Jace eigner
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El vapor y calor serian remplazados poco a poco por el frio incesante del cual habíamos salido hace escasos minutos, yo que me había dejado la chaqueta mantendría algo del calor el cual disminuiría más lento, a pesar de que las secuelas eran evidentes gracias a ese dolor de cabeza que podría transformarse en un resfrió más rápido de lo que deseaba si es que me llegaba a poder descuidar, después de todo tenia cosas importantes que hacer y para ello no pensaba poner en riesgo su vida.
De esta manera me pondría los guantes y bufanda que había dejado atrás para intentar ayudar al viejo un segundo cuando el rechazo mi ayuda y sacando un arma al borde del colapso mental intento dispararle a Alpha cosa que evidentemente no logro cayendo desplomado y maldiciendo que sus tropas ya no existiesen más.
-Una lástima que haya tenido que suceder esto… - Diría mirando al viejo que había perdido la conciencia, para luego mirar a los ninjas que ya se encontraban amarrados todos exceptuando uno que se encontraba muerto, aun no sabía que había pasado aquí, pero mi deber era descubrir que sucedía para poder sacarle mejor provecho, después de todo la única pista que nos quedaba era esa tal Lady Paint o como se llamase, pero tal vez simplemente había que seguir ese hilo para obtener beneficios en vez de pensar demasiado.
De esta manera me acercaría a Alpha para regañar por su acción tan mal tomada dirigiéndome a él con un tono serio como siempre, pero mucho más defraudado –Capitán, lamento decirlo, pero me disculpara diciéndole que la a cagado… - Explicaría para luego suspirar y mirarlo a los ojos con un aspecto en mi cara más confiado una vez me diese sus explicaciones –Pero, tengo una idea que podría sacarnos de este lugar con algo más de beneficio… Solo necesito traiga a 2 o 3 de los hombres que hayan estado con este tipejo – Diría apuntando al veterano de guerra tirado en el suelo, el cual me pondría a desarmar y buscar en sus ropas objetos de valor mientras lo ataba para que luego se lo llevasen a una habitación más adentro de la embarcación para separarlo y aislarlo de cualquier otra persona.
Por otro lado, la tripulación estaba bastante jodida en cuanto a cansancio, por el calor extremo por lo que rápidamente empezaría a organizar a las tropas que aun podían moverse con frases como –Los que aun puedan moverse ayuden a los enfermos a mantener las temperaturas, no queremos ni un solo muerto más aquí somos una familia y no nos dejamos vencer – Explicaría asiendo que repartieran líquidos calientes de la cocina (los que aun estuviesen en pie) o cosas así para que nos hicieran mantener el calor y ayudaran a salvar a quien pudiésemos.
Por otra parte, también aprovecharía de revisar el equipo que habían dejado los ninjas caer y sus ropajes, haciendo esto con todos y cada uno, cosa que una vez les sacase todo (buscando además si tenían algún papel con el encargo de la misión que habían intentado a cumplir) echaría el cuerpo del ninja al fondo del río (con algo de peso para que o flotase) y luego me centraría por fin en el arma que habían dejado caer ese tipejo, una especie de sable negro el cual lo más probable no me serviría a mí, pero me guardaría por ahora hasta que Zira estuviese más recuperada.
Debíamos recuperarnos rápido, quien sabe cuánto tiempo tendríamos para que alguien nos encontrase aquí.
De esta manera me pondría los guantes y bufanda que había dejado atrás para intentar ayudar al viejo un segundo cuando el rechazo mi ayuda y sacando un arma al borde del colapso mental intento dispararle a Alpha cosa que evidentemente no logro cayendo desplomado y maldiciendo que sus tropas ya no existiesen más.
-Una lástima que haya tenido que suceder esto… - Diría mirando al viejo que había perdido la conciencia, para luego mirar a los ninjas que ya se encontraban amarrados todos exceptuando uno que se encontraba muerto, aun no sabía que había pasado aquí, pero mi deber era descubrir que sucedía para poder sacarle mejor provecho, después de todo la única pista que nos quedaba era esa tal Lady Paint o como se llamase, pero tal vez simplemente había que seguir ese hilo para obtener beneficios en vez de pensar demasiado.
De esta manera me acercaría a Alpha para regañar por su acción tan mal tomada dirigiéndome a él con un tono serio como siempre, pero mucho más defraudado –Capitán, lamento decirlo, pero me disculpara diciéndole que la a cagado… - Explicaría para luego suspirar y mirarlo a los ojos con un aspecto en mi cara más confiado una vez me diese sus explicaciones –Pero, tengo una idea que podría sacarnos de este lugar con algo más de beneficio… Solo necesito traiga a 2 o 3 de los hombres que hayan estado con este tipejo – Diría apuntando al veterano de guerra tirado en el suelo, el cual me pondría a desarmar y buscar en sus ropas objetos de valor mientras lo ataba para que luego se lo llevasen a una habitación más adentro de la embarcación para separarlo y aislarlo de cualquier otra persona.
Por otro lado, la tripulación estaba bastante jodida en cuanto a cansancio, por el calor extremo por lo que rápidamente empezaría a organizar a las tropas que aun podían moverse con frases como –Los que aun puedan moverse ayuden a los enfermos a mantener las temperaturas, no queremos ni un solo muerto más aquí somos una familia y no nos dejamos vencer – Explicaría asiendo que repartieran líquidos calientes de la cocina (los que aun estuviesen en pie) o cosas así para que nos hicieran mantener el calor y ayudaran a salvar a quien pudiésemos.
Por otra parte, también aprovecharía de revisar el equipo que habían dejado los ninjas caer y sus ropajes, haciendo esto con todos y cada uno, cosa que una vez les sacase todo (buscando además si tenían algún papel con el encargo de la misión que habían intentado a cumplir) echaría el cuerpo del ninja al fondo del río (con algo de peso para que o flotase) y luego me centraría por fin en el arma que habían dejado caer ese tipejo, una especie de sable negro el cual lo más probable no me serviría a mí, pero me guardaría por ahora hasta que Zira estuviese más recuperada.
Debíamos recuperarnos rápido, quien sabe cuánto tiempo tendríamos para que alguien nos encontrase aquí.
- Acciones:
- -Decirle a Alpha que la cago y que salve a 3 personas de los veteranos si puede
-Atar al veterano y esconderlo en alguna habitación separada para después interrogarle
-lootear a todos los que haya (incluyendo ojear la espada), ademas de buscar si los ninjas tienen algún papel de su encargo o algo así.
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Sonrió al ver su tanque esperándoles. Aún no había tenido ocasión de probarlo y estaba deseando conducirlo. El OST era un vehículo negro voluminoso con orugas como tracción, con el símbolo del gobierno mundial en la parte delantera en relieve plateado. En la parte delantera asomaba un lanzallamas, mientras que en la superior una pequeña cabina con un cañón estrecho de un metro de largo. De cada lateral asomaba una ametralladora pesada sobre un soporte que le permitía moverse para apuntar en cualquier dirección. El agente sonrió y dijo:
- Bienvenidos a mi nuevo vehículo de combate, el OST. Es una lástima que vayamos a meternos en una cueva, me hubiese gustado probarlo en una situación de combate. Al menos nos servirá para llegar rápido y sin pasar frío.
Se subió de un salto al vehículo y dio cuatro golpes en la escotilla superior con un ritmo concreto. Como respuesta, sus subordinados les abrieron. Atsu sintió un escalofrío al notar una corriente de aire cálido desde el interior, y les hizo gestos al resto para que se apresurasen a entrar. Accedió dejándose caer y saludó a Therese y a Ray con un gesto de la mano.
- Buen trabajo. Ahora lo siento pero te voy a relevar, agente Psi. Ve al puerto de artillería y vigila desde ahí.
- Sí, señor - respondió Therese.
La agente, una mujer rubia con el pelo recogido en un moño, se apartó de asiento del piloto y se dirigió a las escaleras que llevaban a la cabina del cañón. La cabina principal era pequeña, pero con espacio suficiente para que siete personas fuesen sentadas. Tenía dos asientos para el piloto y el copiloto, uno más en los laterales para los operarios de las ametralladoras y tres detrás para otros tripulantes. Además había un mueble metálico en una esquina con taquillas.
- Acomodaos a gusto. Si queréis echar un vistazo a las ametralladoras podéis, pero no gastéis munición tontamente. No queremos llamar más la atención, ¿verdad?
Echó a un lado la bolsa con provisiones que había cogido en el castillo y se puso cómodo en su asiento. En cuanto todos estuvieron dentro y la escotilla cerrada, arrancó el vehículo, volviendo a sonreír al notar la vibración del motor. Comenzó a acelerar suavemente, escuchando cómo el mecanismo comenzaba a ponerse en marcha. ¡Funcionaba a las mil maravillas! Una parte de él estaba deseando ponerlo a tope de velocidad para probar el funcionamiento del tanque en una situación de tensión, pero contuvo su emoción y se limitó a conducir en dirección a la cueva.
- Por cierto, si alguno de vosotros usa armas de fuego de calibre .50, tengo un par de cajas de munición explosiva en las taquillas. Servíos a gusto.
Al llegar, dejó que Ray tomase los mandos y se levantó para prepararse. Sacó una mochila de una de las taquillas y comenzó a meter en ella las provisiones que se había traído del castillo, tres cajas de munición de pistola, de fusil y explosiva, el resto de sus explosivos, el cañón sónico y los protectores auditivos. Comprobó que llevaba consigo la Enforcer y... ¿dónde estaba su revólver? Alguien se lo lanzó y el agente lo cogió por puros reflejos.
- Te lo dejaste en cubierta - dijo Ray, encogiéndose de hombros.
- Gracias - suspiró Omega.
Con las pistolas al cinto, la mochila y el fusil al hombro y el abrigo puesto, se dispuso a salir con el resto y dirigirse a la entrada de la cueva. En cuanto estuvo frente a esta descolgó el fusil y se puso en posición, poniéndolo en modo fusil de asalto y retirando la mira telescópica, que dejó colgada de su cinto.
- ¿Listos? ¿Alguna idea? - preguntó al resto.
- Bienvenidos a mi nuevo vehículo de combate, el OST. Es una lástima que vayamos a meternos en una cueva, me hubiese gustado probarlo en una situación de combate. Al menos nos servirá para llegar rápido y sin pasar frío.
Se subió de un salto al vehículo y dio cuatro golpes en la escotilla superior con un ritmo concreto. Como respuesta, sus subordinados les abrieron. Atsu sintió un escalofrío al notar una corriente de aire cálido desde el interior, y les hizo gestos al resto para que se apresurasen a entrar. Accedió dejándose caer y saludó a Therese y a Ray con un gesto de la mano.
- Buen trabajo. Ahora lo siento pero te voy a relevar, agente Psi. Ve al puerto de artillería y vigila desde ahí.
- Sí, señor - respondió Therese.
La agente, una mujer rubia con el pelo recogido en un moño, se apartó de asiento del piloto y se dirigió a las escaleras que llevaban a la cabina del cañón. La cabina principal era pequeña, pero con espacio suficiente para que siete personas fuesen sentadas. Tenía dos asientos para el piloto y el copiloto, uno más en los laterales para los operarios de las ametralladoras y tres detrás para otros tripulantes. Además había un mueble metálico en una esquina con taquillas.
- Acomodaos a gusto. Si queréis echar un vistazo a las ametralladoras podéis, pero no gastéis munición tontamente. No queremos llamar más la atención, ¿verdad?
Echó a un lado la bolsa con provisiones que había cogido en el castillo y se puso cómodo en su asiento. En cuanto todos estuvieron dentro y la escotilla cerrada, arrancó el vehículo, volviendo a sonreír al notar la vibración del motor. Comenzó a acelerar suavemente, escuchando cómo el mecanismo comenzaba a ponerse en marcha. ¡Funcionaba a las mil maravillas! Una parte de él estaba deseando ponerlo a tope de velocidad para probar el funcionamiento del tanque en una situación de tensión, pero contuvo su emoción y se limitó a conducir en dirección a la cueva.
- Por cierto, si alguno de vosotros usa armas de fuego de calibre .50, tengo un par de cajas de munición explosiva en las taquillas. Servíos a gusto.
Al llegar, dejó que Ray tomase los mandos y se levantó para prepararse. Sacó una mochila de una de las taquillas y comenzó a meter en ella las provisiones que se había traído del castillo, tres cajas de munición de pistola, de fusil y explosiva, el resto de sus explosivos, el cañón sónico y los protectores auditivos. Comprobó que llevaba consigo la Enforcer y... ¿dónde estaba su revólver? Alguien se lo lanzó y el agente lo cogió por puros reflejos.
- Te lo dejaste en cubierta - dijo Ray, encogiéndose de hombros.
- Gracias - suspiró Omega.
Con las pistolas al cinto, la mochila y el fusil al hombro y el abrigo puesto, se dispuso a salir con el resto y dirigirse a la entrada de la cueva. En cuanto estuvo frente a esta descolgó el fusil y se puso en posición, poniéndolo en modo fusil de asalto y retirando la mira telescópica, que dejó colgada de su cinto.
- ¿Listos? ¿Alguna idea? - preguntó al resto.
- resumen:
- Llevo al equipo hasta la entrada en el tanque, recojo todas mis cosas para ir preparado y me dirijo a la entrada de la cueva con mi fusil listo.
Ryuichi Ichiban
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La nieve crujía bajo sus pies, dándole cierta nostalgia de su tiempo en Leirngaf. Aquella tormenta que parecía avecinarse también le recordaba a Leirngaf, aunque esas últimas solo las había visto las veces que se había aventurado a la montaña con su hermana a cazar osos para comer. Braud acompasaba sus pasos sobre la nieve con cierta alegría, murmurando entre sus labios una canción de su tierra natal que solía cantarse entre sorbos de hidromiel en los salones de la aldea.
—Un oso, un oso había
Oh, negro y marrón era, cubierto de pelo.
La doncella, con miel en sus cabellos, se...
Se paró en seco. Su olfato no era tan desarrollado como podría ser el de un león, eso seguro, pero el viento frío solía hacer maravillas. Un muy ligero olor a podrido llegó a su nariz, aunque no era capaz de determinar su precedencia. Aunque solo aquello no era lo que le hizo parar en seco. Tenía una extraña sensación, pegada a la nuca. Algo que sentía muy pocas veces, pero que definitivamente había sentido antes. La sensación de estar a punto de ser devorado. La sensación de que debería empezar a correr para huir del peligro. La sensación de ser una presa.
No sería la primera vez que le emboscaban. Lo había sentido antes. Y, aunque su cerebro le estaba pidiendo huir del depredador que se acercaba, Braud tenía una fama que mantener. No su fama de cazarrecompensas, ni mucho menos. Ese tipo de reputación al gigante siempre se la ha traído al pairo. Sin embargo, había otro motivo por el cual era conocido Braud: Por no hacer caso a su cerebro. Y por mucho que le pidiese huir, no lo iba a hacer.
—¡Vamos, cazador! —gritó de golpe, haciendo eco en la montaña—. ¡No te enfrentas a un ciervo! ¡Ni a un conejo! ¡Sal de tu escondite y reclama tu pieza como debe ser! ¡De bestia a bestia!
Se quedaría unos segundos esperando a una reacción. Si el cazador prefería seguir ocultándose, simplemente seguiría cualquier ruta que el león quisiese marcar.
—Un oso, un oso había
Oh, negro y marrón era, cubierto de pelo.
La doncella, con miel en sus cabellos, se...
Se paró en seco. Su olfato no era tan desarrollado como podría ser el de un león, eso seguro, pero el viento frío solía hacer maravillas. Un muy ligero olor a podrido llegó a su nariz, aunque no era capaz de determinar su precedencia. Aunque solo aquello no era lo que le hizo parar en seco. Tenía una extraña sensación, pegada a la nuca. Algo que sentía muy pocas veces, pero que definitivamente había sentido antes. La sensación de estar a punto de ser devorado. La sensación de que debería empezar a correr para huir del peligro. La sensación de ser una presa.
No sería la primera vez que le emboscaban. Lo había sentido antes. Y, aunque su cerebro le estaba pidiendo huir del depredador que se acercaba, Braud tenía una fama que mantener. No su fama de cazarrecompensas, ni mucho menos. Ese tipo de reputación al gigante siempre se la ha traído al pairo. Sin embargo, había otro motivo por el cual era conocido Braud: Por no hacer caso a su cerebro. Y por mucho que le pidiese huir, no lo iba a hacer.
—¡Vamos, cazador! —gritó de golpe, haciendo eco en la montaña—. ¡No te enfrentas a un ciervo! ¡Ni a un conejo! ¡Sal de tu escondite y reclama tu pieza como debe ser! ¡De bestia a bestia!
Se quedaría unos segundos esperando a una reacción. Si el cazador prefería seguir ocultándose, simplemente seguiría cualquier ruta que el león quisiese marcar.
- Resumen:
- Echarle huevos a lo que sea que nos sigue, si es que nos sigue algo, y si no sale nada pues seguir el camino.
Freites D. Alpha
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Una lástima, definitivamente haber logrado concretar algo con aquel hombre era lo más importante. Aunque aquel disparo en definitiva habría fallado pero… el joven herrero no podía evitar sentirse decepcionado.
-Últimamente… nadie está utilizando la cabeza. - Dijo en voz baja el capitán pirata. Aunque podía entenderlo. Él viejo solo estaba defendiendo lo suyo mientras que Alpha solo estaba tratando de entrar para saciar su curiosidad y, saber el motivo por el cual esta isla estaba solicitando ayuda. Hasta este punto solo había podido escuchar un par de nombres y dar por sentado que aquí ya se encontraba un asentamiento pirata. Porque claramente lo dijo el anciano unos momentos atrás: nos derrumbarían para que “nuestros amigos” vean el barco arder.
Claro, si es que la fortaleza de ellos no arde primero.
-Por supuesto que estoy consciente de mi error, Jace. – Dijo el capitán mostrándose totalmente tranquilo ante el comentario de su asesino. – Pero cada miembro de este barco sabe lo que ocurre cuando me pongo a pelear. Normalmente suelo dar un tiempo antes de desatar mi poder pero… aquí no tenemos mucho espacio y el tiempo no daba para ello. Una lástima.
