Dexter Black
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- Por favor, Nassor -le increpó, con fingida vergüenza-. Estamos delante de damas, contrólate.
La erección del pelirrojo había resultado bastante llamativa, incluso para los estándares de una erección inoportuna, y aunque en medio de un prostíbulo seguramente la tratasen como un cumplido no había ninguna razón para dejarse llevar por los impulsos más primarios. ¿Eran mujeres atractivas? Sí. ¿Llevaban poca ropa? Sí. Pero eran hombres adultos: No sería la primera vez que estaban delante de una mujer desnuda, y seguramente no fuese a ser la última.
Afortunadamente para ambos la mujer no pareció reparar -o no pareció querer reparar- en el gran miembro del guerrero, que pareció juzgarlo con la misma dureza que ostentaba su pene mientras él se embarcaba en una aventura de putas y alcohol por el bien del mundo. Dicho así podía parecer que Dexter no se estaba tomando en serio su cometido, pero había ido allí buscando algo que no podía obtener si no era disolviéndose un poco entre el dulzor de la decadencia. Por lo menos, no hasta saber si su teoría era más o menos acertada.
En cualquier caso el vino llegó a la mesa instantes antes de que él se acercara, unos segundos antes de que ellas lo invitasen. Sonrió con sus dientes de brillante blanco marfil mientras se sentaba en una silla, quedando frente a ambas. Estaba convencido de que si intentaba colocarse entre ambas Nassor explotaría en una nube de ira y lujuria, y además prefería poder evaluar por completo a las dos mujeres, algo que solo podía hacer si las veía de frente, aunque parecían sencillamente idénticas. Pelirrojas, exuberantes, bien vestidas -vestidas, como concepto, ya era algo que resultaba extraño en oposición al ambiente- pero que si intercambiasen los colgantes perfectamente podrían fingir ser una o la otra. Y eso, aunque no podía ocultarlas si de verdad pretendía averiguar quién era cuál, acrecentaba la paranoia de si no habrían cambiado antes sus colgantes. Sin embargo, y atendiendo a que dos gotas de agua, aun si idénticas, nunca eran iguales, trató de escrutar directamente cada detalle mientras les daba coba:
- Yo nunca imaginé que mi día de suerte sería hoy, y mirad. Aquí estáis. -Si atendía a su razonamiento anterior, el colgante debía representar a una perra y el otro a su hermana mayor. De hecho, atendiendo a su razonamiento anterior la que llevase el colgante más elaborado debía ser Sirio. No obstante, descartó la teoría de inmediato; puede que estuviesen en el ajo, pero nada le garantizaba que fuesen algo más que simples miembros de la extraña organización-. ¿Te refieres a Nassor o a Gabi?
Giró la cabeza, buscando a ambos. Parecía que Nassor había terminado por relajarse, y se movía torpemente intentando evitar que su mirada se topase con todo aquel antro de perversión. Era una persona un tanto puritana para haber estado en una tripulación como era la de Syxel, aunque bien pensado, ninguno de los tripulantes de Syxel resultaba muy compatible con su capitán. También miró hacia Gabi, resistiendo el impulso de aclarar que no estaba en venta, y devolvió los ojos adonde realmente debían estar: En los de las gemelas.
- El niño parece estar buscando a su madre. Y en lo que mis amigos la buscan, yo he pensado: Oye, hace un podo de frío, ¿por qué no me acerco al fuego más hermoso del lugar?
Dexter podía tener muchos defectos, pero sabía hablar. Tal vez no muy bien, pues nunca se había considerado un donjuán, pero sí con la suficiente picardía como para llamar un poco la atención de la gente. Además, en ese momento era necesario parecer lo más coqueto posible y gustar cuanto pudiese a las gemelas, que tenían respuestas a un montón de preguntas; estaba seguro.
- ¿Y vosotras? -preguntó, con sentida curiosidad-. ¿Cómo acaban dos hermanas tan ardientes en medio de este lugar sin convertirse en lo más deseado?
Notó un toque en su hombro, y se dio la vuelta. La "recepcionista" trajo consigo a una mujer de cabello rubio por los hombros, dueña de unos enormes ojos azul eléctrico y una figura que le recordaba en cierto modo a Astartea, aunque con algo menos de pecho. Aunque en realidad decir que alguien tenía menos pecho que Astartea era como no decir nada. Se quedó por un instante analizándola de arriba abajo, tratando de calcular a ojo sus medidas y quedarse con cada detalle mínimo, desde su olor hasta la tensión de su abdomen, y la talla de sus pies.
Ella pareció dispuesta a facilitarle su tarea, pero en el momento más inoportuno. Nassor por fin había descubierto algo, pero ahora estaba en medio de tres mujeres y una botella de vino, y cuando el impertérrito soldado arqueó una ceja supo que por un momento ardía algo dentro de él.
- Si estás seguro, cómprala. Seguro que le damos buen uso. -Devolvió la mirada a las hermanas, haciendo un ademán para despedirse de su teniente-. No vamos a ir por ahí tirando el dinero, ¿verdad?
Aunque se rio una parte de él se revolvió por dentro. De todos modos posó una mano en el costado de Vega, pasando por su espalda, mientras que dejó la otra apoyada sobre sus piernas, tan cerca de su vientre que podía acariciarlo con la yema de los dedos. Ella hizo un comentario halagador sobre su cuerpo, y él correspondió con un susurro en su oído de confirmación. Sí, poseía un miembro bien dotado. Incluso, si él no midiese más de dos metros, podría decirse que ostentaba una talla descomunal.
- ¿Te apetece descubrirlo? -preguntó, aún en un susurro, para pasar acto seguido la punta de la nariz por su cuello.
No iba a negar que la situación empezaba a ser excitante, más por adoptar ese comportamiento que por la atmósfera de depravación en sí misma, pero empezaba a contagiarse un poco. Bufó levemente; debía mantenerse alerta y alejar de su mente todos esos pensamientos que no hacían más que complicar su desempeño. Y que ella empezase a juguetear con su pecho no ayudaba, dado que sus sentidos estaban desarrollados hasta el punto de que, si no tuviera más autocontrol, el príncipe ya hubiese asomado hasta besar la bandera, que por suerte solo ondeaba a media asta.
- Señoritas -dijo, dirigiéndose a las pelirrojas. Había decidido aprovechar su erección para la causa revolucionaria-, esta dama y yo tenemos cosas que hablar en espacios más privados. Sé que nos conocemos poco, ¿pero podrían acompañarnos?
Dijeran lo que dijesen, daría una palmada en el trasero a Vega y se dejaría guiar hacia la habitación más cercana.
La erección del pelirrojo había resultado bastante llamativa, incluso para los estándares de una erección inoportuna, y aunque en medio de un prostíbulo seguramente la tratasen como un cumplido no había ninguna razón para dejarse llevar por los impulsos más primarios. ¿Eran mujeres atractivas? Sí. ¿Llevaban poca ropa? Sí. Pero eran hombres adultos: No sería la primera vez que estaban delante de una mujer desnuda, y seguramente no fuese a ser la última.
Afortunadamente para ambos la mujer no pareció reparar -o no pareció querer reparar- en el gran miembro del guerrero, que pareció juzgarlo con la misma dureza que ostentaba su pene mientras él se embarcaba en una aventura de putas y alcohol por el bien del mundo. Dicho así podía parecer que Dexter no se estaba tomando en serio su cometido, pero había ido allí buscando algo que no podía obtener si no era disolviéndose un poco entre el dulzor de la decadencia. Por lo menos, no hasta saber si su teoría era más o menos acertada.
En cualquier caso el vino llegó a la mesa instantes antes de que él se acercara, unos segundos antes de que ellas lo invitasen. Sonrió con sus dientes de brillante blanco marfil mientras se sentaba en una silla, quedando frente a ambas. Estaba convencido de que si intentaba colocarse entre ambas Nassor explotaría en una nube de ira y lujuria, y además prefería poder evaluar por completo a las dos mujeres, algo que solo podía hacer si las veía de frente, aunque parecían sencillamente idénticas. Pelirrojas, exuberantes, bien vestidas -vestidas, como concepto, ya era algo que resultaba extraño en oposición al ambiente- pero que si intercambiasen los colgantes perfectamente podrían fingir ser una o la otra. Y eso, aunque no podía ocultarlas si de verdad pretendía averiguar quién era cuál, acrecentaba la paranoia de si no habrían cambiado antes sus colgantes. Sin embargo, y atendiendo a que dos gotas de agua, aun si idénticas, nunca eran iguales, trató de escrutar directamente cada detalle mientras les daba coba:
- Yo nunca imaginé que mi día de suerte sería hoy, y mirad. Aquí estáis. -Si atendía a su razonamiento anterior, el colgante debía representar a una perra y el otro a su hermana mayor. De hecho, atendiendo a su razonamiento anterior la que llevase el colgante más elaborado debía ser Sirio. No obstante, descartó la teoría de inmediato; puede que estuviesen en el ajo, pero nada le garantizaba que fuesen algo más que simples miembros de la extraña organización-. ¿Te refieres a Nassor o a Gabi?
Giró la cabeza, buscando a ambos. Parecía que Nassor había terminado por relajarse, y se movía torpemente intentando evitar que su mirada se topase con todo aquel antro de perversión. Era una persona un tanto puritana para haber estado en una tripulación como era la de Syxel, aunque bien pensado, ninguno de los tripulantes de Syxel resultaba muy compatible con su capitán. También miró hacia Gabi, resistiendo el impulso de aclarar que no estaba en venta, y devolvió los ojos adonde realmente debían estar: En los de las gemelas.
- El niño parece estar buscando a su madre. Y en lo que mis amigos la buscan, yo he pensado: Oye, hace un podo de frío, ¿por qué no me acerco al fuego más hermoso del lugar?
Dexter podía tener muchos defectos, pero sabía hablar. Tal vez no muy bien, pues nunca se había considerado un donjuán, pero sí con la suficiente picardía como para llamar un poco la atención de la gente. Además, en ese momento era necesario parecer lo más coqueto posible y gustar cuanto pudiese a las gemelas, que tenían respuestas a un montón de preguntas; estaba seguro.
- ¿Y vosotras? -preguntó, con sentida curiosidad-. ¿Cómo acaban dos hermanas tan ardientes en medio de este lugar sin convertirse en lo más deseado?
Notó un toque en su hombro, y se dio la vuelta. La "recepcionista" trajo consigo a una mujer de cabello rubio por los hombros, dueña de unos enormes ojos azul eléctrico y una figura que le recordaba en cierto modo a Astartea, aunque con algo menos de pecho. Aunque en realidad decir que alguien tenía menos pecho que Astartea era como no decir nada. Se quedó por un instante analizándola de arriba abajo, tratando de calcular a ojo sus medidas y quedarse con cada detalle mínimo, desde su olor hasta la tensión de su abdomen, y la talla de sus pies.
Ella pareció dispuesta a facilitarle su tarea, pero en el momento más inoportuno. Nassor por fin había descubierto algo, pero ahora estaba en medio de tres mujeres y una botella de vino, y cuando el impertérrito soldado arqueó una ceja supo que por un momento ardía algo dentro de él.
- Si estás seguro, cómprala. Seguro que le damos buen uso. -Devolvió la mirada a las hermanas, haciendo un ademán para despedirse de su teniente-. No vamos a ir por ahí tirando el dinero, ¿verdad?
Aunque se rio una parte de él se revolvió por dentro. De todos modos posó una mano en el costado de Vega, pasando por su espalda, mientras que dejó la otra apoyada sobre sus piernas, tan cerca de su vientre que podía acariciarlo con la yema de los dedos. Ella hizo un comentario halagador sobre su cuerpo, y él correspondió con un susurro en su oído de confirmación. Sí, poseía un miembro bien dotado. Incluso, si él no midiese más de dos metros, podría decirse que ostentaba una talla descomunal.
- ¿Te apetece descubrirlo? -preguntó, aún en un susurro, para pasar acto seguido la punta de la nariz por su cuello.
No iba a negar que la situación empezaba a ser excitante, más por adoptar ese comportamiento que por la atmósfera de depravación en sí misma, pero empezaba a contagiarse un poco. Bufó levemente; debía mantenerse alerta y alejar de su mente todos esos pensamientos que no hacían más que complicar su desempeño. Y que ella empezase a juguetear con su pecho no ayudaba, dado que sus sentidos estaban desarrollados hasta el punto de que, si no tuviera más autocontrol, el príncipe ya hubiese asomado hasta besar la bandera, que por suerte solo ondeaba a media asta.
- Señoritas -dijo, dirigiéndose a las pelirrojas. Había decidido aprovechar su erección para la causa revolucionaria-, esta dama y yo tenemos cosas que hablar en espacios más privados. Sé que nos conocemos poco, ¿pero podrían acompañarnos?
Dijeran lo que dijesen, daría una palmada en el trasero a Vega y se dejaría guiar hacia la habitación más cercana.
- Resumen:
- Coqueteo con las pelirrojas, me dejo llevar por Vega a una habitación y ofrezco a las hermanas acompañarnos.
Hayden Ashworth
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Alzó el vuelo de nuevo en cuanto todo el mundo hubo bajado de su lomo. Se mantuvo en su forma completa, por lo que muy seguramente llamaría la atención que un enorme dragón de metálico color rojizo, largas astas azules de ciervo y rojizos cabellos estuviese sobrevolando el puerto tan cerca del suelo. Aunque era muy probable que la gente del puerto estuviese más centrada en el hecho de que no podía ver, pues una negra miasma, posiblemente provocada por el hombre perro, lo cubría todo. El dragón se quedó a unos tres metros del suelo y colocó su enorme cuerpo en posición. Batió sus alas con fuerza, buscando despejar el humo con ellas lo suficiente para que dejase de ser tan espeso y pudiese dispersarse mejor en el aire.
Siguió batiendo las alas con el objetivo de evitar que el humo volviese a juntarse, aunque no debería si su creador estaba demasiado ocupado huyendo como para concentrarse en mantenerlo. Aquella era una jugada sucia, poniendo en peligro a inocentes civiles con el único objetivo de escapar. Esperaba que sus compañeros pudiesen, mientras el dragón despejaba con sus alas el humo, poner a salvo a cualquier que estuviese siendo perjudicado con el humo.
Una vez lo hubiesen hecho, si el humo se había despejado del todo, aterrizaría volviendo a su forma humana. Sirio había escapado, por desgracia, y tal vez intentar alcanzarlo pondría en peligro a más civiles que estuviesen en su camino durante su huida, por lo que ordenó a Wyrm y Iulio que se quedasen en puerto. Utilizando su Denden Mushi ordenó a todo marine que estuviese en el barco que llegase hasta ellos ipsofacto. Todos llegaron. No deberían ser más de veinte, pero... Zuko creía que eran más capaces que si fuesen cuarenta. Hasta aquel momento.
—¿Por qué no le habéis puesto esposas de kairoseki? —preguntó, seriamente, a todo el mundo, proyectando su voluntad y autoridad en su voz —¿He de sospechar de que alguno de vosotros es un traidor? ¿Un infiltrado de la tripulación de Sirio que, sabiendo que nos iban a atacar, aprovechó la distracción para ayudarle a escapar? Espero de vosotros que seáis capaces de no haber cometido tal error de novato, por lo que prefiero creer, por la confianza que os tengo, que se nos ha colado un espía. ¿Y bien? Si alguno de vosotros lo es... que se rinda y de un paso adelante.
En cuanto pronunció esas palabras, el suelo se agrietó bajo sus pies, como señal de su haki. Había aprendido a canalizar su Haki del rey en una orden, de manera que quien lo escuchase notase su autoridad y, en vez de desmayarse, obedeciese su orden. Sabía que no era un poder definitivo, por lo que si nadie salía adelante no tenía porque significar que no hubiese traidores o infiltrados, ya que también podría ser que este tuviese una voluntad lo suficientemente fuerte como para resistirle.
En cuanto aquello se hubiese aclarado, miraría a Wyrm y Iulio, aunque sus palabras irían dirigidas a todo el mundo.
—Buscad a Sirio por el archipiélago. Si veis otros marines, informadles del fugitivo y que se unan a la búsqueda. Si tenéis una pista, no actuéis. Avisad al Comandante Wyrm, al contraalmirante Iulio y a mí, ¿de acuerdo? Si veis algo más que requiera mi presencia, avisadme.
Después de todo... sabía que la situación en Sabaody era tensa. Era posible que algo ajeno a Sirio requiriese su atención.
Siguió batiendo las alas con el objetivo de evitar que el humo volviese a juntarse, aunque no debería si su creador estaba demasiado ocupado huyendo como para concentrarse en mantenerlo. Aquella era una jugada sucia, poniendo en peligro a inocentes civiles con el único objetivo de escapar. Esperaba que sus compañeros pudiesen, mientras el dragón despejaba con sus alas el humo, poner a salvo a cualquier que estuviese siendo perjudicado con el humo.
Una vez lo hubiesen hecho, si el humo se había despejado del todo, aterrizaría volviendo a su forma humana. Sirio había escapado, por desgracia, y tal vez intentar alcanzarlo pondría en peligro a más civiles que estuviesen en su camino durante su huida, por lo que ordenó a Wyrm y Iulio que se quedasen en puerto. Utilizando su Denden Mushi ordenó a todo marine que estuviese en el barco que llegase hasta ellos ipsofacto. Todos llegaron. No deberían ser más de veinte, pero... Zuko creía que eran más capaces que si fuesen cuarenta. Hasta aquel momento.
—¿Por qué no le habéis puesto esposas de kairoseki? —preguntó, seriamente, a todo el mundo, proyectando su voluntad y autoridad en su voz —¿He de sospechar de que alguno de vosotros es un traidor? ¿Un infiltrado de la tripulación de Sirio que, sabiendo que nos iban a atacar, aprovechó la distracción para ayudarle a escapar? Espero de vosotros que seáis capaces de no haber cometido tal error de novato, por lo que prefiero creer, por la confianza que os tengo, que se nos ha colado un espía. ¿Y bien? Si alguno de vosotros lo es... que se rinda y de un paso adelante.
