Normas del capítulo:
En lo alto de la colina del campo de batalla los cañones terminan de cargarse. Poco a poco apuntan y esperan unos segundos eternos, antes de que una orden haga que descarguen su letal carga. Una atronadora descarga sale con una serie de fogonazos por encima de la colina. Los obuses silban mientras viajan por el aire, como un siniestro precedente de lo que está por venir. Unos segundos después, la tierra de nadie se llena de explosiones. Una serie de nuevos cráteres pinta la ladera mientras los escombros y el polvo se asientan.
En otro lado el general Aurelio va recibiendo información de sus mensajeros, la cual va reflejando en una mesa con un mapa y figuras. Por fin llega el mensaje de una de las piezas más importantes. Sonríe y pone una ficha azul en medio de las rojas que pueblan la playa.
Mientras tanto en la playa un último barco llega, de este no salen soldados sino una gruesa rampa y varios hombres tirando de una serie de pesados contenedores. Una figura encapuchada revisa la descarga y sonríe. Una vez están los tres contenedores abre las puertas y revisa el interior antes de estirar los brazos, como si estuviera a punto de hacer un gran esfuerzo con ellos.
- Nuestra señora te dijo que no hicieras nada innecesario. - Dice una voz desde las sombras.
- Sólo le estoy dando el toque que esta obra necesita. No seas tan inflexible. - Le contesta con descaro en la voz.
- Hm. Haz lo que quieras, pero yo no tengo la culpa si luego necesitamos eso en otro sitio.
Y sin hacer caso a esas palabras la figura entra en el primer contenedor.
- Se moderará los martes entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los martes antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación:
En lo alto de la colina del campo de batalla los cañones terminan de cargarse. Poco a poco apuntan y esperan unos segundos eternos, antes de que una orden haga que descarguen su letal carga. Una atronadora descarga sale con una serie de fogonazos por encima de la colina. Los obuses silban mientras viajan por el aire, como un siniestro precedente de lo que está por venir. Unos segundos después, la tierra de nadie se llena de explosiones. Una serie de nuevos cráteres pinta la ladera mientras los escombros y el polvo se asientan.
En otro lado el general Aurelio va recibiendo información de sus mensajeros, la cual va reflejando en una mesa con un mapa y figuras. Por fin llega el mensaje de una de las piezas más importantes. Sonríe y pone una ficha azul en medio de las rojas que pueblan la playa.
Mientras tanto en la playa un último barco llega, de este no salen soldados sino una gruesa rampa y varios hombres tirando de una serie de pesados contenedores. Una figura encapuchada revisa la descarga y sonríe. Una vez están los tres contenedores abre las puertas y revisa el interior antes de estirar los brazos, como si estuviera a punto de hacer un gran esfuerzo con ellos.
- Nuestra señora te dijo que no hicieras nada innecesario. - Dice una voz desde las sombras.
- Sólo le estoy dando el toque que esta obra necesita. No seas tan inflexible. - Le contesta con descaro en la voz.
- Hm. Haz lo que quieras, pero yo no tengo la culpa si luego necesitamos eso en otro sitio.
Y sin hacer caso a esas palabras la figura entra en el primer contenedor.
- Abi, Braud y Roland:
- Abi, los pillas por sorpresa y no detectas nuevas presencias. El que parece ser más fuerte guarda silencio y te “mira” manteniendo las manos en alto. El resto parece que se paran al ver la amenaza, quizás esto es algo que no esperaban. De todas formas tras unos tensos segundos notas movimiento con tu mantra. El resto parece que no le importa lo que le pase al encañonado y desenvainan sus armas para atacarte. Si así lo deseas puedes disparar y matarás al otro de un disparo limpio (A no ser que quieras hacer otra cosa). Por ahora dos de ellos se lanzan con espadas cortas lanzando un tajo en cruz. Parecen bien coordinados pues el resto, aunque alerta mantienen distancias.
Roland. Sigues sembrando el terror entre las filas enemigas. Tu idiferencia por la vida humana parece hacer que los pocos que te encaran erren el tiro o duden antes de poder atacarte y ser acertados de lleno por tus disparos. Pero no todo son dulces y alegría.
- Mira hermano, parece que este tío escupe golosinas. - Comenta una voz algo… lenta cerca de tí. Es un tío que te saca una cabeza, no sabes siquiera si es humano. Tiene una fisionomía parecida a la tuya, aunque algo más gordo. Lleva un hacha enorme en las manos y una de las piernas y un ojo los lleva vendados.
- No te distraigas con bobadas Schuls. Es el enemigo y tenemos que encargarnos de él. - Dice otro tipo, más larguirucho pero igual de alto. Lo más curioso de él es que lleva un arco a la espalda, pero los dos brazos cómicamente vendados. - En fin, aprovecha que está atascado y cortarle la cabeza.
Sin mediar palabra el gordo empuña el hacha y se acerca a una velocidad que parecería imposible para un cojo y más para alguien de su tamaño, lanzando un preocupante corte que amenaza con decapitarte.
Braud, después de encargarte de varios piltrafas que se interponían en tu camino, más que nada porque estaban distraídos por Roland, puedes ver que este está en una situación un poco comprometida. Con el cuerpo metido en una trinchera y un tipo enorme, más o menos de su tamaño, a punto de decapitarlo con un hacha. Tras él hay otro tipo de la misma altura pero mucho más flaco que os observa con un arco a la espalda pero ambos brazos vendados.
- Hazel, Raion y Kohaku:
- La que se ha liado. Raion, tal y como has deducido, no se trata de un cualquiera ni tampoco parecer ser todo boca. Apunta con su pistola a las ráfagas, tres disparos a cada una, una serie de pequeñas explosiones las va desestabilizando hasta transformarlas en inofensivas brisas que mueven sus cabellos. Pero en cuanto te acercas a toda velocidad su sonrisa se ensancha más, como si no le importase que un león de viento y muerte se acercase a él con intención de matarlo. Da un par de pisotones en el suelo y, como si de un cepo se tratase, una cúpula más pequeña, formada por cuatro gruesas planchas metálicas emerge de la cubierta y os encierra en un instante, con un sonido metálico que resuena en la nueva estancia.
- ¿De verdad no te pareció extraño un cebo tan obvio? Alguien que grita a pleno pulmón que habéis caído en la trampa mientras tenéis posibilidades de escapar no es un idiota, es una distracción. - Dice mientras recarga su arma. - Te hemos investigado Raion, tus habilidades únicas son fáciles de rastrear, y tal y como puedes ver no hemos perdido el tiempo. No te molestes, es una cámara hermética que usamos para la despresurización y puede aguantar la presión del océano sin ceder. - Comenta señalando la cúpula, la cual os deja un espacio de unos diez metros de diámetro, con unos ojos de buey por donde se cuela la luz. - Descuida, yo no soy alguien de quien puedas zafarte siendo viento, si se me ha dado este trabajo es por algo. - Su aura ha cambiado, ya no parece un bocazas, sino que tiene una voluntad más intensa, te apunta con la pistola y dispara dos veces.
Kohaku. Como decirlo, si con Raion los soldados estaban distraídos, tu, nada discreta, onda cortante les ha llamado la atención, por lo menos a unos cuantos. No son tan estúpidos de apuntar los cañones a la superestructura del barco, pero los rifles son otra historia. Por lo menos diez de ellos te apuntan y están a punto de disparar, mientras otros cinco te flanquean contra la borda para evitar que te eches a un lado sin enfrentarte a ellos. Parecen todos bien disciplinados uniformados, casi como un ejército, desde luego no tienen pinta de ser una panda de rufianes armados. En cuanto a la onda cortante, choca contra el palo mayor, pero ahora que te fijas… este está reforzado, puede que sea porque al soportar la cúpula bajo el agua, algo tiene que sostener el peso del acero y el agua.
Hazel, ves, desde más cerca de lo que te gustaría, como una onda cortante de Kohaku araña la superficie del palo mayor. Este está reforzado así que, incluso para alguien que no sea un entendido, podrás ver que a lo mejor una granada se queda corta. Y puede que sea lo mejor no gastar recursos en esto, porque no ves nada a parte del carajo encima del palo, ni tampoco cables que lleven a ningún sitio. Sea lo que sea, si ha podido funcionar todo este tiempo debajo del agua, puede hacerlo bajo cubierta. Por ahora parece que todos los enemigos están con la atención centrada en Kohaku y Raion.
- Bizvan:
- Los soldados asienten ante tus indicaciones y, de forma impecable, emboscan a los dos enemigos, matándolos de forma sigilosa y dejándolos de tal forma que parezcan estar descansando.
La puerta se abre sin problemas, para más seguridad los soldados deciden dividirse. Dos te acompañarán abajo, y otros dos grupos de cuatro investigarán las otras puertas. Los tres grupos las cerráis a vuestras espaldas y os sumergís en las entrañas del barco.
Unas largas y estrechas escaleras bajan más de lo que anticipaste, quizás estas se salten una cubierta y acaben en la segunda por debajo. Al llegar podéis ver una serie de estrechos pasillos, uno a cada lado y uno al frente, aunque los de los lados sospechas que tuercen noventa grados para flanquear el barco. Notas unas cinco presencias en esta cubierta, ninguna parece moverse y hay dos que están una frente a la otra. Por lo que puedes ver por una puerta entreabierta esta cubierta son los camarotes. Por ahora no escuchas que nadie de la voz de alarma, y al final del pasillo central escuchas un ruido mecánico.
- Omega:
- Al principio te recibe con cierta indiferencia, como si estuviera hasta las narices de que miembros de bandas que no fueran la suya se refirieran a él con total naturalidad. Pero su rostro cambia cuando mencionas a Argos, se gira y te dirige una mirada intensa y silenciosa.
¿El viejo Argos? Joder, también lo han metido en este lío, con lo mal que tiene la espalda. - Su tono ahora es más familiar y desenfadado, aunque no se relaja demasiado teniendo en cuenta la situación en la que está. Rechaza educadamente el pitillo. - No me viene bien con la medicación. - Señala el brazo vendado. - En fin, ya sabemos lo del bosque, pero ese sitio no pensamos tocarlo, el reino de sakura lo ha plagado de trampas y sólo sabemos donde están la mitad de ellas… Adivina por qué.
De nuevo su expresión cambia cuando dices lo de que él sabría lo que es. Se lleva un dedo a los labios para hacer un gesto de silencio.
Aquí no. Si es lo que pienso mejor vamos al barco. - Hace un gesto para que otro oficial lo sustituya y te indica que subas con él a un bote. - Bueno, no esperarás que un manco reme solo hasta el barco.
- Freites y Zira:
- Freites, esperas en silencio, parece que nadie se ha percatado de tu presencia a medida que apuntas con tu arma. Contienes la respiración, treinta metros, veinte, diez… Por fin tienes el disparo certero que esperabas. Justo el en momento que aprietas el gatillo algo chapotea en el agua, el disparo sale en dirección a uno de los soldados, seguida de una ráfaga que… seamos sinceros, sin saber compensar bien el retroceso, hubiera fallado. Ves que una explosión lo envuelve, quizás algo más grande de lo que esperabas, y levanta una nube de polvo y arena. Definitivamente no ha sido algo discreto y ha llamado la atención del grupo, pero lo más curioso es que el individuo al que apuntaste parece haber crecido un metro, ah no espera, está detrás del tío que ha saltado para protegerlo.
Delante de tí tienes a un hombre grande, sus músculos se marcan en el mono de neopreno que lleva encima. Sin contar eso parece que lleva unos pantalones y botas militares, las manos las tiene cubiertas con unos gruesos guanteletes metálicos, la palma de uno de ellos está humeando de haber parado el disparo. Se quita la capucha del mono y revela el rostro de un hombre de mediana edad, con un cuidado mostacho rubio y la cabeza calva. Lleva las manos a su espalda, para empuñar un gran escudo que le cubre desde debajo de la rodilla hasta casi el hombro, la superficie de este parece cubierta de una serie de placas hexagonales que sobresalen unos centímetros. En su mano derecha empuña con una mano lo que parece ser un machete grueso y grande, el cual tiene algo parecido a un martillo al final del filo apuntando al lado contrario de este.
- Sabíamos que por lo menos un pez gordo se separaría si alguien filtraba la información. - Comenta con tono seguro antes de darle un par de vueltas al arma. - Lamentarás haber pisado esta tierra pirata. - Y tras decir eso descarga un poderoso tajo sobre tí. Quizás tenga la fuerza suficiente para hacer un pequeño cráter como el que ha dejado al caer. Mientras tanto el resto de soldados empiezan a formar rodeándoos.
Volviendo con Zira. El golpe deja inconsciente al supuesto traidor, el cual cae al suelo y calma un poco la situación. El que le estaba apuntando no está para nada contento, pero su rostro refleja tanto la ira que no crees que esté ocultando nada. Los otros dos se llevan a su compañero inconsciente. No estáis muy lejos de una línea de trincheras torpemente cavadas en la arena, fueron las primeras en ser hechas y ahora no hay nadie usándolas, desplazarse por ellas sería un escondite fijo. Pero cuando vas a entras reparas en algo raro… Por el rabillo del ojo puedes ver que el tipo al que mataron antes no está. Hay un charco rojo en el suelo pero el cuerpo se ha desvanecido.
- ¿Buscáis a alguien? - Una voz burlona se escucha por encima de las trincheras, ese mismo hombre que antes parecía muerto está completamente sano, de pie frente a vosotros.
- ¡Bastardo, nos has engañado! - Grita el que antes tenía el rifle, apuntando a aquel sujeto y apretando el gatillo. Se escucha el disparo más fuerte de lo normal, pero el hombre sigue en pie, cuando miráis a vuestro compañero este está cayendo al suelo. El rifle le ha estallado en la cara.
- Mira que es fácil infiltrarse en una amalgama de bandas, sólo tienes que decir un nombre que suene amenazante y una historia medianamente coherente y te creen enseguida. Pero en fin, eso fue lo que hicisteis vosotros hace unos meses. Al final esa táctica pirata sirve de algo.
Parece ser más boca que músculo, está de pie, frente a vosotros con toda la confianza del mundo, presumiendo de cómo se ha infiltrado mientras saca unas gafas del bolsillo y se las pone a la vez que se peina mirándose en un espejo de bolsillo, como si no pensase que sois una amenaza.
- Jace:
- Tu clon sale y atrae la atención de los cinco soldados. Uno de ellos se lanza a por él para ensartarlo con la bayoneta, pero el mismo que señaló antes la rama, lo detiene, señalando en silencio al suelo. No mueve la nieve al caminar. Otro de ellos parece estar a punto de gritar “¡Emboscada!” pero uno de los piratas le apuñala el cuello antes de que vocalizar nada. Con vuestros esfuerzos lográis matar a uno y tú logras matar a otro más, pero el que parece el más listo y aquel al que detuvo se cubren bien las espaldas evitando ser asesinados por la emboscada.
Mira a un lado y a otro, evaluando la situación, hasta que vuestras miradas se encuentran, ha reconocido la silueta que ha visto antes y juzga que tú eres el más peligroso. Le da un toque en la espalda a su compañero y, tras un instante este asiente y corre ladera arriba. El que se ha quedado te apunta con el rifle y amartilla el arma con intención de dispararte. Pero no deberíais ignorar al que está escapando.
- Claude e Ilje:
- Ilje, los custodios se miran con cierta sorpresa cuando les comunicas que eres doctora. Parece que se están pensando si fiarse de tus palabras o si, por el contrario, eres una de esas infectados a los que se refieren. ¿Qué clase de enfermedad puede estar acechando a la gente de Sakura? Hasta el momento nada en el pueblo ha hecho pensar en que algún mal esté mermando la población de la isla invernal, pero uno nunca sabe.
En cuanto a los comentarios de Claude, como podréis imaginar, generan una mueca de confusión en vuestros interlocutores. Os piden que aguardéis un momento, desapareciendo uno de ellos ante vuestros ojos para adentrarse en el palacio por una pequeña puerta incluida en las hojas que conforman el gran portón. El otro queda en guardia, tenso, como no puede ser de otro modo.
Esperáis unos cinco minutos antes de volver a tener noticias del interior, apareciendo un escolta formado por cuadro soldados ataviados con la misma indumentaria que los dos que conocéis. El hombre que se había metido en el castillo es el quinto miembro.
-Tienen permiso para pasar, pero no se les puede perder de vista,
Os conducen por el interior de la construcción de piedra permaneciendo en todo momento en lo que debe ser la planta baja. Llega un momento en que los pasillos adquieren un aire más lúgubre, con antorchas alumbrándolos y arrancándoos caprichosas sombras.
Finalmente alcanzáis una amplia estancia llena de celdas orientadas hacia un punto central. Allí hay no menos de cuatro mesas repletas de cachivaches científicos como probetas y matraces. Además, varias personas con bata blanca toman notas en sus libretas.
-¿Tú eres la médico? –irrumpe entonces una severa voz de mujer. Es añosa y lleva el pelo recogido en un moño que fija con dos palillos chinos-. No me hace mucha gracia fiarme de extraños para esto, pero lo cierto es que estamos estancados desde hace días; mira.
Os lleva hacia una de las mesas, aunque por el momento toda su atención está centrada en Ilje. Allí, una masa deforma y anárquica va de un lugar a otro, chocando contra las paredes de cristal del receptáculo que la tiene cautiva.
-Ésa esa Marianne –dice señalando a una de las mujeres que se encuentra en una de las jaulas-. Hasta hace una semana comandaba uno de nuestros regimientos. Tiene una hoja de servicios impecable, sin una tacha, pero de buena a primera intentó matar a dos miembros de la familia real. Conseguimos capturarla en medio de su locura… Parecía una demente. El caso es que tosió y de su garganta salió esto. Enseguida intentó lanzarse a por otro soldado, pero conseguimos atraparlo a tiempo. Como ella hay muchos y creemos que esta cosa está implicada, pero no conseguimos averiguar nada sobre su naturaleza. Parece que es una especie de hongo, pero no lo tenemos claro. ¿Desde cuándo se mueven así los hongos?
Freites D. Alpha
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¿Le di? No estoy seguro, tengo que esperar a que la nube de humo se desvanezca para saberlo. Aunque lo más seguro es que tenga que prepararme para… espera ¿Qué? ¿Por qué se está haciendo más grande? Ah… ya veo, alguien más se ha puesto para defenderle. Al juzgar por lo grueso de sus guantes metálicos, tienen que ser de muy buena calidad. No solo eso, su velocidad es definitivamente extraordinaria, definitivamente débil no es.
- Suzaku. – Rápidamente ella se incorporó y yo hico un cambio rápido de armas, tome mi alabarda con mi mano robotica y me subí sobre mi amiga. Aquel hombre se quito la capucha, y para ser honestos, me sorprendio. – Otro viejo… - Susurre. Era realmente sarcástico esto, ya con el que me había tocado antes era suficiente y ahora me toca otro más. No pude evitar dar un gran suspiro, Sakura estaba resultando ser una guerra más complicada de lo que había calculado, y eso no era divertido.
- ¿Un pez gordo? ¡Me alagas! – Respondí. – Tan solo soy uno más del monto.
El escudo tenía un diseño que era bastante genial al igual que su arma, era primera vez que veía una maravilla como esa. Tal vez en un futuro forje algo similar a eso, claro, si es que salgo con vida de esta isla.
