Normas del capítulo:
La esperanza y la alegría volvieron a ser protagonistas los días próximos a la desaparición de las bestias salvajes. Los civiles esperanzados y los marines ingenuos pensaban que por fin la destrucción había terminado, que pronto podrían reconstruir el archipiélago y regresar a la normalidad. Por temor a lo que podría suceder dentro de los días venideros, ignoraron el comportamiento de los veteranos de la Marina puesto que, si algo sabían estos aguerridos hombres, era que los piratas, como buenos agentes del caos, jamás se detendrían hasta conseguir su objetivo. Los más aventurados especulaban sobre el propósito de Sirio en Sabaody, pero lo cierto es que incluso a día de hoy nadie sabe lo que persigue.
Una flota de velas negras y barcos roñosos, castigados por los numerosos enfrentamientos marítimos, destrozó las esperanzas de la población al tercer día de la desaparición de las bestias. Centenares de soldados de agua salada desembarcaron en la zona norte del archipiélago comandados por un hombre que se presentó como Géminis, un humilde servidor del destino. Y con la llegada de los refuerzos enemigos, la Marina se vio obligada a encontrar refugio en los manglares sureños. Las fuerzas aliadas al Gobierno Mundial hicieron lo posible por evacuar a cuantos civiles pudieron, no obstante, los piratas sedientos de sangre y hambrientos de guerra no dudaron en levantar sus espadas en contra de los inocentes. Así, cuando la Marcha Negra llegó al archipiélago, cientos de almas emprendieron un viaje hacia el otro mundo.
El ejército pirata se apoderó de una buena parte de la isla en cuestión de días, pero encontraron una defensa inquebrantable en los manglares del sur. Hastiado de la resistencia marine, Géminis dio inicio a otro de sus aterradores planes. Y, setenta y dos horas después, todos los manglares del sureste se hallaban de fiesta. No de una fiesta ordinaria, sino de una frenética, caótica y destructiva. Tanto civiles como marines abandonaron la estúpida idea de la guerra y dedicaron sus espíritus a divertirse. Bebían y comían cuanto querían, cantaban y bailaban sin importar lo que sucedía en la isla, y lo más divertido eran las orgías por los atardeceres. ¿El problema? Cualquiera que intentara arruinarles la diversión hallaba la peor de las muertes.
Los marines, desconcertados, enviaron refuerzos para contener el caos al este de la isla lo cual significó una aplastante derrota al oeste. Por si fuera poco, una importante facción de criminales se adueñó de la zona centro. Desde entonces, las fuerzas aliadas al Gobierno Mundial han estado luchando con gallardía por recuperar el control de Sabaody. Son conscientes de que lo tienen muy difícil y han preparado un plan de evacuación por si todo sale mal, pero tienen la esperanza de que alcanzarán la victoria.
En resumen, la Marina debe luchar en tres frentes distintos contra poderosos enemigos. El este está dominado por Géminis, quien lleva la fiesta allá donde va. En el norte suceden numerosos enfrentamientos armados entre criminales y marines. Mientras que unos protegen la fortaleza, otros intentan tomarla. Y, finalmente, en el oeste se encuentra el grueso principal del ejército liderado por Sirio y su hermano. Ahora mismo se necesita la valentía de agentes y soldados para superar esta crisis, de lo contrario, la isla acabará en manos indeseables. O, por el contrario, los piratas requieren la estocada final para consolidar la victoria.
Los jugadores tienen libertad para narrar lo que han hecho estas dos semanas, así como mencionar que sus heridas han sido sanadas y sus energías restauradas. Por otra parte, el mapa lo encontrarán en la sección de «Aportes de la comunidad» en nuestro servidor de discord. Finalmente, con el propósito de agilizar las cosas se permite desarrollar ciertas conversaciones vía discord como, por ejemplo, los diálogos entre los superiores y ustedes. Buena suerte, chicos.
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Moderación:
La esperanza y la alegría volvieron a ser protagonistas los días próximos a la desaparición de las bestias salvajes. Los civiles esperanzados y los marines ingenuos pensaban que por fin la destrucción había terminado, que pronto podrían reconstruir el archipiélago y regresar a la normalidad. Por temor a lo que podría suceder dentro de los días venideros, ignoraron el comportamiento de los veteranos de la Marina puesto que, si algo sabían estos aguerridos hombres, era que los piratas, como buenos agentes del caos, jamás se detendrían hasta conseguir su objetivo. Los más aventurados especulaban sobre el propósito de Sirio en Sabaody, pero lo cierto es que incluso a día de hoy nadie sabe lo que persigue.
Una flota de velas negras y barcos roñosos, castigados por los numerosos enfrentamientos marítimos, destrozó las esperanzas de la población al tercer día de la desaparición de las bestias. Centenares de soldados de agua salada desembarcaron en la zona norte del archipiélago comandados por un hombre que se presentó como Géminis, un humilde servidor del destino. Y con la llegada de los refuerzos enemigos, la Marina se vio obligada a encontrar refugio en los manglares sureños. Las fuerzas aliadas al Gobierno Mundial hicieron lo posible por evacuar a cuantos civiles pudieron, no obstante, los piratas sedientos de sangre y hambrientos de guerra no dudaron en levantar sus espadas en contra de los inocentes. Así, cuando la Marcha Negra llegó al archipiélago, cientos de almas emprendieron un viaje hacia el otro mundo.
El ejército pirata se apoderó de una buena parte de la isla en cuestión de días, pero encontraron una defensa inquebrantable en los manglares del sur. Hastiado de la resistencia marine, Géminis dio inicio a otro de sus aterradores planes. Y, setenta y dos horas después, todos los manglares del sureste se hallaban de fiesta. No de una fiesta ordinaria, sino de una frenética, caótica y destructiva. Tanto civiles como marines abandonaron la estúpida idea de la guerra y dedicaron sus espíritus a divertirse. Bebían y comían cuanto querían, cantaban y bailaban sin importar lo que sucedía en la isla, y lo más divertido eran las orgías por los atardeceres. ¿El problema? Cualquiera que intentara arruinarles la diversión hallaba la peor de las muertes.
Los marines, desconcertados, enviaron refuerzos para contener el caos al este de la isla lo cual significó una aplastante derrota al oeste. Por si fuera poco, una importante facción de criminales se adueñó de la zona centro. Desde entonces, las fuerzas aliadas al Gobierno Mundial han estado luchando con gallardía por recuperar el control de Sabaody. Son conscientes de que lo tienen muy difícil y han preparado un plan de evacuación por si todo sale mal, pero tienen la esperanza de que alcanzarán la victoria.
En resumen, la Marina debe luchar en tres frentes distintos contra poderosos enemigos. El este está dominado por Géminis, quien lleva la fiesta allá donde va. En el norte suceden numerosos enfrentamientos armados entre criminales y marines. Mientras que unos protegen la fortaleza, otros intentan tomarla. Y, finalmente, en el oeste se encuentra el grueso principal del ejército liderado por Sirio y su hermano. Ahora mismo se necesita la valentía de agentes y soldados para superar esta crisis, de lo contrario, la isla acabará en manos indeseables. O, por el contrario, los piratas requieren la estocada final para consolidar la victoria.
Los jugadores tienen libertad para narrar lo que han hecho estas dos semanas, así como mencionar que sus heridas han sido sanadas y sus energías restauradas. Por otra parte, el mapa lo encontrarán en la sección de «Aportes de la comunidad» en nuestro servidor de discord. Finalmente, con el propósito de agilizar las cosas se permite desarrollar ciertas conversaciones vía discord como, por ejemplo, los diálogos entre los superiores y ustedes. Buena suerte, chicos.
- Agente Ral (Manglar 65):
- Tienes libertad de contarme lo que has hecho estas dos semanas. Incluso te lo agradecería. Muy seguramente has destinado una importante cantidad de tiempo en hablar con Rita, hacerle preguntas para saber lo que sucede en el archipiélago y por qué lo están atacando. De ser así, puedes comunicarte con la moderación para que esta responda todas las preguntas que le has hecho. O más bien las que ella sabe.
Dejando los recuentos de lado, te encuentras en uno de los manglares más seguros hasta la fecha, aunque quién sabe por cuánto tiempo seguirá siendo así. Estás de pie frente a un hombre de edad avanzada, cabellos negros y un parche en el ojo izquierdo. Por ley sabes que los hombres con parche son peligrosos y saben cosas, muchas cosas. Te mira con las manos enguantadas y entrelazadas como observándote. Si bien sabes lo que ha sucedido en estas dos semanas (porque solo un tonto o alguien que vive en un coco bajo el mar no se habría enterado), tu superior te hace un resumen con unos dibujos horribles. Se le da bien intimidar, pero los dibujos no. El caso es que puedes preguntarle cualquier duda que tengas, pero más importante aún: tomar una decisión.
El señor Kennet M. Pollack enciende un puro y suelta una nube de humo. Entonces, comienza a hablar:
—Los marines deberían ocuparse de lo que sucede en el oeste con Sirio y el cagón de su hermano. En el archipiélago hay suficientes problemas como para enviar a una muerte segura a nuestros agentes. No somos soldados, ese no es nuestro trabajo. —Hace una pausa para darle otra calada. A pesar de parecer un hombre impasible, igual está nervioso—. En el norte los criminales se han sublevado, algunos imbéciles piensan que es mejor aliarse con los piratas que con el Gobierno Mundial. Sin embargo, hay un hombre de nombre Leroy Banners que no está interesado en tratar con esa gente. Soy consciente de que no está bien tratar con hijos de puta como Leroy, pero no es momento de regodearse. Necesitamos que alguien se encargue de las negociaciones —Hace otra pausa para otra calada—. ¿Te gusta la fiesta, agente Ral? A mí no, la detesto. En el este todo es un puto caos, casi desearía que regresaran los jodidos perros sacados del culo de un psicópata. Nuestros científicos creen que se trata de un virus y, por lo tanto, el enemigo debe tener la cura. Si no te gustan los mafiosos, puedes tratar con los monos de circo.—Kennet hace la última pausa y te mira con seriedad—. Me han reportado que se ha visto gente sospechosa vagar por los túneles de la isla. Por el momento, los marines están soportando los ataques por tierra y gracias a los esfuerzos de cierto vicealmirante el puerto está seguro. Sin embargo, ¿qué sucedería si nos atacan por tierra? Como ves, hay mucho trabajo que hacer y poco personal. Me gusta darles cierta libertad a mis hombres, así que elige lo que quieras hacer.
El señor Kennet esperará tu respuesta y, dependiendo de ella, te asignará a uno u otro escuadrón. O igual no, igual vas sola.
- Agente Kusanagi y míster Ruffo (Manglar 65):
- Imagino que estas últimas dos semanas han sido muy tediosas, ¿verdad? Apuesto a que ni les ha dado el tiempo para ir a echar un vistazo a las famosas orgías que suceden al este del archipiélago. Agradecería que me contaran lo que han estado haciendo. Y prepárense, chicos, puesto que hay mucho trabajo por delante.
Dejando de lado los resúmenes, ambos se encuentran en una oficina bien amoblada y con un agradable olor que recuerda a una manzana roja. El tocadiscos dispone una melodía tranquila y compuesta por un violín con la grata compañía de un piano. A cada lado hay estanterías repletas de libros, aunque ambos saben (por rumores, más que nada) que a la señorita que tienen en frente no le gusta que toquen sus cosas. Eve Polastri es una mujer de treinta años, largos y ondulados cabellos rosas que le caen hasta un escaso pecho y unos serenos ojos violetas que los miran con confianza. Cualquier hombre diría que es atractiva, y el elegante traje negro le queda a la perfección.
Usa los primeros minutos de la reunión para ponerles al tanto de lo que ha sucedido durante las dos semanas, dejando un espacio para posibles preguntas. De no haberlas, proseguirá para contar todo lo que hay por delante.
—Nuestros compañeros lo están pasando mal allí fuera y nosotros no podemos quedarnos atrás. Debemos pelear codo a codo y recuperar el control de la isla. —Su voz suena firme pero femenina—. En mi opinión, los criminales son más fáciles de tratar que los piratas, pues la mayoría tiene códigos de conducta. Leroy Banners es uno de ellos, un poderoso narcotraficante que ha decidido mantenerse al margen de los intereses de los piratas. El Gobierno Mundial nos ha dado el visto bueno para negociar con él y formar una alianza temporal. Es la manera más rápida para conseguir el centro de Sabaody. —Eve deja escapar un suspiro y se acomoda en su asiento—. Como agentes no deberían intentar enfrentar a los piratas del oeste. Sirio es un monstruo y junto a su hermano es potencialmente invencible. Desde mi punto de vista, ese es trabajo de los marines. Nuestros científicos piensan que lo que sucede en el este es producto de un virus y, por lo tanto, es posible que haya una cura en manos del enemigo. Infiltrarse en las filas enemigas y obtener información, así como hallar la vacuna, es fundamental para traer la paz a la isla. Por favor, decidan pronto a qué frente se unirán para organizar los escuadrones lo antes posible. Deben saber que el tiempo no es nuestro aliado.
La señorita Polastri esperará paciente la respuesta de ambos y, dependiendo de esta, comenzará a organizar la operación.
- Roland Oppenheimer (Manglar 68):
- La isla es un maldito caos y tú lo sabes muy bien. Me pregunto qué has hecho estas últimas dos semanas, así que estaría bien que me lo contaras.
Dejando cuentos aparte, pasemos a lo importante. Como la gran parte de la población, eres consciente de lo que está sucediendo en Sabaody y probablemente sea el momento perfecto para demostrarle al Gobierno Mundial lo que vales. Sabes que al oeste se está desarrollando una sangrienta batalla sin cuartel entre las fuerzas terrestres comandadas por Sirio y los marines liderados por… ¿Por quién, exactamente? Ahora, también conoces lo que está pasando al otro lado del archipiélago. El este es un hervidero de jarana, orgías y alcohol. Puedes estar seguro de que las bestias salvajes no se comparan a una turba enfurecida por quedarse sin vino. Finalmente, ves una maravillosa oportunidad en la fortaleza del norte, esa misma que está siendo asediada por una horda de criminales comandados por no tienes idea quién, pero seguro que al Gobierno Mundial le gustará tener a ese hombre tras las rejas.
Por supuesto, eres libre de decidir a qué frente unirte, ya sea para apoyar a las fuerzas aliadas al Gobierno Mundial o sembrar aún más caos. Como criminal que eres también puede interesarte formar lazos con los Bajos Fondos. Últimamente el nombre de Vasili Komaroff se escucha mucho, tanto que incluso ha llegado a tus oídos. Si bien sabes que es un mafioso, no tienes idea de a qué se dedica realmente. La verdad es que no cuentas con demasiada información, sin embargo, sí que sabes una cosa: es un hombre realmente peligroso.
- Justice Raiders (Manglar 68):
- Estas últimas semanas han sido un verdadero caos tanto para marines como para civiles. Si bien no han tenido demasiado tiempo para descansar, el cuerpo médico de la Marina ha hecho un buen trabajo sanando sus heridas. Muy seguramente han estado ocupados tratando con la destrucción y la anarquía que impera en el archipiélago, o igual no. Así que, por favor, cuentenme lo que han estado haciendo.
Ustedes se encuentran en una habitación sin demasiados muebles y que tiene acceso a un balcón. Haría falta una vista extraordinaria para ver lo que está sucediendo en el manglar 71, aunque probablemente todos lo imaginan: una batalla sangrienta e injusta. Como marines conocen a la perfección el desolador panorama que se ha formado las últimas semanas en el archipiélago, y es la razón principal por la cual están reunidos puesto que todavía deben decidir qué hacer.
Kyle Scott es un muchacho que lleva un par de años en el cuerpo militar del Gobierno Mundial. Metro setenta, delgado, rubio y de ojos celestes, se ha presentado como auxiliar para mantenerlos informado de todo lo que sucede y, cómo no, apoyarles en sus futuros enfrentamientos. A su espalda lleva un rifle de francotirador reluciente y en muy buen estado. Por supuesto, lleva el uniforme de la Marina y los mira con una mezcla de admiración y seriedad.
—Los piratas comandados por Sirio, con él ocupando la primera línea, han terminado de conquistar el manglar 71 y se disponen a avanzar hacia el cuartel del manglar 70. Posiblemente suceda dentro de las próximas ocho horas, si es que mantienen el ritmo —informa, preocupado—. El cuartel del manglar 70 funciona como un muro que mantiene a raya a las tropas enemigas. El peor de los casos es que sea tomado o destruido por los piratas de Sirio, dándoles la oportunidad de arrasar sin casi ninguna resistencia los manglares cercanos. —Scott aprieta los puños y frunce el ceño—. En el manglar 65 se ubica otra de las grandes fortalezas de la Marina y, si bien ha sido asediado durante días por los criminales aliados a Sirio, no parece que vaya a caer. En caso de que el manglar 70 caiga, el manglar 65 sería casi nuestra última esperanza. Ahora bien, los manglares 61 y 62 son los más vulnerables, pero también los más tranquilos. La locura que ha montado la gente sucede principalmente en el centro de los manglares ubicados más al este, pero tememos que esto cambie en cualquier momento.
Un bonito panorama, ¿a que sí? Es el momento perfecto para ser un héroe, pero hay que decidir primero qué hacer. La situación crítica se encuentra en el este y alguien debe enfrentar a Sirio. Uno de ustedes ya sabe lo fuerte que es, ¿no? O igual les interesa más irse de jarana y acabar con Géminis. Como sea, decidan pronto porque las agujas del reloj siguen avanzando y, a menos que suceda un milagro, las tornas no se voltearán a su favor.
- Míster Kaito y Míster William (Manglar 1):
- Los perros del Gobierno Mundial hicieron un gran trabajo enfrentando a los piratas de Sirio, sin embargo, no imaginaron que vendría ayuda externa para dar vuelta la tortilla. Ambos saben superficialmente lo que ha pasado estas dos semanas: una batalla muy sanguinaria al este de Sabaody, un frente criminal intentando tomar la fortaleza del manglar 65, y el caos manifestado en forma de jarana al este. Lo que este humilde servidor no sabe es lo que han hecho todo este tiempo, así que me gustaría que me lo contasen, por favor.
Se encuentran ahora mismo en una mansión que antaño perteneció a alguien importante, pero que ahora su cuerpo se encuentra en paradero desconocido. Y están ahí por orden de Ambrosse. Para ser más específico, están en una habitación rectangular y exquisitamente amoblada con un diseño colonial. Sobre una mesa muy larga y bien tallada hay un montón de comida, la cual podrán degustar sin ningún miramiento. En las paredes hay cuadros con marcos de oro que representan figuras del pasado. Seguro que les parecerá interesante el retrato de un hombre bajo, de nariz larga y con una panza bastante grande. Brutus es su nombre.
Tras superar las pruebas puestas por la familia por fin han decidido confiar en ustedes, y es por eso que ahora mismo están reunidos con el señor Vasili Komaroff. Por cierto, a él se referirán únicamente como señor Komaroff, de lo contrario, habrá castigo. Aparenta unos bien cuidados cincuenta años, tiene el cabello negro y los ojos grises, es bastante alto y delgado. Lleva un traje hecho a la medida completamente negro, salvo la camisa de seda que es rosa. Después de darle un delicado sorbo a su copa de vino, los mira con expresión severa.
—Señor Takumi, Señor White, es un placer conocerlos —saluda el hombre, haciendo un gesto de cabeza. Sin esperar respuesta, continúa hablando—. Asumo que son conscientes de la caótica situación que sucede en el archipiélago, sin embargo, contestaré sus preguntas siempre y cuando tenga la respuesta. —El hombre da un margen para las preguntas y luego sigue—. Los señores me han pedido a mí, como estratega militar de la familia, que me deshaga de la molesta fortaleza alzada en el manglar 65. Es como un titán acorazado, una gigantesca estatua de piedra que azota a nuestros hombres con sus tronadores rugidos. Los marines han hecho un buen trabajo escondiendo los planos, pero nuestros arquitectos no son inútiles. Si bien la cara norte de la fortaleza está bien protegida por los cañones, los flancos forman parte de otra historia. —Hace una pausa, los mira para estudiar sus reacciones y entonces prosigue—. Este —mira a William— y oeste —mira a Kaito—. Aquí veo la oportunidad perfecta para que nos demuestren lo que valen. Dos escuadrones de infiltración partirán dentro de las próximas horas. Mientras el grueso de nuestro ejército distrae a los marines, los escuadrones se infiltrarán por cada uno de los flancos con el propósito de inutilizar los cañones y así dar la estocada final. Ese es el plan a grandes rasgos. Ahora bien, seguramente el señor Géminis necesitará ayuda en el este. Es cuestión de tiempo para que el Gobierno Mundial envíe gente competente a resolver el caos y, si logra hacerlo, la fuerza dividida dejará de estar dividida y supondrá un problema para nosotros. Escojan, señores. Las manijas del reloj avanzan y a la familia no le gusta esperar.
- Karma:
- Definitivamente has llegado en el peor de los momentos al famoso Archipiélago de Sabaody, de hecho, ningún soldado sin experiencia militar debería pisar la isla. Sin embargo, incluso la Marina comprende la situación en la que está y toda ayuda será bienvenida, incluyendo la tuya.
Un hombre muchísimo más grande que tú (seguramente sea un semigigante con sus cinco metros de altura), barba negra y ojos carmesíes se presenta ante ti como Capitán John F. Venture. No hace falta ser un gran psicólogo para ver que es un hombre serio que se dedica única y exclusivamente al deber. El trabajo por sobre todas las cosas. Si les preguntas a tus compañeros, muchos te dirán que es un hombre honorable que no ha recibido una sola herida en la espalda. Ya puedes imaginar por qué, ¿no?
John te cuenta a grandes rasgos lo que ha estado sucediendo en la isla: un sorpresivo ataque de una flota pirata; la aparición de bestias salvajes; la destrucción de un centro comercial (cuyas razones desconoce); y el caos que se ha instalado en los cimientos de la isla durante las últimas dos semanas. Te comenta que al oeste se cuece una batalla sangrienta y sin cuartel entre los piratas y los marines. El enemigo es liderado por Sirio, un imponente pirata del cual te advierte una sola cosa: si lo ves, corre. En el norte las cosas pintan un poco mejor. Los Bajos Fondos bajo el liderazgo de distintas personalidades importantes atacan la fortaleza ubicada en el manglar 65 y, si bien esta parece resistir, quién sabe lo que tengan pensado los criminales. Finalmente, en el este sucede una fiesta caótica que lleva la destrucción allá donde avanza. Un hombre misterioso llamado Géminis baila y canta entre el abismal caos.
—Estás bajo mi mando, cadete, así que tienes prohibido formar parte de la primera línea en la batalla del oeste. Puedes asistir a los hombres heridos, apoyar la línea de artillería u organizar los suministros, pero no permitiré que un joven como tú muera por mi culpa —te dice con los ojos puestos en ti—. Ahora bien, nuestros soldados necesitan ayuda en el este. Creemos que se trata de un virus y probablemente haya una cura. Puedes ayudar tanto a encontrarla como a mantener el orden una vez la hayamos administrado. Si te enviase al norte, posiblemente no durarías más de un día. Puede que tengamos medio controlada la situación en la fortaleza del manglar 65, pero no sabemos lo que sucederá dentro de las próximas horas. Decide pronto, joven Karma, y te asignaré a un escuadrón.
Kaito Takumi
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Características
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Intelecto
Agudeza
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Saberes
Akuma no mi
Varios
Obsesionado con aquel vil acertijo sobre quien vivía en la casa aparentemente abandonada, y, más importante, cómo podía entrar y salir sin haber dejado polvo en lo que era una comida prevista para la semana, Kaito merodeó la zona que con tanta prisa -pero no la falta de cautela como para rasgar unos cuantos cuellos y tomar den-denes- tuvieron que abandonar una vez cumplida su misión.
A él poco le importaban los asuntos de la superficie de Sabaody, aquella era la tarea de White, y salvo la preocupación sobre dónde estaban aquellos perretes asesinos tan monos, y los caballos, que lo eran menos, poco le importunaba el destino de la isla. De aquí y allá en sus largos y sigilosos paseos iba robando las muestras de plantas, animales, musgos, podredumbre y setas que iba encontrando en el especializado bioma de Sabaody. ¿Es que acaso quería hacer una réplica? ¿Un parque de atracciones? ¿Pero con o sin dinosaurios? Eso es algo que sólo él sabía.
