Vile Spectre
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El tipo se inclino frente a Vile. No perdió la sonrisa. Sabía que había logrado provocarle. El músico pensó que había sido una táctica muy inteligente, puesto que aquel hombrecillo podía considerarlo tanto adulación como provocación. En ese momento, Vile destensó los hombros y dejó que los subalternos de aquel tipo le librasen de los grilletes. Inclinó la cabeza en dirección al "emperador" y al soldado que le había liberado, pero manteniendo su mueca. No quería perder la sorna que le caracterizaba.
-Kenshin -respondió el joven- es bastante considerado. Supongo que no le molestaría que un par de personas más le llamasen "alteza". Diablos, le encantaría.
El hombre que les quitó las esposas les preguntó, con un tono sorprendentemente sereno, cuáles eran sus intenciones. Vile no pudo sino observar como el "emperador" retornaba a su pabellón, desinteresado. Chasqueó la lengua. No podían demorarse mucho más. Había que darse prisa.
-Verá, señor chambelán -respondió Vile, sonriendo con más amabilidad que burla-. Deseábamos mantener una audiencia con el señor de estas tierras porque tenemos entre manos un negocio de mutuo interés. Una comunión de nuestras fuerzas puede servir a los intereses de ambos. Las recompensas que podemos amasar se cuentan por los millones de Berries, e incluso algunos de los premios que podríamos obtener no se podrían valorar por ninguno de los sistemas monetarios que existen en los Blues. Pero eso, claro está, lo tendríamos que discutir con vuestro señor. Sería penoso si desoyera nuestra oferta.
Se giró hacia Nox, guiñándole discretamente el ojo.
-Asumo que mi compañero y yo somos libres de irnos si vuestro señor no tuviera interés en lo que le ofrecemos... Pero me arriesgo a sonar repetitivo, quizás nuestra oferta pueda ser de su interés... ¿Quiere oírla?
Sabía que estaba siendo pesado, pero de una forma que sabía que funcionaba. Él gustaba de llamarla "El Péndulo", que consistía en picar la curiosidad de su oyente haciéndole saber en repetidas ocasiones que su oferta le sería beneficiosa y que rechazarla sería un error, mientras que se preparaba para ser rechazado. Con esto sabría de que pasta estaba hecho el "Emperador".
-Kenshin -respondió el joven- es bastante considerado. Supongo que no le molestaría que un par de personas más le llamasen "alteza". Diablos, le encantaría.
El hombre que les quitó las esposas les preguntó, con un tono sorprendentemente sereno, cuáles eran sus intenciones. Vile no pudo sino observar como el "emperador" retornaba a su pabellón, desinteresado. Chasqueó la lengua. No podían demorarse mucho más. Había que darse prisa.
-Verá, señor chambelán -respondió Vile, sonriendo con más amabilidad que burla-. Deseábamos mantener una audiencia con el señor de estas tierras porque tenemos entre manos un negocio de mutuo interés. Una comunión de nuestras fuerzas puede servir a los intereses de ambos. Las recompensas que podemos amasar se cuentan por los millones de Berries, e incluso algunos de los premios que podríamos obtener no se podrían valorar por ninguno de los sistemas monetarios que existen en los Blues. Pero eso, claro está, lo tendríamos que discutir con vuestro señor. Sería penoso si desoyera nuestra oferta.
Se giró hacia Nox, guiñándole discretamente el ojo.
-Asumo que mi compañero y yo somos libres de irnos si vuestro señor no tuviera interés en lo que le ofrecemos... Pero me arriesgo a sonar repetitivo, quizás nuestra oferta pueda ser de su interés... ¿Quiere oírla?
Sabía que estaba siendo pesado, pero de una forma que sabía que funcionaba. Él gustaba de llamarla "El Péndulo", que consistía en picar la curiosidad de su oyente haciéndole saber en repetidas ocasiones que su oferta le sería beneficiosa y que rechazarla sería un error, mientras que se preparaba para ser rechazado. Con esto sabría de que pasta estaba hecho el "Emperador".
- Resumen:
- Intentar picar la curiosidad del emperador.
Yarmin Prince
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Tuve que reírme. Por fin empezaba a entender por qué mi poder siempre funcionaba de forma tan extraña sobre el hombre pez. No era otra que el distanciamiento de Maki hacia la realidad que lo hacía alguien tan imprevisible y a la vez ingobernable. Llevaba años intentando hallar patrones en su conducta, analizarlo de forma minuciosa para aprovecharme de su influencia, pero simplemente eso era imposible. El reino de Augustus no era de este mundo. Controlado por una voluntad ajena a nuestra comprensión, casi un títere de una mente demasiado enferma, se rendía a los caprichos del momento siendo, cada vez, prácticamente una persona diferente. Esa faceta disociativa podía apreciarla en su nuevo atuendo, así como en sus recién aprendidas costumbres: El sepukku, tradición samurai, coincidía con una frase que había abierto mis ojos. Sin embargo, si lograba atraer a mi buen amigo hacia esta dimensión podría manejarlo. Él era la llave del ejército gyojin, solo tenía que hablar su mismo lenguaje.
- Pero Augustus, ¿qué dices? -repliqué, con cierta preocupación-. No fue en tres días, fue en varios meses. ¿No te das cuenta? -Espero que al menos te la hallas follado-. Está embarazada. Por eso ha ganado peso, su humor se altera y en ocasiones se solivianta sin motivo aparente. Has estado tan ausente, tan ocupado intentando salvar el mundo... La has abandonado a ella, a tu hijo.
Si no necesitase que todo el grupo de retrasados que acompañaban al jefe yakuza se lo creyesen también habría sonreído, pero no me lo permití. En su lugar dejé que mi ceño se frunciese en una mueca de preocupación, acompañando mi discurso de una representación casi dramática. Las manos temblorosas, de puños apretados y abriéndose de golpe. Mi cuello tenso, mi movimiento nervioso de piernas... Una interpretación sublime.
- ¿Vas a matarte? ¿Vas a dejar que tu hijo crezca sin un padre? Sé un hombre y levántate, por favor. Tienes una esposa que reconquistar.
No sé qué fue. Tal vez mis palabras, quizá su "absurdo humor de sushiman" -no sé por qué, estoy seguro de que Maki sentiría algo similar a esto-, pero tiró el tanto al suelo. Me habría gustado mucho ver cómo Augustus moría como un imbécil a mis pies, pero al mismo tiempo agradecí que el único aliado que parecía tener, por retrasado que fuese, siguiera con vida. De ese modo, nos pusimos en marcha hacia el palacio.
Uno de los chicos de Makintosh informó de algo a lo que yo no había prestado demasiada atención, entre otras cosas porque para el caso no me interesaba demasiado, pero en ese momento me permitía ver las cosas de otro modo. Soldados de cuerpo y mente débil serían un añadido patético a mi ejército, pero sí una pieza sencilla de manipular, facilitándonos llegar hasta la reina. Menos mal que me acordé de recoger el tanto de Augustus; tenía para él un plan único y, curiosamente, la función kabuki era la ocasión perfecta para llevarlo a cabo.
- Eso no será necesario, amigo -rechacé de nuevo, amablemente-. Mientras tú reconquistas a tu esposa yo me aseguraré de conseguiros un banquete como el que no pudisteis tener en vuestra boda. Va a ser un día memorable.
En la puerta del palacio nos esperaba, como siempre, la guardia que protegía la entrada. Tuvimos que detenernos, como era lógico, pero sonreí notablemente. Un gato salió corriendo desde el interior del edificio, tratando de acariciar la pata del guardia con más galones. Ni corto ni perezoso, queriendo que esto se solventase de la forma más tranquila posible, había descargado mi serv sobre el exploding kitten. Si funcionaba, él estaba ahora a mi servicio.
- Su Majestad Augustus Makintosh I, consorte de la Gran Emperatriz, exige pasar con su comitiva al interior. Tiene una cita con su esposa y no aceptará ninguna clase de negativa al respecto.
Si todo funcionaba, yo me acercaría al oficial y, tras darle una orden de comprobación, haría que me acompañase al interior con los demás. Teníamos mucho de qué hablar.
- Pero Augustus, ¿qué dices? -repliqué, con cierta preocupación-. No fue en tres días, fue en varios meses. ¿No te das cuenta? -Espero que al menos te la hallas follado-. Está embarazada. Por eso ha ganado peso, su humor se altera y en ocasiones se solivianta sin motivo aparente. Has estado tan ausente, tan ocupado intentando salvar el mundo... La has abandonado a ella, a tu hijo.
Si no necesitase que todo el grupo de retrasados que acompañaban al jefe yakuza se lo creyesen también habría sonreído, pero no me lo permití. En su lugar dejé que mi ceño se frunciese en una mueca de preocupación, acompañando mi discurso de una representación casi dramática. Las manos temblorosas, de puños apretados y abriéndose de golpe. Mi cuello tenso, mi movimiento nervioso de piernas... Una interpretación sublime.
- ¿Vas a matarte? ¿Vas a dejar que tu hijo crezca sin un padre? Sé un hombre y levántate, por favor. Tienes una esposa que reconquistar.
No sé qué fue. Tal vez mis palabras, quizá su "absurdo humor de sushiman" -no sé por qué, estoy seguro de que Maki sentiría algo similar a esto-, pero tiró el tanto al suelo. Me habría gustado mucho ver cómo Augustus moría como un imbécil a mis pies, pero al mismo tiempo agradecí que el único aliado que parecía tener, por retrasado que fuese, siguiera con vida. De ese modo, nos pusimos en marcha hacia el palacio.
Uno de los chicos de Makintosh informó de algo a lo que yo no había prestado demasiada atención, entre otras cosas porque para el caso no me interesaba demasiado, pero en ese momento me permitía ver las cosas de otro modo. Soldados de cuerpo y mente débil serían un añadido patético a mi ejército, pero sí una pieza sencilla de manipular, facilitándonos llegar hasta la reina. Menos mal que me acordé de recoger el tanto de Augustus; tenía para él un plan único y, curiosamente, la función kabuki era la ocasión perfecta para llevarlo a cabo.
- Eso no será necesario, amigo -rechacé de nuevo, amablemente-. Mientras tú reconquistas a tu esposa yo me aseguraré de conseguiros un banquete como el que no pudisteis tener en vuestra boda. Va a ser un día memorable.
En la puerta del palacio nos esperaba, como siempre, la guardia que protegía la entrada. Tuvimos que detenernos, como era lógico, pero sonreí notablemente. Un gato salió corriendo desde el interior del edificio, tratando de acariciar la pata del guardia con más galones. Ni corto ni perezoso, queriendo que esto se solventase de la forma más tranquila posible, había descargado mi serv sobre el exploding kitten. Si funcionaba, él estaba ahora a mi servicio.
- Su Majestad Augustus Makintosh I, consorte de la Gran Emperatriz, exige pasar con su comitiva al interior. Tiene una cita con su esposa y no aceptará ninguna clase de negativa al respecto.
Si todo funcionaba, yo me acercaría al oficial y, tras darle una orden de comprobación, haría que me acompañase al interior con los demás. Teníamos mucho de qué hablar.
- Resumen:
- Intentar liársela a un pobre soldado para que Maki pueda salvar su matrimonio.
Sacudió sus sables en varias ocasiones, salpicando las cercanías para, acto seguido, terminar de limpiarlos en la escasa indumentaria de algunos de los hombres del mar caídos. El tornado había desaparecido por completo hacía unos segundos, pues la suerte del combate ya había sido decidida y continuar manteniéndolo sólo podría traer destrucción gratuita y daños colaterales innecesarios. Lo que hiciesen con los supervivientes las gentes de Wano no le concernía. No obstante, no sucedía lo mismo con el dorado individuo que observaba la situación desde la distancia.
Llego hasta él junto a Marc, el cual, haciendo gala de su habitual inocencia, se lanzó a hablar con él atropelladamente. Para mal, pues no cabía el para bien vista la situación, el rubio ya había visitado Wano en el pasado junto a Zane. Por ello sabía que nadie daba más importancia al respeto y la honestidad que un espadachín de aquella tierra. Independientemente del escalafón que ocupase en la voraz cadena alimenticia de los siete mares, esperaba que aquel sujeto valorase el gesto que se disponía a hacer. No fue nada del otro mundo, pero inclinó levemente el torso hacia delante en señal de reconocimiento. Le había quedado claro el papel que la población local otorgaba a los Hermanos de la Tormenta, así que se anticipó:
-Somos conscientes de nuestro papel en todo lo que está sucediendo en Wano y de que la responsabilidad de buena parte de vuestros males es directamente nuestra... pero estamos intentando arreglarlo. No sólo nosotros; nuestro capitán también. Estoy seguro de que aquí todos sabéis que su familia aún vive en esta tierra. Revelarnos la ubicación de esa prisión podría ayudar a decidir el destino de este país.
Aguardó alguna respuesta por parte del militar, así como alguna identificación que le proporcionase algún nombre al que aludir, ya fuese en ese momento o en el futuro. La conversación acababa de continuar y se disponía a alzar el vuelo cuando su Den Den Mushi sonó. ¿Zane? Podía ser. De hecho, esperaba y ansiaba que así fuese. Cuál fue su sorpresa al comprobar que quien se dirigía a él no era otro que el mismísimo Dexter Black. Los moluscos de los oficiales de la banda del pelirrojo permitían la comunicación en una línea común. Esto era así porque a raíz de sus viajes Zane había llegado a considerar a muchos de ellos tan aptos a la hora de tomar decisiones para la banda como él mismo.
-Ha habido algún que otro contratiempo con Zane -respondió el espadachín al oír la voz del antiguo Emperador del Mar-, pero todo estará resuelto cuanto antes. Aun así, tengo un mensaje que estoy seguro de que querría transmitirte él mismo de poder -añadió, recordando las conversaciones mantenidas a bordo del Kin no Otome en cuanto fueron conscientes de qué estaba sucediendo en Wano y quién podía merodear la tierra de los samuráis-: No os fieis de la gente de Katharina -citó textualmente.
Acto seguido, y una vez cortada la comunicación con el Zafiro Negro, pondría rumbo a la prisión en la que en teoría mantenían cautivo a Zane siempre que les hubiese sido dada una dirección. Aprovecharía el vuelo para intentar establecer comunicación con Tushido y los demás, preguntando por la emboscada que se planteaban realizar, su situación en esos momentos y la llegada de los refuerzos.
Llego hasta él junto a Marc, el cual, haciendo gala de su habitual inocencia, se lanzó a hablar con él atropelladamente. Para mal, pues no cabía el para bien vista la situación, el rubio ya había visitado Wano en el pasado junto a Zane. Por ello sabía que nadie daba más importancia al respeto y la honestidad que un espadachín de aquella tierra. Independientemente del escalafón que ocupase en la voraz cadena alimenticia de los siete mares, esperaba que aquel sujeto valorase el gesto que se disponía a hacer. No fue nada del otro mundo, pero inclinó levemente el torso hacia delante en señal de reconocimiento. Le había quedado claro el papel que la población local otorgaba a los Hermanos de la Tormenta, así que se anticipó:
-Somos conscientes de nuestro papel en todo lo que está sucediendo en Wano y de que la responsabilidad de buena parte de vuestros males es directamente nuestra... pero estamos intentando arreglarlo. No sólo nosotros; nuestro capitán también. Estoy seguro de que aquí todos sabéis que su familia aún vive en esta tierra. Revelarnos la ubicación de esa prisión podría ayudar a decidir el destino de este país.
Aguardó alguna respuesta por parte del militar, así como alguna identificación que le proporcionase algún nombre al que aludir, ya fuese en ese momento o en el futuro. La conversación acababa de continuar y se disponía a alzar el vuelo cuando su Den Den Mushi sonó. ¿Zane? Podía ser. De hecho, esperaba y ansiaba que así fuese. Cuál fue su sorpresa al comprobar que quien se dirigía a él no era otro que el mismísimo Dexter Black. Los moluscos de los oficiales de la banda del pelirrojo permitían la comunicación en una línea común. Esto era así porque a raíz de sus viajes Zane había llegado a considerar a muchos de ellos tan aptos a la hora de tomar decisiones para la banda como él mismo.
-Ha habido algún que otro contratiempo con Zane -respondió el espadachín al oír la voz del antiguo Emperador del Mar-, pero todo estará resuelto cuanto antes. Aun así, tengo un mensaje que estoy seguro de que querría transmitirte él mismo de poder -añadió, recordando las conversaciones mantenidas a bordo del Kin no Otome en cuanto fueron conscientes de qué estaba sucediendo en Wano y quién podía merodear la tierra de los samuráis-: No os fieis de la gente de Katharina -citó textualmente.
Acto seguido, y una vez cortada la comunicación con el Zafiro Negro, pondría rumbo a la prisión en la que en teoría mantenían cautivo a Zane siempre que les hubiese sido dada una dirección. Aprovecharía el vuelo para intentar establecer comunicación con Tushido y los demás, preguntando por la emboscada que se planteaban realizar, su situación en esos momentos y la llegada de los refuerzos.
- Resumen:
- Preguntarle al señor respetuosamente dónde está la prisión, responder a Dexter en nombre de Zane e intentar averiguar la situación de la minirresistencia de Udon.
Gareth Silverwing
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Oh, genial, esas serpientes no eran gran cosa, pero definitivamente no eran normales. Lo preocupante de todo era que, no sólo eran esas cuatro las que había, sino que estaban saliendo más, y más. Me preparé para hacer frente a una horda, pero lo que no me esperaba era que empezasen a juntarse de esa manera. No para formar una marea o un enjambre, sino para formar una mole negra que siseaba amenazadoramente. No sabía qué me preocupaba más, si no tener noticias de Jack, la serpiente gigantesca o el hecho de que la cámara pareciera estar volviéndose más inestable por minutos.
Aquella cosa no parecía tampoco un ser vivo al uso, los trozos de las serpientes muertas se habían movido para formar parte de este. Eso significaba que, o bien se trataba de un ser inorgánico o un constructo manejado por otra persona. De todas formas sólo había una manera de averiguarlo, pero primero tendría que encargarme de otro problema más importante. Aquella serpiente había abierto la boca y había comenzado a expulsar un chorro de piroclastos en nuestra dirección. Esto era un problema en una sala cerrada.
