[Reunión pirata] No todos son aptos

Seguí con la mirada al no muerto mientras este ascendía por las escaleras. Desviándola de vez en cuando para vigilar nuestros alrededores y manteniéndome en todo momento atento a las enormes agujas de hielo que descansaban sobre nuestras cabezas. Cuándo mi criatura comenzó a abrir la puerta varias de esas estalactitas se desprendieron, cayendo una de ellas a apenas un par de metros de mí y obligándome a cubrirme de las esquirlas de hielo.

Dejé escapar un suspiro y alcé la vista, paseándola de nuevo por lo alto de aquella amplia y congelada estancia. El frío iba invadiendo mi cuerpo lentamente, hasta el punto de que ya podía ver el vaho al exhalar. Escuché las palabras de Ivan, y en respuesta me limité a asentir. Me llevé la mano a la cintura y, rodeando la empuñadura de mi espada con los dedos, la liberé de su empuñadura. Estaba claro que la iba a necesitar. Al mismo tiempo de mi espalda surgían dos enormes alas negras que, una vez desplegadas, batí con fuerza y me elevé unos centímetros del suelo.

- No perdamos más tiempo aquí - sentencie.

Canalizando el poder a través de mi cuerpo hasta la hoja de la espada, de esta comenzaron a brotar las oscuras llamas. Y mientras el no muerto terminaba de abrir la puerta, yo centraría todos mis sentidos en las púas de hielo. En cuanto estas comenzasen a caer, lanzaría contra ellas una onda de llamas con la que esperaba deshacerme de la mayor parte. A continuación me limitaría a esquivar o destruir el resto, hasta que la puerta estuviese abierta y pudiésemos atravesarla.

Resumen:

Arribor arrugó la nariz ante el nauseabundo hedor. Lo que fuera que vertían las tuberías a ese horrendo foso de desperdicios resultaba tan desagradable como un par de clavos metiéndose por sus orificios nasales. Seguro que se le quedaba pegado a la ropa y terminaba apestando el día entero. No quería ni imaginarse como sería aquello si tuviese el fino olfato de un lobo. 

-¿Recuerdas cuando te dije que no había nada peor que la baba de Franklin? -le preguntó a Drake-. Pues me equivocaba.

Lo bueno era que no podían tardar mucho en llegar a una zona más limpia. Estaban en un edificio, al fin y al cabo. Seguro que los que vivían allí tenían una cocina, un salón de té, o alguna chorrada de esas que construían en los castillos. Quizás una mazmorra; hasta eso sería mejor que esa especie de vertedero de residuos.

En mitad del foso de desperdicios había una plataforma a la que se llegaba por un rudimentario puente de tuberías. Arribor no tenía ni idea de para qué serviría, porque nadie en su sano juicio querría bajar allí. Curiosamente, nada más pensar eso, dos personas se dejaron caer desde arriba, uno encima del otro. Por fin, jugadores. ¿Quiénes eran? No había prestado mucha atención a los otros competidores, por lo que no era raro que no le sonasen. Y, realmente, tampoco le importaba. 

En circunstancias normales tal vez hubiera intentado enterarse de por qué habían bajado a ese gigantesco cubo de basura en el que se encontraban, pero no le apetecía pasar allí ni un minuto más de lo necesario. Así que se dejó de sutilezas.

Se abalanzó sobre ellos con la intención de disparar primero y preguntar después. Una vez los tuviese derrotados podría quitarles la bandera. ¿Dónde la llevaban, por cierto? 

-¡Dadme la bandera! -exclamó. 

Dudaba que lo hicieran así sin más, pero ya la encontraría. Un puñetazo al del cuerno seguro que le soltaba la lengua.

-Oh, no está mal -dijo Arribor, gratamente impresionado.

Parar uno de sus golpes no era algo precisamente fácil, y hacerlo con tanta facilidad como lo había hecho aquel tipejo era aún más complicado. ¿Qué clase de arma era aquella? Un largo palo de madera tachonado con esferas metálicas; dolía con solo verla. Debía de ser verdaderamente resistente. 