Fuese como fuese, lo que estaba claro es que cada vez la turbidez de los asuntos criminales se le antojaba cada vez más incómoda. Él era lo que se conocía como un criminal legal, como una de tantas empresas que hacían cosas amorales amparadas bajo el parapeto de hierro de la legalidad. Mas ahora, aunque oculto, estaba al descubierto. Sin protección ante las tormentas que caían por toda la isla sin ningún tipo alguno de piedad.
De hecho en más de una ocasión estuvo a punto de encontrarse con quien no debía, pero afortunadamente ninguno de los pieles seca se aventuraban en las pozas que salpicaban aquí y allá la superficie del archipiélago, dándole siempre una ruta de escape. Aunque en más de alguna que otra ocasión, el remedio era peor que la enfermedad. Las bestias marinas, revueltas por la hecatombe que cruzaba el archipiélago, eran una terrible amenza. Afortunadamente, el granjero había aprendido a medirlas bien, sabiendo cuando dejarlas en paz, cuando enfrentarlas para disuadirlas y cuando era mejor utilizar sus ocho tentáculos y sus dos brazos para nadar a la desesperada.
En aquellos días también había destinado su tiempo a descansar, aunque mientras lo hacía tenía que estar aguantando las conversaciones de White que, en su mayoría, escondían su tono de bronca. Aunque había intentado echar las preocupaciones de su jefe a un lado, sí era cierto que se habián coordinado de puta pena, y para el futuro se habían prometido intentar hacer las cosas mejor para dar de sí una mejor -o legítima, como decía White- impresión de Nameless.
Y ahí estaban Black y White, en la reunión con Vasilli Komaroff, sobre al que le habían advertido ya dos veces, muchas para que aquello dejara un buen regusto en la boca de William, de que le tratasen como Sr. Komaroff. Kaito estaba ocupado con los entrantes, picoteando aquí y allá los manjares mientras miraba cada recoveco de la habitación con una indiscreta curiosidad.
—Me gusta la gente gorda; pero no toda. Este parece de los que tienen gusto, aunque se moviese poco —comentó echándole un vistazo al cuadro—. ¿Pariente suyo, Señor Komaroff? —comenta, aprovechando la pausa—. ¿Y sabe quién o qué se guarecía en la casa anexa a los almacenes sobre los que hicimos la limpieza? Ah, ¿y qué opina de todo esto que se cuece en Sabaody? ¿Y qué fruta tienen los familiares de Ambrose? Y hablando de ellos...¿Qué le parece la familia del Señor Ambrose? Porque, bueno, con eso de comer...—La mirada de William le detuvo, haciéndole pensar más allá de todo lo que quería saber y que pudiera contestarle aquel pielseca—. Ah, claro... disculpe mis modales, me crié en mar abierto. Ante todo... ¿Cómo está usted? Estupenda la comida, por cierto.
De haber sido propenso a las caídas y otros dejes humorísticos, probablemente William estaría ya tirado en el suelo. Pero todos sabemos que el pálido muchacho no era nada dado al humor.
Tras aquello esperó las respuestas, aunque seguramente estas incitaran aún más preguntas ante las cuales solo se permitió alzar un dedo como queriendo intervenir para volver a satisfacerlas. Tras la posterior explicación del estirado trajeado, Kaito se volvió para Will.
—Tu dirás... —se limitó a decir alargando sus tentáculos, pues ya manos le faltaban, para seguir probando bocados sin darle uno siquiera a su lagarto. Que ya había comido suficientes brazos sueltos de por la calle.
A él poco le importaban los asuntos de la superficie de Sabaody, aquella era la tarea de White, y salvo la preocupación sobre dónde estaban aquellos perretes asesinos tan monos, y los caballos, que lo eran menos, poco le importunaba el destino de la isla. De aquí y allá en sus largos y sigilosos paseos iba robando las muestras de plantas, animales, musgos, podredumbre y setas que iba encontrando en el especializado bioma de Sabaody. ¿Es que acaso quería hacer una réplica? ¿Un parque de atracciones? ¿Pero con o sin dinosaurios? Eso es algo que sólo él sabía.
Fuese como fuese, lo que estaba claro es que cada vez la turbidez de los asuntos criminales se le antojaba cada vez más incómoda. Él era lo que se conocía como un criminal legal, como una de tantas empresas que hacían cosas amorales amparadas bajo el parapeto de hierro de la legalidad. Mas ahora, aunque oculto, estaba al descubierto. Sin protección ante las tormentas que caían por toda la isla sin ningún tipo alguno de piedad.
De hecho en más de una ocasión estuvo a punto de encontrarse con quien no debía, pero afortunadamente ninguno de los pieles seca se aventuraban en las pozas que salpicaban aquí y allá la superficie del archipiélago, dándole siempre una ruta de escape. Aunque en más de alguna que otra ocasión, el remedio era peor que la enfermedad. Las bestias marinas, revueltas por la hecatombe que cruzaba el archipiélago, eran una terrible amenza. Afortunadamente, el granjero había aprendido a medirlas bien, sabiendo cuando dejarlas en paz, cuando enfrentarlas para disuadirlas y cuando era mejor utilizar sus ocho tentáculos y sus dos brazos para nadar a la desesperada.
En aquellos días también había destinado su tiempo a descansar, aunque mientras lo hacía tenía que estar aguantando las conversaciones de White que, en su mayoría, escondían su tono de bronca. Aunque había intentado echar las preocupaciones de su jefe a un lado, sí era cierto que se habián coordinado de puta pena, y para el futuro se habían prometido intentar hacer las cosas mejor para dar de sí una mejor -o legítima, como decía White- impresión de Nameless.
Y ahí estaban Black y White, en la reunión con Vasilli Komaroff, sobre al que le habían advertido ya dos veces, muchas para que aquello dejara un buen regusto en la boca de William, de que le tratasen como Sr. Komaroff. Kaito estaba ocupado con los entrantes, picoteando aquí y allá los manjares mientras miraba cada recoveco de la habitación con una indiscreta curiosidad.
—Me gusta la gente gorda; pero no toda. Este parece de los que tienen gusto, aunque se moviese poco —comentó echándole un vistazo al cuadro—. ¿Pariente suyo, Señor Komaroff? —comenta, aprovechando la pausa—. ¿Y sabe quién o qué se guarecía en la casa anexa a los almacenes sobre los que hicimos la limpieza? Ah, ¿y qué opina de todo esto que se cuece en Sabaody? ¿Y qué fruta tienen los familiares de Ambrose? Y hablando de ellos...¿Qué le parece la familia del Señor Ambrose? Porque, bueno, con eso de comer...—La mirada de William le detuvo, haciéndole pensar más allá de todo lo que quería saber y que pudiera contestarle aquel pielseca—. Ah, claro... disculpe mis modales, me crié en mar abierto. Ante todo... ¿Cómo está usted? Estupenda la comida, por cierto.
De haber sido propenso a las caídas y otros dejes humorísticos, probablemente William estaría ya tirado en el suelo. Pero todos sabemos que el pálido muchacho no era nada dado al humor.
Tras aquello esperó las respuestas, aunque seguramente estas incitaran aún más preguntas ante las cuales solo se permitió alzar un dedo como queriendo intervenir para volver a satisfacerlas. Tras la posterior explicación del estirado trajeado, Kaito se volvió para Will.
—Tu dirás... —se limitó a decir alargando sus tentáculos, pues ya manos le faltaban, para seguir probando bocados sin darle uno siquiera a su lagarto. Que ya había comido suficientes brazos sueltos de por la calle.
- Resumen:
- Pues he estado intentando averiguar quién estaba en la casa al lado de los almacenes, por tema de obsesión curiosa, y dando vueltas por aquí y por allá, especialmente intentando hacer uso de las pozas de Sabaody; ah y coger muestras como buen 100 tifiko. Luego pongo mis preguntas al señor, que llamo de señor, y dejo que Wuill decida.
Escipion
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Llegué como refuerzo al archipiélago Sabaody, la verdad es que no sabía muy bien dónde me estaba metiendo, apenas era un recluta con unos meses en el cuerpo de la marina, pero la situación era tan crítica que necesitaban mandarnos incluso a los más nuevos para intentar mantener el control. Era la primera vez que me aventuraba en el Grand Line, tenía que ser consciente de que mis capacidades no estaban listas aún para enfrentarme a los grandes enemigos que se encuentran en este océano, pero si no era tan fuerte tendría que ser más inteligente que ellos para poder aportar mi grano a la marina.
Iba acompañado de unos cuantos reclutas más, distinguía que eran reclutas porque al igual que yo llevaban el uniforma básico del ejército, al igual que rifles y espadas, en el camino daba la sensación de que éramos como cerdos que van camino al matadero. Nos explicaron cómo era la situación en el archipiélago y finalmente desembarcamos en el manglar 65, el manglar que mantenía la marina como punto de partida para sus expediciones ahora mismo. Rápidamente fuimos dirigidos hasta un mando marine para que nos contara como había evolucionado la situación mientras llegábamos, se presentó como Capitán John F. Venture, un semigigante que era aproximadamente 3 veces mi altura y con un aspecto intimidados al que apenas podía mantener la mirada, tenía unos grandes ojos de color carmesí que mostraban un tono de preocupación. La situación actualmente era que nos encontrábamos en una zona en la que los marines nos dividíamos para ir a combatir en tres frentes, al este teníamos una fiesta descontrolada provocada por el pirata Géminis, al norte la fortaleza de la marina que estaba siendo asediada por criminales y al oeste una gran batalla dirigida por Sirio, el capitán me había prohibido ir al campo de batalla del oeste, por lo que tenía dos opciones realmente.
- Capitán, tengo dudas respecto hacia donde ir a ayudar, y dado que es mi decisión, me gustaría saber qué es lo que se conoce respecto a la fiesta que hay al oeste y sobre el que la ha provocado, Géminis. – Le dije mostrando un gran respeto hacia su persona, pues daba la sensación de ser un gran hombre.
- Cadete, poco se conoce de la fiesta del este, aunque los científicos del gobierno especulan que se trata de un virus. Causa descontrol y ganas de divertirse, y cualquiera que intente ir en contra de esa diversión acaba mal. Respecto a Géminis no tenemos mucha información, es un pirata que parece trabajar para Sirio y cuyo aspecto desconocemos, simplemente sabemos que se le puede diferenciar por un traje de arlequín. – Contestó aportando la información que poseía o al menos la que podía decir a un rango tan bajo de la marina.
Me giré y especulé durante unos instantes viendo que podía aportar para ayudar a un desenlace favorable en la situación en la que nos encontrábamos, dado que la fiesta era producida por un virus, y este provocaba un descontrol en los “enfermos” si conseguíamos infectar a nuestros oponentes y mantener el control sobre la gente de la marina podríamos tener unas probabilidades de victoria mayores. En cuyo caso tenía que ir al este para intentar conducir el virus, primero a la zona norte de los criminales y posteriormente a la zona este, si se pudiera dar el caso.
- Capitán, he tomado una decisión, me gustaría ir al oeste, ver cómo se propaga ese virus y en cuanto tengamos esa información la idea sería conducir ese virus hacia los criminales del norte, provocando una reducción de sus efectivos, puesto que tendrán que luchar contra los infectados y las tropas de los marines. – Le dije, contándole una parte de la idea que había tenido, siendo esta realmente más compleja de lo que había explicado.
- Muy bien, formarás parte de un escuadrón, tendrás una compañera, procurad manteneros a salvo el uno al otro. – Me dijo mientras se despedía de mi con la mano y se dirigía a otras tareas.
Me dirigí al escuadrón designado por el capitán, había una chica morena que debía ser la compañera que me dijo el capitán, dado que en el escuadrón no había otra mujer. Tenía que convencerla de que me ayudara en mi plan. Mientras corríamos de camino hacia la fiesta de la zona oeste le comenté mi plan y la manera de mantenernos a salvo que tenía en mente. – Tenemos que descubrir cómo se transmite el virus, es primordial de cara a la victoria en el archipiélago, observar debe ser nuestra tarea principal, sin ser detectados, en caso de que seamos detectados deberemos fingir estar de fiesta y alejarnos de la situación para mantenernos a salvo sin tener contacto con nadie. -
Iba acompañado de unos cuantos reclutas más, distinguía que eran reclutas porque al igual que yo llevaban el uniforma básico del ejército, al igual que rifles y espadas, en el camino daba la sensación de que éramos como cerdos que van camino al matadero. Nos explicaron cómo era la situación en el archipiélago y finalmente desembarcamos en el manglar 65, el manglar que mantenía la marina como punto de partida para sus expediciones ahora mismo. Rápidamente fuimos dirigidos hasta un mando marine para que nos contara como había evolucionado la situación mientras llegábamos, se presentó como Capitán John F. Venture, un semigigante que era aproximadamente 3 veces mi altura y con un aspecto intimidados al que apenas podía mantener la mirada, tenía unos grandes ojos de color carmesí que mostraban un tono de preocupación. La situación actualmente era que nos encontrábamos en una zona en la que los marines nos dividíamos para ir a combatir en tres frentes, al este teníamos una fiesta descontrolada provocada por el pirata Géminis, al norte la fortaleza de la marina que estaba siendo asediada por criminales y al oeste una gran batalla dirigida por Sirio, el capitán me había prohibido ir al campo de batalla del oeste, por lo que tenía dos opciones realmente.
- Capitán, tengo dudas respecto hacia donde ir a ayudar, y dado que es mi decisión, me gustaría saber qué es lo que se conoce respecto a la fiesta que hay al oeste y sobre el que la ha provocado, Géminis. – Le dije mostrando un gran respeto hacia su persona, pues daba la sensación de ser un gran hombre.
- Cadete, poco se conoce de la fiesta del este, aunque los científicos del gobierno especulan que se trata de un virus. Causa descontrol y ganas de divertirse, y cualquiera que intente ir en contra de esa diversión acaba mal. Respecto a Géminis no tenemos mucha información, es un pirata que parece trabajar para Sirio y cuyo aspecto desconocemos, simplemente sabemos que se le puede diferenciar por un traje de arlequín. – Contestó aportando la información que poseía o al menos la que podía decir a un rango tan bajo de la marina.
Me giré y especulé durante unos instantes viendo que podía aportar para ayudar a un desenlace favorable en la situación en la que nos encontrábamos, dado que la fiesta era producida por un virus, y este provocaba un descontrol en los “enfermos” si conseguíamos infectar a nuestros oponentes y mantener el control sobre la gente de la marina podríamos tener unas probabilidades de victoria mayores. En cuyo caso tenía que ir al este para intentar conducir el virus, primero a la zona norte de los criminales y posteriormente a la zona este, si se pudiera dar el caso.
- Capitán, he tomado una decisión, me gustaría ir al oeste, ver cómo se propaga ese virus y en cuanto tengamos esa información la idea sería conducir ese virus hacia los criminales del norte, provocando una reducción de sus efectivos, puesto que tendrán que luchar contra los infectados y las tropas de los marines. – Le dije, contándole una parte de la idea que había tenido, siendo esta realmente más compleja de lo que había explicado.
- Muy bien, formarás parte de un escuadrón, tendrás una compañera, procurad manteneros a salvo el uno al otro. – Me dijo mientras se despedía de mi con la mano y se dirigía a otras tareas.
Me dirigí al escuadrón designado por el capitán, había una chica morena que debía ser la compañera que me dijo el capitán, dado que en el escuadrón no había otra mujer. Tenía que convencerla de que me ayudara en mi plan. Mientras corríamos de camino hacia la fiesta de la zona oeste le comenté mi plan y la manera de mantenernos a salvo que tenía en mente. – Tenemos que descubrir cómo se transmite el virus, es primordial de cara a la victoria en el archipiélago, observar debe ser nuestra tarea principal, sin ser detectados, en caso de que seamos detectados deberemos fingir estar de fiesta y alejarnos de la situación para mantenernos a salvo sin tener contacto con nadie. -
- Resumen:
- Llego al archipiélago y desembarco, hablo con el capitán que me comenta la situación de la isla y me aporta información de la fiesta, lugar al que decido dirigirme en un escuadrón con una compañera y con la finalidad de descubrir como se transmite el virus para utilizarlo a nuestro favor.
Aquellas dos semanas habían transcurrido con una intensidad a la que llevaba tiempo sin estar acostumbrado, siendo aquel condenado archipiélago el último lugar en el que tuvo que lidiar con algo similar. ¿Qué problema tenían en Sabaody para que todo lo malo pareciera juntarse en sus diversos manglares? Tal vez el mercado negro en auge, los puertos francos para los piratas y el constante conflicto de facciones. Fuera como fuese, en vistas de que el conflicto parecía haber llegado a un breve punto muerto, Kusanagi decidió aprovechar aquellos días para aclarar sus ideas y, de paso, ponerse un poco al día con sus allegados.
Lo primero que hizo, como no podía ser de otro modo, fue ponerse a disposición de los mandos del Cipher Pol 8 para informar de cuanto habían averiguado en aquella incursión. El objetivo real de Sirio y sus hombres seguía siendo un misterio, aunque al menos pudieron confirmar que lo que estaba ocurriendo en Sabaody no era sino un artificio orquestado por los responsables de los conflictos de Sabaody, Hallstat y Sakura. El plan en el archipiélago, por otro lado, resultaba del todo confuso: no parecía haber ninguna explicación razonable sobre los objetivos a eliminar por parte de aquella asociación criminal, por no hablar de que carecía de pies y cabeza que hubieran decidido reunir a todo el mundo en un único manglar antes de desaparecer sin dejar rastro. ¿Era el más simple y puro caos lo que movía a aquella gente? Tal vez la única finalidad era retener a cuantos efectivos pudieran en Sabaody con aquella guerra–señuelo.
Dadas sus conclusiones, el pelirrojo aprovechó para redirigir a Ellie y asignarle tareas propias de las comunicaciones; una tarea que parecía ser necesaria tras haber comprobado que el enemigo poseía los medios para bloquearlas. Mientras tanto, Ruffo tendría tiempo libre para ponerse al día con su reencontrado hermano si así lo deseaba y él, a su vez, aprovecharía para reunirse con Zuko. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que pudieron verse en persona que ya casi no reconocía a su viejo amigo.
El resto del tiempo lo emplearía en prepararse para lo que estuviera por venir, a la espera de que sus superiores volvieran a convocar a Eden: preparar sus artilugios de espionaje, hacerle el mantenimiento a sus armas y, de paso, ejercitarse un poco para no perder la forma. En el pasado actuaba por su propia cuenta y riesgo, pero ahora debía estar preparado para proteger no solo a los indefensos, sino también a los suyos... especialmente cuando el enemigo parecía tener plena consciencia de sus habilidades. ¿Para qué mentir? Seguía preocupándole la idea de que aquella capacidad de la circense para anular su Fruta del Diablo no fuera una simple coincidencia.
Al decimocuarto día fueron convocados por alguien cuyo nombre no podía sino resultarle familiar: Eve Polastri, jefa de operaciones del Cipher Pol 8, lo que se traducía en que era, de hecho, su superiora directa —y la de Ruffo—. Pese a ello, hay que destacar que era la primera vez que se reunía con ella en persona: casi siempre recibían las operaciones asignadas a través de Markov, por lo que rara vez se veían en la necesidad de tratar nada con Eve; la había visto de lejos, claro, pero poco más. Ahora que la tenía en frente podía decir sin lugar a dudas que era mucho más que un rostro bonito, por mucho que debiera esforzarse en no verla como nada más que otra agente trajeada.
Ni siquiera tomó asiento, manteniéndose firme al otro lado del escritorio mientras prestaba atención a cuanto pudo contarles sobre la situación del archipiélago de la que, en mayor o menor medida, era conocedor.
—Eden queda a su completa disposición para lidiar con los problemas de Sabaody —garantizó Kus con formalidad, haciendo un leve ademán con la mano—. Por mi parte entiendo que la Marina está más que capacitada para dar buena cuenta de Sirio y sus hombres, de modo que me ocuparé personalmente de tratar con Banners. Mis campos de estudio están lejos de la medicina o la biología, así que dudo ser de mucha ayuda en el Este. —Miró de reojo a Ruffo—. El destino de mi compañero lo dejaré en sus propias manos. Ha demostrado ser un agente más que capaz, así que podrá lidiar con lo que se proponga.
Tras esto volvió su mirada a Eve, no sin antes dedicarle una sonrisa de camaradería al castaño. Esperaría a que este decidiera su destino y aguardaría a que la pelirrosa les diera más detalles sobre sus respectivas tareas.
Lo primero que hizo, como no podía ser de otro modo, fue ponerse a disposición de los mandos del Cipher Pol 8 para informar de cuanto habían averiguado en aquella incursión. El objetivo real de Sirio y sus hombres seguía siendo un misterio, aunque al menos pudieron confirmar que lo que estaba ocurriendo en Sabaody no era sino un artificio orquestado por los responsables de los conflictos de Sabaody, Hallstat y Sakura. El plan en el archipiélago, por otro lado, resultaba del todo confuso: no parecía haber ninguna explicación razonable sobre los objetivos a eliminar por parte de aquella asociación criminal, por no hablar de que carecía de pies y cabeza que hubieran decidido reunir a todo el mundo en un único manglar antes de desaparecer sin dejar rastro. ¿Era el más simple y puro caos lo que movía a aquella gente? Tal vez la única finalidad era retener a cuantos efectivos pudieran en Sabaody con aquella guerra–señuelo.
Dadas sus conclusiones, el pelirrojo aprovechó para redirigir a Ellie y asignarle tareas propias de las comunicaciones; una tarea que parecía ser necesaria tras haber comprobado que el enemigo poseía los medios para bloquearlas. Mientras tanto, Ruffo tendría tiempo libre para ponerse al día con su reencontrado hermano si así lo deseaba y él, a su vez, aprovecharía para reunirse con Zuko. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que pudieron verse en persona que ya casi no reconocía a su viejo amigo.
El resto del tiempo lo emplearía en prepararse para lo que estuviera por venir, a la espera de que sus superiores volvieran a convocar a Eden: preparar sus artilugios de espionaje, hacerle el mantenimiento a sus armas y, de paso, ejercitarse un poco para no perder la forma. En el pasado actuaba por su propia cuenta y riesgo, pero ahora debía estar preparado para proteger no solo a los indefensos, sino también a los suyos... especialmente cuando el enemigo parecía tener plena consciencia de sus habilidades. ¿Para qué mentir? Seguía preocupándole la idea de que aquella capacidad de la circense para anular su Fruta del Diablo no fuera una simple coincidencia.
Al decimocuarto día fueron convocados por alguien cuyo nombre no podía sino resultarle familiar: Eve Polastri, jefa de operaciones del Cipher Pol 8, lo que se traducía en que era, de hecho, su superiora directa —y la de Ruffo—. Pese a ello, hay que destacar que era la primera vez que se reunía con ella en persona: casi siempre recibían las operaciones asignadas a través de Markov, por lo que rara vez se veían en la necesidad de tratar nada con Eve; la había visto de lejos, claro, pero poco más. Ahora que la tenía en frente podía decir sin lugar a dudas que era mucho más que un rostro bonito, por mucho que debiera esforzarse en no verla como nada más que otra agente trajeada.
Ni siquiera tomó asiento, manteniéndose firme al otro lado del escritorio mientras prestaba atención a cuanto pudo contarles sobre la situación del archipiélago de la que, en mayor o menor medida, era conocedor.
—Eden queda a su completa disposición para lidiar con los problemas de Sabaody —garantizó Kus con formalidad, haciendo un leve ademán con la mano—. Por mi parte entiendo que la Marina está más que capacitada para dar buena cuenta de Sirio y sus hombres, de modo que me ocuparé personalmente de tratar con Banners. Mis campos de estudio están lejos de la medicina o la biología, así que dudo ser de mucha ayuda en el Este. —Miró de reojo a Ruffo—. El destino de mi compañero lo dejaré en sus propias manos. Ha demostrado ser un agente más que capaz, así que podrá lidiar con lo que se proponga.
Tras esto volvió su mirada a Eve, no sin antes dedicarle una sonrisa de camaradería al castaño. Esperaría a que este decidiera su destino y aguardaría a que la pelirrosa les diera más detalles sobre sus respectivas tareas.
- Resumen:
- • Informar de cuanto ha descubierto a sus superiores, así como de sus propias conclusiones.
• Ponerse al día con Zuko y dar libertad a los miembros de Eden para pasar ese tiempo como deseen.
• Tras esto, destinar a Ellie como apoyo para garantizar que los problemas de comunicaciones no vuelvan a tener cabida durante lo que dure la operación.
