[Reunión pirata] No todos son aptos

Las llamas que ahora formaban mi cuerpo comenzaron a extenderse por el suelo a mi alrededor, cubriendo una pequeña área e incrementando cada vez más la temperatura de aquella extraña sala. Balagus a Ivan habían conseguido alejarse, lo cual me tranquilizaba enormemente. Fuera lo que fuese a pasar allí, no sería bueno que les pillase cerca.

Tampoco tuve tiempo para darle muchas vueltas, pues Arribor tomó la iniciativa y se lanzó contra mi en una sorprendente ofensiva. Aún haciendo uso del haki apenas pude reaccionar a su movimiento, tratando de intensificar las llamas para que el calor evaporase la sangre y me protegiese del golpe de aquel extraño látigo, o al menos lo mitigase. Aunque mi esfuerzo fue innecesario, pues Deathstroke se había adelantado para protegerme del ataque. Al parecer, su único interés era mantenerme con vida hasta que su capitán llegase para encargarse de la situación. Y me instó a entregar las banderas que pudiese llevar para dejar de ser un objetivo del Sin Corazón.

- Lo cierto es que no llevo ninguna bandera encima - le respondí en tono neutro, pero alzando ligeramente la voz para que ambos me escuchasen.

Aunque decía la verdad, no tenía forma de demostrarlo, ni ellos motivos para creerme. Pero a pesar de la situación, en tan solo unos instantes Arribor y Deathstroke parecían haberse olvidado de mi por completo, convirtiendo nuestro enfrentamiento en un duelo entre ambos. Ese simple hecho me dio de lleno en el orgullo, de nuevo, doliéndome más que cualquier cosa que hubiesen podido hacerme. Al contrario de lo que la mayoría creyese, no era imbécil, y tenía claro que poco o nada podría hacer en una situación como esa. Pero no estaba dispuesto a quedarme al margen. Así pues, tragué saliva una vez más e hice acopio de valor, empuñando mi espada con decisión y dando un paso al frente. Aunque no sirvió de mucho.

Apenas habían pasado unos segundos cuando una de las puertas de la sala salió volando, precedida de un ensordecedor estruendo. Y cuando vi aparecer una figura familiar por el hueco de esta, dejé caer los brazos resignado.

“Ha llegado antes de lo que esperaba… parece que se acabó la diversión” Pensé sin quitarle la mirada de encima.

Sin perder un instante echó a andar hacia mí, al tiempo que comenzaba a llover en la sala. En cuanto noté las primeras gotas pasé de nuevo a mi forma humana, pues cualquier otra cosa ya no tendría sentido. Me mantuve en silencio hasta que le tuve justo en frente. Sin contar el breve encuentro de Síderos un par de años antes, ni recordaba cuanto había pasado desde la última vez que le vi.

Me pasó el brazo por encima, sacándome de mis divagaciones, y me dirigió una frase tan irritante como el tono en que la había pronunciado. Apreté la mandíbula y quise reclamárselo, pero dada la situación y el desastre que había causado, tampoco podía quejarme. Acto seguido comenzó a sonar la voz de Viktor en todo el lugar, aunque no le presté demasiada atención, mantuve la mirada fija en Dexter.

- Supongo que podemos saltarnos las formalidades y la charla - comencé, mientras envainaba la espada y me volvía a situar de cara a él. Tuve que alzar la mirada, dándome cuenta entonces de lo mucho que había crecido. Y me sentí tentado de hacer algún comentario al respecto, pero de nuevo me contuve. En su lugar, le hablé con calma, relatándole lo sucedido. Imaginaba que su oficial ya le habría informado, pero quería ser yo quién se lo contase. - Creo que me conoces lo suficiente cómo para saber que no me produce ninguna satisfacción matar a otro pirata. Pero, aunque haya sido un… accidente - no me gustaba ese término, pero tampoco se me ocurrió otro en el momento - ya poco puedo hacer al respecto. Si navegaba bajo la bandera sabía a lo que se arriesgaba… y yo también. Así pues, aunque podría seguir hablando, excusándome o disculpándome por lo sucedido, sería de tontos creer que eso va a cambiar algo. Sea lo que sea lo que vaya a pasar aquí ahora, ambos sabemos que la decisión es tuya.

Resumen:

“¿Final del recorrido? ¿Desmantelar el edificio?” – pensé para concluir en que tenía que terminar de ascender. Poco podía fiarme de aquella magia que indicaba la ubicación de presencias cercanas, pero aun así era mejor que quedarse atascado en aquel agujero sin luz, y mucha mejor opción aún volver a descender al titánico combate que con toda seguridad se estaría llevando a cabo.

Nada más terminar de ascender hasta una sala con una especie de escáner, volví a la forma humana, esperando que los allí presentes no hubiesen reparado en aquel hecho. ¿Tendría algo que ver con la maquinaria que acababa de atravesar? Nunca se podía estar seguro y aquel no era precisamente mi ámbito de trabajo.

