La hora de la verdad [Capítulo Parte II]

Byakuro perdió pie un momento, atacado por una fuerte presencia, y de pronto se vio atrapado bajo un montón de rocas en apenas un instante. Sin saber muy bien cómo, acababa de terminar en una situación bastante peliaguda. Sintió cómo su cuerpo se iba debilitando poco a poco, y un pensamiento acudió a su mente: "Kairoseki". El peliblanco trató de tirar del brazo, tanteando para ver si lograba sacarlo de su pétrea prisión, pero era imposible, estaba bien enganchado. Y sin poder diluirlo, ahora mismo estaba atrapado dentro de aquella trampa.

- Mierda... -el chico giró la cabeza hacia atrás, tratando de ver a sus compañeros, pero un desprendimiento lo separaba de ellos. Sin saber muy bien si lo lograrían escuchar, gritó-. ¡Estoy bien, no os preocupéis! ¡Buscaré la manera de reunirme con vosotros!

El joven cazador volvió a mirar a su alrededor. Si las paredes tenían Kairoseki, entonces eran una trampa mortal para él. Y derrumbar el túnel entero no parecía la más sabia de las decisiones teniendo esto en cuenta. Su mirada vagó por el lugar, acostumbrándose poco a poco a la penumbra, pues su brazo se había apagado al volver a la normalidad. El olor a sangre le empezaba a resultar molesto, y según los segundos pasaban, en su cabeza se iba formando un plan, loco, pero que le permitiría salir de allí. Agarró su brazo sepultado y cerró los ojos, mientras una enorme guadaña de color violeta empezaba a formarse en el brazo libre. La hoja energética brillaba tenuemente en la oscuridad del lugar, y Byakuro supo que lo que iba a hacer era una verdadera locura. "He sufrido cosas peores... un poco de dolor no va a matarme" pensó, mientras alzaba el brazo libre e imbuía la hoja en unas llamas de color negro y rojo. Tragando saliva, el cazador inició una cuenta atrás en su cabeza.

"Tres... Dos... Uno..."

El corte fue limpio, atravesando la carne y el hueso como un cuchillo caliente atraviesa mantequilla. El dolor, acorde a la herida, llegó un segundo después de completar la maniobra, e hizo que Byakuro gritase de forma inhumana. Empezó a sentir cómo la sangre manaba con fuerza del brazo, aunque por suerte, no parecía haber sesgado ninguna arteria principal. El chico gritó con rabia, mientras con su fruta transformaba toda la sangre de su cuerpo en tinta. Su aspecto pasó a ser macabro, con todas las vías circulatorias marcándose exageradamente bajo su pálida piel. El chico ahora podría controlar su sangre y evitar que se perdiese por la herida. La guadaña desapareció en su antebrazo, y el cazador empezó a avanzar lentamente por el pasillo oscuro, atento a cualquier posible amenaza, y tratando de no perder las auras de sus compañeros, si es que aún seguían por ahí. El dolor le hacía difícil pensar, pero al menos ahora iba recuperando su fuerza poco a poco.

La cueva parecía que descendía bastante, y al contrario de lo que debería ser cada vez había más luz, hasta el punto que el palo luminiscente ya no me servía de nada.las paredes de la gruta estaban llenas de musgo, que crecía cómo si estuviera en el exterior, recogí una pequeña muestra y la guardé, luego la analizaría con más detalle. Tenía que descubrir además de donde provenía aquella amarillenta luz.

De repente, una presencia oscura y majestuosa me obligó a arrodillarme durante unos instantes, ¿Seria ese el poder del rey? Casi al instante el rumor de armaduras chirriantes por el movimiento, pasos de soldados al unísono y explosiones llenó el ambiente. Parecía que el combate había llegado a la superficie de repente. Seguí avanzando por la cueva, cada vez más profundo, tarde en darme cuenta de que los soldados no marchaban por la superficie, estaban en los túneles. Eso explicaba la falta de población, cuarteles, casas y demás edificios en la superficie.

Cuando estaba llegando al final del túnel me acerque a la entrada con precaución, si me equivocaba y solo eran cuarteles, y no había población civil podría tener problemas. Antes de asomarme a ver revise mi vestimenta y equipo en busca de distintivos, la verdad es que no llevaba ninguno de ningún estilo. Hechas las comprobaciones asomé la cabeza a ver que veía.

Finalmente los tres soldados se encontraban en el bote al que el almirante de la flota había ordenado subirse minutos atrás. Lo único en lo que Kenichi podía pensar era en el infante que había dejado a sus espaldas, visiblemente preocupado por la situación del susodicho. En un instante, una tormenta se ciñó sobre toda la isla, a la vez que el joven luchador sintió cómo perdía la consciencia completamente durante unos segundos. Tras recuperar la misma, aún podía sentir una fortísima presión sobre él, casi capaz de partirle por la mitad. Notaba como si estuviera a escasos segundos de perder toda su cordura.