El del cuerno y cara de cabreo se puso a charlar como si tuviera todo el tiempo del mundo, arengando al otro a pelear contra Drake. "Qué tengas suerte con eso", pensó Arribor para sus adentros, burlonamente. En el momento en que optaron por la lucha ya estaban eliminados aunque no lo supieran. Ninguno de los dos desconocidos con nombres complicados -Blanco y Negro, los apodó Arribor en su cabeza- iban a terminar la prueba con todos los huesos enteros.

El arma de Negro surcó el aire en una amplia parábola, y Arribor interpuso el brazo alzado. No se esperaba tanto poder. Quizás no iba a ser tan fácil como él pensaba robarles la bandera. Pensar en eso le arrancó una sonrisa a Heartless.

El brutal impacto resquebrajó la plataforma de hormigón bajo los pies de Arribor, que cayó hacia la negra piscina de mierda junto con los fragmentos de cemento. Antes muerto que tocar siquiera ese líquido turbio. Clavó una cadena de sangre en una de las tuberías más grandes y la reabsorbió para impulsarse hasta ella. Se sostuvo de cuclillas en la superficie vertical hundiendo los dedos en la tubería.

-¡Eh, Drake! ¡El que tarde más paga las cervezas! -exclamó-. Por cierto, apártate -añadió.

Agujereó la tubería con sus manos y se apartó de un salto para que un horrendo chorro de porquería fluyese en dirección a la plataforma. A ver qué le parecía eso al del cuerno. Una vez en el aire, una larga espada sangrienta emergió de su mano y descendió con una fuerza salvaje en busca de un cuello que cortar. 

De camino al río arcoíris Nailah observó a todo a su alrededor tratando de encontrar alguna salida, pero no lograba ver nada que llamara la atención. Más bien, todo llamaba la atención, pero estaba segura de que un agujero o una puerta en mitad de la nada la llamaría todavía más. En cuanto llegaron al río se maravilló con la cantidad de colores que recorrían la tierra hasta que su vista se topó con el hombre del baño, bocabajo y con los pantalones bajados.

¿Cómo había podido caer ahí? En cuanto este sacó la cabeza a la superficie Nailah se llevó un minisusto retrocediendo hacia atrás acompañado de un pequeño grito. Creía que estaba muerto, al parecer seguiría dándole problemas.

Aquel tío era como un gran armario de lo grande que era, todo músculo, el típico cruasán humano. La pirata tenía miedo de tanta agresividad y las palabras no le salían. El tontatta saltó de su hombro poniéndose en guardia, delante de ella. Intentó alcanzarlo con una mano, pero no llegó.

-¡Biscuit! - Exclamó apretando los puños -. Escucha, abrí la puerta a las prisas. Lo que menos me esperaba encontrar en esta fortaleza era un baño ocupado. ¡No lo volveré hacer! Puerta que vea, puerta a la que llamaré y ni siquiera volveremos a molestarte. No venimos con intenciones hostiles, solo queremos salir de... este cuento o lo que sea.

Esperaba que la suerte estuviera de su lado. No quería llegar a usar las armas, pero si no quedaba opción... tocaría luchar. Nailah dijo lo que tenía que decir ante aquel gigantón de puro músculo. Quizás podría llegar a un acuerdo con él si no les hacía nada, aunque lo veía complicado con aquella mirada de odio y furia. Lo único que le preocupaba era que Biscuit saliese malparado de aquel enfrentamiento.

resumen:

Agité levemente la cabeza tratando de escapar de la hipnótica y sensual danza del exhibicionista. ¿Sería algún truco para despistarnos mientras intentaban hacerse con nuestra bandera? “Buena suerte” – pensé al recordar que la nuestra estaba en posesión de Balagus. Aun a día de hoy no había visto a aquella bestia de cuatro metros despistarse. Por algo era el celoso custodio de la despensa.

Frené mis pasos al denotar seriedad en las palabras de mi interlocutor. Quizás me habría equivocado. Quizás después de todo sí presentaría una amenaza. Al fin y al cabo, la inteligencia y el sentido común no estaban reñidos con el poder individual de cada persona, aunque muchos tratasen de desmontar ese hecho golpeando primero y preguntando, de hacerlo, después. Syxel probablemente hubiese continuado caminando, tranquilo y haciendo caso omiso a sus palabras. Tal era su imprudente forma de proceder que antes o después acabaría en una desgracia. No obstante, no tenía planeado morir, ni por mi capitán ni por nadie. Tenía que ser cuidadoso a la hora de interpretar mi papel.

