Roland von Klauswitz
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Roland pudo ver en primer plano el momento exacto en que a Cara Cortada le crecieron los huevos. Fue más o menos cuando decidió sacar su espada ante él, como si ese palito de mierda pudiese servirle de algo en esa situación. Ya desde niño usaba espaditas de esas para rascarse el culo, así que no pudo evitar reírse cuando vio a aquel enano intentar amenazarle con eso. Estaba deseando ver el instante en que se le volvieran a encoger.
Ignoró el comentario sobre su madre -porque lo cierto era que sí que tenía un poco de barba, y con el frío de Ártica siempre cortaba un poco- y sacó a Lulú de su cómoda funda de cuero. El largo cañón del pistolón observó al otro cazador con su gran ojo negro.
-Hohoho, eres todo un hombre, ¿eh? Con esa mierda no me cortarías en dos ni el nardo, mierdecilla. Esto es un arma de verdad -dijo alzando a Lulú hasta ponerlo frente al rostro del tal Kohaku-. Vuelve a apuntarme con eso y tendrán que recoger trocitos de tu cabeza con una puta cucharilla. Mira, para que veas cómo suena.
En un acto de suma consideración, movió el arma unos centímetros a un lado y disparó. La bala se estrelló inofensivamente más allá del Cara Cortada, dejando a su paso un estruendo casi obsceno. No le había volado nada, pero seguro que su tímpano estaba ahora tocando los tambores con fuerza. Roland enfundó y se alejó riendo para cargar sus dos bolsas de comida sobre Rudolf y preguntarle a la monja a dónde tenían que ir.
Resultó que su presa estaba en una mina. Roland había pasado tiempo en algunas de las de Ártica, jugando con la dinamita y fumando hierba en los túneles, así que sabía bien lo peligroso que era ponerse a pegar tiros en un lugar donde podía haber gas acumulado. Pero bueno, eso lo hacía más divertido. Con suerte verían una bonita explosión antes de acabar el día.
El grupo se puso en marcha, pero a un ritmo ridículo. Los trineos eran el peor de los vehículos. Ni eran rápidos ni olían a gasolina. ¿De qué coño servían? En cambio, la Black Rodolfus tosió su buena ración de humo negro al arrancar el motor. Oyó en parte lo que Abi estaba diciendo, pero no tenía intención de seguir la ruta de esa excursión. Pegó un acelerón y uso su poder para que Rudolf echara a volar. El viento helado le sacudió el rostro y la nieve se agolpó en su barba blanca al ascender. Eso le gustaba, ver el mundo desde arriba y sentirse dueño y señor de todo. Además, desde ahí podía encontrar esas minas mucho más rápido que desde el suelo. A lo mejor de vez en cuando tenía que echar un ojo al camino que seguía la monja, pero estaba seguro de que llegaría antes y se quedaría para él las mejores piezas.
Y mientras esperaba al resto con los piratas ya muertos, se comería la comida de Cara Cortada.
Ignoró el comentario sobre su madre -porque lo cierto era que sí que tenía un poco de barba, y con el frío de Ártica siempre cortaba un poco- y sacó a Lulú de su cómoda funda de cuero. El largo cañón del pistolón observó al otro cazador con su gran ojo negro.
-Hohoho, eres todo un hombre, ¿eh? Con esa mierda no me cortarías en dos ni el nardo, mierdecilla. Esto es un arma de verdad -dijo alzando a Lulú hasta ponerlo frente al rostro del tal Kohaku-. Vuelve a apuntarme con eso y tendrán que recoger trocitos de tu cabeza con una puta cucharilla. Mira, para que veas cómo suena.
En un acto de suma consideración, movió el arma unos centímetros a un lado y disparó. La bala se estrelló inofensivamente más allá del Cara Cortada, dejando a su paso un estruendo casi obsceno. No le había volado nada, pero seguro que su tímpano estaba ahora tocando los tambores con fuerza. Roland enfundó y se alejó riendo para cargar sus dos bolsas de comida sobre Rudolf y preguntarle a la monja a dónde tenían que ir.
Resultó que su presa estaba en una mina. Roland había pasado tiempo en algunas de las de Ártica, jugando con la dinamita y fumando hierba en los túneles, así que sabía bien lo peligroso que era ponerse a pegar tiros en un lugar donde podía haber gas acumulado. Pero bueno, eso lo hacía más divertido. Con suerte verían una bonita explosión antes de acabar el día.
El grupo se puso en marcha, pero a un ritmo ridículo. Los trineos eran el peor de los vehículos. Ni eran rápidos ni olían a gasolina. ¿De qué coño servían? En cambio, la Black Rodolfus tosió su buena ración de humo negro al arrancar el motor. Oyó en parte lo que Abi estaba diciendo, pero no tenía intención de seguir la ruta de esa excursión. Pegó un acelerón y uso su poder para que Rudolf echara a volar. El viento helado le sacudió el rostro y la nieve se agolpó en su barba blanca al ascender. Eso le gustaba, ver el mundo desde arriba y sentirse dueño y señor de todo. Además, desde ahí podía encontrar esas minas mucho más rápido que desde el suelo. A lo mejor de vez en cuando tenía que echar un ojo al camino que seguía la monja, pero estaba seguro de que llegaría antes y se quedaría para él las mejores piezas.
Y mientras esperaba al resto con los piratas ya muertos, se comería la comida de Cara Cortada.
- Resumen:
- Roland tiene una breve discusión de caballeros con Kohaku que zanja de forma adulta y responsable. Luego decide adelantarse y volar con su moto para encontrar las minas antes que nadie, guiándose un poco por la ruta que siga Abi.
Liam D. Griffith
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Gracias a Dios, las medallas servían para algo en una jerarquía tan marcada como era la Marina. En el mundo de los piratas, en los cazarrecompensas o, en definitiva, en cualquier lugar que no fuera el Gobierno, el cargo contaba poco y no inspiraba ningún respeto más allá de la fuerza que uno mismo demostrase a través de los hechos y los logros. En cambio, aquí los cadetes y otros rangos bajos se apartaban varios metros al paso de Bizvan, que abría camino con la eficiencia de una locomotora a todo motor. Aunque quizás yo no era el indicado para hablar, teniendo especialmente en cuenta cómo había sido mi primera reacción al conocerle, ¿no? Aun así, a fuerza de explotar el cargo, vi cómo mi compañero pudo avanzar hasta una posición privilegiada donde sí que escucharía lo que decían el rey y el que parecía ser su hombre de confianza sin problema alguno.
Aun así, a pesar de escuchar los carraspeos iniciales del ya mayor hombre que sujetaba la corona con su cabeza, no se me olvidaban los comentarios de parte del teniente comandante, que me instaban a conseguir algo de información de mano de las dos chicas que habíamos escuchado hablar con la sirvienta. Bueno, era una idea bastante convincente, especialmente teniendo en cuenta lo sediento de información que estábamos todos y cómo seguramente el hombre solo nos dijera lo que ya sabíamos para no descubrir nada raro que no debiéramos conocer. Supuse que Bizvan se encargaría de comentarme toda la información que dijesen aquellos dos hombres como un marine de provecho, así que sería yo quien se acercase a aquellas dos desconocidas para tratar de conseguir aunque fuera un poquito más de información. Quizás no era lo más educado ignorar al monarca de un reino que había clamado por nuestra ayuda, pero uno era más que suficiente para atender a sus comentarios y si ganábamos terreno empezaríamos con un poquito de ventaja que podría venirnos bien.
Me acerqué entonces, sin duda y con paso suave, hacía la pareja. La criada ya no estaba cerca, así que no sería un obstáculo a la hora de preguntar, aunque siendo tan trastos como aparentaban quizás eran ellas las que escupían todo sin tener que decir yo nada. Ellas parecieron sorprenderse levemente, con el gesto de alguien que ve a un conocido de la escuela, lo que no me hizo aminorar la marcha para presentarme frente a ellas y hacer una suave reverencia. Una marcada llamaría demasiado la atención y no hacerla quizás sería faltar a su cargo, así que esa era mi salida a la situación. Sin decir nada me hicieron un gesto algo extraño para nobles —si lo eran—, pidiéndome sin palabras que las siguiera hasta una esquina que tenía bastantes puntos muertos respecto al grueso de marines que plagaban la isla. La criada pasó a unos metros, tratando de encontrar al dúo sin mucho resultado, sin llegar a sorprenderse como si fuera algo cotidiano pero no por ello menos preocupante. De todas formas, si les podía pasar algo en un palacio lleno de marines, tendría que ser de la mano en un criminal impecable.
Una de ellas abrió la boca en un tono demasiado alto como para haberse escondido en primer lugar y la otra respondió acallándola a la fuerza, atendiendo la primera a razones y suavizando su tono. «¿Ayuda…? ¿Cómo que necesitan ayuda? ¿Será una chiquillada?» pensé mientras las escuchaba llamarme distinto al resto. En mi opinión, no destacaba tanto del variopinto grupo que las filas del Gobierno reclutaba cada día, pero eso no era mi asunto y cada uno podía tener su opinión. «¿Es mi pelo…?» pensé mientras buscaba a Bizvan con la mirada, tan fornido como siempre. Él si era llamativo. Y seguramente fuerte, al menos en comparación a mí. Por otro lado, no tuvieron reticencias en decirme sus respectivos nombres. Freija y Estriz Claus… Al final sí que eran dos infantas. Fui a hacer una segunda reverencia, esta vez algo más marcada debido a lo oculto del lugar, que correspondía a las suyas. Yo asentí a su petición de encontrarnos en el cobertizo y poco después marcharon tras ver cómo la criada estaba empezando a cansarse de jugar al escondite. Yo, con velocidad, traté de escabullirme entre unos y otros —sin molestarlos— para encontrarme con mi compañero, aunque la densidad de gente no favorecía el encuentro. De lograrlo, simplemente le susurraría con cuidado de evitar oídos indeseados:
— Son las infantas Freija y Estriz Claus, y quieren que las ayudemos a algo. Me han pedido que tras todo esto vaya al cobertizo del jardín. Parecían ilusionadas, así que creo que desde que las escuché no hay marcha atrás. Al menos para mí. No me gustaría enfadar a las segundas princesas de un reino, a saber lo que le pueden contar a su padre… —dije en un tono algo más jocoso. Aun así, lo de que tendría que ir a su encuentro era una realidad, especialmente tras ir a hablar con ellas. No hacerlo sería traicionar su confianza y, de todas formas, podía ser algo importante para el reino. O no.
Aun así, a pesar de escuchar los carraspeos iniciales del ya mayor hombre que sujetaba la corona con su cabeza, no se me olvidaban los comentarios de parte del teniente comandante, que me instaban a conseguir algo de información de mano de las dos chicas que habíamos escuchado hablar con la sirvienta. Bueno, era una idea bastante convincente, especialmente teniendo en cuenta lo sediento de información que estábamos todos y cómo seguramente el hombre solo nos dijera lo que ya sabíamos para no descubrir nada raro que no debiéramos conocer. Supuse que Bizvan se encargaría de comentarme toda la información que dijesen aquellos dos hombres como un marine de provecho, así que sería yo quien se acercase a aquellas dos desconocidas para tratar de conseguir aunque fuera un poquito más de información. Quizás no era lo más educado ignorar al monarca de un reino que había clamado por nuestra ayuda, pero uno era más que suficiente para atender a sus comentarios y si ganábamos terreno empezaríamos con un poquito de ventaja que podría venirnos bien.
Me acerqué entonces, sin duda y con paso suave, hacía la pareja. La criada ya no estaba cerca, así que no sería un obstáculo a la hora de preguntar, aunque siendo tan trastos como aparentaban quizás eran ellas las que escupían todo sin tener que decir yo nada. Ellas parecieron sorprenderse levemente, con el gesto de alguien que ve a un conocido de la escuela, lo que no me hizo aminorar la marcha para presentarme frente a ellas y hacer una suave reverencia. Una marcada llamaría demasiado la atención y no hacerla quizás sería faltar a su cargo, así que esa era mi salida a la situación. Sin decir nada me hicieron un gesto algo extraño para nobles —si lo eran—, pidiéndome sin palabras que las siguiera hasta una esquina que tenía bastantes puntos muertos respecto al grueso de marines que plagaban la isla. La criada pasó a unos metros, tratando de encontrar al dúo sin mucho resultado, sin llegar a sorprenderse como si fuera algo cotidiano pero no por ello menos preocupante. De todas formas, si les podía pasar algo en un palacio lleno de marines, tendría que ser de la mano en un criminal impecable.
Una de ellas abrió la boca en un tono demasiado alto como para haberse escondido en primer lugar y la otra respondió acallándola a la fuerza, atendiendo la primera a razones y suavizando su tono. «¿Ayuda…? ¿Cómo que necesitan ayuda? ¿Será una chiquillada?» pensé mientras las escuchaba llamarme distinto al resto. En mi opinión, no destacaba tanto del variopinto grupo que las filas del Gobierno reclutaba cada día, pero eso no era mi asunto y cada uno podía tener su opinión. «¿Es mi pelo…?» pensé mientras buscaba a Bizvan con la mirada, tan fornido como siempre. Él si era llamativo. Y seguramente fuerte, al menos en comparación a mí. Por otro lado, no tuvieron reticencias en decirme sus respectivos nombres. Freija y Estriz Claus… Al final sí que eran dos infantas. Fui a hacer una segunda reverencia, esta vez algo más marcada debido a lo oculto del lugar, que correspondía a las suyas. Yo asentí a su petición de encontrarnos en el cobertizo y poco después marcharon tras ver cómo la criada estaba empezando a cansarse de jugar al escondite. Yo, con velocidad, traté de escabullirme entre unos y otros —sin molestarlos— para encontrarme con mi compañero, aunque la densidad de gente no favorecía el encuentro. De lograrlo, simplemente le susurraría con cuidado de evitar oídos indeseados:
— Son las infantas Freija y Estriz Claus, y quieren que las ayudemos a algo. Me han pedido que tras todo esto vaya al cobertizo del jardín. Parecían ilusionadas, así que creo que desde que las escuché no hay marcha atrás. Al menos para mí. No me gustaría enfadar a las segundas princesas de un reino, a saber lo que le pueden contar a su padre… —dije en un tono algo más jocoso. Aun así, lo de que tendría que ir a su encuentro era una realidad, especialmente tras ir a hablar con ellas. No hacerlo sería traicionar su confianza y, de todas formas, podía ser algo importante para el reino. O no.
- Resumen:
- Hablar con las muchachas, atender a sus peticiones y volver con Bizvan para comunicárselo y esperar a que termine la reunión para que él me comente todo. Yo, por mi lado, voy.
Thyra exhaló cansada y sonrió al ver como la sangre fluía a borbotones del cuello del conejo gigante. No era lo que quería para él ni mucho menos, pero se habían metido en su camino sin pedirlo y no hacían más que retrasarlos. La muchacha no bajó del árbol por su propia seguridad, pero lo que si sabía es que ahora el resto de los conejos querrían ir a por ella por matar a uno de sus compañeros.
Aun así, seguían ganando en número a la manada por lo que pensó, intentando concentrarse. Ahora eran mucho más agresivos, pero todo estaba muy desperdigado. Los copos de nieve comenzaron a posarse en su cabello dorado y las temperaturas descendieron drásticamente aun más, teniendo escalofríos de por medio. Pensó en abandonarlos a todos y seguir por si misma, pero sin un apoyo de fondo no tendría posibilidades de conseguirlo y una vez más, le tocaría ayudar a gente que no le importaba en absoluto.
El frío y los gritos de la gente luchando, aquellos sonidos desgarradores impedían que se concentrara lo suficiente para pensar. Se tapó los oídos y cerró los ojos, intentando ignorar lo que le rodeaba, pero no servía de nada. Se puso de pie en la rama y estiró los brazos hacia delante.
No tenía ni idea de si su plan funcionaría, pero quería confiar. No perdía nada por intentarlo, quizás solo enfadarlos aun más. Su idea era levantar todas las cosas pequeñas que había en el suelo, o incluso bajo la nieve. Hacerlas levitar para después lanzarlas hacia los conejos. Si centraba toda la atención de estos en ella, los merodeadores podrían acabar con ellos por las espaldas.
Brillante comenzó a levantar piedras, palos, ramas e incluso pequeñas motas de nieve con la intención de que estos la mirarán. Los conejos eran listos, por lo que no podía dar muchas evidencias de su plan o si no se darían cuenta, pero esperaba que los merodeadores intuyesen lo que había que hacer.
-¡Ahora! - Exclamó, mirando a los conejos en caso de que estos posaran su atención en ella.
Aun así, seguían ganando en número a la manada por lo que pensó, intentando concentrarse. Ahora eran mucho más agresivos, pero todo estaba muy desperdigado. Los copos de nieve comenzaron a posarse en su cabello dorado y las temperaturas descendieron drásticamente aun más, teniendo escalofríos de por medio. Pensó en abandonarlos a todos y seguir por si misma, pero sin un apoyo de fondo no tendría posibilidades de conseguirlo y una vez más, le tocaría ayudar a gente que no le importaba en absoluto.
El frío y los gritos de la gente luchando, aquellos sonidos desgarradores impedían que se concentrara lo suficiente para pensar. Se tapó los oídos y cerró los ojos, intentando ignorar lo que le rodeaba, pero no servía de nada. Se puso de pie en la rama y estiró los brazos hacia delante.
No tenía ni idea de si su plan funcionaría, pero quería confiar. No perdía nada por intentarlo, quizás solo enfadarlos aun más. Su idea era levantar todas las cosas pequeñas que había en el suelo, o incluso bajo la nieve. Hacerlas levitar para después lanzarlas hacia los conejos. Si centraba toda la atención de estos en ella, los merodeadores podrían acabar con ellos por las espaldas.
Brillante comenzó a levantar piedras, palos, ramas e incluso pequeñas motas de nieve con la intención de que estos la mirarán. Los conejos eran listos, por lo que no podía dar muchas evidencias de su plan o si no se darían cuenta, pero esperaba que los merodeadores intuyesen lo que había que hacer.
-¡Ahora! - Exclamó, mirando a los conejos en caso de que estos posaran su atención en ella.
- resumen:
- Thyra se queda en árbol y piensa un plan para detener a los conejos. Hace levitar todo tipo de cosas que hay en el suelo una y otra vez contra ellos para llamar su atención y espera a que los merodeadores hagan su magia.
