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El apodo de princesa carmesí la hizo sonreír un poco. Le había gustado bastante a decir verdad y ella misma no hubiera encontrado mote mejor. Rojo sonaba demasiado común, pero carmesí le había gustado. Le miró entonces mordiendo la tostada y dejándose dar de comer. Era bastante mono cuando estaba nervioso y ella lo notaba. Contuvo una pequeña risa y se mantuvo callada hasta haber terminado con el desayuno. Cuando se notó con fuerzas le volvió a dar un beso. Era como si lo necesitase cada pocos segundos. Le miró con algo de curiosidad cuando le preguntó aquello y lo siguiente que hizo fue llevarse su mano a la barbilla de forma pensativa. Tenía que saber cómo responderle. Ni ella misma sabía lo que podían hacer. Se dedicó a acariciarle el cabello despacio y después de unos momentos le miró a los ojos de forma bastante relajada.
- Pues no había planeado nada, pero supongo que lo que tú desees. Yo suelo divertirme con casi todo si estoy bien acompañada y me temo que tengo la mejor compañía de los siete mares. – Le lamió un poco la mejilla.
El rastro de saliva que dejó en su piel fue retirado por una segunda lamida y después le dedicó una mirada que mostraba diversión. Tal vez en aquel sitio no debían hacer nada y ella se sentía muy incómoda en público, pero lo quería mucho. Le dio un lametón en los labios y después de eso alzó la mano pidiendo la cuenta. Le miró a los ojos y pegó su frente a la de él. Tras unos segundos una sonrisa maligna se formó en su rostro y después le habló con un toque bastante pícaro.
- Por cierto cielo, tan sol usé un treinta por ciento de mi gravedad… Por lo que aunque no lo sepas, sigues siendo mi prisionero en todo momento. – Dijo ella entonces de forma algo juguetona mientras le sacaba la lengua.
Ahora le interesaba saber lo que pasaría con ellos y hacia donde se dirigirían. Algo le decía que se la iba a llevar con él y ella iría encantada. Entonces cuando dejó aquel tipo la cuenta, ella estiró su mano a una velocidad increíble y dejó las monedas. Después miró a su pelirrojo con una sonrisa traviesa. No pensaba dejarle pagar, pero se cobraría el favor un poco más tarde.
- Bueno, cariño… ¿Qué deseas hacer? Podemos subir arriba y estar juntos haciendo cositas, viendo algún libro o jugar algún juego. También pasear con el frío que hace – Indirecta de que no quería – O dirigirnos hacia donde tengas planeado que vivamos juntos, mi rey.
Milena empezó a acariciarle la mejilla despacio mientras le sonreía de forma dulce. Quería transmitirle todo su cariño tan solo con la mirada. De hecho, lo siguiente que hizo fue besarle de nuevo, pero esta vez se quedó pegada a él y no planeaba separarse en un largo rato.
- Pues no había planeado nada, pero supongo que lo que tú desees. Yo suelo divertirme con casi todo si estoy bien acompañada y me temo que tengo la mejor compañía de los siete mares. – Le lamió un poco la mejilla.
El rastro de saliva que dejó en su piel fue retirado por una segunda lamida y después le dedicó una mirada que mostraba diversión. Tal vez en aquel sitio no debían hacer nada y ella se sentía muy incómoda en público, pero lo quería mucho. Le dio un lametón en los labios y después de eso alzó la mano pidiendo la cuenta. Le miró a los ojos y pegó su frente a la de él. Tras unos segundos una sonrisa maligna se formó en su rostro y después le habló con un toque bastante pícaro.
- Por cierto cielo, tan sol usé un treinta por ciento de mi gravedad… Por lo que aunque no lo sepas, sigues siendo mi prisionero en todo momento. – Dijo ella entonces de forma algo juguetona mientras le sacaba la lengua.
Ahora le interesaba saber lo que pasaría con ellos y hacia donde se dirigirían. Algo le decía que se la iba a llevar con él y ella iría encantada. Entonces cuando dejó aquel tipo la cuenta, ella estiró su mano a una velocidad increíble y dejó las monedas. Después miró a su pelirrojo con una sonrisa traviesa. No pensaba dejarle pagar, pero se cobraría el favor un poco más tarde.
- Bueno, cariño… ¿Qué deseas hacer? Podemos subir arriba y estar juntos haciendo cositas, viendo algún libro o jugar algún juego. También pasear con el frío que hace – Indirecta de que no quería – O dirigirnos hacia donde tengas planeado que vivamos juntos, mi rey.
Milena empezó a acariciarle la mejilla despacio mientras le sonreía de forma dulce. Quería transmitirle todo su cariño tan solo con la mirada. De hecho, lo siguiente que hizo fue besarle de nuevo, pero esta vez se quedó pegada a él y no planeaba separarse en un largo rato.
Eichi Tsukasa
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Escuchó lo que dijo y suspiró, pese a que una leve sonrisa se formó en su rostro ante lo último. Al parecer estaban en las mismas, pero era de esperarse. La isla era no era un lugar turístico, por lo que no tenía lugares para divertirse o hacer cosas productivas. Era de esperarse de un pueblo minero, de todas formas. ¿Quién lo llamó a reencontrarse con su amada en una isla así? Eichi recordó la razón y negó con la cabeza. Quería discreción y esa era una de las islas menos habitables que habían. Podría haber sugerido una sin pueblos, pero descartó la idea. El pelirrojo no sabía cuanto tiempo estarían allí, por lo que igual necesitaría de un lugar con lo básico para descansar. Con esos criterios, solo se le vino Blanc Leumont a la cabeza. De todas formas, ya daba igual. No había forma de volver al pasado y elegir otro sitio mas adecuado. Eichi se rascó la cabeza, sin saber muy bien que hacer ahora. Antes que pudiera hacer algo, sin embargo, la pelirroja le tomó por sorpresa y lo besó. No se quejaba para nada, pese a que le dio otro pequeño ataque de timidez. El mismo ni siquiera podía mantenerse alejado de los labios de su prometida por mas de cinco minutos seguidos.
Un puchero se formó en su rostro al recibir las lamidas, pese a que le gustaban. Tan solo estaba jugando al hacer eso y Milena lo sabía. Escuchó como pedía la cuenta y luego juntaba su frente con la de él. Al notar su mirada siniestra, el joven se tensó un poco. Al escuchar sus palabras, se sonrojó un poco. Si, debía ser muy bueno para ser cierto, pero... No era como si el hubiera tenido toda su resistencia disponible, de todas formas. Rió un poco y besó la comisura de sus labios, para luego acariciar su mejilla un poco. Por mucho que su pelirroja lo mirara así, el pelirrojo se veía incapaz de asustarse. De hecho, incluso le parecía muy mona. Ahora que vio su lado infantil y de niña, no podía evitar que en su mente se formara una imagen visual de una Milena pequeña y tierna intentando parecer amenazante.
– Esa mirada trae recuerdos – sonrío levemente, aún acariciando su rostro. – Pero me parece tierno, ahora conozco tu lado infantil – le besa levemente por algunos segundos y se rasca la cabeza. – Somos dos, tampoco estaba usando toda mi fuerza y resistencia.
Eichi pausó un poco y miró hacia los lados. Al ver que nadie les estaba prestando atención, el joven dejó su timidez de lado y una sonrisa pícara se formó en su rostro. Acarició lentamente el estómago de su amada por debajo de su prenda y mordisqueó un poco su oreja.
– Que conste que cada vez que la uses, me iré adaptando más. Nada te salvará que se vuelva a repetir lo de la ducha, princesa – le susurró seductoramente en el oído.
Al ver que el tipo de la cuenta venía, se separó rápidamente e hizo como si no pasara nada. Escuchó las palabras de su pelirroja y ladeó un poco la cabeza, al tiempo que pensaba en que opción elegir. Lo cierto era que tenía algo preparado en la noche, por lo que tenían tiempo que gastar. Aparte, no tenía prisas para volver a Péndragon. Las amenazas ya no estaban, así que era libre para hacer lo que quisiera. Sintió el beso y lo devolvió con gusto, al tiempo que metía un poco de lengua en medio. Rodeó su cintura y acarició tiernamente su cabello.
– No tengo prisas por volver, aparte quiero disfrutar mi tiempo contigo sin tener distracciones – le reveló tímidamente.
Sin decirle nada, el joven se paró con ella en brazos y la cargó estilo novia. Usando su velocidad increíble, cruzó rápidamente el bar y subió por las escaleras. Mientras más rápido se alejara de los cotillas, mejor. Al entrar a la habitación, se dejó caer con ella en la cama, aún abrazándola. Eichi rió un poco y siguió besando cada rincón de su rostro. Frente, mejillas, mentón... Hasta llegar a sus labios nuevamente. La besó amorosamente y con intensidad, atrayendo más su cuerpo al suyo.
– Te amo demasiado, princesa...
Un puchero se formó en su rostro al recibir las lamidas, pese a que le gustaban. Tan solo estaba jugando al hacer eso y Milena lo sabía. Escuchó como pedía la cuenta y luego juntaba su frente con la de él. Al notar su mirada siniestra, el joven se tensó un poco. Al escuchar sus palabras, se sonrojó un poco. Si, debía ser muy bueno para ser cierto, pero... No era como si el hubiera tenido toda su resistencia disponible, de todas formas. Rió un poco y besó la comisura de sus labios, para luego acariciar su mejilla un poco. Por mucho que su pelirroja lo mirara así, el pelirrojo se veía incapaz de asustarse. De hecho, incluso le parecía muy mona. Ahora que vio su lado infantil y de niña, no podía evitar que en su mente se formara una imagen visual de una Milena pequeña y tierna intentando parecer amenazante.
– Esa mirada trae recuerdos – sonrío levemente, aún acariciando su rostro. – Pero me parece tierno, ahora conozco tu lado infantil – le besa levemente por algunos segundos y se rasca la cabeza. – Somos dos, tampoco estaba usando toda mi fuerza y resistencia.
Eichi pausó un poco y miró hacia los lados. Al ver que nadie les estaba prestando atención, el joven dejó su timidez de lado y una sonrisa pícara se formó en su rostro. Acarició lentamente el estómago de su amada por debajo de su prenda y mordisqueó un poco su oreja.
– Que conste que cada vez que la uses, me iré adaptando más. Nada te salvará que se vuelva a repetir lo de la ducha, princesa – le susurró seductoramente en el oído.
Al ver que el tipo de la cuenta venía, se separó rápidamente e hizo como si no pasara nada. Escuchó las palabras de su pelirroja y ladeó un poco la cabeza, al tiempo que pensaba en que opción elegir. Lo cierto era que tenía algo preparado en la noche, por lo que tenían tiempo que gastar. Aparte, no tenía prisas para volver a Péndragon. Las amenazas ya no estaban, así que era libre para hacer lo que quisiera. Sintió el beso y lo devolvió con gusto, al tiempo que metía un poco de lengua en medio. Rodeó su cintura y acarició tiernamente su cabello.
– No tengo prisas por volver, aparte quiero disfrutar mi tiempo contigo sin tener distracciones – le reveló tímidamente.
Sin decirle nada, el joven se paró con ella en brazos y la cargó estilo novia. Usando su velocidad increíble, cruzó rápidamente el bar y subió por las escaleras. Mientras más rápido se alejara de los cotillas, mejor. Al entrar a la habitación, se dejó caer con ella en la cama, aún abrazándola. Eichi rió un poco y siguió besando cada rincón de su rostro. Frente, mejillas, mentón... Hasta llegar a sus labios nuevamente. La besó amorosamente y con intensidad, atrayendo más su cuerpo al suyo.
– Te amo demasiado, princesa...
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- Cielo, con todo mi poder activado… Ni aunque pudieses levantar una isla te librarías. Tus huesos quedarían partidos por la presión al menos movimiento… Igualmente, no es algo de lo que te debas preocupar, zorrito. – Mencionó cerrando los ojos y dejándose hacer.
Su mano en el estómago de ella por debajo de la sudadera la hizo morderse el labio inferior con fuerza. Usar la amenaza de la ducha contra ella era una injusticia enorme y no pudo evitar desviar la mirada avergonzada. No era culpa de ella que él fuera tan seductor cuando usaba su espada contra él. Se mantuvo quieta dejándose mimar, muerta de vergüenza. Cuando llegó el camarero dio gracias a que él parase, o se habría muerto allí mismo por los nervios.
Notó a su amado cogerla en peso y empezar a salir de allí. Se aferró al cuello de él y después de unos momentos cerró los ojos despacio. No sabía a donde pretendía llevarla, pero iría encantada. Su desayuno había estado delicioso y tenía energías de sobra para lo que fuese. A lo mejor él quería ir a correr a la nieve o algo por el estilo, estaba intrigada. Le acarició el cabello despacio y después de unos momentos abrió los ojos para confirmar el sitio en el que estaba. Cuando se dio cuenta fue tarde para ella. Estaba tirada en la cama del cuarto, a solas con aquel desbocado pelirrojo. Tragó saliva nerviosa y se dejó besar y mimar.
- N-no me llames así, bakka…
Estaba bastante nerviosa y por ello se colocó la capucha. Su cabello quedó oculto, pero entonces ella le besó sin pensárselo. Estaba demasiado cómoda entre sus labios y tras unos momentos quedó sobre él. Dejó sus dos manos en el pecho de él y después de unos segundos bajó su boca hasta su cuello. Lo lamió totalmente dejando un rastro de saliva y después le mordió en la oreja despacio. Sonrió apretando un poco sus hombros.
- Antes de bajar habías estado jugando con mis pechos sin mi permiso… Resulta que es uno de mis puntos débiles… Soy muy sensible en ellos. – Dijo entonces apartando la mirada hacia otro lado.
Milena arañó despacio sus hombros y después de unos momentos bajó su rostro hasta el suyo. Clavó sus ojos rojizos en él y finalmente agarró sus manos despacio. Unió sus labios con su cuello y esta vez aspiró con fuerza, demasiada quizás. Cuando a los diez segundos se separó tenía algo de sangre en los labios. Sonrió de forma calmada y soltó sus manos. Quedó sentada sobre su abdomen y con la capucha puesta, la cual dejaba unos leves cabellos rojizos verse. Lo miraba despacio esperando a ver lo que él hacía en ese momento. Ahora que le había confesado lo de su pecho, quería ver su reacción.
Su mano en el estómago de ella por debajo de la sudadera la hizo morderse el labio inferior con fuerza. Usar la amenaza de la ducha contra ella era una injusticia enorme y no pudo evitar desviar la mirada avergonzada. No era culpa de ella que él fuera tan seductor cuando usaba su espada contra él. Se mantuvo quieta dejándose mimar, muerta de vergüenza. Cuando llegó el camarero dio gracias a que él parase, o se habría muerto allí mismo por los nervios.
Notó a su amado cogerla en peso y empezar a salir de allí. Se aferró al cuello de él y después de unos momentos cerró los ojos despacio. No sabía a donde pretendía llevarla, pero iría encantada. Su desayuno había estado delicioso y tenía energías de sobra para lo que fuese. A lo mejor él quería ir a correr a la nieve o algo por el estilo, estaba intrigada. Le acarició el cabello despacio y después de unos momentos abrió los ojos para confirmar el sitio en el que estaba. Cuando se dio cuenta fue tarde para ella. Estaba tirada en la cama del cuarto, a solas con aquel desbocado pelirrojo. Tragó saliva nerviosa y se dejó besar y mimar.
- N-no me llames así, bakka…
Estaba bastante nerviosa y por ello se colocó la capucha. Su cabello quedó oculto, pero entonces ella le besó sin pensárselo. Estaba demasiado cómoda entre sus labios y tras unos momentos quedó sobre él. Dejó sus dos manos en el pecho de él y después de unos segundos bajó su boca hasta su cuello. Lo lamió totalmente dejando un rastro de saliva y después le mordió en la oreja despacio. Sonrió apretando un poco sus hombros.
- Antes de bajar habías estado jugando con mis pechos sin mi permiso… Resulta que es uno de mis puntos débiles… Soy muy sensible en ellos. – Dijo entonces apartando la mirada hacia otro lado.
Milena arañó despacio sus hombros y después de unos momentos bajó su rostro hasta el suyo. Clavó sus ojos rojizos en él y finalmente agarró sus manos despacio. Unió sus labios con su cuello y esta vez aspiró con fuerza, demasiada quizás. Cuando a los diez segundos se separó tenía algo de sangre en los labios. Sonrió de forma calmada y soltó sus manos. Quedó sentada sobre su abdomen y con la capucha puesta, la cual dejaba unos leves cabellos rojizos verse. Lo miraba despacio esperando a ver lo que él hacía en ese momento. Ahora que le había confesado lo de su pecho, quería ver su reacción.
