Ivan Markov
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Escuchó en silencio las palabras del general. Hablaba como un niño rico arrogante, bien podía verlo tras haberse pasado la adolescencia rodeado de otros así, pero había verdad en sus palabras. Friedrich llegó junto a ellos en mitad del discurso. El ghoul era una mole envuelta en una pesada armadura completa. Se colocó a su lado ligeramente a su espalda, sin decir ninguna palabra. Valoró las palabras del general y tras ellas miró tanto a Katharina como a Friedrich. Con la aprobación de estos, tomó su decisión:
- Me ocuparé del reconocimiento. Mandaré al Leviatán para que explore desde las profundidades tomando precauciones, y yo lo haré desde los cielos.
Encogió las piernas y se propulsó de un salto. Mientras estaba en el cielo se encogió convirtiéndose en un pequeño murciélago blanco. Alzó rápidamente el vuelo, tomando mucha altura. Entonces envió una orden mental a Michael, su ghoul navegante. "Descended a profundidades seguras e id a explorar los alrededores de Onigashima. Máxima cautela, asumid que es posible que el enemigo tenga contramedidas. Llamad a Katharina para informar de vuestros hallazgos." Mientras tanto, él ascendió tanto como pudo sin perder la vista del suelo y se dirigió a Onigashima. La inspeccionaría desde el aire y usaría su aguzada visión de vampiro para intentar no perder detalle. Daría varias vueltas en torno a la isla examinando todos los alrededores y una vez tuviese claro cómo eran los alrededores, volvería con Katharina. Eso era, claro estaba, si no ocurría algo imprevisto o veía algo demasiado jugoso como para no quedarse.
- Me ocuparé del reconocimiento. Mandaré al Leviatán para que explore desde las profundidades tomando precauciones, y yo lo haré desde los cielos.
Encogió las piernas y se propulsó de un salto. Mientras estaba en el cielo se encogió convirtiéndose en un pequeño murciélago blanco. Alzó rápidamente el vuelo, tomando mucha altura. Entonces envió una orden mental a Michael, su ghoul navegante. "Descended a profundidades seguras e id a explorar los alrededores de Onigashima. Máxima cautela, asumid que es posible que el enemigo tenga contramedidas. Llamad a Katharina para informar de vuestros hallazgos." Mientras tanto, él ascendió tanto como pudo sin perder la vista del suelo y se dirigió a Onigashima. La inspeccionaría desde el aire y usaría su aguzada visión de vampiro para intentar no perder detalle. Daría varias vueltas en torno a la isla examinando todos los alrededores y una vez tuviese claro cómo eran los alrededores, volvería con Katharina. Eso era, claro estaba, si no ocurría algo imprevisto o veía algo demasiado jugoso como para no quedarse.
- resumen:
- Mando el submarino a explorar bajo el agua con cautela y yo me transformo en murciélago e intento ir a Onigashima por el aire en forma de murciélago, examinarla desde arriba y volver si no ocurre nada imprevisto.
Noximilien
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La diplomacia para una posible alianza se vio bastanteaste desastrosa. Vile milagrosamente no había conseguido ofender a nadie lo suficiente como para que les mandase a la picota, pero tampoco les respetaban. No les veían como poco más que un chiste. Por suerte, les dejaron ir por libre en el campamento y les quitaron las esposas. O eran demasiados amistosos o les tenían demasiados infravalorados.
El hombre que les quito las esposas, un barbudo con barriguita y brazos como troncos, les puso al día de cómo funcionaban las cosa por aquí y sus motivos de ayudar.
- Sí que tiene que ser jugosa la alianza para rechazar una oferta de Kenshin. ¿El saberlo es de dominio público o…?
Le respondiese o no, Vile le hablaría cuando estuvieran los dos solos. Era perderle de vista un momento y parecía que se le ocurría alguna estratagema más. El chaval daba miedo y todo. ¿Era así siempre que se quedaba solo en su camarote en el barco?
Cogió un plato del puesto, pues con la tontería, llevaba sin una buena comida desde hacía tiempo. Las raciones de campamento a medias con el músico no era un manjar precisamente.
- No se tramas, pero como esto salpique le algo a Zane de alguna manera, el coscorrón va ser la menor de tus preocupaciones.
La comida picante parecía afectarle a su compañero, pero para el enmascarado ni siquiera se inmuto. Es decir, picaba lo suyo, pero ese dolor en la lengua era un paseo comparado con lo que ya había pasado Nox. El enmascarado se quedó en silencio mientras el músico hablaba con la dependienta, principalmente porque si abria la boca solo se le escaparía tos del picante.
El hombre que les quito las esposas, un barbudo con barriguita y brazos como troncos, les puso al día de cómo funcionaban las cosa por aquí y sus motivos de ayudar.
- Sí que tiene que ser jugosa la alianza para rechazar una oferta de Kenshin. ¿El saberlo es de dominio público o…?
Le respondiese o no, Vile le hablaría cuando estuvieran los dos solos. Era perderle de vista un momento y parecía que se le ocurría alguna estratagema más. El chaval daba miedo y todo. ¿Era así siempre que se quedaba solo en su camarote en el barco?
Cogió un plato del puesto, pues con la tontería, llevaba sin una buena comida desde hacía tiempo. Las raciones de campamento a medias con el músico no era un manjar precisamente.
- No se tramas, pero como esto salpique le algo a Zane de alguna manera, el coscorrón va ser la menor de tus preocupaciones.
La comida picante parecía afectarle a su compañero, pero para el enmascarado ni siquiera se inmuto. Es decir, picaba lo suyo, pero ese dolor en la lengua era un paseo comparado con lo que ya había pasado Nox. El enmascarado se quedó en silencio mientras el músico hablaba con la dependienta, principalmente porque si abria la boca solo se le escaparía tos del picante.
- Resumen:
- Preguntar por la actual alianza y sufrir el picante sin aparentarlo para quedar guay
Normas del capítulo:
- Se moderará los martes entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los martes antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación:
- Insosuke:
- No parece el más justo de los combates. Por los caminos de Udon los hombres pez van escapando como alma que lleva el diablo, pero Pepito es más veloz que ellos y no os cuesta mucho alcanzarlos, deshaciéndoos primero de unos y luego de otros. Los que esquivaban la voraz mandíbula del behir han sufrido bajo tus hojas, y los que parecía que lograban alejarse en el último momento han sido derribados por tus ondas cortantes.
En realidad, esto se veía venir. Los alrededores del pueblo son un valle árido, sin apenas vegetación y mucho menos alguna forma de huida sencilla que pudiesen utilizar para librarse de ti, pero es lo que tienen las huidas desesperadas. Por otro lado, por suerte o por desgracia te has alejado lo bastante del pueblo que apenas se percibe a tus espaldas, ¿pero es el pueblo del que vienes? Si te fijas bien, y tienes buena vista, podrás darte cuenta de que los siete pueblos a tu alrededor están llenos de las mismas cruces en sus márgenes, aunque parece que en uno de ellos están recién levantando algunas de las cruces.
La situación es la siguiente: Estás sobre una bestia que se mueve de cadáver en cadáver, alimentándose hasta que se aburre de una víctima y comienza con la siguiente. Prácticamente en todas direcciones hay pueblos que, a esa distancia, se ven exactamente iguales y, aunque no ves la capital, puedes escuchar un torrente de agua cerca.
- Alexandra y Kaya:
- El aroma de la Buena comida impregna el aire a medida que el tiempo va pasando. Las artes culinarias de Kaya solo son comparables a la eficiencia con que Xandra va soltando cariñosamente los cuerpos de los habitantes de Udon, sustituyéndolos por gyojins en su mayoría vivos.
En un inicio las buenas gentes miran horrorizadas, pero muy pronto la preocupación por sus seres queridos les hace tomar cargo de ellos y empiezan a darles agua, tratar sus manos y a los muertos apartarlos para esperar a un sacerdote que oficie una breve ceremonia. Pero según los heridos van siendo tratados parece que una chispa de determinación se inflama en los corazones de algunos, que comienzan a arrastrar cuerpos de gyojins para ayudar a Xandra, e incluso un pequeño grupo sale en busca de los que puedan quedar repartidos por el pueblo, ajenos a este espectáculo -seguramente por no querer verlo, porque el hecho es que resulta demasiado vistoso- para alzarlos también. No tarda mucho en estar cada cruz sustituida, y los gritos de “libertad”, “justicia” o “Abasiofilia” comienzan a escucharse por todas partes. Es en ese momento cuando parte del pueblo se acerca a vosotras, y un muchacho joven toma la palabra:
- Desde hace generaciones nuestros ancestros han vivido y descansado en estas tierras. Gracias por todo.
Tras él, todo el mundo se inclina a modo de agradecimiento en una suerte de ritual. Tardan cerca de un minuto en volver a alzar la cabeza, y entonces un par de ancianos se adelantan. Parecen algo crispados, pero aun así sonríen.
- Gracias por esta ayuda, pero si el resto de Wano sigue viviendo bajo el control de estos horribles kappas muy pronto volverán. Y verán esto. Nos matarán a todos. ¿Qué planes tenéis?
Algunos niños intentan robar comida a Kaya, y una muchacha de unos ocho años que lo consigue… Bueno, digamos que el resultado ha sido, cuanto menos, atípico: Parece de repente tener al menos veinte, pero con una altura colosal y unos músculos gigantescos. Sigue teniendo cara de niña, eso sí, ¿pero se puede saber qué le has echado a ese caldo de los horrores, Kayadako Neus Rodríguez?
- Ivan y Katharina:
- Ivan, empecemos contigo:
Tu vuelo no es particularmente largo, pero sí que lleva la vuelta completa lo mismo que tardaría un buen puchero en hacerse, o una hipotética loca de color rosa en bajar de sus cruces a todo un pueblo. En una unidad más estándar, todo tu viaje requiere de cerca de media hora más el tiempo que pasas observando, aunque no parece haber mucho que observar y eso es lo más llamativo de todo: Cabría esperar una patrulla naval rodeando la isla, pero ningún barco bajo tus alas mientras te acercas, o al menos nada que puedas percibir, si bien detectas alguna que otra mancha ligeramente más opaca en el mar, pero también podría ser efecto de la potente marea que rodea la isla.
La magnitud de la isla una vez te acercas es impresionante, así como la opulencia con la que se ha decorado. La enorme montaña calavera está cubierta de una escultura crisoelefantina que representa un casco de centurión, y hay una gigantesca columna decorativa con forma de gladius. También hay una gran sombrilla de vivos colores, aunque esto estamos hablando de la cala en la que se encuentra el punto de desembarco principal de la isla. Si tratas de rodearla, te darás cuenta de que la vegetación parece cubrirlo todo salvo algunos claros; nada raro hasta ese punto, pero cuando completas la primera vuelta puedes darte cuenta de que algunos de ellos siguen un patrón demasiado regular, tanto geométricamente como en su alineación. Si te acercas más, podrás ver además que no tiene hierba silvestre como tal, tan solo césped y alguna que otra mala hierba.
En cuanto a efectivos de Iulius… Su gran armada está anclada alrededor de la isla, y sus naves magnas -entre ellas la de Brutus- parecen guarnecidas en la cala interna, salvo una de ellas, el buque insignia, que está cubriendo la parte trasera de la isla. Pero si te acercas a mirar verás que todo en los barcos son soldados de cera, inmóviles, con antorchas en las manos y lámparas de aceite. Buen truco, C. Zar… Buen truco.
Katharina…
Onesyas parece impacientarse en lo que Ivan vuelve, pero trata de contestar a tus preguntas de la mejor manera posible. En cierto punto recibe una llamada de den den mushi, pero lo más importante es que tú recibes una llamada de den den mushi:
- Hay un contratiempo. -Reconoces la voz de Michael-. Todo el fondo marino está rodeado por reyes marinos. No son particularmente grandes, pero puedo contar más de cincuenta. Vamos a rodear el perímetro antes de adentrarnos más, pero pinta negro.
Onesyas por su parte cuelga el caracolillo y sonríe. Parece que los barcos han comenzado a subir y pronto estarán disponibles, aunque invita a no ilusionarse demasiado por ahora.
- Varios de nuestros soldados han luchado mano a mano contra reyes marinos antes -dice, con confianza-. El problema real es que independientemente de su fuerza individual, los barcos podrían ser destrozados antes siquiera de acercarnos. Esto suma la necesidad de un señuelo para retirar a las bestias, como mínimo, del camino principal. ¿El problema? No tenemos garantías de no estar siendo vigilados, por lo que toda la infiltración podría irse al garete. Podríamos intentar robar algunos barcos para sacrificarlos, pero no sé cuánto tiempo nos daría eso, ni cómo saldríamos tras entrar…
La llegada de Ivan y las cosas que explica hacen al capitán fruncir el ceño, confuso.
- Nada tiene sentido. ¿Soldados de cera en los barcos? ¿Nada de perímetro para la vigilancia? Hay algo que se nos escapa, ¿pero qué?
- Neil y Vox:
- - Puedes llamarme Nick -te responde, Vile-; así es como me llaman mis amigos. Y… La alianza es con Kenshin, jovencito. -Clava la mirada en Nox, aunque más que incómoda apesta a condescendencia-. Pero si puede solucionar nuestros problemas este negocio… Tardas en contármelo.
Mientras vais comiendo os va contando anécdotas de sus nietos, que ya caminan, y de su reno mascota, al parecer un vástago de cierto animal de renombre entre los hombres del dragón. También podéis fijaros en que él, pese a ese aspecto rudo, opta por pedir algo sin nada de picante.
- Yo soy más de dulce; eso de sufrir al comer… Al jefe no le afecta porque es inmune al calor. Ya sabéis, capsaicina y esas cosas. -Parece demasiado culto, aunque teniendo en cuenta que este mundo está lleno de piratas así, ¿cómo extrañarse?-. Pero yo ya tengo una edad y claro… Quema el doble al salir.
Da una palmada en la espalda a Nox con complicidad y un poco de sorna. Luego se aleja en cuanto os acercáis a Yaiza.
- ¡Hola camarradas! -saluda, sonriente, Yaiza-. Digamos que en esta arrmada solo aseptamos gente sien porr sien dispuesta. Perro sí, es posible apuntarrse a la expedisión parra explorrar la sona norrte.
Podéis ver un pin en su camiseta, con forma de estrella roja. Pese a su tono enérgico, notáis una vibración sumamente autoritaria en su voz, como si no fuese a aceptar discusión a sus órdenes. Aunque, por otro lado, igual es solo una impresión; parece maja.
- Desidme, ¿cuáles son vuestrras habilidades? -pregunta, alzando una libreta para apuntar-. Y vuestrros nombrres, clarro. Va a haserr falta porr si…
Una explosión. No ha sido demasiado lejos, a lo sumo a unos cien metros del campamento, y todo el mundo se pone alerta. Berthil deja su tienda, y Nick cambia de golpe su expresión. Se cruza de brazos y, aunque está a punto de gritar unas órdenes, asiente ante un gesto impercetible de Yaiza.
- ¡Atensión! -exclama, elevando su voz hasta que todo el mundo se centra en ella-. ¡Esto no es un ataque, perro sí una adverrtensia! Saben que estamos aquí, porr eso se asegurran de que nosotrros sepa. -Os mira a vosotros por un momento, y vuelve a dirigirse a todos-. ¡Perro hay que asegurrarse! ¡Alguien tiene que irr hasta allí! Y, lógicamente, se cansela la explorrasión. Podrría ser una trrampa.
- Ewan Mcgregor en la película de su vida: Big Zane:
- Dejando de lado que llevas con tu mujer más tiempo del que hace que conoces a Therax, espero que se haya recuperado ya o deberías regalarle penicilina por San Valentín. Dicho lo cual, el resto de la exploración no parece aportar nada útil, dado que los que se han ido yendo parece que han saqueado todo lo que había a su alcance y, si en algún momento hubo guardias -sabes que sí, pero ya no lo parece en absoluto- se han llevado todo lo que han podido consigo salvo alguna revista guarra y algo de comida en buen estado, que tal vez quieras aprovechar. Aunque cuidado, parece pollo tika masala, una receta impropia de Wano.
Volviendo a centrarnos en las escaleras, el ascenso se hace largo. Eres un atleta, pero esta tiene un número inusual de escalones que llega a ser inabarcable. Además de esto, cada vez son más altos y puedes notar que en determinado punto están escarbados en la roca. Debes seguir durante un rato, pero al final una luz cegadora te da la bienvenida. Hay una puerta delante de ti, entreabierta, y puedes escuchar voces al otro lado. Una de ellas la reconoces: Es la del hombre que te trajo hasta aquí.
- ¿Qué está pasando en la prisión, Blackhole? -pregunta un hombre esbelto y delgado, de cabello negro y ojos rojos-. Parece que meter a Kenshin no ha sido buena idea, al fin y al cabo.
- No podía matarlo. Él lo quiere vivo, Henry. Si quieres echar la culpa a alguien, échasela a él.
- Vivo y entero muchas veces no son condiciones necesarias. -Tiene una voz tranquila, tan relajada que casi resulta perturbadora-. Ahora, va a escapar de la prisión.
- Sí, pero va a por sus espadas. Y esas sí que las tiene Él.
Es tan oportuna la conversación que casi parece que se han percatado de tu presencia, pero también puede ser cuestión de suerte. En cualquier caso, ¿quién es Él? En fin, a través de la abertura puedes ver que en el centro del… ¿cráter? Hay una mesa de oro, pero antinaturalmente brillante. Sobre ella, varias armas de distintos tipos envueltas en vainas totalmente negras.
- Tharc y Merax:
- - He visto exactamente lo que es -contesta, sin siquiera miraros-. Igual que su padre.
Parece que quiere llevar la última palabra el hombre este, qué se le va a hacer. Volvéis a alzar el vuelo rumbo a Fuji, que no está tan lejos ya, y comenzáis a avanzar bajo su perversa sombra mientras el tiempo se os echa encima.
Bajo vuestros pies podéis ver cómo todo se va desarrollando: las batallas entre humanos y peces se suceden por doquier, y la capital se ve cada vez más cercada allá donde miráis. Sin embargo, resulta casi imposible soñar con superar la barrera que conforman los reyes marinos en los ríos. Pero claro, quienes no pueden hacerlo es porque no vuelan, y vosotros pasáis por encima de ellos con facilidad, esta vez sin recibir ningún susto -si bien bajo vuestros pies los animales tratan de daros caza-.
Cuando sobrevoláis Fuji podéis ver que en su base hay pequeñas elevaciones, apenas perceptibles en comparación a la colosal montaña, que en general permanecen llenas de vegetación, a excepción de un par en las que se ve claramente una zona totalmente volcánica, excavada en parte. Si seguís ese camino podréis percataros de que la lengua de lava continúa más allá de la capital, adentrándose -cortada por el río, eso sí- en la región de Ringo. Acercándoos más podréis fijaros en que, de forma muy apurada, sale un grupo de gente. De ellos, curiosamente, algunos van maniatados y con ropas ceremoniales muy costosas. Tras ellos, podéis escuchar una turba que no tarda en salir por un agujero en Ringo. Por cierto, empieza a hacer fresquete cuando os acercáis a la región invernal.
- Dexter Black:
- Por desgracia muchos de tus nuevos subordinados son analfabetos, pero dejan el recado acerca de su arma predilecta a aquellos que sí saben escribir y se marchan raudos a seguir tus órdenes. En caso de que inspecciones la lista comprobarás que en su mayoría hacen referencia a arcos y flechas. Algún osado parece atreverse con las jabalinas o las dagas. En cuanto a los guerreros, como buenos aspirantes a samuráis de Wano escogen sin duda alguna la espada como arma.
Por otro lado, tu forja comienza y la barra de metal coge forma mientras los guerreros rastrean la zona en busca de cualquier cosa que pueda ser de utilidad. Recolectan cinco kilos de metal más, el cual podrías calificar de calidad intermedia en el sistema que acabas de elaborar. También hay algún que otro pedazo de piel y varias telas raídas que en algún momento debieron formar parte de un kimono.
En un momento dado, dos de los veloces vigías que has enviado a controlar los alrededores alcanzan tu posición entre jadeos. Por lo que te comentan, una parte del ejército al servicio del Hemperador –así lo muestra la insignia que ondea en un pendón- avanza hacia vuestra posición desde el sureste. Por otro lado, una horda de gyojines marcha sobre vosotros desde el noroeste. Según sus cálculos alcanzarán vuestra posición en aproximadamente cuarenta y cinco minutos.
- Yarmin y Maki:
- Maki, tus revolucionarios yakuza siguen tus órdenes y comienzan con los preparativos para que sólo haya que trasladarlos al interior del jardín en cuanto os dejen pasar. Perforas ese molesto papel que siempre se interpone allí donde quieres ir y asomas uno de tus ojitos. Hipatia se encuentra sentada en medio del jardín junto a una pequeña mesa en la que reposa una tetera con dos tazas humeantes. Junto a él se encuentra un hombre -sí, un humano-, y ambos hablan sin descanso y con una expresión seria en sus rostros. La conversación se prolonga durante varios minutos más, aunque la distancia no te permite intuir qué dicen sus labios por mucho que intentes observarlos.
Llegado un momento, el hombre se levanta, ejecuta una breve inclinación de cabeza y se marcha dejando algo de té aún en la taza. Eso, o no deja de humear por algún misterioso motivo. Sea como sea, la reina suspira y hace un gesto hacia una posición cercana a la puerta que salvaguarda de su mirada. Acto seguido, ésta se abre para permitiros el paso al jardín.
-¡Qué sorpresa verte aquí, querido! –dice, sonriendo con una mueca algo tensa. Cualquiera diría que no quiere verte cerca de ella. ¡Qué tontería, ¿no?!