-No es su culpa señor – Dijo el marinero que se encontraba vendando el hombro del pelilargo. – Sabemos muy bien que usted se preocupa por nosotros y más cuando dio su brazo por nosotros y el futuro de la tripulación. Todos estamos dispuesto a morir por usted, como usted por nosotros.
-Gracias pequeño hermano. Pero ahora es momento de trabajar. – dijo Alpha. Ya habían terminado de vendar su brazo. Pero la herida claramente tardaría un tiempo en sanar. - ¿Podrías entregarle a la tripulante Zira esta espada? – Suzaku le entregaría al marinero una de las espadas que habría conseguido en su aventura en las islas de las amazonas: El Dragón Arcoíris.- Asegúrate de entregársela y también sé que te encuentras agotado. Mantente firme. Reparte cobija y alimento caliente para todos. Yo ya regreso.
Jace había indicado que tenía un plan para solucionar la situación. Así que le haría caso pero, haciendo unas pequeñas modificaciones a su plan. – Iré a tratar de convencer a la gente que queda de unírsenos. Si no, bueno… tú sabes… no ofrezco mi protección dos veces.
El capitán dio un salto y callo de pie sobre el asiento de Suzaku, La plumífera saco de la alforja una enorme alabarda negra conocida como la partisana del sol ciego. El pequeño la tomo el arma con su mano y junto a su compañera, se lanzó al ataque.
Durante aquel ataque. Ambos bando pudieron ver a una ave corriendo a gran velocidad con un pequeño sobre ella. Aquel majestuoso pájaro se mostraba veloz y mortal., siempre alerta y nunca perdiendo de vista ningún detalle.
Por otro lado, él pequeño sujetaba con firmeza su enorme alabarda, con la que estaba ayudando a masacrar a todos los ninjas que quedaban. Alpha podía sentir sobre el los ojos de la milicia, que le observaban un poco entre confundidos y anonadados ¿Un pirata los estaba ayudando? Pues sí, los estaba ayudando, con un propósito que para bien o para mal traería fortuna para unos y, desgracia para otros.
-¡Queridos soldados del reino de sakuras! – Dijo El pequeño, quien ya estaba consumido por su ansia de guerra. Ya había llegado a su tope. Se encontraba totalmente emocionado. - ¡En estos momentos son testigo de las negligencias de su rey! – poco a poco, la sombra malvada comenzaría a cubrir su rostro. Dejando a la vista solo unas iris blancas total. Un ninja intentaría detenerla saltando y tratando de cortarle la cabeza. Él simplemente le atravesaría el estómago y comenzaría a calentar su arma para que se encendiera en llamas. Aquella imagen era terrorífica. Un pequeño atravesando a un sujeto que no dejaba de gritar por las llamas generadas por su arma.
Alpha momentos después, le arrojaría lejos para seguir con sus palabras.
-¡Por culpa de su rey, su país es débil! ¡Por culpa de su rey, ustedes perdieron a todos sus seres queridos! ¡Por culpa de su rey, ustedes desean venganza! – El joven dio una pausa. Mirando observando a toda la milicia y, continuo. - ¡Pero yo ofrezco una solución! ¡Yo ofrezco una nueva alternativa! ¡Yo les ofrezco mi protección! ¡Yo les daré su venganza! ¡Únanse a mí y busquemos juntos que sed sea saciada! ¡O mueran aquí, sin haber logrado nada más que ser simples sirvientes de la nobleza inútil!
Dependiendo de la situación. Claramente el chiquillo seguiría masacrando a todos junto a la milicia. De ellos no aceptar, sería una batalla interesante uno contra muchos. Aunque la distancia ya era segura para poder utilizar todo su poder. Por otro lado, seamos positivos. Tal vez llegaba a colar.
-Últimamente… nadie está utilizando la cabeza. - Dijo en voz baja el capitán pirata. Aunque podía entenderlo. Él viejo solo estaba defendiendo lo suyo mientras que Alpha solo estaba tratando de entrar para saciar su curiosidad y, saber el motivo por el cual esta isla estaba solicitando ayuda. Hasta este punto solo había podido escuchar un par de nombres y dar por sentado que aquí ya se encontraba un asentamiento pirata. Porque claramente lo dijo el anciano unos momentos atrás: nos derrumbarían para que “nuestros amigos” vean el barco arder.
Claro, si es que la fortaleza de ellos no arde primero.
-Por supuesto que estoy consciente de mi error, Jace. – Dijo el capitán mostrándose totalmente tranquilo ante el comentario de su asesino. – Pero cada miembro de este barco sabe lo que ocurre cuando me pongo a pelear. Normalmente suelo dar un tiempo antes de desatar mi poder pero… aquí no tenemos mucho espacio y el tiempo no daba para ello. Una lástima.
-No es su culpa señor – Dijo el marinero que se encontraba vendando el hombro del pelilargo. – Sabemos muy bien que usted se preocupa por nosotros y más cuando dio su brazo por nosotros y el futuro de la tripulación. Todos estamos dispuesto a morir por usted, como usted por nosotros.
-Gracias pequeño hermano. Pero ahora es momento de trabajar. – dijo Alpha. Ya habían terminado de vendar su brazo. Pero la herida claramente tardaría un tiempo en sanar. - ¿Podrías entregarle a la tripulante Zira esta espada? – Suzaku le entregaría al marinero una de las espadas que habría conseguido en su aventura en las islas de las amazonas: El Dragón Arcoíris.- Asegúrate de entregársela y también sé que te encuentras agotado. Mantente firme. Reparte cobija y alimento caliente para todos. Yo ya regreso.
Jace había indicado que tenía un plan para solucionar la situación. Así que le haría caso pero, haciendo unas pequeñas modificaciones a su plan. – Iré a tratar de convencer a la gente que queda de unírsenos. Si no, bueno… tú sabes… no ofrezco mi protección dos veces.
El capitán dio un salto y callo de pie sobre el asiento de Suzaku, La plumífera saco de la alforja una enorme alabarda negra conocida como la partisana del sol ciego. El pequeño la tomo el arma con su mano y junto a su compañera, se lanzó al ataque.
Durante aquel ataque. Ambos bando pudieron ver a una ave corriendo a gran velocidad con un pequeño sobre ella. Aquel majestuoso pájaro se mostraba veloz y mortal., siempre alerta y nunca perdiendo de vista ningún detalle.
Por otro lado, él pequeño sujetaba con firmeza su enorme alabarda, con la que estaba ayudando a masacrar a todos los ninjas que quedaban. Alpha podía sentir sobre el los ojos de la milicia, que le observaban un poco entre confundidos y anonadados ¿Un pirata los estaba ayudando? Pues sí, los estaba ayudando, con un propósito que para bien o para mal traería fortuna para unos y, desgracia para otros.
-¡Queridos soldados del reino de sakuras! – Dijo El pequeño, quien ya estaba consumido por su ansia de guerra. Ya había llegado a su tope. Se encontraba totalmente emocionado. - ¡En estos momentos son testigo de las negligencias de su rey! – poco a poco, la sombra malvada comenzaría a cubrir su rostro. Dejando a la vista solo unas iris blancas total. Un ninja intentaría detenerla saltando y tratando de cortarle la cabeza. Él simplemente le atravesaría el estómago y comenzaría a calentar su arma para que se encendiera en llamas. Aquella imagen era terrorífica. Un pequeño atravesando a un sujeto que no dejaba de gritar por las llamas generadas por su arma.
Alpha momentos después, le arrojaría lejos para seguir con sus palabras.
-¡Por culpa de su rey, su país es débil! ¡Por culpa de su rey, ustedes perdieron a todos sus seres queridos! ¡Por culpa de su rey, ustedes desean venganza! – El joven dio una pausa. Mirando observando a toda la milicia y, continuo. - ¡Pero yo ofrezco una solución! ¡Yo ofrezco una nueva alternativa! ¡Yo les ofrezco mi protección! ¡Yo les daré su venganza! ¡Únanse a mí y busquemos juntos que sed sea saciada! ¡O mueran aquí, sin haber logrado nada más que ser simples sirvientes de la nobleza inútil!
Dependiendo de la situación. Claramente el chiquillo seguiría masacrando a todos junto a la milicia. De ellos no aceptar, sería una batalla interesante uno contra muchos. Aunque la distancia ya era segura para poder utilizar todo su poder. Por otro lado, seamos positivos. Tal vez llegaba a colar.
- Resumen:
- -Hablar con Jace.
-Decir a un marinero que le estragara el Dragón Arcoiris a Zira.
-Escuchar la peticion de Jace.
- Lanzarme al ataque. matar uno que otro npc furria para que la escena quede chachi.
- Utilizar el ámbito: Ancia del señor de la guerra. para que le discurso cole mejor.
- Prepararme para los pinches chingadazos en caso que no colara.
- Pequeña aclaración:
- - Suzaku tiene sentido de la velocidad como maestría, si intentan atacarme después o durante el discurso y si ella ha tenido oportunidad de darse cuenta, intentaría esquivar los ataques contra ella y Alpha.
John Wayne
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El vaquero maldijo al gélido aire. Deseaba haber podido traerse a Secretaria. ¿Cómo era posible que esa maravilla de vehículo pudiese ir por la superficie del océano pero no por nieve? Le parecía ridículo. No le gustaban los vehículos grandes y cerrados, no le permitían sentir el viento en su rostro yendo a lomos de su leal yegua. Echaba mucho de menos a Secretaria, tal vez demasiado. Suspirando con cierta decepción, entró al enorme vehículo de Omega. Respondió a las indicaciones del agente inclinando el sombrero.
Se sentó al lado de Ash, como siempre, en una postura relajada, con los brazos cruzados y con el sombrero tapando su rostro. Casi parecía que dormía pero, como en la reunión, estaba totalmente atento a todo. Durante el viaje estuvo haciendo varias cosas, como dedicarle miraditas y guiños a la albina, inspeccionar su revólver y la munición que le quedaba, comprobar si la munición de la que hablaba Omega era apta para su arma... Dedicarle más miraditas y guiños a la albina.
Finalmente llegaron a la entrada de la cueva. Suspiró de nuevo, con decepción. Debería haber encargado ya a Leonardo que mejorase sus ojos para incluir visión nocturna, sobre todo después del último encontronazo en las alcantarillas y en aquel pasillo a oscuras con los señores revolucionarios. Pero no lo hizo. ¿Por qué? Pereza, seguramente. O tal vez fuese porque no quería convertirse todavía más en una máquina. ¿Quién sabe?
—Listo cuando lo estéis. ¿Entramos?
Y entraría cuando dijesen de entrar.
Se sentó al lado de Ash, como siempre, en una postura relajada, con los brazos cruzados y con el sombrero tapando su rostro. Casi parecía que dormía pero, como en la reunión, estaba totalmente atento a todo. Durante el viaje estuvo haciendo varias cosas, como dedicarle miraditas y guiños a la albina, inspeccionar su revólver y la munición que le quedaba, comprobar si la munición de la que hablaba Omega era apta para su arma... Dedicarle más miraditas y guiños a la albina.
Finalmente llegaron a la entrada de la cueva. Suspiró de nuevo, con decepción. Debería haber encargado ya a Leonardo que mejorase sus ojos para incluir visión nocturna, sobre todo después del último encontronazo en las alcantarillas y en aquel pasillo a oscuras con los señores revolucionarios. Pero no lo hizo. ¿Por qué? Pereza, seguramente. O tal vez fuese porque no quería convertirse todavía más en una máquina. ¿Quién sabe?
—Listo cuando lo estéis. ¿Entramos?
Y entraría cuando dijesen de entrar.
- REsumen:
- Miraditas y guiños a la albina
Arik Landvik
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- Buen trabajo, prima - dijo a Aria.
Parecía que estaba dejando llevar un poco por el combate. ¿Sería eso de lo que le había hablado, esa segunda personalidad que a veces tomaba el control? Chasqueó la lengua y negó con la cabeza. No había intentado aún arrancarles la cabeza, ¿verdad? Había atacado solo a los enemigos. Aria debía empezar a aprender a convivir con su segunda parte. Aunque claro, no se lo diría abiertamente para no herir sus sentimientos y causarle más caos en la cabeza. Tenía que aprender por su cuenta aunque pudieran guiarla un poco. Observó la jaula bajar lentamente para luego precipitarse hacia el suelo, mientras el resto intentaban ocuparse del toro-reptil-bicho mecánico gigante. Claude había intentado liberarlos para que se ocupasen ellos, pero Arik era menos confiado. No creía que dejar a esa gente suelta fuese buena idea en general. Se acercó a la jaula mientras hacía desaparecer los instrumentos, acabada ya la canción.
- Vaya, vaya. Unos pajaritos han ido a venir directo a mí. ¡Pero qué pájaros más raros! No tienen alas.
Su sonrisa estaba cargada de malicia. Apoyó la pierna sobre la puerta de la jaula para bloquearla y sacó el revólver. Aquellos tipos no se iban a mover a ningún lado mientras él estuviese por ahí. Ahora eran sus pequeños juguetitos, y los iría rompiendo uno a uno hasta que le dijeran todo lo que quería saber. Los miró uno a uno, manteniendo la sonrisa.
- Queridos míos, estáis de suerte. No soy una persona rencorosa, así que podréis salir vivos de esta... si colaboráis, claro.
Agarró la jaula y la sacudió un poco para evitar que se incorporasen. Los prefería quietecitos y tirados, sin posibilidad de defenderse eficazmente o hacer movimientos raros. Tras eso comprobó que el revólver estaba cargado y continuó:
- Vais a contármelo todo. Por qué nos habéis atraído a esta trampa y qué está pasando realmente en esta isla. Y cuando digo todo, es todo.
Alzó el revólver y apuntó a la cabeza de uno de ellos, aprovechando alguno que estuviera tirado o atrapado con alguien encima. Sin darles un instante para pedir piedad, disparó. Se aseguró de que no fuese ni la anciana que parecía la jefa ni el negro albino. La anciana porque probablemente sabría más que el resto. El negro albino porque le parecía una curiosidad. A lo mejor sería una ofrenda que satisfaría a Lantla.
- Mataré a uno cada vez que no me guste lo que digáis o tardéis mucho en contestar. Daos prisa, me aburro fácilmente.
Parecía que estaba dejando llevar un poco por el combate. ¿Sería eso de lo que le había hablado, esa segunda personalidad que a veces tomaba el control? Chasqueó la lengua y negó con la cabeza. No había intentado aún arrancarles la cabeza, ¿verdad? Había atacado solo a los enemigos. Aria debía empezar a aprender a convivir con su segunda parte. Aunque claro, no se lo diría abiertamente para no herir sus sentimientos y causarle más caos en la cabeza. Tenía que aprender por su cuenta aunque pudieran guiarla un poco. Observó la jaula bajar lentamente para luego precipitarse hacia el suelo, mientras el resto intentaban ocuparse del toro-reptil-bicho mecánico gigante. Claude había intentado liberarlos para que se ocupasen ellos, pero Arik era menos confiado. No creía que dejar a esa gente suelta fuese buena idea en general. Se acercó a la jaula mientras hacía desaparecer los instrumentos, acabada ya la canción.
- Vaya, vaya. Unos pajaritos han ido a venir directo a mí. ¡Pero qué pájaros más raros! No tienen alas.
Su sonrisa estaba cargada de malicia. Apoyó la pierna sobre la puerta de la jaula para bloquearla y sacó el revólver. Aquellos tipos no se iban a mover a ningún lado mientras él estuviese por ahí. Ahora eran sus pequeños juguetitos, y los iría rompiendo uno a uno hasta que le dijeran todo lo que quería saber. Los miró uno a uno, manteniendo la sonrisa.
- Queridos míos, estáis de suerte. No soy una persona rencorosa, así que podréis salir vivos de esta... si colaboráis, claro.
Agarró la jaula y la sacudió un poco para evitar que se incorporasen. Los prefería quietecitos y tirados, sin posibilidad de defenderse eficazmente o hacer movimientos raros. Tras eso comprobó que el revólver estaba cargado y continuó:
- Vais a contármelo todo. Por qué nos habéis atraído a esta trampa y qué está pasando realmente en esta isla. Y cuando digo todo, es todo.
Alzó el revólver y apuntó a la cabeza de uno de ellos, aprovechando alguno que estuviera tirado o atrapado con alguien encima. Sin darles un instante para pedir piedad, disparó. Se aseguró de que no fuese ni la anciana que parecía la jefa ni el negro albino. La anciana porque probablemente sabría más que el resto. El negro albino porque le parecía una curiosidad. A lo mejor sería una ofrenda que satisfaría a Lantla.
- Mataré a uno cada vez que no me guste lo que digáis o tardéis mucho en contestar. Daos prisa, me aburro fácilmente.
- resumen:
- Me pongo a jugar a un "juego" con los cultistas. Básicamente los interrogo e intento ejecutar a uno para que vean que voy en serio.
PD: he asumido que la jaula era circular y que por eso podía sacudirla pese al peso. Lo siento si me equivoco.
Claude von Appetit
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Como no podía ser de otro modo, nadie me hace ningún caso. Menuda panda de indisciplinados maleantes, son como una panda de vulgares piratas... Que vale, somos piratas, pero nadie habría dicho jamás que una gente con tanto estilo podría resultar tan caótica. Casi me dan ganas de gritar para ponerlos a formar en fila de uno mientras huimos valientemente por la boca de la cueva mientras Blanquito y la trouppe se ocupan de semejante mastodonte. Pero tampoco es como si pudiera decir que les culpe, al fin y al cabo ellos nunca han tenido una instrucción militar y si bien parecen en mayor o menor medida fuertes, es como si acabasen de iniciar sus andanzas. Mucho les queda aún para darse cuenta de que sus probabilidades de supervivencia pasan, en última instancia, por hacer caso a su capitán. Pero bueno, qué le vamos a hacer.
