La gran noche [Capítulo]

El camino fue más o menos sencillo y sin ninguna dificultad. Esperaba algún tipo de acertijo en la sala 12, pero no hubo nada, tampoco ningún enemigo ni nada tan raro como lo que estaban viendo. Estaba tranquilo, pero no había bajado la guardia en ningún momento. Sabía que la aguja escondería más cosas, más enemigos y muy posiblemente, trampas. Tenía que estar alerta de todo lo que lo rodeara, después de todo, se sentía casi a cargo del grupo aun cuando Simo era el de mayor rango. Aunque claro, a alguien como el peliverde, poco y nada le importaban las jerarquías. Subieron las escaleras y caminaron para llegar a la sala objetivo, la 86.

—¿Qué carajos…? —susurró mientras escuchaba el poderoso estruendo, quedando sordo unos segundos. Además, su mantra le advertía de numerosas presencias. ¿Qué significaba todo eso? ¿La aguja se estaba activando? ¿Una horda de enemigos saldría de cualquier lado y en cualquier momento? La tensión se palmaba en el ambiente y un escalofrío recorrió su espalda. Se sentía extrañamente incómodo. Suspiró para volver a relajarse, había notado que ahora casi todo quedaba a oscuras y que pocas luces, posiblemente las de emergencia, habían resistido.

Se adentraron en la sala 86. La luz lo vislumbró por unos segundos, para cuando sus ojos se acostumbraron, se quedó impresionado. Era una habitación gigantesca. ¿Dónde demonios habían llegado? ¿Cómo era posible que una sala así existiera? Aunque claro, nada de lo que había visto antes tenía alguna razón de “existir”. ¿Quién en su sano juicio haría un arma apocalíptica para demostrar que tenía razón? Los faros alumbraron unos arbustos gigantescos. Debían medir, por lo bajo, unos seis metros si es que no más, pero lo que más llamó le llamó la atención era el hecho de que había un cartel que decía que no debían darle de comer a los setos y que el camino se dividía en dos. Claramente, era un laberinto.

—Braud, no seas imbécil y mira el cartel, será mejor no tocar los arbustos —comentó mientras lo miraba —. No arriesguemos nuestras vidas si lo podemos evitar. Simo, tampoco intentes disparar —dijo mientras dirigía su mirada a él. Sabía que era probable que no le hicieran caso, pero ahí ya no podía hacer mucho. Era decisión de ellos, ¿no?

Había dos caminos. Dos posibilidades. Un cincuenta y cincuenta por ciento de probabilidades de errar. Quizás ambos llegaban a la salida, quizás uno era más largo que el otro, pero también existía la posibilidad de que uno los llevara a una trampa mortal y el otro no. Miles de escenarios posibles le vinieron a la mente, pero tampoco podía ver mucho más allá. Aunque si sabía una cosa, la mejor forma de lograr atravesar un laberinto era siguiendo una pared. Si esa llegaba a un punto muerto, solo debían devolverse y seguir otra.

—Como hay un cincuenta por ciento de fallar o no, el camino que elijamos da igual —comentó con calma mientras se rascaba la cabeza en señal de que estaba descontento con la situación —. Así que no queda otra que adentrarnos y averiguar a las malas que sucede. Solo es cosa de seguir una pared, si llegamos a un camino sin salida, nos devolvemos y seguimos otra. Así hasta llegar a la salida —dijo mientras empezaba a caminar con las manos en los bolsillos. Activó su mantra —. No se separen o será imposible juntarnos de nuevo —puntualizó mientras entraba por el camino de la derecha. Esperaba que lo siguieran, aunque claro, dudaba que, al menos, Simo lo quisiera dejar solo. Después de todo, se había ganado con creces la desconfianza de todos, dejarlo a sus anchas sería algo más bien poco inteligente si no confías en alguien. Solo esperaba que el camino los llevara directo a la salida, era lo único que quería y esperaba.

Braud, Simo:

El felino caminó por el pasillo oscuro totalmente a ciegas hasta dar con una sala bastante grande donde unos ancianos estaban tocando instrumentos. Parecía que estaban dando un concierto, pero no. Lo que estaban haciendo era luchar contra... ¡los Arashi! Por fin había algo de diversión para nuestro querido amigo gatuno. Se crujió los nudillos a la vez que de su cuerpo se veía chisporrotear electricidad aleatoriamente. Ayudaría a los Arashi a pelear contra ellos, así agradecería que aquella vez en Gray Rock no acabaran con su vida felina.

Mientras cargaba su puño con electricidad e iba andando hacia la posición donde estos se encontraban, dijo:

- ¡Eh! ¿No pensabais invitarme a la fiesta? Ya estaba empezando a aburrirme sin nadie contra quien luchar y se me estaban agarrotando los músculos. Preparaos abueletes, vuestro querido vecino y amigo gatuno ha llegado. Os vais a llevar una descarga que se os van a poner de punta los cuatro pelos que os quedan.

Parecía ser que Paul Vazo se había ido, algo que a Zay no le importó lo más mínimo.

El Mink todavía estaba algo convaleciente y herido por la batalla contra "el Pome", pero eso no le detendría para tener otra buena batalla. Y se abalanzó sobre uno de los viejetes para propinarle un puñetazo eléctrico en todo su rostro arrugado.

Asintiendo, el pelirrojo se prometió a sí mismo que tendría unas palabras con aquel belicoso capitán que, en el fondo, o al menos como le había dicho el peliazul, era buena gente.

Por un momento pareció que un trueno atravesaba la torre. Tapándose los oídos con los puños armados, Kaito maldijo apretando los dientes mientras sus tímpanos, como los del resto de habitantes de la torre, sufrían una tortura mayor que los constantes y melódicos acordes de la cambiante banda sonora.

—Me cago en la mar—maldijo entre dientes.

Si la poca luz que se colaba antes por la trampilla del techo era poca, cuando saltaron los plomos la única de la que disponían era la del propio cajetín de botones y la del cigarrillo de Zack. El tenue cáliz anaranjado de las luces de emergencia recortó su rostro y el de su acompañante en la penumbra del ascensor permitiéndoles ver poco más que el uno al otro. La voz robótica del operario tras la señal de emergencia les contestó, y poco tiempo tuvieron para reaccionar mientras la limitada visión de sus alrededores comenzaba a torcerse.

