Eichi Tsukasa
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Cuando creía que la mirada podría haber convencido a Milena, se dio cuenta que lo hizo peor... Cosa que no creía posible, la verdad. Ahora sabía que no debería usar sus colas a futuro y... Oh, a quien mierda quería engañar. Si su pelirroja se lo pidiera, entonces el joven no pondría impedimento alguno. En cierto modo retorcido, era como si se tratara de una mascota amaestrada, pese a que Eichi evitaba en lo posible verlo de ese modo. No, era más bien como un enamorado que hacía cualquier cosa por su amada. Si, lo dejaría de esa forma. Más romántico y menos controlador. Antes que pudiera seguir pensando en eso, sin embargo, Milena lo besó con cierto deje de salvajismo. Tanto fue, que el pobre ni pudo responder correctamente debido a la intensidad. Con un sonrojo monumental, intentó seguirle el ritmo, pero fue un esfuerzo completamente en vano. Al final, Eichi terminó jadeando y con un pequeño hilo de saliva bajando por la comisura de sus labios. Había sido completamente violado bucalmente, y no le importaba en lo más mínimo. Si, definitivamente era demasiado sumiso para su propio bien.
Escuchó sus palabras y asintió distraídamente, sin entender del todo por algunos segundos. Seguía aturdido por el beso anterior, así que no reparó en lo que dijo hasta que fue demasiado tarde. Se estremeció al sentir los labios de Milena en su zona sensible y soltó un gemido de placer, y luego varios más en sucesión. Era la tercera vez que hacía esto, pero era muy distinto a esas ocasiones. La pelirroja estaba en su elemento y lo hacía con un salvajismo que no creía posible. Realmente, esta vez no estaba teniendo piedad con él. Volvió a gemir al sentir como lo metía hasta el fondo e inconscientemente empezó a mover un poco sus caderas, haciendo que la situación fuera mucho más placentera. Trató de aguantarlo, pero los sonidos sugerentes y la toma de su cola, hicieron que se viniera prematuramente... Y esta vez Eichi estaba demasiado aturdido como para haber avisado. De hecho, era posible que esa haya sido el orgasmo más intenso que hubiera tenido en su vida.
– Bah... –
Eichi intentó hablar, pero solo se le salían incoherencias. Jadeaba intensamente, babeaba y sus orejas se movían sin parar. Hacía rato que había perdido el control de ellas, después de todo. El pelirrojo se relamió despacio y se limpió la saliva, al tiempo que entrecerraba sus ojos un poco. Aquello lo había pillado por sorpresa, pero fue muy placentero. Sin embargo... no le hacía gracia que fuera el único recibiendo. Usando su increíble fuerza de voluntad, se zafó del agarre de Milena y dio la vuelta, dejándola justo debajo de él. Nuevamente se relamió, al tiempo que la miraba intensamente y con un brillo indescifrable en su único ojo.
– Gracias... me ha gustado – sus orejas seguían moviéndose rápidamente. – Pero... creo que Onee-sama merece una recompensa especial por haberme hecho sentir tan bien, jejejeje – río alegremente el chico zorro.
Acarició y masajeó sus generosos atributos por un minuto entero, para luego atacar su "premio". Metió su lengua hasta el fondo de Milena, y no lo hizo suavemente ahora. No, ahora lo devoró completamente. Exploraba cada rincón de su interior, al tiempo que usaba sus manos para estimular su punto G. Sin embargo, lo hacía tan rápido que a penas se podían ver sus movimientos. Por otro lado, había hecho aparecer una cola extra, y con las dos sujetaba firmemente las piernas de su pelirroja, manteniéndolas separadas para que no pudiera cerrarlas.
– Woof – Y ella no era la única que podía hacer sonidos sugerentes... Aunque a él le salían mejor gracias a las orejas, que seguían moviéndose pese a que él no quisiera. Por otro lado, sus movimientos eran tan rápidos e intensos, que llegaba a provocar sonidos muy provocativos...
Escuchó sus palabras y asintió distraídamente, sin entender del todo por algunos segundos. Seguía aturdido por el beso anterior, así que no reparó en lo que dijo hasta que fue demasiado tarde. Se estremeció al sentir los labios de Milena en su zona sensible y soltó un gemido de placer, y luego varios más en sucesión. Era la tercera vez que hacía esto, pero era muy distinto a esas ocasiones. La pelirroja estaba en su elemento y lo hacía con un salvajismo que no creía posible. Realmente, esta vez no estaba teniendo piedad con él. Volvió a gemir al sentir como lo metía hasta el fondo e inconscientemente empezó a mover un poco sus caderas, haciendo que la situación fuera mucho más placentera. Trató de aguantarlo, pero los sonidos sugerentes y la toma de su cola, hicieron que se viniera prematuramente... Y esta vez Eichi estaba demasiado aturdido como para haber avisado. De hecho, era posible que esa haya sido el orgasmo más intenso que hubiera tenido en su vida.
– Bah... –
Eichi intentó hablar, pero solo se le salían incoherencias. Jadeaba intensamente, babeaba y sus orejas se movían sin parar. Hacía rato que había perdido el control de ellas, después de todo. El pelirrojo se relamió despacio y se limpió la saliva, al tiempo que entrecerraba sus ojos un poco. Aquello lo había pillado por sorpresa, pero fue muy placentero. Sin embargo... no le hacía gracia que fuera el único recibiendo. Usando su increíble fuerza de voluntad, se zafó del agarre de Milena y dio la vuelta, dejándola justo debajo de él. Nuevamente se relamió, al tiempo que la miraba intensamente y con un brillo indescifrable en su único ojo.
– Gracias... me ha gustado – sus orejas seguían moviéndose rápidamente. – Pero... creo que Onee-sama merece una recompensa especial por haberme hecho sentir tan bien, jejejeje – río alegremente el chico zorro.
Acarició y masajeó sus generosos atributos por un minuto entero, para luego atacar su "premio". Metió su lengua hasta el fondo de Milena, y no lo hizo suavemente ahora. No, ahora lo devoró completamente. Exploraba cada rincón de su interior, al tiempo que usaba sus manos para estimular su punto G. Sin embargo, lo hacía tan rápido que a penas se podían ver sus movimientos. Por otro lado, había hecho aparecer una cola extra, y con las dos sujetaba firmemente las piernas de su pelirroja, manteniéndolas separadas para que no pudiera cerrarlas.
– Woof – Y ella no era la única que podía hacer sonidos sugerentes... Aunque a él le salían mejor gracias a las orejas, que seguían moviéndose pese a que él no quisiera. Por otro lado, sus movimientos eran tan rápidos e intensos, que llegaba a provocar sonidos muy provocativos...
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Maldito Eichi. Los ojos de la pelirroja se abrieron como platos al sentir que su chico había terminado. Apretó los puños y agarró sus piernas al mismo tiempo que tragaba. Tras eso abrió la boca dejando caer un poco en sus muslos. Tosió algo y después miró a sus ojos directamente. Poco a poco empezó a reír, pero de forma un poco dulce a la anterior, al mismo tiempo acariciaba su cola con mucho cariño.
- Vaya, parece que alguien no ha podido aguantar. Me alegro de haber cumplido mi objetivo entonces. – Mencionó acariciándole despacio la zona abdominal con cuidado.
Verle babear de aquella forma moviendo sus orejas la hizo sonreír. Lo había destrozado con aquello y se alegraba de poder hacer feliz a su hombre. Justo en ese momento volvió a estar ella debajo debido al agarre de su chico. Escuchó lo que dijo y después de un momento soltó un suspiro. No pensaba ofenderse ni enfadarse con él, pero igualmente se lo diría con todo su amor. Eichi le costaba pillar las cosas y no tenía culpa de nada. Le acarició la mejilla con ternura y después le dio un pico.
- Cielo, no me des las gracias por esto. No ha sido un favor… Eres mi marido y me gusta hacerse sentir bien, además, me gusta tu sabor, bakka. – Dijo sacándole la lengua y mirándole con cariño. – No hay que darse las gracias por gestos cariñosos entre personas que se aman. – Dicho aquello miró a otro lado nerviosa, le tocaba.
Tras notar aquel masaje de un minuto en sus pechos pudo ver sus intenciones al agacharse. Ella abrió las piernas por las buenas, aunque cuando se vio aferrada por las colas empezó a reír de una forma suave y bastante alegre. De hecho, una pequeña lágrima de felicidad resbaló por su mejilla.
- ¡Hahahahaha! ¡Hahahahaha! ¡Bakka! No voy a negarte lo que es tuyo. – Terminó diciendo al mismo tiempo que soltaba un gemido intenso.
Con el paso de los minutos la joven fue aumentando el sonido de sus gemidos. Los bufidos de su zorrito más el excelente juego que estaba teniendo allí debajo la estaban dejando en la gloria. Se retorció un poco siendo sujetada por las suaves colas y no pudo evitar llevar la mano despacio a la cabeza de su chico. La acarició con mucho cariño y después de eso fue bajándola para que él llegara de forma más intensa. Estaba imitando lo que él había hecho. Soltó de nuevo un intenso gemido y tras unos momentos decidió no ser rencorosa. Pensaba avisarle de que estaba a punto para que él pudiese decidir por sí mismo.
- Cielo, voy a…
Tras unos diez segundos de haber dicho aquello, Milena soltó un intenso gemido mucho más fuerte y terminó viniéndose sin poder remediarlo. Era normal que parecieran conejos después de dos años sin verse, pero después vendrían los entrenamientos, los viajes y debían desahogarse. Estaba deseando poder ir con él de la mano en tren, comer junto a su chico y de paso prepararle el almuerzo, encargándolo, por supuesto.
- Mmmm… – Jadeó un poco recostándose y empezando a reír suavemente. – Hehehehe… Qué lindo que puedes llegar a ser, cariño.
- Vaya, parece que alguien no ha podido aguantar. Me alegro de haber cumplido mi objetivo entonces. – Mencionó acariciándole despacio la zona abdominal con cuidado.
Verle babear de aquella forma moviendo sus orejas la hizo sonreír. Lo había destrozado con aquello y se alegraba de poder hacer feliz a su hombre. Justo en ese momento volvió a estar ella debajo debido al agarre de su chico. Escuchó lo que dijo y después de un momento soltó un suspiro. No pensaba ofenderse ni enfadarse con él, pero igualmente se lo diría con todo su amor. Eichi le costaba pillar las cosas y no tenía culpa de nada. Le acarició la mejilla con ternura y después le dio un pico.
- Cielo, no me des las gracias por esto. No ha sido un favor… Eres mi marido y me gusta hacerse sentir bien, además, me gusta tu sabor, bakka. – Dijo sacándole la lengua y mirándole con cariño. – No hay que darse las gracias por gestos cariñosos entre personas que se aman. – Dicho aquello miró a otro lado nerviosa, le tocaba.
Tras notar aquel masaje de un minuto en sus pechos pudo ver sus intenciones al agacharse. Ella abrió las piernas por las buenas, aunque cuando se vio aferrada por las colas empezó a reír de una forma suave y bastante alegre. De hecho, una pequeña lágrima de felicidad resbaló por su mejilla.
- ¡Hahahahaha! ¡Hahahahaha! ¡Bakka! No voy a negarte lo que es tuyo. – Terminó diciendo al mismo tiempo que soltaba un gemido intenso.
Con el paso de los minutos la joven fue aumentando el sonido de sus gemidos. Los bufidos de su zorrito más el excelente juego que estaba teniendo allí debajo la estaban dejando en la gloria. Se retorció un poco siendo sujetada por las suaves colas y no pudo evitar llevar la mano despacio a la cabeza de su chico. La acarició con mucho cariño y después de eso fue bajándola para que él llegara de forma más intensa. Estaba imitando lo que él había hecho. Soltó de nuevo un intenso gemido y tras unos momentos decidió no ser rencorosa. Pensaba avisarle de que estaba a punto para que él pudiese decidir por sí mismo.
- Cielo, voy a…
Tras unos diez segundos de haber dicho aquello, Milena soltó un intenso gemido mucho más fuerte y terminó viniéndose sin poder remediarlo. Era normal que parecieran conejos después de dos años sin verse, pero después vendrían los entrenamientos, los viajes y debían desahogarse. Estaba deseando poder ir con él de la mano en tren, comer junto a su chico y de paso prepararle el almuerzo, encargándolo, por supuesto.
- Mmmm… – Jadeó un poco recostándose y empezando a reír suavemente. – Hehehehe… Qué lindo que puedes llegar a ser, cariño.
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Eichi pausó un poco con lo que hacía y cerró su ojo, al tiempo que su cuerpo temblaba levemente. Al cabo de unos segundos, negó con la cabeza y logró controlar las lágrimas que amenazaban con escaparse. Marido... realmente, en verdad estaba pasando. La mayor parte de su vida la pasó mal, había huido de su isla por eso mismo. Cuando hizo aquello, no pensó en como terminaría. Tan solo quería ser libre, y logró, en parte, luego de entrenar en el Baratie junto a Saiba y los demás. Aún así... seguía faltándole algo en aquel entonces... Hasta que conoció a una pelirroja que lo intimidaba y atraía a la vez. Era una combinación rara, pero nunca había conocido a alguien tan única. Pensó en hablarle más en Baterilla, por una vez dejando su lado la curiosidad. Sin embargo, cierto pistolero se metió y luego se enteró del pelinegro de mierda. Fue allí cuando decidió dar un paso al costado y ver todo de lejos, para luego marcharse. Pensó que nunca más vería a Milena, pero se equivocó rotundamente. El lago, ayudarla a salir de sus pensamientos depresivos y finalmente la conclusión... Ese había sido uno de sus mejores días, y definitivamente algo cambió en él a partir de ese entonces. Sin embargo, al pillar indirectas y ser malo descifrando emociones suyas y ajenas, solo pensó que tenía una atracción por ella. Luego de Síderos, Madara y Water Seven; se dio cuenta de su estúpido error.
– Lo siento... Aún me cuesta un poco creerlo. Sigo sin entender que viste en mi, pero... No quita que seré el mejor marido que exista – declaró mientras sonreía suavemente. – Empezando con demostrarte cuanto te amo, princesa.
Sin decir otra palabra, Eichi continuó dándole placer a su querida prometida. Metía la lengua lo más profundo dentro de ella, al tiempo que movía más rápido los dedos. Podía sentir como la pelirroja acariciaba su cabello (y de pasada sus orejas), además de impulsar su cabeza más hacia abajo. Si alguien veía la postura, probablemente solo vería una mata de cabello rojizo enterrada en la entre pierna de una diosa. Estuvo así durante varios minutos, hasta que escuchó las palabras de la mujer. Lejos de alejarse, el joven aumentó la intensidad, dispuesto a recibir lo mismo que ella. Quince segundos después, ella se vino y el pelirrojo gustosamente se bebió todo... O esa era la intención. Era bastante, por lo que parte del líquido bajó por su torso sin que pudiera evitarlo. Cuando terminó, Eichi levantó su cabeza y se relamió, disfrutando del sabor. Era delicioso, y al ver el estado en el que se encontraba Milena, no pudo evitarlo y besó salvajemente sus labios, sin molestarse debido al sabor de su propia esencia.
– ¿Puedo llegar a ser? Lástima, yo te tomo de linda las veinte y cuatro horas del día – dijo con una sonrisa, intentando picarla y bromear un poco. Segundos después, su semblante cambió a uno más suave y acarició su mejilla, al tiempo que la besaba dulcemente en sus labios. – Realmente, eres lo mejor que me ha pasado en la vida, y no puedo esperar a casarme contigo y atarme para siempre a ti. Te amo más que mi propia vida, onee-sama – declaró el joven.
Y para demostrarlo, supuso que era hora de unirse a ella de nuevo. En retrospectiva, puede que lo estuvieran haciendo mucho, pero no podía evitarlo. Dos años sin ella le habían pasado demasiado la cuenta, y ahora estaba recuperando el tiempo perdido. Negó con la cabeza y se sentó, al tiempo que levantaba a Milena. La dejó sentada encima de él de tal forma, que estaba chocando su espalda con el torso del pelirrojo. Éste sonrío y mordió levemente su cuello, al tiempo que entraba lentamente dentro de ella. Soltó un pequeño gemido y empezó entrar y salir. Lento primero, pero luego fue aumentando la intensidad. Además, usaba sus dos manos para acariciar sus pechos, aprovechándose de la posición.
