[Reunión pirata] No todos son aptos

Los pies le escocían. Llevaba ya un rato caminando y empezaba a darse cuenta. ¿Cómo había sucedido aquello? Se quitó los restos de las botas sin tocarlos y los empujó lejos de una patada. Y con lejos, era lejos. Tal fue la inercia que atravesaron la pared con un silbido, llegando tras él una poderosa onda de choque. Y otra, y otra más. Esperaba que no le diesen a nadie o tendría serios problemas. Ahora el problema era, mayormente, asegurarse de que se recuperaba sin incidencias.

-Sana sanita- empezó a decir, mientras frotaba con dedicación sus pies. Afortunadamente no había llegado a pegársele a la piel, de modo que no había problemas mayores-, culito de rana- musitó, y una luz azulada brilló mientras la piel macilenta caía, dando paso a una nueva capa, todavía irritada, pero sin rastro de la ponzoña-. Si no sanas hoy sanarás mañana.

En un ejercicio de agilidad se besó ambos pies de forma simultánea, y siguió su camino. A la presencia de Deathstroke iban sumándosele cada vez más. Syxel, el tipo extraño, Arribor Neus... ¿Habría sido Arribor el responsable de esa muerte? Era probablemente la única persona de toda la contienda con capacidades para sobrepasar a Slade, aunque no veía normal en él asesinar sin más a una persona. ¿Tan débil sería Barbazul como para que el tuerto lo matase sin pretenderlo? Dudaba que siquiera se molestase en averiguarlo, era obvio que podría haberlo matado y, para bien o para mal, al sin corazón no le iban los desafíos sencillos.

En sus pies aparecieron de la nada las botas más espectaculares que uno pudiese imaginar. Sencillas, pero extremadamente elegantes, y cualquier sastre que las contemplase sentiría envidia y vergüenza de no haberlas hecho él. Olían a cuero trabajado y envejecido, repujado y curtido. Estaban hidratadas con aceite de los mejores olivos del Ojo, y los adornos en platino brillaban como si el hilo fuese la propia luna. De color azul marino como el cielo de madrugada, ligeramente vellosas y sin ninguna mácula, con suelas negras. Eran, obviamente, ilusorias, pero eso no detenía su avance sereno, y en cuanto estuvo ante las puertas abrió de par en par, tan fuerte que salieron del marco disparadas a los lados.

-Más vale que os escondáis todos- dijo, con tono tranquilo, como si no hubiese pasado nada-. Salvo vosotros dos- señaló a Deathstroke y Arribor-. Vosotros podéis seguir peleando. Ahora que lo pienso... Sólo escóndete tú. ¿Sabes qué? Mejor no lo hagas. Queda muy poco para el show.

Lentamente caminó, examinando el suelo y cada parte del lugar en general. Había rastros de una potente explosión, y restos de carne chamuscada esparcidos por el suelo. Evitó pensar en el propietario, porque las ganas de matar iban en aumento.

-¿Y bien?- preguntó, con una sonrisa forzada-. ¿Qué has hecho, Syx?

Una pequeña pero potente nube se formó sobre Syxel, desatando una intensa lluvia que lo apagase, y soplando hizo un camino en medio de su área de llamas. Hacía calor, sí, pero era soportable. Sus ojos estaban fijos en los del irresponsable pirata.

-No consideré que el mayor enemigo de mi tripulación podría ser tu estupidez- si el anciano capitán no se alejaba, trataría de pasarle el brazo por encima-. ¿Qué ha pasado aquí, Syx? ¿Dónde está la caca?- tranquilizó su tono, mientras observaba el "baile" de Deathstroke y Arribor-. Akagami viene hacia aquí, y... Bueno, si sabes lo que ha sucedido... Ya sabes.

Resumen:

Un silencio imponente inundo la sala durante el corto intervalo de tiempo que el individuo de cabellos azabaches tardó en responderle. En ese tiempo se fijó en toda la sala, desde las grietas cubrían el techo, pareciendo que fuera más inestable de lo que parecía, hasta los distintos tipos de componentes de los que estaban formados tanto el suelo como las paredes. ¿De qué tipo de materiales se trataba? Lo desconocía, pero debían de ser grandes aislantes térmicos si eran capaz de impedir que el calor saliera de aquella sala.

