Le habría gustado relajarse. Le habría encantado, de verdad, pero siempre que pasaba un tiempo con Douglas se sentía como si tuviese que traspasar una pared de acero con un mondadientes: No servía de nada. El hombre nunca quería escuchar, fundamentaba sus acciones en una filosofía muy lejos del bien común, más lejos todavía de la Marina como escudo del honrado más que como castigo del malhechor. Aun así, era más importante que estuviera donde debía estar, y si por algún casual la Revolución estaba en medio del camino de Douglas... Confiaba en que al menos tuviese la inteligencia suficiente como para intentar acabar con ella después de asegurar que las horas gyojin y los soldados de Zar no volviesen a ser un problema.
En realidad, dudaba que a Douglas se le pasase por la cabeza una tregua temporal. Dispararía a matar sin contenerse lo más mínimo, seguramente, pero tampoco era su niñera.
Voló movido por el viento, congelando la humedad con la que hacía contacto y añadiendo cada vez más cristales a su ya larga estela. Poco a poco iba pareciendo un cometa caleidoscópico, refractando la luz en cientos de colores que formaban un extraño arco iris esférico a su alrededor.
Encontrar a Arthur una vez en la capital fue sencillo. Por un lado poseía un sexto sentido capaz de localizar al pequeño, era guardián de un Haki de observación bastante poderoso y, además, como quien no quiere la cosa había enormes flechas chamuscadas que apuntaban en la dirección que el enano había tomado hacía escaso tiempo. Cuando aterrizó pudo ver que estaba acompañado de tres hombres, dos de ellos vestidos de samurai y otro que tenía una pinta de gilí que no podía con ella. Estaba a punto de, como deportista, cumplir su obligación moral de gritarle "gilí" al gilí, pero optó por no hacerlo tanto en cuanto Arthur parecía haber hecho migas con él, hasta el punto que su Haki de observación detectaba una masa de cólera muy específica: Todo le enfadaba, salvo el tío raro.
Sin embargo, el detective Al Naion había entrado en acción, y por mucho que Arthur se hubiese encariñado con él resultaba bastante sospechoso que un humano estuviese libre y tranquilo en medio de una capital tomada por unos gyojins que parecían tener por norma el no hacer prisioneros. Estaba claro que solo podía tratarse de una cosa:
- ¿Sirves a C. Zar o a Kepler? -preguntó, con cierta frialdad-. Más importante aún... ¡Gilí!
Hale, estaba hecho.
En realidad, dudaba que a Douglas se le pasase por la cabeza una tregua temporal. Dispararía a matar sin contenerse lo más mínimo, seguramente, pero tampoco era su niñera.
Voló movido por el viento, congelando la humedad con la que hacía contacto y añadiendo cada vez más cristales a su ya larga estela. Poco a poco iba pareciendo un cometa caleidoscópico, refractando la luz en cientos de colores que formaban un extraño arco iris esférico a su alrededor.
Encontrar a Arthur una vez en la capital fue sencillo. Por un lado poseía un sexto sentido capaz de localizar al pequeño, era guardián de un Haki de observación bastante poderoso y, además, como quien no quiere la cosa había enormes flechas chamuscadas que apuntaban en la dirección que el enano había tomado hacía escaso tiempo. Cuando aterrizó pudo ver que estaba acompañado de tres hombres, dos de ellos vestidos de samurai y otro que tenía una pinta de gilí que no podía con ella. Estaba a punto de, como deportista, cumplir su obligación moral de gritarle "gilí" al gilí, pero optó por no hacerlo tanto en cuanto Arthur parecía haber hecho migas con él, hasta el punto que su Haki de observación detectaba una masa de cólera muy específica: Todo le enfadaba, salvo el tío raro.
Sin embargo, el detective Al Naion había entrado en acción, y por mucho que Arthur se hubiese encariñado con él resultaba bastante sospechoso que un humano estuviese libre y tranquilo en medio de una capital tomada por unos gyojins que parecían tener por norma el no hacer prisioneros. Estaba claro que solo podía tratarse de una cosa:
- ¿Sirves a C. Zar o a Kepler? -preguntó, con cierta frialdad-. Más importante aún... ¡Gilí!
Hale, estaba hecho.
- Resumen:
- Llamar gilí al tipo que obviamente es de la banda de Kepler.
AEG93
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Pese a su fuerza, aquel guerrero no era rival para él, por lo que su ataque acabó con él con relativa facilidad. A pesar de lo refinado de sus armas, como era lógico unos simples soldados estaban lejos individualmente del poder de uno de los miembros más fuertes y reputados del Ouka Shichibukai.
Sin embargo, antes de qué pudiera decidir cuál iba a ser su siguiente paso, la tierra bajo sus pies comenzó a vibrar con una intensidad inusitada. Por un momento el joven temió que se tratase de un terremoto y el edificio se viniera abajo, sepultando a todos los que se hallaban en él. No obstante pronto reparó en una cosa, las vibraciones parecían dirigirse en un sentido concreto. Por instinto, activó su Haki de Observación. Al instante, un atronador ruido invadió sus oídos, algo tan sobrecogedor que no tenía posible comparación con nada que hubiera percibido antes. Incluso sintió la necesidad durante un breve momento de taparse los oídos con las manos, ante la extrañada mirada del médico, que no entendía nada. No sabía qué era esa presencia tan descomunal que procedía de las profundidades de la tierra, pero sí que probablemente entrañara un peligro casi igual de grande.
Lo extraño era que, en comparación, el Palacio parecía excesivamente silencioso. No lograba percibir a la usurpadora, cuya presencia conocía debido a la guerra civil que habían sufrido en la Isla Gyojin por su culpa y en la que el samurái había sido uno de los líderes y mayores héroes de la resistencia junto a su amigo Luka. Luka... ¿dónde estaría el tiburón? Sabía que sus nakamas, los que le habían ayudado a rescatarle, estaban en la isla, pero no había escuchado nada acerca de él. ¿Estaría bien?
El médico estaba empezando a ponerse cada vez más nervioso producto del miedo, por lo que el espadachín trató de calmarle como pudo. Haciendo gestos lentos y suaves con las manos hacia él que, en un idioma universal, significaban "cálmate, la situación está bajo control", le dijo:
- No te preocupes, no vamos a tardar en abandonar el palacio. Pero primero necesito que me dejes concentrarme unos momentos.
Y dicho esto cerró los ojos, tratando de deshacerse temporalmente de uno de sus sentidos para centrarse en los demás. En concreto en su Haki de Observación, mediante el cuál trató de identificar la presencia de Hipatia en los alrededores. Si se encontraba en el Palacio, probablemente estaría lo suficientemente cerca como para sentir su poder. En caso contrario... era más que probable que tuviera algo que ver con aquella aterradora presencia. Por lo tanto, de no percibir a Hipatia se pondría en marcha junto al médico hacia el punto al que parecía que se dirigían las vibraciones.
Sin embargo, antes de qué pudiera decidir cuál iba a ser su siguiente paso, la tierra bajo sus pies comenzó a vibrar con una intensidad inusitada. Por un momento el joven temió que se tratase de un terremoto y el edificio se viniera abajo, sepultando a todos los que se hallaban en él. No obstante pronto reparó en una cosa, las vibraciones parecían dirigirse en un sentido concreto. Por instinto, activó su Haki de Observación. Al instante, un atronador ruido invadió sus oídos, algo tan sobrecogedor que no tenía posible comparación con nada que hubiera percibido antes. Incluso sintió la necesidad durante un breve momento de taparse los oídos con las manos, ante la extrañada mirada del médico, que no entendía nada. No sabía qué era esa presencia tan descomunal que procedía de las profundidades de la tierra, pero sí que probablemente entrañara un peligro casi igual de grande.
Lo extraño era que, en comparación, el Palacio parecía excesivamente silencioso. No lograba percibir a la usurpadora, cuya presencia conocía debido a la guerra civil que habían sufrido en la Isla Gyojin por su culpa y en la que el samurái había sido uno de los líderes y mayores héroes de la resistencia junto a su amigo Luka. Luka... ¿dónde estaría el tiburón? Sabía que sus nakamas, los que le habían ayudado a rescatarle, estaban en la isla, pero no había escuchado nada acerca de él. ¿Estaría bien?
El médico estaba empezando a ponerse cada vez más nervioso producto del miedo, por lo que el espadachín trató de calmarle como pudo. Haciendo gestos lentos y suaves con las manos hacia él que, en un idioma universal, significaban "cálmate, la situación está bajo control", le dijo:
- No te preocupes, no vamos a tardar en abandonar el palacio. Pero primero necesito que me dejes concentrarme unos momentos.
Y dicho esto cerró los ojos, tratando de deshacerse temporalmente de uno de sus sentidos para centrarse en los demás. En concreto en su Haki de Observación, mediante el cuál trató de identificar la presencia de Hipatia en los alrededores. Si se encontraba en el Palacio, probablemente estaría lo suficientemente cerca como para sentir su poder. En caso contrario... era más que probable que tuviera algo que ver con aquella aterradora presencia. Por lo tanto, de no percibir a Hipatia se pondría en marcha junto al médico hacia el punto al que parecía que se dirigían las vibraciones.
- Resumen:
- Intentar tranquilizar al médico y rastrear a Hipatia para después ponerme en marcha.
NOTA: el Haki de Observación de Ryuu es un poco especial, ya que no se basa en el sentido de la vista sino en el del oído.
Marc Kiedis
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Nuevamente los tres piratas comenzaron a volar en dirección a la Capital de las Flores. Sin embargo, cuando se encontraban a punto de llegar a la misma, algo les empujó bruscamente hacia el suelo. La caída fue dura, pero por suerte nada que no pudieran aguantar con cierta facilidad. No obstante, cuando miraron hacia delante el panorama que vieron no era especialmente halagüeño. Junto a la mujer de piel oscura y ojos amarillos que, aparentemente, había sido la causante de su caída, había cuatro hombres.
Por sus palabras conocían al menos a Zane, y daba la sensación de que aquella mujer era la líder del grupo. Por las descripiciones que su capitán les había dado de las personas con las que se había encontrado mientras estuvieron separados, aquellos eran miembros de la Estrella Oscura. En concreto, el gigantesco hombre de tez oscura era Blackhole, el tipo que había sido capaz de derrotar a Zane, mientras que el hombre vestido de traje respondía al nombre de Henry. No había oído hablar de nadie con un aspecto similar a los otros dos, pero seguramente serían sus compañeros.
El pelirrojo indicó a Therax que probablemente debería ser él quien enfrentara a Blackhole, mientras que no supo decir cuál debería ser el objetivo de Marc. Acto seguido lanzó una gigantesca onda cortante a aquellos tipos, que se había dado la vuelta con actitud como de estar perdonándoles la vida. ¿Quién era tan incauto como para hacer eso ante un Emperador del Mar y dos de sus oficiales?
El rubio se lanzó tras su capitán, decidido a cerrarles el paso, y el grandullón por su parte comenzó a acumular queso en torno a sí, tanto como podía manejar. Estaba totalmente fundido, imbuido en su fuego, por lo que burbujeaba y humeaba. Cuando estuvo preparado lo lanzó con tanta violencia como fue capaz, formando una enorme ola que, aunque no tenía mas de tres o cuatro metros de alto (pues quería asegurarse de no dañar a Therax), era lo suficientemente larga y profunda como para enterrarles a todos en queso hirviente.
Si los integrantes de aquella misteriosa organización sobrevivían al envite conjunto de los tres piratas, cosa que dado el poder que aparentemente tenían parecía una posibilidad no del todo desdeñable, el semigigante se encararía con el tipo tremendamente musculoso vestido con un extraño sombrero. Tenía pinta de ser poderoso, y tenía ganas de medir sus fuerzas ante un oponente de nivel.
Por sus palabras conocían al menos a Zane, y daba la sensación de que aquella mujer era la líder del grupo. Por las descripiciones que su capitán les había dado de las personas con las que se había encontrado mientras estuvieron separados, aquellos eran miembros de la Estrella Oscura. En concreto, el gigantesco hombre de tez oscura era Blackhole, el tipo que había sido capaz de derrotar a Zane, mientras que el hombre vestido de traje respondía al nombre de Henry. No había oído hablar de nadie con un aspecto similar a los otros dos, pero seguramente serían sus compañeros.
El pelirrojo indicó a Therax que probablemente debería ser él quien enfrentara a Blackhole, mientras que no supo decir cuál debería ser el objetivo de Marc. Acto seguido lanzó una gigantesca onda cortante a aquellos tipos, que se había dado la vuelta con actitud como de estar perdonándoles la vida. ¿Quién era tan incauto como para hacer eso ante un Emperador del Mar y dos de sus oficiales?
El rubio se lanzó tras su capitán, decidido a cerrarles el paso, y el grandullón por su parte comenzó a acumular queso en torno a sí, tanto como podía manejar. Estaba totalmente fundido, imbuido en su fuego, por lo que burbujeaba y humeaba. Cuando estuvo preparado lo lanzó con tanta violencia como fue capaz, formando una enorme ola que, aunque no tenía mas de tres o cuatro metros de alto (pues quería asegurarse de no dañar a Therax), era lo suficientemente larga y profunda como para enterrarles a todos en queso hirviente.
Si los integrantes de aquella misteriosa organización sobrevivían al envite conjunto de los tres piratas, cosa que dado el poder que aparentemente tenían parecía una posibilidad no del todo desdeñable, el semigigante se encararía con el tipo tremendamente musculoso vestido con un extraño sombrero. Tenía pinta de ser poderoso, y tenía ganas de medir sus fuerzas ante un oponente de nivel.
- Ataque conjunto:
- - Lanzar una ola de queso fundido a 200ºC utilizando toda la cantidad de queso que Marc es capaz de crear y manejar a los miembros de la Estrella Oscura. La idea es además de golpear fuerte y quemar, sumergirles en queso fundido, que es extremadamente pegajoso.
Gareth Silverwing
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Y fue ese momento en el que todo se fue a la porra. Sabía que estaba viniendo, no era precisamente discreto. Mientras escuchaba la explicación de Hubble estaba viendo por el rabillo del ojo con preocupación como una nube de magia, brillos y arcoíris se aproximaba a nosotros. Me llevé la mano al entrecejo y empecé a apretar mientras procuraba no gritar de furia. Por una vez, UNA vez, que conseguía encontrar a alguien con quien podía hablar en el mismo idioma, venía y lo fastidiaba.
- Sí, pero danos un momento. - Dije educadamente a la vez que dejaba el té en el suelo y me giraba para dar un gancho ascendente en la barbilla a Al con todas mis fuerzas.
La potencia del golpe se escuchó como un cañonazo cuando el almirante salió despedido hacia los cielos a gran velocidad, prolongando la "i" de "gili" en la distancia. Por desgracia asesinar a un superior era un crimen y la plaga volvió poco después para seguir tocando los cojones.
- Este es el Almirante Al Naion. A veces es un poco idiota, pero es un buen chico. - Lo presenté mientras me disculpaba por las acciones de mi superior. - Y ahora si me permites un par de preguntas... ¿Qué cuerpos celestes han llamado tu atención? y ¿De verdad trabajas para Keppler? - En la última pregunta me puse en guardia, si era cierto eso debería detenerlos en este instante, la conversación tendría que esperar.
- Sí, pero danos un momento. - Dije educadamente a la vez que dejaba el té en el suelo y me giraba para dar un gancho ascendente en la barbilla a Al con todas mis fuerzas.
La potencia del golpe se escuchó como un cañonazo cuando el almirante salió despedido hacia los cielos a gran velocidad, prolongando la "i" de "gili" en la distancia. Por desgracia asesinar a un superior era un crimen y la plaga volvió poco después para seguir tocando los cojones.
- Este es el Almirante Al Naion. A veces es un poco idiota, pero es un buen chico. - Lo presenté mientras me disculpaba por las acciones de mi superior. - Y ahora si me permites un par de preguntas... ¿Qué cuerpos celestes han llamado tu atención? y ¿De verdad trabajas para Keppler? - En la última pregunta me puse en guardia, si era cierto eso debería detenerlos en este instante, la conversación tendría que esperar.
- Resumen:
- Matar (Bueno no) a Al y ponerme en guardia por si son enemigos.
Osuka Sumisu
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Aunque la mayoría de figuras se desplomaron por la presencia combinada de Dexter y Lysbeth, el ronin, el sequito de Hipatia y algunos afortunados seguían en pie. Los soldados a pie se centraron en el carcelero que se había convertido el revolucionario al encerrarlos ahí, lanzándoles múltiples armas arrojadizas.
Un enormenido brazo surgió del suelo a gran velocidad, lo suficientemente como para bloquear las lanzas y demás chatarra que le habían lanzado. Como si fuese arcilla, las armas arrojadizas se quedaron atorradas en la extremidad, para ser luego absorbidas por esta. Todas las armas, perfectamente agrupadas, volvieron a salir pero en la palma del brazo gigante, que con simple fuerza bruta, las estrujo hasta partirlas como si fueran ramitas. Miro a los lanzadores, con una mirada intimidante, que podía expresar plenamente la pregunta de si aquello era lo mejor que tenían.
El suelo empezó a estremecerse, el suelo empezó a parecerse a unas arenas movedizas. Le recordaba a una de las cosas que hizo durante los combates del Torneo del Milenio. Parecía empezar a tragárselo, cuando Dexter le apoyo, sacándolo con una poderosa brisa que lo levanto. Maniobrando con sus pasos aéreos, se encaró al muro de roca más cercano, donde sus dedos se clavaron a la superficie como si fuera mantequilla y se apoyaba con los pies, como un simio escalando una rama.
Agradeció al Zafiro la ayuda con un gesto de cabeza, para inmediatamente volver a mirar el percal. Era obvio que ahí había alguien con habilidades parecidas a las suyas.
- No es la primera vez que me enfrento a un imitador de pacotilla, -musito-. Mejor para mí, así le podre copiar trucos en lo que le demos una paliza.
El brazo que previamente había creado lo hizo crecer a mas tamaño. Creció, y seguido creciendo hasta rivalizar la altura de las olas gemelas. Las puntas de los dedos rocosos se fusionaron y crearon un afilado filo. Con un barrido diagonal, que sonaba con gran estruendo debido al aire chochando, busco partir de un solo golpe ambas crestas.
Un enormenido brazo surgió del suelo a gran velocidad, lo suficientemente como para bloquear las lanzas y demás chatarra que le habían lanzado. Como si fuese arcilla, las armas arrojadizas se quedaron atorradas en la extremidad, para ser luego absorbidas por esta. Todas las armas, perfectamente agrupadas, volvieron a salir pero en la palma del brazo gigante, que con simple fuerza bruta, las estrujo hasta partirlas como si fueran ramitas. Miro a los lanzadores, con una mirada intimidante, que podía expresar plenamente la pregunta de si aquello era lo mejor que tenían.
El suelo empezó a estremecerse, el suelo empezó a parecerse a unas arenas movedizas. Le recordaba a una de las cosas que hizo durante los combates del Torneo del Milenio. Parecía empezar a tragárselo, cuando Dexter le apoyo, sacándolo con una poderosa brisa que lo levanto. Maniobrando con sus pasos aéreos, se encaró al muro de roca más cercano, donde sus dedos se clavaron a la superficie como si fuera mantequilla y se apoyaba con los pies, como un simio escalando una rama.