Por la mente del ningyo pasaron muchas cosas, muchas de ellas insultos y maldiciones contra los crueles arquitectos del arma de destrucción masiva, pero entre todas ellas un instinto contra lo que estaba pasando tomó la delantera. Fijándose con sus ventosas al suelo por el susto y el espontáneo y sabio vértigo de caer al abismo, Kaito intentó librarse de aquella trampa que se habría tragado a seres mucho más comunes que él.

—Qué susto… —diría contemplando la incierta oscuridad que les deparaba abajo—. ¿Zack, te has caído? —preguntaría en voz alta intentado encontrar al peliazul con la mínima luz de la que disponía. Era poco probable que pudiese ver el tenue fulgor del pitillo que se había encendido, pero menos era nada.

De no haber respuesta, le daría por muerto y encogiéndose de hombros avanzaría hasta el techo del ascensor para buscar al resto de sus compañeros. De haberla, algo poco probable dado la altura de los pisos que les separaba de la colchoneta y la rareza de que un humano hubiera podido engancharse a algún sitio, el pelirrojo continuaría con una obviedad.

—¿Te ayudo? Lo digo por intentar pasarte la cuerda — A lo que lo haría acto seguido trepando hasta el techo y agarrándola con su bichero para conducirla a la pared donde se hubiese enganchado el muchacho.

Si el ningyo llegaba a encontrar la trampilla en aquella asfixiante oscuridad lo haría gracias al tacto de sus ocho brazos, y justo tras hacerlo y sin asomarse preguntaría al hueco.

—¿Cómo van las cosas por ahí arriba? Porque aquí ya no hay suelo…Ni Zack —añadiría como colofón si el ingeniero había caído en la trampa.

Desde allí intentaría usar su sentir de las corrientes del mundo, también llamado mantra o haki de observación, para hacerse una idea de la peliaguda situación en la que se encontraban sus compañeros. De conseguirlo, ya que la dificultad para detectar a las miles de presencias que constituían el mar de arañas aumentaba considerablemente el esfuerzo, Kaito esperaría fuera, o más bien abajo, a que las cosas mejorasen. Lo haría apoyado en contra de una de las paredes, algo alejado del hueco, ya que, si la pelea no se había resuelto con la desviadora de rayos presente, poco podía hacer él más que estorbar.

¿Era cobarde? Digamos que más bien era sabio. O al menos digamos que le sobraba sentido común.

Lo que el hijo del mar no sabía es que era bastante probable que una habilidad de la que tampoco tenía conocimiento alguno hubiera jugado un papel muy importante en ese combate. Al fin y al cabo, todos los que hubieran enfocado su haki de observación hacia él, e incluso quizás los que tuvieran uno demasiado poderoso como para haber ignorado su presencia, habrían sufrido un brutal golpe a su psique.

Resumen Lean los Ascensoristas. Importante usuarios de Mantra :

El discurso del salvaje había funcionado. La seguridad que mostraban sus palabras estaba escondiendo una gran incertidumbre que desapareció en cuanto escuchó el grito de batalla de una veintena de soldados dispuestos a seguirle en la batalla. No parecían tener ninguna cualidad especial, aunque mentiría si no dijera que se sintió atraído por una joven de cabellos castaños que estaba allí, sujetando una de esas malditas armas de fuego que tanto les gustaban usar en la marina. Estaba con Dretch, cuando una pareja de marines se acercaron a él.

—¿¡Cuáles son sus órdenes, comandante Zor-El!? —preguntó una marine con cabello castaño.

El salvaje dudó durante un ápice de segundo. A él no le gustaba mucho trabajar en equipo, es más, lo hacía porque la normativa de la marina del gobierno mundial le obligaba, aunque tenía que reconocer que juntarse con los miembros de su brigada, así como con Dretch, le gustaba. Siempre le ocurrían cosas extrañas. Dio un paso al frente y miró a los marines.

—¡ATENCIÓN! —gritó, esperando que le atendieran—. Ahora os dispondréis en formación de hilera y seguidme —ordenó Eric—. El de las vendas es el sargento Nakajima. Después de mi es quien tiene la voz de mando en este pelotón, ¿entendido? Y sí faltáramos alguno de los dos, que lo dudo —en el rostro de Eric se pudo mostrar una sonrisa repleta de confianza—. Siempre podéis hacerle caso al Papumk’a de la bufanda.

Dicho aquello emprendió la marcha, dando un pequeño empujo a los dos agentes para que comenzaran a caminar, e hizo una señal a Kenzo para que se aproximara.

—Nos hemos quedado los cinco solos —comentó—. No voy a cuestionizar nada de lo ocurrido con el amorfo del pelo verde, pero tengo que deciros que es un hombre muy raro y tiene un tinta sospenchoso. Ahora bien, tampoco me gustaba el de las pistolas. Era también persona rara. ¡Vaya panda de Gangladishes, ¿verdad?! —comenzó a reír a carcajada limpia.

Eric aparentaba estar relajado, aunque no era así. Estaba preocupado por si se encontraban con otra bestia como la anterior, pues dudaba que una estrategia tan improvisada volviera a tener efecto si eso sucedía. No obstante, aunque eran de distinto bando dentro de una misma facción, el legítimo heredero de los Zor-El sentía que había tomado el mando de aquella expedición, y ahora tenía que hacer todo lo posible para que sobrevivieran.

La sala en la que decidió entrar había un animal muerto. Parecía un Blopa, como lo llamaban en su tribu, que era un pájaro-lagarto que visitaba el territorio de los shandian cada veinte años aproximadamente. Eran feroces, pero su carne estaba riquísima, aunque ese era distinto.

—¡Kenzo! —llamó la atención de su sargento—. Tú que eres listo, ¿suelen haber muchos blopas en el mar azul? —dijo, señalando al bicho—. Y tú, mujer de pelo raro, ¿te sirve alguna de las armas del blopa? Si sabes usarlas, quizás nos sirva más adelante.

Tras eso, subió por las escaleras hasta dar con un elevador, el cual era el mejor invento que había visto nunca. Miró a Dretch, y no había que ser muy listo para saber que algo le pasaba.

—¿Qué te ocurre búho con un solo ojo? —le preguntó, esperando poder ayudarle con lo que fuere.

