Alexandra Holmes
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Quizá su plan fuera algo incomprensible para el común de los mortales, pero en la mente de Xandra su numerito tenía todo el sentido del mundo. Había conseguido cabrear con una broma de nada a una gyojin envidiosa que iba con su mismo rosa. Venía con intenciones violentas, lo que justificaba totalmente un contraataque, cargársela y, por tocarle las narices, extender su juicio al resto de gyojins, nadie podría culparla por hacer lo correcto. No habían tenido que acercarse, por lo que además le había ahorrado al grupo el gasto energético de correr hacia los gyojin.
—Una bolsa de niños, ¿es que tienes tres años? —respondió casi sin pensar, e ignorando la vulgaridad de la placenta —. Jefa, este espécimen es mío.
Ahora, ¿cómo lidiar con la gyojin que parecía salir de los barrios de Water Seven a los que la gente de bien procuraba no acercarse?
Para la bióloga era una oportunidad fantástica para asentar su propia supremacía genética en Wano, pero la decepción llegó al rostro de la novata de la tripulación cuando vio el ataque que pensaba emplear. Haciendo uso de sus endiablados reflejos se apartó rápidamente con un salto hacia atrás al ver dónde iba la puñalada y miró a la gyojin, perpleja. Reconocía sus conocimientos anatómicos para apuñalar, pero esa no era la cuestión.
—Con las capacidades físicas de los gyojin... ¿una puta navaja? ¿me estás vacilando? —preguntó, molesta por algún motivo que nadie podría entender porque no tenía demasiado sentido.
—Pensaba conformarme con darte una paliza pero eres una desgracia de ser vivo —dijo. Sonrió ampliamente mientras su mano derecha se cargaba con electricidad. Prestaría atención a su expresión y, al mismo tiempo, centraría su Mantra en ella para averiguar sus emociones superficiales ante la idea de recibir un calambrazo. Quizá así podría empezar a descifrarla.
—Voy a liberarte de tus genes inferiores, los reclamaré para mí y yo les daré un uso que no podrías llegar a imaginar en tu mierda de vida —declaró antes de dar un latigazo con la cola en el suelo. Omitió que pensaba hacerle lo mismo al resto de pescados, temía que se metieran. No estaba segura de que aquello fuera a congeniar bien con el plan de ser los buenos, pero no podía perdonar las afrentas de ese tipo hacia el material de estudio de su oficio.
Lo primero era comprobar qué tipo de sardina era. Y tampoco era lo que más le interesaba, quería conocer lo que podía llamar "afinidad elemental". ¿Sería una especie relativamente normal o tenía la peor de las suertes y había cabreado a una gyojin de alguna criatura medio eléctrica? Incluso si fuera así tenía recursos de sobra, pero necesitaba saberlo.
Avanzó rápidamente y lanzó el puñetazo al pecho de la gyojin, donde debería estar su corazón asumiendo que su biología fuera similar a la humana. Sin embargo, no encajó el puñetazo si no que lo terminaría a unos centímetros de distancia. Así, no la golpearía directamente -y de paso no revelaba aún su fuerza física-. Su intención era que aquel puñetazo eléctrico, su Choque Gamma, se extendiera treinta centímetros más. Si la gyojin rosada no se apartaba su corazón recibiría el choque y entonces sabría si era o no vulnerable a la electricidad.
Era hora de lucirse un poco y de fardar.
—Una bolsa de niños, ¿es que tienes tres años? —respondió casi sin pensar, e ignorando la vulgaridad de la placenta —. Jefa, este espécimen es mío.
Ahora, ¿cómo lidiar con la gyojin que parecía salir de los barrios de Water Seven a los que la gente de bien procuraba no acercarse?
Para la bióloga era una oportunidad fantástica para asentar su propia supremacía genética en Wano, pero la decepción llegó al rostro de la novata de la tripulación cuando vio el ataque que pensaba emplear. Haciendo uso de sus endiablados reflejos se apartó rápidamente con un salto hacia atrás al ver dónde iba la puñalada y miró a la gyojin, perpleja. Reconocía sus conocimientos anatómicos para apuñalar, pero esa no era la cuestión.
—Con las capacidades físicas de los gyojin... ¿una puta navaja? ¿me estás vacilando? —preguntó, molesta por algún motivo que nadie podría entender porque no tenía demasiado sentido.
—Pensaba conformarme con darte una paliza pero eres una desgracia de ser vivo —dijo. Sonrió ampliamente mientras su mano derecha se cargaba con electricidad. Prestaría atención a su expresión y, al mismo tiempo, centraría su Mantra en ella para averiguar sus emociones superficiales ante la idea de recibir un calambrazo. Quizá así podría empezar a descifrarla.
—Voy a liberarte de tus genes inferiores, los reclamaré para mí y yo les daré un uso que no podrías llegar a imaginar en tu mierda de vida —declaró antes de dar un latigazo con la cola en el suelo. Omitió que pensaba hacerle lo mismo al resto de pescados, temía que se metieran. No estaba segura de que aquello fuera a congeniar bien con el plan de ser los buenos, pero no podía perdonar las afrentas de ese tipo hacia el material de estudio de su oficio.
Lo primero era comprobar qué tipo de sardina era. Y tampoco era lo que más le interesaba, quería conocer lo que podía llamar "afinidad elemental". ¿Sería una especie relativamente normal o tenía la peor de las suertes y había cabreado a una gyojin de alguna criatura medio eléctrica? Incluso si fuera así tenía recursos de sobra, pero necesitaba saberlo.
Avanzó rápidamente y lanzó el puñetazo al pecho de la gyojin, donde debería estar su corazón asumiendo que su biología fuera similar a la humana. Sin embargo, no encajó el puñetazo si no que lo terminaría a unos centímetros de distancia. Así, no la golpearía directamente -y de paso no revelaba aún su fuerza física-. Su intención era que aquel puñetazo eléctrico, su Choque Gamma, se extendiera treinta centímetros más. Si la gyojin rosada no se apartaba su corazón recibiría el choque y entonces sabría si era o no vulnerable a la electricidad.
Era hora de lucirse un poco y de fardar.
- resumen:
» Utiliza sus reflejos para apartarse antes de que le llegue el tajo.
» Utiliza su Mantra para detectar las emociones de la gyojin cuando empieza a cargar su puño de electricidad.
» Contraataca con Choque Gamma pero no llega a conectar, se queda corta a propósito para que la parte eléctrica de la técnica sea la que haga daño si no se mueve.
Aki D. Arlia
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No era exactamente la respuesta que esperaba, más por el tono del hombre que por las palabras. Algo le había interrumpido a media frase. Sabía que estaría bien, pero por lo visto iba a tardar un poco en asomar. Lo mejor sería que no contara con él para la reunión. No es que le necesitase allí, no para manejar a un par de diplomáticos. De hecho ahora mismo lo que más se le estaba yendo de las manos no era otra que la pequeña Hitomi.
Escuchó tranquila y en silencio el discurso de la heredera. No pudo evitar fruncir el ceño, un tanto decepcionada. Hitomi le había parecido una líder muy capaz y ahora… ya no estaba segura. Por otro lado, no dejaba de ser una niña. Y como bien acababa de señalar… su padre había muerto no hacía mucho. No estaba pensando con claridad.
-Tu pueblo no te seguirá si estás muerta. No es su opinión lo que tiene que importarte, son sus vidas.
Le hizo un gesto para que le siguiera y la llevó hasta el balcón. Desde ahí podían verse los diferentes asentamientos de todo el que había decidido rodearles.
-No estás en posición de exigir nada. Si me largo, si decides amenazar a todo el mundo y matar a los que puedas, te garantizo que este castillo habrá caído para la noche, junto con no pocas vidas de la gente que intenta defenderte. Porque, oh, es cierto, no es como si tú personalmente fueras a pasarlos por la espada, ¿verdad? Son tus guardias los que harían el trabajo sucio.
Regresó al interior del edificio y se aseguró de que estuvieran preparando la sala de reuniones.
-Los que están fuera no son todos los que hay, ni de lejos. Y si entran aquí, les tendremos justo donde queremos. Podremos averiguar sus intenciones y aprovecharnos de esa ventaja. La venganza suena preciosa, pero no te sirve de nada si lo único que te da es más muertes que vengar. ¿Quieres que te quite ese aspecto? De acuerdo, pero entonces también saldré por esa puerta. Yo no vengo a obedecerte, vengo a ayudarte.
Se le quedó mirando. La verdad es que le había molestado que se hubiera puesto tan gallita, sobre todo cuando su plan era… estúpido, la verdad. Quizás se había pasado un poco con ella, pero si no cortaba ese comportamiento de raíz nada bueno saldría de ahí. Por no hablar de que en principio le habían pedido ayuda, no iba a ir ahora mendigando para darla. Suspiró, llevándose una mano a la frente.
-Mira, si de verdad es lo que quieres te devolveré tu físico y te dejaré a tu aire. Pero allá tú con tus decisiones, Hitomi.
Escuchó tranquila y en silencio el discurso de la heredera. No pudo evitar fruncir el ceño, un tanto decepcionada. Hitomi le había parecido una líder muy capaz y ahora… ya no estaba segura. Por otro lado, no dejaba de ser una niña. Y como bien acababa de señalar… su padre había muerto no hacía mucho. No estaba pensando con claridad.
-Tu pueblo no te seguirá si estás muerta. No es su opinión lo que tiene que importarte, son sus vidas.
Le hizo un gesto para que le siguiera y la llevó hasta el balcón. Desde ahí podían verse los diferentes asentamientos de todo el que había decidido rodearles.
-No estás en posición de exigir nada. Si me largo, si decides amenazar a todo el mundo y matar a los que puedas, te garantizo que este castillo habrá caído para la noche, junto con no pocas vidas de la gente que intenta defenderte. Porque, oh, es cierto, no es como si tú personalmente fueras a pasarlos por la espada, ¿verdad? Son tus guardias los que harían el trabajo sucio.
Regresó al interior del edificio y se aseguró de que estuvieran preparando la sala de reuniones.
-Los que están fuera no son todos los que hay, ni de lejos. Y si entran aquí, les tendremos justo donde queremos. Podremos averiguar sus intenciones y aprovecharnos de esa ventaja. La venganza suena preciosa, pero no te sirve de nada si lo único que te da es más muertes que vengar. ¿Quieres que te quite ese aspecto? De acuerdo, pero entonces también saldré por esa puerta. Yo no vengo a obedecerte, vengo a ayudarte.
Se le quedó mirando. La verdad es que le había molestado que se hubiera puesto tan gallita, sobre todo cuando su plan era… estúpido, la verdad. Quizás se había pasado un poco con ella, pero si no cortaba ese comportamiento de raíz nada bueno saldría de ahí. Por no hablar de que en principio le habían pedido ayuda, no iba a ir ahora mendigando para darla. Suspiró, llevándose una mano a la frente.
-Mira, si de verdad es lo que quieres te devolveré tu físico y te dejaré a tu aire. Pero allá tú con tus decisiones, Hitomi.
- resumen:
- Reñirle a Hitomi y decirle que si lo prefiere le devolverá su físico y se marchará de allí
Katharina von Steinhell
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Si sus tripulantes tenían dudas sobre los planes que hacía, significaba que podía perfeccionarlos aun más. Kayadako había tocado puntos importantes como enemistarse con los gyojins o lo que sucedería con el pueblo una vez lo liberasen. Inosuke, como de costumbre, no había aportado gran cosa en la planificación y Alexandra se lo estaba pasando genial con el préstamo de Ivan. A la señora que rondaba los cincuenta años (¿o eran los sesenta?) no le importaba comportarse como una niña ilusionada.
—Los gyojins tienen suficientes problemas como para fijarse en nosotros cuando crucemos el mar camino a Onigashima. La reina tiene un ejército poderoso, pero no es omnipotente ni omnipresente. No puede estar en todos lados y destinar recursos a vengarse podría hacerle perder una batalla mucho más importante —contraargumentó el primer punto de la niña del parche—. Por otra parte, has asumido que abandonaremos el pueblo de la misma manera que hizo Zane con Wano. Selene, sus hombres y los soldados que no alcancen a subir a los barcos protegerán el pueblo.
Su objetivo era ganarse la confianza y la simpatía del pueblo wanoki. Ahora mismo había tantos frentes en el país que conquistarlo por completo era imposible, así que comenzaría por regiones. Las gentes de Wano respetaban un código de conducta estricto en cuanto a términos como el honor o la valentía. Debía mostrarse como alguien fuerte y decidida, alguien que realmente se preocupaba del pueblo, si es que quería establecer los cimientos de su mandato. Había algunas cosas que no podían ser tomadas por la fuerza.
«Maten a los gyojins», había dicho. Pero por alguna razón Kaya se había puesto a cocinar, Grimes comenzaba a dar un discurso patético y Alexandra intentaba darle un poco de color a la pobre situación. Con esos comportamientos no culparía a Ivan de largarse para hacer algo más productivo. No sabía exactamente el qué, pero desde luego era mejor que quedarse en ese sitio a… ¿A qué, exactamente? Después de soltar un bostezo que acompañó con una lágrima, como si recién hubiera despertado de una larga siesta, empezó una pelea entre la némesis de Alexandra y, bueno, Alexandra. Tenía cosas más importantes de las que ocuparse, así que le tocó el hombro a Kaya para llamar su atención. .
—Quiero a los gyojins muertos antes de partir a Onigashima. Estás al mando —le ordenó sin mucha expresión—. No hace falta decir lo que sucederá contigo si fallas. —Escuchó la voz de Alexandra—. Cuento contigo —se limitó a decirle.
Tenía miedo de que, por culpa de los excéntricos de sus tripulantes, el mundo acabase perdiendo el respeto y el temor que sentía hacia Katharina. ¿Qué sucedería con ella una vez ascendiera a Emperatriz del Mar? No quería acabar siendo alguien tan poco respetado como su excapitán. Era una buena oportunidad para delegar responsabilidades y ver qué tan capaces eran los miembros principales de… ¿Cómo le iba a llamar a la banda ahora que no estaban las pesadas de Kumi y Saya? Esos eran sus nombres, ¿verdad? Tenía pensado anunciar el verdadero nombre de su tripulación una vez tuviera la cabeza de Julius como trofeo. Por el momento tenía algo de tiempo para pensar en algo imponente.
—¿Quieres que me quede con Selene? —preguntó Rose, la espadachina de cabellos escarlatas, cuando la bruja caminaba hacia el campamento improvisado.
—No, me acompañarás a Onigashima. Tengo planes para ti.
Debía reunirse con el comandante de las tropas de Tlaseseyan para discutir el plan de guerra. Ivan era su mejor amigo, su mano derecha y el hombre más inteligente de la banda. Tampoco tenía mucha competencia teniendo solo a Inosuke y a Grimes del otro lado, pero seguía siéndolo. Sabía que tenía la cabeza en otro sitio y quizás tenía que darle el espacio suficiente para que enfrentara sus dudas. No obstante, le necesitaba para conquistar Onigashima y coronarse como Emperatriz, le necesitaba en el consejo de guerra y no una vez la batalla hubiera comenzado.
Cogió el caracol con sombrero de bruja y marcó el número de Ivan, pues se había alejado bastante como para alcanzarle.
—¿Puedes volver? —Lo preguntaba sólo por cortesía porque en realidad era una orden directa—. Me reuniré con el comandante de las tropas de Tlaseseyan para discutir lo que haremos y te necesito a mi lado. Los no muertos siguen tu voluntad, no la mía, y los conocerás mucho mejor que yo. Debemos designar capitanes, establecer formaciones y puntualizar detalles. Le he ordenado a Kayadako que se ocupe del pueblo y de los gyojins; si los chicos no pueden hacer algo tan simple, no los llevaré a Onigashima para que mueran.
Una vez estuviesen los miembros fundamentales daría inicio al consejo de guerra. Deseaba atacar una vez estuviese todo preparado.
—Los gyojins tienen suficientes problemas como para fijarse en nosotros cuando crucemos el mar camino a Onigashima. La reina tiene un ejército poderoso, pero no es omnipotente ni omnipresente. No puede estar en todos lados y destinar recursos a vengarse podría hacerle perder una batalla mucho más importante —contraargumentó el primer punto de la niña del parche—. Por otra parte, has asumido que abandonaremos el pueblo de la misma manera que hizo Zane con Wano. Selene, sus hombres y los soldados que no alcancen a subir a los barcos protegerán el pueblo.
Su objetivo era ganarse la confianza y la simpatía del pueblo wanoki. Ahora mismo había tantos frentes en el país que conquistarlo por completo era imposible, así que comenzaría por regiones. Las gentes de Wano respetaban un código de conducta estricto en cuanto a términos como el honor o la valentía. Debía mostrarse como alguien fuerte y decidida, alguien que realmente se preocupaba del pueblo, si es que quería establecer los cimientos de su mandato. Había algunas cosas que no podían ser tomadas por la fuerza.
«Maten a los gyojins», había dicho. Pero por alguna razón Kaya se había puesto a cocinar, Grimes comenzaba a dar un discurso patético y Alexandra intentaba darle un poco de color a la pobre situación. Con esos comportamientos no culparía a Ivan de largarse para hacer algo más productivo. No sabía exactamente el qué, pero desde luego era mejor que quedarse en ese sitio a… ¿A qué, exactamente? Después de soltar un bostezo que acompañó con una lágrima, como si recién hubiera despertado de una larga siesta, empezó una pelea entre la némesis de Alexandra y, bueno, Alexandra. Tenía cosas más importantes de las que ocuparse, así que le tocó el hombro a Kaya para llamar su atención. .
—Quiero a los gyojins muertos antes de partir a Onigashima. Estás al mando —le ordenó sin mucha expresión—. No hace falta decir lo que sucederá contigo si fallas. —Escuchó la voz de Alexandra—. Cuento contigo —se limitó a decirle.
Tenía miedo de que, por culpa de los excéntricos de sus tripulantes, el mundo acabase perdiendo el respeto y el temor que sentía hacia Katharina. ¿Qué sucedería con ella una vez ascendiera a Emperatriz del Mar? No quería acabar siendo alguien tan poco respetado como su excapitán. Era una buena oportunidad para delegar responsabilidades y ver qué tan capaces eran los miembros principales de… ¿Cómo le iba a llamar a la banda ahora que no estaban las pesadas de Kumi y Saya? Esos eran sus nombres, ¿verdad? Tenía pensado anunciar el verdadero nombre de su tripulación una vez tuviera la cabeza de Julius como trofeo. Por el momento tenía algo de tiempo para pensar en algo imponente.
—¿Quieres que me quede con Selene? —preguntó Rose, la espadachina de cabellos escarlatas, cuando la bruja caminaba hacia el campamento improvisado.
—No, me acompañarás a Onigashima. Tengo planes para ti.
Debía reunirse con el comandante de las tropas de Tlaseseyan para discutir el plan de guerra. Ivan era su mejor amigo, su mano derecha y el hombre más inteligente de la banda. Tampoco tenía mucha competencia teniendo solo a Inosuke y a Grimes del otro lado, pero seguía siéndolo. Sabía que tenía la cabeza en otro sitio y quizás tenía que darle el espacio suficiente para que enfrentara sus dudas. No obstante, le necesitaba para conquistar Onigashima y coronarse como Emperatriz, le necesitaba en el consejo de guerra y no una vez la batalla hubiera comenzado.
Cogió el caracol con sombrero de bruja y marcó el número de Ivan, pues se había alejado bastante como para alcanzarle.
—¿Puedes volver? —Lo preguntaba sólo por cortesía porque en realidad era una orden directa—. Me reuniré con el comandante de las tropas de Tlaseseyan para discutir lo que haremos y te necesito a mi lado. Los no muertos siguen tu voluntad, no la mía, y los conocerás mucho mejor que yo. Debemos designar capitanes, establecer formaciones y puntualizar detalles. Le he ordenado a Kayadako que se ocupe del pueblo y de los gyojins; si los chicos no pueden hacer algo tan simple, no los llevaré a Onigashima para que mueran.
Una vez estuviesen los miembros fundamentales daría inicio al consejo de guerra. Deseaba atacar una vez estuviese todo preparado.
- Resumen:
- Delegar responsabilidades: la operación "liberar a los humanos" queda a cargo de Kayadako como la tercera al mando de la banda. Reflexiones varias, llamar a Ivan para que esté presente en el consejo de guerra y, bueno, iniciar el consejo de guerra para establecer planes/formaciones/mierdas-varias para ir a la batalla.
Shinobu Yamamoto
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¿Los kappas comían manzanas? ¿Y les gustaban las verduras? Yo pensaba que sólo tenían interés por la carne humana, sobre todo por los niños que se acercaban a los ríos de Fuji. Me sentí un poco mal cuando cogí una manzana y le di un bocado. Las escrituras decían que estaba prohibido robar a otras personas, pero los kappas eran yokais y yo tenía mucha hambre. Por lo demás, daba la impresión de que era un almacén un poco desprotegido. Tampoco es que hubiera demasiada comida como para mantener a un ejército, pero la suficiente para un escuadrón. O eso creía.
Luego de inspeccionar la primera planta en busca de cualquier cosa interesante (algún diario, notas de quién sabe qué, información sobre Wano…), decidimos tomar las escaleras. A medida que subíamos la decoración cambiaba poco a poco, tornando a un diseño extravagante como mínimo. ¡Había un montón de artilugios extraños! Tubos con lentes, chatarra con números e instrumentos de… algo. Todo era nuevo para mí y no sabía para qué servían esas cosas. De lo que sí estaba segura era de que Tori-san parecía saber mucho sobre el mundo. ¡Incluso sanaba a la gente con fuego! Si alguien sabía algo, ese era Tori-san.
—¿Qué son estas cosas? Bueno, yo no sé para qué pregunto si ni siquiera entenderé… No soy muy lista, lo siento.
—Esto es un telescopio —respondió Tori-san, señalando el tubo con la lentilla—. Los seres humanos lo usan para estudiar el cielo y ver cosas que nuestros ojos no alcanzan a ver. Los instrumentos y los sistemas indican que esto es un laboratorio astronómico, aunque, en mi opinión, no está bien posicionado.
—¿Astro…? ¿Qué? ¿Y por qué dices que no está bien posicionado?