– Te amo para siempre, y no puedo esperar a formar una familia contigo, mi esposa – dijo suavemente, aumentando las embestidas...
– Lo siento... Aún me cuesta un poco creerlo. Sigo sin entender que viste en mi, pero... No quita que seré el mejor marido que exista – declaró mientras sonreía suavemente. – Empezando con demostrarte cuanto te amo, princesa.
Sin decir otra palabra, Eichi continuó dándole placer a su querida prometida. Metía la lengua lo más profundo dentro de ella, al tiempo que movía más rápido los dedos. Podía sentir como la pelirroja acariciaba su cabello (y de pasada sus orejas), además de impulsar su cabeza más hacia abajo. Si alguien veía la postura, probablemente solo vería una mata de cabello rojizo enterrada en la entre pierna de una diosa. Estuvo así durante varios minutos, hasta que escuchó las palabras de la mujer. Lejos de alejarse, el joven aumentó la intensidad, dispuesto a recibir lo mismo que ella. Quince segundos después, ella se vino y el pelirrojo gustosamente se bebió todo... O esa era la intención. Era bastante, por lo que parte del líquido bajó por su torso sin que pudiera evitarlo. Cuando terminó, Eichi levantó su cabeza y se relamió, disfrutando del sabor. Era delicioso, y al ver el estado en el que se encontraba Milena, no pudo evitarlo y besó salvajemente sus labios, sin molestarse debido al sabor de su propia esencia.
– ¿Puedo llegar a ser? Lástima, yo te tomo de linda las veinte y cuatro horas del día – dijo con una sonrisa, intentando picarla y bromear un poco. Segundos después, su semblante cambió a uno más suave y acarició su mejilla, al tiempo que la besaba dulcemente en sus labios. – Realmente, eres lo mejor que me ha pasado en la vida, y no puedo esperar a casarme contigo y atarme para siempre a ti. Te amo más que mi propia vida, onee-sama – declaró el joven.
Y para demostrarlo, supuso que era hora de unirse a ella de nuevo. En retrospectiva, puede que lo estuvieran haciendo mucho, pero no podía evitarlo. Dos años sin ella le habían pasado demasiado la cuenta, y ahora estaba recuperando el tiempo perdido. Negó con la cabeza y se sentó, al tiempo que levantaba a Milena. La dejó sentada encima de él de tal forma, que estaba chocando su espalda con el torso del pelirrojo. Éste sonrío y mordió levemente su cuello, al tiempo que entraba lentamente dentro de ella. Soltó un pequeño gemido y empezó entrar y salir. Lento primero, pero luego fue aumentando la intensidad. Además, usaba sus dos manos para acariciar sus pechos, aprovechándose de la posición.
– Te amo para siempre, y no puedo esperar a formar una familia contigo, mi esposa – dijo suavemente, aumentando las embestidas...
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- Pensaba que ya eras el mejor marido que existía. – Dijo la joven mostrando una sonrisa dulce en todo momento, era algo genial poder tener a su chico allí para ella sola y que nadie pudiese molestarlos.
Entre los fluidos, el calor de la carne y el amor que se tenían, podía decirse que Milena estaba en el cielo. Eichi no pasaba de ella y no mostraba indicios de no desearla. Cada pocos minutos tenía ganas de tomarla, de hacerla suya y de hacerla darle placer a él. Era justo lo que la pelirroja deseaba, cariño y atención. No era una borde, por lo que amaba el sexo a todas horas y nunca se cansaría de hacerlo con su zorrito. El mero hecho de sentir el pelaje de sus colas en sus muslos la estaba haciendo sentir cálida y cómoda. Escuchó su broma y lejos de picarse negó dándole un tierno beso en los labios. Antes de separarse él le dio otro y ella lo siguió con gusto mientras rodeaba su cuello con ambas manos.
Cuando él de repente cambió de posición, la chica se vio sentada sobre él, con su espalda pegada a sus pectorales y con ambos senos ocupados en las manos de su rey. No pudo evitar soltar una leve carcajada y después se dejó hacer. A medida que pasaban los minutos ella gemía con más ganas mientras colocaba el cuello en su hombro y se dejaba. Las palabras que dijo y los mimos que le daban eran más que suficientes para ella. Se giró con cuidado y de forma suave hasta quedar sentada sobre él, pero mirándole. Unió sus labios a los suyos y se echó. Quedó encima de él y estando con el pelirrojo dentro de ella. Pegó su pecho al torso de él y empezó con su arte de violar su boca. Mordía sus labios pasión, usaba su lengua para enroscarla con la suya, iniciando salvajes danzas húmedas. Pasó también por los dientes con cuidado, por el techo de su boca, bajo la lengua del chico…
- Mmmm…
Gimió contra su boca empezando a aumentar el ritmo de una forma frenética. Quería hacerlo estar en el cielo. No había usado nunca tanta velocidad, pero debido a todos sus entrenamientos lo estaba logrando. Activó su poder haciendo que sus cabellos quedasen en un tono rubio y un aura dorada la rodeó. Aumentó los movimientos y de nuevo haciendo de aquello un baile sobre él que planeaba dejarlo babeando y reventado. Ella misma gemía con fuerza. Atrapó su lengua sin compasión y empezó a beber de ella, morderla, pasarla por sus labios y demás. No tardó mucho en notar su cuerpo temblar del gusto. Miró sus ojos rojizos con los de ella y lo abrazó de forma posesiva. Parecía una loba desatada y lo siguiente que hizo fue girar para debajo sobre ella. Como si de unas pinzas fuesen atenazó su cintura con las piernas para que él pudiera llegar más profundo. Ella no dejaba de besarlo de forma bestial e intensa. Solo se separaba para tomar aire y volvía al ataque como una bestia.
Entre los fluidos, el calor de la carne y el amor que se tenían, podía decirse que Milena estaba en el cielo. Eichi no pasaba de ella y no mostraba indicios de no desearla. Cada pocos minutos tenía ganas de tomarla, de hacerla suya y de hacerla darle placer a él. Era justo lo que la pelirroja deseaba, cariño y atención. No era una borde, por lo que amaba el sexo a todas horas y nunca se cansaría de hacerlo con su zorrito. El mero hecho de sentir el pelaje de sus colas en sus muslos la estaba haciendo sentir cálida y cómoda. Escuchó su broma y lejos de picarse negó dándole un tierno beso en los labios. Antes de separarse él le dio otro y ella lo siguió con gusto mientras rodeaba su cuello con ambas manos.
Cuando él de repente cambió de posición, la chica se vio sentada sobre él, con su espalda pegada a sus pectorales y con ambos senos ocupados en las manos de su rey. No pudo evitar soltar una leve carcajada y después se dejó hacer. A medida que pasaban los minutos ella gemía con más ganas mientras colocaba el cuello en su hombro y se dejaba. Las palabras que dijo y los mimos que le daban eran más que suficientes para ella. Se giró con cuidado y de forma suave hasta quedar sentada sobre él, pero mirándole. Unió sus labios a los suyos y se echó. Quedó encima de él y estando con el pelirrojo dentro de ella. Pegó su pecho al torso de él y empezó con su arte de violar su boca. Mordía sus labios pasión, usaba su lengua para enroscarla con la suya, iniciando salvajes danzas húmedas. Pasó también por los dientes con cuidado, por el techo de su boca, bajo la lengua del chico…
- Mmmm…
Gimió contra su boca empezando a aumentar el ritmo de una forma frenética. Quería hacerlo estar en el cielo. No había usado nunca tanta velocidad, pero debido a todos sus entrenamientos lo estaba logrando. Activó su poder haciendo que sus cabellos quedasen en un tono rubio y un aura dorada la rodeó. Aumentó los movimientos y de nuevo haciendo de aquello un baile sobre él que planeaba dejarlo babeando y reventado. Ella misma gemía con fuerza. Atrapó su lengua sin compasión y empezó a beber de ella, morderla, pasarla por sus labios y demás. No tardó mucho en notar su cuerpo temblar del gusto. Miró sus ojos rojizos con los de ella y lo abrazó de forma posesiva. Parecía una loba desatada y lo siguiente que hizo fue girar para debajo sobre ella. Como si de unas pinzas fuesen atenazó su cintura con las piernas para que él pudiera llegar más profundo. Ella no dejaba de besarlo de forma bestial e intensa. Solo se separaba para tomar aire y volvía al ataque como una bestia.
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– Y tu eres la mejor esposa que pueda existir – le respondió mientras reía entre gemidos, feliz por estar a solas con su querida pelirroja. Realmente, nunca se cansaría de ella.
Siguió embistiendo en esa posición, al tiempo que jugaba ansiosamente con sus enormes senos. Nunca supo porque era mierda se negaba a tocarla, pero lo de que era homosexual no era tan alejado de la realidad. Aún recordaba esos calzoncillos que tenía Taiga, así que ese espadachín de cuarta puede que tuviera otras orientaciones. Volviendo a lo anterior, además de hacer lo usual, usaba sus colas para masajear el estómago de la pelirroja. Tenía cierta obsesión con esa zona luego de lo sucedido, y no la descuidaba en ningún minuto. Eso y los senos, luego de descubrir que eran su debilidad. Río un poco y siguió con las embestidas, pero Milena cambió la posición al cabo unos minutos. Se dio la vuelta y pegó sus pechos en su torso, para luego violar sin piedad su boca. Además, usaba su impresionante velocidad para volverlo loco. Lejos de sorprenderse, el joven cerró sus ojos y devolvió los besos de la misma forma. Movía sin piedad su lengua con la de ella, sin dejarse vencer con facilidad. La saliva caía, pero poco le importa. Total, ¿para que alarmarse siendo que en sus cuerpos aún quedaban restos de los demás fluidos?
– Grrr... – gruñó al tiempo que gemía, sin despegarse de los labios de su amada.
Sin poder evitarlo, Eichi tomó el trasero de la pelirroja con sus dos manos y la impulsó usando su fuerza, aumentando más la intensidad. Además, movía la cadera como nunca antes, aprovechándose de las cualidades de su fruta. Para terminar, uso ambas colas para aprisionar el cuerpo de la pelirroja con el suyo, logrando que quedaran lo más pegados posibles. Se estremeció al sentir los pezones erectos de ella en su torso, pero eso no le impidió seguir con sus intensas embestidas. De hecho, las aumentó aún más. Su intimidad salía y entraba a una velocidad impresionante, y ni siquiera se encontraba tan cansado. Era probable que pudiera seguir varias horas de ese mismo modo. La noche anterior se encontraba cansado debido al viaje, pero ahora... estaba completamente desatado y no pararía hasta estar satisfecho.
Pasaron varios minutos y, si bien podía sentir que estaba próximo a venirse, la resistencia aún no se le terminaba. Chasqueó su lengua un poco y sonrío con cierto salvajismo. Quería probar una cosa luego, pero primero era hora de terminar con la... segunda ronda. Aprovechando la posición, Eichi se tiró hacia un lado con la pelirroja, cayendo suavemente a la cama. Se colocó a espaldas de ella y levantó una de sus piernas, para luego embestirla con la misma intensidad de antes. Seguía sin despegarse de sus labios por más de diez segundos de intervalo, pero en esa posición... Podía violar su boca y jugar con sus pechos al mismo tiempo, y eso era lo que más le gustaba.
– Amor, voy a... – dijo luego de varios minutos embistiendo.
Sin poder aguantarse más, gimió con fuerza y se vino dentro de ella... Otra vez. Mientras terminaba de descargar todo, besó sin piedad sus labios y exploró cada rincón dentro. Al terminar, soltó un suspiro de felicidad y terminó dejando su cabeza entre sus pechos, cumpliendo así otra de sus fantasías. Murmuró algo incoherente por lo bajo y movió su cabeza entre medio del valle del placer, sonriendo felizmente como niño pequeño mientras lo hacía.
– Nunca voy a cansarme de esto. Te amo mucho, amor mío – dijo, aún con la cabeza enterrada allí. Algunos minutos después, se dio cuenta que su intimidad volvía a endurecerse dentro de ella. Sonrío con algo de diversión y alzó la cabeza, para luego marcar el cuello de su pelirroja para demostrar que era de él. – Creo que aún puedo seguir por unas rondas más, querida – susurró seductoramente en su oído, para luego morder suavemente su lóbulo. No pensaba salir de esa habitación hasta un par de horas más... o hasta el día siguiente, cualquiera de dos.
Siguió embistiendo en esa posición, al tiempo que jugaba ansiosamente con sus enormes senos. Nunca supo porque era mierda se negaba a tocarla, pero lo de que era homosexual no era tan alejado de la realidad. Aún recordaba esos calzoncillos que tenía Taiga, así que ese espadachín de cuarta puede que tuviera otras orientaciones. Volviendo a lo anterior, además de hacer lo usual, usaba sus colas para masajear el estómago de la pelirroja. Tenía cierta obsesión con esa zona luego de lo sucedido, y no la descuidaba en ningún minuto. Eso y los senos, luego de descubrir que eran su debilidad. Río un poco y siguió con las embestidas, pero Milena cambió la posición al cabo unos minutos. Se dio la vuelta y pegó sus pechos en su torso, para luego violar sin piedad su boca. Además, usaba su impresionante velocidad para volverlo loco. Lejos de sorprenderse, el joven cerró sus ojos y devolvió los besos de la misma forma. Movía sin piedad su lengua con la de ella, sin dejarse vencer con facilidad. La saliva caía, pero poco le importa. Total, ¿para que alarmarse siendo que en sus cuerpos aún quedaban restos de los demás fluidos?
– Grrr... – gruñó al tiempo que gemía, sin despegarse de los labios de su amada.
Sin poder evitarlo, Eichi tomó el trasero de la pelirroja con sus dos manos y la impulsó usando su fuerza, aumentando más la intensidad. Además, movía la cadera como nunca antes, aprovechándose de las cualidades de su fruta. Para terminar, uso ambas colas para aprisionar el cuerpo de la pelirroja con el suyo, logrando que quedaran lo más pegados posibles. Se estremeció al sentir los pezones erectos de ella en su torso, pero eso no le impidió seguir con sus intensas embestidas. De hecho, las aumentó aún más. Su intimidad salía y entraba a una velocidad impresionante, y ni siquiera se encontraba tan cansado. Era probable que pudiera seguir varias horas de ese mismo modo. La noche anterior se encontraba cansado debido al viaje, pero ahora... estaba completamente desatado y no pararía hasta estar satisfecho.
Pasaron varios minutos y, si bien podía sentir que estaba próximo a venirse, la resistencia aún no se le terminaba. Chasqueó su lengua un poco y sonrío con cierto salvajismo. Quería probar una cosa luego, pero primero era hora de terminar con la... segunda ronda. Aprovechando la posición, Eichi se tiró hacia un lado con la pelirroja, cayendo suavemente a la cama. Se colocó a espaldas de ella y levantó una de sus piernas, para luego embestirla con la misma intensidad de antes. Seguía sin despegarse de sus labios por más de diez segundos de intervalo, pero en esa posición... Podía violar su boca y jugar con sus pechos al mismo tiempo, y eso era lo que más le gustaba.
– Amor, voy a... – dijo luego de varios minutos embistiendo.
Sin poder aguantarse más, gimió con fuerza y se vino dentro de ella... Otra vez. Mientras terminaba de descargar todo, besó sin piedad sus labios y exploró cada rincón dentro. Al terminar, soltó un suspiro de felicidad y terminó dejando su cabeza entre sus pechos, cumpliendo así otra de sus fantasías. Murmuró algo incoherente por lo bajo y movió su cabeza entre medio del valle del placer, sonriendo felizmente como niño pequeño mientras lo hacía.
– Nunca voy a cansarme de esto. Te amo mucho, amor mío – dijo, aún con la cabeza enterrada allí. Algunos minutos después, se dio cuenta que su intimidad volvía a endurecerse dentro de ella. Sonrío con algo de diversión y alzó la cabeza, para luego marcar el cuello de su pelirroja para demostrar que era de él. – Creo que aún puedo seguir por unas rondas más, querida – susurró seductoramente en su oído, para luego morder suavemente su lóbulo. No pensaba salir de esa habitación hasta un par de horas más... o hasta el día siguiente, cualquiera de dos.
