Gareth Silverwing
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Todo estaba tranquilo, demasiado tranquilo. Se suponía que esta era la retaguardia de la línea enemiga, pero no me esperaba que en la ciudad no se viera ni un alma, menos en un país tan centralizado. En fin, dado que ni siquiera nosotros esperábamos acabar aquí supuse que esto no sería una trampa y que simplemente habíamos tenido por primera vez en dos semanas la suerte de acabar en el lugar menos esperado para el enemigo. Si sólo Al no hubiera decidido echar a volar en la dirección contraria y Jack apareciese, podríamos iniciar una invasión (Porque seamos sinceros, entre el ejército de cascanueces y los monigotes podíamos invadir una ciudad de forma legítima). Aunque ahora que lo pensaba, de todos los aspectos que podían conformar una invasión sólo quedaba la destrucción intimidante que hacía que el enemigo se rindiera, ese era mi papel. En fin, si alguno decide venir sólo tiene que seguir el rastro de destrucción. No es que caminara con intenciones de destruir la ciudad, pero en territorio enemigo, con edificios de madera y paredes de papel... era una tragedia que estaba por ser escrita.
Entre mis pensamientos, caminando me acabé alejando del agujero cuando unas voces llegaron a mis oídos. Guardé el arma y usé parte de la temperatura que tenía almacenada para dibujar una flecha con tierra calcinada que apuntaba la dirección en la que me había movido, lo suficientemente grande como para que pudiera verse desde el cielo. Me acerqué a las voces para ver un campamento, por el equipo de las personas que veía parecían samuráis, pero estaban en medio de territorio enemigo y se los veía demasiado relajados. Podían ser una facción disidente o bien enemigos haciéndose pasar por los guerreros de Wano. Pero también cabía la posibilidad de que fuerzas locales hubieran tomado esta zona y estuvieran descansando. Ante la duda sólo me quedaba una opción, averiguar quienes eran y comprobar qué era esa tienda con un telescopio.
Era una aproximación complicada, en la cual tenía que discernir si eran amigos o enemigos, no quería entrar cayendo sobre ellos como un meteorito y cortando todo lo que no hubiera muerto en el choque por si acaso eran aliados, pero si eran enemigos me gustaría averiguar qué estaban haciendo antes de que tuvieran tiempo de quemar las pruebas. Sólo me quedaba una opción. Caminé con normalidad entre las tiendas, como si estuviera familiarizado con el lugar en dirección de la tienda grande.
- Buen día caballeros. - Diría a la vez que pasaba a su lado y saludaba cordialmente. Nadie sospecha de alguien que siempre saluda.
Si no me detenían iría hasta la tienda y trataría de entrar, aunque me daba la sensación de que no tendría tanta suerte. de todas formas siempre estaba la posibilidad de que colase, o si no lo hacía que no fueran enemigos de la marina, por su bien, esperaba que no fueran enemigos.
Entre mis pensamientos, caminando me acabé alejando del agujero cuando unas voces llegaron a mis oídos. Guardé el arma y usé parte de la temperatura que tenía almacenada para dibujar una flecha con tierra calcinada que apuntaba la dirección en la que me había movido, lo suficientemente grande como para que pudiera verse desde el cielo. Me acerqué a las voces para ver un campamento, por el equipo de las personas que veía parecían samuráis, pero estaban en medio de territorio enemigo y se los veía demasiado relajados. Podían ser una facción disidente o bien enemigos haciéndose pasar por los guerreros de Wano. Pero también cabía la posibilidad de que fuerzas locales hubieran tomado esta zona y estuvieran descansando. Ante la duda sólo me quedaba una opción, averiguar quienes eran y comprobar qué era esa tienda con un telescopio.
Era una aproximación complicada, en la cual tenía que discernir si eran amigos o enemigos, no quería entrar cayendo sobre ellos como un meteorito y cortando todo lo que no hubiera muerto en el choque por si acaso eran aliados, pero si eran enemigos me gustaría averiguar qué estaban haciendo antes de que tuvieran tiempo de quemar las pruebas. Sólo me quedaba una opción. Caminé con normalidad entre las tiendas, como si estuviera familiarizado con el lugar en dirección de la tienda grande.
- Buen día caballeros. - Diría a la vez que pasaba a su lado y saludaba cordialmente. Nadie sospecha de alguien que siempre saluda.
Si no me detenían iría hasta la tienda y trataría de entrar, aunque me daba la sensación de que no tendría tanta suerte. de todas formas siempre estaba la posibilidad de que colase, o si no lo hacía que no fueran enemigos de la marina, por su bien, esperaba que no fueran enemigos.
- Resumen:
- Caminar casualmente pasando al lado de los samuráis y saludarlos educadamente.
Yarmin Prince
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La verdad sea dicha, haber podido aliarme con los piratas de Kepler habría sido una opción cuanto menos agradable, pero que Hipatia me despreciase por alguna razón y que rechazase con fuerte ahínco cualquier ayuda de la que yo pudiese haberla provisto, alejándome de cualquier mínima responsabilidad, me hacían entender que no tenía ningún motivo para pensar que con Foam fuese diferente. Y, aunque lo fuese, era imposible que pudiese plantearme cualquier trato con ellos mientras Oc se dedicase a dinamitar cualquier esfuerzo que yo pudiese hacer para propiciar un acercamiento. Con él fuera de escena, fuese muerto o convertido en mi aliado, ya podría plantearme cualquier cosa.
En cualquier caso, cuando noté que el pirata bajaba esperé unos segundos más, asegurándome de que todo estuviese en orden y no fuese a volver por alguna razón que me era totalmente ajena -siempre es mejor tomar precauciones-. Lo escuché bajar, y también pude notar el asqueroso sonido de un calamar torpe desplazándose por un suelo de madera. Ventosas contra la madera, el chirriante sonido de la piel húmeda contra el suelo... Se estaba yendo.
No. No iba a dejarle.
Recorté la distancia, avanzando por las escaleras y recorriendo los pasillos hasta la sala donde antes se encontraban, permanentemente atento a seguir la estela de su presencia. No era difícil seguirla, claro, mucho menos acercarme, y aunque mantuve cierta cautela -evitando ventanas y zonas calientes-, no me preocupé demasiado por el ruido que pudiera o no hacer. Al fin y al cabo, mis zancadas eran casi silenciosas, probablemente solo Oc pudiese detectarlas, ¿y él cómo iba a huir?
- Sir Oc, solicito un minuto de tu tiempo -diría, una vez a su espalda, mientras un pequeño gato blanco, apenas un cachorrito de pelo largo y cara redonda daba vueltas entre mis pies, listo para lanzarse contra él-. Creo que hemos empezado con mal pie, por eso tengo que preguntaros... ¿Por qué me odias?
Había escuchado cosas contradictorias acerca de Oc: Un guerrero legendario, ciego y sordo, en esos momentos llegado a su ocaso. Sabía que sus tentáculos tenían el extraño poder de romper mi hechizo, pero aunque tenía algunas teorías, no podía confirmarlas. La solución ideal pasaba, como era lógico, por hacerme primero dueño del verdadero poder, el de segunda fila, y luego hacerme con el de primera. No sabía si podría entenderle, pero estaba seguro de que él sí a mí. Por eso centré mi Haki de observación en él. Era probable que cualquier cosa que desease decirme se convirtiese en un pensamiento superficial; y si eso sucedía, podría leerlo.
En cualquier caso, cuando noté que el pirata bajaba esperé unos segundos más, asegurándome de que todo estuviese en orden y no fuese a volver por alguna razón que me era totalmente ajena -siempre es mejor tomar precauciones-. Lo escuché bajar, y también pude notar el asqueroso sonido de un calamar torpe desplazándose por un suelo de madera. Ventosas contra la madera, el chirriante sonido de la piel húmeda contra el suelo... Se estaba yendo.
No. No iba a dejarle.
Recorté la distancia, avanzando por las escaleras y recorriendo los pasillos hasta la sala donde antes se encontraban, permanentemente atento a seguir la estela de su presencia. No era difícil seguirla, claro, mucho menos acercarme, y aunque mantuve cierta cautela -evitando ventanas y zonas calientes-, no me preocupé demasiado por el ruido que pudiera o no hacer. Al fin y al cabo, mis zancadas eran casi silenciosas, probablemente solo Oc pudiese detectarlas, ¿y él cómo iba a huir?
- Sir Oc, solicito un minuto de tu tiempo -diría, una vez a su espalda, mientras un pequeño gato blanco, apenas un cachorrito de pelo largo y cara redonda daba vueltas entre mis pies, listo para lanzarse contra él-. Creo que hemos empezado con mal pie, por eso tengo que preguntaros... ¿Por qué me odias?
Había escuchado cosas contradictorias acerca de Oc: Un guerrero legendario, ciego y sordo, en esos momentos llegado a su ocaso. Sabía que sus tentáculos tenían el extraño poder de romper mi hechizo, pero aunque tenía algunas teorías, no podía confirmarlas. La solución ideal pasaba, como era lógico, por hacerme primero dueño del verdadero poder, el de segunda fila, y luego hacerme con el de primera. No sabía si podría entenderle, pero estaba seguro de que él sí a mí. Por eso centré mi Haki de observación en él. Era probable que cualquier cosa que desease decirme se convirtiese en un pensamiento superficial; y si eso sucedía, podría leerlo.
- Resumen:
- Hora de charlar con Oc.
Alexandra Holmes
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Ino se puso a pelear con el paleto halterofílico así que, ante su sonrisilla y su palabrería, se limitó a guardar silencio y a sacarle el dedo del medio. El populacho no respondió, pero tampoco la atacaron, así que supuso que había captado el mensaje bastante bien. Por otro lado, Kaya parecía estar ocupándose bien de la señora de los gyojins y de los susodichos, así que... ¿qué podía hacer la infame doctora de los piratas que aún no sabían exactamente cómo se llamaban?
Viendo que su amenaza había tenido efecto, la científica se dirigió hacia los zombies para ver si podía salvar a algunos. Le daba cierta pena que los esfuerzos de Ivan fuesen en vano pero... agh, putos paletos. Estaba tratando de apagar el fuego de algunos aplicando un poco de hielo cuando Rose le informó de la llegada de Katharina.
—Bueno, si es lo que quiere. Ahora aviso a estos dos, gracias, Rose.
Primero se acercaría a Kaya, la cocinera, procurando no meterse en medio del rayo de luz abrasador porque no quería morir todavía -quién le mandaría meterse en esa banda si no quería morir-.
—Kaya, Katha quiere que vayamos al campamento. Puedes dejarlos estar si quieres. Ino... aún está peleándose con el gilipollas aquel, ¿no? —dijo. Por cosas como esas prefería ser una simple curranta, las responsabilidades eran un poco una mierda.
Comprobó que su vara no se hubiera caído, comprobó que estaba aún cargándose y luego se llevó las manos a los bolsillos. Se adentró una vez más en el pueblo y buscó a Ino, que aún debía estar metido en su combate. Realmente no quería interrumpirlo porque el chaval se divertía así, pero órdenes eran órdenes.
—¡Eh, Ino, date prisa en matarlo, la jefa nos quiere fuera de aquí ya, nos vamos al campamento!, ¡no me hagas ir ahí o será peor! —habiendo dado el aviso, pasó a girarse a los pueblerinos, a los que dedicó una sonrisa que para nada tenía tintes de maldad y diversión ante la idea de cumplir con sus deseos y dejarlos totalmente desprotegidos.
—Habéis ganado, nos vamos. Disfrutad.
Tras aquellas sinceras palabras, volvió a girarse hacia el espadachín y lo miró con un poco de frustración. Dios, que ganas tenía de largarse de aquel nido de idiotas. ¿El pueblo? Sí, ¿Wano? también.
—¡Ino, coño, que lo mates ya, ¿es que tengo que ir yo? no va a ser bonito si me haces andar más de la cuenta!
Bueno, el muchacho era ya mayorcito. Cuando acabara el combate, o cuando se aburriera -lo que pasara antes-, empezaría a caminar hacia el condenado campamento. Oh, cierto, los zombies. También se los llevaría, a ver cuántos estaban los bastante enteros.
—¡Zombies, nos vamos!
Y así, el pueblo pasaría a ser libre de la presencia de los piratas de Katharina... aunque se quede vulnerable a la ira de los gyojin.
Viendo que su amenaza había tenido efecto, la científica se dirigió hacia los zombies para ver si podía salvar a algunos. Le daba cierta pena que los esfuerzos de Ivan fuesen en vano pero... agh, putos paletos. Estaba tratando de apagar el fuego de algunos aplicando un poco de hielo cuando Rose le informó de la llegada de Katharina.
—Bueno, si es lo que quiere. Ahora aviso a estos dos, gracias, Rose.
Primero se acercaría a Kaya, la cocinera, procurando no meterse en medio del rayo de luz abrasador porque no quería morir todavía -quién le mandaría meterse en esa banda si no quería morir-.
—Kaya, Katha quiere que vayamos al campamento. Puedes dejarlos estar si quieres. Ino... aún está peleándose con el gilipollas aquel, ¿no? —dijo. Por cosas como esas prefería ser una simple curranta, las responsabilidades eran un poco una mierda.
Comprobó que su vara no se hubiera caído, comprobó que estaba aún cargándose y luego se llevó las manos a los bolsillos. Se adentró una vez más en el pueblo y buscó a Ino, que aún debía estar metido en su combate. Realmente no quería interrumpirlo porque el chaval se divertía así, pero órdenes eran órdenes.
—¡Eh, Ino, date prisa en matarlo, la jefa nos quiere fuera de aquí ya, nos vamos al campamento!, ¡no me hagas ir ahí o será peor! —habiendo dado el aviso, pasó a girarse a los pueblerinos, a los que dedicó una sonrisa que para nada tenía tintes de maldad y diversión ante la idea de cumplir con sus deseos y dejarlos totalmente desprotegidos.
—Habéis ganado, nos vamos. Disfrutad.
Tras aquellas sinceras palabras, volvió a girarse hacia el espadachín y lo miró con un poco de frustración. Dios, que ganas tenía de largarse de aquel nido de idiotas. ¿El pueblo? Sí, ¿Wano? también.
—¡Ino, coño, que lo mates ya, ¿es que tengo que ir yo? no va a ser bonito si me haces andar más de la cuenta!
Bueno, el muchacho era ya mayorcito. Cuando acabara el combate, o cuando se aburriera -lo que pasara antes-, empezaría a caminar hacia el condenado campamento. Oh, cierto, los zombies. También se los llevaría, a ver cuántos estaban los bastante enteros.
—¡Zombies, nos vamos!
Y así, el pueblo pasaría a ser libre de la presencia de los piratas de Katharina... aunque se quede vulnerable a la ira de los gyojin.
- resumen:
» Recibe órdenes, se las comenta a Kaya, y le mete prisa a Ino.
Pareció que su idea funcionaba. No supo cómo llegó, pues estaban mucho más en el mar que en la propia costa, pero el caso es que lo hizo. Embebido en la furia de su poder se sumergió en un mar congelado creando muros de contención glaciales, que se extendían por lo bajo y devoraban sin piedad a los pobres gyojins que cogían en medio. En ese momento tal vez debería haber tenido un mínimo reparo, el decoro de no ir a matar, pero no podía pensar en ello. Se trataba de los asesinos que hundían sus naves o los soldados que habían confiado en él, la gente sin la que no podría ocupar el puesto de inmerecida responsabilidad en el que nadaba. El almirantazgo podía quedarle grande, pero sus prioridades estaban claras: Si debía ser un asesino para que el bien triunfase, debía aceptarlo con humildad. Pudiese dormir o no luego, era su deber.
Precisamente porque era su deber decidió no dejar supervivientes. Los que sacaban la cabeza en las aguas gélidas se convirtieron en el blanco de su ira, y puso todo el empeño que fue capaz de aglutinar para que tentáculos de hielo se extendiesen, veloces como balas, en todas las direcciones. Sin darse cuenta su brazo comenzó a ennegrecerse y humear, y los vasos sanguíneos adoptaron un negro característico mientras palpitaban furiosamente. Activó las cuchillas de hielo de sus zapatos, y persiguió congelando el agua a cada uno de los gyojins que pudo alcanzar hasta que los perdió de vista. Tras eso, volvió a los barcos y subió al que encabezaba la marcha.
- Quiero que reviséis de arriba a abajo cada barco. Si os han dejado algún regalito no quiero que llegue a la costa, porque ya bastantes problemas tenemos. -Respiró hondo cuando se percató del estado de su brazo, haciendo ejercicios de inspiración-expiración hasta que regresó a la normalidad. Más relajado, prosiguió-: Si queda algún superviviente de nuestro bando, rescatadlo, e intentad recuperar todo lo que podáis de los naufragios. No podemos permitirnos perder nada.
Dejó que tras eso la hilera continuase su camino, asegurándose de escoltarla hasta el puerto, donde descendió no sin darse cuenta de que Douglas había estado haciendo de las suyas: Cadáveres calcinados, montañas donde no debería haber montañas, un comprensible olor a matanza... Ese hombre era un peligro para el mundo entero; menos mal que estaba del lado correcto. Aunque, aun así... Ojalá fuese menos brutal en sus acciones.
- Menudo lío habéis organizado -dijo, rompiendo el hielo-. ¿Es que no puedo estar ni cinco minutos fuera sin que intenten secuestrarte? -Trató de ponerle la mano en el hombro-. ¿Se sabe si querían algo, además de sangre?
Precisamente porque era su deber decidió no dejar supervivientes. Los que sacaban la cabeza en las aguas gélidas se convirtieron en el blanco de su ira, y puso todo el empeño que fue capaz de aglutinar para que tentáculos de hielo se extendiesen, veloces como balas, en todas las direcciones. Sin darse cuenta su brazo comenzó a ennegrecerse y humear, y los vasos sanguíneos adoptaron un negro característico mientras palpitaban furiosamente. Activó las cuchillas de hielo de sus zapatos, y persiguió congelando el agua a cada uno de los gyojins que pudo alcanzar hasta que los perdió de vista. Tras eso, volvió a los barcos y subió al que encabezaba la marcha.
- Quiero que reviséis de arriba a abajo cada barco. Si os han dejado algún regalito no quiero que llegue a la costa, porque ya bastantes problemas tenemos. -Respiró hondo cuando se percató del estado de su brazo, haciendo ejercicios de inspiración-expiración hasta que regresó a la normalidad. Más relajado, prosiguió-: Si queda algún superviviente de nuestro bando, rescatadlo, e intentad recuperar todo lo que podáis de los naufragios. No podemos permitirnos perder nada.
Dejó que tras eso la hilera continuase su camino, asegurándose de escoltarla hasta el puerto, donde descendió no sin darse cuenta de que Douglas había estado haciendo de las suyas: Cadáveres calcinados, montañas donde no debería haber montañas, un comprensible olor a matanza... Ese hombre era un peligro para el mundo entero; menos mal que estaba del lado correcto. Aunque, aun así... Ojalá fuese menos brutal en sus acciones.
- Menudo lío habéis organizado -dijo, rompiendo el hielo-. ¿Es que no puedo estar ni cinco minutos fuera sin que intenten secuestrarte? -Trató de ponerle la mano en el hombro-. ¿Se sabe si querían algo, además de sangre?
- Resumen:
- Órdenes y preguntas.
Osuka Sumisu
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El trato parecía bastante justo, tras una negociación en ambos lados. La mitad de los rehenes por Aki y Osu, luego la mitad de los que quedaban por el Zafiro. Eso aun dejaba un cuarto de preocupaciones de que sus captores les hicieran algo, pero también suponía tres cuartos que ya estaban a salvo.
Aki fue la primera en entregarse. Tras dedicarle una mirada a Dexter, Osuka la siguió detrás suyo a escasos metros. Mientras las filas enemigas se abrían paso a sus dos recientes adquisiciones encadenadas, comparaban las diferencias entre ambos. Pese no ser tan alto como el Zafiro, el revolucionario le sacaba fácil una cabeza a Aki. El delicado e hermoso cuerpo de Aki era una contraparte del armario empotrado que era Osuka. Podía notar como varios soldados enemigos se la comían con la mirada mientras que al oficial lo veían como si vieran un oso erguido a dos patas.
No iba a concederles el dirigirles la mirada. No quería darles la sensación de que ya estaban vencidos, aunque todo aquello fuese una farsa. Podia notar como el poder de su akuma le pedia salir al campo a jugar, pero tenía que tener paciencia. En cuanto tuviera la oportunidad, les haría arrepentirse de haber bajado del barco para desembarcan en Wano.
- Tendremos una palabra de seguridad para lo que seguramente no va a ser un resort de spa? – pregunto cuando Aki termino de hablar con el oficial al mando-. Y si es así, ¿la decidimos nosotros, o vosotros tenéis una lista para evitar palabrotas?