- ¡Pase lo que pase, por mucho que puedas enfriarte, no lo respires! - Grité antes de tomar aire.
Aquello era un cóctel de muerte incluso para alguien a quien le daba igual la temperatura. Gases tóxicos como el sulfuro o el monóxido de carbono, incluso si hubiera aire respirable estaba cargado de ceniza, la cual taponaría los pulmones con la humedad de estos, formando un cemento. Pero el mayor peligro si evitabas esto eran fragmentos de obsidiana microscópicos, los cuales podían cortar tus pulmones desde dentro al respirarlos. Por muy logia que fueses no podías evitar esto si tomabas aunque fuera una bocanada. De todas formas, habiendo avisado a Al, supuse que haría algo para no morirse por una tontería como esa.
En medio de la nube no podía contar con mi vista, no, los gases podían afectarme a los ojos, así que procuré no abrirlos. Me limité a sentir el flujo de temperatura en la sala. Y no sólo eso, al captar a la serpiente trataría de encontrar algo que me llamase la atención, fuera en su interior o en las cercanías. Una anormalidad que denotase la existencia de alguna especia de órgano, núcleo o controlador. De todas formas, y hasta que eso ocurriese, si ocurría, me lanzaría para tratar de clavar mi arma dentro de la boca de la serpiente, tratando de cortar o tapar la garganta desde la que nos lanzaba los gases tóxicos.
Aquella cosa no parecía tampoco un ser vivo al uso, los trozos de las serpientes muertas se habían movido para formar parte de este. Eso significaba que, o bien se trataba de un ser inorgánico o un constructo manejado por otra persona. De todas formas sólo había una manera de averiguarlo, pero primero tendría que encargarme de otro problema más importante. Aquella serpiente había abierto la boca y había comenzado a expulsar un chorro de piroclastos en nuestra dirección. Esto era un problema en una sala cerrada.
- ¡Pase lo que pase, por mucho que puedas enfriarte, no lo respires! - Grité antes de tomar aire.
Aquello era un cóctel de muerte incluso para alguien a quien le daba igual la temperatura. Gases tóxicos como el sulfuro o el monóxido de carbono, incluso si hubiera aire respirable estaba cargado de ceniza, la cual taponaría los pulmones con la humedad de estos, formando un cemento. Pero el mayor peligro si evitabas esto eran fragmentos de obsidiana microscópicos, los cuales podían cortar tus pulmones desde dentro al respirarlos. Por muy logia que fueses no podías evitar esto si tomabas aunque fuera una bocanada. De todas formas, habiendo avisado a Al, supuse que haría algo para no morirse por una tontería como esa.
En medio de la nube no podía contar con mi vista, no, los gases podían afectarme a los ojos, así que procuré no abrirlos. Me limité a sentir el flujo de temperatura en la sala. Y no sólo eso, al captar a la serpiente trataría de encontrar algo que me llamase la atención, fuera en su interior o en las cercanías. Una anormalidad que denotase la existencia de alguna especia de órgano, núcleo o controlador. De todas formas, y hasta que eso ocurriese, si ocurría, me lanzaría para tratar de clavar mi arma dentro de la boca de la serpiente, tratando de cortar o tapar la garganta desde la que nos lanzaba los gases tóxicos.
- Resumen:
- Avisar a Al de que no respire. Tomar aire y lanzarme a intentar tapar la garganta de la serpiente con mi arma.
Eso había sido fácil. Seguramente el destino había pensado lo mismo, dado que de los túneles siguieron saliendo serpientes. Las primeras eran feroces, pero las evitaron fácilmente. Las siguientes eran más grandes, y parecían indiferentes a su presencia. En lugar de rodearlos y atacar hicieron algo que sacó a Al de sus casillas. No solo se estaban transformando en una suerte de ser portentoso y enorme, peligroso y letal, no. ¡Les estaba dejando en ridículo!
- Te dije que debíamos practicar más -comentó con seriedad, mirando hacia lo alto-. Al final todos hacen el puto docking menos nosotros, ¡joder!
Escuchó las palabras de Arthur, pero para él no significaban demasiado. Tenía técnicas de respiración como solo un músico podía, con lo que contenía aire casi como si se tratase de un campeón de apnea. Además... Generó una pequeña bóveda alrededor de ambos, cerrada hacia delante y conectada por el túnel. El hielo, transparente, permitía ver todo alrededor, y aunque cualquier mínimo impacto podía romperlo en esas condiciones, su plan no pasaba en ningún momento por dejar que eso quedase así.
Sacó el violín y comenzó a tocar mientras más hielo surgía desde sus pies, reforzando la construcción para soportar el impacto de los primeros piroclastos. Esta se fue extendiendo hacia los bordes de la sala, donde los gigantes empezaron a levantarse como salidos del suelo. Primero sus manos, con las que mantenían el leve toldo sujeto, para luego ir elevándolo. Sí, la serpiente era un problema con el que lidiar, pero optó por rodearla en primer lugar y que, aun si algo escapaba por el hueco alrededor de su cuello, contar con que fuese mínimo. Eso permitía que hasta que su cabeza estuviera también bajo el hielo no tendría que preocuparse, y cuando eso sucedió los colosos comenzaron a juntarse, al ritmo de la música, doblando el telón entre ellos hasta formar una suerte de manta.
"Precioso", se permitió pensar mientras Arthur cargaba contra el animal, lo que le llevó a pensar en lo que estaba sucediendo: Se trataba de un montón de serpientes fusionadas hasta ser una sola, que escupían flujo piroclástico y, que si se fiaba de lo que sabía de serpientes mágicas fusionadas, podía tener lava por sangre. Así que la opción más cauta sería correr por sus vidas, pero en su lugar optó por empezar a preparar el cascanueces gigante. Desde él daría apoyo al enano.
- Te dije que debíamos practicar más -comentó con seriedad, mirando hacia lo alto-. Al final todos hacen el puto docking menos nosotros, ¡joder!
Escuchó las palabras de Arthur, pero para él no significaban demasiado. Tenía técnicas de respiración como solo un músico podía, con lo que contenía aire casi como si se tratase de un campeón de apnea. Además... Generó una pequeña bóveda alrededor de ambos, cerrada hacia delante y conectada por el túnel. El hielo, transparente, permitía ver todo alrededor, y aunque cualquier mínimo impacto podía romperlo en esas condiciones, su plan no pasaba en ningún momento por dejar que eso quedase así.
Sacó el violín y comenzó a tocar mientras más hielo surgía desde sus pies, reforzando la construcción para soportar el impacto de los primeros piroclastos. Esta se fue extendiendo hacia los bordes de la sala, donde los gigantes empezaron a levantarse como salidos del suelo. Primero sus manos, con las que mantenían el leve toldo sujeto, para luego ir elevándolo. Sí, la serpiente era un problema con el que lidiar, pero optó por rodearla en primer lugar y que, aun si algo escapaba por el hueco alrededor de su cuello, contar con que fuese mínimo. Eso permitía que hasta que su cabeza estuviera también bajo el hielo no tendría que preocuparse, y cuando eso sucedió los colosos comenzaron a juntarse, al ritmo de la música, doblando el telón entre ellos hasta formar una suerte de manta.
"Precioso", se permitió pensar mientras Arthur cargaba contra el animal, lo que le llevó a pensar en lo que estaba sucediendo: Se trataba de un montón de serpientes fusionadas hasta ser una sola, que escupían flujo piroclástico y, que si se fiaba de lo que sabía de serpientes mágicas fusionadas, podía tener lava por sangre. Así que la opción más cauta sería correr por sus vidas, pero en su lugar optó por empezar a preparar el cascanueces gigante. Desde él daría apoyo al enano.
- Resumen:
- Limpiar de gases.
Normas del capítulo:
- Se moderará los martes entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los martes antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación:
- Maki y Yarmin:
- Cuánto sushi desaprovechado, ¡oh, gran Jefe Yakuza, Augustus Makintosh-sama! Un momento… ¿estaba alguno de los tuyos relamiéndose los labios? No, tiene que haber sido una apreciación errónea por mi parte; lo siento.
Sonrisas, eres malo; pobre Maki. Menos mal que no se entera de nada el pobre. Sea como sea, el tanto es tuyo. No es nada del otro mundo, pero parece que esta afilado. De no estarlo el suicidio sentimental del oficial revolucionario se habría convertido en un espectáculo tan turbio como macabro.
No obstante, creo que nadie aquí duda que en esta ocasión Yarmin tiene intenciones nobles y que de verdad quiere salvar el maltrecho matrimonio de los reyes del reino Ryuugu -guiño, guiño-. Un minino oscuro como la noche sale del interior del palacio y ronronea al tiempo que acaricia las piernas del custodio al que se ha dirigido el rubio. Si alguien tuviese unos sentidos lo suficientemente agudo y gozase de una patológica suspicacia vería que su semblante ha cambiado levemente; algo casi imperceptible.
El caso es que da la orden para que se os permita el paso. Los centellas cargan con todo lo necesario para la función y entran detrás de vosotros. El interior del palacio también está bastante desierto, lo que no impide que podáis ver algún que otro grupo de seres de escamas pertrechados con su equipo militar. A juzgar por sus galones, la edad que se puede intuir en ellos y su aire marcial, aún quedan algunos veteranos protegiendo a la reina y liberadora de la raza.
-La reina se encuentra reunida en estos momentos con un viejo amigo –os dice el oficial conforme os dirigís al lugar en el que se encuentra, uno de los muchos jardines distribuidos con maestra precisión sobre los planos. Cuando lleguéis al lugar en cuestión os pedirán que esperéis al otro lado de una de esas puertas correderas de papel que tanto le gustan a Maki.
- Brigada indisciplinada:
- Jack, el tipo asiste estupefacto a tu gesto. ¿Así? ¿Le das tu ropa sin más? ¡Qué generoso, ¿no?! El sujeto se lleva una de las uñas con las que te ha cortado a la boca, dejando que apenas un milímetro de su lengua pruebe tu sangre.
-¡Buah! ¡Qué dulce! Quizás deberías ir al médico, ¿no te parece? Esto no puede ser normal. Me parece que tienes un poco de azúcar en la sangre… ¿Sabes qué? También me gusta tu espada. Creo que la voy a coger también –dice, moviendo tu ropa hacia un lado con el pie como botín provisional. Parece que el tema de tu ropa no es más que una melodramática excusa para intentar matarte-. Tiene pinta de ser bastante buena.
Entonces vuelve a ir a por ti, ejecutando un movimiento igual de veloz hacia ti con el que se coloca frente a tus narices, agachado, para conectar una patada ascendente destinada a hacer que su talón golpee tu barbilla con gran potencia. Acto seguido, intenta ejecutar un corte vertical con sus uñas capaz de segar sin problema un muro de hormigón no demasiado grueso. ¿Y esa capacidad de corte? ¿Se puede saber qué o quién es este tío? De cualquier modo, me parece que queda claro por qué lo mantenían cautivo.
Arthur, tu percepción del flujo de calor revela que hay algo caliente en ese ser… Un momento, no, todo ese ser desprende una cantidad abrumadora de calor que parece no tener fin. Es tanto que a tus no-ojos se comporta como una gran estufa sin nada que resalta sobre el resto en su estructura.
Te lanzas a por ella, en dirección a su boca, y tu espada se clava en lo que debe ser su paladar. El tacto y la resistencia que ofrecen recuerdan a la roca, sólo que bastante más resistente. Sea como sea, es una abertura tan grande que tu arma es del todo insuficiente para taparla por completo. De hecho, agachándote un poco podrías ponerte de pie en el interior de sus fauces. Una vez estás dentro puedes percibir cómo sale aún más calor mientras la sierpe intenta cerrar sus dientes sobre ti. Acto seguido, un chorro de magma abandona su interior con la intención de alcanzarte de pleno.
No me olvido de Al. Por cierto, antes de comentarte qué ha pasado con tu plan me gustaría señalar que la serpiente agita la cabeza como una posesa, por lo que el magma se repartirá por la zona como si proviniese de una manguera descontrolada en el jardín. Probablemente en algún momento estés en su camino, así que ten cuidado.
De cualquier modo, el hielo nace en la zona, sobreponiéndose a la temperatura y adoptando la forma que pretendes darle. Os mantiene aislados de la toxicidad que caracteriza a los productos que salen de la boca de esa cosa, elevándose a continuación para relegarlos a un lugar seguro sobre vuestras cabezas –ni que decir tiene que interpreto que esto sucede antes de que Arthur se lance al ataque-.
Al margen de lo comentado, el reptil –vamos a llamarlo así- ejecuta un barrido horizontal con su cola, creando un surco en las paredes de la bizarra colmena o lo que sea ese sitio en el que os habéis metido. El lugar al completo tiembla, aunque por el momento quizás lo más apremiante sea mantenerse lejos de esa peligrosa extremidad. En caso de que Arthur abandone la boca de la serpiente –entiendo que para clavarle la espada debe estar por ahí cerca- antes de que salga el magma también se verá amenazado por su cola.
- Ryuu:
- Pues lamento comunicarte que allí no hay ni un solo médico que no esté hasta arriba de trabajo. Cualquiera diría que es la puerta de un hospital un lunes dos de enero… Pero vaya, que milagrosamente hay una cama desocupada en la que puedes tumbarte antes de que cualquier otro herido la haga suya. El médico tarda un poco en atenderte, pero finalmente captas su atención y se dirige hacia ti.
La sorpresa y el miedo se pueden ver en su rostro en cuanto le comunicas tus intenciones. Es de Kuri, sí, pero por desgracia no es de Okobore. Ninguno te suena, de cualquier modo. El médico enseguida comienza a explorarte. Incluso hace algunas cosas sin mucho sentido como percutirte el cráneo cual barriga de cirrótico. El caso es que entre maniobra y maniobra te responde con susurros asustados.
-Por la noche nos dividen en turnos para llevarnos a dormir a una tienda situada detrás de ésta. Apenas hemos descansado tres horas por noche durante las últimas dos semanas –se lamenta-. Durante el día estamos todos aquí. Creo que esta noche me toca dormir durante el primer turno. Nos llevan y nos traen escoltados para asegurarse de que no intentemos nada extraño –continúa informando-. Iré donde me lleves si me das garantías de que me puedes sacar de aquí, pero si nos pillan diré que no tenía ni idea de lo que tramabas o de tu identidad y que me secuestraste… Lo siento.
Entonces se va y pasa la siguiente enfermo tras dar unas indicaciones. Entonces te coloca un suerito completamente inocuo y simplemente te deja estar. Parece que tienes un buen rato por delante. A ver cómo te las apañas para salir durante la noche, por cierto. Sea como sea, sanitarios vienen y van, pasan junto a ti y de vez en cuando te preguntan cómo estás, como si tu salud les importase más que la masacre que en teoría estás llevando a cabo sobre su pueblo. ¿Y si intentas sacar algún tipo de información? Dejo a tu elección cuál debe ser tu movimiento mientras aguardas el momento de intentar salir del hospital de campaña, así como urdir un plan para hacerlo sin llamar la atención. ¡Suerte!
- Dexter Black:
- Tu escuadrón personal de liberación te acompaña, siempre ojo avizor cada vez que pasáis cerca de unas ruinas, cadáveres o carretas abandonadas. No son pocos, eso seguro, pero no guardan tanto metal como hubieseis soñado. Irán recogiendo metal hasta reunir un total de unos treinta kilos. Hay de todo, desde acero en el mejor de los casos hasta hierro oxidado en el peor.
En cuanto a la conversación con Berthil, puedes apreciar un intenso silencio en el que sin duda se puede escuchar algo así como un ‘no pasa nada, ya estás aquí’.
-Son muchos, Dexter, y no sé si podremos con ellos con este caos que se ha formado. De cualquier modo, más pronto que tarde marcharé sobre la Capital de las Flores. Espero poder contar contigo para expulsar a esa zorra. –No sé si Akagami acostumbrará a usar ese tipo de palabras malsonantes, pero no cabe duda de que está verdaderamente enfadado.
En cuanto al resto de llamadas, aquellos obligados por hache o por be a seguir tus órdenes las cumplen sin rechistar. Eso incluye al miembro del Ouka Shichibukai, claro está, porque a nadie le gustaría perder un cargo privilegiado como ése por unas filtraciones indeseadas. Dice que tardará en llegar, pero que se pondrá en camino.
Dicho esto, aterrizas en Datebaio junto a todas tus tropas, aunque has tenido algún que otro susto con un joven con pánico a las alturas y un par que casi se caen en pleno vuelo. Sea como sea, llegas antes que nadie. No tardan en indicarte dónde se encuentra la forja, la cual se encuentra semiderruida. Dudo que un herrero común, incluso uno muy bueno, pudiese obtener algo de esa edificación, pero estoy seguro de que tú no eres uno de esos.
De cualquier modo, el vuelo de un dragón no es algo que pase inadvertido incluso en una situación como la que está atravesando Wano. Desde el cielo has podido identificar al menos a tres ejércitos, seguramente los responsables de los gritos de guerra que tú y los tuyos oísteis antes. No sabemos cuánto tardarán en llegar, pero no creo que sea demasiado, así que yo de ti me daría prisa. Esperemos también que tus aliados no se topen con ellos antes de tiempo en su camino hasta la villa.
- Ivarina von Steinkov:
- - Señorita -dice, viéndote la cara, el capitán-. No creo que deba mostrar semejante decepción; al fin y al cabo, nos ha pedido que ascendamos una cascada con galeones. No es una eventualidad a la que nunca se haya enfrentado nadie que no haya venido específicamente a este lugar. Si necesita a las tropas de inmediato podemos subirlas en esquifes, y no será ningún problema, pero perderemos toda nuestra potencia de fuego a cambio de apresurar un enfrentamiento.
Parece muy orgulloso… Y de ego frágil. Sin embargo, tras el exabrupto escucha atentamente lo que tienes que decir. Medita sobre el mapa, y aunque parece seguir preguntándose por qué la batalla debe alejarse tanto de la isla principal lo deja estar. Tras un rato de silencio, alza la mirada de nuevo.