Cuando el ascensor pasó llegaron a otra estancia. Ésta era simple y daba a múltiples lugares. Sin embargo, la opción más lógica era seguir subiendo, así que, sin decir nada a nadie, solo señalando con la mano, subió la pequeña escalinata que había, esperando que no hubiera más pisos que subir.

Resumen:

Justo en el instante en el que iba a cortar el cuello a la araña esta se echo para atrás, evitando tan el corte como la daga arrojada. La criatura en un acto no más loco que su propia naturaleza, comenzó a arañar desesperadamente la pared con un chirrido que le recordaba a cuando apretaba el cuchillo de más en un plato de cristal, algo en definitiva desagradable. Entre tanto, yo ya había aterrizado tras la fallida pirueta, predisponiéndome para mi siguiente ataque, más algo obligó a detener momentáneamente.

El sonido comenzó a retumbar por todo el agujero, y la llamada fue respondida. Aunque no podía verlo con claridad debido a la falta de luz, un millar de presencias comenzaron a descender cual cometas, por las formas y la naturaleza de su aura imaginé que se trataban de la prole de la señorita.

-Cúbreme un segundo- gritaría mientras iniciaba la acción.

Sin dudar por un instante extendí mi mano hacía arriba, evocando una especie de cúpula de un grosor ínfimo, la cúpula se pegaría tan rápido como pudiera a las cuatro paredes a unos escasos dos metros sobre nuestras cabezas, que retuviera a la plaga al menos unos instantes. Tras la primera capa, trataría de reforzarla con una segunda capa más gruesa y mejor elaborada, que dejará atrapados a la infinidad de arácnidos, una telaraña para armas, algo irónico en cierto modo. Si bien la carpa les podía resultar contraproducente más adelante, le resultaría más sencillo retirarla luego que lidiar con todos aquellos bichejos.

Tras la acción, y percatarse con el mantra de que no hubiera pasado ninguna de las arañitas, se centraría su presencia en la matriarca. Tratando de intuir su figura al completo, entre que sus ojos terminaban de acostumbrarse a la oscuridad del ascensor.
Volviendo a la acción, tomando con fuerza la desagradable empuñadura del arma, volví a cargar contra el arácnido. Atravesando al monstruo por la espalda si, aún se encontraba lamentándose y ninguno de sus compañeros se hubiera encargado durante su estado compareciente.

En el caso de que hubiera retomado su guardia, rondaría alrededor de ella, procurando tomar su espalda o al menos flanquearla para hacer más notoria su ventaja numérica. A cada paso que daba más tensión acumulaba en sus gemelos dispuesto a salir disparado como había hecho con anterioridad, añadiendo esta vez algo más tensión, a sabiendas de que sufriría las secuelas un par de días más tarde como estaba acostumbrado.

Tan concentrado estaba en el uso del mantra que poco casi no escucha el comentario de Kaito, el cual indicaba que las cosas con el panel no habían ido del todo bien.

-Perfecto, más problemas- pensó para sus adentros.

Esperaría su oportunidad, para tomarla en cuanto pareciera, esta vez comenzaría con una estocada tratando de apuntar al torso o cercenar alguna de sus peludas y grisáceas patas. Luego proseguiría con una serie de cortes alternadas con fintas a gran velocidad, tal como correspondía a los katas de Wanokuni que había aprendido de su maestro de esgrima, procurando llevar la iniciativa del movimiento. Si aquello no era suficiente para acabar con la araña, esperaba que al menos, que le permitiese encontrar alguna apertura a sus compañeros, a fin de cuentas no se sentía tan lejos en cuanto a capacidades se refería.

resumen:

El viejo resultó ser más poderoso de lo que en un principio parecía. Nada mal. Se logró zafar de la intentona del gyojin por cubrirse con él, tras lo cual, recibió sendas ondas cortantes, notando claramente la de Zane, al ser más poderosa. Se tocó la zona afectada y observó en la palma de su mano como la sangre comenzaba a manar de las heridas. No en exceso, pero lo suficiente como para despertar sus instintos más primarios.

Lo cierto era que poco le importaba al tiburón si en ese momento hacía un mal a la música cargándose a aquella banda, cargó el puño con firmeza y ojeo el panorama, observando cómo un torbellino en llamas se acercaba hacia él.

Marcando con la siniestra dónde iría su golpe -al propio torbellino-, ladeó la cadera y realizó un firme movimiento, despidiendo una gran onda de choque de agua hacia su rival. Tras ello, con la mano izquierda aún marcando la dirección del golpe, despidió una gran cantidad de agua hacia el torbellino, prosiguiendo después contra todos los rivales. Había sido buena idea usar el anillo, y aún le quedaban cuatro quintos de su capacidad.

No había que ser un lince para saber que un objeto eléctrico mojado dejaría de servir con casi total seguridad. Aunque si eran capaces de parar golpes como el del pelirrojo, quién le decía al habitante del mar que su agua haría algún efecto.

En cualquier caso, si el torbellino de fuego no cesaba su empeño en ir hacia él, intentaría lanzarse hacia un lateral con el propósito de evadirlo.

Resumen:

Cosas 1:

Cosas 2:

La mink caminó junto a sus compañeros en dirección a la sala que Giotto había comentado. Durante el camino pensó en qué clase de bestia, acertijo o cosa les tocaría hacer o adivinar. Pensativa, no fue consciente de dónde se encontraba hasta que por ir despistada chocó contra Giotto. “Perdona”, susurró.

Lo cierto era que la sala no tenía nada de especial. Ni nada en general, siendo realistas. La loba se fijó en las negras paredes y el particular suelo, que reflejaba sus movimientos como si de un cristal se tratase. Cuando se acercó hacia el centro, la mink vió un botón que ponía “No tocar”. Y empezó a pensar qué podría hacer el botón.

- Esto, sin duda, es una prueba. Quien haya construido esta aguja debería saber qué hace este botón -comentó a la par que se tocaba la barbilla-, por lo que poner un cartel aquí para que no lo pulsemos… ¿Será una trampa? Yo creo que sí. Creo que esto va a destruir algo dentro de la aguja. ¿Qué? Ni idea. ¿Afectará a alguien? Tampoco lo sé. Pero…

La joven agente hizo surcos con el dedo alrededor del botón, preguntándose por enésima vez si debían pulsarlo. Todo era tan confuso que no tenía mucho sentido. Sin más dilación, la mink dió un pequeño puñetazo sobre el botón, pulsándolo y quedando a la espera de lo que pudiese hacer.

