Abigail Mjöllnir
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
—Tengo control casi total sobre esta dimensión —respondió, esperando que fuera suficiente para saciar su curiosidad, ahora mismo no podía pararse a hacer demostraciones, tenía que concentrarse en sacarlos a todos vivos del alud.
—Y... esperemos que no, Hazel. De no ser por el alud me habría asegurado de rematarlo, pero no teníamos tiempo —solo podía rezar para que ese fuera el final de las plantas controladoras de seres vivos.
De alguna manera lo habían logrado. Su copia había tenido que meter la mano en el escote de la herida para poder fijarse bien en el mapa pero lo habían conseguido, estaban dentro.
Respiró hondo, transformando de nuevo su cuerpo en uno totalmente humano y mirando de reojo hacia atrás solo para encontrarse con la imagen de la entrada tapada y el otro cazador allí. Sus ojos no se habían acostumbrado aún a la repentina oscuridad, pero no era muy difícil reconocer al motero que, además, tenía los faros encendidos.
—Como ese alud tuyo haya herido a civiles inocentes me aseguraré de que pongan precio a tu cabeza —fue lo único que le diría antes de empezar a avanzar por la mina, no tenía más interés en conversar con ese irresponsable. Podía ver bien... oh, claro, debían ser esos hongos. Espera, ¿había hongos luminiscentes en Drum?
La copia interna de Abi recibió los pensamientos de la original, y se dispuso a hablar con los dos cazadores que seguían dentro.
—Estamos dentro de la mina, pero no podemos salir. Hace menos frío que en el exterior y hay una especie de setas luminiscentes iluminando un poco la mina. ¿Alguno de vosotros dos sabe qué podrían ser? no estoy muy puesta en vegetación —preguntó —. Por cierto, ya podéis salir cuando queráis —dicho aquello, continuó avanzando mientras se fijaba en todo lo que le rodeaba.
Había agua goteando y al poco de avanzar llegaron a una sala con equipo minero abandonado. El equipo de minería no era demasiado interesante, lo que captó su atención fueron los tres caminos que se abrían ante ellos. Uno debía ser el que utilizaban los mineros antiguamente, el de los raíles oxidados. Los otros dos eran más curiosos. Uno de esos caminos, el de la derecha, resultaba curioso porque tenía unas escaleras... talladas. Para una mina resultaban tremendamente ineficientes, ¿cómo iban a transportar carretillas de carbón con los escalones? Podrían llevar los trozos de carbón en brazos, pero para eso habría sido mejor poner railes como en el camino del centro. Por otra parte había otro camino sin railes y, al fondo, podía ver más luz azulada, es decir, más de esos hongos. Además, no podía olvidar que aquel Lapahn enloquecido tenía esos bulbos raros. Dudaba que estuviera relacionado, pero tampoco quería descartar la posibilidad.
No podía contar a Hazel porque estaba herida, pero eran tres, suficientes para cubrir todos los caminos.
—Podríamos dividirnos y recorrer los tres caminos a la vez, pero haced lo que os de la gana —propuso. Así todos podrían trabajar de forma individual. Hazel tendría que aguantarse e ir con ella hasta que se recuperara, pero viendo el trato que tenía con el resto del grupo estaba casi segura de que lo llegaría a agradecer.De nuevo, no tenía autoridad sobre ninguno, así que todo quedaría en una propuesta.
Si Kohaku decidía ir por un camino distinto la cazadora le daría una forma de contactar con ella vía Den Den Mushi por si encontraba algo que pudiera ayudarles. Suponía que si había recibido la llamada de otro de los cazadores era porque tenía uno de esos caracoles.
—Hazel, tendrás que quedarte conmigo hasta que te recuperes del todo. Soy la única del grupo que puede cubrirte si tu herida no mejora —le dijo antes de empezar a andar de nuevo.
Eligió el camino de la izquierda, ese que tenía una luz azulada al fondo. Los que no estaban ayudando a Hazel empezaron a prepararse para un posible conflicto. Sea contra el enemigo o contra el otro cazador si se les unía. Había quitado el dial láser del rifle y ahora solo usaría balas normales. La humedad de la mina era una buena noticia... cualquier rastro de pólvora habría quedado inutilizado, en principio podría disparar a gusto.
—Y... esperemos que no, Hazel. De no ser por el alud me habría asegurado de rematarlo, pero no teníamos tiempo —solo podía rezar para que ese fuera el final de las plantas controladoras de seres vivos.
De alguna manera lo habían logrado. Su copia había tenido que meter la mano en el escote de la herida para poder fijarse bien en el mapa pero lo habían conseguido, estaban dentro.
Respiró hondo, transformando de nuevo su cuerpo en uno totalmente humano y mirando de reojo hacia atrás solo para encontrarse con la imagen de la entrada tapada y el otro cazador allí. Sus ojos no se habían acostumbrado aún a la repentina oscuridad, pero no era muy difícil reconocer al motero que, además, tenía los faros encendidos.
—Como ese alud tuyo haya herido a civiles inocentes me aseguraré de que pongan precio a tu cabeza —fue lo único que le diría antes de empezar a avanzar por la mina, no tenía más interés en conversar con ese irresponsable. Podía ver bien... oh, claro, debían ser esos hongos. Espera, ¿había hongos luminiscentes en Drum?
La copia interna de Abi recibió los pensamientos de la original, y se dispuso a hablar con los dos cazadores que seguían dentro.
—Estamos dentro de la mina, pero no podemos salir. Hace menos frío que en el exterior y hay una especie de setas luminiscentes iluminando un poco la mina. ¿Alguno de vosotros dos sabe qué podrían ser? no estoy muy puesta en vegetación —preguntó —. Por cierto, ya podéis salir cuando queráis —dicho aquello, continuó avanzando mientras se fijaba en todo lo que le rodeaba.
Había agua goteando y al poco de avanzar llegaron a una sala con equipo minero abandonado. El equipo de minería no era demasiado interesante, lo que captó su atención fueron los tres caminos que se abrían ante ellos. Uno debía ser el que utilizaban los mineros antiguamente, el de los raíles oxidados. Los otros dos eran más curiosos. Uno de esos caminos, el de la derecha, resultaba curioso porque tenía unas escaleras... talladas. Para una mina resultaban tremendamente ineficientes, ¿cómo iban a transportar carretillas de carbón con los escalones? Podrían llevar los trozos de carbón en brazos, pero para eso habría sido mejor poner railes como en el camino del centro. Por otra parte había otro camino sin railes y, al fondo, podía ver más luz azulada, es decir, más de esos hongos. Además, no podía olvidar que aquel Lapahn enloquecido tenía esos bulbos raros. Dudaba que estuviera relacionado, pero tampoco quería descartar la posibilidad.
No podía contar a Hazel porque estaba herida, pero eran tres, suficientes para cubrir todos los caminos.
—Podríamos dividirnos y recorrer los tres caminos a la vez, pero haced lo que os de la gana —propuso. Así todos podrían trabajar de forma individual. Hazel tendría que aguantarse e ir con ella hasta que se recuperara, pero viendo el trato que tenía con el resto del grupo estaba casi segura de que lo llegaría a agradecer.De nuevo, no tenía autoridad sobre ninguno, así que todo quedaría en una propuesta.
Si Kohaku decidía ir por un camino distinto la cazadora le daría una forma de contactar con ella vía Den Den Mushi por si encontraba algo que pudiera ayudarles. Suponía que si había recibido la llamada de otro de los cazadores era porque tenía uno de esos caracoles.
—Hazel, tendrás que quedarte conmigo hasta que te recuperes del todo. Soy la única del grupo que puede cubrirte si tu herida no mejora —le dijo antes de empezar a andar de nuevo.
Eligió el camino de la izquierda, ese que tenía una luz azulada al fondo. Los que no estaban ayudando a Hazel empezaron a prepararse para un posible conflicto. Sea contra el enemigo o contra el otro cazador si se les unía. Había quitado el dial láser del rifle y ahora solo usaría balas normales. La humedad de la mina era una buena noticia... cualquier rastro de pólvora habría quedado inutilizado, en principio podría disparar a gusto.
- resumen:
» Entrar a la mina y revisar cuidadosamente el entorno. El agua cayendo, los hongos luminiscentes, las escaleras esas, etecé.
» Propone separarse para cubrir todas las posibilidades e, hiciera lo que hiciera el resto, tira por el camino de la izquierda, el de las setas luminosas al fondo.
» Se lleva a Hazel porque la pobriña aún está recuperándose.
Arik Landvik
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Observó a la vieja desplomarse en el suelo, con un gesto indolente. ¿Qué habría pretendido? Ahora no creía ya que hubiesen sido majaderías. Algo había intentado hacer con aquellos ruidos. Oh bueno, ahora ya estaba muerta. Abrió el tambor del revólver y dejó caer los casquillos para recargar, cuando de repente unos ruidos metálicos comenzaron a resonar desde el interior de la caverna. Oh, venga ya... ¿más enemigos? Probablemente reptiles medio metálicos de esos que habían visto antes. Chasqueó la lengua y se giró hacia el resto para avisarles y recomendar una retirada táctica. Lo suyo era matar humanos, no animales gigantes con "mejoras". No entendía su fisionomía más allá de que si les pegaba un tiro en la cabeza morían y más importante, no lloraban de dolor ni suplicaban por sus vidas.
- Esa mirada aterrada es justo lo que me falta en vuestras mascotas escamosas - dijo al albino que hacía el amargo de acercarse - Oh, veo que tu compañero tiene más agallas.
Su atacante le pilló en mal momento: aún no había recargado y su brazo izquierdo seguía herido por el mordisco del lagarto. Aún así reaccionó rápido, interponiendo el brazo derecho en la trayectoria. Su intención era bloquear el golpe por el antebrazo y aunque lo logró, un movimiento inesperado de su enemigo hizo que el filo cortase su manga y llegase a la piel. Al contemplar su propia sangre y notar el dolor de la herida, algo se despertó dentro de él. Una sonrisa comenzó a dibujarse en su rostro. Su corazón se aceleró. Sentía la agresividad crecer en su interior, pero ella no venía acompañada de ira, sino de felicidad y excitación. Aprovechó que estaban brazo contra brazo y con un gesto veloz y retorciendo el brazo derecho para recortar tiempo de movimiento, trató de aprisionarle la muñeca derecha con la mano. Apretó el puño izquierdo, sin ser consciente ya del dolor de la herida, y le lanzó un violento puñetazo a la boca del estómago. Y un segundo. Y un tercero.
- ¡Esto es justo lo que quería, joder! - soltó una risa violenta y desenfrenada.
Con esos puñetazos esperaba cortar su respiración. Mientras terminaba el tercer golpe, metió la pierna izquierda entre las piernas de su rival para enganchar su talón derecho con el suyo y tirar hacia atrás, desequilibrándole. Mientras lo hacía, le propinó un fuerte cabezazo en mitad de la cara, con intención tanto de partirle la nariz como terminar de completar el derribo y mandarlo al suelo, donde le metería un fuerte pisotón en el cuello. Aunque su forma de combatir era violenta, deshonrosa y brutal, había una táctica detrás del método. Unas intenciones y unos objetivos. Hacer el máximo daño posible e incapacitar al rival. Por eso había ido primero a por su respiración y luego a desequilibrarlo y herirlo. Respirando con fuerza y resoplando, volvió a soltar otra carcajada.
- ¡Tú, el cobarde! - dijo mientras recargaba el revólver - Voy a matar a este hijo de puta. Si no quieres ser el siguiente en mi lista, ¡dime quién coño sois!
Estaba mintiendo descaradamente. Aquel tipo iba a ser el próximo en morir aunque le contase todos sus planes, traicionase a sus compañeros y le lamiera las bolas. Una vez se desataba al monstruo, este no volvía a dormirse hasta saciar su sed de muerte.
- Esa mirada aterrada es justo lo que me falta en vuestras mascotas escamosas - dijo al albino que hacía el amargo de acercarse - Oh, veo que tu compañero tiene más agallas.
Su atacante le pilló en mal momento: aún no había recargado y su brazo izquierdo seguía herido por el mordisco del lagarto. Aún así reaccionó rápido, interponiendo el brazo derecho en la trayectoria. Su intención era bloquear el golpe por el antebrazo y aunque lo logró, un movimiento inesperado de su enemigo hizo que el filo cortase su manga y llegase a la piel. Al contemplar su propia sangre y notar el dolor de la herida, algo se despertó dentro de él. Una sonrisa comenzó a dibujarse en su rostro. Su corazón se aceleró. Sentía la agresividad crecer en su interior, pero ella no venía acompañada de ira, sino de felicidad y excitación. Aprovechó que estaban brazo contra brazo y con un gesto veloz y retorciendo el brazo derecho para recortar tiempo de movimiento, trató de aprisionarle la muñeca derecha con la mano. Apretó el puño izquierdo, sin ser consciente ya del dolor de la herida, y le lanzó un violento puñetazo a la boca del estómago. Y un segundo. Y un tercero.
- ¡Esto es justo lo que quería, joder! - soltó una risa violenta y desenfrenada.
Con esos puñetazos esperaba cortar su respiración. Mientras terminaba el tercer golpe, metió la pierna izquierda entre las piernas de su rival para enganchar su talón derecho con el suyo y tirar hacia atrás, desequilibrándole. Mientras lo hacía, le propinó un fuerte cabezazo en mitad de la cara, con intención tanto de partirle la nariz como terminar de completar el derribo y mandarlo al suelo, donde le metería un fuerte pisotón en el cuello. Aunque su forma de combatir era violenta, deshonrosa y brutal, había una táctica detrás del método. Unas intenciones y unos objetivos. Hacer el máximo daño posible e incapacitar al rival. Por eso había ido primero a por su respiración y luego a desequilibrarlo y herirlo. Respirando con fuerza y resoplando, volvió a soltar otra carcajada.
- ¡Tú, el cobarde! - dijo mientras recargaba el revólver - Voy a matar a este hijo de puta. Si no quieres ser el siguiente en mi lista, ¡dime quién coño sois!
Estaba mintiendo descaradamente. Aquel tipo iba a ser el próximo en morir aunque le contase todos sus planes, traicionase a sus compañeros y le lamiera las bolas. Una vez se desataba al monstruo, este no volvía a dormirse hasta saciar su sed de muerte.
- resumen:
- Arik entra en frenesí y le mete (o intenta) una paliza gitana al tipo que va a por él. Y de paso amenaza al que está asustado para que le cuente lo que sepa.
PD: Tengo la maestría de frenesí de combate y a mi rango actual una vez se activa puedo realizar doce impactos desarmado. Por eso llego a realizar tantos golpes.
Ashlyn Blake
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Le empezaba a oler todo demasiado mal, aquellas torres estaban iluminadas, pero parecía que nadie había estado por allí en años y eso era demasiado extraño. Unas torres no se mantenían iluminadas por ciencia infusa por mucho que esas setas brillen como si tuvieran luz propia. Pasaron aquel puente y por suerte lo hicieron justo antes de que cayera. No había escuchado nada, parecía que la cuerda que lo sostenía simplemente había cedido y eso era lo más raro de todo. John de repente se tropezó, pero ella por suerte fue más rápida y lo sostuvo.
Sin embargo pudo darse cuenta de un detalle más, una estalactita del techo se resquebrajaba y se precipitaba sobre la cabeza del vaquero. — ¡Joder! — tiro del vaquero con fuerza para evitar que le cayera aquella cosa sobre la cabeza. Fue ella ahora la que tropezo al tirar con él tan fuerte y cayó al suelo con él encima. Pero intentó levantarse lo más rápido posible para ver que coño estaba pasando. Sabía que no necesitaba gritar para que Omega les escuchase, después de todo había un eco de lo más curioso en aquella caverna.
— ¿Que demonios esta pasando Omega? ¿has visto algo? — Ash desenfundo las dos pistolas y se preparo. Espero a que John se levantase del suelo para poner espalda con espalda con el vaquero y de alguna manera cubrirse de esa manera mientras miraban a su alrededor buscando al causante de tantos desastres juntos. No podía ser una mera coincidencia todo lo que había ocurrido en aquel corto espacio de tiempo. Allí tenía que haber alguien más, alguien tenía que mantener las torres iluminadas, alguien tenía que ser el responsable de la caída del puente y de la caída de aquella estalactita. No se caían solas, al menos no una de forma individual y que casualmente esta sobre la cabeza de uno de ellos.
Sin embargo pudo darse cuenta de un detalle más, una estalactita del techo se resquebrajaba y se precipitaba sobre la cabeza del vaquero. — ¡Joder! — tiro del vaquero con fuerza para evitar que le cayera aquella cosa sobre la cabeza. Fue ella ahora la que tropezo al tirar con él tan fuerte y cayó al suelo con él encima. Pero intentó levantarse lo más rápido posible para ver que coño estaba pasando. Sabía que no necesitaba gritar para que Omega les escuchase, después de todo había un eco de lo más curioso en aquella caverna.
— ¿Que demonios esta pasando Omega? ¿has visto algo? — Ash desenfundo las dos pistolas y se preparo. Espero a que John se levantase del suelo para poner espalda con espalda con el vaquero y de alguna manera cubrirse de esa manera mientras miraban a su alrededor buscando al causante de tantos desastres juntos. No podía ser una mera coincidencia todo lo que había ocurrido en aquel corto espacio de tiempo. Allí tenía que haber alguien más, alguien tenía que mantener las torres iluminadas, alguien tenía que ser el responsable de la caída del puente y de la caída de aquella estalactita. No se caían solas, al menos no una de forma individual y que casualmente esta sobre la cabeza de uno de ellos.
- Resumen:
- Ash le salva el culete sensual a John y se pone en guardia esperando que Omega le diga si ha visto algo y se pone a buscar al causante de tantos "accidentes"
Elina Landvik
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Aquel tipejo parecía ser más fuerte de lo previsto, que pudiera parar su luz le indicaba que no era alguien normal. Hizo desaparecer la espada de luz y saltó hacía atrás dando un impulso con sus alas de paso para evitar que pudiera golpearla. Se puso cerca de Arik mientras este le daba una paliza a uno de los raritos y miro a Illje y Claude de reojo, pero sin perder de vista al resto de albinos por si acaso. Podía escuchar perfectamente el ruido de aquellas cosas que se acercaban, no sabía que podían ser y siendo sincera no le interesaba demasiado descubrirlo ahora mismo. Ninguno de los allí presentes estaban preparados para una batalla sin cuartel en un sitio tan reducido y que podía caerse en cualquier momento.
Un momento...¡eso es! — salgamos de aquí, ¡ahora! — no era una sugerencia, era una orden bastante clara. Cogería a Arik del cuello de la camisa por detrás y mientras su cuerpo brillaba con intensidad para nuevamente cegar a los presentes lo sacaría de la cueva esperando que Illje y Claude salieran también. Después lanzaría un láser de luz a la parte superior de la cueva esperando que esta cediese y comenzase a derrumbarse sobre todos aquellos malditos. Si alguno de sus compañeros la ayudaba tirando algo en el interior de la cueva para hacer de apoyo para que esta se derrumbase mejor que mejor.
Ahora mismo le importaba poco si alguno de esos albinos sobrevivía, estaba claro que ellos querían matarlos y que desde luego los pelirrojos no estaban dispuestos a morir. Esperaba que su estrategia saliera bien, después podrían ponerse a buscar entre los escombros algún superviviente al que hacerle preguntas. Seguro que ese maldito albino que tenía una cara de lo más peculiar y que había detenido su espada podría sobrevivir al derrumbamiento. Pero por el momento tenían que intentar librarse de todos los enemigos posibles y aquella era una buena forma de hacerlo.
Si lograban evitar que mas enemigos se unieran a las filas de aquella gente ya habrían conseguido un avance, estaba claro que ahora mismo necesitaban pensar un poco antes de dejarse llevar por el ansia de sangre o por lo molestos que pudieran estar. Elina estaba cabreada, de eso no había duda, pero tampoco era estúpida y no quería morir o que murieran los suyos. Las cosas eran como eran y tocaba ser un poco listos y usar el medio a favor.
Un momento...¡eso es! — salgamos de aquí, ¡ahora! — no era una sugerencia, era una orden bastante clara. Cogería a Arik del cuello de la camisa por detrás y mientras su cuerpo brillaba con intensidad para nuevamente cegar a los presentes lo sacaría de la cueva esperando que Illje y Claude salieran también. Después lanzaría un láser de luz a la parte superior de la cueva esperando que esta cediese y comenzase a derrumbarse sobre todos aquellos malditos. Si alguno de sus compañeros la ayudaba tirando algo en el interior de la cueva para hacer de apoyo para que esta se derrumbase mejor que mejor.
