo. Con sus manos vacías hizo el gesto de sujetar una odachi y, entonces, la mujer pelirroja entendería por qué se hacía llamar revolucionaria. No podía arriesgarse demasiado con la katana, necesitaba algo más. Necesitaba algo que esa mujer no se esperaría. Necesitaba avivar y utilizar las justas llamas blancas de su corazón.
Sus manos se recubrieron de una capa blanca que parecía resplandecer. En sus ojos, como si representara el mismo instinto de la Armada Revolucionaria, dos llamas blancas se mostraron. Vivas, sin quemar, como el espíritu constructivo, no destructivo, que debería tener la Revolución. Acto seguido se formó una odachi etérea pero sólida entre sus manos, ya preparadas para el ataque. Esperaba que no la conociera de nada de verdad, solo había mostrado esa habilidad una vez, y en principio no habían quedado testigos.
—Mi trabajo —dijo al ver que volvía a la carga.
Desenvainó de nuevo, esta vez con bastante más fuerza que con su último ataque. Aquello era el poder de su alma, un arma espiritual que representaba su tradición, su culto, su dignidad y su voluntad, el Alma de Bishamonten. La hoja, del tamaño estándar para una odachi -100cm de largo- se desenvainó de forma horizontal, de una forma bastante parecida a la de antes. La principal diferencia estaba en el alcance. Con una hoja el doble de larga alcanzaría el doble de distancia y, aunque por norma general no la usaba en interiores por motivos obvios, ya había debilitado una de las paredes. La otra diferencia estaba en la fuerza bruta que utilizó, más alta con esa nueva hoja que con la katana de antes.
Si se había incorporado ya, el corte debería llegarle más o menos a la altura de la cintura. Al contrario que esa mujer, Tomoe no tenía muchas opciones no-letales. Como antes, descargó una proyección de su corte que cargaría la misma fuerza durante los primeros diez metros. Si la pared se había dañado con su corte más débil, esta vez buscaría echar abajo ella misma el laboratorio, empezando por esa pared.
Necesitaba espacio, y el pasillo se le había hecho pequeño.
- resumen:
» Envaina la katana e ententa usar sus recuerdos sobre Astelia y sobre su pasado para hacer aparecer su Armadura.
» No sabe si funcionará, así que decide poner a salvo su antebrazo, aún si eso significa recibir el disparo en otro lado del cuerpo.
» Como no tiene demasiado espacio y ya está en una posición buena para atacar, prefiere dejar un poco de lado su propia seguridad y solo intenta girarse un poco para evitar el disparo del muslo.
» Utiliza su signatura, "Alma de Bishamonten", para atacar con una odachi etérea. Utiliza un patrón similar al de antes, pero con bastante más alcance y fuerza.
Samvel Legacy
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Los criminales, recelosos del fuego, comenzaron a retirarse, y aún así consiguieron lanzar un cuchillo que alcanzó de pleno la espalda de uno de los niños, matándolo en el acto. El resto de criminales se reían, se burlaban o hacían ambas cosas, de forma despectiva, menospreciando las sinceras palabras del cyborg.
—¿Por qué...? —alcanzó a decir, estupefacto—. ¿Por qué hacéis esto? Ese niño... ese niño pequeño... no os había hecho nada.
Sam sintió como si todo el peso del mundo cayera sobre sus hombros. Sintió impotencia, junto con la frustración que conlleva, y a la vez sintió rabia. Querer proteger a los demás mientras los veía morir enfrente suyo sin poder evitarlo le resultaba devastador, sobre todo cuando se trataba de un niño pequeño que se encontraba en el lugar equivocado en el momento equivocado.
Levantó la vista y observó a aquellos hombres, criminales consumados con ansias de matar y saquear. Bestias inmundas que harían lo que fueran por unos pocos berries, sin escrúpulos, capaces de traicionar a sus madres si con ello sacaban algún beneficio. Y aún así, Sam siempre se encontraba dispuesto a perdonarlos, ofrecerles una segunda oportunidad, y ayudarles a retomar sus vidas por el sendero de la honradez y la rectitud. Pero nunca nadie se redimía. Y aquellas burlas no eran nada comparado a otras ocasiones. ¿Por qué se esforzaba tanto por lo demás?
—Me alegra saber que todavía queda gente con sentido co... —empezó a decir cuando aquel hombre acercó, extendiendo la mano. Un pequeño rayo de esperanza iluminó el rostro del joven cazador, pero la sombra del cuchillo acabó con toda ilusión.
El hombre tiró con fuerza de él e intentó clavarle el acero. La punta de la navaja se rompió al impactar con el brazo metálico de Sam. De haberse tratado de otra persona, podría haberle causado un profunda herida, pero hacía falta algo más para romper su cuerpo de robot.
Y aquello fue la gota que colmó el vaso. Aquella traición, aunque nimia e imprevisible, fue lo que le hizo enfadar de verdad. Tenía que aprender que existían personas que no cambiaban nunca, y que esas personas no merecían piedad. Y mucho menos una segunda oportunidad. Por primera vez en mucho tiempo, sin pararse a pensar, se dejó llevar por sus sentimientos más profundos, y asestó un poderoso golpe con toda su fuerza con el que descargó el peso de su cuerpo en la cara de aquel hombre. Se llevó la mano a la funda de la pistola, cogió el arma, y con ella apuntó a los criminales.
Primero disparó a la rodilla del vil traidor, incapacitándolo por una buena temporada. Después vació el cargador sobre el resto de sus compañeros, siempre apuntando a zonas no vitales. Seguía sin creer que se merecieran la muerte, pero debía hacerse respetar, y la única palabra que aquellos rufianes entendían era la violencia.
—¡¿Y tú qué quieres?! —preguntó airado. Observó un cuerpo volando hacia él, a lo que reaccionó usando sus partes cyborg para dar un gran salto hacia un lado, evadiendo el cuerpo. En mitad del aire observó como una gigantesca lanza atravesó la carne, destrozando los huesos y desgarrando los músculos. Una lluvia de sangre inundó la zona, manchando su ropa. «Por el mismísimo Vegapunk, espero que no estuviera vivo» llegó a pensar.
Tras la conmoción de ver los efectos de aquel ataque que iba destinado hacia él, pudo observar su origen: aquel hombre gigantesco que hacía poco estaba luchando contra los guardias. Aquello lo explicaba todo; le había visto agrandar un cañón durante su pelea, así que, por algún extraño motivo, podía agrandar cosas. ¿Usuario de las frutas del diablo? Era posible. Pero si era así, le volvía un enemigo temible.
—¡¿Tus camaradas?! —preguntó, exaltado, tras entender las palabras ocultas en aquel extraño acento— Esos amigos tuyos están matando a placer a diestro y siniestro. Y no lo voy a permitir, al igual que no pienso permitir que sigas atemorizando la ciudad. ¡Mientras yo esté aquí, haré lo posible para que rufianes de tu calaña acaben pudriéndose en los calabozos más fríos y oscuros del castillo!
Alzó el arma y disparó dos balas, dirigidas a su brazo derecho. Con lo grande que era, solo una no le haría demasiado daño, pero dos balas bien disparadas podrían llegar a inmovilizar su brazo dominante, reduciendo potencialmente el peligro. Además, activó nuevamente los propulsores implantados en las plantas de sus pies a la vez que desenfundaba la porra eléctrica y voló directo a su cara, buscando atizarle un golpe certero en la mandíbula que le dejara grogui. Así se haría respetar.
—¿Por qué...? —alcanzó a decir, estupefacto—. ¿Por qué hacéis esto? Ese niño... ese niño pequeño... no os había hecho nada.
Sam sintió como si todo el peso del mundo cayera sobre sus hombros. Sintió impotencia, junto con la frustración que conlleva, y a la vez sintió rabia. Querer proteger a los demás mientras los veía morir enfrente suyo sin poder evitarlo le resultaba devastador, sobre todo cuando se trataba de un niño pequeño que se encontraba en el lugar equivocado en el momento equivocado.
Levantó la vista y observó a aquellos hombres, criminales consumados con ansias de matar y saquear. Bestias inmundas que harían lo que fueran por unos pocos berries, sin escrúpulos, capaces de traicionar a sus madres si con ello sacaban algún beneficio. Y aún así, Sam siempre se encontraba dispuesto a perdonarlos, ofrecerles una segunda oportunidad, y ayudarles a retomar sus vidas por el sendero de la honradez y la rectitud. Pero nunca nadie se redimía. Y aquellas burlas no eran nada comparado a otras ocasiones. ¿Por qué se esforzaba tanto por lo demás?
—Me alegra saber que todavía queda gente con sentido co... —empezó a decir cuando aquel hombre acercó, extendiendo la mano. Un pequeño rayo de esperanza iluminó el rostro del joven cazador, pero la sombra del cuchillo acabó con toda ilusión.
El hombre tiró con fuerza de él e intentó clavarle el acero. La punta de la navaja se rompió al impactar con el brazo metálico de Sam. De haberse tratado de otra persona, podría haberle causado un profunda herida, pero hacía falta algo más para romper su cuerpo de robot.
Y aquello fue la gota que colmó el vaso. Aquella traición, aunque nimia e imprevisible, fue lo que le hizo enfadar de verdad. Tenía que aprender que existían personas que no cambiaban nunca, y que esas personas no merecían piedad. Y mucho menos una segunda oportunidad. Por primera vez en mucho tiempo, sin pararse a pensar, se dejó llevar por sus sentimientos más profundos, y asestó un poderoso golpe con toda su fuerza con el que descargó el peso de su cuerpo en la cara de aquel hombre. Se llevó la mano a la funda de la pistola, cogió el arma, y con ella apuntó a los criminales.
Primero disparó a la rodilla del vil traidor, incapacitándolo por una buena temporada. Después vació el cargador sobre el resto de sus compañeros, siempre apuntando a zonas no vitales. Seguía sin creer que se merecieran la muerte, pero debía hacerse respetar, y la única palabra que aquellos rufianes entendían era la violencia.
—¡¿Y tú qué quieres?! —preguntó airado. Observó un cuerpo volando hacia él, a lo que reaccionó usando sus partes cyborg para dar un gran salto hacia un lado, evadiendo el cuerpo. En mitad del aire observó como una gigantesca lanza atravesó la carne, destrozando los huesos y desgarrando los músculos. Una lluvia de sangre inundó la zona, manchando su ropa. «Por el mismísimo Vegapunk, espero que no estuviera vivo» llegó a pensar.
Tras la conmoción de ver los efectos de aquel ataque que iba destinado hacia él, pudo observar su origen: aquel hombre gigantesco que hacía poco estaba luchando contra los guardias. Aquello lo explicaba todo; le había visto agrandar un cañón durante su pelea, así que, por algún extraño motivo, podía agrandar cosas. ¿Usuario de las frutas del diablo? Era posible. Pero si era así, le volvía un enemigo temible.
—¡¿Tus camaradas?! —preguntó, exaltado, tras entender las palabras ocultas en aquel extraño acento— Esos amigos tuyos están matando a placer a diestro y siniestro. Y no lo voy a permitir, al igual que no pienso permitir que sigas atemorizando la ciudad. ¡Mientras yo esté aquí, haré lo posible para que rufianes de tu calaña acaben pudriéndose en los calabozos más fríos y oscuros del castillo!
Alzó el arma y disparó dos balas, dirigidas a su brazo derecho. Con lo grande que era, solo una no le haría demasiado daño, pero dos balas bien disparadas podrían llegar a inmovilizar su brazo dominante, reduciendo potencialmente el peligro. Además, activó nuevamente los propulsores implantados en las plantas de sus pies a la vez que desenfundaba la porra eléctrica y voló directo a su cara, buscando atizarle un golpe certero en la mandíbula que le dejara grogui. Así se haría respetar.
- Resumen:
- El rubio se harta de los criminales y las acaba pagando con ellos. Ah, y mucho amor a Napo, que se lo merece.
Anna Bloodfallen
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Intento hacer un apaño, apretando las correas de los guanteletes para que se mantengan medianamente firmes. Las armaduras pesadas nunca han sido mi estilo, basta mirarme para darse cuenta por qué, pero algo de protección adicional siempre está bien. Si por alguna razón debo defenderme con el antebrazo, mejor que se rompa el hueso a perder la extremidad completa. Si no consigo hacer este hábil arreglo con mis diestras manos, dejaré las piezas de metal en este lugar y marcharé. Tampoco puedo perder eternamente el tiempo.