• Acudir a la reunión con Eve junto a Ruffo y postularse voluntario para tratar con Leroy Banners y sus hombres. Dejarle a Ruffo decidir su propio destino y esperar por más datos antes de ponerse manos a la obra.
William White
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fuerza
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Saberes
Akuma no mi
Varios
Habían pasado dos semanas desde la irrupción de la nueva flota pirata comandada por las misteriosas figuras que representaban Sirio y Géminis, una fuerza lo suficientemente demoledora como para lograr haber atrincherado las fuerzas gubernamentales a apenas una pequeña franja en el sur del archipiélago. Si bien nadie sabía a ciencia cierta el origen de los piratas, la bandera bajo la que navegaban o los motivos de lo que hacían.
Aunque yo por mi parte, lo creía tener bastante claro, ya que después de todo debía ser el mismo motivo que por el que él se había presentado allí, que no era otro que hacerse con parte del control de las puertas del Nuevo Mundo. Y es que controlar la llave de paso de “La gran ruta” debía ser un poder considerar, aunque los motivos finales que se encontraba tras el control de la isla le eran completamente desconocidos, algo que le carcomía por dentro.
Fueron varios los días en los que estuvo sumido en una gran investigación tirando del único hilo del que disponían, el anillo que se les había dado tanto a él como a su socio Black. Si bien un primer intento fracasó al buscar información sobre la propia joya, revisando en varios de los catálogos de joyas de los que disponía en su barco, finalmente procuró buscar información a cerca de la constelación que venía grabada en el anillo, la Cannis menor, si bien encontró varia mitología a lo largo de esta lo más interesante fue que la estrella más brillante que caracterizaba la joya era una llamada Procyon, la cual se traducía como algo parecido a “antes del perro”, una vez encontrado ese detalle no le fue complicado encontrar a la estrella a la que se refería ese “antes”, que terminó resultando la estrella más brillante que conformaba la constelación Cannis mayor, la cual recibía el nombre de Sirio, más al igual que ocurría con el Sirio que pisaba la tierra, no encontró mucha más información a parte de esta.
El resto del rato que no se encontraba enterrado entre libros y tazas de té, aislado del barullo que se producía más allá del camarote del capitán, se los pasaba deambulando por los manglares de la isla, siempre a la escucha de un rumor o una revelación que lo sacarán del punto muerto al que había llegado, y es que por más días que pasarán, todo apuntaba a que debería aguardar a que fuera el propio Ambrose el que desvelará las incógnitas. Dejando el tiempo restante para hablar con Kaito, el cual se mostraba refunfuñón y en cierta forma a la defensiva, evadiendo como habitualmente hacia gran parte de sus responsabilidades con la organización.
-Si tan solo tuviera un poco de foco a la hora de actuar- pensó para sus adentros en una mezcla entre amargura y conformidad con lo que suponía Takumi para su grupo.
Y es así como había llegado hasta el día presente, sentado en uno de los asientos de caoba de aquella imponente mansión colonial, que presumía que había sido tomada durante los últimos eventos acontecidos. En particular se encontraban en lo que presuponía ser una especie de sala de espera, la cual pese a su funcionalidad debía ser casi tan grande como el local como la sala principal del fumadero que regentaba en la lejana Baristan. Si bien la espera se le hizo algo larga, logró amenizar el lento paso de las agujas del reloj con una taza de lo que parecía ser té verde y unas pastas con almendra y piñones situadas en la mesa. El mayordomo que los había llevado ante la sala les había explicado que iban a tratar con el señor Vasili Komaroff, realizando bastante hincapié como debía referirse al señor y alguno que otros marianismos que debía respetar del que apuntaba ser uno de los lugartenientes de Ambrose, algo curioso teniendo en cuenta que pensaba que sus lugartenientes eran en exclusiva familiares y por lo tanto seres del fondo del mar.
El hombre, que rondaría el medio siglo de aspecto altivo y nada descuidado, se presentó de forma educada como el estratega de los Ambrose, por lo que respondiendo de forma reciproca al saludo, esperé a que el hombre terminará con su particular presentación, para luego arquear una ceja ante la apabullante cantidad de preguntas que realizó mi compañero.
-¡Black!- exclamé con cierta indignación, pero sin llegar a ser un tono iracundo o un grito a voz pelada, resultando más un riñón condescendiente que otra cosa -Ciertamente tenemos varias preguntas acerca de lo que ocurre en la isla, aunque la que más interés me despierta es ¿Quienes eran los Canis menor? – dijo dejando ver su anillo -Y lo más importante ¿Canis mayor? O debería decir Sirio, ¿Cuál es su relación con Géminis y en qué posición no sitúa eso a Ambrose y por consecuencia a nosotros? Se de buena tinta que Ambrose es un hombre de negocios como nosotros, pero me da la sensación de que tanto Sirio como Géminis no son corsarios ordinarios ¿Me equivoco, señor Komaroff?- mascullé con tonó tranquilo y pausado junto ante de dar un sorbo a la taza y dejaba entrever una ligera sonrisa picarona -Aunque tal vez quiera decirnos el motivo por el que se nos ha citado hoy aquí- proseguí depositando la taza en la mesa y sosteniendo la mirada al hombre.
Tras eso escuchó atentamente la explicación del señor, el cual se paro a explicar superficialmente la operación que debíamos acometer, tras la cual replicó:
-Antes de embarcarme en este trabajo me gustaría saber en que consistirá el pago, si bien accedí de buen grado a hacerle aquel favor al señor Ambrose, creo haber demostrado nuestra fidelidad a los intereses de Ambrose- dijo realizando una pequeña pausa -Así mismo, nuestras capacidades son conocidas por el propio Ambrose, y el hecho de que nos ofrezca este trabajo demuestra que la confianza que depositan en nosotros- continué antes de detenerme a la espera de la respuesta, antes de tan siguiera preguntar por detalles.
Aun debía preguntar un par de cosas antes de dejar marchar al enigmático señor Komaroff, como: si estarían al mando de esos comandos, si disponían de algún borrador del interior de la fortaleza, quiénes eran los altos cargos al cargo de esta y cómo garantizaba la toma de esta. Si bien aún quedaban algunas horas para la llegada del grupo en palabras del moreno, agradecería que este no se anduviera con muchos miramientos o vueltas al responder sus preguntas, después de todo, cuanto más tardará peor para todos.
Aunque yo por mi parte, lo creía tener bastante claro, ya que después de todo debía ser el mismo motivo que por el que él se había presentado allí, que no era otro que hacerse con parte del control de las puertas del Nuevo Mundo. Y es que controlar la llave de paso de “La gran ruta” debía ser un poder considerar, aunque los motivos finales que se encontraba tras el control de la isla le eran completamente desconocidos, algo que le carcomía por dentro.
Fueron varios los días en los que estuvo sumido en una gran investigación tirando del único hilo del que disponían, el anillo que se les había dado tanto a él como a su socio Black. Si bien un primer intento fracasó al buscar información sobre la propia joya, revisando en varios de los catálogos de joyas de los que disponía en su barco, finalmente procuró buscar información a cerca de la constelación que venía grabada en el anillo, la Cannis menor, si bien encontró varia mitología a lo largo de esta lo más interesante fue que la estrella más brillante que caracterizaba la joya era una llamada Procyon, la cual se traducía como algo parecido a “antes del perro”, una vez encontrado ese detalle no le fue complicado encontrar a la estrella a la que se refería ese “antes”, que terminó resultando la estrella más brillante que conformaba la constelación Cannis mayor, la cual recibía el nombre de Sirio, más al igual que ocurría con el Sirio que pisaba la tierra, no encontró mucha más información a parte de esta.
El resto del rato que no se encontraba enterrado entre libros y tazas de té, aislado del barullo que se producía más allá del camarote del capitán, se los pasaba deambulando por los manglares de la isla, siempre a la escucha de un rumor o una revelación que lo sacarán del punto muerto al que había llegado, y es que por más días que pasarán, todo apuntaba a que debería aguardar a que fuera el propio Ambrose el que desvelará las incógnitas. Dejando el tiempo restante para hablar con Kaito, el cual se mostraba refunfuñón y en cierta forma a la defensiva, evadiendo como habitualmente hacia gran parte de sus responsabilidades con la organización.
-Si tan solo tuviera un poco de foco a la hora de actuar- pensó para sus adentros en una mezcla entre amargura y conformidad con lo que suponía Takumi para su grupo.
Y es así como había llegado hasta el día presente, sentado en uno de los asientos de caoba de aquella imponente mansión colonial, que presumía que había sido tomada durante los últimos eventos acontecidos. En particular se encontraban en lo que presuponía ser una especie de sala de espera, la cual pese a su funcionalidad debía ser casi tan grande como el local como la sala principal del fumadero que regentaba en la lejana Baristan. Si bien la espera se le hizo algo larga, logró amenizar el lento paso de las agujas del reloj con una taza de lo que parecía ser té verde y unas pastas con almendra y piñones situadas en la mesa. El mayordomo que los había llevado ante la sala les había explicado que iban a tratar con el señor Vasili Komaroff, realizando bastante hincapié como debía referirse al señor y alguno que otros marianismos que debía respetar del que apuntaba ser uno de los lugartenientes de Ambrose, algo curioso teniendo en cuenta que pensaba que sus lugartenientes eran en exclusiva familiares y por lo tanto seres del fondo del mar.
El hombre, que rondaría el medio siglo de aspecto altivo y nada descuidado, se presentó de forma educada como el estratega de los Ambrose, por lo que respondiendo de forma reciproca al saludo, esperé a que el hombre terminará con su particular presentación, para luego arquear una ceja ante la apabullante cantidad de preguntas que realizó mi compañero.
-¡Black!- exclamé con cierta indignación, pero sin llegar a ser un tono iracundo o un grito a voz pelada, resultando más un riñón condescendiente que otra cosa -Ciertamente tenemos varias preguntas acerca de lo que ocurre en la isla, aunque la que más interés me despierta es ¿Quienes eran los Canis menor? – dijo dejando ver su anillo -Y lo más importante ¿Canis mayor? O debería decir Sirio, ¿Cuál es su relación con Géminis y en qué posición no sitúa eso a Ambrose y por consecuencia a nosotros? Se de buena tinta que Ambrose es un hombre de negocios como nosotros, pero me da la sensación de que tanto Sirio como Géminis no son corsarios ordinarios ¿Me equivoco, señor Komaroff?- mascullé con tonó tranquilo y pausado junto ante de dar un sorbo a la taza y dejaba entrever una ligera sonrisa picarona -Aunque tal vez quiera decirnos el motivo por el que se nos ha citado hoy aquí- proseguí depositando la taza en la mesa y sosteniendo la mirada al hombre.
Tras eso escuchó atentamente la explicación del señor, el cual se paro a explicar superficialmente la operación que debíamos acometer, tras la cual replicó:
-Antes de embarcarme en este trabajo me gustaría saber en que consistirá el pago, si bien accedí de buen grado a hacerle aquel favor al señor Ambrose, creo haber demostrado nuestra fidelidad a los intereses de Ambrose- dijo realizando una pequeña pausa -Así mismo, nuestras capacidades son conocidas por el propio Ambrose, y el hecho de que nos ofrezca este trabajo demuestra que la confianza que depositan en nosotros- continué antes de detenerme a la espera de la respuesta, antes de tan siguiera preguntar por detalles.
Aun debía preguntar un par de cosas antes de dejar marchar al enigmático señor Komaroff, como: si estarían al mando de esos comandos, si disponían de algún borrador del interior de la fortaleza, quiénes eran los altos cargos al cargo de esta y cómo garantizaba la toma de esta. Si bien aún quedaban algunas horas para la llegada del grupo en palabras del moreno, agradecería que este no se anduviera con muchos miramientos o vueltas al responder sus preguntas, después de todo, cuanto más tardará peor para todos.
- Resumen:
Pues narró lo que hago dos semanas, básicamente investigar la joyas que se me dio para evadir la cacería determinando cierta correlación/subyugación entre los grupos que hay en la isla.
Ir a la reunión y hablar educadamente con el señor, aunque con cierta prepotencia como viene siendo habitual preguntando cosas del punto anterior y acerca de la recompensa del trabajo, como recordatorio pongo esto:- pasivas:
investigador: rango 13.
El libro abierto: White es capaz de al realizar preguntas, deducir la información que necesita de las evasivas o silencios de las personas, basándose principalmente en un conglomerado de lenguaje corporal tales como gestos, manierismo e incluso forma de respirar del interrogado.
Los escrutinios del Tao: White es un mentiroso impulsivo, es por eso que es capaz de identificar cuando una persona le esta engañando o no diciendo toda la verdad acerca una pregunta, siempre y cuando el nivel de oficio de investigador/ilusionista del interrogado no superé el nivel de investigador de White.
Para lo demás: https://www.onepiece-definitiverol.com/t22490-as-you-wish-again-william-white
RAL
Fama
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Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Habían pasado varios días, miré por la ventana, la calma había regresado, pero desde luego la normalidad no se había establecido en las calles, por lo menos no en ese manglar. El lugar era seguro, por lo menos de momento. Unos días de descanso, aunque sabíamos que eso podía cambiar en cualquier momento. Las cosas se habían vuelto más caóticas si cabía y el conflicto se agravaba, poco a poco las cicatrices en el corazón de este archipiélago se hacían más y más profundas, tardarían años en curarse, y si esto seguía así, décadas. Suspiré y volví a mi personaje, cerré la cortina y cogí la bandeja con una comida templada, pan y agua. No era mucho, pero las raciones daban para lo que daban y no podíamos gastar demasiado en nuestra invitada.
Abrí la puerta de la habitación, llevaba días confinada. Poco a poco había sacado información, no me hizo falta presionar mucho más tras el shock inicial, según se acordaba daba más detalles sobre los nombres de los jefes, Sirio, Procyon, Orión... el más detallado era Adolf. Había procurado comunicar esa información a los altos cargos a los que pudiera interesar, no era mucho, pero mejor que dar palos de ciego. Sabía que había poco más que pudiera darme, pero no quería cargar las manos de los agentes o los marines con una preocupación más, menos aún una que podía ser tan peligrosa. No, esto era mejor que me asegurase de tener bajo control antes de poder confiarme. Dejé la bandeja en la mesa, ella me miró, estaba sentada en un sillón frente a las brasas de la estufa, leyendo el periódico que había terminado hacía un rato. Me senté frente a ella y crucé las piernas para luego entrelazar los dedos delante de mi rostro. El leve brillo de las brasas se acentuó en las lentes rojas de mi máscara mientras dejaba que el silencio calase en el ambiente.
- Tengo una propuesta que hacerte...
Mi bota derecha tamborileaba inquieta sobre el suelo, lo que me ponía de los nervios no era la situación, sino el humo del puro que Pollack me estaba echando a la cara. Con Rustal tenía la confianza necesaria como para pedir que dejase de fumar, pero esta vez me tocaba aguantarme. Tenía varias opciones, el conflicto era lo mío, pero no una guerra, carecía de los medios necesarios para contener una infección y no estaba segura de que fuera a contenerme mucho contra traidores... por mucho que fuera culpa de un virus, los túneles me daban malos recuerdos, pero había facilitado cierta información al respecto. De todas formas lo que más seguridad me daba era la última opción.
- Déjeme a Banner a mi. - Comenté con seguridad. - Los marines deben permanecer como héroes puros, por eso es el trabajo de los agentes ensuciarse las manos tratando con ese tipo de personas. Sólo necesito información de dónde encontrarlo y saber si contamos con un contacto que nos lleve hasta él. - Tras eso esperaría que diera el visto bueno y me diera los detalles de la misión. - Cierto, casi se me olvida... ¿Recuerda la criminal que capturé hace unos días? Me gustaría que me permitiesen llevarla conmigo en la misión. - No se preocupe, se ha mostrado bastante colaboradora, además tendrá el cañón de mi arma detrás de ella por si se le ocurre hacer algo gracioso. - Acaricié la culata de Purgatio bajo la gabardina. - Además nos puede ser útil si nos cruzamos con el enemigo.
Confiaba en que me dejasen. Le había propuesto a Rita que, si me ayudaba con la siguiente misión, no sólo me las ingeniaría para que no cumpliera condena, sino que le ofrecería la protección que pedía contra las represalias de sus antiguos compañeros. El proceso era muy sencillo, pero sólo podía meterla en el programa de protección de confidentes si colaboraba, no era muy difícil llevarlo a cabo en la situación en la que se encontraba Sabaody.
Abrí la puerta de la habitación, llevaba días confinada. Poco a poco había sacado información, no me hizo falta presionar mucho más tras el shock inicial, según se acordaba daba más detalles sobre los nombres de los jefes, Sirio, Procyon, Orión... el más detallado era Adolf. Había procurado comunicar esa información a los altos cargos a los que pudiera interesar, no era mucho, pero mejor que dar palos de ciego. Sabía que había poco más que pudiera darme, pero no quería cargar las manos de los agentes o los marines con una preocupación más, menos aún una que podía ser tan peligrosa. No, esto era mejor que me asegurase de tener bajo control antes de poder confiarme. Dejé la bandeja en la mesa, ella me miró, estaba sentada en un sillón frente a las brasas de la estufa, leyendo el periódico que había terminado hacía un rato. Me senté frente a ella y crucé las piernas para luego entrelazar los dedos delante de mi rostro. El leve brillo de las brasas se acentuó en las lentes rojas de mi máscara mientras dejaba que el silencio calase en el ambiente.
- Tengo una propuesta que hacerte...
* * *
Mi bota derecha tamborileaba inquieta sobre el suelo, lo que me ponía de los nervios no era la situación, sino el humo del puro que Pollack me estaba echando a la cara. Con Rustal tenía la confianza necesaria como para pedir que dejase de fumar, pero esta vez me tocaba aguantarme. Tenía varias opciones, el conflicto era lo mío, pero no una guerra, carecía de los medios necesarios para contener una infección y no estaba segura de que fuera a contenerme mucho contra traidores... por mucho que fuera culpa de un virus, los túneles me daban malos recuerdos, pero había facilitado cierta información al respecto. De todas formas lo que más seguridad me daba era la última opción.
- Déjeme a Banner a mi. - Comenté con seguridad. - Los marines deben permanecer como héroes puros, por eso es el trabajo de los agentes ensuciarse las manos tratando con ese tipo de personas. Sólo necesito información de dónde encontrarlo y saber si contamos con un contacto que nos lleve hasta él. - Tras eso esperaría que diera el visto bueno y me diera los detalles de la misión. - Cierto, casi se me olvida... ¿Recuerda la criminal que capturé hace unos días? Me gustaría que me permitiesen llevarla conmigo en la misión. - No se preocupe, se ha mostrado bastante colaboradora, además tendrá el cañón de mi arma detrás de ella por si se le ocurre hacer algo gracioso. - Acaricié la culata de Purgatio bajo la gabardina. - Además nos puede ser útil si nos cruzamos con el enemigo.
Confiaba en que me dejasen. Le había propuesto a Rita que, si me ayudaba con la siguiente misión, no sólo me las ingeniaría para que no cumpliera condena, sino que le ofrecería la protección que pedía contra las represalias de sus antiguos compañeros. El proceso era muy sencillo, pero sólo podía meterla en el programa de protección de confidentes si colaboraba, no era muy difícil llevarlo a cabo en la situación en la que se encontraba Sabaody.
- Resumen:
- Informar al mando sobre lo que me ha dicho Rita, hacerle una propuesta de colaboración y solicitar encargarme de las negociaciones con Banner.
Hayden Ashworth
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Se encontraba en el balcón del sitio donde estaban, mirando el pequeño paisaje que suponía Sabaody. Había podido reemplazar su ropa rota y estaba poniéndose un cigarrillo en la boca. Sabía que técnicamente lo estaba dejando, pero... el estrés y presión de ese momento era grandioso. Se había reencontrado con Kus, el cual parecía estar trabajando con el hermano perdido de Iulio... No le dijo nada a su subordinado, por supuesto. Supuso que aquel era un tema demasiado personal como para que se enterase por terceros. Ruffo sabía donde se encontraba su hermano y si quería ir a verlo tenía total libertad.
El dragón ya se había puesto al día, como pudo, con el pelirrojo. Pero por desgracia sus misiones eran distintas. Le deseó suerte y, llenando de nuevo su corazón con tristeza, separaron sus caminos una vez más. Aunque vio que el pelirrojo, demostrando que seguía siendo el mismo bromista de siempre en el fondo, le había regalado un muñeco que se parecía a él. Lo guardó, con la intención de atesorarlo bien en su despacho cuando volviesen. Encendió el cigarrillo con una llama prendida en su pulgar. Un instante de relajación lo invadió a la primera calada, aunque la presión no se marchó.
Había salido al balcón a reflexionar un poco tras el informe del joven Scott. Se había distraído con la ayuda al pelirrojo, sin embargo... Lo que había hecho estaba mal. Sirio era su responsabilidad y su huida no dejaba de ser culpa suya. Era algo que tenía que remediar. Suspiró, dejando escapar una bocanada de humo, y volvió adentro para dirigirse a sus subordinados.
—Nuestra prioridad es detener a Sirio y proteger Sabaody de sus piratas. La culpa de su huida... no fue vuestra. Fue mía. Como vicealmirante al cargo debí estar más atento, pero me confié. Y es un error que pienso redemiar. Sirio es una fuerza poderosa a tener en cuenta, y... me temo que sus seguidores también. Por lo que me temo que, aunque no sea necesario, me veo obligados a autorizar fuerza letal. Vendréis conmigo al frente a defender el manglar 71 con las tropas más numerosas que podamos tener para ello. Sirio es un peligro para la seguridad de los civiles, por lo que debe caer —miró entonces a Iulio, sabiendo que era el que más cerca estaba a la capacidad de combate del dragón—. No quiero poner tu vida en peligro, por lo que intentaré enfrentarme a él yo solo, pero como he dicho... Su caída es prioridad. Si necesito ayuda o si... caigo en combate... será tu prioridad, ¿está claro? —volvió entonces a centrar su atención en el resto—. Confío en todos vosotros. Mantengamos el archipiélago a salvo.
Una vez dadas las órdenes, miraría de reunir el mayor número de soldados posible y marcharían sin demora hacia el manglar 70.
El dragón ya se había puesto al día, como pudo, con el pelirrojo. Pero por desgracia sus misiones eran distintas. Le deseó suerte y, llenando de nuevo su corazón con tristeza, separaron sus caminos una vez más. Aunque vio que el pelirrojo, demostrando que seguía siendo el mismo bromista de siempre en el fondo, le había regalado un muñeco que se parecía a él. Lo guardó, con la intención de atesorarlo bien en su despacho cuando volviesen. Encendió el cigarrillo con una llama prendida en su pulgar. Un instante de relajación lo invadió a la primera calada, aunque la presión no se marchó.
Había salido al balcón a reflexionar un poco tras el informe del joven Scott. Se había distraído con la ayuda al pelirrojo, sin embargo... Lo que había hecho estaba mal. Sirio era su responsabilidad y su huida no dejaba de ser culpa suya. Era algo que tenía que remediar. Suspiró, dejando escapar una bocanada de humo, y volvió adentro para dirigirse a sus subordinados.
—Nuestra prioridad es detener a Sirio y proteger Sabaody de sus piratas. La culpa de su huida... no fue vuestra. Fue mía. Como vicealmirante al cargo debí estar más atento, pero me confié. Y es un error que pienso redemiar. Sirio es una fuerza poderosa a tener en cuenta, y... me temo que sus seguidores también. Por lo que me temo que, aunque no sea necesario, me veo obligados a autorizar fuerza letal. Vendréis conmigo al frente a defender el manglar 71 con las tropas más numerosas que podamos tener para ello. Sirio es un peligro para la seguridad de los civiles, por lo que debe caer —miró entonces a Iulio, sabiendo que era el que más cerca estaba a la capacidad de combate del dragón—. No quiero poner tu vida en peligro, por lo que intentaré enfrentarme a él yo solo, pero como he dicho... Su caída es prioridad. Si necesito ayuda o si... caigo en combate... será tu prioridad, ¿está claro? —volvió entonces a centrar su atención en el resto—. Confío en todos vosotros. Mantengamos el archipiélago a salvo.
Una vez dadas las órdenes, miraría de reunir el mayor número de soldados posible y marcharían sin demora hacia el manglar 70.
- resumen:
- cosas de jefe
Roland Oppenheimer
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El mink miró el resultado de la contienda. Un boquete en el suelo se extendía antes sus ojos, producto de su propio explosivo. El vicealmirante y los agentes se encontraban cerca suyo, perplejos. Una estruendosa carcajada resonó en los oídos de todos los espectadores. Roland no podía parar de reír.
