Katharina von Steinhell
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Huir fue la decisión correcta, y es que la explosión resultó ser tan poderosa para acabar con la habitación, dejándola completamente destruida. Sin duda alguna, el usuario de aquella misteriosa fruta del diablo era una persona a la que respetar. Había que ser cauto y mantener la cabeza fría para seguir avanzando sin toparse con sorpresas. Katharina había subido lo suficiente para imaginar que los enemigos a los que debía enfrentar eran cada vez más fuertes, y ese enorme fantasma explosivo comprobaba sus sospechas. Por otra parte, la creación de fantasmas —explosivos o no— parecían ser una habilidad muy curiosa. En caso de que se topara con el enemigo, intentaría asesinarlo. La bruja había leído en más de una ocasión que las frutas del diablo renacían en la fruta más cercana; lástima que no llevara una consigo. Sin embargo, al menos tendría la certeza de que esa habilidad estaba libre.
Tardó en darse cuenta de la desaparición de uno de los miembros más emblemáticos del improvisado grupo: el gran Elliot Mouse. Sí, la misma criatura que, en un principio, no había dado más que problemas. No obstante, luego de pedir desesperadamente la ayuda del chico enmascarado, había sido de lo más útil. Katharina esperaba que no se hubiera quedado en la sala, pues no habría cuerpo que enterrar de ser el caso. «Es un tipo listo. Seguro que escapó hacia la otra habitación», se dijo a sí misma.
Al avanzar se encontró en una sala…vacía. No había nada, pero conectaba a otra habitación la cual contaba con un exceso de decoración. Había varias estatuillas de madera que representaban a diferentes cantantes, personajes de renombre del mundo de la música. Si hubiera tenido algo más de tiempo, habría sacado una por una las joyas que estaba incrustadas en las peanas de las estatuillas. Eso, y un lugar para dejarlas.
Lo más intrigante de aquel escenario era el hombre profundamente dormido. A Katharina no le daba buena espina. Había leído suficientes libros de fantasía y ciencia ficción para saber que un sujeto dormido en medio de una estructura endemoniada no suponía nada bueno. ¿Y si se despertaba? Algo parecido a la paranoia le indicaba que el dormilón sabía usar muy bien esas armas que llevaba consigo. Los ronquidos y la pompa de moco tampoco aportaban a que Katharina se sintiera más tranquila. Sin embargo, ¿por qué la ficción debía parecerse a la realidad? Tal vez el sentido común reinase aquella vez; quizás, sí estaba profundamente dormido y ni un concierto de rock lo despertaría.
Kirtash no esperó a averiguar nada y simplemente avanzó con un sigilo digno del mejor de los ladrones. A la bruja le sorprendió el movimiento del enmascarado, pero, considerando todo lo que había hecho, tampoco debía ser una sorpresa. Entonces, este se comunicó telepáticamente con el resto del grupo, anunciando que nada más despertar le propinaría un golpe mortal. ¿Funcionaría? Katharina no estaba muy segura de que sí. No obstante, tampoco había otra forma de avanzar. Debía probar suerte y esperar que el ataque del alcalde fuese lo suficientemente poderoso para ahorrar muchos problemas.
Tardó en darse cuenta de la desaparición de uno de los miembros más emblemáticos del improvisado grupo: el gran Elliot Mouse. Sí, la misma criatura que, en un principio, no había dado más que problemas. No obstante, luego de pedir desesperadamente la ayuda del chico enmascarado, había sido de lo más útil. Katharina esperaba que no se hubiera quedado en la sala, pues no habría cuerpo que enterrar de ser el caso. «Es un tipo listo. Seguro que escapó hacia la otra habitación», se dijo a sí misma.
Al avanzar se encontró en una sala…vacía. No había nada, pero conectaba a otra habitación la cual contaba con un exceso de decoración. Había varias estatuillas de madera que representaban a diferentes cantantes, personajes de renombre del mundo de la música. Si hubiera tenido algo más de tiempo, habría sacado una por una las joyas que estaba incrustadas en las peanas de las estatuillas. Eso, y un lugar para dejarlas.
Lo más intrigante de aquel escenario era el hombre profundamente dormido. A Katharina no le daba buena espina. Había leído suficientes libros de fantasía y ciencia ficción para saber que un sujeto dormido en medio de una estructura endemoniada no suponía nada bueno. ¿Y si se despertaba? Algo parecido a la paranoia le indicaba que el dormilón sabía usar muy bien esas armas que llevaba consigo. Los ronquidos y la pompa de moco tampoco aportaban a que Katharina se sintiera más tranquila. Sin embargo, ¿por qué la ficción debía parecerse a la realidad? Tal vez el sentido común reinase aquella vez; quizás, sí estaba profundamente dormido y ni un concierto de rock lo despertaría.
Kirtash no esperó a averiguar nada y simplemente avanzó con un sigilo digno del mejor de los ladrones. A la bruja le sorprendió el movimiento del enmascarado, pero, considerando todo lo que había hecho, tampoco debía ser una sorpresa. Entonces, este se comunicó telepáticamente con el resto del grupo, anunciando que nada más despertar le propinaría un golpe mortal. ¿Funcionaría? Katharina no estaba muy segura de que sí. No obstante, tampoco había otra forma de avanzar. Debía probar suerte y esperar que el ataque del alcalde fuese lo suficientemente poderoso para ahorrar muchos problemas.
Bizvan
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- ¿Tan rapido te olvidaste de mí? Bueno, no tiene tanta importancia, al menos tienes salud. -dejé escapar un pequeño suspiro, no parecía que el hombre fuera capaz de retener información por largos tiempos, probablemente cualquier cosas que hiciera o dijera, sería olvidada al cabo de unos minutos.
El sonido las notas del piano me hizo mirar hacia la puerta. Todo parecía indicar que la joven había acertado, pues una rendija se abrió y un hombre al otro lado de la puerta dijo algo sobre vendedores, para después comenzar quitar los cerrojos.
Durante ese pequeño lapso, Madre se acercó a mi lado, parecía que su límite de tiempo estaba llegando a su fin, por lo que nuevamente tomó su forma de espada. En teoría debía quedar unos minutos más antes de que se viera obligada a dormir de nuevo, pero ya que no parecía haber peligro, la loba decidió que era mejor para ella descansar.
Para cuando la puerta se abrió, ya había colocado mi espada en su vaina, lo cual me permitió entrar al cuarto sin parecer una amenaza por llevar el arma en las manos.
- Con permiso. -expresé mientras pasaba a un lado del pequeño hombre, no era del tamaño de la pequeñita que acompañaba al comodoro, pero sí presentaba una estatura poco común. Esta nueva habitación contaba con cristales de color verde.* Otro sitio extraño.
El hombre de pequeña estatura no era el único en el lugar, acompañandolo había alguien más, otro hombre que vestía ropas negras y uno de esos sombreros de copa. Por alguna razón parecía feliz de vernos, aunque no aparentaba ser ese tipo de felicidad que mostraba alguien que buscaba pelear.
Este nuevo personaje aseguró que la aventura había llegado a su fin y que ahora podía darnos lo que buscábamos. Durante un instante pensé que este hombre era la persona detrás de las “pruebas de talento”, de otra forma no comprendería a que se refería, además de justificar el hecho de saber quienes éramos, sin embargo ese pensamiento perdió fuerza cuando comenzó a explicar que todo el tiempo ya contábamos con aquello que buscábamos, con excepción de Tobías, a quien se le entregó unos zapatos rojos.
En cuanto el CP recibió los zapatos, los dos hombres se marcharon sin decir más, no parecían llevar prisa, solo caminaron con normalidad y salieron por la puerta que se acababa de abrir.
* ¿Ahora soy un león? *coloqué mi mano en mi pecho, era bastante extraño, casi quería reír por lo peculiar de la situación.* ¿Tendrá un significado o solo fue algo al azar?
Miré las nuevas zapatillas de mi nakama. Parecían ser de la talla para una niña, aunque podían tener algo fuera lo normal.
- Oye Tobi, ¿me dejarías echarle un ojo a tus nuevos zapatos?
Si Tobías aceptaba, revisará los zapatos en búsqueda de algún mecanismo fuera de lo normal, principalmente cerca del área de los talones. Puede que solo fuera una pérdida de tiempo, pero era mejor cerciorarse. Con algo de suerte mi habilidad como armero me ayudaría encontrar un mecanismo extraño en alguna parte.
El sonido las notas del piano me hizo mirar hacia la puerta. Todo parecía indicar que la joven había acertado, pues una rendija se abrió y un hombre al otro lado de la puerta dijo algo sobre vendedores, para después comenzar quitar los cerrojos.
Durante ese pequeño lapso, Madre se acercó a mi lado, parecía que su límite de tiempo estaba llegando a su fin, por lo que nuevamente tomó su forma de espada. En teoría debía quedar unos minutos más antes de que se viera obligada a dormir de nuevo, pero ya que no parecía haber peligro, la loba decidió que era mejor para ella descansar.
Para cuando la puerta se abrió, ya había colocado mi espada en su vaina, lo cual me permitió entrar al cuarto sin parecer una amenaza por llevar el arma en las manos.
- Con permiso. -expresé mientras pasaba a un lado del pequeño hombre, no era del tamaño de la pequeñita que acompañaba al comodoro, pero sí presentaba una estatura poco común. Esta nueva habitación contaba con cristales de color verde.* Otro sitio extraño.
El hombre de pequeña estatura no era el único en el lugar, acompañandolo había alguien más, otro hombre que vestía ropas negras y uno de esos sombreros de copa. Por alguna razón parecía feliz de vernos, aunque no aparentaba ser ese tipo de felicidad que mostraba alguien que buscaba pelear.
Este nuevo personaje aseguró que la aventura había llegado a su fin y que ahora podía darnos lo que buscábamos. Durante un instante pensé que este hombre era la persona detrás de las “pruebas de talento”, de otra forma no comprendería a que se refería, además de justificar el hecho de saber quienes éramos, sin embargo ese pensamiento perdió fuerza cuando comenzó a explicar que todo el tiempo ya contábamos con aquello que buscábamos, con excepción de Tobías, a quien se le entregó unos zapatos rojos.
En cuanto el CP recibió los zapatos, los dos hombres se marcharon sin decir más, no parecían llevar prisa, solo caminaron con normalidad y salieron por la puerta que se acababa de abrir.
* ¿Ahora soy un león? *coloqué mi mano en mi pecho, era bastante extraño, casi quería reír por lo peculiar de la situación.* ¿Tendrá un significado o solo fue algo al azar?
Miré las nuevas zapatillas de mi nakama. Parecían ser de la talla para una niña, aunque podían tener algo fuera lo normal.
- Oye Tobi, ¿me dejarías echarle un ojo a tus nuevos zapatos?
Si Tobías aceptaba, revisará los zapatos en búsqueda de algún mecanismo fuera de lo normal, principalmente cerca del área de los talones. Puede que solo fuera una pérdida de tiempo, pero era mejor cerciorarse. Con algo de suerte mi habilidad como armero me ayudaría encontrar un mecanismo extraño en alguna parte.
- Resumen :
- Entrar en la sala.
Pedir a Tobi que me deje inspeccionar los zapatos.
