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“Loguetown…loguetown…” repetía esa misma palabra una y otra vez mientras permanecía acostado cerca de una cascada, el sonido que producía me relajaba, al igual que los pájaros que cantan y las mismas olas de mar fluyendo al igual que mi jarra llena con vino tinto por mi garganta como dios manda.
Tenía la sensación de estar olvidando algo en esa isla, pero al pasar el tiempo escuche la voz de kedra llamándome, “¿qué querrá?” me preguntaba mientras me levantaba, el asunto de aquella isla podría ser algo sin importancia, pero cuando quería olvidarme de eso me provocaba ansiedad, no podía estar tranquilo sin saber qué asunto era importante en aquella isla; este nivel de ansiedad es la misma cuando dejo de tomar alcohol por lo menos 2 días, una sensación demasiado terrible que ni el mismo infierno te la encuentras.
Era un asunto muy importante lo que tenía Kedra, yéndose a buscar a los demás tripulantes para partir, “¿Qué le sucederá?” me cuestionaba mientras recorría el largo de la costa. Al pasar el tiempo y la caminata pude percibir el olor a pescado cocido de varias maneras mientras escuchaba a varias personas hablar, al parecer he llegado a un pueblo.
Le tenía que ayudar a kedra a buscar a los demás compañeros, por lo que me puse a identificar las auras de todas las personas que pasaban por las calles de piedra, pero sin ningún resultado. Caminaba por las calles repasando el nombre de esa maldita isla, buscando la importancia de esa isla.
Llegue a un bar, que por fuera se podían apreciar el olor del alcohol y la comida caliente, y como buen cocinero sabía que debía de ser deliciosa, “no, no tengo que perder tiempo” me dije, y busque un puesto donde vendían bento, no tenía tiempo que perder, así que tenía que comer mientras buscaba el muelle.
Llegue al muelle con el bento casi terminado, era de arroz, shushi de salmón y dos piezas de carne, por lo que me pude satisfacer. Escuchaba susurros que mencionaban la maldita isla, asi que me desespere; –Disculpe, ¿sabe que pasara en loguetown?- le pregunte a uno de los hombres que estaban ahí y, a juzgar por su lento movimiento y lo pesado de sus pisadas, diría que eran cargadores que estaban descargando mercancías.
-¿Loguetown?- se preguntó, al parecer tampoco estaba informado, -¿ha visto un barco con bandera negra, una cabeza de lobo y dos espadas cruzadas?- le dije y el hombre afirmo, tal vez me quiso señalar la ubicación del barco.
-Soy ciego, ¿me podría guiar?- le pregunte y afirmo, por lo que le seguí hasta una rampa que subía al barco; -gracias- le conteste y con mi eco localización pude subirme sin problemas, decidí esperar a los demás adentro del barco, y seguramente tendrían hambre; me dirigí a la cocina y empecé a preparar una sopa de pescado, camarones a la plancha y salmón a la BBQ, para que cuando llegaran, recuperen fuerzas y estemos óptimos para lo que nos enfrentemos.
Tenía la sensación de estar olvidando algo en esa isla, pero al pasar el tiempo escuche la voz de kedra llamándome, “¿qué querrá?” me preguntaba mientras me levantaba, el asunto de aquella isla podría ser algo sin importancia, pero cuando quería olvidarme de eso me provocaba ansiedad, no podía estar tranquilo sin saber qué asunto era importante en aquella isla; este nivel de ansiedad es la misma cuando dejo de tomar alcohol por lo menos 2 días, una sensación demasiado terrible que ni el mismo infierno te la encuentras.
Era un asunto muy importante lo que tenía Kedra, yéndose a buscar a los demás tripulantes para partir, “¿Qué le sucederá?” me cuestionaba mientras recorría el largo de la costa. Al pasar el tiempo y la caminata pude percibir el olor a pescado cocido de varias maneras mientras escuchaba a varias personas hablar, al parecer he llegado a un pueblo.
Le tenía que ayudar a kedra a buscar a los demás compañeros, por lo que me puse a identificar las auras de todas las personas que pasaban por las calles de piedra, pero sin ningún resultado. Caminaba por las calles repasando el nombre de esa maldita isla, buscando la importancia de esa isla.
Llegue a un bar, que por fuera se podían apreciar el olor del alcohol y la comida caliente, y como buen cocinero sabía que debía de ser deliciosa, “no, no tengo que perder tiempo” me dije, y busque un puesto donde vendían bento, no tenía tiempo que perder, así que tenía que comer mientras buscaba el muelle.
Llegue al muelle con el bento casi terminado, era de arroz, shushi de salmón y dos piezas de carne, por lo que me pude satisfacer. Escuchaba susurros que mencionaban la maldita isla, asi que me desespere; –Disculpe, ¿sabe que pasara en loguetown?- le pregunte a uno de los hombres que estaban ahí y, a juzgar por su lento movimiento y lo pesado de sus pisadas, diría que eran cargadores que estaban descargando mercancías.
-¿Loguetown?- se preguntó, al parecer tampoco estaba informado, -¿ha visto un barco con bandera negra, una cabeza de lobo y dos espadas cruzadas?- le dije y el hombre afirmo, tal vez me quiso señalar la ubicación del barco.
-Soy ciego, ¿me podría guiar?- le pregunte y afirmo, por lo que le seguí hasta una rampa que subía al barco; -gracias- le conteste y con mi eco localización pude subirme sin problemas, decidí esperar a los demás adentro del barco, y seguramente tendrían hambre; me dirigí a la cocina y empecé a preparar una sopa de pescado, camarones a la plancha y salmón a la BBQ, para que cuando llegaran, recuperen fuerzas y estemos óptimos para lo que nos enfrentemos.
El Cid
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La ciudad de Loguetwon se encontraba revolucionada, hoy se acabaría con la vida de uno de los 4 emperadores del nuevo mundo, Katrina Belatona alias Formidatus. Casi toda la elite de la marina y el gobierno mundial habían sido destinados a custodiar la plaza, se preveía una gran guerra para el día de hoy, y ¿donde le tocaba estar al Cid? En medio de la ciudad desalojando civiles, si no llega a ser por los pasteleros se hubiera quejado directamente al superior con el que se encontraba en estos momentos. Babieca se encontraba casi tan indignado como el Cid, pues prefería el combate que hacer de niñera. Se encontraba recostado a los pies del Cid olisqueando el aire en todas direcciones.
El gigante llevaba su característica armadura de mallas, en su hombro se veía en grande el símbolo del gobierno mundial, el yelmo relucía formando reflejos a causa del sol, En su espalda se encontraban sus colosales armas, la principal un tridente formado con los restos óseos de un rey del mar, y cruzadas en la espalda al lado de esta se encontraban sus dos cimitarras. Realmente impone más el Cid que su superior, pero no hay que juzgar un libro por su cubierta. Se apresuro a seguir las órdenes de sus superiores y dio un grito que hizo que resonaran los cristales de la calle. Estaba dispuesto a matar a los civiles si estos no se iban pues sus ordenes para el eran sagradas.
Este es un aviso a todos los civiles de Loguetown todo aquel que no salga del distrito en menos de 10 minutos será tratado como un criminal de guerra.
Debido a que la población estaba sobre aviso muchos estaban a punto de terminar de empacar sus pertenencias, querían que las pérdidas que sufrieran fueran las menores posibles y el Cid lo entendía. Ayudo a una vieja que intentaba arrastrar un baúl enorme hasta su carro, a una familia con 4 niños pequeños que le pidieron indicaciones de cómo salir de la ciudad y el gigante amablemente se las dio. Mientras tanto Babieca el fiel camello del Cid vigilaba la calle para que nadie atacara a traición, cualquiera podía verlo, pues su desagradable olor y sus ruidos no eran muy sigilosos, su cara no era amigable con nadie excepto cuando miraba al Cid, en esos momentos se podía observar un pequeño brillo en sus ojos que reflejaban la gran amistad que había entre ambos. Babieca llevaba una barda que recordaba el traje de los miembros del Cypher pol y en su cabeza portaba uno de los gorros característicos de estos.
El cid esperaba que cuando pasaran los 10 minutos toda la gente se hubiera ido, si no tendría que encargarse de ellos, lo cual sin duda alguna haría.
El gigante llevaba su característica armadura de mallas, en su hombro se veía en grande el símbolo del gobierno mundial, el yelmo relucía formando reflejos a causa del sol, En su espalda se encontraban sus colosales armas, la principal un tridente formado con los restos óseos de un rey del mar, y cruzadas en la espalda al lado de esta se encontraban sus dos cimitarras. Realmente impone más el Cid que su superior, pero no hay que juzgar un libro por su cubierta. Se apresuro a seguir las órdenes de sus superiores y dio un grito que hizo que resonaran los cristales de la calle. Estaba dispuesto a matar a los civiles si estos no se iban pues sus ordenes para el eran sagradas.
Este es un aviso a todos los civiles de Loguetown todo aquel que no salga del distrito en menos de 10 minutos será tratado como un criminal de guerra.
Debido a que la población estaba sobre aviso muchos estaban a punto de terminar de empacar sus pertenencias, querían que las pérdidas que sufrieran fueran las menores posibles y el Cid lo entendía. Ayudo a una vieja que intentaba arrastrar un baúl enorme hasta su carro, a una familia con 4 niños pequeños que le pidieron indicaciones de cómo salir de la ciudad y el gigante amablemente se las dio. Mientras tanto Babieca el fiel camello del Cid vigilaba la calle para que nadie atacara a traición, cualquiera podía verlo, pues su desagradable olor y sus ruidos no eran muy sigilosos, su cara no era amigable con nadie excepto cuando miraba al Cid, en esos momentos se podía observar un pequeño brillo en sus ojos que reflejaban la gran amistad que había entre ambos. Babieca llevaba una barda que recordaba el traje de los miembros del Cypher pol y en su cabeza portaba uno de los gorros característicos de estos.
El cid esperaba que cuando pasaran los 10 minutos toda la gente se hubiera ido, si no tendría que encargarse de ellos, lo cual sin duda alguna haría.
El gobierno ofrecía una buena recompensa por ayudar en la guerra, eso está hecho. Pero Shimotsuki era una parada obligatoria para cualquier espadachín que se precie. Faltaba muy poco para la ejecución, sin embargo no sabía si saldría con vida para volver a aquella isla. Había viajado mucho, desde North Blue. Si el gobierno pagaba bien merecería la pena, pero no solo eso. Los rumores de piratas de bajos fondos haciendo fechorías sin control atraen a cualquier cazador. Si podía llevar a algún ratero al cuartel antes de la ejecución sería un dinerillo extra a mi bolsillo, el dinero nunca pesa.
Salí del barco en el que me había pasado horas viajando, por fin tierra firme. Estiro las piernas, miro el pequeño pueblo frente a mí, PUM. Tras el estruendo un gran golpe. Un cañonazo en el muelle, a menos de dos metros de mí. No me dio de milagro y por suerte no me clavé ninguna astilla. El susto fue increíble, se me paró el corazón y me quedé frió. No podía verme pero debía estar pálido. Podría haber muerto en ese mismo momento, la guerra ya había llegado y no me había dado cuenta. No había pensado que se fuera a extender fuera de Logetown. La gente entró a sus casas, yo pude sortear el impacto del cañonazo en el muelle, pero los pasajeros que salían corriendo del barco se tropezaban con él. El miedo inundó el pequeño pueblo, parecía que esto iba a ser peor de lo que yo esperaba. El miedo también empezaba a afectarme, si esto sucedió en otra isla no me imagino cómo será el centro de Logetown. Las piernas me temblaban, agarré mi espada inconscientemente. No. Debía ir. Habría muchos piratas y revolucionarios que querrán destrozar la organización mundial. Si dejamos que ellos venzan será un caos y lo pagarán civiles inocentes. Tenía que ser fuerte, además el dinero me esperaba y quizá podía aprovecharme de un gran pirata herido para hacerme millonario.
De repente, “¡Devolvedme eso ladrones!”. Un pobre anciano había sido atracado en su propia casa por dos rateros, huían monte arriba. El anciano se cayó al suelo, me acerqué corriendo a él. Se había desmayado, otra señora también se acercó, lo deje a su cargo y fui detrás de los ladrones. Aún los veía, quizá 200m, pero con mis botas Speed V los pude alcanzar en nada. Los rodeé y me puse delante de ellos con la espada desenvainada para coartarles el paso. “Vamos, chicos ¿Qué le habéis quitado al señor? Dejadme verlo.”
Salí del barco en el que me había pasado horas viajando, por fin tierra firme. Estiro las piernas, miro el pequeño pueblo frente a mí, PUM. Tras el estruendo un gran golpe. Un cañonazo en el muelle, a menos de dos metros de mí. No me dio de milagro y por suerte no me clavé ninguna astilla. El susto fue increíble, se me paró el corazón y me quedé frió. No podía verme pero debía estar pálido. Podría haber muerto en ese mismo momento, la guerra ya había llegado y no me había dado cuenta. No había pensado que se fuera a extender fuera de Logetown. La gente entró a sus casas, yo pude sortear el impacto del cañonazo en el muelle, pero los pasajeros que salían corriendo del barco se tropezaban con él. El miedo inundó el pequeño pueblo, parecía que esto iba a ser peor de lo que yo esperaba. El miedo también empezaba a afectarme, si esto sucedió en otra isla no me imagino cómo será el centro de Logetown. Las piernas me temblaban, agarré mi espada inconscientemente. No. Debía ir. Habría muchos piratas y revolucionarios que querrán destrozar la organización mundial. Si dejamos que ellos venzan será un caos y lo pagarán civiles inocentes. Tenía que ser fuerte, además el dinero me esperaba y quizá podía aprovecharme de un gran pirata herido para hacerme millonario.
De repente, “¡Devolvedme eso ladrones!”. Un pobre anciano había sido atracado en su propia casa por dos rateros, huían monte arriba. El anciano se cayó al suelo, me acerqué corriendo a él. Se había desmayado, otra señora también se acercó, lo deje a su cargo y fui detrás de los ladrones. Aún los veía, quizá 200m, pero con mis botas Speed V los pude alcanzar en nada. Los rodeé y me puse delante de ellos con la espada desenvainada para coartarles el paso. “Vamos, chicos ¿Qué le habéis quitado al señor? Dejadme verlo.”
pannini69
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El día estaba nublado. Las nubes formaban un precioso mosáico de colores grisáceos sobre el agua, dándole una tonalidad de color oscuro al agua, lo que hacía que pareciese aún mas tenebroso. Hiren tenía algo de miedo al mar desde pequeño, ya que había estudiado los múltiples animales que lo habitaban, capaces de arrancarte un brazo de un bocado. Sumándole el que no podía nadar lo hacía todo mucho mas témible. En cierta ocasión una tormenta estuvo a punto de echar a pique el buque y Hiren se encerró en uno de los camarotes a cal y canto, como si el agua no pudiera pasar para ahogarlo.