- Terminemos cuanto antes – dije dirigiéndome hacia mi “gemelo” mientras terminaba de sacar la bandera que diplomáticamente había conseguido, para acto seguida dársela -. Creo que esto te pertenece – le dije esta vez al gyojin tendiéndole su propia bandera -. Deberíais ser más cuidadosos la próxima vez.

Una vez hube terminado de repartir las banderas entre compañeros y aliados me dispuse a inspeccionar los alrededores de aquella sala buscando alguna salida. Si llegase el peor de los casos, no dudaría en dejarles atrás. Estaba cansado de aquel absurdo juego.

Los luchadeiros con er team roketto:

Ivan, Nailah, Luka y Dharkel:

Volcano Raiders:

Yo, Arthur Silverwing, como encargado de llevar los capítulos me gustaría pedir disculpas en mi nombre y en el nombre del staff por haber mantenido el evento en una pausa prolongada y no programada. A partir de ahora esperamos poder continuar con regularidad hasta el final.

«¿Qué clase de tipo es este?» pensó el pelirrojo, al ver como sus ataque se deslizaban sobre la musculosa y aceitosa piel de aquel extravagante individuo. Su poder no consistía en anular los ataques de su oponente, eso estaba claro, pues la fuerza de ellos no se perdían al dar el golpe, era como si se propagara por su cuerpo si hacerle algún daño; era todo muy raro. Notaba como cada ataque que le propinaba era certero y demoledor, y él lo recibí a cuerpo desnudo, como si nada. Zane maldecía a su enemigo para sus adentros, pero entonces, sin esperárselo, la única estocada que había dado le atravesó el estómago. Aquello le hizo pensar que quizás esa fuera la única forma de detenerle, dejar de lado los cortes simples y hacer de él un queso gruyere.

El espadachín de Wano mostró una sonrisa, que fue borrada de golpe de su gesto. El otro descamisetado había atrapado su katana con sus músculos y no podía moverla, tan solo unos pocos centímetros. Y de repente, todo se tornó de blanco y negro. Era extraño. Sentía la respiración de todos los que estaban a su alrededor, los movimientos de sus compañeros en cámara lenta. Como las bolas de queso de Marc golpeaban la espalda de escurridizo camarada de su oponente. Los ataques de Therax y Balagus. Como aumentaba la ardiente lava. Aunque eso no era lo más relevante, sino que podía ver las intenciones de su oponente, como su mano envuelta en haki de armadura tomaba la apariencia de una cuchilla, traslucida, que apenas se veía, ¿sería energía materializada? ¿Quizás una habilidad oculta de una posible fruta del diablo? A saber, eso solo lo sabría él y el divino. Pero su intención era la de cortar el brazo del pelirrojo con una mano y atravesarle el pecho con la otra. ¿Qué tenía que hacer? La solución más factible era soltar la espada y recular, quizás recibiendo un golpe mientras esquivaba, sin embargo, aquello sería su deshonra como espadachín. Así que solo le quedaba una opción: arder.

De forma inmediata, todo volvió al tecnicolor, el tiempo transcurría de manera normal. Sin lugar a duda había sido su mantra, no era la primera vez que le pasaba, y dudaba que fuera la última. Su cuerpo aún estaba recubierto de haki de armadura, y su suzaku interior activado. Soltando su katana durante unos segundos se aproximó a su oponente gracias a su firebust y lo abrazó con fuerza, casi al mismo tiempo que aumentaba su tamaño y adoptaba su forma híbrida. Intentó clavarle sus afiladas garras en la espalda de su contrincante para que no se pudiera escapar y, mientras se envolvía de un fuego azulado y muy intenso, agitó sus alas elevándose. El fuego aquel era especial, era dos veces más intenso del que solía crear normalmente, por eso su tonalidad azulina. Se trataba de su fuego zarco –cabe aclarar que la temperatura del fuego es de 1000Cº–. Las llamas rodeaban todo el cuerpo de Zane y se lo estaba trasmitiendo al exhibicionista, su intención era parar en el momento en el que se desmayara o bien acabar con él. Era un juego de piratas, y sí la intención del exhibicionista era acabar con la vida del viejo supernova, él lo haría primero.

Datos técnicos:

Resumen para vagos:

Nailah arqueó las cejas extrañada. ¿Y debía creerse eso? ¿Acaso era tonta? Ver al pirata en su estado no le indicaba que su capitán estuviera en mucho mejor estado. Sin embargo, si Syxel había decidido confiar en él para entregarle las banderas no sería ella quien se opusiera. La verdad es que le hubiera gustado mucho más entregarle su bandera al pelirrojo que al capitán. Suspiró y llevó la mano a su pecho, sacando la bandera del entrepecho y desenrollándola a medida que se la tendía. A la vista quedó el extraño dibujo ideado por su compañero, una especie de chica con un enano saliéndole del pecho.

-¿Sabes qué? Da igual.

