Rose D. Alviss
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- Demoliciones Arashi S.L. para servirles. - Comenté tras ver que consiguieron hacer un agujero en la pared, como si hubiera participado.
Llegamos a otra sala, donde había un robot de espaldas, supongo que no estaba programado para recibir a gente que ha entrado por una pared, como es lógico. Se da la vuelta de repente y nos suelta una adivinanza, dejando caer que debíamos resolverlo para seguir avanzando, en tiempo límite marcado por un reloj de arena que estaba en el techo.
- Vaya, la verdad que me esperaba cualquier cosa menos esto.
No parecía que tuviéramos un número limitado de intentos, en caso contrario lo hubiera dicho, así que había que tomárselo con cierta calma. El primero que se aventuró fue Luka asegurando que el limpiacristales era usuario de una akuma no mi, concretamente del tipo logia, y eso le permitió no recibir daño alguno por la caída. Para sorpresa nuestra, respuesta incorrecta. El siguiente fue Zane, con una respuesta similar, que podía volar por ser usuario, tampoco era la correcta.
- Esperad, esta adivinanza fijo que tiene truco. - Comenté a la par que me concentraba al máximo. - Un momento...
Empecé a visualizar en mi cabeza la isla de Water 7, donde viví durante mi infancia y juventud y donde estaba el limpiacristales del acertijo.
- ¡Pues claro! - Grité, como si hubiera descubierto el secreto de la vida. En Water 7 no hay ningún rascacielos por lo que te estás refiriendo a otro universo paralelo donde hay dichos edificios en la isla y además la humanidad es inmune al daño por las caídas, por eso no sufre rasguño alguno.
En mi cabeza era la respuesta perfecta, no tenía ninguna fisura.
- BIP, respuesta incorrecta. - Soltó el dichoso robot.
Me sorprendió muchísimo que no acertará, la teoría de los multiversos nunca fallaba y encajaba perfectamente.
- ¡Tu sí que eres incorrecto trozo de chatarra! - Espeté indignado.
Me había quedado sin ideas y no era el único, ninguno fuimos capaces de resolverlo y el tiempo corría en nuestra contra. El pez sugirió romper la puerta para avanzar. He de admitir que veía con buenos ojos aquella opción. Pero Zane con una voz muy extraña saltó a escena, llamando al gyojin señor, en la vida había visto al capitán dirigirse a alguien así y menos aún hablar de usted, pidiendo al robot repetir el acertijo.
No entendía casi nada de lo que decía, se dirigió a Nox, creo; aunque en el fondo era el mismo, muy en el fondo. Me alivió en cierta manera ver que amenazaba con cortarle en dos al trozo de chatarra si le volvía a interrumpir.
Básicamente su respuesta fue que el limpiacristales estaba dentro del edificio no fuera, por eso la caída no le hizo daño alguno. Tenía sentido y todo eso, pero me parecía demasiado simple para ser verdad.
- Capitán, te lo pido por favor, no vuelvas a comerte ese queso. - Le dije al pelirrojo, antes de conocer si había acertado o no, con cierto pavor. - También se lo diré a Marc, esta forma de ser que tienes ahora e incluso tu voz es muy turbia, no eres tú.
Llegamos a otra sala, donde había un robot de espaldas, supongo que no estaba programado para recibir a gente que ha entrado por una pared, como es lógico. Se da la vuelta de repente y nos suelta una adivinanza, dejando caer que debíamos resolverlo para seguir avanzando, en tiempo límite marcado por un reloj de arena que estaba en el techo.
- Vaya, la verdad que me esperaba cualquier cosa menos esto.
No parecía que tuviéramos un número limitado de intentos, en caso contrario lo hubiera dicho, así que había que tomárselo con cierta calma. El primero que se aventuró fue Luka asegurando que el limpiacristales era usuario de una akuma no mi, concretamente del tipo logia, y eso le permitió no recibir daño alguno por la caída. Para sorpresa nuestra, respuesta incorrecta. El siguiente fue Zane, con una respuesta similar, que podía volar por ser usuario, tampoco era la correcta.
- Esperad, esta adivinanza fijo que tiene truco. - Comenté a la par que me concentraba al máximo. - Un momento...
Empecé a visualizar en mi cabeza la isla de Water 7, donde viví durante mi infancia y juventud y donde estaba el limpiacristales del acertijo.
- ¡Pues claro! - Grité, como si hubiera descubierto el secreto de la vida. En Water 7 no hay ningún rascacielos por lo que te estás refiriendo a otro universo paralelo donde hay dichos edificios en la isla y además la humanidad es inmune al daño por las caídas, por eso no sufre rasguño alguno.
En mi cabeza era la respuesta perfecta, no tenía ninguna fisura.
- BIP, respuesta incorrecta. - Soltó el dichoso robot.
Me sorprendió muchísimo que no acertará, la teoría de los multiversos nunca fallaba y encajaba perfectamente.
- ¡Tu sí que eres incorrecto trozo de chatarra! - Espeté indignado.
Me había quedado sin ideas y no era el único, ninguno fuimos capaces de resolverlo y el tiempo corría en nuestra contra. El pez sugirió romper la puerta para avanzar. He de admitir que veía con buenos ojos aquella opción. Pero Zane con una voz muy extraña saltó a escena, llamando al gyojin señor, en la vida había visto al capitán dirigirse a alguien así y menos aún hablar de usted, pidiendo al robot repetir el acertijo.
No entendía casi nada de lo que decía, se dirigió a Nox, creo; aunque en el fondo era el mismo, muy en el fondo. Me alivió en cierta manera ver que amenazaba con cortarle en dos al trozo de chatarra si le volvía a interrumpir.
Básicamente su respuesta fue que el limpiacristales estaba dentro del edificio no fuera, por eso la caída no le hizo daño alguno. Tenía sentido y todo eso, pero me parecía demasiado simple para ser verdad.
- Capitán, te lo pido por favor, no vuelvas a comerte ese queso. - Le dije al pelirrojo, antes de conocer si había acertado o no, con cierto pavor. - También se lo diré a Marc, esta forma de ser que tienes ahora e incluso tu voz es muy turbia, no eres tú.
- Resumen:
- Intentar acertar el acertijo
pensandodivagando. - Cabrearme con el robot.
- Flipar con el Zane listo.
- Intentar acertar el acertijo
Marc Kiedis
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Cuando se toparon con unas tuberías que se entrelazaban para formar una especie de pared, Marc se sintió engañado. En el mapa ponía que frente a ellos debía de haber una sala, no un montón de cañerías. Él no era de esos navegantes que se especializan en hacer y entender mapas complejísimos y llenos de detalles que nadie más podría entender, pero pese a no ser ese su campo estaba familiarizado con él, y era capaz de leer sin muchas dificultades mapas como aquel, realizado aparentemente por un cartógrafo experto. Siempre podían girar a la izquierda y continuar por el pasillo, claro, pero según el plano eso solo les serviría para dar vueltas en círculo y alargar mucho su camino. Así que tenían que avanzar:
- Chicos, según el mapa detrás de esas tuberías hay una sala. Es el camino más rápido, así que lo mejor es que vayamos por ahí. No os preocupéis por las cañerías, dejádmelo a mí. Conozco una forma de pasar.
Sonriente, el grandullón llevó su mano izquierda a la empuñadura de Kotai-Hi, sacando el espadón de su vaina. Su arma, forjada en los fuegos de la mismísima Elbaf y regada con sangre de gigante en el proceso, era capaz de calentarse hasta límites insospechados, así como de transmitir dicha temperatura a los objetos en los que se clavara. Así que solo tenía que hincar la punta de la espada en las cañerías y su calor haría el resto, fundiéndolas y abriendo un camino para ellos. El semigigante comenzó a andar espadón en mano hacia las tuberías y se dispuso a llevar a cabo su plan cuando una voz le hizo detenerse.
- Espera. - El vicecapitán negó con la cabeza mientras señalaba a las cañerías. - Dentro de esos tubos puede haber cualquier cosa, y si los rompes podría haber una fuga. Es posible que sea inocuo, pero en un lugar tan peligroso como este no apostaría por ello. Es mejor que guardes tu espada, Marc. Se me ha ocurrido la manera de cruzar sin necesidad de romper nada.
El cocinero, sorprendido, decidió hacer caso a lo que Spanner decía. Si algo estaba claro sobre el taciturno segundo al mando era que no había nadie en la banda que pudiese competir con él en cuanto a intelecto, y sus planes prácticamente siempre acababan teniendo éxito. Así que guardó de nuevo a Kotai-Hi y aguardó la explicación de su nakama, impaciente por saber en qué consistía su plan.
- Chicos, según el mapa detrás de esas tuberías hay una sala. Es el camino más rápido, así que lo mejor es que vayamos por ahí. No os preocupéis por las cañerías, dejádmelo a mí. Conozco una forma de pasar.
Sonriente, el grandullón llevó su mano izquierda a la empuñadura de Kotai-Hi, sacando el espadón de su vaina. Su arma, forjada en los fuegos de la mismísima Elbaf y regada con sangre de gigante en el proceso, era capaz de calentarse hasta límites insospechados, así como de transmitir dicha temperatura a los objetos en los que se clavara. Así que solo tenía que hincar la punta de la espada en las cañerías y su calor haría el resto, fundiéndolas y abriendo un camino para ellos. El semigigante comenzó a andar espadón en mano hacia las tuberías y se dispuso a llevar a cabo su plan cuando una voz le hizo detenerse.
- Espera. - El vicecapitán negó con la cabeza mientras señalaba a las cañerías. - Dentro de esos tubos puede haber cualquier cosa, y si los rompes podría haber una fuga. Es posible que sea inocuo, pero en un lugar tan peligroso como este no apostaría por ello. Es mejor que guardes tu espada, Marc. Se me ha ocurrido la manera de cruzar sin necesidad de romper nada.
El cocinero, sorprendido, decidió hacer caso a lo que Spanner decía. Si algo estaba claro sobre el taciturno segundo al mando era que no había nadie en la banda que pudiese competir con él en cuanto a intelecto, y sus planes prácticamente siempre acababan teniendo éxito. Así que guardó de nuevo a Kotai-Hi y aguardó la explicación de su nakama, impaciente por saber en qué consistía su plan.
- Resumen (Spanner, Nailah, Brynn):
- - Emosido engañado (?).
- Decir al resto que él se encarga de las tuberías y desenvainar a Kotai-Hi para pasar a la vieja usanza.
- Escuchar a Spanner cuando este le detiene (hablado con su user) y decidir hacerle caso.
Mist D. Spanner
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El espadachín suspiró. Era increíblemente sencillo, pues en su mundo no existían las puertas cerradas ni los callejones sin salida. Cualquier superficie era un camino y cualquier bloqueo podía ser saltado. Tras haberle dicho a Marc que no atacase las tuberías, pues podría ser peligroso, extendió la mano a Nailah con el propósito de que se la diese. Sin embargo, no dijo nada. En el caso de que se mostrasen reticentes a darle la mano o simplemente no viesen clara la intención del espadachín, este suspiraría poniendo los ojos en blancos.
–Creía que era obvio. Dame la mano y después dale la otra a Brynn, que se la dará a Marc. Mientras estéis en contacto conmigo podéis atravesar la pared conmigo. Ah, además... mientras estemos en fase notaréis como si os faltara el aire ya que... bueno, técnicamente ya no estaréis respirando. Pero tranquilos, no os moriréis.
En el mismo instante en que le diesen la mano empezaría a caminar, esperando que caminaran tras él, al interior de las tuberías. Avanzaría con cuidado hacia la sala que, según el mapa, debería estar allí. En cuanto saliese por el otro lado no soltaría la mano de ninguno hasta que hubiesen llegado al otro lado. Entonces, y solo entonces, tras soltarlos, se daría la vuelta para mirar que le deparaba aquella habitación.
–Creía que era obvio. Dame la mano y después dale la otra a Brynn, que se la dará a Marc. Mientras estéis en contacto conmigo podéis atravesar la pared conmigo. Ah, además... mientras estemos en fase notaréis como si os faltara el aire ya que... bueno, técnicamente ya no estaréis respirando. Pero tranquilos, no os moriréis.
En el mismo instante en que le diesen la mano empezaría a caminar, esperando que caminaran tras él, al interior de las tuberías. Avanzaría con cuidado hacia la sala que, según el mapa, debería estar allí. En cuanto saliese por el otro lado no soltaría la mano de ninguno hasta que hubiesen llegado al otro lado. Entonces, y solo entonces, tras soltarlos, se daría la vuelta para mirar que le deparaba aquella habitación.
- Resumen:
- Parar a Marc, decirles al grupo que me den la mano para que atraviesen el muro conmigo y dirigirnos a la siguiente sala en el mapa.
Sala a la que pretendemos ir: 2
Nailah
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Nailah recogió el mapa que le tendió Spanner, al parecer él se lo había memorizado y no necesitaba más. Ese hombre era demasiado listo, incluso ella miró el mapa y se perdió nada más mirarlo. La pirata tenía un sentido de la orientación nulo, no tenía ni idea de leer mapas ni seguirlos así que simplemente seguiría a sus compañeros, solo esperaba no perderse. El mínimo descuido para ella podía ser terrible y después a ver como encontraba a los miembros de su banda.
Guardó el mapa y algo la molestaba en donde llevaba su corset, un pinchazo. Introdujo la mano entre sus dos pechos y sacó un pequeño papel. Miró hacia los lados, tratando de localizar a la persona que se lo había dejado, pero el marine ya se había ido. ¿Cómo había hecho eso? No se había dado cuenta hasta ahora, quizás fue cuando la levantó. Al ver lo que ponía en la nota esbozó una sonrisa, pues estaba escrito su número.