Se levantó despacio. Debían de ser las nueve de la mañana según la posición del sol, ya que este había aparecido solamente hace un par de horas. Como cada ritual por la mañana se duchó, afeitó y vistió lo más rápido que pudo. Le habían informado de que el comandante Azumi Kento requería su presencia en cubierta para hablar con él de un tema delicado.
Hiren decidió acudir a su llamada. Abrió la puerta de su camarote y ascendió por la fila de escaleras que llevaban hasta arriba. Miró hacia el mar de nubes que cubrían el cielo, pero una de ellas se separó del grupo, dejándo pasar los rayos del sol, que a punto estuvieron de cegar a Hiren si no fuera porque cubrió sus ojos con el antebrazo. Maldiciendo, anduvo trastabillando por el suelo de madera hasta golpearse con una persona.
-¿Borracho a estas horas, grumete?-preguntó un marino que se afanaba por limpiar los vómitos de los demás transeuntes. Aquello molestó algo a Hiren, que se sintió ofendido en cuanto a rango se refería.
-Soy su general, así de ahora en adelante deberás tratarme como tal, pero cuando quieras desafiarme podemos echarnos unas copas a ver quien aguanta más-. Aquello hizo gracía al viejo, pues se puso a reír compulsivamente y lo despidió con una grosería que hizo sonreír a Hiren.
El comandante lo esperaba en su camarote. Se acercó a él y llamó varias veces antes de presentarse.
-Adelante-invitó una voz.
Hiren atravesó la puerta y se plantó delante suya. Azumi era un revolucionario de la vieja escuela, pero a parte de eso no sabía nada más de él. Su vida era desconocida para la gran mayoría de la flota.
-Hola Azumi, ¿por que me ha llamado?-inquirió Hiren. Azumi hizo un par de aspavientos con la mano y le indicó con la mano derecha la isla que se encontraba a babor del barco.
-Como usted quiera-dijo Hiren. Salió nuevamente a cubierta y se embarcó en un pequeño bote que lo llevaría a tierra. Estaba algo nervioso, observaba a numerosos peces nadando por debajo, grandes siluetas de color oscuro que se movían siniestramente, sacando los peores tempores del rubio.
-Tranquilo, si te caes nosotros te sacaremos-dijo riendo uno de los revolucionarios a cargo de los remos.
Tras una corta travesía de cinco minutos tocaron tierra, dejando al joven revolucionario solo. "Debo buscar un pueblo, isla, o algo, tengo hambre" pensó Hiren. Echó a andar y al cabo de un rato, siguiendo la costa, encontró un pueblo muy apetecible. Un puertecito con barcos pequeños, personas deambulando de un lado para otro y casas con colores muy vivos. "Creo que buscaré una taberna para comer algo y conseguir algo de información" elucubró Hiren mientras caminaba hacia la villa por el sendero de la playa. Entrando al pueblo un grupo de personas, vestidas color negro lo miraban silenciosamente, intentando disimular. Hiren giró hacia la izquierda en la primera calle y se adentró en un bar, buscando ahogar sus penas en alcohol...
Se levantó despacio. Debían de ser las nueve de la mañana según la posición del sol, ya que este había aparecido solamente hace un par de horas. Como cada ritual por la mañana se duchó, afeitó y vistió lo más rápido que pudo. Le habían informado de que el comandante Azumi Kento requería su presencia en cubierta para hablar con él de un tema delicado.
Hiren decidió acudir a su llamada. Abrió la puerta de su camarote y ascendió por la fila de escaleras que llevaban hasta arriba. Miró hacia el mar de nubes que cubrían el cielo, pero una de ellas se separó del grupo, dejándo pasar los rayos del sol, que a punto estuvieron de cegar a Hiren si no fuera porque cubrió sus ojos con el antebrazo. Maldiciendo, anduvo trastabillando por el suelo de madera hasta golpearse con una persona.
-¿Borracho a estas horas, grumete?-preguntó un marino que se afanaba por limpiar los vómitos de los demás transeuntes. Aquello molestó algo a Hiren, que se sintió ofendido en cuanto a rango se refería.
-Soy su general, así de ahora en adelante deberás tratarme como tal, pero cuando quieras desafiarme podemos echarnos unas copas a ver quien aguanta más-. Aquello hizo gracía al viejo, pues se puso a reír compulsivamente y lo despidió con una grosería que hizo sonreír a Hiren.
El comandante lo esperaba en su camarote. Se acercó a él y llamó varias veces antes de presentarse.
-Adelante-invitó una voz.
Hiren atravesó la puerta y se plantó delante suya. Azumi era un revolucionario de la vieja escuela, pero a parte de eso no sabía nada más de él. Su vida era desconocida para la gran mayoría de la flota.
-Hola Azumi, ¿por que me ha llamado?-inquirió Hiren. Azumi hizo un par de aspavientos con la mano y le indicó con la mano derecha la isla que se encontraba a babor del barco.
-Como usted quiera-dijo Hiren. Salió nuevamente a cubierta y se embarcó en un pequeño bote que lo llevaría a tierra. Estaba algo nervioso, observaba a numerosos peces nadando por debajo, grandes siluetas de color oscuro que se movían siniestramente, sacando los peores tempores del rubio.
-Tranquilo, si te caes nosotros te sacaremos-dijo riendo uno de los revolucionarios a cargo de los remos.
Tras una corta travesía de cinco minutos tocaron tierra, dejando al joven revolucionario solo. "Debo buscar un pueblo, isla, o algo, tengo hambre" pensó Hiren. Echó a andar y al cabo de un rato, siguiendo la costa, encontró un pueblo muy apetecible. Un puertecito con barcos pequeños, personas deambulando de un lado para otro y casas con colores muy vivos. "Creo que buscaré una taberna para comer algo y conseguir algo de información" elucubró Hiren mientras caminaba hacia la villa por el sendero de la playa. Entrando al pueblo un grupo de personas, vestidas color negro lo miraban silenciosamente, intentando disimular. Hiren giró hacia la izquierda en la primera calle y se adentró en un bar, buscando ahogar sus penas en alcohol...
elkilian
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- Lo que tengo que hacer por él - dije en voz baja mientras ayudaba a una madre con su hija atrapada en una casa para salir - Y todo esto porque me perdonó la vida -
Hace tiempo Azumi Kento y Royal K.hax disputaron un combate donde Hax había sido manipulado por la Marina para intentar liquidarle pero Azumi Kento era muchísimo más fuerte que él. Y este le perdono la vida a cambio de un favor. Él sabía que esto en algún momento sucedería y quería que yo viniera aquí con él para evitar que la Marina se saliera con la suya. Me mandó a un contacto que era quién planeaba todo el ataque. Me trajo el barco a una isla y luego se fue sin ni siquiera decirme en que isla estaba. Entonces al rato empezó un ataque de unos piratas que según ellos decían que eran los Piratas de Aksubi, un Yonkou. Empezaron a atacar a la ciudad en la ciudad donde me estaba quedando. Por lo que empecé a ayudar a la gente que se estaba quedando atrapada en sus casa por culpa de los piratas. En eso que miro a uno de los edificios veo que está en llamas y me recuerda al primer crimen que me asignaron, que resulta que no hice y que a partir de ese momento me empezó a seguir la marina. Por lo que primero fui a rescatar a los que estaban atrapados y eso nos lleva al momento actual.
- ¡Oh! ... ¡Qué bonito! - dijo un pirata con una espada en su mano derecha y un cóctel morotov en su mano izquierda - ¿Quieres que les prenda fuego a ellos en vez de a la casa? ¿Verdad? ¿Verdad que sí? jajajajaja - dijo con una risa de psicótico - ¡Pos' vale! ¡Pos los quemo! jajajaja - dijo tirandole el cóctel morotov a la madre con su hija corriendo de la casa de donde la había salvado.
La madre empujó a la hija para que esta evitara quemarse. La hija se puso a llorar mientras veía como su madre se quemaba y rodaba por el suelo. Entonces rápidamente fui hacia ella y con mi guante de mi mano izquierda sutilmente le daba con el vaho gélido del guante para apagarla. Cuando la conseguí apagarla la hija se le acercó mientras estaba yo de rodillas junto a su madre y vio a su madre quemada y le dijo unas últimas palabras antes de morir.
- Cariño ... cof cof ... Te quiero hija - dijo la madre antes de morir.
Música Épica para un momento épico(< -- Click aquí)
Entonces me puse de pie y me giré hacia el pirata que había lanzado el cóctel molotov.
- Quédate aquí con tu madre - le dije a la chica mientras seguía en esa posición sin moverme - Vuelvo ahora mismo
A continuación me puse a caminar hacia el pirata y mientras tanto el pirata empezó a intentar intimidarme.
- ¿Acaso pretendes luchar contra mí? Esa madre era una zorra y se lo merecía por puta jajajaja - dijo el pirata mientras iba retrocediendo lentamente apuntandome con su espada - ¿Sabés quién es Aksubi? ¿No? Pues si me tocas un pelo tendrás a Aksubi encima para hacer de tu vida un infierno -
Se veía unas lágrimas cayendo de mis ojos mientras caminaba hacia el asesino de la madre de la chica. Iba caminando despacito, con su mirada al suelo.
- ¿Sabés? ... - le dijo al pirata sin apartar la mirada del suelo - Me juré nunca usar mis armas ... pues con ellas es muy fácil matar - dije mientras levantaba mi brazo hacia mi espalda - Pero hay cosas que no se pueden perdonar ... - agarré mi Nodachi y la desvainé
Ahora seguía caminando hacia él con mi Nodachi agarrandola con mi mano derecha mientras que con mi mano izquierda me coloco la capucha de tal forma que ahora solo se ven mis ojos. La Nodachi la tenía apartada hacia mi derecha para que el pirata viera todo el esplendor de su filo que en unos instante iba a probar.
- Pero resulta gracioso ... porque ... - dije tras dar una pausa
En ese instante di un gran sprint a la vez que realizaba un corte horizontal a la altura del ombligo del pirata que estaba aterrado y ligeramente confuso de mi actitud de no importarme de que un Yonkou me fuera a matar tras matarle a él y eso me permitió cortale en dos sin que se pudiera defender.
- ... yo vengo del infierno - le dije mientras terminaba el corte en horizontal y el pirata se caía partido en dos al suelo. Primero cayeron sus piernas hacia atrás y su cuerpo cayó en el sitio mientras giraba hacia delante.
Tras este acontecimiento me giré y fui hacia la niña. La niña estaba muy asustada y traumada por los acontecimientos que acababa de presenciar. Me arrodillé ante ella y le dije una cosa.
- Ahora ya no necesitas vengar su muerte. Vive con ello. Hazte fuerte y evita que esto vuelva pasar - le dije a la chica - Por ahora, por tu madre, vive. Y para eso necesito que te escondas en un lugar seguro hasta que esto acabe. Ve al bosque y junto a avellanos hay una cueva pequeña por la que tú seguro que cabes. Estate allí hasta que esto acabe ... yo intentaré volver a por ti ... pero como has visto ... no te puedo asegurar nada pero por favor ... vive - le dije por último a la chica mientras me levantaba y me dirigí hacia el muelle para "matar a la malahierba de raíz".
Ikaru
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Bostece... un gran bostezo que formo un hilarante sonido de sueño y como no también formo en mí una gran expresión de idiotez máxima. Me levante un poco pues el pequeño oleaje estaba empezando a tocarme la cabeza y seguramente en una de estas olas más grandes el agua sería capaz de llevarme consigo. Tras eso mismo comencé a limpiarme los pantalones los cuales estaban llenos de la arena de la playa y comencé a mirar a los alrededores para ver que me encontraba y...bueno, me encontré con ese estropicio. Nuestro barco, el Red Love Machine, había encallado en esta playa de a saber dios donde y había quedado parcialmente destruido. Yo por suerte seguramente habría salido disparado del barco tras el golpe y por eso me encontraba en la playa pero era bastante extraño pues no tenía ninguna herida o algún dolor en el cuerpo que me hiciesen pensar realmente que fue eso, pero era lo más lógico ya que no recordaba nada de lo sucedido... era demasiado extraño también pues junto conmigo tendría que haber salido disparadas más personas y encontrarse cerca mía... pero me encontraba totalmente solo en la playa, con el barco cerca en el mar y a mi espalda y no bastante lejos una ciudad con un hermoso bosque a su lado. ¿Y si a lo mejor mis camaradas había caído en otras partes de la playa y pensaron que lo mejor seria ir a la ciudad a por ayuda?. No, eso era bastante improbable, la gente sabia la recompensa por la cabeza de cada uno de los miembros de nuestra banda y seguramente habrían llamado a la Marina para que se encargara de nosotros y no nos habrían ayudado... entonces pensé en el bosque, puede que del hostiazo que nos habíamos metido algunos saliesen más lejos que yo disparado y acabaran allí, cosa que en el donde era aún más improbable que lo anterior pero si que era menos peligrosa para mí... ir al bosque no me proporcionaría tantos problemas como ir a la ciudad pero a lo mejor tampoco encontraba a nadie.
Luego ya, tenía la opción de buscar a la gente en el barco que había encallado... Pero eso si que era una opción peligrosa, el más mínimo fallo y caería al agua muriendo. No podía arriesgarme tanto, si yo había salido disparado del barco o lo que fuera, todos mis demás camaradas lo habrían hecho al fin y al cabo y por lo tanto era bastante improbable que se encontraran en el barco... Si en el fondo lo más probable es que estuviesen en la playa ¡Pero no estaban!. Volví a mirar a los alrededores en busca de alguien por la playa pero parecía que no había nadie ni un alma. Muy a lo lejos podía observar unas rocas que podrían haber sido también la causa de que el barco encallara. Comencé a pensar todas las opciones en la cabeza durante unos cinco minutos, debía de elegir bien pues si lo hacía mal a lo mejor me encontraba solo en una isla llena de marines o algo por el estilo.