Gracias al cielo, esa espeluznante sensación al fin se desvaneció. Las olas movían con fiereza la barca de un lado para otro, mientras Kenichi sólo podía agarrarse con toda su fuerza, esperando que la embarcación no cediera ante la fiereza marina. Tras unos instantes de desesperación por parte del joven, finalmente las aguas se calmaron, mas no sería el fin de la sucesión de desdichas. Observando el cielo, Shirahama pudo observar cómo el cielo se abría literalmente, dejando ver una gran nube verde. Dicha nube marcaba una parte del mar en el que se encontraban navegando, y lo único que se podía escuchar aparte de los fuertes sonidos de la tormenta eran los gritos de desesperación de todos los marines que bajo dicha nube se encontraban. Tras esto, una risa la cual parecía recrearse con el sufrimiento ajeno se hizo notar en los alrededores.

Chicos... ¿qué demonios está sucediendo? - El chico, en notable suspense intentaba encontrar una respuesta a los numerosos fenómenos sobrenaturales que acababan de suceder. - Ellos... están sufriendo, ¿no hay nada que podamos hacer para ayudar?

¿Realmente quería ayudar? Su deseo ahora mismo era huir de estos mares y jamás volver, no mirar atrás por nada en el mundo, pero había algo que le motivaba a seguir, algo por lo que luchar. Mientras posaba la palma de su mano derecha sobre su frente, intentando recuperarse por completo del mareo que había sufrido, se quedó mirando y escuchando los gritos provenientes de la zona de guerra.

Alex sonrió triunfante cuando su pequeña "travesura científica" dio sus frutos. La lluvia ácida que había creado caía como un bautizo de fuego sobre los desdichados. Bueno, más bien un bautizo de ácido. En cualquier caso, la escena era sobrecogedoramente hermosa, gente gritando y llorando bajo él, llevándose las manos a los rostros, mientras sus auras vibraban con el dolor del ácido quemando su piel, su retina y sus cuerpos en general.

- Aaaaah... que preciosa melodía... -el médico empezó a descender lentamente hacia abajo, envuelto en su aura de gas letal. El hecho de ir en forma gaseosa lo hacía mucho más difícil de detectar, unido a su natural forma de pasar desapercibido si quería.

El doctor descendió sobre uno de los barcos, observando a los blabuceantes marineros. Miró a su alrededor, observando la cubierta llena de cloro y ácido. Un marinero se arrastraba por el suelo, con las manos tapándose los ojos mientras sollozaba lastimeramente. El médico lo miró, colocando las manos en jarras.

- Vaya... te noto dolorido... deja que alivie tu dolor... -en su mano se apareció una hoja oculta, que hundió en el cuello, entre las vértebras de la nuca. El hombre tuvo un estertor antes de quedarse quieto. El médico llevó la hoja ensangrentada a la boca y lamió la sangre-. Pobre diablo... -murmuró mientras observaba los alrededores.

Mientras me acercaba a Rose algo que me pareció un bala impacto contra el cuadro de mandos del cañón, haciendo que este explotara casi en el acto. Antes de que todo saltara por los aires me había lanzado al suelo gritando que tuvieran cuidado, pero como de costumbre parecían no hacerme caso, o estaban en abstraídos o distraídos. La onda expansiva de la explosión empujo a Rose y Kuroi hacia atrás, y a Kabil hacia el acantilado. Milagrosamente consiguió mantener el equilibrio el tiempo justo que tardé en levantarme y alcanzarle. Le cogí por la pechera, pesaba bastante, tuve que pasar a la forma híbrida para poder afianzarme en el terreno y luego tirar de él con todas mis fuerzas, cayendo los dos al suelo. Me arodillé junto a él, parecía inconsciente aunque bien. Comprobé que estaba bien, más bien que respiraba y tenía pulso y no tenía heridas. Busqué con la mirada los otros dos, los vi a unos metros y parecía que Rose sangraba por la cabeza.

Me levanté del suelo, y me lancé a la carrera hacia Rose y Kuroi, pero a mitad de camino una presencia sobrecogedora me hizo caer de rodillas, justo al tiempo que el retumbar de los cañones, los gritos de agonía y el choque del acero empezaban a retumbar por la zona. Tardé unos instantes en recuperarme de aquello, ¿Habría sido Derian? ¿O quizás los almirantes de la marina? Seguro que estos últimos no se perderían todo aquello. Tras reponerme continué hacia mis compañeros, Rose parecía tener un fuerte golpe y sangraba y a Kuroi parecían estar soltándosele las suturas del cuerpo. Aquello no tenía muy buena pinta, y sin conocimientos poco podría hacer por ellos. Cuando estaba examinando más de cerca a la Capitana por si tenía alguna herida más repare en unos frascos que tenía en la mochila. Parecía que al fin la buena suerte me acompañaba, pues eran regeneradores celulares. Dando gracias a los cielos, los cuales respondieron con unas gotas al principio y lluvia más copiosa después, abrí unos de los botecitos y se lo vacié a Rose por la zona la herida. Tras ello cogí otro de los botecitos, me acerque hasta Kuroi y lo use con las costuras de este, esperando que cerrara la herida aunque las costuras quedaran sueltas.

Con los tres estabilizados en principio busqué algo para poderlos apartar de allí y ponerlos a salvo, quizás hasta levarlos al barco y largarnos de allí. Había restos del cañón por una gran zona, algunas rocas y troncos rotos por la explosión. Mientras los inspeccionaba trazaba una ruta para volver al barco, tratando de evitar la zona de mayor conflicto, quizás dando un rodeo.