Ahora mismo, mientras camino con esta gente escandalosa y genocida, me cuestiono qué debería hacer. El vagabundo tiene un objetivo más o menos claro y puedo oler lo peligroso que es. Mi misión en el mundo exterior es hallar información sobre el Ejército Revolucionario, no unirme a una estúpida guerra que ni siquiera entiendo ni me interesa entender. Sin embargo, tampoco puedo negar que, por el momento, este grupo funciona como un escudo perfecto. Si las cosas se vuelven aún más peligrosas, puedo escapar y usarlos como distracción. Quizás no soy tan fuerte como el escupe-fuego o la señora-espadas-de-luz, pero soy ágil y silenciosa. No tendría problemas en esconderme y luego echar corriendo de Hallstat.
Una vez en la armería sonrío cuando encuentro el traje de cuervo que he estado usando para esconder mis crímenes. Al parecer, el Gobierno Mundial, una especie de país-potencia hiper poderosa, coloca recompensas exageradas por las cabezas de la gente que se porta mal. A mí no me interesa llevarme mal con algo que puede borrar mi existencia con un solo suspiro. Me acomodo las prendas e intento adaptarlas a mi nueva e improvisada armadura, recojo unas cuantas armas (cuchillos arrojadizos sobre todo) y busco artefactos útiles como, por ejemplo, bombas incendiarias y bombas de humo. Sería maravilloso encontrar una buena dosis de veneno, pero esto no es la habitación de los deseos.
Me estoy poniendo la capa del traje cuando escucho una salva de preguntas. Espera, señora escándalos, ¿no puedes ir más lento? Igual debió haberme hecho estas preguntas cuando abrió mi celda y no ahora cuando no me sobran las opciones. Como sea, este es un momento importante para mí. Puedo continuar cuidando mi fachada de niña inútil, o demostrar alguna habilidad decente para que esta gente decida confiar un poco más en mí. Es un momento importante porque ahora mismo yo decido cuánta información entregarle a esta gente, y todo ser mínimamente listo sabe que la información es poder.
—Soy del North Blue, pero sucedieron cosas y terminé en Hallstat. Un guardia me confundió con el enemigo y terminé en esa celda —respondo, acercándome a la espadachina para que me oiga bien. Hablo casi en un susurro, pero procuro que ella pueda escucharme—. Mira, no soy ninguna princesita que espera a ser salvada. No necesito la ayuda de nadie, puedo sobrevivir por mi cuenta.
La señora escándalos no necesita saber que mis padres me cambiaron por tres cachos de pan ni que crecí en un orfanato a punta de latigazos. No necesita saber que soy una inquisidora preparada para exterminar cualquier cosa que amenace a la Iglesia de Yhardum. No necesita saber que fui traicionada y sentenciada a muerte. No, no necesita saber nada de mí salvo lo que yo crea conveniente contarle.
—Caminar a ciegas nunca es buena idea. Puedo explorar y darles información sobre las posiciones de los soldados —le propongo a la señora escándalos, esperando encontrar un DDM en esta habitación—. Si les mantengo informados podrán decidir cuándo y dónde pelear. A veces es mejor rodear un muro que echarlo abajo a puñetazos. Sólo necesito un número de contacto.
En caso de que decidan aceptar mi propuesta, tomaré la delantera (algo que definitivamente no me gusta hacer) y aprovecharé las sombras de la prisión. Todo está oscuro y, por fortuna para nuestro equipo, puedo ver bien en la oscuridad. Me mantendré pendiente de los sonidos. Si los soldados llevan armaduras, podré dar un rápido aviso a mi equipo. Y, si bien esta estrategia no funcionará de maravillas en un lugar tan cerrado como este, nos ayudará una vez estemos fuera. Si me usan correctamente, los conduciré por los caminos más seguros y, si las peleas son inevitables, me aseguraré de estar preparados y tender trampas.
Ahora mismo, mientras camino con esta gente escandalosa y genocida, me cuestiono qué debería hacer. El vagabundo tiene un objetivo más o menos claro y puedo oler lo peligroso que es. Mi misión en el mundo exterior es hallar información sobre el Ejército Revolucionario, no unirme a una estúpida guerra que ni siquiera entiendo ni me interesa entender. Sin embargo, tampoco puedo negar que, por el momento, este grupo funciona como un escudo perfecto. Si las cosas se vuelven aún más peligrosas, puedo escapar y usarlos como distracción. Quizás no soy tan fuerte como el escupe-fuego o la señora-espadas-de-luz, pero soy ágil y silenciosa. No tendría problemas en esconderme y luego echar corriendo de Hallstat.
Una vez en la armería sonrío cuando encuentro el traje de cuervo que he estado usando para esconder mis crímenes. Al parecer, el Gobierno Mundial, una especie de país-potencia hiper poderosa, coloca recompensas exageradas por las cabezas de la gente que se porta mal. A mí no me interesa llevarme mal con algo que puede borrar mi existencia con un solo suspiro. Me acomodo las prendas e intento adaptarlas a mi nueva e improvisada armadura, recojo unas cuantas armas (cuchillos arrojadizos sobre todo) y busco artefactos útiles como, por ejemplo, bombas incendiarias y bombas de humo. Sería maravilloso encontrar una buena dosis de veneno, pero esto no es la habitación de los deseos.
Me estoy poniendo la capa del traje cuando escucho una salva de preguntas. Espera, señora escándalos, ¿no puedes ir más lento? Igual debió haberme hecho estas preguntas cuando abrió mi celda y no ahora cuando no me sobran las opciones. Como sea, este es un momento importante para mí. Puedo continuar cuidando mi fachada de niña inútil, o demostrar alguna habilidad decente para que esta gente decida confiar un poco más en mí. Es un momento importante porque ahora mismo yo decido cuánta información entregarle a esta gente, y todo ser mínimamente listo sabe que la información es poder.
—Soy del North Blue, pero sucedieron cosas y terminé en Hallstat. Un guardia me confundió con el enemigo y terminé en esa celda —respondo, acercándome a la espadachina para que me oiga bien. Hablo casi en un susurro, pero procuro que ella pueda escucharme—. Mira, no soy ninguna princesita que espera a ser salvada. No necesito la ayuda de nadie, puedo sobrevivir por mi cuenta.
La señora escándalos no necesita saber que mis padres me cambiaron por tres cachos de pan ni que crecí en un orfanato a punta de latigazos. No necesita saber que soy una inquisidora preparada para exterminar cualquier cosa que amenace a la Iglesia de Yhardum. No necesita saber que fui traicionada y sentenciada a muerte. No, no necesita saber nada de mí salvo lo que yo crea conveniente contarle.
—Caminar a ciegas nunca es buena idea. Puedo explorar y darles información sobre las posiciones de los soldados —le propongo a la señora escándalos, esperando encontrar un DDM en esta habitación—. Si les mantengo informados podrán decidir cuándo y dónde pelear. A veces es mejor rodear un muro que echarlo abajo a puñetazos. Sólo necesito un número de contacto.
En caso de que decidan aceptar mi propuesta, tomaré la delantera (algo que definitivamente no me gusta hacer) y aprovecharé las sombras de la prisión. Todo está oscuro y, por fortuna para nuestro equipo, puedo ver bien en la oscuridad. Me mantendré pendiente de los sonidos. Si los soldados llevan armaduras, podré dar un rápido aviso a mi equipo. Y, si bien esta estrategia no funcionará de maravillas en un lugar tan cerrado como este, nos ayudará una vez estemos fuera. Si me usan correctamente, los conduciré por los caminos más seguros y, si las peleas son inevitables, me aseguraré de estar preparados y tender trampas.
- Resumen:
- » Colocarme el traje de cuervo y coger armas y artefactos.
» Responder a Cass.
» Proponerme como exploradora para informar al grupo sobre las posiciones enemigas y asegurarme de recorrer los caminos más seguros.
Me parecia extremadamante raro la escena que estaba apreciando con un hombre parcialmente desnudo que a penas tenia algo que cubrirse sus partes bajas como tambien el que estuviese haciendo ese pequeño espectaculo con Helga y los guardias que claramente me hacia pensar que habia sido muy mala idea de que salieramos de la taberna, y no irnos directamente al casino. Mas cuando note que los guardias estaban demasiado distraidos para ver que diablos pasaba en la tarima, note que el lugar en particular realmente estaba vacio y tan solo me hizo sentir algo incomodo por que no habiamos podido obtener nada realmente fructifero de ese tipo de salida.
Mas al escuchar las palabras de Helga y notar aquel detalle tan solo suspire de lado - Me parece correcto mi Lady, no hay ni un alma cerca y ein el palestre no hay nada ni nadie interesante que podamos sacar y ... Iugh no sabia que tenias ese tipo de gustos - digo pasando mis manos por mi nuca habiendo hecho una expresion de desagrado, no porque me parecia feo aquel joven hombre sino que el grado de excibicionimo me hacia recordar demasiado al okama que me habia entrenado en el arte del combate, y con ello, acompañe a la pelirroja hacia los casinos antes de que nos atrapara esa hora rara donde no se veia nada mas que una neblina blanca.
Mas al escuchar las palabras de Helga y notar aquel detalle tan solo suspire de lado - Me parece correcto mi Lady, no hay ni un alma cerca y ein el palestre no hay nada ni nadie interesante que podamos sacar y ... Iugh no sabia que tenias ese tipo de gustos - digo pasando mis manos por mi nuca habiendo hecho una expresion de desagrado, no porque me parecia feo aquel joven hombre sino que el grado de excibicionimo me hacia recordar demasiado al okama que me habia entrenado en el arte del combate, y con ello, acompañe a la pelirroja hacia los casinos antes de que nos atrapara esa hora rara donde no se veia nada mas que una neblina blanca.
- Resumen:
- Al ver que no hay nada interesante en la zona de "ejecucion", simplemente pierde el interes en el lugar y se va con Helga directamente a los casinos antes de que llegue la Hora Blanca.
Normas del capítulo:
La niebla empieza a cubrirlo todo de golpe. El ruido parece mitigarse con la caída súbita del espeso manto blanco. Es difícil caminar sin perderse o golpearse siquiera con la farola que tenías cinco segundos atrás a dos palmos de la cara. Tan solo alguien que conociera de memoria el camino por el que anda o tuviera sus otros sentidos desarrollados al nivel de una bestia sería capaz de orientarse si se encuentra fuera.
Las cámaras comunes tampoco sirven y las infrarrojas tendrán dificultades de todos modos para diferenciar algo, distorsionada la temperatura por la húmeda película que lo envuelve todo. Parece que hasta el hombre que se encontraba observando cómodamente desde el Zeppelin se le ha acabado el entretenimiento con las calles, quedándole solo los interiores: Los casinos no mostraban nada especialmente interesante, aunque no pudo evitar dibujar un gesto de sorpresa al ver a Frapuccino —uno de los escasos hombres en los que Altair confiaba—, hablando con un hombre de cabellos castaños. No le veía la cara, pero supuso que esa pieza iba a acabar entrando en juego de alguna forma para la subordinada de su amante, quien parecía estar tardando más de la cuenta en tratar con aquella pequeña peste revolucionaria, por cierto.
—Es como un bestia que no sabe que está mal jugar con la comida —dijo para sí mismo, observando de nuevo los pasillos del palacio. Las celdas estaban vacías, eso podía ser interesante. ¡Oh! Habían conseguido llegar a la armería y ahora pudo confirmar sus sospechas. Esas llaves no habían podido llegar solas a sus manos—. ¿Qué hacer? ¿Qué hacer? ¿Debería mandar a alguien? Avisar a Anthony de lo de las llaves podría causar problemas a la princesita… O no. Tal vez ejecute a todos en el castillo salvo a ella… Hmmm… Oh, pero van hacia la salida. Supongo que habrá que alargar la diversión un rato más, si se van me perderé la segunda parte a este ritmo. —La elegante mano no tardó en buscar su caracolófono, descolgar y llamar al número de su… “asociado”.
