Maki
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Como respuesta era bastante floja, pero cualquier cosa que viniera de Hipatia sin incluir amenazas a su virilidad -Maki desconocía la palabra, aunque estaba casi seguro de que era una especie de caniche- era un logro considerable. Y la única otra vez que recordaba que le hubiera pedido acompañarla había sido cuando lo encerró en aquella cámara frigorífica a traición. Así que, aunque su reciente lado de samurái wanense se sentía ofendido por tener que seguir las órdenes de una mujer, Augustus la acompañó. Ya habría tiempo luego para cortarse un pulgar por semejante vergüenza.
Tras hacer una seña a los Centellas para que recogieran e indicar a Huelepiedras Rockson y Abelina Cara de Grajo que le acompañaran y le llevaran sus nunchakus y su espada de bambú, el Jefe yazuka-samurái-kabuki-ninja-sushiman Augustus Makimaru-sama se apresuró en adelantar a toda la comitiva de serios y elegantes gyojins que seguían a su esposa. Él se colocaría delante como que se llamaba... todo eso tan largo. En comparación con ellos, él sí que se había integrado en la cultura local, con su kimono, sus súper ruidosas sandalias de madera innecesariamente altas y su espada de kendo que utilizaba para señalar. Eso le hacía un buen revolucionario: poder adaptarse a las costumbres de cualquier lugar y seguir manteniendo su férreo espíritu reformista.
El grupo abandonó los jardines, olvidado ya el escenario y sus galantes intentos de reconciliación teatral, y entró en palacio. Maki se preguntó si tendría que firmar algún autógrafo. Estaba casi seguro de que alguien había tirado un sujetador al escenario mientras actuaban, pero no podía estar seguro de que no estuviese allí antes. ¿Sería de alguno de los presentes?
-Ya sé a dónde vamos -dijo Maki en voz bien alta a su esposa-, pero díselo a los demás, que seguro que no tienen ni idea.
Tenía un par de teorías al respecto. El problema estaba en que alguien de su talla debía mostrarse firme y seguro en todo momento, especialmente cuando no tenía ni puñetera idea de lo que hacía. Dudaba si las campanas significaban que alguien se estaba casando, y por eso iban a felicitarlos, o si era una señal de amor y rendición incondicional por parte de su mujer, y por eso se iban de vuelta a casa. Podía ser, ¿verdad? Al fin y al cabo, estaban saliendo al exterior. Había mucha agitación en las calles, lo cual atribuyó al éxito de su compañía teatral. Tampoco le dio muchas más vueltas, porque le llegó el olor a comida típico de toda ciudad bulliciosa, mil olores apelotonados en un único mazacote aromático que despertaba once tipos distintos de apetito.
-¿Paramos a por un cuenquito de wasabi? -Esa cosa estaba de muerte, dijera lo que dijera el resto. Y llorar mientras se comían cosas verdes era lo normal en casa Makintosh-. No sé vosotros, pero yo tengo gusa.
Tras hacer una seña a los Centellas para que recogieran e indicar a Huelepiedras Rockson y Abelina Cara de Grajo que le acompañaran y le llevaran sus nunchakus y su espada de bambú, el Jefe yazuka-samurái-kabuki-ninja-sushiman Augustus Makimaru-sama se apresuró en adelantar a toda la comitiva de serios y elegantes gyojins que seguían a su esposa. Él se colocaría delante como que se llamaba... todo eso tan largo. En comparación con ellos, él sí que se había integrado en la cultura local, con su kimono, sus súper ruidosas sandalias de madera innecesariamente altas y su espada de kendo que utilizaba para señalar. Eso le hacía un buen revolucionario: poder adaptarse a las costumbres de cualquier lugar y seguir manteniendo su férreo espíritu reformista.
El grupo abandonó los jardines, olvidado ya el escenario y sus galantes intentos de reconciliación teatral, y entró en palacio. Maki se preguntó si tendría que firmar algún autógrafo. Estaba casi seguro de que alguien había tirado un sujetador al escenario mientras actuaban, pero no podía estar seguro de que no estuviese allí antes. ¿Sería de alguno de los presentes?
-Ya sé a dónde vamos -dijo Maki en voz bien alta a su esposa-, pero díselo a los demás, que seguro que no tienen ni idea.
Tenía un par de teorías al respecto. El problema estaba en que alguien de su talla debía mostrarse firme y seguro en todo momento, especialmente cuando no tenía ni puñetera idea de lo que hacía. Dudaba si las campanas significaban que alguien se estaba casando, y por eso iban a felicitarlos, o si era una señal de amor y rendición incondicional por parte de su mujer, y por eso se iban de vuelta a casa. Podía ser, ¿verdad? Al fin y al cabo, estaban saliendo al exterior. Había mucha agitación en las calles, lo cual atribuyó al éxito de su compañía teatral. Tampoco le dio muchas más vueltas, porque le llegó el olor a comida típico de toda ciudad bulliciosa, mil olores apelotonados en un único mazacote aromático que despertaba once tipos distintos de apetito.
-¿Paramos a por un cuenquito de wasabi? -Esa cosa estaba de muerte, dijera lo que dijera el resto. Y llorar mientras se comían cosas verdes era lo normal en casa Makintosh-. No sé vosotros, pero yo tengo gusa.
- Resumen:
- Seguir a la parienta.
Dexter Black
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Se mantuvo a la espera todo el tiempo que fue necesario. Los rehenes habían sido liberados, pero las filas se iban engrosando a cuentagotas con gente cada vez más poderosa. Primero, el ronin del Hemperador y las mujeres a caballo. Acto seguido, la mismísima Hipatia Stix junto a su séquito.
Dexter no pudo contener una sonrisa cuando la vio. Acompañada de seis soldados que tal vez abarcasen más poder que todo el ejército combinado de Iulius y ella, no resultaba particularmente imponente. Se trataba de una mujer de apariencia joven, cabello azul y mirada malévola. Padecía el defecto que toda persona inteligente solía sufrir en su juventud, el mismo por el que él había tenido que pasar hasta que se chocó de bruces con la realidad: Exceso de confianza. La reina podía haber preparado una artimaña maquiavélica, sí, pero en esos momentos se exponía a que todo lo que había construido colapsase como un castillo de naipes. Había confiado en los rehenes para hacerlos prisioneros, pero nadie se había asegurado de que los grilletes fuesen reales y habían terminado liberando a todos los rehenes restantes. Dentro de la ciudad aún quedaban habitantes que podría haber utilizado como moneda, claro, pero no había nada que hiciese pensar que Hipatia se hubiese planteado una contingencia por si, repentinamente, moría.
Aun así, él no era un asesino. No esa clase de asesino, al menos. Aparte, no sería justo negar que sus comentarios le hicieron alzar una ceja. No estaba particularmente ofendido, pues acababa de llegar y ya había dos ejércitos en su puerta; Aki y Osuka habían tomado la fortaleza de Hakumai y la Revolución había custodiado la zona hasta que había dado órdenes de zarpar hacia Udon, desde donde la ofensiva debía continuar. No eran pocas cosas, pero estaban lo suficientemente bien medidas y se estaban llevando a cabo de una forma lo suficientemente sutil como para que una mente no lo suficientemente aguda pudiese desencriptar la realidad oculta tras sus pasos. Y, realmente, Hipatia no era ni de lejos tan inteligente como creía.
- Haces bien en sentirte honrada, niña -contestó, dejando de contener su voluntad. El suelo comenzó a agrietarse bajo sus pies, y los residuos de su presencia se agitaron como un viento salvaje por entre las filas enemigas-. Esto es justo la constatación de lo que mereces.
Esa vez hizo algo más que dejarlo fluir. Concentró su Haki y lo liberó, pero no de una forma cualquiera. Aquellos que quedasen de pie probablemente no podrían evitar fijarse en él, maravillados por el aura majestuosa que su presencia desprendía. No tenía muy claro que fuese a funcionar exactamente como esperaba, pero en el mejor de los casos muy pronto el ejército se volvería contra sus antiguos maestros y, en el peor de ellos, habrían neutralizado la fuerza de la turba. Arrugó la nariz respirando hondo, esforzándose por liberar sin el más mínimo criterio y de forma descontrolada su presencia allá donde llegase.
- He venido hasta aquí porque sabía que vosotros, caterva de cobardes, no os atreveríais a salir para enfrentar una batalla en la que hubiera el mínimo riesgo de perder. Pero no sois los únicos que pueden jugar a esto. -Chasqueó los dedos, dejando que las ilusiones de grilletes se desvaneciesen. Osuka seguía con la orden de tener algo preparado para cuando no hubiese más rehenes en las inmediaciones, y Aki tenía la bastante intuición como para saber reaccionar en cuanto todo se rompiese-. ¡Nadie tiene por qué salir herido hoy! -gritó, más para los soldados que para la reina, pero sin apartar los ojos de ella-. ¡Pero ya no tenéis rehenes a los que utilizar, y por cada civil que muera intramuros cien soldados de esta legión van a caer! -El cielo se ennegreció con rapidez, surcado de venas blancas y resplandecientes. Dejó que la nube se extendiese por todas partes, y que el viento rugiese como un huracán bajo ella-. Esta locura ha terminado, Hipatia. -Clavó los ojos entonces en el ronin. Podía ser un comandante de Iulius, pero mantenía una mínima lealtad por Wano-. Aún estás a tiempo de recuperar tu honor, samurai, si te unes al lado correcto. ¡Todos podéis ser héroes hoy, solo hace falta que sepáis distinguir el bien del mal y elegir el bando correcto! ¡Podéis morir defendiendo algo en lo que no creéis, dando la vida por una panda de asesinos, o luchar por lo que dentro de vuestro corazón sabéis que es justo!
Todo o nada. Lo último que podían hacer para acabar con la guerra, la jugada más arriesgada. La única carta que sí o sí, tenía que funcionar.
Dexter no pudo contener una sonrisa cuando la vio. Acompañada de seis soldados que tal vez abarcasen más poder que todo el ejército combinado de Iulius y ella, no resultaba particularmente imponente. Se trataba de una mujer de apariencia joven, cabello azul y mirada malévola. Padecía el defecto que toda persona inteligente solía sufrir en su juventud, el mismo por el que él había tenido que pasar hasta que se chocó de bruces con la realidad: Exceso de confianza. La reina podía haber preparado una artimaña maquiavélica, sí, pero en esos momentos se exponía a que todo lo que había construido colapsase como un castillo de naipes. Había confiado en los rehenes para hacerlos prisioneros, pero nadie se había asegurado de que los grilletes fuesen reales y habían terminado liberando a todos los rehenes restantes. Dentro de la ciudad aún quedaban habitantes que podría haber utilizado como moneda, claro, pero no había nada que hiciese pensar que Hipatia se hubiese planteado una contingencia por si, repentinamente, moría.
Aun así, él no era un asesino. No esa clase de asesino, al menos. Aparte, no sería justo negar que sus comentarios le hicieron alzar una ceja. No estaba particularmente ofendido, pues acababa de llegar y ya había dos ejércitos en su puerta; Aki y Osuka habían tomado la fortaleza de Hakumai y la Revolución había custodiado la zona hasta que había dado órdenes de zarpar hacia Udon, desde donde la ofensiva debía continuar. No eran pocas cosas, pero estaban lo suficientemente bien medidas y se estaban llevando a cabo de una forma lo suficientemente sutil como para que una mente no lo suficientemente aguda pudiese desencriptar la realidad oculta tras sus pasos. Y, realmente, Hipatia no era ni de lejos tan inteligente como creía.
- Haces bien en sentirte honrada, niña -contestó, dejando de contener su voluntad. El suelo comenzó a agrietarse bajo sus pies, y los residuos de su presencia se agitaron como un viento salvaje por entre las filas enemigas-. Esto es justo la constatación de lo que mereces.
Esa vez hizo algo más que dejarlo fluir. Concentró su Haki y lo liberó, pero no de una forma cualquiera. Aquellos que quedasen de pie probablemente no podrían evitar fijarse en él, maravillados por el aura majestuosa que su presencia desprendía. No tenía muy claro que fuese a funcionar exactamente como esperaba, pero en el mejor de los casos muy pronto el ejército se volvería contra sus antiguos maestros y, en el peor de ellos, habrían neutralizado la fuerza de la turba. Arrugó la nariz respirando hondo, esforzándose por liberar sin el más mínimo criterio y de forma descontrolada su presencia allá donde llegase.
- He venido hasta aquí porque sabía que vosotros, caterva de cobardes, no os atreveríais a salir para enfrentar una batalla en la que hubiera el mínimo riesgo de perder. Pero no sois los únicos que pueden jugar a esto. -Chasqueó los dedos, dejando que las ilusiones de grilletes se desvaneciesen. Osuka seguía con la orden de tener algo preparado para cuando no hubiese más rehenes en las inmediaciones, y Aki tenía la bastante intuición como para saber reaccionar en cuanto todo se rompiese-. ¡Nadie tiene por qué salir herido hoy! -gritó, más para los soldados que para la reina, pero sin apartar los ojos de ella-. ¡Pero ya no tenéis rehenes a los que utilizar, y por cada civil que muera intramuros cien soldados de esta legión van a caer! -El cielo se ennegreció con rapidez, surcado de venas blancas y resplandecientes. Dejó que la nube se extendiese por todas partes, y que el viento rugiese como un huracán bajo ella-. Esta locura ha terminado, Hipatia. -Clavó los ojos entonces en el ronin. Podía ser un comandante de Iulius, pero mantenía una mínima lealtad por Wano-. Aún estás a tiempo de recuperar tu honor, samurai, si te unes al lado correcto. ¡Todos podéis ser héroes hoy, solo hace falta que sepáis distinguir el bien del mal y elegir el bando correcto! ¡Podéis morir defendiendo algo en lo que no creéis, dando la vida por una panda de asesinos, o luchar por lo que dentro de vuestro corazón sabéis que es justo!
Todo o nada. Lo último que podían hacer para acabar con la guerra, la jugada más arriesgada. La única carta que sí o sí, tenía que funcionar.
- Resumen:
- Ops, ya no hay grilletes.
Aki D. Arlia
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Cada paso cimentaba la seguridad de que muy pronto todo se abocaría al desastre. Asintió con tranquilidad ante la promesa del ronin. Había oído hablar de él. Aunque no entendía su pasado, comprendía que el Hemperador le había dado esperanza. En contra del shogun, un nuevo gobernante era lo que necesitaba Wano a sus ojos.
Caminaron en silencio hasta la Capital de las Flores, el repiqueteo del metal envolviéndolos como el ataúd más macabro. Las puertas les esperaban abiertas y un sinfín de campanas anunciaron su llegada. Un ejército de gente del mar se unió al que les rodeaba y a una orden del ronin, los presos fueron liberados. Algo de alivio inundó su pecho, aún sabiendo que ese acto tan solo marcaba el principio del fin. La sangre iba a correr, era un hecho incontestable. La única pregunta era cuándo y no tardó en darse cuenta de que el repiqueteo de las campanas contaba los segundos de calma que se escapaban antes de que la tormenta estallase.
Incluso engrilletados como les tenían, se apresuraron a rodearlos. La pelirroja no pudo evitar esbozar una sonrisa traviesa. Olía el miedo y le parecía divertido. Haberse rendido en su momento y ahora no tendrían de que preocuparse, pero en su lugar se habían empeñado en contener algo que ni siquiera entendían. Y aunque no supieran cómo, aunque les faltara información, olían el peligro. Su mera presencia, incluso teóricamente incapacitados, les asustaba.
La formación se abrió y al fondo apareció una de las causantes de la guerra. Hipatia. Aki frunció el ceño, clavando la vista en la soberana. Sin embargo, en cuanto empezó a hablar no pudo por menos que sonreír. ¿Honrada? Claramente era una mujer que había sido mimada durante mucho, mucho tiempo. Pero no por querer las cosas una las obtenía. Incluso convencida de que les había derrotado, venía rodeada de soldados. Sus palabras decían que no era el miedo lo que le había llevado a traerlos, sino la arrogancia. Quería humillarlos delante de toda su gente. De esa forma, una vez se hubieran rendido, nadie dudaría de la superioridad de la reina.
Por desgracia para ella, sería esa arrogancia la que le quitase la corona de la cabeza.
Se estremeció al sentir la voluntad de Dexter y todo lo que pudo hacer fue echarse a reír mientras sus grilletes se desvanecían. A su lado, su propia voluntad no era sino una cálida caricia en la cara, pero eso era justo lo que la gente necesitaba ahora. La dejó fluir por los cuatro rincones mientras desplegaba sus alas y terminaba de reírse. Se giró y rápida como el rayo, agarró uno de sus cuchillos y lo lanzó por el filo al ronin, de forma que pudiera atraparlo con la mano por el mango. Aleteó una sola vez y, a su altura, clavó su mirada en él mientras sonreía.
-Si lo que buscas es un futuro mejor para Wano, harás bien en replantearte tus elecciones. Contigo o contra ti, no dejaremos que termine de ser arrasado.
Si las palabras de Dexter no le convencían, quizá las suyas lo hicieran. Y si él decidía seguirlos, gran parte del ejército lo haría también. De todos modos, nada de eso cambiaba lo inevitable. Hipatia estaba allí y debía ser derrotada junto con su séquito.
Comenzó a avanzar hacia ella, sosteniendo su sonrisa traviesa y el fuego infernal en las palmas de sus manos. Dejó que el aura de su akuma reptase por el lugar, inundando a todo aquel que tratara de acercarse. Aquellos que continuasen conscientes se postrarían ante su encanto y muy pronto todo el mundo sabría lo que implicaba su regreso. Miró con cautela al ejército, todavía sonriendo. Dexter lo había dicho todo, así que simplemente les guiñó un ojo antes de volver a aletear y dirigirse a Hipatia desde el aire. La tormenta rugía encima de ellas y la pirata decidió no contenerse. Un rayo de energía demoníaca se formó en su mano mientras concentraba todo el poder de su fruta sobre la soberana. Iba a asegurarse de que solo le mirase a ella.
-Ey.- Dijo en voz baja, a sabiendas de que le leería los labios.- Enseñémosle a tu gente cómo se comporta una mujer de verdad.
Lanzó el rayo, directo a donde debía estar su corazón. Dudaba que bastara con un golpe, pero de lograrlo, gran parte estaría hecha. No iba a esperar a una mejor ocasión. No si podía zanjarlo antes de que la sangre llegara al río.
Caminaron en silencio hasta la Capital de las Flores, el repiqueteo del metal envolviéndolos como el ataúd más macabro. Las puertas les esperaban abiertas y un sinfín de campanas anunciaron su llegada. Un ejército de gente del mar se unió al que les rodeaba y a una orden del ronin, los presos fueron liberados. Algo de alivio inundó su pecho, aún sabiendo que ese acto tan solo marcaba el principio del fin. La sangre iba a correr, era un hecho incontestable. La única pregunta era cuándo y no tardó en darse cuenta de que el repiqueteo de las campanas contaba los segundos de calma que se escapaban antes de que la tormenta estallase.