Roland von Klauswitz
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"Vaya, ha sido fácil". Y eso que Kodama creía que tendría que abrirse paso agujereando una pared o algo así. Había sido una suerte que la torre hubiese aceptado su ofrenda para dejarle pasar en paz. No le gustaba amputarse partes del cuerpo, pero no era para tanto en su caso. Si se transformaba en su forma de roble habría varias ramas cortadas, sí, pero volverían a crecer sin problema. Mientras tanto, generó otra y le dio forma de brazo para reponer su extremidad perdida.
La siguiente sala de ese laberinto aparentemente interminable estaba enmarcada por hileras de tuberías que arrojaban calor como un horno de fundición. Kodama trató de no tocarlas para no quemarse ninguna hoja, aunque no pudo evitar preguntarse qué correría por ellas y qué función cumplirían. Podía ser agua o algún otro líquido imprescindible para el mantenimiento de ese lugar. Tal vez si las seguía...
Ah, no, llevaban a una bañera. Alguien se había dejado la ducha abierta, lo cual le irritaba mucho. Malgastar agua era un crimen de maldad inenarrable. Se acercó a la ducha para cerrar el grifo antes de dirigirse a la puerta metálica que, tal y como reconoció, ocultaba un ascensor al otro lado. A ver si así podía llegar a lo más alto. Era probable que allí diese con respuestas. A los humanos les gustaba poner las cosas importantes en lo más alto.
-Arriba del todo, señor ascensor.
La siguiente sala de ese laberinto aparentemente interminable estaba enmarcada por hileras de tuberías que arrojaban calor como un horno de fundición. Kodama trató de no tocarlas para no quemarse ninguna hoja, aunque no pudo evitar preguntarse qué correría por ellas y qué función cumplirían. Podía ser agua o algún otro líquido imprescindible para el mantenimiento de ese lugar. Tal vez si las seguía...
Ah, no, llevaban a una bañera. Alguien se había dejado la ducha abierta, lo cual le irritaba mucho. Malgastar agua era un crimen de maldad inenarrable. Se acercó a la ducha para cerrar el grifo antes de dirigirse a la puerta metálica que, tal y como reconoció, ocultaba un ascensor al otro lado. A ver si así podía llegar a lo más alto. Era probable que allí diese con respuestas. A los humanos les gustaba poner las cosas importantes en lo más alto.
-Arriba del todo, señor ascensor.
Maki
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Maki miró al frente en silencio y dejó que el aparato hiciera sus cosas. De un momento a otro tendría que empezar a subir o algo, ¿no? En fin, no sería él quien cuestionara la sabiduría de los fabricantes de ascensores, los más grandes científicos de la humanidad. En su hogar submarino no tenían ninguno, tan solo un burdo mecanismo con burbujas y otro, para la gente más pobre, que llamaban escaleras. Las escaleras fueron una gran novedad cuando se inventaron; antes todo el mundo tenía que subir a los sitios escalando a pulso por cuerdas de las gordas con un montón de nudos. Pero el ascensor era una maravilla. Maki rara vez los había probado, y tenía muy claro el ritual que había que seguir. Parte del mismo consistía en perderse en sus pensamientos, y allá que se fue.
Lástima que el resto no lo tuviese tan claro.
Una vocecilla suave y aterciopelada, la clase de voz que uno se imagina que tendría un bombón relleno de licor, empezó a hablar. Maki puso los ojos en blanco. ¿Qué diablos le pasaba? Estaba rompiendo el ritual del ascensor con su estúpido acertijo. El gyojin se enervaba con cada palabra. Luego decían que eran los de su especie los que no se integraban. "¿Qué es lo que puedes encontrar una vez en un minuto, dos veces en un momento y ninguna vez en cien años?", preguntó la voz. Y Maki, que estaba recordando su primera clase de caligrafía en la que la profesora Raspas le regañó por no saber pronunciar ni escribir una letra, fue quien respondió:
-La maldita letra M -refunfuñó. Le profesora Raspas no entendía por qué se le daba tan mal, y Maki le cogió mucha manía-. Y ahora ¿queréis callaros y mirar los botones en silencio como la gente normal hasta que hayamos llegado?
Y mientras contemplaba los botones sin pronunciar palabra, se preguntó cuál sería la respuesta a la adivinanza de la voz misteriosa.
Lástima que el resto no lo tuviese tan claro.
Una vocecilla suave y aterciopelada, la clase de voz que uno se imagina que tendría un bombón relleno de licor, empezó a hablar. Maki puso los ojos en blanco. ¿Qué diablos le pasaba? Estaba rompiendo el ritual del ascensor con su estúpido acertijo. El gyojin se enervaba con cada palabra. Luego decían que eran los de su especie los que no se integraban. "¿Qué es lo que puedes encontrar una vez en un minuto, dos veces en un momento y ninguna vez en cien años?", preguntó la voz. Y Maki, que estaba recordando su primera clase de caligrafía en la que la profesora Raspas le regañó por no saber pronunciar ni escribir una letra, fue quien respondió:
-La maldita letra M -refunfuñó. Le profesora Raspas no entendía por qué se le daba tan mal, y Maki le cogió mucha manía-. Y ahora ¿queréis callaros y mirar los botones en silencio como la gente normal hasta que hayamos llegado?
Y mientras contemplaba los botones sin pronunciar palabra, se preguntó cuál sería la respuesta a la adivinanza de la voz misteriosa.
Liv L Astrid
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Parecía que Trece tenía razón, el cruzar aquel pasillo hacia la siguiente sala había sido más sencillo estropeando los sensores de movimiento, aunque no me esperaba que se estropeasen de forma tan rápida o que no hubiesen pensado en aquella posibilidad.
Fuera como fuese, había conseguido pasar a la siguiente sala. La cual estaba llena de chicas ruidosas con carteles y que se abalanzaba sobre algo. Estas en su ferviente emoción por la persona del nombre que gritaban tiraron abajo una puerta transparente. Tras la puerta pude notar cuatro figuras que eran manoseadas por las chicas.
-Creo entender la situación – dijo Trece sonriendo.
-Pues yo no, y la verdad, me da igual – le respondí encarando un camino que me alejase del griterío para seguir ascendiendo a otra planta o a otra sala.
-Si lo entiendo bien es algún tipo de grupo de música y todas esas chicas son sus fans – comentó Trece aun sabiendo que no le prestaba atención. – Lo mejor es ignorarlas, pero ten cuidado pueden ser problemáticas.
Aquella última frase de Trece me sorprendió un poco, rara vez me daba advertencias de ese tipo. Y más extraño era que se equivocase. Parecía tener un sexto sentido para los problemas, aunque de normal no solía advertirme de ellos. Seguí mi camino hacia las rampas, pero mantuve mi atención en el grupo de fans y los músicos por si me ocasionaban algún problema.
Fuera como fuese, había conseguido pasar a la siguiente sala. La cual estaba llena de chicas ruidosas con carteles y que se abalanzaba sobre algo. Estas en su ferviente emoción por la persona del nombre que gritaban tiraron abajo una puerta transparente. Tras la puerta pude notar cuatro figuras que eran manoseadas por las chicas.
-Creo entender la situación – dijo Trece sonriendo.
-Pues yo no, y la verdad, me da igual – le respondí encarando un camino que me alejase del griterío para seguir ascendiendo a otra planta o a otra sala.
-Si lo entiendo bien es algún tipo de grupo de música y todas esas chicas son sus fans – comentó Trece aun sabiendo que no le prestaba atención. – Lo mejor es ignorarlas, pero ten cuidado pueden ser problemáticas.
Aquella última frase de Trece me sorprendió un poco, rara vez me daba advertencias de ese tipo. Y más extraño era que se equivocase. Parecía tener un sexto sentido para los problemas, aunque de normal no solía advertirme de ellos. Seguí mi camino hacia las rampas, pero mantuve mi atención en el grupo de fans y los músicos por si me ocasionaban algún problema.
Erik Carter
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La charla con el mapache y su intento de ataque hicieron que obviase la presencia de una tonelada de personas que acababan de aparecer. Uno de ellos, un joven de pelo rojo al que Erik no reconoció (no se sabía los nombres de todos los marines fuertes) detuvo su ataque y le dio un discurso técnico sobre botánica. Se disponía a explicarle su plan en detalle, no era tan cazurro como para intentar ahogar a una planta así sin más, pero antes de darse cuenta, se lo había echado al hombro. Como un maldito saco de patatas, y echado a correr en pos del que, sin lugar a dudas, era el Al-mirante.
Un tornado de sensaciones invadieron a Erik. Al era un almirante fuerte y famoso, y Erik sentía admiración por él, pero acababan de darle un discurso como si fuera un idiota, pero se había librado de la compañía de aquel marine tan poco decoroso, pero le habían secuestrado... ¡Espera! ¿Y su ropa? ¿Por qué iba vestido con el uniforme reglamentario de la marina?
-¡NO!¡MI ROPA! -Gritó mientras extendía una mano hacia la sala que abandonaban. Estaba francamente furioso, pero era consciente de que, si seguía al almirante, aquel pelirrojo debía ser, como mínimo, muy superior a él en rango, así que se mordió la lengua antes de hablar, ya lo habían amenazado con un consejo de guerra hoy. -Señor, bájeme, soy plenamente capaz de caminar. -Si el marine no lo soltaba, intentaría escurrirse y retorcerse para soltarse y llegar al suelo. Acto seguido, estuviera o no en tierra, comenzaría a meter la pata quejándose como solo él sabía.
-No se quién ha sido el cretino que me ha cambiado de ropa (ni cómo lo ha hecho), pero cuando lo descubra va a pagarme hasta el último berrie y gota de sudor derramada que me costó fabricar ese uniforme reforzado.
Un tornado de sensaciones invadieron a Erik. Al era un almirante fuerte y famoso, y Erik sentía admiración por él, pero acababan de darle un discurso como si fuera un idiota, pero se había librado de la compañía de aquel marine tan poco decoroso, pero le habían secuestrado... ¡Espera! ¿Y su ropa? ¿Por qué iba vestido con el uniforme reglamentario de la marina?
-¡NO!¡MI ROPA! -Gritó mientras extendía una mano hacia la sala que abandonaban. Estaba francamente furioso, pero era consciente de que, si seguía al almirante, aquel pelirrojo debía ser, como mínimo, muy superior a él en rango, así que se mordió la lengua antes de hablar, ya lo habían amenazado con un consejo de guerra hoy. -Señor, bájeme, soy plenamente capaz de caminar. -Si el marine no lo soltaba, intentaría escurrirse y retorcerse para soltarse y llegar al suelo. Acto seguido, estuviera o no en tierra, comenzaría a meter la pata quejándose como solo él sabía.
-No se quién ha sido el cretino que me ha cambiado de ropa (ni cómo lo ha hecho), pero cuando lo descubra va a pagarme hasta el último berrie y gota de sudor derramada que me costó fabricar ese uniforme reforzado.
- Resumen, Arthur:
- Conflicto interno, relleno, pedir amablemente que se me suelte (o intentar soltarme si no cuaja) y amenazar y llamar cretino a Arthur sin saberlo.
Dretch
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El agente enarcó una ceja. Era la primera vez que le felicitaban por cometer un error y aquello se suponía que no estaba bien. Que la sonrisa estúpida debería desaparecer de su rostro. Pero, aunque odiaba tener que admitirlo, las inesperadas palabras de aliento que Taylor le dedicó le subieron ligeramente la autoestima. Puede que no fuese el mejor líder, pero al menos no era el peor de todos.