—Para estudiar los astros se necesitan cielos despejados y escasa interferencia lumínica. Yo lo hubiera construido en la región montañosa de Wano. —Tori-san hizo una pausa y comenzó a pensar en algo—. Un cometa en el cielo, esta torre protegida por los gyojins y este laboratorio astronómico… ¿Qué es lo que quieren de verdad? Lo siento, Shinobu, suelo divagar sin darme cuenta hasta que ya es tarde. Sigamos, por favor.
—¡Eres muy listo, Tori-san! ¡Eres impresionante! No te disculpes, me gusta escucharte.
Cuando llegamos a lo más alto nos encontramos con un anciano. Vestía ropas extrañas como si no perteneciera a las tierras de Wano. ¿Un extranjero? ¡¿Cuán grande era el mundo?! Seguramente podía preguntarle y… ¿Por qué estaba cogiendo una katana? ¡No le íbamos a hacer daño! Tori-san tenía cara de pocos amigos, pero era un chico muy amable. Jamás golpearía a un anciano. Por la forma en que tomó el arma y cómo le temblaba la mano era obvio que no era un guerrero. Mucho menos un samurái. ¿Qué hacía un humano en esa torre? Ay, por Izanagi-sama, siempre había más preguntas que respuestas. Por el momento lo único que podía hacer era tranquilizar al pobre hombre.
—¡No hemos venido a hacerle daño! ¡Lo juro por Izanagi-sama! —respondí, moviendo las manos de un lado a otro, nerviosa—. Este lugar es impresionante, nunca pensé que encontraría algo así en medio de una guerra. ¿Vive aquí? Lo siento, lo siento, soy un poco curiosa. Soy Shinobu Yamamoto y el chico que me acompaña es Prometeo.
Luego de inspeccionar la primera planta en busca de cualquier cosa interesante (algún diario, notas de quién sabe qué, información sobre Wano…), decidimos tomar las escaleras. A medida que subíamos la decoración cambiaba poco a poco, tornando a un diseño extravagante como mínimo. ¡Había un montón de artilugios extraños! Tubos con lentes, chatarra con números e instrumentos de… algo. Todo era nuevo para mí y no sabía para qué servían esas cosas. De lo que sí estaba segura era de que Tori-san parecía saber mucho sobre el mundo. ¡Incluso sanaba a la gente con fuego! Si alguien sabía algo, ese era Tori-san.
—¿Qué son estas cosas? Bueno, yo no sé para qué pregunto si ni siquiera entenderé… No soy muy lista, lo siento.
—Esto es un telescopio —respondió Tori-san, señalando el tubo con la lentilla—. Los seres humanos lo usan para estudiar el cielo y ver cosas que nuestros ojos no alcanzan a ver. Los instrumentos y los sistemas indican que esto es un laboratorio astronómico, aunque, en mi opinión, no está bien posicionado.
—¿Astro…? ¿Qué? ¿Y por qué dices que no está bien posicionado?
—Para estudiar los astros se necesitan cielos despejados y escasa interferencia lumínica. Yo lo hubiera construido en la región montañosa de Wano. —Tori-san hizo una pausa y comenzó a pensar en algo—. Un cometa en el cielo, esta torre protegida por los gyojins y este laboratorio astronómico… ¿Qué es lo que quieren de verdad? Lo siento, Shinobu, suelo divagar sin darme cuenta hasta que ya es tarde. Sigamos, por favor.
—¡Eres muy listo, Tori-san! ¡Eres impresionante! No te disculpes, me gusta escucharte.
Cuando llegamos a lo más alto nos encontramos con un anciano. Vestía ropas extrañas como si no perteneciera a las tierras de Wano. ¿Un extranjero? ¡¿Cuán grande era el mundo?! Seguramente podía preguntarle y… ¿Por qué estaba cogiendo una katana? ¡No le íbamos a hacer daño! Tori-san tenía cara de pocos amigos, pero era un chico muy amable. Jamás golpearía a un anciano. Por la forma en que tomó el arma y cómo le temblaba la mano era obvio que no era un guerrero. Mucho menos un samurái. ¿Qué hacía un humano en esa torre? Ay, por Izanagi-sama, siempre había más preguntas que respuestas. Por el momento lo único que podía hacer era tranquilizar al pobre hombre.
—¡No hemos venido a hacerle daño! ¡Lo juro por Izanagi-sama! —respondí, moviendo las manos de un lado a otro, nerviosa—. Este lugar es impresionante, nunca pensé que encontraría algo así en medio de una guerra. ¿Vive aquí? Lo siento, lo siento, soy un poco curiosa. Soy Shinobu Yamamoto y el chico que me acompaña es Prometeo.
- Resumen:
- Reflexiones de señora de mil años de antigüedad, explorar la primera planta, diálogo con Prometeo y finalmente intentar tranquilizar al anciano.
Prometeo
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No podía meter las manzanas en el maletín que llevaba a todos sitios, así que improvisó una bolsa con la chaqueta que llevaba y echó un par de manzanas y unas cuantas verduras. Ahora sólo necesitaba un poco de azúcar para hacer una tarta con la que sorprender a Shinobu. No sabía por qué quería sorprenderle, la idea había aparecido por obra de magia. Como sea, bebió un poco de agua para humedecer la garganta y continuó el camino hacia las escaleras.
A diferencia de Shinobu, no se sorprendió por la existencia del equipo científico dentro de la torre, sino más bien por su presencia en esta. Le explicó a su compañera a grandes rasgos lo que eran los instrumentos y los sistemas, puntualizando el detalle más importante: servían para estudiar los cielos. Estaban ahí para investigar el cometa que había llamado la atención de toda la comunidad científica, pero ¿por qué justamente en ese lugar? Si no se equivocaba, había visto a gyojins salir de la torre. ¿Cómo podían estar relacionados con el cometa? Las condiciones de la guerra eran tan extrañas como la ocupación de la reina HIpatia. ¿Cuántos detalles estaría pasando por alto…? Quizás encontraría algunas respuestas en el laboratorio, por lo que, mientras Shinobu continuaba subiendo, Prometeo buscó rápidamente cualquier cosa similar a una nota o diario científico.
En lo alto de la torre se hallaba un anciano que, a todas luces, era el propietario del centro de investigación. ¿Bastarían treinta metros para estudiar el cielo? Bueno, si estaba ahí era por algo…¿Por qué se había asustado tanto? Ah, que estaban en una guerra que había causado ya cientos de muertes. Era normal que intentara defenderse cogiendo una katana. Parecía no saber usarla; incluso era más un peligro para él que para los demás. Shinobu hacía todo lo posible por tranquilizar al hombre mientras el revolucionario inspeccionaba el sitio con la vista. ¿Encontraría algo más que solo instrumentos de medición y equipo científico?
—Siento mucho si le hemos asustado, señor —se disculpó Prometeo, haciendo una reverencia a modo de arrepentimiento. Sonaba más apagado y débil que de costumbre; estaba haciendo un gran esfuerzo por mantener lejos esos recuerdos, pero le era difícil—. El que haya un sitio como este en plena guerra muestra que el ser humano es impresionante —comentó más para él que para los otros—. Quiero disculparme previamente por la rudeza de mis próximas preguntas, pero fuera de estas murallas hay gente sufriendo y muriendo, así que necesito saber cosas. ¿De qué manera los estudios astronómicos están relacionados con la guerra? No, pregunta errónea. ¿El cometa está relacionado con lo que está sucediendo en Wano o es una casualidad difícil de imaginar desde un punto de vista antropocéntrico? Y por último... ¿Me permite preparar algo de té? Toda conversación es más amena con una taza de té.
A diferencia de Shinobu, no se sorprendió por la existencia del equipo científico dentro de la torre, sino más bien por su presencia en esta. Le explicó a su compañera a grandes rasgos lo que eran los instrumentos y los sistemas, puntualizando el detalle más importante: servían para estudiar los cielos. Estaban ahí para investigar el cometa que había llamado la atención de toda la comunidad científica, pero ¿por qué justamente en ese lugar? Si no se equivocaba, había visto a gyojins salir de la torre. ¿Cómo podían estar relacionados con el cometa? Las condiciones de la guerra eran tan extrañas como la ocupación de la reina HIpatia. ¿Cuántos detalles estaría pasando por alto…? Quizás encontraría algunas respuestas en el laboratorio, por lo que, mientras Shinobu continuaba subiendo, Prometeo buscó rápidamente cualquier cosa similar a una nota o diario científico.
En lo alto de la torre se hallaba un anciano que, a todas luces, era el propietario del centro de investigación. ¿Bastarían treinta metros para estudiar el cielo? Bueno, si estaba ahí era por algo…¿Por qué se había asustado tanto? Ah, que estaban en una guerra que había causado ya cientos de muertes. Era normal que intentara defenderse cogiendo una katana. Parecía no saber usarla; incluso era más un peligro para él que para los demás. Shinobu hacía todo lo posible por tranquilizar al hombre mientras el revolucionario inspeccionaba el sitio con la vista. ¿Encontraría algo más que solo instrumentos de medición y equipo científico?
—Siento mucho si le hemos asustado, señor —se disculpó Prometeo, haciendo una reverencia a modo de arrepentimiento. Sonaba más apagado y débil que de costumbre; estaba haciendo un gran esfuerzo por mantener lejos esos recuerdos, pero le era difícil—. El que haya un sitio como este en plena guerra muestra que el ser humano es impresionante —comentó más para él que para los otros—. Quiero disculparme previamente por la rudeza de mis próximas preguntas, pero fuera de estas murallas hay gente sufriendo y muriendo, así que necesito saber cosas. ¿De qué manera los estudios astronómicos están relacionados con la guerra? No, pregunta errónea. ¿El cometa está relacionado con lo que está sucediendo en Wano o es una casualidad difícil de imaginar desde un punto de vista antropocéntrico? Y por último... ¿Me permite preparar algo de té? Toda conversación es más amena con una taza de té.
- Resumen:
- Convivir con la depresión y hacerle preguntas al anciano. A ver si por fin el pobre de Prometeo descubre algo interesante.
Rainbow662
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Si Kath se piensa que voy a convertir esto en el mostrador de una pescadería lo lleva claro. Si quiere destripar pescados, que lo haga ella, yo ya se los he reunido y no hay orden humana ni divina que vaya a obligarme a hacer más. No soy un puto animal salvaje, y así se lo hago saber.
No obstante, eso no cambia que esté al mando aquí, así que algo habrá que hacer. Mis recursos son Inosuke, una Alexandra entretenida discutiendo con una señora y varios tapones para los oídos hechos con tela para no escuchar la perorata de Grimes. A ver qué se puede hacer con eso.
Decido que mientras nuestro querido contable muermazo aburre al personal yo aprovecharé para librarme de ellos. Más o menos. A efectos prácticos, será lo mismo. Si los desarmo y los ato con los nudos más complicados que se me ocurran mientras sigan desanimados ya no serán un amenaza. Solo hacen falta cuerdas, cinturones, esposas y cualquier cosa que sirva para mantener a un pobre diablo quietecito unas cuantas horas.
-¡Inosuke! -¿Dónde está ese salvaje? Tendré que darle unos tapones para evitar los efectos de Grimes-. Hay que cavar. Haremos un enorme agujero por ahí, no muy lejos del pueblo. Usaré mi peso para machacar un poco el suelo y que sea más fácil. Vamos a enterrar a estos tipos una vez atados. A ver si conseguimos que los aldeanos nos echen un cable.
Solo pienso enterrarlos hasta el cuello, lo cual me parece más que suficiente. Será un trabajo odioso, pero Grimes tiene material para rato y mi sirviente es de lo más diligente. Con suerte los habitantes del pueblo querrán ayudarnos un poco en cuanto vean que sus invasores están siendo atacados. Aunque tendré que darles tapones a todos. Voy a tener qu ehacer jirones el fondo de armario de más de uno para hacer tantos. Y luego, una vez los tengamos enterrados y bien tapaditos... bueno, no creo que unos seres marinos cociéndose al sol tengan fuerzas para irse a ninguna parte. Confío en los poderes de Grimes para mantenerlos tan aburridos que ni se enteren de lo que pasa. Fijo que alguno hasta me agradece librarlo de esa tortura. Y sino, pues siempre se puede sacudir al que se resista mucho. El resto ya será problema de Selene y quien sea que Kath deje aquí.
Debo admitir que me tiemblan un poco las manos. Las noto con una sudoración superior a la habitual. No comprendo por qué. ¿Será por la presencia de semejante multitud? Quizás. Puede que porque los hombres-pez me resultan desconcertantes. No sé dónde empieza su mitad marina y dónde la humana, del mismo modo que desconozco el alcance de su raciocinio. Eso me pone nervioso. A las multitudes les cuesta poco agredirme.
Hago la revisión rutinaria de mi aspecto antes de empezar. Pelo cortado correctamente en un ángulo de noventa grados exactos con respecto a mi cuello, gafas limpias y rectas, corbata bien atada con un nudo Windsor. El bolígrafo está en su sitio, perfectamente alineado en perpendicular al borde del bolsillo de mi camisa adecuadamente planchada. El pantalón tiene una arruga, así que dedico cinco minutos a eliminarla con mi pequeña plancha portátil. Ya estoy listo para subir a esas cajas que me han colocado para destacar entre la multitud. ¿De veras están tan ansiosos por oír una ponencia sobre fiscalidad responsable?
No se me ocurre por qué no iba a ser así.
Este es mi momento de abrirme paso hacia mejores oportunidades laborales.
-Buenos días. Poca gente aprecia en su justa medida la importancia de un adecuado saneamiento de las cuentas. -Bien, ya parecen estar enganchados-. El balance de gastos y las correspondientes declaraciones al fisco determinan la calidad de un ser humano. Son el mejor ejemplo de responsabilidad en la era moderna. Y el control financiero y el mantenimiento de un correcto balance de gastos se sustentan sobre la base del adecuado control fiduciario a pequeña escala. Todos nosotros debemos asegurarnos de llevar a cabo un correcto balance de gastos basado, sobre todo, en el ahorro y en guardar meticulosamente los tickets de compra de cada artículo.
No sabría decir si el público está entusiasmado o no, pero creo que voy bien. Mi discurso es sólido y mi razonamiento, impecable. Y he empezado con un chiste, como me dijeron.
-Las tasas impositivas a diferentes productos y servicios suponen actualmente un doce coma cuatro por ciento más de gastos por persona física que hace diez años, lo cual quiere decir que las políticas activas de austeridad deben aplicarse con cada vez más eficiencia, o bien que deben encontrarse nuevas fuentes legítimas de ingresos para poder hacer frente a la carga fiscal que suponen los impuestos directos e indirectos.
Los asistentes a la ponencia parecen estar atentos. No hablar y parecen adecuadamente poco activos. Eso está bien. Nunca se ha labrado uno un puesto en el mundo de la contabilidad siendo innecesariamente animado.
-La sobriedad económica en el hogar o las pequeñas agrupaciones se convierten en algo indispensable, especialmente cuando no se dispone de un asesor fiscal que enseñe a los particulares a hacerse cargo de sus gastos, sus facturas, sus aranceles, sus documentos, sus fondos fiduciarios, sus impuestos, sus retenciones...
Diez minutos y la gente ya está bostezando. Debo admitir que me resulta extraño. ¿Acaso preferirían ver embriagarse al vampiro? Encuentro que gente como Alexandra, con esa exhuberancia impropia de una mujer hecha y derecha, o Kayadako y su arrogancia son ejemplos poco recomendables. Pero supongo que al ciudadano común no le interesan tanto sus responsabilidades para con la hacienda pública como debería. Ya lo decía la yaya Grimes: “Si hay que elegir entre un par de tetas y una hoja cuadriculada, nadie esperará ni a que termines la frase”. Creo que en eso tenía razón, aunque luego siempre añadía: “Tanto número te cuece el cerebro y lo de más abajo.”
No estoy de acuerdo.
No obstante, estoy decidido a terminar aquí. Tengo setecientas seis páginas y pienso leerlas todas. Es mi responsabilidad. La capitana -que nunca se ha mostrado inclinada hacia el cumplimiento con el fisco- se marcha a algún sitio. Lástima, porque le convendría mucho escuchar lo que tengo que decir. Mientras tanto, Kayadako parece que ha decidido ponerse a atar a los hombrs-pez usando cinturones, cuerdas y todo lo que encuentra a mano. Cuando pasa por mi lado -¿por qué llevará tapones para los oídos?- la oigo rezongar que si quisiese cortar gargantas a sangre fría se habría metido a carnicera. Otra que debería escuchar mi charla, porque aún no me ha presentado la factura del frigorífico. Cada vez que se lo digo, a ella o a cualquiera, se marchan sin más, ignorándome por completo y dejándome al cargo de su caótica gestión financiera.
A veces es muy duro ser yo.
No obstante, eso no cambia que esté al mando aquí, así que algo habrá que hacer. Mis recursos son Inosuke, una Alexandra entretenida discutiendo con una señora y varios tapones para los oídos hechos con tela para no escuchar la perorata de Grimes. A ver qué se puede hacer con eso.
Decido que mientras nuestro querido contable muermazo aburre al personal yo aprovecharé para librarme de ellos. Más o menos. A efectos prácticos, será lo mismo. Si los desarmo y los ato con los nudos más complicados que se me ocurran mientras sigan desanimados ya no serán un amenaza. Solo hacen falta cuerdas, cinturones, esposas y cualquier cosa que sirva para mantener a un pobre diablo quietecito unas cuantas horas.
-¡Inosuke! -¿Dónde está ese salvaje? Tendré que darle unos tapones para evitar los efectos de Grimes-. Hay que cavar. Haremos un enorme agujero por ahí, no muy lejos del pueblo. Usaré mi peso para machacar un poco el suelo y que sea más fácil. Vamos a enterrar a estos tipos una vez atados. A ver si conseguimos que los aldeanos nos echen un cable.
Solo pienso enterrarlos hasta el cuello, lo cual me parece más que suficiente. Será un trabajo odioso, pero Grimes tiene material para rato y mi sirviente es de lo más diligente. Con suerte los habitantes del pueblo querrán ayudarnos un poco en cuanto vean que sus invasores están siendo atacados. Aunque tendré que darles tapones a todos. Voy a tener qu ehacer jirones el fondo de armario de más de uno para hacer tantos. Y luego, una vez los tengamos enterrados y bien tapaditos... bueno, no creo que unos seres marinos cociéndose al sol tengan fuerzas para irse a ninguna parte. Confío en los poderes de Grimes para mantenerlos tan aburridos que ni se enteren de lo que pasa. Fijo que alguno hasta me agradece librarlo de esa tortura. Y sino, pues siempre se puede sacudir al que se resista mucho. El resto ya será problema de Selene y quien sea que Kath deje aquí.
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Debo admitir que me tiemblan un poco las manos. Las noto con una sudoración superior a la habitual. No comprendo por qué. ¿Será por la presencia de semejante multitud? Quizás. Puede que porque los hombres-pez me resultan desconcertantes. No sé dónde empieza su mitad marina y dónde la humana, del mismo modo que desconozco el alcance de su raciocinio. Eso me pone nervioso. A las multitudes les cuesta poco agredirme.
Hago la revisión rutinaria de mi aspecto antes de empezar. Pelo cortado correctamente en un ángulo de noventa grados exactos con respecto a mi cuello, gafas limpias y rectas, corbata bien atada con un nudo Windsor. El bolígrafo está en su sitio, perfectamente alineado en perpendicular al borde del bolsillo de mi camisa adecuadamente planchada. El pantalón tiene una arruga, así que dedico cinco minutos a eliminarla con mi pequeña plancha portátil. Ya estoy listo para subir a esas cajas que me han colocado para destacar entre la multitud. ¿De veras están tan ansiosos por oír una ponencia sobre fiscalidad responsable?
No se me ocurre por qué no iba a ser así.
Este es mi momento de abrirme paso hacia mejores oportunidades laborales.
-Buenos días. Poca gente aprecia en su justa medida la importancia de un adecuado saneamiento de las cuentas. -Bien, ya parecen estar enganchados-. El balance de gastos y las correspondientes declaraciones al fisco determinan la calidad de un ser humano. Son el mejor ejemplo de responsabilidad en la era moderna. Y el control financiero y el mantenimiento de un correcto balance de gastos se sustentan sobre la base del adecuado control fiduciario a pequeña escala. Todos nosotros debemos asegurarnos de llevar a cabo un correcto balance de gastos basado, sobre todo, en el ahorro y en guardar meticulosamente los tickets de compra de cada artículo.
No sabría decir si el público está entusiasmado o no, pero creo que voy bien. Mi discurso es sólido y mi razonamiento, impecable. Y he empezado con un chiste, como me dijeron.
-Las tasas impositivas a diferentes productos y servicios suponen actualmente un doce coma cuatro por ciento más de gastos por persona física que hace diez años, lo cual quiere decir que las políticas activas de austeridad deben aplicarse con cada vez más eficiencia, o bien que deben encontrarse nuevas fuentes legítimas de ingresos para poder hacer frente a la carga fiscal que suponen los impuestos directos e indirectos.
Los asistentes a la ponencia parecen estar atentos. No hablar y parecen adecuadamente poco activos. Eso está bien. Nunca se ha labrado uno un puesto en el mundo de la contabilidad siendo innecesariamente animado.
-La sobriedad económica en el hogar o las pequeñas agrupaciones se convierten en algo indispensable, especialmente cuando no se dispone de un asesor fiscal que enseñe a los particulares a hacerse cargo de sus gastos, sus facturas, sus aranceles, sus documentos, sus fondos fiduciarios, sus impuestos, sus retenciones...
Diez minutos y la gente ya está bostezando. Debo admitir que me resulta extraño. ¿Acaso preferirían ver embriagarse al vampiro? Encuentro que gente como Alexandra, con esa exhuberancia impropia de una mujer hecha y derecha, o Kayadako y su arrogancia son ejemplos poco recomendables. Pero supongo que al ciudadano común no le interesan tanto sus responsabilidades para con la hacienda pública como debería. Ya lo decía la yaya Grimes: “Si hay que elegir entre un par de tetas y una hoja cuadriculada, nadie esperará ni a que termines la frase”. Creo que en eso tenía razón, aunque luego siempre añadía: “Tanto número te cuece el cerebro y lo de más abajo.”
