Deathstroke
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Krauser había quedado hecho una piltrafa después de todo lo que le habían hecho, y la enorme esfera con su estrella de energía habían causado bastantes daños cuando se liberó su poder. La liberación había provocado que saliese lanzado sin control, por suerte fui a parar a la estructura de la aguja.
Cuando me incorporé pude ver toda la destrucción que se había llevado a cabo, notaba un dolo intenso en mi espalda, así como en uno de mis brazos. Lo más seguro era que se me hubiese partido algún hueso tras aquel impacto. Cuando me acerqué al cuerpo de Krauser por un momento llegué a pensar que se encontraba muerto, pero mi ojo cyborg pudo detectar latido en su corazón. Al lado de su cuerpo se encontraba el marine que parecía estar casi tan mal como él.
-Joder, estáis hechos una mierda – me agache mientras una energía regenerativa comenzaba a actuar sobre mis heridas.
Cogí a Krauser por la cabeza tapando su cara con mi mano y lo levanté mientras comenzaba a curarle. Luego me acerqué al marine e hice lo mismo. Posiblemente me odiase más aún por aquello, pero me daba igual. Arrastras los llevé a un lugar donde pudiesen descansar hasta que todo terminase.
-Marine, si tienes una de esas esposas de kairo pónselas. – le dije a Zuko cuando lo solté. – Capitán – dije mentalmente intentando establecer una conexión con Dexter – Aquí hemos detenido por completo a Krauser y reducido el daño de la esfera que explotó, ¿necesitas ayuda?
Cuando me incorporé pude ver toda la destrucción que se había llevado a cabo, notaba un dolo intenso en mi espalda, así como en uno de mis brazos. Lo más seguro era que se me hubiese partido algún hueso tras aquel impacto. Cuando me acerqué al cuerpo de Krauser por un momento llegué a pensar que se encontraba muerto, pero mi ojo cyborg pudo detectar latido en su corazón. Al lado de su cuerpo se encontraba el marine que parecía estar casi tan mal como él.
-Joder, estáis hechos una mierda – me agache mientras una energía regenerativa comenzaba a actuar sobre mis heridas.
Cogí a Krauser por la cabeza tapando su cara con mi mano y lo levanté mientras comenzaba a curarle. Luego me acerqué al marine e hice lo mismo. Posiblemente me odiase más aún por aquello, pero me daba igual. Arrastras los llevé a un lugar donde pudiesen descansar hasta que todo terminase.
-Marine, si tienes una de esas esposas de kairo pónselas. – le dije a Zuko cuando lo solté. – Capitán – dije mentalmente intentando establecer una conexión con Dexter – Aquí hemos detenido por completo a Krauser y reducido el daño de la esfera que explotó, ¿necesitas ayuda?
- resumen:
- Curar a Zuko y a Krauser, intentar hablar con Dexter
Dexter Black
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El camino estaba siendo demasiado sencillo. Entendía que poca gente reparase en él, al fin y al cabo había tomado apariencia de la chica invisible, pero no gozaba de su habilidad para no ser visto y, de hecho, en circunstancias normales seguramente lo hubiesen detectado. Sin embargo no ese día, que oportunamente todo el mundo había ido allí y la gente corría como pollos sin cabeza entre apagones, temblores y demás desastres que se sucedían sin cesar en aquel sitio. "Fácil", pensó para sí. "Demasiado fácil".
Siguió avanzando hacia el centro del lugar, donde encontró lo que esperaba: Un escenario, y alrededor de él un anfiteatro de gradas escalonadas. ¿De verdad ya había llegado hasta allí? Lo único que esperaba era que fuese una trampa y quien fuese que había organizado aquello no fuese simplemente un imbécil afortunado. Aunque era lo que más podía beneficiarle de cara a solucionar aquel disparate.
-Que nadie le haga daño -respondió a Deathstroke. Su voz mental, afortunadamente, no cambiaba-. Pero tampoco permitas que se vuelva una amenaza.
Se detuvo al borde de las gradas, observando el panorama. Ante él (ella, en aquel momento) se encontraban decenas de músicos, algunos de los cuales tenían la mirada perdida fija en el escenario. Y, aunque no veía a nadie en él, estaba totalmente convencido de que si alguien acababa de hablar por la aguja no debía estar muy lejos del escenario. A no ser que llevase un micrófono inalámbrico, pero eso era fácilmente solventable.
Sacó de sus bolsillos dos inhibidores de frecuencia. Aunque le impedirían utilizar el receptor, Deathstroke no necesitaba el pequeño auricular para comunicarse, y con su pequeño tamaño podían evitar que las frecuencias de radio que normalmente una petaca utilizaría llegase hasta el receptor que, con casi toda probabilidad, estaría cerca del escenario. Así pues dejó el primero en el suelo y lo encendió, dejando el otro en sus manos. En realidad con ese debería llegar, pero nunca estaba de más un poco de seguridad. Tras eso dio un potente salto que lo llevó hasta el escenario.
Si sobre él había un micrófono se arriesgaría a utilizarlo, y con la inocente voz de Alice, diría:
-¡Era un domingo en la tarde, fui a los coches de choque!
Solo había una persona que pudiese beneficiarse de aquella debacle: El único que había ganado poder con todo eso. Y, si realmente estaba detrás de todo aquello, se merecía ser desvelado.
-Ahora que tengo vuestra atención: subid todos arriba, he encontrado al responsable.
No lo había hecho, pero pronto saldría de su escondrijo.
Siguió avanzando hacia el centro del lugar, donde encontró lo que esperaba: Un escenario, y alrededor de él un anfiteatro de gradas escalonadas. ¿De verdad ya había llegado hasta allí? Lo único que esperaba era que fuese una trampa y quien fuese que había organizado aquello no fuese simplemente un imbécil afortunado. Aunque era lo que más podía beneficiarle de cara a solucionar aquel disparate.
-Que nadie le haga daño -respondió a Deathstroke. Su voz mental, afortunadamente, no cambiaba-. Pero tampoco permitas que se vuelva una amenaza.
Se detuvo al borde de las gradas, observando el panorama. Ante él (ella, en aquel momento) se encontraban decenas de músicos, algunos de los cuales tenían la mirada perdida fija en el escenario. Y, aunque no veía a nadie en él, estaba totalmente convencido de que si alguien acababa de hablar por la aguja no debía estar muy lejos del escenario. A no ser que llevase un micrófono inalámbrico, pero eso era fácilmente solventable.
Sacó de sus bolsillos dos inhibidores de frecuencia. Aunque le impedirían utilizar el receptor, Deathstroke no necesitaba el pequeño auricular para comunicarse, y con su pequeño tamaño podían evitar que las frecuencias de radio que normalmente una petaca utilizaría llegase hasta el receptor que, con casi toda probabilidad, estaría cerca del escenario. Así pues dejó el primero en el suelo y lo encendió, dejando el otro en sus manos. En realidad con ese debería llegar, pero nunca estaba de más un poco de seguridad. Tras eso dio un potente salto que lo llevó hasta el escenario.
Si sobre él había un micrófono se arriesgaría a utilizarlo, y con la inocente voz de Alice, diría:
-¡Era un domingo en la tarde, fui a los coches de choque!
Solo había una persona que pudiese beneficiarse de aquella debacle: El único que había ganado poder con todo eso. Y, si realmente estaba detrás de todo aquello, se merecía ser desvelado.
-Ahora que tengo vuestra atención: subid todos arriba, he encontrado al responsable.
No lo había hecho, pero pronto saldría de su escondrijo.
Giotto Leblanc
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—Maldito haragán con complejo de maharajá —espetó en voz alta, contemplado como Dretch se marchaba de allí sin más.
Ni siquiera se había molestado en devolverle una simple mirada, ni un mero gesto de agradecimiento por salvar la vida de la novata a la que tanto interés tuvo en meter en la agencia. Sí, que con el tiempo le había tomado cierto cariño a la joven de cabellos rosáceos, pero en un principio no quería a desconocidos en la agencia. Falló con ella, pero acertó de lleno con Shintaro, pues Giotto tenía un dicho: “No te fíes de alguien con un color de cabello extravagante”, y así fue. El peliverde era un cretino y un traidor. En fin. Dejando de lado banalidades varias, se dirigió hacia Taylor.
—Creo recordar, si la memoria no me falla, que pese a ser una agente del gobierno desconoces las técnicas básicas del rokushiki, ¿cierto? —le preguntó, poniéndose a la espalda de la pelirrosa—. Así que si me permites…
El rubio flexionó las rodillas, puso una de sus manos en la lumbar de la joven y la otra en su femoral, y la sujetó como una princesa. Pese a su delgadez era pesada, quizá demasiado para alguien de su complexión. Se fijó en que el brazo que sujetaba su cuello era de metal y eso le desveló mucha de sus dudas.
—¿Desde hace cuánto que tú…? —le preguntó a la joven, para luego usar su geppou y situarse al lado de Dretch—. Los modales hacen al hombre, modista de segunda —le dijo Giotto, una vez se puso a su lado y le siguió.
Ni siquiera se había molestado en devolverle una simple mirada, ni un mero gesto de agradecimiento por salvar la vida de la novata a la que tanto interés tuvo en meter en la agencia. Sí, que con el tiempo le había tomado cierto cariño a la joven de cabellos rosáceos, pero en un principio no quería a desconocidos en la agencia. Falló con ella, pero acertó de lleno con Shintaro, pues Giotto tenía un dicho: “No te fíes de alguien con un color de cabello extravagante”, y así fue. El peliverde era un cretino y un traidor. En fin. Dejando de lado banalidades varias, se dirigió hacia Taylor.
—Creo recordar, si la memoria no me falla, que pese a ser una agente del gobierno desconoces las técnicas básicas del rokushiki, ¿cierto? —le preguntó, poniéndose a la espalda de la pelirrosa—. Así que si me permites…
El rubio flexionó las rodillas, puso una de sus manos en la lumbar de la joven y la otra en su femoral, y la sujetó como una princesa. Pese a su delgadez era pesada, quizá demasiado para alguien de su complexión. Se fijó en que el brazo que sujetaba su cuello era de metal y eso le desveló mucha de sus dudas.
—¿Desde hace cuánto que tú…? —le preguntó a la joven, para luego usar su geppou y situarse al lado de Dretch—. Los modales hacen al hombre, modista de segunda —le dijo Giotto, una vez se puso a su lado y le siguió.
Ascendía sin que nada se lo impidiese, o al menos eso parecía. Como de costumbre, sus alas apenas se movían. Una tímida batida de vez en cuando era más que suficiente para garantizar su estabilidad, mientras que una poderosa columna de viento golpeaba con furia su plumaje.
Los huesos metálicos del Jinete se sucedían ante sus ojos a una velocidad vertiginosa, así como las eléctricas arterias que manchaban la oscuridad con sus chispas. Pero nada de eso importaba en absoluto a Therax. Percibía todo aquello como vano y lejano, sin ver ni mirar algo que en esos momentos se le antojaba tan insignificante. Ni siquiera el inminente desplome de la estructura o la voz que de nuevo interpelaba a alguien cobraban relevancia para él.
Por el contrario, su mente y su conciencia andaban perdidas en el sinfín de auras que, al igual que las entrañas de la Aguja, desfilaban ante él. Presencias iracundas y primitivas, iluminadas por una misteriosa energía tan antigua como el propio mundo. Auras comprometidas con una metafísica, abstracta y, probablemente, errónea concepción del bien. Dolor, gritos y muerte reinaban en la construcción.
-Hay que terminar con todo esto -dijo en su fuero interno.
-¿En serio? Yo pensaba que habíamos venido para echar la noche -replicó H con sorna desde lo más profundo de su ser-. Deja de dar vueltas sin sentido y busca al gañán. Has estado muy apartado de todo y ya va siendo hora de que regreses.
El rubio sabía que tenía razón, pero la fotografía de unos ojos tan profundos como misteriosos no abandonaba su mente. ¿Cómo se encontraría Annie? No sabía nada de ella desde hacía demasiado tiempo. Fuera como fuere, la albina tendía a buscar con ansia los problema y el conflicto. ¿O acaso era al revés? De un modo u otro, estaba claro que, si todo iba bien, los caminos de ambos concluirían al final de aquel sendero.
Rastrearía en busca de la presencia del pelirrojo y, una vez identificada, volaría a toda velocidad hasta ella, aterrizando junto a su capitán con una media sonrisa en su rostro.
Los huesos metálicos del Jinete se sucedían ante sus ojos a una velocidad vertiginosa, así como las eléctricas arterias que manchaban la oscuridad con sus chispas. Pero nada de eso importaba en absoluto a Therax. Percibía todo aquello como vano y lejano, sin ver ni mirar algo que en esos momentos se le antojaba tan insignificante. Ni siquiera el inminente desplome de la estructura o la voz que de nuevo interpelaba a alguien cobraban relevancia para él.