- Andemonos con ojo, cualquier cosa puede pasar -finalizó, ojeando a sus compañeros y preguntándose si le dirían algo por lo que acababa de hacer.

Resumen:

Tocar con la mano unos láseres en el corazón de la fortificación del apocalipsis enemiga. Los Blue Rose serían los más fuertes, pero desde luego no parecían los más espabilados. Aun así Erik admiró el valor de aquel hombre, que tan voluntariosamente se ofrecía a posiblemente perder una mano.

Para decepción de la mente colectiva de la ataraxia, el láser parece ser solo una alarma que, tras activarse, aisló al grupo del resto del mundo y les preparó una prueba. Erik no tenía idea de lo que quería la pantalla, pero, por una vez, no sería el primero en probar, la magnífica presencia del ser superior era tan poderosa que Erik no podía sino esperar a ver qué hacía el poderoso dragón.

Resumen:

Cuando las garras de Kairoseki se clavaron en la grasa del torero y la gigantesca espada perdió su forma y se derramó por la sala, las sospechas de Kirtash se confirmaron. Se trataba de un usuario de alguna clase de Paramecia. ¿Grasa tal vez? Lo que le sorprendió fue que del interior de su corpachón emergiese un diminuto ser. Había leído bastante sobre aquellos seres cuando era niño, en la Gran Biblioteca de su mansión, pero nunca había visto uno. Las legendarias hadas de la tribu Tontatta, originarias de una lejana isla del Nuevo Mundo. ¿Qué haría allí? Tenía entendido que prácticamente nunca abandonaban su hogar.

El pequeño tontatta llegó con rapidez hasta Kirin, quien había logrado abrir la puerta mediante el uso de sus rayos, y pidió su protección. A decir verdad, no parecía querer pelear contra ellos. Ni en su tono de voz ni en sus gestos podía apreciarse el más mínimo artificio, daba la sensación de estar comportándose de forma completamente natural.

No obstante, no tuvo tiempo para fijarse mucho más tiempo en él. Las llamas creadas por Katharina se habían extendido gracias a la untuosa sustancia derramada por la espada, y amenazaban con consumir la sala por completo junto a todo el que se encontrase en ella. Para colmo, bruscamente todas las luces se apagaron. Para él no suponía un problema dado que poseía la visión en la noche del más capaz de los felinos, pero imaginaba que sus compañeros no estarían tan tranquilos. Por suerte, dado que Kirin había abierto la puerta, tenían un modo de salir de allí. Así que casi por vez primera habló en voz alta a todos los presentes. Sus palabras sonaron graves y firmes, sin el menor atisbo de titubeo:

- Seguidme, debemos abandonar rápido esta sala. Aprovecharemos la puerta que Kirin ha abierto para nosotros. Soy capaz de ver con claridad pese a que no haya luces, así que puedo guiaros. Tu, el tontatta. Puedes venir con nosotros, pero pienso mantenerte vigilado. Y a la mínima sospecha de traición por tu parte no dudaré en acabar contigo. Ya has comprobado que no eres rival para mí. No obstante, si nos ayudas a llegar a la cúspide de la torre me encargaré personalmente de que logres salir de aquí con vida. ¿Estás conforme?

Y dicho esto, el enmascarado comenzaría a correr hacia la puerta. No sabía si permanecería abierta mucho tiempo o no, pero eso era lo de menos. Las llamas que devoraban la sala y constituían casi la única iluminación no permitían demora alguna. Una larga y empinada rampa se extendía ante ellos, con múltiples luces de neón aún funcionantes en sus laterales. En su afán por alejarse del fuego (pese a que su traje y su máscara eran ignífugos, él no lo era), el político no tardó mucho en cruzarla pese a la pronunciada pendiente. Y al final se encontró, junto a los que lograron salir de allí con él, en una sala cuyas paredes estaban llenas de decoración de temática musical. Era curioso, todo en la Gran Aguja parecía estar relacionado en mayor o menor medida con la música, como si quien quiera que fuera su diseñador fuese un gran apasionado de esta rama artística en concreto. Pero no era lo más reseñable de de aquella nueva estancia, sino el hecho de que estuviese llena de agua que cubría hasta más o menos su cintura. Una cierta sensación de debilidad le embargaba, no demasiado grande pero sí molesta.

El tontatta, dando la sensación de que sabía más de lo que aparentaba, anunció que lo mejor era ir hacia la izquierda. Nada en su voz ni en su comportamiento hacía pensar que estuviese mintiendo, y detectar cuándo alguien no decía la verdad era una de las cosas que mejor se le daban. Por lo tanto decidió hacer lo que la diminuta criatura les decía, y así se lo anunció a los demás:

- El pequeñín dice la verdad, vayamos hacia la izquierda.

Manteníendose ojo avizor y escrutando sus alrededores con atención el alcalde avanzó en la dirección indicada, buscando avanzar hacia la próxima estancia.

Resumen (Lance y Kath):

Cosas:

Una vez se adentró en el tablero, una luz iluminó su posición. Y el semigigante lo agradeció de veras, pues repentinamente todas las otras luces desaparecieron. Observó cómo la chica de las pistolas avanzaba siguiendo siempre trayectorias en L, como correspondía a la pieza que había elegido, y llegaba al final del tablero sin ningún problema. No parecía haber tenido la más mínima dificultad para conseguirlo, así que el cocinero habló con sus nakamas con una sonrisa en el rostro:

- Chicos, parece que podemos avanzar sin problemas, al menos si nos movemos como deberían hacerlo nuestras piezas. ¿Vamos hacia delante?

Una vez estos contestaran afirmativamente el grandullón comenzaría a avanzar en línea recta. Dado que el rey podía moverse en cualquier dirección esa parecía la opción más sencilla. No entendía cuál era el objetivo de aquella sala si no había nada que les impidiese avanzar cuantas veces desearan sin oponer algo de resistencia. No cuadraba para nada con lo que habían visto de aquella ominosa Aguja hasta el momento. No obstante Marc se alegraba. Estaba bien poder pasar un pequeño rato sin que su vida y las de sus amigos corriesen peligro.