Incluso engrilletados como les tenían, se apresuraron a rodearlos. La pelirroja no pudo evitar esbozar una sonrisa traviesa. Olía el miedo y le parecía divertido. Haberse rendido en su momento y ahora no tendrían de que preocuparse, pero en su lugar se habían empeñado en contener algo que ni siquiera entendían. Y aunque no supieran cómo, aunque les faltara información, olían el peligro. Su mera presencia, incluso teóricamente incapacitados, les asustaba.
La formación se abrió y al fondo apareció una de las causantes de la guerra. Hipatia. Aki frunció el ceño, clavando la vista en la soberana. Sin embargo, en cuanto empezó a hablar no pudo por menos que sonreír. ¿Honrada? Claramente era una mujer que había sido mimada durante mucho, mucho tiempo. Pero no por querer las cosas una las obtenía. Incluso convencida de que les había derrotado, venía rodeada de soldados. Sus palabras decían que no era el miedo lo que le había llevado a traerlos, sino la arrogancia. Quería humillarlos delante de toda su gente. De esa forma, una vez se hubieran rendido, nadie dudaría de la superioridad de la reina.
Por desgracia para ella, sería esa arrogancia la que le quitase la corona de la cabeza.
Se estremeció al sentir la voluntad de Dexter y todo lo que pudo hacer fue echarse a reír mientras sus grilletes se desvanecían. A su lado, su propia voluntad no era sino una cálida caricia en la cara, pero eso era justo lo que la gente necesitaba ahora. La dejó fluir por los cuatro rincones mientras desplegaba sus alas y terminaba de reírse. Se giró y rápida como el rayo, agarró uno de sus cuchillos y lo lanzó por el filo al ronin, de forma que pudiera atraparlo con la mano por el mango. Aleteó una sola vez y, a su altura, clavó su mirada en él mientras sonreía.
-Si lo que buscas es un futuro mejor para Wano, harás bien en replantearte tus elecciones. Contigo o contra ti, no dejaremos que termine de ser arrasado.
Si las palabras de Dexter no le convencían, quizá las suyas lo hicieran. Y si él decidía seguirlos, gran parte del ejército lo haría también. De todos modos, nada de eso cambiaba lo inevitable. Hipatia estaba allí y debía ser derrotada junto con su séquito.
Comenzó a avanzar hacia ella, sosteniendo su sonrisa traviesa y el fuego infernal en las palmas de sus manos. Dejó que el aura de su akuma reptase por el lugar, inundando a todo aquel que tratara de acercarse. Aquellos que continuasen conscientes se postrarían ante su encanto y muy pronto todo el mundo sabría lo que implicaba su regreso. Miró con cautela al ejército, todavía sonriendo. Dexter lo había dicho todo, así que simplemente les guiñó un ojo antes de volver a aletear y dirigirse a Hipatia desde el aire. La tormenta rugía encima de ellas y la pirata decidió no contenerse. Un rayo de energía demoníaca se formó en su mano mientras concentraba todo el poder de su fruta sobre la soberana. Iba a asegurarse de que solo le mirase a ella.
-Ey.- Dijo en voz baja, a sabiendas de que le leería los labios.- Enseñémosle a tu gente cómo se comporta una mujer de verdad.
Lanzó el rayo, directo a donde debía estar su corazón. Dudaba que bastara con un golpe, pero de lograrlo, gran parte estaría hecha. No iba a esperar a una mejor ocasión. No si podía zanjarlo antes de que la sangre llegara al río.
- resumen:
¡Qué chorprecha!
Reírse cuando Dexter le quita los grilletes y soltar su propio haki del rey.
Lanzarle al ronin un cuchillo por el mango en señal de paz para atraer su atención y tratar de convencerle de que se ponga de su parte.
Usar su akuma primero con las tropas enemigas y luego centrarlo en ella para intentar que no le quite los ojos de encima.
Venirse mu arriba y lanzarle un rayo de energía demoníaca directo al pecho desde el cielo para intentar zanjar la batalla antes de que empiece.
Katharina von Steinhell
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Así que los decretos del Hemperador responden en un sentido literal, pensó la bruja luego de que Inosuke entrara a Onigashima con cera del oído en su mano. Era un buen comienzo, pero necesitaba reunir más información y evidencia para llegar a una conclusión sobre los poderes de C. Zar. Como el resto del mundo, sabía que tenía la habilidad de dar órdenes, pero no tenía idea de cuáles eran las consecuencias por desobedecerlas. Lo descubriría conforme se adentrara en las profundidades del castillo.
El interior del domo era sencillamente espectacular, aunque resultaba como poco curioso que C. Zar tuviera tiempo para remodelar todo el lugar. ¿No tenía que tener un toque mucho más… wanoki? En cualquier caso, exploró la habitación con el propósito de analizar la arquitectura de esta. Las columnas de cera podían ser maravillosas, pero poco funcionales. Era imposible que pudieran sostener el techo del castillo. ¿Y si eran columnas revestidas con cera? Eso tenía más sentido, la verdad. Junto a estas había carteles con un mensaje que bien podía ser una orden, bien no. «Esculpid vuestro destino y entregadlo como ofrenda al Hemperador». ¿De qué manera las órdenes de C. Zar afectaban la realidad…? ¿Habría castigo si desobedecía? ¿Y qué consecuencias tendría obedecer sus requerimientos?
—La única manera de saberlo es probándolo todo —se dijo a sí misma, encogiéndose de hombros. Transformó su dedo en un cincel y esculpió una bonita escena bebiendo agua de coco en una playa paradisiaca, mientras Kaya le ofrecía toda clase de bocadillos—. Muy buenos serán los escultores de C. Zar, pero ninguno se compara a mí.
Para evitar sorpresas, y teniendo en consideración que había gente capaz de ocultarse de su mantra, buscó cualquier presencia dentro de la habitación. Y efectivamente se llevó una sorpresa. Tanto las armas que atravesaban las columnas como las presencias dentro de estas tenían una razón de ser. No estaban puestas ahí aleatoriamente. ¿Y si se trataba del destino de las presencias capturadas? No, parecía no tener ningún sentido… Si quería salir de dudas, tendría que preguntarlo directamente.
—Chicos, hay gente atrapada dentro de las columnas —anunció con tal despreocupación que parecía estar dando los buenos días o algo así—. Puede que sean enemigos del Hemperador, lo cual los convierte en potenciales aliados. Intentaré liberar a uno, si resulta ser hostil lo mataré.
La bruja no era experta en química, pero como era un ratón de biblioteca conocía muchas cosas como, por ejemplo, que la cera era una mezcla de hidrocarburos. Al quemarse, reacciona con el oxígeno en el aire. El carbono y el oxígeno dan lugar al dióxido de carbono, una sustancia tóxica para la vida humana, mientras que el hidrógeno y el oxígeno producen agua. Si quería rescatar a quien sea que estuviera dentro, tendría que quemar lentamente la cera que revestía la columna. Y la persona en su interior tendría que aguantar el calor.
—Ino, ten preparado un botiquín de primeros auxilios —le ordenó mientras estudiaba la columna más cercana—. El resto puede pensar qué significa el mensaje de C. Zar.
Cerró los ojos para concentrarse en el punto específico de donde surgía la Voz, y una vez identificado, colocó la mano sobre la superficie de cera. Generó una llama anaranjada lo suficientemente caliente para derretir la cera, pero tan débil como para no lastimar a quien sea que estuviera dentro. Se detendría cuando viese cualquier indicio de una persona y luego la ayudaría a salir. Si lo conseguía, le haría una serie de preguntas: quién era, por qué estaba ahí y qué había pasado en Onigashima.
El interior del domo era sencillamente espectacular, aunque resultaba como poco curioso que C. Zar tuviera tiempo para remodelar todo el lugar. ¿No tenía que tener un toque mucho más… wanoki? En cualquier caso, exploró la habitación con el propósito de analizar la arquitectura de esta. Las columnas de cera podían ser maravillosas, pero poco funcionales. Era imposible que pudieran sostener el techo del castillo. ¿Y si eran columnas revestidas con cera? Eso tenía más sentido, la verdad. Junto a estas había carteles con un mensaje que bien podía ser una orden, bien no. «Esculpid vuestro destino y entregadlo como ofrenda al Hemperador». ¿De qué manera las órdenes de C. Zar afectaban la realidad…? ¿Habría castigo si desobedecía? ¿Y qué consecuencias tendría obedecer sus requerimientos?
—La única manera de saberlo es probándolo todo —se dijo a sí misma, encogiéndose de hombros. Transformó su dedo en un cincel y esculpió una bonita escena bebiendo agua de coco en una playa paradisiaca, mientras Kaya le ofrecía toda clase de bocadillos—. Muy buenos serán los escultores de C. Zar, pero ninguno se compara a mí.
Para evitar sorpresas, y teniendo en consideración que había gente capaz de ocultarse de su mantra, buscó cualquier presencia dentro de la habitación. Y efectivamente se llevó una sorpresa. Tanto las armas que atravesaban las columnas como las presencias dentro de estas tenían una razón de ser. No estaban puestas ahí aleatoriamente. ¿Y si se trataba del destino de las presencias capturadas? No, parecía no tener ningún sentido… Si quería salir de dudas, tendría que preguntarlo directamente.
—Chicos, hay gente atrapada dentro de las columnas —anunció con tal despreocupación que parecía estar dando los buenos días o algo así—. Puede que sean enemigos del Hemperador, lo cual los convierte en potenciales aliados. Intentaré liberar a uno, si resulta ser hostil lo mataré.
La bruja no era experta en química, pero como era un ratón de biblioteca conocía muchas cosas como, por ejemplo, que la cera era una mezcla de hidrocarburos. Al quemarse, reacciona con el oxígeno en el aire. El carbono y el oxígeno dan lugar al dióxido de carbono, una sustancia tóxica para la vida humana, mientras que el hidrógeno y el oxígeno producen agua. Si quería rescatar a quien sea que estuviera dentro, tendría que quemar lentamente la cera que revestía la columna. Y la persona en su interior tendría que aguantar el calor.
—Ino, ten preparado un botiquín de primeros auxilios —le ordenó mientras estudiaba la columna más cercana—. El resto puede pensar qué significa el mensaje de C. Zar.
Cerró los ojos para concentrarse en el punto específico de donde surgía la Voz, y una vez identificado, colocó la mano sobre la superficie de cera. Generó una llama anaranjada lo suficientemente caliente para derretir la cera, pero tan débil como para no lastimar a quien sea que estuviera dentro. Se detendría cuando viese cualquier indicio de una persona y luego la ayudaría a salir. Si lo conseguía, le haría una serie de preguntas: quién era, por qué estaba ahí y qué había pasado en Onigashima.
- Resumen:
- Analizar la estructura de Onigashima e intentar liberar a una de las presencias (una promedio, vaya), usando un poco de fuego.
AEG93
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Para sorpresa del samurai, el segundo de los dos soldados fue capaz de reaccionar a tiempo para evitar ser asesinado por el filo de Kirisame. Se giró con velocidad y bloqueó su espada casi por completo, sufriendo tan solo un pequeño rasguño en la mejilla que, si bien sangraba de forma continua, no revestía la menor gravedad. El espadachín frunció el ceño, sorprendido de que uno de los simples guardias de la puerta de palacio, ni siquiera alguien cercano en principio a la usurpadora o a algunas de sus personas de confianza, hubiera sido capaz de detener su acometida. Eso sí, su compañero no había corrido la misma suerte.
La lanza que llevaba su adversario era similar a la que portaban el resto de soldados del ejército del Reino Ryuugu. Llamando (sin que le faltara razón) traidor a Ryuu, le encaró y comenzó a mover aquella peculiar arma. Las algas que colgaban de su punta brillaban, y al trazar un arco con la lanza una onda cortante acompañada de agua emergió de ella. Dicha agua brillaba con el mismo tono que las algas, dándole un brillo electrizante que hizo pensar al semigyojin que tal vez fuese mejor idea esquivar aquel ataque que confrontarlo.
Por suerte había una forma de hacer ambas cosas casi al mismo tiempo. El samurai flexionó las rodillas y arqueó ligeramente la espalda para coger impulso y, acto seguido, dio un paso tomando como punto de apoyo el agua presente en el aire para elevarse. Su carrera le llevó a escasos metros por encima de su oponente, dejando también bajo sus pies la peligrosa onda que había creado. Pronto su trayectoria cambio, iniciando una veloz carrera de descenso al tiempo que recortaba los pocos metros que aún les separaban.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca de su oponente lanzó su pierna izquierda hacia delante con tal fuerza y velocidad que resultaba prácticamente imposible de seguir. Una bala no habría sido más veloz. Su pie brillaba con un negro resplandor, reflejo del poder de su voluntad que lo cubría. Se trataba de una de sus técnicas más poderosas, pero también de una que no hacía mucho ruido. Aunque el sonido de las campanas continuara envolviéndolo todo no podía olvidar que se encontraba en el corazón del territorio enemigo, probablemente sin un solo aliado en kilómetros a la redonda. Por lo tanto, debía terminar con aquel tipo de la forma más rápida y silenciosa posible. Y probablemente aquello fuese lo mejor que podía hacer para lograr dicho objetivo.
La lanza que llevaba su adversario era similar a la que portaban el resto de soldados del ejército del Reino Ryuugu. Llamando (sin que le faltara razón) traidor a Ryuu, le encaró y comenzó a mover aquella peculiar arma. Las algas que colgaban de su punta brillaban, y al trazar un arco con la lanza una onda cortante acompañada de agua emergió de ella. Dicha agua brillaba con el mismo tono que las algas, dándole un brillo electrizante que hizo pensar al semigyojin que tal vez fuese mejor idea esquivar aquel ataque que confrontarlo.
Por suerte había una forma de hacer ambas cosas casi al mismo tiempo. El samurai flexionó las rodillas y arqueó ligeramente la espalda para coger impulso y, acto seguido, dio un paso tomando como punto de apoyo el agua presente en el aire para elevarse. Su carrera le llevó a escasos metros por encima de su oponente, dejando también bajo sus pies la peligrosa onda que había creado. Pronto su trayectoria cambio, iniciando una veloz carrera de descenso al tiempo que recortaba los pocos metros que aún les separaban.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca de su oponente lanzó su pierna izquierda hacia delante con tal fuerza y velocidad que resultaba prácticamente imposible de seguir. Una bala no habría sido más veloz. Su pie brillaba con un negro resplandor, reflejo del poder de su voluntad que lo cubría. Se trataba de una de sus técnicas más poderosas, pero también de una que no hacía mucho ruido. Aunque el sonido de las campanas continuara envolviéndolo todo no podía olvidar que se encontraba en el corazón del territorio enemigo, probablemente sin un solo aliado en kilómetros a la redonda. Por lo tanto, debía terminar con aquel tipo de la forma más rápida y silenciosa posible. Y probablemente aquello fuese lo mejor que podía hacer para lograr dicho objetivo.
- Resumen:
- Utilizo "Gyojin Bushido - Sake no Taito" para esquivar su ataque y desplazarme por el aire, y "Gyojin Bushido - Iwa no Shinshoku" para tratar de acabar con él de la forma más rápida y silenciosa posible.
Rainbow662
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Sigo sin ver claro a qué responden los carteles con instrucciones, pero resulta un tanto inquietante que Kath se los tome en serio. ¿La bruja obedeciendo órdenes? Sí que es un día especial. Que se ponga a tallar su trozo de cera como manda el decreto implica tomarse en serio la capacidad de alguien de hacer valer su voluntad incluso sin estar presente. ¿Cómo? A saber. Y si hacemos esto, ¿vamos a dejar atrás las armas? A mí no me afecta, salvo que la morsa cuente como una, pero para el resto puede ser una desventaja seria. ¿Cómo peleará Inosuke sin sus espadas?
-¿Crees de verdad que pasará algo si no hacemos caso a estas cosas?
Hay rumores, claro. Sobre las grandes figuras siempre hay rumores. Julius Zar puede lanzar fuego por la boca. Julius Zar puede hacer levitar islas enteras. Puede obligarte a comer abejas. Puede convertirte en cristal, o provocar terremotos o convocar bandadas de pájaros comehombres. Si desobedeces sus órdenes explotas, o te salen dos cabezas más que te muerden, o a saber qué cosas más. Puede que alguno sea cierto. Si es alguno de los últimos será un gran problema. ¿Cuántas instrucciones habrá por ahí puestas para debilitarnos o incapacitarnos? Bien podríamos acabar derrotados sin haber luchado siquiera. Solo tenemos que cruzarnos con los carteles correctos.
-No me gusta. Si nos tomamos en serio estas cosas, ¿cuánto tardaremos en tener que vendarnos los ojos o luchar a la pata coja?
Lo de las columnas tal vez nos aclare algo, si es que de verdad hay gente viva ahí dentro, si es que está cuerda y si está dispuesta a darnos respuestas. Bueno, para eso último tenemos más recursos. Mientras tanto, voy dando forma a la cera. Más que nada como precaución. No quiero pasar de aquí, aunque sea solo un paso, y explotar por no llevar un monigote de cera, así que me voy haciendo uno. Y pienso ponerle alas.
-Ya llevamos dos decretos en cinco minutos. A saber cuántos hay más adelante. Quizás sería mejor elegir el escenario, plantarnos aquí y atraer a los peces gordos a base de romper cosas. Al menos aquí contaremos con armas.
-¿Crees de verdad que pasará algo si no hacemos caso a estas cosas?
Hay rumores, claro. Sobre las grandes figuras siempre hay rumores. Julius Zar puede lanzar fuego por la boca. Julius Zar puede hacer levitar islas enteras. Puede obligarte a comer abejas. Puede convertirte en cristal, o provocar terremotos o convocar bandadas de pájaros comehombres. Si desobedeces sus órdenes explotas, o te salen dos cabezas más que te muerden, o a saber qué cosas más. Puede que alguno sea cierto. Si es alguno de los últimos será un gran problema. ¿Cuántas instrucciones habrá por ahí puestas para debilitarnos o incapacitarnos? Bien podríamos acabar derrotados sin haber luchado siquiera. Solo tenemos que cruzarnos con los carteles correctos.
-No me gusta. Si nos tomamos en serio estas cosas, ¿cuánto tardaremos en tener que vendarnos los ojos o luchar a la pata coja?
Lo de las columnas tal vez nos aclare algo, si es que de verdad hay gente viva ahí dentro, si es que está cuerda y si está dispuesta a darnos respuestas. Bueno, para eso último tenemos más recursos. Mientras tanto, voy dando forma a la cera. Más que nada como precaución. No quiero pasar de aquí, aunque sea solo un paso, y explotar por no llevar un monigote de cera, así que me voy haciendo uno. Y pienso ponerle alas.
-Ya llevamos dos decretos en cinco minutos. A saber cuántos hay más adelante. Quizás sería mejor elegir el escenario, plantarnos aquí y atraer a los peces gordos a base de romper cosas. Al menos aquí contaremos con armas.
- Resumen:
- Hacer un monigote de cera. Puto César.
Prometeo
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Luego de una extenuante y larga jornada de trabajo, después de haber sanado a una importante cantidad de gente, pudo darse el lujo de descansar. Aún tenía que cumplir la voluntad del comandante y rescatar a la familia del señor Kagemusha, por lo que no podía pasar eternamente sentado, esperando que sus fuerzas regresaran. Además, Prometeo tenía más habilidades que solo las concedidas por su Fruta del Diablo. Si bien no tenía conocimiento sobre tácticas militares como Shinobu, entendía cómo funcionaba la modernidad y era bueno improvisando. O eso creía él, vaya.
