No pude evitar lanzar un suspiro de alivio en cuanto vislumbré la figura del vicealmirante Zuko en la sala donde se habían reunido todos los altos mandos que en aquellos momentos se esforzaban por defender Sabaody. Estaba manco, sí, saltaba a la vista, pero vivía. Ver a mi superior en ese estado después de luchar contra quien yo había capturado en el pasado me obligó a pensar que de un modo u otro aquello había estado planeado, que entraba en las intenciones de Sirio que Eric y yo le apresásemos.
Maldije por lo bajo, consciente de mi error, antes de que uno de los oficiales de mayor graduación presentes pidiese toda la información que teníamos sobre el enemigo. Zuko fue el primero en hablar, por supuesto, y yo aguardé mi turno incluso si debía ser el último en hacerlo:
-No éramos los únicos con un plan. Procyon se encontraba a la cabeza de las tropas que se lanzaron contra la muralla y esperaban una acción similar a la que llevamos a cabo. Ese condenado es muy fuerte... Tal vez veáis que apenas estoy herido, pero él escapó en un estado similar o incluso mejor. Tenía un poner que aún no alcanzo a comprender... Creaba unos pilares luminosos resistentes como el mejor acero que hayáis visto en vuestras vidas... No, más aún. En todo momento actuaba como si tuviese prisa, como si lo que estaban haciendo aquí no fuera más que una distracción o un pequeño paso que les conducía hasta un objetivo mayor... Como si no fuésemos más que hormigas ante sus pies. -No lo decía con furia contenida, sino con la suficiencia de quien sabía que había frustrado una parte de los planes del enemigo, aunque fuese mínima-. Por otro lado las tropas sabía qué hacer en todo momento sin que él tuviese que dar órdenes. Por eso podía dedicarse a aniquilas a nuestros soldados sin piedad. Tardé demasiado en organizar la situación e impedir que la masacre continuase, y para ese momento el enemigo estaba a punto de comenzar a retirarse. Pido perdón.
Ésas fueron mis últimas palabras. Haciendo gala de mi habitual dejadez, no me había molestado en memorizar las fuerzas que había sido destinadas a Sabaody ni los refuerzos que el Cuartel General estaba en disposición de enviar. Sin esa información, poco podía hacer más allá de aportar algo de sentido común y perspectiva a lo que allí se comentase.
Maldije por lo bajo, consciente de mi error, antes de que uno de los oficiales de mayor graduación presentes pidiese toda la información que teníamos sobre el enemigo. Zuko fue el primero en hablar, por supuesto, y yo aguardé mi turno incluso si debía ser el último en hacerlo:
-No éramos los únicos con un plan. Procyon se encontraba a la cabeza de las tropas que se lanzaron contra la muralla y esperaban una acción similar a la que llevamos a cabo. Ese condenado es muy fuerte... Tal vez veáis que apenas estoy herido, pero él escapó en un estado similar o incluso mejor. Tenía un poner que aún no alcanzo a comprender... Creaba unos pilares luminosos resistentes como el mejor acero que hayáis visto en vuestras vidas... No, más aún. En todo momento actuaba como si tuviese prisa, como si lo que estaban haciendo aquí no fuera más que una distracción o un pequeño paso que les conducía hasta un objetivo mayor... Como si no fuésemos más que hormigas ante sus pies. -No lo decía con furia contenida, sino con la suficiencia de quien sabía que había frustrado una parte de los planes del enemigo, aunque fuese mínima-. Por otro lado las tropas sabía qué hacer en todo momento sin que él tuviese que dar órdenes. Por eso podía dedicarse a aniquilas a nuestros soldados sin piedad. Tardé demasiado en organizar la situación e impedir que la masacre continuase, y para ese momento el enemigo estaba a punto de comenzar a retirarse. Pido perdón.
Ésas fueron mis últimas palabras. Haciendo gala de mi habitual dejadez, no me había molestado en memorizar las fuerzas que había sido destinadas a Sabaody ni los refuerzos que el Cuartel General estaba en disposición de enviar. Sin esa información, poco podía hacer más allá de aportar algo de sentido común y perspectiva a lo que allí se comentase.
- Resumen:
- Comentar mi experiencia en el campo de batalla.
Hamlet
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Con la ayuda de Iulio pude desplazarme por la fortaleza, pues aún sangraba por múltiples heridas y cojeaba ligeramente. Un doctor no tardó en darse cuenta de mi atroz estado y me cedió una muleta para apoyarme. Asimismo, hizo un par de indicaciones a sus subalternos, que en escasos momentos cubrieron mis heridas de vendajes. Hizo falta algo de insistencia para que me detuviera: tenía que encontrar al Vicealmirante.
Al poco tiempo, acompañé a mi camarada a una sala de reuniones. En el mismo instante en el que me introduje en la estancia, me sentí bastante intimidado. Aquel lugar estaba atestado de altos cargos de la escuadra, así como la Shichibukai que había intervenido durante el conflicto. Me mantuve firme y tensé todos los músculos que no estaban dañados por los ataques de Procyon. Tensé muy pocos músculos.
Mi vista captó una presencia familiar. ¡El Vicealmirante! ¡Seguía vivo! Me sentí aliviado a la par que alegre durante un instante, inundado por una calidez que no había sentido desde hacía mucho tiempo, pero la congoja no tardó en invadir mi cuerpo al observar su manga vacía. Había sido herido de gravedad y lastimado permanentemente. ¡Maldito Sirio! Ese perro debía de pagar. Tuve el impulso de acercarme a él y rodearle con mis brazos, intentando protegerle de todo peligro, algo que no había hecho en el campo de batalla. Pude reprimir esa acción instintiva, pero diablos, no pude acallar la voz de la culpa. Apenas pude rozar a Procyon. Quizás mi presencia le hubiera resultado más útil al Vicealmirante.
Pronto dio inicio la reunión. Me situé cerca de la puerta, no queriendo interrumpir a los oficiales superiores en su informe de la situación. No pude evitar reparar en las miradas que le dedicaban a su líder. Apreté los dientes. ¿Quiénes eran para hablar así de Kasai? ¿Cuánto habían sacrificado en aquella batalla? Daba igual el número de muertos que valientemente habían caído bajo la bandera de la Marina, ellos no tenían derecho a recriminarle nada a su Vicealmirante. De no haber conocido perfectamente su lugar como comandante -que le indicaba, al mismo tiempo, que el hecho de que se hallara en la reunión no era más que una mera cortesía-, habría reaccionado violentamente a los gestos despreciativos que dedicaban a su jefe.
Kasai se humilló ante los oficiales y pidió disculpas por ser incapaz de lidiar con Sirio. Torcí el gesto. Aquello debía de ser demasiado duro para él. Aun así, hallé un enorme regocijo al saber que su determinación no flaquearía. Todavía conservaba su ingenio táctico intacto y propuso un nuevo movimiento de las tropas. Asentí en mi fuero interno. Estaba de acuerdo con su dictamen. A Kasai le siguió Iulio, que resumió a la perfección la situación con Procyon. Yo no debía intervenir, por mi rango. Dejé que mi camarada se encargara de ello. Otra disculpa por parte de mi compañero me sorprendió. Me sentí algo irritado. ¿Desde cuándo los ofendidos eran aquellos oficiales que apenas habían tenido participación en la refriega? Esas disculpas solo las merecían los soldados que cayeron durante la batalla.
Cuando mi compañero concluyó, adopté una expresión algo más funesta y sombría y me mantuve callado. Las palabras sobraban. Más que nada, porque solo podía aportar que Procyon era tan capaz de enfrentarse a dos oponentes como lo era con uno solo.¿Acaso había alguna posibilidad para nuestra maltrecha compañía? Lentamente, me dejé llevar por el pensamiento de que aquellos hombres que con valor navegaban bajo la bandera de la gaviota habían sido conducidos a la muerte... Y yo había sido, en parte, culpable, y tendría su mismo destino.
Al poco tiempo, acompañé a mi camarada a una sala de reuniones. En el mismo instante en el que me introduje en la estancia, me sentí bastante intimidado. Aquel lugar estaba atestado de altos cargos de la escuadra, así como la Shichibukai que había intervenido durante el conflicto. Me mantuve firme y tensé todos los músculos que no estaban dañados por los ataques de Procyon. Tensé muy pocos músculos.
Mi vista captó una presencia familiar. ¡El Vicealmirante! ¡Seguía vivo! Me sentí aliviado a la par que alegre durante un instante, inundado por una calidez que no había sentido desde hacía mucho tiempo, pero la congoja no tardó en invadir mi cuerpo al observar su manga vacía. Había sido herido de gravedad y lastimado permanentemente. ¡Maldito Sirio! Ese perro debía de pagar. Tuve el impulso de acercarme a él y rodearle con mis brazos, intentando protegerle de todo peligro, algo que no había hecho en el campo de batalla. Pude reprimir esa acción instintiva, pero diablos, no pude acallar la voz de la culpa. Apenas pude rozar a Procyon. Quizás mi presencia le hubiera resultado más útil al Vicealmirante.
Pronto dio inicio la reunión. Me situé cerca de la puerta, no queriendo interrumpir a los oficiales superiores en su informe de la situación. No pude evitar reparar en las miradas que le dedicaban a su líder. Apreté los dientes. ¿Quiénes eran para hablar así de Kasai? ¿Cuánto habían sacrificado en aquella batalla? Daba igual el número de muertos que valientemente habían caído bajo la bandera de la Marina, ellos no tenían derecho a recriminarle nada a su Vicealmirante. De no haber conocido perfectamente su lugar como comandante -que le indicaba, al mismo tiempo, que el hecho de que se hallara en la reunión no era más que una mera cortesía-, habría reaccionado violentamente a los gestos despreciativos que dedicaban a su jefe.
Kasai se humilló ante los oficiales y pidió disculpas por ser incapaz de lidiar con Sirio. Torcí el gesto. Aquello debía de ser demasiado duro para él. Aun así, hallé un enorme regocijo al saber que su determinación no flaquearía. Todavía conservaba su ingenio táctico intacto y propuso un nuevo movimiento de las tropas. Asentí en mi fuero interno. Estaba de acuerdo con su dictamen. A Kasai le siguió Iulio, que resumió a la perfección la situación con Procyon. Yo no debía intervenir, por mi rango. Dejé que mi camarada se encargara de ello. Otra disculpa por parte de mi compañero me sorprendió. Me sentí algo irritado. ¿Desde cuándo los ofendidos eran aquellos oficiales que apenas habían tenido participación en la refriega? Esas disculpas solo las merecían los soldados que cayeron durante la batalla.
Cuando mi compañero concluyó, adopté una expresión algo más funesta y sombría y me mantuve callado. Las palabras sobraban. Más que nada, porque solo podía aportar que Procyon era tan capaz de enfrentarse a dos oponentes como lo era con uno solo.¿Acaso había alguna posibilidad para nuestra maltrecha compañía? Lentamente, me dejé llevar por el pensamiento de que aquellos hombres que con valor navegaban bajo la bandera de la gaviota habían sido conducidos a la muerte... Y yo había sido, en parte, culpable, y tendría su mismo destino.
- Resumen:
- Asistir a la reunión.
Normas del capítulo:
- Se moderará los martes entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los martes antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación:
- Señorita Smile (Manglar 7):
- Recibes un caracolófono que tiene una línea directa con el número del señor Joseph, además de un mapa actualizado del archipiélago y también dinero suficiente para sobornar o gastar en putas. Ya tú decidirás. Es una pequeña muestra de confianza. En cualquier caso, no tardas en llegar al manglar número 7 aunque pronto se pondrá de noche. Los tonos anaranjados en el cielo cada vez oscurecen más, indicando que es la hora de la oscuridad.
Verás que casi todo a tu alrededor está derruido. Realmente pocas casas se mantienen en pie. Podría decir que estás en un cementerio de escombros, un sitio casi completamente devastado por la guerra. Hay cadáveres por aquí y por allá, pero supongo que eso a ti no te importa. Lo curioso es que ves a un grupo medianamente numeroso (conformado por un tipo con un parche, otro con cadenas en el cuello, una señorita que va medio herida y un tipo con una pala en el hombro) dirigirse hacia el norte. ¿Serán enemigos? ¿Aliados? ¿O gente a la que interrogar? Si eres lo suficientemente rápida podrás alcanzarlos.
Sin embargo, a ti te interesa encontrar la ubicación de la mansión donde reside el señor Komaroff, ¿verdad? Sabes que se encuentra en algún lugar de los manglares 1-10, pero has elegido uno aparentemente vacío… Por cierto, si vas más hacia el sur aumentará la probabilidad de encontrarte con gente del bando de los Ambrosse, después de todo, están asediando la fortaleza marine del manglar 65.
- Míster Rabolusión (Manglar 70):
- Tus nuevos subordinados intercambian miradas de confusión cuando detienes el martillo a escasos centímetros de la cara del marine. Te preguntan por qué te has detenido; quieren saberlo. Si bien el marine asiente a cada una de tus palabras, tus “compañeros” te miran con desaprobación. Más vale que te inventes una buena excusa porque si no la REBOLUSION puede volverse en contra tuya… Ya te digo que ese «tengo un plan» no bastará para contentarlos.
Dejando esa historia de lado, vamos con la habitación oscura. Tus hombres registran las cajas y encuentran cosas interesantes como alimentos no perecibles, incluso municiones. Están felices con su descubrimiento, pues ahora tienen armas nuevas. Y uno de ellos dice que ha encontrado un robot. ¡Vaya, qué bonito! En cuanto a ti, cuando intentas derribar la puerta… Ops, no pasa nada. Tiene que haber otra forma de abrirla, pero algo me dice que estarás ocupado en otro asunto.
Escuchas un chirrido metálico y de pronto una fuerte pisada hace retumbar el salón entero. Dos luces a la altura de unos cuatro metros brillan entre la oscuridad. Uno de tus hombres grita. Las luces son encendidas al mismo tiempo que el robot comienza a moverse y, si eres lo suficientemente listo, te darás cuenta de que estás en problemas. Graves problemas. Lo que tienes en frente es un nuevo prototipo de Pacifista, uno basado en el difunto Almirante Kodama. Es idéntico con esa cara de pasa añeja, las ramas saliéndole por la cabeza y ese característico olor a madera.
—¡Kodifista kodificar kozas!
El robot alza sus manos hacia ti y dispara una lluvia de burbujas. Son lentas, muy lentas. Y te das cuenta de lo que hacen porque uno de tus chicos las ha tocado así de curiosidad. Un estallido increíblemente ruidoso te irrita los oídos, y es que la burbuja ha, bueno, estallado. ¿El resultado? Ha pulverizado al pobre hombre.
Puedes plantarle cara o encontrar la manera de abrir la puerta. Ya tú decides.
- Víctor y los Agentis (Manglar 11):
- Tras separarse del agente Ral el camino al manglar 11 resulta sencillo. Ahora mismo se encuentran en el centro de una plaza y, a diferencia del resto de los manglares, aquí se respira cierto aire de tranquilidad. Si bien los edificios cercanos están dañados, la mayoría se mantiene en pie. Probablemente tú, Kus, uses el pájaro-cyborg-dron que tienes para encontrar a Víctor Stolichnaya, así que nos saltaremos esa parte y llegaremos directamente a donde está él.
Debe tratarse de alguien muy confiado como para esperarlos solo. Se trata de un hombre joven, más o menos unos 25 años, cabellos rubios y ojos celestes. Tiene la quijada cuadrada y una nariz medianamente gruesa. Metro ochenta y complexión atlética; el típico muchachote que las deja a todas locas. Si alguno de ustedes usa mantra sobre él, se dará cuenta de que es bastante fuerte. Probablemente no pueda vencerlos a ustedes cuatro a la vez, pero sí que les daría batalla.
—Empezaba a preocuparme, agentes. ¿Ha sido un camino difícil? —les pregunta, saludándolos con un gesto despreocupado. Le da una calada al cigarrillo y exhala el humo—. No hay tiempo que perder. El señor Banners está ansioso por hablar con ustedes y dudo que el archipiélago soporte mucho tiempo más esta situación.
Camino a la mansión de Leroy Banners, pueden hacerle todo tipo de preguntas a Víctor. Dependiendo de cuál sea y cómo esté formulada, la responderá o no. En cualquier caso, les adelanta un poco las expectativas que tiene su patrón de la reunión. Tiene a su disposición un equipo de mercenarios profesionales lo suficientemente capaz como para poner en aprietos a los criminales y borrarlos en una sola noche. Lo que espera es que tanto el Gobierno Mundial como el mundo le reconozcan como a un héroe, como a esa persona que cambia el rumbo de una guerra.
Luego de una larga caminata acaban frente a una mansión colonial de cuatro plantas. Son bien recibidos y uno de los guardias lleva a la señorita Polavstri a la enfermería. El Sepultero les acompaña, aunque antes de dejarlos les da un consejo: Si aprecian sus vidas, no hagan enfadar a Leroy Banners. Por último, son conducidos a una gran oficina con el suelo alfombrado y un montón de cuadros que simulan batallas pasadas como la de Mariejoa. Más allá del escritorio, y antes del balcón, se halla un hombre de más de dos metros de alto y cabellos negros. Tiene arrugas en el rostro y muchísimas cicatrices. Va con una camisa desabotonada y lleva una chaqueta negra como estas de motoqueros. Una escopeta descansa junto al escritorio, así que ojito.
—¡Yio, agentes! ¡Los he estado esperando! —los saluda con una sonrisa de oreja a oreja, enseñando los colmillos amigablemente—. Por favor, tomen asiento. Quiero que esta negociación sea lo más rápida posible. ¡El mundo está en espera del héroe! Hagan sus demandas y yo haré las mías. ¡Vamos, vamos!
- El Hongos (Manglar 7):
- Tu combate ha terminado, pero ha dejado secuelas. Los hongos proliferan y poco a poco invaden tu cuerpo. El del hombro es el que más te duele, pero también el que más lento crece. Es como si algo permanentemente te estuviera mordiendo, devorando la piel. Te sugiero que encuentres alguna manera de quitarte estas… cosas. Mucho ánimo con eso.
En cualquier caso, ¿no deberías tener un objetivo en mente? Permíteme explicarte un poco las cosas. Traicionaste a Zu, la chica que iba contigo. Y tienes claro que es la espía personal del señor Komaroff. Seguramente tu compañero Will se está esforzando mucho, pero tú… Tú acabas de ponerte en malos términos con la familia Ambrosse. Como sea, tienes tantas opciones que no podría comentarlas todas. Lo que sí te diré es que puedes seguir el rastro de sangre dejado por Bunny.
- Concejo de Guerra II (Manglar 70):
- —Tener un gran sentido del deber es admirable, pero si no lo complementas con diligencia, se vuelve un peso para ti y para los que confían en ti. No soy quien para echar a la cara los errores que han cometido, pero pido que analicemos seriamente la situación, pues las vidas de mis hombres también están en juego —contesta Layla, devolviéndole la mirada al vicealmirante Zuko.
No hace falta mantra ni ser psicólogo para notar que el ambiente se ha tornado tenso. ¿Y acaso no debería estarlo? La situación es crítica, algo que ya todos saben. Pero aún hay esperanza, todavía pueden hacer una última jugada para derrotar a Sirio.
—Me encargaré de hablar con el Cuartel de Marineford, pero los refuerzos no llegarán pronto, chico —responde Venture—. Además, ¿cómo piensas reforzar el muro? Nuestros hombres han sufrido un duro golpe y están desmoralizados. Por otro lado, dos de los tres almirantes se encuentran en Wano. Intentaré pedir toda la ayuda posible, pero Sabaody no es la única isla en guerra.
Mientras la reunión avanza, el tercero al mando de la Shichibukai, Santiago, se acerca a ti, Iulio, intentando llamar tu atención jalándote de la manga. Si le prestas atención, te dirá:
—¿Dices que Procyon crea barreras más duras que el acero? Mi poder puede contrarrestar el suyo. Luchemos juntos.
—La noche está por caer y, conociendo lo imprudente que es Sirio, debemos estar preparados. Sabe que la fortaleza caerá pronto porque no podemos defenderla eternamente —dice Layla con el ceño fruncido—. Tú estás al mando, vicealmirante Kasai Zuko, así que dinos qué hacer. Si no quieres retirarnos, pelearemos contigo, pero si haces que mis hombres mueran en vano, yo misma haré que Sabaody sea tu tumba.