Si lograba llegar hasta el final del tablero esperaría a sus nakamas allí y, cuando todos hubiesen cruzado, avanzaría con ellos a la siguiente sala si todos estaban de acuerdo. Al fin y al cabo, solo así conseguirían reunirse de nuevo con el resto de la banda y podrían cumplir el objetivo que les había traído hasta allí: ayudar a frenar la destrucción de un mar entero.

Resumen (hente del ahedré):

El plan de Eric funcionó a las mil maravillas, y entre el espadachín y el salvaje lograron crear el suficiente fuego para acabar de una vez por todas con la aberración que se había interpuesto en su camino durante tanto tiempo. Un escalofrío recorrió a Kenzo desde la cabeza hasta las puntas de los pies al sentir en la distancia el calor de las llamas. Dolorosos recuerdos regresaron a su mente, traídos de vuelta por el olor de la carne de aquel ser quemándose.

Deseoso de abandonar aquella sala cuanto antes, el brazos largos apenas prestó atención al discurso que su compañero dirigió a los reclutas que habían sobrevivido. Una vez el grupo abandonó la sala y se dirigió a su siguiente parada, Kenzo pareció volver a conectar con el presente:

- Perdona tío. - Dijo al peliblanco. - No me gusta el fuego, no me trae buenos recuerdos.

Inconscientemente su mirada bajó, posándose en las vendas que cubrían sus brazos, así como la práctica totalidad de su cuerpo. Tarde o temprano tendría que superar aquel trauma por el bien de la justicia y de su desempeño como servidor de esta, pero por el momento era incapaz.

Los huesos de un colosal ser descansaban en la sala en la que entraron a continuación. Parecía ser una criatura antigua y poderosa, aunque si uno se fijaba bien podía darse cuenta de que tal vez la segunda característica sí fuese cierta, pero la primera probablemente no lo era. Varias armas de alta tecnología parecían cubrir parte de su ya degradado cuerpo. Unas escaleras permitían subir hasta una plataforma. Probablemente, dado que se hallaban en una construcción vertical, ese sería el camino más rápido, así que el brazos largos se dirigió a los demás:

- Comandante, compañeros. Si queremos destruir esta aberración y al cabrón, quien quiera que sea, que la ha puesto aquí debemos subir por aquí. Lo más seguro es que en la cúspide de esta maldita aguja esté nuestro objetivo, y como servidores de la justicia es nuestro deber evitar que las personas inocentes que pueblan los distintos países de este mar sufran el mismo destino que el West Blue. Así que, por nuestro honor como marines y por la justicia, ¡subamos al siguiente nivel!

Y dicho esto el espadachín comenzó a subir las escaleras. Una vez se encontrasen arriba del todo y el camino se bifurcase, Kenzo preguntaría a sus compañeros por la dirección a seguir, dado que él no portaba ningún mapa:

- Los que lleváis los mapas. ¿Por cuál de estos caminos debemos avanzar?

Resumen:

Parecia que todo estaba bien, hasta que todo se quedo a oscuras y dejo de estarlo, no era algo que me molestara mucho, teniendo una gran variedad de sistemas visuales eso no era mas que un contratiempo menor, aunque ver mediante colores de calor era extravagante, lo mas raro era sin duda estar en una sala que se encontraba a cero grados, menudo maldita nevera. Busque con la mirada a mi pequeñín no podía estar muy lejos, y allí fue donde le encontré, panza arriba sobre el duro y frió suelo, en una sala con seis personas mas aunque una de ellas colgada de la pared del fondo como si de un jamón se tratase.

Me dirigí con paso firme a reunirme con Fluffle y ayudarle a ponerse de pie, puesto que tenia las manos ocupadas le daría la vuelta como si de un balon de futbol e tratase, introduciendo la puntera de la bota debajo y lanzandolo hacia arriba.

Efectivamente con gran maestría Fluffle se elevo en los aires y cayo de morros contra el suelo... no fue el aterrizaje mas limpio pero ya no estaba patas arriba, el pony se incorporo y me busco con la mirada en la oscuridad, me acerque a el y depositando un instante al herido en el suelo, le acaricie y le devolví sus alforjas.

-Fluffle, no te alejes tanto, me tenias preocupado. Vamos sigamos hacia delante no se si estos chicos serán muy amables...

Avance hacia el mozo que se encontraba colgado como un jamón, detrás de podía ver una zona distinta, la temperatura de otra sala totalmente distinta era una faro en la noche, tan solo esperaba que no hubiera mucha mas bronca pues cargaba con un herido en brazos y tenia que cuidar a Fluffle

resumen:

Tras unos segundos de tensión en los que, tanto el fuego como la verborrea populista de Eric amenazaban con dejarles fuera de juego, finalmente retomaron la marcha. Esta vez, el encargado de liderar la marcha había sido el shandian y, tras lo sucedido con su anterior guía, difícilmente la cosa podría ir a peor. Mientras que uno a uno, la comitiva marino-gubernamental sorteaba cuidadosamente las llamas para adentrarse en la sala número diez, Dretch se percató de que Shintaro, Baker, Braud y Bucharatti tomaban un camino diferente. Al despedirse el peliverde, apenas pudo reprimir la emoción. Puede que ni el mismo se hubiese esperado salir de rositas acerca del asunto de su relación con Dexter Black. Aun así, el joven búho tampoco pudo evitar reaccionar del mismo modo que cuando un extra motivado Giotto comenzaba a soltar todo lo que se le ocurría por la cabeza, sin ningún tipo de filtro. Miró al techo buscando las palabras adecuadas, visiblemente exasperado, pero no dijo nada. Dejo que este se marchara sin romperle la ilusión. A fin de cuentas, puede que ninguno de ellos llegase al final de aquel edificio de locos.

Aunque recibió más de un empujón y halagos por parte del shandian para acreditarle como una figura de liderazgo frente al resto de marines rescatados, el agente se hizo el loco y fue de los últimos en cruzar el umbral de la sala diez. Al hacerlo, se encontró al pelotón de marines haciendo un corrillo en torno a una extraña figura. Al acercarse, se dio cuenta de que estaban observando el cadáver de un extraño reptil. Mitad maquina mitad animal, ni lo mejor de ambos mundos era suficiente para sobrevivir en aquella torre infernal. Nunca había sido ningún fanático de la tecnología y a pesar de lo espectacular del hallazgo, en seguida se dispuso a echar un vistazo a su alrededor. La sala era circular y el techo parecía elevarse varios sobre sus cabezas. Al volver la vista hacia abajo, se percató que Taylor encontraba entre el grupillo de marines, los cuales ya comenzaban a formar a las órdenes de Zor-El.