En cuanto pronunció esas palabras, el suelo se agrietó bajo sus pies, como señal de su haki. Había aprendido a canalizar su Haki del rey en una orden, de manera que quien lo escuchase notase su autoridad y, en vez de desmayarse, obedeciese su orden. Sabía que no era un poder definitivo, por lo que si nadie salía adelante no tenía porque significar que no hubiese traidores o infiltrados, ya que también podría ser que este tuviese una voluntad lo suficientemente fuerte como para resistirle.
En cuanto aquello se hubiese aclarado, miraría a Wyrm y Iulio, aunque sus palabras irían dirigidas a todo el mundo.
—Buscad a Sirio por el archipiélago. Si veis otros marines, informadles del fugitivo y que se unan a la búsqueda. Si tenéis una pista, no actuéis. Avisad al Comandante Wyrm, al contraalmirante Iulio y a mí, ¿de acuerdo? Si veis algo más que requiera mi presencia, avisadme.
Después de todo... sabía que la situación en Sabaody era tensa. Era posible que algo ajeno a Sirio requiriese su atención.
- resumen:
- disipar el humo y dar órdenes
Modalidad de Haki del rey (al nivel 3) a tener en cuenta:
Autoridad de dragón:
Puede proyectar su presencia del Conquistador en su voz y puede mostrar su autoridad a un enemigo al hablar, mayormente para pedirle que se rinda pacíficamente. Si la persona no alcanza los niveles de haki que resistirían su haki del rey, sentirá la presencia de un majestuoso dragón que amenaza con devorarlo si no obedece y sentirá la imperiosa necesidad de obedecerle. De forma pasiva, su haki del rey se proyecta automáticamente ante cualquier subordinado que desobedezca una orden o haga algo que "decepcione" al dragón, y sabrá constantemente que no es buena idea hacerlo.
Gabriel Von Wilhelm
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Aquel sitio era horripilante. Y por si fuera poco parecía que su jefe no era tan noble y respetable como pudo llegar a creer en su momento. Lo miró, con el ceño fruncido. Seguía teniéndole miedo, claro, pero el respeto que pudiese sentir por él empezaba a desvanecerse poco a poco conforme su comportamiento se iba haciendo aparente. Empezaba a verle no muy distinto al hombre que intentó abusar de él en la frontera que separaba las dos mitades de Dusseldorf porque, en sus palabras, "parecía lo suficiente una chica como para colar". Suspiró y agarró de la mano al pequeño cuando Nassor se lo tendió y le dijo que cuidase de él. Parecía haber encontrado a la madre.
Gabi asintió. Ya había notado que aquel lugar aterrorizaba al pobre niño, por lo que supuso que lo mejor sería salir al exterior hasta que Nassor y Dexter hubiesen conseguido salvar a la pobre mujer. Pero antes de nada debía pedirle permiso a su jefe, claro. Se giró para verle pero... ya se había ido. Lo vio entrar a una habitación con un par de las chicas que le habían presentado. Lo habían dejado solo, con el pequeño. Gabi se agachó un poco para ponerse a la altura de los ojos del niño.
—Vamos fuera, pequeño. Saldrán enseguida con tu madre, te lo prometo.
Y entonces empezó a dirigirse a la salida del establecimiento, tirando del brazo del pequeño, esperando que le dejasen salir y no le pusiesen problemas. No quería tener que desenfundar la espada delante del pobre niño.
Gabi asintió. Ya había notado que aquel lugar aterrorizaba al pobre niño, por lo que supuso que lo mejor sería salir al exterior hasta que Nassor y Dexter hubiesen conseguido salvar a la pobre mujer. Pero antes de nada debía pedirle permiso a su jefe, claro. Se giró para verle pero... ya se había ido. Lo vio entrar a una habitación con un par de las chicas que le habían presentado. Lo habían dejado solo, con el pequeño. Gabi se agachó un poco para ponerse a la altura de los ojos del niño.
—Vamos fuera, pequeño. Saldrán enseguida con tu madre, te lo prometo.
Y entonces empezó a dirigirse a la salida del establecimiento, tirando del brazo del pequeño, esperando que le dejasen salir y no le pusiesen problemas. No quería tener que desenfundar la espada delante del pobre niño.
- Resumen:
- Enfadarse un poquito con Dexter y salir del lugar con el niño, que parece que le da miedo
Kusanagi frunció el ceño una vez llegaron al centro comercial o, más bien, a lo que quedaba de este. El lugar había quedado completamente siniestrado, y es que apenas quedaban los cimientos de lo que alguna vez fuera el núcleo del comercio en el manglar número treinta. Cuántos explosivos habrían tenido que emplear para derribar de aquella manera semejante estructura era algo que, por el momento, escapaba al juicio del agente. Fuera como fuese, allí no parecía haber nadie especialmente interesante o que captara su atención salvo, tal vez, la mujer de cabellos rubios y el sujeto que se cubría el rostro con una máscara blanca. Sus vestimentas, sin embargo, poco se parecían a las de los criminales que estaban buscando. Como ya se esperaba, parecía que aquello no se trataba sino de una distracción más para asegurar el punto de reunión. Por lo menos había sido lo suficientemente cauto como para ponerle una baliza a la señorita de antes.
—No sé qué demonios ha pasado aquí, Rashid —comentó para que su compañero pudiera oírle, mirándole de reojo—, pero no quiero pasar ni un minuto más cerca de este sitio. ¿Te imaginas que salimos volando por los aires? Quita, quita... mi cuello vale mucho más que mi curiosidad.
De nuevo, todo cuanto decía era metiéndose en el papel de Shawn Vane, y es que si algo valoraba el modelo por encima del dinero era su propia vida. Además, el audio que hasta ese momento había estado recibiendo acababa de verse interferido, lo que indicaba que o bien la mujer había salido del rango efectivo de su chivato o, por el contrario, se encontraba en algún lugar que limitaba las comunicaciones. Tiró más por la segunda opción, ya que no había tenido tiempo material de irse tan lejos. De este modo concluyó que, estuviera donde estuviese, su localización debía ser el punto de reunión.
—Démonos prisa, no quiero quedarme sin sitio en la posada —azuzó, disponiéndose a emprender el viaje de regreso.
Un leve temblor, sin embargo, obligó al pelirrojo a ponerse en guardia. Levantó el pie en el preciso instante en que unas extrañas manos emergían del suelo tratando de apresarle. Más por puros reflejos que por voluntad propia desenvainó su espada, lanzando un veloz tajo a las mismas con la intención de cortarlas antes de que pudieran suponer un peligro. ¿Qué demonios había sido eso? ¿Alguna criatura autóctona de Sabaody? ¿Quizá estuviera relacionado con la explosión? En realidad poco importaba: tenían que largarse de allí.
—¡Rápido!
Y, tras aquella orden, el espadachín envainó su arma y echó a correr en la dirección que le marcaba el localizador. No estaba demasiado lejos de allí, pero temía no llegar a tiempo a la reunión. Cuanto antes se personasen en el lugar, antes podría comenzar de verdad la operación. En el fondo era una lástima, ya que esperaba haber tenido algo más de suerte allí. ¿Quizá hubieran activado los explosivos por control remoto? Era una posibilidad que ni siquiera se había planteado hasta ese preciso instante y, en realidad, la que más sentido tenía. Por el momento se centrarían en tirar de las pistas más evidentes, aunque aquella súbita agresión le tenía en vilo. Ya tendrían tiempo de investigar al respecto. Por el camino aprovechó para ponerse la túnica, que aún reposaba sobre su hombro, y ajustarse la capucha. Si iban a tener que integrarse entre las raíces podridas del mundo, tendría que asegurarse de hacerse pasar por una al completo.
—No sé qué demonios ha pasado aquí, Rashid —comentó para que su compañero pudiera oírle, mirándole de reojo—, pero no quiero pasar ni un minuto más cerca de este sitio. ¿Te imaginas que salimos volando por los aires? Quita, quita... mi cuello vale mucho más que mi curiosidad.
De nuevo, todo cuanto decía era metiéndose en el papel de Shawn Vane, y es que si algo valoraba el modelo por encima del dinero era su propia vida. Además, el audio que hasta ese momento había estado recibiendo acababa de verse interferido, lo que indicaba que o bien la mujer había salido del rango efectivo de su chivato o, por el contrario, se encontraba en algún lugar que limitaba las comunicaciones. Tiró más por la segunda opción, ya que no había tenido tiempo material de irse tan lejos. De este modo concluyó que, estuviera donde estuviese, su localización debía ser el punto de reunión.
—Démonos prisa, no quiero quedarme sin sitio en la posada —azuzó, disponiéndose a emprender el viaje de regreso.
Un leve temblor, sin embargo, obligó al pelirrojo a ponerse en guardia. Levantó el pie en el preciso instante en que unas extrañas manos emergían del suelo tratando de apresarle. Más por puros reflejos que por voluntad propia desenvainó su espada, lanzando un veloz tajo a las mismas con la intención de cortarlas antes de que pudieran suponer un peligro. ¿Qué demonios había sido eso? ¿Alguna criatura autóctona de Sabaody? ¿Quizá estuviera relacionado con la explosión? En realidad poco importaba: tenían que largarse de allí.
—¡Rápido!
Y, tras aquella orden, el espadachín envainó su arma y echó a correr en la dirección que le marcaba el localizador. No estaba demasiado lejos de allí, pero temía no llegar a tiempo a la reunión. Cuanto antes se personasen en el lugar, antes podría comenzar de verdad la operación. En el fondo era una lástima, ya que esperaba haber tenido algo más de suerte allí. ¿Quizá hubieran activado los explosivos por control remoto? Era una posibilidad que ni siquiera se había planteado hasta ese preciso instante y, en realidad, la que más sentido tenía. Por el momento se centrarían en tirar de las pistas más evidentes, aunque aquella súbita agresión le tenía en vilo. Ya tendrían tiempo de investigar al respecto. Por el camino aprovechó para ponerse la túnica, que aún reposaba sobre su hombro, y ajustarse la capucha. Si iban a tener que integrarse entre las raíces podridas del mundo, tendría que asegurarse de hacerse pasar por una al completo.
- Resumen:
- » Disimular un poco para conservar la tapadera de Shawn Vane y su representante, Rashid (Ruffo).
» Defenderse rápidamente del intento de agarre subterraneo con un veloz tajo de espada y darle indicaciones a Ruffo de largarse de allí tras deducir que, pese a sus sospechas, no parece que vayan a encontrar nada por allí.
» Moverse en dirección a la señal del localizador que le puso a la señorita con la esperanza de dar con el lugar de reunión e infiltrarse, no sin antes ponerse correctamente la túnica para pasar por uno más.
Kaito Takumi
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—Venga, gracias —dije levantando el brazo con una tranquilidad campechana mientras azuzaba a mi querida mascota a que andase rumbo al restaurante.
Suchu gruñó, como buen lagarto vago, y se puso en movimiento. Confiaba que Will me acompañase, y siempre atento a los miembros que metía en cada una de mis interacciones sociales, también confiaba en que había hecho algo no muy correcto.
—Para la próxima vez hablas tú si quieres —comenté limpiándome la molesta cera de mi oído izquierdo con mi afilado meñique—. Así no tengo yo la culpa de nada de nada.
Mis ojos percibieron con demasiada lentitud el marchar del velero. Aún estaba a tiempo de interceptarlo si me lanzaba a las aguas del puerto y iba al abordaje, pero la verdad es que no me venía en gana quedarme solo con mi lagarto. Luego seguro que vendrían las broncas de que "Vaya miembro de Nameless estás hecho" con las palabras medidas y justas del blancucho. Entre él y el resto del elenco andaba yo con unas malas compañías...
—Cago en la mar, qué de dinero perdido —solté al ver el destrozo de lo que había sido un cuco lugar donde tener un buen almuerzo.
Sangre por aquí, algún trayazo por allá... Cristales y más cristales. Menos mal que Suchu estaba acorazado al máximo, porque estaba yo como para caminar descalzo en medio de aquel abrupto terreno. Encaminando a mi bestia a la cancioncilla y el olorcillo que salía de la cocina, finalmente me bajé de mi montura al encontrar bastante espacio donde dejar caer mis rejos.
—Quieto aquí, Suchito —le mandé antes de entrar.
¡Y qué pedazo de cocina! ¡Me cago en la mar! Claro, los truhanes esos para qué iban a ir allí atrás, cuando querían dinero y cosas que creían de más valor que la buena estancia en la que me encontraba. ¡Así me gustan a mí las cocinas, sí señor! Y todo en manos de un hombre de ascendencia nada común.
—Coño, es raro encontrar alguien con ascendencia crustácea. Entre tantos peces somos muy pocos los moluscos, crustáceos y equinodermos que hacemos recordar que somos hijos del mar... y no puta gente pez como rumian muchos humanos. La mar, qué coraje me da... como cuando llaman a todo gyojin —me quejé mientras iba curioseando la estancia—. ¿Qué cocinas que huele tan rico?
Uy si, si no iba a hablar.
¿Un traidor? Podía ser, aunque prefería inclinarme a pensar que todo había sido un cúmulo de desafortunadas negligencias. En primer lugar, de quien hubiese sido el encargado de colocar las esposas a Sirio para mantenerle cautivo. En segundo, y no por ello menos importante, de Wyrm, yo mismo y el propio Zuko, por no asegurarnos como oficiales en aquella operación de que todo se hubiese hecho apropiadamente. Un reo tan peligroso como el Ardiente no podía dejarse en manos de cadetes y sargentos sin más, mucho menos experimentados, y precisamente eso habíamos hecho. Aun así, no estaba de más mantenerse alerta e intentar descubrir a un posible infiltrado en nuestras filas.
Ya lejos de la humareda y con la población civil a salvo, resultaba evidente que Sirio se había escapado y no sería fácil encontrarle; ni hablar de capturarle. El grito de una niña había sido el principal motivo de que me detuviese. El denso humo negro que se había esparcido por la zona había atrapado en su seno a los habitantes de Sabaody y, en general, a cualquier que hubiese tenido la desdicha de encontrarse en el lugar menos apropiado en el momento menos indicado.
Atrapar a un criminal jamás podía imponerse a la necesidad de mantener a salvo a quienes no eran responsables de nada, por lo que, mucho antes de que llegase la orden del vicealmirante, había ido sacando uno a uno a todos los transeúntes. Afortunadamente el número de ellos no resultaba relevante para mí, pues podía valerme de sus gritos de auxilio y mi velocidad para entrar y salir del infierno oscuro cargando con ellos. La niña había sido la primera, por supuesto, pero no me había detenido después de salvarla. Ancianos, adultos y recién nacidos, la mayoría de ellos habían sido sacados por mis manos mientras el lagartijo se afanaba por despejar la zona.
—Faltaría más —dije ante la orden de mi superior, dirigiendo mi vista al lugar por el que había desaparecido la silueta del pirata. Adoptando mi forma etérea, me elevé hacia las alturas y, distanciándome lo suficiente de cualquier elemento que pudiese servir de apoyo para que se lanzase contra mí, ejecuté rápidos y sucesivos saltos a una velocidad inimaginable para intentar alcanzarle. Confiaba en poder reaccionar a tiempo si se lanzaba a por mí —si es que conseguía dar con él, claro— gracias a la altura que había ganado. De cualquier modo, desplegué mi voluntad a mi alrededor en un intento por hallar su presencia. Dudaba mucho que no pudiese reconocerla si por algún casual entraba en mi rango.
Ya lejos de la humareda y con la población civil a salvo, resultaba evidente que Sirio se había escapado y no sería fácil encontrarle; ni hablar de capturarle. El grito de una niña había sido el principal motivo de que me detuviese. El denso humo negro que se había esparcido por la zona había atrapado en su seno a los habitantes de Sabaody y, en general, a cualquier que hubiese tenido la desdicha de encontrarse en el lugar menos apropiado en el momento menos indicado.
Atrapar a un criminal jamás podía imponerse a la necesidad de mantener a salvo a quienes no eran responsables de nada, por lo que, mucho antes de que llegase la orden del vicealmirante, había ido sacando uno a uno a todos los transeúntes. Afortunadamente el número de ellos no resultaba relevante para mí, pues podía valerme de sus gritos de auxilio y mi velocidad para entrar y salir del infierno oscuro cargando con ellos. La niña había sido la primera, por supuesto, pero no me había detenido después de salvarla. Ancianos, adultos y recién nacidos, la mayoría de ellos habían sido sacados por mis manos mientras el lagartijo se afanaba por despejar la zona.
—Faltaría más —dije ante la orden de mi superior, dirigiendo mi vista al lugar por el que había desaparecido la silueta del pirata. Adoptando mi forma etérea, me elevé hacia las alturas y, distanciándome lo suficiente de cualquier elemento que pudiese servir de apoyo para que se lanzase contra mí, ejecuté rápidos y sucesivos saltos a una velocidad inimaginable para intentar alcanzarle. Confiaba en poder reaccionar a tiempo si se lanzaba a por mí —si es que conseguía dar con él, claro— gracias a la altura que había ganado. De cualquier modo, desplegué mi voluntad a mi alrededor en un intento por hallar su presencia. Dudaba mucho que no pudiese reconocerla si por algún casual entraba en mi rango.
- Resumen:
- Sacar a la gente del humo empezando por la niña, mini-introspección, volar un poquito e ir en busca de Sirio con el mantra activado.
—Tu cuello no, tu cara —respondí ante la justificación de Shawn para salir corriendo de la zona como alma que lleva el diablo. El conocido centro comercial de Sabaody había saltado por los aires, literalmente, lo que no dejaba de significar el segundo revés para el comercio local en no demasiado tiempo. ¿Acaso no había ocurrido algo similar, aunque a menor escala, durante la carrera que había reunido a tantos piratas hacía no tanto tiempo?