Por el contrario, su mente y su conciencia andaban perdidas en el sinfín de auras que, al igual que las entrañas de la Aguja, desfilaban ante él. Presencias iracundas y primitivas, iluminadas por una misteriosa energía tan antigua como el propio mundo. Auras comprometidas con una metafísica, abstracta y, probablemente, errónea concepción del bien. Dolor, gritos y muerte reinaban en la construcción.
-Hay que terminar con todo esto -dijo en su fuero interno.
-¿En serio? Yo pensaba que habíamos venido para echar la noche -replicó H con sorna desde lo más profundo de su ser-. Deja de dar vueltas sin sentido y busca al gañán. Has estado muy apartado de todo y ya va siendo hora de que regreses.
El rubio sabía que tenía razón, pero la fotografía de unos ojos tan profundos como misteriosos no abandonaba su mente. ¿Cómo se encontraría Annie? No sabía nada de ella desde hacía demasiado tiempo. Fuera como fuere, la albina tendía a buscar con ansia los problema y el conflicto. ¿O acaso era al revés? De un modo u otro, estaba claro que, si todo iba bien, los caminos de ambos concluirían al final de aquel sendero.
Rastrearía en busca de la presencia del pelirrojo y, una vez identificada, volaría a toda velocidad hasta ella, aterrizando junto a su capitán con una media sonrisa en su rostro.
El caos y la destrucción se habían hecho amo y señora de la estructura que, irónicamente, había sido construida con ese fin. Los cuerpos de quienes habían sido liberados eran aplastados por los fragmentos de roca y metal que se desprendían. Al mismo tiempo, una voz resonaba desde algún lugar... Una vez más. Era evidente que a alguien no le habían prestado la suficiente atención durante su infancia.
Varios escombros trataron en vano de aplastarme, obteniendo como resultado la reintegración de mi cuerpo. Era un fastidio, sí, pero al menos caminaba con más seguridad que cualquier otro. No obstante, cualquier atisbo de serenidad desapareció en cuanto mis ojos vieron a Ellie. Y si no era ella, se parecía demasiado. Al igual que los seres que habíamos liberado, su aspecto había cambiado radicalmente. Lo más llamativo era su actitud, que había ido desde un tono afable y despreocupado a... bueno... la locura absoluta.
Maldije por lo bajo, observando a continuación a un maltrecho comodoro Kasai. Por muy poco que me gustase, y sabiendo que aquello llegaba demasiado tarde -aunque, por una vez, no fuese a consecuencia de mi dejadez-, cubrí la distancia que me separaba del oficial a toda velocidad.
Una vez allí, ejecuté un vago saludo militar y formulé la pregunta más sencilla y directa que se me ocurrió:
-¿Dónde se me necesita, señor?
Varios escombros trataron en vano de aplastarme, obteniendo como resultado la reintegración de mi cuerpo. Era un fastidio, sí, pero al menos caminaba con más seguridad que cualquier otro. No obstante, cualquier atisbo de serenidad desapareció en cuanto mis ojos vieron a Ellie. Y si no era ella, se parecía demasiado. Al igual que los seres que habíamos liberado, su aspecto había cambiado radicalmente. Lo más llamativo era su actitud, que había ido desde un tono afable y despreocupado a... bueno... la locura absoluta.
Maldije por lo bajo, observando a continuación a un maltrecho comodoro Kasai. Por muy poco que me gustase, y sabiendo que aquello llegaba demasiado tarde -aunque, por una vez, no fuese a consecuencia de mi dejadez-, cubrí la distancia que me separaba del oficial a toda velocidad.
Una vez allí, ejecuté un vago saludo militar y formulé la pregunta más sencilla y directa que se me ocurrió:
-¿Dónde se me necesita, señor?
Taylor Fitzgerald
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Taylor miró una vez más el cuerpo quemado del revolucionario. Se arrodilló, para coger la vara metálica y guardarla, sin dejar de mirarlo. El fuego de Giotto había logrado eso y pensó en que quizá debía tener unos soportes en su cuerpo que le permitieran generar fuego, sería útil para situaciones así. De no ser por su cuerpo metálico para atontar tanto al gorila como al pelirrojo, no habrían tenido oportunidad de vencerlos.
La muchacha se levantó, quedándose cerca de su compañero ignífugo. Sonrió por lo bajo al ver como insultaba a Dretch, pero enseguida recobró la compostura. Su superior estaba bastante alterado y había pasado de esperarles para continuar a por el hombre trajeado. Taylor no era tonta e intuía el por qué se su comportamiento. Todo había ido bien hasta el final, ahora que ya estaban más cerca de lo alto.
La agente miró de reojo a Giotto, ya que este estaba situándose detrás suya y cuando se iba a girar para responderle, la levantó en brazos. De nuevo, necesitaba unos propulsores con urgencia. Le resultaba lamentable que tuvieran que llevarla en brazos con el geppou. Siguió con la mirada a Dretch, desde lo alto, hasta que su compañero captó su atención. Al menos él parecía habérselo tomado mejor que su superior.
-Es una larga historia que contaré cuando todo esto termine, pero me alegro de que no te comportes como él - señaló, suspirando y tras eso bajó de Giotto, dejando en el centro de los a Dretch-. Todo este tiempo ayudándote con cosas peligrosas en la Aguja para después ganarme esas reacciones. Sé que puede parecer difícil de entender, pero no cambia nada en mí que sea un robot - estiró su brazo - Tu también tienes un brazo mecánico y te hemos mostrado nuestro apoyo, ¿por qué yo merezco ese desdén? Si crees que soy una traidora por ocultar algo así... era por esto mismo, por que quería evitar todas esas reacciones. Nadie sospecharía de un robot que parece una humana, pero ya veo que los humanos sois complejos hasta para las buenas acciones.
Tras eso, caminó mirando al frente, dando unos pasos por delante de sus compañeros. Si iban a por el hombre trajeado no podía andar lejos.
La muchacha se levantó, quedándose cerca de su compañero ignífugo. Sonrió por lo bajo al ver como insultaba a Dretch, pero enseguida recobró la compostura. Su superior estaba bastante alterado y había pasado de esperarles para continuar a por el hombre trajeado. Taylor no era tonta e intuía el por qué se su comportamiento. Todo había ido bien hasta el final, ahora que ya estaban más cerca de lo alto.
La agente miró de reojo a Giotto, ya que este estaba situándose detrás suya y cuando se iba a girar para responderle, la levantó en brazos. De nuevo, necesitaba unos propulsores con urgencia. Le resultaba lamentable que tuvieran que llevarla en brazos con el geppou. Siguió con la mirada a Dretch, desde lo alto, hasta que su compañero captó su atención. Al menos él parecía habérselo tomado mejor que su superior.
-Es una larga historia que contaré cuando todo esto termine, pero me alegro de que no te comportes como él - señaló, suspirando y tras eso bajó de Giotto, dejando en el centro de los a Dretch-. Todo este tiempo ayudándote con cosas peligrosas en la Aguja para después ganarme esas reacciones. Sé que puede parecer difícil de entender, pero no cambia nada en mí que sea un robot - estiró su brazo - Tu también tienes un brazo mecánico y te hemos mostrado nuestro apoyo, ¿por qué yo merezco ese desdén? Si crees que soy una traidora por ocultar algo así... era por esto mismo, por que quería evitar todas esas reacciones. Nadie sospecharía de un robot que parece una humana, pero ya veo que los humanos sois complejos hasta para las buenas acciones.
Tras eso, caminó mirando al frente, dando unos pasos por delante de sus compañeros. Si iban a por el hombre trajeado no podía andar lejos.
Hamlet
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El escupitajo salpicó mi armadura, aunque la ira del momento consiguió que me mantuviese impasible ante este gesto. Notando que la niña estaba realmente herida, la solté. Mantuve el ceño fruncido en todo momento, pues aún no me había dado cuenta de lo que había hecho. La observé con desdén: tan poca edad y ya había estado al borde de graduarse de asesina.
-No vuelvas a hacer eso -dije con acritud-. Quédate quieta y respeta a la Justicia.
En mí quedaban pocas ganas de volver a tratarla como una niña. En aquel momento pensé que se había ganado aquel golpe, que de algún modo estaba orientándola nuevamente hacia el camino del orden y la virtud.
Eché un vistazo a la sala. Zor-El había logrado acabar con su contrincante, aunque no podía decir lo mismo de los rivales de Nakajima y el mapache. Me imaginé que el comandante debía de estar dispuesto a ayudar a cualquiera de los dos, por lo que me encogí de hombros, mientras mi expresión grave se tornaba en una de cierto pesar, y me dispuse a marcharme por el pasillo. Allí ya no me necesitaban. Quizás sería más útil en otra parte.
Volví la vista hacia la niña, y algo dentro de mí me hizo sentir una profunda vergüenza y lástima por la joven. Intentando evitar estos pensamientos, le dirigí una última mirada cargada de pura frialdad -aunque quizás solo sirviese para convencerme a mí mismo de que lo que hacía era correcto- y emprendí el camino hacia el umbral al fondo de la habitación, que llevaba a un oscuro pasillo. A estas alturas, no sabía qué podría ser lo siguiente.
-No vuelvas a hacer eso -dije con acritud-. Quédate quieta y respeta a la Justicia.
En mí quedaban pocas ganas de volver a tratarla como una niña. En aquel momento pensé que se había ganado aquel golpe, que de algún modo estaba orientándola nuevamente hacia el camino del orden y la virtud.
Eché un vistazo a la sala. Zor-El había logrado acabar con su contrincante, aunque no podía decir lo mismo de los rivales de Nakajima y el mapache. Me imaginé que el comandante debía de estar dispuesto a ayudar a cualquiera de los dos, por lo que me encogí de hombros, mientras mi expresión grave se tornaba en una de cierto pesar, y me dispuse a marcharme por el pasillo. Allí ya no me necesitaban. Quizás sería más útil en otra parte.
Volví la vista hacia la niña, y algo dentro de mí me hizo sentir una profunda vergüenza y lástima por la joven. Intentando evitar estos pensamientos, le dirigí una última mirada cargada de pura frialdad -aunque quizás solo sirviese para convencerme a mí mismo de que lo que hacía era correcto- y emprendí el camino hacia el umbral al fondo de la habitación, que llevaba a un oscuro pasillo. A estas alturas, no sabía qué podría ser lo siguiente.
- Resumen:
- Ir a la habitación contigua.
Steve
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Habíamos subido a un ascensor, gracias al engaño de Nailah, que parecía ir a lo alto de la aguja. Nos acompañaba el hombre, posiblemente porque no se fiaba de la mujer. Razonable, si la guerra dependía de lo que tenía en el paquete, yo tampoco me fiaría solo porque lo dijeran unos extraños. Por suerte y desgracia para mi, la guerra no dependía de un paquete normal y corriente.
Tras un poco de subida, un estruendo sonó y el ascensor vibró como si algo hubiera impactado contra él. Perdí un poco el equilibrio debido al movimiento, y tras asegurarme de que no le había pasado nada al paquete, alcé la mirada para ver al hombre caer. No creo que sobreviviera.
Ahora nos encontrábamos en un pequeño problema, sobre como salir, porque el ascensor no parecía moverse. Ante la situación, la chica decidió intentar salir por una trampilla que había en el techo del elevador. Me comentó que debíamos subir por el riel, que ella iría primero, a lo que asentí en afirmación. Así que esperé a que ella empezara a subir. Cuando llegase arriba, subiría al techo del ascensor, y como me indicó, traté de lanzarle el paquete con todas mis fuerzas para que llegara con seguridad a donde estaba, tratando de no hacer un movimiento muy brusco debido al momento tan precario del ascensor. Tras eso, empezaría a moverme por el mismo camino que ella había seguido.
Tras un poco de subida, un estruendo sonó y el ascensor vibró como si algo hubiera impactado contra él. Perdí un poco el equilibrio debido al movimiento, y tras asegurarme de que no le había pasado nada al paquete, alcé la mirada para ver al hombre caer. No creo que sobreviviera.
Ahora nos encontrábamos en un pequeño problema, sobre como salir, porque el ascensor no parecía moverse. Ante la situación, la chica decidió intentar salir por una trampilla que había en el techo del elevador. Me comentó que debíamos subir por el riel, que ella iría primero, a lo que asentí en afirmación. Así que esperé a que ella empezara a subir. Cuando llegase arriba, subiría al techo del ascensor, y como me indicó, traté de lanzarle el paquete con todas mis fuerzas para que llegara con seguridad a donde estaba, tratando de no hacer un movimiento muy brusco debido al momento tan precario del ascensor. Tras eso, empezaría a moverme por el mismo camino que ella había seguido.
Las explosiones y llamaradas se suceden sin cesar, auspiciadas por el bombardeo incesante y el fuego cruzado entre la Marina y defensores de la aguja, que van dejando cada vez más maltrecha la estructura de soporte. Es en este momento cuando, de pronto, de nuevo una frase sin sentido recorre la aguja:
-¡Era un domingo en la tarde, fui a los coches de choque!
