Celeste D` Angelo
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Asombroso como la guerra y los negocios pueden ir de la mano tan fácilmente. Me hallaba en una mansión en el archipiélago Sabaody, oculta de los acontecimientos que estaban ocurriendo. Una guerra a dos bandas, el Bajo Mundo parecía haberse unido contra la Marina y estos no andaban muy bien. Esta parte del Paraíso de seguro iba a hacer entretenida. Y donde habían criminales, habían oportunidades de sellar alianzas, reclutar gente y conseguir financiación para mis trabajos futuros. Así pues me hallaba en una mansión que pertenecía a un extraño hombre llamado Joseph.
Había sido ciertamente cortés el haberme acogido en su morada, sobre todo con la que estaba cayendo en la isla. Era un hombre anciano, pero en cierta manera atractivo para su edad y con una porte de noble. Estábamos charlando y mi persona se hallaba deleitando con una taza de té por cortesía de mi anfitrión. No quería que me viese la cara al completo, así que solo podía fijarse en mis ojos, los cuales parecía que le agradaban por algún motivo.
- Lady Shadow, ese es uno de mis alias en este mundillo. No me gusta que la gente sepa mi nombre ni vea mi rostro. No se ofenda, agradezco su hospitalidad y la de su señor jefe, es por mi propia supervivencia. Seguro que una persona tan sabia como usted podrá comprenderme - Dediqué una sonrisa hablando con un tono calmado y amigable - Ahora, en cuanto a su pregunta - Dejé la taza de té sobre el platito - Mi intención es montar una organización y necesito varios menesteres. Busco encontrar mano de obra, algún posible acuerdo con algún señor o señora de negocios además de una posible financiación para empezar a montarlo todo - Miré por la ventana para volver a mirar al caballero Joseph - Poseo ambiciones y espero poder empezar a hacerme un hueco en el negocio -
Esperaba que el señor Joseph me dijera algo interesante acerca de mis intenciones. Estaba claro que para empezar a escalar en el Bajo Mundo iba a tener que rascar donde pudiera. Aguardé pacientemente mientras volví a tomar la taza de té con delicadeza. El té era realmente exquisito.
Había sido ciertamente cortés el haberme acogido en su morada, sobre todo con la que estaba cayendo en la isla. Era un hombre anciano, pero en cierta manera atractivo para su edad y con una porte de noble. Estábamos charlando y mi persona se hallaba deleitando con una taza de té por cortesía de mi anfitrión. No quería que me viese la cara al completo, así que solo podía fijarse en mis ojos, los cuales parecía que le agradaban por algún motivo.
- Lady Shadow, ese es uno de mis alias en este mundillo. No me gusta que la gente sepa mi nombre ni vea mi rostro. No se ofenda, agradezco su hospitalidad y la de su señor jefe, es por mi propia supervivencia. Seguro que una persona tan sabia como usted podrá comprenderme - Dediqué una sonrisa hablando con un tono calmado y amigable - Ahora, en cuanto a su pregunta - Dejé la taza de té sobre el platito - Mi intención es montar una organización y necesito varios menesteres. Busco encontrar mano de obra, algún posible acuerdo con algún señor o señora de negocios además de una posible financiación para empezar a montarlo todo - Miré por la ventana para volver a mirar al caballero Joseph - Poseo ambiciones y espero poder empezar a hacerme un hueco en el negocio -
Esperaba que el señor Joseph me dijera algo interesante acerca de mis intenciones. Estaba claro que para empezar a escalar en el Bajo Mundo iba a tener que rascar donde pudiera. Aguardé pacientemente mientras volví a tomar la taza de té con delicadeza. El té era realmente exquisito.
- Resumen:
- Agradecer al señor Joseph su hospitalidad y la de su señor además de contarle mis intenciones en Sabaody
Pudo notar el aire vibrar y el suelo retumbar cuando su voluntad se liberó, justo en el instante en que se materializó junto al Sepultero. Tal vez fuera el frenesí en el que se había visto envuelto, buscando con aquellos movimientos segar la vida del criminal sin el menor de los miramientos. Por fortuna para él, tuvo la capacidad de separarse lo suficiente como para que la herida, aunque grave, no fuera letal. Había perdido un ojo y su cuerpo presentaba un corte desde este hasta la vejiga, lo que pareció haberlo dejado fuera de combate por el momento. Aquel fantoche no tardaría en retorcerse por el dolor, tras lo que el extremo de Yūjō acabó posado contra el pecho del moreno, sugiriéndole que cerrara el pico de una vez.
Kus respiraba aceleradamente a causa de una mezcla entre la adrenalina del momento y la rabia que aún recorría cada fibra de su ser. Esa gente era la responsable de que Zuko, posiblemente, hubiera muerto. ¿Y qué debía hacer? ¿Dejarlos vivir? Su amigo merecía que se hiciera justicia, y aquello no pasaba únicamente por acabar con Sirio y su hermano sino también con todos y cada uno de sus subordinados. Su iris visible aún se mantenía con aquel tono ensangrentado mientras se centraba en no perder de vista al de la pala. Se encontraba haciendo un ejercicio de autocontrol, luchando con todas sus fuerzas por no sucumbir ante el deseo de acabar con la vida de aquel desgraciado y con la de todos sus subordinados. Después de todo, ¿por qué merecía vivir? No había arrepentimiento en su tono, solo miedo y desesperación. Se aferraba a la vida como buenamente podía, y en aquella ocasión su mejor baza era suplicar por esta. El agente frunció el ceño, a punto de ceder frente a un impulso homicida... y como un destello, los recuerdos recorrieron su mente. Una reminiscencia de sus primeros años en la agencia. Su ojo volvió a adquirir lentamente la tonalidad verdosa que lo caracterizaba y el filo de Yūjō se apartó del Sepultero.
Ellos eran mejores que esa gentuza.
—¿Estás bien, Ruffo? —preguntó entonces en voz alta, sin dejar de mirar al hombre que permanecía tendido en el suelo y obviando sus preguntas. Una vez recibiera respuesta, seguiría—. Comprueba el estado de Polastri.
Tras esto echaría un rápido vistazo a su alrededor. Los «cadáveres» parecían haber vuelto a la vida tras notar cómo su jefe caía derrotado. Después de todo no eran más que personas normales y corrientes interpretando un número para confundirles. ¿De eso iba el rollo? ¿De hacer que su jefe pareciera poseer la capacidad de levantar a los muertos? Debía reconocer a regañadientes que había llegado a colar.
Volvió a mirar con dureza al del sombrero, terminando de apartar la espada de él.
—Si traicionas tu palabra acabaré contigo —soltó con frialdad, una que era extraña en él, antes de lanzarle una mirada al resto— y con todos vosotros. —Volvió a centrar su atención en él—. Lo primero que harás será conseguir asistencia médica para mis compañeros. Sin trucos. Si les pasa algo estáis muertos. Cuando estén estables podrás empezar a cantar... y a demostrar que realmente valoras tu vida ayudando al bando correcto.
Esperaría así a que el Sepultero volviera a ponerse en pie y a que cuanto había indicado se viera cumplido. No envainaría su arma, por descontado, y se mantendría atento a cualquier movimiento de los criminales, por si intentaban pasarse de listos. Mientras tanto, ordenaría a Bir-D que siguiera la pista del agente Ral y de Oppen. No había estado atento a causa de la pelea, así que les había perdido.
—Ah, y tu pala es mía —añadió, cogiendo esta del suelo y también el arma de fuego.
Kus respiraba aceleradamente a causa de una mezcla entre la adrenalina del momento y la rabia que aún recorría cada fibra de su ser. Esa gente era la responsable de que Zuko, posiblemente, hubiera muerto. ¿Y qué debía hacer? ¿Dejarlos vivir? Su amigo merecía que se hiciera justicia, y aquello no pasaba únicamente por acabar con Sirio y su hermano sino también con todos y cada uno de sus subordinados. Su iris visible aún se mantenía con aquel tono ensangrentado mientras se centraba en no perder de vista al de la pala. Se encontraba haciendo un ejercicio de autocontrol, luchando con todas sus fuerzas por no sucumbir ante el deseo de acabar con la vida de aquel desgraciado y con la de todos sus subordinados. Después de todo, ¿por qué merecía vivir? No había arrepentimiento en su tono, solo miedo y desesperación. Se aferraba a la vida como buenamente podía, y en aquella ocasión su mejor baza era suplicar por esta. El agente frunció el ceño, a punto de ceder frente a un impulso homicida... y como un destello, los recuerdos recorrieron su mente. Una reminiscencia de sus primeros años en la agencia. Su ojo volvió a adquirir lentamente la tonalidad verdosa que lo caracterizaba y el filo de Yūjō se apartó del Sepultero.
Ellos eran mejores que esa gentuza.
—¿Estás bien, Ruffo? —preguntó entonces en voz alta, sin dejar de mirar al hombre que permanecía tendido en el suelo y obviando sus preguntas. Una vez recibiera respuesta, seguiría—. Comprueba el estado de Polastri.
Tras esto echaría un rápido vistazo a su alrededor. Los «cadáveres» parecían haber vuelto a la vida tras notar cómo su jefe caía derrotado. Después de todo no eran más que personas normales y corrientes interpretando un número para confundirles. ¿De eso iba el rollo? ¿De hacer que su jefe pareciera poseer la capacidad de levantar a los muertos? Debía reconocer a regañadientes que había llegado a colar.
Volvió a mirar con dureza al del sombrero, terminando de apartar la espada de él.
—Si traicionas tu palabra acabaré contigo —soltó con frialdad, una que era extraña en él, antes de lanzarle una mirada al resto— y con todos vosotros. —Volvió a centrar su atención en él—. Lo primero que harás será conseguir asistencia médica para mis compañeros. Sin trucos. Si les pasa algo estáis muertos. Cuando estén estables podrás empezar a cantar... y a demostrar que realmente valoras tu vida ayudando al bando correcto.
Esperaría así a que el Sepultero volviera a ponerse en pie y a que cuanto había indicado se viera cumplido. No envainaría su arma, por descontado, y se mantendría atento a cualquier movimiento de los criminales, por si intentaban pasarse de listos. Mientras tanto, ordenaría a Bir-D que siguiera la pista del agente Ral y de Oppen. No había estado atento a causa de la pelea, así que les había perdido.
—Ah, y tu pala es mía —añadió, cogiendo esta del suelo y también el arma de fuego.
- Resumen:
- • Perdonarle la vida al Sepultero e indicarle a Ruffo que compruebe el estado de Polastri tras un poco de intensidad.
• Indicarle al Sepultero que debe conseguir asistencia médica para Polastri y Ruffo. Después dejar que le cuente cuanto sepa.
• Mantenerse atento por si esta gente intenta algo.
• Desarmar al sepultero.
-Sí, no ha sido nada -respondí, llevándome la mano al costado, justo al lugar donde había recibido el dichoso impacto del Sepulturero. Si de mí hubiese dependido habría acabado sin dudar con a vida de todos y cada uno de los que se habían interpuesto en nuestro camino, pues a mi juicio sólo podrían traernos problemas en el futuro. Una vez les hubiésemos sacado toda la información de utilidad que pudiesen tener para nosotros dejarían de resultarnos útiles, pero por desgracia o por fortuna no estaba en mi mano tomar ese tipo de decisiones. Si el agente Kusanagi, mucho más experimentado e inteligente que yo, juzgaba que podrían ser más productivos con vida simplemente restaba obedecer sin hacer preguntas.
Me dirigí hacia la señorita Polastri a toda la velocidad que mi entrecortada respiración me permitía, sacudiéndola levemente para intentar despertarla. Al mismo tiempo inspeccioné su cuerpo en busca de algún detalle grosero que me informase sobre su estado de salud, pues era lo más parecido a un conocimiento médico que tenía a mi alcance. Buscaba grandes deformidades que advirtiesen alguna fractura o lesiones sangrantes que fuese urgente taponar. Si cumplían con las órdenes de mi superior, la llegada de asistencia sanitaria era cuestión de tiempo y hasta un necio como yo sabía que unos segundos de compresión podían significar la diferencia entre la vida y la muerte. Aunque ¿quién sabía? Quizás sólo había perdido el conocimiento temporalmente sin mayores repercusiones y sencillamente me respondía con algún gesto airado que me obligase a apartarme de ella.
Por otro lado, no podía creer que una artimaña tan burda hubiese sido tan convincente. ¿En serio nos había hecho pensar que verdaderamente tenía poder sobre los muertos? Desde luego había resultado muy convincente, y si algo tenía claro era que la capacidad para cavar y adentrarse y salir de la tierra de aquel sujeto eran dignas de elogio. El muy desgraciado nos había atacado desde el subsuelo, emergiendo con la misma facilidad que hallaría un delfín para saltar a la superficie desde el mar. Tal vez la idea del agente Kusanagi tuviese más fundamento de lo que me había parecido en un primer momento. Quizás el Sepulturero y sus subordinados fuesen de utilidad al fin y al cabo. En situaciones como aquélla quedaba claro por qué no era yo el encargado de tomar las decisiones en Eden. Era una responsabilidad que, por otro lado, estaba lejos de ansiar.
De cualquier modo, aquello solo era una pausa temporal. No habíamos hecho más que superar el primero de -probablemente- muchos escollos que encontraríamos en nuestro camino. Si ese sujeto tan patético había conseguido y ponernos en jaque con tanta facilidad, incluso dañarme, ¿qué no podría hacer la próxima amenaza a la que nos tocase enfrentarnos?
Pensando en lo problemático de la situación que se habría ante nosotros, me las apañé para extraer un Ursus del bolsillo interior de mi americana -en caso de que necesitase la otra para ayudar a la señorita Polastri, claro-, llevármelo a los labios y encenderlo. No sabía si volvería a tener un receso como aquél y debía reconocer que el cuerpo llevaba horas pidiéndome un par de caladas.
Me dirigí hacia la señorita Polastri a toda la velocidad que mi entrecortada respiración me permitía, sacudiéndola levemente para intentar despertarla. Al mismo tiempo inspeccioné su cuerpo en busca de algún detalle grosero que me informase sobre su estado de salud, pues era lo más parecido a un conocimiento médico que tenía a mi alcance. Buscaba grandes deformidades que advirtiesen alguna fractura o lesiones sangrantes que fuese urgente taponar. Si cumplían con las órdenes de mi superior, la llegada de asistencia sanitaria era cuestión de tiempo y hasta un necio como yo sabía que unos segundos de compresión podían significar la diferencia entre la vida y la muerte. Aunque ¿quién sabía? Quizás sólo había perdido el conocimiento temporalmente sin mayores repercusiones y sencillamente me respondía con algún gesto airado que me obligase a apartarme de ella.
Por otro lado, no podía creer que una artimaña tan burda hubiese sido tan convincente. ¿En serio nos había hecho pensar que verdaderamente tenía poder sobre los muertos? Desde luego había resultado muy convincente, y si algo tenía claro era que la capacidad para cavar y adentrarse y salir de la tierra de aquel sujeto eran dignas de elogio. El muy desgraciado nos había atacado desde el subsuelo, emergiendo con la misma facilidad que hallaría un delfín para saltar a la superficie desde el mar. Tal vez la idea del agente Kusanagi tuviese más fundamento de lo que me había parecido en un primer momento. Quizás el Sepulturero y sus subordinados fuesen de utilidad al fin y al cabo. En situaciones como aquélla quedaba claro por qué no era yo el encargado de tomar las decisiones en Eden. Era una responsabilidad que, por otro lado, estaba lejos de ansiar.
De cualquier modo, aquello solo era una pausa temporal. No habíamos hecho más que superar el primero de -probablemente- muchos escollos que encontraríamos en nuestro camino. Si ese sujeto tan patético había conseguido y ponernos en jaque con tanta facilidad, incluso dañarme, ¿qué no podría hacer la próxima amenaza a la que nos tocase enfrentarnos?
Pensando en lo problemático de la situación que se habría ante nosotros, me las apañé para extraer un Ursus del bolsillo interior de mi americana -en caso de que necesitase la otra para ayudar a la señorita Polastri, claro-, llevármelo a los labios y encenderlo. No sabía si volvería a tener un receso como aquél y debía reconocer que el cuerpo llevaba horas pidiéndome un par de caladas.
- Resumen:
- Seguir las órdenes de Kus e intentar ayudar a la señorita Polastri hasta que llegue la asistencia sanitaria.. Si es que llega, claro.
Hayden Ashworth
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Una intensa luz sustituyó a la oscuridad que le rodeaba. Durante un instante, creyó que había llegado al cielo. Sin embargo, supo que no se merecía algo así. Estaba... vivo. No sabía como, pero lo estaba. Por puro reflejo, intentó llevarse la mano a la cara para taparse los ojos, pero... nada. Entonces lo recordó. El perro le había arrancado los brazos. Como pudo, se irguió mostrando aún más que era poco más que un tronco con piernas. Un hombre habló, sacándolo enseguida de su ensimismamiento. El médico que le había curado se presentó y, enseguida, empezó a echarle en cara su error. Mientras hablaba, el vicealmirante volvió a tumbarse, mirando al techo, y le dejó terminar.
—Lo intenté, Doctor. Lo intenté... —al hablar sentía un dolor en la garganta, como si hubiese estado años sin mediar palabra—. Nunca fue por egoísmo. Puse toda mi confianza y esperanza en los demás y... Intenté alejar a Sirio del campo de batalla. El perro es... una fuerza demasiado poderosa. Creí que cada golpe que yo me llevase, sería menos ayuda que tendrían sus fuerzas en la batalla. Menos golpes arrasadores que se llevarían por delante la vida de muchos... Ese era mi objetivo. Mantenerlo alejado, distraído... cansarlo... Pero lo subestimé. Me dejé llevar por una fuerza que todavía no domino y... —cerró los ojos y calló. Ni siquiera podía decirlo—... Fallé.
Ignorando cualquier dolor residual que pudiese sentir, volvió a erguirse y se levantó de la camilla, poniéndose de pie en el suelo. Al principio sintió un mareo, un ligero aturdimiento, pero intentó que no se notase. Se acercó a la enfermera y se giró para acercarle el muñón derecho y la miró con rostro serio, pero no enfadado.
—¿Podría hacerme el favor de descubrir lo que queda de mi brazo? No puedo regenerarlo mientras tenga las vendas y creo que seré más útil si tengo uno de ellos. El otro puede dejarlo vendado. —Esperaría a que lo hiciese y, cuando empezase, miraría al doctor mientras le quitaban las vendas y le hablaría—. Cuando todo esto acabe, asumiré cualquier castigo que decidan ponerme, pero todavía no ha acabado. Por favor, cuénteme como van las cosas, como ha podido usted salvarme de Sirio sin que lo mate, y como vamos a continuar. Es hora de acabar con esta guerra... todos juntos.
Una vez estuviese su muñón desvendado y al descubierto, mostrando su herida, el vicealmirante daría las gracias a la enfermera y se alejaría de ella un poco. Extendió el brazo y soltó un largo suspiro, concentrando todo su poder de dragón en un único punto. Lo había hecho haría unas horas, y era algo que había aprendido hacer hace muy poco, pero era increíblemente útil. Solo podría hacerlo para uno de sus brazos, pero eso ya aumentaría su utilidad bastante. Tras medio minuto de concentración, de golpe, su brazo derecho volvió a crecer de manera instantánea, cubierto por piel muerta de reptil que no tardó en caerse al suelo, mostrando su brazo derecho como nuevo. Lo cerró, tensando los músculos y volvió a mirar al médico.
—¿Cuál es el plan?