- Todos dependen de ti, Ral (Túneles subterráneos):
- La señorita Polavstri, con mucho esfuerzo, busca entre sus cosas y te entrega una linterna. Solo una. Luego te da instrucciones exactas sobre cómo llegar al acceso a los túneles. Una vez estás dentro, puedes notar cierta humedad en el ambiente (bueno, si es que puedes notarlo bajo tu máscara) y todo está increíblemente silencioso. Seguramente te interesará ir hacia el sur porque, bueno, quieren hacer volar el territorio marine.
—¡Sabía que ese bastardo de Adolf estaba en algún lado! —gruñe Rita—. Tenemos que tener cuidado. Puede que cuando lo veas te parezca un chiste, pero es peligroso.
Por cierto, ¿tienes alguna idea de quién puede ser el traidor? Igual es la señorita Polavstri y ha estado fingiendo todo este tiempo. Por otra parte, ¿cómo piensas encontrar el detonador? Espera un momento, ¿no tienes miedo de que las bombas exploten justo estando bajo tierra? Ya me contarás qué es lo que tienes en mente porque no cuentas con demasiada información, precisamente.
- ¡Mujica, ¿qué estás haciendo?! (Manglar 65):
- Creo que todo esto ha sido un poco desagradable en mi mente, pero bien hecho. Ahora eres un presidente y un experto besador. ¿Estás seguro de querer dedicarte a este juego de espías? Cuando compruebas el pulso de Martín, notarás que ha muerto. Sí, tú lo has matado. Pobrecito, sólo quería tener una aventura sexual con un anciano… En cualquier caso, consigues sabotear la caja de electricidad y chispitas estallan dentro de esta. ¡Enhorabuena! Eres el mejor espía de Sabaody, eso fijo.
Cuando estás volviendo para reunirte con tus compañeros notas una situación un tanto… particular. Desde tu posición puedes ver que a la sala de máquinas está llegando un pelotón bien armado de marines. Son unos quince y ninguno de ellos parece amigable. ¿Se habrán percatado de ti…? Dos de ellos se quedan en la puerta mientras sostienen sus fusiles, y otro de ellos, el que parece ser el capitán, pega un grito.
—¡Atención, trabajadores! ¡Fórmense en una fila! ¡Nos ha llegado la noticia de que hay un infiltrado entre ustedes! —anuncia—. ¡Tengan la identificación en mano, por favor!
Ops, ¿y ahora qué?
Kaito Takumi
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Mas lo que hizo Kaito no le libró en absoluto del dolor. Si bien podríamos haber usado esta frase para definir gran parte de su vida, ahora simplemente nos limitariámos a acotar el terrible sufrimiento físico que el ningyo padecía debido a aquellos malditos hongos. Por mucho que intentase pensar alternativas con su exquisito cerebro, de poco le servía al quedar sus ideas arrampladas por los terribles espasmos.
No. Él no podía hacer nada. Pero otros sí.
Extendiendo uno de sus tentáculos con terrible sufrimiento, Kaito agarró el miembro perdido de la boca de su lagarto, bastándole con una mirada para este para reclamar el que era su justo premio. Luego se ancló bajo este, mandándolo levantarse y andar, y colocando la pierna y su tridente sobre la criatura tapándolo con su negro manto improvisó un burdo títere.
—Suchu... caza—ordenó con una voz desgajada por su infierno.
Y así la criatura se puso en marcha siguiendo el rastro a una nada despreciable velocidad mientras el ningyo intentaba concentrarse lo suficiente como para mover aquí y allá las aguas contaminadas de nuevo hasta su artilugio hiper-presurizado. En cuanto encontrara a aquellos dos, Kaito, como buen hombre de negocios, uno que desde un principio no había querido hacer nada más que evitarse conflictos, propondía su trato.
—¿No sería mejor reimplantarle la pierna? Todo a cambio de la cura, y un buen y pacífico parlamento.—diría oculto desde allí abajo, intentando hacer lo mejor posible su papel como titiritero.
No. Él no podía hacer nada. Pero otros sí.
Extendiendo uno de sus tentáculos con terrible sufrimiento, Kaito agarró el miembro perdido de la boca de su lagarto, bastándole con una mirada para este para reclamar el que era su justo premio. Luego se ancló bajo este, mandándolo levantarse y andar, y colocando la pierna y su tridente sobre la criatura tapándolo con su negro manto improvisó un burdo títere.
—Suchu... caza—ordenó con una voz desgajada por su infierno.
Y así la criatura se puso en marcha siguiendo el rastro a una nada despreciable velocidad mientras el ningyo intentaba concentrarse lo suficiente como para mover aquí y allá las aguas contaminadas de nuevo hasta su artilugio hiper-presurizado. En cuanto encontrara a aquellos dos, Kaito, como buen hombre de negocios, uno que desde un principio no había querido hacer nada más que evitarse conflictos, propondía su trato.
—¿No sería mejor reimplantarle la pierna? Todo a cambio de la cura, y un buen y pacífico parlamento.—diría oculto desde allí abajo, intentando hacer lo mejor posible su papel como titiritero.
Asistí en silencio a una de las reuniones más tensas en las que había tenido la desgracia de encontrarme, con nada más y nada menos que una Shichibukai garantizando la ayuda de su tripulación para proteger lo poco que quedaba de Sabaody del ejército más temible que el archipiélago jamás había contemplado. No podía evitar ver el semblante del capitán Kensington en mi mente. Él, mi mentor, que tan mal había hablado siempre de la existencia del Ouka Shichibukai y el engendro contranatura que representaba.
Desconocía si tenía o no razón. Aún no me había formado una opinión al respecto, probablemente porque hasta ese momento no había tenido el placer o la desdicha de toparme de frente con algún representante de los corsarios. Fuera como fuese, estaba lejos de toda duda que le debíamos la vida a nuestra invitada. Tal vez el capitán tuviese una visón sesgada y errónea sobre ellos, pues, si todos fuesen tan traicioneros como él aseguraba, se habrían dado la vuelta al encontrar una batalla irremediablemente condenada a la derrota. Claro que... no dejaban de ser piratas que habían hecho un pacto con el Gobierno Mundial.
Santiago, el tercero al mando de nuestra inesperada aliada, me sacó de mis ensoñaciones con una fugaz llamada de atención y un par de susurros. ¿Que podía contrarrestar el poder de Sirio? Sonaba demasiado bonito para ser verdad, aunque debía admitir que lo aseguraba con un aplomo que me hacía pensar que realmente podía ser así. Contemplé su semblante en silencio, preguntándome si haría bien en aceptar su ofrecimiento. ¿Qué demonios? Combatirían a nuestro lado de cualquier modo, así que rechazar su ofrecimiento sólo sería la mayor estupidez que habría cometido en mucho tiempo.
-De acuerdo -respondí, acercando mi rostro al suyo para no interrumpir el transcurso de la reunión con un inoportuno murmullo de fondo-. Él tampoco fue capaz de herirme a mí, por lo que creo que no puedo estar demasiado lejos de su nivel. De cualquier modo, lo cierto es que sólo conseguí golpearle una vez y porque no esperaba mi movimiento. Soy rápido, pero ese desgraciado plantea la situación desde un punto de vista estratégico que no me deja sorprenderle. Le prometí que la próxima vez que nos viésemos sería derrotado y capturado, y toda ayuda es bienvenida -sentencié, sonriendo.
Al margen de la conversación, y creyendo que no lo había hecho del todo mal comandando las fuerzas de apoyo durante el ataque, quedé en silencio y en espera de una orden directa. Que hubiese sido capaz de pararle los pies a Procyon quizás me obligase a adoptar un papel más... evidente en primera línea de combate, aunque eso era algo que no podría saber hasta que me asignasen una labor.
Desconocía si tenía o no razón. Aún no me había formado una opinión al respecto, probablemente porque hasta ese momento no había tenido el placer o la desdicha de toparme de frente con algún representante de los corsarios. Fuera como fuese, estaba lejos de toda duda que le debíamos la vida a nuestra invitada. Tal vez el capitán tuviese una visón sesgada y errónea sobre ellos, pues, si todos fuesen tan traicioneros como él aseguraba, se habrían dado la vuelta al encontrar una batalla irremediablemente condenada a la derrota. Claro que... no dejaban de ser piratas que habían hecho un pacto con el Gobierno Mundial.
Santiago, el tercero al mando de nuestra inesperada aliada, me sacó de mis ensoñaciones con una fugaz llamada de atención y un par de susurros. ¿Que podía contrarrestar el poder de Sirio? Sonaba demasiado bonito para ser verdad, aunque debía admitir que lo aseguraba con un aplomo que me hacía pensar que realmente podía ser así. Contemplé su semblante en silencio, preguntándome si haría bien en aceptar su ofrecimiento. ¿Qué demonios? Combatirían a nuestro lado de cualquier modo, así que rechazar su ofrecimiento sólo sería la mayor estupidez que habría cometido en mucho tiempo.
-De acuerdo -respondí, acercando mi rostro al suyo para no interrumpir el transcurso de la reunión con un inoportuno murmullo de fondo-. Él tampoco fue capaz de herirme a mí, por lo que creo que no puedo estar demasiado lejos de su nivel. De cualquier modo, lo cierto es que sólo conseguí golpearle una vez y porque no esperaba mi movimiento. Soy rápido, pero ese desgraciado plantea la situación desde un punto de vista estratégico que no me deja sorprenderle. Le prometí que la próxima vez que nos viésemos sería derrotado y capturado, y toda ayuda es bienvenida -sentencié, sonriendo.
Al margen de la conversación, y creyendo que no lo había hecho del todo mal comandando las fuerzas de apoyo durante el ataque, quedé en silencio y en espera de una orden directa. Que hubiese sido capaz de pararle los pies a Procyon quizás me obligase a adoptar un papel más... evidente en primera línea de combate, aunque eso era algo que no podría saber hasta que me asignasen una labor.
- Resumen:
- Aceptar el ofrecimiento de Santiago y quedar en espera de órdenes.
El encuentro había sido fugaz, pues nos habíamos vuelto a separar un instante después de encontrarnos. Ese hecho no me molestó en absoluto, pues lo cierto era que estaba acostumbrado a realizar la mayor parte de mis misiones en solitario. Habíamos llegado a realizar alguna los cuatro miembros de Eden en conjunto, pero Ellie no había tardado en desaparecer y desde entonces no habíamos superado el trío. Tampoco era algo en sí mismo, pues con una agencia mermada en números y recursos y la deserción a la orden del día, cuanta menos gente supiese de mi existencia mejor.
De cualquier modo, finalmente pudimos llegar a nuestro destino y no tardamos en ser recibidos por un sujeto que en apariencia se esforzaba por demostrar su carisma. Fue la primera impresión que tuve al verle, al menos, aunque me ahorré cualquier comentario en pos de no ponernos palos en las ruedas. Aquel tipo era un hombre de confianza de Banners y, tal y como estaba la situación, lo cierto era que ese sujeto podía ser la última esperanza para la salvación del archipiélago.
Dado el mundo en el que se movía, me sorprendió encontrar a un hombre de lo más... ¿llano? Tal vez esa fuese la palabra más acertada. Una chupa de cuero, la cara más marcada que los lomos de un rebaño y una escopeta mermaban el aura semidivina que habitualmente se atribuía a las personalidades más influyentes del Bajo Mundo. Por mi parte, quien se salía de la norma únicamente llamaba más mi atención, pues nunca se sabía cuán hondo podía calar esa... excentricidad en su forma de ser y actuar.
Nos habíamos separado del Sepulturero y la señorita Polastri poco antes de llegar al despacho donde tuvo lugar el encuentro, lo que ciertamente nos posicionaba en un lugar privilegiado para determinar, para bien o para mal, el futuro de Sabaody. E iba directo al grano, por supuesto. En ese sentido me caía bien, al menos. De cualquier modo, no recordaba una única ocasión en la que hubiese salido algo bueno de mi boca, mucho menos en una situación tan crítica y tensa como aquélla, por lo que, una vez más, asumí de buen grado mi pape casi anecdótico como subordinado y dejé que fuese el agente Kusanagi quien se encargase de conducir la conversación. Si tan mala idea era enfadarle, alguien debería haber cosido mis labios al saber que probablemente estaría presente durante el encuentro.
De cualquier modo, finalmente pudimos llegar a nuestro destino y no tardamos en ser recibidos por un sujeto que en apariencia se esforzaba por demostrar su carisma. Fue la primera impresión que tuve al verle, al menos, aunque me ahorré cualquier comentario en pos de no ponernos palos en las ruedas. Aquel tipo era un hombre de confianza de Banners y, tal y como estaba la situación, lo cierto era que ese sujeto podía ser la última esperanza para la salvación del archipiélago.
Dado el mundo en el que se movía, me sorprendió encontrar a un hombre de lo más... ¿llano? Tal vez esa fuese la palabra más acertada. Una chupa de cuero, la cara más marcada que los lomos de un rebaño y una escopeta mermaban el aura semidivina que habitualmente se atribuía a las personalidades más influyentes del Bajo Mundo. Por mi parte, quien se salía de la norma únicamente llamaba más mi atención, pues nunca se sabía cuán hondo podía calar esa... excentricidad en su forma de ser y actuar.
Nos habíamos separado del Sepulturero y la señorita Polastri poco antes de llegar al despacho donde tuvo lugar el encuentro, lo que ciertamente nos posicionaba en un lugar privilegiado para determinar, para bien o para mal, el futuro de Sabaody. E iba directo al grano, por supuesto. En ese sentido me caía bien, al menos. De cualquier modo, no recordaba una única ocasión en la que hubiese salido algo bueno de mi boca, mucho menos en una situación tan crítica y tensa como aquélla, por lo que, una vez más, asumí de buen grado mi pape casi anecdótico como subordinado y dejé que fuese el agente Kusanagi quien se encargase de conducir la conversación. Si tan mala idea era enfadarle, alguien debería haber cosido mis labios al saber que probablemente estaría presente durante el encuentro.
- Resumen:
- Muchísimo relleno. En resumen, chitón y dejar que Kus haga cosas de Kus.
Celeste D` Angelo
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Me dio gusto que mi petición fuera escuchada. Recibí un par de cosas de manos del señor Joseph. Entre ellas, un Den Den Mushi con línea directa con él, un mapa del lugar y una cantidad decente de dinero para hacer lo que tuviera que hacer. Estaba satisfecha. Así podía hacer el trabajo más fácil. Me despedí del señor Joseph y marché hacia mi destino. A medida que iba avanzando por los manglares, la noche amenazaba con caer. Las luces del ocaso comenzaban a reflejarse en el agua y en la tierra. Esperaba llegar a un lugar con luz antes de que me encontrara de lleno en la penumbra. A mi alrededor, solo había desolación. Olía a sangre. Destrucción y muerte era lo que se hallaba en aquella zona. El delicioso aroma de la guerra se hacía presente. Me deleité contemplando aquella estampa. Pero un grupo de gente llamó mi atención. ¿Serían refugiados de guerra? ¿Supervivientes de la masacre? Me gustaría haberles intentado hacerles preguntas... pero mi misión estaba antes y el día se acababa.
Pasee entre las ruinas. Aquello me recordaba a mi ciudad natal. Una ciudad sin ley donde solo los más fuertes podía sobrevivir o al menos los más inteligentes también. Suspiré y pasé por encima de algunos cadáveres. Había de todo. Hombres, mujeres, niños. Nadie podía escapar del jinete de la guerra. Si mis planes futuros se llevaran a cabo de buena forma, el resto del mundo acabaría igual de mal o peor. Acabaría con el equilibrio y llevaría la peste de la sangre a todos los rincones. Decidí moverme hacia el siguiente manglar. El sur parecía una buena opción. Consulté el mapa y me dispuse a moverme al manglar número 1, esperando encontrar mi objetivo.
Pasee entre las ruinas. Aquello me recordaba a mi ciudad natal. Una ciudad sin ley donde solo los más fuertes podía sobrevivir o al menos los más inteligentes también. Suspiré y pasé por encima de algunos cadáveres. Había de todo. Hombres, mujeres, niños. Nadie podía escapar del jinete de la guerra. Si mis planes futuros se llevaran a cabo de buena forma, el resto del mundo acabaría igual de mal o peor. Acabaría con el equilibrio y llevaría la peste de la sangre a todos los rincones. Decidí moverme hacia el siguiente manglar. El sur parecía una buena opción. Consulté el mapa y me dispuse a moverme al manglar número 1, esperando encontrar mi objetivo.
- Spoiler:
- Deleitarme con las ruinas del manglar 7 y apresurarme al manglar 1.
Hayden Ashworth
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
—Iremos solos un tiempo, por desgracia. Si no podemos contar con los almirantes... Las personas más fuertes y de mayor rango de las que dispongamos serán de más utilidad en los frentes que estén más desbalanceados a nuestra contra. Pero... Sirio es un monstruo. No podemos tener a nuestras mayores potencias ocupadas en algo mientras él campa a sus anchas arrasando con todo.
Mientras divagaba el asunto, vio por el rabillo del ojo como uno de los piratas se acercaba a Iulio y le hablaba sobre Procyon. Lo ignoró, aunque seguía sin fiarse en lo absoluto de esas personas. Suspiró un instante y, entonces, la shichibukai habló. El dragón la miró mientras hablaba, a los ojos, sintiendo esas amenazas. Zuko cerró los ojos y se los frotó con los dedos antes de volver a mirarla. Con un movimiento brusco, se separó de la mesa y se acercó a ella.
—Ahora mismo cada fibra de mi cuerpo quiere fiarse de ti. Quiere contar contigo como una aliada en esta batalla. Pero no puedo. No hay absolutamente nada en el mundo, en este preciso instante, que pueda hacer que confíe en ti. Durante el largo de mi vida he conocido a miles de indeseables. Piratas, revolucionarios, criminales... Al menos ellos tienen la decencia de seguir unos ideales de libertad. La gente como tú... que se aferra a un pacto con tal de poder hacer lo que os de la gana mientras de vez en cuando fingís que sois amigos del gobierno, la paz y el orden... Me repugna más que ningún otro. La marina que amo y defiendo tiene un horroroso cáncer. Algo que hay que extirpar. Algo que algún día voy a extirpar. Y hoy, en mitad de esta batalla, uno de esos tumores viene y nos dice que deberíamos retirarnos y dejarles tomar Sabaody. Por lo que sé, bien podríais ser aliados de Sirio y los suyos y ser esto una estratagema vuestra para intentar destrozarnos por dentro. Quiero confiar en ti, porque en este momento podemos apreciar cualquier ayuda, pero no puedo. Si tanto te importan las vidas de tus subordinados en esta guerra es que tu lealtad es dudosa. ¿No quieres que mueran? Pues márchate por donde has venido. ¿Quieres que confíe en ti para esta batalla? Pues confía de vuelta y no me amenaces. Si quieres pelear conmigo podrás hacerlo cuando consiga eliminar esas sillas que con tanto orgullo y cobardía ocupáis a cambio de amnistía. —Dicho aquello se alejó y le dio la espalda, indicando con sus gestos y firmeza que no tenía intención ninguna de continuar con esa discusión ni iba a responder nada más que dijese la mujer, decidiese lo que decidiese—. Venture. Podríamos preparar una emboscada en el interior del frente más debilitado y entonces fingir una retirada. Cuando pasen atacarles con el elemento sorpresa y debilitar sus tropas, dar tiempo a ese frente a recuperarse y reforzarse para la siguiente ola. ¿Que te parece?
Esperaría entonces a la opinión de Venture o a cualquier otra estrategia que se le ocurriese. Entonces, si lo viese factible, daría la orden de preparar esa emboscada.
Mientras divagaba el asunto, vio por el rabillo del ojo como uno de los piratas se acercaba a Iulio y le hablaba sobre Procyon. Lo ignoró, aunque seguía sin fiarse en lo absoluto de esas personas. Suspiró un instante y, entonces, la shichibukai habló. El dragón la miró mientras hablaba, a los ojos, sintiendo esas amenazas. Zuko cerró los ojos y se los frotó con los dedos antes de volver a mirarla. Con un movimiento brusco, se separó de la mesa y se acercó a ella.