A pesar delas coñas, no aparto la mirada del oficial. No era un simple vacile. Le quería dejar claro que no le tenía miedo ni a él ni a esa horda a la que se atrevía llamar ejército.
Aki fue la primera en entregarse. Tras dedicarle una mirada a Dexter, Osuka la siguió detrás suyo a escasos metros. Mientras las filas enemigas se abrían paso a sus dos recientes adquisiciones encadenadas, comparaban las diferencias entre ambos. Pese no ser tan alto como el Zafiro, el revolucionario le sacaba fácil una cabeza a Aki. El delicado e hermoso cuerpo de Aki era una contraparte del armario empotrado que era Osuka. Podía notar como varios soldados enemigos se la comían con la mirada mientras que al oficial lo veían como si vieran un oso erguido a dos patas.
No iba a concederles el dirigirles la mirada. No quería darles la sensación de que ya estaban vencidos, aunque todo aquello fuese una farsa. Podia notar como el poder de su akuma le pedia salir al campo a jugar, pero tenía que tener paciencia. En cuanto tuviera la oportunidad, les haría arrepentirse de haber bajado del barco para desembarcan en Wano.
- Tendremos una palabra de seguridad para lo que seguramente no va a ser un resort de spa? – pregunto cuando Aki termino de hablar con el oficial al mando-. Y si es así, ¿la decidimos nosotros, o vosotros tenéis una lista para evitar palabrotas?
A pesar delas coñas, no aparto la mirada del oficial. No era un simple vacile. Le quería dejar claro que no le tenía miedo ni a él ni a esa horda a la que se atrevía llamar ejército.
- Resumen:
- Preguntar cosas de preguntar, que nunca se sabe lo que depara el futuro
Katharina von Steinhell
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Esperaba en silencio la llegada de los chicos, pero estaban tardando. Como siempre. La buena noticia era que se había tranquilizado un poco, aunque todavía no olvidaba la mirada ni las palabras de Black. Malo sería para todos que se enfadara por la impuntualidad de su tripulación. Abandonó la tienda y, en caso de encontrarse con Onesyas, le anunciaría que la reunión se realizaría dentro de veinte minutos o algo así. Así que, una vez fuera, partió hacia el pueblo realizando una sucesión de movimientos instantáneos para llegar cuanto antes, deteniéndose de vez en cuando para oxigenar sus músculos.
Una vez en el pueblo buscaría a Inosuke con su mantra y se dirigiría hacia él, interrumpiendo el combate y llevándoselo como una madre enfadada. Si el samurái rarucho ese hacía algo, la bruja le daría una descarga de haki del rey para hacerle caer; motivaría a Inosuke para que le quitase la espada, total el samurái no la necesitaría. Luego, buscaría la Voz de Kayadako y aparecería a su lado con un movimiento instantáneo; también se la llevaría. Por último, y sólo en caso de encontrar a Alexandra, haría lo mismo, aunque conociéndola igual ya estaba camino al campamento con Rose. Volvería de la misma manera al campamento.
Cuando todos estuvieran reunidos Katharina daría inicio a la reunión. Ocuparía un lugar aleatorio de la mesa, sobre la cual había un mapa con distintas piezas. También había un mesón con distintos manjares, aunque Kaya tenía prohibido sacarlos. Todavía tenía que explicarle por qué le había mentido de esa manera a Zane.
—Hemos considerado un amplio abanico de estrategias para derrotar a C. Zar y, luego de discutirlo con Ivan y Onesyas, decidí realizar una operación de infiltración. Como la entrada a la isla está protegida por reyes marinos iremos volando. Lo más probable es que nos encontremos con los miembros principales de su tripulación, pues el grueso de su ejército sigue en Udon —dijo la hechicera—. En una primera etapa tenemos dos objetivos importantes: reconocimiento del castillo y conseguir la ubicación de C. Zar. —Hizo una pausa y miró a los chicos—. Enfrentaremos a un enemigo poderoso y despiadado como ningún otro al que hayamos enfrentado. Le he declarado la guerra a un Emperador del Mar, ¿saben lo que significa? —No esperó respuesta, sino que siguió hablando—. Tendremos que dar lo mejor de nosotros, aunque, si alguien decide quedarse aquí, no me enojaré; tampoco lo culparé. Esta guerra tiene un propósito egoísta, tiene el mismo objetivo que tanto critiqué cuando estuve en la tripulación de Zane. Las palabras no son lo mío, pero creo que no habrá otro momento para decirlo: ustedes son más importantes que el título de Emperatriz. Si quieren dar marcha atrás, esta es la única oportunidad. Sin embargo…, estaré encantada de luchar a su lado. Juro por la memoria de mi difunta hermana que venceré a Julius C. Zar y me coronaré como Emperatriz del Mar.
Esperó por si alguno tenía algo que decir, y entonces continuó hablando.
—Onesyas, cuando tus hombres estén preparados para la batalla quiero que te encargues de luchar contra los gyojins y las fuerzas terrestres de C. Zar. No ataques al Ejército Revolucionario —le dijo al general de la flota tlasseseyana—. Si alguno tiene algo que decir, este es el momento.
Una vez finalizada la reunión, se transformaría una vez más en Kathallo (un grifo dicho de otra forma) y marcharía hacia Onigashima con los chicos en su lomo. Volaría rápidamente hacia la isla y, una vez estuviera encima de esta, crearía una ilusión de invisibilidad para descender de la manera más sigilosa posible.
Una vez en el pueblo buscaría a Inosuke con su mantra y se dirigiría hacia él, interrumpiendo el combate y llevándoselo como una madre enfadada. Si el samurái rarucho ese hacía algo, la bruja le daría una descarga de haki del rey para hacerle caer; motivaría a Inosuke para que le quitase la espada, total el samurái no la necesitaría. Luego, buscaría la Voz de Kayadako y aparecería a su lado con un movimiento instantáneo; también se la llevaría. Por último, y sólo en caso de encontrar a Alexandra, haría lo mismo, aunque conociéndola igual ya estaba camino al campamento con Rose. Volvería de la misma manera al campamento.
Una vez dentro de la tienda (por fin)...
Cuando todos estuvieran reunidos Katharina daría inicio a la reunión. Ocuparía un lugar aleatorio de la mesa, sobre la cual había un mapa con distintas piezas. También había un mesón con distintos manjares, aunque Kaya tenía prohibido sacarlos. Todavía tenía que explicarle por qué le había mentido de esa manera a Zane.
—Hemos considerado un amplio abanico de estrategias para derrotar a C. Zar y, luego de discutirlo con Ivan y Onesyas, decidí realizar una operación de infiltración. Como la entrada a la isla está protegida por reyes marinos iremos volando. Lo más probable es que nos encontremos con los miembros principales de su tripulación, pues el grueso de su ejército sigue en Udon —dijo la hechicera—. En una primera etapa tenemos dos objetivos importantes: reconocimiento del castillo y conseguir la ubicación de C. Zar. —Hizo una pausa y miró a los chicos—. Enfrentaremos a un enemigo poderoso y despiadado como ningún otro al que hayamos enfrentado. Le he declarado la guerra a un Emperador del Mar, ¿saben lo que significa? —No esperó respuesta, sino que siguió hablando—. Tendremos que dar lo mejor de nosotros, aunque, si alguien decide quedarse aquí, no me enojaré; tampoco lo culparé. Esta guerra tiene un propósito egoísta, tiene el mismo objetivo que tanto critiqué cuando estuve en la tripulación de Zane. Las palabras no son lo mío, pero creo que no habrá otro momento para decirlo: ustedes son más importantes que el título de Emperatriz. Si quieren dar marcha atrás, esta es la única oportunidad. Sin embargo…, estaré encantada de luchar a su lado. Juro por la memoria de mi difunta hermana que venceré a Julius C. Zar y me coronaré como Emperatriz del Mar.
Esperó por si alguno tenía algo que decir, y entonces continuó hablando.
—Onesyas, cuando tus hombres estén preparados para la batalla quiero que te encargues de luchar contra los gyojins y las fuerzas terrestres de C. Zar. No ataques al Ejército Revolucionario —le dijo al general de la flota tlasseseyana—. Si alguno tiene algo que decir, este es el momento.
Una vez finalizada la reunión, se transformaría una vez más en Kathallo (un grifo dicho de otra forma) y marcharía hacia Onigashima con los chicos en su lomo. Volaría rápidamente hacia la isla y, una vez estuviera encima de esta, crearía una ilusión de invisibilidad para descender de la manera más sigilosa posible.
- Resumen:
- » Ir a buscar a los chicos.
» Iniciar la reunión.
» Volar a Onigashima.
Noximilien
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Algo paso demasiado deprisa. Antes de darse cuenta, algo estallo abruptamente a lo lejos. Por un momento parecía que se les iba a caer el cielo encima. Incluso a Berthil se cubrió de este. Supongo que tener un historial como el suyo no significaba curarte de espanto.
- Claro, ya nos encargamos noso… Espera, ¿que vamos que hacer qué? –Vile se dirigió hacia la explosión, con espada en mano-. Este chaval va a acabar conmigo…
El cráter por la explosión era demasiado grande para lo que estaba habituado, pero el solo pensar en cómo su compañero se metía en el epicentro para buscar piezas de la bomba ya se le pasaba. Pese que no había el típico calor residual de este tipo de explosiones, un incendio se estaba iniciando desde varios puntos. Siguió a Vile, que parecía haber encontrado un rastro.
Con los poderes de la akuma y su conocimiento en química, tenía una manera de aminorar el fuego, pero era arriesgado. Tenía que andarse con ojo, pues la sal con el calor provocaba que liberase dióxido de carbono, que haría que cualquier fuego se extinguiese, pero también dejaría el área alrededor irrespirable. No estaba en sus planes asfixiar a alguien con dióxido de carbono.
Apuntando con el brazo como si fuese una manguera, soltó un chorro de grandes cantidades de sal en un semicírculo frente al fuego. Esto serviría como cortafuegos temporal, pero aquello estaba pensado para pequeños fuegos, no para incendios para aquella escala tan grande.
Al final del rastro, se visualizaba un puesto de avanzado de Hipatia. Parecía demasiado bien puesto estratégicamente. Escondido detrás de un árbol, hizo una vista general del puesto. Buscando indicios sobre si desde ahí habían tirado la bomba. Lo último que quería era ir de cabeza contra ellos. Aunque… ya podía notar el calor del incendio por el cogote.
R
- Claro, ya nos encargamos noso… Espera, ¿que vamos que hacer qué? –Vile se dirigió hacia la explosión, con espada en mano-. Este chaval va a acabar conmigo…
El cráter por la explosión era demasiado grande para lo que estaba habituado, pero el solo pensar en cómo su compañero se metía en el epicentro para buscar piezas de la bomba ya se le pasaba. Pese que no había el típico calor residual de este tipo de explosiones, un incendio se estaba iniciando desde varios puntos. Siguió a Vile, que parecía haber encontrado un rastro.
Con los poderes de la akuma y su conocimiento en química, tenía una manera de aminorar el fuego, pero era arriesgado. Tenía que andarse con ojo, pues la sal con el calor provocaba que liberase dióxido de carbono, que haría que cualquier fuego se extinguiese, pero también dejaría el área alrededor irrespirable. No estaba en sus planes asfixiar a alguien con dióxido de carbono.
Apuntando con el brazo como si fuese una manguera, soltó un chorro de grandes cantidades de sal en un semicírculo frente al fuego. Esto serviría como cortafuegos temporal, pero aquello estaba pensado para pequeños fuegos, no para incendios para aquella escala tan grande.
Al final del rastro, se visualizaba un puesto de avanzado de Hipatia. Parecía demasiado bien puesto estratégicamente. Escondido detrás de un árbol, hizo una vista general del puesto. Buscando indicios sobre si desde ahí habían tirado la bomba. Lo último que quería era ir de cabeza contra ellos. Aunque… ya podía notar el calor del incendio por el cogote.
R
- Resumen:
- Intento apagar cosos o al menos retrasar el incendio e inspecciono el campamento con mas detalle antes de que nos quememos el culo.
Normas del capítulo:
- Se moderará los martes entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los martes antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación:
- The Zaners:
- Intentemos ir por orden… A ver si podemos. ¿Kaya? Kaya. Tus palabras amables y pulso firme frente a la mujer –y puede que un cabezazo– terminan con la discusión rápidamente, haciendo que se calle, y la hoja ensarta al primero de los peces con suma facilidad. Usar a Franklin, por su parte… Te has librado de los demás peces, sí, pero has hecho cosquillas al animal en el ombligo y se ha despertado, meneándose entre tus manos y dándote un par de aletazos inocentes. Por cierto… ¿No escuchas un sonido lejano? Algo extraño, molesto, ostentoso… Un zumbido, de algo malo que está a punto de suceder. Algo muy malo.
En cualquier caso, mientras Xandra y tú estáis llegando al campamento sucede. No parece algo tan malo, simplemente has vuelto a perder la percepción de la profundidad porque el parche ha vuelto a ti. Sin embargo, la científica fácilmente puede verte y la situación es… Curiosa.
Cuando entráis de vuelta, Onesyas os recibe.
– ¡Qué pronto habéiss regresado, joven! –saluda a Kaya–. Pero aún tenéis algo de tiempo para esparciros hasta que la reunión deba celebrarse puntualmente.
Katharina, vuelas rauda y veloz hacia el pueblo. Puedes detectar bajo tus pies por un instante las presencias de Kaya y Xandra, pero por el momento lo que más te interesa es llegar prontamente a Inosuke, y eso haces. Este se encuentra peleando con un hombre guapo, pero no mucho –aunque en comparación al resto de hombres es sumamente atractivo–. En esta batalla ves que intenta golpear con su puño al cerdo, pero este da una voltereta trenzando los pies, y si bien parece que va a funcionar el samurái reacciona a tiempo para alejar la mano antes de sufrir la presa del cerdo. Por cierto, su brazo huele un poco a mantequilla.
De todos modos Ino, antes de que puedas hacer otro movimiento Katharina se interpone y te agarra con no mucha educación. A ella no hay narices a meterle mano, ¿a que no? En cualquier caso, Toshio sonríe burlonamente y se da la vuelta, alzando los brazos como si hubiese ganado.
– ¡Menos mal que él y su mami huyen, o los aniquilaría a ambos! Sayonara, pringaos.
Si después de esto aún queréis desmayarlo y robarle… Adelante. Podéis llevaros su arma, pero probablemente si este hombre no puede defender a los habitantes la aldea esté perdida… O algo así. No sé, la gente parece estar viva y lo cierto es que no ha ayudado demasiado, ¿no? Bueno, eso.
En cualquier caso, tras lo que sea que hayáis hecho vais de vuelta a la carpa, donde Ivan, Xandra, Onesyas y Katharina os esperan. Espera, ¿por qué hay una segunda Katharina? ¿Dónde está Kaya? Aunque ese parche rosa a topos blancos delata el corazón de princesa de la joven Neus. Por cierto, parece que el parche se ha fijado tanto que no lo das levantado para retirarlo. Y respecto a tu piel nueva… ¡Sorpresa! Por cierto, el parche te explica detalladamente por qué ha elegido esa forma, y se irá cuando pidas perdón a tu jefa por difamarla. O cuando encuentres novio. Lo que pase antes.
Entre tú y yo, Ino está soltero.
Pero dejémonos de estas cosas. Onesyas asiente ante las órdenes, aunque plantea la posibilidad de que podáis necesitar apoyo en un futuro inmediato.
– Mantenednos informados; no nos gustaría llegar tarde a la batalla de nuestras vidas.
Tras eso partís rumbo a Onigashima. Por no extendernos, la gran isla con forma de cráneo demoníaco tiene extraños detalles a su alrededor, y una talla realmente colosal. Hay una columna decorativa con forma de gladius, y un sinfín de barcos rodeando la isla, llenos de luz. Tal vez os hayan visto ya si no habéis sido especialmente cuidadosos, pero no tenéis ningún problema para aterrizar en la explanada del puerto frontal. El suelo es de madera y hay numerosos motivos de corte romano, entre las que destacan columnas con lupercas y estatuas de dioses. También, en el camino a la boca principal hay un gran cartel de madera que reza lo siguiente:Por decreto del Emperador, quien ose adentrarse en la gran Onigashima debe portar cera en su mano. El destino del visitante será el de su ofrenda.
PD: Kaya, los gyojins han disfrutado mucho tu mochi.
- Arashi no ladrones de tumbas:
- Zane, tu sondeo con mantra no te aporta gran cosa. Siguen siendo armas, objetos inertes en su mayor parte, y si bien algunas tienen un “poso” de presencia, esta está sumamente apagada. De todos modos cuando algún que otro hombre anciano te ve poniendo ojos golosones a las espadas, niegan con la cabeza. Algunos decepcionados, mientras que percibes en otros la ira del ultraje creciendo paulatinamente.
Pero dejemos de lado por un instante las espadas de los caídos para centrarnos en lo importante: Mientras Therax se presenta, Zane se limpia la mano que milagrosamente empieza a recuperar su aspecto normal, y el samurái frente a vosotros hace una leve reverencia antes de presentarse:
– Mi nombre es Tatsumade Yoshio, Capitán de la guardia personal de la princesa Hitomi-sama, heredera al trono de Wano y contendiente en esta batalla contra la vanguardia kappa –explica, con cierta solemnidad–. Me desplacé hasta este lugar para comandar las tropas ancianas, todos los hombres que el ejército no quiso en primera fila cuando esta pesadilla comenzó. –Si os fijáis podréis comprobar que si bien están mayores, parecen gente recia. Sus mejores años han pasado, sin duda, pero aún podrían formar una falange temible–. Por suerte, han podido agruparse en Ringo; nadie osaría asaltar el invierno perpetuo de esta tierra, por lo que está casi intacta.
Os mira detenidamente, y empieza a dar vueltas a vuestro alrededor. Parece que por un momento se para a olfatear a Zane y hace una mueca de desagrado, aunque no dice nada. Tal vez haya olido el alcohol, aunque estáis seguros de que os ha visto usarlo para limpiar. Cuando llega a Marc, de todos modos, intenta hundir la mano en uno de sus michelines, lenta pero irrespetuosamente.
– Bueno, por lo menos es mejor de lo que cabría esperar –dice, retirando el dedo, antes de volver hacia Therax–. ¿Cómo que qué vanguardia, jovencito? La del ejército. Partimos en breves hacia la Capital de la Flor; no podemos tolerar más esta situación.
- Noximillien y Vile:
- La sal hace que el incendio se retrase durante algún tiempo, pero el fuego avanza a vuestra espalda implacable como seguramente no tarde mucho en ir tras de los piratas del dragón. De todos modos, si observas detenidamente el campamento enemigo podrás percibir fácilmente que no posee ninguna pieza de artillería capaz de producir semejante explosión. Sin embargo, seguramente Vile pueda aportar algo de información en base a lo que ha visto.
En cualquier caso, no parece tener ningún punto de industria, sino ser simplemente un campamento de paso y no demasiado trabajado. Podéis comprobar que hay algunos guardias que ni siquiera terminan de estar completamente atentos a todo lo que sucede, y entre las rondas podéis notar que apenas habrá unas siete personas, ocho a lo sumo, montando guardia. En el interior os percatáis de que hay más gente, claro, algunos con brillantes armaduras y, detalle importante, hay tanto hombres pez como humanos. Los humanos parecen tropas de Iulius, por cierto, aunque no podríais aseverarlo.
En cualquier caso el fuego se va haciendo más y más intenso, pero nadie en el interior parece muy preocupado. Podéis ver que tres gyojins salen al exterior y, de alguna forma, hacen que las llamas retrocedan ligeramente. No hay mucha humedad en el ambiente, claro, pero más o menos apañan un poco. Sin embargo… Espera, ¿Qué ha sido ese aleteo?
Si os dais la vuelta podréis notar el desmesurado aleteo de un gigantesco dragón, generando ráfagas de viento huracanado, y un rugido poderoso e inhumano. De pronto, todo el cuartel está alerta, pero una mujer vestida en túnicas de Arabasta sonríe, complacida.
- Ryuu:
- Ya en las puertas del palacio del shogun sois interceptados de nuevo para pedir una explicación que justifique que os encontréis allí. Repites el mensaje que has estado pronunciando hasta el momento ante la congoja del médico, que continúa nervioso pese a haber sentido de forma imperceptible después de oír tus palabras.
Los vigías se disponen a poner los mismos problemas que pusieron en la tienda donde descansan los sanitarios, pero un quieto asentimiento de parte de los que te acompañan sirve como salvoconducto. Se produce el relevo, pasando los nuevos centinelas a ser quienes os escoltan por los corredores del palacio. Es inmenso, como no podría ser de otro modo. Inmenso y monótono, pues pasillos muy similares se bifurcan sin descanso, dejando a su lado una gran cantidad de estancias que en su mayoría están vacías. Halláis numerosas patrullas en vuestro camino, que en su mayoría camina en parejas o tríos. Muchas de ellas se detienen un instante para observaros con cierta incomprensión en sus rostros, pero no pronuncian palabra y continúan con sus rondas.