—Lo intenté, Doctor. Lo intenté... —al hablar sentía un dolor en la garganta, como si hubiese estado años sin mediar palabra—. Nunca fue por egoísmo. Puse toda mi confianza y esperanza en los demás y... Intenté alejar a Sirio del campo de batalla. El perro es... una fuerza demasiado poderosa. Creí que cada golpe que yo me llevase, sería menos ayuda que tendrían sus fuerzas en la batalla. Menos golpes arrasadores que se llevarían por delante la vida de muchos... Ese era mi objetivo. Mantenerlo alejado, distraído... cansarlo... Pero lo subestimé. Me dejé llevar por una fuerza que todavía no domino y... —cerró los ojos y calló. Ni siquiera podía decirlo—... Fallé.
Ignorando cualquier dolor residual que pudiese sentir, volvió a erguirse y se levantó de la camilla, poniéndose de pie en el suelo. Al principio sintió un mareo, un ligero aturdimiento, pero intentó que no se notase. Se acercó a la enfermera y se giró para acercarle el muñón derecho y la miró con rostro serio, pero no enfadado.
—¿Podría hacerme el favor de descubrir lo que queda de mi brazo? No puedo regenerarlo mientras tenga las vendas y creo que seré más útil si tengo uno de ellos. El otro puede dejarlo vendado. —Esperaría a que lo hiciese y, cuando empezase, miraría al doctor mientras le quitaban las vendas y le hablaría—. Cuando todo esto acabe, asumiré cualquier castigo que decidan ponerme, pero todavía no ha acabado. Por favor, cuénteme como van las cosas, como ha podido usted salvarme de Sirio sin que lo mate, y como vamos a continuar. Es hora de acabar con esta guerra... todos juntos.
Una vez estuviese su muñón desvendado y al descubierto, mostrando su herida, el vicealmirante daría las gracias a la enfermera y se alejaría de ella un poco. Extendió el brazo y soltó un largo suspiro, concentrando todo su poder de dragón en un único punto. Lo había hecho haría unas horas, y era algo que había aprendido hacer hace muy poco, pero era increíblemente útil. Solo podría hacerlo para uno de sus brazos, pero eso ya aumentaría su utilidad bastante. Tras medio minuto de concentración, de golpe, su brazo derecho volvió a crecer de manera instantánea, cubierto por piel muerta de reptil que no tardó en caerse al suelo, mostrando su brazo derecho como nuevo. Lo cerró, tensando los músculos y volvió a mirar al médico.
—¿Cuál es el plan?
- Resumen:
- Primero de todo recuperar mi brazo derecho para no ser un tronco useless, que eso ta feo
Nombre de la técnica: Un nuevo yo
Categoría: Mítica
Naturaleza: Akuma no mi
Descripción: El usuario se concentra para maximizar su regeneración de reptil y que le vuelva a crecer de forma instantánea una extremidad perdida. Sin embargo esto requiere una concentración muy alta y tarda unos tres segundos en hacer efecto, por lo que mientras se esté concentrando en ello es susceptible a ataques y no puede hacer otras cosas que requieran concentración (por ej. usar Haki de observación). Además, esta técnica hace que, durante el resto del combate, el dragón no pueda acceder a sus habilidades regenerativas (lo cual incluye utilizar esta técnica una vez más) y además el esfuerzo le cansa bastante.
y preguntar al señor como van las cosas y cual es el plan
RAL
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Estaba dentro de mi margen de maniobra que las cosas estuvieran así, no les interesaba buscar más conflicto del necesario y empezar a hacer desaparecer agentes sólo empeoraría las cosas. De todas formas esta persona sabía cosas sobre Banners que ni inteligencia había averiguado... o estaban tan desesperados por ayuda de otra facción que habían decidido ignorar. Miré a Ronnie cuando intervino, no me hacía gracia lo que decía, pero tampoco estaba en posición de expresarlo, no abiertamente.
Mientras terminaban de explicar la situación seguía garabateando, actualizando el diagrama con los nuevos datos para ponerlos de forma más sencilla en un papel. Barajando mis posibilidades, las cartas que tenía en la mano y las posibles consecuencias que tendría cada jugada. Pero había algo de información que Komaroff me había dado, había aceptado que mi análisis era correcto, incluida la parte de que Banners tuviera infiltrados. Es como si me estuviera diciendo que podían estar viendo o escuchando esta conversación. Si decidía ayudarles aquí y ahora nada me aseguraba que esa información no llegase a Banners antes de que lo hicieran mis compañeros, lo que implicaba ponerlos en peligro.
- Es una lástima pero creo que usted y yo no llegaremos a un acuerdo. - Dije arrancando la hoja de la libreta y dejándosela doblada en la mesa. - A lo mejor le interesa echarle un vistazo y plantearse a quién debería pedir ayuda. - Continué mientras empujaba la hoja hacia Komaroff.
En esta había por un lado esquemas con los bandos y las relaciones entre estos, así como anotaciones de posibles casos, pero había apretado con la pluma en algunos sitios para que al otro lado de la hoja quedase un número marcado. El número de contacto con el cuartel general. Si el llamaba a ese número y les explicaba con detalles la situación, junto con la oferta que parecía más segura que la de Banners seguramente aceptasen sus términos. Si llamaba yo no sólo corría el riesgo de ser escuchada, sino de parecer que hablaba bajo coacción.
- Por desgracia yo sólo soy un perro de presa, si no me ordenan que vaya a por nadie no puedo hacerlo, mucho menos convencerlos para que tomen una decisión como esa. De todas formas espero que cumplan su palabra. - Comenté mientras me levantaba con tranquilidad.
Komaroff parecía un hombre inteligente, esperaba que comprendiese lo que intentaba hacer, que comprendiese que ese era un mensaje que sólo él podía dar, que la mejor persona para convencer al mando de lo que quería era él, yo sólo era un mero peón, lo máximo que podía lograr era hacer de mediador. Si tras eso me ordenaban ir a por Banners me reuniría con el resto y les informaría.
Mientras terminaban de explicar la situación seguía garabateando, actualizando el diagrama con los nuevos datos para ponerlos de forma más sencilla en un papel. Barajando mis posibilidades, las cartas que tenía en la mano y las posibles consecuencias que tendría cada jugada. Pero había algo de información que Komaroff me había dado, había aceptado que mi análisis era correcto, incluida la parte de que Banners tuviera infiltrados. Es como si me estuviera diciendo que podían estar viendo o escuchando esta conversación. Si decidía ayudarles aquí y ahora nada me aseguraba que esa información no llegase a Banners antes de que lo hicieran mis compañeros, lo que implicaba ponerlos en peligro.
- Es una lástima pero creo que usted y yo no llegaremos a un acuerdo. - Dije arrancando la hoja de la libreta y dejándosela doblada en la mesa. - A lo mejor le interesa echarle un vistazo y plantearse a quién debería pedir ayuda. - Continué mientras empujaba la hoja hacia Komaroff.
En esta había por un lado esquemas con los bandos y las relaciones entre estos, así como anotaciones de posibles casos, pero había apretado con la pluma en algunos sitios para que al otro lado de la hoja quedase un número marcado. El número de contacto con el cuartel general. Si el llamaba a ese número y les explicaba con detalles la situación, junto con la oferta que parecía más segura que la de Banners seguramente aceptasen sus términos. Si llamaba yo no sólo corría el riesgo de ser escuchada, sino de parecer que hablaba bajo coacción.
- Por desgracia yo sólo soy un perro de presa, si no me ordenan que vaya a por nadie no puedo hacerlo, mucho menos convencerlos para que tomen una decisión como esa. De todas formas espero que cumplan su palabra. - Comenté mientras me levantaba con tranquilidad.
Komaroff parecía un hombre inteligente, esperaba que comprendiese lo que intentaba hacer, que comprendiese que ese era un mensaje que sólo él podía dar, que la mejor persona para convencer al mando de lo que quería era él, yo sólo era un mero peón, lo máximo que podía lograr era hacer de mediador. Si tras eso me ordenaban ir a por Banners me reuniría con el resto y les informaría.
- Resumen:
- Pasarle una notita a Banners y aceptar su trato en caso de que él logre convencer al mando.
William White
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Pese a que tenía mis dudas y no era precisamente un amante de la tecnología, la puerta de doble factor se abrió de par en par, emitiendo un pequeño pitido de confirmación, o al menos así quise interpretar ese sonido. A pesar de ello, Takeshi no pareció quedarse muy tranquilo, por lo que discretamente tras pasar el linde la puerta deslicé uno de los dedeos sobre el borde de la compuerta, dejándola con un aparente brillo que no era otra cosa que chicle, no lo suficiente como para atrancar la puerta, pero que me resultaría útil si por algún casual se torcían las circunstancias, aunque si todo salía a pedir de boca no habría ningún problema.
-Confía en mí- comenté antes e hacer una pequeña pausa -Si permiten entrar en acción a esos pacifistas estoy seguro que la guerra se decantará de nuestro lado- comenté mirando a los ojos a aquel hombre, ya que consideraba que lograría leer entre líneas, y es que no sabía si podría haber alguien escuchando.
El otro lado de la puerta no era otra cosa que un largo pasillo de un blanco impoluto, tanto que incluso parecía reflejar la luz interior que tenía, haciendo la experiencia algo molesta. Aunque lo más intimidante del pasillo fue la ristra de cámaras que había distribuidas, contaba unas cuatro o cinco, aunque por ahora no había nada que temer y es que con nuestras pintas y la gorra que llevábamos resultaría complicado incluso para el más perspicaz de los cámaras de encontrar artimaña alguna.
-¿Tendría alguna funcionalidad aquel pasillo tan extraño?- pensé mientras ojeaba de reojo por los ojos de búho que tenían algunas de las puertas que se encontraban cerradas por completo.
Al final del pasillo y tal como profetizaba el mapa llegamos a unas escaleras, las cuales condujeron a la sala de máquinas, un laberintico sistema de maquinaria y tubos que alzaban hasta el techo donde se ramificaban con saber que diabólicos propósitos, deambulando por la sala había un buen número de trabajadores que iban desde el más humilde de los obreros apretando un par de tuercas o encargándose de girar un intrincado sistema de manivelas hasta varios ingenieros en una posición alta donde con grandes planos sobre la mesa y un sofisticado panel de control parecían controlar las entrañas de la fortaleza y con ello el rugir de los imponentes cañones que estaban diezmando a los nuestros. Realmente el interior de aquella sala era un buen símil a lo que representaba la marina, una maquinaría imparable perfectamente sincronizada que imponía su hegemonía a con musculo de hierro.
Fuera como fuera, de un gesto indique a mi compañero que me siguiera en lo que sería nuestra primera vuelta de reconocimiento de la sala, aparentemente solo estaríamos haciendo una vuelta de reconocimiento por la sala por lo que dudaba que fuéramos a destacar entre tanto personal, al cual presto especialmente atención, al igual que a cualquier maquinaría que le inspirara confianza.
Tras la primera vuelta, encendería discretamente el comunicador, antes de formular unas palabras a su compañero.
-¿Te acuerda lo que dijo Sarah que quería para la sala de máquinas? Me lo dijo ayer, pero sinceramente mi memoria ya no es lo que era- pregunté a mi compañero esperando que este supiera seguirme el juego, aunque el propósito no era otro que mi ingeniera al otro lado de la línea me diera alguna pista de como desestabilizar el sistema sin tener que recurrir a llamar demasiado la atención, con un poco de suerte, la fortaleza habría caído en algunas horas y con ello, yo me alzaría como unos de los activos más importantes en el archipiélago.
-Confía en mí- comenté antes e hacer una pequeña pausa -Si permiten entrar en acción a esos pacifistas estoy seguro que la guerra se decantará de nuestro lado- comenté mirando a los ojos a aquel hombre, ya que consideraba que lograría leer entre líneas, y es que no sabía si podría haber alguien escuchando.
El otro lado de la puerta no era otra cosa que un largo pasillo de un blanco impoluto, tanto que incluso parecía reflejar la luz interior que tenía, haciendo la experiencia algo molesta. Aunque lo más intimidante del pasillo fue la ristra de cámaras que había distribuidas, contaba unas cuatro o cinco, aunque por ahora no había nada que temer y es que con nuestras pintas y la gorra que llevábamos resultaría complicado incluso para el más perspicaz de los cámaras de encontrar artimaña alguna.
-¿Tendría alguna funcionalidad aquel pasillo tan extraño?- pensé mientras ojeaba de reojo por los ojos de búho que tenían algunas de las puertas que se encontraban cerradas por completo.
Al final del pasillo y tal como profetizaba el mapa llegamos a unas escaleras, las cuales condujeron a la sala de máquinas, un laberintico sistema de maquinaria y tubos que alzaban hasta el techo donde se ramificaban con saber que diabólicos propósitos, deambulando por la sala había un buen número de trabajadores que iban desde el más humilde de los obreros apretando un par de tuercas o encargándose de girar un intrincado sistema de manivelas hasta varios ingenieros en una posición alta donde con grandes planos sobre la mesa y un sofisticado panel de control parecían controlar las entrañas de la fortaleza y con ello el rugir de los imponentes cañones que estaban diezmando a los nuestros. Realmente el interior de aquella sala era un buen símil a lo que representaba la marina, una maquinaría imparable perfectamente sincronizada que imponía su hegemonía a con musculo de hierro.
Fuera como fuera, de un gesto indique a mi compañero que me siguiera en lo que sería nuestra primera vuelta de reconocimiento de la sala, aparentemente solo estaríamos haciendo una vuelta de reconocimiento por la sala por lo que dudaba que fuéramos a destacar entre tanto personal, al cual presto especialmente atención, al igual que a cualquier maquinaría que le inspirara confianza.
Tras la primera vuelta, encendería discretamente el comunicador, antes de formular unas palabras a su compañero.
-¿Te acuerda lo que dijo Sarah que quería para la sala de máquinas? Me lo dijo ayer, pero sinceramente mi memoria ya no es lo que era- pregunté a mi compañero esperando que este supiera seguirme el juego, aunque el propósito no era otro que mi ingeniera al otro lado de la línea me diera alguna pista de como desestabilizar el sistema sin tener que recurrir a llamar demasiado la atención, con un poco de suerte, la fortaleza habría caído en algunas horas y con ello, yo me alzaría como unos de los activos más importantes en el archipiélago.
- Resumen:
Preparar una pequeña "triqui" en la puerta por si acaso y ver si puedo ver algo atreves del ojo de búho de las puertas mientras vamos de paso(no me paro ni nada parecido).
Bajar a la sala y dar una pequeña vuelta de reconocimiento fingiendo una patrulla e intentar ver u ori algo llamativo.
Contactar con mi ángel de la guarda para que me de unos consejos de bricomania para averiar la estancia.
Nota: Me he tomado alguna licencia para describir la sala, pero nada importante, espero...
Hamlet
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Había sido veloz, efectivo y diligente. Mi ataque estaba destinado a lesionar a Procyon de manera que no pudiera levantarse. Había hecho todo lo posible por ser profesional. Entonces, ¿por qué fallé? El pirata ignoró por completo la potencia de mis ataques, deteniéndolos sin ningún tipo de dificultad. Incluso las técnicas de Iulio no dieron resultado. Procyon, aparentemente, era tan poderoso como su hermano.
Estaba tan sorprendido por las capacidades de mi adversario, que tardé en darme cuenta de que había desenfundado su arma, una suerte de pistola. Apenas pude adoptar una expresión de sorpresa antes de recibir el aplastante impacto de dos poderosas vigas contra mi estómago. Maldije mi absoluta falta de reflejos. Aunque el disparo no había logrado penetrar en mi armadura, el golpe fue lo suficientemente fuerte como para mandarme a volar varios metros mientras escupía sangre. Intenté recomponerme, pero antes de que pudiera estabilizarme en el aire con los cohetes de la armadura, volví a captar a Procyon. Esta vez, se hallaba flotando a mi espalda, con la misma expresión de tranquilidad que había tenido durante todo el combate. No pude reaccionar a tiempo y recibí una poderosa patada contra parte izquierda de mi torso, que también se resintió enormemente a pesar de estar protegida por la coraza. El golpe me envió contra el suelo, haciéndome caer de cara contra la rocosa superficie.
Intenté levantarme y volver al combate, pero perdí algo de tiempo llevándome la mano al rostro magullado, un acto reflejo que tendría que haber suprimido. Así pues, antes de que pudiera hacer nada, observé una lluvia de proyectiles luminosos descender sobre el campo de batalla. No pude hacer nada para evitar que se clavasen en mi espalda dolorosamente. Volví a tumbarme boca abajo, dolorido. Noté entonces como mis técnicas se desvanecían, añadiendo al dolor un inconmensurable agotamiento. Respiraba entrecortadamente. ¿Habíamos perdido? ¿Ya no había esperanza para los cientos de Marines que combatían en aquella cruel batalla? Escupí sangre, intentando volver a levantarme, con el deber como única fuente de energía. Estaba más herido que nunca, y, posiblemente, camino de la muerte por las sanguinolentas heridas. Pero no podía dejar a Iulio solo, no en aquel momento.
Esforzándome bastante, logré apoyarme sobre una rodilla, aunque mostrándome jadeante y patético. Si podía volver a ponerme en pie, eso significaría que la batalla aún no habría terminado para mí.
Estaba tan sorprendido por las capacidades de mi adversario, que tardé en darme cuenta de que había desenfundado su arma, una suerte de pistola. Apenas pude adoptar una expresión de sorpresa antes de recibir el aplastante impacto de dos poderosas vigas contra mi estómago. Maldije mi absoluta falta de reflejos. Aunque el disparo no había logrado penetrar en mi armadura, el golpe fue lo suficientemente fuerte como para mandarme a volar varios metros mientras escupía sangre. Intenté recomponerme, pero antes de que pudiera estabilizarme en el aire con los cohetes de la armadura, volví a captar a Procyon. Esta vez, se hallaba flotando a mi espalda, con la misma expresión de tranquilidad que había tenido durante todo el combate. No pude reaccionar a tiempo y recibí una poderosa patada contra parte izquierda de mi torso, que también se resintió enormemente a pesar de estar protegida por la coraza. El golpe me envió contra el suelo, haciéndome caer de cara contra la rocosa superficie.
Intenté levantarme y volver al combate, pero perdí algo de tiempo llevándome la mano al rostro magullado, un acto reflejo que tendría que haber suprimido. Así pues, antes de que pudiera hacer nada, observé una lluvia de proyectiles luminosos descender sobre el campo de batalla. No pude hacer nada para evitar que se clavasen en mi espalda dolorosamente. Volví a tumbarme boca abajo, dolorido. Noté entonces como mis técnicas se desvanecían, añadiendo al dolor un inconmensurable agotamiento. Respiraba entrecortadamente. ¿Habíamos perdido? ¿Ya no había esperanza para los cientos de Marines que combatían en aquella cruel batalla? Escupí sangre, intentando volver a levantarme, con el deber como única fuente de energía. Estaba más herido que nunca, y, posiblemente, camino de la muerte por las sanguinolentas heridas. Pero no podía dejar a Iulio solo, no en aquel momento.
Esforzándome bastante, logré apoyarme sobre una rodilla, aunque mostrándome jadeante y patético. Si podía volver a ponerme en pie, eso significaría que la batalla aún no habría terminado para mí.
- Resumen:
- Recibir, por mi falta de reflejos, todos los ataques de Procyon.
Normas del capítulo:
La guerra continúa desarrollándose en los diferentes frentes. Los criminales comienzan a retroceder en el norte, pero la situación es desesperanzadora en el oeste. La caída del vicealmirante Jean Leporré y la derrota del vicealmirante Kasai Zuko han desmoralizado las tropas aliadas, pero eso no es suficiente para que los piratas se alcen victoriosos. Incluso diría que todos los frentes son tan dinámicos como caóticos, diría que todo está a punto de cambiar. Por ningún motivo el Gobierno Mundial cederá así sin más el punto estratégico que representa el Archipiélago de Sabaody.