Estoy en el suelo y diría que a salvo, pero Elina me ha puesto en una situación complicada. A ver, que no es que piense que me tiene manía ni nada, pero pudiendo girar al puñetero rinoceronte hacia cualquier lado pues que lo haga hacia mi cara no resulta lo ideal. Además estoy a una distancia tan estúpidamente corta que aunque alguien pudiese leer tranquilamente mis pensamientos estos van con la urgencia de una locomotora hacia su destino. Pero soy un genio pensando rápido, y mientras Serleena bombardea al tricornio e Ilje juega a los toreros, yo opto por lo que muchos llamarían una respuesta apasionada: Salto.
Del mismo modo que antes salto, solo que esta vez no hay punto de apoyo, aunque tampoco me hace falta, y dejo que mi destino lo elija la gravedad. Evidentemente, ante semejante fuerza de la naturaleza, mi destino obvio es abajo, pero el momento es importante. Por ejemplo, abajo cuando la vaca va a atropellarme es malo, pero abajo cuando la vaca ha pasado por debajo de mí es sano. Lo único es cómo calcular para asegurarme de que caigo justo en su... Oh, vaya, qué casual y misterioso golpe de suerte caer justo a medio metro de Illje.
- Deberíamos estar largándonos -la urjo-. ¿Por qué no le dejáis la vaca a Chocolatito? -Compruebo que el albino de las malas pulgas esté haciendo algo aparte de huir, o me enfadaré mucho-. No ganamos nada matando esta cosa, y ellos se lo merecen.
Por si acaso no me hace caso, tengo el cuchillo en la mano. Soy un experto pelador, así que con mucha delicadeza me dispongo a, si soy capaz, retirar la parte superficial de la piel -sus escamas, vaya- para dar lugar a la dulce, dulce carne. Aunque no sé qué tal irá, así que intento apuntar por debajo y en dirección de la escama para ganar milímetros, como quien descama un pescado.
Estoy en el suelo y diría que a salvo, pero Elina me ha puesto en una situación complicada. A ver, que no es que piense que me tiene manía ni nada, pero pudiendo girar al puñetero rinoceronte hacia cualquier lado pues que lo haga hacia mi cara no resulta lo ideal. Además estoy a una distancia tan estúpidamente corta que aunque alguien pudiese leer tranquilamente mis pensamientos estos van con la urgencia de una locomotora hacia su destino. Pero soy un genio pensando rápido, y mientras Serleena bombardea al tricornio e Ilje juega a los toreros, yo opto por lo que muchos llamarían una respuesta apasionada: Salto.
Del mismo modo que antes salto, solo que esta vez no hay punto de apoyo, aunque tampoco me hace falta, y dejo que mi destino lo elija la gravedad. Evidentemente, ante semejante fuerza de la naturaleza, mi destino obvio es abajo, pero el momento es importante. Por ejemplo, abajo cuando la vaca va a atropellarme es malo, pero abajo cuando la vaca ha pasado por debajo de mí es sano. Lo único es cómo calcular para asegurarme de que caigo justo en su... Oh, vaya, qué casual y misterioso golpe de suerte caer justo a medio metro de Illje.
- Deberíamos estar largándonos -la urjo-. ¿Por qué no le dejáis la vaca a Chocolatito? -Compruebo que el albino de las malas pulgas esté haciendo algo aparte de huir, o me enfadaré mucho-. No ganamos nada matando esta cosa, y ellos se lo merecen.
Por si acaso no me hace caso, tengo el cuchillo en la mano. Soy un experto pelador, así que con mucha delicadeza me dispongo a, si soy capaz, retirar la parte superficial de la piel -sus escamas, vaya- para dar lugar a la dulce, dulce carne. Aunque no sé qué tal irá, así que intento apuntar por debajo y en dirección de la escama para ganar milímetros, como quien descama un pescado.
- Resumen:
- Me subo a la vaca y trato de desollarla para que Illje lo tenga más fácil.
Kohaku Sato
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Kohaku prefirió no hacer caso a las amenazas del gordo, pues aquello hubiera acabado mal para ambos. Había tenido la punta de su arma apuntándole a la cara, y en su interior se hubo encendido una llama que le hizo sentir ganas de batirse en duelo contra él. Músculo contra grasa. Juventud contra veteranía. Candentes armas de fuego contra el frío metal de dos espadas… Un reto interesante. En fin.
—Puede que sea un cafre y más molesto que un dolor de muelas, pero su fama le precede —comento Kohaku con un tono de voz excesivamente serio, mirando a ninguna parte—. Después de todo fue quien derroto a Jefferson hace unos meses. Un don nadie no hubiera sido capaz de hacerlo y salir de una pieza.
Y no dijo nada más.
Continuaron su camino sobre el trineo, sin poder evitar pensar en lo bien que llevaba el rumbo del vehículo Abigail. Dudaba mucho que saber surcar los mares implicara que supiera deslizarse sobre la nieve con tanta soltura. Kohaku continuaba con la mirada en el horizonte, deseando llegar de nuevo a su destino y poder valerse por sus propias piernas, cuando algo agitó las copas de los árboles. Agitó su cabeza con sorpresa, moviéndola de izquierda a derecha y enfocarse en aquello. Tras eso, uno de los conejos gigantes se puso frente a ellos, pero era completamente distinto. Su aspecto, como entendido en animales, no era natural. Parecía que estaba poseído, y eso no le gustaba nada.
Instintivamente posó su mano sobre el mango de su katana, pero se detuvo al contemplar como la monja había decidido deshacerse del animal ella sola.
—No te preocupes, pero no te olvides de dispararle a las piernas —le dijo—. Si no puede andar, no podrá perseguirnos.
Sin embargo, no supo si le había escuchado. La cazadora hizo lo que tenía que hacer: primero disparó al cadáver, y luego su arsenal fue directo hacia el monstruo. Rápido y apartemente efectivo. «Es buena…, pero, ¿le ha dado?», pensó con cierta preocupación. Es por eso, que antes de que Abigail tomara los mandos del trineo, desenfundó a golondrina y trazó una línea horizontal con fuerza. El movimiento creó una senda onda cortante, que después de haber recorrido diez metros su poder se vería reducido a la mitad, desvaneciéndose treinta metros después. No era un ataque muy potente, después de todo aún no había terminado su entrenamiento, pero esperaba rematarlo de esa forma.
Tras eso, enfundó y volvió a sentarse.
—Espero que haya sido suficiente —respondió a Hazel—. Si soy experto en algo es en animales, y algo me dice que eso que hemos visto no es algo natural —en la cara de Kohaku podía atisbarse una gran preocupación—. No me gustaría tener que pararme para luchar contra eso.
- Resumen:
- Atender a mis compis y hablar con ellos + tratar de rematar al conejo zombie antinatura + continuar
Bizvan
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Bizvan ya no necesitaba continuar utilizando su mantra. No representaba un uso exagerado, pero era mejor no tentar a la suerte con pequeños detalles como ese, al final si era necesario podría activarlo nuevamente a voluntad.
Antes de dirigirse al punto de encuentro, Bizvan le indicó a Liam que necesitaba tomar unas cuantas cosas del equipo que estaban ofreciendo.
El marine con rapidez se apresuró a tomar una mochila, una cuerda, una brújula y un abrigo extra. Colocó la cuerda en la mochila y guardó la brújula en su bolsillo. Se colocó nuevamente su abrigo, ya no haría falta continuar mostrando su uniforme. La mochila se la colgó del hombro para poder llevarla de manera más cómoda.
Sin nada más que tomar, el marine se reunió con Liam para poder ponerse en marcha hacia el cobertizo, durante el trayecto le entregaría a Liam el abrigo que tomó del almacén, pues este recordaba como el marine se había quejado del frío.
Con ayuda del pelirrojo se movieron a través de los pasillos del lugar. Este pequeño recorrido le recordó al moreno a las pláticas ocasionales que llegó a tener con Ciaran. La mujer muchas veces mencionó el ambiente de su tierra natal y como antes de ser marine fue un caballero. Muy seguramente ella se vio trabajando en sitios como este, aunque Bizvan no tenía muy claro cuál era el rol de su antigua amiga en aquel lugar, claro que si se tomaba su cuerpo como referencia, sería fácil imaginarse que su papel era ser un guardia o escolta.
Bizvan movió un poco su cabeza, los recuerdos de sus antiguos nakamas seguían viniendo y viniendo, no consideraba esto malo, si en embargo tenía que dejar de divagar en cosas que no tenían nada que ver con la situación actual.
Llegar al cobertizo no representó ningún problema para los marines, ni para el dúo de princesas, quienes llevaban prisa por explicar lo que ellas habían notado con respecto al mayordomo traidor.
Sería difícil de creer las palabras de las dos jóvenes y de manera fácil se podría tomar sus palabras como la negación a aceptar la traición de un ser querido. ¿Entonces por qué Bizvan no dijo nada y solo se limitó a asentir ante las palabras? Simple, su vida como marine le había enseñado que muchas veces la lógica no aplica en situaciones como esta. Que las princesas afirmaron que hay dos mayordomos iguales podía ser cierto, solo que aun no se conocía el cómo esto era posible.
Tras acabar con las explicaciones, las chicas salieron del cobertizo. Bizvan miró un poco el mapa que Liam sostenía, el cual marcaba un punto un poco más alejado del expuesto durante la presentación en el proyector.
* Tengo curiosidad por saber que podremos encontrar ahí y cómo será ese tal Teddy, aunque quizás el nombre ya me esté dando una pista. *una pequeña sonrisa se formó en el rostro del marine mientras salía del cobertizo para dirigirse hacia el mismo lugar que todos los demás, aunque solo por un momento, pues el mapa marcaba un desvío entre la nieve.
- En ocasiones la realidad supera mucho a la imaginación de un niño. Durante mis viajes he visto bastantes cosas que difícilmente serían creíbles, por poner unos ejemplos. -Bizvan colocó sus dedos pulgar e índice en su barbilla para remarcar el hecho de tratar de recordar algo.- He visto zombies, masas de carne amorfas capaces de destruir a seres humanos como si fueran ramas de árboles secos, sombras que actúan como espectros, humanos con piel de metal o corteza de árbol, árboles parlantes, dragones e incluso un genio que cumple deseos. Estoy seguro que tú también pronto verás cosas que harán pensar si no estás alucinando. Creo que solo me falta tachar de mi lista "Presenciar el nacimiento de un dios" y "Encontrar la prueba irrefutable de que en algún momento la magia existió"-el marine dejó escapar una pequeña risa al comprender que Liam podría considerarlo loco por aquello que mencionaba.
Antes de dirigirse al punto de encuentro, Bizvan le indicó a Liam que necesitaba tomar unas cuantas cosas del equipo que estaban ofreciendo.
El marine con rapidez se apresuró a tomar una mochila, una cuerda, una brújula y un abrigo extra. Colocó la cuerda en la mochila y guardó la brújula en su bolsillo. Se colocó nuevamente su abrigo, ya no haría falta continuar mostrando su uniforme. La mochila se la colgó del hombro para poder llevarla de manera más cómoda.
Sin nada más que tomar, el marine se reunió con Liam para poder ponerse en marcha hacia el cobertizo, durante el trayecto le entregaría a Liam el abrigo que tomó del almacén, pues este recordaba como el marine se había quejado del frío.
Con ayuda del pelirrojo se movieron a través de los pasillos del lugar. Este pequeño recorrido le recordó al moreno a las pláticas ocasionales que llegó a tener con Ciaran. La mujer muchas veces mencionó el ambiente de su tierra natal y como antes de ser marine fue un caballero. Muy seguramente ella se vio trabajando en sitios como este, aunque Bizvan no tenía muy claro cuál era el rol de su antigua amiga en aquel lugar, claro que si se tomaba su cuerpo como referencia, sería fácil imaginarse que su papel era ser un guardia o escolta.
Bizvan movió un poco su cabeza, los recuerdos de sus antiguos nakamas seguían viniendo y viniendo, no consideraba esto malo, si en embargo tenía que dejar de divagar en cosas que no tenían nada que ver con la situación actual.
Llegar al cobertizo no representó ningún problema para los marines, ni para el dúo de princesas, quienes llevaban prisa por explicar lo que ellas habían notado con respecto al mayordomo traidor.
Sería difícil de creer las palabras de las dos jóvenes y de manera fácil se podría tomar sus palabras como la negación a aceptar la traición de un ser querido. ¿Entonces por qué Bizvan no dijo nada y solo se limitó a asentir ante las palabras? Simple, su vida como marine le había enseñado que muchas veces la lógica no aplica en situaciones como esta. Que las princesas afirmaron que hay dos mayordomos iguales podía ser cierto, solo que aun no se conocía el cómo esto era posible.
Tras acabar con las explicaciones, las chicas salieron del cobertizo. Bizvan miró un poco el mapa que Liam sostenía, el cual marcaba un punto un poco más alejado del expuesto durante la presentación en el proyector.
* Tengo curiosidad por saber que podremos encontrar ahí y cómo será ese tal Teddy, aunque quizás el nombre ya me esté dando una pista. *una pequeña sonrisa se formó en el rostro del marine mientras salía del cobertizo para dirigirse hacia el mismo lugar que todos los demás, aunque solo por un momento, pues el mapa marcaba un desvío entre la nieve.
- En ocasiones la realidad supera mucho a la imaginación de un niño. Durante mis viajes he visto bastantes cosas que difícilmente serían creíbles, por poner unos ejemplos. -Bizvan colocó sus dedos pulgar e índice en su barbilla para remarcar el hecho de tratar de recordar algo.- He visto zombies, masas de carne amorfas capaces de destruir a seres humanos como si fueran ramas de árboles secos, sombras que actúan como espectros, humanos con piel de metal o corteza de árbol, árboles parlantes, dragones e incluso un genio que cumple deseos. Estoy seguro que tú también pronto verás cosas que harán pensar si no estás alucinando. Creo que solo me falta tachar de mi lista "Presenciar el nacimiento de un dios" y "Encontrar la prueba irrefutable de que en algún momento la magia existió"-el marine dejó escapar una pequeña risa al comprender que Liam podría considerarlo loco por aquello que mencionaba.
- Resumen:
- Tomar una mochila, brújula, una cuerda y un abrigo de los suministros que ofrecen.
Dirigirse junto con Liam al cobertizo.
Darle un abrigo a Liam.
Mencionar que el mundo muchas veces da indicios de vivir en un mundo de fantasía.
Raion
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Una vez salieron a la intemperie el león se dejó llevar por sus instintos de cazador, amplificándolos con los poderes que su akuma le proporcionaba para mejorar sus sentidos. Gracias a ello logró identificar un aroma como a podrido que venía de la montaña, lo que quería decir que en aquella dirección probablemente hubiera varios cadáveres. O algo similar, claro. En aquel mundo de locos uno nunca sabía.
De hecho llegó un momento en el que gracias a los esfuerzos del mink el viento llevó el olor también hasta las fosas nasales de Braud, quien desplegó todo su instinto salvaje al pensar que se trataba de un cazador, retándole a mostrarse ante ellos. Durante unos momentos el león miraría en todas direcciones, aguardando por si el reto del gigantón había sido lanzado a algo más que el aire. En caso de que alguien se lanzara sobre ellos estaría listo.
Sin embargo, si tras un par de minutos nadie había respondido a la amenaza de Braud el león le insistiría en continuar avanzando:
- Vamos, Braud. Va a caer una ventisca sobre nosotros en breves, y si bien no nos molestaría demasiado porque puedo hacer que el viento frío pase a nuestro alrededor sin tocarnos, es energía que preferiría no malgastar. Así que lo mejor es que sigamos caminando. Aunque no me fío del consejero creo que el camino que nos ha enseñado es la mejor opción. El otro camino posible ya lo están cubriendo nuestros compañeros, y es el que se ha hecho público. Sin embargo este solo lo conocemos nosotros, y dado que el general parece una rata traicionera seguramente tenía algún motivo para mostrárnoslo. Así que yo digo que lo sigamos, ¿qué opinas?
Era cierto, el general no era trigo limpio y bien podían estar dirigiéndose a una trampa al tomar ese camino, pero si era así solo serviría para confirmarlo y tal vez incluso podrían entregar al rey pruebas de ello. Además daba la sensación de que solo a ellos dos les había sido revelado aquel camino, así que de ser una buena alternativa tendrían una importante ventaja sobre los demás. Tocaba fiarse de su instinto y apostar por lo que este le decía, pues al fin y al cabo hasta el momento nunca le había fallado.
De hecho llegó un momento en el que gracias a los esfuerzos del mink el viento llevó el olor también hasta las fosas nasales de Braud, quien desplegó todo su instinto salvaje al pensar que se trataba de un cazador, retándole a mostrarse ante ellos. Durante unos momentos el león miraría en todas direcciones, aguardando por si el reto del gigantón había sido lanzado a algo más que el aire. En caso de que alguien se lanzara sobre ellos estaría listo.
Sin embargo, si tras un par de minutos nadie había respondido a la amenaza de Braud el león le insistiría en continuar avanzando:
- Vamos, Braud. Va a caer una ventisca sobre nosotros en breves, y si bien no nos molestaría demasiado porque puedo hacer que el viento frío pase a nuestro alrededor sin tocarnos, es energía que preferiría no malgastar. Así que lo mejor es que sigamos caminando. Aunque no me fío del consejero creo que el camino que nos ha enseñado es la mejor opción. El otro camino posible ya lo están cubriendo nuestros compañeros, y es el que se ha hecho público. Sin embargo este solo lo conocemos nosotros, y dado que el general parece una rata traicionera seguramente tenía algún motivo para mostrárnoslo. Así que yo digo que lo sigamos, ¿qué opinas?
Era cierto, el general no era trigo limpio y bien podían estar dirigiéndose a una trampa al tomar ese camino, pero si era así solo serviría para confirmarlo y tal vez incluso podrían entregar al rey pruebas de ello. Además daba la sensación de que solo a ellos dos les había sido revelado aquel camino, así que de ser una buena alternativa tendrían una importante ventaja sobre los demás. Tocaba fiarse de su instinto y apostar por lo que este le decía, pues al fin y al cabo hasta el momento nunca le había fallado.
- Resumen:
- Quedarse un par de minutos ojo avizor por si alguien responde a la bravata de Braud y en caso de que no sea así optar por seguir el camino secreto que nos indicó el
traidorgeneral.