Por otra parte, en las calles de Astelia la calma parece inundar todo durante unos escasos cinco minutos. En algún lugar de la ciudad el filo de una espada se ve reflejando la luz en la escasa penumbra del umbral. Su portadora parece sonreír con el brillo de esta. No va a esperar más. Sus hombres y las bestias que prometieron lealtad se preparan para ir con ella. Son un grupo pequeño pero poderoso que cuentan con la ventaja del olfato animal y la percepción de la cabecilla del grupo. Los lobos se dividen para cumplir su labor y su objetivo aprovechando los estragos que llegan sucediéndose en la ciudad durante casi una hora ya. Saben que los guardias han roto sus filas y pasaran desapercibidos. Mientras el grupo principal se encamina hacia el castillo, resonando el metal de sus armaduras y las zarpas sobre la piedra, el otro pone sus ojos en el extraño edificio blanco, ajeno a lo que es el aspecto rustico de la ciudad.
Las calles se llenan de escalofriantes aullidos. ¿Será que la niebla viene a devoraros?
- Se moderará los martes entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los martes antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación:
La niebla empieza a cubrirlo todo de golpe. El ruido parece mitigarse con la caída súbita del espeso manto blanco. Es difícil caminar sin perderse o golpearse siquiera con la farola que tenías cinco segundos atrás a dos palmos de la cara. Tan solo alguien que conociera de memoria el camino por el que anda o tuviera sus otros sentidos desarrollados al nivel de una bestia sería capaz de orientarse si se encuentra fuera.
Las cámaras comunes tampoco sirven y las infrarrojas tendrán dificultades de todos modos para diferenciar algo, distorsionada la temperatura por la húmeda película que lo envuelve todo. Parece que hasta el hombre que se encontraba observando cómodamente desde el Zeppelin se le ha acabado el entretenimiento con las calles, quedándole solo los interiores: Los casinos no mostraban nada especialmente interesante, aunque no pudo evitar dibujar un gesto de sorpresa al ver a Frapuccino —uno de los escasos hombres en los que Altair confiaba—, hablando con un hombre de cabellos castaños. No le veía la cara, pero supuso que esa pieza iba a acabar entrando en juego de alguna forma para la subordinada de su amante, quien parecía estar tardando más de la cuenta en tratar con aquella pequeña peste revolucionaria, por cierto.
—Es como un bestia que no sabe que está mal jugar con la comida —dijo para sí mismo, observando de nuevo los pasillos del palacio. Las celdas estaban vacías, eso podía ser interesante. ¡Oh! Habían conseguido llegar a la armería y ahora pudo confirmar sus sospechas. Esas llaves no habían podido llegar solas a sus manos—. ¿Qué hacer? ¿Qué hacer? ¿Debería mandar a alguien? Avisar a Anthony de lo de las llaves podría causar problemas a la princesita… O no. Tal vez ejecute a todos en el castillo salvo a ella… Hmmm… Oh, pero van hacia la salida. Supongo que habrá que alargar la diversión un rato más, si se van me perderé la segunda parte a este ritmo. —La elegante mano no tardó en buscar su caracolófono, descolgar y llamar al número de su… “asociado”.
Por otra parte, en las calles de Astelia la calma parece inundar todo durante unos escasos cinco minutos. En algún lugar de la ciudad el filo de una espada se ve reflejando la luz en la escasa penumbra del umbral. Su portadora parece sonreír con el brillo de esta. No va a esperar más. Sus hombres y las bestias que prometieron lealtad se preparan para ir con ella. Son un grupo pequeño pero poderoso que cuentan con la ventaja del olfato animal y la percepción de la cabecilla del grupo. Los lobos se dividen para cumplir su labor y su objetivo aprovechando los estragos que llegan sucediéndose en la ciudad durante casi una hora ya. Saben que los guardias han roto sus filas y pasaran desapercibidos. Mientras el grupo principal se encamina hacia el castillo, resonando el metal de sus armaduras y las zarpas sobre la piedra, el otro pone sus ojos en el extraño edificio blanco, ajeno a lo que es el aspecto rustico de la ciudad.
Las calles se llenan de escalofriantes aullidos. ¿Será que la niebla viene a devoraros?
- Helga, Shiro, Morgoth:
- Bueno, Helga, parece que tu intuición de que no era buena idea quedare mucho más tiempo a la intemperie ha dado en el clavo. Y es que nada más ponéis la mano sobre el pomo de la puerta que da al casino, la niebla cae como si fuera un peso muerto sobre toda la ciudad, helándoos las espaldas a ti y a Shiro. Esta parece incluso más densa que la que visteis por primera vez. Tanto es así que incluso os costaría encontrar vuestra propia mano si estirarais esta hasta el frente… O por lo menos os da esa sensación. Habéis tenido suerte de llegar juntos al lugar, un poco falto de personas. Han ido llegando unos cuantos más antes que vosotros y estos se encuentran repartidos entre las distintas mesas.
Lo que veis es que pese a la guerra ese lugar sigue, sorprendentemente atrayendo clientes. Hay seis que estaban juntos desde el principio, bebiendo y jugando al póker con un crupiere asegurándose de que ninguno haga trampas, así como otra serie de mesas con distintos juegos. Hay tres hombres y una mujer de cabellos rubios en otra mesa jugando al Black Jack y otras dos jugando a la ruleta solas. También hay una pareja de hombres, uno de ellos con ropas bastante extravagantes, hablando y bebiendo mientras juegan en otra de las mesas de ruleta. Por lo demás, observáis que no hay mesa sin crupiere y que todos tienen un parecido tan grande que casi parecen haber sido hechos con fotocopiadora. Pero bueno, seguro que solo es por el protocolo de vestimenta y no pasa nada. En la barra podéis ver a camarero que, al percatarse de vuestra presencia, os hace un gesto con la mano mientras sonríe radiantemente, invitándoos a pasar y pedir algo de beber.
Por ti parte, Morgoth, el hombre parece no tener ningún problema en contestar a tus preguntas, de hecho, le satisface ver tu reacción y que decides darle conversación.
—Me alegra ver que eres un hombre con el que se puede hablar. Sería muy aburrido jugar con algún soso o burdo grandullón que no tuviera ni pizca de gracia —comenta antes de apostar, en su caso a número impar, antes de seguir hablando contigo— Lo cierto es que a mí también me parecía una apuesta arriesgada, pero yo solo regento una pequeña parte de este negocio. Altair, mi buena señora, es quien decide donde instalar nuestros humildes locales. Es una mujer increíble, pese a sus orígenes. Y esta no es la única isla a la que llega su influencia, claro. Pero es más pobre de lo que nos dijeron. Una verdadera lástima. Lo más seguro es que este proyecto acabe cerrando tarde o temprano y, simplemente nos movamos a otro lugar. —Su charla se detiene solo un momento, para observar como la pelotita con la que estaban jugando se detiene, esta vez cayendo en un número impar. Parece que no has sacado tajada esta vez.
¿Quiere volver a probar, señor Won Sung? —Pregunta, haciéndote un gesto para que muevas tus fichas de ser el caso. Una vez hagas o no tu siguiente apuesta y él haga la suya continuará hablando—. El negocio iba bien hasta ahora por el simple hecho de que Astelia estaba cerrada a la guerra y sus habitantes se veían desesperados por el entretenimiento y olvidarse de esos problemas mundanos… ¿Y qué hay de usted? No parece de por aquí. Y estoy seguro de… No haber visto su cara antes. ¿Qué es lo que busca en esta isla que se derrumba por momentos?
- Keiran, Cassandra y Anna:
- Vaya, parece que todo está yendo mucho mejor de lo que quizás os hubieseis planteado cuando salisteis de vuestras celdas, apenas media hora atrás, sino menos. Encontrar la armería fue un juego de niños, pasearse por el castillo no podía haber sido más fácil que caminar por un parque público y todo gracias a una suerte de coincidencias y la ayuda de Lady Erica, que os facilitó la ruta y no tener que armar un escándalo para daros a la fuga. Claro que ese era parte del trato que se os había ofrecido, así que no había nada que agradecer. Solo quedaba ir a la salida…
Cassandra, fue en ese momento en el que la niña que quisiste acoger por capricho tuvo la desfachatez de contradecirte. De hecho… Más que contradecirte parecía no haber entendido que se haría como tu habías dicho o no se haría… Claro que por otro lado tener a alguien arriesgando el pellejo por ti a futuros no estaba mal… Y vosotros tenéis un DDM. Si hubieran sido tan tontos como para no requisar de entre sus cosas el que… Bueno, parece que los aparatos tecnológicos sí que se los han llevado a otro lugar. Os tocará en principio apañaros con otro plan. Podéis parar a discutir, pero el tiempo apremia.
Aunque antes de hablar sobre la escapada, ¿qué tal si nos paramos a comentar vuestros nuevos juguetes?- Keiran:
- Te tomas un momento en ojear toda la sala de nuevo ahora que tu amada Ocras vuelve a estar en el lugar que le corresponde y no tardas en percatarte de que todo el armamento está ordenado como es debido: Armaduras, escudos, espadas… Las que estaban en el barril con las de Cass eran espadas de poco valor, empleadas para entrenar, quizás. Pero esa es la armería del Rey… O de la Reina, en este caso. La mayoría de armas han pertenecido a alguien de la realeza de Hallstatt y por ello tienen una calidad fuera de lo común. Mientras miras la parte en la que se encuentran las armas más «pesadas», una te llama la atención por encima de las demás.
Nombre del objeto: El que le quieras dar
Descripción y características: Se trata de una gran hacha con filo doble, cuya altura al situarla a tu lado podría casi igualar la tuya. La «cabeza» está decorada con lo que parecen las fauces abiertas de una bestia de color azabache metálico. Pero lo que más te llama es el tenue fulgor que la recorre. Este, al contrario que el de otras armas, no es azulado, sino que sus filos están rodeados por un aura que oscila entre el rojo y el negro… Lo más curioso es que jurarías que esta no había empezado a brillar hasta que tus codiciosos ojos no se posaron en ella.
Propiedades exóticas: Esta curiosa Hacha parece llamar al caos y únicamente al caos. Un arma de calidad genuina forjada para un Rey cruel y sanguinario. A parte de tener Dureza y tenacidad genuinas, destaca porque su aleación ha sido «corrompida» mediante procesos que han invertido completamente su origen. En lugar de enfriar, el contacto con su hoja provoca quemaduras al contacto, aunque ninguna llama es visible. Un corte limpio con esta hacha podría cauterizar al momento la herida… Antes de empezar a ennegrecerse el tejido, como si el fuego se propagara por dentro de la herida hasta cuatro centímetros… Claro que raro sería que alguien sobreviviera a un corte de esta arma bien dado. Los cortes superficiales equivaldrán a tocar algo al rojo vivo durante un par de segundos, empeorando el ardor según la profundidad. No será tan llamativo, eso sí. Falto de sangre… No es lo mismo, ¿no?
Nota: Este efecto solo se dará en personas sin atermia. De tener resistencia, a mayor resistencia menor será el daño, hasta poder ser inutilizado.
- Anna:
- En tu caso, temo decirte que la familia real de Hallstatt no tenía entre ellos ningún pirotécnico. Había cierta loca interesada en la ciencia, pero no encontrarás nada de lo creado por ella entre esas paredes. Lo que si has encontrado es un bonito juego de dagas.
Nombre del objeto: Filos de luna menguante.
Descripción y características: Te encuentras un estuche de terciopelo negro, bastante abultado para su peso y tamaño. Cuando lo abres, sacas un cinturón de cuero negro con distintos agarres. Este contiene hasta diez dagas de color azul cian. Quizás brillan mucho para tu gusto, pero son tan bonitas. Con forma de media luna. No sé qué tan acostumbrada estarás a combatir usando ese tipo de hojas curvas, pero sin duda son más ergonómicas que las lanzas que te has molestado en romper para hacer el apaño. Su tacto es frío y emanan la misma sensación que las lanzas… Solo que mucho más frías.
Propiedades exóticas: Estas dagas de calidad genuina tienen la peculiaridad de «frío» tan característica entre los metales de la isla de Hallstatt. En su caso, se encuentra aún más refinado, por lo que si bien unas lanzas aparentemente normales hechas con ese material ya dejaban tras el corte una capa de escarcha que se propagaba por el tejido cortado por estas, perdurando en el tiempo durante unos segundos con lo que este efecto puede provocar en las células, un corte de estas dagas empieza a extender el frío como si de ramificaciones azules se trataran, Se expande en un radio de cinco centímetros y el efecto del frío se mantiene —salvo que lo calienten— durante dos turnos (el de corte y otro) que entumecerán la zona cortada. Alguien con atermia alta podría soportar mejor este daño. Además, constan de dureza y liviandad genuinas.