—Esto es increíble —dijo entre carcajadas—. Yo, a quién habéis tachado de criminal, he tenido que venir a sacaros las castañas del fuego. ¡Es tronchante!
Cuando terminó de reírse hizo aparecer un espejo detrás suyo. Guardó su lanza y se giró, levantando el brazo en señal de despedida y caminando hacia el espejo.
—Me cobraré este favor, mierdecillas. —Cruzó el umbral del espejo y desapareció junto con este.
Habían transcurrido dos semanas desde su llegada a la isla. Al igual que habían transcurrido dos semanas desde que todo fuera de mal en peor. Cuando parecía haber una luz al final del túnel, esta desaparecía, dejándole otra vez en una oscuridad plena, eclipsando su frágil corazón. Desde que había pisado aquella isla por primera vez, su vida pasó a convertirse en una espiral de frustración y decepción continua. Sus planes, tan brillantes como los de los mayores estrategas e incluso mejores, se veían reducidos a nada por creer que los ineptos del gobierno tendrían un mínimo sentido común.
Todo empezó cuando el imbécil del capitán marine cuyo nombre nunca conoció se dio cuenta, de una forma que le avergonzaba reconocer que escapaba de su comprensión, de que su lanza era de kairoseki. Era algo completamente ilógico, y le enfurecía pensar que aquel acto tan incoherente había sido la causa de muchos de sus males. Escapó de los marines, pero su identidad secreta se había visto comprometida, y lo peor es que se vio obligado a permanecer más horas de las que hubiera querido con una bufanda alrededor de su cabeza, ocultando quién era, agachando la cabeza ante los marines y la misma revolución.
Pensó que todo aquello había terminado cuando consiguió deshacerse de los cabecillas de la ofensiva pirata, los que se enfrentaban al Vicealmirante Zuko y su ex compañero de profesión, el pelirrojo Kusanagi Yu, pero ni esto le había salido bien. Los piratas huyeron, y lo único que había ganado él era el reflejo de Dexter Black y un favor de los hombres del gobierno, aunque conociendo a estos últimos se harían los locos y se llevarían el mérito. Y tan solo era cuestión de tiempo que los odiosos piratas golpearan de nuevo, esta vez más fuerte.
Los marines ya habían salido malparados del anterior ataque, o eso había creído Roland tras dejar atrás la base de operaciones cuyo último recuerdo consistía en una horda de perros y jinetes fantasmas atacándola. ¿Acaso esos imbéciles que no ven más allá de sus narices iban a ser capaces de hacer frente a las nuevas amenazas que habían ido surgiendo en la isla? Solo había una respuesta, y sin duda alguna esa era un no rotundo. Sin embargo, la esperanza no había desaparecido. Mientras él estuviera allí aún era posible. Realmente, solo era posible mientras él estuviera allí.
Aquellas dos semanas fueron para el mink las más largas de su vida, y a su vez las más cortas. Lo único positivo de aquella situación era que, el caos se había extendido tanto, que no tenía que preocuparse de esconder su rostro. Los primeros días los pasó encerrado en la Dimensión Espejo, preparando su siguiente plan. Reunió toda la información que pudo escudriñando a través de los numerosos espejos de la isla, pero fue en vano. No fue hasta el tercer día que algo importante sucedió, y aquello fue el principio del fin. Los sucesos se sucedieron uno detrás de otro, sin dar tiempo para reaccionar a nadie. De un momento a otro los conflictos habían vuelto a estallar, y el ex-agente decidió que era el momento adecuado para volver al ruedo.
—El espectáculo debe continuar —dijo para sí mientras se preparaba.
Recogió sus múltiples explosivos con sus respectivos detonadores y los guardó bajo la ropa. Se enfundó la espada corta Xifos, colgó su lanza de la espalda e hizo que una forma humanoide se materializara al lado de un espejo cercano. Aquella forma adoptó el aspecto reflejado del antiguo agente Oppenheimer, con sus respectivas armas. Entonces el cuerpo original se descolgó la lanza para cambiarla por Vrontí, el arma que le había costado su carrera. «Al final todo valdrá la pena» pensó, apretando con fuerza sus puños.
—Dnalor —llamó a su reflejo—. Ya sabes qué hacer.
El clon asintió y dio media vuelta, desapareciendo entre uno de los múltiples espejos de la Dimensión Reflejo. Mientras tanto, Roland atravesó otro espejo distinto. «Otro puto baño» se dijo cuando salió de su dimensión de bolsillo. Últimamente no encontraba más que baños. Sin más preámbulos, salió de aquel lugar, y al llegar a la calle se movió entre los callejones, buscando las zonas más conflictivas que pudiera. Su objetivo: Orión. Si Sirio y su hermano trabajaban para él, debía ser quién moviera los hilos. Quién había llevado la devastación hasta el archipiélago. Si él desaparecía, todo el sistema que había montado en las últimas semanas se vendría abajo como un castillo de naipes, y él sería la mano ejecutora. Pero no podía hacer nada sin descubrir más sobre ese misterioso hombre. Por eso se dirigió hacia los sitios donde los hombres decentes no se atreven a aparecer. Los lugares oscuros de la isla, los bajos fondos. Si había un lugar para descubrir más sobre su futura víctima, era allí.
Por otro lado, Dnalor había seguido el mismo protocolo que su cuerpo original. En lo que se refería a personalidad, eran idénticos, aunque era consciente de que podía desaparecer en cualquier momento. Anduvo con más cuidado, con un objetivo más claro: Vasili Komaroff. Mientras su cuerpo real rebuscaba en lo más profundo de la asquerosa sociedad, Dnalor se dirigiría en busca del hombre a quién no había parado de escuchar en los últimos días. Si no se equivocaba, y él no se equivocaba nunca, ese hombre sabría algo más sobre el panorama general. Y toda información era bienvenida.
—El espectáculo debe continuar —murmuraron ambos, tan separados y tan cerca a la vez.
—Esto es increíble —dijo entre carcajadas—. Yo, a quién habéis tachado de criminal, he tenido que venir a sacaros las castañas del fuego. ¡Es tronchante!
Cuando terminó de reírse hizo aparecer un espejo detrás suyo. Guardó su lanza y se giró, levantando el brazo en señal de despedida y caminando hacia el espejo.
—Me cobraré este favor, mierdecillas. —Cruzó el umbral del espejo y desapareció junto con este.
Un tiempo después
Habían transcurrido dos semanas desde su llegada a la isla. Al igual que habían transcurrido dos semanas desde que todo fuera de mal en peor. Cuando parecía haber una luz al final del túnel, esta desaparecía, dejándole otra vez en una oscuridad plena, eclipsando su frágil corazón. Desde que había pisado aquella isla por primera vez, su vida pasó a convertirse en una espiral de frustración y decepción continua. Sus planes, tan brillantes como los de los mayores estrategas e incluso mejores, se veían reducidos a nada por creer que los ineptos del gobierno tendrían un mínimo sentido común.
Todo empezó cuando el imbécil del capitán marine cuyo nombre nunca conoció se dio cuenta, de una forma que le avergonzaba reconocer que escapaba de su comprensión, de que su lanza era de kairoseki. Era algo completamente ilógico, y le enfurecía pensar que aquel acto tan incoherente había sido la causa de muchos de sus males. Escapó de los marines, pero su identidad secreta se había visto comprometida, y lo peor es que se vio obligado a permanecer más horas de las que hubiera querido con una bufanda alrededor de su cabeza, ocultando quién era, agachando la cabeza ante los marines y la misma revolución.
Pensó que todo aquello había terminado cuando consiguió deshacerse de los cabecillas de la ofensiva pirata, los que se enfrentaban al Vicealmirante Zuko y su ex compañero de profesión, el pelirrojo Kusanagi Yu, pero ni esto le había salido bien. Los piratas huyeron, y lo único que había ganado él era el reflejo de Dexter Black y un favor de los hombres del gobierno, aunque conociendo a estos últimos se harían los locos y se llevarían el mérito. Y tan solo era cuestión de tiempo que los odiosos piratas golpearan de nuevo, esta vez más fuerte.
Los marines ya habían salido malparados del anterior ataque, o eso había creído Roland tras dejar atrás la base de operaciones cuyo último recuerdo consistía en una horda de perros y jinetes fantasmas atacándola. ¿Acaso esos imbéciles que no ven más allá de sus narices iban a ser capaces de hacer frente a las nuevas amenazas que habían ido surgiendo en la isla? Solo había una respuesta, y sin duda alguna esa era un no rotundo. Sin embargo, la esperanza no había desaparecido. Mientras él estuviera allí aún era posible. Realmente, solo era posible mientras él estuviera allí.
Aquellas dos semanas fueron para el mink las más largas de su vida, y a su vez las más cortas. Lo único positivo de aquella situación era que, el caos se había extendido tanto, que no tenía que preocuparse de esconder su rostro. Los primeros días los pasó encerrado en la Dimensión Espejo, preparando su siguiente plan. Reunió toda la información que pudo escudriñando a través de los numerosos espejos de la isla, pero fue en vano. No fue hasta el tercer día que algo importante sucedió, y aquello fue el principio del fin. Los sucesos se sucedieron uno detrás de otro, sin dar tiempo para reaccionar a nadie. De un momento a otro los conflictos habían vuelto a estallar, y el ex-agente decidió que era el momento adecuado para volver al ruedo.
—El espectáculo debe continuar —dijo para sí mientras se preparaba.
Recogió sus múltiples explosivos con sus respectivos detonadores y los guardó bajo la ropa. Se enfundó la espada corta Xifos, colgó su lanza de la espalda e hizo que una forma humanoide se materializara al lado de un espejo cercano. Aquella forma adoptó el aspecto reflejado del antiguo agente Oppenheimer, con sus respectivas armas. Entonces el cuerpo original se descolgó la lanza para cambiarla por Vrontí, el arma que le había costado su carrera. «Al final todo valdrá la pena» pensó, apretando con fuerza sus puños.
—Dnalor —llamó a su reflejo—. Ya sabes qué hacer.
El clon asintió y dio media vuelta, desapareciendo entre uno de los múltiples espejos de la Dimensión Reflejo. Mientras tanto, Roland atravesó otro espejo distinto. «Otro puto baño» se dijo cuando salió de su dimensión de bolsillo. Últimamente no encontraba más que baños. Sin más preámbulos, salió de aquel lugar, y al llegar a la calle se movió entre los callejones, buscando las zonas más conflictivas que pudiera. Su objetivo: Orión. Si Sirio y su hermano trabajaban para él, debía ser quién moviera los hilos. Quién había llevado la devastación hasta el archipiélago. Si él desaparecía, todo el sistema que había montado en las últimas semanas se vendría abajo como un castillo de naipes, y él sería la mano ejecutora. Pero no podía hacer nada sin descubrir más sobre ese misterioso hombre. Por eso se dirigió hacia los sitios donde los hombres decentes no se atreven a aparecer. Los lugares oscuros de la isla, los bajos fondos. Si había un lugar para descubrir más sobre su futura víctima, era allí.
Por otro lado, Dnalor había seguido el mismo protocolo que su cuerpo original. En lo que se refería a personalidad, eran idénticos, aunque era consciente de que podía desaparecer en cualquier momento. Anduvo con más cuidado, con un objetivo más claro: Vasili Komaroff. Mientras su cuerpo real rebuscaba en lo más profundo de la asquerosa sociedad, Dnalor se dirigiría en busca del hombre a quién no había parado de escuchar en los últimos días. Si no se equivocaba, y él no se equivocaba nunca, ese hombre sabría algo más sobre el panorama general. Y toda información era bienvenida.
—El espectáculo debe continuar —murmuraron ambos, tan separados y tan cerca a la vez.
- Resumen:
- » Relatar lo sucedido en las últimas dos semanas.
» Finalmente decidir actuar, creyendo que es el momento oportuno.
» Crear un clon.
» Enviar al clon en busca de Vasili Komarof para obtener información.
» Buscar por su cuenta, mientras el clon cumple su cometido, información sobre Orión.
Hamlet
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Me desperté cansado. Otra vez. Hacía tiempo que no nos daban tregua.
Cada día había librado una batalla distinta. Primero, contra las infernales bestias que asolaban el archipiélago. Cuando estas se marcharon y dejaron de arrasar con el lugar, un nuevo enemigo apareció, con velas negras arriadas y ansias de batallar. Géminis. Se escuchó tanto su nombre durante aquellos días que algunos llegaron a olvidar a Sirio. Yo no lo hice.
Había ayudado a coordinar varios ataques al norte, donde estábamos recibiendo una más que inhabilitante cantidad de bajas. Yo mismo marché allí, machete en mano, pero mis esfuerzos eran inútiles. Por cada criminal al que lograba dar caza, dos aparecían para sustituirle al día siguiente, como si de un vil truco se tratara. Me sentía bastante impotente. Con Iulio y el Vicealmirante centrados en asuntos más importantes, no tenía a quien expresar mis frustraciones, que me acompañaban al camastro todas las noches, junto con las múltiples heridas que había recibido ese día.
Aquel día me convocaron junto al Vicealmirante y Iulio a una estancia vacía. Por una parte, me sentía complacido por saber que se contaría con mi opinión. Por otro lado, aquello no podía significar nada bueno. Tragué saliva y asumí mis responsabilidades, tal y como había jurado tiempo atrás.
Ese chaval, Scott, nos informó con total profesionalidad de la situación. Planteaba escasos rumbos de acción: contraatacar a Sirio o defenderse de un posible golpe por parte de Géminis. Me sentí algo abrumado. Normalmente solo debía encargarme de un objetivo. Aquel caos a múltiples bandas nos superaba. Debía pensar como los Almirantes que estudiaba en los libros de historia.
El Vicealmirante Kasai tomó la pronta decisión de lanzar un ataque frontal contra Sirio. Asentí. Tenía razón: era más razonable deshacernos de la amenaza más próxima y que entrañaba un mayor nivel de agresión a nuestras fuerzas.
-Cuente conmigo, Vicealmirante -respondí sucintamente.
Tomé varios minutos para prepararme para el próximo embate, mientras me ponía la armadura y me armaba con el resto de mis pertenencias. Aquella podía ser la batalla más dura a la que me había enfrentado. Pero bajo el mando de un líder tan poderoso como el Vicealmirante Kasai, no tenía nada que temer. Podía sentirme seguro de que no estaría perdiendo la vida en vano.
Cada día había librado una batalla distinta. Primero, contra las infernales bestias que asolaban el archipiélago. Cuando estas se marcharon y dejaron de arrasar con el lugar, un nuevo enemigo apareció, con velas negras arriadas y ansias de batallar. Géminis. Se escuchó tanto su nombre durante aquellos días que algunos llegaron a olvidar a Sirio. Yo no lo hice.
Había ayudado a coordinar varios ataques al norte, donde estábamos recibiendo una más que inhabilitante cantidad de bajas. Yo mismo marché allí, machete en mano, pero mis esfuerzos eran inútiles. Por cada criminal al que lograba dar caza, dos aparecían para sustituirle al día siguiente, como si de un vil truco se tratara. Me sentía bastante impotente. Con Iulio y el Vicealmirante centrados en asuntos más importantes, no tenía a quien expresar mis frustraciones, que me acompañaban al camastro todas las noches, junto con las múltiples heridas que había recibido ese día.
Aquel día me convocaron junto al Vicealmirante y Iulio a una estancia vacía. Por una parte, me sentía complacido por saber que se contaría con mi opinión. Por otro lado, aquello no podía significar nada bueno. Tragué saliva y asumí mis responsabilidades, tal y como había jurado tiempo atrás.
Ese chaval, Scott, nos informó con total profesionalidad de la situación. Planteaba escasos rumbos de acción: contraatacar a Sirio o defenderse de un posible golpe por parte de Géminis. Me sentí algo abrumado. Normalmente solo debía encargarme de un objetivo. Aquel caos a múltiples bandas nos superaba. Debía pensar como los Almirantes que estudiaba en los libros de historia.
El Vicealmirante Kasai tomó la pronta decisión de lanzar un ataque frontal contra Sirio. Asentí. Tenía razón: era más razonable deshacernos de la amenaza más próxima y que entrañaba un mayor nivel de agresión a nuestras fuerzas.
-Cuente conmigo, Vicealmirante -respondí sucintamente.
Tomé varios minutos para prepararme para el próximo embate, mientras me ponía la armadura y me armaba con el resto de mis pertenencias. Aquella podía ser la batalla más dura a la que me había enfrentado. Pero bajo el mando de un líder tan poderoso como el Vicealmirante Kasai, no tenía nada que temer. Podía sentirme seguro de que no estaría perdiendo la vida en vano.
- Resumen:
- cosas de subordinado
Ya teníamos suficiente con un Wyrm en el grupo; ¿por qué nos habían endosado a un Wyrm francotirador? Al menos eso dejaba deducir el reluciente arma que portaba en su espalda casi como si de una mascota se tratase. De cualquier modo, el muchacho estaba bastante puesto acerca de la situación que atenazaba el archipiélago. Por mí parte, me había perdido poco después de que pronunciase el segundo número: demasiado complejo. Adhara era mucho más simpática, así que había dedicado el resto de la explicación a jugar con ella. No sabía por qué, pero la pequeña hallaba una extraña satisfacción en jugar a las palmas.
De hecho, mis dos últimas semanas habían consistido en poco más que eso. Por romper la norma, viendo cómo está el archipiélago en esa ocasión no me había quedado otra alternativa más que arrimar el hombro en temas burocráticos y organizativos por encima de mis posibilidades. ¿Cómo podía haber alguien que dedicase toda su actividad en la Marina a asuntos como aquellos? Fuera como fuese, tocaba ponerse en marcha. Hasta yo sabía que un grupo de maleantes que se habían autodenominado como la Marcha Negra había marchado desde el norte, encabezados por un tipo cuyo nombre, esta vez sí, no había podido retener. Estábamos bajo mínimos y los refuerzos, por desgracia, no hacían más que prolongar nuestra agonía. Fuera como fuese, ignorar a un vicealmirante cuando se dirigía a ti directamente estaba mal visto, así que finalmente dejé a la niña, me erguí y le miré:
- Eso será si esas cosas no te matan primero -repliqué con sorna, señalando el cigarrillo que acababa de prender y estando a punto de romperlo por la mitad con un fogonazo-. Pero estoy de acuerdo: ya tuvimos bastantes bailes con el tipo turbio del cadáver y no me gustaría volver a pasar por ese tipo de situación. Esta vez hay una diferencia: son personas. Muchas más y con menos escrúpulos, de acuerdo, pero sufren, sangran y mueren. Todo es cuestión de desequilibrar la balanza a nuestro favor... Y sí, eso sólo podremos hacerlo si acabamos con Sirio.
Obvié el típico comentario sarcástico, ése que habría sonado como un "a buenas horas", y me acerqué al balcón. Apenas se veía nada a lo lejos, pero el hedor a tragedia y muerte era perfectamente apreciable. Jamás me había visto en una guerra como aquélla, y esperaba de todo corazón que no volviese a suceder. ¿Libertad, decían? No. Aquello no era libertad, y cada día tenía más claro que los piratas encarnaban todo lo contrario por mucho que clamasen a los cielos por el libre albedrío.
- ¿Sabemos algo sobre ese tal... Piscis, Wyrm Francotirador? -pregunté de forma automática, casi inconsciente, al tiempo que comprobaba con un rápido tanteo que llevaba conmigo todo el equipo. Así era, así que me volví para mirarle con una sonrisa en cierto modo inocente, la cual fue acompañada por una risita de Adhara.
De hecho, mis dos últimas semanas habían consistido en poco más que eso. Por romper la norma, viendo cómo está el archipiélago en esa ocasión no me había quedado otra alternativa más que arrimar el hombro en temas burocráticos y organizativos por encima de mis posibilidades. ¿Cómo podía haber alguien que dedicase toda su actividad en la Marina a asuntos como aquellos? Fuera como fuese, tocaba ponerse en marcha. Hasta yo sabía que un grupo de maleantes que se habían autodenominado como la Marcha Negra había marchado desde el norte, encabezados por un tipo cuyo nombre, esta vez sí, no había podido retener. Estábamos bajo mínimos y los refuerzos, por desgracia, no hacían más que prolongar nuestra agonía. Fuera como fuese, ignorar a un vicealmirante cuando se dirigía a ti directamente estaba mal visto, así que finalmente dejé a la niña, me erguí y le miré:
- Eso será si esas cosas no te matan primero -repliqué con sorna, señalando el cigarrillo que acababa de prender y estando a punto de romperlo por la mitad con un fogonazo-. Pero estoy de acuerdo: ya tuvimos bastantes bailes con el tipo turbio del cadáver y no me gustaría volver a pasar por ese tipo de situación. Esta vez hay una diferencia: son personas. Muchas más y con menos escrúpulos, de acuerdo, pero sufren, sangran y mueren. Todo es cuestión de desequilibrar la balanza a nuestro favor... Y sí, eso sólo podremos hacerlo si acabamos con Sirio.
Obvié el típico comentario sarcástico, ése que habría sonado como un "a buenas horas", y me acerqué al balcón. Apenas se veía nada a lo lejos, pero el hedor a tragedia y muerte era perfectamente apreciable. Jamás me había visto en una guerra como aquélla, y esperaba de todo corazón que no volviese a suceder. ¿Libertad, decían? No. Aquello no era libertad, y cada día tenía más claro que los piratas encarnaban todo lo contrario por mucho que clamasen a los cielos por el libre albedrío.
- ¿Sabemos algo sobre ese tal... Piscis, Wyrm Francotirador? -pregunté de forma automática, casi inconsciente, al tiempo que comprobaba con un rápido tanteo que llevaba conmigo todo el equipo. Así era, así que me volví para mirarle con una sonrisa en cierto modo inocente, la cual fue acompañada por una risita de Adhara.
- Resumen:
- Disponerme a partirle la madre otra vez a Sirio.
Incluso yo me daba cuenta de que en muchas ocasiones me comportaba como un auténtico mandril en celo. Así lo reflejaban los ojos de nada más y nada menos que la jefa de operaciones del Cipher Pol 8, sí, el escalafón más alto antes de esos que te permitían hacer y decidir sobre la vida de casi cualquier persona trajeada a voluntad sin importar su origen o afiliación. ¿Que qué había hecho? Muy sencillo; primitivo incluso: me había dedicado a golpear la mesa frente a la que nos sentábamos en tres ocasiones con considerable contundencia sin dejar de repetir la palabra "centro". Mi superior había dejado en mis manos la posibilidad de elegir cuál debía ser mi destino. Siempre me había gustado lanzarme de cabeza al conflicto, pero no era necesario hacerlo como un neandertal... fuera lo que fuese eso.
Carraspeé, dándome cuenta de que mis modales estaban muy lejos de lo que se esperaba de mí, y recuperé la compostura, reclinándome con educación sobre el asiento y cruzando la pierna derecha sobre la izquierda.
-Creo que podré ser más útil intentando recuperar el centro del archipiélago, señor. -Así sí también podía ser una persona civilizada si me lo proponía-. Además, hasta el momento creo que los resultados que hemos obtenido el agente Kusanagi y yo hasta el momento han sido satisfactorios, por lo que no encuentro motivo para hacer experimentos en un momento tan crítico como éste.
Así estaba mejor, aunque no podía dejar que esa idea parásita reapareciese en mi mente incluso en un contexto tan tenso y formal como aquél. ¿Iulio vicealmirante? No podía ser. La mayor parte de mis dos últimas semanas habían sido dedicadas a hurgar en la base de datos del Gobierno Mundial, dando con él y con su hoja de servicios. Y no, ese no podía ser el vago de mi hermano. ¿Que había capturado a Sirio y defendido la base del G-2 junto a otro compañero? Tal vez si ese compañero se hubiese dedicado a hacerlo todo mientras él miraba... Pero no, dudaba mucho que un solo marine que no fuese Almirante pudiese capturar a alguien que calificaban como una auténtica bestia. Fuera como fuese, tenía pendiente una charla con él.
Sacudí la cabeza de forma imperceptible, obligándome a volver a la realidad, al presente, a lo que sucedía ante mis ojos. Habiendo decidido ambos dónde prestaríamos nuestros servicios, sólo restaba esperar diligentemente las siempre precisas instrucciones de la agencia. Sólo esperaba no tener que volver a moverme entre kilos y kilos. Con una vez había tenido suficiente estrés y ansiedad como para cumplir con la cuota durante un año.