Se trata de una voz dulce, aunque ni de lejos sinfónica. Algo más apagada, a lo lejos, suenan sirenas y parece como si alguien intentase corear la cancioncilla, pero todo sonido desde la aguja se corta al instante por unos segundos, y tras eso se puede escuchar una voz que, ahora sin distorsión, todo el mundo puede reconocer: David Brownie.
-Tenía otros planes pero... Supongo que no es mal comienzo para el concierto.
-¡Era un domingo en la tarde, fui a los coches de choque!
Se trata de una voz dulce, aunque ni de lejos sinfónica. Algo más apagada, a lo lejos, suenan sirenas y parece como si alguien intentase corear la cancioncilla, pero todo sonido desde la aguja se corta al instante por unos segundos, y tras eso se puede escuchar una voz que, ahora sin distorsión, todo el mundo puede reconocer: David Brownie.
-Tenía otros planes pero... Supongo que no es mal comienzo para el concierto.
- Dexter, Zane, Therax, Luka y Marc:
- Con la torre hecha un caos, la estructura comprometida y las defensas desactivadas no encontráis mucha resistencia a la hora de subir al último piso.
Una plataforma enorme, con varias estructuras edificadas, la mayoría de aspecto funcional. Parece ser que no hay luz en gran parte de los edificios y sólo funcionan con energía de emergencia. En el centro podéis ver un escenario, el cual se hunde en el suelo con unas gradas de aspecto semicircular. En el escenario podéis ver que una joven canta la primera frase de una canción que a muchos os suena mientras el público cuchichea confuso.
De pronto, tras decir una frase bastante llamativa... las luces se apagan y los focos apuntan al centro, justo por detrás de esta chica.
Dexter, tu frase ha resonado por toda la aguja, quizás mucho más fuerte de lo que pretendías. Puede que ese micrófono sea peligroso.
Tras decirlo las luces se apagan y los focos apuntan justo detrás de ti. Un llamativo juego de pirotecnia sale del escenario mientras una figura emerge de una plataforma. Sabes quien es, sospechabas que estaba detrás de esto, pero no esperabas estar en lo cierto.
David Brownie en persona, preparado y ataviado para el concierto de su vida, una sensación incómoda recorre tu espalda cuando vuestras miradas se cruzan.
- En efecto, estaba a punto de decir eso mismo. Tenía otros planes pero... Supongo que no es un mal comienzo para el concierto.
Chasquea los dedos y las luces se encienden, el público por fin tiene delante a su estrella. Como si no pasase nada camina a tu lado mientras saluda de forma teatral a sus fans.
- Veo que te has asegurado un puesto de primera fila para el espectáculo.- Se vuelve al micrófono para hablar directamente al público. - Pero descuidad, en unos minutos los preparativos estarán listos y el concierto podrá empezar. Hasta entonces... Poneos cómodos y disfrutad.- Se vuelve hacia ti. - ¿Y bien? ¿En qué puedo ayudaros?
- Death, Zuko y Iulio:
- Zuko, yaces al lado de Krauser, malherido por el combate, los primeros auxilios que te han aplicado son útiles y muchas de las heridas recibidas no dejarán cicatriz. El ojo en cambio... el daño es profundo, no sabes muy bien si lo podrás recuperar.
Entre tanto llega tu subordinado, podrías ponerle al día de la situación o darle instrucciones de que asegure a Krauser.
Death, notas que está inconsciente, cercano al coma. Aun estando atendido sus heridas son tremendamente graves, ha perdido cerca del 80% de la piel, esta está quemada o carbonizada. Los músculos tienen innumerables cortes, algunos atendidos, otros sangrantes. Está estable, de momento, pero notas que su ritmo cardíaco va en aumento.
De una de sus heridas sale lo que parece un manojo de hilos blancos, con algunas puntas chamuscadas. Empieza a reptar confuso por el suelo, creando apéndices y retrayéndolos como si de patas se tratase, explorando, buscando. Se pone al lado de Zuko, pero tras unos segundos se lanza hacia la cabeza a Iulio.
- Los fugitivos:
Zay, tu puñetazo da justo en su blanco y escuchas al hombre gemir de dolor. Cae al suelo y aunque hace un breve ademán de volver a levantarse, pronto se queda inconsciente. La última cosa en su mente son las palabras de Galhard… que te coge y juntos ascendeis junto al pilar de hielo.
Arthur, por suerte para ti las uñas de la mujer se clavan en el hielo… aunque eso implica que empieza a elevarse también. Jack, por tu parte consigues sorprender a la mujer, que se queda en el suelo hecha un lío pegajoso. Y parece que soltó las esposas en algún momento, se han quedado atrapadas en tu caramelo. Erik, un sexto pilar de hielo te eleva y reúne con el resto de la brigada y Zay. Por cierto, la oveja rosa de Bleyd se te ha subido al regazo.
No parece que seais muy capaces de coordinaros para vuestra técnica secreta, pero lo que está claro es que continuais avanzando. Podéis ver a vuestros pies que vuestras batallas no eran ni de lejos las únicas teniendo lugar. Veis explosiones, rayos, muertos y a todo tipo de gente luchando por su vida. Por fin, llegáis arriba de todo. Lo más alto de la aguja. Ante vosotros hay varios edificios, un par de torres y lo que parecen algunos cuarteles. No hay mucha gente por el lugar, aunque si que veis a un joven con cascos en la cabeza y papeles en la mano corriendo apresuradamente.
- Bleyd:
- Empiezas a apretar botones y las imágenes de las cámaras van cambiando. Localizas a Al y su pandilla, Fluffle incluido. Están subidos en una especie de espiral de hielo en plan ascensor improvisado. Pronto salen del rango de la cámara. Otra apunta a una pelea masiva en la que parecen estar involucrados muertos vivientes y la tercera… la tercera te muestra algo que no reconoces. Un escenario de piedra blanca, sólida, lleno de gente. Reconoces algunos de tus músicos favoritos. Se miran unos a otros como esperando a algo… o a alguien.
De repente, una serie de botones te llaman la atención y reconoces bajo cada cámara el símbolo universal de un altavoz. Si pulsas uno (o varios) se encenderán… expectantes. Tras la puerta cerrada, se oyen unos golpes contra el metal.
- ¡Oye, Mark! ¿Has avisado ya a los refuerzos del area 7? ¡Hay prisa, caray!
- Hamlet:
- Continúas por el pasillo, que se va estrechando. Desemboca en una pequeña escalera de caracol hecha de metal y si la subes te encontrarás en pasillo todavía más pequeño. Apenas queda espacio entre tu cabeza y el techo. Está pobremente iluminado y aquí y allá hay telas oscuras, mesas polvorientas y cajas abiertas con extraños objetos en ellas, desde pelucas hasta un caballito de madera. De repente, oyes voces. Algo más adelante, a la derecha, hay una puerta entreabierta. Dentro, lo que parece una habitación utilizada como almacén improvisado, con dos hombres en ella. Visten de latex y cuero negro y cada uno lleva una espada en la mano. Están peleando y tirando cosas al suelo en su refriega, pero ambos sonríen y gritan cosas como: ''¡Ajá!'' y ''¡On garde!''
- Kairol Danvers:
- Tu entrada magistral deforma el suelo bajo tus pies, lo que te hace sospechar que la aguja no es tan resistente como parece o que, por la contra, está gravemente dañada y al borde del colapso, lo que la convierte en un peligro aún mayor. Pero dejando eso de lado, el caos generalizado y la gente yendo de un lado para otro no parece significar nada bueno. Si avanzas un poco, entre cuartelillos y antenas de radio, llegas a un escenario de piedra blanca sobre el que se encuentra una muchacha. Alrededor de ella hay una grada descendente en la que ves algunos de los músicos más famosos de los últimos años… Y… Bueno… Otros que no tanto.
- Ellie:
- Un disparo te roza el hombro mientras golpeas a un pelotón con furia titánica, y una pequeña esfera de metal brillante pasa por encima de tu cabeza. Frente a tus ojos, un hombre de altura impresionante y mirada aterradora te observa, cargando su disparo para, justo después, apretar el gatillo.
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- Dretch, Taylor y er tontopicha de las llama':
- Dretch, consigues derribar al hombre, que cae de bruces desde lo alto del muro al suelo maltrecho del pasillo. Parece que le entra el pánico, pues coge su escopeta y dispara a la cabeza de Giotto, que lo atraviesa al ser logia. El hombre, todavía más asustado, tira la escopeta a Giotto que lo vuelve a atravesar.
—¡Alejate, monstruo elemental!
Se intenta levantar para marcharse, pero parece que no puede. Lo mismo deberiais retenerlo.
- Estevo y Nayala:
- Steve, consigues a duras penas lanzar el paquete, pero eso si, con una precisión espectacular. Tal vez deberías haberte fijado en la etiqueta de frágil que lleva, aunque seguramente sea una exageración. Al fin y al cabo, es un instrumento capaz de cambiar el rumbo de una guerra.
En cualquier caso, mediante esta estrategia lográis subir ambos y justo saltar del ascensor mientras este colapsa cayendo y, probablemente, matando a vuestro amiguito. Nailah, ahora nada se interpone entre tu banda y tu... Salvo la legión de la muerte que tenéis delante descargando balas a diestro y siniestro, los hombres bestia hormonados y la situación de caos general que reina, además del fantasma del comunismo. Steve... ¿Has escuchado lo que dice la aguja? Tienes un pequeño deja vu.
- Maki, Tenebrex y Osuka:
- Maki tus suaves, apestosas y sudadas protuberancias delanteras se posan sobre el rostro de tu enemigo, el cual se desangra por la nariz y algo nace bajo sus pantalones. Inmediatamente después cae inconsciente sobre el suelo.
Cuando te alejas de número tres, la reencarnación del mal, puedes ver como la aguja está algo inclinada, no mucho, peor lo suficiente como para que quemes más calorías al caminar. De frente te topas con Edward y Osuka que están a punto de subir unas escaleras que llevan directamente a los anillos superiores.
Los antiguos miembros de la venganza de la quimera pueden ver como el oficial Augustus Makintosh está acercándose a vosotros, quizá sería buena idea ir con él también.
La escalera lleva al primer anillo. Allí no hay nada, pero hay un puente que lleva a uno de los pilares donde hay algo parecido a la puerta de un ascensor. El puente está roto, habiendo un salto de diez metros entre un lado y el otro. Si miráis abajo veréis que es una caída mortal, o sino os dejaría algo moñeco.
- Annie:
- Las flechas dan en su objetivo, el cual se ha quedado inmóvil y su máscara se ha caído. Si te fijas bien le has visto en alguna parte, se trata de uno de los jefes de departamento de la revolución y un rapero conocido como Big Popa.
Ves como muchos otros están volando hasta la cima, quizás debería darte prisa. Si subes verás que hay un hombre enmascarado andando por allí. Hay una gran cantidad de estructuras funcionales como cuarteles, torres de control y algunos edificios.
- AEG:
- La fuerte presencia que sientes se parece a la del emperador del Mar, Dexter Black, sin embargo, no estás seguro completamente de ello. No obstante, algo llama tu atención. Si te fijas hay un edificio de tres plantas, en cuyo segundo piso hay una luz parpadeante. Allí ves una silueta, pero no distingues correctamente si es un hombre, una mujer u otro ser de este mundo tan bizarro en el que vivimos.
Frente a ti hay unos pocos revolucionarios algo nerviosos, pero están armados y seguramente intentarán atacar a cualquiera que se acerque a la torre. No muy lejos de ti hay una joven de cabellos blanquecinos y buena silueta, la cual parece mirarte.
- Ichizake, William:
- Oís una extraña música que suena como apagada. Suena bajo vuestros pies. Si miráis abajo veréis que la anterior explosión ha causado cierto daño en el suelo. Grietas por todas partes. Entonces, sin previo aviso, sin daros tiempo a reaccionar siquiera, el suelo se hunde bajo vuestros pies. No os hacéis mucho daño y cuando os levantáis entre los escombros os dais cuenta de la marchosa música que suena.
Podéis ver de pie a un hombre con camisa blanca y corbata, observandoos con un bidón de gasolina en la mano. Parece confuso. Frente a él hay sentado, atado de pies y manos, un hombre amordazado, empapado en lo que solo podéis deducir que es gasolina, y con el rostro lleno de heridas.
—¿Qué cojones? —dice el torturador.
- Kaito:
- Oyes una especie de quejido. Pero no es un quejido normal. Suena extrañamente armonioso, como si fuesen exhalaciones de esfuerzo durante un baile. De entre la niebla puedes ver como surgen los zombis que se han vuelto a levantar. Todos ellos siguen una especie de baile sincronizado. En el centro, una figura de tez oscura, cabellos rizados y un extravagante chandal rojo, comanda los movimientos de baile.
—¡Shamon! —grita, con una aguda voz —. Porque esto es Thrilleeeeer...
Durante uno de sus pasos de baile se agarra la entrepierna y aprieta con fuerza. Puedes ver que le duele un poco, pero resiste por la voluntad del artista. Parece que quiere que bailes con él.