Mientras que la iniciada comenzaba a trastear con extraño teclado, el norteño se percató de que no estaban solos. El destino había querido que, los dos extraños tipos con los que Taylor había aparecido desde el pasillo perfumado, ahora compartiesen de nuevo habitación con ellos. A priori no podía decir que los vapores hubiesen afectado a la psique de la iniciada, sin embargo, no podía poner la mano en el fuego por aquellos dos. Receloso, el agente estudiaba sus gestos y palabras pues, a pesar de sus vestimentas y aparente pertenecía al bloque gubernamental, había algo en ellos que le hacía desconfiar. En otras circunstancias le habría preguntado a Taylor que era lo que sabía sobre ellos, pero al verla tan concentrada leyendo un extraño poema en una de las paredes, prefirió limitarse a fruncir el ceño en silencio.
Al cabo de unos instantes, el teclado emitió notas que reverberaron por las paredes de la sala y, aunque en un principio no pasó nada, al cabo de unos segundos se descorrió una ranura que había sobre la puerta y unos ojos de color esmeralda fue lo único que el agente logró ver. Lo cierto era que aquello le había pillado tan de improvisto que apenas se dio cuenta de lo que aquel hombre les decía desde el otro lado hasta que este les abrió la puerta con una sospechosa amabilidad.
Esta vez el norteño no fue el último en cruzar por una puerta y, obligándose a reaccionar, cruzó tras el marine del espadón. Al otro lado se encontró con una habitación que hacía daño a la vista. Toda ella, desde el suelo a las paredes, estaba forrada con un extraño cristal verde que recordaba a los ojos del hombrecillo que les había abierto la puerta. Más adelante, se percató de que se encontraba su objetivo. Un ascensor esperando por su llegada. Quizás, por primera vez desde que se adentrara en la aguja, tenía la sensación de que nadie más había pasado por allí. Eso tenía su parte buena y su parte mala. Por un lado, eso significaba que estaban avanzando más rápido de lo que él habría esperado y que la distancia con su objetivo se reducía un poco más a cada paso que daban. Por el otro, un camino inexplorado significaba que probablemente tendrían que enfrentare a más pruebas sin que nadie antes les hubiese allanado el camino.
El agente dio un paso hacia el ascensor, pero se percató entonces de que un extraño sujeto les cortaba el camino. El hombre iba vestido como si el tiempo se hubiese detenido en su armario durante los últimos cincuenta años ¿Qué necesidad había a estas alturas de la vida de vestir un frac y un sombrero de copa? El pequeño sastre interior del agente comenzó a agitarse en su interior al contemplar cómo, literalmente todo lo que aquel hombre llevaba puesto, constituía un insulto para la moda y el estilismo. Pero, por desgracia, la falta de buen gusto no era la única sorpresa que el aquel sujeto les tenía preparado. Casi como si de un anciano demente se tratara, comenzó a llamar a cada uno de los allí presentes por el nombre y apodo que su dañada cabeza le iba sugiriendo. Al menos deberían de dar gracias de que no confundiera a ninguno de ellos con algún sobrino o primo perdido. Pero por fortuna, tan solo tenía ganas de hablar y de deshacerse de unos zapatos rojos que, en contraste con su apariencia, sin duda eran la mejor prenda que poseía.
Al haber cumplido su cometido, se hizo a un lado permitiéndoles el paso al ascensor.
- Debo de estar quedándome sordo, pero juraría que me ha llamado idiota de una forma muy sutil – fue lo único que fue capaz de concluir el agente tras entrar en el ascensor – creo que me pegaba más a mi lo de la cosa esa de hojalata…
Mientras que la iniciada comenzaba a trastear con extraño teclado, el norteño se percató de que no estaban solos. El destino había querido que, los dos extraños tipos con los que Taylor había aparecido desde el pasillo perfumado, ahora compartiesen de nuevo habitación con ellos. A priori no podía decir que los vapores hubiesen afectado a la psique de la iniciada, sin embargo, no podía poner la mano en el fuego por aquellos dos. Receloso, el agente estudiaba sus gestos y palabras pues, a pesar de sus vestimentas y aparente pertenecía al bloque gubernamental, había algo en ellos que le hacía desconfiar. En otras circunstancias le habría preguntado a Taylor que era lo que sabía sobre ellos, pero al verla tan concentrada leyendo un extraño poema en una de las paredes, prefirió limitarse a fruncir el ceño en silencio.
Al cabo de unos instantes, el teclado emitió notas que reverberaron por las paredes de la sala y, aunque en un principio no pasó nada, al cabo de unos segundos se descorrió una ranura que había sobre la puerta y unos ojos de color esmeralda fue lo único que el agente logró ver. Lo cierto era que aquello le había pillado tan de improvisto que apenas se dio cuenta de lo que aquel hombre les decía desde el otro lado hasta que este les abrió la puerta con una sospechosa amabilidad.
Esta vez el norteño no fue el último en cruzar por una puerta y, obligándose a reaccionar, cruzó tras el marine del espadón. Al otro lado se encontró con una habitación que hacía daño a la vista. Toda ella, desde el suelo a las paredes, estaba forrada con un extraño cristal verde que recordaba a los ojos del hombrecillo que les había abierto la puerta. Más adelante, se percató de que se encontraba su objetivo. Un ascensor esperando por su llegada. Quizás, por primera vez desde que se adentrara en la aguja, tenía la sensación de que nadie más había pasado por allí. Eso tenía su parte buena y su parte mala. Por un lado, eso significaba que estaban avanzando más rápido de lo que él habría esperado y que la distancia con su objetivo se reducía un poco más a cada paso que daban. Por el otro, un camino inexplorado significaba que probablemente tendrían que enfrentare a más pruebas sin que nadie antes les hubiese allanado el camino.
El agente dio un paso hacia el ascensor, pero se percató entonces de que un extraño sujeto les cortaba el camino. El hombre iba vestido como si el tiempo se hubiese detenido en su armario durante los últimos cincuenta años ¿Qué necesidad había a estas alturas de la vida de vestir un frac y un sombrero de copa? El pequeño sastre interior del agente comenzó a agitarse en su interior al contemplar cómo, literalmente todo lo que aquel hombre llevaba puesto, constituía un insulto para la moda y el estilismo. Pero, por desgracia, la falta de buen gusto no era la única sorpresa que el aquel sujeto les tenía preparado. Casi como si de un anciano demente se tratara, comenzó a llamar a cada uno de los allí presentes por el nombre y apodo que su dañada cabeza le iba sugiriendo. Al menos deberían de dar gracias de que no confundiera a ninguno de ellos con algún sobrino o primo perdido. Pero por fortuna, tan solo tenía ganas de hablar y de deshacerse de unos zapatos rojos que, en contraste con su apariencia, sin duda eran la mejor prenda que poseía.
Al haber cumplido su cometido, se hizo a un lado permitiéndoles el paso al ascensor.
- Debo de estar quedándome sordo, pero juraría que me ha llamado idiota de una forma muy sutil – fue lo único que fue capaz de concluir el agente tras entrar en el ascensor – creo que me pegaba más a mi lo de la cosa esa de hojalata…
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Edward había cosido la herida de Annie con bastante prisa y no tuvo tiempo ni de quitarse los guantes (mucho menos recoger las cosas) cuando una potente fuerza lo arrastró contra la pared. Por suerte, debido a su peso, no salió disparado por los aires, pero aun así golpeó la pared con bastante fuerza.
Salió de la hendidura que había hecho con su cuerpo en el metal e hizo un par de estiramientos. —Vaya por dios, ahora habrán salido las cosas volando por ahí, espero que no se le haya clavado a nadie el bisturí. —murmuraba mientras iba dando vueltas por la sala, buscando sus cosas. Una vez lo recogió todo, lo metio de nuevo en el botiquín y este en el interior de su cuerpo. —¿Y qué demonios ha pasado con Krauser? ¿Era ese verdaderamente él? No dijo ni una sola palabra, su manera de "combatir" ha sido rara... No sé. ¿No pasó en Síderos algo similar? ¿Una especie de clones? Y esto es tecnología sideriana, por lo que podría ser... aunque la verdad es que tal vez me esté equivocando, hace más de dos años y no recuerdo gran cosa, fue todo muy confuso...
Cuando llegó al ascensor un poco después que sus compañeros, justo sonaba una voz que proponía un acertijo al variopinto grupo, en el que el joven de ojos dorados notó una nueva adquisición. Un individuo con un aspecto bastante discordante y llamativo, ¿de dónde había salido y quién era? Si ya lo había explicado se lo había perdido.
El acertijo era bastante sencillo, sobre todo si tenemos en cuenta que el muchacho ya lo había escuchado con anterioridad, o leído, era muy aficionado a esas cosas y se sabía más de uno. La sorpresa, por tanto, no fue el acertijo en sí, aunque un poco sí que le llamó la atención que esa fuera la forma de evaluar si eran aptos para subir pisos. La sorpresa fue que Maki se apresuró a responder... ¡y esa era la respuesta correcta! Ed se giró hacia Maki con los ojos como platos sin fijarse si el ascensor le daba la razón o, por el contrario, era una pregunta trampa. Sin decir una palabra, y con la vista fija en el Oficial, asintió un par de veces. Tras eso, se giró.
—Bueno, yo me llamo Edward... y... ¿tú eres? —miró al peliblanco, con el que mantenía cierta distancia por desconfianza.
Salió de la hendidura que había hecho con su cuerpo en el metal e hizo un par de estiramientos. —Vaya por dios, ahora habrán salido las cosas volando por ahí, espero que no se le haya clavado a nadie el bisturí. —murmuraba mientras iba dando vueltas por la sala, buscando sus cosas. Una vez lo recogió todo, lo metio de nuevo en el botiquín y este en el interior de su cuerpo. —¿Y qué demonios ha pasado con Krauser? ¿Era ese verdaderamente él? No dijo ni una sola palabra, su manera de "combatir" ha sido rara... No sé. ¿No pasó en Síderos algo similar? ¿Una especie de clones? Y esto es tecnología sideriana, por lo que podría ser... aunque la verdad es que tal vez me esté equivocando, hace más de dos años y no recuerdo gran cosa, fue todo muy confuso...
Cuando llegó al ascensor un poco después que sus compañeros, justo sonaba una voz que proponía un acertijo al variopinto grupo, en el que el joven de ojos dorados notó una nueva adquisición. Un individuo con un aspecto bastante discordante y llamativo, ¿de dónde había salido y quién era? Si ya lo había explicado se lo había perdido.
El acertijo era bastante sencillo, sobre todo si tenemos en cuenta que el muchacho ya lo había escuchado con anterioridad, o leído, era muy aficionado a esas cosas y se sabía más de uno. La sorpresa, por tanto, no fue el acertijo en sí, aunque un poco sí que le llamó la atención que esa fuera la forma de evaluar si eran aptos para subir pisos. La sorpresa fue que Maki se apresuró a responder... ¡y esa era la respuesta correcta! Ed se giró hacia Maki con los ojos como platos sin fijarse si el ascensor le daba la razón o, por el contrario, era una pregunta trampa. Sin decir una palabra, y con la vista fija en el Oficial, asintió un par de veces. Tras eso, se giró.
—Bueno, yo me llamo Edward... y... ¿tú eres? —miró al peliblanco, con el que mantenía cierta distancia por desconfianza.