Él barbudo se lanzó al ataque, definitivamente era rápido. Suzuku le vio venir y rápidamente intento hacerse a un lado, justo al costado derecho del rival, tomando una distancia segura. El cráter que había dejado ese viejo era grande, definitivamente él no estaba jugando, yo tampoco lo estaba. Por otro lado, no puedo ignorar al resto de la gente, nos están rodeando. Puede que esté en desventaja numérica y que sea normal pensar que estoy en desventaja pero, me gustan los desafíos. Finalmente libere mi calor una vez más, cubrí el campo con aquel calor que solo podía vivirse en los desiertos a pleno medio día. Eso me recordó el día que conocí a mi querida súper ave, era un día soleado y aquel desierto era un infierno. Papa me había llevado a conseguir a mi primera mascota y sin dudarlo le había pedido una súper ave.
¿Por qué? ¡Porque son súper! De hecho ¿Qué ave no lo era? De igual forma sabía que este calor haría sentir a Suzaku como en casa, mucho más cómoda. Es normal que después de haber vivido tantas batallas conmigo este acostumbrada a luchar a mi lado, ella es la única que ha podido acompañarme desde un principio, y es la mejor amiga que puedo tener.
- No bajes la guarda, hermosa. – Suzaku miraba a todos lados, vigilaba cada movimiento de las personas que nos rodeaban, ya era cosa de ellos tratar de lidiar con el calor. Por otro lado, el escudo de mi oponente era enorme y le cubría por completo, eso era un problema. – Helios…- extendí mi mano derecha hacia el costado, a la altura de mi hombro, de ella comenzó a emerger una esfera de calor, del color del mismísimo sol, de unos treinta centímetros de longitud.
Luego, apreté con fuerza el esférico, tense los músculos de mi brazo, apunte directo hacia mi oponente, y la arroje con potencia. Vigilando atentamente todo movimiento que este hacía.
- Suzaku. – Rápidamente ella se incorporó y yo hico un cambio rápido de armas, tome mi alabarda con mi mano robotica y me subí sobre mi amiga. Aquel hombre se quito la capucha, y para ser honestos, me sorprendio. – Otro viejo… - Susurre. Era realmente sarcástico esto, ya con el que me había tocado antes era suficiente y ahora me toca otro más. No pude evitar dar un gran suspiro, Sakura estaba resultando ser una guerra más complicada de lo que había calculado, y eso no era divertido.
- ¿Un pez gordo? ¡Me alagas! – Respondí. – Tan solo soy uno más del monto.
El escudo tenía un diseño que era bastante genial al igual que su arma, era primera vez que veía una maravilla como esa. Tal vez en un futuro forje algo similar a eso, claro, si es que salgo con vida de esta isla.
Él barbudo se lanzó al ataque, definitivamente era rápido. Suzuku le vio venir y rápidamente intento hacerse a un lado, justo al costado derecho del rival, tomando una distancia segura. El cráter que había dejado ese viejo era grande, definitivamente él no estaba jugando, yo tampoco lo estaba. Por otro lado, no puedo ignorar al resto de la gente, nos están rodeando. Puede que esté en desventaja numérica y que sea normal pensar que estoy en desventaja pero, me gustan los desafíos. Finalmente libere mi calor una vez más, cubrí el campo con aquel calor que solo podía vivirse en los desiertos a pleno medio día. Eso me recordó el día que conocí a mi querida súper ave, era un día soleado y aquel desierto era un infierno. Papa me había llevado a conseguir a mi primera mascota y sin dudarlo le había pedido una súper ave.
¿Por qué? ¡Porque son súper! De hecho ¿Qué ave no lo era? De igual forma sabía que este calor haría sentir a Suzaku como en casa, mucho más cómoda. Es normal que después de haber vivido tantas batallas conmigo este acostumbrada a luchar a mi lado, ella es la única que ha podido acompañarme desde un principio, y es la mejor amiga que puedo tener.
- No bajes la guarda, hermosa. – Suzaku miraba a todos lados, vigilaba cada movimiento de las personas que nos rodeaban, ya era cosa de ellos tratar de lidiar con el calor. Por otro lado, el escudo de mi oponente era enorme y le cubría por completo, eso era un problema. – Helios…- extendí mi mano derecha hacia el costado, a la altura de mi hombro, de ella comenzó a emerger una esfera de calor, del color del mismísimo sol, de unos treinta centímetros de longitud.
Luego, apreté con fuerza el esférico, tense los músculos de mi brazo, apunte directo hacia mi oponente, y la arroje con potencia. Vigilando atentamente todo movimiento que este hacía.
- Resumen.:
- - Activar Living desert.
- Decirle a Suzaku que no vaje la guardia.
- Generar una esfera de carlor para arrojarla con potencia hacia mi oponente utulizando potencia.
- Calor actual de la esfera de calor: º1800
Roland von Klauswitz
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Cada vez que un cuerpo caía Roland podía oír el tintineo de las monedas cayendo en su cada vez más gordo bolsillo. Seguramente le diesen una prima si liquidaba a todos él solo. A lo mejor incluso una medalla, algo que dejara claro para todo el que la viera que era mejor que ellos. Lo único malo es que todos esos tipos eran unos mediamierda. Dudaba que fuesen capaces de ni sujetar bien la pala con la debían haber cavado ese agujero. Al menos ya tenían la tumba preparada.
Cuando vació el cargador se detuvo a recargar. Dos tipos empezaron a darle a la lengua cerca de él, como si ni estuviera allí. Era una falta de respeto, y además una soberana estupidez.
-Eh, par de zorras, a hablar a vuestra puta casa. ¿Vais a venir a matarme o qué?
Roland odiaba a la gente que hablaba demasiado, y más aún en medio de una pelea. Por eso les iba tan mal a todos los piratas. Si supiesen pelear no serían unos putos fracasados que vagabundeaban por ahí dando pena. Por otro lado, el mundo necesitaba una buena cantidad de chusma o de lo contrario los tipos como él no tendrían a quien apalear para ganarse la vida.
El del hacha fue a por él. Lo hizo tan rápido que Roland no tuvo tiempo ni de escupirle el mocarro que estaba reuniendo en la garganta. Tan solo alzo el brazo para defenderse, impulsado por la primitiva consciencia de que tenía dos brazos y solo una cabeza. Su otra mano hizo lo que mejor sabía... vale, lo segundo mejor; lo tercero, contando lo de coger alitas de pollo: disparar hacia delante para hacerle un culo nuevo a ese soplapollas parlanchín.
Cuando vació el cargador se detuvo a recargar. Dos tipos empezaron a darle a la lengua cerca de él, como si ni estuviera allí. Era una falta de respeto, y además una soberana estupidez.
-Eh, par de zorras, a hablar a vuestra puta casa. ¿Vais a venir a matarme o qué?
Roland odiaba a la gente que hablaba demasiado, y más aún en medio de una pelea. Por eso les iba tan mal a todos los piratas. Si supiesen pelear no serían unos putos fracasados que vagabundeaban por ahí dando pena. Por otro lado, el mundo necesitaba una buena cantidad de chusma o de lo contrario los tipos como él no tendrían a quien apalear para ganarse la vida.
El del hacha fue a por él. Lo hizo tan rápido que Roland no tuvo tiempo ni de escupirle el mocarro que estaba reuniendo en la garganta. Tan solo alzo el brazo para defenderse, impulsado por la primitiva consciencia de que tenía dos brazos y solo una cabeza. Su otra mano hizo lo que mejor sabía... vale, lo segundo mejor; lo tercero, contando lo de coger alitas de pollo: disparar hacia delante para hacerle un culo nuevo a ese soplapollas parlanchín.
- Resumen:
- Pues disparar. Y cubrirse un poco por aquello de no morir. Pero sobre todo disparar.
Illje Landvik
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Illje se paró en el sitio de golpe y señaló a los guardias con la mano abierta, mirando a Claude como si hubiera pasado algo clave por alto, ya que así era.
-Pero vamos a ver. ¿Les has mirado bien? ¿Tu te crees que un príncipe o un rey de este sitio tendría el suficiente glamour como para llevar vestidos a tu altura? Tendremos suerte si la princesa tiene algo medianamente decente para nosotros.
Claude propuso llevarse las banderas, los sastres – si es que un sitio así los tenía- y ahora que lo mencionaba incluso de los trajes de los guardias se podía hacer algo decente. No es que hubiera practicado nunca a hacer prendas desde cero, pero no podía ser tan complicado. Seguro que entre ambos lograban hacer algo bonito. Sólo había un problema.
-No tengo muy claro cómo vamos a transportarlo todo… esperemos mejor, así nos llevaremos solo lo que valga la pena.
Por suerte, les dejaron entrar sin ponerles más dificultades. No querían quitarles los ojos de encima, pero mientras mantuvieran las manos quietas eso no sería un problema. Les llevaron por el interior del castillo hasta una serie de túneles de piedra, fríos y pobremente iluminados. Cada vez estaba más convencida de que esa gente no conocía ni sastres ni diseñadores de interiores. Qué tragedia.
Al final, llegaron a una cárcel enorme. En el centro de las celdas, cuatro largas mesas llenas de material científico y recursos la esperaban. Y más allá, en una de las jaulas, un enorme… moco, se movía con ritmo de un lado a otro. No entendía nada, pero Claude parecía bastante decidido. Ya había sacado hasta las especias. Por no hablar del delantal. Si había sacado el delantal, es que la cosa era seria, definitivamente. La conejita rebuscó un rato entre sus cosas y le pasó una botellita de cristal llena de aceite de oliva virgen extra.
-Ten, coge el mío. Creo que hoy no tengo muchas cosas que engrasar, pero mientras te encargas del exorcismo voy a hacerle una visita a la víctima.
Echó a rodar en los patines hacia las mesas de cosas científicas, buscando un escalpelo. Tenía el suyo propio, claro, pero no quería mancharlo con lo que estaba segura de que tenía esa señora en la sangre.
-Si todavía sigue atacando, seguramente quede moco dentro, pero no sé a qué grado.
Pasó un poco de lo que tenían en las mesas. Si estaban estancados, algo habían estado haciendo mal y prefería probar su método primero.
Agarrado su escalpelo, le hizo un gesto a uno de los guardias para que la siguiera y fue hasta la jaula de la mujer. Les pidió que la abrieran y la sujetaran, tenía que examinarla. Trataría de agarrar dos muestras de sangre, una del brazo y otra del pecho. Había que ver cómo de rápido se extendía esa cosa. Luego volvería y las comprobaría bajo el microscopio, para ver si alguna de las dos tenía restos del extraño hongo en ellas. Si era así, solo tendría que buscar un método para limpiar su sangre y, teóricamente, volvería a la normalidad.
-Oye, Claude.- dijo mientras examinaba las muestras. Acababa de acordarse de algo y rodó de vuelta junto al cocinero, sacando de su bolsillo un par de los champiñones extraños y brillantes que había visto en la caverna. - Creo que esa cosa es lo que hizo que los dinosaurios se nos tiraran encima. En la siguiente caverna había estos plantados. Te cogí un par para que vieras si era posible cocinarlos, pero igual pueden servirte de conejitos de indias para freírlo.
Le dejó a su aire haciendo sus cosas de cocinero mientras regresaba para comprobar lo de la sangre. Con suerte no les llevaría mucho y podrían volver a lo importante; buscar las escaleras.
Al fin y al cabo, toda princesa que se precie se encuentra en lo más alto de la más alta torre. Como las banderas.
-Pero vamos a ver. ¿Les has mirado bien? ¿Tu te crees que un príncipe o un rey de este sitio tendría el suficiente glamour como para llevar vestidos a tu altura? Tendremos suerte si la princesa tiene algo medianamente decente para nosotros.
Claude propuso llevarse las banderas, los sastres – si es que un sitio así los tenía- y ahora que lo mencionaba incluso de los trajes de los guardias se podía hacer algo decente. No es que hubiera practicado nunca a hacer prendas desde cero, pero no podía ser tan complicado. Seguro que entre ambos lograban hacer algo bonito. Sólo había un problema.
-No tengo muy claro cómo vamos a transportarlo todo… esperemos mejor, así nos llevaremos solo lo que valga la pena.
Por suerte, les dejaron entrar sin ponerles más dificultades. No querían quitarles los ojos de encima, pero mientras mantuvieran las manos quietas eso no sería un problema. Les llevaron por el interior del castillo hasta una serie de túneles de piedra, fríos y pobremente iluminados. Cada vez estaba más convencida de que esa gente no conocía ni sastres ni diseñadores de interiores. Qué tragedia.
Al final, llegaron a una cárcel enorme. En el centro de las celdas, cuatro largas mesas llenas de material científico y recursos la esperaban. Y más allá, en una de las jaulas, un enorme… moco, se movía con ritmo de un lado a otro. No entendía nada, pero Claude parecía bastante decidido. Ya había sacado hasta las especias. Por no hablar del delantal. Si había sacado el delantal, es que la cosa era seria, definitivamente. La conejita rebuscó un rato entre sus cosas y le pasó una botellita de cristal llena de aceite de oliva virgen extra.
-Ten, coge el mío. Creo que hoy no tengo muchas cosas que engrasar, pero mientras te encargas del exorcismo voy a hacerle una visita a la víctima.
Echó a rodar en los patines hacia las mesas de cosas científicas, buscando un escalpelo. Tenía el suyo propio, claro, pero no quería mancharlo con lo que estaba segura de que tenía esa señora en la sangre.
-Si todavía sigue atacando, seguramente quede moco dentro, pero no sé a qué grado.
Pasó un poco de lo que tenían en las mesas. Si estaban estancados, algo habían estado haciendo mal y prefería probar su método primero.
Agarrado su escalpelo, le hizo un gesto a uno de los guardias para que la siguiera y fue hasta la jaula de la mujer. Les pidió que la abrieran y la sujetaran, tenía que examinarla. Trataría de agarrar dos muestras de sangre, una del brazo y otra del pecho. Había que ver cómo de rápido se extendía esa cosa. Luego volvería y las comprobaría bajo el microscopio, para ver si alguna de las dos tenía restos del extraño hongo en ellas. Si era así, solo tendría que buscar un método para limpiar su sangre y, teóricamente, volvería a la normalidad.
-Oye, Claude.- dijo mientras examinaba las muestras. Acababa de acordarse de algo y rodó de vuelta junto al cocinero, sacando de su bolsillo un par de los champiñones extraños y brillantes que había visto en la caverna. - Creo que esa cosa es lo que hizo que los dinosaurios se nos tiraran encima. En la siguiente caverna había estos plantados. Te cogí un par para que vieras si era posible cocinarlos, pero igual pueden servirte de conejitos de indias para freírlo.
Le dejó a su aire haciendo sus cosas de cocinero mientras regresaba para comprobar lo de la sangre. Con suerte no les llevaría mucho y podrían volver a lo importante; buscar las escaleras.
Al fin y al cabo, toda princesa que se precie se encuentra en lo más alto de la más alta torre. Como las banderas.
- resumen:
- Parlotear sobre vestidos, entrar, darle a Claude aceite y los champis de la caverna rara para que fría al bicho. Sacarle sangre con ayuda de los guardias a la moza para comprobar coḿo de avanzada está la infección y poder empezar a diseñar una forma de limpiarla.
Abigail Mjöllnir
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Honestidad por delante: no sabía qué hacer ahora. Nunca le había pasado eso de pedirle a alguien que se quedara quieto y que hiciera caso. Aún tenía ganas de pasar a cuchillo a quien alterara la paz del reino de Sakura para enviar un mensaje a la piratería pero debía poner por encima su trabajo, no su ego ni las tentaciones.
—Hm, silencio, ¿eh? No tengo intención de matar a nadie que no esté involucrado en el ataque a Sakura, pero si me atacan responderé —por su fuerza suponía que él era el líder de aquella tropa, de forma que dejó en su mano la posibilidad de ordenar un alto el fuego para evitar daños innecesarios.
El resto de presencias empezaron a moverse. Aún no había cerrado la ventana de su espalda, por lo que el habitante que se encontraba observando podría ver a los dos que iban a ir a por ella.
—¡Vienen! —exclamó el muchacho desde el interior del castillo.
Con su aviso, Abi se decidió a avanzar más sin mirar atrás, confiando en la combinación de su radar y del aviso de su tripulación. Se impulsaría hacia delante con un sprint y lanzaría hacia abajo una de sus granadas al mismo tiempo. Así, al clavarse en el suelo, pasarían dos segundos antes de explotar y... según dónde estuvieran esos dos hombres recibirían daños por la onda expansiva o solo comerían la nieve que se levantaría. Continuaría moviéndose sin detenerse para salir del alcance del explosivo, su idea era rodear al que tenía los brazos alzados.
Tras salir del radio de explosión extendió su brazo izquierdo, abrió la mano y de su palma surgiría una de las ventanas que daban a su división interna. El habitante que atacaría sería el que portaba el Revólver de los Seis Caminos. Recordando sus instrucciones, no se lo pensó y disparó la bala de polímero, que iría dirigida al hombro derecho del uniformado. Si la bala impactaba, se generaría un polímero de color rosa que atraparía por lo menos su brazo, dificultando su movimiento.
Aún le quedaba la granada de la mano derecha, y en su brazo izquierdo... abrió tres ventanas más. Sus habitantes estaban escondidos a los lados de las ventanas por dentro. Cargaron sus rifles y esperaron la señal. Uno de los tres llevaba un dial de fulgor, pero no lo utilizaría hasta no recibir una señal concreta. Mantendría abierta la de la espalda, así podría continuar vigilando lo que ocurriera a sus espaldas. Si no había calculado mal la distancia, su espalda ahora debería estar mirando en dirección al puesto de artillería que tenía que defender.
Ya había dado su ultimatum. Empezó a dar pasos atrás, lentamente, acercándose poquito a poquito al área de donde había salido.
—Hm, silencio, ¿eh? No tengo intención de matar a nadie que no esté involucrado en el ataque a Sakura, pero si me atacan responderé —por su fuerza suponía que él era el líder de aquella tropa, de forma que dejó en su mano la posibilidad de ordenar un alto el fuego para evitar daños innecesarios.
El resto de presencias empezaron a moverse. Aún no había cerrado la ventana de su espalda, por lo que el habitante que se encontraba observando podría ver a los dos que iban a ir a por ella.
—¡Vienen! —exclamó el muchacho desde el interior del castillo.
Con su aviso, Abi se decidió a avanzar más sin mirar atrás, confiando en la combinación de su radar y del aviso de su tripulación. Se impulsaría hacia delante con un sprint y lanzaría hacia abajo una de sus granadas al mismo tiempo. Así, al clavarse en el suelo, pasarían dos segundos antes de explotar y... según dónde estuvieran esos dos hombres recibirían daños por la onda expansiva o solo comerían la nieve que se levantaría. Continuaría moviéndose sin detenerse para salir del alcance del explosivo, su idea era rodear al que tenía los brazos alzados.
Tras salir del radio de explosión extendió su brazo izquierdo, abrió la mano y de su palma surgiría una de las ventanas que daban a su división interna. El habitante que atacaría sería el que portaba el Revólver de los Seis Caminos. Recordando sus instrucciones, no se lo pensó y disparó la bala de polímero, que iría dirigida al hombro derecho del uniformado. Si la bala impactaba, se generaría un polímero de color rosa que atraparía por lo menos su brazo, dificultando su movimiento.
Aún le quedaba la granada de la mano derecha, y en su brazo izquierdo... abrió tres ventanas más. Sus habitantes estaban escondidos a los lados de las ventanas por dentro. Cargaron sus rifles y esperaron la señal. Uno de los tres llevaba un dial de fulgor, pero no lo utilizaría hasta no recibir una señal concreta. Mantendría abierta la de la espalda, así podría continuar vigilando lo que ocurriera a sus espaldas. Si no había calculado mal la distancia, su espalda ahora debería estar mirando en dirección al puesto de artillería que tenía que defender.