Agradeció al Zafiro la ayuda con un gesto de cabeza, para inmediatamente volver a mirar el percal. Era obvio que ahí había alguien con habilidades parecidas a las suyas.
- No es la primera vez que me enfrento a un imitador de pacotilla, -musito-. Mejor para mí, así le podre copiar trucos en lo que le demos una paliza.
El brazo que previamente había creado lo hizo crecer a mas tamaño. Creció, y seguido creciendo hasta rivalizar la altura de las olas gemelas. Las puntas de los dedos rocosos se fusionaron y crearon un afilado filo. Con un barrido diagonal, que sonaba con gran estruendo debido al aire chochando, busco partir de un solo golpe ambas crestas.
- Resumen:
- Mensaje sutil sobre que pasa si me tiran cosas e intentar cargarme las crestas esas
Y llamar a los abogados por plagio
Vile Spectre
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Vile llegó jadeando. Había corrido hasta dejar atrás a aquellos hombres pez, y, presumiblemente, también a su camarada enmascarado. No se arrepentía en lo más mínimo de huir en aquella situación: era una forma bastante más adecuada de salir ganando. La bienvenida al campamento de Berthil, por otro lado, fue más bien fría. Algo que contrastaba con el hecho de que la foresta a nuestras espaldas todavía seguía en llamas.
Nick se acercó a la pareja para informarles de los movimientos de Kenshin y preguntarles por lo que habían visto. Había la suficiente gente a su alrededor como para escuchar lo que iba a decir. Había llegado la hora de poner las cartas sobre la mesa.
-¡Nick! -exclamó Vile, fingiendo sorpresa-. Escúchame. Esto es de suma importancia, y te lo digo porque sé que Berthil confía en ti. Tras la espesura se alza regio un campamento. ¡Las tropas de C. Zar han llegado hasta aquí! El otro estandarte no lo reconocí, pero dudo que un Yonkou forme alianza con un don nadie. ¡Aquí, Nick! ¡A menos de un kilómetro de este destacamento! ¡Con las suficientes tropas como para lanzar un ataque por sorpresa a toda esta buena gente y salir indemne!
Con cada palabra, Vile alzaba un poco más la voz, y sus largos brazos no dejaron de hacer aspavientos y gestos. Como buen showman que era, sabía que la captatio benevolentia era una parte fundamental del espectáculo. Solo esperaba que Nox supiera seguirle la corriente y no dar un respingo como un muelle al escucharle.
-¡Os puedo asegurar que hasta mandaron partidas en nuestra búsqueda! -bramó Vile, dirigiéndose a un plural de ojos y oídos que esperaba que le atendiese-. ¡Fieros gyojin al mando de un Emperador! Logré perderlos en el bosque, pero, ¿cuánto tiempo habrá de pasar hasta que suceda una tragedia? ¡Ya casi están aquí!
Vile adoptó -evitando toda teatralidad y buscando una expresión convincente- un gesto de temor y dirigió la mirada a Nick.
-¡Nick! ¡Tu gente no está a salvo! ¿Quién sabe si hay más de un campamento cerca? ¡C. Zar no debe de ser tan estúpido como para confiar toda la ofensiva a un solo puesto de avanzada! ¡Este lugar está bajo amenaza!
Entonces, Vile torció el gesto con solemnidad, dirigiendo su mirada al cielo:
-Kenshin tenía una idea. Un plan para vosotros. Yo solo soy su mensajero. Escuchadme bien, este no es un lugar seguro. Sé que es vuestro hogar y admiro vuestra tenacidad en la lucha, pero habrá muchas pérdidas si permanecemos en este lugar. Hay que movernos.
Hizo una pausa, inspiró, y retomó el gesto confiado para explicarse con más claridad:
-Como bien sabréis, una flota rodea todo Wano. Una flota dirigida por nuestro enemigo común, ese odioso C. Zar. A nosotros también nos ha jodido profundamente. ¡Ese bastardo pagará! ¿Queréis ir a la capital a asestar un golpe fatal contra su mando? ¡Adelante! ¡Os acompañaremos! Pero sabed, amigos míos, que la flota de C. Zar se mantendrá rodeando la isla, preparada para bombardear de nuevo las fértiles tierras de este país. ¡Wano llorará sangre por sus pecados! Y no hablemos de la posibilidad de un bloqueo. ¡Nuestros esfuerzos, amigos míos, deben ir contra la flota! Kenshin me ha dado la potestad de ofreceros un tratado de buena fe y amistad que estamos más que dispuestos a cumplir. Y como amigos que somos del pueblo de Wano, os daré el siguiente consejo: ¡luchad conmigo en las bahías! No esperarán que ataquemos directamente a su flota. Si les golpeamos con sigilo, tardarán en darse cuenta de que nos hemos adueñado de sus barcos. ¡Pensaréis que es un pequeño precio a pagar por todo el daño que han hecho a estas tierras! ¡Yo también lo considero así!
Vile pasó la mirada por todos los que le estuvieran haciendo caso. Había que fingir reconocer a la audiencia para que esta creyera que podía participar en el espectáculo.
-Pero esto os digo, camaradas. ¡Vivid hoy, y luchad mañana! Con esos navíos, podréis evacuar esta isla sin problema alguno. Tendréis a vuestra disposición un medio seguro para escapar de las garras de un rival tan despiadado. No importa el lugar: Dressrosa, Baltigo o incluso los territorios de C. Zar, ¡no podrá reaccionar a tiempo si sigue asediando la isla! La cuestión es que podréis recuperar las fuerzas para retomar vuestro hogar. Sé que os pido separaros de vuestra tierra, pero eso hará que vuestro el día de vuestro regreso sea un día de júbilo. Y con nuestra ayuda y protección, podremos asegurarnos de que así sea. ¿No os parece una magnífica idea? ¡Nick! ¿No te lo parece? ¡Podemos cambiar las cosas hoy mismo!
El músico ofreció su mano al tripulante del Yonkou, bajo la mirada de todo el que le estuviera atendiendo. Estaba dejándole a él la responsabilidad de lidiar con las muertes que podrían producirse si asumía una actitud inmovilista. El joven miró a Nox. Sabía que el veterano castigaría su imprudencia... Pero no dejaría de asombrase por la ganancia que podía suponer aquel trato. Ya le permitiría decir una frase ominosa por el Den Den Mushi cuando llegasen junto al resto de la tripulación con los refuerzos inesperados.
Nick se acercó a la pareja para informarles de los movimientos de Kenshin y preguntarles por lo que habían visto. Había la suficiente gente a su alrededor como para escuchar lo que iba a decir. Había llegado la hora de poner las cartas sobre la mesa.
-¡Nick! -exclamó Vile, fingiendo sorpresa-. Escúchame. Esto es de suma importancia, y te lo digo porque sé que Berthil confía en ti. Tras la espesura se alza regio un campamento. ¡Las tropas de C. Zar han llegado hasta aquí! El otro estandarte no lo reconocí, pero dudo que un Yonkou forme alianza con un don nadie. ¡Aquí, Nick! ¡A menos de un kilómetro de este destacamento! ¡Con las suficientes tropas como para lanzar un ataque por sorpresa a toda esta buena gente y salir indemne!
Con cada palabra, Vile alzaba un poco más la voz, y sus largos brazos no dejaron de hacer aspavientos y gestos. Como buen showman que era, sabía que la captatio benevolentia era una parte fundamental del espectáculo. Solo esperaba que Nox supiera seguirle la corriente y no dar un respingo como un muelle al escucharle.
-¡Os puedo asegurar que hasta mandaron partidas en nuestra búsqueda! -bramó Vile, dirigiéndose a un plural de ojos y oídos que esperaba que le atendiese-. ¡Fieros gyojin al mando de un Emperador! Logré perderlos en el bosque, pero, ¿cuánto tiempo habrá de pasar hasta que suceda una tragedia? ¡Ya casi están aquí!
Vile adoptó -evitando toda teatralidad y buscando una expresión convincente- un gesto de temor y dirigió la mirada a Nick.
-¡Nick! ¡Tu gente no está a salvo! ¿Quién sabe si hay más de un campamento cerca? ¡C. Zar no debe de ser tan estúpido como para confiar toda la ofensiva a un solo puesto de avanzada! ¡Este lugar está bajo amenaza!
Entonces, Vile torció el gesto con solemnidad, dirigiendo su mirada al cielo:
-Kenshin tenía una idea. Un plan para vosotros. Yo solo soy su mensajero. Escuchadme bien, este no es un lugar seguro. Sé que es vuestro hogar y admiro vuestra tenacidad en la lucha, pero habrá muchas pérdidas si permanecemos en este lugar. Hay que movernos.
Hizo una pausa, inspiró, y retomó el gesto confiado para explicarse con más claridad:
-Como bien sabréis, una flota rodea todo Wano. Una flota dirigida por nuestro enemigo común, ese odioso C. Zar. A nosotros también nos ha jodido profundamente. ¡Ese bastardo pagará! ¿Queréis ir a la capital a asestar un golpe fatal contra su mando? ¡Adelante! ¡Os acompañaremos! Pero sabed, amigos míos, que la flota de C. Zar se mantendrá rodeando la isla, preparada para bombardear de nuevo las fértiles tierras de este país. ¡Wano llorará sangre por sus pecados! Y no hablemos de la posibilidad de un bloqueo. ¡Nuestros esfuerzos, amigos míos, deben ir contra la flota! Kenshin me ha dado la potestad de ofreceros un tratado de buena fe y amistad que estamos más que dispuestos a cumplir. Y como amigos que somos del pueblo de Wano, os daré el siguiente consejo: ¡luchad conmigo en las bahías! No esperarán que ataquemos directamente a su flota. Si les golpeamos con sigilo, tardarán en darse cuenta de que nos hemos adueñado de sus barcos. ¡Pensaréis que es un pequeño precio a pagar por todo el daño que han hecho a estas tierras! ¡Yo también lo considero así!
Vile pasó la mirada por todos los que le estuvieran haciendo caso. Había que fingir reconocer a la audiencia para que esta creyera que podía participar en el espectáculo.
-Pero esto os digo, camaradas. ¡Vivid hoy, y luchad mañana! Con esos navíos, podréis evacuar esta isla sin problema alguno. Tendréis a vuestra disposición un medio seguro para escapar de las garras de un rival tan despiadado. No importa el lugar: Dressrosa, Baltigo o incluso los territorios de C. Zar, ¡no podrá reaccionar a tiempo si sigue asediando la isla! La cuestión es que podréis recuperar las fuerzas para retomar vuestro hogar. Sé que os pido separaros de vuestra tierra, pero eso hará que vuestro el día de vuestro regreso sea un día de júbilo. Y con nuestra ayuda y protección, podremos asegurarnos de que así sea. ¿No os parece una magnífica idea? ¡Nick! ¿No te lo parece? ¡Podemos cambiar las cosas hoy mismo!
El músico ofreció su mano al tripulante del Yonkou, bajo la mirada de todo el que le estuviera atendiendo. Estaba dejándole a él la responsabilidad de lidiar con las muertes que podrían producirse si asumía una actitud inmovilista. El joven miró a Nox. Sabía que el veterano castigaría su imprudencia... Pero no dejaría de asombrase por la ganancia que podía suponer aquel trato. Ya le permitiría decir una frase ominosa por el Den Den Mushi cuando llegasen junto al resto de la tripulación con los refuerzos inesperados.
- Resumen:
- Vile intenta (quizás con demasiado énfasis) persuadir a Nick de seguir su plan.
Normas del capítulo:
El silencio es la música imperante en Wano. Nada más allá de las respiraciones apagadas de los heridos o el llanto quejumbroso de quienes los velan parece ser capaz de romperlo y, con cada segundo que pasa, se hace más y más pesado. El clamor de las batallas esparcidas por todo el país ha dejado paso al gemido ahogado de la sangre escapando a borbotones, el chocar de los aceros al viento entre los sauces. Los gritos parecen apagarse, y el canto de los pájaros y el fluir del agua. El rugido de los reyes del mar, opacados en la distancia, poco a poco se convierten en la quebradiza premonición de algo terrible que está a punto de suceder.
El sol dorado ha penetrado en el firmamento con un estallido ensordecedor. Por un segundo brilla más que nunca, grotescamente grande, y sin que pasen más de tres segundos se envuelve en una nube de fuego y humo, iluminando hasta el último rincón de Wano con su letal luz escarlata mientras se va acercando, cada vez más deprisa, más y más. Deja una densa estela negra donde meses atrás estuvo el imperceptible arañazo dorado, y pequeñas piedras de un color ocre oxidado, apenas del tamaño de lágrimas, caen por toda la isla. El final parece inminente por un instante, pero cuando en su forma cuasi-esférica, a apenas unas decenas de kilómetros, es plenamente perceptible cada grieta y cráter, su verdadera trayectoria hace gala y pasa por encima de vuestras cabezas, dejando en todo el reino una pátina oscura que provoca el prematuro anochecer. El sol, en lo más alto, apenas puede penetrar el negror a medida que se asienta, dejando apenas un mortecino brillo anaranjado por todas partes.
Y entonces, el mundo se desmoronó…
No pasa más de un minuto, y en todas partes del mundo ha podido oírse. No es para menos cuando el oro estelar impacta de lleno contra la Red Line. El estruendo es apoteósico, como el rugido de un león en el oído, y las consecuencias no se hacen esperar: Toda la tierra vibra, y el suelo se quiebra en su parte más superficial. Las seis regiones de Wano tiemblan poderosamente durante más de un minuto, haciendo que lajas de roca asciendan desde las profundidades… Y que el monte Fuji entre en erupción. La nube de gas se suma a la noche desangelada del cometa, y la colada de lava empieza a descender lentamente por las laderas del volcán en todas direcciones.
- Se moderará los martes entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los martes antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
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- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación:
El silencio es la música imperante en Wano. Nada más allá de las respiraciones apagadas de los heridos o el llanto quejumbroso de quienes los velan parece ser capaz de romperlo y, con cada segundo que pasa, se hace más y más pesado. El clamor de las batallas esparcidas por todo el país ha dejado paso al gemido ahogado de la sangre escapando a borbotones, el chocar de los aceros al viento entre los sauces. Los gritos parecen apagarse, y el canto de los pájaros y el fluir del agua. El rugido de los reyes del mar, opacados en la distancia, poco a poco se convierten en la quebradiza premonición de algo terrible que está a punto de suceder.
El sol dorado ha penetrado en el firmamento con un estallido ensordecedor. Por un segundo brilla más que nunca, grotescamente grande, y sin que pasen más de tres segundos se envuelve en una nube de fuego y humo, iluminando hasta el último rincón de Wano con su letal luz escarlata mientras se va acercando, cada vez más deprisa, más y más. Deja una densa estela negra donde meses atrás estuvo el imperceptible arañazo dorado, y pequeñas piedras de un color ocre oxidado, apenas del tamaño de lágrimas, caen por toda la isla. El final parece inminente por un instante, pero cuando en su forma cuasi-esférica, a apenas unas decenas de kilómetros, es plenamente perceptible cada grieta y cráter, su verdadera trayectoria hace gala y pasa por encima de vuestras cabezas, dejando en todo el reino una pátina oscura que provoca el prematuro anochecer. El sol, en lo más alto, apenas puede penetrar el negror a medida que se asienta, dejando apenas un mortecino brillo anaranjado por todas partes.
Y entonces, el mundo se desmoronó…
No pasa más de un minuto, y en todas partes del mundo ha podido oírse. No es para menos cuando el oro estelar impacta de lleno contra la Red Line. El estruendo es apoteósico, como el rugido de un león en el oído, y las consecuencias no se hacen esperar: Toda la tierra vibra, y el suelo se quiebra en su parte más superficial. Las seis regiones de Wano tiemblan poderosamente durante más de un minuto, haciendo que lajas de roca asciendan desde las profundidades… Y que el monte Fuji entre en erupción. La nube de gas se suma a la noche desangelada del cometa, y la colada de lava empieza a descender lentamente por las laderas del volcán en todas direcciones.
- Vile y Nox:
- Nick te escucha atentamente, reflexionando sobre cada palabra que dices, prestando dedicación a entender hasta el más mínimo detalle de tu plan. A ratos asiente, y mira como tú a cada hombre y mujer sobre el que tu mirada se detiene, fijándose en que muchos de ellos parecen tener sentimientos a favor de lo que dices mientras otros resultan toparse con sentimientos encontrados.
Si te fijas bien en él mientras vas elaborando tu discurso, te das cuenta de que frunce el ceño, e incluso cuando lo notas sonreír sientes que no es del todo sincera, como si hubiese algún tipo de broma que todavía no fueses capaz de entender, pero al final suspira y te replica:
– A ver, muchacho –dice, con un tono ligeramente más autoritario que antes–. Acaba de llamar tu capitán para unir fuerzas en la puerta, ¿a qué estáis jugando? –Se cruza de brazos, irguiéndose por completo. Es bastante alto–. Para empezar… ¿Has hablado con él, o esto forma parte del negocio que venías a proponernos?
La severidad de su rostro no parece desvanecerse esta vez, y sigue observándote. Algunos de sus hombres, aun así, parece que han sido más o menos convencidos por tus palabras. Tal vez estirando un poco más la goma…
- La fondue:
- Zane… La moneda sigue exactamente igual, pero vamos a lo importante: Cuando te lanzas a la carga con tu onda cortante, Henry parece darse la vuelta, y con un extraño giro empieza a desenrollar lo que apostarías a que es papel de impresora, que en la mitad derecha de tu onda choca y parece romperse, sin que siquiera la detenga. Por su parte, y sin darse la vuelta, Blackhole se queda quieto y parte de la onda, sin más, empieza a dirigirse hacia él, golpeándolo con tanta fuerza que levanta una enorme polvareda. Sin embargo, cuando esta se disipa parece que está totalmente intacto, y podéis notar el brillo negruzco disipándose de su cuerpo.
Blackhole no dice nada ante eso, pero cuando Zane se dirige a la muchacha esta hace una mueca de desagrado, respondiéndote de inmediato:
– ¿Acaso tengo cara de ser tu mano? –replica, con tono monocorde, muy lentamente.
– La verdad es que ese comentario ha sido bastante desacertado, jovencito –comenta el anciano, sin dejar de fumar–. Es una mujer, no un cacho de carne. Hasta Macho sabe eso.
Señala con la cabeza al hombre de Shinsano, que le mira con rabia contenida, y cuando el ataque llega está preparado: Según la ola de queso avanza hacia ellos en llamas, él salta sobre Blackhole en un acrobático mortal que le deja justo delante de ella, poniendo las manos frente a la masa que, de manera casi instantánea, se compacta en una esfera de aproximadamente dos metros de radio. Eso sí, él se aleja dando pequeños saltos mientras agita las manos en llamas. Si intentáis levantar la esfera notaréis que es extremadamente pesada, y tan densa que no se le puede arrancar ni un cachito. Es más, si os fijáis bien el fuego está empezando a orbitar a su alrededor como si de una atmósfera en llamas se tratase. Respecto al ataque de Therax… La chica salta a la palestra, también adelantando las manos, y apunta al ataque:
– Big Crunch –masculla, y se quiebra el suelo bajo sus pies antes de salir una onda de energía que empuja las ondas de Therax contra él mismo.