Ashlyn Blake
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Una vez que todo el lío de palacio termino se encargo de pillar algunas provisiones para el camino y algo de abrigo, no es que ella necesitase mucho abrigo pero bueno, si lo daban gratis por que no llevarselo. Miro también si por alguna casualidad del destino el rey y los suyos habían puesto algún tipo de armamento a disposición de las personas que se suponía que iban a salvarles el culo a ellos y a todo su reino y se llevaría alguna cosa interesante que viese. Después subiría al precioso y maravilloso tanque de Omega y se pondría a cotillear un poco el lugar, esos cacharros siempre le resultaban de lo más interesantes y siendo como era amante de las armas de fuego no podía evitar disfrutar de las posibilidades de aquella cosa.
— Es una autentica maravilla, desde luego — después simplemente se sentaría al lado del vaquero y le seguiría los jugueteos sin perder de vista el objetivo principal de su misión. Cuando llegasen a la cueva no le costaría demasiado mover la nieve de la entrada aprovechando el poder que poseía como usuaria de la fruta de la mujer de las nieves. Con la entrada al fin despejada miraría a los chicos, revisaría que sus pistolas estuvieran listas y en el lugar indicado y simplemente se colocaría bien el sombrero.
Daría un paso al frente y entraría — vamos a ver que tenemos aquí — no le importaba demasiado ir la primera, Ash nunca le había tenido miedo a la muerte y aunque aún tenía muchas cosas que hacer en la vida y mucho que descubrir, no le interesaba demasiado hacer ese tipo de cosas si iba a ser una cobarde o una inútil. No, ella tenía un modo de ver la vida bastante peculiar y curioso y la vaquera lo seguiría hasta el fin de sus días. Puede que fuera antes o después, pero ¿a quien demonios le importaba eso?
— Deberíamos haber traído una puta linterna — saco su mechero y lo encendió para ver si podía ver algo aunque con esa llamita tampoco podían alumbrar demasiado. Desde luego era una jodienda el tener que moverse a oscuras, esperaba encontrar algo con lo que pudieran alumbrarse, tal vez una antorcha o una lamparita de esas que usaban los mineros en los años del cretacico. Pero por el momento tenía que conformarse con aquel mechero y con lo poco que pudiera alumbrar.
— Es una autentica maravilla, desde luego — después simplemente se sentaría al lado del vaquero y le seguiría los jugueteos sin perder de vista el objetivo principal de su misión. Cuando llegasen a la cueva no le costaría demasiado mover la nieve de la entrada aprovechando el poder que poseía como usuaria de la fruta de la mujer de las nieves. Con la entrada al fin despejada miraría a los chicos, revisaría que sus pistolas estuvieran listas y en el lugar indicado y simplemente se colocaría bien el sombrero.
Daría un paso al frente y entraría — vamos a ver que tenemos aquí — no le importaba demasiado ir la primera, Ash nunca le había tenido miedo a la muerte y aunque aún tenía muchas cosas que hacer en la vida y mucho que descubrir, no le interesaba demasiado hacer ese tipo de cosas si iba a ser una cobarde o una inútil. No, ella tenía un modo de ver la vida bastante peculiar y curioso y la vaquera lo seguiría hasta el fin de sus días. Puede que fuera antes o después, pero ¿a quien demonios le importaba eso?
— Deberíamos haber traído una puta linterna — saco su mechero y lo encendió para ver si podía ver algo aunque con esa llamita tampoco podían alumbrar demasiado. Desde luego era una jodienda el tener que moverse a oscuras, esperaba encontrar algo con lo que pudieran alumbrarse, tal vez una antorcha o una lamparita de esas que usaban los mineros en los años del cretacico. Pero por el momento tenía que conformarse con aquel mechero y con lo poco que pudiera alumbrar.
- Resumen:
- Coge provisiones y ropa de abrigo, mira a ver si hay armas disponibles entre todo eso y luego va hasta la cueva con sus compis y entra pa dentro por que es así de lanzada ella
Elina Landvik
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¿Dejarselo a chocolatito? que le follen al puto chocolatito de los cojones, ella no huía de una pelea y mucho menos cuando era un puto dinosaurio enorme que intentaba matarlos a todos. No huyo cuando a él le disparo la tipa loca de la escopeta y no pensaba marcharse ahora hasta que pudiese llevarse la cabeza de esa cosa para usarla de mascarón en el barco. Estaba molesta, jodidamente molesta y no entendía como esa cosa había logrado hacerle daño en los brazos cuando tiro de él hacía un lado cuando prácticamente podría haberlo levantado como si fuera un aguacate. Eso solo había conseguido cabrearla más y una vez que aquella cosa choco contra la pared y su hermana bajo de su espalda saco nuevamente dos espadas de luz.
Saltó impulsándose con las alas para luego descender impulsandose nuevamente para que sus espadas chocaran contra la herida que su hermana le había hecho. Pensaba cortar la maldita cabeza de aquella cosa para terminar con aquel juego estúpido de los albinos. Dejaría que Arik se entretuviera después realizando un extenso interrogatorio, incluso si quería torturarlos un rato para sacarles información le importaría más bien poco. Se estaba cansado de las tonterías y otra cosa no, pero Elina Landvik podía ser una puta desgraciada cuando se lo proponía.
Una vez lograse cortar la cabeza de aquella cosa iría a ver su hermana Illje para asegurarse de que se encontraba bien y lo mismo con Aria — vas a tener que mirarme los brazos luego, creo que ese puto bicho a podido sacarme un hombro o algo así — cosa que en realidad le importaba más bien poco, no sería la primera vez que le destrozaban un hueso, había tenido heridas mucho peores y había salido viva de esas así que un hueso dislocado no iba a interponerse entre ella y su meta. Hacía tiempo que alguien se había interpuesto en su vida para ponerla patas arriba, pero esta vez no, haría lo que le diese la gana cuando quisiese y le importaba bien poco lo que pudieran opinar los demás. Desde que había salido de Desrossa había jurado que nadie volvería a impedirle hacer nada.
— Más os vale que esteis todos enteros — esperaba que el resto de sus tripulantes estuvieran bien, si tenían que curar a alguien lo harían, pero no tenía intención de quedarse parada mucho tiempo. Habían ido a Sakura a arrasar con todo cuanto pudieran y eso era lo que iban a hacer, incluso si tenían que descuartizar a esos malditos albinos toca pelotas, si esto había sido una trampa suya, los mandaría de visita al infierno más cercano.
Saltó impulsándose con las alas para luego descender impulsandose nuevamente para que sus espadas chocaran contra la herida que su hermana le había hecho. Pensaba cortar la maldita cabeza de aquella cosa para terminar con aquel juego estúpido de los albinos. Dejaría que Arik se entretuviera después realizando un extenso interrogatorio, incluso si quería torturarlos un rato para sacarles información le importaría más bien poco. Se estaba cansado de las tonterías y otra cosa no, pero Elina Landvik podía ser una puta desgraciada cuando se lo proponía.
Una vez lograse cortar la cabeza de aquella cosa iría a ver su hermana Illje para asegurarse de que se encontraba bien y lo mismo con Aria — vas a tener que mirarme los brazos luego, creo que ese puto bicho a podido sacarme un hombro o algo así — cosa que en realidad le importaba más bien poco, no sería la primera vez que le destrozaban un hueso, había tenido heridas mucho peores y había salido viva de esas así que un hueso dislocado no iba a interponerse entre ella y su meta. Hacía tiempo que alguien se había interpuesto en su vida para ponerla patas arriba, pero esta vez no, haría lo que le diese la gana cuando quisiese y le importaba bien poco lo que pudieran opinar los demás. Desde que había salido de Desrossa había jurado que nadie volvería a impedirle hacer nada.
— Más os vale que esteis todos enteros — esperaba que el resto de sus tripulantes estuvieran bien, si tenían que curar a alguien lo harían, pero no tenía intención de quedarse parada mucho tiempo. Habían ido a Sakura a arrasar con todo cuanto pudieran y eso era lo que iban a hacer, incluso si tenían que descuartizar a esos malditos albinos toca pelotas, si esto había sido una trampa suya, los mandaría de visita al infierno más cercano.
- Resumen:
- Elina esta jodidamente enfadada, intenta cortar la cabeza del bicho gordo y después mira a ver si sus chicos estan enteros mientras deja que Arik se encargue de interrogar a los albinos
Normas del capítulo:
Moderación
Las nubes grises poco a poco se van oscureciendo y el viento, hasta ahora una suave brisa, coge fuerza de golpe. Los copos de nieve escasos al principio van volviéndose más numerosos con la llegada de las nuevas rachas, anunciando la llegada de la tormenta. Los que sepan de esta clase de fenómenos conocerán que esto sólo es el comienzo, va a empeorar y no precisamente lentamente, el tiempo hasta que las cosas se pongan feas podría contarse en minutos. Aquellos que estén a la intemperie notarán que la temperatura ha bajado unos cinco grados.
Por otro lado las partidas de búsqueda ya están en camino y los bosques cercanos a la capital son los primeros en ser barridos, continuando por la línea de la costa. De todas formas los esfuerzos de los voluntarios, tropas de Sakura y miembros del gobierno por ahora son infructuosos, teniendo en algunas ocasiones que enfrentarse o evitar la peligrosa fauna salvaje. Pero hay algo claro, por alguna razón los animales parecen estar alejándose de las montañas más cercanas a la capital, lo que propicia encuentros más frecuentes. Lo que más les extraña a los locales es que normalmente estos animales buscan refugio cuando se acerca una ventisca en vez de salir a la intemperie.
- Se moderará lunes y jueves entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los lunes o jueves antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación
Las nubes grises poco a poco se van oscureciendo y el viento, hasta ahora una suave brisa, coge fuerza de golpe. Los copos de nieve escasos al principio van volviéndose más numerosos con la llegada de las nuevas rachas, anunciando la llegada de la tormenta. Los que sepan de esta clase de fenómenos conocerán que esto sólo es el comienzo, va a empeorar y no precisamente lentamente, el tiempo hasta que las cosas se pongan feas podría contarse en minutos. Aquellos que estén a la intemperie notarán que la temperatura ha bajado unos cinco grados.
Por otro lado las partidas de búsqueda ya están en camino y los bosques cercanos a la capital son los primeros en ser barridos, continuando por la línea de la costa. De todas formas los esfuerzos de los voluntarios, tropas de Sakura y miembros del gobierno por ahora son infructuosos, teniendo en algunas ocasiones que enfrentarse o evitar la peligrosa fauna salvaje. Pero hay algo claro, por alguna razón los animales parecen estar alejándose de las montañas más cercanas a la capital, lo que propicia encuentros más frecuentes. Lo que más les extraña a los locales es que normalmente estos animales buscan refugio cuando se acerca una ventisca en vez de salir a la intemperie.
- ”Abby, Hazel y Kohaku”:
- El láser impacta en el cadáver que os han lanzado, la carne es gruesa y el hueso sólido, por lo que no termina de partirlo, pero la potencia es suficiente como para desviarlo ligeramente y, junto con el impuso de Hazel, acabar a salvo de su golpe.
La flecha de aire y la onda de corte viajan y no encuentran problema a la hora de encontrar carne, la primera perfora el cuello limpiamente, dejando un agujero de carne que ni siquiera sangra, en una garganta sin aparente aliento. La bestia interpone el gigantesco brazo ante el corte y, aunque este se hunde en su carne, parece que ni se inmuta, su mero volúmen hace parecer una herida que hubiera partido a un hombre en dos como un corte que ni siquiera sangra.
Al ver cómo os alejais otro grito agudo emerge de su garganta perforada, sus ecos resuenan entre los troncos y se pone a correr torpe, pero rápidamente hacia vosotros, en una carga que arranca o rompe de cuajo los árboles que se interponen en su camino como si de arbustos se tratase. Cuando emerge de entre la maleza lanza un potente golpe sobre la nieve delante del trineo, levantando una ola de nieve y hielo a unos metros de este. Tras eso su figura atraviesa la cortina que él mismo ha levantado en un potente salto, descargando un demoledor golpe con su enorme brazo mutante con la intención de aplastar el trineo y hacer trizas con unas imposiblemente crecidas garras de un tono azul pálido.
- ”Roland”:
- Las luces de la moto iluminan la nieve, haciendo que el tono del entorno pase de una escala de grises a una de rojos antes de que las llamas se unan a la fiesta. Las ramas de los árboles más cercanos prenden, pero al derretir la nieve se humedece tanto el resto de madera que sólo los arbustos arden, dejando los troncos más gruesos prácticamente intactos.
De todas formas cuando la nieve se funde ves algo, a unos veinte metros una figura se alza, parece un arquero sacado de los cuentos clásicos, solo que enmascarado y con una capa que se confundía con las rocas cubierta de nieve, además de algo curioso, parece medir cuatro metros y las flechas que dispara tienen el tamaño de jabalinas. Cuando te arrancas la que tienes clavada te das cuenta de que parece estar compuesta, más que de madera, de un material rojizo, como barro o arcilla endurecido.
Al verse descubierto de un rápido movimiento busca volver a ocultarse entre la maleza, lejos del alcance del lanzallamas. Pero al mismo tiempo escuchas otro zumbido a tu espalda, no está solo y este proviene de los árboles. Otra de esas grandes flechas apunta a tu pulmón derecho.
- ”Braud y Raion”:
- Los gritos de Braud resuenan por las nieves, pero no obtienen respuesta. A los pocos segundos algo llama vuestra atención, unos tres lapahn, esos famosos conejos gigantes carnívoros de Sakura, están entre los árboles y parece que os observan, pero sus orejas se giran a la tempestad que se avecina, miran hacia las nubes y vuelven a ocultarse entre la maleza. Dejáis de sentir esa sensación sobre vosotros.
No os extraña que sea un camino poco conocido, es una serie de sendero medio oculto por la nieve, el cual serpentea entre bosques y paredes de piedra gris que de vez en cuando se convierten en desfiladeros. A pesar de ser un terreno difícil está claro que está algo más resguardado del frío viento y la nieve que cae, con algunas cavidades no muy profundas entre las rocas, alguien podría usarlas como refugio en las solitarias noches de caza.
De todas formas en medio del trayecto esa sensación vuelve a vosotros. Esta vez más cercana. Durante un instante podéis ver una silueta que se dibuja sobre las cornisas de piedra a unos quince metros sobre vosotros, aunque se mueve tan rápido que sólo alcanzáis a distinguir que no es humana. Salta a una velocidad endiablada entre pared y pared, incluso entre los árboles, y antes de que os déis cuenta varias toneladas de nieve se están precipitando sobre vosotros desde las alturas. El misterioso atacante corre hacia el frente por encima de vosotros aprovechando la distracción de su ataque.
- ”Im sorry Jhon”:
- La entrada está despejada, el interior más oscuro que el sobaco de un grillo, por desgracia el OST es demasiado grande para maniobrar dentro. Dejáis la seguridad del tanque detrás para adentraros en lo desconocido justo a tiempo cuando parece que la tormenta está empeorando. Ninguno ha traído nada para iluminar el camino y parece que será una travesía a ciegas.
- Toma aquí tienes una. - Ash, alguien muy bajito te pasa una linterna, al igual que a Jhon, Omega y Astartea. - Si es que cogéis de todo menos las linternas cuando váis a una cueva ¿Y se supone que mi padre tiene que confiar en vosotros?
Cuando la luz lo ilumina podéis ver al niño que se encontró Astartea bajo la mesa. Ahora que hacéis memoria una de las bolsas pesaba un poco más de la cuenta, aunque para alguien más fuerte de lo normal no debió de ser mucha diferencia.
- ¿Qué estáis mirando? Vamos a encontrar a los malos y echarlos de este reino. - Y con un paso decidido el niño saca una linterna de su abrigo y empieza a caminar hacia la oscuridad. Los túneles parecen seguir durante un rato.
- ”Bizvan y Liam”:
- Os separáis del grupo principal y cuando lleváis unos minutos de caminata os empezáis a preguntar… ¿Cómo narices han venido unas niñas de la realeza por este sitio? es un sendero de montaña invernal en toda regla. La cuesta arriba es dura y para los que no estén entrenados se podría decir que agotadora. El tiempo no acompaña pues parece empeorar con el paso de los minutos.
El viento y la nieve empiezan a dificultar la visión incluso a pesar de que esta zona esté relativamente protegida por altas paredes de piedra y árboles. De todas formas, más o menos cuando os parece estar acercándoos a la zona que os habían indicado, una pared aparece al final del sendero, pero no es una pared, se acerca, y cuando la visibilidad os permite verlo bien os sorprende.
Se trata de un gran oso, de unos seis o siete metros, camina sobre dos patas por el mismo sendero que vosotros, acercándose en vuestra dirección. Tiene cara de malas pulgas y una cicatriz que le atraviesa el morro de forma horizontal. Lleva en la pata derecha una gran picacha que usa como bastón.
- ”Freites, Zira y Jace”:
- Jace, encuentras pocas cosas en los ninjas, a parte de algunas armas arrojadizas y un par de tantos no llevan nada encima que los identifique. Pero el arma negra es interesante, parece mejor que el resto, aunque al tocarla notas algo, la hoja no es negra, está embadurnada con un aceite negro bastante extraño, el cual se va con el tacto. Por otro lado el otro hombre si que lleva cosas encima, bajo el abrigo no sólo encuentras otra pistola, munición y un cuchillo militar, sino una identificación y un cuaderno con órdenes apuntadas.
Se trata de Frederich Kord, Coronel del ejército de Sakura bajo el mando del General Aurelio Kord. Al parecer sus órdenes, tras la derrota sufrida en el puerto, eran montar un perímetro de seguridad en los accesos por mar y emboscar a cualquier navío sospechoso que se encontrase. Sus notas poseen más detalles, pero necesitarías más tiempo para leerlas con detalle.
Zira, al descansar la cabeza te encuentras algo mejor, más despejada, todavía no se ha ido esa sensación, pero tomarte un tiempo ha sido la decisión correcta, por cierto, ahora que tienes la cabeza despejada te has dado cuenta de que hay huellas en el suelo seco, pisadas húmedas recientes, pero todo el mundo debería estar en cubierta, y estas van al camarote del capitán.