Anthony interrumpió la banal conversación que mantenía con la princesa, aburrida, aunque no lo mostrase por fuera, manteniendo la cara de piedra que su madre siempre insistía en que debía mostrar. Y así continuó cuando escuchó las malas palabras y gruñidos del viejo canciller. Este se excusó por un momento, dejando a la princesa sola con su más fiel sirviente mientras salía a hablar con el hombre que protegía fervientemente la entrada de sus aposentos… O, mejor dicho, controlaba cualquier contacto que pudiera tener con el exterior. La de cabellos celestes aprovechó estos escasos segundos, lo justo para tomar el número de DDM por si pudiera serle útil en sus maquinaciones.
Tras la puerta, una orden fue emitida y el caballero se encaminó a su destino, finiquitando por el camino al ser que tanto escándalo estaba causando en el palacio. Y ahí se encontraba, frente a vosotros, sujetando con una mano al hombre-planta que mientras se apoyaba tranquilamente contra la puerta… Y no parecía querer apartarse.
—¿Tan rápido quieren irse nuestros invitados de honor…? —Preguntó el hombre, lanzando el supuesto cadáver con fuerza, aunque apenas había mostrado esfuerzo en su rostro al hacerlo. Si no os apartáis o hacéis algo el cuerpo es probable que os tire… Incluso por la potencia podría arrastrar hacia atrás unos centímetros a Keiran sin mucho problema—. Eso no puede ser, necesitamos que asistáis al evento previo a la coronación. Volved por vuestro propio pie a la celda, ratitas. Si no queréis que os tenga que arrastrar a la fuerza, claro—. Se pone en posición ofensiva blandiendo una espada. ¿Qué haréis?
- Napolean y Samvel:
- Napo, parece que te has topado con alguien problemático, y que ha sido lo suficientemente rápido como para esquivar tus ataques… Pero más importante aún, alguien que se ha atrevido a disparar a tus subordinados. De hecho, a alguno le ha dado con más acierto del que les gustaría. Han sido disparos para dejarles inutilizados. Pero un soldado que no puede luchar se vuelve un lastre y tú les has llevado por una razón, ¿no? Tal vez debas saldar las cuentas… Oh, y ahí que va, directo hacia ti para saludarte.
Sería una pena que en medio de vuestra pelea callera de repente una espesa bruma que os impida veros bien el uno al otro. La niebla cae a medida que el ataque de Samvel se aproxima, así que por inercia podéis suponer más o menos donde estáis y evadir o contraatacar. Pero en cuanto os separéis os va a costar volver a encontraros pese a estar uno al lado del otro. Lo mismo sucede con los demás piratas… Y bueno, a lo lejos escucháis los ruidos de pasos metálicos y aullidos de perros. Vosotros sabréis si queréis seguir esa pelea.
Por cierto, Alexander. Una idea se pasa por tu cabeza en ese momento. ¿Estará bien el mocoso asalvajado con la hoja de parra al que tenías que cuidar?
- Adam:
- Bueno, pues tras haberte subido a la palestra y no haber encontrado nada te has quedado solo. La pelirroja hermana pérdida de Keiran se despide de ti prometiendo volver a verte y se marcha con el retaco de pelo albino para entrar en uno de los edificios colindantes a la plaza. Puedes seguirles si quieres, pero sabes que ese no es tu objetivo ahora… Tu objetivo. ¿Dónde quedó? Tenías que hacer algo muy importante, y no te has olvidado, claro. El problema es que en un parpadeo la valla metálica tras la que se ocultaba el castillo de Astelia al que entrasteis la otra vez se encuentra ahora oculto por una densa niebla que llena el ambiente de un olor húmedo, el cual envuelve y oculta en su mayoría todos los demás…. Aunque si te quedas quieto no tardaras más que cinco minutos en empezar a escuchar aullidos de lobos y su olor, muy muy cerca de ti. Claro que siempre puedes intentar ocultarte, seguir a la señora antes de que se vaya o intentar probar el pequeño regalo que os hizo Izzy. Estás por tu cuenta ahora.
- Velkan:
- Bueno, el hombre no tarda en morir con tu ataque y los sirvientes que se encontraban próximos se abren paso en la biblioteca. Hay un par de caballeros que cuando ven la escena no pueden sino apuntaros con lanzas. Tus compañeros aún algo conmocionados se plantean si levantar las manos para dejar claro que no quieren luchar, pero acaban por simplemente quedarse firmes en el sitio, esperando a que hables. Al fin y al cabo, Lady Iliana, la reina a la que siguen fervientemente te ha puesto al mando. Es tu momento de tomar el control y preparar la remontada para recuperar el trono antes de que sea tarde.
- Tomoe:
- Parece que la suerte te sonríe… quizás más de lo que te esperabas, y es que el disparo que por un segundo parecía que iba a acertarte de lleno en el muslo por salvar el antebrazo se ve desviado por un momento, como si hubieras conseguido hacer más sólida aquella armadura de voluntad. Ese disparo iba al centro de tu muslo, así que por mucho que intentaras mover tu pierna no ibas a poder evitar en principio que atravesase tu carne. Sigue golpeándote, pero es como que se resbala sobre tu piel hasta solo convertirse en un roce un poco más fuerte. Te sangra, y seguramente deje una fea cicatriz. Pero no es algo que vaya a impedirte seguir combatiendo. Por otra parte, tu antebrazo queda intacto.
La pelirroja frunce el ceño cuando logras evadir su ataque y, viendo que no te amedrentas, sino que vas a lanzar otro tajo gracias a tu poder de luz etérea, no le queda más remedio que rectificar. Aparentemente se vuelve a echar hacia atrás para volver a su posición original, pero… Algo no está bien. Por alguna razón el movimiento es demasiado parecido al que había hecho la primera vez que se apartó y posicionó ahí… Por la trayectoria de su cuerpo…
Poco importa en cuanto la espada baja, aparentemente atravesándola. La pared y parte del techo se llevan tu golpe también y esta cede, derrumbándose y dando a la habitación de al lado, la cual contiene… Jaulas. Están todas vacías, así que no puedes asumir que había dentro… ¿O sí? ¿Recuerdas esa especie de capsula tamaño humano? ¿Puede que experimentaran con alguien o algo? La idea de que hubieran podido usar humanos para probar vete tú a saber qué o peor te invade por un momento y la sensación o el enfado parecen despertar algo en ti. Algo que te dice que todo en ese lugar está mal, que debes estar atenta a que no salga algún ser a atacarte… Y Justo entonces, sin aparente motivo te agachas. A tu espalda, la mujer parece que va a trastabillar, no habiendo podido tocarte la nuca a tiempo. Chasquea la lengua.
—Parece que me he confiado. Pensaba que eso bastaría —se quejó en voz alta, aunque estaba claro que hablaba para sí misma—. Dime, pequeña revolucionaria. ¿Era vuestro trabajo matar a una científica? —Pregunta al aire, pillándote por sorpresa… O casi. Se lanza a por ti, sin mucho esfuerzo por tomarte por sorpresa. Parece que está empezando a usarte solo por desquite. ¿Seguirás peleando con ella? Parece un juego que va para largo, pero tampoco puedes retroceder.
Por cierto… Cada vez más cerca empiezan a escucharse aullidos de lobos.
Napolean
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La movilidad de aquel individuo de brazos ardientes era memorable, aunque Alexander no se sorprendió para nada. Era un hecho que mientras más pequeño fuera un ser vivo, independientemente de si era un insecto, un animal o un triste humano, era más escurridizo y difícil de atrapar. Pero que fuera complicado, no implicaba que fuera a ser imposible.
—¡Sacre bleu! —exclamó Alexander—. ¿Mes amies? No, no, no, no… Se podría decir, señor, que nuestra relación es estrictamente profesional. Personalmente me importa un comino que les ocurra, pero no creo que mi superior opine de esa forma, así que me toca protegerlos si un abusón con tú decide atacarlos de esa forma tan deshonorable.
De pronto, sacó un arma de fuego y disparó dos veces. La posición del brazo de su contrincante, el ángulo que parecía estar buscando y la distancia que los separaba, fue suficiente para Alexander como para intuir que estaba buscando su flanco más diestro. Es por eso, que dejó caer su peso sobre su otro lado y dio un pequeño salto, con el que esquivó parcialmente el ataque, pues una de las balas rozó su hombro haciéndole un rasguño que picó como la picadura de un insecto.
Mientras tanto, el ambiente en la ciudad estaba cambiando súbitamente. Una espesa niebla comenzó a emerger a su alrededor, imposibilitando varias de sus habilidades de combate como tirador. Primero pensó que era cosa de aquel hombrecillo, pero entonces sintió una presión sobre su cuerpo que procedía de todas partes, como si una jauría de fieras quisiera acabar con su vida, así que lo descartó. Apenas era capaz de ver nada más allá de sus narices, sin embargo, aunque para muchos fuera une salope, a Alexander tan solo le hizo surgir una sonrisa, que se desdibujó al pensar en Adam.
«¿Dónde coño se habrá metido el salvaje?», pensó durante un instante, mientras centraba sus sentidos en el sujeto que hacía unos segundos estaba frente a él.
Era capaz de sentir, no con mucha claridad, su presencia. No estaba seguro de que fuera la suya, pero hasta hace poco tan solo estaba él, así que tendría que dejarse convencer de que era él. Fue capaz de escuchar como algo se movía a gran velocidad hacia él, era como una especie de cohete que se le acercaba con firmeza. Disparar no era una opción, así que tenía que optar por un combate en distancias cortas. Se puso en guardia, centrándose en sus oídos, elevando los brazos para cubrir con las manos su rostro y los costados con sus codos, y flexionando sus piernas un poco. Entonces los escuchó, como algo parecía agitar el viento aún con más fuerza también por la derecha.
«Trois, deux, un…»
Alexander separó su brazo de la cara, sintiendo un calambrazo en su antebrazo que se propagó por todo el brazo y parte de su rostro, que quedó paralizada y algo caída. Aunque eso no le impidió usar su mano buena para tratar de agarrar por alguna parte a su oponente, girar sobre sí mismo y lanzarlo hacia el frente para que se perdiera entre la niebla y así poder buscar a Adam.
«¡Oh, mon dieu! ¡No siento el braso!», pensó.
De nuevo usaría su haki, tratando de sentir a alguno de sus compañeros e ir con ellos. En el caso de que no consiga enviar lejos al sujeto raro —Samvuel—, continuaría el combate.
—¡Sacre bleu! —exclamó Alexander—. ¿Mes amies? No, no, no, no… Se podría decir, señor, que nuestra relación es estrictamente profesional. Personalmente me importa un comino que les ocurra, pero no creo que mi superior opine de esa forma, así que me toca protegerlos si un abusón con tú decide atacarlos de esa forma tan deshonorable.
De pronto, sacó un arma de fuego y disparó dos veces. La posición del brazo de su contrincante, el ángulo que parecía estar buscando y la distancia que los separaba, fue suficiente para Alexander como para intuir que estaba buscando su flanco más diestro. Es por eso, que dejó caer su peso sobre su otro lado y dio un pequeño salto, con el que esquivó parcialmente el ataque, pues una de las balas rozó su hombro haciéndole un rasguño que picó como la picadura de un insecto.
Mientras tanto, el ambiente en la ciudad estaba cambiando súbitamente. Una espesa niebla comenzó a emerger a su alrededor, imposibilitando varias de sus habilidades de combate como tirador. Primero pensó que era cosa de aquel hombrecillo, pero entonces sintió una presión sobre su cuerpo que procedía de todas partes, como si una jauría de fieras quisiera acabar con su vida, así que lo descartó. Apenas era capaz de ver nada más allá de sus narices, sin embargo, aunque para muchos fuera une salope, a Alexander tan solo le hizo surgir una sonrisa, que se desdibujó al pensar en Adam.
«¿Dónde coño se habrá metido el salvaje?», pensó durante un instante, mientras centraba sus sentidos en el sujeto que hacía unos segundos estaba frente a él.