Tras el descanso, partió hacia el edificio donde continuaba la reunión liderada por Shinobu. Llegó a tiempo para escuchar que los pueblos del sur estaban completamente deshabitados. No había rastro de recursos utilizables ni invasores, sino que estos últimos se habían desplegado hacia el norte. Y no había que ser un genio de la cartografía para saber que hacia ese punto se encontraba la Capital de las Flores, el mismo lugar donde se reuniría con el comandante.
Adoptó una postura pensativa, preguntándose por qué las huestes de Hipatia habían causado tanto destrozo en las tierras de Udon, una de las regiones más pobres del país, ¿no? Dejando de lado los pueblos y la prisión, ¿había algo que valiera la pena como para iniciar tremenda campaña de invasión? Dudaba de que la señora esposa del comandante Augustus tuviera como motivación la crueldad y el sufrimiento. Sí, últimamente había descubierto que las especies inteligentes podían ser muy malvadas cuando lo querían, pero teniendo en cuenta los costos de tal operación… ¿No la volvería una líder novata y estúpida? Por la forma en que habían actuado los hombres del Hemperador, probablemente los gyojins tenían como objetivo encontrar a Hitomi.
Si bien no tenía el conocimiento táctico militar de su amiga, podía ver que los chicos eran novatos y morirían en un enfrentamiento contra los gyojins, una especie biológicamente superior a la humana. No quería vivir con la culpa de enviar a una muerte segura a esos jóvenes; mucho menos cargarle tremenda responsabilidad a Shinobu. Y aun así quería cumplir la voluntad del comandante y proteger a Hitomi. Para ello tendría que disponer de los pocos recursos que tenía, era la única manera de hacerlo.
—Tengo una idea, pero siento que es egoísta por mi parte... —dijo de pronto. Aún estaba cansado y podía notarse en el tono de su voz—. Shinobu, tú te encargarías de liberar los pueblos que continúan oprimidos por los gyojins. La señorita Hitomi es una de las piezas fundamentales de esta guerra. Es nuestro deber protegerla. Si la llevamos a las batallas de liberación, correrá peligro; si la abandonamos en Datebaio, le deparará el mismo destino. —Prometeo sacó el caracolófono y lo dejó sobre la mesa—. Mis habilidades funcionan mejor en la retaguardia, protegiendo a los demás. Y también puedo llegar a cualquier sitio en menos tiempo que un ser humano corriente. Si te ves en problemas, llámame y acudiré en tu ayuda.
Tras el descanso, partió hacia el edificio donde continuaba la reunión liderada por Shinobu. Llegó a tiempo para escuchar que los pueblos del sur estaban completamente deshabitados. No había rastro de recursos utilizables ni invasores, sino que estos últimos se habían desplegado hacia el norte. Y no había que ser un genio de la cartografía para saber que hacia ese punto se encontraba la Capital de las Flores, el mismo lugar donde se reuniría con el comandante.
Adoptó una postura pensativa, preguntándose por qué las huestes de Hipatia habían causado tanto destrozo en las tierras de Udon, una de las regiones más pobres del país, ¿no? Dejando de lado los pueblos y la prisión, ¿había algo que valiera la pena como para iniciar tremenda campaña de invasión? Dudaba de que la señora esposa del comandante Augustus tuviera como motivación la crueldad y el sufrimiento. Sí, últimamente había descubierto que las especies inteligentes podían ser muy malvadas cuando lo querían, pero teniendo en cuenta los costos de tal operación… ¿No la volvería una líder novata y estúpida? Por la forma en que habían actuado los hombres del Hemperador, probablemente los gyojins tenían como objetivo encontrar a Hitomi.
Si bien no tenía el conocimiento táctico militar de su amiga, podía ver que los chicos eran novatos y morirían en un enfrentamiento contra los gyojins, una especie biológicamente superior a la humana. No quería vivir con la culpa de enviar a una muerte segura a esos jóvenes; mucho menos cargarle tremenda responsabilidad a Shinobu. Y aun así quería cumplir la voluntad del comandante y proteger a Hitomi. Para ello tendría que disponer de los pocos recursos que tenía, era la única manera de hacerlo.
—Tengo una idea, pero siento que es egoísta por mi parte... —dijo de pronto. Aún estaba cansado y podía notarse en el tono de su voz—. Shinobu, tú te encargarías de liberar los pueblos que continúan oprimidos por los gyojins. La señorita Hitomi es una de las piezas fundamentales de esta guerra. Es nuestro deber protegerla. Si la llevamos a las batallas de liberación, correrá peligro; si la abandonamos en Datebaio, le deparará el mismo destino. —Prometeo sacó el caracolófono y lo dejó sobre la mesa—. Mis habilidades funcionan mejor en la retaguardia, protegiendo a los demás. Y también puedo llegar a cualquier sitio en menos tiempo que un ser humano corriente. Si te ves en problemas, llámame y acudiré en tu ayuda.
- Resumen:
- Ofrecerse para proteger a Hitomi en vez de participar en las batallas de Udon.
Se mantuvo pensativo tras la respuesta de Yoshio. El viejo shogun no parecía tener tan solo cincuenta años, su aspecto era el de una persona que rozaba los setenta como muy poco. Cabía la posibilidad que la mala alimentación y la vida en la prisión hubiera empeorado su aspecto, haciendo que tuviera vejez prematura, pero en un mundo como en el que se encontraban le parecía, cuanto menos, extraño.
—Un placer, soy Zane —le dijo a Shin en cuanto se puso frente a él y extendió las manos para coger las armas—, y muchas gracias —prosiguió de inmediato.
Las manos de Shin eran gruesas y toscas, repleta de callos y cicatrices de quemaduras de distintos tamaños y formas. El pelirrojo no pudo evitar asentir con cierta admiración, al ver como aquel hombre, pese a ser tosco en sus movimientos con la espada, también embriagaba cierta delicadeza. Elevó cada una de ellas, colocándola a contraluz y haciendo distintas pruebas: golpecitos en distintas partes, movimientos descendentes y horizontales, rascadura de uña… ¡De todo! ¿Y la razón? Comprobar algo que respondiera a las preguntas que tan solo él tenía en su cabeza. «En momentos como este me arrepiento de no haber aprendido herrería con mi abuelo», pensó con admiración.
—Entiendo —respondió Zane, mostrándole una sonrisa de agradecimiento—. Solo espero que puedan aguantar una buena batalla. Muchas gracias de nuevo, Shin.
La conversación con el subordinado de Berthil no fue tan fructífera como habría esperado, si es que realmente era su subordinado y el gitano no se había dejado robar el caracol. De fondo el sonido plasmaba una cruenta batalla, y si sus polluelos estaban cerca de ella, seguramente, podrían ser los incitadores de la misma.
—¿Otra vez? —preguntó Zane, arqueando una ceja y dirigiéndose hacia Yoshio—. ¿Esto ha ocurrido antes? —inquirió, cruzándose de brazos y acariciándose la barbilla con una mano—. Quizá… Bueno, no se me ocurre nada.
Tras eso, el pelirrojo se retiró junto a Therax y Marc para estar algo más solos y decidir qué hacer.
—Katharina nos dijo que Estrella Oscura portaba el legado de una tripulación pirata de hace dos siglos, ¿verdad? —Se mantuvo callado, tratando de encontrar las palabras concretas para expresar el cacao que tenía en su cabeza—. ¿Y si no solo portan su legado? O sea, ¿y si quieren acabar lo que la banda pirata original comenzó? Todas las civilizaciones han sufrido guerras y han reconstruido sobre los cimientos de las viejas ciudades, ¿y si buscan algo que está bajo nuestros pies? No sería la primera vez que el ser humano construye su hogar sobre otra civilización. Nosotros mismos estamos construyendo sobre las viejas ruinas de Yukiryu.
Lo que estaba diciendo tenía algo de sentido, al menos en teoría. Sin embargo, todos sabían que Zane, como cualquier otro pirata que se precie, era un amante empedernido de las viejas historias y los tesoros ocultos. ¿Y si buscan un tesoro oculto en Wano? Sería genial encontrar una fortuna con la que poder dar a su familia una vida despreocupada sin tener que trabajar.
—¿Alzamos el vuelo y ponemos rumbo a la capital? —preguntó—. Estando en Ringo, si la geografía no me falla, entraremos en la ciudad por la región norte. Una vez lleguemos que sea lo que los dioses quieran —Dicho aquello, se acercó de nuevo hacia Yoshio para hablar con él—. Señor Yoshio, una pregunta…, ¿usted sabe si alguna vez han tenido que reconstruir la capital de la isla? Mera curiosidad.
Después de escuchar su respuesta, el pelirrojo pondría rumbo hacia la capital junto a sus tripulantes.
—Un placer, soy Zane —le dijo a Shin en cuanto se puso frente a él y extendió las manos para coger las armas—, y muchas gracias —prosiguió de inmediato.
Las manos de Shin eran gruesas y toscas, repleta de callos y cicatrices de quemaduras de distintos tamaños y formas. El pelirrojo no pudo evitar asentir con cierta admiración, al ver como aquel hombre, pese a ser tosco en sus movimientos con la espada, también embriagaba cierta delicadeza. Elevó cada una de ellas, colocándola a contraluz y haciendo distintas pruebas: golpecitos en distintas partes, movimientos descendentes y horizontales, rascadura de uña… ¡De todo! ¿Y la razón? Comprobar algo que respondiera a las preguntas que tan solo él tenía en su cabeza. «En momentos como este me arrepiento de no haber aprendido herrería con mi abuelo», pensó con admiración.
—Entiendo —respondió Zane, mostrándole una sonrisa de agradecimiento—. Solo espero que puedan aguantar una buena batalla. Muchas gracias de nuevo, Shin.
La conversación con el subordinado de Berthil no fue tan fructífera como habría esperado, si es que realmente era su subordinado y el gitano no se había dejado robar el caracol. De fondo el sonido plasmaba una cruenta batalla, y si sus polluelos estaban cerca de ella, seguramente, podrían ser los incitadores de la misma.
—¿Otra vez? —preguntó Zane, arqueando una ceja y dirigiéndose hacia Yoshio—. ¿Esto ha ocurrido antes? —inquirió, cruzándose de brazos y acariciándose la barbilla con una mano—. Quizá… Bueno, no se me ocurre nada.
Tras eso, el pelirrojo se retiró junto a Therax y Marc para estar algo más solos y decidir qué hacer.
—Katharina nos dijo que Estrella Oscura portaba el legado de una tripulación pirata de hace dos siglos, ¿verdad? —Se mantuvo callado, tratando de encontrar las palabras concretas para expresar el cacao que tenía en su cabeza—. ¿Y si no solo portan su legado? O sea, ¿y si quieren acabar lo que la banda pirata original comenzó? Todas las civilizaciones han sufrido guerras y han reconstruido sobre los cimientos de las viejas ciudades, ¿y si buscan algo que está bajo nuestros pies? No sería la primera vez que el ser humano construye su hogar sobre otra civilización. Nosotros mismos estamos construyendo sobre las viejas ruinas de Yukiryu.
Lo que estaba diciendo tenía algo de sentido, al menos en teoría. Sin embargo, todos sabían que Zane, como cualquier otro pirata que se precie, era un amante empedernido de las viejas historias y los tesoros ocultos. ¿Y si buscan un tesoro oculto en Wano? Sería genial encontrar una fortuna con la que poder dar a su familia una vida despreocupada sin tener que trabajar.
—¿Alzamos el vuelo y ponemos rumbo a la capital? —preguntó—. Estando en Ringo, si la geografía no me falla, entraremos en la ciudad por la región norte. Una vez lleguemos que sea lo que los dioses quieran —Dicho aquello, se acercó de nuevo hacia Yoshio para hablar con él—. Señor Yoshio, una pregunta…, ¿usted sabe si alguna vez han tenido que reconstruir la capital de la isla? Mera curiosidad.
Después de escuchar su respuesta, el pelirrojo pondría rumbo hacia la capital junto a sus tripulantes.
- Resumen:
- Hablar con todos + decidir ir a la capital.
PD: Marc no puede postear porque está de guardia, así que ha dicho que sigue a Zane y Therax.
Inosuke Dru-zan
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El sitio era grande y rebosaba de belleza; aquello no se podía negar. No creía haber visto nunca una estructura tan grande, ¡y todo dentro de una calavera!. Si conseguíamos ganar la guerra, tal vez pudiéramos quedarnos con aquel lugar. Era una perspectiva bastante gratificante, la verdad, y aquello me motivaba aún más.
Empecé a estudiar el lugar. Había más símbolos pintados. Tantas señales comenzaban a aburrirme; no estaba interesado en descifrar extrañas órdenes del enemigo, y al igual que no pensaba desperdiciar mi tiempo haciéndolo. Para eso estaba Kaya.
—Qué hacer, qué hacer —me preguntaba indeciso.
Desde luego pensaba que aquello iba a ser diferente. Me había cubierto el cuerpo de pinturas de guerra de mi tribu para pasar desapercibido entre la maleza para nada; nadie me había dicho que acabaríamos en un lugar como aquello. No estaba en mi terreno, desde luego, y todo era demasiado extraño. Si estábamos en la base enemiga, ¿por qué no habían salido guerreros para detenernos? Quizás anduvieran ocultos, esperando por el momento oportuno. Y de haberme preguntado a mí, aquel era el momento oportuno. Katharina estaba enfrascada en hacer cosas sin sentido; no pensaba llevarle la contraria, pero no comprendía lo que quería hacer.
—Eh...Yo siempre tener remedios —dije, asintiendo.
Eso de que hubiera gente dentro de las columnas era algo que iba desde difícil hasta imposible. ¿Cómo se mantendrían vivas? ¿Y por qué la jefa estaba segura de su existencia? Supuse que la única forma de descubrirlo sería esperar, pero aquello nunca había sido lo mío. Mientras Katharina hacía lo suyo y el resto planteaba otras opciones —entre las cuáles apoyé la de Kaya con un enérgico movimiento de cabeza— decidí descubrir por mí mismo qué más podía haber en aquel lugar. Si yo fuera el enemigo, tendría preparado a una serie de guerreros que estuvieran esperando nuestra llegada para realizar un ataque sorpresa y acabar con todos de un solo golpe. Mi mejor baza en aquel momento era descubrir si de verdad había alguien cerca.
—Fonat iffl —pronuncié en mi idioma natal.
Acto seguido extendí los brazos y me abstraje del mundo para concentrarme en las vibraciones de mi alrededor. Si había alguien observándonos, en incluso dentro de las columnas, lo descubriría.
Empecé a estudiar el lugar. Había más símbolos pintados. Tantas señales comenzaban a aburrirme; no estaba interesado en descifrar extrañas órdenes del enemigo, y al igual que no pensaba desperdiciar mi tiempo haciéndolo. Para eso estaba Kaya.
—Qué hacer, qué hacer —me preguntaba indeciso.
Desde luego pensaba que aquello iba a ser diferente. Me había cubierto el cuerpo de pinturas de guerra de mi tribu para pasar desapercibido entre la maleza para nada; nadie me había dicho que acabaríamos en un lugar como aquello. No estaba en mi terreno, desde luego, y todo era demasiado extraño. Si estábamos en la base enemiga, ¿por qué no habían salido guerreros para detenernos? Quizás anduvieran ocultos, esperando por el momento oportuno. Y de haberme preguntado a mí, aquel era el momento oportuno. Katharina estaba enfrascada en hacer cosas sin sentido; no pensaba llevarle la contraria, pero no comprendía lo que quería hacer.
—Eh...Yo siempre tener remedios —dije, asintiendo.
Eso de que hubiera gente dentro de las columnas era algo que iba desde difícil hasta imposible. ¿Cómo se mantendrían vivas? ¿Y por qué la jefa estaba segura de su existencia? Supuse que la única forma de descubrirlo sería esperar, pero aquello nunca había sido lo mío. Mientras Katharina hacía lo suyo y el resto planteaba otras opciones —entre las cuáles apoyé la de Kaya con un enérgico movimiento de cabeza— decidí descubrir por mí mismo qué más podía haber en aquel lugar. Si yo fuera el enemigo, tendría preparado a una serie de guerreros que estuvieran esperando nuestra llegada para realizar un ataque sorpresa y acabar con todos de un solo golpe. Mi mejor baza en aquel momento era descubrir si de verdad había alguien cerca.
—Fonat iffl —pronuncié en mi idioma natal.
Acto seguido extendí los brazos y me abstraje del mundo para concentrarme en las vibraciones de mi alrededor. Si había alguien observándonos, en incluso dentro de las columnas, lo descubriría.
- Resumen:
- Usar la siguiente técnica para estudiar su entorno más próximo y descubrir si hay personas cerca:
Nombre de la técnica: Caza Sensorial
Categoría: Mítica
Naturaleza: Física
Descripción: Inosuke ha empezado a experimentar cierta sintonía con las vibraciones ya no solo de su cuerpo sino de su alrededor. Tal es esta capacidad que puede concentrarse activamente en sentir las vibraciones siempre que permanezca completamente inmóvil (y por ende, desprotegido) en lo que dura un asalto. Al hacerlo puede ser capaz de percibir las vibraciones de los objetos y seres a su alrededor en un radio de 100 metros, pudiendo identificar su posición y distinguir entre principalmente entre objeto y ser vivo (principalmente por percibir las respiración de las criaturas, por lo que alguien que contuviera la respiración podría engañar a la técnica). Si se mueve, ya sea por propia voluntad o por factores externos, deberá volver a empezar la técnica, y en caso de haberla completado deberá esperar 2 asaltos para volver a usarla.
Canalización: 9 segundos (un asalto completo)
Alexandra Holmes
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Bien, habían logrado pasar. El interior era... bastante impresionante. ¿Quién sería el sugar daddy del Hemperador que tenía tanta pasta para construir eso? Ornamentos, columnas por todas partes, demasiadas columnas para el gusto de Xan, pero eso no le quitaba mérito al arquitecto que diseñara eso.
—Le gustan mucho las columnas, ¿eh?
El primer cartel decía "Esculpid vuestro destino y entregadlo como ofrenda al Hemperador". Mmm... el primer cartel decía "el destino del visitante será su ofrenda" refiriéndose a la cera. Entendía, pues, que se refería a esculpir algo con la cera.
Alexandra no tendría habilidades de escultora, pero tenía algo más absurdo, un poquito de control sobre fuego y hielo. Hizo un poco de así y un poco de asá concentrando unas llamitas y escarcha para ir fundiendo y enfriando la condenada cera. ¿Que qué salió de ahí? Pues una cosa indescifrable sin una forma reconocible. Habría quien diría que no tenía ni puta idea de escultura. Esa gente sí que no tenía ni idea.
Observó con una mezcla de envidia y admiración la obra de Kath, pero eso no impediría que Xandra usase su especialidad: tirarse el pisto y soltar un par de fantasmadas para hacerse la guay.
—Huh, la mía es una representación de la entropía física y de cómo mi destino es indescifrable, como el caos del universo, así como de la inevitable ruina de cualquier reino que levanten los seres vivos, yo incluida.
Ja. Acertijos a ella. Paparruchas.