Nailah apretó con fuerza la bandera y bajó la mano. Había cambiado de opinión al tener que entregársela a aquel desconocido. Al cabo de un rato apareció otro clon de Syxel, por un momento Nailah pensó que sería el original, pero resultó no ser así. De haber sido su capitán se la hubiera entregado sin problemas. Al ver que él si la entregaba, la pirata se dio la vuelta, hablando con el tontatta.

-Creo que ya hemos tenido más que suficiente en esta fortaleza, vamos a descansar un poco y a celebrar que abandonaremos este lugar.

En cierto modo estaba molesta, no entendía el por qué, quizás por todo lo que había pasado desde el principio y se fue acumulando. Se empezaba a cansar de que no fuera respetada o que la dejasen de lado a la hora de adentrarse en la fortaleza. Biscuit había resultado ser increíblemente agradable a pesar de su ego, pero le había caído bien y deseaba que él continuase su viaje junto a ella.

Sin embargo, cuando escuchó la voz del gyojin, uno de los miembros de la banda de Zane, se giró inmediatamente. Creía que las cosas se iban a poner tensas con el falso Syxel así que se acercó. ¿Él sería leal a su capitán? Lo descubriría entregándole la bandera.

-Eh, toma - dijo tendiéndosela en la mano - Entregásela en mi nombre, él se la merece mucho más - sonrió y tomó una pausa - Si no me encuentro con él cuando termine esta fase o cuando termine todo este torneo en sí, ¿podrías decirle que me alegra haberlo visto?

Esperó su respuesta. En cuanto la tuvo se dio la vuelta, abandonando la sala. No se arrepentía de habérsela dado al gyojin, ella conocía al pelirrojo desde la adolescencia, sabía de lo que era capaz y por una vez había desobedecido al capitán y, lo peor, es que le daba igual. Suspiró a medida que caminaba, en el fondo esperaba verlo de nuevo, pero quién sabía la suerte que correrían. Ella mientras tanto debería esperar.

Resumen:

Casi había pasado su mano por el hombro de Syxel cuando la voz de Arribor llegó a sus oídos, pero lo ignoró totalmente. Por una vez él no era el protagonista, y no iba a darle una importancia que en ese momento no le correspondía. El protagonista de la noche era el pirata que tenía a su lado. El famoso, infame, temido y respetado capitán Silver D. Syxel... ¿Por qué todo el mundo llevaba una D. en su nombre? Entendía lo de Legim, pero ni él había tenido cuarenta y dos hijos ni Dexter era su apellido. En cualquier caso, ¿Era respetado? Por algunos, quizá. Temido, al menos por él, un poco. ¿Qué clase de hombre podía cometer la insensatez de matar delante de Slade Wilson a un miembro de Blue Rose? Había sido un plan para atraerlo o un simple error, y en ambos casos había una característica en él que lo hacía infinitamente peligroso: Para el primer caso, tenía la seguridad de poder enfrentar como mínimo a Deathstroke; si estaba en el segundo simulacro, era tan insensato que en cualquier momento podía volverse un terrible peligro. Y, aunque confiaba en que fuese la segunda, el miedo a la primera estaba ahí.

Escapó del abrazo y lo enfrentó, envainando su espada. Era alto, pero estaba lejos de los más de dos metros que medía él, y la situación no parecía, en ningún término, una reunión de iguales. Por una parte Dexter, sin camisa, envuelto bajo el embozo de su abrigo perfectamente rematado, mientras Syxel vestía un chaleco de cuero con capucha algo hosco. El arma del capitán se había envainado, mientras la del emperador permanecía aferrada en su mano, casi perforando el suelo sobre el que reposaba, deseando volar. El pirata abogaba por su, si no inocencia, falta de dolo, mientras el dragón observaba inmutable, incapaz de decidir lo que debía hacer.

-Barbazul arriesgó su vida para poder entrar- oteó el suelo, buscando encontrar algo entre los restos de ropa y carne chamuscada. Cerró los ojos y se concentró, buscándose a sí mismo-. Aún llevaba mi vivre card encima cuando murió aquí.

Siguió ignorando el combate mientras se acercaba a un montoncito de vísceras con cinturón y un saquito de cuero medio quemado que en el caos de la explosión debía haber llegado inexplicablemente hasta allí. En su interior se encontraba el pedazo de papel, vibrando fuertemente hacia él. Volvió la mirada a Syxel.

-Su entrada a la banda pasó por entregar siete barcos a mi flota y sabotear el puerto de Shellstown- dijo, guardando la tarjeta en su bolsillo. Por un momento había olvidado que no llevaba botas-. No llevaba mucho tiempo con nosotros, pero de no haber sido por ti podría haber pasado por todo lo que nos queda por vivir- hablaba con una voz calculadamente fría, evitando los sobretonos, obviando los matices. Gaedor era miembro oficial de la banda hacía casi dos años, pero lo había visto en contadas ocasiones... Pero era su compañero-. Protegerlo era tarea mía, lo que significa que tú has cargado otra muerte a mi espalda.