Ashlyn Blake
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No les pusieron impedimento alguno a la hora de entrar a la ciudad y al castillo. Les estaban esperando después de todo y con sus identificaciones como marine, agentes del cp y cazarrecompensas no hizo falta más explicaciones. Un suspiro tenue salio de los labios de la albina mientras se sentaba en una de las sillas y se espanzurraba un poco. No, Ash no era de las que se sentaban de forma delicada y cruzando las piernas a menos que quisiera juguetear y en aquel momento estaba más bien cansada y hastiada. No le gustaban los temas de palacio y ya había tenido que salvar una corte en unas misiones pasadas. Le daba mucha, mucha, pero mucha pereza tener que tratar otra vez con nobles.
No tardo demasiado en sacar su petaca de Whisky y darle un buen trago. Necesitaba un poco de alcohol en sangre para no terminar completamente asqueada con los temas de la corte. El rey parecía que realmente estaba en problemas, normal también te digo si te joden aquellos en los que confías. Miro las entradas y salidas que mencionaba aquel tipo en el mapa y arqueo una ceja. Si recordaba bien el mapa que tenían en su poder ninguna de esas entradas era la que aparecía allí. Puede que fuera una trampa, pero también puede que fuera el lugar indicado al que ir así que bueno, bien podrían probar suerte.
Dejaron que la reunión terminase — creo que nosotros tenemos otro lugar al que ir ¿no os parece? — no quería hacer mención del mapa y de la entrada secreta que se señalaba en él por si alguien les estaba escuchando y podría traerles problemas. Pero al menos, por parte de la albina quería ir a descifrar que escondía aquella entrada secreta y aunque fuese una trampa al menos sería divertido. No es que tuviera intención de dejar que los enemigos les jodieran la vida, pero oye, las trampas casi siempre se ponen en ciertos lugares por algún motivo y si no era una trampa y era un camino hacía el premio gordo pues adelante.
Espero a ver que opinaban el resto de sus compañeros y después le pego otro trago a la petaca antes de sacar el paquete de cigarros del bolsillo y encenderse uno. Si alguien se acercaba a ella para pedirle que lo apagase realmente iba a cabrearse, necesitaba un poco de nicotina y con la puta ventisca que hacía fuera era imposible fumar. No se quejaba, para ella la ventisca era favorable, pero coño, los cigarros no aguantan encendidos con semejante vendaval. Una vez el resto se decidiera a ver donde iban, tomarían rumbo, poco a poco las piezas del puzzle se iban mostrando y luego solo tendrían que juntarlas.
No tardo demasiado en sacar su petaca de Whisky y darle un buen trago. Necesitaba un poco de alcohol en sangre para no terminar completamente asqueada con los temas de la corte. El rey parecía que realmente estaba en problemas, normal también te digo si te joden aquellos en los que confías. Miro las entradas y salidas que mencionaba aquel tipo en el mapa y arqueo una ceja. Si recordaba bien el mapa que tenían en su poder ninguna de esas entradas era la que aparecía allí. Puede que fuera una trampa, pero también puede que fuera el lugar indicado al que ir así que bueno, bien podrían probar suerte.
Dejaron que la reunión terminase — creo que nosotros tenemos otro lugar al que ir ¿no os parece? — no quería hacer mención del mapa y de la entrada secreta que se señalaba en él por si alguien les estaba escuchando y podría traerles problemas. Pero al menos, por parte de la albina quería ir a descifrar que escondía aquella entrada secreta y aunque fuese una trampa al menos sería divertido. No es que tuviera intención de dejar que los enemigos les jodieran la vida, pero oye, las trampas casi siempre se ponen en ciertos lugares por algún motivo y si no era una trampa y era un camino hacía el premio gordo pues adelante.
Espero a ver que opinaban el resto de sus compañeros y después le pego otro trago a la petaca antes de sacar el paquete de cigarros del bolsillo y encenderse uno. Si alguien se acercaba a ella para pedirle que lo apagase realmente iba a cabrearse, necesitaba un poco de nicotina y con la puta ventisca que hacía fuera era imposible fumar. No se quejaba, para ella la ventisca era favorable, pero coño, los cigarros no aguantan encendidos con semejante vendaval. Una vez el resto se decidiera a ver donde iban, tomarían rumbo, poco a poco las piezas del puzzle se iban mostrando y luego solo tendrían que juntarlas.
- Resumen:
- Ash bebe whisky de su petaca, opina que deberían probar suerte por la entrada secreta de su mapa, vuelve a beber, fuma y deja que el resto opine antes de ponerse en marcha
Elina Landvik
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Parecía que aquella cosa tenía la piel demasiado fuerte, aguantaba bien sus cortes y golpes y parece que solo estaba consiguiendo cabrearlo. Bueno, en aquellas circunstancias tampoco podían hacer mucho más. Ver como se dirigía hacía la pared para chocar con ella para quitarla de encima la hizo suspirar con molestia. Si aquella enorme cosa chocaba contra la pared acabarían todos sepultados y siendo sinceros no le hacía ninguna gracia la idea de tener que acabar sepultada por un montón de piedras con todos sus tripulantes en aquella dichosa cueva. Gruño nuevamente molesta mientras pensaba en una forma de desviar a aquel bicho de alguna manera.
No sabía si iba a funcionar o no, pero era eso o dejar que los aplastase a todos. Se colocó de pie sobre el bicho y salto delante de su cabeza impulsándose con sus alas para quedar en su cara agarrada de sus enormes cuernos de metal — hola amiguito — entonces su cuerpo brillo con intensidad, esperaba que eso fuera suficiente para cegarlo lo suficiente como para que no supiera del todo bien para donde iba. Después intentaría desequilibrarlo, tirar de uno de sus cuernos con toda su fuerza, usando su voluntad para incrementar aún más la misma mientras se dejaba caer impulsándose con las alas. Si todo salía acorde a su plan podría tirar del bicho y alejarlo de la pared para después hacer que saliese de la cueva.
Si conseguía sacarlo de allí, podría darle una buena paliza, sin temor a que sus compañeros se vieran completamente perjudicados por un derrumbamiento o algo por el estilo. Sabía que serían completamente capaces de librarse de esos bichos más pequeños, por su parte intentaría que aquel enorme bicharraco no les diera más problemas de los necesarios. Aria, Illje, Arik, Serleena y Claude, si, confiaba incluso en el dichoso Claude para que les ayudara. Sabía que a su manera podía llegar a ser útil, al menos hacía una deliciosa lasaña, oh, cierto, tenían una bolsa de comida que les había dado el chico. En algún momento a lo mejor era buena idea parar a comer, aunque la verdad es que no debería estar pensando en eso en este momento.
Si su estrategia funcionaba y conseguía sacar al grandote de la cueva, intentaría probar alguna otra cosa, con la fuerza con la que ahora contaba intentaría golpear en el centro de su cuello para ver si conseguía atravesar la armadura que tenía y hacer daño interno con su golpe. Tenía que buscar la forma de acabar con esa cosa o al menos entretenerla lo suficiente como para darle tiempo a sus compañeros de que se hicieran cargo del resto y luego fueran a echarle una manita. Por el momento la cosa parecía tensa y algo complicada, además, los albinos eran de lo mas curiosos. No estaba segura de si habían subido allí por su propia voluntad, pero desde luego era sospechoso.
No sabía si iba a funcionar o no, pero era eso o dejar que los aplastase a todos. Se colocó de pie sobre el bicho y salto delante de su cabeza impulsándose con sus alas para quedar en su cara agarrada de sus enormes cuernos de metal — hola amiguito — entonces su cuerpo brillo con intensidad, esperaba que eso fuera suficiente para cegarlo lo suficiente como para que no supiera del todo bien para donde iba. Después intentaría desequilibrarlo, tirar de uno de sus cuernos con toda su fuerza, usando su voluntad para incrementar aún más la misma mientras se dejaba caer impulsándose con las alas. Si todo salía acorde a su plan podría tirar del bicho y alejarlo de la pared para después hacer que saliese de la cueva.
Si conseguía sacarlo de allí, podría darle una buena paliza, sin temor a que sus compañeros se vieran completamente perjudicados por un derrumbamiento o algo por el estilo. Sabía que serían completamente capaces de librarse de esos bichos más pequeños, por su parte intentaría que aquel enorme bicharraco no les diera más problemas de los necesarios. Aria, Illje, Arik, Serleena y Claude, si, confiaba incluso en el dichoso Claude para que les ayudara. Sabía que a su manera podía llegar a ser útil, al menos hacía una deliciosa lasaña, oh, cierto, tenían una bolsa de comida que les había dado el chico. En algún momento a lo mejor era buena idea parar a comer, aunque la verdad es que no debería estar pensando en eso en este momento.
Si su estrategia funcionaba y conseguía sacar al grandote de la cueva, intentaría probar alguna otra cosa, con la fuerza con la que ahora contaba intentaría golpear en el centro de su cuello para ver si conseguía atravesar la armadura que tenía y hacer daño interno con su golpe. Tenía que buscar la forma de acabar con esa cosa o al menos entretenerla lo suficiente como para darle tiempo a sus compañeros de que se hicieran cargo del resto y luego fueran a echarle una manita. Por el momento la cosa parecía tensa y algo complicada, además, los albinos eran de lo mas curiosos. No estaba segura de si habían subido allí por su propia voluntad, pero desde luego era sospechoso.
- Resumen:
- Elina intenta cegar al bicho gordo y con 8 de fuerza (4 normal + 2 híbrida + 2 que se suma con su voluntad al cambiar de sitio la de resistencia y agilidad de su forma híbrida) intentara cambiar el rumbo del animal para que salga de la cueva y allí intentar golpear su cuello para ver si consigue hacerle más daño del que le han hecho sus espadas
Claude von Appetit
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Vale, a ver que yo me entere. Esta gente nos conduce a una trampa mortal en la que un montón de dinogallinas y una vaca rinoceronte con chapa metálica están esperando por nosotros para lo que recuerda sospechosamente a un sacrificio humano. Seguidamente, y con toda la cara dura del mundo, se montan en una especie de jaula aprovechando la oscuridad y suben hasta lo alto, desde donde se dedican a observar a salvo mientras nos morimos entre dolor y sufrimiento -que no hayamos muerto entre dolor y sufrimiento no influye en este caso-. Y, finalmente, me dicen que me ayudarán si los bajo pero no quieren morir aplastados. Tal vez eso se deba a la carga de la vaca contra la pared, que con toda seguridad va a ser problemática, pero me resulta un poco cómico que los mismos que me iban a sacrificar a su dios rinoceronte lunar ahora me digan que no aceptan las consecuencias de soltar un animal furioso en medio de una cueva sin certificar antes su integridad estructural... En fin, qué se le va a hacer.
- Trato hecho -susugrito una vez más-. Trato. Hecho.
La verdad es que si la vaca siguiese debajo de la jaula le habría dado un buen golpe en la cabeza con ella, pero parece que habrá que improvisar. Bueno, en realidad casi siempre improviso, pero esta vez voy a tener que improvisar... De improviso. Sí, estoy orgulloso del chiste de mierda, y se me escapa una risita mientras con extrema precisión busco el punto más débil de la cadena que sujeta la jaula y trato de cortar ahí. A partir de aquí, todo lo que yo pueda hacer dependerá de que el corte tenga éxito. No obstante, es evidente que voy a tener éxito dado que, a ver, ¿cuándo me ha salido mal a mí algo? A excepción de esa vez, o esa otra, o aquella que... En fin, no importa, el caso es que si logro romper la cadena doy un salto limpio y aprovecho al máximo mis habilidades para minimizar los daños de la caída, doblando debidamente tobillos y rodillas en un movimiento no muy complicado de hacer, para luego encargarme de reunir a mi tripulación dando unas palmadas.
- ¡Vamos, panda de gandules, haraganes y Landviks! -grito, lo más cerca posible de la salida de la cueva. Sí, mi salto ha sido espectacular-. ¡Que tenemos una agenda muy apretada y el castillo de Drum no se toma solo! Esta gente tan simpática se ha ofrecido a acabar con la vaca, así que no perdáis el tiempo con ella y dejad que se encarguen. Ya vendremos a saquear sus cadáveres.
Bien pensado, no debería haber dicho todo eso en voz alta, pero también hay una cosa que ellos no saben: Soy el mejor. Bueno, en realidad sí lo saben, solo eso explica que se estén esforzando tanto: Quieren ponerse a mi nivel para que me sienta orgulloso de ellos. Qué adorables son, de verdad. Casi se me saltan las lágrimas. De todos modos, me quedo en la boca de la gruta para que si el animal golpea contra algo se tope conmigo, pero mientras tanto sigo haciendo señales a mis camaradas para que se mantengan a salvo:
- ¡La salida está por aquí, chicos! ¡No en la cara de esa vaca, por aquí!
Espero que me hagan caso o al final voy a tener que intervenir, porque están siendo muy indisciplinados. Casi parecen unos piratas cualquiera. Espera. No. Elina, no. Caca. Caca. No traigas a la vaca.
- ¡Elina, deja eso ahí! ¡No juegues con los bichos salvajes!
Maldita sea...
- Trato hecho -susugrito una vez más-. Trato. Hecho.
La verdad es que si la vaca siguiese debajo de la jaula le habría dado un buen golpe en la cabeza con ella, pero parece que habrá que improvisar. Bueno, en realidad casi siempre improviso, pero esta vez voy a tener que improvisar... De improviso. Sí, estoy orgulloso del chiste de mierda, y se me escapa una risita mientras con extrema precisión busco el punto más débil de la cadena que sujeta la jaula y trato de cortar ahí. A partir de aquí, todo lo que yo pueda hacer dependerá de que el corte tenga éxito. No obstante, es evidente que voy a tener éxito dado que, a ver, ¿cuándo me ha salido mal a mí algo? A excepción de esa vez, o esa otra, o aquella que... En fin, no importa, el caso es que si logro romper la cadena doy un salto limpio y aprovecho al máximo mis habilidades para minimizar los daños de la caída, doblando debidamente tobillos y rodillas en un movimiento no muy complicado de hacer, para luego encargarme de reunir a mi tripulación dando unas palmadas.
- ¡Vamos, panda de gandules, haraganes y Landviks! -grito, lo más cerca posible de la salida de la cueva. Sí, mi salto ha sido espectacular-. ¡Que tenemos una agenda muy apretada y el castillo de Drum no se toma solo! Esta gente tan simpática se ha ofrecido a acabar con la vaca, así que no perdáis el tiempo con ella y dejad que se encarguen. Ya vendremos a saquear sus cadáveres.
Bien pensado, no debería haber dicho todo eso en voz alta, pero también hay una cosa que ellos no saben: Soy el mejor. Bueno, en realidad sí lo saben, solo eso explica que se estén esforzando tanto: Quieren ponerse a mi nivel para que me sienta orgulloso de ellos. Qué adorables son, de verdad. Casi se me saltan las lágrimas. De todos modos, me quedo en la boca de la gruta para que si el animal golpea contra algo se tope conmigo, pero mientras tanto sigo haciendo señales a mis camaradas para que se mantengan a salvo:
- ¡La salida está por aquí, chicos! ¡No en la cara de esa vaca, por aquí!
Espero que me hagan caso o al final voy a tener que intervenir, porque están siendo muy indisciplinados. Casi parecen unos piratas cualquiera. Espera. No. Elina, no. Caca. Caca. No traigas a la vaca.
- ¡Elina, deja eso ahí! ¡No juegues con los bichos salvajes!
Maldita sea...
- resumen:
- Hacer el imbécil, romper (espero) la cadena y hacer el imbécil.
Illje Landvik
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¡Victoria! Bueno, todavía no. ¡Pero había encontrado lo que buscaba! Sabía que no había forma de que se hubieran materializado en la jaula por arte de magia. Admiraba la teatralidad, aunque si ella fuera a guiar un culto semi-religioso para realizar sacrificios a extraños dinosaurios, se buscaría una platea de observación un tanto más estable que una puta jaula colgada del techo. De verdad, ¿a quién se le ocurre? Podrían haber hecho un balcón o incluso un bonito coliseo. Pero no, tenía que ser una jaula. Eso era contraproducente, a todas luces. Ni siquiera se habían molestado en colocar cuatro cadenas, solo había una central. Eso tenía que menearse de lo lindo ahí arriba, cero visibilidad. Empezaba a perder el respeto por los albinos, la estética no debería estar reñida con la funcionalidad.
Examinó con curiosidad el mecanismo que controlaba la jaula. Era un tanto rudimentario, pero no podía estar fuera de servicio ya que ellos acababan de utilizarlo para subir. Toqueteó ligeramente un par de palancas hasta que encontró la que necesitaba. El metal no estaba en las mejores condiciones, pero seguro que podía ayudar con eso. Miró a su alrededor buscando a Claude para pedirle que le pasase el aceite, pero no le vio por ninguna parte. Quizá ya había salido o a lo mejor estaba detrás del enorme dinosaurio. ¿Sería comestible? Tenía que preguntarle al respecto.
Palpó un par de veces sus bolsillos hasta que encontró lo que buscaba y sacó una pipeta con una sonrisa. La utilizaba para engrasar a sus arañitas cuando una de las patas no iba con la celeridad que les exigía, pero estaba segura de que también valdría para esto. Con cuidado, apuntó bien y engrasó con mimo el mecanismo. Puede que estuviera mal planteado y que ella hubiera hecho todo de forma bastante diferente, pero al final del día alguien se había tomado el trabajo de crear esto y merecía un poco de respeto. Un poco. Lo justo como para tener delicadeza. Tiró con firmeza de la palanca y aguardó, esperando a ver si la jaula descendía.
Se giró entre tanto y entonces vio a Elina subida en la frente del bicho. Brillaba y por algún motivo se echó a reír. Si estuviera en la parte de atrás sería una enorme y patosa luciérnaga. Olvidándose de la jaula, salió rodando detrás de ellos cogiendo toda la carrerilla que pudo. Al final saltó, tratando de montarse en el dinosaurio en marcha. De conseguirlo, se escurriría con cuidado hasta el cuello. Estaba segura de que por ahí podría atacarlo; un punto débil de cualquier maquinaria eran las articulaciones y aunque el bicho no era enteramente de metal, seguro que se aplicaba igual. Apuntó bien y trató de clavar a Budur en el cuello, mientras apretaba las piernas para agarrarse bien y no salir volando. Menos mal que ya había montado antes sobre osos sobrios, porque sin esa práctica no estaba segura de hubiera sabido qué hacer.
