Dexter Black
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-¿Y por qué no? -Preguntó-. Soy científico, mi deber cuando termine todo esto es ayudar a quien lo necesite, -hizo una pausa, exhalando profundamente mientras la chica se alejaba- y si tú lo necesitas... pídelo.
Las últimas palabras eran poco más que una coda apenas audible. Esa chica era físicamente perfecta, pero algo le decía que no era más que una muñequita rota... Y sentía cierta debilidad por las muñequitas rotas. La vio alejarse con cierta ternura: Era una niñita, en cierto modo. ¿Cuántos años tendría? Podía incluso tener meses, tratarse de una criatura artificial perfectamente dotada de autoconsciencia y estar descubriendo el mundo en cierto modo. Poseía la visión dogmática de muchos agentes, pero era poco probable que alguien pudiese mantener esa óptica si sus horizontes eran ampliados, aunque había conocido a Kimura Hayate... ¿Dónde estaría la hoja fiordiana tras tanto tiempo? En cualquier caso, dejó de distraerse y sacudió la cabeza por un instante.
-Sí, ciertamente -respondió a Deathstroke. ¿Donde estaban los demás?-. Tenemos mucho por hacer.
Entró a la habitación donde minutos antes había visto a Bleyd liarla parda -y casi matar a un almirante de la Marina- con el cuidado propio de un cobarde en casa ajena, aunque con la presteza del viento como si no temiera a nada. Si por cualquier casualidad debiera preocuparse de algo, eso sería el enorme árbol que estaba meando encima de un pez que, de no estar él en forma legado, sería mucho más alto que... Volvió a su forma humana, y el pez era apenas veinte centímetros más alto que él, a ojo de buen cubero. Y tenía dos penes. Habría hecho un comentario jocoso, pero no era el momento ni el lugar. Y probablemente tampoco lo habría sido si el apocalipsis no estuviera cerniéndose sobre el mundo.
-En fin, tenemos trabajo por aquí. Lo primero de todo... ¡¿Hay algún dibujante en la sala?!
Esperaba con su grito poder atraer la atención de cuántos más mejor. A través del escáner M.I.D.O.R.I.M.A. él podía introducir el mapa en el S.M.A.U.G., pero cuánta más gente contara con los planos más probabilidades tenían de triunfar.
-¡Necesito que alguien con talento copie cuantos más planos mejor, y los reparta entre quienes lo necesiten! ¡Al menos un mapa por grupo, y repartíos en equipos de no más de seis personas si es posible! ¡Eh, tú, el tuerto! ¡Tienes pinta de captar bien la profundidad! ¿Quieres pintarme como a uno de tus mapas burgueses? -miró hacia el árbol- Kodama, ¿nos acompañas? Creo que tenemos muchas cosas que hablar. Y la rubia ya se te ha adelantado. -Un leve movimiento de cuello apuntó a Al Naion, que ya estaba ligando durante el ejercicio del deber... Cuándo aprendería.
Las últimas palabras eran poco más que una coda apenas audible. Esa chica era físicamente perfecta, pero algo le decía que no era más que una muñequita rota... Y sentía cierta debilidad por las muñequitas rotas. La vio alejarse con cierta ternura: Era una niñita, en cierto modo. ¿Cuántos años tendría? Podía incluso tener meses, tratarse de una criatura artificial perfectamente dotada de autoconsciencia y estar descubriendo el mundo en cierto modo. Poseía la visión dogmática de muchos agentes, pero era poco probable que alguien pudiese mantener esa óptica si sus horizontes eran ampliados, aunque había conocido a Kimura Hayate... ¿Dónde estaría la hoja fiordiana tras tanto tiempo? En cualquier caso, dejó de distraerse y sacudió la cabeza por un instante.
-Sí, ciertamente -respondió a Deathstroke. ¿Donde estaban los demás?-. Tenemos mucho por hacer.
Entró a la habitación donde minutos antes había visto a Bleyd liarla parda -y casi matar a un almirante de la Marina- con el cuidado propio de un cobarde en casa ajena, aunque con la presteza del viento como si no temiera a nada. Si por cualquier casualidad debiera preocuparse de algo, eso sería el enorme árbol que estaba meando encima de un pez que, de no estar él en forma legado, sería mucho más alto que... Volvió a su forma humana, y el pez era apenas veinte centímetros más alto que él, a ojo de buen cubero. Y tenía dos penes. Habría hecho un comentario jocoso, pero no era el momento ni el lugar. Y probablemente tampoco lo habría sido si el apocalipsis no estuviera cerniéndose sobre el mundo.
-En fin, tenemos trabajo por aquí. Lo primero de todo... ¡¿Hay algún dibujante en la sala?!
Esperaba con su grito poder atraer la atención de cuántos más mejor. A través del escáner M.I.D.O.R.I.M.A. él podía introducir el mapa en el S.M.A.U.G., pero cuánta más gente contara con los planos más probabilidades tenían de triunfar.
-¡Necesito que alguien con talento copie cuantos más planos mejor, y los reparta entre quienes lo necesiten! ¡Al menos un mapa por grupo, y repartíos en equipos de no más de seis personas si es posible! ¡Eh, tú, el tuerto! ¡Tienes pinta de captar bien la profundidad! ¿Quieres pintarme como a uno de tus mapas burgueses? -miró hacia el árbol- Kodama, ¿nos acompañas? Creo que tenemos muchas cosas que hablar. Y la rubia ya se te ha adelantado. -Un leve movimiento de cuello apuntó a Al Naion, que ya estaba ligando durante el ejercicio del deber... Cuándo aprendería.
- Resumen:
- Entrar, buscar un dibujante, intentar equipo con Kodama.
Hamlet
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Observé como Bizvan se quedaba atrás, concentrado en escudriñar las características de la araña, mientras Tobias aún rondaba sobre esta. Sin detenerme, seguí más de cerca al comodoro Kasai, que avanzaba impasible por el pasillo. Si Bizvan poseía semejantes habilidades precognitivas, estaba seguro que el líder de mi nueva flota sería capaz de usar dichas aptitudes, por lo que sentí que mis esfuerzos para detectar cualquier tipo de medida de seguridad a mi alrededor eran poco más que futiles. Suspiré. De nuevo me sentía un inútil.
Recordé que la chica seguía junto a mí, y como con el ruido que estaba creciendo a mis espaldas ser sigiloso sería actuar en vano, decidí entablar conversación con mi protegida.
-¿Cómo te llamas? -pregunté en voz baja, incluso tras haber desestimado la vía de la ocultación-. Es importante que un equipo se conozca para poder coordinarse mejor. Si soy consciente de lo que se te da bien y lo que no, podré actuar en consecuencia.
Aquella sugerencia me había recordado a la primera conversación que tuve con el teniente comandante Kimura, poco antes de su trágica desaparición durante la batalla de Gray Rock. Aquello me puso la piel de gallina. Era la primera vez que alguien confiaba en mí y en que sería capaz de serle útil con mis capacidades.
-Asegúrate de no separarte mucho de mí -proseguí-. Eso es lo último que necesitamos mientras estamos en territorio enemigo. Si algo me ocurre, quédate con el comodoro Kasai o alguno de sus lugartenientes -hice una pausa, echando un vistazo al mencionado mando de los marines-. Discúlpame un momento.
En lugar de acudir a hablar con el temido oficial, me paré junto a Blackthorn, que parecía algo distraído. No le escuché saludarme, aunque recordé que eso era completamente normal.
-Bueno, Kayn -dije, en voz baja-. ¿Cómo lo ves? ¿Se te ocurre algo? No creo que las arañas y las tuberías sean quienes están detrás de esta enorme amenaza contra los mares.
Recordé que la chica seguía junto a mí, y como con el ruido que estaba creciendo a mis espaldas ser sigiloso sería actuar en vano, decidí entablar conversación con mi protegida.
-¿Cómo te llamas? -pregunté en voz baja, incluso tras haber desestimado la vía de la ocultación-. Es importante que un equipo se conozca para poder coordinarse mejor. Si soy consciente de lo que se te da bien y lo que no, podré actuar en consecuencia.
Aquella sugerencia me había recordado a la primera conversación que tuve con el teniente comandante Kimura, poco antes de su trágica desaparición durante la batalla de Gray Rock. Aquello me puso la piel de gallina. Era la primera vez que alguien confiaba en mí y en que sería capaz de serle útil con mis capacidades.
-Asegúrate de no separarte mucho de mí -proseguí-. Eso es lo último que necesitamos mientras estamos en territorio enemigo. Si algo me ocurre, quédate con el comodoro Kasai o alguno de sus lugartenientes -hice una pausa, echando un vistazo al mencionado mando de los marines-. Discúlpame un momento.
En lugar de acudir a hablar con el temido oficial, me paré junto a Blackthorn, que parecía algo distraído. No le escuché saludarme, aunque recordé que eso era completamente normal.
-Bueno, Kayn -dije, en voz baja-. ¿Cómo lo ves? ¿Se te ocurre algo? No creo que las arañas y las tuberías sean quienes están detrás de esta enorme amenaza contra los mares.
- Resumen:
- Relleno. Hablar con la chica, pensar en tiempos mejores y pasarme a saludar a Kayn.
Osuka Sumisu
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La puerta intimidante resultó ser una decepción, pues cayó con suma facilidad a los golpes del coloso de piedra. Esperaba que fuese un defecto de haber construido aquella estructura con demasiada rapidez y no el hecho de que estuvieran subestimando a sus invasores. Quizá a cuanto más se subía, más complicado se ponía, como aquellos juegos que recordaba tener de niño.
Tras recobrar su aspecto normal, dio unos pasos hacia el interior, pero se detuvo cuando estuvo a punto de pisar la nada. Un segundo más y hubiese tenido una buena caída.
Por unos instantes por casi se cayó de nuevo al sobresaltarse por Moko, digo Makintosh.
- Primero, es Osu. Segundo, ESA niña en concreto no es mía- por un momento se acordó de Irie, pues la había dejado en la base de Thriller Bark y deseaba con ganas con que no le pasase nada-. Tercero; dudo que Annie haga eso. Cuarto; eres Maki. Y quinto; ¿A quién no le gusta el coco?
Sabia que el Oficial Maki era raro, pero aquello de la amnesia era nuevo.
Por otra parte, Osu y Annie se adelantarían a explorar aquel abismo, pero le pillo por sorpresa cuando la arquera le levanto del aire con una burbuja.ç
- No tengas miedo!- dijo Annie
- No si te has dado cuenta, pero si no me despego del suelo es por algo –recriminando mientras intentaba estabilizarse dentro de aquella burbuja de forma comica.
Cuando llego a la punta de la sala y aterrizo al estallar la burbuja, le entraron ganas de besar el suelo, pero tenía que mantener la compostura. Antes de nada, miro la plataforma y miro si podría modificar el hormigón para hacer un camino estable hasta la entrada del abismo.
Tras recobrar su aspecto normal, dio unos pasos hacia el interior, pero se detuvo cuando estuvo a punto de pisar la nada. Un segundo más y hubiese tenido una buena caída.
Por unos instantes por casi se cayó de nuevo al sobresaltarse por Moko, digo Makintosh.
- Primero, es Osu. Segundo, ESA niña en concreto no es mía- por un momento se acordó de Irie, pues la había dejado en la base de Thriller Bark y deseaba con ganas con que no le pasase nada-. Tercero; dudo que Annie haga eso. Cuarto; eres Maki. Y quinto; ¿A quién no le gusta el coco?
Sabia que el Oficial Maki era raro, pero aquello de la amnesia era nuevo.
Por otra parte, Osu y Annie se adelantarían a explorar aquel abismo, pero le pillo por sorpresa cuando la arquera le levanto del aire con una burbuja.ç
- No tengas miedo!- dijo Annie
- No si te has dado cuenta, pero si no me despego del suelo es por algo –recriminando mientras intentaba estabilizarse dentro de aquella burbuja de forma comica.
Cuando llego a la punta de la sala y aterrizo al estallar la burbuja, le entraron ganas de besar el suelo, pero tenía que mantener la compostura. Antes de nada, miro la plataforma y miro si podría modificar el hormigón para hacer un camino estable hasta la entrada del abismo.
Yarmin Prince
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Apenas me di cuenta de lo que pasaba hasta que Arribor me tiró del cuello de la camisa. Habría sido erótico de no haber sido porque se trataba de Arribor Neus, porque estábamos volando al borde del Apocalipsis y porque el mono Manolo parecía ser el más inteligente de mis tres acompañantes. Pero no dejemos que las trivialidades nos desencaminen, porque lo verdaderamente importante era que ¡Arribor Neus es subnormal! ¡Me cago en la puta! ¡Para una vez que quiero hacer el bien, y me lo jode el imbécil de Arribor Neus secuestrándome para un probable interrogatorio sexual! ¡Y lo peor es que yo no estoy llevando la parte activa! Aunque, pensándolo fríamente, debe ser muy difícil hacer sangrar a este puto hemofílico. Pero podía hacer otra cosa. Necesitaba quitarme la mala leche de encima... ¿Cómo hacerlo? Había una manera, pero era demasiado cruel... No, no había nada demasiado cruel. Debía decirlo:
-¡Por el amor de Maki, ¿se puede saber qué estas haciendo?! -Grité con tal fuerza que el mono se cagó encima. Afortunadamente estábamos a cierta altura y solo sonó un "chof" lejano. Al tratarse de un enfado, era evidente que mi voz debía sonar atronadora- Deja de hacer el estúpido. No se va a abrir, maldito simio monosináptico; deja de deshonrar a Maki con esa maldita estrategia propia de un bufón. ¡Me vas a llevar abajo, a la puerta! ¡Vamos a entrar! ¡Y vas a dejar de hacer el...!
¡Funcionó! De pronto, Arribor salió como un loco y nos llevó adentro... Para seguir golpeando una pared. ¿Sabes qué? No, yo paso de esta mierda.
-Arribor, propaga la idea de que Augustus Makintosh nos salvará a todos, por favor. Si surge, tampoco hace falta que lo vayas gritando... Aunque si te hace ilusión, adelante.
Y para terminar, me alejo un poco y aparece otro rarito.
-¡Claro hombre, ¿por qué no?! Solo somos tres hombres y un mono... Aunque no tengo claro si el mono es el peludo o el que golpea la pared.
-¡Por el amor de Maki, ¿se puede saber qué estas haciendo?! -Grité con tal fuerza que el mono se cagó encima. Afortunadamente estábamos a cierta altura y solo sonó un "chof" lejano. Al tratarse de un enfado, era evidente que mi voz debía sonar atronadora- Deja de hacer el estúpido. No se va a abrir, maldito simio monosináptico; deja de deshonrar a Maki con esa maldita estrategia propia de un bufón. ¡Me vas a llevar abajo, a la puerta! ¡Vamos a entrar! ¡Y vas a dejar de hacer el...!
¡Funcionó! De pronto, Arribor salió como un loco y nos llevó adentro... Para seguir golpeando una pared. ¿Sabes qué? No, yo paso de esta mierda.
-Arribor, propaga la idea de que Augustus Makintosh nos salvará a todos, por favor. Si surge, tampoco hace falta que lo vayas gritando... Aunque si te hace ilusión, adelante.
Y para terminar, me alejo un poco y aparece otro rarito.
-¡Claro hombre, ¿por qué no?! Solo somos tres hombres y un mono... Aunque no tengo claro si el mono es el peludo o el que golpea la pared.
- Resumen:
- Follarle la mente a Rainbow. Saludar al tío raro.
Maki
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Akuma no mi
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Annie miente. ¿Por qué miente? Si se le ha visto el deseo en los ojos, claro como la luz de la luna sobre el lomo viscoso de una babosa marina... Supongo que las mujeres son así: volubles y difíciles. O eso creo. Es la primera mujer de la que me acuerdo, en realidad. En cualquier caso, me da igual lo que diga. Intentaré no prestar atención a la lujuria que chorrean sus palabras para acordarme de cosas importantes. Estoy seguro de que la clave para recuperar la memoria es ir poco a poco, como cuando uno aprende a montar en strugdlen. Espera, ¿eso existe? No me suena de nada, la verdad, pero como no me acuerdo de ninguna otra cosa, pues supongo que sí existe.
-¿Alguien tiene un strugdlen por aquí? -pregunto a la multitud. Igual subirme en uno me ayuda.
No tengo muchas esperanzas en que me contesten. Es decir, ni siquiera ha venido alguien a llevarse a esta niña al cole, así que no parece que aquí haya alguien que esté pendiente de esas cosas. Lo bueno es que me he acordado de que las niñas van al cole. El cole es ese sitio donde matan cerdos, ¿no?
En cualquier caso, ya me siento mejor ahora que Susu está aquí. Ver una cara conocida -aunque no la conozca- entre tantos extraños es agradable. Incluso si esa cara se pone a hacer planes con mi acosadora en mi cara sin tener en cuenta la crisis nerviosa y existencial que estoy... Un ruido raro. ¿Qué ha sido eso? ¿Ha salido de mi boca? Sí, ha... Otro. ¿Qué diablos...? Un tipo me pregunta que por qué no par de eructar. ¿Esto son eructos? No me acordaba. En fin, que la pobre niña y yo nos quedamos fuera del plan. ¿Y dónde está el pelo-de-plátano? Me gustaría tenerlo por aquí. Su pelo sedoso y dorado es como el abrazo de una madre y tan sabroso como una racimo de bananas. Supongo, porque no sé a qué saben las bananas.
-¡Esperad! -grito bien alto, para que me oigan Susu y Annie, que empiezan a volar misteriosamente. ¿Es normal que la gente vuele?- ¡No me dejéis aquí, sois mis mejores amigos en el mundo!
Por si acaso, voy a intentar subirme a la burbuja mágica de Susu mientras se eleva hacia a saber dónde. Parece que sabe muchas cosas de mí, y no he notado que quisiera seducirme. Si me quedo con él seguro que aprendo algo sobre mí mismo y, tal vez, encuentre un sitio donde probar por fin un coco. El problema es que meterse en esta cosa no es fácil. Da vértigo y yo no sé volar. En cuanto nos despegamos del suelo, empiezo a preguntarme si no ha sido un error muy gordo.
-¿Alguien tiene un strugdlen por aquí? -pregunto a la multitud. Igual subirme en uno me ayuda.
No tengo muchas esperanzas en que me contesten. Es decir, ni siquiera ha venido alguien a llevarse a esta niña al cole, así que no parece que aquí haya alguien que esté pendiente de esas cosas. Lo bueno es que me he acordado de que las niñas van al cole. El cole es ese sitio donde matan cerdos, ¿no?
En cualquier caso, ya me siento mejor ahora que Susu está aquí. Ver una cara conocida -aunque no la conozca- entre tantos extraños es agradable. Incluso si esa cara se pone a hacer planes con mi acosadora en mi cara sin tener en cuenta la crisis nerviosa y existencial que estoy... Un ruido raro. ¿Qué ha sido eso? ¿Ha salido de mi boca? Sí, ha... Otro. ¿Qué diablos...? Un tipo me pregunta que por qué no par de eructar. ¿Esto son eructos? No me acordaba. En fin, que la pobre niña y yo nos quedamos fuera del plan. ¿Y dónde está el pelo-de-plátano? Me gustaría tenerlo por aquí. Su pelo sedoso y dorado es como el abrazo de una madre y tan sabroso como una racimo de bananas. Supongo, porque no sé a qué saben las bananas.
-¡Esperad! -grito bien alto, para que me oigan Susu y Annie, que empiezan a volar misteriosamente. ¿Es normal que la gente vuele?- ¡No me dejéis aquí, sois mis mejores amigos en el mundo!