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Los siguientes minutos fueron deliciosos para la pelirroja, la cual se hallaba en su salda junto a su amado. Competía contra él de forma bucal para ganar la batalla de lenguas, pero se lo ponía difícil. Al estar ella debajo él contaba con la ventaja de la gravedad. Le pareció irónico y soltó una pequeña risa contra sus labios entre gemidos. Se lo pasaba demasiado bien con su pelirrojo. La científica notó sus cabellos volver a su color rojo y sus energías mermarse. Se estaba cansando bastante después de todo lo pasado ese día. Ella no tenía la resistencia que tenía un usuario de las frutas del tipo zoan y menos uno mitológico. Soltó un enorme gemido al terminar incluso antes que él, pero cuando él dijo aquellas palabras y notó su interior lleno no pudo evitar gemir de nuevo mientras cerraba los ojos. Separó su boca de la de él y empezó a respirar de forma agitada, al final la iba a embarazar, aunque no le importaba. Quedó allí tirada con él en su pecho y ambas manos estiradas a los lados.
El sudor bajaba por su frente hasta su rostro y del cuello hasta el pecho. Estaba terriblemente agotada después de ese día. Cerró los ojos unos segundos sin fuerzas para hablar y con su mano acarició una de las colas con delicadeza. Que le hubiera acariciado el estómago con ellas la había hecho sonrojarse. Le notó de nuevo ponerse las pilas y sintió un escalofrío. Cuando mordió su cuello gimió de forma tierna acariciando sus cabellos en el proceso y de paso las orejas. Notaba como la marcaba y eso la hacía ponerse nerviosa. Ir así al trabajo y que vieran eso… Bueno, así sabrían que no le faltaba de nada. Sonrió imaginando las caras de los demás y después de unos momentos se dejó mierdas continuaba acariciándole con cariño. Justo entonces el zorro le mordió en la oreja y susurró aquellas palabras. La científica tragó saliva y tembló un poco al saber lo que le esperaba de nuevo. No tenía fuerzas para continuar moviéndose, por lo que él tendría que ocuparse del trabajo si quería seguir. Tendría que hacer el papel de juguete y eso le causó un poco de risa. Miró a los ojos de su chico despacio y tras darle un suave pico asintió con la cabeza.
- Cielo, no puedo más. Admito mi derrota ante ti… Pero eso no quita que mi zorrito no pueda continuar tomando a su mujer toda la noche. Si quieres seguir jugando conmigo puedes hacerlo sin problema. – Terminó de decirle dedicándole una mirada dulce y después un suave besos en los labios.
Milena tendió los brazos hacia los lados y abrió las piernas ligeramente. Respiraba de forma rápida debido a todo lo pasado y continuaba sintiéndose llena de él, tanto de su esencia como de lo otro. Cerró los ojos descansándolos, pero sin dormirse. Sonrió suavemente y esperó paciente a que Eichi siguiera haciendo de las suyas. Ahora que su cuerpo estaba sumiso ante él, se preguntaba que sería lo que el pelirrojo planeaba hacerle para seguir sofocando sus instintos. No lo iba a decir en voz alta, pero incluso se estaba excitando de nuevo al pensar en que la tomaría sin que ella pudiese defenderse de ninguna forma.
El sudor bajaba por su frente hasta su rostro y del cuello hasta el pecho. Estaba terriblemente agotada después de ese día. Cerró los ojos unos segundos sin fuerzas para hablar y con su mano acarició una de las colas con delicadeza. Que le hubiera acariciado el estómago con ellas la había hecho sonrojarse. Le notó de nuevo ponerse las pilas y sintió un escalofrío. Cuando mordió su cuello gimió de forma tierna acariciando sus cabellos en el proceso y de paso las orejas. Notaba como la marcaba y eso la hacía ponerse nerviosa. Ir así al trabajo y que vieran eso… Bueno, así sabrían que no le faltaba de nada. Sonrió imaginando las caras de los demás y después de unos momentos se dejó mierdas continuaba acariciándole con cariño. Justo entonces el zorro le mordió en la oreja y susurró aquellas palabras. La científica tragó saliva y tembló un poco al saber lo que le esperaba de nuevo. No tenía fuerzas para continuar moviéndose, por lo que él tendría que ocuparse del trabajo si quería seguir. Tendría que hacer el papel de juguete y eso le causó un poco de risa. Miró a los ojos de su chico despacio y tras darle un suave pico asintió con la cabeza.
- Cielo, no puedo más. Admito mi derrota ante ti… Pero eso no quita que mi zorrito no pueda continuar tomando a su mujer toda la noche. Si quieres seguir jugando conmigo puedes hacerlo sin problema. – Terminó de decirle dedicándole una mirada dulce y después un suave besos en los labios.
Milena tendió los brazos hacia los lados y abrió las piernas ligeramente. Respiraba de forma rápida debido a todo lo pasado y continuaba sintiéndose llena de él, tanto de su esencia como de lo otro. Cerró los ojos descansándolos, pero sin dormirse. Sonrió suavemente y esperó paciente a que Eichi siguiera haciendo de las suyas. Ahora que su cuerpo estaba sumiso ante él, se preguntaba que sería lo que el pelirrojo planeaba hacerle para seguir sofocando sus instintos. No lo iba a decir en voz alta, pero incluso se estaba excitando de nuevo al pensar en que la tomaría sin que ella pudiese defenderse de ninguna forma.
Eichi Tsukasa
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Eichi miraba curiosamente a su pelirroja, al tiempo que maneaba su cola y sus orejas se movían un poco. Pocos minutos atrás había hecho desaparecer la extra, por lo que solo le quedaba una cola de momento. El cansancio de mantener una transformación parcial de ese estilo le estaba pasando la cuenta, pero de todas formas podría seguir una o dos rondas más. Si hubiera estado completamente lúcido, probablemente se habría puesto dudas debido a lo moral de tomar a su prometida de esa forma. Ante todo, seguía siendo caballeresco. Sin embargo, al estar en contacto con su lado animal, además de escuchar las palabras de Milena, le quitaron cualquier duda que pudiera tener. El joven sonrío levemente y, aún dentro de ella, se colocó encima mientras usaba la cola para poner las sábanas sobre el cuerpo desnudo de ambos jóvenes. Miró amorosamente a Milena, para luego acercar su rostro al de ella y besar sus labios con mucha intensidad. Nunca se cansaría de los besos, aún si tenían pocos restos de su esencia.
– En ese caso, seguiré por un poco más de tiempo. Tu solo relájate y disfruta – le susurró mientras acariciaba su mejilla.
Y así lo hizo. Fueron dos veces más en las que tuvo el control total. La primera vez, tomó a Milena de la forma en la que se encontraba. Ella acostada y debajo de él, mientras Eichi la embestía. Sin embargo, como la pelirroja ya no podía responder, se tomó su tiempo en hacerlo. Gracias a eso, logró durar mucho más que la otra ocasión. La segunda y última vez por ese día, decidió ser un poco más aventurero. Retiró las sábanas y dio vuelta el cuerpo de Milena, dejando su trasero en el aire. El joven se relamió lentamente y aclamó a la pelirroja como suya nuevamente en esa posición. La ironía no se le perdió al príncipe, puesto que los zorros eran unos caninos y esa postura que estaba usando... Bueno, se entendía la referencia, aparte que la podía usar para meter con mayor profundidad de la habitual. Esta vez duró un poco menos... Y en ambas ocasiones se vino dentro de ella.
– L-lo siento. Creo que me pasé un poco... – se disculpó tímidamente luego de volver en sí, al tiempo que ocultaba su rojo rostro en los pechos de Milena. Le había dado un poco de vergüenza todo eso, pese a que ella misma fue quien le dio el permiso.
Al final, el cansancio, sumado a las cómodas "almohadas" que estaba usando, terminó por pasarle la cuenta. Eichi no supo cuando se quedó dormido, pero si se dio cuenta que lo hizo mientras le daba caricias en su cabello y estómago. ¿Quién no hubiera caído con todo eso? Al caer en brazos de Morfeo, no pudo mantener toda la transformación. Perdió la cola, pero las orejas se mantuvieron. Realmente, era algo natural para él tenerlas. Supuso que como a Milena le gustaban, entonces él hacía todo lo posible para mantenerlas, a tal punto que no requería esfuerzo alguno en mantenerlas fuera.
– Mmm – murmuró entre sueños la madrugada siguiente.
Como empezaron temprano el día anterior, los horarios se les habían invertido un poco. De todas formas, no pensaba levantarse en un buen rato. Estaba teniendo un bonito sueño. Eran él y Milena, en una casa y con dos niños corriendo alrededor; una niña y un niño. Él tenía una sonrisa de felicidad en su rostro mientras apoyaba la cabeza en el cuello de la pelirroja y frotaba dulcemente un poco. De vuelta a la realidad, Eichi hacía lo mismo... Pero como se quedó dormido usando los pechos de su prometida como almohada, movía la cabeza en el valle del placer. Si, era un bonito sueño...
– En ese caso, seguiré por un poco más de tiempo. Tu solo relájate y disfruta – le susurró mientras acariciaba su mejilla.
Y así lo hizo. Fueron dos veces más en las que tuvo el control total. La primera vez, tomó a Milena de la forma en la que se encontraba. Ella acostada y debajo de él, mientras Eichi la embestía. Sin embargo, como la pelirroja ya no podía responder, se tomó su tiempo en hacerlo. Gracias a eso, logró durar mucho más que la otra ocasión. La segunda y última vez por ese día, decidió ser un poco más aventurero. Retiró las sábanas y dio vuelta el cuerpo de Milena, dejando su trasero en el aire. El joven se relamió lentamente y aclamó a la pelirroja como suya nuevamente en esa posición. La ironía no se le perdió al príncipe, puesto que los zorros eran unos caninos y esa postura que estaba usando... Bueno, se entendía la referencia, aparte que la podía usar para meter con mayor profundidad de la habitual. Esta vez duró un poco menos... Y en ambas ocasiones se vino dentro de ella.
– L-lo siento. Creo que me pasé un poco... – se disculpó tímidamente luego de volver en sí, al tiempo que ocultaba su rojo rostro en los pechos de Milena. Le había dado un poco de vergüenza todo eso, pese a que ella misma fue quien le dio el permiso.
Al final, el cansancio, sumado a las cómodas "almohadas" que estaba usando, terminó por pasarle la cuenta. Eichi no supo cuando se quedó dormido, pero si se dio cuenta que lo hizo mientras le daba caricias en su cabello y estómago. ¿Quién no hubiera caído con todo eso? Al caer en brazos de Morfeo, no pudo mantener toda la transformación. Perdió la cola, pero las orejas se mantuvieron. Realmente, era algo natural para él tenerlas. Supuso que como a Milena le gustaban, entonces él hacía todo lo posible para mantenerlas, a tal punto que no requería esfuerzo alguno en mantenerlas fuera.
– Mmm – murmuró entre sueños la madrugada siguiente.
Como empezaron temprano el día anterior, los horarios se les habían invertido un poco. De todas formas, no pensaba levantarse en un buen rato. Estaba teniendo un bonito sueño. Eran él y Milena, en una casa y con dos niños corriendo alrededor; una niña y un niño. Él tenía una sonrisa de felicidad en su rostro mientras apoyaba la cabeza en el cuello de la pelirroja y frotaba dulcemente un poco. De vuelta a la realidad, Eichi hacía lo mismo... Pero como se quedó dormido usando los pechos de su prometida como almohada, movía la cabeza en el valle del placer. Si, era un bonito sueño...
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Eichi no se había contenido con ella. La pelirroja se dejó hacer en todo momento, aunque tuvo que admitir que la segunda vez la excitó hasta el punto de hacerla venirse de nuevo entre gemidos. Con su marido habiendo terminado por tercera vez dentro de ella ya sabía las probabilidades de lo que iba a pasar, se le notaba demasiado que lo buscaba. No pudo evitar sonreír con dulzura en cada momento. Ahora tan solo tendría que descansar durante unas buenas horas. Al menos lo tenía pegado a ella y sabía que si se levantaba a cualquier cosa ella lo sabría. Mostró una sonrisa dulce y colocó ambas manos en su cabeza, acariciando sus orejas y su cabello. Cuando se durmió en su pecho cerró los ojos y lo abrazó con mimo hasta quedarse dormida también. Había sido un día demasiado duro y cansado, sobre todo lo último. Satisfacer a su hombre no era fácil, pero le encantaba.
Abrió los ojos de madrugada al escucharle murmurar algo. Había dormido unas ocho horas. Se estiró un poco y se dio cuenta de que él continuaba en sus pechos. Soltó una pequeña risa al ver aquello y le acarició la cabeza con cariño. Después de eso le rascó un poco la nuca de forma lenta para ir espabilándole muy lentamente. Finalmente, lo subió hasta ella y lo besó en los labios durante unos diez segundos, después de eso lo giró dejándolo debajo y le miró con calma. Le mordió la mejilla de forma cariñosa y notó un leve picor en el cuello. Tenía un moratón, marca de la mordida de su rey. La había marcado cual vaca y eso la hizo hinchar las mejillas unos segundos, pero él también estaba marcado. Soltó un leve suspiro y le miró de forma feliz.
- Se supone que es la mujer la que duerme en el pecho del hombre, amor mío ¡Hahahahaha! – Se rio de forma dulce. – No podrás decir que no habrás estado cómoda, mi querida princesa. – Le dijo bromeando y dándole otro beso en los labios.
La pelirroja se colocó en pie y entonces caminó hasta el pasillo, no sin antes llevarse una manta y taparse de cuello para abajo. No pensaba arriesgarse a que hubiese alguien por los pasillos. Sus piernas temblaron un poco, joder, lo que le costaba andar. Eichi la había destrozado. Le miró con cariño y después le hizo un gesto de que no se moviera.
- Voy a ducharme, tú te quedas aquí. Si te vienes ambos sabemos que me vas a hacer el amor allí también. No te preocupes, mi amor, te daré los bebés que hagan falta. – Mencionó para que él supiera que notaba sus intenciones. – Además, si nos tiramos el día así no podremos entrenar juntos. – Mencionó entonces.
La pelirroja tras decir aquello alzó su mano de forma cariñosa, le lanzó un beso y empezó a caminar a los cuartos de baño con su espada envainada en la mano. En su rostro podía verse una sonrisa llena de alegría, era una de las personas más felices del mundo en ese momento. De hecho, a medida que se iba cantaba una canción en voz alta, aunque no pretendía llamar la atención con eso. Ni se acordó de los súper sentidos de su marido. Esperaba que no la escuchase, se moriría de vergüenza.
Abrió los ojos de madrugada al escucharle murmurar algo. Había dormido unas ocho horas. Se estiró un poco y se dio cuenta de que él continuaba en sus pechos. Soltó una pequeña risa al ver aquello y le acarició la cabeza con cariño. Después de eso le rascó un poco la nuca de forma lenta para ir espabilándole muy lentamente. Finalmente, lo subió hasta ella y lo besó en los labios durante unos diez segundos, después de eso lo giró dejándolo debajo y le miró con calma. Le mordió la mejilla de forma cariñosa y notó un leve picor en el cuello. Tenía un moratón, marca de la mordida de su rey. La había marcado cual vaca y eso la hizo hinchar las mejillas unos segundos, pero él también estaba marcado. Soltó un leve suspiro y le miró de forma feliz.
- Se supone que es la mujer la que duerme en el pecho del hombre, amor mío ¡Hahahahaha! – Se rio de forma dulce. – No podrás decir que no habrás estado cómoda, mi querida princesa. – Le dijo bromeando y dándole otro beso en los labios.
La pelirroja se colocó en pie y entonces caminó hasta el pasillo, no sin antes llevarse una manta y taparse de cuello para abajo. No pensaba arriesgarse a que hubiese alguien por los pasillos. Sus piernas temblaron un poco, joder, lo que le costaba andar. Eichi la había destrozado. Le miró con cariño y después le hizo un gesto de que no se moviera.
- Voy a ducharme, tú te quedas aquí. Si te vienes ambos sabemos que me vas a hacer el amor allí también. No te preocupes, mi amor, te daré los bebés que hagan falta. – Mencionó para que él supiera que notaba sus intenciones. – Además, si nos tiramos el día así no podremos entrenar juntos. – Mencionó entonces.