Ahora mismo le importaba poco si alguno de esos albinos sobrevivía, estaba claro que ellos querían matarlos y que desde luego los pelirrojos no estaban dispuestos a morir. Esperaba que su estrategia saliera bien, después podrían ponerse a buscar entre los escombros algún superviviente al que hacerle preguntas. Seguro que ese maldito albino que tenía una cara de lo más peculiar y que había detenido su espada podría sobrevivir al derrumbamiento. Pero por el momento tenían que intentar librarse de todos los enemigos posibles y aquella era una buena forma de hacerlo.
Si lograban evitar que mas enemigos se unieran a las filas de aquella gente ya habrían conseguido un avance, estaba claro que ahora mismo necesitaban pensar un poco antes de dejarse llevar por el ansia de sangre o por lo molestos que pudieran estar. Elina estaba cabreada, de eso no había duda, pero tampoco era estúpida y no quería morir o que murieran los suyos. Las cosas eran como eran y tocaba ser un poco listos y usar el medio a favor.
- Resumen:
- Elina saca a Arik de la cueva y espera que Illje y Claude hagan lo mismo para luego intentar tirar la cueva sobre los albinos y sus refuerzos
«Esta tontuna va a ser una molestia en adelante», pensó la albina. Una vez vendada y con su herida suturada. Ni siquiera esperó a que le dijeran que se podía mover. Se había lamido —figuradamente— golpes mucho más fuertes, así que sabía que estaría bien. La mueca que puso al bajarse bruscamente de la camilla no decía lo mismo, pero solo fue por pisar mal, o eso diría. «Estoy bien» y todo el rollo antes de que la chica que la había atendido la acompañase a cambiarse. La albina, más alta que ella, seguramente la hubiera intimidado un poco con sus feas muecas que dejaban claro que quería que la dejasen en paz. De lo contrario seguramente se hubiera ofrecido a ayudarla a andar, y ahí sí que la hubiéramos liado.
Mientras terminaban de refugiarse, Kohaku pasaba de su cara y esas cosas, a ella le tocó cambiar su pantalón por otro más cómodo y holgado. En lo personal no era alguien que fuera por ahí vestida con ropa de chándal al trabajo, pero con una capa de calcetines largos que cubrían hasta por debajo de las rodillas y sus botas por encima harían el apaño. El abrigo de pieles se quedaría dentro esta vez. Habían llegado a su objetivo, así que al menos de momento no le daría más uso. O a esa conclusión llegó cuando la rubia comunicó sus hallazgos. El que Roland estuviera ahora de vuelta no fue para nada de su agrado.
—¿De verdad? Ya podría habérselo tragado el alud que ha provocado el muy subnormal, él solito —bufó, aún a las puertas de salir del interior de Abby. Al final sería mejor no prestarle atención, lo bueno era que había tres caminos, así que no tendría que verle la cara, no mucho. Lo malo sería que quisiera volver a pegarse a ellos otra vez. Estaba claro que no era de la simpatía de la albina y, tras esto último, tampoco de la monja y el espadachín—. Como sea, lo de los hongos suena interesante, creo que les echaré un ojo al salir. Solo espero que no tengan zarcillos y bulbos cerca —dijo intentando bromear, aunque lo cierto es que aquello le había dejado mal cuerpo. Pudo sentir un escalofrío recorrer su columna. Aquello atormentaría sus sueños una temporada más que los recuerdos sobre piratas de su infancia, estaba convencida de ello.
Huelga decir que cuando salió hizo caso omiso al gordinflón y se limitó a hablar con Abigail, quien se había ganado su favor por sus capacidades varias. Kohaku la había perdido tras apenas ser capaz de saludarla. De hecho, se había mosqueado lo justo y necesario para pegarle un codazo a malas al salir, disculpándose después como si hubiera sido culpa de su pierna.
—Perdón. Supongo que yo tampoco veo a mis compañeros al pasar —diría con todo el veneno que podía aunar en esas palabras antes de ir a lo «importante». Con lo que quedaba de su pantalón hecho girones, que había sacado para ver si podía darle algún uso con el tema de las setas, se aseguró de rasgar un trozo de tela lo suficientemente grande como para hacerse una máscara improvisada que tapase su nariz y boca antes de tocar o hacer nada. De su bolsa de viaje volvió a sacar los guantes que se había quitado dentro de la cazadora y se los puso, con el resto de la tela haría una bolsa improvisada. Una vez hecho eso se acercaría a inspeccionar las curiosas setas luminosas, probando también a pinchar su «capucha» con su cara a una distancia prudencial, no fuera a inspirar sus esporas por error si las soltaba al tocar. Una vez terminase de inspeccionarlas y decir lo que había podido o no descubrir sobre ellas con sus conocimientos de montaraz, se dispondría a recoger unas cuantas —de verlo seguro— y guardarlas en la bolsa apañada con los retales de su viejo pantalón.
Hecho esto y decididos los caminos de cada uno, solo quedaba adentrarse en la profundidad de la mina. En su caso, le tocaría ir acompañada por Abigail, aunque visto el panorama era la mejor opción con diferencia. Si tuviera alguna pega sería sus intentos por ayudarla más de lo que necesitaba. De hecho, cuando empezaron a andar y notó como intentaba que la usase de punto de apoyo no pudo sino apartarla con la poca suavidad que pudiera tener.
—Escucha Abigail. No es que no te lo agradezca, pero ya soy mayorcita. Si no pudiera andar o fuera a ser un lastre me hubiera quedado dentro —diría, acabando por suspirar. No necesitaba problemas con la única que podía soportar de verdad—. Si lo necesito prometo avisarte, pero por ahora, no me trates como una puta discapacitada, ¿vale?
Mientras terminaban de refugiarse, Kohaku pasaba de su cara y esas cosas, a ella le tocó cambiar su pantalón por otro más cómodo y holgado. En lo personal no era alguien que fuera por ahí vestida con ropa de chándal al trabajo, pero con una capa de calcetines largos que cubrían hasta por debajo de las rodillas y sus botas por encima harían el apaño. El abrigo de pieles se quedaría dentro esta vez. Habían llegado a su objetivo, así que al menos de momento no le daría más uso. O a esa conclusión llegó cuando la rubia comunicó sus hallazgos. El que Roland estuviera ahora de vuelta no fue para nada de su agrado.
—¿De verdad? Ya podría habérselo tragado el alud que ha provocado el muy subnormal, él solito —bufó, aún a las puertas de salir del interior de Abby. Al final sería mejor no prestarle atención, lo bueno era que había tres caminos, así que no tendría que verle la cara, no mucho. Lo malo sería que quisiera volver a pegarse a ellos otra vez. Estaba claro que no era de la simpatía de la albina y, tras esto último, tampoco de la monja y el espadachín—. Como sea, lo de los hongos suena interesante, creo que les echaré un ojo al salir. Solo espero que no tengan zarcillos y bulbos cerca —dijo intentando bromear, aunque lo cierto es que aquello le había dejado mal cuerpo. Pudo sentir un escalofrío recorrer su columna. Aquello atormentaría sus sueños una temporada más que los recuerdos sobre piratas de su infancia, estaba convencida de ello.
Huelga decir que cuando salió hizo caso omiso al gordinflón y se limitó a hablar con Abigail, quien se había ganado su favor por sus capacidades varias. Kohaku la había perdido tras apenas ser capaz de saludarla. De hecho, se había mosqueado lo justo y necesario para pegarle un codazo a malas al salir, disculpándose después como si hubiera sido culpa de su pierna.
—Perdón. Supongo que yo tampoco veo a mis compañeros al pasar —diría con todo el veneno que podía aunar en esas palabras antes de ir a lo «importante». Con lo que quedaba de su pantalón hecho girones, que había sacado para ver si podía darle algún uso con el tema de las setas, se aseguró de rasgar un trozo de tela lo suficientemente grande como para hacerse una máscara improvisada que tapase su nariz y boca antes de tocar o hacer nada. De su bolsa de viaje volvió a sacar los guantes que se había quitado dentro de la cazadora y se los puso, con el resto de la tela haría una bolsa improvisada. Una vez hecho eso se acercaría a inspeccionar las curiosas setas luminosas, probando también a pinchar su «capucha» con su cara a una distancia prudencial, no fuera a inspirar sus esporas por error si las soltaba al tocar. Una vez terminase de inspeccionarlas y decir lo que había podido o no descubrir sobre ellas con sus conocimientos de montaraz, se dispondría a recoger unas cuantas —de verlo seguro— y guardarlas en la bolsa apañada con los retales de su viejo pantalón.
Hecho esto y decididos los caminos de cada uno, solo quedaba adentrarse en la profundidad de la mina. En su caso, le tocaría ir acompañada por Abigail, aunque visto el panorama era la mejor opción con diferencia. Si tuviera alguna pega sería sus intentos por ayudarla más de lo que necesitaba. De hecho, cuando empezaron a andar y notó como intentaba que la usase de punto de apoyo no pudo sino apartarla con la poca suavidad que pudiera tener.
—Escucha Abigail. No es que no te lo agradezca, pero ya soy mayorcita. Si no pudiera andar o fuera a ser un lastre me hubiera quedado dentro —diría, acabando por suspirar. No necesitaba problemas con la única que podía soportar de verdad—. Si lo necesito prometo avisarte, pero por ahora, no me trates como una puta discapacitada, ¿vale?
- Resumen:
- •Terminar de curarse la herida y cambiarse de ropa (pantalón y tal)
• Salir tras recibir la información de Abby, maldiciendo a Roland y pegando un codazo a Kohaku por pasar de su cara antes.
• Inspeccionar (con precaución) los hongos y comentar si tenía alguna pista (o no) sobre lo que pudieran ser >>> Montaraz-cazador nvl 2
• Ir con Abi por el caminito iluminado posiblemente por setas, decirle que no necesita que la ayude a caminar de la forma más amable que puede
Claude von Appetit
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
A veces resulta muy sencillo darte cuenta de que estás rodeado por una panda de sectarios, pero otras no tanto. Aunque en esta ocasión creo que toda la tripulación ha llegado a la misma conclusión, yo he mantenido una duda razonable durante todo este tiempo. Es decir, hay mucha gente que se comporta de forma excéntrica y monta grupos étnicos basados en alguna característica común -como nosotros, por ejemplo-, muchísimos grupos ejercen proselitismo más o menos agresivo, y no es raro que algunos de estos busquen formas extravagantes y retorcidas de matar a los incautos -a veces por puro sadismo, otras por mera seguridad-. Por eso hasta ahora he mantenido la puerta abierta a que no fuesen una secta, a pesar de sus visibles derivas religiosas y falta de estilo en el vestir. Pero que no se sientan intimidados ante mi formidable presencia y la visión de mi enfado... Ay, amigo, sí que les han lavado el cerebro. Sobre todo a este.
Me molestaría en describirlo mentalmente, pero pan con pan comida de tontos y blanco sobre blanco... Bueno, que él se haga su propia idea. Lo que me ofende es que se me pone gallito un mierdas. A ver, que se me llega a poner ese proyecto de negro oxigenado y lo reviento, ¿pero a este payaso?
- Ponme delante a alguien que valga la pena -le espeto, quedándome casi frente con frente a él. Encima es más bajito que yo, aunque se nota que este es de buen comer; menuda corpulencia-. Tú todavía tienes mucha leche que beber para ser mi blanco.
Sí, normalmente se dice caldo. Pero es albino. Contengo la risa porque no es momento de chistes, aunque estoy seguro de que mis compañeros sonreirán ante un comentario tan ingenioso. Salvo Arik; Arik acaba de matar a la vieja, y están intentando pegarle una paliza por ello. De hecho, parece que le ha gustado. Espera, ¿nos habrá metido él aquí y esto será parte de su ruta sexual masoquista-exhibicionista? Nah, no creo. No tiene tanta capacidad de planificación, máxime cuando claramente ha matado a la persona más dispuesta a contarnos qué demonios pasa en este lugar. Que no es que estuviese muy dispuesta, pero a todos los viejos se les conquista con una mirada de cachorro abandonado.
Niego con la cabeza, rehusando enfrentarme a él. La mayor demostración de fuerza aquí es no entrarle al trapo a Lechoso. Voy a llamarlo así para distinguirlo de Blanquito, el negro albino, aunque por lo desagradable que es se me ocurre un término mucho más escatológico que utilizar. Me lo guardo para mí porque seguro que si Illje o Elina se llegan a enterar de que me he planteado eso me miran con asco y puede que hasta me peguen. Y... Bueno, Elina ha tenido una gran idea, así que la voy a poner en práctica. No es que me guste huir, pero en estos momentos pesa más el interés de mi tripulación que mi orgullo. Supongo. Por si acaso, voy a dejárselo claro al negro:
- Esto no es una huida, Blanquito -le interpelo, ignorando a Lechoso-. Hoy a medianoche, duelo a muerte en el valle de los cipreses. Si no apareces, sabré que eres un cobarde.
No sé si hay un valle de los cipreses en esta isla. Ni siquiera sé si seguiré en la isla al caer la noche. De hecho, no pienso ir aunque esté. Pero así le quedará claro quién manda, y si va... Que se joda, por habérselo creído. En cualquier caso yo aprovecho el momento para agarrar a una Aria que parece bastante frenética y a Serleena. Me va a doler la espalda mañana, y tengo que usar el Habuso para evitar que la pelirroja... Vale, mala elección de palabras. La loca... Espera. La de las te... No, eso es machista. Yo qué sé, la de las lanzas de sangre. Tengo que usar mi Habuso para evitar que me deje hecho un colador.
Cuando estamos saliendo de la cueva le pego un cabezazo con todas mis fuerzas para dejarla inconsciente. Dejo a Serleena sobre el suelo y cargo en brazos a la otra, preocupado por esa reacción que ha tenido, muy similar a la de Arik cuando ha visto la sangre. ¿Estarán todos colgados en esta familia? Prefiero no saberlo. De todos modos, miro a Elina.
- Alguien tiene que llevarla hasta el barco -explico con decisión-. Creo que debería encargarme yo. Al fin y al cabo, es mi responsabilidad. -"Y de paso podré restituir la bandera", digo para mis adentros-. Cuando vuelva en sí... ¿Seguirá hecha una furia?
Si la respuesta es afirmativa no puedo llevarla y lo ideal será cargar con ella, claro, pero no podemos cargar con un peso muerto durante todo el viaje. Ya está, debemos llegar a un pueblo y alquilar una pensión. Eso no soluciona lo de la furia homicida, pero no podemos abandonarla y... No, elija lo que elija me arriesgo a que alguien salga herido.
- Vale, no. Cambio de planes. La llevamos con nosotros. Ya cuando despierte la castigamos a tomarse un chocolate caliente en cualquier lado.
Es una orden de capitán, más les vale aceptarla.
Me molestaría en describirlo mentalmente, pero pan con pan comida de tontos y blanco sobre blanco... Bueno, que él se haga su propia idea. Lo que me ofende es que se me pone gallito un mierdas. A ver, que se me llega a poner ese proyecto de negro oxigenado y lo reviento, ¿pero a este payaso?
- Ponme delante a alguien que valga la pena -le espeto, quedándome casi frente con frente a él. Encima es más bajito que yo, aunque se nota que este es de buen comer; menuda corpulencia-. Tú todavía tienes mucha leche que beber para ser mi blanco.
Sí, normalmente se dice caldo. Pero es albino. Contengo la risa porque no es momento de chistes, aunque estoy seguro de que mis compañeros sonreirán ante un comentario tan ingenioso. Salvo Arik; Arik acaba de matar a la vieja, y están intentando pegarle una paliza por ello. De hecho, parece que le ha gustado. Espera, ¿nos habrá metido él aquí y esto será parte de su ruta sexual masoquista-exhibicionista? Nah, no creo. No tiene tanta capacidad de planificación, máxime cuando claramente ha matado a la persona más dispuesta a contarnos qué demonios pasa en este lugar. Que no es que estuviese muy dispuesta, pero a todos los viejos se les conquista con una mirada de cachorro abandonado.
Niego con la cabeza, rehusando enfrentarme a él. La mayor demostración de fuerza aquí es no entrarle al trapo a Lechoso. Voy a llamarlo así para distinguirlo de Blanquito, el negro albino, aunque por lo desagradable que es se me ocurre un término mucho más escatológico que utilizar. Me lo guardo para mí porque seguro que si Illje o Elina se llegan a enterar de que me he planteado eso me miran con asco y puede que hasta me peguen. Y... Bueno, Elina ha tenido una gran idea, así que la voy a poner en práctica. No es que me guste huir, pero en estos momentos pesa más el interés de mi tripulación que mi orgullo. Supongo. Por si acaso, voy a dejárselo claro al negro:
- Esto no es una huida, Blanquito -le interpelo, ignorando a Lechoso-. Hoy a medianoche, duelo a muerte en el valle de los cipreses. Si no apareces, sabré que eres un cobarde.
No sé si hay un valle de los cipreses en esta isla. Ni siquiera sé si seguiré en la isla al caer la noche. De hecho, no pienso ir aunque esté. Pero así le quedará claro quién manda, y si va... Que se joda, por habérselo creído. En cualquier caso yo aprovecho el momento para agarrar a una Aria que parece bastante frenética y a Serleena. Me va a doler la espalda mañana, y tengo que usar el Habuso para evitar que la pelirroja... Vale, mala elección de palabras. La loca... Espera. La de las te... No, eso es machista. Yo qué sé, la de las lanzas de sangre. Tengo que usar mi Habuso para evitar que me deje hecho un colador.
Cuando estamos saliendo de la cueva le pego un cabezazo con todas mis fuerzas para dejarla inconsciente. Dejo a Serleena sobre el suelo y cargo en brazos a la otra, preocupado por esa reacción que ha tenido, muy similar a la de Arik cuando ha visto la sangre. ¿Estarán todos colgados en esta familia? Prefiero no saberlo. De todos modos, miro a Elina.
- Alguien tiene que llevarla hasta el barco -explico con decisión-. Creo que debería encargarme yo. Al fin y al cabo, es mi responsabilidad. -"Y de paso podré restituir la bandera", digo para mis adentros-. Cuando vuelva en sí... ¿Seguirá hecha una furia?
Si la respuesta es afirmativa no puedo llevarla y lo ideal será cargar con ella, claro, pero no podemos cargar con un peso muerto durante todo el viaje. Ya está, debemos llegar a un pueblo y alquilar una pensión. Eso no soluciona lo de la furia homicida, pero no podemos abandonarla y... No, elija lo que elija me arriesgo a que alguien salga herido.
- Vale, no. Cambio de planes. La llevamos con nosotros. Ya cuando despierte la castigamos a tomarse un chocolate caliente en cualquier lado.
Es una orden de capitán, más les vale aceptarla.
- Resumen:
- Huir, sacando a Serleena y Aria de la cueva conmigo.
Illje Landvik
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Todo se había desarrollado muy rápido y de alguna manera se había quedado quieta, mirando lo que pasaba. No le preocupaba, claro, sabía que su familia y sus amigos tenían su espalda. Pero no había podido evitarlo, había demasiadas cosas a las que atender.
La música de Arik siempre le dejaba prendada, pero en cuanto la señora mayor decidió tocar algo ella también, las notas se cayeron y fueron sustituidas por las balas. No fue la primera de los peliblancos en caer, tampoco la última, pero desde luego fue la que no pasó desapercibida. La melodía que tocaba no se detuvo porque ella cayera al suelo, sino que cogió fuerza. Estaba en la cueva, estaba en todas partes. Era sobrecogedora y no en el buen sentido. Por un instante, le dieron ganas de salir corriendo y llevárselos a todos con ella. Lo que fuera que hubiera en las entrañas del lugar no era nada bueno y, realmente, ¿qué se les había perdido allí? Se dio la vuelta, pero entonces vio la ventisca que rugía fuera amenazante. Fueran a donde fueran, no iba a ser un día agradable.
Suspiró, antes de coger a Kamar y a Budur con más fuerza. A su alrededor, el caos continuaba desatándose como un ovillo mal cerrado que hubiera caído al suelo. Lento, pero implacable. Los peliblancos salieron de la jaula y no perdieron el tiempo en ir hacia ellos. De verdad, ¿qué pretendían? Ellos les habían llevado hasta esta posición y ahora que su anciana había muerto intentaban vengarse. Se habían buscado la ruina y ahora encima protestaban. Detestable. Dos fueron hacia Arik, uno empezó a ligar con Claude y el que empezaba a sospechar que era el segundo al mando se interpuso frente a Elina. ¡Incluso había parado su lanza de luz! Todo empezaba a descontrolarse. Arik no le preocupaba, si acaso el pobre albino estaba a punto de entender que había cometido un terrible error y ella no era responsable por el grado de imbecilidad de otros. Estaba planteándose a quien apoyar primero cuando Elina decidió por ella.