Terminan por deteneros en medio de lo que parece ser un patio interior, pero allí no hay Hipatia ni, realmente, nadie aparte de vosotros.
̶A partir de aquí podemos ocuparnos nosotros, soldado. Buen trabajo ̶dice uno de los gyojins, invitándote con sus palabras a que te marches por donde has venido. Entretanto, un clamor de campanas llega hasta tus oídos procedente del exterior del palacio. Éste sorprende también a los vigías, que miran hacia arriba como si desde el cielo pudiese llegarles el motivo de semejante escándalo. ¿Qué estará pasando en el exterior? Sea como sea, vuelves a encontrarte en una situación un tanto peliaguda, pues tu misión era llevar al médico hasta allí. En teoría has cumplido tu cometido, ¿no? Y algo me dice que decir que sólo puedes separarte del humano cuando esté ante Hipatia no será suficiente.
- Maki y Yarmin:
- Tu obra continúa desarrollándose, no sin ciertos contratiempos… ¡como que el protagonista no se sepa el guión! Pero bueno, eso es algo que podrás discutir en algún momento con el reparto. ¡Porque algo deberías hacer, digo yo!
Sea como sea, los soldados de Hipatia, completamente cautivados, no despegan el ojo de la función que se desarrolla ante ellos. Alguno incluso libera poderosas carcajadas, cosa que no entiendo. ¿Es que no ven la profundidad de tu creación, el culto mensaje satírico que se esconde tras cada aparente broma o error? En fin, es algo que sólo los verdaderos artistas sabemos valorar. Es lo mismo que sucede con el profundo mensaje que transmite un punto rojo en medio de un lienzo gigantesco y blanco; sólo algo al alcance de aquellos con un verdadero ojo crítico y un profundo conocimiento del arte.
De cualquier modo, Hipatia parece estar a otra cosa hasta su improvisación final. ¡Menos mal que tiene esa labia natural y la capacidad de concebir originales y nada plagiadas creaciones con un rápido pensamiento! Quizás por ahí vayas por buen camino, pues, por primera vez desde que comenzase la función, la reina da un par de palmadas coincidiendo con la conclusión del tercer acto.
¿Sabes qué más coincide con el fin del tercer acto? El estruendo de un sinfín de campanas más allá de los límites del palacio, que parecen anunciar algo que por el momento no sabes ̶si quieres alguna pista puedes leer la moderación de Datebaio̶. Claro que lo más probable es que sean campanas de regocijo por la obra maestra que se está desarrollando y de la que el mundo está siendo privada.
Yarmin, encuentras a Oc quieto cuando alcanzas su posición, como si te estuviese esperando desde hace unos segundos. Se vuelve hacia ti, aunque, evidentemente, no te ve. Su mirada ausente está perdida más allá de tu posición, con sus ojos grisáceos mirando a la nada. Te entiende a la perfección, o al menos eso da a entender la expresión de su semblante.
En esta ocasión no mueve sus tentáculos, porque da por hecho que no estás capacitado para entenderle. Sea como sea, percibes una suerte de proyección de su mente, distante y en cierto modo… protegida. Creo que ésa es la palabra más indicada para definir lo que crees sentir.
Sea como sea, no parece haber odio en él, sino una perspicacia que va más allá de lo común. Eso es lo que notas por encima de todo. Si te pones a pensar un poco verás que tiene cierto sentido. En un mundo en el que su raza ha tomado el control de un país como Wano emerge un hombre dispuesto a ayudar a Hipatia, sin importar su procedencia o sus intenciones, verdaderas o falsas. Con toda seguridad Oc habrá visto muchas traiciones, y sabe que todas comienzan del mismo modo. Parece que no es odio, sino una extremadamente cuidada precaución.
- Datebaio:
- Un frío silencio se apodera de los soldados junto a los que pasan Osuka, Dexter y Aki, muchos de los cuales apartan la mirada, intimidados y nerviosos. Se ve que vuestras palabras han calado en muchos de ellos, aunque no se atrevan a enunciar lo que piensan al respecto de la situación actual.
Como os anticipé en moderaciones anteriores, os conducen hasta el centro de la formación y disponen un círculo de rehenes en torno a vosotros para asegurarse de que no hacéis nada inesperado. Podéis ver la expresión de terror en hombres, mujeres y niños, así como un callado reconocimiento que reconoce vuestra aparente preocupación y el indiscutible peligro al que os estáis exponiendo.
De entre las tropas enemigas emergen tres figuras, una de las cuales es a la que se dirige Aki. Lleva una desgastada armadura de samurái, con una máscara destrozada casi por completo que cubre el lateral derecho de su cabeza y deja al descubierto un recio rostro surcado por arrugas. Si tenéis en mente los rostros más conocidos de los siete mares sabréis que se trata de Kitake Umi, un ronnin expulsado de Wano tiempo atrás por intentar atentar contra la vida del shogun y aceptado en la tripulación del Hemperador, convirtiéndose poco después en uno de sus oficiales de mayor graduación. Si alguno dispone de un ojo lo suficientemente desarrollado podrá comprobar que su poder es indudable, aunque no podría plantaros cara ni siquiera a dos de vosotros. Junto a él van dos mujeres a caballo, como él, cuyo poder individual parece ser algo inferior al del oficial revolucionario amo y señor de la tierra.
̶No quebraremos el pacto mientras no hagáis ningún movimiento sospechoso ̶dice con más respeto que cualquier otra cosa-. Y no es necesaria palabra alguna, señor Sumisu, nuestras acciones hablarán por si mismas.
Acto seguido, después de que vuelva a desaparecer entre sus soldados, da la orden y os ponéis en marcha hacia la Capital de las Flores. La marcha de la formación se asemejaría por completo a un cortejo fúnebre de no ser por el ruido del metal del metal de las piezas de armadura al chocar entre sí. Por eso y por las armas que apenas se mueven a escasos metros de vosotros. El ejército gyojin camina detrás del grupo humano en una formación más destartalada, aunque ciertamente más imponente dados los componentes que la forman.
Vuestra pesada caminata os lleva finalmente hasta las mismísimas puertas de la capital, que se encuentran abiertas para vosotros desde que podéis divisarlas en el horizonte. Una vez delante, las tropas gyojin se ven reforzadas por un nada desdeñable grupo que abandona el interior y, con una orden de Kitake, los presos son liberados. Los últimos seres abisales intentan oponerse en un primer momento, pero el oficial del Emperador del Nuevo Mundo se presta a interrumpir cualquier acción por su parte. Por el momento os dejan fuera en medio de un ensordecedor ruido de campanas que nace más allá de los muros de la capital.
Prometeo, tus llamas curan en buena medida las heridas de los más graves, así como las de aquellos en mejores condiciones a los que intentes sanar. De cualquier modo, entre la horda de presos liberados que con paso rápido llegan hasta Datebaio también hay muchas personas dañadas de las que deberás ocuparte, y todo indica que te llevará un buen tiempo encargarte de todo si no quieres caer desfallecido.
Entretanto, no son pocos los voluntarios que se prestan a echarte una mano dentro de sus posibilidades. Os informan de que en estos momentos disponéis de unas doscientas personas, aunque no todas ellas son capaces de empuñar armas y resultar verdaderamente útiles en batalla. Podéis descartar en torno a ochenta por ser demasiado mayores o jóvenes, vaya.
En cuanto al discurso de Shinobu, puedes apreciar cómo un destello brilla en los ojos de aquellos más dispuestos a luchar por su tierra y dar sus vidas por el hogar de sus ancestros. Sí, podríamos decir que ha resultado bastante efectivo, aunque no son estúpidos y el miedo y la incertidumbre siguen siendo poderosos en ellos. De lo contrario no serían más que unos necios descerebrados, ¿no?
Por otro lado, Dexter ha dejado un considerable número de armas forjadas por él mismo con los materiales de los que disponía cerca de la maltrecha forja. Probablemente no sean suficientes para abastecer a un batallón de esas dimensiones, pero sí para conformar una milicia más que digna. Dicho esto, ¿cuál es el siguiente paso? Bueno, terminar de curar a los heridos, pero ¿cómo emprenderéis después la reconquista de Udon?
- Kiritsu:
- Arthur, los samuráis no se dan cuenta de que está ahí hasta que saludas educadamente. Uno de ellos, en retaguardia, lleva instintivamente la mano hacia una de las armas situadas en los soportes, pero uno de sus compañeros le da un rápido toque en la mano para que, literalmente, se deje de tonterías. Uno de los guerreros, sin distintivo alguno que lo identifique como jefe del grupo, se levanta y extiende una mano hacia el cielo en señal de saludo.
-¡Hola! –dice con aire risueño. Deberá rondar la cuarentena y no puedes evitar notar cómo repara en tu indumentaria-. ¡Pero bueno!, ¿cómo ha llegado un miembro de la Marina hasta aquí con la que hay formada fuera?
No parece asustado en absoluto, lo que bien podría significar que no son enemigos o, por el contrario, que son oponentes tan confiados de su situación que no te consideran una amenaza real. Sea como sea, un murmullo nace en medio del grupo y la entrada de la tienda en la que te planteabas entrar se abre con un leve susurro.
Del interior sale un hombre algo mayor que los demás, de pelo rubio y perilla y con el rostro surcado de arrugas. Si algo transmite su semblante es callada sabiduría, aunque podría no ser más que apariencia. ¡Cuánto zoquete hay suelto que no tiene ni idea de nada!
-¿A qué viene tanto escándalo? –cuestiona antes de reparar en ti-. Vaya –dice una vez lo hace-. No esperábamos visita, caballero. ¿Cómo ha llegado hasta aquí?
Al, consigues dar caza a un considerable número de seres abisales además de los que ya habían quedado presos en el hielo. Muchos se escapan, eso sí, pero podríamos decir que les has dado un susto a la altura del que ellos han dado. Los marines se prestan a obedecerte y recuperan cuanto pueden, así como a algún que otro soldado con una suerte que ya quisiera yo para mí.
-No han dado mensaje alguno –responde Douglas, visiblemente enfadado y haciendo un esfuerzo por contener una ira que ya no puede liberar-. Los buques estaban en el horizonte y todo iba bien, pero de pronto llegó hasta nosotros una explosión. Los barcos volvieron a desplegar sus velas y enseguida comenzó la batalla. He hecho cuanto he podido, pero ese maldito mar… -se lamenta-. Como te digo, creo que sólo querían eliminar cuantos refuerzos pudiesen y obligarnos a mantener un ojo en la ruta de suministros. Ni siquiera creo que se planteasen retomar el puerto, porque no se han acercado más de lo indispensable. Tenía en mente organizar las tropas y dirigirme hacia el centro del país, pero ahora no tengo claro si es la mejor opción. ¿Qué opinas tú, Al?
Sabes a la perfección que Kurookami es una máquina de guerra perfectamente engrasada y que ese vasto poder es lo que le ha llevado hasta su posición. Tampoco es mal estratega, pero no está cómodo en situaciones como ésta. Probablemente tome tu palabra como ley.
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-Y entonces pensé: “¿Sabes qué es lo que más honra a una pirata? Pues... el amor por su enemigo, claro.” Es decir, claramente alguien como Kenshin no merece que nadie, salvo tal vez un hipopótamo con sarna, se enamore de él... y eso. ¡Pero! claramente demuestra cierta grandeza de espíritu el mostrarse amable con un infraser de su calaña, en darle unas migajas de afecto igual que harías con, no sé, con un perro cojo y feo... Y por eso le dije que sentías amor, totalmente platónico y de humano a humano, por él. Luego lo tergiversó porque... en fin, es un lerdo.
¿Colará? Más vale. No quiero tener que pasarme una semana mirando de reojo por si Kath aparece para vengarse dándome un capón o lanzándome al agua. Sabe que no puedo nadar, pero a veces se pasa. Una vez me empujó a un lago por preguntarme en voz alta cómo de lejos salpicaría si se tiraba en bomba. Vale, el agua me llegaba por las rodillas, pero ella no lo sabía.
Cuele o no, mi día empeora un poquito con la visión de Onigashima en la lejanía. No sabría decir si es una isla con una forma peculiar o una calavera también bastante peculiar. Peculiar, enorme e inquietante. Hay cosas extrañas en esta parte del mundo, y esta no es la más sorprendente ni la primera a la que nos tiramos de cabeza espoleados por los caprichos de la jefa, pero sí la que más probabilidad tiene de matarnos. Es la fortaleza flotante de un emperador del mar, rodeada por una hueste de criaturas abisales de tamaño descomunal y repleta de sanguinarios piratas deseosos de matarnos para echar la tarde.
Cualquier persona sensata, yo misma, se preguntaría por qué diablos no me he quedado atrás, visto lo visto. ¿Lealtad pirata? ¿Compañerismo? No, esas cosas no se aprovechan estando muerta. Cierta veta oculta de masoquismo se me antoja más probable. Una especie de gen tarado marca familiar que tiene más poder sobre mí del que debería. Seguramente sea eso.
He cogido todo cuanto podría necesitar para lo que nos espera. Eso incluye repartir fiambreras bien cargadas con mi comida casera. No he cogido el kimono, que resulta bastante incómodo para pelear, sino que he ido a lo fácil. ¿Qué mejor que unos pantalones largos, una camiseta cómoda y un chaleco a juego con muchos bolsillos? Quedan bien con las sandalias wanenses, pero es que esas cosas quedan bien con todo.
Ah, sí, y soy Kath.
Bueno, en realidad he sido Kath. El parche, que experimentó lo preciso y despiadado que puede ser un cuchillo de cocina, me dio dos opciones inaceptables, lo que me llevó a dos incómodos momentos: el primero, cuando besé por impulso al primer chico que no me daba demasiado asco y le prometí que me casaría con él; el segundo, cuando el muy imbécil se despidió de mí a grito pelado entre desesperadas declaraciones de amor eterno. Pero en fin, lo que sea para recuperar mi aspecto, incluso si implica entregar un beso a un desconocido. Pobre, espero que le consuele cuando vea que rompo mi promesa.
Un rato más tarde, el grifo aterriza, oculto por la invisibilidad mágica de nuestra líder, en lo que podría considerarse la entrada de la isla, el felpudo donde limpiarse los zapatos antes de entrar a matar. Un cartel, que no tengo ni idea de por qué está aquí, anuncia la obligación de llevar algo de cera. Cera. En el lomo de un grifo. Sin problema.
-A lo mejor es un código de algún tipo. Puede que diferencien a los infiltrados por no llevarla o algo así. Es raro, pero imagino que será efectivo. Osea, ¿quién suele ir por ahí con cera encima? ¿Nadie ha traído sus velas de emergencia, verdad?
Por suerte para los visitantes, parece que hay una buena cantidad en los barcos cercanos. Son un montón de maniquíes de cera, o tal vez de gente envuelta en ella, que me traen recuerdos de aquel gordo que intentó matarnos durante una carrera. Eso echa por tierra mi teoría. Es todo muy raro.
-Vale, ¿cogemos un trozo cada uno por si acaso? Allá donde fueres... Mejor que no nos haga falta que luego descubrir que forma parte de un saludo secreto, un ritual local o algo por el estilo. Que alguien le corte un par de mechones a uno de esos tipejos.
Un poco de pelo de cera creo que sería suficiente, no vaya a ser que al final sean personas de verdad. El maldito y difunto Lula casi nos entierra en esa guarrada, y sería muy desagradable que empezase a sangrar. Aunque si despedazamos a uno de esos monigotes Ino podría quedarse el cerebro, Ivan el corazón y Kath un colon funcional no atascado por la carne roja. A cada uno lo que le falta, como en esa vieja historia. Xandra... bueno, ya veremos si hay alguno con cuernos o algo así.
¿Colará? Más vale. No quiero tener que pasarme una semana mirando de reojo por si Kath aparece para vengarse dándome un capón o lanzándome al agua. Sabe que no puedo nadar, pero a veces se pasa. Una vez me empujó a un lago por preguntarme en voz alta cómo de lejos salpicaría si se tiraba en bomba. Vale, el agua me llegaba por las rodillas, pero ella no lo sabía.
Cuele o no, mi día empeora un poquito con la visión de Onigashima en la lejanía. No sabría decir si es una isla con una forma peculiar o una calavera también bastante peculiar. Peculiar, enorme e inquietante. Hay cosas extrañas en esta parte del mundo, y esta no es la más sorprendente ni la primera a la que nos tiramos de cabeza espoleados por los caprichos de la jefa, pero sí la que más probabilidad tiene de matarnos. Es la fortaleza flotante de un emperador del mar, rodeada por una hueste de criaturas abisales de tamaño descomunal y repleta de sanguinarios piratas deseosos de matarnos para echar la tarde.
Cualquier persona sensata, yo misma, se preguntaría por qué diablos no me he quedado atrás, visto lo visto. ¿Lealtad pirata? ¿Compañerismo? No, esas cosas no se aprovechan estando muerta. Cierta veta oculta de masoquismo se me antoja más probable. Una especie de gen tarado marca familiar que tiene más poder sobre mí del que debería. Seguramente sea eso.
He cogido todo cuanto podría necesitar para lo que nos espera. Eso incluye repartir fiambreras bien cargadas con mi comida casera. No he cogido el kimono, que resulta bastante incómodo para pelear, sino que he ido a lo fácil. ¿Qué mejor que unos pantalones largos, una camiseta cómoda y un chaleco a juego con muchos bolsillos? Quedan bien con las sandalias wanenses, pero es que esas cosas quedan bien con todo.
Ah, sí, y soy Kath.
Bueno, en realidad he sido Kath. El parche, que experimentó lo preciso y despiadado que puede ser un cuchillo de cocina, me dio dos opciones inaceptables, lo que me llevó a dos incómodos momentos: el primero, cuando besé por impulso al primer chico que no me daba demasiado asco y le prometí que me casaría con él; el segundo, cuando el muy imbécil se despidió de mí a grito pelado entre desesperadas declaraciones de amor eterno. Pero en fin, lo que sea para recuperar mi aspecto, incluso si implica entregar un beso a un desconocido. Pobre, espero que le consuele cuando vea que rompo mi promesa.
Un rato más tarde, el grifo aterriza, oculto por la invisibilidad mágica de nuestra líder, en lo que podría considerarse la entrada de la isla, el felpudo donde limpiarse los zapatos antes de entrar a matar. Un cartel, que no tengo ni idea de por qué está aquí, anuncia la obligación de llevar algo de cera. Cera. En el lomo de un grifo. Sin problema.
-A lo mejor es un código de algún tipo. Puede que diferencien a los infiltrados por no llevarla o algo así. Es raro, pero imagino que será efectivo. Osea, ¿quién suele ir por ahí con cera encima? ¿Nadie ha traído sus velas de emergencia, verdad?
Por suerte para los visitantes, parece que hay una buena cantidad en los barcos cercanos. Son un montón de maniquíes de cera, o tal vez de gente envuelta en ella, que me traen recuerdos de aquel gordo que intentó matarnos durante una carrera. Eso echa por tierra mi teoría. Es todo muy raro.
-Vale, ¿cogemos un trozo cada uno por si acaso? Allá donde fueres... Mejor que no nos haga falta que luego descubrir que forma parte de un saludo secreto, un ritual local o algo por el estilo. Que alguien le corte un par de mechones a uno de esos tipejos.
Un poco de pelo de cera creo que sería suficiente, no vaya a ser que al final sean personas de verdad. El maldito y difunto Lula casi nos entierra en esa guarrada, y sería muy desagradable que empezase a sangrar. Aunque si despedazamos a uno de esos monigotes Ino podría quedarse el cerebro, Ivan el corazón y Kath un colon funcional no atascado por la carne roja. A cada uno lo que le falta, como en esa vieja historia. Xandra... bueno, ya veremos si hay alguno con cuernos o algo así.
- Resumen:
- Blablabla, proponer coger algo de cera por si las moscas.
El rubio desconocía hasta qué punto ese grupo de soldados entrados en años podría resultar útil en combate, aunque había experimentado en su propia piel en más de una ocasión el castigo que la experiencia podía infligir a quien osase menospreciarla. De cualquier modo, por algún motivo que no alcanzaba a entender hasta ese preciso instante había obviado que, por fuerza, alguien debía ser el encargado de continuar con la línea dinástica del shogun. ¿Hitomi? Jamás había escuchado ese nombre, aunque no estaba en condiciones ni, realmente, posición de determinar en modo alguno quién merecía ese puesto. Desde luego, Hipatia no era esa persona.
-Entiendo entonces que esto no es un ataque suicida y que hay un plan de ataque para haceros con la Capital de las Flores, ¿no? Es decir, no sois los únicos que os dirigía hacia allí, ¿verdad?