Ya había dado su ultimatum. Empezó a dar pasos atrás, lentamente, acercándose poquito a poquito al área de donde había salido.
- resumen:
» Da un ultimatum.
» Recibe el aviso del habitante que está vigilando en su espalda.
» Cuando la atacan se va hacia delante y tira hacia abajo una de sus Granadas de Clavos. Tarda 2 segundos en detonar desde que se clava en algún lado.
» Corre rodeando al que tiene las manos alzadas para posicionarse de espaldas al camino que lleva al nido de artilleros.
» Utiliza una ventana en su mano izquierda, la que tiene libre, para disparar con el Revólver de los Seis Caminos del Zagal, la bala de polímero.
» Abre tres ventanas más en su brazo, pero no las usa para atacar.
» Poco a poco retrocede con la intención de tomar distancias y de paso para, poco a poco, regresar.
«Mira, me cago en mis muertos… Bueno, eso de siempre, pero su puta madre. Si es que tenía que haber sudado del idiota emplumado este. ¡Tendría que haberme quedado con la monja! Aunque ahí me hubiera sentido más… ¡JODER!», gritaba en su fuero interno la albina. Había conseguido caer con bastante comodidad, justo antes de que el león quedara atrapado dentro de lo que parecía una cúpula con el que debía ser el capitán del barco. Si tan siquiera hubiera tenido la suerte de que sobre el mástil estuviera la antena. Pero ya le había quedado bastante claro que no era el caso. No tendría sentido ponerla en un lugar tan delicado si podía funcionar incluso desde debajo del agua. Chasqueó la lengua mientras supervisaba el palo mayor, recubierto de placas metálicas. Tan bien lo estaba observando que por poco una onda cortante de Kohaku no le corta más que solo un par de mechones de pelo. «¡Pero será gilipollas!», más quejas en su cabeza, y es que no podía permitirse montar el numerito en ese momento.
Inspiró hondo, tratando de tranquilizarse tras lanzar una mirada de puro odio hacia el moreno. Al menos había llamado la atención del resto de enemigos hacia él, algo que desde luego debería aprovechar. ¿Habría más gente dentro? Seguramente un barco así no se dejase sin supervisar por mucho abordaje que hubiera, pero no estarían tan armados hasta los dientes… Y el interior, los pasillos, serían una ventaja para apuntar por ejemplo con la pistola de Abby, o que no se lanzaran a tropel sobre ella. ¿Pero estarían bien? Si conseguía su objetivo, pero les atrapaban… O si la mataban, le valía una mierda cumplir su parte del trabajo. Por otro lado, si no cumplía el trabajo tampoco iba a poder salir de esa condenada isla nevada, así que tras sopesar las opciones acabó por resignarse, sacar un cuchillo que llevaba agarrado en una de las multiples correas que utilizaba para llevar su equipo y cortar uno de los lados del cabo, deslizándose con la cuerda para acabar en cubierta una vez hubiera ubicado la trampilla, escotilla, escalinata… Lo que fuera que diera al interior del barco. Procuraría balancearse para caer en ese lado, a la espalda de sus enemigos. No se le daba bien el sigilo, así que ya podía hacerlo bien o rezar porque Kohaku diera tanto el cante que ni la notasen.
No vamos a negar, que en cierto momento se le había ocurrido lanzar la granada hacia el grupo para dispersarlos, herirles… Lo que fuera. Pero lo descartó teniendo en cuenta que su compañero podía acabar muy mal parado, y a más gente de su lado, mejor. «Ugh, odio los trabajos complicados. ¿Por qué me he dejado liar para esto?» se quejó, acordándose por enésima vez de Ayden, y ahora también en el resto del grupo casi al completo. Por algo le gustaba más trabajar sola.
Como fuera, si se le daba la posibilidad, se adentraría al interior del barco y, aun sujetando en la diestra su pequeña arma, haría por desenfundar la pistola de Abi y sujetarla con la zurda. ¿Era ambidiestra? Bueno, con sus espadas luchaba a dos manos, se las apañaría… Además, no necesitaba puntería si iba a disparar a bocajarro, ¿verdad? Solo tenía que agudizar sus sentidos, como le había enseñado Abigail e intentar vislumbrar más allá… Ver lo que iba a pasar antes de dar sus pasos para poder esquivar y atacar mejor.
Inspiró hondo, tratando de tranquilizarse tras lanzar una mirada de puro odio hacia el moreno. Al menos había llamado la atención del resto de enemigos hacia él, algo que desde luego debería aprovechar. ¿Habría más gente dentro? Seguramente un barco así no se dejase sin supervisar por mucho abordaje que hubiera, pero no estarían tan armados hasta los dientes… Y el interior, los pasillos, serían una ventaja para apuntar por ejemplo con la pistola de Abby, o que no se lanzaran a tropel sobre ella. ¿Pero estarían bien? Si conseguía su objetivo, pero les atrapaban… O si la mataban, le valía una mierda cumplir su parte del trabajo. Por otro lado, si no cumplía el trabajo tampoco iba a poder salir de esa condenada isla nevada, así que tras sopesar las opciones acabó por resignarse, sacar un cuchillo que llevaba agarrado en una de las multiples correas que utilizaba para llevar su equipo y cortar uno de los lados del cabo, deslizándose con la cuerda para acabar en cubierta una vez hubiera ubicado la trampilla, escotilla, escalinata… Lo que fuera que diera al interior del barco. Procuraría balancearse para caer en ese lado, a la espalda de sus enemigos. No se le daba bien el sigilo, así que ya podía hacerlo bien o rezar porque Kohaku diera tanto el cante que ni la notasen.
No vamos a negar, que en cierto momento se le había ocurrido lanzar la granada hacia el grupo para dispersarlos, herirles… Lo que fuera. Pero lo descartó teniendo en cuenta que su compañero podía acabar muy mal parado, y a más gente de su lado, mejor. «Ugh, odio los trabajos complicados. ¿Por qué me he dejado liar para esto?» se quejó, acordándose por enésima vez de Ayden, y ahora también en el resto del grupo casi al completo. Por algo le gustaba más trabajar sola.
Como fuera, si se le daba la posibilidad, se adentraría al interior del barco y, aun sujetando en la diestra su pequeña arma, haría por desenfundar la pistola de Abi y sujetarla con la zurda. ¿Era ambidiestra? Bueno, con sus espadas luchaba a dos manos, se las apañaría… Además, no necesitaba puntería si iba a disparar a bocajarro, ¿verdad? Solo tenía que agudizar sus sentidos, como le había enseñado Abigail e intentar vislumbrar más allá… Ver lo que iba a pasar antes de dar sus pasos para poder esquivar y atacar mejor.
- Resumen:
- • Lo primero, cagarse en todos sus muertos, en los de sus compañeros y en algunos más, sobretodo cuando Kohaku casi la corta con su honda.
• Valorar la situación en la que se encontraba y decidir que lo mejor sería buscar la zona de acceso al barco e intentar entrar mientras los demás están distraídos.
• De conseguir entrar ir alerta, intentando imitar las sensaciones que debería producir el mantra, como le ha enseñado Abby, yendo con cuidado y armada con la pistola que le ha dado la monja y un cuchillo.
Ryuichi Ichiban
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Su respiración era agitada. Su alrededor estaba nublado, pero no perdía de vista a las presas. Todas caían, de una a una. Débiles, débiles, débiles. Insectos, masilla... No sirven para nada, no son un buen rival. El dolor de sus brazos era como una pequeña punzada que, a cada segundo, le recordaba que estaba vivo. Los puños chocando contra su pecho, el rugido... Se sentía como en casa, cazando, combatiendo... Pero faltaba algo. Esa gente era demasiado débil. Demasiado...
Un hombre. Gigantesco, más alto que él, con un... arma. Preparada para atacar. Parecía una de esas herramientas que su padre utilizaba para cortar troncos en Leirngaf. Aquel podría ser un buen rival, pero... Ya estaba cogido. Estaba peleando contra... ¿Roland? El semigigante de la moto parecía cubrirse con los brazos. Normalmente, el ogro no se interponía en las peleas de los demás, pero... Ver aquello hizo que su respiración se acelerara aún más. Aquella era su presa. Y su presa quería...
Empezó a correr hacia delante. Cada paso hacía retumbar el suelo con fuerza. Estiró los brazos a un lado, tensando los músculos, cerrando los puños, y con toda la fuerza de sus pulmones, gritó:
—¡¡ALÉJATE DE MI HERMANO!!
Y dirigió un fuerte golpe endurecido a su sien. No supo por qué lo hizo. En aquel instante, algo en Roland le despertó un instinto mayor al de la caza. Un instinto mayor al de la supervivencia de uno mismo. La protección de la manada. Durante aquel golpe recordó... casas ardiendo. Piratas atacando, a los de su clan intentando defenderse. A su hermana... a su hermana... No podía dejar que volviese a ocurrir.
Un hombre. Gigantesco, más alto que él, con un... arma. Preparada para atacar. Parecía una de esas herramientas que su padre utilizaba para cortar troncos en Leirngaf. Aquel podría ser un buen rival, pero... Ya estaba cogido. Estaba peleando contra... ¿Roland? El semigigante de la moto parecía cubrirse con los brazos. Normalmente, el ogro no se interponía en las peleas de los demás, pero... Ver aquello hizo que su respiración se acelerara aún más. Aquella era su presa. Y su presa quería...
Empezó a correr hacia delante. Cada paso hacía retumbar el suelo con fuerza. Estiró los brazos a un lado, tensando los músculos, cerrando los puños, y con toda la fuerza de sus pulmones, gritó:
—¡¡ALÉJATE DE MI HERMANO!!
Y dirigió un fuerte golpe endurecido a su sien. No supo por qué lo hizo. En aquel instante, algo en Roland le despertó un instinto mayor al de la caza. Un instinto mayor al de la supervivencia de uno mismo. La protección de la manada. Durante aquel golpe recordó... casas ardiendo. Piratas atacando, a los de su clan intentando defenderse. A su hermana... a su hermana... No podía dejar que volviese a ocurrir.
- Resumen:
- Seguir en mi locura berserker y atacar al señor que quiere hacer daño a Roland con haki (nivel 2)
Kohaku Sato
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«Parece que no ha salido todo como había calculado», comentó el cazador para sus adentros, mostrando una mueca ligeramente desencajada, mientras el aire mecía los cabellos que caían sobre su frente.
El mástil no había caído, es más, parecía no haber sido dañado ni un ápice y eso no le gustaba. «Al final voy a tener que darle la razón a mi cuñado y me va a faltar algunas sesiones más de entrenamiento», pensó. Su nuevo maestre le había dicho que no fuera a Drum a la llamada del rey, si no que se quedara entrenando el noble arte de la esgrima, sin embargo, ¿para que iba a hacerle caso? Él era lo suficientemente fuerte como para valerse por sí mismo. ¿Y qué había ocurrido? Que tenía a varios piratas apuntándole con sus rifles. No obstante, Kohaku era un espadachín orgulloso y dejarse amedrentar por eso no entraba en sus planes.
La situación era peliaguda, pues tenía a una decena de piratas al frente, apuntándole con sus armas, en su flanco izquierdo a cinco hombres que le impedían escapar por ahí, a su espalda el castillo de popa y a la derecha el mar. Lo primero que pensó fue en saltar hacia el mar y volver a la isla nadando, pero eso implicaba jugarse a Raion y Hazel y empezaba a simpatizar con ellos. Lo segundo era atacar de frente, aprovechando en la buena calidad de su armadura y rezar por que no le dieran en la cabeza. Y la tercera, improvisar guiado por su instinto de batalla, y que sea lo que los dioses quieran.
Es por eso que se centró en los tiradores. Poseían una indumentaria que distaba mucho de los piratas comunes, estando bastante limpios, y parecían tener una cadena de mando bastante jerarquizada, pues los fusileros parecían estar esperando a que les dieran una orden. Entre ellos había un sujeto distinto a los demás, con una vestimenta distinta a los otros, teniendo algo así como una capa. Los tiradores habían cargado y estaban esperando.
Se centró en ese sujeto, mientras concentraba electricidad en sus piernas para abalanzarse hacia el frente con velocidad, gracias a su destello divino. Y en un abrir y cerrar de ojos, intentando hacerlo antes de que le dispararan, se abalanzó hacia el frente, trazando una línea recta para desconcertar a los tiradores. Sería un movimiento rápido, que por su propia experiencia tan solo unos pocos podrían seguir con la mirada, y una de conseguirlo, tras parar, inmediatamente comenzaría a girar sobre sí mismo aprovechando la inercia del movimiento, para intentar crear una especie de tornado de ondas cortantes e intentar llevarse por delante a más de un tirador. Su torso estaría ligeramente flexionado hacia el frente, ligeramente agachado, tratando de defenderlo mediante el giro con sus brazos si algún proyectil se acercba, ya que, si eran disparos normales, seguramente su armadura sería capaz de resistirlo.
—Improvisado tornado de samurái cliché de Wano —comentaría en voz alta, una vez lo hiciera.
Tras eso, de conseguirlo, comenzaría a atacar también si algún tirador se libraba de su ataque.
«Quitarme a los tiradores es lo primero que tengo que hacer», se dijo.
El mástil no había caído, es más, parecía no haber sido dañado ni un ápice y eso no le gustaba. «Al final voy a tener que darle la razón a mi cuñado y me va a faltar algunas sesiones más de entrenamiento», pensó. Su nuevo maestre le había dicho que no fuera a Drum a la llamada del rey, si no que se quedara entrenando el noble arte de la esgrima, sin embargo, ¿para que iba a hacerle caso? Él era lo suficientemente fuerte como para valerse por sí mismo. ¿Y qué había ocurrido? Que tenía a varios piratas apuntándole con sus rifles. No obstante, Kohaku era un espadachín orgulloso y dejarse amedrentar por eso no entraba en sus planes.
La situación era peliaguda, pues tenía a una decena de piratas al frente, apuntándole con sus armas, en su flanco izquierdo a cinco hombres que le impedían escapar por ahí, a su espalda el castillo de popa y a la derecha el mar. Lo primero que pensó fue en saltar hacia el mar y volver a la isla nadando, pero eso implicaba jugarse a Raion y Hazel y empezaba a simpatizar con ellos. Lo segundo era atacar de frente, aprovechando en la buena calidad de su armadura y rezar por que no le dieran en la cabeza. Y la tercera, improvisar guiado por su instinto de batalla, y que sea lo que los dioses quieran.
Es por eso que se centró en los tiradores. Poseían una indumentaria que distaba mucho de los piratas comunes, estando bastante limpios, y parecían tener una cadena de mando bastante jerarquizada, pues los fusileros parecían estar esperando a que les dieran una orden. Entre ellos había un sujeto distinto a los demás, con una vestimenta distinta a los otros, teniendo algo así como una capa. Los tiradores habían cargado y estaban esperando.
Se centró en ese sujeto, mientras concentraba electricidad en sus piernas para abalanzarse hacia el frente con velocidad, gracias a su destello divino. Y en un abrir y cerrar de ojos, intentando hacerlo antes de que le dispararan, se abalanzó hacia el frente, trazando una línea recta para desconcertar a los tiradores. Sería un movimiento rápido, que por su propia experiencia tan solo unos pocos podrían seguir con la mirada, y una de conseguirlo, tras parar, inmediatamente comenzaría a girar sobre sí mismo aprovechando la inercia del movimiento, para intentar crear una especie de tornado de ondas cortantes e intentar llevarse por delante a más de un tirador. Su torso estaría ligeramente flexionado hacia el frente, ligeramente agachado, tratando de defenderlo mediante el giro con sus brazos si algún proyectil se acercba, ya que, si eran disparos normales, seguramente su armadura sería capaz de resistirlo.
—Improvisado tornado de samurái cliché de Wano —comentaría en voz alta, una vez lo hiciera.
Tras eso, de conseguirlo, comenzaría a atacar también si algún tirador se libraba de su ataque.
«Quitarme a los tiradores es lo primero que tengo que hacer», se dijo.
- Resumen:
- Analizar la situación y atacar, esperando que sea lo que dios
el moderadorquiera.
Claude von Appetit
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Illje me contesta. Tiene dudas, y es razonable. Al fin y al cabo, estos soldados visten como... Eso, como soldados. Aun así, le hace falta una dosis de optimismo. Por favor, que somos los Fancy Cock Pirates, no hay nada que nos salga mal y desde luego todo se nos da bien.
- Siempre podemos llevarnos a sus sastres y con las banderas que quitemos hacer ropa de verdad -contesto, pensativo, sin dejar de mirar todo a mi alrededor-. Aunque, ¿por qué elegir? Podemos llevárnoslo todo. Aunque la ropa militar que llevan tiene cierto encanto retro, podríamos...
Llega un quinto soldado, que me interrumpe para dar la buena noticia: Podemos entrar, pero no nos pueden quitar los ojos de encima. Sé que probablemente seamos lo mejor que han visto en sus vidas de cabreros invernales, pero...
- Grosero -le espeto-. Eso no se le dice a una dama. Ni a mí tampoco.
Llegar al castillo parece mucho más sencillo tras haber derrotado al hombre polla, pero aun así hay algo que me escama. La sirena me habla, y aunque la escucho, permanezco en mis cavilaciones mientras avanzamos hacia un calabozo. ¡Lo sabía, es una trampa! Ah, no, espera, solo nos traen para hacerles el trabajo sucio. No pasa nada entonces.
- Siempre podemos llevarnos un barco. ¿Qué clase de rey no tiene barco? Hasta yo tenía uno. Al menos, hasta que se cayó por el borde de Raftel y aterricé en Long Ring Long. Aunque eso es otra historia. -Guiño un ojo a los guardias-. Ya os la contaré si os portáis bien.
El camino es largo, y los pasillos se estrechan cada vez más. Puedo oler la humedad, que hace estragos en las paredes de piedra casi tanto como en las rejas de hierro colado más antiguas. También puedo ver la estancia circular que nos aguarda al final de este camino, un lugar en el que cuando llegamos, como quien no quiere la cosa, nos espera un champiñón bailando samba. Bueno, en realidad no se parece demasiado a ningún tipo de seta que haya visto nunca, pero desde luego ellos llegan a la misma conclusión que yo: Es un hongo. Cada vez puede verse más claro por qué mi tarea aquí es de vital importancia: Esto solo puede ser obra el mismísimo Belcebú, y no hay nadie más preparado para lidiar con setas que el mejor cocinero del mundo.
Saco de mi morral un delantal negro con un bordado escarlata, en el que resaltan una cabeza de gallo y el lema "kiss the cock", así como pongo sobre la mesa todos mis cuchillos ordenados, un par de guantes de látex, varios instrumentos más y muchas, muchas especias. Pero aún falta algo.
- La herejía solo se cura con fuego. Traedme una sartén y aceite. Pero del bueno.
Illje es extremadamente eficiente. Apenas estoy terminando de pedir el aceite ya me ha pasado una botellita de virgen extra. Nunca entenderé su manía de lubricarlo todo con él, pero supongo que le gusta su olor y es más barato que otra clase de lubricantes supuestamente especializados aunque no demasiado más efectivos. Además, es bueno para la piel.
La verdad es que una vez con todo preparado empiezo a preguntarme de qué podría valer que cocine esto, pero con cada movimiento lo veo más claro, y estoy seguro a medida que me giro a mi alrededor. Soy un cocinero, experto en manejar la comida para prevenir sus efectos negativos y potenciar sus bondades. Soy el salvador de este lugar, el que conseguirá hacer de este hongo lo mejor que nunca recuerden en este pueblucho.