Y bueno, Kaya tenía razón en cierto punto, si seguían haciendo caso a saber lo que les acabarían pidiendo.
—El mensaje yo creo que es que entramos desarmados o se enfada. Pero estoy de acuerdo con Kaya, esta de las armas es una putada para, por lo menos, Ino.
Dio su opinión obvia y lógica. Ella, por su parte, no había oído más que lo que comentaban sus compañeros. Tampoco sabía hasta qué punto era literal eso de dar órdenes. Después, ante las palabras de Katharina, decidió usar ella misma su Mantra. Huh...
—Vale, corrijo, creo que esa gente de las columnas entró sin hacer caso al cartel.
El cartel de la discordia decía "se ordena a todo el que atraviese estas puertas desprenderse de cuantas armas posea como señal de pleitesía". Bueno. Su testículo falso y su pistola de juguete obviamente no eran armas. Lo único que tenía que calificaba como arma eran su varita y quizá el puño americano que le había prestado Ivan.
—Oye, Kath. Ya sé que estás ocupada sacando al notas ese pero... ¿te has planteado la posibilidad de que solo nos pase algo si desobedecemos lo que hay aquí escrito? —preguntó —. Me explico mejor. ¿Crees que si añadimos que NO debemos desprendernos de nuestras armas, o si directamente hacemos la orden ilegible o si la cambiamos por completo, funcionará igual? —se encogió de hombros. Sabía que era una idea extremadamente idiota, pero oye, los poderes de la gente a veces eran más simples de lo que parecían —. Yo que sé, lo mismo si giramos el cartel hasta cambia la puerta en la que tenemos que soltar las armas, no creo que sea tan complicado, por lo general incluso los poderes más raros siguen unas pautas bastante simples, ¿no ha entrado Ino con cera de los oídos? —de momento no se le ocurría nada más, pero utilizó la lógica más absurda y aplastante que se le ocurrió para intentar solucionar el dilema de las órdenes del césar.
¿Que lo mismo estaba derrapando muy fuerte? Con casi total seguridad. ¿Que estaba la muy pequeña posibilidad de que funcionara? También. Ya dependía de la jefa si seguían o no.
—Si prefieres que deje las armas puedo dejar por ahí la varita, en principio el puño americano es un escudo, si hago caso a que Ino ha podido entrar con cera de los oídos... lo mismo no computa como arma y no me pasa nada.
Y volvió a encogerse de hombros. Apenas tenía armas encima, porque las agujas y todo eso formaba parte de su esqueleto, así que... Agarró la varita, que ya debía estar cargada. Sería una pena tener que dejarla.
—Le gustan mucho las columnas, ¿eh?
El primer cartel decía "Esculpid vuestro destino y entregadlo como ofrenda al Hemperador". Mmm... el primer cartel decía "el destino del visitante será su ofrenda" refiriéndose a la cera. Entendía, pues, que se refería a esculpir algo con la cera.
Alexandra no tendría habilidades de escultora, pero tenía algo más absurdo, un poquito de control sobre fuego y hielo. Hizo un poco de así y un poco de asá concentrando unas llamitas y escarcha para ir fundiendo y enfriando la condenada cera. ¿Que qué salió de ahí? Pues una cosa indescifrable sin una forma reconocible. Habría quien diría que no tenía ni puta idea de escultura. Esa gente sí que no tenía ni idea.
Observó con una mezcla de envidia y admiración la obra de Kath, pero eso no impediría que Xandra usase su especialidad: tirarse el pisto y soltar un par de fantasmadas para hacerse la guay.
—Huh, la mía es una representación de la entropía física y de cómo mi destino es indescifrable, como el caos del universo, así como de la inevitable ruina de cualquier reino que levanten los seres vivos, yo incluida.
Ja. Acertijos a ella. Paparruchas.
Y bueno, Kaya tenía razón en cierto punto, si seguían haciendo caso a saber lo que les acabarían pidiendo.
—El mensaje yo creo que es que entramos desarmados o se enfada. Pero estoy de acuerdo con Kaya, esta de las armas es una putada para, por lo menos, Ino.
Dio su opinión obvia y lógica. Ella, por su parte, no había oído más que lo que comentaban sus compañeros. Tampoco sabía hasta qué punto era literal eso de dar órdenes. Después, ante las palabras de Katharina, decidió usar ella misma su Mantra. Huh...
—Vale, corrijo, creo que esa gente de las columnas entró sin hacer caso al cartel.
El cartel de la discordia decía "se ordena a todo el que atraviese estas puertas desprenderse de cuantas armas posea como señal de pleitesía". Bueno. Su testículo falso y su pistola de juguete obviamente no eran armas. Lo único que tenía que calificaba como arma eran su varita y quizá el puño americano que le había prestado Ivan.
—Oye, Kath. Ya sé que estás ocupada sacando al notas ese pero... ¿te has planteado la posibilidad de que solo nos pase algo si desobedecemos lo que hay aquí escrito? —preguntó —. Me explico mejor. ¿Crees que si añadimos que NO debemos desprendernos de nuestras armas, o si directamente hacemos la orden ilegible o si la cambiamos por completo, funcionará igual? —se encogió de hombros. Sabía que era una idea extremadamente idiota, pero oye, los poderes de la gente a veces eran más simples de lo que parecían —. Yo que sé, lo mismo si giramos el cartel hasta cambia la puerta en la que tenemos que soltar las armas, no creo que sea tan complicado, por lo general incluso los poderes más raros siguen unas pautas bastante simples, ¿no ha entrado Ino con cera de los oídos? —de momento no se le ocurría nada más, pero utilizó la lógica más absurda y aplastante que se le ocurrió para intentar solucionar el dilema de las órdenes del césar.
¿Que lo mismo estaba derrapando muy fuerte? Con casi total seguridad. ¿Que estaba la muy pequeña posibilidad de que funcionara? También. Ya dependía de la jefa si seguían o no.
—Si prefieres que deje las armas puedo dejar por ahí la varita, en principio el puño americano es un escudo, si hago caso a que Ino ha podido entrar con cera de los oídos... lo mismo no computa como arma y no me pasa nada.
Y volvió a encogerse de hombros. Apenas tenía armas encima, porque las agujas y todo eso formaba parte de su esqueleto, así que... Agarró la varita, que ya debía estar cargada. Sería una pena tener que dejarla.
- resumen:
Hace una esculturilla de mierda con un poco de fuego y hielo de sus elementos.
Propone ideas de bombero.
Y piensa si deshacerse de la varita y el puño americano.
Shinobu Yamamoto
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Debería comenzar analizando las buenas noticias, pero esta vez comenzaré al revés. Entre la fuerza de Datebaio no había un solo guerrero con experiencia militar que pudiera hacer de comandante. Tampoco nadie entendía algo como una «guerra de guerrillas». ¡Ni siquiera sabían juzgar las habilidades de alguien! ¿Por qué no se fijaban primero en las manos…? En resumen, carecía de efectivos y recursos para llevar a cabo una campaña mínimamente decente. La buena noticia era que los pueblos del sur estaban desocupados, pues los kappas habían terminado de saquearlos. También contábamos con las armas del comandante de Tori-san. Si bien no era ninguna experta a la hora de evaluar la calidad del acero, estaba segura de que eran buenas piezas.
Mientras discutíamos los detalles con el resto de los candidatos a guerrero llegó Tori-san. Propuso quedarse en Datebaio, defendiendo el pueblo y cuidando a Hitomi-chan, y me encargó ocuparme de las batallas. Lo veía bien principalmente porque él no era ningún militar. Bueno, era un artista marcial capaz de transformarse en un ave gigantesca, pero como había admitido él mismo, carecía de conocimientos tácticos militares. Y tenía un buen punto: ¿Quién protegería a Hitomi-chan si nos marchábamos a la guerra? Por otra parte, si se quedaba en el pueblo, tendría la oportunidad de tratar al resto de los heridos y escoger a un líder temporal, alguien que se encargase de los refugiados.
—De acuerdo, me encargaré de los pueblos del norte de Udon —respondí, asintiendo con determinación—. Como carecemos de recursos no puedo llevar conmigo un grupo grande. Bastará con los que mejor condición física tengan y, en vez de perseguir a los kappas, nos anticiparemos. ¿Alguno sabe cuál es el pueblo más importante del norte de la región? —pregunté por si alguien lo sabía—. Mi intención es partir dentro de poco. Cuando todo esté en orden aquí en Datebaio nos reuniremos, Tori-san. Por el momento es el lugar más seguro para Hitomi-chan; cuídala mucho, por favor.
Mi criterio para elegir a los nueve acompañantes era sencillo. Analizaría su condición física de acuerdo a la musculatura y evaluaría la calidad de sus manos. Los callos eran buenos indicadores, aunque de la misma manera que un guerrero los tenía un granjero también. Dejaría que escogieran las armas con las que sentían mayor afinidad, y luego buscaría yo misma una espada. Probablemente Oni Sakon era mejor que todas las demás, pero había entrenado para manejar múltiples armas. Después me ocuparía de los suministros: alimento y agua. Llenaría varios odres y optaría por los alimentos no perecibles.
Una vez tuviera todo en orden me despediría de Tori-san, aunque no sin antes intercambiar los números de estos divertidos caracolófonos, y marcharía hacia el norte. Si todo salía bien, terminaríamos reuniéndonos en las afueras de la Capital de las Flores.
Mientras discutíamos los detalles con el resto de los candidatos a guerrero llegó Tori-san. Propuso quedarse en Datebaio, defendiendo el pueblo y cuidando a Hitomi-chan, y me encargó ocuparme de las batallas. Lo veía bien principalmente porque él no era ningún militar. Bueno, era un artista marcial capaz de transformarse en un ave gigantesca, pero como había admitido él mismo, carecía de conocimientos tácticos militares. Y tenía un buen punto: ¿Quién protegería a Hitomi-chan si nos marchábamos a la guerra? Por otra parte, si se quedaba en el pueblo, tendría la oportunidad de tratar al resto de los heridos y escoger a un líder temporal, alguien que se encargase de los refugiados.
—De acuerdo, me encargaré de los pueblos del norte de Udon —respondí, asintiendo con determinación—. Como carecemos de recursos no puedo llevar conmigo un grupo grande. Bastará con los que mejor condición física tengan y, en vez de perseguir a los kappas, nos anticiparemos. ¿Alguno sabe cuál es el pueblo más importante del norte de la región? —pregunté por si alguien lo sabía—. Mi intención es partir dentro de poco. Cuando todo esté en orden aquí en Datebaio nos reuniremos, Tori-san. Por el momento es el lugar más seguro para Hitomi-chan; cuídala mucho, por favor.
Mi criterio para elegir a los nueve acompañantes era sencillo. Analizaría su condición física de acuerdo a la musculatura y evaluaría la calidad de sus manos. Los callos eran buenos indicadores, aunque de la misma manera que un guerrero los tenía un granjero también. Dejaría que escogieran las armas con las que sentían mayor afinidad, y luego buscaría yo misma una espada. Probablemente Oni Sakon era mejor que todas las demás, pero había entrenado para manejar múltiples armas. Después me ocuparía de los suministros: alimento y agua. Llenaría varios odres y optaría por los alimentos no perecibles.
Una vez tuviera todo en orden me despediría de Tori-san, aunque no sin antes intercambiar los números de estos divertidos caracolófonos, y marcharía hacia el norte. Si todo salía bien, terminaríamos reuniéndonos en las afueras de la Capital de las Flores.
- Resumen:
- Organizar un poco la fiesta y marchar hacia el norte.
Gareth Silverwing
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- Ah ¿Se refiere a las serpientes de lava? - Pregunté al aceptar de buena gana el té que me ofrecían y ponerme cómodo. - No creo que sean un problema en adelante, y si queda alguna puedo encargarme de ellas. - Comenté mientras me llevaba la mano a la espalda, tocando alguno de los golpes que habían quedado tras el rodeo de antes. - Aunque no os recomiendo tratar de domarlas.
Esperé a que me trajeran el té, no tenía pensado hacerles el feo de rechazar una bebida y menos una con algo de sabor por primera vez en dos semanas. Tenía que aceptar su hospitalidad y sacar el máximo de información de esta conversación, quizás necesitasen mi ayuda, además, así haría tiempo hasta que Jack saliera del agujero. Y hablando de información... había algo que había captado mi atención desde el momento en el que llegué, el catalejo y la tienda que lo contenía, pero ahora más la persona que lo usaba y el campo de su interés.
- No esperaba encontrarme un hombre de cultura en medio de todo este conflicto. Es comprensible, una vez te sumerges en el estudio es algo tan absorbente que pierdes la noción del tiempo. A mi me suele pasar, tanto en el papeleo del trabajo como cuando trato de profundizar en los secretos de la física. - Procuré adoptar una pose más casual, con un gesto desenfadado en el habla, me había quedado claro que hablaba con una eminencia en su campo, aunque el nombre no me sonaba ¿Algún erudito recluido en Wano? Podía ser el caso. - Aunque bueno, dado que no tengo ningún artículo ni publicación de renombre, podría considerarme un simple aficionado. De todas formas y, si no es mucho descaro... - Mi mirada se posó en el telescopio. - ¿Podría preguntar cual es su campo de investigación...? No, es más me encantaría poder echar un vistazo, si quiere incluso podría intentar echarle una mano.
Por una vez se me ofrecía la posibilidad de ser de ayuda sin el "¡Arthur destruye!" Ese estigma que me había ganado a lo largo de los años como una especie de bestia descerebrada que arrasaba cosas. Si me lo permitía me encantaría poder ayudar a un erudito, por lo menos hasta que alguno de la brigada apareciera.
Esperé a que me trajeran el té, no tenía pensado hacerles el feo de rechazar una bebida y menos una con algo de sabor por primera vez en dos semanas. Tenía que aceptar su hospitalidad y sacar el máximo de información de esta conversación, quizás necesitasen mi ayuda, además, así haría tiempo hasta que Jack saliera del agujero. Y hablando de información... había algo que había captado mi atención desde el momento en el que llegué, el catalejo y la tienda que lo contenía, pero ahora más la persona que lo usaba y el campo de su interés.
- No esperaba encontrarme un hombre de cultura en medio de todo este conflicto. Es comprensible, una vez te sumerges en el estudio es algo tan absorbente que pierdes la noción del tiempo. A mi me suele pasar, tanto en el papeleo del trabajo como cuando trato de profundizar en los secretos de la física. - Procuré adoptar una pose más casual, con un gesto desenfadado en el habla, me había quedado claro que hablaba con una eminencia en su campo, aunque el nombre no me sonaba ¿Algún erudito recluido en Wano? Podía ser el caso. - Aunque bueno, dado que no tengo ningún artículo ni publicación de renombre, podría considerarme un simple aficionado. De todas formas y, si no es mucho descaro... - Mi mirada se posó en el telescopio. - ¿Podría preguntar cual es su campo de investigación...? No, es más me encantaría poder echar un vistazo, si quiere incluso podría intentar echarle una mano.
Por una vez se me ofrecía la posibilidad de ser de ayuda sin el "¡Arthur destruye!" Ese estigma que me había ganado a lo largo de los años como una especie de bestia descerebrada que arrasaba cosas. Si me lo permitía me encantaría poder ayudar a un erudito, por lo menos hasta que alguno de la brigada apareciera.
- Resumen:
- Aceptar el té e interesarme por la investigación.
Osuka Sumisu
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Finalmente los últimos prisioneros abandonaron la estancia a pesar del disgusto de sus captores. La reina Hipatia se alzaba ante ellos, y como era evidente, tenía un ego bastante subidito. No podía entender como alguien así había conseguido llevar a Maki al altar. Aunque también hay que decir Maki era bastante impredecible, pero lo normal es que le saliese todo bien. Quien iba a decir que lo único mal de todas sus acciones seria el matrimonio.
El Zafiro no tardó en reaccionar a las pullitas de la reina, haciendo que los grilletes desapareciesen de las muñecas de los tres. La voluntad de sus dos compañeros dejo en el suelo a gran parte de la morralla del ejército, dejando en pie solo a los que merecía la pena darles un bofetón sin que se desmontasen.
El revolucionario por su lado, clavo sus manos al suelo, los fue alzando poco a poco, como si fuese levantado una tonelada en cada mano. Mientras tanto un temblor empezó a estremecerse bajo sus pies. Como un oleaje de tierra, el suelo se retallo detrás de él, creando un foso que recorría gran parte de la entrada por la que habían pasado previamente. Toda ese material no desapareció, pues emergió una muralla alta como 10 hombres uno encima de otro. Su era como la de un maremoto congelado en el tiempo, como si fuese a inundar e aplastar a Hipatia y a su ejército en cualquier momento. Aquello esperaba que fuera suficiente material disuasivo como para que los gyojins se pensaren el intentar recapturar a los rehenes que previamente habían liberado. También dificultaba un poco el salir por ahí, por lo que, ahora eran ellos los que estaban encerrados con aquellos tres individuos.
Se crujió los nudillos y cuello, que sonaban como rocas partiendo por la mitad. Choco ambos puños, produciendo por el simple impacto una onda sutil, que levanto el polvo en el aire unos segundos.
- Habéis hecho enfadar a la gente equivocada, panda de cabronazos.
Su sonrisa amplia escondía algo de malicia justificada, y miro en un amplio arco a todos los pretendientes a rivales que le rodeaban.
- Y por si no os habéis percatado, esta es la parte en la que huis despavoridos u os pateamos el culo.
El Zafiro no tardó en reaccionar a las pullitas de la reina, haciendo que los grilletes desapareciesen de las muñecas de los tres. La voluntad de sus dos compañeros dejo en el suelo a gran parte de la morralla del ejército, dejando en pie solo a los que merecía la pena darles un bofetón sin que se desmontasen.
El revolucionario por su lado, clavo sus manos al suelo, los fue alzando poco a poco, como si fuese levantado una tonelada en cada mano. Mientras tanto un temblor empezó a estremecerse bajo sus pies. Como un oleaje de tierra, el suelo se retallo detrás de él, creando un foso que recorría gran parte de la entrada por la que habían pasado previamente. Toda ese material no desapareció, pues emergió una muralla alta como 10 hombres uno encima de otro. Su era como la de un maremoto congelado en el tiempo, como si fuese a inundar e aplastar a Hipatia y a su ejército en cualquier momento. Aquello esperaba que fuera suficiente material disuasivo como para que los gyojins se pensaren el intentar recapturar a los rehenes que previamente habían liberado. También dificultaba un poco el salir por ahí, por lo que, ahora eran ellos los que estaban encerrados con aquellos tres individuos.
Se crujió los nudillos y cuello, que sonaban como rocas partiendo por la mitad. Choco ambos puños, produciendo por el simple impacto una onda sutil, que levanto el polvo en el aire unos segundos.
- Habéis hecho enfadar a la gente equivocada, panda de cabronazos.
Su sonrisa amplia escondía algo de malicia justificada, y miro en un amplio arco a todos los pretendientes a rivales que le rodeaban.
- Y por si no os habéis percatado, esta es la parte en la que huis despavoridos u os pateamos el culo.
- Resumen:
- Oh no, no solo es una chorpresa sino que tambien estais encerrados con nosotros!