Freites, los soldados que quedan ven como gloriosamente masacras a los moribundos, como empalas y calcinas vivo a alguien delante de sus ojos, sometiéndolo a un sufrimiento innecesario. Cuando terminas tu discurso un único y lento aplauso se escucha, un hombre joven, el mismo que paró antes el ataque camina hasta ponerse cerca de tí.
- Supuse que los rumores eran ciertos, que eras el pirata que cazaba piratas, que nos podías ayudar… Me equivocaba. Has demostrado ser un niñato tan fijado en su propio ego que no te has parado a pensar un momento en nada más que en tí mismo. No contento con ello has insultado a nuestro país llamándolo débil, a nuestros muertos y nuestro rey, el cual se quitó la corona y se inclinó ante las víctimas ¿Y esperas que te sigamos como si nada? - Su tono en frío, más incluso que la nieve, con una gélida llama de ira que intenta contener. Lleva la mano a su bolsillo y saca un reloj. - Han pasado diez minutos y el coronel no ha regresado.
Pulsa un botón en el reloj y una serie de explosiones se escuchan tras la nave, peligrosamente cerca de esta, las paredes de roca detrás de esta se han venido abajo, cortando la retirada.
- ¡Ya sabéis lo que hacer soldados! - Los supervivientes se ponen lo más firmes que pueden y tras confirmar la orden cada uno de ellos toma el arma. Un segundo de tenso silencio después cada uno corre en dirección contraria, tratando de perderse entre la maleza.
Unos tambores resuenan en la lejanía, los ecos de sus graves notas a un ritmo constante retumban contra la costa. Entre los copos de nieve, a lo lejos, se puede ver la silueta de un barco que se dirige a la entrada de mar por la que accedisteis. Todavía no se pueden distinguir rasgos distintivos más allá de la silueta, que marca dos líneas de remos y un mascarón de proa con forma de cabeza de dragón.
- Pelirrojis:
- Serleena no deja de disparar al bicho mientras éste corre como alma que lleva el diablo. Podéis escuchar cómo de su boca nace algún quejido, pero la carrera que lleva no se detiene en ningún momento. Ni siquiera cuando, con buen criterio, Ilje decide no volaros a todos por los aires e intenta emplear sus espadas para dañar aún más a la bestia.
La sangre comienza a chorrear de la herida recién abierta en la zona posterior de su cresta. Pobre animal, que sólo quería atropellar a algún que otro hijo de Satanás ―por lo que de que sois todos pelirrojos y eso, por si acaso―.
En cuanto a Arik y su jaula, bueno, los albinos no son ancianos de ciento setenta años con la estabilidad de un borracho sobre una tabla de surf… Bueno, la vieja quizás sí, pero los demás no… Y mucho menos el negro albino. Sacudes la jaula con tu pierna, pero sólo la anciana se tambalea mientras sus acólitos la sostienen. ¡Sorpresa! No están en absoluto intimidados por tus amenazas. Es más, el negro albino da un paso adelante y se sitúa justo junto a los barrotes, frente a ti, de forma que tapa por completo buena parte de tu campo de visión ―entiendo que con circular querías decir esférica, pero no lo es―.
Claude, pues despellejas un poquito al tricerátops. Son apenas unos centímetros, pues el condenado tiene la piel tan dura como el corazón de mi ex, pero lo justo como para que los sables de Ilje entren un poco más. Como le he comentado a ella al principio, lo que hasta el momento eran heridas de mayor o menor envergadura pasa a convertirse en un auténtico manantial carmesí que, en cuestión de unos minutos ―ese bicho es muy grande―, causará que se desplome.
O no, porque Elina le asesta tal estocada que el tricerátops finalmente cae al suelo, expulsando su último aliento antes de, al fin morir. Tendrás que dedicar un buen rato a vencer la resistencia de todas esas escamas para separar por completo la cabeza del resto de su cuerpo, pero todo es cuestión de tiempo. Por el momento tiene una herida tan fea como efectiva.
Los albinos parecen muy tranquilos, por cierto, y ni siquiera se molestan en intentar salir de la prisión en la que ellos mismos se habían metido para poner pies en polvorosa. Arik ya les ha amenazado y demás, pero no tiene pinta de que eso os vaya a servir mucho.
- Thyra:
- ¿Pero has visto a esas cosas? Te parecerá bonito dejar a su suerte a todos los merodeadores… Sea como sea, lamento comunicarte que los problemas no se solucionan solos. Desde tu escondite puedes apreciar cómo, sin tu ayuda, el poderío físico de los conejos se impone a la agilidad y destreza de los merodeadores.
Estos se cobran la vida de varios enemigos, claro, pero los gritos humanos son con diferencia mucho más frecuentes que los de las bestias. Cuando quieres darte cuenta, desde tu posición privilegiada aprecias que únicamente el líder queda en pie. Le cercan los tres conejos que siguen con vida. Tiene numerosas heridas, lo que siembra dudas acerca de cuánto durará en pie. Puedes irte sin más, claro, o quedarte para ayudarle. De cualquier modo, no sé yo hasta qué punto se quedarán contentos los bichos sabiendo que han dejado a una invasora con vida.
Zira
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Después de descansar un rato pudo recuperarse un poco, todavía no estaba como nueva, pero algo es algo, ahora debía volver a la acción, ayudar a la tripulación y ver como estaba su capitán. Iría a por su espada de bambú, creía que era la más adecuada si tenía que capturar gente con vida. La ataría a su espalda, quedando entre medio de las otras dos, ya estaba preparada, tomaría una botella de agua de la cama de uno de sus compañeros y daría unos tragos. Ya con la garganta refrescada se dirigiría hacia la salida, pero entonces notaría algo raro, ¿eran pisadas mojadas? Se supone que están todos en la cubierta y en ningún momento entró agua al barco, esto era raro, notaría como esas pisadas se dirigirían hacia un lugar en especial, el camarote del capitán.
–¡Oye Zira! El capitán me dijo que te diera esto. –Uno de los marineros llegó a donde estaba la chica, se le notaba agotado, era uno de los fuertes, se acercaría a Zira con una espada en manos. Esta tenía una empuñadura de un color asemejado al dorado con varias piedras preciosas de distintos colores incrustadas en el mango, estas eran muy brillantes y destacaban, además todavía no había visto la hoja ya que estaba guardada en su funda.
Zira miraría al hombre de reojo para luego tomar la espada y sacarla de su funda tirando esta última al suelo, el marinero la miró confundido, pues ella tenía la mirada en la dirección en donde se dirigían esas huellas. –Avísales a los demás que hay un infiltrado en el barco, está en el camarote. –Diría en voz baja señalando con la espada las pisadas húmedas.
El hombre asintió, se le notaba sudado y nervioso, pero más que nada molesto, las cosas no estaban saliendo muy bien, salió corriendo a avisar al resto. Zira comenzó a avanzar lentamente hacia el camarote, se mantenía alerta, en su diestra llevaba la espada que le habían traído recientemente y con la izquierda sacó el kunai que previamente le quitó a uno de los ninjas, este era por si la atacaban muy de cerca. Ya a menos de tres metros de la puerta escucharía una fuerte explosión fuera del barco, voltearía en dirección al sonido de la misma, la situación era crítica ahora y eso que todavía no se enteraba de todo lo que en realidad estaba pasando. –A la mierda… –Fue lo único que dijo antes de tomar impulso y derribar la puerta del camarote de una fuerte patada, así entraría dispuesta a cortar al que esté dentro, intentaría herirlo de gravedad sin matar, pero si la situación no se prestaba tendría que ir con todo.
–¡Oye Zira! El capitán me dijo que te diera esto. –Uno de los marineros llegó a donde estaba la chica, se le notaba agotado, era uno de los fuertes, se acercaría a Zira con una espada en manos. Esta tenía una empuñadura de un color asemejado al dorado con varias piedras preciosas de distintos colores incrustadas en el mango, estas eran muy brillantes y destacaban, además todavía no había visto la hoja ya que estaba guardada en su funda.
Zira miraría al hombre de reojo para luego tomar la espada y sacarla de su funda tirando esta última al suelo, el marinero la miró confundido, pues ella tenía la mirada en la dirección en donde se dirigían esas huellas. –Avísales a los demás que hay un infiltrado en el barco, está en el camarote. –Diría en voz baja señalando con la espada las pisadas húmedas.
El hombre asintió, se le notaba sudado y nervioso, pero más que nada molesto, las cosas no estaban saliendo muy bien, salió corriendo a avisar al resto. Zira comenzó a avanzar lentamente hacia el camarote, se mantenía alerta, en su diestra llevaba la espada que le habían traído recientemente y con la izquierda sacó el kunai que previamente le quitó a uno de los ninjas, este era por si la atacaban muy de cerca. Ya a menos de tres metros de la puerta escucharía una fuerte explosión fuera del barco, voltearía en dirección al sonido de la misma, la situación era crítica ahora y eso que todavía no se enteraba de todo lo que en realidad estaba pasando. –A la mierda… –Fue lo único que dijo antes de tomar impulso y derribar la puerta del camarote de una fuerte patada, así entraría dispuesta a cortar al que esté dentro, intentaría herirlo de gravedad sin matar, pero si la situación no se prestaba tendría que ir con todo.
- Resumen:
- -Zira se recupera.
-Se equipa con su espada de bambú en la espalda, esta recorre todo el largo de su columna e incluso más.
-Bebería unos tragos de agua para hidratarse.
-Recibe la espada que Alpha mandó a que le entregaran.
-Se percató de las pisadas húmedas que iban al camarote y le avisó a un marinero que le avise a los demás que había alguien allí.
-Con su nueva espada en una mano y un kunai en otra se acercaría con cautela al camarote.
-Escuchó la explosión que derrumbó las rocas dejándolos sin salida, aunque no es consciente de ese último hecho.
-Ante la presión de la situación se lanzó con todo hacia el camarote, rompiendo la puerta de una patada y lanzándose al ataque contra lo que se encontrara.
Que viejo ese fuera un cazador famoso fue algo que no se esperaba, algo que quedó claro en la cara que puso cuando lo mencionó Kohaku, sacando a relucir la bilis contenida en la rubia sobre el hombre. Eso ya le parecía más normal. Como fuese, esa sería la última de sus preocupaciones. Tras un intento funesto de acabar con un bicho que, había comentado Kohaku, estaba «fuera de lo común según su experiencia».
—Ah, no me digas, genio. ¿Qué te ha hecho darte cuenta? ¿Qué le falten tres cuartos de cara, las heridas gigantes llenas de pus por las que debería estar muerto, o que le salgan putas CEBOLLAS AZULES Y ZARZAS DEL CUERPO? —bramó la albina, con un tono que pretendía dejar bastante claro su sarcasmo, enfatizando la palabra genio.
El trineo seguía deslizándose a una velocidad de vértigo pese a la maniobra que había tenido que realizar Hazel para no comerse ese árbol, virando de mejor o peor manera en un par de ocasiones más ahora que el bosque se volvía más y más frondoso. No tenía tiempo para girar la cabeza y volver a mirar si les seguía persiguiendo el animal. ¿Por qué le tocaba a ella tener que maniobrar? No era navegante, no le gustaba tener que hacer de cochero de nadie y mucho la sensación de ser la presa y tener el peligro soplándole en la nuca. Al menos habían dado de lleno, ¿verdad? Tenía la esperanza de poder respirar un poco cuando el suelo empezó a temblar por los acelerados pasos del conejo. Lo sintió en la vibración del trineo, aunque el sonido de árboles siendo partidos como ramitas también ayudo. Y, de nuevo, todo su ser le advirtió de que como siguieran por ese camino iban a acabar mal.
Si darse la vuelta por no reventar el trineo segundo atrás había sido suerte o una corazonada, lo que acababa de imaginarse ahora no podía serlo. Le pareció ver la avalancha que se les vendría encima justo al tiempo que el animal saltaba. No, si se quedaban en el trineo iban a morir. Si saltaban… Se iban a llegar una bonita hostia que, con suerte, la nieve amortiguaría un poco. «A la mierda», se dijo, sin siquiera tiempo para avisar a sus compañeros. Agarró a Abigail de la espalda por el abrigo de bisonte —o del bicho al que le hubieran quitado la piel— y empujó a Kohaku con su propio peso, haciendo fuerza con las piernas para tomar impulso con otra onda de choque. ¿Por qué a Kohaku? Bueno, entre comerse otro árbol y salir rodando por una zona más inclinada del camino, parecía la mejor manera de salvar el pellejo.
El mundo se arremolinó, al menos para ella, mientras caían. El blanco se mezcló con el negro de la piel que llevaba encima y otros colores sueltos mientras caían y rodaban. ¿Lo más peligroso de aquella caía? Que el chico aún tendría sus espadas en la mano, así que tras empujarle procuró mantener un momento el equilibrio en el trineo, aprovechando que estaban en movimiento para no caer juntos y que ni ella se clavase el arma de su compañero, ni él se rompiera el brazo. Solo por si acaso, trato de dar cuenta de su voluntad para mitigar daños en su cuello y costados. Un brazo roto se podía curar más fácilmente que una perforación pulmonar por una rama afilada. Y, como había sido para ella durante toda su vida, incluso por encima del dinero primaba su supervivencia. Quizás por eso estaba tan avispada en aquel momento. No quería morir. Se negaba a morir cuando aún no había podido cobrarse ni la mitad del daño que había recibido desde que estaba viva.
El dolor fue punzante y le cortó la respiración por un momento, segundos antes de caerse de culo y arrastrarse un poco más por la nieve, perdiendo velocidad hasta detenerse. Como dijo antes, mejor un brazo —o en este caso una pierna— que su cabeza, garganta o tórax. El dolor venía de su pierna derecha. No había mirado aún, pero estaba bastante segura de que se le había clavado una rama de al menos tres centímetros de grosor en el gemelo. Apretó los dientes. Se lo tenía que curar, pero no iba a hacerlo con ese monstruo atacándoles aún. Buscó con la mirada a sus compañeros. E hizo por levantarse, cargando el peso en la zurda con mucho esfuerzo. Iba a gritar, pero llamar a voces a sus cazadores era de todo menos inteligente. La Rubia no debía andar lejos así que, si la encontraba, le pediría entrar dentro para no ser un lastre y evitar perder la pierna por congelación o algo peor. Al menos, esperaba que le agradecieran el haberles salvado el pellejo.
—Volveré a salir en cuanto me apañe esto… —se quejaría si la rubia aceptaba una vez volviera a su lado, mirando con rabia al bicho que se encontraba ensañándose con la madera del trineo. Sobre el otro cazador, esperaba que se agrupasen pronto. Al menos habían confirmado su teoría. Ese Lapahn no era natural. Ni siquiera parecía estar vivo. Ahora la pregunta era ¿Cómo se movía?
—Ah, no me digas, genio. ¿Qué te ha hecho darte cuenta? ¿Qué le falten tres cuartos de cara, las heridas gigantes llenas de pus por las que debería estar muerto, o que le salgan putas CEBOLLAS AZULES Y ZARZAS DEL CUERPO? —bramó la albina, con un tono que pretendía dejar bastante claro su sarcasmo, enfatizando la palabra genio.
El trineo seguía deslizándose a una velocidad de vértigo pese a la maniobra que había tenido que realizar Hazel para no comerse ese árbol, virando de mejor o peor manera en un par de ocasiones más ahora que el bosque se volvía más y más frondoso. No tenía tiempo para girar la cabeza y volver a mirar si les seguía persiguiendo el animal. ¿Por qué le tocaba a ella tener que maniobrar? No era navegante, no le gustaba tener que hacer de cochero de nadie y mucho la sensación de ser la presa y tener el peligro soplándole en la nuca. Al menos habían dado de lleno, ¿verdad? Tenía la esperanza de poder respirar un poco cuando el suelo empezó a temblar por los acelerados pasos del conejo. Lo sintió en la vibración del trineo, aunque el sonido de árboles siendo partidos como ramitas también ayudo. Y, de nuevo, todo su ser le advirtió de que como siguieran por ese camino iban a acabar mal.
Si darse la vuelta por no reventar el trineo segundo atrás había sido suerte o una corazonada, lo que acababa de imaginarse ahora no podía serlo. Le pareció ver la avalancha que se les vendría encima justo al tiempo que el animal saltaba. No, si se quedaban en el trineo iban a morir. Si saltaban… Se iban a llegar una bonita hostia que, con suerte, la nieve amortiguaría un poco. «A la mierda», se dijo, sin siquiera tiempo para avisar a sus compañeros. Agarró a Abigail de la espalda por el abrigo de bisonte —o del bicho al que le hubieran quitado la piel— y empujó a Kohaku con su propio peso, haciendo fuerza con las piernas para tomar impulso con otra onda de choque. ¿Por qué a Kohaku? Bueno, entre comerse otro árbol y salir rodando por una zona más inclinada del camino, parecía la mejor manera de salvar el pellejo.
El mundo se arremolinó, al menos para ella, mientras caían. El blanco se mezcló con el negro de la piel que llevaba encima y otros colores sueltos mientras caían y rodaban. ¿Lo más peligroso de aquella caía? Que el chico aún tendría sus espadas en la mano, así que tras empujarle procuró mantener un momento el equilibrio en el trineo, aprovechando que estaban en movimiento para no caer juntos y que ni ella se clavase el arma de su compañero, ni él se rompiera el brazo. Solo por si acaso, trato de dar cuenta de su voluntad para mitigar daños en su cuello y costados. Un brazo roto se podía curar más fácilmente que una perforación pulmonar por una rama afilada. Y, como había sido para ella durante toda su vida, incluso por encima del dinero primaba su supervivencia. Quizás por eso estaba tan avispada en aquel momento. No quería morir. Se negaba a morir cuando aún no había podido cobrarse ni la mitad del daño que había recibido desde que estaba viva.