Ella había hecho lo mismo cuando el marine se había dado la vuelta, llegando a arrebatarle su cartera. La sacó de su bolsillo trasero y la abrió, dejando en ella la primera nota. Para su sorpresa, esta estaba llena de preservativos, una foto y una tarjeta. Si que usa protección, pensó Nailah. Sacó la foto y la examinó unos segundos, se trataba del marine pelirrojo que los acompañaban en la aguja, ¿Arthur se llamaba? Su cara era idéntica, pero ¡vaya foto! Parecía estar muy borracho para estar tirado en el suelo desnudo. Dejó la foto en su sitio y sacó la tarjeta, no era más que una dirección de una cafetería en donde acumulaba puntos por consumiciones. Nailah metió todo en la cartera y la guardó de nuevo, si salían vivos del fin del mundo estaba claro que le iba a dar buen uso a todo lo que había dentro de ella.
Se fijó de nuevo en sus compañeros, los cuales estaban premeditando que harían. La idea de Marc era buena, pero Nailah prefería el plan de Spanner. Cortar unas tuberías no era lo más sensato cuando su espada estaba en llamas. Podían arriesgarse a utilizar una espada que no estuviera en llamas, pero eso no impediría la liberación de gases inflamables.
-Está bien, te seguimos - comentó aprobando el plan del subcapitán mientras agarraba su mano.
Nailah cogió la mano de Brynn y, cuando estuvieron a punto de traspasar aquella pared la apretó con fuerza, incluso le miró de reojo a ratos, con cierto nerviosismo. Quizás fuera por la sensación de ahogo, algo que no le gustaba experimentar. Desde luego, no quería atravesar paredes nunca más, la sensación era horrible. Seguramente la mano de Spanner también fuera apretada con fuerza, como si tuviera miedo a caer, pero no podía caer a ninguna parte.
Guardó el mapa y algo la molestaba en donde llevaba su corset, un pinchazo. Introdujo la mano entre sus dos pechos y sacó un pequeño papel. Miró hacia los lados, tratando de localizar a la persona que se lo había dejado, pero el marine ya se había ido. ¿Cómo había hecho eso? No se había dado cuenta hasta ahora, quizás fue cuando la levantó. Al ver lo que ponía en la nota esbozó una sonrisa, pues estaba escrito su número.
Ella había hecho lo mismo cuando el marine se había dado la vuelta, llegando a arrebatarle su cartera. La sacó de su bolsillo trasero y la abrió, dejando en ella la primera nota. Para su sorpresa, esta estaba llena de preservativos, una foto y una tarjeta. Si que usa protección, pensó Nailah. Sacó la foto y la examinó unos segundos, se trataba del marine pelirrojo que los acompañaban en la aguja, ¿Arthur se llamaba? Su cara era idéntica, pero ¡vaya foto! Parecía estar muy borracho para estar tirado en el suelo desnudo. Dejó la foto en su sitio y sacó la tarjeta, no era más que una dirección de una cafetería en donde acumulaba puntos por consumiciones. Nailah metió todo en la cartera y la guardó de nuevo, si salían vivos del fin del mundo estaba claro que le iba a dar buen uso a todo lo que había dentro de ella.
Se fijó de nuevo en sus compañeros, los cuales estaban premeditando que harían. La idea de Marc era buena, pero Nailah prefería el plan de Spanner. Cortar unas tuberías no era lo más sensato cuando su espada estaba en llamas. Podían arriesgarse a utilizar una espada que no estuviera en llamas, pero eso no impediría la liberación de gases inflamables.
-Está bien, te seguimos - comentó aprobando el plan del subcapitán mientras agarraba su mano.
Nailah cogió la mano de Brynn y, cuando estuvieron a punto de traspasar aquella pared la apretó con fuerza, incluso le miró de reojo a ratos, con cierto nerviosismo. Quizás fuera por la sensación de ahogo, algo que no le gustaba experimentar. Desde luego, no quería atravesar paredes nunca más, la sensación era horrible. Seguramente la mano de Spanner también fuera apretada con fuerza, como si tuviera miedo a caer, pero no podía caer a ninguna parte.
Tenebrex
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—¿L-lentejas? —murmuró el joven de ojos dorados (y perplejos) ante la absurda situación en la que se encontraba. Es cierto que él había pensado que la mejor manera de "vencer" la invisible y laberíntica trampa era usar algún fluido o algo similar a la arena para que el suelo y los muros fueran visibles, pero al no encontrar ninguna herramienta para hacerlo, pasó a usar el sónar. ¿Cómo iba a saber él que la niña llevaba lentejas?
Algo avergonzado, siguió mirando de reojo su pantalla para sentir que era minimamente útil (por suerte las palabras de sus compañeros sí que eran una fuente de ánimo y consuelo) mientras recorría el camino que les llevaba hasta un suelo firme y visible. Esto último no mucho, porque la iluminación dejaba mucho que desear.
Edward usó sus manos como luces, haciendo que de las palmas de estas surgieran unos faros de coche. La sala era extraña, parecía algún tipo de almacén, lo cual encaja con su posición en el edificio, con una única entrada y en un extremo. —Bueno, pues habrá que ver qué se guarda por aquí... —dijo, aunque no hubo tiempo de hacer nada antes de que unas hileras de luces aparentemente de emergencia empezaran a parpadear desde dentro de la sala hacia fuera. Una figura robótica gigante se "activó" y comenzó a acercarse con visible hostilidad. —Pues algo importante deben tener aquí para custodiarlo con esto.
Las balas que algunos revolucionarios presentes le disparaban parecían ser desintegradas al entrar en contacto con el aura que lo rodeaba. El joven comenzó a cargar electricidad y a correr en dirección al monstruo mecánico. Normalmente, estos eran su especialidad, pues su control sobre la electricidad suele ser muy efectivo.
Cuando apenas unos cinco metros lo separaban de su objetivo, se detuvo y levantó los brazos hacia atrás, haciendo que tres lanzas eléctricas se formaran tras de sí y, con un gesto hacia delante, las lanzó todas hacia el mismo punto del "escudo" que rodeaba al gorila. —¿Y por qué demonios es púrpura? —se preguntó mientras pegaba un salto para retroceder y observaba a su enemigo. En medio del aire, el joven comenzó a crecer y convertirse en una mole mecánica muy parecida a la que estaba enfrentando, solo que tenía una aura dorada en sus extremidades. Medía cinco metros de altura, cabiendo a duras penas en la sala.
Lanzó un potente puñetazo hacia delante que se "proyectó" hacia delante. El joven no sabía si sus rayos habían surtido efecto sobre el escudo, y es por eso que quiso usar su técnica Eco dorado para golpear a su oponente sin tener contacto físico directo con él. —¡Vamos, es hora de luciros! —dijo con una sonrisa (que en su rostro robótico tal vez daba un poco de grima) a sus compañeros, animándolos a participar en la pelea.
Algo avergonzado, siguió mirando de reojo su pantalla para sentir que era minimamente útil (por suerte las palabras de sus compañeros sí que eran una fuente de ánimo y consuelo) mientras recorría el camino que les llevaba hasta un suelo firme y visible. Esto último no mucho, porque la iluminación dejaba mucho que desear.
Edward usó sus manos como luces, haciendo que de las palmas de estas surgieran unos faros de coche. La sala era extraña, parecía algún tipo de almacén, lo cual encaja con su posición en el edificio, con una única entrada y en un extremo. —Bueno, pues habrá que ver qué se guarda por aquí... —dijo, aunque no hubo tiempo de hacer nada antes de que unas hileras de luces aparentemente de emergencia empezaran a parpadear desde dentro de la sala hacia fuera. Una figura robótica gigante se "activó" y comenzó a acercarse con visible hostilidad. —Pues algo importante deben tener aquí para custodiarlo con esto.
Las balas que algunos revolucionarios presentes le disparaban parecían ser desintegradas al entrar en contacto con el aura que lo rodeaba. El joven comenzó a cargar electricidad y a correr en dirección al monstruo mecánico. Normalmente, estos eran su especialidad, pues su control sobre la electricidad suele ser muy efectivo.
Cuando apenas unos cinco metros lo separaban de su objetivo, se detuvo y levantó los brazos hacia atrás, haciendo que tres lanzas eléctricas se formaran tras de sí y, con un gesto hacia delante, las lanzó todas hacia el mismo punto del "escudo" que rodeaba al gorila. —¿Y por qué demonios es púrpura? —se preguntó mientras pegaba un salto para retroceder y observaba a su enemigo. En medio del aire, el joven comenzó a crecer y convertirse en una mole mecánica muy parecida a la que estaba enfrentando, solo que tenía una aura dorada en sus extremidades. Medía cinco metros de altura, cabiendo a duras penas en la sala.
Lanzó un potente puñetazo hacia delante que se "proyectó" hacia delante. El joven no sabía si sus rayos habían surtido efecto sobre el escudo, y es por eso que quiso usar su técnica Eco dorado para golpear a su oponente sin tener contacto físico directo con él. —¡Vamos, es hora de luciros! —dijo con una sonrisa (que en su rostro robótico tal vez daba un poco de grima) a sus compañeros, animándolos a participar en la pelea.
- Cosas usadas (POR FIN ALGO DE ACCIÓN):
Nombre de la técnica: Kaminari no yari
Naturaleza de la técnica: Elemental
Descripción de la técnica: Edward concentra electricidad durante su defensa (puede esquivar y moverse con normalidad, si recibe un ataque es interrumpido). Si logra no ser alcanzado, puede crear hasta tres lanzas de rayos que pueden ser lanzadas a velocidades de hasta 12 metros por segundo, con 50 metros de alcance máximo tras los cuales se deshacen.
Tiempo de canalización: Tres segundos (ocupando todo el tiempo de la defensa)
Nombre de la técnica: Transformer
Naturaleza de la técnica: Técnica de Akuma no mi.
Descripción de la técnica: Ed puede transformarse en un robot-vehículo de entre 5 y 10 metros de altura (a su elección según el momento). El robot puede usar cualquier arma y tiene las siguientes características en base a las de Edward: Agilidad x 0'5, Fuerza x 2 y Resistencia x1'5 (lo demás se mantiene). Sigue pudiendo transformarse en vehículo en cualquier momento. La transformación dura hasta cinco post, teniendo de recarga tantos post como haya estado activo menos uno (mínimo de uno).
Tiempo de canalización: Un segundo, más medio si supera los ocho metros.
Nombre de la técnica: Eco dorado
Naturaleza de la técnica: Espiritual
Descripción de la técnica: Edward emite un aura dorada que se concentra en sus extremidades. Durante tres turnos, sus golpes ven su fuerza potenciada en un 200% y se "proyectan", es decir, emiten una onda de choque con la misma forma y tamaño que su puño, pie o con lo que ataque hasta a medio metro de distancia. Solo dos veces por rol.
Tiempo de canalización: Dos segundos
Katharina von Steinhell
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El temblor cesó luego de un breve instante, y enseguida el silencio llegó. Los altavoces fueron completamente destruidos y ya no había ese molesto ruido que le impedía continuar con normalidad. Entonces, no tardó en llegar demasiado a la habitación del fondo donde le esperaba una escena de lo más ¿interesante? Entre humo y luces una mujer le invitaba a disfrutar de su “arte”. La bruja, sin lugar a duda, estaba… perpleja. ¿Debía reír? ¿Burlarse? ¿O quizás aceptar la invitación y bailar un rato? Incluso pasar de largo, sin siquiera responder, parecía una buena opción. Sin embargo, antes de que pudiera algo, una voz sonó dentro de su cabeza. Sí, alguien —o algo— le hablaba directamente a su mente.
¿Acaso debía sorprenderse porque un desconocido supiese su nombre? No, por supuesto que no. Su rostro figuraba en una infinidad de carteles repartidos por medio mundo. El problema era que ella no conocía a ese tal Kirtash. Normal, pues no conocía Water Seven. Ahora mismo tenía dos invitaciones, aunque, sinceramente, una de ellas más bien parecía una estupidez. No había tiempo para disfrutar de ningún arte, lo siento, Sabela María Pantoja. Considerar la propuesta del enmascarado resultaba más prometedor e interesante, después de todo, ese hombre tenía una habilidad muy interesante, una que tal vez podría adaptarla a sus habilidades mágicas. La telepatía era mencionada en el Necronomicón, el libro más importante con el que contaba la pirata, y ciertamente era muy útil.
Luego de dar un paso hacia el frente, sin responder aún, una pregunta apareció en su mente: «¿Qué diablos hace esta mujer aquí?». Ya era raro que hubiera un escenario con aires de club erótico en el interior de un monstruo metálico construido con el fin de destruir el mundo. La gente que casi reverenciaba a Sabela también era muy extraña. ¿Acaso no les preocupaba lo que estaba sucediendo? ¿Les daba igual que un mar entero sucumbiría si nadie hacía algo para evitarlo? Esa actitud bien podía ser la de un completo imbécil, o alguien cuyo objetivo era distraer a aquellos que buscaban evitar el desastre. ¿Un enemigo, tal vez? No debía ser sorpresa, después de todo, el interior de la aguja tenía que ser protegido de alguna u otra manera. Como sea, la paranoia no ayudaba de mucho y era fundamental tomar una decisión.
—Ahora mismo ni la fama ni el poder cuentan dentro de mis “deseos” —respondió algo desinteresada, observando la sala y diciendo la verdad—, sin embargo, si tienes intenciones de detener esta locura, podemos trabajar juntos.