No estoy de acuerdo.
No obstante, estoy decidido a terminar aquí. Tengo setecientas seis páginas y pienso leerlas todas. Es mi responsabilidad. La capitana -que nunca se ha mostrado inclinada hacia el cumplimiento con el fisco- se marcha a algún sitio. Lástima, porque le convendría mucho escuchar lo que tengo que decir. Mientras tanto, Kayadako parece que ha decidido ponerse a atar a los hombrs-pez usando cinturones, cuerdas y todo lo que encuentra a mano. Cuando pasa por mi lado -¿por qué llevará tapones para los oídos?- la oigo rezongar que si quisiese cortar gargantas a sangre fría se habría metido a carnicera. Otra que debería escuchar mi charla, porque aún no me ha presentado la factura del frigorífico. Cada vez que se lo digo, a ella o a cualquiera, se marchan sin más, ignorándome por completo y dejándome al cargo de su caótica gestión financiera.
A veces es muy duro ser yo.
- Resumen:
- Como Kaya no mata a sangre fría decide atar a los gyojins, desarmarlos y enterrarlos hasta el cuello mientras les dura el sopor cortesía del contable. Y como me parece corto, pues meto relleno descarado con Grimes. Ale.
Vile Spectre
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-No te preocupes, amigo mío -respondió Vile, sin perder la sonrisa-. Está TODO pensado. ¿Y humildad? Nunca antes me lo habían dicho, ¡gracias! Lo apuntaré a mi larga lista de cualidades.
En cuanto los hombres que le rodeaban rompieron a reír, el músico imitó el gesto, dando rienda suelta a toda su hilaridad, permitiéndose darle una palmada en la espalda a Nox para que este le siguiese la corriente. Sabía que no lo haría, pero que no fuera por no intentarlo. Estaba seguro que debajo de la máscara debía estar, como mínimo, esbozando una sonrisa nerviosa. "Seguro que si se la quitase parecería una persona con sentido del humor y todo", pensó, aunque no tenía ningún tipo de intención de privarle de esa intimidad. Estaba seguro de que lo pagaría caro.
Se acercaron a él con un par de grilletes. Vile arqueó la ceja, mas ofreció sus manos igualmente. Ser locuaz era lo suyo y con lo último no habían terminado sus trucos.
-Creo que eso no es necesario -comentó el joven pirata, ampliando su sonrisa-. Somos gente muy diplomática. Pero si el emperador lo pide...
Asintió en dirección a Nox, indicándole que no había nada de lo que preocuparse. Sabía que no tenía nada de lo que preocuparse, pues en cualquier caso, Vile era el que más se exponía de ambos. Aunque también era consciente de que, pese a lo gruñón y ácido que era su compañero, no le iba a dejar tirado. ¿Se estaba preocupando por Nox? Eso sí que era una novedad.
El músico no protestó cuando le cubrieron la cabeza. Se dejó llevar, y, aunque su orientación no fuera nada de lo que fardar, su refinado oído captó como pasaban primero por sitios en los que la hojarasca crujía y sitios en los que no, de modo que ya habría sido pisada por el convoy. También el sonido de las cigarras le ayudaba a orientarse. Estaban intentando evitar que memorizásemos el camino. Muy inteligente, desde luego.
Arribaron finalmente a un campamento, donde un mancebo con aires de grandeza les interrogó. Echó un vistazo a Nox. Estaba bien contar con su presencia, intimidante como era. Hincó la rodilla y rezó por que Nox fuera lo suficientemente pragmático como para hacer lo mismo.
-Alteza... -comenzó Vile, con un disimulado tono burlón-. Creo que esta no es forma de tratar a un diplomático. De emperador a emperador, digo. El nuestro habría dado una mejor recepción a vuestros diplomáticos.
El músico amplió la sonrisa y agitó los grilletes delante de sí, haciendo algo de ruido con las cadenas.
-Tenemos una oferta, pero nos duelen tanto las muñecas... Creo que este no es un gesto apropiado de alguien de su grandeza.
En cuanto los hombres que le rodeaban rompieron a reír, el músico imitó el gesto, dando rienda suelta a toda su hilaridad, permitiéndose darle una palmada en la espalda a Nox para que este le siguiese la corriente. Sabía que no lo haría, pero que no fuera por no intentarlo. Estaba seguro que debajo de la máscara debía estar, como mínimo, esbozando una sonrisa nerviosa. "Seguro que si se la quitase parecería una persona con sentido del humor y todo", pensó, aunque no tenía ningún tipo de intención de privarle de esa intimidad. Estaba seguro de que lo pagaría caro.
Se acercaron a él con un par de grilletes. Vile arqueó la ceja, mas ofreció sus manos igualmente. Ser locuaz era lo suyo y con lo último no habían terminado sus trucos.
-Creo que eso no es necesario -comentó el joven pirata, ampliando su sonrisa-. Somos gente muy diplomática. Pero si el emperador lo pide...
Asintió en dirección a Nox, indicándole que no había nada de lo que preocuparse. Sabía que no tenía nada de lo que preocuparse, pues en cualquier caso, Vile era el que más se exponía de ambos. Aunque también era consciente de que, pese a lo gruñón y ácido que era su compañero, no le iba a dejar tirado. ¿Se estaba preocupando por Nox? Eso sí que era una novedad.
El músico no protestó cuando le cubrieron la cabeza. Se dejó llevar, y, aunque su orientación no fuera nada de lo que fardar, su refinado oído captó como pasaban primero por sitios en los que la hojarasca crujía y sitios en los que no, de modo que ya habría sido pisada por el convoy. También el sonido de las cigarras le ayudaba a orientarse. Estaban intentando evitar que memorizásemos el camino. Muy inteligente, desde luego.
Arribaron finalmente a un campamento, donde un mancebo con aires de grandeza les interrogó. Echó un vistazo a Nox. Estaba bien contar con su presencia, intimidante como era. Hincó la rodilla y rezó por que Nox fuera lo suficientemente pragmático como para hacer lo mismo.
-Alteza... -comenzó Vile, con un disimulado tono burlón-. Creo que esta no es forma de tratar a un diplomático. De emperador a emperador, digo. El nuestro habría dado una mejor recepción a vuestros diplomáticos.
El músico amplió la sonrisa y agitó los grilletes delante de sí, haciendo algo de ruido con las cadenas.
-Tenemos una oferta, pero nos duelen tanto las muñecas... Creo que este no es un gesto apropiado de alguien de su grandeza.
- Resumen:
- Hablar con el emperador.
Maki
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El Jefe yakuza-samurái-ninja-kabuki-sushiman Makimaru-Augustus-sama se cambió la katana de lado por octava vez. No sabía cómo le quedaba mejor, si a la izquierda, a la derecha o a la espalda, y la imagen era de lo más importante cuando se estaba en su posición. Mientras se preocupaba por su apariencia, atendía con intensa concentración a las noticias de sus subordinados. Bueno, más o menos. Pulmones le contó tantas cosas que se le mezclaron en la cabeza, y como un yakuza no podía estar confudido, pues gritó:
-No me falles, konoyarú. La Revolución nos necesita. Voy a sacar a mi esposa de la ciudad, y así los gyojins nos seguirán. Luego podremos convertir Wano en una república del pueblo.
Era bueno saber que a sus chicos les iba bien. Aunque estaba claro que a Susu le iban las adivinanzas.
-Oye, Maki, del uno al diez. Si estuvieras atrincherado en un castillo, rodeado de hombres pez gruñones armados con bazucas y cañones para hacerte pupa, ¿qué puntuación le pondrías de nivel de problema? Es para un amigo.
-Depende. ¿Hay tarta?
Todo era mejor con tarta.
-Recuerda que hemos salido de cosas peores. Y tenemos el código del samurái de nuestro lado. Así que gana o quítate la vida.
Y colgó. Era hora de encontrarse con Sonrisas.
Los Centellas lo habían localizado por las afueras de la zona más residencial durante una de sus caminatas tras perderse. Los humanos rubios no abundaban allí, ni tampoco los que tenían carita de inocente corderito angelical. Así era como lo describían otros humanos, al menos. Los gyojins, en cambio, lo veían como a un “cactus andante”, como a todos los humanos. Porque no soportaban mucha agua.
-Espero que esta vez sea el de verdad -advirtió a Jack el Tanuki-. Si os habéis equivocado otra vez tendréis que cortaros un dedo.
Así era el código del yakuza. Muchos códigos que tener en cuenta, realmente, pero es que ya le habían llevado hasta tres falsos Sonrisas en los últimos días. Confió en que esta vez fuera el de verdad. Se aproximó al humano, con sus chicos tocando unos tambores de lo más dramáticos. Colocaron un gran lienzo circular de papel blanco que Maki atravesó mientras le anunciaban y se plantó ante el supuesto Sonrisas.
-¡Huuuaaa, la Revolución te necesita, soldado!
-No me falles, konoyarú. La Revolución nos necesita. Voy a sacar a mi esposa de la ciudad, y así los gyojins nos seguirán. Luego podremos convertir Wano en una república del pueblo.
Era bueno saber que a sus chicos les iba bien. Aunque estaba claro que a Susu le iban las adivinanzas.
-Oye, Maki, del uno al diez. Si estuvieras atrincherado en un castillo, rodeado de hombres pez gruñones armados con bazucas y cañones para hacerte pupa, ¿qué puntuación le pondrías de nivel de problema? Es para un amigo.
-Depende. ¿Hay tarta?
Todo era mejor con tarta.
-Recuerda que hemos salido de cosas peores. Y tenemos el código del samurái de nuestro lado. Así que gana o quítate la vida.
Y colgó. Era hora de encontrarse con Sonrisas.
Los Centellas lo habían localizado por las afueras de la zona más residencial durante una de sus caminatas tras perderse. Los humanos rubios no abundaban allí, ni tampoco los que tenían carita de inocente corderito angelical. Así era como lo describían otros humanos, al menos. Los gyojins, en cambio, lo veían como a un “cactus andante”, como a todos los humanos. Porque no soportaban mucha agua.
-Espero que esta vez sea el de verdad -advirtió a Jack el Tanuki-. Si os habéis equivocado otra vez tendréis que cortaros un dedo.
Así era el código del yakuza. Muchos códigos que tener en cuenta, realmente, pero es que ya le habían llevado hasta tres falsos Sonrisas en los últimos días. Confió en que esta vez fuera el de verdad. Se aproximó al humano, con sus chicos tocando unos tambores de lo más dramáticos. Colocaron un gran lienzo circular de papel blanco que Maki atravesó mientras le anunciaban y se plantó ante el supuesto Sonrisas.
-¡Huuuaaa, la Revolución te necesita, soldado!
- Resumen. Sonrisas, léetelo:
- Saludar a quien espero que admita ser Yarmin. O si no, pues intimidar a un pobre rubio anónimo.
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El hecho de que un único soldado estuviese intentando entrar en la ciudad pareció llamar la atención de uno de los guardias de la puerta, que le preguntó por su nombre y destacamento. Al fin y al cabo era lógico, pues los guerreros solían regresar en grupos pequeños, pero no en solitario. De hecho uno de esos grupos se acercaba tras él, con rostros cansados pero aún así a un ritmo más que respetable.
El cerebro de Ryuu iba a toda velocidad, tratando de decidir cuál era su mejor opción ahora mismo. ¿Debía inventarse un nombre y tratar de adentrarse en la ciudad en solitario o, por el contrario, sería más conveniente esperar a los soldados que llegaban tras él y entrar junto a ellos como si fuera un miembro más de su batallón?. Ambas opciones tenían sus ventajas y sus inconvenientes, pero el samurái tardó apenas un instante en decidir. La situación no podía permitir demorar la decisión, y además el semigyojin no era de los que piensan demasiado tiempo antes de dar su siguiente paso, sino que solía dejarse llevar por su intuición. Y esta le decía que resultaría mucho más conveniente para sus propósitos entrar en la capital en soledad. De ese modo despertaría menos posibles preguntas incómodas y difíciles de responder y dispondría de mayor libertad de movimientos. Así que en su cabeza se formó con rapidez una frase, que casi al momento realizó el trayecto desde su cerebro hasta sus labios como si entre ellos hubiese alguna clase de tobogán:
- Saludos, compañero. Mi nombre es Roy, y he sido enviado de forma urgente por el líder del tercer destacamento de infantería con noticias de vital importancia del frente que debo comunicar a Su Majestad a la mayor brevedad posible.
Sus gestos intentaron reflejar cansancio pero al mismo tiempo urgencia y una firme decisión, buscando convencer al guardián de la puerta de que lo que decía era cierto. Sabía que estaba tomando un gran riesgo, pero a su entender aguardar a que llegara el nuevo destacamento era aún más peligroso. Probablemente sus miembros se conocerían entre sí, y la presencia de un extraño entre ellos no haría sino despertar suspicacias que probablemente llevarían a que tuviera que abrirse paso por la ciudad a espadazos. Y con tantos soldados como había en ella... eso bien podría significar su muerte y, con ella, la de su querido maestro. No, definitivamente había tomado la mejor decisión posible. Estaba firmemente convencido de ello. Ahora la suerte estaba echada.
El cerebro de Ryuu iba a toda velocidad, tratando de decidir cuál era su mejor opción ahora mismo. ¿Debía inventarse un nombre y tratar de adentrarse en la ciudad en solitario o, por el contrario, sería más conveniente esperar a los soldados que llegaban tras él y entrar junto a ellos como si fuera un miembro más de su batallón?. Ambas opciones tenían sus ventajas y sus inconvenientes, pero el samurái tardó apenas un instante en decidir. La situación no podía permitir demorar la decisión, y además el semigyojin no era de los que piensan demasiado tiempo antes de dar su siguiente paso, sino que solía dejarse llevar por su intuición. Y esta le decía que resultaría mucho más conveniente para sus propósitos entrar en la capital en soledad. De ese modo despertaría menos posibles preguntas incómodas y difíciles de responder y dispondría de mayor libertad de movimientos. Así que en su cabeza se formó con rapidez una frase, que casi al momento realizó el trayecto desde su cerebro hasta sus labios como si entre ellos hubiese alguna clase de tobogán:
- Saludos, compañero. Mi nombre es Roy, y he sido enviado de forma urgente por el líder del tercer destacamento de infantería con noticias de vital importancia del frente que debo comunicar a Su Majestad a la mayor brevedad posible.
Sus gestos intentaron reflejar cansancio pero al mismo tiempo urgencia y una firme decisión, buscando convencer al guardián de la puerta de que lo que decía era cierto. Sabía que estaba tomando un gran riesgo, pero a su entender aguardar a que llegara el nuevo destacamento era aún más peligroso. Probablemente sus miembros se conocerían entre sí, y la presencia de un extraño entre ellos no haría sino despertar suspicacias que probablemente llevarían a que tuviera que abrirse paso por la ciudad a espadazos. Y con tantos soldados como había en ella... eso bien podría significar su muerte y, con ella, la de su querido maestro. No, definitivamente había tomado la mejor decisión posible. Estaba firmemente convencido de ello. Ahora la suerte estaba echada.
- Resumen:
- Inventarse una pequeña historia para intentar entrar en la capital en solitario haciéndose pasar por un soldad de Hipatia.
Marc Kiedis
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Su amigo Therax, como esperaba, fue capaz de tomar la decisión que él no había podido tomar. Dos de los líderes de su grupo, Tushido y Hyoro, esgrimieron argumentos bastante bien razonados en contra de que los dos piratas abandonaran su posición en ayuda de su capitán, pero ya no había vuelta atrás. La decisión de Therax había sido el empujón que el cocinero necesitaba, y ambos estaban ahora firmemente comprometidos. Rescatarían al pelirrojo de la prisión en la que se encontraba retenido, aunque tuvieran que remover cielo y tierra para ello.
Por el camino pudieron observar cómo multitud de reyes marinos avanzaban corriente arriba por todos los ríos del país en dirección a la capital. ¿Por qué hacían eso? ¿Tendrían los gyojin alguna forma de controlarlos? De una u otra forma resultaba una estampa aterradora. De hecho dos de aquellas bestias no tardaron en dar un susto importante a los dos piratas, que se vieron forzados a elevarse bruscamente para esquivar sus afilados dientes.
A lo lejos el colosal Fuji ya podía verse sin problemas, pero si poder identificar ninguna edificación en él que pudiera corresponder al lugar donde mantenían cautivo a Zane. Desde aquella altura, sin embargo, resultaba casi imposible ver bien el suelo y lo que en él había, por lo que Therax indicó acertadamente que debían descender. El semigigante siguió a su amigo y se colocó junto a él, a una distancia considerablemente menor de la superficie. Ahora debían andarse con ojo, pues un rey marino o un proyectil podían suponer un importante peligro. Debían permanecer alerta en todo momento.
Sus amigos y aliados estaban en camino, dispuestos a acudir en su ayuda. Los gyojin cercando la isla y atacando a los barcos de Julius C. Tzar, y el resto de ellos, entre los que se encontraban los hombres de Nailah, los okama y los gigantes que habían seguido a Marc tras sus aventuras en Elbaf con Luka. Tenía muchas ganas de ver a Nailah, a Grant y a los hermanos Ironhead, pero eso podía esperar. Lo más urgente era rescatar a su capitán y volver a reunirse con él. Y una vez estuvieran los tres juntos no habría fuerza en el mundo capaz de oponérseles.
Por el camino pudieron observar cómo multitud de reyes marinos avanzaban corriente arriba por todos los ríos del país en dirección a la capital. ¿Por qué hacían eso? ¿Tendrían los gyojin alguna forma de controlarlos? De una u otra forma resultaba una estampa aterradora. De hecho dos de aquellas bestias no tardaron en dar un susto importante a los dos piratas, que se vieron forzados a elevarse bruscamente para esquivar sus afilados dientes.
A lo lejos el colosal Fuji ya podía verse sin problemas, pero si poder identificar ninguna edificación en él que pudiera corresponder al lugar donde mantenían cautivo a Zane. Desde aquella altura, sin embargo, resultaba casi imposible ver bien el suelo y lo que en él había, por lo que Therax indicó acertadamente que debían descender. El semigigante siguió a su amigo y se colocó junto a él, a una distancia considerablemente menor de la superficie. Ahora debían andarse con ojo, pues un rey marino o un proyectil podían suponer un importante peligro. Debían permanecer alerta en todo momento.
Sus amigos y aliados estaban en camino, dispuestos a acudir en su ayuda. Los gyojin cercando la isla y atacando a los barcos de Julius C. Tzar, y el resto de ellos, entre los que se encontraban los hombres de Nailah, los okama y los gigantes que habían seguido a Marc tras sus aventuras en Elbaf con Luka. Tenía muchas ganas de ver a Nailah, a Grant y a los hermanos Ironhead, pero eso podía esperar. Lo más urgente era rescatar a su capitán y volver a reunirse con él. Y una vez estuvieran los tres juntos no habría fuerza en el mundo capaz de oponérseles.
- Resumen:
- Continuar el vuelo junto a Therax en busca de Zane.
Inosuke Dru-zan
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Habían pasado muchas cosas desde nuestro enfrentamiento contra el mago de los conejos, pero me daba mucha pereza rememorarlo todo. Lo importante era que seguíamos vivos, disfrutando de una satisfactoria guerra y que todo parecía irnos bien.
Yo, por mi parte, había tenido tiempo suficiente para viajar hasta el barco y recoger mis utensilios de medicina, que ahora llevaba siempre en una cangurera que nunca me quitaba, al igual que la cabeza de jabalí. Quién sabía cuando sería necesario curar a alguien. Esa lección ya la había aprendido.
También fui a buscar a Pepito, a quién ahora le gustaba hacerse llamar Ao Kashigami. Kashi para los amigos. El behir era muy orgulloso, pero resultaba un buen compañero con el que pasar las frías noches en las que dormía al raso y un gran aliado a la hora de combatir.
—Eso es, sigue así, quieto —decía mientras sacaba otro hurón muerto del saco—. Espera. Espera. Espera... ¡Ahora!
Lancé el hurón al aire, lo más alto que pude, Y Kashi enroscó su cuerpo para dar un salto gigantesco y atraparlo en el aire. Llevaba así un rato, jugando con él, sin prestar atención a los demás. Kaya me comentó algo sobre una espada, pero me encogí de hombros y seguí alimentando a la gigantesca serpiente.
Pero finalmente todo el alboroto que se había formado llamó mi atención, coincidiendo casualmente con el momento en el que me había quedado sin comida para Kashi. Levanté la cabeza de jabalí lo suficiente para mostrar mi boca, me llevé dos dedos a los labios y llamé a Cazapeces con un agudo silbido. La pterodáctil se abalanzó sobre mí para abrir sus pequeñas alas en el último momento y así aterrizar sobre mi hombro. Acompañado por mis mascotas, me acerqué a la marabunta que rodeaba a Alexandra y a una mujer pez casi tan llamativa como ella, ignorando —esta vez deliberadamente— a Grimes y su discurso incomprensible.
—Grimoso dar grima —murmuré mientras acariciaba el pico de Cazapeces.
Separado del gran grupo, Ivan se había marchado mientras que la capitana parecía seguir su mismo camino. Tendrían cosas importantes que hacer, cosas de jefes. Si lo pensaba bien, quizás debiera haberlos acompañado, ya que si quería gobernar en mi tribu algún día, debía aprender cómo hacerlo, pero no parecía el mejor momento. En vez de hacerlo, decidí cumplir con mi labor de curandero y asegurarme de que mis pacientes se encontraban en buen estado.
—Kayaya, ¿ya estar mejor de ojo vago...? —Me detuve al escuchar la estúpida idea de la chica del parche—. ¿Por qué enterrar peces en agujero? Eso ser desperdicio. Mejor usar peces como alimento para Kashi.
Una de las pocas cosas que sí tenía claras era que Katharina quería deshacerse de los peces, y a mí no me parecía mal. En lo personal prefería evitar matar personas, como mucho mutilarlas o herirlas de gravedad, pero en este caso... Eran pescados. Pescados con brazos y piernas, pero no dejaban de asemejarse a bacalaos, atunes, caballas, palometas, truchas y toda clase de sabrosos seres marinos. Y si encima servían para dar de comer a mis mascotas o incluso a mis compañeros, pues mejor que mejor.