El dolor fue punzante y le cortó la respiración por un momento, segundos antes de caerse de culo y arrastrarse un poco más por la nieve, perdiendo velocidad hasta detenerse. Como dijo antes, mejor un brazo —o en este caso una pierna— que su cabeza, garganta o tórax. El dolor venía de su pierna derecha. No había mirado aún, pero estaba bastante segura de que se le había clavado una rama de al menos tres centímetros de grosor en el gemelo. Apretó los dientes. Se lo tenía que curar, pero no iba a hacerlo con ese monstruo atacándoles aún. Buscó con la mirada a sus compañeros. E hizo por levantarse, cargando el peso en la zurda con mucho esfuerzo. Iba a gritar, pero llamar a voces a sus cazadores era de todo menos inteligente. La Rubia no debía andar lejos así que, si la encontraba, le pediría entrar dentro para no ser un lastre y evitar perder la pierna por congelación o algo peor. Al menos, esperaba que le agradecieran el haberles salvado el pellejo.
—Volveré a salir en cuanto me apañe esto… —se quejaría si la rubia aceptaba una vez volviera a su lado, mirando con rabia al bicho que se encontraba ensañándose con la madera del trineo. Sobre el otro cazador, esperaba que se agrupasen pronto. Al menos habían confirmado su teoría. Ese Lapahn no era natural. Ni siquiera parecía estar vivo. Ahora la pregunta era ¿Cómo se movía?
- Resumen:
- • Pequeño recordatorio sobre la conversación que tuvieron sobre Roland cuando este se fue.
• -seguir intentando despertar el mantra- tener la "corazonada" de que iban a acabar mal si seguían en el trineo, por su fuerte instinto de supervivencia y estrés ante el peligro más que obvio.
• Decidir que debían saltar antes de que se le lanzase el conejo encima. Empujar con su fuerza y peso a Kohaku y, nada más caer él, tirar de Abi para salir del trineo, cayendo por un lado algo inclinado.
• Rodar unos metros ladera abajo, protegiendo -al estar en una situación crítica- su nuca, parte de la cabeza y costados con el haki de armadura despertado.
• Antes de terminar de caer clavarse una rama de grosor importante en el gemelo -la cual se rompería al tiempo que seguía ella en movimiento por el impulso que llevaba-
• Buscar a Abby con la mirada para ver que está bien y pedirle que le deje entrar un momento a tratarse la pierna para no ser un lastre. Si la deja, hacerlo tras mirar mal al bicho mientras ese destroza el trineo.- A tener en cuenta:
- • Haki de armadura despertado
• Fuerza (+2) >> Potencia-Habilidad (no usuario)
Destreza >> Reflejos
Resistencia >> Analgésica-Aguante (Puntos de oficio)
Velocidad >> Aceleración
Nivel 10: Fuerza (4) Destreza (2) Resistencia (1) Velocidad (0)
Bizvan
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El clima a cada momento que pasaba se ponía peor. El cielo tomaba tonos más grises que no le daban buena espina Bizvan, no hacía falta ser muy inteligente para deducir que el ambiente se pondría peor tomando como referencia el aparente descenso de la temperatura.
Mientras el marine avanzaba por la nieve, no pudo evitar preguntarse porque unas princesas tomarían esta ruta. Quizás este tipo de acciones eran las que sacaban de quicio a la criada encargada de cuidarlas. Sin embargo, el espíritu aventurero no era suficiente para pasear por zonas como esta. No solo el terreno era complicado para dos jóvenes, el clima podía cambiar repentinamente, y sin mencionar el potencial peligro de bestias salvajes. A lo mejor todo se podía explicar argumentando que las chicas son nativas de este sitio, mientras que Bizvan rara vez pisaba islas como esta. Otra opción era que alguien las acompañaba o en cierto punto las recogía.
* ¿Sería ese tal Teddy? *lo más probables es que así fuera, pero ahora la duda de que clase de tipo era ese “amigo” crecía.
Al cabo de unos minutos la visión era casi nula a causa del viento y la nieve.
- Oye Liam, me parece que ya estamos llegando al punto designado, pero no recuerdo que hubiese una pared marcada en el mapa, ¿crees que sea algún desborde? -comentó el marine con un tono de voz un poco elevado a causa del viento.
El marine continuó avanzando, no obstante, le pareció que aquella pared también de movía. En un principio lo atribuyo a alguna clase de ilusión óptica, pero a cada paso que daba, la “pared” comenzó a tomar otra forma, una más reconocible que provocó que el marine se detuviera y alzara la mirada en un intento por determinar la altura de aquella criatura que desplazaba con total calma hacia los marines.
Era un uso, un oso tamaño de tamaño descomunal con expresión de pocos amigos caminando de manera erguida y utilizando un pico como si fuera un bastón.
- ¿Crees que este sea el tal Teddy? Bueno tiene cara llamarse así. -expresó Bizvan con un tono de alegría al ver algo nuevo para él, y que reforzaba aquello que le mencionó al pelirrojo con anterioridad.- Liam, deja que tome la delantera, si por alguna razón lo ofendemos, creo ser capaz de soportar un primer ataque.
Después de decir eso, el marine se adelantó un poco, para acto seguido realizar una reverencia a modo de saludo, para luego expresar:
- Buen día, mi nombre es Bizvan y este es mi compañero Liam, venimos por parte las señoritas Freija y Estriz, se nos indicó tomar esta ruta para encontrar a Teddy Hills. Espero nuestra presencia no sea una molestia, solo queremos hacer nuestro trabajo y ayudar al amigo mayordomo de las señoritas, quien aparentemente se encuentra en peligro.
En ningún momento Bizvan llevó sus manos a sus armas, su intención era no aparentar peligroso. Claro que esto lo dejaría expuesto a un ataque repentino, pero apostó a que el oso no sería quien lo iniciara.
Mientras el marine avanzaba por la nieve, no pudo evitar preguntarse porque unas princesas tomarían esta ruta. Quizás este tipo de acciones eran las que sacaban de quicio a la criada encargada de cuidarlas. Sin embargo, el espíritu aventurero no era suficiente para pasear por zonas como esta. No solo el terreno era complicado para dos jóvenes, el clima podía cambiar repentinamente, y sin mencionar el potencial peligro de bestias salvajes. A lo mejor todo se podía explicar argumentando que las chicas son nativas de este sitio, mientras que Bizvan rara vez pisaba islas como esta. Otra opción era que alguien las acompañaba o en cierto punto las recogía.
* ¿Sería ese tal Teddy? *lo más probables es que así fuera, pero ahora la duda de que clase de tipo era ese “amigo” crecía.
Al cabo de unos minutos la visión era casi nula a causa del viento y la nieve.
- Oye Liam, me parece que ya estamos llegando al punto designado, pero no recuerdo que hubiese una pared marcada en el mapa, ¿crees que sea algún desborde? -comentó el marine con un tono de voz un poco elevado a causa del viento.
El marine continuó avanzando, no obstante, le pareció que aquella pared también de movía. En un principio lo atribuyo a alguna clase de ilusión óptica, pero a cada paso que daba, la “pared” comenzó a tomar otra forma, una más reconocible que provocó que el marine se detuviera y alzara la mirada en un intento por determinar la altura de aquella criatura que desplazaba con total calma hacia los marines.
Era un uso, un oso tamaño de tamaño descomunal con expresión de pocos amigos caminando de manera erguida y utilizando un pico como si fuera un bastón.
- ¿Crees que este sea el tal Teddy? Bueno tiene cara llamarse así. -expresó Bizvan con un tono de alegría al ver algo nuevo para él, y que reforzaba aquello que le mencionó al pelirrojo con anterioridad.- Liam, deja que tome la delantera, si por alguna razón lo ofendemos, creo ser capaz de soportar un primer ataque.
Después de decir eso, el marine se adelantó un poco, para acto seguido realizar una reverencia a modo de saludo, para luego expresar:
- Buen día, mi nombre es Bizvan y este es mi compañero Liam, venimos por parte las señoritas Freija y Estriz, se nos indicó tomar esta ruta para encontrar a Teddy Hills. Espero nuestra presencia no sea una molestia, solo queremos hacer nuestro trabajo y ayudar al amigo mayordomo de las señoritas, quien aparentemente se encuentra en peligro.
En ningún momento Bizvan llevó sus manos a sus armas, su intención era no aparentar peligroso. Claro que esto lo dejaría expuesto a un ataque repentino, pero apostó a que el oso no sería quien lo iniciara.
- Resumen:
- Caminar hacia el punto designado.
Comentarle a Liam que le deje tomar la delantera por ahora.
Saludar al oso y expresar la razón de encontrarse ahí.
Abigail Mjöllnir
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Habría apuntado a las patas, pero eran un blanco demasiado pequeño y solo habría podido volar una de haber acertado, pensó que su idea de atacar a la garganta y por extensión su cabeza era una mejor idea. No habían podido detenerlo. Ignoró los dardos de Hazel a Kohaku y se centró en el propio animal. ¿Sería alguna clase de habilidad demoníaca? Eso era más probable. Ahora bien, ¿qué clase de habilidad permitía a una persona hacer eso? Tendría que pensarlo cuando acabaran con él.
Su cuello no sangraba, y el corte de Kohaku tuvo el mismo efecto. Corría de forma torpe pero rápida, demostrando una fuerza y resistencia más que considerables al ir arrancando y rompiendo los árboles que se encontraba. Hazel, que estaba conduciendo el trineo, pensó rápido y la agarró antes de sacarlos del trineo a tiempo de evitar el golpe de la criatura cuando irrumpió por la cortina de nieve que había creado.
Soltó el arco por precaución —no quería clavárselo sin querer— y su Voluntad se manifestó como una armadura para evitar daños mayores durante la caída. Por suerte, el cuerpo de Abigail era absurdamente resistente y, añadiendo eso a la breve aparición de un haki que aún no podía controlar, escapó prácticamente sin daños, solo con algunas magulladuras. Al escuchar la petición de Hazel, rápidamente activó su Shiro Shiro no mi para, una vez en pie, volver a desplegar su territorio, esta vez de un metro a su alrededor. Así, Hazel podría entrar dentro.
—Cuando quieras, Hazel —respondió —. Nos toca contenerlo hasta que se recupere... voy a intentar atraer su atención. Hagas lo que hagas, no te pongas entre esa cosa y yo ni por detrás, no quiero hacerte daño. Ve por alguno de los flancos —advirtió. Igual era innecesario hacer esas advertencias después del primer disparo, pero era algo que entraba en su carácter. Pelear en grupo no era su fuerte no porque no tuviera la mentalidad apropiada, que la tenía, sino porque perdía muchísimo potencial si tenía gente cerca. Si Kohaku quería atacar desde el interior de la fortaleza también podría entrar, solo tenía que querer entrar.
«Cuatro de vosotros id a atendedla, necesito que se queden conmigo al menos los que llevan los diales y las armas más fuertes» transmitió aquella orden por toda su fortaleza y los que iban menos armados se movilizaron para ir a echarle una mano a la cazadora.
—Que exista alguien adulterando cadáveres... este encargo parece hecho a propósito para cabrearme —murmuró, con un mosqueo relativamente evidente en su rostro. No sabía a ciencia cierta si era obra de una persona o no, pero no se creía que eso fuera obra de ningún elemento natural. Esa bestia estaba muerta antes de encontrarlos, y debería estar más muerta después de su disparo. En un ataque animal normal habría tratado de incapacitarlo para poder huir pero... la imagen frente a ella era una afrenta directa a sus creencias y una absoluta falta de respeto al mismo concepto de la vida. No podía simplemente huir, debía darle el descanso que merecía.
«El lanzallamas, fuego concentrado, no queremos herir a Kohaku. Amara, cuando de la señal dispara en una de sus patas, Más Allá podría desestabilizarlo el tiempo suficiente para que le alcancen las llamas» ordenó a continuación. Se movió rápidamente hacia la izquierda, tratando de apartarse para evitar darle a Kohaku. Lo haría también para posicionarse, iba a usar fuego y quería reducir al mínimo las posibilidades de un incendio.
—¡Eh, bestia no muerta! —llamó. Ya, no tenía sentido si estaba muerta, pero tampoco tenía sentido el chillido que había dado cuando le había arrancado la garganta y las cuerdas vocales. Gracias a sus poderes, las ventanas podían abrirse prácticamente en cualquier lado de su cuerpo, aunque aún no era capaz de modificar su tamaño. Esto no era problema para disparar desde su mano. Agarró el rifle con la mano derecha y extendió la mano izquierda.
—¡Fuego! —ordenó. El habitante que portaba su lanzallamas activó la función de disparo concentrado y disparó, dejando salir una llamarada concentrada muy similar al láser de antes que iba dirigido hacia el torso, con unos veinte metros de alcance, más que suficiente para un lapahn. No, mentira, hacia los zarcillos extraños que estaban ahí en su herida. Su intención era muy clara: quemarlo a él y a los elementos extraños. Sin embargo, no cesó su ataque ahí. Tal como había ordenado, la habitante que empuñaba a Más Allá, su rifle de francotirador, realizó un único disparo hacia la pata izquierda del Lapahn que saldría a través de una ventana abierta en su rodilla derecha. Esos disparos podían recorrer mil metros en menos de un segundo, llegaría antes que su llamarada. Su plan era hacerlo tambalear por la potencia del tiro y, en ese momento, quemarlo.
Por si acaso, ya estaban preparados todos los diales y su siempre fiel revólver de los seis caminos, todos dentro de la Shiro Shiro no mi. El reloj... no, no serviría de nada ahí, no necesitaba perforar, necesitaba destruir.
Su cuello no sangraba, y el corte de Kohaku tuvo el mismo efecto. Corría de forma torpe pero rápida, demostrando una fuerza y resistencia más que considerables al ir arrancando y rompiendo los árboles que se encontraba. Hazel, que estaba conduciendo el trineo, pensó rápido y la agarró antes de sacarlos del trineo a tiempo de evitar el golpe de la criatura cuando irrumpió por la cortina de nieve que había creado.
Soltó el arco por precaución —no quería clavárselo sin querer— y su Voluntad se manifestó como una armadura para evitar daños mayores durante la caída. Por suerte, el cuerpo de Abigail era absurdamente resistente y, añadiendo eso a la breve aparición de un haki que aún no podía controlar, escapó prácticamente sin daños, solo con algunas magulladuras. Al escuchar la petición de Hazel, rápidamente activó su Shiro Shiro no mi para, una vez en pie, volver a desplegar su territorio, esta vez de un metro a su alrededor. Así, Hazel podría entrar dentro.
—Cuando quieras, Hazel —respondió —. Nos toca contenerlo hasta que se recupere... voy a intentar atraer su atención. Hagas lo que hagas, no te pongas entre esa cosa y yo ni por detrás, no quiero hacerte daño. Ve por alguno de los flancos —advirtió. Igual era innecesario hacer esas advertencias después del primer disparo, pero era algo que entraba en su carácter. Pelear en grupo no era su fuerte no porque no tuviera la mentalidad apropiada, que la tenía, sino porque perdía muchísimo potencial si tenía gente cerca. Si Kohaku quería atacar desde el interior de la fortaleza también podría entrar, solo tenía que querer entrar.
«Cuatro de vosotros id a atendedla, necesito que se queden conmigo al menos los que llevan los diales y las armas más fuertes» transmitió aquella orden por toda su fortaleza y los que iban menos armados se movilizaron para ir a echarle una mano a la cazadora.
—Que exista alguien adulterando cadáveres... este encargo parece hecho a propósito para cabrearme —murmuró, con un mosqueo relativamente evidente en su rostro. No sabía a ciencia cierta si era obra de una persona o no, pero no se creía que eso fuera obra de ningún elemento natural. Esa bestia estaba muerta antes de encontrarlos, y debería estar más muerta después de su disparo. En un ataque animal normal habría tratado de incapacitarlo para poder huir pero... la imagen frente a ella era una afrenta directa a sus creencias y una absoluta falta de respeto al mismo concepto de la vida. No podía simplemente huir, debía darle el descanso que merecía.
«El lanzallamas, fuego concentrado, no queremos herir a Kohaku. Amara, cuando de la señal dispara en una de sus patas, Más Allá podría desestabilizarlo el tiempo suficiente para que le alcancen las llamas» ordenó a continuación. Se movió rápidamente hacia la izquierda, tratando de apartarse para evitar darle a Kohaku. Lo haría también para posicionarse, iba a usar fuego y quería reducir al mínimo las posibilidades de un incendio.
—¡Eh, bestia no muerta! —llamó. Ya, no tenía sentido si estaba muerta, pero tampoco tenía sentido el chillido que había dado cuando le había arrancado la garganta y las cuerdas vocales. Gracias a sus poderes, las ventanas podían abrirse prácticamente en cualquier lado de su cuerpo, aunque aún no era capaz de modificar su tamaño. Esto no era problema para disparar desde su mano. Agarró el rifle con la mano derecha y extendió la mano izquierda.
—¡Fuego! —ordenó. El habitante que portaba su lanzallamas activó la función de disparo concentrado y disparó, dejando salir una llamarada concentrada muy similar al láser de antes que iba dirigido hacia el torso, con unos veinte metros de alcance, más que suficiente para un lapahn. No, mentira, hacia los zarcillos extraños que estaban ahí en su herida. Su intención era muy clara: quemarlo a él y a los elementos extraños. Sin embargo, no cesó su ataque ahí. Tal como había ordenado, la habitante que empuñaba a Más Allá, su rifle de francotirador, realizó un único disparo hacia la pata izquierda del Lapahn que saldría a través de una ventana abierta en su rodilla derecha. Esos disparos podían recorrer mil metros en menos de un segundo, llegaría antes que su llamarada. Su plan era hacerlo tambalear por la potencia del tiro y, en ese momento, quemarlo.
Por si acaso, ya estaban preparados todos los diales y su siempre fiel revólver de los seis caminos, todos dentro de la Shiro Shiro no mi. El reloj... no, no serviría de nada ahí, no necesitaba perforar, necesitaba destruir.
- resumen:
» Se protege con algo de Armadura para reducir más aún el daño de la caída.
» Al ponerse en pie deja a Hazel entrar en su dimensión y envía gente para ayudarla a curarse.
» Advierte a Kohaku para que vaya por alguno de los flancos en lugar de ir por el frente o la espalda.