Por si acaso, voy a intentar subirme a la burbuja mágica de Susu mientras se eleva hacia a saber dónde. Parece que sabe muchas cosas de mí, y no he notado que quisiera seducirme. Si me quedo con él seguro que aprendo algo sobre mí mismo y, tal vez, encuentre un sitio donde probar por fin un coco. El problema es que meterse en esta cosa no es fácil. Da vértigo y yo no sé volar. En cuanto nos despegamos del suelo, empiezo a preguntarme si no ha sido un error muy gordo.
- Resumen:
- Acoplarse en la burbuja mágica de Annie por la cara
Cuatro minutos más pasan, y el estruendoroso artefacto vibra levemente mientras la música se extiende por sus paredes. En el interior de la aguja, las batallas comienzan a sucederse sin cesar mientras las alianzas más inesperadas comienzan a florecer, y es que la necesidad procura siempre extraños compañeros. Es necesario en esta noche oscura unirse para devolver la luz, a través del mismísimo infierno...
Cada canción se clava en los oídos, la frivolidad del artilugio y la oscura maldad que encierra encogen el corazón hasta del más bravío, pero nadie debe detenerse ahora: El futuro del mundo descansa en las manos de aquellos lo suficientemente valientes para sostenerlo, y un instante de flaqueza puede significar el fin del mundo que conocemos. Solo se puede seguir avanzando para llegar más allá.
Todo se sucede muy velozmente: La araña es violentada, cremada, asaetada, fusilada y golpeada hasta que no queda más que un giñapo retorcido de titanio, que baña a los más cercanos con una salvaje ola de sirope hirviendo. Es una sensación asquerosa, pero el aroma de sirope hervido vale la pena... Incómodamente dulzón, levemente sensual, un placer para los sentidos, y la gente va avanzando. Algunos se pierden, tal vez para siempre, atrapados por las infinitas trampas que el lugar depara a los incautos. Pero, por el momento, parece que por lo menos casi todo el mundo cuenta con un mapa para guiarse durante su peligrosa aventura.
Casi como una exhalación, David Brownie avanza por los pasillos cargado de determinación por entre los pasillos de la aguja, siguiendo un mapa cargado de anotaciones y seguido por un reducido séquito. Su presencia no pasa desapercibida, y adelanta a todos en la búsqueda de un camino hasta que se pierde de la vista de todo el mundo... Qué veloz avanza.
Todo eran risas hasta que, en una nube de cuchillos voladores clavados en su bandera, Julius C. Zar, el famosísimo pirata, hace una épica aparición. Ataviado con su toga y embebido de todo el poder de una república ahora extinta, el Hemperador Pirata llega a lomos de una yegua alada, cruzando por entre las columnas de fuego y sembrando un caos que nadie parece capaz de reprimir. Se va a liar, pollito.
Cada canción se clava en los oídos, la frivolidad del artilugio y la oscura maldad que encierra encogen el corazón hasta del más bravío, pero nadie debe detenerse ahora: El futuro del mundo descansa en las manos de aquellos lo suficientemente valientes para sostenerlo, y un instante de flaqueza puede significar el fin del mundo que conocemos. Solo se puede seguir avanzando para llegar más allá.
Todo se sucede muy velozmente: La araña es violentada, cremada, asaetada, fusilada y golpeada hasta que no queda más que un giñapo retorcido de titanio, que baña a los más cercanos con una salvaje ola de sirope hirviendo. Es una sensación asquerosa, pero el aroma de sirope hervido vale la pena... Incómodamente dulzón, levemente sensual, un placer para los sentidos, y la gente va avanzando. Algunos se pierden, tal vez para siempre, atrapados por las infinitas trampas que el lugar depara a los incautos. Pero, por el momento, parece que por lo menos casi todo el mundo cuenta con un mapa para guiarse durante su peligrosa aventura.
- 1 - Arashi y Kodama:
- Poco a poco, la sala se va vaciando. Ante vosotros, dos caminos que aguardan vuestro avance. Ah, y por toda la sala podéis ver... ¿pelo? Gigantescos mechones de pelo que reptan casi a ras de suelo. Therax, de repente uno de esos mechones intenta rodearte por los tobillos y arrastrarte. No os cuesta localizar la fuente, un chavalín con una hermosa mata de pelo en una esquina, acompañado por otro chico que parece un poco perdido.
- 1 - Dexter y Deathstroke:
- Varios marines levantan la mano al escucharte y sorprendentemente rápido copian el mapa que les proporcionas. Deben de tener las muñecas flexibles tras tanto papeleo. Logras repartir al menos uno por grupo, pero cuando están a punto de darte el último, uno de tus dibujantes desaparece. Ah no, espera, solo se ha caído. Espera. No, se lo están llevando. ¡Un mechón de pelo salvaje se lleva a tu dibujante! No parece ser el único, uno de los chicos de Zane ha caído al suelo también. Menudo drama.
- 1 - Unmak:
- Enroscas con tus tentáculos capilares a tres personas. Al menos dos de ellas llegan sin muchos problemas y no te cuesta mucho amenazarles para que te den su uniforme. Es casi de tu talla y todo, aunque te aprieta el pecho. El tercero... querías pasar desapercibido, pero parece que has cogido a un miembro de un grupo poderoso por equivocación. Ups.
- 1 - Blishard:
- Dentro de la sala ves dos posibles rutas, aunque mejor dicho una, por la que parece haber sido hecha de forma más “apresurada” no cabes, pero sí puedes ir por la que tiene los restos de una gigantesca araña mecánica destruida. Creo que no ves caras conocidas… o si, puede que ese caballero rubio con el pecho descubierto y pintas de salvaje sea Ummak, te suena de ser un novato con cierto renombre en la revolución (o puede que no, tampoco es demasiado famoso y sólo te estés confundiendo) Sólo hay una forma de averiguarlo.
- 2 - Steve, Jiren, Scarlet:
- Sois los primeros en atravesar el arco y el largo pasillo. Al final veis que desemboca en uno bastante más ancho, también cubierto de tuberías. Oís agua correr por alguna parte y aquí y allá hay pequeños escapes de lo que parece ser vapor. Justo frente a vosotros hay una puerta abierta. Por su parte, el ancho pasillo continúa hacia la izquierda, pero da igual. Jiren, oyes un click bajo tu pie y notas que has pisado algo que no deberías. Oís un estruendo y las tuberías a vuestros lados comienzan a chirriar y moverse. Algunas se desenroscan solas, otras se doblan y otras salen de las paredes. En cuestión de segundos han formado un tupido entramado a vuestra espalda, dejando un solo camino disponible.
La habitación que os encontráis es ancha y además de las ya conocidas tuberías por todas partes veis grandes cachos de lona tirados aquí y allá. También hay desperdigados lo que parecen copias descoloridas del anuncio de un concierto de ''The Gorillas''. Al fondo, una puerta violeta cerrada y taponada con lo que parecen cuatro tablones de madera mal clavados.
- 3 - Kiritsu+Galhard+Erik Carter:
- Sois los segundos en atravesar el arco y el largo pasillo. Al final veis que desemboca en uno bastante más ancho, también cubierto de tuberías. Oís agua correr por alguna parte y aquí y allá hay pequeños escapes de lo que parece ser vapor. En el medio y medio veis un entramado de tuberías que claramente no debería estar ahí. Salen de las paredes y el techo y se enroscan y doblan para cortaros el paso. Una de ellas ha quedado abierta y un pequeño hilo de agua está encharcando el suelo.
Sin embargo, el pasillo sigue hacia la izquierda. Si lo seguís, desembocaréis en una sala enorme con dos puertas al fondo, una abierta y una cerrada. Está también sembrada de tuberías, pero largos cortinajes polvorientos cuelgan de las paredes en un pobre intento por ocultarlas. Son de color violeta oscuro y carecen de signo o dibujo alguno. En una esquina, un montón de atriles descansan en un desordenado montón.
No tienes muy claro qué ha pasado, pero has visto como el sirope manaba de la araña y de repente quedaste atrapado entre gente que caminaba y parloteaba sobre café. Espera, ¿Ese no es el Al-mirante? ¿Al Naion? O quizá solo se le parece. Espera, ¿cuándo te has movido tanto? Estás en una sala completamente distinta a la primera. Quizá deberías preguntar a tus improvisados acompañantes.
- 3 - Tobias, Hamlet, Bizvan, Kayn:
- Sois los terceros en atravesar el arco y el largo pasillo. Al final veis que desemboca en uno bastante más ancho, también cubierto de tuberías. Oís agua correr por alguna parte y aquí y allá hay pequeños escapes de lo que parece ser vapor. En el medio y medio veis un entramado de tuberías que claramente no debería estar ahí. Salen de las paredes y el techo y se enroscan y doblan para cortaros el paso. Una de ellas ha quedado abierta y un pequeño hilo de agua está encharcando el suelo.
Sin embargo, el pasillo sigue hacia la izquierda. Si lo seguís, desembocaréis en una sala enorme con dos puertas al fondo, una abierta y una cerrada. Está también sembrada de tuberías, pero largos cortinajes polvorientos cuelgan de las paredes en un pobre intento por ocultarlas. Son de color violeta oscuro y carecen de signo o dibujo alguno. En una esquina, un montón de atriles descansan en un desordenado montón.
Unos pasos frente a vosotros, podéis ver a los de Kiritsu avanzando también.
- 4 - Agentes varios de la CIA, Kenzo, Eric, Iulio, y Braudh:
- Unos tras otros os adentrais en lo que parecen las entrañas de la máquina. No hay mucho sitio para moverse y todo a vuestro alrededor está lleno de engranajes, ruedas, palancas y mecanismos que silban y hacen tic - tac. Algunos se os clavan al moveros, pero por lo menos el camino parece claro. Al frente se ve luz, pero el mapa que lleváis os hace pensar que podría haber una manera de llegar a otras salas desde ahí.
Casi como una exhalación, David Brownie avanza por los pasillos cargado de determinación por entre los pasillos de la aguja, siguiendo un mapa cargado de anotaciones y seguido por un reducido séquito. Su presencia no pasa desapercibida, y adelanta a todos en la búsqueda de un camino hasta que se pierde de la vista de todo el mundo... Qué veloz avanza.
- 1 - Liv:
- Tú y otros tantos revolucionarios os adentráis por el camino que parece más fácil y comenzáis a explorar el interior de la estructura. Das con un enorme pasillo, con una puerta de frente y detalles en bandas amarillas y negras por el marco. Por el mismo lado hay otras dos salas siguiendo el pasillo, numeradas con el 28 y el 32 respectivamente. Parece que hay más salas si vas más al fondo, aunque desde ahí no alcanzas a ver la numeración de las puertas. Por ahora no hay señales del enemigo o de ninguna trampa.
Por cierto, escuchas a algunos revolucionarios comentar que, según los informes de los datos técnicos hay, se pueden encontrar ascensores si se llega a las salas 54 y 57.
- 2 - Breast of liberty + Acompañantes:
- Bueno, el obstáculo parecía fácil ¿no?, simplemente un foso, con una puerta defectuosa. Pronto descubriríais que esa sala es algo más de lo que parecía. Annie, mientras avanzas te das cuenta de que algo no cuadra, el viento no circula por ella como si se tratase de un foso vacío. De pronto te chocas de bruces contra una pared invisible, dejando una tenue impresión estampada en lo que parece aire. Parece que te vas a caer, pero algo te frena, un suelo invisible. El choque hace que caigan una especie de copos brillantes del techo, los cuales hacen que se escuche una leve nota acristalada parecida a cuando alguien hace sonar una copa cuando tocan una superficie. Otros siguen cayendo al vacío. Parece una especie de laberinto invisible, con paredes y huecos en el suelo. Id con cuidado.
Los que hayáis subido a una burbuja notáis como esta se desestabiliza al chocar Annie y… los copos caen sin detenerse bajo vuestros pies… Una gran sensación de vértigo os invade. A lo mejor conviene que os juntéis a Annie lo antes posible.
Osu, sea lo que sea el material transparente no parece pétreo.
- 3 - Zygmunt Bleudman:
- Abres un hueco, y de pronto la luz te ciega momentáneamente. Ante ti, una enorme sala vacía de dimensiones apoteósicas con una única escalera de cristal en el centro. Las paredes, no obstante, parecen estar recubiertas de escarcha totalmente, y cuando pones un pie en ella puedes darte cuenta de que hay agua debajo de ti. Ah, y pequeños peces que en cuanto pones el pie se abalanzan contra tu armadura. Parecen pirañas, aunque tienen algo raro…
Todo eran risas hasta que, en una nube de cuchillos voladores clavados en su bandera, Julius C. Zar, el famosísimo pirata, hace una épica aparición. Ataviado con su toga y embebido de todo el poder de una república ahora extinta, el Hemperador Pirata llega a lomos de una yegua alada, cruzando por entre las columnas de fuego y sembrando un caos que nadie parece capaz de reprimir. Se va a liar, pollito.
- 1 - Katharina:
- El sonido cada vez suena más fuerte sobre dentro de tu cabeza, hasta el punto que te cuesta avanzar. Miras hacia el frente, también a los lados. En los laterales ves unos altavoces giratorios, y cuando dejan de apuntarte notas que recuperas la movilidad, y hay pocos metros para salir del pasillo.
Sin embargo, estar inmóvil te ha servido para ver la amplitud de la sala, y la gran cantidad de gente que hay en ella. Ves una puerta muy rara en un lateral, y un hombre vestido con una toga y acompañada de una mujer vestida muy parecida, pero con muchos abalorios de oro, está mirándola. Más adelante hay otra sala, la cual se encuentra muy iluminada con focos, y hay un gran escenario en ella.
- 2 - AEG y Lance:
- El sonido os sigue haciendo ir más lento, es algo molesto, pero entonces cesa de pronto. Y una fuerte corriente de aire lineal, os envía de golpe hacia la entrada de la siguiente sala. No sois capaces de evitarlo, pues os pilla de sopetón. No obstante, tenéis la suerte, o desgracia quien sabe, de ir directos hacia la entrada de la siguiente sala, no sin antes llevaros por delante a dos delincuentes de cierto renombre, aunque no mucho. La sala es muy amplia, diríais que es algo más del doble que la anterior. En el centro hay un gran escenario, donde hay todo lo necesario para dar un concierto; incluida una pandereta. Y tras el escenario, otra puerta.
- 3 - Valar, Yarmin y Hearless:
- ¡Enhorabuena jóvenes, habéis llegado a la otra punta de la sala! La pared resulta ser incapaz de fracturarse por mucho que es golpeada. Yarmin y Valar si os dais la vuelta podéis ver como algo, o alguien, se acercará a gran velocidad. Cabalga sobre un alado caballo con suma elegancia, que no parece tener intención de frenar, así que os aconsejo que os mováis. Y de pronto, ¡ZAS! El muro se rompe, creando otro camino. ¡Vaya! Parece que alguien le ha ahorrado el trabajo a Arribor. Cuando queréis daros cuenta, ni el caballo volador ni el hombre están. ¿Dónde habrá ido? Parece que se han esfumado.
La sala parece una discoteca de esas que frecuentan los jóvenes modernos de hoy en día. Todo está muy oscuro y apenas se ve nada, a excepción de unas luces de colores (rojo, amarillo y verde) que giran en todas direcciones, creando haces de luz que alumbran un poco la sala. Es algo más grande que la principal, pero tampoco mucho. Podéis ver como hay algunos instrumentos tirados por el suelo, y a la derecha una puerta y un interruptor. ¿Será conveniente presionarlo? Quién sabe. A lo mejor os desvela algo secreto, o quizás no.
- 4 - William, Ichizake y Lysbeth:
- Con esfuerzo y tesón avanzáis hasta colocaros frente a una extraña puerta. Frente a vosotros, pasa un hombre con una gran presencia, cuya apariencia destaca por ir vestido con una toga, una corona de laurel dorada y su nariz aguileña. A su lado, una mujer morena de curvas de infarto que discute con él. Se trata del gran Julius C. Zar, un afamado pirata con más de mil millones de recompensa, y su segunda de abordo, la preciosa Chleo Pawtrá, cuya recompensa es casi tan alta como la de su capitán, pero no tanto.
Si os fijáis bien, se han parado frente a la puerta y están debatiendo sobre algo relacionado a ella. La puerta tiene una serie de números labradas sobre su superficie metálica, y al lado de la misma un teclado numérico.
Los números, sin ningún tipo de relación aparente, son un 17, 89 y 179. Y parece que la respuesta admite tres dígitos.
- 5 - Zay:
- El afable anciano te mira, y se sorprende de tus palabras. A tus espaldas notas como alguien cabalga sobre un alado corcel muy rápidamente, con una espada en la mano y se dirige hacia la parte trasera de la aguja. ¿Quién demonios será? A saber, pero vestía una toga.
Si vuelves a prestar atención al ancianito ves que no se encuentra contigo, sino que se ha subido a una moto de agua, se ha puesto gafas de sol y parece esperarte.
—¿Vienes o no? —te pregunta—. Porque tu discursito está bien, pero no te veo hacer nada para destruir a la marina.
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El felino notó a sus espaldas la presencia de alguien que iba sembrando el caos montado en un corcel alado. Zay estaba de espaldas con lo cual no podía haberlo visto y eso le hizo tener dudas. Quizás aquel anciano supiera porque podía haber notado al presencia de aquel jinete. Embobado en sus pensamientos el tigre no se percató de que el adorable ancianito con el que se había encontrado se había escapado de al lado suyo por unos instantes. Al volver a estar "cuerdo" localizó de nuevo al anciano el cual iba montado en una moto de agua.
—¿Vienes o no? Porque tu discursito está bien, pero no te veo hacer nada para destruir a la marina. --Le dijo al felino.
Este puso rumbo hacia la moto de agua y montó en ella, detrás del anciano. Cuando ya estaba montado en ella, le preguntó al anciano.
- Oye anciano. He podido notar la presencia detrás mío de un jinete, pero yo no estaba mirando. ¿Cómo ha podido pasar eso si yo antes no podía hacerlo? Antes ni me hubiera enterado de que habría pasado por ahí, pero ahora he notado su presencia. ¿A que se puede deber? - Tras una breve pausa, le respondió a aquello de que no veía como destruía a al marina. - Y en cuanto a lo de que no me ves destruir a la marina... Todo a su debido tiempo. Solo te diré dos palabras y con eso verás como lo haré. Luna Llena. -Tras eso el felino se calló, esperando a que el anciano pusiera rumbo a aquel lugar.
—¿Vienes o no? Porque tu discursito está bien, pero no te veo hacer nada para destruir a la marina. --Le dijo al felino.
Este puso rumbo hacia la moto de agua y montó en ella, detrás del anciano. Cuando ya estaba montado en ella, le preguntó al anciano.
- Oye anciano. He podido notar la presencia detrás mío de un jinete, pero yo no estaba mirando. ¿Cómo ha podido pasar eso si yo antes no podía hacerlo? Antes ni me hubiera enterado de que habría pasado por ahí, pero ahora he notado su presencia. ¿A que se puede deber? - Tras una breve pausa, le respondió a aquello de que no veía como destruía a al marina. - Y en cuanto a lo de que no me ves destruir a la marina... Todo a su debido tiempo. Solo te diré dos palabras y con eso verás como lo haré. Luna Llena. -Tras eso el felino se calló, esperando a que el anciano pusiera rumbo a aquel lugar.