-Vamos Ika piensa....Piensa... ¿Dónde pueden haber ido todos? espera ya se... Voy a acercarme un poco a las rocas haber si encuentro a alguien y después directo al bosque y si...no encuentro a nadie me acercare a la ciudad. Y si bueno ya no hay nadie no me quedara otra que buscar en los amasijos del barco... Bueno allí voy
Esas rocas tampoco se encontraban tan lejos de mi posición por lo que no tardaría más de cinco minutos en llegar y menos con mi buena velocidad. Comencé a correr como un poseso hasta que finalmente llegue a esas rocas y pude ver al payasete tumbado en ellas. Parecía que como yo había salido volando del barco durante el choque y ahora como yo también anteriormente se encontraba noqueado del golpe. Intente despertarlo, pero no hubo manera de hacerlo a si que ya un poco cansado de intentar que se moviera por su propio pie, cogí al payasete y me lo puse en el hombro, aunque con algo de dificultad... Pesar pesaba el jodido y fui corriendo hacía el bosque haber a quien me encontraba allí...
Luego ya, tenía la opción de buscar a la gente en el barco que había encallado... Pero eso si que era una opción peligrosa, el más mínimo fallo y caería al agua muriendo. No podía arriesgarme tanto, si yo había salido disparado del barco o lo que fuera, todos mis demás camaradas lo habrían hecho al fin y al cabo y por lo tanto era bastante improbable que se encontraran en el barco... Si en el fondo lo más probable es que estuviesen en la playa ¡Pero no estaban!. Volví a mirar a los alrededores en busca de alguien por la playa pero parecía que no había nadie ni un alma. Muy a lo lejos podía observar unas rocas que podrían haber sido también la causa de que el barco encallara. Comencé a pensar todas las opciones en la cabeza durante unos cinco minutos, debía de elegir bien pues si lo hacía mal a lo mejor me encontraba solo en una isla llena de marines o algo por el estilo.
-Vamos Ika piensa....Piensa... ¿Dónde pueden haber ido todos? espera ya se... Voy a acercarme un poco a las rocas haber si encuentro a alguien y después directo al bosque y si...no encuentro a nadie me acercare a la ciudad. Y si bueno ya no hay nadie no me quedara otra que buscar en los amasijos del barco... Bueno allí voy
Esas rocas tampoco se encontraban tan lejos de mi posición por lo que no tardaría más de cinco minutos en llegar y menos con mi buena velocidad. Comencé a correr como un poseso hasta que finalmente llegue a esas rocas y pude ver al payasete tumbado en ellas. Parecía que como yo había salido volando del barco durante el choque y ahora como yo también anteriormente se encontraba noqueado del golpe. Intente despertarlo, pero no hubo manera de hacerlo a si que ya un poco cansado de intentar que se moviera por su propio pie, cogí al payasete y me lo puse en el hombro, aunque con algo de dificultad... Pesar pesaba el jodido y fui corriendo hacía el bosque haber a quien me encontraba allí...
Worick L. Arcangelo
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Era un cálido día en el que sol se elevaba en lo más alto del cielo y iluminaba todo lo que encontraba a su paso. Yo me encontraba en una tranquila ciudad del East Blue, para ser más exactos sentado en una pequeña cafetería situada en el centro de esta. La ciudad se encontraba en una isla pacífica y de entorno tranquilo, o al menos así era cuando los marines no pasaban cerca de esta sin parar. La isla estaba cerca del que iba a ser un punto de inflexión en la actual era pirata, Loguetown, lugar de nacimiento y muerte del rey de los piratas, Gol D. Roger. A día de hoy este se convertiría en un punto aun más importante pues tanto si la marina lograba su objetivo como si no la isla tendría otra historia más para contar, la ejecución de la Yonkou Katrina Belatona.
Yo disfrutaba de mi café en aquel sitio mientras observaba el panorama de la ciudad; bulliciosa, activa, transitada, cargada. Estas podrían ser algunas de las palabras que describiesen el entorno que envolvía la ciudad en aquel momento. Los ciudadanos iban de un lado a otro cargados con cajas que llevaban al puerto, había marines conversando con lo que parecían ser mercenarios, los niños eran llevados por sus madres a sus casas. Además de esto se podía ver como la gente se organizaba y preparaba para lo que se venía sobre ellos. Yo también estaba en ello pues me había estado preparando para este acontecimiento desde hacía ya bastante tiempo, por eso estaba en aquella isla para poder llegar a mi objetivo una vez mis compañeros me recogieses. " ¿ Dónde estáis chicos ?¿ Cómo estarán todos ? " Pensaba mientras acababa el café y dejaba unas monedas sobre la mesa para pagarlo. Recogí mis cosas y salía de la cafetería para entrar en la calle.
Una vez en la calle e iluminado por el sol se podía apreciar claramente mi aspecto. Un chico misterioso portador de una gran guadaña a su espalda, una guadaña de mango rojo y larga hoja, esta estaba sujeta a la negra chaqueta que caía en forma de cola hasta la parte más baja de mis gemelos. También vestía mis pantalones color carmesí y mi camisa blanca que casi tenía ya un color sucio por todos los viajes hechos con ella. Mi cicatriz lucía bajo mi castaña y corta cabellera que cubría parcialmente mis ojos castaños. Esta apariencia me iba a dar problemas pues no tardarían en encontrarme ya que la guadaña no pasaba especialmente desapercibida.
Tan pronto como estaba en la calle pensé en como encontrar a los chicos si es que los encontraba. Así que decidí subir a la terraza de la cafetería para poder ver mejor toda la ciudad y sus alrededores. Una vez en esta eché un rápido vistazo a todo lo que tenía a la vista y vi algo que no creía. ¡ El Red Love Machine ! Pero me costó darme cuenta de que era nuestro barco porque estaba hecho trizas... " ¿ Qué habéis hecho chicos ? Espero que estén bien " Pensé mientras saltaba de la terraza de la cafetería para caer en la calle y dirigirme rápidamente hacia la playa en la que estaba el barco.
Yo disfrutaba de mi café en aquel sitio mientras observaba el panorama de la ciudad; bulliciosa, activa, transitada, cargada. Estas podrían ser algunas de las palabras que describiesen el entorno que envolvía la ciudad en aquel momento. Los ciudadanos iban de un lado a otro cargados con cajas que llevaban al puerto, había marines conversando con lo que parecían ser mercenarios, los niños eran llevados por sus madres a sus casas. Además de esto se podía ver como la gente se organizaba y preparaba para lo que se venía sobre ellos. Yo también estaba en ello pues me había estado preparando para este acontecimiento desde hacía ya bastante tiempo, por eso estaba en aquella isla para poder llegar a mi objetivo una vez mis compañeros me recogieses. " ¿ Dónde estáis chicos ?¿ Cómo estarán todos ? " Pensaba mientras acababa el café y dejaba unas monedas sobre la mesa para pagarlo. Recogí mis cosas y salía de la cafetería para entrar en la calle.
Una vez en la calle e iluminado por el sol se podía apreciar claramente mi aspecto. Un chico misterioso portador de una gran guadaña a su espalda, una guadaña de mango rojo y larga hoja, esta estaba sujeta a la negra chaqueta que caía en forma de cola hasta la parte más baja de mis gemelos. También vestía mis pantalones color carmesí y mi camisa blanca que casi tenía ya un color sucio por todos los viajes hechos con ella. Mi cicatriz lucía bajo mi castaña y corta cabellera que cubría parcialmente mis ojos castaños. Esta apariencia me iba a dar problemas pues no tardarían en encontrarme ya que la guadaña no pasaba especialmente desapercibida.
Tan pronto como estaba en la calle pensé en como encontrar a los chicos si es que los encontraba. Así que decidí subir a la terraza de la cafetería para poder ver mejor toda la ciudad y sus alrededores. Una vez en esta eché un rápido vistazo a todo lo que tenía a la vista y vi algo que no creía. ¡ El Red Love Machine ! Pero me costó darme cuenta de que era nuestro barco porque estaba hecho trizas... " ¿ Qué habéis hecho chicos ? Espero que estén bien " Pensé mientras saltaba de la terraza de la cafetería para caer en la calle y dirigirme rápidamente hacia la playa en la que estaba el barco.
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Akuma no mi
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Kaín no sabía si podría siquiera derrotar a los más débiles miembros de la tripulación de un Yonkou en condiciones normales, pero la gente que tenía ante sus ojos no estaba, ni de lejos, en condiciones normales. La gran mayoría estaban ya inconscientes y los demás estaban en proceso. El cazador, con toda la calma y naturalidad del mundo, se sentó en la mesa más alejada y, cuando el camarero, temblando de miedo, vino a atenderle, le sonrió.
-¿Quien está al mando de esta gente?- Le preguntó en un susurro.- Tal vez pueda hacer algo para que salgáis vivos de esta si me ayudas...
El peliblanco todavía no tenía muy claro que iba a hacer, pero era indudable que pasaba por la persona al mando de los piratas allí presentes. Sin saber todavía como se iban a desarrollar los acontecimientos, Kaín se quitó la prótesis y se colocó sus Cestus de Nemea, por si acaso.
-¿Quien está al mando de esta gente?- Le preguntó en un susurro.- Tal vez pueda hacer algo para que salgáis vivos de esta si me ayudas...
El peliblanco todavía no tenía muy claro que iba a hacer, pero era indudable que pasaba por la persona al mando de los piratas allí presentes. Sin saber todavía como se iban a desarrollar los acontecimientos, Kaín se quitó la prótesis y se colocó sus Cestus de Nemea, por si acaso.
Sasaki
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Las olas chocaban contra el casco del barco, agitándolo de un lado a otro y moviendo a los apretados pasajeros que en el se hallaban. Yo me encontraba entre ellos apretado entre un montón de gente que ni siquiera conocía de tal manera que costaba hasta respirar. Los últimos acontecimientos habían sido tan rápidos que casi ni me di cuenta de lo que pasó, al principio estaba atendiendo unos asuntos en una isla cercana a Logetown y de pronto la gente empezó a ponerse nerviosa, una noticia que por desgracia no llegó a mis oídos se extendió como la pólvora entre la agitada muchedumbre y cuando me quise dar cuenta estaba siendo arrastrado por una marea humana hacia éste barco de pasajeros. Estábamos en una de las salas del barco por debajo de la cubierta, la luz y el aire fresco no abundaban precisamente, y la preocupación era palpable en los rostros de los pasajeros. No soportaba esa situación, ser arrastrado hacia un barco con un destino desconocido y en una situación de la que no tenía mucha más información, no me quedaba más remedio que preguntar a uno de los pasajeros.
- Disculpe. - Dije con tono calmado y amable a un pasajero que tenía al lado tocándole el hombro para llamar su atención - ¿Qué está pasando y a dónde se dirige el barco? - Pregunté con el mismo tono.
De pronto todos me miraron con sorpresa, como si hubieran visto un fantasma, parece que era el único desinformado de todos los que estaban a bordo.
- ¿Es que no lo sabes?, Van a ejecutar a un Yonkou en Logetown, toda la zona circundante se va a convertir en una zona de guerra, nos están evacuando para que no muramos en... - Dijo con tono preocupado, pero el sonido de los cañones disparando le hizo callar en seco.
Los cañonazos cada vez se hacían más y mas frecuentes, no soportaba el estar encerrado en este lugar claustrofóbico sin poder ver nada. Tenía que subir las escaleras y salir al exterior, la incertidumbre me estaba matando. Si la situación era muy mala tendría que encontrar la manera de escapar del barco, no era nada seguro ir en un transporte de pasajeros en medio de una guerra, por lo que sabía eran barcos grandes y no muy rápidos, presa fácil para un ataque. Antes de subir las escaleras y abrir la escotilla que me separaba de la cubierta respiré hondo y me preparé par cualquier cosa que me pudiera encontrar ahí fuera.
- Disculpe. - Dije con tono calmado y amable a un pasajero que tenía al lado tocándole el hombro para llamar su atención - ¿Qué está pasando y a dónde se dirige el barco? - Pregunté con el mismo tono.
De pronto todos me miraron con sorpresa, como si hubieran visto un fantasma, parece que era el único desinformado de todos los que estaban a bordo.
- ¿Es que no lo sabes?, Van a ejecutar a un Yonkou en Logetown, toda la zona circundante se va a convertir en una zona de guerra, nos están evacuando para que no muramos en... - Dijo con tono preocupado, pero el sonido de los cañones disparando le hizo callar en seco.
Los cañonazos cada vez se hacían más y mas frecuentes, no soportaba el estar encerrado en este lugar claustrofóbico sin poder ver nada. Tenía que subir las escaleras y salir al exterior, la incertidumbre me estaba matando. Si la situación era muy mala tendría que encontrar la manera de escapar del barco, no era nada seguro ir en un transporte de pasajeros en medio de una guerra, por lo que sabía eran barcos grandes y no muy rápidos, presa fácil para un ataque. Antes de subir las escaleras y abrir la escotilla que me separaba de la cubierta respiré hondo y me preparé par cualquier cosa que me pudiera encontrar ahí fuera.
Roland von Klauswitz
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El hombre-árbol respiró profundamente, mentalizándose para lo que se avecinaba mientras disfrutaba de los últimos momentos de paz antes de que todo aquel polvorín al que llamaban Loguetown estallase. Su túnica resistente al fuego ondeaba al viento, mientras a su alrededor todo era un hervidero de actividad que le resultaba difícil ignorar. Por todas partes corrían grupos de marines, algunos de ellos cargados con barriles de pólvora o armas, la gente se apresuraba a abandonar la ciudad y los que se negaban eran "ayudados" por agentes del gobierno. Toda Loguetown era un caos.
El marine abrió los ojos y volvió a su cometido ignorando las miradas de curiosidad de todo aquel que pasaba por allí. Al menos todos estaban demasiado ocupados como para pararse a preguntarle por su aspecto o su naturaleza. Se encontraba en la plaza central de Loguetown, en ese momento, la isla más peligrosa que existía. La ejecución de uno de los Cuatro Emperadores Pirata había despertado gran expectación entre los piratas de todo el mundo y por supuesto, el deber de la marina era garantizar que el proceso se llevase a cabo sin interrupciones. Por desgracia aquello no sería tan fácil. Sin tener en cuenta la dificultad de enfrentar a la tripulación de la Yonkou, también debían asegurarse del bienestar de los pocos ciudadanos que se habían atrevido a permanecer en la isla. Tal vez, debido a la presencia de la élite de la Marina, habían pensado que sería el lugar más seguro de los alrededores. Sin embargo no contaban con la presencia del Cipher Pol.
Aquel grupo de agentes del gobierno eran los encargados de las misiones más sucias, y no parecían tener miramientos a la hora de emplear la violencia. Lo cierto era que no entendía el motivo por el que les habían encargado la evacuación de los civiles, aquella gente era la menos idónea para ese cometido. Precisamente por eso estaba en aquel lugar. Su misión consistía en evitar que esos locos abusaran de su poder y tiñeran las calles de rojo. Sabía que si llegaban a considerar a los civiles como molestias no dudarían en eliminarlos, y alguien más debía pensar igual, pues le habían asignado la tarea de evitar eso.
