Rei Arslan
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Annie chasqueó la lengua al ver el comportamiento de Edward, vale que fuese su capitán, ¿pero es que no comprendía lo que había pasado? Esa persona no era de fiar ni mucho menos hacerle preguntas, quería entenderlo, sabía que a sus compañeros les dolía, pero ella no era quién para decirles qué hacer ante el revolucionario. Por suerte el comportamiento de Osuka hizo que se dibujara una sonrisa en su rostro.
Era muy extraño ver al líder comportarse con esa agresividad, pero cuando lo hacía Annie se sentía orgullosa en cierto modo, pues era cuando este sacaba a flote su máximo potencial. Lástima que su ataque no tuviera el resultado esperado, pero ella seguía confiando en sus compañeros para vencer, aunque si algo tenía claro es que su viento podía contra la niebla que emanaba de él todo el rato.
Ambos revolucionarios habían caído y la arquera notó las vibraciones del viento en su cuerpo. No podía ver a Krauser, pero este se estaba moviendo, estaba cerca, más cerca de ella cada vez así que se alzó con su viento hacia arriba para esquivar la onda de corte que le había enviado el criminal. Desde lo alto de la sala seguía sin ver nada, Annie estiró sus manos y empezó a generar corrientes de viento continuas para disipar la espesa niebla.
-Sin tu niebla no eres nada - dijo en voz alta para que le escuchara bien mientras sonreía de manera arrogante - Eres un puto traidor, la gente confiaba en ti y ellos -señaló a sus compañeros- hubieran confiado hasta su vida por ti, pero tu... lo único que has demostrado es que eres un ser despreciable que no merece nada más que morir junto con esta torre de mierda, olvidado.
El hecho de que Krauser fuera a atacarla de primera, sin esta no haberle hecho nada había aumentado un poco sus niveles de ira y, lo único que quería en estos momentos, era ver destruido al hombre y no pararía hasta verlo hundido entre los cimientos de la Aguja. Daba igual quién lograra deshacerse de él, mientras lo consiguieran ella estaría conforme.
-Y pienso estar ahí cuando eso ocurra.
Tras eso, Annie voló a gran velocidad para intentar situarse encima de él y de su mano, brotó una esfera formada por pequeñas bolas de viento comprimidas que caerían rodeando por completo al revolucionario, para que sufriese las violentas explosiones de cada una de ellas. Cuando las lanzó, regresó al mismo lugar de antes, apretando el puño para ver si su ataque había funcionado o no.
Era muy extraño ver al líder comportarse con esa agresividad, pero cuando lo hacía Annie se sentía orgullosa en cierto modo, pues era cuando este sacaba a flote su máximo potencial. Lástima que su ataque no tuviera el resultado esperado, pero ella seguía confiando en sus compañeros para vencer, aunque si algo tenía claro es que su viento podía contra la niebla que emanaba de él todo el rato.
Ambos revolucionarios habían caído y la arquera notó las vibraciones del viento en su cuerpo. No podía ver a Krauser, pero este se estaba moviendo, estaba cerca, más cerca de ella cada vez así que se alzó con su viento hacia arriba para esquivar la onda de corte que le había enviado el criminal. Desde lo alto de la sala seguía sin ver nada, Annie estiró sus manos y empezó a generar corrientes de viento continuas para disipar la espesa niebla.
-Sin tu niebla no eres nada - dijo en voz alta para que le escuchara bien mientras sonreía de manera arrogante - Eres un puto traidor, la gente confiaba en ti y ellos -señaló a sus compañeros- hubieran confiado hasta su vida por ti, pero tu... lo único que has demostrado es que eres un ser despreciable que no merece nada más que morir junto con esta torre de mierda, olvidado.
El hecho de que Krauser fuera a atacarla de primera, sin esta no haberle hecho nada había aumentado un poco sus niveles de ira y, lo único que quería en estos momentos, era ver destruido al hombre y no pararía hasta verlo hundido entre los cimientos de la Aguja. Daba igual quién lograra deshacerse de él, mientras lo consiguieran ella estaría conforme.
-Y pienso estar ahí cuando eso ocurra.
Tras eso, Annie voló a gran velocidad para intentar situarse encima de él y de su mano, brotó una esfera formada por pequeñas bolas de viento comprimidas que caerían rodeando por completo al revolucionario, para que sufriese las violentas explosiones de cada una de ellas. Cuando las lanzó, regresó al mismo lugar de antes, apretando el puño para ver si su ataque había funcionado o no.
Bizvan
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Así que su nombre era Taylor y parecía ser un agente como Tobi, ¿Por qué asumía eso? Los marines suelen decir su rango o sencillamente que son marines, y los cazadores no suelen presentarse como “agentes del gobierno“. Hasta ahora mis encuentros con esa división del gobierno suelen tener una presentación similar, solo uno de ellos mencionó abiertamente que trabajaba para el CP, seguramente era un novato que no terminó de comprender la función de su organización. ¿Qué fue de ese hombre lobo? No tengo idea, pero aun recordaba aquel día, pues fue el mismo que conocí a Selebi.
La mujer pareció ignorar mi advertencia, pero ya que comentó a sus compañeros sobre la situación en los baños, entonces ella debería contar con algún aparato que la protegiera del vapor.
En cuanto a su sugerencia de utilizar agua o buscar aire limpio. No contaba con una cantimplora y eso me hizo pensar en ese pequeño proyecto que dejé pendiente. Con respecto a salir, veía difícil conseguir eso en este momento, los temblores causados por los marines al intentar tirar una puerta era prueba de ello, no obstante Taylor tenía razón en algo, era mejor intentar distanciarse de este sitio.
Tobí intercambió unas palabras con el hombre, para después ponerse de pie y dirigirse hacia donde se encontraban los marines, al parecer tenía intención de hacer algo con las torretas, pero ya habían detenido su funcionamiento, así que atribuí su comportamiento a los efectos del vapor.
El hombre realizó una pregunta difícil de responder.
- Muhhh, no estoy seguro de cuánto tiempo llevas ahí dentro, pero ya estás fuera, descuida dentro de poco estarás mejor. ¿Cómo diablos terminaste ahí dentro? –no esperaba que su respuesta fuese coherente, sin embargo comenzaba a demostrar ligeros signos de lucidez.- ¿Tienes amigos o conocidos en este lugar? Además de mí o él. –señalé con el mentón al CP que intentó acatar a la torreta pero falló. Extraño, no solo con la chica, sino también con este hombre sentía un ligero sentido de amistad, aunque ni siquiera me había presentado con ninguno de los dos.- Diablos amigo, como es posible que no me recuerdes el hecho de presentarme. –aclaré un poco mi garganta.- Mi nombre es Bizvan, ¿Cuál es el tuyo?
Mis esqueletos regresaron de su viaje, pero esta vez sin resultados.
* Bueno, tampoco es para tanto. *pensé mientras le hacía señas a mis pequeños para que se acercaran.
- Bien, sigamos el consejo de Taylor y alejémonos de aquí, ayuden a nuestro amigo a caminar. –les ordené a mis chicos y de inmediato comenzaron a intentar hacer que el hombre se colocara de pie.- Cierto, ¿A qué se debe esa camisa de fuerza, acaso tiene que ver con tu sentido de la moda?
Pregunté mientras comenzaba a caminar en dirección de los marines
La mujer pareció ignorar mi advertencia, pero ya que comentó a sus compañeros sobre la situación en los baños, entonces ella debería contar con algún aparato que la protegiera del vapor.
En cuanto a su sugerencia de utilizar agua o buscar aire limpio. No contaba con una cantimplora y eso me hizo pensar en ese pequeño proyecto que dejé pendiente. Con respecto a salir, veía difícil conseguir eso en este momento, los temblores causados por los marines al intentar tirar una puerta era prueba de ello, no obstante Taylor tenía razón en algo, era mejor intentar distanciarse de este sitio.
Tobí intercambió unas palabras con el hombre, para después ponerse de pie y dirigirse hacia donde se encontraban los marines, al parecer tenía intención de hacer algo con las torretas, pero ya habían detenido su funcionamiento, así que atribuí su comportamiento a los efectos del vapor.
El hombre realizó una pregunta difícil de responder.
- Muhhh, no estoy seguro de cuánto tiempo llevas ahí dentro, pero ya estás fuera, descuida dentro de poco estarás mejor. ¿Cómo diablos terminaste ahí dentro? –no esperaba que su respuesta fuese coherente, sin embargo comenzaba a demostrar ligeros signos de lucidez.- ¿Tienes amigos o conocidos en este lugar? Además de mí o él. –señalé con el mentón al CP que intentó acatar a la torreta pero falló. Extraño, no solo con la chica, sino también con este hombre sentía un ligero sentido de amistad, aunque ni siquiera me había presentado con ninguno de los dos.- Diablos amigo, como es posible que no me recuerdes el hecho de presentarme. –aclaré un poco mi garganta.- Mi nombre es Bizvan, ¿Cuál es el tuyo?
Mis esqueletos regresaron de su viaje, pero esta vez sin resultados.
* Bueno, tampoco es para tanto. *pensé mientras le hacía señas a mis pequeños para que se acercaran.
- Bien, sigamos el consejo de Taylor y alejémonos de aquí, ayuden a nuestro amigo a caminar. –les ordené a mis chicos y de inmediato comenzaron a intentar hacer que el hombre se colocara de pie.- Cierto, ¿A qué se debe esa camisa de fuerza, acaso tiene que ver con tu sentido de la moda?
Pregunté mientras comenzaba a caminar en dirección de los marines
- Resumen :
- Presentarme y preguntar algunas cosas al hombre.
Decirle a los esqueletos que lo ayuden a caminar (o en su defecto que lo carguen/arrastren).
Dirigirme hacia los marines (con los esqueletos siguiéndome)
Luka Rooney
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Todo lo que rodeaba a aquella extraña aguja empezaba a ser lamentable. Bueno, empezar empezar no, podríamos decir que seguía siendo lamentable. ¿Dónde coño estaba Kruser? ¿Por qué no salía y ponían fin a toda esa farsa?
Entre tanto pensamiento, el gyojin no podía dejar de “sujetarse” la cabeza fruto del intenso dolor que sentía por momentos. ¿A qué se debería? El pirata deseaba tomar alguna de sus pastillitas, pero no tenía ninguna encima, por lo que se resignó a seguir a sus piratas, especialmente a Vile, que le señalaba todo el rato para que no se perdiese. ¿Quién se creía que era?
Pero entonces, de repente, una tubería explotó -o la hicieron explotar- y una ingente cantidad de agua fecal empezó a caer, y con ella una serie de extrañas tortugas. Aquello hizo que el gyojin arquease la ceja y diese un par de pasos hacia atrás, para no mancharse, aunque el aroma ya era suficiente como para que su rostro mostrase un cierto malestar.
- ¿Es necesario esto, Zane? -preguntó a su capitán, deseando que éste decidiese que empleasen la fuerza
Sin embargo, las tortugas solo querían que los Arashi acertasen sus estúpidos acertijos. Cuando Leonarda empezó a hablar, al gyojin se le sumó el dolor de cabeza con las ganas de pensar y pareció resultarle una respuesta. Aunque pronto vino una segunda. ¿Acaso ese acertijo tenía dos respuestas?
- Es plátano y pera -le susurró a Vile-. ¿Serán las dos? Qué hija de puta, nos la quiere liar.
Entre tanto pensamiento, el gyojin no podía dejar de “sujetarse” la cabeza fruto del intenso dolor que sentía por momentos. ¿A qué se debería? El pirata deseaba tomar alguna de sus pastillitas, pero no tenía ninguna encima, por lo que se resignó a seguir a sus piratas, especialmente a Vile, que le señalaba todo el rato para que no se perdiese. ¿Quién se creía que era?
Pero entonces, de repente, una tubería explotó -o la hicieron explotar- y una ingente cantidad de agua fecal empezó a caer, y con ella una serie de extrañas tortugas. Aquello hizo que el gyojin arquease la ceja y diese un par de pasos hacia atrás, para no mancharse, aunque el aroma ya era suficiente como para que su rostro mostrase un cierto malestar.
- ¿Es necesario esto, Zane? -preguntó a su capitán, deseando que éste decidiese que empleasen la fuerza
Sin embargo, las tortugas solo querían que los Arashi acertasen sus estúpidos acertijos. Cuando Leonarda empezó a hablar, al gyojin se le sumó el dolor de cabeza con las ganas de pensar y pareció resultarle una respuesta. Aunque pronto vino una segunda. ¿Acaso ese acertijo tenía dos respuestas?