-¿Está acusando al compañero de Balagus, mi aliado, de ser un vulgar ladrón? –preguntó Zane, haciendo gala de esa labia de la que tanto solía presumir-. Eso es una ofensa para mí y para mi gente, caballero, pues se tratan de aliados míos. Me he criado entre mentirosos de todo tipo, ¿sabes? Así que vuelvo a decíroslo una vez más, tanto a usted como a su desnudo amigo… tenéis cinco segundos para dadme todas las banderas que tengáis, o si no…

Y fue entonces cuando del techo cayeron cuatro grandes rocas, de dos metros de alto por cuatro de ancho, y un grosor que no llegaba al metro. La primera cayó a las espaldas de William, haciendo crujir el suelo con el golpe. Las dos siguientes cayeron casi de forma simultánea en el extremo derecho, dónde se situaba el fetichista de ropa interior. Y la última, tras el grupo de Zane, la cual se rompió en decenas de trozos más pequeños, pero igual de candentes que las otras. La temperatura aumentó de golpe, quizás fuera porque las piedras desprendían un calor insoportable, o tal vez porque el pelirrojo se envolvió de un aura cálida mientras sonreía.

-¿Y bien? –inquirió pasados los cinco segundos, desenfundando una segunda katana, apuntando a cada uno de ellos-. ¿Seguís sin tener banderas?

Resumen:

Si bien el mapache había estado mentalmente ausente durante la reunión con el otro pirata, casi en piloto automático, cuando el dragón tiró de sus orejas para llevarlo volvió en si, acomodándose en el hombro de su capitán. El cual se detuvo de golpe y gritó al comunicador. El mapache había desconectado el suyo nada más entrar en el lugar, pues su oído ya era de por si demasiado agudo como para tener una fuente de sonido tan cercana al oído. Total, iba con el culo pegado al hombro de Dexter. Cualquier noticia que llegara al dragón le llegaría a él. El animal podía notar la rabia en su capitán. Movió las orejas hacia atrás por instinto, pues durante un segundo sintió en su capitán la sed de sangre de un depredador. A su instinto animal, además, se le añadió la sensación de muerte en el ambiente y… un extraño olor conforme los piratas avanzaban.

Olor a quemado y… sangre. El olor se intensificó cuando Dexter abrió las puertas con la sutilidad de una estampida de elefantes. Al olor se le sumaron ciertos aromas conocidos. Deathstroke estaba allí, y notaba acercándose el sútil aroma a azufre de Basil. Fue entonces cuando se dio cuenta. Otras dos personas estaban allí, no las conocía. Pero lo importante era quien no estaba allí. El animal no tardó en atar cabos. Apretó los colmillos, soltando un gruñido impropio de su silenciosa especie. Alrededor del animal, que había bajado del hombro de su capitán y quedado en el suelo, empezaba a formarse una brizna de viento que arrastraba granos de arena. Vio como el dragón descargaba una lluvia sobre uno de los extraños. El extraño que su instinto le decía era el depredador que había acabado con el miembro de su manada.

El mapache empezaba a perder su raciocinio. Se llevó la mano a la espalda y cerró la garra derecha alrededor del mango del Pacificador. Apuntó al extraño mojado. Su pulso temblaba, pero lo tenía cerca, no fallaría. Tenía preparado el segundo modo de disparo, el más potente, apunto de descargar un, tal vez dos, misil sobre el asesino. Su garra acarició el gatillo, pero… dudó. La presencia tranquila de su capitán lo detuvo. Apartó ligeramente el dedo del gatillo, sin dejar de apuntar, apelando a su humanidad. Aunque su lado animal, lleno de furia, lo estaba dominando poco a poco.

La sala de fuego era un escenario horrible y asqueroso para estar, incluso para alguien difícil de impresionar como yo. Tras un vistazo rápido, no encontré más salida aparte de la que servía de entrada, pero sí al sujeto de la habitación desértica y a su estrambótico y desagradable compañero.