Fuera como fuese, y dejando de lado al sospechoso grupo que admiraba al espectáculo, aquella situación escapaba por completo de nuestro área de trabajo. Cuando los maleantes estaban identificados y ya habían atentado la entidad encargada de enfrentarse a ellos y darles caza era la Marina. No en vano disponían de muchísimos más efectivos que nosotros. En la agencia nos anticipábamos a los sucesos, revelábamos las identidades de quienes pretendían hacer daño al Gobierno Mundial y les dábamos caza antes de que lo intentasen. Prevención armada, se podría decir, como la que debíamos llevar a cabo con una reunión tan misteriosa como sospechosa.
El hilo de los pensamientos de mi compañero debía discurrir por senderos similares, pues no tardó en dejar claro que debíamos marcharnos de allí cuanto antes. Si nos demorábamos demasiado cabía la posibilidad de que nuestra única pista se desvaneciese, y eso era algo que por nada del mundo queríamos asumir.
Habíamos comenzado a recorrer el camino de vuelta cuando... ¿unas manos? ¿¡Qué demonios hacían unas manos saliendo del suelo como si de raíces de árbol se tratasen!? Fuera como fuese, intentaron aferrar a Shawn para, probablemente, arrastrarle hasta las profundidades de Sabaody. Un momento, ¿no era el propio suelo del archipiélago un colosal conjunto de raíces? Forzándome a centrarme, observé cómo el modelo intentaba deshacerse de ellas con su espada para seguir corriendo. Yo llevé mis manos a la cadena que se enroscaba en torno a mi torso, esperando que las extremidades intentasen repetir el gesto. De hacerlo, los eslabones se desplazarían en su dirección para, contactando con las manos o no, liberar una explosión que nos diese el escaso margen que necesitábamos para salir de allí sin ser vistos.
Aprovecharía el primer giro o el mínimo instante que tuviese para colocarme la túnica, pues, si no nos habían conseguido ver —y eso esperaba—, nadie podría intuir jamás que nosotros habíamos sido quienes habían aparecido fugazmente junto al centro comercial.
—¿Y bien? ¿Por dónde es? —preguntaría sin dejar de correr.
Fuera como fuese, y dejando de lado al sospechoso grupo que admiraba al espectáculo, aquella situación escapaba por completo de nuestro área de trabajo. Cuando los maleantes estaban identificados y ya habían atentado la entidad encargada de enfrentarse a ellos y darles caza era la Marina. No en vano disponían de muchísimos más efectivos que nosotros. En la agencia nos anticipábamos a los sucesos, revelábamos las identidades de quienes pretendían hacer daño al Gobierno Mundial y les dábamos caza antes de que lo intentasen. Prevención armada, se podría decir, como la que debíamos llevar a cabo con una reunión tan misteriosa como sospechosa.
El hilo de los pensamientos de mi compañero debía discurrir por senderos similares, pues no tardó en dejar claro que debíamos marcharnos de allí cuanto antes. Si nos demorábamos demasiado cabía la posibilidad de que nuestra única pista se desvaneciese, y eso era algo que por nada del mundo queríamos asumir.
Habíamos comenzado a recorrer el camino de vuelta cuando... ¿unas manos? ¿¡Qué demonios hacían unas manos saliendo del suelo como si de raíces de árbol se tratasen!? Fuera como fuese, intentaron aferrar a Shawn para, probablemente, arrastrarle hasta las profundidades de Sabaody. Un momento, ¿no era el propio suelo del archipiélago un colosal conjunto de raíces? Forzándome a centrarme, observé cómo el modelo intentaba deshacerse de ellas con su espada para seguir corriendo. Yo llevé mis manos a la cadena que se enroscaba en torno a mi torso, esperando que las extremidades intentasen repetir el gesto. De hacerlo, los eslabones se desplazarían en su dirección para, contactando con las manos o no, liberar una explosión que nos diese el escaso margen que necesitábamos para salir de allí sin ser vistos.
Aprovecharía el primer giro o el mínimo instante que tuviese para colocarme la túnica, pues, si no nos habían conseguido ver —y eso esperaba—, nadie podría intuir jamás que nosotros habíamos sido quienes habían aparecido fugazmente junto al centro comercial.
—¿Y bien? ¿Por dónde es? —preguntaría sin dejar de correr.
- Resumen:
- Marcarme un si no miras no está, estando atento por si las manos vuelven a la carga para darle de regalo un pequeño bum y poder seguir corriendo para marcharnos hacia el punto de la reunión.
William White
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El hombre pez cerró la puerta de forma brusca y nos dejo en la calle, al parecer su jefe estaba dentro del restaurante que acaban de asaltar nada más llegábamos al puerto, donde estaba aquel extrañocazador. Aún así nos habíamos librado de llegar las manos, cosa que en el fondo agradecía, su mantra hasta ahora había sido evitar peleas innecesarias y si bien no le había ido perfecto, tampoco se podía quejar.
-No, por esta vez esta bien- mentí tratando de dejarlo estar, ya que dentro de los posibles que me había imaginado con el pulpo, no habíamos salido tan mal parados -Si es necesario volveremos, más tarde. Centrémonos en averiguar quién es “Don” Fidgetti y ver que puede aportarnos- concluí en forma de susurró.
Kaito volvió a subirse a esa avernal montura y encaminar al local que tampoco estaba tan lejos, ncuando llegamos observamos como la cristalera del local estaba completamente reventada, a su entrada se encontraba un pequeño mostrador del cual se veía la marca de la caja registradora que había sido arrancada, por el resto observó un porrón de sillas y mesas tiradas producto del asalto, tan solo se habían salvado unas pocas que se encontraban al final de la estancia y que no había ni un alma en la estancia. Aunque esto no era del todo cierto, ya que al final de la estancia, se encontraba una pequeña puerta de cocina, la cual en su chirriante balanceo permitía ver a una criatura al fondo, otra dichosa criatura de esas, la cual silbaba a la mar de tranquilo como si no hubiera pasado nada.
Por lo que descartando que aquel infra ser fuera sordo, solo dejaban dos alternativas, o bien aquel hombre estaba compinchado con el atraco que acaba de suceder, o la que a su juicio era la más interesante, el negocio no era más que una tapadera, por lo que, aunque no fuera agradable que lo destrozarán, era una oportunidad perfecta para blanquear dinero. Pensando en esta última procure tasar a bote pronto lo que podía valer los muebles del local y así con ello hacerme una idea del poder adquisitivo de gente que iba a tratar.
En vistas de que el pulpo se encaminaba hacia las cocinas, decidí quedarme por los alrededores a ver si encontraba algo mínimamente interesante o simplemente algo que quedara fuera de lugar. Para empezar, traté de ver si además de la cocina había alguna otra puerta que pudiera conducir a otra estancia donde pudiera estar el jefe, ya que dudaba seriamente que se tratase del cocinero, por otro lado, también vio si podía ver alguna pista que hubiera dejado atrás los asaltantes que pudiera resultar de mi interés, ya que con las prisas que habían perpetrado el acto podrían haber tenido algún que otro descuido. Una vez hubiera terminado, y en vistas de que el pulpo había vuelto a dispersarse, me acercaría a la puerta y de forma discreta soltaría un comentario.
-Recuerda preguntar por el señor Fidgetti, debemos ir a la reunión con él- mascullé a la cocina, a la espera de que aquello arrancará algún tipo de reacción.
Solo esperaba que aquel viaje no fuera en balde.
-No, por esta vez esta bien- mentí tratando de dejarlo estar, ya que dentro de los posibles que me había imaginado con el pulpo, no habíamos salido tan mal parados -Si es necesario volveremos, más tarde. Centrémonos en averiguar quién es “Don” Fidgetti y ver que puede aportarnos- concluí en forma de susurró.
Kaito volvió a subirse a esa avernal montura y encaminar al local que tampoco estaba tan lejos, ncuando llegamos observamos como la cristalera del local estaba completamente reventada, a su entrada se encontraba un pequeño mostrador del cual se veía la marca de la caja registradora que había sido arrancada, por el resto observó un porrón de sillas y mesas tiradas producto del asalto, tan solo se habían salvado unas pocas que se encontraban al final de la estancia y que no había ni un alma en la estancia. Aunque esto no era del todo cierto, ya que al final de la estancia, se encontraba una pequeña puerta de cocina, la cual en su chirriante balanceo permitía ver a una criatura al fondo, otra dichosa criatura de esas, la cual silbaba a la mar de tranquilo como si no hubiera pasado nada.
Por lo que descartando que aquel infra ser fuera sordo, solo dejaban dos alternativas, o bien aquel hombre estaba compinchado con el atraco que acaba de suceder, o la que a su juicio era la más interesante, el negocio no era más que una tapadera, por lo que, aunque no fuera agradable que lo destrozarán, era una oportunidad perfecta para blanquear dinero. Pensando en esta última procure tasar a bote pronto lo que podía valer los muebles del local y así con ello hacerme una idea del poder adquisitivo de gente que iba a tratar.
En vistas de que el pulpo se encaminaba hacia las cocinas, decidí quedarme por los alrededores a ver si encontraba algo mínimamente interesante o simplemente algo que quedara fuera de lugar. Para empezar, traté de ver si además de la cocina había alguna otra puerta que pudiera conducir a otra estancia donde pudiera estar el jefe, ya que dudaba seriamente que se tratase del cocinero, por otro lado, también vio si podía ver alguna pista que hubiera dejado atrás los asaltantes que pudiera resultar de mi interés, ya que con las prisas que habían perpetrado el acto podrían haber tenido algún que otro descuido. Una vez hubiera terminado, y en vistas de que el pulpo había vuelto a dispersarse, me acercaría a la puerta y de forma discreta soltaría un comentario.
-Recuerda preguntar por el señor Fidgetti, debemos ir a la reunión con él- mascullé a la cocina, a la espera de que aquello arrancará algún tipo de reacción.
Solo esperaba que aquel viaje no fuera en balde.
- Resumen:
- Acompañar al pulpo al local, ver si averiguo algo investigado y en última instancia preguntar por el jefe.
Kia Sekai
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Te molesta, no de una manera excesiva pero sí un poco. Notas que lo que sea que hay abajo o está dirigido por alguien o es alguien, no tendría sentido de otra manera, después de todo con la cantidad de desastres debería haberse comido un golpe u otro.- Magia… Pero mi compañero os explicará lo que pasa.- Dejando a Ral el trabajo, ya que tú eso de hablar con la gente solo lo llevas bien si hay poca ropa de por medio, comienzas a agacharte, presa de la curiosidad más básica. De no ser por tu control y tus ojos de hielo, tal vez alguna de tus colas se hubiera escapado para moverse de un lado a otro.
-Oe, no se si eres algo o alguien, pero puedo escucharte ahí abajo.- Te quejas, es lo que mejor sabes hacer, comienzas a dar pequeños golpes con la katana en el suelo, estás testando las aguas y notando la vibración del suelo. Esperas para saber si hay respuesta de lo que sea que está abajo de vosotros, en caso de que no la consigas, les haces un gesto a todos para que se alejen prudentemente de donde estás.- Pues te sacaré yo.- No es que seas especialmente paciente, o tal vez tiene que ver con que esa cosa parece jugar contigo, sea como sea simplemente te preparas en tu sitio.
Aprietas el abrigo, la capucha, dejas las katanas en su sitio y comienzas a prepararte, un aire frío comienza a llenar toda la estancia y tus dientes se vuelven colmillos. Tu cabello se vuelve corto, blanco, tus ojos se afila y varias colas comienzan a aparecer alrededor de tu cintura mientras tu sonríes en tu forma hibrida.- Ven aquí, ratoncito.- Definitivamente estás como una puta cabra. Tomas aire, un momento, un instante y estrellas con fuerza tu puño contra el suelo, buscas destrozar la mayor parte, abrir un boquete para ver que coño pasa abajo, si hay un camino o alguien.
Es como llamar a la puerta pero de una manera mucho más brutal y definitivamente brusca, pero estás cansada de escuchar al inquilino dar vueltas por dentro del edificio. Sabes de sobra que quizás tiene que ver con tu parte animal, pero no puedes evitar pensar que estás deseando saber qué clase de rata se esconde en las profundidades de todo aquello.
Puede ser comida, puede ser un enemigo, puede ser aliado, no lo sabes, pero efectivamente, una de tus colas se menea con una gracia inevitable. Tanta frialdad y hielo para no poder controlar tus instintos animales.
-Oe, no se si eres algo o alguien, pero puedo escucharte ahí abajo.- Te quejas, es lo que mejor sabes hacer, comienzas a dar pequeños golpes con la katana en el suelo, estás testando las aguas y notando la vibración del suelo. Esperas para saber si hay respuesta de lo que sea que está abajo de vosotros, en caso de que no la consigas, les haces un gesto a todos para que se alejen prudentemente de donde estás.- Pues te sacaré yo.- No es que seas especialmente paciente, o tal vez tiene que ver con que esa cosa parece jugar contigo, sea como sea simplemente te preparas en tu sitio.
Aprietas el abrigo, la capucha, dejas las katanas en su sitio y comienzas a prepararte, un aire frío comienza a llenar toda la estancia y tus dientes se vuelven colmillos. Tu cabello se vuelve corto, blanco, tus ojos se afila y varias colas comienzan a aparecer alrededor de tu cintura mientras tu sonríes en tu forma hibrida.- Ven aquí, ratoncito.- Definitivamente estás como una puta cabra. Tomas aire, un momento, un instante y estrellas con fuerza tu puño contra el suelo, buscas destrozar la mayor parte, abrir un boquete para ver que coño pasa abajo, si hay un camino o alguien.
Es como llamar a la puerta pero de una manera mucho más brutal y definitivamente brusca, pero estás cansada de escuchar al inquilino dar vueltas por dentro del edificio. Sabes de sobra que quizás tiene que ver con tu parte animal, pero no puedes evitar pensar que estás deseando saber qué clase de rata se esconde en las profundidades de todo aquello.
Puede ser comida, puede ser un enemigo, puede ser aliado, no lo sabes, pero efectivamente, una de tus colas se menea con una gracia inevitable. Tanta frialdad y hielo para no poder controlar tus instintos animales.
- Resumen + Fuerza:
- Entra en modo animalito del campo, le habla a lo que sea del suelo para que salga, si no lo hace entra en forma hibrida ( 4+2= 6 De Fuerza) y abre un boquete en el suelo para saber si es que hay un camino , un animal o un tio dando vueltas.
RAL
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Por fin en un lugar seguro, o por lo menos eso parecía. Kia estaba atenta a lo que fuera que había en el suelo, incluso parecía que le estaba hablando. Si era algo consciente o una persona podría darnos respuestas, y si no lo era también podía ser información valiosa. No me constaba información de ningún arma del gobierno con esas características, así que podía decir con seguridad que era algo enviado por los que estaban detrás de esto... aunque puede que llamar su atención no fuera lo más sensato. De todas formas, por ahora me encargaría de los piratas que habíamos adoptado.
- ¿Que qué cojones ha sido eso? Pensaba que fuerais vosotros los que me lo dijerais. - Procuré que mi tono sonase tan confundido como el suyo, pero a la vez más autoritario, cruzando mis brazos y poniéndome firme frente a ellos. - Mirad, no tengo ni idea de lo que está pasando, pero los jefes nos han enviado para ver cómo iban las cosas por aquí. - La verdad es que no estaba mintiendo, solo que nuestros jefes eran diferentes. - Este manglar es una zona de guerra y les gustaría saber cómo ha ido la batalla con los marines estos últimos días.
Hice una pausa y les di la espalda con un silencio algo incómodo que se hizo más profundo cuando Kia se paró a escuchar la respuesta de lo que sea que reptase por debajo de nuestros pies. Tras eso giré la cabeza y los miré por encima del hombro, dejando que el reflejo de las lentes rojizas de la máscara se viera acentuado por las llamas mortecinas que quedaban en el callejón en el que estábamos.
- Porque no se os ha olvidado informar ¿Verdad? - Dije con tono amenazador. - Porque puede que eso que ha pasado antes sea uno de los nuestros y ha sido enviado porque alguien estaba demasiado ocupado saqueando. - Me di la vuelta y volví a mirarlos a los ojos. - ¿Sabéis lo que pasará si ese es el caso?
Dejé la pregunta en el aire, desconocía el alcance de mi amenaza, puede que su jefe fuera un buenazo, pero era un caso demasiado raro, los piratas solían gobernarse más por el respeto que nacía del miedo. Si alguno de sus superiores había realizado algún castigo severo delante de sus ojos el recuerdo de este les haría soltar la lengua y cantar. Ahora sólo quedaba esperar a que hablasen y mi farol surtiera efecto, sino... Bueno bastaba con que quedase uno vivo.
¿Por qué Kia parece que quiera ajustar cuentas con el suelo?
- ¿Que qué cojones ha sido eso? Pensaba que fuerais vosotros los que me lo dijerais. - Procuré que mi tono sonase tan confundido como el suyo, pero a la vez más autoritario, cruzando mis brazos y poniéndome firme frente a ellos. - Mirad, no tengo ni idea de lo que está pasando, pero los jefes nos han enviado para ver cómo iban las cosas por aquí. - La verdad es que no estaba mintiendo, solo que nuestros jefes eran diferentes. - Este manglar es una zona de guerra y les gustaría saber cómo ha ido la batalla con los marines estos últimos días.
Hice una pausa y les di la espalda con un silencio algo incómodo que se hizo más profundo cuando Kia se paró a escuchar la respuesta de lo que sea que reptase por debajo de nuestros pies. Tras eso giré la cabeza y los miré por encima del hombro, dejando que el reflejo de las lentes rojizas de la máscara se viera acentuado por las llamas mortecinas que quedaban en el callejón en el que estábamos.