- Es plátano y pera -le susurró a Vile-. ¿Serán las dos? Qué hija de puta, nos la quiere liar.
- Resumen:
Migraña: Post 2 de 3.
Escuchar a las tortugas y comentar con Vile la posible respuesta a uno de los acertijos.
- Cosas:
- Carga pulsera: 5 turnos de 5 max.
- Carga Espiritu de Poseidón: 3 turnos de 3 max. (Usados 200 de los 1000 litros)
- Parmigiano: de fuerte sabor y tremendamente nutritivo, este queso otorgará a quien lo consuma un x3 activo (acumulable con activas del consumidor) a la Fuerza durante 3 posts.
- Carga pulsera: 5 turnos de 5 max.
Ellie
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La mink notaba cómo el agua golpeaba su pelaje, algo que no solía ocurrir, y con lo que no se sentía realmente bien. Se sacudió un par de veces y le tendió la pata a la señora, esperando que la agarrase para tirar de ella y levantarla, o como mínimo, desplazarla fuera de la ducha.
- Perdone señora, pero yo no soy médico. ¿Qué hace aquí? ¿Y por qué nos deja pasar tan amigablemente? ¿Quiere unirse a nosotros? Seguro que sabe pelear y tiene una habilidad especial, como nosotros. Y seguro que el golpe no ha sido nada, alegre esa cara hombre.
La mink intentaba establecer algún tipo de vínculo si era posible, de tal manera, obtendría algo más de información del lugar en el que se encontraba, del que tenían poca información.
- Perdone señora, pero yo no soy médico. ¿Qué hace aquí? ¿Y por qué nos deja pasar tan amigablemente? ¿Quiere unirse a nosotros? Seguro que sabe pelear y tiene una habilidad especial, como nosotros. Y seguro que el golpe no ha sido nada, alegre esa cara hombre.
La mink intentaba establecer algún tipo de vínculo si era posible, de tal manera, obtendría algo más de información del lugar en el que se encontraba, del que tenían poca información.
- Resumen:
Tender la mano a la vieja e intentar conversar con ella.
Brynn
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El asesino toqueteaba el den den que Viktor -o una copia de él- les había dado. Caminaba pensando en el por qué de haberse metido allí, y ojeaba a sus compañeros sin más. Habían subido escaleras, sido expulsados, vuelto a subir… Y la caminata que llevaban era cuanto menos curiosa. ¿Llegarían a algún sitio?
El asesino se acercó hacia el gigante, y siguió escuchando al tal Warhol. No pasaron más de veinte segundos hasta que se llevó la mano derecha al mango de su machete, tras lo cual le susurrarría al gigante.
- Me está empezando a parecer un poco extraño este tipo. ¿Qué hacemos?
El asesino se acercó hacia el gigante, y siguió escuchando al tal Warhol. No pasaron más de veinte segundos hasta que se llevó la mano derecha al mango de su machete, tras lo cual le susurrarría al gigante.
- Me está empezando a parecer un poco extraño este tipo. ¿Qué hacemos?
- Resumen:
Pensamientos y nada más.
Taylor Fitzgerald
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Taylor inhaló fuertemente el vapor una vez estaba dentro de aquel extraño lugar. Era un olor apetecible, hecho para que no pudieran reprimir sus ganas de evitarlo. Comprendía que utilizaran ese aroma para atraer a los más despistados de la Aguja; sin embargo, al analizar los componentes de dicho humo, no pudo sacar nada en claro. Su sistema no reconocía los componentes de la fórmula, solo que parecía ser una droga cuyo objetivo era alterar los sentidos. Eso habría causado impresión a Taylor de no ser porque el mundo existían cientos de drogas así, pero normalmente los componentes de esta eran conocidos.
La autómata guardó una muestra en su interior y regresó de nuevo junto con Bizvan y Tobías, y los esqueletos de este. Parecía que el hombre de cabellos largos estaba recuperándose y al ver como el marine se lamentaba por no haber obtenido una muestra, la agente decidió explicarle lo que había ahí dentro.
-Supongo que esto ya lo averiguarías por deducción, pero se trata de una droga que altera los sentidos. He intentado analizar los componentes del vapor, pero no he sido capaz de reconocerlos. Sea quien sea que la haya creado, sabía lo que hacía y no querían que le descubrieran - llevó la mano a la barbilla, dando ligeros toqueteos -. Tengo una idea, estoy recopilando información sobre la tecnología y los elementos que hay en la Aguja para una investigación posterior, si necesitas una muestra del vapor puedo entregártelo cuando todo esto termine.
Ante aquella propuesta y viendo como trataban todavía a un hombre en el suelo que seguía delirando, Taylor decidió regresar junto con Dretch, Kenzo y Eric. Todavía tenían la puerta cerrada, pero se les acabó abriendo. La muchacha pasó por el lado de su metralleta y la cogió de nuevo, cargándola a la espalda. Aunque recibió un pequeño susto cuando una de las torretas fue golpeada, miró hacia atrás y vio que las dos personas de antes también iban en su misma dirección.
-No había nada relevante allí - le dijo a Dretch - os habéis ahorrado delirar un poco, si no cuidar de los tres sería un horror.
Tras eso, vio que para seguir avanzando debían cantar. El primero en cantar fue Kenzo y Taylor no pudo evitar sonreír al ver el esmero que ponía. Desde la entrada a la sala, estaba deseando ver como Dretch y Eric también cantaban y, por supuesto, grabarlo para la posteridad.
La autómata guardó una muestra en su interior y regresó de nuevo junto con Bizvan y Tobías, y los esqueletos de este. Parecía que el hombre de cabellos largos estaba recuperándose y al ver como el marine se lamentaba por no haber obtenido una muestra, la agente decidió explicarle lo que había ahí dentro.
-Supongo que esto ya lo averiguarías por deducción, pero se trata de una droga que altera los sentidos. He intentado analizar los componentes del vapor, pero no he sido capaz de reconocerlos. Sea quien sea que la haya creado, sabía lo que hacía y no querían que le descubrieran - llevó la mano a la barbilla, dando ligeros toqueteos -. Tengo una idea, estoy recopilando información sobre la tecnología y los elementos que hay en la Aguja para una investigación posterior, si necesitas una muestra del vapor puedo entregártelo cuando todo esto termine.
Ante aquella propuesta y viendo como trataban todavía a un hombre en el suelo que seguía delirando, Taylor decidió regresar junto con Dretch, Kenzo y Eric. Todavía tenían la puerta cerrada, pero se les acabó abriendo. La muchacha pasó por el lado de su metralleta y la cogió de nuevo, cargándola a la espalda. Aunque recibió un pequeño susto cuando una de las torretas fue golpeada, miró hacia atrás y vio que las dos personas de antes también iban en su misma dirección.
-No había nada relevante allí - le dijo a Dretch - os habéis ahorrado delirar un poco, si no cuidar de los tres sería un horror.
Tras eso, vio que para seguir avanzando debían cantar. El primero en cantar fue Kenzo y Taylor no pudo evitar sonreír al ver el esmero que ponía. Desde la entrada a la sala, estaba deseando ver como Dretch y Eric también cantaban y, por supuesto, grabarlo para la posteridad.
Nailah
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Nailah arqueó las cejas al ver el hombre que aparecía en escena. No tenía ni idea de quién era, pero parecía famoso. El hecho de que Scarlet se entregara como si nada a aquel desconocido le resultaba denigrante, tanto para ella como para las mujeres. ¿Es que acaso su misión del gobierno era más importante que su propia vida? ¿Tan cegada estaba? La pirata no comprendía el fanatismo que profesaban algunas personas y nunca lo comprendía, luchar por algo a ciegas solo les volvía más ignorantes y no eran capaces de abrir los ojos frente a lo que tenían delante.
La morena apoyó la mano en la empuñadura de su espada en cuanto Danny Warhole les llamó paletos. No merecía la pena enfrentarse a alguien así, debían continuar como había hecho Therax e incluso Marc había decidido ponerse en camino. Miró a Brynn, para ver qué hacía y este estaba pasando de todo.
-¿Sabes qué? Disfruta de la muchacha - dijo refiriéndose a Scarlet-, estoy segura de que le pondrá mucho empeño a tu arte y elegancia. Es bastante mona y tiene un buen cuerpo, seguro qué te hace mucho más famoso - cuando se dio la vuelta se detuvo durante unos segundos, pero se giró de nuevo hacia la chica - Deberías respetarte un poco y no tener tanta fe ciega en lo que proteges. No te llevará a ningún lado.
Tras aquellas palabras, Nailah se giró de nuevo para intentar seguir a Marc. Seguramente sus compañeros también la seguirían. Algo le decía que no debían dejar a la chica a merced de aquel director de cine que parecía estar loco. Si ella entraba en razón sobre lo que estaba haciendo y entraba razón era bienvenida para ir con ellos, pero Nailah no ayudaba a aquellos que creían estar haciendo lo correcto. De hecho, ¡ella no ayudaba a nadie! Desde que viajaba con los Arashi se estaba ablandando bastante.
La morena apoyó la mano en la empuñadura de su espada en cuanto Danny Warhole les llamó paletos. No merecía la pena enfrentarse a alguien así, debían continuar como había hecho Therax e incluso Marc había decidido ponerse en camino. Miró a Brynn, para ver qué hacía y este estaba pasando de todo.
-¿Sabes qué? Disfruta de la muchacha - dijo refiriéndose a Scarlet-, estoy segura de que le pondrá mucho empeño a tu arte y elegancia. Es bastante mona y tiene un buen cuerpo, seguro qué te hace mucho más famoso - cuando se dio la vuelta se detuvo durante unos segundos, pero se giró de nuevo hacia la chica - Deberías respetarte un poco y no tener tanta fe ciega en lo que proteges. No te llevará a ningún lado.
Tras aquellas palabras, Nailah se giró de nuevo para intentar seguir a Marc. Seguramente sus compañeros también la seguirían. Algo le decía que no debían dejar a la chica a merced de aquel director de cine que parecía estar loco. Si ella entraba en razón sobre lo que estaba haciendo y entraba razón era bienvenida para ir con ellos, pero Nailah no ayudaba a aquellos que creían estar haciendo lo correcto. De hecho, ¡ella no ayudaba a nadie! Desde que viajaba con los Arashi se estaba ablandando bastante.
Ichizake
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Poco entendía Gerald de puertas electrónicas, pulseras con números y cálculos enrevesados que en su patria serían considerados por muchos poco menos que brujería. Dejó que fuese Black quien cargase con la responsabilidad de resolver la extraña chanza que, suponía, les llevaría a abrir la puerta. Parecía que por fin se mostraba útil, y casi podía hacerle olvidar a Gerald su anterior espectáculo. Tal vez no lo matase, al fin y al cabo.
Por otro lado, el enmascarado. Era demasiado vivaracho y entusiasta para el sobrio gusto de Gerald, que confiaba muy poco o nada en él. White parecía compartir ciertos recelos, cosa que hablaba bien de su sensatez. Si ese estúpido sabía lo que les esperaba en el cuarto piso solo podía ser porque venía de allí, lo cual indicaba que, o bien había logrado escapar sin un rasguño de ese supuesto peligro que mencionaba o era cómplice del mismo. En cualquier caso, ya que se negaba a ayudarles a llegar allí, era poco más útil que las pezoneras en una armadura.
Una nueva encrucijada se les planteaba en la siguiente sala. La escalera descendente se le antojaba innecesaria, pues venían de abajo, así que la descartó rápidamente. Le interesó mucho más el montacargas empotrado en la pared opuesta. Le recordaba al ascensor que ya les había dejado tirados anteriormente, así que no le inspiraba mucha confianza. Lo usaría, por supuesto, pues la idea de volver a bajar para buscar otro camino era inconcebible a esas alturas, pero no lo haría con comodidad. Le preocupaba que aguardase dentro otra trampa como la de esas nefandas arañas. En fin, siempre podían dejar que Lysbeth se ocupase.
Echó un vistazo al hombre de pelo azul. El dueño de la morsa no había demostrado la utilidad que Gerald había esperado, por lo que estaba resultando una inversión improductiva, por el momento. Era hora de sacarle partido. Formó una idea en su cabeza y luego dejó que fluyese hacia la mente del tal Zack. Para él sería como un pensamiento propio y espontáneo. Gerald pretendía que fuese el primero en entrar al montacargas, por si acaso había trampas ocultas. Es decir, si alguien tenía que morir, mejor que fuese él.
Entonces el enmascarado empezó con su confesión.