La pelirroja tras decir aquello alzó su mano de forma cariñosa, le lanzó un beso y empezó a caminar a los cuartos de baño con su espada envainada en la mano. En su rostro podía verse una sonrisa llena de alegría, era una de las personas más felices del mundo en ese momento. De hecho, a medida que se iba cantaba una canción en voz alta, aunque no pretendía llamar la atención con eso. Ni se acordó de los súper sentidos de su marido. Esperaba que no la escuchase, se moriría de vergüenza.
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Si así despertaría todos los días, entonces el pelirrojo no se quejaba. Sonrío felizmente y con pereza, para luego corresponder al beso de los buenos días. Se frotó los ojos al tiempo que sus orejas se movían lentamente y dejaba salir un pequeño bostezo, asemejándose a una cría animal que acababa de despertar de su siesta. Escuchó las palabras de Milena y ladeó confusamente su cabeza hacia un lado, al tiempo que un puchero se formaba en su rostro. Bueno, eso era una completa estupidez. Debía haber equilibrio en una relación, por lo que el hombre también podía hacer cosas de la mujer... O Eichi lo veía de ese modo, o simplemente era porque amaba demasiado a Milena. Al ver como inflaba sus mejillas, Eichi no se resistió y llevó las manos hacia adelante, para luego pinchar suavemente los mofletes de su pelirroja.
– ¡Kawaaaaaaai! – se las arregló para exclamar, pese a su estado de somnolencia. – Digo... por supuesto que no. Son las mejores almohadas que he tenido. Creo que ahora dormiré así siempre, jajajajaja – río el príncipe.
Nuevamente se estiró y se fijó en que Milena se levantaba. Abrió más sus ojos y sus orejas se movían sin parar mientras veía la belleza que tenía en frente. Sonrío con dulzura y ladeó su cabeza hacia un lado, al tiempo que se avergonzaba un poco. Quizá se había pasado más de lo que creía, pero no estaba lo suficiente cuerdo cuando pasó eso. Silbó un poco y luego se levantó, para tomar a su prometida en brazos sin darle la oportunidad de rechistar. Le sonrío y besó su frente, al tiempo que ponía marcha en dirección al baño.
– Lo siento, pero no podré evitar ducharme contigo... Y lo había mencionado antes. Te amo sinceramente, y lo demás es secundario. Con estar a tu lado y disfrutar de un momento a solas, me basta y sobra, princesa – declaró, para luego besarle la frente de nuevo.
Sin decir otra palabra, trotó lentamente hasta el baño. Pese a todo, seguía siendo un perezoso compulsivo en las mañanas. Llegó hasta el baño y se sonrojó un poco, al tiempo que veía hacia otro lado. Se sentía un poco avergonzado por el tamaño del baño, puesto que la gente solía tomarlo como un... bueno, eso quedaba para la imaginación. Era enorme, al igual que la tina... o jacuzzi en su caso. Negó con la cabeza y fue hacia la ducha, para luego prenderla. En menos de un minuto, el agua ya se encontraba tibia. Con Milena aún en brazos, entró a la ducha y dejó a su pelirroja de pie. Tomó un frasco de gel para el cabello y empezó a masajear levemente su cabello rojizo.
– Mmm – murmuró, al tiempo que sonría levemente. Le gustaba estar tan tranquilo con su pelirroja. Sin ningún problema, solos él y ella...
– ¡Kawaaaaaaai! – se las arregló para exclamar, pese a su estado de somnolencia. – Digo... por supuesto que no. Son las mejores almohadas que he tenido. Creo que ahora dormiré así siempre, jajajajaja – río el príncipe.
Nuevamente se estiró y se fijó en que Milena se levantaba. Abrió más sus ojos y sus orejas se movían sin parar mientras veía la belleza que tenía en frente. Sonrío con dulzura y ladeó su cabeza hacia un lado, al tiempo que se avergonzaba un poco. Quizá se había pasado más de lo que creía, pero no estaba lo suficiente cuerdo cuando pasó eso. Silbó un poco y luego se levantó, para tomar a su prometida en brazos sin darle la oportunidad de rechistar. Le sonrío y besó su frente, al tiempo que ponía marcha en dirección al baño.
– Lo siento, pero no podré evitar ducharme contigo... Y lo había mencionado antes. Te amo sinceramente, y lo demás es secundario. Con estar a tu lado y disfrutar de un momento a solas, me basta y sobra, princesa – declaró, para luego besarle la frente de nuevo.
Sin decir otra palabra, trotó lentamente hasta el baño. Pese a todo, seguía siendo un perezoso compulsivo en las mañanas. Llegó hasta el baño y se sonrojó un poco, al tiempo que veía hacia otro lado. Se sentía un poco avergonzado por el tamaño del baño, puesto que la gente solía tomarlo como un... bueno, eso quedaba para la imaginación. Era enorme, al igual que la tina... o jacuzzi en su caso. Negó con la cabeza y fue hacia la ducha, para luego prenderla. En menos de un minuto, el agua ya se encontraba tibia. Con Milena aún en brazos, entró a la ducha y dejó a su pelirroja de pie. Tomó un frasco de gel para el cabello y empezó a masajear levemente su cabello rojizo.
– Mmm – murmuró, al tiempo que sonría levemente. Le gustaba estar tan tranquilo con su pelirroja. Sin ningún problema, solos él y ella...
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El pelirrojo la sorprendió tomándola en brazos y avanzando hacia el baño seguramente, después de escuchar sus palabras ladeó la ceja. No se lo creía de ninguna forma. Ella ya sabía que era amada por su chico y todo lo demás, pero no iba a darle la razón. Querría ver si era capaz de ducharse sin hacerle nada y lo tendría difícil. Una sonrisa siniestra se formó en el rostro de la pelirroja mientras le abrazaba y le daba leves besitos en las mejillas. Ahora sabía que cada noche lo tendría dormido en el pecho. Una pequeña sonrisa se escapó de su rostro. Incluso cuando lo vio despertar hizo un esfuerzo enorme por no violarlo. Se rascó la cabeza un poco y se dio cuenta del enorme tamaño que tenía el baño. En cuando estuvieron dentro ella le dio la espalda y pegó la espalda al pecho de él.
- Ya sabes, amor mío… Solamente puedes ducharte conmigo sin hacer nada más sexual. Ahora tan solo disfrutemos de la ducha, Ei-chan…
Sonrió de nuevo de forma siniestra y notó como el chico empezaba a lavar su rojizo cabello. Sin duda su marido era la persona más dulce y buena del mundo. No pudo evitar girarse un momento rápido y darle un pico, para después susurrarle amorosamente.
- Oe… Te amo…
Después de eso se dio la vuelta y siguió dejándose feliz. Había pasado de odiar la vida a ser la persona más feliz del mundo junto a su pelirrojo. Pegó la cabeza a su hombro y soltó un leve quejido mientras se dejaba. Era una sensación demasiado cómoda que alguien le lavase la cabeza de aquella forma. Se dio cuenta de que siempre que se duchaban juntos él era quién la lavaba a ella. Mandó todo a la mierda. Quería jugar con su marido, era demasiado juguetona. Él tenía prohibido hacer nada, pero eso no quería decir que ella lo tuviese. Milena entonces llevó su mano derecha hasta “la espada” del joven. La agarró muy despacio empezando a acariciarle con mimo.
- Aaah…
Soltó un gemido totalmente fingido cuando él continuaba acariciando sus cabellos. Todo era para provocarle. Usaba la mano para estimularla, bajaba y subía despacio, presionaba un poco y además frotaba su espalda contra el pecho de él. Giró su cabeza para unir sus labios con los de su pareja. Le besó con cariño y después de eso le mordió la lengua despacio. Se separó sonriéndole y le volvió a dar la espalda. Su mano continuaba acariciándole y de forma cada vez mucho más intensa. Hubo un momento en el que incluso pasó su mano por el gel para hacerla viscosa y resbaladiza y continuó haciendo aquello mientras sonreía.
- Lo haces muy bien, cielo… Me gusta mucho como me cuidas. – Su tono además de provocador era de “Niña buena” a ver hasta dónde podía llegar Eichi, quedaba muuuucho rato.
- Ya sabes, amor mío… Solamente puedes ducharte conmigo sin hacer nada más sexual. Ahora tan solo disfrutemos de la ducha, Ei-chan…
Sonrió de nuevo de forma siniestra y notó como el chico empezaba a lavar su rojizo cabello. Sin duda su marido era la persona más dulce y buena del mundo. No pudo evitar girarse un momento rápido y darle un pico, para después susurrarle amorosamente.
- Oe… Te amo…
Después de eso se dio la vuelta y siguió dejándose feliz. Había pasado de odiar la vida a ser la persona más feliz del mundo junto a su pelirrojo. Pegó la cabeza a su hombro y soltó un leve quejido mientras se dejaba. Era una sensación demasiado cómoda que alguien le lavase la cabeza de aquella forma. Se dio cuenta de que siempre que se duchaban juntos él era quién la lavaba a ella. Mandó todo a la mierda. Quería jugar con su marido, era demasiado juguetona. Él tenía prohibido hacer nada, pero eso no quería decir que ella lo tuviese. Milena entonces llevó su mano derecha hasta “la espada” del joven. La agarró muy despacio empezando a acariciarle con mimo.
- Aaah…
Soltó un gemido totalmente fingido cuando él continuaba acariciando sus cabellos. Todo era para provocarle. Usaba la mano para estimularla, bajaba y subía despacio, presionaba un poco y además frotaba su espalda contra el pecho de él. Giró su cabeza para unir sus labios con los de su pareja. Le besó con cariño y después de eso le mordió la lengua despacio. Se separó sonriéndole y le volvió a dar la espalda. Su mano continuaba acariciándole y de forma cada vez mucho más intensa. Hubo un momento en el que incluso pasó su mano por el gel para hacerla viscosa y resbaladiza y continuó haciendo aquello mientras sonreía.
- Lo haces muy bien, cielo… Me gusta mucho como me cuidas. – Su tono además de provocador era de “Niña buena” a ver hasta dónde podía llegar Eichi, quedaba muuuucho rato.
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Se ceja tembló con violencia al escuchar lo que dijo y sonrío con cierta diversión. Ya tenía una idea de lo que Milena haría, más o menos. La conocía demasiado bien, después de todo. Aquello podría derivar a otro episodio de pasión, pero dependía más bien de como sucediera. Lo normal sería que ella lo incitaría y él terminaría rompiendo su juramento... de nuevo. Esta vez, quería que pasara algo un poco distinto. Que pasara a otro encuentro fogoso le daba un poco igual, pero si sucedía... Entonces esta vez no sería él quien empezaría con ello. Si, la misma pelirroja sería quien dejaría la abstinencia de lado. Sus ojos seguían brillando con diversión, al tiempo sentía como el agua recorría su cuerpo. Sin duda alguna, no podía esperar a que ella empezara con su juego, porque lo iba a disfrutar con mucho gusto.
– Yo igual te amo, preciosa – respondió, suavizando su mirada y besándola dulcemente en los labios.
Seguía jabonando el cabello de su pelirroja, hasta que empezó lo inevitable. Se tensó un poco al sentir la mano de Milena en su intimidad, al tiempo que fruncía el ceño por algunos segundos. Sin embargo, luego se tranquilizó y sonrío suavemente, haciendo como si nada hubiera pasado. No, aún no era el momento de empezar con lo suyo propio. Debía aguardar y esperar su oportunidad. Siguió lavando el pelo de su prometida mientras se mordía levemente el labio para evitar soltar un gemido. Sentía como los pechos de Milena eran restregados en su espalda, pero debía ser fuerte si quería prevalecer al final. No podía darse el lujo de desistir ahora, no tan pronto... Pero joder, que ganas le tenía a su pelirroja.
– Mmm... no pares, princesa – murmuró el joven.
Sorpresivamente se vio girado por su prometida, para luego sentir como sus labios eran aprisionados por los de ella. El joven, sorprendido en un inicio, correspondió gustosamente al gesto. Se mantuvieron así durante algunos segundos, hasta que Milena se separó y siguió con lo de antes. Sus orejas se movían sin parar debido a las caricias, y se le estaba haciendo difícil mantenerse firme. Cerró sus ojos por algos segundos y tres colas surgieron de su espalda. Cada vez se le estaba dando mejor el uso de la transformación parcial, y quedaba poco para dominarlo. Con una cola, tomó el bote de gel de cuerpo y lo vertió por todo el cuerpo de su prometida. Con la segunda, empezó a enjuagar su cuerpo suavemente, haciendo uso de la textura del pelaje. Con la última, rodeó su cintura y la mantuvo firme en esa posición.
– Jejejeje, me gustan tus caricias, amor – dijo alegremente el pelirrojo, perfectamente ocultando su excitación bajo la fachada.
Siguió usando sus colas para enjuagar su cuerpo. Una de ellas estaba acariciando lentamente el estómago de Milena, la cual era su nueva zona preferida. Por otro lado, la otra estaba con sus piernas. Hubo una oportunidad en la que pasó muy cerca de su intimidad, pero se mantuvo en sus muslos y parte de su entrepierna. Lo suficiente para no tocar allí...
– Yo igual te amo, preciosa – respondió, suavizando su mirada y besándola dulcemente en los labios.
Seguía jabonando el cabello de su pelirroja, hasta que empezó lo inevitable. Se tensó un poco al sentir la mano de Milena en su intimidad, al tiempo que fruncía el ceño por algunos segundos. Sin embargo, luego se tranquilizó y sonrío suavemente, haciendo como si nada hubiera pasado. No, aún no era el momento de empezar con lo suyo propio. Debía aguardar y esperar su oportunidad. Siguió lavando el pelo de su prometida mientras se mordía levemente el labio para evitar soltar un gemido. Sentía como los pechos de Milena eran restregados en su espalda, pero debía ser fuerte si quería prevalecer al final. No podía darse el lujo de desistir ahora, no tan pronto... Pero joder, que ganas le tenía a su pelirroja.
– Mmm... no pares, princesa – murmuró el joven.
Sorpresivamente se vio girado por su prometida, para luego sentir como sus labios eran aprisionados por los de ella. El joven, sorprendido en un inicio, correspondió gustosamente al gesto. Se mantuvieron así durante algunos segundos, hasta que Milena se separó y siguió con lo de antes. Sus orejas se movían sin parar debido a las caricias, y se le estaba haciendo difícil mantenerse firme. Cerró sus ojos por algos segundos y tres colas surgieron de su espalda. Cada vez se le estaba dando mejor el uso de la transformación parcial, y quedaba poco para dominarlo. Con una cola, tomó el bote de gel de cuerpo y lo vertió por todo el cuerpo de su prometida. Con la segunda, empezó a enjuagar su cuerpo suavemente, haciendo uso de la textura del pelaje. Con la última, rodeó su cintura y la mantuvo firme en esa posición.
– Jejejeje, me gustan tus caricias, amor – dijo alegremente el pelirrojo, perfectamente ocultando su excitación bajo la fachada.
Siguió usando sus colas para enjuagar su cuerpo. Una de ellas estaba acariciando lentamente el estómago de Milena, la cual era su nueva zona preferida. Por otro lado, la otra estaba con sus piernas. Hubo una oportunidad en la que pasó muy cerca de su intimidad, pero se mantuvo en sus muslos y parte de su entrepierna. Lo suficiente para no tocar allí...
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Milena no tardó en verse rodeada por tres suaves colas. Con eso haría el juego perfecto para terminar de volver loco a su chico. Sonrió y empezó a dar suaves besos en su cuello mientras continuaba usando su mano allí abajo. Sus caricias cada vez eran más intensas y lentas, hasta el puto de incluso presionar la parte superior con el pulgar. Sonrió a medida que besaba su oreja y lamía su cuello muy despacio. Estaba demasiada cómoda haciendo a su chico suyo de nuevo. Era la mejor sensación del mundo. Cuando él le pidió que no parase se sintió de una forma increíble, eso la hizo aumentar el ritmo, había sido todo lo que necesitase. Dejó su barbilla en el hombro de él y sonrió de forma dulce.