No llevamos muchos metros adentrados cuando instantáneamente un gran desprendimiento en el techo cayó encima de Byakuro, hundiéndose el suelo sobre el que caminaba y quedando sepultados varios metros bajo tierra.  Además el no escuchar gritos de auxilio del capitán me hacían concluir que estaba bien ahí abajo, o bueno, en un lugar mejor.

-Vaya, vaya... esto es peligroso- comenté a Chrome algo ofendido por que la niña del parche me hubiera ignorado, que se creería esa niñata encima que me preocupaba por sus dientes.

Mirando el cráter que había originado el desprendimiento miré cuidadosamente el cielo oscurecido, mientras que se oían una gran cantidad de gritos de dolor, música para mis oídos. También observé como el agua se filtraba por el gran agujero,  generando pequeñas cascadas agradables tanto a la vista como para el oído realizando un sonido a la mar de relajante, aunque aquella agua olía rara, como a componente químico de laboratorio. Generando un trozo de piel muerta en uno de los hilos que descendía comprobé fascinado como la disolución quemaba la piel en cuestión de segundos.

-Lluvia ácida- musité silencioso mientras me ponía serio, aunque mis facciones no cambiarían en absoluto ya que que poseía una cara de póquer de nacimiento.

Rápidamente generando un paraguas pequeño de color rosa chillón, al cual abrí y tocando la la yema de dedo izquierdo modifiquando la propia tela en un tejido más recio, para ser exactos aluminio, aunque este no cambio su color rosado y su aspecto aunque sería algo más pesado que uno convencional y por contra no se podría cerrar.
Pasando el paraguas al Chrome repetí la operación con un paraguas oscuro, de caballero adulto, siendo un paraguas de las misma características que el anterior.  Finalmente miré a la niña del parche y le dije:

-Te recomendaría el uso del paraguas si no quieres quemarte la piel por esa lluvia pero tu piel no es la mía a fin de cuentas solo soy un médico- dije entregándole el paraguas -Además lo he decorado acordé a tu edad, a todas las niñas de tu edad les encantan esas cosas. Finalicé adelantándome hacia el interior de la gruta andando con pies de plomo mientras me cubría de la lluvia con los paraguas.

Tras cruzar el boquete probablemente desharía los paraguas y generaría un candil de hojalata en su lugar, uno para cada uno de los dos para poder seguir avanzando con mayor seguridad, o al menos algo más de luz. Mientras avanzábamos por el pasillo me preguntaba en que estaría pensando la chica del parche, aunque lo más importante era -Le dolería si le metía el dedo en el parche- pensaba yo tremendamente intrigado por la niña. Aun así ahora debería cuidar de ella, eso es lo que Byakuro quería, además seguro que el idiota volvía a reunirse con nosotros, era demasiado idiota como para morir.

Aclaraciones:

Notaba un par de gotas de lluvia que caían sobre mí y corrían por mi cara, por mi piel. Así, igual que todas las veces que había llorado; aquellas podía contarlas. Unos minutos después una tormenta nos golpeaba y zarandeaba, como queriendo impedirnos el paso, como si su intención fuera aplastarnos contra el suelo. Moví un pie, para que no quedara atrapado en el fango. Ya tenía barro hasta la mitad de la espinilla, no me hacía falta más, aunque muchos hubieran dicho que con un par de chicas más y unos bikinis... No, no era momento de bromear. Casi nunca lo era, por desgracia.

No estaba mirando atrás. El que decidiera seguirme y quisiera no ser visto, no debería tardar mucho más... ¿Y si nadie venía? Aún estaban a tiempo de echarse atrás, aunque ya habían mostrado su conformidad con el ¿plan? Ni siquiera se le podía llamar así. Todavía no me había alejado demasiado, costaba caminar en aquel lodazal. "¡Ah!" En lugar de exclamar me quedé paralizada por un fuerza que casi me hizo caer de rodillas. Por suerte una de mis manos frenó la caída, pero se llenó de barro también.

-¿Qué fue eso? -murmuré mientras me estremecía por un miedo que no llegaba a entender, sin esperar que me oyeran, ni una respuesta clara por parte de ellos. -Sea lo que sea, no parece que podamos enfrentarnos a ello... No importa, tendremos que seguir avanzando.

¿Por qué seguía hablando en plural? Una ayuda inesperada volvía a hacer que me tambaleara y estuviera a punto de caer. No podía creer lo que veía, y había pensado si aprovechar la ocasión de meterle una puñalada. Era ese maldito vicealmirante que... No sabía si agradecía que hubiera tumbado a la mitad de las tropas enemigas o si lo odiaba por esa arrogancia que desprendía. ¿Cómo era saber que tenías la mitad del mundo en tus manos? ¿Qué se sentía? Desde luego debería hacerme más fuerte. Depender así de los demás y de la suerte, era algo que odiaba cada vez más.

-Vamos, chicos -les dije, apretando los dientes. -No habrá otra oportunidad como esta.

Seguí avanzando, ahora más tranquila y bajando un poco la guardia. ¿Qué podíamos esperar que hubiera al otro lado?

 

La interpretación era tan real... Las facciones de terror en el rostro de los soldados, el olor a la pólvora que provenía desde las armas, el silencio sepulcral que parecía inundar el campo de batalla, interrumpido solo por algún ruido ocasional de la lejanía. Sentía como todo me atrapaba, me hacía seguir en su juego y a cada segundo que pasaba, empezaba a pensar que no era una representación.