El suelo empezó a resquebrajarse poco a poco, y las grietas empezaron a profundizar en las paredes para extenderse por toda la habitación. Tenía el ceño fruncido, y el peso de su Haki comenzaba a envolver el ambiente. No estaba fijo en nadie en particular, ni pretendía que nadie cayese por el peso de su dominancia... Pero iba a sentir el miedo.

-No puedo perdonarte.

Su brazo se volvió negro y brillante, como un rubí en la noche, y veloz como una bala la cabeza de un dragón empezó a moverse por toda la estancia. Rugía en silencio con sus dientes naranjas, y dejaba un río de zafiros allá donde su largo cuerpo se extendía siseante. Brillaba con fulgor rojo, y tras envolver el escenario su gran cabeza se frenó a cinco metros sobre Dexter, esperando la orden final.

-Explosión final- musitó, mientras sus piernas se envolvían en escamas y dos pequeños cuernos surgían de su frente. Donde el pelo blanco y negro había ondeado antes, ahora era azul. y de la boca del dragón surgió un resplandor azul-. Zafiro Negro, Mech Marhna.

El rayo fue más rápido que la sierpe, pero ambos se abalanzaron sobre el capitán buscando no devorar nada. Sonó el trueno más potente que jamás nadie hubiera escuchado, y filos azules volaron hacia la posición de Syxel como si aún quedase algo que rematar. Y, tras la deslumbrante luz del rayo, todo volvió a la normalidad. Syxel seguía vivo, sin un rasguño, y los restos de la ilusión terminaron por disiparse lentamente.

-Si hubiese una mínima posibilidad de que hacerlo me hubiera devuelto a Barbazul no se habría quedado sólo en una advertencia- le aseguró-. Tienes un año para enmendar tus errores, Syxel. Si no lo haces, seremos enemigos- miró hacia Deathstroke-. Cuando termines con Arribor te veré fuera. Tenemos que hablar.

Sin desplegar las alas se impulsó con un gran salto. Si tenía suerte, la estancia no resistiría la presión estando ya ajada por las grietas. Se coló por la salida superior y esperó a observar qué podía ver allí.

Resumen:

Los golpes del grandullón no parecían estar teniendo el más mínimo efecto sobre la puerta. Ni siquiera su embestida fue capaz de hacer mella y, de hecho, lo único que estuvo cerca de conseguir fue caer en un charco de lava.

- Creo que esto no ha sido una buena idea - pensó el semigigante una vez hubo recobrado la estabilidad tras tambalearse peligrosamente durante unos segundos. Parecía claro que la fuerza bruta no iba a ser suficiente para abrir la puerta, y cuando buscó tampoco había logrado encontrar ningún mecanismo de apertura. Tocaba cambiar de enfoque, pues si se quiere obtener un resultado diferente se debe hacer algo distinto.

Marc observó durante un momento a sus compañeros mientras exprimía sus neuronas en busca de nuevas ideas. Zane parecía estar empleando una enorme cantidad de poder para intentar derrotar lo más rápidamente posible al tipo raro de las bragas, mientras Therax había echado a volar por la sala dejando a Balagus como encargado de derrotar al aliado del otro, que aparentemente estaba herido. La situación, al menos en lo referente a los enfrentamientos, parecía favorable, lo que tranquilizó al semigigante.

Ya que no parecía haber forma de abrir la puerta, el grandullón buscaría el lateral de ésta. Esperaba encontrar la típica rendija que queda normalmente entre una puerta y la pared, uniéndolas cuando la primera se cierra. Si la encontraba, crearía una fina lámina de queso sólido que cupiese por ella, y la movería suavemente arriba y abajo. El objetivo de esto sería tratar de abrir alguna posible cerradura.

Arribor encajó el puñetazo. Por un momento había esperado que explotase, que el puño de su rival se tornase en llamas o acero, o que utilizase algún poder que desconocía. Se sorprendió bastante al comprobar que era un golpe normal. Aquel hombre era fuerte, como cualquier pirata de su categoría, pero se atrevía a aventurar que la fuerza no era lo más peligroso en él. La forma en que había repelido su ataque le resultaba mucho más interesante.

Arribor hizo brotar un par de guadañas de sus antebrazos. Rojas, mortales, y despiadadamente afiladas. O al menos eran rojas antes de imbuirlas de haki. Esperaba que Black no se molestase mucho si mataba a su compañero. Por otro lado, se preguntaba si su banda se enfadaría en caso de que él resultase muerto. No se imaginaba al tejón en una cruzada vengadora, si no más bien sonriendo ante su tumba y probándose su ropa. Arribor tenía claro que Zack quería ser como él; tenía envidia de su piel no metálica.

-Muy bien. Juguemos en serio.

Dejó que su Ambición se desatara cual grito de guerra, prueba de que pensaba pelear con todo. "Vamos allá", se dijo.