- Si alguien como el Hemperador se ha atrincherado en ese lugar debe haber un motivo detrás. Como mínimo, cuenta con más información de la que nosotros poseemos. -Comienza a colocar piezas de barcos a lo largo de todo el mapa, imitando la formación que sugieres, pero añade muchos más alrededor de Onigashima, sin ninguna formación específica-. Para empezar, ¿cuál es su papel en esta guerra? ¿Cómo sabéis que se han refugiado a causa de vuestra declaración y no que sus tropas estaban ahí en busca de atraeros?
Elige un barco y le arranca la bandera, volcándolo para representar el submarino de Ivan. Lo coloca delante del Horror Circus, y comienza a navegar con él rodeando la isla.
- Asumamos que el enemigo no conoce vuestros planes, o que no tiene tecnología para burlar al radar. ¿No corréis el riesgo de estar mirando de lleno la mano del mago? Si en este tablero va a sacrificar tantas piezas es porque tienen algo mucho más valioso en mente. Eso, o no piensa sacrificarlas. Partiendo de la base, claro, de que la presencia de C. Zar y la de la emperatriz no estén relacionadas. Si queréis mi opinión, como la de un humilde militar que se ha preparado durante toda su vida para este momento -titubea-, este plan resulta sumamente apresurado. Una infiltración resultaría menos llamativa, arriesgaría menos fuerza militar y permitiría conocer el terreno, prometiendo al menos una chance más de victoria. Pero claro, habría que propiciar una situación en la que pueda darse esto…
O podéis pasar de él. Parece que sabe un poco de estrategia, pero sigue siendo un niño de papá más arrogante que capaz.
- Aki y Osu:
- La mirada de la mujer gyojin se clava en ti cuando te adelantas, mientras a tu espalda escuchas un sutil “Lysbeth-san” proveniente de Hitomi. Parece suplicante pero sereno, y a medida que vas hablando puedes escuchar que lo repite un par de veces, hasta que a mitad de tu discurso puedes escucharla:
- Lysbeth-san, por favor…
Sigue sonando en tono bajo, esperando a que termines pacientemente, pero si la miras puedes ver su ceño levemente fruncido acompañado de una sonrisa tensa. La gyojin, por su parte, no oculta su incomodidad y trata de matarte con la mirada a medida que vas hablando. Para cuando terminas, y antes de que la pequeña heredera pueda intervenir, parece que la gyojin pierde los nervios antes:
- Lo que hicimos con el hombre cuya cabeza nos habéis enviado en una caja fue un pacto. -Sus ojos arden con rabia-. El daimyo de Hakumai se prestó de buena gana para derribar el gobierno injusto de un shogun que olvidaba todo más allá de los muros de su palacio. Nosotros no queremos estas tierras, humana; nosotros hemos venido en son de paz para ayudar a la rebelión de Wano… Pero ahora no queda más remedio que negociar con la hija del tirano al que hemos derrocado porque las pobres gentes de Wano necesitan un gobernante.
- ¡Mi padre no era un tirano! -chilla, indignada, Hitomi-. ¡Era un hombre bueno y lo habéis matado! ¡Devolvedme mi país y abandonad sus tierras o me aseguraré de que nunca os vayáis!
Parece que el tono se ha elevado un poco, ¿no? Los escribas de la delegación gyojin apuntan a todo correr las palabras de cada mujer, casi sorprendidos, casi impertérritos.
- ¡Estáis amenazando a la persona equivocada, majestad! Si en tres horas no os habéis arrodillado ante la Emperatriz Hipatia no quedará de vuestra familia ni el recuerdo. Y de este país solo vuestro infame legado.
La mujer se retira, acompañada de un solo hombre. El resto se queda por un instante, hasta que Hitomi los desaloja de un grito. Tras un rato de silencio, vuelve a hablar:
- Voy a matarlos a todos. ¡A todos!
- Promenobu:
- - Oro estelar ser leyenda ancestral de Wano. Una vez hace miles de años cayó meteoro en centro, y de su fuerza alrededor cráter levantó monte Fuji. Se extraho el minerar, pero al poco se volvió fráhil y quebraízo… Sin embargo, alguien aprendió a maneharlo. Nunca compartió su secreto y el conocimiento se perdió. Sin embargo, Kappas creer que pueden tratarlo. Por eso vinieron, pero cálculos errados…
A tu otra pregunta te señala una suerte de globo terráqueo, una maqueta en la que se alinean varias esferas alrededor de la tierra, y la señala.
- El mundo eh mucho má grande que lo ke hay entre sielo y tierra, jovencita. Y aun así, imposible recorrer entero o bañarse dos veces en mismo río. -Mira a Prometeo-. Después de choque, no. Pero impactará Red Line, seguramente. Error de seis minutos poder cambiar todo.
Cuando Shinobu jura rescatar a su familia se echa a llorar, más agradecido y emocionado que triste, pero aun así preocupado. Os ofrece algo de comida para vuestro viaje, y a Prometeo, por verle desarmado, le da su espada.
- No oro estelar, pero poder está en mano que usa. Gracias, de verdad… Y perdón por todo.
Podéis bajar de la torre y ningún gyojin parece estar en los alrededores, al menos no cerca del lugar. Sin embargo podéis ver el puente en la cercanía, custodiado por un equipo de guardias. Sabéis que en un rato llegará el convoy hacia la capital, el mismo que podríais haber asaltado, pero seguramente sea demasiado evidente para colaros junto a ellos, y la idea de entrar a través de la fuerza bruta no se antoja como una solución que os pueda llevar a buen puerto. No obstante… ¿Qué es ese ruido?
No debería llegar desde el oeste, pero de entre la floresta grupos de humanos observan la torre y las puertas en silencio. Deben tener un plan, o estar pensando algo que hacer.
- El parche ha regresado:
- - ¡Yohoho, piratillas de poca monta! -grita una voz desde el cielo. Resulta fácil reconocerla, sobre todo para Kaya. Parece ser inmune al embrujo de Grimes, y si miráis hacia arriba podréis ver, en algo así como un llamativo paracaídas rosa, un remendado parche que lleva un pequeño parche y el bordado de un loro en la parte superior derecha-. ¡Sin mí parece que estáis perdidos, pero no os preocupéis porque estoy aquí! ¡Yo os daré las instrucciones que deben ser dadas para que lleguéis a buen puerto.
Kaya, el parche se coloca en tu ojo y parece hacer un leve vacío, aunque por un instante no puedes ver nada y, antes de que te des cuenta, llevas un adorable y no demasiado revelador vestido rosa con volantes, a juego con unos panties también rosas. Tus zapatos no han cambiado, cabe decir, pero por fin empiezas a parecer una chica de verdad. Una pena que no esté Xandra atenta para ponerle un poco de Xandra aquí y allá y convertirlo en un vestido de… Bueno, de mujer liberal. Pero dejando de lado las desventuras del parche, efectivamente tienes razón y la gente que hay por el lugar es un poco mierdecilla. Eres capaz de encargarte de ellos de uno o dos golpes mal dados, lo cual pese a la ausencia de influjo de Grimes, es algo aburrido. Una tarea que podría llegar a ser entretenida si te lo planteas es perseguir a los que huyen de vuestra curiosa masacre, aunque tendrías que separarte del grupo y nadie quiere eso, ¿verdad? Pero si continúas a tortazos probablemente seas quién de limpiar la zona en poco más de cinco minutos.
Inosuke, por tu lado… Llamas la atención, y no para bien. El hombre pez parece reconocer la carne que estás comiendo y traga duro, notablemente asustado. Por motivos lógicos no hace nada para impedírtelo, y es que seguramente no se esperaba tener que enfrentar a ningún humano que pudiese hacerle frente en un lugar como ese.
- Está… Allí… -Señala en dirección norte. Seguramente hacia la capital que abandonasteis hará ya dos semanas y en la que el Mayordomo te tocó tu parte especial-. La emperatriz está en el castillo, ultimando… ultimando…
Intenta salir corriendo antes de decir nada más. Cazapeces tardará en volver un rato, y ahora que Grimes se ha retirado igual una persecución al viejo estilo del clan es divertida, ¿no crees?
Xandra, tu táctica parece dar resultado de forma óptima, dado que mientras sales escuchas el golpe contra el suelo que recibe la mujer pez. Aun así, se levanta sin daños aparentes y da una vuelta sobre sí misma antes de levantarse de nuevo, poniéndose a la defensiva para hacerse cargo de tu siguiente ataque. Lo que pasa a continuación es un juego de luces y colores digno de ser visto, dado que mientras desenvainas tu varita ella lanza el cuchillo hacia ti y la electricidad se reconduce por él, quedando elevado en el aire por un segundo, hasta que se convierte en una esfera metálica que finalmente cae al suelo, salpicando gotas de acero fundido por todas partes.
Algunas chipas van saltando, y notas una quemadura en el brazo de la mujer una vez la cosa termina, tirando a grave si pensamos en su profundidad pero cauterizado en el acto. Probablemente haya perdido el uso de parte de su muñeca, porque no da abierto y cerrado bien la mano. En ese momento echa a correr, sin perder el tiempo. Podrías seguirla, pero… ¿Vale la pena?
- Therax y Marc:
- - ¿Llegar a dónde? -pregunta el primer soldado que está junto al comandante, que se gira lentamente hacia vosotros-. No hay ninguna prisión en las faldas de Fuji, eso sería absurdo.
El comandante va caminando hacia vosotros lentamente, todavía sin establecer contacto visual directo. Mira a un punto entre vosotros dos, pero no fija los ojos en ninguno en concreto. Al menos, no hasta que está frente a vosotros. Podéis ver que una suerte de secretario ha tomado su lugar en la mesa de mando, dando órdenes de vez en cuando.
- No hay ninguna prisión en las lomas de Fuji. -Parece que ha dicho exactamente las mismas palabras que escuchasteis. Y sigue sin miraros-. Entiendo y agradezco que tratéis de resolver los problemas que habéis causado, extranjeros, pero el monte es solo un gigantesco volcán durmiente. En sus chimeneas no hay más que basalto y olivino; ni siquiera en la de la ladera norte, que la mina se cerró hace generaciones.
Cuando termina de hablar por fin posa los ojos en vosotros, completamente inexpresivos. Si os dais la vuelta veréis que miraba hacia el monte, aunque en realidad eso no os aporta mucho.
- Si yo fuese vosotros, me aseguraría de que no esté tirado en ningún burdel al sur de Ringo; ese hombre es igual que su padre.
El hombre se da la vuelta y regresa a su puesto de mando, sin mediar más palabra. Podéis marchar hacia allí si queréis, aunque las indicaciones siguen siendo algo vagas. Por otro lado, si conoce al padre de Zane igual es un potencial aliado… Quién sabe.
- Zane:
- Parece que tu discurso, si bien es capaz de incendiary los corazones de los más recientes, ninguno desea unirse a tu banda. El viejo sigue negando con la cabeza, pero algunos lo agarran y se lo llevan consigo. Crees escuchar cosas como “al menos pasad vuestros últimos días con dignidad” o “tenéis un deber de nacimiento”, por lo que si bien la comparsa de jóvenes avanza deprisa tras de ti, parece que los más ancianos también van a seguirte. Igual cuando la guerra termine alguno hasta te llame héroe, ¿no?
En cualquier caso subes un piso y de nuevo repites el movimiento: Vas liberando a la gente, enardeces sus corazones y los dejas para que vayan a armar el caos. Todo el mundo parece desesperado por salir, y aunque te encuentras con que una de las celdas -bastante más confortable que el resto, por lo que ves- está vacía. Parece que han evacuado a los invitados de honor.
No pasa mucho tiempo antes de que empieces a escuchar disturbios en los pisos superiores. Armas chocando, gritos, caídas... Todo se superpone a medida que tú vas explorando los laberínticos pasillos de la prisión. No parece que haya nada, pero vas girando a izquierda, derecha, derecha, izquierda… Una y otra vez, vas comprobando que no hayas estado ya en el lugar, y no sabes si es de casualidad o que se ha abierto de pronto, pero una pared que antes estaba allí ha dado lugar a una suerte de escaleras ascendentes. La salida se encuentra arriba, pero seguramente no se acceda a través de ella.
Si quieres salir aún estás a tiempo de seguir el barullo, y te encontrarás con el aire puro del monte Fuji, así como los cuatrocientos presos que en total han logrado salir. Por su color puedes deducir cuánto tiempo llevan cada uno, y algunos son de los dos pisos superiores que hay antes de dar con la salida, pero si prefieres explorar el pasadizo secreto… ¿Qué me dices?
También puedes intentar buscar algo concreto, volver abajo… Sorpréndenos.
- Vile y Nox:
- El hombre ríe tu gracia mientras te quit alas esposas, y juguetea con su barba mientras explicas tu oferta. Se levanta poco a poco y puedes notar una sutil barriga en su vientre, aunque posee brazos musculosos y un aspecto bastante recio que, sin embargo, choca con sus ojos amables y tono relajado. Tal vez sea él la razón de que Berthil, famoso por su temperamento, no haya explotado de rabia ya.
- ¡Chambelán! -exclama, divertido-. Ojalá llegase a mayordomo. Soy más bien… La niñera.
Se le forman hoyuelos en las mejillas cuando sonríe, y puedes ver una hilera de dientes perfectamente alineados, uno de ellos un canino de oro. Parece la versión pirata de Papá Noel.
- Mira, chico… Sabemos que te envía Kenshin. No pasa nada, tenemos una alianza hecha ya… Más o menos. -Esa caída de ojos lleva a pensar que es una alianza algo volátil, pero que por el momento se sustenta-. No sé si ese negocio es real, o te lo estás inventando, pero hay gente aquí que está sufriendo. En la tierra que nosotros debíamos proteger. -Sus palabras no suenan demasiado piratas, aunque si observas bien verás que la tripulación mantiene una estética underground que no casa con su actitud disciplinada-. No estamos aquí para hacer negocios; ninguno. Aunque cuando la guerra termine, si eso es cierto, espero que vuelvas para que lo pongamos en marcha. ¡No me querría perder la oportunidad de ser rico!
Se aleja de vosotros un poco y os invita con la mano a acercaros a una suerte de puesto de comidas que una mujer pelirroja atiende. El picante es notable en el lugar, casi hasta os pican los ojos de estar cerca, pero os ofrecen algo de comer.
- Ahora mismo podéis hacer lo que queráis por aquí. El jefe no os lo va a decir, pero podéis consideraros invitados. Sin embargo, en breves saldrá una expedición a la capital. Si queréis participar solo avisad a esa mujer de ahí. -Señala a una chica rubia de aspecto algo andrógino. Lleva una camiseta roja de tirantes y, pese a su talante jovial, no parece que nadie rechiste una sola orden-. Es la contramaestre del Rubí, y va a dirigir la exploración preliminar del terreno. Seguro que os encanta, su nombre es Yaiza.
Inosuke Dru-zan
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El pez me observó, mostrando una mezcla de miedo y asco. «Para ser tan pez, tener rostro muy humano» reflexioné mientras me respondía. Cuando levantó el brazo, miré en la dirección que señalaba. Sacudí la cabeza, alejando de ella la idea que estaba creciendo en su interior. Ir en busca del pez jefe sonaba trepidante, una gran aventura que contar a mi descendencia, pero se encontraba muy lejos. Las órdenes de Katharina se reducían a aquel poblado. Más allá de aquello debía prepararme para la guerra, que estaba próxima.
Me giré para hacer más preguntas al pez cuando me di cuenta de que no estaba. Busqué con la mirada a donde se había ido, y lo encontré más allá, corriendo. ¿Por qué huía? No estaba seguro, aunque tenía claro que había cometido una estupidez. Mi primera intención no era dañarle, ni mucho menos. Solo quería acabar con su jefe, lo que me parecía la opción más rápida para acabar con el resto de peces, pero ahora que huía... Las ganas de adentrarme en una cacería crecían con cada paso que daba el gyojin.
—¡Kayaya! —grité, avisando a mi compañera—. Yo ir de caza. Tú poder venir si querer, aunque yo preferir que tú quedar para cuidar de lugar y hacer comida. Xanxan seguir con pelea; alargar mucho. Intentar que pelea terminar, pero no interrumpir. Yo volver en rato.
Al terminar, salté sobre Kashi, que estaba al lado mío. Me agarré a su escamoso cuerpo y le di una serie de instrucciones.
—Bien, Kashi, ahora empezar diversión. Nosotros perseguir peces con patas. Poder comer si tú atrapar, pero yo querer guardar alguno para hacer comida. Seguro que carrera venir bien para hacer digestión. ¡Marchar!
El behir, siempre obediente, se puso en marcha. Moviendo sus múltiples pies, se movió serpenteando en dirección al gyojin que huía. Junto a él, pude observar como otros cuántos corrían en distintas direcciones. La mayoría se movían hacia el norte, hacia lo que suponía que sería el campamento base los peces. De repente, me eché a reír. Las carcajadas se las llevaba el viento, pero la sensación seguía ahí. Me resultaba muy irónico cazar peces en mitad de la tierra y no en el mar, que es donde deberían estar. Sin embargo, estaba seguro de que aquello empezaba a volverse emocionante.
Desenvainé a Colmillo de Lobo y me preparé para empezar la cacería. Confiaba completamente en la capacidad de Kashi para correr, así que solo tenía que preocuparme de alcanzarles con mi arma en cuanto pasaran a mi lado. De vez en cuando lanzaba alguna onda cortante, dirigida contra contra los peces que no se acercaban a mi rango, mientras el behir intentaba devorarlos con sus fauces. ¡Qué feliz me sentía!
Me giré para hacer más preguntas al pez cuando me di cuenta de que no estaba. Busqué con la mirada a donde se había ido, y lo encontré más allá, corriendo. ¿Por qué huía? No estaba seguro, aunque tenía claro que había cometido una estupidez. Mi primera intención no era dañarle, ni mucho menos. Solo quería acabar con su jefe, lo que me parecía la opción más rápida para acabar con el resto de peces, pero ahora que huía... Las ganas de adentrarme en una cacería crecían con cada paso que daba el gyojin.
—¡Kayaya! —grité, avisando a mi compañera—. Yo ir de caza. Tú poder venir si querer, aunque yo preferir que tú quedar para cuidar de lugar y hacer comida. Xanxan seguir con pelea; alargar mucho. Intentar que pelea terminar, pero no interrumpir. Yo volver en rato.