- Resumen:
- Notar a las espaldas la presencia del jinete. Quedarse empanado y comiendose la cabeza por como había podido notar la presencia, preguntar al anciano sobre ello y montarse en la moto de agua esperando a poner rumbo al lugar.
«No… puede… ser…», pensó el pelirrojo al ver como Luka, una de sus tres tempestades. Alguien reconocido a nivel mundial por sus atrocidades, decidía jugar a romper una alianza con la marina de la forma más inusual posible, orinándole por partida doble a un almirante de la marina.
Tenía que guardar la compostura en aquel momento, ya que reírse era la opción más inviable. La cara de su banda era un poema, sobre todo la de Noximillien, que, aunque no se viera, solo los gestos de sus manos lo decían todo. Aguantó todo lo posible, intentando no estallar en una carcajada que se escuchara en toda aquella sala, y entonces, contra todo pronóstico, la ofensiva del hombre árbol. Usando una parte de su cuerpo, con gentileza le devolvió el ataque a Luka, mojándole todo el rostro.
Todo había sucedido en poco tiempo, pero Zane no dudó ni un segundo en acercarse a Luka y colocarle el brazo por encima del hombro, mientras que con el otro llamaba a Marc, alejándolo de Kodama para que no se metiera en líos.
—Esa ha sido buena, lo reconozco —le susurró al oído, mientras se encontraba con Marc—. Creo que es hora de que le des eso que tú ya sabes. Luka necesita relajarse, y ya sabes, además de cariñoso, tu queso le convierte en alguien más tranquilo y sociable. ¡Ah, y dame uno a mí! ¡Por dios!
A cada segundo que pasaba, la idea de haber formado la Al-Ianza le parecía cada vez más y más absurda. Si tan solo hubiera aguantado unos minutos más en el barco de Viktor, quizás ahora estaría con más pelos en la cabeza y menos ganas de volverse a Momoiro a comer pastel de pétalos y arándanos, y licor de hierbas de Kamabakka. Y de pronto se percató de algo, cerca de ellos estaba Dexter Black, dando autógrafos o algo por el estilo. Como buen pirata que era, y a sabiendas de que ese hombre tenía un club de fans más grande que el propio Falafel, le quitó el papel al primer novato que paso por su lado, mirándolo fijamente para atemorizarle y que no dijese nada; o al menos intentarlo. Al verlo se dio cuenta de que era una especie de plano, y por la forma que presentaba, a falta de una buena orografía, no cabía duda de que era de la isla en la que se encontraban. «¿Cómo demonios ha conseguido esto?», se dijo, dándoselo a Spanner, que no estaba muy lejos de él.
—Toma esto, y… —hizo una pausa al ver como Therax estaba siendo secuestrado por una mata de pelo gigante—. Mejor memorízatelo rápido, anda. Por lo que pueda pasar.
Tras eso, no dudó ni un segundo en acercarse a Dexter, el cual estaba en compañía de su segundo de abordo, el afamado Ju Senshi conocido como Deathstroke. Aunque por el camino no tardó en robar otro mapa.
«Éste de recambio, por si acaso», se dijo.
—Ha pasado mucho tiempo —dijo Zane, intentando llamar su atención—. Aunque no he venido precisamente a saludar; si eso cuando acabe esta locura. Pero antes tengo un par de preguntas que hacerte. La primera de todas, ¿recibiste la carta? Y la segunda…, ¿sabes algo del Okama? Porque su novio está un poco pesado porque no vuelve, y han pasado ya unas pocas semanas.
Una vez obtuvo su ansiada respuesta, tras despedirse de su… ¿rival? ¿amigo? Se aproximó a Spanner de nuevo, quitándole el mapa de la mano y le habló a su banda.
—Tal y como está la situación vamos a tener que dividirnos en dos grupos y abarcar más terreno. Por un lado, el equipo alfa, que estará formado por Spanner, Marc, Nailah y nuestro moreno favorito, si quiere quedarse con nosotros, claro está —concretó, refiriéndose a Brynn, haciendo una pausa para que aceptara o declinara su proposición—. Y, por otro lado, pero no menos importante, el equipo omega, que estará formado por un servidor, Luka, Nox, Alviss y el amigo de Naiah, ¿Vile era? Es decir, por el resto. Todos tenemos un mapa del lugar, cortesía de un par de marines despistados. Y sí, se lo que estáis pensando. Pero en mi defensa diré, que, como aliados de la marina, que mínimo que tener un mapa por grupo, ¿verdad? —mostró una sonrisa picarona, antes de torcer su semblante a uno más serio—. Ahora tened cuidado. Sé que no debería preocuparme tanto, que sois capaces de cualquier cosa, pero como vuestro capitán que mínimo que mostrar un poco de interés, ¿no?
Y tras eso, observando como Therax estaba en la lejanía con un rubio con pintas de asalvajado, cogió el mapa y lo observó con detenimiento. Según él la puerta daba a un pasillo que llevaba a otra sala. Sin embargo, cabía la posibilidad de crear un pequeño atajo, y esa idea le flipaba al pelirrojo.
—Oye, Luka, ¿te interesa hacer un boquete en ese muro de ahí? —le preguntó señalándolo—. ¿Recuerdas aquella vez que decidimos ver quién era capaz de crear olas más grandes? Creo que podríamos intentar algo parecido, pero esta vez apuntando al muro.
No recordaba muy bien cuando, pero las medidas de ego dentro de la banda era algo que nos gustaba y nos hacía querer hacernos más fuertes. Si uno cortaba a un gigante en dos, el otro tenía que derribar a dos de golpe. Que uno se comía dos platos de solomillo al queso, el otro se comía cuatro; a excepción de Therax que prefería una ensaladita.
Rápidamente, el pelirrojo desenvainó y lanzó una onda cortante con todas sus fuerzas, intentando crear una entrada adicional a una sala adyacente, o al menos debilitar lo suficiente la pared del pasillo para que el ataque de su compañero lo terminara de derribar. Si lo consiguieran, sería el último de los cuatro en entrar en la sala.
Tenía que guardar la compostura en aquel momento, ya que reírse era la opción más inviable. La cara de su banda era un poema, sobre todo la de Noximillien, que, aunque no se viera, solo los gestos de sus manos lo decían todo. Aguantó todo lo posible, intentando no estallar en una carcajada que se escuchara en toda aquella sala, y entonces, contra todo pronóstico, la ofensiva del hombre árbol. Usando una parte de su cuerpo, con gentileza le devolvió el ataque a Luka, mojándole todo el rostro.
Todo había sucedido en poco tiempo, pero Zane no dudó ni un segundo en acercarse a Luka y colocarle el brazo por encima del hombro, mientras que con el otro llamaba a Marc, alejándolo de Kodama para que no se metiera en líos.
—Esa ha sido buena, lo reconozco —le susurró al oído, mientras se encontraba con Marc—. Creo que es hora de que le des eso que tú ya sabes. Luka necesita relajarse, y ya sabes, además de cariñoso, tu queso le convierte en alguien más tranquilo y sociable. ¡Ah, y dame uno a mí! ¡Por dios!
A cada segundo que pasaba, la idea de haber formado la Al-Ianza le parecía cada vez más y más absurda. Si tan solo hubiera aguantado unos minutos más en el barco de Viktor, quizás ahora estaría con más pelos en la cabeza y menos ganas de volverse a Momoiro a comer pastel de pétalos y arándanos, y licor de hierbas de Kamabakka. Y de pronto se percató de algo, cerca de ellos estaba Dexter Black, dando autógrafos o algo por el estilo. Como buen pirata que era, y a sabiendas de que ese hombre tenía un club de fans más grande que el propio Falafel, le quitó el papel al primer novato que paso por su lado, mirándolo fijamente para atemorizarle y que no dijese nada; o al menos intentarlo. Al verlo se dio cuenta de que era una especie de plano, y por la forma que presentaba, a falta de una buena orografía, no cabía duda de que era de la isla en la que se encontraban. «¿Cómo demonios ha conseguido esto?», se dijo, dándoselo a Spanner, que no estaba muy lejos de él.
—Toma esto, y… —hizo una pausa al ver como Therax estaba siendo secuestrado por una mata de pelo gigante—. Mejor memorízatelo rápido, anda. Por lo que pueda pasar.
Tras eso, no dudó ni un segundo en acercarse a Dexter, el cual estaba en compañía de su segundo de abordo, el afamado Ju Senshi conocido como Deathstroke. Aunque por el camino no tardó en robar otro mapa.
«Éste de recambio, por si acaso», se dijo.
—Ha pasado mucho tiempo —dijo Zane, intentando llamar su atención—. Aunque no he venido precisamente a saludar; si eso cuando acabe esta locura. Pero antes tengo un par de preguntas que hacerte. La primera de todas, ¿recibiste la carta? Y la segunda…, ¿sabes algo del Okama? Porque su novio está un poco pesado porque no vuelve, y han pasado ya unas pocas semanas.
Una vez obtuvo su ansiada respuesta, tras despedirse de su… ¿rival? ¿amigo? Se aproximó a Spanner de nuevo, quitándole el mapa de la mano y le habló a su banda.
—Tal y como está la situación vamos a tener que dividirnos en dos grupos y abarcar más terreno. Por un lado, el equipo alfa, que estará formado por Spanner, Marc, Nailah y nuestro moreno favorito, si quiere quedarse con nosotros, claro está —concretó, refiriéndose a Brynn, haciendo una pausa para que aceptara o declinara su proposición—. Y, por otro lado, pero no menos importante, el equipo omega, que estará formado por un servidor, Luka, Nox, Alviss y el amigo de Naiah, ¿Vile era? Es decir, por el resto. Todos tenemos un mapa del lugar, cortesía de un par de marines despistados. Y sí, se lo que estáis pensando. Pero en mi defensa diré, que, como aliados de la marina, que mínimo que tener un mapa por grupo, ¿verdad? —mostró una sonrisa picarona, antes de torcer su semblante a uno más serio—. Ahora tened cuidado. Sé que no debería preocuparme tanto, que sois capaces de cualquier cosa, pero como vuestro capitán que mínimo que mostrar un poco de interés, ¿no?
Y tras eso, observando como Therax estaba en la lejanía con un rubio con pintas de asalvajado, cogió el mapa y lo observó con detenimiento. Según él la puerta daba a un pasillo que llevaba a otra sala. Sin embargo, cabía la posibilidad de crear un pequeño atajo, y esa idea le flipaba al pelirrojo.
—Oye, Luka, ¿te interesa hacer un boquete en ese muro de ahí? —le preguntó señalándolo—. ¿Recuerdas aquella vez que decidimos ver quién era capaz de crear olas más grandes? Creo que podríamos intentar algo parecido, pero esta vez apuntando al muro.
No recordaba muy bien cuando, pero las medidas de ego dentro de la banda era algo que nos gustaba y nos hacía querer hacernos más fuertes. Si uno cortaba a un gigante en dos, el otro tenía que derribar a dos de golpe. Que uno se comía dos platos de solomillo al queso, el otro se comía cuatro; a excepción de Therax que prefería una ensaladita.
Rápidamente, el pelirrojo desenvainó y lanzó una onda cortante con todas sus fuerzas, intentando crear una entrada adicional a una sala adyacente, o al menos debilitar lo suficiente la pared del pasillo para que el ataque de su compañero lo terminara de derribar. Si lo consiguieran, sería el último de los cuatro en entrar en la sala.
- Dexter y Arashi, leed:
- Llevadme a Luka lejos de Kodama para darle algo de Hacheese relajante.
Luego ver como Dexter, que esta medianamente cerca, está dando algo y agenciarse dos (no a la vez), para darle uno a Spanner.
Hablar con el yonkou.
Discursito a la banda para separarnos en dos (grupo alfa y omega)
Seguir el mapa hasta un pasillo y decidir buscar un atajo hasta la sala 4.
- Cosas usadas:
- Stat pasivo en Poder de Destrucción: x7
- Poder de Destrucción: Rango 12: Si afilara su uña, podría cortar diamante con ella. Del mismo modo, de un golpe podría romper cualquier metal sin dificultad.
- Maestría en Ondas cortantes: Nivel 120: Sus ondas cortantes mellan los materiales más duros, y cortan todo lo demás. Estas ondas son tan veloces como balas.
- Stat pasivo en Poder de Destrucción: x7
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El gyojin, guiado en otro de sus impulsos, tardó en darse cuenta de lo que estaba haciendo. ¿Estaba meando a un almirante de la marina? Sí, eso hacía. Cuando vio el semblante de todos sus nakamas fue consciente de la importancia de sus actos. Su impulsividad, de nuevo, les podía haber metido en un gran lío. Pero no fue así. El almirante reaccionó, como era de esperar, sin embargo, lo hizo con mucha más suavidad de lo que el gyojin pensaba.
Pasó la espada demasiado cerca de sus miembros viriles, algo que por inercia, le hizo dar un par de pasos hacia atrás, y tras ello, vio cómo cada gota iba lentamente hacia su cara. Puede que las pudiese haber esquivado, casi seguro que podía haberlas absorbido en el justo momento en el que tocasen su piel, pero el tiburón, consciente de lo que aquello podía desencadenar, dejó que su propio orín tocase su cara. Pero aquello no hizo sino enfurecerlo más. Su rostro reflejó la ira que sentía en el momento, y su mirada se cruzó con el árbol, que se había transformado en el transcurso de sus movimientos.
- Te voy a…
Y entonces, un brazo tocó su hombro. El pirata, ofuscado con cada cosa existente en el universo, se giró e intentó arrearle un puñetazo, sin embargo, aquél que le tocaba era Zane, y ya se sabía la reacción que podía llegar a tener el tiburón. Sin muchos esfuerzos, esquivó el golpe y le llevó hacia una esquina, junto con Marc. Durante el vuelo le susurró algo que le hizo sonreír, mientras se limpiaba la cara.
- Si no me llegas a coger me lío a hostias contra esos dos -comentó, apretando el puño-. Y hubiéramos acabado en en una cuchumbrosa celda de 2x3, rodeado de barrotes oxidados, goteras pro doquier, y teniendo como compañero a un lelo politoxicómano que no vocalizaría bien ni una simple vez. O peor, muertos. Dios, necesito golpear a alguien.
Afortunadamente, Marc le tendió su Hacheese, aquella droga que conseguía amansar a las fieras, y que convertía a Luka en un tiburón de acuario durante unos minutos, los suficientes para volver sobre sí. Tras degustar la ofrenda del semigigante, el habitante del mar se dirigió a sus nakamas.
- En mi vida pensé que iba a intentar mear a un almirante de la marina. Al menos no se lo tomó del todo mal. Menos mal que os tengo a los dos…
Por su parte, Zane robó un mapa de unos novatos, y en él se podía observar la sala. Por lo visto el mismísimo Dexter los estaba repartiendo. ¿Contendrían alguna trampa? El habitante del mar no conocía al famoso pirata, por lo que no podía deducir si se la estaría jugando a los allí presentes o no. Aunque, al tratarse de una situación tan delicada, se decantaba porque estaba jugando limpiamente. Y, finalmente, el capitán hizo dos grupos. En uno estaría Spanner, Marc, Nailah y Brynn, que se había acoplado a la fiesta. En el otro, el suzaku, el enmascarado, el enigmático amigo de Nailah y el propio gyojin.
Luka se preguntó dónde estaría Katharina, que se había separado del grupo desde el principio, pero lo que más le llamó la atención era el rubio. ¿Dónde se había metido? Tras su acto con Kodama, el oficial de cubierta de los Arashi no había estado demasiado atento a lo que estaba pasando a su alrededor. ¿Estaría bien su fiel amigo?
Entre pensamientos, el tiempo para estar tranquilos llegó a su fin, y su capitán le propuso algo. Combinar un ataque para crear un atajo. La verdad es que el gyojin no sabía si funcionaría, pero confiaba en que, como mínimo, le sirviese para descargar su ira.
El tiburón asintió, y cuando observó cómo el pelirrojo desenvainaba su arma, salió corriendo detrás de él. Saltaría y, con fuerza, lanzaría una potente onda de choque en dirección a donde el golpe de Zane impactase. La idea era que el humano mellase la estructura y el gyojin acabase por destruirla. Aunque quién sabe qué podía salir de aquello, igual el pelirrojo conseguía hacer un agujero por sí solo, o ninguno tenía éxito.
Si conseguían abrir un hueco, Luka sería el primero en entrar, en caso contrario, y si fracasaban, caminarían hacia la puerta por la que Kodama había negado el paso a los piratas.
Pasó la espada demasiado cerca de sus miembros viriles, algo que por inercia, le hizo dar un par de pasos hacia atrás, y tras ello, vio cómo cada gota iba lentamente hacia su cara. Puede que las pudiese haber esquivado, casi seguro que podía haberlas absorbido en el justo momento en el que tocasen su piel, pero el tiburón, consciente de lo que aquello podía desencadenar, dejó que su propio orín tocase su cara. Pero aquello no hizo sino enfurecerlo más. Su rostro reflejó la ira que sentía en el momento, y su mirada se cruzó con el árbol, que se había transformado en el transcurso de sus movimientos.
- Te voy a…
Y entonces, un brazo tocó su hombro. El pirata, ofuscado con cada cosa existente en el universo, se giró e intentó arrearle un puñetazo, sin embargo, aquél que le tocaba era Zane, y ya se sabía la reacción que podía llegar a tener el tiburón. Sin muchos esfuerzos, esquivó el golpe y le llevó hacia una esquina, junto con Marc. Durante el vuelo le susurró algo que le hizo sonreír, mientras se limpiaba la cara.
- Si no me llegas a coger me lío a hostias contra esos dos -comentó, apretando el puño-. Y hubiéramos acabado en en una cuchumbrosa celda de 2x3, rodeado de barrotes oxidados, goteras pro doquier, y teniendo como compañero a un lelo politoxicómano que no vocalizaría bien ni una simple vez. O peor, muertos. Dios, necesito golpear a alguien.
Afortunadamente, Marc le tendió su Hacheese, aquella droga que conseguía amansar a las fieras, y que convertía a Luka en un tiburón de acuario durante unos minutos, los suficientes para volver sobre sí. Tras degustar la ofrenda del semigigante, el habitante del mar se dirigió a sus nakamas.
- En mi vida pensé que iba a intentar mear a un almirante de la marina. Al menos no se lo tomó del todo mal. Menos mal que os tengo a los dos…
Por su parte, Zane robó un mapa de unos novatos, y en él se podía observar la sala. Por lo visto el mismísimo Dexter los estaba repartiendo. ¿Contendrían alguna trampa? El habitante del mar no conocía al famoso pirata, por lo que no podía deducir si se la estaría jugando a los allí presentes o no. Aunque, al tratarse de una situación tan delicada, se decantaba porque estaba jugando limpiamente. Y, finalmente, el capitán hizo dos grupos. En uno estaría Spanner, Marc, Nailah y Brynn, que se había acoplado a la fiesta. En el otro, el suzaku, el enmascarado, el enigmático amigo de Nailah y el propio gyojin.
Luka se preguntó dónde estaría Katharina, que se había separado del grupo desde el principio, pero lo que más le llamó la atención era el rubio. ¿Dónde se había metido? Tras su acto con Kodama, el oficial de cubierta de los Arashi no había estado demasiado atento a lo que estaba pasando a su alrededor. ¿Estaría bien su fiel amigo?
Entre pensamientos, el tiempo para estar tranquilos llegó a su fin, y su capitán le propuso algo. Combinar un ataque para crear un atajo. La verdad es que el gyojin no sabía si funcionaría, pero confiaba en que, como mínimo, le sirviese para descargar su ira.