Era capaz de sentir, no con mucha claridad, su presencia. No estaba seguro de que fuera la suya, pero hasta hace poco tan solo estaba él, así que tendría que dejarse convencer de que era él. Fue capaz de escuchar como algo se movía a gran velocidad hacia él, era como una especie de cohete que se le acercaba con firmeza. Disparar no era una opción, así que tenía que optar por un combate en distancias cortas. Se puso en guardia, centrándose en sus oídos, elevando los brazos para cubrir con las manos su rostro y los costados con sus codos, y flexionando sus piernas un poco. Entonces los escuchó, como algo parecía agitar el viento aún con más fuerza también por la derecha.
«Trois, deux, un…»
Alexander separó su brazo de la cara, sintiendo un calambrazo en su antebrazo que se propagó por todo el brazo y parte de su rostro, que quedó paralizada y algo caída. Aunque eso no le impidió usar su mano buena para tratar de agarrar por alguna parte a su oponente, girar sobre sí mismo y lanzarlo hacia el frente para que se perdiera entre la niebla y así poder buscar a Adam.
«¡Oh, mon dieu! ¡No siento el braso!», pensó.
De nuevo usaría su haki, tratando de sentir a alguno de sus compañeros e ir con ellos. En el caso de que no consiga enviar lejos al sujeto raro —Samvuel—, continuaría el combate.
- Resumen:
- Seguir el combate con Samvelillo, sentirse como Rambo y luego tratar de enviarlo lejos para no combatir más en la niebla y buscar a Adam, Keiran o Cass.
Samvel Legacy
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Con las balas no llegó a hacer gran cosa; el pirata actuó con presteza para alguien de su tamaño, recibiendo únicamente un rasguño. Sin embargo, aquello no detuvo a Samvel, quién se lanzó de cabeza a un combate cuerpo a cuerpo, buscando inmovilizar al gigantesco hombre a base de calambrazos. En cuanto se acercó a él, le propinó un fuerte golpe con la porra eléctrica, pero mostró ser tan fuerte como parecía, sobreponiéndose al ataque y contraatacando.
Se encontraba en el aire, a la suficiente altura como para no tocar el suelo, incapaz de maniobrar. Su enemigo aprovechó la ocasión y agarró su brazo. Casi sin darse cuenta, comenzó a girar. Una, dos, tres... Perdió la cuenta de los giros. Hubo un momento en que llegó a sentirse mareado. Fue lanzado con más fuerza de la que esperaba, rebotando sobre el suelo como una piedra bien lanzada sobre el mar, provocando el chirrido del acero sobre la piedra.
Cuando Sam se recompuso, la misma niebla blanca que había observado en su primer día en Hallstat le había engullido por completo. Sin poder hacer uso de su sentido de la vista, se puso en guardia, esperando un ataque enemigo. Aguardó lo suficiente como para darse cuenta de que estaba solo. ¿El pirata había escapado? ¿Y qué había sido de sus compañeros? Empezaba a encontrarse perdido, sin un objetivo claro. Se había desviado de su camino para detener la amenaza que asolaba la ciudad, pero... ¿Seguiría siendo una amenaza con la niebla? En aquel no momento Samvel no estaba seguro de nada, salvo de una cosa: el asalto enemigo se había detenido, seguramente gracias a las condiciones atmosféricas, y él tenía una misión que cumplir.
Caminando a tientas con los brazos extendidos, con cuidado de no tropezar con piedras en el camino, adoquines sueltos y demás obstáculos, buscó una pared, un muro o algo que le ayudara a orientarse ligeramente, o al menos, a andar en alguna dirección sin temor a caminar en círculos. No sabía qué se encontraría, y aquellos aullidos resultaban más escalofriantes de lo que le gustaría, pero seguía cejado en su empeño de encontrar una forja y prepararse para lo que se iba a avecinar. Al fin y al cabo, había una ciudad que salvar.
Se encontraba en el aire, a la suficiente altura como para no tocar el suelo, incapaz de maniobrar. Su enemigo aprovechó la ocasión y agarró su brazo. Casi sin darse cuenta, comenzó a girar. Una, dos, tres... Perdió la cuenta de los giros. Hubo un momento en que llegó a sentirse mareado. Fue lanzado con más fuerza de la que esperaba, rebotando sobre el suelo como una piedra bien lanzada sobre el mar, provocando el chirrido del acero sobre la piedra.
Cuando Sam se recompuso, la misma niebla blanca que había observado en su primer día en Hallstat le había engullido por completo. Sin poder hacer uso de su sentido de la vista, se puso en guardia, esperando un ataque enemigo. Aguardó lo suficiente como para darse cuenta de que estaba solo. ¿El pirata había escapado? ¿Y qué había sido de sus compañeros? Empezaba a encontrarse perdido, sin un objetivo claro. Se había desviado de su camino para detener la amenaza que asolaba la ciudad, pero... ¿Seguiría siendo una amenaza con la niebla? En aquel no momento Samvel no estaba seguro de nada, salvo de una cosa: el asalto enemigo se había detenido, seguramente gracias a las condiciones atmosféricas, y él tenía una misión que cumplir.
Caminando a tientas con los brazos extendidos, con cuidado de no tropezar con piedras en el camino, adoquines sueltos y demás obstáculos, buscó una pared, un muro o algo que le ayudara a orientarse ligeramente, o al menos, a andar en alguna dirección sin temor a caminar en círculos. No sabía qué se encontraría, y aquellos aullidos resultaban más escalofriantes de lo que le gustaría, pero seguía cejado en su empeño de encontrar una forja y prepararse para lo que se iba a avecinar. Al fin y al cabo, había una ciudad que salvar.
- Resumen:
- Salir volando gracias al Napo y perderse en la niebla. Al ver que todo está "más calmado", decide buscar nuevamente una forja para dedicarse a lo suyo ahora que está a tiempo.
Morgoth
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-Bueno, tengo una educación de primera, aunque siempre que estaba mi padre delante no lo demostré – Le confesé al ver su apuesta. – Bueno, no considero los orígenes de alguien algo relevante para lo que ha logrado, no todos los hijos de padres poderosos e influentes consiguen ser ni la sombra de estos y hay gente que ha nacido en la pobreza absoluta y ha conseguido cosas impresionantes. – di mi opinión al ver como el croupier lanzaba la bola – La verdad es que una guerra no es que enriquezca a la isla. Vendrá menos gente y todo irá a peor hasta que termine.
La conversación me estaba distrayendo de la mesa y no me di cuenta de que el regente del local había ganado la apuesta esta vez. “es una mesa bastante buena, dado que la casa apenas ha conseguido beneficios” pensé poniendo un par de monedas en el negro. Mientras Frapuchino hizo su apuesta. Volvió a hablar de los negocios, esta vez los que había cuando abrieron aquel local él y la tal Altair.
-Bueno, la verdad es que venía a hacer turismo a la isla, aunque como intuirá no sabía nada de esta guerra. Craso error el no haberme informado bien con anterioridad dada la situación. Mi estancia en esta ciudad se ha visto incrementada en días. Salir es peligroso porque se intuye la guerra que está en ciernes y no creo que tarde en estallar si no lo ha hecho ya mientras hablamos. – Conté mientras veía la bola girar. – En estos días busco evadirme de esta situación y cada día me muevo por sitios diferentes, conociendo jovencitas diferentes que me ayuden a ello o jugando en sitios que de casualidad estén abiertos, como este. Por cierto, ¿Su superior tiene solo este tipo de negocios? Lo pregunto por si me los encuentro en otras islas o si puedo probar por mi cuenta o para algún conocido algún otro ocio que pueda ofrecer.
Hablé lo más casual que pude. Por fin creía haber conseguido algo de información que podía ser de interés, aunque debería de esperar un buen rato para poder comunicársela a mis compañeras, a las que les eché un vistazo rápido cuando mencione el buscar jovencitas todos los días. Intentaba aparentar ser el típico chico rico que no sabe en que gastar el dinero de la familia. Básicamente en mujeres, en vicios y en juegos diseñados para perder dinero y no ganarlo.
La conversación me estaba distrayendo de la mesa y no me di cuenta de que el regente del local había ganado la apuesta esta vez. “es una mesa bastante buena, dado que la casa apenas ha conseguido beneficios” pensé poniendo un par de monedas en el negro. Mientras Frapuchino hizo su apuesta. Volvió a hablar de los negocios, esta vez los que había cuando abrieron aquel local él y la tal Altair.
-Bueno, la verdad es que venía a hacer turismo a la isla, aunque como intuirá no sabía nada de esta guerra. Craso error el no haberme informado bien con anterioridad dada la situación. Mi estancia en esta ciudad se ha visto incrementada en días. Salir es peligroso porque se intuye la guerra que está en ciernes y no creo que tarde en estallar si no lo ha hecho ya mientras hablamos. – Conté mientras veía la bola girar. – En estos días busco evadirme de esta situación y cada día me muevo por sitios diferentes, conociendo jovencitas diferentes que me ayuden a ello o jugando en sitios que de casualidad estén abiertos, como este. Por cierto, ¿Su superior tiene solo este tipo de negocios? Lo pregunto por si me los encuentro en otras islas o si puedo probar por mi cuenta o para algún conocido algún otro ocio que pueda ofrecer.
Hablé lo más casual que pude. Por fin creía haber conseguido algo de información que podía ser de interés, aunque debería de esperar un buen rato para poder comunicársela a mis compañeras, a las que les eché un vistazo rápido cuando mencione el buscar jovencitas todos los días. Intentaba aparentar ser el típico chico rico que no sabe en que gastar el dinero de la familia. Básicamente en mujeres, en vicios y en juegos diseñados para perder dinero y no ganarlo.
- resumen:
- Seguir con la conversación.
Helga Eiríksdóttir
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Realmente mi instinto me sorprendía a veces, no pensaba que fuera a pasar nada. Pero nada más llegar a la puerta del casino, la niebla lo cubrió todo y no se veía absolutamente nada. Aquello me dio mala vibra y más cuando se escucharon unos aullidos en la lejanía. Abrí la puerta del casino y fue entonces cuando me dio el mono. Descubrí algo tan maravilloso que me hacía sentir como si me hubiera tomado la mejor de las drogas. Una sensación de calidez arrasaba mi cuerpo y mi cabeza daba vueltas al ver las mesas de juego. Ruletas y Blackjack. Sabía poco de como jugar, pero me sentía completamente atraída. Habían algunas personas jugando. Pero en ese momento, el encontrar a mi objetivo por el paripé me dejó de importar. Una vocecita en mi cabeza comenzó a retumbar y solo decía una cosa: juega, juega, apuesta, juega. Sentía un cosquilleo en las manos. Rápidamente, pedí al camarero que me diera fichas.
Si él no me las daba, iría corriendo a la mesa más cercana a mí para pedírselas al crupier. El dinero que llevaba encima me quemaba. Tenía grandes deseos de gastar y sentir el maldito subidón de las apuestas. Me daba igual ganar o perder, todo era por el instinto. El sonido de la bolita en la ruleta, clang, clang. Era jodidamente hipnótico. No podía aguantar más. Iba a apostar.
- ¡Apuesto al 23 rojo! - Grité ansiosa. Si no ganaba, seguiría apostando cambiando el color al número 2 negro.
Ignoraba si el tal Morgoth se encontraba en la sala. Todo dependería de mi compañero, pues mi espíritu se había quebrado por culpa del demonio del juego. O Shiro me sacaba de ahí o me lo gastaría todo. Pero era mejor acabar el trabajo. Total, sería más dinero para apostar. El sonido de las cartas mezclándose y otra vez, el retumbar de la bolita. Cling, cling. No podía parar. Quería más emoción. Era como comer la más deliciosas de las comidas y querer repetir una y otra vez.
Si él no me las daba, iría corriendo a la mesa más cercana a mí para pedírselas al crupier. El dinero que llevaba encima me quemaba. Tenía grandes deseos de gastar y sentir el maldito subidón de las apuestas. Me daba igual ganar o perder, todo era por el instinto. El sonido de la bolita en la ruleta, clang, clang. Era jodidamente hipnótico. No podía aguantar más. Iba a apostar.