Examinó con curiosidad el mecanismo que controlaba la jaula. Era un tanto rudimentario, pero no podía estar fuera de servicio ya que ellos acababan de utilizarlo para subir. Toqueteó ligeramente un par de palancas hasta que encontró la que necesitaba. El metal no estaba en las mejores condiciones, pero seguro que podía ayudar con eso. Miró a su alrededor buscando a Claude para pedirle que le pasase el aceite, pero no le vio por ninguna parte. Quizá ya había salido o a lo mejor estaba detrás del enorme dinosaurio. ¿Sería comestible? Tenía que preguntarle al respecto.
Palpó un par de veces sus bolsillos hasta que encontró lo que buscaba y sacó una pipeta con una sonrisa. La utilizaba para engrasar a sus arañitas cuando una de las patas no iba con la celeridad que les exigía, pero estaba segura de que también valdría para esto. Con cuidado, apuntó bien y engrasó con mimo el mecanismo. Puede que estuviera mal planteado y que ella hubiera hecho todo de forma bastante diferente, pero al final del día alguien se había tomado el trabajo de crear esto y merecía un poco de respeto. Un poco. Lo justo como para tener delicadeza. Tiró con firmeza de la palanca y aguardó, esperando a ver si la jaula descendía.
Se giró entre tanto y entonces vio a Elina subida en la frente del bicho. Brillaba y por algún motivo se echó a reír. Si estuviera en la parte de atrás sería una enorme y patosa luciérnaga. Olvidándose de la jaula, salió rodando detrás de ellos cogiendo toda la carrerilla que pudo. Al final saltó, tratando de montarse en el dinosaurio en marcha. De conseguirlo, se escurriría con cuidado hasta el cuello. Estaba segura de que por ahí podría atacarlo; un punto débil de cualquier maquinaria eran las articulaciones y aunque el bicho no era enteramente de metal, seguro que se aplicaba igual. Apuntó bien y trató de clavar a Budur en el cuello, mientras apretaba las piernas para agarrarse bien y no salir volando. Menos mal que ya había montado antes sobre osos sobrios, porque sin esa práctica no estaba segura de hubiera sabido qué hacer.
- resumen:
- Engrasar el mecanismo para darle a la palanca y hacer bajar la jaula, rodar y coger carrerilla para montarse en el dinosaurio grande y tratar de clavarle una katana corta en el cuello porque todo el mundo sabe que las articulaciones son los puntos débiles de las máquinas
Bizvan
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Ya que Liam accedió a ir con las jóvenes, Bizvan se abrió paso entre los marines hasta llegar a una zona donde la visibilidad y el audio eran mejores.
Casi al mismo tiempo, el rey sentado en su asiento levantó su mano para pedir saludar a todos los presentes, y estos en respuesta guardaron silencio pues sabían que había llegado la hora.
Otro tomó asiento al lado del rey, debería ser alguien de extrema confianza para este, pues no se detuvo a presentar respetos o realizar algún tipo de saludo. Seguramente la situación los obligaba a ignorar ese tipo de acciones meramente decorativas, y ayudaba a comprender un poco mejor el panorama de la situación.
Las dos últimas personas captaron la atención del espadachín. Eran las misma chicas a las cuales sugirió a Liam que fuera a hablar.
* Al final puede que tengamos un poco de suerte. *no había transcurrido mucho tiempo desde que ambos marines se separaron, por lo que la información que estas pudieron dar al pelirrojo debió ser bastante precisa o muy poca.
El rey comenzó a dar toda la explicación relacionada con la situación actual. Un pequeño detalle que ahora cobraba sentido era lo mencionado por aquella mujer que parecía ser una criada. El ataque hacia el hijo del rey por parte del mayordomo. Ahora era comprensible porque esa mujer se veía preocupada por las acciones de las dos jóvenes, sin embargo ahora surgía una nueva duda en la cabeza del moreno.
* ¿Qué hacían en el puerto?
La voz del rey dejó de escucharse, y ahora era el otro hombre quien tomaba la tarea de explicar la situación con ayuda de un proyector, el cual se presentaron puntos estratégicos en los que se dividiría a los presentes.
Bizvan consideró que había escuchado suficiente, por lo que comenzó a buscar a su compañero entre las personas. De llevar a cabo esta tarea por medios normales hubiese sido tardado y con pocas posibilidades de conseguirlos, sin embargo gracias al mantra del marine fue más sencillo hallar al pelirrojo.
En cuanto éste hizo contacto con el moreno, se acercó para surrar lo descubierto por su parte.
Bizvan esbozó una ligera sonrisa y acto seguido levantó su pulgar para felicitar a Liam por aquella información.
- Si no te molesta te acompañaré, considero que este encuentro puede ser mucho más interesante que cualquier otra cosa. Además si te soy honesto me siento un poco mal por el rey, sabes que la cosa está jodida cuando ves que uno se inclina ante otros. -si esas chicas realmente se dirigen al cobertizo, había posibilidad de que alguien tratara de realizar algún movimiento.- Durante el camino te explicaré aquello que se mencionó por mi parte, aunque puede que algunas cosas alcanzaras a escuchar.
Casi al mismo tiempo, el rey sentado en su asiento levantó su mano para pedir saludar a todos los presentes, y estos en respuesta guardaron silencio pues sabían que había llegado la hora.
Otro tomó asiento al lado del rey, debería ser alguien de extrema confianza para este, pues no se detuvo a presentar respetos o realizar algún tipo de saludo. Seguramente la situación los obligaba a ignorar ese tipo de acciones meramente decorativas, y ayudaba a comprender un poco mejor el panorama de la situación.
Las dos últimas personas captaron la atención del espadachín. Eran las misma chicas a las cuales sugirió a Liam que fuera a hablar.
* Al final puede que tengamos un poco de suerte. *no había transcurrido mucho tiempo desde que ambos marines se separaron, por lo que la información que estas pudieron dar al pelirrojo debió ser bastante precisa o muy poca.
El rey comenzó a dar toda la explicación relacionada con la situación actual. Un pequeño detalle que ahora cobraba sentido era lo mencionado por aquella mujer que parecía ser una criada. El ataque hacia el hijo del rey por parte del mayordomo. Ahora era comprensible porque esa mujer se veía preocupada por las acciones de las dos jóvenes, sin embargo ahora surgía una nueva duda en la cabeza del moreno.
* ¿Qué hacían en el puerto?
La voz del rey dejó de escucharse, y ahora era el otro hombre quien tomaba la tarea de explicar la situación con ayuda de un proyector, el cual se presentaron puntos estratégicos en los que se dividiría a los presentes.
Bizvan consideró que había escuchado suficiente, por lo que comenzó a buscar a su compañero entre las personas. De llevar a cabo esta tarea por medios normales hubiese sido tardado y con pocas posibilidades de conseguirlos, sin embargo gracias al mantra del marine fue más sencillo hallar al pelirrojo.
En cuanto éste hizo contacto con el moreno, se acercó para surrar lo descubierto por su parte.
Bizvan esbozó una ligera sonrisa y acto seguido levantó su pulgar para felicitar a Liam por aquella información.
- Si no te molesta te acompañaré, considero que este encuentro puede ser mucho más interesante que cualquier otra cosa. Además si te soy honesto me siento un poco mal por el rey, sabes que la cosa está jodida cuando ves que uno se inclina ante otros. -si esas chicas realmente se dirigen al cobertizo, había posibilidad de que alguien tratara de realizar algún movimiento.- Durante el camino te explicaré aquello que se mencionó por mi parte, aunque puede que algunas cosas alcanzaras a escuchar.
- Resumen:
- Escuchar con atención la explicación del Rey y Kord, para después poder compartir la información con lujo de detalle a Liam.
Buscar y encontrar a Liam con haki.
Decidir acompañarlo y durante el trayecto al cobertizo explicar lo expuesto en el proyector.
Jace eigner
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Me sentía ahogado entre el vapor de la nieve derritiéndose y el calor que salía del cuerpo de nuestro capitán, el maldito de cerebro caliente (literal y metafóricamente), no lo pensó dos veces en sacar una técnica de su repertorio que dañaría y extenuaría desde enemigos hasta aliados, lo que prácticamente dejaría varios de nuestros grumetes en el suelo, mientras que a Zira y a mí nos dejaría prácticamente en un cansancio continuo al pelear, lo que nos pondría limite, cosa que a mi compañera tal vez no le importaría, pero a mí no me gusta que me pongan más difícil un trabajo que debía hacerse rápido, por lo que tendríamos hablar que esto después de que el trabajo estuviese completado.
De esta manera quedarían tres de los cuatro hombres inconscientes, logrando a pesar del duro clima puesto por mi superior, un ataque bastante contundente que por suerte para el veterano que ahora se encontraba en el suelo le libraría un día más de la muerte lo que me haría comentarle –Creo me debe una, viejo. – Diría pegándole un par de patadas al ninja para ver si estaba vivo mientras el calor aun me hacía cenizas los pulmones, y alpha ordenaba que ataran a los que habían caído por si llegaban a seguir vivos después de semejante paliza.
Por mi parte suspiraría viendo como además empezaba a bajar de nuevo la temperatura y ayudaba a ponerse en una posición cómoda al líder de los soldados que para variar ahora les debía explicaciones –Bueno dejaremos las preguntas para después. – Dictaría mientras me ponía manos a la obra los tres los juntaría para tener especial cuidado, en especial con el que me enfrente primero, el cual no sabía bien que le había pasado, acercándomele con daga en mano, bien sujeta para que no me pudiese hacer nada y si todo iba bien terminarían tres atados justo a tiempo.
Justo a tiempo para que el ultimo a que se enfrentaba Alpha intentara suicidarse con un cuchillo en mano que para mí mala suerte, parecía ser más peligroso si me acercaba en el momento (dado que aún no me recuperaba del todo), por lo que simplemente al estar bajando ya la ola de calor vería el combate de afuera en busca del ganador de la trifurca, con un poco de suerte verían a los ninjas desguazados, solo quedaba rezar por la victoria de ellos.
De esta manera quedarían tres de los cuatro hombres inconscientes, logrando a pesar del duro clima puesto por mi superior, un ataque bastante contundente que por suerte para el veterano que ahora se encontraba en el suelo le libraría un día más de la muerte lo que me haría comentarle –Creo me debe una, viejo. – Diría pegándole un par de patadas al ninja para ver si estaba vivo mientras el calor aun me hacía cenizas los pulmones, y alpha ordenaba que ataran a los que habían caído por si llegaban a seguir vivos después de semejante paliza.
Por mi parte suspiraría viendo como además empezaba a bajar de nuevo la temperatura y ayudaba a ponerse en una posición cómoda al líder de los soldados que para variar ahora les debía explicaciones –Bueno dejaremos las preguntas para después. – Dictaría mientras me ponía manos a la obra los tres los juntaría para tener especial cuidado, en especial con el que me enfrente primero, el cual no sabía bien que le había pasado, acercándomele con daga en mano, bien sujeta para que no me pudiese hacer nada y si todo iba bien terminarían tres atados justo a tiempo.
Justo a tiempo para que el ultimo a que se enfrentaba Alpha intentara suicidarse con un cuchillo en mano que para mí mala suerte, parecía ser más peligroso si me acercaba en el momento (dado que aún no me recuperaba del todo), por lo que simplemente al estar bajando ya la ola de calor vería el combate de afuera en busca del ganador de la trifurca, con un poco de suerte verían a los ninjas desguazados, solo quedaba rezar por la victoria de ellos.
- Resumen:
- -ato a los ninjas con especial cuidado, después de ayudar al veterano y dedicarle unas palabras
Raion
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El general se mostró ofendido ante la pregunta de Raion, cosa que le resultó extraña, pues en ningún casi había insinuado nada que pudiera resultar ofensivo. Salvo que tuviese algo que ocultar, claro estaba. Sus sospechas, por lo tanto, no hicieron sino aumentar. Más aún al tener en cuenta el poder que durante unos instantes pareció emanar del veterano noble, como si tuviera en su interior una fuerza que la mayor parte del tiempo mantenía reprimida. Tendría que mantenerlo vigilado.
En ese momento el ruido de personas alertó de que más gente había llegado al salón donde iban a reunirse con el rey. Volvieron al mismo y tomaron asiento, pues el monarca estaba a punto de entrar. El león decidió que no quitaría el ojo de encima al consejero real mientras el encuentro durase. Su instinto de cazador era le decía claramente que aquel hombre ocultaba algo, y no solía fallarle.
El rey era un hombre ya entrado en años que, pese a que ahora poseía una nada envidiable barriga, daba la sensación de haber sido el paradigma de la fortaleza física en sus años de juventud. Probablemente, de hecho, aún fuese considerablemente poderoso. El mink sabía que, aunque la edad restaba vigor, otorgaba experiencia, y en muchas ocasiones esta última era tan o más valiosa que el primero.
El gobernante explicó la situación, el ataque y huida posterior a las montañas, la amenaza de una posible invasión en un futuro cercano y, finalmente, el ataque al príncipe heredero por parte del mayordomo de mayor confianza del rey. Esto último en concreto era lo que más interesaba a Raion. Al fin y al cabo, ¿qué podría llevar a alguien que ha pasado muchos años sirviendo a un monarca hasta el punto de tener su total confianza a tratar de asesinar a su hijo y heredero? ¿Promesas de oro y poder? ¿Manipulación de alguna clase? Todo aquel asunto olía muy mal, y el león no podía evitar pensar que el general tenía algo que ver en él.
Precisamente el consejero explicó a continuación sobre un mapa los puntos donde sospechaban se escondían los asaltantes, así como diversas rutas y entradas de acceso a las minas y al castillo. Finalmente ofrecieron a los participantes en la batida de caza lo que necesitaran antes de partir. El león, sabedor de la dificultad del clima, buscó un abrigo de su tamaño que le ayudase con el frío y víveres suficientes para varios días.
Poco después iba a hablar con Braud para trazar un plan cuando fue interrumpido por el sonido de su Den Den Mushi. Al otro lado la voz de Abby comenzó a contarle su situación. Estaban en las minas, luego les llevaban ventaja. Habían averiguado, gracias a los habitantes de la isla, varios datos relevantes sobre los asaltantes, y además habían conseguido un pago por adelantado de la princesa. La situación era realmente ventajosa. El mink, a su vez, contestó a la monja tras alejarse lo suficiente de la multitud para asegurarse que no había oídos indiscretos a su alrededor:
- Perfecto, las minas son el lugar donde se sospecha que se esconden los asaltantes. Según el mapa que nos han dado hay tres entradas, y una de ellas, la más alta, llega hacia el antiguo castillo de la cima de la montaña. También se puede llegar mediante el teleférico. Nosotros vamos a intentar dirigirnos hacia ese castillo, algo me dice que allí está la clave de todo esto. El rey sospecha que los asaltantes pretenden invadir el reino, y no solo eso, sino que su mayordomo de más confianza trató de asesinar al príncipe heredero. Ah, y no os fiéis de Aurelio Kord, el general y consejero real. Mi instinto me dice que no es trigo limpio, tal vez sea quien está detrás de todo.
Cuando la monja colgó el teléfono Raion se dirigió hacia Braud:
- Debemos darnos prisa, se avecina una ventisca. Hay que llegar a las minas antes de que comience.
Teniendo en cuenta ese dato climatológico el teleférico quedaba descartado como opción, así que las minas eran la única que les quedaba si querían al castillo. Aunque una ventisca no sería problema para él, pues simplemente tendría que controlar el viento en unos metros alrededor suyo y de Braud, y podrían avanzar sin mayores dificultades.
Cuando el grandullón estuviera listo partirían, inicialmente en dirección a las minas. Sin embargo el león intentaría utilizar sus habilidades como cazador y rastreador, así como su capacidad de manipular el aire para seguir con mayor facilidad rastros olorosos para buscar pistas sobre la presencia de un grupo de personas que coincidiera con la descripción aportada por Abby. En particular las huellas de alguien de tamaño muy superior a la media, similar a Braud o mayor, y las huellas o el rastro de un lobo o alguna clase de ser similar.
En ese momento el ruido de personas alertó de que más gente había llegado al salón donde iban a reunirse con el rey. Volvieron al mismo y tomaron asiento, pues el monarca estaba a punto de entrar. El león decidió que no quitaría el ojo de encima al consejero real mientras el encuentro durase. Su instinto de cazador era le decía claramente que aquel hombre ocultaba algo, y no solía fallarle.
El rey era un hombre ya entrado en años que, pese a que ahora poseía una nada envidiable barriga, daba la sensación de haber sido el paradigma de la fortaleza física en sus años de juventud. Probablemente, de hecho, aún fuese considerablemente poderoso. El mink sabía que, aunque la edad restaba vigor, otorgaba experiencia, y en muchas ocasiones esta última era tan o más valiosa que el primero.
El gobernante explicó la situación, el ataque y huida posterior a las montañas, la amenaza de una posible invasión en un futuro cercano y, finalmente, el ataque al príncipe heredero por parte del mayordomo de mayor confianza del rey. Esto último en concreto era lo que más interesaba a Raion. Al fin y al cabo, ¿qué podría llevar a alguien que ha pasado muchos años sirviendo a un monarca hasta el punto de tener su total confianza a tratar de asesinar a su hijo y heredero? ¿Promesas de oro y poder? ¿Manipulación de alguna clase? Todo aquel asunto olía muy mal, y el león no podía evitar pensar que el general tenía algo que ver en él.
Precisamente el consejero explicó a continuación sobre un mapa los puntos donde sospechaban se escondían los asaltantes, así como diversas rutas y entradas de acceso a las minas y al castillo. Finalmente ofrecieron a los participantes en la batida de caza lo que necesitaran antes de partir. El león, sabedor de la dificultad del clima, buscó un abrigo de su tamaño que le ayudase con el frío y víveres suficientes para varios días.