– Supongo que ahora es nuestro turno, ¿no? –pregunta Henry, con una sonrisa malvada, sacando dos enormes hojas tan grandes como la que hace un momento destrozó Zane con su onda. Sin embargo, cuando está a punto de empuñar una… Un temblor sacude la tierra y una suave oscuridad se apodera de todo.
Podéis ver cómo el enorme coloso negro comienza a crecer, aunque no hasta la talla que poseía en el encuentro que tuvisteis, Zane, y todos sonríen mientras se miran entre ellos.
– Es la hora, estrella oscura –dice Blackhole, y se aproxima al queso.
Pone la mano sobre él, sin llegar a tocarla, y respira profundamente. El fuego se extingue de golpe, y lanza tras eso una patada con tanta fuerza que la densísima esfera revienta por la mitad, momento en el que el MACHO alza ambos brazos y provoca que vuelva a su densidad –y volumen– normales, elevando la ola contra vosotros.
– No sé contra quién os creéis que jugáis –dice Blackhole–. Pero nunca os habéis enfrentado a algo como esto.
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- Ryuu:
- Tus gestos poco o nada calman al doctor, porque sí, es doctor además de médico. Aun así, hace un esfuerzo sobrehumano por contener el pánico y da dos tímidos pasos en tu dirección, como si tu haori pudiese cubrirle de cualquier amenaza o daño en un momento dado.
Sea como sea, cuando consigues sobreponerte a la presión que ejerce semejante presencia y te centras en tratar de localizarla, descubres que está bajo tus pies. No inmediatamente debajo, de acuerdo, pero bastante próxima. Tus pasos en el interior del palacio del shogun te han llevado a una posición relativamente central, aunque probablemente lo desconozcas, y la presencia parece hallarse justo en el centro.
De cualquier modo, está lejos de tus planes la posibilidad de investigar esa abrumadora presencia y prefieres ir en busca de lo que sea que ha formado semejante escándalo en el exterior. Por el interior del palacio del shogun apenas encuentras un alma, únicamente a algunos cocineros que se dirigen hacia un patio interior cargando bandejas repletas de suculentos manjares casi como todo ese ajetreo no tuviese nada que ver con ellos.
Una vez fuera, incluso desde la distancia puedes comprobar de dónde viene todo el alboroto. En cuando te aproximes un pco podrás ver un sinfín de cuerpos tirados por el suelo, aunque permanecen con vida. Hipatia está cerca de una alta pared de roca, custodiada por la que sin duda debe ser su escolta de élite. Se enfrentan a un grupo de tres que sin duda es innecesario que te presente. ¿Cuál será tu próximo movimiento?
- Kiritsu:
- Al, llegas a la posición de Arthur sin incidencia alguna y te encuentras con la situación que ya has descrito. Irrumpes a lo grande, por supuesto, sin un buenas tardes ni nada, y uno de los hombres que acompañan al sujeto reacciona alarmándose ante tu pregunta y tu insulto. Como ya han hecho previamente en alguna ocasión, parecen estar a punto de responder con violencia, pero de nuevo es frenado por una… ¿amable? mirada por parte de quien lleva la voz cantante.
-Yo sólo sirvo a la ciencia, mi desconocido recién conocido. Julius no es más que un conocido, un buen chico que intenta cumplir con su cometido. Terra, por su lado, es una amiga que conocí hace tiempo. Llevamos un tiempo juntos, pero no me veo unido a ella por el resto de mis días. Y mi nombre es Nimbus, Nimbus Hubble.
Todo esto sucede después de que Al vuelva al lugar de la reunión después del sopapo de Arthur, claro. Pobre mandíbula… Menos mal que es de hielo, ¿no, Arthur? En cualquier caso, cuando Nimbus vuelve a dirigirte a ti lo hace en un tono casi imperceptiblemente más suave que revela que la intervención del almirante no le ha gustado del todo.
-El mismo que a ti, estoy convencido –responde al tiempo que señala hacia el cometa que… ¡un momento! ¿¡Dónde está!? Lee la moderación general para más información-. Ya lo vi una vez hace no tanto tiempo a mis ojos, aunque en ese entonces no pude apreciarlo tan de cerca. Desde entonces esa joya se ha convertido en el núcleo de mis indagaciones en el cosmos.
- Yarmin y Maki:
- Yarmin, te diriges a toda prisa al exterior con una manada de felinos a tus espaldas. Corren a tu misma velocidad y no tardan en comenzar a separarse para tratar de expandir, una vez más, tu influencia entre las tropas de seres abisales. Por cierto, por curiosidad 100tifika, ¿cómo te encuentras tras mantener tu Despertar activo y en funcionamiento constante por más de dos semanas?
En cuanto al minino que se encontraba junto a Oc, obedece tus órdenes y entra en contacto con él tras abalanzarse sobre uno de sus tentáculos. En qué medida tu influencia sobre él habrá aumentado es algo que podrás comprobar cuando te vuelvas a topar con él en el futuro; si es que la situación se da, claro.
De cualquier modo, en el exterior todo está bastante revuelto y enseguida te queda claro. Cuando llegas a las inmediaciones del conflicto, aún lejos del enfrentamiento, puedes apreciar cómo se materializa el poder bruto, diferente por completo al tuyo. El oficial revolucionario, Osuka Sumisu, Aki. D. Arlia y Dexter Black se enfrentan a tus no-aliados mientras mantienen en jaque a Hipatia, su escolta y algunos de los oficiales más poderosos del Hemperador.
Señor Makimaru, habría sido una irrupción excepcional desde lo alto de la muralla, bañado directamente por la luz del sol y con los suspiros de alivio de los tuyos a tus espaldas. Lo habría sido de no ser porque en medio de semejante trifulca nadie se ha volteado para verte, el sol ni está ni se le espera e incluso los Centellas están a lo suyo, en medio de un apasionante concurso por ver quién saca el moco más grande y compacto.
Suerte con tu enfrentamiento contra el maleducado que ha osado hacer de tu esposa el blanco de su sucia lengua, aunque si te da por saltar al ondulante terreno averiguarás que, ¡oh, sorpresa!, puedes sumergirte en él y nada. Es… bueno, clavadito al agua, sólo que no es transparente y esas cosas de tu hábitat natural.
- Osuka, Dexter y Aki:
- Osuka, tampoco podemos pedirle mucho más a un ejército regular, ¿no te parece? La cuestión es que estrujas sus armas como si fuesen ramitas antes de que salgan despedidos como consecuencia del vendaval desatado por Dexter. En cuanto a tu manotazo, parte por la mitad ambas olas, pero enseguida te queda claro que lo que sea que haya provocado eso va más allá de un mero control de la tierra. La tierra en todos los alrededores la superficie se ondula, elevando y haciendo descender a quienes forman parte del ejército, por lejos que se encuentren. De nuevo, dos grandes olas se levantan y dividen el campo de batalla en dos mitades, como si alguien pretendiese que ése fuese el estado del lugar por tiempo indefinido.
Aki, después de tu intento de ofensiva frustrada por Dexter vuelves a intentar hacer de Hipatia tu blanco previa generación de un torbellino ígneo. Los escoltas no lo esperan, y su instinto les fuerza a apartarse de su soberana durante unos instantes. Unos escasos segundos que podrían significar la muerte de la reina del reino Ryuugu, pero entonces tu vountad podrá avisarte de que centrarte en ella puede implicar el fin de tus días. Alguien se aproxima a ti a una velocidad abrumadora; una a la que puedes reaccionar si priorizas tu vida sobre la de la reina. El hombre de confianza del Hemperador se abalanza sobre ti con su sable desenvainado, trazando un corte único descendente con una potencia abrumadora. Deja tras de sí una estela azulada innegablemente bella y, como te alcance, dudo mucho que puedas salir ilesa.
Dexter, después de que el ejército enemigo haya respondido enterrando la cabeza en la tierra y dejándose llevar por lo que venían haciendo antes de toparse con vosotros, el viento que generas mantiene separadas las olas durante los pocos segundos que transcurren antes de que Osu las destroce. No sé si el tiempo que el vendaval ha permanecido en contacto con el aire será suficiente como para generar ese aumento de temperatura que tienes en mente, pero, de cualquier modo, dos nuevas olas de dimensiones similares a las previas han emergido de inestable suelo. Parece que alguien está empeñado en separar las aguas.
Entretanto, las dos mujeres que acompañaban al lugarteniente de Julius se han posicionado junto a la escolta de la emperatriz. Uno de sus escoltas, a costa de sufrir quemaduras, se ha lanzado al interior del bucle de fuego para sacar a Hipatia. Continúa en pie y dispuesto a dar guerra a quien intente ponerle una mano encima a su señora. Por cierto, ¿dónde está la columna ígnea que ha convocado la pelirroja? Ah, espera, que las dos mujeres que han pasado a escoltar a Hipatia han desenfundado sus sables y, si os fijáis, un leve resplandor en sus filos indica que las hojas están al rojo vivo. ¿Habrán sido capaces de cortar y extinguir la ofensiva de Aki? Eso parece. Hipatia sigue viva y presenta algunas quemaduras, pero por el momento sigue en pie.
Dexter Black
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De alguna manera, esa tierra actuaba de una forma que no terminaba de comprender. Líquida, pero debía poseer una viscosidad muy elevada si pese a las altas velocidades del viento rozando contra ellas no comenzaban a disgregarse, repartiendo tierra por todas partes de su recién creado remolino. Por suerte, la temperatura de este no dependía de la cantidad de arenillas que levantase, sino de la velocidad que alcanzaba, y esta era cada vez mayor. Al dar vueltas en un movimiento circular uniformemente acelerado, este iba ganando tanto velocidad escalar como angular, lo que se traducía en más "choques por segundo" con las partículas de aire -tanto gases como polvo en suspensión-, que era lo que realmente producía un aumento de la temperatura en el improvisado ring que había generado. Aunque en realidad la temperatura era irrelevante; a raíz del efecto Leidenfrost era probable que una persona pudiese salir sin muchas quemaduras de la marea, en caso de tener un medio para contrarrestar la extrema velocidad del aire, casi un muro sólido y translúcido de un cristal más bien denso. No, la temperatura era completamente irrelevante en esa situación; las consecuencias de este aumento, sin embargo... Eran todo lo contrario.
Una chispa de electricidad, solo eso. Ante el vendaval el intercambio de oxígeno sería nulo, y la combustión casi imposible. El aumento de la presión y la liberación de electrones en una nube circular constantemente girando, excitados ante la cada vez mayor temperatura e incrementando cada vez más su potencial de flujo... Sin necesitar un cable había construido una bobina perfecta, y muy pronto estaría lista para dar su máximo poten...
- Ah, no. Por encima de mi cadáver.
Era veloz, pero no más de lo que sus reflejos podían captar. En una suerte de cámara lenta, pudo ver cómo el ronin perdía su honor una vez más inmiscuyéndose, sin ninguna clase de permiso, en medio del combate de Aki. Pero él estaba en medio de su camino cuando la hoja llegó, espalda con espalda con la pelirroja, su más puro endurecimiento en el hombro izquierdo y el relámpago cruzando su mirada de ceño fruncido. Ambos sabían que era una guerra, y que el combate honorable era algo que podía olvidarse momentáneamente en pos de la victoria, pero había que tener en cuenta las consecuencias de hacerlo. Una de ellas, que sus demás enemigos no tenían por qué quedarse quietos.
Sacrificó la postura por la posición. La hoja bajó casi un centímetro sobre su hombro, haciéndole emitir un quejido de dolor, pero pudo disimular gracias a eso su sonrisa desalmada. Se había colocado para recibir el golpe de tal forma que su brazo entraba en el punto ciego que había dejado el samurái. Al utilizar los dos brazos en un movimiento tan concreto ambos se juntaban desde la mitad del antebrazo, por lo que un movimiento preciso y en el instante adecuado -concretamente mientras la hoja se iba hundiendo en su carne- justo cuando la electricidad estática de su cuerpo volaba disparada por la espada de su rival, podía hacer que la hipotética mano de un hipotético dragón aferrara con sus muñecas al espadachín, o al menos eso es lo que pretendía. Esperaba que la corriente de su cuerpo, suficiente para matar a una persona adulta, bastase para paralizarlo el tiempo suficiente como para agarrarlo con todas sus fuerzas y apretar mientras liberaba toda la corriente contenida en Zafiro.
Tal vez su propia electricidad no bastase para matarlo, pero en la gema de su brazalete se juntaba tanta energía que podía alimentar durante un mes entero a su exigente barco insignia. La simple temperatura sumada a su fuerza, si conseguía aferrarlo durante un instante, debía ser suficiente para arrancar sus manos de golpe, con suerte cauterizando sus heridas y evitándole una muerte lamentable, pero tan dolorido que sería incapaz de continuar el combate. Y si no lograba cauterizarlas... Ya lloraría los muertos de semejante despojo cuando la guerra hubiese finalizado. Por el momento debía luchar.
Movió ambos brazos con fuerza. Escapó un reguero de sangre, pero no le importó. Poco a poco el torbellino comenzó a estrechar su radio, haciéndose cada vez más pequeño, manteniendo aun así las olas en su margen, y no atravesándolas. Con un dedo chamuscó la herida abierta, haciendo que dejara de sangrar -una cicatriz más era mejor que perder el valioso tiempo que le costaría recuperarse- y encaró a Hipatia.
- Lucha tú -ordenó, y un rayo desde el cielo cayó desde el cielo, buscando a otro miembro más de su escolta-. Cobarde.
Una chispa de electricidad, solo eso. Ante el vendaval el intercambio de oxígeno sería nulo, y la combustión casi imposible. El aumento de la presión y la liberación de electrones en una nube circular constantemente girando, excitados ante la cada vez mayor temperatura e incrementando cada vez más su potencial de flujo... Sin necesitar un cable había construido una bobina perfecta, y muy pronto estaría lista para dar su máximo poten...
- Ah, no. Por encima de mi cadáver.
Era veloz, pero no más de lo que sus reflejos podían captar. En una suerte de cámara lenta, pudo ver cómo el ronin perdía su honor una vez más inmiscuyéndose, sin ninguna clase de permiso, en medio del combate de Aki. Pero él estaba en medio de su camino cuando la hoja llegó, espalda con espalda con la pelirroja, su más puro endurecimiento en el hombro izquierdo y el relámpago cruzando su mirada de ceño fruncido. Ambos sabían que era una guerra, y que el combate honorable era algo que podía olvidarse momentáneamente en pos de la victoria, pero había que tener en cuenta las consecuencias de hacerlo. Una de ellas, que sus demás enemigos no tenían por qué quedarse quietos.
Sacrificó la postura por la posición. La hoja bajó casi un centímetro sobre su hombro, haciéndole emitir un quejido de dolor, pero pudo disimular gracias a eso su sonrisa desalmada. Se había colocado para recibir el golpe de tal forma que su brazo entraba en el punto ciego que había dejado el samurái. Al utilizar los dos brazos en un movimiento tan concreto ambos se juntaban desde la mitad del antebrazo, por lo que un movimiento preciso y en el instante adecuado -concretamente mientras la hoja se iba hundiendo en su carne- justo cuando la electricidad estática de su cuerpo volaba disparada por la espada de su rival, podía hacer que la hipotética mano de un hipotético dragón aferrara con sus muñecas al espadachín, o al menos eso es lo que pretendía. Esperaba que la corriente de su cuerpo, suficiente para matar a una persona adulta, bastase para paralizarlo el tiempo suficiente como para agarrarlo con todas sus fuerzas y apretar mientras liberaba toda la corriente contenida en Zafiro.
Tal vez su propia electricidad no bastase para matarlo, pero en la gema de su brazalete se juntaba tanta energía que podía alimentar durante un mes entero a su exigente barco insignia. La simple temperatura sumada a su fuerza, si conseguía aferrarlo durante un instante, debía ser suficiente para arrancar sus manos de golpe, con suerte cauterizando sus heridas y evitándole una muerte lamentable, pero tan dolorido que sería incapaz de continuar el combate. Y si no lograba cauterizarlas... Ya lloraría los muertos de semejante despojo cuando la guerra hubiese finalizado. Por el momento debía luchar.
Movió ambos brazos con fuerza. Escapó un reguero de sangre, pero no le importó. Poco a poco el torbellino comenzó a estrechar su radio, haciéndose cada vez más pequeño, manteniendo aun así las olas en su margen, y no atravesándolas. Con un dedo chamuscó la herida abierta, haciendo que dejara de sangrar -una cicatriz más era mejor que perder el valioso tiempo que le costaría recuperarse- y encaró a Hipatia.
- Lucha tú -ordenó, y un rayo desde el cielo cayó desde el cielo, buscando a otro miembro más de su escolta-. Cobarde.
- Resumen:
- No interfieras en la catfight, bitch.
Por no liarnos, hago un resumen más complejo:
1-Continúo la estrategia del post anterior (viento a ver si disgrego la ola, calor para producir excitación y comportamiento "metálico" del aire).
2-Me interpongo entre la espada y Aki. Pasivamente, desprendo electricidad que tumba a un humano normal (al recibir el tajo, la electricidad va por el "cable"). Aprovecho el punto ciego (he hecho simulaciones con un palo y diferentes ángulos) que se correspondería a un tajo descendente que iría de hombro a cadera, aunque si fuese totalmente vertical seguiría habiendo un punto ciego alrededor de las muñecas (algo más, si lleva armadura con mangas).
3-Aprovecho mi golpe gratis de estática al recibir el golpe de lleno para intentar agarrar las muñecas del espadachín, liberando la electricidad de Zafiro (item en la ficha). Intento arrancarlas cerrando el puño, claro.
4-Encaro a Hipatia y dejo que mi nube de antes descargue un rayo sobre un tío random de su séquito, a ver si le da.
Vile Spectre
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Aunque el rostro de Vile se mantuvo impertérrito, con su hiriente sonrisa escudándole, el músico quedó completamente desconcertado -e incluso aterrado- en su fuero interno, a raíz de esta repentina interrupción. ¡Diablos! ¿Kenshin siempre era así de oportuno? Si no reconducía esto iba a acabar muy mal. El joven carraspeó, mantuvo su sonrisa y los amplios gestos que caracterizaban a su explicación, y trató de explicarse:
-¡Claro! Yo... Me he expresado mal, Nick, mil perdones. Como he dicho, o, más bien, he querido decir, atacaremos el lugar junto a nuestro capitán. ¡Eso está hablado y pactadísimo, que no te quepa duda! Lo otro de lo que os hablo es algo que el capitán nos mencionó en privado. ¡Ya sabéis, por la seguridad de este lugar que C. Zar está amenazando! Por favor, ¿qué otra intencionalidad iba a tener este otro plan aparte de garantizar vuestra protección? ¡El peligro sigue ahí fuera, os lo recuerdo! ¡Han acampado justo debajo de nuestras narices y ni nos hemos dado cuenta!
Vile posó su mirada sobre Nox, con absoluta esperanza de que le siguiera el juego o, al menos, no le desmintiera en público. Decidió proseguir para terminar de afianzar su mensaje.
-¡Daremos un golpe atroz a las huestes de nuestros invasores! ¡Os prometo que podréis tener vuestra venganza! ¡No lo dudéis! ¡Vuestras espadas segarán las vidas de aquellos que os han agraviado y serán la llave para mantener a salvo a los vuestros! Pero recordad, mantenernos aquí significa exponernos a bastante peligro innecesariamente. ¿Qué me decís ahora?