No se lo planteó, simplemente hizo caso. Confiaba en ella, con todo lo que ello conllevaba. Vio como Claude dejaba a Serleena en el suelo y se acercó, cogiéndola en brazos como él había hecho con Aria. Claramente la batalla había podido con ella, pero estaba segura de que no tardaría en despertar.
-No te preocupes, regresará a la normalidad cuando abra los ojos. No es la primera vez que sucede, gracias por llevarla. Seguro que se avergüenza cuando despierte, pero al fin y al cabo la familia tiene que ayudarse. Te veo fuera.
Se adelantó rodando y apoyó con cuidado a Serleena al pie de un árbol cercano. Había entendido el plan de Elina al verla brillar y no quería dejarla en la entrada, estaba a punto de convertirse en una zona peligrosa. Esperaba que la enorme copa del pino le protegiera un poco del viento, pero de todas formas no tardaría en regresar.
Sacó la granada que le había dado antes y rodó en sus patines de vuelta hasta la entrada de la cueva. Aguardó a que todos hubieran salido y examinó el techo desde donde estaba, buscando el punto adecuado. Sabía que daría igual todo lo que lanzaban si no lo hacían en el sitio correcto. Sin embargo, algo de presión en el punto justo y todo el lugar se desmoronaría como un castillo de naipes. Respiró hondo, apuntó y lanzó la granada tras quitarle el seguro, antes de salir corriendo para evitar las consecuencias.
Vio a Arik por el rabillo del ojo y decidió tirar de él para asegurarse de que no se quedaba atrás. Conocía a su primo y podía cebarse un poquito cuando le daban una buena pelea, así que lo mejor era no tentar a la suerte. De momento, lo más importante era no dejar a nadie atrás.
La música de Arik siempre le dejaba prendada, pero en cuanto la señora mayor decidió tocar algo ella también, las notas se cayeron y fueron sustituidas por las balas. No fue la primera de los peliblancos en caer, tampoco la última, pero desde luego fue la que no pasó desapercibida. La melodía que tocaba no se detuvo porque ella cayera al suelo, sino que cogió fuerza. Estaba en la cueva, estaba en todas partes. Era sobrecogedora y no en el buen sentido. Por un instante, le dieron ganas de salir corriendo y llevárselos a todos con ella. Lo que fuera que hubiera en las entrañas del lugar no era nada bueno y, realmente, ¿qué se les había perdido allí? Se dio la vuelta, pero entonces vio la ventisca que rugía fuera amenazante. Fueran a donde fueran, no iba a ser un día agradable.
Suspiró, antes de coger a Kamar y a Budur con más fuerza. A su alrededor, el caos continuaba desatándose como un ovillo mal cerrado que hubiera caído al suelo. Lento, pero implacable. Los peliblancos salieron de la jaula y no perdieron el tiempo en ir hacia ellos. De verdad, ¿qué pretendían? Ellos les habían llevado hasta esta posición y ahora que su anciana había muerto intentaban vengarse. Se habían buscado la ruina y ahora encima protestaban. Detestable. Dos fueron hacia Arik, uno empezó a ligar con Claude y el que empezaba a sospechar que era el segundo al mando se interpuso frente a Elina. ¡Incluso había parado su lanza de luz! Todo empezaba a descontrolarse. Arik no le preocupaba, si acaso el pobre albino estaba a punto de entender que había cometido un terrible error y ella no era responsable por el grado de imbecilidad de otros. Estaba planteándose a quien apoyar primero cuando Elina decidió por ella.
No se lo planteó, simplemente hizo caso. Confiaba en ella, con todo lo que ello conllevaba. Vio como Claude dejaba a Serleena en el suelo y se acercó, cogiéndola en brazos como él había hecho con Aria. Claramente la batalla había podido con ella, pero estaba segura de que no tardaría en despertar.
-No te preocupes, regresará a la normalidad cuando abra los ojos. No es la primera vez que sucede, gracias por llevarla. Seguro que se avergüenza cuando despierte, pero al fin y al cabo la familia tiene que ayudarse. Te veo fuera.
Se adelantó rodando y apoyó con cuidado a Serleena al pie de un árbol cercano. Había entendido el plan de Elina al verla brillar y no quería dejarla en la entrada, estaba a punto de convertirse en una zona peligrosa. Esperaba que la enorme copa del pino le protegiera un poco del viento, pero de todas formas no tardaría en regresar.
Sacó la granada que le había dado antes y rodó en sus patines de vuelta hasta la entrada de la cueva. Aguardó a que todos hubieran salido y examinó el techo desde donde estaba, buscando el punto adecuado. Sabía que daría igual todo lo que lanzaban si no lo hacían en el sitio correcto. Sin embargo, algo de presión en el punto justo y todo el lugar se desmoronaría como un castillo de naipes. Respiró hondo, apuntó y lanzó la granada tras quitarle el seguro, antes de salir corriendo para evitar las consecuencias.
Vio a Arik por el rabillo del ojo y decidió tirar de él para asegurarse de que no se quedaba atrás. Conocía a su primo y podía cebarse un poquito cuando le daban una buena pelea, así que lo mejor era no tentar a la suerte. De momento, lo más importante era no dejar a nadie atrás.
- resumen:
- Sacar a Serleena de la cueva, volver, echar la granada en lo que parezca el punto más débil del techo y tirar de Arik para asegurarse de que deja a los albinos y todos los pelirrojos logran salir.
Roland von Klauswitz
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Roland entró a la mina como un huracán de luz, ruido y pedos silenciosos. No mucho después, la nieve engulló la boca del túnel y tapó la única salida, dejando como única iluminación los faros de su poderosa moto. Las luces de Rudolf iluminaron a los demás cazadores que ya habían llegado hasta allí. Eran solo tres: la monja, la otra tetuda de pelo blanco y el de las espaditas. Roland se preguntó si aún le estaría pitando el oído tras recibir el grito de Lulú un rato antes.
-Otra vez juntos, ¿eh? Si tenéis miedo, nenas, podéis montaros aquí conmigo.
No lo hicieron, claro, pero no por falta de ganas. Roland estaba seguro de que la presencia de Cara Cortada hacía que no se atrevieran a mostrarse cariñosas, lo cual era otro motivo para que ese tocapelotas se diera cuenta de que sobraba. En fin, ya se libraría de él. En las minas podían ocurrir accidentes, como llevarse un puñetazo en la nariz.
Caminaron en un tenso silencio durante un buen rato. Bueno, el resto caminó; él dejó que Rudolf lo llevara. Como se aburría, revolucionaba el motor de vez en cuando para meter ruido. Al menos era mejor que aguantar la cara de oler a mierda de Abi. Qué malhumorada era para estar tan buena... Tal vez con una de esas setas brillantes se le pasaba la tontería. Roland se bajó de la moto, arrancó una de cuajo y pensó en si sería alucinógena. Sacó su mechero y le pegó fuego, a ver si podía fumársela.
Cuando pensó que ya no podía arrepentirse más de haberse metido ahí dentro, llegaron a una bifurcación. El calor allí dentro empezaba a afectarle. El sudor no dejaba de metérsele en la raja del culo, suave y caliente como el dedo de una masajista hurgando en busca de su próstata. Había tres caminos frente a ellos, y la monja sugirió dividirse. No le parecía mal. Empezaba a aburrirse.
Las dos chicas decidieron ir por el camino que bajaba. Roland se planteó ir con ellas, pero no podía olvidar que estaba trabajando. Cuando volviera con las cabezas de los piratas verían por fin lo varonil que era su corpachón sucio y tatuado. El trío estaba asegurado. Así que optó por seguir los raíles. En parte porque podía sobrevolarlos y soltarle las riendas a Rudolf y en parte por obligar a Cara Cortada a subir escaleras.
Le dio una calada a la seta, guiñó el ojo a las dos cazadoras y se aventuró al interior de la mina.
-Otra vez juntos, ¿eh? Si tenéis miedo, nenas, podéis montaros aquí conmigo.
No lo hicieron, claro, pero no por falta de ganas. Roland estaba seguro de que la presencia de Cara Cortada hacía que no se atrevieran a mostrarse cariñosas, lo cual era otro motivo para que ese tocapelotas se diera cuenta de que sobraba. En fin, ya se libraría de él. En las minas podían ocurrir accidentes, como llevarse un puñetazo en la nariz.
Caminaron en un tenso silencio durante un buen rato. Bueno, el resto caminó; él dejó que Rudolf lo llevara. Como se aburría, revolucionaba el motor de vez en cuando para meter ruido. Al menos era mejor que aguantar la cara de oler a mierda de Abi. Qué malhumorada era para estar tan buena... Tal vez con una de esas setas brillantes se le pasaba la tontería. Roland se bajó de la moto, arrancó una de cuajo y pensó en si sería alucinógena. Sacó su mechero y le pegó fuego, a ver si podía fumársela.
Cuando pensó que ya no podía arrepentirse más de haberse metido ahí dentro, llegaron a una bifurcación. El calor allí dentro empezaba a afectarle. El sudor no dejaba de metérsele en la raja del culo, suave y caliente como el dedo de una masajista hurgando en busca de su próstata. Había tres caminos frente a ellos, y la monja sugirió dividirse. No le parecía mal. Empezaba a aburrirse.
Las dos chicas decidieron ir por el camino que bajaba. Roland se planteó ir con ellas, pero no podía olvidar que estaba trabajando. Cuando volviera con las cabezas de los piratas verían por fin lo varonil que era su corpachón sucio y tatuado. El trío estaba asegurado. Así que optó por seguir los raíles. En parte porque podía sobrevolarlos y soltarle las riendas a Rudolf y en parte por obligar a Cara Cortada a subir escaleras.
Le dio una calada a la seta, guiñó el ojo a las dos cazadoras y se aventuró al interior de la mina.
- Resumen:
- Ir por el camino del centro.
Omega
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Se giró de golpe en cuanto escuchó el ruido de las cuerdas reventando y el estrépito de la madera chocando entre sí y contra las paredes. Tras ellos, el puente que llevaba a la primera torre se hundía. Por un lado que el puente se hubiese ido de viaje permanente al suelo no era problema habiendo dos agentes del Cipher Pol presentes. Por otro era muy preocupante. Si no hubiese visto antes aquella sombra en la ciudadela, le hubiera colado que la estructura estuviera muy vieja y hubiese terminado de ceder a su paso. ¿Tras aquello? Alguien debía estar acechándoles. Sin embargo no había vuelto a ver ni oír nada. ¿Habría usado algún mecanismo para desfondar el puente? ¿Por qué no hacerlo cuando estaban encima? ¿Para guiarles a un punto concreto?
- No estamos solos - declaró.
Entonces ocurrió algo más. John tropezó y cuando Ash fue a agarrarlo, en lugar de sujetarlo, tiró de él hacia atrás. Ambos cayeron y en el sitio donde el agente había estado segundos antes una estalactita impactó contra el suelo, haciéndose astillas y fragmentos de roca caliza. Ya no había duda alguna, estaban intentando algo con ellos. ¿Matarlos? Hubiesen tirado el puente. En ese momento recordó, casi habiéndolo olvidado por el episodio del niño, que alguien les había guiado hasta allí, la misma persona que les había atacado en el barco. "No tiró el puente porque me vio usar mi kamisori" dedujo. ¿Había sido lo de la estalactita un intento torpe de hacerles daño, o era para ponerles nerviosos? Empezaba a apostar por lo segundo. Si les había visto actuar se imaginaría que un puente derribado solo les retrasaría. Sacó un destornillador, sacó hábilmente los añadidos al soporte de la mira, desmontándola y devolviéndola a su estado original. La colocó en el fusil y siguió con la pistola en la mano. No le servía de nada usar el silenciador si ya sabían que estaban allí.
- Estamos bajo ataque, Ash - le contestó - Aún no he podido verle claramente, pero está por ahí. Hace un momento vi algo en la ciudadela, una sombra. No creo que se haya podido mover tan rápido hasta aquí, así que o son trampas, o hay más de uno. John, déjame ver tu zapato.
Observó el calzado de John, tanto la suela como el empeine, en busca de arcilla u otras cosas que pudieran llamarle la atención. Revisó también los restos de la estalactita y el suelo cercano al incidente en busca de restos de una posible trampa: tal vez un cable o algo similar. Una vez tuviese las pistas que buscaba, les hizo un gesto para seguir avanzando. Esta vez sería doblemente cauteloso e iría atento a dónde pisaba, en busca de trampas.
- Tened cuidado e id con los ojos abiertos - dijo mientras activaba su sexto sentido.
- No estamos solos - declaró.
Entonces ocurrió algo más. John tropezó y cuando Ash fue a agarrarlo, en lugar de sujetarlo, tiró de él hacia atrás. Ambos cayeron y en el sitio donde el agente había estado segundos antes una estalactita impactó contra el suelo, haciéndose astillas y fragmentos de roca caliza. Ya no había duda alguna, estaban intentando algo con ellos. ¿Matarlos? Hubiesen tirado el puente. En ese momento recordó, casi habiéndolo olvidado por el episodio del niño, que alguien les había guiado hasta allí, la misma persona que les había atacado en el barco. "No tiró el puente porque me vio usar mi kamisori" dedujo. ¿Había sido lo de la estalactita un intento torpe de hacerles daño, o era para ponerles nerviosos? Empezaba a apostar por lo segundo. Si les había visto actuar se imaginaría que un puente derribado solo les retrasaría. Sacó un destornillador, sacó hábilmente los añadidos al soporte de la mira, desmontándola y devolviéndola a su estado original. La colocó en el fusil y siguió con la pistola en la mano. No le servía de nada usar el silenciador si ya sabían que estaban allí.
- Estamos bajo ataque, Ash - le contestó - Aún no he podido verle claramente, pero está por ahí. Hace un momento vi algo en la ciudadela, una sombra. No creo que se haya podido mover tan rápido hasta aquí, así que o son trampas, o hay más de uno. John, déjame ver tu zapato.
Observó el calzado de John, tanto la suela como el empeine, en busca de arcilla u otras cosas que pudieran llamarle la atención. Revisó también los restos de la estalactita y el suelo cercano al incidente en busca de restos de una posible trampa: tal vez un cable o algo similar. Una vez tuviese las pistas que buscaba, les hizo un gesto para seguir avanzando. Esta vez sería doblemente cauteloso e iría atento a dónde pisaba, en busca de trampas.
- Tened cuidado e id con los ojos abiertos - dijo mientras activaba su sexto sentido.
- resumen:
- Le echo un vistazo a John y a los alrededores para intentar sacar pistas, desmonto la mira de la pistola y la devuelvo a su sitio y sigo avanzando mientras estoy atento a trampas o emboscadas. Y de paso activo el haki de observación por si las moscas.
Normas del capítulo:
Moderación
El viento aúlla y su ominoso cántico se escucha por las laderas de las montañas como coros agonizantes de los perdidos en las montañas. La ventisca lleva estos sonidos junto con el frío y la nieve a todos aquellos que no se han refugiado. En las casas todas las familias miran con horror y morbosa curiosidad por la ventana, todos los años es lo mismo, pero no pueden acostumbrarse a este fenómeno. Entre la nieve extrañas figuras y sombras se mueven con movimientos poco naturales, retorciéndose mirando con lo que parece ser una cabeza de un lado a otro, buscando a cualquier desgraciado que haya tenido la mala suerte de quedarse fuera de casa en este aciago día.
Al poco de llegar la ventisca gritos son arrancados de las partidas de búsqueda y arrastrados a los oídos de los que todavía no han encontrado su destino. Disparos y el choque de aceros para que luego lo siga un silencio sepulcral, casi antinatural. Con cada grito las sombras parecen ser más numerosas y hacerse más grandes, miembros extra emergen de su figura, retorciéndose hasta no parecerse en nada a su forma original. Bocas, colmillos e incluso ojos se proyectan en la nieve desde lugares desde donde no debería provenir ninguna luz, destellos azulados en la distancia que parecen innumerables ojos que paralizan con la mirada y vacíos inexistentes que se asemejan a gargantas de profundidad infinita.
La ventisca ha llegado, y con el frío y el viento llegan los invitados que todos los habitantes de la isla evitan, de los que están tan asustados que si siquiera hablan de ellos, los espectros de la nieve que cada año se cobran la vida de los perdidos en las montañas. O no.
- Se moderará lunes y jueves entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los lunes o jueves antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación
El viento aúlla y su ominoso cántico se escucha por las laderas de las montañas como coros agonizantes de los perdidos en las montañas. La ventisca lleva estos sonidos junto con el frío y la nieve a todos aquellos que no se han refugiado. En las casas todas las familias miran con horror y morbosa curiosidad por la ventana, todos los años es lo mismo, pero no pueden acostumbrarse a este fenómeno. Entre la nieve extrañas figuras y sombras se mueven con movimientos poco naturales, retorciéndose mirando con lo que parece ser una cabeza de un lado a otro, buscando a cualquier desgraciado que haya tenido la mala suerte de quedarse fuera de casa en este aciago día.
Al poco de llegar la ventisca gritos son arrancados de las partidas de búsqueda y arrastrados a los oídos de los que todavía no han encontrado su destino. Disparos y el choque de aceros para que luego lo siga un silencio sepulcral, casi antinatural. Con cada grito las sombras parecen ser más numerosas y hacerse más grandes, miembros extra emergen de su figura, retorciéndose hasta no parecerse en nada a su forma original. Bocas, colmillos e incluso ojos se proyectan en la nieve desde lugares desde donde no debería provenir ninguna luz, destellos azulados en la distancia que parecen innumerables ojos que paralizan con la mirada y vacíos inexistentes que se asemejan a gargantas de profundidad infinita.
La ventisca ha llegado, y con el frío y el viento llegan los invitados que todos los habitantes de la isla evitan, de los que están tan asustados que si siquiera hablan de ellos, los espectros de la nieve que cada año se cobran la vida de los perdidos en las montañas. O no.
- Aby y Hazel:
- Aby, desde que entrasteis no dejas de escuchar un ruido de fondo, algo raro, que no debería estar ahí, como un acúfeno, el cual por mucho que te tapas los oídos, es imposible dejar de escuchar. Pero no es hasta que tomas el camino con Hazel y te separas de ruidosa moto de Roland que te das cuenta de lo que es ese ruido. Son gritos, de terror y desesperación. Te giras confundida, no sabes de donde vienen, hasta que caes en la cuenta, vienen de tí, en concreto de tu interior. Cuando miras lo que está pasando puedes ver cómo los habitantes de tu interior huyen despavoridos, heridos, algunos muertos y otros… Corren delante tuyo con zarcillos saliéndoles de la boca y los brazos, abalanzándose contra sus compañeros para estrangularlos con esas malditas extensiones. Con tu manifestación interna intentas pararlos, pero cuando extendes la mano puedes ver un apéndice extraño y tentacular, te miras en un espejo roto, lo que queda de tu manifestación es irreconocible, más bestia que persona, encarnando la cabeza de una infestación que ha tomado toda la capilla a tus espaldas y se extiende inexorablemente por el interior, consumiendo la vida que encuentra a su paso, consciente en una pesadilla en la que hiere y consume a sus seres queridos.
Mientras tanto Hazel, ves como Aby se lleva las manos a la cabeza, tiene una cara de puro terror, balbucea algo y no responde cuando le hablas. Pero cuando quieres darte la vuelta para ir con ella trastabillas y te caes, la pierna te ha fallado. Pero no es por la herida. De pronto notas un dolor punzante, y cuando miras la pierna ves unos zarcillos que emergen de esta por debajo de los vendajes, hundiéndose bajo la piel y extendiéndose como raíces mientras estrangulan la carne sana, avanzando rápidamente. Notas otro pinchazo en la mano, y cuando te das cuenta la seta que has cogido está fundiéndose con tu carne, atravesando el guante. El dolor se vuelve insufrible, hasta el punto que un grito se ahoga en tu garganta. Aby te mira con ojos vacíos, su boca se abre y de la puerta a su interior sale un mar de raíces azuladas que amenaza con tragarte, un vacío del cual no puedes escapar.
Si tan sólo algo de esto hubiera pasado...
- Roland:
- Sigues por el túnel tú solo, la oscuridad y el olor a humedad te rodean y no verías nada de no ser por los faros de tu moto. Dentro no hay más ruido que el que tú haces y aun así notas una antinatural falta de eco, como si los sonidos cayeran en un vacío inexplicable. Tras varios minutos avanzando te das cuenta de una cosa, los faros de la moto cada vez iluminan menos, no, eso no es del todo cierto, iluminan lo mismo, pero cada vez a menos distancia. Es como si la oscuridad que te rodea se hiciera más densa conforme avanzas. La seta no te hace nada, simplemente huele mal, pero empiezas a dudar que no sea alucinógena, te notas observado y los faros ya no alumbran a más de cinco metros por delante de tí.