Poco después iba a hablar con Braud para trazar un plan cuando fue interrumpido por el sonido de su Den Den Mushi. Al otro lado la voz de Abby comenzó a contarle su situación. Estaban en las minas, luego les llevaban ventaja. Habían averiguado, gracias a los habitantes de la isla, varios datos relevantes sobre los asaltantes, y además habían conseguido un pago por adelantado de la princesa. La situación era realmente ventajosa. El mink, a su vez, contestó a la monja tras alejarse lo suficiente de la multitud para asegurarse que no había oídos indiscretos a su alrededor:
- Perfecto, las minas son el lugar donde se sospecha que se esconden los asaltantes. Según el mapa que nos han dado hay tres entradas, y una de ellas, la más alta, llega hacia el antiguo castillo de la cima de la montaña. También se puede llegar mediante el teleférico. Nosotros vamos a intentar dirigirnos hacia ese castillo, algo me dice que allí está la clave de todo esto. El rey sospecha que los asaltantes pretenden invadir el reino, y no solo eso, sino que su mayordomo de más confianza trató de asesinar al príncipe heredero. Ah, y no os fiéis de Aurelio Kord, el general y consejero real. Mi instinto me dice que no es trigo limpio, tal vez sea quien está detrás de todo.
Cuando la monja colgó el teléfono Raion se dirigió hacia Braud:
- Debemos darnos prisa, se avecina una ventisca. Hay que llegar a las minas antes de que comience.
Teniendo en cuenta ese dato climatológico el teleférico quedaba descartado como opción, así que las minas eran la única que les quedaba si querían al castillo. Aunque una ventisca no sería problema para él, pues simplemente tendría que controlar el viento en unos metros alrededor suyo y de Braud, y podrían avanzar sin mayores dificultades.
Cuando el grandullón estuviera listo partirían, inicialmente en dirección a las minas. Sin embargo el león intentaría utilizar sus habilidades como cazador y rastreador, así como su capacidad de manipular el aire para seguir con mayor facilidad rastros olorosos para buscar pistas sobre la presencia de un grupo de personas que coincidiera con la descripción aportada por Abby. En particular las huellas de alguien de tamaño muy superior a la media, similar a Braud o mayor, y las huellas o el rastro de un lobo o alguna clase de ser similar.
- Resumen:
- Sospechar del general y no quitarle el ojo de encima durante la reunión. Hablar con Abby, contándole sus sospechas y los detalles revelados en la reunión. Después de hablar con Braud partir, inicialmente en dirección a las minas pero usando sus habilidades de cazador y de akuma para intentar encontrar rastros o señales de gente que coincida con la descripción dada por Abby del grupo de asaltantes.
- Kaze no Kaori: Gracias a su capacidad para controlar el viento Raion puede captar y seguir con muchísima mayor facilidad olores si así lo pretende, manipulando el aire para conseguir que los rastros olorosos lleguen hasta su nariz con mayor facilidad e intensidad siempre y cuando el olor esté presente en el área en que es capaz de controlar el viento.
John Wayne
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John no era muy dado a ese tipo de reuniones en palacios con reyes y gobernantes. No estaba para nada acostumbrado, por lo que cuando se sentó en la silla lo hizo recostado, se bajó el sombrero y se cruzó de brazos. Casi parecía que estaba durmiendo, a pesar de que escuchaba con atención todo lo que pasaba a su alrededor. Se había sentado al lado de Ash, por supuesto, y no hizo mucho caso a la bebida o comida que le pusieron. El único motivo por el cual comería algo sería por puro capricho y en su vida tan solo había lugar para un capricho. Tenía el pelo blanco y estaba sentada a su lado.
La mujer comentó entonces algo de que tenían otro lugar al que ir. Alzó un poco la cabeza para mirarla por debajo del sombrero. Se irguió en la silla y se colocó bien este con un dedo. Estaba claro que la albina se refería a explorar un poco los caminos que mostraba el mapa que tenían. No le pareció mala idea, aunque dudaba que les dejasen deambular así como así.
—No me importaría ir —dijo en un susurro con su ya reconocible ronca voz mientras se encendía otro puro—. No soy muy de tomar decisiones, por lo que... iré donde queráis ir y defenderé lo que tenga que defender.
Tan solo quedaban por pronunciarse las opiniones de Omega y Astartea. Todavía no conocía del todo a Omega, pero confiaba plenamente en las capacidades lógicas de la marine, pues le había demostrado varias veces ser capaz de razonar buenas ideas y buenos planes, aunque su último razonamiento con la posible bomba haya sido jodido por el propio vaquero.
La mujer comentó entonces algo de que tenían otro lugar al que ir. Alzó un poco la cabeza para mirarla por debajo del sombrero. Se irguió en la silla y se colocó bien este con un dedo. Estaba claro que la albina se refería a explorar un poco los caminos que mostraba el mapa que tenían. No le pareció mala idea, aunque dudaba que les dejasen deambular así como así.
—No me importaría ir —dijo en un susurro con su ya reconocible ronca voz mientras se encendía otro puro—. No soy muy de tomar decisiones, por lo que... iré donde queráis ir y defenderé lo que tenga que defender.
Tan solo quedaban por pronunciarse las opiniones de Omega y Astartea. Todavía no conocía del todo a Omega, pero confiaba plenamente en las capacidades lógicas de la marine, pues le había demostrado varias veces ser capaz de razonar buenas ideas y buenos planes, aunque su último razonamiento con la posible bomba haya sido jodido por el propio vaquero.
- Resumen:
- Esperar a ver que se decide, supongo
Ryuichi Ichiban
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Cerró el puño, con fuerza. Sintió aquella presión en el pecho que lo llevó a un estado de expectación total y éxtasis. Aquel hombre era fuerte, muy fuerte, tan fuerte que solo su presencia era capaz de dejar inmóvil a una bestia insaciable como lo era Braudbrüthgael, el ogro de Leirngaf. Sintió ganas, deseos, de lanzar un fuerte puñetazo a aquel general solo para probar su fuerza, solo para ver como de separados estaban en cuanto a nivel, solo para comprobar de primera mano sus puños y el dolor que fuese capaz de sentir. Durante un instante su sonrisa se ensanchó, con los ojos muy abiertos.
El único motivo por el que no lo hizo fue porque no se vio físicamente capaz de superar su propia inmovilidad. Lo cual le dio cierto tiempo a tranquilizarse y, cuando ese extraño poder dejó de estar sobre él, ya había relajado el puño. En ese instante deseó, con todas sus fuerzas, que aquel hombre fuese el malo de la película solo para tener una excusa para darse de hostias con él.
Aquel momento fue demasiado para él, tanto que ni siquiera estuvo atento a lo que se hablaba a su alrededor. Tendría que confiar en que el león hubiese estado atento. Cuando salieron el caracol de Raion sonó y de este emergió la voz de Abby, dando lo que sonaban como datos importantes. Dejó que el león hablara con ella y, después cuando se dirigió a él, le contestó:
—Marchemos cuanto antes, pues —se colocó entonces aquella capucha que antaño era la cabeza de un oso enorme—. Aunque no me dan ningún miedo las ventiscas.
Y partiría con él hacia las minas.
El único motivo por el que no lo hizo fue porque no se vio físicamente capaz de superar su propia inmovilidad. Lo cual le dio cierto tiempo a tranquilizarse y, cuando ese extraño poder dejó de estar sobre él, ya había relajado el puño. En ese instante deseó, con todas sus fuerzas, que aquel hombre fuese el malo de la película solo para tener una excusa para darse de hostias con él.
Aquel momento fue demasiado para él, tanto que ni siquiera estuvo atento a lo que se hablaba a su alrededor. Tendría que confiar en que el león hubiese estado atento. Cuando salieron el caracol de Raion sonó y de este emergió la voz de Abby, dando lo que sonaban como datos importantes. Dejó que el león hablara con ella y, después cuando se dirigió a él, le contestó:
—Marchemos cuanto antes, pues —se colocó entonces aquella capucha que antaño era la cabeza de un oso enorme—. Aunque no me dan ningún miedo las ventiscas.
Y partiría con él hacia las minas.
- Resumen:
- Ponerse cachondo porque el señor parece fuerte y luego irse a las minas
Omega
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Una vez en el palacio, a Omega se le antojó un cigarro. Era demasiado educado para ponerse a fumar en mitad de una reunión con un rey y no tenía el hábito de fumar hasta el punto de necesitarlo urgentemente, pero le molestó un poco. Con el frío infernal de esa isla un pitillo le iría perfecto. Por otro lado no era un hábito sano. Se cruzó de brazos indeciso. Había bastante gente en el lugar, igual no se notaba mucho si se fumaba uno rápido antes de que aquello empezase. Por otro lado... ya sentía algo más de calor con la sopa. Se encogió en el abrigo para mantener el calor y se mordió el labio, indeciso.
Entonces llegaron el rey y sus hijas y el que, si su memoria no le fallaba, era según sus informes el general de Sakura. Era evidente que la situación era peliaguda, pero no se había imaginado hasta qué punto hasta aquel momento. ¿Una invasión? Tal vez había hecho definitivamente bien en llevar el OST y aquel sería el momento excelente de poner a prueba su máquina. Si hacían un buen trabajo, tal vez podría convencer al Gobierno de comenzar la producción en masa. Sería el primer paso para revolucionar la guerra terrestre. Lo siguiente sería mejorar el OST de fase alfa al modelo plenamente funcional. Tal vez incluso le añadiera varias ametralladoras extra y mejorase el cañón... no, eso mejor para el Mark II. No debía adelantarse al futuro. Los cambios poco a poco.
A pesar de que se distrajo un poco pensando en su tanque, captó la idea general del discurso. Había que dar caza a los enemigos que se habían refugiado en las montañas. Eh, ¿en el mapa no salía en las montañas el lugar al que quería citarles su rojizo asaltante? Igual (o más bien con toda certeza) era encaminarse a una trampa, pero dudaba que el tipo ese se esperase que fuesen a petarle a la puerta de la casa con un vehículo acorazado. Que fuese en zona montañosa igual era un problema... pero por suerte la versión Mark I era pequeña y estaba hecha para moverse por terrenos difíciles. Podía llevarles hasta la entrada. Luego, si la entrada era demasiado pequeña... bueno, ahí ya no podía hacer nada.
- Es meterse en la boca del lobo, pero qué diablos - se encogió de hombros - Vamos allá. Creo que podremos apañárnoslas.
Si Astartea no ponía problemas, se dirigirían al lugar. Una vez fuera del palacio, llamaría por den den mushi a Therese.
- Soy yo. Coged el OST y llevadlo a las colinas cercanas al puerto - le indicó una posición próxima al punto marcado por el mapa - Os encontraremos allí.
Entonces llegaron el rey y sus hijas y el que, si su memoria no le fallaba, era según sus informes el general de Sakura. Era evidente que la situación era peliaguda, pero no se había imaginado hasta qué punto hasta aquel momento. ¿Una invasión? Tal vez había hecho definitivamente bien en llevar el OST y aquel sería el momento excelente de poner a prueba su máquina. Si hacían un buen trabajo, tal vez podría convencer al Gobierno de comenzar la producción en masa. Sería el primer paso para revolucionar la guerra terrestre. Lo siguiente sería mejorar el OST de fase alfa al modelo plenamente funcional. Tal vez incluso le añadiera varias ametralladoras extra y mejorase el cañón... no, eso mejor para el Mark II. No debía adelantarse al futuro. Los cambios poco a poco.
A pesar de que se distrajo un poco pensando en su tanque, captó la idea general del discurso. Había que dar caza a los enemigos que se habían refugiado en las montañas. Eh, ¿en el mapa no salía en las montañas el lugar al que quería citarles su rojizo asaltante? Igual (o más bien con toda certeza) era encaminarse a una trampa, pero dudaba que el tipo ese se esperase que fuesen a petarle a la puerta de la casa con un vehículo acorazado. Que fuese en zona montañosa igual era un problema... pero por suerte la versión Mark I era pequeña y estaba hecha para moverse por terrenos difíciles. Podía llevarles hasta la entrada. Luego, si la entrada era demasiado pequeña... bueno, ahí ya no podía hacer nada.
- Es meterse en la boca del lobo, pero qué diablos - se encogió de hombros - Vamos allá. Creo que podremos apañárnoslas.
Si Astartea no ponía problemas, se dirigirían al lugar. Una vez fuera del palacio, llamaría por den den mushi a Therese.
- Soy yo. Coged el OST y llevadlo a las colinas cercanas al puerto - le indicó una posición próxima al punto marcado por el mapa - Os encontraremos allí.
- resumen:
- Acepto la propuesta de Ashlyn de dirigirnos al punto que nos marcan en el mapa y ordeno por den den mushi a mis subordinados que acerquen el tanque a la zona.
Arik Landvik
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Chasqueó la lengua al ver que no había acertado a todos, molesto. No le gustaba demasiado usar combativamente su akuma no mi por ese mismo motivo. Era un buen asesino, pero su puntería dejaba que desear. Sin embargo su especialidad era matar personas, no monstruos reptilianos medio máquina. ¿Qué diablos iba a hacer sino usarla? Pese a su ligero enfado, sonrió un poco al escuchar a Serleena. No es que le hubiese gustado ver al triceratops estamparse contra la pared, pero cuando los infieles se asustaban al mirar a la muerte a la cara y juraban por los dioses... era un momento deliciosamente irónico. Por otro lado igual iba siendo hora de escaparse de la cueva antes de que se viniera abajo... pero su capitana parecía tener otros planes. Sin dejar de tocar, se encogió de hombros.
- ¡Es más fácil decirlo que hacerlo, Claude!
El tipo pretendía que huyesen. Es decir, no iba a cuestionar la genialidad de la idea de aprovechar el caos para saquear el castillo, pero escapar con esos bichos mordiéndoles el culo igual no era la mejor opción. No cuando pelear era viable. Ya habían eliminado a la mitad, ¿no? Además la capitana no había ordenado retirarse. Y él tenía a dos de ellos cargando hacia él. Retrocedió con sus manos aún tocando la guitarra, no para huir, sino apenas tres pasos. Esperó a que, de acuerdo a sus planes, los dos reptiles estuviesen más o menos a la misma altura.
- ¡Es hora del riff!
Pasó al riff principal de la canción, generando una onda de choque con la que esperaba darle a ambos reptiles a la vez. Un problema de su akuma era las dificultades para golpear a más de un enemigo, para lo que necesitaba recurrir a tretas o dedicar tiempo a preparar los ataques. Sin embargo cuando aún estaba completando el ataque uno de ellos llegó a acercarse lo suficiente como para intentar morderle el brazo y hacerle una fea herida.
- ¡Es más fácil decirlo que hacerlo, Claude!
El tipo pretendía que huyesen. Es decir, no iba a cuestionar la genialidad de la idea de aprovechar el caos para saquear el castillo, pero escapar con esos bichos mordiéndoles el culo igual no era la mejor opción. No cuando pelear era viable. Ya habían eliminado a la mitad, ¿no? Además la capitana no había ordenado retirarse. Y él tenía a dos de ellos cargando hacia él. Retrocedió con sus manos aún tocando la guitarra, no para huir, sino apenas tres pasos. Esperó a que, de acuerdo a sus planes, los dos reptiles estuviesen más o menos a la misma altura.
- ¡Es hora del riff!
Pasó al riff principal de la canción, generando una onda de choque con la que esperaba darle a ambos reptiles a la vez. Un problema de su akuma era las dificultades para golpear a más de un enemigo, para lo que necesitaba recurrir a tretas o dedicar tiempo a preparar los ataques. Sin embargo cuando aún estaba completando el ataque uno de ellos llegó a acercarse lo suficiente como para intentar morderle el brazo y hacerle una fea herida.
- resumen:
- Intento pillar a los dos raptores con una onda de choque y me llevo un mordisco.
Astartea Shikei
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Todo aquello es casi una burocracia del día a día para ella, acostumbrada a aquella clase de cosas simplemente les mira con algo de fastidio escondido en aquellos orbes de sangre. Agarra una copa con algo de vino claro y la toma mientras espera que las cosas pasen. Mientras la situación se mueve como en una extraña burbuja que va a cámara lenta, nuestra dama de orbes de rubí y cabellos de plata sigue a lo suyo. Está interesada en la gente, en lo que puede notar de ellos y en lo que no, en lo que sus dotas de psicóloga le puede aportar sobre todo aquello.
-No me importa a donde vayamos, mientras que empecemos a movernos.- Mientras continúa con la mirada, se da cuenta de que algo extraño pasa. Su cabeza no entra demasiado en detalles, pero prefiere ver por ella misma que es lo que le está crispando.
Y lo descubre en cuanto aparta levemente la silla de la mesa, alzando suavemente una ceja al darse cuenta de que alguien está de extra.
Dio un par de golpes con el dedo índice en la mesa, esperando que sus compañeros la miren, luego señalaría debajo de la mesa y se llevaría el índice a los labios, pidiéndoles que se queden callados un momento.
Se agachó rápidamente y antes de que el niño dijera nada, le mandaría a callar con un suave gesto.- Shhh… Este es el mejor escondite, si dices algo van a encontrarme.- Utilizó tranquilamente la psicología para saber cómo abordar al muchacho, también estaba aquel rostro angelical o aquella mirada serena. Aquel extraño don con los niños que siempre ha tenido aunque no pega con su personalidad.- Me escondo de ese hombre de ahí.- Señaló a John desde debajo de la mesa, esperando que el niño empatizara con ella.- ¿Y tú de quién te escondes? ¿Ha pasado algo? - Le miraría tranquilamente, esperando que se encontrara cómodo para hablarle y saber que pasaba.
En caso de que pasara algo, siempre podía decirles que se adelantaran o algo, pero era raro que aquello pasara en un castillo y la posibilidad de que el niño estuviera relacionado con la realeza, era plausible. Fuera como fuera, lo importante ahora mismo era saber que estaba pasando y ponerse en marcha.
Si aquel hombre de arcilla era tan sofisticado como para planear aquel aparato y todo lo demás, quizás escondiera algo más debajo de todos aquellos ases en la manga.
-No me importa a donde vayamos, mientras que empecemos a movernos.- Mientras continúa con la mirada, se da cuenta de que algo extraño pasa. Su cabeza no entra demasiado en detalles, pero prefiere ver por ella misma que es lo que le está crispando.
Y lo descubre en cuanto aparta levemente la silla de la mesa, alzando suavemente una ceja al darse cuenta de que alguien está de extra.
Dio un par de golpes con el dedo índice en la mesa, esperando que sus compañeros la miren, luego señalaría debajo de la mesa y se llevaría el índice a los labios, pidiéndoles que se queden callados un momento.
Se agachó rápidamente y antes de que el niño dijera nada, le mandaría a callar con un suave gesto.- Shhh… Este es el mejor escondite, si dices algo van a encontrarme.- Utilizó tranquilamente la psicología para saber cómo abordar al muchacho, también estaba aquel rostro angelical o aquella mirada serena. Aquel extraño don con los niños que siempre ha tenido aunque no pega con su personalidad.- Me escondo de ese hombre de ahí.- Señaló a John desde debajo de la mesa, esperando que el niño empatizara con ella.- ¿Y tú de quién te escondes? ¿Ha pasado algo? - Le miraría tranquilamente, esperando que se encontrara cómodo para hablarle y saber que pasaba.