Para la ocasión le habían revelado la identidad de algunos de los agentes, de forma que pudiera identificarlos en caso de que se propasaran. Y parecía que iba a tener que intervenir antes de lo esperado. Ya había visto a uno o dos agentes actuar de forma excesivamente violenta, sin embargo no había tenido necesidad de actuar, por suerte habían frenado a tiempo. Aun así sabía que sería cuestión de tiempo. Por ese motivo se acercó hacia la primera agente del CP que se encontró. Se trataba de una joven llamaba Alika Ebediyet y, aunque no había llegado a verla actuar violentamente, no se confiaba. Con aquella gente, como con él mismo, las apariencias siempre engañaban. Intentando no llamar demasiado la atención se acercó hasta ella, con cuidado de no revelar la identidad de la chica.
-Creo que deberíamos hablar, Alika-san. Intenta que parezca una conversación normal. Soy el sargento Kodama y estoy aquí por un sencillo motivo: vosotros. Me refiero a los... -antes de proseguir miró a ambos lados y cuando se cercioró de que nadie podía oírle continuó. Cipher Pol. Vuestro método de evacuación está resultando demasiado..., digamos violento y mi deber es asegurarme de que la evacuación se completa de forma tranquila y sin incidentes. Espero que a partir de ahora os comportéis como agentes del gobierno que sois, pues de ser necesario me veré obligado a tomar medidas.
El marine abrió los ojos y volvió a su cometido ignorando las miradas de curiosidad de todo aquel que pasaba por allí. Al menos todos estaban demasiado ocupados como para pararse a preguntarle por su aspecto o su naturaleza. Se encontraba en la plaza central de Loguetown, en ese momento, la isla más peligrosa que existía. La ejecución de uno de los Cuatro Emperadores Pirata había despertado gran expectación entre los piratas de todo el mundo y por supuesto, el deber de la marina era garantizar que el proceso se llevase a cabo sin interrupciones. Por desgracia aquello no sería tan fácil. Sin tener en cuenta la dificultad de enfrentar a la tripulación de la Yonkou, también debían asegurarse del bienestar de los pocos ciudadanos que se habían atrevido a permanecer en la isla. Tal vez, debido a la presencia de la élite de la Marina, habían pensado que sería el lugar más seguro de los alrededores. Sin embargo no contaban con la presencia del Cipher Pol.
Aquel grupo de agentes del gobierno eran los encargados de las misiones más sucias, y no parecían tener miramientos a la hora de emplear la violencia. Lo cierto era que no entendía el motivo por el que les habían encargado la evacuación de los civiles, aquella gente era la menos idónea para ese cometido. Precisamente por eso estaba en aquel lugar. Su misión consistía en evitar que esos locos abusaran de su poder y tiñeran las calles de rojo. Sabía que si llegaban a considerar a los civiles como molestias no dudarían en eliminarlos, y alguien más debía pensar igual, pues le habían asignado la tarea de evitar eso.
Para la ocasión le habían revelado la identidad de algunos de los agentes, de forma que pudiera identificarlos en caso de que se propasaran. Y parecía que iba a tener que intervenir antes de lo esperado. Ya había visto a uno o dos agentes actuar de forma excesivamente violenta, sin embargo no había tenido necesidad de actuar, por suerte habían frenado a tiempo. Aun así sabía que sería cuestión de tiempo. Por ese motivo se acercó hacia la primera agente del CP que se encontró. Se trataba de una joven llamaba Alika Ebediyet y, aunque no había llegado a verla actuar violentamente, no se confiaba. Con aquella gente, como con él mismo, las apariencias siempre engañaban. Intentando no llamar demasiado la atención se acercó hasta ella, con cuidado de no revelar la identidad de la chica.
-Creo que deberíamos hablar, Alika-san. Intenta que parezca una conversación normal. Soy el sargento Kodama y estoy aquí por un sencillo motivo: vosotros. Me refiero a los... -antes de proseguir miró a ambos lados y cuando se cercioró de que nadie podía oírle continuó. Cipher Pol. Vuestro método de evacuación está resultando demasiado..., digamos violento y mi deber es asegurarme de que la evacuación se completa de forma tranquila y sin incidentes. Espero que a partir de ahora os comportéis como agentes del gobierno que sois, pues de ser necesario me veré obligado a tomar medidas.
Meneíllos
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*Meneror escuchaba desde su celda como sus vecinos se "levantaban de su catre", quejándose del porque de su ingreso en aquella tortuosa prisión. Il Bianco también había acabado en aquella prisión sin saber porqué, tan solo, recordaba el traspaso de armas ilegales en Villa Orange a unos gyogins cuando la marina les sorprendió y Meneror quedó inconsciente por un barrote en la nuca. Su primer movimiento en aquella celda fue el de palparse la nuca, preguntandose, si había sido una barra de Kairoseki la que lo había tumbado, si no, no habría explicación.
-¿Pero que Demonios...?*Se preguntaba así mismo mientras se veía con su "nuevo atuendo" de prisionero enumerado y unas esposas de Kairoseki que impidieron tocarse la nuca. Meneror había sido trincado pro la Marina.
-Patético...*pensó para sus entrañas*
*Tomó asiento en su catre con al cabeza agachada y su garfio apuntando al suelo. No sabe cuanto tiempo estuvo ahí hasta oír las palabras de un hombre en la celda contigua. Este le preguntó que porque le habían metido ahí, Meneror solo respondió*
-Por el mismo motivo que a todos los de este piso.
*Tras decir aquello Meneror escuchó unos pasos en el pasillo de las celdas, alguien se acercaba ¿Sería el carcelero?. Lo era, efectivamente, aquel carcelero tenía pita ante los ojos de Meneror de un corrupto, por lo cual pensó en sacar provecho de la situación, no podía permitirse seguir ahí. Se dirigió al carcelero*
-Jeje je.....jejeje....jejejeje...*Su voz se tornó maliciosa*
-Os conformáis con un simple billete, cuando podéis ostentar mayores tesoros por una acción banal por vuestra parte hacia mi señor Carcelero....también sería una lástima que me escapara y me reuniera con un buen benefactor que me ayudara y al cual..pagaría muy bien.
*Meneror tornó su mirada hacia el marine, dejando solo ver por la sombra su sonrisa y su gran garfio dorado*
-¿Pero que Demonios...?*Se preguntaba así mismo mientras se veía con su "nuevo atuendo" de prisionero enumerado y unas esposas de Kairoseki que impidieron tocarse la nuca. Meneror había sido trincado pro la Marina.
-Patético...*pensó para sus entrañas*
*Tomó asiento en su catre con al cabeza agachada y su garfio apuntando al suelo. No sabe cuanto tiempo estuvo ahí hasta oír las palabras de un hombre en la celda contigua. Este le preguntó que porque le habían metido ahí, Meneror solo respondió*
-Por el mismo motivo que a todos los de este piso.
*Tras decir aquello Meneror escuchó unos pasos en el pasillo de las celdas, alguien se acercaba ¿Sería el carcelero?. Lo era, efectivamente, aquel carcelero tenía pita ante los ojos de Meneror de un corrupto, por lo cual pensó en sacar provecho de la situación, no podía permitirse seguir ahí. Se dirigió al carcelero*
-Jeje je.....jejeje....jejejeje...*Su voz se tornó maliciosa*
-Os conformáis con un simple billete, cuando podéis ostentar mayores tesoros por una acción banal por vuestra parte hacia mi señor Carcelero....también sería una lástima que me escapara y me reuniera con un buen benefactor que me ayudara y al cual..pagaría muy bien.
*Meneror tornó su mirada hacia el marine, dejando solo ver por la sombra su sonrisa y su gran garfio dorado*
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En nada comenzarían los disturbios, menos mal que yo iba preparada aunque de mala gana, esto de trabajar para el gobierno como una sumisa era un rollo y además llevaba más de una semana sin consumir ningún tipo de sustancia que me alegrase el día.
Mi deber esta vez era controlar las masas a mis alrededores, apaciguar a todos, Monokuma iba conmigo por si necesitaba ayuda aunque poco más iba a hacer más que tirarse sobre alguna roca a dormir.
Caminaba por la ciudad atenta a todo, llevaba un traje negro que iba bastante a juego con mi figura y como siempre mis dos grandes coletas que me hacían parecer inocente, por ahora no había muchos disturbios pero en cuanto me despisté, hacia el lado de una fuente en el centro de la plaza se encontraban dos hombres tramando algo, todo estaba muy lleno y la gente parecía asustada, fui hasta ellos lentamente y me remangué la chaqueta, a lo que simplemente hice un comentario en señal de negación mientras movía la cabeza-Tss...No deberíais hacer eso...y más en un día como hoy.
Me quedé a una distancia prudencial de ellos y gracias a mi akuma saqué brotaron par de manos que agarraron a los dos hombres, estas hicieron el trabajo por mí, pues con un movimiento les resquebrajaron el cuello dejándolos muertos en el suelo, la gente comenzó a mirar y algunos a desaparecer pero era mi deber.
Después de eso eché unas carcajadas, eran unos infelices borrachos que seguro no pintaban nada aquí así que cuantos menos problemas mejor.
Me moví hacia el lado izquierdo de la plaza y un marine se acercó a mi, este era extraño pues tenía cuerpo de árbol, "¿Me han vuelto a hacer efecto las pastillas de otro día?" pensé alucinada, no era normal ver a alguien así, pero hasta que el hombre no comenzó a hablar yo no salí de mi asombro.
Escuché con atención lo que dijo, vaya... el sargento Kodama, no me sonaba de nada pero el si que parecía que me conocía a mi, pero no me quedó más remedio que soltar un breve comentario mientras me reía-¿Medidas, eh? Yo estoy aquí cumpliendo órdenes, las vidas civiles no importan a menos que sean importantes, así que vosotros cumplís las vuestras y nosotros las nuestras, no hagamos una montaña de un grano de arena...
Dicho esto me alejé de el mientras le guiñaba un ojo y me quedaba solo a un par de metros mientras observaba el ambiente, quizás podía hostilizarse bastante y acabar esto mal.
Kaito Kazuki
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Loguetown, ciudad donde todo comenzó, donde un pirata dio paso a una era que aún permanece, la era de los piratas, donde todos estos rufianes considerados criminales sin honor buscan un único objetivo, el gran tesoro llamado One Piece. Y donde hayan piratas con jugosas cuantías por su cabeza se hallará el espadachín sin ojos, un cazador de recompensas que hasta poco tiempo atrás era un miembro del famoso Ouka Shichibukai, pero harto de las manías y órdenes de un gobierno caprichoso y lleno de injusticias y trapicheos para su beneficio y harto de tener que mostrar su valía como guerrero ante hombres que no son considerados justos y merecedores rechaza un combate por su puesto, siendo destituido de este con efecto inmediato. Sus pasos por las tranquilas y abarrotadas calles de la ciudad son tranquilos y serenos, resuenan levemente debido al calzado que porta, unas sandalias tradicionales de madera, su vista se fija en cada detalle, en cada persona del lugar. En la calle marines, agentes del gobierno y ciudadanos no quedan inadvertidos de la presencia del cazador, y en un tejado el hombre que le había retado y que ahora porta su cargo en el Shichibukai le muestra su respeto inclinando su sombrero. Solo hay un motivo para el que el joven cazador se encuentre en esa ciudad, las recompensas que le habían sido prometidas, eso y el entretenimiento de combatir y reducir a nada piratas, revolucionarios, en fin, criminales, a un cuerpo inerte o sin posibilidad de movimiento que acabaría en una fosa común o en una prisión, de mayor o menor rango según su peligrosidad.
|~Bueno, habrá que estar atento para ver si encuentro algún criminal de jugosa recompensa…~| Piensa el joven cazador conforme camina y sonríe sombríamente, algo que aterraría a quien lo viera bien, pero como su sombrero proyecta sobre su rostro una sombra que cubre la mayoría de la parte de este pasa inadvertido a la gran mayoría de aquellos que se encuentran a su alrededor. |~Huelo a sangre, ese dulce olor me llama, reclama que lo libere de su prisión…~| Suena en la cabeza del cazador que aparenta normalidad, bueno, para lo que él suele hacer. |~Bueno, ya comenzamos, no podrías al menos esperar a que llegáramos a un local…~| Suena nuevamente en su cabeza, ya con su voz en respuesta a Yugo.
|~Bueno, habrá que estar atento para ver si encuentro algún criminal de jugosa recompensa…~| Piensa el joven cazador conforme camina y sonríe sombríamente, algo que aterraría a quien lo viera bien, pero como su sombrero proyecta sobre su rostro una sombra que cubre la mayoría de la parte de este pasa inadvertido a la gran mayoría de aquellos que se encuentran a su alrededor. |~Huelo a sangre, ese dulce olor me llama, reclama que lo libere de su prisión…~| Suena en la cabeza del cazador que aparenta normalidad, bueno, para lo que él suele hacer. |~Bueno, ya comenzamos, no podrías al menos esperar a que llegáramos a un local…~| Suena nuevamente en su cabeza, ya con su voz en respuesta a Yugo.
Sawn
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Tras un tiempo de estar en Marineford con Dan realizando cosas, tuve que irme por una serie de cosas, una de las cuales era importante. Esa noticia volaba por toda la isla, todo marine vivo que se encontraba allí sabía la noticia y fue fácil enterarme de lo que pasaba. Dejé a Dan hacer lo suyo, me despedí de él y me fui directo al puerto. El camino no era tranquilo, el simplemente ver a los marines de un lado para otro corriendo con papeles, armas y muchos objetos necesarios para el preparatorio de los sucesos que pronto iban a suceder y que iban a cambiar el mundo pasase lo que pasase.
Tuve que esquivar un par de marines, fue fácil hacerlo gracias al entrenamiento que realicé hace un tiempo pasado. Por fin llegué a mi barco, fue raro que me dejasen entrar con mi propio barco y no acompañado por marines dentro de un buque oficial de ellos. Bueno, subí al barco, ordene un poco la cubierta que estaba desordenado y partí de allí, en camino a Longuetown, el lugar donde todos estos sucesos iban a suceder y donde una gran multitud de personas iban a asistir, tanto para recuperar a su compañera, como a librar combates como locos o simplemente dar una vuelta a ver lo que ocurría, que era mi situación.