» Realiza dos disparos desde la fortaleza (Radio del territorio de 1 metro): Uno con el disparo concentrado de su lanzallamas (es como un láser de fuego) hacia los zarcillos blancos -y por extensión, su torso ya herido- y otro con Más Allá a su pata izquierda. Por la velocidad de la bala del rifle, este disparo llegaría antes que el fuego.
Liam D. Griffith
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El camino no parecía ser tan largo, y menos con el recién adquirido abrigo blanco que me ofrecía Bizvan. Había estado tan obcecado con la cuestión de llegar al cobertizo y obtener más información de boca de las dos muchachas que había dejado de lado cualquier otra cosa, especialmente lo que realmente habíamos ido a hacer allí y dónde estábamos; una isla de invierno en la que no tardaría en granizar de forma violenta. Si ya me hacía sufrir —hasta cierto punto— el frío de aquel lugar, antes de que pasara nada relevante, cuando los trozos de hielo golpeasen mi cuerpo seguramente fuera un suplicio, y eso evitaría hasta cierto punto el abrigo que tapaba mi uniforme casi por completo. Como me habían enseñado, no me olvidé de agradecer con creces el acto, ya que era agradable que alguien te tuviera en cuenta para aquel tipo de cosas y se preocupase por ti sin llegar a conocerte demasiado.
Cuando salimos pude comprobar que la meteorología tampoco había cambiado demasiado y no sabía si contarlo como que era un mal indicio o uno bueno, pero mientras estaba ocupado mirando al cielo y descoyuntándome, el marine comenzó a hacer una especie de monólogo acerca de su experiencia. Y vaya si eran experiencias. De todo tipo y color, como para escribir un libro que no aburriera ni en el prólogo. En comparación a él, yo tampoco había vivido mucho más que unos estudios realmente exigentes y un intento de asesinato la mar de preocupante, pero nada tan fantástico y poco tenebroso —obviando las muertes— como aquello que narraba.
— Ya me hago una idea, especialmente porque para mí el Paraíso ya es un planeta distinto al North Blue. Que haya un clima tan marcado, animales tan extraños y gente tan peculiar supongo que es lo que le da vida y emoción a todo esto, ¿no? —dije mientras le miraba y caminábamos con tranquilidad, sonriente—. Quizás lo que veas hoy te sorprenda más que cualquier otra cosa, quién sabe —Dejé en el aire aquello, aunque yo tenía tan poca o menos idea que él, pero era divertido pensar en qué podía ocultar una isla que en apariencia era tan normal como Drum.
Junto con el resto del grupo dejamos el palacio atrás y comenzamos a tomar camino, a cierta velocidad, hacia la zona marcada por las dos muchachas, decididos a descubrir que podía ocultar aquel lugar —si de verdad era allí. Ya a mitad de camino no fue muy difícil advertir que el ambiente, para nuestra desgracia y a la vez suerte —ya que tendríamos frío y poca movilidad, pero también se aplicaría para maleantes—, el tiempo se estaba enturbiando con velocidad. El abrigo se antojaba ya tan necesario como favorable, y los copos de nieve se iban acumulando en mis hombros a cada paso que daba, formando pequeñas terracitas blancas que mojaban la tela cuando no me apresuraba a quitarlos. Por otro lado, quizás por la misma razón, el camino estuvo completamente exento de encuentros, animales o humanos, así que solo nos tuvimos que concentrar en caminar y no perder el rimo ni la dirección.
Porque aquello ya era una tarea suficientemente dura. Dejábamos atrás algunas rocas, desniveles y cuestas que coqueteaban con lo caprino, además de resbalones patrocinados por la humedad y el agua que bañaba todas las piedras, hasta que dejamos de ver más allá de unos cuantos pasos largos. El mapa servía de poco cuando uno no podía tener referencia de dónde estaba, pero aun así podría hacer un esfuerzo para plantearme cuánto había avanzado desde nuestro comienzo y percibía que muy lejos no podríamos estar, lo que me alentaba a aumentar el ritmo; en nuestro objetivo nos podríamos resguardar.
Y no tardamos más de dos minutos en encontrar algo.
— B-Bizvan… ¿Esto es a lo que llama sor-sorprente…? —dije con ambos ojos clavados en la figura mastodóntica del oso bípedo. Utilizaba un bastón improvisado y su altura era más de cuatro veces la mía, posición desde la que parecía azuzarme con cierta superioridad conocida. Aun así, y a pesar de lo poco agraciado de su rostro y lo amenazante que era su misma presencia, pude recoger el valor y dejar la cobardía en una mano temblorosa que mantuve firme al apoyarla en mi cadera—. ¿E-Es usted Teddy…? —pregunté. ¿Lógico? Podía no serlo. Pero no estaba acostumbrado a ver animales que parecieran tan inteligentes como aquel y, quizás siendo racional, nos sorprendía. Y, si fuera para mal, yo ya estaba preparado al haber dado dos pasos detrás de mi compañero de mayor rango.
Cuando salimos pude comprobar que la meteorología tampoco había cambiado demasiado y no sabía si contarlo como que era un mal indicio o uno bueno, pero mientras estaba ocupado mirando al cielo y descoyuntándome, el marine comenzó a hacer una especie de monólogo acerca de su experiencia. Y vaya si eran experiencias. De todo tipo y color, como para escribir un libro que no aburriera ni en el prólogo. En comparación a él, yo tampoco había vivido mucho más que unos estudios realmente exigentes y un intento de asesinato la mar de preocupante, pero nada tan fantástico y poco tenebroso —obviando las muertes— como aquello que narraba.
— Ya me hago una idea, especialmente porque para mí el Paraíso ya es un planeta distinto al North Blue. Que haya un clima tan marcado, animales tan extraños y gente tan peculiar supongo que es lo que le da vida y emoción a todo esto, ¿no? —dije mientras le miraba y caminábamos con tranquilidad, sonriente—. Quizás lo que veas hoy te sorprenda más que cualquier otra cosa, quién sabe —Dejé en el aire aquello, aunque yo tenía tan poca o menos idea que él, pero era divertido pensar en qué podía ocultar una isla que en apariencia era tan normal como Drum.
Junto con el resto del grupo dejamos el palacio atrás y comenzamos a tomar camino, a cierta velocidad, hacia la zona marcada por las dos muchachas, decididos a descubrir que podía ocultar aquel lugar —si de verdad era allí. Ya a mitad de camino no fue muy difícil advertir que el ambiente, para nuestra desgracia y a la vez suerte —ya que tendríamos frío y poca movilidad, pero también se aplicaría para maleantes—, el tiempo se estaba enturbiando con velocidad. El abrigo se antojaba ya tan necesario como favorable, y los copos de nieve se iban acumulando en mis hombros a cada paso que daba, formando pequeñas terracitas blancas que mojaban la tela cuando no me apresuraba a quitarlos. Por otro lado, quizás por la misma razón, el camino estuvo completamente exento de encuentros, animales o humanos, así que solo nos tuvimos que concentrar en caminar y no perder el rimo ni la dirección.
Porque aquello ya era una tarea suficientemente dura. Dejábamos atrás algunas rocas, desniveles y cuestas que coqueteaban con lo caprino, además de resbalones patrocinados por la humedad y el agua que bañaba todas las piedras, hasta que dejamos de ver más allá de unos cuantos pasos largos. El mapa servía de poco cuando uno no podía tener referencia de dónde estaba, pero aun así podría hacer un esfuerzo para plantearme cuánto había avanzado desde nuestro comienzo y percibía que muy lejos no podríamos estar, lo que me alentaba a aumentar el ritmo; en nuestro objetivo nos podríamos resguardar.
Y no tardamos más de dos minutos en encontrar algo.
— B-Bizvan… ¿Esto es a lo que llama sor-sorprente…? —dije con ambos ojos clavados en la figura mastodóntica del oso bípedo. Utilizaba un bastón improvisado y su altura era más de cuatro veces la mía, posición desde la que parecía azuzarme con cierta superioridad conocida. Aun así, y a pesar de lo poco agraciado de su rostro y lo amenazante que era su misma presencia, pude recoger el valor y dejar la cobardía en una mano temblorosa que mantuve firme al apoyarla en mi cadera—. ¿E-Es usted Teddy…? —pregunté. ¿Lógico? Podía no serlo. Pero no estaba acostumbrado a ver animales que parecieran tan inteligentes como aquel y, quizás siendo racional, nos sorprendía. Y, si fuera para mal, yo ya estaba preparado al haber dado dos pasos detrás de mi compañero de mayor rango.
- Resumen:
- Camino y hablo con Osete-kun.
Roland von Klauswitz
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Rudolf dejó su marca en la nieve con su poderoso chorro de fuego, meando llamas como cuando Roland pilló aquella infección. Cuando estuvo satisfecho con el resultado, desactivó el lanzallamas y continuó conduciendo en círculos cada vez más bajos en busca del que le había arrojado esa lanza tan rara. Cuando por fin lo hizo se sintió decepcionado. Él que había esperado a un pirata recio y fuerte y se encontraba con un mariconazo vestido con mallas que le apuntaba con su arco... ¡Un arco! ¡Estaba cazando al puto Herodes Hood! Ese era el nombre de uno de los personajes de cuento más populares en Ártica, un rarito disfrazado que robaba niños a los ricos para dárselos de comer a los pobres.
Roland no se lo pensó. Grande o pequeño, masculino o no, el dinero era dinero. Dejó que el motor se revolucionara y se lanzó de cabeza hacia él, con la calavera de reno de Rudolf apuntando hacia el arquero, regando el paisaje con su tenebrosa mirada desbordante de luz infernal. El muy mamón se escondió al verlo venir, pero unas plantitas no iban a detenerle. Bajo a ras de suelo y embistió la maleza tras la que le había visto ocultarse, con el oído atento para captar con detalle el momento en que alguna de las tres grandes ruedas de Rudolf le reventase la cabeza al pirata como si fuese una ciruela pocha.
-Hohoho, chupapo...
Otra flecha se le hundió en la espalda en ese momento, a la altura del omóplato. Roland gruñó de dolor y dejó escapar una maldición tan obscena que incluso a él le pareció escandalosa. El proyectil estaba clavado con bastante profundidad, y encima en un sitio de lo más incómodo. Sus rollizos brazos no llegaban hasta ella para poder quitársela, por lo que tendría que dejarla ahí un rato. Al menos le habían disparado con la moto en movimiento. Si se quedaba quieto a lo mejor la próxima le atravesaba la cabeza.
Cabreado y motivado, con el sabor de la sangre en la boca, dio la vuelta a la Black Rodolfus y enfiló en dirección contraria en busca del segundo arquero, aumentando aún más la velocidad. Con tanta nieve y la ventisca arreciando sería un puto coñazo encontrarlo, pero estaba seguro de que si lo reventaba en pedacitos rojos y grandes destacarían mucho más sobre la nieve. Con un toque del índice tocó otra palanca y dos cajas se desplegaron a los lados de la moto. De cada una de ellas sobresalían seis puntas rojas, como gruesas pollas de mono listas para explotar. Roland tocó el botón adecuado -algo que según su cuarta ex-mujer rara vez lograba sin un mapa- y dejó que la mitad de los misiles salieran disparados en un rango bastante amplio para abarcar todo el espacio posible con sus detonaciones.
-¡¿A quién le vas a tirar flechas ahora, eh, mariconazo?! ¡¿A quién le vas a tirar flechas?! -se desgañitó, henchido de furia y con esa puta lanza escociéndole en la espalda.
A ver si podía seguir usando su arco con las tripas por los suelos.
Roland no se lo pensó. Grande o pequeño, masculino o no, el dinero era dinero. Dejó que el motor se revolucionara y se lanzó de cabeza hacia él, con la calavera de reno de Rudolf apuntando hacia el arquero, regando el paisaje con su tenebrosa mirada desbordante de luz infernal. El muy mamón se escondió al verlo venir, pero unas plantitas no iban a detenerle. Bajo a ras de suelo y embistió la maleza tras la que le había visto ocultarse, con el oído atento para captar con detalle el momento en que alguna de las tres grandes ruedas de Rudolf le reventase la cabeza al pirata como si fuese una ciruela pocha.
-Hohoho, chupapo...
Otra flecha se le hundió en la espalda en ese momento, a la altura del omóplato. Roland gruñó de dolor y dejó escapar una maldición tan obscena que incluso a él le pareció escandalosa. El proyectil estaba clavado con bastante profundidad, y encima en un sitio de lo más incómodo. Sus rollizos brazos no llegaban hasta ella para poder quitársela, por lo que tendría que dejarla ahí un rato. Al menos le habían disparado con la moto en movimiento. Si se quedaba quieto a lo mejor la próxima le atravesaba la cabeza.
Cabreado y motivado, con el sabor de la sangre en la boca, dio la vuelta a la Black Rodolfus y enfiló en dirección contraria en busca del segundo arquero, aumentando aún más la velocidad. Con tanta nieve y la ventisca arreciando sería un puto coñazo encontrarlo, pero estaba seguro de que si lo reventaba en pedacitos rojos y grandes destacarían mucho más sobre la nieve. Con un toque del índice tocó otra palanca y dos cajas se desplegaron a los lados de la moto. De cada una de ellas sobresalían seis puntas rojas, como gruesas pollas de mono listas para explotar. Roland tocó el botón adecuado -algo que según su cuarta ex-mujer rara vez lograba sin un mapa- y dejó que la mitad de los misiles salieran disparados en un rango bastante amplio para abarcar todo el espacio posible con sus detonaciones.
-¡¿A quién le vas a tirar flechas ahora, eh, mariconazo?! ¡¿A quién le vas a tirar flechas?! -se desgañitó, henchido de furia y con esa puta lanza escociéndole en la espalda.
A ver si podía seguir usando su arco con las tripas por los suelos.
- Resumen:
- Roland se lanza con la moto hacia el lugar donde se esconde el primer arquero, recibe la segunda flecha y responde con una sutil y delicada salva de misiles.
Illje Landvik
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Ah, porras. Otro kimono a la basura. Aunque tenía que reconocer que las manchas de sangre le daban un aspecto imponente. El problema era el olor, claro, pero después de un rato de batalla todos estaban sudados, dudaba que alguien fuera a quejarse. Por otro lado, no le molestaría encontrar un sitio en el que darse una ducha rapidita. De momento, lo importante era rematar al bicho. Claude ayudó y una segunda oleada de sangre les salpicó a los dos. Ugh. En la cara no, por favor. Menos mal que tenía la boca cerrada. Y menos mal que llegó Elina dando el golpe de gracia y terminando de derribar al bicho.
La conejita saltó ágilmente al suelo mientras el triceratops caía para evitar descalabrarse y examinó los daños. Bueno, aparte de las ropas su pelo parecía intacto y aunque le seguía doliendo la nariz a horrores, por lo demás aparte de un par de magulladuras estaba del todo intacta. Nada mal. Se limpió la cara y el cuello con un pañuelo y le tendió otro a Claude por si quería limpiarse. Por lo menos la sangre salía relativamente bien ahora que todavía estaba fresca.
Y ahora que el bicho estaba muerto… ¿qué hacer? Miró a su alrededor y regresando sus patines al modo de tacones se acercó a Arik, apoyando un brazo en su hombro para mirar a los peliblancos, jugueteando con Budur en la otra mano y sonriendo traviesamente.
-¿No ponen de su parte? Bueno, ahora que ya no hay juguete tienen toda nuestra atención.
Se acercó a la jaula y trató de apoyar la punta de la espada en el pecho del hombre negro albino, dedicándole otra sonrisa y hablando con una voz tan dulce que por un momento pareció un suspiro:
-Responde a mi primo… o te demostraré lo bien que puede sentarte el rojo.
La conejita saltó ágilmente al suelo mientras el triceratops caía para evitar descalabrarse y examinó los daños. Bueno, aparte de las ropas su pelo parecía intacto y aunque le seguía doliendo la nariz a horrores, por lo demás aparte de un par de magulladuras estaba del todo intacta. Nada mal. Se limpió la cara y el cuello con un pañuelo y le tendió otro a Claude por si quería limpiarse. Por lo menos la sangre salía relativamente bien ahora que todavía estaba fresca.
Y ahora que el bicho estaba muerto… ¿qué hacer? Miró a su alrededor y regresando sus patines al modo de tacones se acercó a Arik, apoyando un brazo en su hombro para mirar a los peliblancos, jugueteando con Budur en la otra mano y sonriendo traviesamente.
-¿No ponen de su parte? Bueno, ahora que ya no hay juguete tienen toda nuestra atención.
Se acercó a la jaula y trató de apoyar la punta de la espada en el pecho del hombre negro albino, dedicándole otra sonrisa y hablando con una voz tan dulce que por un momento pareció un suspiro:
-Responde a mi primo… o te demostraré lo bien que puede sentarte el rojo.
- resumen:
- bajar del triceratops, adecentarse un poco, ofrecerle un pañuelo a Claude para que se adecente él e ir a amenazar al negro albino para que cante las cuarenta.
Jace eigner
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Alpha bajaría del barco y yo me pondría a trabajar seria entonces cuando quedaría el desmadre… Otra vez… Mientras yo revisaba al viejo veterano el siguiente al mando seguiría con sus intenciones, solo que en este caso dejaría bien en claro que los Big Brothers conseguirían un nuevo enemigo, después de todo haría estallar las montañas de más haya asiéndome notar que se nos había pasado el tiempo límite –Mierda lo olvide completamente… -Me dije mirando como el maldito nos había cerrado la huida si es que llegábamos a necesitarla, cerrando el libro que tenía ese sujeto unos segundos.
Este hecho haría darme cuenta que el arma que me habría guardado (Para ser más exacto de entra las varias el arma de mejor calidad, la espada negra) no era para nada del color que parecía sino todo lo contrario, parecía tener un líquido que me habría dejado manchado un poco mi ropa blanca –Que rayos es… - Me diría mientras mi cerebro hacia los movimientos adecuados – mierda… - Me dirigiría a la cubierta a gritarle al capitán rápidamente –Capitán vuelva al barco AHORA, el arma con la que fue dañado esta envenenada. – El susto me habría consumido unos segundos, dejándome llevar por el ambiente el cual para nada era bueno, y decirle al capitán la mala noticia (sin estar confirmada), podría traer problemas.