En caso de que pasara algo, siempre podía decirles que se adelantaran o algo, pero era raro que aquello pasara en un castillo y la posibilidad de que el niño estuviera relacionado con la realeza, era plausible. Fuera como fuera, lo importante ahora mismo era saber que estaba pasando y ponerse en marcha.
Si aquel hombre de arcilla era tan sofisticado como para planear aquel aparato y todo lo demás, quizás escondiera algo más debajo de todos aquellos ases en la manga.
- Resumen:
- Usa su psicologia para meterse debajo de la mesa con el niño y ver si le puede sacar algo, ya que la situación le resulta rara.
Aria Landvik
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A diferencia de una aburrida y predecible persona que intentaría mantenerse alejada del peligro, a mi me gusta la sensación que deja en mi piel la sangre. Estoy deseando seguir manchandome con la sangre de esos animales y por ello clavo la lanza de sangre en el suelo, esperando alzar todo lo que queda de esta, sonriendo ampliamente ante el destrozo que estamos haciendo.
Es el momento de que paguen por sus intenciones, por eso doy un paso adelante cada vez que uno de esos enanos intenta atacar, luego cortarlo, seguir adelante. Quiero que se sientan acorralados, que teman lo que se supone que tenemos que temer nosotros. Estoy deseando seguir destrozandoles y que su creador sepa la basura que son.
Lanzó una marea de estacas de sangre de cinco metros, cada una de un metro de largo, buscando hacer una lluvia sobre los bichos que se habían replegado y juntado. Quiero más de su sangre, quiero usarla, manipularla, quiero más para acabar de matarlos y que nada ni nadie le haga daño a mis hermanas o a mis amigos. Por eso tal vez mi oscuro ser se siente complacido al ver que ellas son tan mortales como yo, no tan diferentes a la bestia que ella reclama que soy.
Me encantaría ver sus caras cuando se den cuenta de lo que estoy haciendo.
¿No soy más divertida que esa idiota que solo sabe sonreir? ¿No soy mucho más lista y desastrosa? El caos siempre es mejor que el orden en la guerra y en este mundo lleno de batallas, yo soy su bestia.
La idea es acabar con todos los bichos que puedan quedar para luego centrarme en las cosas humanas, estoy deseando ver si su cabello se puede teñir de rojo… ¿Podrán unirse a nosotros de esa manera? Si su piel se vuelve roja, su cabello, sus ojos, si todos ellos son teñidos del color de su propia sangre, quizás sean dignos de unirse a nuestra batalla.
Si es que logran sobrevivir, claro… Pero no pondría demasiadas esperanzas en ello. Ninguno de nosotros está especialmente feliz con lo que ha pasado, la parte en la que somos usados como un sacrificio, una prueba o la mierda que se les haya ocurrido no me importa, lo único que necesito es matarlos a todos y entonces, el problema no será problema, solo será solución.
La sangre derramada es la respuesta a cualquier duda que siempre encontrará la solución en la muerte.
Es el momento de que paguen por sus intenciones, por eso doy un paso adelante cada vez que uno de esos enanos intenta atacar, luego cortarlo, seguir adelante. Quiero que se sientan acorralados, que teman lo que se supone que tenemos que temer nosotros. Estoy deseando seguir destrozandoles y que su creador sepa la basura que son.
Lanzó una marea de estacas de sangre de cinco metros, cada una de un metro de largo, buscando hacer una lluvia sobre los bichos que se habían replegado y juntado. Quiero más de su sangre, quiero usarla, manipularla, quiero más para acabar de matarlos y que nada ni nadie le haga daño a mis hermanas o a mis amigos. Por eso tal vez mi oscuro ser se siente complacido al ver que ellas son tan mortales como yo, no tan diferentes a la bestia que ella reclama que soy.
Me encantaría ver sus caras cuando se den cuenta de lo que estoy haciendo.
¿No soy más divertida que esa idiota que solo sabe sonreir? ¿No soy mucho más lista y desastrosa? El caos siempre es mejor que el orden en la guerra y en este mundo lleno de batallas, yo soy su bestia.
La idea es acabar con todos los bichos que puedan quedar para luego centrarme en las cosas humanas, estoy deseando ver si su cabello se puede teñir de rojo… ¿Podrán unirse a nosotros de esa manera? Si su piel se vuelve roja, su cabello, sus ojos, si todos ellos son teñidos del color de su propia sangre, quizás sean dignos de unirse a nuestra batalla.
Si es que logran sobrevivir, claro… Pero no pondría demasiadas esperanzas en ello. Ninguno de nosotros está especialmente feliz con lo que ha pasado, la parte en la que somos usados como un sacrificio, una prueba o la mierda que se les haya ocurrido no me importa, lo único que necesito es matarlos a todos y entonces, el problema no será problema, solo será solución.
La sangre derramada es la respuesta a cualquier duda que siempre encontrará la solución en la muerte.
- Resumen:
- Sigue en frenesí, toma la sangre del suelo de los bichos y de sus lanzas y lanza una marea de estacas de 5 metros de estacas de 1 metro hacia los bichos reagrupados, atacandoles cuando dan un paso y mirando luego a sus hermanas.
Normas del capítulo:
Moderación
- Se moderará lunes y jueves entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los lunes o jueves antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación
- 1 - Abby, Hazel y Kohaku:
- Avanzáis por la nieve, ahora os dáis cuenta de por qué son necesarios mapas y referencias, la nieve lo hace todo blanco sobre balnco, las nubes ocultan el sol y no hay sombras que den una sensación de volumen y distancia más allá de la silueta de las montañas cada vez más cercana.
Estáis más o menos a mitad de camino, poco a poco un bosque de grandes coníferas se forma a vuestros lados, el camino os está llevando por lo que debe ser el lecho de un río congelado y sus orillas.
De pronto algo llama vuestra atención tras un rato de marcha, una serie de figuras salen de los árboles, corriendo hacia vosotros, son blancas y de unos tres metros. Cuando se acercan podéis reconocerlos, son lapahn, enormes y violentos conejos carnívoros. Sabéis que hay algunos domesticados en Sakura pero estos son salvajes, y son famosos por ser depredadores ágiles y brutales. De todas formas, justo cuando parecía que estaban a punto de ir a por vosotros… pasan de largo.
Cuando el jaleo se calma podéis escuchar un ruido más inquietante, como un ruido húmedo provenir de entre los árboles. Cuando la vista se os acostumbra véis otro lapahn, pero está de espaldas sobre el cuerpo de otro de esos conejos. Pero hay algo raro con este, su cuerpo está hinchado y abotargado en el lomo de forma asimétrica, cuando se da la vuelta la imágen es nauseabunda. Lo poco que pudiera quedar de un lapahn está presente sólo en el cuarto derecho superior de su cara, la parte derecha de la mandíbula está abierta hasta el cuello con la carne desgarrada en una herida amarillenta, de lo que parece la boca salen unos zarcillos blanquecinos que se hunden en la carne del lapahn muerto. La parte izquierda de su cara está tomada totalmente por unos extraños tallos bulbosos de color azulado y estos se extienen por heridas del pecho que deberían haber matado a cualquier animal de ese tamaño, dejando parte de la caja torácica al descubierto.
El monstruo os mira con unos ojos blanquecinos e inexpresivos y de su boca sale un agudo chillido antinatural. Con una de las zarpas mutadas y sobre crecidas lanza el cadáver en dirección del trineo con la fuerza suficiente como para partir los árboles que se encuentran de camino, antes de poner a tambalearse en vuestra dirección.
Después de que los invitados se marchen la princesa abandona a su padre para que siga hablando, su presencia ya no es necesaria, y se adentra entre los pasillos y galerías de piedra. Saca un Den Den Mushi de bolsillo y alguien descuelga al otro lado.
- Acabo de enviar a un grupo prometedor y… - Su voz nerviosa se congela de pronto, casi como si tuviera ojos en la espalda se da la vuelta.
Creí haberle dicho, su alteza, que era peligroso salir del palacio real. - La figura de Aurelio Kord se dibuja en la penumbra del pasillo y sus pasos resuenan en la solitaria y fría piedra que los rodea.
- 2 - Roland:
- Ahora comprendes la importancia de un buen mapa e indicaciones, todo desde las alturas es blanco sobre blanco, sin el sol y las sombras que proyecta el suelo parece una alfombra blanca con algún parche negro donde hay bosques.
En efecto vas más rápido y, si le echaste un vistazo al mapa, estás cerca de la zona donde se supone que está la entrada de la mina. Pero la nieve lo cubre todo con una capa monótona. Te encuentras sobre una zona algo escarpada, con árboles sobre roca desnuda que asoman de entre la nieve, pero a esa altura la entrada a la mina podría estar en cualquier parte. Con las nevadas, aunque alguien hubiese entrado por algún sitio no hubiera dejado un rastro claro, no desde lo alto.
De pronto un silbido llega a tus oídos casi al mismo tiempo que algo pasa casi rozando tu cabeza. Parecía un virote o una lanza, podrías decir que de color rojizo, pero te ha pillado de sorpresa y no se ve ni rastro de nadie que la haya lanzado desde abajo. Justo cuando estás pensando en lo que ha pasando escuchas otra venir de camino.
- 3 - Raion y Braud:
- Salís del palacio y os ponéis de camino, el grupo de Abby os lleva ventaja, todavía no hay olores que os indiquen su posición y las precipitaciones que se avecinan pueden borrar el rastro, así como las huellas en poco tiempo. De todas formas si las indicaciones son buenas y os dáis prisa no sería difícil que acortéis distancia, aunque claro, teniendo en cuenta que las rutas que os hayan dado sean las mismas. Por ahora hay un olor que trae el viento, el olor de una tempestad y, cuando viene de la montaña huele como a… podrido, es una pista muy muy sutil, pero es inconfundible.
Por ahora podríais hacer dos cosas, los grupos enviados son numerosos, si os quedáis con ellos llamaríais la atención, pero estaríais más seguros, en cambio si aumentáis el ritmo y os separáis de ellos, ya sea tomando la ruta que indicó Aurelio o la que os han comunicado vuestros compañeros, os daréis cuenta de que no es ninguna que se haya indicado de forma pública a nadie. Por cierto, sentís que no estáis solos, alguien os observa, es como la mirada al acecho de un depredador.
Mientras tanto en el palacio, tras la reunión el rey se ha quedado hablando mientras que Aurelio se ha perdido por los numerosos y solitarios pasillos de este. Se encuentra de pie frente a un cuerpo, limpiando la sangre de su arma.
- Le dije que era peligroso si salía del palacio… - Aurelio limpia con un paño la sangre de su sable. - Está claro que no entendiste con quién estabas tratando joven. - Deja caer el paño, este se precipita grácilmente sobre la cara inexpresiva de la princesa. Su cuerpo yace inmóvil sobre la fría piedra con el corazón perforado. Tras eso saca un den den mushi y lo pone delante de su boca. - Soy yo, necesito que os encarguéis de un cuerpo en el palacio, ah y no perdáis el ojo al grupo con el león.
- PI - El negro peliblanco, los vaqueros y la profe de mates:
- El niño te mira, al principio un poco sorprendido pero parece confiar en tí. Señala con un dedo a un par de personas al otro lado de la sala.
Esos tipos peludos son sospechosos, estaban hablando con el tío Aurelio y no parecía muy contento. - Señala a dos personas, a Raion y a Braud, pero no hace nada más que quedarse mirando, no parece que sepa mucho más del tema. Además seguro que alguien del grupo los puede reconocer como cazadores.
Durante unos minutos acompañas al niño y, bueno considera sospechoso a todo aquel que tenga una pinta un poco aguerrida y que no conozca, y no le quita ojo de encima a la princesa. De todas formas es hora de poneros en marcha, así que os despedís, parece que le has caído bastante bien, pero una criada lo descubre y se disculpa con vosotros cuando lo saca de ahí.
Os ponéis en marcha, tenéis que desandar el camino pero tenéis el OST esperando no muy lejos de la entrada, con un vehículo motorizado no tardaréis en llegar al punto que indica el mapa. Si os hacéis de paso con provisiones y abrigos antes de salir estaréis más que preparados, están disponibles para todos y nunca está de más ser precavido.
La entrada debería estar oculta entre unas rocas en medio de un bosque de coníferas no muy altas no muy lejos del puerto. Si seguís un par de indicaciones dibujadas llegaréis a ver a lo lejos, entre ramas y arbustos, un agujero entre las rocas apuntalado con troncos y tablones. Parece pequeño, pero está bastante tapado por la nieve, así que no sabéis si podéis entrar hasta que no os acerquéis y despejéis la entrada.
- 4 - Los faburojos:
- Arik y Aria se encargan de los dinosaurios pequeños restantes, los cuales no tardan en caer frente a las ondas sónicas y la lluvia de estacas, añadiendo más sangre a la que Aria puede controlar. Aunque esta está manchada con un aceite negro y viscoso, no sé si eso influye en algo, pero apesta.
Por otra parte la jaula empieza a bajar a un ritmo considerable con el sonido de metal oxidado moviéndose por primera vez en mucho tiempo. Cuando está a media altura el corte de Claude logra seccionar parte de un eslabón, el metal se queja y se dobla justo antes de que Claude salte, pero a la jaula le da tiempo a descender algo más antes de caer un par de metros. Las personas que están dentro se han dado un golpe, pero por lo general están bien.
Elina, logras desviar a la bestia, pero su carrera tiene una potencia abrumadora, te haces daño en los brazos por el esfuerzo. Sherleena tus disparos se hunden en algunas de las heridas abiertas, pero el bicho tiene visión de túnel, le has hecho daño, pero no lo suficiente para detenerlo. Por otra parte, Ilje, estás encima y logras ver, en efecto una junta entre la carne y el metal que parece muy delicada, pero antes de que hagas nada, sin contar el giro brusco que ha dado por tu hermana, vuelves a sufrir una sacudida más severa, provocada por la bestia al chocar de lado contra una de las paredes de la salida, se detiene de forma abrupta, lo que provoca que te des contra la parte trasera de la cresta en los morros.
Por cierto, Claude, has aterrizado entre la bestia y la pared antes de que este se choque, puede que te interese no quedar aplastado.
Tras esto quedará algo aturdido, es vuestra oportunidad.
- 5 - Liam y Bizvan:
- Tras la explicación la mayoría se retira para tomar provisiones y prepararse, vosotros podéis hacer lo mismo, no llegaréis tarde al lugar indicado por las dos gemelas. Unos minutos después aparecen, parecen llevar algo de prisa y seguramente estén atentas para que la criada no las encuentre.
- No os preocupéis, este lugar es seguro. - La voz de Estriz os sorprende.
- No tenemos tiempo que perder, si mi padre ve que faltamos durante mucho tiempo se preocupará. - Continúa su hermana Freija. - Creo que habéis escuchado lo que dijo Aurelio sobre el intento de asesinato. A nosotras también nos sorprendió, aquel mayordomo era casi como un segundo padre para todos los hijos del rey. No nos cabía en la cabeza hasta que… - Su voz se corta, parece estar recordando algo doloroso.
- Vimos algo raro… el día de su ejecución. - Estriz continúa al ver que a su hermana le cuesta. - Mordekai, el mayordomo no era… la misma persona, era como si tuviera una máscara, era un desconocido.
- ¡Tenemos un amigo! - Se lleva las manos a la boca, como haciéndose callar. - Es alguien de confianza que nos dijo que lo vió en las montañas, al verdadero. Queremos que lo encontréis, estaba en problemas. - Os dejan un mapa con un camino marcado, en vez de ir a las entradas de las cuevas que os dijeron os indica que lleguéis a las faldas de una de las grandes montañas no muy lejos de ahí. - Nuestro amigo suele estar en esa zona, es imposible confundirlo.
- Se llama Teddy Hills, cuando lo encontréis no os olvidéis de saludarlo.
Tras la explicación os dan detalles para llegar si los necesitáis, pero no se quedan mucho más. El tiempo va en su contra, si salís lo haréis junto al resto de personas reunidas, aunque no tardaréis mucho en separaros, perdiéndoos entre las laderas nevadas.
- 6 - Freites, Zira y Jace:
- Las cosas se van calmando, la temperatura se va normalizando, pero las secuelas del repentino cambio de temperatura han sido brutales para todos los afectados. El shinobi que trataba de suicidarse está demasiado débil como para que llegue a acabar el trabajo, logras parar su mano cuando apenas se ha hecho un rasguño en el cuello, dejándolo inconsciente y atándolo junto al resto de sus compañeros. Aunque, por lo menos uno de ellos ha muerto por las heridas.
Jace, aquel hombre te aparta con una mano y se tambalea para ponerse de pie a la vez que con su pistola apunta a Freites.
- ¡Sabía que era un error confiar en tí! - Grita a la vez que un disparo sale de us arma, aunque este erra el tiro por mucho. Aquel hombre está a punto de desmayarse. - Mira… lo que le ha pasado… a mis hombres… por tu culpa. - Cierra los ojos y se desploma.
En las orillas gran parte de las tropas de ambos bandos han muerto combatiendo o están en el suelo por culpa del repentino calor.
Por cierto, la hoja del arma del shinobi no ha dejado de ser negra incluso después de caer inconsciente. A todos los que les haya afectado el calor sufrirán las secuelas de esto durante un tiempo y estarán extenuados, será mejor que intentéis normalizar la temperatura, exponeros de golpe al frío será más peligroso. En este estado la tripulación no podrá operar bien el barco, por muy animados que parezcan algunos han estado al borde de la muerte, no se descarta que alguno muera tras esto.
- 8 - Thyra:
- Parece ser que tu plan va funcionando. Logras hacer que ramas, hojarasca, algún que otro miembro amputado vaya directo contra los temibles conejos, pero su pelaje y densa capa de grasa hace que la mayoría ni siquiera perciban el ataque. Algunos, sin embargo, se giran hacia ti y te bufan, si bien los merodeadores aprovechan el momento para cortar la cabeza de uno y atravesar el pulmón de otro, aunque este último se revuelve y lanza al hombre contra un árbol, haciendo un ruido muy feo al impactar.