Quería pensar que conocía la respuesta de antemano, que los fieles a la familia real habían decidido agruparse para tomar por las armas el símbolo de la soberanía de su nación. De ser así, tal vez con un ataque lo suficientemente potente habría alguna posibilidad de expulsar a la reina de las profundidades de Wano. Siendo así, ellos también tenían algo que aportar. Dejó que Zane y Marc continuasen hablando con aquel sujeto y se apartó algunos pasos del grupo, extrayendo de nuevo su Den Den Zane para intentar establecer comunicación con los suyos. Habían separado demasiado tiempo separados.
En primer lugar trató de contactar con Nox y Vile, a quienes les había perdido la pista hacía más tiempo del que le gustaría admitir. No estaba preocupado por ellos, porque conocía a la perfección las habilidades de ambos y daba por hecho que estarían a salvo, pero probablemente hubiesen podido coordinarse mejor de haber intentado comunicarse antes con ellos. Acto seguido trató de hablar de nuevo con las flotas aliadas a las que había solicitado ayuda y, por último, se dirigió a Tushido y los demás.
El mensaje sería claro y sencillo, informándoles de que se encontraban en Ringo y que probablemente partiesen hacia la Capital de las Flores junto a un grupo de defensores del orden que pretendía ser erradicado por completo. Les indicaría que se reuniesen con ellos en el límite del gélido territorio en el que se encontraban en esos momentos. Incluso si finalmente no se lanzaban al ataque se antojaba crucial que finalmente se reuniesen con sus tropas. Si algo había podido comprobar en su periplo en busca de Zane era que tanto enemigos como aliados se desplazaban en numerosos ejércitos preparados para afrontar cualquier amenaza. No podían quedarse atrás, no en ese momento.
-Zane -dijo finalmente-, ¿no crees que podría ser interesante avisar a Berthil? Un par de garras más vendrían bien... y a verdad es que hace mucho que no sé nada de él.
-Entiendo entonces que esto no es un ataque suicida y que hay un plan de ataque para haceros con la Capital de las Flores, ¿no? Es decir, no sois los únicos que os dirigía hacia allí, ¿verdad?
Quería pensar que conocía la respuesta de antemano, que los fieles a la familia real habían decidido agruparse para tomar por las armas el símbolo de la soberanía de su nación. De ser así, tal vez con un ataque lo suficientemente potente habría alguna posibilidad de expulsar a la reina de las profundidades de Wano. Siendo así, ellos también tenían algo que aportar. Dejó que Zane y Marc continuasen hablando con aquel sujeto y se apartó algunos pasos del grupo, extrayendo de nuevo su Den Den Zane para intentar establecer comunicación con los suyos. Habían separado demasiado tiempo separados.
En primer lugar trató de contactar con Nox y Vile, a quienes les había perdido la pista hacía más tiempo del que le gustaría admitir. No estaba preocupado por ellos, porque conocía a la perfección las habilidades de ambos y daba por hecho que estarían a salvo, pero probablemente hubiesen podido coordinarse mejor de haber intentado comunicarse antes con ellos. Acto seguido trató de hablar de nuevo con las flotas aliadas a las que había solicitado ayuda y, por último, se dirigió a Tushido y los demás.
El mensaje sería claro y sencillo, informándoles de que se encontraban en Ringo y que probablemente partiesen hacia la Capital de las Flores junto a un grupo de defensores del orden que pretendía ser erradicado por completo. Les indicaría que se reuniesen con ellos en el límite del gélido territorio en el que se encontraban en esos momentos. Incluso si finalmente no se lanzaban al ataque se antojaba crucial que finalmente se reuniesen con sus tropas. Si algo había podido comprobar en su periplo en busca de Zane era que tanto enemigos como aliados se desplazaban en numerosos ejércitos preparados para afrontar cualquier amenaza. No podían quedarse atrás, no en ese momento.
-Zane -dijo finalmente-, ¿no crees que podría ser interesante avisar a Berthil? Un par de garras más vendrían bien... y a verdad es que hace mucho que no sé nada de él.
- Resumen:
- Llamar a todos nuestros aliados para que se reúnan con nosotros en Ringo a la mayor brevedad posible.
Alexandra Holmes
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Akuma no mi
Varios
Por resumir un poco, habían mandado el pueblo al carajo, Katharina había regresado ya y ahora podían continuar con la idea de ir a aquella isla llamada Onigashima que para nada tenía un nombre que indicaba que fueran a morir allí. Interrumpieron el combate de Ino, dejaron el pueblo a su suerte, cosas de piratas. El caso era que ya estaban dentro de la carpa con el resto y...
—Espera, ¿por qué...? —dijo, mirando a la segunda Katharina. El parche rosa delataba a Kaya porque bueno, siempre había visto a Kaya como una jovencita que rechazaba su lado más femenino. Era bonito que aceptara que el rosa era un color bonito, lo sabía por experiencia propia -por algo había elegido ese color- pero... —. Mira, ¿sabes qué? me da igual, puedo sobrevivir con dos Kathas, creo.
La científica no sabía mucho de planes de combate, por lo que solía confiar tanto en Katharina como en Ivan, dedicándose ella más al tema de patear gente, pedir nombres, y hacer experimentos. No tenía demasiado en contra del plan de Katharina más allá de cosas así como la alta probabilidad de morirse por enfrentar a uno de los Yonkō. No se había unido a esos dos para morir pero... tampoco se había unido a ellos para hacer el gilipollas.
Así, sin siquiera intentar entender por qué había dos Katharinas, dejó que la de verdad la llevara junto al resto a la isla de Onigashima. Aterrizaron en el puerto, aún cubiertos por los poderes de invisibilidad de la jefa, o del jefe. Suelo de madera, estatuas desconocidas, columnas rarísimas que quizá la nerd de la jefa podría descifrar.
Se acarició la barbilla con una mano, pensativa. El cartel de madera decía que tenían que llevar cera en la mano, ¿y de dónde podían sacar cera? pues por lo visto de los barcos cercanos. ¡Que asombrosa y para nada conveniente coincidencia! Entonces el siguiente problema era ver cómo sacaban la cera sin que se alarmara nadie. Puede, puede, y solo puede, que alguien notara que había desaparecido media estatua.
—Pues... si la cosa va de ser discretos creo que coincidiremos en que no es buena idea que yo me asome por los barcos, ¿o esto no se deshace si me alejo un poco? —comentó. No estaba del todo segura de si estaban vacíos o no, pero estaba clarinete que Alexandra era la peor opción para pasar desapercibidos. Y encima en Onigashima no comprarían la trola de la Oni que exige tributos, en principio los tripulantes de Julio no eran paletos, solo nostalfags de tiempos que no volverían jamás.
—¿Alguien con discreción y/o poderes de invisibilidad que tenga ganas de conseguirnos esos tickets? —miró sin ningún pudor ni discreción a sus jefes, los que cumplían esos requisitos —. ¿Porfa? —preguntó a continuación. Puso sus ojitos de corderito profesional de señora casada y esperó a que alguno de los dos fuera a por la cera para ella. Porque no iban a dejar que su científica rosa favorita se metiera así sin más en un barco lleno de maleantes que le harían cosas feas, ¿verdad?
Cuanto Kath volviera con la cera le guiñaría un ojo como agradecimiento y agarraría su parte de la cera.
¿Lo peor? Que con este tío de cera no podría hacer el numerito que hizo con el anterior usuario de la Doru, no sería sabio decir eso de "No hay huevos a un uno contra uno sin camiseta ni akuma, pardillo".
O...
Nah, no, mejor no.
—Espera, ¿por qué...? —dijo, mirando a la segunda Katharina. El parche rosa delataba a Kaya porque bueno, siempre había visto a Kaya como una jovencita que rechazaba su lado más femenino. Era bonito que aceptara que el rosa era un color bonito, lo sabía por experiencia propia -por algo había elegido ese color- pero... —. Mira, ¿sabes qué? me da igual, puedo sobrevivir con dos Kathas, creo.
La científica no sabía mucho de planes de combate, por lo que solía confiar tanto en Katharina como en Ivan, dedicándose ella más al tema de patear gente, pedir nombres, y hacer experimentos. No tenía demasiado en contra del plan de Katharina más allá de cosas así como la alta probabilidad de morirse por enfrentar a uno de los Yonkō. No se había unido a esos dos para morir pero... tampoco se había unido a ellos para hacer el gilipollas.
Así, sin siquiera intentar entender por qué había dos Katharinas, dejó que la de verdad la llevara junto al resto a la isla de Onigashima. Aterrizaron en el puerto, aún cubiertos por los poderes de invisibilidad de la jefa, o del jefe. Suelo de madera, estatuas desconocidas, columnas rarísimas que quizá la nerd de la jefa podría descifrar.
Se acarició la barbilla con una mano, pensativa. El cartel de madera decía que tenían que llevar cera en la mano, ¿y de dónde podían sacar cera? pues por lo visto de los barcos cercanos. ¡Que asombrosa y para nada conveniente coincidencia! Entonces el siguiente problema era ver cómo sacaban la cera sin que se alarmara nadie. Puede, puede, y solo puede, que alguien notara que había desaparecido media estatua.
—Pues... si la cosa va de ser discretos creo que coincidiremos en que no es buena idea que yo me asome por los barcos, ¿o esto no se deshace si me alejo un poco? —comentó. No estaba del todo segura de si estaban vacíos o no, pero estaba clarinete que Alexandra era la peor opción para pasar desapercibidos. Y encima en Onigashima no comprarían la trola de la Oni que exige tributos, en principio los tripulantes de Julio no eran paletos, solo nostalfags de tiempos que no volverían jamás.
—¿Alguien con discreción y/o poderes de invisibilidad que tenga ganas de conseguirnos esos tickets? —miró sin ningún pudor ni discreción a sus jefes, los que cumplían esos requisitos —. ¿Porfa? —preguntó a continuación. Puso sus ojitos de corderito profesional de señora casada y esperó a que alguno de los dos fuera a por la cera para ella. Porque no iban a dejar que su científica rosa favorita se metiera así sin más en un barco lleno de maleantes que le harían cosas feas, ¿verdad?
Cuanto Kath volviera con la cera le guiñaría un ojo como agradecimiento y agarraría su parte de la cera.
¿Lo peor? Que con este tío de cera no podría hacer el numerito que hizo con el anterior usuario de la Doru, no sería sabio decir eso de "No hay huevos a un uno contra uno sin camiseta ni akuma, pardillo".
O...
Nah, no, mejor no.
- resumen:
» Ni se molesta en preguntar por qué hay dos Kathas, full YOLO mode.
» Pide porfaplis que le den algo de cera porque ella en concreto daría muchísimo el cante si va a alguno de los barcos cercanos a por cera.
—¡Ups! —se lamentó Zane, avergonzado por su conducta, al ver como muchos samuráis observaban como había puesto sus ojos sobre varias de las espadas que reposaban sobre las tumbas de sus antiguos dueños.
No había notado nada, más allá de leves presencias que parecían estar desapareciendo lentamente de las armas, como si estuvieran muriendo lentamente; así que las leyendas seguían siendo eso…, leyendas. Ninguna le llamaba. Miró a los ancianos y colocando la palma de la mano limpia firme, frente a su pecho como símbolo de disculpas y pidió disculpas.
—Es que me encantan las armas antiguas, la historia que las rodea… ¡Me parece fascinante! —comentó en voz alta cerca de hombre que le miraba de forma excesivamente descarada, esperando que aquello sirviera de excusa y le disculparan.
Entretanto, el alcohol para las heridas de Therax había sido un rotundo éxito a la hora de arrebatar la pestilente tinta que había invadido el brazo del pelirrojo, cuyo hedor a orina comenzaba a ser demasiado desagradable. De igual modo, la tinta que recubría sus tres nuevas armas también se disolvió, dejando ver su verdadero aspecto.
—¡Bendito alcohol! —exclamó Zane en voz alta, dibujando en su cara una amplia, sensual y aliviada sonrisa—. «Causa y solución de todos los problemas de mi vida; sobre todo causa», pensó, mientras el anciano se presentaba.
Al parecer era el capitán de la guardia personal de Hitomi, la legítima heredera al trono de Wano. Lo cierto era que ese nombre no le sonaba de nada al pirata, a cuya mente vino el rostro y la imagen del anciano que había conocido en la prisión. ¿Sería ella su descendiente? ¿La heredera de aquellos que le traicionaron para obtener el control del país? Era probable, a menos que hubiera habido un cambio de dinastía.
—Por cierto, señor Tatsumade —comentó el pelirrojo, tratando de llamar la atención de aquel hombre, más allá del posible hedor corporal que tuviera—. Hace unas horas me encontré con un anciano que decía ser el antiguo rey de Wano cerca del monte Fuji. ¿No tendrían que enviar una expedición para encontrarlo? —Le describió al anciano, buscando saber si aquel hombre sabía algo al respecto. Usaría su mantra para tratar de percibir si había verdad o mentira en su respuesta—. No sé si era un loco o si realmente decía la verdad, pero de ser así tan solo quería que lo supieran. ¡Por cierto! —saltó en voz alta, con energía—. ¿Alguno de vosotros tiene conocimiento alguno de herrería y armas de filo? —preguntó Zane finalmente—. Hace unas semanas tuve la mala fortuna de ser desvalijado de mis armas por el bando enemigo y me he hecho con estas que poseía el enemigo hace unas horas—Les enseñó las armas, obviando los detalles de como las había conseguido, así como la verdadera historia tras ello—. ¿Sabrían decirme si tienen algo de especial o si son armas normales?
Esperaba que en ese grupo de hombres hubiera alguien que le dijera si las armas tenían alguna habilidad particular y de esa forma saber como emplearlas mejor en su revancha contra Estrella Oscura.
—Dime, Therax —contestó a su segundo de abordo—. Lo cierto es que tengo ganas de verlo, aunque seguramente quiera partirme la cara. Pero sí, no estaría de más saber algo de él. Tengo que comentarle algunas cosas sobre Estrella Oscura, aunque si está aliado con Katharina… —suspiró—. Me cae bien Kath, pero dudo mucho de sus intenciones reales. No me extrañaría que en un descuido me la clavara por detrás —se cruzó de brazos—. Si me dijo que tuviera cuidado por la tinta es porque sabía de ella, y si sabía de ella es que tiene más información de la que me dijo. Me cuesta formar una alianza si hay secretos. ¿Qué opináis? —le respondió, haciendo otra cuestión a sus compañeros—. Y si te soy sincero, me encantaría darme una ducha. Ese hombre me ha olisqueado y no sé si es que huelo peste o qué.
Dicho aquello, cogió el den den Zane y se dispuso a llamar a Berthil. Si lo cogía le diría lo siguiente:
—Berthil, aquí Zane —esperaría insultos varios, que era lo normal cada vez que hablaba con él y luego se dispondría a hablar—. Therax me ha informado de todo, pero tengo información nueva para ti. Tuve un pequeño desencuentro con Estrella Oscura y acabé preso en una prisión secreta del Monte Fuji, una movida que te contaré otro día con más detalle, pero hoy mismo comenzaba la evacuación de esa prisión, porque en unas horas iba a caer un meteorito sobre la isla que iba a destruirla por completo. No sé cuanto de verdad hay en eso, pero mi instinto me dice que el hombre decía la verdad. Su jefe o jefa era alguien llamado Hubble, y también formaba parte de ellos un sujeto llamado Henri y otro llamado Blackhole. Éste último fue tan fuerte como para pillarme desprevenido y dejarme inconsciente, pero el que más me inquieta es ese tal Henri. Algo me dice que pudo haberme impedido escapar, pero dejó que lo hiciera. Además…
En ese momento se calló. Pensó en decirle que el líder de aquel grupo lo quería vivo por alguna razón, pero no iba a desvelar eso hasta tener total fiabilidad de las intenciones de Katharina y sus supuestos aliados.
—Un grupo de soldados de la guardia real de Wano se dirige hacia la capital. En un principio iremos con ellos, ¿tú situación cual es? —preguntaría.
Después de terminar de hablar, le lanzó el den den Zane a Therax para que lo guardara y se quedó en la retaguardia junto a sus tripulantes.
—Iba a decirle que el líder de Estrella me quiere vivo, pero no me fio de a quien pueda decirle eso —comentó, empezando a caminar.
No había notado nada, más allá de leves presencias que parecían estar desapareciendo lentamente de las armas, como si estuvieran muriendo lentamente; así que las leyendas seguían siendo eso…, leyendas. Ninguna le llamaba. Miró a los ancianos y colocando la palma de la mano limpia firme, frente a su pecho como símbolo de disculpas y pidió disculpas.
—Es que me encantan las armas antiguas, la historia que las rodea… ¡Me parece fascinante! —comentó en voz alta cerca de hombre que le miraba de forma excesivamente descarada, esperando que aquello sirviera de excusa y le disculparan.
Entretanto, el alcohol para las heridas de Therax había sido un rotundo éxito a la hora de arrebatar la pestilente tinta que había invadido el brazo del pelirrojo, cuyo hedor a orina comenzaba a ser demasiado desagradable. De igual modo, la tinta que recubría sus tres nuevas armas también se disolvió, dejando ver su verdadero aspecto.
—¡Bendito alcohol! —exclamó Zane en voz alta, dibujando en su cara una amplia, sensual y aliviada sonrisa—. «Causa y solución de todos los problemas de mi vida; sobre todo causa», pensó, mientras el anciano se presentaba.
Al parecer era el capitán de la guardia personal de Hitomi, la legítima heredera al trono de Wano. Lo cierto era que ese nombre no le sonaba de nada al pirata, a cuya mente vino el rostro y la imagen del anciano que había conocido en la prisión. ¿Sería ella su descendiente? ¿La heredera de aquellos que le traicionaron para obtener el control del país? Era probable, a menos que hubiera habido un cambio de dinastía.
—Por cierto, señor Tatsumade —comentó el pelirrojo, tratando de llamar la atención de aquel hombre, más allá del posible hedor corporal que tuviera—. Hace unas horas me encontré con un anciano que decía ser el antiguo rey de Wano cerca del monte Fuji. ¿No tendrían que enviar una expedición para encontrarlo? —Le describió al anciano, buscando saber si aquel hombre sabía algo al respecto. Usaría su mantra para tratar de percibir si había verdad o mentira en su respuesta—. No sé si era un loco o si realmente decía la verdad, pero de ser así tan solo quería que lo supieran. ¡Por cierto! —saltó en voz alta, con energía—. ¿Alguno de vosotros tiene conocimiento alguno de herrería y armas de filo? —preguntó Zane finalmente—. Hace unas semanas tuve la mala fortuna de ser desvalijado de mis armas por el bando enemigo y me he hecho con estas que poseía el enemigo hace unas horas—Les enseñó las armas, obviando los detalles de como las había conseguido, así como la verdadera historia tras ello—. ¿Sabrían decirme si tienen algo de especial o si son armas normales?
Esperaba que en ese grupo de hombres hubiera alguien que le dijera si las armas tenían alguna habilidad particular y de esa forma saber como emplearlas mejor en su revancha contra Estrella Oscura.
—Dime, Therax —contestó a su segundo de abordo—. Lo cierto es que tengo ganas de verlo, aunque seguramente quiera partirme la cara. Pero sí, no estaría de más saber algo de él. Tengo que comentarle algunas cosas sobre Estrella Oscura, aunque si está aliado con Katharina… —suspiró—. Me cae bien Kath, pero dudo mucho de sus intenciones reales. No me extrañaría que en un descuido me la clavara por detrás —se cruzó de brazos—. Si me dijo que tuviera cuidado por la tinta es porque sabía de ella, y si sabía de ella es que tiene más información de la que me dijo. Me cuesta formar una alianza si hay secretos. ¿Qué opináis? —le respondió, haciendo otra cuestión a sus compañeros—. Y si te soy sincero, me encantaría darme una ducha. Ese hombre me ha olisqueado y no sé si es que huelo peste o qué.
Dicho aquello, cogió el den den Zane y se dispuso a llamar a Berthil. Si lo cogía le diría lo siguiente:
—Berthil, aquí Zane —esperaría insultos varios, que era lo normal cada vez que hablaba con él y luego se dispondría a hablar—. Therax me ha informado de todo, pero tengo información nueva para ti. Tuve un pequeño desencuentro con Estrella Oscura y acabé preso en una prisión secreta del Monte Fuji, una movida que te contaré otro día con más detalle, pero hoy mismo comenzaba la evacuación de esa prisión, porque en unas horas iba a caer un meteorito sobre la isla que iba a destruirla por completo. No sé cuanto de verdad hay en eso, pero mi instinto me dice que el hombre decía la verdad. Su jefe o jefa era alguien llamado Hubble, y también formaba parte de ellos un sujeto llamado Henri y otro llamado Blackhole. Éste último fue tan fuerte como para pillarme desprevenido y dejarme inconsciente, pero el que más me inquieta es ese tal Henri. Algo me dice que pudo haberme impedido escapar, pero dejó que lo hiciera. Además…
En ese momento se calló. Pensó en decirle que el líder de aquel grupo lo quería vivo por alguna razón, pero no iba a desvelar eso hasta tener total fiabilidad de las intenciones de Katharina y sus supuestos aliados.