En cuanto a Yarmin, te marchas junto a tu nuevo amigo por los corredores del palacio del shogun. Lo cierto es que no hay mucho de lo que ponerte al día, no al menos algo que no sepas ya. Muy feliz y contento por serte de ayuda, te comenta que la reina ha decidido enviar una expedición submarina destinada a mermar las tropas de la Marina, quienes a sus ojos son el principal inconveniente que la separa del control completo sobre Wano. En cuanto al cocinero, lo cierto es que no te supone demasiado esfuerzo conseguir que se disponga a preparar el mayor banquete que jamás se haya conocido en esa tierra. Ni siquiera se plantea su indicación dada la tensa situación que en estos momentos asola el país de los samuráis.
-El señor Oc se encuentra reunido en estos momentos con varios asesores más de la reina, pero, si no me equivoco, es cuestión de poco tiempo que el encuentro acabe y que recupere su puesto habitual como mano derecha de la señora.
Y he ahí tu información. Entretanto, Maki y sus Centellas han accedido al jardín. Ir a curiosear podría ser una buena idea, aunque también podrías encargarte de certificar que todos los preparativos del banquete vayan como deben ir. Si preguntas por la posición de Oc, por desgracia para ti, el vigía al que te has camelado no tiene acceso a una información tan potencialmente relevante.
- Ryuu:
- Ante tu buen estado de salud y la mejoría clínica y analítica, los médicos cautivos proceden al alta con recomendaciones. Vamos, que te vas de la tienda y puedes inspeccionar la tienda en la que los médicos duermen durante la noche. Puedes ver cómo se realizan varios cambios de guardia en lo que llega el turno de dormir de tu objetivo. No sólo hay dos guardias protegiendo la entrada, sino que otros dos aguardan en el interior. Las antorchas que resplandecen en el interior y las sombras que proyectan en la lona así lo indican.
Cuando te acercas para llevar a cabo tu argucia, sin embargo, uno de los vigilantes te mira con una ceja arqueada, dirigiendo a continuación una mirada suspicaz a su compañero. No te piden más detalles sobre el motivo por el que tienes que llevarte al doctor, pero no ceden sin más:
-¿Y la orden? –pregunta al tiempo que extiende la mano en tu dirección. Algún mecanismo deben tener para garantizar un mínimo de seguridad y veracidad en las incidencias que ocurren durante sus guardias, ¿no te parece? Sea como sea, te informo de antemano de que esos tipos están bien educados en el arte de obedecer el protocolo, por lo que no permitirán que un solo sanitario abandone el improvisado dormitorio donde descansan sus tesoros mientras no haya una orden por escrito de algún superior que lo indique. Eso o que alguno de ellos vaya en persona a ordenárselo, claro.
- Kiritsu:
- Jack, arrojas tu espada hacia el sujeto, que por un momento se queda mirándola y te mira con extrañeza, como si considerase que todo está siendo demasiado fácil. ¿Es que no quieres pelear contra él? Finalmente se agacha y extiende su mano hacia la empuñadora, cogiéndola y alzándola sobre su cabeza. Si tuvieses un oído extremadamente fino, lo que desconozco, podrías apreciar un imperceptible choque, como si una aguja se hubiese topado con algo demasiado duro como para puncionarlo o atravesarlo. El tipo sigue en pie y mira el mango con extrañeza.
-¿Y cómo haces el truco? –Entonces emplea su mano libre para rascarse el torso. Sus afiladas uñas lo recorren una y otra vez, apareciendo en la nívea y pura superficie que lo conforma unos finos surcos. Las porciones de tela que sus uñas han alcanzado se rasgan como si no fuesen más que un espejismo. ¿Qué es ese sujeto? ¿Corta las paredes de la mina como si fuesen mantequilla pero su pie apenas se rasguña? ¿Y por qué parece brillar tenuemente cuando la luz del magma incide sobre él?-. ¡Yo sólo quiero matar! –dice entonces-. ¿Sabes el tiempo que llevo esperando para poder enseñarle al mundo de nuevo a quién debe temer? ¡Pelea conmigo! –sentencia, arrojándote de nuevo el mango de la espada.
Y de nuevo, se lanza a por ti como alma que lleva el diablo. Sus uñas refulgen mínimamente cuando intentan atravesar tu cuerpo por la mitad. No puedes identificar voluntad alguna en su ataque, pero un aura asesina brota de él y amenaza con inundar la mina entera.
En cuanto a Arthur y Al, el chorro de magma, efectivamente, se convierte en un pilar carente de todo calor que cae desde la altura de la serpiente y aterriza con estrépito en el suelo. Entretanto, el gran espadachín que ha cobrado forma desde el hielo lanza un mandoble en la dirección del reptil. Su cabeza cede ante el poder de corte, deshaciendo a la bestia en dos amasijos simétricos de candente roca. Por desgracia, haciendo gala de la peculiar habilidad que ya habéis podido presenciar, los restos se redistribuyen para dar lugar a dos hijas de la serpiente principal. Ambas son considerablemente grandes, aunque no tanto como la anterior, y lo cierto es que desprenden algo menos de calor –seguramente por el que Arthur les ha arrebatado al entrar en contacto con la madre, por llamarla de algún modo-.
Entonces las serpientes, moviéndose mucho más rápido de lo que lo haría la primera, agitan sus colar entre llameantes siseos y lanzan sendos coletazos en vertical con el fin de destruir al coloso de hielo si la resistencia del mismo no se lo impide. La cavidad natural volverá a sacudirse y resquebrajarse antes de que esas cosas, porque ya no sé cómo llamarlas, vuelvan a vomitar dos lenguas de lava en vuestra dirección. Por cierto, algunas rocas comienzan a caer desde el techo acompañas de no poca arena.
- Shinobu y Prometeo:
- Prometeo, el señor Kagemusha rebusca en un cajón y de entre los múltiples pergaminos que lo pueblan extrae uno de considerables dimensiones, el cual extiende antes de dedicar unos segundos a contemplarlo. En primer lugar te marca vuestra posición con un dedo para, acto seguido, marcar la localización de Datebaio con el otro. Una imagen vale más que mil palabras, ¿no?
Shinobu, por supuesto, acompaña a Prometeo en su viaje hacia Datebaio. Todos sabemos quién es la propietaria de esa espada, así que centrémonos en vuestro viaje. Los ojos de Prometeo podrán contemplar con horror la masacre que está aconteciendo en el suelo que pisa –o que pisaba hasta antes de echar a volar-. Los cuerpos inertes yacen en el suelo mientras los pocos supervivientes que quedan se arrastran en busca de algún lugar seguro que, por desgracia, se encuentra demasiado lejos.
Por si no fuese suficiente, el horizonte deja claro que la muerte está lejos de llegar a su fin. Rodeando la villa que sin duda es tu destino y cada vez está más cerca, dos ejércitos enemigos acechan el que según parece es el refugio temporal del líder de la revolución. Las tropas del Emperador del Mar aliado con Hipatia avanzan desde el sureste, mientras que las huestes de la mismísima reina del reino Ryuugu lo hacen desde el noroeste. Cuando aterricéis, por cierto, Aki D. Arlia ya habrá llegado junto a una niña.
- Aki:
- Lo cierto es que Hitomi no parece estar muy por la labor de acompañarte así por las buenas, sin una escolta de confianza o algo por el estilo, pero lo cierto es que antes de que le dé tiempo a decirte que no sus guardias yacen en el suelo y tú estás volando con la princesa heredera en dirección al encuentro. Voy a señalar que no sé si a sus subordinados les hará mucha gracia que hayas actuado así, pero la niña no es capaz de defenderse por sí misma –mucho menos de ti- y supongo que ése es un problema del que podrás ocuparte más tarde.
El camino hacia Datebaio transcurre sin incidencias, y es que probablemente el cielo de Wano sea lo único mínimamente seguro en toda su extensión. Desde lo alto ver los agonizantes restos de algunas escaramuzas, así como de intensas batallas que dejan estandartes de la Marina, los seres del mar y las tropas del Hemperador clavados en la tierra regada por la sangre.
Cuando apenas te quedan unos minutos para llegar a tu destino descubres que el antiguo Emperador del Mar no está libre de semejante revuelo, y es que son dos los ejércitos que marchan sobre su posición; uno desde el sureste y otros desde el noroeste. Uno de ellos está conformado por las tropas de C. Zar, mientras que el resto se compone de escamas, tentáculos y afilados colmillos. Cuando aterrices encontrarás a Dexter junto a una agonizante forja y rodeado de un ejército de novicios con más miedo que vergüenza.
- Osuka Sumisu:
- Tus hombres te obedecen y se organizan sin necesidad de que lo digas para recoger todo lo necesario y partir. Cuando finalmente lo hacéis ya hace un buen rato que Aki se ha marchado y, como podrás imaginar, un contingente de personas a pie marcha bastante más lento que una mujer que vuela a saber a qué velocidad. Pero da igual; confío en que no esperabas llegar a la vez que ella.
Un páramo desolador os acompaña en vuestra marcha. El hedor a muerte llega hasta vosotros desde la lejanía, con toda seguridad proveniente de campos de batalla sembrados de cadáveres que no esperaban una muerte prematura. ¿Cuánto mal traerá ese grupo de desconocidos llegados de a saber dónde y cuándo a vuestro tiempo?
Sea como sea, vuestra marcha continúa y apenas os debe quedar media hora para alcanzar la villa Datebaio cuando distinguía algo a lo lejos –además de la villa, claro está-. Tan cerca de vosotros como de Datebaio, un ejército formado por los hombres de C. Zar avanza en desorganizada formación hacia el punto que habéis designado como lugar de encuentro. Las cornetas y los tambores suenan, momento en que la formación empieza a caminar a marchas forzadas y, ¡oh, sorpresa!, no hacia vosotros, sino hacia el frente, como si pretendiesen alcanzar su objetivo antes que vosotros para que no pudieseis servir de refuerzo y apoyo –en caso de que fuese ésa vuestra intención, claro-.
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Vale, plato principal casi terminado. Con tanto estrés y tanta guerra, un plato de ramen entra que da gloria. Tengo ya listas fiambreras para todos con muestras de todas mis recetas personales, pero no creo que llevar un termo o dos de esto a la batalla haga daño a nadie. A nadie importante, al menos. A ver qué más puedo preparar.
-¿Sabéis lo que es un huevo milenario?
Supongo que estos criajos están demasiado ocupados preguntándose por qué diablos ahora su amiga parece una culturista de élite como para prestar atención a la clase magistral de cocina. No puedo decir que me extrañe. La verdad es que ni yo me lo esperaba. A veces pasan cosas así cuando mezclo determinados ingredientes. Esto no es lo más raro que he visto, aunque casi. En defensa de mi ramen, es difícil superar aquella vez en la que escupí fuego. Lástima que no haya podido volver a repetirlo.
Aunque ellos no lo sepan, yo sí. Barrilito número dos: huevos de pato enterrados desde hace meses en una mezcla especial de sal, ceniza, cal, té negro, veneno de escorpión y tinta de Kensington, el pulpo hinchable natural de la isla del cielo. Los huesos han adoptado un precioso color negro que refleja mi imagen sobre su lustrosa oscuridad.
Mientras el ramen se termina de hacer, monto otro tenderete al lado donde trabajar otro plato. Lo primero es el caldo. A base de agua, bonito y alga kombu, el dashi se calienta en su olla junto con una generosa ración de sal, azúcar y salsa de soja. No deja de fascinarme el partido que esta gente saca a todas las cosas que otro cocinero descartaría, como las algas, la soja o cocinar con sandalias. Luego toca batir los huevos. Es un espectáculo digno de verse el hecho de batir huevos de un color tan negro que asusta. El naranja rojido de la yema se diluye en las distintas tonalidades oscuras de la ahora mal llamada clara causando un efecto que roza lo hipnótico. Cuando ya está perfectamente líquido y sin grumos, se mezcla todo y va directo a una sartén con un poco de aceite. Luego hay que darle forma. Enrollarlo es lo más delicado, porque no hay segundas oportunidades si se hace mal. No quiero que se rompa. La esencia del tamagoyaki es la elegancia del rollo.
-Eh, mocosos -digo a los niños hipermusculados cuando he terminado-, ¿açun tenéis hambre? Venid a probar esto. Y no se lo digáis a vuestras madres. Estoy casi convencida de que solo flotaréis un poco, pero no quiero líos si sale mal.
-¿Sabéis lo que es un huevo milenario?
Supongo que estos criajos están demasiado ocupados preguntándose por qué diablos ahora su amiga parece una culturista de élite como para prestar atención a la clase magistral de cocina. No puedo decir que me extrañe. La verdad es que ni yo me lo esperaba. A veces pasan cosas así cuando mezclo determinados ingredientes. Esto no es lo más raro que he visto, aunque casi. En defensa de mi ramen, es difícil superar aquella vez en la que escupí fuego. Lástima que no haya podido volver a repetirlo.
Aunque ellos no lo sepan, yo sí. Barrilito número dos: huevos de pato enterrados desde hace meses en una mezcla especial de sal, ceniza, cal, té negro, veneno de escorpión y tinta de Kensington, el pulpo hinchable natural de la isla del cielo. Los huesos han adoptado un precioso color negro que refleja mi imagen sobre su lustrosa oscuridad.
Mientras el ramen se termina de hacer, monto otro tenderete al lado donde trabajar otro plato. Lo primero es el caldo. A base de agua, bonito y alga kombu, el dashi se calienta en su olla junto con una generosa ración de sal, azúcar y salsa de soja. No deja de fascinarme el partido que esta gente saca a todas las cosas que otro cocinero descartaría, como las algas, la soja o cocinar con sandalias. Luego toca batir los huevos. Es un espectáculo digno de verse el hecho de batir huevos de un color tan negro que asusta. El naranja rojido de la yema se diluye en las distintas tonalidades oscuras de la ahora mal llamada clara causando un efecto que roza lo hipnótico. Cuando ya está perfectamente líquido y sin grumos, se mezcla todo y va directo a una sartén con un poco de aceite. Luego hay que darle forma. Enrollarlo es lo más delicado, porque no hay segundas oportunidades si se hace mal. No quiero que se rompa. La esencia del tamagoyaki es la elegancia del rollo.
-Eh, mocosos -digo a los niños hipermusculados cuando he terminado-, ¿açun tenéis hambre? Venid a probar esto. Y no se lo digáis a vuestras madres. Estoy casi convencida de que solo flotaréis un poco, pero no quiero líos si sale mal.
- Resumen:
- Aprendiendo cocina y experimentación infantil con Kayarguiñana.
Uno de esos condenados bichos marítimos había estado cerca de alcanzarle con sus terroríficas fauces, pero el rubio había conseguido maniobrar con maestría para evitarlas y continuar con su camino hacia el monte Fuji. Por un momento se había distraído observando las escaramuzas que continuaban sucediéndose sin descanso a sus pies. Incluso si se hubiese podido dividir en tres habría sido incapaz de decantarlas todas a favor del bando que le interesaba sin perder un precioso tiempo. Por otro lado, por desgracia hacerlo tampoco habría tenido gran trascendencia en el devenir de Wano; la misma que tendría una gota de agua al caer en el océano.
El frío comenzó a hacerse soberano del entorno cuando la sombra de la gran montaña les privó en parte de la luz del sol. El rubio siempre se había sentido cómodo en climas como aquél, lo que, sumado al abrigo negro del que había hecho su trofeo al abandonar Yukiryuu, contribuía a que continuase avanzando a toda velocidad sin mayores problemas. Lo hizo hasta que sus ojos avistaron algo que captó su atención. Siguiendo un río de lava que nacía de algún lugar bajo la montaña, un grupo bastante nutrido de personas caminaba hacia a saber dónde.
Siguió con la mirada el camino que debían haber seguido para llegar hasta allí, descubriendo a un grupo aún más numeroso. ¿Estarían persiguiendo a los primeros? A saber, pero lo cierto era que en esos momentos tenía asuntos más importantes de los que ocuparse. Hizo un gesto con la cabeza en dirección a Marc antes de comenzar el descenso, tomando tierra en una zona de la que la vegetación había sido expulsada en buena medida. Los últimos integrantes del segundo grupo no estaban demasiado lejos, así que el rubio se dirigió a ellos.
-¿De dónde venís? -dijo sin más, esperando que le revelasen que, efectivamente, una suerte de prisión aguardaba oculta donde nadie osaría buscarla. Y desde luego Therax no sería quien reprochase a nadie que rehusase acercarse a un lugar como aquél. En caso de que le respondieren satisfaciendo su anhelo, el espadachín procedería a preguntar por la presencia allí de su capitán, recorriendo a continuación y en sentido inverso los pasos del contingente si efectivamente le daban alguna pista acerca del paradero del pelirrojo.
Mientras caminaba no podía dejar de preguntarse por qué los miembros de la resistencia de Wano no respondían a su llamada. Por otro lado, ¿habrían llegado los refuerzos? Ninguna de las flotas aliadas de los Hermanos de la Tormenta se había puesto en contacto con él para informar de su posición y la situación que habían encontrado. Resultaba cuanto menos preocupante.
El frío comenzó a hacerse soberano del entorno cuando la sombra de la gran montaña les privó en parte de la luz del sol. El rubio siempre se había sentido cómodo en climas como aquél, lo que, sumado al abrigo negro del que había hecho su trofeo al abandonar Yukiryuu, contribuía a que continuase avanzando a toda velocidad sin mayores problemas. Lo hizo hasta que sus ojos avistaron algo que captó su atención. Siguiendo un río de lava que nacía de algún lugar bajo la montaña, un grupo bastante nutrido de personas caminaba hacia a saber dónde.
Siguió con la mirada el camino que debían haber seguido para llegar hasta allí, descubriendo a un grupo aún más numeroso. ¿Estarían persiguiendo a los primeros? A saber, pero lo cierto era que en esos momentos tenía asuntos más importantes de los que ocuparse. Hizo un gesto con la cabeza en dirección a Marc antes de comenzar el descenso, tomando tierra en una zona de la que la vegetación había sido expulsada en buena medida. Los últimos integrantes del segundo grupo no estaban demasiado lejos, así que el rubio se dirigió a ellos.
-¿De dónde venís? -dijo sin más, esperando que le revelasen que, efectivamente, una suerte de prisión aguardaba oculta donde nadie osaría buscarla. Y desde luego Therax no sería quien reprochase a nadie que rehusase acercarse a un lugar como aquél. En caso de que le respondieren satisfaciendo su anhelo, el espadachín procedería a preguntar por la presencia allí de su capitán, recorriendo a continuación y en sentido inverso los pasos del contingente si efectivamente le daban alguna pista acerca del paradero del pelirrojo.
Mientras caminaba no podía dejar de preguntarse por qué los miembros de la resistencia de Wano no respondían a su llamada. Por otro lado, ¿habrían llegado los refuerzos? Ninguna de las flotas aliadas de los Hermanos de la Tormenta se había puesto en contacto con él para informar de su posición y la situación que habían encontrado. Resultaba cuanto menos preocupante.
- Resumen:
- Preguntar al segundo grupo por Zane y si efectivamente está por ahí ir en la dirección de la que ellos vienen para intentar dar con él.
Katharina von Steinhell
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Akuma no mi
Varios
—Es todo una trampa, Onesyas —dijo la bruja y guardó silencio, mirando el mapa.
La maniobra de C. Zar no tenía sentido alguno. ¿Por qué se había escondido en Onigashima, una fortaleza inexpugnable con un único acceso? El Emperador estaba atacando, no se defendía de un ataque extranjero, y abastecer a una flota como la suya no tenía por qué ser sencillo. ¿Cómo pretendía alimentar a sus hombres atrincherados? Ahora mismo, la bruja tenía suficientes barcos para realizar un bloqueo y cortar la ruta de suministros. Quedarse encerrado a esperar el ataque de una fuerza militar inferior, que hasta ese momento (cuando declaró la guerra) solo contaba con un barco y nula artillería, no tenía ningún sentido. A menos que el grueso principal del ejército no se encontrase en Onigashima porque Katharina von Steinhell no representaba un peligro comparable a Berthil, el Ejército Revolucionario o incluso la Marina.
La presencia de los reyes marinos cambiaba rotundamente el panorama. Los mercenarios de la Estrella Oscura tenían que defender Wano, pero curiosamente no los había visto luchar con los gyojins ni con los hombres del Emperador. Incluso permitieron que Hipatia ocupase la capital. ¿Sería todo esto una estrategia del Mayordomo? Ese hombre era inteligente y sabía cómo era Katharina. Defenderse de una niña imprudente y vanidosa no debía ser un problema para él, ¿verdad? Seguramente esperaban que realizara un ataque frontal y apresurado para caer en la trampa de los reyes marinos y voilà, asunto terminado. Probablemente, ninguno de sus enemigos era individualmente más fuerte que la bruja, pero su complicada personalidad no era ningún secreto. Saber cómo se comporta el enemigo es fundamental para elaborar una estrategia y conseguir la victoria.
La bruja le hizo un resumen sobre lo que había pensado: el atrincheramiento y el bloqueo, la posible alianza entre las tres facciones, y también lo que el enemigo esperaba de ella.
—Están esperando otra escandalosa declaración de mi parte. Si quiero vencer a C. Zar, debo actuar impredecible —dijo la bruja con la mirada puesta en el mapa y, antes de continuar, escaneó la zona circundante con su mantra. Si había una presencia sospechosa, atacaría. Por el contrario, si todo estaba en orden continuaría hablando—. Haremos de esto una guerra de información y sabotaje. Si bien C. Zar es nuestro objetivo, tampoco podemos olvidar que su ejército representa un problema para nosotros y para Wano. Infiltraremos un equipo de élite en Onigashima no solo para conocer los efectivos en la isla. Una vez dentro, tendremos como objetivo incapacitar las tropas enemigas: envenenaremos las aguas y los suministros, sabotearemos sus armas y destruiremos sus almacenes. Los hombres que mueran pasarán a formar parte de nuestro ejército y poco a poco nos volveremos más fuertes. Atraparemos a un comandante para que nos entregue información sobre C. Zar y, si efectivamente se encuentra en Onigashima, me ocuparé de que no abandone jamás la isla.