- Valar y Maki, leed pls:
Simo Baker
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Por un instante pensé en agarrar la piumpiummmuellemuelladora y atravesar el ojo del gigante de un disparo para ver que le parecía. Podría ser que incluso el cerebro que hubiera en esa cabeza fuera tan pequeño que la bala no le diera y sobreviviera, así aprendería la lección. No lo hice, si moría habría sido mucho papeleo y estando Bucharatti y Shintaro de testigos me podría meter en problemas con el mando. Un descenso era lo último que quería en ese momento, sin embargo tenía que responder a la mierda que había soltado el gigante. -Lo que pretendo compensar es tu puta falta de cerebro. Y no, a lo que yo hago no se le llama pelear, se le llama matar. ¿Sabes lo que es? No creo, porque no me suena haber oído nunca tu nombre. ¿A cuántos criminales has detenido? ¿Uno? ¿Dos? Seguramente ninguno. Estás aquí solamente porque eres grande y vales para abrir puertas. No me gusta tener que recordarte esto, pero no olvides que esto es una misión del gobierno. Deja de comportarte como un niño pequeño e irrespetuoso y comienza a hacer caso a tus superiores, que viene a ser cualquier persona que te cruces. A ver si así podemos avanzar rápido y acercarnos a cumplir nuestro objetivo de una puta vez-, dije con tono serio.
-Tengo empatía, Bucharatti, pero también tengo miedo por lo que pueda pasarle a este mar si no paramos esta locura a tiempo. Si volvemos a encontrarnos con algo así, intentaré no entrar tan agresivamente, pero no voy a dejar que nos retengan-, respondí al de las cremalleras un instante antes de que las muchachas derribaran la puerta de cristal. “Un problema menos”, pensé al ver como se llevaban al bailarín. En ese momento parte de las chicas se abalanzaron hacia nosotros. En cualquier otra situación habrías sido yo el que las hubiera manoseado a ellas, pero no tenía ni el humor ni las ganas, así que simplemente me aparte algo del grupo evitando que se me acercaran. –Vamos a seguir-, dije mirando al morreado Bucharatti. –¿Shintaro por dónde llegamos antes a lo alto de la torre?-, pregunté al agente del mapa con la intención de seguir avanzando.
-Tengo empatía, Bucharatti, pero también tengo miedo por lo que pueda pasarle a este mar si no paramos esta locura a tiempo. Si volvemos a encontrarnos con algo así, intentaré no entrar tan agresivamente, pero no voy a dejar que nos retengan-, respondí al de las cremalleras un instante antes de que las muchachas derribaran la puerta de cristal. “Un problema menos”, pensé al ver como se llevaban al bailarín. En ese momento parte de las chicas se abalanzaron hacia nosotros. En cualquier otra situación habrías sido yo el que las hubiera manoseado a ellas, pero no tenía ni el humor ni las ganas, así que simplemente me aparte algo del grupo evitando que se me acercaran. –Vamos a seguir-, dije mirando al morreado Bucharatti. –¿Shintaro por dónde llegamos antes a lo alto de la torre?-, pregunté al agente del mapa con la intención de seguir avanzando.
Hayden Ashworth
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El duro aterrizaje de Dexter provocó que varios escombros y cascotes saliesen volando en su dirección. El dragón pasó a su forma híbrida y, a patadas, destruyó los trozos más grandes que iban a por él, para después cubrirse con su enorme ala imbuida en haki para bloquear los últimos golpes. La alta resistencia del dragón, sumado a sus duras escamas y su haki minimizaron los daños de manera importante. El comodoro escuchó las palabras que ahora dictaba el hombre que les había puesto delante esa estúpida prueba a la par que las escaleras empezaban a bajar. En su impaciencia, dio un salto y batió las alas para llegar al escalón más bajo antes de que el cilindro bajase del todo. Subió rapidamente por las escaleras hasta el siguiente piso.
El cielo nocturno estaba presente, sin estar oculto por un techo, y por primera vez en lo que al dragón le parecían siglos sintió el aire del exterior. Las paredes a su alrededor debían medir unos tres metros, cosa que no eran muy altas en realidad. Volvió de nuevo a su forma humana, observando sus alrededores. Parecía ser una especie de pasillo, y sus oídos captaron lejanas voces. Se dio en cuenta entonces de lo pretencioso que debía ser el hombre que gobernaba aquel destructivo plan. Construyendo una gigantesca torre, llena de habitaciones, cada una con una prueba. El tamaño del edificio no era más que una forma de representar su ego, y las pruebas eran un insulto a la inteligencia de aquellos que querían detenerle. No tenía ni idea de quien era pero ya lo odiaba más que a nadie.
Escuchó como el gyojin llamaba al lugar "puta mierda de sitio", cosa con la que el dragón estuvo de acuerdo. Suspiró, rascándose la nuca. No había techo y las paredes eran relativamente bajas. Podría alzar el vuelo para comprobar que había al otro lado de esas paredes o si valía la pena continuar por un lado u otro. Sin embargo, decidió no hacer eso, al menos todavía. Empezó a caminar hacia el fondo del pasillo, con la intención de llegar al centro de la instalación y acabar con todo eso de una vez por todas.
El cielo nocturno estaba presente, sin estar oculto por un techo, y por primera vez en lo que al dragón le parecían siglos sintió el aire del exterior. Las paredes a su alrededor debían medir unos tres metros, cosa que no eran muy altas en realidad. Volvió de nuevo a su forma humana, observando sus alrededores. Parecía ser una especie de pasillo, y sus oídos captaron lejanas voces. Se dio en cuenta entonces de lo pretencioso que debía ser el hombre que gobernaba aquel destructivo plan. Construyendo una gigantesca torre, llena de habitaciones, cada una con una prueba. El tamaño del edificio no era más que una forma de representar su ego, y las pruebas eran un insulto a la inteligencia de aquellos que querían detenerle. No tenía ni idea de quien era pero ya lo odiaba más que a nadie.
Escuchó como el gyojin llamaba al lugar "puta mierda de sitio", cosa con la que el dragón estuvo de acuerdo. Suspiró, rascándose la nuca. No había techo y las paredes eran relativamente bajas. Podría alzar el vuelo para comprobar que había al otro lado de esas paredes o si valía la pena continuar por un lado u otro. Sin embargo, decidió no hacer eso, al menos todavía. Empezó a caminar hacia el fondo del pasillo, con la intención de llegar al centro de la instalación y acabar con todo eso de una vez por todas.
Hubiera esperado cualquier cosa antes que ver al peculiar viejoven amante del pop convertirse en un canguro. Le había propinado un buen golpe, pero nada que no pudiese asumir como un mal menor y casi necesario. La actitud del tipo era desafiante y confiada, demasiado, tanto que Therax comenzaba a preguntarse si tendría preparado algún as bajo la manga.
No obstante, nunca llegó a comprobarlo. A su alrededor, sus compañeros comenzaron a derrotar a sus oponentes antes de que una familiar sensación opresiva atenazase su ser. ¿Otro más? ¿Cuánta gente en el mundo, además de su capitán, era capaz de hacer uso de aquella forma de Haki?
Unos sujetos vestidos de blanco hicieron acto de presencia en la sala, llevándose a los derrotados músicos y obsequiándoles con palabras cargadas de arrogancia. El comentario hacia la agente que iba junto a ellos le dio la clave. ¿Cipher Pol? Todo apuntaba en esa dirección, pues la forma de actuar que exhibían no se correspondía con la propia de la Marina.
Fuera como fuere, la molesta sensación desapareció junto a ellos e, instantes después, el tipo del paquete dio con la clave que les permitiría seguir avanzando. Caminó junto a los demás, observando, al igual que ellos, su barco en la lejanía antes de llegar a una sala inundada por un olor agrdable.
Un... ¿esqueleto? Sí, eso parecía. Daba vueltas sin ningún sentido al tiempo que lloraba por su abandono. Marc, haciendo gala de su amabilidad natural, no tardó en brindarle consuelo, mientras que el rubio optó por introducirse en la sala aún más con dos firmes pasos.
-¿Qué creéis que nos esperará aquí dentro? -preguntó en voz alta.
No obstante, nunca llegó a comprobarlo. A su alrededor, sus compañeros comenzaron a derrotar a sus oponentes antes de que una familiar sensación opresiva atenazase su ser. ¿Otro más? ¿Cuánta gente en el mundo, además de su capitán, era capaz de hacer uso de aquella forma de Haki?
Unos sujetos vestidos de blanco hicieron acto de presencia en la sala, llevándose a los derrotados músicos y obsequiándoles con palabras cargadas de arrogancia. El comentario hacia la agente que iba junto a ellos le dio la clave. ¿Cipher Pol? Todo apuntaba en esa dirección, pues la forma de actuar que exhibían no se correspondía con la propia de la Marina.
Fuera como fuere, la molesta sensación desapareció junto a ellos e, instantes después, el tipo del paquete dio con la clave que les permitiría seguir avanzando. Caminó junto a los demás, observando, al igual que ellos, su barco en la lejanía antes de llegar a una sala inundada por un olor agrdable.
Un... ¿esqueleto? Sí, eso parecía. Daba vueltas sin ningún sentido al tiempo que lloraba por su abandono. Marc, haciendo gala de su amabilidad natural, no tardó en brindarle consuelo, mientras que el rubio optó por introducirse en la sala aún más con dos firmes pasos.
-¿Qué creéis que nos esperará aquí dentro? -preguntó en voz alta.
Ryuichi Ichiban
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El gigante se decepcionó un poco al ver como de golpe no iba a tener que pelear ni demostrar su valía para continuar. Se encogió de hombros e, ignorando a los locos que lo rodeaban sin siquiera conocerle, siguió hacia delante con el propósito de continuar por la salida que acababa de ser abierta. Sin embargo, una vocecilla a su espalda le hizo girarse. Era el hombrecillo de las pistolas, al cual había olvidado. ¿Por qué le estaba insultando? No recordaba haberle dicho nada, y en aquel instante parecía que el tío se estaba acordando de él y de todos sus muertos en fila. El gigante alzó una ceja, confuso, pues no sabía muy bien a que venía toda esa ira.
—¿Y tú cómo te llamabas? ¿Has pensado en tomar unos cereales con fibra o algo? Porque parece que estás reteniendo mucha mierda, canijo. Y creo que estás confundido, yo no tengo superiores. Los únicos aquí que os agacháis para lamer botas sois vosotros. Puedo responderte a todas esas preguntas otro día, cuando estés más calmado si eso. Si es que me acuerdo de ti para entonces, claro. Y ahora, si me disculpas...
Siguió adelante hacia la salida, y en el momento que dejó de mirar al enano de las pistolas volvió a olvidarse de él. En aquel momento solo pensaba en que cuando saliese de allí seguramente iría a un bar o algo. En la mayoría de sitios le dejaban comprar directamente un barril de cerveza, es decir... una sola jarra le sabe muy a poco al pobre gigante.
—¿Y tú cómo te llamabas? ¿Has pensado en tomar unos cereales con fibra o algo? Porque parece que estás reteniendo mucha mierda, canijo. Y creo que estás confundido, yo no tengo superiores. Los únicos aquí que os agacháis para lamer botas sois vosotros. Puedo responderte a todas esas preguntas otro día, cuando estés más calmado si eso. Si es que me acuerdo de ti para entonces, claro. Y ahora, si me disculpas...