Eichi Tsukasa
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Cuando creía que Milena no podía ponerse más tierna, fue e hizo eso. Cuando la llamó así, la pelirroja se avergonzó lo suficiente para ocultar su rostro con la capucha. De alguna forma, eso le recordó a cierto cuento que le leyó su hermano en su infancia. Algo de una niña encapuchada que iba a visitar a su abuela y era atacada por un lobo, o algo así era. No le prestó atención a eso, en ese entonces, por lo que su memoria eidética no pudo guardarlo en su banco de recuerdos. De todas formas, la capucha debía ser roja, así que no era parecida del todo. Se rascó levemente la cabeza y esperó a ver lo que hacía su pelirroja luego de llenarla de besos. Se estaba dando un descanso, puesto que esos labios eran adictivos, pero al final no hubo necesidad. La misma mujer acortó la distancia y juntó sus labios con los de él. Eichi la recibió, con gusto, y rodeó su cintura con los brazos. Era tan hermosa, que no quería apartarse de ella por ningún segundo. Puede que pareciera obsesivo para el resto de la gente, pero no podía evitarlo. Así era él y nada lo cambiaría. No sentía amor hacia su prometida... Puesto que la palabra quedaba corta si se hablaba de sus sentimientos. No, definitivamente, el sentimiento que tenía superaba por completo al amor.
– Te queda con el apodo, mi princesa – dijo alegremente el joven, para luego acariciar su mejilla con ternura.
Quién quiera que tratara de separarla a ella de él... entonces el demonio sería liberado. Por lo general, era una persona pasible y que no buscaba conflictos, pero si le quitaban a su prometida... El mundo conocería su ira. Eichi suspiró un poco y escuchó las palabras de su pelirroja. Ladeó su cabeza hacia un lado, sin entender los primeros segundos, pero luego repasó bien la frase y se ruborizó hasta las orejas. Se había dado cuenta, pero no le tomó mayor importancia. Como estaba bajo los efectos de Eros, su mente se nublaba levemente y, en su mayoría, perdía el control de sus acciones. Acarició levemente el rostro de su compañera, para luego reír suavemente, pero sin ningún deje de burla en su tono. Le parecía mono, la verdad, como todo lo que hacía Milena.
– Pues... mis colas son sensibles, cuando las utilizo. Al menos en situaciones de no riesgo – reveló mientras se rascaba la cabeza, avergonzado.
Supuso que era lo ideal, puesto que no quería ocultar cosas a su amada, por muy minúsculo que fuera. Aparte, no era nada de otro mundo. En combate no funcionaba, así que no era una distracción. Se rascó la cabeza y se dio cuenta que quedó tumbado, con Milena encima. Se estremeció debido a la sensación e hizo lo posible para calmar una reacción natural en sus pantalones, aunque estaba un poco difícil. Ella ya lo había dejado con la calentura antes de ir a desayunar y no alcanzó a recuperarse del todo.
– Amor – susurró el joven, dejándose ser.
Dudó por algunos segundos, pero luego dejó su timidez de lado y decidió a actuar. Lentamente metió mano por debajo de la capucha de mujer, hasta llegar a su piel. Allí empezó a recorrer su manos por aquella zona, subiendo lentamente hasta llegar a sus pechos. Allí utilizó sus manos y suavemente empezó a masajear sus sensibles globos. Eichi se ruborizó, pero no desistió. Quería ver que tanto placer le daba haciendo solo eso... Y no, no era un pervertido. Solo quería acariciar a su amante...
– Te queda con el apodo, mi princesa – dijo alegremente el joven, para luego acariciar su mejilla con ternura.
Quién quiera que tratara de separarla a ella de él... entonces el demonio sería liberado. Por lo general, era una persona pasible y que no buscaba conflictos, pero si le quitaban a su prometida... El mundo conocería su ira. Eichi suspiró un poco y escuchó las palabras de su pelirroja. Ladeó su cabeza hacia un lado, sin entender los primeros segundos, pero luego repasó bien la frase y se ruborizó hasta las orejas. Se había dado cuenta, pero no le tomó mayor importancia. Como estaba bajo los efectos de Eros, su mente se nublaba levemente y, en su mayoría, perdía el control de sus acciones. Acarició levemente el rostro de su compañera, para luego reír suavemente, pero sin ningún deje de burla en su tono. Le parecía mono, la verdad, como todo lo que hacía Milena.
– Pues... mis colas son sensibles, cuando las utilizo. Al menos en situaciones de no riesgo – reveló mientras se rascaba la cabeza, avergonzado.
Supuso que era lo ideal, puesto que no quería ocultar cosas a su amada, por muy minúsculo que fuera. Aparte, no era nada de otro mundo. En combate no funcionaba, así que no era una distracción. Se rascó la cabeza y se dio cuenta que quedó tumbado, con Milena encima. Se estremeció debido a la sensación e hizo lo posible para calmar una reacción natural en sus pantalones, aunque estaba un poco difícil. Ella ya lo había dejado con la calentura antes de ir a desayunar y no alcanzó a recuperarse del todo.
– Amor – susurró el joven, dejándose ser.
Dudó por algunos segundos, pero luego dejó su timidez de lado y decidió a actuar. Lentamente metió mano por debajo de la capucha de mujer, hasta llegar a su piel. Allí empezó a recorrer su manos por aquella zona, subiendo lentamente hasta llegar a sus pechos. Allí utilizó sus manos y suavemente empezó a masajear sus sensibles globos. Eichi se ruborizó, pero no desistió. Quería ver que tanto placer le daba haciendo solo eso... Y no, no era un pervertido. Solo quería acariciar a su amante...
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Si sus colas eran sensibles, eso quería decir que la próxima vez que las viese haría algo similar a agarrarlas o masajearlas. Miraba sus ojos con una sonrisa siniestra a través de la capucha y lo siguiente que hizo fue empezar a reír junto a él por lo bajo, pero de seguro que con otras intenciones distintas a las suyas. Le estaba siendo demasiado divertido el contenerse por no pedirle que le mostrase sus colas. Sus rojizos ojos se clavaron en los suyos y lentamente fue acariciando su cabello despacio. El mero hecho de que usase su forma híbrida podía ser excitante, siempre que no le salieran pelos en todo el miembro viril, sería un poco incómodo después de todo. En completa tal vez sí que era así, pues los mamíferos solían ser bastante peludos. Se mantuvo callada unos segundos y después le miró a los ojos.
Milena notó entonces las manos de él entrar en su sudadera y llegar hasta la zona del sujetador. Cuando sintió la forma en la que apretaba y acariciaba sus senos no pudo evitar sonrojarse mucho. Cerró los ojos soltando un leve gemido y se mantuvo en silencio como pudo. Su cuerpo temblaba un poco debido a lo que aquello le gustaba. Tenía esa debilidad y ahora él la había descubierto. Ella no pudo evitarlo y después de unos momentos se tumbó de forma que ella estaba de espaldas sobre el torso de él y mirando hacia arriba. Cogió las manos de su rey y las colocó mejor en su pecho, incitándole a apretarlos más mientras ella simplemente gemía cómodamente. Y en un momento tan sensible, hermoso y placentero, el sonido de la pared reventando la hizo alzar una ceja.
Una especie de bola de metal con brazos y piernas, de un tamaño de dos metros. Tenía cables rodeando su esférico cuerpo y su cabeza parecía tener unas lentes rojizas. Miró hacia la pareja y de su brazo derecho surgió una especie de taladro. Milena rápidamente estiró su mano para coger a Eros y aun estando sobre su chico desenvainó con las manos de él en sus pechos, esperaba que las retirase…
- Científica Milena Slicerin localizada, procedimiento de exterminación. – Emitió por un altavoz de la rodilla y con una voz muy grave.
Aquel cacharro se lanzó hacia ella con la intención de atravesarla de lado a lado. La joven usó su espada envuelta en haki para bloquear la enorme arma y parar la embestida. Con su mano libro trató de apartar a Eichi de allí. Ella quedó en la cama bocarriba con el enorme ser encima y parando el taladro como podía. Frunció el ceño unos momentos y tras unos segundos se fijó en el pelirrojo. Si activaba la gravedad allí le jodería a él. Rápidamente gritó con furia y elevó su pierna, impactándole en el cuerpo esférico y tirándolo al suelo. Enseguida se colocó en guardia y se puso en pie. Apartó la capucha y lo miró de forma seria.
- Procedimiento de exterminación… Fuego. – Dijo de nuevo haciendo que de sus hombros surgiesen ametralladoras pesadas que apuntaron hacia ella.
Milena notó entonces las manos de él entrar en su sudadera y llegar hasta la zona del sujetador. Cuando sintió la forma en la que apretaba y acariciaba sus senos no pudo evitar sonrojarse mucho. Cerró los ojos soltando un leve gemido y se mantuvo en silencio como pudo. Su cuerpo temblaba un poco debido a lo que aquello le gustaba. Tenía esa debilidad y ahora él la había descubierto. Ella no pudo evitarlo y después de unos momentos se tumbó de forma que ella estaba de espaldas sobre el torso de él y mirando hacia arriba. Cogió las manos de su rey y las colocó mejor en su pecho, incitándole a apretarlos más mientras ella simplemente gemía cómodamente. Y en un momento tan sensible, hermoso y placentero, el sonido de la pared reventando la hizo alzar una ceja.
Una especie de bola de metal con brazos y piernas, de un tamaño de dos metros. Tenía cables rodeando su esférico cuerpo y su cabeza parecía tener unas lentes rojizas. Miró hacia la pareja y de su brazo derecho surgió una especie de taladro. Milena rápidamente estiró su mano para coger a Eros y aun estando sobre su chico desenvainó con las manos de él en sus pechos, esperaba que las retirase…
- Científica Milena Slicerin localizada, procedimiento de exterminación. – Emitió por un altavoz de la rodilla y con una voz muy grave.
Aquel cacharro se lanzó hacia ella con la intención de atravesarla de lado a lado. La joven usó su espada envuelta en haki para bloquear la enorme arma y parar la embestida. Con su mano libro trató de apartar a Eichi de allí. Ella quedó en la cama bocarriba con el enorme ser encima y parando el taladro como podía. Frunció el ceño unos momentos y tras unos segundos se fijó en el pelirrojo. Si activaba la gravedad allí le jodería a él. Rápidamente gritó con furia y elevó su pierna, impactándole en el cuerpo esférico y tirándolo al suelo. Enseguida se colocó en guardia y se puso en pie. Apartó la capucha y lo miró de forma seria.
- Procedimiento de exterminación… Fuego. – Dijo de nuevo haciendo que de sus hombros surgiesen ametralladoras pesadas que apuntaron hacia ella.
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No pudo evitar acariciar sus pechos luego de lo que dijo, pero esperaba que no le llegara una buena por su osadía. Aunque no necesitaba eso como excusa, la verdad. Viendo como iban las cosas, ya se dio cuenta que no podía mantener sus manos alejadas de ella por más de un minuto entero, pero... ¿Podían culparlo? Con esa belleza era imposible resistirse, pese a que el pelirrojo no era una persona superficial. Milena era, literalmente, una diosa en todo su esplendor. Realmente, Eichi era la persona más afortunada del mundo por tenerla a alguien como ella a su lado. Tan perdido estaba en sus pensamientos, que no se dio cuenta cuando la pelirroja se tiró encima suyo, dándole la espalda. Arqueó una ceja, pero internamente suspiró de alivio al ver que no se enojaba. Sin decir una palabra, el príncipe seguía masajeando lentamente los pechos de Milena. Eran como unos cojines blandos y adictivos. Tuvo que contener las ganas de darle la vuelta y hundir su cabeza en ese valle de la perdición. No quería parecer un lunático al hacer algo como eso..
En eso, sus ojos se abrieron de golpe al oír el sonido de la pared rompiéndose. Frunció el ceño al ver que una bola de metal con piernas y brazos se adentraba en la habitación. Al escuchar lo que dijo, el joven se tensó y sus ojos se tornaron dorados. ¿Cómo osaba esa cosa a intentar matar a su pelirroja? Era imperdonable. Estuvo a punto de hacer trizas a esa cosa, pero fue la pelirroja quien actuó primero. Usó su espada para bloquear el taladro de esa cosa y luego lo derribó de una patada, pero no sirvió de mucho. Su mirada se ensombreció al ver como apuntaba hacia su mujer con unas ametralladoras y cerró con fuerza sus puños. Era todo, esa cosa terminaría de tal forma, que nada podría repararlo.
– No sé quien te ha mandado – empezó a hablar siniestramente el joven. – Pero has intentado matar a mi Milena... y eso es imperdonable – declaró, con odio.
Los brazos del joven se tornaron de un color morado metálico, lo que significaba que estaba usando armamento. Viento se arremolinó en sus puños y el joven dio dos puñetazos al aire. Dos balas del elemento comprimido se dirigieron al robot... y el resultado no fue bonito. Como iba en base a su fuerza, al impactar destruyó por completo a esa cosa. Circuitos saltaron al suelo, y el robot era irreconocible ahora. Eichi suspiró y se rascó la cabeza, desactivando su Busoshoku en el proceso. Puede que se hubiera pasado, pero no pudo evitarlo. Cuando se trataba de la pelirroja, no era como si pudiera controlarse. Negó con la cabeza y acarició la mejilla de Milena.
– ¿Te encuentras bien? – Preguntó, con preocupación.
Inspeccionaba el cuerpo de Milena por si recibió algo de daño, pero para su alivio, no recibió heridas. Sin poder contenerse, abrazó con firmeza a la pelirroja y la besó suavemente por algunos segundos. El robot fue inesperado, pero le hacía imaginar que podría perderla si no hacía las cosas bien. Eichi suspiró luego de separarse y la miró seriamente.
– ¿Alguna idea de que pudo haber sido eso? – Preguntó, aún abrazándola.
-En eso, sus ojos se abrieron de golpe al oír el sonido de la pared rompiéndose. Frunció el ceño al ver que una bola de metal con piernas y brazos se adentraba en la habitación. Al escuchar lo que dijo, el joven se tensó y sus ojos se tornaron dorados. ¿Cómo osaba esa cosa a intentar matar a su pelirroja? Era imperdonable. Estuvo a punto de hacer trizas a esa cosa, pero fue la pelirroja quien actuó primero. Usó su espada para bloquear el taladro de esa cosa y luego lo derribó de una patada, pero no sirvió de mucho. Su mirada se ensombreció al ver como apuntaba hacia su mujer con unas ametralladoras y cerró con fuerza sus puños. Era todo, esa cosa terminaría de tal forma, que nada podría repararlo.
– No sé quien te ha mandado – empezó a hablar siniestramente el joven. – Pero has intentado matar a mi Milena... y eso es imperdonable – declaró, con odio.
Los brazos del joven se tornaron de un color morado metálico, lo que significaba que estaba usando armamento. Viento se arremolinó en sus puños y el joven dio dos puñetazos al aire. Dos balas del elemento comprimido se dirigieron al robot... y el resultado no fue bonito. Como iba en base a su fuerza, al impactar destruyó por completo a esa cosa. Circuitos saltaron al suelo, y el robot era irreconocible ahora. Eichi suspiró y se rascó la cabeza, desactivando su Busoshoku en el proceso. Puede que se hubiera pasado, pero no pudo evitarlo. Cuando se trataba de la pelirroja, no era como si pudiera controlarse. Negó con la cabeza y acarició la mejilla de Milena.
– ¿Te encuentras bien? – Preguntó, con preocupación.
Inspeccionaba el cuerpo de Milena por si recibió algo de daño, pero para su alivio, no recibió heridas. Sin poder contenerse, abrazó con firmeza a la pelirroja y la besó suavemente por algunos segundos. El robot fue inesperado, pero le hacía imaginar que podría perderla si no hacía las cosas bien. Eichi suspiró luego de separarse y la miró seriamente.
– ¿Alguna idea de que pudo haber sido eso? – Preguntó, aún abrazándola.
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La pelirroja clavó una rodilla en el suelo al ver al pelirrojo atacar a aquella cosa. La había hecho pedazos y ella no tuvo que activar su poder para librarse de aquellas armas de fuego que amenazaban contra su vida. Se dio cuenta de que lo hizo pedazos totalmente y el cuerpo quedó totalmente irreconocible. Dejó su espada a un lado y después miró el cuerpo de forma calmada. Parecía una creación avanzada, pero demasiada fuerza para tan poca resistencia. Eran circuitos con complejos bastante fáciles de hacer. El creador no había pensado mucho en que su cosa sería atacada de vuelta. Soltó un suspiro y empezó a pensar sobre lo que había pasado en aquel preciso momento. Había localizado su posición, por lo que tenía que tener datos sobre ella y eso solo podía ser una cosa.