- Entonces no hay necesidad de mostrar las armas. Aliados hasta el final de la prueba – dije pecando de lo mismo que instantes antes había criticado y tendiéndole la mano tras usar el paso espectral para acercarme hasta él*, aun alerta. Si había accedido, esperaba que su palabra contase. Había probado ser una persona educada con la que se podía dialogar. No obstante, nunca se terminaban de conocer o comprender las intenciones de otro -. No tengo licor con el que poder sellar el pacto, así que supongo que este gesto tendrá que ser suficiente.

Probablemente Balagus me hubiese visto usar aquella habilidad. Me había costado mucho trabajo conseguir un ápice de su confianza. Solo esperaba que no lo revelase a nadie y me dejase exponer mi caso antes de denunciarme ante la tripulación. No obstante, contaba con el apoyo de Syxel si se diese el caso.

- Y ahora, si es tan amable, se nos debe una bandera – dije dirigiéndome esta vez hacia el exhibicionista -. ¿O tendremos que poner fin a esta alianza antes de que empiece? – Puntualicé sin mostrarme amenazante. Lo último que quería era ser el desencadenante de un encarnizado combate.

Noté cómo un vaso sanguíneo se me hinchaba generosamente en la sien y desviaba una gota de sudor, fruto del hastío que me causaba, no sólo ser testigo de aquel educado parloteo interminable, sino también, y en mayor medida, del degradante y vergonzoso espectáculo que se estaba marcando el tipejo de cuestionable salud mental. Cerré los dedos alrededor de mi hacha con creciente fuerza, sabedor de que, como no ocurriera nada interesante en los próximos segundos, iba a pintar aquellas arenas de rojo sangre en un abrir y cerrar de ojos.

Y, como dispuesto por una providencia divina, me llegó el eco de una de las puertas de la sala previa abriéndose. "Sea quien sea, no puede ser peor que este suplicio.".

Solté aire por la nariz con fuerza y afiancé con cautela la bandera colgada de mi costado con mi mano libre. Lentamente, me di media vuelta para encarar al recién llegado, cuya estampa general y color de pelo casi me hicieron arrepentirme de haber pecado de optimismo demasiado rápido.

- Las preguntas se las haces a Viktor. -Repliqué con sequedad a Zane, casi tan irritado de verle a él como de ver al sujeto de la lencería.- ¿Y tú? Esperaba que no tuvieramos que vernos hasta dentro de un buen rato. A pesar de que el jefe nos tilde de "aliados".

Mientras hablaba, no perdí de vista al deleznable bailongo, que de tanto en tanto volvía a cruzarse con mi visión periférica. Aunque nada parecía indicar que fuéramos a tener problemas, me dispuse instintivamente para lanzar mi hacha.

Siendo sinceros, tampoco me fiaba de Zane ni de su compañero, aun después de que Silver me hubiera indicado lo contrario. Y desde luego, no quería que pusiera sus manos sobre nuestras banderas.

- Quizás deberías esperar un poco. -Le pedí, con un menor tono impositivo de lo que era habitual en mí. Si aquel tipo era tan fuerte como tenía entendido, mi bloqueo sería más bien inútil.- Tenemos unos asuntos pendientes aquí, seguramente más urgentes que... lo que sea que quieras.

Parecía que, después de todo, no había sido la mejor de las ideas. Quizá habría sido mejor que el dragón lanzase una de sus gemas, aunque ello conllevase perder un uso de sus bendiciones si llegaba a romperse. Pero bueno, al menos no habrían generado chispas. Para cuando la daga impactó contra la metálica superficie apenas había llegado a dar un par de pasos. Desde su posición, sus ojos se abrieron como platos al ver cómo la daga de su compañera producía centellas al colisionar contra la plataforma, haciendo que el gas que llenaba el jardín se prendiera y comenzase a expandirse. El fuego se reflejaba en sus dorados iris. «¡Mierda!» blasfemó en su mente, girándose en un ágil movimiento hacia la pelirroja.

─ ¡Sujétate bien!