- Si no lo permite, llamas antes -ordenó-. Si hay un ataque quiero saberlo de inmediato. Si hay que reorganizar las fuerzas, o si hay que solicitar despliegues de otras islas, quiero saberlo al momento. Y reparte esta orden entre tres hombres de confianza, porque espero recibir llamada de todos en caso de que algo urgente suceda.
Era muy difícil que cuatro soldados muriesen al mismo tiempo, aun si se trataba de un ataque sorpresa. Al no pensaba dejar nada al azar en aquella contienda, aun si eso implicaba correr de un lado para otro hasta la extenuación. Si sobrevivían ya podría tomarse el más que merecido descanso, vaguear durante un mes y dedicarle el tiempo que merecía al violín más que a la espada. También podría leer, y dormir en cualquier parte al caer el atardecer; podría conversar con Legim mientras este le servía el té, e incluso tendría la posibilidad de buscar a Galhard, que había desaparecido misteriosamente hacía dos semanas. Aunque, al igual que Jack, ya volvería cuando fuese el momento... Esperaba.
La última pregunta que quedaba por resolver era, sin embargo, si formaría parte de la comitiva de Kurookami o volvería con Arthur. Él, personalmente, habría optado por ir cuanto antes con el pequeño, pero no podía permitirse extralimitar su cuerpo como había hecho minutos antes persiguiendo la estela de sus hombres en peligro. Lo más lógico sería acompañar a su colega, aunque dudaba que Douglas necesitase ninguna ayuda y Arthur, aun si estuviese en peligro, no diría nada. Tenía que volver con él, por lo que pudiera pasar.
- Recuerda quién es el enemigo hoy -instó a Douglas mientras su cuerpo se deshacía en un polvo blanquecino-. Por el bien de todos.
Se dejó llevar. Lo había hecho más veces. Subió sin esforzarse hasta una altura en la que los vientos eran propicios, y comenzó a avanzar aprovechándose de ellos. De ese modo, podía lograr la misma velocidad -quizá levemente inferior, pero imperceptible- sin demasiado esfuerzo. El único problema era que no sabía exactamente dónde tendría que buscar a Arthur, pero tenía por seguro que no estaría particularmente alejado de la barriada completamente destrozada por la que se habían asomado. Una vez sobre el lugar simplemente descendería hasta verlo, y aterrizaría, si lo encontraba, materializándose a su lado.
Era muy difícil que cuatro soldados muriesen al mismo tiempo, aun si se trataba de un ataque sorpresa. Al no pensaba dejar nada al azar en aquella contienda, aun si eso implicaba correr de un lado para otro hasta la extenuación. Si sobrevivían ya podría tomarse el más que merecido descanso, vaguear durante un mes y dedicarle el tiempo que merecía al violín más que a la espada. También podría leer, y dormir en cualquier parte al caer el atardecer; podría conversar con Legim mientras este le servía el té, e incluso tendría la posibilidad de buscar a Galhard, que había desaparecido misteriosamente hacía dos semanas. Aunque, al igual que Jack, ya volvería cuando fuese el momento... Esperaba.
La última pregunta que quedaba por resolver era, sin embargo, si formaría parte de la comitiva de Kurookami o volvería con Arthur. Él, personalmente, habría optado por ir cuanto antes con el pequeño, pero no podía permitirse extralimitar su cuerpo como había hecho minutos antes persiguiendo la estela de sus hombres en peligro. Lo más lógico sería acompañar a su colega, aunque dudaba que Douglas necesitase ninguna ayuda y Arthur, aun si estuviese en peligro, no diría nada. Tenía que volver con él, por lo que pudiera pasar.
- Recuerda quién es el enemigo hoy -instó a Douglas mientras su cuerpo se deshacía en un polvo blanquecino-. Por el bien de todos.
Se dejó llevar. Lo había hecho más veces. Subió sin esforzarse hasta una altura en la que los vientos eran propicios, y comenzó a avanzar aprovechándose de ellos. De ese modo, podía lograr la misma velocidad -quizá levemente inferior, pero imperceptible- sin demasiado esfuerzo. El único problema era que no sabía exactamente dónde tendría que buscar a Arthur, pero tenía por seguro que no estaría particularmente alejado de la barriada completamente destrozada por la que se habían asomado. Una vez sobre el lugar simplemente descendería hasta verlo, y aterrizaría, si lo encontraba, materializándose a su lado.
Noximilien
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Los enemigos estaban empezando a rastrearlos, pues era evidente que sabían que tanto Berthil como alguien de terceros estaría cerca del cráter husmeando. Al músico le pareció mejor plan el separarse, mientras el siguiera aquel, Nox informara a Berthil, pero veía un problema. No iba a dejar a Vile sin vigilar que el vigilase. Lo último que quería que Zane supiese es que había dejado solo al músico mientras moría. Marronazo.
- Estas de coña? No te voy a dejar aquí solo cuando hace unos instantes ha caído una bomba del tamaño de un rey marino.- tosió un poco, el humo del incendio les estaba alcanzando- Tenemos que ser una piña, chaval.
Su mano se posó en su hombro. Odiaba admitirlo, pero pese a su comportamiento de imbécil, le había cogido cariño al niño.
- No es que me importes mucho con tus ideas de bombero-torero, pero si la palmas sin supervisión de un adulto no me lo perdonaría. ¡Y encima tendríamos que encontrar a otro músico! Seguro que el pelirrojo me obligaría a organizar audiciones y prefiero tirarme mar con un ancla en el cuello que eso.
Aquella escena emotiva se fue un poco al traste cuando se dio cuenta de cómo se le fue el santo al cielo mientras su Den Den Mushi estaba sonando todo aquel tiempo. Aquello alerto a los guardias cercanos, que iba hacia su posición. Nox trago saliva y dedico otra mirada a su compañero.
- Vale, podemos una piña mientras corremos verdad?
A medida que corría, si es que su compañero le seguia, el enmascarado descolgó el Den Den;
- Dos puñeteras semanas y tenías que llamarnos ahora? Que cronometrado lo teníais, panda de cabrones! Espero que sean buenas noticias os vais a cagar!
- Estas de coña? No te voy a dejar aquí solo cuando hace unos instantes ha caído una bomba del tamaño de un rey marino.- tosió un poco, el humo del incendio les estaba alcanzando- Tenemos que ser una piña, chaval.
Su mano se posó en su hombro. Odiaba admitirlo, pero pese a su comportamiento de imbécil, le había cogido cariño al niño.
- No es que me importes mucho con tus ideas de bombero-torero, pero si la palmas sin supervisión de un adulto no me lo perdonaría. ¡Y encima tendríamos que encontrar a otro músico! Seguro que el pelirrojo me obligaría a organizar audiciones y prefiero tirarme mar con un ancla en el cuello que eso.
Aquella escena emotiva se fue un poco al traste cuando se dio cuenta de cómo se le fue el santo al cielo mientras su Den Den Mushi estaba sonando todo aquel tiempo. Aquello alerto a los guardias cercanos, que iba hacia su posición. Nox trago saliva y dedico otra mirada a su compañero.
- Vale, podemos una piña mientras corremos verdad?
A medida que corría, si es que su compañero le seguia, el enmascarado descolgó el Den Den;
- Dos puñeteras semanas y tenías que llamarnos ahora? Que cronometrado lo teníais, panda de cabrones! Espero que sean buenas noticias os vais a cagar!
- Resumen:
- Buen timming de Theraxito con la llamada y buen empane de un servidor
porque la uni le quita toda la atención que necesita
Huir de estos señores, seguramente de vuelta a Berthil y rezando para que Vile me este siguiendo
Katharina von Steinhell
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Funcionara o no el improvisado rescate a sea quien sea que estuviera dentro de la columna, pasaría a ocuparse de otros asuntos. Como responder a las brillantes ideas de Kaya, por ejemplo. La bruja se acercó a ella y dejó caer ambas manos sobre sus hombros, mirándole de parche a parche, de ojo a ojo. Aún le costaba creer que fuera la hija de ese maldito de Arribor, quien se había muerto sin pagar sus deudas. Sin embargo, el destino podía ser la perra más caprichosa cuando así lo quería, y que Kayadako Neus fuera su subordinada era prueba de ello.
—¿Estás bien? Sabes que lo tuyo no es pensar, no vayas a esforzarte demasiado —le dijo, fingiendo preocupación, pero pronto se tornó seria—. Podríamos hacer lo que tú dices, pero desconocemos la fuerza que nos espera en Onigashima. ¿Y si atraemos a más enemigos de los que podemos enfrentar? Con ustedes cerca no podré usar libremente mis llamas y bien sabes que mi poder depende en buena parte de ellas. No obstante, tienes razón en algo: no podemos obedecer cada uno de los decretos del Hemperador. Imagínate nos pide continuar tomadas de la mano; sería repugnante.
Bien, ahora tenía que responder las inquietudes de Inosuke. O no, la verdad es que era el más despreocupado de todos. Ah, claro, no podía leer lo que estaba escrito en los mensajes… Bueno, entonces contestaría a Alexandra. Por cuestiones de salud mental ignoraría la escultura que bien reflejaba la filosofía tras la entropía. Como había dicho la niña del parche, era una putada para la mayoría del equipo entrar a Onigashima sin armas. Si bien la bruja tenía diferentes habilidades, dependía en buena parte de… Qué va, podía transformar cada uno de sus dedos en una espada y echar abajo la isla entera de una patada. Ella era por sí sola un arma viviente.
—Es cierto lo que dices… Hasta el momento todo parece indicar que los decretos del Hemperador tienen un sentido literal. Así que destruiremos la puerta —sentenció con una sonrisa salvaje en el rostro, enseñando los colmillos—. ¡No desobedeceremos ninguna orden si directamente no hay puerta!
Había que probar de todo, ¿no? La bruja se detendría frente a la puerta y la estudiaría un momento, buscando el punto más débil. De la misma manera que sabía construir podía hacer lo opuesto, ¿verdad? Una vez identificado, canalizaría energía mágica para aumentar la masa muscular de sus brazos, incrementando notablemente su fuerza. Entonces, cogería una parte del dintel del arco para arrancar toda la estructura que componía la puerta. En caso de necesitar aún más fuerza, pues acabaría transformándose en una mujer-lobo o algo, pero lo dudaba. Y en caso de conseguirlo…
—Oye, Ino, ¿por qué no haces la prueba?
—¿Estás bien? Sabes que lo tuyo no es pensar, no vayas a esforzarte demasiado —le dijo, fingiendo preocupación, pero pronto se tornó seria—. Podríamos hacer lo que tú dices, pero desconocemos la fuerza que nos espera en Onigashima. ¿Y si atraemos a más enemigos de los que podemos enfrentar? Con ustedes cerca no podré usar libremente mis llamas y bien sabes que mi poder depende en buena parte de ellas. No obstante, tienes razón en algo: no podemos obedecer cada uno de los decretos del Hemperador. Imagínate nos pide continuar tomadas de la mano; sería repugnante.
Bien, ahora tenía que responder las inquietudes de Inosuke. O no, la verdad es que era el más despreocupado de todos. Ah, claro, no podía leer lo que estaba escrito en los mensajes… Bueno, entonces contestaría a Alexandra. Por cuestiones de salud mental ignoraría la escultura que bien reflejaba la filosofía tras la entropía. Como había dicho la niña del parche, era una putada para la mayoría del equipo entrar a Onigashima sin armas. Si bien la bruja tenía diferentes habilidades, dependía en buena parte de… Qué va, podía transformar cada uno de sus dedos en una espada y echar abajo la isla entera de una patada. Ella era por sí sola un arma viviente.
—Es cierto lo que dices… Hasta el momento todo parece indicar que los decretos del Hemperador tienen un sentido literal. Así que destruiremos la puerta —sentenció con una sonrisa salvaje en el rostro, enseñando los colmillos—. ¡No desobedeceremos ninguna orden si directamente no hay puerta!
Había que probar de todo, ¿no? La bruja se detendría frente a la puerta y la estudiaría un momento, buscando el punto más débil. De la misma manera que sabía construir podía hacer lo opuesto, ¿verdad? Una vez identificado, canalizaría energía mágica para aumentar la masa muscular de sus brazos, incrementando notablemente su fuerza. Entonces, cogería una parte del dintel del arco para arrancar toda la estructura que componía la puerta. En caso de necesitar aún más fuerza, pues acabaría transformándose en una mujer-lobo o algo, pero lo dudaba. Y en caso de conseguirlo…
—Oye, Ino, ¿por qué no haces la prueba?
- Resumen:
- Bueno, esta es la segunda parte de mi anterior post. Básicamente respondo a mis chiquis e intento sacar la puerta porque, si no hay puerta, no hay decreto(??).
Nadie le respondía, lo que no dejaba de inquietar sobremanera al segundo al mando de los Hermanos de la Tormenta. Hacía mucho tiempo que las batallas debían haber dado comienzo en caso de que la ausencia de comunicación se debiese a esto, por lo que ya deberían haber finalizado. ¡Al menos debían haber tenido un momento de respiro para informar sobre la situación, por Dios! Además, eran suficientes grupos diferentes como para asumir que ninguno había podido responder al contacto. Una de las opciones, la peor y que el rubio no quería contemplar bajo ningún concepto, era que todos y cada uno de sus aliados hubiesen sido aniquilado. No... No podía ser.
Zane llegó hasta su posición un instante después de que su último intento fracasase estrepitosamente. Lo cierto era que no tenía recuerdo alguno sobre esa conversación con Katharina, aunque no dudaba de que le pelirrojo la habría mantenido sin que él fuese consciente.
-Esta situación es tan extraña que todo me parece posible, Zane -dijo tras dedicar unos escasos segundos a meditar sobre la hipótesis de su capitán-. Sea como sea, no creo que podamos resolver esto habiendo en Wano una batalla cada diez pasos. El núcleo de todos los problemas está en la Capital de las Flores, y hasta que no lo erradiquemos de raíz dudo que podamos movernos libremente por la zona. Además -susurró-, nunca está de más ganarse el favor de algún que otro samurái más.
Fue por ello que se prestó a volar junto a Marc y el Descamisetado hacia la capital, no sin antes informar al líder del grupo que dejaban atrás que, actuando como una suerte de avanzadilla, partirían para asegurarles el camino -una verdad a medias, claro estaba, pero no llegaba a ser una mentira-.
Zane llegó hasta su posición un instante después de que su último intento fracasase estrepitosamente. Lo cierto era que no tenía recuerdo alguno sobre esa conversación con Katharina, aunque no dudaba de que le pelirrojo la habría mantenido sin que él fuese consciente.
-Esta situación es tan extraña que todo me parece posible, Zane -dijo tras dedicar unos escasos segundos a meditar sobre la hipótesis de su capitán-. Sea como sea, no creo que podamos resolver esto habiendo en Wano una batalla cada diez pasos. El núcleo de todos los problemas está en la Capital de las Flores, y hasta que no lo erradiquemos de raíz dudo que podamos movernos libremente por la zona. Además -susurró-, nunca está de más ganarse el favor de algún que otro samurái más.
Fue por ello que se prestó a volar junto a Marc y el Descamisetado hacia la capital, no sin antes informar al líder del grupo que dejaban atrás que, actuando como una suerte de avanzadilla, partirían para asegurarles el camino -una verdad a medias, claro estaba, pero no llegaba a ser una mentira-.
- Resumen:
- Vulá hacia la capital.
Vile Spectre
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El enmascarado posó la mano en el hombro del músico, causando que este último se sobresaltara. Aparentemente, no habría ningún intento de infiltración. "Está bien", pensó Vile. "Todavía puedo usar el campamento como recurso para parlamentar con Berthil. No podrá negar que C. Zar es un peligro y accederá a atacar su flota con todas sus tropas.
Entretanto, el sonido de un Den Den Mushi inundó el lugar, guiando a unas figuras de atributos marinos hasta su posición. Vile pensó en desenvainar su espada, hasta que recordó el potencial combativo de su camarada Rooney y la inutilidad de las técnicas basadas en líquidos contra los miembros de su misma especie. No, prefería no atacar a unos rivales tan feroces con unos recursos tan limitados como los suyos. En cualquier caso, aquellos fieros enemigos ya estaban peligrosamente cerca.
-¿Sabes, Nox? -preguntó el músico-. Pa' ti la perra gorda. Piña o no, nos marchamos. ¡A correr!
Siguiendo los pasos de su compañero, Vile avanzó con zancadas rápidas por el bosque tratando de llegar lo antes posible al campamento de Berthil. No era difícil orientarse porque hasta hacía pocos segundos un dragón de proporciones titánicas indicaba el lugar. El músico desenvainó su arma y miró hacia atrás con su ojo bueno, previniendo la posibilidad de tener que bloquear un ataque por la espalda.
El joven empezó a considerar seriamente comunicarle su plan al carpintero, pero en el campamento de Berthil no sería una buena idea. Aun así, repasó lo esencial: camelarse a Berthil y hacerle ver que el campamento de un Yonkou en su territorio no era un hecho meramente casual, para poder aprovechar el ánimo vengativo de sus tropas y agenciarse una porción generosa de la flota del Yonkou. En realidad, desconocía las intenciones del antiguo subordinado de Dexter Black, pero debía apostar si quería sacar algo de aquella empresa.
Entretanto, el sonido de un Den Den Mushi inundó el lugar, guiando a unas figuras de atributos marinos hasta su posición. Vile pensó en desenvainar su espada, hasta que recordó el potencial combativo de su camarada Rooney y la inutilidad de las técnicas basadas en líquidos contra los miembros de su misma especie. No, prefería no atacar a unos rivales tan feroces con unos recursos tan limitados como los suyos. En cualquier caso, aquellos fieros enemigos ya estaban peligrosamente cerca.
-¿Sabes, Nox? -preguntó el músico-. Pa' ti la perra gorda. Piña o no, nos marchamos. ¡A correr!
Siguiendo los pasos de su compañero, Vile avanzó con zancadas rápidas por el bosque tratando de llegar lo antes posible al campamento de Berthil. No era difícil orientarse porque hasta hacía pocos segundos un dragón de proporciones titánicas indicaba el lugar. El músico desenvainó su arma y miró hacia atrás con su ojo bueno, previniendo la posibilidad de tener que bloquear un ataque por la espalda.
El joven empezó a considerar seriamente comunicarle su plan al carpintero, pero en el campamento de Berthil no sería una buena idea. Aun así, repasó lo esencial: camelarse a Berthil y hacerle ver que el campamento de un Yonkou en su territorio no era un hecho meramente casual, para poder aprovechar el ánimo vengativo de sus tropas y agenciarse una porción generosa de la flota del Yonkou. En realidad, desconocía las intenciones del antiguo subordinado de Dexter Black, pero debía apostar si quería sacar algo de aquella empresa.
- Resumen:
- Darme cuenta de que Nox es más razonable que yo y huir. Pensar en el plan.
Normas del capítulo:
- Se moderará los martes entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los martes antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación:
- The Chinos:
- Todos siguen llevando cera… Check. Dos no han hecho figuritas para el Hemperador… Check. Sin embargo, parece que nada ha sucedido más allá de que la pieza de Katharina parece dejar en evidencia todas las demás que se han ido conformando por entre las columnas. Por su parte, la creación de Xandra es un atentado contra el buen nombre del arte, pero la ha vendido tan bien que podría llegar a venderla a modo de reflexión dadaísta en una galería de Water Seven por un precio exorbitado. Sin embargo, las apariencias no siempre dicen la verdad y poco a poco, a medida que el tiempo va avanzando, esta sale a la luz. En el caso que nos ocupa, por ejemplo, esto sucede una vez comenzáis a deshacer la cera.