Entrecerré los ojos y torcí el gesto, con creciente hostilidad. Dejé que Zane conversara con el individuo mientras me permitía apurar el contenido de una bota de agua vieja, antes de arrojarla sin miramientos al cúmulo de roca fundida más cercano. Por lo que pude oír, se nos acusaba a mí y a Dharkel de haberle robado la bandera al tipo, a pesar de que él nos la entregó como parte de un trato, sin duda, truculento.

Sin embargo, difamar sobre mí y sobre mi ética era algo que no iba a permitir. A medida que el pelirrojo finalizaba su contestación y desenfundaba las katanas para apuntar con ellas a los dos presentes al otro lado de la sala. Con los últimos peñascos cayendo al suelo, y el ultimátum recién lanzado al aire, guardé rápidamente mi hacha en sus correas, saqué mi arco y cargué una flecha en él. Inmediatamente, el proyectil salió volando a centímetros de la cara del negociador mentiroso, en un tiro muy bien calculado.

Con mi último acto sirviendo como advertencia, levanté la vista al techo para revisar su estado y, si por algún afán de la fortuna, el derrumbe hubiera abierto una vía de escape alternativa.

- Me temo, Marc, -Me dirigí a mi congénere, en caso de que aún siguiera conmigo.- que si no podemos subir por aquí, tendremos que atravesar la sala del agua, mal que nos pese.

Unas campanadas resuenan por todo el edificio, escuchándose con la misma claridad y tono en cada rincón de este, tras eso un sonido similar al de un micrófono ajustándose y, para acabar una cacofonía similar a la de alguien agarrando el aparato sin terminar de ajustarlo bien.

- Bueno Bueno Bueno chicos, veo que avanzáis y ya hay algunas personas que han llegado a la parte final del recorrido, pero no os estanquéis pues a penas queda media hora para acabar la prueba. Sólo para meteros algo de prisa, la verdad es que este edificio ha sido un dolor de cabeza y quería desmantelarlo lo antes posible así que no queréis estar dentro cuando eso ocurra. Dicho esto. Suerte a todos. - Os informa Viktor a través de la sala de comunicaciones.

Los luchadeiros con er team roketto:

Ivan y Nailah (Estáis en la misma zona):

Volcano Raiders:

Luka:

Los vengadeiros de Barba:

Avancé con cautela unos pocos metros a través del techo hasta que finalmente di con una oscura cavidad en la que apenas entraba la luz. Tras cerciorarme de mi cuerpo cabía en su totalidad regresé a la forma humana, manteniendo el rostro de mi capitán. Mi nariz se encogió ante el fuerte olor que allí había. ¿Habría suficiente oxígeno en la pequeña sala? ¿Estaría llena de gas? Aquel olor me resultaba familiar, pero no podía ubicarlo con exactitud. ¿Aceite quizás?

Me tomé un par de segundos para cerrar los ojos y centrar mis esfuerzos en aquella magia que mucha gente llamaba mantra buscando algún signo de vida aliada en las cercanías. Solo esperaba que si ubicase alguna fuese aliada y no hostil. Independientemente del resultado, no tardé en abrir los ojos y comenzar a buscar una salida. Si podía evitar volver a usar aquella forma, mejor. Odiaba el sentimiento de frío, de vacío, de soledad que le provocaba, por mucho que ya estuviese acostumbrado a tales sentimientos.

En el caso de no encontrar una salida, y muy a mi pesar, volvería a la forma completa al igual que en los casos previos, manteniendo la cara de Syxel y,deslizando una moneda entre los dedos a modo de ofrenda para mi diosa para que no me abandonase y me siguiese brindando su bendición, emprendería de nuevo el “vuelo” hacia arriba. En algún punto, por muy elevado que éste fuese, tendría que terminar. Por muy férrea que fuese mi paciencia y por muy fríos que fuesen mis nervios, deseaba llegar al barco para poder volver a ser yo mismo.