Por otro lado, hasta yo me doy cuenta de que si este bicho estaba a punto de saltar sobre alguien tiene que tener sentidos y cierta inteligencia, aunque a juzgar por cómo se comportan sus víctimas parece tirando a irracional, como poco. En fin, tengo la solución en la cabeza, pero para eso voy a necesitar más cosas aparte de una simple sartén. Es hora de hacer la lista de la compra:
- Tú, soldado -le ordeno, adoptando el tono más autoritario de cuando estuve en la Marina-. Quiero para ya toda la sal que podáis encontrar, nata, gelatina y pez mantequilla. Ah, y ambientadores. Lo que está a punto de pasar no va a ser agradable.
Esferificación concentrada de sal con esencia de pez mantequilla, una aberración contra la gastronomía de primer orden, pero también un plato tan vomitivo que cualquier cosa que opere desde su estómago va a salir, y seguramente muy dañado. Grito un "circulen" atronador y sigo concentrado en el hongo, que ahora ocupa mis pensamientos.
Tengo que diseccionarlo.
Me pongo los guantes, pero no abro la puerta de la jaula de cristal. En su lugar, pego una mano al cristal para comprobar su comportamiento. Si se abalanza a por ella puede detectarme, si sigue con su pauta errática no se mueve a través e un sentido humano, como la vista. Y, a juzgar por cómo transmiten el calor los cristales, seguramente tampoco tenga termorrecepción. Al menos, si no responde. Pero si lo hace, ordeno a un soldado poner la cara contra el cristal mientras yo, desde una distancia segura, abro ligeramente la puerta y arranco un pedacito de bicho, que agarro con unas pinzas de horno. Y eso que me decían que no valdrían para nada. ¿Quién es ahora el tonto, mamá?
Si esto ha funcionado, es hora de pincharlo con un cuchillo para fijarlo a la mesa de trabajo y... A indagar. ¿Qué me depara el bicho? Contengo la respiración momentáneamente por si suelta esporas, pero "esporo" que no.
- Siempre podemos llevarnos a sus sastres y con las banderas que quitemos hacer ropa de verdad -contesto, pensativo, sin dejar de mirar todo a mi alrededor-. Aunque, ¿por qué elegir? Podemos llevárnoslo todo. Aunque la ropa militar que llevan tiene cierto encanto retro, podríamos...
Llega un quinto soldado, que me interrumpe para dar la buena noticia: Podemos entrar, pero no nos pueden quitar los ojos de encima. Sé que probablemente seamos lo mejor que han visto en sus vidas de cabreros invernales, pero...
- Grosero -le espeto-. Eso no se le dice a una dama. Ni a mí tampoco.
Llegar al castillo parece mucho más sencillo tras haber derrotado al hombre polla, pero aun así hay algo que me escama. La sirena me habla, y aunque la escucho, permanezco en mis cavilaciones mientras avanzamos hacia un calabozo. ¡Lo sabía, es una trampa! Ah, no, espera, solo nos traen para hacerles el trabajo sucio. No pasa nada entonces.
- Siempre podemos llevarnos un barco. ¿Qué clase de rey no tiene barco? Hasta yo tenía uno. Al menos, hasta que se cayó por el borde de Raftel y aterricé en Long Ring Long. Aunque eso es otra historia. -Guiño un ojo a los guardias-. Ya os la contaré si os portáis bien.
El camino es largo, y los pasillos se estrechan cada vez más. Puedo oler la humedad, que hace estragos en las paredes de piedra casi tanto como en las rejas de hierro colado más antiguas. También puedo ver la estancia circular que nos aguarda al final de este camino, un lugar en el que cuando llegamos, como quien no quiere la cosa, nos espera un champiñón bailando samba. Bueno, en realidad no se parece demasiado a ningún tipo de seta que haya visto nunca, pero desde luego ellos llegan a la misma conclusión que yo: Es un hongo. Cada vez puede verse más claro por qué mi tarea aquí es de vital importancia: Esto solo puede ser obra el mismísimo Belcebú, y no hay nadie más preparado para lidiar con setas que el mejor cocinero del mundo.
Saco de mi morral un delantal negro con un bordado escarlata, en el que resaltan una cabeza de gallo y el lema "kiss the cock", así como pongo sobre la mesa todos mis cuchillos ordenados, un par de guantes de látex, varios instrumentos más y muchas, muchas especias. Pero aún falta algo.
- La herejía solo se cura con fuego. Traedme una sartén y aceite. Pero del bueno.
Illje es extremadamente eficiente. Apenas estoy terminando de pedir el aceite ya me ha pasado una botellita de virgen extra. Nunca entenderé su manía de lubricarlo todo con él, pero supongo que le gusta su olor y es más barato que otra clase de lubricantes supuestamente especializados aunque no demasiado más efectivos. Además, es bueno para la piel.
La verdad es que una vez con todo preparado empiezo a preguntarme de qué podría valer que cocine esto, pero con cada movimiento lo veo más claro, y estoy seguro a medida que me giro a mi alrededor. Soy un cocinero, experto en manejar la comida para prevenir sus efectos negativos y potenciar sus bondades. Soy el salvador de este lugar, el que conseguirá hacer de este hongo lo mejor que nunca recuerden en este pueblucho.
Por otro lado, hasta yo me doy cuenta de que si este bicho estaba a punto de saltar sobre alguien tiene que tener sentidos y cierta inteligencia, aunque a juzgar por cómo se comportan sus víctimas parece tirando a irracional, como poco. En fin, tengo la solución en la cabeza, pero para eso voy a necesitar más cosas aparte de una simple sartén. Es hora de hacer la lista de la compra:
- Tú, soldado -le ordeno, adoptando el tono más autoritario de cuando estuve en la Marina-. Quiero para ya toda la sal que podáis encontrar, nata, gelatina y pez mantequilla. Ah, y ambientadores. Lo que está a punto de pasar no va a ser agradable.
Esferificación concentrada de sal con esencia de pez mantequilla, una aberración contra la gastronomía de primer orden, pero también un plato tan vomitivo que cualquier cosa que opere desde su estómago va a salir, y seguramente muy dañado. Grito un "circulen" atronador y sigo concentrado en el hongo, que ahora ocupa mis pensamientos.
Tengo que diseccionarlo.
Me pongo los guantes, pero no abro la puerta de la jaula de cristal. En su lugar, pego una mano al cristal para comprobar su comportamiento. Si se abalanza a por ella puede detectarme, si sigue con su pauta errática no se mueve a través e un sentido humano, como la vista. Y, a juzgar por cómo transmiten el calor los cristales, seguramente tampoco tenga termorrecepción. Al menos, si no responde. Pero si lo hace, ordeno a un soldado poner la cara contra el cristal mientras yo, desde una distancia segura, abro ligeramente la puerta y arranco un pedacito de bicho, que agarro con unas pinzas de horno. Y eso que me decían que no valdrían para nada. ¿Quién es ahora el tonto, mamá?
Si esto ha funcionado, es hora de pincharlo con un cuchillo para fijarlo a la mesa de trabajo y... A indagar. ¿Qué me depara el bicho? Contengo la respiración momentáneamente por si suelta esporas, pero "esporo" que no.
- Resumen:
- Inventarme una receta deliciosa e intentar investigar la seta.
Bizvan
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Al final fue buena idea dejar que los soldados se hicieran cargo de los enemigos que se aproximaban, pues era bastante seguro que Bizvan les hubiera cortado la cabeza o partirlos por la mitad. Cosa que hubiera complicado acomodar los cadáveres de tal forma que parecieran estar descansando. El problema de Bizvan parecía ser que no pensaba demasiado a futuro, pues si bien él podría haber intentado llevar a cabo un ataque más sutil como romper el cuello de su enemigo, sin embargo el marine solía realizar las acciones más sencillas que se ocurrían la mayor parte del tiempo.
* Será mejor que trate de ser un poco más imaginativo o podría complicarme la vida en ocasiones.
Los soldados decidieron dividirse, por lo cual dos soldados terminaron siguiendo al marine. Esto le parecía bien al joven, los soldados demostraron tener habilidad para la infiltración, sin mencionar que alguno de ellos podría contar con alguna habilidad o talento que podría llegar a ser útil en algún momento.
El descenso por unas estrechas escaleras fue más largo del que pudo imaginar el espadachín, por lo que pensó que tal vez terminaría llegando a una bodega o algún sitio por el estilo, no obstante el área a la cual llegó consistía en pasillos estrechos. El mantra le indicó la presencia de cinco personas, de las cuales dos aparentaban tener una conversación. Esta área parecía ser los camarotes, sin embargo un ruido mecánico proveniente de uno de los pasillos captó su atención.
Si este lugar eran los camarotes, no comprendía la razón de haber ruidos mecánicos que podrían molestar a quienes quisieran descansar. Puede que solo estuviera pensando más de lo que debería, pero aquel ruido le ayudó a decidir que camino tomar.
Bizvan nuevamente compartió la información de cuál disponía a sus dos compañeros en voz baja, además de comentarles su intención de ir a investigar que provocaba ese ruido. Si los soldados querían acompañarlo o investigar las habitaciones, sería elección de ellos.
El marine comenzó a avanzar con el mayor cuidado que se podía permitir.
* Será mejor que trate de ser un poco más imaginativo o podría complicarme la vida en ocasiones.
Los soldados decidieron dividirse, por lo cual dos soldados terminaron siguiendo al marine. Esto le parecía bien al joven, los soldados demostraron tener habilidad para la infiltración, sin mencionar que alguno de ellos podría contar con alguna habilidad o talento que podría llegar a ser útil en algún momento.
El descenso por unas estrechas escaleras fue más largo del que pudo imaginar el espadachín, por lo que pensó que tal vez terminaría llegando a una bodega o algún sitio por el estilo, no obstante el área a la cual llegó consistía en pasillos estrechos. El mantra le indicó la presencia de cinco personas, de las cuales dos aparentaban tener una conversación. Esta área parecía ser los camarotes, sin embargo un ruido mecánico proveniente de uno de los pasillos captó su atención.
Si este lugar eran los camarotes, no comprendía la razón de haber ruidos mecánicos que podrían molestar a quienes quisieran descansar. Puede que solo estuviera pensando más de lo que debería, pero aquel ruido le ayudó a decidir que camino tomar.
Bizvan nuevamente compartió la información de cuál disponía a sus dos compañeros en voz baja, además de comentarles su intención de ir a investigar que provocaba ese ruido. Si los soldados querían acompañarlo o investigar las habitaciones, sería elección de ellos.
El marine comenzó a avanzar con el mayor cuidado que se podía permitir.
- Resumen:
- -Compartir la información que tiene con los soldados.
-Avanzar hacia la fuente del sonido mecánico, tratando de ser silencioso.- Usado:
- Segundo turno usando mantra.
Segundo turno usando “calma”
Omega
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Oh, vaya. No esperaba que funcionase tan estúpidamente bien. Es decir, había esperado que el capitán no supiese a qué se refería pero captar su atención. Pero no iba a mirar los dientes a caballo regalado... más de la cuenta. Procuro mantener expresión neutra mientras se moría por echarse a reír de los nervios y la sorpresa. Milagrosamente, logró mantener la calma. O eso le parecía a él mismo, a saber.
- Sí, precisamente por eso lo decía. Este no es el mejor sitio.
Empujó el bote hasta el agua y se subió de un salto. Qué remedio, remaría él. Guió el bote hacia el barco que le indicó el capitán mientras pensaba cómo proceder a continuación. ¿Habría mucha gente en el barco? Necesitaban personal en tierra, pero tampoco podía dejar los navíos indefensos. Por otro lado, a lo mejor se habían confiado. La situación del reino era bastante desesperada a decir verdad. Sin embargo no podía confiar en tener tantísima suerte como hasta ahora. Tampoco descartó la posibilidad de que no hubiese colado una trola tan gorda y el capitán estuviese haciéndose el loco... pero algo le decía que simplemente tenía una flor en el culo.
- ¿Has probado la cerveza de esta isla? Los salvajes de los lugareños la calientan antes de beberla. Bárbaros - escupió al agua - Caliente sabe a meado de vaca, pero es pasable cuando se la quitas de las manos a alguno de estos desgraciados antes de que puedan acercarla a un fuego.
Intentó mantener algo de conversación irrelevante para mantener el ambiente distendido y relacionarse con el capitán. Seguir aparentando ser un mercenario deslenguado e irreverente podía venir bien. ¿Quién le hubiese dicho que el trabajo de la rama de infiltración era tan fácil y divertido? Hacerse pasar por otro, soltar un par de trolas como si realmente las creyeras. Hasta el puto gato podría hacer ese trabajo. Tal vez.
- Sí, precisamente por eso lo decía. Este no es el mejor sitio.
Empujó el bote hasta el agua y se subió de un salto. Qué remedio, remaría él. Guió el bote hacia el barco que le indicó el capitán mientras pensaba cómo proceder a continuación. ¿Habría mucha gente en el barco? Necesitaban personal en tierra, pero tampoco podía dejar los navíos indefensos. Por otro lado, a lo mejor se habían confiado. La situación del reino era bastante desesperada a decir verdad. Sin embargo no podía confiar en tener tantísima suerte como hasta ahora. Tampoco descartó la posibilidad de que no hubiese colado una trola tan gorda y el capitán estuviese haciéndose el loco... pero algo le decía que simplemente tenía una flor en el culo.
- ¿Has probado la cerveza de esta isla? Los salvajes de los lugareños la calientan antes de beberla. Bárbaros - escupió al agua - Caliente sabe a meado de vaca, pero es pasable cuando se la quitas de las manos a alguno de estos desgraciados antes de que puedan acercarla a un fuego.
Intentó mantener algo de conversación irrelevante para mantener el ambiente distendido y relacionarse con el capitán. Seguir aparentando ser un mercenario deslenguado e irreverente podía venir bien. ¿Quién le hubiese dicho que el trabajo de la rama de infiltración era tan fácil y divertido? Hacerse pasar por otro, soltar un par de trolas como si realmente las creyeras. Hasta el puto gato podría hacer ese trabajo. Tal vez.
- resumen:
- Llevo al capitán al barco y le doy algo de conversación.
Raion
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El tipo fue capaz de, disparando unas extrañas balas explosivas, detener sus ondas de viento cortante. Acto seguido, cuando el león se acercó a él, dio dos pisotones sobre el suelo y, repentinamente, una cúpula metálica se cerró sobre ellos. Aquello sorprendió al león, pues en teoría ningún metal, por resistente que fuera, podía impedir su paso a su través. No obstante lo confiado que sonó el pirata cuando proclamó que le había engañado y que ahora estaba a su merced... daba mala espina. Había escuchado hablar de un mineral que encerraba el poder del mar y que, por lo tanto, poseía la capacidad de anular los poderes de las frutas del diablo. Pero hasta aquel momento pensaba que solo eran habladurías. ¿Sería real? ¿Por qué si no iba a estar su enemigo tan tranquilo en apariencia?
Sin embargo, por mucho que se jactara de conocer sus habilidades, había una importante baza que no había jugado y que, dadas las condiciones de aquel enfrentamiento, aún reservaría para el momento adecuado. No había mostrado a nadie en aquella isla su dominio de la electricidad. Todos los mink, con mayor o menor maestría, sabían utilizarla, sí, pero en aquel lado del Grand Line prácticamente nadie conocía la existencia de su tribu. Y los que la conocían probablemente sabrían muy poco acerca de ella, por lo que resultaba casi imposible que supiera de aquella particular habilidad. Y Raion la manejaba mucho mejor que la gran mayoría de sus congéneres. Además tan solo había enseñado a sus enemigos las más básicas entre las habilidades de su akuma no mi. Había llegado el momento de ponerse serio.
Tenía poco espacio para maniobrar, pero dos balas no suponían mucho peligro y resultaban fáciles de evitar moviéndose a la velocidad a la que se movía en forma elemental. Una vez se hubo desplazado lateralmente lo justo para evitarlas, el león liberó todo su poder. Aquel hombre se había equivocado al encerrarse con él en un espacio tan reducido, `pues ahora no tenía escapatoria posible.
- Atsuryoku Henka. - Murmuró el león mientras chasqueaba los dedos.
Súbitamente el aire en torno a él se desplazó de forma centrífuga tan bruscamente que se generó una gran explosión. En aquel reducido espacio, que calculaba sería de en torno a diez metros de diámetro, no había la más mínima posibilidad de evitar sus devastadores efectos. De hecho era perfectamente posible que aquella deflagración hundiera el navío, destruyéndolo por completo. Aquel tipo se daría cuenta demasiado tarde de su error. Había sido un ingenuo al creer que podía atrapar al león. Un antiguo esclavo jamás vuelve a dejar que muro alguno le prive de su libertad.
Sin embargo, por mucho que se jactara de conocer sus habilidades, había una importante baza que no había jugado y que, dadas las condiciones de aquel enfrentamiento, aún reservaría para el momento adecuado. No había mostrado a nadie en aquella isla su dominio de la electricidad. Todos los mink, con mayor o menor maestría, sabían utilizarla, sí, pero en aquel lado del Grand Line prácticamente nadie conocía la existencia de su tribu. Y los que la conocían probablemente sabrían muy poco acerca de ella, por lo que resultaba casi imposible que supiera de aquella particular habilidad. Y Raion la manejaba mucho mejor que la gran mayoría de sus congéneres. Además tan solo había enseñado a sus enemigos las más básicas entre las habilidades de su akuma no mi. Había llegado el momento de ponerse serio.
Tenía poco espacio para maniobrar, pero dos balas no suponían mucho peligro y resultaban fáciles de evitar moviéndose a la velocidad a la que se movía en forma elemental. Una vez se hubo desplazado lateralmente lo justo para evitarlas, el león liberó todo su poder. Aquel hombre se había equivocado al encerrarse con él en un espacio tan reducido, `pues ahora no tenía escapatoria posible.
- Atsuryoku Henka. - Murmuró el león mientras chasqueaba los dedos.
Súbitamente el aire en torno a él se desplazó de forma centrífuga tan bruscamente que se generó una gran explosión. En aquel reducido espacio, que calculaba sería de en torno a diez metros de diámetro, no había la más mínima posibilidad de evitar sus devastadores efectos. De hecho era perfectamente posible que aquella deflagración hundiera el navío, destruyéndolo por completo. Aquel tipo se daría cuenta demasiado tarde de su error. Había sido un ingenuo al creer que podía atrapar al león. Un antiguo esclavo jamás vuelve a dejar que muro alguno le prive de su libertad.
- Resumen:
- Boom.
Zira
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La situación se había torcido un poco, pero podían seguir todavía, nada estaba perdido, los otros dos piratas cargaban al hombre noqueado, dejando al muerto atrás. –Avancen mierda, no voy a tolerar ni una más de estas. –Advirtió a sus hombres mientras llegaban a la trinchera. –Metanse aquí. –Les indicó, le hicieron caso, mientras entraba notó el enojo del hombre del rifle. –Guarda tu sed de sangre para el enemigo y no seas idiota, que espantas a las mujeres así. –Se burló de él en parte, pero iba en serio con sus palabras.
Fue entonces que echando una ojeada hacia atrás notó que el cadáver de su compañero no estaba, ¿Qué pasó? Las palabras que escuchó le dejaron clara la situación. Los había engañado, se volteó hacia el verdadero traidor, se le notaba algo molesta, pero con una pizca de emoción, al fin iba a pelear. Pero entonces el hombre del rifle se precipitó y disparó sin dudarlo, pero algo pasó, el rifle le explotó en las manos y sí que terminó mal, ante esto Zira actúa rápido, sacando la pistola, descargándola y tirándola al suelo. –¡Todos descarguen sus armas de fuego y tirenlas al suelo! –Ante tal orden Drukoff actuó rápido tirando su cañón de mano.