Por lo que a ti respecta, los conejos que se giraron parecen haber entrado en una suerte de ira homicida, y atacan con más fuerza y ferocidad que hace unos instantes. De hecho, uno de ellos, que estaba rodeado por varios, consigue aplastarle el cráneo a uno y rompe el círculo, corriendo a saltos contra tu posición pero, sin embargo, cuando debería saltar contra ti se dirige al tronco, reventándolo de golpe con un arañazo extremadamente poderoso.
Mientras tanto, la batalla se recrudece, y parece que el frenesí se va esparciendo de unos a otros. Todos comienzan a atacar con mayor ferocidad a los merodeadores, y raro es el que no termina por salir volando. Afortunadamente, casi todos han sobrevivido. Casi.
Serleena
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Parecía que finalmente íbamos a salir vivos de esta. ¿Qué decepción no? Siempre tuve curiosidad por ver un entierro de alguien conocido...bueno habrá que esperar. Afortunadamente mis nakamas llevaban la situación casi bajo control...casi.
Mis dos pelirrojas fabulosas habían logrado acabar con los pocos pequeños reptiles que todavía quedaban tocando las narices. Entre las ondas que Arik emitía y la sangre que Aria manipulaba estaba flipando a colores. Me quedé mirando a mi rifle a la par que miraba a estos dos, y con un leve suspiro que levantó mi flequillo dije en voz baja.
-Mi rifle sigue teniendo más swag.
Centrada nuevamente en la batalla pude ver que mis disparos le habían hecho "pupa" al triceratops, y la verdad es que eso me motivó para seguir disparándole. Me quedaría sin munición, pero ese bicho lo pensaba tumbar si o si.
Claude por su parte parecía haber tenido éxito con sus compañeros albinos, y la jaula comenzó a descender hasta que finalmente logró que cayera al suelo. Parecía que mi compañero tenía todo bajo control. Mientras que mi otra pelirroja amada Ilje estaba sobre aquel bicho y se me ocurrió una cosa: Primero apartarme de aquel triceratops enfurecido para evitar que me pudiera cornear, y acto seguido gritaría hacia Ilje.
-¡Ilje detónala tras la cresta! -dije sacando una de mis granadas de pólvora negra del cinturón y lanzándosela como si una pelota de béisbol fuera. Esperaba que pudiera atraparla, ya que se había pegado de morros contra la cresta del bicho.
Acto seguido mantuve mi posición de "distancia segura" mientras todos se pegaban prácticamente al lado del bicho. Recargué el rifle nuevamente y continué disparando en las heridas, ya que si no lo mato así por lo menos le doy por saco y lo distraigo el tiempo suficiente como para que Claude no sea aplastado.
Mis dos pelirrojas fabulosas habían logrado acabar con los pocos pequeños reptiles que todavía quedaban tocando las narices. Entre las ondas que Arik emitía y la sangre que Aria manipulaba estaba flipando a colores. Me quedé mirando a mi rifle a la par que miraba a estos dos, y con un leve suspiro que levantó mi flequillo dije en voz baja.
-Mi rifle sigue teniendo más swag.
Centrada nuevamente en la batalla pude ver que mis disparos le habían hecho "pupa" al triceratops, y la verdad es que eso me motivó para seguir disparándole. Me quedaría sin munición, pero ese bicho lo pensaba tumbar si o si.
Claude por su parte parecía haber tenido éxito con sus compañeros albinos, y la jaula comenzó a descender hasta que finalmente logró que cayera al suelo. Parecía que mi compañero tenía todo bajo control. Mientras que mi otra pelirroja amada Ilje estaba sobre aquel bicho y se me ocurrió una cosa: Primero apartarme de aquel triceratops enfurecido para evitar que me pudiera cornear, y acto seguido gritaría hacia Ilje.
-¡Ilje detónala tras la cresta! -dije sacando una de mis granadas de pólvora negra del cinturón y lanzándosela como si una pelota de béisbol fuera. Esperaba que pudiera atraparla, ya que se había pegado de morros contra la cresta del bicho.
Acto seguido mantuve mi posición de "distancia segura" mientras todos se pegaban prácticamente al lado del bicho. Recargué el rifle nuevamente y continué disparando en las heridas, ya que si no lo mato así por lo menos le doy por saco y lo distraigo el tiempo suficiente como para que Claude no sea aplastado.
- Resumen:
-Se aparta de una posible embestida.
-Ve con aprobación lo que sus compañeros hacen y siente hasta envidia.
-Le tira una granada apagada a Ilje para que la detone tras la cresta del dinosaurio.
-Mantiene su "distancia de seguridad" y sigue disparando al bicho, con el objetivo de distraerlo y que no aplaste a Claude.
Roland von Klauswitz
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En su cabeza todo había sido mucho más fácil: volar cinco minutos, encontrar un enorme agujero oscuro en la montaña y meterse dentro para hacer su trabajo. ¿Quién le habría dicho que sería tan difícil dar con lo que buscaba? Seguramente fuese cuestión de tiempo, pero dado el ritmo que llevaba con el saco de las provisiones era posible que no le llegasen para todo el día. Roland ya estaba dando cuenta de la quinta salchicha de carne misteriosa para cuando se percató de que no tenía ni idea de dónde estaba. Por suerte, perderse en mitad de una ventisca no era nada nuevo para él. Una vez tuvo que volver a casa cruzando la ciudad en medio de una tormenta invernal vestido solo con un gorro. Todo por culpa de su primera ex-mujer, que lo echó de casa al pillarlo en la trastienda de su floristería con su segunda ex-mujer.
-Nunca creí que fuese tan difícil encontrar una mina -murmuró con rabia. No le costaba tanto encontrar un agujero en la nieve desde que enterró a aquel empollón en primaria y luego se olvidó de dónde estaba.
Le frustraba tanto perderse que sacó su petaca y echó un largo trago. El anticongelante era lo mejor para el frío. Luego, con la habilidad excepcional que le daba la práctica, echó una meada desde lo alto sin detener la moto. Unas gotas cayeron en una de sus botas, pero había sido casi perfecto. Rudolf no tenía ni una manchita.
Echó un vistazo hacia abajo para ver si distinguía al resto de cazadores. Habían decidido ir juntos, seguramente porque eran débiles, pero Roland los veía a todos como la competencia. Aunque no le vendría mal encontrar a la monja y ver hacia dónde iba. Para luego adelantarse otra vez, claro.
De repente, algo zumbó a un lado de su cabeza. Pudo haber sido una mosca o una bala, a saber. Demasiado rápido e inesperado como para averiguarlo. Dejó que el relajante ronroneo de mamut de Rudolf se ralentizase un poco al frenar para ver qué había pasado. Igual solo se había chocado con un pájaro o...
El segundo zumbido si lo vio. El proyectil que lo provocaba se clavó en su muslo, un objetivo ciertamente grande. Roland gruñó y se palpó la herida. Con la sangre manchando sus guantes, el cazador sonrió, dejando a la vista sus dientes de oro. "Free Fire", rezaban. Por fin podía matar a alguien.
Aceleró a Rudolf hasta los cien por hora y descendió haciendo una espiral para encontrar el origen de esa cosa. Debía haberlo lanzado uno de esos piratas, y uno bastante bueno para haberle dado en movimiento y con la nevada arreciando. Seguro que valía un buen dinero.
Llegando a la altura de los árboles, encendió todos los faros a la vez, una docena de intensos haces de luz que Roland programó en un color rojo sangre. Debía de esconderse por ahí, pero no por mucho tiempo. Tocó una palanquita y la boca de la gran calavera de reno que encabezaba su vehículo se abrió. El aire vibró cuando comenzó a calentarse, y un instante después vomitó un chorro de llamas que fue prendiendo los árboles y derritiendo la nieve según Roland hacía un barrido en busca de piratas. El calor le derritió los copos de nieve adheridos a la cara y le hizo recordar lo divertido que era su trabajo.
Entonces se arrancó la lanza de la pierna y la tiró por ahí. Anda que tirarle palios a él...
-Nunca creí que fuese tan difícil encontrar una mina -murmuró con rabia. No le costaba tanto encontrar un agujero en la nieve desde que enterró a aquel empollón en primaria y luego se olvidó de dónde estaba.
Le frustraba tanto perderse que sacó su petaca y echó un largo trago. El anticongelante era lo mejor para el frío. Luego, con la habilidad excepcional que le daba la práctica, echó una meada desde lo alto sin detener la moto. Unas gotas cayeron en una de sus botas, pero había sido casi perfecto. Rudolf no tenía ni una manchita.
Echó un vistazo hacia abajo para ver si distinguía al resto de cazadores. Habían decidido ir juntos, seguramente porque eran débiles, pero Roland los veía a todos como la competencia. Aunque no le vendría mal encontrar a la monja y ver hacia dónde iba. Para luego adelantarse otra vez, claro.
De repente, algo zumbó a un lado de su cabeza. Pudo haber sido una mosca o una bala, a saber. Demasiado rápido e inesperado como para averiguarlo. Dejó que el relajante ronroneo de mamut de Rudolf se ralentizase un poco al frenar para ver qué había pasado. Igual solo se había chocado con un pájaro o...
El segundo zumbido si lo vio. El proyectil que lo provocaba se clavó en su muslo, un objetivo ciertamente grande. Roland gruñó y se palpó la herida. Con la sangre manchando sus guantes, el cazador sonrió, dejando a la vista sus dientes de oro. "Free Fire", rezaban. Por fin podía matar a alguien.
Aceleró a Rudolf hasta los cien por hora y descendió haciendo una espiral para encontrar el origen de esa cosa. Debía haberlo lanzado uno de esos piratas, y uno bastante bueno para haberle dado en movimiento y con la nevada arreciando. Seguro que valía un buen dinero.
Llegando a la altura de los árboles, encendió todos los faros a la vez, una docena de intensos haces de luz que Roland programó en un color rojo sangre. Debía de esconderse por ahí, pero no por mucho tiempo. Tocó una palanquita y la boca de la gran calavera de reno que encabezaba su vehículo se abrió. El aire vibró cuando comenzó a calentarse, y un instante después vomitó un chorro de llamas que fue prendiendo los árboles y derritiendo la nieve según Roland hacía un barrido en busca de piratas. El calor le derritió los copos de nieve adheridos a la cara y le hizo recordar lo divertido que era su trabajo.
Entonces se arrancó la lanza de la pierna y la tiró por ahí. Anda que tirarle palios a él...
- Resumen:
- Roland recibe un lanzazo y responde forma perfectamente proporcionada pegando fuego a todo con el lanzallamas de su moto.
Abigail Mjöllnir
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El otro grupo ya iba a ponerse en marcha y les dio una advertencia sobre el general, no era de fiar. Confiaba en el instinto del mink y asumiría que el general era parte del problema. Ahora bien, ¿no había dicho la princesa que había discutido algo con él? Ella les trazó la ruta en ese momento, estaba casi segura de poder descartar una trampa por parte de Theresa.
Chasqueó la lengua cuando el semigigante se largó por su cuenta.
—No le dije que no volara por el frío, se lo dije porque no va a ver nada desde arriba. Supongo que es muy difícil hacerle caso a la que sabe de islas y climas —dijo a los que aún la acompañaban —. Voy a darle un capón a Braud por traer a ese cretino —continuó. Conociéndolo, probablemente estaría intentando adelantarse para quedarse con todo. Daba igual, era una cosa menos de la que tenía que preocuparse.
Estaba rodeada de gente que no conocía y que podían no terminar de confiar en ella —cosa rara después de acudir a una llamada suya—, pero tal vez en ese encargo podría tener la oportunidad de... ¿cómo decía Amara? Marcar territorio.
Por suerte ellos sí estaban en tierra. Aunque la montaña no era más que una silueta, sí que podían percibir bien las figuras gracias al efecto que tenían los bosques. Los árboles podían bloquear parte de la ventisca, haciendo que su visibilidad no se redujera tanto.
—Lapahns —murmuró, mirando hacia donde estaban. ¿Pasaban de largo? Pero... eran depredadores, una manada de Lapahn sería difícil de repeler. Se giró al escuchar el ruido raro aquel y, tras unos segundos de tener la vista algo borrosa por la ventisca, pudo apreciar la figura de otro Lapahn. Pero este era... distinto.
«Preparáos para el combate, por si acaso, tened preparado el revólver de los Seis Caminos, el Lanzallamas y a Más Allá. Amara, encárgate tú de usar a Más allá.» pensó, transmitiendo aquella orden a sus habiantes. Su voz resonaría por toda la fortaleza y sus habitantes responderían de inmediato, armándose con pistolas y diales y dirigiéndose a sus lugares habituales. Se dividirían a partes iguales entre todas las extremidades de Abigail, su torso y su espalda. El de la espalda, en concreto, era quien tenía todas las granadas cegadoras, solo por precaución.
—Hazel, toma el mapa, no detengas el trineo a menos que se nos acerque demasiado, no debemos perder tiempo, ahora mismo estamos siguiendo el camino correcto, pero por si tienes que virar —dijo mientras le entregaba el mapa —. Si se pone agresivo me ocuparé de él desde aquí.
Los Lapahn eran unos depredadores inteligentes y extremadamente agresivos, que media manada haya caído a manos de un único espécimen era raro, pero más extraño aún era su monstruoso aspecto. Cargó un dial láser en su rifle Assiah, que ya sostenía con ambas manos. La criatura ya casi no tenía nada de un Lapahn original. Era asimétrico, tenía la mandíbula abierta de forma totalmente antinatural. De su boca salían... ¿zarcillos? además de unos bulbos extraños en su rostro. Por no hablar de que su pecho estaba tan herido y supurado que debería estar muerto.
No podía jugársela dejándolo suelto. Su última alerta roja fue el chillido que soltó. Era un animal peligroso y no permitiría que se acercara al trineo, tampoco permitiría que sus compañeros se acercaran si era posible evitarlo.
—¡Prepáraos! ¡Hazel, trata de acelerar, mi especialidad son los blancos en movimiento!, ¡Kohaku, procura no salir del trineo si no es necesario, si te pones en medio de lo que voy a hacer no puedo asegurar tu seguridad! —exclamó mientras se ponía en pie en el trineo, más o menos al tiempo que el monstruo se preparaba para lanzarles el cadáver. Por suerte, sus días y habilidades de navegante hacían que pudiera mantener bien el equilibrio en vehículos en movimiento.
«¿Cómo puede tener tanta fuerza? Debería estar muerto... no, no puedo dejar que se acerque, hay que frenarlo aquí y ahora» pensó. Sin darle más vueltas levantó el pie derecho y lo apoyó en el borde del trineo mientras apuntaba con su rifle. Su ojo de búho, es decir, su visión cinética, ayudó bastante a la hora de apuntar al cadáver en movimiento. Además, cada árbol con el que chocaba iba decelerándolo poco a poco. Una vez lo tuvo en el punto de mira disparó. En lugar de una bala, del rifle salió un haz láser que buscaba impactar en el cadáver que les habían arrojado. Con eso esperaba más que nada partirlo, pero si no lo lograba esperaba, por lo menos, poder ralentizarlo lo suficiente como para evitar un impacto directo.
—Por favor, ocúpate del cadáver si no he podido detenerlo, ya deberías poder cortarlo con facilidad —indicó, y es que si no había podido reventarlo y si su táctica no había funcionado tendría que ser el cazador espadachín quien interviniera para proteger el trineo.
Cambió de arma una vez terminó de atacar el cadáver. Sacó su arco, extrañamente sin flechas, después de haberse guardado el rifle. Esta vez apuntó al Lapahn mutante. Tiró de la cuerda, tensando el arco todo lo que le era posible. Necesito un segundo para adaptarse a la velocidad del trineo y, para asegurarse de que todo iba bien, activó su Aqua Focus para mejorar más su propia puntería. Con sus ojos resplandeciendo con un color turquesa y apuntando hacia el cuello de la monstruosa bestia, Abigail disparó. La cuerda del arco golpeó el aire y se disparó de la nada un violento, fuerte, y absurdamente rápido proyectil de aire que podrían ver solo por la distorsión espacial que generaba a su paso y por los agujeros que abriría en todo lo que encontrara, no por nada era capaz de atravesar gruesas planchas de acero. Aquello era algo que todavía no había mostrado a nadie, el resultado del entrenamiento de agradecimiento del Gobierno con un experimentado agente del Cipher Pol, la técnica de tiro con arco que habían bautizado como Bowgan.
Si podían ver al Lapahn con la ventisca era porque no estaba tan lejos, aquel proyectil salvaje viajaría un mínimo de cien metros a plena potencia y si impactaba a esos ochenta y cinco metros por segundo... estaba segura de que, como mínimo, lograría impedir que continuara avanzando, eso si no le abría un agujero enorme en el cuello. Aún si estaba más lejos, tenía fuerza suficiente como para viajar otros 150 metros con potencia reducida.
Si no había acelerado demasiado, los árboles que podrían entorpecer el disparo ya habrían sido derribados por el cadáver... con algo de suerte no habría ningún obstáculo entre ella y el Lapahn. Aún si la bestia decidía continuar, para entonces su gente estaría preparada para desplegar todo su arsenal.
—Si eso no lo ha frenado puede que tengamos que parar.
Chasqueó la lengua cuando el semigigante se largó por su cuenta.
—No le dije que no volara por el frío, se lo dije porque no va a ver nada desde arriba. Supongo que es muy difícil hacerle caso a la que sabe de islas y climas —dijo a los que aún la acompañaban —. Voy a darle un capón a Braud por traer a ese cretino —continuó. Conociéndolo, probablemente estaría intentando adelantarse para quedarse con todo. Daba igual, era una cosa menos de la que tenía que preocuparse.
Estaba rodeada de gente que no conocía y que podían no terminar de confiar en ella —cosa rara después de acudir a una llamada suya—, pero tal vez en ese encargo podría tener la oportunidad de... ¿cómo decía Amara? Marcar territorio.
Por suerte ellos sí estaban en tierra. Aunque la montaña no era más que una silueta, sí que podían percibir bien las figuras gracias al efecto que tenían los bosques. Los árboles podían bloquear parte de la ventisca, haciendo que su visibilidad no se redujera tanto.
—Lapahns —murmuró, mirando hacia donde estaban. ¿Pasaban de largo? Pero... eran depredadores, una manada de Lapahn sería difícil de repeler. Se giró al escuchar el ruido raro aquel y, tras unos segundos de tener la vista algo borrosa por la ventisca, pudo apreciar la figura de otro Lapahn. Pero este era... distinto.
