Había sido detenido sin más, con el esfuerzo que emplea un adulto para apartar a un niño de donde no debe jugar. Aquello le provocaba ira y excitación a partes iguales. Tendría que dar mucho más si quería acercarse a herir aquel tipo siquiera. ¿Por qué quienes tenían en su mano el poder para hacer algo realmente importante tenían la mala costumbre de terminar siendo unos dementes?
El ruido más estridente que jamás hubiera escuchado rompió su fugaz pensamiento. Por acto reflejo y mera defensa, tanto hacia el sonido como al líder revolucionario, se alejó cuan rápido pudo hasta que el chirrido y el temblor cesaron. Todo había cambiado bastante a su alrededor para entonces. Zane se afanaba por defenderse de la peligrosa ofensiva que lanzaba el recién revelado criminal, y su advertencia caló bien hondo en el domador. Ahí estaba la clave; de ese modo había detenido su ataque sin mayor dificultad, disipando cualquier atisbo de fuerza hasta no dejar de él ni el menor rastro.
Dos alas azuladas brotaron de la espalda de Therax instantes antes de que se elevase varios metros del suelo, los justos para ganar distancia con respecto a su oponente sin alejarse demasiado. El pelirrojo atacaba, y lo mismo hacía Luka. No obstante, jamás hubiera esperado lo que sucedió a continuación. La figura de Dexter Black apareció para reemplazar a la de la misteriosa niña. Aquello explicaba muchas cosas, pero ¿cómo demonios se las ingeniaba para meterse en todos los problemas y acontecimientos que se sucedían en el mundo?
Fuera como fuere, el Emperador del Mar no se lo pensó y comenzó un violento asedio sobre Brownie. Su aura atenazó cada hueso del domador, y su feroz rugido estremeció hasta la más profunda cifra de su ser. Los niños mayores estaban jugando y pensaban hacer suyo el patio del recreo, de eso no había la menor duda. La advertencia estaba clara, ¿o acaso era una amenaza? Eso no importaba; el resultado sería el mismo. Sabía que aproximarse al duelo que acababa de comenzar no le traería nada bueno. ¿Se lo podía traer a alguien?
Tal vez no fuese de recibo inmiscuirse en el conflicto, aunque a fin de cuentas no le debía ningún tipo de lealtad al pirata y, al menos en apariencia, los motivos que les empujaban al combate en aquellos momentos eran cuanto menos similares. Quizás no fuese descabellado dar por hecho que su función allí había terminado.
Dirigió un rápido vistazo a su capitán. Su gesto serio y adusto, tan impropio de él, dejaba claro que aquella batalla no era como todas. Era algo que, siendo sincero, escapaba de su alcance. Pero no todo lo que había allí tenía por qué salirse de su ámbito de influencia. Si no podía acercarse, y así lo confirmaba la mirada de Zane, se alejaría.
Sobrevoló la zona, rastreando cada palmo del lugar con la aguda vista que le concedía H. Buscaba cualquier indicio que le permitiese conocer cómo destruir de una vez por todas aquel engendro de metal y cables. Brownie se encontraba allí, y el mecanismo del que se sirviese el Jinete, con algo de suerte, no se encontraría muy lejos. ¿Por qué no iba a ser él el encargado de destruirlo?
El ruido más estridente que jamás hubiera escuchado rompió su fugaz pensamiento. Por acto reflejo y mera defensa, tanto hacia el sonido como al líder revolucionario, se alejó cuan rápido pudo hasta que el chirrido y el temblor cesaron. Todo había cambiado bastante a su alrededor para entonces. Zane se afanaba por defenderse de la peligrosa ofensiva que lanzaba el recién revelado criminal, y su advertencia caló bien hondo en el domador. Ahí estaba la clave; de ese modo había detenido su ataque sin mayor dificultad, disipando cualquier atisbo de fuerza hasta no dejar de él ni el menor rastro.
Dos alas azuladas brotaron de la espalda de Therax instantes antes de que se elevase varios metros del suelo, los justos para ganar distancia con respecto a su oponente sin alejarse demasiado. El pelirrojo atacaba, y lo mismo hacía Luka. No obstante, jamás hubiera esperado lo que sucedió a continuación. La figura de Dexter Black apareció para reemplazar a la de la misteriosa niña. Aquello explicaba muchas cosas, pero ¿cómo demonios se las ingeniaba para meterse en todos los problemas y acontecimientos que se sucedían en el mundo?
Fuera como fuere, el Emperador del Mar no se lo pensó y comenzó un violento asedio sobre Brownie. Su aura atenazó cada hueso del domador, y su feroz rugido estremeció hasta la más profunda cifra de su ser. Los niños mayores estaban jugando y pensaban hacer suyo el patio del recreo, de eso no había la menor duda. La advertencia estaba clara, ¿o acaso era una amenaza? Eso no importaba; el resultado sería el mismo. Sabía que aproximarse al duelo que acababa de comenzar no le traería nada bueno. ¿Se lo podía traer a alguien?
Tal vez no fuese de recibo inmiscuirse en el conflicto, aunque a fin de cuentas no le debía ningún tipo de lealtad al pirata y, al menos en apariencia, los motivos que les empujaban al combate en aquellos momentos eran cuanto menos similares. Quizás no fuese descabellado dar por hecho que su función allí había terminado.
Dirigió un rápido vistazo a su capitán. Su gesto serio y adusto, tan impropio de él, dejaba claro que aquella batalla no era como todas. Era algo que, siendo sincero, escapaba de su alcance. Pero no todo lo que había allí tenía por qué salirse de su ámbito de influencia. Si no podía acercarse, y así lo confirmaba la mirada de Zane, se alejaría.
Sobrevoló la zona, rastreando cada palmo del lugar con la aguda vista que le concedía H. Buscaba cualquier indicio que le permitiese conocer cómo destruir de una vez por todas aquel engendro de metal y cables. Brownie se encontraba allí, y el mecanismo del que se sirviese el Jinete, con algo de suerte, no se encontraría muy lejos. ¿Por qué no iba a ser él el encargado de destruirlo?
No sabía si era inocencia, inexperiencia o simple y pura necedad. No tenía ni idea, pero la cuestión era que por un momento había creído que mi defensa, aunque fuese un acto reflejo, había surtido efecto. Fue así hasta que una presión como nunca había experimentado atenazó mi brazo, amenazando con trocearlo hasta que no quedase de él más que el recuerdo.
¿Por qué demonios era aquella cosa capaz de atraparme? Si algo me habían enseñado mi corta experiencia en la Marina y los comentarios de mis superiores era que, para tocar a alguien de mi naturaleza, únicamente ese condenado mineral oscuro y una voluntad digna de ello podían ser de utilidad. Pero eso no era negro. De hecho, no era nada que hubiese visto jamás. Las opciones se resumían en dos: algún extraño cachivache desarrollado por a saber qué científico o, bastante más infrecuente, un poder de la misma naturaleza que el mío.
Mis pensamientos se sucedieron en las milésimas de segundos que un profundo alarido tardó en desgarrar mi garganta. No por la fiera tenacidad con la que me aferraba la dichosa maraña, que también, sino porque Deathstroke había tenido a brillante idea de amputarme la extremidad. ¿¡Pero qué demonios hacía!? Sabía que no tenía nada que hacer contra él. En algún profundo rincón de mi conciencia, de acuerdo, porque no había lugar para la lógica cuando te cortaban un brazo, pero allí estaba aquella certeza.
No obstante, apenas había alzado una mano cuando comprobé que el pirata se afanaba por devolver a su lugar lo que me había arrebatado. Al mismo tiempo, se esforzaba por impedir que aquella cosa se liberase. ¿Me había librado de ella? ¿A cuento de qué? Era curioso cómo una simple acción que apenas había durado unos segundos podía hacer que me replantease tantas cosas.
Me quedé quieto, observando alternativamente al delincuente y a mi superior. Su lucha debía haber sido titánica a juzgar por su estado, pero allí seguía. Se intentaba levantar al tiempo que hacía lo imposible por destruir el pequeño caos blanquecino. Tragué saliva, dejando que el segundo el mando de los Blue Rose continuase con su labor. Sacudí negativamente la cabeza cuando preguntó si alguno de los presentes teníamos algún recipiente para guardar aquella cosa.
El comodoro no se encontraba en condiciones de dar ninguna orden; demasiado tenía con continuar respirando. En consecuencia, decidí aguardar hasta que mi brazo volviera a su lugar antes de disponerme a ayudar a mi superior. Si él no era capaz de llevar el cuerpo de Krauser hasta un lugar seguro, yo me aseguraría de transportarlos tanto a él como a su captor.
¿Por qué demonios era aquella cosa capaz de atraparme? Si algo me habían enseñado mi corta experiencia en la Marina y los comentarios de mis superiores era que, para tocar a alguien de mi naturaleza, únicamente ese condenado mineral oscuro y una voluntad digna de ello podían ser de utilidad. Pero eso no era negro. De hecho, no era nada que hubiese visto jamás. Las opciones se resumían en dos: algún extraño cachivache desarrollado por a saber qué científico o, bastante más infrecuente, un poder de la misma naturaleza que el mío.
Mis pensamientos se sucedieron en las milésimas de segundos que un profundo alarido tardó en desgarrar mi garganta. No por la fiera tenacidad con la que me aferraba la dichosa maraña, que también, sino porque Deathstroke había tenido a brillante idea de amputarme la extremidad. ¿¡Pero qué demonios hacía!? Sabía que no tenía nada que hacer contra él. En algún profundo rincón de mi conciencia, de acuerdo, porque no había lugar para la lógica cuando te cortaban un brazo, pero allí estaba aquella certeza.
No obstante, apenas había alzado una mano cuando comprobé que el pirata se afanaba por devolver a su lugar lo que me había arrebatado. Al mismo tiempo, se esforzaba por impedir que aquella cosa se liberase. ¿Me había librado de ella? ¿A cuento de qué? Era curioso cómo una simple acción que apenas había durado unos segundos podía hacer que me replantease tantas cosas.
Me quedé quieto, observando alternativamente al delincuente y a mi superior. Su lucha debía haber sido titánica a juzgar por su estado, pero allí seguía. Se intentaba levantar al tiempo que hacía lo imposible por destruir el pequeño caos blanquecino. Tragué saliva, dejando que el segundo el mando de los Blue Rose continuase con su labor. Sacudí negativamente la cabeza cuando preguntó si alguno de los presentes teníamos algún recipiente para guardar aquella cosa.
El comodoro no se encontraba en condiciones de dar ninguna orden; demasiado tenía con continuar respirando. En consecuencia, decidí aguardar hasta que mi brazo volviera a su lugar antes de disponerme a ayudar a mi superior. Si él no era capaz de llevar el cuerpo de Krauser hasta un lugar seguro, yo me aseguraría de transportarlos tanto a él como a su captor.
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El mink oía las palabras de sus actuales compañeros, pero al estar en su forma Sulong y estar completamente descontrolado, parecía ser que no surtían ningún efecto en el. Mientras el felino atacaba a diestro y siniestro a los allí presentes, el Almirante de la marina lanzó una especie de estatuilla de plata en modo de ataque hacia Zay. El mink se fijó en lo que le lanzó el Almirante de la Marina y solo tuvo que poner la mano, agarrarlo y aplastarlo como si nada. Una cosa como esa no detendría al guerre de la tribu mink. El querría que lo parasen cuanto antes, pero ahora mismo no tenía conciencia propia para darlo a entender. Solo era una maquina de destrucción incontrolable que destruía todo a su paso.
El mink clavó su mirada en el que le había atacado con la plata, el Almirante. Dejó de prestar atención a los otros y se fue directo a por él. Con una velocidad endiablada y mientras su cuerpo estaba que echaba chispas, literalmente, alzó ambos brazos sobre su cabeza, juntando las manos con los dedos entrelazados. Descendió ambas extremidades cargadas con electricidad en dirección a la cabeza del Almirante de la Marina. Si le vencía a él, los demás no podrían hacer nada ante su inmenso poder. ¿Como recuperaría su estado normal y por tanto la cordura? Era la primera vez que Zay entraba en ese estado y si permanecía mucho tiempo así, su cuerpo no lo soportaría y podría llegar a morir. El Almirante se tendría que haber percatado del poder del Sulong y haber preparado una estrategia mejor. Tal vez atacándole todos a la vez, consiguieran dejarlo KO y que este volviera a su estado original... Le caía bien esta gente y quería unirse a ellos, aunque después de esto... no se si le aceptarían en sus filas. Por primera vez quería tener... amigos.
El mink clavó su mirada en el que le había atacado con la plata, el Almirante. Dejó de prestar atención a los otros y se fue directo a por él. Con una velocidad endiablada y mientras su cuerpo estaba que echaba chispas, literalmente, alzó ambos brazos sobre su cabeza, juntando las manos con los dedos entrelazados. Descendió ambas extremidades cargadas con electricidad en dirección a la cabeza del Almirante de la Marina. Si le vencía a él, los demás no podrían hacer nada ante su inmenso poder. ¿Como recuperaría su estado normal y por tanto la cordura? Era la primera vez que Zay entraba en ese estado y si permanecía mucho tiempo así, su cuerpo no lo soportaría y podría llegar a morir. El Almirante se tendría que haber percatado del poder del Sulong y haber preparado una estrategia mejor. Tal vez atacándole todos a la vez, consiguieran dejarlo KO y que este volviera a su estado original... Le caía bien esta gente y quería unirse a ellos, aunque después de esto... no se si le aceptarían en sus filas. Por primera vez quería tener... amigos.
- Resumen:
- Atacar al Al-mirante con sus brazos electricos como si de un martillo se tratase.
En medio del silencio se hace el sonido. Un rugido que resuena en la noche hace vibrar la aguja en un estruendo ensordecedor, más potente que cualquiera hasta ahora y cuyo eco permanece vibrando durante un tiempo en la aguja en una cacofonía de graves disparatados. Algunos focos caen, y la mismísima base del Jinete tiembla mientras escombros y restos se precipitan al mar, algunos aplastando buques del Gobierno mundial y Viktor Elrik. Parece que la aguja está a punto de activarse...
- Dretch, Taylor y Giotto:
- El hombre muere, no sin antes mearse en los pantalones. Su cuerpo está ardiendo. Giotto, empiezas a subir, y no parece que nada quiera detenerte. Casi parece que es a propósito. Cuando subes puedes ver una escena muy bonita. Mucha gente combatiendo, entre ellos el Yonkou Dexter Black y el infame pirata Zane D. Kenshin. Dexter parece estar muy enfadado, lo mismo no es buena intervenir, aunque como quieras.
Dretch y Taylor, parece que por ahora tenéis un momento a solas para resolver vuestros recientes problemas que han surgido por la situación. O podéis ignorarlos, seguir a Giotto y ya llamaréis a un psicólogo de parejas otro día.
- Kodama:
- Logras detener a los revolucionarios armados y estos se quedan parados, mirandote detenidamente y en cuanto se les pasa el efecto de tu haki del rey se retiran, dejandote a solas de nuevo con el muchacho. Este te mira con el ceño fruncido cuando te acercas a él y, al principio te cuesta un poco inyectarle el suero ya que no para quieto, pero finalmente aciertas donde es debido. Cuando el suero hace efecto, el joven se calma y ni se inmuta por lo que sucede a su alrededor. No dice nada, pero te señala una de las columnas. Si le dejas moverse este se acerca a ella y da unos golpes combinados haciendo que se abran unas puertas plegables. Es un ascensor y tiene gran cantidad de botones.
- El gato loco y la comitiva de La Diva:
Al, al escucharte el tipo se aparta un par de pasos y te mira con suspicacia, pero parece irse calmando poco a poco. Al menos, hasta que Zay explota en una bola de pelo blanco. Por desgracia, tu piercing rebota y se pierde por el suelo.
Arthur, algo te arranca el contrato de las manos. El tipo que hace unos segundos os estaba gritando ahora está acuclillado tras las piernas de Al, tembloroso pero con el ceño fruncido y examinando el contrato minuciosamente. A tu lado llega Galhard, si cabe más enfadado y con la espada lista.
Lo cual es una suerte, porque Zay os salta encima tras rugir e intenta atravesaros de lado a lado de un zarpazo. Su fuerza es impresionante, pero además podéis ver una especie de rayos azules danzar alrededor de su pelaje; esa cosa está electrificada. Mientras veis como sobrevivir, un grito se alza sobre el rugido del mink descontrolado.
- ¡¡Está bien!! Si os deshacéis del gato, os acompañaré al backstage. ¡No podemos consentir mascotas en el recinto, ni siquiera por una estrella!!
Lo ha dicho muy alto, pero sigue agarradito a la pierna de Al.