- Porque no se os ha olvidado informar ¿Verdad? - Dije con tono amenazador. - Porque puede que eso que ha pasado antes sea uno de los nuestros y ha sido enviado porque alguien estaba demasiado ocupado saqueando. - Me di la vuelta y volví a mirarlos a los ojos. - ¿Sabéis lo que pasará si ese es el caso?
Dejé la pregunta en el aire, desconocía el alcance de mi amenaza, puede que su jefe fuera un buenazo, pero era un caso demasiado raro, los piratas solían gobernarse más por el respeto que nacía del miedo. Si alguno de sus superiores había realizado algún castigo severo delante de sus ojos el recuerdo de este les haría soltar la lengua y cantar. Ahora sólo quedaba esperar a que hablasen y mi farol surtiera efecto, sino... Bueno bastaba con que quedase uno vivo.
¿Por qué Kia parece que quiera ajustar cuentas con el suelo?
- Resumen:
- Tirarme un farol e intimidar a los piratas para que hablen.
Blacco Giacco
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Llegamos al puerto lleno de humo rapidísimo, y Zuko nos bajó rápidamente para volver a alzar el vuelo y disipar la niebla con las ráfagas de aire que creaban sus alas. Las ráfagas eran tan fuertes que tenías que clavarte bien fuerte en el sitio para no moverte en dirección de ellas, o caerte mismamente. Habían gritos de gente, pero no veía nada así que no sabía hacia donde ir ni que hacer, por lo que me quedé en el sitio inmóvil.
El humo se disipó después de unas cuantas ráfagas de aire más, y pude ver como Zuko volvió a su estado humanoide/guay que siempre usa. Nos mandó a todos reunir inmediatamente allí, pero yo que ya estaba no tuve que hacer nada mas que esperar a que los compañeros llegaran al lugar y Zuko nos dijera el plan actual.
Zuko dijo que el preso no llevaba esposas de kairoseki, y que por lo tanto lo más probable es que haya habido una infiltración. Incitó a que saliera el supuesto infiltrado pero, como era de esperar, este no se entregó (Habría que ser tonto...). De repente Zuko liberó su poder y rompió el suelo alrededor de él, cagando a toda la tripulación incluido a mi, por supuesto. Su mera presencia en ese momento era aterradora, quienquiera que fuese el infiltrado debería de estar meándose encima, de veras.
El humo se disipó después de unas cuantas ráfagas de aire más, y pude ver como Zuko volvió a su estado humanoide/guay que siempre usa. Nos mandó a todos reunir inmediatamente allí, pero yo que ya estaba no tuve que hacer nada mas que esperar a que los compañeros llegaran al lugar y Zuko nos dijera el plan actual.
Zuko dijo que el preso no llevaba esposas de kairoseki, y que por lo tanto lo más probable es que haya habido una infiltración. Incitó a que saliera el supuesto infiltrado pero, como era de esperar, este no se entregó (Habría que ser tonto...). De repente Zuko liberó su poder y rompió el suelo alrededor de él, cagando a toda la tripulación incluido a mi, por supuesto. Su mera presencia en ese momento era aterradora, quienquiera que fuese el infiltrado debería de estar meándose encima, de veras.
Hamlet
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Acababa de recibir un tremebundo golpe, algo que ni siquiera la armadura pudo mitigar del todo. En un abrir y cerrar de ojos, Sirio el Ardiente me había golpeado con gran ferocidad, repeliéndome antes siquiera de que pudiera detenerle. Un pobre cadete yacía desmayado junto a mí, probablemente noqueado por el choque. Comprobé que respiraba antes de apretar los dientes y levantarme.
"Maldita sea" pensé, haciendo visible la frustración en mi rostro. "Siempre que intento hacer algo bien y le pongo todo mi empeño y diligencia, acabo fallando. Joder, ¡es que ni una sola vez! Seguramente Sirio ya estará fuera de mi alcance. Solo cabe esperar a que Iulio, raudo como es, consiga poner fin a su fuga."
En ese instante me di cuenta del calor abrasador que hacía en cubierta. Unas llamas negras de origen ignota devoraban a pasos agigantados la embarcación. Las lenguas de fuego lamían la madera sin misericordia alguna, tragándose aquel vehículo de la Justicia. Por fortuna, ya parecía haber sido evacuado. Aún con dolor en todo el cuerpo, tomé al cadete en brazos y me propulsé con los cohetes de la armadura en dirección a la costa. Pude discernir el puerto y los manglares humeantes, y me sentí avergonzado por no haber podido detener a Sirio, el responsable de todo esto.
Arribé al puerto en muy poco tiempo, únicamente para hallar al Vicealmirante Kasai dando una reprimenda a todos los hombres del pelotón. Al aterrizar, dejé al cadete en el suelo e hice una indicación a otros dos reclutas, que suspiraron aliviados al poder abandonar aquella incómoda bronca. El Vicealmirante dirigió su mirada a Iulio y a mí, y me sentí igualmente disciplinado por mi superior. Tenía razón, tendría que haberlo comprobado personalmente. Bastó con que diera una orden para tomar esa oportunidad de corregir mis errores. Iulio no tardó en abandonar el lugar con su velocidad superior.
-Así lo haré, Vicealmirante -respondió, manteniéndose firme.
Con paso ligero, empecé a recorrer las calles del puerto hasta tratar de llegar al origen del humo, que no se habría disipado del todo. Una vez allí, observaría los detalles más destacables del entorno y haría las preguntas pertinentes.
"Maldita sea" pensé, haciendo visible la frustración en mi rostro. "Siempre que intento hacer algo bien y le pongo todo mi empeño y diligencia, acabo fallando. Joder, ¡es que ni una sola vez! Seguramente Sirio ya estará fuera de mi alcance. Solo cabe esperar a que Iulio, raudo como es, consiga poner fin a su fuga."
En ese instante me di cuenta del calor abrasador que hacía en cubierta. Unas llamas negras de origen ignota devoraban a pasos agigantados la embarcación. Las lenguas de fuego lamían la madera sin misericordia alguna, tragándose aquel vehículo de la Justicia. Por fortuna, ya parecía haber sido evacuado. Aún con dolor en todo el cuerpo, tomé al cadete en brazos y me propulsé con los cohetes de la armadura en dirección a la costa. Pude discernir el puerto y los manglares humeantes, y me sentí avergonzado por no haber podido detener a Sirio, el responsable de todo esto.
Arribé al puerto en muy poco tiempo, únicamente para hallar al Vicealmirante Kasai dando una reprimenda a todos los hombres del pelotón. Al aterrizar, dejé al cadete en el suelo e hice una indicación a otros dos reclutas, que suspiraron aliviados al poder abandonar aquella incómoda bronca. El Vicealmirante dirigió su mirada a Iulio y a mí, y me sentí igualmente disciplinado por mi superior. Tenía razón, tendría que haberlo comprobado personalmente. Bastó con que diera una orden para tomar esa oportunidad de corregir mis errores. Iulio no tardó en abandonar el lugar con su velocidad superior.
-Así lo haré, Vicealmirante -respondió, manteniéndose firme.
Con paso ligero, empecé a recorrer las calles del puerto hasta tratar de llegar al origen del humo, que no se habría disipado del todo. Una vez allí, observaría los detalles más destacables del entorno y haría las preguntas pertinentes.
- Resumen:
- Abandonar el barco sacando al cadete y tratar de encontrar el origen del humo.
Normas del capítulo:
Moderación
- Se moderará lunes y jueves entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los lunes o jueves antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación
- Meneror - 50:
- La mujer guardo silencio en el momento en que comenzaste a hablar de aquella forma tan, digamos veloz. Pareció satisfecha por tus palabras pero no dejaba de vigilarte por si acaso. Habías hecho demasiadas preguntas y eso era algo que siempre resultaba molesto o cuanto menos sospechoso. Se decidió entonces que habría un pequeño descanso de la reunión antes de comenzar a hablar de los negocios que tenía cada uno y como podía contribuir a la causa con ellos.
Una vez que salgas de la reunión, los dos chicos te agarrarían de los brazos y tirarían de ti hacía un lugar apartado y lejos de los ojos de Sophie. — No deberías hacer tantas preguntas, es peligroso, esa mujer no permite que nadie se escape — se notaba en el rostro de ambos que estaban preocupados. No sabían qué hacías allí exactamente pero parecía que entre todas las personas que había en aquella reunión ellos dos eran los únicos que se mantenían cuerdos.
— No sabemos que les ha hecho, pero nunca se niegan a nada de lo que ella dice, no hacen preguntas, ni si quiera pestañean, parecen muñecos — si estas atento a sus palabras puedes deducir que suenan asustados y preocupados. — Nuestro hermano mayor ni si quiera nos ha reconocido cuando hemos acudido a esta reunión en su busca, desde la primera vez que se reunió con ella no ha vuelto a casa — por el momento ellos habían logrado escapar de aquella mujer siguiendo el juego a sus palabras. Pero se notaba que algo no olía demasiado bien, que aquellos hombres no estaban en sus cabales.
Si te fijaste en los “muñecos” del interior, habrás podido darte cuenta de que muchos de los presentes son líderes de organizaciones del paraíso, segundos al mando, incluso algún que otro marine. En resumidas cuentas se podría decir que son gente importante, algo que puede resultar extraño teniendo en cuenta que se suponía que era una reunión de negocios. Tal vez se mueve algo más en aquella reunión — si nos ayudas a recuperar a nuestro hermano, prometemos recompensarte bien, por favor — parecen realmente dispuestos y por su ropa diría que son gente con poder ¿estás dispuesto a poner en riesgo tu pellejo?
- Los rabolucionarios - 33:
- Menudo par de portentos que tienen dentro de la revolución, sí señor, con ese par de trabucos a lo mejor conseguís derrocar al gobierno. Pero mientras tanto vamos a centraros un poco en la escena que tenemos delante. Gracias a sus agudos sentidos Nassor consigue ver a través de un par de puertas. La primera conduce a lo que parece ser un almacén, la segunda lleva a la bodega. Si se fija un poco más podrá ver que en la bodega hay una trampilla en el suelo que está conectada a unas escaleras que le llevarían hasta el piso inferior.
Si toma este camino una vez que el chico le informe de que se llama Nícolas y su mama Khissa. Nassor será interceptado por la misma mujer que os dio la bienvenida al local, ante el lanzamiento de billetes, primero se queda un poco confundida, pero después simplemente los recoge y le deja pasar. Ella no tiene ordenes de impedir que los clientes busquen las mujeres que ellos quieran y teniendo en cuenta que no sabía del todo bien donde iba tendrían que encargarse de él los de seguridad si querían impedir su entrada en aquellas zonas del burdel. Por su parte la mujer simplemente aviso al barman y este hizo un gesto a uno de los dos hombres que estaban sentados en una mesa apartada.
El hombre se levantaría e iría tras Nassor para ver donde iba exactamente. Le dejaría llegar hasta la bodega y una vez allí cerraría la puerta e intentaría impedir que bajara por la trampilla. Después de todo aquella zona era restringida — no puede entrar allí, será mejor que vuelva — el tipo se cruzó de brazos plantándose delante del pelirrojo para impedir que continuase su camino. Mientras, el revolucionario podía seguir escuchando los gritos de aquella mujer que pedía ayuda y a los cuales nadie acudía. Tal vez deberías darte prisa, parece que realmente está sufriendo.
Las gemelas por su parte rieron ante los jugueteos de Dexter — me refiero al pequeño que tiene en brazos tu amigo claro, aunque si tu pequeña amiga quiere jugar, también tenemos unos chicos maravilloso para ella — las gemelas no perdían de vista los coqueteos de parte del revolucionario con Vega. — Oh verá, nosotras no estamos dentro del menú, pero nos gusta ver que los clientes quedan satisfechos con nuestras chicas — no, las pelirrojas no estaban en el menú y aunque no les molestaban los coqueteos o las palabras ardientes dirigidas hacia su persona, nunca se metían con clientes.
— Puede que seamos lo más deseado del local, puede que no, eso depende de los gustos de cada uno, pero en nuestro caso nos encargamos de satisfacer a unos clientes mucho más selectos — la joven que tenía el collar menos elaborado fue quien hablo y dejo salir una risilla juguetona mientras que la hermana simplemente sonreía y negaba con la cabeza ante las palabras que acababa de escuchar. Tras eso, Vega se levantaría tras el azote y te cogería de la mano para tirar de ti hacía unas escaleras que subían al piso de arriba. Una vez allí te encaminaría hasta una lujosa habitación con una gran cama.
No tardaría en girarse hacía ti y meter sus manos en el interior de tu camisa para acariciar tu cuerpo — ¿prefiere desnudarme usted o le gusta más ver? — después de todo, la mujer estaba para servirte en todo cuanto pudieras desear en ese momento. Por otro lado, puede que Gabi intentase salir, sin embargo no lo tendría tan fácil como esperaba. El hombre de seguridad que quedaba en la mesa se pondría delante de la puerta, completamente cuadrado y listo para no permitir el paso de aquellos dos jovencitos.
— ¿Dónde vas querida? Me temo que el pequeño Nícolas tiene asuntos que tratar con nosotras, ¿verdad hermana? — la sonrisa de ambas dejo de ser amigable y se convirtió en una sonrisa un poco perturbadora, cualquiera que las viera podría imaginarse a un par de demonios sonriendo cuando ven una presa a la cual robarle el alma. Incluso un par de perros de caza que encuentran al zorrito que llevan tiempo rastreando y se mueren por descuartizar. Ante las palabras de aquellas mujeres el pobre niño comenzó a temblar como si fuera un flan. Realmente estaba muy pero que muy asustado.
- Justice Raiders - 60:
- ¿Traidor? ¿Infiltrado? Tal vez deberíais haber revisado las esposas una vez colocadas para aseguraros de que el reo estaba bien cautivo. Sobre todo teniendo en cuenta el estado en el que había terminado el contralamirante Iulio tras su enfrentamiento contra él. Nadie da un paso adelante, nadie dice ni mu, al parecer no hay traidores, tal vez sí, pero por el momento ninguno da la cara. Una vez disipado el humo, las gentes del puerto se sienten más aliviadas, pero reo ya no está. Iulio no da con su figura, pero sí que puede fijarse en algo que resulta cuanto menos sospechoso. Más o menos a una distancia de doscientos metros del puerto se puede divisar un agujero en el suelo. No es demasiado grande, seguramente entren un par de personas por él.
Si decides entrar por aquel agujero, podrás recorrer un trecho hasta que te des cuenta de que el camino se divide en varios, unos veinte más o menos. Muchos de ellos sin salida, así que te llevara al menos un par de minutos encontrar el camino correcto. Uno de ellos acaba en lo que parece ser una puerta blindada de metal. Si consigues traspasarla aparecerás en una habitación completamente oscura, cosa que no debería ser un problema para ti. Si la iluminas con tu maravillosa presencia, podrás ver que se trata de una habitación completamente cerrada, sin ventanas, ni puertas. En la habitación hay una cama, un escritorio y varias cosas dispersas por el mismo.
Parece que por el momento no hay nadie en el interior de la habitación pero nadie dice que no puedan aparecer de un momento a otro. Si rebuscas en el escritorio, podrás encontrar un mapa con varias zonas marcadas. Algunas de ellas en zonas de marines y otras en zonas piratas, puedes intuir que una de ellas es la zona del centro comercial, que si eres capaz de recordarlo salió por los aires no hace mucho. Por otro lado, en el puerto aparece una patrulla de marines que se acerca a Zuko una vez deja de ser un dragón gigante — Vicealmirante Zuko, soy el vicealmirante Saint Angelo — el hombre se presenta con un acento un poco extraño mientras que estrecha tu mano. Es un hombre alto al que apenas le sacas un par de centímetros y además de eso viste de forma muy elegante y lleva sobre la cabeza una fedora negra.
— Me alegra ver que han llegado refuerzos, la situación en el archipiélago es una locura, los piratas nos roban cada vez más terreno y no damos abasto para combatirlos, señor — el hombre intenta explicar un poco por encima la situación que se está viviendo en la isla. Sobretodo que la zona central se ha convertido en una batalla campal donde se enfrentan a diario a todas horas y que no son capaces de asegurar la zona ni de mantener a raya a los piratas. Después de todo la paz de sabaody había provocado que todos se relajasen y no esperaban que pudiera ocurrir una tragedia como la que estaban viviendo en ese momento.
Si decides ir hasta la zona central de la isla, podrás ver un montón de gente luchando, apenas se distingue quien es marine y quien es pirata, quien es cp y quien criminal. Incluso si hay algún que otro revolucionario en la zona, después de todo en plena batalla todo se entremezcla y la perspectiva cambia, todo se vuelve en revoltijo y nadie es capaz de dar dos pasos sin acabar con una cuchillada en la espalda.
- Ral y Kia - 30:
- Los piratas parecen bastante molestos ante tus palabras — claro que informamos de los ataques marines, para mantener la isla bajo el dominio pirata tenemos que destrozar a esos malditos perros del gobierno — sus hombres gritaron en afirmación a sus palabras. Estaban más que dispuestos a acabar con la vida de cualquier marine que se acercase a la zona — nuestros aliados están haciendo lo mismo en las otras zonas que les quitamos, no podemos ser menos — estaban convencidos en la lucha conjunta de los piratas contra los marines y en dominar aquella isla por completo para ellos. Tenían que echar a esos uniformados de una vez por todas del archipiélago.
— ¿Jefes? ¿De qué jefes estás hablando? Nosotros no tenemos jefes no seas idiota — por un momento te miró un poco mal ante la afirmación de que existían jefes. Parece ser que realmente no sabe de lo que el estás hablando, para ellos lo que hacen es por propia voluntad y por la fuerza que han decidido demostrar todos los piratas contra los malditos marines que se encontraban en el archipiélago. Por otro lado, los destrozos de Kia hacía el suelo dejan visibles unos cuantos túneles que van desde el centro comercial y que recorren todo el suelo como una red bien entramada. También puedes ver la parte que tu hielo congelo y el lugar por el cual escapó lo que fuera que estuviera bajo el suelo.