Notó el abrazo del pelirrojo y correspondió, siguiéndole también el beso con cariño. Negó ante sus últimas palabras y quedó un poco pensativa. Alguien debía querer eliminarla y estaba segura de sería parte de los científicos del gobierno mundial. Sus avances iban escalando de una forma demasiado rápida y era normal que los celos florecieran en los demás. El culpable debía ser experto en ingeniería de drones o robots. Aunque no parecía ser el mayor de los genios. Tan solo tendría los conocimientos de creación y mucho era. Incluso ella misma habría enviado una creación mucho más fuerte. También se dio cuenta de que cierto detalle. El acero estaba caliente y no parecía tener acoplado algo que lo calentase. No había restos de nieve por encima, ni de escarcha.
- ¿Un metal en tan perfecto estado en una isla como esta? Deben de haberlo enviado desde un edificio de aquí, importado desde su origen. El culpable sabía que yo estaría aquí más de veinticuatro horas. Los componentes no muestran que el creador sea un genio precisamente y la obsesión de tantas armas solo quiere decir que su objetivo era matarme. Sea como sea, el causante continúa en la isla. – Terminó de decir repeliendo la bola a toda velocidad por el agujero en el que entró.
La pelirroja entonces se dio cuenta de que venía de una habitación continua vacía. Alguien se habría alquilado ese sitio para ejercer el ataque. Ladeó un poco la cabeza sin sentir ninguna presencia y después de unos momentos soltó un pequeño suspiro. Miró de nuevo a Eichi y después de unos segundos le acarició despacio la cabeza.
- Deberíamos poner rumbo a tu isla, amor mío. En el barco podremos estar a salvo y tú continuar divirtiéndote con mis pechos. – Le dijo riendo suavemente y dándole un leve pico en los labios.
Después de unos momentos fulminó con la mirada los restos del robot. Caminó hasta él y se agachó. Sacó el chip principal, el cual había sido dañado por el ataque de su marido. Tal vez si lo analizaba más a fondo o lo enviaba a Corvo… No, eso era algo que haría sola. No podía fiarse de nadie. Frunció el ceño y después se colocó en pie.
- Si alguien trata de matarme… Le estaré esperando. – Dijo con un tono serio mientras sus rojizos ojos miraban con odio los restos, una expresión muy de ella y que habían mostrado en el pasado.
Inspiraba rabia, locura, ira y dolor. Se notaba que mataría sin piedad al causante y le haría sufrir. Tras unos momentos miró a su chico y sonrió como en las últimas horas, de forma dulce e ignorando su lado oscuro y vengativo. Ella no iba a cambiar, no era una buena persona y averiguaría quien trataba de quitarle la vida para matarlo primero.
- No dejaré que nadie joda mi familia. – Dijo entonces mirando al pelirrojo a los ojos y después su estómago a modo de indirecta. Quería darle un hijo.
Notó el abrazo del pelirrojo y correspondió, siguiéndole también el beso con cariño. Negó ante sus últimas palabras y quedó un poco pensativa. Alguien debía querer eliminarla y estaba segura de sería parte de los científicos del gobierno mundial. Sus avances iban escalando de una forma demasiado rápida y era normal que los celos florecieran en los demás. El culpable debía ser experto en ingeniería de drones o robots. Aunque no parecía ser el mayor de los genios. Tan solo tendría los conocimientos de creación y mucho era. Incluso ella misma habría enviado una creación mucho más fuerte. También se dio cuenta de que cierto detalle. El acero estaba caliente y no parecía tener acoplado algo que lo calentase. No había restos de nieve por encima, ni de escarcha.
- ¿Un metal en tan perfecto estado en una isla como esta? Deben de haberlo enviado desde un edificio de aquí, importado desde su origen. El culpable sabía que yo estaría aquí más de veinticuatro horas. Los componentes no muestran que el creador sea un genio precisamente y la obsesión de tantas armas solo quiere decir que su objetivo era matarme. Sea como sea, el causante continúa en la isla. – Terminó de decir repeliendo la bola a toda velocidad por el agujero en el que entró.
La pelirroja entonces se dio cuenta de que venía de una habitación continua vacía. Alguien se habría alquilado ese sitio para ejercer el ataque. Ladeó un poco la cabeza sin sentir ninguna presencia y después de unos momentos soltó un pequeño suspiro. Miró de nuevo a Eichi y después de unos segundos le acarició despacio la cabeza.
- Deberíamos poner rumbo a tu isla, amor mío. En el barco podremos estar a salvo y tú continuar divirtiéndote con mis pechos. – Le dijo riendo suavemente y dándole un leve pico en los labios.
Después de unos momentos fulminó con la mirada los restos del robot. Caminó hasta él y se agachó. Sacó el chip principal, el cual había sido dañado por el ataque de su marido. Tal vez si lo analizaba más a fondo o lo enviaba a Corvo… No, eso era algo que haría sola. No podía fiarse de nadie. Frunció el ceño y después se colocó en pie.
- Si alguien trata de matarme… Le estaré esperando. – Dijo con un tono serio mientras sus rojizos ojos miraban con odio los restos, una expresión muy de ella y que habían mostrado en el pasado.
Inspiraba rabia, locura, ira y dolor. Se notaba que mataría sin piedad al causante y le haría sufrir. Tras unos momentos miró a su chico y sonrió como en las últimas horas, de forma dulce e ignorando su lado oscuro y vengativo. Ella no iba a cambiar, no era una buena persona y averiguaría quien trataba de quitarle la vida para matarlo primero.
- No dejaré que nadie joda mi familia. – Dijo entonces mirando al pelirrojo a los ojos y después su estómago a modo de indirecta. Quería darle un hijo.
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Eichi ladeó su cabeza y se rascó el cabello un poco. Seguía sin olvidar que alguien quería matar a su pelirroja y eso lo mantenía alerta. En eso escuchó las palabras de su prometida y arqueó una ceja, para luego apoyar su mentón en una mano. Pese a que no era un científico y desconocía la mayoría de los términos usados en ese campo, por lo que era un alivio que Milena no los utilizara. Meditó por unos momentos y frunció el ceño. Si tuviera desbloqueada la habilidad de Percepción, probablemente podría encontrar rápidamente al culpable... Aunque usar su Mantra igual era buena idea. Ambos hakis los tenía casi al máximo nivel, después de todo, pero el Busoshoku seguía siendo su fuerte y el que sería dominado a la perfección. Chasqueó su lengua un poco y fulminó con la mirada al agujero, para luego asentir a lo que la pelirroja dijo. Quería ir a por el imbécil, pero Milena siempre sería su prioridad número uno. Suspiró un poco y le sonrío, para luego acariciar suavemente su mejilla.
– Y uno que quería seguir disfrutando de sus vacaciones – dijo Eichi mientras se rascaba la cabeza. – Bueno, vamos. De todas formas, el barco tiene cosas para entretener. Dije que no quería un navío extravagante, pero no me hicieron caso – reveló, avergonzado.
Eichi sabía que era rico, pero no le gustaba hacer gala de eso. Incluso usaba ropas normales, y eso era sorprendente teniendo en cuenta que se trataba de un príncipe. El pelirrojo era alguien humilde y nadie lo cambiaría. Suspiró entonces y escuchó el murmuro de Milena. Ladeó su cabeza hacia un lado y sonrío levemente. Sabía que Milena actuaba de forma distinta con los otros, pero sinceramente... La amaba tal como era y no la cambiaría por nada. Su mirada se suavizo y se colocó a espaldas de ella, para luego abrazar su cintura por detrás.
– Realmente, eres lo mejor que me has pasado en la vida – fue su respuesta a lo último que dijo. – Y me gustaría formar una familia contigo – le susurró en el oído, para luego morderlo un poco. Negó con la cabeza y sonrío con diversión, para luego cargarla firmemente en sus brazos. – Sugiero que te afirmes bien, que aún no estoy acostumbrado volar – reveló finalmente su plan.
Ya había dejado dinero por la estadía y reparaciones, así que no quedaba nada más por hacer. Dio un pequeño salto y quedó flotando en al aire, con Milena en brazos. Salió por el agujero y voló lentamente en dirección hacia el barco. En un principio se tambaleaba un poco, pero luego logró estabilizarse. Como iba lento, no sufría tanto. Aparte, el navío estaba cerca, así que no se cansaría. Eichi miró hacia abajo y silbó al ver la vista que había desde donde se encontraban. Era maravillosa, tanto que no pudo evitar besar a su prometida en los labios.
– Tranquila, no va a pasar nada mientras te proteja – exclamó alegremente el joven.
Al cabo de unos minutos volando, ambos jóvenes consiguieron llegar a la cubierta del barco. Pese a que ya estaban en tierra, el pelirrojo no dejó de cargar a Milena en ningún momento.
– Bueno, aquí pasaremos los próximos días.
– Y uno que quería seguir disfrutando de sus vacaciones – dijo Eichi mientras se rascaba la cabeza. – Bueno, vamos. De todas formas, el barco tiene cosas para entretener. Dije que no quería un navío extravagante, pero no me hicieron caso – reveló, avergonzado.
Eichi sabía que era rico, pero no le gustaba hacer gala de eso. Incluso usaba ropas normales, y eso era sorprendente teniendo en cuenta que se trataba de un príncipe. El pelirrojo era alguien humilde y nadie lo cambiaría. Suspiró entonces y escuchó el murmuro de Milena. Ladeó su cabeza hacia un lado y sonrío levemente. Sabía que Milena actuaba de forma distinta con los otros, pero sinceramente... La amaba tal como era y no la cambiaría por nada. Su mirada se suavizo y se colocó a espaldas de ella, para luego abrazar su cintura por detrás.
– Realmente, eres lo mejor que me has pasado en la vida – fue su respuesta a lo último que dijo. – Y me gustaría formar una familia contigo – le susurró en el oído, para luego morderlo un poco. Negó con la cabeza y sonrío con diversión, para luego cargarla firmemente en sus brazos. – Sugiero que te afirmes bien, que aún no estoy acostumbrado volar – reveló finalmente su plan.
Ya había dejado dinero por la estadía y reparaciones, así que no quedaba nada más por hacer. Dio un pequeño salto y quedó flotando en al aire, con Milena en brazos. Salió por el agujero y voló lentamente en dirección hacia el barco. En un principio se tambaleaba un poco, pero luego logró estabilizarse. Como iba lento, no sufría tanto. Aparte, el navío estaba cerca, así que no se cansaría. Eichi miró hacia abajo y silbó al ver la vista que había desde donde se encontraban. Era maravillosa, tanto que no pudo evitar besar a su prometida en los labios.
– Tranquila, no va a pasar nada mientras te proteja – exclamó alegremente el joven.
Al cabo de unos minutos volando, ambos jóvenes consiguieron llegar a la cubierta del barco. Pese a que ya estaban en tierra, el pelirrojo no dejó de cargar a Milena en ningún momento.
– Bueno, aquí pasaremos los próximos días.
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La pelirroja sonrió al príncipe cuando este le acarició la mejilla despacio, después le miró a los ojos con calma. Ambos habían mantenido la postura y habían reaccionado muy bien ante el peligro. Estaba claro que iba a esforzarse en despertar alguna habilidad para elegir a quién afectaba con su poder. Le encantaba su gravedad y no poder ejercerla con su chico cerca la estaba jodiendo bastante, por lo que seriamente tenía un nuevo objetivo. Soltó un suspiro y después escuchó las palabras que él le dijo al oído. Soltó una pequeña carcajada cuando lo mordió y se dio la vuelta para abrazarle con ganas mientras unía su frente a la de él. Le sonrió de forma dulce y le dio un leve mordisco en la nariz de forma juguetona. Después de eso se dejó mimar por él como solía hacer siempre que estaban juntos. Que bien se lo pasaba con su chico.
Una gota de sudor cayó por la cabeza de la pelirroja cuando escuchó a su chico. Ella misma debería protegerlo a él y podía volar… Pero se sentía demasiado bien en sus brazos. Se aferró a su cuello con fuerza y estuvo todo el viaje mirando las vistas con una expresión amable. Llevaba su mochila en un brazo y la katana en la mano izquierda. Si le cortaba sin querer durante el viaje no sería su culpa. Cuando estaban en cubierta notó que él la continuaba llevando en brazos y eso hizo que Milena empezase a reír un poco. Después de unos momentos le miró fijamente a los ojos y una sonrisa siniestra se formó en su rostro. Era como si el demonio la hubiese poseído de una forma brutal. La petición que iba a decir podía terminar en explosiones nucleares de alto nivel. Se limpió el sudor de la frente por el frío que hacía y después se bajó de sus brazos.
- Ei-chan… Enséñame a cocinar ahora. – Su sonrisa se amplió.
El baro podía explotar o salir bien, ahora todo dependía del maestro. Se cruzó de brazos y dejó la mochila junto la katana a un lado y después se quitó la sudadera. Quedó con aquel sujetador de leopardo tan provocativo que se había puesto y después de unos momentos alzó el puño haciendo una señal de victoria.
- ¡Adelante! Ah y no quiero que te contengas. Si sabe mal me regañas, no vayas a tratarme de forma especial o no aprenderé. – Dijo ella entonces mirándole a los ojos y dándole un beso antes de que pudiese decir nada, después se cruzó de brazos y esperó de forma impaciente.
Una gota de sudor cayó por la cabeza de la pelirroja cuando escuchó a su chico. Ella misma debería protegerlo a él y podía volar… Pero se sentía demasiado bien en sus brazos. Se aferró a su cuello con fuerza y estuvo todo el viaje mirando las vistas con una expresión amable. Llevaba su mochila en un brazo y la katana en la mano izquierda. Si le cortaba sin querer durante el viaje no sería su culpa. Cuando estaban en cubierta notó que él la continuaba llevando en brazos y eso hizo que Milena empezase a reír un poco. Después de unos momentos le miró fijamente a los ojos y una sonrisa siniestra se formó en su rostro. Era como si el demonio la hubiese poseído de una forma brutal. La petición que iba a decir podía terminar en explosiones nucleares de alto nivel. Se limpió el sudor de la frente por el frío que hacía y después se bajó de sus brazos.
- Ei-chan… Enséñame a cocinar ahora. – Su sonrisa se amplió.
El baro podía explotar o salir bien, ahora todo dependía del maestro. Se cruzó de brazos y dejó la mochila junto la katana a un lado y después se quitó la sudadera. Quedó con aquel sujetador de leopardo tan provocativo que se había puesto y después de unos momentos alzó el puño haciendo una señal de victoria.
- ¡Adelante! Ah y no quiero que te contengas. Si sabe mal me regañas, no vayas a tratarme de forma especial o no aprenderé. – Dijo ella entonces mirándole a los ojos y dándole un beso antes de que pudiese decir nada, después se cruzó de brazos y esperó de forma impaciente.
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Pese a que no lo aparentaba, el vuelo lo había dejado un poco cansado, pese que lo hizo lento. Seguía sin acostumbrarse del todo a su fruta, después de todo. Le faltaba más entrenamiento para que pudiera usarlas a la perfección, o al menos en situaciones de peligro. Frunció el ceño y suspiró con decepción cuando su pelirroja se bajó de sus brazos. Tan cómodo que se encontraba teniéndola a ella aferrada al torso... Vio la expresión de su rostro y supo que lo que venía podía ser potencialmente peligroso para él. Al escuchar sus palabras, parpadeó y miró confusamente a su mujer. ¿Acaso había oído bien? Cerró sus ojos y sonrío un poco, para luego asentir. Aquello podría ser beneficioso y tendrían algo para hacer... O lo mismo resultaría en catástrofe y el barco se iría a pique, con ellos dos dentro. Al menos tendría el consuelo de morir junto a su amada... No, no pensaría así. Sería el mejor profesor que ella pudiera haber tenido, y cuando terminara ella podría considerarse como una experta. Asintió, decididamente.
Suspiró y se sonrojó levemente al ver que quedaba con pantalones y un sujetador de leopardo. Era una suerte que había aterrizado en la zona prohibida del barco. Solo era accesible por él, mientras que sus empleados (no los llamaría súbditos) solo podían subir a ese piso con permiso. No hubiera querido echarlos a todos por haber visto a su pelirroja en aquel estado. Solo era para sus ojos, y nadie más. Se rascó la cabeza al escuchar lo que dijo y asintió a regañadientes. No le hacía gracia hacerlo, pero supuso que era la mejor forma para que aprendiera. Chasqueó sus dedos y se dirigió hacia un DDM que estaba pegado a la pared. Lo tomó y llamó rápidamente a la zona de abajo.
– Ya he llegado. No, no ha pasado nada malo – mintió, no queriendo poner alerta a los chicos. – Decidle al jefe que ya puede poner rumbo a Pén... No, pensándolo bien, dígale que haga una parada en Kyuuka. Hay algo que debo hacer en ese lugar – dijo, mirando rápidamente a Milena por algunos segundos cuando dijo eso último.