Miré al cielo mientras seguía avanzando, el cual estaba todo oscuro, pues las nubes cubrían todo este. Las nubes dejaban caer gotas, al principio de manera tímida luego con más ferocidad, que mojaban mi ropa. Notaba las manos más frías de lo común, como si algo no fuera bien.

De repente, un fuerte dolor en el pecho, como si alguien me hubiera golpeado en esa zona, hace que pierda el equilibrio unos instantes, hincando la rodilla en el suelo, ahora cubierto por una fina capa de agua. No tardé mucho en levantarme, aún a pesar del aire que me faltaba. Y de nuevo, esa sensación, aunque esta vez pude sobrellevarlo y no caer al suelo. Después de esta, sucedió otras cuantas más, como si algo tan sumamente poderoso estuviera rondándonos, jugando con nosotros antes de atacarnos y por un momento esperé que el suelo se abriese, para que un monstruo saliera de las profundidades con el único objetivo de despedazarnos a todos.

Debido a los dolorosos ataques, no me di cuenta hasta que paramos de lo que había delante nuestro. Lo que parecían ser unos enemigos se preparaban, al igual que mis supuestos compañeros, para atacar. Intenté imitarlos, esperando por una escasa casualidad que todo fuera parte de esa obra. Todo a mi alrededor parecía lejano, como si no fuera yo quien estaba ahí. Oía las armas preparase, murmullos nerviosos. Un chasquido suena en mis oídos y con ello vuelvo en mi, notando como la presencia se prepara para atacar gracias a mi mantra. Al momento de intentar evitarlo, la presión en el pecho aparece, mucho más fuerte que todas las anteriores ocasiones. Caí como si fuera de plomo, salpicando un poco al hacerlo.

Estaba intentando respirar, pero algo me lo impedía. Tenía la sensación de estar hundiéndome en el agua, como si aquella fina capa fuera todo un mar sin fondo. La presión era lo suficientemente fuerte como para que no me enterase de lo que pasaba a mi alrededor. Oía sonidos cercanos que parecían demasiado lejanos, aullidos de dolor que no llegaban a susurros. Ahora podía afirmarlo. Eso no era una obra, realmente era una guerra.

Una explosión en el acantilado me indico que al menos una de las balas había impactado. Eso significaba que ya no hacía falta subir al acantilado y podíamos seguir con la misión de infiltración. Mire alrededor en buscar con la mirada un buen lugar donde desembarcar, encontré lo que parecía ser una pequeña cala con una playa de piedras. Mire al gigante y le comente:

-Como lo del cañón parece estar solucionado deberíamos seguir con nuestra misión principal, mira allí- le dije señalando la cala- creo que sería un buen lugar donde desembarcar. Me adelantaré para explorar por encima la playa, te esperare allí.

Me transformé en lechuza, y ascendí hasta la mitad de la altura del acantilado, me acerqué a este todo lo que pude y lo recorrí hasta la cala. Sobrevolé esta cerca del acantilado, dando varias vueltas en torno a ella para asegurarme que no hubiera nadie. Cuando hube comprobado que efectivamente no había nadie en ella aterricé, a esperar a mi compañero y su animal.

No habían pasado mas que unos segundos cuando una sobrecogedora presencia me hizo arrodillarme en el suelo, solo fueron unos segundos, pero con eso bastaba apara morir en una batalla como la que se libraría allí. Además tendría que tener cuidado de no sobrevolar el mar, si esto se repetida y caía a él estaría perdida. Ahora se empezaban ha escuchar el rumor de la artillería, incluso se ponía a llover, como si el cielo llorara conociendo la perdida de vidas que ocurría a continuación.

-Y los cañones coordenadas- retumbaban las palabras una y otra vez -No voy a desvelar la incógnita por usted- escuchaba el comentario del vampiro repetidas en bucle.

Había visto como el vampiro se marchaba junto con el revolucionario y la mujer misteriosa. Estaba solo con Nolan en un castillo gótico vacío. Sonreí un poco girándome en el instante con la intención inicial de ir a mi habitación acompañado de mi siempre fiel compañero, Nolan, el hombre se había ganado claramente el puesto de primer oficial repitiéndome una y otra vez que no elevará demasiado mis expectativas más allá del alcance de mis posibilidades. Tal vez después de todo lo mejor sería huir y abandonar aquella guerra sin sentido, no era fuerte, simple había estado bajo el ala de alguien siendo su protegido, primero de mi padre, luego de mi tío, luego Dexter y finalmente Derian. Había tenido muchos maestros, pero había aprendido algo de ellos...

Haciéndole un gesto a Nolan le indiqué que me acompañara con un gesto de mano, la verdad es que era algo ridículo estaba seguro que el pobre peliverde con aspecto de gladiador me seguiría hasta el fin del mundo. Mientras caminaba, estaba completamente sumergido en mis pensamientos recordando palabras de los distintos personajes ilustres me habían dicho a lo largo de aquellos diecinueve años, desde niño cuándo aún estaba en la escuela, pasando por las palabras de mi maestro y posterior padre adoptivo Yokohama, el interrogatorio del agente León Zaid, los discursos de Karl y Dexter en Marieoja y las últimas palabras de Derian.