—Ahora mismo cada fibra de mi cuerpo quiere fiarse de ti. Quiere contar contigo como una aliada en esta batalla. Pero no puedo. No hay absolutamente nada en el mundo, en este preciso instante, que pueda hacer que confíe en ti. Durante el largo de mi vida he conocido a miles de indeseables. Piratas, revolucionarios, criminales... Al menos ellos tienen la decencia de seguir unos ideales de libertad. La gente como tú... que se aferra a un pacto con tal de poder hacer lo que os de la gana mientras de vez en cuando fingís que sois amigos del gobierno, la paz y el orden... Me repugna más que ningún otro. La marina que amo y defiendo tiene un horroroso cáncer. Algo que hay que extirpar. Algo que algún día voy a extirpar. Y hoy, en mitad de esta batalla, uno de esos tumores viene y nos dice que deberíamos retirarnos y dejarles tomar Sabaody. Por lo que sé, bien podríais ser aliados de Sirio y los suyos y ser esto una estratagema vuestra para intentar destrozarnos por dentro. Quiero confiar en ti, porque en este momento podemos apreciar cualquier ayuda, pero no puedo. Si tanto te importan las vidas de tus subordinados en esta guerra es que tu lealtad es dudosa. ¿No quieres que mueran? Pues márchate por donde has venido. ¿Quieres que confíe en ti para esta batalla? Pues confía de vuelta y no me amenaces. Si quieres pelear conmigo podrás hacerlo cuando consiga eliminar esas sillas que con tanto orgullo y cobardía ocupáis a cambio de amnistía. —Dicho aquello se alejó y le dio la espalda, indicando con sus gestos y firmeza que no tenía intención ninguna de continuar con esa discusión ni iba a responder nada más que dijese la mujer, decidiese lo que decidiese—. Venture. Podríamos preparar una emboscada en el interior del frente más debilitado y entonces fingir una retirada. Cuando pasen atacarles con el elemento sorpresa y debilitar sus tropas, dar tiempo a ese frente a recuperarse y reforzarse para la siguiente ola. ¿Que te parece?
Esperaría entonces a la opinión de Venture o a cualquier otra estrategia que se le ocurriese. Entonces, si lo viese factible, daría la orden de preparar esa emboscada.
- Resumen:
- contraamenazar a la señora y preparar una estrategia
«¿Y quién en este condenado archipiélago es de fiar, Ral?», pensó para sus adentros poco antes de que el subordinado de Banners los condujera al interior de su humilde morada, leyendo finalmente la nota. No estaba seguro de a qué tipo de información había tenido acceso su compañero como para tantear la posibilidad de eliminar al hombre con quien debían negociar, pero supuso que era algo que debían tener en cuenta si no querían que la situación se les fuera de las manos. De hecho, ¿no se les había ido ya? Los piratas y criminales tomaban ventaja frente a las fuerzas del orden en Sabaody y, para colmo, Géminis habría llenado de explosivos el subsuelo de los manglares a esas alturas. Si Ral no era capaz de interrumpir aquella operación a tiempo, nada de lo que habían hecho habría servido de nada.
Como fuese, parecía que en ese momento recaería sobre sus hombros y los de Ruffo el tomar el rumbo correcto para salvar a las buenas gentes del lugar y, por qué no, a todos cuantos se encontraban luchando frente a las fuerzas del caos que comandaba Sirio. Por lo que Víctor les había explicado, su posible nuevo mejor amigo contaba con hombres más que suficientes como para poner en jaque a las fuerzas enemigas, aunque quizá debiera tomar aquella afirmación con pinzas. ¿Qué iban a decir? Pretendían venderse al Gobierno Mundial como la mejor baza con la que podrían contar y eso pasaba por impresionarles. Harían falta más que palabras para que el pelirrojo pudiera llegar a fiarse de lo que decían.
Y, al fin, llegó el momento de la reunión, y el hombre que los aguardaba se mostró como alguien de aspecto... tal vez demasiado corriente —si obviamos su descomunal altura, claro—. No tuvo reparo en mostrar sus armas, aunque a ellos no les habían obligado a desarmarse, así que supuso que era un trato entre iguales. Más o menos.
—Señor Banners —saludó Kusanagi, acompañando sus palabras de una leve inclinación de su cabeza en un respetuoso gesto, lo justo para mostrarse formal antes de tomar asiento y escuchar cuanto tuviera que decirle. Tan solo esperaba que Ruffo fuera capaz de mantener los labios sellados mientras discutían los términos de aquella colaboración.
Lo ocultó a la perfección, pero por dentro no pudo sentir sino una mezcla de confusión y asombro cuando Leroy expuso aquella extraña y única exigencia. No quería una remuneración, un indulto ni nada que le ofreciera una ventaja mayor a esa; simplemente, ansiaba ser reconocido como un héroe a cambio de prestar su ayuda. Una petición simple que guardaba mucho más de lo que quería mostrar.
Inspiró despacio, dejando que el aire llenara sus pulmones para soltarlo después, despacio, descargando toda tensión de su cuerpo. La situación era crítica y, por eso mismo, se aseguró de sumergirse en un pozo de calma.
—Convertirse en un héroe es peligroso, señor Banners —comenzó el pelirrojo, tranquilo, manteniendo el contacto visual con él—. No solo para uno mismo, sino para todos los que le rodean. Genera expectativas, privilegios y, en ocasiones, fanatismos; pero eso no es lo preocupante. El peligro que alberga ese reconocimiento es que es libre de dueño. Cinco hombres pueden hablar de los actos de una misma persona en un mismo instante y cada percepción será distinta a las demás. No quiere convertirse en un héroe, señor Banners. Quiere que lo convirtamos en uno o, mejor dicho, en el tipo de héroe que desea ser. —Hizo una pausa, la cual aprovechó para analizar la mirada de aquel hombre. No se molestó siquiera en usar su mantra para ver más allá de él, sino que se fijó en sus ojos. Dicen que los ojos son el espejo del alma, y el alma de Leroy era lo que trataba de ver el agente en aquellas dos cuencas llenas de ambición—. Es factible —añadió, con todo el dolor de su corazón—, pero ni siquiera todo el esfuerzo propagandístico del Gobierno Mundial lo tendría fácil para conseguirlo con alguien tan... ajetreado como usted —evitó llamarlo criminal o hacer alguna alusión al tipo de escoria humana que debía ser.
Kusanagi se cruzó de brazos mientras descansaba la espalda contra el respaldo de su asiento, justo antes de cruzar también las piernas. Meditó por apenas unos segundos, dejando que los engranajes de su cabeza dieran su mayor esfuerzo hasta obtener una idea clara de cómo abordar aquella negociación.
—Todos los villanos que terminan convirtiéndose en héroes pasan por un proceso común, hasta en los cuentos más inocentes. Un proceso de redención... y eso no es algo que se obtenga con un único acto de buena fe. Diría que su ayuda ni siquiera contaría como eso porque, a mi entender, a usted le interesa lo mismo e incluso menos que Sirio y sus perros o Géminis se hagan con el control de Sabaody... o lo destruyan. ¿Me equivoco? —Otra pausa, antes de descruzar brazos y piernas e inclinarse ligeramente hacia el frente—. Limpiar su imagen será su propia responsabilidad, señor Banners. Su ayuda será tenida en cuenta por los altos cargos del Gobierno Mundial y sus actividades pasadas podrán verse perdonadas a cambio de una indemnización a decidir por mentes más aptas que la mía. Pasará a colaborar directamente con el Gobierno y entonces, solo entonces, podremos hablar de héroes. —Volvió así a recostarse en su asiento, sin apartar la vista de Banners—. Esas son nuestras condiciones.
Como fuese, parecía que en ese momento recaería sobre sus hombros y los de Ruffo el tomar el rumbo correcto para salvar a las buenas gentes del lugar y, por qué no, a todos cuantos se encontraban luchando frente a las fuerzas del caos que comandaba Sirio. Por lo que Víctor les había explicado, su posible nuevo mejor amigo contaba con hombres más que suficientes como para poner en jaque a las fuerzas enemigas, aunque quizá debiera tomar aquella afirmación con pinzas. ¿Qué iban a decir? Pretendían venderse al Gobierno Mundial como la mejor baza con la que podrían contar y eso pasaba por impresionarles. Harían falta más que palabras para que el pelirrojo pudiera llegar a fiarse de lo que decían.
Y, al fin, llegó el momento de la reunión, y el hombre que los aguardaba se mostró como alguien de aspecto... tal vez demasiado corriente —si obviamos su descomunal altura, claro—. No tuvo reparo en mostrar sus armas, aunque a ellos no les habían obligado a desarmarse, así que supuso que era un trato entre iguales. Más o menos.
—Señor Banners —saludó Kusanagi, acompañando sus palabras de una leve inclinación de su cabeza en un respetuoso gesto, lo justo para mostrarse formal antes de tomar asiento y escuchar cuanto tuviera que decirle. Tan solo esperaba que Ruffo fuera capaz de mantener los labios sellados mientras discutían los términos de aquella colaboración.
Lo ocultó a la perfección, pero por dentro no pudo sentir sino una mezcla de confusión y asombro cuando Leroy expuso aquella extraña y única exigencia. No quería una remuneración, un indulto ni nada que le ofreciera una ventaja mayor a esa; simplemente, ansiaba ser reconocido como un héroe a cambio de prestar su ayuda. Una petición simple que guardaba mucho más de lo que quería mostrar.
Inspiró despacio, dejando que el aire llenara sus pulmones para soltarlo después, despacio, descargando toda tensión de su cuerpo. La situación era crítica y, por eso mismo, se aseguró de sumergirse en un pozo de calma.
—Convertirse en un héroe es peligroso, señor Banners —comenzó el pelirrojo, tranquilo, manteniendo el contacto visual con él—. No solo para uno mismo, sino para todos los que le rodean. Genera expectativas, privilegios y, en ocasiones, fanatismos; pero eso no es lo preocupante. El peligro que alberga ese reconocimiento es que es libre de dueño. Cinco hombres pueden hablar de los actos de una misma persona en un mismo instante y cada percepción será distinta a las demás. No quiere convertirse en un héroe, señor Banners. Quiere que lo convirtamos en uno o, mejor dicho, en el tipo de héroe que desea ser. —Hizo una pausa, la cual aprovechó para analizar la mirada de aquel hombre. No se molestó siquiera en usar su mantra para ver más allá de él, sino que se fijó en sus ojos. Dicen que los ojos son el espejo del alma, y el alma de Leroy era lo que trataba de ver el agente en aquellas dos cuencas llenas de ambición—. Es factible —añadió, con todo el dolor de su corazón—, pero ni siquiera todo el esfuerzo propagandístico del Gobierno Mundial lo tendría fácil para conseguirlo con alguien tan... ajetreado como usted —evitó llamarlo criminal o hacer alguna alusión al tipo de escoria humana que debía ser.
Kusanagi se cruzó de brazos mientras descansaba la espalda contra el respaldo de su asiento, justo antes de cruzar también las piernas. Meditó por apenas unos segundos, dejando que los engranajes de su cabeza dieran su mayor esfuerzo hasta obtener una idea clara de cómo abordar aquella negociación.
—Todos los villanos que terminan convirtiéndose en héroes pasan por un proceso común, hasta en los cuentos más inocentes. Un proceso de redención... y eso no es algo que se obtenga con un único acto de buena fe. Diría que su ayuda ni siquiera contaría como eso porque, a mi entender, a usted le interesa lo mismo e incluso menos que Sirio y sus perros o Géminis se hagan con el control de Sabaody... o lo destruyan. ¿Me equivoco? —Otra pausa, antes de descruzar brazos y piernas e inclinarse ligeramente hacia el frente—. Limpiar su imagen será su propia responsabilidad, señor Banners. Su ayuda será tenida en cuenta por los altos cargos del Gobierno Mundial y sus actividades pasadas podrán verse perdonadas a cambio de una indemnización a decidir por mentes más aptas que la mía. Pasará a colaborar directamente con el Gobierno y entonces, solo entonces, podremos hablar de héroes. —Volvió así a recostarse en su asiento, sin apartar la vista de Banners—. Esas son nuestras condiciones.
- Resumen:
- Labia para el pana Banners.
RAL
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Sólo una linterna no me dejaba con muchas opciones. En un entorno como los túneles el primer objetivo al que atacaría alguien sería el que portara la luz. Si teníamos otra guardada el destello podría haber aturdido al atacante, además de volver a darnos la luz que necesitábamos. En fin, no todo podía salir a pedir de boca.
Froté los dedos, la humedad se notaba en la superficie de cuero de los guantes. Eso significaba que los explosivos no deberían funcionar con mecha, sino ser de otra naturaleza. Y estos eran los que me interesaban. Era imposible que un traidor hubiera movido una cantidad de explosivos que estallasen en cadena sin que nadie lo notase. Eso significaba que estos tenían que ser activados mediante un método de señal en vez de por detonación térmica o inercial. Además ese era el método más eficiente para abarcar grandes áreas de terreno de manera coordinada. Si estaba en lo correcto no necesitaba encontrar una gran cantidad de explosivos, sino la red o el cable que los conectaba y desconectarlo. Eso no desarmaría todos, pero sí todos los que siguieran en la cadena, además de que lo podríamos seguir hasta el origen donde el culpable pensase detonarlos. ¿Por qué pensaba que la pista sería tan fácil? porque en los túneles las señales no funcionan, demasiadas interferencias, demasiado riesgo para que alguien los opere con seguridad.
Con todo esto tenía varias cosas claras, pero lo más importante era que no importaba quien fuera el traidor. Si empezaba a desarmarlos alguien aparecería para impedirlo. Si no era el traidor lo conocería, si esa persona no lo hacía seguro que me indicaba un rastro que me llevase al traidor. Al final desactivar los explosivos sólo era el primer paso... y puede que el más complicado.
- Hmm... Si dependemos sólo de esta luz... - Comenté mientras cogía la linterna y la ataba bajo el raíl del cañón de la escopeta. - Si alguien tiene que ir a por ella tendrá que encarar la parte más peligrosa del grupo.
Bien. Por ahora sólo tendría que estar atento a cualquier cosa que fuera un cable, un explosivo o algo que me indicase que la tierra había sido manipulada para introducir algo. No creía que los hubieran ocultado de forma concienzuda, necesitaban dejar alguna pista por si algo salía mal y tocaba arreglar el sistema.
- Por cierto Rita. Si alguien nos ataca y nos quedamos sin luz significará que el enemigo no depende de la vista. En ese caso quiero que hagas una cosa... - Susurré a su oído para que nadie que pudiera estar siguiendo nos escuchase. - Quiero que grites lo más fuerte que puedas.
Froté los dedos, la humedad se notaba en la superficie de cuero de los guantes. Eso significaba que los explosivos no deberían funcionar con mecha, sino ser de otra naturaleza. Y estos eran los que me interesaban. Era imposible que un traidor hubiera movido una cantidad de explosivos que estallasen en cadena sin que nadie lo notase. Eso significaba que estos tenían que ser activados mediante un método de señal en vez de por detonación térmica o inercial. Además ese era el método más eficiente para abarcar grandes áreas de terreno de manera coordinada. Si estaba en lo correcto no necesitaba encontrar una gran cantidad de explosivos, sino la red o el cable que los conectaba y desconectarlo. Eso no desarmaría todos, pero sí todos los que siguieran en la cadena, además de que lo podríamos seguir hasta el origen donde el culpable pensase detonarlos. ¿Por qué pensaba que la pista sería tan fácil? porque en los túneles las señales no funcionan, demasiadas interferencias, demasiado riesgo para que alguien los opere con seguridad.
Con todo esto tenía varias cosas claras, pero lo más importante era que no importaba quien fuera el traidor. Si empezaba a desarmarlos alguien aparecería para impedirlo. Si no era el traidor lo conocería, si esa persona no lo hacía seguro que me indicaba un rastro que me llevase al traidor. Al final desactivar los explosivos sólo era el primer paso... y puede que el más complicado.
- Hmm... Si dependemos sólo de esta luz... - Comenté mientras cogía la linterna y la ataba bajo el raíl del cañón de la escopeta. - Si alguien tiene que ir a por ella tendrá que encarar la parte más peligrosa del grupo.
Bien. Por ahora sólo tendría que estar atento a cualquier cosa que fuera un cable, un explosivo o algo que me indicase que la tierra había sido manipulada para introducir algo. No creía que los hubieran ocultado de forma concienzuda, necesitaban dejar alguna pista por si algo salía mal y tocaba arreglar el sistema.
- Por cierto Rita. Si alguien nos ataca y nos quedamos sin luz significará que el enemigo no depende de la vista. En ese caso quiero que hagas una cosa... - Susurré a su oído para que nadie que pudiera estar siguiendo nos escuchase. - Quiero que grites lo más fuerte que puedas.
- Resúmen:
- Entrar en el túnel y empezar a buscar rastros de explosivos.
William White
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Un fundido a negro y unas pocas luces de emergencia iluminando la estancia eran la prueba de que su plan había salido a pedir de boca, y nunca mejor dicho. El trabajo ya estaba hecho y el cuerpo del muchacho yacía en el suelo, estaba por abandonar la sala cuando una idea fugaz atravesó su cabeza y es que volviendo a donde se encontraba el muchacho tomó su identificación, así como todo aquello que pudiera identificar al muchacho, y es que, si ralentizaba la identificación de la víctima, estaría poniendo las cosas un poco más difíciles a los soldados.
-No es una mala costumbre- pensó para sus adentros mientras revisaba el interior de la cartera- Además, nunca se sabe cuando vas a necesitar una de estas- pensó para sus adentros mientras se guardaba todo lo que fuera de valor en el interior de sus bolsillos y tirando el resto encima del cadáver.
Una vez hubiera terminado comenzaría a enfilar el camino de regreso, enciendo de forma discreta el comunicador y soltando un susurró -Misión completada, hora de limpiar los trapos- musitó haciendo una clara referencia al lugar donde deberían reunirse de vuelta -Por cierto Take, enciende eso para tener el pastel dentro de diez minutos listo, me gustaría dejar una pequeño detalle antes de que me jubile, pero pequeño ¡Eh! nada de empachos- masculló esperando que el muchacho fuera capaz de colocar un explosivo para detonará en ese franja de tiempo, una pequeña distracción que les podría las cosas un poco más fáciles si el samurái era capaz de arreglárselas solo.
Y es que al espadachín no debía resultarle muy difícil hacerlo, después de todo la oscuridad de la fortaleza le amparaba y los técnicos estarían mucho más atentos en atender las voces de sus superiores que indignados no terminaban de encontrar el fallo en el horno, y es que tal como me había dicho la compañera, no debía haber muchos técnicos eléctricos en la base, y si los había, bueno, ahora eran uno menos.
La fortaleza era un pequeño y agradable caos en el que hacía sentirme como en casa, y es que, si bien no había tanto bullicio como en el té del viajero, aquello no dejaba de ser un pequeño griterío, del cual comenzó a destacar una voz autoritaria, la de un marine y de forma autoritaria ordenando a todos los empleados que se pusieran en fila.
-Takeshi, tu nombre es Martín Praderas y te vas a situar cerrando la final, espérame ahí y mira luego el bolsillo izquierdo- ordenaría de forma discreta aprovechando el barullo inicial que se había formado por la idea de un infiltrado, y es que si se habían dado cuenta de que había un infiltrado, su identidad estaba a salvo
Rápidamente y en el caso de que la identificación tuviera una imagen asociada, sacaría la identificación del besador de anciano del interior de la chaqueta junto con una moneda o similar la comenzaría a rayar la parte del rostro superior de forma, procurando dañar la identificación de forma casual y de esa forma poder cedérsela a su compinche en cuanto le viera al final de la fila, introduciéndosela en el bolsillo de forma discreta en lo que simulaba ser un pequeño saludo amigable.
tras eso, esperaría que la fila avanzará a buen ritmo, para una vez que hubiera pasado él último trabajador acercarse al oficial y tras realizar el saludo pertinente entre lo que su compañero pasaba el control.
-Creo que somos los últimos señores, aunque la sala es bastante grande y podría haber alguien en algún rincón- se detendría a hablar con el capitán momentáneamente mientras esperaba que su compañero pasará el control, sin que el perspicaz capitán se percatará fingiendo la habitual voz ronca que había estado imponiendo hasta ahora.
-No es una mala costumbre- pensó para sus adentros mientras revisaba el interior de la cartera- Además, nunca se sabe cuando vas a necesitar una de estas- pensó para sus adentros mientras se guardaba todo lo que fuera de valor en el interior de sus bolsillos y tirando el resto encima del cadáver.