Carraspeé, dándome cuenta de que mis modales estaban muy lejos de lo que se esperaba de mí, y recuperé la compostura, reclinándome con educación sobre el asiento y cruzando la pierna derecha sobre la izquierda.
-Creo que podré ser más útil intentando recuperar el centro del archipiélago, señor. -Así sí también podía ser una persona civilizada si me lo proponía-. Además, hasta el momento creo que los resultados que hemos obtenido el agente Kusanagi y yo hasta el momento han sido satisfactorios, por lo que no encuentro motivo para hacer experimentos en un momento tan crítico como éste.
Así estaba mejor, aunque no podía dejar que esa idea parásita reapareciese en mi mente incluso en un contexto tan tenso y formal como aquél. ¿Iulio vicealmirante? No podía ser. La mayor parte de mis dos últimas semanas habían sido dedicadas a hurgar en la base de datos del Gobierno Mundial, dando con él y con su hoja de servicios. Y no, ese no podía ser el vago de mi hermano. ¿Que había capturado a Sirio y defendido la base del G-2 junto a otro compañero? Tal vez si ese compañero se hubiese dedicado a hacerlo todo mientras él miraba... Pero no, dudaba mucho que un solo marine que no fuese Almirante pudiese capturar a alguien que calificaban como una auténtica bestia. Fuera como fuese, tenía pendiente una charla con él.
Sacudí la cabeza de forma imperceptible, obligándome a volver a la realidad, al presente, a lo que sucedía ante mis ojos. Habiendo decidido ambos dónde prestaríamos nuestros servicios, sólo restaba esperar diligentemente las siempre precisas instrucciones de la agencia. Sólo esperaba no tener que volver a moverme entre kilos y kilos. Con una vez había tenido suficiente estrés y ansiedad como para cumplir con la cuota durante un año.
- Resumen:
- Que al centro con Kusikús, vamos.
Normas del capítulo:
- Se moderará los martes entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los martes antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación:
- Míster Black y Míster White (Manglar 1):
- El señor Komaroff se limita a mirar al señor Black sin responder ninguna de sus preguntas. Lo estudia, analiza sus movimientos y gesticulaciones. Se muestra imperturbable, aunque un buen psicólogo o alguien con conocimientos sobre el lenguaje corporal distinguiría molestia en él. Una pregunta habría colado. Incluso puede que dos. ¿Pero seis? Ha sido una falta de respeto evidente, algo que el señor Komaroff no olvidará.
—Dejaré pasar su falta de modales a cambio de no contestar ninguna de sus preguntas, señor Black. Esto no es un interrogatorio —contesta al cabo de un momento—. No es necesario que le recuerde su posición versus la mía, ¿verdad?
Sea lo que sea que haya intentado decir no parece ser amigable. Ahora su mirada, tranquila como el mar previo a la tormenta, reposa sobre el señor White. Escucha con atención cada pregunta y hace un rápido ejercicio mental.
—Ha hecho un buen análisis, señor White, y he de felicitarle por ello. Naturalmente, el señor Sirio y el señor Procyon no son corsarios ordinarios, sino piratas que forman parte de una voluntad atemporal y responden a los deseos del señor Orión. —Hace una breve pausa y luego continúa hablando—. La familia Ambrose ha decidido apostar todas sus fichas a favor del señor Orión y, una vez los piratas de Sirio hayan tomado cada manglar del archipiélago, comenzará la repartición de tierras y los beneficios post-guerra. Estamos del lado de los agentes del caos, señor White, señor Black. —Otra pausa—. Riquezas inimaginables, poderío militar, estabilidad económica… La lista de las cosas que ofrece la familia Ambrose a cambio de sus servicios es larga, pero, si me permiten darles un consejo, no hay nada como la confianza mutua. Por supuesto, la promesa de un negocio próspero no es suficiente. Puedo ofrecerle a cada uno potestad absoluta sobre un determinado grupo de manglares. La familia Ambrose garantiza las puertas al cielo, pero ustedes deben cumplir su parte: la fortaleza del manglar 65 debe caer.
William, no has descubierto ninguna mentira en las palabras del señor Komaroff. O es muy bueno o de verdad no está mintiendo. Como sea, el motivo de la reunión lo ha dejado claro antes: solicita su ayuda para que las fuerzas criminales se hagan con el control del manglar 65. Ahora bien, ambos podrán notar que no ha respondido todas sus preguntas de manera intencional. Ha revelado información, pero ¿cuánto más sabe?
- Karma (Manglar 60):
- A pesar de que al capitán no le ha gustado tu decisión, la acepta puesto que él es uno de los encargados de dirigir una de las tantas operaciones. Te reúnes con tu equipo en el cuartel y tienes tiempo para coger indumentaria militar para la misión: municiones, comida, sables y cualquier cosa que creas importante. Sin embargo, nada de esto tendrá una calidad excepcional. Es equipo genérico.
El escuadrón al que te has unido se conforma de una docena de personas, entre las que destaca una chica morena. Si te le quedas viendo, te fijarás que es más o menos de tu tamaño, cabellos negros y piel cobriza. Tiene los ojos verdes y parece muy seria, capaz, diligente. Lleva el uniforme de la Marina y una katana envainada con vendas a la altura de la cintura. Cuando le toque presentarse dirá que su nombre es Victoria. Por otra parte, hay otro chico que llama tu atención. La mitad derecha de su cabello es violeta, mientras que la otra es amarilla. Sus ojos parecen seguir el mismo patrón. Es bastante más alto que tú y luce despreocupado, como si nada de lo que sucediera fuera realmente importante. Cuando le toque presentarse dirá que su nombre es Luther.
Pasas por las zonas seguras, esos manglares que aún controla la Marina, y no tardas en llegar al manglar 60. De pronto, sientes que el ambiente es completamente diferente. Hueles el peligro, lo sientes, lo vives. Sabes que, si das un paso en falso, morirás. O igual no lo sabes, pero algo dentro de ti te lo dice. Puedes darte cuenta de que no hay mucha gente y los edificios aún están en pie, pero te preguntas cuánto tiempo seguirá siendo así. Notas una presencia sobre un edificio de tres pisos, está a unos cuarenta metros. ¿Recuerdas a un señor que va de arlequín? Bueno, lo estás viendo.
—¡Bienvenidos al Paraíso, marines y marinas! ¡Sí, sí, bienvenidos! Por favor, continúen avanzando. ¡Sólo les espera diversión, sí, muchísima diversión! —Su tono de voz es agudo y molesto, incluso pareciera que se está burlando de ustedes.
El capitán John hace un gesto para que nadie haga nada. Sabe que están en desventaja contra Géminis. Sin embargo, uno de los muchachos no hace caso y se aventura en una misión imposible: coge el fusil y apunta con la intención de disparar. Antes de que su dedo alcance el gatillo su cabeza es alcanzada por algo que ninguno, salvo el capitán, puede ver.
—Es muy pronto para volvernos agresivos, marinero —dice Géminis y luego desaparece en un mar de papeles de todo tipo de colores.
Karma, puedes ver como la cabeza de tu compañero comienza a inflarse como un globo. De pronto, sus pies despegan del suelo y empieza a levitar. Cinco, diez, quince metros de altura… Está gritando, no solo porque está muy nervioso, sino porque le duele. ¡Boom! La cabeza le ha crecido tanto que ha estallado. El estallido te mancha el rostro con sangre y uno de sus ojos está a dos metros de ti, esperando a ser recogido.
Una bonita bienvenida. ¿Qué quieres hacer? Oh, cierto. Quieres descubrir cómo se transmite el virus, pero para eso tendrás que adentrarte en los manglares.
- Agente Ral (Manglar 65):
- Kennet te mira con su único ojo. No parece satisfecho con la decisión que has tomado, pero no la cuestiona. Se acomoda en su asiento y le da otra calada al puro. Busca una carpeta entre la multitud de papeles que hay y te la ofrece.
—Es el expediente de Leroy Banners, pero no guardes mucha esperanza: apenas tiene información. Por lo general nos es fácil espiar a los criminales del Bajo Mundo y tenerlos vigilados, pero Banners es una excepción. Es un narcotraficante poderoso, sí, pero lo que lo vuelve verdaderamente peligroso es que apenas sabemos algo de él. Se sabe que es un hombre de códigos y tiene conocimientos de tácticas militares, que cuenta con un ejército personal de 500 hombres. Es una apuesta arriesgada, agente, ten mucho cuidado.
En el informe aparecerá una fotografía de Banners. Es un hombre de cincuenta años, cabellos grises y ojos negros. Si te fijas bien, te da la impresión de que se ha dejado tomar la fotografía. Tiene una cicatriz en el labio y se nota bastante alto. En el expediente encontrarás datos irrelevantes como su altura, y otros más importantes como sus principales negocios: narcotráfico de estupefacientes.
—¿Llevarte a esa pirata…? Está bien, pero será tu responsabilidad. Si se te escapa, tú responderás por sus crímenes. Si no tienes nada más que decir, reúnete con tus compañeros. La señorita Polastri está al mando de la operación.
Para continuar, por favor lee la moderación del Agente Kusanagi y Ruffo.
- Agentes Kusanagi y Ruffo (Manglar 65):
- La señorita Polastri sonríe. Hay una mezcla de alivio y nostalgia en su sonrisa, pero seguramente está feliz de tener que trabajar con ustedes, con Eden. Busca una carpeta en su ordenado escritorio y se lo ofrece al agente Kusanagi.
—Es el expediente de Leroy Banners, aunque no encontrarán demasiada información. Sabemos que es un poderoso narcotraficante de drogas ilícitas, pero sospechamos que eso no es más que la superficie de sus verdaderos negocios. Todo apunta a que es un hombre de códigos con un importante conocimiento de tácticas militares; incluso conoce nuestros métodos de espionaje.
En el informe aparece una fotografía de Banners con cierta particularidad: está mirando la cámara, como si se hubiera dejado sacar la foto. Por lo demás, es un hombre de cincuenta años, cabellos grises y ojos negros. Tiene una cicatriz en el labio. Además, encontrarán datos irrelevantes como su estatura y su peso, así como información muy superficial sobre sus negocios.
La señorita Polastri da un espacio para las preguntas y, una vez todo está listo, les pide que le acompañen.
[Moderación para Ral, Kus y Ruffo]
—Buenos días, agente Ral. Este es el agente Kusanagi Yu —señala a Kusanagi con un gesto de cabeza— y este es el agente Ruffo. El señor Pollack me ha informado que participarás en la Operación Banners. Por cierto, ¿quién es ella? —pregunta, mirando a Rita y luego hace una breve pausa para que Ral pueda contestar (es una mujer muy educada)—. Nuestro objetivo principal es pactar una alianza temporal con Leroy Banners sin formalizar la inmunidad ante la ley: no podemos dársela ni ofrecérsela. Si bien desconocemos su paradero, un hombre llamado Víctor Stolichnaya nos espera en el manglar 11 para llevarnos a Banners. —La señorita Polastri muestra un mapa de Sabaody—. Para llegar al manglar 11 debemos atravesar la zona de peligro ocupada por las fuerzas criminales. Al ser solo cinco no deberíamos llamar la atención. Nos encontramos en el manglar 65 frente al manglar 3, donde se desarrolla el principal enfrentamiento armado entre las fuerzas de la Marina y las enemigas. Deberíamos usar uno de los dos flancos: el derecho o el izquierdo. Podemos usar el camino 4-5-6-7 o el 10-9-8-7 para llegar al manglar 11. Sin embargo, si alguno tiene una mejor idea, estoy dispuesta a oírla. —Otra pausa. Mira a cada uno de los presentes y dice—: Les debemos la libertad y la seguridad a la gente de Sabaody. Hemos fallado una y otra vez en protegerla; no nos permitiremos más fracasos.
Tras decidir qué ruta usar, todos tendrán el tiempo necesario para prepararse para la misión. Abandonar la seguridad de los manglares ocupados por la Marina… Ninguno de los cinco, ni siquiera el más poderoso, tiene la certeza de que volverá con vida.
- Justice Raiders (Manglar 70):
- Antes de partir al manglar 70, donde se desarrolla el principal frente de batalla, el falso Wyrm mira al contraalmirante Iulio, confundido.
—¿Wyrm… francotirador? Esto… ¿Qué? —Felicidades, Iulio, le has roto la cabeza con una sola pregunta. Por fortuna para todos ha conseguido recuperarse para responder la pregunta sobre Piscis—. Géminis, señor. Es Géminis, no Piscis ni Ofiuco. Géminis. —Tiene la esperanza de que repetir varias veces el nombre hará que le quede grabado al señor Iulio—. No tenemos mucha información. Se cree que fue el principal responsable de las masacres que han sucedido en otras islas… El mundo entero parece estar en guerra, señor. También tenemos una fotografía. —Wyrm no oficial ni verificado muestra una fotografía donde aparece un hombre con pintas de arlequín. Es delgado y lleva un laúd—. Es sólo una conjetura mía, pero creo que es el estratega de los piratas de Sirio. Desde que llegó al archipiélago nuestros enemigos han tomado más y más manglares, incluso sus estrategias cambiaron.
Ahora bien, si ninguno tiene más preguntas… Vamos al manglar 70.
En el manglar 70 se encuentra “The Great Wall”, o La Gran Muralla del Infierno, Averno y Abismo, para los ignorantes. Es una gigantesca fortaleza de veinte pisos que ha mantenido a raya a las tropas enemigas. Los rugidos de los infinitos cañones hacen temblar la tierra y, tras la muralla, se encuentran los médicos trabajando sin descanso para salvar a cuantos hombres puedan. El panorama es desolador. Cualquiera puede ver gente mutilada y otra con las entrañas a la vista, los gritos de dolor son la melodía más común e incluso los dos Wyrms oyen a un hombre pedir que por favor le maten. Hay casi de todo salvo una cosa: esperanza.
Son recibidos por un hombre de edad avanzada y grandes ojeras, rostro arrugado y tamaño parecido al del vicealmirante Zuko. Le hace falta un brazo y las manchas de sangre en su chaqueta apuntan a que fue durante la reciente batalla. Jean es un vicealmirante que ha hecho todo lo posible, pero la fuerza de Sirio es imbatible.
—¡Han llegado los refuerzos, señor! —anuncia Kyle, haciendo el saludo militar.
El vicealmirante Jean expone rápidamente la situación. Si bien ha habido un breve alto al fuego, eso es únicamente porque las tropas de Sirio han estado preparando la artillería para asediar la fortaleza. Saben que si no derriban La Gran Muralla jamás podrán avanzar. Ahora bien, los marines lo único que han estado haciendo es defenderse de los ataques de SIrio, pero ¿qué sucederá una vez el norte y el este caigan? Deben aniquilar o como mínimo dispersar al ejército pirata. Por cierto, a Jean se le nota muy cansado. Normal para un señor de 70 años que ha estado despierto más de 72 horas y encima ha perdido un brazo.
—Han venido con un plan para salvarnos, ¿verdad? —Jean sonríe débilmente—. Ya decía yo… Tengo una idea, pero sin el liderazgo adecuado está destinada al fracaso. Tenemos que engañar a Sirio, hacerle creer que estamos en problemas para que avance sin cuidado. No es un hombre muy listo. ¿Cómo lo haremos? Dejaremos de disparar nuestros cañones, les daremos el espacio para que pueda avanzar. Y una vez lo hayamos conseguido, atacaremos desde ambos flancos para aplastar la fuerza enemiga principal. —Hace una pausa para descansar y luego sigue—. Esta es una estrategia común que se usa cuando superas al enemigo en número, pero no es nuestro caso. Dependeremos completamente de la moral de nuestro ejército, del liderazgo de nuestros líderes y de nuestras habilidades como soldados. —Mira al vicealmirante Zuko—. ¿Puedo confiar en ti, muchacho? Soy capaz de liderar el flanco sur, pero alguien debe hacerse cargo del norte.
La idea del vicealmirante Jean parece ser más bien un suicidio… Bien pueden aceptarla, pulirla o directamente rechazarla, pero deben darle algo. Los marines necesitan esperanza, necesitan ver que la victoria es posible. Necesitan un líder al que seguir.
- Oppenheimer (Manglar 68):
- Conseguir información sobre Orión y Vasili Komaroff… No será nada sencillo, en serio. Ahora bien, tienes tus objetivos claros, pero tus métodos parecen ser algo ambiguos. Has enviado a tu clon a rebuscar en lo más profundo de esta asquerosa sociedad, sin embargo, ¿realmente encontrarás algo en terreno ocupado por los marines? Si tienes verdadero interés en hallar cualquier cosa sobre Vasili, te sugiero que envíes a Dnalor al norte. Ahí se cuece un cruel enfrentamiento entre la Marina y las fuerzas criminales. Si bien la batalla se desarrolla entre los manglares 65 y 3, el centro posiblemente sea una zona más tranquila.
Por otra parte, puedes deducir que los únicos que saben sobre Orión son Sirio y Procyon. Y ya sabes dónde están. ¿Estás seguro de marchar al oeste? Ahí se teje la batalla más sangrienta e inhumana del archipiélago. Sirio es custodiado por un ejército de miles de piratas violentos y fuertes. Acceder a su hermano menor tampoco será sencillo, pues está aún más protegido que Sirio. O igual Géminis es quien sabe de Orión.
En caso de que decidas ir hacia el oeste, llegarás sin ningún problema al manglar 70. Ahí encontrarás “The Great Wall”, una fortaleza de muchísimos pisos que mantiene a raya a los piratas. El panorama es desesperanzador. Tras la muralla, por la región de los marines, se encuentran las enfermerías improvisadas. Los médicos van de allá para acá, ayudando a cuantos hombres pueden. Ahora bien, a menos que hayas ido disfrazado de soldado, te detendrán y te enviarán de vuelta a la zona segura.
Por otra parte, si vas al este en busca de Géminis… Bueno, llegarás a tiempo para ver que un muchacho flota en el aire con su cabeza infladísima. Oh, y de pronto explota. Si quieres más información sobre el suceso, te sugiero que leas la moderación de Karma.
Sea cual sea tu decisión, te recomiendo que puntualices tus métodos para obtener información.
Valerse de un tercero en discordia -o un décimo quinto más bien, teniendo en cuenta la cantidad de partes implicadas en el conflicto que se desarrollaba en el archipiélago- era una estrategia bastante común por parte del Cipher Pol. Seducir con falsas promesas a quien podía ser de utilidad permitía, además, no tener que preocuparse demasiado por la posible puñalada. ¿A quién pretendía engañar? A esa gente era a la que había que tener más vigilada. Fuera como fuese, el afortunado en esa ocasión sería Leroy Banners. Que no hubiese tomado partido por nadie hasta el momento daba a entender dos cosas: poseía una fuerza digna de ser tenida en cuenta y albergaba suficientes intereses propios como para mantenerse al margen por el momento.
-Supongo que lo más seguro sería elegir la ruta en la que haya menos conflictos, ¿no? -pensé en voz alta cuando la señorita Polastri dejó de hablar-. Aunque dudo mucho que con la volatilidad que hay en la zona eso exista.
Debía haber un sinfín de variables a tener en cuenta a la hora de establecer un plan de actuación, como si sería más conveniente desplazarnos como un único grupo o era preferible dividirnos. También considerar dónde habían tenido lugar las últimas refriegas con el fin de intentar predecir dónde serían las próximas y, en base a ello, ponernos en marcha.
No obstante, aquellos detalles y muchos otros ni siquiera amenazaron con asomar en mi cabeza. ¿El mejor camino? El más directo, pero por desgracia por ambos deberíamos recorrer el mismo número de manglares. Que decidiese el azar, pues. Extraje una moneda de un bolsillo sin decir nada a nadie, la lancé y dejé que girara en el aire antes de que aterrizase sobre mi mano con un ruido sordo.
-Yo digo manglares cuatro, cinco, seis y siete -sentencié con una inocencia que rayaba la estupidez, dirigiendo a continuación una sonrisa a mis superiores y aguardando a comprobar si mi método de decisión satisfacía su necesidad de resolver las dudas.
-Supongo que lo más seguro sería elegir la ruta en la que haya menos conflictos, ¿no? -pensé en voz alta cuando la señorita Polastri dejó de hablar-. Aunque dudo mucho que con la volatilidad que hay en la zona eso exista.
Debía haber un sinfín de variables a tener en cuenta a la hora de establecer un plan de actuación, como si sería más conveniente desplazarnos como un único grupo o era preferible dividirnos. También considerar dónde habían tenido lugar las últimas refriegas con el fin de intentar predecir dónde serían las próximas y, en base a ello, ponernos en marcha.
No obstante, aquellos detalles y muchos otros ni siquiera amenazaron con asomar en mi cabeza. ¿El mejor camino? El más directo, pero por desgracia por ambos deberíamos recorrer el mismo número de manglares. Que decidiese el azar, pues. Extraje una moneda de un bolsillo sin decir nada a nadie, la lancé y dejé que girara en el aire antes de que aterrizase sobre mi mano con un ruido sordo.
-Yo digo manglares cuatro, cinco, seis y siete -sentencié con una inocencia que rayaba la estupidez, dirigiendo a continuación una sonrisa a mis superiores y aguardando a comprobar si mi método de decisión satisfacía su necesidad de resolver las dudas.
- Resumen:
- Echar a suertes por dónde vamos, saliendo la ruta 4-5-6-7.
Caminé un paso por detrás del vicealmirante Kasai, dirigiendo una furtiva mirada a casi-Wyrm Francotirador. Porque sí, no podía ser un Wyrm Francotirador sin más. Wyrm era infinitas veces más avispado que él, que ni siquiera había sabido responder adecuadamente y de forma instantánea a una pregunta casi bien formulada. Muchos casis en un mismo día... Ojalá a operación no terminase en un casi éxito. ¿Géminis? ¿Piscis? ¡Qué mas daba su nombre! Lo único relevante era que el tipo se había convertido en un verdadero problema que debía ser zanjado más pronto que tarde.
Por otro lado, ante situaciones desesperadas, medidas desesperadas. No había sido consciente de las connotaciones de aquella expresión hasta escuchar el plan de ataque del vicealmirante Jean. ¿No estaría siendo desbordado por la situación? Tal vez y, de ser así, no podría culparle. No muchos estarían dispuestos a perder una extremidad en combate y seguir dando guerra un rato después. Debía ser un tipo formidable, sin duda. No pude evitar que en cierto modo me recordase al capitán Kensington. ¿Dónde estaría? ¿Le habrían enviado al archipiélago? Esperaba que no, pues su buque de adiestramiento y, sobre todo, los reclutas que iban a bordo, serían carne de cañón en una guerra como la que nos amenazaba.
-¿Y no hay forma de continuar defendiendo el lugar? Es decir, incluso en inferioridad numérica es bastante fácil de defender. Lo es para nosotros y lo sería para ellos, además de estar en un enclave estratégico para el control del archipiélago -dije sin ánimo de contradecir a nadie, pues sólo quería aportar otro punto de vista-. Si les abrimos las puertas para rodearles y sale mal... Bueno, podría ser muy problemático, ¿no os parece?
Aun así, debía reconocer que la situación pintaba bastante fea y que era necesaria una vuelta de tuerca si queríamos convertirnos en algo más que un puñado de soldados defendiendo un lugar a la desesperada. Tal vez la idea del vicealmirante tuviese mucho más sentido del que había querido ver en un primer momento; sobre todo si queríamos capturar a Sirio e incluso, en un momento dado, convertirnos en una fuerza de apoyo para otros grupos de marines que estuviesen en problemas.
-Sea como sea, yo puedo encargarme de dirigir al escuadrón de apoyo que vaya por el norte. Nunca viene mal una sorpresa desagradable para el enemigo cuando cree que puede vencer, ¿no?
Y es que aquél siempre había sido mi punto fuerte: proporcionar apoyo a los demás. Mis mayores éxitos habían ido de la mano de aparecer en el momento justo para decantar la balanza a favor de mis aliados. Mis habilidades y la forma en que llevaba a mis hombres solían resultar más útiles cuando eran aplicadas de imprevisto. Zuko lo sabía, por supuesto, pues no era la primera vez que combatíamos juntos, pero ¿aceptaría mi proposición el vicealmirante Jean?
Por otro lado, ante situaciones desesperadas, medidas desesperadas. No había sido consciente de las connotaciones de aquella expresión hasta escuchar el plan de ataque del vicealmirante Jean. ¿No estaría siendo desbordado por la situación? Tal vez y, de ser así, no podría culparle. No muchos estarían dispuestos a perder una extremidad en combate y seguir dando guerra un rato después. Debía ser un tipo formidable, sin duda. No pude evitar que en cierto modo me recordase al capitán Kensington. ¿Dónde estaría? ¿Le habrían enviado al archipiélago? Esperaba que no, pues su buque de adiestramiento y, sobre todo, los reclutas que iban a bordo, serían carne de cañón en una guerra como la que nos amenazaba.