Miró al nuevo enemigo, se le notaba bastante confiado y egocéntrico, Zira lo miró mientras sostenía sus katanas. –Ya veo… lástima que justo te revelaste ante mí. –Se le notaba en la expresión, quería sangre, les dio una última orden a sus hombres. –Vuelvan con los demás y cuéntenles sobre la situación, Drukoff, lleva a esos dos idiotas. –Tras eso saltó fuera de la trinchera.
Drukoff cumplió su orden, a fin de cuentas le dejó el mando a ella. –No muerras. –Fue lo último que le dijo el semi-gigante a la chica, para seguidamente tomar sobre sus hombros a los dos heridos y saltar fuera de la trinchera dispuesto a salir de allí lo antes posible.
Zira quería quedarse sola para no tener que preocuparse por más bajas aliadas, miró fijamente al hombre con gafas. –Pelea conmigo, hace rato que quiero un buen combate, espero que tú me lo des. –Una risita siguió tras esa frase, para seguidamente lanzarse al ataque con un corte doble de ambas direcciones hacia el cuello, a fin de cuentas quien ataca primero gana.
Fue entonces que echando una ojeada hacia atrás notó que el cadáver de su compañero no estaba, ¿Qué pasó? Las palabras que escuchó le dejaron clara la situación. Los había engañado, se volteó hacia el verdadero traidor, se le notaba algo molesta, pero con una pizca de emoción, al fin iba a pelear. Pero entonces el hombre del rifle se precipitó y disparó sin dudarlo, pero algo pasó, el rifle le explotó en las manos y sí que terminó mal, ante esto Zira actúa rápido, sacando la pistola, descargándola y tirándola al suelo. –¡Todos descarguen sus armas de fuego y tirenlas al suelo! –Ante tal orden Drukoff actuó rápido tirando su cañón de mano.
Miró al nuevo enemigo, se le notaba bastante confiado y egocéntrico, Zira lo miró mientras sostenía sus katanas. –Ya veo… lástima que justo te revelaste ante mí. –Se le notaba en la expresión, quería sangre, les dio una última orden a sus hombres. –Vuelvan con los demás y cuéntenles sobre la situación, Drukoff, lleva a esos dos idiotas. –Tras eso saltó fuera de la trinchera.
Drukoff cumplió su orden, a fin de cuentas le dejó el mando a ella. –No muerras. –Fue lo último que le dijo el semi-gigante a la chica, para seguidamente tomar sobre sus hombros a los dos heridos y saltar fuera de la trinchera dispuesto a salir de allí lo antes posible.
Zira quería quedarse sola para no tener que preocuparse por más bajas aliadas, miró fijamente al hombre con gafas. –Pelea conmigo, hace rato que quiero un buen combate, espero que tú me lo des. –Una risita siguió tras esa frase, para seguidamente lanzarse al ataque con un corte doble de ambas direcciones hacia el cuello, a fin de cuentas quien ataca primero gana.
- Resumen:
- -Da una advertencia al grupo y un consejo al hombre del rifle.
-Al ver la explosión del rifle ordena a todos que descarguen y tiren sus armas de fuego, Drukoff lo hace de inmediato.
-Ordena a sus hombres que se retiren e informen al resto de la situación. Dukoff toma a los dos heridos y se dispone a llevarlos.
-Zira sale de la trinchera y se para cara a cara con el hombre de gafas, le dice un par de palabras antes de atacarlo.
Normas del capítulo:
- Se moderará los martes entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los martes antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación:
- Abi, Braud y Roland:
- Abi, tus granadas se cargan a tres de los asaltantes, o por lo menos ya no notas sus presencias. La bala de polímero da de lleno en el otro y su brazo queda inutilizado. Raro, por su presencia dirías que era más competente. Los otros cuatro llevan su mano a sus armas, pero esta vez las hojas salen de la vaina con un tono negro parecido al aceite. Cuatro se lanzan de frente mientras te lanzan en zigzag, dos de los cuales se separan por cada lado para tratar de cortarte la retirada. Todos ellos tratan de lanzar un par de tajos en cuanto tengan oportunidad de acercarse a tí.
Roland aunque recibe varios disparos no parece que cambie de trayectoria. El hacha se precipita con la trayectoria lista para rebanarte por lo menos un brazo, y cuando está a punto de encontrar carne… Un poderoso golpe lo aparta. Braud ha llegado, tumbado Schuls con un golpe en la cabeza y salvando tu pellejo.
- ¡Au! - Se queja llevándose la mano a la cabeza en la que tiene un chichón. - Eso ha dolido, jo. - Se levanta y mira a Braud. - ¡Te vas a enterar! - Tras decir eso podéis ver cómo sus músculos se tensan hasta marcar las venas que los recorren. Su cara se pone roja antes de lanzar un poderoso tajo descendente que empieza a partir la tierra como una potente cuchilla.
- No tiene sentido golpear en la cabeza a Schuls, no se va a volver más tonto. - Comenta quien parece ser su hermano.
Los vendajes de los brazos de este se deshacen revelando unos brazos… que parecerían más los de una marioneta, con madera tallada de manera exquisita y mecanismos de relojería que permiten que se muevan. Toman el arco a la espalda y de dentro de uno de los brazos sale una barra candente. Tensa el arco y lanza una flech al rojo vivo contra Braud. Por cierto Roland, todo este movimiento ha removido la tierra, podrías salir si es que quieres.
- Hazel, Raion y Kohaku:
- Raion, escuchas los dos disparos chocar contra la cúpula a tu espalda. Casi puedes ver como sonríe al ver que esquivas en vez de hacerte intangible. Aunque su sonrisa no dura mucho, no al ver como el aire comienza a moverse a tu alrededor. Pero el tiempo que tardas en generar ese estallido es suficiente para que pueda comprender lo que ocurre, su mirada casi refleja que ve lo que está por venir y que, en efecto, no tiene escapatoria.
La onda de choque sale disparada en todas direcciones, pero él, lejos de alejarse, da unos pasos al frente, poniendo la mano izquierda por delante. Sale disparado contra la pared de la cúpula un instante después, pero ha sido suficiente. La explosión ha durado un instante, pero en ese tiempo te has percatado de que… ha sido mucho más pequeña de lo que debería haber sido. Es más la madera bajo tus pies ha reventado por la presión, revelando la cubierta metálica que hay debajo, formando un círculo que ha acabado justo a la distancia a la que él se puso. Se levanta y se sacude el polvo de la ropa a la vez que escupe sangre, tiene la mano con la piel depellejada y seguramente varios huesos rotos, no tiene pinta de que pueda usarla.
- ¡Uf! - Hace una mueca de dolor, pero no pierde la sonrisa a pesar de la sangre que sale de sus oídos. - He de admitir que no me esperaba eso. Si hubiera sido una persona normal, la mitad de la cubierta hubiera salido volando por los aires. Menos mal que no eres el único en esta sala con… habilidades exóticas.
Tras decir eso mueve torpemente la mano herida, como si ignorase o no fuera capaz de sentir dolor. Saca las balas que quedaban y con dos de los dedos más enteros saca un cargador rápido con otras seis balas para su revólver y las introduce en este. Pero una vez cargado no te apunta a tí. Su brazo bueno se mueve trazando un círculo frente a él mientras descarga las seis balas. De nuevo mientras lo hace notas su voluntad, y también que no son balas normales, escuchas seis golpes contra el metal, luego otros seis, están rebotando como locas y en un espacio cerrado la pregunta no es si te darán, sino cuando.
Hazel, No tardas en encontrar una escotilla en una de las cubiertas. Hay bastantes y por lo que ves la puerta está entreabierta, con unas escaleras que bajan a una cubierta inferior. A pesar de que no eres la encarnación del sigilo, mientras tengas cuidado, los pasos que das sobre los peldaños de metal no suenan por encima de los disparos y explosiones de fuera.
Una vez abajo puedes ver que… el barco es un entramado de pasillos estrechos y salas angostas con alguna que otra tubería. No notas a nadie abajo, seguramente todos o casi todos estén fuera. Por lo generan en esta cubierta te cruzas con camarotes vacíos, un modesto comedor con cocina y algún que otro pequeño almacén, nada que parezca de importancia. Pero según das pasos tienes la sensación de que algo te observa. Puede ser por lo que te enseñó Abi o puede que sea tu imaginación, pero algo se mueve por el rabillo de tu ojo cuando giras una esquina. Te paras frente a unas escaleras que dan a un nivel inferior y justo cuando dejas de caminar lo escuchas. Unos pasos rápidos, pero no parecen de humano, como unas uñas golpeando contra el metal del suelo. Se para a un par de metros de tí, y escuchas como algo se arrastra por el suelo hasta tocarte el pie.
Te das la vuelta y ves… Un perro. Es un perro de aguas, con unos rizos que le tapan los ojos y de tamaño medio. Te mira con expectación, cuando miras abajo lo que te ha tocado es su pelota. Cuando nota que la has mirado se agacha mientras mueve la cola con anticipación, sólo hay un pequeño inconveniente, se ha emocionado y ha empezado a ladrar, a lo mejor no lo oyen, pero nunca se sabe.
Volviendo a la cubierta con Kohaku. Te lanzas como un relámpago, las balas silban a tu alrededor, aunque si sigues en pie es que han fallado. Te quedas en medio del grupo y tus hojas neutralizan a seis de ellos, no puedes pararte a ver si están o no muertos, pero por lo menos no tiene pinta de que vayan a dar más problemas. De todas formas el que parece el oficial se ha apartado a tiempo para no recibir una herida mortal, por lo menos tiene buenos reflejos.
- ¡Ahora camaradas! - Grita y da una orden con la mano.
Al momento ves que había otros cuatro soldados esperando agachados tras los tiradores, los cuales se lanzan, uno por cada diagonal a ensartarte con sus bayonetas. Mientras tanto los otros cuatro que han sobrevivido se alejan y los cinco que estaban flanqueando toman posiciones para cubrir cada uno a un tirador y al oficial, tratarán de interceptarte con sus sables si vas a por uno de ellos.
- Bizvan:
- Llegas al final del pasillo, mientras te mueves notas que dos de las presencias desaparecen en silencio. Pero vamos a lo que te encuentras. Llegas a una sala enorme, si tus cálculos son correctos debe de invadir el espacio de parte de la cubierta que tienes encima. Hay una serie de pasarelas metálicas que pasan entre dos grandes motores. Varias tuberías y conductos los alimentan a la vez que sale vapor de una serie de aperturas.
El ruido dentro es casi ensordecedor. Esta sala parece importante, mucho para ser tan grande en relación al resto del barco. Debajo de la pasarela ves que hay una serie de tanques de almacenaje cuyo contenido ignoras. Al frente puedes ver que hay un panel de controles de aspecto bastante sencillo. En este hay un botón verde, el cual se encuentra encendido, un panel más pequeño con seis interruptores al lado de un indicador de presión y un termómetro. Al lado del botón verde hay un botón negro, ambos están desgastados del uso, tenían en su día algo impreso pero ya se ha borrado. Apartado de todos, rodeado de bandas negras y amarillas hay un gran y prominente botón rojo.
- Omega:
- El viaje se hace ameno, con la conversación sobre la cerveza y como debería tomarse se os pasa el tiempo hasta que llegáis a su nave. Un barco bastante grande, de aspecto similar al de los guerreros gigantes de Elvaf, aunque claramente a escala humana. Subís al barco y en este puedes ver cerca de una docena de personas trabajando. Cada uno como una hormiga moviéndose de un lado al otro con una tarea, bien sea moviendo cajas, limpiando… Todos ellos tienen algo en común, al igual que su capitán, todos parecen heridos. Alguno lleva una pata de palo, otro el brazo en un cabestrillo, incluso otro tiene los ojos vendados, aunque por lo que ves el ánimo no falta.
Te lleva a una sala en el castillo de proa, toma asiento en su sillón, tras su escritorio, enciende una lámpara y te indica que te sientes.
- Bien, aquí estaremos a salvo de miradas indiscretas. - Comenta mientras se pone cómodo. - Y bien chico…¿Cómo decías que te llamabas? ¿Qué es eso que tenías que enseñarme?
- Freites y Zira:
- Freites, Los soldados que te rodean parece que no atacan de momento, sino que están preparando algo, todos en formación a una distancia equidistante, formando un círculo alrededor de la zona en la que os movéis tu oponente y tú. No parecen tan afectados por el calor como les pasó a tus hombres, puede que sea por el traje que llevan.
Mientras tanto helios viaja hacia él y éste interpone su escudo. Pero ha ocurrido algo En vez de ver una masa de metal fundido lo que has visto es una explosión al conectar con el escudo, la cual ha disipado el calor. Una de las cerca de doce placas hexagonales ya no está, dejando detrás una superficie metálica estriada. Tras eso echa el brazo hacia atrás y lanza el machete a una velocidad endiablada. Pero la cosa no termina ahí, la parte que parecía un martillo no es un martillo, de este sale una llama que lo hace girar mientras vuela en tu dirección. Tras eso empieza a acercarse corriendo a donde estás con el escudo de frente.
Por tu parte Zira, el hombre sonríe al ver que has mandado a los demás irse, como si eso fuera lo que quería desde el principio. Pero no deja el espejo de lado y parece no hacerte mucho caso cuando te lanzas a por él. No se aparta, notas como tus armas llegan hasta él y terminas de dar el tajo, pero algo sucede. Al suelo no cae un cadáver, sino su abrigo partido en cuatro trozos y unos palos. Él está un metro detrás, te das cuenta de que desde donde estabas era una ilusión óptica, que hacía que pareciese estar un poco más cerca.
- Una pena, me gustaba ese abrigo. Por cierto… ¿Crees que debiste hacer eso? - Te pregunta con una sonrisa en la cara. - ¿Qué crees que pasará cuando lleguen, porque no pienso detenerlos? Yo te lo diré y a lo mejor puedes evitarlo… pero si lo haces nadie podrá evitar que me largue. Verás cuando lleguen y digan que hay un sólo infiltrado… se correrá la voz. En el reino causó estragos y eso que todos éramos un solo bando, pero ¿Qué pasará en una alianza de varias bandas? Empezarán a sospechar los unos de los otros, “No los conozco pero parecen sospechosos” “Creo que antes los he visto hablar con alguien” “Ya decía yo que no eran trigo limpio” Cualquier vieja rencilla o desconfianza puede ser la semilla del desastre. Pero en fin, tú decides. - Lanza el espejo al aire, a varios metros de altura sobre vuestras cabezas. - El tiempo corre.
- Claude e Ilje:
- Ilje, no sin esfuerzo, los científicos consiguen inmovilizar a la mujer para que te puedas aproximar a ella. Ésta, sabiéndose en clara desventaja y neutralizada, usa lo único que tiene libre para intentar hacerte daño. Lanza mordiscos al aire como una desesperada, aunque no es algo que debas temer al no tratarse de más que una humana. Si hablásemos de un dinosaurio ya sería otro cantar. Te dejan salir de la celda antes de devolverla a su situación anterior y abandonar precipitadamente la celda.
Por tu parte, cuando observas las muestras de sangre al microscopio logras identificar lo que sospechabas. Pequeñas estructuras verdosas de forma micelar se mueven de un lugar a otro por el frotis. Devoran sin distinción glóbulos rojos y blancos, adquiriendo entonces una forma similar a la de estos y quedando en su posición antes de dividirse y que los recién nacidos hagan lo propio. Un verdadero festín, vaya. ¿Cómo acabar con esa cosa? Pues eso es algo que por el momento ellos no han podido descubrir. ¿Se te ocurre algo a ti?
Claude, te mereces un cate por esporar cosas, pero eso ya vendrá después. Coges a un guardia con los mofletes particularmente sonrosados y, pese a que el bicho no se ha aproximado a ti cuando has puesto el dedo, sí que se lanza al cristal cuando la mejilla del centinela se pone en contacto con el cristal. Parece algo así como un síperono, ¿verdad? El caso es que consigues un trocito de esa cosa y la incorporas a tu receta y… bueno, no pasa nada. Si le preguntas a Ilje qué ha visto quizás te hagas una idea de por qué no ha ocurrido nada.
Sea como sea, lo cierto es que las esferificaciones parecen bastante estables. En cuanto a tu amigo viscoso, se agita preso del filo del cuchillo que lo mantiene preso. Se desgarra un poco, pero es lo suficientemente consistente como para no deshacerse. De cualquier modo, si pruebas a darles las esferificaciones a los agresivos presos comprobarás que las ingieren con voracidad. Parece que no sólo tienen ganas de matar a lo que se les pone delante, sino que también tienen hambre. Sea como sea, puedes comprobar que la agresividad en ellos no disminuye. Si probáis a extraerles una muestra de sangre para que Ilje la analice comprobaréis que a lo que ya podía ver se añaden estructuras similares a las que ya podía ver antes, sólo que las nuevas son amarillentas y de un tamaño mayor. Se desplazan con lentitud bajo la mirada del microscopio, no tardando en ser devoradas por el elemento salvaje y verdoso que ataca a todo lo que le pasa por delante. Tal parece ser el ímpetu de esa misteriosa especie que incluso acaba sin dudarlo acaban con sus semejantes si no se muestran solventes y capaces de cumplir su cometido.
Kohaku Sato
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Los pies del cazador se separaron del suelo tan solo un instante, en el que avanzó hacia adelante y acabo con seis de sus oponentes, cuyos cortes habían manchado de sangre las hojas de sus espadas, que goteaban y caían al suelo con lentitud. Kohaku respiró e hizo caso omiso a ello. Había aprendido a controlar un poco la sangre cuando estaban en sus armas, pues era algo natural, mas eso no impedía que ligeros escalofríos recorrieran su espalda. Así mismo, durante su avance, una lluvia de proyectiles le atizaron bien. La mayoría de ellas dieron en su armadura, recibiendo algunos arañazos, pero una de ellas rozó parte blanda, haciendo que la ropa de ese lugar se rasgara y le hiciera alguna herida. En apariencia eran superficiales, pero no podía fiarse de que no apuntaran a ese lugar la próxima vez.
«Malditos tiradores», se quejó en su fuero interno, mientras el cabecilla se alejaba a refugiarse junto a los tiradores. Y fue en ese momento, cuando el líder dio la orden de que volvieran a atacarlo.
De pronto, casi como si fuera una táctica ensayada, aparecieron cuatro sujetos armados con bayonetas, que se colocaron a su alrededor de forma magistral cubriendo cada uno un flanco concreto: vanguardia, retaguardias, flanco izquierdo y flanco derecho. ¿Y en el centro? El cazador completamente expectante respiró hondo y se centró en sus sentidos para tratar de detenerlos. Agacharse no era una opción debido a su amplio tamaño, así que le quedaba dos alternativas: saltar con todas sus fuerzas y en la caída arrasar con ellos, o bien tratar de pararlos en el acto gracias a su habilidad para batirse contra más de un enemigo al mismo tiempo.
Es por ello que, tras colocarse en diagonal frente a dos de sus atacantes, se impulsó hacia ellos, con tanta fuerza que fue capaz de agrietar algunos de los tablones que estaban bajo sus pies, con la intención de desviar sus bayonetas con los protectores que cubrían sus brazos y, de esa forma realizar dos sendos cortes a los delincuentes. De conseguirlo, además de haberse deshecho de dos de sus atacantes, se había separado unos metros de los dos oponentes restantes, para poder dar un giro de ciento ochenta grados y bloquear ambas bayonetas con sus dos katanas, desviarlas hacia arriba y poder atravesar el pecho a los piratas.