Una vez hubiera terminado comenzaría a enfilar el camino de regreso, enciendo de forma discreta el comunicador y soltando un susurró -Misión completada, hora de limpiar los trapos- musitó haciendo una clara referencia al lugar donde deberían reunirse de vuelta -Por cierto Take, enciende eso para tener el pastel dentro de diez minutos listo, me gustaría dejar una pequeño detalle antes de que me jubile, pero pequeño ¡Eh! nada de empachos- masculló esperando que el muchacho fuera capaz de colocar un explosivo para detonará en ese franja de tiempo, una pequeña distracción que les podría las cosas un poco más fáciles si el samurái era capaz de arreglárselas solo.
Y es que al espadachín no debía resultarle muy difícil hacerlo, después de todo la oscuridad de la fortaleza le amparaba y los técnicos estarían mucho más atentos en atender las voces de sus superiores que indignados no terminaban de encontrar el fallo en el horno, y es que tal como me había dicho la compañera, no debía haber muchos técnicos eléctricos en la base, y si los había, bueno, ahora eran uno menos.
La fortaleza era un pequeño y agradable caos en el que hacía sentirme como en casa, y es que, si bien no había tanto bullicio como en el té del viajero, aquello no dejaba de ser un pequeño griterío, del cual comenzó a destacar una voz autoritaria, la de un marine y de forma autoritaria ordenando a todos los empleados que se pusieran en fila.
-Takeshi, tu nombre es Martín Praderas y te vas a situar cerrando la final, espérame ahí y mira luego el bolsillo izquierdo- ordenaría de forma discreta aprovechando el barullo inicial que se había formado por la idea de un infiltrado, y es que si se habían dado cuenta de que había un infiltrado, su identidad estaba a salvo
Rápidamente y en el caso de que la identificación tuviera una imagen asociada, sacaría la identificación del besador de anciano del interior de la chaqueta junto con una moneda o similar la comenzaría a rayar la parte del rostro superior de forma, procurando dañar la identificación de forma casual y de esa forma poder cedérsela a su compinche en cuanto le viera al final de la fila, introduciéndosela en el bolsillo de forma discreta en lo que simulaba ser un pequeño saludo amigable.
tras eso, esperaría que la fila avanzará a buen ritmo, para una vez que hubiera pasado él último trabajador acercarse al oficial y tras realizar el saludo pertinente entre lo que su compañero pasaba el control.
-Creo que somos los últimos señores, aunque la sala es bastante grande y podría haber alguien en algún rincón- se detendría a hablar con el capitán momentáneamente mientras esperaba que su compañero pasará el control, sin que el perspicaz capitán se percatará fingiendo la habitual voz ronca que había estado imponiendo hasta ahora.
- Nah, de locos:
-Dar un par de ordenes al grupeto por el cacharro este.
-Tomar la identificación del besador para cedérsela a Takeshi en cuando me reencuentro con el al final de la fil, si es que ocurre claro.
-Tratar de pasar la frontera .
Normas del capítulo:
El sol ha desaparecido por completo del cielo, dando paso a la noche más brillante que alguna vez habrán visto. Una luz resplandeciente aleja las tinieblas, ofreciendo un espectáculo lumínico que encanta a marines y a piratas por igual. La iris del cometa destella como un prisma de todos colores, y un polvillo de fantasía empieza a caer desde lo más alto. Todo el archipiélago se ha quedado en silencio durante un momento, contemplando la luz que poco a poco se hace más y más grande. En primera instancia pareciera que el tiempo se ha detenido, pero si se observa con detenimiento… El meteorito avanza, y a medida que lo hace el pánico crece como un monstruo silencioso.
Hombres, niños y mujeres son presas del horror. El silencio es roto por los gritos de la gente que ha sido superada por todo lo que han vivido. Familias enteras se abrazan entre sí, y entre lágrimas juran reunirse en el más allá. Incluso en el norte el fuego ha cesado para contemplar el espectacular pero fatídico escenario nocturno. Los criminales arrojan sus armas y se echan al suelo. Los más fantasiosos dirán que están sintiendo el calor del meteorito. Y de pronto la luz brilla con tal intensidad que nadie podría sostener la mirada por más de medio segundo.
La oscuridad vuelve a reinar.
Una única luz tan brillante como el sol perdura en el horizonte, y gracias a esta pueden verse las grandes fumarolas que brotan desde el punto de impacto. Cualquiera con un mínimo de inteligencia sabrá que el meteorito ha caído, y lejos no está. Y cualquiera sabe que es cuestión de tiempo para que la onda de choque azote el archipiélago. Por otra parte, el cielo no es el único que tiene sorpresas para esta noche, algo que unos pocos agentes del Cipher Pol conocen muy bien. Hay una razón por la cual el ejército de Sirio, con él a la delantera, ha regresado al manglar 70 después de tantos fracasos. Hay una razón por la cual la horda de infectados avanza por el este pese a las advertencias de los marines. Y hay una razón por la cual los criminales se han reorganizado en el norte.
Un rugido de ultratumba se puede oír en todo el territorio marine, un rugido que no presagia nada bueno. Y es que momentos después un torrente de puro fuego emerge del manglar 66. La tierra retumba con violencia y entre las grietas recién formadas escapan lenguas de fuego que devoran todo a su paso. Los hombres apostados en las distintas fortalezas tienen una vista panorámica del espantoso infierno que se ha desatado en la tierra gobernada por la Marina. Una explosión sucede tras otra, afectando tanto a los civiles como a las instalaciones militares. Y por si no ha quedado lo suficientemente claro, volar el suelo marine, llenando de explosivos los túneles, es parte del plan de Géminis para conquistar Sabaody, no importa si todo queda en ruinas.
Sin embargo, hay una última sorpresa que toma desprevenido a todas las facciones: incluso la fortaleza del manglar 70 ha sido afectada por las explosiones. Muchos no entenderán por qué, así que lo explicaré. Un enano pirómano al que se le han dado varios kilos de explosivos los ha repartido en los puntos más importantes de la fortaleza marine, y hay un responsable detrás de esto. Desde su posición, Sirio no entiende lo que está pasando, pero sonríe salvajemente y da un discurso a su ejército, preparándose para la carga.
El caos en el archipiélago ha alcanzado su punto más alto. La fortaleza del manglar 70 ha sido gravemente afectada y está a nada de caer; los marines que defienden el manglar 61 no han podido contra la horda de infectados; los cañones del norte han dejado de funcionar, permitiendo que la artillería criminal haga un hueco lo suficientemente grande para que sus huestes ingresen. Ya no es solo un ejército contra un enemigo poderoso e inhumano, sino que los civiles también se han armado para luchar por sus vidas.
- Se moderará los martes entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los martes antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación:
El sol ha desaparecido por completo del cielo, dando paso a la noche más brillante que alguna vez habrán visto. Una luz resplandeciente aleja las tinieblas, ofreciendo un espectáculo lumínico que encanta a marines y a piratas por igual. La iris del cometa destella como un prisma de todos colores, y un polvillo de fantasía empieza a caer desde lo más alto. Todo el archipiélago se ha quedado en silencio durante un momento, contemplando la luz que poco a poco se hace más y más grande. En primera instancia pareciera que el tiempo se ha detenido, pero si se observa con detenimiento… El meteorito avanza, y a medida que lo hace el pánico crece como un monstruo silencioso.
Hombres, niños y mujeres son presas del horror. El silencio es roto por los gritos de la gente que ha sido superada por todo lo que han vivido. Familias enteras se abrazan entre sí, y entre lágrimas juran reunirse en el más allá. Incluso en el norte el fuego ha cesado para contemplar el espectacular pero fatídico escenario nocturno. Los criminales arrojan sus armas y se echan al suelo. Los más fantasiosos dirán que están sintiendo el calor del meteorito. Y de pronto la luz brilla con tal intensidad que nadie podría sostener la mirada por más de medio segundo.
La oscuridad vuelve a reinar.
Una única luz tan brillante como el sol perdura en el horizonte, y gracias a esta pueden verse las grandes fumarolas que brotan desde el punto de impacto. Cualquiera con un mínimo de inteligencia sabrá que el meteorito ha caído, y lejos no está. Y cualquiera sabe que es cuestión de tiempo para que la onda de choque azote el archipiélago. Por otra parte, el cielo no es el único que tiene sorpresas para esta noche, algo que unos pocos agentes del Cipher Pol conocen muy bien. Hay una razón por la cual el ejército de Sirio, con él a la delantera, ha regresado al manglar 70 después de tantos fracasos. Hay una razón por la cual la horda de infectados avanza por el este pese a las advertencias de los marines. Y hay una razón por la cual los criminales se han reorganizado en el norte.
Un rugido de ultratumba se puede oír en todo el territorio marine, un rugido que no presagia nada bueno. Y es que momentos después un torrente de puro fuego emerge del manglar 66. La tierra retumba con violencia y entre las grietas recién formadas escapan lenguas de fuego que devoran todo a su paso. Los hombres apostados en las distintas fortalezas tienen una vista panorámica del espantoso infierno que se ha desatado en la tierra gobernada por la Marina. Una explosión sucede tras otra, afectando tanto a los civiles como a las instalaciones militares. Y por si no ha quedado lo suficientemente claro, volar el suelo marine, llenando de explosivos los túneles, es parte del plan de Géminis para conquistar Sabaody, no importa si todo queda en ruinas.
Sin embargo, hay una última sorpresa que toma desprevenido a todas las facciones: incluso la fortaleza del manglar 70 ha sido afectada por las explosiones. Muchos no entenderán por qué, así que lo explicaré. Un enano pirómano al que se le han dado varios kilos de explosivos los ha repartido en los puntos más importantes de la fortaleza marine, y hay un responsable detrás de esto. Desde su posición, Sirio no entiende lo que está pasando, pero sonríe salvajemente y da un discurso a su ejército, preparándose para la carga.
El caos en el archipiélago ha alcanzado su punto más alto. La fortaleza del manglar 70 ha sido gravemente afectada y está a nada de caer; los marines que defienden el manglar 61 no han podido contra la horda de infectados; los cañones del norte han dejado de funcionar, permitiendo que la artillería criminal haga un hueco lo suficientemente grande para que sus huestes ingresen. Ya no es solo un ejército contra un enemigo poderoso e inhumano, sino que los civiles también se han armado para luchar por sus vidas.
- El Piernas, Capítulo Final (Manglar 11):
- Los hongos continúan creciendo por todo tu cuerpo y el dolor cada vez se hace más insoportable, aunque puedes realizar la mayoría de las tareas que tengas en mente…, por ahora. Por otro lado, tu mascota sigue raudamente el rastro de sangre. Si un humano usa a un perro como rastreador, un pulpo está en su derecho de usar a un cocodrilo, ¿verdad?
Enhorabuena, no tardas en encontrar al responsable de tu estado. Miku está de pie y con los brazos cruzados, mirándote enfadado. Bunny, por su parte, está echado en el suelo quejándose del dolor y maldiciendo tu nombre. Desde mi punto de vista, lo que has hecho no ha sido una buena idea, Kaito. Pero incluso las malas ideas pueden funcionar de vez en cuando.
—¿Eres médico? Te daré la cura, pero a cambio ayudarás a Bunny y luego te entregarás. El señor Banners decidirá tu destino —te responde Miku. Bueno, parece que han decidido confiar en ti. ¿Harás lo mismo tú?
- El Concejo, la última batalla (Manglar 70):
- La pirata escucha con atención tus palabras, vicealmirante, y para sorpresa de muchos ha mantenido la calma. Entiende su posición mejor que nadie; un gesto de hostilidad podría verse como traición. Sin embargo, su mano derecha no se lo toma tan bien como ella. El hombre de la melena dorada avanza furioso hacia ti, Zuko, pero es detenido por Layla. Te mira desafiante, pero también puedes reconocer matices de decepción y enfado.
—Jamás había conocido a un hombre tan arrogante. Acabas de morder el polvo y le das la espalda a los únicos que pueden cambiar la situación de esta estúpida guerra. ¡Eres el peor líder que he visto y como Símbolo de la Marina no vales nada! ¡¿Qué clase de jefe querría que sus hombres murieran?! ¡¿Es que acaso las vidas de mis chicos no valen porque son piratas?! ¡Respóndeme! —te grita Layla, alzando la mirada y destellando furia por los ojos—. ¿Que somos aliados de Sirio? Gracias a nosotros es que pudieron huir, así que deja la arrogancia y comienza a comportarte como un hombre. Eres un idiota al escupir a la única persona que te puede sacar del pozo de mierda en el que estás. Nunca confiaré en un hombre que antepone su orgullo a la vida de sus subordinados. ¡Los Shichibukais estamos para cumplir el maldito trabajo que marines como tú no pueden!
Inmediatamente tras la respuesta de Layla, el cielo nocturno se ilumina por un instante y pocos minutos después el edificio se estremece entero. Las alarmas suenan por todos sitios y un marine entra. Les da la noticia de que hay una fuga en los pisos inferiores de la fortaleza, que alguien ha hecho explotar la sala de maquinaria, que pronto el edificio se derrumbará. También les informa del caos que ha aparecido en la ciudad.
Chicos, las caras de sus compañeros denotan frustración y enfado. Incluso hay quienes comienzan a llorar de la rabia. ¿Por qué todo ha salido inmensamente mal? ¿Por qué el Gobierno Mundial ha abandonado el archipiélago? Zuko, Iulio, Wyrm… Se han esforzado muchísimo, pero la situación actual también es producto de fuerzas externas que han sido imposibles de contener.
—La fortaleza caerá, es inevitable —comienza a decir Venture—. Desplegaremos las tropas en el interior y realizaremos emboscadas para detener el avance del ejército de Sirio. Haremos lo que tú dices, vicealmirante Zuko, pero lo adaptaremos a la situación actual. Ya no hay nada más que podamos hacer. Hemos perdido la guerra, soldados, hemos perdido… Abandonaremos la fortaleza.
¿Qué toca a continuación? Todavía hay vidas por salvar. Los civiles que se congregan en el interior necesitan auxilio, pero de ello se ocuparán los marines de bajo rango. La evacuación estará en sus manos. Por otro lado, es hora de prepararse para la última batalla del archipiélago. ¿El objetivo? Contener lo que más se pueda a la horda de Sirio para asegurar la evacuación de la isla.
- La kústima esperanza y el oso Ruffo (Manglar 11):
- —No seas cruel con un viejo soñador, agente, yo solo quiero convertirme en un héroe para poder cruzar las puertas del cielo cuando muera. ¡Todos me recibirán con los brazos abiertos! ¿Qué más importa si el mundo sabe que he vendido un poco de cocaína? Si unos lamebolas como ustedes son vistos como héroes, ¿por qué yo no? ¡Y no se las estaría lamiendo a nadie! —responde con una sonrisa burlona en el rostro—. Está bien ser joven y apasionado, muchacho, pero este viejo mafioso no necesita sermones. Es cierto que el archipiélago no me importa mucho, todo esto de jugar al criminal ha sido una fachada para poder investigar tranquilo a Kepler y compañía, ¿sabes? —te dice, apuntando la intensa luz que se ve en el cielo—. Esa cosa está por caer, niño. Si trabajamos juntos tus jefes te lo agradecerán mucho, pero tengo una petición importante…
La puerta se abre con suavidad y la señora Polastri entra en escena. Ahora mismo es la persona con más autoridad dentro de los agentes presentes, así que en primera instancia la decisión pasaría por sus manos. Pero sigamos escuchando a nuestro amigo Banners.
—Alexéi Sidorov es mi mano derecha. Es un buen hombre, pero le ha tocado una vida difícil y por errores que cometió en su juventud le dieron una recompensa. ¡Como si fuera un premio, ¿sabes?! Es fuerte, se ha ocupado de toda mi operación sin que yo me moviera de este asiento, aunque creo que ahora le han tomado preso… Como sea, quiero que me aseguren que él ocupará un puesto dentro del Ouka Shichibukai una vez terminada la guerra.
Bueno, bueno, bueno, parece que se le ha ido un poco a este señor. Tocará discutir los términos en privado o en frente de ellos, pero viendo la situación… Oh, permítanme hablar un poco de esta. El cielo se ilumina como si fuera de día (leer la moderación general) y entonces un hombre entra a la oficina, dando las malas noticias: el territorio marine ha hecho KBOOM.
—No me importaría ayudar una vez más al Gobierno Mundial, pero no será para recuperar el Archipiélago de Sabaody. Tiempos más oscuros están por venir, niños —dice, mirándolos a los tres—. Lo que acaba de caer del cielo es la verdadera razón de esta guerra, la razón por la que tanta gente ha muerto. He dedicado quince años de mi vida en investigar la leyenda del oro estelar y su relación con una antigua banda pirata. ¿Entienden que contar con mi ayuda no solo significa la oportunidad de vencer a Sirio, sino descubrir por qué está pasando todo esto? ¡Los conduciré a la victoria, niños, y tendremos la cabeza de esos malditos piratas! —ruge, empuñando la mano con fuerza—. Solo tienen que convertirme en un héroe y hacer de Alexéi un Shichibukai. Basta un sí para poner en marcha mi plan definitivo.
Por cierto, Ruffo, el caracolófono de la señorita Polastri acaba de sonar, pero te pide que tú lo contestes. Si lo haces, hablará un representante de Enies Lobby. Te hablará sobre la posibilidad de traicionar a Banners y matarle para llevarle su cabeza al mafioso Vasili Komaroff, consiguiendo así su ayuda y la de toda la facción criminal de la isla. Sin embargo, esto estará en las manos de tu equipo. Te pide que tomes la decisión más prudente, considerando la situación tan delicada del archipiélago.
- Ay, señorita Shadow, ¿en qué te has metido? (Manglar 1):
- Bueno, ¿estás segura de querer continuar teniendo en cuenta toda esta situación? Un meteorito ha caído al norte, un enorme torrente de fuego ha cruzado el cielo en el sur, cientos de explosiones se oyen desde la misma dirección… Te estás involucrando en un asunto muy gordo del cual puedes salir mal parada, pero venga. Tú ahora te encuentras en el manglar 1, un sitio en “buen estado”. Con esto me refiero a que hay un par de edificios en pie, vaya.
Si continúas hacia el centro del manglar, cosa que probablemente hagas, hallarás una mansión tan grande como elegante. Eso sí, está increíblemente protegida. Hay un anillo de escombros alrededor de ella, dejando un espacio vacío de unos treinta metros. Acercarse no es tarea sencilla, pero seguro que podrás hacerlo… O no, quién sabe. A todo esto, ¿por qué te interesaría entrar a esa mansión tan protegida? La entrada principal se encuentra en la cara norte, pero puede que haya otras cuantas en las laterales. Igual se te ocurre un plan para entrar. Ya me contarás. Sea lo que sea que hagas, date prisa porque la isla no se mantendrá en pie durante mucho tiempo.
- Agente Rita, la que reemplazará a Ral (Túneles subterráneos):
- Ahora mismo, juraría que estás en la peor situación posible. El secuestro no se compara a esto. No tienes idea de lo que está sucediendo allá arriba, pero tienes suficientes preocupaciones considerando lo mucho que se sacude la tierra. Pequeñas piedrecillas caen del techo. Y entonces todo vuelve a estremecerse tanto que pierdes el equilibrio, cayendo. Si no fuera por Rita, quien te ha tomado para llevarte detrás de una columna, probablemente habrías sido llevada muy lejos por la devastadora onda de choque que se propaga por todo el túnel. Si bien la onda flamígera no ha llegado a tu posición, puedes sentir el calor.
—Esto significa que… ¿Sabaody ha explotado, pero estamos vivas? —te pregunta tu compañera, asintiendo casi por inercia a tu extraña petición.
Pese a todo el caos, puedes escuchar unos pasos acercarse hacia ti. Si apuntas con la luz o encuentras alguna manera de ver la silueta entre las sombras, te darás cuenta de que hay un hombre que conoces. Cabellos negros, un gran bigote y un parche en el ojo. Metro noventa y expresión seria. Lleva una gabardina azul y dos espadas envainadas a cada lado. Sí, ese hombre es Kennet M. Pollack. Probablemente no te suene de mucho porque lo viste una sola vez, pero es el que te dio la misión de negociar con Banners.
—Vine hasta aquí porque pensé que serías un problema, pero resultaste ser solo tú… Qué decepción, además Géminis ya hizo explotar los túneles. Se suponía que explotarían pasado la medianoche, pero está bien. —El hombre enciende un cigarrillo—. Esta es la traición más aburrida que presenciarás en la vida, pero no soy tan ostentoso como ese idiota de Anders. Te mataré cuando haya acabado mi cigarrillo. ¿Te importaría esperar hasta entonces?