"Era de esperar", se dijo cuando vio a su falso aliado arrodillado ante Lysbeth. Él no lo sabría, pero Gerald estaba convencido de que había caído presa de los seductores poderes de la mujer. O quizás fuese amor verdadero, ya que no estaba del todo convencido de cuál era la habilidad de Ardian. Duradero o efímero, verdadero o falso, tanto daba. Trágico, en todo caso. De haberse encontrado con otras personas a lo mejor habría tenido oportunidad de apuñalarles por la espalda. Para su desgracia, el desdichado Supaidaman se había encontrado con Lysbeth. Y con él.
Gerald se aproximó despacio hacia él y desenvainó su negro acero para atravesar el cuello del traicionero enamorado. El amor era un buen motivo para no traicionar a alguien, pero la muerte era más fiable. Además, tarde o temprano se habrían pasado los efectos de la hipnosis o lo que fuese aquello, y se habría convertido en un engorro.
-Sigamos, pues.
Por otro lado, el enmascarado. Era demasiado vivaracho y entusiasta para el sobrio gusto de Gerald, que confiaba muy poco o nada en él. White parecía compartir ciertos recelos, cosa que hablaba bien de su sensatez. Si ese estúpido sabía lo que les esperaba en el cuarto piso solo podía ser porque venía de allí, lo cual indicaba que, o bien había logrado escapar sin un rasguño de ese supuesto peligro que mencionaba o era cómplice del mismo. En cualquier caso, ya que se negaba a ayudarles a llegar allí, era poco más útil que las pezoneras en una armadura.
Una nueva encrucijada se les planteaba en la siguiente sala. La escalera descendente se le antojaba innecesaria, pues venían de abajo, así que la descartó rápidamente. Le interesó mucho más el montacargas empotrado en la pared opuesta. Le recordaba al ascensor que ya les había dejado tirados anteriormente, así que no le inspiraba mucha confianza. Lo usaría, por supuesto, pues la idea de volver a bajar para buscar otro camino era inconcebible a esas alturas, pero no lo haría con comodidad. Le preocupaba que aguardase dentro otra trampa como la de esas nefandas arañas. En fin, siempre podían dejar que Lysbeth se ocupase.
Echó un vistazo al hombre de pelo azul. El dueño de la morsa no había demostrado la utilidad que Gerald había esperado, por lo que estaba resultando una inversión improductiva, por el momento. Era hora de sacarle partido. Formó una idea en su cabeza y luego dejó que fluyese hacia la mente del tal Zack. Para él sería como un pensamiento propio y espontáneo. Gerald pretendía que fuese el primero en entrar al montacargas, por si acaso había trampas ocultas. Es decir, si alguien tenía que morir, mejor que fuese él.
Entonces el enmascarado empezó con su confesión.
"Era de esperar", se dijo cuando vio a su falso aliado arrodillado ante Lysbeth. Él no lo sabría, pero Gerald estaba convencido de que había caído presa de los seductores poderes de la mujer. O quizás fuese amor verdadero, ya que no estaba del todo convencido de cuál era la habilidad de Ardian. Duradero o efímero, verdadero o falso, tanto daba. Trágico, en todo caso. De haberse encontrado con otras personas a lo mejor habría tenido oportunidad de apuñalarles por la espalda. Para su desgracia, el desdichado Supaidaman se había encontrado con Lysbeth. Y con él.
Gerald se aproximó despacio hacia él y desenvainó su negro acero para atravesar el cuello del traicionero enamorado. El amor era un buen motivo para no traicionar a alguien, pero la muerte era más fiable. Además, tarde o temprano se habrían pasado los efectos de la hipnosis o lo que fuese aquello, y se habría convertido en un engorro.
-Sigamos, pues.
Maki
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Era difícil adivinar qué estaba pasando. Antes de darse cuenta, una antinatural, mágica y, seguramente, perversa niebla se había extendido para cubrirlo todo. Maki apenas veía un palmo más allá de su bulbosa nariz, y suponía que aquello era un síntoma más del peligro que el mundo corría. El villano debía haber invocado la niebla del infierno o algo así. Lo peor era que no sabía dónde terminaba, si a diez metros o a diez kilómetros. ¿Podía la niebla tragarse un planeta entero? Sí, claro que podía. Augustus Makintsh había visto cosas horrendas, pero ninguna como aquella. Si no detenían la niebla, terminaría cubriendo el mundo entero. ¡Arruinaría las vacaciones de verano de todos!
-¡Yo os salva...!
Algo pequeño y blandito, pero muy muy pesado chocó contra él. Olía como Ruedas, pero pesaba una barbaridad, como si se hubiese comido a uno de los muñecos de piedra de Susu. Maki agarró a Ruedas por la ropa para que no se cayera -tal era su compañerismo- y se apartó para que no le aplastase como esos gofres que Maki se olvidaba en el bolsillo trasero de sus pantalones. Quiso detenerlo, pero la fuerza que llevaba era tal que no lo logró. Solo consiguió plantar un pie fuertemente en el suelo y sujetar con fuerza a su subordinado. Maki acabó girando sobre su propio eje, pero no pudo aguantar mucho al rubio. Al final, lo soltó y éste salió despedido hacia la dirección por la que había venido. En fin, seguro que algo amortiguaba su caída.
Por su parte, el Oficial Makintosh estaba decidido a actuar. La niebla era molesta para ver, pero perfecta para ejecutar su ataque especial. Gracias a su cuerpo ligero y tocinoso, a su temible fuerza y a que sabía nadar al estilo rana desde que tenía diez años, Maki usó la humedad de la niebla para nadar a través de ella y desplazarse por el aire. Alcanzó una buena altura enseguida, pero el problema estaba en que no veía al villano.
"Muéstrate, malnacido". No quería gritar para no revelar su posición. Había aprendido que gritar antes de atacar fastidiaba el efecto sorpresa. Al final, cansado de esperar, decidió dejarse caer sobre la primera persona que le pareció distinguir entre la niebla.
-¡Yo os salva...!
Algo pequeño y blandito, pero muy muy pesado chocó contra él. Olía como Ruedas, pero pesaba una barbaridad, como si se hubiese comido a uno de los muñecos de piedra de Susu. Maki agarró a Ruedas por la ropa para que no se cayera -tal era su compañerismo- y se apartó para que no le aplastase como esos gofres que Maki se olvidaba en el bolsillo trasero de sus pantalones. Quiso detenerlo, pero la fuerza que llevaba era tal que no lo logró. Solo consiguió plantar un pie fuertemente en el suelo y sujetar con fuerza a su subordinado. Maki acabó girando sobre su propio eje, pero no pudo aguantar mucho al rubio. Al final, lo soltó y éste salió despedido hacia la dirección por la que había venido. En fin, seguro que algo amortiguaba su caída.
Por su parte, el Oficial Makintosh estaba decidido a actuar. La niebla era molesta para ver, pero perfecta para ejecutar su ataque especial. Gracias a su cuerpo ligero y tocinoso, a su temible fuerza y a que sabía nadar al estilo rana desde que tenía diez años, Maki usó la humedad de la niebla para nadar a través de ella y desplazarse por el aire. Alcanzó una buena altura enseguida, pero el problema estaba en que no veía al villano.
"Muéstrate, malnacido". No quería gritar para no revelar su posición. Había aprendido que gritar antes de atacar fastidiaba el efecto sorpresa. Al final, cansado de esperar, decidió dejarse caer sobre la primera persona que le pareció distinguir entre la niebla.
- Cosa:
- Gomokuzushi: Gracias a la ligereza y baja densidad propias del pez gota, Maki ha desarrollado la capacidad de nadar por el aire impulsándose en el agua de la atmósfera. Cuanta mayor humedad haya en el ambiente mejor podrá desenvolverse por él.
William White
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La puerta se abrió por lo que tras un gesto de aprobación hacia Kaito, me dispuse a entrar teniendo vigilado con el rabillo del ojo al enmascarado. Evidentemente los estaba siguiendo con algún tipo de maquinación en mente, el misterio tampoco tardó mucho en desvelarse.
La siguiente sala no era nada especial, unas escaleras que descendían hacia abajo y una especie de montacargas que parecía subir hacia arriba, no quiso ni imaginarse lo complicado que les resultaría esta vez subir, si ya habían tenido percances para subir en un ascensor.
Estaba predispuesto a ordenar a todo el mundo que se subieran cuando el disfrazado cerró la puerta por la que habían entrado -Ahí viene- pensó para sus adentros mientras tomaba con fuerza la empuñadura de la hoja oculta bajo el paraguas. Más el desenlace de todo aquello le resultó, inesperado.
El hombre se arrodillo y se puso a confesar, no le cabía la menor duda de que se trataba de uno de los poderes de Lsyabeth ¿O quizás fuese Elliot? Después de todo, no estaba muy seguro de que había provocado la caída del agente Smith, serían algún poder retardado de la súcubo, eso sin duda tenía más sentido teniendo en cuenta que Elliot se había presentado como usuario de la suke suke no mi.
Fuera como fuese el hombre no parecía que les fuera a dar muchos problemas, de hecho, estuvo tentado a persuadirle de que les diera toda la información que supiera, ya que seguramente conociera algo más de la cuarta planta. Pero quien decía que aquello no era parte del teatro del enmascarado, que realmente no había caído bajo los embrujos de la diablesa.
Desplegó el mantra hacia el hombre, tanto de discernir si lo que sentía era amor o por el contrario no era nada más que una mentira que les conducía hasta nuestra muerte. Luego trataría de forzar un poco la maquinaría para ver si lograba sonsacar algo sobre la estructura por la que iban a subir. Procuró aislarse de todo y todos, quedándose él junto con el enmascarado en una sala blanca vacía e infinita.
Estaría un tiempo antes de volver en sí, si para entonces había un cadáver tal vez examinaría el cadáver del hombre en busca de un plano o aparato que le indicará como continuar antes de subir, sino se prepararía para el duro combate que les vendría encima.
La siguiente sala no era nada especial, unas escaleras que descendían hacia abajo y una especie de montacargas que parecía subir hacia arriba, no quiso ni imaginarse lo complicado que les resultaría esta vez subir, si ya habían tenido percances para subir en un ascensor.
Estaba predispuesto a ordenar a todo el mundo que se subieran cuando el disfrazado cerró la puerta por la que habían entrado -Ahí viene- pensó para sus adentros mientras tomaba con fuerza la empuñadura de la hoja oculta bajo el paraguas. Más el desenlace de todo aquello le resultó, inesperado.
El hombre se arrodillo y se puso a confesar, no le cabía la menor duda de que se trataba de uno de los poderes de Lsyabeth ¿O quizás fuese Elliot? Después de todo, no estaba muy seguro de que había provocado la caída del agente Smith, serían algún poder retardado de la súcubo, eso sin duda tenía más sentido teniendo en cuenta que Elliot se había presentado como usuario de la suke suke no mi.
Fuera como fuese el hombre no parecía que les fuera a dar muchos problemas, de hecho, estuvo tentado a persuadirle de que les diera toda la información que supiera, ya que seguramente conociera algo más de la cuarta planta. Pero quien decía que aquello no era parte del teatro del enmascarado, que realmente no había caído bajo los embrujos de la diablesa.
Desplegó el mantra hacia el hombre, tanto de discernir si lo que sentía era amor o por el contrario no era nada más que una mentira que les conducía hasta nuestra muerte. Luego trataría de forzar un poco la maquinaría para ver si lograba sonsacar algo sobre la estructura por la que iban a subir. Procuró aislarse de todo y todos, quedándose él junto con el enmascarado en una sala blanca vacía e infinita.
Estaría un tiempo antes de volver en sí, si para entonces había un cadáver tal vez examinaría el cadáver del hombre en busca de un plano o aparato que le indicará como continuar antes de subir, sino se prepararía para el duro combate que les vendría encima.
- Resumen:
Tratar de ver la mente del hombre con mantra tier empatía cinco, forzar la maquinaría para usar un tier superior con esto:- El hombre que lee:
- Pasiva: Al igual que leer, a ciertas personas les puede resultar complicado concentrarse no le resultará complicado a White, por lo que se le puede distracciones sonoras o provocaciones no podrán desequilibrar la concentración del chico.
Activa: White es capaz de percibir las intenciones de una persona con mayor facilidad de lo que haría una persona normal, pudiendo determinar razonamientos de forma mucho más exacta para su nivel, a niveles más elevados en los que eso se pueda realizar por "tier de empatía" simplemente no requerirá de la contracción o calma que estos requieren, es por ello que casi podemos decir que puede "leer" a las personas como un libro abierto.