Acabó su discurso con una expresión algo más humilde. Aunque habría seguido sonriendo, tenía que aparentar ser una persona capaz de avergonzarse y cometer errores. Quizás así se ganaría la confianza de Nick y los suyos.
-¡Claro! Yo... Me he expresado mal, Nick, mil perdones. Como he dicho, o, más bien, he querido decir, atacaremos el lugar junto a nuestro capitán. ¡Eso está hablado y pactadísimo, que no te quepa duda! Lo otro de lo que os hablo es algo que el capitán nos mencionó en privado. ¡Ya sabéis, por la seguridad de este lugar que C. Zar está amenazando! Por favor, ¿qué otra intencionalidad iba a tener este otro plan aparte de garantizar vuestra protección? ¡El peligro sigue ahí fuera, os lo recuerdo! ¡Han acampado justo debajo de nuestras narices y ni nos hemos dado cuenta!
Vile posó su mirada sobre Nox, con absoluta esperanza de que le siguiera el juego o, al menos, no le desmintiera en público. Decidió proseguir para terminar de afianzar su mensaje.
-¡Daremos un golpe atroz a las huestes de nuestros invasores! ¡Os prometo que podréis tener vuestra venganza! ¡No lo dudéis! ¡Vuestras espadas segarán las vidas de aquellos que os han agraviado y serán la llave para mantener a salvo a los vuestros! Pero recordad, mantenernos aquí significa exponernos a bastante peligro innecesariamente. ¿Qué me decís ahora?
Acabó su discurso con una expresión algo más humilde. Aunque habría seguido sonriendo, tenía que aparentar ser una persona capaz de avergonzarse y cometer errores. Quizás así se ganaría la confianza de Nick y los suyos.
- Resumen:
- "No estoy mintiendo, Nick."
Aki D. Arlia
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Estaba alerta, vio venir el peligro. Pese a que sus ojos estaban fijos en las llamas que envolvían a Hipatia, a espera de saber su destino, supo que si no se apartaba sería ella la que acabase muerta antes de hora.
Sin embargo, no fue lo único que sintió venir. La voluntad del dragón era inconfundible y por ello, en lugar de huir se afianzó en su posición, inclinándose hacia delante y sonriendo al notar su espalda junto a la suya. Se estremeció un instante al oír su quejido de dolor y el empuje del ataque del ronin, a centímetros de su piel.
-Gracias.
Frunció el ceño. Le había mantenido el camino abierto y no pensaba desperdiciar esa oportunidad. Hipatia caería por su mano.
Tenía que admitir, no entendía del todo lo que estaba sucediendo a su alrededor. Que la tierra no debería comportarse así era un hecho y ver el paisaje ondularse como si estuviera poseído por el océano le llenaba de inquietud. Sabía que, de alguna forma, Hipatia era la causante. Si directa o indirecta, solo se le ocurría una forma de comprobarlo.
Lo único que se interponía entre ella y la monarca eran sus escoltas. Y los del ronin, que acababan de unirse. Reprimió las ganas de gruñir de frustración. ¿Por qué tanta gente se sacrificaba por una sirena que ni siquiera era capaz de hacerle frente o tratar de protegerlos? Estaba dejando que murieran uno tras otro. Si intentaba ganar tiempo o directamente no le importaban sus vidas, no lo sabía. Lo que sí sabía era que tenía que hallar la forma de apartarlos a todos a la vez, o jamás la alcanzaría. Esbozó una pequeña sonrisa, algo macabra.
-Si prefiere morir como una cobarde, no seré yo quien la detenga. Sea así más corto el duelo de sus súbditos, pues su soberana prefirió sacrificarlos a defenderlos.
Cerró los ojos una milésima de segundo y envió toda la fuerza de su haki del rey hacia la gente que rodeaba a la reina. Luego, se transformó.
Era la primera vez en meses que utilizaba ese aspecto y si no recordaba mal, la primera que el mundo lo contemplaba. Se alzó poderosa, dispuesta a rematar la tarea. Su melena se volvió incandescente, sus pezuñas azotaron el suelo con fuerza y su látigo restalló con furia. La Puta de Babilonia no se dejaba impresionar por tan nimias muestras de admiración; sabía que solo ella era digna de tales honores.
No dijo nada. Cargó hacia delante, sus ojos fijos en la presa. Rápida como el rayo, su látigo de fuego volvió a restallar, haciendo un enorme y ágil barrido, tratando de alejar a los pobres lacayos de su reina y mandarlos a volar cubiertos de quemaduras. En la otra mano se formó en segundos el arma de su juicio. Un nuevo rayo de energía demoníaca, reservado única y exclusivamente para la perla escondida entre las algas. En cuanto sus ojos encontraran los suyos, caería desde el cielo dispuesta a clavárselo en el pecho y aterrizar sobre ella. Cuando la vida abandonara su cuerpo, estaría allí para atestiguarlo.
-No dejaré que sacrifiques ni una sola vida más.
Sin embargo, no fue lo único que sintió venir. La voluntad del dragón era inconfundible y por ello, en lugar de huir se afianzó en su posición, inclinándose hacia delante y sonriendo al notar su espalda junto a la suya. Se estremeció un instante al oír su quejido de dolor y el empuje del ataque del ronin, a centímetros de su piel.
-Gracias.
Frunció el ceño. Le había mantenido el camino abierto y no pensaba desperdiciar esa oportunidad. Hipatia caería por su mano.
Tenía que admitir, no entendía del todo lo que estaba sucediendo a su alrededor. Que la tierra no debería comportarse así era un hecho y ver el paisaje ondularse como si estuviera poseído por el océano le llenaba de inquietud. Sabía que, de alguna forma, Hipatia era la causante. Si directa o indirecta, solo se le ocurría una forma de comprobarlo.
Lo único que se interponía entre ella y la monarca eran sus escoltas. Y los del ronin, que acababan de unirse. Reprimió las ganas de gruñir de frustración. ¿Por qué tanta gente se sacrificaba por una sirena que ni siquiera era capaz de hacerle frente o tratar de protegerlos? Estaba dejando que murieran uno tras otro. Si intentaba ganar tiempo o directamente no le importaban sus vidas, no lo sabía. Lo que sí sabía era que tenía que hallar la forma de apartarlos a todos a la vez, o jamás la alcanzaría. Esbozó una pequeña sonrisa, algo macabra.
-Si prefiere morir como una cobarde, no seré yo quien la detenga. Sea así más corto el duelo de sus súbditos, pues su soberana prefirió sacrificarlos a defenderlos.
Cerró los ojos una milésima de segundo y envió toda la fuerza de su haki del rey hacia la gente que rodeaba a la reina. Luego, se transformó.
Era la primera vez en meses que utilizaba ese aspecto y si no recordaba mal, la primera que el mundo lo contemplaba. Se alzó poderosa, dispuesta a rematar la tarea. Su melena se volvió incandescente, sus pezuñas azotaron el suelo con fuerza y su látigo restalló con furia. La Puta de Babilonia no se dejaba impresionar por tan nimias muestras de admiración; sabía que solo ella era digna de tales honores.
No dijo nada. Cargó hacia delante, sus ojos fijos en la presa. Rápida como el rayo, su látigo de fuego volvió a restallar, haciendo un enorme y ágil barrido, tratando de alejar a los pobres lacayos de su reina y mandarlos a volar cubiertos de quemaduras. En la otra mano se formó en segundos el arma de su juicio. Un nuevo rayo de energía demoníaca, reservado única y exclusivamente para la perla escondida entre las algas. En cuanto sus ojos encontraran los suyos, caería desde el cielo dispuesta a clavárselo en el pecho y aterrizar sobre ella. Cuando la vida abandonara su cuerpo, estaría allí para atestiguarlo.
-No dejaré que sacrifiques ni una sola vida más.
- resumen:
A las gatas no les gusta el agua así que DALE MÁS GASOLIIINA, A ELLA LE GUSTA LA GASOLIIINA.
Vale, perdón. Agradecer a Dexter que se pase y aprovechar la oportunidad.
-Dirigir mi haki del rey a los escoltas que rodean a la reina.
-Transformación de akuma: La Puta de Babilonia.
Nombre de la transformación: La Puta de Babilonia
Categoría: Épica
Descripción: La piel de Lys se vuelve de color acerado, sus cuernos crecen hacia atrás y su melena se prende en llamas. Sus alas crecen y se vuelven más robustas, teniendo un pequeño cuerno en la punta exterior. Su cola de súcubo se alarga y el extremo se prende en llamas. Sus piernas crecen unos centímetros y se vuelven patas de cabra cuyo pelo está también ardiendo en llamas infernales. Genera automáticamente un látigo de llamas de 6.66 metros en las manos.
Referencia
En esta forma su fuego está a 1600ºC y puede afectar a otros demonios. Su agilidad aumenta en un rango y su fuerza desciende en dos. Dura tres asaltos, con tres de recarga o cinco y no puede volver a utilizarla durante el combate.
-Cargar desde el aire haciendo barrido con el látigo para intentar arrasar a los escoltas y mandarlos a volar con quemaduras.
-Con la otra mano, generar un nuevo rayo de energía demoníaca y tratar de caer sobre Hipatia para clavárselo en el pecho y verla morir si surge bcs intesity intensifies.
Maki
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Entre el fuego mágico, la tormenta mágica, el suelo mágico, los rayos mágicos, las cosas negras mágicas y los gritos no tan mágicos de toda la gente que estaba metida en aquel fregado Maki juraría haber escuchado unos grillos chirriar después de su bravata. No solo la mujer voladora no le había traído té, sino que su proposición de un duelo se había perdido en la nada. ¿Acaso nadie tenía ya respeto? El bushido se estaba perdiendo, eso estaba claro. Malditos extranjeros... Mejor dicho, malditos extranjeros que no eran él mismo...
Tal vez había tenido algo que ver el cataclísmico petardazo que había provocado el sol cayendo del cielo. O un sol cayendo del cielo. O algo así. Maki nunca había estado demasiado seguro de qué era esa cosa que brillaba en el cielo. Fuera lo que fuese, el suelo tembló y amenazó con desmoronarse como un castillo hecho de cartas. Durante un largo tiempo dio la sensación de que la isla se cascaba como un huevo. Pero al final, por suerte, paró. Y ahora a otra cosa, mariposa.
Mientras se preguntaba si debía quitarse la vida o no por aquel vergonzante desplante, las cosas raras seguían sucediéndose. Maki y sus chicos se apartaron un poco de los desafortunados escoltas de la reina, que parecían recibir todo el odio de los elementos, y formaron un corrillo para hablar en secreto.
-Vale, ¿y ahora qué?
-No sé, jefe, pero o ponemos orden o aquí se lía.
-Pega un tiro al aire y palante -sugirió Cecilia la Floja. Sus aportaciones eran siempre interesantes y acertadas.
Esta vez también tenía razón. Esa gente estaba atacando a su esposa, y eso no podía permitirlo. Como marido, samurái y revolucionario era su deber meter en cintura a su genocida esposa, protegerla de los ataques y derrotar a los villanos, respectivamente. Y lo más importante, aquello suponía una oportunidad de reconquistarla.
Era el momento de hacer algo guay y masculino. Y nada más guay y masculino que atacar por la espalda a esa desconocida transformable que no le había hecho nada.
El Oficial Makintosh empuñó con fuerza su shinai y contempló cómo los guardias de su esposa recibían el castigo de aquella señora monstruosa y su pilila de fuego. Sacó su boina revolucionaria de alguna parte y se la puso mientras Huelepiedras Rockson le pasaba su humeante puro que nunca se acababa. Necesitaba una imagen molona para hacer algo molón.
Envuelto en un aura de revolucionaria epicidad, Maki se lanzó a la batalla, dispuesto a proteger a la mujer a la que solo él podía y debía derrotar en la batalla del amor. Apretó los puños y dejó que su lado gyojin tomara el control, que el poder de las aguas le prestara su fuerza y le ayudara a salvar su matrimonio con una entrada triunfal. Y en cuanto esa curvilínea cosa con alas se abalanzó sobre Hipatia, Maki se interpuso y proyectó un puñetazo salvador desde un lado, dejando que un chorro de agua y su espectacular vozarrón le dejasen al mundo una cosa bien clara:
-¡Marchaos de aquí, bestias! ¡Nadie apuñala a mi esposa en mi presencia!
Tal vez había tenido algo que ver el cataclísmico petardazo que había provocado el sol cayendo del cielo. O un sol cayendo del cielo. O algo así. Maki nunca había estado demasiado seguro de qué era esa cosa que brillaba en el cielo. Fuera lo que fuese, el suelo tembló y amenazó con desmoronarse como un castillo hecho de cartas. Durante un largo tiempo dio la sensación de que la isla se cascaba como un huevo. Pero al final, por suerte, paró. Y ahora a otra cosa, mariposa.
Mientras se preguntaba si debía quitarse la vida o no por aquel vergonzante desplante, las cosas raras seguían sucediéndose. Maki y sus chicos se apartaron un poco de los desafortunados escoltas de la reina, que parecían recibir todo el odio de los elementos, y formaron un corrillo para hablar en secreto.
-Vale, ¿y ahora qué?
-No sé, jefe, pero o ponemos orden o aquí se lía.
-Pega un tiro al aire y palante -sugirió Cecilia la Floja. Sus aportaciones eran siempre interesantes y acertadas.
Esta vez también tenía razón. Esa gente estaba atacando a su esposa, y eso no podía permitirlo. Como marido, samurái y revolucionario era su deber meter en cintura a su genocida esposa, protegerla de los ataques y derrotar a los villanos, respectivamente. Y lo más importante, aquello suponía una oportunidad de reconquistarla.
Era el momento de hacer algo guay y masculino. Y nada más guay y masculino que atacar por la espalda a esa desconocida transformable que no le había hecho nada.
El Oficial Makintosh empuñó con fuerza su shinai y contempló cómo los guardias de su esposa recibían el castigo de aquella señora monstruosa y su pilila de fuego. Sacó su boina revolucionaria de alguna parte y se la puso mientras Huelepiedras Rockson le pasaba su humeante puro que nunca se acababa. Necesitaba una imagen molona para hacer algo molón.
Envuelto en un aura de revolucionaria epicidad, Maki se lanzó a la batalla, dispuesto a proteger a la mujer a la que solo él podía y debía derrotar en la batalla del amor. Apretó los puños y dejó que su lado gyojin tomara el control, que el poder de las aguas le prestara su fuerza y le ayudara a salvar su matrimonio con una entrada triunfal. Y en cuanto esa curvilínea cosa con alas se abalanzó sobre Hipatia, Maki se interpuso y proyectó un puñetazo salvador desde un lado, dejando que un chorro de agua y su espectacular vozarrón le dejasen al mundo una cosa bien clara:
-¡Marchaos de aquí, bestias! ¡Nadie apuñala a mi esposa en mi presencia!
- Resumen. Aki, por dios no me mates:
- Maki se lanza a sacudirle a Aki de la forma más heroicamente viril que puede.
Nombre: Puño de la Estrella de Mar
Naturaleza de la técnica: Física
Descripción: Maki concentra toda su fuerza y haki en un solo puñetazo, logrando, gracias a sus cosas de gyojin, que toda el agua de la atmósfera a varios metros a la redonda se concentre en su ataque. No solo golpea con una fuerza desmesurada, sino que mueve toda esa agua como un poderoso chorro a presión hacia su rival. Funciona mejor en ambientes húmedos.
Shinobu Yamamoto
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Desde las afueras del pueblo analicé superficialmente la situación y no pude evitar preguntarme cuánto ayudaría a la gente de Wano nuestra intervención militar. Luché con Tori-san durante más de dos semanas y la guerra aún estaba lejos de terminar. Da igual. Si bien podía no significar mucho para el conflicto a nivel país, pero para los niños, hombres y mujeres que vivían ahí supondría la diferencia entre vivir y morir. Tenía que actuar.
Por el momento descartaría una carga frontal principalmente por dos razones: primero, aún no tenía información relevante sobre las condiciones del enemigo; segundo, mi escuadrón estaba conformado por aficionados. Tenía que asegurarme de que no tomasen rehenes, los hombres de Juriasu C. Zaru eran todos unos cobardes. Y para ello se me ocurría una sola idea.
—Han esperado un momento como este durante mucho tiempo. ¡Aquí está la oportunidad que han estado esperando! ¡Frente a nosotros se encuentra el enemigo que ha secuestrado y asesinado sin miramientos a los ciudadanos de Wano! ¡Es hora de contraatacar, guerreros! ¡Vivimos para pelear y abandonaremos este mundo con honor! —rugí para ellos, empuñando con firmeza a Oni Sakon—. Escúchenme, levantaré una nube de polvo para crear una distracción y entorpecer su visión. Los tomaremos por sorpresa, nos enfocaremos en los más desprevenidos, los que están en la periferia del pueblo. Recuerden, no podemos permitir que tomen rehenes. ¡Recuerden que estamos aquí para pelear!
Dividí mi pequeño grupo de manera que pudiera abarcar un frente y dos flancos. Luego, me concentré en el pueblo y comencé a generar una pequeña ráfaga de viento que poco a poco se volvía más violenta. Si en la capital había rayos, aquí las nubes se volverían grises y el cielo oscurecería. El viento empezaría a arremolinarse, levantando el polvo. Mantendría esa forma para terminar con una versión más modesta de una tormenta de arena. Y entonces arremetería en silencio.
Si conseguía levantar la nube de polvo, avanzaría en silencio y agachada. Los rugidos del viento callarían mis movimientos, o eso esperaba. Cuando llegase a la posición… Bueno, lanzaría una estocada en dirección al pecho del pirata. Si alguien me veía, entraría en combate; en caso contrario, buscaría un lugar para esconderme y buscar a un nuevo objetivo.
Por el momento descartaría una carga frontal principalmente por dos razones: primero, aún no tenía información relevante sobre las condiciones del enemigo; segundo, mi escuadrón estaba conformado por aficionados. Tenía que asegurarme de que no tomasen rehenes, los hombres de Juriasu C. Zaru eran todos unos cobardes. Y para ello se me ocurría una sola idea.
—Han esperado un momento como este durante mucho tiempo. ¡Aquí está la oportunidad que han estado esperando! ¡Frente a nosotros se encuentra el enemigo que ha secuestrado y asesinado sin miramientos a los ciudadanos de Wano! ¡Es hora de contraatacar, guerreros! ¡Vivimos para pelear y abandonaremos este mundo con honor! —rugí para ellos, empuñando con firmeza a Oni Sakon—. Escúchenme, levantaré una nube de polvo para crear una distracción y entorpecer su visión. Los tomaremos por sorpresa, nos enfocaremos en los más desprevenidos, los que están en la periferia del pueblo. Recuerden, no podemos permitir que tomen rehenes. ¡Recuerden que estamos aquí para pelear!
Dividí mi pequeño grupo de manera que pudiera abarcar un frente y dos flancos. Luego, me concentré en el pueblo y comencé a generar una pequeña ráfaga de viento que poco a poco se volvía más violenta. Si en la capital había rayos, aquí las nubes se volverían grises y el cielo oscurecería. El viento empezaría a arremolinarse, levantando el polvo. Mantendría esa forma para terminar con una versión más modesta de una tormenta de arena. Y entonces arremetería en silencio.