Evidentemente, no te lo esperabas. Normal, nadie ha reunido ninguna pista sobre el traidor porque… Bueno, porque todos querían negociar con Banners. Ahora que tienes al traidor frente a ti, ¿qué es lo que harás?
- Lord Pepe Mujica y el Imperio Final (Manglar 65):
- Tu misión ha resultado un éxito. Si bien puedes no saberlo ahora mismo, pronto descubrirás que las hordas criminales han hecho un hueco en la fortaleza gracias a que los cañones han dejado de disparar. Sin embargo, como vuelvan a hacerlo… Sí, tu tarea ya está hecha, pero igual te importa que los cañones no estén disparando. En cualquier caso, tu compañero obedece tus órdenes y hace lo que tiene que hacer, por tu parte…
Si todo ha salido tan perfectamente bien, es porque lo he querido así, ¿sabes? Suena un poco arrogante, pero cuando burlaste la seguridad de la puerta y se escuchó un pitido la administración supo que algo raro estaba pasando. Si bien algunos quieren hacer ver a los marines como unos inútiles, hay que entender que son el ejército más poderoso del mundo por una buena razón: su capacidad. Ya te digo que los problemas están por empezar, y también te digo que ha sido buena idea traer a Takeshi en vez de a la ingeniera.
El soldado de turno te mira receloso, ha dudado de cualquiera cuyo rostro no se le haga familiar. Puede que tu compañero haya pasado el control, pero tú…
—Coincide con la identificación ultrajada, capitán —dice el soldado.
Los marines más cercanos a ti levantan sus fusiles y te apuntan. El capitán te pide amablemente que te rindas y te entregues, pero tú no le harás caso, ¿verdad? El mercenario, tu compañero que no ha hecho nada hasta ahora, chista con la lengua y pasa al ataque como una bestia enfurecida. Desenvaina rápidamente el arma que ha escondido hasta ahora y corta por la mitad a uno de los soldados, creando la distracción que necesitas para hacer lo que quieras hacer, aunque te digo desde ya que abandonar la habitación no será tarea sencilla.
—¡Has cumplido tu trabajo, ahora yo cumpliré el mío! —ruge tu compañero mientras enfrenta a los marines con un salvajismo impropio de un ser humano.
¿Pelear junto a tu compañero? ¿Abandonarlo y aprovechar esta oportunidad para huir? Ya te digo que la fortaleza en cualquier momento será tomada. Bien, bien, señor Mujica, decida qué hará.
Kaito Takumi
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Suchu estaba tenso, pero mayor era el dolor de su amo. Si tenía que hacer tratos con el diablo los haría, de hecho desde el primer momento no había querido hacer otra cosa que aquello.
—Médico, lo que se dice médico...—gruñió el pelirrojo, gesticulando bajo su inversa montura—. Sé implantar miembros, que es lo que necesita; pero necesito mi concentración y mi pulso de vuelta. Y sangre...—dijo con un chirrido fruta del espasmo—. Y no hay tiempo. Luego vamos con Banners, que es a quien quería ver desde el principio.
¿Qué tramaba Kaito? Desde luego no mentía, no. Y esta no era una de esas cosas de "si colaba colaba" adaptándose a la situación y a lo inmundo de su caracter de sabandija. ¿Acaso planeaba traicionar a Will, a Ambrose y a todos?
Desde luego muchos -incluso él- sospecharían esto. ¿Pero seria cierto?
Tras recibir la cura, asegurarse de que la dosis seria apropiada, y que su querido animal que lo había llevado hasta allí no necesitaba otra, Kaito se pondría tentáculos a la obra. ¿Para qué necesitaba un biólogo vías o agujas cuando podía utilizar la sangre ajena? Pidiéndole el brazo al gigante, pues esta seguramente podría ser mas apropiada que alguien que era posible que aún cargara en su torrente esporas, intentaría hacer lo mejor posible lo que ya era un trabajo... complicado. Afortunadamente confiaba tener a su disposicion el buen jabón natural de Sabaody para limpiarse a sí mismo y las heridas.
Aun así, seguramente tendría que implantarla al revés, para conectar todo más o menos como pudiera, pues la clave era dejárselo puesto. Anda que no habian implantados brazos en el pecho o en el culo para evitar que el miembro se pudriera hasta la futura operación donde se implantaba en su correspondiente sitio y postura.
Una vez terminara, tan o más cansado que el que confiaba era ya un bocazas incosciente y quejica y un gigante falto de plasma, Kaito sacudiría sus manos.
—Listo. Tendremos que llevarlo con cuidado, Ponlo sobre Suchu, y vámonos que nos vamos. Tanta lucha y tanta ostia pa ná, con lo bueno que es el diálogo... A veces no entiendo a los criminales, tú —se quejaría el pelirrojo frente a Miku—. Será porque no soy especialmente avaricioso.
Aunque, como hombre de negocios, Kaito había confiado en el trato; su vida le había enseñado cuán rápido se torcían las cosas, y por eso sus tentáculos agarraban la umigatana, preparados para usarla de ser necesario.
—Médico, lo que se dice médico...—gruñió el pelirrojo, gesticulando bajo su inversa montura—. Sé implantar miembros, que es lo que necesita; pero necesito mi concentración y mi pulso de vuelta. Y sangre...—dijo con un chirrido fruta del espasmo—. Y no hay tiempo. Luego vamos con Banners, que es a quien quería ver desde el principio.
¿Qué tramaba Kaito? Desde luego no mentía, no. Y esta no era una de esas cosas de "si colaba colaba" adaptándose a la situación y a lo inmundo de su caracter de sabandija. ¿Acaso planeaba traicionar a Will, a Ambrose y a todos?
Desde luego muchos -incluso él- sospecharían esto. ¿Pero seria cierto?
Tras recibir la cura, asegurarse de que la dosis seria apropiada, y que su querido animal que lo había llevado hasta allí no necesitaba otra, Kaito se pondría tentáculos a la obra. ¿Para qué necesitaba un biólogo vías o agujas cuando podía utilizar la sangre ajena? Pidiéndole el brazo al gigante, pues esta seguramente podría ser mas apropiada que alguien que era posible que aún cargara en su torrente esporas, intentaría hacer lo mejor posible lo que ya era un trabajo... complicado. Afortunadamente confiaba tener a su disposicion el buen jabón natural de Sabaody para limpiarse a sí mismo y las heridas.
Aun así, seguramente tendría que implantarla al revés, para conectar todo más o menos como pudiera, pues la clave era dejárselo puesto. Anda que no habian implantados brazos en el pecho o en el culo para evitar que el miembro se pudriera hasta la futura operación donde se implantaba en su correspondiente sitio y postura.
Una vez terminara, tan o más cansado que el que confiaba era ya un bocazas incosciente y quejica y un gigante falto de plasma, Kaito sacudiría sus manos.
—Listo. Tendremos que llevarlo con cuidado, Ponlo sobre Suchu, y vámonos que nos vamos. Tanta lucha y tanta ostia pa ná, con lo bueno que es el diálogo... A veces no entiendo a los criminales, tú —se quejaría el pelirrojo frente a Miku—. Será porque no soy especialmente avaricioso.
Aunque, como hombre de negocios, Kaito había confiado en el trato; su vida le había enseñado cuán rápido se torcían las cosas, y por eso sus tentáculos agarraban la umigatana, preparados para usarla de ser necesario.
Celeste D` Angelo
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Joder, joder, joder. ¡¿Dónde cojones me había metido?! Un puto meteorito había caído al norte de la puta isla y encima le siguió un puto mar de llamas en el sur. Y , para el final apoteósico, varias malditas explosiones resonaban por toda la isla. Tenía que acabar con mi misión cuanto antes y dar parte para poder largarme del archipiélago. No iba a morir en medio de una maldita guerra sin haber hecho nada con mi vida. Tenía muchos planes que llevar a cabo. Después de intentar recuperar la compostura, proseguí mi camino por el manglar número 1. A diferencia del anterior manglar, en el número 1 aún quedaban edificios en pie. Seguí adentrándome más hacia el centro, hasta que la vi.
Una gran y hermosa mansión se alzaba ante mi. Tenía pinta de estar protegida y estaba rodeada de escombros. Tenía que ser la mansión de Komaroff. ¿Quién más tenía una mansión tan grande y cara en el mismo territorio que él? Tenía toda la pinta de ser. Así que , sin dudar más y de exponerme a que me mataran o atraparan , decidí llamar al señor Joseph. Obviamente solo le llamaría cuando me ocultara lo mejor que pudiera y de asegurarme de que nadie estaba cerca. Saqué el caracol y marqué a su número. Aún no me acostumbraba a aquellos aparatos. En caso de que atendiera mi llamada y de asegurarme de que estaba hablando con él, le contaría que había descubierto la mansión de Komaroff en el manglar número 1 y que contaba con seguridad. También le expresé mi gran preocupación acerca del meteorito y todo lo que había pasado hacía pocos minutos. Necesitaba saber si podía contar con su ayuda para salir de la isla si esta se fuera a destruir.
Una gran y hermosa mansión se alzaba ante mi. Tenía pinta de estar protegida y estaba rodeada de escombros. Tenía que ser la mansión de Komaroff. ¿Quién más tenía una mansión tan grande y cara en el mismo territorio que él? Tenía toda la pinta de ser. Así que , sin dudar más y de exponerme a que me mataran o atraparan , decidí llamar al señor Joseph. Obviamente solo le llamaría cuando me ocultara lo mejor que pudiera y de asegurarme de que nadie estaba cerca. Saqué el caracol y marqué a su número. Aún no me acostumbraba a aquellos aparatos. En caso de que atendiera mi llamada y de asegurarme de que estaba hablando con él, le contaría que había descubierto la mansión de Komaroff en el manglar número 1 y que contaba con seguridad. También le expresé mi gran preocupación acerca del meteorito y todo lo que había pasado hacía pocos minutos. Necesitaba saber si podía contar con su ayuda para salir de la isla si esta se fuera a destruir.
- Spoiler:
- Cagarme en todo por lo del meteorito, el fuego y las explosiones, avanzar hasta ver la mansión y procurar que no me vean. Intentar avisar al señor Joseph de que había encontrado la mansión y pedirle de que, si la isla se estaba yendo a la mierda, que me garantizara una forma de escape junto a los demás.
Suspiré, consciente de lo acertado del juicio del vicealmirante Venture. Entraba dentro de las funciones de un marine la obligación de luchar por no permitir que un sólo territorio cayese presa del caos y el descontrol, pero también saber identificar el momento en que era preciso retirarse con el fin de salvar todas las vidas posibles. Sabaody, el archipiélago, no dejaba de ser una extensión conformada por un sinfín de gigantescos árboles, pero la función de la Marina era defender a quienes realmente daban sentido a ese nombre, sus habitantes. Ya eran demasiado los que habían caído a manos del enemigo como simples y olvidados colaterales; no podía permitir que sucediese lo mismo con el resto.
-¿Puedo sugerir algo? -dije tras unos incómodos segundos de silencio, aún cerca del hombre de Layla-. Creo que deberíamos aprovechar los destrozos ocasionados por las explosiones de ese supuesto enano del demonio. En el interior de la fortaleza hay muchos corredores amplios por los que el enemigo podría marchar en una formación más que aceptable. Si, por el contrario, estrechamos esos pasos usando los escombros que podamos transportar, tal vez hagamos del enemigo un blanco más fácil. De ese modo podríamos llevar a cabo mucho mejor las emboscadas, ganar más tiempo para la retirada y, de paso, acabar con un mayor número de enemigos antes de abandonar el archipiélago junto a todos los civiles que podamos reunir.
Mi mirada pasó del semblante del vicealmirante Kasai al del vicealmirante Venture y, después, miré directamente a la representante del Ouka Shichibukai. Si algo estaba fuera de dudas era que continuábamos vivos gracias a su intervención, así como que su poder era como mínimo algo a considerar. ¿Qué menos que indicar con un simple gesto que esperaba de ella un poco más de lo que ya nos había dado?
Por fortuna mi formación dentro de la Marina siempre había ido encaminada a labores de apoyo. En consecuencia, y a pesar de que mi habilidad me separase de esas funciones con una asiduidad pasmosa, me desenvolvía bastante bien en situaciones como aquélla. Si me daban el visto bueno yo mismo me ofrecería voluntario para seleccionar las rutas que debían ser estrechadas haciendo uso de cualquier elemento que pudiese sernos útil.. Del mismo modo, si nade se oponía me ofrecería para coordinar el posicionamiento de las emboscadas y la operativa, así como para llevarlas a cabo. Mi anhelo secreto era toparme con Procyon para cumplir la promesa que le había hecho, pero eso era algo que no podía enunciar en voz alta.
-¿Puedo sugerir algo? -dije tras unos incómodos segundos de silencio, aún cerca del hombre de Layla-. Creo que deberíamos aprovechar los destrozos ocasionados por las explosiones de ese supuesto enano del demonio. En el interior de la fortaleza hay muchos corredores amplios por los que el enemigo podría marchar en una formación más que aceptable. Si, por el contrario, estrechamos esos pasos usando los escombros que podamos transportar, tal vez hagamos del enemigo un blanco más fácil. De ese modo podríamos llevar a cabo mucho mejor las emboscadas, ganar más tiempo para la retirada y, de paso, acabar con un mayor número de enemigos antes de abandonar el archipiélago junto a todos los civiles que podamos reunir.
Mi mirada pasó del semblante del vicealmirante Kasai al del vicealmirante Venture y, después, miré directamente a la representante del Ouka Shichibukai. Si algo estaba fuera de dudas era que continuábamos vivos gracias a su intervención, así como que su poder era como mínimo algo a considerar. ¿Qué menos que indicar con un simple gesto que esperaba de ella un poco más de lo que ya nos había dado?
Por fortuna mi formación dentro de la Marina siempre había ido encaminada a labores de apoyo. En consecuencia, y a pesar de que mi habilidad me separase de esas funciones con una asiduidad pasmosa, me desenvolvía bastante bien en situaciones como aquélla. Si me daban el visto bueno yo mismo me ofrecería voluntario para seleccionar las rutas que debían ser estrechadas haciendo uso de cualquier elemento que pudiese sernos útil.. Del mismo modo, si nade se oponía me ofrecería para coordinar el posicionamiento de las emboscadas y la operativa, así como para llevarlas a cabo. Mi anhelo secreto era toparme con Procyon para cumplir la promesa que le había hecho, pero eso era algo que no podía enunciar en voz alta.
Hayden Ashworth
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Ni siquiera miró a los ojos a la shichibukai. Su enfado no hacía sino acentuar su desconfianza hacia los de su puesto, pero no tenía intención ninguna de continuar con la discusión. Miró a Iulio cuando esté empezó a hablar. La idea del subordinado en quién más confiaba era buena, y por tanto prestó atención. Mientras lo hacía, no podía evitar llevar la mano al muñón, aunque el dolor era ajeno debido a su endurecida resistencia. Era como un acto reflejo.
—Es una buena idea —dijo mirando a Venture—. Puedo dar fe de que Iulio puede encargarse de eso y más. Por mí parte, puede encargarse él de coordinar la emboscada y lo demás. ¿Os parece bien?
Dicho aquello, esperaría a una posible respuesta o confirmación por parte del resto. Una vez hubiese un momento de silencio y paz, se acercaría a la shichibukai y volvería a dirigirle la palabra. Su tono no fue enfadado, pero tampoco pasivo. Seguía en sus trece y manteniendo su posición e ideales, pero no quería causar una escena.
—Confiaré en vosotros mientras esto transcurra, evitemos las peleas internas, pues así es como vencen, ¿de acuerdo? —no quiso mencionar en voz alta que sus sospechas de que podría trabajar para el enemigo se reforzaban al creer que podría estar causando esas peleas a propósito—. Sin amenazas por ningún lado y, cuando todo esto acabe, si hay suerte, no nos volveremos a ver. ¿Está bien?
No le tendió la mano. Prefería dejarlo en un acuerdo verbal.
—Es una buena idea —dijo mirando a Venture—. Puedo dar fe de que Iulio puede encargarse de eso y más. Por mí parte, puede encargarse él de coordinar la emboscada y lo demás. ¿Os parece bien?
Dicho aquello, esperaría a una posible respuesta o confirmación por parte del resto. Una vez hubiese un momento de silencio y paz, se acercaría a la shichibukai y volvería a dirigirle la palabra. Su tono no fue enfadado, pero tampoco pasivo. Seguía en sus trece y manteniendo su posición e ideales, pero no quería causar una escena.
—Confiaré en vosotros mientras esto transcurra, evitemos las peleas internas, pues así es como vencen, ¿de acuerdo? —no quiso mencionar en voz alta que sus sospechas de que podría trabajar para el enemigo se reforzaban al creer que podría estar causando esas peleas a propósito—. Sin amenazas por ningún lado y, cuando todo esto acabe, si hay suerte, no nos volveremos a ver. ¿Está bien?
No le tendió la mano. Prefería dejarlo en un acuerdo verbal.
- Resumen:
- Dar fe de Iulio y hacer un "no pelien"
El agente dibujó una mueca en el rostro ante la respuesta de Banners. Parecía que su pequeño discurso no había calado en el criminal, algo que no le sorprendía en exceso. Es decir, estaba claro que convencer a ese hombre no podía resultar tan estúpidamente sencillo aunque, por otro lado, tampoco había dicho que no a sus exigencias. Lo que sí que había hecho era ampliar las suyas. Convertirse en un héroe y, de paso, darle un asiento en el Ouka Shichibukai a su segundo.
El ceño de Kus se había fruncido levemente al escuchar el nombre de ese infame grupo. No era ningún secreto en la agencia que no los tragaba, ¿pero cómo hacerlo? Eran corsarios al servicio del Gobierno Mundial, con inmunidad diplomática para hacer y deshacer a su antojo siempre y cuando no fueran en contra de sus intereses y, por descontado, que acudieran cada vez que se les llamara. «Los perros del gobierno», decían. Tan solo un error más que enmendar de aquella lista suya, interminable. En cualquier caso, darle esa posición al segundo de Leroy no se alejaba en exceso de las exigencias que había planteado el espadachín. Pasaría a convertirse en un colaborador directo del gobierno, como propuso, con la pequeña y nada desdeñable diferencia de que no tendría por qué cesar su actividad criminal siempre y cuando le saliera a cuenta a los de arriba. Un buen movimiento de aquel desgraciado.
Por suerte para él, su superiora había hecho acto de presencia en el momento mismo en que Banners comenzaba con sus peticiones, de modo que ya no debía cargar con la responsabilidad de tomar una decisión así. Aun así, no estaba del todo cómodo con que estuviera en manos de aquel pequeño grupo decidir el destino de todo el archipiélago.
—Dudo que tengamos autoridad suficiente como para poder garantizar una petición así —arrancó el pelirrojo, sin perder de vista al criminal—. No es competencia del Cipher Pol elegir a los miembros del Ouka Shichibukai. Sin embargo —una pequeña pausa—, se podría plantear una recomendación una vez Sabaody esté a salvo. Que vuestra gente ayude a mantener el archipiélago es un logro más relevante que muchos de los que usaron los actuales miembros para tomar sus asientos. Diría que ni siquiera es necesario que nosotros intervengamos en ese aspecto: el señor Sidorov o usted mismo se ganarían ese puesto por sus propios medios. —A continuación se encogió de hombros, poniéndose en pie y cediéndole el asiento a Polastri—. En cualquier caso, nuestra superiora es quien tiene la última palabra.
Fue justo en ese instante cuando un temblor sacudió el manglar y, como si el día se hubiera adelantado, la luz lo inundó todo por apenas unos instantes. No había que ser un genio para saber lo que acababa de ocurrir, aunque al principio fue incapaz de percatarse de ambos sucesos: el cometa cayendo había acaparado su atención. Por otro lado, darse cuenta de la explosión del territorio marine hizo que se le encogiera el corazón. Ral no había podido detener el plan de Géminis y, tal vez, tanto él como Rita hubiesen muerto. La esperanza se esfuma, y con ella sus opciones.
Empleó sus poderes para escuchar la llamada que atendió Ruffo y, una vez colgaron, los usó para susurrarle directamente a él, sin que nadie pudiera escucharlos ni tener que pronunciar palabra alguna.