- Mapas:
Steve
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Con un poco de esfuerzo, subí hasta donde estaba Nailah con el paquete, el cual le quite de las manos agradeciéndole la ayuda. Desde ahí arriba se veían todos los estragos de la guerra, y ahora no teníamos nada que hacer, así que me quede distraído durante unos segundos por la imagen atroz. El caos se extendía cada vez más y no parecía que fuera a parar. Dirigí una mirada al paquete, que a pesar del movimiento que había pasado, estaba en una condición decente, y después a mi compañera, que había prometido ayudarme en esta situación. Algo me sacó de mi ensimismamiento, una frase que retumbó por todo el lugar. No sabía que era domingo, y la verdad no podía ver con claridad si había coches de choque, pero sería una mejor vista. Sin embargo, algo me decía que no tenía nada que ver con la guerra y era alguien que, como yo, había encontrado un micrófono.
La verdad es que no sabía que hacer ahora. Había supuesto que la persona que podría querer este paquete estaba en lo alto de este armatoste en el que me encontraba ahora. Pero no era así y si no paraba pronto, quien sabe como acabaría el mar si se llegaba a activar el aparato, y no solo eso, ¿que nos pasaría a los que estábamos ahí arriba? Lo peor que podría pasar fuera que muriésemos al estar en el origen del petardazo, y quizás lo más leve sería bajar por vete tu a saber donde.
Suspiré ante la situación, todo eso me superaba, así que no me preocupé lo más mínimo por ello. No sabía que hacer, así que ¿lo mejor era darle conversación a la chica? Al menos hasta que todo acabara.
La verdad es que no se como vamos a llegar ahora al dueño de este paquete. - dije sin mirarla – Todo este viaje por que tenía que entregar un paquete nada sospechoso para Ginny Hendrix. Pero a saber como podría llegar hasta aquí. -
La verdad es que no tenía mucho más que hacer excepto quejarme, así que me quedé callado, mientras me sentaba y miraba las llamas de la guerra ardiendo bajo mi. Si me tenían que quemar, que así fuera.
La verdad es que no sabía que hacer ahora. Había supuesto que la persona que podría querer este paquete estaba en lo alto de este armatoste en el que me encontraba ahora. Pero no era así y si no paraba pronto, quien sabe como acabaría el mar si se llegaba a activar el aparato, y no solo eso, ¿que nos pasaría a los que estábamos ahí arriba? Lo peor que podría pasar fuera que muriésemos al estar en el origen del petardazo, y quizás lo más leve sería bajar por vete tu a saber donde.
Suspiré ante la situación, todo eso me superaba, así que no me preocupé lo más mínimo por ello. No sabía que hacer, así que ¿lo mejor era darle conversación a la chica? Al menos hasta que todo acabara.
La verdad es que no se como vamos a llegar ahora al dueño de este paquete. - dije sin mirarla – Todo este viaje por que tenía que entregar un paquete nada sospechoso para Ginny Hendrix. Pero a saber como podría llegar hasta aquí. -
La verdad es que no tenía mucho más que hacer excepto quejarme, así que me quedé callado, mientras me sentaba y miraba las llamas de la guerra ardiendo bajo mi. Si me tenían que quemar, que así fuera.
Kaito Takumi
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Uno a uno los zombies fueron cayendo por la rampa dejando a Kaito exhausto de dar tantas lanzadas. Sin embargo, a pesar del cansancio, siguió perforando los cráneos de los que se amontonaban formando la rampa que accedía al muro, queriendo asegurarse de que aquellos malditos cuerpos jamás se volviesen a levantar. Tras un profundo resoplido, contempló su trabajo con cierta pizca de orgullo.
—Y ahora podré seguir adelante.
Pero se equivocaba.
De entre la espesa niebla donde muchos de los cadáveres habían ido a parar “ladera abajo” un muchacho hizo su rítmica puesta en escena. Uno a uno los zombies volvieron a levantarse animados por su magia musical, sirviéndole de bailarines para su extraño y macabro espectáculo. Durante unos largos segundos, Kaito se vio hechizado por lo absurdo del momento, cuestionándose lo que sus sentidos le hacían llegar. Entonces dio un paso hacia atrás, casi podríamos decir que asustado, separándose todo cuanto podía del principio de la cuesta de carne podrida.
Había pensado fugazmente que aquella danza también coreografiada era una treta, una táctica para hacerle bajar la guardia para que olvidase de qué estaba hecha aquella bajada. Había sentido sobre sus carnes el mal presentimiento, y su cerebro se había encargado de moldear para él un futuro inexistente y aún posible donde aquella masa de carne arquitectónica le engullía atrapándole con sus muchos brazos. Se vio a sí mismo ser devorado por bocas de largos dientes sin labios. Lo temió.
Para cuando pudo empujar aquel vil sentimiento a un lado, aunque la sensación de peligro aún le lamía la nuca, el moreno enchaquetado había dado su último movimiento invitándole al duelo de baile. El pulpo frunció el ceño como respuesta. Nunca, en toda su vida, había bailado realmente.
Lo cierto era que el baile, tal y como había sido confeccionado por los artistas, no era para él. No tenía dos piernas que pudiesen llevar a cabo los movimientos que los gyojin acostumbraban, ni tampoco una cola de pez que mover sinuosamente como las concubinas de un pachá; atrapado en el limbo que construía su ascendencia, el cual se extendía a muchas otras vivencias, el acto de bailar le era… hiriente. Bailar como él lo hacía, como lo sentía, no era desde luego bonito, y por ello, o más bien por las quejas y burlas que había recibido en su juventud, hacía largo tiempo que había renunciado a él hasta el punto de que ya no lo hacía ni en privado. Paladeando aquella amarga sensación de nostálgico abandono, Kaito suspiró.
—No lo entiendo. De verdad que no lo entiendo —exhaló cansado—. Tanto acertijo y tanta prueba para luego tener que mandar a tíos para ganar tiempo. Esto me enfada. Y peor es saber que no voy a poder vengarme con un verdadero acertijo. No pienso desquitarme contigo. Paso. Porque, de verdad, no lo entiendo. —Bajándose a la cornisa y andando por su lateral, Kaito se marchó por el muro exterior de la torre para continuar hacia el centro.
O al menos eso empezó a hacer, mas todo era una treta para desaparecer de la vista del bailarín y ganar un poco de tiempo para hurgar con uno de sus tentáculos dentro de su improvisado saco. No iba a pegarse con un tipo que podía levantar cadáveres así a lo tonto, y mucho menos sin ir preparado. Buscó entre sus pertenencias el arma que había ganado en su anterior combate, y sosteniendo el bichero entre dientes, porque aún con ocho extra le faltaban brazos, volvió sigilosamente a la cornisa por otro punto y posteriormente al pasillo para sorprender a su rival. La niebla, aunque le ayudaba a esconderse, también apoyaba al de la chaqueta roja.
Entre que realizaba aquel desplazamiento táctico, los dedos del ningyo recorrerían el perfil del extraño mango buscando algún punto de acceso al ignoto mecanismo que le hacía funcionar. Esperaba que aquel trasto realmente captar agua además de servir como catalizador para las artes gyojin, porque dudaba que su enemigo fuese tan amable de volver a dejarle hurgar en su saco.
—Y ahora podré seguir adelante.
Pero se equivocaba.
De entre la espesa niebla donde muchos de los cadáveres habían ido a parar “ladera abajo” un muchacho hizo su rítmica puesta en escena. Uno a uno los zombies volvieron a levantarse animados por su magia musical, sirviéndole de bailarines para su extraño y macabro espectáculo. Durante unos largos segundos, Kaito se vio hechizado por lo absurdo del momento, cuestionándose lo que sus sentidos le hacían llegar. Entonces dio un paso hacia atrás, casi podríamos decir que asustado, separándose todo cuanto podía del principio de la cuesta de carne podrida.
Había pensado fugazmente que aquella danza también coreografiada era una treta, una táctica para hacerle bajar la guardia para que olvidase de qué estaba hecha aquella bajada. Había sentido sobre sus carnes el mal presentimiento, y su cerebro se había encargado de moldear para él un futuro inexistente y aún posible donde aquella masa de carne arquitectónica le engullía atrapándole con sus muchos brazos. Se vio a sí mismo ser devorado por bocas de largos dientes sin labios. Lo temió.
Para cuando pudo empujar aquel vil sentimiento a un lado, aunque la sensación de peligro aún le lamía la nuca, el moreno enchaquetado había dado su último movimiento invitándole al duelo de baile. El pulpo frunció el ceño como respuesta. Nunca, en toda su vida, había bailado realmente.
Lo cierto era que el baile, tal y como había sido confeccionado por los artistas, no era para él. No tenía dos piernas que pudiesen llevar a cabo los movimientos que los gyojin acostumbraban, ni tampoco una cola de pez que mover sinuosamente como las concubinas de un pachá; atrapado en el limbo que construía su ascendencia, el cual se extendía a muchas otras vivencias, el acto de bailar le era… hiriente. Bailar como él lo hacía, como lo sentía, no era desde luego bonito, y por ello, o más bien por las quejas y burlas que había recibido en su juventud, hacía largo tiempo que había renunciado a él hasta el punto de que ya no lo hacía ni en privado. Paladeando aquella amarga sensación de nostálgico abandono, Kaito suspiró.
—No lo entiendo. De verdad que no lo entiendo —exhaló cansado—. Tanto acertijo y tanta prueba para luego tener que mandar a tíos para ganar tiempo. Esto me enfada. Y peor es saber que no voy a poder vengarme con un verdadero acertijo. No pienso desquitarme contigo. Paso. Porque, de verdad, no lo entiendo. —Bajándose a la cornisa y andando por su lateral, Kaito se marchó por el muro exterior de la torre para continuar hacia el centro.
O al menos eso empezó a hacer, mas todo era una treta para desaparecer de la vista del bailarín y ganar un poco de tiempo para hurgar con uno de sus tentáculos dentro de su improvisado saco. No iba a pegarse con un tipo que podía levantar cadáveres así a lo tonto, y mucho menos sin ir preparado. Buscó entre sus pertenencias el arma que había ganado en su anterior combate, y sosteniendo el bichero entre dientes, porque aún con ocho extra le faltaban brazos, volvió sigilosamente a la cornisa por otro punto y posteriormente al pasillo para sorprender a su rival. La niebla, aunque le ayudaba a esconderse, también apoyaba al de la chaqueta roja.
Entre que realizaba aquel desplazamiento táctico, los dedos del ningyo recorrerían el perfil del extraño mango buscando algún punto de acceso al ignoto mecanismo que le hacía funcionar. Esperaba que aquel trasto realmente captar agua además de servir como catalizador para las artes gyojin, porque dudaba que su enemigo fuese tan amable de volver a dejarle hurgar en su saco.
Dretch
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Sin apenas ser consciente de ello, Dretch descubrió que el barullo de voces que durante varios minutos habían resonado a su alrededor se habían acallado y ahora tan solo era capaz de ver y escuchar como una persona cuerda, más o menos. No tenía del todo claro que era lo que había pasado, pero esta vez no se atrevería a renegar de aquella maldición. Una vez más, las visiones de una muerte muy vivida le habían salvado el culo y, de una forma que no sabría explicar, estaba convencido que su percepción se había visto mejorada. Para el norteño, ignorante de lo que le acababa de ocurrir, asoció enseguida aquel hecho aislado con un subidón de adrenalina, para él tenía sentido y eso era lo que importaba. En cuanto a las alucinaciones, nada que unos días de vacaciones no pudiesen curar. Tenía mucho sobre lo que recapacitar y, pese a que odiaba mantenerse alejado de la acción, puede que por primera vez en su vida fuese él y no sus superiores quien tomase la decisión de tomarse unos días de descanso.
Con suma diligencia, el agente comenzó a recoger el cordel de lana que previamente había lanzado sobre el sorprendido hombre de blanco. No era la primera vez que trataba de hacer algo así, pero debía que su propia puntería le había pillado por sorpresa. Mientras recorría los últimos metros hasta su presa, se percató que tanto Giotto como Taylor le habían seguido la pista. De Taylor podía entenderlo, pues había estado en todo momento a su lado. Pero el joven búho no tenía ni la más remota idea de donde había salido Leblanc, ni que hacia hablándole como si nada de lo que hubiese ocurrido con anterioridad hubiese sucedido.
- Ya habrá tiempo para pastas, tés y punto de cruz cuando hallamos acabado con todo esto, Leblanc – espetó mientras que apoyaba su pie izquierdo sobre el pecho de su enemigo y abría el tambor de su revolver para dejar caer los casquillos vacíos de las balas – ¿Y cómo creías reaccionaria si tu pequeño secreto acababa saliendo a la luz por accidente? No hay reacción, tan solo una incesante sensación haber sido un idiota durante demasiado tiempo – confesó, introduciendo lentamente las balas en el revólver, amartillándolo y apuntando con él a su enemigo – Vosotros me hicisteis líder, yo os dije desde el primer momento que no era la persona apropiada… Esperaba que esa confianza no fuesen solo palabras vacías.