Un barco pirata de dimensiones escandalosas se acerca rápida y alarmantemente a la costa del manglar 70. Para algunos, la llegada de Layla Cabot, una de las Shichibukais más fuertes, supone un problema demasiado gordo del que ocuparse ahora mismo; para otros, supone el milagro que han estado esperando durante mucho tiempo. Los cañones arremeten desde el mar contra la artillería de Sirio, aniquilando una cantidad importante de morteros. Sin embargo, lo más impresionante son las tres figuras que han saltado sin temor alguno desde el barco hasta el campo de batalla.
Los nuevos prototipos de Pacifistas, aún en modo de prueba, han sido desplegados en el campo de batalla. Cada uno de ellos tiene la apariencia del difunto almirante Kodama, aunque los rayos láser y los cañones en las manos rompe un poco con la estética arbórea. No solo han aparecido en el manglar 70, sino también en el 65. Cada uno de estos es tan poderoso como para ocuparse de medio centenar de piratas, aunque todavía es demasiado pronto para que las tropas aliadas canten victoria: la brecha numérica sigue siendo demasiado amplia. Y el general enemigo aún no ha caído.
No obstante, toda buena noticia trae consigo una mala. Los marines no han podido con el avance del virus, mucho menos con el de la caótica fiesta. Las turbas alguna vez desorganizadas ahora se mueven como un cardumen y, a pesar de no contar con armamento de destrucción masiva, pronto tomarán la fortaleza del manglar 61. ¿Cómo ha podido pasar esto? Las fuerzas aliadas aún no entienden cómo es que el hombre oculto tras la máscara de bufón ha conseguido dirigir tanto caos a un punto en concreto. Sin un milagro, la fortaleza del manglar 61 está destinada a caer. Creo que todos pueden imaginar lo que sucederá si cualquiera de los tres puntos cae, ¿verdad?
- Se moderará los martes entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los martes antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
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- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación:
La guerra continúa desarrollándose en los diferentes frentes. Los criminales comienzan a retroceder en el norte, pero la situación es desesperanzadora en el oeste. La caída del vicealmirante Jean Leporré y la derrota del vicealmirante Kasai Zuko han desmoralizado las tropas aliadas, pero eso no es suficiente para que los piratas se alcen victoriosos. Incluso diría que todos los frentes son tan dinámicos como caóticos, diría que todo está a punto de cambiar. Por ningún motivo el Gobierno Mundial cederá así sin más el punto estratégico que representa el Archipiélago de Sabaody.
Un barco pirata de dimensiones escandalosas se acerca rápida y alarmantemente a la costa del manglar 70. Para algunos, la llegada de Layla Cabot, una de las Shichibukais más fuertes, supone un problema demasiado gordo del que ocuparse ahora mismo; para otros, supone el milagro que han estado esperando durante mucho tiempo. Los cañones arremeten desde el mar contra la artillería de Sirio, aniquilando una cantidad importante de morteros. Sin embargo, lo más impresionante son las tres figuras que han saltado sin temor alguno desde el barco hasta el campo de batalla.
Los nuevos prototipos de Pacifistas, aún en modo de prueba, han sido desplegados en el campo de batalla. Cada uno de ellos tiene la apariencia del difunto almirante Kodama, aunque los rayos láser y los cañones en las manos rompe un poco con la estética arbórea. No solo han aparecido en el manglar 70, sino también en el 65. Cada uno de estos es tan poderoso como para ocuparse de medio centenar de piratas, aunque todavía es demasiado pronto para que las tropas aliadas canten victoria: la brecha numérica sigue siendo demasiado amplia. Y el general enemigo aún no ha caído.
No obstante, toda buena noticia trae consigo una mala. Los marines no han podido con el avance del virus, mucho menos con el de la caótica fiesta. Las turbas alguna vez desorganizadas ahora se mueven como un cardumen y, a pesar de no contar con armamento de destrucción masiva, pronto tomarán la fortaleza del manglar 61. ¿Cómo ha podido pasar esto? Las fuerzas aliadas aún no entienden cómo es que el hombre oculto tras la máscara de bufón ha conseguido dirigir tanto caos a un punto en concreto. Sin un milagro, la fortaleza del manglar 61 está destinada a caer. Creo que todos pueden imaginar lo que sucederá si cualquiera de los tres puntos cae, ¿verdad?
- El venganzas (Manglar 70):
- —¡De acuerdo, señor Satán! ¡Lo haré explotar toooodo! —te responde el enano y luego toma la delantera, desapareciendo por una rendija. ¿Estás seguro de que ha sido una buena idea…? Te ha dicho que es adicto a las explosiones, así que, si fuera tú, igual tendría cuidado.
Un medio centenar de criminales y piratas reacciona efusivamente a tus palabras. Eso de acabar con el dominio del Gobierno Mundial les ha gustado un montón. En principio, ninguno cuestiona tus órdenes, aunque luego parecen dudar un poco. Están contigo porque les parece la mejor opción, pero… ¿Alguno sabe dónde queda la armería? Bueno, supongo que podrás preguntárselo al pelotón de marines que ahora ocupa el pasillo. Y cualquiera mínimamente inteligente podría darse cuenta de que están preparados para disparar sus fusiles. La buena noticia para ti es que ellos son solo diez; ahora toca pensar en una manera de cargárselos y continuar avanzando hacia la armería.
—¡Vuelvan inmediatamente a sus celdas, de lo contrario, abriremos fuego! —anuncia uno de ellos. Si has hecho bien tu trabajo, Oppen, te darás cuenta de que es el capitán del escuadrón—. ¡Están entre la espada y la pared! ¡Si abandonan las mazmorras, morirán!
Algunos se han asustado y han vuelto a sus celdas, aunque son los mínimos. La mayoría tiene ganas de ver sangre. Todo sea… ¡TODO SEA POR LA REBOLUSIÓN! Bien, Oppen, ¿alguna idea?
Tienes libertad para mover a tus 5 NPCs, los cuales rondan los niveles 30-45. Tienes libertad para crear sus clases, en caso de desearlo.
- Los héroes (Manglar 70):
- Iulio, has hecho un gran trabajo creando los colosos de luz, pues los piratas no saben cómo enfrentarlos. Desorientados, son derrotados con suma facilidad por tus creaciones, aunque un pelotón de semigigantes toma la delantera y se enfrenta a ellos. Por fortuna para ti, los marines han escuchado tus órdenes y comienzan a retroceder para agruparse frente a las murallas. Sin embargo, la retirada no ha estado libre de bajas. Si no hubiera aparecido esa gigantesca figura masculina, de imponentes brazos y hermosa melena rubia, seguramente habría más muertos.
—¡Los ayudaré por ahora, cachorritos! —ruge con una sonrisa voraz. Sus puños se tiñen de negro y golpea hacia el frente, generando una devastadora onda de choque—. ¡Floyd D. King está aquí, bitches!
King es el segundo al mando de la tripulación de Layla, un poderoso pirata con una recompensa de 208.750.000 berries. Tres metros de altura, quinientos kilos, ojos azules, brazos velludos… Una auténtica bestia. En cualquier caso, deben estar agradecidos por la llegada de este hombre, pues ha permitido que la retirada pueda ser efectuada.
Iulio, si bien tu ataque es increíblemente rápido, no es lo suficientemente poderoso como para romper la barrera dorada que protege a Procyon. Tu rodillazo choca brutalmente contra el escudo, y lo mismo sucede con tu puñetazo. Sin embargo, tu oponente parece… molesto, distraído. En vez de realizar un contraataque parece meditar un segundo la situación. Entonces, alza el brazo y dispara hacia el cielo, dejando una nube de humo amarilla.
—¿Cuál es tu nombre? —te pregunta, mirándote con el semblante serio—. Eres un buen profesional, al menos has salvado un buen número de hombres. Nos volveremos a ver, tenlo por seguro.
Procyon se aleja rápidamente y, en el caso de que alguien intente seguirle, disparará las mismas vigas de siempre, aunque reforzadas con haki de armadura. Y los piratas hacen lo mismo. Incluso Sirio, quien ha estado luchando contra un imponente hombre de piel oscura, comienza a retirarse. Iulio, Wyrm, si les ordenan a sus hombres realizar una persecución, lo harán, pero… ¿Es lo más sensato? Están cansados, desmoralizados, han visto morir a muchos de sus compañeros.
Wyrm, estás herido. Y me estoy quedando cortísimo. Has experimentado la fuerza de tu oponente, de un pirata que posiblemente esté a la altura del vicealmirante Zuko. Haber sobrevivido a un ataque directo es razón para alegrarse. Cualquier otro hubiera muerto. Por cierto, ¿por qué no intentas escuchar las voces de tus compañeros? Algo me dice que esta vez podrás distinguirlas mucho mejor.
¿Y bien, chicos? ¿Cuál es el plan?
- Señorita Shadow (Manglar 17):
- El señor Joseph te mira con expresión seria y atenta, escucha cada una de tus palabras, y entonces responde:
—Montar una organización y ocupar un puesto en los bajos fondos… La familia del señor Banners puede ofrecer eso y mucho más, pues su influencia es vasta. —Acomoda la taza de té y alza la mirada—. Sin embargo, ¿por qué deberíamos darle una oportunidad? Antes de esta guerra, solía recibir a personas como usted, personas ambiciosas y con un plan entre manos, pero sin valor. Necesito que me diga por qué debería ayudarle a usted y no a los otros. ¿Qué puede ofrecernos que los demás no?
Bueno, es una pregunta sincera y directa, sin trampas. Seguro que conoces la situación en la isla, aunque las intenciones de Leroy Banners son un poco… misteriosas. Has escuchado que se ha mantenido neutral todo este tiempo, pero que pronto puede cambiar. ¿Estás dispuesta a unirte a la guerra para poder montar tu negocio? ¿Acaso no es hora de mostrar cuán ambiciosa eres? En cualquier caso, te sugiero que pienses con claridad lo que responderás.
- ¡Sepultero ser onvre libre! (Manglar 7):
- El criminal guarda silencio y asiente con la cabeza a cada una de tus exigencias, Kus. Luce agradecido y por el momento parece no tener intenciones negativas en contra tuya. Eso sí, no le ha hecho gracia que le quieras quitar la pala. Es como dejar a un cojo sin su muleta, a un guitarrista sin su guitarra. Con cuidado saca aguja e hilo de entre sus ropas y, con el dolor de su corazón, comienza a coserse la herida. Si te fijas bien, Kus, verás que no son los primeros puntos que se hace. Tiene muchas cicatrices en su dorso, manos y, si te da por quitarle los pantalones, en las piernas. Está aguantando el dolor y las lágrimas porque no quieres escuchar lloriqueos; hace lo que puede, vaya.
—No me da vergüenza admitir que soy una rata, agentes, lo único que me importa es mi supervivencia y la de estos chicos —dice luego de terminar de coserse la herida a una velocidad endiablada—. Ayudaré a la mujer y diré todo lo que sé, luego… Luego tendrán que protegerme de Géminis.
El Sepultero, quien pronto se presenta como Harris, se levanta con dolor y avanza hacia la señorita Polastri. Ruffo, tu análisis es bastante decente, aunque igual lo mejor es dejárselo al “experto”. Como pudiste comprobar, la mujer ha perdido bastante sangre, pero por fortuna la bala no alcanzó ningún hueso. El Sepultero te pide muy por favor que te hagas a un lado, se lava las manos con alcohol y comienza la operación.
—Es raro salvar a la persona que ibas a matar, ¿sabes? Es como ser vegano y comer carne, no sé, es extraño —comenta entre tanto. Retira el proyectil y comienza a cerrar la herida—. Igual debería comprar de esas balas que se fragmentan cuando entran al cuerpo… Aunque habría muerto si lo hubiera hecho. Ya está, la mujer vivirá, pero no será de ayuda en un buen rato.
El criminal apoya la espalda en los escombros y mira hacia el cielo.
—¿Se han preguntado cómo es que sabíamos que tomarían esta ruta, chicos? —les pregunta entonces—. Puede parecer obvio para mí, pero no para ustedes así que seré directo: un traidor los ha vendido. Géminis debe saber quién es, pero yo no sé tanto. Me envió la información y me ordenaron que impidiera la reunión con Leroy Banners. El señor Komaroff está asustado, teme que Banners se una a la guerra porque ellos… Bueno, tienen un pasado en común. No sé todos los detalles, pero creo que trabajaron juntos hace unos buenos años. Supongo que es el único capaz de detener al señor Komaroff y a Géminis. —El Sepultero se detiene para descansar. Pese a haber recibido una herida como esa, se le ve bastante tranquilo—. ¿En serio creen que pueden ganar esta guerra? Chicos, la perdieron en el momento en que Géminis pisó esta isla. Incluso si derrotan a Sirio, es imposible que puedan vencer a Géminis. Ese hombre… No, ese monstruo tiene planes muy oscuros para el Archipiélago. La batalla en el oeste es solo una distracción —el Sepultero sonríe y apunta al suelo—, lo verdaderamente gordo está sucediendo bajo tierra. Y cuando la fiesta irrumpa en el territorio marine supondrá el verdadero fin.
Tienen la posibilidad de desplazarse a cualquiera de los manglares aledaños.
- Vicealmirante Zuko (Manglar 70):
- El doctor te mira con expresión seria, incluso puedes notar cierto grado de arrepentimiento en él. Igual ha sido demasiado duro con alguien que se ha sacrificado por la Justicia. Asiente con la cabeza y en silencio retira las vendas de tu brazo derecho. ¿O quieres el izquierdo? Bueno, ya se lo dirás.
—Ha sido el Señor de la Muralla quien te ha rescatado porque, pese a los errores que has cometido, continúas siendo el Símbolo de la Marina. Eres demasiado joven para haber escuchado de Dani F. Venture, un vicealmirante que rechazó el título de Almirante, pero hablaremos de él en otro momento —te responde, se acomoda en la silla y entonces continúa hablando—. La batalla continúa desarrollándose. Ha irrumpido a ella la Shichibukai Layla Cabot y los nuevos prototipos de Pacifistas, aún en la etapa de pruebas, han sido desplegados. Esta es la única oportunidad que nos queda para reagruparnos y decidir cómo vencer al enemigo.
El doctor suspira, cansado. Él también ha estado luchando del otro lado de la muralla. Quién sabe cuántas horas llevará despierto, y a cuántos amigos habrá visto morir. Es hábil, el mejor cirujano del Archipiélago, pero tampoco es un dios: los milagros no existen para él.
—El plan es reagruparnos y decidir qué haremos. La llegada de Layla Cabot ha hecho que Sirio se retire al manglar 71, así que contamos con algo de tiempo. Contamos con nuevos y poderosos aliados, pero aún no es suficiente —contesta, masajeándose la frente—. Y si fuera tú, aprovecharía esta oportunidad para pensar en tu enemigo. ¿Cómo actúa Sirio? ¿Cuál es la manera de contrarrestar su fuerza bruta? ¿En serio debes hacerlo tú solo? ¿Acaso no tienes un equipo, acaso no tienes compañeros con los que contar? Tú deberás hacer un plan, vicealmirante, y esta vez uno que funcione. Tienes los cañones y las murallas a tu favor. Es hora de que uses todo el conocimiento militar que has ganado a lo largo de los años. Cuentas con una ventaja que no has tenido en cuenta hasta ahora: información sobre el enemigo.
- De la que te has salvado:
- El señor Komaroff sonríe y toma la hoja con suavidad, le echa un ojo y entonces la guarda en uno de los tantos cajones de su escritorio.
—Eres una chica sensata, me gustaría que al menos la mitad de mis trabajadores fueran como tú, pero a veces debes tratar obligadamente con la escoria. Una de las etapas más importantes de la guerra es la recopilación de información, y me he encargado personalmente de estudiar al Cipher Pol —te dice. Su tono de voz comienza a volverse cada vez más severo—. Una llamada al Cuartel General delataría mi posición, y ese es un riesgo que no estoy dispuesto a correr. Hace treinta años podría haberlo hecho, pero hoy en día la tecnología avanza a pasos agigantados. —El señor Komaroff se levanta y Ronnie se mueve hacia la puerta—. Es una lástima porque me hubiera gustado trabajar con alguien como tú, pero no podemos llegar a ningún acuerdo. Si eres incapaz de traer la cabeza de Banners, no tienes nada que ofrecerme. Ronnie, ¿puedes encargarte?
—Por supuesto, las llevaré de vuelta —contesta el gigantón, sonriendo como siempre.
Tienes tiempo para continuar hablando con el señor Komaroff, pero pronto Ronnie te volverá a dejar inconsciente y te despertarás al poco rato en algún lugar del manglar 8, curiosamente cerca del manglar 7 donde debes reunirte con el contacto que te llevará a la ubicación de Banners. Verás a Rita a tu lado, quien está tan asustada como desconcertada, y te mirará con pavor.
—¿Estás… bien? —te preguntará—. No podemos reunirnos con Víctor, es probable que nos estén vigilando. ¿Y si terminamos conduciendo a Komaroff a la base de Banners? ¡Nos acusarán de traición y nos matarán! ¡Estamos en medio de una guerra que comenzó hace una década, Ral! ¿Qué haremos…?
Tienes la libertad para desplazarte al manglar 7, inspeccionar los alrededores o lo que tú prefieras. Puedes moverte a cualquier manglar aledaño.
- Juego de espías (Manglar 65):
- —Los cañones son alimentados por la energía generada a partir de la quema de combustibles fósiles como el carbón. Seguramente habrás visto unos enormes tubos que atraviesan el techo. La primera alternativa es bloqueando el suministro de energía; llamará la atención y probablemente enviarán a alguien a arreglarlo. La segunda alternativa es destruyendo toda la sala de maquinaria; posiblemente encuentres algún material inflamable o explosivo allí. La tercera es provocando un cortocircuito; en algún lugar de la habitación encontrarás una caja de metal con muchos cables e interruptores. Si la destruyes, una gran parte de la fortaleza quedará inutilizada y como los ingenieros eléctricos no abundan, les daremos el tiempo necesario a nuestros compañeros para arrasar con la fortaleza.
Bueno, ahora mismo cuentas con bastante información. Si optas por la primera opción, lo suyo será seguir un camino bastante evidente que gira en torno a los tubos. A medida que te acerques el ruido se hará cada vez más molesto, aunque nada que no puedas soportar. Verás una especie de horno de dimensiones escandalosas (en serio, es muy grande), el cual emite tanto calor que pronto comenzarás a sudar. Por otra parte, si escoges destruir toda la habitación… Bueno, seguramente encontrarás cosas interesantes, solo tendrás que invertir una buena cantidad de tiempo. Y no sé cuánto sepas de explosivos. Igual debiste haber traído a Sophia en vez de a Takeshi. Finalmente, si optas por hacer un cortocircuito… Bueno, tocará preguntar dónde está la caja de metal que dice la ingeniera porque, de primeras, es difícil encontrarla.
Por cierto, ¿no crees que todo está saliendo inesperadamente bien?
Celeste D` Angelo
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Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
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Akuma no mi
Varios
Escuché la respuesta del señor Joseph, como esperaba, se mostraba reacio a cooperar a no ser que mostrara que no era igual a las otras personas que habían venido a pedir lo mismo. Curioso. Aquello me hizo tener que desvelar uno de los proyectos en el que andaba estudiando aunque aún no tenía el suficiente conocimiento ni los medios para lograrlo. Aquel hombre y su jefe... seguramente nadie les habría propuesto algo así. Si fuera así, tendría que ofrecer mis servicios para que vieran que puedo ser útil. De todas formas. volví a disfrutar del té con otro sorbo y miré hacia el techo. Dispuesta a hacer la apuesta. Igualmente, era algo que saldría tarde o temprano a la hora de buscar clientes e inversores.