En el momento en que el suelo se abrió salió una figura bastante peculiar. Un hombre con una apariencia un poco extraña, con unas enormes y largas garras, los ojos tapados por unas gafas y una especie de mascara algo picuda que tapa su nariz y su boca. Por un momento mira a la mujer de las colas y le muestra sus garras antes de cavar de nuevo el suelo e intentar escapar rápidamente del lugar. No parece que tenga intenciones de enfrentarse a nadie, su primera intención es salir pitando de allí lo más rápido que pueda. Gracias a sus garras no tarda mucho en abrir un nuevo túnel por el cual escabullirse.
Si aun así queréis sacarlo de su escondrijo, el hombre saldrá nuevamente del suelo y se preparará para la batalla, aunque tal vez sea más rentable que intentéis seguirle. Hagáis lo que hagáis le habéis visto, pero él también os ha visto a vosotros. Si queréis seguir al hombre, mejor que seáis rápidos, se mueve a bastante velocidad así que resultara algo difícil seguirle el ritmo, pero no imposible.
- Eden - 30:
- Conseguís salir de allí sin mayor problema, siguiendo la débil señal del localizador de la mujer lográis llegar a lo que parece ser una enorme plaza. Una vez en el interior no será difícil identificar a unos cuantos individuos más que visten las mismas túnicas que vosotros. Si los seguís terminaréis encontrándoos frente a una puerta que está bien custodiada por lo que parece ser un semi gigante y otra figura encapuchada que se mantiene a su lado en la puerta.
Los individuos que se van acercando a la puerta sacan de entre sus ropas una especie de medalla o pin con una jolly roger dibujada. ¿No teníais algo parecido entre vuestras pertenencias? Si se lo mostráis a aquella figura simplemente asentirá y os dejara pasar a la reunión. Una vez dentro, podréis encontrar una mesa enorme de madera de roble y un montón de sillas alrededor, cada una de las sillas tiene la marca grabada de aquella jolly que se encuentra grabada en el pin correspondiente. Podéis ver diferentes emblemas, estrellas, constelaciones, en este caso son cuatro constelaciones las que pueden verse en las sillas.
No tarda demasiado en dar comienzo la reunión y una figura encapuchada pero con una túnica algo diferente al resto preside la mesa — sed todos bienvenidos, creo que todos estamos lo suficientemente ocupados para no alargar demasiado esta situación, contadme pues ¿Qué avances tenemos? — un hombre se levantó de su silla y comenzó a hablar contando que en Hallstat todo avanzaba conforme a los planes y que pronto cerrarían la capital impidiendo la entrada y la salida de cualquiera.
Otra persona distinta, en esta ocasión una mujer fue quien siguió la conversación — en Wano, Kibi ha sido tomado, la emperatriz continua avanzando con nuestros planes — tras aquellas palabras se sentó nuevamente. Un ultimó hombre se alzó — todo avanza acorde a nuestros planes señor, el infiltrado consiguió que unos cuantos corderitos se dirijan directos al matadero — sin más tomo nuevamente asiento. El hombre que poseía aquella túnica especial simplemente aplaudió suavemente, completamente encantando con las noticias que le traían.
Parece que los problemas no solamente se encuentran devastando Sabaody si no que la sombra que se cierne sobre el archipiélago extiende sus largos brazos alcanzando otras cuantas islas más. Tras aquella conversación el sujeto parece mover su cabeza hasta centrarse en vosotros dos — ¿y vosotros? ¿No tenéis nada que contarme hoy? — parece que está esperando vuestra intervención ¿Qué tenéis que contarle hoy mis queridos cps?
- Oppen - 21:
- El tipo se cruzó en cuanto comenzaste a hablar sobre las explosiones y sobre dejarle llevarse el mérito — ¿el mérito de algo que nosotros hemos hecho? Porque para tu información hemos sido nosotros quienes hemos parado a esos piratas, no creas que voy a permitir que tú los entregues y te lleves una recompensa que no te pertenece — no parece que el marine esté dispuesto a hacerte ningún caso, si te fijas un poco en su uniforme puede que te des cuenta de que se trata de nada más y nada menos que un capitán de la marina.
Después se te queda mirando, mira tus credenciales y pasa sus ojos hasta el arma que llevas — ¿Qué haces con una lanza de kairoseki? — Parece que no está para nada conforme contigo — será mejor que me la entregues ahora mismo, tendré que dar parte de ti a mis superiores, ¿de dónde la has sacado? — normalmente el kairoseki era algo que solamente los marines podrían tener y utilizar para sus barcos, sus armas y demás, aquel hombre por muy cazarecompensas que fuera no tenía un rango adecuado para tener aquel tipo de arma y sinceramente le resultaba de lo más sospechoso. Sin quitarte la mirada de encima le indico a uno de sus hombres que fuera a informar sobre lo que habían encontrado.
Necesitaba información sobre aquel cazador y sobre la lanza que portaba. Dependiendo de la respuesta que le dieran sus superiores le dejaría marchar o tendrían que tener una larga conversación sobre el origen de aquella arma que portaba. Ante las órdenes del marine tres de sus hombres te rodearon colocando sus armas en tu cuerpo para evitar que hicieras algún movimiento brusco y mientras tanto el capitán se mantenía vigilando cada uno de tus movimientos. Mientras tanto el hombre al que había mandado a por información sobre ti se encontraba no demasiado lejos de allí hablando por den den mushi con sus superiores dando tus datos. ¿Curioso cómo todo se complica de golpe verdad?
- Pulpito y Blanquito:
- Llegáis al restaurante y os dispersáis por un momento. William, no encuentras nada que te llame la atención, más allá del evidente destrozo. La sangre es reciente y encuentras pelo y hasta una uña todavía con algo de carne en ella. Pero no hay rastro de los cadáveres y a quien sea que está silbando en la cocina no parece molestarle el desastre. Encuentras una puerta, pero me temo que tan solo da a los baños. Aparte de una curiosamente ingente cantidad de productos de limpieza en un armarito, no hay nada fuera de lo común. ´
Kaito, el hombre no se sobresalta al verte, pero sí que sonríe. Escucha tu discursito sin decir gran cosa, pero al final te contesta.
-No mucho todavía, chico. Tengo la carne macerando ahí detrás, cuando el agua hierva echaré patatas y otras cosas. Puede que hayan destrozado el lugar, pero hay que comer y la tragedia de unos es la merienda de otros.
Si vas hacia donde te indica, notarás dos cosas. En primer lugar una enorme bandeja con no pocos cortes –perfectamente cortados, todo sea dicho- de carne bastante fresca. No te cuesta reconocerla, al fin y al cabo te gusta; es carne humana. En segundo lugar, huele bastante mal debajo del fregadero. Alguien no ha sacado la basura todavía.
Cuando llega William a la escena, los ojos del gyojin se fijan en él. El agua rompe a hervir y echa varias patatas y zanahorias en la olla junto con algunas hierbas. Luego va hasta la bandeja y se agacha un poco, tendiéndole un filete al cocodrilo. Luego se incorpora y le tiende la mano a Will.
-Ambrose Fidgetti, un placer… espero. Me han dicho que queríais hacer negocios conmigo, ¿es así? Espero que tengáis algo interesante para mí.
Acto seguido regresa a su sitio y comienza a salpimentar la carne.
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Parecía que había salido indemne de aquel "enfrentamiento" al menos por ahora. ¿Porqué las reuniones de criminales no pueden ser eso, reuniones?. Siempre hay alguien que le das la mano y te cogen hasta el brazo, y me fastidia mucho que no sea yo el que está beneficiándose de dicho bocado. Sin duda alguna nuestra anfitriona era una usuaria, pues esa "magia" no era propia de una persona, por muy bruja que fuera.
Había que andarse con cuidado, con mucho cuidado. Así que cuando se hizo un alto en la reunión aquellos dos muchachos me arrastraron de la mano hasta llegar a un lugar apartado, concretamente, una de las habitaciones vacías en aquel momento.
-No muchacho, del que no no se puede escapar es del diablo- dije en alusión a su comentario mientras daba un tirón de mi mano para soltarme.
Podía ver como sus caras tenían dibujada una preocupación inmensa. ¿De verdad era para tanto?. Me ajusté el traje y escuché lo que me tenían que decir, y de vez en cuando, le daba una calada al puro.
-Escuchad, se me ha citado al igual que todos los de esa sala para entrar en negocios. Sin embargo, y estoy de acuerdo con vos en que esto me huele a chamusquina. Debo deciros que ya he visto esta jugada en otros lares....invitas a toda la competencia a una reunión y te los cargas. Aunque en esta ocasión nuestra anfitriona ha demostrado ser más lista, y querer hipnotizarnos a todos los grandes empresarios para que justifiquemos lo que demonios quiera hacer esa mujer. ¿Creéis que no me había dado cuenta? Yo al igual que vos no puedo irme ahora así de repente. Pero ahora que se lo que su voz hace...estaré preparado. Que haya marines y segundos al mando todavía me huele peor....-dije antes de darme la vuelta y llevar mi mano al pomo de la puerta.
Antes de que pudiera salir aquellos muchachos continuaron hablando sobre su hermano, el cual había sido "embelesado" por Sophie. Yo arqué la ceja derecha mientras me giraba y los miraba con cara de asco.
-Os agradezco el aviso en cuanto a lo de Sophie, sin embargo poco o nada me importa vuestro hermano. Además ¿Porqué iba a jugármela por él? Y no me tildéis de malvado, os puedo asegurar que de todos los que había en aquella sala yo soy el más "suave". Pero no pretendáis que me juegue el pellejo por alguien a quién no conozco, lo siento. Os recomiendo que escapéis cuanto antes de aquí vosotros que podéis. Esta conversación no ha tenido lugar ¿Entendido?
Volví a darme la vuelta para dirigirme a la puerta y volver a acariciar el pomo, entonces me di cuenta de que no les había preguntado algo clave, algo que quizás moviera mi interés.
-¿Porqué se os ha invitado a vosotros?- dije acercándome a ellos- Todos aquí tenemos negocios, influencia y poder...y si vosotros estábais en la mesa de reuniones escuchando todo es porque algún poder ostentáis...¿no?
Había que andarse con cuidado, con mucho cuidado. Así que cuando se hizo un alto en la reunión aquellos dos muchachos me arrastraron de la mano hasta llegar a un lugar apartado, concretamente, una de las habitaciones vacías en aquel momento.
-No muchacho, del que no no se puede escapar es del diablo- dije en alusión a su comentario mientras daba un tirón de mi mano para soltarme.
Podía ver como sus caras tenían dibujada una preocupación inmensa. ¿De verdad era para tanto?. Me ajusté el traje y escuché lo que me tenían que decir, y de vez en cuando, le daba una calada al puro.
-Escuchad, se me ha citado al igual que todos los de esa sala para entrar en negocios. Sin embargo, y estoy de acuerdo con vos en que esto me huele a chamusquina. Debo deciros que ya he visto esta jugada en otros lares....invitas a toda la competencia a una reunión y te los cargas. Aunque en esta ocasión nuestra anfitriona ha demostrado ser más lista, y querer hipnotizarnos a todos los grandes empresarios para que justifiquemos lo que demonios quiera hacer esa mujer. ¿Creéis que no me había dado cuenta? Yo al igual que vos no puedo irme ahora así de repente. Pero ahora que se lo que su voz hace...estaré preparado. Que haya marines y segundos al mando todavía me huele peor....-dije antes de darme la vuelta y llevar mi mano al pomo de la puerta.
Antes de que pudiera salir aquellos muchachos continuaron hablando sobre su hermano, el cual había sido "embelesado" por Sophie. Yo arqué la ceja derecha mientras me giraba y los miraba con cara de asco.
-Os agradezco el aviso en cuanto a lo de Sophie, sin embargo poco o nada me importa vuestro hermano. Además ¿Porqué iba a jugármela por él? Y no me tildéis de malvado, os puedo asegurar que de todos los que había en aquella sala yo soy el más "suave". Pero no pretendáis que me juegue el pellejo por alguien a quién no conozco, lo siento. Os recomiendo que escapéis cuanto antes de aquí vosotros que podéis. Esta conversación no ha tenido lugar ¿Entendido?
Volví a darme la vuelta para dirigirme a la puerta y volver a acariciar el pomo, entonces me di cuenta de que no les había preguntado algo clave, algo que quizás moviera mi interés.
-¿Porqué se os ha invitado a vosotros?- dije acercándome a ellos- Todos aquí tenemos negocios, influencia y poder...y si vosotros estábais en la mesa de reuniones escuchando todo es porque algún poder ostentáis...¿no?
- Resumen:
-Charla con los dos chicos en una habitación aparte sobre Sophie y el hermano de ambos muchachos.
-A Meneror no le interesa jugársela por un desconocido, pero luego recapacita y le pregunta a los hermanos porqué fueron invitados a una reunión de "negocios".
Kaito Takumi
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Pero qué bien hablaba ese auténtico hijo del mar. Comer es, sin duda alguna, lo más importante en esta vida. ¿Que te habían roto el local? Bueno, pues uno se toma un buen plato de su comida preferida y se le pasan todas las penas. Si señor. Yendo hacia donde me había dicho me percaté de que además el buen señor cangrejo vigía -algo fácilmente deducible por los muchos ojos sobre su cráneo- compartía mis gustos. ¡Si es que me iba a dar algo! Lo único que solo había músculos... ¿Dónde estaba el resto?
Arrugando la nariz por el olorcillo de la podredumbre característico de un macerado bacteriano nada que ver con el de especias y jugos de la bandeja, abri la alacena bajo el fregadero. ¡¿Qué era esto?! ¡Cabezas humanas, piernas, ropa sucia!
—¿¡Pero qué puñetas!? —chillé de espanto. Uno que no tenía nada que ver con encontrar cadáveres—. ¡Si las lenguas son lo mejor! Y donde se pongan unas mollejitas bien hechas... o unos higaditos —me quejé.
Parecía que toda la destreza culinaria que tenía cortando los músculos humanos le había hecho despreciar, como a muchos cocineros, otros cortes menos usuales pero incluso, si cabía, mucho más llenos de sabor. Aunque claro, pocos se entretenían tanto como yo en el elaborado cuidado que debía ponerse a unos ingredientes que tenían tanta complicación para prepararlos. ¡Con lo rica que estaba la casquería!
Como buen carroñero, aparté la bandeja con los cortes a un lado y fui sacando los delicados bocados que el cangrejo había dejado allí para pudrirse como el resto de desechos al fondo del cubo.
—La basura de unos es el tesoro culinario de otros —declaré en referencia a su primer refrán—. Con tu permiso, te cojo herramientas—comenté al tiempo que me movía de aquí para allá para tomar lo que necesitaba—. Suchu, puedes comer —añadí al paso al ver el buen gesto del hijo del mar—. ¡Un placer Ambrose, yo soy Kaito! Ahora mismo estoy con vosotros... Will —Ups—. A White le gustan más las negociaciones, yo soy el artesano de bocachancla. Que porcierto, White, ante tí tienes un maravilloso espécimen de verdadero hijo del mar. Ni gyojin ni ningyo, sino el arquetipo original y sin adulterar de la verdadera naturaleza de nuestra raza. Es curioso como esa línea de sangre renace de vez en cuando, y normalmente solo se da en machos... ¡Ay, con lo bonito que sería encontrar una verdadera hija del mar!
Podría decir que tenía un oído puesto en las conversaciones, pero los ingredientes requerían de mi buena atención. Entre lavarlos e ir sacando los órganos que quedasen intactos, así como alguna otra lengua bien anclada y el ojo del que no estuviera tuerto. ¡Ay, qué de bocaditos! Podríamos empezar por un tartar... y quizás si hubiera un poco de arroz podría hacer sushi en vez de sashimi. Cappracio de quijada, mollejas cocidas, pezón frito...
Arrugando la nariz por el olorcillo de la podredumbre característico de un macerado bacteriano nada que ver con el de especias y jugos de la bandeja, abri la alacena bajo el fregadero. ¡¿Qué era esto?! ¡Cabezas humanas, piernas, ropa sucia!
—¿¡Pero qué puñetas!? —chillé de espanto. Uno que no tenía nada que ver con encontrar cadáveres—. ¡Si las lenguas son lo mejor! Y donde se pongan unas mollejitas bien hechas... o unos higaditos —me quejé.
Parecía que toda la destreza culinaria que tenía cortando los músculos humanos le había hecho despreciar, como a muchos cocineros, otros cortes menos usuales pero incluso, si cabía, mucho más llenos de sabor. Aunque claro, pocos se entretenían tanto como yo en el elaborado cuidado que debía ponerse a unos ingredientes que tenían tanta complicación para prepararlos. ¡Con lo rica que estaba la casquería!
Como buen carroñero, aparté la bandeja con los cortes a un lado y fui sacando los delicados bocados que el cangrejo había dejado allí para pudrirse como el resto de desechos al fondo del cubo.
—La basura de unos es el tesoro culinario de otros —declaré en referencia a su primer refrán—. Con tu permiso, te cojo herramientas—comenté al tiempo que me movía de aquí para allá para tomar lo que necesitaba—. Suchu, puedes comer —añadí al paso al ver el buen gesto del hijo del mar—. ¡Un placer Ambrose, yo soy Kaito! Ahora mismo estoy con vosotros... Will —Ups—. A White le gustan más las negociaciones, yo soy el artesano de bocachancla. Que porcierto, White, ante tí tienes un maravilloso espécimen de verdadero hijo del mar. Ni gyojin ni ningyo, sino el arquetipo original y sin adulterar de la verdadera naturaleza de nuestra raza. Es curioso como esa línea de sangre renace de vez en cuando, y normalmente solo se da en machos... ¡Ay, con lo bonito que sería encontrar una verdadera hija del mar!