Conforme sigues adelante, impulsado por tu cabezonería o por tu curiosidad notas que esa sensación se hace más y más fuerte, hasta que tienes la impresión de tener algo justo delante, en esa oscuridad. Pero por mucho que avanzas no hay nada, no se escucha un sonido, no se nota nada.
De pronto los faros de Rudolf comienzan a parpadear y es entonces cuando lo ves. Es durante un instante, pero es una figura alargada y retorcida, pero cuando la luz vuelve ya no está. Estás de los nervios, no sabes si ha sido tu imaginación jugándote una mala pasada o la seta que te fumaste, pero está claro que esta no es una alucinación agradable. Las luces de Rudolf vuelven a parpadear y el motor empieza a fallar. Ves a esa figura más cerca esta vez, con un torso hinchado y abotargado, una barriga arrastrándose por el suelo y un cuello corto pero torcido, con unos miembros imposiblemente largos y escuálidos como los de un insecto. Esta vez casi jurarías que hasta podías tocarlo con la mano si la estirases, pero la luz vuelve.
Justo cuando respiras aliviado la luz se apaga. En medio de la oscuridad total no oyes nada, no escuchas nada, pero notas que se acerca lentamente. Y de pronto un rostro pálido se dibuja en la oscuridad, pero lo más sorprendente no es el cuerpo deforme al que está pegado, sino que te resulta familiar, es el tuyo, pálido y decrépito. Abre los ojos, con sus cuencas vacías y su boca se estira para mostrar una oscuridad insondable, un grito sobrenatural es lo único que escuchas antes de que la oscuridad te engulla.
Menos mal que nada de esto ha pasado.
- Kohaku:
- Tus compañeros te dejan solo en esa sala, Aby y Kohaku se han ido por un lado, mientras que Roland se ha perdido en la oscuridad del túnel, a tí, sólo te quedan las escaleras, pero cuando las miras hay algo raro, no están. Donde se suponía que deberían haber unas escaleras sólo hay un muro de rocas con setas. Frustrado te das la vuelta para ir por uno de los otros dos sitios, pero cuando miras las salidas han desaparecido de la misma manera.
Confundido por esto tratas de revisar los muros, intentando encontrar una explicación, pero no hay nada… extraño, como si todo este túnel hubiera sido una sala sin salidas todo este tiempo, como si esa pared hubiera estado siempre ahí. Te das la vuelta, a lo mejor si cavas un poco entre la nieve puedas salir. Dejas esa sala con sus setas y vuelves sobre tus pasos. Caminas más tiempo del que creías por el túnel por el que vinísteis, pero la entrada no aparece, no es hasta pasada media hora caminando que encuentras otra pared de piedra.
Confuso te das la vuelta para volver a ver la sala con las setas, solo que con una diferencia, ahora son más grandes. Han crecido hasta alcanzar tu altura las más grandes de ellas y la humedad satura el ambiente. Cuando das un paso atrás tu espalda se choca contra otra pared de piedra. Cada vez que miras a un lado el escenario ha cambiado, las paredes cada vez están más cerca, las setas cada vez más crecidas, te falta el espacio, el aire, casi. Cuando te quieres dar cuenta estás entre paredes y setas, con el cuerpo apresado y sin poder moverte. Frustrado y aterrado gritas, pero tu voz no llega a nadie.
Por fortuna nada de esto ha ocurrido.
- Braud y Raion:
- La bestia espera, pero parece que no se mueve, os observa desde su pequeña fortaleza personal, casi podríais decir que… temerosa. Estáis a punto de atacar cuando un grito se escucha en la distancia al tiempo que una ráfaga de viento os sacude. No es frío, sino gélido, y parece cortar la carne y helar la sangre con sólo su roce.
Al fondo, sobre los árboles podéis ver una serie de siluetas amorfas, sombras proyectadas entre la ventisca que extienden sus brazos para coger a algo ao alguien. Ahora que lo habéis visto os dáis cuenta de que no están solas, hay por todas partes, moviéndose a merced del viento y tomando vidas en el bosque y montañas como un granjero siega la cosecha. Dos de ellas os miran y Raion puede ver como un apéndice similar al cuerpo de un ciempiés emerge de entre la nieve para enroscarse en Braud. Cubre la parte superior de su cuerpo y lo levanta varias docenas de metros en el aire. Antes de que puedas hacer nada tu compañero se ha perdido entre la ventisca sin hacer un solo ruido.
Aprovechando tu distracción un brazo alargado y escuálido, aunque de proporciones gigantescas desciende de entre la espesura, agarrándote la cintura. No importa lo que te retuerzas, no importa lo mucho que intentes usar tus poderes, simplemente no pareces capaz de poder escapar a ese agarre. Antes de que te des cuenta estás a una altura que no eres capaz de discernir, entre el gris de la ventisca distingues la sombra de tu captor, y tres grandes ojos púrpura que brillan tras la tormenta. Una oscuridad insondable se abre ante tí, como una boca infernal que se acerca rápidamente.
La bestia se levanta de su sitio, de entre la nieve un cordón de carne se eleva conectado a su vientre como un cordón umbilical. La bestia asciende al aire revelando que desde el principio no ha sido más que un retorcido cebo de esas sombras para atraer incautos a su final.
Pero descuidad, esto no ha sido más que vuestra imaginación, deben de ser las fechas.
- La vieja ciudadela:
- Ashlyn logras salvar a Jhon, Omega, no ves rastro alguno de arcilla ni en tu compañero ni en ninguno de vosotros. De todas formas cuando usas el mantra te abruma algo, una presencia demasiado grande para ser humana, demasiado profunda, retorcida, casi como… Miras debajo de vosotros, a la laguna que hay en esa sala, la presencia es tan oscura, grande e insondable como esa masa de agua. Un sudor frío baja por tu cuello al tiempo que la estructura en la que estábais colapsa y se viene abajo.
Jhon, todo lo que ves es una inescrutable nube de polvo tras eso, caminas desorientado sin ver a ninguno de tus compañeros. De pronto escuchas la voz de Ashlyn llamándote entre el polvo, caminas hacia ella, os llama a tí y a omega de vez en cuando, la sigues chocando con algún cascote o estalagmita de vez en cuando. De pronto alguien te agarra por la espalda, sacas la pistola y le encañonas, pero cuando puedes ver su rostro te das cuenta de una cosa, es Ashlyn. Se lleva el dedo a los labios indicándote que guardes silencio y te sostiene de los hombros. Vuelves a oir su voz, llamándote pero esta no sale de la Ashlyn que tienes al lado, su rostro parece preocupado, como si se preguntase cómo narices pueden imitar tan bien su voz.
Ashlyn escuchas tu voz, una y otra vez llamando a tus compañeros entre la nube de polvo que se ha levantado, ves la silueta de Jhon que se adentra más en esta, tratas de seguirlo pero de pronto lo pierdes. Una mano en el hombro te sorprende, es Omega parece preocupado, también se ha dado cuenta de que tú no eres la que está haciendo ese sonido. Los dos os ponéis espalda contra espalda con las armas en la mano esperando que quien intenta engañaros de la cara cuanto antes.
Omega, tu ojos ven, completamente impotentes cómo Ashlyn y Jhon son elevados an las alturas y sacados de la nube de polvo por unos tentáculos que salen de la laguna, ambos parecen estar con la mirada perdida como en una especie de ensoñación. Observas cómo estos los sumergen lentamente en las negras aguas y te quedas mirando sin hacer nada, como si no quisieras hacer nada, como si te pareciera buena idea. Tratas de resistirte con todas tus fuerzas a ese impulso pero caminas lentamente hacia el borde de la plataforma de piedra… y te precipitas a la oscuridad de la laguna, donde siete ojos púrpuras se abren bajo las aguas para darte la bienvenida.
Menos mal que esto ha sido sólo un sueño.
- Freites, Jace y Zira:
- Os alejáis con el barco lentamente hasta que el navío de los otros piratas queda oculto entre la nieve de la ventisca. El viento arrecia, con cada ráfaga parece que arranca un pedazo del alma de los que se encuentran a la intemperie.
Freites, desde la cubierta puedes ver una serie de siluetas y sombras que se dibujan por encima de los árboles, como gigantes etéreos y retorcidos cuyas figuras se deforman al son del viento. Con cada ráfaga un nuevo grito se escucha, helador y siniestro. El frío te atenaza, y por mucho que intentes calentarte no parece que logres contrarrestarlo. De pronto una de las sombras posa una mirada efímera en tu barco, a tus espaldas escuchas un grito y te das la vuelta para ver por el rabillo del ojo como uno de tus hombres es arrastrado por algo hacia las alturas. Lo buscas, pero antes de ver nada otro grito a tus espaldas se repite, una vez, y otra vez, y otra vez… varios hombres son abducidos sin dejar más que gritos de miedo y agonía en el viento. Cuando por fin, frustrado, te preparas para ir a por esas siluetas todas a la vez se giran y te miran con unos ojos púrpuras. Abren una boca de una oscuridad insondable y tú quedas paralizado por el miedo, congelado sin poder hacer nada. El barco avanza y la nieve se acumula en tu cuerpo sin que seas capaz de moverte, siendo un silenciosos testigo de cómo se acerca a su perdición.
Zira, el ninja logra volcar la lámpara de aceite, pero en un torpe movimiento la vuelca sobre él. Su ropa se prende en llamas y este se retuerce y forcejea para apagarlas, en un vano esfuerzo. Propaga las llamas por los cuadernos y mapas, y la madera no tarda en prender también. Antes de que te des cuenta sale corriendo envuelto en llamas por el pasillo, sales a su encuentro, para encontrar que ha extendido el fuego por donde ha pasado, gritando de desesperación y agonía, sin caer muerto a causa de las quemaduras. Pronto estás corriendo para huir de las llamas más que para detener al hombre de fuego, pero hay algo más raro que su resistencia. Donde se supone que había unas escaleras a la cubierta hay un pasillo, donde se supone que hay camarotes son salas vacías, las puertas dan a más salas y más pasillos, y las llamas caza vez son más abundantes. Corres escapando, ya no te importa ese hombre, es por supervivencia, pero poco a poco el ambiente se caldea cada vez más. Alcanzas tu límite, agotada tras lo que parecen horas corriendo te detienes y miras cómo estás en una sala sin salida, con el humo asfixiante y las llamas que se aproximan rápidamente a tí.
Jace, sigues leyendo y lo que antes eran mapas y esquemas pasan a ser una escritura más extraña. Al principio son textos sin sentido con palabras inconexas e incluso mal escritas, pronto las letras se juntan con glifos que eres incapaz de identificar, palabras en idiomas desconocidos y símbolos extraños. Pasas página tras página pero cada contenido del cuaderno es más confuso e hipnóticamente intrigante. Posas tus ojos sobre símbolos, círculos extraños dibujados con tinta roja, sus formas se quedan en tu retina, las palabras extrañas resuenan en tu cabeza con un significado que no sabías que existía. Escuchas voces susurrantes que te animan a seguir leyendo a pesar de que cada vez hace más y más calor. Cuando te quieres dar cuenta, levantas la mirada, sale humo de debajo de la puerta, pero no te puedes quitar el contenido del cuaderno de la cabeza, sabes que debes hacer algo, y cuando vas a levantarte… Vuestro prisionero te abraza por la espalda, en una presa con una fuerza sobrehumana. Te giras y su rostro está demacrado, sus ojos casi fuera de sus órbitas con una sonrisa que, literalmente, va de oreja a oreja. Te estampa en el suelo y saca un cuchillo de entre sus ropas.
- Si has leído eso sabrás que necesitamos un sacrificio.
Por un momento habéis pensado que todo esto ha ocurrido.
- Liam y Bizvan:
- Llegáis a la sala, pero todo parece estar en silencio, es extraño, casi antinatural que no exista ningún sonido.
Bizvan, de pronto te das cuenta de un detalle, Liam no está a tu lado, no ha bajado, no se han escuchado pasos por las escaleras, pero definitivamente no está. Impulsado por la curiosidad caminas por la sala, doblando la esquina. A un lado hay una celda vacía con la puerta abierta, pero cuando vuelves a doblar la esquina te lo encuentras, está ahí, de pie frente a otra celda, con la mirada perdida. En esta hay una figura en una esquina, agazapada contra el muro, parece humana, pero por la luz no lo puedes ver bien. Liam no responde, si siquiera cuando le llamas, ni siquiera cuando lo zarandeas, parece estar en una especie de trance, y lo muevas donde lo muevas no parece dejar de mirar sin parpadear a la figura que se encuentra en la celda.
De pronto un sonido te sobresalta, la puerta de la celda se cierra de golpe, con un estruendo metálico que hace que cierres los ojos. Cuando los abres hay una pared de piedra delante, estás prácticamete desnudo, débil y frío, agazapado en el suelo de la celda que Liam estaba mirando antes. Te las la vuelta y ahí está, con la mirada perdida, puedes ver cómo camina en medio de su trance y se pierde por el pasillo por el que llegásteis, el silencio se vuelve tu único acompañante.
Por fortuna la realidad no es tan extraña y los sucesos siguen su camino normal.
- Thyra:
- El viento se desata y la nieve lo inunda hasta hacer de cualquier visibilidad algo tan lejano que se antoja imposible. Los copos se suceden ante tus ojos a una velocidad vertiginosa, trazando una coreografía que, de no resultar tan sobrecogedora, podría ser incluso bella.
En medio del agudo sonido del viento, lo que parece ser la voz de una mujer comienza a sonar. Es un cántico perfectamente entonado, uno que, pese a no ser entendido, te transporta hasta el recuerdo de un amor perdido y una no-vida dedicada al llanto y la venganza. Y entonces la ves.
Una preciosa mujer envuelta en tela blanca aparece en un punto difícil de identificar frente a ti, pero no hay duda de que la vez. Sus brazos penden a sus lados mientras una mirada carente de emociones te contempla. Sus labios permanecen sellados, pero no hay duda de que el canto proviene de ella. En medio de la ventisca alcanzas a divisar cómo el líder de los merodeadores parece olvidar la existencia del conejo, dirigiendo sus pasos de forma obediente hacia la mujer.
Al mismo tiempo, a espaldas de éste un rugido aún más terrorífico que los anteriores se sobrepone al rugir del viento. Dos ojos dotados del resplandor de la esmeralda aparecen en medio de la ventisca y, cuando quieres darte cuenta, un ser dismórfico recubierto con el pelaje del conejo se abalanza sobre ti. En esta ocasión se mueve a cuatro patas, no a dos como lo había estado haciendo hasta ahora y, esta vez sí, parece ansioso por saciar su sed de sangre.
- La troupe de Elina:
- Abandonáis la cueva cargando con Serleena y Aria, que confiemos puedan volver a las andadas cuanto antes mejor… porque tiene pinta de que necesitaréis cuantas más manos mejor.
Dejando a un lado mis consideraciones con respecto a vuestra situación, el techo de la cueva se desploma gracias a los esfuerzos de Elina e Ilje. Los cascotes de piedra comienzan a caer, levantando una nube de polvo y nieve a vuestras espaldas que os impide apreciar con precisión qué está sucediendo… Claro que tampoco creo que os importe mucho. Sólo queréis salir de ahí.
En el exterior impera una ventisca brutal, una de ésas que te hacen soñar con una sala acogedora iluminada y calentada por una cuidada chimenea. El tañir metálico se ha apagado y parece que estáis solos. Y sí, digo parece, porque el cuadro que comienza a formarse en la entrada de la gruta es de lo más espeluznante.
Como si realmente nada hubiese sucedido dentro, una horda de albinos ataviados con túnicas comienza a disponerse frente al acceso a las profundidades de la tierra. No hay dinosaurios extraños ni nada por el estilo, pero eso no resta imponencia a la imagen.
Sus ojos emiten destellos verdosos al tiempo que se van disponiendo en un semicírculo frente a vosotros, cuyos extremos terminan justo a vuestra altura. Y allí, en medio de todos ellos, la translúcida figura de la anciana hace valer su orden en la formación.
―Es en días como hoy, cuando la luna está más hermosa y su reino de oscuridad hace de la tierra su hogar, cuando su pueblo está destinado a hacerla valer.
Habla con voz pausada, pero sus labios no se mueven. Más bien pareciera que su voz proviene de vuestras propias cabezas, con cierto eco lúgubre capaz de erizar el vello de quien es capaz de sentir miedo. Acto seguido, sus discípulos se ponen en marcha.
Lo hacen en orden, moviéndose todos al unísono para disminuir al mínimo la distancia que os separa de ellos. Como una legión de seres incapaces de padecer o sentir, se abalanzan a por vosotros como un auténtico alud. No portan armas de ningún tipo, y es que lo más peligroso en ellos es que son tantos que resulta imposible contarlos.
Zira
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Su kunai acertó, provocando que el enmascarado se tambaleara y formando una sonrisa en el rostro de Zira, pero entonces recibió aquel corto en el costado, un gruñido se le escapó al sufrir tal daño, mas eso no evitó que la chica se detuviera y acertara aquel golpe en la cabeza del enemigo. Aún así este no había caído, hasta parecía no haberle afectado, esto la molestaba, el tipo ya se estaba volviendo un problema, tendría que matarlo, cosa que no le desagradaba hacer. Aunque también le jodía que no llegaran los refuerzos, ¿Qué estaban haciendo esos imbéciles? Da igual, porque la vida de este hombre finalizaría allí.
Zira usó la espada de bambú para bloquear el ataque sucesivo del ninja, pero uno de esos cortes le acertaría en el revés de la mano, liberó un quejido ante tal dolor. –Hubieras caído con ese golpe. –Esas fueron las últimas palabras que pensaba dirigirle a ese hombre, ahora era momento de finalizar con este paupérrimo combate. Al ver que su objetivo era aquella lámpara de aceite, Zira optó por tirar su espada de bambú y sacar las dos de acero que quedaban en su espalda, ya su paciencia se había acabado, hora de morir.
Pero entonces algo ocurrió, el hombre fue más rápido, incendió todo, los mapas y demás papeles, la madera y a él mismo, el fuego se esparcía muy rápido, demasiado. El ninja salió corriendo mientras se quemaba, su cuerpo entero era consumido por las llamas, pero no dejaba de correr, chocándose con todo y expandiendo más el fuego, ante esa situación, Zira no vio otra opción más que correr para no ser consumida por el fuego. Corrió y corrió, pero no encontraba la salida, todo era extraño, todo a su alrededor cambió, no había salida, solo pasillos y salas vacías que eran tragadas por el humo y el fuego. Las llamas la rodearon, no podía hacer nada ante eso, se acercaban cada vez más, pensó en clavar la espada a la pared y colgarse de ahí, pero en cuanto pensó esa idea, el fuego comenzó a expandirse por el techo. No había de otra, iba a morir entre las llamas.
O eso creía, repentinamente volvió a su situación previa, el ninja dirigiéndose hacia la lámpara de aceite, y ella con las espadas en mano, esas imágenes no se fueron de su cabeza, ¿Qué había sido eso? No lo sabía, pero no quería que se viera cumplido, ahora más que nunca no dejaría que él alcance esa lámpara, apretó con fuerza la empuñadura de sus espadas.
Se lanzó con todo hacia él, primero atacó con un corte descendente la mano que intentaba alcanzar la lámpara, para luego desatar una furia de cortes hacia el resto del cuerpo de aquel contrincante, no pensaba detenerse hasta matarlo, el pobre iba a experimentar el ataque del chita.
Zira usó la espada de bambú para bloquear el ataque sucesivo del ninja, pero uno de esos cortes le acertaría en el revés de la mano, liberó un quejido ante tal dolor. –Hubieras caído con ese golpe. –Esas fueron las últimas palabras que pensaba dirigirle a ese hombre, ahora era momento de finalizar con este paupérrimo combate. Al ver que su objetivo era aquella lámpara de aceite, Zira optó por tirar su espada de bambú y sacar las dos de acero que quedaban en su espalda, ya su paciencia se había acabado, hora de morir.
Pero entonces algo ocurrió, el hombre fue más rápido, incendió todo, los mapas y demás papeles, la madera y a él mismo, el fuego se esparcía muy rápido, demasiado. El ninja salió corriendo mientras se quemaba, su cuerpo entero era consumido por las llamas, pero no dejaba de correr, chocándose con todo y expandiendo más el fuego, ante esa situación, Zira no vio otra opción más que correr para no ser consumida por el fuego. Corrió y corrió, pero no encontraba la salida, todo era extraño, todo a su alrededor cambió, no había salida, solo pasillos y salas vacías que eran tragadas por el humo y el fuego. Las llamas la rodearon, no podía hacer nada ante eso, se acercaban cada vez más, pensó en clavar la espada a la pared y colgarse de ahí, pero en cuanto pensó esa idea, el fuego comenzó a expandirse por el techo. No había de otra, iba a morir entre las llamas.