- Verá, señor Joseph. Mi infancia fue prácticamente inexistente, mi madre acabó loca y me abandonó. Y no tenía padre tampoco. Tuve que ingeniármelas para sobrevivir en las duras calles y he hecho de "todo" para ello - Dije con un gesto de repugnancia - Todo cambió cuando conocí a cierto capo y él me tendió la mano. Me dio un trabajo y empecé en el mundillo como intermediadora. Y no se ha arrepintió de haberme ayudado, pues le serví bien - Volví a mirar a los ojos del anciano - ¿Qué me diferencia de las otras personas que han venido a pedirles apoyo? Nada que perder, por ejemplo. Sé manejarme por los barrios bajos y tengo puesta mi mirada en el trono del Bajo Mundo. Pero usted ya estará cansado de oír lo típico, ¿verdad? Seré franca - Me incliné hacia delante con una mirada seria - ¿Ha oído hablar usted de las Frutas del Diablo Artificiales? Son realmente interesantes, sobre todo para aquellas personas que se muestren interesadas en fortalecer sus ejércitos. Yo las estoy estudiando y estaría dispuesta a ofrecer una cantidad al señor Banners a cambio de lo que le pedí. Pues para poder crearlas, necesito capital y mano de obra -
Dejé que pensara en lo que le había dicho, esperando que se mostrara intrigado en la oferta. Era algo arriesgado mostrar mi plan secreto, pero tenía la esperanza de que nadie más le había ofrecido algo así. Si no funcionaba, tendría que ofrecer mis servicios para demostrar mi valía, mientras no tuviera que pelear en aquella guerra. Podría servirles de mensajera o de intermediaria.
- Verá, señor Joseph. Mi infancia fue prácticamente inexistente, mi madre acabó loca y me abandonó. Y no tenía padre tampoco. Tuve que ingeniármelas para sobrevivir en las duras calles y he hecho de "todo" para ello - Dije con un gesto de repugnancia - Todo cambió cuando conocí a cierto capo y él me tendió la mano. Me dio un trabajo y empecé en el mundillo como intermediadora. Y no se ha arrepintió de haberme ayudado, pues le serví bien - Volví a mirar a los ojos del anciano - ¿Qué me diferencia de las otras personas que han venido a pedirles apoyo? Nada que perder, por ejemplo. Sé manejarme por los barrios bajos y tengo puesta mi mirada en el trono del Bajo Mundo. Pero usted ya estará cansado de oír lo típico, ¿verdad? Seré franca - Me incliné hacia delante con una mirada seria - ¿Ha oído hablar usted de las Frutas del Diablo Artificiales? Son realmente interesantes, sobre todo para aquellas personas que se muestren interesadas en fortalecer sus ejércitos. Yo las estoy estudiando y estaría dispuesta a ofrecer una cantidad al señor Banners a cambio de lo que le pedí. Pues para poder crearlas, necesito capital y mano de obra -
Dejé que pensara en lo que le había dicho, esperando que se mostrara intrigado en la oferta. Era algo arriesgado mostrar mi plan secreto, pero tenía la esperanza de que nadie más le había ofrecido algo así. Si no funcionaba, tendría que ofrecer mis servicios para demostrar mi valía, mientras no tuviera que pelear en aquella guerra. Podría servirles de mensajera o de intermediaria.
- Resumen:
- Oír su respuesta y ofrecerle un trato respecto a las Smile que tengo planeado fabricar. Si no funcionara, ofrecería mis servicios para demostrar que valgo para invertir.
Algo más aliviado cuando Ruffo respondió afirmativamente, el agente se centró en vigilar los movimientos del Sepultero y los de sus subordinados para asegurarse de que no se llevaban ninguna sorpresa desagradable. Aquellos hombres no debían suponer un problema serio para su comitiva, pero el recién descubierto cirujano era un problema a tener en cuenta por sí solo; no necesitaba comprobar lo mal que se lo haría pasar si los otros treinte le prestaban su ayuda.
El criminal terminaría presentándose como Harris, una forma mucho menos incómoda de referirse a él y que, de paso, le ayudaba a dejar de pensar que se encontraba encerrado en algún cuento para niños. En serio, ¿quién se apodaría a sí mismo de aquella forma? La estética y el rollito que tenía eran acordes, pero casi le producía vergüenza ajena. Como fuera, parecía que la asistencia médica para Polastri sería él mismo tras aquella demostración de pulso y precisión con la aguja, así que solo restaba dejarle hacer para que su superiora viviera un día más. No se fiaba de él, pero tampoco tenían muchas más opciones. Se aseguró de mantener empuñadas tanto la pala como su espada, preparado para ejecutar justicia de ser necesario a la más mínima señal de traición. Por suerte para todos, esta no llegó a darse nunca. ¿El comentario de la munición era necesario?
—Tal vez no haberlas comprado haya sido tu golpe de suerte —aseguró el parcheado, dejando de estar tan tenso cuando vio que la pelirrosa quedaba fuera de peligro—. Quizá no hubiera contenido mi mano si la hubieses matado.
Le siguió con la mirada hasta verlo acomodarse contra los escombros mientras que él se posicionaba junto a Ruffo, no sin arrugar notoriamente la nariz y hacer una mueca. No le gustaba el humo y detestaba aquel vicio insalubre que el castaño tenía, pero no era momento para reprenderle. Además, no podía reprochárselo tras haber salido tan costosamente de aquella trifulca. Un paso en falso les hubiera costado la vida... otra vez.
Kusanagi prestó atención entonces a lo que decía el criminal, pasando de una impasible y fría expresión a un gesto notoriamente preocupado. Con todo el jaleo no había tenido mucho tiempo para reflexionar sobre aquella emboscada, mucho menos para preguntarse si sabían por dónde irían o si, por el contrario, había sido un golpe de suerte. Que tenían un soplón entre ellos era un problema quizá mayor a los que pudiera haberles dado el Sepultero. Para empezar, ¿quiénes sabían por dónde iban a ir? Dudaba mucho que Polastri hubiera filtrado información referente a aquella operación, de modo que las posibilidades probablemente se redujeran al grupo: Ruffo, Rita, Ral, Polastri y él mismo. Frunció el ceño. Ruffo quedaba completamente descartado; le confiaría su vida pese a lo cabeza hueca que pudiera resultar a veces: tenía buen fondo y era enfermizamente leal al Cipher Pol. Él mismo no había sido, de modo que las opciones se reducían a tres. Que Ral y Rita se hubieran marchado justo antes del ataque era motivo de sospecha, aunque lo habían hecho únicamente después de que informase sobre la presencia de Oppenheimmer. No, no tenía sentido.
Su mirada se clavó en el cuerpo tendido sobre el suelo de su superiora y la sombra de la sospecha se cernió sobre el pelirrojo. En Eden estaban habituados a dar caza a traidores desde el propio seno de la agencia pero, ¿habrían podido llegar tan alto uno de ellos? No quería sospechar, pero tampoco podían permitirse el lujo de obviar la posibilidad solo porque ostentase un cargo más alto.
Volvió su mirada a Harris.
—Yo mismo he caminado por algunos de los túneles de la gente de Géminis. Hasta fuimos atacados por enemigos que emergieron del suelo junto al centro comercial que mandaron por los aires, así que no es nada nuevo... pero veo que tiene bastante más relevancia de la que pensaba —razonó, acercándose un poco—. ¿Qué planean hacer desde abajo? ¿Qué trama Géminis?
Esperaría a que respondiera sus dudas con lo que supiera y, una vez terminara, envainaría su espada y sonreiría con confianza.
—El Cipher Pol garantizará tu seguridad una vez hayas cumplido tu parte, pero primero tenemos que garantizar que contemos con suficientes amigos como para pararle los pies a esos monstruos. Y respecto a lo de Géminis... bueno, no sois los únicos que contáis con monstruos. Nos aseguraremos de que caiga. Tu única preocupación debe ser, como has dicho antes, sobrevivir, y si quieres hacerlo... —le lanzó la pala para que la cogiera al vuelo, envainando después su espada— empieza buscando la redención. Procúranos un camino seguro hasta el manglar once.
Tras esto cargaría en brazos a Polastri y esperaría a que Harris guiara al grupo, no sin antes usar sus poderes para generar un susurro que solo Ruffo sería capaz de escuchar.
«Sé que parece una locura... pero no podemos fiarnos de Polastri. Tengamos cuidado, porque es posible que estemos solos ahora mismo».
El criminal terminaría presentándose como Harris, una forma mucho menos incómoda de referirse a él y que, de paso, le ayudaba a dejar de pensar que se encontraba encerrado en algún cuento para niños. En serio, ¿quién se apodaría a sí mismo de aquella forma? La estética y el rollito que tenía eran acordes, pero casi le producía vergüenza ajena. Como fuera, parecía que la asistencia médica para Polastri sería él mismo tras aquella demostración de pulso y precisión con la aguja, así que solo restaba dejarle hacer para que su superiora viviera un día más. No se fiaba de él, pero tampoco tenían muchas más opciones. Se aseguró de mantener empuñadas tanto la pala como su espada, preparado para ejecutar justicia de ser necesario a la más mínima señal de traición. Por suerte para todos, esta no llegó a darse nunca. ¿El comentario de la munición era necesario?
—Tal vez no haberlas comprado haya sido tu golpe de suerte —aseguró el parcheado, dejando de estar tan tenso cuando vio que la pelirrosa quedaba fuera de peligro—. Quizá no hubiera contenido mi mano si la hubieses matado.
Le siguió con la mirada hasta verlo acomodarse contra los escombros mientras que él se posicionaba junto a Ruffo, no sin arrugar notoriamente la nariz y hacer una mueca. No le gustaba el humo y detestaba aquel vicio insalubre que el castaño tenía, pero no era momento para reprenderle. Además, no podía reprochárselo tras haber salido tan costosamente de aquella trifulca. Un paso en falso les hubiera costado la vida... otra vez.
Kusanagi prestó atención entonces a lo que decía el criminal, pasando de una impasible y fría expresión a un gesto notoriamente preocupado. Con todo el jaleo no había tenido mucho tiempo para reflexionar sobre aquella emboscada, mucho menos para preguntarse si sabían por dónde irían o si, por el contrario, había sido un golpe de suerte. Que tenían un soplón entre ellos era un problema quizá mayor a los que pudiera haberles dado el Sepultero. Para empezar, ¿quiénes sabían por dónde iban a ir? Dudaba mucho que Polastri hubiera filtrado información referente a aquella operación, de modo que las posibilidades probablemente se redujeran al grupo: Ruffo, Rita, Ral, Polastri y él mismo. Frunció el ceño. Ruffo quedaba completamente descartado; le confiaría su vida pese a lo cabeza hueca que pudiera resultar a veces: tenía buen fondo y era enfermizamente leal al Cipher Pol. Él mismo no había sido, de modo que las opciones se reducían a tres. Que Ral y Rita se hubieran marchado justo antes del ataque era motivo de sospecha, aunque lo habían hecho únicamente después de que informase sobre la presencia de Oppenheimmer. No, no tenía sentido.
Su mirada se clavó en el cuerpo tendido sobre el suelo de su superiora y la sombra de la sospecha se cernió sobre el pelirrojo. En Eden estaban habituados a dar caza a traidores desde el propio seno de la agencia pero, ¿habrían podido llegar tan alto uno de ellos? No quería sospechar, pero tampoco podían permitirse el lujo de obviar la posibilidad solo porque ostentase un cargo más alto.
Volvió su mirada a Harris.
—Yo mismo he caminado por algunos de los túneles de la gente de Géminis. Hasta fuimos atacados por enemigos que emergieron del suelo junto al centro comercial que mandaron por los aires, así que no es nada nuevo... pero veo que tiene bastante más relevancia de la que pensaba —razonó, acercándose un poco—. ¿Qué planean hacer desde abajo? ¿Qué trama Géminis?
Esperaría a que respondiera sus dudas con lo que supiera y, una vez terminara, envainaría su espada y sonreiría con confianza.
—El Cipher Pol garantizará tu seguridad una vez hayas cumplido tu parte, pero primero tenemos que garantizar que contemos con suficientes amigos como para pararle los pies a esos monstruos. Y respecto a lo de Géminis... bueno, no sois los únicos que contáis con monstruos. Nos aseguraremos de que caiga. Tu única preocupación debe ser, como has dicho antes, sobrevivir, y si quieres hacerlo... —le lanzó la pala para que la cogiera al vuelo, envainando después su espada— empieza buscando la redención. Procúranos un camino seguro hasta el manglar once.
Tras esto cargaría en brazos a Polastri y esperaría a que Harris guiara al grupo, no sin antes usar sus poderes para generar un susurro que solo Ruffo sería capaz de escuchar.
«Sé que parece una locura... pero no podemos fiarnos de Polastri. Tengamos cuidado, porque es posible que estemos solos ahora mismo».
- Resumen:
- • Dejar que Harris cure a Polastri y escuchar todo lo que tiene que decirle.
• Emparanoiarse con el posible traidor. PLOT TWIST: Sospechas de la waifu.
• Pedirle que explique cuanto sepa de lo que Géminis planea hacer bajo tierra.
• Devolverle la espada, cargar a Polastri y darle un voto de confianza.
• Decirle cosas guarras a Ruffo.
-Soy el contraalmirante Iulio D. Cornelius -dije con el ceño fruncido y una determinación que jamás había creído poseer-. Procura recordar mi nombre y mi cara, porque la próxima vez que nos veamos no conseguirás escapas, tenlo por seguro -añadí cuando Procyon comenzó su retirada.
En ese momento me permití el lujo de detenerme a contemplar mis alrededores con calma. Apenas se podían divisar uniformes, aunque la marea enemiga comenzaba su retirada. Kodamas metálicos avanzaban hacia las líneas enemigas, aniquilando cuantos enemigos encontraban a su paso. Una conocida bandera pirata ondeaba a lo lejos y el mismísimo Floyd combatía junto a nosotros. Habíamos conseguido defender la fortaleza de un modo que aún no alcanzaba a comprender, pero con un coste en vidas que me vería obligado a cargar sobre mis espaldas hasta el día de mi muerte.
Dejé que un cansado suspiro escapase de mis labios, aún suspendido en las alturas, y volví a dirigirme a mis hombres con un torrente de voz tan poderoso como pude:
-¡Esta no es una victoria soldados, pero sí un éxito para todos y cada uno de vosotros! ¡No lo olvidéis! ¡Habéis protegido Sabaody junto a vuestros compañeros! ¡Muchos de ellos han caído, pero ni se os ocurre pensar por un sólo instante que sois responsables de sus muertes en modo alguno! ¡No! ¡Sólo sois responsables de que quienes aún están de pie a vuestro lado puedan vivir para ver un nuevo día, de que un sinfín de familias puedan ver a los suyos regresar! ¡No habéis dejado que el enemigo pise los cuerpos de quienes cayeron por guardar vuestras espadas! ¡Es el momento de llevarlos de vuelta para que puedan descansar! ¡Dejad que el enemigo se retire!
Entonces caí, extenuado, y dejé que mis pies se posasen con calma en el suelo. Cualquier luz que pudiese haber manado de mí se apagó lentamente. El sonido de los nuevos Pacifistas atacando al enemigo aún sonaba en la distancia, pero era cuestión de que el ruido se extinguise. Me dirigí a Floyd, preso de un dolor generalizado que no sabía a qué golpe recibido atribuir, y realicé una leve inclinación de cabeza:
-Gracias, nos habéis salvado ¿Crees que podríamos hablar con tu capitana? -dije sin más, dedicándome a continuación a buscar a Wyrm. El sargento había demostrado un valor sin precedentes, enfrentándose a un enemigo de un innegable poder sin dudar ni un instante. Le buscaría hasta encontrarle, ayudándole a caminar de vuelta hasta a fortaleza en caso de que lo necesitase-: Debes estar orgulloso de lo que has hecho hoy, Wyrm. Estoy seguro de que la próxima vez no tendrás problema para pisar a quien se interponga en tu camino.
Una vez nos encontrásemos de nuevo en la fortaleza buscaría asistencia sanitaria tanto para mi compañero para mí. Estaba cansado y dolorido, pero no era nada que no se arreglase con un pequeño descanso. Una vez me hubiese repuesto lo suficiente iría en busca de quien llevase la voz cantante en la fortaleza en esos momentos, preguntando por Zuko e informando de que había solicitado hablar con la Shichibukai. Debíamos plantear con cuidado nuestro próximo movimiento.
En ese momento me permití el lujo de detenerme a contemplar mis alrededores con calma. Apenas se podían divisar uniformes, aunque la marea enemiga comenzaba su retirada. Kodamas metálicos avanzaban hacia las líneas enemigas, aniquilando cuantos enemigos encontraban a su paso. Una conocida bandera pirata ondeaba a lo lejos y el mismísimo Floyd combatía junto a nosotros. Habíamos conseguido defender la fortaleza de un modo que aún no alcanzaba a comprender, pero con un coste en vidas que me vería obligado a cargar sobre mis espaldas hasta el día de mi muerte.
Dejé que un cansado suspiro escapase de mis labios, aún suspendido en las alturas, y volví a dirigirme a mis hombres con un torrente de voz tan poderoso como pude:
-¡Esta no es una victoria soldados, pero sí un éxito para todos y cada uno de vosotros! ¡No lo olvidéis! ¡Habéis protegido Sabaody junto a vuestros compañeros! ¡Muchos de ellos han caído, pero ni se os ocurre pensar por un sólo instante que sois responsables de sus muertes en modo alguno! ¡No! ¡Sólo sois responsables de que quienes aún están de pie a vuestro lado puedan vivir para ver un nuevo día, de que un sinfín de familias puedan ver a los suyos regresar! ¡No habéis dejado que el enemigo pise los cuerpos de quienes cayeron por guardar vuestras espadas! ¡Es el momento de llevarlos de vuelta para que puedan descansar! ¡Dejad que el enemigo se retire!
Entonces caí, extenuado, y dejé que mis pies se posasen con calma en el suelo. Cualquier luz que pudiese haber manado de mí se apagó lentamente. El sonido de los nuevos Pacifistas atacando al enemigo aún sonaba en la distancia, pero era cuestión de que el ruido se extinguise. Me dirigí a Floyd, preso de un dolor generalizado que no sabía a qué golpe recibido atribuir, y realicé una leve inclinación de cabeza:
-Gracias, nos habéis salvado ¿Crees que podríamos hablar con tu capitana? -dije sin más, dedicándome a continuación a buscar a Wyrm. El sargento había demostrado un valor sin precedentes, enfrentándose a un enemigo de un innegable poder sin dudar ni un instante. Le buscaría hasta encontrarle, ayudándole a caminar de vuelta hasta a fortaleza en caso de que lo necesitase-: Debes estar orgulloso de lo que has hecho hoy, Wyrm. Estoy seguro de que la próxima vez no tendrás problema para pisar a quien se interponga en tu camino.
Una vez nos encontrásemos de nuevo en la fortaleza buscaría asistencia sanitaria tanto para mi compañero para mí. Estaba cansado y dolorido, pero no era nada que no se arreglase con un pequeño descanso. Una vez me hubiese repuesto lo suficiente iría en busca de quien llevase la voz cantante en la fortaleza en esos momentos, preguntando por Zuko e informando de que había solicitado hablar con la Shichibukai. Debíamos plantear con cuidado nuestro próximo movimiento.
- Resumen:
- Discursito motivacional como colofón de la batalla, buscar a Wyrm para ayudarle a ir a la enfermería, buscar al mandamás en la fortaleza, preguntar por Zuko e informar de que he solicitado hablar con Layla.