Sin embargo, en el momento de la verdad, su dedo índice no apretó el gatillo. Retirando el rápidamente el pie de su pecho, lo alzó del suelo con un brusco movimiento de su brazo biónico, poniéndolo en pie.
- Bueno, creo que tienes algunas vacantes en tus filas rubito y creo que te he dado motivos de sobra para creer en mis aptitudes. Déjame librarme de estos dos por ti y ponme al día, tengo la sensación de haberme perdido todo lo divertido – confesó, visiblemente hastiado de tantas mentiras y desplantes.
Con suma diligencia, el agente comenzó a recoger el cordel de lana que previamente había lanzado sobre el sorprendido hombre de blanco. No era la primera vez que trataba de hacer algo así, pero debía que su propia puntería le había pillado por sorpresa. Mientras recorría los últimos metros hasta su presa, se percató que tanto Giotto como Taylor le habían seguido la pista. De Taylor podía entenderlo, pues había estado en todo momento a su lado. Pero el joven búho no tenía ni la más remota idea de donde había salido Leblanc, ni que hacia hablándole como si nada de lo que hubiese ocurrido con anterioridad hubiese sucedido.
- Ya habrá tiempo para pastas, tés y punto de cruz cuando hallamos acabado con todo esto, Leblanc – espetó mientras que apoyaba su pie izquierdo sobre el pecho de su enemigo y abría el tambor de su revolver para dejar caer los casquillos vacíos de las balas – ¿Y cómo creías reaccionaria si tu pequeño secreto acababa saliendo a la luz por accidente? No hay reacción, tan solo una incesante sensación haber sido un idiota durante demasiado tiempo – confesó, introduciendo lentamente las balas en el revólver, amartillándolo y apuntando con él a su enemigo – Vosotros me hicisteis líder, yo os dije desde el primer momento que no era la persona apropiada… Esperaba que esa confianza no fuesen solo palabras vacías.
Sin embargo, en el momento de la verdad, su dedo índice no apretó el gatillo. Retirando el rápidamente el pie de su pecho, lo alzó del suelo con un brusco movimiento de su brazo biónico, poniéndolo en pie.
- Bueno, creo que tienes algunas vacantes en tus filas rubito y creo que te he dado motivos de sobra para creer en mis aptitudes. Déjame librarme de estos dos por ti y ponme al día, tengo la sensación de haberme perdido todo lo divertido – confesó, visiblemente hastiado de tantas mentiras y desplantes.
Luka Rooney
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Pues ya estamos todos pensó el gyojin al ver cómo Therax y Marc se acercaban hasta la posición de su capitán.
Realmente tenía ganas de hablar con ellos, sin embargo, no parecía ser el momento. Se limitó a estar cerca del suzaku, intentando ver cada rincón de aquél escenario. Sólo veía a una joven actuar y a un público enloquecer con ella.
Y entonces, una voz sacudió de nuevo la aguja, aunque en esta ocasión le pareció que estaba bastante más cerca que las demás. Lo único cierto era que la instalación de megafonía del lugar debía haber costado un dineral, y, sobre todo, un esfuerzo titánico.
Y, finalmente, tras una frase un tanto llamativa por parte de la artista, los focos se apagaron y todo señaló en una dirección; David Brownie. Apareció con una lujosa vestimenta, propia de uno de sus shows, y, tras tensar la mirada con alguno de sus fans, chasqueó los dedos una luz apareció en el centro del escenario.
El habitante del mar se volvió a su capitán, acercándose a su oído. Pese a que no sabía muy bien de qué iba el asunto, le pareció coherente recalcar al pelirrojo que ellos eran los piratas, y por ende, algo se tenían que llevar de allí.
- Este tío tiene poder. Si le vencemos, ganamos; Pero quizá sea más inteligente pedir algo. Una isla, un ejército o algo así. Recuerda que somos piratas.
Y sin más, el tiburón echaría a andar en dirección al artista, intentando así enterarse de todo lo que estuviese hablando con quien quiera que fuese el que estaba junto a él.
Realmente tenía ganas de hablar con ellos, sin embargo, no parecía ser el momento. Se limitó a estar cerca del suzaku, intentando ver cada rincón de aquél escenario. Sólo veía a una joven actuar y a un público enloquecer con ella.
Y entonces, una voz sacudió de nuevo la aguja, aunque en esta ocasión le pareció que estaba bastante más cerca que las demás. Lo único cierto era que la instalación de megafonía del lugar debía haber costado un dineral, y, sobre todo, un esfuerzo titánico.
Y, finalmente, tras una frase un tanto llamativa por parte de la artista, los focos se apagaron y todo señaló en una dirección; David Brownie. Apareció con una lujosa vestimenta, propia de uno de sus shows, y, tras tensar la mirada con alguno de sus fans, chasqueó los dedos una luz apareció en el centro del escenario.
El habitante del mar se volvió a su capitán, acercándose a su oído. Pese a que no sabía muy bien de qué iba el asunto, le pareció coherente recalcar al pelirrojo que ellos eran los piratas, y por ende, algo se tenían que llevar de allí.
- Este tío tiene poder. Si le vencemos, ganamos; Pero quizá sea más inteligente pedir algo. Una isla, un ejército o algo así. Recuerda que somos piratas.
Y sin más, el tiburón echaría a andar en dirección al artista, intentando así enterarse de todo lo que estuviese hablando con quien quiera que fuese el que estaba junto a él.
- Cosas cargadas:
- Carga pulsera: 5 turnos de 5 max.
- Carga Espiritu de Poseidón: 3 turnos de 3 max. (Usados 200 + 200 + 100 de los 1000 litros)
- Parmigiano: de fuerte sabor y tremendamente nutritivo, este queso otorgará a quien lo consuma un x3 activo (acumulable con activas del consumidor) a la Fuerza durante 3 posts.
- Carga pulsera: 5 turnos de 5 max.
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Antes de que pudiese alcanzar a la chica que parecía ser realmente uno de los hombres más poderosos del mundo esta se internó en el escenario central y, en una sorprendente reacción, cogió un micrófono que allí había y gritó una extraña frase sin ningún sentido aparente. Poco después todo sonido proveniente de la megafonía de la torre se apagó. Cuando regresó, la voz que habló fue perfectamente reconocible. Una de las caras más visibles de la Revolución en los últimos tiempos y una de las personas más buscadas por el Gobierno Mundial: David Brownie. La decepción de Thawne ante la revelación de quién era la verdadera mano en la sombra tras la Gran Aguja fue considerable. ¿De verdad un revolucionario mundialmente famoso había montado todo aquello implicando de cara al resto del mundo a otro conocido miembro de su facción? No tenía sentido, y desde luego como plan distaba mucho de ser brillante el hecho de atraer la atención sobre tus propios hombres. Salvo que hubiese otras intenciones más allá de ellos y a Brownie el Ejército Revolucionario y sus ideales no le importasen lo más mínimo, claro.
Una suave carcajada escapó de sus labios, saboreando la enorme contradicción que suponía que el líder de un grupo que lo basaba todo en sus ideas no las compartiese e incluso hubiese actuado radicalmente en contra de ellas para perseguir sus propios fines, aprovechándose para ello de muchos de sus subordinados. El espectro, Krauser, y seguro que muchos más... todos luchando por nada.
De camino al escenario algo llamó su atención. Una pequeña torre de no más de tres pisos, una elevación solitaria en la cúspide de la Gran Aguja. Había algo en aquel edificio, en su disposición... Parecía muy probable que se tratara de un lugar importante. El alcalde no quería perderse los acontecimientos que iban a tener lugar en el recinto de conciertos por nada del mundo, pero por la poca gente que había allí reunida aún no parecía que el desenlace fuese inminente, así que podía permitirse un pequeño desvío.
Unos pocos hombres que parecían pertenecer a la Armada Revolucionaria cubrían la entrada, lo que acrecentaba su sensación sobre el edificio. No obstante, parecían débiles, insignificantes, además de sensiblemente nerviosos. El político dejó fluir hacia ellos todo el poder de su férrea voluntad, buscando dejar a todos inconscientes al verse abrumados por su fuerza. Si esto no era suficiente, utilizaría su veloz Soru para desplazarse entre ellos a tal velocidad que no pudiesen hacer nada para impedir su avance, buscando puntos vitales desprotegidos y perforándolos con su dedo índice para acabar con ellos.
Acto seguido entraría en la torre, en cuyo segundo piso le había parecido vislumbrar la silueta de una persona. El edificio no era muy grande, por lo que no tardaría mucho en registrarlo y encontrar al propietario o propietaria de aquella figura. De dar antes con algo interesante se detendría, pero en caso contrario su objetivo inicial sería encontrar a aquella persona. También cabía la posibilidad de que en aquella torre hubiese alguna clase de trampa, así que avanzaría con cautela.
No sabía qué haría la mujer de cabellos plateados que había aparecido tras él justo antes de iniciar sus movimientos, pero por si acaso se trataba de una enemiga se mantendría vigilante para no ser cogido por sorpresa. Al fin y al cabo, hombre precavido vale por dos, como suele decirse.
Una suave carcajada escapó de sus labios, saboreando la enorme contradicción que suponía que el líder de un grupo que lo basaba todo en sus ideas no las compartiese e incluso hubiese actuado radicalmente en contra de ellas para perseguir sus propios fines, aprovechándose para ello de muchos de sus subordinados. El espectro, Krauser, y seguro que muchos más... todos luchando por nada.
De camino al escenario algo llamó su atención. Una pequeña torre de no más de tres pisos, una elevación solitaria en la cúspide de la Gran Aguja. Había algo en aquel edificio, en su disposición... Parecía muy probable que se tratara de un lugar importante. El alcalde no quería perderse los acontecimientos que iban a tener lugar en el recinto de conciertos por nada del mundo, pero por la poca gente que había allí reunida aún no parecía que el desenlace fuese inminente, así que podía permitirse un pequeño desvío.
Unos pocos hombres que parecían pertenecer a la Armada Revolucionaria cubrían la entrada, lo que acrecentaba su sensación sobre el edificio. No obstante, parecían débiles, insignificantes, además de sensiblemente nerviosos. El político dejó fluir hacia ellos todo el poder de su férrea voluntad, buscando dejar a todos inconscientes al verse abrumados por su fuerza. Si esto no era suficiente, utilizaría su veloz Soru para desplazarse entre ellos a tal velocidad que no pudiesen hacer nada para impedir su avance, buscando puntos vitales desprotegidos y perforándolos con su dedo índice para acabar con ellos.
Acto seguido entraría en la torre, en cuyo segundo piso le había parecido vislumbrar la silueta de una persona. El edificio no era muy grande, por lo que no tardaría mucho en registrarlo y encontrar al propietario o propietaria de aquella figura. De dar antes con algo interesante se detendría, pero en caso contrario su objetivo inicial sería encontrar a aquella persona. También cabía la posibilidad de que en aquella torre hubiese alguna clase de trampa, así que avanzaría con cautela.
No sabía qué haría la mujer de cabellos plateados que había aparecido tras él justo antes de iniciar sus movimientos, pero por si acaso se trataba de una enemiga se mantendría vigilante para no ser cogido por sorpresa. Al fin y al cabo, hombre precavido vale por dos, como suele decirse.
- Resumen:
- - Pensar en la ironía de lo sucedido.
- Quitarse de en medio a los guardias de la torre con Haki del Rey (tier 1 de Conquista) o, si no surte efecto, con Soru + Shigan.
- Entrar en la torre en busca de la silueta del segundo piso, registrando a su paso el edificio por si hay algo interesante. Eso sí, con cautela por si es una trampa.
- Tener en cuenta que Annie le ve actuar, y ser consciente de podría ir tras él.
Lykanrock94
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El felino y el marine se habían ido en un pilar de hielo creado por el Almirante. El puñetazo que este propinó a su oponente le hizo caer inconsciente, con lo cual habían ganado la pelea. El mink miró a sus acompañantes, pues el y su aliado se habían reunido con ellos otra vez.
- ¿Y ahora que hacemos? No he podido ni calentar con el cara fea ese. ¿Quién es nuestro próximo objetivo? No he tenido una buena pelea en todo lo que llevo aquí ni he podido mostrar mi máximo potencial por la mierda de nubarrón que había hace bastante tapando la luna. Si hubiera podido sacar todo mi potencial ya podríamos habernos ido hace rato a tomar unos tragos.
El felino estaba cabreado, el máscaras ese del martillo no le había durado ni dos asaltos y eso le frustraba. Quería más, oponentes más fuertes para sacara relucir todo su potencial oculto.
- ¿Y ahora que hacemos? No he podido ni calentar con el cara fea ese. ¿Quién es nuestro próximo objetivo? No he tenido una buena pelea en todo lo que llevo aquí ni he podido mostrar mi máximo potencial por la mierda de nubarrón que había hace bastante tapando la luna. Si hubiera podido sacar todo mi potencial ya podríamos habernos ido hace rato a tomar unos tragos.