-¿Y no hay forma de continuar defendiendo el lugar? Es decir, incluso en inferioridad numérica es bastante fácil de defender. Lo es para nosotros y lo sería para ellos, además de estar en un enclave estratégico para el control del archipiélago -dije sin ánimo de contradecir a nadie, pues sólo quería aportar otro punto de vista-. Si les abrimos las puertas para rodearles y sale mal... Bueno, podría ser muy problemático, ¿no os parece?
Aun así, debía reconocer que la situación pintaba bastante fea y que era necesaria una vuelta de tuerca si queríamos convertirnos en algo más que un puñado de soldados defendiendo un lugar a la desesperada. Tal vez la idea del vicealmirante tuviese mucho más sentido del que había querido ver en un primer momento; sobre todo si queríamos capturar a Sirio e incluso, en un momento dado, convertirnos en una fuerza de apoyo para otros grupos de marines que estuviesen en problemas.
-Sea como sea, yo puedo encargarme de dirigir al escuadrón de apoyo que vaya por el norte. Nunca viene mal una sorpresa desagradable para el enemigo cuando cree que puede vencer, ¿no?
Y es que aquél siempre había sido mi punto fuerte: proporcionar apoyo a los demás. Mis mayores éxitos habían ido de la mano de aparecer en el momento justo para decantar la balanza a favor de mis aliados. Mis habilidades y la forma en que llevaba a mis hombres solían resultar más útiles cuando eran aplicadas de imprevisto. Zuko lo sabía, por supuesto, pues no era la primera vez que combatíamos juntos, pero ¿aceptaría mi proposición el vicealmirante Jean?
- Resumen:
- Preguntar por la posibilidad de continuar defendiendo la fortaleza y, en caso de que se decida continuar con el plan de ataque, ofrecerme para comandar a as tropas de apoyo.
Kaito Takumi
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Toda la alegría en el rostro de Kaito se desvaneció lentamente. Sus emociones, su ímpetu y sus ganas de saber grabados con claridad en cada arruga de su rostro y ocultos tras los recobecos de sus comisuras, fueron barridos como los dibujos sobre la arena por un mar en calma. Una suave ola, luego otra, y así... Hasta que no quedó nada.
Nada salvo unos ojos muy abiertos, sin sorpresa, sin ira, sin descontento. Simples orbes que por definición servían para observar. Mas detras de aquellos ojos, planos e insomnes, había un hambre que se arremolinaba terrible y oscura, pero paciente.
Todo apuntaba a que los deseos de White pronto iban a ser cumplidos. Pues si habia algo que Kaito odiase sobre todo en el mundo, era quedarse con esa hambre cuando, evidentemente, aquellos bocados estaban tan al alcance.
—No—dijo, hueco, casi quedo, justo tras la pregunta.
De momento estaba contentandose chupando los deliciosos restos de los manjares traídos por otro. De momento tenía algo para rumiar. Esperando a que todo aquel teatro terminase, Kaito continuó observando al hombre que pretendía ser algo que no existía en realidad: un hombre que no era animal, que no era carne, sino principios y modales.
—¿Algo más antes de irnos? —preguntaría a Will mirándole por el rabillo del ojo con aquellas pupilas dibujadas en plano.
Porque la cosa estaba clara, y no iba a ser él quien solicitaría nada más a su anfitrión dada la más que obvia ostilidad por algo que él mismo había querido reconocer como hostil.
Nada salvo unos ojos muy abiertos, sin sorpresa, sin ira, sin descontento. Simples orbes que por definición servían para observar. Mas detras de aquellos ojos, planos e insomnes, había un hambre que se arremolinaba terrible y oscura, pero paciente.
Todo apuntaba a que los deseos de White pronto iban a ser cumplidos. Pues si habia algo que Kaito odiase sobre todo en el mundo, era quedarse con esa hambre cuando, evidentemente, aquellos bocados estaban tan al alcance.
—No—dijo, hueco, casi quedo, justo tras la pregunta.
De momento estaba contentandose chupando los deliciosos restos de los manjares traídos por otro. De momento tenía algo para rumiar. Esperando a que todo aquel teatro terminase, Kaito continuó observando al hombre que pretendía ser algo que no existía en realidad: un hombre que no era animal, que no era carne, sino principios y modales.
—¿Algo más antes de irnos? —preguntaría a Will mirándole por el rabillo del ojo con aquellas pupilas dibujadas en plano.
Porque la cosa estaba clara, y no iba a ser él quien solicitaría nada más a su anfitrión dada la más que obvia ostilidad por algo que él mismo había querido reconocer como hostil.
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-¿Wyrm... Francotirador? -pregunté en voz alta, mirando con completa confusión a Iulio.
Miré a todas partes en la habitación buscando respuestas, pero parecía que todo el mundo estaba centrado en el oficial. Le observé de arriba abajo y seguí sin captar el porqué de aquel apodo. Yo solo veía a un tipo tan profesional como se debía de esperar de los altos mandos de la Marina.
-Un chiste, supongo... -susurré, todavía anonadado.
Los informes del manglar 70 no eran una exageración. Aquel lugar era un infierno. Se me partía el corazón al ver a tantos servidores de la Justicia derrotados, lisiados y horriblemente mutilados. Sus llantos inundaban mis oídos, sus gritos llegaban hasta el fondo de mi ser. Sé que debo alejarme de mis emociones siempre que estoy de servicio, esa es mi máxima, pero lo que presencié en esos instantes me llenó de pena y angustia. Muchos eran jóvenes reclutas que en nada se diferenciaban de mí hacía algunos meses. Había oficiales, todos ellos tratando de mantenerse responsables pese a sus horribles lesiones... Pensé en el pobre Bizvan. No creía que hubiera sobrevivido a este infierno.
Se me llenaron los ojos de lágrimas. ¿Qué me estaba pasando? Esto no era apropiado. Me restregué los ojos, pero con cada paso que daba me encontraba con una nueva imagen que me dejaba helado y con un nudo en la garganta. Más de una vez los soldados de nuestro batallón me preguntaron si estaba bien. Con voz ronca y apartando la mirada les ordené en todas las ocasiones que continuasen marchando. No crucé miradas ni con el Vicealmirante, ni con Iulio ni con Scott.
Pronto salió a nuestra recepción el Vicealmirante Jean, un marine de enorme veteranía que parecía tan devastado por la guerra como los soldados a su cargo. No pude separar la mirada de su sanguinolento muñón. Hice rechinar los dientes.
Mostrando algo de ingenio táctico, el Vicealmirante propuso un plan. Arriesgado, pero seguían siendo los cimientos de algo. Esperé una respuesta de Kasai. Los oficiales de menor rango siempre debían hablar los últimos. Sabía que podía confiar en su astucia. De hecho, quizás fuera la persona en la que más podía confiar en aquel yermo infernal.
Miré a todas partes en la habitación buscando respuestas, pero parecía que todo el mundo estaba centrado en el oficial. Le observé de arriba abajo y seguí sin captar el porqué de aquel apodo. Yo solo veía a un tipo tan profesional como se debía de esperar de los altos mandos de la Marina.
-Un chiste, supongo... -susurré, todavía anonadado.
Los informes del manglar 70 no eran una exageración. Aquel lugar era un infierno. Se me partía el corazón al ver a tantos servidores de la Justicia derrotados, lisiados y horriblemente mutilados. Sus llantos inundaban mis oídos, sus gritos llegaban hasta el fondo de mi ser. Sé que debo alejarme de mis emociones siempre que estoy de servicio, esa es mi máxima, pero lo que presencié en esos instantes me llenó de pena y angustia. Muchos eran jóvenes reclutas que en nada se diferenciaban de mí hacía algunos meses. Había oficiales, todos ellos tratando de mantenerse responsables pese a sus horribles lesiones... Pensé en el pobre Bizvan. No creía que hubiera sobrevivido a este infierno.
Se me llenaron los ojos de lágrimas. ¿Qué me estaba pasando? Esto no era apropiado. Me restregué los ojos, pero con cada paso que daba me encontraba con una nueva imagen que me dejaba helado y con un nudo en la garganta. Más de una vez los soldados de nuestro batallón me preguntaron si estaba bien. Con voz ronca y apartando la mirada les ordené en todas las ocasiones que continuasen marchando. No crucé miradas ni con el Vicealmirante, ni con Iulio ni con Scott.
Pronto salió a nuestra recepción el Vicealmirante Jean, un marine de enorme veteranía que parecía tan devastado por la guerra como los soldados a su cargo. No pude separar la mirada de su sanguinolento muñón. Hice rechinar los dientes.
Mostrando algo de ingenio táctico, el Vicealmirante propuso un plan. Arriesgado, pero seguían siendo los cimientos de algo. Esperé una respuesta de Kasai. Los oficiales de menor rango siempre debían hablar los últimos. Sabía que podía confiar en su astucia. De hecho, quizás fuera la persona en la que más podía confiar en aquel yermo infernal.
- Resumen:
- Atender al plan
Roland Oppenheimer
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El espectáculo debía continuar, pero... ¿Cómo? Tanto el reflejo como el original empezaron a moverse velozmente, sin perder el tiempo. El sol estaba ya en lo alto cuando Roland se volvió a internar en su Dimensión Reflejo. Al poco después de hacerlo, atravesó el mismo espejo por el que había salido montado en su vehículo predilecto, la NeoBike, con la que podría moverse aún más rápido que si usara su dimensión. Por otra parte, Dnalor creó un espejo alargado, del tamaño de un monopatín. Gracias al poder de la fruta del diablo, era capaz de moverlo mentalmente, usándolo como medio de transporte.
Ambos tomaron sus rumbos, decididos, sin ningún atisbo de duda o temor. Roland quería detener la guerra en aquella isla, obteniendo así el mérito que creía merecer, y sabía que para ello no le quedaba otra que tomar ciertos riesgos. Tras haber estado dos semanas buscando a Orión sin tener ningún resultado, se dio cuenta de que solo las personas de su círculo más cercano debían saber sobre él, y eso le dejaba muy pocas opciones. Debía encontrar a Sirio o a su hermano, sacarles toda la información que pudiera hasta encontrar a su jefe y acabar con él de forma pública, con tal cantidad de testigos que fuera imposible ocultar la noticia o quitarle el mérito.
Desde el punto de vista de Dnalor, su objetivo era encontrar toda la información posible que pudiera de los bajos fondos. Si la sociedad le había tachado de criminal, se aprovecharía de ello, y se infiltraría entre los capos de la mafia. Si la reputación de estos era la mitad de cierta de lo que se decía por ahí, sabrían cosas que otras personas desconocen, y en una isla en plena guerra la información es poder. Si era capaz de encontrar los puntos débiles de los piratas que habían invadido la isla, o incluso conocer sobre Orión, podría obtener una ventaja que sus enemigos jamás esperarían.
Así fue cómo ambos, reflejo y original, emprendieron su camino con el mismo modus operandi. Roland esperaba llegar a la zona donde tenía lugar la guerra rápidamente para, una vez allí, interrogar al primer pirata que encontrase. Sin embargo lo que se encontró fue una última defensa marine, donde a duras penas repelían los ataques de los piratas.
«Fenomenal, este hatajo de imbéciles me vuelve a obstaculizar el camino —pensó mientras estudiaba el lugar—. Si me vuelvo a disfrazar, quizás tomar ventaja de la situación.» Roland se movió hasta una zona discreta, donde guardó en la Dimensión Reflejo la Neobike y usó sus poderes para cambiar su aspecto por el del Contraalmirante Wallace, a quien había conocido hacía dos semanas en la misma isla. «Vamos a ver cuán útil es tener este rango en la marina.»
Los médicos no paraban de moverse, atendiendo a cuantos heridos eran capaces. Estos últimos eran muchos a ojos del mink. Bufó ante tanta incompetencia y detuvo al primero que pasó a su lado agarrándolo del brazo.
—¡Eh, tú! Soy el contraalmirante Wallace, ¿dónde se encuentra la máxima autoridad de esta base?
Y mientras Roland se infiltraba entre los marines, Dnalor había seguido un protocolo similar, pero internándose en el bando contrario. Esta vez sin tener que usar una identidad falsa, llamaría la atención del primer criminal que encontrase para interrogarlo.
—¡Eh, tú! ¿Dónde se encuentra Vasili Komaroff?
Ambos tomaron sus rumbos, decididos, sin ningún atisbo de duda o temor. Roland quería detener la guerra en aquella isla, obteniendo así el mérito que creía merecer, y sabía que para ello no le quedaba otra que tomar ciertos riesgos. Tras haber estado dos semanas buscando a Orión sin tener ningún resultado, se dio cuenta de que solo las personas de su círculo más cercano debían saber sobre él, y eso le dejaba muy pocas opciones. Debía encontrar a Sirio o a su hermano, sacarles toda la información que pudiera hasta encontrar a su jefe y acabar con él de forma pública, con tal cantidad de testigos que fuera imposible ocultar la noticia o quitarle el mérito.
Desde el punto de vista de Dnalor, su objetivo era encontrar toda la información posible que pudiera de los bajos fondos. Si la sociedad le había tachado de criminal, se aprovecharía de ello, y se infiltraría entre los capos de la mafia. Si la reputación de estos era la mitad de cierta de lo que se decía por ahí, sabrían cosas que otras personas desconocen, y en una isla en plena guerra la información es poder. Si era capaz de encontrar los puntos débiles de los piratas que habían invadido la isla, o incluso conocer sobre Orión, podría obtener una ventaja que sus enemigos jamás esperarían.
Así fue cómo ambos, reflejo y original, emprendieron su camino con el mismo modus operandi. Roland esperaba llegar a la zona donde tenía lugar la guerra rápidamente para, una vez allí, interrogar al primer pirata que encontrase. Sin embargo lo que se encontró fue una última defensa marine, donde a duras penas repelían los ataques de los piratas.
«Fenomenal, este hatajo de imbéciles me vuelve a obstaculizar el camino —pensó mientras estudiaba el lugar—. Si me vuelvo a disfrazar, quizás tomar ventaja de la situación.» Roland se movió hasta una zona discreta, donde guardó en la Dimensión Reflejo la Neobike y usó sus poderes para cambiar su aspecto por el del Contraalmirante Wallace, a quien había conocido hacía dos semanas en la misma isla. «Vamos a ver cuán útil es tener este rango en la marina.»
Los médicos no paraban de moverse, atendiendo a cuantos heridos eran capaces. Estos últimos eran muchos a ojos del mink. Bufó ante tanta incompetencia y detuvo al primero que pasó a su lado agarrándolo del brazo.
—¡Eh, tú! Soy el contraalmirante Wallace, ¿dónde se encuentra la máxima autoridad de esta base?
Y mientras Roland se infiltraba entre los marines, Dnalor había seguido un protocolo similar, pero internándose en el bando contrario. Esta vez sin tener que usar una identidad falsa, llamaría la atención del primer criminal que encontrase para interrogarlo.
—¡Eh, tú! ¿Dónde se encuentra Vasili Komaroff?
- Resumen:
- » Hacer que Roland se pase por el contraalmirante Wallace.
» Infiltrarse en la marina con su nueva tapadera.
» Hacer que Dnalor pregunte por Vasili.
RAL
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Mi vista voló por las páginas de información que habían recabado sobre Banners, aunque el trabajo había sido exhaustivo algo estaba claro en los datos que estaba leyendo.
- Mínimo doble ese número. - Comenté haciendo alusión a la cantidad de hombres bajo sus órdenes. - Es consciente de que lo vigilan y no veo nada de información aquí que él no quisiera que supieran. No sé si en este informe han contado con operativos pasivos o células durmientes, sin contar con la mano de obra subcontratada. Créame, si este tipo es la mitad de listo de lo que dicen los informes entonces es más peligroso de lo que estos papeles muestran. - Callé un momento, no era el momento indicado ni la persona indicada a poner en duda. Memoricé los datos más importantes y los que me parecían un mero cebo y luego dejé los papeles sobre la mesa. - Si nos disculpa...
Cerré la puerta, esperaba que mi silencio y una simple mirada ladeada al asentir sirvieran para tranquilizar a mi superior. No tenía que repetírmelo, sabía perfectamente que era peligroso llevar a Rita conmigo, pero a la vez podía ser tan útil como aquella anciana si lograba que colaborase sin problemas, quizás podría enviarla con ella a hacerle compañía. A lo mejor se conocían y sino tenían un tema común del que hablar. Pero primero la misión.
Polastri rompió el tenso silencio con las presentaciones. Asentí levemente con la cabeza para dar cuenta de que estaba escuchando las presentaciones de los agentes Kusanagi y Ruffo. Tras una incómoda pausa hablé con la voz mecánica de mi máscara.
- Encantado de trabajar con ustedes, soy el Agente Ral y la señorita que me acompaña es Rita. - Hice una pequeña pausa. - Si no les han informado hasta hace poco Rita trabajaba para el otro bando pero tras ciertos... acontecimientos... - Miré a Rita de reojo, no le hacía gracia recordar el día que nos conocimos. - ... Ha decidido ayudarnos, a cambio claro de protección contra las represalias de sus antiguos camaradas. He sido testigo de sus habilidades y puedo asegurar que pueden ser de gran utilidad si las cosas se ponen feas. También garantizo que esta ha sido una decisión personal y, por lo tanto, asumo total responsabilidad de sus actos en esta misión. - Tras la presentación le cedí la palabra a Polastri.
Ahora tocaba decidir la ruta a usar, ambas eran flancos del distrito, rodeando la zona de guerra pero ciñéndonos a la ruta más rápida. Sin saber los datos de la guerra el agente Ruffo tomó su decisión con una moneda. Algo estúpido, superficial, aleatorio... estuve a punto de apretar los puños en señal de indignación, pero recordé que se trataba de un agente al igual que yo, alguien con muchas caras, las casualidades no existen, puede que esta fuera la forma de ponerme a prueba. Suspiré sin que se notara por fuera de la máscara, cerré los ojos un momento y me tranquilicé.
- Comprendo que las dos opciones parecen igual de viables, dado el número de manglares. Pero tengo dos preguntas ¿Cuál de las dos rutas se ha visto más afectada por los conflictos? - Desplazarnos por la más desolada podía ser una buena opción, moverse por ruinas era difícil, pero era menos probable que nos encontrásemos con alguien en lugares sin valor o interés, especialmente si eran piratas. - Y la segunda pregunta... - Me giré y miré a Rita. - ¿Señorita Rita, es tan amable de darnos su opinión sobre la ruta más segura?
Puede que fuera una jugada arriesgada, pero solicitar su colaboración desde el comienzo podía apelar a un sentido de unidad, hacer que formara parte del grupo en vez de ser arrastrada por este. Era un sentimiento que podía promover una colaboración voluntaria y ayudar a que se sintiera integrada, como parte del equipo en vez de un rehén. Si acordábamos una ruta estaba preparada para ponernos en marcha enseguida.
- Mínimo doble ese número. - Comenté haciendo alusión a la cantidad de hombres bajo sus órdenes. - Es consciente de que lo vigilan y no veo nada de información aquí que él no quisiera que supieran. No sé si en este informe han contado con operativos pasivos o células durmientes, sin contar con la mano de obra subcontratada. Créame, si este tipo es la mitad de listo de lo que dicen los informes entonces es más peligroso de lo que estos papeles muestran. - Callé un momento, no era el momento indicado ni la persona indicada a poner en duda. Memoricé los datos más importantes y los que me parecían un mero cebo y luego dejé los papeles sobre la mesa. - Si nos disculpa...
Cerré la puerta, esperaba que mi silencio y una simple mirada ladeada al asentir sirvieran para tranquilizar a mi superior. No tenía que repetírmelo, sabía perfectamente que era peligroso llevar a Rita conmigo, pero a la vez podía ser tan útil como aquella anciana si lograba que colaborase sin problemas, quizás podría enviarla con ella a hacerle compañía. A lo mejor se conocían y sino tenían un tema común del que hablar. Pero primero la misión.
Polastri rompió el tenso silencio con las presentaciones. Asentí levemente con la cabeza para dar cuenta de que estaba escuchando las presentaciones de los agentes Kusanagi y Ruffo. Tras una incómoda pausa hablé con la voz mecánica de mi máscara.
- Encantado de trabajar con ustedes, soy el Agente Ral y la señorita que me acompaña es Rita. - Hice una pequeña pausa. - Si no les han informado hasta hace poco Rita trabajaba para el otro bando pero tras ciertos... acontecimientos... - Miré a Rita de reojo, no le hacía gracia recordar el día que nos conocimos. - ... Ha decidido ayudarnos, a cambio claro de protección contra las represalias de sus antiguos camaradas. He sido testigo de sus habilidades y puedo asegurar que pueden ser de gran utilidad si las cosas se ponen feas. También garantizo que esta ha sido una decisión personal y, por lo tanto, asumo total responsabilidad de sus actos en esta misión. - Tras la presentación le cedí la palabra a Polastri.
Ahora tocaba decidir la ruta a usar, ambas eran flancos del distrito, rodeando la zona de guerra pero ciñéndonos a la ruta más rápida. Sin saber los datos de la guerra el agente Ruffo tomó su decisión con una moneda. Algo estúpido, superficial, aleatorio... estuve a punto de apretar los puños en señal de indignación, pero recordé que se trataba de un agente al igual que yo, alguien con muchas caras, las casualidades no existen, puede que esta fuera la forma de ponerme a prueba. Suspiré sin que se notara por fuera de la máscara, cerré los ojos un momento y me tranquilicé.
- Comprendo que las dos opciones parecen igual de viables, dado el número de manglares. Pero tengo dos preguntas ¿Cuál de las dos rutas se ha visto más afectada por los conflictos? - Desplazarnos por la más desolada podía ser una buena opción, moverse por ruinas era difícil, pero era menos probable que nos encontrásemos con alguien en lugares sin valor o interés, especialmente si eran piratas. - Y la segunda pregunta... - Me giré y miré a Rita. - ¿Señorita Rita, es tan amable de darnos su opinión sobre la ruta más segura?
Puede que fuera una jugada arriesgada, pero solicitar su colaboración desde el comienzo podía apelar a un sentido de unidad, hacer que formara parte del grupo en vez de ser arrastrada por este. Era un sentimiento que podía promover una colaboración voluntaria y ayudar a que se sintiera integrada, como parte del equipo en vez de un rehén. Si acordábamos una ruta estaba preparada para ponernos en marcha enseguida.
- Resumen:
- Hacer las presentaciones de ambos, dar mi opinión sobre la ruta a escoger y preguntar qué opina Rita al respecto.
Hayden Ashworth
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El olor a sangre llegó a sus fosas nasales. El ruido de la muerte llegó a sus oídos. Aquel lugar era un auténtico infierno y... Zuko no podía quitar de su mente que todo aquello era culpa suya. De su fracaso. Su mano temblaba, con el cigarrillo encendido sujeto entre dos dedos. Lo partió por la mitad y lo tiró al suelo. No podía dejar que muriese nadie más, pero... ¿hasta donde llegaba su mano? Era un hombre fuerte, sin duda, pero... cada día que pasaba se sentía más débil. Más impotente. Tenía dudas de si el camino que había elegido era el correcto. Servir como escudo era... difícil. Tal vez estuviese más capacitado para estar en la ofensiva, para ser la espada que acaba con el injusto... La revolución...
Negó con la cabeza. Ese era el camino equivocado. No hacía sino traer más guerra y destrucción. No importaba cuantas veces fallase como escudo de los inocentes, debía seguir intentándolo. Acabar con todos aquellos que, bajo el grito de "libertad", no hacían sino dañar a aquellos que nunca tuvieron la culpa. Civiles, jóvenes soldados que solo quieren hacer lo correcto... La verdadera víctima de la revolución y la piratería no era el gobierno... Era el pueblo.
—No es un mal plan, pero... Hay algo más que deberíamos hacer aparte de aprovecharnos de la alta confianza de Sirio... aumentar la nuestra. Mire a su alrededor, vicealmirante Jean. Están desesperanzados. Nadie aquí cree que podamos ganar. Usted, con su presencia, siendo capaz de seguir de pie a pesar de haber perdido un brazo recientemente... Tal vez esté levantando la moral de unos pocos, pero... no es suficiente —dijo Zuko, mientras en su mano empezaba a crecer una bola de fuego—. Necesitan saber que no todo está perdido. —Alzó la mano hacia el cielo y, enseguida, la bola de fuego salió disparada hacia arriba—. Deben saber que el dragón ha llegado.