Podría decir que tenía un oído puesto en las conversaciones, pero los ingredientes requerían de mi buena atención. Entre lavarlos e ir sacando los órganos que quedasen intactos, así como alguna otra lengua bien anclada y el ojo del que no estuviera tuerto. ¡Ay, qué de bocaditos! Podríamos empezar por un tartar... y quizás si hubiera un poco de arroz podría hacer sushi en vez de sashimi. Cappracio de quijada, mollejas cocidas, pezón frito...
—Lo he perdido —dije a través del Den Den Mushi cuando, tras unos minutos, quedó claro que no encontraría a Sirio. Por muy rápido que se moviese dudaba mucho que pudiese ser más rápido que yo, y en el tiempo que había transcurrido resultaba imposible pensar que hubiese podido ir más lejos de mi posición. Debía haberse escondido o algo por el estilo, pero desde la posición que ocupaba en esos momentos no podía aportar mucho más que suposiciones sin fundamento.
Me disponía a volver sobre mis pasos cuando algo por debajo de mí atrajo mi atención. Desde las alturas y parcialmente oculto por las hojas de un árbol, un orificio en el suelo llamaba mi atención. ¿Qué demonios hacía eso ahí? Hasta donde yo sabía en el archipiélago no había topos de semejante tamaño, y es que fácilmente podrían pasar dos personas a su través.
—Creo que he encontrado algo —continué como si hubiese visto la oquedad desde el primer momento—. Iré a investigar. Si encuentro algo de interés os avisaré.
Corté la comunicación, dejándome caer junto al agujero e internándome en su interior con los seis sentidos alerta. Ver, oír, tocar, saborear y oler quizás no fuesen suficientes por sí solos. La oscuridad en el interior resultaba casi aterradora, por lo que no tardé en brillar tenuemente para poder alumbrarme el camino. Era un pasillo bastante largo que llegado un momento comenzó a dividirse para generar un total de veinte posibles rutas.
Maldiciendo mi suerte, dejé varias marcas en el lugar donde todas confluían para saber cuánto habría vuelto al comienzo y las fui explorando una por una. En los primeros casos caminé sin más, aunque pronto se hizo evidente que necesitaba aprovechar el tiempo de forma más eficiente. Fue por ello que una exhalación comenzó a iluminar los túneles hasta que finalmente di con lo que parecía ser el camino correcto.
Una puerta metálica sellaba el camino, aunque pequeños márgenes separaban la propia puerta del quicio que la sostenía. Al menos no tendría que ingeniar una forma de abrirla, pues asumí mi forma elementa y la luz se fue filtrando por el reducido espacio hasta que pude materializarme en el interior. ¿Un despacho subterráneo? Eso parecía. Amplié el radio que podía abarcar mi luz hasta alcanzar las paredes, atento en todo momento por si pudiese haber alguien allí dentro o algún otro acceso a la sala por el que pudiesen sorprenderme.
Descartado que fuese así, me dispuse a averiguar la naturaleza de los papeles que abarrotaban la estancia. Muchos de ellos eran antiguos y, a decir verdad, estaban desfasados, pero uno destacaba sobre todos los demás. Me detuve frente al mapa marcado con numerosos puntos que no dependían en absoluto de cuál fuese el bando que dominaba la zona. Tocaría informar de nuevo, así que suspiré:
—¿Zuko? —aguardé a que el vicealmirante me respondiese—.Creo que he encontrado algo, aunque no sé qué quiere decir exactamente. Es un mapa del archipiélago con muchos puntos señalados, tanto en zonas que controlamos nosotros como en otras que no. No encuentro nada que me diga si son objetivos, almacenes o, yo qué sé, teatros.
Sin cortar la comunicación, seguí rastreando la zona en busca de cualquier otra cosa que pudiese resultar de utilidad. Tampoco sabía quién podría haber hecho de aquel lugar su refugio, pero no podía pertenecer a Sirio. Sólo esperaba no tener que salir a tortas por curioso.
Me disponía a volver sobre mis pasos cuando algo por debajo de mí atrajo mi atención. Desde las alturas y parcialmente oculto por las hojas de un árbol, un orificio en el suelo llamaba mi atención. ¿Qué demonios hacía eso ahí? Hasta donde yo sabía en el archipiélago no había topos de semejante tamaño, y es que fácilmente podrían pasar dos personas a su través.
—Creo que he encontrado algo —continué como si hubiese visto la oquedad desde el primer momento—. Iré a investigar. Si encuentro algo de interés os avisaré.
Corté la comunicación, dejándome caer junto al agujero e internándome en su interior con los seis sentidos alerta. Ver, oír, tocar, saborear y oler quizás no fuesen suficientes por sí solos. La oscuridad en el interior resultaba casi aterradora, por lo que no tardé en brillar tenuemente para poder alumbrarme el camino. Era un pasillo bastante largo que llegado un momento comenzó a dividirse para generar un total de veinte posibles rutas.
Maldiciendo mi suerte, dejé varias marcas en el lugar donde todas confluían para saber cuánto habría vuelto al comienzo y las fui explorando una por una. En los primeros casos caminé sin más, aunque pronto se hizo evidente que necesitaba aprovechar el tiempo de forma más eficiente. Fue por ello que una exhalación comenzó a iluminar los túneles hasta que finalmente di con lo que parecía ser el camino correcto.
Una puerta metálica sellaba el camino, aunque pequeños márgenes separaban la propia puerta del quicio que la sostenía. Al menos no tendría que ingeniar una forma de abrirla, pues asumí mi forma elementa y la luz se fue filtrando por el reducido espacio hasta que pude materializarme en el interior. ¿Un despacho subterráneo? Eso parecía. Amplié el radio que podía abarcar mi luz hasta alcanzar las paredes, atento en todo momento por si pudiese haber alguien allí dentro o algún otro acceso a la sala por el que pudiesen sorprenderme.
Descartado que fuese así, me dispuse a averiguar la naturaleza de los papeles que abarrotaban la estancia. Muchos de ellos eran antiguos y, a decir verdad, estaban desfasados, pero uno destacaba sobre todos los demás. Me detuve frente al mapa marcado con numerosos puntos que no dependían en absoluto de cuál fuese el bando que dominaba la zona. Tocaría informar de nuevo, así que suspiré:
—¿Zuko? —aguardé a que el vicealmirante me respondiese—.Creo que he encontrado algo, aunque no sé qué quiere decir exactamente. Es un mapa del archipiélago con muchos puntos señalados, tanto en zonas que controlamos nosotros como en otras que no. No encuentro nada que me diga si son objetivos, almacenes o, yo qué sé, teatros.
Sin cortar la comunicación, seguí rastreando la zona en busca de cualquier otra cosa que pudiese resultar de utilidad. Tampoco sabía quién podría haber hecho de aquel lugar su refugio, pero no podía pertenecer a Sirio. Sólo esperaba no tener que salir a tortas por curioso.
- Resumen:
- Llegar hasta el despacho sospechoso y establecer comunicación con Zuko para contarle lo que aparece en el mapa que he encontrado. Mientras tanto, seguir buscando datos que permitan saber por y para qué están marcados los lugares, a quién pertenece el refugio y demás.
Por fortuna habíamos conseguido zafarnos de las manos que habían intentado atraparnos cerca del centro comercial. Habíamos conseguido interponer suficiente distancia entre nosotros y el desconocido enemigo y, cuando nos habíamos creído a salvo, habíamos tomado la decisión de seguir la señal del dispositivo con el que el agente Kusanagi había marcado a la misteriosa chica.
Y allí nos encontrábamos, frente a un gigantón con pinta de pocos amigos y una figura más discreta, aunque no por ello menos llamativa. Todos los individuos ataviados con túnicas que pasaban junto a nosotros mostraban una suerte de identificación, una placa o algo similar que les identificaba como asistentes a la reunión y les abría el paso hacia el interior. Nosotros, por supuesto, no contábamos... ¿¡De dónde demonios había sacado Shawn una de ellas!? Asistí, atónito, a la entrega de la medalla antes de que las puertas se abrieran para permitirnos el paso.
Una gran mesa nos recibió, y en torno a ella una ingente cantidad de personas que, al igual que nosotros, mantenían su rostro oculto por la capucha de una túnica. Había un líder, por supuesto, alguien que llevaba la voz cantante, y se prestó a pedir un informe de situación a cuantos nos encontrábamos allí. Uno detrás de otro, varios participantes en el encuentro fueron revelando que los problemas que traían de cabeza al Gobierno Mundial estaban conectados entre sí. No había que ser demasiado inteligente para sospecharlo, más aún cuando un mismo Jolly Roger había ondeado en lo alto de los barcos responsables de muchos de los conflictos, pero no estaba de más confirmarlo.
Por otro lado, la referencia a las presas guiadas hasta la trampa me erizó el vello del cuerpo. Con el tiempo en la agencia me había acostumbrado a no dar por hecho que, pese a estar infiltrado, aquellas cosas iban dirigidas hacia mí, pero no terminaba de asumirlo con total naturalidad. Por fortuna, gracias a la túnica y la capucha cualquier alteración de mi semblante quedó oculto. Carraspeé en cuanto quien presidía la reunión se dirigía a mí:
—Nosotros tenemos una información que ha llegado hasta nuestros oídos hace poco. Parece ser que el Gobierno Mundial no sólo ha enviado a la Marina al archipiélago, sino que algunos miembros del Cipher Pol han desembarcado de un modo más discreto. No hemos podido averiguar sus identidades ni su localización por el momento, pero es cuestión de tiempo.
Me callé a continuación. Sólo un necio daría ese tipo de información si formase parte de ese destacamento de la agencia, pues podría conducir a la búsqueda activa de los miembros de la expedición. ¿Qué escondite podía haber mejor que el que se veía a simple vista? Era una maniobra arriesgada, lo sabía, pero constituía una información muy valiosa que podría integrarnos a la perfección en el grupo con el fin de llegar a su seno. Por otro lado, compartir dichos datos con ellos tal vez nos descartase de inmediato como posibles agentes... Al menos eso esperaba. Y es que inventar algún suceso relevante desconocido era prácticamente un sinónimo de condenarnos a muerte y, por otro lado, si ellos tenían algo que ver con lo acontecido en el centro comercial —lo que era bastante probable— estarían perfectamente informados de ello.
Y allí nos encontrábamos, frente a un gigantón con pinta de pocos amigos y una figura más discreta, aunque no por ello menos llamativa. Todos los individuos ataviados con túnicas que pasaban junto a nosotros mostraban una suerte de identificación, una placa o algo similar que les identificaba como asistentes a la reunión y les abría el paso hacia el interior. Nosotros, por supuesto, no contábamos... ¿¡De dónde demonios había sacado Shawn una de ellas!? Asistí, atónito, a la entrega de la medalla antes de que las puertas se abrieran para permitirnos el paso.
Una gran mesa nos recibió, y en torno a ella una ingente cantidad de personas que, al igual que nosotros, mantenían su rostro oculto por la capucha de una túnica. Había un líder, por supuesto, alguien que llevaba la voz cantante, y se prestó a pedir un informe de situación a cuantos nos encontrábamos allí. Uno detrás de otro, varios participantes en el encuentro fueron revelando que los problemas que traían de cabeza al Gobierno Mundial estaban conectados entre sí. No había que ser demasiado inteligente para sospecharlo, más aún cuando un mismo Jolly Roger había ondeado en lo alto de los barcos responsables de muchos de los conflictos, pero no estaba de más confirmarlo.
Por otro lado, la referencia a las presas guiadas hasta la trampa me erizó el vello del cuerpo. Con el tiempo en la agencia me había acostumbrado a no dar por hecho que, pese a estar infiltrado, aquellas cosas iban dirigidas hacia mí, pero no terminaba de asumirlo con total naturalidad. Por fortuna, gracias a la túnica y la capucha cualquier alteración de mi semblante quedó oculto. Carraspeé en cuanto quien presidía la reunión se dirigía a mí:
—Nosotros tenemos una información que ha llegado hasta nuestros oídos hace poco. Parece ser que el Gobierno Mundial no sólo ha enviado a la Marina al archipiélago, sino que algunos miembros del Cipher Pol han desembarcado de un modo más discreto. No hemos podido averiguar sus identidades ni su localización por el momento, pero es cuestión de tiempo.
Me callé a continuación. Sólo un necio daría ese tipo de información si formase parte de ese destacamento de la agencia, pues podría conducir a la búsqueda activa de los miembros de la expedición. ¿Qué escondite podía haber mejor que el que se veía a simple vista? Era una maniobra arriesgada, lo sabía, pero constituía una información muy valiosa que podría integrarnos a la perfección en el grupo con el fin de llegar a su seno. Por otro lado, compartir dichos datos con ellos tal vez nos descartase de inmediato como posibles agentes... Al menos eso esperaba. Y es que inventar algún suceso relevante desconocido era prácticamente un sinónimo de condenarnos a muerte y, por otro lado, si ellos tenían algo que ver con lo acontecido en el centro comercial —lo que era bastante probable— estarían perfectamente informados de ello.
- Resumen:
- Decir que el Cipher Pol está en Sabaody para ganarnos la confianza de los misteriosos encapuchados. El razonamiento que me lleva a lanzar el farol está al final del post.
Roland Oppenheimer
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Roland se puso serio. Aquel marine parecía encontrarse bastante malhumorado y había resultado ser bastante obtuso.
—No pedí que me ayudaran. Podría habérmelas arreglado yo solo —dijo, ante al primer comentario del marine.
Lo observó más detenidamente, estudiando su rostro serio y su ropa. Resultó ser un Capitán de la Marina. El mink se preguntó qué haría alguien de ese rango patrullando las calles mientras se escuchaban explosiones por los alrededores. Hasta los niños más pequeños podían percibir que algo en la isla iba mal. Pero no importaba, Roland estaba convencido de que sus papeles estaban en orden, por lo que se encontraba despreocupado y ansioso por continuar la búsqueda de esos piratas, hasta que el marine posó la vista en su lanza.
«¿Cómo cojones sabe que es de kairoseki? —se preguntó mientras mantenía la mirada fija en el marine— Ni siquiera yo lo supe hasta que la toqué. Maldición». Roland adoptó una postura relajada y cara de incredulidad, buscando fingir inocencia ante el hombre enfrente suyo además de hacer parecer que estaba cooperando.
—¿Kairoseki? ¿Ese metal tan extraño? No tenía ni idea de que era de ese material —dijo con la voz más inocente que pudo—. Yo solo se la arrebaté a un hombre al que derroté.
Mientras tanto, uno de los hombres del Capitán fue a informar al cuartel marine. Solo era cuestión de minutos, posiblemente segundos, para que atasen cabos y le descubrieran. Y todo porque el marine podía reconocer kairoseki con un leve vistazo. ¿Por qué tenía tan mala suerte? Lo peor era que no debía enfrentarse a ellos, o si no aquellos estúpidos cazurros sin perspectiva le acabarían tachando de criminal agresivo contra el Gobierno Mundial. Debía escapar, y antes de que descubrieran quién era.
Roland se colgó el escudo de la espalda, y continuó hablando.
—Pero si usted me lo pide, le daré el arma para que la examine —dijo haciendo el amago de darle el arma—. Todo sea por colaborar con el gobierno —concluyó, con una sonrisa indescifrable en sus labios.
Sim embargo, hizo un amago y no entregó la lanza. Al momento realizó varios movimientos a la vez: creo un espejo, a un par de metros sobre él, mirando hacia abajo; extrajo un cartucho de dinamita el cuál activó al grito de "un segundo" para dejarlo a sus pies como distracción mientras se movía velozmente usando el Soru hacia el espejo, guardando el arma en su funda en el corto lapso de tiempo que tardaría en alcanzar el espejo y adentrarse en su Dimensión Reflejo.
Si lo conseguía, buscaría entre los espejos de su dimensión un lugar adecuado para cambiarse de ropa y vestirse con algo completamente distinto, con lo que no pudieran identificarle, y dejaría la lanza a buen recaudo, cambiándola por la Palabarda.
—No pedí que me ayudaran. Podría habérmelas arreglado yo solo —dijo, ante al primer comentario del marine.
Lo observó más detenidamente, estudiando su rostro serio y su ropa. Resultó ser un Capitán de la Marina. El mink se preguntó qué haría alguien de ese rango patrullando las calles mientras se escuchaban explosiones por los alrededores. Hasta los niños más pequeños podían percibir que algo en la isla iba mal. Pero no importaba, Roland estaba convencido de que sus papeles estaban en orden, por lo que se encontraba despreocupado y ansioso por continuar la búsqueda de esos piratas, hasta que el marine posó la vista en su lanza.
«¿Cómo cojones sabe que es de kairoseki? —se preguntó mientras mantenía la mirada fija en el marine— Ni siquiera yo lo supe hasta que la toqué. Maldición». Roland adoptó una postura relajada y cara de incredulidad, buscando fingir inocencia ante el hombre enfrente suyo además de hacer parecer que estaba cooperando.
—¿Kairoseki? ¿Ese metal tan extraño? No tenía ni idea de que era de ese material —dijo con la voz más inocente que pudo—. Yo solo se la arrebaté a un hombre al que derroté.
Mientras tanto, uno de los hombres del Capitán fue a informar al cuartel marine. Solo era cuestión de minutos, posiblemente segundos, para que atasen cabos y le descubrieran. Y todo porque el marine podía reconocer kairoseki con un leve vistazo. ¿Por qué tenía tan mala suerte? Lo peor era que no debía enfrentarse a ellos, o si no aquellos estúpidos cazurros sin perspectiva le acabarían tachando de criminal agresivo contra el Gobierno Mundial. Debía escapar, y antes de que descubrieran quién era.
Roland se colgó el escudo de la espalda, y continuó hablando.
—Pero si usted me lo pide, le daré el arma para que la examine —dijo haciendo el amago de darle el arma—. Todo sea por colaborar con el gobierno —concluyó, con una sonrisa indescifrable en sus labios.