Al terminar, salté sobre Kashi, que estaba al lado mío. Me agarré a su escamoso cuerpo y le di una serie de instrucciones.
—Bien, Kashi, ahora empezar diversión. Nosotros perseguir peces con patas. Poder comer si tú atrapar, pero yo querer guardar alguno para hacer comida. Seguro que carrera venir bien para hacer digestión. ¡Marchar!
El behir, siempre obediente, se puso en marcha. Moviendo sus múltiples pies, se movió serpenteando en dirección al gyojin que huía. Junto a él, pude observar como otros cuántos corrían en distintas direcciones. La mayoría se movían hacia el norte, hacia lo que suponía que sería el campamento base los peces. De repente, me eché a reír. Las carcajadas se las llevaba el viento, pero la sensación seguía ahí. Me resultaba muy irónico cazar peces en mitad de la tierra y no en el mar, que es donde deberían estar. Sin embargo, estaba seguro de que aquello empezaba a volverse emocionante.
Desenvainé a Colmillo de Lobo y me preparé para empezar la cacería. Confiaba completamente en la capacidad de Kashi para correr, así que solo tenía que preocuparme de alcanzarles con mi arma en cuanto pasaran a mi lado. De vez en cuando lanzaba alguna onda cortante, dirigida contra contra los peces que no se acercaban a mi rango, mientras el behir intentaba devorarlos con sus fauces. ¡Qué feliz me sentía!
- Resumen:
- Iniciar una persecución a lomos de Ao Kashigami aka Pepito.
Aki D. Arlia
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Escuchó que le llamaba, pero no respondió. No era la clase de momento en la que demostrar sumisión serviría de algo y más allá de lo que pensara la princesa, Aki no velaba por ella sino por su pueblo. Si su ego estaba en medio era su problema.
Por un instante creyó haber ido demasiado lejos, pero no tardó en comprobar que su plan había salido a la perfección. Si bien Hitomi contuvo la calma, no podía decirse lo mismo de la embajadora de la emperatriz. Escuchó su exabrupto con el ceño fruncido, un tanto confusa. Esa mujer no era de allí. Dudaba que en esas semanas hubiera tenido mucho tiempo de entablar contacto con las gentes de Wano, teniendo en cuenta cómo había escalado la situación. ¿De dónde sacaba esa certeza, esa seguridad de que lo que hacía era lo correcto? Que Hitomi perdiera los nervios era más que comprensible. Habían ido a su casa a decirle que su padre era todo lo contrario de lo que ella creía, sin traerle ni una sola prueba. Ignorantes. Qué estrategia tan pobre. Había creído que la emperatriz tendría algo más de… inteligencia.
Trató de agarrar a la mujer pez de un brazo antes de que se fuera, utilizando todo su poder en ella para que le prestase atención pese a su cabreo. Clavando su mirada en la de ella y sin bajar el tono, le dijo:
-Estás muy segura de que el shogun era indigno, pero ¿cómo lo sabes? ¿quién te lo ha dicho? Preguntales a las gentes del lugar y te contarán algo bastante diferente.
En realidad no tenía garantías de que eso fuera verdad. Quizá el shogun sí que había sido un tirano y la pobre Hitomi vivía apartada de la realidad. La historia de Wano no era exactamente su fuerte, pero si lograba aunque fuera sembrar la duda en la embajadora o en alguno de sus acompañantes, ya habría sido un día bien aprovechado. De haber logrado retenerla, la dejaría ir junto al resto y volvería al lado de la princesa.
-Tres horas… ¿qué ocurrirá en tres horas exactamente?
Hablaba más para sí que para el resto de personas de la sala, pero antes de que pudiera añadir nada más sonó su den den mushi. Lo cogió, a sabiendas de quién le estaba llamando. Lo que le dijo no le sorprendió y mentiría si dijera que tras dos semanas no estaba deseando estirar las alas.
-Descuida, acaba de terminar. Llegaremos en seguida.
O no. Colgó, preguntándose cómo de lejos estaría Datebaio. Le preguntó a uno de los guardias de la princesa, antes de hablarle.
- Dexter Black quiere verte. Hitomi .- Añadió, mirándola a los ojos con seriedad.- Sé que es un momento delicado, pero si hay alguien que pueda ayudarte a echar a Hipatia de una vez por todas, es él. De hecho, estoy convencida de que lo hará con o sin tu ayuda. ¿Vendrás conmigo?
Si decía que sí, la cogería en brazos y saldría volando del palacio en la dirección que le hubiera indicado el guardia, tras pedirle a Osuka que se reuniera con ellas allí. Si decía que no, suspiraría y activaría su haki del rey para deshacerse de los guardias que pudieran ponerse en su contra antes de cogerla en brazos y partir de todas maneras, tras hablar con Osuka igualmente. No iba a escatimar en recursos; era hora de pasar a la acción.
Por un instante creyó haber ido demasiado lejos, pero no tardó en comprobar que su plan había salido a la perfección. Si bien Hitomi contuvo la calma, no podía decirse lo mismo de la embajadora de la emperatriz. Escuchó su exabrupto con el ceño fruncido, un tanto confusa. Esa mujer no era de allí. Dudaba que en esas semanas hubiera tenido mucho tiempo de entablar contacto con las gentes de Wano, teniendo en cuenta cómo había escalado la situación. ¿De dónde sacaba esa certeza, esa seguridad de que lo que hacía era lo correcto? Que Hitomi perdiera los nervios era más que comprensible. Habían ido a su casa a decirle que su padre era todo lo contrario de lo que ella creía, sin traerle ni una sola prueba. Ignorantes. Qué estrategia tan pobre. Había creído que la emperatriz tendría algo más de… inteligencia.
Trató de agarrar a la mujer pez de un brazo antes de que se fuera, utilizando todo su poder en ella para que le prestase atención pese a su cabreo. Clavando su mirada en la de ella y sin bajar el tono, le dijo:
-Estás muy segura de que el shogun era indigno, pero ¿cómo lo sabes? ¿quién te lo ha dicho? Preguntales a las gentes del lugar y te contarán algo bastante diferente.
En realidad no tenía garantías de que eso fuera verdad. Quizá el shogun sí que había sido un tirano y la pobre Hitomi vivía apartada de la realidad. La historia de Wano no era exactamente su fuerte, pero si lograba aunque fuera sembrar la duda en la embajadora o en alguno de sus acompañantes, ya habría sido un día bien aprovechado. De haber logrado retenerla, la dejaría ir junto al resto y volvería al lado de la princesa.
-Tres horas… ¿qué ocurrirá en tres horas exactamente?
Hablaba más para sí que para el resto de personas de la sala, pero antes de que pudiera añadir nada más sonó su den den mushi. Lo cogió, a sabiendas de quién le estaba llamando. Lo que le dijo no le sorprendió y mentiría si dijera que tras dos semanas no estaba deseando estirar las alas.
-Descuida, acaba de terminar. Llegaremos en seguida.
O no. Colgó, preguntándose cómo de lejos estaría Datebaio. Le preguntó a uno de los guardias de la princesa, antes de hablarle.
- Dexter Black quiere verte. Hitomi .- Añadió, mirándola a los ojos con seriedad.- Sé que es un momento delicado, pero si hay alguien que pueda ayudarte a echar a Hipatia de una vez por todas, es él. De hecho, estoy convencida de que lo hará con o sin tu ayuda. ¿Vendrás conmigo?
Si decía que sí, la cogería en brazos y saldría volando del palacio en la dirección que le hubiera indicado el guardia, tras pedirle a Osuka que se reuniera con ellas allí. Si decía que no, suspiraría y activaría su haki del rey para deshacerse de los guardias que pudieran ponerse en su contra antes de cogerla en brazos y partir de todas maneras, tras hablar con Osuka igualmente. No iba a escatimar en recursos; era hora de pasar a la acción.
- resumen:
- intentar sembrar la duda en la cabeza de la embajadora mujer pez. Hablar con dexter y tratar de llevarse a hitomi para reunirse con él, primero por las buenas y de no poder ser por las malas, con ayuda del haki del rey. Decirle a osuka que se reuna con ellos en Datebaio.
Dexter Black
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Efectivamente, no había contestado. En su lugar el segundo al mando, el rubio de los buenos modales, había atendido su llamada. Como habría sido de esperar en primer lugar, el pelirrojo se había metido en líos; la sorpresa fue el mensaje que reservaban para él: No confiar en Katharina. Nunca había tenido la oportunidad de cruzarse con ella, aunque había escuchado que se trataba de una mujer despiadada y caprichosa, infantil, peligrosa y traicionera. Además de una gorda idiota, claro, aunque las fuentes de ese estudio parecían bastante sesgadas en favor de la tesis de Kaya Neus, así que dudaba que realmente hubiese alguna relación entre Pacheco I de Shinsano y las supuestas lorzas de la pirata. Aun así, una persona que capitaneaba a Ivan Markov y había dado a su tripulación un nombre tan prosaico como "Los Pecadores" solo podía formar parte de un grupo cómico o haber hecho la declaración de intenciones más manifiesta que se había topado nunca en una heráldica. Exceptuando lógicamente a Sons of Anarchy. Esa gente había formado un ensayo de sistema anárco-distópico que abarcaba un navío. Pero tenía cosas mejores en las que pensar.
El vuelo fue tranquilo, más o menos. Un par casi se habían desmayado, y no había problema con eso, pero los que tenían miedo a las alturas podrían haberlo dicho antes de subir para llevarlos entre las garras para minimizar riesgos. En cualquier caso había podido volar apresuradamente hasta la villa, que no parecía encontrarse en muy buenas condiciones. Vacía, como en cierto modo era lógico, pero los edificios que podían representar una ventaja para las posibles rebeliones habían sido neutralizados. Ese era el destino de la forja, que se encontraba en un estado verdaderamente lamentable.
Para más colmo, tenían poco tiempo. Había podido ver tres ejércitos avanzando por la región y, si bien podría haber volado lo suficientemente alto y veloz como para confundirse con un pájaro, no podía mientras tanta gente dependía de que fuese responsable. Tendrían que improvisar. Afortunadamente, Dexter era experto en ese arte.
- Vosotros. -Señaló a varios de los cazadores. Si bien el combate requería destreza, en la caza era imperativa la atención a los detalles-. Buscad todo el metal que podáis reunir en la zona. Si no podéis arrancarlo fácilmente, dejadlo y recordad su posición; ya iré yo. Vosotros veinte. -Los llamó por sus nombres uno a uno, además de apuntar con el dedo a los que parecían más rápidos, amén de otros tantos cazadores-. Estableced un perímetro de vigilancia en el pueblo. Estableceos a norte, sur, noroeste, suroeste, noreste y sudeste, como si formaseis un hexágono. Los demás, los más veloces, estableceos con ellos. Si alguno divisa lo que sea, quiero saberlo al momento. Y siempre debe haber al menos dos personas vigilando, por si hay que enviar dos mensajes. -Hizo una pausa, mientras levantaba una roca especialmente pesada que cubría el yunque y un depósito de arcilla en polvo-. Los dos restantes quiero que subáis a una posición desde la que podáis verlos a todos y, si veis que la segunda persona corre hacia mí vayáis a cubrir su puesto. ¿Entendido?
Le quedaban veinte efectivos libres para tareas de menor relevancia, por lo que pidió a la mitad que consiguiesen agua -necesitaban mucha para hacer un sistema de refrigeración eficiente, además de para poder beber- y a la otra mitad, que incluía a los ocho "guerreros" para tareas que pasaban por buscar cualquier cosa mínimamente útil entre los edificios, fuesen alimentos, armas, ropa o lo que fuese. Era una tarea ligera, pero si iban a tener que enfrentarse a un ejército no podía arriesgarse a que los pocos luchadores eficaces de los que disponía estuviesen cansados. Además, les serviría para conocer el terreno de primera mano, una ventaja cuando iban a tener que luchar sobre pasados.
- Ah, y quiero que todos apuntéis vuestra arma predilecta en una hoja de papel. También necesitaremos madera -advirtió a los buscadores.
Treinta kilos de metal. Tardó poco en separarlos de mejor a peor, dejando los buenos aceros a la izquierda y los hierros oxidados a la derecha. No iba a poder aprovechar todo el metal, al menos no para hacer armas, pero sí que había algo para lo que iba a servir.
Cogió un pedazo de metal inservible. Era hierro, pero la capa de corrosión lo hacía tan frágil que, incluso sin esforzarse, podía reducirlo a virutas con las manos. De hecho, en cierto modo era eso lo que quería, aunque se aseguró de que cada pequeña parte que sacaba tuviese al menos un dedo de largo. No es que necesitase demasiado tamaño, pero prefería ver fácilmente dónde estaba cada imán para tener un control mayor sobre ellos. Porque sí, un imán era lo que pretendía hacer.
Con el metal roto en su mano comenzó a imbuirlo de electricidad. No era exactamente una bobina de cobre, pero sus dedos transmitían la corriente de forma circular magnetizando los pedazos poco a poco hasta que, únicamente aplicando un notable esfuerzo -tal que ningún humano corriente podría separarlos- pudiesen desentrelazarse.
Conocía los riesgos: Si la unión electromagnética era demasiado fuerte, el material no resistiría la separación, pero nunca se había propuesto separarlos con las manos sino, más bien, lanzar una nueva descarga. Debido al flujo en su mano una vez la abrió el amasijo metálico comenzó a flotar sobre ella, y con una descarga se separaron de golpe. Cambió la polaridad antes de que saliesen disparadas y, mediante los cálculos que iba haciendo en unidades mínimas de tiempo, logró formar una esfera de rayos que mantenía unida a cada pieza como si de un imán gigante se tratase. Pero lo verdaderamente interesante era que, dado el carácter hermético de la botella electromagnética -con cierto esfuerzo podría haberla generado sin imanes- el calor en su interior no se disipaba. Tampoco había nada que pudiese entrar ni salir, si no se abría un hueco.
Con sumo cuidado abrió el espacio suficiente para meter todo el acero que tuviese dentro de la botella, aportando más carga para que la temperatura aumentase en el interior, fundiéndolo rápidamente. Una vez este estuviese fundido manipularía la botella para formar una forma alargada, como de gigantesca barra. En esta comenzó a bajar la intensidad de su corriente, dejando entonces que el viento fuese envolviéndola para enfriarla rápidamente. Con agua se hacía más deprisa, pero aunque las siguientes rondas de armas las haría con un mecanismo hidráulico debía darse toda la prisa que pudiera.
Una vez con la barra sólida y a unos sanos cien grados -demasiado caliente para tocarla, suficientemente fría como para no quebrarse- la movió con su viento sobre el yunque mientras cerraba definitivamente la botella sobre sí misma, que cayó al suelo. Activó la hoja de Rubí y con precisión tajó tantas pequeñas barras como katanas debía forjar. Así pues, calentando el metal con su propia electricidad cuando y donde era necesario, comenzó a trabajar las hojas hasta que cada espada, daga o filo requerido estuviese listo. Para las empuñaduras tuvo que improvisar, así que usaría la arcilla -que normalmente servía para formar los moldes-. Sí, era frágil, pero cubierta de tela o cuero resistiría bien hasta que pudiesen hacerse con armas mejores. De todos modos, según terminase con los mejores metales seguiría trabajando con los de menor calidad, mientras estuviesen en buen estado. Limpiar la corrosión del resto era posible, pero poco práctico si había alternativa, y también tenía planes para el óxido. Menudo follón.
Menos mal que sabía trabajar bajo presión.
El vuelo fue tranquilo, más o menos. Un par casi se habían desmayado, y no había problema con eso, pero los que tenían miedo a las alturas podrían haberlo dicho antes de subir para llevarlos entre las garras para minimizar riesgos. En cualquier caso había podido volar apresuradamente hasta la villa, que no parecía encontrarse en muy buenas condiciones. Vacía, como en cierto modo era lógico, pero los edificios que podían representar una ventaja para las posibles rebeliones habían sido neutralizados. Ese era el destino de la forja, que se encontraba en un estado verdaderamente lamentable.
Para más colmo, tenían poco tiempo. Había podido ver tres ejércitos avanzando por la región y, si bien podría haber volado lo suficientemente alto y veloz como para confundirse con un pájaro, no podía mientras tanta gente dependía de que fuese responsable. Tendrían que improvisar. Afortunadamente, Dexter era experto en ese arte.
- Vosotros. -Señaló a varios de los cazadores. Si bien el combate requería destreza, en la caza era imperativa la atención a los detalles-. Buscad todo el metal que podáis reunir en la zona. Si no podéis arrancarlo fácilmente, dejadlo y recordad su posición; ya iré yo. Vosotros veinte. -Los llamó por sus nombres uno a uno, además de apuntar con el dedo a los que parecían más rápidos, amén de otros tantos cazadores-. Estableced un perímetro de vigilancia en el pueblo. Estableceos a norte, sur, noroeste, suroeste, noreste y sudeste, como si formaseis un hexágono. Los demás, los más veloces, estableceos con ellos. Si alguno divisa lo que sea, quiero saberlo al momento. Y siempre debe haber al menos dos personas vigilando, por si hay que enviar dos mensajes. -Hizo una pausa, mientras levantaba una roca especialmente pesada que cubría el yunque y un depósito de arcilla en polvo-. Los dos restantes quiero que subáis a una posición desde la que podáis verlos a todos y, si veis que la segunda persona corre hacia mí vayáis a cubrir su puesto. ¿Entendido?
Le quedaban veinte efectivos libres para tareas de menor relevancia, por lo que pidió a la mitad que consiguiesen agua -necesitaban mucha para hacer un sistema de refrigeración eficiente, además de para poder beber- y a la otra mitad, que incluía a los ocho "guerreros" para tareas que pasaban por buscar cualquier cosa mínimamente útil entre los edificios, fuesen alimentos, armas, ropa o lo que fuese. Era una tarea ligera, pero si iban a tener que enfrentarse a un ejército no podía arriesgarse a que los pocos luchadores eficaces de los que disponía estuviesen cansados. Además, les serviría para conocer el terreno de primera mano, una ventaja cuando iban a tener que luchar sobre pasados.