De haberlo conseguido, observaría todas las posibilidades que tenía frente a él y así saber como llegar al oficial; aunque en su interior era consciente que para llegar al rey de su partida iba a tener que deshacerse de los peones que lo protegían.
«Malditos tiradores», se quejó en su fuero interno, mientras el cabecilla se alejaba a refugiarse junto a los tiradores. Y fue en ese momento, cuando el líder dio la orden de que volvieran a atacarlo.
De pronto, casi como si fuera una táctica ensayada, aparecieron cuatro sujetos armados con bayonetas, que se colocaron a su alrededor de forma magistral cubriendo cada uno un flanco concreto: vanguardia, retaguardias, flanco izquierdo y flanco derecho. ¿Y en el centro? El cazador completamente expectante respiró hondo y se centró en sus sentidos para tratar de detenerlos. Agacharse no era una opción debido a su amplio tamaño, así que le quedaba dos alternativas: saltar con todas sus fuerzas y en la caída arrasar con ellos, o bien tratar de pararlos en el acto gracias a su habilidad para batirse contra más de un enemigo al mismo tiempo.
Es por ello que, tras colocarse en diagonal frente a dos de sus atacantes, se impulsó hacia ellos, con tanta fuerza que fue capaz de agrietar algunos de los tablones que estaban bajo sus pies, con la intención de desviar sus bayonetas con los protectores que cubrían sus brazos y, de esa forma realizar dos sendos cortes a los delincuentes. De conseguirlo, además de haberse deshecho de dos de sus atacantes, se había separado unos metros de los dos oponentes restantes, para poder dar un giro de ciento ochenta grados y bloquear ambas bayonetas con sus dos katanas, desviarlas hacia arriba y poder atravesar el pecho a los piratas.
De haberlo conseguido, observaría todas las posibilidades que tenía frente a él y así saber como llegar al oficial; aunque en su interior era consciente que para llegar al rey de su partida iba a tener que deshacerse de los peones que lo protegían.
- REsumen:
- Defenderse + atacar
La suerte parecía sonreírle sorprendentemente hoy… Lo que implicaba que todo se iba a ir a la mierda en algún momento, así que sería mejor aprovechar su racha mientras podía. Con pies de plomo, una vez avistó la escotilla más cercana, no tardó en colarse por esta y bajar las escaleras con cuidado, todo el que podía usar, pero ella lo intentaba. Arriba estaban muy ocupados con los disparos, así que no le fue complicado colarse pasando desapercibida hasta un angosto pasillo que se torcía o veía atravesado por otros. Lo cierto es que sus pasos fueron lo más apresurados que pudo. No quería desperdiciar su preciado tiempo en revisar los camarotes uno por uno. Si no tenía forma de sala de control con muchas luces o botoncitos pasaría de largo. A su parte más usurera e interesada esto le dolió un poco al pasar por los almacenes, pero su pellejo estaba por encima de esos posibles bienes que lo mismo ni existían y se resumían en cajas con repuestos y víveres.
Es de ese modo que la albina acabó alcanzando las escaleras para ir a la planta inferior. De hecho, tenía sentido si se paraba a pensar, que las cosas más importantes o delicadas no se encontraran en la primera planta en caso de un abordaje. Y que no hubiera ningún tipo de vigilancia debía ser por eso también. Bueno… «Ninguno». No podía asegurarlo, pero llevaba unos cuantos minutos de caminata intranquila, sintiendo como si alguien o algo la estuviera siguiendo. Sus sospechas resultaron ser ciertas cuando por el pasillo empezaron a sonar una suerte de golpecitos, como si algo duro arañara contra el suelo metálico al andar. ¿Pasos? No, era posible que fuera algún tipo de bestia. Algo tocó su pie en ese momento cuando se detuvieron las pisadas de la criatura tras deslizarse rodando. Se giró, cuchillo en mano y se quedó un momento mirando al animal. Parecía amistoso, por lo menos. Bajó su mirada a la pelota y… Ya la habían liado. El perro que se suponía se encontraba debajo de todo ese rizo empezó a ladrar.
«Mierda». Se quejó hacia sus adentros. ¿Lo mataba? No… Le temblaría el pulso. Podía ser todo lo hija de puta que quisiera y decapitar a alguien sin problemas. Haría lo mismo con una bestia si su supervivencia estaba en juego, pero con los perros, los gatos u otros animales tenía una vena sensible. Eso sí, tenía que hacerlo calla, así que, dejando el fil del cuchillo en dirección a su antebrazo en vez de hacia el frente, se agachó para coger la pelota —revisando que fuera de verdad una pelota— y, en cuclillas, hizo por acercarse al animal para no asustarlo. Tampoco estaba segura de que no fuera un truco, así que mientras intentaba acallarle con una mano, sujetándole el hocico sin hacerle daño, aprovecharía para rascarle detrás de la oreja, si se dejaba o no huía… O si no la atacaba. Si conseguía hacer eso, al rascarle procuraría arañar con las uñas para ver si su piel debajo de los tirabuzones de pelo era piel o arcilla —u otra cosa—. Luego apartaría el pelo de delante de su cara para ver que sus ojos eran reales también. Si lo era, buscaría con la mirada la puerta más cercana. Las había dejado todas entre abiertas, así que si podía colar la pelota por la puerta y que el perro la siguiera le dejaría encerrado, sin hacerle más daño. Al menos por el momento era la mejor forma de que no estorbase.
Claro que este era el mejor de los casos, si resultaba ser un truco, la pelota una bomba o algo por el estilo, lo más seguro es que la chica simplemente la lanzara lejos y disparara antes de bajar a paso acelerado las escaleras para ver que encontraba en el segundo piso. Pero había que ser muy retorcido para hacer algo así.
Como fuera, ya sea apresurada o con tranquilidad y manteniendo sus sentidos atentos a todo, como si de verdad fuera capaz de sentir presencias más allá de sus corazonadas, su fin último sería llegar e investigar la segunda planta.
Es de ese modo que la albina acabó alcanzando las escaleras para ir a la planta inferior. De hecho, tenía sentido si se paraba a pensar, que las cosas más importantes o delicadas no se encontraran en la primera planta en caso de un abordaje. Y que no hubiera ningún tipo de vigilancia debía ser por eso también. Bueno… «Ninguno». No podía asegurarlo, pero llevaba unos cuantos minutos de caminata intranquila, sintiendo como si alguien o algo la estuviera siguiendo. Sus sospechas resultaron ser ciertas cuando por el pasillo empezaron a sonar una suerte de golpecitos, como si algo duro arañara contra el suelo metálico al andar. ¿Pasos? No, era posible que fuera algún tipo de bestia. Algo tocó su pie en ese momento cuando se detuvieron las pisadas de la criatura tras deslizarse rodando. Se giró, cuchillo en mano y se quedó un momento mirando al animal. Parecía amistoso, por lo menos. Bajó su mirada a la pelota y… Ya la habían liado. El perro que se suponía se encontraba debajo de todo ese rizo empezó a ladrar.
«Mierda». Se quejó hacia sus adentros. ¿Lo mataba? No… Le temblaría el pulso. Podía ser todo lo hija de puta que quisiera y decapitar a alguien sin problemas. Haría lo mismo con una bestia si su supervivencia estaba en juego, pero con los perros, los gatos u otros animales tenía una vena sensible. Eso sí, tenía que hacerlo calla, así que, dejando el fil del cuchillo en dirección a su antebrazo en vez de hacia el frente, se agachó para coger la pelota —revisando que fuera de verdad una pelota— y, en cuclillas, hizo por acercarse al animal para no asustarlo. Tampoco estaba segura de que no fuera un truco, así que mientras intentaba acallarle con una mano, sujetándole el hocico sin hacerle daño, aprovecharía para rascarle detrás de la oreja, si se dejaba o no huía… O si no la atacaba. Si conseguía hacer eso, al rascarle procuraría arañar con las uñas para ver si su piel debajo de los tirabuzones de pelo era piel o arcilla —u otra cosa—. Luego apartaría el pelo de delante de su cara para ver que sus ojos eran reales también. Si lo era, buscaría con la mirada la puerta más cercana. Las había dejado todas entre abiertas, así que si podía colar la pelota por la puerta y que el perro la siguiera le dejaría encerrado, sin hacerle más daño. Al menos por el momento era la mejor forma de que no estorbase.
Claro que este era el mejor de los casos, si resultaba ser un truco, la pelota una bomba o algo por el estilo, lo más seguro es que la chica simplemente la lanzara lejos y disparara antes de bajar a paso acelerado las escaleras para ver que encontraba en el segundo piso. Pero había que ser muy retorcido para hacer algo así.
Como fuera, ya sea apresurada o con tranquilidad y manteniendo sus sentidos atentos a todo, como si de verdad fuera capaz de sentir presencias más allá de sus corazonadas, su fin último sería llegar e investigar la segunda planta.
- Resumen:
- Pues, tras ponernos en la situación en la que se cruza con el perro:
• Coger la pelota, asegurándose de que no es una bomba
• Acercarse al perro, procurando acallarlo sin asustarle ni que se ponga agresivo
• Si el perro se deja, rascarle la oreja para ver que no era arcilla u otra cosa lo que hay bajo su mata de pelo y apartarle los rizos para ver que sus ojos sean de verdad.
• Buscar la puerta/escotilla abierta más cercana para tirar la pelota a la habitación de turno, que la siga, y cerrar para que no se haga daño ni se entrometa.
• Si esto funciona y no tiene que sacrificar al animalito y salir por patas, encaminarse al segundo piso, escaleras abajo.
Claude von Appetit
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Vale, parece que el plato más indigesto que uno podría nunca soñar funciona. No quiero imaginarme su sabor, mucho menos pensar en lo que puede provocar al estómago del pobre incauto que lo tome. De hecho, casi me cuesta evitar reírme como un villano egomaníaco ante su última creación apocalíptica. Y digo casi porque me costaría, pero ni me molesto en contenerme, y dejo que mi risa inunde en un tono cada vez más grave y lento el interior de la cámara, hasta culminar en un gemido desgarrado. ¡Un plan genial, genial, genial!
Lo cierto es que me encantaría tener un reloj para cronometrar cuánto tarda en llegar la primera arcada, así como medir cuándo llegará la convulsión irrefrenable. No me apetece ver a una decena de salvajes vomitar a la vez, pero al mismo tiempo despierta en mí un cierto morbo verles parir por la boca semejante aberración.
Aun así, parece que mi cálculo ha fallado. La dentera de la sal parece no ser suficiente como para echar al bicho de sus cuerpos, y si bien con el pez mantequilla -y la nata- es muy probable que se les suelte el estómago, eso tardará un tiempo en verse. Por eso por ahora mi solución está en proveer de segundas y terceras dosis a cada uno, a ver si con suerte el bicho es liberado y podemos trabajar al respecto, aunque ahora que me doy cuenta, he cometido una insensatez. Tengo que recurrir una vez más a mis dotes de mando.
- ¡Soldado! -grito, al mismo hombre que me ha traído los ingredientes-. ¡Buen trabajo, pero ahora necesito tantos contenedores como presos infectados hay! Si sale el hongo, debemos estar preparados para atraparlo de inmediato.
No voy a aceptar un no por respuesta -de hecho, si discute pienso abofetearle con las raspas del pescado-, pero tampoco me voy a quedar parado mientras traen los CCC -Cacharros de Contención de Champiñones, MCS por sus siglas en inglés-, y trato de aplicarme en descubrir cómo funciona este temible depredador. No puedo evitar pensar que en realidad su inteligencia es directamente proporcional a la de su huésped, de manera que al haber optado por soldados se transforma en poco más que un animal y si llegase a tomar al consejero real, podría dominar el mundo. Si llega a penetrar en la familia real, sin embargo...
- ¡Ya está! ¡Si infectamos un par de familias nobles lograremos que el hongo muera por culpa de la endogamia!
Me doy cuenta de lo que acabo de gritar poco después de ver que me rodean unos cuantos soldados, pero tampoco voy a disculparme. Simplemente me encojo de hombros y sigo trabajando.
El hongo sigue vivo -lógico, por otro lado- e intenta zafarse del cuchillo, aunque no puede. Da un poco de grima, pero mientras Illje revisa al microscopio la sangre yo acerco el soplete a una esquina del ser, queriendo comprobar qué sucede una vez calcinas parte de él. Como es lógico, una vez quemado voy a cortarle ese trocito, dejando un margen muerto en el bicho. No quiero tener dos a los que enfrentarme, mucho menos cuando son tan pequeños que casi cuesta verlos.
Pero lo cierto es que esto arroja una conclusión bastante lógica: Se reproduce por una suerte de mitosis. Bueno, en realidad podría tratarse de algo así como el coral, aunque hecho de hongos y no de... ¿De qué está hecho el coral? Bueno, no sé, pero si es un montón de mini setas y cada una tiene una inteligencia independiente al separarlas, lo mejor que podemos hacer es juntarlo todo para que sea solo una macro seta. Y una vez hecho eso... ¡Espera! ¡Ya está!
- ¡Soldado! -ordeno a otro- ¡Ve a por bolsas de basura, un aspirador, radiadores y tantos ventiladores como tengáis!
Voy a hacer un secadero de setas. Así podré liofilizarlas y... No sé, la herejía se combate con fuego, pero la maldad con deshidratación. Al fin y al cabo, todos los asesinos han bebido agua alguna vez. Cierta correlación hay, ¿no?
De todos modos, en lo que van llegando todos los aparentemente innecesarios aparatos que he pedido de forma aparentemente aleatoria y caprichosa, sigo investigando al bicho. Lo pincho con una aguja de cocina, le echo un poco de sal, algo de vinagre que lleve encima... A las malas, seguro que tengo un limón, por si se me acaba. Toda información que pueda obtener es buena. Aparte, cuando Illje termine en el microscopio, voy a poner el trocito cocinado -no sin antes apresarlo entre dos cristales y taparme boca y nariz con la primera tela que tenga-. Es hora de descubrir los secretos. Al fin y al cabo, en el propio veneno está el antídoto.
Lo cierto es que me encantaría tener un reloj para cronometrar cuánto tarda en llegar la primera arcada, así como medir cuándo llegará la convulsión irrefrenable. No me apetece ver a una decena de salvajes vomitar a la vez, pero al mismo tiempo despierta en mí un cierto morbo verles parir por la boca semejante aberración.
Aun así, parece que mi cálculo ha fallado. La dentera de la sal parece no ser suficiente como para echar al bicho de sus cuerpos, y si bien con el pez mantequilla -y la nata- es muy probable que se les suelte el estómago, eso tardará un tiempo en verse. Por eso por ahora mi solución está en proveer de segundas y terceras dosis a cada uno, a ver si con suerte el bicho es liberado y podemos trabajar al respecto, aunque ahora que me doy cuenta, he cometido una insensatez. Tengo que recurrir una vez más a mis dotes de mando.
- ¡Soldado! -grito, al mismo hombre que me ha traído los ingredientes-. ¡Buen trabajo, pero ahora necesito tantos contenedores como presos infectados hay! Si sale el hongo, debemos estar preparados para atraparlo de inmediato.
No voy a aceptar un no por respuesta -de hecho, si discute pienso abofetearle con las raspas del pescado-, pero tampoco me voy a quedar parado mientras traen los CCC -Cacharros de Contención de Champiñones, MCS por sus siglas en inglés-, y trato de aplicarme en descubrir cómo funciona este temible depredador. No puedo evitar pensar que en realidad su inteligencia es directamente proporcional a la de su huésped, de manera que al haber optado por soldados se transforma en poco más que un animal y si llegase a tomar al consejero real, podría dominar el mundo. Si llega a penetrar en la familia real, sin embargo...
- ¡Ya está! ¡Si infectamos un par de familias nobles lograremos que el hongo muera por culpa de la endogamia!
Me doy cuenta de lo que acabo de gritar poco después de ver que me rodean unos cuantos soldados, pero tampoco voy a disculparme. Simplemente me encojo de hombros y sigo trabajando.
El hongo sigue vivo -lógico, por otro lado- e intenta zafarse del cuchillo, aunque no puede. Da un poco de grima, pero mientras Illje revisa al microscopio la sangre yo acerco el soplete a una esquina del ser, queriendo comprobar qué sucede una vez calcinas parte de él. Como es lógico, una vez quemado voy a cortarle ese trocito, dejando un margen muerto en el bicho. No quiero tener dos a los que enfrentarme, mucho menos cuando son tan pequeños que casi cuesta verlos.
Pero lo cierto es que esto arroja una conclusión bastante lógica: Se reproduce por una suerte de mitosis. Bueno, en realidad podría tratarse de algo así como el coral, aunque hecho de hongos y no de... ¿De qué está hecho el coral? Bueno, no sé, pero si es un montón de mini setas y cada una tiene una inteligencia independiente al separarlas, lo mejor que podemos hacer es juntarlo todo para que sea solo una macro seta. Y una vez hecho eso... ¡Espera! ¡Ya está!
- ¡Soldado! -ordeno a otro- ¡Ve a por bolsas de basura, un aspirador, radiadores y tantos ventiladores como tengáis!
Voy a hacer un secadero de setas. Así podré liofilizarlas y... No sé, la herejía se combate con fuego, pero la maldad con deshidratación. Al fin y al cabo, todos los asesinos han bebido agua alguna vez. Cierta correlación hay, ¿no?
De todos modos, en lo que van llegando todos los aparentemente innecesarios aparatos que he pedido de forma aparentemente aleatoria y caprichosa, sigo investigando al bicho. Lo pincho con una aguja de cocina, le echo un poco de sal, algo de vinagre que lleve encima... A las malas, seguro que tengo un limón, por si se me acaba. Toda información que pueda obtener es buena. Aparte, cuando Illje termine en el microscopio, voy a poner el trocito cocinado -no sin antes apresarlo entre dos cristales y taparme boca y nariz con la primera tela que tenga-. Es hora de descubrir los secretos. Al fin y al cabo, en el propio veneno está el antídoto.
- Resumen:
- Experimentar con el moco.
Roland von Klauswitz
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Roland rara vez se alegraba de ver a alguien que no fuese su carnicero o alguien que vendiese cerveza, sin embargo debía admitir que la aparición de Braud era de lo más oportuna. Unos cuantos tiros no habían conseguido que el tipejo del hacha se cayera siquiera al suelo, y ya estaba imaginando recogiendo su mano del suelo. Habría sido una putada tener que abrir los tarros de pepinillos con solo una, la verdad.
Su colega sacudió al pirata, a quien no debió de hacerle mucha gracia. A Roland tampoco le había gustado eso de que encajara tan bien las balas. En ese ridículo mar había demasiada gente que no respetaba como era debido el poder de un buen disparo, demasiados bichos raros que no se morían cuando les tocaba.
-Sí que te ha costado. Ya creía que tendría que cargármelos yo a todos.
A pesar de la dificultad en derribarlos con balas estaba confiado en que esos dos mamarrachos iban a caer muertos más tarde o más temprano. Uno ya llevaba puesto algo de plomo, y al otro iba a darle otro tratamiento distinto. Estaba casi seguro que el fulano del arco y los brazos de muñeca tampoco se caería si lo acribillaba, así que tenía otro método pensado.