—Un grupo de soldados de la guardia real de Wano se dirige hacia la capital. En un principio iremos con ellos, ¿tú situación cual es? —preguntaría.
Después de terminar de hablar, le lanzó el den den Zane a Therax para que lo guardara y se quedó en la retaguardia junto a sus tripulantes.
—Iba a decirle que el líder de Estrella me quiere vivo, pero no me fio de a quien pueda decirle eso —comentó, empezando a caminar.
- Resumen:
- Pedir disculpas + hablar con el capitán + preguntarle unas cosillas + decidir llamar a Berthil + poner rumbo a la capital con los soldados.
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Por suerte para el samurai el hecho de ir escoltado por los dos soldados que habían ido vigilándoles todo el camino facilitó en gran medida su entrada en palacio. El callado asentimiento de estos tras su argumento convenció a los dos hombres pez que vigilaban la entrada al mismo de dejar que el semigyojin y el sanitario pasaran al interior de la enorme edificación.
Sin embargo no todo iban a ser buenas noticias, pues estos dos soldados tomaron el relevo de los anteriores, decidiendo igualmente acompañarles en su trasiego por el interior del palacio real. Este era muy hermoso, o eso pensó el espadachín al principio, pues una vez hubieron recorrido varios pasillos se hizo evidente el hecho de que todos ellos eran prácticamente iguales, resultando en un ambiente muy monótono.
Multitud de pequeñas patrullas formadas por dos o tres soldados deambulaban de aquí para allí, recorriendo sin cesar el edificio. Ninguna de ellas les detuvo, algo lógico al ser de ellos mismos tres individuos ataviados igual que ellos que llevaban a un humano aparentemente prisionero por los pasillos de palacio. No debía de ser una imagen especialmente poco común precisamente. Eso sí, pese a ello varios de los soldados que se cruzaron se les quedaron mirando unos instantes con una expresión extraña en el rostro. ¿A qué se debería aquello?
Poco después llegaron a un bello patio interior que, probablemente, estaría considerablemente cerca de las estancias principales del palacio. No había un alma en él, y se respiraba paz y silencio. Probablemente fuese un muy buen lugar para relajarse para los habitantes del palacio. Una vez allí sus acompañantes se detuvieron y, tras agradecer a Ryuu su labor, anunciaron que a partir de aquel punto ellos se encargarían.
El cerebro del joven comenzó a funcionar a toda velocidad, tratando de encontrar el modo de evitar que le separaran del médico, a quien necesitaba para salvar a su maestro. Además de ese modo no llegaría hasta la usurpadora Hipatia, quedándose sin la posibilidad de acabar con ella. Pero parecía muy complicado poder convencerles con simples palabras de que debían permitirle acompañarles. ¿Qué podía hacer?
En ese momento llegó la solución a todos sus problemas. Un extraño pero intenso sonido, que parecía producido por multitud de campanas, comenzó a sonar con fuerza proveniente del exterior del palacio. Aquello sorprendió a todo el mundo, pero el semigyojin estaba tan enfrascado en sus pensamientos que apenas hizo caso. Los soldados, sin embargo, miraron hacia el cielo como buscando la fuente de aquel clamor. El espadachín aprovechó ese instante, pues era el momento que necesitaba.
Echó mano del pomo de Kirisame y, concentrando todo el agua que pudo en las plantas de sus pies, se impulsó en un poderoso estallido hacia los dos soldados. Su movimiento era tan veloz que apenas podía ser seguido, y al mismo tiempo que avanzaba desenvainó su espada para, en un único movimiento, tratar de segar la cabeza del primero de ellos.
Su movimiento finalizaría con él situado entre los dos gyojin, lo que le permitiría atacar al otro soldado sin necesidad de desplazarse nuevamente y, con toda probabilidad, antes de que pudiera reaccionar. La velocidad a la que habría sucedido todo era tal que un simple guerrero del ejército gyojin no tendría nada que hacer. Era plenamente consciente de ello, pues se había enfrentado a más de los que podía contar.
El estruendo de las campanas jugaría también a su favor a la hora de ocultar cualquier posible ruido que la veloz trifulca pudiese provocar, haciendo que pasara desapercibida. Y una vez eliminados los dos vigilantes, ya solo restaría continuar avanzando. El lugar donde se encontrara la usurpadora no podía estar lejos.
Sin embargo no todo iban a ser buenas noticias, pues estos dos soldados tomaron el relevo de los anteriores, decidiendo igualmente acompañarles en su trasiego por el interior del palacio real. Este era muy hermoso, o eso pensó el espadachín al principio, pues una vez hubieron recorrido varios pasillos se hizo evidente el hecho de que todos ellos eran prácticamente iguales, resultando en un ambiente muy monótono.
Multitud de pequeñas patrullas formadas por dos o tres soldados deambulaban de aquí para allí, recorriendo sin cesar el edificio. Ninguna de ellas les detuvo, algo lógico al ser de ellos mismos tres individuos ataviados igual que ellos que llevaban a un humano aparentemente prisionero por los pasillos de palacio. No debía de ser una imagen especialmente poco común precisamente. Eso sí, pese a ello varios de los soldados que se cruzaron se les quedaron mirando unos instantes con una expresión extraña en el rostro. ¿A qué se debería aquello?
Poco después llegaron a un bello patio interior que, probablemente, estaría considerablemente cerca de las estancias principales del palacio. No había un alma en él, y se respiraba paz y silencio. Probablemente fuese un muy buen lugar para relajarse para los habitantes del palacio. Una vez allí sus acompañantes se detuvieron y, tras agradecer a Ryuu su labor, anunciaron que a partir de aquel punto ellos se encargarían.
El cerebro del joven comenzó a funcionar a toda velocidad, tratando de encontrar el modo de evitar que le separaran del médico, a quien necesitaba para salvar a su maestro. Además de ese modo no llegaría hasta la usurpadora Hipatia, quedándose sin la posibilidad de acabar con ella. Pero parecía muy complicado poder convencerles con simples palabras de que debían permitirle acompañarles. ¿Qué podía hacer?
En ese momento llegó la solución a todos sus problemas. Un extraño pero intenso sonido, que parecía producido por multitud de campanas, comenzó a sonar con fuerza proveniente del exterior del palacio. Aquello sorprendió a todo el mundo, pero el semigyojin estaba tan enfrascado en sus pensamientos que apenas hizo caso. Los soldados, sin embargo, miraron hacia el cielo como buscando la fuente de aquel clamor. El espadachín aprovechó ese instante, pues era el momento que necesitaba.
Echó mano del pomo de Kirisame y, concentrando todo el agua que pudo en las plantas de sus pies, se impulsó en un poderoso estallido hacia los dos soldados. Su movimiento era tan veloz que apenas podía ser seguido, y al mismo tiempo que avanzaba desenvainó su espada para, en un único movimiento, tratar de segar la cabeza del primero de ellos.
Su movimiento finalizaría con él situado entre los dos gyojin, lo que le permitiría atacar al otro soldado sin necesidad de desplazarse nuevamente y, con toda probabilidad, antes de que pudiera reaccionar. La velocidad a la que habría sucedido todo era tal que un simple guerrero del ejército gyojin no tendría nada que hacer. Era plenamente consciente de ello, pues se había enfrentado a más de los que podía contar.
El estruendo de las campanas jugaría también a su favor a la hora de ocultar cualquier posible ruido que la veloz trifulca pudiese provocar, haciendo que pasara desapercibida. Y una vez eliminados los dos vigilantes, ya solo restaría continuar avanzando. El lugar donde se encontrara la usurpadora no podía estar lejos.
- Resumen:
- Intentar aprovechar el despiste de los soldados y el ruido de las campanas para eliminarles con gran velocidad y así poder seguir avanzando.
Marc Kiedis
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El semigigante saludó al veterano capitán con una ligera inclinación de cabeza en señal de respeto. Aquellos hombres, pese a estar ya entrados en años, se habían reagrupado con la intención de marchar hacia la Capital de las Flores, emblema y centro de su país ahora ocupado por las huestes de la reina gyojin. Era cuanto menos loable su valor, y daban la sensación de que a pesar de su edad seguían siendo combatientes más que respetables.
- Estaremos encantados de marchar y luchar junto a vosotros, Capitán Yoshio. - Dijo el cocinero, en sintonía con lo expresado por sus dos nakamas.
El hogar de su capitán había sido invadido por múltiples enemigos de enorme poder que, por algún motivo para él desconocido, habían forjado una alianza para atacarlo. Además un meteorito supuestamente se acercaba a la isla desde el cielo, hecho que hacía que Marc se estremeciera solo de pensar en ello. Si era verdad aquello podía suponer la muerte de miles y miles de personas, ellos mismos incluidos. Así que debían liberar Wano y marcharse antes de que eso ocurriera.
El semigigante, mientras sus amigos comenzaban a organizar los planes de batalla hablando por Den Den Mushi con cuantos aliados pudieron contactar, se dedicó a hacer lo que mejor sabía. Preparar trozos de queso y ofrecérselos a los veteranos soldados de Wano.
- Coméoslos justo antes de entrar en batalla. - Les aconsejó. - Aumentarán vuestra fuerza durante un tiempo, permitiéndoos superar con mayor facilidad a los enemigos. Los gyojin y sus aliados son mu numerosos, necesitamos todas las fuerzas que podamos reunir.
En función del tipo de queso al ser ingerido sus efectos variarían. Algunos harían a los soldados más fuertes, otros más veloces, otros más resistentes... Sea como fuere, todos les otorgarían una ventaja sobre sus enemigos que resultaría extremadamente útil.
- Estaremos encantados de marchar y luchar junto a vosotros, Capitán Yoshio. - Dijo el cocinero, en sintonía con lo expresado por sus dos nakamas.
El hogar de su capitán había sido invadido por múltiples enemigos de enorme poder que, por algún motivo para él desconocido, habían forjado una alianza para atacarlo. Además un meteorito supuestamente se acercaba a la isla desde el cielo, hecho que hacía que Marc se estremeciera solo de pensar en ello. Si era verdad aquello podía suponer la muerte de miles y miles de personas, ellos mismos incluidos. Así que debían liberar Wano y marcharse antes de que eso ocurriera.
El semigigante, mientras sus amigos comenzaban a organizar los planes de batalla hablando por Den Den Mushi con cuantos aliados pudieron contactar, se dedicó a hacer lo que mejor sabía. Preparar trozos de queso y ofrecérselos a los veteranos soldados de Wano.
- Coméoslos justo antes de entrar en batalla. - Les aconsejó. - Aumentarán vuestra fuerza durante un tiempo, permitiéndoos superar con mayor facilidad a los enemigos. Los gyojin y sus aliados son mu numerosos, necesitamos todas las fuerzas que podamos reunir.
En función del tipo de queso al ser ingerido sus efectos variarían. Algunos harían a los soldados más fuertes, otros más veloces, otros más resistentes... Sea como fuere, todos les otorgarían una ventaja sobre sus enemigos que resultaría extremadamente útil.
- Resumen:
- Repartir trozos de distintos quesos que boostean características físicas (ver técnica "Al Rico Queso") entre los soldados de Wano, entregando uno a cada uno de ellos y aconsejándoles ingerirlos justo antes de la batalla.
Maki
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ACTO III - EL MALIGNO
Después de encontrar la fortaleza de los nazis en la luna, el héroe, Makibeth, se enfrenta por fin al villano definitivo tras sesenta y seis páginas de guión.
LA MALÉVOLA Y UN POCO PERVERTIDA MENTE QUE CONTROLA EL UNIVERSO: Buajajajaja, no puedes derrotarme, Makibeth. Solo eres un personaje creado por mí con un nombre chorra basado en blasfemar contra un escritor muerto. Mira si puedo inventarme cosas que yo ni siquiera me río así...
MAKIBETH: Acabaré contigo, villano.
LA MALÉVOLA Y UN POCO PERVERTIDA MENTE QUE CONTROLA EL UNIVERSO: ¿No sabes que todo lo controlo yo? Soy el guionista de tu vida, el titiritero de tu existencia. Yo escribo la obra y tú obedeces. Observa: Canta.
- Makibeth canta:
MAKIBETH: Wow... eso... Eso no me lo esperaba.
LA MALÉVOLA Y UN POCO PERVERTIDA MENTE QUE GOBIERNA EL UNIVERSO: Y ahora es cuanto tú... Un momento, ¿qué pasa? ¡¿Quién interrumpe mi obra?!
******
Las campanas reventaron la burbuja de magia teatral que estaban creando. La atención del público se dispersó de inmediato, y eso que aún faltaban nueve actos para terminar. ¿Qué podía ser tan importante como para interrumpir su dedicado acto de reconciliación?
-¡Id a averiguar qué está pasando, konoyarús! -exclamó Maki, ya sin pelucón y de nuevo en su carácter de poderoso y temible jefe yakuza.
Se había salido del personaje. Cuatro horas y media de ensayos a la porra. Pero bueno, tendría que ser suficiente. De todos modos, lo importante estaba dicho. El resto era solo un soliloquio larguísimo sobre las comidas favoritas de Makibeth. Así que se acercó a su esposa. Tenía que aprovechar que el momento romántico estaba reciente para sacar provecho y convencerla de volver con él. Golpear cuando el hierro estaba caliente.
-Bueno, mujer, ya has visto hasta dónde estoy dispuesto a llegar. Ven conmigo ahora. Seremos una familia. Yo reinaré y traeré la revolución al mundo mientras que tú coses, tocas el arpa y preparas pasteles. ¿Estás dispuesta a darme una segunda oportunidad y tal vez seis o siete hijos?
Era cierto que una de las virtudes de Al Naion era conocer sus limitaciones. No era tonto, pero tampoco era el más avispado de la clase. Poseía una cierta intuición, y sin duda un talento natural para el combate, pero la estrategia militar... El mayor éxito de la brigada siempre había sido delegar las tareas más sensibles en Arthur, un hombre capaz y con el que se compenetraba bien. Toda la inteligencia que a la bala pelirroja le faltaba en el campo de batalla, siempre corriendo hacia delante, era la que le sobraba a él, mientras en la mesa las tornas cambiaban. Pero que Kurookami le preguntase su opinión... No sabía si debía darla, si siquiera sería útil o si, de hacerlo, los conduciría a todos a la perdición. Ni siquiera sabía si podría cargar con ese peso sobre su conciencia.
- Está bien, hay que pensarlo con cierto detenimiento.
Dio un par de vueltas por el lugar, apenas unos cincuenta pasos. ¿Qué haría Arthur? ¿Cómo elegiría él la táctica a seguir? ¿A qué daría más peso? Si lo que decía Kurookami era cierto muy probablemente estuviesen intentando frenar su avance, pero también era factible que se tratase de un señuelo, de guiarlos a una trampa y destruirlos en el camino hacia la capital. Incluso, si no era eso lo que buscaban, dejar los barcos desatendidos en manos de una tropa anfibia tan destructiva como ya había demostrado ser era un absoluto suicidio. Incluso fuera del agua, sobre el hielo, eran diez veces más fuertes que la mayoría de humanos a los que se enfrentaban.
Era un desastre. No conocía al enemigo; no conocía a Hipatia, ni realmente sabían de las intenciones de Iulius. Si se basaban en lo que Katharina les había dicho -o bueno, el fantasma que había enviado- sabían que había una alianza entre los hombres del Hemperador y de la "emperatriz". ¿Pero hasta qué punto podían saber que no era una treta para engañarlos? ¿Y si los mandaban a una muerte segura contra Berthil? ¿Y si todo resultaba ser una estrategia del dragón, en última instancia? Lo dudaba, pero frente a todo lo que sucedía, no podía descartar nada. Se estaba estresando.
- La verdad... No tengo la menor idea. -Guardó las manos tras la espalda, agarrando sus dagas. Le temblaban-. Si nadie protege el desembarco podrían morir las tropas y podrían saquearnos. Si dejas a alguien... No tenemos garantías de que no pase lo mismo. Y si dejas a tus mejores hombres para cuidar unos barcos no contaremos con ellos en la batalla final. -Y además estaba lo otro-. Aparte, depende de qué pretendamos hacer podríamos necesitarlos o ser completamente innecesarios. La Revolución, los piratas de Kenshin, el dragón dorado... Si todos estamos teniendo la misma idea vamos a cruzarnos ahí, y no podemos hacer frente a todos por muchos hombres que llevemos.
Se quedó en silencio durante un instante, mirando el sol. No se había fijado hacía un instante, pero era precioso. Llevaba dos semanas sin verlo, bajo tierra, y a su salida todo seguía siendo un absoluto caos. Y el ataque, bien pensado, perfectamente sincronizado.
- Saben que vamos -dijo, de pronto-. Saben que vamos y quieren que vayamos. Mi flota ha venido por rescatarte, así que podría retirarla, pero no recuperaríamos las armas robadas. Hay que hacer algo que el enemigo no espere. Hay que ir. Pero solo los imprescindibles.
- Está bien, hay que pensarlo con cierto detenimiento.
Dio un par de vueltas por el lugar, apenas unos cincuenta pasos. ¿Qué haría Arthur? ¿Cómo elegiría él la táctica a seguir? ¿A qué daría más peso? Si lo que decía Kurookami era cierto muy probablemente estuviesen intentando frenar su avance, pero también era factible que se tratase de un señuelo, de guiarlos a una trampa y destruirlos en el camino hacia la capital. Incluso, si no era eso lo que buscaban, dejar los barcos desatendidos en manos de una tropa anfibia tan destructiva como ya había demostrado ser era un absoluto suicidio. Incluso fuera del agua, sobre el hielo, eran diez veces más fuertes que la mayoría de humanos a los que se enfrentaban.
Era un desastre. No conocía al enemigo; no conocía a Hipatia, ni realmente sabían de las intenciones de Iulius. Si se basaban en lo que Katharina les había dicho -o bueno, el fantasma que había enviado- sabían que había una alianza entre los hombres del Hemperador y de la "emperatriz". ¿Pero hasta qué punto podían saber que no era una treta para engañarlos? ¿Y si los mandaban a una muerte segura contra Berthil? ¿Y si todo resultaba ser una estrategia del dragón, en última instancia? Lo dudaba, pero frente a todo lo que sucedía, no podía descartar nada. Se estaba estresando.
- La verdad... No tengo la menor idea. -Guardó las manos tras la espalda, agarrando sus dagas. Le temblaban-. Si nadie protege el desembarco podrían morir las tropas y podrían saquearnos. Si dejas a alguien... No tenemos garantías de que no pase lo mismo. Y si dejas a tus mejores hombres para cuidar unos barcos no contaremos con ellos en la batalla final. -Y además estaba lo otro-. Aparte, depende de qué pretendamos hacer podríamos necesitarlos o ser completamente innecesarios. La Revolución, los piratas de Kenshin, el dragón dorado... Si todos estamos teniendo la misma idea vamos a cruzarnos ahí, y no podemos hacer frente a todos por muchos hombres que llevemos.
Se quedó en silencio durante un instante, mirando el sol. No se había fijado hacía un instante, pero era precioso. Llevaba dos semanas sin verlo, bajo tierra, y a su salida todo seguía siendo un absoluto caos. Y el ataque, bien pensado, perfectamente sincronizado.
- Saben que vamos -dijo, de pronto-. Saben que vamos y quieren que vayamos. Mi flota ha venido por rescatarte, así que podría retirarla, pero no recuperaríamos las armas robadas. Hay que hacer algo que el enemigo no espere. Hay que ir. Pero solo los imprescindibles.
- Resumen:
- Pensar mucho y hablar bastante.
Yarmin Prince
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Por un momento me negué a creer que su influencia sobre la emperatriz pudiese ser tan fuerte como para anular mi poder. Aunque era una de las reglas, eso de "La situación precede al encanto" nunca lo había vivido de una forma tan literal. Normalmente me obligaba a buscar nuevas vías de entrar en la mente de mis objetivos, no los volvía completamente hostiles hacia mi persona. Incluso mi propio atractivo, el mismo que incitaba a la gente a ignorar las partes más negativas de mis actos, había fallado cuando apunté con mi arma a esa mujer. No, no tenía sentido. Incluso más tarde, habiéndome reunido con ella a solas, había mantenido esa expresión de odio mal disimulado; ella misma me había ordenado tareas muy por debajo de mis capacidades. Había algo que seguía escapándose, y giraba alrededor del calamar.