Aún debía pensar en más cosas… Le pediría a Milena que elaborase un tóxico letal y de fácil elaboración, elaboraría un plano para fortalecer el pueblo que estaban salvando sus subordinados y montaría el campamento principal en ese lugar.
—Si mis sospechas son correctas, C. Zar no tiene a su ejército principal en Onigashima sino que continúa persiguiendo su objetivo aquí en Wano. Ahí es donde entras tú, Onesyas. —La bruja miró al general con una sonrisa—. Pelearemos tanto en Onigashima como en Wano, atacaremos desde distintos flancos y desgastaremos al enemigo. Debemos hacer que este nos entregue muertos. Y sí, parece una locura siendo que tenemos pocos números, pero no si formalizamos una alianza con la Marina, el Ejército Revolucionario, el Emperador Berthil y el Emperador Zane. Tenemos un pacto de no agresión con dos de las facciones nombradas y Kenshin no rechazaría una alianza con tal de proteger Wano. El Ejército Revolucionario, por otra parte… —Podía sentir el rugido del dragón en Udon, podía sentir a Dexter Black—. Estoy segura de que nos ayudará.
El equipo de infiltración estaría conformado por algunos de los miembros principales de la banda, además de Rose. Les daría los detalles solo a ellos para disminuir la posibilidad de que la información fuera a filtrarse. Una parte del ejército de no muertos sería usada para hacer del pueblo un fuerte relativamente decente. Todavía tenía en mente ser la «heroína del pueblo». Esperaría a que el ejército de Onesyas desembarcase en las costas de Udon y aprovecharía ese tiempo para consolidar los preparativos.
—¿Alguna sugerencia? —preguntó por último—. La operación de infiltración dará inicio cuando los preparativos hayan terminado. Por mientras te encargarás del desembarco y de la protección de un pueblo que hay hacia el norte —diría después antes de dar por finalizada la situación. Una vez los hombres de Tlaseseyan marchasen de la tienda, se voltearía hacia Ivan—. ¿Me prestarás a unos cuantos no muertos para fortificar el pueblo? Además, quiero que le comentes a Berthil y al Almirante de la Marina mi intención de formar una alianza para proteger Wano. Luego de hacer los planos, iré a hablar en persona con Dexter Black.
Tras la conversación con su mejor amigo, marcaría el número de Zane e intentaría comunicarse con él. Sí, había dicho que conquistar Wano era una manera de vengarse por lo que le había hecho. Sin embargo, había tantas facciones poderosas que no lo conseguiría ella sola y lamentablemente le tocaba depender de gente como el pelirrojo. Si estaba desaparecido dudaba de que contestase, pero quizás respondiera Therax. Fuera una o la otra opción, le mencionaría directamente sus intenciones de formar una alianza entre las facciones nombradas para proteger Wano de la triada.
Luego, hablaría con su equipo científico para ordenarle a Milena que preparase cuanto veneno y tóxicos pudiera. Le comentaría que deseaba envenenar a los hombres de C. Zar, intoxicando sus alimentos. Y le pediría a Marcus que hiciera explosivos. ¿Un físico podría hacerlos? Ni idea, pero los necesitaba. Angie podría ayudar a ambos, no tenía por qué ser una ingeniera inútil todo el tiempo. Tras realizar diligentemente las llamadas correspondientes, dibujaría rápidamente y con una destreza impresionante los planos de una muralla para fortificar el pueblo. Estaría bien que fuera de piedra, pero por los recursos y el tiempo lo más seguro es que fuera de madera. Tendría sus respectivas almenas y un sistema de doble puertas. Además, dibujaría unas trampas de pica para propiciar los cuellos de botella. Así, los aldeanos podrían defenderse mucho mejor de un ataque numeroso.
—Entrégaselos a Alexandra. Ella sabe qué hacer —le diría a Rose.
Por último, emprendería el vuelo y le daría una amigable visita a Dexter Black. Estaría bien que el vampiro le acompañase, pero si no… Bueno, ya se las apañaría. Para ganar la guerra estaba intentando deshacerse de todas las cadenas que le impedían continuar avanzando puesto que, si no lo hacía, terminaría conduciendo a sus amigos a una muerte segura.
La maniobra de C. Zar no tenía sentido alguno. ¿Por qué se había escondido en Onigashima, una fortaleza inexpugnable con un único acceso? El Emperador estaba atacando, no se defendía de un ataque extranjero, y abastecer a una flota como la suya no tenía por qué ser sencillo. ¿Cómo pretendía alimentar a sus hombres atrincherados? Ahora mismo, la bruja tenía suficientes barcos para realizar un bloqueo y cortar la ruta de suministros. Quedarse encerrado a esperar el ataque de una fuerza militar inferior, que hasta ese momento (cuando declaró la guerra) solo contaba con un barco y nula artillería, no tenía ningún sentido. A menos que el grueso principal del ejército no se encontrase en Onigashima porque Katharina von Steinhell no representaba un peligro comparable a Berthil, el Ejército Revolucionario o incluso la Marina.
La presencia de los reyes marinos cambiaba rotundamente el panorama. Los mercenarios de la Estrella Oscura tenían que defender Wano, pero curiosamente no los había visto luchar con los gyojins ni con los hombres del Emperador. Incluso permitieron que Hipatia ocupase la capital. ¿Sería todo esto una estrategia del Mayordomo? Ese hombre era inteligente y sabía cómo era Katharina. Defenderse de una niña imprudente y vanidosa no debía ser un problema para él, ¿verdad? Seguramente esperaban que realizara un ataque frontal y apresurado para caer en la trampa de los reyes marinos y voilà, asunto terminado. Probablemente, ninguno de sus enemigos era individualmente más fuerte que la bruja, pero su complicada personalidad no era ningún secreto. Saber cómo se comporta el enemigo es fundamental para elaborar una estrategia y conseguir la victoria.
La bruja le hizo un resumen sobre lo que había pensado: el atrincheramiento y el bloqueo, la posible alianza entre las tres facciones, y también lo que el enemigo esperaba de ella.
—Están esperando otra escandalosa declaración de mi parte. Si quiero vencer a C. Zar, debo actuar impredecible —dijo la bruja con la mirada puesta en el mapa y, antes de continuar, escaneó la zona circundante con su mantra. Si había una presencia sospechosa, atacaría. Por el contrario, si todo estaba en orden continuaría hablando—. Haremos de esto una guerra de información y sabotaje. Si bien C. Zar es nuestro objetivo, tampoco podemos olvidar que su ejército representa un problema para nosotros y para Wano. Infiltraremos un equipo de élite en Onigashima no solo para conocer los efectivos en la isla. Una vez dentro, tendremos como objetivo incapacitar las tropas enemigas: envenenaremos las aguas y los suministros, sabotearemos sus armas y destruiremos sus almacenes. Los hombres que mueran pasarán a formar parte de nuestro ejército y poco a poco nos volveremos más fuertes. Atraparemos a un comandante para que nos entregue información sobre C. Zar y, si efectivamente se encuentra en Onigashima, me ocuparé de que no abandone jamás la isla.
Aún debía pensar en más cosas… Le pediría a Milena que elaborase un tóxico letal y de fácil elaboración, elaboraría un plano para fortalecer el pueblo que estaban salvando sus subordinados y montaría el campamento principal en ese lugar.
—Si mis sospechas son correctas, C. Zar no tiene a su ejército principal en Onigashima sino que continúa persiguiendo su objetivo aquí en Wano. Ahí es donde entras tú, Onesyas. —La bruja miró al general con una sonrisa—. Pelearemos tanto en Onigashima como en Wano, atacaremos desde distintos flancos y desgastaremos al enemigo. Debemos hacer que este nos entregue muertos. Y sí, parece una locura siendo que tenemos pocos números, pero no si formalizamos una alianza con la Marina, el Ejército Revolucionario, el Emperador Berthil y el Emperador Zane. Tenemos un pacto de no agresión con dos de las facciones nombradas y Kenshin no rechazaría una alianza con tal de proteger Wano. El Ejército Revolucionario, por otra parte… —Podía sentir el rugido del dragón en Udon, podía sentir a Dexter Black—. Estoy segura de que nos ayudará.
El equipo de infiltración estaría conformado por algunos de los miembros principales de la banda, además de Rose. Les daría los detalles solo a ellos para disminuir la posibilidad de que la información fuera a filtrarse. Una parte del ejército de no muertos sería usada para hacer del pueblo un fuerte relativamente decente. Todavía tenía en mente ser la «heroína del pueblo». Esperaría a que el ejército de Onesyas desembarcase en las costas de Udon y aprovecharía ese tiempo para consolidar los preparativos.
—¿Alguna sugerencia? —preguntó por último—. La operación de infiltración dará inicio cuando los preparativos hayan terminado. Por mientras te encargarás del desembarco y de la protección de un pueblo que hay hacia el norte —diría después antes de dar por finalizada la situación. Una vez los hombres de Tlaseseyan marchasen de la tienda, se voltearía hacia Ivan—. ¿Me prestarás a unos cuantos no muertos para fortificar el pueblo? Además, quiero que le comentes a Berthil y al Almirante de la Marina mi intención de formar una alianza para proteger Wano. Luego de hacer los planos, iré a hablar en persona con Dexter Black.
Tras la conversación con su mejor amigo, marcaría el número de Zane e intentaría comunicarse con él. Sí, había dicho que conquistar Wano era una manera de vengarse por lo que le había hecho. Sin embargo, había tantas facciones poderosas que no lo conseguiría ella sola y lamentablemente le tocaba depender de gente como el pelirrojo. Si estaba desaparecido dudaba de que contestase, pero quizás respondiera Therax. Fuera una o la otra opción, le mencionaría directamente sus intenciones de formar una alianza entre las facciones nombradas para proteger Wano de la triada.
Luego, hablaría con su equipo científico para ordenarle a Milena que preparase cuanto veneno y tóxicos pudiera. Le comentaría que deseaba envenenar a los hombres de C. Zar, intoxicando sus alimentos. Y le pediría a Marcus que hiciera explosivos. ¿Un físico podría hacerlos? Ni idea, pero los necesitaba. Angie podría ayudar a ambos, no tenía por qué ser una ingeniera inútil todo el tiempo. Tras realizar diligentemente las llamadas correspondientes, dibujaría rápidamente y con una destreza impresionante los planos de una muralla para fortificar el pueblo. Estaría bien que fuera de piedra, pero por los recursos y el tiempo lo más seguro es que fuera de madera. Tendría sus respectivas almenas y un sistema de doble puertas. Además, dibujaría unas trampas de pica para propiciar los cuellos de botella. Así, los aldeanos podrían defenderse mucho mejor de un ataque numeroso.
—Entrégaselos a Alexandra. Ella sabe qué hacer —le diría a Rose.
Por último, emprendería el vuelo y le daría una amigable visita a Dexter Black. Estaría bien que el vampiro le acompañase, pero si no… Bueno, ya se las apañaría. Para ganar la guerra estaba intentando deshacerse de todas las cadenas que le impedían continuar avanzando puesto que, si no lo hacía, terminaría conduciendo a sus amigos a una muerte segura.
- Resumen:
- Básicamente hacer preparativos, muchas llamadas y planes.
» Reflexionar sobre la situación pues nada parece tener sentido.
» Hacer un resumen sobre sus preocupaciones.
» Decidirse por un plan de infiltración y sabotaje.
» Comunicarse con los NPCs y solicitarles la elaboración de venenos, tóxicos y explosivos. Si Senku puede, una sirena también.
» Intentar comunicarse con Zane para comentarle sus intenciones de formalizar una alianza.
» Preparar los planos de una muralla y trampas para fortificar el pueblo, dárselos a Rose y ordenarle que se los entregue a Alexandra.
» Volar hacia donde está la presencia de Dexter Black para proponerle formar una alianza y proteger Wano.
Prometeo
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Las vistas del viaje fueron tan crueles como imaginó que serían porque, por más pueblos que hubiesen ayudado, era imposible estar en todos lados y detener el avance de tantos ejércitos. Por una razón que intuía, los piratas y los gyojins se esforzaban en destruir todo a su paso. ¿Aún no se habían cansado de buscar a Hitomi? Si la esposa del señor Gelatina había conquistado la capital, ¿por qué continuaban buscando a la heredera? Bien podía tener un valor simbólico como la esperanza del país, pero frente a una fuerza militar inconmensurable de nada serviría.
Cuando llegó al pueblo donde estaba Un-Comandante-Más reconoció dos siluetas. ¡Eran Hitomi-sama y la señorita Lysbeth! Esperando que ninguno de los hombres del pueblo le detuviese caminó hacia ellas. Se habían visto hacía dos semanas, pero tuvieron que seguir por caminos separados luego de decidir viajar con Shinobu. No estaba arrepentido de su decisión, sabía que Hitomi-sama estaría a salvo en las manos de alguien tan fuerte como la señorita Lysbeth.
—Buenas tardes, señoritas —saludó con un gesto de mano y una sonrisa amable, olvidándose por el momento de las tétricas vistas de Udon—. ¿Qué hacen aquí? Pensé que estaban en Hakumai con el resto de los samuráis. ¿Pasó algo? ¿Ellos están bien?
Tras hablar con las viejas conocidas, se dirigió a donde estaba Un-Comandante-Más. Una presencia tan poderosa era imposible de ignorar. Y ahí encontró al hombre llamado Dexter Black. Había escuchado cosas sobre ese hombre, pero a Prometeo le gustaba tener su propia visión sobre las personas. Los humanos solían engrandecer a los demás, casi alzarlos como dioses con una fuerza infinita, pero por mucho poder que tuviera el líder de la Revolución seguía siendo un hombre, ¿no? Debía ser duro para él, pues las esperanzas del pueblo reposaban sobre sus hombros. Debía ser duro tener que liderar una guerra sabiendo que se perderían vidas.
—Saludos, señor, soy el teniente Prometeo —se presentó, levantando la mano y recibiendo un codazo por parte de Shinobu. ¡No era su culpa desconocer las etiquetas militares!—. He venido porque me lo ha ordenado y sé que todo esto es muy apresurado, pero hay algo de lo que necesito hablarle. El señor Kagemusha, el hombre que nos dio la información sobre el meteorito, es obligado a trabajar para la reina Hipatia y tienen a su familia como rehén en la capital. No quise desobedecer una orden directa, señor, pero tampoco puedo romper la promesa que le hice.
Cuando llegó al pueblo donde estaba Un-Comandante-Más reconoció dos siluetas. ¡Eran Hitomi-sama y la señorita Lysbeth! Esperando que ninguno de los hombres del pueblo le detuviese caminó hacia ellas. Se habían visto hacía dos semanas, pero tuvieron que seguir por caminos separados luego de decidir viajar con Shinobu. No estaba arrepentido de su decisión, sabía que Hitomi-sama estaría a salvo en las manos de alguien tan fuerte como la señorita Lysbeth.
—Buenas tardes, señoritas —saludó con un gesto de mano y una sonrisa amable, olvidándose por el momento de las tétricas vistas de Udon—. ¿Qué hacen aquí? Pensé que estaban en Hakumai con el resto de los samuráis. ¿Pasó algo? ¿Ellos están bien?
Tras hablar con las viejas conocidas, se dirigió a donde estaba Un-Comandante-Más. Una presencia tan poderosa era imposible de ignorar. Y ahí encontró al hombre llamado Dexter Black. Había escuchado cosas sobre ese hombre, pero a Prometeo le gustaba tener su propia visión sobre las personas. Los humanos solían engrandecer a los demás, casi alzarlos como dioses con una fuerza infinita, pero por mucho poder que tuviera el líder de la Revolución seguía siendo un hombre, ¿no? Debía ser duro para él, pues las esperanzas del pueblo reposaban sobre sus hombros. Debía ser duro tener que liderar una guerra sabiendo que se perderían vidas.
—Saludos, señor, soy el teniente Prometeo —se presentó, levantando la mano y recibiendo un codazo por parte de Shinobu. ¡No era su culpa desconocer las etiquetas militares!—. He venido porque me lo ha ordenado y sé que todo esto es muy apresurado, pero hay algo de lo que necesito hablarle. El señor Kagemusha, el hombre que nos dio la información sobre el meteorito, es obligado a trabajar para la reina Hipatia y tienen a su familia como rehén en la capital. No quise desobedecer una orden directa, señor, pero tampoco puedo romper la promesa que le hice.
- Resumen:
- » Presentarse ante la señorita Lysbeth y Hitomi.
» Hablar con el gran líder y comentarle la promesa hecha al señor Kagemusha.
Shinobu Yamamoto
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Si bien el viaje a Datebaio fue corto, las vistas fueron desesperanzadoras. Los pueblos desolados, los hombres desgarrados por la guerra, la muerte que se extendía de norte a sur y de este a oeste… No importaba cuánto tiempo pasara, la cara de la guerra sería siempre la misma. ¿Estábamos haciendo lo correcto para detener toda esta locura? Quería creer que sí, pero la impotencia por no poder hacer más dolía. En todas épocas había hombres capaces de cambiar el curso de la historia, pero hasta ahora no había visto a ninguno. ¿Dónde estaban? ¿Por qué no hacían nada? ¿O acaso todos ellos estaban del otro lado? No, Izanagi-sama jamás permitiría que la maldad acampase tan libremente en su mundo.
Cuando llegamos al pueblo sentí un olor familiar y una sonrisa de oreja a oreja se dibujó en mi rostro cuando vi a Hitomi-chan. ¡Estaba viva! Corrí como una niña a donde estaba ella con la intención de abrazarla. Una sensación de alivio recorrió mi cuerpo al saber que Hitomi-chan estaba con vida. Y luego levanté la mirada, encontrándome con Aki-san. ¿Había protegido a la chica todo este tiempo…? Al final sí que era una bruta: por supuesto que había gente fuerte de nuestro lado, gente capaz de cambiar el curso de la historia.
—Me alegra saber que están bien —les dije, sonriendo. Pero cuando recordé lo sucedido en aquel pueblo...—. Lo siento, Hitomi-chan, no pudimos protegerlos a todos… Pero creo que hemos descubierto algo importante, ahora sabemos por qué la Reina Kappa está en esta tierra: quiere el oro estelar. Tori-san puede explicarlo mucho mejor que yo.
Esperaba que Tori-san pudiera contarles lo que habíamos descubierto, aunque si estaban ahí seguramente se terminarían enterando. Por mi parte, acompañé al revolucionario a ver a su líder. Tuve que darle un codazo para que lo saludara correctamente. ¡Estaba presentándose ante el comandante más importante, no ante un amigo! Incluso yo, más por costumbre que por otra cosa, realicé el saludo militar: puño al corazón, espalda recta, mano izquierda en la espalda y pies juntos. Iba a presentarme como la comandante del ejército Takamoto, pero luego recordé que nada de eso existía. Ya no más.
—S-Saludos, señor, s-soy Shinobu Yamamoto —me presenté sin saber por qué mi voz temblaba tanto. Ese hombre… Jamás había sentido un olor tan especial—. Espero ser de ayuda para detener esta guerra. Tengo conocimientos tácticos-militares y por mis venas fluye el poder maldito de Shuten Douji. C-Creo que puedo ayudar, señor. ¡También hemos visto tropas de la Reina Kappa y de Juriasu C. Zaru! ¡Vienen a este pueblo!
Cuando llegamos al pueblo sentí un olor familiar y una sonrisa de oreja a oreja se dibujó en mi rostro cuando vi a Hitomi-chan. ¡Estaba viva! Corrí como una niña a donde estaba ella con la intención de abrazarla. Una sensación de alivio recorrió mi cuerpo al saber que Hitomi-chan estaba con vida. Y luego levanté la mirada, encontrándome con Aki-san. ¿Había protegido a la chica todo este tiempo…? Al final sí que era una bruta: por supuesto que había gente fuerte de nuestro lado, gente capaz de cambiar el curso de la historia.
—Me alegra saber que están bien —les dije, sonriendo. Pero cuando recordé lo sucedido en aquel pueblo...—. Lo siento, Hitomi-chan, no pudimos protegerlos a todos… Pero creo que hemos descubierto algo importante, ahora sabemos por qué la Reina Kappa está en esta tierra: quiere el oro estelar. Tori-san puede explicarlo mucho mejor que yo.
Esperaba que Tori-san pudiera contarles lo que habíamos descubierto, aunque si estaban ahí seguramente se terminarían enterando. Por mi parte, acompañé al revolucionario a ver a su líder. Tuve que darle un codazo para que lo saludara correctamente. ¡Estaba presentándose ante el comandante más importante, no ante un amigo! Incluso yo, más por costumbre que por otra cosa, realicé el saludo militar: puño al corazón, espalda recta, mano izquierda en la espalda y pies juntos. Iba a presentarme como la comandante del ejército Takamoto, pero luego recordé que nada de eso existía. Ya no más.
—S-Saludos, señor, s-soy Shinobu Yamamoto —me presenté sin saber por qué mi voz temblaba tanto. Ese hombre… Jamás había sentido un olor tan especial—. Espero ser de ayuda para detener esta guerra. Tengo conocimientos tácticos-militares y por mis venas fluye el poder maldito de Shuten Douji. C-Creo que puedo ayudar, señor. ¡También hemos visto tropas de la Reina Kappa y de Juriasu C. Zaru! ¡Vienen a este pueblo!
- Resumen:
- » Reencuentro emotivo con Hitomi-chan y Aki-san.
» Un humilde ofrecimiento para ayudar a detener la guerra.