Osuka Sumisu
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El ataque desembocado por la ira desenfrenada del oficial acabo golpeando a la nada. ¿Fue por la intensa niebla que apenas le estaba dejando ver, por estar cegado por el odio, o porque, en el fondo de su ser no quería matar a Krauser? De ser así la última, No estaría con los ojos inyectados en sangre.
Era cierto que cuando Osu usaba la Bloodstone se volvía más arisca y sus sentimientos se ponían a flor de piel, pero si con eso se combinaba el enfado ya existente que mostraba ahora, estaba desatado.
- ¡No puedes escapar de mí, Krauser! –su voz sonaba grave a través del rostro de piedra carmesí-. ¡Siempre sermoneando sobre la valentía, pero nunca hacías las cosas limpiamente! ¿Sabes qué? ¡Vamos a jugar a tu puto juego de mierda!
Con un gesto de la mano, hizo que literalmente, sus soldados de piedra restantes se desperdigaran en pequeños fragmentos que se fueron desperdigando por los alrededores, por paredes y suelo. Krauser podía evitar ser detectado en la niebla, pero algún momento tendría que hacer contacto contra alguna superficie, y si tenía suerte las piedrecitas le detectarían. Ojala aquella torre no solo estuviera hecha de metal, si no el demonio de la niebla no tendrá donde escapar.
- ¿Que es lo que decías siempre, Krauser? – grito a la niebla mientras se armo con el guantelete con cadena que había usado contra el gorila, que obtuvo un color morado oscuro. Empezó a darle giros a la cadena mediante un movimiento de muñeca, dispuesto a lanzársela al demonio de la niebla si lo detectaba-. ¿“Nunca dejar nadie atrás, aun sin piernas y el enemigo sea más poderoso, cuidamos siempre de los nuestros“? Entonces, porque nos abandonastes? ¡Por tu culpa casi todos se fueron; Ai, Ryu, Galia, Taito, Valia…! ¡POR TU CULPA LOS PERDI A TODOS!
Era cierto que cuando Osu usaba la Bloodstone se volvía más arisca y sus sentimientos se ponían a flor de piel, pero si con eso se combinaba el enfado ya existente que mostraba ahora, estaba desatado.
- ¡No puedes escapar de mí, Krauser! –su voz sonaba grave a través del rostro de piedra carmesí-. ¡Siempre sermoneando sobre la valentía, pero nunca hacías las cosas limpiamente! ¿Sabes qué? ¡Vamos a jugar a tu puto juego de mierda!
Con un gesto de la mano, hizo que literalmente, sus soldados de piedra restantes se desperdigaran en pequeños fragmentos que se fueron desperdigando por los alrededores, por paredes y suelo. Krauser podía evitar ser detectado en la niebla, pero algún momento tendría que hacer contacto contra alguna superficie, y si tenía suerte las piedrecitas le detectarían. Ojala aquella torre no solo estuviera hecha de metal, si no el demonio de la niebla no tendrá donde escapar.
- ¿Que es lo que decías siempre, Krauser? – grito a la niebla mientras se armo con el guantelete con cadena que había usado contra el gorila, que obtuvo un color morado oscuro. Empezó a darle giros a la cadena mediante un movimiento de muñeca, dispuesto a lanzársela al demonio de la niebla si lo detectaba-. ¿“Nunca dejar nadie atrás, aun sin piernas y el enemigo sea más poderoso, cuidamos siempre de los nuestros“? Entonces, porque nos abandonastes? ¡Por tu culpa casi todos se fueron; Ai, Ryu, Galia, Taito, Valia…! ¡POR TU CULPA LOS PERDI A TODOS!
- Cosis:
Mantra Incrementado
Emperador Terráqueo I: En un área de 50 metros, con cualquier cosa hecha de piedra (una pared, un mueble de jardín, hasta un souvenir), permitirá sentir cualquier ser vivo que los toque (ej: alguien que ande sobre un camino de adoquines).
Katharina von Steinhell
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El hombre que no quería ser hombre pues se sentía mujer y se vestía como una fue el responsable de que el curioso grupo de criminales pudiera continuar avanzando. Y como lo había descrito muy bien la pequeña criatura, los humanos sí que eran muy raros. Unos dicen nacer en el cuerpo equivocado. Hombres que se sienten mujer; mujeres que se sienten hombre. ¡Incluso hay unos que no se sienten incluidos en ningún género conocido! Los tontattas parecían ser mucho más simples en comparación al hombre. Como sea, no era un buen momento para replantearse las bases de la sociedad y cuestionar lo establecido. Ahora mismo había muchas cosas más importantes por las que preocuparse, pues no habría mundo que cuestionarse si no se impedía la activación de la aguja.
Los ojos de la bruja brillaron como estrellas cuando descubrieron que el hombre que la había estado acosando con sus comentarios y miradas había desaparecido. En cualquier caso, ¿qué diablos fue ese agujero que apareció por obra de magia? Una sonrisa en el rostro de Katharina indicó que no le importaba. Estaba contenta por la salida de escena del sucio ese. Y lo único que tuvo que hacer luego fue esperar a que el gran Elliot, ladrón de llaves, hiciera los honores.
Subieron por una escalera mecánica al mismo tiempo que una melodía muy pegajosa se escuchaba con intensidad. ¿Acaso eran ganas de bailar lo que sentía Katharina al escuchar aquella canción? Lo hubiera hecho de no ser porque estaba en medio de una escalera. Y porque había gente a su alrededor, gente que no quería que le vieran bailar. Fue un viaje de poco más de un minuto, tiempo en el que reprimió la motivación que surgía poco a poco en su interior. Sin embargo, todo aquello desapareció al llegar al piso superior, específicamente en una sala de gran tamaño repleta de discos de diferentes colores.
—Será mejor estar atentos —comentó en voz baja al ver el hilillo de sangre que salía por debajo del telón.
La cautela era una de las armas más poderosas con las que Katharina contaba, una que le había salvado en más de una ocasión. Que un hilo de sangre escurriera no indicaba nada bueno. Y sólo dios sabía lo que había tras el telón. Pensar las cosas con un poco de paranoia era cuanto menos estresante, pero servía para continuar con vida. Entonces, y teniendo muy en cuenta que acercarse no era un plan demasiado prudente, cerró los ojos y dejó que la energía mágica fluyese por todo su cuerpo, recorriendo sus venas. Aquella cálida sensación duró poco más de un segundo, pero bastó para saber que el casteo había finalizado.
—Veamos qué se esconde tras el telón —expresó con una sonrisita maliciosa grabada en su impávido rostro.
Gracias al conjuro realizado y al poder de la telekinesis bastaría con chasquear los dedos para que el telón se abriera de par en par, revelando lo que había tras este.
Los ojos de la bruja brillaron como estrellas cuando descubrieron que el hombre que la había estado acosando con sus comentarios y miradas había desaparecido. En cualquier caso, ¿qué diablos fue ese agujero que apareció por obra de magia? Una sonrisa en el rostro de Katharina indicó que no le importaba. Estaba contenta por la salida de escena del sucio ese. Y lo único que tuvo que hacer luego fue esperar a que el gran Elliot, ladrón de llaves, hiciera los honores.
Subieron por una escalera mecánica al mismo tiempo que una melodía muy pegajosa se escuchaba con intensidad. ¿Acaso eran ganas de bailar lo que sentía Katharina al escuchar aquella canción? Lo hubiera hecho de no ser porque estaba en medio de una escalera. Y porque había gente a su alrededor, gente que no quería que le vieran bailar. Fue un viaje de poco más de un minuto, tiempo en el que reprimió la motivación que surgía poco a poco en su interior. Sin embargo, todo aquello desapareció al llegar al piso superior, específicamente en una sala de gran tamaño repleta de discos de diferentes colores.
—Será mejor estar atentos —comentó en voz baja al ver el hilillo de sangre que salía por debajo del telón.
La cautela era una de las armas más poderosas con las que Katharina contaba, una que le había salvado en más de una ocasión. Que un hilo de sangre escurriera no indicaba nada bueno. Y sólo dios sabía lo que había tras el telón. Pensar las cosas con un poco de paranoia era cuanto menos estresante, pero servía para continuar con vida. Entonces, y teniendo muy en cuenta que acercarse no era un plan demasiado prudente, cerró los ojos y dejó que la energía mágica fluyese por todo su cuerpo, recorriendo sus venas. Aquella cálida sensación duró poco más de un segundo, pero bastó para saber que el casteo había finalizado.
—Veamos qué se esconde tras el telón —expresó con una sonrisita maliciosa grabada en su impávido rostro.
Gracias al conjuro realizado y al poder de la telekinesis bastaría con chasquear los dedos para que el telón se abriera de par en par, revelando lo que había tras este.
- Cosas usadas:
- Nombre de la técnica: Telequinesis
Naturaleza de la técnica: Espiritual
Descripción de la técnica: Durante tres turnos dota de telequinesis a la conjuradora, es decir, otorga la habilidad de mover objetos y seres vivos con la mente, siempre y cuando estos no superen los 1550 kilogramos (peso máximo a levantar durante los tres turnos). Se necsita esperar un turno para volver a ser usado.
Tiempo de canalización: 1.5 segundos
Midorima Shintaro
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La sucesión de eventos fue… Extraña. Por alguna razón, los setos se habían calmado y, por ende, todo había vuelto a la normalidad. Aunque bueno, “normalidad” dentro de la Aguja. Les hicieron un camino recto, directo a la puerta de la otra sala. Sacó el mapa y mientras descendía lo miró. Al parecer, la siguiente sala era la diecinueve y podrían llegar a subir al tercer piso, si es que en la sala que venía a continuación no había nada raro… Lo cual era lo que esperaba. En cierta medida, habían avanzado muy fácil desde que se separaron de su grupo y ahora las cosas podían volverse más y más caóticas. Debía admitir, de todos modos, que le gustaba que fuera así. Entre menos peligros, más rápido llegarían al meollo del asunto y más rápido podrían volver a casa.
Suspiró con desgana mientras empezaba a avanzar. Miró a Simo de reojo y se preguntó si entre todos sus artefactos, tendría algo útil… Un robot que detectara trampa, signos de calor, rayos x o lo que sea que fuera a darles un poco más de ventaja en su andar por la gran aguja.
—Simo, si tienes algún artilugio que tenga alguna habilidad especial, que no sea escuchar cosas personales de uno… Sería un buen momento para sacarlo y que nos vaya advirtiendo de posibles trampas —comentó con tranquilidad, sin despegar la mirada del mapa. Había visto y escuchado la grabación de su conversación con Dexter y, de hecho, como Dretch tiraba aquel robot lejos, casi queriendo no saber nada —. Si no hay nada raro, podríamos llegar a subir al tercer piso desde la sala que viene a continuación. —añadió.
Guardó el mapa en su bolsillo y solo siguió avanzando. De reojo miraba a Braud y se preguntaba por qué había decidido venirse con él. Por lo que había visto, era un poco más cercano a Eric y a Kenzo que a ellos. ¿Por qué? No le dio importancia, después de todo, quizás sus habilidades y su fuerza bruta podían ser de ayuda… Aunque viendo que en cada piso podía haber un acertijo, quizás no pudiera hacer mucho, pero si había que tirar alguna puerta abajo o muro… Sus habilidades serían las mejores. Nada mejor que una masa de músculo andante para derrumbar cosas, ¿no?
—Por cierto, Bucharatti —dijo mientras avanzaba —. Me causó cierto interés que dijeras que otro podría estar usando el nombre de Krauser para atraer gente a su gente, ¿tienes alguna idea de quién podría ser? ¿Alguna prueba? Creo que si nos dices todo lo que sabes de esta cosa, tanto posibles enemigos o lo que sea, nos ayudaría a todos —comentó —. No creo que sirva de nada guardarse secretos y tampoco me creo que hayas sido del todo honesto antes... Llamame un poco desconfiado, pero he viajado muchos años como para confiar tan fácilmente en lo que me dicen.
Finalmente, atravesó la puerta. Si no había nada raro, solo tendrían que subir al tercer piso y esperar que nada extraño ocurriera en la sala a la que llegarían. De todos modos, sus instintos y su guardia estaban a punto por si algún enemigo o trampa los esperaba en aquella nueva habitación a la que iban a llegar.
Suspiró con desgana mientras empezaba a avanzar. Miró a Simo de reojo y se preguntó si entre todos sus artefactos, tendría algo útil… Un robot que detectara trampa, signos de calor, rayos x o lo que sea que fuera a darles un poco más de ventaja en su andar por la gran aguja.