Enseguida escalé el escamoso cuerpo de Kashi para alcanzar su cabeza, que debía encontrarse a varios metros de altura. Desde allí podía observarlo todo: los hombres crucificados, a lo lejos; el grupo de humanos y peces, con Xandra y su rival en el centro; a Grimes hablando, con un público casi adormecido. Incluso podía ver a Kaya, tan furiosa como siempre.
—Yo no ser tan fuerte como Katharina ser, pero... —murmuré mientras desenvainaba a Kibahebi y Kibatora—. ¡Kashi, esperar que tú tener hambre aún, tocar segundo plato: sashimi de sardinas!
Ejecuté varios movimientos con los que creé una serie de ondas cortantes que lancé contra unos gyojins que me estaban dando la espalda, concentrando todas sus energías en no caer dormidos ante Grimes. Evité alcanzar a ninguna persona con los ataques, ya que al fin y al cabo eran personas. Kashi comprendió la situación a la perfección, y se abalanzó sobre su almuerzo con una ferocidad digna del Dios Serpiente, tratando de engullir a cuantos peces encontrase por el camino. Yo por mi parte continué lanzando ondas cortantes contra los pescados que encontraba, buscando acabar con todos ellos.
—Seguro que Katha estar orgullosa de nosotros, ¿no creer? —grité por todo lo alto a Kaya cuando tuve un momento.
Yo, por mi parte, había tenido tiempo suficiente para viajar hasta el barco y recoger mis utensilios de medicina, que ahora llevaba siempre en una cangurera que nunca me quitaba, al igual que la cabeza de jabalí. Quién sabía cuando sería necesario curar a alguien. Esa lección ya la había aprendido.
También fui a buscar a Pepito, a quién ahora le gustaba hacerse llamar Ao Kashigami. Kashi para los amigos. El behir era muy orgulloso, pero resultaba un buen compañero con el que pasar las frías noches en las que dormía al raso y un gran aliado a la hora de combatir.
—Eso es, sigue así, quieto —decía mientras sacaba otro hurón muerto del saco—. Espera. Espera. Espera... ¡Ahora!
Lancé el hurón al aire, lo más alto que pude, Y Kashi enroscó su cuerpo para dar un salto gigantesco y atraparlo en el aire. Llevaba así un rato, jugando con él, sin prestar atención a los demás. Kaya me comentó algo sobre una espada, pero me encogí de hombros y seguí alimentando a la gigantesca serpiente.
Pero finalmente todo el alboroto que se había formado llamó mi atención, coincidiendo casualmente con el momento en el que me había quedado sin comida para Kashi. Levanté la cabeza de jabalí lo suficiente para mostrar mi boca, me llevé dos dedos a los labios y llamé a Cazapeces con un agudo silbido. La pterodáctil se abalanzó sobre mí para abrir sus pequeñas alas en el último momento y así aterrizar sobre mi hombro. Acompañado por mis mascotas, me acerqué a la marabunta que rodeaba a Alexandra y a una mujer pez casi tan llamativa como ella, ignorando —esta vez deliberadamente— a Grimes y su discurso incomprensible.
—Grimoso dar grima —murmuré mientras acariciaba el pico de Cazapeces.
Separado del gran grupo, Ivan se había marchado mientras que la capitana parecía seguir su mismo camino. Tendrían cosas importantes que hacer, cosas de jefes. Si lo pensaba bien, quizás debiera haberlos acompañado, ya que si quería gobernar en mi tribu algún día, debía aprender cómo hacerlo, pero no parecía el mejor momento. En vez de hacerlo, decidí cumplir con mi labor de curandero y asegurarme de que mis pacientes se encontraban en buen estado.
—Kayaya, ¿ya estar mejor de ojo vago...? —Me detuve al escuchar la estúpida idea de la chica del parche—. ¿Por qué enterrar peces en agujero? Eso ser desperdicio. Mejor usar peces como alimento para Kashi.
Una de las pocas cosas que sí tenía claras era que Katharina quería deshacerse de los peces, y a mí no me parecía mal. En lo personal prefería evitar matar personas, como mucho mutilarlas o herirlas de gravedad, pero en este caso... Eran pescados. Pescados con brazos y piernas, pero no dejaban de asemejarse a bacalaos, atunes, caballas, palometas, truchas y toda clase de sabrosos seres marinos. Y si encima servían para dar de comer a mis mascotas o incluso a mis compañeros, pues mejor que mejor.
Enseguida escalé el escamoso cuerpo de Kashi para alcanzar su cabeza, que debía encontrarse a varios metros de altura. Desde allí podía observarlo todo: los hombres crucificados, a lo lejos; el grupo de humanos y peces, con Xandra y su rival en el centro; a Grimes hablando, con un público casi adormecido. Incluso podía ver a Kaya, tan furiosa como siempre.
—Yo no ser tan fuerte como Katharina ser, pero... —murmuré mientras desenvainaba a Kibahebi y Kibatora—. ¡Kashi, esperar que tú tener hambre aún, tocar segundo plato: sashimi de sardinas!
Ejecuté varios movimientos con los que creé una serie de ondas cortantes que lancé contra unos gyojins que me estaban dando la espalda, concentrando todas sus energías en no caer dormidos ante Grimes. Evité alcanzar a ninguna persona con los ataques, ya que al fin y al cabo eran personas. Kashi comprendió la situación a la perfección, y se abalanzó sobre su almuerzo con una ferocidad digna del Dios Serpiente, tratando de engullir a cuantos peces encontrase por el camino. Yo por mi parte continué lanzando ondas cortantes contra los pescados que encontraba, buscando acabar con todos ellos.
—Seguro que Katha estar orgullosa de nosotros, ¿no creer? —grité por todo lo alto a Kaya cuando tuve un momento.
- Resumen:
- » Evitar contar lo ocurrido en las dos semanas por pereza.
» Pasar el rato con Kashi, antiguo Pepito.
» Ignorar órdenes de Kaya porque parecen estúpidas.
» Comenzar una masacre porque es lo que querría Katharina y así de paso adquirir comida para no pasar hambre.
El pelirrojo no podía negar que no estaba en su mejor momento: apenas podía ver con total claridad, debido a los largos días que había pasado en la más absoluta oscuridad, haciendo que no estuviera del todo cómodo fuera de la celda. Tenía los músculos agarrotados y heridas sin curar, las cuales parecían estar sanándose más y mejor en esos pocos segundos sin las esposas de piedra de mar que durante su estancia en aquella cárcel. Sin embargo, si algo tenía herido era su orgullo. Se encontraba muy dañado a nivel anímico por la forma en la que había sido capturado, así como con un mosqueo que dejaba ver en la forma en la que miraba al guardia que aún quedaba allí para hablar.
—¿Y dónde se encuentra la Estrella? —le preguntó Zane, pisoteando la candente puerta que aplastaba al guardia que no había huido, para hacerle más daño—. ¿Y quién es Hubble? —inquirió después de que le respondiera, imponiendo parte de su voluntad para intimidarlo aún más, pero sin llegar a que se desmayara o quedara sin habla—. Te propongo un trato —mostró su mejor sonrisa—. Dime todo lo que sepas sobre la Estrella Oscura, a quien están apoyando y sobre el meteorito y juro que yo no te haré nada.
El cuerpo del pirata se envolvió de llamas azules, que emitían una luz cálida y reconfortante, que rápidamente iba curando todas y cada una de las heridas que podía tener, ya fuera a nivel externo o a nivel externo. «Que bien se siente», se dijo el pelirrojo, mientras escuchaba al guardia.
Zane no pudo evitar fijarse en la gran cantidad de celdas que había allí. Algunas estaban abarrotadas de gente, mientras que otras estaban más solitarias. ¿Gente fuerte y que había luchado contra Estrella y fracasado como él? Esperaba que sí, aunque trataría de usar su mantra para sentir que tipo de personas había. Wano necesitaba gente que luchara por ella, o que al menos le ayudara a expulsar a los invasores extranjeros. Se lo debía a la tierra de sus ancestros.
Con esa esperanza por bandera, el pelirrojo comenzó a abrir las celdas una a una lo más rápido posible, rompiendo las cerraduras desde fuera gracias a las duras zarpas de ave rapaz en las que había convertido sus brazos. Esperó a que todos estuvieran fuera para verlos, carraspear la garganta y hablar en voz alta:
—Es hora de salir de aquí, hermanos y hermanas—diría el pelirrojo—. Voy a ser sincero con todos vosotros y espero que no cunda el pánico. Según me han dicho nuestro amigo el guardia meón —señaló al guardia que le había dicho todo—. Apenas quedan unas horas para que un meteorito caiga en la isla por culpa de unos indeseables que se hacen llamar Estrella Oscura. Desconozco que clase de organización o banda se trata, pero lo que sí sé es que necesito de vuestra ayuda para detenerlos. No estoy pidiendo que os unáis a mi banda pirata, aunque el que quiera hacerlo tan solo tiene que pedirlo y lo acogeré en mi familia como uno más, pero sí que todos aquellos que sepan luchar y coger una espada se enfrente a los enemigos de esta tierra como un favor personal por haberos ayudados a salir de aquí y poder vivir un día más —el pelirrojo trataría de mostrar todo su encanto bajo la capa de… un momento, ¿han desaparecido todo el polvo y las manchas que rodeaban su cuerpo? Sí, eso había pasado. ¿Cómo? No llegaba a entenderlo, pero le gustaba que ocurriera eso—. ¡¿Qué decís?!
Ya fuera con el favor de los presos o sin él, lo primero que tenía en mente el pelirrojo eran enfrentar a los de Estrella, pero era consciente de que no podía hacerlo en ese momento. ¿La razón? Era un samurái desnudo, es decir, no tenía sus katanas, pues se las habían arrebatado de la peor forma posible: humillándolo y tratándolo después como un perro. Tenía que recuperarlas fuera como fuere, pero para ello debía adentrarse en la boca del lobo y de esa forma iba a ser un suicidio, incluso un inconsciente como él lo sabía. «Es la pescadilla que se muerde la cola», pensó con cierta frustración.
Durante un instante pensó en todas sus variables: podía ir en busca de su barco, aunque no tenía claro de que estuviera en el mismo lugar o de si era pasto de los peces. También podía ir en busca de su abuelo y pedirle la suya prestada, aunque de hacer eso tendría que aguantar una regañina, así que quedaba completamente descartado. Entonces, pensó en las historias que su padre y su abuelo le contaban de niño, decían que los grandes espadachines del pasado eran enterrados con sus armas, las cuales muchas de ellas eran consideradas como legendarias por las grandes hazañas que habían realizado con ellas.
«¡Eso es! Iré al cementerio y conseguiré un par de katanas que me sirvan hasta que recupere las mías», pensó.
Dicho aquello, trataría de salir de allí volando en dirección al gran cementerio de Wano.
—¿Y dónde se encuentra la Estrella? —le preguntó Zane, pisoteando la candente puerta que aplastaba al guardia que no había huido, para hacerle más daño—. ¿Y quién es Hubble? —inquirió después de que le respondiera, imponiendo parte de su voluntad para intimidarlo aún más, pero sin llegar a que se desmayara o quedara sin habla—. Te propongo un trato —mostró su mejor sonrisa—. Dime todo lo que sepas sobre la Estrella Oscura, a quien están apoyando y sobre el meteorito y juro que yo no te haré nada.
El cuerpo del pirata se envolvió de llamas azules, que emitían una luz cálida y reconfortante, que rápidamente iba curando todas y cada una de las heridas que podía tener, ya fuera a nivel externo o a nivel externo. «Que bien se siente», se dijo el pelirrojo, mientras escuchaba al guardia.
Zane no pudo evitar fijarse en la gran cantidad de celdas que había allí. Algunas estaban abarrotadas de gente, mientras que otras estaban más solitarias. ¿Gente fuerte y que había luchado contra Estrella y fracasado como él? Esperaba que sí, aunque trataría de usar su mantra para sentir que tipo de personas había. Wano necesitaba gente que luchara por ella, o que al menos le ayudara a expulsar a los invasores extranjeros. Se lo debía a la tierra de sus ancestros.
Con esa esperanza por bandera, el pelirrojo comenzó a abrir las celdas una a una lo más rápido posible, rompiendo las cerraduras desde fuera gracias a las duras zarpas de ave rapaz en las que había convertido sus brazos. Esperó a que todos estuvieran fuera para verlos, carraspear la garganta y hablar en voz alta:
—Es hora de salir de aquí, hermanos y hermanas—diría el pelirrojo—. Voy a ser sincero con todos vosotros y espero que no cunda el pánico. Según me han dicho nuestro amigo el guardia meón —señaló al guardia que le había dicho todo—. Apenas quedan unas horas para que un meteorito caiga en la isla por culpa de unos indeseables que se hacen llamar Estrella Oscura. Desconozco que clase de organización o banda se trata, pero lo que sí sé es que necesito de vuestra ayuda para detenerlos. No estoy pidiendo que os unáis a mi banda pirata, aunque el que quiera hacerlo tan solo tiene que pedirlo y lo acogeré en mi familia como uno más, pero sí que todos aquellos que sepan luchar y coger una espada se enfrente a los enemigos de esta tierra como un favor personal por haberos ayudados a salir de aquí y poder vivir un día más —el pelirrojo trataría de mostrar todo su encanto bajo la capa de… un momento, ¿han desaparecido todo el polvo y las manchas que rodeaban su cuerpo? Sí, eso había pasado. ¿Cómo? No llegaba a entenderlo, pero le gustaba que ocurriera eso—. ¡¿Qué decís?!
Ya fuera con el favor de los presos o sin él, lo primero que tenía en mente el pelirrojo eran enfrentar a los de Estrella, pero era consciente de que no podía hacerlo en ese momento. ¿La razón? Era un samurái desnudo, es decir, no tenía sus katanas, pues se las habían arrebatado de la peor forma posible: humillándolo y tratándolo después como un perro. Tenía que recuperarlas fuera como fuere, pero para ello debía adentrarse en la boca del lobo y de esa forma iba a ser un suicidio, incluso un inconsciente como él lo sabía. «Es la pescadilla que se muerde la cola», pensó con cierta frustración.
Durante un instante pensó en todas sus variables: podía ir en busca de su barco, aunque no tenía claro de que estuviera en el mismo lugar o de si era pasto de los peces. También podía ir en busca de su abuelo y pedirle la suya prestada, aunque de hacer eso tendría que aguantar una regañina, así que quedaba completamente descartado. Entonces, pensó en las historias que su padre y su abuelo le contaban de niño, decían que los grandes espadachines del pasado eran enterrados con sus armas, las cuales muchas de ellas eran consideradas como legendarias por las grandes hazañas que habían realizado con ellas.
«¡Eso es! Iré al cementerio y conseguiré un par de katanas que me sirvan hasta que recupere las mías», pensó.
Dicho aquello, trataría de salir de allí volando en dirección al gran cementerio de Wano.
- Resumen:
- Hablar con el guardia de nuevo para sacarle más información, curarse las heridas, liberar a los presos y tratar de unirlos a la causa, pensar derrotar a Estrella e ir en busca de alguna espada
PD: Factor Shonen para quitarme la suciedad, que me gusta aparentar estar limpio.
Gareth Silverwing
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Casi me había dado pena dejar atrás a como se llamasen. Si, esos soldados pintados que eran más disciplinados que cualquier miembro de la brigada. Ellos no eran miembros, eran más bien miemb-bros. Pero todo lo bonito tiene que acabar y acabó cuando noté a Jack alterado, si, alterado. Tenía una cara que ponía a menudo, la de "algo no va bien", pero con la mirada de "algo no va bien y no tengo el control de la situación". Habían dicho que se sentían observados desde hace tiempo, pero hasta ahora nada ni nadie se había acercado a mi rango de detección, así que no le di mucha importancia, hasta ahora.
Suspiré y tiré el pico que había estado haciendo estas semanas, había logrado extraer carbono de la roca y comprimirlo en una prensa de temperatura y presión improvisada con planchas de roca tallada toscamente y la fuerza de mis brazos hasta hacerlo diamante, tras eso lo había aleado con oro y demás metales raros que había en la lava. Lo había llamado neterita, pero me parecía un nombre estúpido, y un pico estúpido. "No creo que le pueda dar uso a esto" pensé al dejarlo tirado en el campamento.
Comencé a caminar por la ruta más prometedora sin mirar si estos me seguían o no hasta llegar a una sala curiosa. Llamar a esta formación "natural" levantaría una serie de preguntas, como por ejemplo ¿Hasta dónde podríamos considerar algo natural? Desde luego no parecía una estructura que se diera tal cual en la naturaleza, o por lo menos no el la que yo conocía. Por lo que sabía los volcanes suelen generar pasadizos de lava, pero las cámaras grandes se hunden al vaciarse bajo el peso de la roca que tienen encima. Además esos huecos por los que salía vapor no era nada bueno, más que hechos por el hombre parecían obra de algún insecto. Y el vapor tampoco me gustaba nada, los volcanes más explosivos lo son porque al subir la lava ha alcanzado un depósito freático y el vapor de agua empieza a formar burbujas. De todas formas si este vapor está siendo librado por esos agujeros significaba que había una estructura que lo estaba dirigiendo a un punto donde descomprimirse, lo que aliviaba la presión. ¿Sería este lugar una cámara creada por algo para evitar que los pasadizos se inundasen con lava o para retrasar una posible erupción? Todo esto era nuevo para mí. Pero si juntábamos las piezas del puzle y teníamos en cuenta que había algo vigilándonos no me extrañaría que fuéramos los indeseados inquilinos de algo o alguien que estaba viviendo en este lugar. Pero yo sólo podía teorizar sobre si había algo viviendo aquí, el cómo vivía era el campo de un biólogo, putos frikis.
- Eh ¿Quieres venir de una vez? Se me está cansando el culo de esperar. - Grité, aunque nunca dije a quién iba dirigido el grito, si a mis compañeros, o a lo que sea que nos estaba vigilando.
Suspiré y tiré el pico que había estado haciendo estas semanas, había logrado extraer carbono de la roca y comprimirlo en una prensa de temperatura y presión improvisada con planchas de roca tallada toscamente y la fuerza de mis brazos hasta hacerlo diamante, tras eso lo había aleado con oro y demás metales raros que había en la lava. Lo había llamado neterita, pero me parecía un nombre estúpido, y un pico estúpido. "No creo que le pueda dar uso a esto" pensé al dejarlo tirado en el campamento.
Comencé a caminar por la ruta más prometedora sin mirar si estos me seguían o no hasta llegar a una sala curiosa. Llamar a esta formación "natural" levantaría una serie de preguntas, como por ejemplo ¿Hasta dónde podríamos considerar algo natural? Desde luego no parecía una estructura que se diera tal cual en la naturaleza, o por lo menos no el la que yo conocía. Por lo que sabía los volcanes suelen generar pasadizos de lava, pero las cámaras grandes se hunden al vaciarse bajo el peso de la roca que tienen encima. Además esos huecos por los que salía vapor no era nada bueno, más que hechos por el hombre parecían obra de algún insecto. Y el vapor tampoco me gustaba nada, los volcanes más explosivos lo son porque al subir la lava ha alcanzado un depósito freático y el vapor de agua empieza a formar burbujas. De todas formas si este vapor está siendo librado por esos agujeros significaba que había una estructura que lo estaba dirigiendo a un punto donde descomprimirse, lo que aliviaba la presión. ¿Sería este lugar una cámara creada por algo para evitar que los pasadizos se inundasen con lava o para retrasar una posible erupción? Todo esto era nuevo para mí. Pero si juntábamos las piezas del puzle y teníamos en cuenta que había algo vigilándonos no me extrañaría que fuéramos los indeseados inquilinos de algo o alguien que estaba viviendo en este lugar. Pero yo sólo podía teorizar sobre si había algo viviendo aquí, el cómo vivía era el campo de un biólogo, putos frikis.
- Eh ¿Quieres venir de una vez? Se me está cansando el culo de esperar. - Grité, aunque nunca dije a quién iba dirigido el grito, si a mis compañeros, o a lo que sea que nos estaba vigilando.
- Resumen:
- Ir a la sala y ponerme a teorizar mientras espero a que venga alguien.
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Hitomi se negó de manera rotunda a la negociación. Pero no había resquicio de mentalidad en aquella decisión. Solo era el berrinche de una preadolescente. En parte no podía culparla, todo el mundo se volvía gilipollas en aquella época de la vida, pero sin embargo, la chica era de la realeza. Lo único capaz de hacer un gobernante tan joven era al menos mantener la compostura, o sus súbditos la tratarían como era; una cria.
- No dejes que la venganza te nuble el juicio. –su voz se había vuelta serena y firme, impropia de alguien que era incapaz de no soltar una coña cada dos frases. Miraba a la ventana, intentando visualizar si aquel ejercito gyojin tenía fin-.Al principio puede parecer incluso agradable, pero luego va a peor. Te consume por dentro, y poco a poco te planteas cosas que en un principio ni siquiera pensarías con tal de lograr tu objetivo. –con los brazos cruzados, miro a Hitomi-. Hasta que llegas un momento en que te conviertes en algo peor que los asesinos de tu familia, y entonces te encontraras con alguien que querrá venganza por tus actos guiados por la ira, así creando un ciclo vicioso.
Estaba muy puesto en aquel tema, después de todo. Había estado bajo las órdenes de Krauser Redfield. Aquel que había considerado como un padre se había convertido en una cascara vacía con instintos homicidas por sus ganas de castigar al mundo por matar a su hermano. Osu podría haber seguido ese camino maligno cuando se enfrentó con él en el jinete, pero sus compañeros le sirvieron para calmar a ese demonio y no cometer ninguna tontería.
- Ojo por ojo y todos acabaremos ciegos, majestad. Cuanto antes te lo grabes a fuego, mejor.
- No dejes que la venganza te nuble el juicio. –su voz se había vuelta serena y firme, impropia de alguien que era incapaz de no soltar una coña cada dos frases. Miraba a la ventana, intentando visualizar si aquel ejercito gyojin tenía fin-.Al principio puede parecer incluso agradable, pero luego va a peor. Te consume por dentro, y poco a poco te planteas cosas que en un principio ni siquiera pensarías con tal de lograr tu objetivo. –con los brazos cruzados, miro a Hitomi-. Hasta que llegas un momento en que te conviertes en algo peor que los asesinos de tu familia, y entonces te encontraras con alguien que querrá venganza por tus actos guiados por la ira, así creando un ciclo vicioso.