- No pienso parar en ningún momento, mi rey…
Sintió las ricas colas en su abdomen, muslos y eso la hizo sonreír. Con su mano libre agarró una de las colas muy suavemente y la llevó a su boca. Le dio un suave beso y la acarició con mucho cariño. Vio otra atarse a su cintura y supo que de esa forma no iba a caerse. Eran muy suaves y con el agua muchísimo más. Fue en ese momento cuando decidió hacer a su marido volverse algo más loco. Se colocó delante de él y le dio la espalda. Miró un bote de gel verde y se agachó a cogerlo. El trasero de la pelirroja entonces impactó contra la entrepierna de Eichi y se frotó un poco de forma disimulada mientras cogía el bote. Le estaría dando una visión fantástica a él. Después de unos momentos se colocó en pie y se giró mirándole. Observó de nuevo la cola que la mantenía atada y se sonrojó un poco sonriendo. Después de eso empezó a lavar el cabello de su chico de frente con una mano, la otra volvió a masajear aquella zona prohibida de él.
Unió sus labios a los del pelirrojo mientras cerraba los ojos y empezó a besarle con cariño mientras le lavaba la cabeza y continuaba jugando. Pegó su pecho al de él y se frotó un poco soltando algún que otro gemido en su boca. Tras unos segundos atacó su lengua sin piedad y después lo arrinconó contra la pared. Lo estuvo besando y torturando allí abajo por un par de minutos, después de eso cerró las piernas despacio para librarse de las colas. Se separó sonriente y se colocó a su espalda de nuevo, usando esta vez las dos manos allí abajo y mordiendo su cuello de forma algo brusca.
- Mmm. – Jadeó en su oído de forma juguetona. – Muy bien, eres un zorrito muy bueno… Nos queda una hora aquí, mi vida… Aguanta…
- No pienso parar en ningún momento, mi rey…
Sintió las ricas colas en su abdomen, muslos y eso la hizo sonreír. Con su mano libre agarró una de las colas muy suavemente y la llevó a su boca. Le dio un suave beso y la acarició con mucho cariño. Vio otra atarse a su cintura y supo que de esa forma no iba a caerse. Eran muy suaves y con el agua muchísimo más. Fue en ese momento cuando decidió hacer a su marido volverse algo más loco. Se colocó delante de él y le dio la espalda. Miró un bote de gel verde y se agachó a cogerlo. El trasero de la pelirroja entonces impactó contra la entrepierna de Eichi y se frotó un poco de forma disimulada mientras cogía el bote. Le estaría dando una visión fantástica a él. Después de unos momentos se colocó en pie y se giró mirándole. Observó de nuevo la cola que la mantenía atada y se sonrojó un poco sonriendo. Después de eso empezó a lavar el cabello de su chico de frente con una mano, la otra volvió a masajear aquella zona prohibida de él.
Unió sus labios a los del pelirrojo mientras cerraba los ojos y empezó a besarle con cariño mientras le lavaba la cabeza y continuaba jugando. Pegó su pecho al de él y se frotó un poco soltando algún que otro gemido en su boca. Tras unos segundos atacó su lengua sin piedad y después lo arrinconó contra la pared. Lo estuvo besando y torturando allí abajo por un par de minutos, después de eso cerró las piernas despacio para librarse de las colas. Se separó sonriente y se colocó a su espalda de nuevo, usando esta vez las dos manos allí abajo y mordiendo su cuello de forma algo brusca.
- Mmm. – Jadeó en su oído de forma juguetona. – Muy bien, eres un zorrito muy bueno… Nos queda una hora aquí, mi vida… Aguanta…
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Eichi se estremeció y asintió lentamente a sus palabras. Decidió relajarse mientras sus colas seguían haciendo lo suyo, al tiempo que sus orejas seguían moviéndose. A estas alturas, dudaba que fueran a volver a estar quietas por un largo tiempo. Dejándose ser, dejó que Milena siguiera jugando de esa forma con su intimidad, sin dar muestras que quisiera que parara. Le estaba gustando bastante, aún si no terminaba escalando a algo más. Incluso empezó a mover las caderas para adelante para darle mayor intensidad a la cosa. Sin poder evitarlo, dejó escapar algo parecido a un ronroneo mientras sus orejas se mantuvieron completamente erizadas por algunos segundos... hasta que sintió que tomaba una de sus colas. Abrió un ojo y la vio, expectante. Por suerte no la apretó, por lo que no se debilitó. Al ver como besaba su cola, el joven terminó abriendo sus dos ojos y se sonrojó considerablemente, al tiempo que su amor por la pelirroja crecía nuevamente. Avergonzado, miró hacia otro lado y uso una de sus extremidades extras para rascarse la cabeza, cosa que siempre hacía cuando estaba nervioso.
– Mmm – volvió a ronronear.
Arqueó una ceja al ver que se ponía delante de él y ladeó su cabeza hacia un lado, confundido. Se estremeció al ver que se acachaba y colocaba su trasero en su zona sensible. Tragó un poco en seco, pero decidió usar un pequeño vacío legal a su favor. Usando la cola que rodeaba su cintura, la levantaba y bajaba constantemente, frotando su trasero con su entrepierna. Mientras, usaba sus manos para masajear y acariciar la delicia que tenía en frente. Técnicamente, el no tocó nada. Milena fue quien lo hizo, y el solo estaba dándole un empujón al tomarla de la cintura, y no de sus pechos o intimidad. Negó un poco con la cabeza y sonrío levemente, al tiempo que dejaba salir otro gemido. A estas alturas, ni esfuerzo hacía para contenerlos. Quería dejarlos salir hasta quedar afónico.
Nuevamente sus labios se volvieron a juntar con los suyos, y el joven gustosamente lo correspondió. Exploró su interior con su lengua, al tiempo que danzaba con la propia de la pelirroja. Al separarse, un sonrojo monumental cubría las mejillas del joven. Escuchó sus palabras y negó con la cabeza, al tiempo que sonreía a modo de disculpa. No iba a durar toda la hora, no por cierto motivo. Lo cierto era que, pese a su resistencia, Milena le ponía mucho... No, demasiado diría él. Por ende, si bien podía tener muchos orgasmos múltiples, no quitaba el hecho que se venía demasiado gracias a las caricias de su pelirroja; a ese nivel llegaba.
– Lo siento por esto...
Sin decir otra palabra, el joven soltó un gemido y se vino en las manos de su pelirroja. Estuvo así durante varios segundos, hasta que terminó de descargar aquella viscosidad. Suspiró de alivio y se sonrojó, al tiempo que sus colas seguían acariciando el cuerpo sensual de Milena. Había algunas cosas que no se discuten, y una de ellas era lo hermosa que era ella...
– Mmm – volvió a ronronear.
Arqueó una ceja al ver que se ponía delante de él y ladeó su cabeza hacia un lado, confundido. Se estremeció al ver que se acachaba y colocaba su trasero en su zona sensible. Tragó un poco en seco, pero decidió usar un pequeño vacío legal a su favor. Usando la cola que rodeaba su cintura, la levantaba y bajaba constantemente, frotando su trasero con su entrepierna. Mientras, usaba sus manos para masajear y acariciar la delicia que tenía en frente. Técnicamente, el no tocó nada. Milena fue quien lo hizo, y el solo estaba dándole un empujón al tomarla de la cintura, y no de sus pechos o intimidad. Negó un poco con la cabeza y sonrío levemente, al tiempo que dejaba salir otro gemido. A estas alturas, ni esfuerzo hacía para contenerlos. Quería dejarlos salir hasta quedar afónico.
Nuevamente sus labios se volvieron a juntar con los suyos, y el joven gustosamente lo correspondió. Exploró su interior con su lengua, al tiempo que danzaba con la propia de la pelirroja. Al separarse, un sonrojo monumental cubría las mejillas del joven. Escuchó sus palabras y negó con la cabeza, al tiempo que sonreía a modo de disculpa. No iba a durar toda la hora, no por cierto motivo. Lo cierto era que, pese a su resistencia, Milena le ponía mucho... No, demasiado diría él. Por ende, si bien podía tener muchos orgasmos múltiples, no quitaba el hecho que se venía demasiado gracias a las caricias de su pelirroja; a ese nivel llegaba.
– Lo siento por esto...
Sin decir otra palabra, el joven soltó un gemido y se vino en las manos de su pelirroja. Estuvo así durante varios segundos, hasta que terminó de descargar aquella viscosidad. Suspiró de alivio y se sonrojó, al tiempo que sus colas seguían acariciando el cuerpo sensual de Milena. Había algunas cosas que no se discuten, y una de ellas era lo hermosa que era ella...
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Excitante había sido poco. La sensación de ser usada por las colas como ascensor para que él pudiera satisfacerse… Se mordió el labio observándole. Esas colas iban a ser muy buenas amigas de la pelirroja en más de un tema. Ahora continuaba dándole amor a su chico mientras sonreía de forma un poco maliciosa. Sabía que estaba en sus manos y nunca mejor dicho. Escuchaba su respiración, le notaba temblar y eso la hacía mucho más dominante. Tenía a su ahora rey sumiso en su poder y lo haría suyo una y otra vez. Él no podría romper su promesa y debería estarse quietecito ante ella. Había vencido el duelo de dominación con algo tan simple como una apuesta y eso la hizo empezar a maquinar su siguiente jugada. Ese viaje… En él lo iba a convertir en el hombre más feliz del mundo, era su meta.
Escuchó su disculpa y entonces al notar cierto temblor supo lo que llegaba. Sus manos quedaron llenas, pero estando en contacto con el agua no fue algo muy notorio. Ella entonces se colocó delante de él y lamió sus dedos en un acto lujurioso. Después de eso le miró de nuevo y tras mojar sus manos en agua rodeó su cuello con ellas. Le besó de forma algo apasionada mientras lo pegaba a la pared. Notaba las hermosas caricias en su cuerpo por parte de aquellas colas y sonrió de forma dulce. Tras unos dos minutos con su lengua invadiendo la boca del joven, ella hizo que el agua fuera algo más caliente al girar un poco el pomo. Le miró a los ojos después de eso y se relamió.
- Mis duchas son largas, te quedan cincuenta y nueve minutos aquí sin que puedas incumplir tu palabra, mi rey. – Le mordió en el cuello al mismo tiempo que acariciaba su pecho despacio.
Tras unos segundos sonrió de nuevo y continuó teniéndolo preso en la pared mientras le mordía con calma. Entonces le dio la espalda y la pegó contra su pecho. Ahora ella estaba expuesta, pero él tenía prohibido hacer nada. Juntó su trasero despacio con la entrepierna de su marido y después cerró los ojos despacio mientras el agua continuaba empapándolos. Se frotó un poco en plan provocativa y entonces no pudo evitarlo. Ya lo había torturado mucho y algo de pena invadió su pecho. No, no se comportaría así con él. El juego ya había pasado. Se giró de nuevo y besó sus labios mimosa y con su sonrisa dulce y amable que mostraba con él.
- Siempre me he fiado de tus palabras, Eichi-kun. Tan solo quería jugar con mi marido. – Dijo aquella palabra ruborizada. – Y ahora amor mío, soy toda tuya. Vamos, desahógate. – Terminó de decirle entre risas y besando sus labios, obviamente, se puso a reír en su boca, por lo que el aire inflaría las mejillas del pelirrojo. Se la notaba muy feliz.
Escuchó su disculpa y entonces al notar cierto temblor supo lo que llegaba. Sus manos quedaron llenas, pero estando en contacto con el agua no fue algo muy notorio. Ella entonces se colocó delante de él y lamió sus dedos en un acto lujurioso. Después de eso le miró de nuevo y tras mojar sus manos en agua rodeó su cuello con ellas. Le besó de forma algo apasionada mientras lo pegaba a la pared. Notaba las hermosas caricias en su cuerpo por parte de aquellas colas y sonrió de forma dulce. Tras unos dos minutos con su lengua invadiendo la boca del joven, ella hizo que el agua fuera algo más caliente al girar un poco el pomo. Le miró a los ojos después de eso y se relamió.
- Mis duchas son largas, te quedan cincuenta y nueve minutos aquí sin que puedas incumplir tu palabra, mi rey. – Le mordió en el cuello al mismo tiempo que acariciaba su pecho despacio.
Tras unos segundos sonrió de nuevo y continuó teniéndolo preso en la pared mientras le mordía con calma. Entonces le dio la espalda y la pegó contra su pecho. Ahora ella estaba expuesta, pero él tenía prohibido hacer nada. Juntó su trasero despacio con la entrepierna de su marido y después cerró los ojos despacio mientras el agua continuaba empapándolos. Se frotó un poco en plan provocativa y entonces no pudo evitarlo. Ya lo había torturado mucho y algo de pena invadió su pecho. No, no se comportaría así con él. El juego ya había pasado. Se giró de nuevo y besó sus labios mimosa y con su sonrisa dulce y amable que mostraba con él.
- Siempre me he fiado de tus palabras, Eichi-kun. Tan solo quería jugar con mi marido. – Dijo aquella palabra ruborizada. – Y ahora amor mío, soy toda tuya. Vamos, desahógate. – Terminó de decirle entre risas y besando sus labios, obviamente, se puso a reír en su boca, por lo que el aire inflaría las mejillas del pelirrojo. Se la notaba muy feliz.
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Eichi se sonrojó de gran manera al ver el lujurioso acto de Milena. Un escalofrío de placer recorrió su espalda, al tiempo que su miraba cambiaba a una parecida a la del día anterior. No podía evitarlo; su pelirroja lo excitaba demasiado, aún cuando no hacía nada para provocar una reacción en él. Se relamió lentamente y sin poder evitarlo, tomó la mano de Milena y chupó lamió lentamente sus dedos por algunos segundos. Por suerte, el agua ya había mandado toda su esencia al otro lado, por lo que no tuvo la "fortuna" de probarse a si mismo. Una vez que terminó, miró seductoramente a su prometida y recibió gustosamente su beso. Mientras usaba una de sus colas para amarrar su cintura y mantenerla abrazada a él, usaba sus manos para jugar con su trasero. Gimió un poco, pero la boca de Milena consiguió ahogar aquello. Bailó con su lengua por unos considerables minutos, al tiempo que sentía sus pechos pegados a su torso. Se separó de ella, dejando un hilo de saliva en el camino. Escuchó sus palabras y la miró con tranquilidad, para luego sonreír ampliamente y mostrar sus alargados caninos.
– Tiempo suficiente para "jugar" – respondió lentamente el joven, al tiempo que acariciaba su cabeza.
Ladeó su cabeza al notar que le daba la espalda y se pegaba a su torso. Aprovechó para rodear sus brazos por su cintura una vez que la liberó y colocó su cabeza en su hombro, sonriendo suavemente. Quería quedarse así con ella para siempre, pero sabía que el agua terminaría por dejarles arrugas prematuras si se quedaban por mucho tiempo. Sintió que frotaba su trasero con su intimidad, a lo que Eichi repitió lo mismo de antes. Sin tocarla, aumentó más la intensidad del contacto. ¿Había mencionado que le gustaban los vacíos legales? Bufó por lo bajo, pero en eso escuchó las palabras de la pelirroja. Sus orejas se movieron más de lo normal y sonrío... de nuevo.
– Menos mal, porque dudaba poder haber seguido aguantando. Me pones demasiado como para haber durado la hora sin tocarte, jajajaja – reveló, sin una pizca de vergüenza.
Usando su cola, la dio vuelta y la besó sin piedad en los labios. Jugó y succionó por varios minutos, al tiempo que esta vez él la aprisionaba contra la pared. Se separó y miró con amor a su esposa... y con una pizca de lujuria. Sin poder evitarlo, levantó sus manos y empezó a jugar con sus pechos, al tiempo que la volvía a besar. Realmente, no podía pasar mas de dos minutos enteros sin aclamar su boca como suya. Simplemente era su adicción... una muy placentera adicción.
– Te amo, princesa – y tampoco se cansaría de decir eso.
Sin poder aguantarse más, levantó el cuerpo de Milena usando su cola y alineó su intimidad con la de su chica. Entró de lleno en ella, sin tomarse las preocupaciones de otras veces. A estas alturas ya estaba más que acostumbrado al cuerpo de su pelirroja, por lo que ya no tenía miedo de lastimarla debido un despiste suyo. Sonrío levemente y la levantó un poco más, dejando sus pechos frente a su rostro mientras la apoyaba contra la pared de la ducha para que no se cayera. Embestía con fuerza a la pelirroja, al tiempo que jugaba y succionaba sus delicioso pezones con su boca. Por otro lado, una de sus colas ayudaba su herramienta y estimulaba el punto G de su prometida...
– Tiempo suficiente para "jugar" – respondió lentamente el joven, al tiempo que acariciaba su cabeza.