-Tienes la ambición de un rey, algún día despertara en ti junto con esa D, tu tienes mi legado, el legado de un héroe, pero tú....tú tiene la voluntad de D, eres un rey sin reino, eres el elegido de D- ese era el legado de mi sensei. Pero que significaba realmente...Dios, Destino, Dream, Danger(sueños y peligro en otra lengua) Qué era esa voluntad, voluntad...Claro, ese era el secreto, ese era el legado, todo era uno y uno era todo. Yo era el rey sin reino, el hombre libre que sin patria ni hogar ni bando viajaría por el mundo, eso significaba ser rey, ser libre, ser tu mismo. Esa era la solución al enigma- pensé mientras en mi rostro se iluminaba un sentimiento que había perecido largo tiempo atrás, era la esperanza que se iluminaba con aquel rayo de sol.

La guerra había comenzado, los cañones sonaban entonado la terrible canción de la muerte mientras que el señor oscuro marchaba sin que nadie le detuviera arrodillando y doblegando todo lo que se encontraba en su camino. Paralelamente los almirantes desembarcaban dispuestos a pelear cada palmo de tierra. Y yo mientras observaba, todo por los enormes ventanales de los pasillos por los que me movía, analizando el desierto castillo. Mi mantra no era capaz de encontrar nada, pero aún así las paredes tenían oídos y ojos, ¿No, Derian? Debía haber algo allí, o alguien capaz de detener todo aquello, aún recordaba las armas de destrucción masiva que deseaba obtener Derian, ciertamente había colaborado pero Derian no usaría una arma así en su propio territorio, sería como echarse piedras sobre su propio tejado. Pero tal vez las armas no estuvieran ahí, tal vez ese no fuera el método, tal vez la solución fuera otra. Era la hora de buscar los ojos y los oídos de las paredes, siendo decodificador no sería difícil y siendo arqueólogo no me costaría encontrar la pieza que detendría la guerra. Mientras tanto ordené a los barcos que se alejarán de la tormenta en la medida de lo posible y que se mantuvieran al margen en la medida de lo posible.

-Recuerdas que te dije que la influencia de un hombre iba el proporción a la fuerza de un hombre, mentira. Que la fuerza iba ligada a la tu habilidad, mentira. La fuerza de un hombre va ligada en proporción a la voluntad del mismo. Nunca dejes de hacer algo en lo que crees, nuestras limitaciones son la que nosotros mismo nos ponemos. Es por eso que la era de los sueños jamás acabará -finalicé mientras nos dirigíamos en busca de la solución de la guerra.

En aquel momento, bajo aquella nube de noche perpetua empezó lo que todos habían estado esperando. El sonido de los primeros cañones siendo disparados inundó la isla con sus estruendosos ecos reflejados por las nubes y las montañas, poco después los gritos de los soldados se unieron a la sinfonía de la guerra, una complicada pieza musical que siempre se cobraba un precio sobra aquellos que la escuchaban.

Como si de el maestro de la orequesta se tratase, Derian terminó sus asuntos con dos de sus hombres y saltó al escenario (literalmente) preparado para dirigir los instrumentos de la guerra. El monarca nos invitó a mí y a otro hombre a acompañarlo, tras lo cual se precipitó en una vertiginosa caída. Sin más miramientos me situé de pie al borde del abismo y miré abajo, calculé que habría aproximádamente medio kilómetro de caída, nada del otro mundo. Tras hacer los cálculos necesarios di un paso al frente y me dejé arrastrar por la gravedad hacia el avismo. Al principio me situé en caída libre, adoptando una forma más alargada para aumentar mi velocidad y alcanzar antes a Derian. A los 200 metros calculé que había alcanzado mi velocidad terminal, así que comencé a aplicar poco a poco más fierza desde abajo para contrarrestar el tirón de la gravedad y frenar poco a poco mi caída. Todo quedó calculado para que a los 10 metros del suelo comenzase un lento descenso. Cuando llegué a un metro escaso del suelo mis pies se posaron sobre una plataforma invisible, formada al aplicar la fuerza equivalente a mi peso en las plantas de los pies. Tras eso descendí lo que restaba en forma de escalones formados en el aire, mis pasos resonaban sobre un suelo inexitente de forma rítmica, resultando en una entrada, a la vez espectacular y misteriosa... a veces estaba bien querer interpretar una escena.

Una vez en el suelo me situé al lado de el rey Markov, expectante a que me aclarase la razón por la que nos habría hecho bajar o a dónde querría que le acompañásemos. Tras eso noté cómo comenzaba a llover, no me importaba mojarme, pero supuse que la lluvia que pudiese salir de esas nubes no podía ser sana. Ante la duda cerré momentáneamente los ojos para imaginarme una burbuja que me rodeaba, sobre toda la superficie de esa burbuja apliqué unos pocos gramos de presión hacia afuera, de ésta forma la luvia se pararía en seco antes siquiera de tocarme, seguramente fuese la única zona en la que la lluvia había "decidido" no caer.

-También puedo cubrirlo a usted.- Sugerí a Derian con un tono respetuoso aunque neutro. -Ahora que lo pienso... ¿Ese tal Racovich podrá bajar?- Pregunté en voz alta. Supuse que si Derian nos había ordenado tal cosa porque suponía que éramos capaces de acompañarlo... aunque bueno no se si estaría enterado de mi poder antes de decirnos que bajásemos.