Sin esperar respuesta por parte del enmascarado, la bruja se volteó hacia la anciana y habló:
—En otra ocasión disfrutaré de tu arte.
Sabía que había algo raro en todo ello, algo que le preocupaba. ¿Debía simplemente darle la espalda a la vieja? Seguro que se sentiría resentida por haber sido rechazada. Igual era extraña, quizás hasta se alegraba y se ponía a cantar como nunca. Como sea, y si no había ninguna interrupción más, cruzaría la sala con el arma empuñada, siguiendo los pasos de Kirtash.
¿Acaso debía sorprenderse porque un desconocido supiese su nombre? No, por supuesto que no. Su rostro figuraba en una infinidad de carteles repartidos por medio mundo. El problema era que ella no conocía a ese tal Kirtash. Normal, pues no conocía Water Seven. Ahora mismo tenía dos invitaciones, aunque, sinceramente, una de ellas más bien parecía una estupidez. No había tiempo para disfrutar de ningún arte, lo siento, Sabela María Pantoja. Considerar la propuesta del enmascarado resultaba más prometedor e interesante, después de todo, ese hombre tenía una habilidad muy interesante, una que tal vez podría adaptarla a sus habilidades mágicas. La telepatía era mencionada en el Necronomicón, el libro más importante con el que contaba la pirata, y ciertamente era muy útil.
Luego de dar un paso hacia el frente, sin responder aún, una pregunta apareció en su mente: «¿Qué diablos hace esta mujer aquí?». Ya era raro que hubiera un escenario con aires de club erótico en el interior de un monstruo metálico construido con el fin de destruir el mundo. La gente que casi reverenciaba a Sabela también era muy extraña. ¿Acaso no les preocupaba lo que estaba sucediendo? ¿Les daba igual que un mar entero sucumbiría si nadie hacía algo para evitarlo? Esa actitud bien podía ser la de un completo imbécil, o alguien cuyo objetivo era distraer a aquellos que buscaban evitar el desastre. ¿Un enemigo, tal vez? No debía ser sorpresa, después de todo, el interior de la aguja tenía que ser protegido de alguna u otra manera. Como sea, la paranoia no ayudaba de mucho y era fundamental tomar una decisión.
—Ahora mismo ni la fama ni el poder cuentan dentro de mis “deseos” —respondió algo desinteresada, observando la sala y diciendo la verdad—, sin embargo, si tienes intenciones de detener esta locura, podemos trabajar juntos.
Sin esperar respuesta por parte del enmascarado, la bruja se volteó hacia la anciana y habló:
—En otra ocasión disfrutaré de tu arte.
Sabía que había algo raro en todo ello, algo que le preocupaba. ¿Debía simplemente darle la espalda a la vieja? Seguro que se sentiría resentida por haber sido rechazada. Igual era extraña, quizás hasta se alegraba y se ponía a cantar como nunca. Como sea, y si no había ninguna interrupción más, cruzaría la sala con el arma empuñada, siguiendo los pasos de Kirtash.
- Resumen:
- Reflexionar un poco.
- Preguntarse por qué diablos hay un escenario en el interior de la aguja y pensar en que Sabela bien puede ser un enemigo.
- "Aceptar" ir con Kirtash.
- Cruzar la habitación siguiendo los pasos del enmascarado.
- Reflexionar un poco.
Kaito Takumi
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El ningyo continuó avanzando por el pasillo echando muy de vez en cuando una mirada hacia atrás. No quería que los que aún quedaban por entrar por aquel agujero le siguieran, y aunque se movía sin hacer apenas ruido y el poco que hacía era amortiguado por el vibrar de la torre y la música, no se fiaba ni de su propia sombra. Estaba en terreno enemigo, sin saber dónde se encontraban sus “aliados” y bajo el terrible peso de a saber cuántas plantas de aquella horrible torre.
Cuando el temblor de la estructura cesó y el silencio tomó su lugar, Kaito se detuvo por un breve instante. "¿Ha acabado?", se preguntó volviendo lentamente a su silenciosa marcha. Negó aquella posibilidad abrazando la idea de que lo único que había terminado era uno de los complejos ciclos que la estructura debía llevar a cabo para terminar su función. "Como una lavadora", pensó.
Finalmente llegó a aquella puerta llena de violencia y traidores. Una puerta en la que se paró brevemente para contemplar el acertijo resuelto.
—Yo hubiera dicho 287 por progresión primero en vez de tirar por los primos —farfulló sabiendo que se habría equivocado y que con ello habría ignorado la importancia de aquel primer diecisiete.
Continuó por la escalera sin esperar a ninguno de los integrantes de aquel estrambótico grupo y echó un vistazo sin salirse de los escalones a la sala de té rosa de la planta superior. Allí no había nada fuera de lo normal, al menos no más allá del propio hecho de que una cómoda, perfumada y acogedora salita estuviese en un arma de destrucción masiva.
—Debe ser una sala de descanso para los trabajadores —razonó en voz alta—. Alguien ha tenido que construir esto, al fin y al cabo. Si han sido científicos, habrán puesto esa clave por amor al verdadero lenguaje del mundo…
Tranquilizado por sus suposiciones, Kaito decidió adentrarse en la sala con naturalidad mientras sus sentidos intentaban descifrar qué componentes tenía aquel olor que calmaba su alma. Fue hacia las mesitas ojeando por encima la precisión y el encanto de los magníficos ejemplos de las artes pasteleras expuestos. Desde luego abrían el apetito, e incluso con el estómago lleno de los manjares que les había ofrecido Viktor, el pelirrojo se le antojó un pequeño trozo de tarta de queso cubierta de una fina capa de mermelada.
“No”, se dijo sabiendo no solo que ya había comido bastante, sino que aquellas lindezas podían ser realmente una trampa. Decidió sin embargo coger una bandeja surtida que llevarse cual camarero por el resto de la torre, la cual con suerte conservaría para futuros análisis de recetas.
—Lo que me extraña es que no hayamos visto ninguna cocina. Ni nada a medio comer… Aunque hay más asientos que pastelitos, así que a lo mejor alguien ha comido ya… y prácticamente son de un par de bocados; lo que no dejaría restos.
Movido por unos razonamientos que, aunque suyos, habían sido instigados por una fuerza externa, el ningyo dio un bocado al postrecito escogido considerando muy poco probable que estuviesen envenenados. “O es para los trabajadores o es un premio por resolver el acertijo” se repitió mientras paladeaba. Tras el fiasco de las pruebas con los restos de Viktor y el ataque de aquella belicosa mujer no le venía mal relajarse un poco.
Lo que hiciera después de aquello dependería del sino que le deparaba el dulce y del resto de su grupo, del cual, y a pesar de su abandono, intentaría no separarse.
Cuando el temblor de la estructura cesó y el silencio tomó su lugar, Kaito se detuvo por un breve instante. "¿Ha acabado?", se preguntó volviendo lentamente a su silenciosa marcha. Negó aquella posibilidad abrazando la idea de que lo único que había terminado era uno de los complejos ciclos que la estructura debía llevar a cabo para terminar su función. "Como una lavadora", pensó.
Finalmente llegó a aquella puerta llena de violencia y traidores. Una puerta en la que se paró brevemente para contemplar el acertijo resuelto.
—Yo hubiera dicho 287 por progresión primero en vez de tirar por los primos —farfulló sabiendo que se habría equivocado y que con ello habría ignorado la importancia de aquel primer diecisiete.
Continuó por la escalera sin esperar a ninguno de los integrantes de aquel estrambótico grupo y echó un vistazo sin salirse de los escalones a la sala de té rosa de la planta superior. Allí no había nada fuera de lo normal, al menos no más allá del propio hecho de que una cómoda, perfumada y acogedora salita estuviese en un arma de destrucción masiva.
—Debe ser una sala de descanso para los trabajadores —razonó en voz alta—. Alguien ha tenido que construir esto, al fin y al cabo. Si han sido científicos, habrán puesto esa clave por amor al verdadero lenguaje del mundo…
Tranquilizado por sus suposiciones, Kaito decidió adentrarse en la sala con naturalidad mientras sus sentidos intentaban descifrar qué componentes tenía aquel olor que calmaba su alma. Fue hacia las mesitas ojeando por encima la precisión y el encanto de los magníficos ejemplos de las artes pasteleras expuestos. Desde luego abrían el apetito, e incluso con el estómago lleno de los manjares que les había ofrecido Viktor, el pelirrojo se le antojó un pequeño trozo de tarta de queso cubierta de una fina capa de mermelada.
“No”, se dijo sabiendo no solo que ya había comido bastante, sino que aquellas lindezas podían ser realmente una trampa. Decidió sin embargo coger una bandeja surtida que llevarse cual camarero por el resto de la torre, la cual con suerte conservaría para futuros análisis de recetas.
—Lo que me extraña es que no hayamos visto ninguna cocina. Ni nada a medio comer… Aunque hay más asientos que pastelitos, así que a lo mejor alguien ha comido ya… y prácticamente son de un par de bocados; lo que no dejaría restos.
Movido por unos razonamientos que, aunque suyos, habían sido instigados por una fuerza externa, el ningyo dio un bocado al postrecito escogido considerando muy poco probable que estuviesen envenenados. “O es para los trabajadores o es un premio por resolver el acertijo” se repitió mientras paladeaba. Tras el fiasco de las pruebas con los restos de Viktor y el ataque de aquella belicosa mujer no le venía mal relajarse un poco.
Lo que hiciera después de aquello dependería del sino que le deparaba el dulce y del resto de su grupo, del cual, y a pesar de su abandono, intentaría no separarse.
- Resumen del Catador:
Avanzar tal que cual... pensar movidas con inteligencia (talento) y comer. He hablado con Ichi para ser catador motivado por una semillita mental, de ahí la frase en otro tipo de letra.
Mantenerme con el grupo.
Tobías Thorn
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Al parecer había algún tipo de problema con la puerta y los marines no eran capaces de abrirla con solo empujarla o golpearla, vaya sorpresa, aunque si alguien se había ganado el premio a la mejor idea fue el Almirante, ya que la cortina que mandó prender fuego comenzó a echar un humo de narices que no tardó en envolver a los que más cerca estábamos de la escena.
-Puto humo - me permití mascullar entre toses mientras me apartaba.
No sabía que pretendía conseguir el almirante con aquello, a parte de putearnos, claro, pero tampoco pensé mucho más sobre el tema pues una especie de sombra se movió llamando mi atención. Sabía que no era buen momento para distraerse, pero mi curiosidad innata, junto a lo poco que podía hacer de ayuda al grupo de pirómanos obsesionados por el orden, me hicieron plantearme avanzar en pos de lo que había visto.
Su tamaño y forma de andar me habían resultado de los más peculiar para ser de un humano. Quizás se trataba de otro artefacto mecánico que esperaba desde las sombras para atacarnos o espiarnos, podía ser incluso un señuelo para dividir al grupo y así debilitar la piña... Pero fuese lo que fuese, quería averiguar qué era.
-Biz, ¿has visto eso? - pregunté a mi nakama llamándole la atención con un tirón de brazo. -Voy a echar un vistazo mientras el resto averiguan como pasar por la puerta. Sino te apetece venir llámame al den-den de que lo consigan.
No quería obligar a mi nakama a alejarse de sus superiores, no sabía si podía buscarse un lío, así que dejé que fuese él quien decidiese qué hacer al respecto mientras yo seguía la dirección de la sombra que había visto para tratar de alcanzarla. Había memorizado la disposición de las salas, por lo que confiaba en poder volver cuando se me necesitase, si es que me podían necesitar un grupo como ese, que lo dudaba. Aunque tampoco dudaba de mis propias habilidades como para no poder alejarme un rato de ellos.
-Puto humo - me permití mascullar entre toses mientras me apartaba.
No sabía que pretendía conseguir el almirante con aquello, a parte de putearnos, claro, pero tampoco pensé mucho más sobre el tema pues una especie de sombra se movió llamando mi atención. Sabía que no era buen momento para distraerse, pero mi curiosidad innata, junto a lo poco que podía hacer de ayuda al grupo de pirómanos obsesionados por el orden, me hicieron plantearme avanzar en pos de lo que había visto.
Su tamaño y forma de andar me habían resultado de los más peculiar para ser de un humano. Quizás se trataba de otro artefacto mecánico que esperaba desde las sombras para atacarnos o espiarnos, podía ser incluso un señuelo para dividir al grupo y así debilitar la piña... Pero fuese lo que fuese, quería averiguar qué era.
-Biz, ¿has visto eso? - pregunté a mi nakama llamándole la atención con un tirón de brazo. -Voy a echar un vistazo mientras el resto averiguan como pasar por la puerta. Sino te apetece venir llámame al den-den de que lo consigan.
No quería obligar a mi nakama a alejarse de sus superiores, no sabía si podía buscarse un lío, así que dejé que fuese él quien decidiese qué hacer al respecto mientras yo seguía la dirección de la sombra que había visto para tratar de alcanzarla. Había memorizado la disposición de las salas, por lo que confiaba en poder volver cuando se me necesitase, si es que me podían necesitar un grupo como ese, que lo dudaba. Aunque tampoco dudaba de mis propias habilidades como para no poder alejarme un rato de ellos.
- Resumen:
- Me muevo tras la sombra. Tengo conocimiento del mapa, pues podría seguirla a lo largo de gasta dos salas.
Ellanora Volkihar
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–Déjame en paz, feo –le dijo la vampiresa al hermoso rubio–. Si ni siquiera me molas.