- Por cierto, Zor-El es un tipo tan simpático como peculiar, pero sabes que no tienes por qué obedecer sus órdenes ¿Verdad? Tómatelas a modo de sugerencia, pero no le contradigas abiertamente o te habrás ganado un enemigo – sugirió a la iniciada. Sin embargo, esta no pareció hacerle demasiado caso. Estaba más concentrada observando el cadáver mutilado del reptil que a la propia conversación – Primero la araña, luego la puerta y ahora esto… La revolución confía demasiado en la tecnología y mira a tu alrededor, aquí apenas tenemos el conocimiento justo para cambiar una bombilla. Si en los pisos superiores los mecanismos comienzan a ser más intrincados, vamos a tener un problema – habló casi como si estuviese pensando en voz alta, pero al no recibir ninguna respuesta limitó a mirar hacia el mismo lugar que ella – Vale ¿Qué es lo que buscas?

Casi gafado por el destino, tras aquella pregunta la luz se apagó durante unos instantes. Pero, al cabo de unos segundos, unas tenues luces de emergencias iluminaron tímidamente la estancia. Aunque al agente le parecía ver y oír cosas en la oscuridad, no las hizo el menor caso. Tanto Eric como Kenzo, que lideraban la vanguardia de la expedición estaban más que capacitados para hacer frente a lo que sea que aquella torre les escupiese a la cara. Se llevó la mano al interior de su gabardina y extrajo de un interior un pequeño mechero de gasolina para facilitar la visión de la pelirrosa.

El agente miro hacia arriba, hacia las escaleras y hacerlo su mirada confluyó con la de Zor-El. Estos habían comenzado a subir hacia el segundo piso y se habían detenido sobre lo que parecía ser algún tipo de ascensor. El salvaje parecía leer sus pensamientos con tan solo mirar su rostro y, lo peor es que sus premoniciones tenían razón.

- El ascensor está arriba ¿verdad? ¡Eso significa que no somos los primeros que hemos pasado por aquí! – le gritó desde el piso inferior – ¿Por qué será que sospecho quien ha subido antes que nosotros por aquí? – inquirió, dirigiéndose a Taylor mientras ataba cabos al contemplar una segunda vez el estado del reptil – Hablamos sobre separarnos, pero no dijimos nada sobre quedarnos atrás. Desguaza lo que tengas que desguazar y vámonos, como Dexter Black llegue hasta Krauser antes que nosotros también será una derrota. Puede que no a corto plazo, pero cuando los criminales se ganan el favor del pueblo, nunca ocurre nada bueno…

Tras aquella pequeña charla, subiría junto a Eric, Kenzo y el resto de marines hacia el tercer piso.

Taylor se había quedado ensimismada viendo como habían logrado deshacerse de la bestia y todo había vuelto con una relativa tranquilidad. Llevó la mano a su cabeza, suspirando y se quedó viendo como los marines obedecían al salvaje. Su superior, Dretch, enseguida le llamó la atención sobre qué no debía hacer caso en todo lo que dijera. La autómata se sintió un poco confusa ante aquella orden, en cierto modo tenía razón pues Eric Zor-El solo era un simple miembro de la Marina, no como ellos, que pertenecían al Cipher Pol.

Este último le había pedido que investigase los restos de un dinosaurio que se encontraba tirado en el suelo. La muchacha se agachó, analizando el estado del extraño animal y pasó un dedo por encima de este. Mientras Dretch le seguía hablando, ella no respondía. De repente, se había vuelto muy charlatán así que ella se dedicaba a asentir y sonreír mientras lo ignoraba un poco. El estado del animal era deplorable y no parecía haber nada provechoso dentro de este salvo una ametralladora, la cual cogió. Quizás podía darle uso.

Se levantó poniéndola a la espalda, y se frotó las manos viendo como su compañero no paraba de meterle prisa. Se acercó hasta él, esbozando una sonrisa y negando con la cabeza.

-Deberías calmarte un poco y confiar en lo que estoy haciendo - Tras eso tomó una pausa mientras avanzaban -. No he encontrado nada de provecho en esa cosa salvo el arma esta, espero que me sirva para algo. Además, parece que tienes cierta desconfianza hacia la tecnología, mientras yo esté aquí eso no debería preocuparte. Lo único malo es esta torre, llevo analizándola desde que llegué y mis superiores no parecen estar conformes con los datos que reciben. Es una tecnología muy extraña, incluso podría decir que avanzada a nuestro tiempo, pero no podría delimitar cuanto.

Pasó una mano por una de las paredes, acariciándola suavemente y de repente la luz desapareció. Se detuvo de golpe, al escuchar un estruendo que pareció recorrer toda la aguja. El sonido no le afectó, pero lo sintió lo suficientemente fuerte como para que la hiciera pararse. Antes de que se fuera la luz estaban en una especie de escaleras metálicas y quizás ella podría guiar a sus compañeros.

Agarró a Dretch por el brazo y comenzó a caminar, activando su visión nocturna. Todo seguía como antes y comenzó a ascender.

-Seguidme, puedo ver en la oscuridad, no os separéis de mí - Ordenó, mirando hacia atrás mientras sus ojos se iluminaban con luces azules para que pudieran verla. Lástima no tener unas linternas, pensó, quizás se lo pediría al profesor Fitzgerald más adelante.

Annie se rio fuertemente al ver que habían logrado deshacerse del dichoso gorila que no paraba de perseguirlos. Pateó al suelo y lo señaló, gritándole numerosos insultos hasta que Osuka la abrazó durante un momento. Eso fue una sorpresa para la arquera, no se esperaba aquella muestra de afecto, y mucho menos delante de sus compañeros. Cuando se separó no pudo evitar reírse por lo de los tangos y, mientras se giraba para seguir a Maki no dudó en responderle.

-Pues a mi me ha dejado con ganas de tener otro tango así.