Estaba muy puesto en aquel tema, después de todo. Había estado bajo las órdenes de Krauser Redfield. Aquel que había considerado como un padre se había convertido en una cascara vacía con instintos homicidas por sus ganas de castigar al mundo por matar a su hermano. Osu podría haber seguido ese camino maligno cuando se enfrentó con él en el jinete, pero sus compañeros le sirvieron para calmar a ese demonio y no cometer ninguna tontería.
- Ojo por ojo y todos acabaremos ciegos, majestad. Cuanto antes te lo grabes a fuego, mejor.
- Resumen:
- Hitomi, maja, fiera, maquina, titan. Que la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento y el sufrimiento lleva al lado oscuro. Vamoh a relajarnos un poquito.
Sasaki
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Saqué una manzana de mi interior y comencé a comerla a bocados. El hilo que me unía al monigote se mantenía como cuando se había creado. Mientras almorzaba un poco observaba como los soldados se iban moviendo de un lado para otro, Al meaba en la lava, otra vez. O no había aprendido o lo hacía para joder, porque el olor que emanaba del chorro cuando se mezclaba con la lava era algo bastante desagradable. Por suerte me encontraba bastante lejos como para no poder apreciar el olor.
De pronto me quedé quieto a medio mordisco de la manzana. Había notado algo, bueno, mejor dicho, había dejado de notar algo y era algo preocupante. Mi cara debió ser algo impensable para Arthur, a quien con un apenas un vistazo, que pude ver pareció mínimamente pareció preocuparse por mí.
-Ha desaparecido sin dejar rastro – dije mientras el color volvió poco a poco a mí. – Es imposible que algo así ocurra y menos aún a esa velocidad.
Dejé caer la manzana al suelo y me subí a lomos de Rudolph, le hice una pequeña indicación de la dirección que debía de tomar y el animal la siguió sin necesidad de más. Crucé mis brazos y activé mi haki de observación. Cuando calculé que me encontraba cerca del lugar en el que había desaparecido el monigote extendí uno de mis brazos hacia un lado y poco a poco salió el Alfanje del capitán. Para un primer encuentro no sería un mal arma que utilizar.
No me fijé si alguien más había decidido acompañarme, pero mi preocupación era demasiado grande como para preocuparme por ello. Era posible que incluso si había ido solo fuese mejor por lo que pudiese ocurrir. Mis sentidos estaban todo lo alerta que podían y estaba preparado para reaccionar en caso de emboscada.
De pronto me quedé quieto a medio mordisco de la manzana. Había notado algo, bueno, mejor dicho, había dejado de notar algo y era algo preocupante. Mi cara debió ser algo impensable para Arthur, a quien con un apenas un vistazo, que pude ver pareció mínimamente pareció preocuparse por mí.
-Ha desaparecido sin dejar rastro – dije mientras el color volvió poco a poco a mí. – Es imposible que algo así ocurra y menos aún a esa velocidad.
Dejé caer la manzana al suelo y me subí a lomos de Rudolph, le hice una pequeña indicación de la dirección que debía de tomar y el animal la siguió sin necesidad de más. Crucé mis brazos y activé mi haki de observación. Cuando calculé que me encontraba cerca del lugar en el que había desaparecido el monigote extendí uno de mis brazos hacia un lado y poco a poco salió el Alfanje del capitán. Para un primer encuentro no sería un mal arma que utilizar.
No me fijé si alguien más había decidido acompañarme, pero mi preocupación era demasiado grande como para preocuparme por ello. Era posible que incluso si había ido solo fuese mejor por lo que pudiese ocurrir. Mis sentidos estaban todo lo alerta que podían y estaba preparado para reaccionar en caso de emboscada.
- resumen:
- Ir a buscar la causa por la que ha desaparecido el monigote.
- ¡Porque quiso el cielo bautizar el suelo con su gota a gota! - cantaba Al mientras miccionaba apasionadamente. En realidad siempre que cantaba lo hacía todo apasionadamente, y siempre tenía una canción para todo. Salvo para trabajar. Para eso tenía un Arthur. Bueno, para eso y para disciplinar, para adiestrar a los cadetes y para ahuyentar a las frescas la mañana siguiente con la foto de su "hijo". Aunque esperaba que Arthur muriera sin saber eso.
Aunque seguramente nunca lo sabría. Estaba demasiado centrado en su pico de "oh dios, tengo increíbles poderes termodinámicos, voy a fabricar una herramienta de un material nunca visto a partir de diamantes sacados de la nada y una suerte de escombro sucio para dejar en ridículo el fabuloso pico-martillo de Al" como para darse cuenta de su tratamiento facial a base de orina y vapores de la lava. Lo cierto era que el resultado era espectacular, pero no poder compartirlo con sus compañeros por momentos le preocupaba. Jack estaba ya en un estado lamentable, fruto de su vida secreta como pirata, o estríper -esperaba que lo segundo-, mientras que Arthur empezaba a perder su aspecto infantil a causa de alguna que otra línea de expresión en la frente y en su ceño... No, espera, para saber si tenía arrugas ahí primero debería verlo sin el ceño fruncido alguna vez. O sin flequillo.
- Tíos, tenéis que probar mi pis. Es brutal para el cutis. -Mala elección de palabras. Más aún después de haber llegado a la madre de todas las colmenas del género horror sci-fi-. Esto me lo dijo una gitana, fijo.
Al no solía fiarse de los adivinos, pero cuando una mujer de aspecto cuestionable le amenazaba con la furia de hormigas gigantes antropófagas en un mar de lava si no le compraba una rama de romero solía acordarse. Más cuando estaban en un hormiguero gigante. Iba a conferirle a la gitana el derecho a que cualquier artrópodo gigante diese fin a su vida -o lo intentase- tomándolo como un acierto, dado que entendía que el destino estaba envuelto en nieblas tan espesas que no se veía un burro a tres pasos, como para encima contar el número de patas o desvelar la forma exacta del invertebrado que lo atacaría desde una colmena. Aunque si era una avispa se arrepentiría de no haber cogido el romero. Esos bichos eran emisarios de belcebú. Algo así como Arthur, pero con menos remordimientos.
También hacía calor. Mucho calor. Por suerte el vapor de agua emitía... Bueno, eso, vapor de agua. Lo iba congelando según salía de los hexágonos, lo que convertía la letal masa de calor en una letal ventisca que afortunadamente podía controlar y, con un par de movimientos finos, crear una suerte de burbuja de frescor a su alrededor, en la que la temperatura se mantenía en unos sanos...
- Arthur, ¿a qué temperatura estamos?
Lo único que sabía era que estaban a más de cero, porque su cantimplora aún no se había congelado. No tenía mucho conocimiento de química, pero ese en concreto le había resultado imprescindible para no quedarse sin mojitos cuando preparaba su propio hielo. Pero volviendo a lo importante... ¿Y ahora qué?
- Parece que esto no tiene salida, y explorar la malla no creo que nos vaya a hacer más felices. ¿Buscamos otra ruta o abrimos camino?
Aunque seguramente nunca lo sabría. Estaba demasiado centrado en su pico de "oh dios, tengo increíbles poderes termodinámicos, voy a fabricar una herramienta de un material nunca visto a partir de diamantes sacados de la nada y una suerte de escombro sucio para dejar en ridículo el fabuloso pico-martillo de Al" como para darse cuenta de su tratamiento facial a base de orina y vapores de la lava. Lo cierto era que el resultado era espectacular, pero no poder compartirlo con sus compañeros por momentos le preocupaba. Jack estaba ya en un estado lamentable, fruto de su vida secreta como pirata, o estríper -esperaba que lo segundo-, mientras que Arthur empezaba a perder su aspecto infantil a causa de alguna que otra línea de expresión en la frente y en su ceño... No, espera, para saber si tenía arrugas ahí primero debería verlo sin el ceño fruncido alguna vez. O sin flequillo.
- Tíos, tenéis que probar mi pis. Es brutal para el cutis. -Mala elección de palabras. Más aún después de haber llegado a la madre de todas las colmenas del género horror sci-fi-. Esto me lo dijo una gitana, fijo.
Al no solía fiarse de los adivinos, pero cuando una mujer de aspecto cuestionable le amenazaba con la furia de hormigas gigantes antropófagas en un mar de lava si no le compraba una rama de romero solía acordarse. Más cuando estaban en un hormiguero gigante. Iba a conferirle a la gitana el derecho a que cualquier artrópodo gigante diese fin a su vida -o lo intentase- tomándolo como un acierto, dado que entendía que el destino estaba envuelto en nieblas tan espesas que no se veía un burro a tres pasos, como para encima contar el número de patas o desvelar la forma exacta del invertebrado que lo atacaría desde una colmena. Aunque si era una avispa se arrepentiría de no haber cogido el romero. Esos bichos eran emisarios de belcebú. Algo así como Arthur, pero con menos remordimientos.
También hacía calor. Mucho calor. Por suerte el vapor de agua emitía... Bueno, eso, vapor de agua. Lo iba congelando según salía de los hexágonos, lo que convertía la letal masa de calor en una letal ventisca que afortunadamente podía controlar y, con un par de movimientos finos, crear una suerte de burbuja de frescor a su alrededor, en la que la temperatura se mantenía en unos sanos...
- Arthur, ¿a qué temperatura estamos?
Lo único que sabía era que estaban a más de cero, porque su cantimplora aún no se había congelado. No tenía mucho conocimiento de química, pero ese en concreto le había resultado imprescindible para no quedarse sin mojitos cuando preparaba su propio hielo. Pero volviendo a lo importante... ¿Y ahora qué?
- Parece que esto no tiene salida, y explorar la malla no creo que nos vaya a hacer más felices. ¿Buscamos otra ruta o abrimos camino?
- Resumen:
- Nada relevante, aliviar calor.
Noximilien
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Akuma no mi
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Chasqueo la lengua. Más le valía a Vile tenerlo todo pensado, porque se estaban metiendo hasta la boca del lobo. Noto la palmada en la espalda, para que le siguiera la corriente. Al menos tuvo la decencia de pedírselo aunque no fuese con palabras.
Su condición de reunión con el emperador era ponerse unos grilletes. No parecían de metal marino, pero con ese color dorado hortera incluso lo hubiese preferido a que alguien le viese con eso.
- ¿En serio? –exclamo cuando Vile se ofrecía con facilidad-. Después de esto, me vas a invitar al sake más caro que haya en esta condenada isla.
Tras aceptar las condiciones, sus cabezas fueron cubiertas con capucha, lo que le daba una sensación de claustrofobia que no le gustaba. Si con una máscara ya se respiraba regular, con dos ni te cuento. Cuando llegaron al lugar y les devolvieron el sentido de la vista, el enmascarado y su compañero se vieron en medio de un campamento, rodeado de personas. Frente a ellos, un muchacho de ojos como el oro y pelo oscuro
- “Me esperaba a alguien más alto”- pensó.
Vile hinco rodilla. Nox ladeo la cabeza mientras observaba lo que hacía. Ni de coña, aquello ya era pasarse de listo. Miro al joven emperador de nuevo.
- No haréis que un viejales como yo se agache de esa manera, ¿verdad? –sin despegar los dos pies del suelo, simplemente agacho la cabeza como muestra de respeto, se acercó la mano derecha tan cerca del pecho como los grilletes le permitían-. Como lo haga voy a necesitar a dos como mi compañero para enderezarme de nuevo y van a sonar más mis huesos que las cadenas.
Su condición de reunión con el emperador era ponerse unos grilletes. No parecían de metal marino, pero con ese color dorado hortera incluso lo hubiese preferido a que alguien le viese con eso.
- ¿En serio? –exclamo cuando Vile se ofrecía con facilidad-. Después de esto, me vas a invitar al sake más caro que haya en esta condenada isla.
Tras aceptar las condiciones, sus cabezas fueron cubiertas con capucha, lo que le daba una sensación de claustrofobia que no le gustaba. Si con una máscara ya se respiraba regular, con dos ni te cuento. Cuando llegaron al lugar y les devolvieron el sentido de la vista, el enmascarado y su compañero se vieron en medio de un campamento, rodeado de personas. Frente a ellos, un muchacho de ojos como el oro y pelo oscuro
- “Me esperaba a alguien más alto”- pensó.
Vile hinco rodilla. Nox ladeo la cabeza mientras observaba lo que hacía. Ni de coña, aquello ya era pasarse de listo. Miro al joven emperador de nuevo.
- No haréis que un viejales como yo se agache de esa manera, ¿verdad? –sin despegar los dos pies del suelo, simplemente agacho la cabeza como muestra de respeto, se acercó la mano derecha tan cerca del pecho como los grilletes le permitían-. Como lo haga voy a necesitar a dos como mi compañero para enderezarme de nuevo y van a sonar más mis huesos que las cadenas.
- Resumen:
- Ya me duele arrodillarme con 20 tacos, imaginate con casi 60
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Salí a la calle. Como de costumbre, no conseguía nada de utilidad para afianzar el dominio de Hipatia. Tampoco era capaz de acceder a ella y en los pocos momentos en que podía hacerlo estaba siempre con ese extraño molusco tan molesto. Casi soñaría con hacerle una autopsia aún en vivo si no tuviese la terrible sospecha de que estaba utilizando alguna suerte de habilidad telépata, quizá el Haki de observación, para entrever mis intenciones. Pero no soy un hombre de sueños, e incluso un invertebrado acuoso puede ser desollado con la suficiente paciencia y mano firme. Así que por ahora me conformaba con fantasear brevemente en los momentos que tenía de retiro, o al menos eso hacía si, como casi siempre, no tenía nada que hacer.
Pero casi siempre tenía algo que hacer.
Podía ser una tarea administrativa estúpida, podía ser una revisión de soldados, organizar a los civiles... Pero nada. No había forma de que el férreo escalafón del ejército, o mismo de sus consejeros, variase lo más mínimo. Habían reforzado la seguridad, claro, y aunque me había asegurado de poner al día de cada nuevo hallazgo a Gellert, ambos empezábamos a pensar que me había equivocado: Esto estaba siendo una brutal pérdida de tiempo. La reina estaba mostrando una cara totalmente distinta a la que le habíamos visto, y si bien no era normal en mí subestimar a mis adversarios... Era una mujer. Una vez más me la estaba jugando, pero nunca era tarde para un cambio de bando.
- Tango almíbar -susurré al den den mushi cuando Gellert contestó.
El código debía ser bastante para informar de cada debilidad y fortaleza que había observado de la formación gyojin. El proceso era sencillo: Gellert conocía la misma información que yo, que había ido dando en los días anteriores a modo de murmullos entre dientes, como quien no quería la cosa, mientras él iba apuntándolo todo. De ese modo, podía enviar un informe firmado acerca de todo para poner en conocimiento de la Marina y el Cipher Pol, haciendo especial hincapié en todo el tema de la hiedra tentacular como "arma secreta". Sigo creyendo que era un farol, pero nunca estaba de más asegurarse. Al fin y al cabo, sería estúpido pensar que esta gente quería quedarse con la isla a esas alturas.
Lo que terminó de descuadrar mis planes fue la visión de un... Bueno, Augustus, fingiendo ser un jefe yakuza local con una tendencia descontrolada hacia la teatralidad. Me había enterado de que Maki se había apuntado ya a cuanta actividad local había encontrado, aunque esperaba que la mafia tuviese unos estándares algo mayores. No sé, lo mínimo para que no entrase un retrasado a mandar sobre todo en la ciudad. Llevé mi mano a la frente, aunque también caí en la estúpida suerte del pez gota y en cómo podía aprovecharla para encargarme de su puta esposa.
- Está bien, pero yo conduzco.
Estaba harto. Tan harto que iba a utilizar las armas de mi enemigo.
Pero casi siempre tenía algo que hacer.
Podía ser una tarea administrativa estúpida, podía ser una revisión de soldados, organizar a los civiles... Pero nada. No había forma de que el férreo escalafón del ejército, o mismo de sus consejeros, variase lo más mínimo. Habían reforzado la seguridad, claro, y aunque me había asegurado de poner al día de cada nuevo hallazgo a Gellert, ambos empezábamos a pensar que me había equivocado: Esto estaba siendo una brutal pérdida de tiempo. La reina estaba mostrando una cara totalmente distinta a la que le habíamos visto, y si bien no era normal en mí subestimar a mis adversarios... Era una mujer. Una vez más me la estaba jugando, pero nunca era tarde para un cambio de bando.
- Tango almíbar -susurré al den den mushi cuando Gellert contestó.
El código debía ser bastante para informar de cada debilidad y fortaleza que había observado de la formación gyojin. El proceso era sencillo: Gellert conocía la misma información que yo, que había ido dando en los días anteriores a modo de murmullos entre dientes, como quien no quería la cosa, mientras él iba apuntándolo todo. De ese modo, podía enviar un informe firmado acerca de todo para poner en conocimiento de la Marina y el Cipher Pol, haciendo especial hincapié en todo el tema de la hiedra tentacular como "arma secreta". Sigo creyendo que era un farol, pero nunca estaba de más asegurarse. Al fin y al cabo, sería estúpido pensar que esta gente quería quedarse con la isla a esas alturas.
Lo que terminó de descuadrar mis planes fue la visión de un... Bueno, Augustus, fingiendo ser un jefe yakuza local con una tendencia descontrolada hacia la teatralidad. Me había enterado de que Maki se había apuntado ya a cuanta actividad local había encontrado, aunque esperaba que la mafia tuviese unos estándares algo mayores. No sé, lo mínimo para que no entrase un retrasado a mandar sobre todo en la ciudad. Llevé mi mano a la frente, aunque también caí en la estúpida suerte del pez gota y en cómo podía aprovecharla para encargarme de su puta esposa.
- Está bien, pero yo conduzco.
Estaba harto. Tan harto que iba a utilizar las armas de mi enemigo.
- Resumen:
- traicionar a Hipatia.
Normas del capítulo:
- Se moderará los martes entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los martes antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación
- Zane:
- El dulce sonido de la carne chamuscada casi parece opacar los gritos de sufrimiento del guardia, sepultado bajo una puerta de metal a temperaturas insoportables que, poco a poco, termina por morir. Pero qué buen olor ha dejado. Debe ser eso, o tal vez la inmisericorde tortura, que hace al meón levantarse como puede y, si bien trastabilla un par de veces, intenta salir corriendo tras su colega. Aun con el tiempo que has dedicado a abrir puertas podrías alcanzarlo si corres tras él, aunque ya te lleva una cierta ventaja. Pero por ahora, tienes delante todo un auditorio de presos enfermizos y raquíticos que te observan.
- ¿Estrella oscura? -pregunta uno, con voz débil; el único que gozaba de celda individual. Se parece más a los cadáveres que han quedado en las celdas que a los presos vivos; es un milagro que se tenga en pie-. ¿Quiénes son esos?
Algunos parecen más sanos, pero cruzan miradas preocupadas entre ellos cuando mencionas a la Estrella. También te observan con gravedad, sin saber muy bien si decir o no lo que están a punto de contarte:
- Esta prisión pertenecía al shogunato hasta no hace mucho -explica un hombre, fornido pero notablemente débil, seguramente por las semanas comiendo pan. También hay en su cuerpo innumerables heridas, pero podrías establecer un patrón e imaginarte lo que acaba de suceder-. Los criminales más peligrosos de Wano eran enviados aquí, y sus nombres borrados de los registros.
- ¡Mentira! -brama otro, huesudo y pálido, de ropas raídas y larga barba rala-. ¡Aquí ha encerrado el shogunato a sus enemigos políticos durante generaciones! Incluido al legítimo heredero de Kozuki Momonosuke hace más de treinta años.
- ¿Acaso crees que nos has hecho un favor? -inquiere de nuevo el macilento anciano del principio-. ¿O que podemos en estas condiciones pelear por nada? Algunos hemos vivido décadas en este lugar, sin salir de nuestra celda, sin ver el sol… La tierra más allá de estos muros es ya tan ajena como allende los mares.
- ¡Majestad! -clama otro, también de los más viejos-. Esta puede ser la oportunidad de reclamar lo que os arrebataron.
- ¿Para qué? -La Mirada del anciano rebota entre su compañero y tú-. No soy joven, ni tengo heredero, ni sabría gobernar a un pueblo que ha cambiado tanto. Y tampoco voy a luchar por quien me condenó a marchitarme en este agujero… Tampoco podría, claro; solo soy un viejo marchito.
El hombre se mete de nuevo en su celda, haciéndose un ovillo en una esquina. En su mirada puedes ver el vacío de la desafección, pero mientras tanto los presos más recientes discuten con los más veteranos, y puedes darte cuenta de que algunos de los más jóvenes eran carceleros de los más ancianos. El caso es que, si todavía subes al piso superior sin ocuparte de estos problemas, te encontrarás con una encrucijada: Tres caminos, uno hacia delante y otros dos, uno a cada lado. Escuchas los lamentos de los presos, pero también ves muchos más guardias por todas partes. Un grupo concreto, el que parece más imponente, está abriendo una celda. Salen seis personas, bastante arregladas y que casi no parecen prisioneros. Sin embargo, sus manos siguen engrilletadas.
- Marc y Therax:
- Para aproximaros a las batallas os alejáis momentáneamente del camino hacia Fuji, sobrevolando el claro de un campo de batalla al noreste de Udon. La sombra de la gran montaña casi cubre el brillo del sol, y por su altura podéis fijaros en que lomas, lo que se dice lomas, no posee. A lo mejor hay alguna montaña en las proximidades, o una sierra de bajas alturas, donde podáis buscar. Sin embargo, por el momento la refriega parece que se decanta a favor de uno de los dos bandos… Aunque es difícil saber cuál. Los humanos parecen morir en masa, incapaces de igualar el poderío gyojin, pero el número y la organización parece estar dejando una gran herida abierta en la formación gyojin, que pierde efectivos poco a poco. No parece haber un avance claro de ninguno, y aunque podría decantarse por cualquier bando, solo la suerte puede decidir por cuál.