En cuanto pulsó el botón el suelo se abrió y de este empezó a emerger una extraña plataforma. Sobre esta había un hombre con un peinado horroroso y la sonrisa más horrible y perturbadora que había visto jamás hacer a una persona. No tardó en llevarse la mano a la espada. Sus hombres, al verla, sacaron de los bolsillos de sus trajes una pistola cada uno y apuntaron al extraño. Todos menos Adam, que simplemente llenaba la sala con su enorme presencia.
Ellanora fijó sus ojos rojizos de vampiro en el peliblanco que allí se encontraba que había estado a punto de darle en la mano con un cuchillo. Ese hombre le cabreaba mucho más que el irresistible rubiales que le había echado la bronca por pulsar el botón, pues este al menos no la había atacado. Sin embargo, en aquel momento, sus ojos estaban clavados en aquel extraño cantante que por lo visto intentaba ligar con el r... ¡¿Con el rubio?! Nononono.
"El rubio es mío, zorra mal peinada"
Se puso a su lado y pondría la espada tocando la garganta del cantante, en una silenciosa orden de que no dijese una palabra más. A su vez, los mafiosos e acercarían todavía mas. El hombre estaría encañonado por veinte pistolas además de tener una hoja en la garganta.
En cuanto pulsó el botón el suelo se abrió y de este empezó a emerger una extraña plataforma. Sobre esta había un hombre con un peinado horroroso y la sonrisa más horrible y perturbadora que había visto jamás hacer a una persona. No tardó en llevarse la mano a la espada. Sus hombres, al verla, sacaron de los bolsillos de sus trajes una pistola cada uno y apuntaron al extraño. Todos menos Adam, que simplemente llenaba la sala con su enorme presencia.
Ellanora fijó sus ojos rojizos de vampiro en el peliblanco que allí se encontraba que había estado a punto de darle en la mano con un cuchillo. Ese hombre le cabreaba mucho más que el irresistible rubiales que le había echado la bronca por pulsar el botón, pues este al menos no la había atacado. Sin embargo, en aquel momento, sus ojos estaban clavados en aquel extraño cantante que por lo visto intentaba ligar con el r... ¡¿Con el rubio?! Nononono.
"El rubio es mío, zorra mal peinada"
Se puso a su lado y pondría la espada tocando la garganta del cantante, en una silenciosa orden de que no dijese una palabra más. A su vez, los mafiosos e acercarían todavía mas. El hombre estaría encañonado por veinte pistolas además de tener una hoja en la garganta.
- Resumen:
- Proteger a mi rubio
Rei Arslan
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Ambos grupos lograron llegar sin problemas hasta la plataforma de hormigón a la que antes querían llegar volando Annie, Osuka y Maki. Ed, encabezando la marcha, abrió la puerta que llevaba a otra sala contigua y mientras avanzaban por el pasillo, el líder del división intentó romper el hielo. La arquera le miró arqueando las cejas, ¿cómo hacía esa pregunta cuando estaban intentando salvar al mundo?
-Jamás pensé que hablaría de mi vida amorosa en el fin del mundo, pero verás, conocí a Therax en Skellige. Hacía unas semanas que había luchado contra un basilisco con Alistar y me hirió, de hecho, casi me muero pero lograron extraerme su veneno sin problemas; sin embargo, esta de aquí... - señaló su bíceps, mostrando una larga cicatriz - no llegó a curar del todo y por poco pierdo el brazo. Therax accedió a curarme sin problemas y, bueno, luego nos fuimos encontrando varias veces por casualidad y surgieron las cosas. Él le habría puesto más adornos que yo, la verdad.
Tras la conversación, llegaron al final del pasillo hasta una sala totalmente distinta al laberinto anterior, no tenían que andar en grupos y ni siquiera preocuparse en donde tenían que pisar. Se sentía aliviada ya que el menos no tendría que cargar con sus compañeros si estos caían al vacío.
Annie aguzó la vista, observando qué podía haber a lo lejos puesto que todo era oscuridad hasta que unas luces rojas se iluminaron. Todo comenzó a iluminarse y, a lo lejos, algo extraño se acercaba hacia ellos. Una especie de gorila mecanizado caminaba y se fijó en los otros revolucionarios que atacaban a la bestia, pero su munición no parecía afectarle. ¿Qué clase de tecnología era aquella? Parecía peor que la brujería. Ed no dudó en atacar y, ella tampoco.
-¡Si los ataques no le afectan hay que hacerlo caer!
La revolucionaria alzó las manos, haciendo que de su palma emergiesen esferas de viento comprimido que explotarían al contacto con el suelo. Reunió las suficientes en cada mano para luego lanzarlas hacia el suelo, en la dirección que recorría el gorila.
-Jamás pensé que hablaría de mi vida amorosa en el fin del mundo, pero verás, conocí a Therax en Skellige. Hacía unas semanas que había luchado contra un basilisco con Alistar y me hirió, de hecho, casi me muero pero lograron extraerme su veneno sin problemas; sin embargo, esta de aquí... - señaló su bíceps, mostrando una larga cicatriz - no llegó a curar del todo y por poco pierdo el brazo. Therax accedió a curarme sin problemas y, bueno, luego nos fuimos encontrando varias veces por casualidad y surgieron las cosas. Él le habría puesto más adornos que yo, la verdad.
Tras la conversación, llegaron al final del pasillo hasta una sala totalmente distinta al laberinto anterior, no tenían que andar en grupos y ni siquiera preocuparse en donde tenían que pisar. Se sentía aliviada ya que el menos no tendría que cargar con sus compañeros si estos caían al vacío.
Annie aguzó la vista, observando qué podía haber a lo lejos puesto que todo era oscuridad hasta que unas luces rojas se iluminaron. Todo comenzó a iluminarse y, a lo lejos, algo extraño se acercaba hacia ellos. Una especie de gorila mecanizado caminaba y se fijó en los otros revolucionarios que atacaban a la bestia, pero su munición no parecía afectarle. ¿Qué clase de tecnología era aquella? Parecía peor que la brujería. Ed no dudó en atacar y, ella tampoco.
-¡Si los ataques no le afectan hay que hacerlo caer!
La revolucionaria alzó las manos, haciendo que de su palma emergiesen esferas de viento comprimido que explotarían al contacto con el suelo. Reunió las suficientes en cada mano para luego lanzarlas hacia el suelo, en la dirección que recorría el gorila.
Sasaki
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“Maldita panda de holgazanes" pensé al ver como Leiren y Arthur terminaban de colocar los atriles mientras Al disfrutaba del mojito. Bueno, dado que los que de normal ser ponían serios no lo hacían, debía de esforzarme y sacar mi fuerza de voluntad para enderezar el grupo, y para ello no había mejor forma que ayudar a Zuko, quien intentaba abrir la puerta.
Cuando llegué allí, vi la estúpida cantidad de cerraduras que había, con sus distintas formas y colores. En ese momento escuché hablar al nuevo. Quería alcohol, el argumento que utilizó para justificarlo no fue demasiado bueno, pero tenía en parte razón.
-Te equivocas. No es necesario tener una gran fiesta para beber, ni que la ambientación sea una en específico. Lo único que importa es estar cómodo con quienes bebes – instruí al joven a la vez que le pasaba la botella – Haz lo que creas conveniente e intenta no gastarlo todo de una. Y por cierto, te podré un ejemplo de lo que te acabo de decir, mira al Al-mirante, estamos en una de las peores situaciones posibles, pero estando con nosotros sabe que preocuparse demasiado es estúpido, todos sabemos cuando ponernos en serio si es necesario. Recuérdalo.
Mientras hablaba con el novato les estuve dando alguna vuelta donde podrían encontrarse las llaves que abrirán las cerraduras, pero llegue a una conclusión perfecta para la situación. Extendió mi mano sobre la cerradura y comencé a introducir azúcar en los mecanismos hasta que tuvieron la forma de las cerraduras, cuando lo hice endureci l azucar para que aguantase e intente girar todas las llaves a la vez, quizás nos adorar algo de tiempo de búsqueda.
-Si no te importa Zuko, intentaré abrirla yo, si no lo consigo te cederé la vez.
Cuando llegué allí, vi la estúpida cantidad de cerraduras que había, con sus distintas formas y colores. En ese momento escuché hablar al nuevo. Quería alcohol, el argumento que utilizó para justificarlo no fue demasiado bueno, pero tenía en parte razón.
-Te equivocas. No es necesario tener una gran fiesta para beber, ni que la ambientación sea una en específico. Lo único que importa es estar cómodo con quienes bebes – instruí al joven a la vez que le pasaba la botella – Haz lo que creas conveniente e intenta no gastarlo todo de una. Y por cierto, te podré un ejemplo de lo que te acabo de decir, mira al Al-mirante, estamos en una de las peores situaciones posibles, pero estando con nosotros sabe que preocuparse demasiado es estúpido, todos sabemos cuando ponernos en serio si es necesario. Recuérdalo.
Mientras hablaba con el novato les estuve dando alguna vuelta donde podrían encontrarse las llaves que abrirán las cerraduras, pero llegue a una conclusión perfecta para la situación. Extendió mi mano sobre la cerradura y comencé a introducir azúcar en los mecanismos hasta que tuvieron la forma de las cerraduras, cuando lo hice endureci l azucar para que aguantase e intente girar todas las llaves a la vez, quizás nos adorar algo de tiempo de búsqueda.
-Si no te importa Zuko, intentaré abrirla yo, si no lo consigo te cederé la vez.
- Resumen (los que tengan algun tipo de relacion con la puerta de las cerraduras leed):
- Ir a la puerta, hablar con el novato indisciplinado que me pide alcohol, darselo, crear llaves para cada cerradura usando la propia cerradura como molde, intentar abrir la puerta.
Kayn Blackthorn
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Sintió cómo sus músculos se destensaban en el momento en que la puerta no cedía ante los tirones y empujes del comodoro. El aura que había comenzado a rodear sus brazos volvió a desvanecerse y adoptó una postura más relajada. Parecía que, de momento, no afrontarían otro peligro. No tenía claro si le aliviaba o si, por el contrario, le ponía aún más nervioso. No podían andar perdiendo el tiempo, no en aquella ocasión al menos. Un pesado suspiro escapó de sus labios y, al detectar que su superior parecía estar concentrado analizando la puerta, decidió acercarse para observar lo mismo que él: cerraduras. Pero no una, ni dos, ni tres... no, treinta. Treinta y una cerraduras. ¿A qué clase de maníaco de la protección y la seguridad se le había ocurrido semejante mecanismo? ¿Por qué llaves y no una puerta súper-reforzada? Que seguro que también lo estaba, pero teniendo eso en cuenta quizá y solo quizá se habían pasado tomando medidas.
La mano de Kayn pasó por la puerta, sintiendo su metálico y pulido tacto, frío. Al parecer, todas y cada una de las cerraduras eran distintas, no solo en el material del que estaban hechas, sino en forma. Si realmente tenían que encontrar tantas llaves... la pérdida de tiempo podría ser cuantiosa como mínimo. Hizo una mueca de exasperación, antes de mirar a su superior de reojo, intentando averiguar qué estaría pensando. ¿Y si todas esas llaves estaban al otro lado de la puerta? Teniendo en cuenta que trataban de cortarles el paso, fueran quienes fueran los causantes de todo aquel desastre, no podían ser tan estúpidos como para dejarlas a su alcance... ¿o sí?
Notó algo de alboroto más atrás, justo donde se encontraban los miembros de Kiritsu. Parecían estar trasteando con algo... ¿Qué mierda? ¿Por qué se entretenían ordenando en una situación como aquella? El moreno se llevó una mano a la nuca para rascarse, algo confuso ante aquella situación. Finalmente, y sin esperar más, miró directamente a Zuko y trató de hablar con él a través de su vínculo mental.
—Señor, creo que deberíamos buscar alguna otra vía. Esto podría llevarnos mucho tiempo, y a no ser que los hombres del Almirante Koneko quieran intentar resolver esto... quizá lo más sensato sea hallar alguna alternativa.
La mano de Kayn pasó por la puerta, sintiendo su metálico y pulido tacto, frío. Al parecer, todas y cada una de las cerraduras eran distintas, no solo en el material del que estaban hechas, sino en forma. Si realmente tenían que encontrar tantas llaves... la pérdida de tiempo podría ser cuantiosa como mínimo. Hizo una mueca de exasperación, antes de mirar a su superior de reojo, intentando averiguar qué estaría pensando. ¿Y si todas esas llaves estaban al otro lado de la puerta? Teniendo en cuenta que trataban de cortarles el paso, fueran quienes fueran los causantes de todo aquel desastre, no podían ser tan estúpidos como para dejarlas a su alcance... ¿o sí?
Notó algo de alboroto más atrás, justo donde se encontraban los miembros de Kiritsu. Parecían estar trasteando con algo... ¿Qué mierda? ¿Por qué se entretenían ordenando en una situación como aquella? El moreno se llevó una mano a la nuca para rascarse, algo confuso ante aquella situación. Finalmente, y sin esperar más, miró directamente a Zuko y trató de hablar con él a través de su vínculo mental.
—Señor, creo que deberíamos buscar alguna otra vía. Esto podría llevarnos mucho tiempo, y a no ser que los hombres del Almirante Koneko quieran intentar resolver esto... quizá lo más sensato sea hallar alguna alternativa.
- Resumen. Zukito, lee:
- Analizar las cerraduras del portón, ver que los chicos de Kiritsu están entretenidos con las cosas de ordenar y sugerirle a Zuko que busquen alguna otra vía para seguir avanzando.