O eso creía, repentinamente volvió a su situación previa, el ninja dirigiéndose hacia la lámpara de aceite, y ella con las espadas en mano, esas imágenes no se fueron de su cabeza, ¿Qué había sido eso? No lo sabía, pero no quería que se viera cumplido, ahora más que nunca no dejaría que él alcance esa lámpara, apretó con fuerza la empuñadura de sus espadas.
Se lanzó con todo hacia él, primero atacó con un corte descendente la mano que intentaba alcanzar la lámpara, para luego desatar una furia de cortes hacia el resto del cuerpo de aquel contrincante, no pensaba detenerse hasta matarlo, el pobre iba a experimentar el ataque del chita.
- Técnica usada:
- Nombre de la técnica: Ataque del chita
Categoría: Genuina
Naturaleza: Física
Descripción: Zira hace uso de su velocidad para atacar rápidamente con ambas espadas, es un ataque de frente, lanza cortes a diestra y siniestra sin parar hasta que el enemigo muera.
- Resumen:
- -Se quejó al recibir el corte en el costado.
-Se cubre de los ataque lanzados en respuesta pero sufre un corte en la mano.
-Se harta de la situación y decide ir a matar.
-Suelta su espada de bambú para sacar sus dos katanas.
-Nota las intenciones del ninja.
-Tiene una especie de alucinación en la que todo se quemaba.
-Al ver esas imágenes pensando que podía ser una especie de mal presagio, decide atacar a su mano para evitar que alcance la lámpara y tras eso se lanza dispuesta a cortar todo el cuerpo del hombre sin parar hasta matarlo.
Bizvan
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Liam no dijo nada sobre qué camino tomar, de hecho no mencionó ni una sola palabra desde que el oso le dio unos golpes con su bastón improvisado.
* ¿Acaso esos pequeños golpes fueron más fuertes de lo que aparentaban? *el marine no tenía forma de saberlo sin llevar a cabo una inspección al pelirrojo.
Claro que lo más probable es que el joven solo estuviera muy sumergido en sus propios pensamientos y no prestara atención al moreno. Esto no le causaba problema al espadachín, quizás no faltaría el típico marine con mayor rango que consideraría esta acción como una ofensa que debería ser castigada. Por fortuna Bizvan estaba acostumbrado a que sus compañeros repentinamente comenzaran a mirar hacia la nada, dejaran de hablar, y solo se limitaran a caminar.
- Bueno, parece que me dejarás tomar la iniciativa. En ese caso hay que subir. -dijo Biz al mismo tiempo que señalaba el camino.
El ascenso fue un poco resbaladizo a causa de la humedad y poca visibilidad que brindaban las escasas antorchas en el camino zigzagueante. El único sonido que se podía escuchar eran las pisadas de los dos marines. Para el espadachín esto no era malo, sin embargo si era un tanto incómodo, pues generaba una tensión innecesaria que solo le provocaba escalofríos a Bizvan. Justo antes de llegar al final de las escaleras, Biz se detuvo a causa de un enorme escalofrío que recorrió todo su cuerpo. Por un instante sintió como su temperatura corporal disminuyó.
* ¿Qué diablos fue eso? Algo me dice que una versión mía en otro plano acaba de vivir una mala experiencia.
La sala a la que llegaron ambos marines parecía tener forma de L o U. Algunas puertas de madera eran visibles, sin embargo lo más llamativo eran las sombras que proyectaban las antorchas. Al parecer se trataba de dos hombres que sostenían algún tipo de arma en sus manos.
Bizvan levantó su mano en estilo militar para prevenir a su compañero de las dos presencias delante de ellos.
Antes de realizar cualquier otra acción, el moreno activó su mantra en un intento por determinar qué tipo de aura presentaban las dos figuras. No obstante, se llevó una gran sorpresa al percatarse de que estos no presentaban presencias.
* Ya he experimentado esto antes. *pensó mientras recordaba a sus esqueletos, quienes tampoco presentaban presencias al utilizar haki sobre ellos.* Hay dos opciones, lo que sea que esté ahí no está vivo o es alguien con la capacidad de ocultar su presencia ante mi mantra. Supongo que lo descubriré pronto.
Antes de avanzar, el moreno realizó una orden mental y en respuesta los colgantes bajo su ropa emitieron un ligero destello que llamaron a los fieles esqueletos de Bizvan, quienes comenzaron a materializarse.
Por lo general el marine realizaría una pequeña actuación en presencia de otros, pero la situación no lo permitía. En pocos segundos seis esqueletos con vestimentas negras aparecieron. cuatro de ellos llevaban espadas como armas, mientras que los otros dos sostenían rifles.
Biz utilizó el lenguaje de señas que Selebi les había enseñado para indicarle a dos esqueletos espadachines que se prepararan para brindarle apoyo en caso de ser necesario.
Mientras que el resto se encargaría de vigilar la escaleras actuando como simples cadáveres que encontraron la muerte hace mucho y en caso de ver a alguien comenzar a subir realizan ruido que alertarán a los marines.
Biz desenvainó a Madre y avanzó con cuidado, al llegar a una posición favorable activaría sus botas voto1 para ganar velocidad y tratar de realizar un ataque sorpresa. Aún no sabía quienes eran estas personas, por ello utilizaría la parte plana de su espada en un intento por solo dejar inconsciente a las figuras, y para asegurarse de lograrlo comenzó a preparar su respiración para que el oxígeno comenzara a entrar en mayor cantidad a sus pulmones. Esta era su técnica “Aceleración” la cual aumentaba en gran medida la velocidad de sus ataques.
* ¿Acaso esos pequeños golpes fueron más fuertes de lo que aparentaban? *el marine no tenía forma de saberlo sin llevar a cabo una inspección al pelirrojo.
Claro que lo más probable es que el joven solo estuviera muy sumergido en sus propios pensamientos y no prestara atención al moreno. Esto no le causaba problema al espadachín, quizás no faltaría el típico marine con mayor rango que consideraría esta acción como una ofensa que debería ser castigada. Por fortuna Bizvan estaba acostumbrado a que sus compañeros repentinamente comenzaran a mirar hacia la nada, dejaran de hablar, y solo se limitaran a caminar.
- Bueno, parece que me dejarás tomar la iniciativa. En ese caso hay que subir. -dijo Biz al mismo tiempo que señalaba el camino.
El ascenso fue un poco resbaladizo a causa de la humedad y poca visibilidad que brindaban las escasas antorchas en el camino zigzagueante. El único sonido que se podía escuchar eran las pisadas de los dos marines. Para el espadachín esto no era malo, sin embargo si era un tanto incómodo, pues generaba una tensión innecesaria que solo le provocaba escalofríos a Bizvan. Justo antes de llegar al final de las escaleras, Biz se detuvo a causa de un enorme escalofrío que recorrió todo su cuerpo. Por un instante sintió como su temperatura corporal disminuyó.
* ¿Qué diablos fue eso? Algo me dice que una versión mía en otro plano acaba de vivir una mala experiencia.
La sala a la que llegaron ambos marines parecía tener forma de L o U. Algunas puertas de madera eran visibles, sin embargo lo más llamativo eran las sombras que proyectaban las antorchas. Al parecer se trataba de dos hombres que sostenían algún tipo de arma en sus manos.
Bizvan levantó su mano en estilo militar para prevenir a su compañero de las dos presencias delante de ellos.
Antes de realizar cualquier otra acción, el moreno activó su mantra en un intento por determinar qué tipo de aura presentaban las dos figuras. No obstante, se llevó una gran sorpresa al percatarse de que estos no presentaban presencias.
* Ya he experimentado esto antes. *pensó mientras recordaba a sus esqueletos, quienes tampoco presentaban presencias al utilizar haki sobre ellos.* Hay dos opciones, lo que sea que esté ahí no está vivo o es alguien con la capacidad de ocultar su presencia ante mi mantra. Supongo que lo descubriré pronto.
Antes de avanzar, el moreno realizó una orden mental y en respuesta los colgantes bajo su ropa emitieron un ligero destello que llamaron a los fieles esqueletos de Bizvan, quienes comenzaron a materializarse.
Por lo general el marine realizaría una pequeña actuación en presencia de otros, pero la situación no lo permitía. En pocos segundos seis esqueletos con vestimentas negras aparecieron. cuatro de ellos llevaban espadas como armas, mientras que los otros dos sostenían rifles.
Biz utilizó el lenguaje de señas que Selebi les había enseñado para indicarle a dos esqueletos espadachines que se prepararan para brindarle apoyo en caso de ser necesario.
Mientras que el resto se encargaría de vigilar la escaleras actuando como simples cadáveres que encontraron la muerte hace mucho y en caso de ver a alguien comenzar a subir realizan ruido que alertarán a los marines.
Biz desenvainó a Madre y avanzó con cuidado, al llegar a una posición favorable activaría sus botas voto1 para ganar velocidad y tratar de realizar un ataque sorpresa. Aún no sabía quienes eran estas personas, por ello utilizaría la parte plana de su espada en un intento por solo dejar inconsciente a las figuras, y para asegurarse de lograrlo comenzó a preparar su respiración para que el oxígeno comenzara a entrar en mayor cantidad a sus pulmones. Esta era su técnica “Aceleración” la cual aumentaba en gran medida la velocidad de sus ataques.
- Resumen:
Subir las escaleras.
Invocar a sus esqueletos para que 4 de ellos vigilen las escaleras y alertan a los marines en caso de ver a alguien subir, los 2 restantes se preparan para apoyar a Bizvan en cuanto este se los pida.
Activar los diales de sus botas y utilizar su técnica “Aceleración” para aumentar su velocidad de movimiento y ataque para realizar un ataque sorpresa.
Nombre de la técnica: Aceleración.
Naturaleza de la técnica: Física.
Descripción de la técnica: El usuario es capaz de acelerar su ritmo cardíaco, incrementando la entrada de oxígeno al cuerpo. Esto le permite aumentar la velocidad de sus ataques al quíntuple de lo normal, sin embargo sólo puede llevarse a cabo sin peligro durante un corto tiempo. Si solo se utiliza durante un asalto no hay repercusiones. Si se utiliza durante dos posts, el usuario termina fatigado y sin la posibilidad de moverse adecuadamente. Tras utilizarlo tres posts, el usuario cae inconsciente.
Abigail Mjöllnir
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Antes siquiera de poder entablar conversación con Hazel pasó algo. Escuchaba gritos que venían de su propio interior. Al "ir" a comprobarlo, se encontró con una visión espantosa y terrorífica, su propia gente estaba mutando y muriendo. Su... su familia sufría. La reacción inicial fue de puro pánico pero no tardó en darse cuenta de que ningún trocito del lapahn aquel había acabado dentro de la fortaleza, y tampoco ninguno de esas setas luminiscentes. Solo necesitaba una cosa más.
—¿Estáis bien? —preguntó a los de su interior —. Responded rápido, por favor —su voz sonaba angustiada, ansiosa, y cada vez más llena de ira.
—¿Eh? Sí, sí, estamos bien, ¿ha pasado algo? —respondieron, confirmándole que lo que estaba viendo no era real.
Pronto se pasaría la alucinación y, aunque no había sido real, había sido lo suficientemente realista como para encender la chispa de la ira de la cazadora. Ya iba calentita de antes, y esto solo había conseguido quemarla. Agachó la cabeza y frunció el ceño.
—Quien... ¿quién ha sido? ¿Quién? —preguntó en voz alta, alzando más la voz en cada pregunta —. ¿Cómo os atrevéis a intentar hacerme daño a través de ellos? —continuó preguntando al aire. Si era alguien lo bastante fuerte como para causar una alucinación sin estar presente quizá estaría escuchando y viendo. Su propia alma temblaba del enfado y su voluntad de conquistadora salió sin ella desearlo. No afectaría por completo a nadie por ser un haki tan débil, pero resonaría por las cavernas de la mina —. Si puedes oirme, grábate esto, seas quien seas: si te encuentro te arrepentirás de lo que has hecho —dijo, pensando ya en la posibilidad de quemar la guarida de esa gente hasta los cimientos. Por supuesto, también estaba la posibilidad de que fuera otra cosa, pero veía más probable que alguien estuviera intentando confundirlos. Además, no habían hecho ni cogido nada que pudiera provocar eso.
Hazel, por su parte, estaba flipando también, pero ella... ¿iba a cortarse la pierna? ¿qué estaba viendo ella? Rápidamente se acercó a la otra cazadora y agarró la muñeca de la mano que empuñaba el arma para impedir que hiciera algo de lo que se arrepentiría.
—¡Hazel, despierta! —ni corta ni perezosa, decidió usar su amargo amor maternal y con la otra mano le dio un bofetón para sacarla del estado en el que estaba. No iba con demasiada fuerza, no le dejaría marca.
—Lo siento mucho, Hazel, pero ibas a cortarte la pierna y tenía que hacer algo rápido —se disculparía en cuanto volviera al mundo real —. Pensé que tú harías esto mismo por mí si te hubieras despertado tú antes —explicó, y es que se imaginaba que, de haber sido al revés, ella le habría dado una bofetada también; pensó que comprendería sus actos. Podría haber usado alguna llave, pero igual que la gente se pellizcaba para saber si estaba en un sueño o no, un pequeño choque de dolor como podía ser una bofetada podría ser más efectivo —. Te lo compensaré cuando acabemos este trabajo infernal, te lo prometo —diría.
Resuelto aquello, continuaría avanzando por la cueva, con la cabeza algo baja. Todavía estaba afectada por aquella visión, le había recordado que debía ser más fuerte para protegerlos, aún si eso significaba utilizar cosas que se había prohibido a sí misma hasta ahora. Después de ese encargo... sería el momento de hacer renovaciones en la fortaleza. Estaba cansada de que se la tomasen a broma como hacía parte de su propio grupo.
—¿Estáis bien? —preguntó a los de su interior —. Responded rápido, por favor —su voz sonaba angustiada, ansiosa, y cada vez más llena de ira.
—¿Eh? Sí, sí, estamos bien, ¿ha pasado algo? —respondieron, confirmándole que lo que estaba viendo no era real.
Pronto se pasaría la alucinación y, aunque no había sido real, había sido lo suficientemente realista como para encender la chispa de la ira de la cazadora. Ya iba calentita de antes, y esto solo había conseguido quemarla. Agachó la cabeza y frunció el ceño.
—Quien... ¿quién ha sido? ¿Quién? —preguntó en voz alta, alzando más la voz en cada pregunta —. ¿Cómo os atrevéis a intentar hacerme daño a través de ellos? —continuó preguntando al aire. Si era alguien lo bastante fuerte como para causar una alucinación sin estar presente quizá estaría escuchando y viendo. Su propia alma temblaba del enfado y su voluntad de conquistadora salió sin ella desearlo. No afectaría por completo a nadie por ser un haki tan débil, pero resonaría por las cavernas de la mina —. Si puedes oirme, grábate esto, seas quien seas: si te encuentro te arrepentirás de lo que has hecho —dijo, pensando ya en la posibilidad de quemar la guarida de esa gente hasta los cimientos. Por supuesto, también estaba la posibilidad de que fuera otra cosa, pero veía más probable que alguien estuviera intentando confundirlos. Además, no habían hecho ni cogido nada que pudiera provocar eso.
Hazel, por su parte, estaba flipando también, pero ella... ¿iba a cortarse la pierna? ¿qué estaba viendo ella? Rápidamente se acercó a la otra cazadora y agarró la muñeca de la mano que empuñaba el arma para impedir que hiciera algo de lo que se arrepentiría.
—¡Hazel, despierta! —ni corta ni perezosa, decidió usar su amargo amor maternal y con la otra mano le dio un bofetón para sacarla del estado en el que estaba. No iba con demasiada fuerza, no le dejaría marca.
—Lo siento mucho, Hazel, pero ibas a cortarte la pierna y tenía que hacer algo rápido —se disculparía en cuanto volviera al mundo real —. Pensé que tú harías esto mismo por mí si te hubieras despertado tú antes —explicó, y es que se imaginaba que, de haber sido al revés, ella le habría dado una bofetada también; pensó que comprendería sus actos. Podría haber usado alguna llave, pero igual que la gente se pellizcaba para saber si estaba en un sueño o no, un pequeño choque de dolor como podía ser una bofetada podría ser más efectivo —. Te lo compensaré cuando acabemos este trabajo infernal, te lo prometo —diría.
Resuelto aquello, continuaría avanzando por la cueva, con la cabeza algo baja. Todavía estaba afectada por aquella visión, le había recordado que debía ser más fuerte para protegerlos, aún si eso significaba utilizar cosas que se había prohibido a sí misma hasta ahora. Después de ese encargo... sería el momento de hacer renovaciones en la fortaleza. Estaba cansada de que se la tomasen a broma como hacía parte de su propio grupo.
- resumen:
Acojonarse, flipar, enfadarse un puñao y tirar un petardazo de haki rey despierto por puro y simple cabreo. Maldice y amenaza a quien sea que haya provocado esa alucinación y trata de despertar a hazel de la suya con un bufetón.
El ruido producido por el subnormal de Roland se iba mitigando, consiguiendo poco a poco que el ambiente se volviera más relajado entre la albina y su compañera. De hecho, el primer tramo, algo tenso por los malos humos de Hazel cuando Abigail le ofreció su ayuda ya había pasado de largo y ahora se encontraban caminando en silencio, siguiendo el camino de setas luminiscentes. No era tan divertido como tener a Ayden cerca para molestarle, pero de esa parte no se iba a poder quejar tanto… O eso pensaba ella.
El paso que habían llevado los últimos tres, cinco, minutos al mismo ritmo acababa de descompasarse y no porque ella se hubiera detenido, no. De hecho, fue Abi la primera en detener sus pasos, quedando a poco más de medio metro de distancia de ella. Al percatarse, la albina se volteó, encontrándose con una mujer presa del pánico con las manos en la cabeza. Nada tenía que ver esa apariencia con la de la mujer que había pegado tremendísimo flechazo en la cabeza a un conejo zombie para luego achichararlo. Preocupada por eso y por su dinero, no le quedó otra que intentar hacer que recuperase la compostura. Quiso volver sobre sus pasos para acercarse a la monja y tratar de hacerla reaccionar, llamándola incluso. Pero, y esto le pillo completamente por sorpresa, en cuanto dio el primer paso sintió un dolor agudo que fue capaz de tirarla al suelo, en la pierna. Apretó los dientes, maldiciendo por lo bajo por la caída que en primera instancia supuso fue por culpa de la herida —aunque le parecía raro teniendo en cuenta que había estado caminando sin problemas y que no era tan flojucha como para caerse— resultó ser otra aberración. Y es que de su pierna estaba saliendo lo que parecían zarcillos blancos como los de aquel conejo gigante de antes.
Su primera reacción fue la de buscar la empuñadura de su espada. Asustada, su instinto de supervivencia le pedía que se cortara por lo sano antes de que fuera tarde para no convertirse en un zombie como el de antes. Sin embargo, el dolor punzante que vino a continuación de su mano hizo que se detuviera. Una seta estaba empezando a fusionarse con su mano, como las luminosas y ella la estaba sujetando como si siempre hubiera tenido eso entre sus dedos.
Y ahí su racionamiento lógico dijo que no. Que era imposible que eso fuera cierto. Si de verdad tenía eso en la mano… Apartó la mano de la empuñadura. Iba a quitarse primero la seta de la mano porque no recordaba haber estado sujetando nada. De hecho, estaba muy segura de que las pocas secas que habían recogido estaban en la bolsa improvisada que había hecho antes. Una pena que antes de que pudiese volver en sí por sus propios medios su compañera hubiera decidido agarrarla de la muñeca de la mano que seguía sobre su empuñadura y pegarle tremendo bofetón. El golpe resonó por todo el corredor al tiempo que la albina abría los ojos como platos por la sorpresa. Parpadeó un par de veces mirando a la rubia. Seguía en el suelo y ella estaba agarrándole la muñeca. Supuso que lo hizo por un susto y sus palabras de preocupación y disculpa se lo confirmaron. Frunció el ceño, frotándose la mejilla.
—Hablas mucho —se quejó mientras seguía frotándose la cara—. Joder, ha picado más de lo que esperaba. Aunque bueno, te agradezco la preocupación. ¿Qué cojones ha sido eso?
Su mirada se fijó en su pierna y luego en su otra mano, la cual empezó a mover. No había nada, ni siquiera el dolor que le pareció sentir antes, y estaba casi segura de que las alucinaciones no provocaban sensación de dolor.