El agrietado suelo de aquella calurosa y, al mismo tiempo apacible estancia estaba cubriéndose por una colada de lava con aspecto de estar demasiado caliente incluso para el espadachín de cabellos rojizos. Descendía por un lateral de la sala, lo que indicaba que estaba ligeramente inclinada, pero no mucho. Aparte de eso, los continuos temblores que azotaban aquel lugar cesaron, volviendo a una relativa calma. ¿Por qué relativa? Simple, pues la voz de Viktor retumbó con eco por todos los rincones del edificio, avisándoles de que les quedaba poco tiempo para salir de allí.

«Maldito mafioso de segunda»

El pensamiento inicial del antiguo supernova era irse de allí lo más rápido posible, pues no quería morir sepultado por los escombros. Pero de pronto, sin esperarlo siquiera, el sutil tacto de una tela barata con un ligero aroma a requesón mezclado con heces de semigigante rozó su cara. A medida que caía el calzoncillo por la cara del pirata su gesto fue cambiando, de un rostro asqueado a uno más colérico. La vena de su frente se infló de golpe, y resopló.

-No debiste haber hecho eso –dijo, apretando con fuerza las empuñaduras de sus respectivas armas-. ¡Therax, Balagus! El moreno es vuestro –ordenó, refiriéndose a William-. Marc, tú intenta abrir la puerta por la que hemos entrado, sino busca otra salida. Mientras tanto yo voy a encargarme del gracioso.

El pelirrojo miró fijamente a su oponente, intentando atemorizarlo ejerciendo una ligera presión con su haki del conquistador, que no desmayarlo, pues eso sería demasiado fácil para una ofensa de tal calibre como tirarle un sucio calzoncillo a la cara. Y, tras desplegar sus grandiosas alas de plumaje carmesí con destellos dorados, se abalanzó sobre el ladrón de ropa íntima con su zurda, trazando una diagonal ascendente, para justo después usar su katana restante e intentar clavársela en el pecho.

Resumen:

El dragón no era capaz de razonar, cegado por la ira que consumía su ser en aquel momento. Solo quería soltarlo todo, desatar la furia y rabia acumuladas durante tantos años de culpa y arrepentimiento. Sin importar las consecuencias, el desgraciado que hubiera provocado la muerte de Barbazul iba a pagar por todas las pérdidas que había tenido que soportar hasta el momento, pese a no tener nada que ver con la mayoría. No era justo, pero ya no controlaba su cuerpo. El peso de la responsabilidad que sentía hacia todas esas muertes era demasiado grande como para poder soportarlo. Sus puños, ahora garras, se cerraron con fuerza, tanta que incluso atravesó su dura piel, provocando que leves hilos de sangre comenzaran a manar de las superficiales heridas. Ni siquiera se dio cuenta de ello. Su mente se encontraba demasiado ocupada en analizar las presencias que se encontraban frente a él. Dexter parecía haber llegado junto a Deathstroke, lo cuál sería problemático. Dudaba que el capitán fuera a permitirle hacer nada en ese estado, pero en ese momento le importaba poco o nada. Si tenía que discutir con él, lo haría. Solo sería otro de tantos choques. No fue capaz de reconocer a los dueños del resto de voces en su estado, pero poco importaba. En ese momento le daba igual si debía enfrentarse a un grumete o a todo un yonkou. Lo aplastaría, fuera quien fuera.

─ ¿Eh? -sus pasos se detuvieron en el momento en que la pelirroja se interpuso en su camino- Déjame pasar, Mura -le ordenó con un tono seco y el ceño fruncido, adoptando una expresión ciertamente intimidante, acentuada por su aspecto dracónico-. Voy a hacer lo que tiene que hacerse, os guste o no a ti, a Dexter o a todo Blue Rose.

Sus ánimos comenzaban a caldearse aún más de lo que ya lo estaban. ¿Por qué le cortaba el paso? ¿Acaso no comprendía lo que estaba ocurriendo en su mente en ese momento? Ella más que nadie debía comprender la situación en la que se encontraba el contramaestre. Si alguien debía apoyarle en aquello, era su compañera. Se planteó echarla a un lado y proseguir su camino, pero su cuerpo no se movió. Simplemente se quedó ahí, observándola. Podía notar su temor y nerviosismo, no era nada que estuviera ocultando lo más mínimo. Aun así, se mantenía allí, frente a él, dispuesta a impedirle avanzar hasta que comenzase a razonar.