—Puede que Banners no sea del todo fiable, pero está claro que sabe más que ningún otro. Si de verdad cuenta con todo un ejército de mercenarios, ¿matarlo no los pondría en nuestra contra? Demasiado arriesgado —concluyó, sin dejar de mirar a Banners mientras generaba aquel sonido en el oído de Ruffo—. Nada nos dice que Vasili vaya a cumplir su palabra si lo hacemos. Tenemos que correr el riesgo. Si la cosa se tuerce, ya veremos cómo lidiar con este hombre. Lo primero es poner a salvo el archipiélago.
Tras esto dirigió la mirada a su superiora, aguardando por su respuesta al criminal y por la conclusión de aquella reunión.
El ceño de Kus se había fruncido levemente al escuchar el nombre de ese infame grupo. No era ningún secreto en la agencia que no los tragaba, ¿pero cómo hacerlo? Eran corsarios al servicio del Gobierno Mundial, con inmunidad diplomática para hacer y deshacer a su antojo siempre y cuando no fueran en contra de sus intereses y, por descontado, que acudieran cada vez que se les llamara. «Los perros del gobierno», decían. Tan solo un error más que enmendar de aquella lista suya, interminable. En cualquier caso, darle esa posición al segundo de Leroy no se alejaba en exceso de las exigencias que había planteado el espadachín. Pasaría a convertirse en un colaborador directo del gobierno, como propuso, con la pequeña y nada desdeñable diferencia de que no tendría por qué cesar su actividad criminal siempre y cuando le saliera a cuenta a los de arriba. Un buen movimiento de aquel desgraciado.
Por suerte para él, su superiora había hecho acto de presencia en el momento mismo en que Banners comenzaba con sus peticiones, de modo que ya no debía cargar con la responsabilidad de tomar una decisión así. Aun así, no estaba del todo cómodo con que estuviera en manos de aquel pequeño grupo decidir el destino de todo el archipiélago.
—Dudo que tengamos autoridad suficiente como para poder garantizar una petición así —arrancó el pelirrojo, sin perder de vista al criminal—. No es competencia del Cipher Pol elegir a los miembros del Ouka Shichibukai. Sin embargo —una pequeña pausa—, se podría plantear una recomendación una vez Sabaody esté a salvo. Que vuestra gente ayude a mantener el archipiélago es un logro más relevante que muchos de los que usaron los actuales miembros para tomar sus asientos. Diría que ni siquiera es necesario que nosotros intervengamos en ese aspecto: el señor Sidorov o usted mismo se ganarían ese puesto por sus propios medios. —A continuación se encogió de hombros, poniéndose en pie y cediéndole el asiento a Polastri—. En cualquier caso, nuestra superiora es quien tiene la última palabra.
Fue justo en ese instante cuando un temblor sacudió el manglar y, como si el día se hubiera adelantado, la luz lo inundó todo por apenas unos instantes. No había que ser un genio para saber lo que acababa de ocurrir, aunque al principio fue incapaz de percatarse de ambos sucesos: el cometa cayendo había acaparado su atención. Por otro lado, darse cuenta de la explosión del territorio marine hizo que se le encogiera el corazón. Ral no había podido detener el plan de Géminis y, tal vez, tanto él como Rita hubiesen muerto. La esperanza se esfuma, y con ella sus opciones.
Empleó sus poderes para escuchar la llamada que atendió Ruffo y, una vez colgaron, los usó para susurrarle directamente a él, sin que nadie pudiera escucharlos ni tener que pronunciar palabra alguna.
—Puede que Banners no sea del todo fiable, pero está claro que sabe más que ningún otro. Si de verdad cuenta con todo un ejército de mercenarios, ¿matarlo no los pondría en nuestra contra? Demasiado arriesgado —concluyó, sin dejar de mirar a Banners mientras generaba aquel sonido en el oído de Ruffo—. Nada nos dice que Vasili vaya a cumplir su palabra si lo hacemos. Tenemos que correr el riesgo. Si la cosa se tuerce, ya veremos cómo lidiar con este hombre. Lo primero es poner a salvo el archipiélago.
Tras esto dirigió la mirada a su superiora, aguardando por su respuesta al criminal y por la conclusión de aquella reunión.
- Resumen:
- • Darle palique a Banners y cederle la decisión a Polastri.
• Acojonarse por el cometa y el KBOOM.
• Usar sus poderes para escuchar la llamada y decirle a Ruffo que opten finalmente por Banners.
William White
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Takeshi había logrado atravesar el umbral de lo que era el control, el marine le devolvió su identificación en lo que parecía un gesto de confirmación:
-He ganado- pensé para mis adentros, orgulloso y plenamente convencido de que mi éxito frente a la marina era total.
Más este gesto se emborronó y la sangre se helo cuando el marine al que había enseñado mi identificación anunció que la tarjeta que había entregado correspondía a la tarjea sustraída, sin mediar palabra el sonido metálico de los fusiles y de la retirada de seguros se hicieron eco en la estancia. Al menos una decena de soldados que conformaban en bloqueo les había rodeado.
-¿Cuándo? ¿Cómo? - pensé rápidamente mientras me recomponía del giro de los acontecimientos, su plan había sido meticuloso y cuidado, había tenido el ingenio y había medido cada paso que daba. Fue entonces cuando recordó el pitido de la puerta -Debía haber sido en ese momento ¿No habría sido la huella lo suficientemente exacta? ¿Tal vez el ojo? ¿Pero entonces por que se había abierto la puerta ante él? - siguió unos segundos antes de que otro giro se tornará a su favor -Les he subestimado- concluí cerrando los ojos y centrando completamente la esencia de aquellos hombres.
Y es que su compañero Takeshi, soltando un berrido y desenfundando con s furia su hoja, la blandió contra uno de los marines del control, partiéndolo por la mitad de un simple corte. Y es que tal como mi ojo previamente había juzgado, no me había equivocado al escoger pareja de baile para mis andanzas en el interior de la fortaleza.
Sin mediar palabra y haciendo lo propio, y aprovechando el momento de vacilación que habían generado mi compinche, desvainé tan raudo como pude la que era mis más vieja y fiel compañera de viajes que había tenido en aquellos largos diecisiete años. Layl, la susurradora de estrellas era el nombre de aquella hoja negra cuya leyenda decía estar hecha a base del oscuro metal helado que había caído del cielo, una hoja creada a base de polvo de estrellas con la que debía forjarme un destino brillante.
Tan rápido como la hoja se deslizó traté de rebanar al primer hombre que se me puso por delante, que se trató del mismo capitán, al tajo ascendente, que recorrería su pecho, le seguiría uno descendente y un corte lateral que le recorrería el costado a la misma velocidad que yo me desplazaba hacia la puerta, era importante moverse y utilizar la propia figura del capitán para evitar que aquellos hombres dispararán, ya que si bien yo no temía especialmente por mi condición de usuario, no estaba muy seguro de cuan lejos había llegado en el arte de mi compañero con la espada.
-Abre camino hacia la puerta Takeshi- ordené al compañero mientras trataba de hacer lo propio en el caso de haber rendido cuentas del capitán, acelerando mi movimiento, procurando forzar mi físico un poco más de lo habitual, siendo cada paso más raudo y ligero que el anterior.
Concentrado en el mantra y procurando evitar los ataques de aquel destacamento, procuraría, en el caso de que todo le saliera bien correr hacia la puerta para una vez superado el umbral, lanzar una serie de ondas cortantes al marco superior de la puerta, tratando de provocar un derrumbe. Aunque no estaba a muy seguro de que aquellos hombres les fueran a dejar salir de rositas por mucha sorpresa que hubiera generado su compinche, y es que venía siendo la tradición en la vida del moreno, sus planes se habían truncado una vez más.
-He ganado- pensé para mis adentros, orgulloso y plenamente convencido de que mi éxito frente a la marina era total.
Más este gesto se emborronó y la sangre se helo cuando el marine al que había enseñado mi identificación anunció que la tarjeta que había entregado correspondía a la tarjea sustraída, sin mediar palabra el sonido metálico de los fusiles y de la retirada de seguros se hicieron eco en la estancia. Al menos una decena de soldados que conformaban en bloqueo les había rodeado.
-¿Cuándo? ¿Cómo? - pensé rápidamente mientras me recomponía del giro de los acontecimientos, su plan había sido meticuloso y cuidado, había tenido el ingenio y había medido cada paso que daba. Fue entonces cuando recordó el pitido de la puerta -Debía haber sido en ese momento ¿No habría sido la huella lo suficientemente exacta? ¿Tal vez el ojo? ¿Pero entonces por que se había abierto la puerta ante él? - siguió unos segundos antes de que otro giro se tornará a su favor -Les he subestimado- concluí cerrando los ojos y centrando completamente la esencia de aquellos hombres.
Y es que su compañero Takeshi, soltando un berrido y desenfundando con s furia su hoja, la blandió contra uno de los marines del control, partiéndolo por la mitad de un simple corte. Y es que tal como mi ojo previamente había juzgado, no me había equivocado al escoger pareja de baile para mis andanzas en el interior de la fortaleza.
Sin mediar palabra y haciendo lo propio, y aprovechando el momento de vacilación que habían generado mi compinche, desvainé tan raudo como pude la que era mis más vieja y fiel compañera de viajes que había tenido en aquellos largos diecisiete años. Layl, la susurradora de estrellas era el nombre de aquella hoja negra cuya leyenda decía estar hecha a base del oscuro metal helado que había caído del cielo, una hoja creada a base de polvo de estrellas con la que debía forjarme un destino brillante.
Tan rápido como la hoja se deslizó traté de rebanar al primer hombre que se me puso por delante, que se trató del mismo capitán, al tajo ascendente, que recorrería su pecho, le seguiría uno descendente y un corte lateral que le recorrería el costado a la misma velocidad que yo me desplazaba hacia la puerta, era importante moverse y utilizar la propia figura del capitán para evitar que aquellos hombres dispararán, ya que si bien yo no temía especialmente por mi condición de usuario, no estaba muy seguro de cuan lejos había llegado en el arte de mi compañero con la espada.
-Abre camino hacia la puerta Takeshi- ordené al compañero mientras trataba de hacer lo propio en el caso de haber rendido cuentas del capitán, acelerando mi movimiento, procurando forzar mi físico un poco más de lo habitual, siendo cada paso más raudo y ligero que el anterior.
Concentrado en el mantra y procurando evitar los ataques de aquel destacamento, procuraría, en el caso de que todo le saliera bien correr hacia la puerta para una vez superado el umbral, lanzar una serie de ondas cortantes al marco superior de la puerta, tratando de provocar un derrumbe. Aunque no estaba a muy seguro de que aquellos hombres les fueran a dejar salir de rositas por mucha sorpresa que hubiera generado su compinche, y es que venía siendo la tradición en la vida del moreno, sus planes se habían truncado una vez más.
- resumen:
Narro un poco el suceso.
Atacar al cap, aprovechando la sorpresa y de que estoy cerca de él, para evitar que sus amiwis abran fuego.
Comenzar a activar "El hombre rutinario" para otorgarme +0.5 a la velocidad.
De igual forma uso mantra de nivel Haki Avanzado para predecir los movimientos de esta gente.
si todo sale a pedir de Milhouse, cerrar a los hombres al otro lado de la puerta con mi estratagema.
Stats base:
Velocidad 7 - Aceleración (Velocidad)
Agilidad 6 - Coordinación (Agilidad)
Destreza 6 + 2 - (por humano) - Postura perfecta (Destreza) - Reflejos(Adicional)
Fuerza 6 - Habilidad(Fuerza)
Resistencia 6 - Analgesia(Resistencia)
Maestría de utilidad: Táctica
Las técnicas, como el arma están en ficha, pero tampoco es plan de copiar aqui todo, Link en la firma ^^
RAL
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
La respiración agitada se condensaba dentro de la máscara, tenía la vista fija en el único haz de luz que apuntaba al techo agrietado por cuyos surcos pasaba mi mirada sin pestañear. Procuraba controlar mi respiración, el corazón me latía a toda velocidad con el ritmo de alguien que ha visto su vida pasar ante sus ojos. Era demasiado pronto, deberíamos haber tenido tiempo de evitarlo, no deberían haber afectado a todos los túneles. Deberíamos estar muertas, lo que significaba que, a pesar de que los explosivos se hubieran activado algo debió haber salido mal. Hubo un temblor antes de las explosiones, puede que fuera a consecuencia de estas, pero juraría que había sido otra cosa, puede que el causante de que estas se activasen. No podía decirlo con seguridad, tampoco tenía la mente clara para intentar averiguarlo. Tenía a Rita al lado, me había salvado la vida, eso era algo que no olvidaría.
- Aun no podemos estar del todo seguras. - Dije al escuchar los pasos y apuntar la linterna.
Kennet M. Pollack estaba frente a nosotras ¿Acaso él también estaba investigando? No, era el que coordinaba las operaciones en el archipiélago. Debería estar en el cuartel y más teniendo en cuenta la cantidad de equipos que había enviado. Además de eso... Me fijé en la facilidad y confianza con la que caminaba por la cueva. Se había acercado a nosotras sin ayuda de ninguna luz, lo que implicaba que podía tener un as bajo la manga para poder manejarse en la oscuridad. Tenía mis sospechas y estaba en guardia, pero no hizo falta ninguna pregunta para que cantase a viva voz que él era el traidor. Una leve risa hizo eco en las paredes de los túneles, la cual fue incrementando hasta transformarse en una carcajada casi desquiciada.
- Al final resulta que mi sospecha era cierta. - Dije al final con voz calmada. - Sabías quien era desde el principio, has estudiado el historial de los agentes asignados y has visto mi especialidad. Desde el principio te mostraste extrañado, contrariado más bien por mi decisión y es un detalle que no se me escapó. Según he ido investigando la sospecha de un infiltrado o un traidor se hacía cada vez mayor hasta que directamente me han dicho que lo busque. No tenía pruebas pero tampoco dudas, y es por eso que moví ficha por mi parte a espaldas de la agencia, para evitar que la información llegase a manos de un agente doble. Y aquí estamos los dos, en jaque a causa de nuestras acciones. - Obviamente me estaba tirando un farol, estaba usando las verdades que conocía para hilar una historia coherente, que bien podría ser cierta, esas medias verdades podían hacerlo sospechar de que estaba en una situación más comprometida de lo que en realidad era. - Pero te diré... que no soy la única persona cuya vida está en peligro.
Dije desenfundando a Redemtio con la izquierda y disparando a su cara, a la luz del tabaco que se estaba fumando, dando unos pasos atrás para poner distancia entre nosotros.
- Aun no podemos estar del todo seguras. - Dije al escuchar los pasos y apuntar la linterna.
Kennet M. Pollack estaba frente a nosotras ¿Acaso él también estaba investigando? No, era el que coordinaba las operaciones en el archipiélago. Debería estar en el cuartel y más teniendo en cuenta la cantidad de equipos que había enviado. Además de eso... Me fijé en la facilidad y confianza con la que caminaba por la cueva. Se había acercado a nosotras sin ayuda de ninguna luz, lo que implicaba que podía tener un as bajo la manga para poder manejarse en la oscuridad. Tenía mis sospechas y estaba en guardia, pero no hizo falta ninguna pregunta para que cantase a viva voz que él era el traidor. Una leve risa hizo eco en las paredes de los túneles, la cual fue incrementando hasta transformarse en una carcajada casi desquiciada.
- Al final resulta que mi sospecha era cierta. - Dije al final con voz calmada. - Sabías quien era desde el principio, has estudiado el historial de los agentes asignados y has visto mi especialidad. Desde el principio te mostraste extrañado, contrariado más bien por mi decisión y es un detalle que no se me escapó. Según he ido investigando la sospecha de un infiltrado o un traidor se hacía cada vez mayor hasta que directamente me han dicho que lo busque. No tenía pruebas pero tampoco dudas, y es por eso que moví ficha por mi parte a espaldas de la agencia, para evitar que la información llegase a manos de un agente doble. Y aquí estamos los dos, en jaque a causa de nuestras acciones. - Obviamente me estaba tirando un farol, estaba usando las verdades que conocía para hilar una historia coherente, que bien podría ser cierta, esas medias verdades podían hacerlo sospechar de que estaba en una situación más comprometida de lo que en realidad era. - Pero te diré... que no soy la única persona cuya vida está en peligro.
Dije desenfundando a Redemtio con la izquierda y disparando a su cara, a la luz del tabaco que se estaba fumando, dando unos pasos atrás para poner distancia entre nosotros.
- Resumen:
- Hacer el "Esto formaba parte de mis planes" y dispararle a la cara.
Hamlet
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
No recordaba una ocasión en la que mi paciencia hubiera quedado más puesta a prueba que en aquel concejo de guerra. Me faltaron instantes para estallar numerosas veces, y solo las raudas intervenciones del Vicealmirante Kasai y de otros altos mandos de la Marina evitaron que saltara en defensa de mi líder frente a aquella arpía de boca sucia y sus compinches. ¿Qué diantres se había creído? ¿Con qué derecho se veía capaz de interpelar al Vicealmirante y señalar incompetencias? ¡Esa vil corsaria no había vivido el infierno que había sido este archipiélago en las últimas semanas! Mi ceño se mantuvo fruncido en todo momento, y mi postura firme se tensó notablemente. Habría intervenido saltándome el procedimiento. Así de ofendido me sentí. De no haber estado a bastante distancia de mi líder, la persona más sabia y poderosa que conocía, me habría puesto a su lado tan pronto como el lacayo de Cabot hubiera hablado.
No pude evitar reparar en la luz que se filtraba por las ventanas. A pesar de ser de noche, un fulgor intenso como el del alba se colaba por debajo de las persianas. Esto debía de ser parte de los anómalos sucesos que estaban sucediendo por todo el archipiélago. ¿Culpa de Sirio? Habría que verlo, y aunque no lo fuera, todavía tenía muchas deudas que pagar. Pensé en los -pocos- amigos que tenía fuera de este triste lugar. ¿Estarían a salvo?
Un tremor intenso sacudió el edificio, y las ruidosas sirenas opacaron la intensa discusión que se estaba dando en la sala. Miré a mis compañeros, buscando seguridad. No la hallé. Abrí los ojos como platos. ¿Sirio había conseguido infiltrarse en el baluarte y colocar explosivos en las entrañas de la fortaleza? El Vicealmirante Venture no tardó en dar la directriz de abandonar el lugar.
El vivaz ingenio de Iulio se manifestó cuando este propuso obstaculizar los corredores de la fortaleza para retener a las huestes de Sirio. No creía que eso fuera a resultar un problema para aquellas bestias, máxime cuando no contábamos con los suficientes hombres como para crear los suficientes cuellos de botella con los escombros. Tampoco había tiempo. Sin olvidar, claro, la posibilidad de que todo el edificio se derrumbase en cualquier momento encima de los nuestros... Pero, en cierto sentido, quise que tuviera razón. No me veía a mí mismo escapando junto a los civiles. Era parte de la labor de un comandante proteger la evacuación. Y ahora mismo, el plan de Iulio era lo único que teníamos. Mi confianza quedó reforzada cuando Kasai dio su aprobación en voz alta, así que me limité a asentir.
Me acerqué discretamente al Vicealmirante. Inspiré. Una horrible taquicardia se estaba apoderando de mi cuerpo. ¿Por qué? No era la primera ocasión en la que me enfrentaba a una muerte probable. Gray Rock, la Aguja, los muertos vivientes... En todas aquellas ocasiones mi vida había estado en peligro. Como marine, no había hecho más que cumplir mi misión. ¿Por qué el miedo entonces? No lo entendía. Estremecido como me sentía, solo había una persona cuya compañía pudiera resultarme calmante. Quizás ese era mi propósito.
-Pase lo que pase -susurraría al oído del Vicealmirante en cuanto todos le dejaran de prestar atención-, estaré aquí. Me mantendré a su lado hasta el final, Vicealmirante.
No pude evitar reparar en la luz que se filtraba por las ventanas. A pesar de ser de noche, un fulgor intenso como el del alba se colaba por debajo de las persianas. Esto debía de ser parte de los anómalos sucesos que estaban sucediendo por todo el archipiélago. ¿Culpa de Sirio? Habría que verlo, y aunque no lo fuera, todavía tenía muchas deudas que pagar. Pensé en los -pocos- amigos que tenía fuera de este triste lugar. ¿Estarían a salvo?