-Hablando de problemas… - Me dije cuestionando mi suerte, después de todo vería a lo lejos un barco que, aunque sin bandera, se dirigía hacia nuestra línea de visión en el río, lo que podría traer más problemas de los que queremos tener ya.
De esta manera le pediría a uno de los tripulantes que traiga rápidamente un catalejo sea para el capitán o yo, mientras yo seguía con la lectura de la bitácora del viejo, debía haber alguna información, de cómo sacar las cadenas o algo que nos serviría luego… Después de todo me harían ya saber que el veterano no era alguien del cual podíamos subestimar y que para variar era familiar general… Quizás en que problema nos habríamos metido.
Este hecho haría darme cuenta que el arma que me habría guardado (Para ser más exacto de entra las varias el arma de mejor calidad, la espada negra) no era para nada del color que parecía sino todo lo contrario, parecía tener un líquido que me habría dejado manchado un poco mi ropa blanca –Que rayos es… - Me diría mientras mi cerebro hacia los movimientos adecuados – mierda… - Me dirigiría a la cubierta a gritarle al capitán rápidamente –Capitán vuelva al barco AHORA, el arma con la que fue dañado esta envenenada. – El susto me habría consumido unos segundos, dejándome llevar por el ambiente el cual para nada era bueno, y decirle al capitán la mala noticia (sin estar confirmada), podría traer problemas.
-Hablando de problemas… - Me dije cuestionando mi suerte, después de todo vería a lo lejos un barco que, aunque sin bandera, se dirigía hacia nuestra línea de visión en el río, lo que podría traer más problemas de los que queremos tener ya.
De esta manera le pediría a uno de los tripulantes que traiga rápidamente un catalejo sea para el capitán o yo, mientras yo seguía con la lectura de la bitácora del viejo, debía haber alguna información, de cómo sacar las cadenas o algo que nos serviría luego… Después de todo me harían ya saber que el veterano no era alguien del cual podíamos subestimar y que para variar era familiar general… Quizás en que problema nos habríamos metido.
- resumen:
- -Veo la explosion
-Noto que el arma negra no es negra y puede ser veneno
-aviso al capi
-Veo el barco
-Pido un catalejo
-sigo leyendo la bitacora
Freites D. Alpha
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-Decepcionante... - Era una lástima. La milicia no habría simpatizado con las emociones del pequeño rey de la forja. Alpha simplemente aceptó ese hecho y, comenzó a darle muy poca importancia a esta situación.
-Tienes mucho valor para llamarme de esa manera.- Dijo al soldado que estába hablando. - Pero como veo que estas decidido, no tengo más alternativa. - ¿Ellos estaban preparados para atacar. El señor de la guerra lo estaría igual.
El pelilargo ya no tenían una expresión oscura y sombría. Sus ojos, solo mostraban tristeza. <Es el segundo reino que visitó y tiene un codigo de honor bastante admirable. Lástima que sigan enfocados en seguir a la nobleza que se esconde tras las murallas.> Un pensamiento bastante fuerte ¿No lo creen? Definitivamente la rey de la forja no le agradaba para nada la nobleza cobarde. Una cosa es ser un cruel dictador, que simplemente abusa del poder para hacer a tu súbditos miserables.
¿Pero ser un rey cobarde? Es Imperdonable.
Entonces ocurrió aquella explosión. Los ojos del capitán se abrieron como platos y rápidamente se volteó para ver el estado del barco. Por muchas suerte, ninguna de las rocas habria tocado el navío, pero el camino estaba bloqueado. Alpha ya estaba listo para acabar con ellos, alabarda en mano y la súper ave estaba lista para cargar. Pero de pronto, algo los interrumpió. Un sonido. Unos tambores. Todos los sujetos salieron corriendo mientras que el pirata trataba de ver de quien se trataba. Solo podía ver una cabeza de dragón en la punta. Poco a poco la situación se ponía de mal en peor. Pero si algo saben todos es que a pesar de que las cosas parezcan catastróficas, siempre se ha de sacar lo mejor.
El pequeño cabalgó hasta las base de las cadenas. Resultaron ser enormes. Alpha bajo de la plumifera que no dejaba de mirar al barco que se aproximaba. - Si son Marines y no terminó de quitar estas cadenas. Nos tocará pelear de nuevo, Suzaku. - La ave asintió a sus palabras mientras que Alpha colocó la mano sobre el acero y comenzaría a calentar el metal. Utilizando el calor a tope para fundir el obstáculo lo más rápido posible. Ya no había marcha atrás.
Y con respecto al veneno, ya tendría que lidiar con el más tarde. Dar la vida por la familia es pan de cada día.
-Tienes mucho valor para llamarme de esa manera.- Dijo al soldado que estába hablando. - Pero como veo que estas decidido, no tengo más alternativa. - ¿Ellos estaban preparados para atacar. El señor de la guerra lo estaría igual.
El pelilargo ya no tenían una expresión oscura y sombría. Sus ojos, solo mostraban tristeza. <Es el segundo reino que visitó y tiene un codigo de honor bastante admirable. Lástima que sigan enfocados en seguir a la nobleza que se esconde tras las murallas.> Un pensamiento bastante fuerte ¿No lo creen? Definitivamente la rey de la forja no le agradaba para nada la nobleza cobarde. Una cosa es ser un cruel dictador, que simplemente abusa del poder para hacer a tu súbditos miserables.
¿Pero ser un rey cobarde? Es Imperdonable.
Entonces ocurrió aquella explosión. Los ojos del capitán se abrieron como platos y rápidamente se volteó para ver el estado del barco. Por muchas suerte, ninguna de las rocas habria tocado el navío, pero el camino estaba bloqueado. Alpha ya estaba listo para acabar con ellos, alabarda en mano y la súper ave estaba lista para cargar. Pero de pronto, algo los interrumpió. Un sonido. Unos tambores. Todos los sujetos salieron corriendo mientras que el pirata trataba de ver de quien se trataba. Solo podía ver una cabeza de dragón en la punta. Poco a poco la situación se ponía de mal en peor. Pero si algo saben todos es que a pesar de que las cosas parezcan catastróficas, siempre se ha de sacar lo mejor.
El pequeño cabalgó hasta las base de las cadenas. Resultaron ser enormes. Alpha bajo de la plumifera que no dejaba de mirar al barco que se aproximaba. - Si son Marines y no terminó de quitar estas cadenas. Nos tocará pelear de nuevo, Suzaku. - La ave asintió a sus palabras mientras que Alpha colocó la mano sobre el acero y comenzaría a calentar el metal. Utilizando el calor a tope para fundir el obstáculo lo más rápido posible. Ya no había marcha atrás.
Y con respecto al veneno, ya tendría que lidiar con el más tarde. Dar la vida por la familia es pan de cada día.
- Resumen:
- - Ver cómo la gente se va.
- intentar fundir las cadenas.
- estar alerta con el supuesto veneno.
Su cuerpo comenzaba a entumecerse debido al frío de la nieve. Le costaba mover los dedos y los copos que caían sobre su cabello eran cada vez más numerosos hasta el punto de congelar poco a poco las puntas de su cabello. Se levantó, dejando caer hacia atrás las ramas que la cubrían cuando había aterrizado sobre el suelo. Solo quedaban tres conejos y el líder.
Eran débiles, todos y cada uno de ellos, pero no podía culparles por tener un mal líder. Por suerte este último aun seguía con vida aunque no sabía por cuanto tiempo. No mucho seguramente, dado que los conejos estaban más salvajes que nunca, pero aun así las ganas de dejarle atrás junto con las bestias le atraía demasiado. Podía irse sin levantar sospechas, pero sin apoyos...
Negó con la cabeza. Tenía que ayudarlo y después le diría todo a la cara. Que él había sido el único asesino de los merodeadores. Si se hubiera dignado a escuchar que aquel plan era una locura nada de esto habría pasado. Tenía muchas ganas de echarle en cara las estupideces que cometió, pero no era ni el momento ni el lugar.
Se acercó un par de metros sigilosamente con la intención de que los conejos no la apreciaran. Tenía que buscar una distracción, algo en lo que las bestias se fijaran y dejaran de prestar atención al líder. Sin embargo, cambió de idea, quizás la distracción empeorara la situación. Cuando lo hizo desde el árbol solo consiguió derribar a uno. No merecía la pena.
Atacaría en silencio y en secreto. Había recuperado sus dagas del cuello de uno de los conejos que venció. Estiró sus brazos mientras se mordía el labio inferior y las lanzó con fuerza, impulsándolas con su gravedad y calentando su filo lo máximo que podía. En ellas se podía apreciar una ligera armadura que las envolvía, así atravesarían el cuello de los conejos. Ahora o nunca. Una daga en cada dirección, cuyo objetivo sería terminar en el cuello del último conejo. Rápido, silencioso y conciso.
Eran débiles, todos y cada uno de ellos, pero no podía culparles por tener un mal líder. Por suerte este último aun seguía con vida aunque no sabía por cuanto tiempo. No mucho seguramente, dado que los conejos estaban más salvajes que nunca, pero aun así las ganas de dejarle atrás junto con las bestias le atraía demasiado. Podía irse sin levantar sospechas, pero sin apoyos...
Negó con la cabeza. Tenía que ayudarlo y después le diría todo a la cara. Que él había sido el único asesino de los merodeadores. Si se hubiera dignado a escuchar que aquel plan era una locura nada de esto habría pasado. Tenía muchas ganas de echarle en cara las estupideces que cometió, pero no era ni el momento ni el lugar.
Se acercó un par de metros sigilosamente con la intención de que los conejos no la apreciaran. Tenía que buscar una distracción, algo en lo que las bestias se fijaran y dejaran de prestar atención al líder. Sin embargo, cambió de idea, quizás la distracción empeorara la situación. Cuando lo hizo desde el árbol solo consiguió derribar a uno. No merecía la pena.
Atacaría en silencio y en secreto. Había recuperado sus dagas del cuello de uno de los conejos que venció. Estiró sus brazos mientras se mordía el labio inferior y las lanzó con fuerza, impulsándolas con su gravedad y calentando su filo lo máximo que podía. En ellas se podía apreciar una ligera armadura que las envolvía, así atravesarían el cuello de los conejos. Ahora o nunca. Una daga en cada dirección, cuyo objetivo sería terminar en el cuello del último conejo. Rápido, silencioso y conciso.
- resumen:
- Ayuda al líder de los merodeadores, lanza sus dos dagas con gravedad a dos de los conejos que tienen como objetivo abatir al tercer conejo también. Tienen una temperatura de 150º y las recubre una fina capa de haki por ser un momento crítico para Thyra.
Claude von Appetit
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Vaya, la piel de este animal está más dura que el frío corazón de la ex de alguien. De alguien rubio, por ejemplo, con gemelos hipertrofiados... Tal vez también médico. Aunque bueno, son solo suposiciones y esto una vaca gigante. El caso es que consigo pelarla un poquito, lo suficiente para que Illje logre penetrar un poco más en sus carnes -yo habría llegado más profundo, estoy seguro- provocando que se desangre lentamente, como en esas salvajes jornadas de asesinato como deporte. Comparto que el bicho este es un peligro, claro, pero podríamos al menos estar matándolo con un poco de dignidad. Por ejemplo, el negro blanquito parece tener tan mala leche que seguro lo mata desde dentro si se lo come. Además, es un hijo de puta, así que si muere sin hacer nada nuestro output se mantiene positivo.
De todos modos parece que todo esto explota por sí solo. Illje comete el error de sacar sus espadas antes de que el animal muera y nos encontramos en medio de la fiesta de la espuma, solo que en lugar de espuma hay un géiser de sangre que podríamos habernos ahorrado si esta jodida loca me hubiese simplemente dejado preparar la cortecita para tapar el chorro. ¡Si es que parece que acabemos de salir de una peli mala de terror o de la opera prima de un escritor adicto a la metanfetamina! Miro a la sirena con cierto enfado.
- Estás dando un ejemplo pésimo a nuestro niño -le recrimino, señalando al Nepo. Dado que está en el barco a casi un kilómetros de distancia, tendrá que imaginarse a qué me refiero. ¡Pero lo estoy señalando! Que quede claro-. ¿Qué pasaría si nos viese así, el pobre? Podrías traumatizarlo.
Nos bajamos del animal, que ya está acabado, e Illje me tiende un pañuelo. Ah, no señor, no pienso utilizar un simple pañuelo. De mi morral saco una gamuza, agua oxigenada y bicarbonato, y empiezo a limpiarme la cara y la ropa, incluido el abrigo. Sin embargo, para el pelo uso nada más y nada menos que nieve. El tocado que me hago es más bien basto, y me da frío en la cabeza, pero no hay mejor detergente que agua y paciencia, y si echo agua oxigenada en el pelo podría decolorarse.
Una vez limpio, presentable y con una esfera blanca de unos cuarenta centímetros de diámetro en la cabeza me acerco a Arik, que intenta interrogar -sin éxito- a la banda de raritos. Illje trata de ayudarlo amenazando al negro, pero eso no funcionará. Esto hay que hacerlo como en la Marina.
- Sacad a la vieja -ordeno, terminando de limpiar el cuchillo-. Si no quieren hablar no necesitan la lengua.
Ay, el viejo método marine de las amenazas falsas... Espero que esta panda de locos no se lo tome en serio, pero... Oh mierda, ¿qué he hecho? ¡Estoy con una panda de locos!
De todos modos parece que todo esto explota por sí solo. Illje comete el error de sacar sus espadas antes de que el animal muera y nos encontramos en medio de la fiesta de la espuma, solo que en lugar de espuma hay un géiser de sangre que podríamos habernos ahorrado si esta jodida loca me hubiese simplemente dejado preparar la cortecita para tapar el chorro. ¡Si es que parece que acabemos de salir de una peli mala de terror o de la opera prima de un escritor adicto a la metanfetamina! Miro a la sirena con cierto enfado.
- Estás dando un ejemplo pésimo a nuestro niño -le recrimino, señalando al Nepo. Dado que está en el barco a casi un kilómetros de distancia, tendrá que imaginarse a qué me refiero. ¡Pero lo estoy señalando! Que quede claro-. ¿Qué pasaría si nos viese así, el pobre? Podrías traumatizarlo.
Nos bajamos del animal, que ya está acabado, e Illje me tiende un pañuelo. Ah, no señor, no pienso utilizar un simple pañuelo. De mi morral saco una gamuza, agua oxigenada y bicarbonato, y empiezo a limpiarme la cara y la ropa, incluido el abrigo. Sin embargo, para el pelo uso nada más y nada menos que nieve. El tocado que me hago es más bien basto, y me da frío en la cabeza, pero no hay mejor detergente que agua y paciencia, y si echo agua oxigenada en el pelo podría decolorarse.
Una vez limpio, presentable y con una esfera blanca de unos cuarenta centímetros de diámetro en la cabeza me acerco a Arik, que intenta interrogar -sin éxito- a la banda de raritos. Illje trata de ayudarlo amenazando al negro, pero eso no funcionará. Esto hay que hacerlo como en la Marina.
- Sacad a la vieja -ordeno, terminando de limpiar el cuchillo-. Si no quieren hablar no necesitan la lengua.
Ay, el viejo método marine de las amenazas falsas... Espero que esta panda de locos no se lo tome en serio, pero... Oh mierda, ¿qué he hecho? ¡Estoy con una panda de locos!
Ryuichi Ichiban
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Soltó un ligero gruñido cuando a sus amenazas no hubo respuesta alguna. Seguía insatisfecho. La sensación se había atenuado, pero eso no quitaba su primera impresión. Estaba seguro de que algo les acechaba, y no le gustaba ser acechado. Ni acechar. Ese tipo de cosas solo podían resolverse de una manera, y ese cazador, al no hacerlo, demostraba su verdadero valor como guerrero. Ya tenía claro quien se quedaría a las puertas del Salón del Aguamiel de Krom.
El camino era accidentado. Era una montaña, después de todo. Apretó los dientes y cerró los puños de nuevo. Lo estaba sintiendo otra vez. El cazador cobarde seguía acechándolos. Y allí la vio a esa criatura, lo que sea que fuese, saltando de un lado a otro. El ogro se quitó la capucha de oso para evitar que esta obstruyese su vista. El calor del combate bien podría mantenerle cálido. Por si fuera poco, aquella criatura de golpe provocó un alud. La nieve empezó a caer desde lo alto de la montaña. La bestia entonces pasó por encima de ellos, corriendo hacia el frente.
Braud saltó levantando nieve con la fuerza de su salto en dirección a la bestia que aparentemente huía. En su mano empezó a brillar una bola de energía concentrada. Con un grito y un rugido que bien podría considerarse una declaración de guerra, lanzó esa bola con fuerza hacia el cazador cobarde, con la intención de derribarlo y obligarlo a quedarse atrás.
El camino era accidentado. Era una montaña, después de todo. Apretó los dientes y cerró los puños de nuevo. Lo estaba sintiendo otra vez. El cazador cobarde seguía acechándolos. Y allí la vio a esa criatura, lo que sea que fuese, saltando de un lado a otro. El ogro se quitó la capucha de oso para evitar que esta obstruyese su vista. El calor del combate bien podría mantenerle cálido. Por si fuera poco, aquella criatura de golpe provocó un alud. La nieve empezó a caer desde lo alto de la montaña. La bestia entonces pasó por encima de ellos, corriendo hacia el frente.
Braud saltó levantando nieve con la fuerza de su salto en dirección a la bestia que aparentemente huía. En su mano empezó a brillar una bola de energía concentrada. Con un grito y un rugido que bien podría considerarse una declaración de guerra, lanzó esa bola con fuerza hacia el cazador cobarde, con la intención de derribarlo y obligarlo a quedarse atrás.
- Resumen:
- Atacar al bicho, como no
Nombre de la técnica: Meteoro Impacto
Categoría: Especial
Naturaleza: Canalización Espiritual
Descripción: Braud puede crear en su mano una bola de energía y brillante del tamaño de su palma. Después puede lanzar esta bola como si de una pelota se tratase y esta, al impactar con cualquier cosa, impactará con la fuerza del usuario (es decir, que será como si diese un puñetazo).
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