Sim embargo, hizo un amago y no entregó la lanza. Al momento realizó varios movimientos a la vez: creo un espejo, a un par de metros sobre él, mirando hacia abajo; extrajo un cartucho de dinamita el cuál activó al grito de "un segundo" para dejarlo a sus pies como distracción mientras se movía velozmente usando el Soru hacia el espejo, guardando el arma en su funda en el corto lapso de tiempo que tardaría en alcanzar el espejo y adentrarse en su Dimensión Reflejo.
Si lo conseguía, buscaría entre los espejos de su dimensión un lugar adecuado para cambiarse de ropa y vestirse con algo completamente distinto, con lo que no pudieran identificarle, y dejaría la lanza a buen recaudo, cambiándola por la Palabarda.
- Resumen:
- Oppen actua ante los marines de tal forma que parece que está dispuesto a colaborar, pero en realidad se trata de un amago para escapar de aquella situación comprometida para ir a buscar un cambio de ropa y así ocultarse nuevamente.
Prestidigitación: Es un experto en realizar trucos con los que se hacen juegos de manos, como hacer aparecer y desaparecer objetos de sus manos.
Dinamita Regulada: Un sencillo cartucho de dinamita capaz de hacer volar personas, alterado para que se prenda solo en el momento en que se de la orden. En adición, la orden constará de una activación por voz en la que se dirá "X segundos" y el explosivo tardará esos segundos en explotar. Reacciona a cualquier persona que lo diga.
Dexter Black
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La palmada resonó. Tal vez nadie más la hubiese escuchado entre tanto ruido, pero para él era tan claro como las ondulaciones de una piedra al hundirse en aguas calmas. Vega era una mujer sensual que tenía, en cierto modo, todo lo que él de una u otra forma podía desear: Pícara, juguetona... No dudó en dar un suave mordisco a su oreja mientras se levantaba, ni ella en tirar de su mano, urgiéndole, cuando se quedó por un instante esperando respuesta afirmativa de ambas perras, una respuesta que nunca llegó, o más bien apareció en forma de oferta declinada. No disimuló su decepción, negando con la cabeza mientras atraía delicadamente a la rubia para sí.
- Estamos muy tristes de escuchar eso, ¿verdad, Vega? -Ponía ojos de cordero degollado, como si realmente aquella negativa le hubiese herido en lo más hondo del corazón-. Vale que yo no soy muy selecto, ¿pero ella? -Miró a Vega de arriba abajo, tomándole todas las medidas de un simple vistazo-. Ella es... Bueno, toda para mí. -Sonrió con cierta malicia, dejándose llevar por ella. Sin embargo, les dedicó unas últimas palabras mientras daba un cariñoso golpe en la oreja a Gabi-. Si cambian de opinión... Ya saben dónde encontrarme.
Les guiñó un ojo. Estaba seguro de que nadie habría percibido cómo uno de los viejos intercomunicadores de los Blue Rose estaba ahora en la joven revolucionaria. A través de él podía escuchar cualquier cosa que Gabi dijese y, más importante, cualquier cosa que sucediese lo suficientemente cerca de ella. De ese modo la joven, que se había quedado con ellas, podría ser una fuente de información pasiva que, cuidada por el pelo rosa, resultaba inapreciable, o al menos no más visible que el sutil gesto con el que le había apartado el cabello para introducirle el aparato. Aunque teniendo en cuenta que era capaz de desnudar a una persona sin que esta fuese apenas consciente, dudaba mucho que nadie le hubiese visto siquiera alcanzar su bolsillo en medio de ese vodevil.
Subió las escaleras. La genuina excitación que aquel juego de roles le producía era el aderezo perfecto para una actuación que le había granjeado un rápido acceso a la guardiana de los secretos. La estrella más brillante del lugar, seguramente la más cotizada y, por supuesto, la que más podría decirle al margen de las hermanas pelirrojas que desde luego algo muy oscuro ocultaban tras ese manto de lujuria y orgullo. Además, parecía extraordinariamente dispuesta a cumplir todos sus deseos, lo que desde luego hacía mucho más interesante todo aquel juego.
Cerró la puerta tras de sí, comprobando que hubiese llave y guardándola para sí si así era, cumpliendo con lo que el juego imponía sin tocar más de lo necesario, evitando cualquier roce entre sus labios y, en general, dando lo justo para parecer interesado pero sin hacer nada que luego pudiese tener que contar.
- Verás... -terminó diciendo, mientras ella metía las manos bajo su camisa. Eran suaves, sí, y tal vez en otro momento o si no hubiese conocido a Tea, o mismo si no supiese que era prostituta y todo ese deseo iba dirigido a lo más grande de sus pantalones (su cartera) tal vez se lo hubiese planteado seriamente-. No es que no me encantes, pero se supone que estoy en una no-relación estable con cierta mujer que podría enfadarse o no si voy por ahí teniendo sexo sin pedirle permiso primero. O teniendo sexo con personas, a secas. O conmigo. -Apartó sus manos ligeramente, manteniéndolas sujetas para evitar que empezase a desnudarse, en un intento de hacerle cambiar de opinión-. El caso es que no esperaba acabar en un sitio así hoy, pero todo huele muy mal y necesito saber quiénes son las perras.- Dibujó con puntos las joyas de ambos colgantes, esperando que entendiera a qué se refería-. Así que Vega, estrella más brillante del Norte, necesito que respondas algunas preguntas. Y tienen que ver con astronomía y profesionales del placer. Y si me ayudas... Yo podría ayudarte.
Sacó la cartera del bolsillo. Siempre llevaba algo suelto encima, y seguramente fuese más de lo que aquella mujer pudiese ganar en toda su vida.
- Estamos muy tristes de escuchar eso, ¿verdad, Vega? -Ponía ojos de cordero degollado, como si realmente aquella negativa le hubiese herido en lo más hondo del corazón-. Vale que yo no soy muy selecto, ¿pero ella? -Miró a Vega de arriba abajo, tomándole todas las medidas de un simple vistazo-. Ella es... Bueno, toda para mí. -Sonrió con cierta malicia, dejándose llevar por ella. Sin embargo, les dedicó unas últimas palabras mientras daba un cariñoso golpe en la oreja a Gabi-. Si cambian de opinión... Ya saben dónde encontrarme.
Les guiñó un ojo. Estaba seguro de que nadie habría percibido cómo uno de los viejos intercomunicadores de los Blue Rose estaba ahora en la joven revolucionaria. A través de él podía escuchar cualquier cosa que Gabi dijese y, más importante, cualquier cosa que sucediese lo suficientemente cerca de ella. De ese modo la joven, que se había quedado con ellas, podría ser una fuente de información pasiva que, cuidada por el pelo rosa, resultaba inapreciable, o al menos no más visible que el sutil gesto con el que le había apartado el cabello para introducirle el aparato. Aunque teniendo en cuenta que era capaz de desnudar a una persona sin que esta fuese apenas consciente, dudaba mucho que nadie le hubiese visto siquiera alcanzar su bolsillo en medio de ese vodevil.
Subió las escaleras. La genuina excitación que aquel juego de roles le producía era el aderezo perfecto para una actuación que le había granjeado un rápido acceso a la guardiana de los secretos. La estrella más brillante del lugar, seguramente la más cotizada y, por supuesto, la que más podría decirle al margen de las hermanas pelirrojas que desde luego algo muy oscuro ocultaban tras ese manto de lujuria y orgullo. Además, parecía extraordinariamente dispuesta a cumplir todos sus deseos, lo que desde luego hacía mucho más interesante todo aquel juego.
Cerró la puerta tras de sí, comprobando que hubiese llave y guardándola para sí si así era, cumpliendo con lo que el juego imponía sin tocar más de lo necesario, evitando cualquier roce entre sus labios y, en general, dando lo justo para parecer interesado pero sin hacer nada que luego pudiese tener que contar.
- Verás... -terminó diciendo, mientras ella metía las manos bajo su camisa. Eran suaves, sí, y tal vez en otro momento o si no hubiese conocido a Tea, o mismo si no supiese que era prostituta y todo ese deseo iba dirigido a lo más grande de sus pantalones (su cartera) tal vez se lo hubiese planteado seriamente-. No es que no me encantes, pero se supone que estoy en una no-relación estable con cierta mujer que podría enfadarse o no si voy por ahí teniendo sexo sin pedirle permiso primero. O teniendo sexo con personas, a secas. O conmigo. -Apartó sus manos ligeramente, manteniéndolas sujetas para evitar que empezase a desnudarse, en un intento de hacerle cambiar de opinión-. El caso es que no esperaba acabar en un sitio así hoy, pero todo huele muy mal y necesito saber quiénes son las perras.- Dibujó con puntos las joyas de ambos colgantes, esperando que entendiera a qué se refería-. Así que Vega, estrella más brillante del Norte, necesito que respondas algunas preguntas. Y tienen que ver con astronomía y profesionales del placer. Y si me ayudas... Yo podría ayudarte.
Sacó la cartera del bolsillo. Siempre llevaba algo suelto encima, y seguramente fuese más de lo que aquella mujer pudiese ganar en toda su vida.
- Resumen:
- Subir con Vega e iniciar el juego de las preguntas.
Gabriel Von Wilhelm
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No le gustaba ese sitio. No le gustaba absolutamente nada y estaba provocando en él sensaciones que hasta el momento había podido reprimir. Cuantos más segundos pasase ahí dentro, con más rapidez respiraba, acercándose muy poco a poco a un ataque de pánico. Se aferró al chico pequeño en cuanto les cortaron el paso. No podía creer lo que estaba escuchando, y mucho menos lo que escuchaba salir de los labios de Dexter. El hombre que durante tanto tiempo había respetado y temido, resultó ser... Un putero. El golpecito que recibió de su parte en el oído aceleró un poquito su lento descenso hacia un ataque de ira. ¿Cómo podía alguien así haber llegado tan alto? ¿Interés propio? Tragó saliva en cuanto lo vio marcharse y encerrarse en aquella habitación.
Lo había dejado solo en aquella situación tan peligrosa, a cargo de un niño pequeño. Durante un instante, el joven se planteó llevar la mano al mango de su espada y sacar de allí al niño a la fuerza. Pero... No, demasiado complicado. Estaba solo y no tenía forma de saber cuan fuertes podían llegar a ser aquellas personas.
—Nícolas está asustado, no le gusta este sitio —respondió, siempre alerta—. Sea lo que sea para lo que lo necesitéis, estoy seguro de que lo mejor será que esté sereno y tranquilo, ¿no creéis? Dejadme salir con él para que se tranquilice, no vamos a alejarnos. No puedo irme de aquí sin... mi jefe.
Era raro ver a Gabi comportarse de manera serena, sin adoptar poses monas o poniendo voz de chica adorable. En aquel instante su voz sonaba como la de un chico joven de voz aguda. Sin embargo... no podía interpretar ahora al Gabi adorable. No mientras supiese que aquella gente era capaz de hacer sufrir a un niño por... por lo que fuese. Un niño inocente. Esperó a una respuesta, alerta por si tenía que proteger al niño fisicamente.
Entonces, para su sorpresa, que intentó disimular, escuchó la voz de Dexter. Justo en su cabeza, como si la estuviera... ¿le había puesto algo cuando le dio aquel golpe en la oreja? Lo que escuchó fue un alivio, sin duda. Parecía que el revolucionario tenía una especie de plan oculto para aquella actuación. Durante unos instantes se sintió culpable por desconfiar de aquella manera del líder revolucionario, y eso lo tranquilizó un poco, alejándolo del ataque de pánico.
Lo había dejado solo en aquella situación tan peligrosa, a cargo de un niño pequeño. Durante un instante, el joven se planteó llevar la mano al mango de su espada y sacar de allí al niño a la fuerza. Pero... No, demasiado complicado. Estaba solo y no tenía forma de saber cuan fuertes podían llegar a ser aquellas personas.
—Nícolas está asustado, no le gusta este sitio —respondió, siempre alerta—. Sea lo que sea para lo que lo necesitéis, estoy seguro de que lo mejor será que esté sereno y tranquilo, ¿no creéis? Dejadme salir con él para que se tranquilice, no vamos a alejarnos. No puedo irme de aquí sin... mi jefe.
Era raro ver a Gabi comportarse de manera serena, sin adoptar poses monas o poniendo voz de chica adorable. En aquel instante su voz sonaba como la de un chico joven de voz aguda. Sin embargo... no podía interpretar ahora al Gabi adorable. No mientras supiese que aquella gente era capaz de hacer sufrir a un niño por... por lo que fuese. Un niño inocente. Esperó a una respuesta, alerta por si tenía que proteger al niño fisicamente.
Entonces, para su sorpresa, que intentó disimular, escuchó la voz de Dexter. Justo en su cabeza, como si la estuviera... ¿le había puesto algo cuando le dio aquel golpe en la oreja? Lo que escuchó fue un alivio, sin duda. Parecía que el revolucionario tenía una especie de plan oculto para aquella actuación. Durante unos instantes se sintió culpable por desconfiar de aquella manera del líder revolucionario, y eso lo tranquilizó un poco, alejándolo del ataque de pánico.
- Resumen:
- Usar el diálogo para intentar salir otra vez y aliviarse por Dexter
Por suerte para ambos agentes, fuera quien fuere su misterioso agresor subterraneo les había dejado en paz tras zafarse de aquel intento de agarre. Mejor, ya que no tenían tiempo que perder si querían llegar a la reunión sin levantar demasiadas sospechas. El sitio, como ya dijimos, no se encontraba muy lejos de allí —o eso indicaba la señal de su localizador—. El lugar al que se dirigían, sin embargo, sí que supuso toda una sorpresa, y es que no se esperaba que el rastro fuera a dirigirles hasta otra plaza más del manglar. De entre todos los sitios que podrían haber escogido, ¿por qué quedarse con aquel en el que menos obstáculos para la vista había? Fue gracias a esto, de hecho, que no tardaron en dar con otros individuos ataviados con las mismas ropas que llevaban ellos. La suerte parecía sonreírles, después de todo, pero no estaría de más tomar ciertas precauciones. El sitio parecía encontrarse un poco más adelante, así que lo mejor sería informar de los hallazgos.
—Agente Yu para mando —susurró, activando el chip comunicador que tenía implantado en la cabeza mientras hacía uso de sus poderes para que nadie pudiera escucharle hablar—. Localizado el lugar de la reunión. Se encuentra en...
No se extendió demasiado en las explicaciones, procurando ser lo más concreto y directo posible para que la transmisión durase lo mínimo. Dudaba que fuera a hacerles falta, pero nunca estaba de más que sus superiores y, en general, la logística del Cipher Pol estuvieran al tanto de su situación. Si algo salía mal, sus superiores podrían mandar ayuda que les socorriera. Esperaba que tanto él como Ruffo fueran lo suficientemente afortunados como para no verse en la necesidad.
Tras informar, ambos se mantuvieron cerca del resto de encapuchados para llegar hasta la entrada del recinto y poder acceder. De nuevo, no estaban siendo la organización más discreta del bajo mundo, y es que hasta sus vigilantes daban el cante a niveles que rallaban lo absurdo. ¿Cómo se les ocurría poner a un semigigante como custodio en la puerta? ¿No se daban cuenta de lo mucho que llamaría la atención? «Bueno, estás hablando de disimular a los que han escogido túnicas negras como uniforme oficial», se dijo, tratando de entender que aquel no era precisamente el menor de sus errores. El problema vendría, sin embargo, a la hora de entrar. ¿Cómo se asegurarían allí de que no entrasen indeseables? Tal vez emplearan algún código, una pregunta o algo similar; de hecho, la respuesta no tardó mucho en llegar. Pudo ver de soslayo cómo aquellos individuos presentaban una jolly roger en forma de chapa que le resultaba casualmente familiar: era la misma que le habían entregado durante la persecución de Nimbus Hubble. Pues sí, era su día de suerte.
En cuanto se presentaron frente a ellos extrajo el identificativo, mostrándoselo en silencio a los guardianes antes de acceder sin mayores problemas. Una vez dentro se distribuyeron junto al resto de desconocidos y tomaron asiento como si fueran uno más, atendiendo cuidadosamente a todo cuanto decían. Era una verdadera lástima que las señales de audio estuvieran siendo interceptadas allí, quizá la única vez que hubieran dado pie con bola en la organización del evento criminal.
Se mantuvo en silencio junto a su compañero, con los brazos y las piernas cruzadas. Al parecer el caos no reinaba únicamente en Sabaody, sino también en islas como Wano y Hallstat. El asunto en la isla de los samuráis no le pillaba desprevenido, aunque desconocía que aquella gente hubiera puesto sus garras sobre el hogar de los Markov. ¿Tendrían algo que ver en todo lo que estaba ocurriendo? Apostaría porque no: esa familia tendía a ser bastante más directa en sus métodos que lo que estaban demostrando allí. Lo único que tenía claro era que Nimbus, de una u otra forma, debía estar relacionado con esa gente si sabía tanto sobre el extraño astro que había aparecido de la nada. Todos parecían tener algo de lo que informar, lo que empezó a generar cierta incomodidad en el pelirrojo, alimentando sospechas que no tardarían en confirmarse: esperaban que ellos dijeran algo también. Por suerte, Ruffo había estado rápido y, aunque arriesgado, había llevado a cabo un movimiento que poco podía envidiarle a sus ideas.
Kusanagi sonrió ante las palabras de su compañero, dejando que este gesto cargado de malicia se vislumbrara pese a la capucha.
—Lo más probable es que no hayan perdido el tiempo y anden investigando la explosión del centro comercial ahora mismo. Es su pista más fiable, así que dudo que den problemas a lo largo de la reunión. Habrá que dar con ellos más tarde.
Sus palabras reforzaron las de su compañero, mostrándose seguro de sí mismo en todo momento e incluso dejando entrever algo de ego. Era lo que caracterizaba a aquella gente, ¿no?