- Hamlet:
- En cuanto tu cuchillo entra en contacto con el candado oyes un bajísimo sonido sibilante que no sabrías describir. En pocos segundos, toda la hoja del cuchillo está verde y rugosa, como si se hubiera oxidado o pudrido.
Mientras lo examinas, oyes un grito a lo lejos. Es uno de los espadachines y no pasa mucho hasta que el otro aparece en el pasillo con una cara de espanto que asusta. Corre hasta ponerse detrás de ti y puedes sentirle temblar.
-H-hemos encontrado la llave en el despacho del j-jefe pero… pero…
No consigue acabar la frase, pero te lleva hasta allí. Está en una de las puertas del pasillo de la izquierda. Es una sala pequeña y muy aséptica, apenas hay un escritorio y un par de estanterías sin muchos libros, aunque aquí y allá hay desperdigadas un montón de partituras. En la pared de la derecha, de un clavo, pende una llave hecha de un metal verde que reconoces en seguida. Y al lado está el otro espadachín… petrificado y cubierto por la misma roña verde que tu cuchillo. El bravo superviviente tartamudea a tu espalda:
- L-la rozó y a los pocos segundos…
- Kenzo:
- A lo lejos en el pasillo, iluminados por una bombilla que parecía en sus últimos minutos de vida, había dos personas. Una estaba tirada en el suelo, apoyada contra la pared. Era una mujer joven, vestía de traje y parecía asustada. Frente a ella, había un hombre. Al acercarte, reconoces su uniforme… y su grado. Es un marine, un sargento igual que tú. La posición de ambos y la cara de terror de la muchacha no te dejan mucha duda de lo que está ocurriendo. Ella te mira, pidiéndote ayuda con los ojos.
- Estevo y Nayala:
- Bua, suena de maravilla. Menudo instrumento, si es que menuda performance se está marcando la Ginny. Esos riffs, menuda velocidad al acorde, cada arpegio… Puff, casi os pone cachondos, sobre todo a Nailah. Mira ese afro, y esos ojos de yonki, es como un festival de música psicodélica andante.
En cualquier caso llegáis arriba y la torre se ancla al borde del último anillo. Hay torres de control y cuarteles, un descontrol generalizado y un caos galopante que se apodera de todo y Ginny sale corriendo hacia el escenario:
- ¡Detente en nombre de la Marina, villano!
Hostia. ¿De verdad esto formaba parte de un gran plan? En fin, podéis seguirla o explorar alrededor. Concretamente hay ahí una sala que pone “Emergencias” donde fijo hay algo que rascar.
- El escenario del juicio final:
- Zane y Luka se lanzan al ataque, tratando de llegar hasta el cantante. Los hilos son difíciles de cortar, pero no imposibles, pasáis la primera capa, pero vuestros ataques se detienen a escasos centímetros de David Brownie. Una serie de vibraciones se marcan en el aire, contrarrestando la fuerza ponéis en vuestros golpes, así como la dirección de estos. Podéis notar el reflejo de unos hilos más entrelazados, como una fina tela de araña. Notáis una mueca de esfuerzo en el rostro del villano.
- Disculpa... ¿Quién decías que eras? - Comenta con sorna David mientras con un gesto de su mano hace que parte de las gradas se transforme en un gigantesco tentáculo de hilos con el que trata de lanzar volando a Bleyd de un latigazo.
Cuando os queréis fijar algo empuja a los que están al lado de Brownie varios metros de distancia. Todos los presentes en el escenario estáis sordos durante este turno.
El rugido de Dexter no sólo se ha visto amplificado por la pierda, la voz ha viajado por el suelo, reverberando en este como en un
altavoz y transmitiéndose a la aguja. Toda la estructura resuena de forma peligrosa e inestable. Por su parte, vuestro enemigo ha hincado la rodilla en el suelo. Un mechón cae por su frente, claramente despeinado.
- No sabéis con lo que estáis jugando. - Chasquea los dedos y los hilos, hasta ahora ocultos en el suelo o formando parte de este, emergen con forma de manos que se extienden como una forma sólida hacia cada uno de vosotros. Vibran de forma amenazante y se extienden un máximo de 10 metros desde su origen.
Por otra parte, Dexter, Una serie de hilos negros, más finos se alienan y se tensan formando una especie de cilindro delante de tí, formando una especie de cañón. El aire en su interior se comba de forma extraña mientras te apunta y parece calentarse rápidamente mientras un potente zumbido incrementa su frecuencia. La "detonación" es silenciosa y, a diferencia de lo que cabe esperar, se desplaza increíblemente más rápido que la velocidad del sonido. Una masa se aire concentrado, cargado de una cantidad absurda de energía se dirige a tu pecho.
- Death, Iulio y Zuko:
- Os lográis librar de la extraña maraña, siendo esta reducida a cenizas rápidamente una vez ha abandonado el cuerpo de Iulio... junto con su brazo.
Ah, no espera, este está bien, sólo ha perdido el riego durante unos segundos. Iulio, lo notas entumecido mientras se restauran las conexiones, aunque te costará bastante usarlo durante unos turnos. De todas formas no crees que haya complicaciones.
Zuko, tu cuenca ocular está vacía, aunque no sabes si podrás recuperar el ojo gracias a poderes propios o las maravillas de la ciencia y la brujería.
- Annie:
- Tu escudo de viento reduce la fuerza de la bala de cañón, pero no lo suficiente como para desviarla por completo, golpeando en tu cola y fracturándotela. Aún con mucho dolor te adentras en la torre, volviendo a tu forma humana y sintiendo gran dolor en el coxis. Deambulas por allí y llegas a un piso donde hay un cañón, que si lo tocas está caliente. Allí hay una serie de mapas y carteles de se busca, pero no logras ver a ninguna persona. No sientes ninguna presencia. Y de pronto, notas que algo se mueve a tu espalda. ¿Qué habrá allí?
- Pedrolomán, el coche de choque y super Maki:
- Osuka avanza raudo y veloz, pero con alguna que otra bala clavada en la piedra hasta llegar a la puerta de la torre, la cual está abierta. De entrar os toparéis con una gran cantidad de cadáveres. Uno de ellos es un amigo vuestro de la revolución y a los otros no los conocéis. Si subís por la única escalera que hay, llegaréis al último piso, donde se encuentra Edward. Éste, por su parte, consiguió llegar a gran velocidad hasta el lugar donde estaba el supuesto francotirador, que era en realidad una computadora.
Allí también hay un panel con palancas y botones, aunque el que más llama la atención es uno grande, libre y rosa.
- AEG:
- El hombre que encuentras no es exactamente un ser vivo, sino un robot con cerebro y corazón de persona. Cuando indagas en su mente descubres que el botón activa unas cámaras que muestran a la aguja todo lo que está sucediendo, y como ejemplo de su espalda sale un pequeño bracito que lo pulsa.
En cuanto lo acciona cerca de diez patanllas se iluminan enseñándote gran parte dela aguja y lo que está sucediendo, así como una visión privilegiada de la ciudad en la que habitan los dragones celestiales en lo más alto de la red line. En una de las pantallas puedes ver el escenario central, donde David Brownie está combatiendo contra Dexter Black, y unas extrañas manos han salido en busca de la banda del infame Zane D. Kenshin. Ves a los revolucionarios en una torre de control, comandados por Osuka Sumisu y a una gran sierpe gigante en otra de ellas, aunque desparece rápidamente (la sierpe, no la torre). En una ves a un agente de cabellos rubios con una llama en la cabeza, quizá te suene de algo.
Entonces, el robot de escasa voluntad empieza a elevar su temperatura y en sus ojos ves un contador. Tienes apenas treinta segundos antes de que se autodestruya. Hay una ventana justo a su lado, y ella tiene una vista perfecta del escenario, aunque no sé si es buena idea ir hacia allá. La decisión es solo tuya, señor alcalde.
¡Ah! Se me olvidaba. El mapa de Marie Geoise es más bien un plano mal hecho por un crío que apenas está aprendiendo a dibujar, mientras que el otro es un mapa del reino de Standing.
- Katharina y Spooner:
- Katharina, por mucho que llamas a Zane y Therax parece que están demasiado ocupados como para responder a sus respectivos den den mushis. Sin embargo, cuando estás elevándote hacia el cielo, puedes ver como Spanner avanza a gran velocidad por tu izquierda, llegando a la cima antes que tú, aunque solo unos segundos.
Allí veis que todo está hecho un estropicio. Cuerpos de revolucionarios y gubernamentales por los suelos, varias torres de control, un escenario donde se encuentra el resto de vuestra banda en una situación algo desfavorable. De todo un poco, la verdad.
- Kaito:
- El bailarín te mira extrañado, sin dejar de bailar. Da un par de vueltas pero siempre termina mirándote a los ojos de nuevo. Pasados unos segundos, de nuevo sin detener su maravillosa danza, dice:
—¿Cómo dices? ¿No eras tú el que trabajaba para los de la aguja? ¡Yo quiero detenerla! ¡Sino, no podré construir mi parque acuático de Neverland! ¡¡Teehee!!
Su baile se intensifica, aunque esta vez parece que no quiere atacarte. Ya no está seguro de que seas un enemigo.
- William e Ichizake:
- El hombre parece agradecido y acepta por completo las condiciones de William. Lo único que encontráis en sus bolsillos es un encendedor, nada más. Conseguís subir sin problema alguno.
—Brownie... El jefe detrás de todo esto... Solo él tiene la clave para apagar la aguja —dice el antiguo rehén, señalando a lo alto de la estructura—. Debería estar allí arriba. Parece que todo el mundo aquí quiere detenerle y se lo está poniendo difícil...
—¡No tan rápido! —grita alguien a la par que suena una malvada y ominosa melodía —¿Buscáis confrontación?
Delante vuestra tenéis lo que parece ser un centauro, pero en vez de cuerpo de caballo, tiene cuerpo de camello. Su cuerpo humano tiene el torso desnudo, está increíblemente gordo, con mucho pelo en el pecho, el cual está decorado con numerosas cadenas y collares de lo que parece ser oro que cuelgan de su cuello. Es calvo, pero con una larga cabellera que empieza justo en las sienes. En las manos porta una enorme lanza. En su lomo, entra las jorobas, podéis ver a un hombre muy delgado, con la nariz más larga que habéis visto jamás.
—Pues escuchad nuestro lema.
—Oye, que eso no rima —dice el hombre camello, apagando el radiocassete que llevan.
—Da iguah que no rime, Manueh. ¡Estoh quieren pararlo!
—¡Es verdad!
Entonces, el centauro camello cabalga hacia delante, con el propósito de cortaros por la mitad con un tajo horizontal con su lanza, a la par que el hombre de su lomo os mira con mucho odio.
- Lysbeth:
- Supaidaman acepta y te coge la mano con decisión. Subes sin problema, sin oposición durante el viaje, lo cual es hasta extraño. Llegas por fin arriba del todo y puedes ver una escena bastante movidita. Mucha gente combatiendo. Puedes ver al Yonkou Dexter Black y al infame pirata Zane D. Kenshin, combatiendo contra quien solo puede ser... ¿Es ese David Brownie, famoso cantante y filántropo? Lo único que puedes deducir es que una de esas tres personas es la responsable de todo esto.
- Julianna:
- Entras en la sala y solo hay un libro que llama tu atención. Tiene la cubierta dorada y está en muy buen estado, al cogerlo compruebas que es una edición muy antigua, pero igual de valiosa, de las aventuras Noland el mentiroso.
Al salir de allí oyes un ruido, justamente en la segunda sala. Cuando te acercas a observar el vaho del espejo se te hiela la nariz y te alejas, cayéndote de culo. Oyes unas voces, pero no logras saber que dicen, aunque distingues las palabras inútil, apagar y luz. ¿Quién habrá detrás? El baño tiene muchas cosas en él, quizá este la clave de la entrada, aunque un espejo es un espejo, otra opción sería entrar por las malas.
De conseguirlo, dentro encontrarás una sala de video vigilancia muy grande, donde se encuentran dos hermanos gemelos discutiendo. Apenas rozan la veintena de edad y son muy graciosos, al menos en apariencia. Allí hay dos puertas, una de ellas lleva directamente a un pequeño pasillo donde hay un ascensor, mientras que la otra está cerrada con llave.
Luka Rooney
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Características
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Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
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Saberes
Akuma no mi
Varios
La cosa se empezaba a torcer, y con ello toda posibilidad por salir vivos de allí. Zane se zafó de su presa, e instintivamente, el humano y el gyojin llegaban hasta su rival. O casi llegaban, mejor dicho.
Justo en el momento previo, una extraña fuerza contrarrestó la violencia de los piratas. El tiburón hizo un ademán por batir esa fuerza, pero fue en valde. Miró entonces el rostro de Brownie y observó una mueca de evidente esfuerzo, algo que al menos le reconfortó.
Entonces todo se desmoronó. La aguja empezó a cobrar vida; Primero las gradas, intentando golpear a un tipo que previamente había gritado algo de escasa importancia para el habitante del mar, después la misteriosa fuerza les empujaba unos metros hacia atrás y tras ello, el gyojin dejó de escuchar. Todo el escenario se tambaleó por alguna razón, obligando a Luka a concentrarse para mantener el equilibrio. Y en aquél momento, miró a su capitán con el rostro lleno de rabia. Estaba seguro de que Zane no necesitaba nada más que aquella mueca para saber que algo pasaría. Y ese algo tenía como consecuencia estar rodeado de sangre. Aliada o no, solo el destino lo sabría.
El oficial de cubierta de los Arashi salió corriendo en dirección al hombre de hilos, sin embargo, tras una prepotente frase, éste invocó una serie de manos gigantes que nacían desde el suelo y cubrían el paso. Con la mirada fija en Brownie, y marcando el golpe con su mano, el pirata adoptó una pose ofensiva, flexionando ligeramente las rodillas y girando el cuerpo cuarenta y cinco grados. Su pulsera ardía, consciente de que pronto vería la luz.
- Los hilos… Son simplemente hilos -se diría, a pesar de no poder oírse
Con firmeza, realizaría un golpe al aire como tantas veces había hecho, creando una potentísima onda de choque que se dirigía directamente hacia Brownie, aunque antes tendría que lidiar con la protección que había creado; la mano de hilos.
El tiburón confiaba en que su golpe fuese suficiente para derribar la mano, y puede que incluso para llegar hasta su rival. Consciente de que sus fuerzas aún no eran muy parejas, quizá pudiera valer para decantar la balanza hacia el favor del bando anti-Brownie. O quizá solo quedase en una temeridad más. De cualquier manera, el golpe ya estaba hecho.
Justo en el momento previo, una extraña fuerza contrarrestó la violencia de los piratas. El tiburón hizo un ademán por batir esa fuerza, pero fue en valde. Miró entonces el rostro de Brownie y observó una mueca de evidente esfuerzo, algo que al menos le reconfortó.
Entonces todo se desmoronó. La aguja empezó a cobrar vida; Primero las gradas, intentando golpear a un tipo que previamente había gritado algo de escasa importancia para el habitante del mar, después la misteriosa fuerza les empujaba unos metros hacia atrás y tras ello, el gyojin dejó de escuchar. Todo el escenario se tambaleó por alguna razón, obligando a Luka a concentrarse para mantener el equilibrio. Y en aquél momento, miró a su capitán con el rostro lleno de rabia. Estaba seguro de que Zane no necesitaba nada más que aquella mueca para saber que algo pasaría. Y ese algo tenía como consecuencia estar rodeado de sangre. Aliada o no, solo el destino lo sabría.
El oficial de cubierta de los Arashi salió corriendo en dirección al hombre de hilos, sin embargo, tras una prepotente frase, éste invocó una serie de manos gigantes que nacían desde el suelo y cubrían el paso. Con la mirada fija en Brownie, y marcando el golpe con su mano, el pirata adoptó una pose ofensiva, flexionando ligeramente las rodillas y girando el cuerpo cuarenta y cinco grados. Su pulsera ardía, consciente de que pronto vería la luz.
- Los hilos… Son simplemente hilos -se diría, a pesar de no poder oírse
Con firmeza, realizaría un golpe al aire como tantas veces había hecho, creando una potentísima onda de choque que se dirigía directamente hacia Brownie, aunque antes tendría que lidiar con la protección que había creado; la mano de hilos.
El tiburón confiaba en que su golpe fuese suficiente para derribar la mano, y puede que incluso para llegar hasta su rival. Consciente de que sus fuerzas aún no eran muy parejas, quizá pudiera valer para decantar la balanza hacia el favor del bando anti-Brownie. O quizá solo quedase en una temeridad más. De cualquier manera, el golpe ya estaba hecho.