El tiburón asintió, y cuando observó cómo el pelirrojo desenvainaba su arma, salió corriendo detrás de él. Saltaría y, con fuerza, lanzaría una potente onda de choque en dirección a donde el golpe de Zane impactase. La idea era que el humano mellase la estructura y el gyojin acabase por destruirla. Aunque quién sabe qué podía salir de aquello, igual el pelirrojo conseguía hacer un agujero por sí solo, o ninguno tenía éxito.
Si conseguían abrir un hueco, Luka sería el primero en entrar, en caso contrario, y si fracasaban, caminarían hacia la puerta por la que Kodama había negado el paso a los piratas.
- Resumen:
- Recibir el pis.
- Intentar atizar a Zane, y alejarse con él.
- Tomar el rico Hacheese de Marc. Recordad, la droga es buena niños.
- Intentar romper la pared con Zane.
- Recibir el pis.
- Cosas usadas:
- Tiers: Fuerza 11 (9 + 2 gyojin) | Resistencia 9 | Agilidad 6 | Velocidad 6 | Reflejos 3
- Pasivos: Fuerza x10 Resistencia x4
- Onda de choque: Luka tiene la capacidad de conservar la energía y enviarla a cualquier parte de su cuerpo con la cual pueda llegar a golpear, consiguiendo así provocar ondas de energía destructiva que amplifican tanto la potencia como efectividad de sus golpes. Además, es capaz de moldear la onda para darle una forma en concreto, algo que es totalmente escénico.
La potencia de los golpes de Luka podrán causar una onda destructiva de hasta 15 metros de radio. - Tiempo de canalización: 2 segundos.
- Tiers: Fuerza 11 (9 + 2 gyojin) | Resistencia 9 | Agilidad 6 | Velocidad 6 | Reflejos 3
- Cosas:
- Carga pulsera: 5 turnos de 5 max.
- Carga Espiritu de Poseidón: 2 turnos de 3 max.
- Parmigiano: de fuerte sabor y tremendamente nutritivo, este queso otorgará a quien lo consuma un x3 activo (acumulable con activas del consumidor) a la Fuerza durante 3 posts.
- Carga pulsera: 5 turnos de 5 max.
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-Tienes que estar de broma.
Arribor no se lo creía. ¿Otra pared indestructible? Pero, ¿quién había construido ese maldito edificio infernal? ¿Y con qué? ¿Qué clase de monstruoso material había creado el universo solo para tocarle las narices? Si antes estaba de mal humor, ahora casi podía sentir como la ira se extendía como una telaraña incandescente en su interior, hirviendo y burbujeando hasta el punto de que le quemaba el culo.
-Voy. A. Matarte -le prometió a la pared, ya sin saber ni lo que decía. La coherencia era un lujo para cuando ¡las cosas funcionaban como demonios tenían que funcionar! Incluso sus pensamientos le sonaban amenazadores.
Estrelló el puño contra el muro, ignorando por completo la posibilidad de ir por el pasillo que antes había visto. No tenía la menor intención de echarse atrás. Iba hacer añicos esa pared hasta dejarla irreconocible. Ya ni siquiera le importaba estar perdiendo el tiempo. Era cuestión de orgullo, de amor propio y, por encima de todo lo demás, de la testarudez más absoluta.
-Espera, ¿qué has dicho tú de Maki? -le preguntó a Princesa-. ¿Tú también conoces a ese estúpido pez? ¿Y tú quién demonios eres? -Acababa de caer en la cuenta de que había otro extraño con ellos, aunque no tenía ni idea de dónde había salido. Tampoco le importaba demasiado, en realidad. Total, otro bicho raro más-. No vuelvas a pronunciar el nombre del pez. Esa cosa seguro que te oye y aparece. Es lo último que me hace falta aho...
La pared se hizo añicos.
Vislumbró, como una sombra fugaz, al hombre que montaba un caballo con alas y que cruzaba el agujero que acababa de practicar en el muro. El polvo y la gravilla le cubrieron y se le metieron en la boca, pero ni se dio cuenta. En el instante en que oyó, más que vio, que los escombros caían con estrépito pasaron muchas cosas por la mente de Arribor. "¿Cómo lo ha hecho? Es imposible. ¿Se cree más fuerte que yo?". Para cuando echó a volar tras él, ya solo quedaba un único pensamiento: "Voy a matarte, bastardo".
No le importaban la sala oscura ni las luces ni toda la mierda que había tirada por ahí. El reducido espacio de su cabeza se había evaporado, concentrado totalmente en la idea de demostrar que era el más fuerte. O al menos de desahogarse un poco cruzándole la cara a alguien. Alcanzaría a ese cabrón narizudo y le estamparía el cráneo contra el suelo, a ver cuál de las dos cosas se rompía primero.
Arribor no se lo creía. ¿Otra pared indestructible? Pero, ¿quién había construido ese maldito edificio infernal? ¿Y con qué? ¿Qué clase de monstruoso material había creado el universo solo para tocarle las narices? Si antes estaba de mal humor, ahora casi podía sentir como la ira se extendía como una telaraña incandescente en su interior, hirviendo y burbujeando hasta el punto de que le quemaba el culo.
-Voy. A. Matarte -le prometió a la pared, ya sin saber ni lo que decía. La coherencia era un lujo para cuando ¡las cosas funcionaban como demonios tenían que funcionar! Incluso sus pensamientos le sonaban amenazadores.
Estrelló el puño contra el muro, ignorando por completo la posibilidad de ir por el pasillo que antes había visto. No tenía la menor intención de echarse atrás. Iba hacer añicos esa pared hasta dejarla irreconocible. Ya ni siquiera le importaba estar perdiendo el tiempo. Era cuestión de orgullo, de amor propio y, por encima de todo lo demás, de la testarudez más absoluta.
-Espera, ¿qué has dicho tú de Maki? -le preguntó a Princesa-. ¿Tú también conoces a ese estúpido pez? ¿Y tú quién demonios eres? -Acababa de caer en la cuenta de que había otro extraño con ellos, aunque no tenía ni idea de dónde había salido. Tampoco le importaba demasiado, en realidad. Total, otro bicho raro más-. No vuelvas a pronunciar el nombre del pez. Esa cosa seguro que te oye y aparece. Es lo último que me hace falta aho...
La pared se hizo añicos.
Vislumbró, como una sombra fugaz, al hombre que montaba un caballo con alas y que cruzaba el agujero que acababa de practicar en el muro. El polvo y la gravilla le cubrieron y se le metieron en la boca, pero ni se dio cuenta. En el instante en que oyó, más que vio, que los escombros caían con estrépito pasaron muchas cosas por la mente de Arribor. "¿Cómo lo ha hecho? Es imposible. ¿Se cree más fuerte que yo?". Para cuando echó a volar tras él, ya solo quedaba un único pensamiento: "Voy a matarte, bastardo".
No le importaban la sala oscura ni las luces ni toda la mierda que había tirada por ahí. El reducido espacio de su cabeza se había evaporado, concentrado totalmente en la idea de demostrar que era el más fuerte. O al menos de desahogarse un poco cruzándole la cara a alguien. Alcanzaría a ese cabrón narizudo y le estamparía el cráneo contra el suelo, a ver cuál de las dos cosas se rompía primero.
- Resumen. Gente cerca del tio de la toga y el caballo, for you:
- Ir a calentarle el hocico a Julio César
Giotto Leblanc
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Giotto clavó una mirada repleta de ira sobre Dretch, incrédulo por la contestación que le había dado. Era algo con lo que no estaba conforme, y su expresión facial era equivalente a la mejor de las obras pictóricas expresionistas que tanto le gustaban. ¿En serio estaba conforme con dejar de un lado el hecho de que Shintaro podría ser un infiltrado en la agencia?
—No hay más ciego que el que no quiere ver —le dijo.
Un grupo de marines apareció de repente, y uno de ellos se acercó con suma familiaridad a Dretch. Era un hombre alto de piel morena y cabello plateado, teniendo tatuajes visibles por todo su cuerpo. Iba vestido con un poncho antiguo, con un pájaro tejido en él, y pantalones azules. Por su forma de hablar, sabía quién era, el amigo salvaje del que su amigo le había hablado alguna vez; y quien le ayudó en la guerra de Gray Rock.
—Lamento interrumpir, Buerganor —intervino, mirando al peliblanco—. No obstante, creo que lo mejor para esta empresa es que vaya por mi cuenta, porque si sigo con vosotros, lo más probable es que me encienda, y eso algo que va en contra de tus planes.
Tras eso, comenzó a caminar con paso decidido, para parar en seco y girarse nuevamente, pero esta vez dirigiéndose al salvaje.
—Si aprecias a Dretch, vigila al peliverde —le dijo—. No es trigo limpio. Sé lo que me digo.
A su lado, no muy lejos, estaba la mink, junto a otros miembros de la agencia y algunos marines.
—Ellie, si quieres vente conmigo —miró a la loba a los ojos—. Podemos, quizá, repetir lo del barco.
Tras eso, puso rumbo por la habitación repleta de extraños engranajes y mecanismos varios. Al ser un usuario logia pasó como si nada, pero no le gustaba que la gente viera que no era un humano corriente, así que intento pasar como si no lo fuera. El factor sorpresa en sus ataques era su fruta, si lo perdía, y a sabiendas de que cualquiera podría estar observando desde las sombras, ya que se encontraban en territorio enemigo, mientras más secretismo mejor; al menos en lo que concernía a sus habilidades.
Caminó hasta llegar a la siguiente sala, y contempló por allí un hombre con armadura cubierto de extraños peces. No se había fijado en si Ellie le seguía o no, pues en la sala de los mecanismos apenas se oía nada debido al ruido. Y al girarse, se percató de que un albino estaba con él también.
—¿Y tú eres…? —le preguntó.
Se trataba de un marine, uno de los que habían llegado y se habían acoplado al grupo de agentes. Tras su contestación, observó con detenimiento al hombre de la armadura. Sí, no cabía duda, se trataba de Bleyd Master, el antiguo yonkaikyo y posible miembro de la revolución. ¿Qué hacía ahí?
—¿Hacia dónde deberíamos ir? —inquirió en voz alta, observando como el marine tenía uno de los mapas.
—No hay más ciego que el que no quiere ver —le dijo.
Un grupo de marines apareció de repente, y uno de ellos se acercó con suma familiaridad a Dretch. Era un hombre alto de piel morena y cabello plateado, teniendo tatuajes visibles por todo su cuerpo. Iba vestido con un poncho antiguo, con un pájaro tejido en él, y pantalones azules. Por su forma de hablar, sabía quién era, el amigo salvaje del que su amigo le había hablado alguna vez; y quien le ayudó en la guerra de Gray Rock.
—Lamento interrumpir, Buerganor —intervino, mirando al peliblanco—. No obstante, creo que lo mejor para esta empresa es que vaya por mi cuenta, porque si sigo con vosotros, lo más probable es que me encienda, y eso algo que va en contra de tus planes.
Tras eso, comenzó a caminar con paso decidido, para parar en seco y girarse nuevamente, pero esta vez dirigiéndose al salvaje.
—Si aprecias a Dretch, vigila al peliverde —le dijo—. No es trigo limpio. Sé lo que me digo.
A su lado, no muy lejos, estaba la mink, junto a otros miembros de la agencia y algunos marines.
—Ellie, si quieres vente conmigo —miró a la loba a los ojos—. Podemos, quizá, repetir lo del barco.
Tras eso, puso rumbo por la habitación repleta de extraños engranajes y mecanismos varios. Al ser un usuario logia pasó como si nada, pero no le gustaba que la gente viera que no era un humano corriente, así que intento pasar como si no lo fuera. El factor sorpresa en sus ataques era su fruta, si lo perdía, y a sabiendas de que cualquiera podría estar observando desde las sombras, ya que se encontraban en territorio enemigo, mientras más secretismo mejor; al menos en lo que concernía a sus habilidades.
Caminó hasta llegar a la siguiente sala, y contempló por allí un hombre con armadura cubierto de extraños peces. No se había fijado en si Ellie le seguía o no, pues en la sala de los mecanismos apenas se oía nada debido al ruido. Y al girarse, se percató de que un albino estaba con él también.
—¿Y tú eres…? —le preguntó.
Se trataba de un marine, uno de los que habían llegado y se habían acoplado al grupo de agentes. Tras su contestación, observó con detenimiento al hombre de la armadura. Sí, no cabía duda, se trataba de Bleyd Master, el antiguo yonkaikyo y posible miembro de la revolución. ¿Qué hacía ahí?
—¿Hacia dónde deberíamos ir? —inquirió en voz alta, observando como el marine tenía uno de los mapas.
- Agentes, Eric y los marines LEED:
- Decido irme por mi cuenta para no quemar a Mido, tras una conversación con Dretch (Pactada ya) y le hablo a Eric, para que tenga cuidado. Luego, invito a Ellie a venir conmigo, y hulio se acopla (algo ya hablado, pero que menciono para acelerar un poco la cosa, pues Eric va a darle un mapa). Y por último, veo a Bleyd a lo lejos.
Eric Zor-El
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El grandullón de nombre gracioso declinó la ofrenda de vestimenta que le ofrecía el comandante, así que los tiró sobre el suelo y siguió caminando. Sin saber cómo a sus manos había llegado un mapa muy extraño y que no llegaba a entender. Aprovechando que el vago de la brigada estaba cerca, no dudó en entregárselo.
—Guárdalo tú —le dijo—. Yo no lo necesito.
No supo si fueron los dioses, o la gran madre loba que lo protegía en la batalla, pero en la lejanía pudo vislumbrar a un viejo y preciado amigo. La primera persona de confianza que conoció al llegar al mar azul, y a quien le confiaría su poncho si fuera necesario, a Dretch, el extravagante agente con el que tuvo el honor de combatir durante la anterior gran guerra.
—Señores, por aquí —les ordenó—. Y vosotros, novatos, volved con el comodoro Zuko. Decidle que el comandante Zor-El prefiere tener a un equipo de confianza, y que con Kenzo, Ilulio y Brod me basto. Además, el grupo de agentes que está allí al frente son viejos conocidos míos, así que posiblemente vayamos con ellos, «o pasaremos también de ellos e iremos por nuestra cuenta. Sin ningún novato chivato».
A Eric no le gustaba tener que estar pendiente de novatos que no sabían distinguir un poncho de un mantón de manila. Eran gente muy dependiente y que, casi siempre, necesitaban la ayuda de un tercero para enfrentarse a los retos. Simples cadetes que aún necesitaban horas de academia, seguramente, o sargentos sin nociones bélicas algunas, al contrario que Kenzo o Iulio, por ejemplo. Continuó hasta el grupo de agentes, y adelantándose rápidamente se acercó a Dretch.
—¡¿Qué tenemos por aquí?! —le golpeó en la espalda con la mano, de forma algo brusca, pero sin pasarse—. ¡Si tienes una extremidad nueva! Eso sí que no me lo esperaba. ¿A los del mar azul os crecen de la nada? Eso no ocurre así en el cielo.
La situación estaba algo tensa, sobre todo por culpa de un agente rubio que tenía una llama en la cabeza. «Mo le alofa o le tina lalolagi», se dijo a sí mismo, a ver aquello. ¿Qué hacía ese hombre con una llama en la cabeza? Se podía quemar. Sin embargo, no le molestaba. Un rato después se fue, y volvió a los pocos segundos. Sus ojos estaban repletos de ira, y toda iba recibida hacia una única persona, un sujeto peliverde con brazos demasiado anchos para un traje como el que llevaba. «¿Cómo podía estar cómodo con eso? ¿Acaso no le tiraba?», se dijo, pensando que un poncho le sentaría mejor, además de darle más maniobrabilidad.
—No te desveles —le contestó Eric—. Lo mantendré en vigilancia continua —y volvió a prestar atención sobre Dretch—. Me cae bien tu amigo. Se le ve un hombre de honor.
Observó con detenimiento a todos los agentes que allí había. Era un grupo peculiar, aunque el suyo propio tampoco era muy discreto. Una mujer de cabello de color chicle, un tirador serio, un peliverde con el que tenía que tener cuidado según el agente rubio, y un perro gigante que estaba deambulando por allí.
—Soy Eric Zor-El, heredero de clan del lobo, y comandante de la marina del gobierno mundial. Un placer conoceros a todos. Espero que os mantengáis de una pieza, o al menos lo intentéis. Y recordad una cosa, mejor esquivar que bloquear. Y habiendo comentado eso…, ¿tenéis algún plan? Porque si no es así, el sargento Nakajima, seguramente nos pueda ayudar.
—Guárdalo tú —le dijo—. Yo no lo necesito.
No supo si fueron los dioses, o la gran madre loba que lo protegía en la batalla, pero en la lejanía pudo vislumbrar a un viejo y preciado amigo. La primera persona de confianza que conoció al llegar al mar azul, y a quien le confiaría su poncho si fuera necesario, a Dretch, el extravagante agente con el que tuvo el honor de combatir durante la anterior gran guerra.
—Señores, por aquí —les ordenó—. Y vosotros, novatos, volved con el comodoro Zuko. Decidle que el comandante Zor-El prefiere tener a un equipo de confianza, y que con Kenzo, Ilulio y Brod me basto. Además, el grupo de agentes que está allí al frente son viejos conocidos míos, así que posiblemente vayamos con ellos, «o pasaremos también de ellos e iremos por nuestra cuenta. Sin ningún novato chivato».
A Eric no le gustaba tener que estar pendiente de novatos que no sabían distinguir un poncho de un mantón de manila. Eran gente muy dependiente y que, casi siempre, necesitaban la ayuda de un tercero para enfrentarse a los retos. Simples cadetes que aún necesitaban horas de academia, seguramente, o sargentos sin nociones bélicas algunas, al contrario que Kenzo o Iulio, por ejemplo. Continuó hasta el grupo de agentes, y adelantándose rápidamente se acercó a Dretch.
—¡¿Qué tenemos por aquí?! —le golpeó en la espalda con la mano, de forma algo brusca, pero sin pasarse—. ¡Si tienes una extremidad nueva! Eso sí que no me lo esperaba. ¿A los del mar azul os crecen de la nada? Eso no ocurre así en el cielo.
La situación estaba algo tensa, sobre todo por culpa de un agente rubio que tenía una llama en la cabeza. «Mo le alofa o le tina lalolagi», se dijo a sí mismo, a ver aquello. ¿Qué hacía ese hombre con una llama en la cabeza? Se podía quemar. Sin embargo, no le molestaba. Un rato después se fue, y volvió a los pocos segundos. Sus ojos estaban repletos de ira, y toda iba recibida hacia una única persona, un sujeto peliverde con brazos demasiado anchos para un traje como el que llevaba. «¿Cómo podía estar cómodo con eso? ¿Acaso no le tiraba?», se dijo, pensando que un poncho le sentaría mejor, además de darle más maniobrabilidad.
—No te desveles —le contestó Eric—. Lo mantendré en vigilancia continua —y volvió a prestar atención sobre Dretch—. Me cae bien tu amigo. Se le ve un hombre de honor.
Observó con detenimiento a todos los agentes que allí había. Era un grupo peculiar, aunque el suyo propio tampoco era muy discreto. Una mujer de cabello de color chicle, un tirador serio, un peliverde con el que tenía que tener cuidado según el agente rubio, y un perro gigante que estaba deambulando por allí.
—Soy Eric Zor-El, heredero de clan del lobo, y comandante de la marina del gobierno mundial. Un placer conoceros a todos. Espero que os mantengáis de una pieza, o al menos lo intentéis. Y recordad una cosa, mejor esquivar que bloquear. Y habiendo comentado eso…, ¿tenéis algún plan? Porque si no es así, el sargento Nakajima, seguramente nos pueda ayudar.