─ ¡Claro que no lo es! -gritó, alzando la voz hasta tal punto que sonó como un rugido- ¡Sé que no va a traer de vuelta a nadie, no soy estúpido! ¿Pero qué esperas que haga? ¿Que me quede de brazos cruzados? -Avanzó unos pocos pasos más, quedando prácticamente por encima de ella, mirándola desde arriba- No puedo no sentirme así. He faltado a mis responsabilidades otra vez. Lo menos que puedo hacer es... Es...

Su cuerpo había comenzado a temblar ligeramente debido a la tensión del momento, así como por la bomba de emociones que acababa de explotar en su interior. Sus afilados dientes rechinaban al ejercer presión unos sobre otros y sus ojos se encontraban muy abiertos, mostrando en su interior un fuego alimentado únicamente por el dolor que sentía. Sin embargo, más cerca ahora, no pudo más que fijarse en la expresión de la chica. No era que no le entendiera, claro que lo hacía. Estaba... ¿Protegiéndole? «Soy un estúpido», sentenció en su mente, antes de relajar su expresión. Sabía a lo que llevaba dejarse llevar por la rabia. Lo único que obtendría sería más dolor y muerte. Probablemente, de entrar así, se hubiera enfrentado incluso a Dexter o Deathstroke de haber intentado detenerle. ¿Era ese el tipo de persona en el que se había convertido? Tras tantos años, tras tanto esfuerzo por dejar de lado el rencor, había retrocedido hasta el punto inicial: un simple muchacho consumido por la sed de venganza.

Su cuerpo comenzó a menguar lentamente, así como su musculatura. Poco a poco las escamas fueron desvaneciéndose en su interior y sus rasgos recuperando los de su forma humana. Las alas y la cola también desaparecieron hasta que, finalmente, tan solo quedaba un hombre, no su dragón.

─ Lo siento... -Murmuró, bajando la mirada, avergonzado de haberse comportado así- Me dejé llevar por la situación.

Llevó la mano izquierda hacia el brazo contrario, recorriendo con la yema de los dedos la tela que conformaba la bandera de los Demons. Sentía que, después de tanto tiempo, no merecía portar aquellos colores.

─ Vayamos con los demás. Juntos -le pidió entonces, ofreciéndole entrar a ella primero con un gesto.

Resumen:

Arribor vio como su látigo no encontraba su objetivo. En lugar de un cráneo y un crujido, se topó con que el otro tipo se interponía en su ataque. ¿Qué diablos le pasaba a ése? Y no solo tenía la desfachatez de interrumpirle, sino que también le lanzó una cosa de aspecto cortante. Arribor la detuvo deformando los restos de su arma de sangre y usándolos como escudo antes de reabsorberla.

-Eh, eh, si quiero su bandera ya la cogeré yo. Y luego irá la...

Su amenaza quedó interrumpida por la presencia del dragón. Otra vez el maldito dragón. ¿De dónde diablos aparecía? últimamente no daba dos pasos sin toparse con él. Primero, cuando peleaba por las espadas, y ahora, otra vez. Bien, quizás no fueran muchas, pero a él le bastaba para irritarse. Lo curioso fue que no iba a verle a él. De hecho, le dedicó unas pocas palabras y luego lo ignoró para centrar su atención en el hombre en llamas. Todo el mundo intentaba quitarle a su presa.

Tras Black iba un animalejo peludo. ¿Qué sería? Parecía un ardilla. O quizás una rata. Lo cierto era que Arribor no tenía mucha idea sobre roedores. Lo mejor sería preguntar, aunque no quería quedar como un ignorante. Además, tenía cosas más importantes en qué pensar. Carraspeó con fuerza para hacerse oír y trató de poner algo de orden allí antes de que se terminase el tiempo. Malditas pruebas con límite de tiempo.

-Ejem... No es que quiera interrumpir, pero estábamos en medio de algo aquí, lagarto. Iba a conseguir un par de banderas. ¿Por qué no esperas tu turno?