- Cosas usadas:
- Bonificadores: Fuerza 11 (9 Clase + 2 Gyojin) | Resistencia 9 | Agilidad 6 | Velocidad 6 | Reflejos 3 | En el resto 2
- Bonificadores pasivos Fuerza x10 - Resistencia x4
- Bonificadores activados por técnicas u objetos: Fuerza: x8 (x5 técnica + x3 queso)
- [b]Seichō-ki: Luka desplaza las partículas de agua alrededor de su cuerpo, agrandando sus músculos y aumentando su tamaño (Pasa de medir 2.75 metros a 4 metros). El aumento de tamaño de los músculos en el tiburón provoca un aumento en el siguiente atributo: Fuerza x5
- Tiempo de canalización: 1 segundo.
- Duración: 2 posts. (2/2)
- Tiempo de reutilización: 3 posts.
- Gegenees: Luka utiliza su Fōmu no sakusei-sha, para crear cuatro brazos que salen del costado, quedando de manera paralela a los suyos y con unas dimensiones similares. Puede controlarlos a voluntad y, al igual que en la técnica previamente mencionada, cualquier usuario con tres tiers de fuerza más que Luka podrá romperlos sin problemas.
- Tiempo de canalización: 2 segundos.
- Duración: 3 posts o hasta que se rompan.
- Tiempo de reutilización: 2 posts.
- Binshō-sei: Realizando un ágil movimiento de pies Luka puede moverse a velocidades extremadamente altas, siendo casi imperceptible para el ojo humano. La técnica puede emplearse durante un periodo de dos post y únicamente se puede usar una vez por combate. Luka gracias a esta técnica es capaz de llegar a los 17m/s.
- Tiempo de canalización: 1 segundo.
- Duración: 2/2 posts.
- Tiempo de reutilización: 3 posts.
- Ambito Ondas de choque:
Luka tiene la capacidad de conservar la energía y enviarla a cualquier parte de su cuerpo con la cual pueda llegar a golpear, consiguiendo así provocar ondas de energía destructiva que amplifican tanto la potencia como efectividad de sus golpes. Además, es capaz de moldear la onda para darle una forma en concreto, algo que es totalmente escénico.
La potencia de los golpes de Luka podrán causar una onda destructiva de hasta 15 metros de radio. (x7 en potencia y radio por la pulsera).
Tiempo de canalización: 2 segundos.
- Bonificadores: Fuerza 11 (9 Clase + 2 Gyojin) | Resistencia 9 | Agilidad 6 | Velocidad 6 | Reflejos 3 | En el resto 2
- Cosas cargadas:
- Carga pulsera: 5 turnos de 5 max.
- Carga Espiritu de Poseidón: 3 turnos de 3 max. (Usados 200 + 200 + 100 de los 1000 litros)
- Parmigiano: de fuerte sabor y tremendamente nutritivo, este queso otorgará a quien lo consuma un x3 activo (acumulable con activas del consumidor) a la Fuerza durante 3 posts.
- Carga pulsera: 5 turnos de 5 max.
Kaito Takumi
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La torre gritó aún más fuerte. El final se acercaba y se hacía patente vibrando en cada molécula que componía tanto a la torre como a sus moradores. Aquel horrible rugido era hasta dañino, y no solo para los oídos de los pobres desgraciados que intentaban parar su cometido.
Allá en lo alto de la torre, Kaito escuchó las palabras de su esperpéntico enemigo con el ceño fruncido. No se fiaba un pelo de él, y por mucho que pareciese que no estaba en su contra y que quizás pudiera ser su aliado, apreció que aquello no tenía sentido. ¿Qué hacía entonces yendo para abajo?, se preguntó, pero dudó de su argumento dada la cantidad de laberínticos pasillos que había ido atravesando en su subida.
—Pues parece que tenemos el mismo cometido…—comentó el hijo del mar con sus ojos entrecerrados con clara sospecha—. De hecho me interesa el mundo de la hostelería, y un parque de atracciones necesita comida… ¿Qué te parece una alianza temporal e injustificada? Yo vengo de esa dirección y no hay más que un ascensor y algún que otro pasillo, es el centro donde parece cocerse todo.
Aunque aún estaba más que dispuesto a aprovechar el agua que sorprendentemente aún seguía saliendo del arma, Kaito supo reconocer la oportunidad de negocios. Además, quería saber cómo levantaba muertos, aunque lo achacaba a un macabro poder del diablo.
—Decidido. Pero deja de bailar tanto, que parece que estás cargando algún tipo de ataque o técnica y no quisiera comenzar una rencilla evitable… Me desagrada la violencia… innecesaria.
Activó su sentido de las corrientes, vulgarmente llamado haki, para oler sus intenciones y prepararse para ellas.
Si era pacífico y al menos bajaba su infernal ritmo, el hijo del mar recogería las pertenencias en su saco de nuevo, a excepción, claro está, del agua que impregnaba todo, y volvería lentamente hacia el muro para subirlo de nuevo. No quería estar al alcance de aquel tipo, y mucho menos de sus bailarines de fondo. Desde allí, le preguntaría su opinión sobre por dónde continuar y se limitaría a andar paralelamente a él desde la agradable seguridad de la cornisa a tres metros.
—Me llaman Kimihiro, si te interesa llamarme por algo que no sea pulpo, bailarín.
Por supuesto esto solo llegaría a darse si no apreciaba violencia, al menos aparte de la tensión que aportaba el matiz de la autodefensa, ya que de iniciarse un combate recurriría a crear a partir de uno de sus tentáculos una lengua de mar que interconectara los charcos para pararle y posteriormente ahogarle mientras retrocedía a la salvaguarda del “pasillo” superior.
Allá en lo alto de la torre, Kaito escuchó las palabras de su esperpéntico enemigo con el ceño fruncido. No se fiaba un pelo de él, y por mucho que pareciese que no estaba en su contra y que quizás pudiera ser su aliado, apreció que aquello no tenía sentido. ¿Qué hacía entonces yendo para abajo?, se preguntó, pero dudó de su argumento dada la cantidad de laberínticos pasillos que había ido atravesando en su subida.
—Pues parece que tenemos el mismo cometido…—comentó el hijo del mar con sus ojos entrecerrados con clara sospecha—. De hecho me interesa el mundo de la hostelería, y un parque de atracciones necesita comida… ¿Qué te parece una alianza temporal e injustificada? Yo vengo de esa dirección y no hay más que un ascensor y algún que otro pasillo, es el centro donde parece cocerse todo.
Aunque aún estaba más que dispuesto a aprovechar el agua que sorprendentemente aún seguía saliendo del arma, Kaito supo reconocer la oportunidad de negocios. Además, quería saber cómo levantaba muertos, aunque lo achacaba a un macabro poder del diablo.
—Decidido. Pero deja de bailar tanto, que parece que estás cargando algún tipo de ataque o técnica y no quisiera comenzar una rencilla evitable… Me desagrada la violencia… innecesaria.
Activó su sentido de las corrientes, vulgarmente llamado haki, para oler sus intenciones y prepararse para ellas.
Si era pacífico y al menos bajaba su infernal ritmo, el hijo del mar recogería las pertenencias en su saco de nuevo, a excepción, claro está, del agua que impregnaba todo, y volvería lentamente hacia el muro para subirlo de nuevo. No quería estar al alcance de aquel tipo, y mucho menos de sus bailarines de fondo. Desde allí, le preguntaría su opinión sobre por dónde continuar y se limitaría a andar paralelamente a él desde la agradable seguridad de la cornisa a tres metros.
—Me llaman Kimihiro, si te interesa llamarme por algo que no sea pulpo, bailarín.
Por supuesto esto solo llegaría a darse si no apreciaba violencia, al menos aparte de la tensión que aportaba el matiz de la autodefensa, ya que de iniciarse un combate recurriría a crear a partir de uno de sus tentáculos una lengua de mar que interconectara los charcos para pararle y posteriormente ahogarle mientras retrocedía a la salvaguarda del “pasillo” superior.
- Resumen:
- PACIFISMO. -> Haki de Obsv + PU de olfato en Haki para asegurarme de las intencioncillas
Que quiere candela -> Candelita que vamos con una Lengua de Mar (Extensión de extremidad hecha de agua, KG)
La dureza que presentaba los hilos que estaba generando el revolucionario sorprendieron al pelirrojos, pues eran muy superiores a los que hacía escasos minutos estaba empleando para controlar al demonio de la niebla. Los músculos del pelirrojo temblaron al entrar en contacto con los hilos, pues el filo de sus preciadas katanas tan solo pudieron atravesar la primera capa de ellos, haciendo imposible llegar al cuerpo de Brownie. No poder hacer un corte limpio con facilidad lo enervó, haciendo que en su mente evocara sentimientos y sensaciones que hacía tiempo que no sentía: emoción, nerviosismo y ganas de superarse a sí mismo. En su cara se vislumbró una sonrisa, cuando la voz de alguien llamó la atención del villano.
“¿Qué coño hace este parguela aquí?” —se preguntó Zane, alzando el vuelo unos metros tras su ataque.
—Ese que va a ser el líder de la revolución —susurró—. Si es un parguela.
Fue entonces cuando la jovencita con la que había intentado flirtear en cuanto la había visto resultó ser Dexter. “Está mucho mejor de mujer que de hombre”, se dijo, negando con la cabeza algo entristecido. Estaba enfadado, y no hacía falta tener un mantra muy desarrollado para notarlo pues su voluntad hizo temblar toda la estructura. Y de pronto, un rugido emergió del suelo, haciendo que sus tímpanos ardieran de dolor y solo pudiera escuchar un ensordecedor y angustioso pitido que no le permitía oír nada más, ni sus propios pensamientos con total claridad; al menos durante un instante. Era una sensación agobiante, la cual intentó combatir transformándose en su forma híbrida para aumentar su capacidad de sanación. ¿Sería permanente? Esperaba que no, aunque si así fuera le iba a salir cara al dragón la operación.
Sin poder escuchar nada, concentró su completa atención a su vista, aprovechando la mejora que le otorgaba su fruta del diablo. Una serie de hilos emergen de nuevo, pero esta vez en forma de manos que se acercaban tanto a él como a sus tripulantes, a los que cariñosamente denominaba como sus polluelos. El señor de la piratería, que aspiraba a convertirse en uno de los próximos emperadores del nuevo mundo, aleteó con fuerza intentando esquivar el ataque en el aire. Elevándose lo suficiente para ver que los brazos de hilo tenían un tope. Desde esa posición observó cómo Luka se valía por sí mismo, al menos en apariencia, no obstante, no se fiaba de la capacidad de alguien que había tenido la suerte de bloquear sus cortes. Ese hecho le había dolido en su orgullo como espadachín, su honor como samurái de sangre del país de Wano.
Como sumo protector de los Okamas había aprendido a canalizar energía de otra forma. Era ridícula, por no decir que denigrante, pero le había ayudado a crear una técnica muy poderosa, la cual iba a ser la base para establecer un nuevo estilo de lucha, el Okama Samurái Kenpo. Y comenzó a danzar en el aire, haciendo girar sus espadas, mientras daba pequeños saltos en el aire, haciendo elegantes giros y moviendo las caderas como solo debe hacerse en una cama. Mientras lo hacía su cuerpo se iba envolviendo en una energía de color rosa coral que brillaba con intensidad; era como una luz divina de la muerte en un paisaje angosto como era la cúspide de la aguja. E intentando predecir, gracias a su mantra, lo que haría cada una de las manos, así como sus compañeros, llevó esa energía a sus espadas, al mismo tiempo que cubría la canalización de haki de armadura. En ese momento escuchó la voz de su abuelo y las palabras que le dijo durante su entrenamiento en Wano: “Un espadachín que se precie es capaz de propagar la ferra voluntad de su ryuo –haki de armadura en Wano– grandes distancias y cortarlo todo, incluso el diamante más duro”.
—Okama Mugetsu —musitó, una milésima de segundos antes de llevar una espada hacia adelante y otra hacia atrás y comenzar a girar como un bailarín de ballet, descendiendo algunos metros, e intentar crear una doble onda cortante de gran amplitud, las cuales giraban sobre sí mismas abarcando una vasta extensión de trescientos sesenta grados a una velocidad ingente, con la intención de cortar todos y cada uno de los brazos que amenazaban a sus polluelos, apuntando directamente a la parte baja de cada uno de ellos. Sabía que era algo difícil, pero no imposible. En el caso de no conseguirlo, serían ondas cortantes de gran tamaño con la intención de acabar con los brazos de hilos que tuviera más cerca, así como el suyo, desde una distancia completamente prudencial.
“¿Qué coño hace este parguela aquí?” —se preguntó Zane, alzando el vuelo unos metros tras su ataque.
—Ese que va a ser el líder de la revolución —susurró—. Si es un parguela.
Fue entonces cuando la jovencita con la que había intentado flirtear en cuanto la había visto resultó ser Dexter. “Está mucho mejor de mujer que de hombre”, se dijo, negando con la cabeza algo entristecido. Estaba enfadado, y no hacía falta tener un mantra muy desarrollado para notarlo pues su voluntad hizo temblar toda la estructura. Y de pronto, un rugido emergió del suelo, haciendo que sus tímpanos ardieran de dolor y solo pudiera escuchar un ensordecedor y angustioso pitido que no le permitía oír nada más, ni sus propios pensamientos con total claridad; al menos durante un instante. Era una sensación agobiante, la cual intentó combatir transformándose en su forma híbrida para aumentar su capacidad de sanación. ¿Sería permanente? Esperaba que no, aunque si así fuera le iba a salir cara al dragón la operación.
Sin poder escuchar nada, concentró su completa atención a su vista, aprovechando la mejora que le otorgaba su fruta del diablo. Una serie de hilos emergen de nuevo, pero esta vez en forma de manos que se acercaban tanto a él como a sus tripulantes, a los que cariñosamente denominaba como sus polluelos. El señor de la piratería, que aspiraba a convertirse en uno de los próximos emperadores del nuevo mundo, aleteó con fuerza intentando esquivar el ataque en el aire. Elevándose lo suficiente para ver que los brazos de hilo tenían un tope. Desde esa posición observó cómo Luka se valía por sí mismo, al menos en apariencia, no obstante, no se fiaba de la capacidad de alguien que había tenido la suerte de bloquear sus cortes. Ese hecho le había dolido en su orgullo como espadachín, su honor como samurái de sangre del país de Wano.
Como sumo protector de los Okamas había aprendido a canalizar energía de otra forma. Era ridícula, por no decir que denigrante, pero le había ayudado a crear una técnica muy poderosa, la cual iba a ser la base para establecer un nuevo estilo de lucha, el Okama Samurái Kenpo. Y comenzó a danzar en el aire, haciendo girar sus espadas, mientras daba pequeños saltos en el aire, haciendo elegantes giros y moviendo las caderas como solo debe hacerse en una cama. Mientras lo hacía su cuerpo se iba envolviendo en una energía de color rosa coral que brillaba con intensidad; era como una luz divina de la muerte en un paisaje angosto como era la cúspide de la aguja. E intentando predecir, gracias a su mantra, lo que haría cada una de las manos, así como sus compañeros, llevó esa energía a sus espadas, al mismo tiempo que cubría la canalización de haki de armadura. En ese momento escuchó la voz de su abuelo y las palabras que le dijo durante su entrenamiento en Wano: “Un espadachín que se precie es capaz de propagar la ferra voluntad de su ryuo –haki de armadura en Wano– grandes distancias y cortarlo todo, incluso el diamante más duro”.
—Okama Mugetsu —musitó, una milésima de segundos antes de llevar una espada hacia adelante y otra hacia atrás y comenzar a girar como un bailarín de ballet, descendiendo algunos metros, e intentar crear una doble onda cortante de gran amplitud, las cuales giraban sobre sí mismas abarcando una vasta extensión de trescientos sesenta grados a una velocidad ingente, con la intención de cortar todos y cada uno de los brazos que amenazaban a sus polluelos, apuntando directamente a la parte baja de cada uno de ellos. Sabía que era algo difícil, pero no imposible. En el caso de no conseguirlo, serían ondas cortantes de gran tamaño con la intención de acabar con los brazos de hilos que tuviera más cerca, así como el suyo, desde una distancia completamente prudencial.
- Cosas bélicas:
- INTENTO DE SACAR TÉCNICA DEFINITIVA:
- Sería la segunda técnica de este "estilo" que estoy creando, para más información visite mi ficha, apartado de Datos Bélicos, sección Okama Samurái Kenpo:
Nombre de la técnica: Okama Mugetsu
Naturaleza de la técnica: Espiritual
Descripción de la técnica: Haciendo uso de unas antiguas técnicas de canalización espiritual del reino Kamabakka, que consiste en unos sensuales pases de bailes similares al ballet, aunque algo más sencillos, Zane comienza a girar generando una extraña energía de color rosacea que puede llevar a sus espadas, la cual puede lanzar en forma de dos ondas cortantes tan poderosas capaces de arrasar una flota de barcos acorazados de gran tamaño entera. Dichas ondas, además de su color rosado, se trata de un doble corte horizontal de gran extensión (máximo 100 metros) que gira 360º, llegando a alcanzar la velocidad de una bala (340 m/s).