- Vuestro pensamiento es racional -expresé-. Absurdamente racional. Muy por debajo de lo que estimaba para alguien con la confianza de la Emperatriz; ni siquiera a la altura de los talones de la banda a la que ella sirve. -Por fortuna para mí, decir la verdad era la verdadera marca d un caballero. Retorcerla, la de un empresario-. Soy un hombre salido de la nada, capaz de llegar hasta vuestra emperatriz y apuntarle con un arma. Si realmente desease o hubiese deseado acabar con ella lo habría tenido extremadamente sencillo las innumerables veces en que estas dos semanas la seguridad ha sufrido imperdonables brechas. Llegué ofreciendo para vuestra reina y para vos información y lealtad, ¿y la habéis despreciado, sir Oc, por una lamentable suspicacia? Diría que estáis ciego, pero vuestra ceguera va mucho más allá de la de vuestros ojos. -Solo elevé el tono un poco, lo mínimo imprescindible para que la rudeza de mis palabras se acompasase a un talante ligeramente más agresivo-. He ofrecido la amistad que necesitabais oportunamente porque he estudiado los movimientos de vuestra monarca, y nunca he esperado hacerlo gratis. Había mucho que podía ganar con vuestra victoria: Un aliado de Black menos, un contacto poderoso al que acudir en necesidad... -Evité mencionar a Elrik, era innecesario hablar de mi cruzada personal por el momento-. Vuestra armada, la más fuerte del mar, podría haber apoyado mis metas, si hubiese podido ayudaros a ganar la guerra. Y si no empezáis a escucharme ahora, estáis perdidos. No hay que ser un genio para saber que vos, o alguien a vuestro servicio, ha hecho desaparecer al pelirrojo. ¿Cuánto creéis que tardará en unirse al frente común de Berthil, Black y la Marina? ¡Sois el enemigo, maldita sea! Antes de que caiga el sol estaremos muertos si seguís despreciando mi ayuda. Y voy a cobrar por mis servicios, pero si tanto amáis a vuestra reina... Dejad de protegerla de mí.
Me di la vuelta y abandoné el lugar. Si tenía algo que decir, o algún pensamiento que compartir, no deseaba conocerlo. Desanduve el camino que había seguido, sin tomar ninguna precaución, tan solo concentrándome en emanar desde lo más hondo de mi ser todo mi encanto. Espalda recta, mentón erguido, y una sonrisa que ni el más avispado reconocería como la máscara quebradiza que era en ese momento. Hipatia había elegido el peor camino hacia la victoria, y si seguía sin querer cambiar el rumbo no duraría mucho con vida.
Confié en que mi seguridad en cada paso y el volver, que no ir, hiciese que ningún guardia me tomase por intruso, y me acerqué al patio en el que Hipatia asistía a la lamentable interpretación de Makibeth. Había leído demasiadas veces los bocetos de guion como para querer verla en directo, pero había tantas cosas que uno debía hacer en ocasiones... En fin, que sea lo que Yo quiera.
- Vuestro pensamiento es racional -expresé-. Absurdamente racional. Muy por debajo de lo que estimaba para alguien con la confianza de la Emperatriz; ni siquiera a la altura de los talones de la banda a la que ella sirve. -Por fortuna para mí, decir la verdad era la verdadera marca d un caballero. Retorcerla, la de un empresario-. Soy un hombre salido de la nada, capaz de llegar hasta vuestra emperatriz y apuntarle con un arma. Si realmente desease o hubiese deseado acabar con ella lo habría tenido extremadamente sencillo las innumerables veces en que estas dos semanas la seguridad ha sufrido imperdonables brechas. Llegué ofreciendo para vuestra reina y para vos información y lealtad, ¿y la habéis despreciado, sir Oc, por una lamentable suspicacia? Diría que estáis ciego, pero vuestra ceguera va mucho más allá de la de vuestros ojos. -Solo elevé el tono un poco, lo mínimo imprescindible para que la rudeza de mis palabras se acompasase a un talante ligeramente más agresivo-. He ofrecido la amistad que necesitabais oportunamente porque he estudiado los movimientos de vuestra monarca, y nunca he esperado hacerlo gratis. Había mucho que podía ganar con vuestra victoria: Un aliado de Black menos, un contacto poderoso al que acudir en necesidad... -Evité mencionar a Elrik, era innecesario hablar de mi cruzada personal por el momento-. Vuestra armada, la más fuerte del mar, podría haber apoyado mis metas, si hubiese podido ayudaros a ganar la guerra. Y si no empezáis a escucharme ahora, estáis perdidos. No hay que ser un genio para saber que vos, o alguien a vuestro servicio, ha hecho desaparecer al pelirrojo. ¿Cuánto creéis que tardará en unirse al frente común de Berthil, Black y la Marina? ¡Sois el enemigo, maldita sea! Antes de que caiga el sol estaremos muertos si seguís despreciando mi ayuda. Y voy a cobrar por mis servicios, pero si tanto amáis a vuestra reina... Dejad de protegerla de mí.
Me di la vuelta y abandoné el lugar. Si tenía algo que decir, o algún pensamiento que compartir, no deseaba conocerlo. Desanduve el camino que había seguido, sin tomar ninguna precaución, tan solo concentrándome en emanar desde lo más hondo de mi ser todo mi encanto. Espalda recta, mentón erguido, y una sonrisa que ni el más avispado reconocería como la máscara quebradiza que era en ese momento. Hipatia había elegido el peor camino hacia la victoria, y si seguía sin querer cambiar el rumbo no duraría mucho con vida.
Confié en que mi seguridad en cada paso y el volver, que no ir, hiciese que ningún guardia me tomase por intruso, y me acerqué al patio en el que Hipatia asistía a la lamentable interpretación de Makibeth. Había leído demasiadas veces los bocetos de guion como para querer verla en directo, pero había tantas cosas que uno debía hacer en ocasiones... En fin, que sea lo que Yo quiera.
- Resumen:
- Calentarle la oreja a Oc diciéndole solo la verdad.
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Cuando se detuvo mantuvo la frente alta. Se quedó en silencio, expectante, mientras la masa se reformaba para seguir dando paso a un nuevo capítulo de aquella ignominiosa historia. ¿Dónde quedaba el valor de los guerreros? Escondidos tras un escudo de carne, carne humana y viva, formaron un círculo relativamente amplio, un claro entre la marea de soldados, de la que emergieron tres personas. Uno de ellos, un samurái caído en desgracia y las otras dos... Mujeres. Tal vez sirenas de la reina, tal vez concubinas del Hemperador... Difícil de saber sin examinarlas más a fondo. Tampoco le interesaba.
El guerrero contestó a Aki; también a Osuka. Él no dijo una sola palabra, tampoco centró la vista en él. No solía mirar a nadie desde lo alto, pero en ese momento resultaba imprescindible. El mensaje era claro: No eran dignos. No solo insuficientes en número y poder para desafiarlos, sino indignos de siquiera plantearse hacerlo. Nadie que se escondiera detrás de inocentes merecía ser tratado como un igual. Nadie así de cobarde debería estar luchando en una guerra.
No tardaron en comenzar a caminar. Los ánimos de la gente, apesadumbrada, se escuchaban en el tintineo metálico de las lorigas, acompasados en una suerte de marcha fúnebre. Casi era de agradecer que no hubiesen comprobado las esposas, aunque claro, ¿quién lo iba a hacer? El único hombre que podía presentar batalla había optado por arrear un caballo hacia ellos. A cada cosa que pensaba, su humor se iba volviendo más y más negro. Tenía ganas de terminar con todo aquello, pero si se encargaba del contingente muy pronto morirían más civiles en el interior de la capital. Una vez dentro podrían pelear por custodiarlos adecuadamente -si es que quedaba alguien con vida-.
Finalmente llegaron hasta las puertas de la mismísima capital, que se abrieron para dar paso a una tropa mayor de gyojins para nutrir las fuerzas del ejército. Como buena noticia el hombre de Iulius optó por liberar a los rehenes. Tal vez era un acto de fe, quizá una muestra de respeto o intentaba recuperar el honor perdido de una forma que se le escapaba. En lo personal dudaba que si había asistido a todo ese desastre con semejante pasividad le importase Wano lo más mínimo, pero el caso era que, de una forma u otra, los estaba liberando.
Luego llegaron las campanas. Eran molestas, pero con suerte implicarían una comitiva para presentarlos ante la reina y su séquito. Ahí podrían decidir el destino del mundo, como era debido.
El guerrero contestó a Aki; también a Osuka. Él no dijo una sola palabra, tampoco centró la vista en él. No solía mirar a nadie desde lo alto, pero en ese momento resultaba imprescindible. El mensaje era claro: No eran dignos. No solo insuficientes en número y poder para desafiarlos, sino indignos de siquiera plantearse hacerlo. Nadie que se escondiera detrás de inocentes merecía ser tratado como un igual. Nadie así de cobarde debería estar luchando en una guerra.
No tardaron en comenzar a caminar. Los ánimos de la gente, apesadumbrada, se escuchaban en el tintineo metálico de las lorigas, acompasados en una suerte de marcha fúnebre. Casi era de agradecer que no hubiesen comprobado las esposas, aunque claro, ¿quién lo iba a hacer? El único hombre que podía presentar batalla había optado por arrear un caballo hacia ellos. A cada cosa que pensaba, su humor se iba volviendo más y más negro. Tenía ganas de terminar con todo aquello, pero si se encargaba del contingente muy pronto morirían más civiles en el interior de la capital. Una vez dentro podrían pelear por custodiarlos adecuadamente -si es que quedaba alguien con vida-.
Finalmente llegaron hasta las puertas de la mismísima capital, que se abrieron para dar paso a una tropa mayor de gyojins para nutrir las fuerzas del ejército. Como buena noticia el hombre de Iulius optó por liberar a los rehenes. Tal vez era un acto de fe, quizá una muestra de respeto o intentaba recuperar el honor perdido de una forma que se le escapaba. En lo personal dudaba que si había asistido a todo ese desastre con semejante pasividad le importase Wano lo más mínimo, pero el caso era que, de una forma u otra, los estaba liberando.
Luego llegaron las campanas. Eran molestas, pero con suerte implicarían una comitiva para presentarlos ante la reina y su séquito. Ahí podrían decidir el destino del mundo, como era debido.
- Resumen:
- Esperar
Gareth Silverwing
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Respiré aliviado, no eran enemigos, no lo parecían... bueno si lo eran la tumba ya la tenía cavada, pero no lo eran, bueno no lo parecían... estaba pensando en círculos. Estaba a punto de responder a su pregunta, pero alguien empezó a salir de la tienda, y eso me llamaba más la atención, y quizás su aspecto más venerable lo hiciera un sujeto mejor para entablar una conversación.
- ¿Por donde? - Devolví la pregunta algo extrañado. - Pues si no habéis notado el estruendo es que estáis sordos. - Dije señalando en la dirección de la que venía. - He llegado por el agujero. - La verdad es que, ahora que me daba cuenta las dos semanas bajo tierra habían mermado mis modales y mis capacidades de socializar. - Disculpad, han sido unas semanas largas. Soy el Contraalmirante Arthur Silverwing. He logrado acceder a la ciudad a través de un túnel que conecta con Udon, aunque ha sido un viaje largo, veo que he logrado llegar antes que las tropas regulares a la ciudad. Aunque es extraño, esperaba ver más gente en la prisión y por esa ruta de escape, pero no nos encontramos con nadie...- Comenté mientras elevaba la mirada y recapitulaba la monotonía de las últimas semanas. - Pero en fin ¿Con quién tengo el placer de hablar?
Si no resultaban sospechosos podría entablar conversación y saber la situación en la capital, quizás ya hubiera fuerzas locales que han logrado ganar terreno al enemigo en estas semanas, o simplemente sean tan fuertes que no les importe acampar y exponerse a una escaramuza enemiga. Si tenía suerte y no eran más problemas podría coordinar una escaramuza desde dentro de la ciudad para que el enemigo tuviera que dedicar fuerzas a nuestro ataque y facilitar las cosas a Al, si el enemigo tenía que dedicar fuerzas dentro de la ciudad estaba seguro de que una apertura se podría presentar para que los aliados entrasen en la ciudad. De todas formas el plan dependía de lo que me dijesen, si el riesgo de bajas civiles era demasiado grande tendríamos que resignarnos a un comando flexible en vez de un ejército de ocupación.
- ¿Por donde? - Devolví la pregunta algo extrañado. - Pues si no habéis notado el estruendo es que estáis sordos. - Dije señalando en la dirección de la que venía. - He llegado por el agujero. - La verdad es que, ahora que me daba cuenta las dos semanas bajo tierra habían mermado mis modales y mis capacidades de socializar. - Disculpad, han sido unas semanas largas. Soy el Contraalmirante Arthur Silverwing. He logrado acceder a la ciudad a través de un túnel que conecta con Udon, aunque ha sido un viaje largo, veo que he logrado llegar antes que las tropas regulares a la ciudad. Aunque es extraño, esperaba ver más gente en la prisión y por esa ruta de escape, pero no nos encontramos con nadie...- Comenté mientras elevaba la mirada y recapitulaba la monotonía de las últimas semanas. - Pero en fin ¿Con quién tengo el placer de hablar?
Si no resultaban sospechosos podría entablar conversación y saber la situación en la capital, quizás ya hubiera fuerzas locales que han logrado ganar terreno al enemigo en estas semanas, o simplemente sean tan fuertes que no les importe acampar y exponerse a una escaramuza enemiga. Si tenía suerte y no eran más problemas podría coordinar una escaramuza desde dentro de la ciudad para que el enemigo tuviera que dedicar fuerzas a nuestro ataque y facilitar las cosas a Al, si el enemigo tenía que dedicar fuerzas dentro de la ciudad estaba seguro de que una apertura se podría presentar para que los aliados entrasen en la ciudad. De todas formas el plan dependía de lo que me dijesen, si el riesgo de bajas civiles era demasiado grande tendríamos que resignarnos a un comando flexible en vez de un ejército de ocupación.
- Resumen:
- Presentarme educadamente y, si es posible entablar conversación para saber la situación.
Inosuke Dru-zan
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Estaba cerca. Muy cerca de enganchar el brazo de aquel cobarde y estamparlo contra el suelo. Pero en el último momento evitó mi agarre, justo cuando apareció Katharina, interrumpiendo mi combate. De haber sido otra persona en otra ocasión, la hubiera ignorado, pero no olvidaba que estábamos en una guerra, y que viniera personalmente a buscarme significaba que se trataba de una urgencia. Resignado, le di la espalda al falso samurai.
—Tu librar, pero próxima vez no tener tanta suerte —prometí.
Y la próxima vez llegó antes de lo que pensaba. No pudo contener aquella bocaza que solo soltaba estupideces, provocando mi ira. Y la de Katharina. La onda de poder fue tan intensa que mi carne se puso de gallina, y en un instante el hombre estaba desmayado en el suelo, echando espuma por la boca. Aquello había sido obra de la capitana.
Me acerqué hasta su inerte cuerpo y recogí la espada que se le había caído de las manos. Parecía de buena calidad, y hasta que Cazapeces no apareciera me faltaba una de las espadas.
—Ahora esto ser mío —dije al cuerpo desmayado—. Además, tú no merecer. No ser auténtico hombre-espada.
Una vez concluida la escena, seguí a la jefa hasta la carpa donde se habló de un plan de infiltración, aunque lo que más me sorprendió es que había otra jefa. ¡Otra! ¿Se había multiplicado? ¿Y por qué Kaya no estaba con nosotros? Esperaba que no le hubiera pasado nada malo, aunque lo más probable es que le hubiera dado algo de indigestión por no hacer bien la comida. La próxima vez, cocinaría yo mismo. Eso sí, contar con dos Katharinas debía aumentar nuestras fuerzas unas dos o tres veces, así que ganar la guerra no me preocupaba demasiado.
Una vez terminamos la conversación, reuní los utensilios que creí necesarios en una pequeña bolsa que me colgué del pantalón. Ungüentos, polvos mágicos, remedios caseros, hilo y aguja, hojas para hacer té y un poco de carne de hombre pez. Además, me pinté marcas de camuflaje por todo el cuerpo, además de rodear las prendas de mi cuerpo de cintura hacia abajo de ramitas y hojas procedentes de la poca vegetación que rodeaba la isla. Tratándose de una misión de infiltración me parecía lo más apropiado.
Antes de salir montando en una Katharina con forma de bestia de leyendas, Kashi se había hecho una bola comprimiéndose y enrollándose todo lo que pudo, para facilitar su transporte. Solo esperaba que Cazapeces supiera encontrar el camino hacia mí, quizás usando su olfato animal o su instinto femenino. «Ser hembra, así que tener esa intuición. Yo estar seguro» pensé mientras sobrevolaba el mar hacia la base enemiga.
Lo que no me esperaba es que la copia de Katharina fuera en realidad Kaya. Aquella explicaba muchas cosas. Bueno, solo unas pocas. Pero habíamos perdido poder militar, y aquello ya no me hacía tanta gracia. ¿Por qué no se quedó con la forma de Katharina? En fin, no había tiempo que discutir. Ah, y tampoco esperaba que la isla resultara ser el cráneo de una colosal bestia cornuda. Me hubiera gustado verla cuando aún vivía, quizás alcanzara el cielo con sus cuernos. Y me hubiera gustado conocer al hombre que le dio caza. Pero estaban muertos, y nosotros también podríamos estarlo ahora que solo había una Katharina en territorio enemigo, así que tocaba concentrarse.
Al bajar del lomo de la capitana, anduve con las puntas de los pies, moviéndome lo más rápido y sigiloso que pude, de columna a columna y de estatua a estatua.
—No haber malos cerca —aviso a mis compañeros—. ¿Qué ser eso de cera?
No sabía que ponía en el cartel, y me importaba entre poco y nada. Pero mis compañeras parecían preocupadas al respecto, y para seguirles la corriente me quité momentáneamente la máscara para introducir el dedo meñique en mi oído derecho. Al sacarlo, extraje también un pedazo de cera de oído que era algo más pequeño que la palma de mi mano. Hacía tiempo que no me hacía una limpieza de oídos, y me parecía buena idea aprovechar el momento. Me puse la cabeza de cerdo nuevamente y sonreí bajo ella.
—¿Alguien querer? —dije, extendiendo la mano—. Yo tener más en otra oreja, no preocupar.
Una vez hecho, seguiría al grupo montado en Kashi, mientras contenía el impulso de gritarle que escalara el gigantesco cráneo.
—Tu librar, pero próxima vez no tener tanta suerte —prometí.
Y la próxima vez llegó antes de lo que pensaba. No pudo contener aquella bocaza que solo soltaba estupideces, provocando mi ira. Y la de Katharina. La onda de poder fue tan intensa que mi carne se puso de gallina, y en un instante el hombre estaba desmayado en el suelo, echando espuma por la boca. Aquello había sido obra de la capitana.
Me acerqué hasta su inerte cuerpo y recogí la espada que se le había caído de las manos. Parecía de buena calidad, y hasta que Cazapeces no apareciera me faltaba una de las espadas.
—Ahora esto ser mío —dije al cuerpo desmayado—. Además, tú no merecer. No ser auténtico hombre-espada.
Una vez concluida la escena, seguí a la jefa hasta la carpa donde se habló de un plan de infiltración, aunque lo que más me sorprendió es que había otra jefa. ¡Otra! ¿Se había multiplicado? ¿Y por qué Kaya no estaba con nosotros? Esperaba que no le hubiera pasado nada malo, aunque lo más probable es que le hubiera dado algo de indigestión por no hacer bien la comida. La próxima vez, cocinaría yo mismo. Eso sí, contar con dos Katharinas debía aumentar nuestras fuerzas unas dos o tres veces, así que ganar la guerra no me preocupaba demasiado.
Una vez terminamos la conversación, reuní los utensilios que creí necesarios en una pequeña bolsa que me colgué del pantalón. Ungüentos, polvos mágicos, remedios caseros, hilo y aguja, hojas para hacer té y un poco de carne de hombre pez. Además, me pinté marcas de camuflaje por todo el cuerpo, además de rodear las prendas de mi cuerpo de cintura hacia abajo de ramitas y hojas procedentes de la poca vegetación que rodeaba la isla. Tratándose de una misión de infiltración me parecía lo más apropiado.
Antes de salir montando en una Katharina con forma de bestia de leyendas, Kashi se había hecho una bola comprimiéndose y enrollándose todo lo que pudo, para facilitar su transporte. Solo esperaba que Cazapeces supiera encontrar el camino hacia mí, quizás usando su olfato animal o su instinto femenino. «Ser hembra, así que tener esa intuición. Yo estar seguro» pensé mientras sobrevolaba el mar hacia la base enemiga.