- Ah, y quiero que todos apuntéis vuestra arma predilecta en una hoja de papel. También necesitaremos madera -advirtió a los buscadores.
Treinta kilos de metal. Tardó poco en separarlos de mejor a peor, dejando los buenos aceros a la izquierda y los hierros oxidados a la derecha. No iba a poder aprovechar todo el metal, al menos no para hacer armas, pero sí que había algo para lo que iba a servir.
Cogió un pedazo de metal inservible. Era hierro, pero la capa de corrosión lo hacía tan frágil que, incluso sin esforzarse, podía reducirlo a virutas con las manos. De hecho, en cierto modo era eso lo que quería, aunque se aseguró de que cada pequeña parte que sacaba tuviese al menos un dedo de largo. No es que necesitase demasiado tamaño, pero prefería ver fácilmente dónde estaba cada imán para tener un control mayor sobre ellos. Porque sí, un imán era lo que pretendía hacer.
Con el metal roto en su mano comenzó a imbuirlo de electricidad. No era exactamente una bobina de cobre, pero sus dedos transmitían la corriente de forma circular magnetizando los pedazos poco a poco hasta que, únicamente aplicando un notable esfuerzo -tal que ningún humano corriente podría separarlos- pudiesen desentrelazarse.
Conocía los riesgos: Si la unión electromagnética era demasiado fuerte, el material no resistiría la separación, pero nunca se había propuesto separarlos con las manos sino, más bien, lanzar una nueva descarga. Debido al flujo en su mano una vez la abrió el amasijo metálico comenzó a flotar sobre ella, y con una descarga se separaron de golpe. Cambió la polaridad antes de que saliesen disparadas y, mediante los cálculos que iba haciendo en unidades mínimas de tiempo, logró formar una esfera de rayos que mantenía unida a cada pieza como si de un imán gigante se tratase. Pero lo verdaderamente interesante era que, dado el carácter hermético de la botella electromagnética -con cierto esfuerzo podría haberla generado sin imanes- el calor en su interior no se disipaba. Tampoco había nada que pudiese entrar ni salir, si no se abría un hueco.
Con sumo cuidado abrió el espacio suficiente para meter todo el acero que tuviese dentro de la botella, aportando más carga para que la temperatura aumentase en el interior, fundiéndolo rápidamente. Una vez este estuviese fundido manipularía la botella para formar una forma alargada, como de gigantesca barra. En esta comenzó a bajar la intensidad de su corriente, dejando entonces que el viento fuese envolviéndola para enfriarla rápidamente. Con agua se hacía más deprisa, pero aunque las siguientes rondas de armas las haría con un mecanismo hidráulico debía darse toda la prisa que pudiera.
Una vez con la barra sólida y a unos sanos cien grados -demasiado caliente para tocarla, suficientemente fría como para no quebrarse- la movió con su viento sobre el yunque mientras cerraba definitivamente la botella sobre sí misma, que cayó al suelo. Activó la hoja de Rubí y con precisión tajó tantas pequeñas barras como katanas debía forjar. Así pues, calentando el metal con su propia electricidad cuando y donde era necesario, comenzó a trabajar las hojas hasta que cada espada, daga o filo requerido estuviese listo. Para las empuñaduras tuvo que improvisar, así que usaría la arcilla -que normalmente servía para formar los moldes-. Sí, era frágil, pero cubierta de tela o cuero resistiría bien hasta que pudiesen hacerse con armas mejores. De todos modos, según terminase con los mejores metales seguiría trabajando con los de menor calidad, mientras estuviesen en buen estado. Limpiar la corrosión del resto era posible, pero poco práctico si había alternativa, y también tenía planes para el óxido. Menudo follón.
Menos mal que sabía trabajar bajo presión.
- Resumen:
- Poner a buscar cosas útiles a los soldados, a vigilar a unos cuantos como un paranoico y tratar de forjar y montar tantas armas como pueda para tener una milicia de verdad.
Katharina von Steinhell
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
—No, necesitaremos toda la potencia de fuego posible —se apresuró en responder. Los barcos estaban siendo un problema, uno que podría haber solucionado ya con sus antiguos poderes, pero de nada servía llorar sobre la leche derramada.
Escuchó a Onesyas mientras estudiaba disimuladamente su comportamiento, luego cogió el vaso de agua y comenzó a jugar con este. «Nadie merecería estar en esta tienda si no asumiese desde ya que Julius tiene un motivo por el que estar en Onigashima… ¿Por qué se ha atrincherado?». Desde luego, el Emperador contaba con muchísima más información que Katharina y compañía. Realizar un ataque directo sin haber estudiado al enemigo significaba un suicidio, y la bruja era consciente de ello.
—No sabemos que se ha refugiado a causa de nuestra declaración. Si ha sonado así, no ha sido mi intención —aclaró de inmediato. Por el momento, tenía más especulaciones que información fidedigna—. En cuanto a mí, seré la espada que enfrentará al Emperador. Aprovecharé el caos y me infiltraré en Onigashima para buscar a C. Zar.
Vio con atención las jugadas del comandante sobre el mapa, creyendo entender por qué lo hacía. En los libros de historia había mucha información sobre guerras pasadas, y algunos de ellos incluían términos técnicos que, si hacía un ligero esfuerzo mental, acabaría relacionándolos con los movimientos de Onesyas. En principio, nadie salvo los cinco que estaban en la tienda sabía algo sobre el plan. Era un buen momento para que la paranoia comenzara a aflorar. ¿Y si el enemigo tenía un espía? ¿O si uno de ellos tenía un poder que le permitía conocer los planes de la gente? Sería muy posmoderno, pero ahí estaba la posibilidad.
La bruja suspiró. Sabía cuál era la primera gran batalla que tenía que ganar: admitir de una vez que no era una sabelotodo y que, como todos los humanos, también cometía errores. Podía embarcarse en una pelea sin sentido para defender un plan que acabaría conduciendo a su tripulación a la muerte, pero ¿qué ganaría? Si lo hacía acabaría demostrando ser una mocosa arrogante y malcriada. ¿Al final quién decidiría la victoria? ¿La inteligencia, motivada por el afán de mejorar continuamente, o la arrogancia, alimentada por un falso orgullo intachable? Para otra persona, el debate interno de Katharina no tenía sentido alguno. ¿Cómo podía complicarse tanto? Sólo debía darle la razón a Onesyas y admitir que era un plan apresurado, ¿no?
—B-Bueno, creo q-que deberíamos c-c-considerar tu opinión —terminó por decir, intentando esconder su rostro dominado por la vergüenza sin lograrlo. Cerró los ojos, tomó una bocanada de aire e intentó calmarse. Intentar ser una persona común y corriente, sin aires de divinidad, era complejo—. Ivan, ¿puedo confiarte la operación de infiltración? De nuestro grupo eres el único que puede hacerlo sin ser descubierto. El Leviatán servirá para hacer un análisis geográfico, y todo lo que verás y oirás nos ayudará a elaborar un mejor plan. —Hizo una pausa. Uf, se sentía mucho más calmada. Con la Varita Mágica de Burbruja formó dos círculos llamativos en los acantilados del estrecho que conducía a Onigashima—. ¿Qué opinas de esto, Onesyas? No me he preparado para la guerra como tú, pero puedo ver la emboscada que nos caerá si no nos ocupamos de estos sitios. ¿Y por qué no tomarlos? Puede sernos útil para atacar desde arriba. —Otra pausa—. No podemos perder el tiempo mientras Ivan espía para nosotros. ¿Qué sugieres?
Escuchó a Onesyas mientras estudiaba disimuladamente su comportamiento, luego cogió el vaso de agua y comenzó a jugar con este. «Nadie merecería estar en esta tienda si no asumiese desde ya que Julius tiene un motivo por el que estar en Onigashima… ¿Por qué se ha atrincherado?». Desde luego, el Emperador contaba con muchísima más información que Katharina y compañía. Realizar un ataque directo sin haber estudiado al enemigo significaba un suicidio, y la bruja era consciente de ello.
—No sabemos que se ha refugiado a causa de nuestra declaración. Si ha sonado así, no ha sido mi intención —aclaró de inmediato. Por el momento, tenía más especulaciones que información fidedigna—. En cuanto a mí, seré la espada que enfrentará al Emperador. Aprovecharé el caos y me infiltraré en Onigashima para buscar a C. Zar.
Vio con atención las jugadas del comandante sobre el mapa, creyendo entender por qué lo hacía. En los libros de historia había mucha información sobre guerras pasadas, y algunos de ellos incluían términos técnicos que, si hacía un ligero esfuerzo mental, acabaría relacionándolos con los movimientos de Onesyas. En principio, nadie salvo los cinco que estaban en la tienda sabía algo sobre el plan. Era un buen momento para que la paranoia comenzara a aflorar. ¿Y si el enemigo tenía un espía? ¿O si uno de ellos tenía un poder que le permitía conocer los planes de la gente? Sería muy posmoderno, pero ahí estaba la posibilidad.
La bruja suspiró. Sabía cuál era la primera gran batalla que tenía que ganar: admitir de una vez que no era una sabelotodo y que, como todos los humanos, también cometía errores. Podía embarcarse en una pelea sin sentido para defender un plan que acabaría conduciendo a su tripulación a la muerte, pero ¿qué ganaría? Si lo hacía acabaría demostrando ser una mocosa arrogante y malcriada. ¿Al final quién decidiría la victoria? ¿La inteligencia, motivada por el afán de mejorar continuamente, o la arrogancia, alimentada por un falso orgullo intachable? Para otra persona, el debate interno de Katharina no tenía sentido alguno. ¿Cómo podía complicarse tanto? Sólo debía darle la razón a Onesyas y admitir que era un plan apresurado, ¿no?
—B-Bueno, creo q-que deberíamos c-c-considerar tu opinión —terminó por decir, intentando esconder su rostro dominado por la vergüenza sin lograrlo. Cerró los ojos, tomó una bocanada de aire e intentó calmarse. Intentar ser una persona común y corriente, sin aires de divinidad, era complejo—. Ivan, ¿puedo confiarte la operación de infiltración? De nuestro grupo eres el único que puede hacerlo sin ser descubierto. El Leviatán servirá para hacer un análisis geográfico, y todo lo que verás y oirás nos ayudará a elaborar un mejor plan. —Hizo una pausa. Uf, se sentía mucho más calmada. Con la Varita Mágica de Burbruja formó dos círculos llamativos en los acantilados del estrecho que conducía a Onigashima—. ¿Qué opinas de esto, Onesyas? No me he preparado para la guerra como tú, pero puedo ver la emboscada que nos caerá si no nos ocupamos de estos sitios. ¿Y por qué no tomarlos? Puede sernos útil para atacar desde arriba. —Otra pausa—. No podemos perder el tiempo mientras Ivan espía para nosotros. ¿Qué sugieres?
- resumen:
- Responder a Onesyas.
Prometeo
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Así que no se le podía llamar Gran Líder…. Un-Comandante-más sonaba demasiado largo, pero si el jefe quería ser llamado así, ¿por qué iba a desobedecerle? La Armada Revolucionaria tenía que ser la número uno en tendencias respetuosas del mundo. Ya mucho daño habían hecho con hacer volar todo un mar, ¿no? Por lo demás, luego le comentaría a Shinobu la conversación que tuvo con Un-Comandante-más. Desde un punto de vista completamente artificial, no había ninguna duda de que esa chica era única y especial. El saludo militar le motivó a continuar sin lamentarse como lo había estado haciendo: rescataría a la familia del señor Kagemusha y detendría la guerra.
—Por cierto, ¿dónde se encuentra Datebaio, señor? —preguntó Prometeo antes de abandonar la habitación. Escucharía las indicaciones para llegar (si es que el anciano sabía dónde estaba, claro) y luego marcharía.
Esperó la respuesta del señor Kagemusha y luego notó que este les entregaba todo tipo de alimentos para la misión. ¿Seguro que no los iba a necesitar para después…? La comida era un bien demasiado valioso en tiempos de guerra. No conformándose con solo ofrecer comida, el astrónomo también le ofreció una espada a Prometeo. La recibió para no ofender la amabilidad del señor Kagemusha, y le agradeció con una cálida sonrisa que acompañó con las siguientes palabras:
—El trabajo de un médico es salvar vidas, no quitarlas, pero no menospreciaré su ayuda.
Aprovechó el viaje para contarle todo a Shinobu. Bueno, en realidad la conversación con Un-Comandante-más había sido bastante… corta, así que tampoco había mucho que contar. Lo importante es que había que tomar una decisión, ¿verdad? Prometeo tenía una orden directa del mandamás de los revolucionarios. Y nadie podía decirle que no al hombre de la boina más grande. Pero, por otro, había prometido rescatar a la familia Kagemusha. Menudo conflicto interno estaba viviendo… Tenía que tomar la decisión más racional, después de todo, sería mucho más sencillo cumplir su promesa si contaba con la ayuda de Un-Comandante-más.
—Debo reunirme con el líder del Ejército Revolucionario. Seguramente no pueda brindarnos demasiada ayuda para rescatar a la familia del señor Kagemusha, pero tengo el presentimiento de que algo bueno pasará si me reúno con él. ¿Qué harás tú, Shinobu?
Esperaría la respuesta de la chica y luego marcharía hacia Datebaio. Fuera o no con él, le ofrecería la espada del señor Kagemusha al ver que llevaba una lanza. Prometeo podía defenderse con los puños, pero Shinobu... Se sentiría mucho más seguro si ella llevaba la espada.
—Por cierto, ¿dónde se encuentra Datebaio, señor? —preguntó Prometeo antes de abandonar la habitación. Escucharía las indicaciones para llegar (si es que el anciano sabía dónde estaba, claro) y luego marcharía.
Esperó la respuesta del señor Kagemusha y luego notó que este les entregaba todo tipo de alimentos para la misión. ¿Seguro que no los iba a necesitar para después…? La comida era un bien demasiado valioso en tiempos de guerra. No conformándose con solo ofrecer comida, el astrónomo también le ofreció una espada a Prometeo. La recibió para no ofender la amabilidad del señor Kagemusha, y le agradeció con una cálida sonrisa que acompañó con las siguientes palabras:
—El trabajo de un médico es salvar vidas, no quitarlas, pero no menospreciaré su ayuda.
Aprovechó el viaje para contarle todo a Shinobu. Bueno, en realidad la conversación con Un-Comandante-más había sido bastante… corta, así que tampoco había mucho que contar. Lo importante es que había que tomar una decisión, ¿verdad? Prometeo tenía una orden directa del mandamás de los revolucionarios. Y nadie podía decirle que no al hombre de la boina más grande. Pero, por otro, había prometido rescatar a la familia Kagemusha. Menudo conflicto interno estaba viviendo… Tenía que tomar la decisión más racional, después de todo, sería mucho más sencillo cumplir su promesa si contaba con la ayuda de Un-Comandante-más.
—Debo reunirme con el líder del Ejército Revolucionario. Seguramente no pueda brindarnos demasiada ayuda para rescatar a la familia del señor Kagemusha, pero tengo el presentimiento de que algo bueno pasará si me reúno con él. ¿Qué harás tú, Shinobu?
Esperaría la respuesta de la chica y luego marcharía hacia Datebaio. Fuera o no con él, le ofrecería la espada del señor Kagemusha al ver que llevaba una lanza. Prometeo podía defenderse con los puños, pero Shinobu... Se sentiría mucho más seguro si ella llevaba la espada.
- resumen:
- Preguntar dónde queda Datebaio y, en caso de saber, dirigirse hacia allá.
Shinobu Yamamoto
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Escuché atenta la leyenda ancestral de Wano. Todavía no me quedaba del todo claro lo que era un meteoro, pero sabía que se trataba de esa cosa luminosa del cielo. Tori-san debía entenderlo todo mejor; no era un bruto como yo. Mis ojos se dirigieron a una cosa circular con, bueno, más cosas circulares. Espera, ¿ese era nuestro mundo? ¡¿Cómo que era redondo y no plano?! Tenía que ser una especie de artimaña de esa tal… ciencia. Izanagi-sama lo hubiera puesto explícitamente en las Escrituras Sagradas, ¡pero no había nada sobre un mundo redondo! El mundo era mucho más grande que lo que había entre cielo y tierra, ¿eh? No lo entendía, pero sonaba genial.
—Nosotros somos los que debemos dar las gracias —respondí—. Nos volveremos a ver, Kagemusha-sensei.
Abandoné la torre mientras escuchaba a Tori-san hablar sobre un tal… Un-Comandante-más. Últimamente todo el mundo llevaba nombres extraños, pero no sería yo quien juzgase a la gente del futuro. Me preguntó si le acompañaría a Detebaio. ¡Incluso me ofreció la espada de Kagemusha-sensei!
—N-No puedo aceptarla, Tori-san, es un obsequio para usted. Sería una deshonra empuñar una espada que no me fue regalada a mí.
Tuvimos una exhaustiva discusión sobre el honor, la seguridad y el tamaño innecesariamente grande de los panes que llevábamos. Ni idea de cómo surgió esto último, pero al final determinamos que dividiríamos los panecillos para ocupar menos espacio. Y solo entonces me di cuenta de que había aceptado acompañarle. ¿Podía confiar en él y decirle que tenía miedo de quedarme sola en este nuevo mundo? Sabía que podría sobrevivir porque era como una cucaracha, pero nada quitaba el hecho de que estaba en un lugar completamente desconocido.
—E-Está bien, iremos juntos. ¡Pero tenemos que regresar cuanto antes para rescatar a la familia de Kagemusha-sensei! Se lo prometimos, y un samurái jamás falta a su palabra —le dije, mirándolo directamente a los ojos para que viera que no mentía.
Hicimos los últimos preparativos y Tori-san se transformó una vez más en esa imponente ave hecha de fuego azul. Mientras volaba, me decía una y otra vez que regresaría cuanto antes a la Capital de las Flores para ayudar a la familia de Kagemusha-sensei. A pesar de estar haciendo las cosas de una manera correcta, sentía que no estaba cumpliendo mi promesa.
—Nosotros somos los que debemos dar las gracias —respondí—. Nos volveremos a ver, Kagemusha-sensei.