Tiempo de canalización: 5 segundos de canalización.
Tiempo de reutilización: Una vez por rol.
Clase: Actuales (+5 por raza): Reflejos: 12 | | Poder de destrucción: 12 | Agilidad: 8 | Resistencia: 12 | El resto: 3- Maestría en Ondas cortantes:
- Nivel 15: Aprende a lanzar ondas cortantes, que se propagan a veinte metros por segundo unos veinte metros. Apenas tienen un par de metros de longitud.
Nivel 30: Sus ondas cortantes alcanzan los treinta metros por segundo, y se disipan a treinta metros.
Nivel 45: Ha llegado a tal potencia que su onda es “sólida”. Podría confrontar espadas lanzando ondas cortantes.
Nivel 60: Puede encadenar varias ondas cortantes a cincuenta metros por segundo, a una distancia de hasta setenta metros.
Nivel 75: Sus ondas cortantes se propagan a ochenta metros por segundo, y su extensión es de unos diez metros.
Nivel 90: Sus ondas cortantes son tan potentes que una sola haría colapsar edificios de tamaño medio.
Nivel 105: Las ondas cortantes que lanza llegan a los veinte metros de longitud, y recorrerían los cien metros antes de disiparse en medio segundo.
Nivel 120: Sus ondas cortantes mellan los materiales más duros, y cortan todo lo demás. Estas ondas son tan veloces como balas.
- Stats (Pasivos + Raciales forma híbrida * ámbito No Zane, No party):
- Fuerza/P. Destrucción x17,5
Velocidad x6
Resistencia x8
Agilidad x3
Reflejos x6
- Hakis:
- Mantra, modalidad: Visión tier 11.
- Tier 10: Puede prever los ataques de una persona con una antelación de hasta siete segundos, o a hasta diez personas con tres segundos de antelación. Podría triplicar esta cantidad, pero su concentración se perdería al triple de velocidad.
- Tier 11: Podría prever los golpes de su oponente a hasta quinientos metros de distancia. Podría evaluar con facilidad el nivel de combate de un oponente.
Armadura (predilecto): Tier 11 (2 de 35 turnos)- Armadura: Tier 11: Es capaz de mantener el Haki de manera continuada hasta treinta y cinco asaltos. Durante ellos, puede generar una armadura transparente con brillo metálico alrededor de su cuerpo, que resiste los golpes siempre y cuando el atacante no posea cinco veces más fuerza que el usuario resistencia o lo iguale en Haki.
- Armamento: Tier 11: Si concentrase su Haki en una sola arma podría golpear con cuatro veces más potencia. En sus manos un arma normal podría superar a una mítica.
- Tier 10: Puede prever los ataques de una persona con una antelación de hasta siete segundos, o a hasta diez personas con tres segundos de antelación. Podría triplicar esta cantidad, pero su concentración se perdería al triple de velocidad.
- P.U Pasivo Akuma:
- Afinidad Completa: Después de asimilar todo lo posible los conocimientos y el poder proporcionado por el suzaku, Zane es capaz de tener las mismas habilidades tanto en forma híbrida como en completa, de tal forma que apenas hay diferencias entre una u otra en cuestión de poder, no de stats.
Osuka Sumisu
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Podía sentir los impactos de los disparos de tirador sobre su armadura de piedra carmesí, pero comparadas con la que le había rozado el hombro antes eran cosquillas. Aunque debía admirar como el tirador no desistía en dispararle pese a la ineficacia de sus acciones. Llegaron a la entrada de la torre, fuera del acoso de las balas, aunque lo que encontró en su interior no era agradable; Una gran cantidad de cadáveres que reposaban sin motivo aparente ahí. Entre estos, logro reconocer a un revolucionario, pues recordaba haber compartido alguna copa con él o charlar. Supuso que el resto de cadáveres estaban relacionados con él.
- Pobres diablos si intentaron detener esto… -musito Osu-.
- O al diablo con ellos si contribuyeron –complemento Ishi a lo que dijo el oficial-.
Al llegar arriba no pudo evitar sorprenderse que al final los dos caminos llevaran al mismo lugar y encontrarse con Edward, que esperaba que se encargara del tirador que por cierto, era una máquina. Si hasta una tostadora podía aprender a usar armas complejas, cuando faltaría para que llegara un futuro en que solo autómatas de metal se enfrentasen entre ellos en las guerras? Perturbador cuanto menos.
Se percató en un panel de control, con palancas, botones y demás, pero resaltaba entre todos un gran botón rosa.
- Tengo muchas ganas de pulsarlo…
- Pues púlsalo, atontado –espeto Ishi-.
- Ya… ¿Pero y si hace que la torre explote o algo peor…?
- ¿Tú ves el color? Es rosa, las que hacen explotar cosas son rojas.
- Touché.
Y pulso el botón.
- Pobres diablos si intentaron detener esto… -musito Osu-.
- O al diablo con ellos si contribuyeron –complemento Ishi a lo que dijo el oficial-.
Al llegar arriba no pudo evitar sorprenderse que al final los dos caminos llevaran al mismo lugar y encontrarse con Edward, que esperaba que se encargara del tirador que por cierto, era una máquina. Si hasta una tostadora podía aprender a usar armas complejas, cuando faltaría para que llegara un futuro en que solo autómatas de metal se enfrentasen entre ellos en las guerras? Perturbador cuanto menos.
Se percató en un panel de control, con palancas, botones y demás, pero resaltaba entre todos un gran botón rosa.
- Tengo muchas ganas de pulsarlo…
- Pues púlsalo, atontado –espeto Ishi-.
- Ya… ¿Pero y si hace que la torre explote o algo peor…?
- ¿Tú ves el color? Es rosa, las que hacen explotar cosas son rojas.
- Touché.
Y pulso el botón.
Roland von Klauswitz
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Nadie se resistía al poder de una buena jeringuilla cargada de productos químicos de lo más extraños que suponían el equivalente cerebral a una patada en los sacos gonadales de los mamíferos humanos varones. La información fluía como un torrente caudaloso en un día de lluvia, como la saliva del paciente de un dentista o como la mierda en una fosa séptica rota. El suero de la verdad en toda su gloria.
Un solo gesto le dijo más a Kodama que cualquier parrafada que pudiera soltarle. Se acercó a la columna, pasando por donde antes estaban los combatientes armados que tan rápidamente habían perdido el ímpetu de enfrentarse a él. Eso le reconfortó. Era bonito ver que podía convencer a alguien para que no luchase sin necesidad de amenazas o intimidaciones. Su poder funcionaba de forma distinta. Atraía a la gente, la calmaba como un rayo de luz a través de la niebla.
Cuando la columna se abrió el Roble agradeció que todavía no se hubiera derrumbado. Se dio prisa por entrar al ascensor por si acaso un temblor repentino terminaba por hacer caer la cabina y se preguntó cuál de los muy numerosos botones debería pulsar. No quería deambular por todos y cada uno de los pisos de la torre, y menos aún provocar algún efecto inesperado. No sería el primer botón que veía que provocaba una explosión.
-¿Cuál? -preguntó a su colaborador rehén-. Dime qué botón necesito pulsar y te hablaré de los efectos secundarios de eso que te he pinchado.
Era un trato justo. Si no quería... Bueno, siempre podía pulsar el botón que más arriba estuviese y esperar tener suerte.
Un solo gesto le dijo más a Kodama que cualquier parrafada que pudiera soltarle. Se acercó a la columna, pasando por donde antes estaban los combatientes armados que tan rápidamente habían perdido el ímpetu de enfrentarse a él. Eso le reconfortó. Era bonito ver que podía convencer a alguien para que no luchase sin necesidad de amenazas o intimidaciones. Su poder funcionaba de forma distinta. Atraía a la gente, la calmaba como un rayo de luz a través de la niebla.
Cuando la columna se abrió el Roble agradeció que todavía no se hubiera derrumbado. Se dio prisa por entrar al ascensor por si acaso un temblor repentino terminaba por hacer caer la cabina y se preguntó cuál de los muy numerosos botones debería pulsar. No quería deambular por todos y cada uno de los pisos de la torre, y menos aún provocar algún efecto inesperado. No sería el primer botón que veía que provocaba una explosión.
-¿Cuál? -preguntó a su colaborador rehén-. Dime qué botón necesito pulsar y te hablaré de los efectos secundarios de eso que te he pinchado.
Era un trato justo. Si no quería... Bueno, siempre podía pulsar el botón que más arriba estuviese y esperar tener suerte.
Maki
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A Maki empezaba a atragantársele su misión. Salvar el mundo estaba bien. Estaba muy bien, para qué mentir. Le gustaba ser el héroe, el libertador, aunque luego nadie se lo reconociese. Era la espada en la sombra, el salvador secreto y todo eso. Pero todo, incluso los peces guerreros que salvaban el mundo, tenía un límite. Y el suyo estaba seriamente cerca en esos momentos.
¿Era por los constantes temblores y la inminente amenaza de morir aplastado por millones de toneladas del cartón-piedra del que sin duda estaría hecha la torre? No, claro que no. La muerte no era amenaza alguna para el Comandante. Era solo un aliciente, un estímulo. Era la guinda del pastel, los jalapeños de la hamburguesa, el tocino del cocido, los masajes de próstata en aquel internado para gyojins que cerró la policía. No, podía vivir perfectamente con la idea de morir salvando el mundo.
¿Era por los cadáveres? Bueno, no se podía decir que le resultasen agradables, pero había visto muchos muertos antes. No en vano su participación en muchas y muy cruentas y extrañas batallas había supuesto un radical giro de las tornas en favor de los de su bando. Los blanditos músculos del poderoso Oficial Makintosh se habían curtido en la guerra y las peleas de gallos, y un cuerpo muerto o fingiendo estar dormido sobre un charco de sangre no le arredrarían.
Pero, claro, eso no implicaba que fuese de piedra. Maki no dejaba de ser un ser de sangre templadilla y corazón tierno, así que había cosas que le superaban. Y ahí estaba la gota que colmaba su vaso.
-Tenía que ser rosa. ¡Rosa! Este lugar es aterrador. Susu, no deberías pulsarlo. El rosa no trae nunca nada bueno, en serio. Deja... Oh, genial, lo ha pulsado.
¿Era por los constantes temblores y la inminente amenaza de morir aplastado por millones de toneladas del cartón-piedra del que sin duda estaría hecha la torre? No, claro que no. La muerte no era amenaza alguna para el Comandante. Era solo un aliciente, un estímulo. Era la guinda del pastel, los jalapeños de la hamburguesa, el tocino del cocido, los masajes de próstata en aquel internado para gyojins que cerró la policía. No, podía vivir perfectamente con la idea de morir salvando el mundo.
¿Era por los cadáveres? Bueno, no se podía decir que le resultasen agradables, pero había visto muchos muertos antes. No en vano su participación en muchas y muy cruentas y extrañas batallas había supuesto un radical giro de las tornas en favor de los de su bando. Los blanditos músculos del poderoso Oficial Makintosh se habían curtido en la guerra y las peleas de gallos, y un cuerpo muerto o fingiendo estar dormido sobre un charco de sangre no le arredrarían.
Pero, claro, eso no implicaba que fuese de piedra. Maki no dejaba de ser un ser de sangre templadilla y corazón tierno, así que había cosas que le superaban. Y ahí estaba la gota que colmaba su vaso.
-Tenía que ser rosa. ¡Rosa! Este lugar es aterrador. Susu, no deberías pulsarlo. El rosa no trae nunca nada bueno, en serio. Deja... Oh, genial, lo ha pulsado.
Ichizake
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La perspectiva de detener al tal Brownie no le seducía en demasía. Por lo menos, no tanto como lo hacía la idea de salvar su pellejo sacándolo de ese humeante montón de vigas agrietadas que era el Jinete. Aunque poner bajo su control a una de las cabezas de la Revolución sería un movimiento prometedor, eso de que todo el mundo intentaba detenerlo ya no le sonaba tan bien. Podía imaginarse la clase de gente que se habría reunido para acabar con alguien así, y no se sentía tan afortunado como para plantarse cara a cara contra un almirante o alguien de su nivel. Tendría que conformarse con los jamelgos.
El caballo jorobado, si es que era tal cosa, bien podía ser la criatura más repulsiva que los ojos de Gerald hubiese tenido la desgracia de reflejar. Y eso sin contar su mitad humana. Con el oro de la cadena que reposaba sobre sus mórbidos pechos bien podría haberse procurado una peluca o un corte de pelo menos desagradable. Su jinete no era mucho mejor, pero al menos su deforme nariz distraía del resto de sus fealdades.
-Este sitio exige matar a más gente extraña de la que me esperaba -se dijo. Y pensar que las copias de Elrik no iban a ser sus víctimas más singulares...
Pese a no encontrarse en plena forma se sabía suficientemente hábil como para dar cuenta del dúo de fantoches. De haber dispuesto de una montura adecuada -o de una montura, en cualquier caso- tal vez habría sido interesante cargar contra ellos como en una tradicional justa, aunque solo fuese por la novedad de tener enfrente a un "corcel" con conciencia y, supuestamente, una dosis de inteligencia relativamente alta. Al no ser así, los alicientes se reducían en grado sumo. Manchar su espada con esa sangre sería casi un insulto para ella. Pluma Negra le miraría con desprecio de tener ojos.
Podía esquivarlo, claro. Un salto y un tajo habría sido suficiente para poner fin a la carga, pero no se rebajaría a dignificar tal esperpentíco enemigo. Proyectó su poder mental hacia el hombre-animal. Gerald arrancaría todos los recuerdos que la bestia híbrida conservaba de sus patas traseras. Difícilmente podría moverlas si no se acordaba de haberlas tenido nunca. Luego solo tenía que dejar que White terminase el trabajo.
El caballo jorobado, si es que era tal cosa, bien podía ser la criatura más repulsiva que los ojos de Gerald hubiese tenido la desgracia de reflejar. Y eso sin contar su mitad humana. Con el oro de la cadena que reposaba sobre sus mórbidos pechos bien podría haberse procurado una peluca o un corte de pelo menos desagradable. Su jinete no era mucho mejor, pero al menos su deforme nariz distraía del resto de sus fealdades.
-Este sitio exige matar a más gente extraña de la que me esperaba -se dijo. Y pensar que las copias de Elrik no iban a ser sus víctimas más singulares...
Pese a no encontrarse en plena forma se sabía suficientemente hábil como para dar cuenta del dúo de fantoches. De haber dispuesto de una montura adecuada -o de una montura, en cualquier caso- tal vez habría sido interesante cargar contra ellos como en una tradicional justa, aunque solo fuese por la novedad de tener enfrente a un "corcel" con conciencia y, supuestamente, una dosis de inteligencia relativamente alta. Al no ser así, los alicientes se reducían en grado sumo. Manchar su espada con esa sangre sería casi un insulto para ella. Pluma Negra le miraría con desprecio de tener ojos.
Podía esquivarlo, claro. Un salto y un tajo habría sido suficiente para poner fin a la carga, pero no se rebajaría a dignificar tal esperpentíco enemigo. Proyectó su poder mental hacia el hombre-animal. Gerald arrancaría todos los recuerdos que la bestia híbrida conservaba de sus patas traseras. Difícilmente podría moverlas si no se acordaba de haberlas tenido nunca. Luego solo tenía que dejar que White terminase el trabajo.
Dretch
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Pese a que había trazado un intrincado plan para ganarse la confianza del pedante tipo de blanco y pese a que su puesta en marcha había sido impecable, en seguida se percató de que todo cuando había hecho había sido totalmente innecesario. En apenas un abrir y cerrar de ojos, este sujeto comenzó a largar por su boca toda la información de la que disponía para tratar de salvar su pellejo. Sin embargo, a pesar de la utilidad de la información, Giotto tenía otros planes para él. Al contemplar como este ejecutaba al prisionero, una mueca de disgusto se dibujó en sus labios, aunque no dijo nada, dejando que este se marchará hacia los pisos superiores.
Durante unos instantes su vista se centró el cadáver del que otra hora había sido su enemigo. Seguramente podría haber hecho algo para tratar de reanimar a aquel tipo. Ya había hecho cosas parecidas en el pasado, pero una vez mas no hizo nada. Tanto Fitzgerald como él se habían quedado a solas en el escenario de lo que a todas luces parecía un crimen. Y, pese que ahora tenía la certeza de que la iniciada era un autómata, algo el su interior le obligaba a romper el silencio que se había originado tras la partida de Giotto. Al principio lo hizo con un susurro, pero en seguida carraspeó y su voz resonó tan natural como lo había hecho siempre.