- Kenzo, Iulio, Braud y Karasu tengu, leed:
- Comento la jugada, intento librarme de los marines NPC y me dirijo al grupo de Dretch para ver si tienen algún plan.
Brynn
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El asesino sujetó el cuerpo de Nailah, notándolo más ligero que la última vez, o eso creía él. ¿Acaso se podía recordar lo que pesaba una persona con tanto tiempo de por medio? El caso es que el moreno se alegraba de ver a Nailah. Y su sonrisa no era la única parte de su cuerpo que lo hacía visible.
El pirata soltó a la ladrona, manteniendo la sonrisa, mientras que todo el panorama se desenvolvía frente a ellos. Primero un Gyojin que meaba a un árbol, luego un árbol que se lo devolvía, después Zane que se llevaba al gyojin, luego un semigigante iba en su dirección… Y así durante unos instantes que se hicieron eternos. Finalmente, el capitán de los Arashi se dirigió a ellos, invitando a Brynn a formar grupo con los piratas.
- Supongo que no hay nada más interesante que salvar al mundo -comentó, guiñando el ojo a Nailah-. O sí, pero podrá esperar.
Una vez sin rostro hubo aceptado formar grupo con los piratas, se dirigió hacia el semigigante, a Nailah y al otro humano con rostro serio que aún no conocía.
- Hola, mi nombre es Brynn, supongo que algunos no me conoceréis. Soy un asesino que se mueve por muchos intereses, y no sé qué hago aquí, yo solo venía a negociar con Viktor… Pero en fin, habrá que ver cómo parar esta cosa. ¿Quién está al mando? ¿Qué hacemos?
El pirata acataría las órdenes del grupo, fueran las que fueran, y se encargaría de proteger a Nailah por todos los medios. Esperaba que no tuvieran que desaparecer como en la última ocasión… Tenían muchas cosas que decirse. Y que hacer.
El pirata soltó a la ladrona, manteniendo la sonrisa, mientras que todo el panorama se desenvolvía frente a ellos. Primero un Gyojin que meaba a un árbol, luego un árbol que se lo devolvía, después Zane que se llevaba al gyojin, luego un semigigante iba en su dirección… Y así durante unos instantes que se hicieron eternos. Finalmente, el capitán de los Arashi se dirigió a ellos, invitando a Brynn a formar grupo con los piratas.
- Supongo que no hay nada más interesante que salvar al mundo -comentó, guiñando el ojo a Nailah-. O sí, pero podrá esperar.
Una vez sin rostro hubo aceptado formar grupo con los piratas, se dirigió hacia el semigigante, a Nailah y al otro humano con rostro serio que aún no conocía.
- Hola, mi nombre es Brynn, supongo que algunos no me conoceréis. Soy un asesino que se mueve por muchos intereses, y no sé qué hago aquí, yo solo venía a negociar con Viktor… Pero en fin, habrá que ver cómo parar esta cosa. ¿Quién está al mando? ¿Qué hacemos?
El pirata acataría las órdenes del grupo, fueran las que fueran, y se encargaría de proteger a Nailah por todos los medios. Esperaba que no tuvieran que desaparecer como en la última ocasión… Tenían muchas cosas que decirse. Y que hacer.
- Resumen:
- Aceptar la propuesta de Zane.
- Presentarse ante Marc, Spanner y Nailah.
- Preguntar qué toca hacer.
- Aceptar la propuesta de Zane.
Hayden Ashworth
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El dragón siguió avanzando por el pasillo, siendo seguido por su brigada tras ver como el resto se ocupaba sin problema alguno del gigantesco arácnido. Mientras caminaban veían que todo estaba lleno de tuberías, algunas de las cuales tenían escapes de ardiente vapor que, si bien su temperatura no afectaba al dragón, no podía decir lo mismo del resto.
—Cuidado con los escapes —anunció—. Podríais quemaros.
Entonces se toparon con un extraño muro, formado de tuberías que tenían una extraña forma. El dragón no era precisamente arquitecto y la última vez que miró sus ocupaciones, no era tampoco un fontanero. Sin embargo, era extremadamente obvio que aquellas tuberías no tenían otra razón de ser que cortarles el paso. Frunció el ceño tras detenerse, observando la tubería, mientras su cola escamosa y llena de pinchos se movía inquieta de un lado a otro.
Delante había otro grupo de marines. A uno de ellos lo reconocía, ciertamente, pues había combatido con él una vez. Si bien aquella pelea fue corta y no tuvo un clímax, el comodoro se lo pasó bastante bien. Aunque estaba seguro de que, en tiempos de aquella pelea, aquel hombre de baja estatura habría barrido el suelo con él si hubiese querido. Aunque en aquel momento... no tenía un aspecto muy estable. Y al frente de todos ellos estaba un hombre al que solo había visto en fotos. Tan alto como él, el almirante Koneko se alzaba con orgullo... O al menos eso parecía.
Llegaron a una extraña sala. Tenía dos puertas al fondo, una de las cuales estaba cerrada. Horrorosas cortinas hajadas colgaban de las paredes, también hechas de tuberías, con extraños atriles que hacían poco o nada para la decoración. En el caso de que los otros marines también hubiesen llegado a aquella sala, se cuadraría en una postura militar que había perdido la costumbre de tomar debido al poco tiempo que pasaba con superiores.
—Almirante— saludaría—. Soy el Comodoro Kasai, no sé si me conoce. A sus órdenes.
Al comodoro le parecía muy obvio que la puerta abierta era una forma de llevarles hacia una trampa. Sin embargo... ¿Y si era demasiado obvio? Se acercó a la puerta cerrada y llevó la mano al picaporte, para comprobar si la puerta estaba cerrada del todo.
—Cuidado con los escapes —anunció—. Podríais quemaros.
Entonces se toparon con un extraño muro, formado de tuberías que tenían una extraña forma. El dragón no era precisamente arquitecto y la última vez que miró sus ocupaciones, no era tampoco un fontanero. Sin embargo, era extremadamente obvio que aquellas tuberías no tenían otra razón de ser que cortarles el paso. Frunció el ceño tras detenerse, observando la tubería, mientras su cola escamosa y llena de pinchos se movía inquieta de un lado a otro.
Delante había otro grupo de marines. A uno de ellos lo reconocía, ciertamente, pues había combatido con él una vez. Si bien aquella pelea fue corta y no tuvo un clímax, el comodoro se lo pasó bastante bien. Aunque estaba seguro de que, en tiempos de aquella pelea, aquel hombre de baja estatura habría barrido el suelo con él si hubiese querido. Aunque en aquel momento... no tenía un aspecto muy estable. Y al frente de todos ellos estaba un hombre al que solo había visto en fotos. Tan alto como él, el almirante Koneko se alzaba con orgullo... O al menos eso parecía.
Llegaron a una extraña sala. Tenía dos puertas al fondo, una de las cuales estaba cerrada. Horrorosas cortinas hajadas colgaban de las paredes, también hechas de tuberías, con extraños atriles que hacían poco o nada para la decoración. En el caso de que los otros marines también hubiesen llegado a aquella sala, se cuadraría en una postura militar que había perdido la costumbre de tomar debido al poco tiempo que pasaba con superiores.
—Almirante— saludaría—. Soy el Comodoro Kasai, no sé si me conoce. A sus órdenes.
Al comodoro le parecía muy obvio que la puerta abierta era una forma de llevarles hacia una trampa. Sin embargo... ¿Y si era demasiado obvio? Se acercó a la puerta cerrada y llevó la mano al picaporte, para comprobar si la puerta estaba cerrada del todo.
- REsumen - Al y Kiritsu:
- Llegar a la sala, presentarme a Al en el caso de que haya llegado también e intentar abrir la puerta cerrada.
Ryuichi Ichiban
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Oh no. El sitio por el que se había metido Eric, el cual por cierto tenía pinta de que iba a caerle bien, era demasiado pequeño para él. Colocó ambas manos a los lados del agujero y miró al interior. Sin embargo, a cabezón no le ganaba nadie, por el hecho de que su cabeza era bastante más grande en diámetro de lo normal incluso para los de su propia raza. Se puso de lado e hizo fuerza, soltando un gemido de esfuerzo y entrando en el estrecho agujero.
Se le clavaban cosas. Cosas en sitios que, al no llevar ropa, estaban desprotegidos. Sitios que, ciertamente, le dolían. Sin embargo, Braud era un macho y apretaba los dientes, soportando el dolor. ¿Dolor? ¿Qué dolor? El gigante no sentía dolor. Minucías y pinchazos que a uno de aquellos enanos tal vez podrían dolerle.
—Hola —dijo entre quejidos a la gente a la que Eric se estaba presentando, aunque parecía conocer a uno de ellos—. Yo soy Braud. ¿Podemos continuar? Es que no quepo.
Se le clavaban cosas. Cosas en sitios que, al no llevar ropa, estaban desprotegidos. Sitios que, ciertamente, le dolían. Sin embargo, Braud era un macho y apretaba los dientes, soportando el dolor. ¿Dolor? ¿Qué dolor? El gigante no sentía dolor. Minucías y pinchazos que a uno de aquellos enanos tal vez podrían dolerle.
—Hola —dijo entre quejidos a la gente a la que Eric se estaba presentando, aunque parecía conocer a uno de ellos—. Yo soy Braud. ¿Podemos continuar? Es que no quepo.
- REsumen - Eric, Kenzo, Iulio:
- Entrar por el agujero aunque no quepa, seguir a Eric y seguir en bolas
Ellanora Volkihar
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—Cálmese, por favor...
—¡No! Voy a encontrarlo y le voy a arrancar todos esos tentáculos uno a uno. Voy a cocinar cada uno de esos tentáculos de forma distinta delante de su asquerosa cara de pez. Uno a la brasa, otro a la plancha, otro al horno, otro al... al... ¡¡SE LOS DARÉ A LOS PERROS!! ¡¡ESE TÍO ES COMIDA DE PERRO!!
—Sí, Sí, jefa, pero... Se ha escapado. Debemos continuar.
La vampiresa resopló un mechón de pelo que tenía delante de la cara. Envainó su espada mientras uno de sus subordinados le limpiaba la sangre de la camiseta, aunque todavía le quedaba rastro de aquella mancha. Frente a ella vio como habían cuatro hombres, cerca de una de las paredes de la aguja. Sin embargo, apareció un quinto montado en... ¿un caballo alado? Se estampó contra el muro, abriendo un boquete en él y... desapareció. La joven se acercó a los cuatro hombres.
—Con permiso —dijo pasando entre ellos para entrar por el agujero a la sala. Por supuesto, iba seguida por sus veinte seguidores. Y Adam. El bonachón Adam que medía sus buenos cuatro metros.
En el caso de que los tres hombres no se lo hubiesen impedido, cosa que no creía posible ya que... bueno, iba con veinte tíos con pintas de mafiosos, entraría a la sala a la cual se había creado una amplia abertura. El suelo estaba lleno de instrumentos, y pudo ver por el rabillo del ojo como Adam cogía uno de ellos, curioso. Habían tres luces que alumbraban la sala de forma irregular, con tres colores distintos. Aquello ponía nerviosa a Nora. Demasiado nerviosa. Miró a los lados, confusa y vio... ¡Una puerta! Con un interruptor.
Sin dudarlo, se acercó a este y lo pulsó. Después de todo... Una no podía desvelar misterios si estos no se presentaban.
—¡No! Voy a encontrarlo y le voy a arrancar todos esos tentáculos uno a uno. Voy a cocinar cada uno de esos tentáculos de forma distinta delante de su asquerosa cara de pez. Uno a la brasa, otro a la plancha, otro al horno, otro al... al... ¡¡SE LOS DARÉ A LOS PERROS!! ¡¡ESE TÍO ES COMIDA DE PERRO!!
—Sí, Sí, jefa, pero... Se ha escapado. Debemos continuar.
La vampiresa resopló un mechón de pelo que tenía delante de la cara. Envainó su espada mientras uno de sus subordinados le limpiaba la sangre de la camiseta, aunque todavía le quedaba rastro de aquella mancha. Frente a ella vio como habían cuatro hombres, cerca de una de las paredes de la aguja. Sin embargo, apareció un quinto montado en... ¿un caballo alado? Se estampó contra el muro, abriendo un boquete en él y... desapareció. La joven se acercó a los cuatro hombres.
—Con permiso —dijo pasando entre ellos para entrar por el agujero a la sala. Por supuesto, iba seguida por sus veinte seguidores. Y Adam. El bonachón Adam que medía sus buenos cuatro metros.
En el caso de que los tres hombres no se lo hubiesen impedido, cosa que no creía posible ya que... bueno, iba con veinte tíos con pintas de mafiosos, entraría a la sala a la cual se había creado una amplia abertura. El suelo estaba lleno de instrumentos, y pudo ver por el rabillo del ojo como Adam cogía uno de ellos, curioso. Habían tres luces que alumbraban la sala de forma irregular, con tres colores distintos. Aquello ponía nerviosa a Nora. Demasiado nerviosa. Miró a los lados, confusa y vio... ¡Una puerta! Con un interruptor.
Sin dudarlo, se acercó a este y lo pulsó. Después de todo... Una no podía desvelar misterios si estos no se presentaban.
- REsumen - Yarmin, Valar y Heartless:
- Guardar rencor a Kaito, ver como un señor se estampa contra la pared, pasar por delante de Yarmin, Valar, Arribor y Zack y entrar en la sala. Ah, y pulsar el botón. Eso es importante.
Katharina von Steinhell
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Debía hacer algo cuanto antes con esos putos altavoces giratorios antes de que le estallaran la cabeza. Avanzar sin antes encargarse de ellos no era una opción a considerar. Afortunadamente, tenía varias formas de deshacerse de estos: congelarlos, quemarlos o incluso inutilizarlos usando el poder de la bola de cristal que llevaba entre sus pertenencias. Realmente no importaba la forma, sino el resultado. El ruido era tal que concentrarse pasaba a ser una tarea difícil, y para la bruja no había nada más importante que tener su mente intacta, sin alteraciones ni molestias. La fuerza de Katharina radicaba en su cabeza, no en sus puños.
Hubo un momento en el que la lucidez volvió y los altavoces no supusieron un problema, uno que bastó para darse cuenta del ambiente. Tras ella apareció un hombre montado sobre una yegua alada, cruzando las columnas de fuego como si nada. Había visto su rostro en algún periódico, y su nombre era tan famoso que era casi imposible no conocerlo. ¿Acaso debía sorprenderse por encontrar tales criminales en el centro del fin del mundo? Como sea, mientras no significase un problema para ella optaría por continuar su camino y evitarle en lo posible.
Entonces, y antes de que los altavoces volvieran a apuntarle, comenzó a enviar corrientes de aire a bajas temperaturas hacia estos. No era una experta en fisicoquímica, de hecho, la ciencia no formaba parte de sus especialidades, pero tampoco había que ser un genio para saber que a menos setenta grados Celsius casi cualquier material se congela. En cualquier caso, era necesario contar con un plan b. Si el aire congelante no funcionaba, optaría por cortarles con la Hoja de Argoria transformada en una delgada espada. Y, en última instancia, únicamente como plan c, usaría el poder de la bola de cristal para inutilizar cualquier aparato electrónico en un radio de cien metros. Sin embargo, esperaba que el plan a funcionase sin mayores complicaciones.
Una vez los altavoces fuera de juego, lo siguiente era continuar avanzando. ¿Cruzar la puerta de la lateral o seguir recto? Por el momento no tenía intenciones de tomar un desvío, y aún debía encontrar una forma de llegar hasta los planos. Si su memoria no le fallaba, ahora mismo sus compañeros debían encontrarse en la zona frontal de la aguja, junto a la Marina, por lo que aún tenía un largo camino que recorrer para llegar hasta ellos.
—Supongo que seguiré derecho hasta el escenario —susurró para sí misma.
Hubo un momento en el que la lucidez volvió y los altavoces no supusieron un problema, uno que bastó para darse cuenta del ambiente. Tras ella apareció un hombre montado sobre una yegua alada, cruzando las columnas de fuego como si nada. Había visto su rostro en algún periódico, y su nombre era tan famoso que era casi imposible no conocerlo. ¿Acaso debía sorprenderse por encontrar tales criminales en el centro del fin del mundo? Como sea, mientras no significase un problema para ella optaría por continuar su camino y evitarle en lo posible.
Entonces, y antes de que los altavoces volvieran a apuntarle, comenzó a enviar corrientes de aire a bajas temperaturas hacia estos. No era una experta en fisicoquímica, de hecho, la ciencia no formaba parte de sus especialidades, pero tampoco había que ser un genio para saber que a menos setenta grados Celsius casi cualquier material se congela. En cualquier caso, era necesario contar con un plan b. Si el aire congelante no funcionaba, optaría por cortarles con la Hoja de Argoria transformada en una delgada espada. Y, en última instancia, únicamente como plan c, usaría el poder de la bola de cristal para inutilizar cualquier aparato electrónico en un radio de cien metros. Sin embargo, esperaba que el plan a funcionase sin mayores complicaciones.
Una vez los altavoces fuera de juego, lo siguiente era continuar avanzando. ¿Cruzar la puerta de la lateral o seguir recto? Por el momento no tenía intenciones de tomar un desvío, y aún debía encontrar una forma de llegar hasta los planos. Si su memoria no le fallaba, ahora mismo sus compañeros debían encontrarse en la zona frontal de la aguja, junto a la Marina, por lo que aún tenía un largo camino que recorrer para llegar hasta ellos.
—Supongo que seguiré derecho hasta el escenario —susurró para sí misma.
- Resumen:
- Usar el plan A para congelar los altavoces; optar por el plan B para cortarlos en caso de fallar el plan A o, en caso de que estos no sirvieran, hacer uso de la bola de cristal para inutilizar los aparatos electrónicos.
- Darse cuenta de la presencia del Julius y decidir no meterse con él.
- Avanzar hacia la sala del escenario.
- Usar el plan A para congelar los altavoces; optar por el plan B para cortarlos en caso de fallar el plan A o, en caso de que estos no sirvieran, hacer uso de la bola de cristal para inutilizar los aparatos electrónicos.
- A tener en cuenta:
- Nombre de la técnica: Evocación Avanzada
Naturaleza de la técnica: Mejora de akuma no mi
Descripción de la técnica: Katharina es capaz de sintonizar su magia para manipular y crear los elementos básicos de la naturaleza: aire, tierra, hielo y fuego. Permite que acceda de forma más libre a la esencia de la magia elemental, aunque en cuanto a utilidad y poder no se asemeja a lo que puede alcanzar un conjuro.- Aire: Evidentemente este no se crea, sino que solo se manipula. Puede generar ráfagas de viento cortante con una velocidad máxima de 120 km/h. Es capaz de usar el viento de manera cortante, adquiriendo una dureza de 8 según la escala de Mohs. La bruja solo puede manipular el viento a una distancia de 30 metros.
Tiempo de canalización: Tarda 1 segundo en manipular el viento a una distancia de 15 metros.