Los brazos del pirata rodearon a la muchacha, alzándola este del suelo para que sus propias piernas no chocasen contra las de ella, que esperaba que aferrase también a su cuerpo. Al tiempo que esto ocurría, Berthil hacía emerger de su espalda dos doradas alas que, rápidamente, envolvieron a ambos mientras se volvía a encarar hacia la salida, divisando la dirección antes de cerrar el "capullo" por completo. Su resistencia al fuego sería más que suficiente para evitar cualquier daño, tanto para él como para la menor, pero debía salir de allí cuanto antes si quería evitar las altas temperaturas que aquello produciría. Quizá incluso las llamas estallasen en una explosión y pudieran causarles daños nada agradables. «Mejor prevenir que curar».
El Ju senshi flexionó las piernas antes de lanzarse a la carrera. No podía excederse en la velocidad si no quería estrellarse contra algo con demasiada fuerza. ¿Quién sabía si tras aquella puerta el camino se torcería o no? Lo último que necesitaban era golpearse contra alguna pared. Así que, habiendo calculado la distancia a recorrer, el azabache se desvaneció junto a Murasaki en un parpadeo, avanzando rápidamente entre las llamas y traspasándolas con sus alas como barrera. Una vez lograsen atravesar la puerta, si no se topaban con algún obstáculo más, abriría levemente las alas para ver el camino a seguir y seguiría avanzando durante unos cuantos metros más a fin de evitar las llamas por completo.

Finalmente, si todo había salido bien, haría desaparecer sus alas y dejaría a su compañera en el suelo.

─ Eso ha estado cerca -murmuró, comprobando su ropa, la cual se encontraba algo chamuscada. De no ser por la protección de sus alas, la bandera habría acabado ardiendo-. ¿Estás bien, gato?

Resumen:

Logramos dejar atrás la gigantesca y helada sala por la que habíamos accedido, llegando a una estancia en apariencia aún mayor. Su escasa iluminación me resultaba extrañamente reconfortante, más aun comparando esa característica con el frío de la anterior. Sobre nuestras cabezas desfilaban un sinfín de cintas de las que colgaban lo que parecían ser todo tipo de explosivos. Bajo nuestros pies, tan solo una gran pasarela que avanzaba hacia el frente, hasta desaparecer más allá de lo que alcanzaba a ver. Y a los lados de esta un vacío tan profundo que ni siquiera yo alcanzaba a ver el fondo.

Encogiéndome de hombros hice desaparecer al no muerto, pues este ya había cumplido con su cometido, y dirigí una mirada de complicidad a mi compañero, para a continuación echar a andar. Aparentemente solo había un camino, así que la opción más lógica sería seguirlo, algo en lo que ambos estaríamos de acuerdo. Pero no avanzamos mucho antes de volver a detenernos. El haki de observación me advirtió de dos presencias que se acercaban en nuestra dirección, y escudriñando la oscuridad frente a nosotros con mi aguda vista alcancé a verles.

Tragué saliva, o al menos lo intenté, pues la boca se me secó de golpe. Noté como se me entumecían las manos, probablemente a raíz de un ligero nerviosismo que comenzaba a invadirme, y abrí y cerré los puños varias veces tratando de deshacerme de esa incómoda sensación.

“Estate alerta” Advertí a Ivan, hablándole directamente a su mente gracias a mi telepatía.

Ambos mantuvimos nuestra posición mientras los dos individuos continuaron acercándose. Y por si la fuerza que podía sentir en sus presencias no fuese suficiente indicativo, no me resultó difícil reconocer al que iba en cabeza. También identifiqué al hombre de pelo azul que lo acompañaba como uno de los que habían llegado a Jaya junto a Dexter, por lo que deduje que también sería un miembro de su tripulación. Sabía que participarían en la prueba, pero desde luego no esperaba encontrarme con miembros de Blue Rose. Y mucho menos que fuese nada más comenzar. Sin embargo, la situación era la que era, no había tiempo para lamentaciones ni distracciones.

Cuándo se detuvieron frente a nosotros di un paso al frente, moviendo ligeramente la cabeza a modo de saludo, y escuché cuánto Deathstroke tenía que decir. Cuando desenfundó la pistola, instintivamente apoyé la mano sobre la empuñadura de una de mis espadas, mas no llegué a desenvainarla. Sinceramente, ¿qué posibilidades tendría de salir victorioso si lo hiciese? Aun siendo ridículamente optimista la situación no parecía ser especialmente favorable. Pero ese hecho no iba a hacerme retroceder. No a mí, y no a esas alturas. Por lo que, si la fuerza no era un camino viable, tan solo me quedaba confiar en el ingenio.