- Tengo mis prejuicios. Soy de una isla no muy alejada de este mar en el que el mayor cachivache tecnológico era un reloj de cuco y, por si te lo preguntas, si, ese condenado reloj me costó más de una pesadilla en la niñez – confesó mientras le daba la vuelta la pistola en la palma de su mano, quedando el cañón apuntado hacia su pecho y la empuñadura hacia la iniciada – Es más, hace unos meses cuando perdí… Bueno ya sabes la historia. Nunca supe si quien realizó aquello fue tan siquiera un hombre, apenas soy capaz de recordar aquel enorme amasijo de metal. Todos tenemos heridas que o bien tienen la suerte de cicatrizar o la desgracia de enquistarse y condicionar cada una de nuestras acciones, las mías no son un secreto. Mírame. Mira a tu alrededor ¿Qué se suponía que nosotros podíamos hacer? ¿Morir allí arriba? – inquirió con cinismo – Se nos ha exigido actuar por encima de nuestro deber y de nuestras posibilidades y ¿Para qué? Para acabar más desquiciados que los tipos que construyeron este lugar, o al menos lo que queda de él.
Suspiró un instante entre frustrado y aliviado, frustrado por ser el mismo quien se viese obligado a renunciar a completar una misión y aliviado pues, todos aquellos factores que le habían obligado a actuar de un parecer que ni el mismo podría reconocer como suyo comenzaban a esfumarse lentamente. Su expresión corporal se había vuelto, por primera vez en muchos días, afable y relajada, e incluso su ceño se había desfruncido. El destino del North Blue no pasaba por sus manos, al menos no aquella noche. Su parte en aquella historia había terminado.
- Puedes seguir a Giotto si quieres, si tú aún tienes fe en esta empresa eres libre de actuar como te plazca. A fin de cuentas, la misión es lo único que importa – sugirió, parafraseándose a sí mismo mientras le ofrecía su arma de vuelta – Aunque, si decides quedarte, estoy dispuesto a escuchar todo lo que tengas que decir. Estoy cansado de perseguir quimeras, puede que incluso tu historia me resulte más creíble que lo que se está cociendo ahí arriba.
Durante unos instantes su vista se centró el cadáver del que otra hora había sido su enemigo. Seguramente podría haber hecho algo para tratar de reanimar a aquel tipo. Ya había hecho cosas parecidas en el pasado, pero una vez mas no hizo nada. Tanto Fitzgerald como él se habían quedado a solas en el escenario de lo que a todas luces parecía un crimen. Y, pese que ahora tenía la certeza de que la iniciada era un autómata, algo el su interior le obligaba a romper el silencio que se había originado tras la partida de Giotto. Al principio lo hizo con un susurro, pero en seguida carraspeó y su voz resonó tan natural como lo había hecho siempre.
- Tengo mis prejuicios. Soy de una isla no muy alejada de este mar en el que el mayor cachivache tecnológico era un reloj de cuco y, por si te lo preguntas, si, ese condenado reloj me costó más de una pesadilla en la niñez – confesó mientras le daba la vuelta la pistola en la palma de su mano, quedando el cañón apuntado hacia su pecho y la empuñadura hacia la iniciada – Es más, hace unos meses cuando perdí… Bueno ya sabes la historia. Nunca supe si quien realizó aquello fue tan siquiera un hombre, apenas soy capaz de recordar aquel enorme amasijo de metal. Todos tenemos heridas que o bien tienen la suerte de cicatrizar o la desgracia de enquistarse y condicionar cada una de nuestras acciones, las mías no son un secreto. Mírame. Mira a tu alrededor ¿Qué se suponía que nosotros podíamos hacer? ¿Morir allí arriba? – inquirió con cinismo – Se nos ha exigido actuar por encima de nuestro deber y de nuestras posibilidades y ¿Para qué? Para acabar más desquiciados que los tipos que construyeron este lugar, o al menos lo que queda de él.
Suspiró un instante entre frustrado y aliviado, frustrado por ser el mismo quien se viese obligado a renunciar a completar una misión y aliviado pues, todos aquellos factores que le habían obligado a actuar de un parecer que ni el mismo podría reconocer como suyo comenzaban a esfumarse lentamente. Su expresión corporal se había vuelto, por primera vez en muchos días, afable y relajada, e incluso su ceño se había desfruncido. El destino del North Blue no pasaba por sus manos, al menos no aquella noche. Su parte en aquella historia había terminado.
- Puedes seguir a Giotto si quieres, si tú aún tienes fe en esta empresa eres libre de actuar como te plazca. A fin de cuentas, la misión es lo único que importa – sugirió, parafraseándose a sí mismo mientras le ofrecía su arma de vuelta – Aunque, si decides quedarte, estoy dispuesto a escuchar todo lo que tengas que decir. Estoy cansado de perseguir quimeras, puede que incluso tu historia me resulte más creíble que lo que se está cociendo ahí arriba.
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El hombre resultó no ser un hombre, o al menos no por completo. La mayor parte de su cuerpo estaba hecha de metal, aunque a juzgar por el hecho de que fue capaz de meterse en su mente, debía poseer un cerebro humano. Y era este detalle la clave para considerar a alguien como tal, ya que el cerebro es lo que hace a las personas ser quienes son.
En su cabeza vio que la función del botón era activar un gran número de cámaras que vigilaban la Aguja. Antes de poder pulsarlo, un extraño brazo robótico brotó de la espalda del vigilante y se le adelantó. En ese preciso instante múltiples pantallas se activaron, ofreciendo una gran perspectiva de todo aquel edificio y, para su sorpresa, también de Marie Geoise, la Ciudad Sagrada del Gobierno Mundial y hogar de los Tenryuubitos.
En la Torre había gente conocida en todas partes, desde revolucionarios como Osuka Sumisu hasta agentes del Gobierno. En concreto distinguió a dos a los que tenía estima: Giotto Leblanc y Dretch Buerganor, así como a una criatura que le recordó vagamente a la inocente Ellie. Pero lo que captó su atención fue el escenario principal. Allí Brownie, el maquiavélico cerebro en la sombra tras aquel plan para destruir el mundo, luchaba frente al Yonkou Dexter Black, el legendario pirata Zane D. Kenshin y varios miembros de su tripulación y el miembro de la Revolución Bleyd Master. Y sorprendentemente parecía estar manteniendo el tipo contra todos a la vez, incluso cuando Black lanzó un rugido tan poderoso que la misma estructura de la Gran Aguja tembló bajo los pies de todos quienes allí se hallaban. Sus habilidades parecían valerse de hilos (o tal vez cuerdas de guitarra) y ondas sónicas, seguramente alguna clase de fruta del diablo de tipo Paramecia llevada a un nivel de maestría casi inimaginable.
Si parte de su fuerza se basaba en el sonido, el alcalde poseía una gran ventaja contra él. Y desde luego en dicho recinto era donde el destino del mundo iba a decidirse, así que si quería jugar un papel importante no podía dirigirse hacia otro lugar que no fuera ese. Para colmo, un contador apareció en el cuerpo del vigilante al tiempo que su temperatura comenzaba a elevarse. Parecía que en treinta segundos algo pasaría, y dadas las circunstancias lo más verosímil parecía pensar que ese algo sería una explosión.
Poco a poco, el cuerpo del político empezó a cambiar, creciendo hasta los dos metros y medio y cubriéndose de un brillante pelaje gris. Su cara se tornó felina, y sus manos giraron por completo mientras sus dedos mutaban en afiladas garras. Corrió hacia la ventana que daba al escenario y saltó a través de ella, utilizando después su Geppou para desplazarse a gran velocidad por el aire en dirección a la zona cero. Una vez se encontró sobre los combatientes, observó desde las alturas sus movimientos. Vio como el Descamisetado y uno de sus oficiales, el gyojin con fama de temerario, lanzaban sendos ataques que parecían realmente poderosos contra el Revolucionario, y acto seguido se preparó para ser el siguiente en golpear.
Su tatuaje, invisible hasta entonces dado que estaba transformado, empezó a brillar con una luz rojiza que pronto se extendió por su brazo derecho hasta su mano, convertida en una letal zarpa. Con un movimiento tan rápido que casi resultó imperceptible, una serpiente carmesí nació de dicha extremidad y se dirigió con letal velocidad hacia Brownie. Dadas las características de su energía espiritual ningún hilo ni obstáculo que el músico decidiera interponer entre la roja víbora y su objetivo podría detenerla.
En su cabeza vio que la función del botón era activar un gran número de cámaras que vigilaban la Aguja. Antes de poder pulsarlo, un extraño brazo robótico brotó de la espalda del vigilante y se le adelantó. En ese preciso instante múltiples pantallas se activaron, ofreciendo una gran perspectiva de todo aquel edificio y, para su sorpresa, también de Marie Geoise, la Ciudad Sagrada del Gobierno Mundial y hogar de los Tenryuubitos.
En la Torre había gente conocida en todas partes, desde revolucionarios como Osuka Sumisu hasta agentes del Gobierno. En concreto distinguió a dos a los que tenía estima: Giotto Leblanc y Dretch Buerganor, así como a una criatura que le recordó vagamente a la inocente Ellie. Pero lo que captó su atención fue el escenario principal. Allí Brownie, el maquiavélico cerebro en la sombra tras aquel plan para destruir el mundo, luchaba frente al Yonkou Dexter Black, el legendario pirata Zane D. Kenshin y varios miembros de su tripulación y el miembro de la Revolución Bleyd Master. Y sorprendentemente parecía estar manteniendo el tipo contra todos a la vez, incluso cuando Black lanzó un rugido tan poderoso que la misma estructura de la Gran Aguja tembló bajo los pies de todos quienes allí se hallaban. Sus habilidades parecían valerse de hilos (o tal vez cuerdas de guitarra) y ondas sónicas, seguramente alguna clase de fruta del diablo de tipo Paramecia llevada a un nivel de maestría casi inimaginable.
Si parte de su fuerza se basaba en el sonido, el alcalde poseía una gran ventaja contra él. Y desde luego en dicho recinto era donde el destino del mundo iba a decidirse, así que si quería jugar un papel importante no podía dirigirse hacia otro lugar que no fuera ese. Para colmo, un contador apareció en el cuerpo del vigilante al tiempo que su temperatura comenzaba a elevarse. Parecía que en treinta segundos algo pasaría, y dadas las circunstancias lo más verosímil parecía pensar que ese algo sería una explosión.
Poco a poco, el cuerpo del político empezó a cambiar, creciendo hasta los dos metros y medio y cubriéndose de un brillante pelaje gris. Su cara se tornó felina, y sus manos giraron por completo mientras sus dedos mutaban en afiladas garras. Corrió hacia la ventana que daba al escenario y saltó a través de ella, utilizando después su Geppou para desplazarse a gran velocidad por el aire en dirección a la zona cero. Una vez se encontró sobre los combatientes, observó desde las alturas sus movimientos. Vio como el Descamisetado y uno de sus oficiales, el gyojin con fama de temerario, lanzaban sendos ataques que parecían realmente poderosos contra el Revolucionario, y acto seguido se preparó para ser el siguiente en golpear.
Su tatuaje, invisible hasta entonces dado que estaba transformado, empezó a brillar con una luz rojiza que pronto se extendió por su brazo derecho hasta su mano, convertida en una letal zarpa. Con un movimiento tan rápido que casi resultó imperceptible, una serpiente carmesí nació de dicha extremidad y se dirigió con letal velocidad hacia Brownie. Dadas las características de su energía espiritual ningún hilo ni obstáculo que el músico decidiera interponer entre la roja víbora y su objetivo podría detenerla.
- Resumen (Pípol in the Scenario):
- - Observar las pantallas.
- Pasar a forma completa y dirigirme al escenario por el aire.
- Atacar a Brownie desde las alturas.
- Cosas Usadas:
- - STATS: Agilidad 10 x6 (4 Akuma + 2 Pasiva), Fuerza 9 x8 (4 Akuma + 4 Pasiva), Reflejos 8 x8 (4 Akuma + 4 Pasivo), Velocidad 5 x4 (Akuma), Resistencia 5 x4 (Akuma).
- Geppou (Mejora Mítica): Mediante el uso continuado de esta técnica, Thawne ha ido perfeccionándola hasta el punto de casi eliminar el rozamiento con el aire al desplazarse con ella, además de aprender a aprovechar las corrientes. Esto hace que sea capaz de desplazarse por el aire a 50 m/s durante horas.
- Hebi Gatana: El tatuaje maorí del pecho y el hombro de Thawne comienza a brillar intensamente con luz roja, y desde ahí su energía espiritual se extiende por todo su brazo hasta la mano. Con un rápido movimiento del brazo, Thawne lanza lo que parece una serpiente roja de dos metros de largo formada por su energía espiritual que avanza con los colmillos por delante. En realidad se trata de un Rankyaku lanzado desde su brazo, con la forma de una serpiente roja al verse imbuido de su energía espiritual. Tiene el mismo poder, alcance y velocidad que uno de sus Rankyaku solo que con las cualidades añadidas de la energía espiritual. Tiempo de canalización de un segundo y medio.
Para valorar el efecto de esta técnica hay que tener en cuenta tanto el del Rankyaku como el de mi Ámbito Energía Espiritual, que detallo a continuación:
- Rankyaku (Mejora Definitiva): Thawne se ha esforzado tanto en mejorar esta técnica que ahora los Rankyakus que lanza mellan los materiales más duros, y cortan todo lo demás. Estas ondas son tan veloces como balas, y tan poderosas que una sola podrían cortar a la mitad una flota de barcos al completo. Por otro lado son sólidas, pudiendo confrontar una espada. Además, puede imbuirlas en Haki y aplicar en ellas su veneno.
- Ámbito Energía Espiritual: Gracias a dicha energía, Thawne es capaz de imbuir sus ataques en su energía espiritual. Dicha energía hace que estos golpes no se vean afectados por barreras físicas como escudos, armaduras o ropa (salvo Haki o Kairoseki), atravesando toda protección inerte como si no existiera y dañando solamente organismos vivos. Además pasivamente cuando utiliza su energía en un ataque esta le aísla parcialmente de los efectos de la temperatura, permitiéndole momentáneamente no sufrir quemaduras ni congelaciones salvo que la temperatura sea inferior a -50ºC o superior a 200ºC.
Todas sus pretensiones se habían ido al traste en apenas unos segundos. El suelo había temblado una vez más, y con él las pocas esperanzas que debían quedarles a quienes aún ocupaban aquel condenado chisme. ¿Había sido el rugido del Emperador del Mar por sí solo, o acaso algolo había amplificado de alguna manera?
De un modo u otro, el hecho era que el oficial revolucionario no estaba dispuesto a hincar la rodilla tan rápido... Aunque, haciendo honor a la verdad, era justo lo que acababa de hacer. Therax no pudo evitar plantearse lo irónico de su razonamiento cuando una mano blanquecina golpeó una de sus alas. Había estado muy cerca de alcanzarle de lleno, demasiado. Tanto que una reacción puramente instintiva era la responsable de que no se encontrase en una situación mucho peor.
El viento se movía de forma antinatural a su alrededor, permitiéndole esquivar aquellas cosas mediante maniobras que de otro modo resultarían imposibles de realizar. ¿Qué clase de habilidad era aquélla? ¿Acaso Brownie, al igual que su capitán, había alcanzado el límite imaginable en lo referente al control de su fruta? Chasqueó la lengua en señal de desagrado, observando a continuación lo que sucedía a su alrededor.
Luka volvía a la carga, incansable como el más perseverante de los amantes. No era algo raro en él y no había ningún problema más allá de que, haciendo un breve repaso a su historial, era previsible que acabase en un estado poco menos que lamentable. Por otro lado, Zane había decidido que las manos que les acosaban eran una verdadera molestia y se afanaba en destruirlas. «Vamos allá», se dijo, pero, cuando se disponía a hacer su movimiento, alguien o algo más decidió que era el momento de entrar en escena.
Un reptil rojizo se precipitó desde las alturas en dirección al líder de la Armada Revolucionaria. Procedía de... ¿¡un gato!? ¿Quién demonios era ese tipo y qué hacía allí?
—Céntrate de una vez, mocoso —le reprendió H, obteniendo una breve sacudida de cabeza como respuesta.
Apretó el interruptor oculto en la empuñadura de Yuki-onna, que se encontraba lista para la acción desde hacía horas. El sable rasgó el aire, dejando que una violenta onda cortante naciese de la nada y, dotada con un gélido poder, avanzase en dirección a su objetivo. Una verdadera descarga, procedente tanto de sus espadas como de sus alas, sucedió a la primera. Las que conformaban el alud de filos invisibles no eran tan grandes ni vistosas como la que abría la comitiva, pero prometían, si nada se interponía en su camino, despedazar a quien las recibiese.