Siguió adelante hacia la salida, y en el momento que dejó de mirar al enano de las pistolas volvió a olvidarse de él. En aquel momento solo pensaba en que cuando saliese de allí seguramente iría a un bar o algo. En la mayoría de sitios le dejaban comprar directamente un barril de cerveza, es decir... una sola jarra le sabe muy a poco al pobre gigante.
Rainbow662
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A los débiles les gustaba mucho hablar. Y cuando se juntaban cinco de ellos, daban aun más la lata. Arribor no soportaba las charlas para darse autobombo, así que no pudo alegrarse más cuando el cráneo de aquel charlatán quedó incrustada en la pared. Y la de sus colegas también, ya puestos. Los amigos debían perder en equipo.
-Pues venga, mueve el culo, Princesa.
Pasó al otro lado de la puerta y se quitó las botas. Las sacudió y salió una inesperada cantidad de arena de cada una de ellas antes de volver a ponérselas. Por eso odiaba el desierto, incluso si era falso. ¿Qué necesidad había? Podían haber puesto un campo de golf o un balneario, que tampoco le gustaban, pero siempre se podía robar un par de relojes de oro en los vestuarios.
¿Lo bueno? Que al otro lado ya no había más arena. En vez de eso alguien había colocado un montón de rampas por todas partes. Eso era... raro. Igual eso quería decir que había una puerta que daba al piso superior o que aquella sala la usaban como parque de toboganes. En cualquier caso, seguía siendo raro, pero ya no pensaba cuestionárselo. Llegó de un salto a lo alto de las rampas y echó un buen trago mientras buscaba una puerta.
-Pues venga, mueve el culo, Princesa.
Pasó al otro lado de la puerta y se quitó las botas. Las sacudió y salió una inesperada cantidad de arena de cada una de ellas antes de volver a ponérselas. Por eso odiaba el desierto, incluso si era falso. ¿Qué necesidad había? Podían haber puesto un campo de golf o un balneario, que tampoco le gustaban, pero siempre se podía robar un par de relojes de oro en los vestuarios.
¿Lo bueno? Que al otro lado ya no había más arena. En vez de eso alguien había colocado un montón de rampas por todas partes. Eso era... raro. Igual eso quería decir que había una puerta que daba al piso superior o que aquella sala la usaban como parque de toboganes. En cualquier caso, seguía siendo raro, pero ya no pensaba cuestionárselo. Llegó de un salto a lo alto de las rampas y echó un buen trago mientras buscaba una puerta.
Mist D. Spanner
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El samurái arrancó la espada del cuerpo de su enemigo con un limpio movimiento. Debido a la congelación, el hombre no había sangrado mucho, sin embargo la hoja si que estaba un poco manchada. Se dispuso a limpiarla con la manga de su kimono y volvió a envainar la espada. Sin embargo, justo en ese momento, sintió el peso de una fuerte voluntad en sus hombros. Apretó los dientes, sin poder moverse, mientras una voz decía su nombre. Sus ojos temblaban mientras se movían en sus cuencas, observando a aquellos de blanco traje y enigmática máscara que habían venido a amenazarles. La voz, aquella voz...
"Tú..." —pensó Spanner, con rabia.
Se marcharon por fin y el espadachín pudo moverse de nuevo. Se mantuvo en silencio durante un instante, pensativo y sin reaccionar siquiera al extraño esqueleto que encontraron y que Marc parecía querer llevarse. Sus ojos se clavaron en el exterior que aquella sala les mostraba. Las tranquilas aguas con el barco en el que habían venido allí, flotando, casi como si estuviera en el cielo. Fue entonces cuando el pirata por fin habló de las personas que allí había.
—El Aegis Zero... —dijo mirando a Marc y al resto—. Esas personas eran el Aegis Zero. Son una rama del Cipher Pol dedicada enteramente a la protección de los Dragones Celestiales en Mary Geoise. No... no tengo ni idea de que están haciendo aquí. ¿Esta cosa pone en peligro a los Tenryuubito?
La organización gubernamental no era precisamente un secreto para el público, aunque nadie conocía quienes eran sus integrantes. Spanner había oído hablar de ellos cuando trabajaba para el gobierno como científico, y su curiosidad le había llevado a leer más sobre ellos, aunque solo se podía llegar a conocer su nombre y su cometido. No había información sobre sus métodos o siquiera miembros famosos que hayan formado parte del elenco.
—Continuemos, ¿de acuerdo?
"Tú..." —pensó Spanner, con rabia.
Se marcharon por fin y el espadachín pudo moverse de nuevo. Se mantuvo en silencio durante un instante, pensativo y sin reaccionar siquiera al extraño esqueleto que encontraron y que Marc parecía querer llevarse. Sus ojos se clavaron en el exterior que aquella sala les mostraba. Las tranquilas aguas con el barco en el que habían venido allí, flotando, casi como si estuviera en el cielo. Fue entonces cuando el pirata por fin habló de las personas que allí había.
—El Aegis Zero... —dijo mirando a Marc y al resto—. Esas personas eran el Aegis Zero. Son una rama del Cipher Pol dedicada enteramente a la protección de los Dragones Celestiales en Mary Geoise. No... no tengo ni idea de que están haciendo aquí. ¿Esta cosa pone en peligro a los Tenryuubito?
La organización gubernamental no era precisamente un secreto para el público, aunque nadie conocía quienes eran sus integrantes. Spanner había oído hablar de ellos cuando trabajaba para el gobierno como científico, y su curiosidad le había llevado a leer más sobre ellos, aunque solo se podía llegar a conocer su nombre y su cometido. No había información sobre sus métodos o siquiera miembros famosos que hayan formado parte del elenco.
—Continuemos, ¿de acuerdo?
Gareth Silverwing
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Cuando pude escuchar que el marine que acabábamos de reclutar estaba dispuesto a seguirnos voluntariamente (menos mal que esta vez no necesitaremos la soga), lo dejé en el suelo para que caminase con nosotros, su uniforme debía de ser bueno, dado que estaba bastante cabreado con la pérdida de este.
- Oh, tranquilo, seguro que alguno de tus compañeros lo guarda. Pero dime ¿Qué harías si esa persona no está dispuesta a pagarte por esa ropa? me interesa saberlo.
Entre tanto llegamos a una sala donde una especie de autómata nos pedía una identificación con una probeta. Bleyd ofreció una muestra de sangre, el mink se dedicó a amenazar a... una máquina. No sabía mucho de estas cosas pero seguro que se trataba de un programa de identificación, las amenazas serían tan efectivas como invitarla a cenar. Por mi parte esperé a que aceptara la muestra de Bleyd y, si no la daba por válida y sacaba otra probeta haría algo que estaba esperando desde hace tiempo. Todo ese líquido ingerido no podía acabar bien y... bueno no podía acabar en buen sitio.
Si sacaba otra probeta me acercaría a esta, me bajaría la bragueta, sacaría al capitán y descargaría todo el contenido en ella. Si quería una muestra yo tenía una y en gran cantidad. La verdad, para ser un sitio tan grande no había visto ni unos míseros aseos en ninguno de los pasillos o salas.
- Oh, tranquilo, seguro que alguno de tus compañeros lo guarda. Pero dime ¿Qué harías si esa persona no está dispuesta a pagarte por esa ropa? me interesa saberlo.
Entre tanto llegamos a una sala donde una especie de autómata nos pedía una identificación con una probeta. Bleyd ofreció una muestra de sangre, el mink se dedicó a amenazar a... una máquina. No sabía mucho de estas cosas pero seguro que se trataba de un programa de identificación, las amenazas serían tan efectivas como invitarla a cenar. Por mi parte esperé a que aceptara la muestra de Bleyd y, si no la daba por válida y sacaba otra probeta haría algo que estaba esperando desde hace tiempo. Todo ese líquido ingerido no podía acabar bien y... bueno no podía acabar en buen sitio.
Si sacaba otra probeta me acercaría a esta, me bajaría la bragueta, sacaría al capitán y descargaría todo el contenido en ella. Si quería una muestra yo tenía una y en gran cantidad. La verdad, para ser un sitio tan grande no había visto ni unos míseros aseos en ninguno de los pasillos o salas.
- Resumen:
- Hablar con Erik y dar una muestra de orina muy abundante.
Ellanora Volkihar
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Una onda de choque de golpe golpeó a aquellos extraños tipos, pero además sacaron a Ellanora de su embobamiento. La joven estaba demasiado ocupada mirándole el culo al rubio y fantaseando durante un rato que ni se había dado cuenta de lo que pasaba a su alrededor. Ni de que su oído había vuelto por fin. Hinchó las mejillas en enfado cuando vio que el hombre que olía sangre volvía a llamar "princesa" a su rubio.
"Bueno, yo lo he besado y tú no" —se aguantó las ganas de decir Nora en voz alta.
La habitación a la que habían llegado estaba llena de rampas enormes. Por ellas podría haber subido un vehículo de los grandes si hubiesen querido. La vampiresa olfateó el aire, buscando detectar cualquier cosa que le pudiese advertir de alguna presencia a su alrededor. El hombre que olía a sangre parecía impaciente por continuar, y siendo sinceros ella también. Bostezó con aburrimiento, mostrando sus afilados colmillos, y se frotó un ojo cansada. Tenía ganas de marcharse, la verdad.
"Bueno, yo lo he besado y tú no" —se aguantó las ganas de decir Nora en voz alta.
La habitación a la que habían llegado estaba llena de rampas enormes. Por ellas podría haber subido un vehículo de los grandes si hubiesen querido. La vampiresa olfateó el aire, buscando detectar cualquier cosa que le pudiese advertir de alguna presencia a su alrededor. El hombre que olía a sangre parecía impaciente por continuar, y siendo sinceros ella también. Bostezó con aburrimiento, mostrando sus afilados colmillos, y se frotó un ojo cansada. Tenía ganas de marcharse, la verdad.
Solo tuvo que dar un buen sorbo de la botella que le había dado er faliyo para darse cuenta de que era más fuerte de lo que hubiera esperado. Al tragarlo notó como el alcohol le quemaba por dentro, «rajando» su garganta, como solía decirse. Luego notó pequeños matices cítricos y amaderados, parecidos al del whisky, pero sin serlo.
—Un poco fuerte, pero este néctar es un melocotonazo —comentó en voz alta, para luego responder a Nox—. ¿Ese? Dexter Black, uno de los cuatro yonkou. Tiene un brazaco poderoso. Tengo ganas de repetir, aunque quizás en otra ocasión —Y era verdad, tenía ganas de combatir de nuevo con él. La última vez perdió, pero había mejorado en sus carencias y aprendido un par de cosas desde Gray Rock.
Cuando quiso darse cuenta Dexter ya había amansado al toro de metal, y dio un paso adelante para intentar colarse y subirse antes que Deathstroke, sin embargo, una escalera de caracol apareció frente a ellos. «Quizás en otra ocasión», se dijo mirando a Luka y a Zuko.
—Te entiendo, Luka, pero mientras más subamos más estarás de desahogarte —le dijo, viendo como después subir la escalinata hasta el siguiente piso. Le siguió el dragón de oropel, y luego fue él. Al subir estaban al aire libre, rodeados por muros de escasa altura y amplios pasillos que conectaban con el epicentro de la planta en la que se encontraba—. No hay gran cosa —comentó en voz alta, poniéndose al lado del dragón.