Finalmente se dignaron a subir las escaleras en mal estado y llegaron hasta una sala extraña. Annie llamó la atención a Maki para que se detuviera, era cierto que habían perdido mucho tiempo con el gorila, pero tampoco quería perder de vista tan rápido al revolucionario, debían mantenerse unidos y no sabían que peligros podrían encontrarse cuanto más arriba avanzasen.

Cuando Annie llegó hasta el final de la escalera se llevó un susto al volver ver a otro gorila, pero se calmó al ver que era solamente un cuadro. Avanzó por la sala, la cual era de gran tamaño pero a su vez parecía de una niña pequeña. Se acercó hasta una casa de juguete que era mucho más grande que ella y miró por la ventana. Por alguna razón, le resultaba pertubador que existiese una sala así y le daba escalofríos pensar en quién la habitaría.

Tras eso, un estruendo sonó por toda la torre, paralizándolos junto con un sonido ensordecedor. La arquera se llevó la mano a los oídos hasta que todo había pasado y, la luz, desapareció por completo. No veía nada salvo algunas luces de emergencia que poco a poco iban dejando de actuar. Por suerte, mediante sus vibraciones del viento podía averiguar si había obstáculos ante ellos y seguir avanzando.

-Edward, no tendrás por casualidad una linterna, ¿no? - Le preguntó, dando una vuelta sobre sí misma para ver como afectaban las vibraciones frente a las estructuras que había a su alrededor. - Yo podría guiaros, pero seguiríamos sin ver nada.

Nada más apretar la tecla se hizo el silencio. Al sentir esto no dude ni un segundo en sacar mi mejor cuchillo y mi 9mm, dejando mi cofre a Snoop y portando el cuchillo con la mano derecha y la pistola con la izquierda. Afortunadamente, una campanita sonó tras el silencio, abriéndose la puerta poco después y dejándonos pasar a una extraña sala rectangular.

-Tendremos que seguir subiendo, colega- no había nada interesante en aquella extraña sala y la escalera que se encontraba en su interior me llamaba bastante la atención. Quizá fuese un error no buscar algo en esa sala, pero quería ver que nos esperaba tras aquella nueva escalera.

Snoop retrasaba nuestro avance debido a su peculiar caminar, que se había hecho aún más lento tras cargar con el cofre. Por suerte, a mi aquello no me afectaba y, por el momento, no tenía pensado separarme de ese enano, que había demostrado ser una herramienta mucho mejor que los piratas de la carpa.

Un minuto después nos encontrábamos en una nueva sala. Nada más entrar, pude ver como decenas de estatuas se encontraban custodiando ese lugar y un sentimiento de alerta me hizo agarrar con más fuerza mis dos armas.

Segundos después, tras dar un par de pasos en aquella misteriosa sala, vi como una de las estatuas se abalanzaba sobre nosotros con intenciones no muy amistosas.

Nada más ver a la estatua avanzar, pensé en tres cosas. La primera fue que el uniforme no servía de nada en esa zona, la segunda que había que tener muy mala leche para dejar a unos soldados disfrazados de estatuas ahí y la tercera que ojalá Snoop fuese igual de bueno peleando que quitándole las novias a sus compañeros.

-Espero que sepas pelear, colega- proclamé en voz alta y con mi característico tono despreocupado mientras apuntaba a la estatua que se acercaba a nosotros, disparando en 3 ocasiones al torso de la misma y 2 a la cabeza.

Mientras efectuaba los disparos, vería como reaccionaba la estatua y estudiaría sus movimientos. Aprovechando cualquier apertura que me dejase para avanzar rápidamente en zigzag y acuchillarle en el cuello con mi Blackstormk, esperando que eso fuese suficiente para acabar con ese rival y, si era así, prepararme por si las otras estatuas también empezaban a moverse.
[spoiler="Cosicas"]
Nivel 20: Sigilo 2, Agilidad 2, Reflejos 1, Poder de Destrucción 1, Pericia 0
Maestria asesinato: Nivel 15: Domina un arma cuerpo a cuerpo y otra a distancia.
Akuma no mi: Nivel 1: ... También descubre que es capaz de sintonizarse con un objeto y potenciar sus habilidades (aumenta 1 grado la calidad del equipo)

Glock 17:

El gigante ni se inmutó cuando todo se volvió oscuro durante unos instantes y el suelo tembló. Lo cierto es que en aquel momento le daba todo igual y se sentía frustrado por no haber podido terminar él la pelea. Tenía ganas de seguir combatiendo.

—Oye, tío —le dijo a Bucharati—. Perdona por intentar estrangularte antes. Y por gritarte en la oreja. Y... todo eso. A veces cuando peleo me emociono. Aunque si quieres podemos tener algún día una segunda ronda, ¿eh? —Y colocó el puño para que lo chocara.

Llegaron entonces a una enorme sala con gigantescos setos que casi llegaban hasta el techo. Frente a él había un cartel que, como no era de extrañar, el gigante no pudo leer. Se rascó la nuca y después se encogió de hombros, dando un paso adelante y dispuesto a abrirse paso entre los débiles arbustos. Sin embargo, el trajeado de pelo verde lo detuvo, diciéndole que leyera el cartel. El ogro no podía leerlo, aunque imaginó que ponía algo referente a no tocar los arbustos. Bostezó para después meterse un dedo en la nariz, mientras seguía a Midorima con su brillante plan de ir pegado a uno de los lados.

—Cuando era pequeño mi padre me contaba historias de laberintos. Me dijo que en uno había una esfinge que pedía la resolución de un acertijo, y en el otro un poderoso minotauro lo protegía. Ojalá haya aquí una esfinge o un minotauro, tengo ganas de pelear.

El pirata había desconectado un segundo y ya no sabía dónde estaba. Ah, sí, en aquel extraño tablero de ajedrez ascendente. Vio como todo el mundo se ponía los zapatos que designaban una pieza del famoso juego de estrategia. ¿De verdad tenía que quitarse los zapatos y ponerse unos que no eran suyos? Seguro que estaban llenos de hongos. Simplemente metió los pies en uno de los zapatos de alfil por encima de los zapatos que llevaba siempre. Ni de coña iba a quitárselos para ponerse unos zapatos que ni sabía de donde venían.