—Simo, si tienes algún artilugio que tenga alguna habilidad especial, que no sea escuchar cosas personales de uno… Sería un buen momento para sacarlo y que nos vaya advirtiendo de posibles trampas —comentó con tranquilidad, sin despegar la mirada del mapa. Había visto y escuchado la grabación de su conversación con Dexter y, de hecho, como Dretch tiraba aquel robot lejos, casi queriendo no saber nada —. Si no hay nada raro, podríamos llegar a subir al tercer piso desde la sala que viene a continuación. —añadió.
Guardó el mapa en su bolsillo y solo siguió avanzando. De reojo miraba a Braud y se preguntaba por qué había decidido venirse con él. Por lo que había visto, era un poco más cercano a Eric y a Kenzo que a ellos. ¿Por qué? No le dio importancia, después de todo, quizás sus habilidades y su fuerza bruta podían ser de ayuda… Aunque viendo que en cada piso podía haber un acertijo, quizás no pudiera hacer mucho, pero si había que tirar alguna puerta abajo o muro… Sus habilidades serían las mejores. Nada mejor que una masa de músculo andante para derrumbar cosas, ¿no?
—Por cierto, Bucharatti —dijo mientras avanzaba —. Me causó cierto interés que dijeras que otro podría estar usando el nombre de Krauser para atraer gente a su gente, ¿tienes alguna idea de quién podría ser? ¿Alguna prueba? Creo que si nos dices todo lo que sabes de esta cosa, tanto posibles enemigos o lo que sea, nos ayudaría a todos —comentó —. No creo que sirva de nada guardarse secretos y tampoco me creo que hayas sido del todo honesto antes... Llamame un poco desconfiado, pero he viajado muchos años como para confiar tan fácilmente en lo que me dicen.
Finalmente, atravesó la puerta. Si no había nada raro, solo tendrían que subir al tercer piso y esperar que nada extraño ocurriera en la sala a la que llegarían. De todos modos, sus instintos y su guardia estaban a punto por si algún enemigo o trampa los esperaba en aquella nueva habitación a la que iban a llegar.
- Resumen:
- Relleno. Si no hay nada raro, subir al tercer piso a través de la sala 19 (Avanzamos dos ya que tenemos mapa)
Kaito Takumi
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Una fina y pequeña sonrisa se hizo hueco en el rostro del ningyo cuando la puerta se abrió y el enmascarado repartió sus alabanzas. En su vida siempre habían faltado palabras de ánimo y aprobación, tanto que hasta los más sinceros se le antojaban extraños e irónicos. La desconfianza y la dura lógica cultivadas en la árida y arenosa experiencia relevaron a la alegría de su gesto, enfriándolo y acartonándolo con una expresión de expectante alerta. Se dio la vuelta para escuchar aquella continuada sarta de mentiras.
—Amor…—gruñó con un asco empapado de empalagosa melancolía.
Sabía bien que él mismo habría caído en aquel terrible error de no ser por lo lejos que casaba la mujer con sus gustos. Si las cosas hubieran sido diferentes, Kaito, carente de casi todo contacto humano básico, habría tardado más bien poco en tomarse la lujuria como un verdadero flechazo. Y si las cosas hubiesen sido mucho, pero que mucho más diferentes, quizás él mismo hubiera acabado como un héroe… y no como un monstruo.
Elliot se adelantó a todos y desenfundó su arma para volver a poner en práctica lo que parecía su ataque favorito. La decapitación siempre le había parecido un buen método de ejecución. Esperando al inevitable acto del verdugo sosteniendo sus armas en cada mano, Kaito retrocedió lentamente para salir de la sala y la escena. No quería vérselas con el que había roto el cuello de la jorogumo, y mucho menos quería verse envuelto en un combate en el que uno de los integrantes, si no más, era capaz de derribar a gente sin tocarles.
El muchacho intentaría llegar hasta el montacargas para esperar a sus compañeros y dirigirse hasta la siguiente planta mirando cómo se desarrollaba todo con innata curiosidad. Si no había interrupciones y la ejecución era rápida, iría corriendo hacia el cadáver para quedarse con su cabeza y el aparatejo de su mano, así como todo lo que pudiera encontrar de provecho entre la licra, antes de volver a su puesto en el "falso ascensor". Si nadie quería ser carroñero, él estaba más que dispuesto a ocupar ese rico nicho en el ecosistema local. En cambio, si SUPAIDAMAN sobrevivía, o más bien si le dejaban sobrevivir tras el engorro en el que le habían metido sus emociones, simplemente esperaría al resto para subir. El cuarto piso se suponía que era peligroso… y necesitaba desgraciadamente a depredadores que le proporcionasen sus suculentos cadáveres.
—Amor…—gruñó con un asco empapado de empalagosa melancolía.
Sabía bien que él mismo habría caído en aquel terrible error de no ser por lo lejos que casaba la mujer con sus gustos. Si las cosas hubieran sido diferentes, Kaito, carente de casi todo contacto humano básico, habría tardado más bien poco en tomarse la lujuria como un verdadero flechazo. Y si las cosas hubiesen sido mucho, pero que mucho más diferentes, quizás él mismo hubiera acabado como un héroe… y no como un monstruo.
Elliot se adelantó a todos y desenfundó su arma para volver a poner en práctica lo que parecía su ataque favorito. La decapitación siempre le había parecido un buen método de ejecución. Esperando al inevitable acto del verdugo sosteniendo sus armas en cada mano, Kaito retrocedió lentamente para salir de la sala y la escena. No quería vérselas con el que había roto el cuello de la jorogumo, y mucho menos quería verse envuelto en un combate en el que uno de los integrantes, si no más, era capaz de derribar a gente sin tocarles.
El muchacho intentaría llegar hasta el montacargas para esperar a sus compañeros y dirigirse hasta la siguiente planta mirando cómo se desarrollaba todo con innata curiosidad. Si no había interrupciones y la ejecución era rápida, iría corriendo hacia el cadáver para quedarse con su cabeza y el aparatejo de su mano, así como todo lo que pudiera encontrar de provecho entre la licra, antes de volver a su puesto en el "falso ascensor". Si nadie quería ser carroñero, él estaba más que dispuesto a ocupar ese rico nicho en el ecosistema local. En cambio, si SUPAIDAMAN sobrevivía, o más bien si le dejaban sobrevivir tras el engorro en el que le habían metido sus emociones, simplemente esperaría al resto para subir. El cuarto piso se suponía que era peligroso… y necesitaba desgraciadamente a depredadores que le proporcionasen sus suculentos cadáveres.
- RESUMEN:
Observar y esperar.
SI SUPAIDAMAN MUERE-MATAN -> Carroñear cadáver (Cabeza si está cortada, el aparatejo de la mano y lo que haya así entre la licra, que sospecho que tiene un comunicador).
SI NO MUERE, o DESPUES DE CARROÑEAR -> A subir con todos en el Montacargas.
Hayden Ashworth
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El dragón se detuvo en seco cuando se dio cuenta de que aquel hombre estaba durmiendo. Aunque no tardó en despertarse y perder la capucha que llevaba, mostrando a un hombre vestido de la forma más hortera y anticuada que había visto jamás. El comodoro frunció el ceño. Estaba perdiendo la paciencia a límites que nunca había siquiera sospechado que podría llegar a perderla. Apretó los puños mientras reprimía las ganas de dejar inconsciente a aquel hombre de un golpe en la nuca... o de utilizarlo para echar la puerta abajo. Se rascó la nuca y siguió caminando hacia la puerta de la siguiente sala.
—No tenemos tiempo que perder en estupideces, lo siento.
Si al llegar a la puerta esta se encontraba cerrada y no se pudiese abrir, la echaría abajo de un empujón utilizando toda su fuerza, lo cual podría servir incluso como aviso al borracho que allí se encontraba y perdiese las ganas de hacerle perder el tiempo a un comodoro y dos piratas que se sentaban en lo alto de la pirámide del nuevo mundo.
—No tenemos tiempo que perder en estupideces, lo siento.
Si al llegar a la puerta esta se encontraba cerrada y no se pudiese abrir, la echaría abajo de un empujón utilizando toda su fuerza, lo cual podría servir incluso como aviso al borracho que allí se encontraba y perdiese las ganas de hacerle perder el tiempo a un comodoro y dos piratas que se sentaban en lo alto de la pirámide del nuevo mundo.
- Fuerza (Si la puerta está cerrada):
- Tier 8 x9
La improvisación no entraba dentro de las cualidades de su escurridizo tripulante, quien respondía al nombre de Alviss. No solo había destrozado su versión de una de las mejores canciones del mundo, sino que no recordaba la continuación de la misma. Eso era una ofensa hace su pelirroja cabellera. «Nota mental: al salir del sitio este, coger a Alviss, llevármelo de copas y enseñarle la canción completa», pensó. Y entonces, el telón le cayó encima. Por un momento, cerró los ojos al ver como algo de ese tamaño se aproximaba violentamente hacia él, pero el golpe apenas le hizo nada. Podría decirse que apenas se inmutó, y era algo normal. A lo largo de los años su cuerpo había aguantado como muchas cosas pesadas le había caído encima, desde mujeres de gran tamaño, hasta peces con mala uva, pasando por dragones y un Arribor.
Cuando volvió a emprender el camino, viendo lo que parecía un trozo de escalera más allá de un pasillo al otro lado de la sala, cuatro sombras aparecieron en su camino. Instintivamente, su mano se posó sobre el mango de su katana. Esperaba encontrarse a otro músico extraño, no obstante, se topó con cuatro tortugas de tamaño humano. Iban vestidas de forma un tanto curiosa, con vestiditos blancos con minifalda, lazos de colores y una voz forzadamente aguda. ¿Serían macho y estaban tratando de parecer mujeres? Podría ser. Pero lo único que tenía claro es que jamás había visto especímenes como aquellos. Zane estaba motivado, tenía un escuadrón de peces, otro de asesinos, uno de vikingos toscos y otro de gigantes. ¿Por qué no uno de tortugas?
Hizo un ademán con su mano, estirando el brazo para que sus compañeros no se atrevieran a atacar, echando una mirada sobre Vile por si éste no le hacía caso, y dio un paso al frente.
—Mi nombre es Zane D. Kenshin, capitán pirata, amante egoísta, buen bebedor y comprador de pulseras VIP —enseñó la pulsera a las tortugas—. Ahora mismo no tengo la cabeza para acertijos. En realidad…, ninguno la tenemos. Ya sabéis, la fiesta y el alcohol es lo que tiene. Sin embargo, tengo una propuesta para vosotras. ¿Queréis uniros a mi banda? —preguntó, con los ojos llenos de ilusión, como si fuera un niño con un juguete nuevo—. Somos un grupo variopinto, y nos dedicamos a viajar por el mundo. ¿Os interesa?
El pelirrojo tenía esperanzas en que se unieran, habían hablado poco, pero les parecía un grupo variopinto con el que pasárselo bien. De todos modos, también tenían las pulseras que les dio los AB/CD, la cual les daba a paso a cualquier estancia de aquella planta. En caso contrario, esperaba que se unieran a él y poder acceder a la sala contigua, para así continuar ascendiendo dentro de esa monstruosa edificación
Cuando volvió a emprender el camino, viendo lo que parecía un trozo de escalera más allá de un pasillo al otro lado de la sala, cuatro sombras aparecieron en su camino. Instintivamente, su mano se posó sobre el mango de su katana. Esperaba encontrarse a otro músico extraño, no obstante, se topó con cuatro tortugas de tamaño humano. Iban vestidas de forma un tanto curiosa, con vestiditos blancos con minifalda, lazos de colores y una voz forzadamente aguda. ¿Serían macho y estaban tratando de parecer mujeres? Podría ser. Pero lo único que tenía claro es que jamás había visto especímenes como aquellos. Zane estaba motivado, tenía un escuadrón de peces, otro de asesinos, uno de vikingos toscos y otro de gigantes. ¿Por qué no uno de tortugas?
Hizo un ademán con su mano, estirando el brazo para que sus compañeros no se atrevieran a atacar, echando una mirada sobre Vile por si éste no le hacía caso, y dio un paso al frente.
—Mi nombre es Zane D. Kenshin, capitán pirata, amante egoísta, buen bebedor y comprador de pulseras VIP —enseñó la pulsera a las tortugas—. Ahora mismo no tengo la cabeza para acertijos. En realidad…, ninguno la tenemos. Ya sabéis, la fiesta y el alcohol es lo que tiene. Sin embargo, tengo una propuesta para vosotras. ¿Queréis uniros a mi banda? —preguntó, con los ojos llenos de ilusión, como si fuera un niño con un juguete nuevo—. Somos un grupo variopinto, y nos dedicamos a viajar por el mundo. ¿Os interesa?