Si conseguía levantar la nube de polvo, avanzaría en silencio y agachada. Los rugidos del viento callarían mis movimientos, o eso esperaba. Cuando llegase a la posición… Bueno, lanzaría una estocada en dirección al pecho del pirata. Si alguien me veía, entraría en combate; en caso contrario, buscaría un lugar para esconderme y buscar a un nuevo objetivo.
- Resumen:
- Intentar levantar una nube de polvo y atacar.
Prometeo
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¿Marchar hacia la batalla…? Podía parecer una pregunta sencilla, pero la verdad es que no era fácil de responder. Prometeo no marchaba hacia la batalla porque tenía miedo. Quería proteger a la humanidad, pero una parte de él sabía que, si iba a la guerra como Shinobu, tendría que tomar una decisión para la que no estaba preparado. ¿Sería capaz de matar a un ser humanos? ¿O podría aguantar ver morir a un rehén? Tenía miedo porque no sabía en qué clase de hombre se convertiría como se siguiera sumergiendo en la guerra. Se refugiaba en un juramento, pues como médico salvaba vidas, no las quitaba, y era el principal responsable de enviar a Shinobu a lo que él debía hacer.
Soy un cobarde… ¡El mundo no necesita a un cobarde como su protector!, se recriminó para sí, mordiéndose el labio y empuñando con firmeza las manos. Se sentía frustrado y avergonzado de sí mismo. Sin embargo, por mal que estuviese Hitomi necesitaba oír una respuesta. Y no lo había pensado hasta ese momento, pero si alguien podía entenderle más que ninguna otra persona, esa era Hitomi. Estando al borde de la muerte, Shinobu le salvó y desde entonces junto a la señorita Lysbeth le estuvieron protegiendo. Desde una posición segura y privilegiada vio morir a muchos de sus compatriotas.
—Nadie te dejó hacer nada cuando querías pelear, ¿verdad? —dijo Prometeo sin ser consciente de que sus pensamientos habían escapado de su boca. Quiso disculparse, pero era el momento para decir lo que pensaba—. Me gustaría ser la mitad de valiente de lo que tú eres, Hitomi. A diferencia de mí no huyes de los conflictos, sino que los enfrentas con la frente en alto. —El revolucionario bajó la mirada para ver mejor a la princesa—. ¿Estás cansada de ser siempre la protegida cuando lo único que quieres es proteger a los demás? Yo sí. Por quien soy serviría mucho más en otro tipo de batallas, pero no puedo huir toda la vida. Como he sanado a los heridos del pueblo necesito recuperarme y luego… Luego iremos tú y yo. Todo Wano necesita saber que estás ahí, necesita saber que todavía hay esperanza, y eso solo lo puedes hacer tú.
Así que esperaría. Buscaría entre los hombres a cualquiera que pareciera tener dotes de líderes y lo dejaría a cargo de manera temporal. Además, reuniría a los voluntarios del hospital improvisado y les dejaría instrucciones sobre cómo operar frente a los casos más comunes. Le hubiera gustado cocinar para esa gente, pero ahora mismo tenía que recuperarse. Y una vez hubiera acabado con la organización general, le preguntaría a Hitomi si estaba de acuerdo con ello. Entonces, marcharía en dirección a Shinobu.
El comandante se enfadaría con él, pues había hecho una promesa que no sabía si podría cumplir y encima llevaría a la princesa a la batalla. Sí, definitivamente se enfadaría con él porque estaba actuando con el corazón y no con la cabeza.
Soy un cobarde… ¡El mundo no necesita a un cobarde como su protector!, se recriminó para sí, mordiéndose el labio y empuñando con firmeza las manos. Se sentía frustrado y avergonzado de sí mismo. Sin embargo, por mal que estuviese Hitomi necesitaba oír una respuesta. Y no lo había pensado hasta ese momento, pero si alguien podía entenderle más que ninguna otra persona, esa era Hitomi. Estando al borde de la muerte, Shinobu le salvó y desde entonces junto a la señorita Lysbeth le estuvieron protegiendo. Desde una posición segura y privilegiada vio morir a muchos de sus compatriotas.
—Nadie te dejó hacer nada cuando querías pelear, ¿verdad? —dijo Prometeo sin ser consciente de que sus pensamientos habían escapado de su boca. Quiso disculparse, pero era el momento para decir lo que pensaba—. Me gustaría ser la mitad de valiente de lo que tú eres, Hitomi. A diferencia de mí no huyes de los conflictos, sino que los enfrentas con la frente en alto. —El revolucionario bajó la mirada para ver mejor a la princesa—. ¿Estás cansada de ser siempre la protegida cuando lo único que quieres es proteger a los demás? Yo sí. Por quien soy serviría mucho más en otro tipo de batallas, pero no puedo huir toda la vida. Como he sanado a los heridos del pueblo necesito recuperarme y luego… Luego iremos tú y yo. Todo Wano necesita saber que estás ahí, necesita saber que todavía hay esperanza, y eso solo lo puedes hacer tú.
Así que esperaría. Buscaría entre los hombres a cualquiera que pareciera tener dotes de líderes y lo dejaría a cargo de manera temporal. Además, reuniría a los voluntarios del hospital improvisado y les dejaría instrucciones sobre cómo operar frente a los casos más comunes. Le hubiera gustado cocinar para esa gente, pero ahora mismo tenía que recuperarse. Y una vez hubiera acabado con la organización general, le preguntaría a Hitomi si estaba de acuerdo con ello. Entonces, marcharía en dirección a Shinobu.
El comandante se enfadaría con él, pues había hecho una promesa que no sabía si podría cumplir y encima llevaría a la princesa a la batalla. Sí, definitivamente se enfadaría con él porque estaba actuando con el corazón y no con la cabeza.
- Resumen:
- Reflexionar y proponerle cositas a Hitomi. Descansar y luego marchar al pueblo donde está Shinobu.
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Mi despertar poseía una serie de características únicas. Mientras la mayoría de frutas paramecia transformaba el entorno en el entorno en su elemento, la mía hacía que los hilos de mi encanto -habitualmente disgregados en una atmósfera no demasiado densa- se concentraran, tomando una forma física tal como podría ser una rata, o un topillo; en mi caso, un gato. O muchos. Otra era que bajo esa forma mis encantamientos sufrían una degradación en su velocidad, estando limitados a la de un gato anatómicamente coherente -lo cual, en realidad, no era tanto inconveniente-. La última de ellas era que mi despertar nacía en las esquinas, en lo más profundo de espacios oscuros y profundos, de la misma forma que atacaba los rincones más negros del alma humana. Por eso no había necesidad de mantenerlos; simplemente, si concentraba mi poder, surgían como fieles súbditos a mi llamada. Aunque si los hubiese puesto dos semanas atrás seguramente podría haber cogido a Oc en un renuncio, o hacerme con algo de información que no estuviese meticulosamente encapsulada. Tal vez debería haberlo hecho.
El problema era que el uso de mi fruta estaba resultando, en gran medida, inútil. Sabía que Oc había sido impactado, pero no sabría hasta qué punto le había afectado, si es que le había afectado, hasta topármelo. Y, para más colmo, lo único que encontré una vez que salí a las puertas del palacio fue caos. Black estaba en las puertas, y entre los rayos y el fuego lo único que lograba ver era el caos generalizado imperante en todas partes. La gente iba de un lado a otro como pollos sin cabeza, y algo muy malo estaba a punto de suced...
La noche cayó de golpe. El negror ardiente del cometa oscureció todo y el temblor no tardó en llegar cuando el brillo desapareció. El monte Fuji erupcionó, todo se volvía cada vez más loco... En fin. Hice surgir una veintena de gatos más, buscando de nuevo a ver si podía por lo menos armar un pequeño ejército, dado que nadie estaba en la puerta esperando por mí.
El problema era que el uso de mi fruta estaba resultando, en gran medida, inútil. Sabía que Oc había sido impactado, pero no sabría hasta qué punto le había afectado, si es que le había afectado, hasta topármelo. Y, para más colmo, lo único que encontré una vez que salí a las puertas del palacio fue caos. Black estaba en las puertas, y entre los rayos y el fuego lo único que lograba ver era el caos generalizado imperante en todas partes. La gente iba de un lado a otro como pollos sin cabeza, y algo muy malo estaba a punto de suced...
La noche cayó de golpe. El negror ardiente del cometa oscureció todo y el temblor no tardó en llegar cuando el brillo desapareció. El monte Fuji erupcionó, todo se volvía cada vez más loco... En fin. Hice surgir una veintena de gatos más, buscando de nuevo a ver si podía por lo menos armar un pequeño ejército, dado que nadie estaba en la puerta esperando por mí.
- Resumen:
- Esperar y mandar más gatos
AEG93
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Siguiendo la trayectoria de aquel temblor el joven samurái recorrió el palacio nuevamente hacia el exterior junto al médico, que parecía aliviado de estar al fin abandonando aquel lugar. Para su sorpresa, no obstante, el recorrido fue notablemente distinto al de ida. Ninguna de las muchas patrullas que se cruzaron en la anterior ocasión parecían seguir dentro de palacio, lo que reforzaba la impresión de Ryuu de que algo muy grave estaba sucediendo. Tan solo algunos cocineros, ajenos a todo aquello, se afanaban en llevar manjares hacia algún lugar del edificio.
Cuando llegó al exterior la imagen que encontró ante sí provocó multitud de diferentes sentimientos. Por un lado la profunda rabia que le invadió durante un momento al ver a la usurpadora. Protegida por varios guerreros de aspecto considerablemente poderoso, entre ellos el gyojin que al parecer era su consorte, Hipatia Stix se encontraba frente a tres rostros que resultaban inconfundibles pese a que Ryuu nunca se había encontrado cara a cara con ninguno de ellos. Aki D. Arlia, la famosa pirata. Osuka Sumisu, Oficial General del Ejército Revolucionario y uno de los más férreos enemigos del Gobierno Mundial. Y por último Dexter Black, el legendario antiguo Emperador del Mar, convertido ahora en líder de la Armada Revolucionaria. Con aliados como aquellos derrotar a las huestes de Hipatia resultaría mucho más sencillo, pues el poder de aquellas tres personas era ampliamente conocido en todo el mundo. Sin embargo... Hipatia era suya.
Había tiranizado y esclavizado el hogar de su padre, haciéndose con el poder en la isla pese a que sus habitantes no la querían. Y tras una sangrienta guerra civil que había terminado perdiendo había acabado huyendo tan solo para asaltar a sangre y fuego el país que le había visto nacer y crecer. Donde su madre, su hermana, su maestro y tantos otros seres queridos seguían viviendo a día de hoy. Había reducido el país a cenizas y escombros allí por donde había pasado, asesinando a miles de personas inocentes. Y todo eso... ¿por qué? Por alguna clase de alianza con el Hemperador del Mar y con otras personas de gran poder que, al parecer, eran ya aliados mucho tiempo atrás. Igual que, al parecer, lo había sido también el difunto Pérez Troita. No iba a salirse con la suya. Perecería bajo el filo de Kirisame.
- Escóndete hasta que esto termine. Después te sacaré de la ciudad. - Dijo al médico, en cuyo rostro podía verse el horror que sentía al encontrarse frente a frente con la responsable de la masacre de tantos de sus compatriotas.
- ¡Hipatia! - Gritó con todas sus fuerzas al tiempo que dejaba caer la armadura del ejército de la reina que había estado llevando hasta aquel momento. Su voz, firme y poderosa, era un fiel reflejo de su decisión de hacer lo que fuera necesario para poner fin a la vida de la usurpadora. - ¡Espero que no pensaras que al huir de la Isla Gyojin escaparías de mí!
Sabía que la reina le reconocería, pues sus hazañas en su contra durante la Guerra Civil habían sido más que notorias. No obstante, no podía decir lo mismo de las tres personas que se oponían a ella. Así que decidió adelantarse a posibles confusiones y dejar claro que la usurpadora era suya. Por justicia debía ser él quien acabase con ella. Así que miró a Dexter, Aki y Osuka y anunció:
- Mi nombre es Ryuu Akiyama, miembro del Ouka Shichibukai y de la resistencia de la Isla Gyojin contra la tiranía de la usurpadora Hipatia Stix. Además de samurái nacido y crecido en el honorable país de Wano. Vengo desde la Isla Gyojin en persecución de la usurpadora con la intención de poner fin a sus fechorías de una vez por todas, y reclamo en este momento lo que por justicia me corresponde. ¡Hipatia Stix, te reto por mi honor de samurái a un duelo a muerte! ¡No causarás más daño a mi país ni a su gente!
Como samurái no podía haber hecho otra cosa. Atacar por la espalda intentando pillar a la reina desprevenida era algo que ni siquiera contemplaba, y tampoco quería aparecer de repente y ponerse ante Hipatia sin dejar claros sus motivos ante los demás. No quería confusiones ni que pensaran que era un enemigo más.
Cuando llegó al exterior la imagen que encontró ante sí provocó multitud de diferentes sentimientos. Por un lado la profunda rabia que le invadió durante un momento al ver a la usurpadora. Protegida por varios guerreros de aspecto considerablemente poderoso, entre ellos el gyojin que al parecer era su consorte, Hipatia Stix se encontraba frente a tres rostros que resultaban inconfundibles pese a que Ryuu nunca se había encontrado cara a cara con ninguno de ellos. Aki D. Arlia, la famosa pirata. Osuka Sumisu, Oficial General del Ejército Revolucionario y uno de los más férreos enemigos del Gobierno Mundial. Y por último Dexter Black, el legendario antiguo Emperador del Mar, convertido ahora en líder de la Armada Revolucionaria. Con aliados como aquellos derrotar a las huestes de Hipatia resultaría mucho más sencillo, pues el poder de aquellas tres personas era ampliamente conocido en todo el mundo. Sin embargo... Hipatia era suya.
Había tiranizado y esclavizado el hogar de su padre, haciéndose con el poder en la isla pese a que sus habitantes no la querían. Y tras una sangrienta guerra civil que había terminado perdiendo había acabado huyendo tan solo para asaltar a sangre y fuego el país que le había visto nacer y crecer. Donde su madre, su hermana, su maestro y tantos otros seres queridos seguían viviendo a día de hoy. Había reducido el país a cenizas y escombros allí por donde había pasado, asesinando a miles de personas inocentes. Y todo eso... ¿por qué? Por alguna clase de alianza con el Hemperador del Mar y con otras personas de gran poder que, al parecer, eran ya aliados mucho tiempo atrás. Igual que, al parecer, lo había sido también el difunto Pérez Troita. No iba a salirse con la suya. Perecería bajo el filo de Kirisame.
- Escóndete hasta que esto termine. Después te sacaré de la ciudad. - Dijo al médico, en cuyo rostro podía verse el horror que sentía al encontrarse frente a frente con la responsable de la masacre de tantos de sus compatriotas.
- ¡Hipatia! - Gritó con todas sus fuerzas al tiempo que dejaba caer la armadura del ejército de la reina que había estado llevando hasta aquel momento. Su voz, firme y poderosa, era un fiel reflejo de su decisión de hacer lo que fuera necesario para poner fin a la vida de la usurpadora. - ¡Espero que no pensaras que al huir de la Isla Gyojin escaparías de mí!
Sabía que la reina le reconocería, pues sus hazañas en su contra durante la Guerra Civil habían sido más que notorias. No obstante, no podía decir lo mismo de las tres personas que se oponían a ella. Así que decidió adelantarse a posibles confusiones y dejar claro que la usurpadora era suya. Por justicia debía ser él quien acabase con ella. Así que miró a Dexter, Aki y Osuka y anunció:
- Mi nombre es Ryuu Akiyama, miembro del Ouka Shichibukai y de la resistencia de la Isla Gyojin contra la tiranía de la usurpadora Hipatia Stix. Además de samurái nacido y crecido en el honorable país de Wano. Vengo desde la Isla Gyojin en persecución de la usurpadora con la intención de poner fin a sus fechorías de una vez por todas, y reclamo en este momento lo que por justicia me corresponde. ¡Hipatia Stix, te reto por mi honor de samurái a un duelo a muerte! ¡No causarás más daño a mi país ni a su gente!
Como samurái no podía haber hecho otra cosa. Atacar por la espalda intentando pillar a la reina desprevenida era algo que ni siquiera contemplaba, y tampoco quería aparecer de repente y ponerse ante Hipatia sin dejar claros sus motivos ante los demás. No quería confusiones ni que pensaran que era un enemigo más.
- Resumen:
- Retar a Hipatia a un duelo a muerte.
Gareth Silverwing
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En ese momento todo lo que estaba ocurriendo pasó a un segundo plano. El cuerpo celeste entró en la atmósfera y su combustión iluminó brevemente la isla con un fulgor cegador. Pasó sobre nuestras cabezas con un estruendo que eclipsó la conversación de antes, y una estela de un negro que no auguraba nada bueno. Pero sobre todo lo preocupante de la situación se sumaba que lo que estaba viendo... no, tenía que ser cosa del brillo.
La gran roca celeste pasó y poco después notamos un gran impacto seguido de un terremoto. Si hacía cálculos rápidos con el tamaño y la velocidad, y aplicaba el tiempo que había pasado entre el terremoto y el estruendo... Había chocado contra Red Line, y si lo habíamos notado significaba que el impacto había afectado a las capas profundas de la tierra. Mierda acabábamos de salir de un agujero lleno de lava, y había un volcán durmiente en el centro de la isla. Y justo como si fuera un oráculo el volcán entró en erupción, soltando lava por las laderas y amenazando la capital.
Y en ese momento algo golpeó mi cabeza, una pequeña piedra, era demasiado pronto para que fuera del volcán ¿Entonces eso significaba que era parte del asteroide? Más como esa comenzaron a caer, llevé la mano a una de ellas, un terrón de óxido más que una piedra. Lo analicé brevemente, color, textura, extensión sobre el metal de dentro si es que había, olor, sabor (Si, lo lamo) y por último conductividad térmica. Resultado del análisis... Inconcluyente. No era el óxido de un metal que conociese. Eso significaba que ese asteroide estaba compuesto de materia extraña para este mundo. Eso significaba que mi observación de antes no era un error, no reconocía ese metal al verlo. Ahora sabía por qué este hombre tenía tal interés en aquel cuerpo celeste. Sólo con haber analizado su brillo, sus reflejos y el espectro de su cola debería haber bastado para que alguien con su nivel se diese cuenta de que su composición era extraña. El resto sólo eran matemáticas para calcular la trayectoria.
- Ya veo. Ahora entiendo lo que te resultaba tan cautivador... - Apreté el terrón y este se volvió polvo en mi puño. - Pero eso significa que durante todo este tiempo sabías que algo tan catastrófico ocurriría y no dijiste nada. - Me volví y le miré a los ojos con una ira casi ciega. - Soy un estudioso de la física, pero antes de eso soy marine y no puedo pasar por alto que miles de vidas pueden haberse perdido por culpa de esa negligencia. Tengo que tomarte bajo custodia y veremos lo que sabes sobre ese meteorito, lo quieras o no. - Saqué mi arma y me preparé para dar rienda suelta a mi ira. - El volcán, los piratas y ahora esto... Son demasiadas cosas. Al, dime ¿Qué debo hacer?
La gran roca celeste pasó y poco después notamos un gran impacto seguido de un terremoto. Si hacía cálculos rápidos con el tamaño y la velocidad, y aplicaba el tiempo que había pasado entre el terremoto y el estruendo... Había chocado contra Red Line, y si lo habíamos notado significaba que el impacto había afectado a las capas profundas de la tierra. Mierda acabábamos de salir de un agujero lleno de lava, y había un volcán durmiente en el centro de la isla. Y justo como si fuera un oráculo el volcán entró en erupción, soltando lava por las laderas y amenazando la capital.