Maki
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Qué difícil era no dejarse llevar por los nervios ante su esposa. Aquella mujer había dado motivos de sobra a Maki para sentirse incómodo en su presencia. Con solo ver su bonita cola azulada, su cabello ligeramente húmedo y su rostro angelical para los estándares humanos le venían a la mente los más duros momentos de su corto matrimonio: Hipatia rompiendo su máquina de helados, Hipatia llamándole gordo, Hipatia poniendo agujas en su comida casera, Hipatia persiguiéndole con las tijeras. Y sin embargo, si Sonrisas tenía razón, y no había motivos para dudar que así fuera, todo podía haber sido su culpa. Maki era un marido novato, y tal vez no hubiese desempeñado sus funciones todo lo bien que habría debido.
¿Qué se decía en esos casos? No sabía cómo saludar a alguien que podía no tenerle mucho aprecio y que incluso llegó a amenazarle con tirarle a los cocodrilos si se tumbaba junto a ella en la cama. Optó por algo sencillo y fácil, poco arriesgado.
-Hola.
Bien, eso había ido bien. No había intentos de asesinato a la vista, ¿no? Pero ya no sabía cómo continuar. ¿Qué hacer?
“No te ablandes, Augustus. Recuerda quién eres”.
Sí, su conciencia tenía razón. Él era el Jefe yakuza-samurái-kabuki-ninja-sushiman Augustus Makimaru-sama, héroe de la Revolución, tres veces ganador del concurso “Haz tu propia cometa” de Báltigo. Si alguien podía mantenerse firme frente a su mujer, sería él.
-He venido a buscarte, mujer. He atravesado medio mundo, he luchado contra aves de corral y recogido autoestopistas para llegar aquí y salvar a esta gente de ti, pero ahora me pregunto si no debería salvarte a ti misma de... no sé, de alguien -dijo con su mejor voz de samurái. Clavó las rodillas al suelo, en gesto formal de disculpa-. Mi honor me obliga a disculparme contigo por lo mal marido que he sido. Dime, esposa mía, ¿querrías volver a casa conmigo para que podamos criar a nuestro hijo juntos?
Perfecto. Vaya tono de seguridad, vaya distante cortesía propia de un samurái... Le había salido de miedo.
-Por cierto, ¿las sirenas ponéis huevos o cómo va eso?
¿Qué se decía en esos casos? No sabía cómo saludar a alguien que podía no tenerle mucho aprecio y que incluso llegó a amenazarle con tirarle a los cocodrilos si se tumbaba junto a ella en la cama. Optó por algo sencillo y fácil, poco arriesgado.
-Hola.
Bien, eso había ido bien. No había intentos de asesinato a la vista, ¿no? Pero ya no sabía cómo continuar. ¿Qué hacer?
“No te ablandes, Augustus. Recuerda quién eres”.
Sí, su conciencia tenía razón. Él era el Jefe yakuza-samurái-kabuki-ninja-sushiman Augustus Makimaru-sama, héroe de la Revolución, tres veces ganador del concurso “Haz tu propia cometa” de Báltigo. Si alguien podía mantenerse firme frente a su mujer, sería él.
-He venido a buscarte, mujer. He atravesado medio mundo, he luchado contra aves de corral y recogido autoestopistas para llegar aquí y salvar a esta gente de ti, pero ahora me pregunto si no debería salvarte a ti misma de... no sé, de alguien -dijo con su mejor voz de samurái. Clavó las rodillas al suelo, en gesto formal de disculpa-. Mi honor me obliga a disculparme contigo por lo mal marido que he sido. Dime, esposa mía, ¿querrías volver a casa conmigo para que podamos criar a nuestro hijo juntos?
Perfecto. Vaya tono de seguridad, vaya distante cortesía propia de un samurái... Le había salido de miedo.
-Por cierto, ¿las sirenas ponéis huevos o cómo va eso?
- Resumen:
- Cosas de marido y mujer.
Sasaki
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Algo estaba sucediendo, la empuñadura no parecía hacer efecto en él. Al tipo aquel también pareció extrañarle dado que me preguntó como era que lo hacía para que saliese el filo. “Chicos, y eso es lo que pasa cuando tiras algo, corres el riesgo de que se estropee” dije mirando hacia un lado como si hubiese alguien ahí.
No me pasó desapercibido el hecho de que la piel no se le enrojeció cuando se rascó mirando el arma. “impresionante, su fuerza y resistencia están a otro nivel” pensé al notarlo. Luego mostró sus verdaderas intenciones, algo que no me sorprendió en absoluto.
-Quieres matar – corroboré que dijo – Supongo que sin darle un sentido a ese asesinato. – Añadí cruzando un brazo estirado por delante y luego el otro para calentar un poco. - ¿Y quién eres tú? Para saber quién será mi asesino.
El preso me lanzó la empuñadura que cogí al vuelo y miré para verla de cerca y si estaba bien. Esperaba que mis palabras le diesen a entender que me enfrentaría a él si era eso lo que quería.
Nuevamente se lanzó contra mí a gran velocidad intentando cortarme por la mitad con un arañazo. El ataque me extraño dada su simplicidad. Sin embargo, la experiencia me decía que nada era lo que parecía. Me mantuve en mi forma intangible y evadí el ataque dando un salto por encima de aquel preso justo en el último momento.
Aproveché aquel momento mientras estaba en el aire, para endurecer todo lo que pude mis manos y usando el azúcar afilar las uñas como las uñas, luego intenté darle un arañazo por la espalda mientras aun me encontraba en el aire. Una vez cayese al suelo daría par de volteretas para alejarme y poder ver cual era su reacción o si le había hecho algo, cosa que dudaba bastante.
No me pasó desapercibido el hecho de que la piel no se le enrojeció cuando se rascó mirando el arma. “impresionante, su fuerza y resistencia están a otro nivel” pensé al notarlo. Luego mostró sus verdaderas intenciones, algo que no me sorprendió en absoluto.
-Quieres matar – corroboré que dijo – Supongo que sin darle un sentido a ese asesinato. – Añadí cruzando un brazo estirado por delante y luego el otro para calentar un poco. - ¿Y quién eres tú? Para saber quién será mi asesino.
El preso me lanzó la empuñadura que cogí al vuelo y miré para verla de cerca y si estaba bien. Esperaba que mis palabras le diesen a entender que me enfrentaría a él si era eso lo que quería.
Nuevamente se lanzó contra mí a gran velocidad intentando cortarme por la mitad con un arañazo. El ataque me extraño dada su simplicidad. Sin embargo, la experiencia me decía que nada era lo que parecía. Me mantuve en mi forma intangible y evadí el ataque dando un salto por encima de aquel preso justo en el último momento.
Aproveché aquel momento mientras estaba en el aire, para endurecer todo lo que pude mis manos y usando el azúcar afilar las uñas como las uñas, luego intenté darle un arañazo por la espalda mientras aun me encontraba en el aire. Una vez cayese al suelo daría par de volteretas para alejarme y poder ver cual era su reacción o si le había hecho algo, cosa que dudaba bastante.
- resumen:
- Comenzar a combatir contra el preso realizando un contraataque intentado arañar su espalda con un zarpazo (como el que él ha hecho) con endurecimiento extremo en la mano.
Dexter Black
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Muy pocos optaban por una espada. No pudo evitar sentirse aliviado, no había material de calidad suficiente para hacer tantas espadas y en las puntas de las flechas no importaba tanto cuán duro era el material, sino la tensión del arco, aunque ese era otro problema: No parecía haber demasiada madera y, aunque hubiese, habría necesitado tratar con tiempo varios árboles para abastecer a todos los jóvenes que optaban por esa clase de arma. Aun así optó por intentarlo; un arco de supervivencia podía ser hecho con casi cualquier rama flexible, aunque perdiese fuerza en el empuje. Él no podía renunciar a la fuerza, de manera que los metales más flexibles fueron manipulados para hacer el cuerpo principal, y para sobrellevar la rigidez -el metal, al fin y al cabo, era rígido- estableció un sistema de triple polea en los extremos. En principio no los estaba montando, sino que dejaba las múltiples piezas para ensamblarlos una vez estuviera terminado, cosa que en realidad no tardaría demasiado.
Trenzar el metal podía requerir una gran fuerza, y una vez en esas seguía necesitando de cierta destreza. Afortunadamente, logró hacer un hilo trenzado de apenas medio milímetro de grosor, tan tenso que podría haberlo utilizado para preparar artillería pesada. Con eso ya podía montar cada una de las armas, y con una flecha apuntando al suelo tensó el arco. Este no se dobló demasiado, pero las poleas guardaban gran parte de la energía. Disparó, y...
Bum. Era cierto que él podía tensar mucho más el arco que cualquiera de ellos, pero aun si sus flechas no se hundían un metro en el suelo se trataba de un arma perfectamente funcional.
Las lanzas resultaron mucho más sencillas, y las dagas salieron casi por instinto. No tenía las máquinas que precisaba para hacer el tratamiento adecuado a las armas de su improvisada compañía, pero sí los conocimientos para propiciar un buen desempeño. De cualquier manera, su plan pasaba por confiscar cuanta arma enemiga encontrase en su camino. Entonces podría encargarse de armar un ejército mejor.
Pero no todo eran buenas noticias. El avance de tropas tanto de la reina como del emperador era el nefasto recordatorio de que corrían a contrarreloj en una carrera cuya victoria parecía, por el momento, extraordinariamente complicada.
- Está bien -contestó, con toda la seguridad de la que pudo valerse-. Haced que dejen los puestos de vigilancia y reunidlos aquí.
Tenían poco tiempo, pero tenían. Fue limpiando con presteza cada una de las armas que había fabricado. No eran las mejores que había hecho, pero estaban lejos de ser piezas mundanas, y mientras las iba situando de mejor a peor repasaba el nombre de su propietario, del más hábil al más torpe. Era momento de mostrar arrestos y asumir que el cargo que ocupaba traía deberes consigo. El más importante en esos momentos, guiar a la batalla a unos jóvenes que necesitaban aliento y esperanza.
Estaba dejando sobre el suelo un último par de dagas que había hecho damasquino con las sobras de la forja cuando una voz joven llamó su atención. No pertenecía a ninguno de los muchachos, y aunque la había escuchado antes sonaba muy distinta sin la distorsión del den den mushi. Se dio la vuelta y encontró, frente a él, al Teniente Prometeo.
No pudo evitar arquear una ceja al evidenciar algo que normalmente olvidaba: Era más alto que él. No había mucha gente le superase en altura, y cuando no miraba a los ojos de la gente desde arriba se sentía casi extraño. No incómodo, claro, pero sí muy raro. Como si algo estuviese subvirtiendo el orden natural al que se había acostumbrado. Apenas sí reparó en su acompañante, una muchacha particularmente joven, que saludaba con particular ímpetu pero no recordaba haber visto antes.
- No debiste hacer esa promesa -reprendió, de la forma más educada que pudo, al joven revolucionario. No había nada de malo en su acción, pero las necesidades de la Armada estaban por encima de las pasiones personales, al menos en momento de guerra-. No sabes si serás capaz de cumplirla.
Era cierto que el plan pasaba por tomar la Capital de la Flor, pero lo que sucediese una vez dentro era un misterio insondable que cada vez que intentaba escrutar solo respondía con sombras y niebla. Si la gente a la que Prometeo se había comprometido a liberar estaba muerta, o si moría durante la batalla... Incluso, si el propio teniente caía durante ella, no solo habría perdido vidas; también estaría marchita la esperanza.
- Sin embargo, es nuestro deber rescatar a todo aquel que ahora mismo está cautivo bajo las garras de Hipatia, así como hacer justicia con C. Zar. -Puso bilis en cada sílaba del Hemperador-. No puedo dejar que priorices a un grupo por encima del resto, porque todos te necesitan en la misma medida y todos merecen la misma salvación. Así que... Tendremos que dar con algo que nos permita salvarlos a todos.
Entendía la promesa. También se imaginaba cómo podía sentar a un soldado fiel el reproche por una buena acción, pero no tenía más remedio. No quería que sucediese, pero era muy probable que en la Capital muriesen varios civiles. No quería ni podía consentir que el teniente muriese por nadie si eso evitaba la salvación de un número mayor. Impersonal, cínico... Pero pragmático. Al final del día tenía que asegurarse de que todas las familias se reuniesen, aun si eso implicaba que el dolor de quien no pudiesen salvar los llamara monstruos.
- Sobre tu acompañante... -Clavó la vista en ella, estudiándola detenidamente. No sabía qué era un Shuten Douji, aunque imaginó quién era la reina kappa-. Es un honor conocer a una representante del clan Yamamoto -no tenía ni idea de qué clan era ese, pero la muchacha parecía venir de la parte más aislada de Wano- y, a juzgar por lo que nos espera, vamos a necesitar una buena estratega si queremos que el teniente pueda cumplir su promesa. Estamos en tus manos.
Cuando los muchachos llegaron les fue señalando, uno a uno, sus nuevas armas, y dio órdenes concretas de mantenerse en el lugar hasta nueva orden. Estaban en desventaja, pero tal vez su presencia eclipsase las de ellos; solo debían mantenerse escondidos. Él, por su parte, ascendió hasta el edificio más alto de la villa, buscando una atalaya desde la que divisar mejor el campo de batalla que se avecinaba.
Trenzar el metal podía requerir una gran fuerza, y una vez en esas seguía necesitando de cierta destreza. Afortunadamente, logró hacer un hilo trenzado de apenas medio milímetro de grosor, tan tenso que podría haberlo utilizado para preparar artillería pesada. Con eso ya podía montar cada una de las armas, y con una flecha apuntando al suelo tensó el arco. Este no se dobló demasiado, pero las poleas guardaban gran parte de la energía. Disparó, y...
Bum. Era cierto que él podía tensar mucho más el arco que cualquiera de ellos, pero aun si sus flechas no se hundían un metro en el suelo se trataba de un arma perfectamente funcional.
Las lanzas resultaron mucho más sencillas, y las dagas salieron casi por instinto. No tenía las máquinas que precisaba para hacer el tratamiento adecuado a las armas de su improvisada compañía, pero sí los conocimientos para propiciar un buen desempeño. De cualquier manera, su plan pasaba por confiscar cuanta arma enemiga encontrase en su camino. Entonces podría encargarse de armar un ejército mejor.
Pero no todo eran buenas noticias. El avance de tropas tanto de la reina como del emperador era el nefasto recordatorio de que corrían a contrarreloj en una carrera cuya victoria parecía, por el momento, extraordinariamente complicada.
- Está bien -contestó, con toda la seguridad de la que pudo valerse-. Haced que dejen los puestos de vigilancia y reunidlos aquí.
Tenían poco tiempo, pero tenían. Fue limpiando con presteza cada una de las armas que había fabricado. No eran las mejores que había hecho, pero estaban lejos de ser piezas mundanas, y mientras las iba situando de mejor a peor repasaba el nombre de su propietario, del más hábil al más torpe. Era momento de mostrar arrestos y asumir que el cargo que ocupaba traía deberes consigo. El más importante en esos momentos, guiar a la batalla a unos jóvenes que necesitaban aliento y esperanza.
Estaba dejando sobre el suelo un último par de dagas que había hecho damasquino con las sobras de la forja cuando una voz joven llamó su atención. No pertenecía a ninguno de los muchachos, y aunque la había escuchado antes sonaba muy distinta sin la distorsión del den den mushi. Se dio la vuelta y encontró, frente a él, al Teniente Prometeo.
No pudo evitar arquear una ceja al evidenciar algo que normalmente olvidaba: Era más alto que él. No había mucha gente le superase en altura, y cuando no miraba a los ojos de la gente desde arriba se sentía casi extraño. No incómodo, claro, pero sí muy raro. Como si algo estuviese subvirtiendo el orden natural al que se había acostumbrado. Apenas sí reparó en su acompañante, una muchacha particularmente joven, que saludaba con particular ímpetu pero no recordaba haber visto antes.
- No debiste hacer esa promesa -reprendió, de la forma más educada que pudo, al joven revolucionario. No había nada de malo en su acción, pero las necesidades de la Armada estaban por encima de las pasiones personales, al menos en momento de guerra-. No sabes si serás capaz de cumplirla.
Era cierto que el plan pasaba por tomar la Capital de la Flor, pero lo que sucediese una vez dentro era un misterio insondable que cada vez que intentaba escrutar solo respondía con sombras y niebla. Si la gente a la que Prometeo se había comprometido a liberar estaba muerta, o si moría durante la batalla... Incluso, si el propio teniente caía durante ella, no solo habría perdido vidas; también estaría marchita la esperanza.
- Sin embargo, es nuestro deber rescatar a todo aquel que ahora mismo está cautivo bajo las garras de Hipatia, así como hacer justicia con C. Zar. -Puso bilis en cada sílaba del Hemperador-. No puedo dejar que priorices a un grupo por encima del resto, porque todos te necesitan en la misma medida y todos merecen la misma salvación. Así que... Tendremos que dar con algo que nos permita salvarlos a todos.
Entendía la promesa. También se imaginaba cómo podía sentar a un soldado fiel el reproche por una buena acción, pero no tenía más remedio. No quería que sucediese, pero era muy probable que en la Capital muriesen varios civiles. No quería ni podía consentir que el teniente muriese por nadie si eso evitaba la salvación de un número mayor. Impersonal, cínico... Pero pragmático. Al final del día tenía que asegurarse de que todas las familias se reuniesen, aun si eso implicaba que el dolor de quien no pudiesen salvar los llamara monstruos.
- Sobre tu acompañante... -Clavó la vista en ella, estudiándola detenidamente. No sabía qué era un Shuten Douji, aunque imaginó quién era la reina kappa-. Es un honor conocer a una representante del clan Yamamoto -no tenía ni idea de qué clan era ese, pero la muchacha parecía venir de la parte más aislada de Wano- y, a juzgar por lo que nos espera, vamos a necesitar una buena estratega si queremos que el teniente pueda cumplir su promesa. Estamos en tus manos.
Cuando los muchachos llegaron les fue señalando, uno a uno, sus nuevas armas, y dio órdenes concretas de mantenerse en el lugar hasta nueva orden. Estaban en desventaja, pero tal vez su presencia eclipsase las de ellos; solo debían mantenerse escondidos. Él, por su parte, ascendió hasta el edificio más alto de la villa, buscando una atalaya desde la que divisar mejor el campo de batalla que se avecinaba.
- Resumen:
- Terminar las armas, reunir a los soldados y vigilar yo mismo.
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Cuatro vigilantes. Dos en la puerta de la tienda y otros dos en su interior. Sin lugar a dudas demasiados para poder eliminar a todos sin causar un revuelo tal que hiciera despertar a todos los soldados del inmenso campamento, lo que sin duda acabaría con el samurái perdiendo la vida y su maestro con él. La única alternativa era el uso del ingenio y la palabra. Por suerte de ambas cosas el semigyojin siempre había estado más que bien provisto.
No obstante los guardias de la puerta no cayeron en su treta, o al menos no por completo. Tratando de asegurarse de que su orden era cierta le pidieron un papel que lo demostrase por escrito. Eran inteligentes, eso no podía negarlo, pero si continuaba jugando su papel adecuadamente acabarían cediendo. Al fin y al cabo, el miedo y la autoconservación son dos de los instintos más primarios, y más cuando tu líder tiene fama de sanguinaria y poco comprensiva.
- ¿Qué parte de la palabra urgente no habéis entendido? ¿Creéis que un momento de tal gravedad que haya que enviar a alguien en mitad de la noche en busca de un médico Su Alteza o alguno de sus generales pueden perder el tiempo en firmar un puto papel para que dos simples vigilantes no interfieran? Si apreciáis vuestras vidas más os vale que yo esté entrando junto a uno de los médicos en palacio dentro de escasos minutos. De lo contrario pronto vuestras cabezas adornarán el campamento en dos preciosas picas.
Casi con total seguridad los soldados serían perfectamente conscientes de que su reina no dudaría en acabar con sus vidas en caso de ser contrariada en un asunto que parecía ser de tanta importancia. Por lo tanto el temor por sus vidas les atenazaría, impidiéndoles pensar con claridad y haciendo muy probable que terminasen dejando entrar al semigyojin, incluso aunque una parte de su cabeza les dijera que existía una pequeña posibilidad de que aquello fuese una enorme mentira. Pero claro, ¿qué clase de loco sin aprecio por su propia vida se la jugaría ante tan escasas probabilidades?
No obstante los guardias de la puerta no cayeron en su treta, o al menos no por completo. Tratando de asegurarse de que su orden era cierta le pidieron un papel que lo demostrase por escrito. Eran inteligentes, eso no podía negarlo, pero si continuaba jugando su papel adecuadamente acabarían cediendo. Al fin y al cabo, el miedo y la autoconservación son dos de los instintos más primarios, y más cuando tu líder tiene fama de sanguinaria y poco comprensiva.
- ¿Qué parte de la palabra urgente no habéis entendido? ¿Creéis que un momento de tal gravedad que haya que enviar a alguien en mitad de la noche en busca de un médico Su Alteza o alguno de sus generales pueden perder el tiempo en firmar un puto papel para que dos simples vigilantes no interfieran? Si apreciáis vuestras vidas más os vale que yo esté entrando junto a uno de los médicos en palacio dentro de escasos minutos. De lo contrario pronto vuestras cabezas adornarán el campamento en dos preciosas picas.
Casi con total seguridad los soldados serían perfectamente conscientes de que su reina no dudaría en acabar con sus vidas en caso de ser contrariada en un asunto que parecía ser de tanta importancia. Por lo tanto el temor por sus vidas les atenazaría, impidiéndoles pensar con claridad y haciendo muy probable que terminasen dejando entrar al semigyojin, incluso aunque una parte de su cabeza les dijera que existía una pequeña posibilidad de que aquello fuese una enorme mentira. Pero claro, ¿qué clase de loco sin aprecio por su propia vida se la jugaría ante tan escasas probabilidades?