- ¡Apuesto al 23 rojo! - Grité ansiosa. Si no ganaba, seguiría apostando cambiando el color al número 2 negro.
Ignoraba si el tal Morgoth se encontraba en la sala. Todo dependería de mi compañero, pues mi espíritu se había quebrado por culpa del demonio del juego. O Shiro me sacaba de ahí o me lo gastaría todo. Pero era mejor acabar el trabajo. Total, sería más dinero para apostar. El sonido de las cartas mezclándose y otra vez, el retumbar de la bolita. Cling, cling. No podía parar. Quería más emoción. Era como comer la más deliciosas de las comidas y querer repetir una y otra vez.
- Resumen:
- Flipar con la niebla y caer presa de la ludopatía
Tomoe Asai-Asakura
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De alguna forma su cuerpo había resistido bien los disparos y su ataque había logrado derribar parte de la estructura del edificio. Ahora sí tenía espacio para moverse a gusto incluso con su odachi. Por otra parte, la pelirroja lo había vuelto a evitar pero lo había hecho de una forma algo extraña. Había sido demasiado precisa
«Huh, serán imaginaciones mías, pero parecía que estaba... ¿puede ser?»
Se agachó sin pensarlo demasiado, evitando un nuevo ataque de aquella mujer extraña. Por otra parte, ¿cómo había llegado a su espalda tan rápido?La cabeza de la revolucionaria trabajó un poco más y, aunque eran solo conjeturas, veía algo extraño en la forma de atacar y de moverse que tenía. Se movió hacia delante para crear distancia de nuevo entre ella y la pelirroja, levantándose luego mientras envainaba su arma etérea.
—Desde que llegué a la ciudad solo he matado a una criatura humana-vegetal que creó un hombre con una especie de... aceite, eso es obra de tu querida científica, ¿verdad? —no iba a revelar sus órdenes, pero éstas no incluían matar a nadie. Solo se había librado hasta ahora de las amenazas hacia su propia integridad. Miró entonces a su alrededor. Todo lleno de jaulas vacías que, asociándolo a las cápsulas vacías de antes lo único que conseguían era empezar a encender las llamas de su alma. Cómo podían... cómo podían jugar así con vidas humanas, cómo podían encerrar a seres vivos en esas jaulas para sus experimentos, ¿no se les revolvían las tripas ni un poquito?. Sentía verdaderas ganas de echar abajo el edificio a tajos, de imponer más aún el poder de su alma, de llevar a cabo la justicia que los marines parecían ser incapaces de traer a Hallstat.
El experimento... ¿tendría algo que ver con aquellas dos bestias? ¿y se enfadaba porque alguien hubiera matado a esa científica? Enfadada debía estar la revolucionaria, que se veía incapaz de detener
—No he sido yo, pero viendo el daño que habéis hecho al pueblo de Hallstat y las criaturas horrorosas que he visto... no habría dudado de tenerla delante. Transformar a gente en esas cosas, obligar a niños a vender droga y apalearlos cuando no cumplen... sois abominaciones incluso para ser criminales, merecéis el peor de los destinos —no la subestimaba, pero su enfado era demasiado sincero como para contener sus palabras. Si no lo lograba ella daba igual, pensaba llevar toda esa información a sus superiores. El éxito de los usurpadores del trono era algo temporal. Si sobrevivía pensaba presionar a la Armada para asaltar y liberar Hallstat.
—Aún si es imposible debo... debo deteneros. Se lo debo. Os detendré, conseguiré vuestras fórmulas y pondré fin a los daños que habéis causado. Haré que nadie tenga que relacionarse con vuestras drogas para sobrevivir —volvió a recordar al chaval, a todos aquellos que, como él, se veían obligados a traficar para sobrevivir. No podía fallarles, no podía permitírselo. En sus manos estaba hacer que pudieran tener una vida digna sin tener que vivir a base de drogas y palizas.
Su corazón, lleno de justicia e ideales, seguía ardiendo, pero aún no era suficiente para despertar por completo. Había encendido la chispa, pero aún faltaba combustible. Faltaba combustible para despertar el alma de conquistadora que tenía dentro.
Había repetido dos veces el mismo ataque y lo había esquivado de una forma muy extraña. Esta vez probaría algo ligeramente distinto, tenía que aprovechar ahora que aún duraba su hoja etérea. Bajó el brazo que sostenía la espada completa, agarró la empuñadura con firmeza y, siguiendo sus extraños rituales, susurró el nombre completo de su movimiento para darle algo más de... fuerza moral, por decirlo de alguna forma. Flexionó las rodillas, esta vez estaba fuera del alcance de su hoja, pero su intención no era realmente dañarla. No sabía qué estaba buscando pero si se negaba a darle cualquier tipo de información... entonces su única opción era reducir el edificio a escombros y buscar ella misma. Cosa que, por cierto, haría con mucho gusto.
—Shirotsukiryū... Mikazukichiku —al pronunciar la habilidad, desenvainó con fuerza para realizar un tajo vertical ascendente que descargaría, de nuevo y a riesgo de estar siendo demasiado repetitiva, una onda cortante que viajaría de frente pero en un ángulo que la haría subir. Si la pelirroja no se movía, el tajo le llegaría desde la cintura hasta la cabeza más o menos. El peligro no era tanto el corte, si no la posibilidad de derrumbar el techo sobre la mujer.
«Hay algo raro en cómo se mueve, puede que así descubra algo más» pensó.
Su espada y las llamas de sus ojos se disiparon tras su ataque, y ahora tocaba echar mano de la odachi que tenía en su espalda, pegaba igual de fuerte pero impresionaba menos.
¿Aullidos? ¿Es que había lobos invadiendo la ciudad ahora?
«Huh, serán imaginaciones mías, pero parecía que estaba... ¿puede ser?»
Se agachó sin pensarlo demasiado, evitando un nuevo ataque de aquella mujer extraña. Por otra parte, ¿cómo había llegado a su espalda tan rápido?La cabeza de la revolucionaria trabajó un poco más y, aunque eran solo conjeturas, veía algo extraño en la forma de atacar y de moverse que tenía. Se movió hacia delante para crear distancia de nuevo entre ella y la pelirroja, levantándose luego mientras envainaba su arma etérea.
—Desde que llegué a la ciudad solo he matado a una criatura humana-vegetal que creó un hombre con una especie de... aceite, eso es obra de tu querida científica, ¿verdad? —no iba a revelar sus órdenes, pero éstas no incluían matar a nadie. Solo se había librado hasta ahora de las amenazas hacia su propia integridad. Miró entonces a su alrededor. Todo lleno de jaulas vacías que, asociándolo a las cápsulas vacías de antes lo único que conseguían era empezar a encender las llamas de su alma. Cómo podían... cómo podían jugar así con vidas humanas, cómo podían encerrar a seres vivos en esas jaulas para sus experimentos, ¿no se les revolvían las tripas ni un poquito?. Sentía verdaderas ganas de echar abajo el edificio a tajos, de imponer más aún el poder de su alma, de llevar a cabo la justicia que los marines parecían ser incapaces de traer a Hallstat.
El experimento... ¿tendría algo que ver con aquellas dos bestias? ¿y se enfadaba porque alguien hubiera matado a esa científica? Enfadada debía estar la revolucionaria, que se veía incapaz de detener
—No he sido yo, pero viendo el daño que habéis hecho al pueblo de Hallstat y las criaturas horrorosas que he visto... no habría dudado de tenerla delante. Transformar a gente en esas cosas, obligar a niños a vender droga y apalearlos cuando no cumplen... sois abominaciones incluso para ser criminales, merecéis el peor de los destinos —no la subestimaba, pero su enfado era demasiado sincero como para contener sus palabras. Si no lo lograba ella daba igual, pensaba llevar toda esa información a sus superiores. El éxito de los usurpadores del trono era algo temporal. Si sobrevivía pensaba presionar a la Armada para asaltar y liberar Hallstat.
—Aún si es imposible debo... debo deteneros. Se lo debo. Os detendré, conseguiré vuestras fórmulas y pondré fin a los daños que habéis causado. Haré que nadie tenga que relacionarse con vuestras drogas para sobrevivir —volvió a recordar al chaval, a todos aquellos que, como él, se veían obligados a traficar para sobrevivir. No podía fallarles, no podía permitírselo. En sus manos estaba hacer que pudieran tener una vida digna sin tener que vivir a base de drogas y palizas.
Su corazón, lleno de justicia e ideales, seguía ardiendo, pero aún no era suficiente para despertar por completo. Había encendido la chispa, pero aún faltaba combustible. Faltaba combustible para despertar el alma de conquistadora que tenía dentro.
Había repetido dos veces el mismo ataque y lo había esquivado de una forma muy extraña. Esta vez probaría algo ligeramente distinto, tenía que aprovechar ahora que aún duraba su hoja etérea. Bajó el brazo que sostenía la espada completa, agarró la empuñadura con firmeza y, siguiendo sus extraños rituales, susurró el nombre completo de su movimiento para darle algo más de... fuerza moral, por decirlo de alguna forma. Flexionó las rodillas, esta vez estaba fuera del alcance de su hoja, pero su intención no era realmente dañarla. No sabía qué estaba buscando pero si se negaba a darle cualquier tipo de información... entonces su única opción era reducir el edificio a escombros y buscar ella misma. Cosa que, por cierto, haría con mucho gusto.
—Shirotsukiryū... Mikazukichiku —al pronunciar la habilidad, desenvainó con fuerza para realizar un tajo vertical ascendente que descargaría, de nuevo y a riesgo de estar siendo demasiado repetitiva, una onda cortante que viajaría de frente pero en un ángulo que la haría subir. Si la pelirroja no se movía, el tajo le llegaría desde la cintura hasta la cabeza más o menos. El peligro no era tanto el corte, si no la posibilidad de derrumbar el techo sobre la mujer.
«Hay algo raro en cómo se mueve, puede que así descubra algo más» pensó.
Su espada y las llamas de sus ojos se disiparon tras su ataque, y ahora tocaba echar mano de la odachi que tenía en su espalda, pegaba igual de fuerte pero impresionaba menos.
¿Aullidos? ¿Es que había lobos invadiendo la ciudad ahora?
- resumen:
» Sospecha de los movimientos de la pelirroja y aprovecha que ha derribado una de las paredes para apartarse y crear distancia entre las dos.
» Empieza a cabrearse fuerte, comenta Cosas cuando le pregunta por una científica. No usa haki por ahora.
» Usa Mikazukichiku para intentar rebanarla pero apunta algo más alto, con el objetivo de, básicamente, tirarle el techo encima. El ataque es una onda cortante de las de Habilidad.
Cassandra Pendragon
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La Pendragon esperó lo suficiente para asegurarse de que todos estaban armados, antes de tomar la decisión de escoger la ruta que los llevaría hacia las cocinas y la salida lateral del servicio, ya que parecía más fácil y seguro salir por allí que atravesar la puerta principal probablemente vigilada por más soldados con armaduras extrañas.
Por su parte, Anna le había respondido exactamente a lo que ella había preguntado, ni más, ni menos, lo que se había ganado un ligero aumento en la aprobación de la noble hacia la pequeña mugrienta.Y no solamente había respondido de manera sucinta a sus preguntas, sino que había propuesto un plan que no implicaba lanzarse de cabeza hacia el enemigo —como el 99% de los planes del capitán— y demostraba iniciativa, experiencia e inteligencia. Quizá aquella niña podía ser una adición extremadamente útil a la banda pirata, especialmente si tendía a metodologías más similares a las de Cassandra. La sutileza, en los Ravenous Hound, solía brillar por su ausencia, y no era por el esfuerzo de la subcapitana por pararse a pensar las cosas antes de actuar.
—No suena a mal plan, pero no tenemos otro DDM, así que no podemos llevarlo a cabo. Al menos era una opción más inteligente que la de... —carraspeó y bajó el tono de voz— el bruto pelirrojo que nos lidera —terminó por susurrar, casi esperando a que Keiran la escuchase y se enfadase de nuevo. Tocarle la moral al capitán se había convertido en su pasatiempo favorito, después de todo.