Poco a poco dejaba atrás Marineford, que se veía más pequeña por cada vez que el barco iba mar adentro. Ya estaba en el mar, la pena que no tardó el tiempo en volverse peligroso, en un abrir y cerrar los ojos el cielo estaba encapotado por nubes negras cuales empezaron a soltar agua a más no poder. Al ver el panorama me puse una capucha de lo que fuese que tuviese dentro del barco, cualquier trapo impermeable, no quería que se me mojase el pelo, ya que cuando sucede, se baja el pelo y me tapa los ojos y con lo que estaba cayendo, sería algo malo.
Había pasado un tiempo, seguía mi camino hacia Longuetown, la lluvia seguía activa, no había cambiado la intensidad de la misma. No me despegaba del timón del barco, si lo dejase, perdería el rumbo y podría acabar en una isla cualquiera a manos del tiempo. Por mucho que el camino hubiese sido peligroso, sentía que poco a poco me iba acercando a mi destino, aunque no se veía nada.
Ya por fin, tras una gran distancia recorrida, esa lluvia estaba empezando a menguar o como se suele decir, que estaba empezando a disiparse. No tardó ni 5 minutos en despejarse el cielo, dejando a plena vista un cielo azul maravilloso donde el protagonista, que era el sol, dejaba caer sus rayos como si se tirase una piedra desde un 5º piso. Tras tres día pude ver por fin una isla, no sabía a ciencia cierta cual podía se, pero iba a parar si o si. El camino era ya sueve y tranquilo, como si estubiesemos en verano, me habían entrado ganas de quitarme la camiseta y ponerme el bañador y quedarme en cubierta durmiendo.
Llegué a esa isla, y si, era Longuetown, al llegar al puerto pude ver que no habían muchos barcos, y los que habían eran de la marina y algún barco pesquero. Amarré el barco y bajé del mismo. La sensación de tocar tierra tras varios días en la mar era un gusto exquisito, lo había experimentado varias veces, pero esta era distinta. Con mi arma empecé a caminar despacio por la isla, quería verla. Pero ese paso no tardó mucho, ya que un par de marines me pararon.
Marines: Lo siento señor, esta isla esta cerrada, estamos preparando una serie de cosas importantes, será mejor que des media vuelta. Si quieres puedes ir a la isla de al lado, está al este de aquí, allí podrás quedarte unos días hasta que esté todo preparado.
Me había tocado un poco la moral ver que tras varios días en la mar, ver que la isla estaba "cerrada". Me calmé por dentro, le di las gracias a los marines y di media vuelta otra vez al barco. Quité el amarre que tenía y me fui dirección este, hacia la isla que me habían comentado. Nada más salir pude ver que varios barcos de la marine se acercaban a toda velocidad, si no me daba prisa en salir, me podían atrapar y no dejar espacio para salir con el barco.
Hice lo que pude para salir rápido, tras conseguirlo, miré una brújula que tenía por ahí tirada por unos de los cajones de la única sala que había en el barco antes de salir. La miré y puse rumbo al este. Me aburría, no pasaba absolutamente nada interesante, el mar estaba tranquilo, el cielo despejado y solo se podía escuchar el gruñido de las gaviotas que pasaban volando por encima de mi barco.
De repente pude escuchar un cañonazo que venía de los barcos marine que se acercaban antes y que ya estaban allí en el puerto, desde mi posición se veían pequeños, como si fueran de juguete. Tenía calor, era algo asombroso, no me había pasado antes, al no gustarme nada esa sensación me quité rápidamente la chaqueta, dejándola cerca de mi por si acaso.
30 minutos después...
La isla se podía ver al fondo, pequeña, como esos barcos. Poco a poco se hacía más grande y en poco tiempo pude dejar el barco amarrado y poder tocar tierra. Antes de salir del barco, me puse la chaqueta y cogí mi espada ropera, que iba siempre conmigo. Dejando el barco atrás me dispuse a adentrarme en el pueblo, que justamente estaba pegado a la playa. Me sentía muy cansado, cualquiera que me mirase podía notar que estaba cansado, me sentía pesado y mis pasos eran lentos.
La gente me miraba, todo el mundo con ropas de verano y yo con ropa típica de invierno, que aunque era cómoda, era rara allí. Toda persona que pasaba por mi lado me miraba fijamente hasta que me perdían de vista, me sentía algo incómodo. Llegué a una casa que tenía pinta de hotel o posada, entré. El panorama era tranquilo, en aquella zona de ese edificio solo estaba una mujer mas o menos joven, de mi edad, tenía en la cara una gran sonrisa puesta.
Posadera: Muy buenas, ¿que necesita?
Dave: Necesito dormir un poco, llevo días de viaje. ¿Tienes algo para mi?
Posadera: Si por supuesto, toma esta llave, es la puerta 6, subiendo esas escaleras a la izquierda.
Dave: ¿Cuanto es?
Posadera: Son 400 berries el día.
Le pagué en seguida la cantidad que me había dicho la chica e inmediatamente me fui por las escaleras hasta la habitación. Al pisar las escaleras me pude dar cuenta que estaban hechas de un material como si fuese de mármol, pero sin tener el color característico de este. Tras subir las escaleras, había un pasillo largo donde podía ir a la izquierda, donde se encontraban las 4 primeras habitaciones y a la derecha las otras 4 habitaciones, sumando un total de 8, una buena cantidad.
Me metí por la izquierda, mirando las puertas, donde había un cartel con el numero puesto. Entré por fin el el número 4. Al entra cerré la puerta, me tiré en la cama que había y me quedé allí frito. Al rato muy largo (a las dos horas) me desperté, me notaba con más energía, podía ver que la siesta que me había pegado había valido la pena. Me levanté de la cama y salí de la habitación, rumbo a dar un paseo por el pueblo, para conocerlo mejor. Al bajar, la chica me preguntó que tal, tras responderla, me dijo que cerca de aquí había un río donde la gente iba a bañarse y relajarse.
No parecía nada malo la idea de ir a ese río a ver que tal, un buen momento de relax a parte de la siesta venía muy bien. Le di las gracias a la chica junto con una sonrisa. Salí a la calle y cogí una calle que llevaba a las afueras por el oeste del pueblo. No vi el tiempo, pero enseguida estaba allí. Analicé el lugar nada más llegar y no podía creer lo que estaba viendo, eran dos hombre pez que la marina estaba buscando, lo sabía porque había pasado mucho tiempo con Dan mientras él miraba carteles de wanted, y ellos estaban en ese montón.
Era tentador pelear contra ellos y quitarme a dos piratas por el medio, pero había venido a relajarme y eso era lo que iba a hacer, pero mantendría lo ojos bien abiertos por si hacían algo estúpido en el pueblo, ahí es donde actuaría en contra de ellos. Me acerqué al rió, tenía el bañador puesto junto con una camiseta blanca de manga corta, me la quité y me metí dentro del agua tranquilamente.
Tuve que esquivar un par de marines, fue fácil hacerlo gracias al entrenamiento que realicé hace un tiempo pasado. Por fin llegué a mi barco, fue raro que me dejasen entrar con mi propio barco y no acompañado por marines dentro de un buque oficial de ellos. Bueno, subí al barco, ordene un poco la cubierta que estaba desordenado y partí de allí, en camino a Longuetown, el lugar donde todos estos sucesos iban a suceder y donde una gran multitud de personas iban a asistir, tanto para recuperar a su compañera, como a librar combates como locos o simplemente dar una vuelta a ver lo que ocurría, que era mi situación.
Poco a poco dejaba atrás Marineford, que se veía más pequeña por cada vez que el barco iba mar adentro. Ya estaba en el mar, la pena que no tardó el tiempo en volverse peligroso, en un abrir y cerrar los ojos el cielo estaba encapotado por nubes negras cuales empezaron a soltar agua a más no poder. Al ver el panorama me puse una capucha de lo que fuese que tuviese dentro del barco, cualquier trapo impermeable, no quería que se me mojase el pelo, ya que cuando sucede, se baja el pelo y me tapa los ojos y con lo que estaba cayendo, sería algo malo.
Había pasado un tiempo, seguía mi camino hacia Longuetown, la lluvia seguía activa, no había cambiado la intensidad de la misma. No me despegaba del timón del barco, si lo dejase, perdería el rumbo y podría acabar en una isla cualquiera a manos del tiempo. Por mucho que el camino hubiese sido peligroso, sentía que poco a poco me iba acercando a mi destino, aunque no se veía nada.
Ya por fin, tras una gran distancia recorrida, esa lluvia estaba empezando a menguar o como se suele decir, que estaba empezando a disiparse. No tardó ni 5 minutos en despejarse el cielo, dejando a plena vista un cielo azul maravilloso donde el protagonista, que era el sol, dejaba caer sus rayos como si se tirase una piedra desde un 5º piso. Tras tres día pude ver por fin una isla, no sabía a ciencia cierta cual podía se, pero iba a parar si o si. El camino era ya sueve y tranquilo, como si estubiesemos en verano, me habían entrado ganas de quitarme la camiseta y ponerme el bañador y quedarme en cubierta durmiendo.
Llegué a esa isla, y si, era Longuetown, al llegar al puerto pude ver que no habían muchos barcos, y los que habían eran de la marina y algún barco pesquero. Amarré el barco y bajé del mismo. La sensación de tocar tierra tras varios días en la mar era un gusto exquisito, lo había experimentado varias veces, pero esta era distinta. Con mi arma empecé a caminar despacio por la isla, quería verla. Pero ese paso no tardó mucho, ya que un par de marines me pararon.
Marines: Lo siento señor, esta isla esta cerrada, estamos preparando una serie de cosas importantes, será mejor que des media vuelta. Si quieres puedes ir a la isla de al lado, está al este de aquí, allí podrás quedarte unos días hasta que esté todo preparado.
Me había tocado un poco la moral ver que tras varios días en la mar, ver que la isla estaba "cerrada". Me calmé por dentro, le di las gracias a los marines y di media vuelta otra vez al barco. Quité el amarre que tenía y me fui dirección este, hacia la isla que me habían comentado. Nada más salir pude ver que varios barcos de la marine se acercaban a toda velocidad, si no me daba prisa en salir, me podían atrapar y no dejar espacio para salir con el barco.
Hice lo que pude para salir rápido, tras conseguirlo, miré una brújula que tenía por ahí tirada por unos de los cajones de la única sala que había en el barco antes de salir. La miré y puse rumbo al este. Me aburría, no pasaba absolutamente nada interesante, el mar estaba tranquilo, el cielo despejado y solo se podía escuchar el gruñido de las gaviotas que pasaban volando por encima de mi barco.
De repente pude escuchar un cañonazo que venía de los barcos marine que se acercaban antes y que ya estaban allí en el puerto, desde mi posición se veían pequeños, como si fueran de juguete. Tenía calor, era algo asombroso, no me había pasado antes, al no gustarme nada esa sensación me quité rápidamente la chaqueta, dejándola cerca de mi por si acaso.
30 minutos después...
La isla se podía ver al fondo, pequeña, como esos barcos. Poco a poco se hacía más grande y en poco tiempo pude dejar el barco amarrado y poder tocar tierra. Antes de salir del barco, me puse la chaqueta y cogí mi espada ropera, que iba siempre conmigo. Dejando el barco atrás me dispuse a adentrarme en el pueblo, que justamente estaba pegado a la playa. Me sentía muy cansado, cualquiera que me mirase podía notar que estaba cansado, me sentía pesado y mis pasos eran lentos.
La gente me miraba, todo el mundo con ropas de verano y yo con ropa típica de invierno, que aunque era cómoda, era rara allí. Toda persona que pasaba por mi lado me miraba fijamente hasta que me perdían de vista, me sentía algo incómodo. Llegué a una casa que tenía pinta de hotel o posada, entré. El panorama era tranquilo, en aquella zona de ese edificio solo estaba una mujer mas o menos joven, de mi edad, tenía en la cara una gran sonrisa puesta.
Posadera: Muy buenas, ¿que necesita?
Dave: Necesito dormir un poco, llevo días de viaje. ¿Tienes algo para mi?
Posadera: Si por supuesto, toma esta llave, es la puerta 6, subiendo esas escaleras a la izquierda.
Dave: ¿Cuanto es?
Posadera: Son 400 berries el día.
Le pagué en seguida la cantidad que me había dicho la chica e inmediatamente me fui por las escaleras hasta la habitación. Al pisar las escaleras me pude dar cuenta que estaban hechas de un material como si fuese de mármol, pero sin tener el color característico de este. Tras subir las escaleras, había un pasillo largo donde podía ir a la izquierda, donde se encontraban las 4 primeras habitaciones y a la derecha las otras 4 habitaciones, sumando un total de 8, una buena cantidad.
Me metí por la izquierda, mirando las puertas, donde había un cartel con el numero puesto. Entré por fin el el número 4. Al entra cerré la puerta, me tiré en la cama que había y me quedé allí frito. Al rato muy largo (a las dos horas) me desperté, me notaba con más energía, podía ver que la siesta que me había pegado había valido la pena. Me levanté de la cama y salí de la habitación, rumbo a dar un paseo por el pueblo, para conocerlo mejor. Al bajar, la chica me preguntó que tal, tras responderla, me dijo que cerca de aquí había un río donde la gente iba a bañarse y relajarse.
No parecía nada malo la idea de ir a ese río a ver que tal, un buen momento de relax a parte de la siesta venía muy bien. Le di las gracias a la chica junto con una sonrisa. Salí a la calle y cogí una calle que llevaba a las afueras por el oeste del pueblo. No vi el tiempo, pero enseguida estaba allí. Analicé el lugar nada más llegar y no podía creer lo que estaba viendo, eran dos hombre pez que la marina estaba buscando, lo sabía porque había pasado mucho tiempo con Dan mientras él miraba carteles de wanted, y ellos estaban en ese montón.
Era tentador pelear contra ellos y quitarme a dos piratas por el medio, pero había venido a relajarme y eso era lo que iba a hacer, pero mantendría lo ojos bien abiertos por si hacían algo estúpido en el pueblo, ahí es donde actuaría en contra de ellos. Me acerqué al rió, tenía el bañador puesto junto con una camiseta blanca de manga corta, me la quité y me metí dentro del agua tranquilamente.