El felino estaba cabreado, el máscaras ese del martillo no le había durado ni dos asaltos y eso le frustraba. Quería más, oponentes más fuertes para sacara relucir todo su potencial oculto.
Hamlet
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El angosto pasillo se estrechaba por momentos, dificultándome el paso. Con la armadura, además, iba a ser muy difícil seguir adelante si el camino seguía encogiéndose. El pasaje culminó en unas escaleras de caracol que habría subido a toda prisa de no ser por las limitaciones espaciales.
Otro pasillo más, más pequeño si cabe. Tuve que acuclillarme para ir más cómodamente, aunque no había tenido en cuenta que había muebles en la sala y que caminar de ese modo solo auguraba un tropiezo seguro. Me volví a poner en pie y examiné los enseres. Parecía atrezzo, todo digno de una troupe de cómicos y artistas teatrales. Recordé a Madre y sus espectáculos favoritos.
Un espantoso grito quebró entonces el silencio. Un brutal cántico resonó por toda la torre, ensordeciéndome. Lo que quisiera que fuera aquello había sonado antes, y en esta ocasión, después de un tiempo que se había hecho algo largo, había vuelto para decir algo de unos coches de choque. Habría sido interesante conjeturar sobre el significado de esas palabras, mas no había tiempo para eso.
Pronto hallé una habitación en uno de los costados del pasillo. Decidido a continuar con mi travesía por aquel circo de los horrores, asomé la cabeza al interior de la sala. Allí observé a dos figuras vestidas con extraños ropajes que se atacaban con espadas. Si aquello eran intentos de matar al otro contendiente, eran los más torpes que había visto en mucho tiempo.
-Genial -mascullé, ceñudo-. Más raritos.
Pasé al interior de la sala con un movimiento brusco, procurando siempre evitar ser impactado por aquellos ataques que parecían estar haciendo más daño a la propia habitación que al rival.
-Parad -alcé la voz, con tono marcial-. Necesito que me deis indicaciones para llegar a lo alto de este sitio. Quizás vosotros deberíais hacer lo mismo. Lo primero era una orden, lo segundo una recomendación. Por vuestro bien, no me hagáis repetirlo. Mi paciencia tiene un límite, y esta noche se me está haciendo bastante larga. No me pagan lo suficiente como para sufrir esto.
Hice una pausa, buscando el contacto visual con aquellos energúmenos. Esperaba que fueran razonables.
-Entonces, ¿que será? Indicaciones o... ¿Allez?
Otro pasillo más, más pequeño si cabe. Tuve que acuclillarme para ir más cómodamente, aunque no había tenido en cuenta que había muebles en la sala y que caminar de ese modo solo auguraba un tropiezo seguro. Me volví a poner en pie y examiné los enseres. Parecía atrezzo, todo digno de una troupe de cómicos y artistas teatrales. Recordé a Madre y sus espectáculos favoritos.
Un espantoso grito quebró entonces el silencio. Un brutal cántico resonó por toda la torre, ensordeciéndome. Lo que quisiera que fuera aquello había sonado antes, y en esta ocasión, después de un tiempo que se había hecho algo largo, había vuelto para decir algo de unos coches de choque. Habría sido interesante conjeturar sobre el significado de esas palabras, mas no había tiempo para eso.
Pronto hallé una habitación en uno de los costados del pasillo. Decidido a continuar con mi travesía por aquel circo de los horrores, asomé la cabeza al interior de la sala. Allí observé a dos figuras vestidas con extraños ropajes que se atacaban con espadas. Si aquello eran intentos de matar al otro contendiente, eran los más torpes que había visto en mucho tiempo.
-Genial -mascullé, ceñudo-. Más raritos.
Pasé al interior de la sala con un movimiento brusco, procurando siempre evitar ser impactado por aquellos ataques que parecían estar haciendo más daño a la propia habitación que al rival.
-Parad -alcé la voz, con tono marcial-. Necesito que me deis indicaciones para llegar a lo alto de este sitio. Quizás vosotros deberíais hacer lo mismo. Lo primero era una orden, lo segundo una recomendación. Por vuestro bien, no me hagáis repetirlo. Mi paciencia tiene un límite, y esta noche se me está haciendo bastante larga. No me pagan lo suficiente como para sufrir esto.
Hice una pausa, buscando el contacto visual con aquellos energúmenos. Esperaba que fueran razonables.
-Entonces, ¿que será? Indicaciones o... ¿Allez?
- Resumen:
- Pedir "amablemente" indicaciones a los espadachines.
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"Esto va a venirse abajo en cuanto sople un poco de aire", caviló el árbol. Había visto alcornoques medio talados con más posibilidades de mantenerse en pie que ese edificio maltrecho. En cierto modo, supuso que era positivo que la torre se derrumbase. Una amenaza menos para el mundo. Aunque habría sido mucho mejor que no le pillase a él dentro. Y aparte de él también había aún mucha gente en el edificio. Sacó el Den Den Mushi que llevaba siempre consigo y dio las órdenes oportunas para que se llevase a cabo una evacuación de emergencia de las tropas y de todos los que encontrasen por el camino. Los canales de comunicación de la Marina no eran especialmente directos, con todo ese rollo de las claves, pero como almirante podía hacer que su voz llegase muy lejos.
No podía hacer mucho más.
El chico empezaba a ser un engorro. No le proporcionaba más que excusas y divagaciones sobre Brownie. Kodama tenía entendido que ése era el nombre del líder de la Armada Revolucionaria, por lo que el joven debía ser miembro también. Más allá de eso, no aportaba nada. El Roble atravesó salas en ruinas y estrechos caminos suspendidos sobre el vacío sin obtener respuestas a sus preguntas. Tuvo que esperar una absurda cantidad de tiempo hasta que el chico le indicó dónde estaba la torre de control.
"En lo más alto, claro. Estaba seguro"
-¿No podía haber empezado por ahí? -le regañó.
Encontrar la parte superior había sido su objetivo desde el principio, así que al menos en eso había acertado. Le consolaba saber que eso tenía cierto sentido, pues no lo graba encontrárselo a los cada vez más extraños mensajes que emitían los dañados altavoces. El problema sería encontrar de una vez esa supuesta torre más alta. Unas escaleras, un agujero en el techo, cualquier cosa le serviría... Volar hasta allí ne era un problema. No había nada que uno no pudiese solucionar con un poco de jabón.
No podía hacer mucho más.
El chico empezaba a ser un engorro. No le proporcionaba más que excusas y divagaciones sobre Brownie. Kodama tenía entendido que ése era el nombre del líder de la Armada Revolucionaria, por lo que el joven debía ser miembro también. Más allá de eso, no aportaba nada. El Roble atravesó salas en ruinas y estrechos caminos suspendidos sobre el vacío sin obtener respuestas a sus preguntas. Tuvo que esperar una absurda cantidad de tiempo hasta que el chico le indicó dónde estaba la torre de control.
"En lo más alto, claro. Estaba seguro"
-¿No podía haber empezado por ahí? -le regañó.
Encontrar la parte superior había sido su objetivo desde el principio, así que al menos en eso había acertado. Le consolaba saber que eso tenía cierto sentido, pues no lo graba encontrárselo a los cada vez más extraños mensajes que emitían los dañados altavoces. El problema sería encontrar de una vez esa supuesta torre más alta. Unas escaleras, un agujero en el techo, cualquier cosa le serviría... Volar hasta allí ne era un problema. No había nada que uno no pudiese solucionar con un poco de jabón.
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Matar a esa cosa no supuso un gran problema. Arribor sabía por experiencia que un ataque de furia homicida solucionaba gran parte de los problemas que uno pudiera tener, incluso si eran raros y confusos. Sobre todo si eran raros y confusos. Y encima la suerte le sonrió. Por alguna razón había un tarro por ahí tirado. ¿Quién lo habría llevado? No se quejaría, claro, pero no dejaba de ser curioso. Igual hasta lo había llevado el bicho viscoso. Puede que fuera su casa o algo así. Si era así también estaba de suerte, porque Arribor lo metió ahí y apretó bien la tapa. No quería encontrarse con esa cosa otra vez más adelante. Aunque...
La imagen de una masa viscosa de cacahuete luchando contra Franklin en un círculo de fuego era bastante divertida. Podría organizar apuestas y sacar dinero suficiente para pagar sus deudas. O por lo menos para una nevera nueva. Por ese motivo cogió el tarro y se lo llevó. Por eso y porque una ración de azúcar de emergencia nunca venía mal.
Salió de esa maldita sala inundada de niebla y empezó a deambular por la torre. No tenía ni idea de a dónde iba ni para qué, pero estaba más que harto de temblores, ruidos de explosiones y escombros. Alguien estaba haciendo papilla esa torre. ¡Y no era él! Se sentiría insultado de no ser porque tenía la vaga sensación de que se olvidaba de algo. Era un molesto e insistente runrún que le reconcomía, recordándole algo abstracto que era incapaz de recordar. En fin, ya se acordaría.
-Vale, piensa. Hay que encontrar a Krauser, a Zack, a Franklin y a... -Un estruendo lejano le distrajo durante un segundo-. Y ya está, supongo.
Entonces una voz -otra más- empezó a dar la chapa. Arribor lo ignoró, pero le dio una idea. Sin duda, lo mejor para acabar con todo aquel embrollo sería usar los altavoces. Si daba con ellos podría hablar él mismo y llamar a todos aquellos a los que quería encontrar. En el peor de los casos serviría para que el demente que los controlaba dejase de tocar las narices. Sí, era una buena idea.
Avanzó entre lo que quedaba de torre sin tener ni idea de hacia dónde iba y sin poder evitar esa sensación de que se olvidaba de algo.
La imagen de una masa viscosa de cacahuete luchando contra Franklin en un círculo de fuego era bastante divertida. Podría organizar apuestas y sacar dinero suficiente para pagar sus deudas. O por lo menos para una nevera nueva. Por ese motivo cogió el tarro y se lo llevó. Por eso y porque una ración de azúcar de emergencia nunca venía mal.
Salió de esa maldita sala inundada de niebla y empezó a deambular por la torre. No tenía ni idea de a dónde iba ni para qué, pero estaba más que harto de temblores, ruidos de explosiones y escombros. Alguien estaba haciendo papilla esa torre. ¡Y no era él! Se sentiría insultado de no ser porque tenía la vaga sensación de que se olvidaba de algo. Era un molesto e insistente runrún que le reconcomía, recordándole algo abstracto que era incapaz de recordar. En fin, ya se acordaría.
-Vale, piensa. Hay que encontrar a Krauser, a Zack, a Franklin y a... -Un estruendo lejano le distrajo durante un segundo-. Y ya está, supongo.
Entonces una voz -otra más- empezó a dar la chapa. Arribor lo ignoró, pero le dio una idea. Sin duda, lo mejor para acabar con todo aquel embrollo sería usar los altavoces. Si daba con ellos podría hablar él mismo y llamar a todos aquellos a los que quería encontrar. En el peor de los casos serviría para que el demente que los controlaba dejase de tocar las narices. Sí, era una buena idea.
Avanzó entre lo que quedaba de torre sin tener ni idea de hacia dónde iba y sin poder evitar esa sensación de que se olvidaba de algo.
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El tiempo sin luchar de verdad le había pasado factura. Los hombros le dolían como si hubiese estado cargando piedras, tenía la muñeca derecha agarrotada y la parte baja de la espalda le ardía. Más allá de las heridas, obviamente. Estaba claro que se había acomodado demasiado en el anonimato. Había pasado demasiado tiempo sin matar a alguien importante, y estaba claro que su cuerpo se resentía de ello. Al día siguiente tendría agujetas.
Tras vendar improvisadamente sus heridas con trozos de tela, se obligó a no perder el equilibrio cada vez que el Jinete se sacudía como un perro que intenta quitarse de encima las pulgas. El panorama desolador de lo que unas horas antes pareciera una imponente arma de destrucción masiva hacía que se preguntara si tenía que haber entrado. Gerald había puesto su vida en riesgo y, a efectos prácticos, llegó a declarar la guerra al que se consideraba el criminal más poderoso del mundo. Sería una cruel ironía que muriese con la cabeza aplastada por un pedrusco.
Se dio cuenta de que la música sonaba tras unos segundos siguiendo el sonido. Llegó a un punto en que podía escucharla con fuerza, pero de forma apagada, como si alguien tocase al otro lado de una catarata. Un susto repentino y una breve caída le demostraron que la catarata era en realidad el suelo.
Se puso en pie entre una nube de polvo que le hizo toser. Cómo odiaba aquel sitio. White y él habían ido a parar a la zona de trabajo de lo que parecía ser un interrogador de poca monta. Vocabulario soez, una canción burda y un intenso olor a gasolina. Desde luego, un aficionado. Y uno bastante necio, por cierto. ¿Qué hacía allí a esas alturas? Estaba claro que el fin del mundo atraía a todos los imbéciles de la Tierra.
No estaba de humor para eso, así que desenvainó y lanzó un tajo para partirle el cráneo en dos al torturador bailarín.