—Ugh. Mira, me cago en dios —dijo sin pensar mucho sus palabras, aunque en cuanto a religión… Si de verdad hubiera alguna deidad por su parte podía besar su trasero—. Como sea… Esperemos que este espectáculo no haya espantado a lo que sea que tengamos que cazar, si es que están más adelante. —Tras ese comentario, se levantó de golpe… O al menos hizo el intento de hacerlo, volviendo a blasfemar al darse cuenta de que tendía que tomarse las cosas con un poco más de calma. Si es que ese no era su día, no.
El paso que habían llevado los últimos tres, cinco, minutos al mismo ritmo acababa de descompasarse y no porque ella se hubiera detenido, no. De hecho, fue Abi la primera en detener sus pasos, quedando a poco más de medio metro de distancia de ella. Al percatarse, la albina se volteó, encontrándose con una mujer presa del pánico con las manos en la cabeza. Nada tenía que ver esa apariencia con la de la mujer que había pegado tremendísimo flechazo en la cabeza a un conejo zombie para luego achichararlo. Preocupada por eso y por su dinero, no le quedó otra que intentar hacer que recuperase la compostura. Quiso volver sobre sus pasos para acercarse a la monja y tratar de hacerla reaccionar, llamándola incluso. Pero, y esto le pillo completamente por sorpresa, en cuanto dio el primer paso sintió un dolor agudo que fue capaz de tirarla al suelo, en la pierna. Apretó los dientes, maldiciendo por lo bajo por la caída que en primera instancia supuso fue por culpa de la herida —aunque le parecía raro teniendo en cuenta que había estado caminando sin problemas y que no era tan flojucha como para caerse— resultó ser otra aberración. Y es que de su pierna estaba saliendo lo que parecían zarcillos blancos como los de aquel conejo gigante de antes.
Su primera reacción fue la de buscar la empuñadura de su espada. Asustada, su instinto de supervivencia le pedía que se cortara por lo sano antes de que fuera tarde para no convertirse en un zombie como el de antes. Sin embargo, el dolor punzante que vino a continuación de su mano hizo que se detuviera. Una seta estaba empezando a fusionarse con su mano, como las luminosas y ella la estaba sujetando como si siempre hubiera tenido eso entre sus dedos.
Y ahí su racionamiento lógico dijo que no. Que era imposible que eso fuera cierto. Si de verdad tenía eso en la mano… Apartó la mano de la empuñadura. Iba a quitarse primero la seta de la mano porque no recordaba haber estado sujetando nada. De hecho, estaba muy segura de que las pocas secas que habían recogido estaban en la bolsa improvisada que había hecho antes. Una pena que antes de que pudiese volver en sí por sus propios medios su compañera hubiera decidido agarrarla de la muñeca de la mano que seguía sobre su empuñadura y pegarle tremendo bofetón. El golpe resonó por todo el corredor al tiempo que la albina abría los ojos como platos por la sorpresa. Parpadeó un par de veces mirando a la rubia. Seguía en el suelo y ella estaba agarrándole la muñeca. Supuso que lo hizo por un susto y sus palabras de preocupación y disculpa se lo confirmaron. Frunció el ceño, frotándose la mejilla.
—Hablas mucho —se quejó mientras seguía frotándose la cara—. Joder, ha picado más de lo que esperaba. Aunque bueno, te agradezco la preocupación. ¿Qué cojones ha sido eso?
Su mirada se fijó en su pierna y luego en su otra mano, la cual empezó a mover. No había nada, ni siquiera el dolor que le pareció sentir antes, y estaba casi segura de que las alucinaciones no provocaban sensación de dolor.
—Ugh. Mira, me cago en dios —dijo sin pensar mucho sus palabras, aunque en cuanto a religión… Si de verdad hubiera alguna deidad por su parte podía besar su trasero—. Como sea… Esperemos que este espectáculo no haya espantado a lo que sea que tengamos que cazar, si es que están más adelante. —Tras ese comentario, se levantó de golpe… O al menos hizo el intento de hacerlo, volviendo a blasfemar al darse cuenta de que tendía que tomarse las cosas con un poco más de calma. Si es que ese no era su día, no.
- resumen:
- • Girarse a ver que coño le pasa a Abigail.
• Caerse y fliparlo en colorines, hasta el punto de plantearse el desenvainar y cortarse la pierna por lo de los zarcillos.
• Darse cuenta con lo de la seta de que eso no tenía lógica y detener su mano antes de desenvainar.
• Llevarse tremendo guantazo por parte de Abi cuando estaba a punto de volver en si.
• Cagarse en dios, preguntar que ha pasado y blasfemar un poco más antes de ponerse en pie para que pudieran seguir su camino
Freites D. Alpha
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Ok, la situación había comenzado a mejorar. Al parecer lo que intuyo el joven rey de la forja parecía ser totalmente cierto. El enorme sujeto demostró ser bastante amigable y confiado a primera vista, pero aun así Alpha mantendría la guardia siempre arriba. Uno nunca sabe.
Jace habría llegado con el chiquillo para comentarle la información que había colectado. Alpha se quitó la máscara y observo al asesino desvanecerse junto con la neblina. El capitán pirata se sentía orgulloso de tener tanto talento dentro de sus filas. Jace demostrando ser una gran promesa como asesino de élite que evolucionara de manera silenciosa. Por otro lado, Zira demostraba tener el deseo de ser aquella fuera imparable que pudiera acabar con todo lo que se le colora en frente. Quizás… y solo quizás, ese era uno de los deseos que la motivaba a permanecer al lado del pequeño pirata. Porque si algo sabemos de las características del pequeño rey, es que su deseo máximo es ser una fuerza inamovible.
La temperatura comenzaba a bajar y, Alpha pudo notar que algo andaba mal. <¿Qué? ¿Por qué tengo frio?> Era algo que el consideraba imposible. Su akuma no mi le había dado un don maravilloso y una inigualable maldición. Pero esto era algo que escapaba de su entendimiento. Fue entonces que pudo divisar unas enormes figuras por los árboles. <¿Qué diablos está ocurriendo? ¿Por qué no puedo usar mi akuma no mí?> El frió le consumía. Su capacidad de razonamiento poco a poco se venía apagando al mismo tiempo que aquellos tétricos gritos que eran acompañados de aquel arrasador viento, que buscaban acabar con lo poca cordura que podía quedar en la cabeza del pequeño.
Y sin poder evitarlo, el rey de la forja cruzo miradas con una de las imponentes presencia. Esta era la segunda vez en toda su vida que el pelilargo sentía un verdadero terror. Los gritos de sus subordinados solo eran señal de un trágico y oscuro final. Esto ya era suficiente para él, no podía permitir ver como su familia era destruida así como nada. <Ya perdí una familia. No perderé otra.> Pero ni siquiera pudo dar el primer paso y lanzarse a luchar, las imponentes figuras se voltearon y observaron fijamente al señor de la guerra.
En ese momento, Alpha entendió que había llegado su fin.
Sus bocas, que se abrieron al mismo tiempo, mostraban una oscura e interminable oscuridad. El terror que el capitán pirata sentía en ese momento no tenía comparación alguna. No podía moverse y la nieve comenzó a cubrirlo todo.
Solo quedaba… cerrar los ojos y aceptar su destino.
- ¿Señor? ¡Señor! – Le dijo uno de los marineros a Alpha, haciendo que este despertara de aquel “trance”. El pequeño se mostraba totalmente confundido. <¿Qué acaba de ocurrir?> Pensó el pequeño. El pirata estaba muy confuso con aquella visión que acaba de tener. Y aquella sensación aún quedaba en su cuerpo.
-Señor, uno de los prisioneros esta convulsionando y la navegante se encuentra en batalla con un intruso.
- Dejad a Zira hacerse cargo de la basura que esta en mi nave. – Dijo el pequeño, Mientras estrujaba sus ojos, buscando aclimatarse y dejar a un lado todas aquellas sensaciones que acababa de vivir. – Guíame hacia los prisioneros. Tengo que sacarles información a los que me queden con vida.
Era momento de ponerse camino y saber cuál era la situación con sus “huéspedes”. No podía darse el lujo de perder más prisioneros sin siquiera haber sacado nada de información más allá de la que el mismo intuía.
El viejo prisionero y el intruso, ya era cosa de los Seasonings
Jace habría llegado con el chiquillo para comentarle la información que había colectado. Alpha se quitó la máscara y observo al asesino desvanecerse junto con la neblina. El capitán pirata se sentía orgulloso de tener tanto talento dentro de sus filas. Jace demostrando ser una gran promesa como asesino de élite que evolucionara de manera silenciosa. Por otro lado, Zira demostraba tener el deseo de ser aquella fuera imparable que pudiera acabar con todo lo que se le colora en frente. Quizás… y solo quizás, ese era uno de los deseos que la motivaba a permanecer al lado del pequeño pirata. Porque si algo sabemos de las características del pequeño rey, es que su deseo máximo es ser una fuerza inamovible.
La temperatura comenzaba a bajar y, Alpha pudo notar que algo andaba mal. <¿Qué? ¿Por qué tengo frio?> Era algo que el consideraba imposible. Su akuma no mi le había dado un don maravilloso y una inigualable maldición. Pero esto era algo que escapaba de su entendimiento. Fue entonces que pudo divisar unas enormes figuras por los árboles. <¿Qué diablos está ocurriendo? ¿Por qué no puedo usar mi akuma no mí?> El frió le consumía. Su capacidad de razonamiento poco a poco se venía apagando al mismo tiempo que aquellos tétricos gritos que eran acompañados de aquel arrasador viento, que buscaban acabar con lo poca cordura que podía quedar en la cabeza del pequeño.
Y sin poder evitarlo, el rey de la forja cruzo miradas con una de las imponentes presencia. Esta era la segunda vez en toda su vida que el pelilargo sentía un verdadero terror. Los gritos de sus subordinados solo eran señal de un trágico y oscuro final. Esto ya era suficiente para él, no podía permitir ver como su familia era destruida así como nada. <Ya perdí una familia. No perderé otra.> Pero ni siquiera pudo dar el primer paso y lanzarse a luchar, las imponentes figuras se voltearon y observaron fijamente al señor de la guerra.
En ese momento, Alpha entendió que había llegado su fin.
Sus bocas, que se abrieron al mismo tiempo, mostraban una oscura e interminable oscuridad. El terror que el capitán pirata sentía en ese momento no tenía comparación alguna. No podía moverse y la nieve comenzó a cubrirlo todo.
Solo quedaba… cerrar los ojos y aceptar su destino.
- ¿Señor? ¡Señor! – Le dijo uno de los marineros a Alpha, haciendo que este despertara de aquel “trance”. El pequeño se mostraba totalmente confundido. <¿Qué acaba de ocurrir?> Pensó el pequeño. El pirata estaba muy confuso con aquella visión que acaba de tener. Y aquella sensación aún quedaba en su cuerpo.
-Señor, uno de los prisioneros esta convulsionando y la navegante se encuentra en batalla con un intruso.
- Dejad a Zira hacerse cargo de la basura que esta en mi nave. – Dijo el pequeño, Mientras estrujaba sus ojos, buscando aclimatarse y dejar a un lado todas aquellas sensaciones que acababa de vivir. – Guíame hacia los prisioneros. Tengo que sacarles información a los que me queden con vida.
Era momento de ponerse camino y saber cuál era la situación con sus “huéspedes”. No podía darse el lujo de perder más prisioneros sin siquiera haber sacado nada de información más allá de la que el mismo intuía.
El viejo prisionero y el intruso, ya era cosa de los Seasonings
- Resumen:
- - Recibir la info de jace
- Disfrutar del los gigantes sombríos y el terror de noche de brujas,
- Informarme del intruso y del estado de los prisioneros.
-Dirigirme a los prisioneros en búsqueda de respuestas. y saber que carajo estaba pasando con el que se moría.
Omega
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Un escalofrío recorrió su espalda cuando aterrizaron. Entonces se dio cuenta que de no era capaz de moverse en absoluto. No, era más como si su cuerpo no tuviese la voluntad de moverse. A pesar de que sentía la fría mordida del miedo en su mente, su cuerpo se mantenía quieto, relajado. Dos largos tentáculos salieron desde las aguas. Quiso gritar, moverse, atacar antes de que fuese tarde... avisar a sus compañeros para que se defendieran. Pero su garganta no se tensó. Sus labios no se movieron. Era como estar atrapado en su propio cuerpo. Primero sintió la furia crecer en su interior, teñida de impotencia. Luego comenzó a diluirse lentamente en frustración y desesperanza. Si no podía hablar ni moverse, ¿cómo iba a hacer nada? Ni siquiera comprendía de dónde venía esa extraña parálisis.
Las viscosas y húmedas extremidades envolvieron a sus compañeros y los alzaron en el aire. Se dio cuenta de que sus ojos seguían el horrendo recorrido. ¿Podía moverlos? Intentó hacerlo, pero no fue capaz. Fuese lo que fuera, el responsable del poder que lo mantenía quieto quería hacerle ver cómo mataba a sus aliados. Y sin poder evitarlo, contempló cómo Ash y John eran sumergidos entre las oscuras aguas. Y ahora, ¿qué? ¿Le mataría a él también de esa manera? ¿Lo dejaría ahí para que se muriera de hambre, indiferente al mundo? No... hasta las habilidades de las akuma no mi tenían sus límites. Aunque fuese un tema de duración o alcance, tenía que tener alguna debilidad. ¿Cómo romper aquel poder?
- ¿Me oyes? Necesito tu ayuda - dijo mentalmente - Sé que no estoy loco. Sé que la voz que oigo en mi cabeza no es mía. Me empecé a dar cuenta desde el momento en que fui capaz de materializar tu poder. Y ahora necesito más. Pon tus condiciones y hazme más poderoso. Ayúdame a superar a este y los próximos enemigos que vengan.
Su cuerpo comenzó a moverse mientras trataba de llamar a aquel poder. Sin que pudiese evitarlo, se aproximó a las aguas, miró a estas y se arrojó. Un aura carmesí envolvió a Atsu y sus ojos comenzaron a brillar con el mismo color. Sin que nadie pudiese verlo, un pentáculo invertido rojo se materializó en su pecho. Mientras se sumergía en las aguas sintió aquel poder maldito volver a invadirle como otras veces. Siempre evitaba usarlo, pero... en aquella ocasión iba a necesitarlo. Una luz atravesó las aguas, roja como su poder. Y otra. Y siete fueron en total. Siete ojos de algo enorme que acechaba bajo las aguas. Entonces fue cuando comprendió lo que su sexto sentido había intentado advertirle: estaba ante algo más antiguo de lo comprensible. Una criatura desconocida para el hombre moderno. Ascestral, dormido tal vez durante eternos milenios... y ahora había despertado. Durante un momento su aura comenzó a apagarse mientras caía en una letárgica y derrotista aceptación... pero entonces volvió a brillar.
- Me da igual que seas un demonio, un dios o un fantasma. ¡Dame poder suficiente para enfrentar a esto!
Las viscosas y húmedas extremidades envolvieron a sus compañeros y los alzaron en el aire. Se dio cuenta de que sus ojos seguían el horrendo recorrido. ¿Podía moverlos? Intentó hacerlo, pero no fue capaz. Fuese lo que fuera, el responsable del poder que lo mantenía quieto quería hacerle ver cómo mataba a sus aliados. Y sin poder evitarlo, contempló cómo Ash y John eran sumergidos entre las oscuras aguas. Y ahora, ¿qué? ¿Le mataría a él también de esa manera? ¿Lo dejaría ahí para que se muriera de hambre, indiferente al mundo? No... hasta las habilidades de las akuma no mi tenían sus límites. Aunque fuese un tema de duración o alcance, tenía que tener alguna debilidad. ¿Cómo romper aquel poder?
- ¿Me oyes? Necesito tu ayuda - dijo mentalmente - Sé que no estoy loco. Sé que la voz que oigo en mi cabeza no es mía. Me empecé a dar cuenta desde el momento en que fui capaz de materializar tu poder. Y ahora necesito más. Pon tus condiciones y hazme más poderoso. Ayúdame a superar a este y los próximos enemigos que vengan.
Su cuerpo comenzó a moverse mientras trataba de llamar a aquel poder. Sin que pudiese evitarlo, se aproximó a las aguas, miró a estas y se arrojó. Un aura carmesí envolvió a Atsu y sus ojos comenzaron a brillar con el mismo color. Sin que nadie pudiese verlo, un pentáculo invertido rojo se materializó en su pecho. Mientras se sumergía en las aguas sintió aquel poder maldito volver a invadirle como otras veces. Siempre evitaba usarlo, pero... en aquella ocasión iba a necesitarlo. Una luz atravesó las aguas, roja como su poder. Y otra. Y siete fueron en total. Siete ojos de algo enorme que acechaba bajo las aguas. Entonces fue cuando comprendió lo que su sexto sentido había intentado advertirle: estaba ante algo más antiguo de lo comprensible. Una criatura desconocida para el hombre moderno. Ascestral, dormido tal vez durante eternos milenios... y ahora había despertado. Durante un momento su aura comenzó a apagarse mientras caía en una letárgica y derrotista aceptación... pero entonces volvió a brillar.
- Me da igual que seas un demonio, un dios o un fantasma. ¡Dame poder suficiente para enfrentar a esto!
- resumen:
- Atsu pierde la esperanza ante la imagen que está viendo y pide a la voz de su cabeza que le de poder a cambio de lo que quiera.
Roland von Klauswitz
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El túnel se le hizo espeluznantemente largo y aburrido, incluso con la velocidad que llevaba. Las luces de Rudolf revelaban curva tras curva, pequeños recovecos oscuros surtidos de bichos y mierda de murciélago. El largo sendero bajo la montaña era idéntico en todos sus tramos, con lámparas apagadas y unos raíles viejos que no acababan nunca. Y encima la seta no le hacía nada. La tiró por ahí y se encendió un puro de verdad.
De repente, rozó la pared con la moto. Una curva que no había visto. ¿Cómo no la había visto? Se fijó bien. Las malditas luces parecían brillar menos que antes, como si tuviese delante una pared negra e impenetrable. Eso era raro. Las luces de Rudolf podían atravesar hasta las ventiscas más encarnizadas, esas ante las que incluso Roland y los más duros y correosos habitantes de Ártica preferían pensarse dos veces lo de salir a beber. No podía creerse que la oscuridad de una mierda de mina, un chocho de montaña, pudiese con ellas.
El camino se alargaba hasta el infinito, negro y silencioso como un pozo de glaciar. Las paredes ni siquiera le devolvían el eco del motor o sus eructos ocasionales. Se detuvo. Empezaba a preocuparle estar dando vueltas en círculos. El puro ya se había consumido, convertido en ceniza por el tiempo transcurrido y sus largas caladas de frustración.
Entonces se fue la luz.
Comenzó como un parpadeó, algo que Roland achacó a su imaginación. Pero los faros siguieron fallando, perdiendo intensidad con una inexplicable inevitabilidad. Bajó y echó un vistazo en busca de algún daño del que no se hubiera dado cuenta, pero cuando se agachó, con un gruñido y los pantalones terriblemente tensos, se llevó un susto de muerte. Roland se uso en pie de inmediato, haciendo crujir sus rodillas como el cráneo pisoteado de un gato. El estrecho cerco iluminado no mostraba nada, pero habría jurado que había algo ahí. Iba ya a darse la vuelta cuando volvió a ocurrir. Las luces parpadearon y una figura fantasmagórica, de un pálido brillo recortado en la negrura, se hizo visible durante medio segundo justo en sus narices. Esta vez el corazón le dio un bote. Retrocedió dos pasos, con los huevos encogidos y la voz tomada por una congoja de lo más odiosa. Cómo detestaba esas mierdas tenebrosas.
-¿Quién coño hay ahí? -gritó al vacío. ¿Era cosa suya o las luces seguían perdiendo potencia?
La oscuridad volvió, y con ella la aparición. Un rostro pálido, una monstruosa deformación de sus masculinos rasgos, prácticamente le saltó encima, nariz con nariz. Reconoció su barba, su bandana, sus sutiles arrugas y su piel preservada por el frío, pero solo podía prestar atención a los dos pozos negros en los que faltaban sus ojos. La criatura gritó como un jodido loco, y Roland reaccionó.
-MECAGOENLAPUTAMADREQUESEFOLLÓALAVERNOPARAPARIRTE -bramó a toda velocidad, cayendo de culo tras trastabillar y tropezar con su propia moto al mismo tiempo que se echaba mano al pistolón.
Disparó a bocajarro hasta vaciar el tambor sobre aquel engendro de mierda, dando voces e insultándolo de formas que no usaba desde que tenía quince años. El estruendo de los balazos de Lulú le tranquilizaba, pero cuando se acabó, no lo dejó ahí. Abrió el saco que colgaba de su cintura y sacó un par de regalos. Uno de ellos, una linterna del tamaño de su brazo, ni se molestó en abrirlo. Pulsó el botón y la luz atravesó el envoltorio, sembrando las paredes con las sombras de los muñecos de nieve que lo decoraban. El otro era una ametralladora giratoria cargada con varias ristras de balas doradas. Apuntó al frente con ambos objetos y no vio nada. Pero ya no se fiaba.