Abandoné la torre mientras escuchaba a Tori-san hablar sobre un tal… Un-Comandante-más. Últimamente todo el mundo llevaba nombres extraños, pero no sería yo quien juzgase a la gente del futuro. Me preguntó si le acompañaría a Detebaio. ¡Incluso me ofreció la espada de Kagemusha-sensei!
—N-No puedo aceptarla, Tori-san, es un obsequio para usted. Sería una deshonra empuñar una espada que no me fue regalada a mí.
Tuvimos una exhaustiva discusión sobre el honor, la seguridad y el tamaño innecesariamente grande de los panes que llevábamos. Ni idea de cómo surgió esto último, pero al final determinamos que dividiríamos los panecillos para ocupar menos espacio. Y solo entonces me di cuenta de que había aceptado acompañarle. ¿Podía confiar en él y decirle que tenía miedo de quedarme sola en este nuevo mundo? Sabía que podría sobrevivir porque era como una cucaracha, pero nada quitaba el hecho de que estaba en un lugar completamente desconocido.
—E-Está bien, iremos juntos. ¡Pero tenemos que regresar cuanto antes para rescatar a la familia de Kagemusha-sensei! Se lo prometimos, y un samurái jamás falta a su palabra —le dije, mirándolo directamente a los ojos para que viera que no mentía.
Hicimos los últimos preparativos y Tori-san se transformó una vez más en esa imponente ave hecha de fuego azul. Mientras volaba, me decía una y otra vez que regresaría cuanto antes a la Capital de las Flores para ayudar a la familia de Kagemusha-sensei. A pesar de estar haciendo las cosas de una manera correcta, sentía que no estaba cumpliendo mi promesa.
- Resumen:
- Ir, si es posible, a Datebaio con Tori-san.
Vile Spectre
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Mientras aquel tipo se daba la vuelta, Vile reparó en su auténtica identidad. Aquel era el infame Berthil, uno de los piratas más temibles del Nuevo Mundo... Y antigua mano derecha del abominable Dexter Black. Celebró y se regañó a sí mismo en su fuero interno. Había estado a punto de hacer perder la paciencia a un hombre cercano a un Yonkou... Pero también sabía que no había perdido el tiempo. Cuanto mayor fuera el riesgo que tomase, más jugosa sería la recompensa de la que disfrutaría. A partir de ese momento, se lo tomaría más en serio y dejaría las cosas claras a su nuevo contacto.
-Me hallaba, precisamente, invocando esa alianza, señor... -improvisó Vile-. ¿Cómo puedo llamarle? En cualquier caso, le vuelvo a asegurar que no se trata de un banal negocio, sino de uno que nos puede ayudar a ambos a resolver nuestros problemas más urgentes. Os acompañaremos en la expedición... Y espero que en las horas venideras podamos tener una audiencia los cuatro y dejemos las cosas claras. Creo que en estos tiempos, no nos queda más remedio que en confiar en nuestros viejos aliados.
Con un ademán, se despidió del anciano y se encaminó al puesto de comidas. Hizo una seña al enmascarado para que le acompañase. En cuanto se hubiesen separado del tipo, daría conversación a su taciturno amigo.
-No me des un coscorrón todavía, Nox... -masculló el músico-. Pero creo que esto ha funcionado de maravilla. Pronto saldremos más que beneficiados de esta isla. Nuestro capitán estará contentísimo.
Al llegar al puesto, guiñó un ojo a la dependienta -o lo cerró por el picor- y tomó un plato. Sin probar todavía un bocado, marchó hasta la posición de la tal Yaiza y le saludó con una teatral -y remarcadamente cómica, tras lo sucedido con Berthil- reverencia.
-Saludos, camarada -dijo el joven-. Me llamo Vile. Digamos que estoy pensando en apuntarme a esta expedición. ¿Sería posible?
-Me hallaba, precisamente, invocando esa alianza, señor... -improvisó Vile-. ¿Cómo puedo llamarle? En cualquier caso, le vuelvo a asegurar que no se trata de un banal negocio, sino de uno que nos puede ayudar a ambos a resolver nuestros problemas más urgentes. Os acompañaremos en la expedición... Y espero que en las horas venideras podamos tener una audiencia los cuatro y dejemos las cosas claras. Creo que en estos tiempos, no nos queda más remedio que en confiar en nuestros viejos aliados.
Con un ademán, se despidió del anciano y se encaminó al puesto de comidas. Hizo una seña al enmascarado para que le acompañase. En cuanto se hubiesen separado del tipo, daría conversación a su taciturno amigo.
-No me des un coscorrón todavía, Nox... -masculló el músico-. Pero creo que esto ha funcionado de maravilla. Pronto saldremos más que beneficiados de esta isla. Nuestro capitán estará contentísimo.
Al llegar al puesto, guiñó un ojo a la dependienta -o lo cerró por el picor- y tomó un plato. Sin probar todavía un bocado, marchó hasta la posición de la tal Yaiza y le saludó con una teatral -y remarcadamente cómica, tras lo sucedido con Berthil- reverencia.
-Saludos, camarada -dijo el joven-. Me llamo Vile. Digamos que estoy pensando en apuntarme a esta expedición. ¿Sería posible?
- Resumen:
- Aceptar la invitación de apuntarse a la expedición de Yaiza
Maki
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
La mención del banquete inquietó un poco a Maki. La comida de Wano no era muy de su agrado, la verdad, y no sabía si podría soportar una docena de platos basados en pescado. Se sentía muy violento devorando a sus primos menos inteligentes, aunque una parte de él siempre se alegraba de no ser él el comido.
Lo del embarazo... bueno, eso tampoco le hacía gracia. No estaba preparado para ser padre. Ni siquiera estaba preparado para prepararse para ser padre. Dioses, ¿cómo iba a criar a un niño? ¿O a dos? ¿Y si eran gemelos?
-¡Madre mía, voy a tener gemelos!
Iba a tener que pensar nombres. Tal vez Ug y Og. Así se llamaban los primeros revolucionarios de la época de las cavernas. Sería bonito. O podía llamarlos como a él, dos pequeños Augustus... ¡NO! ¡No podía ser padre! La Revolución era su hija y la Causa su... su otra hija.
-Ibar, recuerda pedir cita con el doctor Perchas cuando volvamos a Bátigo.
Luego estaba el tema de su esposa. Sabiendo que estaba tan cerca no podía evitar estar nervioso. ¿Qué debía decir? Un “Hola” se le antojaba poca cosa. Y más si estaba con un amigo. Tendría que parecer varonil y fuerte, un tipo duro que intimidase al otro.
-Bueno, chicos, id preparando el decorado. Yo voy a echar un vistazo.
El jardín sería un buen sitio para su obra, desde luego. Dejaría que los demás montasen el escenario y mientras él cotillearía un poco. Se acercó sin hacer ruido a la puerta y le hizo un agujero con el dedo. Qué suerte que allí todo fuese de papel. Podría ver lo que pasaba al otro lado, a ver si estaba allí Hipatia.
Lo del embarazo... bueno, eso tampoco le hacía gracia. No estaba preparado para ser padre. Ni siquiera estaba preparado para prepararse para ser padre. Dioses, ¿cómo iba a criar a un niño? ¿O a dos? ¿Y si eran gemelos?
-¡Madre mía, voy a tener gemelos!
Iba a tener que pensar nombres. Tal vez Ug y Og. Así se llamaban los primeros revolucionarios de la época de las cavernas. Sería bonito. O podía llamarlos como a él, dos pequeños Augustus... ¡NO! ¡No podía ser padre! La Revolución era su hija y la Causa su... su otra hija.
-Ibar, recuerda pedir cita con el doctor Perchas cuando volvamos a Bátigo.
Luego estaba el tema de su esposa. Sabiendo que estaba tan cerca no podía evitar estar nervioso. ¿Qué debía decir? Un “Hola” se le antojaba poca cosa. Y más si estaba con un amigo. Tendría que parecer varonil y fuerte, un tipo duro que intimidase al otro.
-Bueno, chicos, id preparando el decorado. Yo voy a echar un vistazo.
El jardín sería un buen sitio para su obra, desde luego. Dejaría que los demás montasen el escenario y mientras él cotillearía un poco. Se acercó sin hacer ruido a la puerta y le hizo un agujero con el dedo. Qué suerte que allí todo fuese de papel. Podría ver lo que pasaba al otro lado, a ver si estaba allí Hipatia.
- Resumen:
- Poner la oreja a ver de qué se entera.
Alexandra Holmes
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Había salido bastante entera de aquella pared de ácido. Notaba su electricidad desvanecerse y por suerte aquella vara había demostrado ser bastante útil. Es verdad que el cuchillo se había interpuesto pero la intensidad de la electricidad había sido demasiado. La mujer gyojin se había salvado de la muerte pero ahora tenía que lidiar con unas quemaduras por metal fundido que, así a simple vista, parecían haberla dejado casi manca de una mano.
Estaban... ¿huyendo? Sus ganas de ir a por ella descendieron de forma drástica. De forma más bien poco fina, la científica demoníaca escupió al suelo y se guardó la E-Nucleus para volver a cargarla. También guardó la cuchilla de hueso restante. Miró a su alrededor, los gyojin huían tanto de su propia pelea como de Ino y Kaya. Podría hacerse varias preguntas en ese momento, como por ejemplo: ¿Tenía ganas de darle a la rosa una muerte horrible por ese coitus interruptus versión bélico? Sí. ¿Le gustaría desahogarse cargándose a más sardinas? Sí. ¿Pensaba manchar su hermoso conjunto genético con los genes de una cobarde de marca mayor? No, aunque seguía teniendo ganas de reclamar su ácido. ¿Pensaba obedecer a Katharina a su manera? Sí.
—Putos cobardicas y vaya desperdicio de genética. Debería matarlos a todos solo por dejarme con el calentón —espetó antes de tener una pequeña idea. Hacía mucho que no ponía a prueba sus habilidades creativas y manuales.
A los gyojins les gustó la idea de crucificar a aldeanos humanos, ¿verdad? No sabía si sería buena idea, pero divertido sería un rato y además les devolvía su propia medicina.
—¡Ino, acuérdate de volver! —exclamó.
Por lo tanto, no fue a perseguir gyojins. Tenía un trabajo más artístico en mente y, además, primero tenía que recoger su fiel testículo de mentira que tan bien le había servido. Kaya e Ino habían estado entretenidos también y debía haber algún que otro gyojin por los suelos del pueblo. Alexandra se dedicaría a buscar a esos gyojin muertos o noqueados -y si encontraba alguno vivo que no salía corriendo les calzaría dos golpes bien dados-. De encontrar cuerpos no-humanos, los llevaría -algunos se los echaba al hombro, a otros los arrastraba directamente por el suelo- a las cruces que habían visto al entrar. No pudo ni fijarse en el conjuntito de Kaya con el mosqueo que traía encima.
Usando su fuerza física empezó a trabajar. El proceso era sencillo: soltaría a los humanos de las cruces, pondría a un gyojin en su lugar y los fijaría a la cruz con clavos. Para simular un martillo pues... rompió una de las cruces y usó un cacho de madera para golpear los clavos.
Realmente no sabía si los gyojins estaban muertos del todo o no, su enfado no le había dejado comprobarlo. Meh, ya chillarían, tampoco es que les fuera a servir de mucho si caían con tan poco.
—Que me iba a dar con la placenta... hay que joderse, macho, me topo con todos los personajes —continuó gruñendo y quejándose mientras clavaba seres vivos en cruces. Por otra parte, a los humanos que iba sacando los dejaba separaditos, mostrando un falso respeto hacia ellos para hacer un poco más el paripé. Cuando acabara de trabajar ya los juntaría en la aldea para que los aldeanos que quedaran vivos les rindieran el homenaje que consideraran necesario.
Estaban... ¿huyendo? Sus ganas de ir a por ella descendieron de forma drástica. De forma más bien poco fina, la científica demoníaca escupió al suelo y se guardó la E-Nucleus para volver a cargarla. También guardó la cuchilla de hueso restante. Miró a su alrededor, los gyojin huían tanto de su propia pelea como de Ino y Kaya. Podría hacerse varias preguntas en ese momento, como por ejemplo: ¿Tenía ganas de darle a la rosa una muerte horrible por ese coitus interruptus versión bélico? Sí. ¿Le gustaría desahogarse cargándose a más sardinas? Sí. ¿Pensaba manchar su hermoso conjunto genético con los genes de una cobarde de marca mayor? No, aunque seguía teniendo ganas de reclamar su ácido. ¿Pensaba obedecer a Katharina a su manera? Sí.
—Putos cobardicas y vaya desperdicio de genética. Debería matarlos a todos solo por dejarme con el calentón —espetó antes de tener una pequeña idea. Hacía mucho que no ponía a prueba sus habilidades creativas y manuales.
A los gyojins les gustó la idea de crucificar a aldeanos humanos, ¿verdad? No sabía si sería buena idea, pero divertido sería un rato y además les devolvía su propia medicina.
—¡Ino, acuérdate de volver! —exclamó.
Por lo tanto, no fue a perseguir gyojins. Tenía un trabajo más artístico en mente y, además, primero tenía que recoger su fiel testículo de mentira que tan bien le había servido. Kaya e Ino habían estado entretenidos también y debía haber algún que otro gyojin por los suelos del pueblo. Alexandra se dedicaría a buscar a esos gyojin muertos o noqueados -y si encontraba alguno vivo que no salía corriendo les calzaría dos golpes bien dados-. De encontrar cuerpos no-humanos, los llevaría -algunos se los echaba al hombro, a otros los arrastraba directamente por el suelo- a las cruces que habían visto al entrar. No pudo ni fijarse en el conjuntito de Kaya con el mosqueo que traía encima.
Usando su fuerza física empezó a trabajar. El proceso era sencillo: soltaría a los humanos de las cruces, pondría a un gyojin en su lugar y los fijaría a la cruz con clavos. Para simular un martillo pues... rompió una de las cruces y usó un cacho de madera para golpear los clavos.
Realmente no sabía si los gyojins estaban muertos del todo o no, su enfado no le había dejado comprobarlo. Meh, ya chillarían, tampoco es que les fuera a servir de mucho si caían con tan poco.
—Que me iba a dar con la placenta... hay que joderse, macho, me topo con todos los personajes —continuó gruñendo y quejándose mientras clavaba seres vivos en cruces. Por otra parte, a los humanos que iba sacando los dejaba separaditos, mostrando un falso respeto hacia ellos para hacer un poco más el paripé. Cuando acabara de trabajar ya los juntaría en la aldea para que los aldeanos que quedaran vivos les rindieran el homenaje que consideraran necesario.
- resumen:
» Cagarse en su existencia porque su oponente ha salido corriendo. También recoge el testículo falso, nunca se sabe cuándo puede volver a ser útil.
» Quejarse, buscar gyojins inconscientes/muertos del pueblo, darle algún tortazo o tres a los que vea vivos; y llevárselos a las cruces donde habían crucificado a los aldeanos.
» Allí hace un cambiazo: Baja a los aldeanos y empieza a clavar a los gyojin a las cruces.
» Quejarse un poco más.
Rainbow662
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Inspira, espira. Inspira, espira. Inspira, vuelve a inspirar, en serio, coge aire y no mates a nadie. Venga, calma, no pasa nada, es todo culpa del genio. No se le puede hacer nada. Solo déjalo estar y...
El vestido acaba hecho jirones antes siquiera de que pueda averiguar si aquel ejercicio de respiración sobre el que leí sirve para algo o no. Seguramente, no. Ni siquiera sé qué hacer con el parche esta vez. Ya lo rompí y ha vuelto peor que nunca. Ahí hay una moraleja: nunca se rompe lo suficiente algo odioso. Así que me la aplico y esta vez lanzo los restos a la zanja para gyojins.
En cuanto a estos, ha sido fácil acabar con ellos. No creo que se levanten en un buen rato, si es que se levantan. Si es que Inosuke no se los come antes... Tanto él como Xandra parecen entretenidos, así que solo queda esperar alguna señal de nuestra amada amada líder. Voy a cocinar algo.
Una buena cocinera siempre está preparada. Junto al enorme perolo comunitario/trampa para peces tengo mis otros utensilios. Coloco una olla pequeña al fuego y vierto el barrilito de caldo que lleva macerándose cuatro días. Está hecho con hierbas de la zona, además de con pescado, algún que otro molusco y los huesos de un animal que no sabría ni nombrar, lo típico de por aquí.
Remuevo lentamente y echo el resto. Huevo, maíz, doce o trece tipos de algas, fideos como para un regimiento y carne de komainu, ese canino enorme autóctono de Wano. No tardará mucho en estar listo el mejor ramen de komainu jamás hecho. Ser probablemente el primero no le resta mérito, por cierto, más bien lo encumbra aún más. Las pioneras merecemos cierto mérito, ¿no?
La verdad es que no tengo ni idea de cómo saldrá, pero al menos me da algo que hacer.
El vestido acaba hecho jirones antes siquiera de que pueda averiguar si aquel ejercicio de respiración sobre el que leí sirve para algo o no. Seguramente, no. Ni siquiera sé qué hacer con el parche esta vez. Ya lo rompí y ha vuelto peor que nunca. Ahí hay una moraleja: nunca se rompe lo suficiente algo odioso. Así que me la aplico y esta vez lanzo los restos a la zanja para gyojins.
En cuanto a estos, ha sido fácil acabar con ellos. No creo que se levanten en un buen rato, si es que se levantan. Si es que Inosuke no se los come antes... Tanto él como Xandra parecen entretenidos, así que solo queda esperar alguna señal de nuestra amada amada líder. Voy a cocinar algo.
Una buena cocinera siempre está preparada. Junto al enorme perolo comunitario/trampa para peces tengo mis otros utensilios. Coloco una olla pequeña al fuego y vierto el barrilito de caldo que lleva macerándose cuatro días. Está hecho con hierbas de la zona, además de con pescado, algún que otro molusco y los huesos de un animal que no sabría ni nombrar, lo típico de por aquí.
Remuevo lentamente y echo el resto. Huevo, maíz, doce o trece tipos de algas, fideos como para un regimiento y carne de komainu, ese canino enorme autóctono de Wano. No tardará mucho en estar listo el mejor ramen de komainu jamás hecho. Ser probablemente el primero no le resta mérito, por cierto, más bien lo encumbra aún más. Las pioneras merecemos cierto mérito, ¿no?