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Aquel fatídico día pasaría a la historia. Faltaba poco para que Katarina Belatrona, uno de los piratas más poderosos de aquella era, cargando un gran título sobre sus espaldas, sería ejecutada. La yonkou perdería la vida en Loguetown, igual que aquel humano conocido como Gold Roger. No obstante, nada sería tan fácil como pintaban las noticias. Lo más probable es que un gran ejército de la marina procurase que no hubiese problemas, pero era bien sabido que un emperador del mar no llegaba tan lejos sin compañeros que le guardasen la espalda, y esas personas irían a rescatarla, no sin antes pedir apoyo a gran cantidad de inconscientes que aceptarían por un puñado de berries, por ganarse el apoyo de Opprimire y conseguir una alianza, o por el simple hecho de hacer algo grande, de utilizar aquella oportunidad para ascender a la cima de la noche a la mañana. Yo mismo era uno de esos inconscientes. Puede que el detalle de que fuese una mujer y de belleza destacable, tuviese algo que ver, pero lo que más me interesaba era una alianza con una de las bandas más poderosas de todos los mares. No me gustaba colaborar con humanos, pero aún faltaba mucho para cumplir mi cometido, y conseguir que ellos me lo facilitasen, era una buena opción.
-Hoy va a ser un gran día.- Dije yo, pensando en voz alta mientras disfrutaba de aquel manantial que nos protegía del insoportable calor que azotaba ese día. Estábamos atentos. Tan solo teníamos que esperar una señal para que comenzara el juego. Una andanada de siete cañones rugió en cielo a la vez que yo esbozaba una sonrisa ladeada. Cánabar se levantó y sugirió partir cuanto antes. Odiaba tener que trabajar con el sol que hacía, pero el clima no sería un obstáculo para aquel par de gyojins, haría falta algo más para detener nuestro avance. En la sugerencia del tiburón, se encontraba nuestro futuro objetivo. Prenderíamos fuego al ayuntamiento del pueblo más cercano, dejando que las llamas consumieran todo a su paso. Según nos habían dicho, teníamos que atraer la atención de la marina, algo peligroso, pero no pretendía morir tan pronto. Cánabar se puso en marcha y yo no iba a ser menos, así que me zambullí por última vez y salí raudo para no quedarme atrás. Una carrera de varios minutos bastó para alcanzar nuestro destino. Miré a mi compañero y puse mi dedo índice en su pecho.
-Si esto sale bien, podemos ganar muchas cosas. Quiero una alianza con esa Yonkou y para ello, tiene que estar viva. Pero eso sí, no moriremos en el intento. Si la cosa se complica, nos largaremos y dejaremos que muera. No daré mi vida por una humana.- Dije yo, en un tono serio, para dejar claras mis intenciones.
Eché un vistazo rápido. Ante nosotros se mostraba orgulloso un pueblo de grandes dimensiones. Sus edificios eran grandes y lujosos. Sus residentes andaban de forma peculiar, vestían trajes caros, de lino y de seda, con piedras preciosas engarzadas y otros muchos detalles que denotaban el poder económico de aquella gente. Su hablar era refinado, parecían bastante alegres y tranquilos gracias a la vida que les había tocado, pero ignoraban lo que estaba por venir. Aquella plaga sería diezmada. Divisé a mi primera presa, un hombre de mediana edad, de baja estatura, vestido con una camisa roja y blanca, de manga larga y volantes al final de estas, con bordes dorados y un pantalón holgado, de color beis, sujetado por un cinturón marrón con hebilla de oro y con unas botas negras como calzado. Caminaba despreocupado, contando su dinero y sin ver lo que se avecinaba. Me acerqué a él y cuando estuve a pocos metros, mi sombra la advirtió del peligro. Dirigió su mirada hacia arriba, y contemplo la figura nívea y azabache, de dos metros, que se alzaba frente a él, mostrando poderosos y afilados colmillos entre una sonrisa macabra, mas ya era demasiado tarde. Intentó huir, pero agarré su cuello con mi mano derecha antes de que pudiera reaccionar y lo alcé a varios centímetros del suelo. El tintineo de las monedas al caer, atrayó varias miradas. -¿Donde está nuestra bienvenida, princesita?- Pregunté yo, en un tono burlón. Intentaba pedir ayuda con una voz tenue, mientras notaba que le faltaba el oxígeno y su piel palidecía. Un apretón puso fin a su vida. Dejé caer el cadáver sobre el suelo y contemplé el pánico que surgía entre aquellos que presenciaron la escena. Tenía pensado disfrutar de aquel espectáculo.
-Hoy va a ser un gran día.- Dije yo, pensando en voz alta mientras disfrutaba de aquel manantial que nos protegía del insoportable calor que azotaba ese día. Estábamos atentos. Tan solo teníamos que esperar una señal para que comenzara el juego. Una andanada de siete cañones rugió en cielo a la vez que yo esbozaba una sonrisa ladeada. Cánabar se levantó y sugirió partir cuanto antes. Odiaba tener que trabajar con el sol que hacía, pero el clima no sería un obstáculo para aquel par de gyojins, haría falta algo más para detener nuestro avance. En la sugerencia del tiburón, se encontraba nuestro futuro objetivo. Prenderíamos fuego al ayuntamiento del pueblo más cercano, dejando que las llamas consumieran todo a su paso. Según nos habían dicho, teníamos que atraer la atención de la marina, algo peligroso, pero no pretendía morir tan pronto. Cánabar se puso en marcha y yo no iba a ser menos, así que me zambullí por última vez y salí raudo para no quedarme atrás. Una carrera de varios minutos bastó para alcanzar nuestro destino. Miré a mi compañero y puse mi dedo índice en su pecho.
-Si esto sale bien, podemos ganar muchas cosas. Quiero una alianza con esa Yonkou y para ello, tiene que estar viva. Pero eso sí, no moriremos en el intento. Si la cosa se complica, nos largaremos y dejaremos que muera. No daré mi vida por una humana.- Dije yo, en un tono serio, para dejar claras mis intenciones.
Eché un vistazo rápido. Ante nosotros se mostraba orgulloso un pueblo de grandes dimensiones. Sus edificios eran grandes y lujosos. Sus residentes andaban de forma peculiar, vestían trajes caros, de lino y de seda, con piedras preciosas engarzadas y otros muchos detalles que denotaban el poder económico de aquella gente. Su hablar era refinado, parecían bastante alegres y tranquilos gracias a la vida que les había tocado, pero ignoraban lo que estaba por venir. Aquella plaga sería diezmada. Divisé a mi primera presa, un hombre de mediana edad, de baja estatura, vestido con una camisa roja y blanca, de manga larga y volantes al final de estas, con bordes dorados y un pantalón holgado, de color beis, sujetado por un cinturón marrón con hebilla de oro y con unas botas negras como calzado. Caminaba despreocupado, contando su dinero y sin ver lo que se avecinaba. Me acerqué a él y cuando estuve a pocos metros, mi sombra la advirtió del peligro. Dirigió su mirada hacia arriba, y contemplo la figura nívea y azabache, de dos metros, que se alzaba frente a él, mostrando poderosos y afilados colmillos entre una sonrisa macabra, mas ya era demasiado tarde. Intentó huir, pero agarré su cuello con mi mano derecha antes de que pudiera reaccionar y lo alcé a varios centímetros del suelo. El tintineo de las monedas al caer, atrayó varias miradas. -¿Donde está nuestra bienvenida, princesita?- Pregunté yo, en un tono burlón. Intentaba pedir ayuda con una voz tenue, mientras notaba que le faltaba el oxígeno y su piel palidecía. Un apretón puso fin a su vida. Dejé caer el cadáver sobre el suelo y contemplé el pánico que surgía entre aquellos que presenciaron la escena. Tenía pensado disfrutar de aquel espectáculo.
Crimson
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No, joder. Se había estrellado el barco que tanto había costado conseguir a Crimson ( anteriormente conocido como Red Stinger, aunque todo el mundo parecía conocer su anterior identidad por más que se esforzaba en ocultarla); bueno, vale lo había conseguido echando a los anteriores piratas de su barco y apropiándoselo (el tener un barco anclado en el muelle siempre es bueno para tener usarlo como lugar al que llevar a inocentes, y no tan inocentes, muchachitas que conseguían seguirle). Red Love Machine, un nombre que hacía clara referencia a su primer y principal uso, aunque después se había convertido en el navío de los Sons of Anarchy, la banda pirata formada por él hace ya bastante tiempo. Muchos de sus miembros habían cambiado pero el espíritu inicial de la misma continuaba en ese jóvenes que habían suplido a los originales mienbros.
Ahora que había dejado a Dark D. Rose (para él era "Sweety"), que también se había cambiado el nombre recientemente, la banda pirata estaba mejor que nunca, con varios miembros talentosos entre sus filas. Sin duda llegarían lejos si continuaban unidos... aunque estaban momentáneamente separados tras la colisión de la embarcación contra las rocas.
A pesar de su gran velocidad sólo le dio tiempo a salvar a su querida pelirroja, cierto era que con ella tenía cierta preferencia, es el problema de tener una obsesión con el color rojo y con las mujeres, que si lo juntas puede ser una mezcla demasiado explosiva para él. A ella la había llevado hasta un lugar más seguro, cargándola en sus brazos y volando con sus majestuosas alas. Sin embargo, volar en la noche no es precisamente la especialidad de un águila real, por lo que sufrió una conmoción al darse un cabezazo contra un muro.
Se despertó al día siguiente y no se acordaba muy bien qué había pasado. Había una mujer, muy guapa por cierto, al lado de él. -"Joder, hasta dormido ligo. Lo mío ya es un don divino"- pensó al ver como la chica le manoseaba. -Guapa, para ser la primera cita, ¿no crees que vas muy rápido?- preguntó entre risas, juguetón, el pirata. Ella al ver como este se había despertado y le había llamado la atención, echó a correr con su O wazamono entre sus manos. Al ver esto se había dado cuenta de quién se trataba esa mujer -¡Puta choriza!- gritó el asesino al ver como intentaba huir. Se transformó en su forma completa y tras volar por unos pocos segundos logró atraparla con sus garras, cogiéndola por los brazos y tirándola al suelo y volviendo a su forma humana, con sus dos pies sobre los codos de la chica, que estaba boca abajo. -Me importa una mierda tus motivos para robarme, como si tienes cinco hijos muertos de hambre. Escucha zorra, no me gusta pegar a mujeres, pero como vuelvas a repetirlo, te vas a arrepentir.- Recuperó su espada y la dejó ahí, tumbada y tiritando del miedo.
Toda esa situación le hizo olvidarse, de momento, de lo que había ocurrido la noche anterior. Se preguntaba qué cojones estaba haciendo ahí. Y visto que no tenía resaca no había perdido la memoria por culpa del alcohol, aunque si que olía un poco a ello. Se llevó la diestra a la cabeza y en su palma pudo ver rastros de sangre coagulada. Se tuvo que haber metido una buena ostia y aquella zorra se aprovechaba del bueno, muy bueno, de Crimson. Siguió pensando mientras deambulaba por la zona y entonces recordó que ayer había llevado un par de barriles llenos de sake al Red Love Machine para saludar a sus antiguos tripulantes. Estos llamaban mucho la atención, por lo que no era tan difícil seguirles el rastro, más tratándose de un ex-cazador de piratas. Luego chocaron y tuvo que salvar a su Sweety... ¿Pero dónde coño la había dejado?.
-Mmmmm...- murmuró Crimson intentando recordar dónde estaba y tras darse cuenta de que poco podría hacer su ya deteriorada memoria decidió echarse al aire, convirtiéndose una vez más en un hermoso ejemplar de águila real. La ventaja de su fruta Zoan de rapaz es que era capaz de ver a distancias inusitadas con una visión más que prodigiosa. Un águila adulta puede detectar roedores a kilómetros de distancia sin mucho esfuerzo, por lo que si él volaba y tras dar un vueltas por la isla, podría ver a toda clase de individuos a una distancia en la que ellos probablemente ni notaran su presencia. Así que fue eso lo que hizo. Blandió sus portentosas alas y echó a volar, alzándose a más de 500 metros del suelo. Voló en círculos recorriendo gran parte de la isla en busca de su pelirroja. Veía a varias personas pero no conseguía encontrarla por el momento. Sin embargo acabó observando, por el rabillo del ojo, un destello rojo que le recordaba a Rose. ¿Sería ella?
Ahora que había dejado a Dark D. Rose (para él era "Sweety"), que también se había cambiado el nombre recientemente, la banda pirata estaba mejor que nunca, con varios miembros talentosos entre sus filas. Sin duda llegarían lejos si continuaban unidos... aunque estaban momentáneamente separados tras la colisión de la embarcación contra las rocas.
A pesar de su gran velocidad sólo le dio tiempo a salvar a su querida pelirroja, cierto era que con ella tenía cierta preferencia, es el problema de tener una obsesión con el color rojo y con las mujeres, que si lo juntas puede ser una mezcla demasiado explosiva para él. A ella la había llevado hasta un lugar más seguro, cargándola en sus brazos y volando con sus majestuosas alas. Sin embargo, volar en la noche no es precisamente la especialidad de un águila real, por lo que sufrió una conmoción al darse un cabezazo contra un muro.
Se despertó al día siguiente y no se acordaba muy bien qué había pasado. Había una mujer, muy guapa por cierto, al lado de él. -"Joder, hasta dormido ligo. Lo mío ya es un don divino"- pensó al ver como la chica le manoseaba. -Guapa, para ser la primera cita, ¿no crees que vas muy rápido?- preguntó entre risas, juguetón, el pirata. Ella al ver como este se había despertado y le había llamado la atención, echó a correr con su O wazamono entre sus manos. Al ver esto se había dado cuenta de quién se trataba esa mujer -¡Puta choriza!- gritó el asesino al ver como intentaba huir. Se transformó en su forma completa y tras volar por unos pocos segundos logró atraparla con sus garras, cogiéndola por los brazos y tirándola al suelo y volviendo a su forma humana, con sus dos pies sobre los codos de la chica, que estaba boca abajo. -Me importa una mierda tus motivos para robarme, como si tienes cinco hijos muertos de hambre. Escucha zorra, no me gusta pegar a mujeres, pero como vuelvas a repetirlo, te vas a arrepentir.- Recuperó su espada y la dejó ahí, tumbada y tiritando del miedo.
Toda esa situación le hizo olvidarse, de momento, de lo que había ocurrido la noche anterior. Se preguntaba qué cojones estaba haciendo ahí. Y visto que no tenía resaca no había perdido la memoria por culpa del alcohol, aunque si que olía un poco a ello. Se llevó la diestra a la cabeza y en su palma pudo ver rastros de sangre coagulada. Se tuvo que haber metido una buena ostia y aquella zorra se aprovechaba del bueno, muy bueno, de Crimson. Siguió pensando mientras deambulaba por la zona y entonces recordó que ayer había llevado un par de barriles llenos de sake al Red Love Machine para saludar a sus antiguos tripulantes. Estos llamaban mucho la atención, por lo que no era tan difícil seguirles el rastro, más tratándose de un ex-cazador de piratas. Luego chocaron y tuvo que salvar a su Sweety... ¿Pero dónde coño la había dejado?.