De un modo u otro, el hecho era que el oficial revolucionario no estaba dispuesto a hincar la rodilla tan rápido... Aunque, haciendo honor a la verdad, era justo lo que acababa de hacer. Therax no pudo evitar plantearse lo irónico de su razonamiento cuando una mano blanquecina golpeó una de sus alas. Había estado muy cerca de alcanzarle de lleno, demasiado. Tanto que una reacción puramente instintiva era la responsable de que no se encontrase en una situación mucho peor.
El viento se movía de forma antinatural a su alrededor, permitiéndole esquivar aquellas cosas mediante maniobras que de otro modo resultarían imposibles de realizar. ¿Qué clase de habilidad era aquélla? ¿Acaso Brownie, al igual que su capitán, había alcanzado el límite imaginable en lo referente al control de su fruta? Chasqueó la lengua en señal de desagrado, observando a continuación lo que sucedía a su alrededor.
Luka volvía a la carga, incansable como el más perseverante de los amantes. No era algo raro en él y no había ningún problema más allá de que, haciendo un breve repaso a su historial, era previsible que acabase en un estado poco menos que lamentable. Por otro lado, Zane había decidido que las manos que les acosaban eran una verdadera molestia y se afanaba en destruirlas. «Vamos allá», se dijo, pero, cuando se disponía a hacer su movimiento, alguien o algo más decidió que era el momento de entrar en escena.
Un reptil rojizo se precipitó desde las alturas en dirección al líder de la Armada Revolucionaria. Procedía de... ¿¡un gato!? ¿Quién demonios era ese tipo y qué hacía allí?
—Céntrate de una vez, mocoso —le reprendió H, obteniendo una breve sacudida de cabeza como respuesta.
Apretó el interruptor oculto en la empuñadura de Yuki-onna, que se encontraba lista para la acción desde hacía horas. El sable rasgó el aire, dejando que una violenta onda cortante naciese de la nada y, dotada con un gélido poder, avanzase en dirección a su objetivo. Una verdadera descarga, procedente tanto de sus espadas como de sus alas, sucedió a la primera. Las que conformaban el alud de filos invisibles no eran tan grandes ni vistosas como la que abría la comitiva, pero prometían, si nada se interponía en su camino, despedazar a quien las recibiese.
- Cosas usadas:
- Yuki-onna. Liberación ofensiva: onda cortante. Tras la activación de otro de los botones, el vapor de agua es liberado en el momento en que se lanzan las ondas cortantes, consolidándose en torno a éstas en forma de esquirlas de hielo. Las dimensiones de las ondas y el daño generado por las mismas aumentan (asociado esto último a las esquirlas de hielo).
- Cantidad máxima de vapor de agua (5): la longitud y grosor de las ondas cortantes crece un 250% durante el turno de liberación.
Filo distante: durante 2 turnos las ondas que lance adquirirán un poder de destrucción de +300% con una recarga de uso de otros 3 posts. - Cantidad máxima de vapor de agua (5): la longitud y grosor de las ondas cortantes crece un 250% durante el turno de liberación.
William White
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El traidor, por llamarlo de alguna forma, asintió y subió tal como se lo había indicado, no fue hasta estar arriba cuando comenzó a desvelar como Brownie como su anterior jefe y el que por tanto estaba al cargo de todo, un cantante a mando de un altavoz gigante tenía cierto sentido. Aunque seguía sin comprender el sentido que tenía el laberinto en si mismo y mucho menos las pruebas, evidentemente querían retrasarlos, pero la forma burlona, la poca profesionalidad, y para que demonios quería Viktor algo como eso.
-Dios los cría y ellos se juntan- maldijo para sus adentros a los dos megalómanos y sus bizarras torres.
Nada más terminar una especie de centauro, bueno más bien un camello conformado por un tándem de dos hombres se interpuso en nuestro camino, aquella aberración se componía de el primero un hombre terriblemente gordo, con pintas desagradables y unas pintas muy desaliñadas en contraparte a su otra mitad delgada y con una nariz puntiaguda.
-¿De donde diablos salen todas estas aberraciones? - preguntaría a su testigo mientras sacaba su pistola una vez más mientras los dos hombres discutían por la forma de su entrada triunfal -Realmente no tengo tiempo para esto…- dijo mientras los hombres se lanzaban a la carga -Tu mantente al margen- ordenaría al recién salvado.
Mientras sostenía su arma en su mano magullada, con la otra generó una especie de liga de chicle similar a unas boleas las cual lanzó por lo bajo tras un rápido movimiento de brazo. Tras eso, cerraría su ojo izquierdo para aumentar su precisión a la hora de apuntar con la pistola a la cabeza del primer jinete, tratando de volarla en mil pedazos con su láser.
Dispararía tres veces, su puntería no sería tan buena como la de un pistolero profesional, pero tampoco habían sido pocos los tiroteos de los que había salido airoso sin necesidad de desenvainar su arma. Si fallaba en sus intentos, esquivaría la lanza con un paso oscilante hacia el lado opuesto desde que empuñara la lanza y repetiría el disparo a las nucas de sendos hombres, si es que podía tildárseles de eso.
-Dios los cría y ellos se juntan- maldijo para sus adentros a los dos megalómanos y sus bizarras torres.
Nada más terminar una especie de centauro, bueno más bien un camello conformado por un tándem de dos hombres se interpuso en nuestro camino, aquella aberración se componía de el primero un hombre terriblemente gordo, con pintas desagradables y unas pintas muy desaliñadas en contraparte a su otra mitad delgada y con una nariz puntiaguda.
-¿De donde diablos salen todas estas aberraciones? - preguntaría a su testigo mientras sacaba su pistola una vez más mientras los dos hombres discutían por la forma de su entrada triunfal -Realmente no tengo tiempo para esto…- dijo mientras los hombres se lanzaban a la carga -Tu mantente al margen- ordenaría al recién salvado.
Mientras sostenía su arma en su mano magullada, con la otra generó una especie de liga de chicle similar a unas boleas las cual lanzó por lo bajo tras un rápido movimiento de brazo. Tras eso, cerraría su ojo izquierdo para aumentar su precisión a la hora de apuntar con la pistola a la cabeza del primer jinete, tratando de volarla en mil pedazos con su láser.
Dispararía tres veces, su puntería no sería tan buena como la de un pistolero profesional, pero tampoco habían sido pocos los tiroteos de los que había salido airoso sin necesidad de desenvainar su arma. Si fallaba en sus intentos, esquivaría la lanza con un paso oscilante hacia el lado opuesto desde que empuñara la lanza y repetiría el disparo a las nucas de sendos hombres, si es que podía tildárseles de eso.
- cosas súper poderosas::
- DD-44:
- Nombre del objeto: DD-44, por copiar copiemos hasta el nombre.
Descripción del objeto: Pues se trata de un blaster, una pistola láser. Esta tiene una pintura cromada negra y pese a su aparatoso aspecto es de fácil manejo.
Usos comunes:Pium, pium, disparar por debajo de la mesa a cazarecompensas.
Habilidades especiales o destacables: Bueno tiene la misma base que los pacifistas de la serie, es decir la pika pika, en este caso tras ver la efectividad de estar armas el gobierno decidió tratar de hacer armas de tamaño más pequeño, aumentando cadencia y reduciendo potencia. Su diseño está pensado para una fácil replicación (tanto el arma como los cargadores), aunque al final el proyecto se quedó en estos prototipos, los cuales tienen un fallo que es que se tienen a sobrecalentar permitiendo una cadencia máxima de diez disparos en 5 segundos antes de sobrecalentarse, tras lo cual tardarían en enfriarse unos dos posts.
La velocidad del proyectil es una cercana a la de la luz, a pesar de ello su potencia no es mucho más superior al de la una 13mm, si impacta deja una quemadura en la zona afectada que quema el tejido de alrededor. Su mira permite apuntar hasta unos cien metros si se tiene el suficiente tiento y puntería. A mayor distancia, actua más como escopeta de feria, las cosas de estar pensada para enfrentar las guerrillas.
- La trinchera: Proporciona conocimientos y protocolos de actuación ante situaciones de fuego desde coberturas, desde cuando cubrirse, intuir situaciones de enemigos por su fuego, como saber como y cuando asomarse para responder al fuego.
- Reflejos x2.
Algunas punzadas y un extraño hormigueo recorrieron mis dedos cuando por fin pude movilizarlos. Debía reconocer que aquel pirata sabía lo que hacía. ¿Habría muchos médicos en la Marina capaces de hacer lo que él había logrado sin apenas inmutarse? Esperaba que sí, pues, de lo contrario, no sería descabellado plantearme si me encontraba en el bando correcto... Desde el punto de vista de mi salud y bienestar personal, claro está.
Fuera como fuere, aún tardaría un poco en acostumbrarme a tener el miembro superior reinsertado. ¿O acaso era él quien tenía que hacerse a mí de nuevo? ¡Si sólo habíamos estado separados unos instantes! ¿Por qué notaba que había cierto retraso a la hora de efectuar lo que yo le ordenaba? «Relájate, que pareces un histérico», me reprendí al fin. Si la respuesta había sido tan rápida, lo más lógico era asumir que recuperaría por completo la funcionalidad más tarde o más temprano.
Habiéndome convencido al fin, y no sin antes agradecer el gesto a mi salvador con un escueto 'gracias' pronunciado con la boca pequeña, me dirigí hacia el comodoro. De cerca su estado era aún peor, si es que eso era posible. Nunca había intentado acercarme a él más de lo estrictamente necesario, y seguramente no volviera a hacerlo jamás. No obstante, en aquellos momentos era necesario que lo hiciera.
―Creo que deberíamos marcharnos de aquí, comodoro ―traté de decir, pero una violenta sacudida agitó de nuevo la Aguja. Estaba claro que, para bien o para mal, lo que nos había llevado hasta allí se encontraba próximo a su desenlace. Para bien o para mal, todo acabaría dentro de poco.
¿Y si al final el conflicto se resolvía y salíamos airosos de semejante lío? Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo al plantearme la posibilidad contraria, suponiendo la continuación del que me había atenazado al escuchar el rugido. Porque era eso a lo que había sonado. ¿Qué demonios estaba sucediendo allí?
―Comodoro ―repetí, confiando en que mi voz no volviese a ser silenciada y tendiéndole una mano. Si no se oponía a aceptar mi ayuda, usaría mi brazo menos funcional para ayudarle a emprender el camino hacia la base del pilar, sirviéndole de apoyo. Al mismo tiempo, trataría de arrastrar el cuerpo de Krauser hacia la salida con el fin de ponerle bajo custodia.
Fuera como fuere, aún tardaría un poco en acostumbrarme a tener el miembro superior reinsertado. ¿O acaso era él quien tenía que hacerse a mí de nuevo? ¡Si sólo habíamos estado separados unos instantes! ¿Por qué notaba que había cierto retraso a la hora de efectuar lo que yo le ordenaba? «Relájate, que pareces un histérico», me reprendí al fin. Si la respuesta había sido tan rápida, lo más lógico era asumir que recuperaría por completo la funcionalidad más tarde o más temprano.
Habiéndome convencido al fin, y no sin antes agradecer el gesto a mi salvador con un escueto 'gracias' pronunciado con la boca pequeña, me dirigí hacia el comodoro. De cerca su estado era aún peor, si es que eso era posible. Nunca había intentado acercarme a él más de lo estrictamente necesario, y seguramente no volviera a hacerlo jamás. No obstante, en aquellos momentos era necesario que lo hiciera.
―Creo que deberíamos marcharnos de aquí, comodoro ―traté de decir, pero una violenta sacudida agitó de nuevo la Aguja. Estaba claro que, para bien o para mal, lo que nos había llevado hasta allí se encontraba próximo a su desenlace. Para bien o para mal, todo acabaría dentro de poco.
¿Y si al final el conflicto se resolvía y salíamos airosos de semejante lío? Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo al plantearme la posibilidad contraria, suponiendo la continuación del que me había atenazado al escuchar el rugido. Porque era eso a lo que había sonado. ¿Qué demonios estaba sucediendo allí?
―Comodoro ―repetí, confiando en que mi voz no volviese a ser silenciada y tendiéndole una mano. Si no se oponía a aceptar mi ayuda, usaría mi brazo menos funcional para ayudarle a emprender el camino hacia la base del pilar, sirviéndole de apoyo. Al mismo tiempo, trataría de arrastrar el cuerpo de Krauser hacia la salida con el fin de ponerle bajo custodia.
Rei Arslan
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Annie sintió un dolor muy agudo al devolver la bala de cañón. Lo había intentado, pero voló con rapidez hasta la zona de la que provenía el arma. Cuando regresó a su forma normal se frotó el culo, sentía bastante dolor y durante unos días tardaría en volver a sentarse. Por suerte, durante esta guerra aún no se había llevado heridas graves, puesto que la de la pierna ya casi se había cerrado del todo. Los rastros de sangre se esparcían sobre su ropa y se podría decir que sus manos también estaban manchas y no se las había llegado a limpiar después del incidente contra la bestia.
Observó todo lo que había a su alrededor, sin necesidad de tocar nada. Se fijó en los carteles se busca que estaban pegados a la pared y los miró detenidamente, ¿por qué los revolucionarios los poseerían? Quizá estuvieran realizando pruebas o comprobando cosas, pero le resultaba muy sospechoso. No parecía que fuera una estancia muy relevante hasta que las vibraciones del viento captaron su atención. Algo se había movido con fuerza y Annie se detuvo. Miró hacia los alrededores de reojo y se giró lentamente; sin embargo no había nadie.
-Muéstrate - ordenó.
Tras eso se acercó al cañón, que aun desprendía calor y permaneció a su lado, esperando a que la presencia apareciera ante su vista. Si querían atacarla ya lo habrían hecho, ¿para qué tardar tanto?
-No te haré daño si apareces - su tono se relajó.
Observó todo lo que había a su alrededor, sin necesidad de tocar nada. Se fijó en los carteles se busca que estaban pegados a la pared y los miró detenidamente, ¿por qué los revolucionarios los poseerían? Quizá estuvieran realizando pruebas o comprobando cosas, pero le resultaba muy sospechoso. No parecía que fuera una estancia muy relevante hasta que las vibraciones del viento captaron su atención. Algo se había movido con fuerza y Annie se detuvo. Miró hacia los alrededores de reojo y se giró lentamente; sin embargo no había nadie.
-Muéstrate - ordenó.
Tras eso se acercó al cañón, que aun desprendía calor y permaneció a su lado, esperando a que la presencia apareciera ante su vista. Si querían atacarla ya lo habrían hecho, ¿para qué tardar tanto?
-No te haré daño si apareces - su tono se relajó.
Taylor Fitzgerald
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Taylor se irguió y miró el cuerpo calcinado del revolucionario. Giotto se había comportado de manera muy salvaje con el pobre hombre que, a fin de cuentas, lo único que tenía era miedo, pero no podía culparlo. Ella misma le hubiera matado en cuanto hubiera hablado, aunque no quería, tenía órdenes sobre como actuar y desobedecerlas podría ser su fin a manos del Gobierno Mundial.
Se levantó y sacudió el polvo de sus ropajes, incluso arrancó alguna tira de piel sintética de sus rodillas que dejaba a la vista una cobertura azul metálica. Taylor no tenía palabras para expresar cómo se sentía. Estaba atrapada en su propia mente sobre qué hacer y, por si fuera poco, recibía informes constantes sobre qué hacer en su base de datos. La doctora que había participado en su proyecto estaba muy enfadada e instaba a que la autómata continuara su trabajo.
La agente cerró los ojos durante unos segundos y desactivó la base de datos. Ya no recibía mensajes de sus superiores ni órdenes de Kern. Solo sería un momento, al menos hasta que los propios científicos la reconectaran con su tecnología. Quizás debería haberlo avisado, pero si su mente era un jaleo no podría arreglar las cosas con Dretch. Se acercó hasta él, dubitativa y recogió la pistola que le devolvía. Taylor no se movió y permaneció frente a él en todo momento. Ella no era tonta, lo que había escuchado por su parte eran palabras vacías y en ningún momento se había dignado a pedirle perdón por el comportamiento que tuvo. ¿Pero qué podía hacer ella? Solamente ayudarle a cambiar de opinión y quizás con el tiempo se diera cuenta de que ella era diferente, que una vez fue humana y que soñaba con volver a serlo.