En el cielo, la bola de fuego estalló, dejando una forma ígnea tras de sí a la altura perfecta para que pudiesen verla todos los marines que allí se encontraban y, quien no la viese, recibiría la noticia por parte de otros. Un brillante dragón de fuego extendió sus alas, mostrando su ignea majestuosidad. Bajo el mismo, también con llamas, lucía el símbolo de la marina.
Zuko miró el símbolo unos segundos, mientras el fuego de este iluminaba su rostro. Odiaba su fama. En la marina todos lo conocían como "el hombre que derrotó a Krauser". Era una fama creada a partir de una mentira, un gobierno que prefirió ocultar la verdad a cambio de tener un mejor rostro. Pero... En ese instante la verdad no importaba. Los soldados reconocerían el símbolo del dragón, de su brigada, sabrían que está ahí... Y sabrían que están luchando contra el héroe que acabó con el ex-almirante Krauser, traidor a la marina. Aquella moral era suficiente. Cuando el símbolo se apagó después de que Zuko dejase de controlar su fuego, dejando una pequeña figura de humo tras de sí que, poco a poco, empezó a disiparse, miró de nuevo a Jean.
—Nosotros iremos al norte. Empecemos con su plan.
Negó con la cabeza. Ese era el camino equivocado. No hacía sino traer más guerra y destrucción. No importaba cuantas veces fallase como escudo de los inocentes, debía seguir intentándolo. Acabar con todos aquellos que, bajo el grito de "libertad", no hacían sino dañar a aquellos que nunca tuvieron la culpa. Civiles, jóvenes soldados que solo quieren hacer lo correcto... La verdadera víctima de la revolución y la piratería no era el gobierno... Era el pueblo.
—No es un mal plan, pero... Hay algo más que deberíamos hacer aparte de aprovecharnos de la alta confianza de Sirio... aumentar la nuestra. Mire a su alrededor, vicealmirante Jean. Están desesperanzados. Nadie aquí cree que podamos ganar. Usted, con su presencia, siendo capaz de seguir de pie a pesar de haber perdido un brazo recientemente... Tal vez esté levantando la moral de unos pocos, pero... no es suficiente —dijo Zuko, mientras en su mano empezaba a crecer una bola de fuego—. Necesitan saber que no todo está perdido. —Alzó la mano hacia el cielo y, enseguida, la bola de fuego salió disparada hacia arriba—. Deben saber que el dragón ha llegado.
En el cielo, la bola de fuego estalló, dejando una forma ígnea tras de sí a la altura perfecta para que pudiesen verla todos los marines que allí se encontraban y, quien no la viese, recibiría la noticia por parte de otros. Un brillante dragón de fuego extendió sus alas, mostrando su ignea majestuosidad. Bajo el mismo, también con llamas, lucía el símbolo de la marina.
Zuko miró el símbolo unos segundos, mientras el fuego de este iluminaba su rostro. Odiaba su fama. En la marina todos lo conocían como "el hombre que derrotó a Krauser". Era una fama creada a partir de una mentira, un gobierno que prefirió ocultar la verdad a cambio de tener un mejor rostro. Pero... En ese instante la verdad no importaba. Los soldados reconocerían el símbolo del dragón, de su brigada, sabrían que está ahí... Y sabrían que están luchando contra el héroe que acabó con el ex-almirante Krauser, traidor a la marina. Aquella moral era suficiente. Cuando el símbolo se apagó después de que Zuko dejase de controlar su fuego, dejando una pequeña figura de humo tras de sí que, poco a poco, empezó a disiparse, miró de nuevo a Jean.
—Nosotros iremos al norte. Empecemos con su plan.
- Resumen:
- Inspirar a los soldados y aceptar el plan. E aquí el símbolo que Zuko deja en el aire con su fuego:
- Imagen:
Dio un paso al frente para tomar la carpeta con el informe sobre Banners y así poder echarle un ojo. Recorrió aquellas páginas con su único ojo visible, tratando de quedarse con cualquier dato que pudiera serle de utilidad, aunque en resumidas cuentas no era demasiado: una estimación de los hombres a su cargo, un seguimiento de sus actividades como narcotraficante y poco más. La realidad era que, por lo que había dicho Polastri, no supieran ni la mitad de lo que realmente cubría las espaldas de aquella rata. Después de todo, aquello no podía ser todo si había sido capaz de mantenerse neutral y resguardado en sus dominios dentro de Sabaody.
—Esos ojos denotan mucho más de lo que hay aquí —anotó, volviendo la vista hacia su superior—. Demasiada confianza para un simple traficante.
Tras esto dejó el informe sobre la mesa, asumiendo que Ruffo le echaría un vistazo si lo veía necesario. Se aseguró de que su compañero viera la foto para, al menos, poder identificarlo. Le tenía aprecio, pero en ocasiones le gustaba ir demasiado al grano y se perdía cosas por el camino, algo que no podían permitirse en una operación como esa.
La puerta se abrió poco después, apareciendo por esta quien supuso que sería otro agente más con un aspecto... diferente, acompañado de una mujer. Una máscara cubría el rostro del primero, de modo que no pudo identificar facción alguna. Tampoco pudo identificar el nombre en un primer momento, aunque estaba seguro de que se habría enterado de la existencia de un agente si siempre se presentaba de aquella forma al trabajo. Fuera como fuese, y sin ánimo alguno de juzgarlo, hizo un gesto con la cabeza a modo de saludo.
—Un placer contar con usted, Ral. Agentes Ruffo —señaló al castaño— y Kusanagi. —Hizo una pausa para observar a su acompañante, asegurándose de emplear el mismo tono y no variar sus formas con ella—. Lo mismo para usted, Rita. Confiaremos en el buen juicio de nuestro compañero.
En realidad no lo haría tanto. Kus no era el tipo de agente que descartaba la reinserción de aquellos que habían optado en algún momento de sus vidas por la vía fácil del crimen, pero no podía depositar su confianza en alguien a quien acababa de conocer, y esto último iba por ambos. Si además la mujer había cambiado de bando recientemente tendría motivos más que suficientes para actuar con prudencia. Además, a saber qué problemas podría acarrear llevar con ellos a alguien que precisara de protección. ¿Tendría alguna relación con Banners? Porque si era así, tal vez les diera más problemas que otra cosa.
Como fuese, atendería tras las presentaciones al curso de acción que tomarían, con Polastri a la cabeza, sopesando las posibilidades que les planteaba y tomando en consideración la sugerencia de Ral, no sin antes hacer un esfuerzo inhumano por no llevarse la mano al rostro ante el numerito de su compañero. ¿Qué clase de imagen iban a dar de Eden ante su superiora si tomaba una decisión así tan a la ligera?
Carraspeó un poco antes de intervenir.
—Coincido con él —aseguró, haciendo un gesto hacia el enmascarado—. Tal vez sería conveniente desplazarnos si no por los lugares más desolados, por aquellos donde el conflicto ha sido más reciente. Desconozco la cantidad de efectivos de los que dispondrá el enemigo, pero imagino que no pueden permitirse desperdiciar hombres en lugares que carezcan de valor estratégico o logístico. Deberíamos tenerlo en cuenta, e imagino que usted dispondrá de esa información.
Tras decir esto se quedó mirando a la ex–criminal con expectación. Si sus actividades habían tenido lugar en Sabaody con anterioridad, lo más seguro era que conociera vías y rutas de desplazamiento por el archipiélago que escaparan al control del propio Cipher Pol y, si era una traidora para su gente, procuraría acercarse lo menos posible a cualquiera que tuviera que ver con Sirio y sus adeptos.
—Por otro lado, hace dos semanas descubrimos una red subterránea que parecía comunicar varios manglares. ¿Es posible que podamos hacer uso de las mismas?
—Esos ojos denotan mucho más de lo que hay aquí —anotó, volviendo la vista hacia su superior—. Demasiada confianza para un simple traficante.
Tras esto dejó el informe sobre la mesa, asumiendo que Ruffo le echaría un vistazo si lo veía necesario. Se aseguró de que su compañero viera la foto para, al menos, poder identificarlo. Le tenía aprecio, pero en ocasiones le gustaba ir demasiado al grano y se perdía cosas por el camino, algo que no podían permitirse en una operación como esa.
La puerta se abrió poco después, apareciendo por esta quien supuso que sería otro agente más con un aspecto... diferente, acompañado de una mujer. Una máscara cubría el rostro del primero, de modo que no pudo identificar facción alguna. Tampoco pudo identificar el nombre en un primer momento, aunque estaba seguro de que se habría enterado de la existencia de un agente si siempre se presentaba de aquella forma al trabajo. Fuera como fuese, y sin ánimo alguno de juzgarlo, hizo un gesto con la cabeza a modo de saludo.
—Un placer contar con usted, Ral. Agentes Ruffo —señaló al castaño— y Kusanagi. —Hizo una pausa para observar a su acompañante, asegurándose de emplear el mismo tono y no variar sus formas con ella—. Lo mismo para usted, Rita. Confiaremos en el buen juicio de nuestro compañero.
En realidad no lo haría tanto. Kus no era el tipo de agente que descartaba la reinserción de aquellos que habían optado en algún momento de sus vidas por la vía fácil del crimen, pero no podía depositar su confianza en alguien a quien acababa de conocer, y esto último iba por ambos. Si además la mujer había cambiado de bando recientemente tendría motivos más que suficientes para actuar con prudencia. Además, a saber qué problemas podría acarrear llevar con ellos a alguien que precisara de protección. ¿Tendría alguna relación con Banners? Porque si era así, tal vez les diera más problemas que otra cosa.
Como fuese, atendería tras las presentaciones al curso de acción que tomarían, con Polastri a la cabeza, sopesando las posibilidades que les planteaba y tomando en consideración la sugerencia de Ral, no sin antes hacer un esfuerzo inhumano por no llevarse la mano al rostro ante el numerito de su compañero. ¿Qué clase de imagen iban a dar de Eden ante su superiora si tomaba una decisión así tan a la ligera?
Carraspeó un poco antes de intervenir.
—Coincido con él —aseguró, haciendo un gesto hacia el enmascarado—. Tal vez sería conveniente desplazarnos si no por los lugares más desolados, por aquellos donde el conflicto ha sido más reciente. Desconozco la cantidad de efectivos de los que dispondrá el enemigo, pero imagino que no pueden permitirse desperdiciar hombres en lugares que carezcan de valor estratégico o logístico. Deberíamos tenerlo en cuenta, e imagino que usted dispondrá de esa información.
Tras decir esto se quedó mirando a la ex–criminal con expectación. Si sus actividades habían tenido lugar en Sabaody con anterioridad, lo más seguro era que conociera vías y rutas de desplazamiento por el archipiélago que escaparan al control del propio Cipher Pol y, si era una traidora para su gente, procuraría acercarse lo menos posible a cualquiera que tuviera que ver con Sirio y sus adeptos.
—Por otro lado, hace dos semanas descubrimos una red subterránea que parecía comunicar varios manglares. ¿Es posible que podamos hacer uso de las mismas?
- Resumen:
- • Reprimir un facepalm ante el show de Ruffo y apoyar el punto de vista de Ral.
• Sugerir el uso de la red subterránea descubierta durante la primera parte, de ser posible, para evadir el conflicto.
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Reunido con el equipo y dispuesto a realizar la incursión que habíamos hablando, recogí el material necesario que nos proporcionaba la marina, llevaba el traje militar de mi rango, una mochila con comida, bebida y un den den mushi, sería útil si conseguíamos averiguar cómo funcionaba el virus, un sable y acto seguido de coger las cosas, salimos corriendo. Tras una caminata por los territorios que todavía controlábamos los marines llegamos al manglar 60. Teníamos que seguir avanzando hacia la fiesta y mientras tanto tendría que convencer al capitán de que mi plan era factible y de esa manera podríamos intentar darle un vuelco a la situación. Mientras debatía interiormente sobre cómo abordar la conversación con el capitán, de pronto observo una figura sobre un edificio de tres pisos, ese traje de Arlequin, era Géminis.
Su voz mostraba lo superior que se sentía hacia unos marines de tan bajo rango, a su vez el capitán nos hizo un gesto para que no nos moviéramos un ápice, realmente estábamos en una situación de vida o muerte y apenas acababa de llegar a Sabaody, ¿dónde me he metido? Mis ojos empezaron a observar rápidamente que nos podía servir de cobijo para huir de ese pirata. Cuando de pronto un compañero se praparó para disparar, y no sé exactamente lo que pasó, pero mientras Géminis se desvanecía, a mi compañero le comenzó a crecer la cabeza hasta el punto de estallarle.
Me encontraba en un leve shock, nunca había visto nada igual, pero me rehice rápido. – Capitán si vamos entre esos edificios podremos alejarnos de la zona en la que se encontraba Géminis, y proseguir nuestro camino, tenemos que identificar cómo se transmite el virus, para que nos sirva de utilidad, por favor, prosigamos. – Le dije con una voz baja para que no pudiera escucharlo pues no sabía dónde se encontraba Géminis, mientras empezaba a andar hacia el que debía ser nuestro destino.
- ¿Qué es lo que le ha pasado? ¿Por qué ha explotado su cabeza? – Grité. Dado que no importaba que Géminis tuviera esa información, al contrario, seguramente le complacería y nos dejaría en paz, pensando que seríamos unos simples juguetitos.
Su voz mostraba lo superior que se sentía hacia unos marines de tan bajo rango, a su vez el capitán nos hizo un gesto para que no nos moviéramos un ápice, realmente estábamos en una situación de vida o muerte y apenas acababa de llegar a Sabaody, ¿dónde me he metido? Mis ojos empezaron a observar rápidamente que nos podía servir de cobijo para huir de ese pirata. Cuando de pronto un compañero se praparó para disparar, y no sé exactamente lo que pasó, pero mientras Géminis se desvanecía, a mi compañero le comenzó a crecer la cabeza hasta el punto de estallarle.
Me encontraba en un leve shock, nunca había visto nada igual, pero me rehice rápido. – Capitán si vamos entre esos edificios podremos alejarnos de la zona en la que se encontraba Géminis, y proseguir nuestro camino, tenemos que identificar cómo se transmite el virus, para que nos sirva de utilidad, por favor, prosigamos. – Le dije con una voz baja para que no pudiera escucharlo pues no sabía dónde se encontraba Géminis, mientras empezaba a andar hacia el que debía ser nuestro destino.
- ¿Qué es lo que le ha pasado? ¿Por qué ha explotado su cabeza? – Grité. Dado que no importaba que Géminis tuviera esa información, al contrario, seguramente le complacería y nos dejaría en paz, pensando que seríamos unos simples juguetitos.
- Resumen:
- Pienso como proseguir el camino de manera oculta para cumplir el primer objetivo, y se lo comunico al capitán mientras continuo por el camino que he elegido. Pregunto que es lo que ha ocurrido con mi compañero.
William White
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Escuché atentamente lo que nos dijo el hombre, el cual mencionó que aquellos corsarios debían ser los lugartenientes de un pirata aún mayor con el sobrenombre de Orion, fuera como fuera los piratas habían llegado a un acuerdo con Ambrose en el cual se repartirían los territorios de la isla. Aún así en medio de aquella sinceridad había un sinfín de lagunas que no quedaban respondidas ¿Cuáles eran los planes de Orion y su tropa? ¿Y qué interés podía ir más allá del control de la isla? ¿O simplemente perseguían la dominación mundial? Aunque lo que más le descolocó fue escuchar el termino atemporal, como haciendo mención de que los nombres de aquellos piratas resonarán de un pasado lejano, si bien no era la primera vez que escuchaba que se trataba de una banda de leyenda, no dejaba de ser eso, un mito.
-Así que “El cazador” y su “perros de caza”- mascullé con tono pensativo mientras daba un último sorbo a la taza -¿Será el quien controla la extraña cacería, o serán por el contrario sus perros de caza? ¿Y porque no usan de nuevo eso para tomar el control? -pensé para mis adentros mientras me reincorporaba de la silla, dejando en el tintero muchas preguntas a las que no hallaría respuesta en esa sala, al menos en ese momento.
Se produjo un corto lapso en el que se produjo un silencio incomodo, ciertamente no había averiguado mucho más allá más de una confirmación de sus sospechas y una promesa vaga.
-Está bien, por ahora, le tomó la palabra señor Komaroff. Ahora bien, ¿Cuál es el plan que ha ideado para infiltrarse por los flancos? - pregunté realizando la pregunta más fundamental a su juicio –¿Debemos garantizar la toma de la fortaleza o simplemente sabotearla? Proseguiría ante la duda de si de sería tarea del grueso principal o acaso deberíamos hacerlo nosotros mismos.
Una vez respondidas, continuaría con las últimas preguntas que tenía, lanzando estas de forma pausada y menos aturullada que su compañero: ¿Cuál sería el punto de reunión? ¿Quién estaría al mando de los escuadrones? ¿Qué información se disponía del interior? ¿Se conocían los responsables al mando de la base? ¿Se disponía de algún documento gráfico o borrador o se iría a ciegas? ¿Dónde o en que plantas estaban situados los cañones más problemáticos y si se sabía acceder a ellos? Ciertamente eran muchas preguntas pero que entendía naturales si no se detallaban en el desarrollo del plan de forma, así mismo en última instancia preguntaría por un medio de comunicación con el propio Komaroff, para obtener unas instrucciones más certeras llegado el momento.
Una vez hubiera explicado el plan, ya que asumía que el estratega de la familia dispusiera de uno, o le hubiera quedado claro que simplemente tendría que improvisar una vez dentro, le indicaría que estaban listos y en caso de que el señor no quisiera detallar nada más, recogería mi abrigo y me pondría en marcha con Black tal como era la voluntad de los Ambrose, a la vez que miraba con cierta aprobación la sangre fía que había mostrado su compañero.
-Así que “El cazador” y su “perros de caza”- mascullé con tono pensativo mientras daba un último sorbo a la taza -¿Será el quien controla la extraña cacería, o serán por el contrario sus perros de caza? ¿Y porque no usan de nuevo eso para tomar el control? -pensé para mis adentros mientras me reincorporaba de la silla, dejando en el tintero muchas preguntas a las que no hallaría respuesta en esa sala, al menos en ese momento.
Se produjo un corto lapso en el que se produjo un silencio incomodo, ciertamente no había averiguado mucho más allá más de una confirmación de sus sospechas y una promesa vaga.
-Está bien, por ahora, le tomó la palabra señor Komaroff. Ahora bien, ¿Cuál es el plan que ha ideado para infiltrarse por los flancos? - pregunté realizando la pregunta más fundamental a su juicio –¿Debemos garantizar la toma de la fortaleza o simplemente sabotearla? Proseguiría ante la duda de si de sería tarea del grueso principal o acaso deberíamos hacerlo nosotros mismos.
Una vez respondidas, continuaría con las últimas preguntas que tenía, lanzando estas de forma pausada y menos aturullada que su compañero: ¿Cuál sería el punto de reunión? ¿Quién estaría al mando de los escuadrones? ¿Qué información se disponía del interior? ¿Se conocían los responsables al mando de la base? ¿Se disponía de algún documento gráfico o borrador o se iría a ciegas? ¿Dónde o en que plantas estaban situados los cañones más problemáticos y si se sabía acceder a ellos? Ciertamente eran muchas preguntas pero que entendía naturales si no se detallaban en el desarrollo del plan de forma, así mismo en última instancia preguntaría por un medio de comunicación con el propio Komaroff, para obtener unas instrucciones más certeras llegado el momento.
Una vez hubiera explicado el plan, ya que asumía que el estratega de la familia dispusiera de uno, o le hubiera quedado claro que simplemente tendría que improvisar una vez dentro, le indicaría que estaban listos y en caso de que el señor no quisiera detallar nada más, recogería mi abrigo y me pondría en marcha con Black tal como era la voluntad de los Ambrose, a la vez que miraba con cierta aprobación la sangre fía que había mostrado su compañero.
- resumen:
Pues continuar la conversación preguntando por los detalles, y plantear un hipotético dependiendo de lo que diga y si lo ordenan ponernos en marcha(no sé si queréis llevar un ritmo más rápido en la moderación vaya).
Sigo aplicando mis técnicas de investigador, vaya..
Normas del capítulo:
- Se moderará los martes entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los martes antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación
- Agentes Ruffo, Ral y Kusanagi. Y Rita (manglar 65):
- La señorita Polastri mira a cada uno a medida que participan en la planificación. Se le ve un poco indignada con la apuesta por la vida del agente Ruffo, pero las palabras del agente Ral le hacen volver. Y entonces se detiene en Rita. Es una mujer de cabellos rubios que lleva un peinado corto y tiene los ojos verdes. Viste una blusa blanca y unos pantalones ajustados que parecen ser caros, además de unas botas que le hacen ver más alta. Si alguno pregunta, dirá con orgullo que lavó su ropa antes de asistir a la misión que decidiría su futuro. Si iba a morir, al menos lo haría limpia.
—He estado encerrada sin conexión con el mundo. Todo esto es nuevo para mí… Nada de lo que está sucediendo estaba en el plan original. Pero si les interesa mi opinión... —Rita mira el mapa y lo estudia, atenta—. Desde mi punto de vista ninguna ruta es mejor que la otra, aunque hay una diferencia. En el este hay tanto caos como en el oeste, pero son distintos por quienes lo orquestan. En el peor de los escenarios tendríamos que lidiar con las fuerzas de Sirio o con la fiesta de Géminis. —Hace una pequeña pausa y mira al agente Ral—. Mejor diablo conocido que diablo por conocer, ¿no?
Bueno, Rita no ha aportado demasiado a la conversación considerando las observaciones de los agentes Ral y Kusanagi, pero algo es.
La señorita Polastri les recuerda que todo el archipiélago, salvo la zona sur, ha sido afectada por la guerra con los piratas. El conflicto se ha movilizado por casi todos los manglares, así que es difícil determinar qué ruta ha sido más o menos afectada. También comenta de manera superficial que la facción criminal cuenta con tres mil soldados, o esto han estimado las fuerzas aliadas. Se detiene al oír la pregunta del agente Kusanagi para analizarla.
—Es una ruta posible, pero no sabemos cuán dañada está la red luego de más de dos semanas de guerra. Si vamos por la superficie sabremos lo que encontraremos en el camino, pero ahí abajo… Es demasiado arriesgado. —La agente mira a Rita—. Mejor diablo conocido que diablo por conocer, ¿eh? Si tomamos la ruta del oeste tienes más probabilidades de encontrarte con un antiguo camarada y huir, ¿verdad? Además, se encuentra el grueso principal de la fuerza enemiga. Es mejor ser acorralado por una turba de fiesteros enfermos que por un ejército pirata liderado por un comandante de Sirio.
El agente Ruffo y Rita han elegido la ruta 4-5-6-7 y la señorita Polastri la ruta 10-9-8-7. Si esto fuera democracia, se elegiría por votos. Sin embargo, es la señorita Polastri quien está al mando de la operación. Si no le convencen los argumentos de sus subordinados, optará por la ruta que ha decidido ella y partirán dentro de poco.
[Para cuando hayan decidido partir]
—Oye, quiero comentarte algo. A solas —le dice Rita al agente Ral antes de abandonar el manglar. En el caso favorable, ella dirá—: Iremos a ver al narcotraficante Leroy Banners, ¿no? Hace poco estuve en una reunión con un hombre llamado Vasili Komaroff; aparentemente es un hombre importante para el señor Ambrose. Parecía estar siempre sereno y como si lo tuviera todo bajo control, pero cuando escuchó el nombre de Leroy Banners su expresión cambió por un momento. No sé qué relación tienen esos dos, pero deberíamos tenerlo en cuenta.
[Con el propósito de agilizar las cosas, pueden acabar la conversación vía discord con la moderación].
- Los héroes (Manglar 70):
- —Es cuestión de tiempo, contraalmirante. ¿Qué haremos cuando no podamos resistir el asedio y nos quedemos sin ninguna oportunidad de vencer? —responde el vicealmirante—. Si esta operación fracasa, nos habremos manchado las manos por nada. ¿Pero y si funciona? Los números están en nuestra contra, pero la Marina jamás ha perdido contra la piratería. Y no será este el día en que lo haga —termina diciendo hasta elevar la voz y demostrar completa determinación. Tiene dudas como todo ser humano, pero a pesar de tenerlas está dispuesto a seguir avanzando.