Al principio parece que esta se deja derretir e incluso un hombre joven, de aspecto musculoso y rasgos apolíneos, es parido por la columna. Por un instante, si os fijáis bien en el interior de esta, podréis ver que hay un sinfín de cuerpos envueltos en cera como este mismo hombre estaba. Sin embargo, en cuanto sale por completo el agujero se cierra y cada figura, desde las que reinaban antes hasta el altorrelieve de Katharina comienzan a derretirse lentamente, mutando estas figuras en despiadadas escenas de violencia de todas las índoles sobre los cuerpos de cada uno de vosotros, llenando una columna con cada uno de vosotros en una decoración que, pese a su rudeza, goza de un diabólico gusto estético –así como cierto horror vacui–. Si alguno de vosotros centra su mantra en el hombre, que parece en relativo buen estado, verá que el horror lo persigue en cada pensamiento mientras huye, sin siquiera llegar a levantarse, de la cera que empieza a deslizarse lentamente por el suelo. Pero también por las paredes comienza a caer la cera a chorros, así como algunas gotas caen del techo. Si no hacéis nada que lo impida, el hombre al que habéis salvado saldrá corriendo por la entrada hasta el exterior, respirando tranquilo una vez está fuera.
Eso me recuerda, Ino… Todo el mundo dentro de la columna elegida, al menos mucha gente, está viva. Las vibraciones son sutiles y constantes, de distintas intensidades y no sabrías decir quién está mejor o peor, pero el caso es que a juzgar por el zagal que huye… Todo en orden.
Aun así, si Katharina decide arrancar los marcos de la puerta… No sucede nada. Se arrancan fácilmente, e incluso ha sobrado fuerza. Eso sí, ¿por un momento Katharina se ha transformado en la mujer patata por el esfuerzo o ha sido impresión mía? Tanto tiene, es hora de averiguar por qué el compañero está tan asustado… O de ascender en el Palacio del Emperador.
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- Los guerreros Z:
- ¡Volando, volando! ¡Siempre arriba! ¡Siempre arriba! Abandonáis el campamento de Toshio y sus hombres, que parecen algo apenados de que se vaya su nueva vanguardia antes siquiera de haber podido estrenarla. Sin embargo así sois vosotros, espíritus indomables, indómitos, aventureros… Una panda de piratas. Que vuelan.
Desde lo alto, mientras recorréis alejados de cualquier peligro las alturas de Wano, podéis ver con vuestros portentosos sentidos el páramo helado que se va deshaciendo a medida que las murallas se acercan. A vuestra derecha, al oeste, podéis ver la jungla tropical y el humo de lo que quiere parecer un incendio pero, cuando creéis que vais a adentraros por fin y sobrepasar los muros de la capital podéis ver a una mujer de cabello ensortijado en una larga trenza por encima de vuestras cabezas, apuntando hacia vosotros con ambas manos. Es tal vez la mujer de belleza más exótica que hayáis visto, con un suave y perfecto color cacao en su piel de color casi mate, en contraste a dos ojos amarillos que, Zane, te recuerdan a unos que ya has visto antes.
- Quintaesencia –le escucháis decir, y con un leve destello de color negro sois empujados contra el suelo, librándoos de una caída fatal solo porque sois… Bueno, más duros que el hormigón, vaya.
Sin embargo, no todo es bueno cuando os levantáis. Frente a vosotros están un hombre negro de talla enorme, un anciano extraordinariamente bajito que sonríe con suspicacia, el hombre más musculoso y viril que jamás hayáis visto –cuyo rostro, por cierto, va oculto tras una máscara y viste un sombrero y una gabardina sobre su pecho desnudo–, así como un tipo de traje que mantiene expresión calmada, clavando sus ojos rojos en el descamisetado. Zane, conoces tanto al negro como a Henry, y… Bueno, acaba de aterrizar la mujer justo al lado del masivo hombre negro.
– Pero mira a quién tenemos aquí –dice Henry, mientras muestra los dientes en una educada y perturbadora sonrisa–. Si es el legendario Zane D. Kenshin, emperador del Nuevo Mundo y señor de Yukiryu, salvador de Wano… No, espera, eso último hasta ahora no es tan así, ¿verdad?
– Y estos deben ser sus amigos –contesta el hombre del poncho con un marcado acento de Shishano–. Ay remíjole, hoy es nuestro día de suerte compadres.
– Como comprenderéis no podemos dejaros pasar de aquí –explica el anciano, sacando una pipa que enciende y apenas hace llama, comenzando a fumar–. Lo cierto es que queda muy poco para que la buena Kepler obtenga lo que desea, y no podemos permitir que nuestra ahijada sea molestada por… Bueno, vosotros.
– Pero vamos, Dwarf, déjales intentarlo –dice, socarrona, la muchacha, aunque se calla de inmediato ante la severa mirada del colosal Blackhole. Este, tras ello, gira la cabeza hacia vosotros.
– A ti te quiere con vida, pero de vosotros dos no ha dicho nada –explica, señalando a Marc y Therax–. No juguéis con la suerte, muchachos.
Os lanza una moneda. Por un lado está la cara de Zane, o algo parecido. Por el otro, es completamente negra. Tras eso, todos se dan la vuelta y van hacia la puerta lentamente.
- Vile y Nox:
- No, no, no. Has cogido tarde el teléfono y la comunicación con Therax no ha sido posible. Pero puedes devolverle la llamada, y asumiremos que eso has hecho. Por lo demás, realmente no creo que tenga mucho que deciros. Los hombres pez intentan perseguiros, pero están cansados tras tratar de impedir que el incendio se expanda y no pueden seguiros la pista durante demasiado tiempo y termináis dándoles esquinazo, no sin terminar jadeando a la sombra de un abedul, y tenéis que descansar un momento antes de continuar. Lo cierto es que correr por un campo a cuarenta y tantos grados agota al final del día, pero centrémonos en lo importante.
Cuando llegáis hasta el campamento podéis ver que todo el mundo reposa sobre palanganas, cubos, sacos de arena y en general un ambiente festivo que solo se da en las fallas de Valencia una vez al año. Espera, ¿qué es Valencia? El caso es que Nick mira hacia el bosque y no le pasáis desapercibidos una vez aparecéis, mirándoos con cierta severidad paternal que no dista mucho de la que os echaría un ser querido cuando os portáis mal.
– ¿Tan difícil era venir a avisarnos antes de que nos llegara a las puertas? –pregunta, aunque tarda bastante poco en volver a sonreír–. Ha llamado vuestra niñera, por cierto. Parece que se preparan para atacar la capital desde Ringo, con algún que otro samurái. La verdad es que me alegro de que nos hayan conseguido algún aliado, para variar, aunque no sé si servirá de algo. ¿Habéis visto algo interesante?
- Ryuu:
- Lo cierto es que ese sujeto no tiene mucho que hacer contra ti, por lo que, pese a haber podido reaccionar previamente, en esta ocasión cae abatido y al fin te deja libre el camino para ir en busca de Hipatia y…
Un momento, ¿qué está pasando? Todo bajo tus pies se agita con furia, aunque si no fuese una absoluta locura dirías que las vibraciones del terreno van dirigidas hacia un lugar concreto. En caso de que en algún momento te dé por emplear tu haki de observación podrás apreciar que una presencia bestial y confusa emana del subsuelo, aunque estás lejos de poder asignarle un lugar mínimamente concreto. ¿Qué demonios sucede?
Los escasos y frágiles elementos decorativos del palacio comienzan a caer, provocando una sinfonía de trozos que ya veremos si alguien puede volver a unir. Los cuerpos de tus enemigos descansan en el suelo, inertes, pero el médico muestra más miedo en sus ojos que cualquier ser vivo atemorizado con el que hayas tenido el lujo o la desgracia de toparte.
-¡Ahora, es el momento de escapar! ¡Esto se está poniendo muy feo y no quiero morir! –te implora al tiempo que tira de tu ropa cual niño pequeño desesperado por que le levanten e castigo. ¿Y bien? Todo en los alrededores apunta a epicentro, pero tu maestro y familia esperan fuera y nadie puede asegurar que el doctor no huya en un arrebato de pánico.
- Osu, Dexter y Aki:
- Sería tan bonito que de buenas a primeras, tras un acertado discurso repleto de verdades y una portentosa demostración de poder, el grueso del ejército enemigo decidiese darse la vuelta y atacar a quien han seguido hasta ese momento por un chasquido de tus dedos… Sería precioso, Dexter, pero todos los presentes sabéis que el mundo no funciona así y está lejos de hacerlo.
Tu voluntad se expande por la zona con furia, abatiendo a los enemigos más cercanos y siendo acompañada por la extensión de la eléctrica oscuridad sobre la cabeza de todos los presentes. Se estremecen y reculan varios pasos, pero no parece que vayan a pasar a formar parte de tu ejército. No son tus soldados, al fin y al cabo, y nunca lo han sido.
De cualquier modo, la reina del reino Ryuugu también se sobresalta y se esconde entre los voluminosos cuerpos de sus escoltas, que comienzan a retroceder y camuflarse entre la maraña de gente que cierra filas frente a las puertas de la capital. Se ve que no se esperaban el tema de las esposas.
Aki, tu voluntad se mezcla con la del dragón y más enemigos caen fruto de la potencia combinada de ambas, aunque continúa habiendo muchos enemigos que, como comentaba previamente, en vez de acercarse a vosotros conforman un muro con el que, probablemente en vano, pretenden manteneros alejados del límite de la ciudad.
El cuchillo que has lanzado en dirección al antiguo samuráis es esquivado por éste sin aparente dificultad, perdiéndose a su espalda y sin que puedas atisbar dónde ha ido a aterrizar. Al igual que sucede con las palabras de Dexter, las tuyas son recibidas con un semblante pétreo y una mirada que, de traducirse en palabras, vendría a ser algo así como “¿creéis saber algo de mí sólo por conocer un fragmento de mi historia?”.
Por último, tu rayo de energía demoniaca avanza hacia Hipatia, que, como comentaba, se ha escondido entre los gruesos músculos tapizados de escamas de sus escoltas y camina hacia atrás para alejarse del peligro. El haz incide de forma directa sobre uno de los custodios, que cae fulminado sin margen de error antes de que el grupo se recomponga para formar un pentágono en torno a su señora.
Cabe señalar que el plan de retroceder y proteger el acceso a la capital estaba muy bien hasta que Osuka ha decidido que no podían hacer eso. Una ola ennegrecida por la oscuridad que se desprende del cielo e iluminada por la energía demoniaca cerca a todos los presentes, quedando la reina aprisionada y los soldados intentando protegerla.
Percibiendo que eres el único que no ha decidido aturdir a los presentes a base de choque de voluntad, no son pocos los soldados que arrojan lanzas y elementos de todo tipo –letales todos, claro-, en tu dirección, Osu.
Al mismo tiempo podéis apreciar cómo Hipatia llama a gritos a un tal Oc y, al mismo tiempo, exclama con un torrente de voz que tal vez no esperaseis algo que suena tal que: ¡despertadla, ya! Lo exclama una y otra vez, y el rostro de los presentes, apenas visible en medio del caos que habéis desatado en un momento, muestra incluso más miedo del que ya presentaba.
El suelo se estremece bajo vuestros pies con una violencia inusitada, aunque de un modo completamente diferente al que podríais asociar a un terremoto. Cuando os queréis dar cuenta, la tierra se abre de una forma que hasta para Osu parece extraña. La firmeza del suelo desaparece para provocar que, aun conservado su apariencia, se comporte como agua –sin serlo- que se eleva y separa en dos mitades a una altura aproximada de quince metros, siendo la distancia entre ambas “crestas de las olas” de otros tantos.
-Eso es, mi niña –dice Hipatia en un susurro imperceptible, aunque no sé si alguno poseerá un oído hiperdesarrollado que vaya más allá de cualquier límite imaginable.
- Shinobu y Prometeo:
- Prometeo, te quedas en la retaguardia junto a Hitomi, los recién recuperados y aquellos que, en líneas generales, no han marchado junto a Shinobu en pos de lo que les depara más al norte de vuestra posición. Lo cierto es que, aunque tú no lo sepas en estos momentos, algo está sucediendo en Wano que probablemente deja el resto de regiones bastante libres de conflictos… al menos por un tiempo. Mientras terminas de descansar y te aseguras de que a nadie le falte de nada, tu protegida se detiene a unos pasos de ti. No llama tu atención; sólo espera a que tu mirada se detenga en ella por error:
-¿Tú no marchas hacia la batalla?
En cuanto a Shinobu, tardáis varias horas en alcanzar lo que parece ser un pueblo con señales de haber sido habitado recientemente. No sólo me refiero a los restos del campamento ya disuelto, sino también a la humareda que se pierde a paso ligero en dirección a la Capital de las Flores. En su mayoría son hombres y mujeres que van a pie, aunque algunos de ellos emplean caballos como medio de transporte. No sé cómo será tu visión desde lejos, pero el Jolly Roger del Hemperador se puede distinguir en las prendas de varios de ellos.
No os han visto por el momento, claro está, y lo cierto es que son al menos una veintena de guerreros. No sé yo si estás en condiciones de lanzarte al ataque o pensar una estrategia más productiva a medio y largo plazo, pero eso ya lo dejo a tu elección.
- Maki:
- Maki, perdón, pero se me olvidó comentarte en la moderación previa que le echases un ojo a la de los tres que se acaban de plantar delante de la puerta de la Capital de las Flores junto a un ejército bastante nutrido conformado por tus congéneres y soldados a las órdenes del Hemperador. Tu señora esposa, como es habitual en ella, se ha hecho dueña de la situación y ha interpelado a los tres prisioneros.
En tu camino hasta allí, siempre que no te hayas separado de ella, habrás encontrado que la agitación entre los gyojines crece por momentos, pues por lo que se ve no esperaban una visita como la que están recibiendo. Yo no puedo culparles de estar un tanto asustados, claro, aunque tú no tienes motivo para encontrarte en esa situación… ¿No es ése el jefazo? ¡Se ha atrevido a meterse en Wano sin camuflarse entre sus gentes y mimetizarse con su cultura!
Esta vez sí, echa un ojo a la moderación de Osuka, Dexter y Aki.
- Kiritsu:
- -Oh, no. Si todo el problema fuesen esos engendros ni siquiera me molestaría en detenerme aquí. Esos seres hacen ruido y… bueno, son bestias. Por cómo ha acontecido todo, sospecho que hay algo más inteligente dándonos problemas ahí dentro. Sabiendo lo que hay en esa dirección me he aventurado a pensar que podría tratarse de algún preso liberado en medio de tanto alboroto, pero no es más que una elucubración sin fundamento.
Hubble se sienta frente a ti, Arthur, y pide otra taza para él. En un medio así es difícil encontrar a alguien con quien charlas de algo que no sea acero, sangre y formaciones de batalla. ¡Seguro que estaría sorprendido si supiese que también puedes hablar de eso! Pero bueno, lo cierto y verdad es que en estos momentos hay pocos temas de conversación más lejanos que esos.
-Tras muchos años me siento orgulloso de decir que he explorado, con mejor o peor tino, casi todos los aspectos de la astrofísica, Arthur… ¿Te importa si te tuteo? Últimamente he estado más centrado en el estudio de la trayectoria de cuerpos celestes. Esperaba encontrarlo menos apasionante, la verdad, pero me he llevado una grata sorpresa. ¿Y tú? ¿Qué te apasiona a ti?
Por parte de Al, Kurookami asiente, aunque algo en su mirada te dice que no está del todo de acuerdo con lo de recordar quién es el enemigo. No le culpes; es bastante duro de mollera. Sea como sea, parece que por el momento ha decidido aceptar tu plan de acción y repartirá tus indicaciones entre los tres hombres que más confianza le merecen de entre quienes irán con él. Cuando partes en busca del pelirrojo aún está organizando a quienes se quedarán protegiendo la retaguardia.
No tienes demasiados problemas para seguir la pista de Arthur. Quizás esas marcas que ha dejado en el suelo tengan algo que ver, pero el caso es que le encuentras en medio de una reunión un tanto peculiar. Al igual que sucedió cuando él apareció allí por primera vez, algunos de los samuráis que acompañan a su interlocutor reaccionan con un principio de hostilidad refleja que es cortada en seco por el señor que toma el té.
-¿Un amigo? –le pregunta a Arthur.
«¡Nunca a un amigo abandonaremos!», repetía Zane para sus adentros, tarareando una pegadiza melodía que no terminaba de recordar donde la había escuchado. Al mismo tiempo, su cabeza tan solo hacía darle vueltas a la misma cuestión: ¿cómo se encontrará su familia? Durante las semanas que había estado apresado tan solo hacía pensar en ellos y su banda, rezando a los dioses para que estuvieran bien todos ellos. Sus compañeros le habían demostrado una vez más la razón por la que eran considerados una banda pirata temida y respetada en distintos puntos del globo, siendo capaz de sobrevivir en un ambiente tan hostil como era Wano durante esos días.
Sin embargo, con su familia era completamente distinto, ya que eran civiles inocentes que jamás había sujetado un arma en contra de nadie —a excepción de su abuelo—, cuyo único delito era formar parte de la vida de Zane. Y en ese momento, cuando ya estaba llegando a las entradas de la capital, una diosa de piel morena, de ojos dorados y cabello reposado sobre su hombro mediante una trenza, se puso frente a ellos.
—Es que está ahí me suena y no sé de…
Una terrible fuerza comenzó a empujar al pelirrojo hacia abajo, como si la gravedad hubiera aumentado sobre sus hombros y no le fuera posible sostenerse más tiempo en el aire. Cayó en picado contra el suelo, creando un precioso cráter que se expandió en un radio de varios metros a su alrededor.
—¡Au! —se quejó, incorporándose y poniéndose de pie.
Ante su sorpresa, frente a él tenía a toda Estrella Oscura frente a sus narices, desde la bestia parda de Blackhole, pasando por Henri, cuyo rostro le era insufrible cuanto menos, un sujeto bastante musculoso y varonil, un viejo de sonrisa taimada y la joven que parecía haber provocado su caída.
—Echo en falta algún título nobiliario más en tu discurso, pero no te lo tendré en cuenta —le respondió con arrogancia y altanería—. Dime, ¿ya me echabas de menos?
Pero su pregunta pasó desapercibida, al menos por dos de los compañeros de Henry que comenzaron a hablar. Uno de ellos estaba claro que era del reino de Shishano, un lugar bastante agradable si se quería disfrutar del buen tequila, unas buenas chimichangas y comprarte un poncho cosido a mano. Mientras que el otro parecía estar demasiado seguro de sí mismo, aunque todos parecían estarlo. Era normal, al fin y al cabo, pues ya habían derrotado al pelirrojo. Sin embargo, este tenía parte de un plan para vencer a Blackhole, aunque no sabía si iba a funcionar o no.