La verdad es que no tengo ni idea de cómo saldrá, pero al menos me da algo que hacer.
- Resumen:
- Pues me cargo el parche -otra vez- y hago un ramen bien chulo. Ya el mod de turno que decida si tiene algún efecto o solo está mu rico.
El fantástico plan de Zane para intentar obtener nuevos miembros para su banda, los conocidos por sus más allegados como shurmanos de la tormenta, no había funcionado. La mayoría de los presos se negaron abiertamente, otros ni siquiera contestaron. Era una pena, pues algunos de ellos con un poco de comida y entrenamiento para recuperar la condición física podría haber formado parte del escuadrón de espadachines que quería crear bajo su bandera, era lo único que le faltaba a su flota.
Finalmente, yendo en dirección contraria al resto, como de costumbre, continuó subiendo y liberando presos, dándoles ese discurso que tan poco parecía motivarles, y recibiendo las mismas negativas a la idea de que se convirtieran en piratas. «Esto hace unos años no pasaba. ¿Habrá llegado mi mala fama también a la cárcel?», reflexionó el pelirrojo, volviendo a dar una vuelta por los desolados pasillos de la prisión. Entonces, se paró en seco para observar una escalera, o más bien una escalera que habrá jurado que no estaban ahí la primera vez que pasó.
—Eso hace un rato no estaba… —comentó en voz alta para sí mismo—. Alguien sensato no osaría subir.«Pero yo nunca he destacado por ser una persona prudente y responsable». —pensó, dibujando en su cara una sonrisa que entonaba perfectamente con un brillo de emoción en sus ojos. Lo cierto es que el pelirrojo era como un niño en muchos aspectos.
Cualquier cárcel solía tener pasadizos secretos que daban a saldas ocultas para el personal o celdas ocultas para criminales que nunca habían existido. ¿Por qué Wano iba a ser distinto? Sin embargo, antes iba a dar otra vuelta por si se había dejado algo atrás, de encontrar alguna habitación que fuera perteneciente a los guardias trataría de buscar información o algo que le fuera de utilidad, quizás otra espada de mejor calidad, quien sabe.
En los pisos superiores se escuchaba mucho barullo: golpes, gritos de dolor, algún bramido gutural… De todo. Sin embargo, él tenía otros planes. Una vez hubiera terminado de investigar un poco, volvería a la pared donde había aparecido la escalera para subir con cautela hacia el lugar que lo llevara.
«No creo que me pase nada malo por entrar ahí» —pensó—. «Aunque la última vez que pensé de esta manera Therax se negó a curarme la zona noble»
Finalmente, yendo en dirección contraria al resto, como de costumbre, continuó subiendo y liberando presos, dándoles ese discurso que tan poco parecía motivarles, y recibiendo las mismas negativas a la idea de que se convirtieran en piratas. «Esto hace unos años no pasaba. ¿Habrá llegado mi mala fama también a la cárcel?», reflexionó el pelirrojo, volviendo a dar una vuelta por los desolados pasillos de la prisión. Entonces, se paró en seco para observar una escalera, o más bien una escalera que habrá jurado que no estaban ahí la primera vez que pasó.
—Eso hace un rato no estaba… —comentó en voz alta para sí mismo—. Alguien sensato no osaría subir.«Pero yo nunca he destacado por ser una persona prudente y responsable». —pensó, dibujando en su cara una sonrisa que entonaba perfectamente con un brillo de emoción en sus ojos. Lo cierto es que el pelirrojo era como un niño en muchos aspectos.
Cualquier cárcel solía tener pasadizos secretos que daban a saldas ocultas para el personal o celdas ocultas para criminales que nunca habían existido. ¿Por qué Wano iba a ser distinto? Sin embargo, antes iba a dar otra vuelta por si se había dejado algo atrás, de encontrar alguna habitación que fuera perteneciente a los guardias trataría de buscar información o algo que le fuera de utilidad, quizás otra espada de mejor calidad, quien sabe.
En los pisos superiores se escuchaba mucho barullo: golpes, gritos de dolor, algún bramido gutural… De todo. Sin embargo, él tenía otros planes. Una vez hubiera terminado de investigar un poco, volvería a la pared donde había aparecido la escalera para subir con cautela hacia el lugar que lo llevara.
«No creo que me pase nada malo por entrar ahí» —pensó—. «Aunque la última vez que pensé de esta manera Therax se negó a curarme la zona noble»
- Resumen:
- Decidir investigar un poco más, y subir por la escalera que acaba de salir: ADVENTURE TIME
Yarmin Prince
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Todo pareció salir a pedir de boca. A pesar de ciertos comentarios algo desagradables que escuché entre los cuarenta y ocho -y subiendo- Centellas, el panorama general frente a la posibilidad de que Maki fuese padre era de jolgorio y algarabía. De hecho, hasta Ibar buscó en mí cierta complicidad ante la supuesta cita con el doctor Perchas, lo que debía ser un apodo cariñoso al practicante de abortos en donde quiera que los revolucionarios abortasen. En cualquier caso negué con cierta pereza. No, Maki no iba a hacer a Hipatia abortar. Dos pequeñas sirenas retrasadas con cara de pez gota serían el castigo ideal para esa zorra, aunque por otro lado dudaba que siquiera estuviese embarazada.
La llegada al palacio pareció ir bien. La orden de prueba se llevó a cabo -el hombre se había tocado la nariz- y nos acompañó al interior, aunque me aseguré de rezagarnos ligeramente, lo justo para poder hacerme cargo de él y asegurar que ningún oído indiscreto se apegaba a nuestra conversación. Al fin y al cabo, yo no iba a participar en el espectáculo y tenía la esperanza de poder hacerme cargo de un buen banquete para la pareja. Era hora de empezar con los planes.
- Creo que Su Majestad no nos necesita -comenté, no sin dejar en la mano de Augustus el mismo polvo blanco que le había lanzado a la cara en la víspera de su boda-. Podemos ir a la cocina y preparar algo que la feliz pareja pueda disfrutar tras el ansiado reencuentro.
El pez gota ya sabía que esa iba a ser mi función, pero igualmente quería confirmarlo dado que la memoria del revolucionario tendía a ser escasa, cuando no psicótica. El caso es que me alejé con mi nuevo amigo, conversando tranquilamente de todo lo que había sucedido a lo largo de las semanas, por si él conocía algo que yo ignorase y asegurándome de probar con total grado de certeza que estaba bajo mi control. Una vez hecho eso, por fin haría la gran pregunta:
- ¿Dónde se encuentra sir Oc? -Probablemente la respuesta fuese "con la reina", pero si por casualidad ese era uno de los pocos momentos en que se separaban, era mi día de suerte. Aun así, si estaba con ella yo ya estaba listo para ello; solo tendría que esperar el momento adecuado.
El plan era simple: Una vez en la cocina me aseguraría de que el cheff hiciese el festín más grande y lujoso que nunca se hubiese visto en esas cocinas, para que todo estuviese al gusto de la reina. Al fin y al cabo, por mucho que odiase a Augustus, delante de sus súbditos ella debía cumplir la promesa que había hecho y, como mínimo, respetarlo para guardar las apariencias. Eso implicaba que no debía poder negarse a aceptar las disculpas del estúpido revolucionario y asistiría al banquete como invitada de honor. Y, mientras ella estuviese entre comida y suficientes invitados como para atosigarla, el pequeño oc estaría desprotegido.
Pero oh, si estuviese en la más pura soledad... Ah, si estuviese a solas... Era hora de hacerle una visita. Ya sabía cómo hablar con él, era el momento de tener una amistosa conversación.
La llegada al palacio pareció ir bien. La orden de prueba se llevó a cabo -el hombre se había tocado la nariz- y nos acompañó al interior, aunque me aseguré de rezagarnos ligeramente, lo justo para poder hacerme cargo de él y asegurar que ningún oído indiscreto se apegaba a nuestra conversación. Al fin y al cabo, yo no iba a participar en el espectáculo y tenía la esperanza de poder hacerme cargo de un buen banquete para la pareja. Era hora de empezar con los planes.
- Creo que Su Majestad no nos necesita -comenté, no sin dejar en la mano de Augustus el mismo polvo blanco que le había lanzado a la cara en la víspera de su boda-. Podemos ir a la cocina y preparar algo que la feliz pareja pueda disfrutar tras el ansiado reencuentro.
El pez gota ya sabía que esa iba a ser mi función, pero igualmente quería confirmarlo dado que la memoria del revolucionario tendía a ser escasa, cuando no psicótica. El caso es que me alejé con mi nuevo amigo, conversando tranquilamente de todo lo que había sucedido a lo largo de las semanas, por si él conocía algo que yo ignorase y asegurándome de probar con total grado de certeza que estaba bajo mi control. Una vez hecho eso, por fin haría la gran pregunta:
- ¿Dónde se encuentra sir Oc? -Probablemente la respuesta fuese "con la reina", pero si por casualidad ese era uno de los pocos momentos en que se separaban, era mi día de suerte. Aun así, si estaba con ella yo ya estaba listo para ello; solo tendría que esperar el momento adecuado.
El plan era simple: Una vez en la cocina me aseguraría de que el cheff hiciese el festín más grande y lujoso que nunca se hubiese visto en esas cocinas, para que todo estuviese al gusto de la reina. Al fin y al cabo, por mucho que odiase a Augustus, delante de sus súbditos ella debía cumplir la promesa que había hecho y, como mínimo, respetarlo para guardar las apariencias. Eso implicaba que no debía poder negarse a aceptar las disculpas del estúpido revolucionario y asistiría al banquete como invitada de honor. Y, mientras ella estuviese entre comida y suficientes invitados como para atosigarla, el pequeño oc estaría desprotegido.
Pero oh, si estuviese en la más pura soledad... Ah, si estuviese a solas... Era hora de hacerle una visita. Ya sabía cómo hablar con él, era el momento de tener una amistosa conversación.
- Resumen:
- Hacer preguntas y encargar un Just Eat.
Osuka Sumisu
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
La negociación podría haber ido mejor la verdad. Pero era evidente el motivo de aquella reunión, y no era otro que un ultimátum. Si los enviados de la reina Hipatia eran así, cuando un diplomático tenía que tener un poco de tacto, que obviamente carecían, no se quería imaginar cómo sería el comportamiento de esta.
Las acusaciones y los insultos volaron de un lado de la mesa al otro. Casi hubiese deseado que algún miembro de ese grupo de gyojins hubiese saltado sobre la mesa con cuchillo en mano. Asi hubiese podido darle una somanta lo suficientemente fuerte como para que dejaran de ser tan gallitos. Pero no lo hicieron, y comenzar la bronca el solo les hubiese perjudicado.
- Que han venido a ayudar… ni una mierda.- espeto cuando solo quedaban el revolucionario, Aki y Hitomi-. Matan a su padre y aun espera que se rinda por las buenas.
Su Den Den empezó a sonar, al cojerlo, puto identificar al momento el tono de Dexter Black. Aun no se había acostumbrado que el ex Younkou fuese el nuevo líder de la revolución. Aunque, después de todo lo había pasado entre él y el gobierno mundial, no le extrañaba el cómo llego ahí.
Inmediatamente, Aki recibió la misma llamada, pero para llevar a Hitomi al mismo lugar. Esta la cogió en brazos y se la llevo volando. Le pidió al revolucionario que se reuniera con ella allí, a lo cual simplemente asintió. Del mismo lugar que salio Aki, el oficial también salio, pero en vez de volar, daba saltos al mismo aire para mantenerse alejado del suelo. A su vez, cogio su den den y llamo al cuartel de Hakumai.
- Chicos, id recogiendo el chiringuito. El jefazo quiere que se la cedamos a los marines y nos movamos a Datebaio.
Las acusaciones y los insultos volaron de un lado de la mesa al otro. Casi hubiese deseado que algún miembro de ese grupo de gyojins hubiese saltado sobre la mesa con cuchillo en mano. Asi hubiese podido darle una somanta lo suficientemente fuerte como para que dejaran de ser tan gallitos. Pero no lo hicieron, y comenzar la bronca el solo les hubiese perjudicado.
- Que han venido a ayudar… ni una mierda.- espeto cuando solo quedaban el revolucionario, Aki y Hitomi-. Matan a su padre y aun espera que se rinda por las buenas.
Su Den Den empezó a sonar, al cojerlo, puto identificar al momento el tono de Dexter Black. Aun no se había acostumbrado que el ex Younkou fuese el nuevo líder de la revolución. Aunque, después de todo lo había pasado entre él y el gobierno mundial, no le extrañaba el cómo llego ahí.
Inmediatamente, Aki recibió la misma llamada, pero para llevar a Hitomi al mismo lugar. Esta la cogió en brazos y se la llevo volando. Le pidió al revolucionario que se reuniera con ella allí, a lo cual simplemente asintió. Del mismo lugar que salio Aki, el oficial también salio, pero en vez de volar, daba saltos al mismo aire para mantenerse alejado del suelo. A su vez, cogio su den den y llamo al cuartel de Hakumai.
- Chicos, id recogiendo el chiringuito. El jefazo quiere que se la cedamos a los marines y nos movamos a Datebaio.
- Resumen:
- Indicar a los revos de Hakumai que vayan tirando a Datebaio e ir tirando para reunirme con el dragoncio y la sucubina
AEG93
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Pese a no ser de Okobore el médico que le atendió sí que procedía de Kuri y, como tal, escuchó atentamente lo que Ryuu tenía que decir y contestó con aparente sinceridad. Al parecer se turnaban para dormir unas tres horas cada noche en una tienda justo detrás de aquella, siempre escoltados. De hecho, parecía convencido de que a él le iba a tocar dormir en el primer turno. Aquello no tenía mucho sentido... era como estar de guardia, como hacían los vigilantes del campamento, pero en un trabajo mucho más exigente tanto física como mentalmente. Aquello tenía que acabar con la salud de cualquiera más temprano que tarde.
Tras conectar un frasco de suero a una de las venas de su brazo derecho, el médico se fue a continuar con sus labores. Durante las horas siguientes el joven pensó en cómo salir de allí sin llamar la atención y entrar en la tienda donde dormían los médicos para rescatar al hombre con quien había hablado. El resto de sanitarios continuaron inspeccionándole de vez en cuando, mostrando lo que parecía ser un genuino interés por su bienestar pese a considerarle su enemigo. Desde luego, la vocación de aquellos abnegados médicos era digna de elogiar.
Una vez llegara la hora el joven pediría a algún sanitario cercano que le retirara el frasco ya vacío de suero y anunciaría su intención de abandonar la tienda médica ahora que ya se encontraba mucho mejor. Sabía que ningún médico intentaría retener en contra de su voluntad a alguien que se encontraba en pleno uso de sus facultades y que, además, era un enemigo. Además era cierto, él realmente se encontraba en buen estado de salud y no necesitaba más cuidados. Su visita a aquella carpa simplemente había tenido como objetivo averiguar la forma de liberar a uno de los médicos.
Ya en el exterior buscaría la entrada de la tienda contigua, en la que los sanitarios que se encontraban en su turno de descanso dormían. Era probable que estuviese vigilada, por lo que el primer paso sería ver si lo estaba y, en caso afirmativo, cuántas personas guardaban la entrada. De todas formas tenía un plan. Uno que no difería mucho del que le había metido en la ciudad y que, a sus ojos, era muy probable que funcionara. En caso de haber guardias se acercaría a la entrada y les saludaría diciendo:
- Buenas noches. Soy Roy Hodgson, del tercer destacamento. Me envían desde palacio para solicitar el traslado urgente de uno de los médicos humanos hacia allí para realizar una atención sanitaria urgente de vital importancia para nuestro cometido.
Si les entraban las dudas y preguntaban por más detalles el samurái afirmaría que no le estaba permitido revelar ningún detalle más, y si aún así seguían teniendo dudas comentaría que en su lugar no querría ser responsable de que alguien tan importante muriese por no recibir la asistencia necesaria a tiempo. Entre su labia y capacidad de convicción, las horas que eran (que ni mucho menos invitaban a pensar con excesiva claridad y serenidad) y, sobre todo, el miedo que esa última frase infundiría con total seguridad en el o los vigilantes, era más que probable que le dejasen entrar. Si lo hacían buscaría al médico con el que había hablado anteriormente y, susurrándole que se levantara y le siguiera en silencio, trataría de abandonar la tienda junto a él.
Tras conectar un frasco de suero a una de las venas de su brazo derecho, el médico se fue a continuar con sus labores. Durante las horas siguientes el joven pensó en cómo salir de allí sin llamar la atención y entrar en la tienda donde dormían los médicos para rescatar al hombre con quien había hablado. El resto de sanitarios continuaron inspeccionándole de vez en cuando, mostrando lo que parecía ser un genuino interés por su bienestar pese a considerarle su enemigo. Desde luego, la vocación de aquellos abnegados médicos era digna de elogiar.
Una vez llegara la hora el joven pediría a algún sanitario cercano que le retirara el frasco ya vacío de suero y anunciaría su intención de abandonar la tienda médica ahora que ya se encontraba mucho mejor. Sabía que ningún médico intentaría retener en contra de su voluntad a alguien que se encontraba en pleno uso de sus facultades y que, además, era un enemigo. Además era cierto, él realmente se encontraba en buen estado de salud y no necesitaba más cuidados. Su visita a aquella carpa simplemente había tenido como objetivo averiguar la forma de liberar a uno de los médicos.
Ya en el exterior buscaría la entrada de la tienda contigua, en la que los sanitarios que se encontraban en su turno de descanso dormían. Era probable que estuviese vigilada, por lo que el primer paso sería ver si lo estaba y, en caso afirmativo, cuántas personas guardaban la entrada. De todas formas tenía un plan. Uno que no difería mucho del que le había metido en la ciudad y que, a sus ojos, era muy probable que funcionara. En caso de haber guardias se acercaría a la entrada y les saludaría diciendo:
- Buenas noches. Soy Roy Hodgson, del tercer destacamento. Me envían desde palacio para solicitar el traslado urgente de uno de los médicos humanos hacia allí para realizar una atención sanitaria urgente de vital importancia para nuestro cometido.