Pensar y tomar decisiones era cosa de Kus, así que dejé que fuese él el encargado de guiar la conversación con Harris. Debía reconocer que nos había dado bastante información sin que tuviésemos que preguntarle siquiera, lo que no hacía sino garantizar -por si no lo estaba ya- que era un tipo al que no le podía dar la espalda.
Me hice a un lado para que pudiera encargarse de la señorita Polastri enroscando por fin a Chain of Destiny en torno a mi torso y observando con detenimiento cómo sus manos cosían la herida. Estaba harto de que la agencia estuviese plagada de traidores, de sucias ratas que únicamente estaban a la espera de traicionarla para sacar tajada de algún negocio turbio. Dar con aquellos sujetos y acabar con ellos se había convertido en la principal misión de Eden hacía ya algún tiempo, y con cada muerte mi repulsión hacia ellos no hacía sino crecer.
-¿Qué clase de poder tiene ese tal Géminis? -pregunté en un momento dado-. ¿Por qué le tienes tanto miedo, incluso más que a Sirio?
Alguien capaz de provocar esa reacción en quienes le conocían debía esconder alguna clase de problemático secreto. Me enfrentaría a quien fuese sin dudarlo, pero prefería estar sobre aviso cuando llegase el momento... Marché detrás del grupo, procurando hacer efectiva la sorpresa que me había hecho de no darle la espalda al Sepulturero. Si no me equivocaba nos disponíamos a continuar con la ruta que habíamos marcado en un primer momento. El encuentro con Leroy Banners había cobrado aún más importancia si cabía, por lo que debíamos priorizar la reunión sobre cualquier otra cosa.
Fuera como fuese, lo cierto era que el susurro de mi superior pesaba fuertemente sobre mí. ¿Hasta ese punto podía llegar la corrupción del Cipher Pol? ¿Realmente podía cumplir su función un organismo cuya médula estaba podrida hasta ese punto? ¿Verdaderamente era tan fino el hilo del que pendía el orden en el mundo? De ser así, más nos valía hacer una muy necesaria purga antes de que el enemigo fuese plenamente consciente de ello.
Me hice a un lado para que pudiera encargarse de la señorita Polastri enroscando por fin a Chain of Destiny en torno a mi torso y observando con detenimiento cómo sus manos cosían la herida. Estaba harto de que la agencia estuviese plagada de traidores, de sucias ratas que únicamente estaban a la espera de traicionarla para sacar tajada de algún negocio turbio. Dar con aquellos sujetos y acabar con ellos se había convertido en la principal misión de Eden hacía ya algún tiempo, y con cada muerte mi repulsión hacia ellos no hacía sino crecer.
-¿Qué clase de poder tiene ese tal Géminis? -pregunté en un momento dado-. ¿Por qué le tienes tanto miedo, incluso más que a Sirio?
Alguien capaz de provocar esa reacción en quienes le conocían debía esconder alguna clase de problemático secreto. Me enfrentaría a quien fuese sin dudarlo, pero prefería estar sobre aviso cuando llegase el momento... Marché detrás del grupo, procurando hacer efectiva la sorpresa que me había hecho de no darle la espalda al Sepulturero. Si no me equivocaba nos disponíamos a continuar con la ruta que habíamos marcado en un primer momento. El encuentro con Leroy Banners había cobrado aún más importancia si cabía, por lo que debíamos priorizar la reunión sobre cualquier otra cosa.
Fuera como fuese, lo cierto era que el susurro de mi superior pesaba fuertemente sobre mí. ¿Hasta ese punto podía llegar la corrupción del Cipher Pol? ¿Realmente podía cumplir su función un organismo cuya médula estaba podrida hasta ese punto? ¿Verdaderamente era tan fino el hilo del que pendía el orden en el mundo? De ser así, más nos valía hacer una muy necesaria purga antes de que el enemigo fuese plenamente consciente de ello.
- Resumen:
- Preguntar por Géminis y continuar con el camino hasta Leroy Banners.
Hayden Ashworth
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La sensación de un brazo nuevo siempre era horrorosa. Antes, cuando tenía que esperar días a que terminase de crecer, tenía todo el tiempo del mundo a acostumbrarse. Ahora... No. Era una sensación entre medias a tenerlo y no tenerlo. Casi como tener un brazo dormido, pero aún así ser capaz de moverlo, y que poco a poco se iba recuperando la sensibilidad en él. Era como si tuviese una extremidad ajena que podía mover. Suspiró. No tardaría en acostumbrarse. Por el momento, se limitó a escuchar a aquel Doctor, que le habló de la identidad de quién le había salvado. También le dijo que había aparecido una de los siete guerreros del mar.
Frunció el ceño. Detestaba aquel cuerpo. Los shichibukai representaban todo lo que estaba mal con el gobierno, todo aquello que hacía dudar a Zuko, todo aquello que le hacía querer subir tan solo para cambiar las cosas. Salvajes y malvados piratas a los que se les recompensaba por su ferocidad. A los que se les prometía amnistía y perdón siempre y cuando fuesen más sutiles con sus actos y de vez en cuando trabajasen junto al gobierno. Eran lo más parecido a un cáncer que Zuko había visto nunca. Su presencia y existencia hacía nada más que perturbar la paz y el orden que la marina buscaba prevalecer.
Odiaba con todo su corazón que se viese obligado a trabajar con alguien así.
—Reúname con Layla Cabot. Quiero hablar con ella —empezó a vestirse, colocando en sus hombros su larga chaqueta de marine, ocultando el hecho de que le faltaba un brazo. Aunque estaba seguro de que varios de sus vendajes seguían siendo visibles—. Y tienes razón. No puedo hacer esto solo. Que venga también a la reunión mi mejor hombre... Que vengan el contraalmirante Iulio y el comandante Wyrm. No puedo hacer esto sin ellos.
Frunció el ceño. Detestaba aquel cuerpo. Los shichibukai representaban todo lo que estaba mal con el gobierno, todo aquello que hacía dudar a Zuko, todo aquello que le hacía querer subir tan solo para cambiar las cosas. Salvajes y malvados piratas a los que se les recompensaba por su ferocidad. A los que se les prometía amnistía y perdón siempre y cuando fuesen más sutiles con sus actos y de vez en cuando trabajasen junto al gobierno. Eran lo más parecido a un cáncer que Zuko había visto nunca. Su presencia y existencia hacía nada más que perturbar la paz y el orden que la marina buscaba prevalecer.
Odiaba con todo su corazón que se viese obligado a trabajar con alguien así.
—Reúname con Layla Cabot. Quiero hablar con ella —empezó a vestirse, colocando en sus hombros su larga chaqueta de marine, ocultando el hecho de que le faltaba un brazo. Aunque estaba seguro de que varios de sus vendajes seguían siendo visibles—. Y tienes razón. No puedo hacer esto solo. Que venga también a la reunión mi mejor hombre... Que vengan el contraalmirante Iulio y el comandante Wyrm. No puedo hacer esto sin ellos.
- Resumen:
- Pedir que me lleven con Layla y que me traigan a Iulio y Wyrm, porque son lo mejor de lo mejorsito
RAL
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- Tranquila Rita. - Comenté con tono calmado mientras me incorporaba y miraba los alrededores, por lo menos habían cumplido con su palabra. - Las cosas están saliendo bien. Cuento con que nos observen.
Me había seguido el juego, había buscado una excusa para no acceder a mi propuesta de forma directa y tratar de hacer ver que rechazaba un plan encubierto. Si me hubiese ofrecido desde el principio a hacer la llamada él estaría en las mismas. Dejar dos cabos sueltos libres para darles información a Banners era un error que no tenía pinta de cometer. Lo había hecho de tal forma que hasta Rita había pensado que todo esto nos estaba saliendo mal, pero mi intuición decía que era lo contrario.
Tenía todas las cosas encima, algo que se agradecía y que me daba a entender que les interesaba que siguiera adelante, y por lo que podía ver estaba bastante cerca del manglar 7, así que era un trecho del camino que no teníamos que comernos. A parte de eso me indicaba que tenían medios para moverse con más libertad de la que esperaba en una zona en guerra, lo que añadía más recursos que podían estar a nuestro favor.
Terminé de hilar mis pensamientos y me puse a asegurarme de que estábamos seguras en aquel lugar. Si no había nada de que preocuparse anotaría un par de cosas en la libreta para luego guardarla, tras eso sólo teníamos que estar atentas a recibir una llamada por si había cambio de planes. Si Banners hacía su parte no tardaríamos en tener noticias de ellos. Por otra parte, si nada nos entorpecía la marcha pondríamos rumbo al Manglar 7, intentaría reunirme con mis compañeros o, de no encontrarlos, seguir el camino hasta el punto de encuentro con el contacto de Banners. Por ahora sólo les comentaría que había fallado en capturar a Roland, no quería comentarles un plan que puede que no se llevase a cabo, por si acaso nos estaban vigilando.
Me había seguido el juego, había buscado una excusa para no acceder a mi propuesta de forma directa y tratar de hacer ver que rechazaba un plan encubierto. Si me hubiese ofrecido desde el principio a hacer la llamada él estaría en las mismas. Dejar dos cabos sueltos libres para darles información a Banners era un error que no tenía pinta de cometer. Lo había hecho de tal forma que hasta Rita había pensado que todo esto nos estaba saliendo mal, pero mi intuición decía que era lo contrario.
Tenía todas las cosas encima, algo que se agradecía y que me daba a entender que les interesaba que siguiera adelante, y por lo que podía ver estaba bastante cerca del manglar 7, así que era un trecho del camino que no teníamos que comernos. A parte de eso me indicaba que tenían medios para moverse con más libertad de la que esperaba en una zona en guerra, lo que añadía más recursos que podían estar a nuestro favor.
Terminé de hilar mis pensamientos y me puse a asegurarme de que estábamos seguras en aquel lugar. Si no había nada de que preocuparse anotaría un par de cosas en la libreta para luego guardarla, tras eso sólo teníamos que estar atentas a recibir una llamada por si había cambio de planes. Si Banners hacía su parte no tardaríamos en tener noticias de ellos. Por otra parte, si nada nos entorpecía la marcha pondríamos rumbo al Manglar 7, intentaría reunirme con mis compañeros o, de no encontrarlos, seguir el camino hasta el punto de encuentro con el contacto de Banners. Por ahora sólo les comentaría que había fallado en capturar a Roland, no quería comentarles un plan que puede que no se llevase a cabo, por si acaso nos estaban vigilando.
- Resumen:
- Poner rumbo al manglar 7
William White
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Escuché atentamente las indicaciones de Sophia la cual me proporcionó tres líneas de actuación, la primera resultaba una línea de actuación bastante directa, sabotear el horno y los tubos que colgaban de él, un plan que resultaba tan plausible como llamativo. La segunda línea era algo más técnica, preparar explosivos suficientes como para volar toda la sala, desafortunadamente tampoco era muy conocedor de la pólvora, el siempre había preferido el uso de la ganzúa, el cual era mucho más elegante y limpio.
Eso lo dejaba con solo una única opción, la de encontrar la caja, la cual era mucho más complicada de encontrar que de sabotear, al fin de cuentas parecía que iba a tener que jugársela un poco más de lo que le gustaría y a tener que pasar menos desapercibido de lo que le gustaría.
-Mira a ver si encuentras algo de ayuda para lo que nos ha pedido esta dichosa mujer, sin armar barullo, eh- ordenaría con un tono agradable metiéndome en la piel de Mujica aunque dejando muy claro lo que debía ser prioritario para mi compañero –Yo voy a ver si encuentro a alguien que me eche un cable- proseguí a la vez que me encaminaba a buscar a un técnico, alguno que tuviera aspecto de electricista o técnico, un trabajador raso al que me acercaría y fingiendo el tono de voz de forma similar a como había hecho antes con el dueto de marines, preguntaría a uno de los técnicos.
El trabajador que estaba buscando debía ser uno promedio, ni holgazán en apariencia ni tampoco alguien que resultase pretencioso, alguien que se limitará a cumplir con su trabajo y punto, ya que presumía que un trabajador así resultaría más dócil. Por otro lado, procuraría que fuera alguien que estuviera ocupado, a ser posible en una tarea que no pudiera interrumpir, si bien eso incrementaba el riesgo de que no me atendiera, también aumentaba las posibilidades que se limitará a señalar antes de volver a su tarea.
-Oiga usted, nos hemos quedado sin luz en la lavandería, me han comentado que se han bajado los plomos del general, así que me han “mandao” aquí, pero no veo la dichosa cajita por ningún lado, mi vista ya no es lo que era- dije fingiendo la actitud del veterano marine, del cual presumía que debía estar a punto de esa ansiada jubilación -Estábamos planchando varios a la vez y se ve que se fastidiado la cosa- proseguí hablando de forma campechana y algo educada como suponía que debía hablar Mujica.
Con un poco de suerte y si topaba con la persona adecuada y respuesta adecuada, se podría en marcha hacia la caja, cerciorándose de que nada ni nadie se percataba de su movimiento. Estaría un paso más cerca de la caída de la fortaleza, dentro de la cual todo parecía ir como la seda, y el tampoco se iba a quejar, parecía que por una vez todo estaba yendo como la seda, aunque aquello no dejará de ser una sensación a la mar de extraña.
Eso lo dejaba con solo una única opción, la de encontrar la caja, la cual era mucho más complicada de encontrar que de sabotear, al fin de cuentas parecía que iba a tener que jugársela un poco más de lo que le gustaría y a tener que pasar menos desapercibido de lo que le gustaría.
-Mira a ver si encuentras algo de ayuda para lo que nos ha pedido esta dichosa mujer, sin armar barullo, eh- ordenaría con un tono agradable metiéndome en la piel de Mujica aunque dejando muy claro lo que debía ser prioritario para mi compañero –Yo voy a ver si encuentro a alguien que me eche un cable- proseguí a la vez que me encaminaba a buscar a un técnico, alguno que tuviera aspecto de electricista o técnico, un trabajador raso al que me acercaría y fingiendo el tono de voz de forma similar a como había hecho antes con el dueto de marines, preguntaría a uno de los técnicos.
El trabajador que estaba buscando debía ser uno promedio, ni holgazán en apariencia ni tampoco alguien que resultase pretencioso, alguien que se limitará a cumplir con su trabajo y punto, ya que presumía que un trabajador así resultaría más dócil. Por otro lado, procuraría que fuera alguien que estuviera ocupado, a ser posible en una tarea que no pudiera interrumpir, si bien eso incrementaba el riesgo de que no me atendiera, también aumentaba las posibilidades que se limitará a señalar antes de volver a su tarea.
-Oiga usted, nos hemos quedado sin luz en la lavandería, me han comentado que se han bajado los plomos del general, así que me han “mandao” aquí, pero no veo la dichosa cajita por ningún lado, mi vista ya no es lo que era- dije fingiendo la actitud del veterano marine, del cual presumía que debía estar a punto de esa ansiada jubilación -Estábamos planchando varios a la vez y se ve que se fastidiado la cosa- proseguí hablando de forma campechana y algo educada como suponía que debía hablar Mujica.
Con un poco de suerte y si topaba con la persona adecuada y respuesta adecuada, se podría en marcha hacia la caja, cerciorándose de que nada ni nadie se percataba de su movimiento. Estaría un paso más cerca de la caída de la fortaleza, dentro de la cual todo parecía ir como la seda, y el tampoco se iba a quejar, parecía que por una vez todo estaba yendo como la seda, aunque aquello no dejará de ser una sensación a la mar de extraña.
- ALOH, MUJICA BEST PRESIDENTE:
Mandar al Takeshi a ver si puede pillar algo de material,
Ir a hablar con un técnico emulando al respetable y honorable Mujica para encontrar la cajita.
Roland Oppenheimer
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El enano parecía avispado, al menos lo suficiente para introducirse a través de una rendija gracias a su reducido tamaño y correr hacia su misión. Si recuperaba su lanza y el resto de armas que le habían quitado, se alejaría lo suficiente del lugar para activar la demolición sin que le afectara y así poder infiltrarse. Pero primero la armería.
Un grupo de marines se habían asentado en la entrada de las mazmorras, apuntando con sus armas de fuego. No habían sido tan estúpidos como para caer en la trampa que había preparado, por desgracia, pero eso no suponía ningún obstáculo. Un pequeño retraso, como mucho.
—Detrás mío —gritó a sus fervientes seguidores. Los marines estaban estratégicamente situados para acribillar a cualquiera que no siguiera sus órdenes, y todos los criminales estaban desarmados menos él, por lo que le tocaba convertirse en el escudo de sus hombres. Al fin y al cabo, era un excelente líder—. Vosotros, lanzad los explosivos.
Los hombres a los que les había dado la dinamita gritaron distintos tiempos y lanzaron los cartuchos contra el grupo armado, tras refugiarse detrás del escudo que había alzado. Al instante una lluvia de explosiones intermitentes asolaron al pequeño escuadrón marine. Una vez realizado el ataque sorpresa, Roland se abalanzó sobre el grupo, manteniendo en alto el escudo y haciendo girar el martillo en la mano libre. Si quedaban supervivientes —cosa que esperaba, para poder preguntarles sobre la ubicación de la armería—, los arrollaría con su arma hasta dejarlos casi inconscientes. Solo necesitaba a una persona moribunda para conseguir lo que quería.
En el caso de que todo fuera según sus planes, interrogaría al hombre de mayor rango que pudiera, aplastando lentamente sus testículos con el pie. Cuanto antes le respondiera, antes se libraría del insoportable dolor.
—¿Dónde está la armería, eh? —exigiría—. ¡Dímelo ya!
Tenía prisa. Más marines podrían moverse hasta él tras escuchar las detonaciones, así que no tenía tiempo que perder. En el caso de descubrir donde estaba la armería, se dirigiría hasta ella encabezando a los hombres que le siguieran, no sin antes alentarlos una vez más para no perder su apoyo.
—Hemos ganado la primera batalla, ¡y ganaremos la guerra! —rugió, victorioso—. Recoged sus armas y seguidme. ¡Abajo el Gobierno Mundial y arriba la libertad!
Un grupo de marines se habían asentado en la entrada de las mazmorras, apuntando con sus armas de fuego. No habían sido tan estúpidos como para caer en la trampa que había preparado, por desgracia, pero eso no suponía ningún obstáculo. Un pequeño retraso, como mucho.
—Detrás mío —gritó a sus fervientes seguidores. Los marines estaban estratégicamente situados para acribillar a cualquiera que no siguiera sus órdenes, y todos los criminales estaban desarmados menos él, por lo que le tocaba convertirse en el escudo de sus hombres. Al fin y al cabo, era un excelente líder—. Vosotros, lanzad los explosivos.
Los hombres a los que les había dado la dinamita gritaron distintos tiempos y lanzaron los cartuchos contra el grupo armado, tras refugiarse detrás del escudo que había alzado. Al instante una lluvia de explosiones intermitentes asolaron al pequeño escuadrón marine. Una vez realizado el ataque sorpresa, Roland se abalanzó sobre el grupo, manteniendo en alto el escudo y haciendo girar el martillo en la mano libre. Si quedaban supervivientes —cosa que esperaba, para poder preguntarles sobre la ubicación de la armería—, los arrollaría con su arma hasta dejarlos casi inconscientes. Solo necesitaba a una persona moribunda para conseguir lo que quería.
En el caso de que todo fuera según sus planes, interrogaría al hombre de mayor rango que pudiera, aplastando lentamente sus testículos con el pie. Cuanto antes le respondiera, antes se libraría del insoportable dolor.
—¿Dónde está la armería, eh? —exigiría—. ¡Dímelo ya!
Tenía prisa. Más marines podrían moverse hasta él tras escuchar las detonaciones, así que no tenía tiempo que perder. En el caso de descubrir donde estaba la armería, se dirigiría hasta ella encabezando a los hombres que le siguieran, no sin antes alentarlos una vez más para no perder su apoyo.