Pero volviendo a lo que buscáis, la horda gyojin parece bastante desorganizada. Puntos a favor de esto: hay desertores, algunos cadáveres y moribundos y seguramente si secuestráis a alguien nadie lo note. ¿Problemas? Que si la estructura es tan endeble seguramente no tengan ni idea de dónde puede estar la prisión. Sobre los humanos… Bueno, obviamente alguien los dirige, y si os fijáis bien podréis ver que los músicos se reparten por todo el campo de batalla transportando el sonido de tambores y cornamusas, por lo que de un vistazo resultaría fácil encontrar al general. Puntos a favor: Si es un alto cargo del shogun, podría saber dónde está la prisión. ¿Puntos en contra? Seguramente sin él estén completamente condenados a una derrota humillante y, a juzgar por el tamaño del ejército humano, probablemente no queden muchos varones en edad de pelear si mueren todos. Al menos, no en Udon.
- Ivan:
- Sin saber muy bien cómo, en medio de tu paseo te alejas cada vez más y más del alboroto que va dejando a tus espaldas Grimes, y si bien por un momento estás a punto de escuchar su brutal discurso sobre financiación fraccionada o lo que sea que está diciendo, decides seguir hacia delante. En tu camino vas apagando un zombie de vez en cuando, como quien no quiere la cosa, y hasta hay una sugerencia de ritmo cumpleañero en el modo en que liberas a tus esclavos de ultratumba, pero nada como el cumbiote que se escucha proveniente de una sirena cercana. Cuando vas a mirar, puedes ver un gigantesco puesto de helados en un edificio de aspecto tradicional, pero en el que han sustituido innumerables elementos aqritectónicos por piezas de barquillo, bolas de helado y guindas. Y por lo visto, el responsable está pelando un plátano gigante. Cuando te ve, sonríe y te saluda:
- ¡Bienvenido, honolable gaijin! -grita, con un marcado acento que roza la sátira racista más burda-. Justo me ha cogido plepalando el Split más glande del mundo. ¡El favolito de todos!
Cuando termina tira la monda detrás del mostrador, y corta la fruta a la mitad. Utiliza un machete de pescado para hacerlo, y pone ambas mitades en una fuente enorme, como si se tratase de un libro abierto.
- Inglediente fundamental de un buen Split es usal ingredientes naturales. Este pátano venil de Sou Blu, y helado se hase en mi tallel. ¿Plefiele silope de calamelo o de chocholate? Pol tu cala de enfado nesesital buen chocholate. Buen chocho calmal a cualquier homble. ¡No se hable más! Chocho y calamelo pala banana. Una pena, split se disfluta más en glupo, pelo pol esta vez te hago descuento. Tú cliente númelo uno. Sí, mala época pala negochio. Pelo puede vel helado medio vachío o medio ieno. Y mío lleno de chocho. ¡Mila cómo desbolda!
Por cierto, Katharina te llama. Parece que se acaba tu Split… Sin terminar el Split.
- Katharina:
- Parece que tus órdenes van siendo escuchadas y poco a poco los preparativos para la gran masacre comienzan. Mientras tanto, y en lo que Ivan responde a tu llamada o no, tú te diriges al campamento donde, como podría ser de esperar, todavía no han llegado los emisarios del imperio.
Esperas durante un minuto, dos y hasta diez antes de encontrarte allí con un hombre de armadura ligera, si bien los bordados son en oro y su capa bien podría estar tejida en la seda más fina que nunca hayas visto. Posee porte orgulloso y viene con apenas dos soldados, lo que parece dar una cifra a cálculo rápido de novecientos noventa y siete soldados menos de los prometidos.
- Soy Onesyas, capitán del Svrinkas y emisario de las tropas del gran Imperio Tlasseseyano. El camino hasta aquí es complejo y el grueso de nuestras filas tardará un rato en ascender de forma segura -explica, con un deje de nerviosismo en la voz-. Pero me envían para preparar la estrategia a seguir en la batalla. ¿Cuál es exactamente la intención de esta convocatoria?
- The Singers:
- - ¿Perdona, simio con piel de lombriz? ¿Que tú vas a qué?
Los gritos de la ruidosa mujer se escuchan casi por encima del discurso de Grimes, que sin embargo parece tener una capacidad de retención del público abrumadora. Sin embargo, no es suficiente el embrujo del contable para hacer que las cosas sean tan sencillas, y cuando las primeras ondas cortantes de Inosuke golpean todos se ponen en guardia. Por cierto, ¿no os parece un poco aburrido todo esto? Combatir solo por asesinar, ¿qué interés tiene? Atar a los hombres pez, luchar… Poco a poco es como si estuvieseis perdiendo las ganas de todo, y en medio de tanta barbarie la gente empieza a marcharse con ritmo sosegado, e incluso aquellos que se defienden porque les va la vida en ello lo hacen con desgana, pero… ¿A qué se debe esto?
Mientras hay cinco gyojins -uno despiezado y cuatro atados- en el agujero de Kaya, la gyojin rosada se prepara para hacerse cargo del impacto de Xandra. Tirándose al suelo sin dudarlo, se apoya sobre las aletas de la espalda en una suerte de pino y la electricidad se desvanece en el aire mientras ella aprovecha la posición para impulsarse, tratando de golpear con una enérgica patada el codo de Xandra. Es tal la fuerza de su impulso que da una voltereta inversa en el aire, cayendo de pie, aún con la navaja en la mano.
- Me habría traído la maza, pero en mi bolso no cabía. Necesitaba algo más abierto, pero acabo de conocerte ahora.
Su cuerpo comienza a recubrirse de una sustancia líquida y brillante, de un tono rojizo, que va goteando por el suelo y sobre la navaja.
- Vamos allá, aborto de sepia.
Se sacude, lanzando una masa de veneno en todas direcciones. Parece tan potente que el suelo humea al contacto con él.
- Aki y Osu:
- - No he sido entrenada para el combate -reconoce-. Eso es tarea de los hombres, al menos en mi familia. Pero si bien yo no puedo luchar esta batalla, la mujer que usurpa mi trono tampoco. Y yo no me voy a esconder como hace ella. Yo tengo honor y dignidad.
Le cuesta contener las lágrimas mientras se enfrenta a Aki, pero cuando Osu habla finalmente rompe a llorar como… Bueno, una niña, que al fin y al cabo es lo que es. No se arrodilla, ni hace un número. Lagrimea en silencio sin apartar los ojos de Aki, desafiante.
- Si estás aquí para ayudarme dame consejos, no órdenes. -Aparta la mirada, depositándola en Osu-. Está bien, pero conseguiré justicia para mi familia de un modo u otro. Y la cabeza de esa zorra va a acabar en una pica.
Respira profundamente mientras pasea por la habitación, buscando entre los papiros de las estanterías, hasta que da con un mapa. Lo pone sobre una mesa y lo abre, mostrando toda la zona que rodea al castillo, con unos extraños túneles subterráneos.
- Tenemos apenas unos cien soldados, pero contamos con factor sorpresa y vías de escape. Si me tienden una trampa puedo escabullirme por varios puntos, y tener soldados apostados en las salidas. Y no os confundáis, voy a cruzar los dedos para que sea una trampa; pero sí, hay que pensar con la cabeza.
- Prometeo y Shinobu:
- El hombre se queda en shock al recibir las preguntas de Prometeo, al punto que asiente frente al ofrecimiento del té. Los utensilios de cocina, al igual que los instrumentos de medición, están en perfecto estado de limpieza, como si fuese el último resquicio de orden en la atribulada mente del anciano. Medita por un momento, en cualquier caso, y se tira sobre una silla, algo más relajado pero con los ojos aún saliéndosele de las órbitas. No parece haber dormido en días, y los nervios están a punto de hacer que explote.
- No solía viví akí -responde, negando con la cabeza-. Peo io konstruí este observatorio a petición de shogun. Wano es una gran meseta, solo Fuji montaña, pero demasiado inaccesible. Desde llegada de los gyojin… Ello encerraron a mi familia, exigieron cálculos… Pero io engañé.
Cierra los ojos por primera vez desde que estáis allí, y los mantiene cerrados por largo tiempo, negando con la cabeza todavía.
- Eios vinieron porque no sabían dónde caería meteorito. Io mentir; kerían asegurar dose ihlas… Aseguré ke en Wano caería, pero no caerá en el Nuevo Mundo. Todo ehto pasa en mi país poke io los atrahe a todos…
Se le rompe la voz. Se siente la culpabilidad en su corazón, y disimula las lágrimas agachando la cabeza, mientras aprieta los brazos de su silla con fuerza.
- Vile y Nox:
- - Se está riendo de mí, ¿verdad?
- Se está riendo de ti.
El joven de cabello negro no quita ojo de encima a Vile, mientras el hombre a su lado se mantiene de brazos cruzados con una sonrisa divertida. En realidad, el pequeño tiene también una media sonrisa mientras medita qué hacer a continuación.
Sin mediar palabra, se arrodilla frente a Vile y lo mira muy de cerca, sin respetar su espacio personal. Casi nariz con nariz, se puede notar su aliento sulfuroso, y los ojos dorados que queman como soles. Aunque puede ser solo una impresión mía.
- Nunca me habían llamado alteza hasta ahora, ¿sabes? -comenta, alejándose levemente-. ¿Os obliga ese tarado de Kenshin a llamárselo o te lo reservas para hacer bromas en el momento más inoportuno? - Medita por un segundo qué decir a continuación-. No es que me molesten las bromas con mi altura, tres de cada cuatro nakamas me superaban en altura y el cuarto era un mapache, pero no parece que la situación sea propicia.
Se levanta finalmente, fijándose en la máscara de Nox. La verdad es que resulta curioso ver a un hombre con semejante outfit.
- Quitadles las esposas; no son una amenaza. -Os da la espalda y marcha al pabellón principal, caminando lentamente.
Quien os quita los grilletes es un hombre calvo, de larga barba y aspecto rudo, pero sin embargo habla con un tono inusitadamente dulce. Una vez hecho esto, os hace una única pregunta:
- ¿Por qué habéis venido?
- Dexter Decolor:
- El muchacho te hace caso y ayuda a la anciana a mantenerse en pie, la cual, por cierto, permite que sus lágrimas amplíen un destello de esperanza que ha nacido en sus ojos al verte y se resiste a apagarse. Sea como sea, los hombres y mujeres más jóvenes –tres y cinco respectivamente- se quedan junto a ti, como no puede ser de otro modo.
-No sé en cuántos poblados encontraremos gente, señor, incluso en los que creemos que han dejado supervivientes. Han llegado rumores sobre una fuerza que está creciendo en Udon y se opone a Hipatia. Cuentan que es la tripulación de Zane D. Kenshin quien la encabeza… No sé si será verdad o no, pero la esperanza arrastra a muchos en momentos como estos. Incluso varios de los nuestros partieron hacia allá arriesgándose a ser atrapados por los invasores. No hemos vuelto a tener noticias de ellos.
En cualquier caso, y suponiendo que sigas con tus intenciones iniciales comprobarás que, efectivamente, en la población más cercana no hay nadie. Quedan indicios de que ha habido gente allí no hace mucho. En los siguientes asentamientos te encuentras con las dos situaciones que has vivido. En aquellos lugares en los que encuentras gente puedes reunir un pequeño grupo de valerosos jóvenes y enviar al resto de vuelta con Deathstroke, mientras que en los demás sólo puedes pararte a suponer dónde pueden haber ido y cuál puede haber sido su sino.
De cualquier modo, cuando quieres darte cuenta alcanzas un punto crítico en tu periplo. Estás relativamente cerca de la frontera con Udon, y los más atrevidos entre tus nuevos soldados sugieren que busques a ese pelirrojo y tomes el mando de la situación. ¿En qué universo paralelo no podrían vuestras espadas, juntas y actuando como aliadas, acabar con cualquier amenaza? La mayoría, sin embargo, guarda silencio. Tienes una reunión pendiente, por cierto, así como ciertas informaciones sobre un asentamiento de avanzadilla gyojin donde, según te han dicho durante tu recogida de supervivientes, podría haber más habitantes de Wano retenidos. Éste se encuentra a una distancia más que aceptable del lugar donde te ha citado Aki D. Arlia, por cierto.
- Marmin:
- Dejando a un lado que me encantaría ver una pelea entre Gellert y Pulmones –sea quien sea este último-, así como la conversación de la que sin duda me informaréis a continuación, me gustaría informaros un poco del transcurso de los acontecimientos a vuestros alrededores. ¡Porque el mundo no se para porque os pongáis a hablar!
Las tropas de Hipatia, al menos un subgrupo de ellas, se reúne y forma con evidente intención de partir hacia… un momento, por allí no está el enemigo. Menos mal que Sonrisitas está al tanto de casi todo, y por tanto Gellert. El caso es que Hipatia planea un ataque sorpresa a los barcos de la Marina. No tienen problemas para alcanzarlos sin ir por tierra, como podréis imaginar. El único problema es que, según parece, el número de soldados es muy superior al que en teoría había planificado al comienzo. De hecho, dudo mucho que ese contingente no sea capaz de provocar un buen destrozo entre las filas del Gobierno Mundial.
- Ryuu:
- -¿Ese no es Amadeo Swordmeister? –pregunta el más beligerante de los vigías a su compañero.
-Sí, es ese demente que manipula la sangre de los cadáveres para moverlos a su antojo. -¿Te suena? A mi sí-. Hace más de dos semanas que no saben nada de él, por lo que tengo entendido. ¿Os han atacado los piel-blanda? ¿Quién ha sido? ¿La Marina? ¿Las tropas de Berthil? ¿El pelirrojo?
-No hay tiempo –interrumpe el primero, cuya actitud hacia ti ha cambiado radicalmente-. Adelante.
Y sí, te abren paso. Entonces accedes a un verdadero campamento militar en toda regla. Los hogares de los habitantes de Wano atienden en silencio al despliegue de un sinfín de tiendas de diversos tamaños, formadas en su mayoría por algas y demás elementos marinos que no cabría esperar en un enclave de cualquier otra raza. Ante ti se extiende la Capital de las Flores al completo, aunque, como recomendación personal, te diría que no te olvides del motivo que has dado para entrar. No me cabe duda de que alguien habrá sido informado de que ha llegado un mensaje importante de Amadeus.
- Kiritsu:
- Jack alcanza la posición que había estado ocupando el monigote hasta no hacía demasiado tiempo, descubriendo un amasijo informe de azúcar esparcido por el suelo. En tu camino no te has topado con nada ni nadie, y no tiene demasiado sentido que alguien que ha hecho eso, revelando su posición, se haya dado la vuelta para abandonar el túnel.
-¿Te puedes creer que por un momento he pensado que no era buena idea deshacerme de esa cosa? –dice entonces una melosa voz, masculina, en torno a tres metros de distancia de ti. Siguiéndola, desde la casi inexistente penumbra generada por la luz del magma al golpear un saliente de piedra en el túnel, emerge un varón joven, alto y rubio. La palidez de su piel resulta casi reluciente en ese entono y, sorprendentemente, ni una gota de sudor perla su rostro-. Había conseguido mantenerme lo suficientemente alejado como para que no me detectaseis, pero supongo que más tarde o más temprano iba a tener que presentarme. ¿Por qué no ahora? Dime, ¿qué habéis venido a buscar a un lugar tan peligroso como éste?
En cuanto a Arthur y Al, siguiendo a vuestros comentarios y en un clima raro producido por la colisión del frío del Almirante y la inagotable fuente de calor del entorno, una breve sacudida agita el terreno. Unos largos siseos la siguen cuando se detiene, volviendo a aparecer con más intensidad instantes después.
Y entonces, rompiendo con la teoría de los insectos rarunos para convertiros en algo impropio de un lugar así, una ¿serpiente? No, pero algo similar, emerge de uno de los orificios propulsada por el violento vapor de una corriente. Su piel es de un mate color negro, carbonizado, y unas relucientes líneas rojas que encajan a la perfección con el entorno recorren su superficie. Abre de par en par sus fauces, donde unos dientes amarillentos amenazan al de menor rango de los dos. Pretende engullirlo tras partirlo en dos, lo que parece posible vista la peligrosidad de esas cosas. Inmediatamente después, y sin importar qué pase con el primero, otros tres ejemplares vuelan como proyectiles a una velocidad endiablada y con el mismo objetivo,
Por cierto, con cada salida la roca se agrieta, ampliándose los agujeros varios centímetros. Aunque, quizás –llamadme loco-, eso es algo que deberíais analizar más adelante.
Inosuke Dru-zan
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En cuanto comencé la ofensiva todo se volvió... aburrido. Enseguida se me quitaron las ganas de seguir atacando a los peces, igual que a Kashi se le quitaron las ganas de devorarlos. Incluso los que saltaron a la defensiva perdieron las ganas de luchar por sus vidas, dejándose hacer. Todo resultaba muy extraño, pero incluso pensar en ello resultaba aburrido.
Guardé mis espadas y me acerqué a los peces restantes. Habían unos pocos atados, al lado de un cuerpo hecho añicos, pero el mero hecho de observarlos me aburría. Y sin embargo, esta sensación de desinterés ya me había abrumado tiempo atrás, y supe reconocer su origen.
—¡GRIMOSOOO! —dije, llamando a gritos a aquel hombre tan... tan... desagradable—. ¡Tú callar ya, yo no querer oír tú o dar de comer a Kashi!
Esperaba que así se terminaran los sermones ininteligibles de aquel hombre a la vez que volvíamos todos a nuestro auténtico ser. Grimes era el mal encarnado en aburrimiento, y a día de hoy me seguía preguntando qué aportaba a nuestro grupo. Al menos Kaya cocinaba bien.
Volviendo con los peces restantes, pensé que servirían de segundo almuerzo para Kashi. Era un animal gigantesco, con un apetito feroz, y darle de comer suponía mucho esfuerzo. Katharina quería a los peces muertos y la serpiente necesitaba alimentarse; era la mejor opción.
—Adelante Kashi, tú comer. Pero dejar cuerpo cortado. Yo cocinar ese para nosotros.
Ordené a Cazapeces que sacara poco a poco el cuerpo del pez muerto del agujero mientras Kashi se daba un festín con el resto de criaturas. Yo aproveché para recoger varios trozos de madera y crear una hoguera. No tardé mucho en empezar a preparar la comida. Al poco rato, había hecho numerosos cubos con la carne del pez y los había clavado en finas ramitas de madera para cocinarlos sobre un pequeño armatoste de madera que servía para hacer la carne. ¿O era pescado? Ya comprobaría a qué sabía en cuanto estuviera hecho.
—Combate poner interesante —comenté a Kaya cuando la comida ya estaba hecha— ¿Tú querer pinchito de pez mientras observar combate? Yo apostar limpiar platos sucios un mes por Xanxan.
Guardé mis espadas y me acerqué a los peces restantes. Habían unos pocos atados, al lado de un cuerpo hecho añicos, pero el mero hecho de observarlos me aburría. Y sin embargo, esta sensación de desinterés ya me había abrumado tiempo atrás, y supe reconocer su origen.
—¡GRIMOSOOO! —dije, llamando a gritos a aquel hombre tan... tan... desagradable—. ¡Tú callar ya, yo no querer oír tú o dar de comer a Kashi!
Esperaba que así se terminaran los sermones ininteligibles de aquel hombre a la vez que volvíamos todos a nuestro auténtico ser. Grimes era el mal encarnado en aburrimiento, y a día de hoy me seguía preguntando qué aportaba a nuestro grupo. Al menos Kaya cocinaba bien.
Volviendo con los peces restantes, pensé que servirían de segundo almuerzo para Kashi. Era un animal gigantesco, con un apetito feroz, y darle de comer suponía mucho esfuerzo. Katharina quería a los peces muertos y la serpiente necesitaba alimentarse; era la mejor opción.
—Adelante Kashi, tú comer. Pero dejar cuerpo cortado. Yo cocinar ese para nosotros.
Ordené a Cazapeces que sacara poco a poco el cuerpo del pez muerto del agujero mientras Kashi se daba un festín con el resto de criaturas. Yo aproveché para recoger varios trozos de madera y crear una hoguera. No tardé mucho en empezar a preparar la comida. Al poco rato, había hecho numerosos cubos con la carne del pez y los había clavado en finas ramitas de madera para cocinarlos sobre un pequeño armatoste de madera que servía para hacer la carne. ¿O era pescado? Ya comprobaría a qué sabía en cuanto estuviera hecho.
—Combate poner interesante —comenté a Kaya cuando la comida ya estaba hecha— ¿Tú querer pinchito de pez mientras observar combate? Yo apostar limpiar platos sucios un mes por Xanxan.
- Resumen:
- » Mandar a callar a Grimes en cuanto me doy cuenta de la situación.
» Dar de comer por segunda vez a Kashi, ese bicho come mucho.
» Hacer una barbacoa rudimentaria para comer.
» Ofrecer comida a Kaya mientras apuesto a que Xandra gana la pelea.
Katharina von Steinhell
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El bien vigilado campamento de los piratas de la bruja se hallaba relativamente cerca del pueblo ocupado por los gyojins. Había un montón de tiendas que no se diferenciaban las unas de las otras: todas eran grises, toscas y feas. Si bien eran prácticas y cumplían su función, carecían de la clase que Katharina demandaba en todo momento. Era esa clase de mujer que podía zamparse dieciocho trozos de pizza en diez minutos, pero no había problemas mientras lo hiciera con tenedor y cuchillo.
La tienda de la bruja era la más linda, grande y llamativa de todas. Hecha de terciopelo escarlata y bordada con hilos de oro, en su interior se hallaba una mesa redonda con espacio para quince personas. A un lado se hallaba un mesón rectangular con dulces y manjares, cortesía de la Varita Mágica de Burbruja. Tras una cortina suave que caía hasta el suelo estaba la cama. Pero lo más importante eran los libros apilados ordenadamente con información valiosa sobre Wano y estrategias militares. Lo que la bruja no sabía era que se había colado un libro de fantasías sexuales con una fotografía de Alexandra.