El suelo se agrietó -aún más de lo que ya estaba antes- cuando se impulsó con su gran fuerza para abalanzarse sobre su adversario. Cruzó los brazos sobre el pecho, con los filos de sus armas sedientos del mismo líquido vital que les daba forma, y luego los extendió hacia fuera con tanta fuerza que llegó a dislocarse los dos hombros. Para hacerle daño bastaba con el alcance de las dos cuchillas que ya había creado, pero se vino un poco arriba. En el momento en que ejecutó su ataque hizo crecer sus armas todo lo que pudo. Perdieron grosor hasta volverse casi imperceptibles durante un segundo, pero seguían cortando como el mejor acero. Su intención no era solo partir en dos a su oponente y después detenerse tras él, si no también cortar el edificio entero.

Los hombros le dolían -tal vez se hubiera pasado un poco de rosca-, pero no era nada que no pudiese recolocar con un par de bruscos y reconfortantes crujidos. Con lo que entendía de crujidos, Arribor podría haber sido quiropráctico.

Rocket dejó de apuntar al pirata en el momento en el que el Yonkou desató su presencia. Sintiendo el peso de su poder sobre su mente, el mapache colocó la mano libre, sujetando aún el arma con la otra, en el suelo. Una cúpula de arena se alzó y lo cubrió, en un atisbo por defenderse del ataque que su capitán iba a desatar sobre su enemigo. El animal sabía que una simple cúpula de arena no sería suficiente para detener ese ataque, pero también sabía que si algo tenía el emperador pirata era autocontrol. No era el tipo de persona que haría un ataque capaz de matar a sus propios compañeros si se encuentran cerca.

Sin embargo, el ataque nunca se realizó. La arena cayó, perdiendo su aspecto sólido. El espectáculo de luces que el ataque de Dexter había creado ya no estaba y Syxel seguía intacto. Escuchó las palabras de su capitán. Si bien las entendía, no las compartía. Corrió hasta su espalda viendo que estaba a punto de marcharse antes de que la habitación quedase totalmente derrumbada. Sin embargo, la ira de Rocket no había sido calmada. Mientras se alejaba del suelo volvió a apuntar a Syxel con la Pacificadora.

"Estará bien siempre y cuando esquive..."

Y apretó el gatillo. Un pequeño misil salió disparado desde el cañón del arma, propulsado a toda potencia hacia el hombre que había matado a uno de sus compañeros. A uno de los miembros de la familia que lo había sacado de Impel Down.

Resumen:

En un instante, más y más gente había ido llegando a la sala. De momento parecían todo miembros de la alianza, pero por mucho que lo fueran, Ivan no se sentía cómodo rodeado de tanto pirata. Es más, la chica no parecía haberse creído su excusa. Aunque pudiera fiarse de Syxel, no era así con el resto de su tripulación... por suerte la mayor parte de sus heridas se habían cerrado ya, y la capa aunque aún tenía mala pinta volvía a estar medianamente recompuesta. Era una suerte que pudiera reconstruirse, porque a saber dónde podría conseguir una prenda igual. Se levantó aceptando las banderas, preguntándose si entregarlas ya... si seguía retrasándose podía pillarles el tiempo límite, o peor, podría llegar alguno de los peces gordos y eliminarlos a todos. Iba a tener que irse dando prisa. "Espero que sepas encontrar una manera de recompensarme, Syxel. Me estoy arriesgando el pellejo más de la cuenta por ti." Frunció el ceño y respiró hondo, tratando de calmarse y concentrarse en su haki. Si había algún peligro en camino sería mejor estar prevenidos. Había pasado ya el suficiente tiempo como para que Deathstroke o Arribor Neus hubieran podido seguirle

- No, gracias. Ahora mismo lo último que me apetece es comer - le contestó al gyojin cuando se le acercó.

Percibía presencias... había unos fuertes focos de luz bajo ellos que parecían crecer y disminuir contantemente, variando entre llamativos colores. Ivan cerró los ojos y se concentró más para intentar percibir si alguno se aproximaba, cuando de repente un poderoso Rugido inundó su mente y le hizo caer de rodillas, perdiendo la concentración. A pesar de que no había sido un sonido físico, casi podía sentir la reverberación de la onda recorriendo su cuerpo. "¿A quién pertenece ese Haoshoku tan poderoso?" Sea quien fuera, si hubiese estado cerca al liberarlo, probablemente le hubiese afectado más que simplemente intimidándolo. "Joder... sea quien sea, es más poderoso que Deathstroke." Acto seguido un temblor recorrió la fortaleza. El límite de lo que estaba dispuesto a arriesgarse por Syxel ya había sido más que rebasado; entregaría las banderas y se largaría de allí. Aún no tenía poder suficiente como para medirse con semejantes monstruos, un cazador sabio debía saber dónde estaban sus límites.

- Si yo fuera vosotros, no me quedaría por aquí mucho más tiempo. Se acerca alguien, y es de los fuertes - dijo en tono serio, pero aparentemente calmado.