-Mmmmm...- murmuró Crimson intentando recordar dónde estaba y tras darse cuenta de que poco podría hacer su ya deteriorada memoria decidió echarse al aire, convirtiéndose una vez más en un hermoso ejemplar de águila real. La ventaja de su fruta Zoan de rapaz es que era capaz de ver a distancias inusitadas con una visión más que prodigiosa. Un águila adulta puede detectar roedores a kilómetros de distancia sin mucho esfuerzo, por lo que si él volaba y tras dar un vueltas por la isla, podría ver a toda clase de individuos a una distancia en la que ellos probablemente ni notaran su presencia. Así que fue eso lo que hizo. Blandió sus portentosas alas y echó a volar, alzándose a más de 500 metros del suelo. Voló en círculos recorriendo gran parte de la isla en busca de su pelirroja. Veía a varias personas pero no conseguía encontrarla por el momento. Sin embargo acabó observando, por el rabillo del ojo, un destello rojo que le recordaba a Rose. ¿Sería ella?
Garland Blain
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Sentado en una silla, en el despacho del comodoro que capitaneaba el barco en el que llegaría al lugar del evento. Era una habitación pequeña, con algunos muebles, entre ellos un par de sillas y una mesa entre medio. Me encontraba discutiendo con este sobre lo que debíamos hacer. Siempre intenté seguir las órdenes a raja tabla, pero a veces había que ir un paso más allá, y esta era una de esas ocasiones. Quería luchar junto a todos aquellos valientes que estaban dando la vida. La muerte ya se estaba cobrando sus primeras víctimas, y la persona por la que luchaba, aún estaba muy lejos de aquí. Era increíble el poder que movía un solo Yonkou.
-¡Maldita sea comodoro, tenemos que apoyar a nuestros compañeros en la batalla naval! ¡No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras algunos de nuestros soldados caen en decenas!- Exclamaba yo.
-¡No seas pesado Garland! ¡Ya te he dicho que no! Tenemos que acatar las órdenes, y nuestras órdenes son llegar al puerto de Loguetown cuanto antes, así que deja de rechistar y se paciente, pues seguramente tendrás un papel en la guerra que se avecina, esto no ha hecho más que empezar.- En ese instante me levanté de mi asiento y golpeé la mesa, estaba furioso.
-¡No busco gloria, dinero ni fama, lo único que quiero es salir y apoyar con mi vida a esos pobres diablos que intentan frenar el paso al enemigo! ¡No soporto esta impotencia!- Continué.
-¿¡Te crees que a mí me hace gracia pensar como muchos inocentes llorarán en este día la muerte de sus seres queridos!? ¡Yo más que nadie quiero desviar el rumbo de este navío y destrozar a esos malditos piratas! Pero entiéndelo teniente... Esto solo acaba de empezar y da gracias a dios si sobrevives.- Finalizó este.
Sabía que en parte tenía razón, pero me invadía el coraje de sentirme incapaz de ayudar a los demás. Tenía que mantenerme a la espera de que nuestro navío llegase a puerto para asegurar junto a muchos otros soldados que la ejecución se llevara a cabo satisfactoriamente, pero la paciencia no era una de mis virtudes, y presenciar mares de sangre sin mover un dedo, tampoco. Agarré mi martillo, apoyado sobre la pared, y salí hacia la cubierta. Me acerqué a la borda y posé mi arma sobre el suelo, dejando las manos sobre el mango, mirando como la batalla iba tomando forma. Tenía unas ganas terribles de ir, pero coger un bote sería un suicidio, y lanzarme al mar, sería peor aún, pues era usuario de una akuma no mi, y si caía al mar, me hundiría como una roca y acabaría siendo comida para los peces. Y ciertamente, una batalla naval no era la mejor idea para llevar a alguien con los poderes del diablo, y menos cuando podía crear explosiones. Tenía que hacer caso al comodoro y asumir mi responsabilidad.
Dirigí mi mirada hacia el mascarón del barco. A lo lejos podía verse aquella imponente ciudad del East blue. No tardaríamos mucho en llegar, aunque tampoco me entusiasmaba la idea de pisar tierra y quedarme horas esperando hasta que trajesen a aquella mujer. -"Al menos, me consuela saber que hoy, un delincuente como tal, pagará por sus pecados."- Pensé, intentando dejar a un lado mis ganas aplastar piratas.
-¡Maldita sea comodoro, tenemos que apoyar a nuestros compañeros en la batalla naval! ¡No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras algunos de nuestros soldados caen en decenas!- Exclamaba yo.
-¡No seas pesado Garland! ¡Ya te he dicho que no! Tenemos que acatar las órdenes, y nuestras órdenes son llegar al puerto de Loguetown cuanto antes, así que deja de rechistar y se paciente, pues seguramente tendrás un papel en la guerra que se avecina, esto no ha hecho más que empezar.- En ese instante me levanté de mi asiento y golpeé la mesa, estaba furioso.
-¡No busco gloria, dinero ni fama, lo único que quiero es salir y apoyar con mi vida a esos pobres diablos que intentan frenar el paso al enemigo! ¡No soporto esta impotencia!- Continué.
-¿¡Te crees que a mí me hace gracia pensar como muchos inocentes llorarán en este día la muerte de sus seres queridos!? ¡Yo más que nadie quiero desviar el rumbo de este navío y destrozar a esos malditos piratas! Pero entiéndelo teniente... Esto solo acaba de empezar y da gracias a dios si sobrevives.- Finalizó este.
Sabía que en parte tenía razón, pero me invadía el coraje de sentirme incapaz de ayudar a los demás. Tenía que mantenerme a la espera de que nuestro navío llegase a puerto para asegurar junto a muchos otros soldados que la ejecución se llevara a cabo satisfactoriamente, pero la paciencia no era una de mis virtudes, y presenciar mares de sangre sin mover un dedo, tampoco. Agarré mi martillo, apoyado sobre la pared, y salí hacia la cubierta. Me acerqué a la borda y posé mi arma sobre el suelo, dejando las manos sobre el mango, mirando como la batalla iba tomando forma. Tenía unas ganas terribles de ir, pero coger un bote sería un suicidio, y lanzarme al mar, sería peor aún, pues era usuario de una akuma no mi, y si caía al mar, me hundiría como una roca y acabaría siendo comida para los peces. Y ciertamente, una batalla naval no era la mejor idea para llevar a alguien con los poderes del diablo, y menos cuando podía crear explosiones. Tenía que hacer caso al comodoro y asumir mi responsabilidad.
Dirigí mi mirada hacia el mascarón del barco. A lo lejos podía verse aquella imponente ciudad del East blue. No tardaríamos mucho en llegar, aunque tampoco me entusiasmaba la idea de pisar tierra y quedarme horas esperando hasta que trajesen a aquella mujer. -"Al menos, me consuela saber que hoy, un delincuente como tal, pagará por sus pecados."- Pensé, intentando dejar a un lado mis ganas aplastar piratas.
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Perfecto, realmente me había salido todo de perlas. Pues no. ¿Por qué tuve que tener la mala suerte de encontrarme esos acorazados marines? Nos encontrábamos toda la banda reunida en un punto alejado de Lugetown, dado que dentro de poco y menos sucedería un acontecimiento importante y eso estaría plagado de marines. Podemos contra algunos acorazados, pero podríamos tener la mala suerte de encontrarnos a toda una fota, y eso sería peligroso. Así pues di una orden. Yo soy el miembro más reconocido de la banda, y eso posible que si me viesen eso daría qué sospechar, por ello decidí ir en un barco de alquiler hasta otra isla de encuentro, mientras que Amai y los demás, a excepción de Émile, irían en La Perla, con las velas recogidas para no causar sospechas. A Émile no le hacía falta ninguna disimulación, pues él oficialmente sigue siendo aliado de la marina, así que no necesitaba nada. La isla en cuestión se encontraba cerca de Lugetown, a la que iríamos con La Perla poco antes de que empiece la acción, haciendo un acto de presencia de los Kuzaku Funnen.
Sin embargo me encontraba yo tranquilamente silbando con mi pequeño barco de alquiler, cuando me encontré con un acorazado de la marina. Asustado, pensé que irían a atacarme, pero sus balas de cañón se desviaban hasta mi izquierda, donde se encontraba una flota del Opprimere Al parecer no se percataban de mi, y estaban cegados con los piratas. Y poco a poco ambos barcos se iban acercando hasta dejar un pequeño espacio entre los que estábamos yo, el pequeño barco de alquiler, y las balas de cañon. La cosa es que faltándome unas cuantas leguas, por no decir centenares, de la isla en la que Émile posiblemente espere aburrido, estos barcos empezaron a dispararme sin quererlo con las cosas que se pierden en fuego cruzado. Balas, cañones, espadas e incluso algún que otro melón, que parece que en vez de comérselo, se lo tiran a la gente a ver si les dan en la cabeza. Dejé el timón con rumbo a la isla establecida como punto de encuentro, mientras que intentaba defenderme con mi katana. Sin embargo llegué a un punto en el que si cortaba un cañonazo de uno, el otro seguía impactando, así pues no me quedó otra que usar una de mis técnicas especiales.- Asshu Asshu No… Dõmu.- Dije mientras chocaba mis puños antes de dejar que la ceniza empezará a fluir de mi interior, para que tras dar la palmada al suelo del navío mi ceniza fuera a dónde yo quería, que era rodeando el barco para crear así un escudo de ceniza. Al ser un barco pequeñito, tampoco me hube cansado o usado mucha ceniza para ello. A partir de ahora los cañonazos y disparos chocarían con la cúpula. Algunos pensarán que uno así no podría ver con ceniza delante, y así no podría navegar, sin embargo yo podía ver a través de ella, es como si en el mismo escudo tuviera ojos.
Lamentablemente esto no me servía, porque esos marines si no me habían visto aun lo harían dentro de poco, y aunque pudiera resistirles, tendría que acabar con ellos o sino verían a dónde me dirijo, y si ven a dónde me dirijo habría más barcos marines allí, y eso sería un problema. Realmente no me decidí a atacar a los marines yo mismo hasta que no vi una señal en el cielo. Claramente tuvo que ser Émile, pues ya había visto esos “fuegos artificiales” antes, aparte de que se iluminaba la bandera de nuestra banda, que por suerte era desconocida para los que no fueran integrantes, cosa que cambiaría dentro de poco. No tenía otra opción, sería mejor ayudar a aquellos piratas y acabar con ese acorazado marine. Además, tras mi técnica seguramente se hubieran dado cuenta de mi presencia.- Vento Form.- Mascullé mientras dejaba que mi cuerpo fuera movido por la leve ventisca de aire que me arrastraba hasta hacer que algo de un color negruzco correando por el aire. No había hecho muchas veces, era una sensación extraña, no estaba mi cuerpo físico, pero todos mis sentidos seguían activos y yo podía ver y escuchar todo. Así pues pude percatarme de que ambos bandos se dieron cuenta de mi, o al menos de que algo extraño estaba en al aire. Lo sabía porque miraban mi oscura figura y ya no escuchaba los cañones explosionar. Finalmente aquella pequeña ventisca de aire que se levantó me dejó en el borde del navío marine. Y mi forma de ser humano se recompuso, dejándome ver.
Tenía a varios marines en frente.- Buenos días caballeros, me he percatado de que han dejado caer algunas cosas en mi barco. Siento decirles que eso no me ha gustado, y venía a cobrar el pago.- Dejé caerles con palabrería a los marines de mis intenciones, con mi toque humorístico, claramente. No tardaron en reconocerme, pelirrojo, espada, y la cinta en el brazo, señas que me identificaban como el Supernova Sharp D. Drake. No sólo los marines, los piratas también me reconocieron. Ya saltaban las típicas preguntas, qué hacía aquí, que si estaba con los otros piratas… Parece que cuando le hablas a la gente, no escuchan. Finalmente me giré para hablar con los piratas.- ¡Eh! No os conozco ni sé quiénes sois, ni me importa. Sólo sé que estos son marines, y me han molestado. Espero que no os importe, pero me gustaría quitármelos del camino. Así pues, os ayudaré en vuestra lucha.- Les grité de barco a barco. No sabía si su capitán me habría escuchado, o si estaría de acuerdo. Sin embargo yo di el primer golpe. Salté del borde para empezar a pegarme con aquellos reclutas.- Desvélate, Odakaya.- Dije en carrera mientras desenvainaba mi katana para empezar a acabar con algunos reclutas. Y tras de mi, algunos de los piratas empezaban un abordaje. Lo único que esperaba, es que no tardase mucho en terminar esto, y que no me obligaran a dejarme la piel en mi lucha. Con los acontecimientos futuros, puede haber cualquier persona en estos barcos. Sin embargo, sería interesante, yo y unos piratas que no conozco contra el mundo, algo divertido de ver.
Sin embargo me encontraba yo tranquilamente silbando con mi pequeño barco de alquiler, cuando me encontré con un acorazado de la marina. Asustado, pensé que irían a atacarme, pero sus balas de cañón se desviaban hasta mi izquierda, donde se encontraba una flota del Opprimere Al parecer no se percataban de mi, y estaban cegados con los piratas. Y poco a poco ambos barcos se iban acercando hasta dejar un pequeño espacio entre los que estábamos yo, el pequeño barco de alquiler, y las balas de cañon. La cosa es que faltándome unas cuantas leguas, por no decir centenares, de la isla en la que Émile posiblemente espere aburrido, estos barcos empezaron a dispararme sin quererlo con las cosas que se pierden en fuego cruzado. Balas, cañones, espadas e incluso algún que otro melón, que parece que en vez de comérselo, se lo tiran a la gente a ver si les dan en la cabeza. Dejé el timón con rumbo a la isla establecida como punto de encuentro, mientras que intentaba defenderme con mi katana. Sin embargo llegué a un punto en el que si cortaba un cañonazo de uno, el otro seguía impactando, así pues no me quedó otra que usar una de mis técnicas especiales.- Asshu Asshu No… Dõmu.- Dije mientras chocaba mis puños antes de dejar que la ceniza empezará a fluir de mi interior, para que tras dar la palmada al suelo del navío mi ceniza fuera a dónde yo quería, que era rodeando el barco para crear así un escudo de ceniza. Al ser un barco pequeñito, tampoco me hube cansado o usado mucha ceniza para ello. A partir de ahora los cañonazos y disparos chocarían con la cúpula. Algunos pensarán que uno así no podría ver con ceniza delante, y así no podría navegar, sin embargo yo podía ver a través de ella, es como si en el mismo escudo tuviera ojos.