Usó su vista de pájaro, aumentando el alcance y la precisión de su visión para observar todo con detenimiento, los distintos pasillos y lo que había detrás de ellos. Su idea era analizar el terreno para tomar una decisión u otra antes de que llegara el yonkou y se pusiera a dar órdenes. Sabía que a Dexter le gustaba tener la voz al mando, y el zafiro negro era consciente de que Zane no era muy bueno obedeciendo, así que estar mucho tiempo junto no era algo que entrara en los planes del pelirrojo.
—Por cierto, Zuko —se dirigió hacia el marine después de supervisar la zona—. No sé si el Al te lo ha dicho, pero tenemos una Al-ianza circunstancial junto a él. Espero que tus hombres también la respeten.
—Un poco fuerte, pero este néctar es un melocotonazo —comentó en voz alta, para luego responder a Nox—. ¿Ese? Dexter Black, uno de los cuatro yonkou. Tiene un brazaco poderoso. Tengo ganas de repetir, aunque quizás en otra ocasión —Y era verdad, tenía ganas de combatir de nuevo con él. La última vez perdió, pero había mejorado en sus carencias y aprendido un par de cosas desde Gray Rock.
Cuando quiso darse cuenta Dexter ya había amansado al toro de metal, y dio un paso adelante para intentar colarse y subirse antes que Deathstroke, sin embargo, una escalera de caracol apareció frente a ellos. «Quizás en otra ocasión», se dijo mirando a Luka y a Zuko.
—Te entiendo, Luka, pero mientras más subamos más estarás de desahogarte —le dijo, viendo como después subir la escalinata hasta el siguiente piso. Le siguió el dragón de oropel, y luego fue él. Al subir estaban al aire libre, rodeados por muros de escasa altura y amplios pasillos que conectaban con el epicentro de la planta en la que se encontraba—. No hay gran cosa —comentó en voz alta, poniéndose al lado del dragón.
Usó su vista de pájaro, aumentando el alcance y la precisión de su visión para observar todo con detenimiento, los distintos pasillos y lo que había detrás de ellos. Su idea era analizar el terreno para tomar una decisión u otra antes de que llegara el yonkou y se pusiera a dar órdenes. Sabía que a Dexter le gustaba tener la voz al mando, y el zafiro negro era consciente de que Zane no era muy bueno obedeciendo, así que estar mucho tiempo junto no era algo que entrara en los planes del pelirrojo.
—Por cierto, Zuko —se dirigió hacia el marine después de supervisar la zona—. No sé si el Al te lo ha dicho, pero tenemos una Al-ianza circunstancial junto a él. Espero que tus hombres también la respeten.
Osuka Sumisu
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La cabeza le empezó a darle un cierto picorsillo desde dentro de la bandana. Por un momento no se lo quería creer, pero sí. El puto trapo del puto Krauser estaba lleno de putos piojos. Qué asco de verdad. Ya en el pasado le había echado más de una bronca por aquel asunto. Si siempre se ponía aquel trozo de tela y se iba a las misiones con el asunto del “muere”, pues acababa manchándose de sangre y eso, con la humedad de la niebla, olía a un tufo interesante. Por eso, cuando era su segundo al mando siempre aprovechaba una vez a la semana para robársela y ponerla en una mezcla de agua y jabón. Y que estuviera hirviendo como si fuera lava en un volcán. Eso eliminaba bacterias en un noventa y nueve por ciento. El uno por ciento era libre para avisar a las demás desgraciadas antigénicas que pasaría si invadían sus ropas.
Solo pensar que no había caído en que aquel cacho tela llevaba sin supervicion higiénica, fue más que suficiente como para coger aquel trapo y tirarlo fuera del ascensor.
No pudo evitar suspirar tristemente, pues se sentía cansado, pues sentía como si un ser superior estuviera dispuesto a que hoy no le saliesen bien. Miro a tanto a Ed como a Annie.
- ¿Supongo que se me ha ido la olla un poco antes, verdad? –desvió la mirada como si no quisiera que le juzgaran-. Lo siento.
El ascensor se cerró y una voz melodiosa, pero que ponía nervioso al oficial. Les proponía un acertijo, donde fallar era bajar, y acertar subir. No tenía ganas de pensar en adivinanzas, pero tampoco quería volver a subir todos los pisos, sobre todo sabiendo que se encontrarían cosas peores o igual de molestas.
De repente, se hizo un milagro de conocimiento, pues la diosa de la sabiduría le había conferido a Maki su don, o le había pegado un morreo, o una bofetada. No estaba muy al día de como las divinidades hacían eso. Aun por si acaso, mantendría el dedo cerca del botón con la planta más alta, listo para pulsarlo y así evitar más observaciones incomodas del panel.
Solo pensar que no había caído en que aquel cacho tela llevaba sin supervicion higiénica, fue más que suficiente como para coger aquel trapo y tirarlo fuera del ascensor.
No pudo evitar suspirar tristemente, pues se sentía cansado, pues sentía como si un ser superior estuviera dispuesto a que hoy no le saliesen bien. Miro a tanto a Ed como a Annie.
- ¿Supongo que se me ha ido la olla un poco antes, verdad? –desvió la mirada como si no quisiera que le juzgaran-. Lo siento.
El ascensor se cerró y una voz melodiosa, pero que ponía nervioso al oficial. Les proponía un acertijo, donde fallar era bajar, y acertar subir. No tenía ganas de pensar en adivinanzas, pero tampoco quería volver a subir todos los pisos, sobre todo sabiendo que se encontrarían cosas peores o igual de molestas.
De repente, se hizo un milagro de conocimiento, pues la diosa de la sabiduría le había conferido a Maki su don, o le había pegado un morreo, o una bofetada. No estaba muy al día de como las divinidades hacían eso. Aun por si acaso, mantendría el dedo cerca del botón con la planta más alta, listo para pulsarlo y así evitar más observaciones incomodas del panel.
Scarlett F. Jones
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Después de lo que pareció ser un milenio, aquella extraña gente comenzó a caer. Al menos ya no habían tantos que derrotar ahora. Sin embargo, algo sucedió en ese instante. Los piratas a los que acompañaba y el mensajero cayeron de rodillas al suelo, parecía que una extraña presión les obligaba a ello. Me quedé extrañada del por qué yo no estaba como ellos. ¿Era alguna trampa o era que alguien más poderoso estaba usando algún poder? Pronto salí de dudas, pues unos hombres vestidos de blanco y con máscaras hicieron acto de presencia. Parecían conocer a dos de los piratas. Mi padre me había hablado una vez de ciertos agentes del Cipher Pol que se dedicaban a asuntos muy delicados del Gobierno Mundial. Uno a uno, fueron atrapando a los extravagantes músicos. Uno de los agentes de blanco parecía estar decepcionado conmigo. ¿Era por que me había aliado con los piratas como supuestamente me habían ordenado? Lo ignoraba, pero aún mi misión era la misma. Entrar dentro del recinto e intentar ayudar a quien estuviera arriba del todo. El samurai dijo que se trataba del Aegis Cero, agentes que trabajan directamente para los tenryubitos.
Cuando los agentes se fueron, dejándonos a todos sorprendidos, uno de los piratas se me acercó dándome la mano y sonriéndome. Quería felicitarme por la pelea de antes.
- Muchas gracias, señor. Sin embargo, aún me queda mucho para poder hacer algo realmente útil. Me ha sorprendido su poder de fruta del diablo - Tomé la mano del bucanero e hice gala de mi cortesía incluso aunque fuera un criminal.
Sin más que pudiera hacer o decir, el mensajero, de nombre Steve, logró activar un mecanismo que nos daba acceso a la siguiente sala. Sin más dilación avanzamos hasta una sala que parecía estar en silencio y que olía bien además de estar todo en rosa. Pero lo que más destacaba de aquella zona eran unos mini esqueletos que iban de allí para allá. Decían algo de su amo, de que los habían abandonado. El semi gigante, demostrando buen corazón una vez más, le ofreció a uno un poco de queso además de ayuda. Aquello era buena idea, podría darnos algo de información.
-¿Quién es tu amo, pequeño? - Pregunté amigablemente.
Cuando los agentes se fueron, dejándonos a todos sorprendidos, uno de los piratas se me acercó dándome la mano y sonriéndome. Quería felicitarme por la pelea de antes.
- Muchas gracias, señor. Sin embargo, aún me queda mucho para poder hacer algo realmente útil. Me ha sorprendido su poder de fruta del diablo - Tomé la mano del bucanero e hice gala de mi cortesía incluso aunque fuera un criminal.
Sin más que pudiera hacer o decir, el mensajero, de nombre Steve, logró activar un mecanismo que nos daba acceso a la siguiente sala. Sin más dilación avanzamos hasta una sala que parecía estar en silencio y que olía bien además de estar todo en rosa. Pero lo que más destacaba de aquella zona eran unos mini esqueletos que iban de allí para allá. Decían algo de su amo, de que los habían abandonado. El semi gigante, demostrando buen corazón una vez más, le ofreció a uno un poco de queso además de ayuda. Aquello era buena idea, podría darnos algo de información.
-¿Quién es tu amo, pequeño? - Pregunté amigablemente.
- Resumen:
- Reaccionar a lo acontecido, ser educada con Brynn, ir a la sala rosita y preguntar a uno de los esqueletos acerca de su amo
-Oh, sí, Eugenio Aguerrido -respondió Al cuando Arthur terminó de hablar-. Ese loco que asaltó un par de licorerías sin bajarse de su chalupa. Como mínimo habría que reconocerle el mérito de ser imaginativo. Y de navegar por una calle.
Sabía que aquella anécdota no respondía del todo las dudas de Zay, que parecía tener un conocimiento más bien escaso de cómo funcionaba la Marina: Estaba claro que había una escasa cantidad de Altos Cargos, pero el de capitán era un rango relativamente abundante. Había menos capitanes que reclutas, evidentemente, pero la cifra de marines en ese puesto podía oscilar entre mil y dos mil personas, echando por lo bajo. Y si bien él había establecido su base en el Nuevo Mundo años atrás, solo había empezado a utilizarla poco antes de Gray Rock y todavía estaban moviendo papeleo.
-Ya no quedan delincuentes como los de antes, ¿verdad? -Preguntó, más de forma retórica, recordando la primera etapa de su servicio. El South Blue era frío en invierno, pero pasaban en él al menos seis meses de un agradable calor veraniego. Allí se había ganado sus primeras cicatrices y ascensos, y desde allí lo habían enviado al este para cubrir la peligrosa guerra que se fraguaba en Loguetown. Era solo un niño, visto desde ese momento. Y siempre le afectaban igual las debacles- Ahora todo es muerte y desolación...
Continuaron avanzando en el camino que había señalado, una ruta que el sonido profetizaba no iba a resultar agradable. Al se puso sus auriculares y rechazó con un gesto los de Bleyd. Este, mientras seguían caminando, dijo algo que no pudo escuchar. Lógico, por otro lado, ya que llevaba tapones en los oídos.
-¡No te oigo! -Gritó, echándose sobre su oreja- ¡Llevo tapones en los oídos!
El pasillo se había estrechado, pero con las mismas se abrió cual flor al amanecer y se volvió una amplia sala donde, sin comerlo ni beberlo, surgió un robot extraño que... Un momento. Llevaba los tapones. Se quitó los tapones y dejó que la música penetrase en él, ignorando el dolor de un sonido tan alto hasta que poco a poco se fue acostumbrando.
-¿Qué se supone que es esto? ¿Tenemos que mear ahí?