Ladeó su cabeza al notar que le daba la espalda y se pegaba a su torso. Aprovechó para rodear sus brazos por su cintura una vez que la liberó y colocó su cabeza en su hombro, sonriendo suavemente. Quería quedarse así con ella para siempre, pero sabía que el agua terminaría por dejarles arrugas prematuras si se quedaban por mucho tiempo. Sintió que frotaba su trasero con su intimidad, a lo que Eichi repitió lo mismo de antes. Sin tocarla, aumentó más la intensidad del contacto. ¿Había mencionado que le gustaban los vacíos legales? Bufó por lo bajo, pero en eso escuchó las palabras de la pelirroja. Sus orejas se movieron más de lo normal y sonrío... de nuevo.
– Menos mal, porque dudaba poder haber seguido aguantando. Me pones demasiado como para haber durado la hora sin tocarte, jajajaja – reveló, sin una pizca de vergüenza.
Usando su cola, la dio vuelta y la besó sin piedad en los labios. Jugó y succionó por varios minutos, al tiempo que esta vez él la aprisionaba contra la pared. Se separó y miró con amor a su esposa... y con una pizca de lujuria. Sin poder evitarlo, levantó sus manos y empezó a jugar con sus pechos, al tiempo que la volvía a besar. Realmente, no podía pasar mas de dos minutos enteros sin aclamar su boca como suya. Simplemente era su adicción... una muy placentera adicción.
– Te amo, princesa – y tampoco se cansaría de decir eso.
Sin poder aguantarse más, levantó el cuerpo de Milena usando su cola y alineó su intimidad con la de su chica. Entró de lleno en ella, sin tomarse las preocupaciones de otras veces. A estas alturas ya estaba más que acostumbrado al cuerpo de su pelirroja, por lo que ya no tenía miedo de lastimarla debido un despiste suyo. Sonrío levemente y la levantó un poco más, dejando sus pechos frente a su rostro mientras la apoyaba contra la pared de la ducha para que no se cayera. Embestía con fuerza a la pelirroja, al tiempo que jugaba y succionaba sus delicioso pezones con su boca. Por otro lado, una de sus colas ayudaba su herramienta y estimulaba el punto G de su prometida...
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El pelirrojo se había desatado totalmente. La chica sonrió abrazándose a él y notando su espalda ser apoyada en la pared. Miró a los ojos de su zorrito y notó las ganas que le tenía. Una pequeña carcajada se escapó de su boca mientras le notaba tomarla sin piedad. Le rodeó el cuello soltando un profundo gemido y dándose cuenta de que llevaban ya bastantes horas en aquel tema. Debía ser un nuevo record y si había alguien siguiendo sus vidas desde arriba, el pobre debía estar un poco hasta los huevos. Clavó sus uñas en la espalda de él como de costumbre mientras cerraba los ojos de forma violenta. Se le ocurrió una buena idea y no tardó en mirarle a los ojos mientras se dejaba hacer. Le había visto lamer sus dedos y tal vez buscaba algo en ellos.
- Oye, cielo… Vi como lamías mis dedos con ganas… Si lo deseas, puedes terminar en mis manos y después te doy de beber como si fueses un cachorrito. – Dijo fingiendo estar ilusionada para que él no pudiera negarse.
Estaba segura de que aquella idea haría al pelirrojo tragar saliva y tal vez sentir una vergüenza enorme, pero esa era una de las cosas favoritas de la pelirroja. Tras unos momentos más así empezó a moverse más rápido sobre él, pues se acostumbraba a la velocidad debido al tiempo que ya llevaban. Justo entonces se le ocurrió jugar un poco más. Milena estiró su mano libre hacia el grifo y puso el agua helada, fría como el hielo, pues por suerte, el sistema de Eichi no parecía ser algo cutre. Cuando notó aquella cantidad de temperatura baja en su cuerpo no pudo evitar quejarse entre risas. Le empujó un poco e hizo que salieran de la bañera, aunque ella continuaba en brazos. Le dedicó una sonrisa amable y aun estando en pleno acto no pudo evitar abrir su boca y morder una de sus orejas de zorro. Lo hizo suave, pero en cuanto la apresó cerró los ojos despacio y empezó a dar más mordiscos pequeños.
- Tu oreja está rica… Tal vez debería marcarla con un pendiente con mis iniciales. Al fin y al cabo, eres mío. – Dijo de forma posesiva mientras continuaba aferrada a él. – Dame calorcito mejor en una cama con sábanas, que tengo frío. – Le dijo entonces sacándole la lengua.
Ella había sido la culpable de lo pasado debido a que activó el frío, pero sabía que eso no detendría a su zorro. Aunque tal vez le había bajado el calentón. Sonrió de forma muy inocente, siendo algo totalmente fingido.
- Aunque si no puedes más…
- Oye, cielo… Vi como lamías mis dedos con ganas… Si lo deseas, puedes terminar en mis manos y después te doy de beber como si fueses un cachorrito. – Dijo fingiendo estar ilusionada para que él no pudiera negarse.
Estaba segura de que aquella idea haría al pelirrojo tragar saliva y tal vez sentir una vergüenza enorme, pero esa era una de las cosas favoritas de la pelirroja. Tras unos momentos más así empezó a moverse más rápido sobre él, pues se acostumbraba a la velocidad debido al tiempo que ya llevaban. Justo entonces se le ocurrió jugar un poco más. Milena estiró su mano libre hacia el grifo y puso el agua helada, fría como el hielo, pues por suerte, el sistema de Eichi no parecía ser algo cutre. Cuando notó aquella cantidad de temperatura baja en su cuerpo no pudo evitar quejarse entre risas. Le empujó un poco e hizo que salieran de la bañera, aunque ella continuaba en brazos. Le dedicó una sonrisa amable y aun estando en pleno acto no pudo evitar abrir su boca y morder una de sus orejas de zorro. Lo hizo suave, pero en cuanto la apresó cerró los ojos despacio y empezó a dar más mordiscos pequeños.
- Tu oreja está rica… Tal vez debería marcarla con un pendiente con mis iniciales. Al fin y al cabo, eres mío. – Dijo de forma posesiva mientras continuaba aferrada a él. – Dame calorcito mejor en una cama con sábanas, que tengo frío. – Le dijo entonces sacándole la lengua.
Ella había sido la culpable de lo pasado debido a que activó el frío, pero sabía que eso no detendría a su zorro. Aunque tal vez le había bajado el calentón. Sonrió de forma muy inocente, siendo algo totalmente fingido.
- Aunque si no puedes más…
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Escuchó sus palabras, claro que lo hizo. Eichi hizo un ruido parecido a lo que hacía una persona cuando se atragantaba con algo, al tiempo que rápidamente ocultaba su cara en el cuello de su amante. No se dignó a responder lo que dijo, aunque la reacción delataba completamente el cómo se había tomado esa exclamación. Además de que no dejaba que la pelirroja viera su rostro, el joven estaba levemente ruborizado. Reemplazando... eso, con la esencia de la su mujer, provocaba una imagen de lo más erótica dentro de su mente. Tosió un poco con la intención de disimular, al tiempo que negaba con la cabeza. Ahora que lo pensaba mejor, quizá no era la mejor de sus ideas tener el rostro pegado a su piel. Su nariz era muy sensible, y podía notar todos los olores de su chica con exactitud. Naturalmente, el haberse duchado y jabonado hace tan solo unos minutos (y lo primero aún no terminaba), hacía que un aroma agradable y placentero desprendiera del cuerpo de su amada. Eso y sin contar las feromónas que había en el aire. Chasqueó un poco su lengua y aprovechó la cercanía para morder levemente el cuello de Milena. Cuando terminó, la zona estaba morada un poco debido a la succión que hizo. Se relamió un poco y atrajo más el cuerpo de ella al suyo.
– ¿Qué me detiene hacer lo mismo, pero con mis dedos y con restos de tu esencia?
Su tono era algo travieso, pero era normal considerando que era un zorro, que eran considerados como uno de los animales más traviesos del mundo. Negó con la cabeza y besó con intensidad sus labios, para luego jugar lentamente con su lengua por algunos segundos. Mientras la embestía, sintió cómo el agua cambiaba de tibio a frío en un instante. Sabía lo que había pasado. La pelirroja se la jugó y cambió la temperatura del grifo. Se estremeció con violencia y sus orejas quedaron levantadas debido a la impresión.
– Técnicamente... el orificio lo tengo... – reveló lentamente, al tiempo que tiritaba un poco debido al frío. Para demostrar su punto, movió un poco su oreja izquierda y mostró un pequeño agujero. Usualmente no llevaba aros, pero si ella lo quería... – No me opondré si eso es lo que quieres.
Escuchó sus palabras y entrecerró un poco sus ojos. Si creía que se detendría con eso, estaba muy equivocado. Se concentró por algunos segundos (aunque era algo difícil, por razones obvias), y nueve doradas colas surgieron de su espalda. Las movió lentamente y una pequeña sonrisa se formó en su rostro. Sin decir una palabra, las nueve rodearon el cuerpo de su pelirroja, dando una apariencia similar a una frazada sobre su cuerpo. Besó su frente y siguió embistiendo como si nada hubiera pasado.
– El frío no detendrá la calentura. Contigo es imposible, amor – luego de eso, la volvió a besar mientras hacía lo suyo...
– ¿Qué me detiene hacer lo mismo, pero con mis dedos y con restos de tu esencia?
Su tono era algo travieso, pero era normal considerando que era un zorro, que eran considerados como uno de los animales más traviesos del mundo. Negó con la cabeza y besó con intensidad sus labios, para luego jugar lentamente con su lengua por algunos segundos. Mientras la embestía, sintió cómo el agua cambiaba de tibio a frío en un instante. Sabía lo que había pasado. La pelirroja se la jugó y cambió la temperatura del grifo. Se estremeció con violencia y sus orejas quedaron levantadas debido a la impresión.
– Técnicamente... el orificio lo tengo... – reveló lentamente, al tiempo que tiritaba un poco debido al frío. Para demostrar su punto, movió un poco su oreja izquierda y mostró un pequeño agujero. Usualmente no llevaba aros, pero si ella lo quería... – No me opondré si eso es lo que quieres.
Escuchó sus palabras y entrecerró un poco sus ojos. Si creía que se detendría con eso, estaba muy equivocado. Se concentró por algunos segundos (aunque era algo difícil, por razones obvias), y nueve doradas colas surgieron de su espalda. Las movió lentamente y una pequeña sonrisa se formó en su rostro. Sin decir una palabra, las nueve rodearon el cuerpo de su pelirroja, dando una apariencia similar a una frazada sobre su cuerpo. Besó su frente y siguió embistiendo como si nada hubiera pasado.
– El frío no detendrá la calentura. Contigo es imposible, amor – luego de eso, la volvió a besar mientras hacía lo suyo...
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- Sabes que a mí me da igual lamer tus dedos impregnados de mi esencia como si fuese una gatita. – Mencionó de forma algo seductora y mirándole a los ojos de forma calmada. Se lo estaba pasando en grande con aquello a decir verdad. Aunque eso era siempre que realizaban cosas juntos.
La joven al escuchar lo de las orejas mostró una pequeña sonrisa, pero tal vez no pensó que se refería a las de la forma de zorrito. Le parecían las más monas y achuchables del mundo. Las miró emocionada y de nuevo se puso a acariciarlas despacio como si no hubiese un mañana. Las lamía incluso de forma juguetona mientras sus ojos brillaban despacio. Justo entonces pensó que él la llevaría a la cama, pero entonces le vio hacer salir muchísimas colas. La joven tragó saliva y entonces le miró algo impresionada. No pensaba que hiciera nada raro. Justo se vio enroscada y atrapada por ellas, como si él fuese una serpiente y ella un pobre ciervo. Al sentir los brazos apresados le miró a los ojos enrojecida.
- Oe… No estarás planeando…
Su voz fue cortada por el beso del pelirrojo y además empezó a moverse dentro de ella. La chica no pudo evitar sentirse muy avergonzada en aquella postura que la mantenía atada totalmente. Empezó a temblar de nervios y de excitación mientras continuaba siendo dominada sin su permiso. Al estar su boca atrapada no podía evitar gemir en la de su chico, aunque con una intensidad mucho mayor. De hecho, al estar en esa situación no pudo evitar mostrar una carita de cachorro adorable siendo violado, pero con un ligero toque de felicidad. Era algo realmente tierno y morboso de ver. Esperaba que no se hubiese dado cuenta, pues no quería que la viese así.
Al cabo de unos minutos recibiendo embestidas y siendo presa de no poder moverse, la pelirroja no tardó mucho en terminar. Gritó en su boca con toda su fuerza y su cuerpo entero se puso a temblar como una hoja azotada por el viento. Finalmente se relajó y empezó a respirar de forma agitada. Separó sus labios de nuevo de él y le miró a los ojos jadeando mientras algo de saliva resbalaba desde sus comisuras. La respiración de la chica era muy agitada y el sudor caía por su frente. Lanzó una mirada tímida hacia él y lo siguiente que hizo fue ocultar su rostro en una de las colas, evitando así el contacto directo debido a la vergüenza que le deba lo que había pasado.
- N-no voy a suplicar que me hagas esto mucho más. – Mencionó en un ataque tsundere de los suyos mientras se sonrojaba muchísimo y cerraba los ojos con fuerza.
La joven al escuchar lo de las orejas mostró una pequeña sonrisa, pero tal vez no pensó que se refería a las de la forma de zorrito. Le parecían las más monas y achuchables del mundo. Las miró emocionada y de nuevo se puso a acariciarlas despacio como si no hubiese un mañana. Las lamía incluso de forma juguetona mientras sus ojos brillaban despacio. Justo entonces pensó que él la llevaría a la cama, pero entonces le vio hacer salir muchísimas colas. La joven tragó saliva y entonces le miró algo impresionada. No pensaba que hiciera nada raro. Justo se vio enroscada y atrapada por ellas, como si él fuese una serpiente y ella un pobre ciervo. Al sentir los brazos apresados le miró a los ojos enrojecida.
- Oe… No estarás planeando…
Su voz fue cortada por el beso del pelirrojo y además empezó a moverse dentro de ella. La chica no pudo evitar sentirse muy avergonzada en aquella postura que la mantenía atada totalmente. Empezó a temblar de nervios y de excitación mientras continuaba siendo dominada sin su permiso. Al estar su boca atrapada no podía evitar gemir en la de su chico, aunque con una intensidad mucho mayor. De hecho, al estar en esa situación no pudo evitar mostrar una carita de cachorro adorable siendo violado, pero con un ligero toque de felicidad. Era algo realmente tierno y morboso de ver. Esperaba que no se hubiese dado cuenta, pues no quería que la viese así.
Al cabo de unos minutos recibiendo embestidas y siendo presa de no poder moverse, la pelirroja no tardó mucho en terminar. Gritó en su boca con toda su fuerza y su cuerpo entero se puso a temblar como una hoja azotada por el viento. Finalmente se relajó y empezó a respirar de forma agitada. Separó sus labios de nuevo de él y le miró a los ojos jadeando mientras algo de saliva resbalaba desde sus comisuras. La respiración de la chica era muy agitada y el sudor caía por su frente. Lanzó una mirada tímida hacia él y lo siguiente que hizo fue ocultar su rostro en una de las colas, evitando así el contacto directo debido a la vergüenza que le deba lo que había pasado.
- N-no voy a suplicar que me hagas esto mucho más. – Mencionó en un ataque tsundere de los suyos mientras se sonrojaba muchísimo y cerraba los ojos con fuerza.
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Eichi tosió un poco, no respondiendo al comentario sugerente que hizo su futura esposa. Sabía que era atrevida para hablar, por lo que ya no le afectaba… demasiado. Seguía sonrojándose un poco cuando sucedía, pero al menos ya no tartamudeaba o hablaba entrecortadamente (o derechamente echaba humos; debía admitir que esos no fueron sus mejores momentos, pero no podía evitarlo. Estaba tan absorto en sus pensamientos, que las caricias de Milena lo tomaron por sorpresa. Un escalofrío recorrió su cuerpo e inconscientemente movió la cabeza para que la pelirroja frotara más rápido sus orejas. Eran una de sus zonas sensibles, pero se sentía bien cuando ella las manoseaba de esa forma. De príncipe orgulloso pasó a zorro doméstico, aunque no le importaba demasiado que digamos. Por su amante podía hacer todo lo que ella quisiera, aún si fuera peligroso. Simplemente la amaba demasiado, y esa era una de sus formas para expresarlo… En la que menos placer había, de hecho. El resto era un poco… Bueno, se entendía viendo que actualmente estaban en uno de esos actos.
– Sigue… – murmuró con algo de somnolencia. ¿Quién diría que las caricias lo relajaban lo suficiente para dejarlo en un estado casi dormido?
Eichi negó con la cabeza, suspirando de alivio debido al agua. Eso le impedía quedarse dormido del todo, y para asegurarse... Atrapó nuevamente los labios de la pelirroja con los suyos. Invadió como quiso su cavidad, jugó con su lengua e intercambió saliva con su pelirroja sin piedad alguna. Exploraba libremente su interior, e incluso de vez en cuando atrapaba su lengua entre sus labios y succionaba como si se tratara de una piruleta. La boca de Milena era su dulce adicción de la cual nunca se cansaría. Al mismo tiempo, seguía embistiendo con fuerza mientras la mantenía prisionera entre sus colas. Podía sentir que estaba próxima a venirse, por lo que aumentó aún más el ritmo. Finalmente se separó de sus labios, dejando un evidente hilo de saliva en el camino. Escuchó sus palabras y una pequeña sonrisa se formó en su rostro.
– ¿Por qué debería hacerlo? Se muy bien lo mucho que te gusta esto – susurró en su oído, para luego mordisquear levemente su lóbulo.
Pese a que ella se había venido, el joven aún no terminaba. Nuevamente empezó a embestir, pero cambió un poco las cosas. Levantó un poco más el cuerpo de Milena, dejando sus deliciosos pechos a la altura de su cara. Sin dudar, atrapó uno de sus botones rosados entre sus labios. Succionaba y lamía como un niño mientras aumentaba el ritmo. Finalmente, tras un par de minutos, se vino dentro de ella nuevamente. Cerró sus ojos por algunos segundos y luego miró directamente al rostro de Milena. Sonrío suavemente y la abrazó, para luego besar delicadamente su frente mientras acariciaba su rojizo cabello con sus manos.
– Te amo, Milena. – Pese a que lo había dicho varias veces, nunca se cansaría en decir esas tres palabras mágicas.
Limpió los restos con el agua y la llevó directamente a la cama, al tiempo que hacía desaparecer sus colas. Se tumbó en el colchón con ella y se arropó con las sábanas para entrar en calor, al tiempo que la abrazaba y juntaba su frente con la de ella. Debido al horario invertido que tenían, y a todo lo que hicieron el día de ayer, ahora debían ser las diez de la noche o así... Sería un poco difícil volver al habitual, pero no se quejaba.
– Sigue… – murmuró con algo de somnolencia. ¿Quién diría que las caricias lo relajaban lo suficiente para dejarlo en un estado casi dormido?
Eichi negó con la cabeza, suspirando de alivio debido al agua. Eso le impedía quedarse dormido del todo, y para asegurarse... Atrapó nuevamente los labios de la pelirroja con los suyos. Invadió como quiso su cavidad, jugó con su lengua e intercambió saliva con su pelirroja sin piedad alguna. Exploraba libremente su interior, e incluso de vez en cuando atrapaba su lengua entre sus labios y succionaba como si se tratara de una piruleta. La boca de Milena era su dulce adicción de la cual nunca se cansaría. Al mismo tiempo, seguía embistiendo con fuerza mientras la mantenía prisionera entre sus colas. Podía sentir que estaba próxima a venirse, por lo que aumentó aún más el ritmo. Finalmente se separó de sus labios, dejando un evidente hilo de saliva en el camino. Escuchó sus palabras y una pequeña sonrisa se formó en su rostro.
– ¿Por qué debería hacerlo? Se muy bien lo mucho que te gusta esto – susurró en su oído, para luego mordisquear levemente su lóbulo.
Pese a que ella se había venido, el joven aún no terminaba. Nuevamente empezó a embestir, pero cambió un poco las cosas. Levantó un poco más el cuerpo de Milena, dejando sus deliciosos pechos a la altura de su cara. Sin dudar, atrapó uno de sus botones rosados entre sus labios. Succionaba y lamía como un niño mientras aumentaba el ritmo. Finalmente, tras un par de minutos, se vino dentro de ella nuevamente. Cerró sus ojos por algunos segundos y luego miró directamente al rostro de Milena. Sonrío suavemente y la abrazó, para luego besar delicadamente su frente mientras acariciaba su rojizo cabello con sus manos.
– Te amo, Milena. – Pese a que lo había dicho varias veces, nunca se cansaría en decir esas tres palabras mágicas.
Limpió los restos con el agua y la llevó directamente a la cama, al tiempo que hacía desaparecer sus colas. Se tumbó en el colchón con ella y se arropó con las sábanas para entrar en calor, al tiempo que la abrazaba y juntaba su frente con la de ella. Debido al horario invertido que tenían, y a todo lo que hicieron el día de ayer, ahora debían ser las diez de la noche o así... Sería un poco difícil volver al habitual, pero no se quejaba.
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Tras todo aquel ajetreo y tras haberle dicho cincuenta veces a su pelirrojo que ella lo amaba mucho más, quedó finalmente tumbada y arropada a su lado con un rostro que expresaba felicidad. Estaba en el cielo con su pelirrojo y así deseaba que fuese siempre. Tosió un poco y después de una leve carcajada se abrazó a él como si de un koala fuese. Lentamente cerró los ojos mientras sentía ganas de dormir de todo lo que habían hecho de nuevo. Le lamió la mejilla con cariño de forma juguetona y después de unos momentos le miró directamente a los ojos. Esperó unos segundos y después le habló de forma amable mientras lo abrazaba.
- Eres el mejor, cielo. Ahora creo que voy a dormir un poco si no te importa…
Estaba agotada y no tardó en darle un dulce beso en los labios, para después de eso pegar su frente a su pecho y cerrar los ojos. Una pena, pero esta vez le tocaba dormir a ella en los pectorales de su pelirrojo y no al revés. Sonrió un poco y después de unos minutos más dándole mimos y caricias en las orejas, ella misma se quedó profundamente dormida. Demasiado cansada estaba como para seguir despierta más tiempo.
A la mañana siguiente…
El viento soplaba levemente y el cielo estaba nublado. Milena estaba sentada en la cubierta, pegada su espalda al mástil y con los ojos cerrados. Estaba concentrándose en lo suyo y en su mano derecha se hallaba su espada, la cual estaba desenfundada. Apuntaba con ella hacia arriba y esta parecía brillar en un tono rojizo. Tomó algo de aire y continuó canalizando energía en su arma. Había despertado temprano, eran las ocho de la mañana de hecho. Se comió un par de tostadas de tomate con sal y salió a fuera a entrenar. Quería realizar una pequeña técnica en la que estuvo pensando, pero no hizo por falta de tiempo. La espada continuó brillando en un tono rojizo y después de unos momentos se desvaneció. Soltó un suspiro y tras unos segundos abrió los ojos.
- Deberé continuar practicando esta habilidad.
La pelirroja vestía con un pijama que constaba de una camiseta rosa se manga larga con un escote considerable, unos pantalones largos del mismo tono y una capucha con orejas de gato, la cual llevaba puesta. Chasqueó la lengua y se relamió unos segundos. Si podía conseguir dominar aquella habilidad, no le volvería a pasar lo que ocurrió en la pelea contra Jin y el maldito viejo del grupo de Meln. Lo siguiente que hizo fue estirarse un poco, pero continuando sentada por el momento. Apuntó con su katana de nuevo hacia arriba y volvió a canalizar energía. Quería concentrarse en algo ardiente, pero sin crear fuego. Pensaba en un láser más bien que pudiese manejar desde su arma. Un filo de energía rojizo que cortase a su paso y a una temperatura elevada de paso.
- Eres el mejor, cielo. Ahora creo que voy a dormir un poco si no te importa…
Estaba agotada y no tardó en darle un dulce beso en los labios, para después de eso pegar su frente a su pecho y cerrar los ojos. Una pena, pero esta vez le tocaba dormir a ella en los pectorales de su pelirrojo y no al revés. Sonrió un poco y después de unos minutos más dándole mimos y caricias en las orejas, ella misma se quedó profundamente dormida. Demasiado cansada estaba como para seguir despierta más tiempo.
A la mañana siguiente…
El viento soplaba levemente y el cielo estaba nublado. Milena estaba sentada en la cubierta, pegada su espalda al mástil y con los ojos cerrados. Estaba concentrándose en lo suyo y en su mano derecha se hallaba su espada, la cual estaba desenfundada. Apuntaba con ella hacia arriba y esta parecía brillar en un tono rojizo. Tomó algo de aire y continuó canalizando energía en su arma. Había despertado temprano, eran las ocho de la mañana de hecho. Se comió un par de tostadas de tomate con sal y salió a fuera a entrenar. Quería realizar una pequeña técnica en la que estuvo pensando, pero no hizo por falta de tiempo. La espada continuó brillando en un tono rojizo y después de unos momentos se desvaneció. Soltó un suspiro y tras unos segundos abrió los ojos.
- Deberé continuar practicando esta habilidad.
La pelirroja vestía con un pijama que constaba de una camiseta rosa se manga larga con un escote considerable, unos pantalones largos del mismo tono y una capucha con orejas de gato, la cual llevaba puesta. Chasqueó la lengua y se relamió unos segundos. Si podía conseguir dominar aquella habilidad, no le volvería a pasar lo que ocurrió en la pelea contra Jin y el maldito viejo del grupo de Meln. Lo siguiente que hizo fue estirarse un poco, pero continuando sentada por el momento. Apuntó con su katana de nuevo hacia arriba y volvió a canalizar energía. Quería concentrarse en algo ardiente, pero sin crear fuego. Pensaba en un láser más bien que pudiese manejar desde su arma. Un filo de energía rojizo que cortase a su paso y a una temperatura elevada de paso.
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Eichi parpadeó un poco y gruñó por lo bajo. Bostezó con fuerza y se frotó los ojos, al tiempo que temblaba un poco debido a la falta de calor. Ahora que lo pensaba, ¿dónde se encontraba Milena? Frunció un poco el ceño, pero luego negó con la cabeza. Por el olor impregnado en el ambiente, notó que no había pasado mucho tiempo desde que se fue, y su aroma terminaba en cubierta. Debía de estar tomando aire fresco o algo así. Eichi volvió a bostezar y al mirar la mesita de al lado, sus ojos se abrieron un poco más de lo normal al ver la hora. ¿Enserio eran las ocho de la mañana? Con razón estaba tan cansado. El pelirrojo, simplemente, no estaba acostumbrado a levantarse a estas horas. Realmente su horario se fue a la puta luego de toda la acción que tuvo con su amada el día anterior. Negó con la cabeza y se estiró, para luego levantarse. Ya no tenía mas sueño, así que no veía caso quedarse en cama por más tiempo. Aparte... ya extrañaba la compañía de Milena. Un puchero se formó en su rostro, pero luego volvió a la normalidad.
– Bueno, ¿qué hacer?
El joven príncipe se rascó la barbilla, para luego dirigirse al baño. Se dio una ducha rápida y se puso ropa nueva. Como afuera estaba nublado, era un conjunto algo abrigado. Llevaba una camisa manga larga de color gris, la cual llevaba semi abierta hasta la mitad de su torso. Sus pantalones eran negros, y encima de todo llevaba un abrigo de color blanco. Se enderezó un poco y siguió el olor de la pelirroja hasta cubierta, aunque primero pasó por la cocina para llevarse algo para el desayuno. Unas simples tostadas con jamón y queso terminaron por llenarlo hasta que fuera hora de almorzar. Al llegar, se dio cuenta que estaba sentada frente al mástil y... ¿Esos eran orejas de gato? Parpadeó un poco y se frotó los ojos, pero seguían allí. Pensó que seguía soñando, pero se dio cuenta que no. Un leve sonrojo se formó en su rostro, pero luego negó con la cabeza. Se mantuvo quieto por algunos segundos, para luego sonreír traviesamente. ¿Qué podía decir? Los Kitsune eran famosos por ser criaturas que le gustaba las bromas y cosas de ese estilo.
Eichi activó su invisibilidad y se acercó sigilosamente hacia Milena, procurando no hacer ruido alguno que lo delatara. Por suerte, el sonido de las olas debía ser suficiente para despistar a la pelirroja del sonido de sus pisadas. Al llegar hacia allí, alzó sus brazos y la abrazó en la cintura por detrás. Antes que dijera algo o lo atacara (como lo hizo en la isla), el joven volvió a hacerse visible y levantó a la pelirroja un poco para que pudiera sentarse. Una vez que estuviera cómodo con la espalda recargada al mástil, dejaría a la joven en la misma posición que antes, pero encima suyo.
– Buenos días, amor – susurro lentamente, aún con los ojos medio cerrados. – ¿Estabas entrenando algo? – preguntó, al tiempo que jugaba un poco con su larga cabellera rojiza, como se costumbre. Era tan suave que no podía evitarlo, la verdad...
– Bueno, ¿qué hacer?
El joven príncipe se rascó la barbilla, para luego dirigirse al baño. Se dio una ducha rápida y se puso ropa nueva. Como afuera estaba nublado, era un conjunto algo abrigado. Llevaba una camisa manga larga de color gris, la cual llevaba semi abierta hasta la mitad de su torso. Sus pantalones eran negros, y encima de todo llevaba un abrigo de color blanco. Se enderezó un poco y siguió el olor de la pelirroja hasta cubierta, aunque primero pasó por la cocina para llevarse algo para el desayuno. Unas simples tostadas con jamón y queso terminaron por llenarlo hasta que fuera hora de almorzar. Al llegar, se dio cuenta que estaba sentada frente al mástil y... ¿Esos eran orejas de gato? Parpadeó un poco y se frotó los ojos, pero seguían allí. Pensó que seguía soñando, pero se dio cuenta que no. Un leve sonrojo se formó en su rostro, pero luego negó con la cabeza. Se mantuvo quieto por algunos segundos, para luego sonreír traviesamente. ¿Qué podía decir? Los Kitsune eran famosos por ser criaturas que le gustaba las bromas y cosas de ese estilo.
Eichi activó su invisibilidad y se acercó sigilosamente hacia Milena, procurando no hacer ruido alguno que lo delatara. Por suerte, el sonido de las olas debía ser suficiente para despistar a la pelirroja del sonido de sus pisadas. Al llegar hacia allí, alzó sus brazos y la abrazó en la cintura por detrás. Antes que dijera algo o lo atacara (como lo hizo en la isla), el joven volvió a hacerse visible y levantó a la pelirroja un poco para que pudiera sentarse. Una vez que estuviera cómodo con la espalda recargada al mástil, dejaría a la joven en la misma posición que antes, pero encima suyo.
– Buenos días, amor – susurro lentamente, aún con los ojos medio cerrados. – ¿Estabas entrenando algo? – preguntó, al tiempo que jugaba un poco con su larga cabellera rojiza, como se costumbre. Era tan suave que no podía evitarlo, la verdad...
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Los ojos de Milena se cerraron con fuerza y canalizó todo su poder en su espada, la cual brillaba con un tono rojizo intenso. El brillo que emitía era bastante mayor y esperaba de esa forma poder quemar al menos a lo que tuviese delante con su energía. Tras unos momentos más notó de nuevo ser agarrada. Giró un momento su mirada hacia atrás y pudo ver al pelirrojo, el cual ahora la tenía agarrada. Mantuvo su espada apuntando hacia las alturas y después de unos momentos anuló su poder y la dejó en el suelo despacio. La metió en su funda y después de unos segundos soltó un pequeño suspiro. Colocó su cabeza en el hombro del chico y cerró los ojos despacio. Había escuchado sus palabras, pero primero decidió quedarse un poco en silencio. Tras unos diez segundos respondió.
- Así es, una técnica para poder atacar con mi espada desde más distancia y de paso no afectar con su poder erótico. Debido a que solo tengo una katana, no puedo defenderme de otra forma. – Mencionó entonces dándole un leve beso en los labios a su rey.