Tras aquel comentario, se dirigiría espada en mano de vuelta al pasillo, y lideraría al grupo hasta la entrada de las cocinas, sin toparse con ningún soldado por el camino. Aquello era extremadamente extraño. A aquellas alturas, teniendo en cuenta los ataques aleatorios del señor planta que les habían servido como distracción, los soldados de palacio debían saber ya que los prisioneros habían escapado. Y, sin embargo, no se escuchaba ningún paso metálico en su dirección, ningún sonido de armadura moviéndose a toda prisa de aquí para allá.
El palacio estaba completamente en silencio. Y aquello solo le producía desconfianza.
Cassandra se guardó el mapa en el bolsillo, sabiendo ya por donde tenía que ir, y desenvainó a Zeus para acompañar a Firenze con su otra mano, agudizando los sentidos, con el cuerpo en tensión, esperando un ataque por sorpresa en cualquier momento.
Pero el ataque no llegó, y la noble ya estaba empezando a despotricar de nuevo de Hallstat en su cabeza mientras abría la puerta de la cocina, cuando lo vio.
Un tipo de grandes dimensiones, vestido con armadura pesada, apostado frente a la puerta que llevaba al exterior, arrastrando al señor planta como si pesase menos que una hoja de papel, para luego tirarlo directamente en su dirección.
La princesa calculó que el cuerpo del hombre se dirigía directamente hacia ella y le daría de lleno, por lo que tiró del soldado a su derecha e intercambió su posición con él, empujándolo hacia el proyectil humano y obligándolo a impactar con este. El soldado salió despedido unos metros y chocó contra la pared del pasillo con un sonoro crujido, el cuerpo del hombre-planta aterrizando sobre él.
A Cassandra casi se le cayeron las espadas por hacer semejante maniobra, y ahora estaba sujetándolas de nuevo con más fuerza, activando los mecanismos ocultos de ambas para envolverlas en llamas y electricidad y calculando mentalmente la desproporcionada fuerza que debía tener aquel tipo, en base al lanzamiento del cuerpo. Keiran ya estaba lanzándose directamente a por él, por lo que Cassandra se encargó de ordenar a los soldados que quedaban en pie.
—¡Tras esa puerta está nuestra libertad, muchachos! ¡Solo tenemos que quitarnos a este tipo de en medio! ¡Pero no os metáis en el camino de Keiran! O acabaréis probando su acero —les dijo, a modo de orden y advertencia.
A continuación, aprovechando el ataque de Keiran, Cassandra intentaría deslizarse por un costado del hombre armado y buscar un trozo de cuerpo descubierto para hacerle probar el sabor del fuego y la electricidad de sus espadas, evitando en todo caso meterse en la trayectoria del capitán para evitar sufrir daños colaterales.
Por su parte, Anna le había respondido exactamente a lo que ella había preguntado, ni más, ni menos, lo que se había ganado un ligero aumento en la aprobación de la noble hacia la pequeña mugrienta.Y no solamente había respondido de manera sucinta a sus preguntas, sino que había propuesto un plan que no implicaba lanzarse de cabeza hacia el enemigo —como el 99% de los planes del capitán— y demostraba iniciativa, experiencia e inteligencia. Quizá aquella niña podía ser una adición extremadamente útil a la banda pirata, especialmente si tendía a metodologías más similares a las de Cassandra. La sutileza, en los Ravenous Hound, solía brillar por su ausencia, y no era por el esfuerzo de la subcapitana por pararse a pensar las cosas antes de actuar.
—No suena a mal plan, pero no tenemos otro DDM, así que no podemos llevarlo a cabo. Al menos era una opción más inteligente que la de... —carraspeó y bajó el tono de voz— el bruto pelirrojo que nos lidera —terminó por susurrar, casi esperando a que Keiran la escuchase y se enfadase de nuevo. Tocarle la moral al capitán se había convertido en su pasatiempo favorito, después de todo.
Tras aquel comentario, se dirigiría espada en mano de vuelta al pasillo, y lideraría al grupo hasta la entrada de las cocinas, sin toparse con ningún soldado por el camino. Aquello era extremadamente extraño. A aquellas alturas, teniendo en cuenta los ataques aleatorios del señor planta que les habían servido como distracción, los soldados de palacio debían saber ya que los prisioneros habían escapado. Y, sin embargo, no se escuchaba ningún paso metálico en su dirección, ningún sonido de armadura moviéndose a toda prisa de aquí para allá.
El palacio estaba completamente en silencio. Y aquello solo le producía desconfianza.
Cassandra se guardó el mapa en el bolsillo, sabiendo ya por donde tenía que ir, y desenvainó a Zeus para acompañar a Firenze con su otra mano, agudizando los sentidos, con el cuerpo en tensión, esperando un ataque por sorpresa en cualquier momento.
Pero el ataque no llegó, y la noble ya estaba empezando a despotricar de nuevo de Hallstat en su cabeza mientras abría la puerta de la cocina, cuando lo vio.
Un tipo de grandes dimensiones, vestido con armadura pesada, apostado frente a la puerta que llevaba al exterior, arrastrando al señor planta como si pesase menos que una hoja de papel, para luego tirarlo directamente en su dirección.
La princesa calculó que el cuerpo del hombre se dirigía directamente hacia ella y le daría de lleno, por lo que tiró del soldado a su derecha e intercambió su posición con él, empujándolo hacia el proyectil humano y obligándolo a impactar con este. El soldado salió despedido unos metros y chocó contra la pared del pasillo con un sonoro crujido, el cuerpo del hombre-planta aterrizando sobre él.
A Cassandra casi se le cayeron las espadas por hacer semejante maniobra, y ahora estaba sujetándolas de nuevo con más fuerza, activando los mecanismos ocultos de ambas para envolverlas en llamas y electricidad y calculando mentalmente la desproporcionada fuerza que debía tener aquel tipo, en base al lanzamiento del cuerpo. Keiran ya estaba lanzándose directamente a por él, por lo que Cassandra se encargó de ordenar a los soldados que quedaban en pie.
—¡Tras esa puerta está nuestra libertad, muchachos! ¡Solo tenemos que quitarnos a este tipo de en medio! ¡Pero no os metáis en el camino de Keiran! O acabaréis probando su acero —les dijo, a modo de orden y advertencia.
A continuación, aprovechando el ataque de Keiran, Cassandra intentaría deslizarse por un costado del hombre armado y buscar un trozo de cuerpo descubierto para hacerle probar el sabor del fuego y la electricidad de sus espadas, evitando en todo caso meterse en la trayectoria del capitán para evitar sufrir daños colaterales.
- Resumen:
- Decidir tomar el camino de las cocinas.
- Usar a un soldado NPC como escudo humano para evitar ser golpeada.
- Atacar al enemigo desde un costado, buscando alguna parte donde insertar sus espadas y probar a electrocutarlo o quemarle la carne.
Keiran T. Farraige
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Su búsqueda dio resultados mucho más prometedores de los que esperaba y es que allí, en mitad del polvo y el abandono, encontró un premio que se aseguraría de atesorar y emplear a conveniencia. El tamaño de aquel arma era similar al de Ocras, casi igualando el suyo propio, con la diferencia de que esta vez no era un mandoble lo que empuñaba sino un hacha de guerra. Una que, debía reconocer, le resultaba excesivamente bella. Casi pudo sentir la agonía que podría desatar con ella en el momento mismo de tocarla, afianzando su agarre en torno al mango, viéndose incapaz de apartar su ambarina mirada de la temible y oscura que adornaba la cabeza del arma. Tampoco pasó desapercibido el extraño fulgor que la recorría, ni fue ajeno al horror que le inspiraba lo que debía ser el pasado de aquella reliquia.
«Sería un desperdicio abandonarla aquí, a su suerte», se dijo, antes de adoptarla para sí y hacer algunos movimientos con ella para comprobar su balance, peso y estabilidad; nada a lo que no pudiera adaptarse rápidamente. Estaba acostumbrado a combatir con armas cuyo tamaño escapaban de las posibilidades de soldados ordinarios, así que blandir el hacha no debía suponer ningún desafío para él. Tan solo quedaba pendiente bautizarla con un nombre apropiado, y es que un arma como esa merecía un nombre acorde. ¿Cuál sería? Ocras representaba el Hambre de Keiran; su voracidad y su ansia insaciable de destrucción plasmados en aquella palabra propia de su idioma materno. Aquel hacha había sido concebida por sus enemigos; aquellos que habían tenido la osadía de desafiarlo a él y a su tripulación, subestimándolos y tratándolos como basura desechable. No se le ocurría un castigo mejor a su osadía que emplear sus propias obras contra ellos. Sí, ese arma representaría su revancha. Su Venganza.
—Díoltas —la llamó, apenas en un susurro, y casi pudo sentir cómo el metal que la componía vibraba. Tan solo salió de su ensimismamiento cuando las palabras de Cassandra llegaron a sus agudos oídos, haciéndole alzar una ceja y mirarlas a Anna y a ella de reojo—. ¿Y desde cuándo te supone eso un problema? —se quejó—. Como he dicho antes, no parecías en desacuerdo cuando estábamos en la plaza.
Procuró controlar su pronto lo suficiente como para no darle el gusto a su segunda. No era ningún idiota y sabía bien que le gustaba buscarle las cosquillas, encontrándoselas normalmente. En aquella situación se mordería la lengua: había alguien en quien debía volcar toda su ira antes de poder dejarse llevar por los juegos de otros. Debía centrarse en la muerte de Anthony.
Sin mucho más que decir y, de nuevo, observando a la cría que se había ataviado con nuevas y extrañas vestiduras, se echó la colosal arma al hombro y salió de la armería para reunirse con el resto del grupo, siguiendo después a su segunda mientras los guiaba por las distintas galerías del castillo.
Los minutos pasaban más lentos de lo que cabría esperar para alguien que debía llevar una sobredosis de adrenalina en el cuerpo, o al menos eso aplicaría la lógica en gente que se encontraba en mitad de una fuga. Los pasillos se encontraban inusualmente tranquilos y, sala tras sala, fueron incapaces de divisar guardia alguno. No solo eso, sino que tampoco se escuchaba el alboroto de antes, lo que probablemente implicara que el caballero–vegetal debía haberse fugado por sus propios medios o, en su defecto, haber sido reducido por los soldados. Cualquiera de las dos opciones resultarían ser una verdadera lástima para el capitán, y es que esperaba poder darle alcance al grandullón más adelante y alistarlo en su tripulación o, en su defecto, ofrecérselo como regalo a Cassandra. Sabiendo de eso que ella llamaba «interés científico», supuso que tendría ganas de echarle el guante.
La respuesta no tardaría en llegar y es que, una vez se adentraron en las cocinas, un nuevo obstáculo se interpuso en el camino del grupo. Su amigo verde se encontraba derrotado por el caballero que se había plantado entre ellos y la libertad, aferrado por su mano como si no fuera más que una piedrecilla en el camino, apodo que le venía a dedo tras lo que haría su nuevo amigo con él. Ni siquiera prestó atención al crujido que provocó uno de los hombres que lo acompañaban cuando la merciana lo usó a modo de protección, habiéndose echado Keiran a un lado para evitar que aquella mole lo golpeara. En su lugar se quedó mirándolo con interés, y por momentos su diestra incrementaba el agarre sobre el mango de su nuevo juguete.
Dicen que los perros son capaces de oler el miedo de la gente, pero lo que captaba el sabueso infernal no era temor sino una seguridad absoluta. Ansiaba, con todo su ser, que no fuera infundada.
—¿Volver? No... —El pelirrojo le mostró sus afilados dientes en una sonrisa, claramente emocionado—. Nuestra cita con Anthony no puede esperar tanto. Dime: ¿serías tan amable de ¡apartarte de mi puto camino!?
No esperó respuesta alguna, sino que se lanzó frenéticamente contra el caballero mientras echaba mano a Díoltas con ambas manos. Su cuerpo comenzó a verse envuelto en aquellas llamas infernales, justo antes de que estas salieran proyectadas contra su oponente. No esperaba quitárselo de en medio, aunque esperaba que sirviera de distracción para que el verdadero ataque no errara en su objetivo. Inmediatamente después blandió su hacha en dos amplios arcos, el primero ascendente y el segundo descendente, intentando traspasar la coraza del guardián envuelto en aquel frenesí.