-A tomar por culo.
Y, de nuevo, empezó a disparar.
De repente, rozó la pared con la moto. Una curva que no había visto. ¿Cómo no la había visto? Se fijó bien. Las malditas luces parecían brillar menos que antes, como si tuviese delante una pared negra e impenetrable. Eso era raro. Las luces de Rudolf podían atravesar hasta las ventiscas más encarnizadas, esas ante las que incluso Roland y los más duros y correosos habitantes de Ártica preferían pensarse dos veces lo de salir a beber. No podía creerse que la oscuridad de una mierda de mina, un chocho de montaña, pudiese con ellas.
El camino se alargaba hasta el infinito, negro y silencioso como un pozo de glaciar. Las paredes ni siquiera le devolvían el eco del motor o sus eructos ocasionales. Se detuvo. Empezaba a preocuparle estar dando vueltas en círculos. El puro ya se había consumido, convertido en ceniza por el tiempo transcurrido y sus largas caladas de frustración.
Entonces se fue la luz.
Comenzó como un parpadeó, algo que Roland achacó a su imaginación. Pero los faros siguieron fallando, perdiendo intensidad con una inexplicable inevitabilidad. Bajó y echó un vistazo en busca de algún daño del que no se hubiera dado cuenta, pero cuando se agachó, con un gruñido y los pantalones terriblemente tensos, se llevó un susto de muerte. Roland se uso en pie de inmediato, haciendo crujir sus rodillas como el cráneo pisoteado de un gato. El estrecho cerco iluminado no mostraba nada, pero habría jurado que había algo ahí. Iba ya a darse la vuelta cuando volvió a ocurrir. Las luces parpadearon y una figura fantasmagórica, de un pálido brillo recortado en la negrura, se hizo visible durante medio segundo justo en sus narices. Esta vez el corazón le dio un bote. Retrocedió dos pasos, con los huevos encogidos y la voz tomada por una congoja de lo más odiosa. Cómo detestaba esas mierdas tenebrosas.
-¿Quién coño hay ahí? -gritó al vacío. ¿Era cosa suya o las luces seguían perdiendo potencia?
La oscuridad volvió, y con ella la aparición. Un rostro pálido, una monstruosa deformación de sus masculinos rasgos, prácticamente le saltó encima, nariz con nariz. Reconoció su barba, su bandana, sus sutiles arrugas y su piel preservada por el frío, pero solo podía prestar atención a los dos pozos negros en los que faltaban sus ojos. La criatura gritó como un jodido loco, y Roland reaccionó.
-MECAGOENLAPUTAMADREQUESEFOLLÓALAVERNOPARAPARIRTE -bramó a toda velocidad, cayendo de culo tras trastabillar y tropezar con su propia moto al mismo tiempo que se echaba mano al pistolón.
Disparó a bocajarro hasta vaciar el tambor sobre aquel engendro de mierda, dando voces e insultándolo de formas que no usaba desde que tenía quince años. El estruendo de los balazos de Lulú le tranquilizaba, pero cuando se acabó, no lo dejó ahí. Abrió el saco que colgaba de su cintura y sacó un par de regalos. Uno de ellos, una linterna del tamaño de su brazo, ni se molestó en abrirlo. Pulsó el botón y la luz atravesó el envoltorio, sembrando las paredes con las sombras de los muñecos de nieve que lo decoraban. El otro era una ametralladora giratoria cargada con varias ristras de balas doradas. Apuntó al frente con ambos objetos y no vio nada. Pero ya no se fiaba.
-A tomar por culo.
Y, de nuevo, empezó a disparar.
- Resumen:
- Pues disparar.
Claude von Appetit
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Vale, parece que todo ha ido bien. Hemos logrado salir, todos están a salvo y logramos hacer que la cueva colapse. Tengo que evitar pronunciar un "te lo dije" a Elina cuando me cruzo con ella, pero me lo ahorro. Pero en serio, ¿qué ganábamos matando a la vaca rinoceronte robot mutante? Absolutamente nada, y yo todavía tengo un castillo al que llegar por... Buenos motivos, sin duda. Es una sorpresa. El caso, que tiramos la cueva abajo, como he propuesto hace un rato, y nos libramos de los blanquitos, como habría pasado hace un... ¡Oh, mierda! ¿Pero cuántos de estos son?
Todavía llevo a Aria en brazos, pero casi la dejo caer cuando contemplo la colosal horda de albinos que se posiciona en semicírculo a nuestro alrededor, evitando cualquier retirada posible. Y para más colmo aparece la vieja a la que, repito, yo estaba en contra de que matásemos, Arik ha asesinado sin ninguna clase de reparo ni vergüenza. ¿Deberíamos ofrecerlo como pago? El caso, que aparece la vieja en forma de fantasma, pero no emite susurros ni mueve los dedos así. Es más gráfico si puedes verme, así que usa la imaginación. Pero bueno, ni mueve los dedos ni actúa como un fantasma, por lo que llego a una conclusión: No es un fantasma de verdad. Mis múltiples experiencias con seres extrasensoriales como el Rapanook o Ivan me han enseñado que nunca, nunca, nunca un fantasma se comportaría como esa vieja. Son los pequeños gestos, porque sí, la señora flota, emite un extraño brillo y habla raro, pero mucha gente lo hace hoy en día.
En fin, que estamos delante de la mujer "fantasma" y su horda de acólitos. Otra prueba de que no es un fantasma, sus gentes pueden verla y parece valerles verga que esté ahí, así que todo forma parte de una performance un tanto macabra, pero no hay que tener ningún miedo. Estamos a salvo.
Al menos eso es lo que me gustaría decir, porque lo cierto es que una horda de pringaos corriendo hacia nosotros no deja de ser una horda corriendo hacia nosotros. De pringaos. Horda. De pringaos. Pero una horda. De pringaos. En fin, que si de verdad son tantos y esto no es alguna clase de truco de ilusionismo barato con finalidad erótico-festiva deberíamos estar preocupados, así que sin ningún temor decido dar un discurso para calmar a mis compañeros.
- Sé que tenéis miedo, yo también lo tendría si no estuviese todo bajo control -explico-. Todo el mundo sabe que los albinos no soportan la luz, ni las viejas los ruidos fuertes. Así que Elina, usa tu fruta de linterna para cegarlos a todos. Arik, quiero que el Black Metal suene como si estuviese en un tugurio a las tres de la mañana... Pero nada de covers con tecno-pop, podría ser contraproducente. -Miro a la sirena-. Nosotros tenemos muy poco que aportar aquí, y debemos cuidar del resto. Nos las llevamos.
Sí, tengo un plan. No, no pasa por escapar. Aunque lo parece. Salgo corriendo con Aria en brazos e intento encontrar dónde apoyar las piernas para dar saltos de un lado a otro, escalando por pura inercia la montaña. Una vez arriba, en una posición segura, si llegamos, le explico a Illje la segunda parte del plan:
- Vale, ahora solo necesitamos una forma de provocar un alud -digo, y al pronunciarlo en voz alta me doy cuenta de un pequeño detalle-. Y de avisar a esos dos de que la montaña se les viene encima.
Hablo muy bajito para que no me oigan los albinos, pero se lo tengo que decir a Illje porque, al final, ella es la lista. Seguro que tiene algún dispositivo para sacarlos de ahí o, como mínimo, una idea mejor.
Todavía llevo a Aria en brazos, pero casi la dejo caer cuando contemplo la colosal horda de albinos que se posiciona en semicírculo a nuestro alrededor, evitando cualquier retirada posible. Y para más colmo aparece la vieja a la que, repito, yo estaba en contra de que matásemos, Arik ha asesinado sin ninguna clase de reparo ni vergüenza. ¿Deberíamos ofrecerlo como pago? El caso, que aparece la vieja en forma de fantasma, pero no emite susurros ni mueve los dedos así. Es más gráfico si puedes verme, así que usa la imaginación. Pero bueno, ni mueve los dedos ni actúa como un fantasma, por lo que llego a una conclusión: No es un fantasma de verdad. Mis múltiples experiencias con seres extrasensoriales como el Rapanook o Ivan me han enseñado que nunca, nunca, nunca un fantasma se comportaría como esa vieja. Son los pequeños gestos, porque sí, la señora flota, emite un extraño brillo y habla raro, pero mucha gente lo hace hoy en día.
En fin, que estamos delante de la mujer "fantasma" y su horda de acólitos. Otra prueba de que no es un fantasma, sus gentes pueden verla y parece valerles verga que esté ahí, así que todo forma parte de una performance un tanto macabra, pero no hay que tener ningún miedo. Estamos a salvo.
Al menos eso es lo que me gustaría decir, porque lo cierto es que una horda de pringaos corriendo hacia nosotros no deja de ser una horda corriendo hacia nosotros. De pringaos. Horda. De pringaos. Pero una horda. De pringaos. En fin, que si de verdad son tantos y esto no es alguna clase de truco de ilusionismo barato con finalidad erótico-festiva deberíamos estar preocupados, así que sin ningún temor decido dar un discurso para calmar a mis compañeros.
- Sé que tenéis miedo, yo también lo tendría si no estuviese todo bajo control -explico-. Todo el mundo sabe que los albinos no soportan la luz, ni las viejas los ruidos fuertes. Así que Elina, usa tu fruta de linterna para cegarlos a todos. Arik, quiero que el Black Metal suene como si estuviese en un tugurio a las tres de la mañana... Pero nada de covers con tecno-pop, podría ser contraproducente. -Miro a la sirena-. Nosotros tenemos muy poco que aportar aquí, y debemos cuidar del resto. Nos las llevamos.
Sí, tengo un plan. No, no pasa por escapar. Aunque lo parece. Salgo corriendo con Aria en brazos e intento encontrar dónde apoyar las piernas para dar saltos de un lado a otro, escalando por pura inercia la montaña. Una vez arriba, en una posición segura, si llegamos, le explico a Illje la segunda parte del plan:
- Vale, ahora solo necesitamos una forma de provocar un alud -digo, y al pronunciarlo en voz alta me doy cuenta de un pequeño detalle-. Y de avisar a esos dos de que la montaña se les viene encima.
Hablo muy bajito para que no me oigan los albinos, pero se lo tengo que decir a Illje porque, al final, ella es la lista. Seguro que tiene algún dispositivo para sacarlos de ahí o, como mínimo, una idea mejor.
- Resumen:
- Dejar que los importantes hagan cosas, cargar NPC's
Kohaku Sato
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
—Curioso…, muy curioso —le dijo a Abigail tras su respuesta.
Tenía una gran habilidad, y usada de buena manera, incluso podía convertir su interior en un laberinto interminable para sus enemigos. Tan solo debía crear una prisión sin ventanas y muy reforzada, dejándolo allí hasta el fin de sus días.
Estaba absorto en sus pensamientos, cuando Hazel se chocó con él. Parecía mosqueada, ¿la razón? No había que ser una persona muy espabilada para darse cuenta de ello. La muchacha estaba enfadada, seguramente, porque Kohaku no se había acercado a ver el estado de su herida, pero tenía razones para no hacerlo, aunque más bien tan solo tenía una: el exceso de sangre. El moreno suspiró, y entonces caminó hasta situarse más cerca de las dos cazadoras.
—Creo que hay algo que debo comentaros, y más si vamos a tener que estar juntos en esta empresa —comentó con voz seria. Se pausó durante un breve instante, dado que no sabía por donde empezar. ¿Tenía que comentarse todo con pelos y señales? Al fin de cuentas apenas los conocía. Una explicación breve debería sería más que suficiente—. Tengo un pequeño problema con el exceso de sangre —dijo—. Debido a un pequeño problema que tuve antaño, cuando me veo envuelto en un altercado con una gran cantidad de sangre entro en un estado que podemos definir como descontrolado. Cada día puedo controlarme mucho más, pero no me gusta arriesgarme en lugares cerrados como este —miró a Hazel—. Si te ha molestado, te pido perdón, pero prefiero evitar conflictos debido a este problema. Esa es la razón por la que suelo trabajar en solitario…
Pasado un tiempo llegaron a su destino, una vieja mina que parecía necesitar algo de mantenimiento. Allí se encontraron con Roland, y cada uno tomó un camino distinto. Kohaku fue el último en hacerlo, y tuvo que ir por un sendero que comenzaba con una escalera de piedra ascendía hasta saber dónde.
Se encontraba solo, y pudo ver como Abigail caminaba con él por uno de lo senderos. «¿Qué diantres?», se preguntó, golpeándose en la cara con ambas manos. Se dispuso a caminar, pero el túnel parecía no acabar. Había estado andando mucho más tiempo que del que parecía, y cuando quiso darse cuenta ya no había entradas ni salidas. Miró a un lado, luego al otro, pero no había nada más que piedras y setas, cuyo tamaño era cada vez más absurdo. Las paredes se cernieron sobre él, al igual que las setas, hasta el punto que no puede moverse. Grita y grita, pero no es capaz de hacer nada. Desesperado, casi por instinto, desató esa fuerza que tenía dentro de él, pero tampoco parecía que eso pudiera arreglar nada. Y de pronto, un escalofrío que lo devolvió a la realidad.
—¿Qué mierda ha pasado aquí? —preguntó en voz alta, completamente sudoroso.
Cogió golondrina, ligeramente asustado, y comenzó a caminar por la escalinata para seguir con su camino.
Tenía una gran habilidad, y usada de buena manera, incluso podía convertir su interior en un laberinto interminable para sus enemigos. Tan solo debía crear una prisión sin ventanas y muy reforzada, dejándolo allí hasta el fin de sus días.
Estaba absorto en sus pensamientos, cuando Hazel se chocó con él. Parecía mosqueada, ¿la razón? No había que ser una persona muy espabilada para darse cuenta de ello. La muchacha estaba enfadada, seguramente, porque Kohaku no se había acercado a ver el estado de su herida, pero tenía razones para no hacerlo, aunque más bien tan solo tenía una: el exceso de sangre. El moreno suspiró, y entonces caminó hasta situarse más cerca de las dos cazadoras.
—Creo que hay algo que debo comentaros, y más si vamos a tener que estar juntos en esta empresa —comentó con voz seria. Se pausó durante un breve instante, dado que no sabía por donde empezar. ¿Tenía que comentarse todo con pelos y señales? Al fin de cuentas apenas los conocía. Una explicación breve debería sería más que suficiente—. Tengo un pequeño problema con el exceso de sangre —dijo—. Debido a un pequeño problema que tuve antaño, cuando me veo envuelto en un altercado con una gran cantidad de sangre entro en un estado que podemos definir como descontrolado. Cada día puedo controlarme mucho más, pero no me gusta arriesgarme en lugares cerrados como este —miró a Hazel—. Si te ha molestado, te pido perdón, pero prefiero evitar conflictos debido a este problema. Esa es la razón por la que suelo trabajar en solitario…
Pasado un tiempo llegaron a su destino, una vieja mina que parecía necesitar algo de mantenimiento. Allí se encontraron con Roland, y cada uno tomó un camino distinto. Kohaku fue el último en hacerlo, y tuvo que ir por un sendero que comenzaba con una escalera de piedra ascendía hasta saber dónde.
Se encontraba solo, y pudo ver como Abigail caminaba con él por uno de lo senderos. «¿Qué diantres?», se preguntó, golpeándose en la cara con ambas manos. Se dispuso a caminar, pero el túnel parecía no acabar. Había estado andando mucho más tiempo que del que parecía, y cuando quiso darse cuenta ya no había entradas ni salidas. Miró a un lado, luego al otro, pero no había nada más que piedras y setas, cuyo tamaño era cada vez más absurdo. Las paredes se cernieron sobre él, al igual que las setas, hasta el punto que no puede moverse. Grita y grita, pero no es capaz de hacer nada. Desesperado, casi por instinto, desató esa fuerza que tenía dentro de él, pero tampoco parecía que eso pudiera arreglar nada. Y de pronto, un escalofrío que lo devolvió a la realidad.
—¿Qué mierda ha pasado aquí? —preguntó en voz alta, completamente sudoroso.
Cogió golondrina, ligeramente asustado, y comenzó a caminar por la escalinata para seguir con su camino.
- Resumen:
- Hablarle a Hazel y Abby + llegar a la mina, alucinar con las alucinaciones y seguir su camino.
Illje Landvik
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Todo a su alrededor era un infierno blanco. Ilje se preguntó dónde habría dejado su abrigo rosa mientras se estremecía de frío. Se le iban a congelar las orejitas, demonios. Deseó poder atárselas en la barbilla y utilizarlas de orejeras. Bueno, en realidad seguro que podía si le ponía el suficiente empeño, pero no estaba dispuesta a pagar el dolor que sería el precio.
Comprobó aliviada que todos habían logrado salir. Tanto ella como Elina habían terminado tirando de Arik y no pudo evitar reírse antes de estornudar. Dios, pero qué frío. Y, sin embargo, la temperatura enseguida se convirtió en el menor de sus problemas. La cara de la conejita se volvió blanca como la nieve en cuanto comprendió que no eran los únicos que habían logrado salir de la cueva.
¡No podía ser!¡Los escombros todavía estaban ahí! Y sin embargo, los albinos avanzaban imparables todavía ataviados con sus túnicas como si no hubiera sucedido nada. Tragó saliva. Volvieron a rodearlos, sus ojos brillando y en el centro… la abuela. La abuela a la que Arik había matado. Seguía allí, aunque podía ver a través de ella. ¿Un fantasma? ¿Acaso eso era posible? Todo lo que sabía le decía que no, que no había tal cosa pero… solo un idiota negaría lo que estaba viendo para que cuadrase con sus creencias.
Sus palabras le llamaron la atención y se apresuró a mirar al cielo. No podía ser. Un eclipse. Y a su lado, el cometa continuaba su avance imparable. Nada bueno podía salir de aquello, estaba convencida.
¡Venían a por ellos! Eran muchos, demasiados. Definitivamente muchos más de los que había en la cueva y no dejaban de venir. Se quedó helada en el sitio, pero entonces escuchó a Claude. Lo que decía tenía sentido. Se fue tranquilizando mientras él hablaba hasta que sintió que podía volver a mover los pies. Asintió con vehemencia cuando se dirigió a ella y agarró bien a Serleena antes de seguirle.
Escaló la montaña detrás del pelirrojo, utilizando la función de ganchos de sus patines. Una vez en lo alto, le contó la segunda parte de su plan. La conejita miró a su alrededor y sus ojos se detuvieron en Arik. Eso era.
-Claude, tenemos que volver a bajar.
Al fin y al cabo aunque tirarles la montaña encima era una buena idea, no quería estar arriba cuando todo se viniera abajo. Echó a correr por la nieve, medio saltando medio deslizándose hasta que llegó junto a su familia. Rapidamente llegó junto a Arik y le señaló la montaña, calculando más o menos la dirección ideal. Por suerte, las ondas de sonido tenían no poco alcance.
-¡Allí! ¡Harás que les caiga encima!
En realidad no estaba muy segura del éxito del plan, no porque Arik no pudiera cargarse la montaña sino porque si las rocas no habían podido con ellos nada les aseguraba que la nieve fuera a poder. Pero tenían que probar.
En cuanto se lo hubiera dicho echaría a correr todavía con Serleena a cuestas, buscando un sitio seguro para esperar a que pasara la tormenta. Por desgracia, Claude tenía razón en otra cosa. No podía hacer mucho más. Cabreada por no ser de más ayuda, aceleró. Se aseguraría de cambiar eso, antes o después. Lo tenía muy claro.
Comprobó aliviada que todos habían logrado salir. Tanto ella como Elina habían terminado tirando de Arik y no pudo evitar reírse antes de estornudar. Dios, pero qué frío. Y, sin embargo, la temperatura enseguida se convirtió en el menor de sus problemas. La cara de la conejita se volvió blanca como la nieve en cuanto comprendió que no eran los únicos que habían logrado salir de la cueva.
¡No podía ser!¡Los escombros todavía estaban ahí! Y sin embargo, los albinos avanzaban imparables todavía ataviados con sus túnicas como si no hubiera sucedido nada. Tragó saliva. Volvieron a rodearlos, sus ojos brillando y en el centro… la abuela. La abuela a la que Arik había matado. Seguía allí, aunque podía ver a través de ella. ¿Un fantasma? ¿Acaso eso era posible? Todo lo que sabía le decía que no, que no había tal cosa pero… solo un idiota negaría lo que estaba viendo para que cuadrase con sus creencias.
Sus palabras le llamaron la atención y se apresuró a mirar al cielo. No podía ser. Un eclipse. Y a su lado, el cometa continuaba su avance imparable. Nada bueno podía salir de aquello, estaba convencida.