El pelirrojo tenía esperanzas en que se unieran, habían hablado poco, pero les parecía un grupo variopinto con el que pasárselo bien. De todos modos, también tenían las pulseras que les dio los AB/CD, la cual les daba a paso a cualquier estancia de aquella planta. En caso contrario, esperaba que se unieran a él y poder acceder a la sala contigua, para así continuar ascendiendo dentro de esa monstruosa edificación
- Resumen:
- Relleno e intentar que las 4 tortugas se unan a su banda, o sino usar la pulsera VIP que les dio los AB/CS para acceder a cualquier sala de esa planta
Rainbow662
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Arribor pensó por un momento que iban a explotar todos. Las máquinas se detuvieron de golpe al mismo tiempo y se hizo un perturbador y tenso silencio durante lo que se le antojó un largo minuto. Igual había golpeado un botón de autodestrucción o algo así. Eso sería un engorro, porque seguro que le chamuscaban la ropa al estallar. Curiosamente, no ocurrió así, sino que lo que pasó fue bastante más inesperado: los robots empezaron a pelear entre sí.
-Qué raritos...
No quiso quedarse a ver cuál de los bailarines ganaba. Avanzó por la escalera hasta llegar a otra sala que, por suerte, estaba menos abarrotada y era bastante más silenciosa. Todavía le pitaban los oídos por culpa de la música. De nuevo se topaban con una encrucijada. No tenía ni la más mínima idea de hacia dónde deberían ir, pero para algo había reclutado a Princesa, ¿no? Ya se ocuparía él de decidir el camino. Decidió que no prestaría mucha atención a los esqueletos que deambulaban por ahí, porque a lo mejor se ponían a saltar a la comba o a tejer. No quería arriesgarse a desatar más rarezas, sobre todo porque luego iban a incordiarle a él.
De haber sido por él habría pasado de largo sin más, pero un ruido metálico le hizo girarse. Supuso que se encontraría con otro trasto bailarín que quería algo de él, pero se sorprendió gratamente al ver que empuñaba una maza. Al menos ése sí que sabía a lo que iba.
-Ve buscando por dónde tenemos que ir -indicó a su guía.
Luego fue hacia el robot, dispuesto a quitarse de en medio a esa molestia. Daba la sensación de que quería pelea, pero a Arribor no le apetecía lidiar con moscas. Un manotazo sería suficiente para aplastarlo.
-Qué raritos...
No quiso quedarse a ver cuál de los bailarines ganaba. Avanzó por la escalera hasta llegar a otra sala que, por suerte, estaba menos abarrotada y era bastante más silenciosa. Todavía le pitaban los oídos por culpa de la música. De nuevo se topaban con una encrucijada. No tenía ni la más mínima idea de hacia dónde deberían ir, pero para algo había reclutado a Princesa, ¿no? Ya se ocuparía él de decidir el camino. Decidió que no prestaría mucha atención a los esqueletos que deambulaban por ahí, porque a lo mejor se ponían a saltar a la comba o a tejer. No quería arriesgarse a desatar más rarezas, sobre todo porque luego iban a incordiarle a él.
De haber sido por él habría pasado de largo sin más, pero un ruido metálico le hizo girarse. Supuso que se encontraría con otro trasto bailarín que quería algo de él, pero se sorprendió gratamente al ver que empuñaba una maza. Al menos ése sí que sabía a lo que iba.
-Ve buscando por dónde tenemos que ir -indicó a su guía.
Luego fue hacia el robot, dispuesto a quitarse de en medio a esa molestia. Daba la sensación de que quería pelea, pero a Arribor no le apetecía lidiar con moscas. Un manotazo sería suficiente para aplastarlo.
Mist D. Spanner
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El extraño los llamó paletos. Lo cual Spanner no entendió, porque la última vez que miró, ninguno de ellos se dedicaba a la construcción ni estaba hecho de madera. Observó a Nailah y como esta daba un corto discurso diciendo al hombre que hiciese lo que le de la gana para después aconsejarle a la muchacha que tuviese un poco más de respeto por si misma. El espadachín se quedó pensando unos instantes, mientras volvía a dirigirse a la salida junto a sus... amigos. Todavía no se había acostumbrado a utilizar esa palabra. Siguió perdido en sus pensamientos, aunque le preguntó a Nailah en voz alta.
—Entonces... Si una persona se entrega sexualmente a otra, ¿está perdiendo el respeto por si misma? —Dijo con curiosidad en los ojos aunque monótona voz—. No sé mucho de estas cosas, pero creía que ese tipo de conexión se realizaba entre dos personas cercanas y que era una muestra de afecto entre ambos. Cuando se utiliza con métodos más allá de la procreación, quiero decir. ¿Es de verdad un encuentro tan íntimo una falta de respeto hacia uno mismo?
Solo había una persona con la que había siquiera imaginado el compartir un momento íntimo de aquella forma, aunque no estaba muy seguro. El pirata entendía muchas cosas, pero las interacciones sociales no eran una de ellas. Cuanto más aprendía del sexo, más confuso estaba y no sabía si era algo que de verdad quería o no quería tener.
—Entonces... Si una persona se entrega sexualmente a otra, ¿está perdiendo el respeto por si misma? —Dijo con curiosidad en los ojos aunque monótona voz—. No sé mucho de estas cosas, pero creía que ese tipo de conexión se realizaba entre dos personas cercanas y que era una muestra de afecto entre ambos. Cuando se utiliza con métodos más allá de la procreación, quiero decir. ¿Es de verdad un encuentro tan íntimo una falta de respeto hacia uno mismo?
Solo había una persona con la que había siquiera imaginado el compartir un momento íntimo de aquella forma, aunque no estaba muy seguro. El pirata entendía muchas cosas, pero las interacciones sociales no eran una de ellas. Cuanto más aprendía del sexo, más confuso estaba y no sabía si era algo que de verdad quería o no quería tener.
Eric Zor-El
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Como era costumbre ya, hiciera lo que hiciera en ese lugar, sus terremotos no hacían nada. Daba igual si era para dar un simple puñetazo, o para abrir un boquete en una pared, no funcionaba. A su cabeza vino el momento en el que engulló aquella fruta. ¿Para qué lo había hecho si no era capaz de hacer un agujerito en un muro? En fin. El salvaje sabía que no era el mejor momento para pensar en ello, pero en ocasiones se arrepentía de tomar la paramecia que le otorgaba sus poderes. Era como si la mano divina de alguien omnipotente le hiciera putadas, y no le permitiera hacer lo que se le daba bien: destruir.
Entonces, la puerta se abrió y pasó tras Kenzo. Allí una voz procedente de algún lado les dijo que tenían que mostrar su valía y sus talentos. Pensó en intentar destruir todo, pero, ¿para qué? Entonces, recordó la palabra que había dicho la voz: «Concursante». ¿Qué era un concursante? Sonaba raro, demasiado raro. Y de pronto, el sargento comenzó a cantar con mucho ritmo. Era una letra que no comprendía, pero le gustaba lo que estaba escuchando.
«¡Claro! Concursante es cantante.», se dijo para adentro.
—Estás hecho un gran concursante —hizo un ademán con el puño y alzó el pulgar.
Vio un micrófono en el suelo, y cuando el sargento Nakajima terminó su actuación no dudó en cogerlo.
—Suʻega, suʻega. Tasi, lua. Tasi, lua —dijo, dando pequeños golpecitos en la rejilla del micrófono-
Respiró hondo, y sus ojos se iluminaron como los de un niño con poncho nuevo. Pocos lo sabían, quizá el único fuera Zuko, pero le encantaba ir en su tiempo libre a los distintos karaokes que había en alguna que otra isla del paraíso. Pocos eran los que entendían su arte, pero a él no le importaba. Cogió aire, se pasó el micro de una mano a otra y carraspeó la garganta.
Mirándote a los ojos juraría, que tienes algo nuevo que contarme. Empieza ya mujer no tengas miedo, quizá para mañana sea tarde; sea tarde… —bajó el su tono de voz con las últimas dos palabras. Miró hacia el frente con decisión, y alzó la voz—. ¿Y COMO ES EL? ¿EN QUE LUGAR SE ENAMORÓ DE TI? ¿DE DONDE ES? ¿A QUÉ DEDICA EL TIEMPO LIIIIBREEEEE? ¡PREGUNTALE! ¿PORQUE HA ROBADO UN TROZO DE MI VIIIIDAAAA? ES UN LADRÓN…, que me ha robado tooodoo….
En los ojos de Eric se atisbaron unas lágrimas, y en su cara una sonrisa de orgullo. Sabía que no era el mejor cantante, pero como dirían la gente del mar azul: la había clavado.
Entonces, la puerta se abrió y pasó tras Kenzo. Allí una voz procedente de algún lado les dijo que tenían que mostrar su valía y sus talentos. Pensó en intentar destruir todo, pero, ¿para qué? Entonces, recordó la palabra que había dicho la voz: «Concursante». ¿Qué era un concursante? Sonaba raro, demasiado raro. Y de pronto, el sargento comenzó a cantar con mucho ritmo. Era una letra que no comprendía, pero le gustaba lo que estaba escuchando.
«¡Claro! Concursante es cantante.», se dijo para adentro.
—Estás hecho un gran concursante —hizo un ademán con el puño y alzó el pulgar.
Vio un micrófono en el suelo, y cuando el sargento Nakajima terminó su actuación no dudó en cogerlo.
—Suʻega, suʻega. Tasi, lua. Tasi, lua —dijo, dando pequeños golpecitos en la rejilla del micrófono-
Respiró hondo, y sus ojos se iluminaron como los de un niño con poncho nuevo. Pocos lo sabían, quizá el único fuera Zuko, pero le encantaba ir en su tiempo libre a los distintos karaokes que había en alguna que otra isla del paraíso. Pocos eran los que entendían su arte, pero a él no le importaba. Cogió aire, se pasó el micro de una mano a otra y carraspeó la garganta.
Mirándote a los ojos juraría, que tienes algo nuevo que contarme. Empieza ya mujer no tengas miedo, quizá para mañana sea tarde; sea tarde… —bajó el su tono de voz con las últimas dos palabras. Miró hacia el frente con decisión, y alzó la voz—. ¿Y COMO ES EL? ¿EN QUE LUGAR SE ENAMORÓ DE TI? ¿DE DONDE ES? ¿A QUÉ DEDICA EL TIEMPO LIIIIBREEEEE? ¡PREGUNTALE! ¿PORQUE HA ROBADO UN TROZO DE MI VIIIIDAAAA? ES UN LADRÓN…, que me ha robado tooodoo….
En los ojos de Eric se atisbaron unas lágrimas, y en su cara una sonrisa de orgullo. Sabía que no era el mejor cantante, pero como dirían la gente del mar azul: la había clavado.
- Resumen:
- Narrar la situación, encontrar un micro y cantar por Pepelu Lepares
Giotto Leblanc
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El lugar en el que se encontraba le había parecido desde fuera más grande de lo que en realidad era. Y allí estala el agente de cabellos dorados, rozándose con una vieja arrugada que no paraba de quejarse, un marine albino que no decía nada y una mink loba que no callaba. Sabía que lo que tenía en mente iba en contra de todo lo ético, de todo aquello que iba en contra de su ser, pero la misión así lo requería. Estaban en el fin del mundo, y no podían perder tiempo con una anciana. No podía llevarla al centro del peligro, así que, aprovechando que ella estaba más cerca de la salida que él, la agarró con fuerza, sintiendo como su piel se colaba entre sus dedos y alzándola en el aire la sacó de la ducha. Esa fue la primera vez que vio fijamente a la anciana, y supo que esa imagen jamás se le iría de la cabeza; estando en sus peores pesadillas de por vida.
—Una vez acabé todo esto volveré a por usted. Se lo prometo —le dijo Giotto, aún sin mirarla a los ojos—. Ahora tenemos una misión que cumplir.
Una vez hizo aquello, pese a que, seguramente, a sus compañeros no les sentara del todo bien, aunque esperaba que no le cuestionasen esa decisión, pulsó el botón del ascensor. Tenía la esperanza de que el elevador los llevase a un piso superior, y así poder encontrar al causante de todo aquello.
—Una vez acabé todo esto volveré a por usted. Se lo prometo —le dijo Giotto, aún sin mirarla a los ojos—. Ahora tenemos una misión que cumplir.
Una vez hizo aquello, pese a que, seguramente, a sus compañeros no les sentara del todo bien, aunque esperaba que no le cuestionasen esa decisión, pulsó el botón del ascensor. Tenía la esperanza de que el elevador los llevase a un piso superior, y así poder encontrar al causante de todo aquello.