Di un paso más al frente, aunque aun guardando las distancias. Y mientras paseaba la mirada entre ambos hombres con detenimiento y, para que negarlo, cierta admiración. Volví a dirigir mis pensamientos a la mente del cazador, convirtiéndolos en palabras que tan solo él pudiese escuchar. En tan solo unos segundos le avisé de la única opción que se me ocurría para salir airosos de esa situación. Y de los dos posibles resultados que mi decisión podría conllevar. Debía estar atento y, sobre todo, seguir mis instrucciones tal cual se las había indicado.

- Caballeros, no puedo evitar daros la razón - comencé a hablar, y al hacerlo llamas negras empezaron a emanar de todo mi cuerpo. - Si nos enfrentamos aquí y ahora, probablemente sea yo el que salga peor parado. Pero todos perderíamos un valioso tiempo que podríamos dedicar a hacernos con más de esas dichosas banderas. - Continuaba hablando y di otro paso al frente, mientras todas las llamas que podía generar se fueron reuniendo en mi pecho. - Podrías disparar a esos explosivos, incluso podríamos volar todo por los aires y reducir este sitio a cenizas. ¿Y todo ello por una simple bandera? Sinceramente, creo que podríamos continuar cada uno con nuestro camino, conservando nuestras banderas. Confío en que de aquí al final de la prueba podréis haceros con muchas más. Y si tenemos que enfrentarnos, ¿por qué no hacerlo cuando realmente sea necesario?

Aunque de entrada pareciese un hombre razonable, ambos teníamos claro quién mantenía la posición de fuerza en esa negociación. Por lo que no tenía la más mínima certeza de que pudiésemos llegar a un acuerdo. Pero del mismo modo, confiaba en que el también considerase que aquello era perder demasiado tiempo por una sola bandera, y pudiésemos evitar el enfrentamiento por el momento. Al fin y al cabo, si ambos llegábamos al final puede que tarde o temprano tuviésemos que librar ese combate. Pero no había necesidad de adelantarse a los acontecimientos.

Resumen:

Atravesó la puerta en el último momento, justo antes de que un enorme trozo de hielo la sepultara. El estruendo del desplome aún fue audible durante unos segundos más mientras el resto de los carámbanos se desplomaban. "Ha ido de un pelo... igual usar fuego no ha sido la mejor de las ideas" pensó, suspirando. Al menos habían salido ya de esa sala infernal, y aunque aún hacía algo de frío por la proximidad a la sala helada el aire era mucho más agradable en esa estancia. Echó un vistazo a su alrededor. Estaban en una pasarela suspendida sobre un vacío inescrutable, rodeados de cintas transportadoras llenas de toda clase de explosivos. Frunció ligeramente el ceño, inquieto. No le gustaba estar tan cerca de tantas cosas inestables... y potencialmente incendiarias. No cuando un combate podía comenzar en cualquier momento. Observó a su compañero y se limitó a asentir en respuesta a su mirada, y ambos caminaron hacia la oscuridad. No lo hicieron mucho tiempo, pues un olor a humano puso alerta al vampiro, que se detuvo. Parecía que Syxel también había sentido algo, y efectivamente dos figuras se acercaban a través de la pasarela.

-No tienes ni que decirlo... - murmuró por acto reflejo.

Se maldijo en silencio. Tenía que acostumbrarse a responderle mentalmente cuando usara aquella extraña habilidad suya. Y entonces pudo vislumbrar bien a quienes tenían delante. Uno era un hombre joven con un extraño pelo azul y el otro... un escalofrío recorrió su espalda. No necesitaba sentir su Voz con su kenbunshoku para saber que estaba ante un pez gordo. Uno de los Ju Senshi, Deathstroke. Por eliminación su compañero debía ser algún miembro de los Blue Rose Pirates, y aunque no fuera famoso no podían subestimar a un tripulante de la banda de Dexter Black. ¿Estaban preparados para un encuentro como aquel? Posiblemente no, pero no era él el que fuera a retroceder, no si Syxel no lo hacía. Si se pasaba rehuyendo los encuentros más desafiantes que se encontrara, ¿cómo se atrevía a llamarse a sí mismo cazador? Como sabía esperar, Deathstroke se sabía en ventaja y exigió la bandera, amenazándoles con disparar a los explosivos. Casi al tiempo, ambos "Syxels" llevaron la mano a la empuñadura de sus espadas, listos para el inminente combate. Y entonces le llegó un mensaje telepático de su compañero.