—Hemos ganado la primera batalla, ¡y ganaremos la guerra! —rugió, victorioso—. Recoged sus armas y seguidme. ¡Abajo el Gobierno Mundial y arriba la libertad!
- Resumen:
- Escaramuza con los marines. Lanzar explosivos, pelear e interrogar. En caso de ir hasta la armería, instigar a los criminales a recoger las armas de los caidos y seguirle por la fortaleza.
Hamlet
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El dolor que recorría mi dermis no se podía cuantificar de ninguna manera. Este era, sin duda alguna, el peor golpe que me había llevado en toda mi vida, y eso que había llegado a soportar un impacto del mismísimo Arribor Neus. La diferencia residía, más que posiblemente, en el hecho de que este último había tenido piedad. Procyon, en cambio, había demostrado pertenecer a la peor calaña. Mofarse de la pérdida de vidas en aquella batalla... No lo perdonaría.
A duras penas logré erguirme, todavía con múltiples proyectiles de luz ensartados en mi espalda. A mi alrededor el desastre continuaba, aunque a nuestro favor parecía estar un luchador no uniformado... ¿Un Shichibukai? Me sentí aliviado al observar que algunos de los soldados tenían su retirada cubierta. Sin embargo, no había rastro alguno del Vicealmirante Kasai. ¿Había sido asesinado por Sirio? No... No había quedado un cadáver. No podía haberlo desintegrado como si nada. Traté de convencerme de que eso no era posible.
Preferí salir de dudas e intentar, nuevamente, sentir su presencia. Cerré los ojos, apreté los puños para tratar de dejar de pensar en el lacerante dolor de mis profundas heridas, y traté de abstraerme para averiguar su ubicación, preparándome mentalmente para los posibles horrores que podía detectar durante mi pesquisa.
Pronto aterrizó junto a mí Iulio. A diferencia de mí, estaba prácticamente ileso, aunque aquello no significaba que no hubiera puesto una cantidad de esfuerzo considerable durante la refriega. Me tomó por el hombro, ayudándome a mantenerme en pie, y emprendió la marcha hacia el cuartel de la Marina. Me sentía absolutamente derrotado, mas él no tardó en dedicarme palabras de ánimo y felicitación.
-Iulio... Apenas he logrado ser poco más que un lastre hoy -respondí, abatido-. Si no hubieras estado cerca, no habría una "próxima vez". Pero te puedo asegurar que esto no quedará así. Haremos pagar a ese miserable por todas las vidas que ha segado en su sed de sangre. Lo haremos...
Preferí mantenerme callado. Quería mantener la consciencia para llegar al cuartel y asegurarme de que el Vicealmirante Kasai seguía con vida. No iba a descansar hasta que lo hiciera. Una vez llegase al cuartel, seguiría a Iulio hasta encontrar a nuestro líder, aunque tuviera que arrastrarme hasta el lugar.
A duras penas logré erguirme, todavía con múltiples proyectiles de luz ensartados en mi espalda. A mi alrededor el desastre continuaba, aunque a nuestro favor parecía estar un luchador no uniformado... ¿Un Shichibukai? Me sentí aliviado al observar que algunos de los soldados tenían su retirada cubierta. Sin embargo, no había rastro alguno del Vicealmirante Kasai. ¿Había sido asesinado por Sirio? No... No había quedado un cadáver. No podía haberlo desintegrado como si nada. Traté de convencerme de que eso no era posible.
Preferí salir de dudas e intentar, nuevamente, sentir su presencia. Cerré los ojos, apreté los puños para tratar de dejar de pensar en el lacerante dolor de mis profundas heridas, y traté de abstraerme para averiguar su ubicación, preparándome mentalmente para los posibles horrores que podía detectar durante mi pesquisa.
Pronto aterrizó junto a mí Iulio. A diferencia de mí, estaba prácticamente ileso, aunque aquello no significaba que no hubiera puesto una cantidad de esfuerzo considerable durante la refriega. Me tomó por el hombro, ayudándome a mantenerme en pie, y emprendió la marcha hacia el cuartel de la Marina. Me sentía absolutamente derrotado, mas él no tardó en dedicarme palabras de ánimo y felicitación.
-Iulio... Apenas he logrado ser poco más que un lastre hoy -respondí, abatido-. Si no hubieras estado cerca, no habría una "próxima vez". Pero te puedo asegurar que esto no quedará así. Haremos pagar a ese miserable por todas las vidas que ha segado en su sed de sangre. Lo haremos...
Preferí mantenerme callado. Quería mantener la consciencia para llegar al cuartel y asegurarme de que el Vicealmirante Kasai seguía con vida. No iba a descansar hasta que lo hiciera. Una vez llegase al cuartel, seguiría a Iulio hasta encontrar a nuestro líder, aunque tuviera que arrastrarme hasta el lugar.
- Resumen:
- Vuelvo a utilizar a Haki para intentar averiguar si Zuko sigue vivo, me dejo llevar por Iulio y le sigo por el cuartel.
Normas del capítulo:
- Se moderará los martes entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los martes antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación:
- Lady Shadow (Manglar 17):
- La mirada del señor Joseph pasa de aburrimiento a interés cuando mencionas las Frutas del Diablo Artificiales. Él está al tanto de los experimentos hechos hace más de 150 años por grandes científicos como Vegapunk o Caesar Clow. Entrelaza los dedos y sonríe interesado en tus palabras.
—Imagino que será una inversión millonaria, después de todo, necesitará un laboratorio y los materiales de elaboración —te dice, acomodándose en el asiento—. Al señor Banners le encantará tener a su disposición un escuadrón de usuarios, sin embargo, parece una promesa demasiado… lejana. Usted misma ha dicho que las está estudiando, pero no veo que traiga ninguna prueba consigo. ¿O me equivoco? —te pregunta, intentando ver si efectivamente has traído una “muestra”—. Verá, lady Shadow, en nuestro mundo el dinero y la influencia no es lo más importante. Los necios creen que sí, pero en nuestra familia valoramos la lealtad y la confianza. Tengo la autoridad para entregar los fondos que estime convenientes, pero usted debe entregarnos algo.
El señor Joseph se levanta de su asiento, va en busca de un mapa y luego lo coloca sobre la mesa.
—Vasili Komaroff es uno de los grandes rivales del señor Banners, y es importante saber lo que está planeando, pues aliado está con los Piratas de Sirio. Si usted quiere nuestro patrocinio, deberá mostrar ser de utilidad y conseguir la ubicación de la mansión de Vasili Komaroff. Actualmente, la familia Ambrosse controla todos los manglares del 1 al 10. Allí podrá comenzar la búsqueda, en caso de aceptar esta humilde propuesta.
- La traición vive en el CP (manglar 7):
- Una sonrisa se asoma en el rostro de Harris, una sonrisa que intenta ocultar el miedo que siente. Junta las manos y las va separando lentamente, y entonces de su boca escapa un ¡K-BOOM!.
—Si ustedes son agentes del orden y la seguridad, Géminis es un agente del caos y la destrucción. —Mira el reloj de bolsillo y frunce el ceño—. Ha distribuido una importante cantidad de explosivos bajo el territorio marine. Las batallas en el norte, este y oeste solo han sido una distracción… Pero aún están a tiempo de detener esta locura —les dice, intentando entregar algo de esperanza. Y entonces escucha tus palabras, Kus. Coge la pala y sonríe, levantándose con esfuerzo—. Estamos del otro lado de la vereda no por gusto, sino por necesidad. Tomaré la oportunidad que me estás dando, Parches, encontraré la redención.
El Sepultero, no Sepulturero que así no tiene brillo, voltea la mirada hacia ti, Ruffo, y toma una postura reflexiva.
—Sirio da miedo porque es poderoso y sanguinario, un pirata que siempre va de frente y te aplastaría sin dudarlo un segundo. Sin embargo, Géminis es muy distinto… Es inteligente, cauteloso y no tiene una pizca de humanidad. Ni siquiera los que hemos trabajado para él conocemos su rostro, mucho menos sus habilidades. —Harris aprieta los puños—. Lo siento, agentes, pero no tengo demasiada información sobre ese hombre. Solo sé que es peligroso…
Cuando Harris termina de hablar, pueden escuchar que algo se mueve cerca de ustedes. La tos sucede un gemido, y entonces ven que la señorita Polastri se levanta tocándose la cabeza.
—¿Q-Qué ha pasado…? ¡¿Y la misión?! ¡¿Qué ha pasado con la misión?! —pregunta de inmediato, volteando la mirada hacia ustedes. Suelta otro gemido de dolor—. Debemos estar en la base de Banners antes del anochecer… Tenemos que estar ahí...
Antes de moverse, ven a Ral llegar junto a Rita desde una ubicación un tanto extraña. ¿No deberían llegar por el otro lado…? Como sea, pueden acoplarse a su grupo y todos juntos llegarán al manglar 11, pero de este hablaremos en la próxima moderación.
- Iulio y Wyrm (Manglar 70):
- Pese a tu discurso, Iulio, notas las miradas de frustración e impotencia en tus hombres. Incluso algunos lloran, no solo por haber perdido a sus amigos en la batalla, sino por la crueldad de los piratas. La tierra teñida de rojo solo se compara con los tonos anaranjados del atardecer. Y por un momento, solo por un pequeño lapso, pueden respirar un aire de tranquilidad.
—Sí, ella misma quiere hablar con las máximas autoridades de este lugar. Trae información importante para entender los intereses de Sirio —te responde el hombre, mirando hacia el lugar por donde se retiran los piratas.
Mientras los soldados recuperan los cuerpos de los que cayeron durante la batalla, Iulio y Wyrm se dirigen hacia la fortaleza. En cualquier caso, comandante, no logras sentir la Voz del vicealmirante Zuko. Sin embargo, tampoco deberías preocuparte demasiado: es un poder que aún no controlas y posiblemente tu jefe está fuera del alcance.
[Para más información, leer la moderación de Kasai Zuko…]
- Concejo de guerra del vicealmirante Kasai Zuko (Manglar 70):
- Ahora mismo te encuentras en una habitación bastante grande, frente a una mesa rectangular en donde hay tantísimos papeles, mapas y garabatos. El lugar más importante lo ocupa un imponente hombre que podrás reconocer como Dani F. Venture, el mismísimo marine que te salvó la vida. Mide casi tres metros, tiene la piel oscura y unas grandes ojeras descansan bajo sus ojos. Es completamente calvo y tiene unos brazos parecidos a los de un gorila, velludos y grotescamente musculosos. A su lado está el doctor Tatsue.
Cuando la puerta se abre, ves llegar a la Shichibukai en compañía de dos figuras que fácilmente podrás reconocer. A su derecha se encuentra Floyd D. King, un pirata con una recompensa superior a los 200 millones de berries. Es incluso más alto que Venture, ojos azules y una voluminosa melena dorada como la de un león. A su izquierda le acompaña un chico de cabellos blancos, mirada perezosa y desinteresada. Es incluso más bajito que su capitana, pero puedes sentir que emite una voluntad increíble. Lo reconocerás como Santiago Florentino, el tercero al mando de la tripulación de Layla.
—Ha sido una batalla realmente dura, pero protegieron su honor en todo momento. Espero que las almas de los soldados caídos encuentren la paz —comenta Layla nada más entrar, dirigiendo la mirada sobre todo a un mutilado Zuko—. Este resultado es en gran parte nuestra culpa. Teníamos que llegar hace una semana, pero fuimos interceptados por unos piratas asociados a Sirio. —Layla aprieta los puños y frunce el ceño—. Ganamos, pero perdimos a muchos hombres. Traigo noticias oscuras y desesperanzadoras, marines, y sé que no les gustará lo que diré, pero es momento de que consideren la posibilidad de abandonar la isla. Si fueron derrotados por Sirio y Géminis, jamás vencerán a Orión… Y aún hay muchas vidas que salvar.
La puerta se abre una vez más y entran los compañeros del vicealmirante Zuko. Afortunadamente, Wyrm fue tratado con total destreza por los médicos de la fortaleza y sus heridas no supondrán ningún problema, al menos por el momento. Iulio, Wyrm, ustedes pueden notar algunas miradas que le dirigen a Zuko. Muchas de ellas son de desconfianza; unas pocas de desprecio.
—¿Estamos todos? —pregunta Venture al doctor que está a su derecha, quien asiente afirmativamente—. Doy inicio a este Concejo de Guerra extraordinario para resolver la situación crítica del Archipiélago Sabaody. El oeste está siendo asediado por una turba caótica liderada por Géminis. No tenemos efectivos para protegerlo y caerá pronto. El norte consigue resistir, pero no valdrá de nada si perdemos en el este y en el oeste. Por último, hemos perdido cerca de dos mil hombres en esta batalla, y la caída del vicealmirante Jean Leporré es un golpe duro para la moral de nuestras tropas. Sin embargo, gracias a los esfuerzos del vicealmirante Kasai Zuko sabemos que Sirio no es invencible, gracias a él tenemos una idea sólida sobre su fuerza, y deberá descansar hasta recuperar sus heridas.
—Debemos implementar una nueva estrategia militar —comenta el doctor con tono cansado—. Tenemos las murallas a nuestro favor, los prototipos de Pacifistas y la adición de las fuerzas de Layla. Luego hablaremos de las noticias que traes, ahora es el momento de escuchar la voz de los que estuvieron en la primera línea —termina, mirando de reojo al vicealmirante Zuko.
- Agente Ralsito (Manglar 7):
- Llegas sin ningún inconveniente al manglar 7, de hecho, si lo recorres no tardarás en encontrarte con el grupo al que dejaste atrás cuando fuiste en busca de Roland Oppenheimer. Están hablando con un hombre herido y, si te acercas hacia ellos, llegarás a tiempo para escuchar la conversación. [Para más detalles, ve la moderación de Kus y Ruffo, por favor]
—¿Están saliendo bien…? Fuimos secuestradas y estuvimos cara a cara con Komaroff; aún me pregunto por qué nos dejó ir así como así —te responde Rita con expresión de preocupación antes de llegar a donde están Ruffo y Kusanagi. De pronto se detiene y sus ojos se abren como platos—. ¿Acaso no habló sobre un hombre cansado de vivir bajo la sombra de su hermano? ¡Procyon y Sirio son hermanos, Ral! Quizás, si jugamos bien nuestras cartas, podemos hacer que Procyon traicione a Sirio.
Bueno, es una opción a considerar. En cualquier caso, por las palabras del hombre que tiene una pala en su mano descubres que hay un traidor dentro del Cipher Pol, alguien que ha estado filtrando información, y que hay un plan enemigo para hacer volar el territorio marine. Según las palabras del Sepultero, han colocado una importante cantidad de explosivos repartidos a lo largo de los túneles conectados entre sí.
—Si el territorio marine cae, no servirá de nada negociar con Banners puesto que el archipiélago estará perdido —comenta tu compañera, más para ti que para los demás—. ¿Es necesario que vaya un grupo tan numeroso a hablar con ese hombre, Ral? ¿Es necesario cuando hay un traidor en el CP y una amenaza terrorista en curso…?
Bueno, bueno, ¿qué tenemos aquí? Si mal no recuerdo, Kennet M. Pollack te había hablado sobre los túneles. Si tras saber todo esto decides acompañar a los chicos, no tardarás en llegar al manglar 11.
- Cuando eres espía y no presidente (Manglar 65):
- Tu compañero asiente con la cabeza y camina por otro pasadizo, perdiéndose entre la multitud de máquinas. En cuanto a ti… He de comentar que tu idea tiene bastante sentido, y tras pasearte un poco de allá para acá y de acá para allá, descubres a tus potenciales objetivos. Un chico de metro setenta, delgado, cabellos negros y ojos marrones se encuentra trabajando en una de las máquinas. Tiene una llave francesa en la mano y un montón de tuercas en el suelo. En su tarjeta de identificación verás su nombre: Martín Praderas.
—¿La lavandería se ha quedado sin luz…? Hmm, debe tratarse de uno de los fusiles… —responde más para sí que para ti—. Si su vista no está funcionando bien, déjeme ayudarle. Vamos para allá.
El chico, de unos veinte años más o menos, te conduce amablemente por un pasillo, dobla hacia la derecha y continúa. La sala de maquinaria parece un verdadero laberinto, pero gracias a Martín no tardas en llegar a una habitación bastante oscura. Abre la puerta, te deja entrar primero y luego entra él. ¿No acabas de escuchar el típico sonido del pestillo cerrándose? Como sea, hay lucecitas rojas en distintas partes y por alguna razón Martín aún no enciende la luz.
—Siempre me han gustado los mayores como usted —te comenta con una sonrisa un poco perturbadora, solo un poco, mientras se acerca—. Me encantan como huelen los viejos, esa combinación de caca y muerte… ¡Me fascinan! —te dice, intentando tocarte ahí donde no debería tocar. Te corras o no, buscará darte un beso, y lo consiga o no procederá a quitarse el cinturón—. Déjame tocar tus tetas arrugadas y hediondas, compañero, déjame sentirte…
Bueno, bueno, bueno, ¿pero qué tenemos aquí? Sabes que estás en la sala de electricidad porque lo ponía el letrero que está fuera, y sabes que la caja está al alcance de tu mano. Sin embargo, primero deberás hacer algo con el fetichista al que le van los viejos sexys. Igual ten cuidado de golpearlo mucho porque puede que alguien termine dándose cuenta.
- Míster Rebolusion (manglar 70):
- Los hombres lanzan las dinamitas, pero a algún tonto se le ha soltado de la mano y se ha matado a sí mismo. Bueno, a él y a otros dos de los que van contigo. Los fusiles rugen y en un lugar tan pequeño tus oídos de gato seguramente no lo están pasando bien, pero eso no detiene. ¿Sabes por qué? ¡Porque eres Roland “Fucking” Oppenheimer, el máximo rebolusionario! Tu escudo funciona a la perfección y detiene las balas, aunque tus compañeros no tienen la misma suerte.
Se monta una batalla cruel y sanguinaria en la que los marines tienen la ventaja porque, bueno, tienen armas y tus chicos no. Eso sí, haber usado los explosivos de primeras ha servido para impedir que el capitán pudiera organizar una defensa sólida y coherente. Poco a poco la sangre de los caídos comienza a escurrir por el metal liso del suelo. Y cuando el combate finaliza, te encuentras al capitán con la mitad del cuerpo quemado. Huele mal, está llorando y ruega por su vida.
—¿La… armería…? Está… ¡Está en el primer nivel! Déjame vivir, por favor, yo…
Bueno, te contará que tiene una hija recién nacida y muchas ganas de pasar el resto de su vida con ella. Ya tú decidirás, aunque a tus compañeros no les gustará que dejes vivo a un marine.
—¡¡¡POR LA REBOLUSION!!! —gritan tus chicos, los que consiguieron salir con vida, claro.
Si llegas al final del pasillo descubrirás una escalera que solo sube, y también un mapa puesto en la pared con la distribución general de las salas dentro de la fortaleza. Te encuentras en el nivel menos dos y debes llegar al uno, así que tienes todo un piso por recorrer. Eso sí, has metido mucho, pero que mucho ruido al luchar contra los marines y no te espera un camino fácil. Te recomiendo que pienses en una estrategia.
Una vez hayas subido las escaleras, aparecerás en una habitación rectangular y tan alta como un gigante. Está oscura y hay muchas cajas, unas de madera y otras de metal. Todo está en silencio, todo. Incluso dirías que tu respiración hace más ruido. Puedes ver que la luz se cuela por el diminuto espacio que queda entre la puerta y el suelo. Muy bien, mi rebolusionario favorito, ¿qué es lo que harás?