No sabía si Dexter estaba allí para pelear por las banderas o algo así, pues parecía interesado solo en el pirata sobre el que descargaba su nube. Cómo odiaba esa nube... Y daba la sensación de que aquello era el menor de los problemas de aquel tipo. Había mucha cólera contenida en esa sala y, por una vez, Arribor no era el blanco. Qué sensación tan refrescante.

-Oye, ¿eso es una rata?

En cuanto percibió las presencias de Biscuit y Nailah acercándose se incorporó, tapándose la herida con la zarrapastrosa gabardina. Se había curado ya en buena medida de todos modos, pero no se fiaba de sus aliados. Sabía que podía confiar en Syxel, pero el resto... el hecho de que su contramaestre le dirigiese miradas de "amor" cada vez que lo veía era motivo de sobra para desconfiar del resto. La chica pareció reconocerlo al momento, pues le preguntó por su capitán. Mierda, ¿y ahora qué diablos iba a responderle? Si le decía que lo había abandonado a su suerte tal vez tuviera que enfrentarse a ambos. Para colmo notaba una presencia más de la tripulación cerca. No recordaba a quién pertenecía, pero dado que le resultaba familiar suponía que era también otro tripulante de Jigoku. No es como si conociera muchos piratas aparte de ellos... vivos, claro.

- Nos separamos - dijo, con gesto grave - ¿Habéis logrado alguna bandera?

"Syxel, contesta maldita sea. ¿Sigues ahí?" preguntó telepáticamente, cada vez con menos esperanzas de recibir una respuesta. Reaccionó al sonido de la alarma agachándose y llevando la mano al mango de la katana, con sus ojos destellando furiosamente. Sin embargo se relajó en cuanto escuchó la megafonía y comprendió que no era un enemigo. Debía relajarse un poco, estaba demasiado tenso... cosa que no mejoró cuando Viktor terminó su mensaje. ¿Aún encima tiempo límite? Aquello sí que empezaba a pintar mal.

- Va a ser mejor que me deis las banderas cuanto antes. Yo tengo las dos nuestras. Así las registraré de parte de Syxel y vamos asegurándonos el puesto... aunque antes esperaría a ver si llega alguno más de la alianza.

Esperaba que no le dieran muchos problemas. Cabía la posibilidad de que reaccionaran mal y sospecharan de él pero, aquel era el plan de Syxel desde un principio. Si eran obedientes a su capitán le darían sus banderas.

resumen:

Los luchadeiros con er team roketto:

Ivan, Nailah y Luka:

´

Dharkel:

Volcano Raiders:

Los vengadeiros de Barba:

El feroz ataque del pirata pelirrojo fue rápidamente bloqueado por el hombre sin ropa, casi sin inmutarse. No solo era un claro aspirante al título al exhibicionista del año, no, sino que también parecía ser más poderoso y hábil de lo que parecía a simple vista, siendo capaz de desviar el ataque con la palma de su mano completamente desnuda y sin inmutarse si quiera.

«No te fíes de las apariencias, muchacho»

En su cabeza pudo oír una de las primeras lecciones que le dio su abuelo durante sus casi dos años de entrenamiento en la isla de Wano, la cual parecía haber olvidado en pocos meses. Primero en Lerna, luego con Berthil y ahora con aquel extraño sujeto. Respiró hondo y fijó su mirada sobre el hombre, que despareció durante un instante, apareciendo en la retaguardia del pirata.

-Así que por la espalda… -susurró Zane, mostrando una sonrisa y dejando que su oponente le golpeara, notando una leve punzada en su omóplato de un par de centímetros, pero si hacerle mucho daño. Eso se debió, sobre todo, a sus entrenados reflejos, pues, en el momento que contempló que iba a atacarle, su piel se había tornado de un color negro que parecía brillar con luz propia, mostrando un ligero destello de color verdoso-. Algo me dice que eres más que un ladrón de ropa interior, ¿verdad? –preguntó, girándose relajado y mirándole a los ojos-. No es la primera vez que veo esos movimientos durante esta reunión de piratas.