Y en ese momento algo golpeó mi cabeza, una pequeña piedra, era demasiado pronto para que fuera del volcán ¿Entonces eso significaba que era parte del asteroide? Más como esa comenzaron a caer, llevé la mano a una de ellas, un terrón de óxido más que una piedra. Lo analicé brevemente, color, textura, extensión sobre el metal de dentro si es que había, olor, sabor (Si, lo lamo) y por último conductividad térmica. Resultado del análisis... Inconcluyente. No era el óxido de un metal que conociese. Eso significaba que ese asteroide estaba compuesto de materia extraña para este mundo. Eso significaba que mi observación de antes no era un error, no reconocía ese metal al verlo. Ahora sabía por qué este hombre tenía tal interés en aquel cuerpo celeste. Sólo con haber analizado su brillo, sus reflejos y el espectro de su cola debería haber bastado para que alguien con su nivel se diese cuenta de que su composición era extraña. El resto sólo eran matemáticas para calcular la trayectoria.
- Ya veo. Ahora entiendo lo que te resultaba tan cautivador... - Apreté el terrón y este se volvió polvo en mi puño. - Pero eso significa que durante todo este tiempo sabías que algo tan catastrófico ocurriría y no dijiste nada. - Me volví y le miré a los ojos con una ira casi ciega. - Soy un estudioso de la física, pero antes de eso soy marine y no puedo pasar por alto que miles de vidas pueden haberse perdido por culpa de esa negligencia. Tengo que tomarte bajo custodia y veremos lo que sabes sobre ese meteorito, lo quieras o no. - Saqué mi arma y me preparé para dar rienda suelta a mi ira. - El volcán, los piratas y ahora esto... Son demasiadas cosas. Al, dime ¿Qué debo hacer?
- Resúmen:
- Analiza el óxido y por primera vez le pide a Al que le diga lo que hacer.
A veces los instantes previos al desastre eran los más hermosos. Ese... No era uno de ellos. Con unas evasivas que no terminaban de ser en lo más mínimo tranquilizadoras, el desconocido reconocía conocer a Iulius -al que calificaba de poco más que muchacho- y a Kepler, con la cual "no se veía hasta el final de sus días" o algo así. Tenía cierta gracia teniendo en cuenta el carácter despreocupado que había visto en ella y su tendencia a fugarse de cualquier lugar. De hecho, se había largado de la custodia de Zuko tras dejar Dressrosa. Debería haber escoltado él mismo a la mujer, aunque tenía la sensación de que el resultado no habría cambiado.
Sin embargo, cuando estaba a punto de abofetear al gilí aquel día la humanidad recibió un siniestro recordatorio. Vivíamos maravillados de las estrellas que pendían delicadamente bajo la bóveda celeste, ajenos e inconscientes al peligro que representaban. Cualquier hombre de ciencia con un poco de cabeza habría construido un enorme rayo láser para, una a una, ir destruyendo todas las aterradoras bolas de fuego y luz que aguardaban su momento, igual que la que ahora desgarraba el cielo con su fulgor dorado. Miró a Arthur mientras el rugido aún era un silbido, esperando que el rayo láser con el que acababa de fantasear se materializase mágicamente en manos de su contraalmirante. Estaba a punto de gritarle "haz lo tuyo" cuando esa cosa se estampó contra algo. Por la trayectoria, la velocidad del viento, la humedad ambiental y que seguía vivo, asumió que no había sido en Wano. De hecho, asumió que había sido lo bastante lejos como para que esa cosa -sabía suficiente de astronomía como para entender que una estrella era muy grande, casi como el propio planeta- solo destruyese la otra mitad del mundo. Con suerte, la torre Alvenger seguiría intacta. Si no, esperaba que Jenny al menos hubiese evacuado el whisky bueno a tiempo.
Oh, no. ¡Jenny!
- ¡Monstruo! -gritó, sacando sus espadas. No a Fuego, sino a Verano e Invierno, una en cada mano-. Estás detenido en nombre del Gobierno Mundial, la Marina y cada una de las buenas gentes que trabajaban en las destilerías del Paraíso. Todas ellas -y las que no, en realidad- merecen que se haga justicia.
El golpe del astro había sonado como el corcho de una botella de champán. Si el corcho fuese una gigantesca estrella y la pared la Tierra, vaya. El temblor que había venido después trató de derribarlo, pero su postura era incorruptible. Se asustó de la lava, pero no le dio mayor importancia. Arthur y él habían contrarrestado más antes, no importaba hacerlo ahora.
- Arthur, este hombre es un criminal irredento que o bien pertenece a o colabora con los infames piratas de Kepler. Es demasiado peligroso hacer prisioneros.
Quiso decir "acaba con el gilí", pero habría sido anticlimático. En su lugar cargó contra uno de los samuráis, fintando. Su plan pasaba por ir en línea recta contra él, deshaciéndose en polvo cuando tratase de frenarlo, y reformarse a su espalda dibujando un destructivo tajo en cruz. Si funcionaba, uno menos. Si no, él se encargaría de la escolta.
Sin embargo, cuando estaba a punto de abofetear al gilí aquel día la humanidad recibió un siniestro recordatorio. Vivíamos maravillados de las estrellas que pendían delicadamente bajo la bóveda celeste, ajenos e inconscientes al peligro que representaban. Cualquier hombre de ciencia con un poco de cabeza habría construido un enorme rayo láser para, una a una, ir destruyendo todas las aterradoras bolas de fuego y luz que aguardaban su momento, igual que la que ahora desgarraba el cielo con su fulgor dorado. Miró a Arthur mientras el rugido aún era un silbido, esperando que el rayo láser con el que acababa de fantasear se materializase mágicamente en manos de su contraalmirante. Estaba a punto de gritarle "haz lo tuyo" cuando esa cosa se estampó contra algo. Por la trayectoria, la velocidad del viento, la humedad ambiental y que seguía vivo, asumió que no había sido en Wano. De hecho, asumió que había sido lo bastante lejos como para que esa cosa -sabía suficiente de astronomía como para entender que una estrella era muy grande, casi como el propio planeta- solo destruyese la otra mitad del mundo. Con suerte, la torre Alvenger seguiría intacta. Si no, esperaba que Jenny al menos hubiese evacuado el whisky bueno a tiempo.
Oh, no. ¡Jenny!
- ¡Monstruo! -gritó, sacando sus espadas. No a Fuego, sino a Verano e Invierno, una en cada mano-. Estás detenido en nombre del Gobierno Mundial, la Marina y cada una de las buenas gentes que trabajaban en las destilerías del Paraíso. Todas ellas -y las que no, en realidad- merecen que se haga justicia.
El golpe del astro había sonado como el corcho de una botella de champán. Si el corcho fuese una gigantesca estrella y la pared la Tierra, vaya. El temblor que había venido después trató de derribarlo, pero su postura era incorruptible. Se asustó de la lava, pero no le dio mayor importancia. Arthur y él habían contrarrestado más antes, no importaba hacerlo ahora.
- Arthur, este hombre es un criminal irredento que o bien pertenece a o colabora con los infames piratas de Kepler. Es demasiado peligroso hacer prisioneros.
Quiso decir "acaba con el gilí", pero habría sido anticlimático. En su lugar cargó contra uno de los samuráis, fintando. Su plan pasaba por ir en línea recta contra él, deshaciéndose en polvo cuando tratase de frenarlo, y reformarse a su espalda dibujando un destructivo tajo en cruz. Si funcionaba, uno menos. Si no, él se encargaría de la escolta.
- Resumen:
- A la carga.
Osuka Sumisu
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Akuma no mi
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El gigantesco brazo de corca, armado con aquel borde afilado, partió las dos olas de un corte limpio, pero fue demasiado pronto para cantar victoria. Como un mar embravecido, dos olas nuevas se levantaron amenazantes.
Estaba confundido, tenía que haber algo más en juego. Primero, porque era imposible que existiera alguien con su misma habilidad, y dudaba que fuese una smile. Ninguna era tan potente. Era por seguro que era aquella a la que Hipatia tenía tantas ganas de “despertar”
Aun si había diferencia, debido a la naturaleza de su poder, quizá podría encontrar un foco. Pues las akumas de control como las de Osuka funcionaban con un rio, podían tener cientos de ramificaciones pero todas provenían de un mismo punto. Si su teoría no fallaba, el movimiento de la tierra tendría que irse intensificando a medida que llegaba a su origen
- Vamos, no te escondas. –musito por lo bajo-. Ahora me ha dado curiosidad quien está detrás de esto.
Empezó a cruzar por el campo de batalla, donde Dexter y Aki se encargaban de Hipatia y su escolta, mientras que Osu se encargaba de los “masillas”. Con el brazos que había usado para parar los proyectiles antes, se desplazaba con el. Como si agarrara un ratón, el brazo intento atrapar al enemigo más cercano de los que le habían atacado y como si fuera una pelota, lo lanzo contra un grupo de más contrincantes. No buscaba matarlos por el impacto, pero quería asegurarse de que no se iban a levantar en un par de horas del guantazos.
Estaba confundido, tenía que haber algo más en juego. Primero, porque era imposible que existiera alguien con su misma habilidad, y dudaba que fuese una smile. Ninguna era tan potente. Era por seguro que era aquella a la que Hipatia tenía tantas ganas de “despertar”
Aun si había diferencia, debido a la naturaleza de su poder, quizá podría encontrar un foco. Pues las akumas de control como las de Osuka funcionaban con un rio, podían tener cientos de ramificaciones pero todas provenían de un mismo punto. Si su teoría no fallaba, el movimiento de la tierra tendría que irse intensificando a medida que llegaba a su origen
- Vamos, no te escondas. –musito por lo bajo-. Ahora me ha dado curiosidad quien está detrás de esto.
Empezó a cruzar por el campo de batalla, donde Dexter y Aki se encargaban de Hipatia y su escolta, mientras que Osu se encargaba de los “masillas”. Con el brazos que había usado para parar los proyectiles antes, se desplazaba con el. Como si agarrara un ratón, el brazo intento atrapar al enemigo más cercano de los que le habían atacado y como si fuera una pelota, lo lanzo contra un grupo de más contrincantes. No buscaba matarlos por el impacto, pero quería asegurarse de que no se iban a levantar en un par de horas del guantazos.
- Resumen:
Hacer tremendos triplazos con la gente si hay algunos que se resisten
Buscar el origen de esos poderes copiones >:T
Noximilien
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La clave de un buen equipo es saber comunicarse. Todo aquel que esta educado en el arte de la guerra y la estrategia sabe que el mayor arma no son ni los soldados ni los buques, sino las comunicaciones. Un bando sin la capacidad de comunicación era un bando perdedor.
Vile y Nox eran ese bando. Sinceramente, también era raro que alguien como Zane hubiese contactado con aquellos hombres para formar una alianza. Solo le parecía extraño porque Kenshin era de esas personas que confiaba con su fuerza y la de sus camaradas para hacer el trabajo duro.
“Esto los shumanos y yo nos lo sacamos con la minga, y nos da tiempo a pasar rato con unas mozas y unas cervecitas” Como diría el.
Nick estaba confuso por la información que le estaba entrando por ambos lados. Y sinceramente, ese hombre debía de tener la paciencia de un santo para aguantar todo aquello. Vile también pareció pillarle desprevenido aquella situación, pero eso no le impidió usar la labia.
- Perdona al chaval si se equivoca al hablar. Aun esta en prácticas y le cuesta. Le puede el nerviosismo de becario- espeto. Si tenía que seguirle el juego, seria vacilándole un poco.
Ya fuera de los oídos de Nick y demás, Nox se dirigió a sus compañeros. No lo miraba ni sorprendido ni decepcionado, aunque curiosamente se podía oler la esencia de ambas a la vez debido a esa estrategia de recuperación de Vile.
- Creo que al menos hemos averiguado para que era la llamada del Den Den de antes. – dedujo de forma evidente.
Vile y Nox eran ese bando. Sinceramente, también era raro que alguien como Zane hubiese contactado con aquellos hombres para formar una alianza. Solo le parecía extraño porque Kenshin era de esas personas que confiaba con su fuerza y la de sus camaradas para hacer el trabajo duro.
“Esto los shumanos y yo nos lo sacamos con la minga, y nos da tiempo a pasar rato con unas mozas y unas cervecitas” Como diría el.
Nick estaba confuso por la información que le estaba entrando por ambos lados. Y sinceramente, ese hombre debía de tener la paciencia de un santo para aguantar todo aquello. Vile también pareció pillarle desprevenido aquella situación, pero eso no le impidió usar la labia.
- Perdona al chaval si se equivoca al hablar. Aun esta en prácticas y le cuesta. Le puede el nerviosismo de becario- espeto. Si tenía que seguirle el juego, seria vacilándole un poco.
Ya fuera de los oídos de Nick y demás, Nox se dirigió a sus compañeros. No lo miraba ni sorprendido ni decepcionado, aunque curiosamente se podía oler la esencia de ambas a la vez debido a esa estrategia de recuperación de Vile.
- Creo que al menos hemos averiguado para que era la llamada del Den Den de antes. – dedujo de forma evidente.
- Resumen:
- Seguirle el rollo a Vile
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Normas del capítulo:
- Se moderará los martes entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los martes antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación:
- Vile y Nox:
- Con el pulgar e índice de una mano Nick se frota los ojos mientras os
escucha, reflexivo. Parece algo dubitativo. Su sonrisa parece bastante más sutil, casi incluso
alguien suspicaz podría pensar que se trata más bien de una mueca de incompresión.
– Entonces… A ver si lo he entendido. –Se riza la punta de la barba con un dedo–. Zane os ha
enviado porque consideraba sumamente urgente asaltar los barcos de Iulius C. Zar, pero él se
pasa dos semanas desaparecido y sus hombres vagabundeando entre Udon y Kibi. ¿Esperas
que creamos que alguien al que nos hemos cruzado de casualidad y no parecía estar siquiera
buscándonos traía un mensaje codificado de suma importancia? –Está atravesándote con la
mirada hasta doler, pero finalmente reflexiona al respecto y vuelve a hablar–: Bueno, viniendo
de tu capitán parece lo más lógico del mundo. Sobre todo después de lo de los piratas; ¿cómo
se le pudo ocurrir encadenarlos y luego largarse como si no fueran a tomar represalias? ¡Que si
un pirata navega en este mar es siempre un peligro!
Por lo menos, a pesar del largo rapapolvo que comienza a echaros en el que enumera todas las
cosas por las que Zane está “en la lista de niños malos”, parece que va estando más y más
dispuesto a tomar en consideración lo que habéis dicho. Mientras tanto, la gente corre como
loca intentando solventar los pequeños incendios causados por el cometa.
– Está bien, Muchachos. Os dejaré un pequeño equipo para ir hacia la costa. Lo último que
supimos es que se habían replegado a Onigashima, pero no perdemos nada por darle un voto a
tu capitán, supongo.
Nick llama a cinco muchachos, todos ellos vestidos con esmoquin verde y corbata roja. A
medida que se van presentando como Arny, Erik, Iro, Ornstein y Ulfrik podéis daros cuenta de
que son bajitos, pero bajo su ceñido traje hay una pequeña y compacta montaña de músculos.
También de que Arny tiene la nariz roja.
Una vez estáis listos, partís hacia la costa. Queda un largo camino hacia el norte, pero vais
avanzando hasta que, a lo lejos, podéis divisar un único barco. En este la Jolly Roger es de C.
Zar, pero no se encuentra a la orilla sino tal vez a cincuenta metros mar adentro,
particularmente bien posicionado. Además, hay algo raro en todo esto: ¿Por qué no hay
huellas en la arena de la playa? ¿Y por qué no hay ninguna señal de vida?
- Kiritsu:
- Arthur, Nimbus arquea una ceja al escuchar tus palabras, aparentemente sorprendido por el giro de ciento ochenta grados en tu actitud simplemente por el golpe de una piedra en tu cabeza. Algunos de los hombres que os rodean vuelven a manifestar una actitud corporal más… defensiva, pero en esta ocasión no hace gesto alguno para que se calmen.
-¿De un meteorito? Disculpe, caballero, pero ¿me está diciendo que la Marina cuenta con medios para impedir que un fragmento de roca no impacte en la tierra desde el espacio? ¿Me está diciendo que avisar realmente podría haber salvado vidas?
Si intentas buscar sorna o burla en su tono de voz no la hallarás, no al menos en apariencia, aunque sí muestra una gran curiosidad por tu respuesta. Evidentemente, desconoce los medios técnicos al alcance del Gobierno Mundial, y todo parece indicar que la ciencia y el conocimiento son más importantes para él que Hipatia o cualquier otra cosa. En cualquier caso, creo que puedes intuir que no está dispuesto a entregarse sin más. No sé si te lo comenté previamente –me parece que no-, así que lo hago ahora: porta consigo una suerte de cetro algo más alto que él, con un círculo en su extremo superior y una piedra romboidal de intenso color azul en el centro.
-Lo siento mucho, pero aún me queda mucho por averiguar y no puedo acompañar a nadie a ningún sitio –sentencia, mostrando cierto disgusto después de ser calificado como monstruo por Al. ¿Cómo que monstruo? ¡Él no le ha hecho nada malo a nadie! No al menos directamente… y eso pensará él.
Vayamos con la parte más conflictiva de la situación en la que os encontráis, y es que uno de los samuráis cae abatido antes incluso de poder reaccionar. Supongo que no cabía esperar otra cosa de un ataque lanzado sin previo aviso por nada más y nada menos que un Almirante. De cualquier modo, el resto de guerreros no pierden la calma, se alzan y desenvainan sus armas. Ambos podéis ver que la vestimenta de batalla de cada uno de ellos dista de parecer nueva e impoluta, lo que no deja de ser una mala noticia.
La serenidad de sus rostros revela que la batalla que acaba de comenzar está lejos de ser la primera en la que se ven envueltos. De hecho, si alguno de vosotros puede intuir el poder que atesoran esos hombres -me consta que uno sí que puede-, podrá comprobar que, si bien de forma individual no pueden rivalizar con ninguno de vosotros, el conjunto representa una fuerza de combate digna de tener en cuenta por cualquiera. ¿Quiénes serán esos hombres? Sea como sea, uno de los samuráis se abalanza sobre Al con un tajo vertical acompañado de una posición corporal forjada por un sinfín de enfrentamientos armados. Otros dos se posicionan a ambos lados, trazando sendos cortes horizontales a la altura de su abdomen. Un cuarto se lanza a por Arthur, pasando el filo de su arma muy cerca del centro de Nimbus. Una ínfima descarga eléctrica parece desprenderse de este último, extendiéndose por el sable y acompañando a la onda cortante que nace a continuación, ya dotada de por sí de un envidiable poder destructivo.
- Prometeo y Shinobu:
- Shinobu, si no recuerdo mal estaban abandonando el pueblo para dirigirse a la Capital de las Flores, ¿no? Bueno, puedo haberme equivocado, y si no lo he hecho asumiremos que realizas esta maniobra intentando interceptar al enemigo. Ya entrando en materia, los hombres y mujeres a tus órdenes contienen la respiración y tragan saliva de forma excesivamente sonora mientras el viento comienza a soplar.