Los soldados cercanos, esos mismos que están rendidos en el suelo esperando la muerte, alzan sus cabezas para ver al hombre que les está dando esperanza. Y junto a él reconocen una figura imponente, un hombre alto que es conocido dentro de la Marina. Los primeros que lo identifican se levantan con fusil en mano a medida que las palabras del vicealmirante Zuko resuenan por el lugar. El fuego sorprende a más de uno. Sus rostros son iluminados cuando el dragón con el símbolo de la Marina aparece en el cielo como muestra de que la Marina aún no ha perdido la guerra.
Un gesto tan simple pero significativo ha enardecido los espíritus de los soldados. En un principio hubo susurros que mencionaban el nombre del héroe de la Marina, el vicealmirante Kasai Zuko. Pero ahora esos susurros son gritos de guerra que responden a la esperanza que les ofrece un héroe. Incluso el falso Wyrm grita para apoyar. El vicealmirante Jean no pierde la oportunidad y da un paso hacia delante, aprovechando de darle un toque en el hombro a su compañero y dedicarle una sonrisa de agradecimiento.
—¡Atención, soldados! —ruge tan fuerte que hasta los árboles de cerca se mueven, y entonces todos callan—. Frente a nosotros se nos ha abierto un camino, el único que podemos seguir para vencer a los piratas que han pisoteado la paz del archipiélago. Dividiremos nuestras fuerzas para cubrir tres frentes distintos. Unos se unirán al vicealmirante Zuko y otros me seguirán a mí. Pero los más importantes se quedarán en el fuerte, pues de ellos dependemos.
El vicealmirante explica a grandes rasgos en plan. ¿Con qué objetivo? Bueno, supongo que un buen líder lo sabría. No hay nada que ustedes como Justice Raiders no sepan, pero no pueden negar que se sentirán mucho más seguros y motivados tras escuchar las palabras de Jean. Comenta que la muralla tiene distintos accesos, y usarán los más importantes para posicionarse en los flancos. Los hombres de la muralla aprovecharán ese tiempo para atraer al enemigo. Si el plan cae, lanzarán una señal de humo roja; si funciona, una verde. Finalmente, el vicealmirante Jean le da el espacio a Zuko para que pueda decirles algo a los ansiosos hombres que esperan un último discurso motivacional.
Por último, tienen tiempo para discutir detalles del plan, hacer preguntas, recorrer el campamento o sencillamente prepararse. Una vez hayan decidido partir se encontrarán pronto en la zona norte del manglar.
- Míster Black y Míster White (Manglar 1):
- El señor Komaroff mira a ambos, imperturbable. Espera a que el señor White acabe de hablar y entonces dice:
—Porque sólo un necio repetiría una táctica tan lamentable. El señor Géminis ha llegado para arreglar el desastre causado por el señor Sirio.
El señor Komaroff se acomoda en su asiento y comienza a explicar el plan. El objetivo de la batalla es tomar la fortaleza marine; el de la misión, permitir que esto sea posible. No hay información relevante sobre los que están al mando, sólo puede afirmar que son huesos duros de roer si es que no han caído tras los múltiples intentos de su parte. Si bien no tienen los planos de la fortaleza, los arquitectos de la familia han estimado uno a base de observación. Cualquiera de los dos puede cogerlo y llevarlo consigo. Verán que los cañones más importantes se encuentran en las plantas cuatro y ocho.
—La fortaleza dispone de cuatro cañones problemáticos para nuestro ejército, pues cada uno es capaz de aniquilar a un pelotón entero. Deberán encontrar la manera de infiltrarse, ya sea por el este o el oeste, y sabotear las salas de maquinaria militar. Una vez los cañones dejen de funcionar, mostraremos nuestra artillería y tomaremos la fortaleza.
Alguien toca la puerta de la habitación y entra a los pocos segundos. Es una gyojin de la estatura del señor White, bastante delgada y con una complexión atlética. Cabellos blancos y cortos, ojos verdes y una piel hermosa que varía entre tonos anaranjados y blancos. Es un pez koi, por si alguno puede descubrir qué tipo es. Se acerca sin saludar a ninguno y le susurra algo al señor Komaroff. Sea lo que sea, no le ha gustado. Un buen psicólogo o investigador profesional percatará el cambio de ánimo del hombre, notando cierta hostilidad.
—Gracias, Zu. Sigue investigando, por favor.
La gyojin se va rápidamente y vuelven a estar los tres. Si ninguno tiene dudas, puede decidir qué camino tomar y recibirá instrucciones sobre la ruta a seguir para llegar lo más rápido a la fortaleza. Y, dependiendo de cómo lo planteen, igual terminan sabiendo el secreto de Zu.
[Con el propósito de agilizar las cosas, pueden comunicarse con la moderación para finalizar la conversación y tomar una decisión]
- Dnalor y su clon malvado (Muchos manglares):
- Dnalor ha podido llegar sin problema a uno de los manglares más conflictivos de la zona, pero por fortuna para él todo está bastante tranquilo. Ha conseguido escabullirse entre ruinas y cadáveres. Si le va eso de saquear cadáveres, igual acabará encontrando una cadena de plata con una fotografía más o menos buena. Lo importante es que llega a una plaza que pertenece a lo que alguna vez fue un pueblo. Ahí ve a un hombre gordo y alto (2 metros y medio; cerca de los treinta años). Tiene unas ojeras muy profundas y el cabello parece que tiene vida propia. Le acompañan dos hombres, más pequeños que él, pero hombres al fin y al cabo.
Sonríe cuando le preguntas y deja de golpear al hombre que estaba golpeando. Por alguna razón tiene las manos muy negras. Y eso que él es blanco.
—¡Por supuesto! ¿Quieres trabajar para el jefe? Siempre viene bien contar con nuevos amigos —te responde. Por la manera que habla, como si le costara, puedes deducir que no es muy listo—. Chicos, ¿no hay problema en que lo lleve a ver al jefe?
—Siempre haces lo que te canta el roto, Ronnie, da igual lo que te digamos. Eh, chico, si fuera tú no le metería mucha palabrería a este. Es un poco raro —te advierte uno de sus compañeros, un hombre un poco mayor que lleva un mazo ensangrentado.
Ya decidirá él si decide acompañarle o no. Vamos con el clon malvado, Roland. Todos sabemos que Dnalor es el bueno de los Oppenheimer.
Seguramente con tu gran liderazgo no habría tantos muertos ni heridos en el campamento. La buena noticia es que pronto podrás comprobarlo, ¿verdad, contraalmirante Wallace? Entras sin ningún problema a la zona cuando los soldados ven tu uniforme y reconocen tu rango, incluso hacen el saludo militar cuando te ven pasar. Cuando entras, detienes a un hombre delgado y de aspecto débil que lleva una bata.
—Ese debe ser el vicealmirante Jean Leporré… Está hablando con otro vicealmirante —responde lentamente y luego se va sin darte oportunidad a hacerle más preguntas.
Sin embargo, otro hombre, un médico de unos treinta y cinco años, se levanta de su asiento y abandona la tienda con un cigarrillo encendido. Tiene las manos con sangre y la mirada un poco ida. Es como de tu porte, delgado y con unas ojeras enormes. Nariz respingada, cabello y ojos grises. Si has observado bien, notarás que ha muerto uno de sus pacientes. No puedes ver el rostro de la persona y, si intentas verlo, te darás cuenta de que no tiene: es una masa desfigurada de carne, huesos y sangre. Es el médico quien lleva la identidad del difunto.
—Tsk, ese no tiene puta idea de lo que habla… Escúchame, si quieres ver a la máxima autoridad de este lugar, lo encontrarás en los muros. Se encarga de dar todas las órdenes. Yo ahora voy para allá a reportar una muerte; si quieres me acompañas —te dice, le da una calada al cigarrillo y te mira—. Soy el doctor Minamoto Tatsue, por cierto. Jefe cirujano.
Si le acompañas (o igual lo escuchas de donde estás), oirás al vicealmirante Jean. Está hablando a grandes rasgos del plan para vencer al enemigo. También notarás que, de pronto, la moral de las tropas ha subido considerablemente. Eso se debe al enorme dragón con el símbolo de la Marina que está en el cielo. Para más información, consulta la moderación de los Justice Raiders (Héroes). Si no le acompañas… Pues ya lo verás tú mismo.
- Karma, el cadete del año (Manglar 60):
- A diferencia de ti, el resto de los cadetes está anonadado. Estos chicos hace poco salieron de los cuarteles de entrenamiento y de pronto la muerte se ha vuelto algo tan real como cercano. Nunca nadie imaginó que un compañero moriría tan pronto y en condiciones tan desgarradoras. Uno de tus compañeros acaba de vomitar. El sentimiento de duda se asoma en sus rostros, puedes verlo.
El capitán intenta tranquilizar a su grupo y por fortuna lo consigue. Le oyes gruñir. ¿Por qué tiene que enviar a esos jóvenes a la muerte? El caso es que escucha tu sugerencia y medita un momento. No entiende por qué hay que alejarse a esos edificios, pero seguramente has descubierto algo que él no. Como sea, te llama a ti, a Victoria y a Luther.
—Como dice el cadete Karma, es necesario identificar cómo se transmite el virus por cuestiones de prevención, pero es más importante hallar la cura —dice cuando todos están reunidos y luego aprieta los puños—. Sin embargo, también debemos ocuparnos de Géminis. Dividiremos el escuadrón en dos fuerzas: la principal se hará cargo del principal responsable y la secundaria buscará una forma de erradicar el virus. Teniente King, quedas a cargo. Cuenta con la cadete Victoria y con el cadete Karma.
—Sí, sí, déjemelo a mí, boss —dice con una sonrisa despreocupada, como si la situación recién vivida no le hubiera afectado en nada—. Entonces, tú eres el de los planes. —Luther te mira o, más que eso, te analiza—. Prosigamos, por favor.
Si haces caso y no te quedas hablando con nadie, el escuadrón liderado por el capitán Joh parte hacia el norte. Si registras los edificios, no encontrarás gran cosa. Utensilios de cocina en el suelo, murallas pintadas, ventanas rotas… No hay nada importante salvo una nota: «¡Vamos a divertirnos! ¡Nos divertiremos 54 horas!», dice esta. Ves claramente la firma de Géminis. Puedes comunicárselo al capitán o continuar avanzando. Puedes desplazarte al manglar 58 o al 59, pero solo a uno. Y de paso hablar con Victoria, parece un poco ansiosa.
Roland Oppenheimer
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El camino se hizo ameno. Había algo tranquilizador en aquel panorama de saqueo y destrucción, lo cuál le indicaba que los criminales estaban ganando terreno a una velocidad asombrosa. Solo era cuestión de tiempo que acabaran apoderándose de la isla si alguien no hacía algo. Pero de momento, él se dedicaría a recabar información y, aunque no era muy dado al saqueo de cuerpos, sabía que podían ser una buena fuente de información sobre sus enemigos.
De vez en cuando se detenía ante algún que otro cuerpo inerte, examinándolos y buscando pistas, aunque la mayoría presentaban golpes contundentes y profundos cortes; lo habitual en las guerras. También habían marcas de bala en algún que otro cuerpo. Finalmente, lo único llamativo y diferente fue un colgante de plata. Lo recogió, lo observó con calma, y se lo guardó en el bolsillo para seguir su camino.
Cuando se encontró al grupo, el bueno de Dnalor se detuvo por un momento, pensativo. «¿Brazos negros? Se parecen a los míos» pensó al observar al grandullón. Pero no tardó mucho en responder, todavía apoyado sobre su espejo volador.
—Claro.
Solo una palabra. Lo cierto era que, aunque el hombre del mazo no lo hubiera mencionado, no tenía intención de hablar más de lo necesario. Sabía que la panda que se había encontrado no era más que un hatajo de criminales imbéciles, pero hasta esas simples hormigas podían resultar una molestia si decía cosas que no debía. Su mejor baza era estar callado, expectante, y dejar que le llevaran hasta el jefe como tan buenamente se habían ofrecido.
Cuando empezó a seguir al tal Ronnie, lo hizo montado sobre su espejo, mirando hacia atrás de cuando en cuando. No se terminaba de fiar, y estaba alerta por si a sus dos compañeros se les cruzaban los cables, aunque no podía evitar sentirse confiado ante lo bien que había empezado a salir su plan. «¿De qué otra forma puede salir?» se dijo, orgulloso.
Sin embargo la curiosidad fue más fuerte que él, y no puedo evitar preguntarse a qué se debía el anormal color de sus brazos. A pesar de que al principio había creído que eran una especie de marca de nacimiento como ocurría en lo suyos, notó que en el caso del grandullón se asemejaban más a una marca de suciedad, como si no se los hubiera lavado en años.
—¿Por qué tienes los brazos negros? —preguntó, conciso.
Mientras tanto, Roland, quién se hacía pasar ahora por el contraalmirante Wallace, no podía estar más contento. A pesar de estar presente el olor a sangre y muerte proveniente de los numerosos heridos y caídos en combate, se sentía henchido de orgullo a ver cómo los hombres realizaban el saludo militar a su paso. «Así es como deberían tratarme en todas partes» pensó.
—Vicealmirante Jean Leporré —murmuró mientras observaba a la pareja de altos cargos. De repente, se quedó mirando al otro hombre, y no tardó mucho en reconocerlo—. Y vicealmirante Zuko Kasai. Je, perfecto —dijo finalmente, mostrando una sonrisa engreída al recordar el favor que le debía el marine.
Hizo el amago de dirigirse hacia la posición de los vicealmirantes cuando un hombre se cruzó en su camino. Roland le escuchó y volvió a sonreír, no pudiendo estar más de acuerdo con él.
—Muy bien, pues le acompañaré —decidió al final, no sin antes haber echado un vistazo a la cama donde yacía su difunto paciente—. Yo soy Willeam Wallace. Contraalmirante.
En circunstancias normales hubiera podido calcular su edad, pero su cara había desaparecido, dejando en su lugar un horripilante amasijo de carne en la que era imposible discernir el rostro de una persona. Resultaba una muerte muy extraña, incluso para aquellas circunstancias. En la guerra nunca faltaban desmembramientos, mutilaciones, pérdida de órganos, quemaduras, aplastamientos, cercenamientos, electrocuciones y muertes mucho más dolorosas, pero no era necesario ser médico para saber que aquello era poco habitual.
—¿Cómo ha muerte ese hombre? —preguntó curioso durante el transcurso del camino hacia la fortaleza—. A pesar de encontrarnos en guerra, no me parece que sea una muerte del todo normal. Nunca había visto tales heridas en el rostro de ningún soldado.
Por el camino pudo escuchar unas pocas palabras sueltas provenientes del vicealmirante Jean. Estaban planeando contraatacar, realizar una ofensiva para deshacerse de los piratas, o eso le pareció entender. En aquel momento se percató de que la mejor decisión había sido acompañar al jefe de cirugías; no estaba interesado en meterse en medio de una batalla campal. Su objetivo era acabar con todo matando al líder enemigo, y para ello no tenía por qué perder el tiempo con los marines más allá de obtener información y atravesar la muralla.
Entonces, de pronto, un enorme dragón de fuego adornó el cielo azul, y los soldados de los alrededores, a pesar de estar heridos y agotados, comenzaron a estar más motivados. «Serán estúpidos —pensó—. Les muestran un juego de luces y color y ya creen que ganarán la guerra. Estos marines nunca dejarán de ser imbéciles.»
De vez en cuando se detenía ante algún que otro cuerpo inerte, examinándolos y buscando pistas, aunque la mayoría presentaban golpes contundentes y profundos cortes; lo habitual en las guerras. También habían marcas de bala en algún que otro cuerpo. Finalmente, lo único llamativo y diferente fue un colgante de plata. Lo recogió, lo observó con calma, y se lo guardó en el bolsillo para seguir su camino.
Cuando se encontró al grupo, el bueno de Dnalor se detuvo por un momento, pensativo. «¿Brazos negros? Se parecen a los míos» pensó al observar al grandullón. Pero no tardó mucho en responder, todavía apoyado sobre su espejo volador.
—Claro.
Solo una palabra. Lo cierto era que, aunque el hombre del mazo no lo hubiera mencionado, no tenía intención de hablar más de lo necesario. Sabía que la panda que se había encontrado no era más que un hatajo de criminales imbéciles, pero hasta esas simples hormigas podían resultar una molestia si decía cosas que no debía. Su mejor baza era estar callado, expectante, y dejar que le llevaran hasta el jefe como tan buenamente se habían ofrecido.
Cuando empezó a seguir al tal Ronnie, lo hizo montado sobre su espejo, mirando hacia atrás de cuando en cuando. No se terminaba de fiar, y estaba alerta por si a sus dos compañeros se les cruzaban los cables, aunque no podía evitar sentirse confiado ante lo bien que había empezado a salir su plan. «¿De qué otra forma puede salir?» se dijo, orgulloso.
Sin embargo la curiosidad fue más fuerte que él, y no puedo evitar preguntarse a qué se debía el anormal color de sus brazos. A pesar de que al principio había creído que eran una especie de marca de nacimiento como ocurría en lo suyos, notó que en el caso del grandullón se asemejaban más a una marca de suciedad, como si no se los hubiera lavado en años.
—¿Por qué tienes los brazos negros? —preguntó, conciso.
Mientras tanto, Roland, quién se hacía pasar ahora por el contraalmirante Wallace, no podía estar más contento. A pesar de estar presente el olor a sangre y muerte proveniente de los numerosos heridos y caídos en combate, se sentía henchido de orgullo a ver cómo los hombres realizaban el saludo militar a su paso. «Así es como deberían tratarme en todas partes» pensó.
—Vicealmirante Jean Leporré —murmuró mientras observaba a la pareja de altos cargos. De repente, se quedó mirando al otro hombre, y no tardó mucho en reconocerlo—. Y vicealmirante Zuko Kasai. Je, perfecto —dijo finalmente, mostrando una sonrisa engreída al recordar el favor que le debía el marine.
Hizo el amago de dirigirse hacia la posición de los vicealmirantes cuando un hombre se cruzó en su camino. Roland le escuchó y volvió a sonreír, no pudiendo estar más de acuerdo con él.
—Muy bien, pues le acompañaré —decidió al final, no sin antes haber echado un vistazo a la cama donde yacía su difunto paciente—. Yo soy Willeam Wallace. Contraalmirante.
En circunstancias normales hubiera podido calcular su edad, pero su cara había desaparecido, dejando en su lugar un horripilante amasijo de carne en la que era imposible discernir el rostro de una persona. Resultaba una muerte muy extraña, incluso para aquellas circunstancias. En la guerra nunca faltaban desmembramientos, mutilaciones, pérdida de órganos, quemaduras, aplastamientos, cercenamientos, electrocuciones y muertes mucho más dolorosas, pero no era necesario ser médico para saber que aquello era poco habitual.
—¿Cómo ha muerte ese hombre? —preguntó curioso durante el transcurso del camino hacia la fortaleza—. A pesar de encontrarnos en guerra, no me parece que sea una muerte del todo normal. Nunca había visto tales heridas en el rostro de ningún soldado.
Por el camino pudo escuchar unas pocas palabras sueltas provenientes del vicealmirante Jean. Estaban planeando contraatacar, realizar una ofensiva para deshacerse de los piratas, o eso le pareció entender. En aquel momento se percató de que la mejor decisión había sido acompañar al jefe de cirugías; no estaba interesado en meterse en medio de una batalla campal. Su objetivo era acabar con todo matando al líder enemigo, y para ello no tenía por qué perder el tiempo con los marines más allá de obtener información y atravesar la muralla.
Entonces, de pronto, un enorme dragón de fuego adornó el cielo azul, y los soldados de los alrededores, a pesar de estar heridos y agotados, comenzaron a estar más motivados. «Serán estúpidos —pensó—. Les muestran un juego de luces y color y ya creen que ganarán la guerra. Estos marines nunca dejarán de ser imbéciles.»
- Resumen:
- » Dnalor recoge el colgante de plata y examina la foto de este.
» Danlor sigue al grandullón, preguntándole el por qué de sus brazos negros.
» Roland sigue al médico a ver al auténtico dirigente de la fortaleza mientras le pregunta sobre la muerte de su paciente.
» Roland piensa que los marines son y serán tontos por siempre.
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Tras las acciones acaecidas el capitán nos hizo llamar a Luther, a Victoria y a mí; decidió dividir al escuadrón en dos frentes, el primero de ellos lo lideraría él y se encargaría de ir tras Géminis para acabar con él, mientras el segundo nos encontrábamos la cadete Victoria y yo, bajo la supervisión del Teniente King, nos había encomendado la misión de erradicar el virus, aunque yo no tenía tal intención debería acatar las órdenes hasta ver el momento en el que pudiera poner mi plan en marcha. Noté cómo la mirada del teniente me observaba, quizás pensara que estaba loco, un cadete “dando órdenes” a un capitán, no sé si se fiaría en exceso de mí.
- Teniente King, debemos seguir hacia el manglar 58, ahí deberíamos encontrarnos con unos cuantos infectados y a la vez no a tantos como para ponernos en serios problemas a la hora de sobrevivir. – Le comuniqué mientras echaba mano al Den Den Mushi para comunicarme con la base del archipiélago, la información era algo primordial.
- Base de la marina, aquí el cadete Akabame, acabamos de tener una breve confrontación con el pirata conocido como Géminis, en la que ha matado a un compañero en apenas un instante, se encontraba en el manglar 60 y el capitán junto a otros marines a excepción del Teniente King, la cadete Victoria y yo han ido tras él, nosotros nos dirigimos al manglar 58 para obtener información acerca del virus. Si tienen alguna información que nos sea de utilidad, por favor comuníquennosla. – Les dije a través del Den Den Mushi mientras proseguíamos la marcha hacia el manglar 58, no íbamos a una marcha forzada, pero provocaba que a veces se me entrecortara la voz mientras se lo comunicaba.
- Victoria, ¿preparada para bailar? - Le digo para que deje de pensar en lo ocurrido pensando que le había afectado como a otros tantos marines o al menos es lo que se apreciaba en sus caras..
Esperaba que realmente lo que había dicho fuera real, las palabras fueron concisas la fiesta estaba al este, para seguir el camino hacia la base que poseíamos en Sabaody tendrían que atravesar el manglar 60, pero podríamos acaso desviar el rumbo de propagación de este virus, quizás haya una oportunidad de atraer a la gente hacia el lugar que queremos, para evitar que continúen su camino hacia el sur, al fin y al cabo mientras caminábamos por el manglar 60 no nos habíamos topado más que con una persona, Géminis…
- Si. – Susurré de manera inconsciente.
- Teniente King, debemos seguir hacia el manglar 58, ahí deberíamos encontrarnos con unos cuantos infectados y a la vez no a tantos como para ponernos en serios problemas a la hora de sobrevivir. – Le comuniqué mientras echaba mano al Den Den Mushi para comunicarme con la base del archipiélago, la información era algo primordial.
- Base de la marina, aquí el cadete Akabame, acabamos de tener una breve confrontación con el pirata conocido como Géminis, en la que ha matado a un compañero en apenas un instante, se encontraba en el manglar 60 y el capitán junto a otros marines a excepción del Teniente King, la cadete Victoria y yo han ido tras él, nosotros nos dirigimos al manglar 58 para obtener información acerca del virus. Si tienen alguna información que nos sea de utilidad, por favor comuníquennosla. – Les dije a través del Den Den Mushi mientras proseguíamos la marcha hacia el manglar 58, no íbamos a una marcha forzada, pero provocaba que a veces se me entrecortara la voz mientras se lo comunicaba.
- Victoria, ¿preparada para bailar? - Le digo para que deje de pensar en lo ocurrido pensando que le había afectado como a otros tantos marines o al menos es lo que se apreciaba en sus caras..
Esperaba que realmente lo que había dicho fuera real, las palabras fueron concisas la fiesta estaba al este, para seguir el camino hacia la base que poseíamos en Sabaody tendrían que atravesar el manglar 60, pero podríamos acaso desviar el rumbo de propagación de este virus, quizás haya una oportunidad de atraer a la gente hacia el lugar que queremos, para evitar que continúen su camino hacia el sur, al fin y al cabo mientras caminábamos por el manglar 60 no nos habíamos topado más que con una persona, Géminis…
- Si. – Susurré de manera inconsciente.
- Resumen:
- - Me dirijo al manglar 58.
- Comunico lo que ha ocurrido a la base de la marina y pido información.
- Hago una "broma" a Victoria
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