Al igual que todo el mundo empezó a avanzar siguiendo los movimientos de su pieza escogida, en diagonal. Cerró su atención al resto del mundo, concentrándose en su mantra por si acaso predecía peligro a su alrededor.

Fue un chasco que Bucharatti no nos pudiera crear un atajo, pero la verdad es que tampoco había confiado mucho en ello. Simplemente, como Pelomoco había indicado, atravesamos a pie la sala 11 y el pasillo posterior para llegar a la sala 12. “Extraño, muy extraño”, pensé aferrándome bien a mi piumpiummuellemuelladora. No había nada más que las frías paredes de metal de las estancias de la estructura, pero eso, más que relajarme, me hacía entrar en estado de alerta. Hasta entonces todo lo que llevábamos de camino por el interior de la torre había estado plagado de trampas y peligros, pero ahora… No, sin duda tenía que haber algo.

Cuando el estruendo ensordecedor producido por la aguja recorrió la sala no me vi sorprendido, llevaba ya un buen rato esperándolo. Me giré un instante a revisar la zona con el arma en la mano apoyada sobre el otro brazo para tener mayor estabilidad, pero no vi nada. No era porque las luces se hubieran averiado, las de emergencia habrían bastado para haber podido detectar algo con mi buena vista. Simplemente no había nada ni nadie allí; no obstante, sentía las presencias de enemigos. “¿Krauser?”, me vi obligado a pensar. Había leído muchas veces los informes del enemigo que pretendíamos enfrentar, y siendo tan extensos era difícil no atribuir todo lo que sucedía a mi alrededor a alguna de sus habilidades. “No, no hay niebla”, me dije. Aquel hombre podía hacer muchas cosas, pero ante todo era el usuario de la kiri kiri no mi, la fruta de la niebla; si no había niebla no tenía motivos para pensar que estaba presente.

Aun con dudas sobre el origen de las presencias seguimos nuestro camino escaleras arriba y después hacia la siguiente sala, la número 86. “Al fin”, agradecí al ver una luz deslumbrante que ocultaba una especie de bosquecillo. Prefería enfrentarme a los peligros y trampas de la torre antes que a la incomodidad y tensión de la incertidumbre. Mis ojos tardaron unos instantes en acostumbrarse a la brillante luz de los focos al venir de zonas iluminadas solo por luces de emergencia, pero cuando lo lograron vi claramente lo que teníamos enfrente, un laberinto de setos. Antes de seguir examiné la sala. Empecé mirando hacia el techo, lugar hasta el que llegaban los setos. “Una pena”, me lamenté. De no haber sido así podría haber saltado con el geppou y mirar el camino a la salida desde arriba. Luego miré a los lados. La sala no era muy ancha, el laberinto no podía ser excesivamente grande.

Ya estaba sacando mi hoja de cazador pensando en crear un par de atajos cuando Shintaro lanzó una advertencia a nuestro amigo nudista. -¿Qué pone exactamente?-, pregunté rodeando al gigante que me estaba tapando el cartel. Mientras lo leía lo apunté con mi pistola como método de burla al peliverde. Que un traidor me tuviera que decir que hacer… No era estúpido, captaba que atacar sin preguntar no había sido tan buena idea; no solo había enemigos allí dentro. –Así que no dar de comer eh…-, dije mirando a los arbustos. Parecían bastante normales, pero como la amalgama y la abundante vegetación que nos encontrábamos sala si sala no habían dejado claro, normal era una palabra sin cabida allí dentro.

–Te sigo. Intenta seguir siempre pegado a la pared derecha; aunque tardemos algo más de tiempo es la forma más sencilla de asegurar que cumplimos el laberinto sin perdernos-, recomendé al falso iniciado. Esperaba que me hiciera caso sin rechistar, al fin y al cabo era la solución lógica a cualquier laberinto; no me habría gustado tener que explicarle el porqué, sobre todo porque seguramente no se me habría dado muy bien. Tras esto solo me quedaba otra cosa por hacer para asegurar atravesar la sala sin problemas. Guardé mi piumpiummuellemuelladora y saqué un cargador del que comencé a retirar varias balas. Luego, con la punta de mi arma de filo, comencé a hacer palanca para sacar la punta de plomo y tener acceso a la pólvora que portaban dentro. Sí, era un malgasto de munición, pero el cartel había dado a entender que los arbustos que conformaban el laberinto estaban vivos. ¿Qué me aseguraba que no se pudieran mover? No iba a jugármela, cada vez que tomásemos un camino nuevo haría un pequeño dibujo con la pólvora indicando el camino de vuelta. Además trataría de memorizar bien cada uno para asegurarme de que nadie los cambiara en cuanto los perdiéramos de vista. –Cuidado grandullón. No pises las marcas, nos indicarán el camino de vuelta de ser necesario-, avisaría al de la poya al aire tras hacer la primera para que no tirase al traste mi plan.

Bueno, como la gente empezaba a moverse, decidí hacer lo mismo. Miré los zapatos que ya me había puesto, golpeando la punta de uno de ellos contra el suelo. Al mirar como todo el que se encontraba en la sala estaba haciendo movimientos extraños, me pregunté si era una especie de puzle el cual todos habían resuelto mentalmente sin comentar nada al respecto. ¿Pero como podía ser un rompecabezas si no habían propuesto ninguno? ¿Habían dado las pistas sobre que era, explicado perfectamente y yo me había distraído?

Sin duda alguna me había distraído varias veces, pero no creo que en ese corto periodo de tiempo me hubiera saltado una explicación compleja sobre como ejercer en uno de esos acertijos. Me rasqué la barbilla, tratando de recordar si en algún momento había pasado. Y estaba seguro de que estaba distraído cuando paso, como ese momento en el que el hijo de la vecina del quinto perdió las piernas por no estar atento al cruzar la calle. El pobre, arrollado por una maquina de matar imparable. Pero aquí no había perdida de piernas, porque no había calle por la que cruzar. Y aunque así fuera, yo siempre miraba a ambos lados, por lo que, llegado el caso, estaba seguro de una perdida piernil.

Así pues, sin más preguntas que hacerme, y sin acordarme de porque me había hecho estas, empecé a avanzar por el suelo en monocromo, bastante tranquilo y sin preocuparme, intentando llegar hasta el otro lado de la sala.