No tienes problema para acabar con el enemigo que encuentras más cerca y, aunque nadie te ve y puedes retirarse, algunos enemigos sí alcanzan a ver cómo uno de ellos cae. También cabe destacar que una pequeña tormenta de arena se acaba de desatar de la nada. En un mundo como el que os ha tocado poblar, que están siendo atacados es algo obvio, ¿no te parece?
La tormenta de arena es suficiente como para que consigas esconderte tras tu ataque sorpresa, pero ni de lejos es suficiente para anular por completo la visibilidad de vuestro objetivo.
-¡Nos atacan! –grita entonces una voz en algún punto a unos veinte metros de ti-. ¡Formación!
El grupo de soldados enemigo forma un círculo perfecto, centrado por rivales que portan arcos y flechas. Antes de que quieras darte cuenta, disparan una andanada a la nada. Tus chicos aún no han atacado y por el momento el azar con el que ha abierto fuego el enemigo es el mismo que les libra de daño alguno. ¿Cuánto durará esto?
Prometeo, ¿le estás proponiendo a Hitomi que marche contigo a la guerra? Le estás proponiendo a Hitomi que marche contigo a la guerra… Al menos eso parece. Si lo he entendido mal, házmelo saber. La muchacha se muestra más que dispuesta a acompañarte, seguramente por una sensación de responsabilidad concerniente a todo lo que está aconteciendo en su tierra. A fin de cuentas ellas es quien está llamada a ser la soberana de la tierra de los samuráis, ¿no? Eso dice su linaje.
El caso es que después de semejante jaleo curativo necesitarás un buen descanso hasta encontrarte en plena forma y disposición para lanzarte a la batalla… o intentarlo. Es por ello que cuando alcances la posición de Shinobu –o antes de ello-, podrás identificar una zona donde la arenilla que reposa sobre la tierra ha sido levantada. No es algo descomunal que haga pensar en un desastre natural ni mucho menos, pero seguro que molesta si se mete en los ojos. Puedes percibir algún que otro grito, así que ya puedes imaginarte lo que está sucediendo.
- Las puertas de la Capital de las Flores:
- Y nuestro querido amigo, el samurái sin honor –o con poco- se quedó sin manos con las que seguir empuñando su sable. Se precipita hacia el suelo desde la elevada posición desde la que había atacado a Aki, sumergiéndose algunos centímetros en la no-agua antes de volver a ser escupido a la superficie por ella. Los muñones de sus manos no sangran como consecuencia de la cauterización de las heridas y, haciendo gala de un tesón incomparable, vuelve a erguirse con dificultad para posicionarse cerca de Hipatia. Os observa con sorprendente calma, como si no le doliese, mientras contempla el cada vez más condensado huracán que ha sido desatado. Por el momento no hace nada más, aunque si se ha posicionado en ese lugar quizás tenga algo más que decir y alguna sorpresa escondida. De cualquier modo, ya lo veremos.
Aki, la escolta de élite de Hipatia se estremece cuando despliegas de nuevo tu voluntad y uno de ellos llega a caer rendido, pero el resto parece poseer un tesón suficiente como para conservar la consciencia pese a que su capacidad de reacción esté notablemente mermada. No son pocos los presentes que se vuelven para contemplar con admiración e incomprensión tu mutación. Muchos de ellos forman parte de las huestes que cayeron abatidas previamente por vuestro haki del rey, que poco a poco van volviendo al mundo terrenal.
De cualquier modo, como venía comentando previamente Julius no ha sido tan estúpido como para encargarle una labor tan importante a alguien que resulta impedido sólo con perder las dos manos. Debo admitir que es una limitación más que importante, pero vayamos al grano, y es que a poco que tengáis algunos conocimientos, aunque sea superficiales, sobre el auténtico poder que llegan a desarrollar los verdaderos maestros de la espada, sabréis que muchos de ellos no necesitan un filo físico para canalizar su poder. El secuaz del Hemperador ejecuta un barrido con su pierna derecha en tu dirección conforme te abalanzas sobre Hipatia –recordemos que se había levantado para posicionarse cerca de sus dos pupilas-.
Curiosamente, al mismo tiempo que una onda cortante de un poder colosal desgarra el aire con la intención de interceptarte, un torrente cortante surge de forma inmediata en torno a la reina del reino de Ryuugu y deshace la incipiente columna ígnea.
Entretanto, las dos mujeres se voltean para encarar la pared de tierra con la que Osuka había anulado cualquier posibilidad de retirada. Una junto a otra, como si un espejo reflejase el perfil de sólo una de ellas, ejecutan un veloz corte casi imperceptible y de una precisión envidiable que convierte la pared en tres fragmentos pétreos de grandes dimensiones que se deslizan entre sí hasta abrir un camino que permite la huida.
Efectivamente, Hipatia no es una mujer regida por el honor en combate, y mucho menos alguien que responda a provocaciones aludiendo a su falta de valor. La escolta emprende la huida mientras la cercan y, si prestáis atención, veréis que parece murmurar algo. Hasta donde sabemos no habla sola, así que quizás se esté dirigiendo a algo o alguien… Por cierto, ¿qué es esa perturbación en el agua?
Vale, esto ha perdido el sentido por completo. De buenas a primeras, media docena de Reyes Marinos emergen del acuático subsuelo en el que alguien ha transformado la tierra que os rodea. Cuatro de ellos son más pequeños, por lo que probablemente se trate de algunos de los que recorren los ríos de Wano. Dos de ellos, con la apariencia de un caballo y un gato, sin embargo, son mucho más grandes y sin duda deben provenir del fondo océanico.
¿Hasta el punto de jugarte la vida por ella llegas, Maki? No sé si es elogiable o un obstinado empeño por tu parte en no querer ver la realidad, pero no seré yo quien juzgue lo que haces o dejas de hacer con el tiempo que te queda de vida. Tampoco tengo demasiado claro cómo reaccionará la pirata ante tu intento de detenerla, pero una de las personas que al parecer está intentando conseguir que Hipatia no la casque en medio de la refriega se ha movido antes que tú. Como consecuencia, una onda cortante que da miedo con sólo verla de lejos se dispone a colisionar contigo… Tiene pinta de que eso va a doler como te dé, no es por nada. Bueno, eso y una dentellada de las serpientes marinas con caras raras que acaban de salir de la nada. Ah, no, espera, que por algún motivo no parecen tener interés en hacerte nada. Exclusivamente a ti, claro, el resto está en peligro.
Yarmin, aclarado queda. Estamos de acuerdo en que una situación de confrontación tan directa probablemente sea el entorno en el que puedes moverte con menor soltura, pero estoy seguro de que algo podrás hacer. De cualquier modo, los veinte mininos se esparcen por la zona siguiendo tus designios. Si algo sobra es gente, y si algo sobra entre toda esa gente son soldados. Los hay más y menos diestros, gyojines en su mayoría y algunos, muy pocos, humanos. No creo que tengas problemas para intuir cuáles de ellos pueden resultarte más útiles en combate, y lo cierto es que en una situación como la que les rodea no están en disposición no están en disposición de siquiera cuestionarse si algo está influyendo en su voluntad. El único resultado posible es que no tardas en reunir un pequeño grupo de hombres, por encima de la media como combatientes, más que predispuestos a juzgar tus palabras y opiniones como ley.
Ryuu, no hacía falta que lo dijeras. Antes de que le digas que se esconda, el médico ha puesto pies en polvorosa y se ha alejado lo máximo posible del núcleo del conflicto. Esperemos que puedas encontrarle más adelante, si es que estás en disposición de buscarle, claro. Eso y que tu maestro esté bien, por supuesto, porque lo cierto y verdad es que te estás retrasando bastante. Pero bueno, vayamos con la parte que estoy seguro de que te interese más.
No sé si habrás leído la primera parte de la moderación, pero en ella digo que desde luego Hipatia no es una mujer predispuesta al enfrentamiento físico o a sucumbir ante el honor o las provocaciones. Esa parte iba mayormente por ti, porque, efectivamente, la reina te mira y te reconoce, pero no responde a tu desafío como cabría esperar de un honorable samurái de Wano. Por el contrario, parte de las personas que la acompañan cual escolta de presidente de gobierno consigue destruir el muro de piedra que le impedía retirarse y la usurpadora emprende la huida con el tentáculo –si lo tuviera- entre las piernas.
Entretanto, no te ha podido pasar desapercibido que seis Reyes Marinos de diversa envergadura han emergido de la mismísima tierra. Tal vez ese movimiento tan raro de la tierra tenga algo que ver en que hayan podido desplazarse hasta allí. Eso o las dos grandes “olas de tierra” que parecen haber dividido el lugar en dos; las mismas que no dejan de friccionar con el huracán que a poco que deduzcas debe haber sido generado por el dragón. La verdad es que la situación es bastante difícil. También habrás podido comprobar que Aki D. Arlia ha hecho de Hipatia su objetivo y que, aunque por el momento no ha conseguido acabar con ella, ya ha logrado hacerle daño y no está demasiado lejos de cumplir su objetivo. Bueno, a lo que iba, que el Rey Marino con pinta de caballo se lanza sobre ti con las fauces abiertas y luciendo unos colmillos que no se corresponden con su equina apariencia.
Osuka, me gusta como piensas. Antes de que comiences a identificar el origen de las anomalías del terreno puedes comprobar cómo dos mujeres, las que han flanqueado a Hipatia, hacen gala de una excepcional habilidad con la espada para derribar el muro de roca con el que habías aislado a la reina del reino Ryuugu y los demás del exterior. De hecho, ha comenzado a huir.
No sé cómo tendrás pensado reaccionar a esto último, pero en caso de que optes por perseguir tu instinto, tu habitual control del medio te permitirá ver algo que los demás no ven. Son pequeñas oscilaciones del terreno que le arrojan un aura de cuento, como si formase parte de una leyenda o una antigua historia. Esto se extiende más allá del terreno distorsionad y, según parece, lo hace en la dirección en la que se encuentra el palacio del shogun. ¿Y bien?
Dexter Black
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Pareció que su defensa había funcionado... A medias. La electricidad había impedido que se defendiera y la fuerza de tenaza había cercenado sus manos con cierta facilidad, pero seguía en pie. Había usado suficiente energía como para tumbar a un regimiento, pero más allá de las molestias iniciales había logrado volver a la carga, esta vez utilizando las piernas. Al estilo más propio de un agente entrenado del Cipher Pol que de un samurái de Wano, levantó una onda cortante tan potente que, si no hubiese adelantado a Nadia e interpuesto su Haki del Rey en su trayectoria, probablemente habría partido a Aki por la mitad. No obstante, el escudo que se conformó por un instante evitó que esta se propagase.
Lo que no pudo evitar, no obstante, fue que un extraño hombre pez atacara a Aki con furia desenfrenada.
Abrió los ojos como platos y su boca casi llegó al suelo mientras escuchaba su grito desgarrado, esa declaración sucinta que clamaba con fervor apasionado que se trataba de Augustus Makintosh, el ideólogo y comandante en activo más veterano de la Armada -lo cual, en realidad, no hablaba demasiado bien de la tasa de mortalidad en la causa-. Se lo había imaginado más... Menos... Se lo había imaginado de otra forma, en conclusión. Sabia que era un pez gota, pero habría esperado que realmente tuviese forma de gota y no de estar derritiéndose en absoluta agonía. A pesar de ello, golpeaba con vitalidad y furia defendiendo a su esposa, tratando de interponerse entre Aki y ella.
- ¡Augustus, no! -gritó, volviendo por un instante el rostro hacia él-. ¡Hay que detener a tu esposa para frenar toda esta locura! ¡Recuerda lo que dice EL MANUAL en el epígrafe sobre esposas y Apocalipsis!
Desde que había recibido EL MANUAL había visto artículos que no habían terminado de convencerle, pero otros eran extraordinariamente cautos. De hecho, la coyuntura de que una supuesta emperatriz sirena traicionase a su marido gyojin y este se llamase Augustus le hacía pensar que, en el fondo, Makintosh había previsto inconscientemente que todo aquello podría suceder en algún momento. El amor podía cegarlo en momentos de máxima pasión, pero en el fondo sabía que debía detenerla; por eso estaba allí, y por eso él tenía que recordarle EL MANUAL.
Se lo habría citado, pero las aguas se rompieron una vez más y de ellas surgieron seis reyes marinos. Lo cierto era que ya se empezaban a quedar sin espacio en la cúpula, pero tenía un nuevo dato a tener en cuenta: Esa tierra se comportaba como agua, pero aun si no se desagregaba ante el viento tenía no solo conexión con el mar sino también se mantenía en un estado completamente líquido. Ni siquiera viscoso, solo líquido. Agachó la cabeza, preocupado, pero elevó un dedo y separó a todos sus aliados, incluyendo a Maki, del suelo con un vórtice de viento. También al recién llegado del vestido, una vez atravesó la cortina de viento.
- No se os ocurra tocar el suelo -ordenó.
Su dedo se iluminó con un brillo azul. Un rayo impactó contra el viento. Y todo se iluminó.
Sonó como un crujido al principio, como un rugido después. Crepitaba como la leña ardiendo en una chimenea, pero mucho más violenta. La tierra solía tener una conductividad casi nula, pero los líquidos llenos de sales solían, por contra, ser excelentes conductores. Mejores que el aire, aunque en esa situación la pared de rayos formaba una curiosa excepción a la norma. Sin embargo, si algo podía nadar en su interior estaba más que claro que se trataba de líquido, y un líquido era fluido. Por definición, los fluidos con carga electronegativa producían una sistemática red electrosensible y piezoeléctrica. El cuarzo, presente en gran parte del terreno de la isla, estaba ahora deformado y era susceptible de conducir largas cadenas de rayos; las mismas que él intentaba dirigir.
Se erigió como ánodo para recibir de vuelta toda la electricidad que circulaba, volviendo esta al remolino a través de Nadia levantado. Si todo funcionaba debidamente los animales no tardarían en estar fritos, y la ruta que Hipatia tal vez tratase de usar como escape debería haber quedado anulada por completo. Esperaba que, con suerte, además, la tierra líquida no tardase en cristalizar.
Lo que no pudo evitar, no obstante, fue que un extraño hombre pez atacara a Aki con furia desenfrenada.
Abrió los ojos como platos y su boca casi llegó al suelo mientras escuchaba su grito desgarrado, esa declaración sucinta que clamaba con fervor apasionado que se trataba de Augustus Makintosh, el ideólogo y comandante en activo más veterano de la Armada -lo cual, en realidad, no hablaba demasiado bien de la tasa de mortalidad en la causa-. Se lo había imaginado más... Menos... Se lo había imaginado de otra forma, en conclusión. Sabia que era un pez gota, pero habría esperado que realmente tuviese forma de gota y no de estar derritiéndose en absoluta agonía. A pesar de ello, golpeaba con vitalidad y furia defendiendo a su esposa, tratando de interponerse entre Aki y ella.
- ¡Augustus, no! -gritó, volviendo por un instante el rostro hacia él-. ¡Hay que detener a tu esposa para frenar toda esta locura! ¡Recuerda lo que dice EL MANUAL en el epígrafe sobre esposas y Apocalipsis!
Desde que había recibido EL MANUAL había visto artículos que no habían terminado de convencerle, pero otros eran extraordinariamente cautos. De hecho, la coyuntura de que una supuesta emperatriz sirena traicionase a su marido gyojin y este se llamase Augustus le hacía pensar que, en el fondo, Makintosh había previsto inconscientemente que todo aquello podría suceder en algún momento. El amor podía cegarlo en momentos de máxima pasión, pero en el fondo sabía que debía detenerla; por eso estaba allí, y por eso él tenía que recordarle EL MANUAL.
Se lo habría citado, pero las aguas se rompieron una vez más y de ellas surgieron seis reyes marinos. Lo cierto era que ya se empezaban a quedar sin espacio en la cúpula, pero tenía un nuevo dato a tener en cuenta: Esa tierra se comportaba como agua, pero aun si no se desagregaba ante el viento tenía no solo conexión con el mar sino también se mantenía en un estado completamente líquido. Ni siquiera viscoso, solo líquido. Agachó la cabeza, preocupado, pero elevó un dedo y separó a todos sus aliados, incluyendo a Maki, del suelo con un vórtice de viento. También al recién llegado del vestido, una vez atravesó la cortina de viento.
- No se os ocurra tocar el suelo -ordenó.
Su dedo se iluminó con un brillo azul. Un rayo impactó contra el viento. Y todo se iluminó.
Sonó como un crujido al principio, como un rugido después. Crepitaba como la leña ardiendo en una chimenea, pero mucho más violenta. La tierra solía tener una conductividad casi nula, pero los líquidos llenos de sales solían, por contra, ser excelentes conductores. Mejores que el aire, aunque en esa situación la pared de rayos formaba una curiosa excepción a la norma. Sin embargo, si algo podía nadar en su interior estaba más que claro que se trataba de líquido, y un líquido era fluido. Por definición, los fluidos con carga electronegativa producían una sistemática red electrosensible y piezoeléctrica. El cuarzo, presente en gran parte del terreno de la isla, estaba ahora deformado y era susceptible de conducir largas cadenas de rayos; las mismas que él intentaba dirigir.
Se erigió como ánodo para recibir de vuelta toda la electricidad que circulaba, volviendo esta al remolino a través de Nadia levantado. Si todo funcionaba debidamente los animales no tardarían en estar fritos, y la ruta que Hipatia tal vez tratase de usar como escape debería haber quedado anulada por completo. Esperaba que, con suerte, además, la tierra líquida no tardase en cristalizar.
- Resumen:
- Usar a Nadia para anular la onda del espadachín y encender el aire, esperando que afecte también al líquido en el que flota una sopa de infinidad de elementos electrosensibles.
Maki
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Aquellas palabras casi detuvieron al Oficial Makintosh. ¿De verdad el delincuente malhablado le estaba citando el MANUAL? Vale, en realidad Maki no recordaba nada referente al fin del mundo y al matrimonio en el mismo artículo -aunque tal vez debería aparecer-, pero el mero hecho de que conociera la existencia del MANUAL ya era inusual. Solo un revolucionario tenía acceso al sagrado conocimiento de su misma existencia. Solo un auténtico hijo de Báltigo era digno de portar en su mente la sabiduría ancestral que contenían sus páginas, o de conocer siquiera que tal obra maestra se había escrito.
“¿Y si...?”
Únicamente alguien que hubiera recibido el Kit de Bienvenida, hubiera ido a los museos que había en toda base revolucionaria, asistido a las charlas, simposios, seminarios, congresos, debates sobre teoría manualística y musicales temáticos, comprado las tazas conmemorativas o que se hubiera hecho una foto con Manoli, la querida mascota del Museo del MANUAL, sabría que esa guía existía. Y encima lo había dicho en voz muy alta, para que destacara. Sí, sin duda era alguien iniciado en el camino del rebelde.
Por otro lado... bueno, la malvada cosa monstruosa que atacaba a su esposa le daba demasiado miedo, y además había invertido demasiado orgullo samurái de macho wanense en aquella intervención, por lo que no pasó de casi frenar su ataque. Solo casi.