- Resumen:
- El fin justifica los medios, así que sacar a carmena de la ducha y pulsar el botón para ir a otra estancia
Hamlet
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Airado y completamente enfurecido por las circunstancias que me rodeaban, salí de aquella habitación, en la que tanto se habían empeñado en vejarme y humillarme. Suspiré y pasé junto al cadete, haciéndole un gesto con la cabeza para que siguiera junto a mí. Afortunadamente, ya podría volver con el comodoro Kasai.
No obstante, descubrí con un vistazo la existencia de caminos alternativos que nuestro líder no había decidido cubrir. Aquello me puso alerta, consiguiendo que frunciera el ceño. Quizás pretendían lograr que nos confiáramos y pensásemos que allí no había más que otras ridículas pruebas. ¿Y si se preparaba una emboscada? ¿Y si allí se ocultaban poderosos secuaces de Redfield? No podía seguir avanzando con esa terrorífica duda en mi cabeza. Cualquier error podía suponer la destrucción de mi hogar y la aniquilación de mis tan queridos camaradas, que se habían comprometido a resolver la situación de la aguja.
-Cadete, escuche -susurré a mi acompañante-. Sé que es estúpido, y yo soy el último que quiere dejar solo al jefe con la escoria que la acompaña, pero no puedo evitar pensar en que hemos dejado esta porción de terreno sin cubrir, ¿no cree? Aquí puede haber pistas importantes para avanzar a los niveles superiores.
"De todos modos, tampoco le sería nada útil al comodoro Kasai, aun estando a su lado" reprimí, mirando al suelo antes de devolver la mirada al marine.
-Creo que debemos hacer lo siguiente: notificaré al comodoro con mi den den mushi del curso de acción que vamos a tomar, y nos dividiremos entre sendas habitaciones. Yo iré, por ejemplo, a esa de los cuadros, mientras que usted podría encargarse de la otra. Si nos llegásemos a encontrar en peligro, tendremos que desgañitarnos para escucharnos con el ruido que surge de la torre, así que lo mejor será retroceder y no arriesgarnos de manera innecesaria. ¿De acuerdo? Las puertas de las habitaciones siguen abiertas, así que no dude en venir a por mí si necesita ayuda. Buena suerte.
Entonces, si el cadete no objetaba, comenzaría a andar con determinación hacia la sala de los cuadros, mientras escarbaba en el bolsillo para encontrar algo. Una vez lo logré, me detuve, a pocos metros de entrar en la habitación. Con el caracolófono junto a mi boca, llamaría al líder de los Justice Riders. En cuanto descolgase, diría lo siguiente:
-Comodoro. He logrado superar la prueba de la anterior habitación. El último, como siempre. Escuche. Hemos hallado nuevas salas junto a la suya. Pueden ser la clave para ascender, así que discúlpeme por dejarle allí, solo. Si no encuentro nada importante, volveré con usted a escape. Manténgase a salvo, por favor.
Suspiraría y relajaría mi expresión.
-Ha sido un buen líder. No me arrepiento de que esta pueda ser mi última misión, pues la he hecho junto a usted. Buena suerte.
No obstante, descubrí con un vistazo la existencia de caminos alternativos que nuestro líder no había decidido cubrir. Aquello me puso alerta, consiguiendo que frunciera el ceño. Quizás pretendían lograr que nos confiáramos y pensásemos que allí no había más que otras ridículas pruebas. ¿Y si se preparaba una emboscada? ¿Y si allí se ocultaban poderosos secuaces de Redfield? No podía seguir avanzando con esa terrorífica duda en mi cabeza. Cualquier error podía suponer la destrucción de mi hogar y la aniquilación de mis tan queridos camaradas, que se habían comprometido a resolver la situación de la aguja.
-Cadete, escuche -susurré a mi acompañante-. Sé que es estúpido, y yo soy el último que quiere dejar solo al jefe con la escoria que la acompaña, pero no puedo evitar pensar en que hemos dejado esta porción de terreno sin cubrir, ¿no cree? Aquí puede haber pistas importantes para avanzar a los niveles superiores.
"De todos modos, tampoco le sería nada útil al comodoro Kasai, aun estando a su lado" reprimí, mirando al suelo antes de devolver la mirada al marine.
-Creo que debemos hacer lo siguiente: notificaré al comodoro con mi den den mushi del curso de acción que vamos a tomar, y nos dividiremos entre sendas habitaciones. Yo iré, por ejemplo, a esa de los cuadros, mientras que usted podría encargarse de la otra. Si nos llegásemos a encontrar en peligro, tendremos que desgañitarnos para escucharnos con el ruido que surge de la torre, así que lo mejor será retroceder y no arriesgarnos de manera innecesaria. ¿De acuerdo? Las puertas de las habitaciones siguen abiertas, así que no dude en venir a por mí si necesita ayuda. Buena suerte.
Entonces, si el cadete no objetaba, comenzaría a andar con determinación hacia la sala de los cuadros, mientras escarbaba en el bolsillo para encontrar algo. Una vez lo logré, me detuve, a pocos metros de entrar en la habitación. Con el caracolófono junto a mi boca, llamaría al líder de los Justice Riders. En cuanto descolgase, diría lo siguiente:
-Comodoro. He logrado superar la prueba de la anterior habitación. El último, como siempre. Escuche. Hemos hallado nuevas salas junto a la suya. Pueden ser la clave para ascender, así que discúlpeme por dejarle allí, solo. Si no encuentro nada importante, volveré con usted a escape. Manténgase a salvo, por favor.
Suspiraría y relajaría mi expresión.
-Ha sido un buen líder. No me arrepiento de que esta pueda ser mi última misión, pues la he hecho junto a usted. Buena suerte.
- Resumen:
- Proponer a Erik investigar las dos nuevas habitaciones. Si acepta, me dirijo hacia la de los cuadros y doy una llamada a Zuko.
Vile Spectre
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Vile no recordaba haber desarrollado métodos de precognición o adivinación, así que su sorpresa fue mayúscula al comprobar que tras el telón se hallaban precisamente los seres en los que había pensado al ver el lugar. Aunque se podía decir que lo de que fueran niñas pequeñas y se comportaran como tal era algo inesperado. El joven de Arabasta rio y se llevó la mano a la barbilla, frotándosela.
Aquellas criaturas, como si alguien les hubiera hecho una pregunta, comenzaron a lanzarles acertijos. "Otra vez no", pensó Vile, perdiendo su risueña expresión.
El gyojin parecía igual de exasperado por la situación, y se colocó al lado de Vile, con cara de concentración. Casi parecía que una de las venas de su frente le iba a estallar. Susurrándome al oído, le propuso una posible respuesta. Entretanto, logró ver al pelirrojo acercarse a aquellos bichos y mostrarles los pases que les habían entregado los octogenarios.
-¿Lukas, verdad? -preguntó Vile, fingiendo haberse confundido con el nombre-. Verás, propondría una respuesta, pero parece que el jefe ha decidido que está harto de que nos lancen adivinanzas sin ton ni son como a unos ingenuos niños y ha tomado la solución más inteligente. Por ahora, creo que puedes dejar de pensar en las tonterías de estas tortugas. Además, tampoco creo que nadie las echase de menos si decidiéramos no responder, ¿no?
Vile esbozó una sonrisa pícara y prosiguió:
-En cualquier caso, si no nos dejan, ya sé como cansarles lo suficiente como para que al final nos acaben dejando pasar.
Aquellas criaturas, como si alguien les hubiera hecho una pregunta, comenzaron a lanzarles acertijos. "Otra vez no", pensó Vile, perdiendo su risueña expresión.
El gyojin parecía igual de exasperado por la situación, y se colocó al lado de Vile, con cara de concentración. Casi parecía que una de las venas de su frente le iba a estallar. Susurrándome al oído, le propuso una posible respuesta. Entretanto, logró ver al pelirrojo acercarse a aquellos bichos y mostrarles los pases que les habían entregado los octogenarios.
-¿Lukas, verdad? -preguntó Vile, fingiendo haberse confundido con el nombre-. Verás, propondría una respuesta, pero parece que el jefe ha decidido que está harto de que nos lancen adivinanzas sin ton ni son como a unos ingenuos niños y ha tomado la solución más inteligente. Por ahora, creo que puedes dejar de pensar en las tonterías de estas tortugas. Además, tampoco creo que nadie las echase de menos si decidiéramos no responder, ¿no?
Vile esbozó una sonrisa pícara y prosiguió:
-En cualquier caso, si no nos dejan, ya sé como cansarles lo suficiente como para que al final nos acaben dejando pasar.
- Resumen:
- Responder a Luka
Dretch
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Temeroso de lo que pudiera pasar, el norteño introdujo su brazo derecho a través de la red de láseres y, aunque era totalmente consciente de que aquella extremidad no era legítimamente suya, no pudo evitar cerrar los ojos. No es que temiera perderla, ni mucho menos, pero por muchos meses que pasaran no podía evitar sentir de alguna forma que no sabría explicar como aquella prótesis ahora formaba parte de su cuerpo. Durante un instante reinó el silencio. No ocurrió literalmente nada. El agente, consciente de sus peculiares habilidades, esperaba que de alguna forma la puerta cediese magistralmente ante su influjo. Sin embargo, nada ocurrió. Mientras que se apartaba para dejar paso a que otro de sus compañeros intentase abrir la puerta, la frustración comenzaba a aflorar una vez más. «Valiente mierda de akuma» Fue el primer pensamiento que llegó a su mente. Ahora, recostado sobre una de las paredes cercanas y renegando de todo cuanto había conseguido gracias a sus poderes, Dretch observaba como Zor-El le reemplazaba en el rol de cerrajero.
Una leve sonrisa afloró en los labios del agente al contemplar como la destructiva fruta del salvaje apenas era capaz de abrir una simple grieta en la pared. No es que se alegrara realmente de su ineficiencia, pero al menos le complacía saber que no era el único cuyos poderes apenas habían supuesto ninguna ventaja. Tan solo faltaba que Kenzo se animase también a hacer el ridículo y todos habrían recibido su lección nocturna de humildad. Pero, por desgracia, este fue lo suficientemente astuto como para no quedar en ridículo frente al pelotón de marines rescatados.
- Bien – comentó, dejando escapar un largo suspiro – Si no podemos cruzar esta puerta, entonces deberemos cruzar por aquel pequeño pasillo. Nos desviaremos un poco del camino, pero confió en que podamos encontrar otro camino para acceder a los pisos superiores.
A su manera, aquello era admitir una pequeña derrota. Aunque su rostro, nuevamente oculto por su bufanda, aparentaba serenidad; la impotencia y el mal genio comenzaban a hacer mella en el agente. Si alguien se acercase lo suficiente a él podría notar como sus dientes rechinaban cada vez que este volvía la mirada hacia la puerta cerrada. A cada segundo que pasaba parecía más evidente que, el día que en la agencia gubernamental explicaron a los iniciados como encajar una derrota, el joven búho debía de haberse quedado dormido en clase.
Al girarse hacia el pasillo de humeantes vapores rosados, creyó ver al menos un par de figuras. La primera de ellas y más cercana, era Taylor. Recordaba haberla perdido de vista, pero confiaba en que no se hubiese ido demasiado lejos. Durante unos breves instantes aguzó sus sentidos, pues desconocía quien o quienes caminaban tras de ella. Sin embargo, la cautela no pareció ser del todo necesaria ya que aparentemente formaban parte de las fuerzas gubernamentales. Cuando la pelirrosa paso por su lado, el agente le dedico una mirada severa. Creía que lo de ir recogiendo cachorritos abandonados era cosa del pasado. Es más, ella misma había propuesto que se separaran del resto de la división. Cuando esta habló, le explicó levemente lo sucedido en la sala contigua al pasillo y la carga que supondría tener que cargar con todos ellos.
- Mira que… Justo cuando parecías una iniciada modélica y sucumbes ante el orgullo del novato. Si ese vapor es tan alucinógeno como dices, tú también resultarías afectada ¿Cuánto tiempo dices que llevas en esa sala? – inquirió puntilloso el agente. Al poco de hacer aquella pregunta, la puerta se abrió a sus espaldas. Sola, sin necesidad de que nadie forzase la cerradura.