- Resumen:
- Continuar con el farol marcándome un all-in.
Marc Kiedis
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El monte Fuji resultaba más imponente cuanto más se acercaban a él, cubriendo poco a poco todo a su alrededor con su gigantesca sombra. Del mismo modo la temperatura descendió notablemente. Por suerte el semigigante era alguien con una resistencia mucho más que inusual, podría decirse que sobrehumana, a las temperaturas extremas, mientras que su amigo estaba más que familiarizado con el uso del hielo y el frío en combate, por lo que aquello no debería suponer el más mínimo problema para ninguno de ellos.
Parecía que los humanos iban poco a poco ganando terreno y que los gyojin se veían forzados a replegarse cada vez más hacia la capital, más cercada a cada minuto que pasaba. Sin embargo los reyes marinos de los ríos habían formado una última línea de defensa en torno a la gran ciudad que estaba resultando absolutamente inexpugnable para quienes buscaban recuperarla.
En un área volcánica que pudieron visualizar desde las alturas un pequeño grupo de personas, algunas de ellas maniatadas, corrían. Parecía que huían de algo. No tardaron en identificar a sus perseguidores, un grupo notablemente más grande que había emergido desde un agujero en el suelo. ¿Sería aquella la entrada a la prisión donde retenían a su capitán?
Therax parecía haber pensado lo mismo, pues no tardó en hacerle una señal para que descendiera junto a él. Se dirigieron hacia el grupo perseguidor, a los que Therax preguntó de dónde procedían. El tono de voz del rubio, pese a no llevar ninguna amenaza implícita, resultaba imponente. Pero por si acaso su presencia no era suficiente el grandullón se colocó a su lado, mostrando su corpachón y la enorme espada que llevaba a la espalda.
Parecía que los humanos iban poco a poco ganando terreno y que los gyojin se veían forzados a replegarse cada vez más hacia la capital, más cercada a cada minuto que pasaba. Sin embargo los reyes marinos de los ríos habían formado una última línea de defensa en torno a la gran ciudad que estaba resultando absolutamente inexpugnable para quienes buscaban recuperarla.
En un área volcánica que pudieron visualizar desde las alturas un pequeño grupo de personas, algunas de ellas maniatadas, corrían. Parecía que huían de algo. No tardaron en identificar a sus perseguidores, un grupo notablemente más grande que había emergido desde un agujero en el suelo. ¿Sería aquella la entrada a la prisión donde retenían a su capitán?
Therax parecía haber pensado lo mismo, pues no tardó en hacerle una señal para que descendiera junto a él. Se dirigieron hacia el grupo perseguidor, a los que Therax preguntó de dónde procedían. El tono de voz del rubio, pese a no llevar ninguna amenaza implícita, resultaba imponente. Pero por si acaso su presencia no era suficiente el grandullón se colocó a su lado, mostrando su corpachón y la enorme espada que llevaba a la espalda.
- Resumen:
- Bajar junto a Therax y ejercer de presencia intimidatoria para facilitar una respuesta.
Alexandra Holmes
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Seguía con su faena, pidiendo a los gyojin que por favor estuvieran tranquilos, que no iban a arreglar nada reventándole los tímpanos a gritos. Aunque al principio los aldeanos estaban más horrorizados que otra cosa no tardaron mucho en ir a recoger a sus congéneres. Sus hermanos, hermanas, padres, madres, hijos, hijas y esposos o esposas. En ese momento Alexandra se encontraba "sola" en términos familiares, sus padres habían fallecido ya, era hija única, no tenía hijos y los que una vez llamó maridos estaba cada uno a su aire.
Aún quedaban rastros de humanidad en la científica, casi todos relacionados con una única persona. No es que le hiciera mucha ilusión hacer el papel de buena como llevaba haciendo desde su llegada a Wano, lo hacía por Katharina, para devolverle el favor sacándola de la cárcel. Pronto los propios aldeanos empezaban a ayudar incluso, superando su horror para conseguir la libertad que anhelaban.
Sonrió de lado. Heh, estaba haciendo el trabajo de los revolucionarios mejor que ellos.
Vale, tenía que admitir que no se esperaba aquella reverencia comunitaria. Hasta ella se quedó a cuadros, ¡no debían alabarla ni agradecerle, si era más mala que la mala hierba! Un par de ancianos se adelantarían. Tenían sus dudas porque... bueno, a ver, siendo justos tenían razón. Si no hacían lo mismo con los pueblos de los alrededores al final acabarían volviendo.
—No puedo contaros los planes exactos, espero que lo entendáis, es una batalla que debemos librar con absoluto cuidado —respondió primero. Entonces recordó que Katharina había ordenado liberar el pueblo. Ya habían cumplido con esa orden, así que haría una llamada a... ¿Katharina? No, debía estar ocupada todavía. Mejor llamaría a Rose —. Dadme un par de segundos, tengo que hablar con mi jefa un momento —dijo, encontrando el DDM.
—¿Rose? Soy Xandra. Si estás con Katha dile que ya hemos liberado el pueblo, esas sardinas no han supuesto ninguna amenaza. Ahora mismo estoy mandando un mensaje a los gyojin y... ¿vienes para traer qué? ¿murallas? perfecto, creo que estas personas querrán ayudar. Kaya está alimentándolos e Ino se ha ido a perseguir a los que huían, pero creo que se ha perdido. No creo que le pase nada pero por avisar. Ahá, vale, ahora nos vemos, creo que no te costará mucho trabajo encontrarnos, igualmente ella sabe dónde estamos, te lo dirá.
Bueno, esa llamada tenía cosas buenas. La primera que iba a estar entretenida un rato echando una mano con las murallas. La segunda que iba a poder satisfacer la curiosidad de los aldeanos. La tercera que lo mismo Ino volvía un año de estos. De nuevo se giró hacia los dos ancianos. Bueno... era el momento de levantar la moral, o por lo menos de intentarlo.
—Como os he dicho, no puedo hablaros de todo lo que haremos por precaución, pero sí puedo deciros una cosa —empezó. Ese era uno de esos momentos en los que ser un poco nerd de la literatura podía ayudar... o no. Pensó en toser, pero haría algo más sonoro. Aprovechó que llevaba tacones puestos y dio un golpe de tacón en el suelo. Por alguna razón desconocida, el estruendo del golpe se haría oír en toda la aldea y, con algo de suerte, conseguiría la atención de la mayoría de habitantes.
Respiraría hondo, y alzaría su voz.
—Este pueblo es solo el comienzo de vuestra libertad. Ahora mismo una heraldo de mi capitana está de camino con los planos que necesitamos para fortificar este pueblo —era consciente de que no podía revelar nada de onigashima, las alianzas de katharina ni nada parecido, pero lo que sí podía hacer era darles la confianza de que iban a defender esa aldea, al menos de momento —. Yo sola no puedo hacerlo —y tenía razón porque no podía construir toda la muralla esa sola, pero quedaba bien para mostrar una falsa humildad —. Necesito vuestra ayuda para hacer de esta aldea el inicio del final de la tiranía de esos kappas. Una vez lo preparemos y lo fortifiquemos podremos protegeros más fácilmente, y entonces... llevaremos la batalla y la justicia a los responsables de estas masacres, así seréis libres una vez más. Así Wano volverá a pertenecer a sus legítimos dueños —mezclaría la ambigüedad con la intensidad, la necesidad de protegerse y tomaría prestadas las ideas de libertad y justicia del Ejército Revolucionario. No es que fuera una experta construyendo discursos, pero estaba bastante segura de que había mezclado las cantidades justas de idealismo, humildad y ambigüedad para animar a cualquiera. La cereza del pastel era meter por ahí la palabra justicia. En los relatos que había leído siempre ganaba el bando que fardaba primero de la justicia.
Ahora ella era la justicia y, por tanto, tenía razón. Punto pelota. Mientras tanto, lenta pero constante, la e-nucleus continuaba recuperando su carga.
«Si él estuviera ahí colgado... también querría darle descanso y cobrarme la venganza»
Aún quedaban rastros de humanidad en la científica, casi todos relacionados con una única persona. No es que le hiciera mucha ilusión hacer el papel de buena como llevaba haciendo desde su llegada a Wano, lo hacía por Katharina, para devolverle el favor sacándola de la cárcel. Pronto los propios aldeanos empezaban a ayudar incluso, superando su horror para conseguir la libertad que anhelaban.
Sonrió de lado. Heh, estaba haciendo el trabajo de los revolucionarios mejor que ellos.
Vale, tenía que admitir que no se esperaba aquella reverencia comunitaria. Hasta ella se quedó a cuadros, ¡no debían alabarla ni agradecerle, si era más mala que la mala hierba! Un par de ancianos se adelantarían. Tenían sus dudas porque... bueno, a ver, siendo justos tenían razón. Si no hacían lo mismo con los pueblos de los alrededores al final acabarían volviendo.
—No puedo contaros los planes exactos, espero que lo entendáis, es una batalla que debemos librar con absoluto cuidado —respondió primero. Entonces recordó que Katharina había ordenado liberar el pueblo. Ya habían cumplido con esa orden, así que haría una llamada a... ¿Katharina? No, debía estar ocupada todavía. Mejor llamaría a Rose —. Dadme un par de segundos, tengo que hablar con mi jefa un momento —dijo, encontrando el DDM.
—¿Rose? Soy Xandra. Si estás con Katha dile que ya hemos liberado el pueblo, esas sardinas no han supuesto ninguna amenaza. Ahora mismo estoy mandando un mensaje a los gyojin y... ¿vienes para traer qué? ¿murallas? perfecto, creo que estas personas querrán ayudar. Kaya está alimentándolos e Ino se ha ido a perseguir a los que huían, pero creo que se ha perdido. No creo que le pase nada pero por avisar. Ahá, vale, ahora nos vemos, creo que no te costará mucho trabajo encontrarnos, igualmente ella sabe dónde estamos, te lo dirá.
Bueno, esa llamada tenía cosas buenas. La primera que iba a estar entretenida un rato echando una mano con las murallas. La segunda que iba a poder satisfacer la curiosidad de los aldeanos. La tercera que lo mismo Ino volvía un año de estos. De nuevo se giró hacia los dos ancianos. Bueno... era el momento de levantar la moral, o por lo menos de intentarlo.
—Como os he dicho, no puedo hablaros de todo lo que haremos por precaución, pero sí puedo deciros una cosa —empezó. Ese era uno de esos momentos en los que ser un poco nerd de la literatura podía ayudar... o no. Pensó en toser, pero haría algo más sonoro. Aprovechó que llevaba tacones puestos y dio un golpe de tacón en el suelo. Por alguna razón desconocida, el estruendo del golpe se haría oír en toda la aldea y, con algo de suerte, conseguiría la atención de la mayoría de habitantes.
Respiraría hondo, y alzaría su voz.
—Este pueblo es solo el comienzo de vuestra libertad. Ahora mismo una heraldo de mi capitana está de camino con los planos que necesitamos para fortificar este pueblo —era consciente de que no podía revelar nada de onigashima, las alianzas de katharina ni nada parecido, pero lo que sí podía hacer era darles la confianza de que iban a defender esa aldea, al menos de momento —. Yo sola no puedo hacerlo —y tenía razón porque no podía construir toda la muralla esa sola, pero quedaba bien para mostrar una falsa humildad —. Necesito vuestra ayuda para hacer de esta aldea el inicio del final de la tiranía de esos kappas. Una vez lo preparemos y lo fortifiquemos podremos protegeros más fácilmente, y entonces... llevaremos la batalla y la justicia a los responsables de estas masacres, así seréis libres una vez más. Así Wano volverá a pertenecer a sus legítimos dueños —mezclaría la ambigüedad con la intensidad, la necesidad de protegerse y tomaría prestadas las ideas de libertad y justicia del Ejército Revolucionario. No es que fuera una experta construyendo discursos, pero estaba bastante segura de que había mezclado las cantidades justas de idealismo, humildad y ambigüedad para animar a cualquiera. La cereza del pastel era meter por ahí la palabra justicia. En los relatos que había leído siempre ganaba el bando que fardaba primero de la justicia.
Ahora ella era la justicia y, por tanto, tenía razón. Punto pelota. Mientras tanto, lenta pero constante, la e-nucleus continuaba recuperando su carga.
- resumen:
Llama a Rose porque supone que Kath seguirá liada, le cuenta las cosas y se entera de que viene con planos de una muralla.
Utiliza un golpe de tacón supersonoro para llamar la atención de la gente de la aldea (Factor Shonen).
Dice movidas de revolucionaria para intentar levantar la moral de los aldeanos y conseguir que ayuden cuando Rose llegue.
La última ronda de reconocimiento la hizo más pausada, fijándose en todo lo que había en cada una de las celdas o despachos de aquella extraña prisión. No había nada, tan solo mierda, orines y restos de comida poco apetecible. «Cualquier cosa de valor fijo que se lo han llevado algún carcelero o cualquier prisionero», pensó el pelirrojo, rascándose levemente la bolsa escrotal, sintiendo un cosquilleo que le recorrió todo el cuerpo en menos de un segundo. «Creo que va siendo hora de usar la maquinilla de afeitar ahí abajo», se dijo con cierto desagrado. Para Zane tener el cuerpo depilado era algo indispensable, pues lo consideraba mucho más higiénico. ¿Metrosexual? Estaba claro que sí. Un referente en lo suyo, y propulsor del movimiento en el archipiélago sabaody cuando era más joven.
Acopló la espada en su cinto, atándola a la vieja usanza mediante unas cuerdas preparadas para ello y comenzó a subir las escaleras, peldaño a peldaño con calma y parsimonia, como si no tuviera prisa alguna. El camino fue haciendo cada vez más largo e interminable, hasta el punto que comenzó a sentirse cansado.
—¿Es que no va a terminar nunca? —se preguntó, observando la gran cantidad de peldaños que aún le faltaban.
Continuó y continuó, notando como el tiempo en aquella celda le había dejado un pelín atrofiado, aunque aquello parecía estar sirviéndole de calentamiento, pues el agarrotamiento de sus músculos se deshacía con cada paso que daba. Y finalmente, pudo ver la luz al final del túnel: una puerta entreabierta. Sin embargo, tras ella era capaz de escuchar un murmullo, que fue cobrando forma gracias a sus agudos sentidos mejorados con su mantra. Una de las voces la conocía perfectamente, pues la había sido la última que oyó antes de ser encarcelado… «No tengo la menor duda, se trata de ese hijo de perra», se dijo, sintiendo impotencia.
La conversación que estaban teniendo era, cuanto menos, interesante. Un mengano llamado Henri se estaba quejando de la estancia del pelirrojo en aquel lugar, por razones más que evidentes. No obstante, lo que realmente sorprendió al pirata fue que un sujeto de nombre desconocido le quería vivo, al menos por el momento, por razones que no entendía. ¿Querría matarle el mismo? ¿Seria el traidor del que le avisaron semanas atrás, poco después de salvar a Luka? Pero lo peor de todo no era que quisieran partirle la cara, ya que en esa lista había mucha gente, si no que tenía sus armas y cualquiera que conociera a Zane, pese a su forma de ser, sabía que tenía arraigada muy a su manera las costumbres Wanense, y eso implicaba que iría a recuperarlas más tarde o más temprano.
Entretanto, mediante la apertura de la puerta que era lo suficientemente grande como para ver en que lugar se encontraban, observó que no era una sala edificada, si no una especie de depresión dentro de… ¿una montaña? Era piedra todo lo que lo rodeaba, y Zane supuso que quizás estaba encerrado en alguna cárcel construida en el mismo monte Fuji. En el centro había una mesa que brillaba de forma extraña, pero su atención la recibió una serie de armas con vainas negras que estaban sobre ella. Usó su vista de pájaro tratando de verlas con más claridad, tratando de distinguir si había alguna katana o arma que pudiera usar, ya que: «Si las tienen ahí es porque son importantes», reflexionó el pelirrojo.
El pelirrojo tenía muchas dudas sobre lo que debía hacer en esa situación, ya que la persona que tenía frente a él era el oponente más poderoso al que se había enfrentado después de Dexter; eso sin contar a que estaba acompañado de otro miembro de su organización, que de ser igual de poderoso iba a tener un serio problema. Así que tenía dos opciones: dar media vuelta como un cobarde y reunirse con su banda o entrar y que fuera lo que el destino le tuviera preparado.
Finalmente, a favor de todos los pronósticos posibles, un aura rojiza comenzó a envolver al pelirrojo, que no tardó en impulsarse con todas sus fuerzas hacia la mesa para coger todas las armas posibles, haciendo surgir sus alas justo antes de llegar a ellas para intentar no apoyarse en la mesa que brilla; ayudado en todo momento por su mantra por si tenía que esquivar o bloquear algún ataque. Al mismo tiempo, el aura rojiza se estaba convirtiendo en llamas que, a su vez, dejaron paso a la hibridación perfecta entre el demonio de su fruta y un ser humano, completamente envuelto en llamas a una temperatura absurda, las cuales se propagaban gracias al leve aleteo de sus alas. Sí, estaba usando su despertar en su máximo esplendor.
—Dile a vuestro jefe, que sabrá cómo encontrarme cuando llegue el momento —dijo, para luego impulsarse hacia el cielo a gran velocidad, ya que si se encontraba en el cráter de la montaña tendría vía libre hacia el cielo.
Daría todo lo que pudiera para salir de allí volando, y de esa forma buscar a su banda.
«Aletea lo más rápido que puedas», se animaba a sí mismo.
Acopló la espada en su cinto, atándola a la vieja usanza mediante unas cuerdas preparadas para ello y comenzó a subir las escaleras, peldaño a peldaño con calma y parsimonia, como si no tuviera prisa alguna. El camino fue haciendo cada vez más largo e interminable, hasta el punto que comenzó a sentirse cansado.
—¿Es que no va a terminar nunca? —se preguntó, observando la gran cantidad de peldaños que aún le faltaban.
Continuó y continuó, notando como el tiempo en aquella celda le había dejado un pelín atrofiado, aunque aquello parecía estar sirviéndole de calentamiento, pues el agarrotamiento de sus músculos se deshacía con cada paso que daba. Y finalmente, pudo ver la luz al final del túnel: una puerta entreabierta. Sin embargo, tras ella era capaz de escuchar un murmullo, que fue cobrando forma gracias a sus agudos sentidos mejorados con su mantra. Una de las voces la conocía perfectamente, pues la había sido la última que oyó antes de ser encarcelado… «No tengo la menor duda, se trata de ese hijo de perra», se dijo, sintiendo impotencia.
La conversación que estaban teniendo era, cuanto menos, interesante. Un mengano llamado Henri se estaba quejando de la estancia del pelirrojo en aquel lugar, por razones más que evidentes. No obstante, lo que realmente sorprendió al pirata fue que un sujeto de nombre desconocido le quería vivo, al menos por el momento, por razones que no entendía. ¿Querría matarle el mismo? ¿Seria el traidor del que le avisaron semanas atrás, poco después de salvar a Luka? Pero lo peor de todo no era que quisieran partirle la cara, ya que en esa lista había mucha gente, si no que tenía sus armas y cualquiera que conociera a Zane, pese a su forma de ser, sabía que tenía arraigada muy a su manera las costumbres Wanense, y eso implicaba que iría a recuperarlas más tarde o más temprano.
Entretanto, mediante la apertura de la puerta que era lo suficientemente grande como para ver en que lugar se encontraban, observó que no era una sala edificada, si no una especie de depresión dentro de… ¿una montaña? Era piedra todo lo que lo rodeaba, y Zane supuso que quizás estaba encerrado en alguna cárcel construida en el mismo monte Fuji. En el centro había una mesa que brillaba de forma extraña, pero su atención la recibió una serie de armas con vainas negras que estaban sobre ella. Usó su vista de pájaro tratando de verlas con más claridad, tratando de distinguir si había alguna katana o arma que pudiera usar, ya que: «Si las tienen ahí es porque son importantes», reflexionó el pelirrojo.
El pelirrojo tenía muchas dudas sobre lo que debía hacer en esa situación, ya que la persona que tenía frente a él era el oponente más poderoso al que se había enfrentado después de Dexter; eso sin contar a que estaba acompañado de otro miembro de su organización, que de ser igual de poderoso iba a tener un serio problema. Así que tenía dos opciones: dar media vuelta como un cobarde y reunirse con su banda o entrar y que fuera lo que el destino le tuviera preparado.
Finalmente, a favor de todos los pronósticos posibles, un aura rojiza comenzó a envolver al pelirrojo, que no tardó en impulsarse con todas sus fuerzas hacia la mesa para coger todas las armas posibles, haciendo surgir sus alas justo antes de llegar a ellas para intentar no apoyarse en la mesa que brilla; ayudado en todo momento por su mantra por si tenía que esquivar o bloquear algún ataque. Al mismo tiempo, el aura rojiza se estaba convirtiendo en llamas que, a su vez, dejaron paso a la hibridación perfecta entre el demonio de su fruta y un ser humano, completamente envuelto en llamas a una temperatura absurda, las cuales se propagaban gracias al leve aleteo de sus alas. Sí, estaba usando su despertar en su máximo esplendor.
—Dile a vuestro jefe, que sabrá cómo encontrarme cuando llegue el momento —dijo, para luego impulsarse hacia el cielo a gran velocidad, ya que si se encontraba en el cráter de la montaña tendría vía libre hacia el cielo.
Daría todo lo que pudiera para salir de allí volando, y de esa forma buscar a su banda.
«Aletea lo más rápido que puedas», se animaba a sí mismo.
- Resumen:
- Rascarse porque le pica algo, subir la escalinata, escuchar la conversación, tratar de robar las armas e irse de allí para hacer un favor al mod y tener una moderación menos, echando fuego a tutiplein.