Eichi asintió para sí mismo y colgó. Enderezó su postura y le hizo una ceña a su chica para que lo siguiera. Caminaron por los pasillos hasta llegar a una sala bastante amplia. Tenía cómodos sofás, un congelador con refrigerantes, juegos de entretenimiento, una vitrina con diversos licores, entre otras cosas. Cruzaron la sala hasta llegar a una enorme cocina. Tenía de todo, y Eichi no la tendría de otra forma. Era necesario tener bastante espacio para cocinar, después de todo. Tosió un poco y miró a su pelirroja, sin saber muy bien que hacer. Se llevó una mano al mentón y se dirigió hacia un sector. Segundos después, volvió con un delantal y unos guantes. Se lo tendió a la su prometida mientras sonreía.
– La verdad... No sé muy bien por donde empezar – reveló, un poco avergonzado. – ¿Qué exactamente quieres aprender? ¿Algunos platos en específico? Porque yo aprendí así, hasta que me atreví a realizar las cosas por mi mismo una vez que aprendí lo básico de las especias y formas de cocción en los distintos alimentos – finalizó al tiempo que se rascaba el cabello un poco.
Suspiró y se sonrojó levemente al ver que quedaba con pantalones y un sujetador de leopardo. Era una suerte que había aterrizado en la zona prohibida del barco. Solo era accesible por él, mientras que sus empleados (no los llamaría súbditos) solo podían subir a ese piso con permiso. No hubiera querido echarlos a todos por haber visto a su pelirroja en aquel estado. Solo era para sus ojos, y nadie más. Se rascó la cabeza al escuchar lo que dijo y asintió a regañadientes. No le hacía gracia hacerlo, pero supuso que era la mejor forma para que aprendiera. Chasqueó sus dedos y se dirigió hacia un DDM que estaba pegado a la pared. Lo tomó y llamó rápidamente a la zona de abajo.
– Ya he llegado. No, no ha pasado nada malo – mintió, no queriendo poner alerta a los chicos. – Decidle al jefe que ya puede poner rumbo a Pén... No, pensándolo bien, dígale que haga una parada en Kyuuka. Hay algo que debo hacer en ese lugar – dijo, mirando rápidamente a Milena por algunos segundos cuando dijo eso último.
Eichi asintió para sí mismo y colgó. Enderezó su postura y le hizo una ceña a su chica para que lo siguiera. Caminaron por los pasillos hasta llegar a una sala bastante amplia. Tenía cómodos sofás, un congelador con refrigerantes, juegos de entretenimiento, una vitrina con diversos licores, entre otras cosas. Cruzaron la sala hasta llegar a una enorme cocina. Tenía de todo, y Eichi no la tendría de otra forma. Era necesario tener bastante espacio para cocinar, después de todo. Tosió un poco y miró a su pelirroja, sin saber muy bien que hacer. Se llevó una mano al mentón y se dirigió hacia un sector. Segundos después, volvió con un delantal y unos guantes. Se lo tendió a la su prometida mientras sonreía.
– La verdad... No sé muy bien por donde empezar – reveló, un poco avergonzado. – ¿Qué exactamente quieres aprender? ¿Algunos platos en específico? Porque yo aprendí así, hasta que me atreví a realizar las cosas por mi mismo una vez que aprendí lo básico de las especias y formas de cocción en los distintos alimentos – finalizó al tiempo que se rascaba el cabello un poco.
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Eso de parar en la isla vacacional dejó en vilo a la pelirroja, la cual miró de forma confusa al pelirrojo. La verdad, no se esperaba nada que no fuera relajación al estar allí juntos, pero tal vez iba por otro motivo. Se dedicó a callar y dejar a su rey ocuparse de sus asuntos. No había mucha gente en la zona y eso parecía alegrarle, o el menos eso pensó al ver el leve rubor en sus mejillas. Tal vez su sujetador era el culpable, pero tampoco pasaba nada. Sonrió para sí misma y lo siguiente que hizo fue seguirle despacio. El sitio era enorme y eso le gustaba bastante. Así podría tumbarse donde pillase en sus momentos de pereza. Se mantuvo firma y contuvo las ganas de bostezar, pues tenía ganas de que aprendiera de una vez. En cuanto llegaron estuvo a su lado y después escuchó sus palabras.
- Quiero aprender simplemente a cocinar bien, así de ese modo podré prepararte platos y que no te parezcan horribles. Soy tu esposa, quiero que estés contento en todos los sentidos, así que empecemos por donde creas oportuno.
Una vez dijo aquello se colocó el delantal que le había dado y los guantes. En su rostro podía verse una sonrisa dulce que poco a poco fue cambiando. Sus rojizos tomaron un leve brillo dorado y una sádica mueca se fue formando en su cara. Tomó un par de cuchillos que había sobre la mesa y se dio cuenta de lo afilados que estaban. Esas armas en sus manos eran realmente peligrosas. De un movimiento podría cortar el barco en dos sin querer. Los lanzó al aire y cuando cayeron los cogió por los mangos de forma perfecta. Se notaba su pasión y devoción por las armas de filo, pues por nada era espadachín. Se relamió despacio y después de unos momentos clavó sus ojos de nuevo en Eichi.
- Por cierto, cariño… ¿Lo de la isla vacacional es un secreto? – Preguntó con algo de curiosidad por sí tenía derecho a saberlo.
Si él no quería desvelarlo no diría nada, su marido tenía derecho a tener asuntos ocultos. Ella confiaba totalmente en él y nunca pensaría que era por otra mujer. Él era perfecto en todos los sentidos y no como la otra rata. Se acercó a él sin poder evitarlo y le dio un suave beso en los labios. Después de aquello le miró de nuevo de forma juguetona y se cruzó de brazos dejando los cuchillos sobre la mesa para evitar formar algo innecesario. No quería cortar nada sin querer.
- ¿Entonces qué hago, sen-se-i? – Dijo aquellas palabras en un tono sugerente y guiñándole el ojo para que Eichi se montase sus propias fantasías como de costumbre y de paso ella se divirtiese.
- Quiero aprender simplemente a cocinar bien, así de ese modo podré prepararte platos y que no te parezcan horribles. Soy tu esposa, quiero que estés contento en todos los sentidos, así que empecemos por donde creas oportuno.
Una vez dijo aquello se colocó el delantal que le había dado y los guantes. En su rostro podía verse una sonrisa dulce que poco a poco fue cambiando. Sus rojizos tomaron un leve brillo dorado y una sádica mueca se fue formando en su cara. Tomó un par de cuchillos que había sobre la mesa y se dio cuenta de lo afilados que estaban. Esas armas en sus manos eran realmente peligrosas. De un movimiento podría cortar el barco en dos sin querer. Los lanzó al aire y cuando cayeron los cogió por los mangos de forma perfecta. Se notaba su pasión y devoción por las armas de filo, pues por nada era espadachín. Se relamió despacio y después de unos momentos clavó sus ojos de nuevo en Eichi.
- Por cierto, cariño… ¿Lo de la isla vacacional es un secreto? – Preguntó con algo de curiosidad por sí tenía derecho a saberlo.
Si él no quería desvelarlo no diría nada, su marido tenía derecho a tener asuntos ocultos. Ella confiaba totalmente en él y nunca pensaría que era por otra mujer. Él era perfecto en todos los sentidos y no como la otra rata. Se acercó a él sin poder evitarlo y le dio un suave beso en los labios. Después de aquello le miró de nuevo de forma juguetona y se cruzó de brazos dejando los cuchillos sobre la mesa para evitar formar algo innecesario. No quería cortar nada sin querer.
- ¿Entonces qué hago, sen-se-i? – Dijo aquellas palabras en un tono sugerente y guiñándole el ojo para que Eichi se montase sus propias fantasías como de costumbre y de paso ella se divirtiese.
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Escuchó sus palabras y asintió lentamente, al tiempo que cerraba sus ojos por algunos segundos. Lo cierto era que estaba teniendo un pequeño ataque de pánico por dentro, puesto que no se le ocurría nada. "Concéntrate, Eichi. Debes hacerlo por ella", pensó decididamente. Tomó una bocanada de aire y fue sacando diversos frascos de la estantería. Eran especias, las típicas que solía usar el joven. Una vez hecho eso, el joven volvió hacia donde Milena y se fijó que ahora llevaba puesto el delantal. Se sonrojó nuevamente y tragó en seco al ver como esa prenda acentuaba su figura. Realmente, se veía hermosa en eso... Aunque el pelirrojo consideraba que su prometida era linda con cualquier tipo de prenda, algunas más que otras. Se llevó una mano al pecho y controló su sonrojo. Ya habría tiempo después, de momento se controlaría y guiaría a su pelirroja lo mejor posible. Era una promesa y la iba a cumplir. Escuchó sus palabras entonces y ladeó su cabeza hacia un lado. Creyó que era algo obvio, pero supuso que debía explicarse antes que ella lo malinterpretara de alguna forma.
– Péndragon está en reconstrucción luego de todo lo que pasó, por lo elegí Kyuuka para casarnos... Si no te importa – dijo, con algo de duda. – Además, podríamos tener la luna de miel allí mismo.
Se sobresaltó un poco por el beso, pero igualmente lo correspondió. Escuchó lo que dijo y se sonrojó, al tiempo que tragaba en seco. No bastaba con todo el rollo de hermana y hermano, ahora tuvo que agregar otra perversión a su mente. En este caso, era la de un profesor con su alumna. Negó con la cabeza, despejando esos pensamientos de su mente, y volvió a la realidad. Tosió un poco, intentando disimular lo que había pasado, y miró seriamente a su prometida.
– Antes que nada, voy a explicarte el sabor y lo usos de algunas especias. Puede ser algo latero de oír, pero a la larga sirve – se explicó el joven.
Luego de eso, el joven empezó con su explicación. Dio un resumen base de lo que era cada condimento y para que servía. Por ejemplo, dijo que el comino era picante y fuerte, y que podía sobreponer los otros sabores si se usaba en exceso. Otro fue el clavo de olor, que era el más general de todos. Podía usarse en todo tipo de comidas saladas y dulces, aparte que se podía combinar con casi todas las especias posibles. Eso si, le explicó que debía usarse con moderación... como casi todos los condimentos, vaya. Al terminar con el resto de las especias (anís, canela, eneldo, jengibre, nuez moscada, entre otras), usando las mismas explicaciones que las otras dos, el joven miró fijamente.
– Hay algo que todas tienen en común: deben usarse con moderación y hay que saber cuando hay que combinar, porque puede terminar por saturar el plato principal. Yo lo aprendí a la mala, así que aconsejo no usar tantas en un solo plato hasta que te sientas lista – dijo, estremeciéndose al pensar en sus fallos. – Supongo que con dos o tres estarás bien, así que... podremos empezar con un plato sencillo – se llevó una mano a la cabeza y se dirigió hacia una pizarra que se encontraba allí. – Haz un curry simple de arroz con algunas verduras. Como opcional, carne o pollo si te crees preparada – le dijo mientras escribía las instrucciones allí, con especias incluidas. Aún era muy tempranero para que las usara por ella misma, después de todo
Suspiró un poco y se debatió en su próxima acción. Al cabo de unos segundos, se encogió de hombros y abrazó por detrás a Milena, al tiempo que acariciaba levemente su estómago por debajo del delantal.
– Recuerda una cosa. No tienes que ponerte nerviosa; solo yo estoy aquí y no pienso juzgarte. Prepares lo que prepares, me lo voy a tragar igual. Bueno o malo, no voy a quejarme. Te seguiré amando por siempre, y nada lo va cambiar. Así que... ten confianza y da lo mejor de ti – Eichi le dio un beso de buena suerte y se apartó, dándole espacio para que cocine...
– Péndragon está en reconstrucción luego de todo lo que pasó, por lo elegí Kyuuka para casarnos... Si no te importa – dijo, con algo de duda. – Además, podríamos tener la luna de miel allí mismo.
Se sobresaltó un poco por el beso, pero igualmente lo correspondió. Escuchó lo que dijo y se sonrojó, al tiempo que tragaba en seco. No bastaba con todo el rollo de hermana y hermano, ahora tuvo que agregar otra perversión a su mente. En este caso, era la de un profesor con su alumna. Negó con la cabeza, despejando esos pensamientos de su mente, y volvió a la realidad. Tosió un poco, intentando disimular lo que había pasado, y miró seriamente a su prometida.
– Antes que nada, voy a explicarte el sabor y lo usos de algunas especias. Puede ser algo latero de oír, pero a la larga sirve – se explicó el joven.
Luego de eso, el joven empezó con su explicación. Dio un resumen base de lo que era cada condimento y para que servía. Por ejemplo, dijo que el comino era picante y fuerte, y que podía sobreponer los otros sabores si se usaba en exceso. Otro fue el clavo de olor, que era el más general de todos. Podía usarse en todo tipo de comidas saladas y dulces, aparte que se podía combinar con casi todas las especias posibles. Eso si, le explicó que debía usarse con moderación... como casi todos los condimentos, vaya. Al terminar con el resto de las especias (anís, canela, eneldo, jengibre, nuez moscada, entre otras), usando las mismas explicaciones que las otras dos, el joven miró fijamente.
– Hay algo que todas tienen en común: deben usarse con moderación y hay que saber cuando hay que combinar, porque puede terminar por saturar el plato principal. Yo lo aprendí a la mala, así que aconsejo no usar tantas en un solo plato hasta que te sientas lista – dijo, estremeciéndose al pensar en sus fallos. – Supongo que con dos o tres estarás bien, así que... podremos empezar con un plato sencillo – se llevó una mano a la cabeza y se dirigió hacia una pizarra que se encontraba allí. – Haz un curry simple de arroz con algunas verduras. Como opcional, carne o pollo si te crees preparada – le dijo mientras escribía las instrucciones allí, con especias incluidas. Aún era muy tempranero para que las usara por ella misma, después de todo
Suspiró un poco y se debatió en su próxima acción. Al cabo de unos segundos, se encogió de hombros y abrazó por detrás a Milena, al tiempo que acariciaba levemente su estómago por debajo del delantal.
– Recuerda una cosa. No tienes que ponerte nerviosa; solo yo estoy aquí y no pienso juzgarte. Prepares lo que prepares, me lo voy a tragar igual. Bueno o malo, no voy a quejarme. Te seguiré amando por siempre, y nada lo va cambiar. Así que... ten confianza y da lo mejor de ti – Eichi le dio un beso de buena suerte y se apartó, dándole espacio para que cocine...
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Eichi no tuvo tacto ninguno y le dijo a la pelirroja que iban directos a la isla vacacional para casarse. Los ojos de la espadachín se abrieron como platos al escucharle. No podía creérselo y tuvo que hacer un esfuerzo enorme para no caerse al suelo allí mismo. Se imaginó por un momento cómo sería todo a su alrededor. Juntos, unidos para siempre y… No pudo evitar tragar un poco de saliva y después hacerse la tonta. Estaba deseando llegar de una buena vez hacia aquel sitio cuanto antes. Teniendo en cuenta de que estaban en el paraíso, no les llevaría muchos días llegar a su objetivo. Ahora debía centrarse en lo que estaba haciendo y olvidarse totalmente de esas maravillosas y deliciosas ideas que le venían a la mente. La escena de ella siendo tomada en su traje de boda… Pfff negó muchísimas veces y tosió con fuerza.
Durante los siguientes minutos Eichi fue explicándoles algunas de las especias. Ella tan solo conocía las básicas como el orégano o el perejil. Asentía con la cabeza y trataba de entender todo lo que su chico le estaba explicando con tanto detalle. Cuando él le ordenó preparar el curry con arroz asintió. No podía haber nada malo en cocer arroz y preparar una salsa de verduras. Justo cuando iba a empezar notó su abraza por detrás. La pelirroja se frenó en seco y mostró una sonrisa. Se giró un poco y correspondió el beso mientras le abrazaba un poco. Tras aquello se puso en la barra de cocina, pero no sin antes dedicarle unas palabras a él.
- Lo haré lo mejor que pueda, Kurama-kun. – Le dijo guiñándole el ojo por su fruta.
Después de aquello preparó algunas cosas y se puso manos a la obra. No habían pasado ni dos minutos cuando una llamarada de fuego surgió de una de las ollas. El impacto fue tan grande que la pelirroja cayó al suelo de espaldas. Unas chispas revolotearon por la mesa y después de unos momentos una explosión quemó la mesa principal. La chica se quedó tirada en el suelo y miró al pelirrojo agachando la cabeza para disculparse. El fuego continuaba avanzando por la madera y haría falta un extintor para apagarlo. Buscó uno con la mirada, pero no pudo levantarse. La chica se quedó mirando el fuego fijamente. Estaba como paralizada, se mantuvo sentada con la espalda en un mueble observando las llamas avanzar despacio. Tragó un poco de saliva y se abrazó a sí misma, como si estuviese traumada por algo.
- N-no me quemes… – Susurró al mismo tiempo que respiraba algo más fuerte de lo normal. Era una sensación que la estaba manteniendo allí y cada vez sentía más calor. – Ei… Sácame de aquí. – Le pidió estirando la mano hacia un lado para buscar la suya mientras seguía mirando las llamas algo preocupada.
Durante los siguientes minutos Eichi fue explicándoles algunas de las especias. Ella tan solo conocía las básicas como el orégano o el perejil. Asentía con la cabeza y trataba de entender todo lo que su chico le estaba explicando con tanto detalle. Cuando él le ordenó preparar el curry con arroz asintió. No podía haber nada malo en cocer arroz y preparar una salsa de verduras. Justo cuando iba a empezar notó su abraza por detrás. La pelirroja se frenó en seco y mostró una sonrisa. Se giró un poco y correspondió el beso mientras le abrazaba un poco. Tras aquello se puso en la barra de cocina, pero no sin antes dedicarle unas palabras a él.
- Lo haré lo mejor que pueda, Kurama-kun. – Le dijo guiñándole el ojo por su fruta.
Después de aquello preparó algunas cosas y se puso manos a la obra. No habían pasado ni dos minutos cuando una llamarada de fuego surgió de una de las ollas. El impacto fue tan grande que la pelirroja cayó al suelo de espaldas. Unas chispas revolotearon por la mesa y después de unos momentos una explosión quemó la mesa principal. La chica se quedó tirada en el suelo y miró al pelirrojo agachando la cabeza para disculparse. El fuego continuaba avanzando por la madera y haría falta un extintor para apagarlo. Buscó uno con la mirada, pero no pudo levantarse. La chica se quedó mirando el fuego fijamente. Estaba como paralizada, se mantuvo sentada con la espalda en un mueble observando las llamas avanzar despacio. Tragó un poco de saliva y se abrazó a sí misma, como si estuviese traumada por algo.
- N-no me quemes… – Susurró al mismo tiempo que respiraba algo más fuerte de lo normal. Era una sensación que la estaba manteniendo allí y cada vez sentía más calor. – Ei… Sácame de aquí. – Le pidió estirando la mano hacia un lado para buscar la suya mientras seguía mirando las llamas algo preocupada.
Eichi Tsukasa
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Eichi sonrío levemente al notar como lo llamaba y asintió. El joven era un habido lector, por lo que reconoció la referencia que hizo Milena hacia su fruta. El joven dio un paso hacia atrás y se recostó en la pared para ver de mejor forma como Milena trabajaba con los alimentos. Verla cocinar así de concentrada, con el delantal acentuando su figura, provocaba que el príncipe se sonrojara un poco. Se maldijo a si mismo por tener una mente así de perversa, pero no podía evitarlo... Aunque quisiera, cosa que no quería. Fantasear acerca de su pelirroja era uno de sus hobbys preferidos, después de todo. Se mantuvo observando hasta que pasaron dos minutos, tiempo en el que una de las ollas estalló... Literalmente. ¿Cómo mierda podía suceder algo así? Sus ojos se abrieron de forma exagerada al ver tal espectáculo infernal. Iba a agarrar el extintor para apagar las llamas, pero en eso recordó cierta situación que se daría. Segundos después, el humo consiguió llegar hacia un pequeño objeto que estaba en el techo... Provocando que se activara el sistema anti incendio. Agua cayó por allí, extinguiendo el fuego y empapando a ambos jóvenes. Supuso que la clase había llegado hasta allí...
El joven suspiró y negó con la cabeza, para luego dirigir su mirada hacia donde estaba la pelirroja. Dio un paso y se dispuso a decirle que no pasaba nada, pero paró en seco y entrecerró sus ojos. Algo no estaba bien, y centrando su mantra en su prometida... Sintió todo el efecto de las emociones de Milena. Por supuesto, ¿cómo pudo olvidarlo? Sabía que ese imbécil la había quemado, pero nunca se dio cuenta que había quedado con un trauma. Había sido un idiota, y por su negligencia la pelirroja ahora estaba sufriendo. Volvió a negar con la cabeza y se acercó hacia ella, para luego tomarla en brazos y dirigirse hacia la salida. Una vez en el salón, tomó un par de toallas grandes y recostó a Milena en uno de los sillones.
– Sshhh, tranquila. No pasa nada, el fuego ya se ha ido – le susurró, tratando de calmarla.
Retiró el delantal del cuerpo de la pelirroja y el se quitó la camisa. Pasó la prenda por todo el cuerpo de la joven y la arropó con ella una vez que terminó. Al finalizar, abrazó a su prometida y la atrajo hacia su pecho. Acarició lentamente sus cabellos, al tiempo que sus ojos reflejaban tristeza. Verdaderamente la vida no era justa, y la joven era una de las que más había sufrido. No pudo evitar apretar sus puños al recordar al culpable de su trauma, pero lo dejó pasar... Por ahora. Milena era mucho más importante que una venganza personal, después de todo. Eso no quería decir que lo dejaría de lado, sin embargo. Tarde o temprano ese tipo se las iba a pagar, de una forma u otra. De todas formas, el resultado siempre sería el mismo... Él haciendo una excepción y obviando su política no matar por primera vez en su vida.
– Ya ha pasado, y estoy aquí contigo – declaró.
Le dio un beso en la frente y pegó su cabeza con la de la mujer, al tiempo que seguía abrazándola. Al estar empapado, probablemente hubiera pensando algo erótico en circunstancias normales. Sin embargo, su prioridad era hacer que Milena se recuperara... De una forma u otra.
El joven suspiró y negó con la cabeza, para luego dirigir su mirada hacia donde estaba la pelirroja. Dio un paso y se dispuso a decirle que no pasaba nada, pero paró en seco y entrecerró sus ojos. Algo no estaba bien, y centrando su mantra en su prometida... Sintió todo el efecto de las emociones de Milena. Por supuesto, ¿cómo pudo olvidarlo? Sabía que ese imbécil la había quemado, pero nunca se dio cuenta que había quedado con un trauma. Había sido un idiota, y por su negligencia la pelirroja ahora estaba sufriendo. Volvió a negar con la cabeza y se acercó hacia ella, para luego tomarla en brazos y dirigirse hacia la salida. Una vez en el salón, tomó un par de toallas grandes y recostó a Milena en uno de los sillones.
– Sshhh, tranquila. No pasa nada, el fuego ya se ha ido – le susurró, tratando de calmarla.
Retiró el delantal del cuerpo de la pelirroja y el se quitó la camisa. Pasó la prenda por todo el cuerpo de la joven y la arropó con ella una vez que terminó. Al finalizar, abrazó a su prometida y la atrajo hacia su pecho. Acarició lentamente sus cabellos, al tiempo que sus ojos reflejaban tristeza. Verdaderamente la vida no era justa, y la joven era una de las que más había sufrido. No pudo evitar apretar sus puños al recordar al culpable de su trauma, pero lo dejó pasar... Por ahora. Milena era mucho más importante que una venganza personal, después de todo. Eso no quería decir que lo dejaría de lado, sin embargo. Tarde o temprano ese tipo se las iba a pagar, de una forma u otra. De todas formas, el resultado siempre sería el mismo... Él haciendo una excepción y obviando su política no matar por primera vez en su vida.
– Ya ha pasado, y estoy aquí contigo – declaró.
Le dio un beso en la frente y pegó su cabeza con la de la mujer, al tiempo que seguía abrazándola. Al estar empapado, probablemente hubiera pensando algo erótico en circunstancias normales. Sin embargo, su prioridad era hacer que Milena se recuperara... De una forma u otra.
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Milena se aferró al pelirrojo cuando la sacó de la cocina. Cerró los ojos notando el agua en su cuerpo, pero eso le dio igual. No quería separarse de él en ningún momento y no tardó en pegar el rostro a su hombro en busca de consuelo. Incluso parecía por unos momentos que estaba sollozando. Al parecer, había desarrollado un pequeño miedo al fuego que en ocasiones la hacía sentirse mal. Las quemaduras en algunos sitios de su cuerpo eran la prueba de ello. Trató de relajarse y gracias a su marido no le costó mucho. Con él se sentía a salvo de todas las cosas posibles. Rodeó su cuello con los brazos y cerró con fuerza los ojos. Su tacto era demasiado reconfortante para ser cierto y eso la hizo pegarse mucho más a él si eso era posible.
Se tumbó con él y asintió a sus palabras sobre el fuego. De hecho, no solo lo pasó mal con la rata cobarde. Cuando en Síderos decidió enfrentar a Jin por su cuenta aprovechando que estaba luchando contra aquel hombre oscuro, ese tipo que casi… Dios, que asco. Al imaginarse lo que pretendía sintió bastante miedo. Por unos momentos empezó a temblar, pero finalmente negó. Tal vez la pelea que tuvo contra Vader en Síderos la hizo temer también al fuego. Todo por vengar a su amigo, Kyogre. El pelirrojo siempre la había tratado como a una alumna y enterarse de que fue asesinado por aquel diablo la enfureció. Sintió las caricias del pelirrojo y no tardó en abrazarlo de forma mimosa, devolviéndole las caricias y los besos. Fue entonces cuando le miró a los ojos.
- A parte de las quemaduras recibidas por ese intento de hombre… En Síderos enfrenté a Vader. El guardián de Meln trató mediante sus poderes de fruta robar mi cuerpo… Supongo que cuando Jin terminó con su vida me asusté muchísimo. Hui de aquel demonio lo más rápido que pude y ahí fue cuando me encontraste temblando. Él mató a uno de mis únicos amigos… No pudo evitar querer enfrentarlo en solitario, pero no pude hacer nada contra él. A parte de eso como ya sabes, los quemazones que me llevé por parte de ese payaso de Ushio… Creo que le temo al fuego. – Dijo apenada mirándole con los ojos húmedos.
Al notar que estaba a punto de ponerse triste negó un poco con la cabeza y enseguida lo abrazó. Sentir su tacto la relajó muchísimo y no pudo evitar sentirse muchísimo mejor. Allí empapados y aferrada a él no hizo otra cosa que hundir su rostro en el pecho del zorro. Allí se desahogó como pudo entre algunos quejidos. Parecía una niña pequeña, pero con Eichi se daba el lujo de sentirse así. Era su amado y con él podía ser ella misma, mostrando su verdadera forma de ser. Una persona tímida, asustadiza y que se moría por el cariño de la persona que amaba. Soltó un sollozo contra su pecho y siguió pegada a él.
- ¿Por qué…? ¿Por qué alguien como yo puede gustarle a alguien como tú? He sido odiada desde que nací. Siempre fui humillada, insultada y golpeada. Aún sigo sin pensar que seas real. Eres demasiado perfecto. Solo sé que si algún día me faltas, mi vida habrá llegado a su fin. – Terminó de abrazarle de forma posesiva.
Eichi Tsukasa
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Escuchó atentamente las palabras de la pelirroja y cerró su ojo, aún acariciando el rojizo cabello de su amada. Todo lo que le sucedió le provocaba tristeza y dolor, como si fuera el suyo propio. ¿Por qué ocurría eso? Pausó sus caricias al recordar cierto dato, y luego siguió. Por supuesto, era la respuesta más lógica. Seguía sin acostumbrarse a eso de ser un zorro mitológico, por lo que ciertos aspectos de uno se le pasaban. Volviendo a lo anterior, además de pena... Sentía una enorme furia. Tan solo quería ir en búsqueda de ese asesino y... No, no debía pensar así. Por mucho que lo quisiera, sabía cuales eran sus límites. Ir a buscarlo solo terminaría con su muerte y la de Milena, y el joven no quería eso. No era justo para la pelirroja perder la única chance que tenía para vivir su vida como quisiera. Por otro lado... pensar en Vader le provocaba un dolor de cabeza inexplicable. Era como si quisiera recordar algo, pero no podía. Eso era raro, puesto que con su memoria eidética era imposible. ¿Acaso Akashi tuvo algo que ver con eso? Probablemente era la razón más acertada, pero no era como si pudiera preguntarle.
– Me aseguraré de no usar fuego en tu presencia. Te quiero mucho, y no quiero recordarte de eso de nuevo – declaró, con tristeza. – En lo otro... estoy demasiado tentado en ir por Surfer y Kodomo por lo que hicieron, pero no pienso dejarte sola. No de nuevo – dijo mientras se aferraba más a ella.
No sabía que pensar al verla llorar, pero lo odiaba y le gustaba al mismo tiempo, y eso hacía que se sintiera peor. Lo odiaba porque no le gustaba ver a Milena triste, y le agradaba porque la pelirroja no ponía pegas en demostrar como se sentía. Si de algo estaba seguro, era que nunca la dejaría sola. Antes muerto que hacerlo. Escuchó sus palabras y tragó en seco, al tiempo que algunas lágrimas se le escapaban. Relacionar a esa Milena con la de ahora era difícil, pero podía verlo. Al contrario, el debería preguntarse por qué ella lo eligió a él. Habían mejores personas que él, solo que Eichi estuvo en el lugar y el momento adecuado para llegar al corazón de Milena.
– Je, gustar queda demasiado corto para lo que siento... y no soy perfecto. Tengo mis fallos, como cualquiera. Solo se que estoy imprimado a ti y, por ende, te voy a proteger y consentir hasta el final... Darte la vida que mereces y no pudiste tener en el pasado. Es una promesa de por vida, y no pienso echarme para atrás.
Eichi besó dulcemente a la pelirroja, intentando transmitirle todo el amor y cariño que le tenía. La abrazó por la cintura y se echó encima de ella, continuando el beso por unos minutos más. Al separarse, juntó su frente con la de ella y acarició unos mechones de su cabello, para luego dar varios besos en cada rincón de su cara. En eso, se apartó un poco y se quitó el parche de su rostro. Movió su mechón hasta el centro y una pequeña cicatriz horizontal se podía apreciar. Tenía ambos ojos abiertos, pero uno estaba opaco y no se podía apreciar una pupila.
– Así que... sonríe, sonríe por el futuro que nos espera. Juntos y solo nosotros dos, sin que nadie vuelva a molestarnos – declaró, con determinación. Eichi seguía encima de Milena, al tiempo que acariciaba su mejilla con ternura...
– Me aseguraré de no usar fuego en tu presencia. Te quiero mucho, y no quiero recordarte de eso de nuevo – declaró, con tristeza. – En lo otro... estoy demasiado tentado en ir por Surfer y Kodomo por lo que hicieron, pero no pienso dejarte sola. No de nuevo – dijo mientras se aferraba más a ella.
No sabía que pensar al verla llorar, pero lo odiaba y le gustaba al mismo tiempo, y eso hacía que se sintiera peor. Lo odiaba porque no le gustaba ver a Milena triste, y le agradaba porque la pelirroja no ponía pegas en demostrar como se sentía. Si de algo estaba seguro, era que nunca la dejaría sola. Antes muerto que hacerlo. Escuchó sus palabras y tragó en seco, al tiempo que algunas lágrimas se le escapaban. Relacionar a esa Milena con la de ahora era difícil, pero podía verlo. Al contrario, el debería preguntarse por qué ella lo eligió a él. Habían mejores personas que él, solo que Eichi estuvo en el lugar y el momento adecuado para llegar al corazón de Milena.
– Je, gustar queda demasiado corto para lo que siento... y no soy perfecto. Tengo mis fallos, como cualquiera. Solo se que estoy imprimado a ti y, por ende, te voy a proteger y consentir hasta el final... Darte la vida que mereces y no pudiste tener en el pasado. Es una promesa de por vida, y no pienso echarme para atrás.
Eichi besó dulcemente a la pelirroja, intentando transmitirle todo el amor y cariño que le tenía. La abrazó por la cintura y se echó encima de ella, continuando el beso por unos minutos más. Al separarse, juntó su frente con la de ella y acarició unos mechones de su cabello, para luego dar varios besos en cada rincón de su cara. En eso, se apartó un poco y se quitó el parche de su rostro. Movió su mechón hasta el centro y una pequeña cicatriz horizontal se podía apreciar. Tenía ambos ojos abiertos, pero uno estaba opaco y no se podía apreciar una pupila.
– Así que... sonríe, sonríe por el futuro que nos espera. Juntos y solo nosotros dos, sin que nadie vuelva a molestarnos – declaró, con determinación. Eichi seguía encima de Milena, al tiempo que acariciaba su mejilla con ternura...
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Milena se abrazó despacio a su pelirrojo al escuchar lo que dijo. No podía evitar querer estar pegada a él todo el tiempo. Hundió su rostro en su pecho y siguió temblando. Se sentía demasiado protegida con él. Le apretó en el brazo cuando dijo de ir a por esos dos, no pensaba consentírselo. Kodomo era un inútil, un debilucho y hasta un crío de cinco años podía vencerlo, pero el enmascarado era otra cosa. Ese demonio tenía el poder suficiente como para cargarse un almirante si se lo proponía, pero prefería no pensar en ello. Ahora estaba allí echada con él y sabía lo que significaba la palabra que había dicho. Siendo normal que él fuera un zorro lo entendía a la perfección. Se pegó despacio a él todo lo que pudo y continuó dándole mimos entre caricias y abrazos.
Notó entonces a su chico echarse sobre ella y besarla. La científica se sintió bastante querida y por ello rodeó su cuello rápidamente mientras le seguía el beso de la mejor forma posible. No iba a dejarse vencer por la pena, estaba demasiado bien junto a Eichi y así sería toda la vida. Juguetonamente le dio alguno que otro mordisquito. Jugó con él tras el beso y cuando se quitó el parche le miró con atención. Pudo ver el ojo malherido y seguramente ciego. Después de unos momentos pasó su dedo por el parpado muy despacio. Después de eso acercó sus labios hasta él y le dio un dulce beso en aquella zona. Después en la misma mejilla y por último en la cicatriz. Después de eso lo miró con cariño estando debajo de él y asintió con la cabeza a sus palabras. Estaba demasiado feliz a su lado.
- Sonreiré si es lo que mi rey desea de mí, Eichi-kun. – Dijo con un tono bastante dulce y tierno.
La pelirroja le dedicó una sonrisa llena de amor y bondad entonces. Estiró sus manos hasta las mejillas de él y después de unos momentos le dedicó una tierna sonrisa mejor que la anterior. Le besó de forma mimosa y lo abrazó pegándole más al cuerpo de ella. Con aquel único sujetador de leopardo por prenda superior y estando empapada sus pechos se transparentaban, pero eso era lo de menos. Le lamió la mejilla de forma dulce y después de unos momentos lo pegó más a él. Llevó sus dientes a su cuello y mordió de forma juguetona de una sola vez. Empezó a aspirar su piel para marcarlo, pues era solo suyo. A medida que lo estaba haciendo enroscó sus dos piernas a la cintura de él y lo pegó a ella. Tras unos momentos separó la boca de su cuello y lo miró de forma cariñosa.
- ¿Qué desea mi rey hacer ahora? – Le dio otro mordisco en la nariz y después besó de nuevo sobre su parpado dañado, al cual la estaba dando muchísimo cariño.
Notó entonces a su chico echarse sobre ella y besarla. La científica se sintió bastante querida y por ello rodeó su cuello rápidamente mientras le seguía el beso de la mejor forma posible. No iba a dejarse vencer por la pena, estaba demasiado bien junto a Eichi y así sería toda la vida. Juguetonamente le dio alguno que otro mordisquito. Jugó con él tras el beso y cuando se quitó el parche le miró con atención. Pudo ver el ojo malherido y seguramente ciego. Después de unos momentos pasó su dedo por el parpado muy despacio. Después de eso acercó sus labios hasta él y le dio un dulce beso en aquella zona. Después en la misma mejilla y por último en la cicatriz. Después de eso lo miró con cariño estando debajo de él y asintió con la cabeza a sus palabras. Estaba demasiado feliz a su lado.
- Sonreiré si es lo que mi rey desea de mí, Eichi-kun. – Dijo con un tono bastante dulce y tierno.
La pelirroja le dedicó una sonrisa llena de amor y bondad entonces. Estiró sus manos hasta las mejillas de él y después de unos momentos le dedicó una tierna sonrisa mejor que la anterior. Le besó de forma mimosa y lo abrazó pegándole más al cuerpo de ella. Con aquel único sujetador de leopardo por prenda superior y estando empapada sus pechos se transparentaban, pero eso era lo de menos. Le lamió la mejilla de forma dulce y después de unos momentos lo pegó más a él. Llevó sus dientes a su cuello y mordió de forma juguetona de una sola vez. Empezó a aspirar su piel para marcarlo, pues era solo suyo. A medida que lo estaba haciendo enroscó sus dos piernas a la cintura de él y lo pegó a ella. Tras unos momentos separó la boca de su cuello y lo miró de forma cariñosa.
- ¿Qué desea mi rey hacer ahora? – Le dio otro mordisco en la nariz y después besó de nuevo sobre su parpado dañado, al cual la estaba dando muchísimo cariño.
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Instintivamente cerró sus ojos y se dejó ser. Era primera vez que se sacaba el parche desde que curaron su ojo, por lo que la zona estaba un poco sensible. De todas formas, nunca se quejaría de los besos de Milena. Incluso se sintió un poco mejor que antes. Escuchó sus palabras y sonrío levemente, al tiempo que acariciaba el cabello de su prometida. Realmente, nunca se cansaría de tocar el cuerpo de su pelirroja, ya fuera en el sentido romántico o... Con la intención de darle placer. Pensó en eso un poco más y bufó, con diversión. ¿A quién quería engañar? Su mente ya había sido totalmente corrompida por la diosa que tenía debajo, pero daba igual. Era normal tener pensamientos pervertidos de la persona que amabas, después de todo... Por mucho bochorno que le provocara. ¿Cómo se le decía a los de su tipo? Eichi lo pensó por algunos segundos y asintió. Si, era un pervertido closet. Sabía que lo era, pero se negaba demostrarlo abiertamente. Básicamente, era un hipócrita del más alto nivel. Negó un poco con la cabeza y se colocó el parche de nuevo. Se sentía mucho más aliviado así, puesto que era raro tener ambos ojos abiertos y solo ver con uno.
– Y así me aseguraré que siga – respondió suavemente, aún acariciándola. – Daría todo porque mantengas esa sonrisa.
Y caso le había hecho, porque era una de las mejores sonrisas que le había dedicado hasta ahora. No pudo evitar sonrojarse, pero no apartó la mirada. Pasaba el tiempo y ya estaba aprendiendo a no avergonzarse tanto, pese a que seguía siendo un poco inseguro. No era ni la sombra de lo que era antes, aunque mientras siguiera... Dudaba en poder relajarse del todo. Suspiró un poco y notó las caricias de Milena, lo que provocó que dejara esos pensamientos de lado. Se estremeció al notar los dientes de su pelirroja mordisqueando su cuello, pero no hizo nada de momento. Estar en esa posición, aparte de ser preso de las piernas de ella, provocaba que cierta anatomía empezara a despertar lentamente. "Estúpidas reacciones naturales, se quejó mentalmente mientras se sonrojaba.
– Pues... tengo algo en mente. Cierto robot nos interrumpió rudamente la otra vez – dijo a modo de indirecta.
Sin darle tiempo de reaccionar, el joven se sentó y dejó a Milena sentada en su regazo, colocando su espalda contra su pecho. Podía sentir el trasero de su pelirroja haciendo presión contra su anatomía, y no pudo evitar recordar lo que dijo en el baño. Se sonrojó un poco y miró inocentemente hacia otro lado. En su defensa, él no tenía la culpa. Milena era demasiado hermosa como para no provocar una reacción en él, pese a que era algo secundario. Aparte, estando con ese sujetado de leopardo y el a torso desnudo... Sobraba decir que quedaba poco para que se prendiera completamente. Algo abochornado, se rascó la cabeza y tosió por lo bajo.
– L-lo siento por eso – se disculpó tímidamente, volviendo a su personalidad inicial por algunos segundos.
Viendo que necesitaba distraerse, el joven llevó sus dos manos hacia arriba y empezó a masajear ambos pechos de su chica. Sentir esas dos suaves almohadas en sus manos era un placer indescriptible, y tuvo que aguantar las ganas de meter su cabeza dentro y dormirse allí mismo. Quizá haría eso la próxima vez que tuvieran sus... actividades. Negó con la cabeza y siguió acariciando a su pelirroja, pero esta vez metió ambas extremidades por debajo del sujetador. Pausó un poco al sentir esas pequeñas durezas, sabiendo muy bien lo que era. Sin embargo, no se detuvo y siguió con lo suyo. Mientras, mordisqueaba levemente el cuello de su prometida, también marcándola como suya.
– ¿Te gusta? – Preguntó inocentemente el pelirrojo.
– Y así me aseguraré que siga – respondió suavemente, aún acariciándola. – Daría todo porque mantengas esa sonrisa.
Y caso le había hecho, porque era una de las mejores sonrisas que le había dedicado hasta ahora. No pudo evitar sonrojarse, pero no apartó la mirada. Pasaba el tiempo y ya estaba aprendiendo a no avergonzarse tanto, pese a que seguía siendo un poco inseguro. No era ni la sombra de lo que era antes, aunque mientras siguiera... Dudaba en poder relajarse del todo. Suspiró un poco y notó las caricias de Milena, lo que provocó que dejara esos pensamientos de lado. Se estremeció al notar los dientes de su pelirroja mordisqueando su cuello, pero no hizo nada de momento. Estar en esa posición, aparte de ser preso de las piernas de ella, provocaba que cierta anatomía empezara a despertar lentamente. "Estúpidas reacciones naturales, se quejó mentalmente mientras se sonrojaba.
– Pues... tengo algo en mente. Cierto robot nos interrumpió rudamente la otra vez – dijo a modo de indirecta.
Sin darle tiempo de reaccionar, el joven se sentó y dejó a Milena sentada en su regazo, colocando su espalda contra su pecho. Podía sentir el trasero de su pelirroja haciendo presión contra su anatomía, y no pudo evitar recordar lo que dijo en el baño. Se sonrojó un poco y miró inocentemente hacia otro lado. En su defensa, él no tenía la culpa. Milena era demasiado hermosa como para no provocar una reacción en él, pese a que era algo secundario. Aparte, estando con ese sujetado de leopardo y el a torso desnudo... Sobraba decir que quedaba poco para que se prendiera completamente. Algo abochornado, se rascó la cabeza y tosió por lo bajo.
– L-lo siento por eso – se disculpó tímidamente, volviendo a su personalidad inicial por algunos segundos.
Viendo que necesitaba distraerse, el joven llevó sus dos manos hacia arriba y empezó a masajear ambos pechos de su chica. Sentir esas dos suaves almohadas en sus manos era un placer indescriptible, y tuvo que aguantar las ganas de meter su cabeza dentro y dormirse allí mismo. Quizá haría eso la próxima vez que tuvieran sus... actividades. Negó con la cabeza y siguió acariciando a su pelirroja, pero esta vez metió ambas extremidades por debajo del sujetador. Pausó un poco al sentir esas pequeñas durezas, sabiendo muy bien lo que era. Sin embargo, no se detuvo y siguió con lo suyo. Mientras, mordisqueaba levemente el cuello de su prometida, también marcándola como suya.
– ¿Te gusta? – Preguntó inocentemente el pelirrojo.
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Cuando él nombró al robot y lo que estaban haciendo antes, la chica no pudo evitar tragar un poco de saliva y ponerse alerta. No se había esperado eso por parte de su pervertido… Bueno, hacía ya unos minutos que se esperaba cualquier cosa de su marido. Cerró los ojos entonces notando el cambio de postura y quedando sentada con la espalda pegada al pecho de él. Ya no le pedía permiso, directamente jugaba con ella como él quería, cosa que Milena amaba. Sonrió de forma dulce sintiendo al juguetón de allí abajo en su trasero y no tardó en morderse el labio inferior. Al estar mojados era normal que el contacto fuese mucho mayor de lo que podía serlo normalmente con la ropa puesta. Algo se le venía a la mente de lo que posiblemente su chico estaba planeando hacer con ella.
- ¿Qué es lo que planeas? – Preguntó sonriente.
Cuando las manos de Eichi fueron directamente a sus pechos y él empezó a masajearlos no pudo evitar morderse el labio inferior. El mero hecho de sentirle de esa forma, apretándolos, moldeándolos y jugando con ellos era una sensación deliciosa. Finalmente, la pelirroja notó sus manos por dentro del sujetador en un contacto bastante más directo. Encima de todo había osado hablarle para hacerle una pregunta bastante pervertida. Al joven no pudo evitar morirse de vergüenza durante algunos segundos para después mirarle a los ojos fijamente al girar un poco el cuello.
- Dímelo tú. – Un gemido salió entonces de su boca al notar los dientes en su cuello.
De nuevo estaba siendo tomada por su amado. El pelirrojo no se cansaba de ella y esperaba que así fuese siempre. En ese momento la científica cogió sus manos para que apretase más fuerte. Los jadeos continuaban debido a aquella zona sensible, pero entonces la espadachín se giró despacio y colocó las manos en el pecho del zorro. Lo dejó tumbado en aquel sofá y ella sentada sobre su cintura. Retiró las manos de sus pechos y después de unos segundos le miró a los ojos de una forma algo pícara.
- Ese robot impidió algo que yo tenía planeado, mi pequeño zorrito. – Mencionó con un tono de voz algo lujurioso mientras se relamía de forma provocativa.
Milena se bajó el pantalón, quedando con aquellas braguitas del mismo tono que el sujetador. Gateó un poco sobre su chico y lamió algo su pecho. Después de eso se puso de rodillas en su rostro, dejando una rodilla a cada lado de su cabeza. La joven entonces fue cuando bajó y colocó su intimidad en el rostro de él, pero sin quitarse la ropa interior en ningún momento. Llevó sus manos a los cabellos rojizos de él y empezó a acariciarlos con mucho cariño, para finalmente decirle despacio.
- Tienes prohibido usar tu boca o lengua por el momento, aguanta. – Ordenó estando ella algo húmeda mientras frotaba su pieza de ropa sobre el rostro de él, haciéndole sentir si era posible avergonzado.
- ¿Qué es lo que planeas? – Preguntó sonriente.
Cuando las manos de Eichi fueron directamente a sus pechos y él empezó a masajearlos no pudo evitar morderse el labio inferior. El mero hecho de sentirle de esa forma, apretándolos, moldeándolos y jugando con ellos era una sensación deliciosa. Finalmente, la pelirroja notó sus manos por dentro del sujetador en un contacto bastante más directo. Encima de todo había osado hablarle para hacerle una pregunta bastante pervertida. Al joven no pudo evitar morirse de vergüenza durante algunos segundos para después mirarle a los ojos fijamente al girar un poco el cuello.
- Dímelo tú. – Un gemido salió entonces de su boca al notar los dientes en su cuello.
De nuevo estaba siendo tomada por su amado. El pelirrojo no se cansaba de ella y esperaba que así fuese siempre. En ese momento la científica cogió sus manos para que apretase más fuerte. Los jadeos continuaban debido a aquella zona sensible, pero entonces la espadachín se giró despacio y colocó las manos en el pecho del zorro. Lo dejó tumbado en aquel sofá y ella sentada sobre su cintura. Retiró las manos de sus pechos y después de unos segundos le miró a los ojos de una forma algo pícara.
- Ese robot impidió algo que yo tenía planeado, mi pequeño zorrito. – Mencionó con un tono de voz algo lujurioso mientras se relamía de forma provocativa.
Milena se bajó el pantalón, quedando con aquellas braguitas del mismo tono que el sujetador. Gateó un poco sobre su chico y lamió algo su pecho. Después de eso se puso de rodillas en su rostro, dejando una rodilla a cada lado de su cabeza. La joven entonces fue cuando bajó y colocó su intimidad en el rostro de él, pero sin quitarse la ropa interior en ningún momento. Llevó sus manos a los cabellos rojizos de él y empezó a acariciarlos con mucho cariño, para finalmente decirle despacio.
- Tienes prohibido usar tu boca o lengua por el momento, aguanta. – Ordenó estando ella algo húmeda mientras frotaba su pieza de ropa sobre el rostro de él, haciéndole sentir si era posible avergonzado.
Eichi Tsukasa
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Al escuchar los gemidos, supuso que lo estaba haciendo bien. Sonrío levemente y siguió haciendo de las suyas, moviendo y haciendo círculos con los pechos de Milena. Como eran tan grandes, tenía el suficiente espacio para darse el lujo de hacer eso. Luego de varios minutos haciendo eso, la joven apartó sus manos y Eichi la miró confusamente. ¿Acaso había hecho algo malo? Ladeó su cabeza hacia un lado, sin entender del todo sus palabras. ¿Qué pensaba hacer sus pelirroja? Segundos después, el joven tuvo su respuesta... Y de que forma. Se sonrojó al ver a su prometida completamente en ropa interior, aunque comparado con las otras veces, el príncipe pudo controlarlo de mejor forma. Cada vez se iba acostumbrando más, y llegaría el punto en el cual ver a Milena en paños menores sería tan normal como respirar. Volviendo a lo anterior, la espadachín subió hasta que su intimidad quedó alineada con el rostro del chico, y luego bajó su entrepierna. Como resultado, la zona prohibida de su mujer quedó en contacto con su rostro, y luego escuchó esas palabras tan provocativas.
Hubo cierto problema con eso, sin embargo. En el pasado se habría dejado ser y se hubiera aguantado hasta que Milena le permitiera seguir, pero... En aquel entonces no tenía la fruta que tenía ahora, por lo que sus sentidos e instintos eran completamente distintos. En este caso, el mejor sentido de un zorro, como el de cualquier canino, era el olfato. Literalmente, podían oler cosas que estuviera enterrados a metros de profundidad. Ahora, como la intimidad de la chica estaba en contacto con la nariz del joven sin que este pudiera hacer nada, el príncipe percibió de lleno la esencia de su mujer. Era irresistible, y tenía un olor ligeramente parecida a la miel. Aparte de eso, la segunda reacción fue el despertar de sus instintos animales. No hubiera pasado eso, si Milena no le hubiera prohibido seguir con lo suyo. Como resultado, ahora el joven quería aparearse desesperadamente con la mujer al que estaba imprimado. Incluso perdió el control momentáneo de sus poderes y dos orejas de zorro reemplazaron a sus humanas.
– Mi Megitsune – gruñó el joven, usando el término femenino de Kitsune en ella. Al contrario de la otra, no era degradante como... zorra. No, simplemente era el nombre que la pareja de un Kitsune. – No sabes lo que has liberado...
Sin decir otra palabra, y usando su gran fuerza, el joven invirtió las posiciones. Usó sus brazos y dejó a Milena debajo de él, al tiempo que el joven admiraba el cuerpo de su pelirroja. Su ojo estaba rasgado y era dorado, y sus orejas se movían sin parar. Hacía rato que perdió el control de ellas, pero le daba un poco igual, la verdad. Entrecerró sus ojos y usando una de sus alargadas uñas, cortó el lazo que mantenía el sujetador firme en los pechos de Milena. Si la pelirroja usaba a Eros ahora, probablemente liberaría una colosal fuerza destructiva que no se calmaría hasta varias horas de hacerle el amor a su prometida, incluso podía llegar a superar el día... Y hablaba en términos de hacerlo seguido y sin descanso.
– Un hecho divertido... Cuando consumí la fruta, mis sentidos se dispararon... ¿Sabes lo que sucedió cuando pusiste tu intimidad cerca de mi nariz, siendo que mi olfato es varias veces superior a la de un humano? Bueno... digamos que mi parte animal ahora no parará hasta tener su premio – dijo, al tiempo que gruñí seductoramente.
Luego de decir eso, el joven "hambriento" atacó aquellas durezas rosas de los pechos de su pelirroja. Succionó como si no hubiera mañana, al tiempo que usaba sus manos para masajear esas orbes (luego de que sus uñas volvieran a la normalidad). Mientras, usando su otra mano, recorría todo el cuerpo de su amante hasta llegar a su intimidad. Allí empezó a acariciar lentamente, mientras se separó de sus pezones y besó salvaje e intensamente a su prometida, aunque manteniendo la gentileza y el amor de siempre.
– Eres mía – declaró posesivamente, al tiempo que clavaba su ojo dorado en los rojizos de Milena. Mientras, aumentaba la intensidad de sus caricias en la intimidad de la mujer...
Hubo cierto problema con eso, sin embargo. En el pasado se habría dejado ser y se hubiera aguantado hasta que Milena le permitiera seguir, pero... En aquel entonces no tenía la fruta que tenía ahora, por lo que sus sentidos e instintos eran completamente distintos. En este caso, el mejor sentido de un zorro, como el de cualquier canino, era el olfato. Literalmente, podían oler cosas que estuviera enterrados a metros de profundidad. Ahora, como la intimidad de la chica estaba en contacto con la nariz del joven sin que este pudiera hacer nada, el príncipe percibió de lleno la esencia de su mujer. Era irresistible, y tenía un olor ligeramente parecida a la miel. Aparte de eso, la segunda reacción fue el despertar de sus instintos animales. No hubiera pasado eso, si Milena no le hubiera prohibido seguir con lo suyo. Como resultado, ahora el joven quería aparearse desesperadamente con la mujer al que estaba imprimado. Incluso perdió el control momentáneo de sus poderes y dos orejas de zorro reemplazaron a sus humanas.
– Mi Megitsune – gruñó el joven, usando el término femenino de Kitsune en ella. Al contrario de la otra, no era degradante como... zorra. No, simplemente era el nombre que la pareja de un Kitsune. – No sabes lo que has liberado...
Sin decir otra palabra, y usando su gran fuerza, el joven invirtió las posiciones. Usó sus brazos y dejó a Milena debajo de él, al tiempo que el joven admiraba el cuerpo de su pelirroja. Su ojo estaba rasgado y era dorado, y sus orejas se movían sin parar. Hacía rato que perdió el control de ellas, pero le daba un poco igual, la verdad. Entrecerró sus ojos y usando una de sus alargadas uñas, cortó el lazo que mantenía el sujetador firme en los pechos de Milena. Si la pelirroja usaba a Eros ahora, probablemente liberaría una colosal fuerza destructiva que no se calmaría hasta varias horas de hacerle el amor a su prometida, incluso podía llegar a superar el día... Y hablaba en términos de hacerlo seguido y sin descanso.
– Un hecho divertido... Cuando consumí la fruta, mis sentidos se dispararon... ¿Sabes lo que sucedió cuando pusiste tu intimidad cerca de mi nariz, siendo que mi olfato es varias veces superior a la de un humano? Bueno... digamos que mi parte animal ahora no parará hasta tener su premio – dijo, al tiempo que gruñí seductoramente.
Luego de decir eso, el joven "hambriento" atacó aquellas durezas rosas de los pechos de su pelirroja. Succionó como si no hubiera mañana, al tiempo que usaba sus manos para masajear esas orbes (luego de que sus uñas volvieran a la normalidad). Mientras, usando su otra mano, recorría todo el cuerpo de su amante hasta llegar a su intimidad. Allí empezó a acariciar lentamente, mientras se separó de sus pezones y besó salvaje e intensamente a su prometida, aunque manteniendo la gentileza y el amor de siempre.
– Eres mía – declaró posesivamente, al tiempo que clavaba su ojo dorado en los rojizos de Milena. Mientras, aumentaba la intensidad de sus caricias en la intimidad de la mujer...
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El nombre que él le puso era bastante más agradable, aunque era tan difícil de recordar que no tardó mucho en olvidarlo completamente. Al menos sabría que cuando la llamase por algo terminado en “Ne” sabría que se estaba refiriendo a ella como su mujer. Eso le hizo algo de gracia y estando sobre él no pudo evitar sonreír de forma animada. De hecho, le miraba a los ojos con dulzura y bastante cariño. Las ganas de ser ella quién se lo comiera estaban aumentando. Iba a devorarlo en nada, pero entonces le escuchó hablar y prestó toda la atención posible a las palabras de su chico. Una pequeña sonrisa se formó en su rostro mientras él iba diciendo cada palabra. Todo estaba saliendo un poco cambiado de planes, pero no sería ella quién se quejase de lo que él decidiera hacer.
Quedó entonces debajo de él y no pudo evitar mirar lo que se había formado en la cabeza del pelirrojo… ¡Orejitas! Los ojos de la científica se abrieron como platos y tomaron forma de estrellas. Un ataque de azúcar iba a darle en menos de cinco segundos. Estiró sus manos hacia ellas de forma rápida y empezó a acariciarlas de una forma nunca vista. Se notaba muy ilusionada y su boca estaba abierta totalmente. Ahora sí que no le iba a dejar volver a la forma normal, NUNCA. Había decidido que quería que Eichi luciese sus orejas siempre y fuera algo fijo en él. Lo había decidido, ahora su pelirrojo debería ir así de por vida para hacerla feliz a ella y era lo que había.
Cuando escuchó lo que dijo gimió con fuerza mientras sus pechos eran atendidos por la boca de su chico. Acarició sus orejas y cabeza despacio mientras él apretaba su pecho y jugaba con él a su modo. Ella se mordió el labio inferior sintiendo también sus caricias allí abajo y por ello abrió la boca para dejar escapar un pequeño gemido. Le siguió el beso notando su mano allí abajo y asintió.
- Soy toda tuya, de tu propiedad, mi querido zorrito. Aunque ahora más te vale no separarme nunca de estas orejitas, o te corto. – Amenazó con un tono sombrío y dándole mimos a aquellas dos preciosa.
Después de unos momentos ella se colocó en pie y salió corriendo entre risas. Deseaba que le siguiera. No tardó mucho en llegar a un enorme camarote, sin saber de quién era se lanzó a la cama. Terminó de desnudarse y se tapó con las sábanas. Después de eso miró a la puerta esperando a su amante. Cuando le viera aparecer le sacaría la lengua despacio.
- Nyah… ¿Qué me vas a hacer? – Dijo en un tono fingido que inspiraba pena, aunque su sonrisa juguetona decía todo lo contrario.
Quedó entonces debajo de él y no pudo evitar mirar lo que se había formado en la cabeza del pelirrojo… ¡Orejitas! Los ojos de la científica se abrieron como platos y tomaron forma de estrellas. Un ataque de azúcar iba a darle en menos de cinco segundos. Estiró sus manos hacia ellas de forma rápida y empezó a acariciarlas de una forma nunca vista. Se notaba muy ilusionada y su boca estaba abierta totalmente. Ahora sí que no le iba a dejar volver a la forma normal, NUNCA. Había decidido que quería que Eichi luciese sus orejas siempre y fuera algo fijo en él. Lo había decidido, ahora su pelirrojo debería ir así de por vida para hacerla feliz a ella y era lo que había.
Cuando escuchó lo que dijo gimió con fuerza mientras sus pechos eran atendidos por la boca de su chico. Acarició sus orejas y cabeza despacio mientras él apretaba su pecho y jugaba con él a su modo. Ella se mordió el labio inferior sintiendo también sus caricias allí abajo y por ello abrió la boca para dejar escapar un pequeño gemido. Le siguió el beso notando su mano allí abajo y asintió.
- Soy toda tuya, de tu propiedad, mi querido zorrito. Aunque ahora más te vale no separarme nunca de estas orejitas, o te corto. – Amenazó con un tono sombrío y dándole mimos a aquellas dos preciosa.
Después de unos momentos ella se colocó en pie y salió corriendo entre risas. Deseaba que le siguiera. No tardó mucho en llegar a un enorme camarote, sin saber de quién era se lanzó a la cama. Terminó de desnudarse y se tapó con las sábanas. Después de eso miró a la puerta esperando a su amante. Cuando le viera aparecer le sacaría la lengua despacio.
- Nyah… ¿Qué me vas a hacer? – Dijo en un tono fingido que inspiraba pena, aunque su sonrisa juguetona decía todo lo contrario.
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Mientras seguía sus actividades en los pechos de Milena, notó las suaves caricias que le hacía en sus orejas. Sin poder evitarlo, Eichi movía dichas partes de un lado hacia otro, demostrando que estaba contento con los mimos de su pelirroja. En respuesta, el joven aumentó la intensidad de las lamidas y caricias en la zona íntima de su prometida. Estaba disfrutando demasiado como para soltarla... pese a que sus instintos eran casi incontrolables hasta este punto, aunque aún seguía teniendo un cierto grado de control. Lo suficiente para mantener su lucidez y cordura, pero sabía que debía mantenerlo a ralla. Perder el control de sus acciones solo llevaría a su pelirroja a la tristeza, por lo que también sufriría él... O eso pensaba, al menos. Al cabo de unos segundos, se encogió de hombros y siguió succionando los deliciosos pezones de su amada. Nunca se cansaría de esos hermosos orbes, eso era una realidad. Aunque siguieran avanzando los años, Eichi seguiría amando todo de ella. Eso no cambiaría, el príncipe simplemente no lo permitiría. "Creo... que me he obsesionado, pensó mientras una gota de sudor caía por su sien. No era algo malo, sin embargo. Milena ya era de él, así que no era necesario mostrar esas tendencias.
Escuchó sus palabras y se estremeció, pero se las arregló para asentir. Al menos no era el única obsesivo... Quizás. Ladeó su cabeza hacia un lado y dejó escapar un pequeño mascullo de placer al sentir las caricias de Milena. Si podría recibir eso todo el día, ¿entonces quién era él para quejarse? Le gustaba demasiado, por lo que debería aprender a mantener los oídos de zorro siempre activos. Ahora solo las tenía por instinto, pero la verdad era que era complicado invocar partes del Kitsune por separado. No como aprender los otros poderes, pero igual tenía cierto grado de dificultad. Había que estar demasiado concentrado, después de todo.
Sus pensamientos fueron rudamente cortados cuando Milena se zafó de su agarre y corrió en dirección hacia los pasillos. Eichi entrecerró sus ojos y sus orejas apuntaban hacia un solo lado, demostrando que no estaba feliz con eso. Sin embargo, algunos segundos después, una sonrisa traviesa se formó en sus labios. Si así quería jugar, entonces le demostraría porque los Kitsune eran traviesos... En más de un sentido. El aroma de Milena seguía en el ambiente, por lo que no le costaría nada dar con su paradero. De todas formas, el pelirrojo se estaba tomando todo el tiempo del mundo. Conociendo a su pelirroja, incluso ella estaría un poco más necesitada de la cuenta para cuando llegara.
– Quién sabe, pero creo que ambos sabemos lo que queremos a estas alturas... Y esta vez, por mucho que grites o gimes, nadie podrá escuchar... Así que podré desatarme – dijo seductoramente el travieso zorro.
Sin decir otra palabra, el joven se quitó el resto de sus prendas. Su generosa intimidad estaba parada y lista para lo que vendría a continuación. Se acercó lentamente hacia Milena, desde el pie de la cama. Distraídamente notó que se encontraban en su habitación, puesto que tenía la cama más grande. Realmente, era lo suficientemente espaciosa para albergar a tres o cuatro personas sin que se encontraran incómodos. Al llegar hasta su pelirroja, quitó lentamente las sábanas hacia atrás, dejando al descubierto su cuerpo de diosa. Eichi se relamió y, sin poder evitarlo, juntó sus labios con los de su prometida, besándola salvajemente. Notaba que su intimidad estaba en contacto con la de su chica debido a lo pegado que estaban, así también como sus senos hacían presión con su torso.
– Eres mía... Ahora y para siempre – declaró mientras la miraba intensamente, al tiempo que entraba dentro de ella con delicadez. Realmente, estaba demasiado excitado como para parar con los pre juegos. – Nunca te voy a dejar, esposa mía – dijo tiernamente mientras acariciaba su mejilla...
Escuchó sus palabras y se estremeció, pero se las arregló para asentir. Al menos no era el única obsesivo... Quizás. Ladeó su cabeza hacia un lado y dejó escapar un pequeño mascullo de placer al sentir las caricias de Milena. Si podría recibir eso todo el día, ¿entonces quién era él para quejarse? Le gustaba demasiado, por lo que debería aprender a mantener los oídos de zorro siempre activos. Ahora solo las tenía por instinto, pero la verdad era que era complicado invocar partes del Kitsune por separado. No como aprender los otros poderes, pero igual tenía cierto grado de dificultad. Había que estar demasiado concentrado, después de todo.
Sus pensamientos fueron rudamente cortados cuando Milena se zafó de su agarre y corrió en dirección hacia los pasillos. Eichi entrecerró sus ojos y sus orejas apuntaban hacia un solo lado, demostrando que no estaba feliz con eso. Sin embargo, algunos segundos después, una sonrisa traviesa se formó en sus labios. Si así quería jugar, entonces le demostraría porque los Kitsune eran traviesos... En más de un sentido. El aroma de Milena seguía en el ambiente, por lo que no le costaría nada dar con su paradero. De todas formas, el pelirrojo se estaba tomando todo el tiempo del mundo. Conociendo a su pelirroja, incluso ella estaría un poco más necesitada de la cuenta para cuando llegara.
– Quién sabe, pero creo que ambos sabemos lo que queremos a estas alturas... Y esta vez, por mucho que grites o gimes, nadie podrá escuchar... Así que podré desatarme – dijo seductoramente el travieso zorro.
Sin decir otra palabra, el joven se quitó el resto de sus prendas. Su generosa intimidad estaba parada y lista para lo que vendría a continuación. Se acercó lentamente hacia Milena, desde el pie de la cama. Distraídamente notó que se encontraban en su habitación, puesto que tenía la cama más grande. Realmente, era lo suficientemente espaciosa para albergar a tres o cuatro personas sin que se encontraran incómodos. Al llegar hasta su pelirroja, quitó lentamente las sábanas hacia atrás, dejando al descubierto su cuerpo de diosa. Eichi se relamió y, sin poder evitarlo, juntó sus labios con los de su prometida, besándola salvajemente. Notaba que su intimidad estaba en contacto con la de su chica debido a lo pegado que estaban, así también como sus senos hacían presión con su torso.