«Preparáos para el combate, por si acaso, tened preparado el revólver de los Seis Caminos, el Lanzallamas y a Más Allá. Amara, encárgate tú de usar a Más allá.» pensó, transmitiendo aquella orden a sus habiantes. Su voz resonaría por toda la fortaleza y sus habitantes responderían de inmediato, armándose con pistolas y diales y dirigiéndose a sus lugares habituales. Se dividirían a partes iguales entre todas las extremidades de Abigail, su torso y su espalda. El de la espalda, en concreto, era quien tenía todas las granadas cegadoras, solo por precaución.
—Hazel, toma el mapa, no detengas el trineo a menos que se nos acerque demasiado, no debemos perder tiempo, ahora mismo estamos siguiendo el camino correcto, pero por si tienes que virar —dijo mientras le entregaba el mapa —. Si se pone agresivo me ocuparé de él desde aquí.
Los Lapahn eran unos depredadores inteligentes y extremadamente agresivos, que media manada haya caído a manos de un único espécimen era raro, pero más extraño aún era su monstruoso aspecto. Cargó un dial láser en su rifle Assiah, que ya sostenía con ambas manos. La criatura ya casi no tenía nada de un Lapahn original. Era asimétrico, tenía la mandíbula abierta de forma totalmente antinatural. De su boca salían... ¿zarcillos? además de unos bulbos extraños en su rostro. Por no hablar de que su pecho estaba tan herido y supurado que debería estar muerto.
No podía jugársela dejándolo suelto. Su última alerta roja fue el chillido que soltó. Era un animal peligroso y no permitiría que se acercara al trineo, tampoco permitiría que sus compañeros se acercaran si era posible evitarlo.
—¡Prepáraos! ¡Hazel, trata de acelerar, mi especialidad son los blancos en movimiento!, ¡Kohaku, procura no salir del trineo si no es necesario, si te pones en medio de lo que voy a hacer no puedo asegurar tu seguridad! —exclamó mientras se ponía en pie en el trineo, más o menos al tiempo que el monstruo se preparaba para lanzarles el cadáver. Por suerte, sus días y habilidades de navegante hacían que pudiera mantener bien el equilibrio en vehículos en movimiento.
«¿Cómo puede tener tanta fuerza? Debería estar muerto... no, no puedo dejar que se acerque, hay que frenarlo aquí y ahora» pensó. Sin darle más vueltas levantó el pie derecho y lo apoyó en el borde del trineo mientras apuntaba con su rifle. Su ojo de búho, es decir, su visión cinética, ayudó bastante a la hora de apuntar al cadáver en movimiento. Además, cada árbol con el que chocaba iba decelerándolo poco a poco. Una vez lo tuvo en el punto de mira disparó. En lugar de una bala, del rifle salió un haz láser que buscaba impactar en el cadáver que les habían arrojado. Con eso esperaba más que nada partirlo, pero si no lo lograba esperaba, por lo menos, poder ralentizarlo lo suficiente como para evitar un impacto directo.
—Por favor, ocúpate del cadáver si no he podido detenerlo, ya deberías poder cortarlo con facilidad —indicó, y es que si no había podido reventarlo y si su táctica no había funcionado tendría que ser el cazador espadachín quien interviniera para proteger el trineo.
Cambió de arma una vez terminó de atacar el cadáver. Sacó su arco, extrañamente sin flechas, después de haberse guardado el rifle. Esta vez apuntó al Lapahn mutante. Tiró de la cuerda, tensando el arco todo lo que le era posible. Necesito un segundo para adaptarse a la velocidad del trineo y, para asegurarse de que todo iba bien, activó su Aqua Focus para mejorar más su propia puntería. Con sus ojos resplandeciendo con un color turquesa y apuntando hacia el cuello de la monstruosa bestia, Abigail disparó. La cuerda del arco golpeó el aire y se disparó de la nada un violento, fuerte, y absurdamente rápido proyectil de aire que podrían ver solo por la distorsión espacial que generaba a su paso y por los agujeros que abriría en todo lo que encontrara, no por nada era capaz de atravesar gruesas planchas de acero. Aquello era algo que todavía no había mostrado a nadie, el resultado del entrenamiento de agradecimiento del Gobierno con un experimentado agente del Cipher Pol, la técnica de tiro con arco que habían bautizado como Bowgan.
Si podían ver al Lapahn con la ventisca era porque no estaba tan lejos, aquel proyectil salvaje viajaría un mínimo de cien metros a plena potencia y si impactaba a esos ochenta y cinco metros por segundo... estaba segura de que, como mínimo, lograría impedir que continuara avanzando, eso si no le abría un agujero enorme en el cuello. Aún si estaba más lejos, tenía fuerza suficiente como para viajar otros 150 metros con potencia reducida.
Si no había acelerado demasiado, los árboles que podrían entorpecer el disparo ya habrían sido derribados por el cadáver... con algo de suerte no habría ningún obstáculo entre ella y el Lapahn. Aún si la bestia decidía continuar, para entonces su gente estaría preparada para desplegar todo su arsenal.
—Si eso no lo ha frenado puede que tengamos que parar.
- resumen:
» Maldecir a Roland por jeta impaciente y a Braud por traerlo. También recibe toda la información de Raion.
» Entrega el mapa a Hazel (Ella por cartógrafa más o menos se lo tiene aprendido) para que pueda seguir guiando el trineo.
» Cuando ve al Lapahn mutante se queda con los rasgos más característicos y procede a atacar. También avisa a sus habitantes para que se preparen y se pongan en sus posiciones habituales con el equipo del inventario de Abi, todo dentro de la Shiro Shiro. Avisa a los dos cazadores para que, por seguridad, no se pongan en medio. Eso sí, también le pide a Kohaku que se ocupe de lo que se acerque demasiado al trineo.
» Defiende el trineo con un disparo láser de Assiah (dial láser acoplado) con el que espera reventar al Lapahn muerto o, por lo menos, hacer que baje la velocidad lo suficiente como para que no sea un peligro para el trineo -o para que Kohaku pueda cortarlo sin riesgo-.
» Cambia de arma y ataca al mutante con una combinación de su Aqua Focus (Ámbito) para mejorar su puntería y su Bowgan con la intención de dejarlo fuera de combate de inmediato. Está apuntando a su cuello, btw, para evitar que un desvío le haga fallar.
Liam D. Griffith
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Por suerte y sorpresa, Bizvan accedió realmente rápido y de forma fácil a cumplir el capricho de aquellas dos muchachas y, por encima, de ayudarme a mí. Al igual que yo, aunque desde un prisma algo distinto —yo el de la empatía, él el de la posibilidad—, nos parecía una gran oportunidad y algo que no podíamos desaprovechar de ninguna de las formas, por lo que ya teníamos el destino a seguir tras el final de aquella reunión unilateral. Él no tardó en comenzar a comentarme lo que había dicho el rey y el que ahora sabía que era un general, todo información acerca de lo que estaba sucediendo y detalles del lugar, pero nada que uno no pudiera saber o hacerse una idea con lo que ya teníamos entre manos. Igualmente, era cierto que el clima o los antecedentes sí que servirían para ponernos en aviso, y es que por su definición… Bueno, esperaba una buena ventisca allí afuera. Y lo del sirviente traidor, que aplicaba una nueva dimensión a aquel problema donde los topos y traidores se unían al plantel enemigo.
Nosotros, quizás improvisando un poco y aprovechando la que era mi costumbre a vivir en zonas nobles desde mi ceremonia Griffith, pudimos guiarnos entre aquellos muros repletos de tapices y los pasillos largos y monótonos hasta llegar a un jardín en el que brillaba… Bueno, no brillaba mucho nada en concreto. La nieve, si acaso. Aun así, sí que destacaba el pequeño cobertizo que cubría cierto terreno que debía haber pertenecido a hierba, arbustos o incluso un árbol, así que no dudamos en acercarnos a él y entrar y descubrir las luces encendidas. Entramos al vacío lugar, lleno de herramientas y alguna que otra baratija, hasta que la puereta sonó con suavidad y se entreabrió. Allí estaban las dos muchachitas, atentas a nosotros pero a la vez llevando sus ojos de izquierda a derecha de forma nerviosa, como si estuvieran cometiendo un crimen. Y podría ser si desobedecer a la sirvienta contase como uno.
Sus palabras fueron veloces, concisas y al grano, aprovechando al máximo el tiempo del que disponían. Al parecer, habían dejado de reconocer al sirviente ejecutado por unas acciones que en alguien gentil y dedicado a la princesa e infantas no encajaban para nada, al igual que otro de los hombres no parecía ser ni él sino alguien enmascarado. Y era algo que me hacía replantear si acaso no se lo habrían imaginado con la jovial mente de un par de niñas, pero por el momento era necesario darle un voto de fe a sus memorias. En resumidas cuentas, para seguir la historia tendríamos que ir a un punto concreto de la isla, obviamente un poco lejos del marcado por el mismísimo monarca, pero Bizvan no parecía dudar y eso me hizo asentir con firmeza y sujetar el mapa que ofrecían. No tardaron en marcharse con la misma prisa con la que entraron y nosotros, poco después, las seguimos hasta la salida, mezclándonos con el grueso de marines que abandonaban palacio en aquellos precisos instantes.
— Me están haciendo dudar de si este problema abarca tanto como dicen o es simplemente la imaginación de una chiquilla… —Le dije a mi compañero mientras avanzábamos junto al resto de gente, antes de tener que dividir caminos. Había que ir a la falda de una montaña y el mapa y las señas de las dos niñas serían más que suficientes para llegar.
Nosotros, quizás improvisando un poco y aprovechando la que era mi costumbre a vivir en zonas nobles desde mi ceremonia Griffith, pudimos guiarnos entre aquellos muros repletos de tapices y los pasillos largos y monótonos hasta llegar a un jardín en el que brillaba… Bueno, no brillaba mucho nada en concreto. La nieve, si acaso. Aun así, sí que destacaba el pequeño cobertizo que cubría cierto terreno que debía haber pertenecido a hierba, arbustos o incluso un árbol, así que no dudamos en acercarnos a él y entrar y descubrir las luces encendidas. Entramos al vacío lugar, lleno de herramientas y alguna que otra baratija, hasta que la puereta sonó con suavidad y se entreabrió. Allí estaban las dos muchachitas, atentas a nosotros pero a la vez llevando sus ojos de izquierda a derecha de forma nerviosa, como si estuvieran cometiendo un crimen. Y podría ser si desobedecer a la sirvienta contase como uno.
Sus palabras fueron veloces, concisas y al grano, aprovechando al máximo el tiempo del que disponían. Al parecer, habían dejado de reconocer al sirviente ejecutado por unas acciones que en alguien gentil y dedicado a la princesa e infantas no encajaban para nada, al igual que otro de los hombres no parecía ser ni él sino alguien enmascarado. Y era algo que me hacía replantear si acaso no se lo habrían imaginado con la jovial mente de un par de niñas, pero por el momento era necesario darle un voto de fe a sus memorias. En resumidas cuentas, para seguir la historia tendríamos que ir a un punto concreto de la isla, obviamente un poco lejos del marcado por el mismísimo monarca, pero Bizvan no parecía dudar y eso me hizo asentir con firmeza y sujetar el mapa que ofrecían. No tardaron en marcharse con la misma prisa con la que entraron y nosotros, poco después, las seguimos hasta la salida, mezclándonos con el grueso de marines que abandonaban palacio en aquellos precisos instantes.
— Me están haciendo dudar de si este problema abarca tanto como dicen o es simplemente la imaginación de una chiquilla… —Le dije a mi compañero mientras avanzábamos junto al resto de gente, antes de tener que dividir caminos. Había que ir a la falda de una montaña y el mapa y las señas de las dos niñas serían más que suficientes para llegar.
- Resumen:
- Escucho a las niñas y me dirijo hacia allí.
Zira
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Pues sí que estaba en la mierda la pobre Zira, la extrema temperatura emanada por el capitán la había dejado muy mal y ahora el abrupto cambio al frío la iba a dejar peor si es que no la mataba, decidió ponerse de pie con algo de dificultad, fue entonces que vio aquella situación, ese hombre le estaba apuntando a su capitán. Por un momento pensó en saltar a defenderlo, pero al instante optó por quedarse quieta y mirar, al final falló el tiro para luego caer al suelo, que patético. La chica usaría una de sus espadas guardada en su funda como si fuera un bastón, hacía bien como apoyo para que camine. Esa sensación le hizo despertar a su sentido primitivo de supervivencia, debía regular su temperatura o iba a terminar mal.
Sentía el cuerpo pesado y los mareos no tardaban en volver, el cambio de temperatura iba a devastarla. –Capitán, me retiro al interior, llamame si me necesitas. –Terminó por dirigirse a la parte inferior del barco, tuvo suerte de no caer por las escaleras. Ya allí dentro se apoyaría en la pared para avanzar, habían algunos integrantes de la tropa descansando, otros moviéndose y un par en el suelo inconscientes. Ella optó por adentrarse más hasta llegar a un lugar que aún se mantenía calentito, pero esta vez a una temperatura soportable. Se sentaría en un rincón abrazando sus piernas y con la boca pegada a las mismas, tirando aliento a sus rodillas.
Esperaba que el cambio de temperatura no le pegue mucho allí, de reojo miraba a los demás, uno de ellos se le acercó con una chaqueta, era la misma que Zira se había quitado momentos antes. –Era tuya, ¿no? –Le preguntó a la par que se la ofrecía.
Zira asintió y la tomó para luego vestirse con ella, tras eso volvió a la misma posición y miró al hombre de reojo. –Gracias… –Fue lo único que dijo antes de que aquel marinero se fuera, ella de mantuvo en esa posición, hecha bolita, en un momento se giró para la izquierda dándole la espalda al resto.
Sentía el cuerpo pesado y los mareos no tardaban en volver, el cambio de temperatura iba a devastarla. –Capitán, me retiro al interior, llamame si me necesitas. –Terminó por dirigirse a la parte inferior del barco, tuvo suerte de no caer por las escaleras. Ya allí dentro se apoyaría en la pared para avanzar, habían algunos integrantes de la tropa descansando, otros moviéndose y un par en el suelo inconscientes. Ella optó por adentrarse más hasta llegar a un lugar que aún se mantenía calentito, pero esta vez a una temperatura soportable. Se sentaría en un rincón abrazando sus piernas y con la boca pegada a las mismas, tirando aliento a sus rodillas.
Esperaba que el cambio de temperatura no le pegue mucho allí, de reojo miraba a los demás, uno de ellos se le acercó con una chaqueta, era la misma que Zira se había quitado momentos antes. –Era tuya, ¿no? –Le preguntó a la par que se la ofrecía.
Zira asintió y la tomó para luego vestirse con ella, tras eso volvió a la misma posición y miró al hombre de reojo. –Gracias… –Fue lo único que dijo antes de que aquel marinero se fuera, ella de mantuvo en esa posición, hecha bolita, en un momento se giró para la izquierda dándole la espalda al resto.
- Resumen:
- -Se queda mirando como el cojo le dispara al capitán.
-Comienza a sentirse mal por la temperatura.
-Se refugia en el interior del barco y se queda hecha bolita en un rincón.
El viejo barrigón se alejó de ellos… ¿Volando? «¿Qué cojones?», pasando completamente de lo que su compañera de trabajo tenía que decirle. Esta, chasqueó la lengua frunciendo el ceño. Dejando bastante claro tanto su descontento por tener que trabajar con el hombre —algo en lo que tanto Kohaku como Hazel coincidían—, como el hecho de que ella ni siquiera le había invitado, sino que había tenido que ser uno de los dos del otro grupo. Supuso que el gigantón, por el parecido físico entre ambos.
—Vaya, y yo que llevaba una hora preguntándome por qué coño le habíais invitado. Me alegra ver que al menos no ha sido cosa tuya, Abi —comentó con tono de mofa—. Bueno, si se pierde al menos no causará problemas con el trabajo. Esperemos.
La conversación no llegó a mucho más después de eso. Tenían información por parte del otro grupo. Al parecer, el general les había colado en palacio antes de tiempo o algo por el estilo, pero el gato no se fiaba de él. La princesa también le había mencionado, aunque esta decía que se trataba de un aliado y que habían trazado ese plan juntos, ¿no? Aunque puede que el general del que ella hablara fuera otro. «Qué engorro», pensó la albina poniendo los ojos en blanco. La realeza era una de esas cosas que, por si no había quedado claro, no soportaba. Pero quería el oro y, aunque suponía que Abigail no era una ladrona, estaba bastante segura de que la mujer no iba a permitirle entrar y llevárselo sin ayudar primero a cumplir el trabajo. Ya podían cruzarse con piratas de verdad de por medio para poder descargar esa frustración con alguien.
El problema era que no había nadie. Ni un solo alma. De hecho, por no haber, no hubo ni árboles en el trecho que les tocó seguir durante un buen rato, tan solo un mar de nieve. Al menos no hacía sol. Imaginar que todo ese blanco reflejaba la luz solar cegándoles hizo que tuviera que maldecir un poco menos la mierda de temperatura y los putos vientos helados que soplaban contra sus rostros, dejando la escarcha sobre sus cabellos. ¿La ropa que llevaban tenía capucha? Hazel llevó un momento las manos a la espalda, descubriendo que sí, y se la colocó, apretando con unos cordones esta sobre su cabeza para que no se bajase con el viento. Las coníferas empezaron a aparecer poco después y con ellas, los problemas.
La monja fue la primera en discernir entre todo el blanco el movimiento de las bestias que habitaban el reino de Sakura. Conejos gigantes de pelaje albino que se alimentaban de carne. Hazel no se había encontrado nunca antes con ninguno. Lo cierto es que, vistos desde lejos eran… Monos. Y seguro que con su piel podía hacerse ropa de calidad. También la idea de comer conejo gigante sonaba bien para el tema de provisiones. El problema era que se trataba de animales peligrosos, tenían prisa y… Tampoco eran uno o dos solo. Una bandada entera se acercaba a una velocidad desorbitante al trineo antes de… pasar de largo.
—Esto no puede ser bueno. ¿Qué espantaría así a esos…? — Hazel se quedó muda. Sus ojos se abrieron como platos según el trineo se deslizaba entre los cadáveres de varios Lapahns. Unos segundos de silencio que continuaron con el desagradable chillido de una bestia. El trineo se cruzó, pasando por el flanco de otro conejo que se encontraba de espaldas con una apariencia perturbadora, que se volvió aún peor cuando pudieron verle la cara—. ¿Qué cojones es esa cosa?