El pelirrojo escuchó las palabras del contrario en silencio, sin borrar aquella muestra de arrogancia y prepotencia en su rostro, aunque por dentro no se sentía tan confiado. Seguía sintiendo algo extraño en el contrario y, justo cuando terminó de hablar, pudo sentir un leve escozor en su mejilla derecha, al tiempo que sus ojos veían un brillante cabello escarlata descender lentamente hacia el suelo. Pronto percibió su olfato el olor a sangre y, por su piel, una pequeña gota carmesí comenzó a descender por su piel. Por un momento se quedó en blanco, con la mirada perdida, cerrando los puños. ¿Qué había sido eso? ¿Cómo había podido moverse tan rápido? Ni siquiera le habían visto desenvainar... No, definitivamente no había sido buena idea presentar hostilidad contra él.

De nuevo, el oficial de Derian les pidió que se presentaran, mientras la sangre hervía en el interior del joven dragón, que pudo intuir una sensación similar en su compañera. La conocía demasiado bien, y sabía que si no respondía rápidamente se lanzaría en un ataque suicida a por el espadachín. No podía permitirlo, no dejaría que otro miembro más de su tripulación muriera. Ya había fallado suficiente como capitán, era momento de redimirse. Antes de que la chica pudiera reaccionar posó una mano sobre su hombro y la miró con seriedad, antes de desviar su intensa mirada hacia la del contrario.

- Souh Akagami, capitán de Red Demons, y ella forma parte de mi tripulación. Eso es todo lo que necesitas sab... -y, entonces, enmudeció.

Era inmensa, sobrecogedora. Una presencia tan fuerte que paralizó al joven dragón, haciéndole creer por un instante que iba a perder el conocimiento. ¿Miedo? ¿Congoja? Fuera lo que fuera, así debían sentirse en su máximo esplendor. Su mano tembló levemente, momentos antes de que su mente y su cuerpo se vieran liberados de aquella presión. ¿Ese era Derian? ¿Tan poderoso era el Rey de Hallstat? Si eso era así, la coalición no debía albergar la más mínima esperanza de salir victoriosa de allí. No si debían enfrentarse a semejante rival.

Fue entonces cuando el suelo comenzó a temblar. Al principio Akagami pensó que se trataba de un terremoto, tal vez producido incluso por la aberrantemente poderosa presencia del monarca. Sin embargo, esta idea fue descartada rápidamente al notar que los temblores se sucedían uno tras otro de forma rítmica, como si de pasos se tratara. ¿Explosiones? No, demasiado coordinadas como para serlo... ¿Verdad? Lo único que tenía claro es que algo inesperado había ocurrido, ya que incluso el rostro de aquel hombre, tan tranquilo y confiado en un principio, se había tensado al tiempo que ordenaba a sus tropas que comenzaran a moverse, hacia el noroeste. "Parece que es algo ajeno al Imperio... ¿Qué será?" se preguntó mientras observaba a los soldados desfilar, abandonando la posición. Debía de ser algo muy importante como para que hubiesen decidido dejar desprotegida la costa.

- Mura... -volvió a mirar a su compañera, aún tenso. De hecho, no la había soltado durante todo ese tiempo. Aflojó la mano y la separó de su hombro, mirándola con serenidad mientras se limpiaba la sangre con la otra- Tranquilízate, no ha sido nada. No nos conviene enfrentarnos a él por el momento... Y estoy seguro de que tú también has podido sentir lo mismo que yo. Por ahora limitémonos a averiguar de dónde provienen esos temblores...

Tras estas palabras comenzó a avanzar. Aquella situación no le gustaba nada, y la chica tendría un enfado interesante, pero ya habría tiempo para discutir y soportar riñas. Ahora premiaba la supervivencia, y averiguar qué narices acababa de ocurrir. Chasqueó la lengua. "Mikoto... Dame fuerzas, estés donde estés."

La lluvia comenzó a descender sobre ellos en forma de una fuerte y terrible tormenta. Genial, justo lo que necesitaban para animar el ambiente. El pelirrojo suspiró mientras alzaba la mano, con la palma hacia arriba, viendo el agua chocar contra esta justo antes de cerrarla. La comida les había servido para recuperar fuerzas y poco a poco sentía que volvía a estar listo para entrar de lleno en la batalla, aunque ese no era su objetivo primordial en aquellos momentos. El tullido no parecía tener buen aspecto... Bueno, le faltaba un pie, estaba claro que bien no podía estar.

De repente sintió su cuerpo estremecerse por un instante, perdiendo el equilibrio y cayendo sobre sus rodillas al suelo, con la mirada clavada en este. ¿Qué era ese monstruo...? Innumerables imágenes pasaron por la mente del pelirrojo, cada una más terrible que la anterior, y tubo que apoyarse sobre la arena con ambas manos para no terminar de caerse. Ese poder... Era inconmensurable. ¿Realmente podía alguien poseer semejante fuerza? Era terrible, y ellos habían ido allí para enfrentarse a él. La pregunta ahora era: ¿lograrían su objetivo? La presencia dejó de ejercer presión sobre él y fue entonces cuando el pelirrojo logró ponerse en pie, recuperado del shock. Apretó ambos puños con fuerza, mientras trataba de autoconvencerse a sí mismo para no tratar de salir corriendo, al tiempo que desgarradores gritos de dolor llegaban hasta ellos desde el mar. Un mar de muerte, como todo lo que les rodeaba.