La tensión se palpaba en el ambiente y no quedaba mucho tiempo. Therax combatiendo con William. Marc buscando una salida. Y Zane debatiendo la posibilidad de que fuera otro agente el que tuviera frente a sus narices. ¿Sería uno de ellos? Había un cincuenta por ciento de posibilidades, aunque tampoco sería la primera persona que sabía técnicas parecidas a las del gobierno. Soru y Shingan, o la va capacidad de moverse a mucha velocidad y la habilidad de atacar con los dedos de la mano. Tampoco es que supiera mucho de esta última, pues solo la había probado en sus carnes tres veces contadas.

Tras ello, haciendo gala de su apodo se quitó la camisa, tirándola sobre la lava ardiendo, desvaneciéndose en pocos segundos hasta quedar reducida a cenizas. Su torso estaba ensombrecido por la acción de su haki de armadura, pero eso no quitaba que tuviera el tren superior más perfecto que estuviera contemplando cualquiera de la sala, sin apenas cicatrices y trabajado durante años en distintos lugares y salas de entrenamiento.

«Comencemos»

La sonrisa de emoción que tenía el pirata de cabellos rojizos en su rostro dejaba entrever que tenía ganas de combatir con aquel extraño sujeto de escasa ropa. No podía evitar mirarle de arriba abajo, aunque no mucho, puesto que tenía unos cuádriceps más marcados que los suyos. «Hay que entrenar más las piernas» se dijo así mismo. Sin embargo, aquello no era lo que más le llamaba la atención de aquel ladrón de ropa interior, sino la forma en la que había desviado el ataque de sus espadas, las cuales ahora se tornaban de color negro, al igual que su cuerpo.

Podía notar la emoción en su piel, mientras se aferraba con fuerza a los mangos de sus dos espadas –Supuringugeiru y Samauindo-. Los bellos de su brazo se erizaron como los de una fiera cuando está frente a otro depredador, analizando todo lo que sabía de su oponente para poder realizar un ataque efectivo. Era una persona ágil como una gacela y tenía los reflejos y la velocidad de un guepardo, siendo capaz de anticiparse a los movimientos del pelirrojo. ¿Tendría haki? Se preguntaba, siendo una posibilidad muy alta de que fuera afirmativo. A día de hoy cualquiera que poseyera nivel del nuevo mundo lo tenía, o bien podía usarlo en momentos de crisis. Intuyendo todo eso, Zane cogió una bocanada de aire y la soltó de golpe, en menos de un segundo. Su cuerpo comenzó a tonarse de un color dorado y sus ojos se rasgaron como los de un ave rapaz, manteniendo la anomalía cromática –el izquierdo de color verde y el derecho azul–. La presión que ejercía el aura ígnea que desprendía hacía que su cabello se erizara y en su espalda, de forma circular, surgió un halo de energía de gran tamaño.

«Suzaku interior nivel dos»

Envuelto en llamas y haki de armadura, en un abrir y cerrar de ojos, a gran velocidad se abalanzó hacia su descocado contrincante, trazando una diagonal descendente con su diestra. El recorrido de la katana iría desde su hombro derecho, apuntando al cuello con intención de hacerle una herida de gravedad, hasta su oblicuo izquierdo. Inmediatamente después, usaría su zurda para intentar darle una triple estocada ardiente en cualquier parte de su torso. Con esos ataques intentaría medir la capacidad de reacción del ladrón de ropa íntima, así como sus cualidades físicas y posibles habilidades hasta ese momento ocultas.

Datos Técnicos:

Resumencillo:

Sí, sin duda iban a cargarse a ese tipo. ¿Qué habría hecho? A saber... Puede que hubiese robado a Dexter o que se hubiese burlado de su pelo. Pensándolo bien, eso no terminaba de convencerle. La situación parecía demasiado seria como para tratarse de algo tan nimio, y más si el propio Yonko sería el encargado de darle muerte. Al fin y al cabo, el que resultó ser su camarada había insistido en esperarle. Qué molesto... Conseguir esa bandera iba a ser difícil si se ponían tantos por medio. A lo mejor se la daban sin pelear pero, ¿qué gracia tendría eso?