El movimiento resultó perfecto. De haber tenido público, este habría roto a aplaudir, y si hubiese estado el jurado de los juegos olímpicos de invierno seguramente habría recibido un unánime seis por el desempeño técnico y la gracilidad de sus movimientos. El resultado de este, sin embargo, fue... Complejo, cuanto menos. No lo habría llamado fracaso, dado que habían partido por la mitad a la serpiente, pero lo cierto era que se habían formado dos, una en cada mitad, y no parecían muy contentas por ello. En realidad no habían parecido contentas en ningún momento, pero ahora estaban mucho, mucho más enfadadas. Aunque solo podía deducir eso de los temblores y de que se moviesen más deprisa que un epiléptico en una rave.
- ¡Empiezo a pensar que no quieren que pasemos! -gritó al enano mirando hacia arriba. Maldita ironía-. ¡Tal vez sea de mala educación insistir tanto!
Tras dos semanas en los túneles lo cierto era que habían tomado la posible salida con un poco de vehemencia, pero tal vez estaban actuando de la forma equivocada. Igual que la violencia solo entrañaba violencia y que el roce hacía el cariño, la manera de derrotar a aquellas criaturas... O de atravesar el lugar, más bien, era dejar de luchar. Quedarse quietos. Pero no podían hacerlo mientras los bichos esos estuviesen tratando de matarlos.
Trató de moverse para esquivarlas, pero las raquíticas piernas que había generado se rompieron, haciendo que el cascanueces cayese derribado. ¿Por qué había hecho las piernas tan pe...? Un momento, ¿Dónde estaba Jack? Tenía tendencia a desaparecer, pero siempre volvía en el momento oportuno. Él debería haber estado para dar solidez a la parte inferior del coloso.
Sin embargo, al caer de la figura pudo ver que la incandescencia de las... ¿lombrices ígneas? Estaba claro que serpientes, lo que se dice serpientes, no eran, pero no podía llamarlas de muchas más maneras. En fin, dejándose de tonterías, si habían conseguido -más bien, Arthur había conseguido- hacerles perder calor, estaba claro que no se trataba de una batalla que la espada pudiese ganar. Así que desplegó las cuchillas de su Al Might y, patinando sobre el hielo que él mismo iba generando, trató de rodear a la serpiente con capas y capas de hielo mientras el pelirrojo enfriaba a la otra. Esperaba que eso funcionase o tendría que empezar a actuar con cierta cordura en vez de solo hacer cosas para impresionar.
- ¡Empiezo a pensar que no quieren que pasemos! -gritó al enano mirando hacia arriba. Maldita ironía-. ¡Tal vez sea de mala educación insistir tanto!
Tras dos semanas en los túneles lo cierto era que habían tomado la posible salida con un poco de vehemencia, pero tal vez estaban actuando de la forma equivocada. Igual que la violencia solo entrañaba violencia y que el roce hacía el cariño, la manera de derrotar a aquellas criaturas... O de atravesar el lugar, más bien, era dejar de luchar. Quedarse quietos. Pero no podían hacerlo mientras los bichos esos estuviesen tratando de matarlos.
Trató de moverse para esquivarlas, pero las raquíticas piernas que había generado se rompieron, haciendo que el cascanueces cayese derribado. ¿Por qué había hecho las piernas tan pe...? Un momento, ¿Dónde estaba Jack? Tenía tendencia a desaparecer, pero siempre volvía en el momento oportuno. Él debería haber estado para dar solidez a la parte inferior del coloso.
Sin embargo, al caer de la figura pudo ver que la incandescencia de las... ¿lombrices ígneas? Estaba claro que serpientes, lo que se dice serpientes, no eran, pero no podía llamarlas de muchas más maneras. En fin, dejándose de tonterías, si habían conseguido -más bien, Arthur había conseguido- hacerles perder calor, estaba claro que no se trataba de una batalla que la espada pudiese ganar. Así que desplegó las cuchillas de su Al Might y, patinando sobre el hielo que él mismo iba generando, trató de rodear a la serpiente con capas y capas de hielo mientras el pelirrojo enfriaba a la otra. Esperaba que eso funcionase o tendría que empezar a actuar con cierta cordura en vez de solo hacer cosas para impresionar.
- Resumen:
- Me pido una serpiente y la intento congelar.
Ivan Markov
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Pues no le faltaba razón. Katharina había señalado algunos detalles interesantes. No le gustaba aquella situación ni aquella manera de realizar una guerra; estaba acostumbrado a simplificar sus problemas como una caza: identificar la presa, rastrearla y cazarla. La estrategia de batalla contra la Marina en Kuri había llevado su seña de identidad en ese sentido. Había identificado a la Marina como la presa, los había atraído a la trampa y los había masacrado en una situación elegida por él en la que tenía la ventaja. Sin embargo Katharina se le había adelantado y había declarado la guerra a Julius antes de tiempo. La situación se había invertido; Julius era consciente de sus intenciones y ya no podían tomarlo por sorpresa en su base, o difícilmente atraerlo a una trampa. Aquella no era la manera en que él afrontaría la guerra contra un Yonkou... pero él no era el capitán. Reunir una alianza contra los enemigos era buena idea por otro lado; no dejaba de ser ampliar lo que ya habían comenzado a hacer dos semanas atrás. Meterse en territorio enemigo cuando sabían que iban en camino le gustaba menos; al menos iban a hacerlo con sutileza y en silencio. La parte que le preocupaba era que Katharina era la antítesis del sigilo y el subterfugio.
- No estoy de acuerdo con incluir a la Marina. Un pacto de no agresión es buena idea. Una alianza sin una mínima confianza es de poca utilidad, y lo único que podemos confiar que hará la Marina es darnos la puñalada en cuanto les demos la espalda. Recuerda, Kath, que el Gobierno no está protegiendo una isla que le pertenezca. Está realizando una incursión en tierras ajenas - suspiró - Sigue siendo tu decisión, pero te recomiendo que tengas en cuenta mis palabras.
Acto seguido se apartó unos pasos y, mientras buscaba el den den mushi en su capa, mandó una orden mental a uno de sus ghouls. "Coge cincuenta zombies y ve a la aldea cercana. Allí te pondrás a las órdenes de Alexandra y pondrás a los zombies a trabajar en lo que ella te ordene. Si por lo que sea Xandra no está disponible, las órdenes las da Kaya. Si por alguna desgracia ninguna de las dos está presente..." dudó por un momento y contuvo un suspiro "Entonces sería Inosuke la persona al mando." Tras dar esas órdenes, cogió el den den mushi y llamó a Berthil
- Soy Ivan - esperó a escuchar la voz de Berthil y cerciorarse de que era él - Tenemos novedades. Hemos reunido nuestro ejército y aliados. No puedo dar cifras en un canal no seguro, pero creemos poder ser una ayuda sustancial. Sobre nuestros enemigos, creemos que hemos confirmado los lazos entre Hipatia y Julius. Su base en Onigashima está protegida por reyes marinos. Katharina me ha pedido que te comunique nuestras intenciones: ampliar la alianza contra estos tres enemigos. Supongo que siendo su líder tu antiguo capitán estás en buenos términos con la Revolución y están para ayudarte. Por nuestra parte, pretendemos formalizar nuestra alianza con ellos. También ha planteado que deberíamos pensar la posibilidad de pactar con Zane D. Kenshin... a pesar de su llamativo fiasco en Kuri. Te puedo confirmar que lo que le falta de pensador, lo tiene de guerrero. Señalándole en la dirección correcta puede causar mucho daño a nuestros enemigos.
Mientras terminaba de conversar con Berthil seguiría a Katharina a la reunión con Dexter. Esperaba que las cosas no se complicasen más y pronto tuviesen un objetivo claro al que rebanarle el cuello. Odiaba aquella inactividad.
- No estoy de acuerdo con incluir a la Marina. Un pacto de no agresión es buena idea. Una alianza sin una mínima confianza es de poca utilidad, y lo único que podemos confiar que hará la Marina es darnos la puñalada en cuanto les demos la espalda. Recuerda, Kath, que el Gobierno no está protegiendo una isla que le pertenezca. Está realizando una incursión en tierras ajenas - suspiró - Sigue siendo tu decisión, pero te recomiendo que tengas en cuenta mis palabras.
Acto seguido se apartó unos pasos y, mientras buscaba el den den mushi en su capa, mandó una orden mental a uno de sus ghouls. "Coge cincuenta zombies y ve a la aldea cercana. Allí te pondrás a las órdenes de Alexandra y pondrás a los zombies a trabajar en lo que ella te ordene. Si por lo que sea Xandra no está disponible, las órdenes las da Kaya. Si por alguna desgracia ninguna de las dos está presente..." dudó por un momento y contuvo un suspiro "Entonces sería Inosuke la persona al mando." Tras dar esas órdenes, cogió el den den mushi y llamó a Berthil
- Soy Ivan - esperó a escuchar la voz de Berthil y cerciorarse de que era él - Tenemos novedades. Hemos reunido nuestro ejército y aliados. No puedo dar cifras en un canal no seguro, pero creemos poder ser una ayuda sustancial. Sobre nuestros enemigos, creemos que hemos confirmado los lazos entre Hipatia y Julius. Su base en Onigashima está protegida por reyes marinos. Katharina me ha pedido que te comunique nuestras intenciones: ampliar la alianza contra estos tres enemigos. Supongo que siendo su líder tu antiguo capitán estás en buenos términos con la Revolución y están para ayudarte. Por nuestra parte, pretendemos formalizar nuestra alianza con ellos. También ha planteado que deberíamos pensar la posibilidad de pactar con Zane D. Kenshin... a pesar de su llamativo fiasco en Kuri. Te puedo confirmar que lo que le falta de pensador, lo tiene de guerrero. Señalándole en la dirección correcta puede causar mucho daño a nuestros enemigos.
Mientras terminaba de conversar con Berthil seguiría a Katharina a la reunión con Dexter. Esperaba que las cosas no se complicasen más y pronto tuviesen un objetivo claro al que rebanarle el cuello. Odiaba aquella inactividad.
- resumen:
- - Opino del plan.
- Doy órdenes mentales a un ghoul de que coja cincuenta zombies y se ponga a las órdenes de Xandra.
- Llamo a Berthil para ponerlo al día de la situación y plantearle la idea de Katharina.
- Me voy con Katharina a buscar a Dexter.
Aki D. Arlia
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No tardó mucho en entender que había hecho lo correcto haciendo que Hitomi se desmayara. El camino hacia Datebaio no fue largo, pero sí trágico. Había pueblos pastos de las llamas y de la destrucción e incluso desde los cielos se olían la desesperación y el horror de la guerra. Maldijo en voz baja, para sí. No debería haberse quedado dos semanas haciendo de niñera. Habría podido hacer mucho, muchísimo más. Pero también podía hacerlo ahora, así que en lugar de regodearse en su arrepentimiento, apretó los dientes y aceleró.
La cosa no pintaba bien. Había dos ejércitos acercándose y no tardarían en llegar a ellos. Tenían que prepararse para combatirlos, pero por suerte cuando aterrizó los preparativos hacía rato que habían empezado. El lugar se encontraba en continuo movimiento. Distinguió a Dexter a lo lejos, creando lo que parecían… armas, y no pocas. No lejos de él vio a los jóvenes que esperaban para tener algo con lo que luchar y sus labios se convirtieron en una fina línea mientras fruncía el ceño. Esa gente había sobrevivido a que arrasaran sus pueblos y ahora iban a combatir, seguramente por primera vez en su vida, para defender lo que quedaba de ellos. Cenizas, cimientos calcinados, familiares a los que enterrar y lamentar. Y aún así, no se les podía pedir que no combatieran. Lo entendía. Ella habría hecho lo mismo.
Iba a dirigirse a ellos, pero le pararon por el camino. Le alegró tener un motivo para sonreír y saludó a Prometeo con ganas.
-Estábamos en Hakumai, hasta hace nada. La princesa debía encontrarse con Dexter dada la situación, así que la he traído. Los samuráis están de una pieza, descuida. Protegerán el castillo como les manda su deber.
Obvió el hecho de que había tenido que convencer no muy sutilmente a la heredera al trono para poder traerla. Escuchó a Prometeo presentarte ante Dexter y se llevó una mano a la boca para sofocar una risa con una pequeña tos. No podía evitarlo, las formalidades del ejército siempre le habían parecido innecesarias y artificiales. El pobre debía estar nervioso de hablarle y se le hacía tremendamente ajeno.
Volvió a sonreír al toparse con Shinobu. Dejó que le hablara a la princesa, esperando que hubiera despertado para oírla y poder responderle. En realidad le daba un poco igual si contaba cómo la había traído, el caso es que estaba allí y no tardaría en ver que era justo en donde tenía que estar. Seguramente eso no evitase que se enfadara con ella, pero era un riesgo que no le molestaba correr. Lamentablemente, había cosas más importantes.
-Por supuesto.- le dijo con una sonrisa a la joven guerrera.- Te dije que le protegería, ¿no?
Dejó que ella también fuera con Dexter. Sonrió con ternura al escuchar cómo su voz se quebraba y, no queriendo interrumpir, aprovechó para acercarse a las improvisadas tropas. Antes de llegar paró un momento y llevándose un dedo a la boca para que Shinobu no dijera nada, recuperó su apariencia original. El carbón se volvió fuego y le guiñó un ojo azul a la heredera mientras agarraba uno de sus cuchillos y le susurraba:
-Están asustados. Es su primera batalla y quiero ayudarlos. Luego iremos con Dexter, no tardaré.
Avanzó un par de pasos y agarrando una de las lanzas de metal, batió su cuchillo contra la punta tres veces, dejando que el sonido reverberase por el lugar. Se subió a una roca para que los novatos le vieran bien y utilizó su poder de la forma más amable que pudo, tratando de atraerles a sí, de quitarles el miedo distrayéndoles.
-Menudo día se ha quedado, ¿verdad? - Les sonrió, hablando con naturalidad como si no estuvieran a punto de correr alegremente hacia los brazos de la muerte.- Es un día difícil. No sabéis quién soy y no lo necesitáis. Lo único que tenéis que saber es que estoy de vuestra parte. Mirad a vuestro alrededor. No estáis solos. No estáis solos y eso es lo más importante. - Alzó la voz, tratando de cautivarlos todavía más. No iba a dejar que ni uno solo de esos jóvenes marchara a la batalla con el miedo en la garganta.- Hace años desde que tuve mi primera batalla y no la olvidaré jamás. Pero yo estaba sola cuando acabé en el suelo ensangrentada.- Les miró con dulzura, sonriéndoles. - Va a ser un día duro. Cubriros las espaldas. Cuidad los unos de los otros. No deis vuestras vidas en vano, pero luchad con todo lo que tengáis. Eso podéis hacerlo, ¿verdad? Nadie os pide nada más. Estaremos allí, codo con codo, ayudándoos a cada paso. Podemos hacer esto. Cuando caiga la noche, vendaremos cada herida y cantaremos canciones hasta caer dormidos. Bailaremos alrededor de las hogueras y celebraremos haber sobrevivido un día más.
Bajó de la piedra y caminó entre ellos, tratando de infundirles confianza.- Peleáis por lo que más os importa, por lo que os han arrebatado. No dejéis que la ira os ciegue, pero que os arda el pecho cuando asestéis cada golpe. La primera batalla nunca se olvida y aunque será complicada, me alegro de que estéis aquí. De que estéis los unos con los otros. He de irme ahora, pero volveré antes de que llegue la hora. No desesperéis. Irá bien.
Cesó poco a poco el efecto de su fruta y fue a buscar a Hitomi. No la había perdido de vista durante todo el proceso, porque no quería que se escapara. Encontrar a Dexter fue algo más complicado, pero al final le divisó en lo alto de un edificio. Voló hasta allí con la heredera en brazos y aterrizó a su espalda, sonriente.
-Diría que buenos días, pero algo me dice que quedaría amargo. Sin embargo, he cumplido tu recado. Hitomi, te presento al líder de la Revolución. Cocina un pavo de muerte.
Sabía que no era el momento para bromas y que la heredera podía con lo crudo de la situación, pero no podía evitar querer aligerar el tono. Seguía siendo una niña y le esperaban muchas conversaciones y decisiones duras en lo que quedaba de día. Hacer que no se sintiera intimidada después del viaje a traición que le había hecho hacer, era lo mínimo que estaba en su mano, o por lo menos intentarlo.
La cosa no pintaba bien. Había dos ejércitos acercándose y no tardarían en llegar a ellos. Tenían que prepararse para combatirlos, pero por suerte cuando aterrizó los preparativos hacía rato que habían empezado. El lugar se encontraba en continuo movimiento. Distinguió a Dexter a lo lejos, creando lo que parecían… armas, y no pocas. No lejos de él vio a los jóvenes que esperaban para tener algo con lo que luchar y sus labios se convirtieron en una fina línea mientras fruncía el ceño. Esa gente había sobrevivido a que arrasaran sus pueblos y ahora iban a combatir, seguramente por primera vez en su vida, para defender lo que quedaba de ellos. Cenizas, cimientos calcinados, familiares a los que enterrar y lamentar. Y aún así, no se les podía pedir que no combatieran. Lo entendía. Ella habría hecho lo mismo.
Iba a dirigirse a ellos, pero le pararon por el camino. Le alegró tener un motivo para sonreír y saludó a Prometeo con ganas.
-Estábamos en Hakumai, hasta hace nada. La princesa debía encontrarse con Dexter dada la situación, así que la he traído. Los samuráis están de una pieza, descuida. Protegerán el castillo como les manda su deber.
Obvió el hecho de que había tenido que convencer no muy sutilmente a la heredera al trono para poder traerla. Escuchó a Prometeo presentarte ante Dexter y se llevó una mano a la boca para sofocar una risa con una pequeña tos. No podía evitarlo, las formalidades del ejército siempre le habían parecido innecesarias y artificiales. El pobre debía estar nervioso de hablarle y se le hacía tremendamente ajeno.
Volvió a sonreír al toparse con Shinobu. Dejó que le hablara a la princesa, esperando que hubiera despertado para oírla y poder responderle. En realidad le daba un poco igual si contaba cómo la había traído, el caso es que estaba allí y no tardaría en ver que era justo en donde tenía que estar. Seguramente eso no evitase que se enfadara con ella, pero era un riesgo que no le molestaba correr. Lamentablemente, había cosas más importantes.
-Por supuesto.- le dijo con una sonrisa a la joven guerrera.- Te dije que le protegería, ¿no?
Dejó que ella también fuera con Dexter. Sonrió con ternura al escuchar cómo su voz se quebraba y, no queriendo interrumpir, aprovechó para acercarse a las improvisadas tropas. Antes de llegar paró un momento y llevándose un dedo a la boca para que Shinobu no dijera nada, recuperó su apariencia original. El carbón se volvió fuego y le guiñó un ojo azul a la heredera mientras agarraba uno de sus cuchillos y le susurraba:
-Están asustados. Es su primera batalla y quiero ayudarlos. Luego iremos con Dexter, no tardaré.
Avanzó un par de pasos y agarrando una de las lanzas de metal, batió su cuchillo contra la punta tres veces, dejando que el sonido reverberase por el lugar. Se subió a una roca para que los novatos le vieran bien y utilizó su poder de la forma más amable que pudo, tratando de atraerles a sí, de quitarles el miedo distrayéndoles.
-Menudo día se ha quedado, ¿verdad? - Les sonrió, hablando con naturalidad como si no estuvieran a punto de correr alegremente hacia los brazos de la muerte.- Es un día difícil. No sabéis quién soy y no lo necesitáis. Lo único que tenéis que saber es que estoy de vuestra parte. Mirad a vuestro alrededor. No estáis solos. No estáis solos y eso es lo más importante. - Alzó la voz, tratando de cautivarlos todavía más. No iba a dejar que ni uno solo de esos jóvenes marchara a la batalla con el miedo en la garganta.- Hace años desde que tuve mi primera batalla y no la olvidaré jamás. Pero yo estaba sola cuando acabé en el suelo ensangrentada.- Les miró con dulzura, sonriéndoles. - Va a ser un día duro. Cubriros las espaldas. Cuidad los unos de los otros. No deis vuestras vidas en vano, pero luchad con todo lo que tengáis. Eso podéis hacerlo, ¿verdad? Nadie os pide nada más. Estaremos allí, codo con codo, ayudándoos a cada paso. Podemos hacer esto. Cuando caiga la noche, vendaremos cada herida y cantaremos canciones hasta caer dormidos. Bailaremos alrededor de las hogueras y celebraremos haber sobrevivido un día más.
Bajó de la piedra y caminó entre ellos, tratando de infundirles confianza.- Peleáis por lo que más os importa, por lo que os han arrebatado. No dejéis que la ira os ciegue, pero que os arda el pecho cuando asestéis cada golpe. La primera batalla nunca se olvida y aunque será complicada, me alegro de que estéis aquí. De que estéis los unos con los otros. He de irme ahora, pero volveré antes de que llegue la hora. No desesperéis. Irá bien.
Cesó poco a poco el efecto de su fruta y fue a buscar a Hitomi. No la había perdido de vista durante todo el proceso, porque no quería que se escapara. Encontrar a Dexter fue algo más complicado, pero al final le divisó en lo alto de un edificio. Voló hasta allí con la heredera en brazos y aterrizó a su espalda, sonriente.
-Diría que buenos días, pero algo me dice que quedaría amargo. Sin embargo, he cumplido tu recado. Hitomi, te presento al líder de la Revolución. Cocina un pavo de muerte.
Sabía que no era el momento para bromas y que la heredera podía con lo crudo de la situación, pero no podía evitar querer aligerar el tono. Seguía siendo una niña y le esperaban muchas conversaciones y decisiones duras en lo que quedaba de día. Hacer que no se sintiera intimidada después del viaje a traición que le había hecho hacer, era lo mínimo que estaba en su mano, o por lo menos intentarlo.