«Sería un desperdicio abandonarla aquí, a su suerte», se dijo, antes de adoptarla para sí y hacer algunos movimientos con ella para comprobar su balance, peso y estabilidad; nada a lo que no pudiera adaptarse rápidamente. Estaba acostumbrado a combatir con armas cuyo tamaño escapaban de las posibilidades de soldados ordinarios, así que blandir el hacha no debía suponer ningún desafío para él. Tan solo quedaba pendiente bautizarla con un nombre apropiado, y es que un arma como esa merecía un nombre acorde. ¿Cuál sería? Ocras representaba el Hambre de Keiran; su voracidad y su ansia insaciable de destrucción plasmados en aquella palabra propia de su idioma materno. Aquel hacha había sido concebida por sus enemigos; aquellos que habían tenido la osadía de desafiarlo a él y a su tripulación, subestimándolos y tratándolos como basura desechable. No se le ocurría un castigo mejor a su osadía que emplear sus propias obras contra ellos. Sí, ese arma representaría su revancha. Su Venganza.
—Díoltas —la llamó, apenas en un susurro, y casi pudo sentir cómo el metal que la componía vibraba. Tan solo salió de su ensimismamiento cuando las palabras de Cassandra llegaron a sus agudos oídos, haciéndole alzar una ceja y mirarlas a Anna y a ella de reojo—. ¿Y desde cuándo te supone eso un problema? —se quejó—. Como he dicho antes, no parecías en desacuerdo cuando estábamos en la plaza.
Procuró controlar su pronto lo suficiente como para no darle el gusto a su segunda. No era ningún idiota y sabía bien que le gustaba buscarle las cosquillas, encontrándoselas normalmente. En aquella situación se mordería la lengua: había alguien en quien debía volcar toda su ira antes de poder dejarse llevar por los juegos de otros. Debía centrarse en la muerte de Anthony.
Sin mucho más que decir y, de nuevo, observando a la cría que se había ataviado con nuevas y extrañas vestiduras, se echó la colosal arma al hombro y salió de la armería para reunirse con el resto del grupo, siguiendo después a su segunda mientras los guiaba por las distintas galerías del castillo.
Los minutos pasaban más lentos de lo que cabría esperar para alguien que debía llevar una sobredosis de adrenalina en el cuerpo, o al menos eso aplicaría la lógica en gente que se encontraba en mitad de una fuga. Los pasillos se encontraban inusualmente tranquilos y, sala tras sala, fueron incapaces de divisar guardia alguno. No solo eso, sino que tampoco se escuchaba el alboroto de antes, lo que probablemente implicara que el caballero–vegetal debía haberse fugado por sus propios medios o, en su defecto, haber sido reducido por los soldados. Cualquiera de las dos opciones resultarían ser una verdadera lástima para el capitán, y es que esperaba poder darle alcance al grandullón más adelante y alistarlo en su tripulación o, en su defecto, ofrecérselo como regalo a Cassandra. Sabiendo de eso que ella llamaba «interés científico», supuso que tendría ganas de echarle el guante.
La respuesta no tardaría en llegar y es que, una vez se adentraron en las cocinas, un nuevo obstáculo se interpuso en el camino del grupo. Su amigo verde se encontraba derrotado por el caballero que se había plantado entre ellos y la libertad, aferrado por su mano como si no fuera más que una piedrecilla en el camino, apodo que le venía a dedo tras lo que haría su nuevo amigo con él. Ni siquiera prestó atención al crujido que provocó uno de los hombres que lo acompañaban cuando la merciana lo usó a modo de protección, habiéndose echado Keiran a un lado para evitar que aquella mole lo golpeara. En su lugar se quedó mirándolo con interés, y por momentos su diestra incrementaba el agarre sobre el mango de su nuevo juguete.
Dicen que los perros son capaces de oler el miedo de la gente, pero lo que captaba el sabueso infernal no era temor sino una seguridad absoluta. Ansiaba, con todo su ser, que no fuera infundada.
—¿Volver? No... —El pelirrojo le mostró sus afilados dientes en una sonrisa, claramente emocionado—. Nuestra cita con Anthony no puede esperar tanto. Dime: ¿serías tan amable de ¡apartarte de mi puto camino!?
No esperó respuesta alguna, sino que se lanzó frenéticamente contra el caballero mientras echaba mano a Díoltas con ambas manos. Su cuerpo comenzó a verse envuelto en aquellas llamas infernales, justo antes de que estas salieran proyectadas contra su oponente. No esperaba quitárselo de en medio, aunque esperaba que sirviera de distracción para que el verdadero ataque no errara en su objetivo. Inmediatamente después blandió su hacha en dos amplios arcos, el primero ascendente y el segundo descendente, intentando traspasar la coraza del guardián envuelto en aquel frenesí.
- Resumen:
- • Ponerle nombre al nuevo juguete.
• Seguir a Cass por el castillo.
• Lanzarse de cabeza a por el asesino de Hulky.
Cuando entramos al casino en cuestión simplemente me quede algo estupefacto que aun hubiese personas que estuviese perdidas en el juego en cuestión de haber pasado una "guerra" con todas las letras pero al parecer, las personas de ese reinado claramente no entendían ese tipo de palabras e incluso pensaba que los varios prostíbulos seguramente estarían casi igual de llenos que este casino. Por lo que solo suspire por segunda vez en ese momento, escuchando los aullidos de fondo que me dio un pequeño escalofrió de aquello que se escondía tras las sombras de la neblina pero no fue hasta que mire a la barra donde el mozo nos hacia seña de acércanos, que note que Helga había ido directamente hacia la zona donde estaban las ruletas y solo me hizo caer un goterón cuando escuche como esta apostaba a un numero al azar.
De todas maneras, suspire por tercer vez y me acerque un poco a donde estaba Helga, dándole un suave golpe en el hombro para que me prestara atención - Termina este juego y nos vamos a trabajar querida, perder dinero no es nuestro objetivo y sin dinero no vas a poder jugar tranquila no - Le dije en un tono sereno pero bastante bajo para acércame al oído de esta - Además el juego esta arreglado para que se pierda y te diría donde caerá la pelotita pero ahora no es el momento, así que te lo pido querida termina y nos vamos a trabajar - le digo al oído a este en forma de susurro para que nadie mas escuchara para apresurar las cosas y llevarla directamente a la barra para ver que quería ofrecernos el barman en cuestión.
Si ella llegara a prestarme la atención necesaria, la llevaría directamente hacia donde estaba el barman y sentarme con esta a mi lado para ver que nos estaba por ofrecer el hombre que estaba frente a la barra.
De todas maneras, suspire por tercer vez y me acerque un poco a donde estaba Helga, dándole un suave golpe en el hombro para que me prestara atención - Termina este juego y nos vamos a trabajar querida, perder dinero no es nuestro objetivo y sin dinero no vas a poder jugar tranquila no - Le dije en un tono sereno pero bastante bajo para acércame al oído de esta - Además el juego esta arreglado para que se pierda y te diría donde caerá la pelotita pero ahora no es el momento, así que te lo pido querida termina y nos vamos a trabajar - le digo al oído a este en forma de susurro para que nadie mas escuchara para apresurar las cosas y llevarla directamente a la barra para ver que quería ofrecernos el barman en cuestión.
Si ella llegara a prestarme la atención necesaria, la llevaría directamente hacia donde estaba el barman y sentarme con esta a mi lado para ver que nos estaba por ofrecer el hombre que estaba frente a la barra.
- Resumen + Acciones:
Llega, trata de arrastrar a Helga de las apuestas para ir a hablar con el barman.
Anna Bloodfallen
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Agilidad
Destreza
Precisión
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Hemos avanzado sin ningún problema hasta encontrarnos en un ancho pero corto pasillo, frente a las puertas del castillo. ¿En serio ninguno se ha preguntado cómo es que esto nos está saliendo tan ridículamente bien? A menos que el señor de estas tierras sea un completo imbécil (algo que no creo), estamos haciendo justamente lo que desea: avanzar. Vamos camino a una trampa, eso es lo que dice mi instinto. Y cuando veo a un hombre aparecer tras la entrada, cuando veo que sostiene como un trapo al hombre-planta, chasqueo la lengua: hemos caído de lleno.
Ruedo hacia la derecha cuando el caballero lanza el cadáver hacia nosotros. Vale, he quedado como una estúpida al esquivar algo que en ningún momento iba a darme, pero mejor prevenir que curar. Supongo que, si queremos continuar, tenemos que deshacernos de este problemón. La pregunta es cómo. Asumiré por un momento que el señor del castillo no es un idiota con deficiencia neuronal, asumiré que todo esto es parte de su plan, que lo tiene todo calculado. Y, si es así, ese hombre de ahí debe ser lo suficientemente hábil como para que la ventaja numérica no sea, bueno, una ventaja.
Estudio al enemigo: tiene una armadura de cuero con unas pocas piezas de metal. Debe confiar en su capacidad de reacción y agilidad para esquivar los ataques del contrario. También posee una fuerza física sobrehumana; creo que no podría bloquear ninguno de sus golpes sin romperme un hueso. Ahora bien, cualquiera se centraría más en el gigantón que lleva dos armas proporcionales a su tamaño y a una señora gritona que clama la libertad.
La batalla comienza, caótica y desorganizada. Mis “compañeros” se abalanzan hacia el caballero y yo tampoco pierdo el tiempo. En vez de una trayectoria en línea recta, directa y prepotente, realizo una especie de parábola para alejarme de su rango de visión, basándome en la mano con la que no empuña el arma. Me muevo en silencio y aprovechando los obstáculos que figuran los cuerpos de mi equipo. Cuando comienzo a acercarme desde el flanco del enemigo siento las llamas infernales del vagabundo. Y enseguida se suma la señora escándalo. Es hábil con la espada, eso es innegable.
Mi intención es sincronizarme a la perfección con los movimientos de la señora escándalo. Mi ataque sucedería tras el del vagabundo y en compañía con el de Cassandra. Me deslizaría desde el otro flanco para cortar con mis nuevas dagas la zona trasera de las rodillas. Podría intentar un golpe mortal, pero reducir su movilidad es lo mejor para una batalla que tomará más de un asalto. Además, no quiero quedarme con el crédito de haber matado a este hombre, eso me haría ver innecesariamente peligrosa.
Ruedo hacia la derecha cuando el caballero lanza el cadáver hacia nosotros. Vale, he quedado como una estúpida al esquivar algo que en ningún momento iba a darme, pero mejor prevenir que curar. Supongo que, si queremos continuar, tenemos que deshacernos de este problemón. La pregunta es cómo. Asumiré por un momento que el señor del castillo no es un idiota con deficiencia neuronal, asumiré que todo esto es parte de su plan, que lo tiene todo calculado. Y, si es así, ese hombre de ahí debe ser lo suficientemente hábil como para que la ventaja numérica no sea, bueno, una ventaja.
Estudio al enemigo: tiene una armadura de cuero con unas pocas piezas de metal. Debe confiar en su capacidad de reacción y agilidad para esquivar los ataques del contrario. También posee una fuerza física sobrehumana; creo que no podría bloquear ninguno de sus golpes sin romperme un hueso. Ahora bien, cualquiera se centraría más en el gigantón que lleva dos armas proporcionales a su tamaño y a una señora gritona que clama la libertad.
La batalla comienza, caótica y desorganizada. Mis “compañeros” se abalanzan hacia el caballero y yo tampoco pierdo el tiempo. En vez de una trayectoria en línea recta, directa y prepotente, realizo una especie de parábola para alejarme de su rango de visión, basándome en la mano con la que no empuña el arma. Me muevo en silencio y aprovechando los obstáculos que figuran los cuerpos de mi equipo. Cuando comienzo a acercarme desde el flanco del enemigo siento las llamas infernales del vagabundo. Y enseguida se suma la señora escándalo. Es hábil con la espada, eso es innegable.
Mi intención es sincronizarme a la perfección con los movimientos de la señora escándalo. Mi ataque sucedería tras el del vagabundo y en compañía con el de Cassandra. Me deslizaría desde el otro flanco para cortar con mis nuevas dagas la zona trasera de las rodillas. Podría intentar un golpe mortal, pero reducir su movilidad es lo mejor para una batalla que tomará más de un asalto. Además, no quiero quedarme con el crédito de haber matado a este hombre, eso me haría ver innecesariamente peligrosa.
- Resumen:
- Aprovechar los ataques de mis compañeros para cortar la parte trasera de las rodillas del caballero.
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