- Noa... No podemos perder más el tiempo -le dijo a su compañero, desviando la mirada de nuevo hacia el castaño sin pie- Escoltémosle hasta algún sitio apartado de la batalla donde pueda refugiarse. Llevarlo con nosotros sería una muerte segura para él.

Dejó posada la mano sobre la empuñadura de una de sus katanas. En cualquier otra situación se habría hecho cargo de aquel tipo hasta asegurarse de que se hubiera recuperado, pero en medio de una guerra en la que el mismísimo rey de Hallstat participaría no podían permitirse faltar al encuentro. Su ausencia podría costar vidas que tal vez habrían podido salvar. Como siempre, una vida a cambio de muchas, el eterno dilema. Dio varios pasos, dándole la espalda a ambos y activando su mantra, extendiéndolo lo máximo posible para percibir las posibles presencias cercanas a ellos.

- Movámonos, no podemos quedarnos más tiempo aquí o su estado empeorará -les dijo, comenzando a caminar hacia el interior de la isla norteña.

“Cadáveres y muertos por todos lados la Guerra finalmente ha llegado a mi hogar, el rey loco se esta cobrando sus diezmos en sangre y vidas pero ¿fue buena idea ayudarlo a tomar el trono o por el contrario puse a un déspota?. Ojala fuera como esa maravilla metalizada de allí brillante flamante y nuevecita….Oh my gosh, oh my gosh. Elkilian mueve tu pandero aquí arriba, esto es una fabrica y hacen motos tope chulas y molonas vamos a quedarnos una que seguro que vale un pastón insospechado. Me adelanto a ver si encuentro los planos y por cierto cuidado con los cañones. Fluffle ten cuidado y no te alejes mucho. Te he dicho que no te alejes mucho bájate de la moto.” Entro en el recinto en la sala plagada de muertos junto a mi pequeño pony rosa, al cual le falta tiempo para guardarse sus globitos, montarse en la motocicleta arrancarla sabe dios como y poner cara de velocidad al tiempo que suelta pedorretas imitando el petardeo del motor. Por su propia seguridad lo coloco detrás de una columna con la moto pues no quiere bajarse y yo no quiero que una salva de cañon le haga daño. Por mi parte mientras espero a Elkilian comienzo a mirar los alrededores no quiero que nadie ni nada nos sorprenda para instantes además intentare trazar una ruta de huida de esa sala bombardeada para después comenzar a buscar los planos de fabricación y el manual de instrucciones de semejante cacharro a ver que encuentro, pero sobre todo estaré listo y preparado para activar las botas de hermes y salir por patas si comienza un nuevo bombardeo y todo se viene abajo.

Mi mente trabajaba a toda máquina intentando tranquilizar a un cuerpo que en cada una de las células se había encendido una alarma de peligro. No era el escuadrón que teníamos delante dispuesto a detenernos, ni la tormenta que nos estaba empapando, era algo distinto. Era una sensación, al poco de empezar a llover lo sentí, como si todo mi cuerpo fuese arrastrado hacia abajo por una fuerza invisible, obligándome a hincar las rodillas en el suelo, mientras que en mi interior se despertaba un miedo ancestral. Durante unos instantes luche por no quedar inconsciente y un segundo después, para no salir corriendo de aquella maldita isla ¿en qué me había metido?

Miré a mí alrededor y descubrí que no era el único que había notado esa sensación, Alice se encontraba muy seria, más de lo que había estado hasta el momento. No la conocía lo suficiente, pero parecía desconcertada e insegura.

De pronto habló el jefe de los marines y al instante la mayoría de los soldados que teníamos frente a nosotros cayeron desplomados al suelo, o quedaron hablando entre dientes ¿Qué demonios había hecho? ¿Era como lo que casi me había noqueado apenas unos segundos antes? Si ese era el poder de un vice-almirante que había sido derrotado, no quería ni imaginarme el infierno que nos esperaba más adelante.
De nuevo Alice nos hablo, dándonos ánimos para seguir adelante. Esto hizo que el miedo que crecía en mi interior amainase, no estaba solo en aquel lugar. Me coloqué caminando a su lado y poniéndole una mano sobre el hombro esboce una sonrisa al mirarla. Si unas palabras suyas consiguieron levantarme el ánimo lo suficiente como para continuar andando, debía poner todo de mi parte en darle seguridad a mi jefa y que no se preocupase más de la cuenta en mí si queríamos salir de allí con vida.