Julianna M. Shelley
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Las lentejas hicieron su trabajo de forma impecable. El camino fue apareciendo frente a ellos con claridad, aunque su técnica no indicaba las paredes y había que is palpándolas con los brazos. Por suerte, no fue la única en dar con una solución. Uno de los soldados a los que acompañaba hizo algo que verdaderamente la sorprendió. En su mano apareció un... ¿dispositivo? no sabía describirlo bien, pero tras escuchar su explicación y echarle un vistazo con disimulo entendió su utilidad. ¿Cómo lo había hecho? ¿Sería una máquina disfrazada de hombre? Había dicho algo de una fruta, pero no le encontraba sentido. Era muy interesante y los ojitos de Jul destelleaban de curiosidad. Sin embargo, sabía que no era un buen momento para preguntar.
Le alegró comprobar que la mujer no se había hecho daño. Se ofreció a comprarle una muñeca cuando todo acabara, a lo que Jul respondió con una pequeña sonrisa. De repente, notó calor a su espalda y algo suave rozándola. Se dio la vuelta y vio un enorme lobo blanco mirándola... interesado. No gruñía ni parecía molesto y tras un momento de sorpresa Jul se calmó y casi sin pensarlo levantó la mano para acariciarle detrás de la oreja. El animal correspondió lamiéndole la cara con alegría. Era un encanto. No sabía de donde había salido, ni él ni su dueño. Tampoco recordaba haber visto nunca un lobo tan grande, pero era precioso. La persona que lo acompañaba le indicó que podía subirse a su lomo y tras pensarlo un momento, asintió. Asiéndose del pelo con cuidado para no tironearle demasiado, se aupó y se subió a caballito. Era cálido, suave y botaba un poco al caminar. Le resultó muy relajante.
Oyó que más adelante alguien hablaba de ella, aunque entretenida con el animal no se enteró bien de quién lo había dicho. De todos modos, trató de alzar un poco la voz para contestar.
- Soy médico. Sé diagnosticar, aplicar toda clase de primeros auxilios y realizar pequeñas operaciones. Quería ser de ayuda, no molestaré.
O al menos, eso pretendía. Aprovechando que su montura le dejaba ambas manos libres, sacó hilo y aguja para remendar a su muñeca antes de que le pusiera el bolso perdido de lentejas. Sus puntadas eran precisas y rápidas, por lo que acabó pronto. Para cuando lo guardó todo, ya estaban entrando en una nueva sala.
La luz cambió, haciendo que una sombra de inseguridad anidase en su estómago. Se inclinó un poco hacia delante sin darse cuenta, buscando consuelo en el lobo que la llevaba. Todo estaba a oscuras, excepto la penumbra a su alrededor y un par de luces rojizas a lo lejos. El lugar era una especie de almacén abandonado, lleno de cajas y maquinaria en el techo. Era artificial y tétrico. Entonces, vio la silueta. Vio los cables que se separaban de él y como se les acercaba. Temblando un poco, se llevó una mano al pomo de su espada. Tenía que recordar lo que había aprendido.
- Venga, sabes que puedes hacerlo. Respira, estás bien.
La voz de Adahír en su cabeza la llenó de calma y supo lo que tenía que hacer. Vio pasar a un montón de gente desconocida mientras bajaba del lobo con algo de torpeza. Oyó disparos, pero el extraño ser no parecía inmutarse. Desaparecieron en su pecho, dejando una suave ondulación a su paso. No tenía ni idea de qué material podía ser, pero tenía claro que no estaba vivo y no era amistoso. Desenvainó con elegancia y se quedó en guardia, atenta a todo lo que sucedía y procurando no entrometerse en el camino de nadie. La gente con la que estaba sabía qué podían encontrarse, ¿no? Estaban preparados para esta situación. Confiaría en su pericia y si algo iba mal sería la primera en acudir a la ayuda de quien la necesitase.
Le alegró comprobar que la mujer no se había hecho daño. Se ofreció a comprarle una muñeca cuando todo acabara, a lo que Jul respondió con una pequeña sonrisa. De repente, notó calor a su espalda y algo suave rozándola. Se dio la vuelta y vio un enorme lobo blanco mirándola... interesado. No gruñía ni parecía molesto y tras un momento de sorpresa Jul se calmó y casi sin pensarlo levantó la mano para acariciarle detrás de la oreja. El animal correspondió lamiéndole la cara con alegría. Era un encanto. No sabía de donde había salido, ni él ni su dueño. Tampoco recordaba haber visto nunca un lobo tan grande, pero era precioso. La persona que lo acompañaba le indicó que podía subirse a su lomo y tras pensarlo un momento, asintió. Asiéndose del pelo con cuidado para no tironearle demasiado, se aupó y se subió a caballito. Era cálido, suave y botaba un poco al caminar. Le resultó muy relajante.
Oyó que más adelante alguien hablaba de ella, aunque entretenida con el animal no se enteró bien de quién lo había dicho. De todos modos, trató de alzar un poco la voz para contestar.
- Soy médico. Sé diagnosticar, aplicar toda clase de primeros auxilios y realizar pequeñas operaciones. Quería ser de ayuda, no molestaré.
O al menos, eso pretendía. Aprovechando que su montura le dejaba ambas manos libres, sacó hilo y aguja para remendar a su muñeca antes de que le pusiera el bolso perdido de lentejas. Sus puntadas eran precisas y rápidas, por lo que acabó pronto. Para cuando lo guardó todo, ya estaban entrando en una nueva sala.
La luz cambió, haciendo que una sombra de inseguridad anidase en su estómago. Se inclinó un poco hacia delante sin darse cuenta, buscando consuelo en el lobo que la llevaba. Todo estaba a oscuras, excepto la penumbra a su alrededor y un par de luces rojizas a lo lejos. El lugar era una especie de almacén abandonado, lleno de cajas y maquinaria en el techo. Era artificial y tétrico. Entonces, vio la silueta. Vio los cables que se separaban de él y como se les acercaba. Temblando un poco, se llevó una mano al pomo de su espada. Tenía que recordar lo que había aprendido.
- Venga, sabes que puedes hacerlo. Respira, estás bien.
La voz de Adahír en su cabeza la llenó de calma y supo lo que tenía que hacer. Vio pasar a un montón de gente desconocida mientras bajaba del lobo con algo de torpeza. Oyó disparos, pero el extraño ser no parecía inmutarse. Desaparecieron en su pecho, dejando una suave ondulación a su paso. No tenía ni idea de qué material podía ser, pero tenía claro que no estaba vivo y no era amistoso. Desenvainó con elegancia y se quedó en guardia, atenta a todo lo que sucedía y procurando no entrometerse en el camino de nadie. La gente con la que estaba sabía qué podían encontrarse, ¿no? Estaban preparados para esta situación. Confiaría en su pericia y si algo iba mal sería la primera en acudir a la ayuda de quien la necesitase.
- Resumen:
- Contar lo que ha sucedido, bajarme del lobo, desenvainar y quedarme en guardia intentand no estorbar (?)
Liv L Astrid
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Aquel lugar era mas extraño de lo que parecía, a media que avanzaba por el pasillo, este parecía ir reduciendo su tamaño, como si fuese un fallo en la construcción o lo hubiesen encantado con magia para alegrar a los enemigos.
-Esto es muy extraño – dijo mi recuerdo – no debería de suceder eso, el diseñador de esta estructura debía de ser inútil o algo así. Quizás sea buena idea salir de aquí antes de que el techo nos aplaste contra el suelo.
-Por fin dices algo con sentido común., y, ¿Por dónde dirías que vayamos? – le pregunte en un tono amable teniendo en cuenta que solía ser más brusca antes
-Pues te diría que por la puerta de numeración más alta que nos permita entrar de pie.
No se lo que me esperaría en la nueva salga a la que iba a entrar, pero de reojo, cuando me agaché pude ver cosas extrañas que, no tenía mucha intención de descubrir es aquel momento, un tono de luz verde con tubería en el fondo y extraños sonidos cada pocos segundos.
-Voy a revisar otra sala, aunque alguien debería buscar en esta. – dije asumiendo que detrás de mí había gente que me pudiese escuchar para que fuese otro el que a accedía a aquel lugar.
-Esto es muy extraño – dijo mi recuerdo – no debería de suceder eso, el diseñador de esta estructura debía de ser inútil o algo así. Quizás sea buena idea salir de aquí antes de que el techo nos aplaste contra el suelo.
-Por fin dices algo con sentido común., y, ¿Por dónde dirías que vayamos? – le pregunte en un tono amable teniendo en cuenta que solía ser más brusca antes
-Pues te diría que por la puerta de numeración más alta que nos permita entrar de pie.
No se lo que me esperaría en la nueva salga a la que iba a entrar, pero de reojo, cuando me agaché pude ver cosas extrañas que, no tenía mucha intención de descubrir es aquel momento, un tono de luz verde con tubería en el fondo y extraños sonidos cada pocos segundos.
-Voy a revisar otra sala, aunque alguien debería buscar en esta. – dije asumiendo que detrás de mí había gente que me pudiese escuchar para que fuese otro el que a accedía a aquel lugar.
Hayden Ashworth
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Por supuesto, la puerta estaba cerrada. Bien podría intentar echarla abajo de una patada o simplemente derretir aquel metal a base de intensas llamas. Sin embargo, todo el mundo detrás de él parecía enfrascado en resolver el misterioso puzzle que las treinta y una cerraduras encerraban. El dragón frunció el ceño. ¿Por qué hacían eso? ¿Por qué perdían el tiempo intentando resolver estúpidos acertijos cuando el destino de un mar entero estaba en juego? ¿Por qué ninguno de ellos intentaba echar la puerta abajo? Apretó el puño y a punto estuvo de hacerlo él mismo después de que Kayn comprobase también el estado de la puerta, cuando se acercó uno de los subordinados directos del almirante Koneko y, por rango, uno de los superiores del dragón.
–Tienes razón –le contestó al sargento en voz alta. Entonces se dirigió también a Wyrm–. Chicos, vámonos –se acercó entonces al almirante–. Si no le importa les dejaremos esto a ustedes. Somos demasiados y creo que tendríamos ventaja si nosotros continuásemos por la puerta que está abierta. Sin embargo, almirante... Como consejo... Yo echaría la puerta abajo. El destino de más de cien mil vidas está en juego y no podemos perder el tiempo con acertijos de abuela.
Dicho aquello daría una señal de cabeza, la cual ahora mismo estaba a tres metros del suelo y tenía cuernos de dragón para que Kayn y Wyrm lo siguiesen por la puerta abierta. Entonces se dirigiría a esta a paso ligero, no sin antes desearle suerte al almirante y los suyos.
–Tienes razón –le contestó al sargento en voz alta. Entonces se dirigió también a Wyrm–. Chicos, vámonos –se acercó entonces al almirante–. Si no le importa les dejaremos esto a ustedes. Somos demasiados y creo que tendríamos ventaja si nosotros continuásemos por la puerta que está abierta. Sin embargo, almirante... Como consejo... Yo echaría la puerta abajo. El destino de más de cien mil vidas está en juego y no podemos perder el tiempo con acertijos de abuela.
Dicho aquello daría una señal de cabeza, la cual ahora mismo estaba a tres metros del suelo y tenía cuernos de dragón para que Kayn y Wyrm lo siguiesen por la puerta abierta. Entonces se dirigiría a esta a paso ligero, no sin antes desearle suerte al almirante y los suyos.
- Resumen:
- Irme por la puerta que esta abierta con Kayn y Wyrm si este decide seguirme (Kayn se que si por su post)
Y... se que se supone que debo aclarar a que sala pretendo ir, sin embargo... mirando el mapa no se muy bien cual de las dos puertas que hay en esta sala es la que esta abierta y cruzamos xDD Como mucho puedo aclarar que estamos en la sala 3 y que vamos por la puerta que estaba abierta.
Osuka Sumisu
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Akuma no mi
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Le dio unas palmaditas en la espalda a Ed, pues el super radar del rubio fue derrotado por las no tan avanzadas lentejas de la niña con las muñecas. Pues a veces, lo simple a veces era lo más eficaz. Aunque… unas lentejas… eran un resultado dramático, pero bastante cómico a decir verdad.
- Comprendo. Estabas a punto de morir de forma desagradable y el vino como agua de mayo –le dijo a Annie mientras intentaba no mirar hacia abajo, pues después de tanto interactuar con una akuma que dependía de estar pegado al suelo, le había desarrollado, no un miedo, pero si una inseguridad a las alturas-. Evitas morirte y te sacas novio… Eso sí que es matar dos pájaros de un tiro.
Por otra parte le sorprendio la respuesta de Juliana. ¿Con doce o trece años y ya era doctora? Cada vez les daban los títulos más pronto, o de forma más fácil. Y le volvían pensamientos sobre Irie. Pese a no ser de su misma sangre, la quería y cuidaba como si fuera su hija, y aunque se libró de la época de los pañales, pronto llegaría la charla de lo que querría hacer con su futuro. Si es que llegaba algún día. Tenía que centrarse en eso, dejar de lado aquellos celos absurdos y en luchar por darle un futuro a la persona que más quería.
Llegados a la otra punta del laberinto, entraron en un almacén que estaba en profunda oscuridad excepto por dos luces rojas. Las luces se encendieron una tras otra, para mostrar que el dueño de las luces rojas era un simio mecánico de gran tamaño.
- Hay madre, que deja vu me está dando eso ahora mismo –dijo cuando vio como las balas ni siquiera revotaban, como lo ocurrió en Siderios años atrás -. De acuerdo, grandullón, segundo asalto.
- Tendríamos que haberle pedido a Kenshin a su gigante para que se pusiera el taparrabos de rey de la selva y domara este bicho –mascullo Ishi-.
- Lo que me faltaba, un tío de varios metros semidesnudo.