Era una chica que odiaba muchas cosas, como el calor por la mañana o las pastas recalentadas. Tenía una lista de nunca terminar de cosas que le desagradaban, y una de las más importantes era la impuntualidad. La parte más racional de su cabecita decía que no podía culpar a los hombres de Tlaseseyan luego de un llamado tan repentino a aguas peligrosas. Sin embargo, su lado caprichoso y malcriado exigía una justificación casi divina para evitar una muerte dolorosa.
Degustaba (o más bien devoraba como una hiena hambrienta) un trozo de tiramisú cuando un hombre bien vestido con una armadura ligera y una capa extraordinaria apareció frente a la tienda. Bien, bien, comenzaban a llegar los aliados. Ahora faltaba esperar a los novecientos noventa y siete restantes. Al final terminaría saliendo su lado más inhumano, cruel y caprichoso. No obstante, todo el fuego del averno que comenzaba a quemarle su interior acabó en un solo suspiro de decepción.
—Gracias por responder a mi llamado, capitán Onesyas. Soy Katharina von Steinhell, aunque imagino que habrás escuchado mi nombre y visto mi rostro —respondió, haciendo un gran esfuerzo mental por no ponerle de rodillas a pedir perdón—. Imagino que ha sido un viaje largo y complicado. ¿Quieres algo? —le preguntó, señalando con un ademán de mano las delicias que había en el mesón. «¡No quiero compartir mi comida, pero tampoco quiero parecer una tirana ingrata!».
No desaprovechó la oportunidad de analizar al hombre y a sus dos acompañantes. Realizó un rápido análisis psicológico basado en el lenguaje corporal y rasgos faciales. El cuerpo era un libro complicado de leer, pero con los conocimientos adecuados… La postura, las líneas de expresión e incluso el tono de la voz, todo entregaba información importante para obtener un perfil psicológico. También usó el mantra para tener una idea aproximada del poder de cada uno, así como reconocer facetas de sus personalidades. Mientras más supiera de los hombres de Tlaseseyan, mejor.
—Lucharemos contra las fuerzas del Emperador del Mar, Julius C. Zar, en Onigashima —dijo, señalando la isla del mapa puesto sobre la mesa redonda—. ¿Hay algo que deba saber, capitán Onesyas? ¿En cuánto tiempo estará el resto de los hombres?
Esperó las respuestas del soldado y luego le informó sobre la situación actual del país. Una tierra asediada por las caóticas fuerzas piratas, invadida por un ejército de gyojins y una infinidad de frentes con distintos intereses. Le informó sobre la Marina y el Ejército Revolucionario, así como el pacto de no agresión con los marines y los piratas de Berthil, uno de los Emperadores del Mar.
Esperaría a Ivan para iniciar el consejo de guerra, o lo más parecido a uno. El vampiro sería el encargado de exponer el plan.
La tienda de la bruja era la más linda, grande y llamativa de todas. Hecha de terciopelo escarlata y bordada con hilos de oro, en su interior se hallaba una mesa redonda con espacio para quince personas. A un lado se hallaba un mesón rectangular con dulces y manjares, cortesía de la Varita Mágica de Burbruja. Tras una cortina suave que caía hasta el suelo estaba la cama. Pero lo más importante eran los libros apilados ordenadamente con información valiosa sobre Wano y estrategias militares. Lo que la bruja no sabía era que se había colado un libro de fantasías sexuales con una fotografía de Alexandra.
Era una chica que odiaba muchas cosas, como el calor por la mañana o las pastas recalentadas. Tenía una lista de nunca terminar de cosas que le desagradaban, y una de las más importantes era la impuntualidad. La parte más racional de su cabecita decía que no podía culpar a los hombres de Tlaseseyan luego de un llamado tan repentino a aguas peligrosas. Sin embargo, su lado caprichoso y malcriado exigía una justificación casi divina para evitar una muerte dolorosa.
Degustaba (o más bien devoraba como una hiena hambrienta) un trozo de tiramisú cuando un hombre bien vestido con una armadura ligera y una capa extraordinaria apareció frente a la tienda. Bien, bien, comenzaban a llegar los aliados. Ahora faltaba esperar a los novecientos noventa y siete restantes. Al final terminaría saliendo su lado más inhumano, cruel y caprichoso. No obstante, todo el fuego del averno que comenzaba a quemarle su interior acabó en un solo suspiro de decepción.
—Gracias por responder a mi llamado, capitán Onesyas. Soy Katharina von Steinhell, aunque imagino que habrás escuchado mi nombre y visto mi rostro —respondió, haciendo un gran esfuerzo mental por no ponerle de rodillas a pedir perdón—. Imagino que ha sido un viaje largo y complicado. ¿Quieres algo? —le preguntó, señalando con un ademán de mano las delicias que había en el mesón. «¡No quiero compartir mi comida, pero tampoco quiero parecer una tirana ingrata!».
No desaprovechó la oportunidad de analizar al hombre y a sus dos acompañantes. Realizó un rápido análisis psicológico basado en el lenguaje corporal y rasgos faciales. El cuerpo era un libro complicado de leer, pero con los conocimientos adecuados… La postura, las líneas de expresión e incluso el tono de la voz, todo entregaba información importante para obtener un perfil psicológico. También usó el mantra para tener una idea aproximada del poder de cada uno, así como reconocer facetas de sus personalidades. Mientras más supiera de los hombres de Tlaseseyan, mejor.
—Lucharemos contra las fuerzas del Emperador del Mar, Julius C. Zar, en Onigashima —dijo, señalando la isla del mapa puesto sobre la mesa redonda—. ¿Hay algo que deba saber, capitán Onesyas? ¿En cuánto tiempo estará el resto de los hombres?
Esperó las respuestas del soldado y luego le informó sobre la situación actual del país. Una tierra asediada por las caóticas fuerzas piratas, invadida por un ejército de gyojins y una infinidad de frentes con distintos intereses. Le informó sobre la Marina y el Ejército Revolucionario, así como el pacto de no agresión con los marines y los piratas de Berthil, uno de los Emperadores del Mar.
Esperaría a Ivan para iniciar el consejo de guerra, o lo más parecido a uno. El vampiro sería el encargado de exponer el plan.
- Resumen:
- Hacer un par de preguntas y realizar un análisis psicológico sobre Onesyas y sus acompañantes, además de usar el mantra sobre ellos para, bueno, conseguir más información todavía.
Prometeo
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Tenía la impresión de que hacía el té más por él que por el pobre anciano. Los últimos días había dormido mal y la comida, por más que tuviera la mejor elaboración del mundo, no le sabía bien. Cada vez que cerraba los ojos veía a esa niña morir a manos del pirata. Si hubiera sido más rápido y astuto la habría salvado. Los seres humanos solían decir que la culpa quemaba por dentro, y Prometeo muchas veces se preguntó cómo algo abstracto podía provocar una sensación física cuantitativa. Ahora entendía a qué se referían… No le gustaba, si pudiera arrancar el sentimiento con sus manos desnudas, lo haría sin dudarlo.
Alejó los tormentosos pensamientos y se concentró por completo en el té, de lo contrario, la amargura que crecía dentro de él como una enredadera venenosa acabaría sintiéndose en la bebida. Sin embargo, algo tan sencillo como la pulcritud de los instrumentos culinarios bastó para centrarse en lo que todo chef debía hacer: complacer el paladar del comensal. Con la intención de sorprender a Shinobu intentó preparar el té más sabroso que alguna vez había hecho. Y volvió a la habitación principal sólo cuando hubo terminado.
Escuchó el relato del pobre anciano y no pudo evitar sentirse mal por él. Todo dependía del punto de vista, pues bien podía ser él el culpable de todos los males del país, pero ¿en serio se podía ser tan obtuso y no ver que era sólo un hombre desesperado intentando cuidar a su familia? Prometeo no tenía la política de echar culpas, sino de encontrar soluciones a los problemas.
—¿Por qué los kappas están interesados en esa cosa del cielo? —preguntó Shinobu casi con la inocencia de una niña.
—Más bien están interesados en lo que contiene —especuló Prometeo, frunciendo levemente el ceño y recordando una teoría importantísima—. La comunidad científica piensa que el agua es extraterrestre. Cuando nuestro planeta todavía se estaba formando, poco después de que fuera una masa fundida e incandescente, fue golpeado por un meteorito que transportaba agua en estado sólido. —La cara de confusión de Shinobu decía que no había entendido nada, y eso que no había usado ningún tecnicismo—. Un meteorito es una caja de sorpresas: puede traer agua, hierro o algún elemento desconocido por la especie humana. Sin embargo, creo que los gyojins son conscientes de la composición del meteorito. ¿Por qué si no actuarían con tanto fervor? —Prometeo chasqueó la lengua—. ¿Comenzaron una masacre sólo por el contenido de un meteorito? Cuánta crueldad…
Si estudiaba el futuro con optimismo, vería que los conflictos terminarían una vez caído el meteorito. Los gyojins conseguirían lo que buscaban y regresarían a su isla subacuática. Esa maravillosa idea era la que creería el Prometeo de hacía un año, pero el que estaba sentado frente al anciano no guardaba tanta esperanza. El meteorito bien podía ser el inicio de una época oscura, un cambio importante en el orden mundial y el comienzo de una sucesión de guerras sangrientas. Si continuaba por el camino de la divagación, encontraría un sinfín de posibles escenarios y jamás acabaría. No, tenía que apegarse lo más posible a la realidad y solucionar los problemas que estaban al alcance de su mano.
Dejó caer con suavidad su mano sobre el hombro del anciano y lo miró con determinación.
—¿Cuál es su nombre, señor? —le preguntó y esperó a que respondiera para continuar—. La culpa siempre es del hombre que jala del gatillo. Recuérdelo, por favor. No tiene por qué mortificarse pensando que todo lo que pasa en el país es su culpa. Además, un buen hombre jamás abandonaría a su familia. —Prometeo se puso en pie—. Cuénteme todo lo que sabe del meteorito, por favor. ¿Dónde caerá? ¿Y por qué los gyojins están tan interesados? Por último… No tiene relación directa con el meteorito, pero eso no le resta importancia. ¿Dónde han encerrado a su familia? Como revolucionario no puedo permitir tales abusos: la regresaré a usted, señor, pero necesito que me diga todo lo que sabe.
Alejó los tormentosos pensamientos y se concentró por completo en el té, de lo contrario, la amargura que crecía dentro de él como una enredadera venenosa acabaría sintiéndose en la bebida. Sin embargo, algo tan sencillo como la pulcritud de los instrumentos culinarios bastó para centrarse en lo que todo chef debía hacer: complacer el paladar del comensal. Con la intención de sorprender a Shinobu intentó preparar el té más sabroso que alguna vez había hecho. Y volvió a la habitación principal sólo cuando hubo terminado.
Escuchó el relato del pobre anciano y no pudo evitar sentirse mal por él. Todo dependía del punto de vista, pues bien podía ser él el culpable de todos los males del país, pero ¿en serio se podía ser tan obtuso y no ver que era sólo un hombre desesperado intentando cuidar a su familia? Prometeo no tenía la política de echar culpas, sino de encontrar soluciones a los problemas.
—¿Por qué los kappas están interesados en esa cosa del cielo? —preguntó Shinobu casi con la inocencia de una niña.
—Más bien están interesados en lo que contiene —especuló Prometeo, frunciendo levemente el ceño y recordando una teoría importantísima—. La comunidad científica piensa que el agua es extraterrestre. Cuando nuestro planeta todavía se estaba formando, poco después de que fuera una masa fundida e incandescente, fue golpeado por un meteorito que transportaba agua en estado sólido. —La cara de confusión de Shinobu decía que no había entendido nada, y eso que no había usado ningún tecnicismo—. Un meteorito es una caja de sorpresas: puede traer agua, hierro o algún elemento desconocido por la especie humana. Sin embargo, creo que los gyojins son conscientes de la composición del meteorito. ¿Por qué si no actuarían con tanto fervor? —Prometeo chasqueó la lengua—. ¿Comenzaron una masacre sólo por el contenido de un meteorito? Cuánta crueldad…
Si estudiaba el futuro con optimismo, vería que los conflictos terminarían una vez caído el meteorito. Los gyojins conseguirían lo que buscaban y regresarían a su isla subacuática. Esa maravillosa idea era la que creería el Prometeo de hacía un año, pero el que estaba sentado frente al anciano no guardaba tanta esperanza. El meteorito bien podía ser el inicio de una época oscura, un cambio importante en el orden mundial y el comienzo de una sucesión de guerras sangrientas. Si continuaba por el camino de la divagación, encontraría un sinfín de posibles escenarios y jamás acabaría. No, tenía que apegarse lo más posible a la realidad y solucionar los problemas que estaban al alcance de su mano.
Dejó caer con suavidad su mano sobre el hombro del anciano y lo miró con determinación.
—¿Cuál es su nombre, señor? —le preguntó y esperó a que respondiera para continuar—. La culpa siempre es del hombre que jala del gatillo. Recuérdelo, por favor. No tiene por qué mortificarse pensando que todo lo que pasa en el país es su culpa. Además, un buen hombre jamás abandonaría a su familia. —Prometeo se puso en pie—. Cuénteme todo lo que sabe del meteorito, por favor. ¿Dónde caerá? ¿Y por qué los gyojins están tan interesados? Por último… No tiene relación directa con el meteorito, pero eso no le resta importancia. ¿Dónde han encerrado a su familia? Como revolucionario no puedo permitir tales abusos: la regresaré a usted, señor, pero necesito que me diga todo lo que sabe.
- Resumen:
- Preparar té y hablar con el hombre. Hago un análisis comparativo entre la formación del agua en la Tierra y el interés de los gyojins por el contenido del meteorito. Además, pregunto dónde caerá y dónde está encerrada la familia del hombre.
Té verde: Un día fue al campo y conoció al señor Miyagi, quien le enseñó un secreto espectacular: preparar el mejor té de la vida. Tiene un sabor bastante dulce sin necesidad de añadidos adicionales. Pero tiene una condición: debe beberse caliente. Así que nada de echarle agua helada o hielo; eso para tontos. Quien le dé al menos un sorbo a este brebaje sentirá que sus problemas no pesan nada y una sensación de relajación invadirá su cuerpo durante dos turnos.
Se encontraba abriendo las puertas de las distintas celdas, cuando el regordete meón se armó de valor, haciendo de tripas corazón, y comenzó a correr hacia la salida más cercana para huir de Zane. Éste no tenía claro si había sido su mera presencia, el pisotón que había dado a la puerta que estaba sobre el cuerpo achicharrado del otro guardia, simple instinto de supervivencia, pero no pudo evitar mostrar una sonrisa al verlo correr, pues sus zancadas eran torpes y poco ágiles, llegando a tropezarse en más de una ocasión en pocos metros.
«¿No podías quedarte quietecito verdad?», se preguntó el pirata, moviéndose a gran velocidad hasta situarse frente al regordete, adelantándolo en un abrir y cerrar de ojos. Comenzaba a sentirse mejor físicamente y eso era un alivio para él.
—¿Dónde te crees que vas? —le preguntó, clavando la mirada sobre los del carcelero durante un breve instante, negando con la cabeza. Fue entonces, cuando el propio Zane usó su voluntad para hacer ver al carcelero las distintas formas en la que podría ser asesinado por él, haciendo que sintiera un terror inimaginable e intentando dejarlo inconsciente. Había dejado que un guardia escapara, pero no iba a dejar que lo hiciera un segundo.
«Una molestia menos», pensó.
Volvió al lugar donde estaban concentrados los presos, los cuales, seguramente, habían tenido tiempos mejores. Algunos de los presos preguntaron por Estrella Oscura, pero no pudo responder de inmediato, dado que los presos más veteranos, al menos en apariencia, comenzaron a dirigirse a él y discutir entre ellos. Unos alegaban que se encontraban en una prisión dispuesta para los enemigos del País, lo que implicaba que el pelirrojo se encontraba rodeado de traidores a Wano.
«Primero lo lleno todo de piratas y luego suelto a criminales buscados… Soy un puto genio», se dijo el pirata, pensando en devolverlos a todos a sus celdas.
Sin embargo, un anciano famélico y aspecto lamentable lo negó todo con rabia, dando incluso un paso hacia el frente con la mano algo cerrada, como si las palabras del hombre le hubiese terminador de herir en su orgullo, silenciando todo el jaleo. Se hizo un silencio enorme durante un breve momento, que volvió a romper el viejo al reprocharle a Zane haberle sacado de la celda. El pirata fue a responderle, pero la forma en la que los presos se referían a él llamó su atención, le llamaban majestad.
Y enojado, el viejo se metió en su celda, sentado en posición fetal en una esquina.
—¡Anciano! —alzó la voz Zane, ligeramente mosqueado. Era incapaz de creer que ese hombre, de haber sido un rey, fuera a tirar la toalla tan fácilmente, por mucho tiempo que hubiera estado encerrado. Además, que sabía que lo necesitaba para incitar a alguno de los presos—. Si has sobrevivido tantos años en condiciones infrahumanas es porque eres alguien fuerte. No creo que un debilucho aguante con un plato de exquisita bazofia al día durante tantos años, ¿verdad? —Realizó una pequeña pausa, esperanzado porque el anciano le mirara—. Puede que hayas perdido la esperanza, lo entiendo, pero no comprendo que quieras hundir al resto en tu autocondescendencia. Eso no es lo que la tradición de Wano me ha inculcado.
El joven emperador de los piratas se giró, mirando al grueso de los presos que parecía no estar escuchándole y pudo ver como muchos de los más jóvenes parecían estar sometiendo a los más ancianos. Algo ardió en su interior al contemplar eso, haciendo que sintiera asco por aquellos que no eran capaces de respetar a los abuelos. Puede que los más ancianos fueran testarudos y que sus modales no fueran los adecuados a veces, pero el pelirrojo no podía ver reflejado a su abuelo en la mayoría de ellos. Es por eso, que alzó la voz al grito de silencio, mientras desataba parte de su voluntad para hacer callar a todos, sin llegar a dejar inconsciente a nadie.
—Desconozco si sois criminales o si de verdad sois presos políticos que han ido en contra del statu quo de la isla. Lo cierto es que me da igual. Pero lo que no me da igual es que los más jóvenes aprovechéis vuestra superioridad física para someter a los más débiles, ¿entendido? Aquí somos todos presos y nuestro enemigo común ahora mismo son quienes gobiernan esta prisión, recordadlo —aclaró, para luego continuar con su arenga—. Algunos me habéis preguntado que quienes eran los Estrella Oscura, y tan solo puedo deciros que se trata de un grupo de invasores extranjeros que quieren destruir la isla y todo su legado, siendo el punto de partida para someter al mundo en puro caos y destrucción. Ahora tienen controlados distintos puntos de la isla, incluyendo esta cárcel. Y como que me llamo Zane D. Kenshin que voy a tratar de pararlos y expulsarlos de la isla, para que mis hijos, que no sé si están vivos o no —En los ojos de Zane pudo denotarse tristeza, pensando en que habrá pasado con su familia con el puño cerrado—. Y los hijos de los demás puedan ver el sol de un nuevo día —De nuevo se volvió a dirigir al anciano, con la intención de hablar con él una última vez, aunque esa vez estaba más calmado—. Un hombre muy sabio me dijo una vez que es mejor morir de pie que vivir de rodillas, tenlo en cuenta. Y puede que todo haya cambiado mucho y puedo entender que tenga miedo de lo que vaya a encontrar fuera y que sienta mucha rabia por aquellos que le traicionaron, pero sabe tan bien como yo que la importancia de una isla reside en su pueblo y no se sus gobernantes. Y el pueblo de esta isla necesita a todos los que quieran luchar por ellos. Yo les fallé una vez, pero no pienso hacerlo una segunda. Seré la punta de la lanza que se clave en la carne de los que quieren destruir Wano, pero necesito a gente que sea el palo en el que me sujete.
Dicho aquello, esperó el tiempo suficiente para aquellos que quisieran seguirle lo haga, para luego salir de allí.
«¿No podías quedarte quietecito verdad?», se preguntó el pirata, moviéndose a gran velocidad hasta situarse frente al regordete, adelantándolo en un abrir y cerrar de ojos. Comenzaba a sentirse mejor físicamente y eso era un alivio para él.
—¿Dónde te crees que vas? —le preguntó, clavando la mirada sobre los del carcelero durante un breve instante, negando con la cabeza. Fue entonces, cuando el propio Zane usó su voluntad para hacer ver al carcelero las distintas formas en la que podría ser asesinado por él, haciendo que sintiera un terror inimaginable e intentando dejarlo inconsciente. Había dejado que un guardia escapara, pero no iba a dejar que lo hiciera un segundo.
«Una molestia menos», pensó.
Volvió al lugar donde estaban concentrados los presos, los cuales, seguramente, habían tenido tiempos mejores. Algunos de los presos preguntaron por Estrella Oscura, pero no pudo responder de inmediato, dado que los presos más veteranos, al menos en apariencia, comenzaron a dirigirse a él y discutir entre ellos. Unos alegaban que se encontraban en una prisión dispuesta para los enemigos del País, lo que implicaba que el pelirrojo se encontraba rodeado de traidores a Wano.
«Primero lo lleno todo de piratas y luego suelto a criminales buscados… Soy un puto genio», se dijo el pirata, pensando en devolverlos a todos a sus celdas.
Sin embargo, un anciano famélico y aspecto lamentable lo negó todo con rabia, dando incluso un paso hacia el frente con la mano algo cerrada, como si las palabras del hombre le hubiese terminador de herir en su orgullo, silenciando todo el jaleo. Se hizo un silencio enorme durante un breve momento, que volvió a romper el viejo al reprocharle a Zane haberle sacado de la celda. El pirata fue a responderle, pero la forma en la que los presos se referían a él llamó su atención, le llamaban majestad.
Y enojado, el viejo se metió en su celda, sentado en posición fetal en una esquina.
—¡Anciano! —alzó la voz Zane, ligeramente mosqueado. Era incapaz de creer que ese hombre, de haber sido un rey, fuera a tirar la toalla tan fácilmente, por mucho tiempo que hubiera estado encerrado. Además, que sabía que lo necesitaba para incitar a alguno de los presos—. Si has sobrevivido tantos años en condiciones infrahumanas es porque eres alguien fuerte. No creo que un debilucho aguante con un plato de exquisita bazofia al día durante tantos años, ¿verdad? —Realizó una pequeña pausa, esperanzado porque el anciano le mirara—. Puede que hayas perdido la esperanza, lo entiendo, pero no comprendo que quieras hundir al resto en tu autocondescendencia. Eso no es lo que la tradición de Wano me ha inculcado.