Acto seguido se dirigió con prisas a la puerta del centro, con las banderas que había recibido de Nailah y el otro falso Syxel, además de la suya y la de su compañero. Comenzó a pasarlas por el escáner identificándose como el capitán. Era hora de terminar con aquel estúpido juego y largarse de allí. Ni siquiera había podido completar su objetivo de cazar alguna cabeza poderosa. A ese paso no saldaría sus deudas en la vida.

resumen:

El grotesco exhibicionista desprendía un aroma que, por alguna razón, le resultaba muy familiar al pelirrojo. Se trataba del inconfundible olor del aflorado aceite corporal que usaban algunas strippers para sus actuaciones, ¿sería eso lo que le otorgaba ese brillo en los músculos? Era probable, aunque seguramente también fuera el factor causal de que ardiera tan rápido. Continuó elevándose en la sala hasta que, por alguna razón, comenzó a descender; agitaba sus alas pero no podía emprender el vuelo. Al mismo tiempo forcejeaba con su contrincante durante nos segundos que le parecieron eternos, aún envuelto en llamas parecía querer ganas de guerra, pero su cuerpo no estaba en condiciones de darla y cayó inconsciente. Inmediatamente después, volvió a ascender. ¿Qué había ocurrido? ¿Sería por culpa de los extraños poderes de aquel hombre? En fin, mejor no pensar en ello.

Y fue entonces cuando la voz de Therax le hizo mirar hacia el suelo, donde estaba reunido el resto del grupo. Rápidamente descendió y se acercó a ellos, observando como algo descendía cuando se estaba a menos de dos metros de sus amigos. «¡Joder, por poco!» pensó, resoplando después-

-No creo que te escuche, Ther –le contesto a su oficial posando el cuerpo de aquel hombre sobre el suelo, en una zona que no tuviera lava. Al posarlo en la superficie vio algo en él, un trozo de tela blanco del que no dudó en tirar. Se trataba de una bandera blanca impoluta, que por alguna extraña razón no había sido quemada. La cogió y la junto con sus otras dos banderas, observándolas durante un segundo-. Ya van tres, ¿será suficiente para pasar? –pensó en voz alta.

El calor continuaba aumentando y lo que había descendido a su espalda era una gigantesca columna con una puerta, que al tocar el suelo se abrió. Sin más dilación, hizo una señal a Therax, Balagus y Marc para entrar en ella.

-Marc, o tú Balagus, coged en brazos al tipejo este, no dejemos que muera aquí.

Entraron dentro y estaban muy ajustados, eso no estaba hecho para gente tan grande como sus asociados. Esperaron un rato por si el otro sujeto, el amigo de tangaman, subía –eso en el caso de que esquive la columna–; y en el caso de que fuera aplastándole darían al botón y subirían.

Una vez allí, se encontró con Luka, quien le entregó su bandera, tenía un total de cuatro. El pez les avisó de que el organizador les había dicho por megafonía que tenían que ir a entregar las banderas, así que eso hicieron.

Resumen:

Con ya cierta exasperación, comprobé cómo el pequeño mentiroso conseguía una ruta de escape y evadía mi bloqueo, buscando con avidez alcanzar la puerta para salir.

Gruñí y miré a mi alrededor, pues la nueva posición del molesto sujeto comprometía demasiado a mis compañeros en caso de iniciar una nueva ofensiva. Además, aún tenía que pensar en cómo anular su capacidad, demasiado buena para mi gusto, de prever nuestros ataques.

Sin embargo, no pude pararme mucho tiempo en tales derroteros, pues el acuciante calor me hizo recordar lo precario de mi situación y la cercanía de la lava en ascenso. Con un par de zancadas, maniobré por el traicionero terreno y recorté distancias con mis compañeros, al tiempo que las aumentaba con la ardiente roca líquida.

Un grito por parte de Therax captó mi atención, y en buen momento, pues parecía dirigirse a mí. Aparentemente, el acompañante de Zane necesitaba sus calzoncillos de vuelta, a lo que asentí levemente. Igualmente, el pelirrojo parecía bastante enfrascado en su pelea con el rarito, así que probablemente él tendría más probabilidades de cumplir aquella petición.

Lo que verdaderamente me preocupaba era ver al otro desconocido y anterior "aliado" mordiendo el polvo y dejando sus dientes estampados en el suelo o en mis nudillos. Afortunadamente, un ataque fortuito e inintencionado de Marc parecía haberle postrado en el suelo temporalmente, dejándole vulnerable al fin.

Con mi gesto grave ocultando mi satisfacción interna, avancé todo lo rápido que me fue posible hacia la posición de nuestro contrincante, sólo para escuchar más temblores y gritos variados que me hicieron vacilar. ¿Se iba a derrumbar la sala al fin sobre nuestras cabezas?

Con la firme intención de usar al deshonroso hombrecillo como pala para cavar a través de los escombros si llegábamos a tan extrema necesidad, reanudé el ascenso sin detenerme de nuevo, usando incluso mis manos para ayudarme y causándome pequeñas quemaduras en ellas al tocar la roca ardiente. Justo para cuando alcancé al tipo, el propio Zane nos ordenó a los demás que nos lleváramos al de la ropa interior, pues no quería dejar que muriera aquí.