Mientras Ed y Annie presionaban a la máquina, el revolucionario cogió uno de los contenedores de metal, y arranco con suma facilidad un pedazo lo suficientemente grande para que se moldease en su brazo, dotándole de unas garras de metal amenazantes
- Edward, mantenlo a raya! Annie, tendría que tener algún hueco en su escudo, búscalo y dale candela! Alistar, impide que este capullo se ponga a rango de los soldados y la enana. –se acercó a una de sus piernas mecanizadas y recubriendo de haki la garra de metal intento atacar justo en la unión de las dos partes de la extremidad-. Intentaré trabarlo!
- Comprendo. Estabas a punto de morir de forma desagradable y el vino como agua de mayo –le dijo a Annie mientras intentaba no mirar hacia abajo, pues después de tanto interactuar con una akuma que dependía de estar pegado al suelo, le había desarrollado, no un miedo, pero si una inseguridad a las alturas-. Evitas morirte y te sacas novio… Eso sí que es matar dos pájaros de un tiro.
Por otra parte le sorprendio la respuesta de Juliana. ¿Con doce o trece años y ya era doctora? Cada vez les daban los títulos más pronto, o de forma más fácil. Y le volvían pensamientos sobre Irie. Pese a no ser de su misma sangre, la quería y cuidaba como si fuera su hija, y aunque se libró de la época de los pañales, pronto llegaría la charla de lo que querría hacer con su futuro. Si es que llegaba algún día. Tenía que centrarse en eso, dejar de lado aquellos celos absurdos y en luchar por darle un futuro a la persona que más quería.
Llegados a la otra punta del laberinto, entraron en un almacén que estaba en profunda oscuridad excepto por dos luces rojas. Las luces se encendieron una tras otra, para mostrar que el dueño de las luces rojas era un simio mecánico de gran tamaño.
- Hay madre, que deja vu me está dando eso ahora mismo –dijo cuando vio como las balas ni siquiera revotaban, como lo ocurrió en Siderios años atrás -. De acuerdo, grandullón, segundo asalto.
- Tendríamos que haberle pedido a Kenshin a su gigante para que se pusiera el taparrabos de rey de la selva y domara este bicho –mascullo Ishi-.
- Lo que me faltaba, un tío de varios metros semidesnudo.
Mientras Ed y Annie presionaban a la máquina, el revolucionario cogió uno de los contenedores de metal, y arranco con suma facilidad un pedazo lo suficientemente grande para que se moldease en su brazo, dotándole de unas garras de metal amenazantes
- Edward, mantenlo a raya! Annie, tendría que tener algún hueco en su escudo, búscalo y dale candela! Alistar, impide que este capullo se ponga a rango de los soldados y la enana. –se acercó a una de sus piernas mecanizadas y recubriendo de haki la garra de metal intento atacar justo en la unión de las dos partes de la extremidad-. Intentaré trabarlo!
- Cosis usadas:
Haki armadura sobresaliente
Saber del metal:El usuario puede manipular cualquier metal en una zona de 20 metros que tenga restos de piedra en su interior, por lo que un metal con pureza muy alta no servirá.(Como el Oro o la Plata)
Bizvan
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Akuma no mi
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El humo se comenzó a extender por la sala, no parecía haber riesgo de sofocación, pero era ligeramente molesto.
]Un voz conocida me hizo girar mi cabeza y a quien vi fue al marine con quien había tenido un breve charla.
- Oh, me alegra verte de nuevo Erik. -saludé con una pequeña sonrisa.- Bueno, no puedo asegurarlo con toda certeza, pero desde aquí puedo decir que esa puerta está fabricada con un material que sería un problema para ataques normales, pero estoy seguro que si algunos ponen el mismo empeño que con la pobre araña, es puerta caerá en poco segundos. Ah, por cier…
El marine notó como un compañero dejó caer una de las copias del mapa, a lo cual no dudo en tomarlo para comenzar a estudiarlo.
* Bueno, consiguió uno, entonces ya no es necesario. Debería comenzar a entrenar mi memoria, parece ser algo indispensable. *No sólo Tobí, sino también Erik hacían el esfuerzo por memorizar la mayor posible de los caminos.
Doble el mapa y lo guardé en mi piernera táctica para evitar perderlo por accidente.
Tobí me preguntó si había visto. Para ser honesto no estaba seguro, guardar el mapa me hizo no prestar mucha atención a mi alrededor, pero creía haber visto una de esas manchas negras que se manifestaban por el rabillo del ojo, no obstante cuando mirabas bien no había nada ahí.
- No puedo decirlo con honestidad pero parece que sí, ¿será otro máquina? -miré hacia aquellos ocupados frente a la puerta. Era verdad que algunos eran mis superiores con respecto a la marina, no obstante siendo realista, mi presencia no hacía diferencia, ya había suficientes grupos de marines capaces.
* Sin mencionar que solo deseaba obedecer a Kimura…
- Suena interesante ir a investigar, quién sabe, quizás esa cosa sea alguna clase de espía vigilando lo que pasa.
Antes de avanzar, sentí como alguien tocaba mi hombro, al voltear vi a uno de mis esqueletos.
* Ah, había olvidado darles otra indicación después de ordenarles buscar un lugar seguro. Que suerte tengo que acostumbren a seguirme a menos que les indique que se queden en un lugar específico.
- Lo siento. -no había necesidad de disculparme, pero sentí necesario hacerlo con ellos.- Bien, en ese caso vamos contigo Tobi.
No sabía si Erik había terminado de memorizar su mapa, por lo cual decidí solo despedirme de él de manera modesta para evitar desconcentrarse. Si ya había terminado, le diría que iría a investigar algo, aunque era probable que hubiese escuchado la conversación. En todo caso seguiría a mi Nakama junto a mis esqueletos.
]Un voz conocida me hizo girar mi cabeza y a quien vi fue al marine con quien había tenido un breve charla.
- Oh, me alegra verte de nuevo Erik. -saludé con una pequeña sonrisa.- Bueno, no puedo asegurarlo con toda certeza, pero desde aquí puedo decir que esa puerta está fabricada con un material que sería un problema para ataques normales, pero estoy seguro que si algunos ponen el mismo empeño que con la pobre araña, es puerta caerá en poco segundos. Ah, por cier…
El marine notó como un compañero dejó caer una de las copias del mapa, a lo cual no dudo en tomarlo para comenzar a estudiarlo.
* Bueno, consiguió uno, entonces ya no es necesario. Debería comenzar a entrenar mi memoria, parece ser algo indispensable. *No sólo Tobí, sino también Erik hacían el esfuerzo por memorizar la mayor posible de los caminos.
Doble el mapa y lo guardé en mi piernera táctica para evitar perderlo por accidente.
Tobí me preguntó si había visto. Para ser honesto no estaba seguro, guardar el mapa me hizo no prestar mucha atención a mi alrededor, pero creía haber visto una de esas manchas negras que se manifestaban por el rabillo del ojo, no obstante cuando mirabas bien no había nada ahí.
- No puedo decirlo con honestidad pero parece que sí, ¿será otro máquina? -miré hacia aquellos ocupados frente a la puerta. Era verdad que algunos eran mis superiores con respecto a la marina, no obstante siendo realista, mi presencia no hacía diferencia, ya había suficientes grupos de marines capaces.
* Sin mencionar que solo deseaba obedecer a Kimura…
- Suena interesante ir a investigar, quién sabe, quizás esa cosa sea alguna clase de espía vigilando lo que pasa.
Antes de avanzar, sentí como alguien tocaba mi hombro, al voltear vi a uno de mis esqueletos.
* Ah, había olvidado darles otra indicación después de ordenarles buscar un lugar seguro. Que suerte tengo que acostumbren a seguirme a menos que les indique que se queden en un lugar específico.
- Lo siento. -no había necesidad de disculparme, pero sentí necesario hacerlo con ellos.- Bien, en ese caso vamos contigo Tobi.
No sabía si Erik había terminado de memorizar su mapa, por lo cual decidí solo despedirme de él de manera modesta para evitar desconcentrarse. Si ya había terminado, le diría que iría a investigar algo, aunque era probable que hubiese escuchado la conversación. En todo caso seguiría a mi Nakama junto a mis esqueletos.
- Resumen :
- Hablar con Erik.
Decidir seguir a Tobías.
Despedirme de Erik.
Scarlett F. Jones
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Gracias a la combinación de nuestras fuerzas, logramos abrirnos paso y tirar abajo la puerta. Al otro lado nos aguardaba una sala muy amplia y que contaba con un buen grado de iluminación, quizás se parecía un poco a la de la araña pero sin un monstruo que la estuviera custodiando. Parecía que esta vez tendríamos que solucionar un posible puzzle, pues en el suelo habían varias baldosas de distinto tono y unas resaltaban más que las otras. Las baldosas de color cálido estaban salidos y las de color frío parecían haber sido activadas. Así mismo había una mesa en el centro de la estancia en la que había que poner algo encima para activar algo. Esta vez parecía que el problema no se podía llevar a cabo con simple fuerza bruta y tendríamos que juntar nuestras mentes para pensar muy detenidamente para decidir que podíamos hacer para seguir adelante. Tenía pinta de que había que activar algún tipo de mecanismo para abrir algún camino. Pero podría ser que si nos equivocáramos alguna trampa podría activarse.
- ¿Que opináis que deberíamos hacer, chicos? ¿Deberíamos primero probar con la mesa poniendo algo encima para ver que pasa? ¿O deberíamos activar primero las baldosas que sobresalen? Bueno, probaré primero con la mesa para ver que ocurre si colocamos algo encima, igual hay suerte y nos da otra pista - Dije acercándome a la mesa. Cuando ya estaba al lado, coloqué encima una de mis pistolas para probar suerte. Aunque esperaba que no tuviera que dejarla atrás, no me gustaría perder una de mis armas por culpa de un maníaco al que le gustaba realizar juegos mortales.
- Decidme si veis algo activarse -
- ¿Que opináis que deberíamos hacer, chicos? ¿Deberíamos primero probar con la mesa poniendo algo encima para ver que pasa? ¿O deberíamos activar primero las baldosas que sobresalen? Bueno, probaré primero con la mesa para ver que ocurre si colocamos algo encima, igual hay suerte y nos da otra pista - Dije acercándome a la mesa. Cuando ya estaba al lado, coloqué encima una de mis pistolas para probar suerte. Aunque esperaba que no tuviera que dejarla atrás, no me gustaría perder una de mis armas por culpa de un maníaco al que le gustaba realizar juegos mortales.
- Decidme si veis algo activarse -
Ummak Zor-El
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El pelo del shandian comenzó a retraerse de vuelta hacia su cabeza y, al igual que había sucedido con el resto de sus víctimas, Skion y Ummak se prepararon para darle una calurosa bienvenida a su nuevo invitado. Para cuando los cuatro mechones de cabello restantes trajeron ante los revolucionarios al sujeto en cuestión, no pudieron evitar arquear una ceja. Aquel tipo no era ningun marine y, en caso de serlo, lo disimulaba bastante bien. Un cretino de cabello rubio platino, el cual parecía lamido por una vaca, se encontraba frente a ellos y estaba claro quién de los tres estaba más sorprendido. Sin embargo, a diferencia del resto de marines, este no había sido desarmado y en cuanto se recuperó de la sorpresa inicial, enseguida se deshizo de los mechones de cabello con único tajo de una de sus armas.
Una mueca de odio infinito se dibujó en el rostro de Ummak al contemplar como su cabello caía inerte sobre el suelo de la sala. Sus dientes rechinaron y su cabello comenzó a encresparse mientras que su puño se cerraba aun con más fuerza sobre el asta de su Kamihageshii, cuyo filo ardiente parecía estar en sincronía con el temperamento de su portador. El salvaje separó sus pies tanto como pudo el uno del otro y alzó su lanza, apuntando con su filo al rostro del desconocido. Nunca nadie antes le había cortado ningún pelo, puede que para otra persona aquello no significase nada, pero para Ummak aquel acto era toda una declaración de guerra. Pero lo peor es que la ofensa no se quedó ahí, la actitud hostil del shandian obligó a aquel hombre a desenvainar una nueva arma y con esta, volver la afrenta imperdonable.
Casi como si el tiempo se hubiese detenido en la habitación, Ummak contempló como decenas de miles de cabellos comenzaban a flotar casi en suspensión a su alrededor. Cabellos que le pertenecían y que, por algún extraño motivo, no respondían a sus órdenes. Antes de que pudiera darse cuenta de lo ocurrido, observó cómo estos caían irremediablemente sobre el suelo, una vez más. Aun incrédulo, el guerrillero se pasó su mano izquierda por la cabeza y tocó algo de textura similar al terciopelo ¿Qué había sido de su rebelde mata de pelo? Aquel tipo había herido su orgullo. Bueno, también su vanidad, su seguridad y también otras muchas cosas. En aquel momento la mirada de Ummak no era tan distinta a la de un animal rabioso.
- ¡Yer tikh vo thirat tat neak tat laqikh, Driv-mahrazh! – maldijo desde lo más profundo de su ser mientras alzaba su brazo derecho sobre su cabeza con un brusco movimiento, haciendo que el dial de corindón comenzara a estirarse hacia el techo de la sala.
Habría continuado con aquella locura de no ser porque alguien le susurro a su espalda. Un susurró que le obligó a arrojar su lanza al suelo para poder cubrirse las orejas con ambas manos ¿Desde cuándo el silencioso Skión había aprendido a ensordecer con susurros? Aún más malhumorado que antes se giró hacia el revolucionario para propinarle la patada que tan inmerecidamente había recibido el submarino en su lugar. Pero al hacerlo, se topó con un par de enormes pies que superaban el tamaño de cualquier hombre que Ummak hubiese visto jamás. A medida que su cuello se inclinaba para ser consciente de la colosal estatura del hombre que se encontraba frente a él, su ira y mal humor comenzaban a aplacarse.