Si les entraban las dudas y preguntaban por más detalles el samurái afirmaría que no le estaba permitido revelar ningún detalle más, y si aún así seguían teniendo dudas comentaría que en su lugar no querría ser responsable de que alguien tan importante muriese por no recibir la asistencia necesaria a tiempo. Entre su labia y capacidad de convicción, las horas que eran (que ni mucho menos invitaban a pensar con excesiva claridad y serenidad) y, sobre todo, el miedo que esa última frase infundiría con total seguridad en el o los vigilantes, era más que probable que le dejasen entrar. Si lo hacían buscaría al médico con el que había hablado anteriormente y, susurrándole que se levantara y le siguiera en silencio, trataría de abandonar la tienda junto a él.
- Resumen:
- Intentar rescatar al médico con más mentiras y manipulaciones.
Marc Kiedis
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
¿Les habían mentido? El semigigante no podía concebir por qué la gente se inventaba cosas como esa. ¿Estaba Zane realmente prisionero? ¿Y si lo estaba dónde le tenían cautivo? Porque por dos veces, la segunda de ellas el general, afirmaron los hombres de Wano que no había ninguna prisión en las lomas del monte Fuji. Después el oficial añadió varios comentarios que el cocinero no supo muy bien como interpretar. Si estaba intentando decirles algo desde luego él no lo había entendido. No se le daban nada bien los mensajes ocultos ni las dobles intenciones, todas esas cosas quedaban mucho más allá del alcance del ingenuo pirata.
En un burdel... No, Zane jamás habría hecho eso en un momento como ese. No era alguien que abandonaba una guerra cuando más se le necesitaba para divertirse. Además tenía familia, no la traicionaría yendo a un lugar como ese. En el pasado lo había hecho, sí... pero su capitán había cambiado.
- ¿Qué ha querido decir? - Preguntó a su amigo el grandullón. - ¿Hacia dónde vamos?
De todos los lugares que había nombrado solo había uno que había llamado la atención de Marc. La mina abandonada de la ladera norte. Algo así bien podía haber sido convertido en una prisión. Era una posibilidad vaga, pero era la única que se le ocurría. Luego si el rubio no aportaba ninguna solución sería él quien propondría dirigirse hacia dicho lugar.
En un burdel... No, Zane jamás habría hecho eso en un momento como ese. No era alguien que abandonaba una guerra cuando más se le necesitaba para divertirse. Además tenía familia, no la traicionaría yendo a un lugar como ese. En el pasado lo había hecho, sí... pero su capitán había cambiado.
- ¿Qué ha querido decir? - Preguntó a su amigo el grandullón. - ¿Hacia dónde vamos?
De todos los lugares que había nombrado solo había uno que había llamado la atención de Marc. La mina abandonada de la ladera norte. Algo así bien podía haber sido convertido en una prisión. Era una posibilidad vaga, pero era la única que se le ocurría. Luego si el rubio no aportaba ninguna solución sería él quien propondría dirigirse hacia dicho lugar.
- Resumen:
- No entender nada, preguntar a Therax y pensar que tal vez la supuesta prisión sea la mina abandonada de la ladera norte.
¿Que no había ninguna prisión? ¿Acaso habían hecho bien Tushido y los demás al desconfiar del sujeto que les había brindado la información? Apretó los dientes durante unos segundos como única forma de dejar escapar su frustración y su rabia. No obstante, en las palabras de aquel hombre había más información de la que abandonaba sus labios a simple vista. Sus ojos no se habían apartado del monte sin dejar de negar que allí hubiese algo similar a lo que andaban buscando, pero ¿una mina? Era una esperanza algo etérea a la que aferrarse, mas ¿no era la decisión de seguirla o no lo que separaba a quienes estaban dispuestos a llegar hasta el final de los que no?
-Muchas gracias por la ayuda -respondió Therax una vez el hombre se hubo dado la vuelta, aún consciente de los últimos coletazos de una batalla afortunadamente ya resuelta-. Nos pondremos de nuevo en contacto con las fuerzas defensoras de Wano cuando demos con él. No negaré que Zane se parece mucho a su padre en buena parte de sus actitudes, pero mi capitán es algo más de lo que el mundo quiere ver de él. Es mucho más que un aliado.
Finalizó sus palabras con una escueta despedida y las alas volvieron a nacer en su espalda ante todos los presentes, no tardando más de unos segundos en desaparecer frente a sus ojos para elevarse hacia las alturas Una mina abandonada hacía tiempo podía ser un enclave perfecto para acoger una cárcel secreta y escondida ante los ojos de cualquier que quisiese buscarla.
-Creo que no queda más remedio que ir a investigar, ¿no te parece, Marc? -dijo al tiempo que ponía rumbo hacia la ladera del monte Fuji. Incluso en el peor de los casos era consciente de que la intervención que habían realizado podría granjearles un valioso aliado en el futuro, por lo que aun si no daban con el pelirrojo el viaje no habría sido del todo en vano.
-Muchas gracias por la ayuda -respondió Therax una vez el hombre se hubo dado la vuelta, aún consciente de los últimos coletazos de una batalla afortunadamente ya resuelta-. Nos pondremos de nuevo en contacto con las fuerzas defensoras de Wano cuando demos con él. No negaré que Zane se parece mucho a su padre en buena parte de sus actitudes, pero mi capitán es algo más de lo que el mundo quiere ver de él. Es mucho más que un aliado.
Finalizó sus palabras con una escueta despedida y las alas volvieron a nacer en su espalda ante todos los presentes, no tardando más de unos segundos en desaparecer frente a sus ojos para elevarse hacia las alturas Una mina abandonada hacía tiempo podía ser un enclave perfecto para acoger una cárcel secreta y escondida ante los ojos de cualquier que quisiese buscarla.
-Creo que no queda más remedio que ir a investigar, ¿no te parece, Marc? -dijo al tiempo que ponía rumbo hacia la ladera del monte Fuji. Incluso en el peor de los casos era consciente de que la intervención que habían realizado podría granjearles un valioso aliado en el futuro, por lo que aun si no daban con el pelirrojo el viaje no habría sido del todo en vano.
- Resumen:
- Poner rumbo al monte Fuji para buscar la mina y comprobar que no se haya convertido en una prisión temporal.
Sasaki
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Aquel tipo acercó la mano con la que me había atacado y se chupó los dedos en los que había caramelo rojo. Tras probarlo hizo un gesto asqueado y me recomendó ir al médico dado o dulce que estaba.
-Pues en el último chequeo no me comentaron nada, de todos modos, yo también soy médico, y es posible como bien dices que necesite una analítica, las armas las llevo de adorno, para que crean que soy peligroso. – le dije al ver que se fijaba en mi arma y que le gustaba. – Pero no se si debería dártela. Solo es un mango, el filo se retrae cuando se va a pinchar a alguien. Mira.
Con un rápido gesto le di la vuelta a la espada y me la clavé en el abdomen con gran fuerza. Al hacerlo, el filo se fue guardando en mi interior. Con este fingido suicidio me doblé sobre mi cintura hacia adelante dramatizando el hecho y lo aproveché para absorber también la empuñadura a la vez que sacaba la empuñadura que absorbía el azúcar del cuerpo para formar el filo y este quedaba en mis manos sustituyendo al anterior.
Me centré en el azúcar de mi cuerpo para evitar que estalo abandonase y fuese hacia la empuñadura dado que esta la absorbía por inercia ya estuviese en forma intangible o no. Se me acababa de ocurrir una idea de como acabar con aquel problema y esa era la mejor para no gastar esfuerzo.
Me incorporé de nuevo levantando la empuñadura y se la mostré.
-¿Lo ves? Solo una empuñadura, para aparentar vaya. – Al decir aquello la lancé con cuidado para que quedase frente a sus pies. – Eso sí, la calidad de la empuñadura es magistral. Para romper ciertas cosas su dureza es impresionante, diría que puede abollar sin problemas al acero.
Esperé unos segundos y esperé a mi oponente cogiese el arma y mis ropas. Luego actuaría al respecto.
-Pues en el último chequeo no me comentaron nada, de todos modos, yo también soy médico, y es posible como bien dices que necesite una analítica, las armas las llevo de adorno, para que crean que soy peligroso. – le dije al ver que se fijaba en mi arma y que le gustaba. – Pero no se si debería dártela. Solo es un mango, el filo se retrae cuando se va a pinchar a alguien. Mira.
Con un rápido gesto le di la vuelta a la espada y me la clavé en el abdomen con gran fuerza. Al hacerlo, el filo se fue guardando en mi interior. Con este fingido suicidio me doblé sobre mi cintura hacia adelante dramatizando el hecho y lo aproveché para absorber también la empuñadura a la vez que sacaba la empuñadura que absorbía el azúcar del cuerpo para formar el filo y este quedaba en mis manos sustituyendo al anterior.
Me centré en el azúcar de mi cuerpo para evitar que estalo abandonase y fuese hacia la empuñadura dado que esta la absorbía por inercia ya estuviese en forma intangible o no. Se me acababa de ocurrir una idea de como acabar con aquel problema y esa era la mejor para no gastar esfuerzo.
Me incorporé de nuevo levantando la empuñadura y se la mostré.
-¿Lo ves? Solo una empuñadura, para aparentar vaya. – Al decir aquello la lancé con cuidado para que quedase frente a sus pies. – Eso sí, la calidad de la empuñadura es magistral. Para romper ciertas cosas su dureza es impresionante, diría que puede abollar sin problemas al acero.
Esperé unos segundos y esperé a mi oponente cogiese el arma y mis ropas. Luego actuaría al respecto.
- resumen:
- Contestar al tipo este que me quiere dejar sin nada. Fingir que me suicido dramáticamente atravesando mi abdomen con la espada, pero aprovecho esto para abosorber la espada y cambuarla por la empuñadura de SWORD EATER SUGAR - KEN ĪTĀ-TO (en la ficha apartado de armas). luego entregarle el arma para que la coja (Cabe aclarar que si la coge la empuñadura absorberá todo el azúcar de su cuerpo y quedará fuera de combate porque no tendrá energías).
La burbuja había funcionado, pero no era suficiente. Había llevado los gases y las rocas lejos de ellos, pero el peligro seguía acechando. No tanto porque los gases pudiesen seguir saliendo de esa cosa, o que el flujo piroclástico no había necesariamente cesado aun con Arthur delante de su boca, sino porque Arthur estaba en su boca. ¿Qué hacía Arthur en la boca de la serpiente? La ataraxia se había apoderado del pelirrojo, y lo único que podía hacer él era sumarse al ataque. De hecho, aunque estaba preocupado por él sentía un poco de rabia porque le estuviesen robando el protagonismo. En fin, era el debido momento de ensayar; en el futuro las cosas mejorarían, pero era hora de...
- ¡Es hora del docking, soldado! -gritó desde la cabeza del cascanueces-. ¡Adelante, Alvenger-GX!
Cambió completamente la canción que nacía de su violín. De una sonata tranquila pasó a la mezcla más armónica que podía lograr para enfatizar los sentimientos de valor, lealtad, justicia y, sobre todo, el aura de molonidad que lo rodeaba. Tanto molaba aquella música que casi por instinto el propio coloso se estabilizó cuando la gran serpiente provocó un temblor al derribar parte de la malla de colmenas. Su tamaño creció, y un agujero nació en el cuello de su efigie, abriéndose para crear una sala en el interior de su pecho, angosta pero lo suficientemente amplia como para poder tocar cómodamente.
El hielo subió por sus pies, casi hasta las rodillas, pero aun así podía moverlos fácilmente, y cerró tras de sí la entrada para que Arthur pudiera colocarse en la posición que le correspondía mientras la hoja crecía hasta alcanzar casi el tamaño total de la estatua, tan afilada como la suya propia.
- Brazo negro -musitó, haciendo que tanto su propio brazo como el del gigante comenzasen a humear, y extendiéndose el negror corrupto de la oscuridad por toda la espada. Le costaba controlar su propio cuerpo inmerso en el Korip, pero se iba a asegurar de que el enemigo cayese, de una forma u otra.
Estaba concentrado en su hielo casi tanto como todo aquello que podía ver, ejerciendo total influjo sobre él para evitar que se derritiese. Comenzó a caminar, cargando contra el animal, alzando la espada para partirlo en dos. Y, aunque el animal parecía resistir el influjo del calor por su propia naturaleza, dudaba que la pared que había detrás fuese inmune al choque térmico.
- ¡Cuando los mejores fallan... -gritó, descargando su tajo contra la serpiente, esperando partirla a la mitad por el cráneo.
- ¡Es hora del docking, soldado! -gritó desde la cabeza del cascanueces-. ¡Adelante, Alvenger-GX!
Cambió completamente la canción que nacía de su violín. De una sonata tranquila pasó a la mezcla más armónica que podía lograr para enfatizar los sentimientos de valor, lealtad, justicia y, sobre todo, el aura de molonidad que lo rodeaba. Tanto molaba aquella música que casi por instinto el propio coloso se estabilizó cuando la gran serpiente provocó un temblor al derribar parte de la malla de colmenas. Su tamaño creció, y un agujero nació en el cuello de su efigie, abriéndose para crear una sala en el interior de su pecho, angosta pero lo suficientemente amplia como para poder tocar cómodamente.
El hielo subió por sus pies, casi hasta las rodillas, pero aun así podía moverlos fácilmente, y cerró tras de sí la entrada para que Arthur pudiera colocarse en la posición que le correspondía mientras la hoja crecía hasta alcanzar casi el tamaño total de la estatua, tan afilada como la suya propia.
- Brazo negro -musitó, haciendo que tanto su propio brazo como el del gigante comenzasen a humear, y extendiéndose el negror corrupto de la oscuridad por toda la espada. Le costaba controlar su propio cuerpo inmerso en el Korip, pero se iba a asegurar de que el enemigo cayese, de una forma u otra.
Estaba concentrado en su hielo casi tanto como todo aquello que podía ver, ejerciendo total influjo sobre él para evitar que se derritiese. Comenzó a caminar, cargando contra el animal, alzando la espada para partirlo en dos. Y, aunque el animal parecía resistir el influjo del calor por su propia naturaleza, dudaba que la pared que había detrás fuese inmune al choque térmico.
- ¡Cuando los mejores fallan... -gritó, descargando su tajo contra la serpiente, esperando partirla a la mitad por el cráneo.
- Resumen:
- ¡Alvengers, Alssemble!
Gareth Silverwing
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Bueno, por lo menos lo había intentado y había aprendido algo. Esa cosa parecía no tener un núcleo claro ni órganos distinguibles. Parecía una roca con forma de serpiente con el interior hecho de roca fundida. Las serpientes, ese animal que destaca por su flexibilidad, hecho de roca, un elemento que destaca por lo contrario, pero que podía mantenerlo gracias a la temperatura interna. Esto me hubiera dado una idea de no ser porque algo pareció empezar a moverse en su interior. Los gases pronto empezaron a calentarse más y, de pronto un gran chorro de magma salió antes de que pudiera dar un sólo golpe.
Por un momento traté encararlo, pero con una pose tan inestable lo único que pude hacer fue salir disparado por la potencia del chorro. De todas formas no me iría con las manos vacías. Mientras estaba en contacto con el magma absorbí toda la temperatura posible, volviendo el chorro una columna curva de obsidiana que se extendía rápidamente hasta la garganta de la serpiente. Si llegaba a ella no sólo lograría absorber su temperatura, sino taponar su boca. De todas formas había un destino que no podía cambiar... y es que estaba cayendo al suelo. De todas formas no fue la roca caliente lo que me recibió, sino una masa fría formada por el hielo de Al. Un coloso estoico que ni siquiera intercambiaba temperatura con el entorno para no derretirse, y dentro de este aquel idiota tocándose el instrumento con ganas y energía.
Suspiraría, pero sería exponerme a los gases que intentaba evitar. No podía creer que tratase de hacer eso en un lugar tan relativamente angosto. Salté para ponerme encima de sus hombros, en el hueco que había dejado para la cabeza, mientras este corría hacia la serpiente con unas piernas ridículamente pequeñas. Nos faltaba Jack ¿Dónde se había metido? Seguro que estaba hablando con un biólogo. Putos frikis.
Me acababa de dar cuenta de que era una bola de obsidiana de la cual sólo salían las manos, los pies y la cabeza. Tensé los músculos para romperla y usé el calor que había tomado durante todo este tiempo para crear una bola de fuego, la cual formaba una cara sonriente, poniendo una mano sobre el coloso de hielo. Si llegaba a tocar a la serpiente lo usaría de puente para absorber toda la temperatura que pudiese del animal.
Por un momento traté encararlo, pero con una pose tan inestable lo único que pude hacer fue salir disparado por la potencia del chorro. De todas formas no me iría con las manos vacías. Mientras estaba en contacto con el magma absorbí toda la temperatura posible, volviendo el chorro una columna curva de obsidiana que se extendía rápidamente hasta la garganta de la serpiente. Si llegaba a ella no sólo lograría absorber su temperatura, sino taponar su boca. De todas formas había un destino que no podía cambiar... y es que estaba cayendo al suelo. De todas formas no fue la roca caliente lo que me recibió, sino una masa fría formada por el hielo de Al. Un coloso estoico que ni siquiera intercambiaba temperatura con el entorno para no derretirse, y dentro de este aquel idiota tocándose el instrumento con ganas y energía.
Suspiraría, pero sería exponerme a los gases que intentaba evitar. No podía creer que tratase de hacer eso en un lugar tan relativamente angosto. Salté para ponerme encima de sus hombros, en el hueco que había dejado para la cabeza, mientras este corría hacia la serpiente con unas piernas ridículamente pequeñas. Nos faltaba Jack ¿Dónde se había metido? Seguro que estaba hablando con un biólogo. Putos frikis.
Me acababa de dar cuenta de que era una bola de obsidiana de la cual sólo salían las manos, los pies y la cabeza. Tensé los músculos para romperla y usé el calor que había tomado durante todo este tiempo para crear una bola de fuego, la cual formaba una cara sonriente, poniendo una mano sobre el coloso de hielo. Si llegaba a tocar a la serpiente lo usaría de puente para absorber toda la temperatura que pudiese del animal.
- Resumen:
- Salgo disparado por la lava y me pongo de cabeza del coloso.
Contenido patrocinado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.