Tiempo no muy largo después atracamos. Me levantan violentamente y me llevan hacia la pasarela mientras me alejo de mi tridente, el cual se encontraba apoyado en una esquina de la habitación de la que ahora me sacaban. Era llevado por una fina pasarela de madera que unía la cubierta del barco con el puerto, acompañado por dos de esos seres. Me paro de golpe y me quedo hipnotizado por el oscuro mar debido al reflejo de la noche, a pesar de tenerlo más que visto veía el mar más hermoso que nunca.
Debido a mi embobe, uno de mis escoltas me empuja hacia delante ``Mal hecho´´. Toda la ira retenida por esa larga semana esclavizado salio de golpe e hizo que explotase. Empuje con gran fuerza al Ghoul que se encontraba a mis espaldas haciendo que cayera al agua. Sin pensarlo dos veces me lancé al agua y fue como si hubiera vuelo a la vida. Una vez dentro del agua y tan motivado, no fue difícil romper las esposas que me ataban y liberarme. En cuanto estuve dentro del agua los zombis que portaban armas de fuego no dudaron en disparar, pero yo ya me había alejado del lugar, aunque no iba a escapar.

No tarde en dirigirme al barco, y con gran impulso salte sobre cubierta y me dirigí corriendo hacia mi tridente. Al estar la mayor parte de la tripulación en puerto no me fue arriesgado coger mi tridente y salir de la habitación. Salí a cubierta dispuesto a acabar con todo el que se me pusiera por delante, pero nada más poner un pie fuera de la habitación, una bala de cañón paso ante mi, rozando el barco y explotando violentamente en el puerto causando así la muerte de la mayoría de mis opresores. La explosión hizo tambalear el barco y mi caída al suelo de este. Me levante lo más rápido posible y salte del barco sabiendo que seria el destino de la próxima bala, y así fue, nada más zambullirme en el mar una segunda explosión destruyó el barco a mis espaldas.
Salí a la superficie y pude observar como los zombis supervivientes se acobijaban donde podían de las balas de cañón provenientes de un barco de la marina que se acercaba velozmente a puerto. Al fin, compañía amiga.

Una sacudida hizo que me tambaleara. Miré a Derek, con miedo e intentando transmitirle que necesitaba ayuda, y por suerte, me ayudó y no dejó que me cayera al suelo. Me sonrojé y puse cara de estar enfurruñada, al verme tan cerca de él.

-Gracias, pero... hm... ¡no necesitaba ayuda!

¿Veis? Dos segundos y ya había cambiado de opinión. Me levanté lo más rápido que pude; era una situación bastante embarazosa, incluso para una sinvergüenza como yo. ¿Cómo y cuándo se había producido ese cambio? Puse una mano a modo de visera y miré al castillo. ¿Por qué? Ni idea, supongo que para evitar que me entrara algo de agua de lluvia en los ojos, porque lo que se dice sol... no. Sin duda, debía haber cosas valiosas dentro de la fortaleza; el caso, es que seguro que no era la mejor de las ideas meterse allí dentro.

-Este sitio es impresionante -decía, mientras iba esbozando una sonrisa. -Pero... mejor que no llamemos mucho la atención, ¿verdad? Me da que por estar aquí, ya la estamos cagando. Esperemos que Derian esté dando vueltas por ahí, matando gente en otra parte.

Y efectivamente, una mujer pelirroja se interpuso entre nosotros y el castillo. ¿Sería una especie de vigía? ¿"Perro guardián"? Y después, Der se interpuso entre ella y yo. ¿Por qué siempre me quedaba atrás? Ya estaba bien, ¿no? La chica no parecía muy humana. De hecho... Un escalofrío me recorrió la espalda.

-Aaaagh, que asco. -Una araña no me hubiera dado más grima que aquel ser. ¿Era un muerto viviente? Bueno, en todo caso una muerta. -¿Qué es eso? -pregunté, esperando que no fuera lo que yo pensaba.

Agarré a Derek por los hombros para apartarlo un poco a un lado y poder ver mejor a la mujer, si es que se le podía llamar así. Por una parte solo quería alejarme y por otra la curiosidad desde el punto de vista de la medicina me hacía querer acercarme más. Una voz en mi cabecita empezaba a gritarme que estaba siendo idiota, así que decidí quedarme donde estaba.

-Hm... vale. Intentemos entrar.

Y me fui directa a la puerta, sin dejar de mirar a la zombie, por si acaso se le ocurría hacer algún movimiento extraño.

Preferimos salir como alma que lleva al diablo de aquella celda, si mis sospechas eran ciertas todavía nos querían vivos, pero era cierto que estábamos haciendo mucho ruido al desplazarnos y, si contábamos con el eco del lugar ya el sonido era mayor. En mi interior ya empezaba a estar algo cansado, pero no de haber hecho muchos esfuerzos si no de que alguien estaba jugando con nosotros y eso no me gustaba nada.

De repente, kaito nos dijo que tuvieramos cuidado que ese silencio no le gustaba nada por lo que hice un comentario para quitarle tensión a la situación dije:

-Si quereis puedo cantar pero os aseguro que no lo hago como los ángeles.

Ahora había un problema, el camino se bifurcaba y viendo la opción que había tomado antes había llegado a la conclusión que lo mío no era elegir entre dos cosas. Por eso iba a decirle a Kaito que eligiese el, pero se me adelantó ya había elegido y corríamos por un pasillo en el que se podían divisar dos sombras humanoides que parecían no oponer resistencia, pero en este mundo no te puedes fiar ni de tu sombra, asique empuñe mis dos pistolas y las cargue puse los dos cargadores que había sacado en uno de mis bolsillos de la gabardina y metí otros dos, uno en cada pistola y me preparé para lo que pudiese venir.