Abrió el saco. Ahora estaba un poco más cómodo en la zanja. En parte porque era a Braud a quien intentaban matar ahora, eso ayudaba, y en parte porque ya notaba dentro del saco el mango de su mazo. Rasgó en papel de regalo incluso antes de sacarlo del todo. Jirones rosas y azules cayeron sobre las botas de Roland. El peso del arma en sus manos le arrancó una sonrisa mientras engarzaba uno de los explosivos Matatopos, sacados de su propia cajita, a uno de los extremos del cabezal.
Gruñó por el esfuerzo al descargar el primer golpe hacia el tal Schuls con toda la fuerza que su viejo cuerpo le permitió reunir. El mazo llevaba el sello de Roland, así que en cuanto impactase contra algo explotaría, y además toda la fuerza de la explosión iría dirigida hacia abajo.
Seguro que sí podía dejarlo más tonto si le machaba la cabeza.
Su colega sacudió al pirata, a quien no debió de hacerle mucha gracia. A Roland tampoco le había gustado eso de que encajara tan bien las balas. En ese ridículo mar había demasiada gente que no respetaba como era debido el poder de un buen disparo, demasiados bichos raros que no se morían cuando les tocaba.
-Sí que te ha costado. Ya creía que tendría que cargármelos yo a todos.
A pesar de la dificultad en derribarlos con balas estaba confiado en que esos dos mamarrachos iban a caer muertos más tarde o más temprano. Uno ya llevaba puesto algo de plomo, y al otro iba a darle otro tratamiento distinto. Estaba casi seguro que el fulano del arco y los brazos de muñeca tampoco se caería si lo acribillaba, así que tenía otro método pensado.
Abrió el saco. Ahora estaba un poco más cómodo en la zanja. En parte porque era a Braud a quien intentaban matar ahora, eso ayudaba, y en parte porque ya notaba dentro del saco el mango de su mazo. Rasgó en papel de regalo incluso antes de sacarlo del todo. Jirones rosas y azules cayeron sobre las botas de Roland. El peso del arma en sus manos le arrancó una sonrisa mientras engarzaba uno de los explosivos Matatopos, sacados de su propia cajita, a uno de los extremos del cabezal.
Gruñó por el esfuerzo al descargar el primer golpe hacia el tal Schuls con toda la fuerza que su viejo cuerpo le permitió reunir. El mazo llevaba el sello de Roland, así que en cuanto impactase contra algo explotaría, y además toda la fuerza de la explosión iría dirigida hacia abajo.
Seguro que sí podía dejarlo más tonto si le machaba la cabeza.
- Resumen:
- Pues ver si puedo aplastar la cabeza de Schuls con esto:
Merry Apocalypse: Roland ha colocado su nuevo explosivo en un mazo. Concretamente, la cabeza del mazo tiene un enganche donde encajan las bombas bautizadas como Matatopos. Lo interesante es que estas bombas, con forma de disco de unos veinte centímetros de diámetro, están diseñadas para reconducir toda la fuerza de la explosión hacia abajo. Es decir, que si golpea con el mazo, la bomba estalla y la explosión se produce exclusivamente en la misma dirección que el golpe.
Abigail Mjöllnir
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Habiendo ignorado aquel último aviso, la beata no vacilaría más. De ocho presencias había hecho desaparecer a tres, si habían muerto o no... la teoría decía que sí, pero no podía estar segura hasta que no terminara y se pusiera a revisar cuerpos. ¿No era la presencia más fuerte? no se fiaba demasiado de que hubiera sido tan fácil, pero no tenía tiempo de ponerse a pensar en él, tendría que conformarse con haberle inutilizado un brazo.
Tres presencias fuera, una de momento neutralizada, faltaban cuatro. Cerró la ventana de la palma de su mano. Los cuatro que habían decidido lanzarse de frente. No se andaría con tonterías, no podía permitírselo. Esas hojas... ¿qué era eso negro? empezó a abrir ventanas por todo su cuerpo, buscando no dejar lugar a errores. Abrió cinco en cada brazo, una en su espalda y otra en su torso. No cambiaría de momento la disposición de sus habitantes y tampoco utilizaría los cañones que tenía en el brazo izquierdo, había muy poca distancia entre ella y esa gente. Las ventanas de los brazos utilizarían dos estancias cada una, de tres y cuatro -siete habitantes por brazo ahora mismo-, mientras que no combinaría nada para su torso y espalda.
Dio la orden de ataque un poco antes de que se separaran. Redujo el radio de acción de sus poderes a un escaso medio metro para darles el máximo tiempo posible. Exhaló aire y activó una forma de Mantra que había podido desarrollar un poco antes de empezar el trabajo de Sakura. Mediante su Primer Territorio Celestial mejoraría su tiempo de predicción, que pasaría de medio segundo con varias personas a ser de un segundo completo. Esa predicción junto a su visión cinética natural cada vez más parecida a la de un búho le permitiría seguir mejor los movimientos de los cuatro individuos.
Lo primero que hizo fue mover su brazo, aquel que portaba su Guantelete del Cielo, hacia abajo. De éste hizo surgir unas nubes negras, sólidas como las Nubes de Hierro que eran, y se colocarían frente a ella formando un muro con su misma altura, con 40cm de ancho y doce de grosor; el objetivo era obvio: detener las espadas de los dos que atacaban de frente. De momento no consideró necesario usar más armamento especial.
Estando rodeada no podía tomar distancias de forma adecuada pero ya había abierto las ventanas, y ahora solo quedaba confiar en la habilidad de su propia gente. De todas maneras, por si acaso, utilizó su Armadura para cubrir su cuerpo entero. Era una defensa muy débil que aún no había desarrollado pero... era mejor que nada.
Solo abrió las ventanas y posicionó los brazos utilizando como base la predicción de su mantra. Les había dado instrucciones concretas, no debían esperar a sus órdenes, solo disparar cuando algo apareciera frente a ellos. Eso era útil para casos como ese, en el que no tenía tiempo que perder ni sitio disponible para tomar distancias.
Cada uno de los dos que atacaron por sus flancos serían recibidos por cinco disparos de rifle desde el interior de su fortaleza -si estaban a medio metro de distancia o más-, quedando así dos habitantes de cada brazo sin atacar de momento, esos se quedarían preparando los diales de fulgor y rayo. No apuntaban a ningún lado del cuerpo en concreto, disparaban al torso solo porque era bastante más sencillo acertar ahí que a un brazo en movimiento.
Todavía no haría uso de su rifle, si lo agarraba ahora alteraría demasiado la puntería de su gente y podrían fallar.
Tres presencias fuera, una de momento neutralizada, faltaban cuatro. Cerró la ventana de la palma de su mano. Los cuatro que habían decidido lanzarse de frente. No se andaría con tonterías, no podía permitírselo. Esas hojas... ¿qué era eso negro? empezó a abrir ventanas por todo su cuerpo, buscando no dejar lugar a errores. Abrió cinco en cada brazo, una en su espalda y otra en su torso. No cambiaría de momento la disposición de sus habitantes y tampoco utilizaría los cañones que tenía en el brazo izquierdo, había muy poca distancia entre ella y esa gente. Las ventanas de los brazos utilizarían dos estancias cada una, de tres y cuatro -siete habitantes por brazo ahora mismo-, mientras que no combinaría nada para su torso y espalda.
Dio la orden de ataque un poco antes de que se separaran. Redujo el radio de acción de sus poderes a un escaso medio metro para darles el máximo tiempo posible. Exhaló aire y activó una forma de Mantra que había podido desarrollar un poco antes de empezar el trabajo de Sakura. Mediante su Primer Territorio Celestial mejoraría su tiempo de predicción, que pasaría de medio segundo con varias personas a ser de un segundo completo. Esa predicción junto a su visión cinética natural cada vez más parecida a la de un búho le permitiría seguir mejor los movimientos de los cuatro individuos.
Lo primero que hizo fue mover su brazo, aquel que portaba su Guantelete del Cielo, hacia abajo. De éste hizo surgir unas nubes negras, sólidas como las Nubes de Hierro que eran, y se colocarían frente a ella formando un muro con su misma altura, con 40cm de ancho y doce de grosor; el objetivo era obvio: detener las espadas de los dos que atacaban de frente. De momento no consideró necesario usar más armamento especial.
Estando rodeada no podía tomar distancias de forma adecuada pero ya había abierto las ventanas, y ahora solo quedaba confiar en la habilidad de su propia gente. De todas maneras, por si acaso, utilizó su Armadura para cubrir su cuerpo entero. Era una defensa muy débil que aún no había desarrollado pero... era mejor que nada.
Solo abrió las ventanas y posicionó los brazos utilizando como base la predicción de su mantra. Les había dado instrucciones concretas, no debían esperar a sus órdenes, solo disparar cuando algo apareciera frente a ellos. Eso era útil para casos como ese, en el que no tenía tiempo que perder ni sitio disponible para tomar distancias.
Cada uno de los dos que atacaron por sus flancos serían recibidos por cinco disparos de rifle desde el interior de su fortaleza -si estaban a medio metro de distancia o más-, quedando así dos habitantes de cada brazo sin atacar de momento, esos se quedarían preparando los diales de fulgor y rayo. No apuntaban a ningún lado del cuerpo en concreto, disparaban al torso solo porque era bastante más sencillo acertar ahí que a un brazo en movimiento.
Todavía no haría uso de su rifle, si lo agarraba ahora alteraría demasiado la puntería de su gente y podrían fallar.
- resumen:
» Cuando neutraliza al que se supone que es fuerte cierra la ventana de su mano y abre:
- Cinco en cada brazo. Siguiendo lo definido en uno de los post previos, utiliza dos estancias en cada brazo, una de las de tres habitantes y una de las de cuatro (siete personas en total en cada brazo). Dentro de la fortaleza están en sitios distintos pero las dos habitaciones dan a parar a la misma extremidad, no sé si mesplico bien.
- Una en su torso, la que se define como capilla.
- Una en su espalda, también definida ahí.
» Ahora, cuando atacan:
- Utiliza ella misma el Guantelete del Cielo (Estudio de Nubes II) para levantar una barrera de Nubes de Hierro frente a ella. Esto para los que van de frente.
- Utiliza Primer Territorio Celestial (Haki) junto a su precisión de búho para seguir y predecir adecuadamente a los que la rodean. Posiciona los brazos -aún está sujetando la granada- y, siguiendo las órdenes que les dio en el post enlazado, disparan en cuanto ven algo, sin esperar órdenes de Abi para ahorrar tiempo.
-Por si acaso no llegan a tiempo, se pone la armadura cutre de haki armadura 1 para amortiguar el corte, supongo que algo hará junto a la resistencia y a los kilos de ropa que lleva.
Illje Landvik
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Bueno, estaba en la sangre. Eso debería ser malo, pero en realidad tan solo les daba un cometido más sencillo. Limpia la sangre, no habría más problema. El tema era… ¿cómo deshacerse del hongo? Su mente empezó a trabajar a toda velocidad y en seguida se le ocurrió algo al respecto. Sacó una de sus arañitas y la colocó en la mesa. Se sabía sus circuitos de memoria, pero siempre le inspiraba tenerla ahí a su lado. A continuación fue buscando la máquina más grande que había en las mesas y no tardó en abrirla y empezar a catalogar sus contenidos. Tenía que hacer un robot.
Escuchó a Claude a su espalda y esta vez sí se giró. Cuando había oído la risa maníaca había supuesto que necesitaba un poquito de intimidad, pero ahora que estaba pidiendo radiadores y ventiladores empezaba a darle curiosidad.
-Para mi un soldador, por favor. Me he dejado el mío en el barco.
Por un instante le molestó darse cuenta de que se había dejado sus herramientas de viaje en el barco, pero dado que era una excelente excusa para reemplazarlas por unas mejores, ¿para qué quejarse? Volvió al trabajo y empezó a desliar unos cables mientras rodaba hacia Claude. Por lo visto los bichos se habían comido su cocina de maníaco deprimido – solo alguien así comería esas bolitas de maldad, era un hecho. En realidad eso lo hacía perfecto para el hongo, debería habérselo visto venir.- y no habían ni parpadeado. Le oyó hablar de secarlas y entonces entendió que necesitaba un plan B. Si su robotito no funcionaba, iban a tener que atrapar los cachitos de hongo de otra manera.
-¡Claude! Tienes que ayudarme. Necesito crema.
Lo decía muy en serio, pero se lo explicó un poco mejor por si acaso.- Necesito algo dulce y cremoso, líquido que se vuelva sólido en más o menos un minuto. Si se lo inyecto en los riñones a esta gente todos los champiñones que tienen en la sangre correrán a comerlo y solo tendré que abrir un pequeño corte para sacarlos de a una. ¿Se te ocurre algo?
Mientras le dejaba hacer sus experimentos, regresó a los suyos. No era un robot muy complejo y desde luego los había hecho bastante más difíciles. Lo peor era el tamaño, debía hacerlo lo bastante pequeño como para navegar por el torrente sanguíneo. La parte buena era que al ser todo tan pequeño, no le llevó demasiado terminarlo.
Pepito tenía un simple cometido. Detectar al hongo y metérselo en la boca, que no era más que una pequeña oquedad en el metal que daba un diminuto estallido eléctrico; lo bastante pequeño como para no hacerle más que cosquillas a la persona, pero debería ser suficiente como para dejar K.O a los restos de champiñón. Le dio un pedacito de los que había sacado para mirar en el microscopio y comprobar que funcionaba antes de meterlo en una jeringuilla y dirigirse hacia uno de los pacientes. Ni corta ni perezosa, lo inyectó en su brazo y le dejó divertirse buscando a los minihongos. No tenía muy claro cuánto le llevaría ni cuánto tardarían en ver resultados, así que le pidió a los guardias y el resto de médicos que tuvieran un ojo encima de él por si acaso. Si todo iba bien en un par de horas saldría de forma… natural, una vez hubiera devorado todo agente honguil.
Por otro lado, el método de la crema podía ser más eficiente, así que volvió rodando con Claude para ver cómo iba él con su secador de champiñones y el postre que le había pedido. Una cosa o la otra funcionaría, no tenía ni la menor duda.
Escuchó a Claude a su espalda y esta vez sí se giró. Cuando había oído la risa maníaca había supuesto que necesitaba un poquito de intimidad, pero ahora que estaba pidiendo radiadores y ventiladores empezaba a darle curiosidad.
-Para mi un soldador, por favor. Me he dejado el mío en el barco.
Por un instante le molestó darse cuenta de que se había dejado sus herramientas de viaje en el barco, pero dado que era una excelente excusa para reemplazarlas por unas mejores, ¿para qué quejarse? Volvió al trabajo y empezó a desliar unos cables mientras rodaba hacia Claude. Por lo visto los bichos se habían comido su cocina de maníaco deprimido – solo alguien así comería esas bolitas de maldad, era un hecho. En realidad eso lo hacía perfecto para el hongo, debería habérselo visto venir.- y no habían ni parpadeado. Le oyó hablar de secarlas y entonces entendió que necesitaba un plan B. Si su robotito no funcionaba, iban a tener que atrapar los cachitos de hongo de otra manera.
-¡Claude! Tienes que ayudarme. Necesito crema.
Lo decía muy en serio, pero se lo explicó un poco mejor por si acaso.- Necesito algo dulce y cremoso, líquido que se vuelva sólido en más o menos un minuto. Si se lo inyecto en los riñones a esta gente todos los champiñones que tienen en la sangre correrán a comerlo y solo tendré que abrir un pequeño corte para sacarlos de a una. ¿Se te ocurre algo?
Mientras le dejaba hacer sus experimentos, regresó a los suyos. No era un robot muy complejo y desde luego los había hecho bastante más difíciles. Lo peor era el tamaño, debía hacerlo lo bastante pequeño como para navegar por el torrente sanguíneo. La parte buena era que al ser todo tan pequeño, no le llevó demasiado terminarlo.
Pepito tenía un simple cometido. Detectar al hongo y metérselo en la boca, que no era más que una pequeña oquedad en el metal que daba un diminuto estallido eléctrico; lo bastante pequeño como para no hacerle más que cosquillas a la persona, pero debería ser suficiente como para dejar K.O a los restos de champiñón. Le dio un pedacito de los que había sacado para mirar en el microscopio y comprobar que funcionaba antes de meterlo en una jeringuilla y dirigirse hacia uno de los pacientes. Ni corta ni perezosa, lo inyectó en su brazo y le dejó divertirse buscando a los minihongos. No tenía muy claro cuánto le llevaría ni cuánto tardarían en ver resultados, así que le pidió a los guardias y el resto de médicos que tuvieran un ojo encima de él por si acaso. Si todo iba bien en un par de horas saldría de forma… natural, una vez hubiera devorado todo agente honguil.
Por otro lado, el método de la crema podía ser más eficiente, así que volvió rodando con Claude para ver cómo iba él con su secador de champiñones y el postre que le había pedido. Una cosa o la otra funcionaría, no tenía ni la menor duda.
- resumen:
- 100cia. Cencia. Crear un minipacman que meter en el torrente sanguíneo para que se vaya comiendo los hongos bcs Ingeniera robótica 10. Pedirle a Claude que por si acaso haga un postre líquido que luego se solidifique para inyectar en los riñones y que actúe como trampa para esas cosas. Una vez hecho solo tocaría hacer un cortecito y sacar la crema junto con elmontón de hongos hambrientos pegados.
Claude von Appetit
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- Un momento, Illje -contesto a la conejita, con los ojos aún en el microscopio-. Estoy haciendo cencia.
En cualquier caso, termino prestándole atención mientras me explica sus planes, y si bien no estoy muy puesto en medicina, todo lo que me está diciendo suena a absoluta locura. Pero bueno, si no me sonase a absoluta locura seguramente fuese porque sería médico. Y claro, Illje es médico, así que si ella propone algo que a mí, ignorante, me parece una locura, sin duda tiene que ser una muy buena idea. O, como mínimo, una idea.
- ¡Pero Illje, ¿tú sabes lo que me estás pidiendo?! -exclamo, preocupado-. ¡Hay más de siete mil cremas diferentes, y seguro que solo un tipo concreto funciona!
Afortunadamente, Illje reduce la lista de cremas posibles a solo una veintena, pero siguen siendo demasiadas. Si ya un cara o cruz podría matar a una persona, tirar un dado icosaédrico implicará irremediablemente que necesitaremos una tirada crítica o toda la suerte que podamos reunir para que esto salga bien. Afortunadamente, de suerte voy sobrado. Bueno, en realidad voy sobrado de todo, pero la suerte siempre termina de inclinar la balanza a mi favor.
Para tener más información, le pido a Illje que me explique más a fondo lo que necesita. Hasta ahora, por lo que dice, no parece que necesite crema sino más bien mantequilla derretida, pero no me gustaría dejar a esta gente con los riñones como el hígado de una oca. Sin embargo, a medida que me va explicando más y más sobre la situación me doy cuenta que aquí no hace falta una crema que se solidifique, sino una crema muy especial. Pero para eso, voy a tener que hacer primero una pequeña comprobación.
- ¡Soldado! -grito. Me estoy quedando sin soldados, así que con un sonoro "pop" despego al muchacho de mofletes gordos de la caja. Es gracioso porque ha hecho ventosa-. ¡Necesito que vayas a buscar gelatina, agujas hipodérmicas de las gordas, mangas pasteleras, toda la crema de orujo que tengáis, agua y un pepito de ternera! Tanto trabajar está empezando a ponerme canino.