- resumen:
- Responder a Prometeo y Shinobu, dar un discursito motivador a los novatos acojonados y subir al edificio conDexter para presentarle a Hitomi
Gareth Silverwing
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Suspiré, por alguna razón veía venir esto. Partir una serpiente que han formado muchas serpientes más pequeñas no va a matarla, sólo vas a acabar con el doble de problemas. En fin, la idea del coloso no era mala y el escenario casi era el ideal para lucirlo... de no ser porque faltaba Jack para las piernas y unos sorprendidos, aterrados y posiblemente confusos ciudadanos que dieran un sonido de fondo formado por aspavientos de incredulidad.
Pero habíamos sacado algo de esto, esas serpientes estaban más frías. Si era un constructo siempre podían volver a formarse, pero el hecho de que optasen por una forma más pequeña implicaba que podían necesitar el calor para mantener una forma tan grande. Si era así sólo teníamos que enfriarlas, aunque en medio de una cueva volcánica era más fácil decirlo que hacerlo. Pude ver cómo las colas de las serpientes goleaban al coloso respetando la cabeza. "Ja, has fallado" estuve a punto de decir, pero una roca cayó sobre mi cabeza en el momento en que abrí la boca, haciendo que me mordiese la lengua. Con cada movimiento que hacíamos la sala en la que estábamos parecía cada vez menos segura pero... Arena. Hasta ahora había sido todo roca sólida, formas vítreas de obsidiana y basalto, roca nueva por así decirlo. Que hubiera arena implicaba un proceso de erosión a la intemperie, o por lo menos en un lugar más frío y sin la presión de miles de toneladas de roca caliente. La arena no implicaba que estuviéramos justo debajo de la superficie, pero por lo menos me indicaba que era posible que no tuviéramos una montaña entera encima de nuestras cabezas, y que la salida podía estar simplemente abriendo un agujero hacia arriba.
De todas formas ese era un problema para el futuro, de momento tenía que centrarme en terminar con el que tenía delante. Con el coloso separado Al estaba intentando envolver a una de las serpientes, pero yo tenía planes para la otra. Si fuera una persona seguramente estaría en guardia, pero contaba con que tuviera la mentalidad de una bestia, así que la estrategia era sencilla. Salté hacia la serpiente que quedaba con los brazos abiertos de par en par, tratando de llegar hasta su vientre o lomo, o lo que fuera. Si lo lograba la aislaría totalmente del entorno y comenzaría a absorber calor para enfriarla, como una sanguijuela.
Pero habíamos sacado algo de esto, esas serpientes estaban más frías. Si era un constructo siempre podían volver a formarse, pero el hecho de que optasen por una forma más pequeña implicaba que podían necesitar el calor para mantener una forma tan grande. Si era así sólo teníamos que enfriarlas, aunque en medio de una cueva volcánica era más fácil decirlo que hacerlo. Pude ver cómo las colas de las serpientes goleaban al coloso respetando la cabeza. "Ja, has fallado" estuve a punto de decir, pero una roca cayó sobre mi cabeza en el momento en que abrí la boca, haciendo que me mordiese la lengua. Con cada movimiento que hacíamos la sala en la que estábamos parecía cada vez menos segura pero... Arena. Hasta ahora había sido todo roca sólida, formas vítreas de obsidiana y basalto, roca nueva por así decirlo. Que hubiera arena implicaba un proceso de erosión a la intemperie, o por lo menos en un lugar más frío y sin la presión de miles de toneladas de roca caliente. La arena no implicaba que estuviéramos justo debajo de la superficie, pero por lo menos me indicaba que era posible que no tuviéramos una montaña entera encima de nuestras cabezas, y que la salida podía estar simplemente abriendo un agujero hacia arriba.
De todas formas ese era un problema para el futuro, de momento tenía que centrarme en terminar con el que tenía delante. Con el coloso separado Al estaba intentando envolver a una de las serpientes, pero yo tenía planes para la otra. Si fuera una persona seguramente estaría en guardia, pero contaba con que tuviera la mentalidad de una bestia, así que la estrategia era sencilla. Salté hacia la serpiente que quedaba con los brazos abiertos de par en par, tratando de llegar hasta su vientre o lomo, o lo que fuera. Si lo lograba la aislaría totalmente del entorno y comenzaría a absorber calor para enfriarla, como una sanguijuela.
- Resumen:
- Morderme la lengua. Hacer el sanguijuelo
Yarmin Prince
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Algo me decía, en lo más profundo de mis adentros, que por mucho que lo creyesen de esa forma, Oc nunca volvería a ver a su amada reina. No sabía dónde estaba, pero sí que estaba en una reunión de inminente cierre antes de recuperar, al menos en la teoría, cada una de sus atribuciones como grano en el culo. El hecho de no conocer su ubicación exacta podía resultar un problema, pero un inválido poco se podía alejar de una de las pocas personas con las que podía comunicarse y, teniendo en cuenta las dimensiones y acceso al palacio, casi era una deducción lógica que se encontraría en este mismo edificio.
Hice el paripé con el cocinero. Me aseguré de que se tratase del banquete más increíble, copioso e innecesario que nunca se hubiese hecho en el lugar, dejándole claro a cada miembro del equipo la vital importancia de aquella tarea. Los ágapes debían ser refrescantes, y los platos fuertes tener un poderoso carácter. Entre plato y plato, cada interludio merecía ser distinto y limpiar la boca dejando un regusto que preparase el paladar para la experiencia que sobrevendría. No soy un experto en comida, pero mis vastas nociones de protocolo servían en cierto modo a la hora de ordenar una cena como era debido.
- Ah, y una cosa más -recalqué, alzando el dedo hasta mi cabeza, con una sonrisa-. Son órdenes de Su Majestad la Emperatriz; pongan todo su empeño en cada detalle, porque ya saben cómo es. Ni una anchoa fuera de su aceituna, ni una gota de salsa fuera de su lugar. Trabajen limpio, seguro y, sobre todo, trabajen bien. Para cualquier cosa que necesiten estoy a su disposición, pero ahora, si me disculpan... Tengo asuntos de vital importancia para la corona.
Di un suave toque en el hombro a mi acompañante, asegurándome con una nueva orden de que estaba bajo mi control. En esta ocasión se trataba de hacerle introducir uno de sus dedos en su fosa nasal; nunca había precaución suficiente. Si efectivamente volvía a confirmarse que estaba bajo mi control dejaría que me acompañase, pero antes le daría la mano para asegurarme de reforzar mi influencia sobre él, usando nuevamente mi serv. Al fin y al cabo me estaba jugando el tipo, y nadie podría desear que accidentalmente, o por fruto de un despiste desafortunado todo el castillo de naipes cayese sobre mi cabeza. En cualquier caso, activé mi Haki de observación.
Era sencillo, relativamente, deducir dónde estaba Oc: En las estancias que yo no tenía permiso para visitar. Sin embargo, no había ascendido en el Cipher Pol simplemente por mancharme los zapatos de sangre y mantener mi dulce cara impoluta, no. Había determinados talentos en mí que había puesto tanto en manos del Gobierno como del mejor postor -que usualmente era yo-, habilidades increíbles que me habían convertido en uno de los mejores agentes de neutralización de todos los tiempos, mayormente gracias a mi capacidad de aparecer inesperadamente en cualquier lugar.
Ordené a mi esclavo vigilar la estancia en la que la reina se encontraba. Si por algún casual Sir Oc trataba de entrar, debía lanzarse contra él y abandonar el recinto corriendo. Para eso le di el tanto de Augustus que, esperaba, Hipatia reconocería. Un triste ataque de celos... Pobre reina.
Me dispuse a ascender por las escaleras, asegurándome de permanecer entre las sombras que proyectase cualquier mueble, alejándome de cualquier línea de percepción directa y asegurándome de estar siempre lo más cerca posible de los puntos ciegos, sondando a través del Haki la presencia de Oc o, en caso de no poder encontrarla, la mayor concentración de auras en el mínimo espacio posible... Asegurándome de que no fuese una garita de guardia lo que seguía, claro.
Hice el paripé con el cocinero. Me aseguré de que se tratase del banquete más increíble, copioso e innecesario que nunca se hubiese hecho en el lugar, dejándole claro a cada miembro del equipo la vital importancia de aquella tarea. Los ágapes debían ser refrescantes, y los platos fuertes tener un poderoso carácter. Entre plato y plato, cada interludio merecía ser distinto y limpiar la boca dejando un regusto que preparase el paladar para la experiencia que sobrevendría. No soy un experto en comida, pero mis vastas nociones de protocolo servían en cierto modo a la hora de ordenar una cena como era debido.
- Ah, y una cosa más -recalqué, alzando el dedo hasta mi cabeza, con una sonrisa-. Son órdenes de Su Majestad la Emperatriz; pongan todo su empeño en cada detalle, porque ya saben cómo es. Ni una anchoa fuera de su aceituna, ni una gota de salsa fuera de su lugar. Trabajen limpio, seguro y, sobre todo, trabajen bien. Para cualquier cosa que necesiten estoy a su disposición, pero ahora, si me disculpan... Tengo asuntos de vital importancia para la corona.
Di un suave toque en el hombro a mi acompañante, asegurándome con una nueva orden de que estaba bajo mi control. En esta ocasión se trataba de hacerle introducir uno de sus dedos en su fosa nasal; nunca había precaución suficiente. Si efectivamente volvía a confirmarse que estaba bajo mi control dejaría que me acompañase, pero antes le daría la mano para asegurarme de reforzar mi influencia sobre él, usando nuevamente mi serv. Al fin y al cabo me estaba jugando el tipo, y nadie podría desear que accidentalmente, o por fruto de un despiste desafortunado todo el castillo de naipes cayese sobre mi cabeza. En cualquier caso, activé mi Haki de observación.
Era sencillo, relativamente, deducir dónde estaba Oc: En las estancias que yo no tenía permiso para visitar. Sin embargo, no había ascendido en el Cipher Pol simplemente por mancharme los zapatos de sangre y mantener mi dulce cara impoluta, no. Había determinados talentos en mí que había puesto tanto en manos del Gobierno como del mejor postor -que usualmente era yo-, habilidades increíbles que me habían convertido en uno de los mejores agentes de neutralización de todos los tiempos, mayormente gracias a mi capacidad de aparecer inesperadamente en cualquier lugar.
Ordené a mi esclavo vigilar la estancia en la que la reina se encontraba. Si por algún casual Sir Oc trataba de entrar, debía lanzarse contra él y abandonar el recinto corriendo. Para eso le di el tanto de Augustus que, esperaba, Hipatia reconocería. Un triste ataque de celos... Pobre reina.
Me dispuse a ascender por las escaleras, asegurándome de permanecer entre las sombras que proyectase cualquier mueble, alejándome de cualquier línea de percepción directa y asegurándome de estar siempre lo más cerca posible de los puntos ciegos, sondando a través del Haki la presencia de Oc o, en caso de no poder encontrarla, la mayor concentración de auras en el mínimo espacio posible... Asegurándome de que no fuese una garita de guardia lo que seguía, claro.
- Resumen:
- Vamos a por Oc.
Inosuke Dru-zan
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—Estar mal, ¿por donde volver?
Escalé fácilmente el cuello escamado de Kashi hasta llegar a su cabeza. El behir se encontraba tumbado, reposando la comida que acababa de ingerir, con la mayor parte de su cuerpo estirada sobre el árido suelo y la cabeza estirada hacia arriba. Una vez en su testa, me tapé con la mano el sol que me deslumbraba y observé el extenso paisaje que se extendía a nuestros pies.
La persecución había sido fructífera, mucho más de lo que esperaba. Acabamos con todos los gyojins que huían despavoridos con muy poco esfuerzo. Hubiera sido más divertido si hubieran mostrado algo más de resistencia, pero no importaba: había conseguido carne suficiente para llenar los almacenes de la tripulación a la vez que cumplía las órdenes de la capitana. En mi tierra eso se llamaba hash «yer dothrae chek asshekh», que en la lengua del Mar Azul venía siendo algo como «matar dos conejos de un espadazo».
—Kashi, ¿tu hacer digestión? Ahora tocar volver a poblado. Xanxan decir que yo no olvidar volver.
Lo cierta que aunque ella no me lo recordaba hubiera vuelto de todas formas. En aquella zona no me quedaba nada más por hacer; no había animales salvajes que cazar, enemigos que derrotar ni medicamentos que recolectar. Lo único que me quedaba era regresar con los demás y ayudar en lo que pudiera.
Kashi y yo nos dirigimos al sur, una dirección aproximada hacia nuestro destino. Desde la grupa de la bestia había podido observar siete poblados idénticos. Solo había uno diferente: aquel en el que levantaban cruces nuevas. Descarté aquella aldea de entre las posibles; en la que yo estaba ya habían cruces con personas, pero aún así era una de las que se encontraban en la dirección hacia la que caminábamos.
A medida que nos movíamos, iba recogiendo los cadáveres y cargándolos sobre el behir. Mis principios no me permitían dejar ahí botada en medio de la nada la carne de las bestias que había cazado, fueran de la raza que fueran, y mi obligación era que sirvieran de alimento. Normalmente Kaya se oponía, pero... ¿Qué iba a saber una mujer del Mar Azul de las antiguas tradiciones de los chamanes de Skypiea? Vale que yo era el único que seguía esa tradición, pero pensaba cambiar eso en un futuro.
Al final del reguero de cadáveres, seguía sin saber a dónde debía ir, pero aquello no suponía ningún problema para mí. Volvía a desenvainar mis espadas, clavándolas vigorosamente en la dura roca y me arrodillé con una pierna, concentrándome. Mi sintonía con las vibraciones había mejorado enormemente, permitiéndome sentir todo lo que ocurría a mi alrededor. Si el pueblo se encontraba lo suficientemente cerca, debía ser capaz de percibir las vibraciones características de mis compañeras, como la cola de Xandra o a Kaya cocinando. Incluso a Cazapeces volviendo de recoger mis espada. Cualquier cosa que me ayudara a reconocer el pueblo en el que nos hospedábamos. En caso de conseguirlo, recogería las espadas y caminaría hacia las vibraciones propias de las chicas, si no..., simplemente elegiría un poblado al azar de entre lo más cercanos, obviando el de las cruces nuevas. ¿Por qué levantarían las chicas a personas crucificadas?
Escalé fácilmente el cuello escamado de Kashi hasta llegar a su cabeza. El behir se encontraba tumbado, reposando la comida que acababa de ingerir, con la mayor parte de su cuerpo estirada sobre el árido suelo y la cabeza estirada hacia arriba. Una vez en su testa, me tapé con la mano el sol que me deslumbraba y observé el extenso paisaje que se extendía a nuestros pies.
La persecución había sido fructífera, mucho más de lo que esperaba. Acabamos con todos los gyojins que huían despavoridos con muy poco esfuerzo. Hubiera sido más divertido si hubieran mostrado algo más de resistencia, pero no importaba: había conseguido carne suficiente para llenar los almacenes de la tripulación a la vez que cumplía las órdenes de la capitana. En mi tierra eso se llamaba hash «yer dothrae chek asshekh», que en la lengua del Mar Azul venía siendo algo como «matar dos conejos de un espadazo».
—Kashi, ¿tu hacer digestión? Ahora tocar volver a poblado. Xanxan decir que yo no olvidar volver.
Lo cierta que aunque ella no me lo recordaba hubiera vuelto de todas formas. En aquella zona no me quedaba nada más por hacer; no había animales salvajes que cazar, enemigos que derrotar ni medicamentos que recolectar. Lo único que me quedaba era regresar con los demás y ayudar en lo que pudiera.
Kashi y yo nos dirigimos al sur, una dirección aproximada hacia nuestro destino. Desde la grupa de la bestia había podido observar siete poblados idénticos. Solo había uno diferente: aquel en el que levantaban cruces nuevas. Descarté aquella aldea de entre las posibles; en la que yo estaba ya habían cruces con personas, pero aún así era una de las que se encontraban en la dirección hacia la que caminábamos.
A medida que nos movíamos, iba recogiendo los cadáveres y cargándolos sobre el behir. Mis principios no me permitían dejar ahí botada en medio de la nada la carne de las bestias que había cazado, fueran de la raza que fueran, y mi obligación era que sirvieran de alimento. Normalmente Kaya se oponía, pero... ¿Qué iba a saber una mujer del Mar Azul de las antiguas tradiciones de los chamanes de Skypiea? Vale que yo era el único que seguía esa tradición, pero pensaba cambiar eso en un futuro.
Al final del reguero de cadáveres, seguía sin saber a dónde debía ir, pero aquello no suponía ningún problema para mí. Volvía a desenvainar mis espadas, clavándolas vigorosamente en la dura roca y me arrodillé con una pierna, concentrándome. Mi sintonía con las vibraciones había mejorado enormemente, permitiéndome sentir todo lo que ocurría a mi alrededor. Si el pueblo se encontraba lo suficientemente cerca, debía ser capaz de percibir las vibraciones características de mis compañeras, como la cola de Xandra o a Kaya cocinando. Incluso a Cazapeces volviendo de recoger mis espada. Cualquier cosa que me ayudara a reconocer el pueblo en el que nos hospedábamos. En caso de conseguirlo, recogería las espadas y caminaría hacia las vibraciones propias de las chicas, si no..., simplemente elegiría un poblado al azar de entre lo más cercanos, obviando el de las cruces nuevas. ¿Por qué levantarían las chicas a personas crucificadas?
- Resumen:
- Desandar lo andado, recoger cadáveres y usar Caza Sensorial para intentar encontrar el camino de vuelta.
Osuka Sumisu
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Las tropas revolucionarias no tardaron en moverse competentemente. Aunque para cuando lo hicieron, Aki ya había desaparecido en el horizonte. Además, el camino no era precisamente de rosas, pues los cadáveres desperdigados de campos de batalla hacían revolver el estómago de más de un recluta. Osu ya estaba medio acostumbrado a aquella escena, aún se le ponía mal cuerpo, pero le hervía la sangre cuando había civiles inocentes entre las víctimas. No sabía quién, pero alguien iba a pagar eso, desde luego.
Aun les quedaba algo de caminata cuando atisbaron lo parecía ser el ejército de C. Zar. Parecía que el avistamiento fue mutuo, pues sus tambores sonaron y su marcha aumentó, pero no hacia los revolucionarios para cargar contra ellos.
- Que cabrones quieren llegar primeros, pero no estoy de humor para carreras. No me queda otra que retrasarlos un poco.- miró a sus hombres. A su vez, una plancha de piedra surgió debajo sus pies. ¡Aligerad el ritmo muchachos! ¡Voy a adelantarme a ver si os puedo dar una pequeña ventaja!
Con un toque con el talón, la plancha de piedra comenzó a moverse a gran velocidad, que como una tabla de surf en una ola, se desplazaba por la tierra mientras guijarros y piedras iban saltando por el camino que iba haciendo. Yendo solo y con aquello, ya era más rápido que un ejército a pie. Se adelantó lo suficiente para llevarles un par de minutos de ventaja antes de llegar a donde se paró el revolucionario.
No podía arriesgarse a quedarse ahí contra un ejército entero, y desviar parte de los refuerzos ocasionarían grandes bajas por la parte revolucionaria. Necesitaba algo prescindible, pero lo suficientemente contundente como para frenar a la hora de C. Zar. Por suerte el revolucionario era un experto en ello.
Con la rodilla clavada en el suelo, y ambas palmas en el suelo, respiro profundamente mientras se concentraba. Cuando empezó a ponerse en pie, una figura comenzó a levantarse detrás suya. Su tamaño, no parecía parar de crecer, pero se detuvo al rozar los tres metros. A primera vista, parecía humano, pero su piel era rocosa, y portaban una armadura de hierro de gran antigüedad, que le cubría la mayoría del cuerpo, incluido el rostro. Portaba una gran hacha rocosa, donde toscas marcas parecen parodiar runas. A su vez, alrededor de la inmensa figura, decenas de figuras pétreas más humildes se alzaban, con una férrea lanza y un escudo circular del mismo material.
- Que no pasen de este punto -comentó mientras su respiración se volvía a normalizar, después del esfuerzo de invocar a aquel pequeño destacamento. No le hacía falta hablarles, pues tenía el completo control sobre estos, pero le era más cómodo expresar las órdenes a sus constructos de esta manera.- Si intentan desviarse, acosadlos hasta que os hagan caso.
A su vez, subía en la plancha de piedra de nuevo, los numerosos seres de piedra se organizaron en grupos, entrelazando los escudos y con las lanzas en ristre, haciendo una formación cerrada de hoplitas. Mientras tanto, el gigante petreo sostenía el hacha con ambas manos, con postura de cargar con el primero que viese acercarse.
Subido en su plancha, se dirigió hacia Datebaio a gran velocidad. Mientras tanto, vio importante avisar a Dexter por Den Den.
- Aquí Osu, Zar viene a por vosotros con un ejercito. Y no van precisamente lentos. Les he puesto un pequeño obstáculo, pero no sé si será suficiente. Me he adelantado para llegar antes, pero tienes que poner la base en guardia o os pillaran con los pantalones bajados.
Aun les quedaba algo de caminata cuando atisbaron lo parecía ser el ejército de C. Zar. Parecía que el avistamiento fue mutuo, pues sus tambores sonaron y su marcha aumentó, pero no hacia los revolucionarios para cargar contra ellos.
- Que cabrones quieren llegar primeros, pero no estoy de humor para carreras. No me queda otra que retrasarlos un poco.- miró a sus hombres. A su vez, una plancha de piedra surgió debajo sus pies. ¡Aligerad el ritmo muchachos! ¡Voy a adelantarme a ver si os puedo dar una pequeña ventaja!