Celeste D` Angelo
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Mi pequeña historia personal no le interesó nada al señor Joseph, era de esperar. Solo estaba preparando el terreno para algo que probablemente le llamará la atención de verdad. Cuando le conté sobre mis estudios de las Smile, aquello hizo que su cara mostrase interés. Por fin, ahora podíamos negociar. Sin embargo, quería una prueba de que yo pudiera crear una de ellas. Me imaginaba que pudiera llegar a esa conclusión. Pero me mostraba tranquila, pues aunque actualmente no era capaz de fabricar ni siquiera un prototipo, podía usar las palabras del señor Joseph en su contra.
- En efecto, llevar a cabo mis experimentos no es barato pero los resultados podrían beneficiarnos a todos. Y como usted mismo ha dicho, no soy capaz de crear estas frutas ya que necesito un laboratorio óptimo, dinero y demás cosas. Sin esos medios, no soy capaz de llevar a cabo ni siquiera un prototipo - Me encogí de hombros mientras esperaba que era lo próximo que diría.
Me quedé callada cuando dijo que lo más importante era la lealtad y la confianza. Realmente todo era importante en el mundo criminal. Sin dinero ni influencia no podrías hacer alianzas ni pagar a tus hombres. Si no pagabas a tus hombres, la mayoría se olvidaría de lo que es la lealtad y acabarían clavándote un puñal en la espalda después de darles un buen trabajo. Me quedé mirando al señor Joseph cuando se levantó a coger algo, parecía ser una especie de mapa. Me propuso encontrar la mansión de un rival de su jefe. Me darían lo que estaba buscando a cambio de hacerles ese pequeño trabajo.
- Acepto el trato, maestre Joseph - Dije tendiéndole la mano en señal de cerrar el trato - ¿Podría proporcionarme un medio para comunicarme con usted o alguno de los suyos para notificarle del resultado de la misión? -
Independientemente de si me daba algo o no, marcharía hacia el sur rumbo al manglar número 7 que era el más cercano a mi posición.
- En efecto, llevar a cabo mis experimentos no es barato pero los resultados podrían beneficiarnos a todos. Y como usted mismo ha dicho, no soy capaz de crear estas frutas ya que necesito un laboratorio óptimo, dinero y demás cosas. Sin esos medios, no soy capaz de llevar a cabo ni siquiera un prototipo - Me encogí de hombros mientras esperaba que era lo próximo que diría.
Me quedé callada cuando dijo que lo más importante era la lealtad y la confianza. Realmente todo era importante en el mundo criminal. Sin dinero ni influencia no podrías hacer alianzas ni pagar a tus hombres. Si no pagabas a tus hombres, la mayoría se olvidaría de lo que es la lealtad y acabarían clavándote un puñal en la espalda después de darles un buen trabajo. Me quedé mirando al señor Joseph cuando se levantó a coger algo, parecía ser una especie de mapa. Me propuso encontrar la mansión de un rival de su jefe. Me darían lo que estaba buscando a cambio de hacerles ese pequeño trabajo.
- Acepto el trato, maestre Joseph - Dije tendiéndole la mano en señal de cerrar el trato - ¿Podría proporcionarme un medio para comunicarme con usted o alguno de los suyos para notificarle del resultado de la misión? -
Independientemente de si me daba algo o no, marcharía hacia el sur rumbo al manglar número 7 que era el más cercano a mi posición.
- Resumen:
- Aceptar el trato del señor Joseph para que su jefe me de cositas y marchar al manglar 7
Roland Oppenheimer
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Caos y destrucción. Aquello era música para los oídos de Roland. Sí, las explosiones podían ser molestas a tan corta distancia, pero aquello no le importaba; se sentía eufórico. Al fin la gente le seguía y respetaba como el líder nato que era. Sus enemigos caían bajo el peso de su arma y todo salía según su plan. Se sentía poderoso y no había nada que pudiera detenerle.
—Patético —espetó Roland levantando su arma. Ya sabía dónde estaba la armería, no tenía ningún motivo para dejar vivo al capitán marine. Mantuvo el martillo bien alto y lo dejó caer con fuerza. El martillo se detuvo a unos centímetros de su cara, aún sollozante—. Mierda, ¿por qué me dices eso?
Una niña. Todo era por una puñetera niña. Si se hubiera quedado callado, todo habría sido más fácil. Lo hubiera matado, al igual que había matado a muchos hombres en su vida. Cargar el peso de una muerte más no suponía ningún problema, pero aquel asunto era distinto. Por mucho que lo intentase, no era capaz de dejar a un pobre niño huérfano. Él mejor que nadie sabía lo que era criarse sin padres, y jamás le hubiera deseado eso ni a su peor enemigo.
—Tss, puto imbécil —bufó, dándole la espalda para dirigirse a sus esbirros.
Los cuerpos caídos de los marines estaban repartidos por toda la mazmorra. La batalla había sido corta pero encarnizada, y había sido una muy grata victoria. No solo habían dado el primer paso hacia la libertad, sino que también habían logrado armarse. Los marines no sabían la que les iba a caer encima. «Si no tuvieran mi lanza, ya me habría escapado de aquí —se dijo, lamentándose—. Estúpidos marines, siempre meten las narices donde no deben».
Volvió a colgarse el martillo de la espalda para acercarse al marine que seguía vivo. No era capaz de matarlo, siquiera de dejarlo morir, y estaba convencido de que el grupo de hombres que le seguía no se tomaría bien el dejarlo vivo. La mitad lo mataría sin miramientos, y la otra mitad lo violaría antes de matarlo. Hasta él mismo tenía ganas de aplastar su cabeza con sus propias manos. Odiaba aquel tipo de situaciones en el que la puñetera conciencia no dejaba de taladrarle la cabeza.
—Dime tu nombre —ordenó seriamente—. Muy bien. Si quieres volver a ver a tu hija, será mejor que hagas todo lo que te diga sin resistirte, ¿queda claro? —Había momentos en los que no pensaba lo que decía, y aquel era uno de ellos—. Si te fías de la palabra de alguien a quién tachan de criminal, te prometo que saldrás vivo de aquí, pero debes obedecerme sin rechistar.
A pesar de todo, había decidido que no iba a dejar morir a aquel hombre, al menos siempre que estuviera en sus manos. Una decisión un tanto extraña para alguien que pensaba destruir todo un fuerte marine, pero no lo hacía por él. Lo hacía por su hija. Aceptara o no su oferta, cogió al hombre por el hombro y lo llevó consigo. Estaba muy malherido y apenas tenía fuerza; que se resistiera era realmente improbable.
Detrás suyo, más de treinta hombres que habían recogido las armas de los caídos le seguían. El resto había caído en combate, pero ahora que veinte de ellos estaban armados, las fuerzas estaban más igualadas. Y más que lo estarían al llegar a la armería.
Roland se encontró el mapa. Todavía debía subir dos plantas para llegar a su destino, por lo que comenzó subiendo el primer tramo de escaleras, arrastrando consigo al moribundo marine. Si la horda le criminales le preguntaba que por qué le perdonaba la vida, no se molestaría en dar detalles. Se limitaría a decir «tengo un plan» y a ordenar que siguieran sus órdenes en busca de la libertad deseada. Al final y al cabo, era eso lo que ansiaban los prisioneros.
La siguiente estancia era realmente grande. Se preguntaba qué sentido arquitectónico tendría una habitación con aquellas dimensiones tan extrañas. O las plantas del edificio eran más altas de lo que creía, o desde allí podría alcanzar la siguiente planta sin tomarse la molestia de pasar por otro pasillo posiblemente plagado de marines. Si tan solo tuviera una forma de guiar a sus hombres... No le quedaba otra que atravesar la puerta de la habitación. Pero pero primero, las cajas.
—Inspeccionad todas las cajas —ordenó a los criminales—. Buscad cualquier cosa que pueda ser útil que pueda ser útil.
—Pero está oscuro—dijo uno de ellos.
—Pues usad las tapas como escudos, no me jodas. Seguid rebuscando, usad el tacto. —Vale, no todos podían tener sus maravillosos ojos adaptados a la oscuridad, pero a veces eran realmente estúpidos.
Mientras los hombres buscaban cualquier cosa de utilidad, lanzó a una esquina al marine, sin quitarle un ojo de encima. Sacó un espejo e intentó contactar con el enano pirómano.
—Enano, Keñy —diría—. ¿Cómo vas con eso? ¿Has terminado?
Una vez hubiera terminado la conversación con el pequeñajo y los criminales hubieran acabado de revisar todas la cajas, volvería a agarrar al marine, apoyaría el filo de su escudo en el cuello y abriría la puerta de una patada, buscando derribarla.
—Grita y pide que no nos disparen —ordenó al marine susurrando. Después gritó a todos los marines que pudieran aparecer—. ¡Malnacidos, si nos hacéis algo me cargo a vuestro capitán! ¡Abrid paso y dejarnos pasar!
—Patético —espetó Roland levantando su arma. Ya sabía dónde estaba la armería, no tenía ningún motivo para dejar vivo al capitán marine. Mantuvo el martillo bien alto y lo dejó caer con fuerza. El martillo se detuvo a unos centímetros de su cara, aún sollozante—. Mierda, ¿por qué me dices eso?
Una niña. Todo era por una puñetera niña. Si se hubiera quedado callado, todo habría sido más fácil. Lo hubiera matado, al igual que había matado a muchos hombres en su vida. Cargar el peso de una muerte más no suponía ningún problema, pero aquel asunto era distinto. Por mucho que lo intentase, no era capaz de dejar a un pobre niño huérfano. Él mejor que nadie sabía lo que era criarse sin padres, y jamás le hubiera deseado eso ni a su peor enemigo.
—Tss, puto imbécil —bufó, dándole la espalda para dirigirse a sus esbirros.
Los cuerpos caídos de los marines estaban repartidos por toda la mazmorra. La batalla había sido corta pero encarnizada, y había sido una muy grata victoria. No solo habían dado el primer paso hacia la libertad, sino que también habían logrado armarse. Los marines no sabían la que les iba a caer encima. «Si no tuvieran mi lanza, ya me habría escapado de aquí —se dijo, lamentándose—. Estúpidos marines, siempre meten las narices donde no deben».
Volvió a colgarse el martillo de la espalda para acercarse al marine que seguía vivo. No era capaz de matarlo, siquiera de dejarlo morir, y estaba convencido de que el grupo de hombres que le seguía no se tomaría bien el dejarlo vivo. La mitad lo mataría sin miramientos, y la otra mitad lo violaría antes de matarlo. Hasta él mismo tenía ganas de aplastar su cabeza con sus propias manos. Odiaba aquel tipo de situaciones en el que la puñetera conciencia no dejaba de taladrarle la cabeza.
—Dime tu nombre —ordenó seriamente—. Muy bien. Si quieres volver a ver a tu hija, será mejor que hagas todo lo que te diga sin resistirte, ¿queda claro? —Había momentos en los que no pensaba lo que decía, y aquel era uno de ellos—. Si te fías de la palabra de alguien a quién tachan de criminal, te prometo que saldrás vivo de aquí, pero debes obedecerme sin rechistar.
A pesar de todo, había decidido que no iba a dejar morir a aquel hombre, al menos siempre que estuviera en sus manos. Una decisión un tanto extraña para alguien que pensaba destruir todo un fuerte marine, pero no lo hacía por él. Lo hacía por su hija. Aceptara o no su oferta, cogió al hombre por el hombro y lo llevó consigo. Estaba muy malherido y apenas tenía fuerza; que se resistiera era realmente improbable.
Detrás suyo, más de treinta hombres que habían recogido las armas de los caídos le seguían. El resto había caído en combate, pero ahora que veinte de ellos estaban armados, las fuerzas estaban más igualadas. Y más que lo estarían al llegar a la armería.
Roland se encontró el mapa. Todavía debía subir dos plantas para llegar a su destino, por lo que comenzó subiendo el primer tramo de escaleras, arrastrando consigo al moribundo marine. Si la horda le criminales le preguntaba que por qué le perdonaba la vida, no se molestaría en dar detalles. Se limitaría a decir «tengo un plan» y a ordenar que siguieran sus órdenes en busca de la libertad deseada. Al final y al cabo, era eso lo que ansiaban los prisioneros.
La siguiente estancia era realmente grande. Se preguntaba qué sentido arquitectónico tendría una habitación con aquellas dimensiones tan extrañas. O las plantas del edificio eran más altas de lo que creía, o desde allí podría alcanzar la siguiente planta sin tomarse la molestia de pasar por otro pasillo posiblemente plagado de marines. Si tan solo tuviera una forma de guiar a sus hombres... No le quedaba otra que atravesar la puerta de la habitación. Pero pero primero, las cajas.
—Inspeccionad todas las cajas —ordenó a los criminales—. Buscad cualquier cosa que pueda ser útil que pueda ser útil.
—Pero está oscuro—dijo uno de ellos.
—Pues usad las tapas como escudos, no me jodas. Seguid rebuscando, usad el tacto. —Vale, no todos podían tener sus maravillosos ojos adaptados a la oscuridad, pero a veces eran realmente estúpidos.
Mientras los hombres buscaban cualquier cosa de utilidad, lanzó a una esquina al marine, sin quitarle un ojo de encima. Sacó un espejo e intentó contactar con el enano pirómano.
—Enano, Keñy —diría—. ¿Cómo vas con eso? ¿Has terminado?
Una vez hubiera terminado la conversación con el pequeñajo y los criminales hubieran acabado de revisar todas la cajas, volvería a agarrar al marine, apoyaría el filo de su escudo en el cuello y abriría la puerta de una patada, buscando derribarla.
—Grita y pide que no nos disparen —ordenó al marine susurrando. Después gritó a todos los marines que pudieran aparecer—. ¡Malnacidos, si nos hacéis algo me cargo a vuestro capitán! ¡Abrid paso y dejarnos pasar!
- Resumen:
- Perdonar al marine para usarlo de rehen, mandar a los criminales a buscar entre las cajas, intentar contactar a Keñy y usar al marine de escudo humano.
La expresión calmada de Kusanagi se torció en un gesto de preocupación cuando escuchó a Harris hablar sobre los verdaderos planes de Géminis. Ese desequilibrado pretendía hacer saltar por los aires todo el territorio marine que aún se resistía al avance de las fuerzas de Sirio y, si lo conseguía, podían dar por perdido el archipiélago. Después de todo, ¿cómo iban a mantener el dominio en Sabaody si perdían al grueso de sus fuerzas? Sería una auténtica masacre, una incluso peor que la que estaban viviendo en ese momento, así que no podían permitir que las ideas de su cabecilla llegaran a puerto. Lo detendrían a cualquier precio, incluso si eso implicaba llegar a un acuerdo con Banners.
—Entonces no tenemos tiempo que perder, debemos... —El sonido de unos pasos hizo que se alarmara, tensando el cuerpo y preparándose para moverse con Polastri aún en brazos, por si debía apartarla antes de iniciar un nuevo combate. Tan solo se relajó al reconocer la máscara del agente Ral en la lejanía—. Ah, sois vosotros. Me alegra veros de una pieza pero, ¿de dónde habéis salido?
Una vez Ral y Rita se explicaran si es que lo hacían, continuaría atendiendo a las explicaciones de Harris. Habrían llegado justo a tiempo, después de todo, para enterarse sobre la problemática con los túneles y la existencia de un traidor en la agencia, de modo que sobraban las explicaciones por su parte. Al menos para ellos, quizá no tanto para la mujer que acababa de reincorporarse a la situación.
Polastri se removió sobre sus brazos, volviendo en sí poco a poco al principio, alarmándose a los pocos segundos y casi cayéndosele antes de que pudiera volver a posarla sobre el suelo mientras los fusilaba a preguntas. Kus no le quitó el ojo de encima: seguía sin fiarse de ella y tal vez solo estuviera interpretando un papel. Por el momento tendría que esperar a confirmar sus sospechas antes siquiera de mover un solo dedo. Esperaba tener algo de suerte y estar equivocado en su análisis.
—Hemos tenido un encuentro bastante... inoportuno, pero la situación está bajo control —aclaró el pelirrojo, mirando de reojo al Sepultero—. Los hombres que nos atacaron han aceptado ponerse de nuestra parte. Nos ayudarán a llegar hasta el manglar once de forma segura si a cambio les protegemos de Géminis. Podemos entrar en detalles de camino, pero hay que moverse. Lo primero es informar al centro de mando de lo que se está cocinando bajo sus pies —y miró al agente enmascarado—. No podemos fiarnos de las comunicaciones si hay un traidor, así que tal vez debamos informarles en persona... o intentar desbaratar nosotros mismos su operación. En cualquier caso, dudo que podamos desarticular el dispositivo que tengan montado solos, así que habrá que correr el riesgo y avisar para que nos presten hombres. Con ayuda de Harris no deberíamos tener problemas para llegar hasta la reunión y, una vez allí, no somos necesarios tantos. ¿Qué me dices, Ral?
Si estaban de acuerdo en aquello, el grupo volvería a dividirse tras aquella inesperada reunión de sus miembros. No podían desaprovechar la oportunidad de usar a Banners contra sus enemigos, y menos si este guardaba alguna relación con uno de ellos que pudieran emplear a su favor. Como fuera, una vez estuvieran preparados y la decisión tomada empezarían a moverse. Rumbo al manglar once.
—Entonces no tenemos tiempo que perder, debemos... —El sonido de unos pasos hizo que se alarmara, tensando el cuerpo y preparándose para moverse con Polastri aún en brazos, por si debía apartarla antes de iniciar un nuevo combate. Tan solo se relajó al reconocer la máscara del agente Ral en la lejanía—. Ah, sois vosotros. Me alegra veros de una pieza pero, ¿de dónde habéis salido?
Una vez Ral y Rita se explicaran si es que lo hacían, continuaría atendiendo a las explicaciones de Harris. Habrían llegado justo a tiempo, después de todo, para enterarse sobre la problemática con los túneles y la existencia de un traidor en la agencia, de modo que sobraban las explicaciones por su parte. Al menos para ellos, quizá no tanto para la mujer que acababa de reincorporarse a la situación.
Polastri se removió sobre sus brazos, volviendo en sí poco a poco al principio, alarmándose a los pocos segundos y casi cayéndosele antes de que pudiera volver a posarla sobre el suelo mientras los fusilaba a preguntas. Kus no le quitó el ojo de encima: seguía sin fiarse de ella y tal vez solo estuviera interpretando un papel. Por el momento tendría que esperar a confirmar sus sospechas antes siquiera de mover un solo dedo. Esperaba tener algo de suerte y estar equivocado en su análisis.
—Hemos tenido un encuentro bastante... inoportuno, pero la situación está bajo control —aclaró el pelirrojo, mirando de reojo al Sepultero—. Los hombres que nos atacaron han aceptado ponerse de nuestra parte. Nos ayudarán a llegar hasta el manglar once de forma segura si a cambio les protegemos de Géminis. Podemos entrar en detalles de camino, pero hay que moverse. Lo primero es informar al centro de mando de lo que se está cocinando bajo sus pies —y miró al agente enmascarado—. No podemos fiarnos de las comunicaciones si hay un traidor, así que tal vez debamos informarles en persona... o intentar desbaratar nosotros mismos su operación. En cualquier caso, dudo que podamos desarticular el dispositivo que tengan montado solos, así que habrá que correr el riesgo y avisar para que nos presten hombres. Con ayuda de Harris no deberíamos tener problemas para llegar hasta la reunión y, una vez allí, no somos necesarios tantos. ¿Qué me dices, Ral?
Si estaban de acuerdo en aquello, el grupo volvería a dividirse tras aquella inesperada reunión de sus miembros. No podían desaprovechar la oportunidad de usar a Banners contra sus enemigos, y menos si este guardaba alguna relación con uno de ellos que pudieran emplear a su favor. Como fuera, una vez estuvieran preparados y la decisión tomada empezarían a moverse. Rumbo al manglar once.