*Ya estuviera conforme o no, traté de aferrar a su herido camarada con mi fuerte brazo y apretarle contra mi costado para negar nuevos trucos de escapismo,* y me volví hacia el pelirrojo y lo que debía ser, aparentemente, nuestra única posibilidad de salir de allí.

- No me gusta la pinta que tiene eso. -Mascullé, desconfiado ante la desconocida tecnología que debía hacer que una gran columna como aquella se moviera de semejante manera.- Pero tal vez sea mejor que morir. Tal vez...

Sin estar del todo convencido apreté el paso hacia el artilugio, ayudé a los demás a cargar al exhibicionista y entré en la columna móvil. Aun terriblemente apretados y formando casi un puzle tridimensional, logramos salir de la sala y reencontrarnos con Luka, junto a quien marchamos para entregar nuestras banderas.

Decidiendo confiar en Zane, le permití quedarse con el cochambroso pedazo de tela pintada de mi equipo, aunque mi mente se encontraba fija en dos asuntos en realidad: mi capitán, enzarzado en un combate cruento entre aquellos tipos con poderes terribles, y en Dharkel, el desgraciado mendigo de nuestra tripulación que iba a sentir mi ira en una sesión disciplinaria tan pronto como nos volviéramos a ver en el barco.

El semigigante contempló exasperado cómo la fina lámina de queso que pretendía usar a modo de improvisada ganzúa se derretía casi al instante al contactar con la puerta. << Mierda, no había contado con que pudiera pasar esto >> pensó Marc, mientras daba vueltas en su cabeza a la idea de crear queso que no se derritiese salvo que él así lo quisiera, y lo útil que dicha habilidad podría serle.

Al volver de nuevo la vista hacia sus compañeros, el grandullón pudo ver cómo el antiguo supernova abrasaba al tipo raro de la ropa interior hasta dejarle en un estado bastante precario. Parecía que su poder estaba realmente a la altura de su fama, aunque tal vez el caluroso ambiente le estuviese dando demasiada ventaja sobre su enemigo. Therax volaba sobre las cabezas de los demás cuando, repentinamente, un gran temblor sacudió todo y una enorme roca se desprendió del techo de la sala y comenzó a caer. Aparentemente, tanto Zane como el tipo herido con el que Balagus peleaba estaban en su trayectoria. Afortunadamente el grito del alado espadachín pareció alertar al pelirrojo, pues éste fue capaz de apartarse a tiempo.

Una vez el momento de caos hubo pasado, nos dimos cuenta de que teníamos ante nosotros lo que parecía una extraña salida de aquella sala, cosa que Marc agradeció, pues tanto calor le estaba haciendo sudar en demasía. Zane organizó a todos para que avanzaran, y el semigigante, haciendo caso a lo que el pelirrojo les dijo, ayudó a su congénere a cargar con el pervertido, quien permanecía inconsciente.

Cuando subieron a la siguiente sala se encontraron de nuevo con Luka, a quien el grandullón saludó con alegría. El gyojin, además, entregó a Zane su bandera. Esto sorprendió enormemente a Marc, pues la habían perdido, por lo que preguntó a su compañero:

- ¿Has recuperado nuestra bandera? ¡Qué bien! ¿Dónde estaba?

Acto seguido, el pelirrojo se dispuso a entregar cuatro banderas. << ¿Cuatro? ¿Por qué solo cuatro, si tiene cinco? >> pensó para sí el semigigante, extrañado de que Zane no entregase la bandera que Balagus le había dado. La curiosidad que le invadió fue tal, que tuvo que preguntar al antiguo supernova el por qué de sus actos:

- Oye, Zane ¿por qué solo vas a entregar cuatro banderas? ¿No te había dado Balagus también la suya?

Al parecer todo había sido un lapsus, así que el pelirrojo, dándose cuenta de que efectivamente le faltaba una bandera, la entregó también.

El estruendo de las armas al chocar fue ensordecedor. Las vibraciones hicieron retumbar los tímpanos de Arribor durante unos largos segundos, y la onda expansiva levantó una polvareda surgida de las grietas que se abrían en el suelo. Se preguntaba cuánto duraría aquella torre en pie. Era de suponer que la habían preparado para resistir los embates de los grandes poderes a los que habían convocado, pero le resultaría muy satisfactorio hacer que se derrumbase. A ser posible hacia otro lado, no fuese a caer sobre él.

No tuvo mucho tiempo para deleitarse con el intercambio de fuerzas, pues del ojo de su rival surgió una lucecita roja. Le recordaba a un juguete muy caro que vio una vez en un escaparate, que emitía luces y ruiditos. Claro que no tuvo que luchar contra el juguete.

La luz -acababa de descubrir que la luz podía quemar- quemaba como un demonio. Le atravesó el pecho dejando una herida circular pequeña y ardiente, como la quemadura de un cigarrillo muy muy potente. De haber tenido corazón, tal vez habría supuesto un severo peligro para su vida o incluso su final. Por suerte, cosas tan inútiles como un órgano blandurrio para bombear sangre ya no le eran necesarias. Había dejado atrás el lastre que suponía un punto débil tan evidente. Aunque lo perdiese involuntariamente, estaba contento con el resultado. Tal vez se quitase otra cosa la próxima vez. ¿Para qué diablos servía el hígado?