-Venga, volvamos arriba -sugirió a White.
El tipo de la silla no podía importarle menos.
Cómo odiaba aquel sitio.
Tras vendar improvisadamente sus heridas con trozos de tela, se obligó a no perder el equilibrio cada vez que el Jinete se sacudía como un perro que intenta quitarse de encima las pulgas. El panorama desolador de lo que unas horas antes pareciera una imponente arma de destrucción masiva hacía que se preguntara si tenía que haber entrado. Gerald había puesto su vida en riesgo y, a efectos prácticos, llegó a declarar la guerra al que se consideraba el criminal más poderoso del mundo. Sería una cruel ironía que muriese con la cabeza aplastada por un pedrusco.
Se dio cuenta de que la música sonaba tras unos segundos siguiendo el sonido. Llegó a un punto en que podía escucharla con fuerza, pero de forma apagada, como si alguien tocase al otro lado de una catarata. Un susto repentino y una breve caída le demostraron que la catarata era en realidad el suelo.
Se puso en pie entre una nube de polvo que le hizo toser. Cómo odiaba aquel sitio. White y él habían ido a parar a la zona de trabajo de lo que parecía ser un interrogador de poca monta. Vocabulario soez, una canción burda y un intenso olor a gasolina. Desde luego, un aficionado. Y uno bastante necio, por cierto. ¿Qué hacía allí a esas alturas? Estaba claro que el fin del mundo atraía a todos los imbéciles de la Tierra.
No estaba de humor para eso, así que desenvainó y lanzó un tajo para partirle el cráneo en dos al torturador bailarín.
-Venga, volvamos arriba -sugirió a White.
El tipo de la silla no podía importarle menos.
Cómo odiaba aquel sitio.
—¿En serio vas a hablar tú de buena influencia? ¿Te recuerdo lo que guardas en el cajón falso de la mesita de noche?
El pelirrojo no pudo evitar sonreír durante un breve instante al ver a Luka y segundos después a Therax y Marc. Saber que estaban a salvo en mitad de aquella batalla sin sentido por el devenir del mundo y la preservación de su status quo le aliviaba. ¿Cómo estaría el resto? Seguramente estuvieran bien. Eran buenos muchachos y más fuertes de lo que pueden parecer a simple vista.
—¿Listos? —preguntó Zane—. Lo que nos espera ahí arriba puede ser el fin para todo lo que conocemos, así que será mejor que estéis preparados para cualquier cosa.
El suzaku continuó su vuelo hasta llegar a la cúspide de aquella edificación, aterrizando no muy lejos de una joven de voz dulce que sabía canciones procedentes de verbenas de pueblos y cantinas poco frecuentadas por gente de bien. Tenía un aspecto dulce y parecía tener un ligero encanto que le atraía. ¿Pero quién era? La miró fijamente hasta que las luces se apagaron y luego se dirigieron todas hacía un único lugar. Allí apareció un hombre con aires de divo, rodeado de fuegos artificiales y agitando un pie al ritmo de una melodía inexistente.
“¿Dónde coño esta Dexter? —se preguntó, ojeando ligeramente aquel lugar.
—Dudo que el parguelón este tenga alguna isla en el nuevo mundo, aunque sí la tiene… Reclamarla sería lo suyo, sí —le respondió a Luka antes de acercarse a la muchacha—. Oye, bombón, ¿qué hace una chica como tú en un sitio como este? Después de esto quizás… —El seductor intento de Zane para entablar conversación con la muchacha, aunque no sabía si podía ser o no una enemiga, fue interrumpido por el hombre. Al mirarlo fijamente se percató de que lo conocía. “David Brownie”, se dijo para sus adentros.
Un chasquido de dedos y las luces se encendieron. Suspiró irritado al ver como el cantante estaba tan calmado y cuando dirigió sus palabras a la joven, aferrándose al espadón de Krauser con ambas manos trató de lanzar una onda cortante de gran tamaño con todas sus fuerzas, mientras intentaba desatar su voluntad únicamente sobre él, haciendo quebrar el terreno que le rodeaba.
—Chicos, ya sabéis que hacer —le dijo a su banda.
El pelirrojo no pudo evitar sonreír durante un breve instante al ver a Luka y segundos después a Therax y Marc. Saber que estaban a salvo en mitad de aquella batalla sin sentido por el devenir del mundo y la preservación de su status quo le aliviaba. ¿Cómo estaría el resto? Seguramente estuvieran bien. Eran buenos muchachos y más fuertes de lo que pueden parecer a simple vista.
—¿Listos? —preguntó Zane—. Lo que nos espera ahí arriba puede ser el fin para todo lo que conocemos, así que será mejor que estéis preparados para cualquier cosa.
El suzaku continuó su vuelo hasta llegar a la cúspide de aquella edificación, aterrizando no muy lejos de una joven de voz dulce que sabía canciones procedentes de verbenas de pueblos y cantinas poco frecuentadas por gente de bien. Tenía un aspecto dulce y parecía tener un ligero encanto que le atraía. ¿Pero quién era? La miró fijamente hasta que las luces se apagaron y luego se dirigieron todas hacía un único lugar. Allí apareció un hombre con aires de divo, rodeado de fuegos artificiales y agitando un pie al ritmo de una melodía inexistente.
“¿Dónde coño esta Dexter? —se preguntó, ojeando ligeramente aquel lugar.
—Dudo que el parguelón este tenga alguna isla en el nuevo mundo, aunque sí la tiene… Reclamarla sería lo suyo, sí —le respondió a Luka antes de acercarse a la muchacha—. Oye, bombón, ¿qué hace una chica como tú en un sitio como este? Después de esto quizás… —El seductor intento de Zane para entablar conversación con la muchacha, aunque no sabía si podía ser o no una enemiga, fue interrumpido por el hombre. Al mirarlo fijamente se percató de que lo conocía. “David Brownie”, se dijo para sus adentros.
Un chasquido de dedos y las luces se encendieron. Suspiró irritado al ver como el cantante estaba tan calmado y cuando dirigió sus palabras a la joven, aferrándose al espadón de Krauser con ambas manos trató de lanzar una onda cortante de gran tamaño con todas sus fuerzas, mientras intentaba desatar su voluntad únicamente sobre él, haciendo quebrar el terreno que le rodeaba.
—Chicos, ya sabéis que hacer —le dijo a su banda.
- Spoiler:
- Dialogar con la gente y lanzar una onda cortante y usar su haki del rey sobre Brownie.
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—Después de esto hablaremos —le dijo a la joven agente. No tardó mucho en alcanzar a su ocioso líder cuando los desplantes entre Taylor y él también eran notorios. Seguramente fueran por razones distintas, pero parecía que Dretch había perdido gran parte de la confianza que todos tenían puestas en él. No quiso abrir la boca, pero su último comentario sacó la vileza de su lengua viperina y no pudo evitar contestarle—. ¡Deja de lamentarte! ¡No quiero ser líder! ¡No soy el líder! Palabras vacías que no te crees ni tú. ¿Quién se encarga de fichar novatos? Tú. ¿A quién asignaron como dirigente de campo de la Karasu? A ti. Así que no vengas con sandeces y aprende a actuar como tal. A los novatos se les protege y a los traidores se les encarcela, así de sencillo.
Y no dijo nada más. Continuó avanzando hasta que su perseguido cayó al suelo. El hombre daba pena de lo asustado que estaba. ¿Y esa era la gente que quería acabar con el gobierno y medio mundo? Eran patéticos. Entonces una bala atravesó la cabeza del agente, creando un surco de fuego que no tardó en juntarse y volver a dejar su rostro como estaba. Aquello solo hizo para que el hombre temblara aún más y le lanzara la escopeta, la cual también le atravesó, quemando las partes de madera de su empuñadura.
—¿Vas a seguir con eso? Empieza a ser incómodo —le dijo—. Señor monstruo elemental para ti, señor…
Hizo una pausa para que se presentara, aunque en su estado dudó de si lo haría o no.
Dretch fue el primero en acercarse. Durante un segundo pensó que le haría alguna de las tácticas que aprendieron en la escuela de agentes para sonsacar información, pero al escuchar sus palabras supo que había improvisado un plan. Y antes de que el hombre pudiera hablar y sin hacerle una señal de ningún tipo al tuerto, se abalanzó sobre él usando su soru y le golpeó con todas sus fuerzas en la cara, lanzando una pequeña llamarada de fuego a baja temperatura poco después, en torno a los cincuenta grados. Primero había pensado en reducir la fuerza del golpe, incluso en no usar fuego, pero tenía resentimiento y quizás con aquello se fuera.
Y no dijo nada más. Continuó avanzando hasta que su perseguido cayó al suelo. El hombre daba pena de lo asustado que estaba. ¿Y esa era la gente que quería acabar con el gobierno y medio mundo? Eran patéticos. Entonces una bala atravesó la cabeza del agente, creando un surco de fuego que no tardó en juntarse y volver a dejar su rostro como estaba. Aquello solo hizo para que el hombre temblara aún más y le lanzara la escopeta, la cual también le atravesó, quemando las partes de madera de su empuñadura.
—¿Vas a seguir con eso? Empieza a ser incómodo —le dijo—. Señor monstruo elemental para ti, señor…
Hizo una pausa para que se presentara, aunque en su estado dudó de si lo haría o no.
Dretch fue el primero en acercarse. Durante un segundo pensó que le haría alguna de las tácticas que aprendieron en la escuela de agentes para sonsacar información, pero al escuchar sus palabras supo que había improvisado un plan. Y antes de que el hombre pudiera hablar y sin hacerle una señal de ningún tipo al tuerto, se abalanzó sobre él usando su soru y le golpeó con todas sus fuerzas en la cara, lanzando una pequeña llamarada de fuego a baja temperatura poco después, en torno a los cincuenta grados. Primero había pensado en reducir la fuerza del golpe, incluso en no usar fuego, pero tenía resentimiento y quizás con aquello se fuera.
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Edward suspiró, en parte agradecido por la preocupación de Osuka, pero también intentando contenerse las ganas de atender a Krauser. —Está bien... Krauser... No te mueras. —musitó.
Mientras corrían en dirección a la escalera, se fijó en que su superior no tenía ninguna herida visible, lo cual era muy sorprendente teniendo en cuenta quién había sido su oponente y cómo había acabado este, más tarde tendría que preguntar por los detalles.
Se encontraron de frente a Maki, Gyojin del cual Edward aún no sabía que pensar... Pero la jerarquía dejaba bastante claro que era su superior, por lo que trataría de no faltarle el respeto.
—Osu, sé que no hay tiempo para explicaciones largas, pero... —decía el chico mientras subía.—...¿Sabes ya si ha sido Krau el responsable de todo esto?
Cuando ya estuvieron arriba, pudieron ver un vacío a superar y lo que parecía un ascensor tras él. —La verdad es que no estoy seguro de que ese ascensor esté en buen estado, pero podemos probar ¿no? —dijo mientras una hélice de helicóptero le surgía de la nuca. —Ah, ¿Julianna?... ¡Ostras! Pues ahora que lo dices, un tío al que me he enfrentado abría portales y no tengo manera de saber dónde la mandó... Pero ahora creo que deberíamos seguir adelante, tal vez sea lo mejor incluso para ella, no sabemos qué puede hacer este armatoste.
Tras eso, se aventuraría hacia el ascensor y trataría de activarlo, de funcionar todo correctamente, volvería a comunicárselo a los otros. —Maki, ¿te llevo? —preguntó, servicial, con una pequeña reverencia.
Mientras corrían en dirección a la escalera, se fijó en que su superior no tenía ninguna herida visible, lo cual era muy sorprendente teniendo en cuenta quién había sido su oponente y cómo había acabado este, más tarde tendría que preguntar por los detalles.
Se encontraron de frente a Maki, Gyojin del cual Edward aún no sabía que pensar... Pero la jerarquía dejaba bastante claro que era su superior, por lo que trataría de no faltarle el respeto.
—Osu, sé que no hay tiempo para explicaciones largas, pero... —decía el chico mientras subía.—...¿Sabes ya si ha sido Krau el responsable de todo esto?
Cuando ya estuvieron arriba, pudieron ver un vacío a superar y lo que parecía un ascensor tras él. —La verdad es que no estoy seguro de que ese ascensor esté en buen estado, pero podemos probar ¿no? —dijo mientras una hélice de helicóptero le surgía de la nuca. —Ah, ¿Julianna?... ¡Ostras! Pues ahora que lo dices, un tío al que me he enfrentado abría portales y no tengo manera de saber dónde la mandó... Pero ahora creo que deberíamos seguir adelante, tal vez sea lo mejor incluso para ella, no sabemos qué puede hacer este armatoste.
Tras eso, se aventuraría hacia el ascensor y trataría de activarlo, de funcionar todo correctamente, volvería a comunicárselo a los otros. —Maki, ¿te llevo? —preguntó, servicial, con una pequeña reverencia.