El hombre lanzó una moneda a los pies de Zane. Por un lado, estaba negra, y eso le hizo recordar la tinta que le había invadido tiempo atrás, haciendo que se pensara si cogerla o no. Por el otro lado, parecía tener dibujado un rostro. El pirata agarró el poco alcohol etílico que le quedaba junto a un trozo de trapo y limpió la parte negra de la moneda, esperando que si fuera tinta no le invadiera y la observó con detenimiento; guardando sus impresiones para él mismo.
—Therax —le dijo, desviando luego la mirada hacia Marc y asintiendo con una sonrisa—. El grandullón de ahí es Blackhole —señaló al bigardo que les había dado la espalda y caminaba hacia la entrada de la capital—. Durante nuestro combate tan solo pude hacerle una herida y creo que fue porque no fue capaz de ver desde donde venía. Neutralizaba mis golpes, absorbía mi fuego y parecía ser capaz de predecir todos mis movimientos… —en la cara de Zane podía verse impotencia y el fruto de un orgullo herido que iba a tardar en sanarse—. Si el futuro de todos nosotros no estuviera en juego sería yo quien fuera a por él, pero creo que tú eres el único capaz de hacerle frente. No hay nada más impredecible que el viento, y tu posees el demonio en tu interior que encarna dicho elemento. Demuéstrale el poder de la rosa de los vientos—le dijo, para luego mirar a Marc—. Tú, Marc, encárgate del que más te guste.
Casi por arte de magia, los ropajes del emperador del nuevo mundo parecían haber vuelto, ¿o es que nunca se había desprendido de su haori? Era incapaz de saberlo. Sin embargo, se aferró a la empuñadura de una de sus nuevas armas y la recubrió de haki de armadura, tornando su hoja de negro. Desconocía si aquella arma escondía algún poder extraño, pero la agarró con fuerza y trazó un movimiento horizontal de izquierda a derecha, con tanta fuerza que ejercía presión sobre el suelo con su solo avance, creando una corriente de aire tan poderosa que de llegar a la muralla de la ciudad sería capaz de cortarla de ese movimiento, aunque su objetivo en ese momento era toda Estrella Oscura.
—No tan de prisa, caballeros —guiñó un ojo después a la morena—, y señorita. Que por cierto, ¿te conozco de algo? Porque me suena mucho tu cara —le dijo—. En algún momento del pasado nosotros…, ya sabes. Tú y yo... —hizo una pequeña pausa y un ademán con su mano derecha—. Bueno, da igual. Déjenme que les diga una cosa sobre la suerte. Con la suerte no se juega, sino que se le invita a cenar a un sitio bonito, luego se le lleva a tomar una copa, incluso a bailar si eso es lo que desea. ¿Sabéis por qué? Porque si todo sale bien, la suerte te acompaña a casa y se queda ahí para ti para hacer travesuras.
Sin embargo, con su familia era completamente distinto, ya que eran civiles inocentes que jamás había sujetado un arma en contra de nadie —a excepción de su abuelo—, cuyo único delito era formar parte de la vida de Zane. Y en ese momento, cuando ya estaba llegando a las entradas de la capital, una diosa de piel morena, de ojos dorados y cabello reposado sobre su hombro mediante una trenza, se puso frente a ellos.
—Es que está ahí me suena y no sé de…
Una terrible fuerza comenzó a empujar al pelirrojo hacia abajo, como si la gravedad hubiera aumentado sobre sus hombros y no le fuera posible sostenerse más tiempo en el aire. Cayó en picado contra el suelo, creando un precioso cráter que se expandió en un radio de varios metros a su alrededor.
—¡Au! —se quejó, incorporándose y poniéndose de pie.
Ante su sorpresa, frente a él tenía a toda Estrella Oscura frente a sus narices, desde la bestia parda de Blackhole, pasando por Henri, cuyo rostro le era insufrible cuanto menos, un sujeto bastante musculoso y varonil, un viejo de sonrisa taimada y la joven que parecía haber provocado su caída.
—Echo en falta algún título nobiliario más en tu discurso, pero no te lo tendré en cuenta —le respondió con arrogancia y altanería—. Dime, ¿ya me echabas de menos?
Pero su pregunta pasó desapercibida, al menos por dos de los compañeros de Henry que comenzaron a hablar. Uno de ellos estaba claro que era del reino de Shishano, un lugar bastante agradable si se quería disfrutar del buen tequila, unas buenas chimichangas y comprarte un poncho cosido a mano. Mientras que el otro parecía estar demasiado seguro de sí mismo, aunque todos parecían estarlo. Era normal, al fin y al cabo, pues ya habían derrotado al pelirrojo. Sin embargo, este tenía parte de un plan para vencer a Blackhole, aunque no sabía si iba a funcionar o no.
El hombre lanzó una moneda a los pies de Zane. Por un lado, estaba negra, y eso le hizo recordar la tinta que le había invadido tiempo atrás, haciendo que se pensara si cogerla o no. Por el otro lado, parecía tener dibujado un rostro. El pirata agarró el poco alcohol etílico que le quedaba junto a un trozo de trapo y limpió la parte negra de la moneda, esperando que si fuera tinta no le invadiera y la observó con detenimiento; guardando sus impresiones para él mismo.
—Therax —le dijo, desviando luego la mirada hacia Marc y asintiendo con una sonrisa—. El grandullón de ahí es Blackhole —señaló al bigardo que les había dado la espalda y caminaba hacia la entrada de la capital—. Durante nuestro combate tan solo pude hacerle una herida y creo que fue porque no fue capaz de ver desde donde venía. Neutralizaba mis golpes, absorbía mi fuego y parecía ser capaz de predecir todos mis movimientos… —en la cara de Zane podía verse impotencia y el fruto de un orgullo herido que iba a tardar en sanarse—. Si el futuro de todos nosotros no estuviera en juego sería yo quien fuera a por él, pero creo que tú eres el único capaz de hacerle frente. No hay nada más impredecible que el viento, y tu posees el demonio en tu interior que encarna dicho elemento. Demuéstrale el poder de la rosa de los vientos—le dijo, para luego mirar a Marc—. Tú, Marc, encárgate del que más te guste.
Casi por arte de magia, los ropajes del emperador del nuevo mundo parecían haber vuelto, ¿o es que nunca se había desprendido de su haori? Era incapaz de saberlo. Sin embargo, se aferró a la empuñadura de una de sus nuevas armas y la recubrió de haki de armadura, tornando su hoja de negro. Desconocía si aquella arma escondía algún poder extraño, pero la agarró con fuerza y trazó un movimiento horizontal de izquierda a derecha, con tanta fuerza que ejercía presión sobre el suelo con su solo avance, creando una corriente de aire tan poderosa que de llegar a la muralla de la ciudad sería capaz de cortarla de ese movimiento, aunque su objetivo en ese momento era toda Estrella Oscura.
—No tan de prisa, caballeros —guiñó un ojo después a la morena—, y señorita. Que por cierto, ¿te conozco de algo? Porque me suena mucho tu cara —le dijo—. En algún momento del pasado nosotros…, ya sabes. Tú y yo... —hizo una pequeña pausa y un ademán con su mano derecha—. Bueno, da igual. Déjenme que les diga una cosa sobre la suerte. Con la suerte no se juega, sino que se le invita a cenar a un sitio bonito, luego se le lleva a tomar una copa, incluso a bailar si eso es lo que desea. ¿Sabéis por qué? Porque si todo sale bien, la suerte te acompaña a casa y se queda ahí para ti para hacer travesuras.
- Resumen:
- Comer suelo + hablar + limpiar la moneda antes de cogerla y mirarla + atacar. Después de todo… A mayor riesgo, mejor recompensa.
Se levantó en medio de una nube de polvo que en absoluto desentonaba con el ambiente general que imperaba en Wano. A decir verdad, comenzaba a estar bastante cansado de que allí donde mirase o fuese sólo hubiese destrucción, ya fuera reciente o pasada. Sus manos sacudieron su ropa con parsimonia mientras Zane se encargaba de hacer su función de fanfarrón del grupo. Era algo intrínseco en él, y si algo le había enseñado la experiencia era que aquel tipo de conducta siempre traía aparejada una disputa bélica de mayores o menores dimensiones. En aquel caso, según parecía, se encontrarían en el primer supuesto.
Dedicó un segundo a contemplar al colosal tipo de piel oscura al que se refería su capitán. Que el propio Zane apenas hubiese conseguido acercarse a él dejaba claro de antemano que se trataba de un rival formidable, alguien con quien, por primera vez en mucho tiempo, se esforzaría por no confiarse desde el primer segundo. Por otro lado, aun desconociendo la naturaleza de su poder debía tratarse de alguien de anular por completo el fuego del Descamisetado. Éste arrastraba tras de sí un calor infernal y un inevitable aroma a destrucción, por lo que no había modo de enfrentarse a él y salir ileso a menos que, como ya había supuesto, fuese capaz de extinguirlo.
La voluntad de Zane le obligó, como de costumbre, a liberar una ventosidad cuyo sonido quedó eclipsado completamente por el emitido por la ofensiva del pelirrojo. Therax ni siquiera miró a Marc en aquella ocasión, pues todos habían combatido mano a mano en tantas ocasiones que eran capaces de concebir los movimientos de sus amigos como parte natural del entorno... al menos eso le parecía a él.
Por su parte, apenas un instante de que el Emperador del Nuevo Mundo hubiese decidido tomar la iniciativa él ya se encontraba de nuevo sobre el enemigo, a una altura aproximada de cinco metros y con dos alas de un elegante color celeste en su espalda. El viento sopló con furia entre los miembros de la Estrella Oscura y la muralla a la que se dirigían, señalando que no darían un paso más en esa dirección mientras que el segundo al mando de los Hermanos de la Tormenta siguiese en pie.
Yuki-onna y Byakko, unidas entre sí por CABLE, trazaron sendos cortes oblicuos y perpendiculares entre si que marcharon hacia el suelo junto a toda la furia del viento. Crecían en su feroz y rápido avance, proponiéndose inaugurar el poco amistoso encuentro que estaba a punto de iniciar.
Dedicó un segundo a contemplar al colosal tipo de piel oscura al que se refería su capitán. Que el propio Zane apenas hubiese conseguido acercarse a él dejaba claro de antemano que se trataba de un rival formidable, alguien con quien, por primera vez en mucho tiempo, se esforzaría por no confiarse desde el primer segundo. Por otro lado, aun desconociendo la naturaleza de su poder debía tratarse de alguien de anular por completo el fuego del Descamisetado. Éste arrastraba tras de sí un calor infernal y un inevitable aroma a destrucción, por lo que no había modo de enfrentarse a él y salir ileso a menos que, como ya había supuesto, fuese capaz de extinguirlo.
La voluntad de Zane le obligó, como de costumbre, a liberar una ventosidad cuyo sonido quedó eclipsado completamente por el emitido por la ofensiva del pelirrojo. Therax ni siquiera miró a Marc en aquella ocasión, pues todos habían combatido mano a mano en tantas ocasiones que eran capaces de concebir los movimientos de sus amigos como parte natural del entorno... al menos eso le parecía a él.
Por su parte, apenas un instante de que el Emperador del Nuevo Mundo hubiese decidido tomar la iniciativa él ya se encontraba de nuevo sobre el enemigo, a una altura aproximada de cinco metros y con dos alas de un elegante color celeste en su espalda. El viento sopló con furia entre los miembros de la Estrella Oscura y la muralla a la que se dirigían, señalando que no darían un paso más en esa dirección mientras que el segundo al mando de los Hermanos de la Tormenta siguiese en pie.
Yuki-onna y Byakko, unidas entre sí por CABLE, trazaron sendos cortes oblicuos y perpendiculares entre si que marcharon hacia el suelo junto a toda la furia del viento. Crecían en su feroz y rápido avance, proponiéndose inaugurar el poco amistoso encuentro que estaba a punto de iniciar.
- Resumen:
- Que no pare la fiesta, ¡don't stop the party!
Dexter Black
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Pues... Lo cierto era que habría sido un detalle que al menos uno de entre todo ese vasto ejército hubiese optado por no ser un puto gilipollas. Había ido con ellos pacíficamente, había negociado para liberar a cuantos rehenes había podido y allí estaba, delante de una mujer que había asesinado indiscriminadamente a tantos habitantes de la isla que probablemente los supervivientes sucumbiesen a la endogamia tarde o temprano. No, en serio, no podía ser el único que estaba viendo eso; había visto en ellos la culpa por sus acciones, la inconformidad, esa tenue llama de la rebelión despertar contra la tiranía de un amo cruel... ¿Y para nada? O sea, era cierto que había mentido un poco fingiendo que se ponía los grilletes, pero eran enemigos. ¿De verdad esperaban que no tuviese un plan de huida en medio de una guerra? Bueno, también podía estar latente todo ese tema de poner en la balanza cien vidas enemigas por cada vida inocente, pero era una situación extrema en la que ellos sabían que podían morir como héroes o como villanos. Si hacían caso a sus generales por puro miedo, ¿por qué a él no? ¿Tan poca credibilidad tenía? Y aun si era así... ¿De verdad iban a arriesgarse?
- Mala elección.
Osuka optó por asegurar la retirada de los civiles, que a sus espaldas corrían despavoridos hacia quién sabe dónde. Creó un foso tras ellos, y un equipo de colosos de roca para darles apoyo mientras se enfrentaban a la terrible amenaza que tenían por delante. Aki, por su parte, dio un paso adelante y, en una jugada tal vez demasiado audaz, se aseguró de dirigir unas palabras envenenadas a la emperatriz, así como un rayo de energía a la que, por facilitar su entendimiento y no explicar sus extrañas propiedades físicas y termodinámicas, "demoníaca". Este impactó de lleno en el pecho, pero no en el pecho que uno habría esperado. Aunque, pensándolo bien, ¿cómo no iban a esperarlo? Tenía un séquito para algo, y esa mujer era la clase de persona que llevaba al extremo la idea de que otros muriesen por ella.
De todos modos, si todos caían con esa facilidad pasmosa, Aki tenía bastante controlada la situación. Hipatia le había molestado, pero no iba a robarle la presa a la pelirroja. Al menos, no tenía pensado hacerlo hasta que... Bueno, todo se fue a la mierda.
El suelo comenzó a batirse hasta ser una suerte de arena movediza. Él dejó que un remolino lo elevase un par de centímetros, y se concentraría en dotar a Osu de uno si lo necesitase. Aun así, prefería pensar que tendría algún as bajo la manga para poder moverse o estarían limitados a una estrategia bastante compleja de sincronización para que pudiese moverse. Además, que el suelo se hubiese convertido en una especie de natilla informe parecía ser el menor de sus problemas porque dos olas de ese mismo material se habían formado delante de ellos, con una altura monumental. No sabía si el término "ola" sería el correcto teniendo en cuenta que se trataba de composiciones semiestáticas, pero haciendo una analogía un tanto burda, aunque suficiente, tal vez era el nombre ideal hasta que supiesen qué coño era lo que tenían delante.
Al menos sabía que se trataba de una fruta del diablo. Tal vez perteneciese a un perro, o a una mujer. El caso es que no terminaba de entender cómo podría utilizar esa información, pero desde luego en cuanto lo supiese pensaba utilizarla. Y su primera medida al respecto fue, con un movimiento de todo el cuerpo, generar una corriente de viento que atraería con su fuerza tanto a Aki como a Osuka, pero que no quedaría en eso.
Una vez con sus acompañantes a salvo de las próximas acciones, lanzó una ráfaga de viento lo bastante fuerte como para arrancar un árbol de raíz en todas direcciones, excepto en la que estaba inmediatamente Hipatia. ¿Su intención? Mandar volando a todos los soldados que estarían en peligro si se quedaban en el interior. Seguramente les rompiese un par de huesos con semejante golpe, pero mejor eso que morirse.
Una vez el viento se llevó a la gente -o a gran parte- y en un radio de quince metros giraría, cada vez más deprisa, formando un tornado con forma cupular, acelerando más y más cada vez y rodeando ambas olas y a ellos, así como a la emperatriz y sus secuaces, asegurándose de que el viento rozase las olas. Si estas estaban resultando ser fluidas de verdad no podrían resistir la furia del viento y empezarían a desperdigarse por este, que a raíz de la fricción iba aumentando de temperatura de manera descontrolada, excitándose más y más hasta el punto de que empezaba a hacer calor ahí dentro.
- Voy a daros una última oportunidad.
Tanto aire en movimiento, tanta fuerza centrífuga, tantas cargas excitadas... Y pronto, el vacío.
- Mala elección.
Osuka optó por asegurar la retirada de los civiles, que a sus espaldas corrían despavoridos hacia quién sabe dónde. Creó un foso tras ellos, y un equipo de colosos de roca para darles apoyo mientras se enfrentaban a la terrible amenaza que tenían por delante. Aki, por su parte, dio un paso adelante y, en una jugada tal vez demasiado audaz, se aseguró de dirigir unas palabras envenenadas a la emperatriz, así como un rayo de energía a la que, por facilitar su entendimiento y no explicar sus extrañas propiedades físicas y termodinámicas, "demoníaca". Este impactó de lleno en el pecho, pero no en el pecho que uno habría esperado. Aunque, pensándolo bien, ¿cómo no iban a esperarlo? Tenía un séquito para algo, y esa mujer era la clase de persona que llevaba al extremo la idea de que otros muriesen por ella.
De todos modos, si todos caían con esa facilidad pasmosa, Aki tenía bastante controlada la situación. Hipatia le había molestado, pero no iba a robarle la presa a la pelirroja. Al menos, no tenía pensado hacerlo hasta que... Bueno, todo se fue a la mierda.
El suelo comenzó a batirse hasta ser una suerte de arena movediza. Él dejó que un remolino lo elevase un par de centímetros, y se concentraría en dotar a Osu de uno si lo necesitase. Aun así, prefería pensar que tendría algún as bajo la manga para poder moverse o estarían limitados a una estrategia bastante compleja de sincronización para que pudiese moverse. Además, que el suelo se hubiese convertido en una especie de natilla informe parecía ser el menor de sus problemas porque dos olas de ese mismo material se habían formado delante de ellos, con una altura monumental. No sabía si el término "ola" sería el correcto teniendo en cuenta que se trataba de composiciones semiestáticas, pero haciendo una analogía un tanto burda, aunque suficiente, tal vez era el nombre ideal hasta que supiesen qué coño era lo que tenían delante.
Al menos sabía que se trataba de una fruta del diablo. Tal vez perteneciese a un perro, o a una mujer. El caso es que no terminaba de entender cómo podría utilizar esa información, pero desde luego en cuanto lo supiese pensaba utilizarla. Y su primera medida al respecto fue, con un movimiento de todo el cuerpo, generar una corriente de viento que atraería con su fuerza tanto a Aki como a Osuka, pero que no quedaría en eso.
Una vez con sus acompañantes a salvo de las próximas acciones, lanzó una ráfaga de viento lo bastante fuerte como para arrancar un árbol de raíz en todas direcciones, excepto en la que estaba inmediatamente Hipatia. ¿Su intención? Mandar volando a todos los soldados que estarían en peligro si se quedaban en el interior. Seguramente les rompiese un par de huesos con semejante golpe, pero mejor eso que morirse.