Aún con el ardor del láser en el pecho, y el recuerdo de haber sido llamado "señor" sin que después le dijesen "salga de aquí, por favor", reemprendió su ataque sin tregua. Las heridas eran preocupaciones para después de la lucha; mientras se tuviera en pie, la batalla continuaba.

Trató de patear las piernas del hombre del láser, para derribarlo y que no volviese a apuntarle con esa cosa -el ojo robótico-, y luego descargó sobre él la guadaña del brazo izquierdo. Simplemente, extendió el arma de sangre hasta que alcanzó más o menos el tamaño de su dueño e hizo brotar otras cinco del mismo brazo para asegurarse de que no las detuviera.

Más o menos todos estáis reunidos en el último piso, la última plataforma, el destino final, la arena en la que todo se decide, el centro del cotarro, el ring de oro, la caja negra, las únicas letrinas en un concierto... Todos menos dos individuos que todavía están resolviendo como caballeros sus diferencias.

PIN PON PAN PON. Resuena por toda la sala. - Bueno chicos, ha sido largo, duro, intenso y lleno de ¿Se me entiende? Pero el tiempo ha llegado a su fin. Se cierran el plazo de registro de las banderas con dos grupos a la cabeza. Los temibles "Loh Polloh" y el misterioso equipo "The Naig"- Hace una pausa y su voz deja de escucharse por los altavoces.

En medio de la sala, como salido de la nada entre dos bombas de humo aparece un pequeño escenario con Viktor sobre él.

- Como bien hemos visto en esta prueba todos hemos reído y llorado, hemos hecho enemigos, pero también amigos. La última parte de estos grandes juegos de la piratería es muy simple. Cada equipo ganador puede elegir un representante de entre sus filas... las cuales incluyen las personas de los equipos cuya bandera han entregado. Los representantes de ambos equipos se enfrentarán en esta misma arena en un duelo en el que el vencedor será coronado como ganador. La victoria se decidirá si una de las partes logra eliminar o hacer que la otra parte acepte la rendición.

Los demás podrán retirarse a observar en las gradas y...- Chasquea los dedos. De entre las gradas se abren varios compartimentos con puestos de comida, merchandaising y un puesto médico. - Pasar un buen rato o tratar sus heridas mientras presencian como se hace historia.

Tras sus palabras escucháis cómo cierto estruendo amortiguado mientras tenéis la sensación de estaros elevando. Todo el piso superior ha despegado y ahora vuela sobre el cielo de la isla. El agujero hecho por Dexter se cierra por debajo con una serie de paneles metálicos.

Death, Arribor... el piso de arriba ha despegado, sin vosotros. Bueno cuando acabéis, si podéis ir volando hay una serie de compuertas a los lados de la cúpula de la sala por las cuales se puede acceder al recinto.

«Okamas… ¿Por qué Okamas?» se quejaba el pelirrojo al ver como en la última planta había un grupo de hombres afeminados vestidos con minifalda y un escote extrañamente atractivo. Aquellos tres seres miraban a Zane que, como de costumbre, estaba con su marcado y hercúleo torso superior al descubierto, perfectamente proporcionado y marcado, y aún más acentuado por el hollín que se le había adherido en la sala  volcánica en la que había estado combatiendo.

-Me están poniendo nervioso –dijo Zane, sintiendo un dolor repentino en estómago y un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo, desde el cuello hasta los tobillos. Su piel se puso como la de una gallina, y se apoyó sobre Therax-. ¿Por qué no te miran a ti, tío? Tú eres el otro guaperas de la banda.

Y fue entones, cuando la voz de Viktor comenzó a escucharse de nuevo. No soportaba a ese hombre, estaba claro. Y si pensaba que Zane D. Kenshin iba a ser su títere si ganaba la prueba la llevaba clara. Y lo dijo, los dos grupos que habían pasado de ronda eran el de Syxel y el suyo. Buscó al otro capitán pirata por la estancia y lo vio. Altivo, como siempre, aunque algo más delgado. Bueno, no más delgado, sino un poco más manco de lo que era.

En el centro de la sala emergió del suelo, con el micrófono en la mano como si se tratara del árbitro de un combate de lucha libre. Y, poco después, aparecieron pequeños puesto de bebidas y comida y unos asientos para los espectadores

-¿Tengo que hablar con él para que me diga quién le construye estas cosas? –saltó Zane, golpeando a Luka con el codo-. Dicho aquello dio un paso hacia adelante, con la mano levemente apoyada sobre el mango de una de sus katanas y miró a Viktor-. Yo, Zane D. Kenshin, también conocido como descamisetado, bebedor empedernido, amante egoísta y representante de la campaña antiokamas del paraíso, me ofrezco como participante del equipo de “loh pollo”.