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Mi socio preferente se limitó a responder refiriéndose a la estructura, realmente aquella aguja estaba en las últimas, ni tan siquiera estaba muy seguro de si aún funcionaba, o de sin tan si quiera era evitable el desastre para el mar del norte, ciertamente lo que más le apremiaba era salir de ahí con vida, el plan había sido un completo desastre.
-Creo que no nos queda mucha más alternativa que seguir hacia delante, tenía un plan de huida si las cosas se torcían, pero para ello necesito a Black- masculló mientras continuaba en paralelo con su compañero -Aun así, espero tener un as bajo la manga, aunque para ello necesitare un sitio lo más alto posible- resolvió mientras miraba hacia arriba intentando encontrar un lugar que coincidiera con sus requisitos.
Tras los remiendos de su compañero prosiguieron su camino hacia lo desconocido, realmente aquel lugar le resultaba siempre igual, los temblores no cesaban y a cada canción que sonaba le alteraba aún más que la anterior. Donde quedaba la gente sensata y coherente en este mundo, aunque tampoco podía esperarse mucho si quienes lo regían eran igual de caprichosos que un niño.
Justo cuando se quiso dar cuenta un temblor más fuerte fracturo el suelo bajo sus pies, arrastrándolos tanto a él como a su compañero al piso inferior, donde por fin se descubrió el origen de una melodía que le taladraba la cabeza, pese a poder haberla encontrado agradable en cualquier otro momento.
La escena que se encontró parecía sacada de cualquiera novela negra al uso, donde un secuestrador vertía un bidón de gasoil sobre un testigo o un traidor para librarse del problema. Ciertamente no entendía ese método, siempre le había resultado mucho más sensato tirar un cuerpo en alta mar como mejor método para borrar a alguien del mapa.
Tan pronto como se dispuso a abrir la boca Elliot ya había realizado un tajo con su estoque, realmente no se andaba con medias tintas. En caso de que el torturador cayera muerto se dedicaría a quitarle la mordaza al empapado.
-Aguarda un segundo- diría a su compañero -Respecto a ti- diría refiriéndose al maniatado-¿Quién eres y por qué te quieren muerto?- preguntaría inquisitivo al hombre.
Realmente no había mucho margen de maniobra, pero si aquel hombre sabía cómo escapar de allí les sería más útil que su alocado plan, a fin de cuentas, quería salir de ahí lo más rápido posible.
-Creo que no nos queda mucha más alternativa que seguir hacia delante, tenía un plan de huida si las cosas se torcían, pero para ello necesito a Black- masculló mientras continuaba en paralelo con su compañero -Aun así, espero tener un as bajo la manga, aunque para ello necesitare un sitio lo más alto posible- resolvió mientras miraba hacia arriba intentando encontrar un lugar que coincidiera con sus requisitos.
Tras los remiendos de su compañero prosiguieron su camino hacia lo desconocido, realmente aquel lugar le resultaba siempre igual, los temblores no cesaban y a cada canción que sonaba le alteraba aún más que la anterior. Donde quedaba la gente sensata y coherente en este mundo, aunque tampoco podía esperarse mucho si quienes lo regían eran igual de caprichosos que un niño.
Justo cuando se quiso dar cuenta un temblor más fuerte fracturo el suelo bajo sus pies, arrastrándolos tanto a él como a su compañero al piso inferior, donde por fin se descubrió el origen de una melodía que le taladraba la cabeza, pese a poder haberla encontrado agradable en cualquier otro momento.
La escena que se encontró parecía sacada de cualquiera novela negra al uso, donde un secuestrador vertía un bidón de gasoil sobre un testigo o un traidor para librarse del problema. Ciertamente no entendía ese método, siempre le había resultado mucho más sensato tirar un cuerpo en alta mar como mejor método para borrar a alguien del mapa.
Tan pronto como se dispuso a abrir la boca Elliot ya había realizado un tajo con su estoque, realmente no se andaba con medias tintas. En caso de que el torturador cayera muerto se dedicaría a quitarle la mordaza al empapado.
-Aguarda un segundo- diría a su compañero -Respecto a ti- diría refiriéndose al maniatado-¿Quién eres y por qué te quieren muerto?- preguntaría inquisitivo al hombre.
Realmente no había mucho margen de maniobra, pero si aquel hombre sabía cómo escapar de allí les sería más útil que su alocado plan, a fin de cuentas, quería salir de ahí lo más rápido posible.
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Ascendieron por las escaleras, donde acabaron en el primer anillo. Quizá tendría que haber seguido al pelirrojo por fuera, pero no sabía si las defensas exteriores seguían activas, aun en la lamentable condición en la que se encontraba la torre. Aun no podía localizar a Annie, pero Maki les encontró primero. No es que le disgustara la compañía del gyojin, pero tenerlo cerca había supuesto más peligro que tener un resfriado y diarrea a la vez.
- Decir que Krauser no tiene la culpa seria de gilipollas, pero tampoco es el cerebro de todo esto. –le respondió a Edward-. Adrede o no, hay alguien más detrás de esto…
El puente que les separaba de la puerta del ascensor se había derrumbado, cosa que le revivió un ahora amargo recuerdo de aquella ocasión en que Krauser tuvo que cargar con medio equipo por la misma situación. Aunque ahora sería muy diferente. Salto sobre donde tendría que estar el puente, pero en vez de caer, se elevaba como si saltase sobre el propio aire, para aterrizar al otro lado con seguridad.
Cuando sus pies tocaron el suelo, pudo escuchar aquella voz que llevaba toda la noche dándoles por saco, pero en ese caso le hirvió la sangre al identificar a su dueño; David Brownie. El causante de la destrucción del West Blue, su hogar, no era menos que el mismo comandante que debía protegerlo. Solo ese pensamiento le hincho la vena del cuello de forma amenazadora.
- ¡Hijo de puta…! ¡Voy a matar a ese cabronazo destroza-islas! –por un momento le quiso dar un puñetazo a la pared, pero no quería que aquel lugar en ruinas se derrumbase con su fuerza. Ya se encargaría de hacérselo a Brownie-. ¿Comandante de West Blue? Y una polla ¡Le voy a quitar el puesto a hostias!
Empezó a pulsar el botón del ascensor de forma impaciente para llamarlo. No le importaba si no funcionaba, pues si era así, abriría las puertas a fuerza bruta y escalaria el hueco del ascensor si hacía falta con tal de no dejarle ni un hueso sano a Brownie.
- Decir que Krauser no tiene la culpa seria de gilipollas, pero tampoco es el cerebro de todo esto. –le respondió a Edward-. Adrede o no, hay alguien más detrás de esto…
El puente que les separaba de la puerta del ascensor se había derrumbado, cosa que le revivió un ahora amargo recuerdo de aquella ocasión en que Krauser tuvo que cargar con medio equipo por la misma situación. Aunque ahora sería muy diferente. Salto sobre donde tendría que estar el puente, pero en vez de caer, se elevaba como si saltase sobre el propio aire, para aterrizar al otro lado con seguridad.
Cuando sus pies tocaron el suelo, pudo escuchar aquella voz que llevaba toda la noche dándoles por saco, pero en ese caso le hirvió la sangre al identificar a su dueño; David Brownie. El causante de la destrucción del West Blue, su hogar, no era menos que el mismo comandante que debía protegerlo. Solo ese pensamiento le hincho la vena del cuello de forma amenazadora.
- ¡Hijo de puta…! ¡Voy a matar a ese cabronazo destroza-islas! –por un momento le quiso dar un puñetazo a la pared, pero no quería que aquel lugar en ruinas se derrumbase con su fuerza. Ya se encargaría de hacérselo a Brownie-. ¿Comandante de West Blue? Y una polla ¡Le voy a quitar el puesto a hostias!
Empezó a pulsar el botón del ascensor de forma impaciente para llamarlo. No le importaba si no funcionaba, pues si era así, abriría las puertas a fuerza bruta y escalaria el hueco del ascensor si hacía falta con tal de no dejarle ni un hueso sano a Brownie.
- Resumen:
Saltar el hueco del puente.
Llamar al ascensor mientas me cago en los antepasados de Brownie
Si no funciona abro las puertas y voy por el hueco el ascensor
- Cosis:
- Nombre de la técnica: Air ride
Naturaleza de la técnica: Física
Descripción de la técnica: Muy parecida a su versión de la Cipher Pol (Geppo), permite al usuarios saltar en el propio aire, lo que le deja permanecer flotando en el aire mientras sus piernas no sean sujetas o bloqueadas.
Tiempo de canalización: 2 segundos.
Zane y Luka estaban vivos, si es que sus ojos no le engañaban. Decir eso del pelirrojo no era descabellado al fin y al cabo, pero le extrañaba ver que la sardina aún era capaz de moverse por sí misma a esas alturas de la película. Aunque no sabía cuánto duraría aquello, al menos el reencuentro era bastante halagüeño en ese sentido.
Therax asintió ante las palabras de su capitán, iniciando la marcha en último lugar. Cuando llegó al destino, una chica era la única ocupante de un escenario que, solitario, asistía como un invitado desubicado al preludio del fin de otro Blue. Suya debía ser la voz que había resonado por todos lados y desde ningún sitio al mismo tiempo. En consecuencia, aquél debía ser el micrófono a través del cual las voces se habían dirigido al desesperado público durante toda la velada. Pero ¿qué pintaba aquella muchacha allí? Los comentaristas de la inminente masacre habían sido hombres hasta el momento, sólo hombres. ¿Cómo había llegado ella allí?
Un despliegue de luces, flashes y efectos de todo tipo despejó las dudas del domador... al menos parte de ellas. Nunca había tenido la suerte o la desgracia de cruzarse con aquel sujeto, pero le era imposible no reconocerle. David Brownie, el cabecilla de la Revolución en aquellos momentos. ¿A qué demonios se debía aquello? ¿Estaba la Armada Revolucionaria al completo implicada en todo lo que estaba aconteciendo? ¿Y Annie? ¿Acaso todo el despliegue de medios que había podido presenciar con sus propios ojos no era más que fachada? ¿O, por el contrario, el líder de aquella organización estaba actuando a espaldas de la misma?
Fuera como fuere, lo que se planteaba ante él era un mar de dudas que bajo ningún concepto podía ni debía resolver en esos instantes. Por el contrario, el pelirrojo parecía tener claro lo que había que hacer, y así se lo hizo saber a su tripulación. Tras responder a la sugerencia que le había hecho Luka y soltar su comentario gañán de rigor, pasó a la ofensiva.
El corte surcó el aire en dirección a Brownie, acompañado de la fiera voluntad de quien lo había lanzado. El rubio apenas dio unos segundos para asegurarse de que no saldría herido por el ataque del Descamisetado y, acto seguido, se abalanzó sobre su oponente. Trazó un corte ascendente y oblicuo en dirección a su torso, más para tantear a quién se estaban enfrentando que para acabar con él. A decir verdad, en aquel momento prestaba más atención a la represalia con la que el revolucionario pudiera obsequiarle que a su propia acometida.
Therax asintió ante las palabras de su capitán, iniciando la marcha en último lugar. Cuando llegó al destino, una chica era la única ocupante de un escenario que, solitario, asistía como un invitado desubicado al preludio del fin de otro Blue. Suya debía ser la voz que había resonado por todos lados y desde ningún sitio al mismo tiempo. En consecuencia, aquél debía ser el micrófono a través del cual las voces se habían dirigido al desesperado público durante toda la velada. Pero ¿qué pintaba aquella muchacha allí? Los comentaristas de la inminente masacre habían sido hombres hasta el momento, sólo hombres. ¿Cómo había llegado ella allí?
Un despliegue de luces, flashes y efectos de todo tipo despejó las dudas del domador... al menos parte de ellas. Nunca había tenido la suerte o la desgracia de cruzarse con aquel sujeto, pero le era imposible no reconocerle. David Brownie, el cabecilla de la Revolución en aquellos momentos. ¿A qué demonios se debía aquello? ¿Estaba la Armada Revolucionaria al completo implicada en todo lo que estaba aconteciendo? ¿Y Annie? ¿Acaso todo el despliegue de medios que había podido presenciar con sus propios ojos no era más que fachada? ¿O, por el contrario, el líder de aquella organización estaba actuando a espaldas de la misma?
Fuera como fuere, lo que se planteaba ante él era un mar de dudas que bajo ningún concepto podía ni debía resolver en esos instantes. Por el contrario, el pelirrojo parecía tener claro lo que había que hacer, y así se lo hizo saber a su tripulación. Tras responder a la sugerencia que le había hecho Luka y soltar su comentario gañán de rigor, pasó a la ofensiva.
El corte surcó el aire en dirección a Brownie, acompañado de la fiera voluntad de quien lo había lanzado. El rubio apenas dio unos segundos para asegurarse de que no saldría herido por el ataque del Descamisetado y, acto seguido, se abalanzó sobre su oponente. Trazó un corte ascendente y oblicuo en dirección a su torso, más para tantear a quién se estaban enfrentando que para acabar con él. A decir verdad, en aquel momento prestaba más atención a la represalia con la que el revolucionario pudiera obsequiarle que a su propia acometida.
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