Lo que no me esperaba es que la copia de Katharina fuera en realidad Kaya. Aquella explicaba muchas cosas. Bueno, solo unas pocas. Pero habíamos perdido poder militar, y aquello ya no me hacía tanta gracia. ¿Por qué no se quedó con la forma de Katharina? En fin, no había tiempo que discutir. Ah, y tampoco esperaba que la isla resultara ser el cráneo de una colosal bestia cornuda. Me hubiera gustado verla cuando aún vivía, quizás alcanzara el cielo con sus cuernos. Y me hubiera gustado conocer al hombre que le dio caza. Pero estaban muertos, y nosotros también podríamos estarlo ahora que solo había una Katharina en territorio enemigo, así que tocaba concentrarse.
Al bajar del lomo de la capitana, anduve con las puntas de los pies, moviéndome lo más rápido y sigiloso que pude, de columna a columna y de estatua a estatua.
—No haber malos cerca —aviso a mis compañeros—. ¿Qué ser eso de cera?
No sabía que ponía en el cartel, y me importaba entre poco y nada. Pero mis compañeras parecían preocupadas al respecto, y para seguirles la corriente me quité momentáneamente la máscara para introducir el dedo meñique en mi oído derecho. Al sacarlo, extraje también un pedazo de cera de oído que era algo más pequeño que la palma de mi mano. Hacía tiempo que no me hacía una limpieza de oídos, y me parecía buena idea aprovechar el momento. Me puse la cabeza de cerdo nuevamente y sonreí bajo ella.
—¿Alguien querer? —dije, extendiendo la mano—. Yo tener más en otra oreja, no preocupar.
Una vez hecho, seguiría al grupo montado en Kashi, mientras contenía el impulso de gritarle que escalara el gigantesco cráneo.
- Resumen:
- Robar la espada de Toshio aka Gastón, prepararme para la guerra y la misión de infiltración, llegar a Onigashima, coger cera de cosecha propia y ofrecer a los demás generosamente.
Katharina von Steinhell
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Pudo haberlo cortado por la mitad, arrancarle las piernas o atraparlo en una ilusión traumática, pero únicamente desplegó su voluntad sobre el espadachín y este cayó inconsciente. Acostumbraba a usar el Espíritu de la Conquistadora de una manera más violenta y destructiva, aunque romper la voluntad de otra persona era divertido. En cualquier caso, no le dio más importancia y volvió cuanto antes al campamento para dar inicio a la reunión.
Tras correr la cortina, frunció el ceño y arrugó la nariz cuando vio una copia suya. Parecía idéntica, aunque en realidad había ciertos detalles que la hacían falsa. No sabía cómo había pasado, pero no estaba de ánimos para jugarretas ni bromas. Dirigió una fría mirada hacia la copia y escuchó las excusas que salieron de su boca. Sí, era la Voz de Kayadako. Teniendo en cuenta todo lo que sucedería dentro de las próximas horas (y días, ¿por qué no?) lo último que le importaba era una justificación irrisoria.
—Si vuelves a difamarme, perderás las manos y la lengua —le advirtió a su tercera al mando. Usó un tono de voz serio y le dedicó una mirada espeluznante, aunque todo fue una mentira: no le haría daño—. Es hora de que me respetes.
Avanzó hacia la mesa y entonces expuso la situación, habló sobre el “plan” y esperó a que el resto presentase dudas que, para su sorpresa, no hubo.
—Por supuesto, más pronto que tarde necesitaré tu ayuda. Y no te preocupes, estarán en la batalla más importante de sus vidas —contestó—. Verán el surgir de la nueva Emperatriz.
El viaje fue tranquilo, rápido y seguro, aunque probablemente el Hemperador estaba al tanto de la llegada de la bruja. Sí, había dicho a los hombres de Julius que abandonaría Wano, pero era prudente e inteligente dudar de Katharina. Su lengua era venenosa, algo que bien había demostrado con Black, y sus intenciones egoístas. Por mucho que intentase ocultarlas bajo una astuta película de altruismo, era imposible hacer vista gorda al oscuro y sangriento pasado que cargaba sobre sus hombros.
Refugiada en una ilusión, leyó con atención y recelo las palabras que estaban escritas en el gran cartel. ¿El mensaje no estaba escrito en la lengua que había usado Brutus? Curioso, aunque irrelevante. De acuerdo a los informes de Ivan, había hombres de cera en los barcos que funcionaban a modo de farol. Bien podía tratarse de una maravillosa obra de un escultor, aunque se decantaba más por el poder de una Fruta del Diablo. El acertijo resultaba como poco inquietante. ¿El destino del visitante sería el de su ofrenda? Si la cera era la «ofrenda», todos los hombres de Julius compartirían el mismo destino, así que probablemente se tratase de otra cosa, de algo un poco más… ¿abstracto? Quería encontrar la respuesta ahora, pero tenía que actuar y tomar una decisión.
—Si fuera un código no tendría sentido que los infiltrados lo conocieran. Es como poco sospechoso —contestó a Kaya, mirándole—. Obedeceremos el decreto del Hemperador, al menos por el momento. Yo iré por la cera.
Procuró mantener la ilusión de invisibilidad sobre el grupo principal y entonces marchó hacia el barco más cercano (refugiada con otra ilusión), aunque antes de subir a la cubierta usaría el mantra. Había que ser cautelosa. Se detendría frente a una de las esculturas de cera y haría crecer la uña de su índice, transformándola en una cuchilla para retirar un trozo de cera suficiente para todos. La idea de Inosuke le parecía interesante e inteligente, pero demasiado asquerosa. En caso de conseguir el material, regresaría con la tripulación y repartiría el “botín” entre todos.
—Vamos —ordenaría al final y entraría a Onigashima.
Tras correr la cortina, frunció el ceño y arrugó la nariz cuando vio una copia suya. Parecía idéntica, aunque en realidad había ciertos detalles que la hacían falsa. No sabía cómo había pasado, pero no estaba de ánimos para jugarretas ni bromas. Dirigió una fría mirada hacia la copia y escuchó las excusas que salieron de su boca. Sí, era la Voz de Kayadako. Teniendo en cuenta todo lo que sucedería dentro de las próximas horas (y días, ¿por qué no?) lo último que le importaba era una justificación irrisoria.
—Si vuelves a difamarme, perderás las manos y la lengua —le advirtió a su tercera al mando. Usó un tono de voz serio y le dedicó una mirada espeluznante, aunque todo fue una mentira: no le haría daño—. Es hora de que me respetes.
Avanzó hacia la mesa y entonces expuso la situación, habló sobre el “plan” y esperó a que el resto presentase dudas que, para su sorpresa, no hubo.
—Por supuesto, más pronto que tarde necesitaré tu ayuda. Y no te preocupes, estarán en la batalla más importante de sus vidas —contestó—. Verán el surgir de la nueva Emperatriz.
Una vez en Onigashima…
El viaje fue tranquilo, rápido y seguro, aunque probablemente el Hemperador estaba al tanto de la llegada de la bruja. Sí, había dicho a los hombres de Julius que abandonaría Wano, pero era prudente e inteligente dudar de Katharina. Su lengua era venenosa, algo que bien había demostrado con Black, y sus intenciones egoístas. Por mucho que intentase ocultarlas bajo una astuta película de altruismo, era imposible hacer vista gorda al oscuro y sangriento pasado que cargaba sobre sus hombros.
Refugiada en una ilusión, leyó con atención y recelo las palabras que estaban escritas en el gran cartel. ¿El mensaje no estaba escrito en la lengua que había usado Brutus? Curioso, aunque irrelevante. De acuerdo a los informes de Ivan, había hombres de cera en los barcos que funcionaban a modo de farol. Bien podía tratarse de una maravillosa obra de un escultor, aunque se decantaba más por el poder de una Fruta del Diablo. El acertijo resultaba como poco inquietante. ¿El destino del visitante sería el de su ofrenda? Si la cera era la «ofrenda», todos los hombres de Julius compartirían el mismo destino, así que probablemente se tratase de otra cosa, de algo un poco más… ¿abstracto? Quería encontrar la respuesta ahora, pero tenía que actuar y tomar una decisión.
—Si fuera un código no tendría sentido que los infiltrados lo conocieran. Es como poco sospechoso —contestó a Kaya, mirándole—. Obedeceremos el decreto del Hemperador, al menos por el momento. Yo iré por la cera.
Procuró mantener la ilusión de invisibilidad sobre el grupo principal y entonces marchó hacia el barco más cercano (refugiada con otra ilusión), aunque antes de subir a la cubierta usaría el mantra. Había que ser cautelosa. Se detendría frente a una de las esculturas de cera y haría crecer la uña de su índice, transformándola en una cuchilla para retirar un trozo de cera suficiente para todos. La idea de Inosuke le parecía interesante e inteligente, pero demasiado asquerosa. En caso de conseguir el material, regresaría con la tripulación y repartiría el “botín” entre todos.
—Vamos —ordenaría al final y entraría a Onigashima.
- Resumen:
- Coger cera de uno de los barcos, repartirla entre los miembros de la banda y entrar a Onigashima.
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Prestó atención a cada una de las palabras de Shinobu. Sintió admiración por ella, sintió que la valentía fluía por sus venas y le llenaba de vigor, sintió que la victoria era alcanzable. Y deseó ser como ella. Apretó los puños con fuerza, prometiéndose que llevaría a cabo la voluntad del comandante. Sabía que debía liberar Udon de la invasión gyojin, pero… ¿Podría hacerlo sin derramar sangre? ¿Acaso no era un objetivo demasiado idealista? Jamás había estado en una guerra, y el imaginar el acero chocando entre sí, los gritos de desesperación y furia, la sangre escurriendo por el suelo, le aterraba, le congelaba la sangre y le hacía querer quedarse en Datebaio sanando a los heridos. Sin embargo, ahora más que nunca la humanidad le necesitaba.
Cuando Shinobu terminó el discurso, se acercó a ella y le agradeció con tanta amabilidad como admiración. Era la persona apropiada para liderar la «Operación Libertad», aunque tampoco reposaría sobre los hombros de esa chica. Sí, nunca había participado en una guerra, pero sería útil gracias a sus conocimientos y forma de ver las cosas.
—Shinobu, ¿puedes encargarte de las preparaciones para la batalla? Hay muchos aquí que necesitan atención médica. Mientras menos heridos haya, más gente disponible habrá para proteger el pueblo una vez nos marchemos.
Prometeo volvió al ayuntamiento-hospital y les pidió a los voluntarios que organizaran a los pacientes en función de la gravedad de sus heridas. Necesitaría tiempo para tratarlos a todos puesto que, si se esforzaba más de la cuenta, su cuerpo no lo soportaría y acabaría siendo un completo inútil en el campo de batalla. Sin embargo, ahora no usaría pequeñas dosis de su poder. Si el Gobierno Mundial le había dado la habilidad para sanar a los demás, la aprovecharía al máximo. Acostumbraba a cubrirse con las llamas del fénix para curarse a sí mismo, sin embargo, nada le impedía generar una cantidad ingente de estas para sanar a un grupo numeroso.
Así, el teniente revolucionario se colocaría en el centro de la habitación con los pacientes más graves, dejaría que la energía fluyese por todo su cuerpo y crearía una explosión de Llamas de la Inmortalidad. Sí, daría miedo, pero pronto los pacientes se verían envueltos en un abrazo cálido y reconfortante. Repetiría la misma táctica luego de descansar un rato, y continuaría hasta ayudar a todos los necesitados.
Cuando Shinobu terminó el discurso, se acercó a ella y le agradeció con tanta amabilidad como admiración. Era la persona apropiada para liderar la «Operación Libertad», aunque tampoco reposaría sobre los hombros de esa chica. Sí, nunca había participado en una guerra, pero sería útil gracias a sus conocimientos y forma de ver las cosas.
—Shinobu, ¿puedes encargarte de las preparaciones para la batalla? Hay muchos aquí que necesitan atención médica. Mientras menos heridos haya, más gente disponible habrá para proteger el pueblo una vez nos marchemos.
Prometeo volvió al ayuntamiento-hospital y les pidió a los voluntarios que organizaran a los pacientes en función de la gravedad de sus heridas. Necesitaría tiempo para tratarlos a todos puesto que, si se esforzaba más de la cuenta, su cuerpo no lo soportaría y acabaría siendo un completo inútil en el campo de batalla. Sin embargo, ahora no usaría pequeñas dosis de su poder. Si el Gobierno Mundial le había dado la habilidad para sanar a los demás, la aprovecharía al máximo. Acostumbraba a cubrirse con las llamas del fénix para curarse a sí mismo, sin embargo, nada le impedía generar una cantidad ingente de estas para sanar a un grupo numeroso.
Así, el teniente revolucionario se colocaría en el centro de la habitación con los pacientes más graves, dejaría que la energía fluyese por todo su cuerpo y crearía una explosión de Llamas de la Inmortalidad. Sí, daría miedo, pero pronto los pacientes se verían envueltos en un abrazo cálido y reconfortante. Repetiría la misma táctica luego de descansar un rato, y continuaría hasta ayudar a todos los necesitados.
- resumen:
- Sanar a los heridos.
Shinobu Yamamoto
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Sentía que había pasado una eternidad desde el último discurso que di. El brillo en los ojos de la gente podía ser un éxito, pero sabía que aún no estaba al nivel de Gin-sama. Necesitaba escoger mejor mis palabras para motivar los corazones de los hombres que arriesgarían sus vidas en la batalla. Mantener moralizadas las tropas era fundamental para ganar una guerra, sobre todo si se trataba de una desigual. Los kappas superaban en fuerza y número a las huestes humanas; sería difícil de llevar a cabo la voluntad del comandante revolucionario.
—¡De acuerdo! ¡Yo me hago cargo! —le respondí a Tori-san, asintiendo con determinación.
Contaba con poco más de cien hombres, aunque desconocía cuán buenos guerreros eran. Sin embargo, para lo que tenía en mente tampoco haría falta un ejército de élite ni uno numeroso. Aprovecharía las colinas y los bosques, la oscuridad de la noche, la movilidad y la versatilidad de un grupo pequeño. Explotaría al máximo las ventajas que tenía a disposición. Por otra parte, conformaría un grupo de voluntarios (seguramente encontraría buenos mercaderes en el pueblo) para los suministros: alimentos, agua, armamento y vestimenta. No podíamos vaciar el almacén de Datebaio, así que saldríamos con lo justo; tendríamos que abastecernos en los pueblos liberados.
Entre nosotros debía haber al menos un par de samuráis veteranos, gente capacitada para liderar pequeños pelotones. De ser así, los reuniría en una casa para dar inicio al concejo de guerra. Me gustaría que fuéramos al menos cinco comandantes para liderar grupos de veinte hombres. Una vez estuviéramos todos…
—Como estamos frente a un ejército numeroso y poderoso debemos evitar un enfrentamiento directo. Mi intención es llevar a cabo una guerra de guerrillas; ataques relámpagos, para ser más exacta. Atacaremos durante la noche cuando los kappas estén durmiendo. Los mataremos rápida y sigilosamente, es la única manera de impedir que tomen rehenes porque, en caso de que lo hagan, probablemente no podamos salvarlos… —expliqué, apretando los puños y entonces miré el mapa (si es que alguien tenía uno, claro)—. Liberaremos los pueblos cercanos a Datebaio como formando un círculo en torno a este, de esta manera podremos establecer rutas de suministro más seguras. Es importante limpiar en una sola noche el pueblo objetivo, de lo contrario, tendremos que retirarnos y le daremos tiempo al enemigo de realizar una defensa coherente y sólida. Luego de recuperar los pueblos cercanos, nos centraremos en los de la zona sur y este para subir hacia el norte. Allí debemos reunirnos con el comandante del Ejército Revolucionario. —Hice una pausa para escuchar posibles comentarios—. Ahora bien, nos llevaremos a los mejores hombres y dejaremos aquí a los más débiles. Les ordenaremos fortalecer el pueblo, estableceremos rutas de vigilancia y nos mantendremos comunicados en todo momento —indiqué, sonriéndole al llamativo caracolito de ojos perezosos—. Por último, necesito información sobre el terreno de los pueblos aledaños.
—¡De acuerdo! ¡Yo me hago cargo! —le respondí a Tori-san, asintiendo con determinación.
Contaba con poco más de cien hombres, aunque desconocía cuán buenos guerreros eran. Sin embargo, para lo que tenía en mente tampoco haría falta un ejército de élite ni uno numeroso. Aprovecharía las colinas y los bosques, la oscuridad de la noche, la movilidad y la versatilidad de un grupo pequeño. Explotaría al máximo las ventajas que tenía a disposición. Por otra parte, conformaría un grupo de voluntarios (seguramente encontraría buenos mercaderes en el pueblo) para los suministros: alimentos, agua, armamento y vestimenta. No podíamos vaciar el almacén de Datebaio, así que saldríamos con lo justo; tendríamos que abastecernos en los pueblos liberados.
Entre nosotros debía haber al menos un par de samuráis veteranos, gente capacitada para liderar pequeños pelotones. De ser así, los reuniría en una casa para dar inicio al concejo de guerra. Me gustaría que fuéramos al menos cinco comandantes para liderar grupos de veinte hombres. Una vez estuviéramos todos…
—Como estamos frente a un ejército numeroso y poderoso debemos evitar un enfrentamiento directo. Mi intención es llevar a cabo una guerra de guerrillas; ataques relámpagos, para ser más exacta. Atacaremos durante la noche cuando los kappas estén durmiendo. Los mataremos rápida y sigilosamente, es la única manera de impedir que tomen rehenes porque, en caso de que lo hagan, probablemente no podamos salvarlos… —expliqué, apretando los puños y entonces miré el mapa (si es que alguien tenía uno, claro)—. Liberaremos los pueblos cercanos a Datebaio como formando un círculo en torno a este, de esta manera podremos establecer rutas de suministro más seguras. Es importante limpiar en una sola noche el pueblo objetivo, de lo contrario, tendremos que retirarnos y le daremos tiempo al enemigo de realizar una defensa coherente y sólida. Luego de recuperar los pueblos cercanos, nos centraremos en los de la zona sur y este para subir hacia el norte. Allí debemos reunirnos con el comandante del Ejército Revolucionario. —Hice una pausa para escuchar posibles comentarios—. Ahora bien, nos llevaremos a los mejores hombres y dejaremos aquí a los más débiles. Les ordenaremos fortalecer el pueblo, estableceremos rutas de vigilancia y nos mantendremos comunicados en todo momento —indiqué, sonriéndole al llamativo caracolito de ojos perezosos—. Por último, necesito información sobre el terreno de los pueblos aledaños.
- Resumen:
- Comenzar a preparar la estrategia para liberar Udon.
Vile Spectre
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Vile redujo la velocidad de su carrera y se centró en que sus pasos hicieran el menor ruido posible. Afinó su ojo bueno. No necesitaba hacer lo mismo con su refinado oído. El joven encontró en aquel campamento a tres hombrecillos que huían del lugar. Se llevó la mano al mango de su arma. Sabía que podían estar siendo observados y que eso haría peligrar su posición. Vile estableció contacto visual con Nox y susurró:
-Investiguemos. Mejor será acumular toda la información posible antes de presentársela a ese Berthil. Ten cuidado, eso sí. No tengo ni idea de lo que podemos encontrar por aquí.
Pendones y estandartes indicaban que aquel lugar había sido ocupado. Vile no reconoció los símbolos, pero no dudó de lo que representaban al fijarse en los militares que vigilaban el lugar. Vile no tardó en razonar que ya sabían que estaban allí. Los hombrecillos a los que habían seguido habrían escuchado los pasos. "Diantres" pensó el músico. "Estamos metidos en un buen lío. Y lo peor es que voy a tener que darle la razón a Nox. No quiero darle la razón al viejo cascarrabias."
Vile se giró y se dirigió a su compañero:
-Oye, Nox -masculló-. Va a ser mejor que vuelvas al campamento. Si puedes operar desde fuera estaremos más seguros. Así podrás avisar a Berthil si las cosas se tuercen. Yo me quedaré aquí, observándoles. He tomado la firme decisión de tratar de introducirme en menos campamentos con la labia como único respaldo. Pero eso es como los propósitos de Año Nuevo, ¿eh? Igual me da por incumplirlo de vez en cuando. De hecho, comunícale lo que has visto.
El joven guiñó el ojo y sonrío. Si quería mantener al carpintero tranquilo, tendría que ser el Vile de siempre.
-Dile que nuestro enemigo común está acampado en esta dirección. Ya sabes, puedes seguir con eso de que tu apuesto amigo está recabando información y todo eso. Si mi intuición no me falla, estos hombres son el origen de sus problemas. Mete en la frase lo de "atentado fallido" y seguro que termina de convencerse.
Notó el huracanado viento en su nuca. El dragón batía ferozmente sus alas. Aunque medroso, el joven pirata se sintió muy cerca de cumplir sus ambiciones,
-Investiguemos. Mejor será acumular toda la información posible antes de presentársela a ese Berthil. Ten cuidado, eso sí. No tengo ni idea de lo que podemos encontrar por aquí.