Nombre de la técnica: Rengoku no Samui
Naturaleza de la técnica: Mejora de akuma no mi
Descripción de la técnica: El cuerpo de Katharina desprende un aura helada capaz de congelar todo lo que se encuentre a su alrededor, a una distancia máxima de 20 centímetros, así que es normal que se congele por donde pisa. Su cuerpo ha asimilado perfectamente el frío del otro mundo, volviéndose capaz de soportar temperaturas de hasta -70°C. Por otra parte, es capaz de descender esa temperatura hasta los -70°C, lo suficientemente helado como para causar quemaduras de tercer grado. Tan solo el contacto físico que realice Katharina podrá congelar cuerpos (piel, objetos, etc.), profundizando algunos centímetros y extendiéndose rápidamente por cada segundo. A efectos escénicos, únicamente la persona que Katharina desee es capaz de acercarse a ella sin ser congelada
Tiempo de canalización: Es un PU, por lo tanto es permanente.
Nombre del objeto: Bola de cristal. (Solo en caso de que ambos planes anteriores fallen)
Descripción: Se trata de una bola de cristal que emite una señal electromagnética capaz de apagar dispositivos electrónicos en un radio de cien metros (las prótesis electrónicas pasan a ser meramente funcionales) durante dos turnos. Tiene un solo uso por rol, pues necesita ser recargado durante varias horas después.
Cualidades del material: Liviandad y dureza mítica.
Cualidades excepcionales: N/A - Aire: Evidentemente este no se crea, sino que solo se manipula. Puede generar ráfagas de viento cortante con una velocidad máxima de 120 km/h. Es capaz de usar el viento de manera cortante, adquiriendo una dureza de 8 según la escala de Mohs. La bruja solo puede manipular el viento a una distancia de 30 metros.
Kaito Takumi
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—Ni de coña.—El ningyo volvió por donde había venido tras asomarse al infernal umbral de la torre.
Sin sus compañeros, aunque tras el abandono no podría considerárseles realmente así, y con probablemente muchas más trampas y enemigos dentro del edificio, no iba a arriesgarse a ir sin estar preparado. Y mucho menos a morir sin sus respuestas.
Kaito rodeó la base de la torre que limitaba con la plataforma de Viktor en busca del límite de contacto. Allí estaría el mar esperando para consolarle con su abrazo, para ser su verdadero amigo y protector. Dejó los zapatos en la linde antes de refrescarse. “Así son las cosas”, se dijo una vez sumergido recordando bien cómo terminaban irremediablemente todas sus relaciones con los sapiens. Fuesen del género que fuesen.
Tras un suspiro subacuático, el pelirrojo emergió silenciosamente y contempló el par de patucos. Aquel era el momento apropiado para testar sus hipótesis. Se secó arrastrando la humedad fuera de sí y, en silencio, comenzó con sus pruebas.
Empezó por lo más sencillo: asegurarse que las características físicas del objeto y su copia eran idénticas. Estimó el peso balanceándolos en sus brazos, inspeccionó cada costura, marca y etiqueta de ambos con sus tentáculos; olió sus plantas, lamió las suelas y mordisqueó las puntas para testar la dureza de ambos cueros. Hechos aquellos extraños rituales que muchos habrían tachado de fetichista, anotó mentalmente los resultados y prosiguió por los experimentos destructivos.
Extrayendo su daga de la riñonera, Kaito cortó dos pequeñas lonchas del tejido principal y otras dos de la planta. Seguidamente, y con mucho cuidado de apartar los objetos “originales” de la zona de trabajo, extrajo un metro cúbico del mar que dispuso y sostuvo sobre la tarima. Acto seguido espolvoreó cuidadosamente aquellos trozos sobre la superficie del “mar de ejemplo” y contempló con curiosidad lo que ocurría. Los usuarios de las akuma no mi debían pagar un alto precio por sus poderes, y el ningyo quería saber si lo mismo pasaba con sus construcciones. Si aquellos trozos habían formado parte del Viktor original, quizás debían hundirse tan rápido como lo habría hecho él… o quizás incluso desaparecerían.
—Si no hubiera dejado las putas lenguas allí, podría testar si la carne difiere —maldijo terminado el ensayo y guardando el resto de materia prima de nuevo pegado bajo su manto.
Después de aquello volvió cautelosamente a la zona de entrada con la idea de proseguir usando el fuego como otro elemento con el que trabajar, pero no sin olvidarse de llevar consigo el metro cúbico de agua como un tentáculo de seguridad a modo de cinto. Por suerte, su retraso le hizo evitar por bastante poco la comitiva liderada por la irascible muchacha a la que había dado esquinazo.
“¿Debería volver a por el bichero?”, se preguntó contemplando la espalda del gigantesco Adam alejarse con cada paso. Pronto desechó la idea, pues si se quedaba solo con el poderoso rey del Bajo Mundo, quizás este aprovecharía que estaba solo para vengarse de la ofensa de perpetrar sus cadáveres. "Además, con un poco de suerte William seguiría teniendo aquella cabeza.", pensó con una sonrisa que no tardó en quebrarse.
—¿Pero qué estoy haciendo? Si tengo pelo. —susurró para sí sintiéndose estúpido. Sacó los mechones de su riñonera y repitió las pruebas acuáticas mientras caminaba.
Iría lento, no solo por asegurarse de que la distancia y el cuerpo de aquel mamotreto le ocultasen de sus posibles enemigos, sino porque también debía tomarse su tiempo para sus pruebas y para barrer a un lado con el tentáculo acuático los cristales que había sobre el alquitrán extrañamente templado.
Una vez la mujer despareciera por el boquete del cual no había visto la razón de origen, Kaito escogería el camino alternativo para alejarse todo lo que pudiese de posibles vendettas. Hechas las pruebas y cambiado el rumbo, aprovechó el líquido elemento para refrescarse… una vez, claro está, se asegurase de que en este no quedaba ninguna esquirla que pudiese cortar su piel.
Sin sus compañeros, aunque tras el abandono no podría considerárseles realmente así, y con probablemente muchas más trampas y enemigos dentro del edificio, no iba a arriesgarse a ir sin estar preparado. Y mucho menos a morir sin sus respuestas.
Kaito rodeó la base de la torre que limitaba con la plataforma de Viktor en busca del límite de contacto. Allí estaría el mar esperando para consolarle con su abrazo, para ser su verdadero amigo y protector. Dejó los zapatos en la linde antes de refrescarse. “Así son las cosas”, se dijo una vez sumergido recordando bien cómo terminaban irremediablemente todas sus relaciones con los sapiens. Fuesen del género que fuesen.
Tras un suspiro subacuático, el pelirrojo emergió silenciosamente y contempló el par de patucos. Aquel era el momento apropiado para testar sus hipótesis. Se secó arrastrando la humedad fuera de sí y, en silencio, comenzó con sus pruebas.
Empezó por lo más sencillo: asegurarse que las características físicas del objeto y su copia eran idénticas. Estimó el peso balanceándolos en sus brazos, inspeccionó cada costura, marca y etiqueta de ambos con sus tentáculos; olió sus plantas, lamió las suelas y mordisqueó las puntas para testar la dureza de ambos cueros. Hechos aquellos extraños rituales que muchos habrían tachado de fetichista, anotó mentalmente los resultados y prosiguió por los experimentos destructivos.
Extrayendo su daga de la riñonera, Kaito cortó dos pequeñas lonchas del tejido principal y otras dos de la planta. Seguidamente, y con mucho cuidado de apartar los objetos “originales” de la zona de trabajo, extrajo un metro cúbico del mar que dispuso y sostuvo sobre la tarima. Acto seguido espolvoreó cuidadosamente aquellos trozos sobre la superficie del “mar de ejemplo” y contempló con curiosidad lo que ocurría. Los usuarios de las akuma no mi debían pagar un alto precio por sus poderes, y el ningyo quería saber si lo mismo pasaba con sus construcciones. Si aquellos trozos habían formado parte del Viktor original, quizás debían hundirse tan rápido como lo habría hecho él… o quizás incluso desaparecerían.
—Si no hubiera dejado las putas lenguas allí, podría testar si la carne difiere —maldijo terminado el ensayo y guardando el resto de materia prima de nuevo pegado bajo su manto.
Después de aquello volvió cautelosamente a la zona de entrada con la idea de proseguir usando el fuego como otro elemento con el que trabajar, pero no sin olvidarse de llevar consigo el metro cúbico de agua como un tentáculo de seguridad a modo de cinto. Por suerte, su retraso le hizo evitar por bastante poco la comitiva liderada por la irascible muchacha a la que había dado esquinazo.
“¿Debería volver a por el bichero?”, se preguntó contemplando la espalda del gigantesco Adam alejarse con cada paso. Pronto desechó la idea, pues si se quedaba solo con el poderoso rey del Bajo Mundo, quizás este aprovecharía que estaba solo para vengarse de la ofensa de perpetrar sus cadáveres. "Además, con un poco de suerte William seguiría teniendo aquella cabeza.", pensó con una sonrisa que no tardó en quebrarse.
—¿Pero qué estoy haciendo? Si tengo pelo. —susurró para sí sintiéndose estúpido. Sacó los mechones de su riñonera y repitió las pruebas acuáticas mientras caminaba.
Iría lento, no solo por asegurarse de que la distancia y el cuerpo de aquel mamotreto le ocultasen de sus posibles enemigos, sino porque también debía tomarse su tiempo para sus pruebas y para barrer a un lado con el tentáculo acuático los cristales que había sobre el alquitrán extrañamente templado.
Una vez la mujer despareciera por el boquete del cual no había visto la razón de origen, Kaito escogería el camino alternativo para alejarse todo lo que pudiese de posibles vendettas. Hechas las pruebas y cambiado el rumbo, aprovechó el líquido elemento para refrescarse… una vez, claro está, se asegurase de que en este no quedaba ninguna esquirla que pudiese cortar su piel.
- Resumen:
Testar cual "científico" las muestras de Viktor para afianzar hipótesis sobre su poder. (Comentadme por privado los resultados). Me llevo agua del mar (Técnica Lengua de mar).
Retrasarme y no ver al César volador, y entrar bastante detrás de la comitiva de Nora silenciosamente (Aprovechando la distancia y el ir lento y sigilosamente para que no me detecten) Cosas de cómo entrar por el tema de no llevar zapatos (no puestos, al menos) y coger por el pasillo tranquilamente para no ir por donde ha ido la vampira loca que quería matarme.
Ummak Zor-El
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- Ummak advertir, tan solo débiles y cobardes quedar atrás –exclamó el shandian mientras que Skión desvestía al primero de los marines apresados y comenzaba a cuestionar la talla de la ropa con escepticismo – Además, nadie reparar en nuestra presencia… Sin duda ser el mejor plan de Ummak hasta la fecha.
A fin de cuentas, el salvaje aún seguía siendo un adolescente y le costaba demasiado no fanfarronear con cada uno de sus aciertos, por muy fortuitos que estos pudiesen llegar a ser. Una vez que Skión se hubo hecho con la ropa de la primera de sus presas, Ummak se llevó la mano izquierda hacia su espada y extrajo un pequeño cuchillo de caza. Dos de los ocho mechones se enroscaron de nuevo en torno al cuerpo del marino desde los pies hasta la cabeza y, mediante un diestro movimiento con la hoja serrada de su cuchillo, cortó su cabello liberando su control sobre aquellos mechones. Puede que ahora pareciesen inofensivos, pero el entrelazado de fibras hacía que la atadura fuese prácticamente imposible de desenredar sin recurrir a las armas.
Tras algunos instantes, el segundo marine fue atraído hacia su escondite. Al igual que había hecho su compañero antes y, tras una soberana paliza, Ummak noqueó al indefenso marine y comenzó a desvestirle. En cuanto comenzó a retirarle los pantalones se percató de que un extraño papel sobresalía de uno de los bolsillos. Ummak no entendía los garabatos que los demonios del Gran Azul empleaban para comunicarse y, de hecho, no tenía ningún interés en ninguna cultura que no fuese la suya. La arrogancia de aquella gente le ponía enfermo, por lo que a él respectaba, podían morir todos en aquel mar. Sin embargo, a pesar de que probablemente no entendería nada de aquella nota, se la llevó a la boca mientras comenzaba a vestirse con el uniforme.
Para cuando terminó de vestirse, no sabría decirse si la idea de disfrazarse era un acierto o un error. De pies a cabeza el aspecto del shandian era cuanto menos peculiar. Empezando por su calzado, Ummak finalmente había decidido quedarse con sus botas, unas botas de cuero marrón algo ajadas con el interior forrado con piel de conejo. Los pantalones, por el contrario, eran los reglamentarios del uniforme marine; algo más estrechos y cortos a lo que el Ummak estaba acostumbrado, pero hacían su función. Cubriendo su torso podía verse la habitual camiseta sin mangas típica de la Marina, sin embargo, debido a las alas vestigiales propias de la gente del cielo, le hacían una forma rara en la espalda. A simple vista, aquel bulto hacia que pareciera que tuviese algún tipo de malformación en la columna. Sobre sus hombros, al igual que en sus antebrazos y su cuello, descansaban: su capa de tela rojiza y pelaje de león albino, unas enormes coderas decoradas con diversos motivos tribales y geométricos, así como un amadhy; un enorme collar de factura artesanal compuesto por decenas de huesecillos y colmillos, cobre y oro. Por último, sobre la palma de su siniestra sostenía una gorra blanca y azul con el logo de la marina serigrafiado en su frontal, dentro de ella se encontraba el papel arrugado que había extraído del bolsillo de su víctima.
Y hablando de presas, apunto estaba de llegar la última de ellas, el guerrillero había tenido que emplear cuatro de los ocho mechones restantes para reducirla y forzarla a acudir a su escondite, pero ya podía sentir como esta recorría los últimos metros hasta su inevitable destino. Dándole un codazo a Skión para ponerlo alerta, Ummak empuñó su Kamihageshii y esbozó la más siniestra de sus sonrisas para recibir a su nueva víctima.
A fin de cuentas, el salvaje aún seguía siendo un adolescente y le costaba demasiado no fanfarronear con cada uno de sus aciertos, por muy fortuitos que estos pudiesen llegar a ser. Una vez que Skión se hubo hecho con la ropa de la primera de sus presas, Ummak se llevó la mano izquierda hacia su espada y extrajo un pequeño cuchillo de caza. Dos de los ocho mechones se enroscaron de nuevo en torno al cuerpo del marino desde los pies hasta la cabeza y, mediante un diestro movimiento con la hoja serrada de su cuchillo, cortó su cabello liberando su control sobre aquellos mechones. Puede que ahora pareciesen inofensivos, pero el entrelazado de fibras hacía que la atadura fuese prácticamente imposible de desenredar sin recurrir a las armas.
Tras algunos instantes, el segundo marine fue atraído hacia su escondite. Al igual que había hecho su compañero antes y, tras una soberana paliza, Ummak noqueó al indefenso marine y comenzó a desvestirle. En cuanto comenzó a retirarle los pantalones se percató de que un extraño papel sobresalía de uno de los bolsillos. Ummak no entendía los garabatos que los demonios del Gran Azul empleaban para comunicarse y, de hecho, no tenía ningún interés en ninguna cultura que no fuese la suya. La arrogancia de aquella gente le ponía enfermo, por lo que a él respectaba, podían morir todos en aquel mar. Sin embargo, a pesar de que probablemente no entendería nada de aquella nota, se la llevó a la boca mientras comenzaba a vestirse con el uniforme.
Para cuando terminó de vestirse, no sabría decirse si la idea de disfrazarse era un acierto o un error. De pies a cabeza el aspecto del shandian era cuanto menos peculiar. Empezando por su calzado, Ummak finalmente había decidido quedarse con sus botas, unas botas de cuero marrón algo ajadas con el interior forrado con piel de conejo. Los pantalones, por el contrario, eran los reglamentarios del uniforme marine; algo más estrechos y cortos a lo que el Ummak estaba acostumbrado, pero hacían su función. Cubriendo su torso podía verse la habitual camiseta sin mangas típica de la Marina, sin embargo, debido a las alas vestigiales propias de la gente del cielo, le hacían una forma rara en la espalda. A simple vista, aquel bulto hacia que pareciera que tuviese algún tipo de malformación en la columna. Sobre sus hombros, al igual que en sus antebrazos y su cuello, descansaban: su capa de tela rojiza y pelaje de león albino, unas enormes coderas decoradas con diversos motivos tribales y geométricos, así como un amadhy; un enorme collar de factura artesanal compuesto por decenas de huesecillos y colmillos, cobre y oro. Por último, sobre la palma de su siniestra sostenía una gorra blanca y azul con el logo de la marina serigrafiado en su frontal, dentro de ella se encontraba el papel arrugado que había extraído del bolsillo de su víctima.
Y hablando de presas, apunto estaba de llegar la última de ellas, el guerrillero había tenido que emplear cuatro de los ocho mechones restantes para reducirla y forzarla a acudir a su escondite, pero ya podía sentir como esta recorría los últimos metros hasta su inevitable destino. Dándole un codazo a Skión para ponerlo alerta, Ummak empuñó su Kamihageshii y esbozó la más siniestra de sus sonrisas para recibir a su nueva víctima.
William White
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Akuma no mi
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-Ya imaginaba- respondí a mi compañero en lo que respectaba a sus informantes -Respecto a nuestro acompañante, es una larga historia, nos será de ayuda, si se dan las circunstancias adecuadas- finalizaría, si bien kaito era un ser peculiar había demostrado tanta lealtad como cobardía a partes iguales.
Estábamos avanzando hacía la puerta cuando nuestro avance fue brevemente interrumpido por dos presencias imponentes, la extraña apariencia del hombre junto a sus característicos rasgos no me hizo en dudar de antes quienes estábamos.
El hombre de semblante serio, frentón ancho, nariz aguileña, pelo corto, su impoluta toga de lino blanca y rojiza juntos con el laurel que coronaba donde podría llegar incluso a intuirse una pequeña calva propia de la edad y los excesos del emperador, se hacía llamar Julius C. Zar. Junto a él su inseparable compañera Chleo Pawtrá, la cual era incluso más guapa que en los carteles donde la recompensa de ambos era desorbitadamente alta, estando a la altura de personalidades como Zane, Arribor o Dexter hacía unos años, aunque aquel emperador del nuevo mundo hacía tiempo que había abandonado la liga de los seres terrenales.
Ambas personalidades, convocadas probablemente por Viktor, se encontraban debatiendo a la entrada de la misteriosa puerta, en la cual venían grabados tres números sin ningún tipo de relación para una persona corriente, pero no para mí.
-Encárgate de las formalidades – sugerí a mi compañero mientras me adelantaba al grupo, dispuesto a resolver el enigma, esperando que el afilado filo de Elliot, su perspicacia y su nueva amiga bastarán para evitar problemas con semejantes monstruos.
Tras averiguar la primera relación de los números, sonriendo brevemente me dirigí acelerando mi paso soltando un “Con permiso” retorico al pasar al lado de sendas monstruosidades hasta ponerme delante del teclado numérico, y si nada me lo impedía introduciría el número que completaba el enigma.
-Doscientos setenta y uno- musité para mis adentros a la vez que pulsaba rápidamente la secuencia numérica.
Simultáneamente un torrente de aire apareció en la sala de la nada, apareció Arribor el cual parecía querer arremeter contra el tal Julio, si algo había aprendido en su corta relación de negocios con aquel maniaco es que cuanto más lejos mejor, y no quería volverse envuelto en aquel lío.
En caso de que la puerta se abriera entraría al otro lado de la sala, esperando que sendos titanes tuvieran bastante enzarzándose en una caótica pelea y sobre todo, que sus acompañantes no se involucrarán en ningún combate innecesario, lo principal era seguir avanzando por el inquietante artefacto, desactivarlo y luego decidir que hacer con el botín que encontrarán en su interior y tal vez tener una charla o dos con el ideólogo de tal artefacto, el cual probablemente estuviera en el interior de tal maquiavélica máquina.