-Esta misión la hemos empezado los dos juntos, y la terminaremos de la misma manera. Sé que sigues sin entenderlo, pero... una vez fui humana y mi sueño es volver a serlo. Me engañaron y me convirtieron en esto, me prometieron la vida eterna y la perfección cuando era una niña, y ¿para qué? Para no sentir dolor, para no poder dormir, para no poder comer y encima para ver el desprecio de las personas a las que admiras. Yo no he querido esta vida nunca, solo tengo a mis hermanos que son como yo y a los cuales también les destruyeron sus sueños - se dio la vuelta y luego se giró -. Siempre digo que procedo de Kern, porque es el único sitio del que tengo recuerdos de cuando era una niña humana, borraron mis memorias sobre mi vida anterior. ¿Qué pasaría si te hicieran lo mismo a ti? - Tomó una pausa -. ¿Sabes? He desconectado mi mente de los servidores de Kern y ahora deben estar pensando en que castigo me impondrán por desobedecerlos, pero creo que no se molestarán si eres tu quién está al mando. Así que... a dónde vayas te sigo, jefe - sonrió-. Aunque preferiría no ir arriba, hay demasiada gente y creo que no pintamos nada allí.
Se levantó y sacudió el polvo de sus ropajes, incluso arrancó alguna tira de piel sintética de sus rodillas que dejaba a la vista una cobertura azul metálica. Taylor no tenía palabras para expresar cómo se sentía. Estaba atrapada en su propia mente sobre qué hacer y, por si fuera poco, recibía informes constantes sobre qué hacer en su base de datos. La doctora que había participado en su proyecto estaba muy enfadada e instaba a que la autómata continuara su trabajo.
La agente cerró los ojos durante unos segundos y desactivó la base de datos. Ya no recibía mensajes de sus superiores ni órdenes de Kern. Solo sería un momento, al menos hasta que los propios científicos la reconectaran con su tecnología. Quizás debería haberlo avisado, pero si su mente era un jaleo no podría arreglar las cosas con Dretch. Se acercó hasta él, dubitativa y recogió la pistola que le devolvía. Taylor no se movió y permaneció frente a él en todo momento. Ella no era tonta, lo que había escuchado por su parte eran palabras vacías y en ningún momento se había dignado a pedirle perdón por el comportamiento que tuvo. ¿Pero qué podía hacer ella? Solamente ayudarle a cambiar de opinión y quizás con el tiempo se diera cuenta de que ella era diferente, que una vez fue humana y que soñaba con volver a serlo.
-Esta misión la hemos empezado los dos juntos, y la terminaremos de la misma manera. Sé que sigues sin entenderlo, pero... una vez fui humana y mi sueño es volver a serlo. Me engañaron y me convirtieron en esto, me prometieron la vida eterna y la perfección cuando era una niña, y ¿para qué? Para no sentir dolor, para no poder dormir, para no poder comer y encima para ver el desprecio de las personas a las que admiras. Yo no he querido esta vida nunca, solo tengo a mis hermanos que son como yo y a los cuales también les destruyeron sus sueños - se dio la vuelta y luego se giró -. Siempre digo que procedo de Kern, porque es el único sitio del que tengo recuerdos de cuando era una niña humana, borraron mis memorias sobre mi vida anterior. ¿Qué pasaría si te hicieran lo mismo a ti? - Tomó una pausa -. ¿Sabes? He desconectado mi mente de los servidores de Kern y ahora deben estar pensando en que castigo me impondrán por desobedecerlos, pero creo que no se molestarán si eres tu quién está al mando. Así que... a dónde vayas te sigo, jefe - sonrió-. Aunque preferiría no ir arriba, hay demasiada gente y creo que no pintamos nada allí.
La expresión de asco que le dedicó la práctica totalidad de su brigada le hizo entender que algo no iba bien del todo. Seguramente no hicieran preguntas, pero por otro lado eso era peor: Se estaban imaginando que era algún tipo de enfermo sexual. O a lo mejor no, pero tampoco tenía tiempo de pensar en ello. El pendiente volaba directo hacia Zay, quien de un instante a otro se desplomaría muerto por... por... ¿por?
- ¡Eso es trampa! -Gritó, antes de que su cabeza volase unos veinte metros y cayese al vacío, dejando un cuerpo decapitado totalmente erguido.
Para Al todo estaba oscuro cuando esa clase de contratiempos se sobrevenían, pero apenas tardó un instante en reformar su cabeza y mirar con una mezcla de severidad y pavor al hombre gato. Su brigada estaba quieta sin hacer nada, y Bob se había ovillado en su pierna como si todo el mundo esperase que él tuviera la solución. Pero la solución, su piercing genital de plata de ley, no había servido de nada.
- ¡Y si mi pene no puede solucionar esto no sé cómo lo haré!
Respiró profundamente sin apartar la vista del abominable ser, un gato blanco de largos cabellos y con un potencial devastador... Porque al fin y al cabo, se trataba de un gatántropo.
- ¿Qué quieres que haga yo, Bob? -Preguntó, desenvainando con ironía su larga espada. Fuego brilló bajo la luz de la luna en un frío color blanco, y empezó a moverse en peligrosos aspavientos hacia Zay- ¡¿Quieres que le corte?! ¡¿Que le raje el pecho?! ¿Te crees que va a funcionar? ¡¿O prefieres que le lance trescientos kilos de hielo contra el pecho?!
A medida que iba hablando iba poniendo ejemplos más estúpidos y letales que acompañaba con su uso contra el gato, al cual no podía derrotar. Había gritado cosas sobre carámbanos, flores gigantes, picas de hielo, muñecas rusas e incluso había hecho una dramatización de la muerte del gato a causa de alguna de esas cosas, que serían letales para cualquiera... Salvo para un lobo.
- ¡¿Y crees que tenemos la más mínima posibilidad de que esto funcione?! ¡Solo nos queda salir corriendo!
Y, con Bob aún enganchado a su pierna cual perrillo follacojines, Al salió corriendo sin comprobar que sus ataques hubiesen funcionado.
- ¡Eso es trampa! -Gritó, antes de que su cabeza volase unos veinte metros y cayese al vacío, dejando un cuerpo decapitado totalmente erguido.
Para Al todo estaba oscuro cuando esa clase de contratiempos se sobrevenían, pero apenas tardó un instante en reformar su cabeza y mirar con una mezcla de severidad y pavor al hombre gato. Su brigada estaba quieta sin hacer nada, y Bob se había ovillado en su pierna como si todo el mundo esperase que él tuviera la solución. Pero la solución, su piercing genital de plata de ley, no había servido de nada.
- ¡Y si mi pene no puede solucionar esto no sé cómo lo haré!
Respiró profundamente sin apartar la vista del abominable ser, un gato blanco de largos cabellos y con un potencial devastador... Porque al fin y al cabo, se trataba de un gatántropo.
- ¿Qué quieres que haga yo, Bob? -Preguntó, desenvainando con ironía su larga espada. Fuego brilló bajo la luz de la luna en un frío color blanco, y empezó a moverse en peligrosos aspavientos hacia Zay- ¡¿Quieres que le corte?! ¡¿Que le raje el pecho?! ¿Te crees que va a funcionar? ¡¿O prefieres que le lance trescientos kilos de hielo contra el pecho?!
A medida que iba hablando iba poniendo ejemplos más estúpidos y letales que acompañaba con su uso contra el gato, al cual no podía derrotar. Había gritado cosas sobre carámbanos, flores gigantes, picas de hielo, muñecas rusas e incluso había hecho una dramatización de la muerte del gato a causa de alguna de esas cosas, que serían letales para cualquiera... Salvo para un lobo.
- ¡¿Y crees que tenemos la más mínima posibilidad de que esto funcione?! ¡Solo nos queda salir corriendo!
Y, con Bob aún enganchado a su pierna cual perrillo follacojines, Al salió corriendo sin comprobar que sus ataques hubiesen funcionado.
Dexter Black
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Su rugido no solo se propagó por todo el escenario, sino que su reverberado eco se propagó por toda la aguja. ¿Cómo no lo había visto antes? Los hilos conectados al micrófono, la necesidad de activarlos uno a uno... ¿Por qué había creído que solamente una frecuencia concreta podía ejercer el papel devastador que se esperaba? Solo una persona podía activar aquella aguja, y era debido al inusual poder que poseía: David Brownie, el hombre hilo, que parecía ser inmune a su rugido. "Ha matado la vibración", pensó, imaginando el falso tímpano que, de ser él usuario de una fruta similar, habría creado. Los cálculos eran no demasiado sencillos y la compensación perfecta a una persona normal podían llevar horas, tal vez días, pero probablemente Brownie había utilizado la rudimentaria técnica de llenarse los oídos sin conocimiento. Lo más triste era que aquello funcionaba perfectamente, pero se enfrentaba a un enemigo con, como mínimo, tantos ases bajo la manga como él: Dexter Black no iba a dar un paso atrás.
Una cancioncilla empezó a sonar en su mente, pegándose el estribillo en lo más hondo de su ser sin comprender muy bien por qué mientras la ofensiva del villano comenzaba. Ante él se desarrollaba una técnica que él mismo habría calificado de osada, pero no podía ignorar y, mientras se ponía en posición para esquivar el golpe, comprendió que la canción era una estrategia que su subconsciente estaba utilizando con la finalidad de comunicarse con él: ¡No! ¡No!
-¡No! -gritó, finalmente, cuando Bleyd Master se interpuso entre el impacto y él recibiéndolo de pleno.
El cuerpo de Bleyd se precipitó contra su pecho y lo atrapó con ambas manos, alternando la mirada entre el mercenario (embutido en su pesada armadura) y el hombre que acababa de asesinarlo. Respiró profundamente y negó con la cabeza, tal vez lagrimeando un poco, e ignoró a Brownie durante un momento para alejarse y dejar el cadáver.
- Has sido un buen... Guardaespaldas -sentenció. Nunca había sido su guardaespaldas, pero era la segunda vez que ese idiota le salvaba la vida-. Ahora descansa, de esto me encargo yo.
Se irguió lentamente tras depositarlo sobre el cada vez más inestable escenario, y devolvió su atención al "líder revolucionario". Millones de personas habían encontrado su destino para dar con sus huesos en la mar, todo por el capricho megalómano de un músico pasado de moda.
- ¿Sabes, Brownie? Bleyd decía la verdad. -Su voz se extendió en una ilusión sonora que abarcaba la distancia de un campo de fútbol- Muy pocos lo sabíamos, juramos guardar el secreto. Krauser nos hizo guardar el secreto. Bleyd Master era la verdadera mente tras los mejores planes de la Revolución. Bajo sus órdenes liberamos Síderos y con su heroica infiltración casi logramos rescatar a Legan Legim... -Se detuvo por un instante. Todo aquello era mentira, pero nadie debía dudar de su palabra. Seguramente- Fue él quien consiguió que Lion D. Karl se uniese a las filas revolucionarias tras su reaparición, fue su tesón como comandante de la Armada Revolucionaria el que impidió que el Gobierno Mundial perdiese en la guerra por Hallstat, y ha sido él quien, a través de tu supuesta fiel colaboración para no arruinar su tapadera, ha dirigido el asalto por la salvación de este mar... Otra vez. Y tú has traicionado al que fue tu mentor, a quien te puso en el lugar que ocupas... Solo eres una marioneta con demasiadas aspiraciones. Y eso se ha acabado. En nombre de la Revolución y de la mente tras sus éxitos, Bleyd Master, te expulso y declaro enemigo del mundo.
El aire estaba totalmente cargado. La tormenta, las nubes y la estática del lugar hacían que casi pudiese paladear la electricidad que recorría el ambiente. Una corona ósea se desarrolló en su frente mientras las escamas cubrían sus piernas y antebrazos. El cabello, antes blanco y negro, se tornó azul, y una imponente cola de casi dos metros de largo se desarrolló a su espalda. El decreto del dios del trueno comenzó a prepararse y, extendiendo las manos, recibió cada mínima carga que se encontraba a su alrededor. Fijó su mirada en el cantante mientras dos gigantescas esferas de brillante blanco chispeaban violentamente y empezaban a recorrer su cuerpo.
Todo brillaba. Dexter parecía un ser de luz a esas alturas, y el calor que se estaba reuniendo empezaba a quemarle la piel. Pero Dexter sonreía. Era potencialmente imposible que David Brownie o, de hecho, nadie, sobreviviera a un rayo tan devastador que podía volatilizar instantáneamente el agua o cristalizar las arenas del desierto.
- Este es mi decreto-dijo, secamente-. Te condeno a muerte, David Brownie.
Dio una palmada con todas sus fuerzas, y el rayo más poderoso que pudo nunca juntar salió disparado contra el revolucionario.
Una cancioncilla empezó a sonar en su mente, pegándose el estribillo en lo más hondo de su ser sin comprender muy bien por qué mientras la ofensiva del villano comenzaba. Ante él se desarrollaba una técnica que él mismo habría calificado de osada, pero no podía ignorar y, mientras se ponía en posición para esquivar el golpe, comprendió que la canción era una estrategia que su subconsciente estaba utilizando con la finalidad de comunicarse con él: ¡No! ¡No!
-¡No! -gritó, finalmente, cuando Bleyd Master se interpuso entre el impacto y él recibiéndolo de pleno.
El cuerpo de Bleyd se precipitó contra su pecho y lo atrapó con ambas manos, alternando la mirada entre el mercenario (embutido en su pesada armadura) y el hombre que acababa de asesinarlo. Respiró profundamente y negó con la cabeza, tal vez lagrimeando un poco, e ignoró a Brownie durante un momento para alejarse y dejar el cadáver.
- Has sido un buen... Guardaespaldas -sentenció. Nunca había sido su guardaespaldas, pero era la segunda vez que ese idiota le salvaba la vida-. Ahora descansa, de esto me encargo yo.
Se irguió lentamente tras depositarlo sobre el cada vez más inestable escenario, y devolvió su atención al "líder revolucionario". Millones de personas habían encontrado su destino para dar con sus huesos en la mar, todo por el capricho megalómano de un músico pasado de moda.
- ¿Sabes, Brownie? Bleyd decía la verdad. -Su voz se extendió en una ilusión sonora que abarcaba la distancia de un campo de fútbol- Muy pocos lo sabíamos, juramos guardar el secreto. Krauser nos hizo guardar el secreto. Bleyd Master era la verdadera mente tras los mejores planes de la Revolución. Bajo sus órdenes liberamos Síderos y con su heroica infiltración casi logramos rescatar a Legan Legim... -Se detuvo por un instante. Todo aquello era mentira, pero nadie debía dudar de su palabra. Seguramente- Fue él quien consiguió que Lion D. Karl se uniese a las filas revolucionarias tras su reaparición, fue su tesón como comandante de la Armada Revolucionaria el que impidió que el Gobierno Mundial perdiese en la guerra por Hallstat, y ha sido él quien, a través de tu supuesta fiel colaboración para no arruinar su tapadera, ha dirigido el asalto por la salvación de este mar... Otra vez. Y tú has traicionado al que fue tu mentor, a quien te puso en el lugar que ocupas... Solo eres una marioneta con demasiadas aspiraciones. Y eso se ha acabado. En nombre de la Revolución y de la mente tras sus éxitos, Bleyd Master, te expulso y declaro enemigo del mundo.
El aire estaba totalmente cargado. La tormenta, las nubes y la estática del lugar hacían que casi pudiese paladear la electricidad que recorría el ambiente. Una corona ósea se desarrolló en su frente mientras las escamas cubrían sus piernas y antebrazos. El cabello, antes blanco y negro, se tornó azul, y una imponente cola de casi dos metros de largo se desarrolló a su espalda. El decreto del dios del trueno comenzó a prepararse y, extendiendo las manos, recibió cada mínima carga que se encontraba a su alrededor. Fijó su mirada en el cantante mientras dos gigantescas esferas de brillante blanco chispeaban violentamente y empezaban a recorrer su cuerpo.
Todo brillaba. Dexter parecía un ser de luz a esas alturas, y el calor que se estaba reuniendo empezaba a quemarle la piel. Pero Dexter sonreía. Era potencialmente imposible que David Brownie o, de hecho, nadie, sobreviviera a un rayo tan devastador que podía volatilizar instantáneamente el agua o cristalizar las arenas del desierto.
- Este es mi decreto-dijo, secamente-. Te condeno a muerte, David Brownie.
Dio una palmada con todas sus fuerzas, y el rayo más poderoso que pudo nunca juntar salió disparado contra el revolucionario.
- Resumen:
- Liarla.
- Cosis:
- Indra Dekrit: En esta forma Dexter obtiene cola, su cuerpo se recubre de escamas azules y una corona ósea de color dorado surge en su cabeza. Durante esta forma obtiene un control de la electricidad comparable al de su forma completa. Sus cualidades físicas siguen correspondiendo a su forma humana, aunque las escamas funcionan a modo de armadura.