Lamentablemente esto no me servía, porque esos marines si no me habían visto aun lo harían dentro de poco, y aunque pudiera resistirles, tendría que acabar con ellos o sino verían a dónde me dirijo, y si ven a dónde me dirijo habría más barcos marines allí, y eso sería un problema. Realmente no me decidí a atacar a los marines yo mismo hasta que no vi una señal en el cielo. Claramente tuvo que ser Émile, pues ya había visto esos “fuegos artificiales” antes, aparte de que se iluminaba la bandera de nuestra banda, que por suerte era desconocida para los que no fueran integrantes, cosa que cambiaría dentro de poco. No tenía otra opción, sería mejor ayudar a aquellos piratas y acabar con ese acorazado marine. Además, tras mi técnica seguramente se hubieran dado cuenta de mi presencia.- Vento Form.- Mascullé mientras dejaba que mi cuerpo fuera movido por la leve ventisca de aire que me arrastraba hasta hacer que algo de un color negruzco correando por el aire. No había hecho muchas veces, era una sensación extraña, no estaba mi cuerpo físico, pero todos mis sentidos seguían activos y yo podía ver y escuchar todo. Así pues pude percatarme de que ambos bandos se dieron cuenta de mi, o al menos de que algo extraño estaba en al aire. Lo sabía porque miraban mi oscura figura y ya no escuchaba los cañones explosionar. Finalmente aquella pequeña ventisca de aire que se levantó me dejó en el borde del navío marine. Y mi forma de ser humano se recompuso, dejándome ver.
Tenía a varios marines en frente.- Buenos días caballeros, me he percatado de que han dejado caer algunas cosas en mi barco. Siento decirles que eso no me ha gustado, y venía a cobrar el pago.- Dejé caerles con palabrería a los marines de mis intenciones, con mi toque humorístico, claramente. No tardaron en reconocerme, pelirrojo, espada, y la cinta en el brazo, señas que me identificaban como el Supernova Sharp D. Drake. No sólo los marines, los piratas también me reconocieron. Ya saltaban las típicas preguntas, qué hacía aquí, que si estaba con los otros piratas… Parece que cuando le hablas a la gente, no escuchan. Finalmente me giré para hablar con los piratas.- ¡Eh! No os conozco ni sé quiénes sois, ni me importa. Sólo sé que estos son marines, y me han molestado. Espero que no os importe, pero me gustaría quitármelos del camino. Así pues, os ayudaré en vuestra lucha.- Les grité de barco a barco. No sabía si su capitán me habría escuchado, o si estaría de acuerdo. Sin embargo yo di el primer golpe. Salté del borde para empezar a pegarme con aquellos reclutas.- Desvélate, Odakaya.- Dije en carrera mientras desenvainaba mi katana para empezar a acabar con algunos reclutas. Y tras de mi, algunos de los piratas empezaban un abordaje. Lo único que esperaba, es que no tardase mucho en terminar esto, y que no me obligaran a dejarme la piel en mi lucha. Con los acontecimientos futuros, puede haber cualquier persona en estos barcos. Sin embargo, sería interesante, yo y unos piratas que no conozco contra el mundo, algo divertido de ver.
Vongola Ryohei
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Llego a una pequeña isla del East Blue en mi moto tranquilamente pero el llegar a la isla es el fin de mi tranquilidad. Al parecer unos piratas están destruyendo la isla, fuego por todas partes, personas muertas, niños llorando y animales en llamas, toda una escena que deja ver la podredumbre de los atacantes. Y sigo a lo mío ya que no me interesa meterme en peleas con ellos así que camino cargando la moto tranquilamente evitando las peleas a medida de lo posible. Mientras camino uno de los piratas parece fijarse en mí y en mi moto y me provoca un mal presentimiento sobre eso por lo que me adelanto a los posibles sucesos y empleando el Sokuza no Douyou me muevo veloz hacia donde él está y luego lanzar 5 puñetazos a su torso y dos puñetazos con las manos girando a 1250 rpm a su cara. Si encaja todos los golpes acabará muy mal parado.
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Es ya de día, una fina lámina de luz entra por la ventana de su camarote en el Explorador Rojo, en la cama se encuentra un joven enorme, de cabellos y ojos púrpura, normalmente duerme sin vestimentas por comodidad, y esa no es una excepción, su cuerpo se encuentra envuelto en una fina capa de sudor frío, algo normal tras el mal sueño que ha padecido, un accidente que lleva al barco al naufragio y ante la ausencia del capitán de la tripulación, Kirito, quien se había marchado hace ya un día y no se sabe cuando se volverá a saber de él. El joven se levanta con diligencia, mostrando su cuerpo alto y bien formado a parte de musculado por el entrenamiento. Empieza a vestir su ropaje, del mismo color que sus ojos y cabellos, pero a distintas tonalidades. Tras vestirse se marcha a la cubierta donde se encontraría otro miembro de la tripulación y uno de los más veteranos, Camus Killer, hombre de confianza del capitán pues han vividoo muchas cosas juntos. Poco tarda en legar a su lado, debido a la gran distancia que recorre con cada uno de sus pasos debido al tamaño de sus piernas. |~Bueno Camus, ¿que hacemos? Kirito puede tardar mucho en volver, tendríamos que hacer algo para no ser presas fáciles.~~| Dice el joven con una voz fría como de costumbre. Su mirada se fija en el horizonte, como si esperara la llegada de algo o de alguien y su musculatura empieza a tensarse.
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El joven marine había sido destinado a una isla sin vida, sin bares, sin diversión, un muermazo de misión en la que le habían enviado a ayudar a su compañero de tripulación y oficio, Joseph, pero de momento se encuentra solo, bueno, eso es así dado que Leto se había marchado buscando algo que hacer, cosa que hace el joven Kaishi, que viste con un pantalon casual negro, zapatillas rojas y blancas y una sudadera blanca con capucha y una línea negra en la zona del cierre. Lleva la capucha echada por encima de su cabeza proyectando una sombra sobre su rostro, lo que oculta su identidad a la vista de las personas que puedan estar alrededor de él. sus pasos suenan quizás demasiado para tener que llevar cuidado, pero eso no le importa en lo más mínimo, está prácticamente solo, pues su compañero ya sigue un rastro pues lo puede ver avanzar siguiendo lo que parecen ser huellas, tanto humanas como animales. Tras escuchar el grito que profiere su compañero el joven Kaishi no puede evitar soltar una sonora carcajada, el comentario tan absurdo como ridículo provoca una escandalosa risa en el recluta que podría perfectamente buscarse problemas con su compañero, pero tendría que aguantarse pues ya es tarde para arrepentirse. |~Vaya Leto, deberías mejorar tu humor, ese comentario casi me mata.~| Dice entre risas conforme se arma preparado a apoyar a su compañero en caso de necesitarlo.
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Un vaivén controla el barco, las olas que rompen en su casco lo empujan de un lado al otro, en el interior del mismo se encuentra un joven vestido con un haori y un hakama, ambos de color negro, atados con una cinta blanca. Calza unas sandalias tradicionales, lo que le hace parecer un guerrero pero le aleja de la imagen de un revolucionario, lo que en cierto modo juega a su favor pues le da la oportunidad de infiltrarse sin mayores problemas pues el gobierno no sospecha de él. El barco en el que viaja llega a la costa por la zona sur de esta, lo que le hace desembarcar en una zona de relieve escarpado y mareas extrañas, complicando el desembarque. Pero el joven revolucionario no tiene problemas con eso, pues superar las dificultades del relieve no le costará mucho debido a su entrenamiento y sus vivencias. Salta a una pequeña elevación del relieve sobre el nivel del mar, el primero de los muchos picos rocosos que se extienden hasta la orilla de la isla. Como un grillo o una rana salta de pico en pico hasta llegar a la costa para poder infiltrarse en la multitud, pues es la mejor forma de avanzar, así pues camina tranquilo como uno más de los ciudadanos que caminan por la calle.
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En la zona este de la isla se encuentra un hombre de cabellos blancos y complexión delgada, lo que le da un aspecto enfermizo y débil, pero en su espalda porta una enorme espada, lo que denota una fuerza física fuera de lo común, pero no todo el mundo es capaz de ver la realidad de su fuerza, toman el arma como un engaño hasta el momento en el que son víctimas de dicha arma. Además el manejo que tiene de la misma es asombroso, pese a su gran tamaño y la fragilidad que se deduce de su cuerpo la maneja como si no pesara más que una espada corriente. Su acometido es evitar que la población civil se acerque y aglomere en el puerto en el que está, además de evacuar dicha zona, el gobierno le dio carta blanca para asesinar a los civiles que no quisiesen colaborar y marcharse por las buenas. Así pues, el hombre albino empieza a recorrer la zona. |~Todo aquél civil que quiera seguir con vida debe abandonar la zona de inmediato. Repito, todo civil que desee mantenerse en este mundo debe abandonar la zona de inmediato.~| Dice a voces conforme camina tranquilo por todo el perímetro del puerto. Conforme avanza los civiles empiezan a desaparecer, al menos la gran mayoría que demuestra sensatez al hacer caso de las ordenes del agente del gobierno. Un grupo de personas que se dedican a la fabricación de armas con objetos zoan se dirige a la zona, por eso no pueden haber civiles en el puerto.
|~¿Y quién eres tú para ordenar a la gente abandonar el puerto enclenque?~| Replica un hombre de gran tamaño y musculatura, el cual porta un arma fuera de lo común, un bastón similar a los representativos de los oni en la mitología nipona. |~Soy un agente del gobierno y mi cometido es proteger a la población de lo que se avecina, así que no lo repetiré más, márchense si no desean reunirse con Hades.~| Responde el cp mientras lleva la mano al mango de su arma, acto inteligente pues aquél musculitos descerebrado ya tiene su mano en el bastón y lo mueve hacia el agente, que con un simple movimiento se descuelga a un lado y con un movimiento igual de ágil desenvaina su arma arrancándole un brazo a aquel hombre que aterrado y sangrando como un cerdo en San Martín huye del lugar acompañado por el resto de civiles que quedaron en el puerto.
|~¿Y quién eres tú para ordenar a la gente abandonar el puerto enclenque?~| Replica un hombre de gran tamaño y musculatura, el cual porta un arma fuera de lo común, un bastón similar a los representativos de los oni en la mitología nipona. |~Soy un agente del gobierno y mi cometido es proteger a la población de lo que se avecina, así que no lo repetiré más, márchense si no desean reunirse con Hades.~| Responde el cp mientras lleva la mano al mango de su arma, acto inteligente pues aquél musculitos descerebrado ya tiene su mano en el bastón y lo mueve hacia el agente, que con un simple movimiento se descuelga a un lado y con un movimiento igual de ágil desenvaina su arma arrancándole un brazo a aquel hombre que aterrado y sangrando como un cerdo en San Martín huye del lugar acompañado por el resto de civiles que quedaron en el puerto.
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12:40pm Nuevo Mundo, en algún lugar a mar abierto cerca de Dressrosa
- Otro día la misma mierda
Últimamente esas palabras eran las que más repetía y resonaban en mi cabeza. Siempre la misma rutina, siempre el mismo aburrimiento, siempre preguntándome cuando sería la próxima vez en la que podríamos asaltar debidamente algún barco o población. Hacía ya tiempo que no me divertía, ni luchaba, ni masacraba, poco a poco me iba oxidando y eso no me hacía sentir del todo bien. Si a mi situación actual le sumamos el calor de estar a pleno sol en cubierta esperando a que mi capitán regresase de atender "unos asuntillos", sólo se puede llegar a la conclusión de que mi humor cada vez iba a peor. Como segundo al mando, ahora la responsabilidad del barco y la banda recaía enteramente sobre mi, hasta que el capitán regresase.
Por suerte, algo de brisa marina hacía que aquel calor infernal no me derritiese como un trozo de mantequilla. Estaba ya cansado de esperar, ya había hecho mi parte del trabajo en el barco y tenía toda la artillería a punto por si teníamos que entrar en combate o nos sorprendían con una emboscada. Ya no había nada que hacer, sólo esperar y sudar hasta que el capitán regresase con nuevas órdenes.
No fueron pocas veces las que se me pasó por la cabeza la idea de ir a una isla cercana a secuestrar un navegante e ir a buscar a mi capitán, pero esa idea no le agradaría y lo que menos me interesaba con mi humor actual era que me echasen una bronca, así que opté por sacar mi DDM y ponerme en contacto con él para preguntar por la situación actual:
- Capitán, soy Camus, ya está todo listo en el barco, si tiene algo más que mandar, ahora es el momento. También quisiera saber cuanto va a tardar en volver, algunos nakamas se desesperan sin nada que hacer.
- Otro día la misma mierda
Últimamente esas palabras eran las que más repetía y resonaban en mi cabeza. Siempre la misma rutina, siempre el mismo aburrimiento, siempre preguntándome cuando sería la próxima vez en la que podríamos asaltar debidamente algún barco o población. Hacía ya tiempo que no me divertía, ni luchaba, ni masacraba, poco a poco me iba oxidando y eso no me hacía sentir del todo bien. Si a mi situación actual le sumamos el calor de estar a pleno sol en cubierta esperando a que mi capitán regresase de atender "unos asuntillos", sólo se puede llegar a la conclusión de que mi humor cada vez iba a peor. Como segundo al mando, ahora la responsabilidad del barco y la banda recaía enteramente sobre mi, hasta que el capitán regresase.
Por suerte, algo de brisa marina hacía que aquel calor infernal no me derritiese como un trozo de mantequilla. Estaba ya cansado de esperar, ya había hecho mi parte del trabajo en el barco y tenía toda la artillería a punto por si teníamos que entrar en combate o nos sorprendían con una emboscada. Ya no había nada que hacer, sólo esperar y sudar hasta que el capitán regresase con nuevas órdenes.
No fueron pocas veces las que se me pasó por la cabeza la idea de ir a una isla cercana a secuestrar un navegante e ir a buscar a mi capitán, pero esa idea no le agradaría y lo que menos me interesaba con mi humor actual era que me echasen una bronca, así que opté por sacar mi DDM y ponerme en contacto con él para preguntar por la situación actual:
- Capitán, soy Camus, ya está todo listo en el barco, si tiene algo más que mandar, ahora es el momento. También quisiera saber cuanto va a tardar en volver, algunos nakamas se desesperan sin nada que hacer.
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