Pendones y estandartes indicaban que aquel lugar había sido ocupado. Vile no reconoció los símbolos, pero no dudó de lo que representaban al fijarse en los militares que vigilaban el lugar. Vile no tardó en razonar que ya sabían que estaban allí. Los hombrecillos a los que habían seguido habrían escuchado los pasos. "Diantres" pensó el músico. "Estamos metidos en un buen lío. Y lo peor es que voy a tener que darle la razón a Nox. No quiero darle la razón al viejo cascarrabias."
Vile se giró y se dirigió a su compañero:
-Oye, Nox -masculló-. Va a ser mejor que vuelvas al campamento. Si puedes operar desde fuera estaremos más seguros. Así podrás avisar a Berthil si las cosas se tuercen. Yo me quedaré aquí, observándoles. He tomado la firme decisión de tratar de introducirme en menos campamentos con la labia como único respaldo. Pero eso es como los propósitos de Año Nuevo, ¿eh? Igual me da por incumplirlo de vez en cuando. De hecho, comunícale lo que has visto.
El joven guiñó el ojo y sonrío. Si quería mantener al carpintero tranquilo, tendría que ser el Vile de siempre.
-Dile que nuestro enemigo común está acampado en esta dirección. Ya sabes, puedes seguir con eso de que tu apuesto amigo está recabando información y todo eso. Si mi intuición no me falla, estos hombres son el origen de sus problemas. Mete en la frase lo de "atentado fallido" y seguro que termina de convencerse.
Notó el huracanado viento en su nuca. El dragón batía ferozmente sus alas. Aunque medroso, el joven pirata se sintió muy cerca de cumplir sus ambiciones,
- Resumen:
- Dar algunas instrucciones a Nox y mantenerse apartado del campamento.
Normas del capítulo:
- Se moderará los martes entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los martes antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación:
- Kiritsu:
- -Entonces nos vamos –dice Kurookami, dándose la vuelta y provocando un intenso y teatral ondeo de su capa de forma involuntaria. Su marcial e imponente voz resuena en el lugar cuando comienza a dar órdenes. Se ve que en el tiempo que no has estado ha levado a cabo las labores de gestión y organización que se esperan de él.
Según parece ha repartido a los hombres en cuatro destacamentos, cada uno de ellos de unos ciento cincuenta hombres tras la incorporación de los que han desembarcado durante la accidentada maniobra. Uno de ellos, las fuerzas de reconocimiento, partirán junto a él hacia la Capital de las Flores, así como la mitad del escuadrón de apoyo, que incluye artilleros y sanitarios, entre otros. El contralmirante Philleas, el oficial al mando de la flota actualmente, quedará con dos batallones y la mitad del grupo de apoyo para asegurar la línea de suministros. Éste se ha comprometido a reportarse para dar un informe de situación vía Den Den Mushi cada hora, siempre que la situación lo permita.
En cuanto a ti, Al, ¿qué harás? ¿Irás en busca de Arthur o asumirás tu papel más institucional y acompañarás al grupo hasta la Capital de las Flores? Todos en el mundo saben que Kurookami es una mala bestia a la hora de combatir y que es capaz de plantarle cara de tú a tú a cualquiera que se interponga en su camino, pero ¿qué pasaría si nada más y nada menos que dos almirantes se plantasen ante las puertas del centro de Wano?
-¡Oh! –dice el hombre al tiempo que se lleva una mano a la frente, Arthur-. Mis disculpas, señor Silverwing, pero lo cierto es que el mundo desaparece para mí cuando acerco el ojo al telescopio. Todo es tremendamente banal en comparación con la inmensidad temporal y espacial de lo que escapa a nuestra vista, ¿no le parece? Mi nombre es Nimbus Hubble. Me gusta presentarme como un aprendiz del cosmos, aunque con tantos años a mis espaldas hay un sinfín de matices. ¿Podemos ofrecerle una taza de té? –Levanta una mano y, como un resorte, uno de los guerreros va en busca de una. Los prisioneros escaparon en cuanto estalló el caos. De pasar por aquí, lo hicieron mucho antes de que nos asentásemos en esta zona. Actualmente llevamos a cabo una investigación, porque ninguno de los grupos que hemos enviado para rastrear la zona ha regresado. Ahí dentro debe haber algo o alguien que está resultando ser un verdadero dolor de muelas, pero es cuestión de tiempo que solucionemos el asunto.
- Yarmin y Maki:
- A la porra la función. ¡Maldita sea! Justo ahora, que venía lo más interesante… Sea como sea, lo cierto es que Hipatia se ha levantado del lugar privilegiado que ocupaba entre los asistentes a la obra y se ha aproximado al muro del jardín más cercano al origen de las campanadas. Por primera vez en mucho tiempo la ves confusa, sorprendida.
Uno de tus subalternos abandona el lugar a toda prisa para cumplir tus órdenes mientras tú te diriges a la reina. Ésta asiente al tiempo que alza una mano en tu dirección, aunque cualquiera un poco avispado se daría cuenta de que no está escuchando. No sé si tú lo harás o interpretarás que entra en sus planes coser y darte hijos el resto de sus días.
Entonces se vuelve y mira a los guardias que, al igual que ella, han dejado de lado las poses relajadas con las que disfrutaban del espectáculo y se han vuelto a erguir como recios soldados. Uno de ellos, aquél en el que Hipatia ha fijado su mirada, sigue los pasos de tu Centella y sale al exterior.
-Acompáñame –te dice como una orden, sin mostrar el más mínimo signo de petición en su voz-, parece que tenemos visita y los soberanos del mar deben recibir a los invitados juntos, ¿no te parece?
No espera respuesta alguna por tu parte, sino que deja a sus espaldas todo el atrezo que has desplegado para la obra, así como a tus revolucionarios, y se introduce en el palacio para encaminarse hacia el exterior en medio de un grupo de seis gyojines. ¡Parece que es hora de hacer labores de monarca, Jefeyakuza-muchascosasquenorecuerdo-Kingu Makibeth-sama!
Yarmin, Oc no mueve ni n tentáculo mientras hablas, aunque quizás que hayas usado la palabra proteger te haya delatado un poco. A fin de cuentas se protege de las amenazas, ¿no?, de quien te quiere hacer daño.
De cualquier modo, salvando ese detalle lo cierto es que planteas la situación bastante bien ante el consejero de confianza de la soberana del mar. Oc es alguien que atesora más años de vida que casi cualquier persona que hayas conocido, y a burro viejo no se le cambian los andares. Por otro lado no es alguien presuntuoso, pues entiende que nadie está exento de errores y fallos de planteamiento en todos los ámbitos. Sin embargo, es innegable que de su mano –o tentáculo-, la recién nombrada reina del reino Ryuugu ha sacado a su pueblo durante años oprimido de fondo del mar y ha tomado una tierra inexpugnable como es el reino de Wano. Está convencido de que su actuación hasta el momento ha sido más beneficiosa que perjudicial, eso seguro.
Aun así, eres capaz de percibir algo bastante aproximado a lo que te acabo de comentar de un modo más claro que antes, por lo que debes haber tocado su gelatinosa fibra sensible, algo así como un punto G emocional. Dejo a tu elección calificar esta conversación como una nueva hazaña turbia de índole sexual que añadir a tu historial.
De cualquier modo, cuando regresas a la zona donde dejaste a Hipatia compruebas que allí apenas queda nadie. El equipo de cocineros prepara el colosal banquete que habías encargado, pero la sirena no se encuentra en las inmediaciones. ¿Tendrá algo que ver con el constante repique de campanas que inunda Wano?
-¿Es todo de su agrado, señor? –pregunta entonces el cocinero jefe, que se acaba de aproximar a ti. Oc no parece haberte seguido, por cierto.
- Dexter, Aki y Osuka:
- La recién engrosada formación se dispone ante vosotros, alerta como si en lugar de a tres personas cercasen a todo un ejército. Saben que a lo que se enfrentan es mucho peor que esto, y el rictus de tensión de sus rostros lo confirma. El repiqueteo incesante de las campanas se prolonga en el tiempo hasta hacerse molesto y, cuando pensáis que todo va a quedar ahí, la formación se abre en el punto más próximo a las puertas.
Allí se encuentra la mismísima Hipatia Stix, rodeada de otros seis soldados ostensiblemente más poderosos e imponentes que casi cualquiera de los que os rodean. Da un par de lentos pasos hacia vosotros, relajada, y se detiene antes de miraros directamente a los ojos en evidente señal de desafío, uno tras otro, sin pausa pero sin prisa.
-¿Quién lo diría? Tres de las personas más solicitadas a lo largo y ancho de los mares ante las puertas de mi casa. No sé si interpretarlo como un honor o como la constatación de lo que merezco, sin más. De cualquier modo, me siento honrada. –La ironía escapa a chorro de su boca, comportándose como un preciso cuchillo que intenta clavarse en vuestros oídos con cada sílaba-. Entiendo que habéis aceptado el ofrecimiento de venir para rendir vuestras fuerzas de una vez por todas, ¿no? Aunque debo decir que la Revolución no ha sido el mayor problema al que me he enfrentado desde que estoy aquí. Estoy algo decepcionada; esperaba algo más de vosotros, a quienes mis informantes habían calificado como algunos de los problemas más molestos a los que debería hacer frente.
- Prometeo y Shinobu:
- Shinobu, en cuanto te pongas a hacer inspección de las tropas –puedes leer las moderaciones pasadas de Dexter-, podrás comprobar que no hay samuráis veterano alguno. Todos ellos cayeron intentando defender sus pueblos del invasor. Sólo dispones de gente joven con más ansia de venganza que habilidad en combate. Del mismo modo, Datebaio, al igual que los otros pueblos que hay en la zona, han sido devastados por el enemigo. Todo lo que podía ser de utilidad ya fue reunido, incluyendo metal –que Dexter empleó para hacer todas las armas posibles-.
Puedes intentar valerte de los más determinados para ejercer de líderes de grupo, pero lo cierto es que sus conocimientos de estrategia militar –y más de guerra de guerrillas- son más que escasos.
-Los pueblos se encuentran en su mayoría desiertos, señorita –dice uno de los muchachos, el que hasta ese momento había hecho de interlocutor entre el grupo y Dexter-. Recorrimos los de la zona sur junto al Dragón Azul y no encontramos invasores ni nada que se pudiese aprovechar. Los ejércitos enemigos fueron replegándose hacia la capital tras asegurarse de que no dejaban nada atrás, por lo que suponemos que, de continuar habiendo en las cercanías, estarán en los pueblos situados más al norte.
Sobre tu apreciación sobre los débiles y fuertes, lo cierto es que se miran entre sí sin saber muy bien en qué fijarse para distinguir a unos de otros. La mayoría se dedican a mirar los brazos y piernas de quienes los llevan descubiertos para intentar identificar a los más musculados, pero hasta ahí llega su conocimiento a la hora de prejuzgar la habilidad en combate. Parece que vas a tener que hacer un trabajo mucho más directo sobre todos esos chicos.
Prometeo, tus llamas se expanden por la zona hasta incluir en su interior a todos los heridos. Es un despliegue de tu poder que no has hecho hasta el momento, por lo que pueden sentir cómo tu energía es drenada a un ritmo que llega a resultar alarmante. Aun así, si abres los ojos para ver a los heridos verás que poco a poco van mejorando. Sí, poco a poco. Ya sabes, quien mucho abarca poco aprieta.
De cualquier modo, los más graves, más próximos a ti, se benefician más de tu poder curativo y tus asistentes contemplan atónitos una mejoría inimaginable por medios convencionales. En otro tiempo, en otro lugar y en otras circunstancias tal vez te quemarían por brujo y siervo de Satanás. ¡Anticristo! Bromas aparte, tendrás que hacer algunos descansos para reponer fuerzas y continuar con tu labor curativa, pero finalmente y acusando un gran cansancio podrás darte por satisfecho en lo referente a tu cometido más inmediato.
- Ryuu:
- El primero de ellos cae antes de que pueda darse cuenta de qué está sucediendo, aunque aciertas a ver una mueca de asombro en su rostro instantes antes de que éste, junto a la cabeza, ruede por el suelo. Nadie está libre de ser sorprendido en un momento así, lo que has razonado bien. Quizás el tema de que vigilando a la soberana del reino Ryuugu en un contexto y lugar como ése sólo haya soldados regulares sea bastante menos acertado, lo que no tardas en comprobar.
El segundo escolta consigue reaccionar justo cuando tu sable está a punto de atravesarle, interponiendo como buenamente puede la lanza que tan peculiar resulta y de la que tan poco sabes… La misma que tienen todos los soldados, vaya. En cualquier caso, el tipo responde acompañando su oportuno e incompleto bloqueo con un giro de su cuerpo, por lo que cuando se enfrenta a ti sólo consigues identificar un corte en su mejilla. No deja de sangrar, pero lo cierto es que no parece demasiado profundo, y muchos menos invalidante.
-¿Se puede saber quién eres tú? –dice entonces, orientando la lanza hacia ti como lo haría un lancero en una falange-. Da igual, eres un traidor y con eso es más que suficiente.
Es entonces cuando por primera vez ves algo en la lanza que no has podido contemplar antes Las algas multicolor que penden inmediatamente después de la punta brillan tenuemente, comenzando a gotear a un ritmo cada vez mayor. El soldado ejecuta entonces un giro sobre sí mismo, moviendo la lanza al mismo tiempo para generar una onda cortante de ciento ochenta grados que avanza hacia ti. Puedes ver un destello en el agua que la acompaña, la misma que mana de las algas, que recuerda en cierto modo a una chispa. Tú verás. Sea como sea, no ha dado tiempo a que finalice su primer movimiento cuando ejecuta un nuevo tajo vertical con una onda idéntica a la primera sólo que en vertical. No obstante, la segunda crece hasta superar los bordes del tejado de las construcciones que conforman el palacio.
El estruendo de campanas continúa fuera, al menos por el momento.
- The Synesthesia:
- Katharina, tal vez deberías disciplinar a Kayarina por semejante morreo que le ha metido al pobre Onesyas. Al principio ha pasado una etapa entre la sorpresa y el desconcierto, para luego mostrarse emocionado. Parece que han despertado ciertos sentimientos en él, y a juzgar por sus miradas indiscretas, otras cosas se han despertado también. Ah, y a la vuelta de Onigashima igual la conversación se vuelve un poco tensa con él, Kath. Dale gracias a Kaya.
En cualquier caso no temáis, porque Kaya ha vuelto a su ser una vez pisáis suelo de Onigashima –curiosamente, la ropa se adapta a la vieja talla de la muchacha perfectamente–y, con la cera en las manos, podéis entrar sin ningún problema en el gran recibidor del domo. Y es espectacular.
Allá donde miréis, las grandes columnas que se alzan rectas hacia un techo que no alcanzáis a divisar están cubiertas de cera, ornamentando con distintas figuras y formas que se funden a ellas en forma de bajorrelieve, atravesadas por decenas y cientos de armas de distintas formas y tamaños. Hay un cartel junto a cada una de las dieciséis, inclinado sobre un modesto atril de madera, que si os acercáis podréis ver que reza:Esculpid vuestro destino y entregadlo como ofrenda al Hemperador
Tanto si está en vuestros planes hacerlo como si no, el resto de la estancia es simplemente sobrecogedor: Podéis sentiros como meras hormigas rodeados de paredes que se extienden por todas partes, decoradas con bronce y mármol, así como una segunda entrada a lo que parece el edificio interior –o el acceso a los niveles superiores–, cuyos ventanales cubiertos de oro y plata casi deslumbran en la oscuridad solo rota por antorchas de brea. Llama la atención, eso sí, que el espacio esté vacío casi al completo, pero podéis notar un sinnúmero de presencias en el interior de las columnas. Algunas, casi todas, débiles, pero otras lo bastante fuertes como para enfrentarse cara a cara con casi cualquiera de vosotros.
Seguramente todo esto no os diga mucho, pero no solo junto a las columnas hay carteles. Frente al gran acceso al siguiente nivel, un papiro cuelga de un lado del arco. En este, reza una extraña orden:Por decreto imperial, se ordena a todo el que atraviese estas puertas desprenderse de cuantas armas posea como señal de pleitesía.
Vaya.
- Los tres tenores:
- – No tenemos contacto con ningún otro grupo –contesta, encogiéndose de hombros–. Sabemos que el oficial Osuka Sumisu y una pirata de apellido Ardian protege a la princesa; por eso me tomé la libertad de partir desde Hakumai. Aun así… Contamos con que todo el este se una; es la zona menos afectada por la guerra.
Therax, cuando te retiras para llamar a tus aliados el resultado sigue siendo muy similar al anterior. Nadie contesta, tan solo percibes el mismo tono intentando conectar una y otra vez. De hecho, Vile y Nox tampoco parecen contestar, por lo que tal vez haya algo que corta vuestras comunicaciones o lo que sea. De todos modos, si no contestan debe ser porque ya están luchando. Al fin y al cabo, navegan con vuestra bandera en medio de un mar al que le habéis declarado la guerra. Tal vez no fue la decisión más cauta, pero ya regañarás a Zane más tarde. El caso es que, frente a Zane, Tatsumade sigue hablando:
– ¿Rey? –pregunta–. Supongo que hablas del Shogun… Pero si se trataba de un anciano, mucho me temo que debe haberte mentido. –No parece haber atisbo de mentira en su voz–. El Shogun era un hombre de unos cincuenta años; maduro, mas no anciano. Encanecido, tal vez, pero rebosante aún de vida. –Tan ofendidos por tu primera pregunta como perplejos ante el cambio de tema, al hombre le cuesta un momento reaccionar–. Tenemos herreros, claro que sí. ¿Acaso has olvidado dónde estamos? ¡Shin!
Un hombre de aspecto fornido se levanta. Diríais sin asomo de duda que es el más grande de los presentes, y sus enormes brazos contrastan con la sombra de panza que posee. Curiosamente para la gente de esa tierra, viste una larga y poblada barba grisácea, tupida. Se acerca con paso firme y lento, y toma las armas en cuanto se las tiendes, haciendo una tosca inclinación antes de examinarlas.
– Es el material más raro que he visto en mi vida –confiesa, tras unas pruebas relativamente contundentes–. Parece increíblemente duro, pero si te fijas bien está totalmente oxidado. No es del todo quebradizo, aunque he visto espadas mucho mejores. Sin embargo, parece funcional.
Cuando llamas a Berthil…
– Sí, algo he oído. Por lo menos sigues con vida. –La voz no es la del emperador, aunque suena bastante más afable–. Berthil ahora mismo está ocupado; es un hombre comprometido con la conservación de la flora. Lo que sí puedo decirte, jovencito, es que deberías tener cuidado con la Estrella Oscura. Llevamos meses investigando sobre ellos y… Bueno, pueden hacer cosas peores que solo destruirte. –Se oye el sonido de algo crujir al otro lado–. Nosotros estamos en Kibi, al borde de la entrada noroeste de la capital; creo que tus muchachos están dando un paseo entre las llamas. Nos veremos cuando las puertas caigan.
Te cuelga. Los sonidos de fondo no eran muy halagüeños, sobre todo por el ruido de pisadas y los gritos nerviosos. Tal vez estén peleando, o puede que alguien le haya robado el caracol a Berthil. ¿Es eso posible, acaso? ¿Se dejaría robar él? Tal vez no se haya dejado.
Por otro lado, cuando termináis de hablar con Berthil, Yoshio se acerca nuevamente a vosotros.
– El segundo sol no caerá en esta tierra otra vez –explica–. De hacerlo, no se estarían tomando la molestia de acabar con todos. Si la isla fuese a ser arrasada, ¿por qué matarnos? Y si no fuese a hacerlo, ¿por qué no infiltrarse y esperar? Hay algo más allá en esta guerra, estoy seguro, y responde a las viles intenciones de la raza kappa.
- Vile:
- Poco a poco el fuego se va desvaneciendo hasta que se ve reducido a unas pobres y minúsculas llamas que queman un par de hojas aquí y allí, sin suponer el más mínimo riesgo para nadie. Parece que esta noche Gotham dormirá tranquila de nuevo.
Vile, Nox no parece hacer caso a tu petición y se queda a tu lado, pero esa no es la única mala noticia. Muy cerca de vosotros un grupo de hombres pez está mirando hacia vuestra posición. Claro, era sencillo permanecer sin llamar la atención cuando una masa de fuego grotesca lo invadía todo, pero ahora resultáis sensiblemente más perceptibles. También puede que se deba a que a ambos os ha estado sonando el den den mushi durante un rato. Eso puede haber sido un problema, qué duda cabe. El caso…
– ¡Alto! –grita uno de ellos, el más larguirucho. Se trata de un gyojin anguila–. ¡Intrusos! ¡Alerta!
El grupo se acerca a vosotros aprisa, pero sin correr, buscando encontraros. Igual no les apetece atraparos… O igual es que prefieren que sea una cacería. Quién sabe.
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