El joven emperador de los piratas se giró, mirando al grueso de los presos que parecía no estar escuchándole y pudo ver como muchos de los más jóvenes parecían estar sometiendo a los más ancianos. Algo ardió en su interior al contemplar eso, haciendo que sintiera asco por aquellos que no eran capaces de respetar a los abuelos. Puede que los más ancianos fueran testarudos y que sus modales no fueran los adecuados a veces, pero el pelirrojo no podía ver reflejado a su abuelo en la mayoría de ellos. Es por eso, que alzó la voz al grito de silencio, mientras desataba parte de su voluntad para hacer callar a todos, sin llegar a dejar inconsciente a nadie.
—Desconozco si sois criminales o si de verdad sois presos políticos que han ido en contra del statu quo de la isla. Lo cierto es que me da igual. Pero lo que no me da igual es que los más jóvenes aprovechéis vuestra superioridad física para someter a los más débiles, ¿entendido? Aquí somos todos presos y nuestro enemigo común ahora mismo son quienes gobiernan esta prisión, recordadlo —aclaró, para luego continuar con su arenga—. Algunos me habéis preguntado que quienes eran los Estrella Oscura, y tan solo puedo deciros que se trata de un grupo de invasores extranjeros que quieren destruir la isla y todo su legado, siendo el punto de partida para someter al mundo en puro caos y destrucción. Ahora tienen controlados distintos puntos de la isla, incluyendo esta cárcel. Y como que me llamo Zane D. Kenshin que voy a tratar de pararlos y expulsarlos de la isla, para que mis hijos, que no sé si están vivos o no —En los ojos de Zane pudo denotarse tristeza, pensando en que habrá pasado con su familia con el puño cerrado—. Y los hijos de los demás puedan ver el sol de un nuevo día —De nuevo se volvió a dirigir al anciano, con la intención de hablar con él una última vez, aunque esa vez estaba más calmado—. Un hombre muy sabio me dijo una vez que es mejor morir de pie que vivir de rodillas, tenlo en cuenta. Y puede que todo haya cambiado mucho y puedo entender que tenga miedo de lo que vaya a encontrar fuera y que sienta mucha rabia por aquellos que le traicionaron, pero sabe tan bien como yo que la importancia de una isla reside en su pueblo y no se sus gobernantes. Y el pueblo de esta isla necesita a todos los que quieran luchar por ellos. Yo les fallé una vez, pero no pienso hacerlo una segunda. Seré la punta de la lanza que se clave en la carne de los que quieren destruir Wano, pero necesito a gente que sea el palo en el que me sujete.
Dicho aquello, esperó el tiempo suficiente para aquellos que quisieran seguirle lo haga, para luego salir de allí.
- Resumen:
- Impedir que el guardia hulla, hablar con el anciano, soltar una arenga para obtener adeptos y motivarlos para liarla posteriormente
Alexandra Holmes
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Supondría que no era inmune a la electricidad ya que se había tirado al suelo. Haciendo uso de su Haki de observación predijo aquella patada, era una patada ascendente que vendría cuando se pusiera a hacer el pino. No quería desvelar aún que podía predecir ataques, de forma que cuando se posicionó lo hizo solo para disminuir el daño que recibiría. Para esto haría un bloqueo cruzado con los brazos, tratando así de contener la fuerza del impacto con la densidad de sus huesos modificados.
El impacto fue fuerte y la desplazó hacia atrás cosa de un metro o así, pero por suerte no se había roto nada.
Seguía hablando de armas. Tsk. Le enseñaría cuál era la mayor arma que poseían todos los seres vivos. La sorpresa de Alexandra llegó cuando vio aquella sustancia rojiza. Veneno... y si había aprendido algo era que los gyojin manejaban líquidos como arma.
El cuerpo de Alexandra respondió solo, cargándose de electricidad de una manera tal que a los más ignorantes les costaría trabajo diferenciarla de un mink. Su sistema sanguíneo se haría visible, sus venas se marcaban con un intenso azul, señal de la energía elemental que ahora circulaba por su cuerpo, también eran visibles las descargas eléctricas que escapaban de su interior a cada segundo. Terminó de ejecutar su Metaestabilidad — Theta, una forma de potenciarse con electricidad que le permitía moverse a velocidades mucho más altas y que mejoraba la elasticidad de su cuerpo a costa de reducir su resistencia física y la "finura" de sus movimientos.
Emocionada por la idea de conseguir una muestra del Factor Linaje que daba lugar a ese veneno, Alexandra saltó primero una vez para ganar varios metros de altura e inmediatamente después daría varios saltos en el aire para evitar las salpicaduras. De una forma parecida a ciertos agentes de los que le había hablado Katharina, la científica tenía la capacidad de mantenerse en el aire a base de patear el aire, su Paso sin Gravedad no era una técnica perfecta pero... esperaba que fuera suficiente para pillar a una pardilla rosa.
Rebotó varias veces en el aire, tratando de evitar todas las gotas. Tendría problemas si ese líquido la tocaba... por suerte para todos tenía medios para cargarse a gente sin tocarla con la piel. Durante sus rebotes movió sus muñecas de forma repentina para hacer salir de sus muñecas sus agujas de hueso sin sufrir dolor gracias a un analgésico local que se había implantado. Con sus afilados huesos de treinta gloriosos centímetros de largo y tres de ancho, Alexandra se decidió a impulsarse de nuevo en el aire, esta vez para lanzarse a por la gyojin.
Sin esconder sus intenciones asesinas, dejó que su electricidad fluyera también a través de estas hojas y, además, tomó la precaución de imbuir sus dos hojas de hueso en su Armadura, solo por si acaso.
Así, trató de usar el impulso de su última patada aérea para acercarse rápidamente y asestar un violento tajo descendente con cada cuchilla, ¿su intención? La gyojin no necesitaba sus brazos. No quería entretenerse demasiado pero quería ahorrarse movidas, así que... intentaría quitarle la capacidad de usar sus queridas armas.
El impacto fue fuerte y la desplazó hacia atrás cosa de un metro o así, pero por suerte no se había roto nada.
Seguía hablando de armas. Tsk. Le enseñaría cuál era la mayor arma que poseían todos los seres vivos. La sorpresa de Alexandra llegó cuando vio aquella sustancia rojiza. Veneno... y si había aprendido algo era que los gyojin manejaban líquidos como arma.
El cuerpo de Alexandra respondió solo, cargándose de electricidad de una manera tal que a los más ignorantes les costaría trabajo diferenciarla de un mink. Su sistema sanguíneo se haría visible, sus venas se marcaban con un intenso azul, señal de la energía elemental que ahora circulaba por su cuerpo, también eran visibles las descargas eléctricas que escapaban de su interior a cada segundo. Terminó de ejecutar su Metaestabilidad — Theta, una forma de potenciarse con electricidad que le permitía moverse a velocidades mucho más altas y que mejoraba la elasticidad de su cuerpo a costa de reducir su resistencia física y la "finura" de sus movimientos.
Emocionada por la idea de conseguir una muestra del Factor Linaje que daba lugar a ese veneno, Alexandra saltó primero una vez para ganar varios metros de altura e inmediatamente después daría varios saltos en el aire para evitar las salpicaduras. De una forma parecida a ciertos agentes de los que le había hablado Katharina, la científica tenía la capacidad de mantenerse en el aire a base de patear el aire, su Paso sin Gravedad no era una técnica perfecta pero... esperaba que fuera suficiente para pillar a una pardilla rosa.
Rebotó varias veces en el aire, tratando de evitar todas las gotas. Tendría problemas si ese líquido la tocaba... por suerte para todos tenía medios para cargarse a gente sin tocarla con la piel. Durante sus rebotes movió sus muñecas de forma repentina para hacer salir de sus muñecas sus agujas de hueso sin sufrir dolor gracias a un analgésico local que se había implantado. Con sus afilados huesos de treinta gloriosos centímetros de largo y tres de ancho, Alexandra se decidió a impulsarse de nuevo en el aire, esta vez para lanzarse a por la gyojin.
Sin esconder sus intenciones asesinas, dejó que su electricidad fluyera también a través de estas hojas y, además, tomó la precaución de imbuir sus dos hojas de hueso en su Armadura, solo por si acaso.
Así, trató de usar el impulso de su última patada aérea para acercarse rápidamente y asestar un violento tajo descendente con cada cuchilla, ¿su intención? La gyojin no necesitaba sus brazos. No quería entretenerse demasiado pero quería ahorrarse movidas, así que... intentaría quitarle la capacidad de usar sus queridas armas.
- resumen:
» Usa Mantra para prever la patada pero en lugar de evitarla se aparta un poco y la bloquea para no dar tanto el cante.
» Utiliza su Signatura (Metaestabilidad), los cambios de stats están en la firma.
» Se desplaza por el aire con Paso sin Gravedad y rebota varias veces para intentar evitar las gotas de veneno que pudiera haber sobre el aire.
» Saca sus Agujas de Hueso (Las cubre de Armadura 3 porsiaca), se impulsa de una última patada hacia abajo e intenta hacerle un tajo con cada cuchilla aprovechando la inercia del movimiento vertical. Este tajo va con daño eléctrico extra debido a la mejora Épsilon de la signatura.
Dexter Black
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- ¿Y qué está haciendo exactamente Akagami? -necesitó preguntar-. ¿Por qué están los Arashi haciendo su trabajo?
Todas las manos eran bienvenidas, claro, más después de que la gente a la que Berthil había contratado secuestrase a un almirante, ¿pero Zane? No tenía nada en su contra, pero poca gente más engreída, temeraria y aislada de la realidad había conocido en sus viajes que él. Aún le quedaba mucho por crecer antes de ser verdaderamente alguien confiable, y temía que estuviese plantando las semillas de una revuelta. O al menos esa era la corriente de pensamiento hasta que miró a los lados. Aun si de verdad quisieran hacer eso, alguien se les había adelantado. No obstante, el miedo a que Zane convirtiese Wano en una suerte de Gray Rock masivo como esa vez estaba presente, mordiéndole el cuello. De nuevo, ¿qué más podía incendiar? Todo parecía en la ruina ya.
En cada nuevo asentamiento, si había gente, se repetía la misma imagen: ancianos migrando hacia el desembarco de la flotilla revolucionaria y un pequeño grupo de jóvenes que se quedaban con él, acercándose al siguiente. No es que hubiese mucha gente, pero no podía imaginar qué había sido del resto. Si bien la muerte era el destino obvio, ¿por qué llevárselos? Y si habían ido a ayudar en Udon, ¿por qué no dar un aviso? O sea, no era como si fuese un conocimiento muy oculto el que había gente enfrentando a Hipatia en la región, ¿por qué moverse hasta allí de forma organizada sin decir nada? Teniendo en cuenta que la anciana no sabía nada y asumía que pronto se llevarían más... Por algo sería. Bien pensado, tal vez se había precipitado dejando ir a la mujer, pero tampoco parecía estar en situación de aguantar un interrogatorio, así que se conformó con la gente que lo acompañaba:
- ¿Dónde están los demás? -preguntó, a nadie en particular. Esperaba que la respuesta fuese "pelean con el puto pollo en Udon", aunque teniendo en cuenta la presencia de Hipatia y el Hemperador en la isla estaba preparado para escuchar casi cualquier cosa. Y las que no esperaba era consciente de que incluirían al tal Augustus Makintosh.
Makintosh era... Peculiar. Había quienes hablaban bien de él, también estaban quienes hablaban mal, pero todo el mundo parecía coincidir en que el marido de la terrible emperatriz sirena era una persona de luces y sombras capaz de lo imposible, muchas veces de las maneras más impensables. Por lo que había leído en su hoja de inscripción y en los numerosos informes se trataba de un bravo guerrero, sin duda con un cuerpo forjado bajo el sol de la batalla y una inteligencia que escapaba a la comprensión de casi cualquiera. Sus éxitos solo podían atribuirse a una mente colosal, dado que era imposible que nadie en el universo, absolutamente nadie, tuviese tanta suerte. Y, a pesar de todo, estaba asignado a los Centellas, la unidad a la que eran enviados todos los deshechos de la Armada. Si una persona era un peligro para sí misma o para otros pero aun así deseaba ayudar a la causa era enviada a los Centellas, donde al menos podían ser controladas para evitar debacles que por una u otra razón podrían acabar causando. ¿Habría enfadado en sus primeros días a algún superior? Lo dudaba, más bien él mismo se habría asignado una vez como oficial para convertir a la unidad en una verdadera élite. Cosa que. vistas las recientes hazañas del equipo, cuadraba perfectamente.
Además era un gyojin. ¿Estaría destinado Augustus a ser el primer Espada Azul? Moría de ganas por conocerlo y salir de dudas.
- Está bien, chicos... Y chicas. -El MANUAL que el oficial Makintosh le había enviado no hablaba del género inclusivo, pero por cuestiones éticas prefería no utilizarlo. Sin embargo, a pesar de que algunos artículos estaban escritos claramente en broma, estaba seguro de que en el texto podían inferirse verdaderas enseñanzas y valores, como en tres uno uno-. Si queréis ayudar a mantener Wano... O a recuperar un poco lo que era hasta hace unas semanas, lo primero es que a partir de este momento debéis comportaros como soldados, así que... ¡Nombre y habilidades, muchacho!
Gritó para que supiesen que iba en serio, señalando al más cercano. Repitió lo mismo apuntando cada vez a un nuevo joven hasta finalizar, y tras ello sacó el den den mushi.
- Argie -dijo, sin saludar, a la Senescal de Fiordia-. Los guardianes del Ojo. Movilízalos hacia Wano.
Se arrepintió de no haber utilizado el espejo para mapear la isla previamente, pero aún con todo su mejor carta bajo la manga era encontrarse con Osuka y Augustus para poder planificar el siguiente paso. Respiró profundamente mientras concentraba sus poderes en generar una densa nube a su alrededor. No era muy grande, pero en la escala de una nube aquello bien podía ser el tamaño de un distrito, tal vez de una ciudad pequeña. Podría hacer que la isla entera se oscureciese bajo su tormenta, pero eso implicaría consumir energía. Recordaba Síderos; podía sentir de nuevo el olor de la guerra.
- Alejaos un poco -solicitó, abriendo los brazos en una cruz mientras dejaba que una corriente de viento lo levantase unos cinco metros, lo justo para que no hubiese toma de tierra.
Generar un rayo era complejo. Diría que agotador, pero hacía mucho tiempo que apenas necesitaba parpadear para liberar electricidad. Sin embargo, por su naturaleza volátil, controlar las cargas y calcular el entorno electromagnético que estos generaban era un esfuerzo mental. Dejar la nube como una semilla y recoger su fruto era otra cosa muy distinta.
Dejó que la luz cayese sobre su mano, alzándose desde la otra de vuelta hacia la nube. El brillo era constante, cegador, como un gran faro de esperanza que cualquiera podría ver a millas de distancia mientras la corriente se retroalimentaba en un círculo controlado. Al menos, hasta que cargado con una tormenta en los hombros, tan blanco su cuerpo que era doloroso mirarlo, pisó el suelo de nuevo.
La tierra cristalizó a sus pies. El choque fue tan fuerte que se abrió una falla bajo él. Nervios de vidrio recorrían el suelo, y el estruendo debió alcanzar, junto al temblor, toda la isla. Cabía la posibilidad de que alguien reconociese la luz de Síderos, pero estaba seguro de que a nadie iba a dejar indiferente.
- Necesito una fragua -instó a sus nuevos reclutas, marcando en el caracol un número que había evitado durante semanas-: ¿Berthil? Lo siento mucho.
Eso si contestaba, claro.
Todas las manos eran bienvenidas, claro, más después de que la gente a la que Berthil había contratado secuestrase a un almirante, ¿pero Zane? No tenía nada en su contra, pero poca gente más engreída, temeraria y aislada de la realidad había conocido en sus viajes que él. Aún le quedaba mucho por crecer antes de ser verdaderamente alguien confiable, y temía que estuviese plantando las semillas de una revuelta. O al menos esa era la corriente de pensamiento hasta que miró a los lados. Aun si de verdad quisieran hacer eso, alguien se les había adelantado. No obstante, el miedo a que Zane convirtiese Wano en una suerte de Gray Rock masivo como esa vez estaba presente, mordiéndole el cuello. De nuevo, ¿qué más podía incendiar? Todo parecía en la ruina ya.
En cada nuevo asentamiento, si había gente, se repetía la misma imagen: ancianos migrando hacia el desembarco de la flotilla revolucionaria y un pequeño grupo de jóvenes que se quedaban con él, acercándose al siguiente. No es que hubiese mucha gente, pero no podía imaginar qué había sido del resto. Si bien la muerte era el destino obvio, ¿por qué llevárselos? Y si habían ido a ayudar en Udon, ¿por qué no dar un aviso? O sea, no era como si fuese un conocimiento muy oculto el que había gente enfrentando a Hipatia en la región, ¿por qué moverse hasta allí de forma organizada sin decir nada? Teniendo en cuenta que la anciana no sabía nada y asumía que pronto se llevarían más... Por algo sería. Bien pensado, tal vez se había precipitado dejando ir a la mujer, pero tampoco parecía estar en situación de aguantar un interrogatorio, así que se conformó con la gente que lo acompañaba:
- ¿Dónde están los demás? -preguntó, a nadie en particular. Esperaba que la respuesta fuese "pelean con el puto pollo en Udon", aunque teniendo en cuenta la presencia de Hipatia y el Hemperador en la isla estaba preparado para escuchar casi cualquier cosa. Y las que no esperaba era consciente de que incluirían al tal Augustus Makintosh.
Makintosh era... Peculiar. Había quienes hablaban bien de él, también estaban quienes hablaban mal, pero todo el mundo parecía coincidir en que el marido de la terrible emperatriz sirena era una persona de luces y sombras capaz de lo imposible, muchas veces de las maneras más impensables. Por lo que había leído en su hoja de inscripción y en los numerosos informes se trataba de un bravo guerrero, sin duda con un cuerpo forjado bajo el sol de la batalla y una inteligencia que escapaba a la comprensión de casi cualquiera. Sus éxitos solo podían atribuirse a una mente colosal, dado que era imposible que nadie en el universo, absolutamente nadie, tuviese tanta suerte. Y, a pesar de todo, estaba asignado a los Centellas, la unidad a la que eran enviados todos los deshechos de la Armada. Si una persona era un peligro para sí misma o para otros pero aun así deseaba ayudar a la causa era enviada a los Centellas, donde al menos podían ser controladas para evitar debacles que por una u otra razón podrían acabar causando. ¿Habría enfadado en sus primeros días a algún superior? Lo dudaba, más bien él mismo se habría asignado una vez como oficial para convertir a la unidad en una verdadera élite. Cosa que. vistas las recientes hazañas del equipo, cuadraba perfectamente.
Además era un gyojin. ¿Estaría destinado Augustus a ser el primer Espada Azul? Moría de ganas por conocerlo y salir de dudas.
- Está bien, chicos... Y chicas. -El MANUAL que el oficial Makintosh le había enviado no hablaba del género inclusivo, pero por cuestiones éticas prefería no utilizarlo. Sin embargo, a pesar de que algunos artículos estaban escritos claramente en broma, estaba seguro de que en el texto podían inferirse verdaderas enseñanzas y valores, como en tres uno uno-. Si queréis ayudar a mantener Wano... O a recuperar un poco lo que era hasta hace unas semanas, lo primero es que a partir de este momento debéis comportaros como soldados, así que... ¡Nombre y habilidades, muchacho!
Gritó para que supiesen que iba en serio, señalando al más cercano. Repitió lo mismo apuntando cada vez a un nuevo joven hasta finalizar, y tras ello sacó el den den mushi.
- Argie -dijo, sin saludar, a la Senescal de Fiordia-. Los guardianes del Ojo. Movilízalos hacia Wano.
Se arrepintió de no haber utilizado el espejo para mapear la isla previamente, pero aún con todo su mejor carta bajo la manga era encontrarse con Osuka y Augustus para poder planificar el siguiente paso. Respiró profundamente mientras concentraba sus poderes en generar una densa nube a su alrededor. No era muy grande, pero en la escala de una nube aquello bien podía ser el tamaño de un distrito, tal vez de una ciudad pequeña. Podría hacer que la isla entera se oscureciese bajo su tormenta, pero eso implicaría consumir energía. Recordaba Síderos; podía sentir de nuevo el olor de la guerra.
- Alejaos un poco -solicitó, abriendo los brazos en una cruz mientras dejaba que una corriente de viento lo levantase unos cinco metros, lo justo para que no hubiese toma de tierra.
Generar un rayo era complejo. Diría que agotador, pero hacía mucho tiempo que apenas necesitaba parpadear para liberar electricidad. Sin embargo, por su naturaleza volátil, controlar las cargas y calcular el entorno electromagnético que estos generaban era un esfuerzo mental. Dejar la nube como una semilla y recoger su fruto era otra cosa muy distinta.
Dejó que la luz cayese sobre su mano, alzándose desde la otra de vuelta hacia la nube. El brillo era constante, cegador, como un gran faro de esperanza que cualquiera podría ver a millas de distancia mientras la corriente se retroalimentaba en un círculo controlado. Al menos, hasta que cargado con una tormenta en los hombros, tan blanco su cuerpo que era doloroso mirarlo, pisó el suelo de nuevo.
La tierra cristalizó a sus pies. El choque fue tan fuerte que se abrió una falla bajo él. Nervios de vidrio recorrían el suelo, y el estruendo debió alcanzar, junto al temblor, toda la isla. Cabía la posibilidad de que alguien reconociese la luz de Síderos, pero estaba seguro de que a nadie iba a dejar indiferente.
- Necesito una fragua -instó a sus nuevos reclutas, marcando en el caracol un número que había evitado durante semanas-: ¿Berthil? Lo siento mucho.
Eso si contestaba, claro.
- Resumen:
- Hacer señales luminosas para atraer a aliados (y a enemigos). Pedir una forja para hacer armas a mis nuevos minions y pedir disculpas al Chanclas.
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