Advirtió que Bleyd estaba practicando una sangría al cuerpo malherido de un hombre calvo. No sabía si cuestionar la moralidad de esa acción o aplaudir la sagacidad de llevar un moribundo encima por si surgía, en algún momento, la necesidad de sangrarlo. El propósito era claro: Bleyd pretendía llenar la probeta de esa sangre que, visto lo visto, debía pertenecer a uno de los responsables o al menos a alguien que trabajase allí. Pero las palabras de Zay, en ese momento, fueron las que más llamaron su atención. Más que el doctor chiflado y su fábrica de morcillas.
-Pero Zay... A lo mejor ese tal Inno sí era Marine. No me cuadra que alguien a las órdenes de Minato se comportase así, o que Hyoshi lo consintiera, pero lo cierto es que en todos los árboles hay una manzana podrida. ¿No has escuchado a Arhur cuando te hablaba de Eugenio Guerrilla, el hombre que atracaba bancos montado en un balandro beige? Y aunque pueda invitarte a entrar en nuestras filas, alguien te ha puesto en la lista negra y debes salir de ella antes de que cualquier reclutador te acepte. Limpiar tu nombre hoy, ganarte el perdón en el futuro, asistir a tu juicio y cumplir condena si procede... Por otro lado la vida de pirata no tiene sentido, los que luchan contra el Gobierno Mundial son los miembros de la Armada Revolucionaria. Y esos sí que no se andan con coñas. Mira el dispositivo del juicio final que se han montado.
Sabía que aquella anécdota no respondía del todo las dudas de Zay, que parecía tener un conocimiento más bien escaso de cómo funcionaba la Marina: Estaba claro que había una escasa cantidad de Altos Cargos, pero el de capitán era un rango relativamente abundante. Había menos capitanes que reclutas, evidentemente, pero la cifra de marines en ese puesto podía oscilar entre mil y dos mil personas, echando por lo bajo. Y si bien él había establecido su base en el Nuevo Mundo años atrás, solo había empezado a utilizarla poco antes de Gray Rock y todavía estaban moviendo papeleo.
-Ya no quedan delincuentes como los de antes, ¿verdad? -Preguntó, más de forma retórica, recordando la primera etapa de su servicio. El South Blue era frío en invierno, pero pasaban en él al menos seis meses de un agradable calor veraniego. Allí se había ganado sus primeras cicatrices y ascensos, y desde allí lo habían enviado al este para cubrir la peligrosa guerra que se fraguaba en Loguetown. Era solo un niño, visto desde ese momento. Y siempre le afectaban igual las debacles- Ahora todo es muerte y desolación...
Continuaron avanzando en el camino que había señalado, una ruta que el sonido profetizaba no iba a resultar agradable. Al se puso sus auriculares y rechazó con un gesto los de Bleyd. Este, mientras seguían caminando, dijo algo que no pudo escuchar. Lógico, por otro lado, ya que llevaba tapones en los oídos.
-¡No te oigo! -Gritó, echándose sobre su oreja- ¡Llevo tapones en los oídos!
El pasillo se había estrechado, pero con las mismas se abrió cual flor al amanecer y se volvió una amplia sala donde, sin comerlo ni beberlo, surgió un robot extraño que... Un momento. Llevaba los tapones. Se quitó los tapones y dejó que la música penetrase en él, ignorando el dolor de un sonido tan alto hasta que poco a poco se fue acostumbrando.
-¿Qué se supone que es esto? ¿Tenemos que mear ahí?
Advirtió que Bleyd estaba practicando una sangría al cuerpo malherido de un hombre calvo. No sabía si cuestionar la moralidad de esa acción o aplaudir la sagacidad de llevar un moribundo encima por si surgía, en algún momento, la necesidad de sangrarlo. El propósito era claro: Bleyd pretendía llenar la probeta de esa sangre que, visto lo visto, debía pertenecer a uno de los responsables o al menos a alguien que trabajase allí. Pero las palabras de Zay, en ese momento, fueron las que más llamaron su atención. Más que el doctor chiflado y su fábrica de morcillas.
-Pero Zay... A lo mejor ese tal Inno sí era Marine. No me cuadra que alguien a las órdenes de Minato se comportase así, o que Hyoshi lo consintiera, pero lo cierto es que en todos los árboles hay una manzana podrida. ¿No has escuchado a Arhur cuando te hablaba de Eugenio Guerrilla, el hombre que atracaba bancos montado en un balandro beige? Y aunque pueda invitarte a entrar en nuestras filas, alguien te ha puesto en la lista negra y debes salir de ella antes de que cualquier reclutador te acepte. Limpiar tu nombre hoy, ganarte el perdón en el futuro, asistir a tu juicio y cumplir condena si procede... Por otro lado la vida de pirata no tiene sentido, los que luchan contra el Gobierno Mundial son los miembros de la Armada Revolucionaria. Y esos sí que no se andan con coñas. Mira el dispositivo del juicio final que se han montado.
- Resumen:
- Mételo entre dos panes.
Rose D. Alviss
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- Lo primero mi nombre es Alviss, el tuyo era Vile, ¿no? no soy muy bueno con los nombres. - Fue mi primera reacción a la apuesta del susodicho. - Venga va. Olvidas el factor Zane, yo digo que Dexter con el toro se va cargar gran parte de la sala y los que están bebiendo se va a pegar todos entre ellos, como si fuera una pelea de bar.
Tiene gracia que este apostando un dinero que no tengo, ahora mismo ni una moneda poseo. Da igual, si pierdo ya robaré a algún marine.
Ninguno de los dos acertó la apuesta al 100%, el dragón les miró mal, pero el toro no cayó por el peso de Dexter y se puede considerar que se cargó parte de la sala, milagrosamente yo no recibí daño por todo el hormigón que se desprendía, sólo una piedras de nada, pero no hubo pelea de borrachos.
- Mmmm, mejor lo dejamos acumulado para otra apuesta, como si fuera un doble o nada. - Le comenté a Vile.
Pude ver como la cara de Zane no era buena tras probar el alcohol gratis que ofrecían, y si un borracho pro como él reacciona así, mejor será que ni olerlo. Resulta irónico, en principio iba a ir a tomar, pero con la apuesta me distraje y se me pasó por completo.
Fui con los demás miembros de la banda a por las escaleras de caracol que aparecieron tras la victoria de Dexter contra el toro mecánico, que no debió ser fácil, yo lo sabía bien, por desgracia mía en el pasado. Oí como el gyojin no le gustaba que otra gente resolviera las pruebas.
- Yo no me quejo, nos ahorran trabajo, aunque la verdad me esperaba más diversión para todos cuando estábamos a punto de entrar.
Cuando acabaron los peldaños me percaté que estábamos en la parte exterior de la aguja.
- Bonitas vistas, eso no se puede negar y coño... si que hemos subido, tenía la sensación que habíamos avanzado menos. Mejor supongo.
El gañan hablaba con el dragón, claramente se conocían, mencionando la Al-ianza que teníamos. Fijándome más en la estructura de la aguja, llegué a la conclusión que este era el mejor momento de dejar seguir el juego de los apocalípticos y empezar a cargarse toda la obra.
- Capitán, ahora que estamos fuera, puedes volar y hacer lo que mejor sabes, destruir y liarla. Es más diría que tienes un don para eso y para eso hemos venido, ¿no?. - Le dije al pelirrojo con cierto retintín, acompañando el comentario de Luka.
Tiene gracia que este apostando un dinero que no tengo, ahora mismo ni una moneda poseo. Da igual, si pierdo ya robaré a algún marine.
Ninguno de los dos acertó la apuesta al 100%, el dragón les miró mal, pero el toro no cayó por el peso de Dexter y se puede considerar que se cargó parte de la sala, milagrosamente yo no recibí daño por todo el hormigón que se desprendía, sólo una piedras de nada, pero no hubo pelea de borrachos.
- Mmmm, mejor lo dejamos acumulado para otra apuesta, como si fuera un doble o nada. - Le comenté a Vile.
Pude ver como la cara de Zane no era buena tras probar el alcohol gratis que ofrecían, y si un borracho pro como él reacciona así, mejor será que ni olerlo. Resulta irónico, en principio iba a ir a tomar, pero con la apuesta me distraje y se me pasó por completo.
Fui con los demás miembros de la banda a por las escaleras de caracol que aparecieron tras la victoria de Dexter contra el toro mecánico, que no debió ser fácil, yo lo sabía bien, por desgracia mía en el pasado. Oí como el gyojin no le gustaba que otra gente resolviera las pruebas.
- Yo no me quejo, nos ahorran trabajo, aunque la verdad me esperaba más diversión para todos cuando estábamos a punto de entrar.
Cuando acabaron los peldaños me percaté que estábamos en la parte exterior de la aguja.
- Bonitas vistas, eso no se puede negar y coño... si que hemos subido, tenía la sensación que habíamos avanzado menos. Mejor supongo.
El gañan hablaba con el dragón, claramente se conocían, mencionando la Al-ianza que teníamos. Fijándome más en la estructura de la aguja, llegué a la conclusión que este era el mejor momento de dejar seguir el juego de los apocalípticos y empezar a cargarse toda la obra.
- Capitán, ahora que estamos fuera, puedes volar y hacer lo que mejor sabes, destruir y liarla. Es más diría que tienes un don para eso y para eso hemos venido, ¿no?. - Le dije al pelirrojo con cierto retintín, acompañando el comentario de Luka.
- Resumen:
- Aceptar la apuesta de Vile y proponer hacer otra en un futuro para romper el empate.
- Subir y observar el exterior.
- Incitar a Zane a que destruya todo.
- Aceptar la apuesta de Vile y proponer hacer otra en un futuro para romper el empate.
Giotto Leblanc
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El agente estuvo a punto de canalizar una llama en su puño y golpear al ser que se les acercaba de frente. No obstante, cuando vislumbró como los músculos de su atacante se relajaban y su ataque iba desacelerando a medida que se acercaba supo que iba a cesar en su intento. Escuchó todo lo que aquel extraño peludo ser tenía que decir, e hizo lo mismo cuando Ellie le contestó.
—No se preocupe, señor… —Se mantuvo callado durante un instante para que el ser contestara y dijera su nombre—. Mi nombre es Giotto Leblanc, y puedo prometerle y prometo que les devolveré vuestro hogar antes de que acabe la noche. A cambio solo tendréis que ayudarnos en nuestra empresa, es decir, nosotros os liberamos y vosotros nos guiais por el interior de este esperpento metálico, ¿aceptáis?
Miró a Ellie y le asintió con la cabeza, y del mismo modo hizo con Iulio. No tenía muy claro en pactar con esos individuos, pero ¿qué podían perder al hacerlo? Nada, a unas malas siempre podía calcinarlos hasta dejarlos hecho cenizas. «Quítate esas ideas de la cabeza» —discurrió con cierta preocupación.
Últimamente estaba preocupado por lo que le estaba ocurriendo. Siempre había tenido un gran aprecio por la vida humana, bueno, por la vida en general, pero llevaba unos meses en los que no sentía nada al arrebatar una vida.
—No se preocupe, señor… —Se mantuvo callado durante un instante para que el ser contestara y dijera su nombre—. Mi nombre es Giotto Leblanc, y puedo prometerle y prometo que les devolveré vuestro hogar antes de que acabe la noche. A cambio solo tendréis que ayudarnos en nuestra empresa, es decir, nosotros os liberamos y vosotros nos guiais por el interior de este esperpento metálico, ¿aceptáis?