Si alguno de sus acompañantes le preguntaba algo referente al enigma procuraría explicarse de la forma más concisa posible. Diecisiete, ochenta y nueve y ciento setenta y nueve formaban parte del grupo selecto de los números que más odiabas a la hora de repartir un botín equitativamente, y esos eran los números primos. El diecisiete tenía en este caso ser el lujoso privilegio de ser el séptimo número primo del sistema arábigo, diecisiete posiciones después se encontraba el segundo número y curiosamente otras diecisiete posiciones más tarde se encontraba el tercero, por ende, el número que completaba la secuencia era el que estuviera otras diecisiete posiciones más tarde, en este caso el doscientos setenta y uno. Si continuaban insistiendo me remitiría a decir que lo había leído en algún libro citando a algún libro divulgativo sobre números "mágicos" que hubiera leído en el pasado, que no eran pocos.
Ciertamente había otras opciones que había contemplado, como sumar ciento setenta y nueve y diecisiete y restar ochenta y nueve, dando ciento siete el cual también era primo a ciento setenta y nueve sumarle ochenta y nueve y restarle diecisiete, lo cual daba doscientos cincuenta y uno o incluso restar a ciento setenta y nuevo los otros dos números daba setenta y tres. Esos tres resultados eran primos, pero al no tener ningún tipo de símbolo que incitará a operar de esa forma había acabado por tirar por la respuesta más simple, que casi siempre era la más acertada. Aún así había margen de error, si por algo los números primos eran listados era por las numerosas aplicaciones que tenían.
Tras esa rápida explicación y rezando porque no le azotará una jaqueca, recordaría con melancolía todas esas horas de insomnio y de estudio de lo más diverso, las lecturas en el anticuario de Goa iban a acabar resultando de las más fructíferas. Y si fallaba, procuraría probar con alguno de las otras alternativas que había descartado, siempre que le fuera posible y no hubiera nada que el impidiera hacerlo con seguridad.
Estábamos avanzando hacía la puerta cuando nuestro avance fue brevemente interrumpido por dos presencias imponentes, la extraña apariencia del hombre junto a sus característicos rasgos no me hizo en dudar de antes quienes estábamos.
El hombre de semblante serio, frentón ancho, nariz aguileña, pelo corto, su impoluta toga de lino blanca y rojiza juntos con el laurel que coronaba donde podría llegar incluso a intuirse una pequeña calva propia de la edad y los excesos del emperador, se hacía llamar Julius C. Zar. Junto a él su inseparable compañera Chleo Pawtrá, la cual era incluso más guapa que en los carteles donde la recompensa de ambos era desorbitadamente alta, estando a la altura de personalidades como Zane, Arribor o Dexter hacía unos años, aunque aquel emperador del nuevo mundo hacía tiempo que había abandonado la liga de los seres terrenales.
Ambas personalidades, convocadas probablemente por Viktor, se encontraban debatiendo a la entrada de la misteriosa puerta, en la cual venían grabados tres números sin ningún tipo de relación para una persona corriente, pero no para mí.
-Encárgate de las formalidades – sugerí a mi compañero mientras me adelantaba al grupo, dispuesto a resolver el enigma, esperando que el afilado filo de Elliot, su perspicacia y su nueva amiga bastarán para evitar problemas con semejantes monstruos.
Tras averiguar la primera relación de los números, sonriendo brevemente me dirigí acelerando mi paso soltando un “Con permiso” retorico al pasar al lado de sendas monstruosidades hasta ponerme delante del teclado numérico, y si nada me lo impedía introduciría el número que completaba el enigma.
-Doscientos setenta y uno- musité para mis adentros a la vez que pulsaba rápidamente la secuencia numérica.
Simultáneamente un torrente de aire apareció en la sala de la nada, apareció Arribor el cual parecía querer arremeter contra el tal Julio, si algo había aprendido en su corta relación de negocios con aquel maniaco es que cuanto más lejos mejor, y no quería volverse envuelto en aquel lío.
En caso de que la puerta se abriera entraría al otro lado de la sala, esperando que sendos titanes tuvieran bastante enzarzándose en una caótica pelea y sobre todo, que sus acompañantes no se involucrarán en ningún combate innecesario, lo principal era seguir avanzando por el inquietante artefacto, desactivarlo y luego decidir que hacer con el botín que encontrarán en su interior y tal vez tener una charla o dos con el ideólogo de tal artefacto, el cual probablemente estuviera en el interior de tal maquiavélica máquina.
Si alguno de sus acompañantes le preguntaba algo referente al enigma procuraría explicarse de la forma más concisa posible. Diecisiete, ochenta y nueve y ciento setenta y nueve formaban parte del grupo selecto de los números que más odiabas a la hora de repartir un botín equitativamente, y esos eran los números primos. El diecisiete tenía en este caso ser el lujoso privilegio de ser el séptimo número primo del sistema arábigo, diecisiete posiciones después se encontraba el segundo número y curiosamente otras diecisiete posiciones más tarde se encontraba el tercero, por ende, el número que completaba la secuencia era el que estuviera otras diecisiete posiciones más tarde, en este caso el doscientos setenta y uno. Si continuaban insistiendo me remitiría a decir que lo había leído en algún libro citando a algún libro divulgativo sobre números "mágicos" que hubiera leído en el pasado, que no eran pocos.
Ciertamente había otras opciones que había contemplado, como sumar ciento setenta y nueve y diecisiete y restar ochenta y nueve, dando ciento siete el cual también era primo a ciento setenta y nueve sumarle ochenta y nueve y restarle diecisiete, lo cual daba doscientos cincuenta y uno o incluso restar a ciento setenta y nuevo los otros dos números daba setenta y tres. Esos tres resultados eran primos, pero al no tener ningún tipo de símbolo que incitará a operar de esa forma había acabado por tirar por la respuesta más simple, que casi siempre era la más acertada. Aún así había margen de error, si por algo los números primos eran listados era por las numerosas aplicaciones que tenían.
Tras esa rápida explicación y rezando porque no le azotará una jaqueca, recordaría con melancolía todas esas horas de insomnio y de estudio de lo más diverso, las lecturas en el anticuario de Goa iban a acabar resultando de las más fructíferas. Y si fallaba, procuraría probar con alguno de las otras alternativas que había descartado, siempre que le fuera posible y no hubiera nada que el impidiera hacerlo con seguridad.
- B-I-N-G-O!!!, atención señorxs del pasillo y hemeperadores:
Pues narrar un poco, tratar de alcanzar la puerta e introducir el resultado. luego si pasamos y me preguntan exponer el razonamiento y justificar el mismo.
Off: He considerado que el razonamiento es coherente con mi personaje, un apasionado de los misterios y de los códigos secretos, cosas de espía y eso. si queréis que lo justifique me tenéis por discord como siempre.
Ellie
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Ellie se limitó a escuchar. No sabía qué se había perdido durante su ausencia, y tampoco es que nadie le hiciese caso. Se sintió un poco desplazada, casi deseando volver a ser aquella loba solitaria que tanto tiempo fue, pero entonces, Giotto se decidió a apoyarla. Y lo hizo animándola a irse con él, recordando los momentos vividos minutos atrás, cuando atacaron dos barcos con bastante éxito.
- ¡Claro! -exclamó, con una amplia sonrisa en la cara- Iremos y machacaremos a todos los malos que se pongan en nuestro camino-finalizó, dándole un puñetazo al aire y poniéndose a saltar, víctima de una gran felicidad que recorría cada recodo de su cuerpo.
La mink se despediría -al menos por el momento- de Dretch, al cual daría un nuevo abrazo, esta vez sin babosas sorpresas, tras ello haría lo mismo con el peliverde, aunque el abrazo sería menos intenso. Después de todo no había cruzado palabra con él. Tras ello, volvería a abrazar a Taylor, que seguramente le dijese algo, o eso creía la agente. Y, finalmente, alzaría la pata para despedirse de Simo.
Adiós, tonto Pensaría, de manera bastante infantil y con una mueca en la cara.
Y tras ello, se dirigiría hacia Giotto, que se encontraba hablando con el resto de los agentes y marines. Ellie le siguió, contenta por tener un nuevo amigo, y atravesó una estancia usando sus poderes, siguiendo el ejemplo de su compañero.
- No sé por qué encuentro esto un poco divertido, pero también estoy nerviosa. Tengo mucha adrenalina y necesito soltarla, jope. ¿Qué vamos a ver allí? ¿Habrá más arañas? No me gustan las arañas. Aunque las prefiero a los escorpiones, esos me dan más miedo. Bueno tampoco es miedo, es más bien asco, pero ya sabes, que me da cosilla. El caso es que… ¿Eh? ¿Quién es quién?
Tan absorta en sus pensamientos, la mink no había sido consciente de que se les había acoplado un marine. No le sonaba su cara, pero tampoco había reparado en el grupo de marines que estaban junto a sus compañeros. La loba se acercó dando saltitos mientras se lamía la parte inferior de la pata. Cuando estaba a un palmo, le tendió la mano.
- Hola señor marine, mi nombre es Ellie, encantada. ¿Cómo te llamas? ¿Se puede venir con nosotros, Gio? Ah, ese es mi amigo -comentó señalando en la dirección del hombre de fuego-. Se llama Giotto y es la mar de divertido. Seguro que podemos ser buenos amigos todos juntos, ¿a que sí?
Tras su presentación llena de ilusión y nerviosismo a partes iguales, su compañero preguntó hacia dónde ir.
- A mi es que no se me da demasiado bien orientarme. Pero os seguiré donde digáis.
- ¡Claro! -exclamó, con una amplia sonrisa en la cara- Iremos y machacaremos a todos los malos que se pongan en nuestro camino-finalizó, dándole un puñetazo al aire y poniéndose a saltar, víctima de una gran felicidad que recorría cada recodo de su cuerpo.
La mink se despediría -al menos por el momento- de Dretch, al cual daría un nuevo abrazo, esta vez sin babosas sorpresas, tras ello haría lo mismo con el peliverde, aunque el abrazo sería menos intenso. Después de todo no había cruzado palabra con él. Tras ello, volvería a abrazar a Taylor, que seguramente le dijese algo, o eso creía la agente. Y, finalmente, alzaría la pata para despedirse de Simo.
Adiós, tonto Pensaría, de manera bastante infantil y con una mueca en la cara.
Y tras ello, se dirigiría hacia Giotto, que se encontraba hablando con el resto de los agentes y marines. Ellie le siguió, contenta por tener un nuevo amigo, y atravesó una estancia usando sus poderes, siguiendo el ejemplo de su compañero.
- No sé por qué encuentro esto un poco divertido, pero también estoy nerviosa. Tengo mucha adrenalina y necesito soltarla, jope. ¿Qué vamos a ver allí? ¿Habrá más arañas? No me gustan las arañas. Aunque las prefiero a los escorpiones, esos me dan más miedo. Bueno tampoco es miedo, es más bien asco, pero ya sabes, que me da cosilla. El caso es que… ¿Eh? ¿Quién es quién?
Tan absorta en sus pensamientos, la mink no había sido consciente de que se les había acoplado un marine. No le sonaba su cara, pero tampoco había reparado en el grupo de marines que estaban junto a sus compañeros. La loba se acercó dando saltitos mientras se lamía la parte inferior de la pata. Cuando estaba a un palmo, le tendió la mano.
- Hola señor marine, mi nombre es Ellie, encantada. ¿Cómo te llamas? ¿Se puede venir con nosotros, Gio? Ah, ese es mi amigo -comentó señalando en la dirección del hombre de fuego-. Se llama Giotto y es la mar de divertido. Seguro que podemos ser buenos amigos todos juntos, ¿a que sí?
Tras su presentación llena de ilusión y nerviosismo a partes iguales, su compañero preguntó hacia dónde ir.
- A mi es que no se me da demasiado bien orientarme. Pero os seguiré donde digáis.
- Resumen:
- Despedirse de los agentes, abrazando a todos salvo a Simo, al que Ellie hatea un poco.
- Seguir a Giotto, preguntando cosas.
- Encontrarse con Lulio y no saber quién es.
- Renegar sutilmente de tomar una decisión con respecto a dónde ir.
- Despedirse de los agentes, abrazando a todos salvo a Simo, al que Ellie hatea un poco.
Dexter Black
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Eso había sido muy desconsiderado. Tras un rato dibujando con habilidad y una velocidad envidiable -a él no se le daba mal dibujar, pero sin duda era un simple aficionado en comparación a aquella gente- un tentáculo de material tan bizarro como podía ser el pelo secuestró tanto al marine como al mapa a medio calcar... Y el original. De no haber sido porque el M.I.D.O.R.I.M.A. tenía ya registrado el mapa de cada planta habría llegado incuso a molestarse. Sin embargo, hacía ya tiempo que la mala educación le sacaba poco más que un chasquido de lengua. Pero el hurto en una situación de vida o muerte... La verdad era que no tenía muy claro que fuese tan relevante el mapa: Ya lo tenía casi memorizado, y aparte no estaba seguro de que fuese exacto. De hecho, si lo era, tendría una profunda conversación con el cabecilla revolucionario.
-¿Lo has guardado en la memoria, Mido? -Preguntó a la IA de su muñequera, mirando con complicidad a su segundo de abordo. Asumía que él habría hecho lo mismo, aunque tal vez él guardase secretos más avanzados en su traje, o incluso en su ojo.
-Afirmativo. Sin embargo, No tengo clara la escala -la voz era mecánica y monocorde, como generada artificialmente. Lógico, era una voz generada artificialmente.
-Mapea con el S.M.A.U.G. para tenerla clara, aunque no sé si puedes abarcar esta sala al completo; es demasiado grande.
La conversación con el aparato llegó a un final abrupto cuando uno de los piratas más peligrosos de la nueva generación, y probablemente junto a Arribor Neus de los pocos que podían forzarlo a utilizar gran parte de su poder, apareció ante él: Zane D. Kenshin. El pelirrojo le preguntaba por una carta y... Espera un momento. Debía ser el okama nuevo del Yellow Submarine, el local de moda entre los fetichistas del Ojo. Llevado por un grupo de travestis expresidiarias, había resultado un negocio próspero y seguro con una amplia aceptación... Aunque recibían muchas quejas de ruidos por las altas músicas.
-¿La carta? -Preguntó- ¿Te refieres a esto?
Sacó un sobre arrugado de su bolsillo. Lo había llevado desde que lo recibió, sin saber muy bien si debía abrirlo o no... Y ante la duda, había quedado olvidado en un pantalón hasta ese mismísimo instante. Pero, de cualquier manera, sería algo descortés no leerlo.
-Ah. Quieres una espada... Vale. -le habría tendido el Filo del destino, pero cayó en que su insultante peso de cinco toneladas podía hacerse bastante incómodo para alguien que pretendiera utilizarla sin estar acostumbrado-. ¿Te gusta la araña?
Fue hacia el guiñapo y arrancó un pedazo lo suficientemente largo como para hacer un buen instrumento. No podría sacar lo mejor de sí mismo con aquella creación, pero podía hacerla insultantemente rápido con la ayuda del mar y de un poco de mala baba.
Dejó que la tensión recorriese su cuerpo, y el cabello se le erizó ligeramente mientras chispas azules se iban concentrando el el metal, que con calor comenzó a deformarse hasta ser una maleable barra cilíndrica. Apretando los dedos contra ella, aún caliente, dotó a la barra de una hoja tan fina que casi parecía desvanecerse cuando era mirada de canto, y con las uñas talló sin dificultad la línea de rotura para comenzar el filo, curvo.
Partió la hoja delicadamente, y comenzó a golpear el metal contra su propio pecho como si fuese un yunque. La camisa quedaba con residuos de metal, pero no importaba. Una vez la forma estuvo dada se acercó al mar donde, todavía caliente, la refrescó... Tal vez se había dado demasiada prisa, pero el resultado estaba quedando bastante correcto. Es decir, para él era pura basura, pero para muchos herreros aquel arma sería el summum de su carrera.
-Solo falta el hilo -le comentó, antes de empezar a limarlo con las uñas tan pegadas que parecían tocarse.
Tardó unos treinta segundos en darle la forma adecuada y el filo deseado, pero una vez terminó quedaba una katana muy elegante, sin guarda pero son peso extraordinariamente ligero, bien balanceada y con filo tan fino que casi podría cortar una hoja cayendo sobre él. Una obra maestra... Para un herrero ordinario. Pero bueno, teniendo en cuenta que llevaba como mucho un minuto y medio con ese trabajo... Era correcta.
-Toma. Y no dejes que te rompan esta, anda.
Luego miró el mapa, y con una complicidad que solo podía tener con su subcapitán señaló a la pared.
-Si el mapa dice la verdad podemos llegar a una sala por ahí. Y no parecen de muy buena calidad, por lo visto. -La entrada abierta por Bleyd demostraba cierta chapuza... Aunque los materiales parecían robustos- Vamos a probar suerte.
Activó el endurecimiento en su mano, y con todas las fuerzas que pudo reunir trató de abalanzarse cuan rápido pudo contra el muro perpendicular al hueco que Bleyd había abierto.
-Dexter -dijo M.I.D.O.-, ¿sabes que arruinas mi mapeado si destruyes muros?
Pero, como hacía siempre, ignoró la cautela de su muñequera. ¿Qué sabría ella? Esperaba que su tripulación también participase, no fuera a ser que lo dejase en ridículo una pared. Aunque, pensándolo bien, esa es la clase de cosa que solo podía pasarle a Arribor Neus, ¿no?
-¿Lo has guardado en la memoria, Mido? -Preguntó a la IA de su muñequera, mirando con complicidad a su segundo de abordo. Asumía que él habría hecho lo mismo, aunque tal vez él guardase secretos más avanzados en su traje, o incluso en su ojo.
-Afirmativo. Sin embargo, No tengo clara la escala -la voz era mecánica y monocorde, como generada artificialmente. Lógico, era una voz generada artificialmente.
-Mapea con el S.M.A.U.G. para tenerla clara, aunque no sé si puedes abarcar esta sala al completo; es demasiado grande.
La conversación con el aparato llegó a un final abrupto cuando uno de los piratas más peligrosos de la nueva generación, y probablemente junto a Arribor Neus de los pocos que podían forzarlo a utilizar gran parte de su poder, apareció ante él: Zane D. Kenshin. El pelirrojo le preguntaba por una carta y... Espera un momento. Debía ser el okama nuevo del Yellow Submarine, el local de moda entre los fetichistas del Ojo. Llevado por un grupo de travestis expresidiarias, había resultado un negocio próspero y seguro con una amplia aceptación... Aunque recibían muchas quejas de ruidos por las altas músicas.
-¿La carta? -Preguntó- ¿Te refieres a esto?
Sacó un sobre arrugado de su bolsillo. Lo había llevado desde que lo recibió, sin saber muy bien si debía abrirlo o no... Y ante la duda, había quedado olvidado en un pantalón hasta ese mismísimo instante. Pero, de cualquier manera, sería algo descortés no leerlo.
-Ah. Quieres una espada... Vale. -le habría tendido el Filo del destino, pero cayó en que su insultante peso de cinco toneladas podía hacerse bastante incómodo para alguien que pretendiera utilizarla sin estar acostumbrado-. ¿Te gusta la araña?
Fue hacia el guiñapo y arrancó un pedazo lo suficientemente largo como para hacer un buen instrumento. No podría sacar lo mejor de sí mismo con aquella creación, pero podía hacerla insultantemente rápido con la ayuda del mar y de un poco de mala baba.