– Eres mía... Ahora y para siempre – declaró mientras la miraba intensamente, al tiempo que entraba dentro de ella con delicadez. Realmente, estaba demasiado excitado como para parar con los pre juegos. – Nunca te voy a dejar, esposa mía – dijo tiernamente mientras acariciaba su mejilla...
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No tardó mucho en sentir la presencia de su querido pelirrojo acercarse a ella. Cuando él cerró la puerta no pudo evitar sonreír de forma siniestra. Él estaba entrando a su propia tumba y no lo sabía. La pelirroja lo miraba de forma dulce con su máscara de oveja feliz, pero la loba iba a tomarlo de la mayor de las formas. Era su turno de devolverle la dominación que le hizo en el baño de la isla, dejándola como una sumisa total. Ahora iba a ver a la Milena del lago, la que disfrutaba haciendo feliz a su pequeño hermanito. Estuvo a punto de reír de forma sádica, pero pudo contenerse y fingir total normalidad. Su lengua se movía por dentro de su boca, preparándose para devorarlo totalmente. Finalmente, la pelirroja lo vio entrar en las sábanas junto a ella y abrazarla. Ahora la presa era suya.
Notó sus labios junto a los de ella y no tardó en rodear su cuello con los brazos mientras lo echaba sobre su cuerpo. Ella entonces empezó con besos suaves y dulces, abrió los ojos despacio y un ligero brillo rojizo se formó en ellos. Su hombre estaba allí, echado sobre ella y totalmente indefenso. En cuanto él fue entrando la pelirroja abrió su boca más de la cuenta dejando escapar un gemido. Ahora que estaba unida a él le miró con dulzura y le acarició también.
- Lo mismo te digo, mi amor. Aunque hay algo que va a pasar ahora. – Sonrió de forma siniestra. – Tu diosa tiene muchas ganas de enseñarle a su rey todo el placer que puede darle, Oni-chan…
Dicho aquello giró sobre él y quedó encima. Lentamente clavó su mirada en la de él y rodeó su cuello con ambas manos. Estiró su lengua hasta pasarla por sus labios y finalmente su cuello. Alzó su cintura sacando la herramienta de su pelirrojo de ella. Al hacerlo bajó de nuevo introduciéndola, pero hasta lo más profundo que pudo. En ese momento alzó de nuevo las caderas sacándola y tras unos tres segundos bajó de nuevo con una puntería brutal. Contuvo los gemidos lo mejor que pudo y lo miró a los ojos.
- Ui, lo siento, hermanito. En fin, quiero ver esa carita de placer que pones cuando One-san te deja entrar. – Volvió a salir de él, pero esta vez esperó unos veinte segundos antes de volver a entrar. – ¿Te gusta esto? Por cada vez habrá más tiempo de espera. – Dijo saliendo de él de nuevo y esta vez esperando medio minuto, al tiempo que esperaba lamía su cuello como si de un helado fuese.
La pelirroja mordió su oreja y después el lóbulo sin piedad alguna. Ahora se le había ocurrido la mejor forma de torturarle. Empezó a besar su pecho, abdomen y finalmente llegó allí abajo. Estiró su lengua despacio hacia la zona deseaba de él, pero a menos de un milímetro de su premio se frenó en seco. Besó su pierna y volvió a subir a besar su abdomen. Bajó de nuevo con la boca abierta totalmente y dejando algo de saliva caer de sus labios. Cuando fue a introducirla dentro hizo otro amago y besó la otra pierna de su chico. Después de eso le miró con una sonrisa siniestra.
- Te noto algo excitado…
Notó sus labios junto a los de ella y no tardó en rodear su cuello con los brazos mientras lo echaba sobre su cuerpo. Ella entonces empezó con besos suaves y dulces, abrió los ojos despacio y un ligero brillo rojizo se formó en ellos. Su hombre estaba allí, echado sobre ella y totalmente indefenso. En cuanto él fue entrando la pelirroja abrió su boca más de la cuenta dejando escapar un gemido. Ahora que estaba unida a él le miró con dulzura y le acarició también.
- Lo mismo te digo, mi amor. Aunque hay algo que va a pasar ahora. – Sonrió de forma siniestra. – Tu diosa tiene muchas ganas de enseñarle a su rey todo el placer que puede darle, Oni-chan…
Dicho aquello giró sobre él y quedó encima. Lentamente clavó su mirada en la de él y rodeó su cuello con ambas manos. Estiró su lengua hasta pasarla por sus labios y finalmente su cuello. Alzó su cintura sacando la herramienta de su pelirrojo de ella. Al hacerlo bajó de nuevo introduciéndola, pero hasta lo más profundo que pudo. En ese momento alzó de nuevo las caderas sacándola y tras unos tres segundos bajó de nuevo con una puntería brutal. Contuvo los gemidos lo mejor que pudo y lo miró a los ojos.
- Ui, lo siento, hermanito. En fin, quiero ver esa carita de placer que pones cuando One-san te deja entrar. – Volvió a salir de él, pero esta vez esperó unos veinte segundos antes de volver a entrar. – ¿Te gusta esto? Por cada vez habrá más tiempo de espera. – Dijo saliendo de él de nuevo y esta vez esperando medio minuto, al tiempo que esperaba lamía su cuello como si de un helado fuese.
La pelirroja mordió su oreja y después el lóbulo sin piedad alguna. Ahora se le había ocurrido la mejor forma de torturarle. Empezó a besar su pecho, abdomen y finalmente llegó allí abajo. Estiró su lengua despacio hacia la zona deseaba de él, pero a menos de un milímetro de su premio se frenó en seco. Besó su pierna y volvió a subir a besar su abdomen. Bajó de nuevo con la boca abierta totalmente y dejando algo de saliva caer de sus labios. Cuando fue a introducirla dentro hizo otro amago y besó la otra pierna de su chico. Después de eso le miró con una sonrisa siniestra.
- Te noto algo excitado…
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Sus instintos le decía que debía estar alerta, por una razón que desconocía. Entrecerró sus ojos, pero luego negó con la cabeza. Tal vez debían ser ideas suyas, aunque claro, si hubiera visto el rostro de Milena en ese momento, probablemente se habría dado cuenta del peligro. No se dio cuenta, hasta que era demasiado tarde. En retrospectiva, el joven debió haberlo visto venir. Mucho tiempo había pasado sin que la pelirroja demostrara su lado dominante, así que ya debió ser tiempo de que volviera a la normalidad. Eichi lo ignoró, sin embargo. Francamente, culpaba al estado en el cual se encontraba, pero ya daba igual. El príncipe estaba pagando el precio, así que solo le tocaba seguir como debía. En retrospectiva, el joven podría haber usado su fuerza para voltear la situación nuevamente. No lo hizo por varias razones, pero todo se resumía a una sola. Por mucho que demostrara lo contrario, en ocasiones, ella era naturalmente una persona dominante. Por lo que... ¿Quién era él para denegarle actuar como siempre? El pelirrojo la amaba demasiado como para hacer algo tan vil como eso. De todas formas, no quería decir que fuera a dejarse. Simplemente aguardaría, esperando su oportunidad. Era lo mejor que podía hacer en esta ocasión.
Se estremeció al escuchar esas palabras, pero el pelirrojo se dejó ser. Cerró su ojo de forma instintiva al notar lo que hizo, y tuvo que aguantar las ganas de soltar un gemido. Milena lo estaba matando con lo que hacía, lo peor era que disfrutaba haciendo eso. Tras unos segundos, el joven se atrevió a mirar de frente a su amante. Al ver como entraba y salía, aumentando el tiempo de ello, provocó que Eichi se sonrojara de forma espectacular. Debido al tono de su cabello, no era descabellado decir que parecía un tomate maduro. El joven se mordió la lengua accidentalmente, aunque no fue suficiente para sacar sangre. De todas formas, igual le dolió como una perra.
– Por favor, Onee-sama... – se las arregló para decir, pero no llegó a contemplar la frase, puesto que soltó en gemido.
Pese a todo el esfuerzo que había conseguido todos esos años, Eichi nuevamente se vio revertido a la tímida persona de antaño. Teniendo en cuenta que solo Milena lo podía dejar en ese estado, no era tan sorpresivo. Las caricias de su pelirroja seguían, al igual que sus gestos sugestivos. El joven estaba llegando a su límite, y no sabía si era bueno o malo. Solo bastaría un poco de fuerza para voltear la situación, pero... Había algo que no lo dejaba tranquilo. Dudó o no si hacer lo siguiente, a sabiendas que podía fallar de forma espectacular debido a su punto débil. Al cabo de unos segundos, se resignó y suspiró. En teoría, podría librarse fácilmente, pero dejaría que ella tuviera sus minutos de fama... Aparte de otra cosa que quería de por medio.
– Onee-sama, no me dejes con las ganas... Por favor – suplicó, al tiempo que la veía con cara de cachorro pateado. Además, aplastó sus orejas para darle un toque más triste.
Como última opción, se concentró por algunos segundos. Fue difícil, pero consiguió que solo apareciera una de las colas. Ahora lo siguiente era mantenerlo, aunque ya tenía la teoría... más o menos. Eichi seguía mirando de la misma forma a Milena, al tiempo que maneaba la cola de un lado hacia otro. Eso si, se aseguraba de mantenerla fuera del alcance de sus manos...
Se estremeció al escuchar esas palabras, pero el pelirrojo se dejó ser. Cerró su ojo de forma instintiva al notar lo que hizo, y tuvo que aguantar las ganas de soltar un gemido. Milena lo estaba matando con lo que hacía, lo peor era que disfrutaba haciendo eso. Tras unos segundos, el joven se atrevió a mirar de frente a su amante. Al ver como entraba y salía, aumentando el tiempo de ello, provocó que Eichi se sonrojara de forma espectacular. Debido al tono de su cabello, no era descabellado decir que parecía un tomate maduro. El joven se mordió la lengua accidentalmente, aunque no fue suficiente para sacar sangre. De todas formas, igual le dolió como una perra.
– Por favor, Onee-sama... – se las arregló para decir, pero no llegó a contemplar la frase, puesto que soltó en gemido.
Pese a todo el esfuerzo que había conseguido todos esos años, Eichi nuevamente se vio revertido a la tímida persona de antaño. Teniendo en cuenta que solo Milena lo podía dejar en ese estado, no era tan sorpresivo. Las caricias de su pelirroja seguían, al igual que sus gestos sugestivos. El joven estaba llegando a su límite, y no sabía si era bueno o malo. Solo bastaría un poco de fuerza para voltear la situación, pero... Había algo que no lo dejaba tranquilo. Dudó o no si hacer lo siguiente, a sabiendas que podía fallar de forma espectacular debido a su punto débil. Al cabo de unos segundos, se resignó y suspiró. En teoría, podría librarse fácilmente, pero dejaría que ella tuviera sus minutos de fama... Aparte de otra cosa que quería de por medio.
– Onee-sama, no me dejes con las ganas... Por favor – suplicó, al tiempo que la veía con cara de cachorro pateado. Además, aplastó sus orejas para darle un toque más triste.
Como última opción, se concentró por algunos segundos. Fue difícil, pero consiguió que solo apareciera una de las colas. Ahora lo siguiente era mantenerlo, aunque ya tenía la teoría... más o menos. Eichi seguía mirando de la misma forma a Milena, al tiempo que maneaba la cola de un lado hacia otro. Eso si, se aseguraba de mantenerla fuera del alcance de sus manos...
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Escucharle suplicar fue algo demasiado delicioso. La pelirroja lo miró de forma sádica al mismo tiempo que se emocionaba. Que él le siguiera el juego solo la hacía sentirse mucho más en su papel de cruel torturadora. Continuó acariciando su zona íntima despacio con la mano mientras que poco a poco iba mostrando una sonrisa bastante amplia. Ahora que ella la que tenía la sartén por el mango, bueno, más bien al zorro por aquello… Soltó una leve carcajada mientras continuaba disfrutando de sus suplicas. No había un placer similar al aquel. Esperaba que su chico pronto empezara a suplicar de mejor forma. Quería ofrendas, promesas, quejidos y demás cosas. Se moría de ganas por aquello y no iba a dejarlo escapar nunca. No tardó entonces en mirarle a los ojos despacio.
Cuando vio sus orejas así y aquella carita de cachorro, la pelirroja se excitó de una forma increíble. Era una imagen demasiado deliciosa, la cual la hizo relamerse como nunca. En ese momento llegó el ataque final de su chico. Pudo ver aquella cola surgir de la nada y los ojos de la científica se abrieron como platos. No podía resistirse a aquello, aunque parecía estar violando a un animal. Igualmente, le daba igual lo que dijeran, pero si tenía que tirarse a su chico incluso convertido lo haría. Fue en ese momento cuando gateó por encima de él hasta llegar a sus labios de nuevo. Los unió con él y cerró los ojos despacio. Trató de violar su boca con la lengua y tras unos segundos levantó su rostro. Una mirada maligna se adueñó de ella y después de eso colocó su mano en la mejilla del zorrito. Empezó a hablar con un tono de voz muy siniestro, de hecho, demasiado. Se notaba que la espadachín disfrutaba con aquel tipo de cosas como nadie en el mundo.
- Así me gusta, Oni-chan. Voy a cumplir tu deseo, y tú no vas a parar de suplicar en ningún momento. Voy a hacerte llegar al cielo con algo tan simple como mis labios y mi lengua. – Susurró la última palabra en su oído dejando un pequeño lametón en él.
La joven bajó de nuevo hasta su pecho. Era el momento de devolverle el favor y tras lamer su pecho un poco mordió de forma juguetona el pezón derecho de su chico. Lo mantuvo incluso dentro de su boca unos segundos y después bajó por la zona abdominal dándole leve mordiscos. Finalmente llegó allí abajo. La pelirroja se tapó con las sábanas, quedando Eichi con ellas por el pecho y viéndose solo un bulto a sus pies. La chica abrió la boca y después de una lamida muy intenta empezó la magia. No lo hico suave ni mucho menos, empezó a devorarle como si no hubiese un mañana. Usaba su lengua, los labios y la saliva en aquel arte. Ahora estaría allí hasta hacerle perder la cabeza a su chico. Hubo incluso un momento en el que metió incluso todo lo posible dentro, empapándole así y esperando sus gemidos con ansia. De hecho, trató de agarrar su cola al hacer aquello y acariciarla un poco.
- Nyah… – Maulló de forma muy provocativa y haciendo sonidos obscenos con su lengua y saliva. Todo por volver loco a su hombre y que desease aquello cada minuto de su vida.
Cuando vio sus orejas así y aquella carita de cachorro, la pelirroja se excitó de una forma increíble. Era una imagen demasiado deliciosa, la cual la hizo relamerse como nunca. En ese momento llegó el ataque final de su chico. Pudo ver aquella cola surgir de la nada y los ojos de la científica se abrieron como platos. No podía resistirse a aquello, aunque parecía estar violando a un animal. Igualmente, le daba igual lo que dijeran, pero si tenía que tirarse a su chico incluso convertido lo haría. Fue en ese momento cuando gateó por encima de él hasta llegar a sus labios de nuevo. Los unió con él y cerró los ojos despacio. Trató de violar su boca con la lengua y tras unos segundos levantó su rostro. Una mirada maligna se adueñó de ella y después de eso colocó su mano en la mejilla del zorrito. Empezó a hablar con un tono de voz muy siniestro, de hecho, demasiado. Se notaba que la espadachín disfrutaba con aquel tipo de cosas como nadie en el mundo.
- Así me gusta, Oni-chan. Voy a cumplir tu deseo, y tú no vas a parar de suplicar en ningún momento. Voy a hacerte llegar al cielo con algo tan simple como mis labios y mi lengua. – Susurró la última palabra en su oído dejando un pequeño lametón en él.
La joven bajó de nuevo hasta su pecho. Era el momento de devolverle el favor y tras lamer su pecho un poco mordió de forma juguetona el pezón derecho de su chico. Lo mantuvo incluso dentro de su boca unos segundos y después bajó por la zona abdominal dándole leve mordiscos. Finalmente llegó allí abajo. La pelirroja se tapó con las sábanas, quedando Eichi con ellas por el pecho y viéndose solo un bulto a sus pies. La chica abrió la boca y después de una lamida muy intenta empezó la magia. No lo hico suave ni mucho menos, empezó a devorarle como si no hubiese un mañana. Usaba su lengua, los labios y la saliva en aquel arte. Ahora estaría allí hasta hacerle perder la cabeza a su chico. Hubo incluso un momento en el que metió incluso todo lo posible dentro, empapándole así y esperando sus gemidos con ansia. De hecho, trató de agarrar su cola al hacer aquello y acariciarla un poco.
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