Debió hacer algo mal, porque cuando se dio cuenta ya estaba flotando en una especie de castigo divino. A lo mejor sí había una norma así en el MANUAL y él se la acababa de saltar. ¿Era eso lo que les pasaba a los infractores? ¿Salían despedidos, atrapados por un tifón de viento vengador que seguramente fuese una metáfora muy enrevesada de algo relacionado con la revolución? Maki lo comprendía. Duro pero justo. Y, córcholis, qué mal rollo...
Mientras el Dios de los Revos o quienquiera que fuese le alzaba del suelo como una corriente a un boquerón, Maki se esforzó por salir de su extraño y merecido castigo para ir a ayudar a su señora. ¿A ayudarla o a enfrentarse a ella personalmente? No lo tenía claro. Tal vez ambas. Sabía que solo él podía detener a su esposa, pero también que su matrimonio pendía de un hilo. El MANUAL sí que hablaba de una situación como la suya, pero decidió ignorarlo convenientemente. ¡Obviamente no se aplicaba en ese momento!
Y como traído por sus blasfemos pensamientos, un montón de rayos y truenos hicieron estragos por doquier.
-Vale, perdón, seré bueno. Volveré al camino de la Causa, perdón -le dijo Maki al espíritu siempre presente del MANUAL.
Qué mala leche tenía el tío...
“¿Y si...?”
Únicamente alguien que hubiera recibido el Kit de Bienvenida, hubiera ido a los museos que había en toda base revolucionaria, asistido a las charlas, simposios, seminarios, congresos, debates sobre teoría manualística y musicales temáticos, comprado las tazas conmemorativas o que se hubiera hecho una foto con Manoli, la querida mascota del Museo del MANUAL, sabría que esa guía existía. Y encima lo había dicho en voz muy alta, para que destacara. Sí, sin duda era alguien iniciado en el camino del rebelde.
Por otro lado... bueno, la malvada cosa monstruosa que atacaba a su esposa le daba demasiado miedo, y además había invertido demasiado orgullo samurái de macho wanense en aquella intervención, por lo que no pasó de casi frenar su ataque. Solo casi.
Debió hacer algo mal, porque cuando se dio cuenta ya estaba flotando en una especie de castigo divino. A lo mejor sí había una norma así en el MANUAL y él se la acababa de saltar. ¿Era eso lo que les pasaba a los infractores? ¿Salían despedidos, atrapados por un tifón de viento vengador que seguramente fuese una metáfora muy enrevesada de algo relacionado con la revolución? Maki lo comprendía. Duro pero justo. Y, córcholis, qué mal rollo...
Mientras el Dios de los Revos o quienquiera que fuese le alzaba del suelo como una corriente a un boquerón, Maki se esforzó por salir de su extraño y merecido castigo para ir a ayudar a su señora. ¿A ayudarla o a enfrentarse a ella personalmente? No lo tenía claro. Tal vez ambas. Sabía que solo él podía detener a su esposa, pero también que su matrimonio pendía de un hilo. El MANUAL sí que hablaba de una situación como la suya, pero decidió ignorarlo convenientemente. ¡Obviamente no se aplicaba en ese momento!
Y como traído por sus blasfemos pensamientos, un montón de rayos y truenos hicieron estragos por doquier.
-Vale, perdón, seré bueno. Volveré al camino de la Causa, perdón -le dijo Maki al espíritu siempre presente del MANUAL.
Qué mala leche tenía el tío...
- Resumen:
- Acojonarse y quedarse quietecito mientras llueven truenos y cosas científicas.
AEG93
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La usurpadora mostró una vez más su extrema cobardía y no solo no aceptó su desafío, sino que trató de huir en cuanto sus sirvientes destruyeron el muro. Para cubrir su retirada, un total de seis reyes marinos hicieron su aparición, emergiendo del suelo. En aquel lugar, y probablemente debido al enorme poder de las personas enfrentadas, la realidad se deformaba hasta el punto de dejar de tener sentido. No sabía quién era el responsable de ello, pero el suelo parecía líquido, como si fuera más bien una continuación del mar. Esto se sumaba al huracán y las dos paredes, o más bien olas de tierra, generadas aparentemente por Dexter Black.
Uno de los reyes marinos, el que tenía el rostro similar al de un caballo, se lanzó sobre él interrumpiendo sus pensamientos. Con las fauces abiertas mostrando sus afilados colmillos, configuraba una estampa verdaderamente amenazadora. El samurái se colocó entonces en posición, con las rodillas semiflexionadas para poder impulsarse en cualquier momento, y comenzó a reunir agua en torno a sí. Cuando tuvo la suficiente, se lanzó con todas sus fuerzas hacia el animal. Girando sobre sí mismo, y con el agua girando también a su alrededor como si de un torbellino se tratase, avanzó en dirección a la boca de la bestia mientras de sus labios salían las palabras:
- Gyojin Bushido: Tomerarenai Senpu.
Probablemente atravesaría con facilidad al animal, introduciéndose en sus fauces y perforando su paladar hasta salir por su nuca sin excesiva dificultad, tal era el poder de esa técnica. Su espada, cubierta por el brillante tono negro de la armadura de su voluntad, y ayudada por la feroz corriente de agua a su alrededor, no tendría demasiados problemas en atravesar cuanto se le pusiera por delante.
Después escucharía la advertencia del Líder de la Revolución, por lo que se impulsaría sobre la humedad del ambiente para elevarse por los aires, evitando así pisar el suelo durante el tiempo que fuese necesario. La descomunal tormenta eléctrica que estaba generando el dragón era un verdadero peligro, incluso posiblemente una sentencia de muerte. Estaba exhibiendo un poder mayor a cualquiera que el semigyojin hubiera visto antes, e incluso no era descabellada la posibilidad de que terminara con todos los reyes marinos de un solo golpe.
Uno de los reyes marinos, el que tenía el rostro similar al de un caballo, se lanzó sobre él interrumpiendo sus pensamientos. Con las fauces abiertas mostrando sus afilados colmillos, configuraba una estampa verdaderamente amenazadora. El samurái se colocó entonces en posición, con las rodillas semiflexionadas para poder impulsarse en cualquier momento, y comenzó a reunir agua en torno a sí. Cuando tuvo la suficiente, se lanzó con todas sus fuerzas hacia el animal. Girando sobre sí mismo, y con el agua girando también a su alrededor como si de un torbellino se tratase, avanzó en dirección a la boca de la bestia mientras de sus labios salían las palabras:
- Gyojin Bushido: Tomerarenai Senpu.
Probablemente atravesaría con facilidad al animal, introduciéndose en sus fauces y perforando su paladar hasta salir por su nuca sin excesiva dificultad, tal era el poder de esa técnica. Su espada, cubierta por el brillante tono negro de la armadura de su voluntad, y ayudada por la feroz corriente de agua a su alrededor, no tendría demasiados problemas en atravesar cuanto se le pusiera por delante.
Después escucharía la advertencia del Líder de la Revolución, por lo que se impulsaría sobre la humedad del ambiente para elevarse por los aires, evitando así pisar el suelo durante el tiempo que fuese necesario. La descomunal tormenta eléctrica que estaba generando el dragón era un verdadero peligro, incluso posiblemente una sentencia de muerte. Estaba exhibiendo un poder mayor a cualquiera que el semigyojin hubiera visto antes, e incluso no era descabellada la posibilidad de que terminara con todos los reyes marinos de un solo golpe.
- Resumen:
- Atravesar al rey marino desde paladar hasta nuca con una de mis técnicas más poderosas. Hacer caso a Dexter y usar mi pseudo-Geppou gyojin para desplazarme por el aire y evitar tocar el suelo líquido.
Aki D. Arlia
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¿Cómo podía algo suceder tan deprisa y aún así tan lento? Le parecía que los segundos jugaban a su alrededor, riéndose de ella. Un caos como no había visto nunca se desataba por doquier empeorando a cada instante y, aún así, no era capaz de mover ni un centímetro a Hipatia. Uno tras otro, todos sus aliados se sacrificaban por ella sin que tuviera que decir ni una sola palabra. Empezaba a preguntarse si no les tendría hechizados de alguna manera; ni siquiera ella tenía tal poder de persuasión.
El samurái había acabado sin manos por culpa del ataque de Dexter y pese a eso, había vuelto con Hipatia sin decir ni mu. Otro de sus escoltas había caído también y aún así, el resto no daban señales de apartarse. Frunció el ceño. Esto no le gustaba ni un pelo. Lanzó su ataque igualmente, sin saber que estaba frustrado desde antes de empezar.
Dexter volvió a interponerse al samurái justo cuando un grito taladraba los oídos de todos los presentes. Antes incluso de girarse para ver quién clamaba por su esposa, interpuso un muro de energía justo a su lado. Hizo bien, porque el chorro del puñetazo se estrelló contra él y aún así la movió varios metros del ímpetu. Se frotó un poco el hombro y deshizo el muro mientras contemplaba el extraño intercambio que tenía lugar entre ambos revolucionarios.
Por si las cosas no podían ponerse más extrañas, pronto las bestias empezaron a rodearlos. No bestias cualquiera, sino reyes marinos. Por lo visto el mar de suelo iba bastante más allá de las apariencias. En cuanto Dexter les lanzó su advertencia Aki aleteó para alejarse del suelo y luchar contra la corriente para volver a dirigirse hacia su presa. Hizo una pequeña parada por el camino y miró al pez gota con… curiosidad. ¿De verdad ese ser era el marido de Hipatia? ¿Y Revolucionario a la vez? Oh, bueno. Ni era su acuario ni eran sus peces. Pero había algo que era cierto.
-Espero que tu siguiente esposa esté dispuesta a morir por ti.
Esta no lo estaba; eso era un hecho. Y nadie se merecía tanta frialdad. Voló con fuerza hasta situarse encima del cortejo de gente que protegía a Hipatia y frenó por un instante. No podía atacarla directamente; no de nuevo. No funcionaría, solo lograría una baja más para la lista. Tenía que forzar a su gente a separarse de ella. Sabía que Dexter contendría al samurái, confiaba en él. Quedaban los restos de su escolta… y las dos desconocidas que venían con el ronin. Suspiró. En cada una de sus manos se formó una bola de energía demoníaca, grande como una persona, redonda, brillante y… atractiva. Para la gente que rodeaba a Hipatia, tremendamente atractiva, más a cada segundo que pasaba. El ardor era una cosa peligrosa. Apuntó bien; había un ínfimo espacio entre Hipatia y la gente. Ahí, justo ahí, las mandó a toda la velocidad que pudo reunir. En el espacio de un latido, antes de que las bolas impactasen, levantó otra columna de fuego justo bajo la cola de Hipatia.
Aguardó en el aire, expectante y un tanto jadeante. En poco tiempo debería regresar a su forma habitual, pero esperaba que hubiera valido la pena. Su séquito tenía dos opciones, si es que conseguían resistir el poder de su akuma. Empujar a la mujer para que evitase el fuego, en cuyo caso seguramente acabara dando contra una de las bolas o… apartarse, por fin, dejando que solo ella sufriera. Fuera cual fuera el resultado, esperaba poder poner punto y aparte a toda esa locura.
El samurái había acabado sin manos por culpa del ataque de Dexter y pese a eso, había vuelto con Hipatia sin decir ni mu. Otro de sus escoltas había caído también y aún así, el resto no daban señales de apartarse. Frunció el ceño. Esto no le gustaba ni un pelo. Lanzó su ataque igualmente, sin saber que estaba frustrado desde antes de empezar.
Dexter volvió a interponerse al samurái justo cuando un grito taladraba los oídos de todos los presentes. Antes incluso de girarse para ver quién clamaba por su esposa, interpuso un muro de energía justo a su lado. Hizo bien, porque el chorro del puñetazo se estrelló contra él y aún así la movió varios metros del ímpetu. Se frotó un poco el hombro y deshizo el muro mientras contemplaba el extraño intercambio que tenía lugar entre ambos revolucionarios.
Por si las cosas no podían ponerse más extrañas, pronto las bestias empezaron a rodearlos. No bestias cualquiera, sino reyes marinos. Por lo visto el mar de suelo iba bastante más allá de las apariencias. En cuanto Dexter les lanzó su advertencia Aki aleteó para alejarse del suelo y luchar contra la corriente para volver a dirigirse hacia su presa. Hizo una pequeña parada por el camino y miró al pez gota con… curiosidad. ¿De verdad ese ser era el marido de Hipatia? ¿Y Revolucionario a la vez? Oh, bueno. Ni era su acuario ni eran sus peces. Pero había algo que era cierto.
-Espero que tu siguiente esposa esté dispuesta a morir por ti.
Esta no lo estaba; eso era un hecho. Y nadie se merecía tanta frialdad. Voló con fuerza hasta situarse encima del cortejo de gente que protegía a Hipatia y frenó por un instante. No podía atacarla directamente; no de nuevo. No funcionaría, solo lograría una baja más para la lista. Tenía que forzar a su gente a separarse de ella. Sabía que Dexter contendría al samurái, confiaba en él. Quedaban los restos de su escolta… y las dos desconocidas que venían con el ronin. Suspiró. En cada una de sus manos se formó una bola de energía demoníaca, grande como una persona, redonda, brillante y… atractiva. Para la gente que rodeaba a Hipatia, tremendamente atractiva, más a cada segundo que pasaba. El ardor era una cosa peligrosa. Apuntó bien; había un ínfimo espacio entre Hipatia y la gente. Ahí, justo ahí, las mandó a toda la velocidad que pudo reunir. En el espacio de un latido, antes de que las bolas impactasen, levantó otra columna de fuego justo bajo la cola de Hipatia.
Aguardó en el aire, expectante y un tanto jadeante. En poco tiempo debería regresar a su forma habitual, pero esperaba que hubiera valido la pena. Su séquito tenía dos opciones, si es que conseguían resistir el poder de su akuma. Empujar a la mujer para que evitase el fuego, en cuyo caso seguramente acabara dando contra una de las bolas o… apartarse, por fin, dejando que solo ella sufriera. Fuera cual fuera el resultado, esperaba poder poner punto y aparte a toda esa locura.
- resumen:
- Agobiarse porque hay muchas bajas que no puede evitar, poner un muro para evitar el puñetazo de Maki y flipar al escuchar de la existencia del MANUAL. Aprovechar el ataque de Dexter para atacar desde el cielo.
Crea dos bolas de energía demoníaca de una persona de diámetro (de una Aki, que es bajita) y las tira a los lados de Hipatia, justo en el ínfimo hueco entre ella y su séquito. Mientras las crea usa el poder de su akuma para que esa gente se sienta atraída por las bolas, tanto como pueda. Finalmente, tras lanzarlas, crea otra columna de fuego justo bajo la cola de Hipatia.
Cruza mu mucho los dedos (?)
Gareth Silverwing
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- ¡Por supuesto que no tenemos medios para desviar un meteorito! No que yo sepa, a lo mejor el CP tiene y no nos lo dice, sería muy de ellos. - Contesté con el mismo tono serio que él había empleado. - Pero ¿Que no se puede avisar? ¿Pero tú has mirado a tu alrededor? Todo esto se ha montado por culpa de ese pedrusco. Aunque fueran con las dos semanas que llevamos en una agujero sería antelación suficiente para evacuar- Me vi interrumpido por una serie de movimientos repentinos, tres atacaron a Al, mientras que el que quedaba me atacó a mí.
Lanzó una onda cortante rápidamente con una potencia nada despreciable, se notaba que eran los guardaespaldas de alguien importante, por sus movimientos supuse que nos darían problemas. Pero no contaban con que tenía el poder del cabreo monumental de mi parte y una necesidad de libertad de movimiento y suelte de mala leche que lo reforzaba. Solté un golpe seco contra la onda cortante para partirla por la mitad antes de que me alcanzase, mi arma se movió rápidamente y, sin llegar a tocar el suelo, proyectó la fuerza necesaria para levantar la tierra y el polvo a nuestro alrededor. Cuando este se asentó un hilo se sangre bajaba por mi frente, los restos de la onda habían hecho un corte por encima de mi ojo derecho y debajo del costado del mismo lado. Tenía el brazo entumecido y algo dolorido, parecía que esa onda no era solo fuerza, pero eso no importaba. Dirigí una única mirada a mi agresor, una llena de una seca furia, una reprimenda silenciosa, como la mirada de una madre que no está enfadada sino decepcionada.
- ¿Te importa? Estamos hablando. - Fue lo único que salió de mi boca entre dientes. - Como veo que no estáis por la labor de venir de forma voluntaria... - Un aura rojiza empezó a recorrer mi cuerpo de arriba a abajo en el momento en el que usé el Trans Am, aunque por ahora lo dejaría para defenderme o moverme de ser necesario. Lo importante estaba en la punta de mi arma. El calor empezó a acumularse en la hoja, extendiendo su filo con un fulgor anaranjado, que luego escaló a amarillo para acabar con un blanco cegador, como si esta estuviera compuesta por la superficie de un sol en miniatura. Una cantidad absurda de calor atrapado en un ciclo formó un segundo sol en la tierra delante de los ojos de los demás. - Tengo en mi poder dos semanas de calor volcánico almacenado, mi propuesta de antes no era más que una mera formalidad, éste es mi ultimátum. Si os negáis de nuevo este campamento acabará como un nuevo cráter lleno de lava y si hay que investigar algo de ese meteorito no creo que me sirva de mucho un montón de cenizas.
No era un farol.
Lanzó una onda cortante rápidamente con una potencia nada despreciable, se notaba que eran los guardaespaldas de alguien importante, por sus movimientos supuse que nos darían problemas. Pero no contaban con que tenía el poder del cabreo monumental de mi parte y una necesidad de libertad de movimiento y suelte de mala leche que lo reforzaba. Solté un golpe seco contra la onda cortante para partirla por la mitad antes de que me alcanzase, mi arma se movió rápidamente y, sin llegar a tocar el suelo, proyectó la fuerza necesaria para levantar la tierra y el polvo a nuestro alrededor. Cuando este se asentó un hilo se sangre bajaba por mi frente, los restos de la onda habían hecho un corte por encima de mi ojo derecho y debajo del costado del mismo lado. Tenía el brazo entumecido y algo dolorido, parecía que esa onda no era solo fuerza, pero eso no importaba. Dirigí una única mirada a mi agresor, una llena de una seca furia, una reprimenda silenciosa, como la mirada de una madre que no está enfadada sino decepcionada.
- ¿Te importa? Estamos hablando. - Fue lo único que salió de mi boca entre dientes. - Como veo que no estáis por la labor de venir de forma voluntaria... - Un aura rojiza empezó a recorrer mi cuerpo de arriba a abajo en el momento en el que usé el Trans Am, aunque por ahora lo dejaría para defenderme o moverme de ser necesario. Lo importante estaba en la punta de mi arma. El calor empezó a acumularse en la hoja, extendiendo su filo con un fulgor anaranjado, que luego escaló a amarillo para acabar con un blanco cegador, como si esta estuviera compuesta por la superficie de un sol en miniatura. Una cantidad absurda de calor atrapado en un ciclo formó un segundo sol en la tierra delante de los ojos de los demás. - Tengo en mi poder dos semanas de calor volcánico almacenado, mi propuesta de antes no era más que una mera formalidad, éste es mi ultimátum. Si os negáis de nuevo este campamento acabará como un nuevo cráter lleno de lava y si hay que investigar algo de ese meteorito no creo que me sirva de mucho un montón de cenizas.
No era un farol.
- Resúmen:
- Defenderme del ataque y amenazar con derretirlos a todos si no se entregan.
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