Un tremor intenso sacudió el edificio, y las ruidosas sirenas opacaron la intensa discusión que se estaba dando en la sala. Miré a mis compañeros, buscando seguridad. No la hallé. Abrí los ojos como platos. ¿Sirio había conseguido infiltrarse en el baluarte y colocar explosivos en las entrañas de la fortaleza? El Vicealmirante Venture no tardó en dar la directriz de abandonar el lugar.
El vivaz ingenio de Iulio se manifestó cuando este propuso obstaculizar los corredores de la fortaleza para retener a las huestes de Sirio. No creía que eso fuera a resultar un problema para aquellas bestias, máxime cuando no contábamos con los suficientes hombres como para crear los suficientes cuellos de botella con los escombros. Tampoco había tiempo. Sin olvidar, claro, la posibilidad de que todo el edificio se derrumbase en cualquier momento encima de los nuestros... Pero, en cierto sentido, quise que tuviera razón. No me veía a mí mismo escapando junto a los civiles. Era parte de la labor de un comandante proteger la evacuación. Y ahora mismo, el plan de Iulio era lo único que teníamos. Mi confianza quedó reforzada cuando Kasai dio su aprobación en voz alta, así que me limité a asentir.
Me acerqué discretamente al Vicealmirante. Inspiré. Una horrible taquicardia se estaba apoderando de mi cuerpo. ¿Por qué? No era la primera ocasión en la que me enfrentaba a una muerte probable. Gray Rock, la Aguja, los muertos vivientes... En todas aquellas ocasiones mi vida había estado en peligro. Como marine, no había hecho más que cumplir mi misión. ¿Por qué el miedo entonces? No lo entendía. Estremecido como me sentía, solo había una persona cuya compañía pudiera resultarme calmante. Quizás ese era mi propósito.
-Pase lo que pase -susurraría al oído del Vicealmirante en cuanto todos le dejaran de prestar atención-, estaré aquí. Me mantendré a su lado hasta el final, Vicealmirante.
- Resumen:
- Tribulaciones varias y un breve mensaje de apoyo a Zuko.
Normas del capítulo:
- Se moderará los martes entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los martes antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación:
- Kaito (manglar 11):
- Con más recelo del que te gustaría, Bunny le entrega un frasco con la palabra «Cura» a Miku. Sigue dolorido, mirándote con furia y desprecio, pero eso a ti te da igual. El hombre de las orejas de gatito te pasa la medicina, aunque antes te hace una advertencia: como se la juegues a Bunny terminas muerto. Si tienes alguna manera de comprobar la veracidad de sus palabras y la fuerza de Miku, te darás cuenta de que no miente. Pero bueno, vamos a lo que te importa de verdad.
Un médico habría hecho un mejor trabajo que tú, evidentemente, pero por el momento parece ser suficiente. Sobrevivirá. Tanto tu improvisada operación como el transplante de sangre han funcionado, pero más vale conseguir apoyo médico lo antes posible. Por otro lado, y aunque esto no va en el orden correcto, el dolor ha desaparecido de tu cuerpo y los hongos comienzan a caer como si todo hubiera sido una especie de petrificación rara. Igual te interesa inspeccionar las muñecas de Bunny, ¿no?
Miku sube a Bunny en el lomo de Suchu y camina sin darte la espalda. Es obvio que no confía en ti, ¿verdad? Sabes que todo lo que está sucediendo es un maldito caos, y no sé qué tanta gracia le haga a Banners saber que estuviste trabajando para la familia Ambrosse. En cualquier caso, no tardas en llegar al manglar número 11.
Hay una imponente mansión lujosa y en perfecto estado frente a ti. La puerta principal es custodiada por un grupo de hombres armados. Cuando reconocen a Miku le saludan con amabilidad, intercambian gestos y te dejan entrar sin problemas. En caso de que lo hagas, escucharás las armas ser cargadas y, si te das vuelta, los guardias te estarán apuntando con sus fusiles.
—¿Por qué quieres ver al señor Banners? Dependiendo de tu respuesta te dejaremos vivir o no —te dice Miku, mirándote con el ceño fruncido.
- Lady Espía (Manglar 1):
- El caracolófono marca, marca y continúa marcando, pero nadie responde del otro lado. ¿Te ha dado el número correcto? Tu misión es descubrir la ubicación del señor Komaroff, pero hasta el momento no lo has visto, ¿verdad? ¿Cómo puedes estar tan segura de que se trata de SU mansión y no la de otro mafioso? Recuerda que a mayor riesgo, más jugosa es la recompensa…
Pero déjame hacerte un recuento de lo que tienes en frente. Te encuentras a unos treinta metros de la entrada principal, supongo que escondida tras los escombros. La entrada es una gran reja de fierro custodiada por seis hombres armados. Como has conocido a mucha de esta gente por tu pasado puedes deducir que cada uno representa un peligro mortal para ti. Si pruebas con los laterales, descubrirás que la muralla de cinco metros de alto está protegida por un cercado eléctrico. Sin embargo, hay una región donde puedes ver muchísimos árboles (pinos de siete metros). Y justo en el centro… ¿No se parece a un rompecabezas? Baia baia.
En cualquier caso, puedes volver a llamar al señor Joseph, pero no sé si vaya a responder. También puedes regresar a la mansión o infiltrarte en esta. Tú decidirás.
- Los héroes de la justicia (Manglar 70):
- El vicealmirante Venture asiente ante el plan sugerido por Iulio y dice que él se ocupará de la evacuación, además de dar la orden de manipular los escombros para obstaculizar los pasillos. Por lo demás, les advierte de que la fortaleza colapsará en cualquier minuto. Lo que sea que tengas en mente, Iulio, tendrás que acabarlo cuanto antes. Y en el peor de los casos ni siquiera podrás terminarlo ahora. Por otra parte, y pese a que Layla no le gusta en lo absoluto la actitud de Zuko, asiente a sus palabras y marcha de la habitación con King. Santiago se queda ahí contigo, Iulio.
La situación en la fortaleza es como poco caótica. Conforme descienden pueden sentir el calor de las llamas que surgen desde lo más profundo del edificio. El estado de los pisos superiores es aceptable a comparación de los inferiores. Ninguno de ustedes puede ignorar el festival de gritos cuando ven a sus compañeros de armas atrapados entre los escombros, devorados por las llamas o asesinados por los piratas que de alguna manera han subido. Pero lo que más interesa es llegar al primer nivel, ¿no? Después de todo, allí se encuentra la puerta más grande de todas, la puerta por la que Sirio pretende pasar.
Al descender (imagino que esto es lo que buscan) se les unirán cada vez más y más soldados, todos ellos bien armados y determinados a una sola cosa: cumplir con su deber. Los pasillos de los niveles inferiores (aquellos que dan acceso terrestre al territorio marine) son altos y anchos, de unos ocho metros de altura y diez de ancho. El techo está roto en muchas partes y las llamas escapan del suelo. Por fortuna para ustedes, los piratas tampoco lo tienen fácil pasando a través de los escombros.
Y entonces ahí los ven. La imponente figura de Sirio abriéndose paso entre los escombros, seguido de Procyon y un montón de piratas más. El tirador enemigo sonríe cuando te ve, Iulio, y tú, Zuko, puedes notar cómo la mirada de Sirio te devora. ¿Sienten eso? Sí, es la muerte golpeando la puerta. O también Layla y King cayendo del techo, golpeando tanto a Procyon como a Sirio.
—¡Los detendremos aquí para que los civiles puedan salir de la isla! —ruge Layla con los puños ennegrecidos.
Combate: https://www.onepiece-definitiverol.com/t25076-sirio-procyon-compania-vs-justice-raiders-layla-cabot#243679
- Kusichikai y Ruffodama (Manglar 11):
- —Parece que aún no lo entiendes… Es bueno guardar esperanza, pero no cuando te nubla la vista y no puedes ver la realidad. El archipiélago está perdido. ¡Todos hemos perdido! La Marina perdió porque no pudo evitar la destrucción. Géminis perdió porque gobernará sobre un territorio muerto. ¡Incluso Komaroff perdió porque no podrá mantener sus negocios! Y yo perdí por sobreestimar la fuerza militar del Gobierno Mundial —dice Banners, entrelazando las manos y mirándote, Kus—. ¿Quieres que lo repita una vez más? ¡El archipiélago está perdido tanto por tu culpa como por la mía! Sin embargo, aún hay una última opción para recuperar todo lo que el mundo ha perdido estas semanas.
»He pasado quince largos años investigando la Leyenda del Oro Estelar, un material tan poderoso cuyas armas podrían ganar una guerra sin esfuerzo. Al principio no lo hice por mí, sino que me lo pidió el Gobierno Mundial. Mi última misión, ¿sabes? —continúa Banners, esbozando una mueca sarcástica—. Descubrí muchas cosas. Como que Komaroff trabajaba con esos malditos lunáticos. Y también descubrí que todo esto es parte de un gran plan para iniciar la Gran Guerra por el Nuevo Mundo. ¿Y por qué el Gobierno Mundial no lo sabe? Bueno, bueno… Eso es porque morí. O más bien fingí mi muerte. ¿Y por qué se los cuento a ustedes? Porque la única forma de que confíen en mí es yo confiando en ustedes. Y porque no me costaría matarles como se lo cuenten a los de arriba.
La señorita Polastri frunce el ceño y parece meditar un momento.
—Haré todo lo que esté a mi alcance para que tú seas el héroe y para que Sidorov ocupe un puesto en el Ouka Shichibukai, pero no prometo que lo vaya a cumplir.
Kus, si te fijas… La señorita Polastri te intenta mostrar un mensaje que ha escrito sutilmente. «Banners es el hombre que más sabe sobre nuestra situación. Y la manera en la que habla del Gobierno Mundial… No podemos dejarle ir. Es mejor tenerle vigilado y como nuestro aliado que como enemigo».
—¡¿En serio?! ¡Viva! ¡Toma, Víctor, te dije que funcionaría! —grita Banners, alzando el puño—. Ejem, bueno, sí. Mis mercenarios están preparados para actuar, por algo llevan infiltrados en la banda de Sirio todo este tiempo. Je, nosotros iremos a por Géminis y Komaroff. Esos bastardos trabajan juntos. ¡Al manglar 1 se ha dicho!
- El zorro Will (Manglar 65):
- El capitán al que enfrentas es un hombre de edad media, quizás unos cincuenta años, barba y cabellos blancos y unos profundos ojos azules. Es un poco más alto que tú y bastante delgado, lo que debería decirte cómo es su estilo de lucha, imagino. Lleva la típica chaqueta de capitán y en su cintura lleva envainada un arma que bien podría ser un estoque, pero no lo es. Se trata de una aguja completamente blanca.
El capitán desenvaina incluso más rápido que tú, protegiéndose de tu primer ataque. El hombre te mira con el ceño fruncido, pendiente de cada uno de tus movimientos. Se protege del segundo y bloquea el tercero. Deshacerte de alguien de su altura no será tan sencillo, Mujica. No tiene problema en seguirte el paso y, cuando estás a punto de lanzar las ondas cortantes, el capitán te propina una patada en el hombro que te lanza hacia las máquinas. Duele, pero es algo que podrás aguantar. No te preocupes.
—¡Es una vergüenza que un espadachín como tú mancille un estoque como el que llevas!
Tu enemigo aparece frente a ti, usando la técnica tan conocida “Soru”, y lanza una rápida lluvia de estocadas tan veloces que apenas puedes ver. Tienen una precisión quirúrgica y la potencia de una bala de nueve milímetros. Ya te digo que el verdadero problema es su velocidad y puntería. La primera estocada busca tu pecho; la segunda, tu pezón izquierdo; la tercera, tu garganta; la cuarta, nuevamente tu pecho, el mismo lugar al que debería haber golpeado por primera vez. Puedes ver que su arma se transforma, no literalmente, en un destello blanco.
Por otra parte, los marines están demasiado ocupados con Takeshi como para detenerse en el combate que libras con el capitán Bon Bon.
- Ral y el del parche (Túneles):
- Cuando tú desenfundas a Redemtio, Kennet hace lo mismo con su espada y desvía la bala, aunque esta le ha dado en su mejilla. Si apuntas con la linterna, verás que un hilo de sangre escurre por la herida.
—Así que no dejarás que termine mi cigarrillo… Está bien, es hora de morir. Agradezco que Géminis te hubiera puesto el rastreador.
Dicho lo dicho, Kennet desenvaina su segunda espada y corre directamente hacia ti. Es rápido, pero no lo suficiente para burlar tus reflejos. La diferencia está en que parece ver a la perfección en la oscuridad. Su único ojo emite un destello rojo que sigue sus movimientos. Y en mitad de la carrera desaparece para aparecer a tu espalda. Primero le propina una fuerte patada a Rita, estampándola contra la pared, y luego ejecuta un doble tajo descendiente que busca cortarte por la mitad. Si lo bloqueas, te responderá de inmediato con una patada a la boca del estómago. Si lo esquivas, te perseguirá y realizará una especie de tornado con las hojas extendidas. Hagas lo que hagas, él verá a través de ti como si pudiera ver el futuro. Recalco el como, pues no es precisamente lo que hace.
Combate: https://www.onepiece-definitiverol.com/t25075-ral-vs-kennet-m-pollack#243678
Celeste D` Angelo
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Intenté llamar una y otra vez, pero parecía que el señor Joseph no iba a contestar a mi llamada. ¿Se habrían caído las comunicaciones por el meteorito y las explosiones? ¿O todo fue una pantomima para mandarme a la muerte? Solo podía intentar llamar más tarde. Para mi desgracia, iba a tener que infiltrarme en la mansión. Me hallaba cerca de la entrada principal. Oteé escondida entre los escombros como de defendida estaba. Seis guardias y una puerta grande. Estaba claro que no iba a poder entrar por aquella zona. Ya que los gorilas poseían armas encima. Por experiencia propia, lo mejor era no molestar a alguien armada durante un momento de riesgo. Con el meteorito y lo demás, probablemente sean de gatillo fácil por los nervios. Me moví de lugar, era hora de inspeccionar otras posibles entradas. Las entradas laterales tampoco eran una opción. Ya que estaban electrificadas.
Sin embargo, me llamó la atención una zona boscosa. ¿Era un jardín? Me acerqué con curiosidad. Yendo despacio y mirando por todos lados, intentando no activar alguna posible trampa. Mis pasos me llevaron hasta el centro del lugar. Allí se alzaba una especie de... ¿rompecabezas? No parecía ser casualidad. ¿Acaso era alguna posible entrada secreta o se trataba de una trampa? Decidí arriesgarme. Total, si no me daba prisa por salir de la isla acabaría muerta de todas formas. Intenté resolver el rompecabezas, moviendo sus piezas buscando alguna forma de que encajaran o que mostraran algún patrón que me ayudase a resolver. Intenté guardar la calma. El tiempo me era escaso. Pero si iba a las prisas, podrían irme peor las cosas. Me pregunté que pasaría cuando resolviera el rompecabezas, si es que lo hacía.
Sin embargo, me llamó la atención una zona boscosa. ¿Era un jardín? Me acerqué con curiosidad. Yendo despacio y mirando por todos lados, intentando no activar alguna posible trampa. Mis pasos me llevaron hasta el centro del lugar. Allí se alzaba una especie de... ¿rompecabezas? No parecía ser casualidad. ¿Acaso era alguna posible entrada secreta o se trataba de una trampa? Decidí arriesgarme. Total, si no me daba prisa por salir de la isla acabaría muerta de todas formas. Intenté resolver el rompecabezas, moviendo sus piezas buscando alguna forma de que encajaran o que mostraran algún patrón que me ayudase a resolver. Intenté guardar la calma. El tiempo me era escaso. Pero si iba a las prisas, podrían irme peor las cosas. Me pregunté que pasaría cuando resolviera el rompecabezas, si es que lo hacía.
- Resumen:
- Trabarme porque Joseph no coge el Den Den, inspeccionar las entradas a la mansión, entrar a la zona de árboles e intentar resolver el rompecabezas a ver que pasa.
Kaito Takumi
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
—Que sí, coño —espetó el pulpo moviendo la mano con impaciencia para recibir la cura.
Ah, y qué bonito era el mundo para Kaito cuando volvió a apreciarlo todo sin aquella horrible quemazón. Mas aunque se permitió un segundo de disfrute para estirarse y recoger los hongos secos, acto seguido se puso manos a la obra.
Pese a que fue una chapuza, aquello era lo mejor que podía hacer para salvar la vida del desgraciado al que -obviamente- no podía permitirse dejar morir. No, de Bunny dependía que el plan del pelirrojo llegara a buen puerto, y además el curioso cefalópodo tenía sus razones.
A mitad de camino de la casa de Banners, el ningyo no pudo aguantar más su impaciencia. Acercándose para ver a su paciente mientras hacía girar sobre su eje el tridente, Kaito habló.
—¿No tenías miedo?—preguntó, perplejo. Su rostro sin muecas, limpio y laxo, con los ojos tan abiertos que casi parecía querer ver a través de su carne. No le dejó tiempo a contestar con gruñidos ni improperios—. Me refiero, incluso si usas un detonante genético o de entorno en los diferentes productos, ¿no te da miedo que el hongo se asalvaje? Por mucho que las probabilidades de que se salte el método de contención ya sea un ori de inicio fragmentado, un trigger de suicidio o un metabolismo falto de un aminoácido... ¿Cuáles son lsa probabilidades de que evolucione? ¿Una entre un millón? ¿Un trillón? Al ritmo que crecen esas hifas, incluso clónicas, ¿puedes arriesgarte a dejarlo tan a la suerte? ¿Y si los trozos que han quedado atrás mutan y condenan a Sabaody? Al mundo...—Dejó de mirarle para mirar a un apocalíptico futuro al borde del infinito y siempre cambiante horizonte de sucesos—. Usar microorganismos como arma...—comentó con desaprobación, chasqueando la lengua—. Me encantará discutir cosas con un tío tan inteligente.
Aquello lo había dicho como si aún hubiera probabilidades de que se convirtiesen en amigos. Casi había más posibilidades de lo del hongo, la verdad. Luego, medio satisfecho por haberse pronunciado -y conociendo que alguien falto de sangre -desgraciadamente- no iba a ponerse a discutir los intringulis genéticos, su atención migró al semigigante.
—Aparte de tu increíble físico—dijo sin caer en que aquello podría ser más que un halago—, ¿qué haces? ¿Y has hecho algo interesante en tu breve ausencia durante el puñetero combate? Cago en la mar, mira que no me gusta la violencia evitable.
Si Miku tenía algo que decir lo escucharía, y, qué demonios, incluso comentaría con total cordialidad y banalidad como buen tipo campechano que era.
Mas pronto las cosas se torcerían más que la mueca de disgusto de Kaito al ver tanto lujo y tan poca planta. Aquella mueca no desapareció cuando encontró las previsibles amenazas de la guardia de Banners.
—Shh...—dijo, mas sus palabras, ni su vista, estaban puestas en Miku. No, aquello iba para un lagarto al que había que tranquilizar ante su más que natural respuesta ante el peligro. Su ira no fue a más que a una leve vibración inicial que apenas llegó al característico silbido de la bestia. Finalmente, Kaito miró a Miku y ladeó la cabeza mucho más de lo que hubiera sido cómodo para un vulgar humano—. ¿No es obvio? Banners parece el único con dos dedos de frente —declara, con una intención tan pura como...—Aghh... Qué harto estoy de los criminales clichés...—...su asco.
Porque estar manchado de sangre no le importaba mucho. ¿Pero que un imbécil le tratara como le había tratado por no tener "modales"? ¿Que un grupo de imbéciles se negara a la alianza más lógica y provechosa para hacer prosperar su negocio? Ni el que fueran tan caníbales como él enmendaba aquellos fallos. El Gobierno Mundial siempre iba a estar presente, quisieran ellos o no, y evitarlo con tanto recelo era una estrategia de negocios carca, destinada al fracaso.
Aunque Kaito prefería la violencia evitable, debía esperar a que los allí presentes tomaran una decisión para poder trabajar desde esta.
—Me gustaría plantearle alternativas a su decisión de negocios —comentó, intentando endulzar la situación con algo que ofrecer—. Aunque a unas malas siempre puedo tirar de mi conocimiento en den-denes para asegurar alguna reunión telemática...
Ah, y qué bonito era el mundo para Kaito cuando volvió a apreciarlo todo sin aquella horrible quemazón. Mas aunque se permitió un segundo de disfrute para estirarse y recoger los hongos secos, acto seguido se puso manos a la obra.