—Agente Yu para mando —susurró, activando el chip comunicador que tenía implantado en la cabeza mientras hacía uso de sus poderes para que nadie pudiera escucharle hablar—. Localizado el lugar de la reunión. Se encuentra en...
No se extendió demasiado en las explicaciones, procurando ser lo más concreto y directo posible para que la transmisión durase lo mínimo. Dudaba que fuera a hacerles falta, pero nunca estaba de más que sus superiores y, en general, la logística del Cipher Pol estuvieran al tanto de su situación. Si algo salía mal, sus superiores podrían mandar ayuda que les socorriera. Esperaba que tanto él como Ruffo fueran lo suficientemente afortunados como para no verse en la necesidad.
Tras informar, ambos se mantuvieron cerca del resto de encapuchados para llegar hasta la entrada del recinto y poder acceder. De nuevo, no estaban siendo la organización más discreta del bajo mundo, y es que hasta sus vigilantes daban el cante a niveles que rallaban lo absurdo. ¿Cómo se les ocurría poner a un semigigante como custodio en la puerta? ¿No se daban cuenta de lo mucho que llamaría la atención? «Bueno, estás hablando de disimular a los que han escogido túnicas negras como uniforme oficial», se dijo, tratando de entender que aquel no era precisamente el menor de sus errores. El problema vendría, sin embargo, a la hora de entrar. ¿Cómo se asegurarían allí de que no entrasen indeseables? Tal vez emplearan algún código, una pregunta o algo similar; de hecho, la respuesta no tardó mucho en llegar. Pudo ver de soslayo cómo aquellos individuos presentaban una jolly roger en forma de chapa que le resultaba casualmente familiar: era la misma que le habían entregado durante la persecución de Nimbus Hubble. Pues sí, era su día de suerte.
En cuanto se presentaron frente a ellos extrajo el identificativo, mostrándoselo en silencio a los guardianes antes de acceder sin mayores problemas. Una vez dentro se distribuyeron junto al resto de desconocidos y tomaron asiento como si fueran uno más, atendiendo cuidadosamente a todo cuanto decían. Era una verdadera lástima que las señales de audio estuvieran siendo interceptadas allí, quizá la única vez que hubieran dado pie con bola en la organización del evento criminal.
Se mantuvo en silencio junto a su compañero, con los brazos y las piernas cruzadas. Al parecer el caos no reinaba únicamente en Sabaody, sino también en islas como Wano y Hallstat. El asunto en la isla de los samuráis no le pillaba desprevenido, aunque desconocía que aquella gente hubiera puesto sus garras sobre el hogar de los Markov. ¿Tendrían algo que ver en todo lo que estaba ocurriendo? Apostaría porque no: esa familia tendía a ser bastante más directa en sus métodos que lo que estaban demostrando allí. Lo único que tenía claro era que Nimbus, de una u otra forma, debía estar relacionado con esa gente si sabía tanto sobre el extraño astro que había aparecido de la nada. Todos parecían tener algo de lo que informar, lo que empezó a generar cierta incomodidad en el pelirrojo, alimentando sospechas que no tardarían en confirmarse: esperaban que ellos dijeran algo también. Por suerte, Ruffo había estado rápido y, aunque arriesgado, había llevado a cabo un movimiento que poco podía envidiarle a sus ideas.
Kusanagi sonrió ante las palabras de su compañero, dejando que este gesto cargado de malicia se vislumbrara pese a la capucha.
—Lo más probable es que no hayan perdido el tiempo y anden investigando la explosión del centro comercial ahora mismo. Es su pista más fiable, así que dudo que den problemas a lo largo de la reunión. Habrá que dar con ellos más tarde.
Sus palabras reforzaron las de su compañero, mostrándose seguro de sí mismo en todo momento e incluso dejando entrever algo de ego. Era lo que caracterizaba a aquella gente, ¿no?
- Resumen:
- » Antes de acercarnos a los encapuchados para seguirlos hasta el lugar de la reunión, Kus activa las comunicaciones e informa al Cipher Pol de la localización de la reunión, por si las cosas se complican.
» Enseñar el pin con la Jolly Roger e infiltrarse junto a Ruffo en la reunión.
» Apoyar la argucia de su compañero, tratando de aliviar la tensión convenciéndoles de que los infiltrados deben de andar distraídos con la explosión.
Kia Sekai
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Ver como tu sonrisa se amplía hasta dejar claros aquellos dos colmillos es extraño, una mezcla entre diversión, curiosidad y expectativa recorre tu cuerpo. No vas a buscar un enfrentamiento, no eres tan estúpida, pero sabes de sobra que quieres ver hasta dónde demonios puede llevarte alguien así.- Oe… Deja a esos y ven, esto es mucho más interesante.-Una de tus colas se mueve rápidamente , haciendo pat pat en el hombro de tu compañero, mientras te quitas suavemente la capucha, dejando aquel par de orejas de zorro a la vista, las necesitas finas y preparadas para preparar a quien sea que sea.
Ese topo no se te va a escapar de las zarpas.
-No grites demasiado, tengo el oído sensible y nos servirá para seguirlo… Aunque si tienes una linterna o algo, también ayuda.- Dejando clara tus intenciones, como siempre, eres realmente retorcida y extraña. Sea como sea, tus diez colas rodean a tu compañero para asegurarse de que está cómodamente agarrado a tu espalda, ya que cuando bajas y saltas dentro de aquel boquete estás a cuatro patas enteramente.-Voy a mantenerte agarrado, pero pon de tu parte por si acaso.- ¿Estas loca? Seguramente, pero no vas a negar que perseguir a un hombre topo es más interesante que discutir con un par de idiotas que no sabes si podrás engañar.
Mientras las cosas comienzan, tomas impulso y sales disparada a toda velocidad, esperando mantener una distancia prudente del señor topo, quieres saber a donde va, no asustarlo y pelear en un elemento en el que definitivamente, tienes las de perder.- ¿Hay alguien así que trabaje para el gobierno?- Descartas la posibilidad, pero no vaya a ser un marine rarito del que pocas personas saben y estés metiendo la pata hasta el fondo. Sea como sea, lo importante ahora es ver que se esconde al final del túnel.
Aunque esperas sinceramente que no sea la típica luz al final del túnel que anuncia que has estirado la pata, claro está. Quizás es un pirata o un revolucionario topo, haciendo cosas de topo y bueno… Sigue sin tener sentido que empezara a seguiros y comienzas a extrapolar, que quizás también lo había hecho en los callejones. Tal vez incluso desde antes, desde la cafetería o vete tú a saber.
Intentas descartar opciones, cosas que pudiera o no pudieran ser, prefirieres no entrar en detalle y afinar el oído, no vas a dejar que se te escape.
Ese topo no se te va a escapar de las zarpas.
-No grites demasiado, tengo el oído sensible y nos servirá para seguirlo… Aunque si tienes una linterna o algo, también ayuda.- Dejando clara tus intenciones, como siempre, eres realmente retorcida y extraña. Sea como sea, tus diez colas rodean a tu compañero para asegurarse de que está cómodamente agarrado a tu espalda, ya que cuando bajas y saltas dentro de aquel boquete estás a cuatro patas enteramente.-Voy a mantenerte agarrado, pero pon de tu parte por si acaso.- ¿Estas loca? Seguramente, pero no vas a negar que perseguir a un hombre topo es más interesante que discutir con un par de idiotas que no sabes si podrás engañar.
Mientras las cosas comienzan, tomas impulso y sales disparada a toda velocidad, esperando mantener una distancia prudente del señor topo, quieres saber a donde va, no asustarlo y pelear en un elemento en el que definitivamente, tienes las de perder.- ¿Hay alguien así que trabaje para el gobierno?- Descartas la posibilidad, pero no vaya a ser un marine rarito del que pocas personas saben y estés metiendo la pata hasta el fondo. Sea como sea, lo importante ahora es ver que se esconde al final del túnel.
Aunque esperas sinceramente que no sea la típica luz al final del túnel que anuncia que has estirado la pata, claro está. Quizás es un pirata o un revolucionario topo, haciendo cosas de topo y bueno… Sigue sin tener sentido que empezara a seguiros y comienzas a extrapolar, que quizás también lo había hecho en los callejones. Tal vez incluso desde antes, desde la cafetería o vete tú a saber.
Intentas descartar opciones, cosas que pudiera o no pudieran ser, prefirieres no entrar en detalle y afinar el oído, no vas a dejar que se te escape.
- Resumen + Velocidad:
- Después de verlo se siente como un cazador con su presa, lo deja huir, agarra a Ral con sus colas en forma hibrida, se pone a cuatro patas y corre detrás del topo, afinando el oido.( 4+2= 6 De Velocidad). Mantiene las distancias para ver donde los lleva.
Hamlet
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Sobrevolé durante unos cuantos minutos el puerto, buscando el origen de las llamas. El humo se había disipado en su mayoría, y ya resultaba algo más sencillo circular por el lugar. Me posé en distintas azoteas, pero nada llamaba mi atención. Ya era del todo evidente que seríamos incapaces de hallar a Sirio, habíamos fracasado en nuestra misión. Mi ceño no podía estar más fruncido. Hinqué las puntas de mis dedos en la nuca, exhalando con frustración. Ni siquiera habíamos podido evitar que el pánico se apoderase de las calles. Furioso, emprendí el camino de vuelta, reparando brevemente en los restos chamuscados de un edificio por el que Sirio tendría que haber pasado. Me negué a descender, sabiendo que no tenía ningún tipo de posibilidad de hallar al criminal.
Al poco tiempo me encontraba de vuelta en el puerto, donde el Vicealmirante Kasai había terminado de disciplinar a los soldados. Junto a él se hallaba un oficial de la Marina. Por el aspecto, deduje que debía de ser de un rango superior al mío, por lo que procuré mantener todas las reglas de la etiqueta militar y aterricé a una veintena de metros, procurando no distraer a aquel hombre. En silencio absoluto, me acercaría al Vicealmirante y haría un saludo militar breve a aquel agente de la Justicia. Los galones le delataban: un Vicealmirante, como Kasai. Debía mostrarme de lo más diligente frente a otros oficiales, o de lo contrario conseguiría que el Almirantazgo pusiera en cuestión la labor del Vicealmirante Kasai.
Aquel hombre ofreció a Zuko acompañarle hasta el centro de la isla, donde se estaban desarrollando cruentos combates. Me limité a prepararme para acompañar al líder de mi flota. Por dantesca que fuera la situación, estaría allí. No podía hacer mucho más.
Al poco tiempo me encontraba de vuelta en el puerto, donde el Vicealmirante Kasai había terminado de disciplinar a los soldados. Junto a él se hallaba un oficial de la Marina. Por el aspecto, deduje que debía de ser de un rango superior al mío, por lo que procuré mantener todas las reglas de la etiqueta militar y aterricé a una veintena de metros, procurando no distraer a aquel hombre. En silencio absoluto, me acercaría al Vicealmirante y haría un saludo militar breve a aquel agente de la Justicia. Los galones le delataban: un Vicealmirante, como Kasai. Debía mostrarme de lo más diligente frente a otros oficiales, o de lo contrario conseguiría que el Almirantazgo pusiera en cuestión la labor del Vicealmirante Kasai.
Aquel hombre ofreció a Zuko acompañarle hasta el centro de la isla, donde se estaban desarrollando cruentos combates. Me limité a prepararme para acompañar al líder de mi flota. Por dantesca que fuera la situación, estaría allí. No podía hacer mucho más.
- Resumen:
- Desistir de buscar a Sirio y acompañar a Zuko.
Blacco Giacco
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Nadie daba un paso al frente, como era de esperar, Aquí hay varias posibilidades; o hay un traidor que no va a delatarse, o no hay un traidor y ha sido un fallo de la marina (muy poco probable), o el reo ha roto las esposas con una fuerza inexplicable, porque como todos saben las esposas de kairoseki te debilitan no importa quien seas, pero sigue siendo una opción. En cuanto acabó el interrogatorio llegó una patrulla de marines que se acercó a Zuko una vez se destransformó (que majestuoso...) para hablar con él.
Yo no tenía ninguna orden al corriente, y como técnicamente estoy a la supervisión de Zuko, me acerqué para preguntarle que debía hacer cuando estaba conversando (y de paso me enteraba de la conversación, jejeje, Inferno cotilla). Dependiendo de lo que me mandara o dijera, llegue para escuchar que la situación aquí es bastante mala, y que agradecen los refuerzos. Haga lo que haga Zuko, yo intentaré ir con él o ayudarle a menos de que haya una orden que me lo impida.
Yo no tenía ninguna orden al corriente, y como técnicamente estoy a la supervisión de Zuko, me acerqué para preguntarle que debía hacer cuando estaba conversando (y de paso me enteraba de la conversación, jejeje, Inferno cotilla). Dependiendo de lo que me mandara o dijera, llegue para escuchar que la situación aquí es bastante mala, y que agradecen los refuerzos. Haga lo que haga Zuko, yo intentaré ir con él o ayudarle a menos de que haya una orden que me lo impida.
Nassor
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Escuchó perfectamente al guardia seguirle, pero no hizo amago de detenerse ni le dijo nada. Era mejor librarse de él en cuanto estuviesen en un lugar más discreto. Podía seguir escuchando el dolor de la mujer bajo ellos, haciendo que su furia siguiese macerando. Aquella gente que iba secuestrando personas y lucrándose vendiendo el cuerpo de seres humanos... eran la clase de escoria que llevaba persiguiendo desde que había dejado Arabasta. Así pues, en el momento en que el guardia le cortó el paso y le ordenó darse media vuelta, le dirigió una mirada inescrutable durante unos segundos, antes de girarse y dirigirse a la puerta. Sin embargo en lugar de cruzarla y marcharse, la cerró y se giró hacia él de nuevo. Su mirada ahora destilaba odio y frialdad.
- No me creo que no sepas las cosas que se hacen aquí, así que te trataré como lo haré con la escoria de ahí abajo. Márchate ahora y te perdonaré la vida.
Se crujió los nudillos con las intenciones claras, mientras disimuladamente pulsaba los botones ocultos de sus guanteletes, activando los sistemas de electricidad de estos. Entonces empezó a caminar intencionalmente lento hacia él, sin quitarle los ojos de encima. Pretendía intimidarlo con su actitud y sólo en el caso de que se rindiera y le dejase pasar le perdonaría. Sin embargo estaba bastante seguro de que pese a la gran diferencia de masa corporal entre el gigantesco pelirrojo y él, no se amedrentaría. No, iban a tener que pelear. Podía sentir con su mantra que no era una persona débil, y con el poder solía llegar cierto coraje irreflexivo. En caso de que este no se hubiera rendido, diría:
- No hay más oportunidades. Hora de morir.
Recorrió toda la distancia que restaba entre ellos en un paso instantáneo, moviéndose tan rápido que para una persona normal parecería casi desaparecer. Entonces lanzó una ráfaga de tres golpes. El primer puñetazo fue con la derecha, directo a la barbilla. El segundo fue en sucesión, con el puño izquierdo justo mientras retiraba el derecho, directo al pecho. En el tercero cargó el peso de su cuerpo, girando con la cadera mientras golpeaba y apuntando al rostro. ¿Dónde estaba el truco? Cada ataque haría que sus guanteletes liberasen una descarga eléctrica con la potencia de un rayo. Eran ataques potencialmente morales, pero alguien dispuesto a luchar debía afrontar las consecuencias. Si caía ante ellos... simplemente bajaría por la trampilla dándose prisa.
- No me creo que no sepas las cosas que se hacen aquí, así que te trataré como lo haré con la escoria de ahí abajo. Márchate ahora y te perdonaré la vida.
Se crujió los nudillos con las intenciones claras, mientras disimuladamente pulsaba los botones ocultos de sus guanteletes, activando los sistemas de electricidad de estos. Entonces empezó a caminar intencionalmente lento hacia él, sin quitarle los ojos de encima. Pretendía intimidarlo con su actitud y sólo en el caso de que se rindiera y le dejase pasar le perdonaría. Sin embargo estaba bastante seguro de que pese a la gran diferencia de masa corporal entre el gigantesco pelirrojo y él, no se amedrentaría. No, iban a tener que pelear. Podía sentir con su mantra que no era una persona débil, y con el poder solía llegar cierto coraje irreflexivo. En caso de que este no se hubiera rendido, diría:
- No hay más oportunidades. Hora de morir.
Recorrió toda la distancia que restaba entre ellos en un paso instantáneo, moviéndose tan rápido que para una persona normal parecería casi desaparecer. Entonces lanzó una ráfaga de tres golpes. El primer puñetazo fue con la derecha, directo a la barbilla. El segundo fue en sucesión, con el puño izquierdo justo mientras retiraba el derecho, directo al pecho. En el tercero cargó el peso de su cuerpo, girando con la cadera mientras golpeaba y apuntando al rostro. ¿Dónde estaba el truco? Cada ataque haría que sus guanteletes liberasen una descarga eléctrica con la potencia de un rayo. Eran ataques potencialmente morales, pero alguien dispuesto a luchar debía afrontar las consecuencias. Si caía ante ellos... simplemente bajaría por la trampilla dándose prisa.
- resumen:
- Intento asustar al guardia para no tener que pelear con él. Si no cuela, pues le parto la madre a puñetazos. Tanto si se asusta como si lo tumbo (en caso de que lo logre, claro), bajo por la trampilla a buscar a Khissa.
Guanteletes de Reshef [Calidad épica]
Descripción: Dos guanteletes aparentemente de cuero, que protegen las manos del portador además de potenciar sus golpes.
Propiedades del material: Dureza, atermia y resistencia a la corrosión épicas.
Cualidades excepcionales: Los guanteletes tienen un mecanismo en el interior que genera electricidad y la canaliza en los golpes del usuario. Cada puñetazo con estos guanteletes libera una descarga eléctrica con la potencia de un rayo. Además una vez por combate puede liberar un rayo.
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