- Resumen:
- • Decirle hola y adiós a Ral.
Kaito Takumi
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- En capítulos anteriores:
- https://www.onepiece-definitiverol.com/t25005-el-pulpo-vs-bunny#242790
Que vengo de aquí y me han dicho que postee directamente en evento
—Asombroso...—fue lo último que alcanzó a decir Kaito antes de ponerse a gritar.
Entre el y Bunny formaban un curioso coro bajo la atenta mirada del lagarto, que no tardó en cubrir a su dueño para prevenir más golpes del hombre gato. La lucha podría haber seguido, sí, pero cada uno de ellos, fieles compañeros, tenían a alguien a quien debía proteger. Marchándose Miku con su traje de criada a paso raudo, allí quedaron el pulpo y su mascota.
Lo cierto es que había sido una suerte que el pelirrojo perdiera el conocimiento, pues aquello le había ahorrado todo el dolor que habría sentido por la horrorosa infección fúngica. Desafortunadamente, no eternamente podía quedar uno bajo los brazos de Morfeo.
—¡Me cago en la mar! —chilló el ningyo, tenso, confundido y de seguro dolorido.
Aunque estaba en su naturaleza el prosperar ante venenos e infecciones cuyos primos ya había cogido en sus estrafalarios y perversos picnis al campo, aquello no hacía que doliese menos. No, ni con agua salada salían aquellos viles patógenos de su piel, manchada y palpitante de los micelios que se le incrustaban bajo la dermis.
No podía pensar. No podía hacer otra cosa que revolverse y sufrir espasmos a causa del horrible dolor. Y por si fuera poco, el peso del lagarto que lo sostenía contra el suelo le arrancaba el aliento.
Mas para lo que hizo no necesitó pensar, solo querer. Quería matar a aquello que había visto en su hombro y cuyos hermanos se habían extendido por su cuerpo. Quería librarse de aquella presencia inmunda que le corrompía y le hacía gritar. Y así intentó hacerlo extendiendo con cada espasmo, casi por zonas, una voluntad tan negra e infame como sincero era su odio.
Hayden Ashworth
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En cuanto entró en la sala, el dragón se acercó a Venture. El hombre era alto, empequeñeciendo incluso al dragón por mucho. Zuko bajó la cabeza y se inclinó en una reverencia de agradecimiento por haberle salvado, pero no pronunció palabra. Sería mejor no hacerlo. Entonces se separó y tomó su lugar. Pasado un rato, las puertas se abrieron de nuevo y entraron a la sala los piratas. El vicealmirante frunció el ceño. No iba a mostrar su desagrado en palabras, pero... Por su expresión era algo que se notaba.
La Shichibukai habló, casi como si estuviese al mando de todo aquello. Sus palabras eran amables, pero Zuko no se lo creía. No se dejaría engañar en ningún momento. Alguien que tomaba el camino de la piratería era alguien que no quería seguir las normas por algún motivo. El dragón podía sentir respeto hacia algunas de esas personas, pues estaba de acuerdo en que algunas normas eran injustas, aunque no hubiese tomado el mismo camino que ellos. Sin embargo, los Shichibukai eran una clase especial de criminal. Gente que ya había vivido haciendo lo que le diese la gana y ahora aprovechaba un sistema que le permitía huir de las consecuencias de sus actos... Un pirata podía ser bueno, pero un Shichibukai era alguien traicionero por naturaleza.
La puerta se volvió a abrir. Esta vez entraron Iulio y Wyrm. El dragón sintió alivio al comprobar que seguían con vida con sus propios ojos. Aunque no tardó en apartar la mirada de ellos por vergüenza. Entonces habló Venture, dando por fin inicio a aquella reunión. La cosa estaba peliaguda, eso seguro, y el dragón todavía no tenía muy claro que hacer. Aunque sabía muy bien que no iba a hacer. Finalmente dieron palabra a aquellos que estuvieron en primera línea y el dragón habló:
—Intenté parar a Sirio antes de que llegara, pero... solo conseguí distraerlo un rato. Sobreestimé mis capacidades físicas, creí que sería más útil recibiendo yo los puñetazos en vez de nuestras tropas. Me equivoqué, me agarré a una esperanza vana y perdí el control de la situación. Por tanto... pido disculpas a todos los presentes por mi error. Actué como un soldado, no como un vicealmirante. Sin embargo... —miró durante un instante a Layla—... rendirme y abandonar la isla está fuera de mis intenciones. Sirio es un error que debo arreglar y arreglaré. Si tras esta reunión se decide seguir las indicaciones de una pirata que nada más llegar ha dicho que nos retiremos, me quedaré atrás y volveré a ir contra Sirio, aunque tenga que hacerlo solo. Dicho eso... deberíamos reforzar el lado oeste de la isla, con los nuevos refuerzos y los pacifistas podríamos inclinar más la balanza antes de que caiga. También mandaría algunas fuerzas al este y... —cerró los ojos un instante—... ¿Es posible contactar con Marineford? Si vienen más flotas podrían cortar su retirada y tendríamos hombres tanto en la isla como fuera, rodeándolos y ganando una gran ventaja. Y no diría que no a la presencia de un almirante. ¿Alguna idea de donde se encuentran?
La Shichibukai habló, casi como si estuviese al mando de todo aquello. Sus palabras eran amables, pero Zuko no se lo creía. No se dejaría engañar en ningún momento. Alguien que tomaba el camino de la piratería era alguien que no quería seguir las normas por algún motivo. El dragón podía sentir respeto hacia algunas de esas personas, pues estaba de acuerdo en que algunas normas eran injustas, aunque no hubiese tomado el mismo camino que ellos. Sin embargo, los Shichibukai eran una clase especial de criminal. Gente que ya había vivido haciendo lo que le diese la gana y ahora aprovechaba un sistema que le permitía huir de las consecuencias de sus actos... Un pirata podía ser bueno, pero un Shichibukai era alguien traicionero por naturaleza.
La puerta se volvió a abrir. Esta vez entraron Iulio y Wyrm. El dragón sintió alivio al comprobar que seguían con vida con sus propios ojos. Aunque no tardó en apartar la mirada de ellos por vergüenza. Entonces habló Venture, dando por fin inicio a aquella reunión. La cosa estaba peliaguda, eso seguro, y el dragón todavía no tenía muy claro que hacer. Aunque sabía muy bien que no iba a hacer. Finalmente dieron palabra a aquellos que estuvieron en primera línea y el dragón habló:
—Intenté parar a Sirio antes de que llegara, pero... solo conseguí distraerlo un rato. Sobreestimé mis capacidades físicas, creí que sería más útil recibiendo yo los puñetazos en vez de nuestras tropas. Me equivoqué, me agarré a una esperanza vana y perdí el control de la situación. Por tanto... pido disculpas a todos los presentes por mi error. Actué como un soldado, no como un vicealmirante. Sin embargo... —miró durante un instante a Layla—... rendirme y abandonar la isla está fuera de mis intenciones. Sirio es un error que debo arreglar y arreglaré. Si tras esta reunión se decide seguir las indicaciones de una pirata que nada más llegar ha dicho que nos retiremos, me quedaré atrás y volveré a ir contra Sirio, aunque tenga que hacerlo solo. Dicho eso... deberíamos reforzar el lado oeste de la isla, con los nuevos refuerzos y los pacifistas podríamos inclinar más la balanza antes de que caiga. También mandaría algunas fuerzas al este y... —cerró los ojos un instante—... ¿Es posible contactar con Marineford? Si vienen más flotas podrían cortar su retirada y tendríamos hombres tanto en la isla como fuera, rodeándolos y ganando una gran ventaja. Y no diría que no a la presencia de un almirante. ¿Alguna idea de donde se encuentran?
- resumen:
- Planificar un poco y mirar mal a los piratuelos
RAL
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Caminé el trecho que faltaba mientras escuchaba en silencio lo que decía Rita, en parte tenía razón, pero no me gustaba tener que sacar ventaja de una situación mediante una traición entre hermanos... me sabía mal. De todas formas el deber era lo primero, si me ayudaba a salvar vidas no tendría más remedio que hacerlo. Saludé silenciosamente a la vez que me acercaba al resto del grupo, Polastri parecía en mal estado, pero por ahora no parecía una baja, y estaban hablando con un tío con una pala. No iba a preguntar mucho, simplemente informaría y esperaría que ellos hicieran lo mismo.
- Roland resultó ser un... ¿clon? no sabría decirlo, no era un cuerpo de verdad eso estoy seguro, así que ese aspecto ha sido un fallo por mi parte. Pero nos ha ayudado a conseguir algo de información interesante de una fuente fiable, por ahora no hay nada fijo, pero será mejor que tengáis esto presente. - Les di a cada uno un papelito doblado. - Leedlo en silencio sólo tras encontraros con el contacto. De todas formas, si las cosas han salido bien deberíais recibir una llamada en breves. - Comenté en bajo mientras se lo daba y procuraba que no me escuchase ninguno de los demás presentes.
Cada uno era un cuarto de hoja de mi libreta doblado, por lo que sería fácil esconderlo y leerlo discretamente, como la chuleta de un examen. Dentro de estos estaba escrito el mensaje "Banners no es de fiar, si tenéis que matarlo contactadme". Esperaba que no fueran necesarios y que una llamada desde el cuartel los informara a tiempo, pero uno no podía fiarse de las comunicaciones, así que esos papeles eran la única forma de avisarlos si al final no podía acompañarlos.
- Yo me encargaré, vosotros necesitaréis ser los más posibles por si las cosas se tuercen. Es mejor llevar grupos discretos cuando se trata de traidores. Además... si pasa lo peor en el túnel no queremos perder un grupo numeroso. - Habiéndoles confiado la tarea y el aviso de que Banners era peligroso esperaba que las cosas salieran bien. Puede que hubiera plantado la semilla correcta al fiarme de la información de Komaroff, y que este moviera los hilos para cambiar la misión de mis compañeros con el contacto que le facilité. Aunque estaba poniendo tanta fe en algo que no controlaba que me hacía sentir incómoda. - Necesitaré un par de linternas e información de dónde se encuentra el túnel más cercano.
Si me lo facilitaban pondría rumbo a la dirección y comenzaría a rastrear el paradero del traidor... no, en este caso el traidor era secundario. Los explosivos eran lo principal, si podía desarticularlos salvaría vidas, además, estaba segura de que si había un traidor no le gustaría que estropease su trabajo.
- Roland resultó ser un... ¿clon? no sabría decirlo, no era un cuerpo de verdad eso estoy seguro, así que ese aspecto ha sido un fallo por mi parte. Pero nos ha ayudado a conseguir algo de información interesante de una fuente fiable, por ahora no hay nada fijo, pero será mejor que tengáis esto presente. - Les di a cada uno un papelito doblado. - Leedlo en silencio sólo tras encontraros con el contacto. De todas formas, si las cosas han salido bien deberíais recibir una llamada en breves. - Comenté en bajo mientras se lo daba y procuraba que no me escuchase ninguno de los demás presentes.
Cada uno era un cuarto de hoja de mi libreta doblado, por lo que sería fácil esconderlo y leerlo discretamente, como la chuleta de un examen. Dentro de estos estaba escrito el mensaje "Banners no es de fiar, si tenéis que matarlo contactadme". Esperaba que no fueran necesarios y que una llamada desde el cuartel los informara a tiempo, pero uno no podía fiarse de las comunicaciones, así que esos papeles eran la única forma de avisarlos si al final no podía acompañarlos.
- Yo me encargaré, vosotros necesitaréis ser los más posibles por si las cosas se tuercen. Es mejor llevar grupos discretos cuando se trata de traidores. Además... si pasa lo peor en el túnel no queremos perder un grupo numeroso. - Habiéndoles confiado la tarea y el aviso de que Banners era peligroso esperaba que las cosas salieran bien. Puede que hubiera plantado la semilla correcta al fiarme de la información de Komaroff, y que este moviera los hilos para cambiar la misión de mis compañeros con el contacto que le facilité. Aunque estaba poniendo tanta fe en algo que no controlaba que me hacía sentir incómoda. - Necesitaré un par de linternas e información de dónde se encuentra el túnel más cercano.
Si me lo facilitaban pondría rumbo a la dirección y comenzaría a rastrear el paradero del traidor... no, en este caso el traidor era secundario. Los explosivos eran lo principal, si podía desarticularlos salvaría vidas, además, estaba segura de que si había un traidor no le gustaría que estropease su trabajo.
- Resúmen:
- Reunión, informar de lo de Oppen y dar papelitos con un mensaje en caso de que no reciban llamada o no puedan fiarse de esta. Pedir información de los túneles y una linterna y poner rumbo a estos.
William White
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El marine pareció acceder buenamente a acompañarme hasta la dichosa sala de electricidad, el chico debía ser un poco mayor que yo (no mi otro “yo”) por lo que rondaría la veintena, media alrededor del metro setenta siendo un pelín más bajito que el bueno de Mujica, el chico me acompaño muy diligentemente a la sala de electricista, no si antes pasar por el pequeño laberinto que suponía la sala de máquinas, pero nada que un ladrón profesional no pudiera recordar, y menos uno que tenía muy buena memoria para los pequeños detalles.
Fuera como fuera, no tardamos mucho más de un par de minutos en llegar antes una puerta en cuyo letrero rezaba una señal “No pasar, peligro eléctrico”, por lo visto mi plan había salido a pedir de boca ahora tan solo quedaba pasar, encender la luz y…
Un sonido metálico se escuchó nada más traspasar el umbral oscuro, estaba por esbozar palabra para que encendiera la luz cuando me puse en el peor de los supuestos, había habido un chivatazo y mi identidad había sido expuesta, aunque Martín desveló el que probablemente sería su secreto más fetichista de todos. Y es que después de todo, parecía que había acabado dando con un degenerado.
-Casi que mejor, así me dará menos pena…-pensé para mis adentros mientras afilaba mis intenciones homicidas, y es que, si bien podía ser un ladrón e incluso un asesino, no era una persona que disfrutaba de matar, era un ejercicio que le resultaba violento y casi burdo, era una seña de identidad de poco guante blanco en su oficio. Y es que incluso entre los criminales, a diferencia de lo que puede pensar el público general, manejamos códigos de honor, a diferencia de los fetichistas narcisistas como el que tenía delante.
En una primera instancia el hombre me toco ahí, si bien fue algo que me resulto un ultraje, procuré fingir ser más desvalido de lo que era realmente, aguardando hasta que el hombre se abalanzará sobre mí y nuestros labios se sellarán, para así sellar su destino. Y es que el beso fue apasionado, nuestras manos lentamente se fueron entrelazando, sin dejar que nuestros cuerpos se despegarán. Y si bien la situación no me resultaba del todo cómoda, aproveché para que gracias a los poderes de mi fruta el hombre no logrará despegarse y generando Bungee Gum por la boca comenzar a llenar la garganta del hombre de un inmenso líquido rojizo, el que primero se formará una enorme bola en la boca evitar que el hombre me mordiera o usará su lengua para alguna triquiñuela, así como evitar que el hombre soltará un gritó, el cual si todo iba acordé a mis planes resultaría en uno mudo. Para entonces solo quedaría restar y dejar que el hombre muriera asfixiado, lo cual como máximo debían ser unos dos minutos. A la vez que ejecutaba su beso fatal, su cuerpo se había convertido en una extraña forma amorfa ligeramente humanoide con la que trataría de atrasar al hombre, con la intención de evitar que el fetichista pudiera salirse con la suya.
Si todo salía acorde a su plan, comprobaría primero el pulso del trabajador, para tras confirmar su muerte o acelerarla, observar en la penumbra la caja, algo que no debía ser complicado par aun hombre que acostumbraba a trabajar de noche. Una vez la localizará, trataría de abrirla, forzándola con una ganzúa en el caso de que se viera obliga a usar “Los secretos del bandido”. Y una vez lo logrará, se dedicaría a cometer el sabotaje siguiendo las instrucciones que le había dado su ingeniera favorita minutos antes, por lo que sacando “La susurradora des estrellas” daría un par de tajos con furia a la caja y los fusibles, dejándola completamente deshabilitada, después de todo al ser de goma no tenía que temer por los calambrazos ¿verdad?
Ya solo restaría comunicarse con su equipo y reunir al grupo en la lavandería.
Fuera como fuera, no tardamos mucho más de un par de minutos en llegar antes una puerta en cuyo letrero rezaba una señal “No pasar, peligro eléctrico”, por lo visto mi plan había salido a pedir de boca ahora tan solo quedaba pasar, encender la luz y…
Un sonido metálico se escuchó nada más traspasar el umbral oscuro, estaba por esbozar palabra para que encendiera la luz cuando me puse en el peor de los supuestos, había habido un chivatazo y mi identidad había sido expuesta, aunque Martín desveló el que probablemente sería su secreto más fetichista de todos. Y es que después de todo, parecía que había acabado dando con un degenerado.
-Casi que mejor, así me dará menos pena…-pensé para mis adentros mientras afilaba mis intenciones homicidas, y es que, si bien podía ser un ladrón e incluso un asesino, no era una persona que disfrutaba de matar, era un ejercicio que le resultaba violento y casi burdo, era una seña de identidad de poco guante blanco en su oficio. Y es que incluso entre los criminales, a diferencia de lo que puede pensar el público general, manejamos códigos de honor, a diferencia de los fetichistas narcisistas como el que tenía delante.
En una primera instancia el hombre me toco ahí, si bien fue algo que me resulto un ultraje, procuré fingir ser más desvalido de lo que era realmente, aguardando hasta que el hombre se abalanzará sobre mí y nuestros labios se sellarán, para así sellar su destino. Y es que el beso fue apasionado, nuestras manos lentamente se fueron entrelazando, sin dejar que nuestros cuerpos se despegarán. Y si bien la situación no me resultaba del todo cómoda, aproveché para que gracias a los poderes de mi fruta el hombre no logrará despegarse y generando Bungee Gum por la boca comenzar a llenar la garganta del hombre de un inmenso líquido rojizo, el que primero se formará una enorme bola en la boca evitar que el hombre me mordiera o usará su lengua para alguna triquiñuela, así como evitar que el hombre soltará un gritó, el cual si todo iba acordé a mis planes resultaría en uno mudo. Para entonces solo quedaría restar y dejar que el hombre muriera asfixiado, lo cual como máximo debían ser unos dos minutos. A la vez que ejecutaba su beso fatal, su cuerpo se había convertido en una extraña forma amorfa ligeramente humanoide con la que trataría de atrasar al hombre, con la intención de evitar que el fetichista pudiera salirse con la suya.
Si todo salía acorde a su plan, comprobaría primero el pulso del trabajador, para tras confirmar su muerte o acelerarla, observar en la penumbra la caja, algo que no debía ser complicado par aun hombre que acostumbraba a trabajar de noche. Una vez la localizará, trataría de abrirla, forzándola con una ganzúa en el caso de que se viera obliga a usar “Los secretos del bandido”. Y una vez lo logrará, se dedicaría a cometer el sabotaje siguiendo las instrucciones que le había dado su ingeniera favorita minutos antes, por lo que sacando “La susurradora des estrellas” daría un par de tajos con furia a la caja y los fusibles, dejándola completamente deshabilitada, después de todo al ser de goma no tenía que temer por los calambrazos ¿verdad?
Ya solo restaría comunicarse con su equipo y reunir al grupo en la lavandería.
- Kiss requiem:
Asumo varios supuestos, pero esto es lo que intento:
Recordar el camino usando la pasiva de "Hombre rutanario".
*Dar un buen abrazo a mi compadre y un besito de "buenas noches" y Bungee Gum.
*Funar la caja usando "El arte de la ganzua" de Secretos del Bandido.
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