Pese a que fue una chapuza, aquello era lo mejor que podía hacer para salvar la vida del desgraciado al que -obviamente- no podía permitirse dejar morir. No, de Bunny dependía que el plan del pelirrojo llegara a buen puerto, y además el curioso cefalópodo tenía sus razones.
A mitad de camino de la casa de Banners, el ningyo no pudo aguantar más su impaciencia. Acercándose para ver a su paciente mientras hacía girar sobre su eje el tridente, Kaito habló.
—¿No tenías miedo?—preguntó, perplejo. Su rostro sin muecas, limpio y laxo, con los ojos tan abiertos que casi parecía querer ver a través de su carne. No le dejó tiempo a contestar con gruñidos ni improperios—. Me refiero, incluso si usas un detonante genético o de entorno en los diferentes productos, ¿no te da miedo que el hongo se asalvaje? Por mucho que las probabilidades de que se salte el método de contención ya sea un ori de inicio fragmentado, un trigger de suicidio o un metabolismo falto de un aminoácido... ¿Cuáles son lsa probabilidades de que evolucione? ¿Una entre un millón? ¿Un trillón? Al ritmo que crecen esas hifas, incluso clónicas, ¿puedes arriesgarte a dejarlo tan a la suerte? ¿Y si los trozos que han quedado atrás mutan y condenan a Sabaody? Al mundo...—Dejó de mirarle para mirar a un apocalíptico futuro al borde del infinito y siempre cambiante horizonte de sucesos—. Usar microorganismos como arma...—comentó con desaprobación, chasqueando la lengua—. Me encantará discutir cosas con un tío tan inteligente.
Aquello lo había dicho como si aún hubiera probabilidades de que se convirtiesen en amigos. Casi había más posibilidades de lo del hongo, la verdad. Luego, medio satisfecho por haberse pronunciado -y conociendo que alguien falto de sangre -desgraciadamente- no iba a ponerse a discutir los intringulis genéticos, su atención migró al semigigante.
—Aparte de tu increíble físico—dijo sin caer en que aquello podría ser más que un halago—, ¿qué haces? ¿Y has hecho algo interesante en tu breve ausencia durante el puñetero combate? Cago en la mar, mira que no me gusta la violencia evitable.
Si Miku tenía algo que decir lo escucharía, y, qué demonios, incluso comentaría con total cordialidad y banalidad como buen tipo campechano que era.
Mas pronto las cosas se torcerían más que la mueca de disgusto de Kaito al ver tanto lujo y tan poca planta. Aquella mueca no desapareció cuando encontró las previsibles amenazas de la guardia de Banners.
—Shh...—dijo, mas sus palabras, ni su vista, estaban puestas en Miku. No, aquello iba para un lagarto al que había que tranquilizar ante su más que natural respuesta ante el peligro. Su ira no fue a más que a una leve vibración inicial que apenas llegó al característico silbido de la bestia. Finalmente, Kaito miró a Miku y ladeó la cabeza mucho más de lo que hubiera sido cómodo para un vulgar humano—. ¿No es obvio? Banners parece el único con dos dedos de frente —declara, con una intención tan pura como...—Aghh... Qué harto estoy de los criminales clichés...—...su asco.
Porque estar manchado de sangre no le importaba mucho. ¿Pero que un imbécil le tratara como le había tratado por no tener "modales"? ¿Que un grupo de imbéciles se negara a la alianza más lógica y provechosa para hacer prosperar su negocio? Ni el que fueran tan caníbales como él enmendaba aquellos fallos. El Gobierno Mundial siempre iba a estar presente, quisieran ellos o no, y evitarlo con tanto recelo era una estrategia de negocios carca, destinada al fracaso.
Aunque Kaito prefería la violencia evitable, debía esperar a que los allí presentes tomaran una decisión para poder trabajar desde esta.
—Me gustaría plantearle alternativas a su decisión de negocios —comentó, intentando endulzar la situación con algo que ofrecer—. Aunque a unas malas siempre puedo tirar de mi conocimiento en den-denes para asegurar alguna reunión telemática...
William White
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El capitán marine era un hombre entrado en años de pelo canoso y una mirada hundida con dos destellantes ojos azules que indicaban que era un hombre que aún estaba lejos de morir, el hombre tenía buen porte siendo algo más alto de lo que era de normal y de complexión delgaducha, por el resto su indumentaria no era muy diferente de la de los capitanes que por desgracia se había cruzado hasta ahora.
Fuera como fuera el hombre se movía a una velocidad pasmosa, de teniendo cada tajo que propinaba con suma facilidad, en cierta forma resultaba algo insultante. Más cuando traté de replegarme con mi compañero, este me detuvo en seco el movimiento dándome una patada en el hombro, una que me retroceder unos pocos metros levantando un manto de polvo atrás el deslizamiento.
-He perdido mi toque, supongo- mascullé tras rechinar los dientes por culpa del golpe.
No tuve mucho más tiempo antes de que una visión viniera ante mis ojos, el hombre aparecería para darme una serie de estocadas, aplicando el mismo movimiento que había visto a Priscila realizar sobre la cubierta de mi barco, un movimiento que en cierta manera me resultaba más familiar de lo que estaba dispuesto a admitir. Prediciendo donde aparecería lancé un tajo descendente que replicó que contra aquella especie aguja de hueso y marfil en un estallido que saltaron chispas. Tras rechazar la primera estocada, vino la segunda, una que apuntaba ligeramente a la izquierda respecto a la primera y la cual traté de desviar golpeando en la parte inferior del estoque en lo que fue un rápido y económico giro de muñeca alzando la hoja a la vez que balanceaba el cuerpo hacia el lado contrario, dejando que el golpe finalizará por encima de mi hombro izquierdo.
En lo que terminaba de balancear el cuerpo y recomponer mi guardia, agarré con sendas manos la empuñadura de mi hoja negra, ya que sin tregua ni descanso, una nueva estocada fue lanzada estaba vez hacia mi cuello, algo que habría terminado de forma letal de no ser por que contaba con mi el poder de la adivinación, el cual me permitió evadir el golpe fatal bateando la aguja del marine de una forma ascendente, desviando el funesta hoja blanca a costa de un corte en la mejilla del cual comenzó a brotar un perceptible hilo de sangre.
-No debía mostrarlo aún, resérvate- fue el pensamiento que cruzó mi mente a la vez que notaba el escozor de la aguja.
Fue en ese momento que en la visión que estaba sintió lo sentí, la postura que estaba tomando el hombre, su movimiento de pies y todo y cada uno de sus movimientos parecían indicarlo, y es que parecía que no era el único engreído en el duelo, ya que al parecer su compañero de baile fue lo suficientemente osado para repetir de nuevo un movimiento tan seguido. Por lo que sin perder un instante, preparé mi cuerpo adelantando el pie derecho para en cuanto el hombre lanzó la estocada acelerar rápidamente volteando mi lateral izquierdo dejando que el estoque atravesará el aire, poniéndome en la posición perfecta para con aún sendas manos en el arma golpear el armar con el objetivo de quebrarla de una forma casi simultánea al movimiento del arma, en el caso de no lograrlo, me limitaría a mantener la presión aprovechando que la complexión de mi arma me permitía imprimir más fuerza que la suya, procurando prologar la fricción de armas todo lo que me fuera posible, procurando obligarle a mantener la punta de la aguja de una forma paralela a mi pecho, ya que si bien las agujas eran buenos estoques, tenía bien sabido que eran menos funcionales si lo arrestaba a una pelea más de sables y de fuerza que de velocidad. No en vano había sido aprendiz de Lucio Silva, el mejor duelista que hubieran visto las calles de Goa y posiblemente de todo el mar del este.
En el caso de lograrlo, se limitaría a continuar la presión a medida que iba deslizando el arma y acercándose más a su rival, ya que otra debilidad de los estoques frente a las hojas más tradicionales como la suya, era la ausencia de empuñadura por lo que si su rival no era lo suficientemente diestro o perspicaz no tendría problema en alcanzar sus dedos y todo lo demás que alcanzará su tajo y la posterior onda que manaría del movimiento.
En caso de que fracasará, se limitaría a tratar de responder con una carga con la que pretendía mantenerse cerca del cuerpo del hombre concretamente de su hombro contrario a que sujetaba el estoque, ya que por lo que había vivido en sus propias carnes, era donde más incomodo le podía resultar maniobra junto con un tajo a media altura por debajo de las axilas que buscaría cercenar su brazo torpe o en ultima instancia su cotado u hombro, el tajo no iría solo ya que del mismo movimiento una confabulación del aire y un destello blanco y azul brotarían del mismo, dando así a una onda cortante que prolongaría el movimiento de su tajo unos metros más.
Tras el intercambio trataría de ganar su espalda por el propio movimiento, para desde ahí ganar algo más de distancia que me permitiera reaccionar a su siguiente embestida.
Fuera como fuera el hombre se movía a una velocidad pasmosa, de teniendo cada tajo que propinaba con suma facilidad, en cierta forma resultaba algo insultante. Más cuando traté de replegarme con mi compañero, este me detuvo en seco el movimiento dándome una patada en el hombro, una que me retroceder unos pocos metros levantando un manto de polvo atrás el deslizamiento.
-He perdido mi toque, supongo- mascullé tras rechinar los dientes por culpa del golpe.
No tuve mucho más tiempo antes de que una visión viniera ante mis ojos, el hombre aparecería para darme una serie de estocadas, aplicando el mismo movimiento que había visto a Priscila realizar sobre la cubierta de mi barco, un movimiento que en cierta manera me resultaba más familiar de lo que estaba dispuesto a admitir. Prediciendo donde aparecería lancé un tajo descendente que replicó que contra aquella especie aguja de hueso y marfil en un estallido que saltaron chispas. Tras rechazar la primera estocada, vino la segunda, una que apuntaba ligeramente a la izquierda respecto a la primera y la cual traté de desviar golpeando en la parte inferior del estoque en lo que fue un rápido y económico giro de muñeca alzando la hoja a la vez que balanceaba el cuerpo hacia el lado contrario, dejando que el golpe finalizará por encima de mi hombro izquierdo.
En lo que terminaba de balancear el cuerpo y recomponer mi guardia, agarré con sendas manos la empuñadura de mi hoja negra, ya que sin tregua ni descanso, una nueva estocada fue lanzada estaba vez hacia mi cuello, algo que habría terminado de forma letal de no ser por que contaba con mi el poder de la adivinación, el cual me permitió evadir el golpe fatal bateando la aguja del marine de una forma ascendente, desviando el funesta hoja blanca a costa de un corte en la mejilla del cual comenzó a brotar un perceptible hilo de sangre.
-No debía mostrarlo aún, resérvate- fue el pensamiento que cruzó mi mente a la vez que notaba el escozor de la aguja.
Fue en ese momento que en la visión que estaba sintió lo sentí, la postura que estaba tomando el hombre, su movimiento de pies y todo y cada uno de sus movimientos parecían indicarlo, y es que parecía que no era el único engreído en el duelo, ya que al parecer su compañero de baile fue lo suficientemente osado para repetir de nuevo un movimiento tan seguido. Por lo que sin perder un instante, preparé mi cuerpo adelantando el pie derecho para en cuanto el hombre lanzó la estocada acelerar rápidamente volteando mi lateral izquierdo dejando que el estoque atravesará el aire, poniéndome en la posición perfecta para con aún sendas manos en el arma golpear el armar con el objetivo de quebrarla de una forma casi simultánea al movimiento del arma, en el caso de no lograrlo, me limitaría a mantener la presión aprovechando que la complexión de mi arma me permitía imprimir más fuerza que la suya, procurando prologar la fricción de armas todo lo que me fuera posible, procurando obligarle a mantener la punta de la aguja de una forma paralela a mi pecho, ya que si bien las agujas eran buenos estoques, tenía bien sabido que eran menos funcionales si lo arrestaba a una pelea más de sables y de fuerza que de velocidad. No en vano había sido aprendiz de Lucio Silva, el mejor duelista que hubieran visto las calles de Goa y posiblemente de todo el mar del este.
En el caso de lograrlo, se limitaría a continuar la presión a medida que iba deslizando el arma y acercándose más a su rival, ya que otra debilidad de los estoques frente a las hojas más tradicionales como la suya, era la ausencia de empuñadura por lo que si su rival no era lo suficientemente diestro o perspicaz no tendría problema en alcanzar sus dedos y todo lo demás que alcanzará su tajo y la posterior onda que manaría del movimiento.
En caso de que fracasará, se limitaría a tratar de responder con una carga con la que pretendía mantenerse cerca del cuerpo del hombre concretamente de su hombro contrario a que sujetaba el estoque, ya que por lo que había vivido en sus propias carnes, era donde más incomodo le podía resultar maniobra junto con un tajo a media altura por debajo de las axilas que buscaría cercenar su brazo torpe o en ultima instancia su cotado u hombro, el tajo no iría solo ya que del mismo movimiento una confabulación del aire y un destello blanco y azul brotarían del mismo, dando así a una onda cortante que prolongaría el movimiento de su tajo unos metros más.
Tras el intercambio trataría de ganar su espalda por el propio movimiento, para desde ahí ganar algo más de distancia que me permitiera reaccionar a su siguiente embestida.
- Resumen:
Post un poco denso, pero básicamente narro como repelo con más o menos éxito los golpes basándome en mi "ambición, postura, aceleración y "reflejos".
Aprovecho su movimiento repetido para predecir a través de mi ambición(vaya que hombre rutinario de forma pasiva permite ver ese nivel de detalle, además que no creo que sea un espadachín novato vaya) intentando quebrar su aguja, o bien presionar lo suficiente su arma como para lograr alcanzar su mano(las agujas no tienen empuñadura de normal , creo), en caso contario lanzar algo un poco más simplón.
Velocidad 7 + 1 - Aceleración (Velocidad)
Agilidad 6 - Coordinación (Agilidad)
Destreza 6 + 2 - (por humano) - Postura perfecta (Destreza) - Reflejos(Adicional)
Fuerza 6 - Habilidad(Fuerza)
Resistencia 6 - Analgesia(Resistencia)
Maestría de utilidad: Táctica
El haki avanzado me da 3 segundo de previsión si estoy enfocado en ele hombre.
Y hombre rutinario me da +1 a velocidad (al ser el segundo turno), expresado como ese más 1 en la clase.
Pese a ser la más tensa que recordaba en mucho tiempo, la reunión había concluido con un plan consensuado por todos los mandos que en aquellos momentos nos disponíamos a organizar la retirada de las tropas del archipiélago. Cualquiera que se detuviese a analizar el significado de aquello se daría cuenta de que la Marina y el Gobierno Mundial habían tocado fondo. Incluso si finalmente todo salía bien no me cabía la menor duda habría demasiadas cosas que arreglar en el seno de la institución, pues no era admisible que perdiésemos un enclave como aquél después de haber destinado tantos recursos a su defensa.
Junto a Santiago me dispuse a llevar a cabo la estrategia que había planteado. no comenzaríamos por la zona cercana al punto por el que previsiblemente entraría Sirio junto a sus tropas. Allí gozarían de la fortaleza del número, mientras que durante la persecución en una indudable retirada serían más vulnerables. Fue por ello que comenzamos estrechando los caminos más cercanos al lugar por el que ya había comenzado al evacuación. Desde allí, los restos de la fortaleza se fueron acumulando entre llamas, cada vez más cerca de la gran puerta frente a la que se agrupaba el ejército del pirata.
Tal vez Santiago fuese un pirata, pero no dejaba de ser un oficial encargado de coordinar a un considerable número de hombres bajo las órdenes de Layla. Llegué a sorprenderme alegrándome de que se hubiese mostrado dispuesto a asistirme. Los preparativos habían concluido poco tiempo antes de que las puertas comenzasen a agitarse ante el empuje del asedio que estábamos recibiendo. Podía percibir la respiración, la tensión y el miedo que emanaban de cada uno de mis hombres; incluso los antaño criminales perteneciendo al grupo de Layla mostraban los mismos rostros de seriedad y nerviosismo.
Y entonces llegó el golpe definitivo que finalmente derribó la puerta, permitiendo la irrupción del enemigo en el lugar cuya defensa tantas vidas nos había costado. Apreté los dientes de forma inconsciente, separándolos a continuación para dar una única orden: fuego. No esperaba que aquello fuese suficiente como para frenar el enemigo ni por asomo, pero estaba fuera de dudas que tendrían que defenderse de algún modo; seguramente mediante los tan molestos pilares que convocaba Procyon. Mi mirada se detuvo en él antes de que Layla y el vicealmirante Venture se abalanzasen sobre los mandamases del grupo criminal.
Por mi parte, aproveché el momento para elevarme sobre los míos y extender dos dedos hacia el frente. La luz se concentró en ellos con toda la intensidad que pude imprimirles, disparando a continuación dos láseres que amenazaron con perforar el pecho de los dos hermanos que llevaban la voz cantante. Desconocía si la Shichibukai y el oficial al mando de la operación se las podían apañar por sí solos, pero yo había hecho una promesa que no estaba dispuesto a olvidar.
Los marines conocían las órdenes, de forma que la defensa suicida estaba descartada. Debían retroceder e introducirse en los pasillos semibloqueados conforme comenzásemos a perder terreno, por lo que eso era algo de lo que no debía preocuparme. Sin dar tiempo siquiera a que los láseres llegaran a su destino, me incorporé a la ofensiva lanzada sobre Procyon con la idea de golpear su nuca con mi codo, imprimiendo toda mi fuerza en el golpe.
Junto a Santiago me dispuse a llevar a cabo la estrategia que había planteado. no comenzaríamos por la zona cercana al punto por el que previsiblemente entraría Sirio junto a sus tropas. Allí gozarían de la fortaleza del número, mientras que durante la persecución en una indudable retirada serían más vulnerables. Fue por ello que comenzamos estrechando los caminos más cercanos al lugar por el que ya había comenzado al evacuación. Desde allí, los restos de la fortaleza se fueron acumulando entre llamas, cada vez más cerca de la gran puerta frente a la que se agrupaba el ejército del pirata.
Tal vez Santiago fuese un pirata, pero no dejaba de ser un oficial encargado de coordinar a un considerable número de hombres bajo las órdenes de Layla. Llegué a sorprenderme alegrándome de que se hubiese mostrado dispuesto a asistirme. Los preparativos habían concluido poco tiempo antes de que las puertas comenzasen a agitarse ante el empuje del asedio que estábamos recibiendo. Podía percibir la respiración, la tensión y el miedo que emanaban de cada uno de mis hombres; incluso los antaño criminales perteneciendo al grupo de Layla mostraban los mismos rostros de seriedad y nerviosismo.
Y entonces llegó el golpe definitivo que finalmente derribó la puerta, permitiendo la irrupción del enemigo en el lugar cuya defensa tantas vidas nos había costado. Apreté los dientes de forma inconsciente, separándolos a continuación para dar una única orden: fuego. No esperaba que aquello fuese suficiente como para frenar el enemigo ni por asomo, pero estaba fuera de dudas que tendrían que defenderse de algún modo; seguramente mediante los tan molestos pilares que convocaba Procyon. Mi mirada se detuvo en él antes de que Layla y el vicealmirante Venture se abalanzasen sobre los mandamases del grupo criminal.
Por mi parte, aproveché el momento para elevarme sobre los míos y extender dos dedos hacia el frente. La luz se concentró en ellos con toda la intensidad que pude imprimirles, disparando a continuación dos láseres que amenazaron con perforar el pecho de los dos hermanos que llevaban la voz cantante. Desconocía si la Shichibukai y el oficial al mando de la operación se las podían apañar por sí solos, pero yo había hecho una promesa que no estaba dispuesto a olvidar.
Los marines conocían las órdenes, de forma que la defensa suicida estaba descartada. Debían retroceder e introducirse en los pasillos semibloqueados conforme comenzásemos a perder terreno, por lo que eso era algo de lo que no debía preocuparme. Sin dar tiempo siquiera a que los láseres llegaran a su destino, me incorporé a la ofensiva lanzada sobre Procyon con la idea de golpear su nuca con mi codo, imprimiendo toda mi fuerza en el golpe.
- Resumen:
- Organizar el tema de los pasillos, disparar a Procyon y Sirio y lanzarme a por el primero, esperando que Santiago cumpla lo que me ha prometido para que Layla y Venture puedan zurrarse con Sirio.
Contenido patrocinado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.