Una vez más, Dretch cruzó el umbral de la puerta de los últimos. Al hacerlo, descubrió una sala relativamente espaciosa en cuyo centro destacaban unas escaleras, su ruta de acceso al cuarto piso. Sin embargo, estas permanecían cerradas a cal y canto por otra puerta. Tal y como el agente veía venir, la puerta no se abriría hasta que hubiesen superado una prueba. Aquello hasta cierto punto parecía razonable, pero en cuanto el norteño se percató de que había que cantar y bailar, enseguida comenzó a titubear ¿Cantar y bailar? ¿Él? Eso era algo que usualmente hacia cuando se encontraba feliz y desinhibido y, teniendo en cuenta que se encontraba en mitad de una misión, aquello estaba totalmente fuera de lugar. Sabia de buena tinta que a Zor-El le gustaba berrear. Con suerte, si el salvaje daba algunos gritos y rompía un par de cuerdas de guitarra, todos se ahorrarían el trámite. A fin de cuentas, eran un equipo.
Se giró hacia Kenzo para comentarle su plan, pero al hacerlo descubrió que este ya estaba cantando y dando palmas al ritmo de una canción tan pegadiza como intensa. Aunque aquella canción de alguna forma logró animarle un poco, nuevas dudas comenzaron a surgir en su cabeza. Si Kenzo, que en apariencia parecía el más serio de la comitiva poseía aquel talento musical, cualquier cosa que ellos hicieran les haría quedar en ridículo. Mientras que Eric le tomaba el relevo a Kenzo, Dretch se arrebujó aún más el rostro en los pliegues de su bufanda, ocultando así su preocupación.
Aprovechando que era el salvaje quien estaba siendo juzgado, el tuerto se acercó hacia el grupo de marines con un mal fingido desinterés. Dretch no conocía demasiadas canciones. Las pocas que conocía o bien eran canciones propias para tabernas o canciones populares norteñas y, sospechaba que ninguna de ellas era adecuada para aquella prueba. Sin embargo, todos los allí reunidos eran militares. Dretch había pasado gran parte de su infancia en el cuartel de Cabrera, en el North Blue y conocía una infinidad de canciones pegadizas que se cantaban en todos los barracones de la marina, sin importar el mar de procedencia.
- Puede que no tengamos los instrumentos y puede que no tengamos la voz, pero tenemos algo que esa estúpida voz no ha escuchado en su vida – dijo mientras señalaba con su dedo índice el logo de la marina de uno de los soldados. Hecho aquello y habiendo dejado al grupo de marines patidifusos, comenzó a dar palmas entonando un pegadizo ritmo que reconocieron enseguida.
Para cuando Zor-El dejó de cantar, la veintena de marines se encontraban perfectamente formados. Cerca de una quincena permanecían en el fondo de la sala dando palmas con las manos con aquel ritmo pegadizo. Frente a ellos cinco marines permanecían quietos, parados en fila india. Dretch, que permanecía como sexto hombre al final de la columna, espero a que estos comenzaran echarse hacia los lados para que diera comienzo a su actuación musical.
Una leve sonrisa afloró en los labios del agente al contemplar como la destructiva fruta del salvaje apenas era capaz de abrir una simple grieta en la pared. No es que se alegrara realmente de su ineficiencia, pero al menos le complacía saber que no era el único cuyos poderes apenas habían supuesto ninguna ventaja. Tan solo faltaba que Kenzo se animase también a hacer el ridículo y todos habrían recibido su lección nocturna de humildad. Pero, por desgracia, este fue lo suficientemente astuto como para no quedar en ridículo frente al pelotón de marines rescatados.
- Bien – comentó, dejando escapar un largo suspiro – Si no podemos cruzar esta puerta, entonces deberemos cruzar por aquel pequeño pasillo. Nos desviaremos un poco del camino, pero confió en que podamos encontrar otro camino para acceder a los pisos superiores.
A su manera, aquello era admitir una pequeña derrota. Aunque su rostro, nuevamente oculto por su bufanda, aparentaba serenidad; la impotencia y el mal genio comenzaban a hacer mella en el agente. Si alguien se acercase lo suficiente a él podría notar como sus dientes rechinaban cada vez que este volvía la mirada hacia la puerta cerrada. A cada segundo que pasaba parecía más evidente que, el día que en la agencia gubernamental explicaron a los iniciados como encajar una derrota, el joven búho debía de haberse quedado dormido en clase.
Al girarse hacia el pasillo de humeantes vapores rosados, creyó ver al menos un par de figuras. La primera de ellas y más cercana, era Taylor. Recordaba haberla perdido de vista, pero confiaba en que no se hubiese ido demasiado lejos. Durante unos breves instantes aguzó sus sentidos, pues desconocía quien o quienes caminaban tras de ella. Sin embargo, la cautela no pareció ser del todo necesaria ya que aparentemente formaban parte de las fuerzas gubernamentales. Cuando la pelirrosa paso por su lado, el agente le dedico una mirada severa. Creía que lo de ir recogiendo cachorritos abandonados era cosa del pasado. Es más, ella misma había propuesto que se separaran del resto de la división. Cuando esta habló, le explicó levemente lo sucedido en la sala contigua al pasillo y la carga que supondría tener que cargar con todos ellos.
- Mira que… Justo cuando parecías una iniciada modélica y sucumbes ante el orgullo del novato. Si ese vapor es tan alucinógeno como dices, tú también resultarías afectada ¿Cuánto tiempo dices que llevas en esa sala? – inquirió puntilloso el agente. Al poco de hacer aquella pregunta, la puerta se abrió a sus espaldas. Sola, sin necesidad de que nadie forzase la cerradura.
Una vez más, Dretch cruzó el umbral de la puerta de los últimos. Al hacerlo, descubrió una sala relativamente espaciosa en cuyo centro destacaban unas escaleras, su ruta de acceso al cuarto piso. Sin embargo, estas permanecían cerradas a cal y canto por otra puerta. Tal y como el agente veía venir, la puerta no se abriría hasta que hubiesen superado una prueba. Aquello hasta cierto punto parecía razonable, pero en cuanto el norteño se percató de que había que cantar y bailar, enseguida comenzó a titubear ¿Cantar y bailar? ¿Él? Eso era algo que usualmente hacia cuando se encontraba feliz y desinhibido y, teniendo en cuenta que se encontraba en mitad de una misión, aquello estaba totalmente fuera de lugar. Sabia de buena tinta que a Zor-El le gustaba berrear. Con suerte, si el salvaje daba algunos gritos y rompía un par de cuerdas de guitarra, todos se ahorrarían el trámite. A fin de cuentas, eran un equipo.
Se giró hacia Kenzo para comentarle su plan, pero al hacerlo descubrió que este ya estaba cantando y dando palmas al ritmo de una canción tan pegadiza como intensa. Aunque aquella canción de alguna forma logró animarle un poco, nuevas dudas comenzaron a surgir en su cabeza. Si Kenzo, que en apariencia parecía el más serio de la comitiva poseía aquel talento musical, cualquier cosa que ellos hicieran les haría quedar en ridículo. Mientras que Eric le tomaba el relevo a Kenzo, Dretch se arrebujó aún más el rostro en los pliegues de su bufanda, ocultando así su preocupación.
Aprovechando que era el salvaje quien estaba siendo juzgado, el tuerto se acercó hacia el grupo de marines con un mal fingido desinterés. Dretch no conocía demasiadas canciones. Las pocas que conocía o bien eran canciones propias para tabernas o canciones populares norteñas y, sospechaba que ninguna de ellas era adecuada para aquella prueba. Sin embargo, todos los allí reunidos eran militares. Dretch había pasado gran parte de su infancia en el cuartel de Cabrera, en el North Blue y conocía una infinidad de canciones pegadizas que se cantaban en todos los barracones de la marina, sin importar el mar de procedencia.
- Puede que no tengamos los instrumentos y puede que no tengamos la voz, pero tenemos algo que esa estúpida voz no ha escuchado en su vida – dijo mientras señalaba con su dedo índice el logo de la marina de uno de los soldados. Hecho aquello y habiendo dejado al grupo de marines patidifusos, comenzó a dar palmas entonando un pegadizo ritmo que reconocieron enseguida.
Para cuando Zor-El dejó de cantar, la veintena de marines se encontraban perfectamente formados. Cerca de una quincena permanecían en el fondo de la sala dando palmas con las manos con aquel ritmo pegadizo. Frente a ellos cinco marines permanecían quietos, parados en fila india. Dretch, que permanecía como sexto hombre al final de la columna, espero a que estos comenzaran echarse hacia los lados para que diera comienzo a su actuación musical.
- resumen:
- Consiste en hacer cosas y dar espectáculo
Ellanora Volkihar
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El ruido había desaparecido, pero con él todos los demás sonidos. La princesa miraba a todas partes, veía como el hombre que olía a sangre hablaba, aunque no lo oía decir nada. Apretó los puños, frustrada. ¿Cómo demonios se iba a enterar ahora de lo que pasaba? ¿Volvería su sentido del oído? Debería, pues aquello no parecía suficiente como para dejarla sorda para toda la eternidad. Observó como un... ¿Un robot? ¿Era eso lo que había en la sala del ruido? Dio un paso atrás, notando la hostilidad aunque viendo como el tipo que olía a sangre quería encargarse de aquella cosa. No sería ella quien se metiese en medio. Entonces miró al rubio. Se señaló el oído y dijo que no con la cabeza, para hacerle entender que no podía oír. Ni de coña iba a hablar en voz alta sin saber si podía regular su propia voz.
"Voy a atravesar la garganta de todo aquel responsable de esa mierda de sala..." —juró para sus adentros.
Entonces, mientras el tipo se encargaba del robot, intentaría coger al rubio de la muñeca para tirar de él hacia la siguiente sala. No tenían nada que hacer allí, pues no estaban metidos en la pelea del extraño con la cafetera andante.
"Voy a atravesar la garganta de todo aquel responsable de esa mierda de sala..." —juró para sus adentros.
Entonces, mientras el tipo se encargaba del robot, intentaría coger al rubio de la muñeca para tirar de él hacia la siguiente sala. No tenían nada que hacer allí, pues no estaban metidos en la pelea del extraño con la cafetera andante.
Gareth Silverwing
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Akuma no mi
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Y así como vinieron se fueron, ni un hola al llegar y casi ni un adiós al irse, si es que... ¿Que clase de educación les habrían dado? Por lo menos el líder parecía agradable. Hice una breve despedida mientras cancelaba el Trans Am, activarlo dos veces al día era extenuante, aunque por lo menos no había tenido que llevarlo al límite.
Las heridas sufridas dolían, aunque por fortuna ya estaban comenzando a curarse. Me recompuse como pude del esfuerzo y me reuní con el resto del grupo mientras miraba a la pared de las cortinas.
- No se vosotros qué haréis, pero yo voy a pasar a la siguiente sala, ya hemos perdido demasiado el tiempo con estupideces.
Dicho esto me acerqué a la ventana y llamé suavemente hasta que los cristales se rompieron y los marcos cedieron para luego pasar por el hueco, apartando las cortinas en el paso.
La sala del otro lado era extraña, con una escalera en el medio y una especie de pantalla transparente que la rodeaba. Había gente dentro, algunos que parecían ser CPs y algunos marines, supuse que se trataba de un grupo del gobierno. La cosa que rodeaba las escaleras impedía el paso, pero si Dexter había estado ahí y seguía intacta significaba que, o bien no era una amenaza, o bien no habían podido romperla.
- ¿Alguno tiene idea de cómo se puede pasar por esta cosa? - Dije mientras la palpaba. - Llevo todo el día rompiendo cosas y ya me empieza a cansar un poco.
Las heridas sufridas dolían, aunque por fortuna ya estaban comenzando a curarse. Me recompuse como pude del esfuerzo y me reuní con el resto del grupo mientras miraba a la pared de las cortinas.
- No se vosotros qué haréis, pero yo voy a pasar a la siguiente sala, ya hemos perdido demasiado el tiempo con estupideces.
Dicho esto me acerqué a la ventana y llamé suavemente hasta que los cristales se rompieron y los marcos cedieron para luego pasar por el hueco, apartando las cortinas en el paso.
La sala del otro lado era extraña, con una escalera en el medio y una especie de pantalla transparente que la rodeaba. Había gente dentro, algunos que parecían ser CPs y algunos marines, supuse que se trataba de un grupo del gobierno. La cosa que rodeaba las escaleras impedía el paso, pero si Dexter había estado ahí y seguía intacta significaba que, o bien no era una amenaza, o bien no habían podido romperla.
- ¿Alguno tiene idea de cómo se puede pasar por esta cosa? - Dije mientras la palpaba. - Llevo todo el día rompiendo cosas y ya me empieza a cansar un poco.
- Resumen :
- Pasar a la siguiente sala.
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