Una vez el viento se llevó a la gente -o a gran parte- y en un radio de quince metros giraría, cada vez más deprisa, formando un tornado con forma cupular, acelerando más y más cada vez y rodeando ambas olas y a ellos, así como a la emperatriz y sus secuaces, asegurándose de que el viento rozase las olas. Si estas estaban resultando ser fluidas de verdad no podrían resistir la furia del viento y empezarían a desperdigarse por este, que a raíz de la fricción iba aumentando de temperatura de manera descontrolada, excitándose más y más hasta el punto de que empezaba a hacer calor ahí dentro.
- Voy a daros una última oportunidad.
Tanto aire en movimiento, tanta fuerza centrífuga, tantas cargas excitadas... Y pronto, el vacío.
- Resumen:
- Proteger a los minions y crear un ring para que Aki se luzca en la cat-fight.
Aki D. Arlia
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Sabía que no podía ser tan fácil, lo sabía. Y aún así, apretó los dientes con rabia e impotencia cuando aquel hombre se sacrificó por una reina a la que no le importaba.
Miró a su alrededor. El viejo samurái había esquivado su cuchillo como si no fuera nada y ni siquiera la había considerado digna de hablarle. Correspondió a su mirada de condescendencia con una de genuina pena; si de verdad creía que lo que le habían dicho no valía más que el papel mojado, bien perecería en el campo de batalla bien acabaría rindiéndose una vez todo hubiera acabado. Esta no era una batalla que pudieran permitirse perder y si el ronin prefería agarrarse a su ego a toda costa, ella no iba a malgastar más de su tiempo en detenerle.
Los enemigos… suspiró, mientras el caos se desataba a su alrededor. Muchos habían caído por su voluntad y la de Dexter, pero los que seguían en pie les habían ignorado completamente y se habían apresurado a cubrir a Hipatia. Apretó los puños. ¿Qué clase de gobernante se creía, haciéndose un escudo con las vidas de sus súbditos? ¿Y por qué demonios la seguían sin importar lo que pasara? Estaba destrozando Wano, nada les garantizaba que no fuera a hacer lo mismo con sus casas, sus hogares, sus familias. Lo sentía por el hombre caído, pero no iba a detenerse. Si tenía que abrirse paso entre sus custodios que así fuera. Les habían dado muchas oportunidades de hacerse a un lado. Todavía podían. Si seguían empeñados en sacrificar sus vidas, no iba a contenerse para no respetar su decisión.
Con ayuda de Osu y de Dexter, la reina queda aprisionada. 5 de sus custodios se reagrupan a su alrededor, formando un pentágono. Aki cargó otro rayo de energía demoníaca, sonriendo con amargura ante la idea de tener que ir repasando geometría básica hasta que entendieran que no podían proteger a la sirena.
Por suerte o por desgracia, no llegó a lanzarlo. Algo fue despertado y de un momento a otro, el suelo bajo sus pies se agitó como si fuera un flan. La pirata apretó los dientes y echó a volar en dirección a Hipatia, tratando de evitar e ignorar las enormes olas que se abrían a los lados. No sabía qué estaba pasando, pero sí que ella era la culpable.
No llegó demasiado lejos. El viento la atrapó y cambió su rumbo como si fuera una simple hoja, hasta que aterrizó de una pieza al lado de Dexter. Se quedó mirando al ejército enemigo mientras él despejaba el terreno. En parte, le consolaba saber que no habría tantas víctimas.
-Dexter. – le dijo, simplemente.- No van a apartarse de ella. Esas vidas no podré salvarlas.
No era una disculpa, tampoco le pedía permiso. Simplemente le informaba de la situación.
Volvió a salir volando para rodear la extraña formación que había surgido del suelo y acercarse al ejército enemigo. No mucho. Lo justo para volver a detectar el pentágono que rodeaba a Hipatia y hacer que una enorme columna de fuego de varios metros surgiese de su centro. Con suerte, les espantaría y podría tener un tiro limpio. Si no… seguiría intentándolo.
Trató de mantener un ojo en lo que ocurría en el suelo, o lo que solía serlo. No le gustaba, le incomodaba sobremanera, pero era un peligro y no quería salir herida por un descuido. A la mínima señal de problemas, colocaría un muro de energía y se reuniría con el dragón para buscar otra estrategia.
No iban a salirse con la suya.
Miró a su alrededor. El viejo samurái había esquivado su cuchillo como si no fuera nada y ni siquiera la había considerado digna de hablarle. Correspondió a su mirada de condescendencia con una de genuina pena; si de verdad creía que lo que le habían dicho no valía más que el papel mojado, bien perecería en el campo de batalla bien acabaría rindiéndose una vez todo hubiera acabado. Esta no era una batalla que pudieran permitirse perder y si el ronin prefería agarrarse a su ego a toda costa, ella no iba a malgastar más de su tiempo en detenerle.
Los enemigos… suspiró, mientras el caos se desataba a su alrededor. Muchos habían caído por su voluntad y la de Dexter, pero los que seguían en pie les habían ignorado completamente y se habían apresurado a cubrir a Hipatia. Apretó los puños. ¿Qué clase de gobernante se creía, haciéndose un escudo con las vidas de sus súbditos? ¿Y por qué demonios la seguían sin importar lo que pasara? Estaba destrozando Wano, nada les garantizaba que no fuera a hacer lo mismo con sus casas, sus hogares, sus familias. Lo sentía por el hombre caído, pero no iba a detenerse. Si tenía que abrirse paso entre sus custodios que así fuera. Les habían dado muchas oportunidades de hacerse a un lado. Todavía podían. Si seguían empeñados en sacrificar sus vidas, no iba a contenerse para no respetar su decisión.
Con ayuda de Osu y de Dexter, la reina queda aprisionada. 5 de sus custodios se reagrupan a su alrededor, formando un pentágono. Aki cargó otro rayo de energía demoníaca, sonriendo con amargura ante la idea de tener que ir repasando geometría básica hasta que entendieran que no podían proteger a la sirena.
Por suerte o por desgracia, no llegó a lanzarlo. Algo fue despertado y de un momento a otro, el suelo bajo sus pies se agitó como si fuera un flan. La pirata apretó los dientes y echó a volar en dirección a Hipatia, tratando de evitar e ignorar las enormes olas que se abrían a los lados. No sabía qué estaba pasando, pero sí que ella era la culpable.
No llegó demasiado lejos. El viento la atrapó y cambió su rumbo como si fuera una simple hoja, hasta que aterrizó de una pieza al lado de Dexter. Se quedó mirando al ejército enemigo mientras él despejaba el terreno. En parte, le consolaba saber que no habría tantas víctimas.
-Dexter. – le dijo, simplemente.- No van a apartarse de ella. Esas vidas no podré salvarlas.
No era una disculpa, tampoco le pedía permiso. Simplemente le informaba de la situación.
Volvió a salir volando para rodear la extraña formación que había surgido del suelo y acercarse al ejército enemigo. No mucho. Lo justo para volver a detectar el pentágono que rodeaba a Hipatia y hacer que una enorme columna de fuego de varios metros surgiese de su centro. Con suerte, les espantaría y podría tener un tiro limpio. Si no… seguiría intentándolo.
Trató de mantener un ojo en lo que ocurría en el suelo, o lo que solía serlo. No le gustaba, le incomodaba sobremanera, pero era un peligro y no quería salir herida por un descuido. A la mínima señal de problemas, colocaría un muro de energía y se reuniría con el dragón para buscar otra estrategia.
No iban a salirse con la suya.
- resumen:
- intentar acercarme a Hipatia, ser atraída por el viento de Dexter. Intentar rodear la cosa que ha surgido y acercarme nuevamente para hacer surgir una columna de fuego justo donde se encuentra la reina. Estar atenta para poner un muro de energía y salir por patas a la primeraseñal de problemas.
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Cómo no. De todo lo que había dicho, de todas las cosas bañadas de una indudable verdad y una simple palabra hacía que el calamar se pusiese de nuevo a la defensiva. Estaba claro que Oc estaba sobreprotegiendo a la reina, que la alejaba de mí a propósito, que estaba evitando que yo me acercase... Sin embargo, decirle que no la protegiese de mí, por alguna razón, en la mente del molusco hacía sonar una alarma, como si simplemente él hubiese seguido un procedimiento estándar y no hubiese nada personal en su acción como si yo estuviese, simplemente, exagerando y hubiese tenido un plan maquiavélico listo para darle una puñalada a Hipatia. Que sí, que tenía un plan para darle una puñalada, y desde luego mis intenciones en general no eran particularmente buenas, pero incluso en las emociones que podía leer del consejero no había un recelo hacia mi persona, particularmente: Era pura precaución, una emoción totalmente ligada a una descafeinada sensación de seguridad a través del control. Todo era demasiado confuso.
Bajé las escaleras sin cruzarme con nadie. En ese momento habría agradecido toparme con aunque fuese uno solo de los guardias para meterle un tiro entre ceja y ceja, o arrancarle a cuchillazos la espina dorsal. Ojalá el tritón pulpo hubiera estado por ahí para enterarme bien de qué demonios estaba sucediendo, y luego acabar con él aplicando cualquier clase de idea que se me viniese a la cabeza, por aparatosa y desproporcionada que pudiese parecer. Pero primero, tenía que asegurarme de que, mientras Oc no estaba cerca, Hipatia cayese frente a mí.
Sin embargo mi enfado no podría haber sido más mayúsculo. En el patio donde Maki debía estar entreteniendo a Hipatia no había NADIE. Y cuando digo NADIE me refiero a NADIE importante. Los putos cocineros habían llegado justo a tiempo y todo tenía un aspecto cercano a lo delicioso, pero no había NADIE para probarlo. Y solo había dos razones por las que tras el reencuentro de Augustus y su esposa no mantendrían las formas durante al menos el tiempo que durase la recepción pública: La primera era que el pez gota la hubiera cagado terriblemente, lo cual no era tan descabellado, pero la otra era directamente... No. No, no y no. Habría reconocido el impulso de su presencia en cualquier parte; ¿quién podría confundirla? Incluso en la distancia, cualquiera podía distinguir, sin asomo de duda, que Black había llegado. Y eso significaba que daba igual qué sucediese en la capital. Yo ya no iba a sacar ningún rédito en ella.
Eso, en realidad, eran malas noticias para Oc.
- Todo perfecto -contesté, con voz queda, y me fui.
Corrí por el pasillo principal mientras de cada ramificación, esquina y sombra iba surgiendo un pequeño gato hasta que una manada de dos docenas me pisaba los talones. Caminaban en silencio, almohadillados y cuidadosos, mientras yo avanzaba, y muy pronto comenzaron a esparcirse por la ciudad buscando posibles víctimas de mi dominación, con una única orden: reunirse delante del palacio. Mientras tanto, el gato que había dejado cercano a Oc, que contaba aún siguiera junto a él, debería abalanzarse contra él, hechizándolo para que creyese que el buen hombre que acababa de gritarle era su amigo.
Una vez tuviese mi ejército listo, sería el momento de dirigirme contra la "emperatriz".
Bajé las escaleras sin cruzarme con nadie. En ese momento habría agradecido toparme con aunque fuese uno solo de los guardias para meterle un tiro entre ceja y ceja, o arrancarle a cuchillazos la espina dorsal. Ojalá el tritón pulpo hubiera estado por ahí para enterarme bien de qué demonios estaba sucediendo, y luego acabar con él aplicando cualquier clase de idea que se me viniese a la cabeza, por aparatosa y desproporcionada que pudiese parecer. Pero primero, tenía que asegurarme de que, mientras Oc no estaba cerca, Hipatia cayese frente a mí.
Sin embargo mi enfado no podría haber sido más mayúsculo. En el patio donde Maki debía estar entreteniendo a Hipatia no había NADIE. Y cuando digo NADIE me refiero a NADIE importante. Los putos cocineros habían llegado justo a tiempo y todo tenía un aspecto cercano a lo delicioso, pero no había NADIE para probarlo. Y solo había dos razones por las que tras el reencuentro de Augustus y su esposa no mantendrían las formas durante al menos el tiempo que durase la recepción pública: La primera era que el pez gota la hubiera cagado terriblemente, lo cual no era tan descabellado, pero la otra era directamente... No. No, no y no. Habría reconocido el impulso de su presencia en cualquier parte; ¿quién podría confundirla? Incluso en la distancia, cualquiera podía distinguir, sin asomo de duda, que Black había llegado. Y eso significaba que daba igual qué sucediese en la capital. Yo ya no iba a sacar ningún rédito en ella.
Eso, en realidad, eran malas noticias para Oc.
- Todo perfecto -contesté, con voz queda, y me fui.
Corrí por el pasillo principal mientras de cada ramificación, esquina y sombra iba surgiendo un pequeño gato hasta que una manada de dos docenas me pisaba los talones. Caminaban en silencio, almohadillados y cuidadosos, mientras yo avanzaba, y muy pronto comenzaron a esparcirse por la ciudad buscando posibles víctimas de mi dominación, con una única orden: reunirse delante del palacio. Mientras tanto, el gato que había dejado cercano a Oc, que contaba aún siguiera junto a él, debería abalanzarse contra él, hechizándolo para que creyese que el buen hombre que acababa de gritarle era su amigo.
Una vez tuviese mi ejército listo, sería el momento de dirigirme contra la "emperatriz".
- Resumen:
- Intentar reunir un ejército.
Maki
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No pararon a por wasabi, y Maki tuvo que llegar hasta los muros de la capital con un hambre creciente. Qué bien olía en todos esos puestecitos de ramen, en todas esas casas donde se cocía arroz, en las posadas, tabernas y restaurantes donde cocían más arroz y más ramen, en los carritos de los vendedores callejeros de ramen, arroz y ramen con arroz... Lo que habría dado Maki por un bocadito.
En vez de eso, a la guerra. Ale, así, sin un aviso ni nada. ¿No podían haber usado las campanas para advertir de que había un montón de gente con malas pintas delante de su ciudad en vez de para anunciar bodas? Maki no sabía quién era toda esa gente, pero estaba claro que a su esposa no les gustaba nada, a juzgar por el intercambio de rayos de malevolencia y desmayos aleatorios. Menos mal que Hipatia tenía una escolta. Aunque los muy despistados se habían olvidado de los Centellas.
-Ey, ¿y a nosotros no nos protegéis?
Estaba claro que no. Por otro lado, tampoco es que el Jefe Makimaru necesitase protección, era solo que le gustaba sentirse importante.
De lo que no podían protegerlos ni todos los guadaespaldas -¿los guardaespaldas que se ponían delante se seguían llamando así?- del mundo era de todas esas palabras gruesas. Y del fuego mágico, de eso tampoco. Pero el fuego salido de la nada a saber cómo o los vientos furiosos aparentemente malvados no eran enemigos del honor; los insultos, sí. Y también era mucho más seguro enfrentarse a la gente que hablaba mucho en vez de a los demoníacos fenómenos antinaturales.
Un momento, ¿ese no era Osuka?
-¡Susu! -exclamó-. ¿Te ha secuestrado esa gente tan rara?
Eso sí que no. El Jefe yakuza-mogollón-de-cosas Makimaru-sama no toleraría semejante osadía contra la Revolución, contra sus súbditos ni contra su mujer. Era el deber de todo samurái proteger el honor de su parienta. Y si acaso intentar salvar a su camarada oficial que no mandaba tanto como él, pero eso era secundario. Los revolucionarios que no molaban demasiado eran siempre carne de cañón en la lucha contra los opresores.
Con un imponente salto, al menos desde su perspectiva, Maki se subió al adarve de la muralla dispuesto a defender el honor de su wanense virilidad Y de su esposa, eso también. Desenfundó su shinai, ese palo de bambú con forma de espada, y se encaró hacia los... ¡Por todos los dioses, ¿qué le pasaba al suelo? “Bueno, es igual. Tú a lo tuyo, Augustus.”
-¿Cómo osáis venir a mi ciudad a causar problemas, konoyarús? ¡Tú -exclamó a la mujer voladora-, baja de ahí y sírveme té! -Eso es, así hablaba un auténtico samurái. Luego se giró hacia el otro, el malhablado-. ¡Y tú! ¡Nadie habla así a mi señora! ¡Te enfrentarás a mí en un duelo de honor y...! ¿Es serio, qué pasa aquí? Es igual. ¡Te enfrentarás a mí en un duelo de honor y luego te quitarás la vida, extranjero! Y si eso libera a Susu, ya lo vamos viendo.
En vez de eso, a la guerra. Ale, así, sin un aviso ni nada. ¿No podían haber usado las campanas para advertir de que había un montón de gente con malas pintas delante de su ciudad en vez de para anunciar bodas? Maki no sabía quién era toda esa gente, pero estaba claro que a su esposa no les gustaba nada, a juzgar por el intercambio de rayos de malevolencia y desmayos aleatorios. Menos mal que Hipatia tenía una escolta. Aunque los muy despistados se habían olvidado de los Centellas.
-Ey, ¿y a nosotros no nos protegéis?
Estaba claro que no. Por otro lado, tampoco es que el Jefe Makimaru necesitase protección, era solo que le gustaba sentirse importante.
De lo que no podían protegerlos ni todos los guadaespaldas -¿los guardaespaldas que se ponían delante se seguían llamando así?- del mundo era de todas esas palabras gruesas. Y del fuego mágico, de eso tampoco. Pero el fuego salido de la nada a saber cómo o los vientos furiosos aparentemente malvados no eran enemigos del honor; los insultos, sí. Y también era mucho más seguro enfrentarse a la gente que hablaba mucho en vez de a los demoníacos fenómenos antinaturales.
Un momento, ¿ese no era Osuka?
-¡Susu! -exclamó-. ¿Te ha secuestrado esa gente tan rara?
Eso sí que no. El Jefe yakuza-mogollón-de-cosas Makimaru-sama no toleraría semejante osadía contra la Revolución, contra sus súbditos ni contra su mujer. Era el deber de todo samurái proteger el honor de su parienta. Y si acaso intentar salvar a su camarada oficial que no mandaba tanto como él, pero eso era secundario. Los revolucionarios que no molaban demasiado eran siempre carne de cañón en la lucha contra los opresores.
Con un imponente salto, al menos desde su perspectiva, Maki se subió al adarve de la muralla dispuesto a defender el honor de su wanense virilidad Y de su esposa, eso también. Desenfundó su shinai, ese palo de bambú con forma de espada, y se encaró hacia los... ¡Por todos los dioses, ¿qué le pasaba al suelo? “Bueno, es igual. Tú a lo tuyo, Augustus.”
-¿Cómo osáis venir a mi ciudad a causar problemas, konoyarús? ¡Tú -exclamó a la mujer voladora-, baja de ahí y sírveme té! -Eso es, así hablaba un auténtico samurái. Luego se giró hacia el otro, el malhablado-. ¡Y tú! ¡Nadie habla así a mi señora! ¡Te enfrentarás a mí en un duelo de honor y...! ¿Es serio, qué pasa aquí? Es igual. ¡Te enfrentarás a mí en un duelo de honor y luego te quitarás la vida, extranjero! Y si eso libera a Susu, ya lo vamos viendo.
- Resumen. Starring by Dex, Aki y Osu:
- Como Maki no entiende qué puñetas está pasando, desafía a un duelo al tipejo que ha insultado a su señora, a ver si pone orden aquí, coño ya.
PD: Por favor no me matéis.
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