Indra Dekrit, Mech Mahna: Sólo en la forma Indra Dekrit, una vez cada tres asaltos, el usuario puede agrupar en torno a él toda la carga electromagnética de los alrededores, hasta acumular en sus manos el verdadero poder del rayo. El calor liberado con esta técnica cristaliza la arena y cuartea la tierra, así como volatiliza cualquier rastro de agua con el que tope. En seres vivos la descarga es de tales magnitudes que paraliza totalmente a la víctima... Si sobrevive, claro.
Gareth Silverwing
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- Ah no. - Dije tajante mientras me volvía hacia mis compañeros.- No pienso huir de este sitio sólo porque una bola de pelo con algo de estática se haya puesto tonto. Es más vamos a- Un primer golpe destruyó la cabeza de Al, así como la libreta con todos los documentos de emergencia que portaba... y era la última copia que tenía fuera de la oficina completamente sellada. Un segundo me dio de lleno con las zarpas mientras estaba ocupado con mi estupefacción. - Vale, se acabó el buen Arthur. Literalmente he perdido los papeles y es hora de repartir disciplina. - Musité entre dientes mientras me esforzaba por clavar los pies en el suelo y parar la enorme zarpa.
Las puntas de las garras se clavaron en mi carne lo suficiente como para hacer que la corriente contrajese mis músculos en una pose poco cómoda, aunque ayudaba a que estos no cedieran ante la presión. Esta era la segunda vez que me electrocutaban en el mismo día, o mejor dicho la misma noche y ya me estaba hartando. Vale que con mis poderes pudiera evitar las quemaduras internas, pero el resto de efectos eran tanto dolorosos como molestos.
Agarré con una mano una de las garras y la saqué de mi hombro, esperando empujar lo suficiente la extremidad como para sacar la que se me había clavado en el costado. Tratando de mantenerlo firme, podría evitar que escapase de esa forma. Extendí mi brazo libre y lo estiré para notar que ningún ligamento importante estuviese dañado. Un aura rojiza me envolvió al mismo tiempo que dirigía una mirada severa a los ojos de la bestia.
- Parece que el gatito está juguetón...- Comenzó a salir vapor de la palma de mi mano a medida que el calor que había tomado de la descarga se acumulaba en esta, de pronto superó la temperatura de ignición y el puño se envolvió en unas vivas llamas anaranjadas. - Es hora de que le rasque la barriguita, o no se quedará tranquilo.
Cerré el puño con todas mis fuerzas y este adquirió un brillo blanquecino, con una incandescencia tal que las llamas habían desaparecido. Con un ímpetu disciplinario lancé un puñetazo a la boca del estómago de la bestia con la intención de dejarla K.O, o por lo menos de hacer que parase durante unos segundos a causa del dolor.
Las puntas de las garras se clavaron en mi carne lo suficiente como para hacer que la corriente contrajese mis músculos en una pose poco cómoda, aunque ayudaba a que estos no cedieran ante la presión. Esta era la segunda vez que me electrocutaban en el mismo día, o mejor dicho la misma noche y ya me estaba hartando. Vale que con mis poderes pudiera evitar las quemaduras internas, pero el resto de efectos eran tanto dolorosos como molestos.
Agarré con una mano una de las garras y la saqué de mi hombro, esperando empujar lo suficiente la extremidad como para sacar la que se me había clavado en el costado. Tratando de mantenerlo firme, podría evitar que escapase de esa forma. Extendí mi brazo libre y lo estiré para notar que ningún ligamento importante estuviese dañado. Un aura rojiza me envolvió al mismo tiempo que dirigía una mirada severa a los ojos de la bestia.
- Parece que el gatito está juguetón...- Comenzó a salir vapor de la palma de mi mano a medida que el calor que había tomado de la descarga se acumulaba en esta, de pronto superó la temperatura de ignición y el puño se envolvió en unas vivas llamas anaranjadas. - Es hora de que le rasque la barriguita, o no se quedará tranquilo.
Cerré el puño con todas mis fuerzas y este adquirió un brillo blanquecino, con una incandescencia tal que las llamas habían desaparecido. Con un ímpetu disciplinario lancé un puñetazo a la boca del estómago de la bestia con la intención de dejarla K.O, o por lo menos de hacer que parase durante unos segundos a causa del dolor.
- Resumen:
- Recibir el zarpazo y tratar de pararlo. Lanzar un puñetazo a la boca del estómago de Zai.
- Cosas usadas:
- Trasn Am (Primer turno)
Solar Edge (Sin hacer un filo, solamente aplicado a mi puño)
Aki D. Arlia
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Lo primero que pensó al llegar a lo alto de la aguja era que todo estaba perdido. Tardó varios segundos en comprender el caos que se estaba desatando a sus pies. Veía un enorme escenario de piedra blanca y todo tipo de personas arremolinándose tanto en las gradas como en el centro. El ruido sobrepasaba la vibración y aunque veía escombros volar como si fueran plumas, no era lo que más le llamaba la atención.
Dio un rodeo y descendió, dejando a Supaidaman en tierra firme y posándose ella también, analizando la escena a una distancia prudencial. Había un gran combate llevándose a cabo y el epicentro parecía ser David Brownie. También andaban por ahi Zane D. Kenshin y Dexter Black... todo caras famosas y ni una sola alegre. Frunció el ceño, preocupada. No entendía lo suficiente de la situación como para inmiscuirse en la pelea, pero tampoco tenía claro quién iba ganando o perdiendo. ¿Y si no se acababa a tiempo? ¿Y si la aguja explotaba en cuestión de segundos, sin que nadie pudiera hacer nada? Respiró hondo una sola vez y miró a su alrededor. Las gradas estaban llenas de gente que desconocía, pero tampoco ellos parecían tener a dónde ir. Entre el estrambótico público los había desde asustados hasta arrogantes. Mientras decidía qué hacer, un grito le hizo volver la mirada al escenario.
Presenció en silencio la última escena de la pelea, pero antes de saber cómo había terminado había tomado una decisión. Llevó una mano al aire y disparó un diminuto Orbe Oscuro para atraer la atención de la gente a su alrededor.
- Muy bien, damas, caballeros y todo aquello por el medio. ¡Se acabó el espectáculo! Es hora de irnos, si es que queréis salir con vida.
Era consciente de que muchas de esas personas no habían venido allí y se habían apalancado en esas gradas tras una larga tarde intentando parar la aguja, pero tampoco Supaidaman había llegado con buenas intenciones. Y tenía una idea muy clara de a dónde llevar a toda esa gente. Si no le hacían caso, volvería a disparar hasta que empezaran a levantarse. Se los llevaría consigo a las primeras escaleras que pudiera encontrar y de ahí... todo hacia abajo. Se volvió hacia su nuevo compinche, para pedirle un favor:
- Ve delante, encuentra el camino más recto. Y si por el camino encuentras a alguien que parezca un revolucionario, dile que le tengo un regalo. Creo que algunas de estas personas tienen una deuda con ellos.
Esperaría a que todos estuvieran en camino para avanzar con ellos y si había algún rezagado que se negara a avanzar... tendría que disparar una vez más.
Dio un rodeo y descendió, dejando a Supaidaman en tierra firme y posándose ella también, analizando la escena a una distancia prudencial. Había un gran combate llevándose a cabo y el epicentro parecía ser David Brownie. También andaban por ahi Zane D. Kenshin y Dexter Black... todo caras famosas y ni una sola alegre. Frunció el ceño, preocupada. No entendía lo suficiente de la situación como para inmiscuirse en la pelea, pero tampoco tenía claro quién iba ganando o perdiendo. ¿Y si no se acababa a tiempo? ¿Y si la aguja explotaba en cuestión de segundos, sin que nadie pudiera hacer nada? Respiró hondo una sola vez y miró a su alrededor. Las gradas estaban llenas de gente que desconocía, pero tampoco ellos parecían tener a dónde ir. Entre el estrambótico público los había desde asustados hasta arrogantes. Mientras decidía qué hacer, un grito le hizo volver la mirada al escenario.
Presenció en silencio la última escena de la pelea, pero antes de saber cómo había terminado había tomado una decisión. Llevó una mano al aire y disparó un diminuto Orbe Oscuro para atraer la atención de la gente a su alrededor.
- Muy bien, damas, caballeros y todo aquello por el medio. ¡Se acabó el espectáculo! Es hora de irnos, si es que queréis salir con vida.
Era consciente de que muchas de esas personas no habían venido allí y se habían apalancado en esas gradas tras una larga tarde intentando parar la aguja, pero tampoco Supaidaman había llegado con buenas intenciones. Y tenía una idea muy clara de a dónde llevar a toda esa gente. Si no le hacían caso, volvería a disparar hasta que empezaran a levantarse. Se los llevaría consigo a las primeras escaleras que pudiera encontrar y de ahí... todo hacia abajo. Se volvió hacia su nuevo compinche, para pedirle un favor:
- Ve delante, encuentra el camino más recto. Y si por el camino encuentras a alguien que parezca un revolucionario, dile que le tengo un regalo. Creo que algunas de estas personas tienen una deuda con ellos.
Esperaría a que todos estuvieran en camino para avanzar con ellos y si había algún rezagado que se negara a avanzar... tendría que disparar una vez más.
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Edward llegó a lo alto de la torre, encontrándose, para su decepción, un ordenador, que al parecer era el culpable de los disparos. Se relajó, suspiró y dejó de cargar electricidad, no habría que combatir por el momento. Tras eso, buscó la manera de desarmar el cañón o retirar la munición, para que no fuera un problema. En caso de que no pudiera, simplemente rompería el arma lo justo para que no fuera funcional.
Osuka y Maki llegaron muy pronto a donde Edward, lo cual lo sorprendió, aunque gratamente. —Oh, habéis llegado muy rápido, ¿no había nada abajo? —preguntó, curioso.
Edward se había concentrado directamente en evitar que aquella máquina disparara de nuevo, pero los controles le habían pasado inadvertidos. Osu se dirigió a ellos y, aunque Maki trató de detenerlo, Osu pulsó el gran botón rosa sin pensárselo demasiado. Edward tampoco hubiera sido partidario de pulsarlo a la ligera, pero no estaba pendiente, sino que se había dedicado a analizar un poco la máquina en su conjunto y también la situación de esta, quedando absorto en sus pensamientos una vez más. —¿Qué sentido tiene esta torre, proteguida por esta especie de torreta automática? ¿Será que estamos perdiéndonos algo...? —se preguntaba en voz alta. Edward creía que debía haber algo oculto en la torre o, si no era eso, esta torre protegía algo que estaba más adelante (o más arriba en la aguja). ¿Sería solo para dificultar aún más la ascensión o había algún secreto por los alrededores? Todos estos pensamientos se interrumpieron cuando Edward se giró hacia sus dos acompañantes al oír el "clic" del botón rosa al ser pulsado. —¿Hum? ¿Qué ha sido...? —musitó el chico, esperando que algo o alguien respondiera a lo que había sucedido mientras no miraba.
Osuka y Maki llegaron muy pronto a donde Edward, lo cual lo sorprendió, aunque gratamente. —Oh, habéis llegado muy rápido, ¿no había nada abajo? —preguntó, curioso.
Edward se había concentrado directamente en evitar que aquella máquina disparara de nuevo, pero los controles le habían pasado inadvertidos. Osu se dirigió a ellos y, aunque Maki trató de detenerlo, Osu pulsó el gran botón rosa sin pensárselo demasiado. Edward tampoco hubiera sido partidario de pulsarlo a la ligera, pero no estaba pendiente, sino que se había dedicado a analizar un poco la máquina en su conjunto y también la situación de esta, quedando absorto en sus pensamientos una vez más. —¿Qué sentido tiene esta torre, proteguida por esta especie de torreta automática? ¿Será que estamos perdiéndonos algo...? —se preguntaba en voz alta. Edward creía que debía haber algo oculto en la torre o, si no era eso, esta torre protegía algo que estaba más adelante (o más arriba en la aguja). ¿Sería solo para dificultar aún más la ascensión o había algún secreto por los alrededores? Todos estos pensamientos se interrumpieron cuando Edward se giró hacia sus dos acompañantes al oír el "clic" del botón rosa al ser pulsado. —¿Hum? ¿Qué ha sido...? —musitó el chico, esperando que algo o alguien respondiera a lo que había sucedido mientras no miraba.
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''Las aventuras de Noland el mentiroso''
La pequeña sonrió encantada mientras acariciaba la portada del libro con sus manitas. Sopló el polvo de la cubierta y lo hojeó con cuidado, distraídamente. Era un libro muy antiguo, sin duda. Tenía detalles dorados e ilustraciones preciosas. Parecía valioso, pero eso no le importaba tanto. Se lo llevaría con ella. No tenía muy claro cómo alguien había creído que un dispositivo del juicio final era un buen lugar para guardar libros, pero aunque sus razones tenía desde luego no era seguro. Y no podía llevárselos todos... pero salvaría a ese pequeñín.
Se lo guardó en el bolso con cuidado, antes de continuar caminando.Entró a un... ¿baño? ¿al lado de una biblioteca? ¿de verdad seguía estando en la aguja? Vio un espejo y oyó voces que hablaban de apagar una luz. Miró a su alrededor, pero no vio ningún interruptor. Se inclinó otro poco y sintió frío en la nariz. De alguna manera, trastabilló y acabó con el culo en el suelo. Parpadeó, confusa y algo desorientada. Se levantó y tras unos segundos discurriendo, entendió que solo había una solución al dilema y esa era atravesar el espejo. Eso hizo, a pasitos cortos y con las manos por delante. El vaho podía esconder cosas de ella y no quería volver a caerse de culo.
Miró hacia atrás varias veces para asegurarse de... de que había venido por donde había venido, vaya. Estaba en una especie de sala llena de cámaras y lucecitas, con dos hombres idénticos discutiendo el uno con el otro. El lugar cada vez tenía más sorpresas. Vio dos puertas, una cerrada y una que llevaba a un ascensor. Se planteó por un momento pedir permiso parar ir al ascensor, pero todavía no quería bajar y no estaba segura de que le llevara arriba. No arriba del todo. El edificio parecía demasiado raro como para eso. Con todo ello en mente, levantó una manita y comentó entre alegato y alegato de los gemelos:
- ¡Disculpen! Buenos días. Estoy buscando la manera de seguir hacia delante. ¿Quizá podrían indicarme a dónde lleva esa puerta?- Preguntó señalando a la cerrada. Esperaba que fueran amigables, o por lo menos no hostibles, pero de todas formas se aseguró de tener su espada a mano.
La pequeña sonrió encantada mientras acariciaba la portada del libro con sus manitas. Sopló el polvo de la cubierta y lo hojeó con cuidado, distraídamente. Era un libro muy antiguo, sin duda. Tenía detalles dorados e ilustraciones preciosas. Parecía valioso, pero eso no le importaba tanto. Se lo llevaría con ella. No tenía muy claro cómo alguien había creído que un dispositivo del juicio final era un buen lugar para guardar libros, pero aunque sus razones tenía desde luego no era seguro. Y no podía llevárselos todos... pero salvaría a ese pequeñín.
Se lo guardó en el bolso con cuidado, antes de continuar caminando.Entró a un... ¿baño? ¿al lado de una biblioteca? ¿de verdad seguía estando en la aguja? Vio un espejo y oyó voces que hablaban de apagar una luz. Miró a su alrededor, pero no vio ningún interruptor. Se inclinó otro poco y sintió frío en la nariz. De alguna manera, trastabilló y acabó con el culo en el suelo. Parpadeó, confusa y algo desorientada. Se levantó y tras unos segundos discurriendo, entendió que solo había una solución al dilema y esa era atravesar el espejo. Eso hizo, a pasitos cortos y con las manos por delante. El vaho podía esconder cosas de ella y no quería volver a caerse de culo.
Miró hacia atrás varias veces para asegurarse de... de que había venido por donde había venido, vaya. Estaba en una especie de sala llena de cámaras y lucecitas, con dos hombres idénticos discutiendo el uno con el otro. El lugar cada vez tenía más sorpresas. Vio dos puertas, una cerrada y una que llevaba a un ascensor. Se planteó por un momento pedir permiso parar ir al ascensor, pero todavía no quería bajar y no estaba segura de que le llevara arriba. No arriba del todo. El edificio parecía demasiado raro como para eso. Con todo ello en mente, levantó una manita y comentó entre alegato y alegato de los gemelos:
- ¡Disculpen! Buenos días. Estoy buscando la manera de seguir hacia delante. ¿Quizá podrían indicarme a dónde lleva esa puerta?- Preguntó señalando a la cerrada. Esperaba que fueran amigables, o por lo menos no hostibles, pero de todas formas se aseguró de tener su espada a mano.
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