¡Venían a por ellos! Eran muchos, demasiados. Definitivamente muchos más de los que había en la cueva y no dejaban de venir. Se quedó helada en el sitio, pero entonces escuchó a Claude. Lo que decía tenía sentido. Se fue tranquilizando mientras él hablaba hasta que sintió que podía volver a mover los pies. Asintió con vehemencia cuando se dirigió a ella y agarró bien a Serleena antes de seguirle.
Escaló la montaña detrás del pelirrojo, utilizando la función de ganchos de sus patines. Una vez en lo alto, le contó la segunda parte de su plan. La conejita miró a su alrededor y sus ojos se detuvieron en Arik. Eso era.
-Claude, tenemos que volver a bajar.
Al fin y al cabo aunque tirarles la montaña encima era una buena idea, no quería estar arriba cuando todo se viniera abajo. Echó a correr por la nieve, medio saltando medio deslizándose hasta que llegó junto a su familia. Rapidamente llegó junto a Arik y le señaló la montaña, calculando más o menos la dirección ideal. Por suerte, las ondas de sonido tenían no poco alcance.
-¡Allí! ¡Harás que les caiga encima!
En realidad no estaba muy segura del éxito del plan, no porque Arik no pudiera cargarse la montaña sino porque si las rocas no habían podido con ellos nada les aseguraba que la nieve fuera a poder. Pero tenían que probar.
En cuanto se lo hubiera dicho echaría a correr todavía con Serleena a cuestas, buscando un sitio seguro para esperar a que pasara la tormenta. Por desgracia, Claude tenía razón en otra cosa. No podía hacer mucho más. Cabreada por no ser de más ayuda, aceleró. Se aseguraría de cambiar eso, antes o después. Lo tenía muy claro.
- resumen:
- Seguir a Claude, bajar y decirle a Arik que apunte ala montaña para provocar un alud y largarse a un sitio seguro con Serleena.
Raion
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Pese a que el sonido de la pierna del animal contra el metal indicaba que con toda probabilidad el mink había conseguido fracturarle un hueso, la bestia no pareció inmutarse. De hecho algo llamó la atención del león, y fue el olor del cánido. Su aroma le resultaba extrañamente familiar, pero no logró identificarlo. Pese a ello sí que podía asegurar que no era así como olía un lobo. Aunque claro, aquel animal en poco se parecía más allá de en su estructura corporal más básica, a un lobo.
Después de recibir de lleno en la frente el puñetazo de Braud sin el menor gesto de dolor, el monstruoso cánido saltó a gran altura y giró sobre sí mismo, lanzando hacia los dos cazarrecompensas multitud de púas con aspecto de ser realmente duras y afiladas. El mink, consciente de su enorme ventaja a la hora de recibir ataques como aquel, se lanzó hacia delante a gran velocidad tomando su forma elemental y dejando que las púas pasaran a su través sin siquiera rozarle.
Su enemigo se agazapó nada más llegar al suelo, cubriendo su vientre y sus patas. Sin lugar a dudas aquellas zonas eran las más débiles de su cuerpo, por lo que era donde debían intentar alcanzarle.
En ese momento una súbita visión forzó al león a detenerse. De repente todo se tornó oscuro y unas sombras comenzaron a moverse a su alrededor, entre los árboles. Un enorme tentáculo agarró a Braud y, antes de que pudiera hacer nada, al propio Raion, elevando a ambos hacia las alturas. El león, tremendamente confundido, no tenía la menor idea de qué estaba ocurriendo. Sin embargo, cuando se quiso dar cuenta, volvía a estar en el mismo sitio que unos segundos antes y nada parecía haber cambiado. La enorme fiera seguía frente a él, y Braud le acompañaba a escasos metros de su posición. Aquello era lo más extraño que le había sucedido nunca. ¿Se estaría volviendo loco?
No obstante, aún poseído por el furor del combate pese al susto, pronto el mink se lanzó nuevamente a la carga. Su intención sería pasar al lado de la bestia y atacar con fuerza. Con su arma imbuida en la armadura semitransparente de su voluntad, buscaría dañar al animal en un costado con el objetivo de forzarle a, o bien esquivar, o bien cambiar de posición por el daño recibido, abriendo a Braud su zona vulnerable para que la atacara con fuerza.
Después de recibir de lleno en la frente el puñetazo de Braud sin el menor gesto de dolor, el monstruoso cánido saltó a gran altura y giró sobre sí mismo, lanzando hacia los dos cazarrecompensas multitud de púas con aspecto de ser realmente duras y afiladas. El mink, consciente de su enorme ventaja a la hora de recibir ataques como aquel, se lanzó hacia delante a gran velocidad tomando su forma elemental y dejando que las púas pasaran a su través sin siquiera rozarle.
Su enemigo se agazapó nada más llegar al suelo, cubriendo su vientre y sus patas. Sin lugar a dudas aquellas zonas eran las más débiles de su cuerpo, por lo que era donde debían intentar alcanzarle.
En ese momento una súbita visión forzó al león a detenerse. De repente todo se tornó oscuro y unas sombras comenzaron a moverse a su alrededor, entre los árboles. Un enorme tentáculo agarró a Braud y, antes de que pudiera hacer nada, al propio Raion, elevando a ambos hacia las alturas. El león, tremendamente confundido, no tenía la menor idea de qué estaba ocurriendo. Sin embargo, cuando se quiso dar cuenta, volvía a estar en el mismo sitio que unos segundos antes y nada parecía haber cambiado. La enorme fiera seguía frente a él, y Braud le acompañaba a escasos metros de su posición. Aquello era lo más extraño que le había sucedido nunca. ¿Se estaría volviendo loco?
No obstante, aún poseído por el furor del combate pese al susto, pronto el mink se lanzó nuevamente a la carga. Su intención sería pasar al lado de la bestia y atacar con fuerza. Con su arma imbuida en la armadura semitransparente de su voluntad, buscaría dañar al animal en un costado con el objetivo de forzarle a, o bien esquivar, o bien cambiar de posición por el daño recibido, abriendo a Braud su zona vulnerable para que la atacara con fuerza.
- Resumen:
- Pasar a forma elemental para evitar las púas. Atacar para intentar forzarle a exponer su área más sensible.
Ryuichi Ichiban
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El olor de su propia sangre, la sensación de sus armas naturales desgarrando su carne, no hacían sino aumentar las ganas de combatir de Braud. El dolor, latente, servía de combustible para su frenesí interno. Había alcanzado un estado bestial, casi primitivo, aunque todavía era consciente de sus debilidades, de sus fortalezas... De posibles estrategias que podría tomar para superar aquella férrea armadura. Miró al león, que ahora era su... ¿Cómo los llamaba su padre? Su hermano de escudo. Era el segundo combate que tenía junto a él y... Poco a poco formaba un vínculo con el hombre bestia.
De golpe una extraña sensación... ¿Un sonido? ¿Una cortante ráfaga de aire helado? No lo tenía claro, en aquel estado bien podría estar mezclando sus sentidos. Algo salió de la nieve, algo alargado, similar a un insecto. Braud intentó alejarlo de un puñetazo, pero falló. Aquella cosa rodeó su torso y lo levantó en el aire como si de una pluma se tratase. El gigante rugió, intentando librarse. Era imposible, lo era...
Desapareció. Estaba donde antes. ¿Una ilusión? ¿Acaso estaba allí aquel cobarde que ayudó a Bernard en la carrera? Creía que Abby se había hecho cargo de él... No. Aquello debería ser algo mucho mucho peor... Su instinto se lo decía. Y no podía sino estar totalmente ansioso por saber lo que era. Por demostrar su fuerza contra aquella misteriosa sensación. Raion empezó a moverse a toda velocidad hacia el lobo, levantando tras de si una pared de nieve. Sabiendo lo que venía, casi por instinto, Braud fue detrás.
Cubriendo su cuerpo de un aura rojiza que potenciaba su fuerza, dirigió un fuerte puñetazo a cualquier punto que la bestia, en su distracción por el ataque de Raion escasos milisegundos antes, hubiese dejado libre. Y, aunque no hubiese dejado ningún punto débil a la bestia, el gigante atacaría igual. Su frenesí estaba demasiado descontrolado en aquel instante como para siquiera pensar en las consecuencias. Por lo que sabía, más heridas y el olor de su propia sangre tan solo le volverían imparable.
De golpe una extraña sensación... ¿Un sonido? ¿Una cortante ráfaga de aire helado? No lo tenía claro, en aquel estado bien podría estar mezclando sus sentidos. Algo salió de la nieve, algo alargado, similar a un insecto. Braud intentó alejarlo de un puñetazo, pero falló. Aquella cosa rodeó su torso y lo levantó en el aire como si de una pluma se tratase. El gigante rugió, intentando librarse. Era imposible, lo era...
Desapareció. Estaba donde antes. ¿Una ilusión? ¿Acaso estaba allí aquel cobarde que ayudó a Bernard en la carrera? Creía que Abby se había hecho cargo de él... No. Aquello debería ser algo mucho mucho peor... Su instinto se lo decía. Y no podía sino estar totalmente ansioso por saber lo que era. Por demostrar su fuerza contra aquella misteriosa sensación. Raion empezó a moverse a toda velocidad hacia el lobo, levantando tras de si una pared de nieve. Sabiendo lo que venía, casi por instinto, Braud fue detrás.
Cubriendo su cuerpo de un aura rojiza que potenciaba su fuerza, dirigió un fuerte puñetazo a cualquier punto que la bestia, en su distracción por el ataque de Raion escasos milisegundos antes, hubiese dejado libre. Y, aunque no hubiese dejado ningún punto débil a la bestia, el gigante atacaría igual. Su frenesí estaba demasiado descontrolado en aquel instante como para siquiera pensar en las consecuencias. Por lo que sabía, más heridas y el olor de su propia sangre tan solo le volverían imparable.
- Resumen:
- Fliparlo con la alucinación, ir todo dopado por el combate y atacar después de Raion, aprovechando la distracción, con mi Aura Potenciadora to guapa
Ashlyn Blake
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
¿Qué cojones estaba pasando aquí? No tenia sentido, aquello no tenía ningún maldito sentido. Esa no era su voz, ella no estaba llamando a sus compañeros y antes de que pudiera coger a John para que no se metiera en aquella neblina fue la mano de Omega quien la freno. Lo miro y se puso espalda con espalda mientras sostenía sus pistolas con fuerza, dispuesta a acabar con quien asomara en cualquier momento. Aunque estaba preocupada por el vaquero e intentaría hacer que Omega la acompañara al interior de la niebla para saber donde se había metido.
No podía dejarlo allí metido sin saber a quien o a que estaba siguiendo. — Esto es demasiado raro...¿qué cojones esta pasando aquí? — se notaba que no estaba para nada contenta. Ash cuando entraba en ese estado era capaz de pegarle un tiro a su propia madre entre las cejas, aunque claro, su madre no es que fuera santo de su devoción así que tal vez no sea el mejor ejemplo del mundo. Pero estaba preparada para disparar a lo primero que se moviese. Aquella humareda de polvo empezaba a molestar así que intentaría disiparla de la mejor forma que pudiera usando sus vientos.
Aquella situación era desde luego incomoda, la vaquera solía ser una persona que prefería controlar la situación. Por algo era una maldita francotiradora, pero allí estaba sin saber que estaba pasando ni con que tenía que tener o no cuidado. En aquel momento buscaba la forma de librarse de toda aquella incertidumbre, sus ojos se movían de un lado a otro buscando al causante de todo aquel estropicio y de alguna manera intentaba encontrar a John para que no se metiera en un lío del cual no pudiera salir. El vaquero parecía en apuros y aunque lo llamaba no recibía respuesta y eso la ponía mas nerviosa.
No podía dejarlo allí metido sin saber a quien o a que estaba siguiendo. — Esto es demasiado raro...¿qué cojones esta pasando aquí? — se notaba que no estaba para nada contenta. Ash cuando entraba en ese estado era capaz de pegarle un tiro a su propia madre entre las cejas, aunque claro, su madre no es que fuera santo de su devoción así que tal vez no sea el mejor ejemplo del mundo. Pero estaba preparada para disparar a lo primero que se moviese. Aquella humareda de polvo empezaba a molestar así que intentaría disiparla de la mejor forma que pudiera usando sus vientos.
Aquella situación era desde luego incomoda, la vaquera solía ser una persona que prefería controlar la situación. Por algo era una maldita francotiradora, pero allí estaba sin saber que estaba pasando ni con que tenía que tener o no cuidado. En aquel momento buscaba la forma de librarse de toda aquella incertidumbre, sus ojos se movían de un lado a otro buscando al causante de todo aquel estropicio y de alguna manera intentaba encontrar a John para que no se metiera en un lío del cual no pudiera salir. El vaquero parecía en apuros y aunque lo llamaba no recibía respuesta y eso la ponía mas nerviosa.
- Resumen:
- Fliparlo muy fuerte en ese sueñito donde intentar encontrar a John en la "polvareda" con Omega
John Wayne
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Podría haber muerto. O eso o haber sido gravemente herido por aquello que estuvo apunto de caer sobre su cabeza. Por suerte Ash había podido empujarlo y sacarlo de la trayectoria de ese proyectil caído. Sin embargo, antes de poder siquiera agradecérselo al levantarse, ya no había nadie. Parecía estar en otro espacio, ni siquiera el suelo parecía igual. La niebla lo rodeaba y... una lejana voz lo llamaba. La voz de Ash. Frunció el ceño, mirando a los lados. Hace un momento estaba con él y ahora... Sonaba distante. ¿Qué demonios estaba pasando?
Gruñó ligeramente y empezó a caminar, en dirección a la voz de la albina. La niebla no le permitía ver con claridad lo que tenía delante, por lo que a veces se chocaba con pequeños obstáculos en el camino. De golpe, alguien le tocó el hombro. A gran velocidad desenfundó su arma y apuntó al intruso, solo para ver que se trataba de... Ash. Pero... ¿Cómo? La voz seguía sonando. Bajó la pistola y observó como la mujer le pedía silencio con un dedo en los labios mientras la otra Ash seguía llamando su nombre.
El ambiente volvió a cambiar. La niebla había desaparecido y... John seguía en el suelo, recién rescatado por la albina. ¿Qué demonios había pasado? Se levantó y se acercó a la mujer, sin dejar de mirarla a los ojos. Llevó una mano a cada una de sus mejillas y entonces la besó. Era la única manera que tenía de saber si era la auténtica... O si todo lo que pasaba a su alrededor era real. En cuanto se separó de ella desenfundó la pistola y miró tanto a Ash como a Omega.
—O bien acabo de descubrir que soy narcoléptico y he tenido un sueño raro de cojones o en esta cueva hay alguna especie de gas alucinógeno. Yo iría con cuidado, chicos.
Gruñó ligeramente y empezó a caminar, en dirección a la voz de la albina. La niebla no le permitía ver con claridad lo que tenía delante, por lo que a veces se chocaba con pequeños obstáculos en el camino. De golpe, alguien le tocó el hombro. A gran velocidad desenfundó su arma y apuntó al intruso, solo para ver que se trataba de... Ash. Pero... ¿Cómo? La voz seguía sonando. Bajó la pistola y observó como la mujer le pedía silencio con un dedo en los labios mientras la otra Ash seguía llamando su nombre.
El ambiente volvió a cambiar. La niebla había desaparecido y... John seguía en el suelo, recién rescatado por la albina. ¿Qué demonios había pasado? Se levantó y se acercó a la mujer, sin dejar de mirarla a los ojos. Llevó una mano a cada una de sus mejillas y entonces la besó. Era la única manera que tenía de saber si era la auténtica... O si todo lo que pasaba a su alrededor era real. En cuanto se separó de ella desenfundó la pistola y miró tanto a Ash como a Omega.
—O bien acabo de descubrir que soy narcoléptico y he tenido un sueño raro de cojones o en esta cueva hay alguna especie de gas alucinógeno. Yo iría con cuidado, chicos.
- Resumen:
- Pues fliparlo, no se muy bien que más hacer(?
Elina Landvik
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Estaba cansada, cansada de los putos albinos, harta de que el pollo se crea que manda en esta maldita banda. Agradecía que tuviera buenas ideas pero odiaba que se pusiera a mandar como si fuera quien tuviera los huevos mas gordos. Estuvo a punto de darle un puñetazo en los morros pero se aguanto las ganas. Ahora mismo no tenía tiempo que perder con aquellas estupideces. Había demasiados albinos que se acercaban a ellos con evidentes malas intenciones. No parecía que quisieran dejarlos escapar después de lo sucedido y aquella maldita vieja seguía con vida, era sinceramente ridículo.
Miro a Arik y le asintió, era una buena idea y no tenían tiempo que perder. Se acercaría al centro del grupo y cuanto estuvieran cerca haría que su cuerpo brillase con toda la fuerza que tenía y con toda la intensidad que pudiera lograr. Dejaría que Arik lanzase la onda de sonido y entonces ella permanecería en aquella posición para cegar a los albinos vigilando que ninguno de ellos pudiera tocarla o molestarla antes de que la nieve se encontrase lo suficientemente cerca como para que no pudieran huir de ella con facilidad. Si, eso también la ponía a ella en riego, pero le importaba más bien poco si con eso podía acabar con esos malditos desgraciados toca narices, sobretodo con el falso negro y la abuela dichosa.
Cuando la nieve estuviera cerca se impulsaría con las alas para salir volando de donde se encontraba e ir a por Arik quien seguramente se abría alejado corriendo tras lanzar la onda. Lo tomaría de la cintura mientras volaba y lo pegaría a su cuerpo para volar con él con toda la velocidad que le proporcionaban sus alas de luz para sobrevolar a Illje y a Claude, esperando ver donde iban y asegurarse de que se encontraban bien. Tendrían que dejar a Serleena y a Aria en el barco, parecían las dos algo exahustas después de la pelea que habían tenido contra los dinosaurios y aunque sabía que su hermana le pondría pucheros y se quejaría terminaría por obligarla a descansar. No podían seguir de aquella manera, era peligroso.
Esperaba que la nieve se tragase a esa maldita gente, puede que después pudieran investigar la cueva, quería saber que era lo que escondían y si el alud conseguía que se librasen de ellos mejor. Aunque después de verlos salir de esos escombros dudaba que la nieve pudiera retenerlos durante mucho tiempo. Tenían que pensar en algo que poder hacer — es posible que nos sigan, habrá que ver que hacemos en ese caso, esos cabrones son duros, sobretodo la abuela y el puto falso negro — su voz sonó como un gruñido mientras volaba junto a su primo.
Miro a Arik y le asintió, era una buena idea y no tenían tiempo que perder. Se acercaría al centro del grupo y cuanto estuvieran cerca haría que su cuerpo brillase con toda la fuerza que tenía y con toda la intensidad que pudiera lograr. Dejaría que Arik lanzase la onda de sonido y entonces ella permanecería en aquella posición para cegar a los albinos vigilando que ninguno de ellos pudiera tocarla o molestarla antes de que la nieve se encontrase lo suficientemente cerca como para que no pudieran huir de ella con facilidad. Si, eso también la ponía a ella en riego, pero le importaba más bien poco si con eso podía acabar con esos malditos desgraciados toca narices, sobretodo con el falso negro y la abuela dichosa.
Cuando la nieve estuviera cerca se impulsaría con las alas para salir volando de donde se encontraba e ir a por Arik quien seguramente se abría alejado corriendo tras lanzar la onda. Lo tomaría de la cintura mientras volaba y lo pegaría a su cuerpo para volar con él con toda la velocidad que le proporcionaban sus alas de luz para sobrevolar a Illje y a Claude, esperando ver donde iban y asegurarse de que se encontraban bien. Tendrían que dejar a Serleena y a Aria en el barco, parecían las dos algo exahustas después de la pelea que habían tenido contra los dinosaurios y aunque sabía que su hermana le pondría pucheros y se quejaría terminaría por obligarla a descansar. No podían seguir de aquella manera, era peligroso.
Esperaba que la nieve se tragase a esa maldita gente, puede que después pudieran investigar la cueva, quería saber que era lo que escondían y si el alud conseguía que se librasen de ellos mejor. Aunque después de verlos salir de esos escombros dudaba que la nieve pudiera retenerlos durante mucho tiempo. Tenían que pensar en algo que poder hacer — es posible que nos sigan, habrá que ver que hacemos en ese caso, esos cabrones son duros, sobretodo la abuela y el puto falso negro — su voz sonó como un gruñido mientras volaba junto a su primo.
- Resumen:
- Elina le dice que si a Arik, brilla para cegar, deja que la nieve se acerca mientras esquiva albinos y luego va a sacar a su primo volando de donde este para alejarlo del alud
Contenido patrocinado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.