- De acuerdo - le respondió mentalmente - Por ahora veamos qué hacen.

Mientras Syxel hablaba y el fuego negro comenzó a brotar de él, Ivan hizo que el fuego blanco de Érebo saliese de su propio cuerpo. ¿Por qué? Porque ya que fingían, habría que hacerlo bien. Y aunque no hiciesen llamas del mismo color, el contraste quedaría molón. Sí, en el fondo era sólo por fardar. Por eso y por contrarrestar el calor que emanaba el cuerpo de su compañero. No le resultaba nada agradable estar cerca del pirata mientras hacía eso, ni en general le gustaba el fuego. El suyo era diferente porque sólo lo era en aspecto. Tratando de no pensarlo en ello, se centró en los dos enemigos y activó su haki de observación por si decidían comenzar a atacar antes de que concluyesen las "negociaciones." Sinceramente, creía que Syxel era un poco inocente. Si Deathstroke era listo vería que tenía la oportunidad de obtener dos banderas fáciles. Sin embargo... ¿qué hacían los Blue Rose Pirates en todo eso? ¿No estaban intentando encontrar a un nuevo Yonkou? ¿Entonces, intentaban a caso que fuese uno de ellos para expandir su control sobre el Nuevo Mundo? O tal vez, como él, tenían otros intereses en esa reunión. Fuese cual fuese el caso, su mera presencia era preocupante.

- Probablemente parezca mejor opción derrotarme dado que no soy tan conocido - dijo con la voz de Syxel - Pero probablemente puedas encontrar banderas más fáciles, puesto que no me rendiré con facilidad, y... - sonrió - ¿cuál de mis dos "yos" la tiene?

Su intención era confundirles hablando en singular como si él y Syxel fuesen la misma persona. Al fin y al cabo con la cantidad de habilidades raras que había en el Grand Line, no lo era tanto duplicarse, ¿verdad?

resumen:

El rostro del hombre pronto comenzó a calmarse. Nailah suspiró con resignación, aliviada de no tener que enfrentarse a semejante hombre. Al parecer era el conserje del lugar y aunque a primera vista pareciese un matón sanguinario resultó ser bastante agradable y majo. No esperaba una buena contestación, ni siquiera que sus mentiras de no volver a hacerlo se las creyera. La pirata sonrió y miró al río. Tan solo seguirlo, no era complicado.

La muchacha se agachó para que Biscuit se subiera a su hombro y, una vez vio al conserje marcharse ella se encaramó hacia el borde del río. ¿Cómo sería tocar ese arcoiris? Se arrodilló y pasó la mano sobre el agua, cogiendo una poca con el puño. En su mano seguía siendo arcoíris, interesante. Se puso de pie y continuaron por la orilla.

-Oye Biscuit, ¡eres muy valiente! - Exclamó mirando de reojo al hombro -. Cuando todo esto termine deberías venirte conmigo y con mi capitán. ¿Qué te parecería surcar los mares en un gran galeón?

El tontatta le había caído bien aunque al principio dijera cosas que la molestaban, como que estaba verde. Pero en las dos ocasiones que hubo problemas el estuvo al frente mientras que ella atrás, no le negaba el gran valor que tenía. Sin embargo, algo la mantenía en vilo y era encontrarse a alguien en cuanto saliesen de esa pequeña maravilla. Una pena dejarla tan pronto, con lo bien que se estaba ese lugar sacado de un cuento.

Avanzaron más por la orilla, ¿cuánto de lejos estaría la salida? A lo mejor era secreta y tenían que investigarla, pero no se separó del río. Durante el camino decidió colocar la bandera en un sitio mejor así que abrió el chaleco y estiró un poco su corset para introducirla enrollada entre sus dos pechos. Luego, caminaron hasta encontrar la salida.

Resumen: