Kaito Takumi
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Kaito casi ni parpadeaba. Quizás fuera por ser medio pez, o pulpo en dicho caso, o quizás fuera porque era algo más que la suma de sus extrañas partes, pero así aguantaba un tiempo que bien podría haberle granjeado algún que otro récord. Quizás lo más turbio de todo fue que cuando decidió parpadear lo hizo asincrónicamente, como si no quisiera perderse ni por una milésima de segundo aquello que miraba. Aunque no era su intención, aunque tampoco lo lograra, poner nervioso al señor Komaroff.
Dentro del cerebro de Kaito, impulsado por las idas y venidas a los canapés y bollos de crema, iban rebozándose ideas como puntos a seguir en un borrador de una compleja novela de misterio, traiciones y guerra: Incapacitación temporal hasta asalto para luego toma y aprovechamiento de los cañones de propio uso. Conquista de territorio con el minimo de daño a la población y/o recursos. Sirio ha perjudicado la futura aceptación social de la conquista, y por ende de los recursos humanos. Deberemos priorizar la inutilización de los efectivos humanos en la máquina, teniendo como vía de escape una inutilización de la maquinaria.
—Te esperaré fuera, White —dijo el pulpo tras observar en la segunda pasada el brillo de las deliciosas escamas de aquella mujer de suculentos labios llamada Zu—. Señor Komaroff, espero que al final de todo nos volvamos a ver... y hablemos.
Azuzando a su bestia, el pulpo intentó salir de allí sin más dilación para interceptar a la mujer koi antes de que, como seguramente pasase si la perdía de su vista, desapareciese por completo.
—Señorita Zu, tengo dos preguntas para usted. Bueno, tres, pero creo que solo contestará dos. ¿Qué es esa mala noticia? ¿Sabe cómo llegar hasta la fortaleza marine por el sitema de pozas? ¿Podría cortejarla con éxito y, por la mar, sin tanta monserga educada? Es un coñazo tanta formalidad, la verdad...—exhaló, diluyendo lo rancio del ánimo que había enturbiado el jefe de la dama.
Tras aquello esperaría a White para seguir con la siguiente parte del plan que solo se había bosquejado.
Dentro del cerebro de Kaito, impulsado por las idas y venidas a los canapés y bollos de crema, iban rebozándose ideas como puntos a seguir en un borrador de una compleja novela de misterio, traiciones y guerra: Incapacitación temporal hasta asalto para luego toma y aprovechamiento de los cañones de propio uso. Conquista de territorio con el minimo de daño a la población y/o recursos. Sirio ha perjudicado la futura aceptación social de la conquista, y por ende de los recursos humanos. Deberemos priorizar la inutilización de los efectivos humanos en la máquina, teniendo como vía de escape una inutilización de la maquinaria.
—Te esperaré fuera, White —dijo el pulpo tras observar en la segunda pasada el brillo de las deliciosas escamas de aquella mujer de suculentos labios llamada Zu—. Señor Komaroff, espero que al final de todo nos volvamos a ver... y hablemos.
Azuzando a su bestia, el pulpo intentó salir de allí sin más dilación para interceptar a la mujer koi antes de que, como seguramente pasase si la perdía de su vista, desapareciese por completo.
—Señorita Zu, tengo dos preguntas para usted. Bueno, tres, pero creo que solo contestará dos. ¿Qué es esa mala noticia? ¿Sabe cómo llegar hasta la fortaleza marine por el sitema de pozas? ¿Podría cortejarla con éxito y, por la mar, sin tanta monserga educada? Es un coñazo tanta formalidad, la verdad...—exhaló, diluyendo lo rancio del ánimo que había enturbiado el jefe de la dama.
Tras aquello esperaría a White para seguir con la siguiente parte del plan que solo se había bosquejado.
- Resumen:
- Kaito modo silencio (y gorrón, proque sigo comiendo). + Seguir a la señora tal como ella sale, despdiendome, y preguntarle tres cosas antes de esperar a White. Por formalidad ya hablo con el con discord para planear, aunque ya tengo cierta idea de que podriamos hacer.
William White
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El lugarteniente pareció adivinar mis pensamientos, respondiendo que el responsable de la cabalgata de seres espectrales no había sido otro que el misterioso señor Sirio, aunque el hecho de que el estratega me hubiera podido leer tan bien era algo hasta cierto punto, preocupante.
Más este detalle fue pasado a un segundo plano cuando el oficial comenzó a explicar los detalles de la operación, empezando por mostrar un mapa, el cual tomé tras recibir el consentimiento del señor de la camisa rosada, escuchando atentamente los detalles de las plantas y los cañones mientras replicaba y apuntaba anotaciones en el mapa original y en la copia que estaba haciendo, que si bien no era digna de un cartógrafo traté que fuera lo más limpia y pulcra posible, ya que después de todo , esa sería la copia que daría a Black para que se guiará por el interior de la fortaleza, suponiendo que aquellos arquitectos hubiera sido capaces de replicarlo exactamente.
-Parece que a fin de cuentas vamos a tener que improvisar, después de todo- pensé mientras ultimaba alguno de los trazos y marcaba algunos de los cañones especificados por Komaroff.
El resto de la reunión, por contrario no fue tan productivo, ya que apenas se disponía información del oficial a cargo de la fortaleza, salvo que era alguien bastante competente, seguramente igual de competente que el grupo que había desechado hacia unas semanas y es que los últimos tiempos le daba la impresión de que la marina había engrosado sus filas de manera considerable. La reunión estaba concluyendo cuando de forma sorpresiva la puerta de la sala sonó, una vez que Komaroff dio su aprobación, las puertas de caoba se abrieron dejando ver a otro de esos seres marinos.
Esta, puesto que tenía rasgos femeninos, de estatura promedio además de un aspecto delgado y atlético, siendo una complexión bastante similar a la mía, el ser poseía una piel escamada que alternaba tonos rojizos y blancos, asemejándose más a un pez que a los de su raza, y es que por más que estuviera acostumbrado a lidiar con Takumi, aquellos seres no me dejaban de resultar repulsivos, la mujer ignorando la reunión se enfilo rápidamente a susurrar unas palabras al que presumía que debía ser su jefe.
-"Leroy Banners negociará con el Gobierno Mundial"- escuchó salir de los labios de Zu, antes de que esta se marcharse tras ser despachada por el señor Komaroff.
Sin mucha más dilación Kaito se marcho de la sala, anunciando que me estaría fuera y despidiéndose de forma formal, aunque algo fría, casi como si fuera una amenaza.
-Está bien, no creo que esto nos lleve mucho rato- mascullé mientras aguarde a que el gyojin terminará de salir de la sala y recogía un par de sobres con la información de los dos puntos de reunión, este y oeste observando los sobres, a la vez que escuchaba los últimos detalles de la boca del estratega.
-Disculpe que me entrometa, señor Komaroff, pero le veo preocupado- arranqué con determinación y sumo tacto -Pero no he podido evitar escuchar las palabras de Zu, ¿Desea que lidiemos con Leroy Banner? – mascullé mientras esta vez me levantaba del asiento y tomaba mi abrigo, guardando en los bolsillos interiores de la gabardina los dos sobres de instrucciones para la reunión de los grupos de infiltración y miraba el reloj, quien sabe quizá con un poco de suerte pudiera solventar aquello de camino al túnel por el que debía adentrarse en la fortaleza y en el peor de los casos, de tratarse de algo prioritario podría relegarlo en el sireno o incluso encargarme yo personalmente, y es que si hacían dos trabajos diferentes, dos serían los favores que tendría de la familia Ambrose
Una vez escuchará lo que le decía el cincuentón, situándose casi en el umbral de la puerta, saliendo de la sala en el caso de que decidiera dejar la situación en manos de Zu, fuera como fuera, el mero hecho de que existieran ciertas discrepancias en lo que intuía debía ser otro capo local, puede que la batalla no estuviera tan decidida como hubiera pensado en un inicio.
Más este detalle fue pasado a un segundo plano cuando el oficial comenzó a explicar los detalles de la operación, empezando por mostrar un mapa, el cual tomé tras recibir el consentimiento del señor de la camisa rosada, escuchando atentamente los detalles de las plantas y los cañones mientras replicaba y apuntaba anotaciones en el mapa original y en la copia que estaba haciendo, que si bien no era digna de un cartógrafo traté que fuera lo más limpia y pulcra posible, ya que después de todo , esa sería la copia que daría a Black para que se guiará por el interior de la fortaleza, suponiendo que aquellos arquitectos hubiera sido capaces de replicarlo exactamente.
-Parece que a fin de cuentas vamos a tener que improvisar, después de todo- pensé mientras ultimaba alguno de los trazos y marcaba algunos de los cañones especificados por Komaroff.
El resto de la reunión, por contrario no fue tan productivo, ya que apenas se disponía información del oficial a cargo de la fortaleza, salvo que era alguien bastante competente, seguramente igual de competente que el grupo que había desechado hacia unas semanas y es que los últimos tiempos le daba la impresión de que la marina había engrosado sus filas de manera considerable. La reunión estaba concluyendo cuando de forma sorpresiva la puerta de la sala sonó, una vez que Komaroff dio su aprobación, las puertas de caoba se abrieron dejando ver a otro de esos seres marinos.
Esta, puesto que tenía rasgos femeninos, de estatura promedio además de un aspecto delgado y atlético, siendo una complexión bastante similar a la mía, el ser poseía una piel escamada que alternaba tonos rojizos y blancos, asemejándose más a un pez que a los de su raza, y es que por más que estuviera acostumbrado a lidiar con Takumi, aquellos seres no me dejaban de resultar repulsivos, la mujer ignorando la reunión se enfilo rápidamente a susurrar unas palabras al que presumía que debía ser su jefe.
-"Leroy Banners negociará con el Gobierno Mundial"- escuchó salir de los labios de Zu, antes de que esta se marcharse tras ser despachada por el señor Komaroff.
Sin mucha más dilación Kaito se marcho de la sala, anunciando que me estaría fuera y despidiéndose de forma formal, aunque algo fría, casi como si fuera una amenaza.
-Está bien, no creo que esto nos lleve mucho rato- mascullé mientras aguarde a que el gyojin terminará de salir de la sala y recogía un par de sobres con la información de los dos puntos de reunión, este y oeste observando los sobres, a la vez que escuchaba los últimos detalles de la boca del estratega.
-Disculpe que me entrometa, señor Komaroff, pero le veo preocupado- arranqué con determinación y sumo tacto -Pero no he podido evitar escuchar las palabras de Zu, ¿Desea que lidiemos con Leroy Banner? – mascullé mientras esta vez me levantaba del asiento y tomaba mi abrigo, guardando en los bolsillos interiores de la gabardina los dos sobres de instrucciones para la reunión de los grupos de infiltración y miraba el reloj, quien sabe quizá con un poco de suerte pudiera solventar aquello de camino al túnel por el que debía adentrarse en la fortaleza y en el peor de los casos, de tratarse de algo prioritario podría relegarlo en el sireno o incluso encargarme yo personalmente, y es que si hacían dos trabajos diferentes, dos serían los favores que tendría de la familia Ambrose
Una vez escuchará lo que le decía el cincuentón, situándose casi en el umbral de la puerta, saliendo de la sala en el caso de que decidiera dejar la situación en manos de Zu, fuera como fuera, el mero hecho de que existieran ciertas discrepancias en lo que intuía debía ser otro capo local, puede que la batalla no estuviera tan decidida como hubiera pensado en un inicio.
- resumencillo:
Pues básicamente escuchar, y recibir en dos sobres las instrucciones de los puntos de reunión del lado este y oeste, así mismo, aprovechar para preguntar por el susurro y si desea que lidiemos con la situación, con la esperanza de que nuestro amigo se le suelte un poco más la lengua.
Vuelvo a recordar lo de las técnicas de investigador y toda esa parafernalia, aunque creo que ya lo sabéis de sobra ^^
La respuesta de su superiora no le pilló de imprevisto: se imaginaba que lo más probable era que aquella ruta no fuera viable por culpa de las batallas que se habían sucedido a lo largo de aquellas dos semanas, pero no perdía nada por intentarlo. Las opciones, después de todo, seguían siendo las mismas: Este u Oeste. Al final les iba a tocar poner pie en aquellos lugares donde Polastri tenía pensado mandar a otros agentes, algo que podía ser una ayuda y, a su vez, una complicación: si les pillaban a ellos podían poner en riesgo a los demás grupos, así que tendrían que andarse con pies de plomo. Sobre sus preferencias... lo cierto es que no terminaba de fiarse del criterio de Rita, algo que la jefa de operaciones parecía tener en común con el pelirrojo. No sabía hasta qué punto podía estar seguro el agente Ral de que aquella mujer no fuera a traicionarles ni conocía los motivos para depositar su confianza en ella, pero no estaba de más ser precavido.
—Por mi parte no tengo nada que objetar, señora —aclaró una vez terminaron de hablar—. No tanto porque la señorita Rita pueda estar intentando engañarnos, sino porque lidiar con la gente afectada por el virus parece una opción menos arriesgada. Las batallas son impredecibles y seguramente Sirio esté preparado para evitar que nadie traspase sus filas. El segundo frente debería ser mucho más caótico si nadie está pudiendo controlar la cepa, y donde hay caos hay oportunidades para pasar desapercibido. Concuerdo en ir por la ruta del manglar diez.
Tras esto procuraría mantenerse al margen, escuchando los argumentos de sus compañeros si es que tenían alguno en contra. Supuso que Ruffo no pondría muchas pegas y se dejaría llevar por los razonamientos de sus dos superiores. En lo que respectaba a Ral, no lo conocía, así que era imposible sacar alguna conclusión al respecto. Fuera como fuese, y esperando una respuesta por parte de Rita hacia Polastri, Kusanagi se aseguró de centrar toda su atención sobre la ex–criminal para analizar su voz e intentar ver más allá de esta. ¿Qué vería? Tal vez miedo o nervios por lo que estuviera por venir, aunque la rabia y el odio eran dos opciones plausibles. Al menos, así lo vería alguien que no tenía ni idea de quién era esa mujer. Si sus jefes le habían hecho la vida imposible o le habían obligado a jugársela en exceso, no sería de extrañar que su motivación fuera buscar algún tipo de revancha contra ellos.
Una vez estuviera decidida la ruta a seguir, el agente se dispondría a revisar que llevaba con él todo su equipo: los diferentes artilugios de espionaje, entre los que contaba con el pequeño Bir-D para que les cubriera desde el cielo, además de sus espadas: Kardish y Yūjō. No se lo pensó mucho y, antes siquiera de haber salido del manglar, activó al pajarito mecánico para que echara a volar. De ese modo podrían analizar mejor qué rutas eran más seguras y, en campo abierto, mantener ubicados a sus enemigos.
—El pájaro cuenta con un sistema de grabación binocular, además de comunicaciones que me permiten seguir su visión en tiempo real —le explicó a su superiora—. No debería ser complicado saber por dónde movernos con su ayuda —y echó un rápido vistazo al resto del grupo, sonriendo con seguridad.
Tras esto no tardaría en caer cómo Rita llamaba la atención de Ral y, de aceptar este ir con ella, procuraría no alejarse en exceso para hacer uso de sus poderes mientras esperaba con Ruffo y Polastri a salir de allí. Los secretos en grupo no solían traer nada bueno consigo, así que sería mejor tomar ciertas precauciones.
—Por mi parte no tengo nada que objetar, señora —aclaró una vez terminaron de hablar—. No tanto porque la señorita Rita pueda estar intentando engañarnos, sino porque lidiar con la gente afectada por el virus parece una opción menos arriesgada. Las batallas son impredecibles y seguramente Sirio esté preparado para evitar que nadie traspase sus filas. El segundo frente debería ser mucho más caótico si nadie está pudiendo controlar la cepa, y donde hay caos hay oportunidades para pasar desapercibido. Concuerdo en ir por la ruta del manglar diez.
Tras esto procuraría mantenerse al margen, escuchando los argumentos de sus compañeros si es que tenían alguno en contra. Supuso que Ruffo no pondría muchas pegas y se dejaría llevar por los razonamientos de sus dos superiores. En lo que respectaba a Ral, no lo conocía, así que era imposible sacar alguna conclusión al respecto. Fuera como fuese, y esperando una respuesta por parte de Rita hacia Polastri, Kusanagi se aseguró de centrar toda su atención sobre la ex–criminal para analizar su voz e intentar ver más allá de esta. ¿Qué vería? Tal vez miedo o nervios por lo que estuviera por venir, aunque la rabia y el odio eran dos opciones plausibles. Al menos, así lo vería alguien que no tenía ni idea de quién era esa mujer. Si sus jefes le habían hecho la vida imposible o le habían obligado a jugársela en exceso, no sería de extrañar que su motivación fuera buscar algún tipo de revancha contra ellos.
Una vez estuviera decidida la ruta a seguir, el agente se dispondría a revisar que llevaba con él todo su equipo: los diferentes artilugios de espionaje, entre los que contaba con el pequeño Bir-D para que les cubriera desde el cielo, además de sus espadas: Kardish y Yūjō. No se lo pensó mucho y, antes siquiera de haber salido del manglar, activó al pajarito mecánico para que echara a volar. De ese modo podrían analizar mejor qué rutas eran más seguras y, en campo abierto, mantener ubicados a sus enemigos.
—El pájaro cuenta con un sistema de grabación binocular, además de comunicaciones que me permiten seguir su visión en tiempo real —le explicó a su superiora—. No debería ser complicado saber por dónde movernos con su ayuda —y echó un rápido vistazo al resto del grupo, sonriendo con seguridad.
Tras esto no tardaría en caer cómo Rita llamaba la atención de Ral y, de aceptar este ir con ella, procuraría no alejarse en exceso para hacer uso de sus poderes mientras esperaba con Ruffo y Polastri a salir de allí. Los secretos en grupo no solían traer nada bueno consigo, así que sería mejor tomar ciertas precauciones.
- Resumen:
- • Apoyar el punto de Polastri y decantarse por la ruta del manglar 10.
• Intentar analizar a Rita mientras habla gracias a su haki de observación (Rango 5 - Empatía).
• Comprobar su equipo y activar a Bir-D para que les cubra desde el cielo.
• Intentar escuchar la conversación de Ral y Rita gracias a su Oto oto no mi, de aceptar el primero la charla en privado.
- Para facilitarle las cosas al mod y al grupo:
- Bir-D:
- Se trata de un pequeño robot con forma de pájaro, hecho con pequeñas piezas de metal. El dron es realmente ligero y, de hecho, si no se le presta demasiada atención, sería difícil distinguirlo de un pájaro real.
• Habilidades especiales: Bir-D es capaz de volar, como cualquier pájaro lo haría. Además, posee dos pequeñas cámaras en los ojos que permiten recibir imágenes para, después, transmitirlas al propio ojo cyborg de Kusanagi. De este modo, el agente es capaz de ver a través de los "ojos" del pajarito.
Nivel 20: Como maestro del sonido, el usuario es capaz de percibirlo de forma mucho más nítida de lo que cualquier humano sería capaz. De este modo, siempre y cuando se concentre para ello, es capaz de escuchar cualquier sonido en un radio de hasta 30 metros, lo que incluye susurros, pisadas y demás parafernalias. Este radio se incrementa en 20 metros cada 20 niveles a partir de este punto.
RAL
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Me giré y escuché atentamente a las palabras de Rita, aunque no quisieran confiar en ella, no me estaría diciendo esto si no estuviera comprometida. Apunté la información y asentí, podría sernos útil, y tener un testigo familiarizado con los implicados era mejor aún. Ella y Ruffo habían propuesto ir por la Ruta de Sirio, pero Polastri, Kusanagi habían opinado que era más seguro que ir por la ruta de la epidemia. Ninguna de las los me hacía gracia, pero era cierto que preferíamos evitar ir por la ruta que tuviese un ejército organizado, y los túneles quedaban fuera del plan definitivamente.
- Bien, la ruta de Sirio es tentadora, cierto que conocemos más sobre ellos, pero también sabemos que son más peligrosos. En cuanto a la posibilidad de que escape con ellos... No creo que ese sea el caso, no es la primera persona que me encuentro que me ha pedido que le de asilo y quiera desmarcarse de la banda. Si quiere más detalles puedo darle los datos de mi superior en el West Blue. No me hace gracia tener que ir por una zona en guerra, menos tener que ir por una en la que hay una enfermedad desconocida. Pero si tengo que decidir... me decantaría por la que una persona cuerda no escogería. La ruta de la enfermedad es por la que voto. - Hice una pausa y me aseguré de que todo mi equipo estuviera listo para salir. - Señora Polastri, no sabemos el medio por el que se transmite la enfermedad, pero estaremos más seguros si podemos salir con equipo que prevenga la exposición a patógenos, especialmente aerosoles.
Dicho esto revisaría la munición que llevaba mientras nos decían si disponíamos de equipo para prevenir contagios. Miraba las caras de los presentes y me mentalizaba de que era posible que tuviera que disparar a alguno de ellos. Un virus que te saca de control es demasiado peligroso, sólo esperaba que me diera el tiempo suficiente para incapacitar a alguno de nosotros si se infectaba... o si podía darme tiempo a quitarme la vida y acababa infectada. No sabía cómo lo verían ellos, pero la misión era lo primero y me aseguraría de dejarlo claro.
- Una última cosa. Vamos a pasar por una zona llena de infectados, no sabemos cómo se transmite la infección, pero sabemos los síntomas. Confío en que todos tengan en mente la responsabilidad con la que cargan si son infectados... u otro del equipo es infectado. - Esperé que esta última frase calase en sus mentes. - Recordad, no somos héroes. - Y tras decir eso amartillé a Redemtio antes de guardarla en la pistolera.
- Bien, la ruta de Sirio es tentadora, cierto que conocemos más sobre ellos, pero también sabemos que son más peligrosos. En cuanto a la posibilidad de que escape con ellos... No creo que ese sea el caso, no es la primera persona que me encuentro que me ha pedido que le de asilo y quiera desmarcarse de la banda. Si quiere más detalles puedo darle los datos de mi superior en el West Blue. No me hace gracia tener que ir por una zona en guerra, menos tener que ir por una en la que hay una enfermedad desconocida. Pero si tengo que decidir... me decantaría por la que una persona cuerda no escogería. La ruta de la enfermedad es por la que voto. - Hice una pausa y me aseguré de que todo mi equipo estuviera listo para salir. - Señora Polastri, no sabemos el medio por el que se transmite la enfermedad, pero estaremos más seguros si podemos salir con equipo que prevenga la exposición a patógenos, especialmente aerosoles.
Dicho esto revisaría la munición que llevaba mientras nos decían si disponíamos de equipo para prevenir contagios. Miraba las caras de los presentes y me mentalizaba de que era posible que tuviera que disparar a alguno de ellos. Un virus que te saca de control es demasiado peligroso, sólo esperaba que me diera el tiempo suficiente para incapacitar a alguno de nosotros si se infectaba... o si podía darme tiempo a quitarme la vida y acababa infectada. No sabía cómo lo verían ellos, pero la misión era lo primero y me aseguraría de dejarlo claro.
- Una última cosa. Vamos a pasar por una zona llena de infectados, no sabemos cómo se transmite la infección, pero sabemos los síntomas. Confío en que todos tengan en mente la responsabilidad con la que cargan si son infectados... u otro del equipo es infectado. - Esperé que esta última frase calase en sus mentes. - Recordad, no somos héroes. - Y tras decir eso amartillé a Redemtio antes de guardarla en la pistolera.
- Resumen:
- Solicitar equipo de seguridad contra enfermedades, bla bla bla... discursito malrollero.
La sorpresa... ¿Dónde estaba la sorpresa? Mientras el vicealmirante Jean hablaba mi mente no dejaba de divagar acerca de cuál debía ser mi posición. ¿Desde dónde podía resultar más útil, irrumpir en el mejor momento y moverme lo mínimo posible en espera de que llegase ese momento? ¡Desde la muralla! Nadie dudaba que la sorpresa inicial consistiría en la repentina aparición de las tropas destinadas a flanquear al enemigo, pero en ese momento al muralla pasaría a un segundo plano para proteger el flanco. ¡Y ahí era donde debía estar yo! Con Zuko causando estragos en las filas enemigas y atrayendo su atención como el temible enemigo que era, tendría el hueco perfecto para darles un buen susto.
Esperé a que el oficial al mando de la fortificación terminase su explicación para, de nuevo, proponer mi idea. Nadie más parecía tener nada que decir por el momento, y si algo tenía claro era que una idea nunca estaba de más. Si estimaba que no era buena siempre podría desestimarla, pero ¿y si encontraba, al igual que yo, que de ese modo podríamos causar una gran cantidad de bajas y minimizar las pérdidas?
-Es más -continué, siguiendo en voz alta con el hilo de mis pensamientos-, ¿hay algún dispositivo en las murallas que el enemigo no haya visto aún? Mi intención es aprovechar el momento en que se vuelvan para contrarrestar el ataque de los flancos para atacar el costado que en ese momento dejarán descubierto... No sé si me explico. -En mi mente el esquema estaba muy claro, y es que si, efectivamente, se giraban para no ser masacrados por un dragón, lo que hasta ese momento había sido su línea frontal pasaría a ser su flanco-. De cualquier modo, si queremos que no se lo esperen y poder usar mi luz para defender las murallas hay que hacer que piensen que los ataques provienen de algún dispositivo. Yo podría esconderme cerca de él y desde la distancia no me podrían ver. Cuando se acercasen lo suficiente ya sería demasiado tarde...
Esperé a que el oficial al mando de la fortificación terminase su explicación para, de nuevo, proponer mi idea. Nadie más parecía tener nada que decir por el momento, y si algo tenía claro era que una idea nunca estaba de más. Si estimaba que no era buena siempre podría desestimarla, pero ¿y si encontraba, al igual que yo, que de ese modo podríamos causar una gran cantidad de bajas y minimizar las pérdidas?
-Es más -continué, siguiendo en voz alta con el hilo de mis pensamientos-, ¿hay algún dispositivo en las murallas que el enemigo no haya visto aún? Mi intención es aprovechar el momento en que se vuelvan para contrarrestar el ataque de los flancos para atacar el costado que en ese momento dejarán descubierto... No sé si me explico. -En mi mente el esquema estaba muy claro, y es que si, efectivamente, se giraban para no ser masacrados por un dragón, lo que hasta ese momento había sido su línea frontal pasaría a ser su flanco-. De cualquier modo, si queremos que no se lo esperen y poder usar mi luz para defender las murallas hay que hacer que piensen que los ataques provienen de algún dispositivo. Yo podría esconderme cerca de él y desde la distancia no me podrían ver. Cuando se acercasen lo suficiente ya sería demasiado tarde...
- Resumen:
- Sugerir cuál debe ser mi posición y dejar caer que pretendo hacer un surco de enemigos en medio de su formación cuando llegue el momento.
¿Orgulloso o patético? ¿O las dos? ¿Cómo se me calificaría si saltase con un "eso es, dije la otra ruta para que escogieseis ésa, que es la que me gustaba desde el principio"? Tal vez podría añadir algún tipo de risa histriónica que reforzase la veracidad de mis palabras... No, mejor no. Hasta yo sabía identificar cuándo debía mantener la boca cerrada y aceptar que no había nada que hacer. Bien visto, ¿acaso no era bueno que quienes en teoría eran mejores estrategas se opusiesen a mi opinión, la de alguien que era plenamente consciente de que no estaba hecho para planificar nada?
Fuera como fuese, las conversaciones no habían terminado. Rita y el nuevo agente debían hablar, algo que, honestamente, no me interesaba lo más mínimo en lo personal. Lo que sí me preocupaba era no estar preparado para lo que se presentaba ante mí por un descuido. Mi fuerte había sido actuar cuando era necesario, no pensar en cómo proceder antes de que el momento llegase. Para eso necesitaba a Chain of Destiny, que estaba firmemente enroscada en torno a mi torso. Su metal, frío para la mayoría, acertaba a acariciar mi cuello en apenas un milímetro por ambos lados. Las esferas X se encontraban bien guardadas en la pequeña bolsa que pendía con discreción de mi cinturón. Mis manos, por supuesto, estaban tapadas por los elegantes guantes de piel que tan bien combinaban con el resto de mi atuendo. ¿Zoquete? Podía ser, pero nunca feo o desarreglado.
En cualquier caso, poco tenía que aportar a esas alturas, así que me limité a escrutar de nuevo el mapa mental que me había visto obligado a hacer sobre el archipiélago. Pocas cosas me apetecían menos que ir directamente hacia un tipo con una habilidad tan turbia y potencialmente problemática. El fuego, las explosiones y la fuerza bruta eran peligrosas, pero se veían venir de lejos y todos en la agencia estábamos preparados para hacerles el frente. Los principales inconvenientes aparecían cuando en nuestro camino se interponían sujetos como aquél...
Fuera como fuese, las conversaciones no habían terminado. Rita y el nuevo agente debían hablar, algo que, honestamente, no me interesaba lo más mínimo en lo personal. Lo que sí me preocupaba era no estar preparado para lo que se presentaba ante mí por un descuido. Mi fuerte había sido actuar cuando era necesario, no pensar en cómo proceder antes de que el momento llegase. Para eso necesitaba a Chain of Destiny, que estaba firmemente enroscada en torno a mi torso. Su metal, frío para la mayoría, acertaba a acariciar mi cuello en apenas un milímetro por ambos lados. Las esferas X se encontraban bien guardadas en la pequeña bolsa que pendía con discreción de mi cinturón. Mis manos, por supuesto, estaban tapadas por los elegantes guantes de piel que tan bien combinaban con el resto de mi atuendo. ¿Zoquete? Podía ser, pero nunca feo o desarreglado.
En cualquier caso, poco tenía que aportar a esas alturas, así que me limité a escrutar de nuevo el mapa mental que me había visto obligado a hacer sobre el archipiélago. Pocas cosas me apetecían menos que ir directamente hacia un tipo con una habilidad tan turbia y potencialmente problemática. El fuego, las explosiones y la fuerza bruta eran peligrosas, pero se veían venir de lejos y todos en la agencia estábamos preparados para hacerles el frente. Los principales inconvenientes aparecían cuando en nuestro camino se interponían sujetos como aquél...
- Resumen:
- Poco más puede aportar un ceporro en una situación como ésta, así que me dedico a hacer inventario y maldecir para mí por elegir a Pocholo como destino.
Normas del capítulo:
- Se moderará los martes entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los martes antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación:
- La guerra de los clones (un par de manglares):
- Sigues a Ronnie por un montón de ruinas, cortesía de los perros infernales que asolaron la isla hace dos semanas. Ronnie va tarareando una melodía bastante alegre que no termina de pegar con los cuerpos mutilados que hay en el suelo. Si te fijas bien verás que hay otros en mejor estado; habrán tenido más suerte. Y también hay… ¿Ceniza? Bueno, seguro que es menos importante que tus dos nuevos guardaespaldas: no tienen pinta de ser amigables.
—¿Por qué tengo los brazos negros…? —replica—. ¡Ah, es por esto! —Ronnie alza el índice izquierdo y ves que desprende una nube de humo negro, muy negro—. No es grave para la salud, todo está bien.
Ahora mismo te encuentras en un callejón que sorprendentemente ha sobrevivido al castigo de la guerra. Tendrá unos dos metros de ancho y está “cercado” por murallas bastante altas. Ronnie se detiene de golpe y puedes ver que un poco más allá hay una puerta de madera.
—Tras esa puerta encontrarás un camino a la mansión del jefe, pero… —Ronnie se da la media vuelta y de pronto no parece un tipo imbécil, sino alguien que da miedo, mucho miedo—. ¿Por qué un traidor querría trabajar para Vasili Komaroff?
Si te das vuelta, verás que los compañeros de Ronnie te miran con cara de pocos amigos. El del mazo tiene las piernas flexionadas, como si estuviera preparado para saltar en cualquier momento. Pero el peor de todos es Ronnie. No sabes por qué, pero sientes que es muy, muy peligroso.
Ahora vamos con el clon malvado: Roland Oppenheimer.
El doctor Tatsue te lleva a la gran muralla que está frente a ti e ingresa por una puerta bien custodiada por dos soldados que intercambian miradas, confusos. Hay un corto intercambio de palabras con el doctor. No hacen preguntas y te dejan entrar sin problema. Te encuentras en un pasillo largo y alto hecho de piedras, frío y medianamente oscuro. El doctor se detiene frente a una compuerta que se abre horizontalmente y entonces entra al ascensor.
—Eso es porque no has visto lo suficiente, contraalmirante —contesta el hombre y enciende un cigarrillo—. Si te das una vuelta por el hospital improvisado, verás muchos cuerpos mutilados. Una explosión le habrá derretido la cara, supongo —termina por responder sin demasiada expresión en la voz. Es más, te da la impresión de que este hombre apenas tiene emociones.
En el tercer piso, el doctor te conduce a una habitación bastante amplia. Hay estanterías con libros a cada lado y un elegante y enorme escritorio frente a una ventana que da paso a un balcón. Suelo de madera y alfombrado. Hay un cuadro de un hombre anciano y que se parece al vicealmirante Jean.
—Ese hombre de ahí es el padre del vicealmirante. Un héroe de la Marina —dice mientras toma asiento. Puedes ver que juega con algo en su mano: es la identificación del hombre. La mira con… tristeza—. ¿Por qué tan sorprendido? Fue un gran amigo de tu abuelo, William.
La puerta se abre de golpe y un hombre te apunta con un fusil a la cabeza, mientras sus compañeros allanan la habitación. Estás rodeado: un movimiento y estás muerto. Uno de ellos te lo advierte a gritos. Puedes ver que hay cuatro hombres apuntándote, pero seguramente haya más. Y dos de los que están en tu línea de visión son los que viste en la puerta, esos mismos que hablaron con el doctor.
Del balcón aparece un hombre imponente, calvo y de piel morena. Sus dos metros veinte van bien acompañados de la complexión de un gorila. El rostro lo tiene endurecido por el paso del tiempo y las canas han castigado su barba bien cuidada. Cuando da un paso hacia la habitación da la impresión de que esta retumba, incluso el aire se vuelve más pesado. Sin embargo, el verdadero problema siempre lo has llevado contigo.
—Esto se trata de un mal chiste, ¿verdad? —comenta el hombre, soltando una sonrisa sarcástica y entonces te lanza la identificación. Es la del contraalmirante William Wallace—. Tu coeficiente intelectual está justo encima de la de un retrasado, pero muy por debajo de la media. Apenas te da para vivir sin temor a cagarte en los pantalones, ¿verdad? —El doctor te mira con desprecio—. Has suplantado la identidad de un hombre muerto en batalla sin saber nada de él. Como espía eres incompotente, pero algo harás bien para que te hayan enviado. ¿Quién eres? ¿Y por qué Sirio te ha enviado? Dependiendo de cuánto y cómo colabores el jefe tomará una decisión.
- Karma (Manglar 58):
- —¿Y cómo sabes que no habrá tantos como para ponernos en serios problemas, cadete? —te pregunta King con una sonrisa que bien podrías decir perturbadora. Te mira con sus ojos saltones como si te fueran a devorar—. Si quieres sobrevivir comienza por ahorrar las especulaciones. Mis compañeros podrían confundirlas. Son muy desconfiados, ¿sabes?
Tras responderle (o no) y comunicarte con la base marine, te encuentras a Victoria limpiando la espada. Puedes ver que está increíblemente pulcra, sin una sola mancha. Incluso puedes arriesgarte a pensar en que jamás la ha usado. Cuando le hablas da un saltito, asustada.
—¿S-Sí…? Esto, ¿no? ¡No lo sé! ¡¿Vamos a bailar?! —te pregunta, medio alterada sin saber a qué te refieres—. Ay, lo siento, estoy confundida…
El camino hacia el manglar 58 es tranquilo, aunque poco a poco comienzas a escuchar ruido. No es sólo música, sino gritos. Sea lo que sea que está sucediendo, todavía está lejos y no hay por qué preocuparse. Cruzas el puente que conecta ambos manglares y continúas caminando hasta llegar a una zona medio despejada. Vale, hay ruinas en todos sitios, pero el centro está limpio.
De pronto, escuchas que la música se acerca muy rápido hacia tu ubicación. Como no hagas nada, sea quien sea el que viene, te descubrirá. El teniente les hace un gesto para esconderse, despreocupado, como si no le importara la situación. Hay casas de hasta tres pisos a las que podrías acceder con relativa facilidad, aunque, si quieres un lugar seguro, puedes ir con Victoria. Se ha escondido detrás de una muralla.
—¡Go, go, pawarenja! —los oyes cantar mientras el sonido de la batería y la guitarra se hacen cada vez más fuertes. Y hasta un solo suena, todo tan agradable como ruidoso.
Si te asomas, verás a un grupo de tres personas. Una de ellas lleva un casco rosa en la cabeza; sabes que es mujer porque va con sujetador al aire. Pantalones rosas, metro setenta, y se le nota muy feliz por los saltitos y bailes que va dando. Otra es un hombre de dos metros que va con un traje completamente negro, salvo por los calzoncillos amarillos y la falta de pantalones. Pero al menos va con sandalias. Tiene una pulsera muy rara, a todo esto. Por último, la última persona, sin saber si es hembra o macho, lleva un traje rojo, pero… Te da la impresión de que no calza con la temática. Su máscara parece una araña y su traje va como con telarañas blancas.
—¡Pawarenja! —gritan los tres cuando finaliza la canción.
- El dueto de místers (manglar 1):
- —Por supuesto, señor Black —dice el señor Komaroff, haciendo un gesto de despedida con la cabeza.
El señor Black intercepta el camino de Zu, quien lo mira sin demasiada expresión en el rostro. Voltea la mirada hacia su jefe como esperando una respuesta y, tras ver un gesto positivo en él, suspira.
—Leroy Banners negociará con el Gobierno Mundial —contesta—. No sé a qué sistema de pozas te refieres ni tengo idea de cómo llegar a la fortaleza. —Parece un poco más molesta, seguramente el bombardeo de preguntas a modo de interrogatorio no le fascina, pero...—. ¿Qué estás diciendo…? —Está sonrojada, pero solo un poco—. E-Está bien, pu-puedes hacerlo, pe-pero no te a-aseguro nada.
Dicho lo dicho, la señorita gyojin desaparece de escena. Si le pides el número de contacto, señor Black, ella no te lo dará. Al menos no en frente del señor Komaroff. Por otra parte, si estás interesado en escuchar sobre Leroy Banners, puedes quedarte. Igual Zu está encargada de espiarle o algo.
El ambiente está tenso y el señor White puede notar la pesada mirada del anciano sobre él. Ha comprobado que el señor White puede escuchar mucho más de lo que aparenta. Se acomoda en su asiento, se toma su tiempo degustando el exquisito vino, y entonces suspira.
—Lo único que mantiene unido al mundo criminal de este archipiélago es una promesa. El señor Ambrose ha decidido aliarse con los piratas de Sirio por ambición y codicia. Pero también por fe. Se nos ha prometido el cielo, pero para conseguirlo debemos derramar sangre. Sin embargo, uno de los narcotraficantes más poderosos del mundo ha decidido mantenerse neutral… hasta ahora. Leroy Banners es un hombre astuto y cauteloso, siempre intenta ir un paso por delante, y en algo debe estar pensando para volver a relacionarse con el Gobierno Mundial —deja escapar, aunque las últimas palabras han sido más para él que para los oyentes—. Zu, Ronnie y compañía se encargarán principalmente de este problema: deben sabotear la reunión o impedir que los agentes se reúnan con Banners. No obstante, asegurar el fuerte de la Marina es incluso más importante que tratar con este narcotraficante. Si ayudan a que mis hombres ocupen el fuerte y encima tratas con Banners, las puertas del cielo estarán abiertas para ustedes.
El señor Komaroff no les ha prohibido participar primariamente en el caso de Banners, aunque si lo hacen, quién sabe lo que suceda. En cualquier caso, pueden quedarse y obtener más información sobre Banners (tampoco conseguirán demasiada); emprender camino hacia la fortaleza, a la cual llegarán sin ningún percance; o debatirse entre ustedes qué hacer.
- Agentes Kusanagi y R&R (manglar 10):
- Rita es excelente ocultando sus emociones, pero aun así el agente Kusanagi puede notar cierto barniz de rencor. Si es así, ¿hacia quién va dirigido ese rencor? Por lo demás, ha dicho la verdad y, si bien su criterio no acaba coincidir con el de todos, ha hablado pese a la posición en la que está.
La señorita Polastri toma apuntes de la reunión y se encarga de que el equipo cuente con todo lo necesario para la misión. Tras la espera, llega un hombre con lo solicitado y le entrega a la señorita un dispositivo pequeño y con dos antenas, además de una caja. Si alguien le pregunta de qué va, dirá que es un test para reconocer infectados.
[Una vez hayan partido…]
El grupo se encuentra en el manglar 10, un sitio azotado por la guerra y con tantísimas ruinas. Hay casas de tres pisos que mantienen la mayoría de la estructura, pero hay otras que son puro escombro. A veces el ruido se entremezcla: los gritos de fiesta y los resquicios de la música que provienen del este, y los cañonazos del oeste. Sin embargo, en el manglar 10 hay mucho, mucho silencio. Y cadáveres, muchos cadáveres. Algunos mutilados; otros, devorados por los perros de la cacería que terminó hace dos semanas. Otros en mejor estado: hombres, ancianos, mujeres y niños. Hay de todo como para elegir.
Gracias a tus poderes, agente Kusanagi, consigues escuchar lo que Rita le ha dicho al agente Ral. ¿Quién es Vasili Komaroff? ¿Y por qué de pronto habla de él? Pero no es lo único interesante. Tu juguete capta una escena interesante en la que está reunido un gordo, dos matones y un conocido traidor del Gobierno Mundial. Están a puertas de entrar a un callejón. Si decides compartir la información con el equipo, la señorita Polastri enviará a uno a espiar la conversación. Si alguno va, estar atento a la moderación de Oppen y su respuesta de la misma.
Por otro lado, pueden continuar avanzando sin ningún problema, pero con la incertidumbre de por qué todo está tan tranquilo. Dejando de lado el extraño cuarteto, no hay nadie.
- Iulio (manglar 70):
- Surge un breve debate sobre cómo aprovechar mejor tus habilidades, pero la conclusión no tarda en llegar. Aceptan tu propuesta y te comentan que hay un arma que han estado guardando para un momento crítico. Es un nuevo prototipo de cañón que, si bien tiene un poder de destrucción devastador, tiene numerosas desventajas que van desde su producción hasta ejecución del mismo. La fortaleza cuenta solo con dos de esos cañones.
Por lo demás, tienes la posibilidad de solicitar un escuadrón de artillería o lo que veas conveniente para fortalecer el poder de la sorpresa. Puedes dirigirte a lo más alto de la fortaleza o esperar en alguna sala de armas. O sentarte a esperar, ya verás tú.
La operación comienza una vez los ejércitos marchan. Primero, los cañones dejan de dar en el enemigo y los hombres empiezan a retirarse de la fortaleza. Luego, fingen una pelea entre aliados en lo alto de la torre. Pasa y pasa el tiempo, fingen lo mejor que pueden, continúan esforzándose hasta que un rugido corta el cielo en dos: una gigantesca bola de fuego impacta en la fortaleza, sacudiéndola. Y tras ella los piratas de Sirio hacen avanzar la artillería. Solo es cuestión de tiempo, pues han picado el anzuelo.
- Los ya no tan héroes (manglar 70):
- Luego de pulir los últimos detalles de la operación, los ejércitos marchan deseándose la mejor de las suertes. Los hombres que acompañan al vicealmirante Zuko se debaten entre el deseo de ser héroes y el temor a la muerte. Todo el mundo sabe que tras las murallas es lo único que encontrarán. Ha sido así desde la aparición de los perros infernales, ¿no? ¿Por qué ahora tendría que ser diferente?
[Una vez del otro lado…]
Los cañones rugen como bestias coléricas y los gritos de guerra llegan hasta su posición, incluso encontrándose lejos. Se encuentran en una posición ventajosa por su altura. El campo de batalla está formado por las ruinas de los edificios que alguna vez hubo en el manglar. No hay demasiada distancia hasta el puente que separa ambos manglares. De pronto, una enorme bola de fuego aparece en el cielo e impacta en la muralla. El vicealmirante debe saber de quién se trata.
Wyrm, Zuko, ¿qué harán frente a la batalla? ¿Aguardarán un momento para sorprenderlos en el momento adecuado? ¿O cargarán ahora para coronarse como héroes?
Roland Oppenheimer
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El estrago dejado por la guerra era un escenario digno de admiración. Más allá de los innumerables muertos que había dejado, se notaba gran esfuerzo y dedicación en la labor. Dnalor, todavía montado sobre su espejo mágico, no paraba de mirar en todas las direcciones, escudriñando sus alrededores. Se decía a sí mismo que arrasar la isla con explosivos hubiera sido mucho más fácil, pero no juzgaba los métodos. Sin embargo, no creía que aquella fuera la mejor forma de conquistar la isla. «Estos piratas... Son casi tan inútiles como los marines».
—Ya veo —comentó ante el dedo humeante del bobalicón—. Eso lo explica todo. —En realidad solo explicaba que tenía el poder de las frutas del diablo, pero dejaba lugar a muchas conjeturas, demasiadas.
Continuó siguiendo al grandullón, siendo consciente de que le habían rodeado. Aquello no le agradaba, sentía que era una ofensa hacia su espacio personal, pero se mantuvo callado. Si aquellos hombres eran susceptibles como estúpidos parecían, lo mejor era ignorar sus faltas de respeto con una denotada indiferencia. Además, en total solo eran tres hombres, ningún reto para Dnalor, a pesar de ser un simple reflejo del cuerpo original. Él único motivo que evitaba que se lanzara al ataque era que no podía permitirse recibir un desafortunado golpe casual que le hiciera desaparecer.
Finalmente alcanzaron un callejón; el lugar ideal para las emboscadas. Sacados casi de una novela, los tres hombres encararon al clon, haciendo preguntas que superaban su comprensión.
—¿Y por qué no? —preguntó Dnalor, como respuesta al hombre que parecía haber cambiado de personalidad drásticamente—. El Gobierno Mundial me ha desechado. Me ha botado a la calle como si fuera un chucho asqueroso y me han acusado de traidor y criminal. —Deshizo su espejo y se posó suavemente sobre el mismo suelo que el resto de los criminales—. No estoy contento con ellos, como comprenderás, así que el motivo resulta obvio.
Giró la cabeza, hacia atrás, observando a los dos hombres de su retaguardia con la misma cara de pocos amigos que ellos llevaban puesta, y volvió a dirigirse al tal Roonie.
—Así que... ¿por qué no le dices a tus amigos que se saquen el palo del culo y vamos a ver a Vasili? Seguro que estará encantado de contar con mi ayuda. Y por si no ha quedado claro: busco venganza. —El gesto de Roland se había tornado en una sonrisa maliciosa, una expresión de toda su maldad acumulada—. Busco alcanzar la cima y llegar a lo más alto, para que finalmente reconozcan su error y se arrodillen ante mí. Para que se arrepientan y me pidan clemencia. Para que aprendan la lección.
Y se quedó allí, desafiante, manteniendo la mirada ante el hombre del humo oscuro, esperando que las palabras calasen hondo en él. Por su parte, Dnalor, como buen reflejo de Roland, no podía sentirse más orgulloso. Había respondido con total sinceridad y sin decir ni una sola mentira. Su odio hacia el Gobierno era notorio, pero los métodos por los que esperaba llegar hasta la cima eran más legales de los que aparentaba tener en mente. Con toda probabilidad, la muestra de franqueza serviría para que aquellos hombres lo dejaran estar y le permitieran visitar al renombrado criminal sin más altercados. Al menos, de momento.
El muro era realmente grande. Era la primera vez que Roland veía a los marines trabajando con empeño y dedicación, y quizás fuera la última. Si aquel muro no resultaba ser lo suficientemente seguro, las bajas y los esfuerzos de las dos últimas semanas no hubieran servido para nada. Pero al mink no le importaba. Su único interés radicaba en obtener la poca información que pudieran tener los militares para poder seguir atendiendo a sus labores.
Tras cruzar la entrada a la fortaleza, custodiada por dos hombres con sus rifles, llegaron a un ascensor que rápidamente los subió hasta la tercera planta, donde aguardaba su destino, una habitación amplia, bien decorada. Parecía tratarse del despacho de un hombre de alto rango. Justo lo que Roland pretendía. Una sonrisa de satisfacción brotó en sus labios, pero se vio truncada por el comentario del cirujano.
—Claro, ya lo sabía. —Cargó el peso de su cuerpo de una pierna a otra. Aquello no le gustaba. ¿El doctor era un conocido de Wallace? No llegó a plantearse ese escenario en el momento en el que decidió suplantarlo; aquello podría suponer algún problema.
Entonces los acontecimientos se sobrepusieron uno detrás de otro. Una serie de soldados irrumpieron en el despacho, apuntando al infiltrado con sus clásicas armas, gritando y profiriendo amenazas. No tardaron en rodear a Roland, quién observaba el numerito con una perceptible furia. Una vena empezó a hincharse en su frente. Múltiples hombres bloqueaban la salida, y la otra única vía de escape de la habitación la estaba cubriendo un hombre del tamaño de un gorila, con un aspecto similar, quién emitía un aura muy diferente de la morralla que le apuntaba a la cabeza.
«Putos gilipollas, ¿cómo cojones ha pasado esto? —se dijo, haciéndose miles de preguntas. Si bien los soldados podían haber reconocido a Wallace, no le había dado tiempo de hacer ninguna acción que le delatara...¿O sí? Se había delatado al no reconocer al doctor cuando se presentó, presentándose a su vez—. Muy astuto, viejo, muy astuto. Me las pagarás».
El ex-agente atrapó al vuelo la identificación que le fue lanzada. La observó, dándose cuenta de lo que realmente sucedía. En ella estaba escrita el nombre del hombre al que suplantaba. Desde el principio, se había estado haciendo pasar por un hombre muerto, un hombre cuyo cuerpo había observado e ignorado como si fuera basura. La furia que había estado acumulando desde que el destacamento marine le acorralara en la habitación, se vio aumentada con los insultos del médico, aunque Roland solo podía pensar en una cosa.
—¿Y la niña? —preguntó seriamente. En otras circunstancias le hubiera parecido gracioso, hasta divertido, que le hubieran confundido con un espía de los piratas. Aquella acusación solo denotaba la poca inteligencia de los militares. Pero sus pensamientos volaron más allá, haciendo una de las pocas demostraciones de empatía que había hechos en su vida—. Se ha quedado huérfana... ¿Quién ha matado a Wallace? ¡¿Quién ha sido el malnacido que ha dejado a esa niña sin padre?!
Sin moverse del sitio, miró furioso a Tatsue, con el mismo rostro de su compañero muerto. Le respondiera o no a la pregunta,
—No lo comprendéis. No trabajo para Sirio; todo lo contrario. Vine aquí buscando saber más sobre sus movimientos y su posición —dijo, decidiendo cooperar con los marines. No tenías muchas más opciones; la única otra forma que tenía para escapar de la situación era usando la fuerza bruta, quizás varios explosivos, y si quería volver a su antiguo puesto como Cipher Pol debía evitar en la medida de lo posible—. ¿Por qué no le dices a los monos con escopetas que dejen de apuntarme y me siento tranquilamente a negociar con tu jefe? Todos tenemos el mismo objetivo aquí, no somos enemigos.
—Ya veo —comentó ante el dedo humeante del bobalicón—. Eso lo explica todo. —En realidad solo explicaba que tenía el poder de las frutas del diablo, pero dejaba lugar a muchas conjeturas, demasiadas.
Continuó siguiendo al grandullón, siendo consciente de que le habían rodeado. Aquello no le agradaba, sentía que era una ofensa hacia su espacio personal, pero se mantuvo callado. Si aquellos hombres eran susceptibles como estúpidos parecían, lo mejor era ignorar sus faltas de respeto con una denotada indiferencia. Además, en total solo eran tres hombres, ningún reto para Dnalor, a pesar de ser un simple reflejo del cuerpo original. Él único motivo que evitaba que se lanzara al ataque era que no podía permitirse recibir un desafortunado golpe casual que le hiciera desaparecer.
Finalmente alcanzaron un callejón; el lugar ideal para las emboscadas. Sacados casi de una novela, los tres hombres encararon al clon, haciendo preguntas que superaban su comprensión.
—¿Y por qué no? —preguntó Dnalor, como respuesta al hombre que parecía haber cambiado de personalidad drásticamente—. El Gobierno Mundial me ha desechado. Me ha botado a la calle como si fuera un chucho asqueroso y me han acusado de traidor y criminal. —Deshizo su espejo y se posó suavemente sobre el mismo suelo que el resto de los criminales—. No estoy contento con ellos, como comprenderás, así que el motivo resulta obvio.
Giró la cabeza, hacia atrás, observando a los dos hombres de su retaguardia con la misma cara de pocos amigos que ellos llevaban puesta, y volvió a dirigirse al tal Roonie.
—Así que... ¿por qué no le dices a tus amigos que se saquen el palo del culo y vamos a ver a Vasili? Seguro que estará encantado de contar con mi ayuda. Y por si no ha quedado claro: busco venganza. —El gesto de Roland se había tornado en una sonrisa maliciosa, una expresión de toda su maldad acumulada—. Busco alcanzar la cima y llegar a lo más alto, para que finalmente reconozcan su error y se arrodillen ante mí. Para que se arrepientan y me pidan clemencia. Para que aprendan la lección.
Y se quedó allí, desafiante, manteniendo la mirada ante el hombre del humo oscuro, esperando que las palabras calasen hondo en él. Por su parte, Dnalor, como buen reflejo de Roland, no podía sentirse más orgulloso. Había respondido con total sinceridad y sin decir ni una sola mentira. Su odio hacia el Gobierno era notorio, pero los métodos por los que esperaba llegar hasta la cima eran más legales de los que aparentaba tener en mente. Con toda probabilidad, la muestra de franqueza serviría para que aquellos hombres lo dejaran estar y le permitieran visitar al renombrado criminal sin más altercados. Al menos, de momento.
***Al mismo tiempo, en The Great Wall***
El muro era realmente grande. Era la primera vez que Roland veía a los marines trabajando con empeño y dedicación, y quizás fuera la última. Si aquel muro no resultaba ser lo suficientemente seguro, las bajas y los esfuerzos de las dos últimas semanas no hubieran servido para nada. Pero al mink no le importaba. Su único interés radicaba en obtener la poca información que pudieran tener los militares para poder seguir atendiendo a sus labores.
Tras cruzar la entrada a la fortaleza, custodiada por dos hombres con sus rifles, llegaron a un ascensor que rápidamente los subió hasta la tercera planta, donde aguardaba su destino, una habitación amplia, bien decorada. Parecía tratarse del despacho de un hombre de alto rango. Justo lo que Roland pretendía. Una sonrisa de satisfacción brotó en sus labios, pero se vio truncada por el comentario del cirujano.
—Claro, ya lo sabía. —Cargó el peso de su cuerpo de una pierna a otra. Aquello no le gustaba. ¿El doctor era un conocido de Wallace? No llegó a plantearse ese escenario en el momento en el que decidió suplantarlo; aquello podría suponer algún problema.
Entonces los acontecimientos se sobrepusieron uno detrás de otro. Una serie de soldados irrumpieron en el despacho, apuntando al infiltrado con sus clásicas armas, gritando y profiriendo amenazas. No tardaron en rodear a Roland, quién observaba el numerito con una perceptible furia. Una vena empezó a hincharse en su frente. Múltiples hombres bloqueaban la salida, y la otra única vía de escape de la habitación la estaba cubriendo un hombre del tamaño de un gorila, con un aspecto similar, quién emitía un aura muy diferente de la morralla que le apuntaba a la cabeza.
«Putos gilipollas, ¿cómo cojones ha pasado esto? —se dijo, haciéndose miles de preguntas. Si bien los soldados podían haber reconocido a Wallace, no le había dado tiempo de hacer ninguna acción que le delatara...¿O sí? Se había delatado al no reconocer al doctor cuando se presentó, presentándose a su vez—. Muy astuto, viejo, muy astuto. Me las pagarás».
El ex-agente atrapó al vuelo la identificación que le fue lanzada. La observó, dándose cuenta de lo que realmente sucedía. En ella estaba escrita el nombre del hombre al que suplantaba. Desde el principio, se había estado haciendo pasar por un hombre muerto, un hombre cuyo cuerpo había observado e ignorado como si fuera basura. La furia que había estado acumulando desde que el destacamento marine le acorralara en la habitación, se vio aumentada con los insultos del médico, aunque Roland solo podía pensar en una cosa.
—¿Y la niña? —preguntó seriamente. En otras circunstancias le hubiera parecido gracioso, hasta divertido, que le hubieran confundido con un espía de los piratas. Aquella acusación solo denotaba la poca inteligencia de los militares. Pero sus pensamientos volaron más allá, haciendo una de las pocas demostraciones de empatía que había hechos en su vida—. Se ha quedado huérfana... ¿Quién ha matado a Wallace? ¡¿Quién ha sido el malnacido que ha dejado a esa niña sin padre?!
Sin moverse del sitio, miró furioso a Tatsue, con el mismo rostro de su compañero muerto. Le respondiera o no a la pregunta,
—No lo comprendéis. No trabajo para Sirio; todo lo contrario. Vine aquí buscando saber más sobre sus movimientos y su posición —dijo, decidiendo cooperar con los marines. No tenías muchas más opciones; la única otra forma que tenía para escapar de la situación era usando la fuerza bruta, quizás varios explosivos, y si quería volver a su antiguo puesto como Cipher Pol debía evitar en la medida de lo posible—. ¿Por qué no le dices a los monos con escopetas que dejen de apuntarme y me siento tranquilamente a negociar con tu jefe? Todos tenemos el mismo objetivo aquí, no somos enemigos.
- Resumen:
- » Dnalor ha explicado sus motivos para acercarse a Vasili Komanoff, sin soltar ni una sola mentira. Tampoco es que le hubieran dado más opciones.
» Roland se encuentra con el percal, siendo humano por primera vez en la vida y pensando primero en una niña pequeña en vez de pensar en él. Después intenta explicar que no es enemigo de la marina y se ofrece a mantener una negociación con el jefe.
Kaito Takumi
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¿Sería este el nuevo comienzo de una nueva aventura para el corazón del Sr. Black? Puede. Aunque habiéndolo entendido como un rancio desafío más que como una vergonzosa invitación, pocas oportunidades tenía el pobre de que todo llegase a buen término.
—Tendré que esforzarme entonces—comentó, casi preparándose a sacar la espada en cualquier momento para acabar con la más que probable traición.
Después, a la salida de White, cruzó unas palabras con él. Unas en las que la sugerencia de una total traición fueron desalentadas con la amargura clásica del paliducho.
—No llevo den-den, ¿recuerdas? Y compadezco al tuyo —gruñó ante la clara dsiposición de que estaría al teléfono—. Zuu, ¿tú tienes den-den?
—¡Qué atrevido! ¡Te lo daré después del trabajo!
¿Para qué iba a quererlo antes?, se preguntó el pelirrojo, pero luego aquello se torció en que, obviamente, la mujer intentaría neutralizarle si hacía falta. Después de todo acababa de "bromear" con que siempre tenían la opción de traicionar a su jefe. Pero era una broma, ¿no? Claro...
—Zuu, voy contigo para ayudar con lo de Banners. Tú mandas... ¿Cómo es que nunca mando yo, ahora que lo pienso?—rumió, rascandose con molestia la mandíbula—. En fin. Vamos, Suchu.—añadió azuzando a su vago lagarto para que andara.
—Tendré que esforzarme entonces—comentó, casi preparándose a sacar la espada en cualquier momento para acabar con la más que probable traición.
Después, a la salida de White, cruzó unas palabras con él. Unas en las que la sugerencia de una total traición fueron desalentadas con la amargura clásica del paliducho.
—No llevo den-den, ¿recuerdas? Y compadezco al tuyo —gruñó ante la clara dsiposición de que estaría al teléfono—. Zuu, ¿tú tienes den-den?
—¡Qué atrevido! ¡Te lo daré después del trabajo!
¿Para qué iba a quererlo antes?, se preguntó el pelirrojo, pero luego aquello se torció en que, obviamente, la mujer intentaría neutralizarle si hacía falta. Después de todo acababa de "bromear" con que siempre tenían la opción de traicionar a su jefe. Pero era una broma, ¿no? Claro...
—Zuu, voy contigo para ayudar con lo de Banners. Tú mandas... ¿Cómo es que nunca mando yo, ahora que lo pienso?—rumió, rascandose con molestia la mandíbula—. En fin. Vamos, Suchu.—añadió azuzando a su vago lagarto para que andara.
- Resumen:
- Pues voy con zuzu, he hablado con el señor william por dc y medio simulado la conver. Croe que la pondrá el.
Hayden Ashworth
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Si bien los soldados estaban motivados, seguían nerviosos. La batalla que se avecinaba era peligrosa. El batallón se encontraba en su posición, dispuestos a atacar en cuanto llegase el momento tal como dictaba el plan. El dragón, en cambio, pretendía algo distinto. Su plan era alejar a Sirio de la zona de batalla y combatir contra él lejos de las murallas. Con él ocupado sus tropas lucharían solas y además no habría gente de su bando afectada por las fuerzas chocantes del combate. Parecía que las tropas enemigas llegarían en cualquier momento. Miró a Wyrm y luego al resto de marines.
—El simple hecho de que hayáis mostrado valor suficiente para salir a combatir, para alistaros, luchar por la justicia y el orden... Ya os hace héroes. Independientemente de la victoria o la derrota. No lucháis por reconocimiento. Lucháis por la paz, para evitar que piratas que aclaman la palabra libertad mientras hacen daño a inocentes se salgan con la suya. Para demostrar que la marina hace lo que hace no porque queramos medallas, fama y reconocimiento... No por una recompensa. Si no porque es lo correcto. Porque es lo decente... Porque nadie más lo hará. —Ruido. Explosión. Una enorme bola de fuego chocó contra la muralla. Aquel era el ataque de Sirio. El dragón se quitó la chaqueta, quedando tan solo con sus guantes y una camiseta negra de manga corta algo ajustada, marcando su torso musculado por el entrenamiento —. Voy a alejar a Sirio. En cuanto aterrice, atacáis junto al resto. Estad atentos.
Entonces, dando una última mirada de confianza a Wyrm, despegó del suelo haciendo el Geppou. Con rapidez pasó por encima de la muralla y se adentró al cúmulo de enemigos que formaban las fuerzas de Sirio. Entonces bajó en picado, propulsándose con fuego. Su cuerpo entero se vio rodeado de llamas. Impactó en el suelo con el puño, haciéndolo temblar a varios metros a la redonda a la par que dejaba escapar su Haki para demostrar que ya había llegado. El fuego que lo rodeaba se expandió, buscando quemar a cualquiera de los piratas que tuviese cerca. Una vez el fuego se hubiese disipado, ahí se veía al vicealmirante, con el puño en el suelo y una mirada decidida. Se puso de pie y empezó a correr hacía los piratas que se acercaban cual ejército, sabiendo que los suyos deberían haber atacado ya.
—¡SAL DE TU ESCONDITE, SIRIO!
Y saltó, buscando impactar de nuevo con fuego donde estaban los piratas para llamar la atención del perro y atraerlo.
—El simple hecho de que hayáis mostrado valor suficiente para salir a combatir, para alistaros, luchar por la justicia y el orden... Ya os hace héroes. Independientemente de la victoria o la derrota. No lucháis por reconocimiento. Lucháis por la paz, para evitar que piratas que aclaman la palabra libertad mientras hacen daño a inocentes se salgan con la suya. Para demostrar que la marina hace lo que hace no porque queramos medallas, fama y reconocimiento... No por una recompensa. Si no porque es lo correcto. Porque es lo decente... Porque nadie más lo hará. —Ruido. Explosión. Una enorme bola de fuego chocó contra la muralla. Aquel era el ataque de Sirio. El dragón se quitó la chaqueta, quedando tan solo con sus guantes y una camiseta negra de manga corta algo ajustada, marcando su torso musculado por el entrenamiento —. Voy a alejar a Sirio. En cuanto aterrice, atacáis junto al resto. Estad atentos.
Entonces, dando una última mirada de confianza a Wyrm, despegó del suelo haciendo el Geppou. Con rapidez pasó por encima de la muralla y se adentró al cúmulo de enemigos que formaban las fuerzas de Sirio. Entonces bajó en picado, propulsándose con fuego. Su cuerpo entero se vio rodeado de llamas. Impactó en el suelo con el puño, haciéndolo temblar a varios metros a la redonda a la par que dejaba escapar su Haki para demostrar que ya había llegado. El fuego que lo rodeaba se expandió, buscando quemar a cualquiera de los piratas que tuviese cerca. Una vez el fuego se hubiese disipado, ahí se veía al vicealmirante, con el puño en el suelo y una mirada decidida. Se puso de pie y empezó a correr hacía los piratas que se acercaban cual ejército, sabiendo que los suyos deberían haber atacado ya.
—¡SAL DE TU ESCONDITE, SIRIO!
Y saltó, buscando impactar de nuevo con fuego donde estaban los piratas para llamar la atención del perro y atraerlo.
- Resumen:
- Dar la orden de atacar cuando yo ataque, lucirme un poco con golpe al suelo, fuego y haki del rey y luego gritar por Sirio
«¿Vasili? ¿Quién es Vasili?», cuestionó en silencio mientras se aseguraba de no variar su postura, mostrándose tranquilo junto a Ruffo y Polastri mientras esos dos terminaban de hablar. Parecía que, al final, la ruta de la epidemia fiestera sería la opción por la que se decantarían para llegar hasta el punto de encuentro. Evidentemente, que no fueran a atravesar una zona caliente del conflicto no implicaba que se sintiera cómodo con tener que cruzar aquellos manglares; de hecho, una epidemia podía ser algo tan o más temible que un grupo de gente armada, pero al menos les sería más sencillo moverse sin llamar la atención —y, esperaba, sin damnificados—.
El agente Ral había solicitado convenientemente que se les entregaran mascarillas para evitar la exposición al virus... fuera lo que fuera, sin que supieran realmente si aquello bastaría para protegerse de la transmisión. Tal vez fuera inútil, pero seguro que sería mejor que no llevar nada. Le alegraba ver que contaban con alguien despierto en el equipo, aunque la advertencia que siguió a su petición no lo hizo tanto. Sí, sabía que la posibilidad de que alguno de ellos se volviera en contra de sus compañeros por contraer el virus era una realidad y que, sin duda, tendrían que ponerle remedio. Verse en la necesidad de eliminarlos, sin embargo, era algo completamente distinto. En serio, ¿no quedaba ni un atisbo de humanidad en aquella puñetera agencia? La misión era prioritaria, pero eso no implicaba que tuvieran que resolver cualquier problema a base de ejecuciones. «Issei debe tener postulantes al Cipher Pol 9 para aburrir», se dijo, suspirando con resignación.
—Procuremos entonces no vernos en la necesidad de tomar medidas extremas —indicó, colocándose la mascarilla antes de ponerse en marcha—. Dado que parece que se ha podido mantener el foco del virus en algunos manglares, asumiré que la transmisión por aire no debe de ser excesivamente efectiva. No soy virólogo, pero tal vez baste con evitar a los infectados en la medida de lo posible.
No tardaron en llegar hasta el manglar número diez, un sitio cuya visión transmitía en todo su esplendor la desesperación de las buenas gentes del archipiélago; edificios en ruinas en contraste con otros que se encontraban intactos, pero todos con el mismo elemento en común: las calles y el islote en general se encontraban en completo silencio. Bir-D, por su parte, no parecía dar con nadie que se estuviera moviendo por allí, por lo que en principio contarían con la posibilidad de moverse libremente por el manglar sin toparse con obstáculos insalvables. Al menos, eso es lo que había pensado hasta que el robot alado localizó un grupo que se movilizaba por entre los callejones, transmitiendo hasta el implante de Kusanagi la imagen de cierto rubio que, para su desgracia, le era demasiado familiar.
—Tío, no puede ser... —se le escapó, al tiempo que rodaba los ojos y suspiraba con desdén. ¿Es que ese tío le perseguía o algo? ¿Tenía un admirador y no se había dado cuenta? Demonios—. Señora Polastri —llamó a su superiora—, el pájaro ha localizado a un grupo no muy lejos de aquí. Solo reconozco a uno de ellos: el ex–agente del Cipher Pol, Roland Oppenheimer. No sé qué hará ahí, pero esa gente no parece especialmente... limpia. Que estén aquí no puede implicar nada bueno. ¿Tal vez debamos acercarnos a ver qué traman? No están muy lejos de aquí.
Dejaría que la jefa de operaciones decidiera si debía enviar a uno solo de ellos, a parte o a todo el grupo, pero no sería el primero en ofrecerse voluntario. Tal vez debiera, pero estaba un poco hasta la coronilla de ese individuo, si bien había demostrado que podía ser competente... en algún extraño y retorcido sentido, pero parecía que su vida no había hecho otra cosa más que ir en declive desde su encuentro en Water Seven durante la Gran Carrera. Recordaba bien el tiempo que empleó en redactar aquel informe, buscando encauzar de alguna forma la carrera del muchacho, antes de recibir la noticia de que se había atrevido a robar en propiedad gubernamental, o de la Marina... ni se acordaba ya. Que hubiera estado a punto de matarlo dos semanas antes tampoco ayudaba a mejorar su imagen. Si nadie se ofrecía voluntario lo haría él, pero le cedería la oportunidad a sus compañeros —en especial a Ral— si así lo deseaban.
El agente Ral había solicitado convenientemente que se les entregaran mascarillas para evitar la exposición al virus... fuera lo que fuera, sin que supieran realmente si aquello bastaría para protegerse de la transmisión. Tal vez fuera inútil, pero seguro que sería mejor que no llevar nada. Le alegraba ver que contaban con alguien despierto en el equipo, aunque la advertencia que siguió a su petición no lo hizo tanto. Sí, sabía que la posibilidad de que alguno de ellos se volviera en contra de sus compañeros por contraer el virus era una realidad y que, sin duda, tendrían que ponerle remedio. Verse en la necesidad de eliminarlos, sin embargo, era algo completamente distinto. En serio, ¿no quedaba ni un atisbo de humanidad en aquella puñetera agencia? La misión era prioritaria, pero eso no implicaba que tuvieran que resolver cualquier problema a base de ejecuciones. «Issei debe tener postulantes al Cipher Pol 9 para aburrir», se dijo, suspirando con resignación.
—Procuremos entonces no vernos en la necesidad de tomar medidas extremas —indicó, colocándose la mascarilla antes de ponerse en marcha—. Dado que parece que se ha podido mantener el foco del virus en algunos manglares, asumiré que la transmisión por aire no debe de ser excesivamente efectiva. No soy virólogo, pero tal vez baste con evitar a los infectados en la medida de lo posible.
No tardaron en llegar hasta el manglar número diez, un sitio cuya visión transmitía en todo su esplendor la desesperación de las buenas gentes del archipiélago; edificios en ruinas en contraste con otros que se encontraban intactos, pero todos con el mismo elemento en común: las calles y el islote en general se encontraban en completo silencio. Bir-D, por su parte, no parecía dar con nadie que se estuviera moviendo por allí, por lo que en principio contarían con la posibilidad de moverse libremente por el manglar sin toparse con obstáculos insalvables. Al menos, eso es lo que había pensado hasta que el robot alado localizó un grupo que se movilizaba por entre los callejones, transmitiendo hasta el implante de Kusanagi la imagen de cierto rubio que, para su desgracia, le era demasiado familiar.
—Tío, no puede ser... —se le escapó, al tiempo que rodaba los ojos y suspiraba con desdén. ¿Es que ese tío le perseguía o algo? ¿Tenía un admirador y no se había dado cuenta? Demonios—. Señora Polastri —llamó a su superiora—, el pájaro ha localizado a un grupo no muy lejos de aquí. Solo reconozco a uno de ellos: el ex–agente del Cipher Pol, Roland Oppenheimer. No sé qué hará ahí, pero esa gente no parece especialmente... limpia. Que estén aquí no puede implicar nada bueno. ¿Tal vez debamos acercarnos a ver qué traman? No están muy lejos de aquí.
Dejaría que la jefa de operaciones decidiera si debía enviar a uno solo de ellos, a parte o a todo el grupo, pero no sería el primero en ofrecerse voluntario. Tal vez debiera, pero estaba un poco hasta la coronilla de ese individuo, si bien había demostrado que podía ser competente... en algún extraño y retorcido sentido, pero parecía que su vida no había hecho otra cosa más que ir en declive desde su encuentro en Water Seven durante la Gran Carrera. Recordaba bien el tiempo que empleó en redactar aquel informe, buscando encauzar de alguna forma la carrera del muchacho, antes de recibir la noticia de que se había atrevido a robar en propiedad gubernamental, o de la Marina... ni se acordaba ya. Que hubiera estado a punto de matarlo dos semanas antes tampoco ayudaba a mejorar su imagen. Si nadie se ofrecía voluntario lo haría él, pero le cedería la oportunidad a sus compañeros —en especial a Ral— si así lo deseaban.
- Resumen:
- • Intentar calmar los ánimos para evitar matanzas de compañeros innecesarias.
• Informar del avistamiento de Oppen y tratar de escaquearse de tener que ir él a espiarlo.
Hamlet
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La tropa estaba inquieta, podía notarlo. No en balde había sido uno de ellos no hacía demasiado tiempo. No quité la mirada de todas y cada una de sus armas. Tenían que mantenerse lo suficientemente bien mantenidas como para soportar el combate que se avecinaba. Avisó a algunos de los reclutas para que sustituyeran sus fusiles. Cuando no quedó ni un solo defecto visible en la formación, clavé la mirada en el Vicealmirante. Deseaba saber lo que rondaba su cabeza. Deseaba darle palabras de apoyo y prometerle que mantendría su espalda vigilada en la refriega. Pero nada de eso era posible. Era más que posible caer en aquella batalla, pero mi mayor miedo seguía siendo expresar en voz alta mis preocupaciones.
En lugar de dedicarle palabras a mi comandante, me desplacé a su lado para que supiera que podía contar conmigo. Me mantuve firme durante su arenga. Escuché todas sus palabras, pues sabía que también iban dirigidas a mí. Me pregunté si él, siendo poderoso como era, también necesitaba esa reafirmación. ¿Necesitaría alguien de tanto poder saber que su muerte no sería en vano? ¿Tendría miedo?
Mis pensamientos acallaron la poderosa voz de liderazgo del Vicealmirante, pero logró despertar de su trance con la mirada de confianza de su líder. No, sabía que mientras luchase junto a él, su muerte no sería en vano. Alguien tan virtuoso como el Vicealmirante no iba a caer ante una causa poco importante. Lideraría la carga frente a los soldados más avezados del manglar 70, sin miedo a la muerte, contra la personificación del Mal. Sí, ¡la Justicia prevalecería!
Devolvió la mirada a Kasai y apretó los dientes. Asintió con la cabeza, indicándole que le seguiría hasta el infierno si fuera necesario. El Vicealmirante despegó, e intentando imitar su voz de liderazgo, desenvainé a Elsinor y apunté al cielo.
-¡No falléis a la Justicia! ¡Mantened las formaciones de disparo y priorizad a los objetivos pequeños! ¡Por la Marina!
Notándome bastante menos elocuente que mi líder y sintiéndome ligeramente avergonzado, activé los cohetes de la armadura para seguirle. El Vicealmirante ya había aterrizado y desató un mar de llamas contra los piratas del Ardiente. No pude evitar sonreír por la ironía. En cuanto finalizó su ataque, me detuve a su lado y me puse en guardia. Kimura siempre ordenaba resolver los problemas en parejas, y no iba a permitir que los puntos débiles del Vicealmirante quedaran al descubierto. No dije ni una sola palabra, no hacía falta. La locuacidad no iba a servirme como escudo en este combate.
En lugar de dedicarle palabras a mi comandante, me desplacé a su lado para que supiera que podía contar conmigo. Me mantuve firme durante su arenga. Escuché todas sus palabras, pues sabía que también iban dirigidas a mí. Me pregunté si él, siendo poderoso como era, también necesitaba esa reafirmación. ¿Necesitaría alguien de tanto poder saber que su muerte no sería en vano? ¿Tendría miedo?
Mis pensamientos acallaron la poderosa voz de liderazgo del Vicealmirante, pero logró despertar de su trance con la mirada de confianza de su líder. No, sabía que mientras luchase junto a él, su muerte no sería en vano. Alguien tan virtuoso como el Vicealmirante no iba a caer ante una causa poco importante. Lideraría la carga frente a los soldados más avezados del manglar 70, sin miedo a la muerte, contra la personificación del Mal. Sí, ¡la Justicia prevalecería!
Devolvió la mirada a Kasai y apretó los dientes. Asintió con la cabeza, indicándole que le seguiría hasta el infierno si fuera necesario. El Vicealmirante despegó, e intentando imitar su voz de liderazgo, desenvainé a Elsinor y apunté al cielo.
-¡No falléis a la Justicia! ¡Mantened las formaciones de disparo y priorizad a los objetivos pequeños! ¡Por la Marina!
Notándome bastante menos elocuente que mi líder y sintiéndome ligeramente avergonzado, activé los cohetes de la armadura para seguirle. El Vicealmirante ya había aterrizado y desató un mar de llamas contra los piratas del Ardiente. No pude evitar sonreír por la ironía. En cuanto finalizó su ataque, me detuve a su lado y me puse en guardia. Kimura siempre ordenaba resolver los problemas en parejas, y no iba a permitir que los puntos débiles del Vicealmirante quedaran al descubierto. No dije ni una sola palabra, no hacía falta. La locuacidad no iba a servirme como escudo en este combate.
- Resumen:
- Seguir a Zuko al infierno.
RAL
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Sin duda era una zona de guerra. Las ruinas y los cuerpos eran silenciosos testigos de la bulliciosa ciudad que en su día se alzó formando los restos de calles por donde nos movíamos. Un lugar que vivió tiempos mejores y que ha sido arrasado por la ambición de unos desalmados con ansia de poder. Pero no podía evitar pensar que toda esta desolación pudo haber sido evitada, se aprovecharon en un delicado equilibrio, en pactos no escritos y en una confianza inestable entre las fuerzas del gobierno y los numerosos criminales que aprovechaban esta ciudad como lugar de paso. Si, todas esas bandas y organizaciones se comportaban dentro de lo que cabía y aportaban a la economía. Pero todo esto sobre una delicada balanza que alguien había volcado para su propio beneficio.
La abundancia de cuerpos no hacía más que recordarnos el coste en vidas humanas que este conflicto se estaba cobrando, así como hacer que estuviéramos más alerta que nunca. De todas formas si Rita pensaba lo mismo que yo, cuando terminásemos la misión podríamos coger uno de los más irreconocibles y fingir su muerte con alguna de sus pertenencias. Esto la protegería de las represalias y mi parte del trato estaría cumplida. De todas formas, por seguridad, no hablaría de eso delante de todos por ahora. Y hablando de decir algo...
Todo el viaje nos había acompañado un silencio que manteníamos por cautela. Un silencio tenso, pero que nos había ayudado a no ser descubiertos, pero el agente Kusanagi fue el primero en romperlo. Por su tono juraría que lo hizo sin darse cuenta y por algo que logró descubrir, pero lo más interesante de todo serían las palabras que saldrían a continuación de su boca.
- Yo me encargo. - Dije con tono seco antes de que nadie más se ofreciera. - Puede que esto nos aporte respuestas. Rita, tú decides si acompañarme a mí o a ellos. - Saqué a Purgatio y cargué un cartucho en el cañón antes de encarar la dirección indicada. - Intentaré llegar al punto de encuentro a tiempo, sino seguid sin mí. Ah... cierto. En el historial de Banners pone que es narcotraficante, seguramente tenga al menos un laboratorio bien equipado, puede que esté en nuestros intereses solicitar una colaboración también a la hora de desarrollar una vacuna.
Dicho esto me escabullí entre las ruinas en la dirección que Kusanagi me indicó. No era muy difícil encontrar el lugar, sorprendentemente había estructuras que habían sido extrañamente respetadas por los estragos de la guerra y había voces que provenían de estas. No pude escuchar toda la conversación pero estaba claro que eran los individuos que el agente dijo. Sin acercarme procuré usar muros a medio derruir para subir hasta una de las murallas que flanqueaban el callejón, a una distancia prudencial. Dejé a Purgatio en el suelo y barajé las posibilidades de entrada que tenía, tenía un tiro limpio sobre el traidor, pero si lo ejecutaba nada impedía que los otros se volvieran un problema, y el humo del gordo me daba mala espina. Si lo tenían rodeado podía usar eso a mi favor... pero no renunciaría a la ventaja del primer golpe. Llevé la mano a una cartuchera y saqué una de las granadas del lanzagranadas instalado bajo el cañón de Redemtio. El tamaño de aquella pistola, sumado al accesorio de daban un aspecto casi cómico. Cerré la cámara y empuñé la pistola con la izquierda, dejando un dedo para el gatillo del lanzagranadas, luego cogí la escopeta con la derecha, había cargado un primer disparo de munición Slug, el proyectil sólido sería perfecto para un primer golpe, el resto eran munición estándar.
Me puse de pie, y me posicioné en un lugar adecuado, a ser posible a espaldas del grandullón, sobre la muralla, a unos treinta metros. Elevé la izquierda, apuntando al grupo y compensando la depresión de un lanzamiento neumático. Inspiré hondo, repitiendo el lema de la familia en mi mente. Abrí los ojos y apreté el gatillo, un sonoro "Zump" salió del cañón, con una granada destinada a impactar en medio del grupo. Pero antes de que llegase a caer elevaría el brazo derecho, apoyando el peso de la escopeta sobre el izquierdo ahora flexionado en cruz y dispararía apuntando al brazo del arma del hombre del mazo.
- ¡Excelente trabajo Roland! ¡Sabía que lograrías traerme a su guarida! - Grité desde la altura. Obviamente era una mentira, pero en el calor del momento ¿Se volverían contra él?
La abundancia de cuerpos no hacía más que recordarnos el coste en vidas humanas que este conflicto se estaba cobrando, así como hacer que estuviéramos más alerta que nunca. De todas formas si Rita pensaba lo mismo que yo, cuando terminásemos la misión podríamos coger uno de los más irreconocibles y fingir su muerte con alguna de sus pertenencias. Esto la protegería de las represalias y mi parte del trato estaría cumplida. De todas formas, por seguridad, no hablaría de eso delante de todos por ahora. Y hablando de decir algo...
Todo el viaje nos había acompañado un silencio que manteníamos por cautela. Un silencio tenso, pero que nos había ayudado a no ser descubiertos, pero el agente Kusanagi fue el primero en romperlo. Por su tono juraría que lo hizo sin darse cuenta y por algo que logró descubrir, pero lo más interesante de todo serían las palabras que saldrían a continuación de su boca.
- Yo me encargo. - Dije con tono seco antes de que nadie más se ofreciera. - Puede que esto nos aporte respuestas. Rita, tú decides si acompañarme a mí o a ellos. - Saqué a Purgatio y cargué un cartucho en el cañón antes de encarar la dirección indicada. - Intentaré llegar al punto de encuentro a tiempo, sino seguid sin mí. Ah... cierto. En el historial de Banners pone que es narcotraficante, seguramente tenga al menos un laboratorio bien equipado, puede que esté en nuestros intereses solicitar una colaboración también a la hora de desarrollar una vacuna.
Dicho esto me escabullí entre las ruinas en la dirección que Kusanagi me indicó. No era muy difícil encontrar el lugar, sorprendentemente había estructuras que habían sido extrañamente respetadas por los estragos de la guerra y había voces que provenían de estas. No pude escuchar toda la conversación pero estaba claro que eran los individuos que el agente dijo. Sin acercarme procuré usar muros a medio derruir para subir hasta una de las murallas que flanqueaban el callejón, a una distancia prudencial. Dejé a Purgatio en el suelo y barajé las posibilidades de entrada que tenía, tenía un tiro limpio sobre el traidor, pero si lo ejecutaba nada impedía que los otros se volvieran un problema, y el humo del gordo me daba mala espina. Si lo tenían rodeado podía usar eso a mi favor... pero no renunciaría a la ventaja del primer golpe. Llevé la mano a una cartuchera y saqué una de las granadas del lanzagranadas instalado bajo el cañón de Redemtio. El tamaño de aquella pistola, sumado al accesorio de daban un aspecto casi cómico. Cerré la cámara y empuñé la pistola con la izquierda, dejando un dedo para el gatillo del lanzagranadas, luego cogí la escopeta con la derecha, había cargado un primer disparo de munición Slug, el proyectil sólido sería perfecto para un primer golpe, el resto eran munición estándar.
Me puse de pie, y me posicioné en un lugar adecuado, a ser posible a espaldas del grandullón, sobre la muralla, a unos treinta metros. Elevé la izquierda, apuntando al grupo y compensando la depresión de un lanzamiento neumático. Inspiré hondo, repitiendo el lema de la familia en mi mente. Abrí los ojos y apreté el gatillo, un sonoro "Zump" salió del cañón, con una granada destinada a impactar en medio del grupo. Pero antes de que llegase a caer elevaría el brazo derecho, apoyando el peso de la escopeta sobre el izquierdo ahora flexionado en cruz y dispararía apuntando al brazo del arma del hombre del mazo.
- ¡Excelente trabajo Roland! ¡Sabía que lograrías traerme a su guarida! - Grité desde la altura. Obviamente era una mentira, pero en el calor del momento ¿Se volverían contra él?
- Resumen:
- Presentarme voluntario para cazar un traidor, le dejo la decisión a Rita por si quiere venir o se queda con el resto en un lugar más seguro.
Roland Oppenheimer
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Dnalor seguía en pie, esperando la respuesta del matón. Todo iba a pedir de boca, hasta que escuchó un pequeño Zump. Su oreja derecha se movió, reaccionando al sonido, y levantó la cabeza para encontrar a un extraño personaje enmascarado que estaba disparando contra ellos. ¿Aquello era una granada?
Dnalor actuó rápido, abalanzándose sobre el proyectil con su escudo espejo por delante, con el que lo absorbería para introducirlo en su Dimensión Reflejo, donde probablemente estallaría. ¿Alguien les atacaba? ¿Intentaba matarlos? No sabía si el objetivo era él o eran los criminales. Quizás fueran todos. Pero le daba igual, era la oportunidad perfecta para demostrar su valía, y serviría como prueba para demostrar de buena fe su interés en colaborar con el criminal. Sería su... ¿Qué había dicho de llevarlo a dónde?
—¿PERO TÚ QUIÉN MIERDA TE HAS CREÍDO QUE ERES PARA DECIR ESAS GILIPOLLECES, IMBÉCIL? —maldijo, incapaz de contener la furia que le había inundado de golpe, como si una presa hubiera cedido ante la presión del agua y esta hubiera masacrado a la pequeña población a sus pies—. ¡LA PUTA PRIMERA VEZ QUE ALGUIEN ME DICE EXCELENTE TRABAJO Y SE TRATA DE UN MIERDAS QUE SOLO SABE MENTIR! ¡ESTO NO VA A QUEDAR ASÍ, ENMASCARADO COBARDE! —su voz resonó con fuerza.
Aquel hombre no solo le había atacado, sino que intentaba desbaratar sus planes, y eso no lo iba a permitir. No era más que una pulga en su camino, una pulga molesta que debía ser eliminada. Sin esperar por una respuesta por parte de los criminales, empezó a dar saltos en el aire, yendo en busca de aquel hombre. Su intención seguía siendo la misma, pero ahora lo hacía por venganza. No iba a dejar que ningún descerebrado entrometido le humillara de aquella forma, aunque fuera solo un clon. Cuando hubo recorrido la mitad de la distancia, lanzó un poderoso Rankyaku contra aquel hombre, y desenfundó su espada, listo para la contienda, mientras terminaba de alcanzar su posición con el Geppou.
—Reza tus últimas palabras —le diría en cuanto le alcanzara.
Dnalor actuó rápido, abalanzándose sobre el proyectil con su escudo espejo por delante, con el que lo absorbería para introducirlo en su Dimensión Reflejo, donde probablemente estallaría. ¿Alguien les atacaba? ¿Intentaba matarlos? No sabía si el objetivo era él o eran los criminales. Quizás fueran todos. Pero le daba igual, era la oportunidad perfecta para demostrar su valía, y serviría como prueba para demostrar de buena fe su interés en colaborar con el criminal. Sería su... ¿Qué había dicho de llevarlo a dónde?
—¿PERO TÚ QUIÉN MIERDA TE HAS CREÍDO QUE ERES PARA DECIR ESAS GILIPOLLECES, IMBÉCIL? —maldijo, incapaz de contener la furia que le había inundado de golpe, como si una presa hubiera cedido ante la presión del agua y esta hubiera masacrado a la pequeña población a sus pies—. ¡LA PUTA PRIMERA VEZ QUE ALGUIEN ME DICE EXCELENTE TRABAJO Y SE TRATA DE UN MIERDAS QUE SOLO SABE MENTIR! ¡ESTO NO VA A QUEDAR ASÍ, ENMASCARADO COBARDE! —su voz resonó con fuerza.
Aquel hombre no solo le había atacado, sino que intentaba desbaratar sus planes, y eso no lo iba a permitir. No era más que una pulga en su camino, una pulga molesta que debía ser eliminada. Sin esperar por una respuesta por parte de los criminales, empezó a dar saltos en el aire, yendo en busca de aquel hombre. Su intención seguía siendo la misma, pero ahora lo hacía por venganza. No iba a dejar que ningún descerebrado entrometido le humillara de aquella forma, aunque fuera solo un clon. Cuando hubo recorrido la mitad de la distancia, lanzó un poderoso Rankyaku contra aquel hombre, y desenfundó su espada, listo para la contienda, mientras terminaba de alcanzar su posición con el Geppou.
—Reza tus últimas palabras —le diría en cuanto le alcanzara.
- Resumen:
- » Intenta evitar el ataque de Ral con su escudo espejo.
» Gritar loco de rabia intentando demostrar así que no son para nada aliados.
» Lanzarse de cabeza a por Ral.- Usado:
- - Sentidos felinos: Al igual que su vista y su fuerza es muy superior, el resto de sus sentidos como el oído o el olfato son sencillamente superiores, gozando de una muy buena audición que le permite escuchar aunque tenga una capucha en la cabeza y de un olfato entrenado con el que podría distinguir a personas, animales, además de darse cuenta de sustancias que hayan sido alteradas con químicos.
Las esperas se me hacían eternas por cortas que fuesen y, sobre todo, insufribles. Veía cómo mis recién adquiridos subordinados temporales se movían aplicadamente a mi alrededor. Los dos prototipos de cañones habían sido apropiadamente colocados sobre las murallas, perfectamente a la vista y en apariencia abandonados por sus artilleros. El resto de la artillería movilizada hacia lo alto de la muralla había sido dispuesta en línea, aunque a un par de metros del borde para que no fuese divisable desde abajo.
Yo, por mi parte, escuchaba el paripé que habían decidido formar degustando una bolsa de pistachos en un taburete con sillín de tela. Me había posicionado justo en el centro del ajetreo de la muralla. Tal vez molestase ahí... No, de hecho molestaba, pero no había lugar mejor para contemplar todo lo que sucedía a mi alrededor. Había podido ver cómo algún que otro marine me dirigía una mirada de soslayo, pero las había ignorado deliberadamente. Ya cambiarían de opinión... Y si no lo hacían sería porque habrían muerto. En cualquier caso, no habría culpa con la que cargar.
Fue entonces cuando sonó el grito de guerra de los hombres de Sirio. El espectáculo estaba a punto de comenzar, así que cerré la bolsa de pistachos y la guardé en un bolsillo interno de mi túnica. Me levanté y me aproximé al precipicio, permaneciendo cerca de los prototipos y apoyando mis manos sobre un saliente en actitud relajada. Sólo necesitaba el momento oportuno, esperando que el enemigo reaccionase a la aparición de Zuko como cabía esperar. Mientras tanto no había otra opción más que proporcionar fuego de cobertura.
-Permaneced ocultos hasta que estén más cerca -dije en un tono de voz lo suficientemente alto como para que todos me escucharan. Los soldados aguardaban en perfecta formación junto a la artillería, preparados para desplazarla hacia el frente apenas diese la orden.
Mis manos se abrieron, quedando mis manos orientadas hacia el frente cual garras de depredador. Las yemas de mis dedos resplandecieron durante un breve instante antes de que el aluvión luminoso comenzase. Uno tras otro, los láseres emergían de mis dedos como si fuesen vomitados por el mismísimo demonio. El fuego de dos ametralladoras lumínicas tan constantes como letales no tardó en llover sobre el enemigo que avanzaba hacia nosotros. Pero aún venían de frente; tenía que aguardar.
Yo, por mi parte, escuchaba el paripé que habían decidido formar degustando una bolsa de pistachos en un taburete con sillín de tela. Me había posicionado justo en el centro del ajetreo de la muralla. Tal vez molestase ahí... No, de hecho molestaba, pero no había lugar mejor para contemplar todo lo que sucedía a mi alrededor. Había podido ver cómo algún que otro marine me dirigía una mirada de soslayo, pero las había ignorado deliberadamente. Ya cambiarían de opinión... Y si no lo hacían sería porque habrían muerto. En cualquier caso, no habría culpa con la que cargar.
Fue entonces cuando sonó el grito de guerra de los hombres de Sirio. El espectáculo estaba a punto de comenzar, así que cerré la bolsa de pistachos y la guardé en un bolsillo interno de mi túnica. Me levanté y me aproximé al precipicio, permaneciendo cerca de los prototipos y apoyando mis manos sobre un saliente en actitud relajada. Sólo necesitaba el momento oportuno, esperando que el enemigo reaccionase a la aparición de Zuko como cabía esperar. Mientras tanto no había otra opción más que proporcionar fuego de cobertura.
-Permaneced ocultos hasta que estén más cerca -dije en un tono de voz lo suficientemente alto como para que todos me escucharan. Los soldados aguardaban en perfecta formación junto a la artillería, preparados para desplazarla hacia el frente apenas diese la orden.
Mis manos se abrieron, quedando mis manos orientadas hacia el frente cual garras de depredador. Las yemas de mis dedos resplandecieron durante un breve instante antes de que el aluvión luminoso comenzase. Uno tras otro, los láseres emergían de mis dedos como si fuesen vomitados por el mismísimo demonio. El fuego de dos ametralladoras lumínicas tan constantes como letales no tardó en llover sobre el enemigo que avanzaba hacia nosotros. Pero aún venían de frente; tenía que aguardar.
- Resumen:
- Dejar a todo el escuadrón de artillería oculto un poco más para que cuando aparezcan el enemigo no esté a tiempo de retroceder. Mientras tanto, usar Shining Machine Gun para llevarme por delante a tantos como pueda.
A decir verdad no tenía demasiado claro qué estaba sucediendo delante de mis narices. El agente Kusanagi transmitía cierto aire de suspicacia, o eso me parecía entrever, claro que mis dotes para leer a la gente en ese sentido eran más bien escasas. Seguramente no tendría mayor trascendencia y sólo sería fruto de la tensión del momento, que influía negativamente sobre mi psique y me hacía pensar cosas como aquélla.
De cualquier modo, el tipo con pinta de gato -porque era imposible olvidar el nombre de alguien tan peculiar-, llamado Roland Oppenheimer, había sido avistado en las cercanías y el agente recién incorporado al grupo parecía mostrar un especial interés en darle su merecido castigo. ¿Tendrían algo personal? ¿Alguna rencilla del pasado? A saber, pero lo cierto era que no me sentía demasiado cómodo encargándome de alguien que en el pasado había vestido el mismo uniforme que yo. Aquello no significaba que estuviese en contra de lo que el trajeado proponía ni muchísimo menos. Quien traicionaba al Cipher Pol no merecía una recompensa más laxa. Tampoco implicaba que legado el momento fuese a dudar; si se me decía que debía morir y estaba en mi mano, lo haría sin problema. No, simplemente era una cuestión de comodidad.
Fuera como fuese, no me opuse en ningún momento a que el de la máscara se encargase de aquella tarea y simplemente me dediqué a contemplar los alrededores. Admirar habría sido una palabra del todo inapropiada a la vista del lamentable estado en el que se encontraba el manglar. Apenas un par de ruinas habitables para resguardarse del frío de la noche y la lluvia. Por lo demás, desolación. El sonido de la guerra y de una siniestra fiesta llegaban a mis oídos desde la distancia, recordándome que me dirigía hacia lo desconocido por decisión de la mayoría del grupo. ¿Es que nadie había escuchado jamás eso de mejor malo conocido que bueno por conocer? Pues bien, a ese refrán le faltaba su continuación: lo bueno por conocer puede ser mil veces peor que lo malo. Pero claro, ¿qué razón podía tener un mentecato como yo?
-A por el grupo entonces, ¿no? ¿O me he enterado mal?
La señorita Polastri me iba a odiar -si no o hacía ya- sin ningún margen de error. No podía hacer nada al respecto, así que hice gala de mi habitual despreocupación y me consolé pensando que más tarde o más temprano mis almohadillas podrían terminar por demostrar su valía. Me quité los guantes, dejándolas al descubierto al ser conocedor de que en un lugar así no podía permitirme guardarme un as bajo la manga en ningún momento, pues ese momento podría significar la diferencia entre la vida y muerte. Y quería muchas cosas, pero morir no era una de ellas.
De cualquier modo, el tipo con pinta de gato -porque era imposible olvidar el nombre de alguien tan peculiar-, llamado Roland Oppenheimer, había sido avistado en las cercanías y el agente recién incorporado al grupo parecía mostrar un especial interés en darle su merecido castigo. ¿Tendrían algo personal? ¿Alguna rencilla del pasado? A saber, pero lo cierto era que no me sentía demasiado cómodo encargándome de alguien que en el pasado había vestido el mismo uniforme que yo. Aquello no significaba que estuviese en contra de lo que el trajeado proponía ni muchísimo menos. Quien traicionaba al Cipher Pol no merecía una recompensa más laxa. Tampoco implicaba que legado el momento fuese a dudar; si se me decía que debía morir y estaba en mi mano, lo haría sin problema. No, simplemente era una cuestión de comodidad.
Fuera como fuese, no me opuse en ningún momento a que el de la máscara se encargase de aquella tarea y simplemente me dediqué a contemplar los alrededores. Admirar habría sido una palabra del todo inapropiada a la vista del lamentable estado en el que se encontraba el manglar. Apenas un par de ruinas habitables para resguardarse del frío de la noche y la lluvia. Por lo demás, desolación. El sonido de la guerra y de una siniestra fiesta llegaban a mis oídos desde la distancia, recordándome que me dirigía hacia lo desconocido por decisión de la mayoría del grupo. ¿Es que nadie había escuchado jamás eso de mejor malo conocido que bueno por conocer? Pues bien, a ese refrán le faltaba su continuación: lo bueno por conocer puede ser mil veces peor que lo malo. Pero claro, ¿qué razón podía tener un mentecato como yo?
-A por el grupo entonces, ¿no? ¿O me he enterado mal?
La señorita Polastri me iba a odiar -si no o hacía ya- sin ningún margen de error. No podía hacer nada al respecto, así que hice gala de mi habitual despreocupación y me consolé pensando que más tarde o más temprano mis almohadillas podrían terminar por demostrar su valía. Me quité los guantes, dejándolas al descubierto al ser conocedor de que en un lugar así no podía permitirme guardarme un as bajo la manga en ningún momento, pues ese momento podría significar la diferencia entre la vida y muerte. Y quería muchas cosas, pero morir no era una de ellas.
- Resumen:
- Un poquito de relleno para decir que sigo al grupo, más que nada.
William White
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-Haremos lo que este en nuestra mano - concluí mientras alcanzaba con la mano el pomo de la puerta -No le hago perder más su tiempo, con su permiso señor Komaroff- diría marchándome definitivamente de la reunión, dejando al cincuentón asolas y sumido en sus propios pensamientos.
A las puertas de la salida, se topó con Kaito, el cual parecía haber abordado a su congénere, a la cual parecía chocarle el comportamiento del sireno, y es que, tanto en lo bueno como en lo malo, el ser de tez tostada era único en su especie. Aún así la atención del pulpo se redirigió a él tras salir de la sala, atosigándolo, con la pregunta de “Quién era el señor Banners”.
-Se que es el narcotraficante más importante de la isla, pero poco más, aunque nuestro querido señor tiene gran interés en él- diría lanzando una breve sonrisa y mirando a Zu -De hecho, se supone que usted y los suyos deben interceptar y evitar la posible comunicación que planea establecer con el gobierno mundial ¿Me equivoco? – pregunté a la mujer pez mirándole fijamente a los ojos, con una mirada bastante intensa -Aunque si quieres encargarte tú personalmente de ese asunto, no te detendré - le diría mientras continuaba avanzando y devolvía la mirada a Black- Aunque ten en cuenta esto, esta vez aliarse con tus amigos no es una opción como Diamuird, tenlo presente- finalizaría con tono seria y mirada helada, a sabiendas de las tendencias de su compañero.
Cuando su compañero le replicó diciendo que todavía no se había echo con un den den, no pudo evitar fruncir ligeramente el ceño, un gesto sutil e impropio de su persona, soltando un breve suspiro de resignación se dio media vuelta y miro a su compañero una última vez.
-Recuerdas mi número, ¿Verdad? - le comentó recordando el número que le había dado en la primera reunión que tuvieron en “El té del viajero” -Si tienes problemas hazte con un terminal y llámame, por lo demás, no dudes en llevar hasta las últimas consecuencias en post de evitar el contacto. El mensaje de los Ambrose ha de quedar claro- finalizó, a la espera de que su compañero supiera leer entre líneas, y es que con un narco menos, más fácil le resultaría adueñarse del vacío que pudiera dejar Banners, lo cual sumado al favor de los Ambrose lo convertirían automáticamente en una figura relevante en los bajos fondos del manglar.
Despidiéndose con un gesto de la pareja, encaminó con cuidado hacía la dirección que venía en la carta de instrucciones, la cual explicaba una ruta segura mediante la cual no se encontró ningún percance, aunque no poco grupo de corsarios, ladrones, prostitutas y demás calaña que se había expandido por la isla como si de una plaga se tratará. Y es que, aunque el panorama fuera de guerra y de que apenas unos pocos edificios aguantar en pie impolutos, nada parecía impedir a aquellos hombres continuar con sus vidas. Ignorando cualquier interacción o voz que pudiera darle alguna de estos hombres, continué a buen paso, con una mano posada sobre la empuñadura de mi hoja.
Desafortunadamente, alguna de las miradas parecía posarse con mayor intensidad que otras, y es que después de todo, parecía que el dichoso cartel de setenta millones me había más famoso de lo que estaba dispuesto a reconocer.
Fuera como fuera, el punto de reunión se trataba de almacén abandonado con tejados de madera corroídos, el lugar no era muy grande en sí mismo, lo que explicaba en parte que estuviera agarrotado de cajas a salvedad del centro del laberinto. Allí aguardaba el misterioso grupo de infiltración que parecieron reconocerme al instante.
-Bueno, por lo que veo no tengo que presentarme ¿verdad? - arrancó con tono suave y vos dulzona, esperando una respuesta del grupo que supuestamente iba a comandar -Creo que sabemos de sobra quien me envía y a quien representamos. Pero antes de ponernos en marcha necesito saber cómo referirme a vosotros, no hace falta que sean nombres reales, ni apodos, pero si una forma de referirnos entre nosotros. También sería ideal saber cual son vuestros fuertes- prosiguió en un susurro remarcando que usar un código era mejor que exponer una identidad real, ya que no era raro que en operaciones de este tipo alguno de los integrantes fuera reconocido y su información cayera en manos del adversario -Agradecería que os referíais a mi como Zero y me expongáis los detalles o dudas que tenéis de esta esta operación, ya que tengo constancia de que os han comunicado como entraremos al complejo ¿Verdad?- concluiría con un tono suave, esperando que estos le explicarán el plan que había ideado para adentrarse en la fortaleza.
Una vez el grupo se hubiera presentado debidamente, y le hubiera puesto al corriente como iban a adentrarse en el interior del lado este de la fortaleza, sacando el mapa que le habían otorgado en la mansión, señalando el punto o puntos de entrada que le señalaran.
A las puertas de la salida, se topó con Kaito, el cual parecía haber abordado a su congénere, a la cual parecía chocarle el comportamiento del sireno, y es que, tanto en lo bueno como en lo malo, el ser de tez tostada era único en su especie. Aún así la atención del pulpo se redirigió a él tras salir de la sala, atosigándolo, con la pregunta de “Quién era el señor Banners”.
-Se que es el narcotraficante más importante de la isla, pero poco más, aunque nuestro querido señor tiene gran interés en él- diría lanzando una breve sonrisa y mirando a Zu -De hecho, se supone que usted y los suyos deben interceptar y evitar la posible comunicación que planea establecer con el gobierno mundial ¿Me equivoco? – pregunté a la mujer pez mirándole fijamente a los ojos, con una mirada bastante intensa -Aunque si quieres encargarte tú personalmente de ese asunto, no te detendré - le diría mientras continuaba avanzando y devolvía la mirada a Black- Aunque ten en cuenta esto, esta vez aliarse con tus amigos no es una opción como Diamuird, tenlo presente- finalizaría con tono seria y mirada helada, a sabiendas de las tendencias de su compañero.
Cuando su compañero le replicó diciendo que todavía no se había echo con un den den, no pudo evitar fruncir ligeramente el ceño, un gesto sutil e impropio de su persona, soltando un breve suspiro de resignación se dio media vuelta y miro a su compañero una última vez.
-Recuerdas mi número, ¿Verdad? - le comentó recordando el número que le había dado en la primera reunión que tuvieron en “El té del viajero” -Si tienes problemas hazte con un terminal y llámame, por lo demás, no dudes en llevar hasta las últimas consecuencias en post de evitar el contacto. El mensaje de los Ambrose ha de quedar claro- finalizó, a la espera de que su compañero supiera leer entre líneas, y es que con un narco menos, más fácil le resultaría adueñarse del vacío que pudiera dejar Banners, lo cual sumado al favor de los Ambrose lo convertirían automáticamente en una figura relevante en los bajos fondos del manglar.
Despidiéndose con un gesto de la pareja, encaminó con cuidado hacía la dirección que venía en la carta de instrucciones, la cual explicaba una ruta segura mediante la cual no se encontró ningún percance, aunque no poco grupo de corsarios, ladrones, prostitutas y demás calaña que se había expandido por la isla como si de una plaga se tratará. Y es que, aunque el panorama fuera de guerra y de que apenas unos pocos edificios aguantar en pie impolutos, nada parecía impedir a aquellos hombres continuar con sus vidas. Ignorando cualquier interacción o voz que pudiera darle alguna de estos hombres, continué a buen paso, con una mano posada sobre la empuñadura de mi hoja.
Desafortunadamente, alguna de las miradas parecía posarse con mayor intensidad que otras, y es que después de todo, parecía que el dichoso cartel de setenta millones me había más famoso de lo que estaba dispuesto a reconocer.
Fuera como fuera, el punto de reunión se trataba de almacén abandonado con tejados de madera corroídos, el lugar no era muy grande en sí mismo, lo que explicaba en parte que estuviera agarrotado de cajas a salvedad del centro del laberinto. Allí aguardaba el misterioso grupo de infiltración que parecieron reconocerme al instante.
-Bueno, por lo que veo no tengo que presentarme ¿verdad? - arrancó con tono suave y vos dulzona, esperando una respuesta del grupo que supuestamente iba a comandar -Creo que sabemos de sobra quien me envía y a quien representamos. Pero antes de ponernos en marcha necesito saber cómo referirme a vosotros, no hace falta que sean nombres reales, ni apodos, pero si una forma de referirnos entre nosotros. También sería ideal saber cual son vuestros fuertes- prosiguió en un susurro remarcando que usar un código era mejor que exponer una identidad real, ya que no era raro que en operaciones de este tipo alguno de los integrantes fuera reconocido y su información cayera en manos del adversario -Agradecería que os referíais a mi como Zero y me expongáis los detalles o dudas que tenéis de esta esta operación, ya que tengo constancia de que os han comunicado como entraremos al complejo ¿Verdad?- concluiría con un tono suave, esperando que estos le explicarán el plan que había ideado para adentrarse en la fortaleza.
Una vez el grupo se hubiera presentado debidamente, y le hubiera puesto al corriente como iban a adentrarse en el interior del lado este de la fortaleza, sacando el mapa que le habían otorgado en la mansión, señalando el punto o puntos de entrada que le señalaran.
- Resumen:
-Despedirse educadamente de la reunión, prometiendo su victoria
-Hablar con kaito y responder al dialogo acordado off-rol
-Reunirse con el grupo y proponer usar un código de nombres para comunicarse entre ellos , leyendo entre lineas que así expondrán menos información, así como preguntar por los puntos fuertes de cada uno.
-Tratar de tomar las riendas del grupo(ya que entendí de la reunión que el grupo esta a mi cargo) y preguntar por los detalles que sepan para la entrada en la fortaleza.
Haki de observación avanzado, Empatía: Los usuarios con sintonía en empatía desarrollan una gran capacidad de liderazgo, pudiendo entender cómo piensa la gente que les rodea y aprovechándolo para guiar mínimamente sus actos.
Normas del capítulo:
- Se moderará los martes entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los martes antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación:
- La traición de los clones (muchos manglares):
- Ronnie te mira, divertido. Escucha tu bonito drama sin inmutarse y, mientras el hombre de la maza coge el ddm para hacer una llamada, responde:
—Oh, entiendo… El mundo necesita trabajar en leyes que protejan a las mascotas para que no las desechen como te han desechado a ti. Porque eso eras, ¿verdad? Roland Oppenheimer, la mascota del Gobierno Mundial. —Una sonrisa burlesca se asoma en su cara, enseñando una hilera de colmillos muy parecida a la de un tiburón, salvo porque, bueno, es solo una hilera—. Al señor Komaroff no le gustan los gatos ni los traidores, pero si tan empeñados estás en vengarte… Está bien, ¿por qué no nos echas una mano? Juro por mi testículo derecho que, a cambio de traer la cabeza de Leroy Banners, te concederé una reunión con el señor Komaroff.
[Para seguir la moderación leer la del Agente Ral]
El doctor te mira, molesto. Se acomoda en su asiento y de su bata blanca saca una jeringuilla. Hace el típico testeo, presionándola un poco para que expulse un líquido medio viscoso y amarillento. No te da buena espina, es lo único que sabes.
—Detesto estas situaciones, pero no me dejas más remedio… —comenta con fastidio—. Como vuelvas a hacer una pregunta más, les ordenaré a estos hombres que te disparen en las piernas. Sé que estás en el límite entre ser retrasado y no, pero intenta esforzarte y colabora para que al menos puedas sernos de utilidad. —Hace una pausa y luego sigue—. No te vas a sentar ni vas a negociar porque no tienes nada que ofrecernos. Vas a guardar silencio y obedecerás, ¿de acuerdo? Si te pregunto quién eres, me dirás tu nombre. Si te pregunto qué haces aquí, me contarás absolutamente todo. Si no estás de acuerdo… —Vuelve a expulsar un chorrito de ese líquido—, hablarás por la fuerza. Así que tú decides: ¿Quién eres y qué haces aquí?
Los hombres no dejan de apuntarte, pero quién sabe cuánto tiempo puedan permanecer en esa rígida posición con el dedo acariciando el gatillo. No te ha respondido sobre la niña ni te ha permitido negociar. Estás aquí sólo para responder preguntas.
- Señor rompecorazones (manglar 1):
- Zu te mira sin ninguna expresión y entonces comienza a caminar, pero se detiene cuando el ddm suena. Habla con alguien y, en caso de preguntarle, te dirá que es un compañero de trabajo. Micael es su nombre, uno de los limpiadores.
—Han visto a unos agentes del Cipher Pol deambular por el manglar 10. Nuestra misión es sabotear las negociaciones entre el Gobierno Mundial y Leroy Banners. Como no hay tiempo te lo contaré todo por el camino.
Si decides seguir a la chica, te conducirá a la sala de los vehículos.
Zu se sube a un triciclo enchulado, bastante bonito y llamativo. Te ofrece el que está al lado (puedes describirlo como tú quieras, pero ten en consideración que es un triciclo), y está hecho especialmente para gyojins. Si no te gustan los triciclos, podrás subirte a ese enorme caracol con pedales. No es tan veloz como el triciclo, pero es mucho más estable. Si no tienes preguntas, te guiará hasta la zona de la misión mientras te comenta una que otra cosa.
—Si los limpiadores no pueden con los agentes en el manglar 10, deberemos pararlos en el manglar 9. Tenemos ventaja porque no saben que vamos tras ellos, así que aprovechemos el factor sorpresa. Si tienes una idea para capturarlos con vida, soy todo oídos.
Bueno, bueno, parece que tienes que pensar en un plan para atrapar a los agentes e impedir que se reúnan con Leroy Banners. Este es un gran momento para sorprender a Zu, ¿no te parece?
- Vicealmirante Zuko y Comandante Wyrm (Manglar 70):
- Los hombres intercambian miradas a medida que las palabras del vicealmirante resuenan entre cañones y gritos, disparos y choques entre espadas. Poco a poco se encienden sus corazones y comienzan a alzar sus fusiles y sables. Están preparados para la batalla.
Los piratas de Sirio han caído en la trampa y, al mismo tiempo que el vicealmirante Zuko se dirige hacia el grueso del ejército, los marines del flanco izquierdo cargan con furia y determinación. Nadie puede detener el avance del vicealmirante y un enorme cráter se forma cuando impacta contra el suelo. Durante un instante ambos pueden escuchar los efímeros gritos de los hombres que acaban de morir, ya sea aplastados o devorados por las llamas. Los más desafortunados, aquellos que no murieron tras el impacto, intentan luchar contra el fuego, buscan alguna fuente de agua para apaciguar el dolor. Muchos no lo consiguen.
Los piratas ven a un hombre que acaba de asesinar a muchos de los suyos y se detienen, asustados. Pero el vicealmirante continúa avanzando sin temor a la muerte. Justo en el momento en el que Zuko salta, puede sentir una poderosa presencia que se va armando paso entre la muchedumbre. Y de pronto puede ver una figura conocida saltar a la par que él. Cabellos negros, mirada salvaje y un aura imponente: no cabe duda de que ese hombre es Sirio.
—¡¿Preparado para perder otro brazo, marine de mierda?!
Sirio está cada vez más cerca del vicealmirante Zuko y tiene una enorme bola de fuego en su mano derecha, lista para el momento del impacto. En caso de que los fuegos colisionen, decenas de piratas morirán en ese momento.
Nota: A partir de este momento, se abrirá una batalla en su respectivo apartado para el enfrentamiento entre Sirio y Zuko.
Por otra parte, el choque entre las fuerzas opuestas es brutal. Son más piratas que marines los que caen en primer lugar. El comandante Wyrm ha hecho bien en seguir al vicealmirante. Tres hombres con sables en mano se dirigen hacia él, pero son interceptados por unos furiosos marines, quienes caen muertos poco después de haber llegado al campo de batalla. ¿Por qué tienen los cuellos anaranjados…? Lo único que sabe el comandante es que los ha matado una mujer de grandes labios, cabellos rubios y ojos celestes, dos metros y treinta de estatura y un guantelete de ¿goma? en su mano izquierda.
Por el momento no se ha fijado en el comandante Wyrm, sino que está masacrando a cuantos marines ve. Si alguien no la detiene, se perderán muchísimas vidas. Pero también hace falta encontrar al hermano de Sirio… ¿Qué harás, comandante Wyrm? ¿Sacrificarás las vidas de tus compañeros para encontrar a Procyon e impedir que asista a Sirio en su combate con el vicealmirante Zuko? Es hora de tomar una decisión.
- Eden (Manglar 10):
- La señorita Polastri agradece el ofrecimiento del agente Ral y se despide cordialmente. Seguramente todos tienen la misma pregunta: ¿Qué hace un ex agente del Cipher Pol con unos criminales? Ahora mismo, sólo deben preocuparse de reunirse con Leroy Banners y llegar a buenos términos. Sin embargo, algo les dice que no será tan sencillo…
¿A nadie le ha parecido como mínimo curioso el que hubiera tantos cadáveres en buen estado? Si el agente Ruffo se fija, incluso verá que uno de ellos pareciera que le está mirando. Pero está quieto, sin vida en los ojos: muerto. ¿O no? Continúan avanzando y un sentimiento de preocupación mezclado con una dosis de angustia comienza a invadir el ambiente, tornándolo cada vez más tenso. Aunque no es nada para unos buenos agentes como ustedes, ¿verdad?
Alguien con un buen oído podría escuchar movimiento entre los escombros, pero nadie verá nada. Descontando los cañonazos y el TUM PA TUM PA TUM a la lejanía, el silencio vuelve a reinar en el manglar. Avanzan, avanzan y avanzan. Dirían que están a pocos minutos de la frontera con el manglar 9. Sin embargo, antes de llegar el rugido de un fusil resuena por el cielo y un instante después se escucha un grito ahogado: la señorita Polastri acaba de caer al suelo.
—Uf… Ya estaba cansado de estar escondido en el suelo —escuchan ambos desde sus espaldas. Si se voltean, verán a un hombre con un enorme sombrero de copa, la mitad del rostro vendado y un fusil en la mano izquierda, además de una gigantesca pala en la derecha. Es alto y delgado, quizás mida unos tres metros. Lleva una gabardina negra—. Me hubiera gustado matarlos a todos, pero esta cosa solo dispara de uno en uno. Es un placer conocerlos, agentes, soy el Sepultero. ¿Quieren morir luego para que pueda ir a descansar?
De un momento a otro, la pala comienza a emitir un brillo verde fantasmagórico y poco a poco los cuerpos de a su alrededor empiezan a levantarse. Lo que alguna vez pudo haber sido un uno contra dos, ahora es un dos contra veinte. ¿Y bien? ¿Qué es lo que tienen en mente? Ah, sí: cuatro de ellos están corriendo hacia ustedes para golpearles. Posturas abiertas, carreras desestabilizadas, bajo nivel de pelea… No tendrán problemas contra ellos, eso seguro.
- Agente Ral (manglar 10):
- Seguramente habrás oído cosas sobre el ex agente Roland Oppenheimer. Si estás al día con los tantísimos informes del Cipher Pol, serás consciente de las habilidades del traidor. Eres un perro de presa, ¿no? Imagino que estudiar a los desertores es uno de tus múltiples trabajos.
Teniendo en consideración todo esto, igual no te sorprende que tu granada haya sido tragada por un espejo y llevada a… ¿A dónde, exactamente? La buena noticia es que tu otro disparo sí ha dado en el blanco. Sin embargo, no notas ninguna expresión de dolor en su rostro ni mucho menos preocupación. Lo único que consigues ver es la munición entrando en el cuerpo del hombre del mazo como una cuchara lo hace en la gelatina.
El hombre del humo negro se voltea y te mira, sonriendo. Esa mirada… Es como la de alguien que juega con su presa. No tienes ninguna duda de que se está divirtiendo.
—Así que los agentes del Cipher Pol se atacan los unos a los otros… Qué decepción, creía que eran profesionales, pero al parecer son retrasados que viven de los impuestos de la gente —comenta al aire, moviendo la cabeza de lado a lado—. Si le hubieras disparado a Elderg en vez de a Micael, habría estado bien para ti. ¿Cómo intentas matar a un hombre de gelatina?
—Oye, maldito estúpido, ¿por qué le revelas mis poderes al enemigo? —se queja el del mazo—. Me acaba de disparar. Si la bala fuera de kairoseki o algo, igual habría perdido el brazo.
—Es que así es más divertido, ¿no crees? —responde Ronnie—. Como sea… Señor agente, le he prometido a Oppenheimer que lo llevaré con el señor Komaroff si demuestra lo que vale. ¡Has llegado en el momento perfecto para hacerle una prueba de lealtad! Adelante, pueden matarse entre ustedes. Nosotros no intervendremos.
Ronnie se voltea hacia la puerta y coloca la mano en el pomo de esta. Es un buen momento para impedir que huya. Sus compañeros comienzan a moverse. Si nadie hace nada, eventualmente entrarán al misterioso edificio que, si bien no está completamente en pie, está en mejor estado que el resto.
- Contraalmirante Iulio (Manglar 10):
- Todo está saliendo de acuerdo al plan. Los piratas de Sirio han picado en el anzuelo y muchos están cerca de la muralla. La artillería enemiga azota el muro con violencia, pero este no caerá. No por el momento. Por otra parte, los cañones todopoderosos estarán preparados para ser disparados dentro de los próximos minutos.
Ahora bien, tu primera corrida de disparos luminosos ha acabado con una treintena de soldados. Hubiera sido muchísimo más efectiva de no ser por la barrera de luz que se ha desplegado en el aire de un momento a otro. Frena cada uno de tus disparos y protege a sus hombres. Si consigues un binocular o algo, si buscas bien en el campo de batalla, encontrarás a Procyon. Cuando se mueve la barrera desaparece. Si sigues su carrera… Espera, se está dirigiendo hacia Sirio.
Seguramente alguien tan veloz como tú podría interceptar a Procyon, pero eso implicaría romper tu posición en la muralla. ¿Qué harás? ¿Ayudarás al vicealmirante o te aferrarás al plan?
- Karma (Manglar 58):
- Por alguna razón, eres el único que no se ha escondido. Por fortuna, el team pawarenja no te ha visto todavía. Pero quién sabe cuánto vaya a durar tu suerte. La moderación anterior se mantiene, aunque la dificultad ha aumentado ligeramente.
- Míster White (Manglar 3):
- Desde el almacén puedes escuchar los gritos de guerra y los cañonazos que sacuden la fortaleza del manglar 65. Hablando de esta, seguramente la habrás visto camino hacia el sur. Se trata de un imponente fuerte de decenas de metros de alto con una multitud de cañones a la vista. Se encuentra en una plataforma sobre el agua, ubicándose en la frontera y teniendo rango de acción para cubrir los ataques que provenientes de los manglares 3, 4 y 10.
Lo más curioso es que el almacén tiene una plataforma que desciende hacia el agua. Y teniendo en cuenta las motos submarinas que están estacionadas un poco más allá, sabrás más o menos cómo va la primera etapa de la misión de infiltración.
Una chica de cabellos azabaches de nombre Sarah se presenta como la coordinadora del equipo. Ojos verdes, nariz respingada y quijada suave. Es más o menos de tu porte. Sarah es una ingeniera altamente capacitada con grandes dotes de navegación. Te presenta ante el grupo. Takeshi es un hombre callado y que va con la mitad de la cara oculta tras el cuello alto de su chaqueta negra. Lleva una espada envainada en vendas sobre su hombro izquierdo y te saluda con un solo gesto de cabeza. Es literalmente la espada del equipo. También tienes a Marcus, un hombre gordo y de aspecto feliz que tiene un dulce en la boca. Se lo saca y te lo ofrece como señal de amistad, pero creo que no es muy higiénico. Finalmente, tienes a Ar’Du Sohl. Es un gyojin pez-ballena que está acostado boca abajo.
—Gracias por ayudarnos, señor Zero —dice Sarah mientras te entrega un mapa bastante elaborado de los primeros cuatro niveles de la fortaleza—. Hemos perdido más de treinta vidas para conseguir este plano. Estoy segura de que nos será útil. —La mujer apunta el nivel más bajo—. Aquí se encuentra una entrada submarina cuidadosamente protegida en tiempos normales, pero en tiempos de guerra… Ar’Du Sohl servirá como distracción mientras nosotros nos infiltramos. Creo que hay dos maneras de inutilizar los cañones: directamente destruyéndolos con explosivos, o saboteando la sala de máquinas y combustible. ¿El problema? No sabemos dónde está la habitación…
Si tienes dudas, Sarah las responderá. Por lo demás, te explicará rápidamente todo lo que necesitas saber sobre las motos de agua. Tienen una forma aerodinámica y soportan presiones de hasta un kilómetro de profundidad. Si bien no cuentan con armamento, son increíblemente rápidas y ágiles, perfectas para huir. Por lo demás, una vez quieras que la misión comience, el equipo se lanzará al agua con las motos y se dirigirán hacia la fortaleza.
Kaito Takumi
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- Ma bad:
- Sorry, creia que Zuu era de esos npc controlables; tampoco pasa ná por el silencio y acepto el castigo oportuno. Hice el post con prisas.
La respuesta del pulpo le fue contestada con una acción. Frunciendo el ceño con molestia, el hijo del mar siguió a la Koi en silencio esperando que, como ella bien había dejado caer, le diera la información por el camino. Craso error cometió al inhibir sus impulsos dada la anterior y muy reciente condena a sus múltiples preguntas.
—Creía que ibas a contarme por el camino—dijo incapaz ya de suprimirse, al llegar a los vehículos—. Ese Leroy, aparte de traficante —como había dicho White—, ¿es botánico, navegante o químico? Por que con algo o de alguna manera traficará, digo yo.
Entonces una pequeña luz destelleó dentro de su cráneo.
—¿Es el que trajo el plato especial de la cena con Ambrose? Porque eso parece mucho más... probable—quiso decir apetecible.
Mientras esperaba a que le contestase sus preguntas, el pelirrojo fue hacia el segundo triciclo tuneado y comprobó, para su desgracia, lo extremadamente duras que estaban colocadas las resistencias de los pedales. Sin duda, aquello era un artefacto construido por y para gyojines, lo que justificaba sin duda alguna su ausencia de todo sentido de estilo. Se dirigió al caracol, algo más amplio y por rende más lento.
—Suchu, sube.
El lagarto le miró con lo que sólo él podía entender como una mueca de cansancio.
—No seas vago. Te he visto trepar cosas más grandes. Además que el que voy a pedalear ahora soy yo.
De todas formas el reptil, aunque más bien aquello fue porque tenían prisa, necesitó un poco de ayuda para subir su masa -nada escasa- al vehículo. Desde luego, Kaito iba a darle un espectáculo a Zuu, uno triste y patético en el que se esforzaba por mover al vehículo con su pesada carga. ¡Ay, si por él fuera hubiera ido andando! ¡O agarrado a su vera si no hubiera traido a Suchu! Aunque claro, nunca se hubiera arrepentido de traer a su mejor y primer amigo.
—Ideas tengo, pero no vais a querer negociar con agentes del gobierno. Aunque claro, ya uno de vosotros lo ha hecho, si no, no hubiérais sabido dónde están—añadió, con tranquilidad—. Teniendo en cuenta la situación de la Marina, los agentes de combate deben estar asistiéndoles o defendiendo puntos o gente importante, y habrán dejado a los cargos con alto nivel de infiltración para este peliagudo asunto. Si los habéis visto, no los habéis visto. Si Banners es un traficante y puede hacer entrar y salir mercancias, puede hacer lo mismo con personas. Dado el interés del gobierno -obviamente- por negociar con él en caso de que todo el archipiélago pierda el control institucional, porque si no, poco le importa al gobierno traicionarle, es bastante probable que les permita un salvoconducto para asegurar su asociación y/o huida. ¿Es hijo del mar? Porque no voy a considerar a la familia de Ambrose más que habitantes del coral debido a sus patas—comentó, como si él no tuviera apenas un par menos—. Claro que existen barcos y submarinos, y donde vamos está ya bastante fuera del sistema de pozas y raíces...—terminó por decir haciendo uso de memoria de la disposición general de los manglares.
Kaito chasqueó la lengua.
—Pero sí, es probable que no se esperen dos defensas sucesivas y contemos con la sorpresa. ¿Somos más o sólo tu y yo? Por que podríamos tener una cita. Eso sí que no se lo esperarán.
Claro está, él tampoco se esperaba que accediera a aquello, ya no por falta de amor propio -que también- si no por la situación.
—Aunque va a estar difícil encontrar un café abierto o algo así con todo el caos del archipiélago...—murmulló, lamentando no haber cogido algo para un inoportuno picnic—. ¿Tú combates? Porque yo no. Me considero más un... pacifista. Alguien con un rol puramente social. Espero que eso no sea un problema.
Que no, dice. Hasta un narrador pseudoomnisciente querría matarle.
—Si sabemos a dónde van, porque entiendo yo que las posiciones de Banners como de cada jefe están bastante controladas y conocidos por el resto como medida -no espero más del "honor" entre criminales, la verdad- podemos flanquearles antes—re-consideró la velocidad que llevaban—, o más bien cuando lleguen. ¿Cuántos limpiadores morirán entre tanto? ¿Qué valen, en perspectiva, sus vidas? ¿Y una puñalada?—consideró, como un rancio y monstruosamente despreocupado filósofo.
Tras ir diciendo todo aquello y escuchar lo que tuviera que decirle Zuu, Kaito procuraría bajarse del vehículo con su mascota para buscar un buen lugar donde esconderse y esperar con su mascota en la zona designada. Paranoico como era- y como ya desde luego había demostrado con su pequeño discurso, que era un millón de veces más complejo en su cerebro-, no confiaba en que nada de aquello saliera bien. Y aquello significaba ser otra vez una decepción. Aunque aquello no le importaba tanto con White, como macho ahora debía demostrar su valía genética.
- Resumen:
- Paranoyas. Y entre ellas una secreta relativa a las profesiones del señor Banners -que si todo sale a pedir de milhouse tengo bajo el tentáculo un pliego social muy jugosón, el cual me podéis consultar por privado. Planear el apostarnos para interceptar -o que ellos intercepten, Kaito está aquí meramente como roleador social, a los agentes que pretenden negociar.
RAL
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Estaba dentro de mis planes que alguno de ellos interceptara la granada, el hecho de que Roland lo hiciera con un espejo sólo me ayudaba a confirmar que era él. Lo que no esperaba era que la bala pasase a través del cuerpo del hombre del mazo. Por lo que pude ver y las palabras de su compañero se trataba también de otro usuario, uno del cual me tendría que cuidar. De todas formas parecí pillarlos de buen humor, no querían intervenir ni venir a por mí, pero tampoco estaban del todo cómodos quedándose fuera. Era comprensible, y más a ver la reacción Roland. El muy idiota estaba acercándose mientras gritaba a pleno pulmón, podía escuchar el eco de sus gritos rebotando en las paredes de las ruinas. Seguro que si no ha habido explosión, por lo menos los disparos y los gritos atraen la atención de alguien que ellos no desean que aparezca.
Se notaba que había pertenecido al CP, haciendo gala de dos de los kempos del Rokushiki. Me aparté según la onda cortante llegaba, el filo rozó uno de mis brazos y noté cómo la sangre caliente se deslizaba hasta la mano de Purgatio, aunque por lo que pude notar no me llegaba a impedir el movimiento y en medio del aire, con la mano en el arma estaba completamente expuesto. Apunté con mi pistola, podría defenderse de nuevo con un escudo, pero no sabía la extensión de esas habilidades y los límites que tenía. Un contraataque simple serviría para medir su capacidad. Apreté el gatillo y una bala del calibre 50 salió disparada contra su pecho, el mero retroceso me hizo levantar el brazo al estar usando sólo uno. De haber sido una persona normal se hubiera dislocado el hombro.
De todas formas no acabaría ahí. Aprovechando que tenía la iniciativa mientras llegaba a mí, aproveché para meterme en su zona de confort, las armas de fuego siempre eran el cebo perfecto para los que pensaban que eran para personas que intentaban evitar el cuerpo a cuerpo. Enfundé la pistola y preparé la mano izquierda para defenderme, levanté la escopeta, no para apuntar al traidor, el cañón de esta se elevó por encima de su cabeza mientras una oración recorría mi mente "Gladius est furore meun". Por debajo del cañón una niebla negra formó una hoja como si de una bayoneta se tratase. Di un paso al frente, afiancé mi postura en lo alto del muro y descargué sobre él un tajo con Gladius dirigido a su hombro derecho.
Eché una mirad de reojo a los tres de abajo, parecía que iban a marcharse, pero yo tenía las manos ocupadas con Roland. Pero sabía de alguien que tenía las manos libres, una cara bonita y una voz encantadora. Estaba seguro de que si ella intervenía, por lo menos uno o dos de ellos tendrían que quedarse.
- Sabes lo que hacer Rita. - Dije para que me escuchase desde abajo.
Desde donde ellos estaban no la veían, pero podía ver a aquella joven esperando tras una esquina. Esperaba que fuera capaz de usar la habilidad que mostró conmigo, unos encantos casi hipnóticos con los que tenía que tener cuidado. Por ahora el plan era que, al dar la señal, evitase que se fueran. Si no era posible me haría otra señal.
Se notaba que había pertenecido al CP, haciendo gala de dos de los kempos del Rokushiki. Me aparté según la onda cortante llegaba, el filo rozó uno de mis brazos y noté cómo la sangre caliente se deslizaba hasta la mano de Purgatio, aunque por lo que pude notar no me llegaba a impedir el movimiento y en medio del aire, con la mano en el arma estaba completamente expuesto. Apunté con mi pistola, podría defenderse de nuevo con un escudo, pero no sabía la extensión de esas habilidades y los límites que tenía. Un contraataque simple serviría para medir su capacidad. Apreté el gatillo y una bala del calibre 50 salió disparada contra su pecho, el mero retroceso me hizo levantar el brazo al estar usando sólo uno. De haber sido una persona normal se hubiera dislocado el hombro.
De todas formas no acabaría ahí. Aprovechando que tenía la iniciativa mientras llegaba a mí, aproveché para meterme en su zona de confort, las armas de fuego siempre eran el cebo perfecto para los que pensaban que eran para personas que intentaban evitar el cuerpo a cuerpo. Enfundé la pistola y preparé la mano izquierda para defenderme, levanté la escopeta, no para apuntar al traidor, el cañón de esta se elevó por encima de su cabeza mientras una oración recorría mi mente "Gladius est furore meun". Por debajo del cañón una niebla negra formó una hoja como si de una bayoneta se tratase. Di un paso al frente, afiancé mi postura en lo alto del muro y descargué sobre él un tajo con Gladius dirigido a su hombro derecho.
Eché una mirad de reojo a los tres de abajo, parecía que iban a marcharse, pero yo tenía las manos ocupadas con Roland. Pero sabía de alguien que tenía las manos libres, una cara bonita y una voz encantadora. Estaba seguro de que si ella intervenía, por lo menos uno o dos de ellos tendrían que quedarse.
- Sabes lo que hacer Rita. - Dije para que me escuchase desde abajo.
Desde donde ellos estaban no la veían, pero podía ver a aquella joven esperando tras una esquina. Esperaba que fuera capaz de usar la habilidad que mostró conmigo, unos encantos casi hipnóticos con los que tenía que tener cuidado. Por ahora el plan era que, al dar la señal, evitase que se fueran. Si no era posible me haría otra señal.
- Resumen:
- Seguir el combate, confirmar sospechas, bla bla bla, todo según el plan, dar la orden a Rita de que evite que se escapen los otros tres.
Hamlet
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Inspiré sobrecogido al ver el feroz choque de puños entre el admirable Vicealmirante y la bestia a la que llamaban Sirio el Ardiente. Sus fuerzas colisionaron de tal manera que todo el campo de batalla se vio sacudido. Me preparé, apretando los puños. Todo mi cuerpo temblaba, pero estaba más que dispuesto a intervenir en la refriega para poner en una mayor desventaja a aquel aberrante pirata.
Entonces reparé en las misteriosas bajas que sucedían a mi alrededor. Varios marines que noblemente habían cargado contra los piratas cayeron con sus cuellos calcinados. A lo lejos, presencié a la responsable, muy posiblemente, lugarteniente del Ardiente. Una mujer de enorme estatura con un guantelete se erguía en el campo de batalla, desplegando su letalidad sin reparo alguno por las vidas que segaba.
Me dispuse a cargar contra ella, pero solo en ese momento me di cuenta de un problema más. Todavía quedaba un alfil en el tablero que no se había mostrado, pero que seguía suponiendo una amenaza velada para todos. Era por muchos bien sabido que la bestia ardiente tenía un hermano, infame como él. Si me daba la vuelta, en cualquier momento podría aprovechar la ocasión para golpear desde su escondrijo al Vicealmirante. Si tal era su fama, quizás suponía un peligro muy similar al que era Sirio. Rechiné los dientes.
¿Condenar al general o condenar al ejército? Había leído más de un tratado que contemplaba este dilema. Era una difícil decisión a la que nadie querría enfrentarse. Si comprometía al liderazgo de las tropas, todo estaría perdido. No solo quedaría Sirio libre para campar a sus anchas y devastar lo que quedaba del maltrecho batallón, sino que las tropas sufrirían una pérdida fatal de moral y quedarían sin una dirección para mantener el rumbo de la batalla o incluso para retirarse ordenadamente. Además, ¡estábamos hablando del Vicealmirante Kasai! ¡Mi líder, la persona en la que más confiaba! ¡Él también confiaba en mí! ¿Qué tendría que hacer? ¡No podía dejarle morir! ¡No de esta forma!
¡Pero tampoco podía permitir que mis hombres cayeran! Sin ellos, la batalla estaría perdida de todas formas. Aquella reducida fuerza era lo único que mantenía en orden al manglar 70. Si la horda de violentos piratas acababa con nuestras huestes, nada les impediría hacerse con el Archipiélago. Y una vez conquistado uno de los enclaves más relevantes estratégicamente del Paraíso, ¿qué sería de los mares?
Respiré hondo. Jamás sabré si aquella decisión la tomé de forma racional o emocional, si mi subconsciente actuó primero o si era plenamente consciente de lo que iba a hacer. Pero lo hice. Aparté mi atención de los disparos y el choque de espadas. Cerré los ojos y centré toda mi energía en los oídos. En algún momento tenía que escuchar algo, ¡o sentirlo! Una pista, una tenue vibración en el aire que me diera la respuesta que buscaba. ¡Solo eso! ¡Hoy no iba a dejar que mi admirado líder muriera, aunque tuviera que lamentarlo durante toda mi vida! ¡Él era la salvación que necesitaban todos los soldados en el campo de batalla, y no yo!
Abrí los ojos, tratando de captar cada detalle de aquel infernal escenario.
-Muéstrate, Procyon -ordené, sin mitigar el volumen de mi voz- ¡Muéstrate!
Puse todo mi empeño en encontrarle... Y me preparé para interceptar cualquier movimiento dirigido al Vicealmirante.
Entonces reparé en las misteriosas bajas que sucedían a mi alrededor. Varios marines que noblemente habían cargado contra los piratas cayeron con sus cuellos calcinados. A lo lejos, presencié a la responsable, muy posiblemente, lugarteniente del Ardiente. Una mujer de enorme estatura con un guantelete se erguía en el campo de batalla, desplegando su letalidad sin reparo alguno por las vidas que segaba.
Me dispuse a cargar contra ella, pero solo en ese momento me di cuenta de un problema más. Todavía quedaba un alfil en el tablero que no se había mostrado, pero que seguía suponiendo una amenaza velada para todos. Era por muchos bien sabido que la bestia ardiente tenía un hermano, infame como él. Si me daba la vuelta, en cualquier momento podría aprovechar la ocasión para golpear desde su escondrijo al Vicealmirante. Si tal era su fama, quizás suponía un peligro muy similar al que era Sirio. Rechiné los dientes.
¿Condenar al general o condenar al ejército? Había leído más de un tratado que contemplaba este dilema. Era una difícil decisión a la que nadie querría enfrentarse. Si comprometía al liderazgo de las tropas, todo estaría perdido. No solo quedaría Sirio libre para campar a sus anchas y devastar lo que quedaba del maltrecho batallón, sino que las tropas sufrirían una pérdida fatal de moral y quedarían sin una dirección para mantener el rumbo de la batalla o incluso para retirarse ordenadamente. Además, ¡estábamos hablando del Vicealmirante Kasai! ¡Mi líder, la persona en la que más confiaba! ¡Él también confiaba en mí! ¿Qué tendría que hacer? ¡No podía dejarle morir! ¡No de esta forma!
¡Pero tampoco podía permitir que mis hombres cayeran! Sin ellos, la batalla estaría perdida de todas formas. Aquella reducida fuerza era lo único que mantenía en orden al manglar 70. Si la horda de violentos piratas acababa con nuestras huestes, nada les impediría hacerse con el Archipiélago. Y una vez conquistado uno de los enclaves más relevantes estratégicamente del Paraíso, ¿qué sería de los mares?
Respiré hondo. Jamás sabré si aquella decisión la tomé de forma racional o emocional, si mi subconsciente actuó primero o si era plenamente consciente de lo que iba a hacer. Pero lo hice. Aparté mi atención de los disparos y el choque de espadas. Cerré los ojos y centré toda mi energía en los oídos. En algún momento tenía que escuchar algo, ¡o sentirlo! Una pista, una tenue vibración en el aire que me diera la respuesta que buscaba. ¡Solo eso! ¡Hoy no iba a dejar que mi admirado líder muriera, aunque tuviera que lamentarlo durante toda mi vida! ¡Él era la salvación que necesitaban todos los soldados en el campo de batalla, y no yo!
Abrí los ojos, tratando de captar cada detalle de aquel infernal escenario.
-Muéstrate, Procyon -ordené, sin mitigar el volumen de mi voz- ¡Muéstrate!
Puse todo mi empeño en encontrarle... Y me preparé para interceptar cualquier movimiento dirigido al Vicealmirante.
- Resumen:
- Dilema y dedicar todo mi ser a encontrar a Procyon.
- Nota:
- En el post estoy intentando despertar momentáneamente el Haki de Observación.
¿Quién demonios era ése que se movía tan rápido? Maldije por lo bajo, consciente de que era él y no otro quien había frustrado en buena parte mis planes de mermar considerablemente las filas enemigas con la primera descarga. ¿Y hacia dónde iba? No podía ser... La figura del dragón era perfectamente distinguible en la distancia y el muy desgraciado se dirigía hacia ella. Cuando quise darme cuenta me había incorporado a lo alto de la muralla, pero por un momento casi pude escuchar la voz de Zuko y la del capitán Kensington instándome a que mantuviese mi posición, a que priorizase el éxito de la misión sobre cualquier vida.
Tuve que contenerme para no lanzarme hacia él, pero finalmente lo conseguí. Si de algo se preciaba el vicealmirante era de alcanzar unas dimensiones más que considerables cuando se transformaba en ese lagarto, por lo que podría seguir con bastante precisión su estado y tomar parte en su batalla en caso de que fuera necesario. Por el momento debía proteger la muralla.
Miré hacia abajo, comprobando que las tropas de Sirio habían continuado acercándose. Era el momento. Alcé la mano y la dejé caer hacia delante con un movimiento brusco, convirtiéndola en la señal que los artilleros habían estado aguardando con nerviosismo. Las ruedas que sostenían los cañones giraron y crujieron conforme estos comenzaron a acercarse al límite de la muralla. Ante ellos, una larga y agónica caída que ningún mortal querría experimentar.
-¡Fuego! -exclamé, haciendo yo lo propio. Mis dedos continuaban vomitando un sinfín de láser que perseveraban en su intento de rociar al enemigo con la muerte. Mientras tanto, mi pierna derecha comenzó a brillar con una intensidad inusitada, tanto que alguno de los presentes se detuvieron durante un segundo para comprobar de dónde venía semejante resplandor.
De buenas a primeras, acompañando a las andanadas Shinging Machine Gun se detuvo y Shining Canon se materializó con su aura destructiva. Un poderoso proyectil de luz concentrada abandonó mi extremidad inferior. Pretendía dotarlo con suficiente poder como para arrasar en la medida de lo posible con la línea de enemigos que encontrase a su paso. Una vez disparado, continué disparando de un modo más comedido, como lo haría un fusil semiautomático, y bajo ningún concepto dejé de dirigir miradas periódicamente hacia mi superior dispuesto a socorrerle si lo necesitaba y la situación lo permitía.
Tuve que contenerme para no lanzarme hacia él, pero finalmente lo conseguí. Si de algo se preciaba el vicealmirante era de alcanzar unas dimensiones más que considerables cuando se transformaba en ese lagarto, por lo que podría seguir con bastante precisión su estado y tomar parte en su batalla en caso de que fuera necesario. Por el momento debía proteger la muralla.
Miré hacia abajo, comprobando que las tropas de Sirio habían continuado acercándose. Era el momento. Alcé la mano y la dejé caer hacia delante con un movimiento brusco, convirtiéndola en la señal que los artilleros habían estado aguardando con nerviosismo. Las ruedas que sostenían los cañones giraron y crujieron conforme estos comenzaron a acercarse al límite de la muralla. Ante ellos, una larga y agónica caída que ningún mortal querría experimentar.
-¡Fuego! -exclamé, haciendo yo lo propio. Mis dedos continuaban vomitando un sinfín de láser que perseveraban en su intento de rociar al enemigo con la muerte. Mientras tanto, mi pierna derecha comenzó a brillar con una intensidad inusitada, tanto que alguno de los presentes se detuvieron durante un segundo para comprobar de dónde venía semejante resplandor.
De buenas a primeras, acompañando a las andanadas Shinging Machine Gun se detuvo y Shining Canon se materializó con su aura destructiva. Un poderoso proyectil de luz concentrada abandonó mi extremidad inferior. Pretendía dotarlo con suficiente poder como para arrasar en la medida de lo posible con la línea de enemigos que encontrase a su paso. Una vez disparado, continué disparando de un modo más comedido, como lo haría un fusil semiautomático, y bajo ningún concepto dejé de dirigir miradas periódicamente hacia mi superior dispuesto a socorrerle si lo necesitaba y la situación lo permitía.
- Resumen:
- Intentar mermar aún más al enemigo con Shining Canon y estar pendiente para ir ayudar a Zuko sin dejar de disparar.
La presentación del sepulturero dio al traste con todas mis cavilaciones y deducciones, pues incluso yo había llegado a esa conclusión después de ver su atuendo y la pala que llevaba consigo. Por un momento me había creído lo suficientemente avispado como para no considerarme un mendrugo, pero enseguida me quedó claro cuál era el lugar que me correspondía y del que probablemente nunca saldría.
Aunque algo fallaba en su lógica. ¡Si su función era enterrar a los difuntos, ¿por qué demonios parecían haber vuelto a la vida y se lanzaban a por nosotros?! Probablemente debiese haber sospechado más cuando creí identificar que uno de los cuerpos caídos sobre los que habíamos estado caminando parecía mirarme. Porque no... no era él, ¿no?
Fuese o no fuese él, lo cierto era que no tenía tiempo para ponerme a intentar llegar al fondo de la verdad; mucho menos para analizar la situación con calma, lo que se me daba tan mal como cumplimentar todo el papeleo que probablemente se habría reproducido en mi despacho en Enies Lobby. No, mi función, aquello en lo que sí destacaba sin lugar a dudas, siempre había sido dar un paso adelante para afrontar el peligro cuando los demás se detenían a analizarlo. Un ataque sigiloso del agente Kusanagi probablemente sería lo más efectivo, pero para ello necesitaba estar libre de cualquier acecho.
Desenrosqué a Chain of Destiny de mi torso con un movimiento experto realizado en centenares de ocasiones y todos sus metros de longitud recorrieron en horizontal la zona desde la que se aproximaban los cuatro no-muertos que el Sepulturero nos había lanzado. Mi intención con ello era de dejarlos fuera de combate -al menos por el momento, porque si ese molesto tipo había conseguido que se levantasen una vez nada nos aseguraba que no pudiese hacerlo de nuevo- para que mi superior pudiese atacar a quien los guiaba sin ataduras.
Aunque algo fallaba en su lógica. ¡Si su función era enterrar a los difuntos, ¿por qué demonios parecían haber vuelto a la vida y se lanzaban a por nosotros?! Probablemente debiese haber sospechado más cuando creí identificar que uno de los cuerpos caídos sobre los que habíamos estado caminando parecía mirarme. Porque no... no era él, ¿no?
Fuese o no fuese él, lo cierto era que no tenía tiempo para ponerme a intentar llegar al fondo de la verdad; mucho menos para analizar la situación con calma, lo que se me daba tan mal como cumplimentar todo el papeleo que probablemente se habría reproducido en mi despacho en Enies Lobby. No, mi función, aquello en lo que sí destacaba sin lugar a dudas, siempre había sido dar un paso adelante para afrontar el peligro cuando los demás se detenían a analizarlo. Un ataque sigiloso del agente Kusanagi probablemente sería lo más efectivo, pero para ello necesitaba estar libre de cualquier acecho.
Desenrosqué a Chain of Destiny de mi torso con un movimiento experto realizado en centenares de ocasiones y todos sus metros de longitud recorrieron en horizontal la zona desde la que se aproximaban los cuatro no-muertos que el Sepulturero nos había lanzado. Mi intención con ello era de dejarlos fuera de combate -al menos por el momento, porque si ese molesto tipo había conseguido que se levantasen una vez nada nos aseguraba que no pudiese hacerlo de nuevo- para que mi superior pudiese atacar a quien los guiaba sin ataduras.
- Resumen:
- Intentar acabar con los cuatro zombis con un barrido de cadena para que Kus le zurre al Undertaker.
Roland Oppenheimer
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Quizás fuera la impactante noticia sobre la identidad de su agresor, o que su fuerza se veía reducida al ser un clon, pero Dnalor sabía que no iba a ser capaz de evitar aquel disparo en mitad del aire. Por ello, activó su Tekkai Kenpo, moviéndose hacia la derecha evitando así que impactara en un punto vital. Cuando la bala alcanzó la piel, atravesó completamente el hombro izquierdo del clon, dejándolo herido.
—¡Ahh, maldición! —dijo, incapaz de esconder el dolor que la herida le producía—. Te vas a enterar.
A pesar de haber perdido impulso, consiguió alcanzar el tejado desde donde el agente le había disparado. Realmente no quería enfrentarse a él, no quería que el Cipher Pol le siguiera tachando de asesino, pero tenía una prueba que superar para cumplir sus objetivos. Y aquel hombre le había hecho enfadar.
Avanzó rápidamente, con su cuerpo de hierro aún activo. Antes de acercarse, soltó sus armas, las cuáles se desvanecieron en el aire. Como reflejo, no le serían útiles en un combate real; no eran las originales. Acto seguido levantó el brazo derecho, buscando el filo nubloso de su arma con la mano y activando su haki armadura, No sabía qué tan poderoso podía ser siendo un mero reflejo, pero aquella había sido más poderosa de lo que se había esperado, y quizás aquel poder que estaba usando tuviera alguna cualidad oculta, por lo que prefería ir con todo para evitar molestias.
Si conseguía detener el ataque, usaría su brazo libre para asestar un Shigan en su costado. No pretendía matarlo, aquello solo complicaría las cosas, pero sí pretendía dejarlo fuera de juego lo antes posible. Sin embargo, el brazo libre le costaba moverlo debido a la bala que recibió en el aire, por lo que si no conseguía golpearle o se alejaba de su alcance, reaccionaría atacando con un Rankyaku a través de su pierna izquierda. Cuanto antes se deshiciera de aquella mosca cojonera, antes podría continuar con su misión.
Por otro lado, el auténtico Roland seguía estando contra la espada y la pared, más concretamente, contra el sable y el gorila. No podía dejar de sentir la presión de lo que creía que era un vicealmirante. Aunque, claro, seguramente pudiera derrotarle, pero con tantas molestias a su alrededor sería complicado. No, no, debía salir de allí usando la vía diplomática; no podía permitirse más altercados con el Gobierno.
Roland suspiró.
—Se suponía que era confidencial, pero... No me dejas más remedio —alzó la vista y miró directamente hacia el doctor, manteniendo el cuerpo del difunto contraalmirante Wallace. Aquellos marines estaban tan chalados, que eran capaces de disparar ante cualquier provocación, y el mink prefería ahorrar todas sus fuerzas para Sirio—. Mi nombre es Harry Jonhson, agente del Cipher Pol —Roland aún recordaba al agente Jonhson, que era un simple iniciado antes de que él fuera expulsado de la agencia. Quizás ahora hubiera ascendido, pero lo importante era que recordaba su número de identificación por si se lo preguntaban—. En la agencia tienen un especial interés en acabar con Orión, el auténtico líder de esta masacre. No me explicaron por qué, aunque me parece que los motivos son obvios. Hace dos semanas trabajé con el contraalmirante Wallace bajo el pseudónimo Elmo Mento. Él mismo se los podría confirmar de no estar... En fin, me enviaron aquí de incógnito para obtener información, y si no se hizo de manera oficial, ha sido porque en la agencia nos llegó información sobre un espía pirata —Estaba inventando una trola que ni él mismo se creía—. El plan era suplantar al contraalmirante, quién debería estar combatiendo a los piratas, para obtener información sin levantar sospechas. Si os lo he contado, ha sido porque me habéis obligado, pero es crucial que esto no salga de aquí. ¿Lo entendéis? Ahora, por favor, ¿podríamos sentarnos a negociar?
—¡Ahh, maldición! —dijo, incapaz de esconder el dolor que la herida le producía—. Te vas a enterar.
A pesar de haber perdido impulso, consiguió alcanzar el tejado desde donde el agente le había disparado. Realmente no quería enfrentarse a él, no quería que el Cipher Pol le siguiera tachando de asesino, pero tenía una prueba que superar para cumplir sus objetivos. Y aquel hombre le había hecho enfadar.
Avanzó rápidamente, con su cuerpo de hierro aún activo. Antes de acercarse, soltó sus armas, las cuáles se desvanecieron en el aire. Como reflejo, no le serían útiles en un combate real; no eran las originales. Acto seguido levantó el brazo derecho, buscando el filo nubloso de su arma con la mano y activando su haki armadura, No sabía qué tan poderoso podía ser siendo un mero reflejo, pero aquella había sido más poderosa de lo que se había esperado, y quizás aquel poder que estaba usando tuviera alguna cualidad oculta, por lo que prefería ir con todo para evitar molestias.
Si conseguía detener el ataque, usaría su brazo libre para asestar un Shigan en su costado. No pretendía matarlo, aquello solo complicaría las cosas, pero sí pretendía dejarlo fuera de juego lo antes posible. Sin embargo, el brazo libre le costaba moverlo debido a la bala que recibió en el aire, por lo que si no conseguía golpearle o se alejaba de su alcance, reaccionaría atacando con un Rankyaku a través de su pierna izquierda. Cuanto antes se deshiciera de aquella mosca cojonera, antes podría continuar con su misión.
Por otro lado, el auténtico Roland seguía estando contra la espada y la pared, más concretamente, contra el sable y el gorila. No podía dejar de sentir la presión de lo que creía que era un vicealmirante. Aunque, claro, seguramente pudiera derrotarle, pero con tantas molestias a su alrededor sería complicado. No, no, debía salir de allí usando la vía diplomática; no podía permitirse más altercados con el Gobierno.
Roland suspiró.
—Se suponía que era confidencial, pero... No me dejas más remedio —alzó la vista y miró directamente hacia el doctor, manteniendo el cuerpo del difunto contraalmirante Wallace. Aquellos marines estaban tan chalados, que eran capaces de disparar ante cualquier provocación, y el mink prefería ahorrar todas sus fuerzas para Sirio—. Mi nombre es Harry Jonhson, agente del Cipher Pol —Roland aún recordaba al agente Jonhson, que era un simple iniciado antes de que él fuera expulsado de la agencia. Quizás ahora hubiera ascendido, pero lo importante era que recordaba su número de identificación por si se lo preguntaban—. En la agencia tienen un especial interés en acabar con Orión, el auténtico líder de esta masacre. No me explicaron por qué, aunque me parece que los motivos son obvios. Hace dos semanas trabajé con el contraalmirante Wallace bajo el pseudónimo Elmo Mento. Él mismo se los podría confirmar de no estar... En fin, me enviaron aquí de incógnito para obtener información, y si no se hizo de manera oficial, ha sido porque en la agencia nos llegó información sobre un espía pirata —Estaba inventando una trola que ni él mismo se creía—. El plan era suplantar al contraalmirante, quién debería estar combatiendo a los piratas, para obtener información sin levantar sospechas. Si os lo he contado, ha sido porque me habéis obligado, pero es crucial que esto no salga de aquí. ¿Lo entendéis? Ahora, por favor, ¿podríamos sentarnos a negociar?
- Resumen:
- El gato clonado pelea, y el gato real miente.
William White
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El grupo se presento de forma educada, el grupo se presento de forma más o menos formal, primero estaba Sarah una mujer que se le daba un aire a Ann aunque el hecho de ver hablar a la muchacha le quebró la momentánea ilusión que había dibujado en sus labios, la mujer parecía llevar la voz cantante aunque demostraba ser lo suficientemente flexible como para que pudiera obrar a mi gusto.
El resto del grupo no le resulto tan llamativo, por un lado, estaba Takeshi el cual era un espadachín y que por su aspecto presumía de ser algún tipo de sicario, por otro lado, estaba Marcus del cual rechacé el dulce mostrando que ya tenía un chicle en la boca, que había creado escasamente hacía unos pocos segundos para evitar ser descortés, y es que después de todo no disfrutada de hacer cabrear a los sociópatas o a los locos, mucho menos si estaban en mi equipo. Por último y el de aspecto más relajado era Ar’Du Sohl el cual compartía etnia con Ambrose, por lo que imagino que debía tratarse de algún hombre de su plena confianza.
-Encontrar la sala de combustibles puede ser más fácil de lo que pensamos—arranqué mientras desplegaba el mapa encima de una de las cajas y lo miraba con sumo detalle -Suelen ser salas grandes porque necesitan espacio para los tanques de gasolina y no sería extraño que estuviera en una zona baja para aprovechar algún tipo de refrigeración del agua del manglar, además de que suelen estar bien comunicados para el reabastecimiento del crudo- continué mirando tratando de ver si podía intuir alguna sala con esas características -Por si fuera poco estoy seguro que en la fortaleza deben tener algún tipo de sistema antiincendios, por lo que si la base cumple los reglamentos en cada boca antincendios debería haber algún plano que permita la evacuación, y seguramente ese plano nos de las respuestas que nos faltan- concluí mientras alzaba la vista para ver que el grupo me seguía.
Tras eso, sugeriría al grupo el priorizar el encontrar algún almacén o lavandería en el interior de la base, con no otro objetivo que el de vestirnos de marines. Ya que el pasar desapercibidos por el sistema de seguridad sería mucho más prioritario que cualquier plano que pudiéramos pensar, ya que nos daría algo mucho más importante, tiempo, por lo que en caso de que el plano tuviera localizada la lavandería, preguntaría la opinión del grupo. Por último, pero no por ello menos importante, preguntaría a Sarah si había alguna forma de evadir los sistemas de videovigilancia de den den, ya que, si bien él sabía moverse sin ser visto, no debía asumir lo mismo de todo su grupo de infiltración. Aunque sería reconocer que el grupo de Ambrose era mucho más decepcionante de lo que había pensado inicialmente.
Sin mucha más dilación y más preámbulos, indicaría al grupo que podíamos marchar en cuanto dispusieran todo, dirigiéndonos así a las motos de agua, las cuales parecían que iban a ser nuestra vía de entrada y salida, subiéndose y aplicando las explicaciones que había recibido de la peculiar mujer, solo esperaba que aquello no se le diera mal y que el sistema de inmersión fuera tan seguro como decían, o de lo contrario aquel sería el fin del gran William White.
El resto del grupo no le resulto tan llamativo, por un lado, estaba Takeshi el cual era un espadachín y que por su aspecto presumía de ser algún tipo de sicario, por otro lado, estaba Marcus del cual rechacé el dulce mostrando que ya tenía un chicle en la boca, que había creado escasamente hacía unos pocos segundos para evitar ser descortés, y es que después de todo no disfrutada de hacer cabrear a los sociópatas o a los locos, mucho menos si estaban en mi equipo. Por último y el de aspecto más relajado era Ar’Du Sohl el cual compartía etnia con Ambrose, por lo que imagino que debía tratarse de algún hombre de su plena confianza.
-Encontrar la sala de combustibles puede ser más fácil de lo que pensamos—arranqué mientras desplegaba el mapa encima de una de las cajas y lo miraba con sumo detalle -Suelen ser salas grandes porque necesitan espacio para los tanques de gasolina y no sería extraño que estuviera en una zona baja para aprovechar algún tipo de refrigeración del agua del manglar, además de que suelen estar bien comunicados para el reabastecimiento del crudo- continué mirando tratando de ver si podía intuir alguna sala con esas características -Por si fuera poco estoy seguro que en la fortaleza deben tener algún tipo de sistema antiincendios, por lo que si la base cumple los reglamentos en cada boca antincendios debería haber algún plano que permita la evacuación, y seguramente ese plano nos de las respuestas que nos faltan- concluí mientras alzaba la vista para ver que el grupo me seguía.
Tras eso, sugeriría al grupo el priorizar el encontrar algún almacén o lavandería en el interior de la base, con no otro objetivo que el de vestirnos de marines. Ya que el pasar desapercibidos por el sistema de seguridad sería mucho más prioritario que cualquier plano que pudiéramos pensar, ya que nos daría algo mucho más importante, tiempo, por lo que en caso de que el plano tuviera localizada la lavandería, preguntaría la opinión del grupo. Por último, pero no por ello menos importante, preguntaría a Sarah si había alguna forma de evadir los sistemas de videovigilancia de den den, ya que, si bien él sabía moverse sin ser visto, no debía asumir lo mismo de todo su grupo de infiltración. Aunque sería reconocer que el grupo de Ambrose era mucho más decepcionante de lo que había pensado inicialmente.
Sin mucha más dilación y más preámbulos, indicaría al grupo que podíamos marchar en cuanto dispusieran todo, dirigiéndonos así a las motos de agua, las cuales parecían que iban a ser nuestra vía de entrada y salida, subiéndose y aplicando las explicaciones que había recibido de la peculiar mujer, solo esperaba que aquello no se le diera mal y que el sistema de inmersión fuera tan seguro como decían, o de lo contrario aquel sería el fin del gran William White.
- resumen:
Ultimar algún detalle de la entrada y darle candela a la moto
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