Miró a Ellie y le asintió con la cabeza, y del mismo modo hizo con Iulio. No tenía muy claro en pactar con esos individuos, pero ¿qué podían perder al hacerlo? Nada, a unas malas siempre podía calcinarlos hasta dejarlos hecho cenizas. «Quítate esas ideas de la cabeza» —discurrió con cierta preocupación.
Últimamente estaba preocupado por lo que le estaba ocurriendo. Siempre había tenido un gran aprecio por la vida humana, bueno, por la vida en general, pero llevaba unos meses en los que no sentía nada al arrebatar una vida.
Por un momento casi había sido capaz de ver mi cabeza volando muy lejos del resto de mi cuerpo y envuelta en diminutos destellos, pero la iniciativa de Ellie había alejado de mí esa imagen. No dejaba de resultar curioso que, pese a haber aprisionado a todo un pueblo, el artífice de semejante secuestro hubiese dejado libre a su líder.
Aun así, lo cierto era que la noble valentía de la mink nos había brindado una salida libre de violencia y el acceso a una posible alianza, aunque fuera temporal y bajo unas condiciones, cuanto menos, difíciles de cumplir. No obstante, tenía razón: la mejor manera de salir de allí era colaborando.
Asentí a mis compañeros, aportando aún más luz al lugar y afanándome en liberar a los prisioneros en cuanto los demás comenzaron. No tenía demasiado claro si eran congéneres de Ellie o algún otro tipo de criatura, pero eso poco importaba. Se mostraban inteligentes y, vista la situación en la que nos encontrábamos, cualquier ayuda era bienvenida.
Aun así, lo cierto era que la noble valentía de la mink nos había brindado una salida libre de violencia y el acceso a una posible alianza, aunque fuera temporal y bajo unas condiciones, cuanto menos, difíciles de cumplir. No obstante, tenía razón: la mejor manera de salir de allí era colaborando.
Asentí a mis compañeros, aportando aún más luz al lugar y afanándome en liberar a los prisioneros en cuanto los demás comenzaron. No tenía demasiado claro si eran congéneres de Ellie o algún otro tipo de criatura, pero eso poco importaba. Se mostraban inteligentes y, vista la situación en la que nos encontrábamos, cualquier ayuda era bienvenida.
Dexter Black
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El toro mecánico aterrizó y Dexter mostró una sonrisa llena de hormigón, que tardó poco en escupir. Le sabía la boca a cemento, lo cual no era en absoluto agradable, y tenía toda la sangre -o la mayor parte- en las piernas, lo cual no era demasiado bueno para la salud según tenía entendido. Bajó como pudo del mecanismo y caminó al más puro estilo western un par de pasos, sintiendo cómo de pronto todo su cuerpo ardía en una súbita subida de temperatura. Para muchos que la sangre corriera de pronto era una molestia, y el fuego que se desplazaba por sus venas no era menos. Una vez se sintió bien, accedió a la planta superior.
-Esto no tiene nada de cinematográfico- comentó, apretando su nariz con algo de fuerza. Un polvo gris comenzó a caer de ella, esparciéndose por todas partes- pero ha sido bastante entretenido.
Ignoró el hecho de que no estaba allí para divertirse por un instante, y observó el cielo. No sabía cuánto tiempo había estado ahí dentro, aunque asumía que una hora y pico a juzgar por la posición relativa de la luna respecto a él. También se levantó un párpado y comenzó a tirar del pequeño alambre que se había introducido por su cuenca, bordeando el ojo. Sacarlo provocaba unas cosquillas algo desagradables, pero no quería vivir con un pedazo de metal en medio de la cabeza. No si no lo elegía él.
-Bueno, ha sido un placer veros a todos. Yo tengo una cosa muy importante que hacer.
"Quitar un enchufe", pensó para sí con cierto desaire. Con un salto bien calculado se subió al muro y observó. La aguja, por sentido común, no podía estar tocando las paredes de la estructura o el sonido se perdería. Y la fuente de alimentación tenía que estar o bien integrada al aparato -esperaba que no- o en un espacio externo a través de un puente de corriente. De ser cierto lo segundo vería un cable en alguna parte, ya fuese en la parte más baja o en la más alta del sitio. Aunque contaba con que hubiese alguien protegiendo lo que obviamente era el detalle más delicado de aquella innombrable aberración.
-Esto no tiene nada de cinematográfico- comentó, apretando su nariz con algo de fuerza. Un polvo gris comenzó a caer de ella, esparciéndose por todas partes- pero ha sido bastante entretenido.
Ignoró el hecho de que no estaba allí para divertirse por un instante, y observó el cielo. No sabía cuánto tiempo había estado ahí dentro, aunque asumía que una hora y pico a juzgar por la posición relativa de la luna respecto a él. También se levantó un párpado y comenzó a tirar del pequeño alambre que se había introducido por su cuenca, bordeando el ojo. Sacarlo provocaba unas cosquillas algo desagradables, pero no quería vivir con un pedazo de metal en medio de la cabeza. No si no lo elegía él.
-Bueno, ha sido un placer veros a todos. Yo tengo una cosa muy importante que hacer.
"Quitar un enchufe", pensó para sí con cierto desaire. Con un salto bien calculado se subió al muro y observó. La aguja, por sentido común, no podía estar tocando las paredes de la estructura o el sonido se perdería. Y la fuente de alimentación tenía que estar o bien integrada al aparato -esperaba que no- o en un espacio externo a través de un puente de corriente. De ser cierto lo segundo vería un cable en alguna parte, ya fuese en la parte más baja o en la más alta del sitio. Aunque contaba con que hubiese alguien protegiendo lo que obviamente era el detalle más delicado de aquella innombrable aberración.
- Resumen:
- Mirar hacia dónde está la aguja. Ir hacia ella, si se puede.
Zack Suky
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Una vez más nada salió como había esperado, ya que nada más comenzar mi avance tras el amarre del pulpo algo se interpuso en mi camino y cortó mi avance de forma abrupta. Gracias a mis reflejos pude comprobar que era el globo con el que mi compañero había estado enreando, pero poco más pude hacer aparte de mirarlo antes de que este estallase y me empujase hacia atrás. Al parecer no éramos los únicos que habíamos pensado en un plan B, aunque viendo lo que estaba sucediendo tampoco es que me pudiese quejar, puesto que el asesino mostró una velocidad y pericia envidiable y consiguió quitarse a Kaito de encima con otro globo... Pero no sin haberse apuñalado un ojo antes.
- Vaya un jodido tarado - mascullé mientras me preparaba para avanzar antes de que este se levantase para atacarnos. Un contrincante con esos problemas mentales nunca sabías por donde te podía salir... Hecho que no tardé en averiguar cuando habló de nuevo.
- Como si me importase una mierda quién la ha construido - contesté mientras avanzaba hacia él, o al menos hacia lo que quedaba de él. - Llegados a este punto me vale con salir de este puto sitio - sentencié mientras intentaba clavar la punta de Lengua Demoníaca en el cuerpo del mini asesino.
Si conseguía ensartarlo intentaría patear su cuerpo con la intención de desgarrarlo del todo, aunque si mis sospechas eran ciertas no estábamos ante el tipo real sino ante alguna especie de clon que hubiese creado con esos globos que generaba, por lo que si lo conseguía esperaba que se desinchase y no llenarme de tripas y sangre los pies... Aunque dado el estado de nervios en el que me había puesto tampoco me importaba en demasía. Quizás así me tranquilizaba un poco, aunque también existía la posibilidad de que el tipo tuviese algo reservado y no llegase si quiera a rozarlo con mi arma; por lo que no bajaría mi guardia, ni mi mantra, sobre él hasta que sintiese que habíamos acabado con él, ya que no tenía ningunas ganas de recibir una puñalada trapera por falta de atención.
Si todo salía bien me pondría en busca d cuchillo del tipo. No tenía nada de especial, pero había podido oler la buena calidad del material. Si lo encontraba me lo ataría al cinto y comenzaría la búsqueda de los dados. No solo tenía curiosidad por averiguar si habríamos sobrevivido por azar, como me serviría a modo de trofeo para recordar el encuentro. Ya tenía varias cosas de distintos encontronazos y me gustaría tener un recuerdo palpable de este en concreto, ya que si encontraba el arma no descartaba fundirla y darle otro uso. Un cuchillo era demasiado pequeño para mi forma de luchar, pero seguramente podía usar el material para crear cualquier otro artefacto.
Una vez acabada mi búsqueda, sino había contratiempos, avanzaría junto al encapuchado a la siguiente sala, aunque desactivando mi mantra antes de proseguir. Sabía que si lo usaba demasiado terminaría agotado inútilmente y mientras siguiese en esta torre del demonio toda precaución era poca.
- Vaya un jodido tarado - mascullé mientras me preparaba para avanzar antes de que este se levantase para atacarnos. Un contrincante con esos problemas mentales nunca sabías por donde te podía salir... Hecho que no tardé en averiguar cuando habló de nuevo.
- Como si me importase una mierda quién la ha construido - contesté mientras avanzaba hacia él, o al menos hacia lo que quedaba de él. - Llegados a este punto me vale con salir de este puto sitio - sentencié mientras intentaba clavar la punta de Lengua Demoníaca en el cuerpo del mini asesino.
Si conseguía ensartarlo intentaría patear su cuerpo con la intención de desgarrarlo del todo, aunque si mis sospechas eran ciertas no estábamos ante el tipo real sino ante alguna especie de clon que hubiese creado con esos globos que generaba, por lo que si lo conseguía esperaba que se desinchase y no llenarme de tripas y sangre los pies... Aunque dado el estado de nervios en el que me había puesto tampoco me importaba en demasía. Quizás así me tranquilizaba un poco, aunque también existía la posibilidad de que el tipo tuviese algo reservado y no llegase si quiera a rozarlo con mi arma; por lo que no bajaría mi guardia, ni mi mantra, sobre él hasta que sintiese que habíamos acabado con él, ya que no tenía ningunas ganas de recibir una puñalada trapera por falta de atención.
Si todo salía bien me pondría en busca d cuchillo del tipo. No tenía nada de especial, pero había podido oler la buena calidad del material. Si lo encontraba me lo ataría al cinto y comenzaría la búsqueda de los dados. No solo tenía curiosidad por averiguar si habríamos sobrevivido por azar, como me serviría a modo de trofeo para recordar el encuentro. Ya tenía varias cosas de distintos encontronazos y me gustaría tener un recuerdo palpable de este en concreto, ya que si encontraba el arma no descartaba fundirla y darle otro uso. Un cuchillo era demasiado pequeño para mi forma de luchar, pero seguramente podía usar el material para crear cualquier otro artefacto.
Una vez acabada mi búsqueda, sino había contratiempos, avanzaría junto al encapuchado a la siguiente sala, aunque desactivando mi mantra antes de proseguir. Sabía que si lo usaba demasiado terminaría agotado inútilmente y mientras siguiese en esta torre del demonio toda precaución era poca.
- Resumen:
- Una vez el tipo se ha desinflado intentar clavarle mi espada y darle una patada en busca de reventarlo. Si todo sale sin contratiempos buscar el cuchillo y los dados para guardármelos y luego marchar hacia la siguiente sala.
*Turnos de Haki observación: 3 turnos.
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