- Yo ser Ummak y este ser Skión. Tú… tú poder comer a Skión, yo ser todo hueso y no haber visto agua en meses – balbuceó casi sin saber porque demonios le estaba respondiendo a su pregunta – ¡También poder comer a Driv-mahrazh! – exclamó, recordando que el tipo rubio aún seguía allí, al cual comenzó a señalar; al hacerlo, el papel doblado y mordido que había escondido sobre la gorra cayó al suelo.
Una mueca de odio infinito se dibujó en el rostro de Ummak al contemplar como su cabello caía inerte sobre el suelo de la sala. Sus dientes rechinaron y su cabello comenzó a encresparse mientras que su puño se cerraba aun con más fuerza sobre el asta de su Kamihageshii, cuyo filo ardiente parecía estar en sincronía con el temperamento de su portador. El salvaje separó sus pies tanto como pudo el uno del otro y alzó su lanza, apuntando con su filo al rostro del desconocido. Nunca nadie antes le había cortado ningún pelo, puede que para otra persona aquello no significase nada, pero para Ummak aquel acto era toda una declaración de guerra. Pero lo peor es que la ofensa no se quedó ahí, la actitud hostil del shandian obligó a aquel hombre a desenvainar una nueva arma y con esta, volver la afrenta imperdonable.
Casi como si el tiempo se hubiese detenido en la habitación, Ummak contempló como decenas de miles de cabellos comenzaban a flotar casi en suspensión a su alrededor. Cabellos que le pertenecían y que, por algún extraño motivo, no respondían a sus órdenes. Antes de que pudiera darse cuenta de lo ocurrido, observó cómo estos caían irremediablemente sobre el suelo, una vez más. Aun incrédulo, el guerrillero se pasó su mano izquierda por la cabeza y tocó algo de textura similar al terciopelo ¿Qué había sido de su rebelde mata de pelo? Aquel tipo había herido su orgullo. Bueno, también su vanidad, su seguridad y también otras muchas cosas. En aquel momento la mirada de Ummak no era tan distinta a la de un animal rabioso.
- ¡Yer tikh vo thirat tat neak tat laqikh, Driv-mahrazh! – maldijo desde lo más profundo de su ser mientras alzaba su brazo derecho sobre su cabeza con un brusco movimiento, haciendo que el dial de corindón comenzara a estirarse hacia el techo de la sala.
Habría continuado con aquella locura de no ser porque alguien le susurro a su espalda. Un susurró que le obligó a arrojar su lanza al suelo para poder cubrirse las orejas con ambas manos ¿Desde cuándo el silencioso Skión había aprendido a ensordecer con susurros? Aún más malhumorado que antes se giró hacia el revolucionario para propinarle la patada que tan inmerecidamente había recibido el submarino en su lugar. Pero al hacerlo, se topó con un par de enormes pies que superaban el tamaño de cualquier hombre que Ummak hubiese visto jamás. A medida que su cuello se inclinaba para ser consciente de la colosal estatura del hombre que se encontraba frente a él, su ira y mal humor comenzaban a aplacarse.
- Yo ser Ummak y este ser Skión. Tú… tú poder comer a Skión, yo ser todo hueso y no haber visto agua en meses – balbuceó casi sin saber porque demonios le estaba respondiendo a su pregunta – ¡También poder comer a Driv-mahrazh! – exclamó, recordando que el tipo rubio aún seguía allí, al cual comenzó a señalar; al hacerlo, el papel doblado y mordido que había escondido sobre la gorra cayó al suelo.
Dretch
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El marine de la tribu de los brazos largos habló, recordándole una vez más al tipo que tantos quebraderos de cabeza le estaba dando aquella noche.
- No tengo ni idea de las motivaciones que pueden llevar a un yonkou a colaborar con el Gobierno Mundial pero una cosa es segura, una vez termine esta misión, para bien o para mal, él sigue siendo nuestro enemigo. No os acostumbréis demasiado a su presencia.
Tras aquello, Zor-El pareció reparar de nuevo en su presencia y de alguna forma debió de captar que algo raro pasaba con él, que no era tipo que el solía conocer.
- ¿Cerebrelo? – repitió confuso, mientras trataba de descifrar que demonios quería decir – Da igual, imagina por un momento que esta aguja estuviese en mitad de esa tribu tuya y que nadie hasta el último momento se hubiese dado cuenta de que es un peligro mortal. Si alguna vez hubo un momento de estar tenso, es este.
¿Había sido buena idea darle el mapa a Shintaro? Aquella pregunta atormentaba al agente, sin embargo, ya no podía desdecirse de su palabra. Al principio comenzaron a avanzar con paso lento pero seguro, pero en cuanto continuaron avanzando por el estrecho pasillo, enseguida comenzaron a toparse con extraños y convenientes estanques repletos de agua. Nada a priori perturbador, no es que Dretch supiese mucho sobre aquellas cosas, pero sospechaba que la humedad no debería de ser especialmente buena para toda aquella maquinaria. Fuera como fuese, en seguida se percató de que por algún extraño motivo habían comenzado a avanzar con mayor rapidez y sospechaba que aquello no tenía nada que ver con que Shintaro hubiese encontrado algún atajo en aquel mapa. Sin embargo, el agente no lograba ver ni oír nada sospechoso. El constante ruido de la maquinaria en movimiento, el goteo arrítmico sobre la superficie de los estanques y sus propias pisadas.
Justo cuando había creído que el asunto de la supuesta deslealtad de Shintaro estaba zanjado, un extraño clip volador con una molesta voz de pito comenzó a reproducir como un papagayo una conversación. Entre las voces de los interlocutores, enseguida identificó la de Shintaro, la otra debía de ser la Dexter Black ¿Es que no había quedado claro que ese era un tema tabú? Como el que apartaba a una molesta mosca, el agente dio un manotazo al excéntrico robot arrojándolo “accidentalmente” sobre uno de los estanques. Al cabo de unos segundos, cuando la voz de pito desapareció, lo sacó del agua con su brazo biónico y se lo ofreció de vuelta a su propietario.
- Yo que tú lo metería en arroz- se excusó.
Al cabo de un tiempo, el goteo comenzó a convertirse en un chapoteo arrítmico y al girarse hacia atrás, se percató de que las zonas de agua cercanas a ellos parecían estar en ebullición. Al fijarse bien, observo que decenas de peces, con confuso gesto que oscilaba entre mala hostia y entre estar recién levantados de una siesta de dos horas, les pisaban los talones. Acelerando el ritmo, el grupo se apresuró a recorrer los últimos metros que los separaban de la siguiente sala y lo habrían hecho, de no ser porque una puerta herméticamente sellada les bloqueaba el camino. Ahora, entre la espada y la pared, no les quedaba más remedio que averiguar la forma de abrir aquella puerta antes de que aquellas pseudo pirañas maquineras les dieran alcance.
- Tratad de abrir esa cosa, me da igual como tengáis que hacerlo – puntualizó dirigiéndole una mirada a Fitzgerald, mientras finalmente sacaba el revólver del interior de su gabardina y se daba media vuelta hacia los peces bipolares – El resto, formad en torno a la puerta y no dejéis que esas… cosas se acerquen.
- No tengo ni idea de las motivaciones que pueden llevar a un yonkou a colaborar con el Gobierno Mundial pero una cosa es segura, una vez termine esta misión, para bien o para mal, él sigue siendo nuestro enemigo. No os acostumbréis demasiado a su presencia.
Tras aquello, Zor-El pareció reparar de nuevo en su presencia y de alguna forma debió de captar que algo raro pasaba con él, que no era tipo que el solía conocer.
- ¿Cerebrelo? – repitió confuso, mientras trataba de descifrar que demonios quería decir – Da igual, imagina por un momento que esta aguja estuviese en mitad de esa tribu tuya y que nadie hasta el último momento se hubiese dado cuenta de que es un peligro mortal. Si alguna vez hubo un momento de estar tenso, es este.
¿Había sido buena idea darle el mapa a Shintaro? Aquella pregunta atormentaba al agente, sin embargo, ya no podía desdecirse de su palabra. Al principio comenzaron a avanzar con paso lento pero seguro, pero en cuanto continuaron avanzando por el estrecho pasillo, enseguida comenzaron a toparse con extraños y convenientes estanques repletos de agua. Nada a priori perturbador, no es que Dretch supiese mucho sobre aquellas cosas, pero sospechaba que la humedad no debería de ser especialmente buena para toda aquella maquinaria. Fuera como fuese, en seguida se percató de que por algún extraño motivo habían comenzado a avanzar con mayor rapidez y sospechaba que aquello no tenía nada que ver con que Shintaro hubiese encontrado algún atajo en aquel mapa. Sin embargo, el agente no lograba ver ni oír nada sospechoso. El constante ruido de la maquinaria en movimiento, el goteo arrítmico sobre la superficie de los estanques y sus propias pisadas.
Justo cuando había creído que el asunto de la supuesta deslealtad de Shintaro estaba zanjado, un extraño clip volador con una molesta voz de pito comenzó a reproducir como un papagayo una conversación. Entre las voces de los interlocutores, enseguida identificó la de Shintaro, la otra debía de ser la Dexter Black ¿Es que no había quedado claro que ese era un tema tabú? Como el que apartaba a una molesta mosca, el agente dio un manotazo al excéntrico robot arrojándolo “accidentalmente” sobre uno de los estanques. Al cabo de unos segundos, cuando la voz de pito desapareció, lo sacó del agua con su brazo biónico y se lo ofreció de vuelta a su propietario.
- Yo que tú lo metería en arroz- se excusó.
Al cabo de un tiempo, el goteo comenzó a convertirse en un chapoteo arrítmico y al girarse hacia atrás, se percató de que las zonas de agua cercanas a ellos parecían estar en ebullición. Al fijarse bien, observo que decenas de peces, con confuso gesto que oscilaba entre mala hostia y entre estar recién levantados de una siesta de dos horas, les pisaban los talones. Acelerando el ritmo, el grupo se apresuró a recorrer los últimos metros que los separaban de la siguiente sala y lo habrían hecho, de no ser porque una puerta herméticamente sellada les bloqueaba el camino. Ahora, entre la espada y la pared, no les quedaba más remedio que averiguar la forma de abrir aquella puerta antes de que aquellas pseudo pirañas maquineras les dieran alcance.
- Tratad de abrir esa cosa, me da igual como tengáis que hacerlo – puntualizó dirigiéndole una mirada a Fitzgerald, mientras finalmente sacaba el revólver del interior de su gabardina y se daba media vuelta hacia los peces bipolares – El resto, formad en torno a la puerta y no dejéis que esas… cosas se acerquen.
Galhard
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Galhard recibió la botella de alcohol que pidió de manos de Jack, con atención escuchó las palabras de su superior. "Ponerse serio cuando sea necesario" El joven marine reflexionó unos segundos frente a ello. Al fin y al cabo tenía razón, la vida es una aventura y hay que disfrutarla, vivir ahogado en la preocupación no serviría de nada... La pregunta que se formulaba él mismo ahora era cuando preocuparse y cuando no. Girando su vista hacia Al, el cual disfrutaba de su bebida le transmitió un atisbo de calma. "Supongo que solo debería preocuparme cuando él y los demás compañeros lo hagan, aun así tengo mucho que hacer todavía". Con una ligera reverencia agradeció el regalo de Jack y las palabras que con él había compartido. Al fin y al cabo le quedaba mucho por aprender de como funcionaba el mundo y la Marina. Dejando a un lado la botella tomó la espada que reposaba en su cintura y cortó un trozo de cortina con ella.
-Muchas gracias oficial Jack y recordaré bien esas palabras, cuando desbaratemos los planes del dueño de la aguja espero que podamos todos compartir unos tragos juntos, sin duda si con alguien merece la pena compartir copas es con todos los que se encuentran aquí presentes, no conozco al otro oficial...¿Zuko se llama? Se que es el deber de la Marina, pero para mi es muy importante que queráis salvar este mar... Así que no habría mejor forma de estrechar lazos que celebrar la victoria cuando la logremos. En una isla de aquí cerca hacen un ron con miel exquisito, aunque me tenga que gastar los ahorros en ello me gustará invitaros a la brigada y al oficial Zuko a probarlo.- Mientras hablaba, el rostro de Galhard que momentos antes mostraba desagrado reflejaba ahora felicidad, sin duda las palabras de Jack, aunque breves le ayudaron a cambiar el animo. Tomó el trozo de cortina y se dirigió donde Arthur y Leiren ordenaban los atriles.
-...Incluso ese pirata con quienes hemos hecho alianza, no parece mal tipo ¿Verdad Oficial Jack? Estudiaré bien cuales fueron sus andanzas.
Llegó donde Arthur y Leiren se encontraban, con curiosidad observó la disposición de los atriles que estaban ordenados de forma impecable.
-Espero que no os moleste pero voy a tomar prestado uno, pensaba usarlos todos pero... Dudo que funcione como tengo pensado...- Tras ello y con cuidado tomó un atril al azar, envolviendo la parte donde iría la partitura con el trozo de cortina que había cortado, se dirigió hacía donde había dejado la botella, tomándola y vertiendo un poco del contenido de alcohol en la tela para seguidamente encenderla con el viejo mechero, creando una improvisada antorcha y acercándola al resto de la cortina que quedaba por quemar.