Dejó que la tensión recorriese su cuerpo, y el cabello se le erizó ligeramente mientras chispas azules se iban concentrando el el metal, que con calor comenzó a deformarse hasta ser una maleable barra cilíndrica. Apretando los dedos contra ella, aún caliente, dotó a la barra de una hoja tan fina que casi parecía desvanecerse cuando era mirada de canto, y con las uñas talló sin dificultad la línea de rotura para comenzar el filo, curvo.
Partió la hoja delicadamente, y comenzó a golpear el metal contra su propio pecho como si fuese un yunque. La camisa quedaba con residuos de metal, pero no importaba. Una vez la forma estuvo dada se acercó al mar donde, todavía caliente, la refrescó... Tal vez se había dado demasiada prisa, pero el resultado estaba quedando bastante correcto. Es decir, para él era pura basura, pero para muchos herreros aquel arma sería el summum de su carrera.
-Solo falta el hilo -le comentó, antes de empezar a limarlo con las uñas tan pegadas que parecían tocarse.
Tardó unos treinta segundos en darle la forma adecuada y el filo deseado, pero una vez terminó quedaba una katana muy elegante, sin guarda pero son peso extraordinariamente ligero, bien balanceada y con filo tan fino que casi podría cortar una hoja cayendo sobre él. Una obra maestra... Para un herrero ordinario. Pero bueno, teniendo en cuenta que llevaba como mucho un minuto y medio con ese trabajo... Era correcta.
-Toma. Y no dejes que te rompan esta, anda.
Luego miró el mapa, y con una complicidad que solo podía tener con su subcapitán señaló a la pared.
-Si el mapa dice la verdad podemos llegar a una sala por ahí. Y no parecen de muy buena calidad, por lo visto. -La entrada abierta por Bleyd demostraba cierta chapuza... Aunque los materiales parecían robustos- Vamos a probar suerte.
Activó el endurecimiento en su mano, y con todas las fuerzas que pudo reunir trató de abalanzarse cuan rápido pudo contra el muro perpendicular al hueco que Bleyd había abierto.
-Dexter -dijo M.I.D.O.-, ¿sabes que arruinas mi mapeado si destruyes muros?
Pero, como hacía siempre, ignoró la cautela de su muñequera. ¿Qué sabría ella? Esperaba que su tripulación también participase, no fuera a ser que lo dejase en ridículo una pared. Aunque, pensándolo bien, esa es la clase de cosa que solo podía pasarle a Arribor Neus, ¿no?
- resumen (Zane, Dethstroke, CP):
- Llamo Mido a mi muñequera (Hola Taylor :D), fabrico una espada a Zane así, de improvisado, y trato de reventar un muro pensando en que Arribor siempre la lía para mal.
Yarmin Prince
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La verdad sea dicha no me importaba demasiado que el North Blue cayese ante los caprichos de una mente criminal, pero hasta desde mi perspectiva casi neutral lo que estaba haciendo Arribor Neus era una verdadera estupidez: Golpe a golpe iba quedando cada vez más en ridículo, perdiendo contra una pared. Lo cierto es que yo no soy precisamente muy fuerte, pero soy consciente de mis límites y, eso, en realidad, se convierte en una fortaleza: El "Sin corazón" es, simplemente, un estúpido con exceso de testosterona. Y hay pocas cosas más peligrosas que un estúpido con exceso de testosterona.
Por ejemplo, el tipo vestido con toga que volaba sobre un pegaso a una vertiginosa velocidad y que se estampó contra la pared era un ejemplo de esas pocas cosas más peligrosas que un estúpido con exceso de testosterona. Julius C. Zar, el famoso Hemperador Pirata, había entrado tan deprisa que, de no ser por mis habilidades para la ilusión y el engaño la gente a mi alrededor habría descubierto que soy vulnerable. Sin embargo, evité el impacto sin que siquiera pareciese que me estaba moviendo: Para todos los presentes, Yarmin Prince había sido atravesado por el Hemperador. Puede que esto levantase sospechas entre mis improvisados compañeros, pero prefería la idea de simular una fruta del diablo logia que no reconocer mi robo y boicot al Gobierno Mundial para poner mis pies su grandiosa maquinaria. Lógico, supongo, por otra banda.
Cuando la polvareda se levantó el pirata ya no estaba y Arribor salió disparado tras él: Iba a matarlo, si es que podía, lo que debía resultar en un apasionante combate digno de ser presenciado... Pero cuando no tuviera que salvar el mundo. Quitándome la gorra para sacudirme los escombros de encima, y hablando en tono calmado, me dirigí al acompañante de Arribor:
-Ve con él, y si es posible no lo azuces más. Lo que menos necesita es que lo único que usa de cerebro se comporte como un imbécil -tal vez me estaba pasando- luego nos vemos.
Iba a entrar cuando se me adelantaron veintidós personas, una de ellas con la camisa manchada de sangre. Se trataba de una aparente niña de papá, recalco el niña, con influencias en algún tipo de mafia o lobby de la construcción. Al fin y al cabo, la industria inmobiliaria era lo más parecido que había a la cosa nostra. Lo más importante era, en realidad, que si bien no era momento de agarrar a la chica, llevármela a un cuarto oscuro y sacar el escalpelo, ella significaba un traspiés en mi plan de entrar, llvarme el mérito de desactivar este cacharro infernal e irme. Concretamente, porque en esta ocasión para ganar mérito tenía que merecerlo; había demasiada gente mirando. Aunque, por algún motivo, nadie había reparado todavía en mí.
-Entonces pasamos, ¿no, caballero?
Cedí por unos instantes el paso al peliblanco y tras esperar cortésmente tres segundos avancé hacia el interior del lugar, donde había una bola de discoteca... ¿Por qué? En fin, qué más da, para mí lo importante era atravesar la puerta, pero la niña corrió como una imbécil contra el botón de justo al lado y lo pulsó.
-¿Pero se puede saber qué haces? ¿Acaso no sabes que todo en este lugar quiere matarte? Y encima tus chicos no te lo impiden... Si sobrevivimos a tu ataque de ataraxia deberías despedirlos. No te sirven de nada.
Por ejemplo, el tipo vestido con toga que volaba sobre un pegaso a una vertiginosa velocidad y que se estampó contra la pared era un ejemplo de esas pocas cosas más peligrosas que un estúpido con exceso de testosterona. Julius C. Zar, el famoso Hemperador Pirata, había entrado tan deprisa que, de no ser por mis habilidades para la ilusión y el engaño la gente a mi alrededor habría descubierto que soy vulnerable. Sin embargo, evité el impacto sin que siquiera pareciese que me estaba moviendo: Para todos los presentes, Yarmin Prince había sido atravesado por el Hemperador. Puede que esto levantase sospechas entre mis improvisados compañeros, pero prefería la idea de simular una fruta del diablo logia que no reconocer mi robo y boicot al Gobierno Mundial para poner mis pies su grandiosa maquinaria. Lógico, supongo, por otra banda.
Cuando la polvareda se levantó el pirata ya no estaba y Arribor salió disparado tras él: Iba a matarlo, si es que podía, lo que debía resultar en un apasionante combate digno de ser presenciado... Pero cuando no tuviera que salvar el mundo. Quitándome la gorra para sacudirme los escombros de encima, y hablando en tono calmado, me dirigí al acompañante de Arribor:
-Ve con él, y si es posible no lo azuces más. Lo que menos necesita es que lo único que usa de cerebro se comporte como un imbécil -tal vez me estaba pasando- luego nos vemos.
Iba a entrar cuando se me adelantaron veintidós personas, una de ellas con la camisa manchada de sangre. Se trataba de una aparente niña de papá, recalco el niña, con influencias en algún tipo de mafia o lobby de la construcción. Al fin y al cabo, la industria inmobiliaria era lo más parecido que había a la cosa nostra. Lo más importante era, en realidad, que si bien no era momento de agarrar a la chica, llevármela a un cuarto oscuro y sacar el escalpelo, ella significaba un traspiés en mi plan de entrar, llvarme el mérito de desactivar este cacharro infernal e irme. Concretamente, porque en esta ocasión para ganar mérito tenía que merecerlo; había demasiada gente mirando. Aunque, por algún motivo, nadie había reparado todavía en mí.
-Entonces pasamos, ¿no, caballero?
Cedí por unos instantes el paso al peliblanco y tras esperar cortésmente tres segundos avancé hacia el interior del lugar, donde había una bola de discoteca... ¿Por qué? En fin, qué más da, para mí lo importante era atravesar la puerta, pero la niña corrió como una imbécil contra el botón de justo al lado y lo pulsó.
-¿Pero se puede saber qué haces? ¿Acaso no sabes que todo en este lugar quiere matarte? Y encima tus chicos no te lo impiden... Si sobrevivimos a tu ataque de ataraxia deberías despedirlos. No te sirven de nada.
- Resumen:
- entrar, básicamente.
Gareth Silverwing
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La araña definitivamente no había hecho nada por acabar con mi aburrimiento, tan grande para que acabase hecha chatarra, estaba seguro que podría hacer algo mucho mejor que una araña de titanio, como por ejemplo un escorpión de titanio. Pero ahora no era el momento de distraerme con cosas tan estúpidas, el indistinguible olor del café me llamaba.
- Ah. Ahora estoy vivo. - Dije al paladear el café del termo que Jack me ofrecía. Sabía como el café normalucho de la marina, pero con un toque... raro, un puntillo que lo alegraba ¿Habrían mejorado la receta? - Buen trabajo Jack, te mereces un ascenso, pero eso tendrás que pedírselo a Al ¡Jajaja! - Comenté mientras me reía como un idiota y le daba tal palmada en la espalda que de había dejado la mano marcada en el pecho.
Vuelta al traba... ¿Por qué estaban esos atriles desordenados? A pesar de que me sentía alegre había algo en mi interior que me llamaba a colocarlos correctamente. Me sentía con un subidón de moral y energía, y no iba a dejar esos atriles ahí completamente tirados. Mientras los demás hablaban y trataban de luchar contra la incógnita de qué ruta tomar o si abrir o no una puerta, yo decidí hacer justicia y ordenar esos malditos atriles.
Para empezar los puse todos de pie, desplegando su pie y patas correctamente, regulando su tamaño a la medida apropiada. Luego los ordené de forma geométrica según tipo, tamaño, color y posibles daños. Tras eso los posicioné en una formación de arco, como si entre ellos hubiera sitios listos para los músicos de una orquesta invisible. Una vez terminado daría una última revisión, recolocando todo lo que se encontrase fuera de su sitio y limpiando aquellos que se hubiesen ensuciado. Por último me situé en el lugar donde debería de estar el director de la orquesta y miré orgulloso la obra de mi esfuerzo. Algo que seguramente no importaría mucho a ninguno de los presentes y que no aportase nada a nuestra situación. Pero, joder, no podía dejarlos así.
- Ah. Ahora estoy vivo. - Dije al paladear el café del termo que Jack me ofrecía. Sabía como el café normalucho de la marina, pero con un toque... raro, un puntillo que lo alegraba ¿Habrían mejorado la receta? - Buen trabajo Jack, te mereces un ascenso, pero eso tendrás que pedírselo a Al ¡Jajaja! - Comenté mientras me reía como un idiota y le daba tal palmada en la espalda que de había dejado la mano marcada en el pecho.
Vuelta al traba... ¿Por qué estaban esos atriles desordenados? A pesar de que me sentía alegre había algo en mi interior que me llamaba a colocarlos correctamente. Me sentía con un subidón de moral y energía, y no iba a dejar esos atriles ahí completamente tirados. Mientras los demás hablaban y trataban de luchar contra la incógnita de qué ruta tomar o si abrir o no una puerta, yo decidí hacer justicia y ordenar esos malditos atriles.
Para empezar los puse todos de pie, desplegando su pie y patas correctamente, regulando su tamaño a la medida apropiada. Luego los ordené de forma geométrica según tipo, tamaño, color y posibles daños. Tras eso los posicioné en una formación de arco, como si entre ellos hubiera sitios listos para los músicos de una orquesta invisible. Una vez terminado daría una última revisión, recolocando todo lo que se encontrase fuera de su sitio y limpiando aquellos que se hubiesen ensuciado. Por último me situé en el lugar donde debería de estar el director de la orquesta y miré orgulloso la obra de mi esfuerzo. Algo que seguramente no importaría mucho a ninguno de los presentes y que no aportase nada a nuestra situación. Pero, joder, no podía dejarlos así.
- Resumen:
- Ordenar los atriles because TOC.
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El enmascarado, que prácticamente no sufría los efectos de aquel extraño sonido, apenas tuvo tiempo de darse cuenta de que este se había detenido cuando una fuerte racha de viento comenzó a soplar. Al verse levantado e irremisiblemente arrastrado por ella, se planteó varias opciones. Podía utilizar su velocísimo Geppou para contrarrestar la fuerza del aire, pero eso suponía que si había allí alguien familiarizado con las técnicas de combate del Cipher Pol podría sospechar. Existían habilidades parecidas que no tenían nada que ver con el Rokushiki, claro, y además este estilo de combate era alto secreto y, por lo tanto, desconocido para el común de la población. Pero moviéndose en aquel entorno era prioritario andarse con cuidado. Nunca se sabía qué clase de contactos podían tener otros delincuentes y cuánto podían saber más allá de lo que les correspondía. Por último, había un detalle no poco importante a tener en cuenta. La inesperada racha de viento les estaba haciendo avanzar. Y, por supuesto, debían aprovecharlo.
- Estad preparados para aterrizar en cuanto el viento pare. Gracias a él estamos avanzando más deprisa de lo que lo haríamos por nuestro propio pie, así que no malgastemos esta ventaja. Por cierto, ese molesto sonido ha desaparecido, podéis destaparos los oídos. - dijo mentalmente a los seis hombres que iban junto a él.
Durante el trayecto, el pintoresco grupo atropelló a dos personas cuyas caras resultaban familiares al agente de incógnito. Creía haberles visto en algún cartel de "Se busca" en alguna ocasión, pero no debían poseer recompensas demasiado elevadas por sus cabezas dado que no habían llamado su atención ni había permanecido nítidos en su memoria. Y desde luego, si fuesen importantes no cabía duda de que conocería sus nombres a la perfección. Al fin y al cabo, como uno de los más altos rangos de la División de Infiltración del Cipher Pol, saber cosas era su trabajo.
Escasos segundos después el viento cesó, y el grupo cayó hacia el suelo. Valiéndose de sus desarrollados reflejos y su casi inhumana agilidad, el alcalde mantuvo el equilibrio en todo momento. Para ello se valió de sus brazos, que acompañaron a su torso cuando se dobló en el aire para girar. Al llegar al suelo, apoyó primero ambas manos, amortiguando el impacto al doblar los codos y las muñecas en el momento adecuado. Aprovechando el impulsó, lanzó su cuerpo hacia arriba de nuevo para completar el giro y caer de pie en perfecto equilibrio. Había sido una pirueta en su mayor parte innecesaria, pero no venía mal calentar un poco los músculos en aquella situación, ya que bien podía tener que utilizarlos en cualquier momento.
La sala que se abría ante ellos era considerablemente grande, mucho más que la anterior, y en su centro había un gran escenario que parecía preparado para el comienzo de un concierto. ¿Sería de aquel lugar de donde provenía la música que habían escuchado poco antes de entrar en la Aguja? ¿Habría alguien esperando a que llegara gente para actuar sobre él? Eran preguntas que, por el momento, no podía responder.
En el otro extremo del lugar, tras el oscuro escenario, se divisaba una puerta. Si querían avanzar rápido y distanciarse del resto era allí a donde debían dirigirse con la mayor celeridad posible. Así que el político se dirigió de nuevo a sus aliados mediante su conexión telepática:
- ¿Veis esa puerta en el lado contrario de la sala? Ese debe ser nuestro objetivo. Ya sabéis que la intención es avanzar rápido para llegar hasta el centro de la Gran Aguja antes que nadie, así que debemos ceñirnos a ello. Eso sí, no pienso quitar ojo al escenario, no me fío de que no haya ningún peligro aguardándonos en él. Los demás, estad también ojo avizor y recordad que para cualquier eventualidad disponemos de este canal privado de comunicación. ¡Vamos!
Y tras estas palabras el alcalde continuó avanzando hacia la puerta del extremo contrario de la sala, manteniendo siempre una distancia prudencial (unos diez metros) con respecto al escenario y sin perderlo de vista ni un momento.
- Estad preparados para aterrizar en cuanto el viento pare. Gracias a él estamos avanzando más deprisa de lo que lo haríamos por nuestro propio pie, así que no malgastemos esta ventaja. Por cierto, ese molesto sonido ha desaparecido, podéis destaparos los oídos. - dijo mentalmente a los seis hombres que iban junto a él.
Durante el trayecto, el pintoresco grupo atropelló a dos personas cuyas caras resultaban familiares al agente de incógnito. Creía haberles visto en algún cartel de "Se busca" en alguna ocasión, pero no debían poseer recompensas demasiado elevadas por sus cabezas dado que no habían llamado su atención ni había permanecido nítidos en su memoria. Y desde luego, si fuesen importantes no cabía duda de que conocería sus nombres a la perfección. Al fin y al cabo, como uno de los más altos rangos de la División de Infiltración del Cipher Pol, saber cosas era su trabajo.
Escasos segundos después el viento cesó, y el grupo cayó hacia el suelo. Valiéndose de sus desarrollados reflejos y su casi inhumana agilidad, el alcalde mantuvo el equilibrio en todo momento. Para ello se valió de sus brazos, que acompañaron a su torso cuando se dobló en el aire para girar. Al llegar al suelo, apoyó primero ambas manos, amortiguando el impacto al doblar los codos y las muñecas en el momento adecuado. Aprovechando el impulsó, lanzó su cuerpo hacia arriba de nuevo para completar el giro y caer de pie en perfecto equilibrio. Había sido una pirueta en su mayor parte innecesaria, pero no venía mal calentar un poco los músculos en aquella situación, ya que bien podía tener que utilizarlos en cualquier momento.
La sala que se abría ante ellos era considerablemente grande, mucho más que la anterior, y en su centro había un gran escenario que parecía preparado para el comienzo de un concierto. ¿Sería de aquel lugar de donde provenía la música que habían escuchado poco antes de entrar en la Aguja? ¿Habría alguien esperando a que llegara gente para actuar sobre él? Eran preguntas que, por el momento, no podía responder.
En el otro extremo del lugar, tras el oscuro escenario, se divisaba una puerta. Si querían avanzar rápido y distanciarse del resto era allí a donde debían dirigirse con la mayor celeridad posible. Así que el político se dirigió de nuevo a sus aliados mediante su conexión telepática:
- ¿Veis esa puerta en el lado contrario de la sala? Ese debe ser nuestro objetivo. Ya sabéis que la intención es avanzar rápido para llegar hasta el centro de la Gran Aguja antes que nadie, así que debemos ceñirnos a ello. Eso sí, no pienso quitar ojo al escenario, no me fío de que no haya ningún peligro aguardándonos en él. Los demás, estad también ojo avizor y recordad que para cualquier eventualidad disponemos de este canal privado de comunicación. ¡Vamos!
Y tras estas palabras el alcalde continuó avanzando hacia la puerta del extremo contrario de la sala, manteniendo siempre una distancia prudencial (unos diez metros) con respecto al escenario y sin perderlo de vista ni un momento.
- Resumen (Lance):
- - Ser arrastrado por el viento y arrollar a los dos delincuentes poco conocidos.
- Aterrizar en la siguiente sala.
- Desconfiar del escenario.
- Indicar a los demás que no se fíen pero que deben seguir avanzando, y continuar haciéndolo.
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