Luego permaneció unos segundos observando a la ardilla. Al mapache, mejor dicho. Llevaba un arma casi más grande que él mismo que era imposible que pudiese manejar bien. O eso suponía. ¿Era la mascota de Dexter? Arribor había imaginado que el dragón tendría un mejor gusto para elegir mascota. Se lo había imaginado con un perro chiquitín y de pelo brillante, uno de esos molestos chuchos de ladridos agudos y temblores constantes. Pero, ¿una alimaña?

El acero rasgó la piel de Arribor. Menos mal que sus músculos absurdamente duros le servían para evitar que algún desalmado le destripase. El pirata hizo caso omiso del corte y la sangre comenzó a manar de la herida, moviéndose con vida propia y extendiéndose hacia delante con movimientos fluidos. Se expandió como tentáculos afilados para envolver y ensartar desde todas direcciones a quien le había atacado. Y entre cada tentáculo se iban formando delgadas burbujas explosivas, que iban rehaciéndose a partir de sus restos continuamente para explotar de nuevo con sus peligrosas ondas expansivas.

¿Sería el mapache tan molesto como Franklin? La imagen de que Black tuviese tantos problemas con su animal como él tenía con el suyo le hacía bastante gracia. No, era imposible que se pareciese ni siquiera un poco a la morsa. "Eh, idiota, ¿se te ha olvidado la pelea?",
le recriminó su voz interior, esa que le hablaba de vez en cuando para tocarle las narices y para recordarle que no había comido.

Efectivamente, se había olvidado. "Ya me extrañaba a mí que me atacase sin más".  Se encaró de nuevo con el tipejo crea-tornados, reabsorbió su sangre y se abalanzó para darle un derechazo.

Solté aire con fuerza por la nariz, tratando de centrar mis pensamientos en no enfurecerme antes de tiempo. El insoportable ambiente, la cháchara incesante, el banal intercambio de acusaciones... Ni siquiera la cómica imagen de Zane recibiendo unos calzoncillos en todo el rostro pudo animarme llegados a ese punto. Siendo todo así, no pude sino esbozar media sonrisa cruel cuando el pelirrojo me mandó atacar junto a Therax.

- Sí, señor... -Mascullé con satisfacción, guardando mi arco y crujiéndome los nudillos.

El oficial aliado fue el primero en atacar con dos ondas cortantes creadas desde su espada. Esta táctica obligó al sujeto a replegarse rápidamente, al tiempo que Zane en enzarzaba contra el extravagante exhibicionista. Aunque sólo de pasada, pude detectar la terrible aura que el capitán estaba emanando, a juzgar por cómo lo sentía, directamente hacia nuestros enemigos.

"Una oportunidad demasiado bonita como para no aprovecharla."

Convencí rápidamente a la parte racional de mi mente de que dejara de lado esa sensación de amenaza tan ominosa a mi lado, barrí rápidamente la sala con mi haki observador para confirmar la posición de mi objetivo, tomé carrerilla y salté hacia el centro de la sala, más concretamente a la roca tras la que se ocultaba el desdichado.

- Te interesará saber -Comencé en cuanto aterricé, usando una rodilla flexionada y mis nudillos derechos para amortiguar el impacto.- que, en realidad, ya conseguisteis una bandera. Hecha de ropa interior, para ser exactos. -Con mi amenazadora estatura haciendo sombra, me aproximé hacia el hombrecillo para reducir su espacio y arrinconarle.- Y deja de lloriquear. ¿Es que te habías olvidado de que tratabas con piratas?

Y apenas terminé de hablar, dejé que mi gesto de divertida superioridad cediera ante uno de violenta furia en fracciones de segundo, en las cuales también lancé un puñetazo descendente a la cabeza todo lo rápido que me fue posible. A juzgar por sus tiempos de reacción vistos hasta el momento, suponía que debía conocer el haki observador o algo similar, mas mi intención de hacerle daño directo sólo enmascaraba otra más retorcida: obligarle a retroceder y reposicionarse hasta que el creciente magma le cortase todas sus escapatorias.