Se giró quedando sentada sobre él todavía, pero ahora mirándole de frente. Se abrazó a su pelirrojo y cerró los ojos de nuevo. Entonces pensó en unas cuantas cosas al mismo tiempo que llevaba sus manos a la parte trasera de la cabeza de su marido. Rascó sus orejas de zorro despacio, con cariño y tratando de darle gusto. También lo hizo tras ellas y en el cuello con algo más de cuidado.
- Voy a empezar a hacer unos cuantos trabajos químicos adicionales en mi laboratorio. Quiero ganar algo más de dinero para ayudar a las víctimas de tu isla. Aportaré más material médico, más comida y servirá para reparar o construir edificios. Creo que es lo mínimo que puedo hacer ahora, mi amor. – Terminó de decir la pelirroja mirando a los ojos a su zorro con todo el cariño posible.
Aunque Milena era sádica por naturaleza, siempre solía ayudar a las personas que le caían bien y si su chico era el rey de esa isla, trataría de mejorar las condiciones de su gente. Colocó su barbilla sobre uno de sus hombres y continuó rascándole de forma mimosa mientras pensaba. Dio un leve beso en su cuello y después le miró a los ojos con una calma bastante exagerada, como si no hubiese nada que hacer o decir.
- ¿Cuánto tardaremos en llegar, cielo? – Preguntó entonces uniendo sus labios con los de su chico de forma bastante cariñosa y dulce.
- Así es, una técnica para poder atacar con mi espada desde más distancia y de paso no afectar con su poder erótico. Debido a que solo tengo una katana, no puedo defenderme de otra forma. – Mencionó entonces dándole un leve beso en los labios a su rey.
Se giró quedando sentada sobre él todavía, pero ahora mirándole de frente. Se abrazó a su pelirrojo y cerró los ojos de nuevo. Entonces pensó en unas cuantas cosas al mismo tiempo que llevaba sus manos a la parte trasera de la cabeza de su marido. Rascó sus orejas de zorro despacio, con cariño y tratando de darle gusto. También lo hizo tras ellas y en el cuello con algo más de cuidado.
- Voy a empezar a hacer unos cuantos trabajos químicos adicionales en mi laboratorio. Quiero ganar algo más de dinero para ayudar a las víctimas de tu isla. Aportaré más material médico, más comida y servirá para reparar o construir edificios. Creo que es lo mínimo que puedo hacer ahora, mi amor. – Terminó de decir la pelirroja mirando a los ojos a su zorro con todo el cariño posible.
Aunque Milena era sádica por naturaleza, siempre solía ayudar a las personas que le caían bien y si su chico era el rey de esa isla, trataría de mejorar las condiciones de su gente. Colocó su barbilla sobre uno de sus hombres y continuó rascándole de forma mimosa mientras pensaba. Dio un leve beso en su cuello y después le miró a los ojos con una calma bastante exagerada, como si no hubiese nada que hacer o decir.
- ¿Cuánto tardaremos en llegar, cielo? – Preguntó entonces uniendo sus labios con los de su chico de forma bastante cariñosa y dulce.
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Arqueó una ceja y miró hacia el lado, para luego suspirar un poco. Se sentía un poco mal que no pudiera usar su espada del todo por sus efectos (y de paso, por su culpa al reaccionar cuando veía a una de sus víctimas). Era como si el mismo le hubiera quitado una forma de defensa. De todas formas, era feliz con que ella inventara nuevas técnicas para su arsenal... pese a que no las necesitaba demasiado. Con fruta, por naturaleza, debería poder derrotar a mas del noventa por ciento de las personas del mundo. Por otro lado... lo que dijo llamó su atención. Frunció un poco el ceño, pensando en como podría remediar eso. Quizá podría mandarle a hacer otra espada cuando llegaran a Péndragon, pero debería hacerlo en base a las preferencias de Milena. Tampoco podía preguntarle directamente, porque quería que fuera un regalo sorpresa (sumándose al que ya tenía preparado de antemano). Negó con la cabeza un poco y siguió acariciando la suave cabellera de su pelirroja.
– Entiendo – asintió, pensativo. – Quizá podría hacer algo similar usando mi Naginata, aunque tendría que cambiarse un poco.
Correspondió el beso y luego colocó su mentón en uno de sus hombros, sin hacer presión para que no le doliera. Le gustaba demasiado estar así, y si fuera por el desearía quedarse así para siempre. En eso, observó como Milena se volteaba y quedaban frente a frente. Sonrío suavemente y rodeó la espalda de su pelirroja con sus brazos, al tiempo que seguía acariciando su cabellera. Un escalofrío de placer recorrió su espalda al sentir las manos de la científica en sus orejas, puesto que eran demasiado sensibles. Escuchó sus palabras y su mirada se suavizo, para luego darle un beso en la frente. Eran detalles como esos que hacían que se enamorara más de ella. Puesto que era una de las pocas personas privilegiadas de ver a la verdadera Milena, sabía muy bien lo amable que era con todo lo que tuviera que ver con él.
– Lo agradecería bastante, pero... – Eichi tomó una pausa, pensando en lo que haría a continuación.
La duda ya había aparecido en su rostro, por lo que era imposible que Milena no notara que algo estaba mal. No era algo malo, pero era un pequeño secreto sorpresa que mantenía guardado. Pasó un minuto entero, para luego suspirar. Ya había abierto la boca, así que supuso que debía terminar con la frase antes que la pelirroja se hiciera la idea equivocada.
– Sobre eso... Puede que haya mandado a construir una vivienda para los dos en el bosque, y puede que dicha vivienda venga con laboratorio incluido – Eichi tomó una bocanada de aire y prosiguió. – Ya ambos habíamos accedido, pero... Ahora pregunto si es convivencia completa, o sea que ambién trabajes allí y solo tengas que ir cuando necesiten tu presencia. Eso si quieres, claro está. No voy a obligarte – dijo el pelirrojo.
Se rascó la cabeza un poco, esperando respuesta por parte de ella. Estaba nervioso por dentro, pero si decidía seguir trabajando directamente en instalaciones del gobierno, entonces lo aceptaría...
– Entiendo – asintió, pensativo. – Quizá podría hacer algo similar usando mi Naginata, aunque tendría que cambiarse un poco.
Correspondió el beso y luego colocó su mentón en uno de sus hombros, sin hacer presión para que no le doliera. Le gustaba demasiado estar así, y si fuera por el desearía quedarse así para siempre. En eso, observó como Milena se volteaba y quedaban frente a frente. Sonrío suavemente y rodeó la espalda de su pelirroja con sus brazos, al tiempo que seguía acariciando su cabellera. Un escalofrío de placer recorrió su espalda al sentir las manos de la científica en sus orejas, puesto que eran demasiado sensibles. Escuchó sus palabras y su mirada se suavizo, para luego darle un beso en la frente. Eran detalles como esos que hacían que se enamorara más de ella. Puesto que era una de las pocas personas privilegiadas de ver a la verdadera Milena, sabía muy bien lo amable que era con todo lo que tuviera que ver con él.
– Lo agradecería bastante, pero... – Eichi tomó una pausa, pensando en lo que haría a continuación.
La duda ya había aparecido en su rostro, por lo que era imposible que Milena no notara que algo estaba mal. No era algo malo, pero era un pequeño secreto sorpresa que mantenía guardado. Pasó un minuto entero, para luego suspirar. Ya había abierto la boca, así que supuso que debía terminar con la frase antes que la pelirroja se hiciera la idea equivocada.
– Sobre eso... Puede que haya mandado a construir una vivienda para los dos en el bosque, y puede que dicha vivienda venga con laboratorio incluido – Eichi tomó una bocanada de aire y prosiguió. – Ya ambos habíamos accedido, pero... Ahora pregunto si es convivencia completa, o sea que ambién trabajes allí y solo tengas que ir cuando necesiten tu presencia. Eso si quieres, claro está. No voy a obligarte – dijo el pelirrojo.
Se rascó la cabeza un poco, esperando respuesta por parte de ella. Estaba nervioso por dentro, pero si decidía seguir trabajando directamente en instalaciones del gobierno, entonces lo aceptaría...
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Cuando Eichi le dijo aquellas palabras, la pelirroja la miró a los ojos de forma calmada. Era como si no quisiera responderle de momento. Le lamió la nariz sin permiso y se colocó en pie. Se acercó un poco a la borda y de nuevo desenvainó su katana. Apuntó hacia arriba y empezó a canalizar su energía en ella, haciendo que tomase aquel brillo rojizo. Un segundo filo nació de la punta, el cual era totalmente rojo y hecho de energía. El leve humo que mostraba indicaba que la temperatura era algo a tener en cuenta. Sonrió un poco y aunque no fuese lo que planeaba, parecía gustarle. Medía tan solo veinte centímetros más, pero no le importaba, se ocuparía de mejorarlo un poco más tarde. Se concentró todo lo que pudo y después de unos momentos cerró sus ojos despacio.
El poder de la espada se anuló y lo siguiente que hizo fue tocar la hoja. Estaba un poco caliente, pero nada del otro mundo. Guardó su katana en su funda y después la dejó a un lado. Se giró de nuevo hacia el pelirrojo y le dedicó una pequeña sonrisa. Caminó con calma hasta él y después se sentó de nuevo sobre sus piernas.
- Cariño, he currado en el Sur yo sola, he estado en la ciudad del agua ¿Por qué no iba a querer tener mi laboratorio en casa con mi marido? – Respondió de forma dulce dándole un pico cariñoso.
Había sido un Sí claramente. Le acarició el pelo y de nuevo se levantó. Miró un momento el mar y se quedó pensativa unos segundos. Fue entonces cuando se rio por lo bajo y metió la mano en su bolsillo. Sacó un pequeño tuvo de muestras de color azulado y después de unos momentos lo abrió. Le dio un leve trago y después de eso lo volvió a guardar. Ella sabía bien lo que era, pues lo cogió de uno de los laboratorios de Corvo. Ahora lanzó una mirada siniestra a su pelirrojo y después se hizo la disimulada silbando. Le hizo una señal con la mano y después le habló de forma amable.
- ¡Voy a dejar esto aquí, cielo! ¡Guárdamelo mientras bebo agua! – Dejó de nuevo el tubo allí junto a la vaina de su katana y fue a la cocina con una sonrisa.
Milena se agachó y bebió del grifo en vez de usar un vaso. Le gustaba muchísimo sentir el rico sabor del agua fresca directamente en sus labios y no de un envase de cristal o plástico.
El poder de la espada se anuló y lo siguiente que hizo fue tocar la hoja. Estaba un poco caliente, pero nada del otro mundo. Guardó su katana en su funda y después la dejó a un lado. Se giró de nuevo hacia el pelirrojo y le dedicó una pequeña sonrisa. Caminó con calma hasta él y después se sentó de nuevo sobre sus piernas.
- Cariño, he currado en el Sur yo sola, he estado en la ciudad del agua ¿Por qué no iba a querer tener mi laboratorio en casa con mi marido? – Respondió de forma dulce dándole un pico cariñoso.
Había sido un Sí claramente. Le acarició el pelo y de nuevo se levantó. Miró un momento el mar y se quedó pensativa unos segundos. Fue entonces cuando se rio por lo bajo y metió la mano en su bolsillo. Sacó un pequeño tuvo de muestras de color azulado y después de unos momentos lo abrió. Le dio un leve trago y después de eso lo volvió a guardar. Ella sabía bien lo que era, pues lo cogió de uno de los laboratorios de Corvo. Ahora lanzó una mirada siniestra a su pelirrojo y después se hizo la disimulada silbando. Le hizo una señal con la mano y después le habló de forma amable.
- ¡Voy a dejar esto aquí, cielo! ¡Guárdamelo mientras bebo agua! – Dejó de nuevo el tubo allí junto a la vaina de su katana y fue a la cocina con una sonrisa.
Milena se agachó y bebió del grifo en vez de usar un vaso. Le gustaba muchísimo sentir el rico sabor del agua fresca directamente en sus labios y no de un envase de cristal o plástico.
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A medida que pasaba el tiempo, la ansiedad del pelirrojo crecía. Ya casi estaba temiendo a que le dijera que no, por lo que fue un alivio oír su respuesta luego de algunos minutos de tensión. Al menos tuvo una vista en primera fila de la técnica que quería lograr, pero debido a la preocupación no pudo prestarle la atención necesaria. Un suspiro de felicidad escapó de sus labios y, sin poder contenerse, besó intensamente a su prometida en los labios. Ahora si, su vida era perfecta. Solo faltaba darle el toque final, pero eso vendría después. Ladeó un poco su cabeza al ver el tubo, al tiempo que entrecerraba sus ojos un poco. ¿Qué era eso? Distraídamente asintió ante lo que dijo su pelirroja, al tiempo que le hacía una ceña de que no tenía inconveniente alguno para resguardar sus cosas. Una vez que se alejó, el joven nuevamente dirigió su vista hacia el tubo. Dudó por algunos segundos, debatiéndose entre la moral de meterse entre las cosas de su futura esposa, pero... La curiosidad lo estaba matando.
– Esto está mal... – se repetía a si mismo, pero de todas formas se encontró con el tubo en sus manos.
Lo miró por algunos segundos, al tiempo que cerraba sus ojos por unos momentos. Bueno, un pequeño trago no le haría mal a nadie. Destapó el contenedor y lentamente le dio un minúsculo trago... a lo que sea que fuera eso. Sabía como agua, pero era un poco más salado. Esperó por algunos segundos, pero al no notar nada fuera de lo común, suspiró algo decepcionado. Tapó el tubo y tomó la espada de Milena, para luego dirigirse hacia la cocina. No le costó nada llegar siguiendo el aroma de su pelirroja. La vio durante algunos segundos, y no pudo evitar mirar hacia el lado un poco sonrojado. Como se estaba inclinando para tomar agua del grifo, su retaguardia estaba un poco... resaltada. Se rascó la cabeza y tosió un poco, para luego mirarla y toser un poco.
– Había olvidado responder antes. Debe quedar una hora más o menos para llegar a Kyouka – dijo nerviosamente el joven.
No era para menos, considerando que en menos de dos o tres horas, dejarían de ser novios para ser marido y mujer de forma oficial. Además de nervios, no podía negar que estaba excitado porque llegara el momento. Ya nada los separaría, y de eso se encargaría personalmente. Se rascó la cabeza un poco y miró nuevamente a su mujer, analizando su cuerpo un poco. Ladeó su cabeza y arqueó una ceja, imaginándose como se vería en el tipo de prenda que tenía en mente. Nunca le había visto usar uno, pero siempre había una primera vez para todo.
– Mmm, me pregunto como te verías con un vestido. Quedan pocas horas para que nos casemos, después de todo – le dijo tímidamente mientras se acercaba hacia donde estaba ella...
– Esto está mal... – se repetía a si mismo, pero de todas formas se encontró con el tubo en sus manos.
Lo miró por algunos segundos, al tiempo que cerraba sus ojos por unos momentos. Bueno, un pequeño trago no le haría mal a nadie. Destapó el contenedor y lentamente le dio un minúsculo trago... a lo que sea que fuera eso. Sabía como agua, pero era un poco más salado. Esperó por algunos segundos, pero al no notar nada fuera de lo común, suspiró algo decepcionado. Tapó el tubo y tomó la espada de Milena, para luego dirigirse hacia la cocina. No le costó nada llegar siguiendo el aroma de su pelirroja. La vio durante algunos segundos, y no pudo evitar mirar hacia el lado un poco sonrojado. Como se estaba inclinando para tomar agua del grifo, su retaguardia estaba un poco... resaltada. Se rascó la cabeza y tosió un poco, para luego mirarla y toser un poco.
– Había olvidado responder antes. Debe quedar una hora más o menos para llegar a Kyouka – dijo nerviosamente el joven.
No era para menos, considerando que en menos de dos o tres horas, dejarían de ser novios para ser marido y mujer de forma oficial. Además de nervios, no podía negar que estaba excitado porque llegara el momento. Ya nada los separaría, y de eso se encargaría personalmente. Se rascó la cabeza un poco y miró nuevamente a su mujer, analizando su cuerpo un poco. Ladeó su cabeza y arqueó una ceja, imaginándose como se vería en el tipo de prenda que tenía en mente. Nunca le había visto usar uno, pero siempre había una primera vez para todo.
– Mmm, me pregunto como te verías con un vestido. Quedan pocas horas para que nos casemos, después de todo – le dijo tímidamente mientras se acercaba hacia donde estaba ella...
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