Con la cara destruida, heridas supurantes y unas extrañas plantas saliendo de su cuerpo, el animal les miraba con ojos blancos, como si estuviera muerto. Al menos a la albina se le revolvió el estómago al mirarle. Y cuando chilló, todo su cuerpo le advirtió del peligro que corrían. Como había dicho Abigail, no podían dejar que esa cosa les pillara.
La rubia volvió a ponerla a cargo del trineo, pidiendo que le diera más impulso para poder alejarse lo antes posible, además de que leyera el mapa y no perdiese el rumbo. Y si quería le preparaba también el café. Ahora fue ella quien chasqueó la lengua, agarrando el mapa de mala gana para guardarlo en su «escote», colándolo bajo su chaqueta y camisa por el cuello. Si necesitaban impulso, le daría impulso. Manteniendo el trineo firme con una mano, arqueó el cuerpo, quedando de lado, aún sentada. Con la mano libre cogió algo de impulso, echando el cuerpo para atrás u luego hacia delante, dirigiendo su puño a la parte trasera del trineo, golpeando el aire para lanzar una honda de choque que sirviera para ganar algo de terreno entre el bicho muerto que le acababan de lanzar, los troncos que volaban destrozados por la potencia del cadáver y el Lapahn turbio que tenían detrás. Esperaba que al conejito no le diera por saltar.
Dio otro golpe más, intentando impulsarse un poco más después del primer disparo. Intentando ayudar a alejarse aún más al tiempo que evitaba que Abi se desequilibrara al momento de disparar su… ¿Flecha invisible? La flecha voló y una corazonada advirtió a Hazel de que tuviera cuidado ahora. Se había quedado embobada, viendo el espectáculo que su asociada acababa de hacer, tanto que no estaba mirando el camino, y aún había árboles a su alrededor. No era como si siguieran un camino recto, después de todo. Quizás fuera solo suerte, o tal vez lo mismo que le sucedió en su primera caza con Ayden, pero sintió que debía virar el trineo o algo muy malo podría pasar. Volviendo a su posición de conductora, casi sin mirar al frente hizo que el trineo diera un giro de noventa grados, bordeando por poco el tronco de un árbol antes de volver a redirigir el trineo. El corazón en un puño.
«Vale, los ojos en la carretera. No más jugártela a la suerte, Haz». Se dijo a sí misma, tragando saliva.
—¿Lo habéis derribado?
—Vaya, y yo que llevaba una hora preguntándome por qué coño le habíais invitado. Me alegra ver que al menos no ha sido cosa tuya, Abi —comentó con tono de mofa—. Bueno, si se pierde al menos no causará problemas con el trabajo. Esperemos.
La conversación no llegó a mucho más después de eso. Tenían información por parte del otro grupo. Al parecer, el general les había colado en palacio antes de tiempo o algo por el estilo, pero el gato no se fiaba de él. La princesa también le había mencionado, aunque esta decía que se trataba de un aliado y que habían trazado ese plan juntos, ¿no? Aunque puede que el general del que ella hablara fuera otro. «Qué engorro», pensó la albina poniendo los ojos en blanco. La realeza era una de esas cosas que, por si no había quedado claro, no soportaba. Pero quería el oro y, aunque suponía que Abigail no era una ladrona, estaba bastante segura de que la mujer no iba a permitirle entrar y llevárselo sin ayudar primero a cumplir el trabajo. Ya podían cruzarse con piratas de verdad de por medio para poder descargar esa frustración con alguien.
El problema era que no había nadie. Ni un solo alma. De hecho, por no haber, no hubo ni árboles en el trecho que les tocó seguir durante un buen rato, tan solo un mar de nieve. Al menos no hacía sol. Imaginar que todo ese blanco reflejaba la luz solar cegándoles hizo que tuviera que maldecir un poco menos la mierda de temperatura y los putos vientos helados que soplaban contra sus rostros, dejando la escarcha sobre sus cabellos. ¿La ropa que llevaban tenía capucha? Hazel llevó un momento las manos a la espalda, descubriendo que sí, y se la colocó, apretando con unos cordones esta sobre su cabeza para que no se bajase con el viento. Las coníferas empezaron a aparecer poco después y con ellas, los problemas.
La monja fue la primera en discernir entre todo el blanco el movimiento de las bestias que habitaban el reino de Sakura. Conejos gigantes de pelaje albino que se alimentaban de carne. Hazel no se había encontrado nunca antes con ninguno. Lo cierto es que, vistos desde lejos eran… Monos. Y seguro que con su piel podía hacerse ropa de calidad. También la idea de comer conejo gigante sonaba bien para el tema de provisiones. El problema era que se trataba de animales peligrosos, tenían prisa y… Tampoco eran uno o dos solo. Una bandada entera se acercaba a una velocidad desorbitante al trineo antes de… pasar de largo.
—Esto no puede ser bueno. ¿Qué espantaría así a esos…? — Hazel se quedó muda. Sus ojos se abrieron como platos según el trineo se deslizaba entre los cadáveres de varios Lapahns. Unos segundos de silencio que continuaron con el desagradable chillido de una bestia. El trineo se cruzó, pasando por el flanco de otro conejo que se encontraba de espaldas con una apariencia perturbadora, que se volvió aún peor cuando pudieron verle la cara—. ¿Qué cojones es esa cosa?
Con la cara destruida, heridas supurantes y unas extrañas plantas saliendo de su cuerpo, el animal les miraba con ojos blancos, como si estuviera muerto. Al menos a la albina se le revolvió el estómago al mirarle. Y cuando chilló, todo su cuerpo le advirtió del peligro que corrían. Como había dicho Abigail, no podían dejar que esa cosa les pillara.
La rubia volvió a ponerla a cargo del trineo, pidiendo que le diera más impulso para poder alejarse lo antes posible, además de que leyera el mapa y no perdiese el rumbo. Y si quería le preparaba también el café. Ahora fue ella quien chasqueó la lengua, agarrando el mapa de mala gana para guardarlo en su «escote», colándolo bajo su chaqueta y camisa por el cuello. Si necesitaban impulso, le daría impulso. Manteniendo el trineo firme con una mano, arqueó el cuerpo, quedando de lado, aún sentada. Con la mano libre cogió algo de impulso, echando el cuerpo para atrás u luego hacia delante, dirigiendo su puño a la parte trasera del trineo, golpeando el aire para lanzar una honda de choque que sirviera para ganar algo de terreno entre el bicho muerto que le acababan de lanzar, los troncos que volaban destrozados por la potencia del cadáver y el Lapahn turbio que tenían detrás. Esperaba que al conejito no le diera por saltar.
Dio otro golpe más, intentando impulsarse un poco más después del primer disparo. Intentando ayudar a alejarse aún más al tiempo que evitaba que Abi se desequilibrara al momento de disparar su… ¿Flecha invisible? La flecha voló y una corazonada advirtió a Hazel de que tuviera cuidado ahora. Se había quedado embobada, viendo el espectáculo que su asociada acababa de hacer, tanto que no estaba mirando el camino, y aún había árboles a su alrededor. No era como si siguieran un camino recto, después de todo. Quizás fuera solo suerte, o tal vez lo mismo que le sucedió en su primera caza con Ayden, pero sintió que debía virar el trineo o algo muy malo podría pasar. Volviendo a su posición de conductora, casi sin mirar al frente hizo que el trineo diera un giro de noventa grados, bordeando por poco el tronco de un árbol antes de volver a redirigir el trineo. El corazón en un puño.
«Vale, los ojos en la carretera. No más jugártela a la suerte, Haz». Se dijo a sí misma, tragando saliva.
—¿Lo habéis derribado?
- Resumen:
- • Soltar una pullita sobre Roland ahora que no está, y decir que lo mismo sería mejor que se perdiera.
• Narrar el viaje hasta encontrarnos con el monstruito y ser dejada al volante.
• Añadir impulso al trineo lanzando dos puñetazos al aire. Uno cuando se lo dice Abi y el otro después de que esta dispare al cadáver que nos lanzan, mientras cambia de arma. (Ondas de choque por clase: Fuerza 4>> Potencia y Habilidad
• Intentar despertar el mantra al evitar que el trineo chocase a esa velocidad contra un tronco en medio del camino que estaban siguiendo y decidir no volver a apartar los ojos del camino mientras sea ella quien va al volante.
Illje Landvik
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
¡Victoria! Habían bajado a los albinos. No solo eso, sino que entre Claude y ella aunque habían llegado al suelo se habían dado un topetazo por el camino. ¿Sinceramente? Se lo merecían. Buen trabajo.
De alguna manera, conseguí subirme al bicho. Un triceratops adornado con metal y enloquecido por lo frenético del combate. Era bonito, aunque no tanto como los osos que nos habíamos encontrado cuando Claude adoptó al Napo. Y desde luego no iba tan borracho, porque corría a toda velocidad y tenía más ferocidad que un oso sobrio. Era algo peligroso y lo sabía, pero mis hermanas y mis amigos estaban también en peligro y no podía dejar que les alcanzara. Todos estaban combatiendo y arrimando el hombro, ella no iba a ser menos.
Elina logró desviarlo, por lo que la cueva permaneció entera. Por suerte o por desgracia, porque todavía estaba algo mosca con los albinos que les habían atraído hasta ese agujero para lanzarles a los lagartos. Claramente no tenían ni idea de con quién estaban lidiando, pero se lo iban a demostrar. Encontró el punto débil, la zona entre el cuello y la cresta hecha de una piel menos recia que el resto. Iba a apuñalarla y ponerle fin a la carrera cuando el dinosaurio se le adelantó. Chocó contra una de las paredes de la salida y frenó de golpe, pero el cambio de velocidad pasó factura a la conejita y se estrelló contra la cresta del animal.
Por un momento lo vio todo negro y cuando se incorporó tenía la sensación de llevar un melón en la nariz. Palpitaba y al rozarla estaba hinchada. Demonios, se la había roto. Por lo menos el dinosaurio había parado y ella seguía encima. Ah, esto iba a doler. Frunciendo el ceño, se cogió la nariz con ambas manos y cogió aire. Se la colocó de dos firmes movimientos, antes de gritar una palabra que ninguna chica de bien debería gritar jamás. Joder, que dolor. Pero ya estaba en su sitio y aunque tremendamente hinchada y dolorida, curaría. Ugh.
Mientras estaba replanteándose qué hacer a continuación, escuchó a Serleena y se giró justo a tiempo para coger al vuelo lo que le había tirado. Se le abrieron los ojos de la sorpresa mientras miraba a su alrededor. ¡No podía! Elina estaba en el morro, ella en la grupa y Claude no andaba lejos, si la hacía detonar donde le indicaba capaz los tres saltaban por los aires junto con el bicho. Negó con la cabeza y se la guardó en el bolsillo con cuidado, antes de coger a Kamar y Budur. Respiró hondo una última vez y trató de clavarlas nuevamente en la zona blanda que había tras la cresta. Sus armas no eran lo bastante grandes como para decapitar un dinosaurio, pero estaba segura de poder hacerle sangrar. Solo tenía que debilitarlo… y sus hermanas lo rematarían. Estaba segura.
Tras llevar a cabo su labor se dejó resbalar por el costado y todavía armas en mano se puso a la defensiva, controlando que todos estuvieran a salvo y preparada para saltar a donde hiciera falta si el dinosaurio volvía a ponerse agresivo antes de que pudieran acabar de reducirlo.
De alguna manera, conseguí subirme al bicho. Un triceratops adornado con metal y enloquecido por lo frenético del combate. Era bonito, aunque no tanto como los osos que nos habíamos encontrado cuando Claude adoptó al Napo. Y desde luego no iba tan borracho, porque corría a toda velocidad y tenía más ferocidad que un oso sobrio. Era algo peligroso y lo sabía, pero mis hermanas y mis amigos estaban también en peligro y no podía dejar que les alcanzara. Todos estaban combatiendo y arrimando el hombro, ella no iba a ser menos.
Elina logró desviarlo, por lo que la cueva permaneció entera. Por suerte o por desgracia, porque todavía estaba algo mosca con los albinos que les habían atraído hasta ese agujero para lanzarles a los lagartos. Claramente no tenían ni idea de con quién estaban lidiando, pero se lo iban a demostrar. Encontró el punto débil, la zona entre el cuello y la cresta hecha de una piel menos recia que el resto. Iba a apuñalarla y ponerle fin a la carrera cuando el dinosaurio se le adelantó. Chocó contra una de las paredes de la salida y frenó de golpe, pero el cambio de velocidad pasó factura a la conejita y se estrelló contra la cresta del animal.
Por un momento lo vio todo negro y cuando se incorporó tenía la sensación de llevar un melón en la nariz. Palpitaba y al rozarla estaba hinchada. Demonios, se la había roto. Por lo menos el dinosaurio había parado y ella seguía encima. Ah, esto iba a doler. Frunciendo el ceño, se cogió la nariz con ambas manos y cogió aire. Se la colocó de dos firmes movimientos, antes de gritar una palabra que ninguna chica de bien debería gritar jamás. Joder, que dolor. Pero ya estaba en su sitio y aunque tremendamente hinchada y dolorida, curaría. Ugh.
Mientras estaba replanteándose qué hacer a continuación, escuchó a Serleena y se giró justo a tiempo para coger al vuelo lo que le había tirado. Se le abrieron los ojos de la sorpresa mientras miraba a su alrededor. ¡No podía! Elina estaba en el morro, ella en la grupa y Claude no andaba lejos, si la hacía detonar donde le indicaba capaz los tres saltaban por los aires junto con el bicho. Negó con la cabeza y se la guardó en el bolsillo con cuidado, antes de coger a Kamar y Budur. Respiró hondo una última vez y trató de clavarlas nuevamente en la zona blanda que había tras la cresta. Sus armas no eran lo bastante grandes como para decapitar un dinosaurio, pero estaba segura de poder hacerle sangrar. Solo tenía que debilitarlo… y sus hermanas lo rematarían. Estaba segura.
Tras llevar a cabo su labor se dejó resbalar por el costado y todavía armas en mano se puso a la defensiva, controlando que todos estuvieran a salvo y preparada para saltar a donde hiciera falta si el dinosaurio volvía a ponerse agresivo antes de que pudieran acabar de reducirlo.
- resumen:
- Romperse la nariz y recolocársela. Ahora la tiene cómicamente roja. Duele. Coge la granada de Serleena pero como están todos muy cerca se la guarda y en su lugar intenta cortar al triceratops con sus katanas en la zona vulnerable de detrás de la cresta, antes de bajarse y quedarse alerta por si acaso.
Thyra estaba nerviosa en el fondo. Se estaba jugando su vida para salvar a un pequeño grupo de gente que solo quería ganarse la vida. ¿Por qué? Se preguntó a sí misma, por qué seguir jugándosela sin ganar nada a cambio. Quizás debería haberse ido con las amazonas, seguramente la líder de aquellas mujeres tuviera más cabeza que todos los merodeadores juntos.
Pero ahora ya daba igual. Ya se había arriesgado lo suficiente y no tenía manera de volver atrás, pero de lo que si estaba segura era que no volvería a intentarlo. Su llamada de atención hacia los conejos había funcionado en menor medida, esperaba que hubiera sido algo mejor, pero por suerte sirvió para que acabaran con la vida de dos de los conejos aunque no era suficiente.
Ahora los conejos gigantes estaban mucho más agresivos y uno de los merodeadores murió cruelmente, siendo su cráneo aplastado sin remordimientos. Thyra no apartó la mirada en ningún momento. La nieve se tiñó de color carmín muy rápido y seguía extendiéndose. Aquello la despistó, pues uno de los conejos derribó el árbol en el que se seguía subida.
Podría haber saltado a otro árbol, pero cuando quiso darse cuenta ya estaba tambaleándose hacia delante. Quiso agarrarse al tronco, pero resbaló, cayendo de bruces contra la nieve. Estuvo un rato tirada en el suelo, aunque por suerte la nieve había amortiguado su caída, pero el golpe se lo había llevado igual. No le estaba saliendo rentable aquella expedición.
Su ropa estaba helada. Tiritaba con el frío y sus mejillas cada vez adquirían un color más rojizo. Cansada, miró hacia atrás, en dónde la batalla comenzaba a recrudecerse. Los conejos seguían entretenidos con sus presas mientras que los merodeadores intentaban defenderse como podían. Thyra tuvo dudas, pensó en escapar reptando por la nieve sin que nadie se enterara o ir a por el líder. Solo permaneció allí, entre las ramas, del árbol caído esperando a que todo terminara.
Pero ahora ya daba igual. Ya se había arriesgado lo suficiente y no tenía manera de volver atrás, pero de lo que si estaba segura era que no volvería a intentarlo. Su llamada de atención hacia los conejos había funcionado en menor medida, esperaba que hubiera sido algo mejor, pero por suerte sirvió para que acabaran con la vida de dos de los conejos aunque no era suficiente.
Ahora los conejos gigantes estaban mucho más agresivos y uno de los merodeadores murió cruelmente, siendo su cráneo aplastado sin remordimientos. Thyra no apartó la mirada en ningún momento. La nieve se tiñó de color carmín muy rápido y seguía extendiéndose. Aquello la despistó, pues uno de los conejos derribó el árbol en el que se seguía subida.
Podría haber saltado a otro árbol, pero cuando quiso darse cuenta ya estaba tambaleándose hacia delante. Quiso agarrarse al tronco, pero resbaló, cayendo de bruces contra la nieve. Estuvo un rato tirada en el suelo, aunque por suerte la nieve había amortiguado su caída, pero el golpe se lo había llevado igual. No le estaba saliendo rentable aquella expedición.
Su ropa estaba helada. Tiritaba con el frío y sus mejillas cada vez adquirían un color más rojizo. Cansada, miró hacia atrás, en dónde la batalla comenzaba a recrudecerse. Los conejos seguían entretenidos con sus presas mientras que los merodeadores intentaban defenderse como podían. Thyra tuvo dudas, pensó en escapar reptando por la nieve sin que nadie se enterara o ir a por el líder. Solo permaneció allí, entre las ramas, del árbol caído esperando a que todo terminara.
- Resumen:
- Thyra se cae del árbol que corta el conejo y espera tapada entre las ramas, pensando en si irse reptando de allí y abandonarlos a todos o ir a ayudar al líder.
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