Dicho eso saco una botellita de brandy de mi morral. Normalmente la uso para cocinar, pero supongo que aliñar una seta cuenta. De este modo, la crema de orujo podría emborrachar al hongo de manera que el comehongos que está desarrollando Illje en estas pobres condiciones de higiene limpie mejor la sangre de nuestros pacientes. Sí, sin duda es un plan que no puede fallar.
- Si esto no funciona tendremos que buscar madera y entregarlos a los antiguos dioses -comento, sacando un pulpo vivo de mi morral.
Espera, ¿cómo ha llegado un pulpo vivo hasta mis cosas? Lo tiro por reflejo contra la jaula de la señora hambrienta. A lo mejor se lo come, y todo. Me encanta el sonido de la gente comiendo pulpo.
En cualquier caso, termino prestándole atención mientras me explica sus planes, y si bien no estoy muy puesto en medicina, todo lo que me está diciendo suena a absoluta locura. Pero bueno, si no me sonase a absoluta locura seguramente fuese porque sería médico. Y claro, Illje es médico, así que si ella propone algo que a mí, ignorante, me parece una locura, sin duda tiene que ser una muy buena idea. O, como mínimo, una idea.
- ¡Pero Illje, ¿tú sabes lo que me estás pidiendo?! -exclamo, preocupado-. ¡Hay más de siete mil cremas diferentes, y seguro que solo un tipo concreto funciona!
Afortunadamente, Illje reduce la lista de cremas posibles a solo una veintena, pero siguen siendo demasiadas. Si ya un cara o cruz podría matar a una persona, tirar un dado icosaédrico implicará irremediablemente que necesitaremos una tirada crítica o toda la suerte que podamos reunir para que esto salga bien. Afortunadamente, de suerte voy sobrado. Bueno, en realidad voy sobrado de todo, pero la suerte siempre termina de inclinar la balanza a mi favor.
Para tener más información, le pido a Illje que me explique más a fondo lo que necesita. Hasta ahora, por lo que dice, no parece que necesite crema sino más bien mantequilla derretida, pero no me gustaría dejar a esta gente con los riñones como el hígado de una oca. Sin embargo, a medida que me va explicando más y más sobre la situación me doy cuenta que aquí no hace falta una crema que se solidifique, sino una crema muy especial. Pero para eso, voy a tener que hacer primero una pequeña comprobación.
- ¡Soldado! -grito. Me estoy quedando sin soldados, así que con un sonoro "pop" despego al muchacho de mofletes gordos de la caja. Es gracioso porque ha hecho ventosa-. ¡Necesito que vayas a buscar gelatina, agujas hipodérmicas de las gordas, mangas pasteleras, toda la crema de orujo que tengáis, agua y un pepito de ternera! Tanto trabajar está empezando a ponerme canino.
Dicho eso saco una botellita de brandy de mi morral. Normalmente la uso para cocinar, pero supongo que aliñar una seta cuenta. De este modo, la crema de orujo podría emborrachar al hongo de manera que el comehongos que está desarrollando Illje en estas pobres condiciones de higiene limpie mejor la sangre de nuestros pacientes. Sí, sin duda es un plan que no puede fallar.
- Si esto no funciona tendremos que buscar madera y entregarlos a los antiguos dioses -comento, sacando un pulpo vivo de mi morral.
Espera, ¿cómo ha llegado un pulpo vivo hasta mis cosas? Lo tiro por reflejo contra la jaula de la señora hambrienta. A lo mejor se lo come, y todo. Me encanta el sonido de la gente comiendo pulpo.
- Resumen:
- Cencia. Pedir más cosas aún, entre ellas mucho orujo.
Freites D. Alpha
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Resultaba bastante interesante ver como los soldados a mi alrededor aguantaban la temperatura, ¿quizás era por ese traje extraño? No tengo una respuesta acertaba a ello y no creo tener tiempo para ponerme a pensar en ello, mi oponente no tiene ninguna intención de dar un tiempo fuera. Aun así, la manera en la cual se están formando no deja de parecérseme sospechosa, me da mucha curiosidad saber por qué no están haciendo nada., o simplemente están trazando un cuadrilátero donde solo el viejo del escudo y yo podamos batallar.
Por otro lado, era increíble observar como mu ataque no hizo gran cosa, ¿de que estaría hecho ese escudo? Me causaba gran curiosidad y emoción saber mucho más de la manera en la que fue confeccionada aquella herramienta, supongo que podría echarle un ojo luego para ver si soy capaz de reconocer sus materiales, Aunque, pude notar algo, una de sus doce pacas habían caído al suelo dejándome observar la superficie, allí es donde debería golpear.
-Suzaku…- Ella observo mi rostro e inmediatamente entendió el mensaje. Cuando la llameante arma venia hacia nosotros en una velocidad endemoniada, ambos intentamos esquivar, yo daría un rápido salto por la izquierda. Ella, al instante que me desmonte comenzó a correr por la derecha para rodear al enemigo. Igualmente, si lo grabamos esquivar eso, la venia hacia mí, con su increíble escudo liderando la arremetida y listo para la batalla.
Me prepare rápidamente, encendí mi alabarda en llamas y aumente la temperatura lo suficiente para que la punta de mi alabarda comenzara a vibrar con fuerza. Luego apunte justo donde se encontraba la placa hexagonal caída y con toda mi fuerza, arroje una onda punzante a quema ropa,
Por otro lado, era increíble observar como mu ataque no hizo gran cosa, ¿de que estaría hecho ese escudo? Me causaba gran curiosidad y emoción saber mucho más de la manera en la que fue confeccionada aquella herramienta, supongo que podría echarle un ojo luego para ver si soy capaz de reconocer sus materiales, Aunque, pude notar algo, una de sus doce pacas habían caído al suelo dejándome observar la superficie, allí es donde debería golpear.
-Suzaku…- Ella observo mi rostro e inmediatamente entendió el mensaje. Cuando la llameante arma venia hacia nosotros en una velocidad endemoniada, ambos intentamos esquivar, yo daría un rápido salto por la izquierda. Ella, al instante que me desmonte comenzó a correr por la derecha para rodear al enemigo. Igualmente, si lo grabamos esquivar eso, la venia hacia mí, con su increíble escudo liderando la arremetida y listo para la batalla.
Me prepare rápidamente, encendí mi alabarda en llamas y aumente la temperatura lo suficiente para que la punta de mi alabarda comenzara a vibrar con fuerza. Luego apunte justo donde se encontraba la placa hexagonal caída y con toda mi fuerza, arroje una onda punzante a quema ropa,
- Resumen:
- intentar esquivar.
Encender mi arma en llamas. ( akuma nivel 10 )
Subir mas le temperatura para activar la Partisana del sol ciego
lanzar una onda punzante a quema ropa justo donde estaba la placa exagonal ciada.
Raion
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En los ojos de su enemigo Raion pudo ver una chispa de comprensión acerca de lo que se avecinaba apenas instantes antes de la explosión. Eso solo podía significar una cosa, y era que aquel tipo sabía utilizar al menos un tipo de Haki.
Sorprendentemente no trató de evitar ser alcanzado por la explosión, sino que avanzó, confrontándola. Interpuso su mano, que recibió de lleno el impacto, y fue lanzado contra la pared de la cúpula. El león no sabía que había ocurrido, pero la palma de la mano de su enemigo parecía haber contenido la explosión, reduciendo su poder y su radio de alcance sensiblemente. De hecho esta había recibido daños considerables, quedando prácticamente inútil, pero el resto de su cuerpo parecía bastante intacto salvo por el hecho de que escupió algo de sangre. De esto y de sus palabras el mink dedujo que aquel tipo también era usuario, aunque aún no podía averiguar en qué consistía exactamente su poder. Elaboró rápidamente algunas teorías, pero no podía aún confirmar ninguna de ellas.
El tipo cargó nuevamente su pistola y, con gran velocidad, comenzó a disparar una y otra vez hasta descargar las seis balas que había cargado. No obstante no lo hizo en dirección al león sino hacia distintos puntos de la cúpula. Las balas no eran normales, eso estaba claro, pues comenzaron a rebotar en esta sin perder potencia. Esto quería decir una cosa: tarde o temprano le alcanzarían.
Los instintos del mink funcionaron con rapidez, permitiéndole encontrar una solución a aquel problema sin apenas pensar. SI no podía evitar que las balas se dirigieran hacia él tendría que redirigirlas. Por lo tanto se quedó quieto y comenzó a hacer que una gruesa capa de aire a su alrededor girase a gran velocidad, creando un pequeño tornado en torno a sí mismo. La idea era cambiar la trayectoria de cuantos proyectiles se acercaran a él y que, gracias a la fuerza centrífuga de la masa de aire en constante movimiento, salieran disparadas en otra dirección. Dado que estaban en un espacio cerrado era cuestión de tiempo que las balas alcanzaran a uno de los dos contendientes, y él no pensaba ser quien recibiera el impacto. Su enemigo iba a recibir su propia medicina. Al fin y al cabo, él tampoco tenía escapatoria.
Sorprendentemente no trató de evitar ser alcanzado por la explosión, sino que avanzó, confrontándola. Interpuso su mano, que recibió de lleno el impacto, y fue lanzado contra la pared de la cúpula. El león no sabía que había ocurrido, pero la palma de la mano de su enemigo parecía haber contenido la explosión, reduciendo su poder y su radio de alcance sensiblemente. De hecho esta había recibido daños considerables, quedando prácticamente inútil, pero el resto de su cuerpo parecía bastante intacto salvo por el hecho de que escupió algo de sangre. De esto y de sus palabras el mink dedujo que aquel tipo también era usuario, aunque aún no podía averiguar en qué consistía exactamente su poder. Elaboró rápidamente algunas teorías, pero no podía aún confirmar ninguna de ellas.
El tipo cargó nuevamente su pistola y, con gran velocidad, comenzó a disparar una y otra vez hasta descargar las seis balas que había cargado. No obstante no lo hizo en dirección al león sino hacia distintos puntos de la cúpula. Las balas no eran normales, eso estaba claro, pues comenzaron a rebotar en esta sin perder potencia. Esto quería decir una cosa: tarde o temprano le alcanzarían.
Los instintos del mink funcionaron con rapidez, permitiéndole encontrar una solución a aquel problema sin apenas pensar. SI no podía evitar que las balas se dirigieran hacia él tendría que redirigirlas. Por lo tanto se quedó quieto y comenzó a hacer que una gruesa capa de aire a su alrededor girase a gran velocidad, creando un pequeño tornado en torno a sí mismo. La idea era cambiar la trayectoria de cuantos proyectiles se acercaran a él y que, gracias a la fuerza centrífuga de la masa de aire en constante movimiento, salieran disparadas en otra dirección. Dado que estaban en un espacio cerrado era cuestión de tiempo que las balas alcanzaran a uno de los dos contendientes, y él no pensaba ser quien recibiera el impacto. Su enemigo iba a recibir su propia medicina. Al fin y al cabo, él tampoco tenía escapatoria.
- Resumen:
- Manipular el aire a mi alrededor para evitar ser alcanzado por las balas y que en mi lugar sea mi rival quien sea herido por sus propios proyectiles.
Bizvan
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Los soldados se movieron por su cuenta, cosa que quizás fue lo mejor, pues de esta forma ellos podrían avanzar con mayor comodidad.
* Me parece que dos voces dejaron de escucharse. *O bien esas presencias solo dejaron de existir a causa de los soldados o estás salieron del rango del marine. Existía una tercera opción, pero él esperaba que esta no fuera señal del inicio de cosas desagradables.
La sala a la cual llegó parecía ser una especie de área de motores, la cual utilizaba una gran parte del tamaño del barco. Si la misión consistía en sabotear el navío enemigo, este era el lugar perfecto para llevar a cabo dicha tarea.
El marine avanzó entre la pasarela metálica, mirando los enormes motores ubicados a ambos costados. Por dejando de la pasarela se encontraban unos tanques con algún líquido desconocido para el marine. Su ligero conocimiento sobre este tipo de máquinas le hizo pensar que esto podría ser algún tipo de combustible o líquido que previniera el sobrecalentamiento, claro que solo eran conjeturas y bien podría ser cualquier otra cosa, no había forma de saberlo en este momento.
Al final de la pasarela se encontraba un panel de control con unos cuantos interruptures, no obstante los más llamativos eran tres: un botón verde, uno negro y un llamativo botón rojo con cinta amarilla y negra a su alrededor.
* El verde debe mantener esto en funcionamiento y el negro seguramente lo apague, ¿pero que diablos hará el rojo? *por su mente pasó la imagen de una autodestrucción al presionar el botón, ¿Pero que clase de idiota colocaría esa clase de botón y con qué sentido? Sea cuál sea el caso, Bizvan no tenía ganas de averiguar qué sucedería al presionar ese botón. La opción más lógica sería presionar el botón negro, pues el desgaste indicaba que este era presionado con casi la misma frecuencia que el verde, sin embargo eso no bastaría para sabotear algo, no, en ese caso solo había algo que el marine podía hacer, lo único que realmente sabía hacer relativamente bien.
Desenvainó a Madre y se dirigió hacia la pasarela. Miró los motores a sus lados y con calma se aproximó hacia la entra por la cual llegó. Comenzó a canalizar su endurecimiento en la hoja de su espada y esta tomó una tonalidad carmesí metálica al utilizar “koshoku”. Su intención era cortar los motores, no conocía que clase de metal se utilizó en la maquinaria, pero esperaba que utilizar su haki mejorado fuera suficiente.
Con fuertes movimientos blandió su arma esperando ser capaz de cortar los motores, para luego alejarse por la entra antes de que estos cayeran sobre él o algo así sucediera.
* Me parece que dos voces dejaron de escucharse. *O bien esas presencias solo dejaron de existir a causa de los soldados o estás salieron del rango del marine. Existía una tercera opción, pero él esperaba que esta no fuera señal del inicio de cosas desagradables.
La sala a la cual llegó parecía ser una especie de área de motores, la cual utilizaba una gran parte del tamaño del barco. Si la misión consistía en sabotear el navío enemigo, este era el lugar perfecto para llevar a cabo dicha tarea.
El marine avanzó entre la pasarela metálica, mirando los enormes motores ubicados a ambos costados. Por dejando de la pasarela se encontraban unos tanques con algún líquido desconocido para el marine. Su ligero conocimiento sobre este tipo de máquinas le hizo pensar que esto podría ser algún tipo de combustible o líquido que previniera el sobrecalentamiento, claro que solo eran conjeturas y bien podría ser cualquier otra cosa, no había forma de saberlo en este momento.
Al final de la pasarela se encontraba un panel de control con unos cuantos interruptures, no obstante los más llamativos eran tres: un botón verde, uno negro y un llamativo botón rojo con cinta amarilla y negra a su alrededor.
* El verde debe mantener esto en funcionamiento y el negro seguramente lo apague, ¿pero que diablos hará el rojo? *por su mente pasó la imagen de una autodestrucción al presionar el botón, ¿Pero que clase de idiota colocaría esa clase de botón y con qué sentido? Sea cuál sea el caso, Bizvan no tenía ganas de averiguar qué sucedería al presionar ese botón. La opción más lógica sería presionar el botón negro, pues el desgaste indicaba que este era presionado con casi la misma frecuencia que el verde, sin embargo eso no bastaría para sabotear algo, no, en ese caso solo había algo que el marine podía hacer, lo único que realmente sabía hacer relativamente bien.
Desenvainó a Madre y se dirigió hacia la pasarela. Miró los motores a sus lados y con calma se aproximó hacia la entra por la cual llegó. Comenzó a canalizar su endurecimiento en la hoja de su espada y esta tomó una tonalidad carmesí metálica al utilizar “koshoku”. Su intención era cortar los motores, no conocía que clase de metal se utilizó en la maquinaria, pero esperaba que utilizar su haki mejorado fuera suficiente.
Con fuertes movimientos blandió su arma esperando ser capaz de cortar los motores, para luego alejarse por la entra antes de que estos cayeran sobre él o algo así sucediera.
- Resumen:
- Mirar la sala de motores e ignorar el panel de control.
Optar por cortar los motores utilizando haki.- Usado:
Calma dejó de ser efectivo.
Tercer turno utilizando mantra.
Haki de armadura nivel 9.
Koshoku:
Nivel 1: De manera activa los ataques de Bizvan obtienen un 25% de potencia adicional en su endurecimiento (sumado al ya establecido). Esto solo puede ser utilizado la mitad de tiempo de duración de su endurecimiento.
De manera pasiva el color negro metalizado de su haki se ve teñido por una ligera tonalidad carmesí.
Nivel 2: De manera activa los ataques de Bizvan obtiene un 50% de potencia adicional en su endurecimiento (sumado al ya establecido). Esto solo puede ser utilizado la mitad de tiempo de duración de su endurecimiento.
De manera pasiva la tonalidad carmesí se hace más notable al utilizar el endurecimiento, esto aumenta el tiempo de duración de la potencia adicional 25%.
Ryuichi Ichiban
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El golpe dio y consiguió salvar a su hermano. El tipo se quejaba, aunque apenas podía entender lo que decía. Una segunda voz apareció, revelando que ese tipo no era el único contra el que estaba peleando Roland. El gigante gruñó, viendo como el gigantón empezaba a mover su arma para atacar. Vio también como Roland sacaba su propio juguete. Sonrió Se apartó a un lado para esquivar el golpe con aquella arma al mismo tiempo que se giraba para centrarse en el otro hermano.
—Te devuelto a tu presa —le dijo a Roland con un gruñido casi gutural —, ya me como yo al otro.
Caminó hacia el otro poco a poco, con una siniestra sonrisa en el rostro. Sus brazos eran de madera. ¿Era un hombre árbol? Fuese como fuese sacó su arco. Se parecía al que usaba su hermana para cazar jabalíes, aunque era más pequeño. El proyectil que sacó estaba rojo y brillaba, como si estuviera... ¿ardiendo? Su mano se endureció con su haki y la utilizó para parar la flecha. Esta atravesó el dorso de su mano y salió por su palma. Hizo una mueca de dolor. Quemaba. Con la otra mano la agarró, quemándose también y escuchando el siseo de la carne al ser quemada. De un tirón se arrancó la flecha y la tiró al suelo.
—¡Dame algo más que eso! ¡Vamos!
Su cuerpo se vio rodeado de un aura rojiza transparente a la par que saltaba hacia delante y dirigía un puñetazo descendente y potenciado hacia el arquero que, de esquivarlo, golpearía el suelo con gran potencia.
—Te devuelto a tu presa —le dijo a Roland con un gruñido casi gutural —, ya me como yo al otro.
Caminó hacia el otro poco a poco, con una siniestra sonrisa en el rostro. Sus brazos eran de madera. ¿Era un hombre árbol? Fuese como fuese sacó su arco. Se parecía al que usaba su hermana para cazar jabalíes, aunque era más pequeño. El proyectil que sacó estaba rojo y brillaba, como si estuviera... ¿ardiendo? Su mano se endureció con su haki y la utilizó para parar la flecha. Esta atravesó el dorso de su mano y salió por su palma. Hizo una mueca de dolor. Quemaba. Con la otra mano la agarró, quemándose también y escuchando el siseo de la carne al ser quemada. De un tirón se arrancó la flecha y la tiró al suelo.
—¡Dame algo más que eso! ¡Vamos!
Su cuerpo se vio rodeado de un aura rojiza transparente a la par que saltaba hacia delante y dirigía un puñetazo descendente y potenciado hacia el arquero que, de esquivarlo, golpearía el suelo con gran potencia.
- Resumen:
- Parar la flecha con haki (un poco regular porque es solo nivel 2) y entonces dirigir un puñetaso rico rico potenciado con mi aura, que me da un rango más de fuerza para los golpes
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