-Espero que esto sea suficiente para iluminar la fiesta- Dijo mientras movía con suavidad la antorcha por las cortinas.
-Muchas gracias oficial Jack y recordaré bien esas palabras, cuando desbaratemos los planes del dueño de la aguja espero que podamos todos compartir unos tragos juntos, sin duda si con alguien merece la pena compartir copas es con todos los que se encuentran aquí presentes, no conozco al otro oficial...¿Zuko se llama? Se que es el deber de la Marina, pero para mi es muy importante que queráis salvar este mar... Así que no habría mejor forma de estrechar lazos que celebrar la victoria cuando la logremos. En una isla de aquí cerca hacen un ron con miel exquisito, aunque me tenga que gastar los ahorros en ello me gustará invitaros a la brigada y al oficial Zuko a probarlo.- Mientras hablaba, el rostro de Galhard que momentos antes mostraba desagrado reflejaba ahora felicidad, sin duda las palabras de Jack, aunque breves le ayudaron a cambiar el animo. Tomó el trozo de cortina y se dirigió donde Arthur y Leiren ordenaban los atriles.
-...Incluso ese pirata con quienes hemos hecho alianza, no parece mal tipo ¿Verdad Oficial Jack? Estudiaré bien cuales fueron sus andanzas.
Llegó donde Arthur y Leiren se encontraban, con curiosidad observó la disposición de los atriles que estaban ordenados de forma impecable.
-Espero que no os moleste pero voy a tomar prestado uno, pensaba usarlos todos pero... Dudo que funcione como tengo pensado...- Tras ello y con cuidado tomó un atril al azar, envolviendo la parte donde iría la partitura con el trozo de cortina que había cortado, se dirigió hacía donde había dejado la botella, tomándola y vertiendo un poco del contenido de alcohol en la tela para seguidamente encenderla con el viejo mechero, creando una improvisada antorcha y acercándola al resto de la cortina que quedaba por quemar.
-Espero que esto sea suficiente para iluminar la fiesta- Dijo mientras movía con suavidad la antorcha por las cortinas.
- Resumen(Jack, Zuko, Leiren y Arthur.):
-Escuchar a Jack
-Tratar de tomarse las cosas de forma más relajada e invitar a los allí presentes a alcohol caro cuando acabe la misión.
-Ser pirómano
Taylor Fitzgerald
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Taylor avanzaba por detrás, con el semblante serio tras la reprimenda de Dretch. Encima que se molestaba en ayudar, en desenmascarar cualquier signo de traición y él, simplemente estaba en desacuerdo. ¿Acaso era cómplice del peliverde? No quería creer eso, no quería creer que su superior sucumbiese ante la traición tan fácilmente, pero todos sus actos y comportamientos daban a entender que pretendía encubrirlo, pero Taylor no haría nada, de hecho se guardaría la información de que Shintaro había estado durante años viajando con Dexter.
Por otro lado, se fijó en lo que había hecho Simo con su robot. Un buen robot, pero de no ser por ella el jamás hubiese obtenido esa información. La autómata se cruzó de brazos y lo miró de reojo, avanzando por delante de él y empujándolo ligeramente con su hombro. El lugar por el que avanzaban tenía demasiada agua y prefería no acercarse mucho a la orilla. Incluso pirañas, se detuvo a ver uno durante unos segundos y después continuar su camino.
Finalmente llegaron hasta una puerta acompañada de un teclado numérico. Debían averiguar una combinación para poder abrirla. Taylor se acercó, quedándose en frente del teclado y leyó varias veces el acertijo. Guiño, Fiesta, Cuate y Yarda eran las palabras que debía analizar. La pelirrosa comenzó a pensar en las letras de las palabras y sus vocales. Se llevó la mano a la barbilla y, con la izquierda, dio unos suaves toqueteos en el borde del teclado.
-Guiño, Fiesta, Cuate, Yarda. Todas conforman las vocales A, E, I, O, U, pero no van en orden ni siguen un patrón lógico. Descartado. - comenzó a hablar de manera apresurada -. Quizás consista en el número de letras que posea cada palabra, todas constan de cinco excepto una, que tiene seis. Esta quizás serviría... Sin embargo, otra opción podría ser el inicio de cada palabra y el número que ocupa en el alfabeto. Demasiado obvia, descartada. Probaré con la segunda opción.
Escribió 5655 en el teclado y esperó a ver si funcionaba o no. Había hecho cálculos rápidos, no tenía tiempo para tratar de encontrar soluciones más lógicas y, las pirañas que les perseguían atontadamente, parecía que iban a espabilar de un momento a otro.
Por otro lado, se fijó en lo que había hecho Simo con su robot. Un buen robot, pero de no ser por ella el jamás hubiese obtenido esa información. La autómata se cruzó de brazos y lo miró de reojo, avanzando por delante de él y empujándolo ligeramente con su hombro. El lugar por el que avanzaban tenía demasiada agua y prefería no acercarse mucho a la orilla. Incluso pirañas, se detuvo a ver uno durante unos segundos y después continuar su camino.
Finalmente llegaron hasta una puerta acompañada de un teclado numérico. Debían averiguar una combinación para poder abrirla. Taylor se acercó, quedándose en frente del teclado y leyó varias veces el acertijo. Guiño, Fiesta, Cuate y Yarda eran las palabras que debía analizar. La pelirrosa comenzó a pensar en las letras de las palabras y sus vocales. Se llevó la mano a la barbilla y, con la izquierda, dio unos suaves toqueteos en el borde del teclado.
-Guiño, Fiesta, Cuate, Yarda. Todas conforman las vocales A, E, I, O, U, pero no van en orden ni siguen un patrón lógico. Descartado. - comenzó a hablar de manera apresurada -. Quizás consista en el número de letras que posea cada palabra, todas constan de cinco excepto una, que tiene seis. Esta quizás serviría... Sin embargo, otra opción podría ser el inicio de cada palabra y el número que ocupa en el alfabeto. Demasiado obvia, descartada. Probaré con la segunda opción.
Escribió 5655 en el teclado y esperó a ver si funcionaba o no. Había hecho cálculos rápidos, no tenía tiempo para tratar de encontrar soluciones más lógicas y, las pirañas que les perseguían atontadamente, parecía que iban a espabilar de un momento a otro.
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El lobo olfateó el aire, observando la sala en la que se encontraban. Era alargada y extraña, como todas las habitaciones en las que se encontraban. Estaba todo oscuro, hasta que una luz reveló el terror que allí se encontraba. Una bestia de metal de gran tamaño se alzaba ante ellos. El lobo llevó veloz su mano derecha al mango de la espada que sobresalía tras su hombro, estirando el brazo para detener a Kodlak y la pequeña que se encontraban detrás de él. Tras la orden de Osuka y el ataque de sus compañeros al monstruo, el licántropo desenvainó la espada y agudizó sus sentidos.
No estaba acostumbrado a acatar órdenes, pues en Greenlyn era él quien las daba. Sin embargo, no era tonto. Sabía que lo único en aquel instante que se interponía entre el monstruo y aquella niña eran él y Kodlak. Y estaba seguro al cien por cien de que aquella niña sobreviviría a aquello. El animal que lo acompañaba se colocó también en posición, enseñando los dientes a la gigantesca criatura mientras los demás intentaban abatirla.
El ritmo de su respiración se aceleró mientras que el valor empezaba a crecer en él. El rostro de su hija se apareció ante sus ojos, recordándole que tenía alguien por lo cual volver a Greenlyn y combatir un día más. Apretó fuertemente el puño en el mango de la espada y apretó los dientes, que ahora parecían más bien colmillos como los de su compañero canino. Es más, si alguien estaba cerca es posible que pudiese oírle gruñir a él también.
No estaba acostumbrado a acatar órdenes, pues en Greenlyn era él quien las daba. Sin embargo, no era tonto. Sabía que lo único en aquel instante que se interponía entre el monstruo y aquella niña eran él y Kodlak. Y estaba seguro al cien por cien de que aquella niña sobreviviría a aquello. El animal que lo acompañaba se colocó también en posición, enseñando los dientes a la gigantesca criatura mientras los demás intentaban abatirla.
El ritmo de su respiración se aceleró mientras que el valor empezaba a crecer en él. El rostro de su hija se apareció ante sus ojos, recordándole que tenía alguien por lo cual volver a Greenlyn y combatir un día más. Apretó fuertemente el puño en el mango de la espada y apretó los dientes, que ahora parecían más bien colmillos como los de su compañero canino. Es más, si alguien estaba cerca es posible que pudiese oírle gruñir a él también.
- REsumen:
- Proteger a Jul
Arqueé una ceja, atónito ante la autoridad que se concedía el tal Giotto. No obstante, no repliqué y me limité a continuar rascando la oreja de Ellie. Al parecer, le había gustado. Decirle al agente que no pensaba hacerlo podría dar lugar a una discusión. De hecho, lo más probable era que así fuese y, haciendo honor a la verdad, la sola perspectiva de pasar un rato confrontado ideas ya me agotaba.
Cerré mi túnica por completo, dejando a la vista únicamente el bajo de los pantalones. Era blanco, sí, pero eso no tenía por qué significar nada en absoluto. Sin embargo, el intento de orden que me habían intentado dar me hizo reflexionar sobre la situación. Mis dos compañeros estaban habituados a actuar de forma encubierta, secreta y, en muchas ocasiones, extremadamente turbia y oscura. Al menos ésa era la escasa información que yo tenía acerca del Cipher Pol. Sólo esperaba que no pretendiesen que actuase como si yo perteneciera a la misma organización que ellos. Fuera como fuere, llegado el momento terminarían por comprobar que no sería así.
—Una mascota bastante grande, ¿no? —respondí a la mink, viendo cómo se quitaba los zapatos y hacía lo que ya había anunciado—. Pero creo que puede funcionar, así que por mí adelante.
Nos introdujimos en la estancia ocupada por Bleyd Master. Que le hubiesen colocado a la cabeza de los más buscados por el Gobierno Mundial era algo a tener muy en cuenta, pero el peso que se oponía a ese hecho en la balanza también era muy pesado: el mundo peligraba. Subir y detener aquel maldito sistema era la prioridad, así que me vi obligado a reprimir cualquier impulso y limitarme a ver cómo Giotto daba saltos de un lugar a otro. Debía reconocer que arrancaba una bella melodía a aquella suerte de peldaños musicales.
Del mismo modo que el rubio me sorprendió positivamente, quien en teoría debía ser mi objetivo lo hizo justo al contrario. Hubiera esperado algo más de su parte, no que se limitase a lanzar una amenaza tan absurda y carente de sentido como infantil. ¿Quién demonios había comentado algo acerca del tal Fluffle? ¡Si ni siquiera creía que alguien le hubiese mirado!
Suspiré, preocupado por la deriva del mundo si semejante individuo se encontraba entre las prioridades de una institución tan poderosa como la Marina. Pese a ello, al mismo tiempo rezaba en silencio por que el comodoro o el comandante no se enterasen de lo que estaba sucediendo allí. Suponía que entenderían mi decisión y que hubiese decidido priorizar tratar de acabar con el Jinete. Aun así, si podía quedar como algo entre el silencio y yo, eso que me llevaba. «De entrada, menos explicaciones», me sorprendí pensando al tiempo que Giotto pisaba una nueva tecla.
Cerré mi túnica por completo, dejando a la vista únicamente el bajo de los pantalones. Era blanco, sí, pero eso no tenía por qué significar nada en absoluto. Sin embargo, el intento de orden que me habían intentado dar me hizo reflexionar sobre la situación. Mis dos compañeros estaban habituados a actuar de forma encubierta, secreta y, en muchas ocasiones, extremadamente turbia y oscura. Al menos ésa era la escasa información que yo tenía acerca del Cipher Pol. Sólo esperaba que no pretendiesen que actuase como si yo perteneciera a la misma organización que ellos. Fuera como fuere, llegado el momento terminarían por comprobar que no sería así.
—Una mascota bastante grande, ¿no? —respondí a la mink, viendo cómo se quitaba los zapatos y hacía lo que ya había anunciado—. Pero creo que puede funcionar, así que por mí adelante.
Nos introdujimos en la estancia ocupada por Bleyd Master. Que le hubiesen colocado a la cabeza de los más buscados por el Gobierno Mundial era algo a tener muy en cuenta, pero el peso que se oponía a ese hecho en la balanza también era muy pesado: el mundo peligraba. Subir y detener aquel maldito sistema era la prioridad, así que me vi obligado a reprimir cualquier impulso y limitarme a ver cómo Giotto daba saltos de un lugar a otro. Debía reconocer que arrancaba una bella melodía a aquella suerte de peldaños musicales.
Del mismo modo que el rubio me sorprendió positivamente, quien en teoría debía ser mi objetivo lo hizo justo al contrario. Hubiera esperado algo más de su parte, no que se limitase a lanzar una amenaza tan absurda y carente de sentido como infantil. ¿Quién demonios había comentado algo acerca del tal Fluffle? ¡Si ni siquiera creía que alguien le hubiese mirado!
Suspiré, preocupado por la deriva del mundo si semejante individuo se encontraba entre las prioridades de una institución tan poderosa como la Marina. Pese a ello, al mismo tiempo rezaba en silencio por que el comodoro o el comandante no se enterasen de lo que estaba sucediendo allí. Suponía que entenderían mi decisión y que hubiese decidido priorizar tratar de acabar con el Jinete. Aun así, si podía quedar como algo entre el silencio y yo, eso que me llevaba. «De entrada, menos explicaciones», me sorprendí pensando al tiempo que Giotto pisaba una nueva tecla.
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