Con un toque con el talón, la plancha de piedra comenzó a moverse a gran velocidad, que como una tabla de surf en una ola, se desplazaba por la tierra mientras guijarros y piedras iban saltando por el camino que iba haciendo. Yendo solo y con aquello, ya era más rápido que un ejército a pie. Se adelantó lo suficiente para llevarles un par de minutos de ventaja antes de llegar a donde se paró el revolucionario.
No podía arriesgarse a quedarse ahí contra un ejército entero, y desviar parte de los refuerzos ocasionarían grandes bajas por la parte revolucionaria. Necesitaba algo prescindible, pero lo suficientemente contundente como para frenar a la hora de C. Zar. Por suerte el revolucionario era un experto en ello.
Con la rodilla clavada en el suelo, y ambas palmas en el suelo, respiro profundamente mientras se concentraba. Cuando empezó a ponerse en pie, una figura comenzó a levantarse detrás suya. Su tamaño, no parecía parar de crecer, pero se detuvo al rozar los tres metros. A primera vista, parecía humano, pero su piel era rocosa, y portaban una armadura de hierro de gran antigüedad, que le cubría la mayoría del cuerpo, incluido el rostro. Portaba una gran hacha rocosa, donde toscas marcas parecen parodiar runas. A su vez, alrededor de la inmensa figura, decenas de figuras pétreas más humildes se alzaban, con una férrea lanza y un escudo circular del mismo material.
- Que no pasen de este punto -comentó mientras su respiración se volvía a normalizar, después del esfuerzo de invocar a aquel pequeño destacamento. No le hacía falta hablarles, pues tenía el completo control sobre estos, pero le era más cómodo expresar las órdenes a sus constructos de esta manera.- Si intentan desviarse, acosadlos hasta que os hagan caso.
A su vez, subía en la plancha de piedra de nuevo, los numerosos seres de piedra se organizaron en grupos, entrelazando los escudos y con las lanzas en ristre, haciendo una formación cerrada de hoplitas. Mientras tanto, el gigante petreo sostenía el hacha con ambas manos, con postura de cargar con el primero que viese acercarse.
Subido en su plancha, se dirigió hacia Datebaio a gran velocidad. Mientras tanto, vio importante avisar a Dexter por Den Den.
- Aquí Osu, Zar viene a por vosotros con un ejercito. Y no van precisamente lentos. Les he puesto un pequeño obstáculo, pero no sé si será suficiente. Me he adelantado para llegar antes, pero tienes que poner la base en guardia o os pillaran con los pantalones bajados.
- Resumen:
- Cosis:
SURFISTA DE ROCAS:- Spoiler:
- El usuario es capaz de alzar una plancha de piedra bajo sus pies, haciéndole mucho más rápido que si corriera a su máximo potencial. Su velocidad base puede alcanzar hasta los 150km/h
- Spoiler:
- Naturaleza de la técnica: Power Up
Descripción de la técnica: Usando la piedra más resistente y de mejor calidad, adornados con las armaduras y armas de los antiguos usuarios de la Ishi Ishi que Osu encontró en su estancia en Yousai, son la élite de los soldados de piedra que puede crear el revolucionario. Con un 50% del nivel del usuario, son autonomos y más capaces e inteligentes que sus congéneres, capaces incluso de liderar a sus iguales inferiores. Sin embargo comparten un punto débil; una esfera de unos 10 cm de radio de Bloodstone que funciona como núcleo. Sin él, se derrumbaría al instante. [Un Espadachin Puro(Nucleo en el corazón), un Devastador Torre(Núcleo en hombro derecho) y un Devastador Bárbaro (Núcleo en cabeza) ]
Solo usable una vez por Capítulo, Evento o Moderado.
Tiempo de canalización: En segundos, cuánto tiempo tarda en cargarse la técnica. Mientras más fuerte sea la técnica más tiempo de canalización tendrá.
- Para el Mod:
- El numero de soldados de piedra es cerca de un centenar, comandados por un Npc nv 50 de clase predefinida de Bárbaro Devastador, mientras el siga en pie, los soldados de piedra deberían seguir en pie. Su punto débil, explicado en el spoiler de cosis, esta en su hombro derecho.
Normas del capítulo:
- Se moderará los martes entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los martes antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación:
- The swingers:
- De más cerdo a menos cerdo: Kaya, la niña que te ha robado un poco de comida sigue devorando a medida que preparas el segundo. Sin entrar en detalles tontos como que batir un huevo milenario es asqueroso -y poco práctico-, antes de que te des cuenta se ha caído en el barril y sigue comiendo con total voracidad hasta que lo vacíe. De hecho, ya no es un efecto tan desmesurado como el inicial, pero su tamaño sigue aumentando y en su cara infantil surge un poderoso bigote pelirrojo de la clase más viril que existe: De morsa. Te recuerda a alguien… O a algo.
- Más, por favor -responde, relamiendo restos del barril y tendiéndotelo para que lo rellenes, con una voz sorprendentemente grave. Apenas sí se percibe que en algún momento fue una niña, y su brazo es más grande que tu torso entero-. Está delicioso, señorita. Desearía repetir.
Dejando de lado eso, todos los presentes miran con desconcierto la receta que vas preparando, si bien una vez terminas de preparar la tortilla varios niños se agolpan para ser el primero en probar semejante dádiva maravillosa. También la niña, de unos cinco o seis metros, está en la cola dando saltitos muy poco varoniles que hacen temblar el suelo. Según lo van probando… Bueno, flotan, pero no como cabría esperar. Sus mofletes se inflan hasta elevarlos como globos aerostáticos, y varias madres chillan horrorizadas en tanto que Inosuke… Llega.
Sí, Ino. Acabas de llegar y te encuentras chiquito percal. Kaya drogando niños y a Xandra dando un motivador discurso mientras un olor casi tan malo como tu abrigo antes de lavarlo se acerca a vuestra posición: Deben ser los “obreros” que ha pedido Xandra… Ah, ¿que no los ha pedido? No importa.
Rose llega, y se planta frente a ti. Te pregunta educadamente cuáles son las órdenes y mientras tanto los zombies de Ivan van recogiendo material con el que construir una empalizada. Sin embargo, parece que la presencia de una masa de cadáveres andantes termina de aterrar a la gente, que se esparce en todas direcciones.
- Loh Polloh:
- Empezando por los que aterrizan: Therax y Marc, descendéis desde los cielos y cortáis el paso al grupo, ensangrentado en su vanguardia pero visiblemente nutrido de ancianos y precario en salud. Todos parecen, sin excepción, pálidos y hambrientos, agotados en su mayoría y, aunque algunos van armados y no todos parecen estar en las peores condiciones, muchos de ellos cabría preguntarse cómo se mantienen en pie.
Mientras Marc elabora una maniobra intimidante que termina en una postura grotesca pero -o precisamente por ello- terrorífica mostrando su arma sin desenvainarla, los más rudos tratan de escuchar a Therax y tras mirarse entre ellos, sobre todo los más jóvenes -y, en general, los menos atacados por las consecuencias del hambre-, uno de ellos responde.
- Estábamos… -Más miradas cómplices-. En la floristería.
Escucháis un vocerío agitado a su espalda que confirma sus palabras, pero es obvio que mienten. De hecho, solo con mirar la caravana casi puede verse a simple vista el final de la hilera, que se hunde en medio de la tierra sin motivo aparente. Como sabemos los tres que vais a reformular la pregunta, una vez preguntáis si Zane está en la floristería responden:
- Ningún pelirrojo ha entrado en la floristería en las últimas dos semanas -contesta otro, también lleno de sangre-. Tampoco ha matado a un guardia fundiéndole una puerta encima.
- Claro, ¿quién haría esa salvajada?
- Indudablemente, ni siquiera sabemos quién es ese por quien preguntas.
Empieza una conversación un poco absurda en la que, de forma indirecta, van describiendo al descamisetado, pero llega un punto en el que ambos podéis ignorarla porque… Bueno, porque no es un pájaro ni un avión, es…
¡Zane! Vamos contigo, muchacho; hablemos de lo que has hecho. Entrar en una sala donde te esperan los enemigos siempre es una mala idea. ¿Te imaginas que hubiese alguna suerte de techo ahí? Estarías en graves aprietos. Por suerte para ti, parece que tu maniobra coge desprevenidos tanto a Blackhole como al tal Henry. También a un grupo de personas algo más apartadas que, sentadas o acomodadas, te miran con sorpresa y asombro. Entre ellos destaca un hombre de piel morena, sensiblemente bajito, que clava su mirada en ti, que tal vez podrías decir que te dedica una ojeada perspicaz. ¿Puede ser ese hombre Él? Quién sabe.
Tienes dos manos, y te da para coger dos vainas de katana y un tanto, pues el resto son armas más pesadas y, aunque por peso no te molestarían, llevarlas en las manos podría ser incómodo. No obstante, parece que Blackhole no es tan alto como la última vez que os encontrasteis -pese a que sigue poseyendo una talla aberrante-. Pero, sin necesidad de preguntarle el porqué de eso, lo más sensato es lo que has elegido: Correr como alma que lleva el diablo. Aunque tal vez hayas visto una sombra de sonrisa en los labios de Henry, que ni se inmuta frente a tu marcha. Pero, una vez en la cima del volcán… Therax y Marc están ahí abajo, junto con los presos que han abandonado el lugar.
Por cierto, Therax y Marc, podéis ver que en lo que la gente habla un grupo se marcha -o lo intenta- para perseguir al primer grupo.
- Datebaio:
- Ivan, tus ghouls, cómo no, te obedecen y se disponen a seguir tus órdenes para ponerse al servicio de los demás miembros de vuestra tripulación. Por otro lado, la voz de Berthil al otro lado del teléfono suena áspera, seria y preocupada. Supongo que no podemos esperar otra cosa dada la situación, pero finalmente te dedica unas escuetas palabras para confirmar que ha recibido la información.
Katharina, tus efectivos se prestan a seguir tus órdenes sin rechistar, como debe ser. Entretanto, la presencia de Dexter Black te reclama. No sé cómo dominarás la geografía de Wano, pero a poco que tengas un poco de idea rápidamente llegarás a la conclusión de que te diriges hacia una pequeña villa que siempre ha sido famosa por un estofado al que llaman ramen. Quizás podrías pedirle a algún superviviente, si es que lo hay, que te preparase el que dicen es uno de los mejores manjares de Wano.
Sea como sea, pronto descubrís que la situación no es tan tranquila como te gustaría. En la villa hay una concentración considerable de personas, y entre ellas puedes distinguir las poderosas presencias de Dexter Black, Aki D. Arlia y Osuka Sumisu, entre otros –creo que ya sabes quién más hay por ahí-. Sea como sea, el poblado se encuentra cercado por dos ejércitos de enemigos, uno conformado por hombres de C. Zar y otro por habitantes de las profundidades. Se extienden formando dos nutridos semicírculos, aunque no cierran por completo el perímetro. Llama la atención algo bastante curioso: la presencia de un sinfín de civiles que son apuntados por lanzas, armas de fuego y cualquier arma mortal que se te ocurra.
Aki, tu discurso finaliza y el sonido de un montón de gargantas al tragar saliva conforma una sinfonía perfectamente audible. No has retirado el miedo de sus mentes, porque eso les convertiría en necios y no lo son. Eso les hace humanos y asegura su supervivencia, pero hay muchas formas de sobrellevarlo. Puedes observar algún destello de esperanza y valentía avivado por tus palabras, pero no hay coro de voces belicosas pidiendo sangre o liberación para su tierra. Sólo el tiempo y el transcurso de los acontecimientos podrán decir hasta qué punto tus palabras han calado en ellos.
En cuanto a Hitomi, lo cierto es que no parece muy contenta. A fin de cuentas te la has llevado poco menos que a la fuerza, dejando atrás a su escolta y soldados de confianza y, por si no fuese suficiente, dejándoles a todos –o casi todos- inconscientes. A decir verdad, más que no contenta está enfadada. Sea como sea, como bien sabes la niña dista mucho de ser tonta y asiente a tus palabras con una leve inclinación de cabeza. A fin de cuentas, pese a que las formas no hayan sido las óptimas el fondo está ahí.
Oficial Sumisu, tu ejército de revolucionarios sigue avanzando mientras un pequeño destacamento terroso emerge como una burbuja de aire en medio de un océano. Si se pudiese observar la situación de los cielos resultaría cuanto menos sobrecogedora, como si una sencilla piedra pusiese todo su tesón en detener el cauce de un río.
Las tropas de C. Zar no se detienen. Se ven obligadas a reajustarse para continuar con su movimiento, lo que da a tu compañía la oportunidad de llegar a Datebaio antes que ellos, pero no es ni de lejos la solución a todos vuestros problemas… Tampoco lo pretendías. Parte de las fuerzas enemigas continúan con su marcha y rodean a tus creaciones, mientras que la zona del ejército en cuyo camino se interponen directamente se dispone a hacerles frente.
El sonido del acero al chocar con la roca no se hace esperar, quedando sumergido en el acompasado sonido de las pisadas de los hombres del Hemperador. Atrás, a lo lejos, el coloso de piedra agita su arma cual titán intentando huir de su destino.
Sobre vuestras conversaciones, que no son pocas, no me inmiscuiré porque no me corresponde hacerlo. Lo que sí debo hacer es informaros de cómo se desarrolla todo en los alrededores de Datebaio...
Como le comentaba a Katharina, han alcanzado vuestra posición los enemigos que identificaron a Dexter Black en pleno vuelo e hicieron de él su objetivo. Son muchos, muchísimos, tantos que para estimar con cierta precisión su número habría que volar sobre ellos… Entonces comprobaríais que os superan en una relación de ciento cincuenta a uno aproximadamente.
El sonido de sus pisadas se extiende sobre la tierra conforme se van acercando, expandiéndose cual cubo de agua al tocar un cristal y trazando una circunferencia casi perfecta en torno a vosotros. No llega a cerrarse, claro está, pues unos cincuenta metros separan a los hombres de los extremos del ejército gyojin de los del ejército de C. Zar. Aún no han puesto un pie dentro de Datebaio, pero eso no les impide, como os comento, cercarla casi por completo con varias hileras de hombres.
¿Pero quién sería el incauto que se lanzaría de frente a por semejante enemigo? Cinco de las bestias que más temor causan o han causado en los siete mares se encuentran frente a ellos. Si pudiesen haceros frente así sin más sería un ejército digno de conquistar el mundo en un abrir y cerrar de ojos, ¿no os parece? Me imagino que alguno de vosotros ya sospechará que deben traerse algo entre manos, y lo cierto es que no tardan en revelaros su as bajo la manga.
Desde la distancia los vigías no habían podido avistarlas, pero una gran cantidad de personas que a juzgar por su vestimenta y expresiones de terror y tristeza acompañan al enemigo. Estos habitantes de Wano dan unos pasos al frente en cuanto las fuerzas que os cercan se detienen por completo. Quedan apenas dos metros por delante de la primera hilera de soldados en ambos lados, actuando como escudos humanos. De hecho, podéis escuchar cómo varios de los reclutas de Dexter reconocen algunos rostros entre ellos.
Una voz emerge entonces de algún lugar oculto entre las tropas del Hemperador, coincidiendo con el alzamiento de un sinfín de armas para amenazar las vidas de los civiles.
-¡Es una elección fácil! –exclama entonces, sin presentarse siquiera. Lo cierto es que no hay demasiada autoridad en su voz, como si no confiase del todo en lo que está por hacer o decir. Sea como sea, las órdenes son las órdenes y va a cumplir sí o sí con la tarea que le han encomendado-: ¡Un solo movimiento y todos morirán en el acto! ¡Deponed las armas y entregaos!
En caso de que os mostréis dispuestos a cumplir con las exigencias de los sitiadores, unos caballos provenientes de la zona ocupada por los soldados de C. Zar llegarán hasta vuestra posición con cinco juegos de cadenas de un metal de intenso color negro. En el supuesto de que, como os piden, os encadenaseis, no llegaríais a caer rendidos, aunque sí os acercaríais a intuir con bastante precisión cómo es una persona más o menos normal.
- Los Indisciplinaos:
- Jack, esquivas el ataque de tu oponente sin recibir el menor rasguño y respondes haciendo uso de las armas que él ha empleado contra ti: sus uñas. No obstante, el tipo se voltea y usa de nuevo las suyas para detener tu ataque. Un sonido demasiado… ¿cómo decirlo? Sólido se extiende por la gruta. Tal vez haya usado h… No, espera, no parece que haya rastro alguno de la voluntad de tu enemigo, como si realmente sus uñas fuesen así. ¿Qué esconderá? ¿Por qué no se ha pinchado cuando ha cogido la empuñadura? Has podido comprobar que el mecanismo funciona a la perfección…
El caso es que el tipo no se queda de brazos cruzados, ya que tras detener tu ataque gira sobre sí mismo con intención de lanzar una patada giratoria en dirección a tu cabeza. De hecho, si prestas atención podrás apreciar que algo blanquecino y brillante recubre la zona del talón con la que quiere dejarte fuera de combate. De cualquier modo, prevé que no será tan fácil acabar contigo y su ofensiva no acaba ahí. Intenta abalanzarse sobre ti, colocando sus manos como si se tratasen de las fauces un gran felino, y ejecuta un movimiento tan rápido que a duras penas puedes seguirlo con la mirada en dirección hacia tu cuello.
No creo que seas muy dado a realizar combates de entrenamiento, la verdad, porque te veo más bien flojete. Aun así, alguno habrás visto y quieras que no a estas alturas debes tener buen ojo para intuir cómo de fuertes son los intervinientes en una pelea. El caso es que no has visto a demasiados contralmirantes que puedan rivalizar en cuanto a nivel de poder con este sujeto.
Al se lleva un diez por parte de los jueces por ese triple giro… ¡Ah, ¿que no?! Bueno, pues patina alrededor de una de las bichas, que es incapaz de alcanzarle pese a intentarlo. La va cubriendo de hielo como puede hasta que queda reducida a una turbia figura congelada. Parece que lo ha conseguido, pero el hielo generado comienza a adquirir un tono rojizo que quizás le resulte familiar… O no, a saber.
El caso es que no se derrite porque me sé cómo es el hielo de Koneko, pero el cúmulo de hielo estalla en mil pedazos , regalando a la estancia una imagen un tanto peculiar, pues parecieran cascotes de hielo lanzados por la erupción de un volcán. Lo que ha ocurrido no tiene demasiado misterio, y es que la recién clasificada lombriz ha expulsado magma hasta que no ha quedado otra alternativa más que salir despedido a presión. Una lluvia de incandescente cae sobre vosotros sin orden o sentido alguno, aunque si Arthur sensa el ambiente podrá comprobar que el ser está más frío que antes, y de hecho parece que tiene menos vitalidad.
En cuanto a la función sanguijuela del terremoto pelirrojo… Bueno, cualquiera diría que el pequeño contralmirante es la herramienta perfecta para enfrentarse a esas cosas. Aislándolas del ambiente para que no puedan extraer calor, el que atesoraba la que ha elegido como objetivo comienza a perderlo poco a poco. Es un proceso paulatino, eso sí, aunque, al igual que ha ocurrido con la otra, parece tener menos energía. De cualquier modo, no se queda quieta y se lanza contra una de las paredes de la extraña gruta; directa hacia lo que correspondería a la zona superior del marco si la oquedad fuese una puerta. ¿Quiere romperte el cuello aprisionándolo entre ella y la roca? Eso parece…
- Ryuu:
- El vigía reacciona con sorprendente calma ante tus palabras, Ryuu, como si ya esperase una reacción así por tu parte. Se lleva la mano en la que no porta arma alguna a la parte posterior de su cintura, sacando un pergamino verdoso con un olor que en cierto modo recuerda al de las algas; sí, igual de intenso.
Lo despliega durante algunos segundos ante tus ojos, permitiéndote leer luna veloz letra de difícil comprensión. Aun así, aciertas a distinguir la palabra urgente y consejero Oc. El gyojin pliega entonces el pergamino y lo guarda en el mismo lugar.
-Como bien deberías saber, la orden viene de la mismísima reina y sus consejeros. Incluso para atender a Oc, seguramente la persona más importante aquí además de la reina, vinieron con un mensaje firmado. No hay excepciones.
Habla calmado, pero puedes distinguir a la perfección el tono de amenaza y suspicacia en su voz. Tal vez todo no se pueda resolver intentando forzar la puerta con la llave que no funcionó en la primera ocasión.
-Y dime, ¿cómo decías que te llamabas? ¿Cuál es tu unidad? ¿Dónde duermes? ¿Quién es tu oficial al mando?
Da un paso en tu dirección, pasando a aferrar su lanza con las dos manos. Su compañero le imita, claro está. No sé si es el lugar oportuno para enzarzarte en una pelea con dos sujetos cuya fuerza desconocer, pero lo cierto es que el nivel de sospecha se ha disparado. Si fuese tú pensaría algo rápido para aplacar los ánimos un poco, porque parece que esto puede acabar muy mal para ti.
- Sonrisitas y el pez gota:
- Imaginaos la cara que se le queda a una mujer como Hipatia cuando le montan el numerito que acaba de montar su esposa. Bien, ahora multiplicad por diez el asombro y esas cosas que habréis imaginado y quizás os consigáis acercar un poco. Sea como sea, a la soberana de los seres abisales le gusta ser adulada y que satisfagan su insaciable ego.
-Está bien, levanta –responde con cierto desdén y sin moverse de su posición-. No es momento de abandonar Wano, mi… esposo. Estamos a punto de conseguir devolver a nuestro pueblo al lugar que debe ocupar en el orden del mundo. ¿No lo entiendes? ¡Éste es mi hijo, Maki! Es el único linaje que quiero tener y a quien dedicaré cada segundo de mi vida mientras la tenga.
Por cierto, mientras habláis los Centellas han terminado de prepararlo todo para que la reina pueda contemplar el regalo de su marido.
Vayamos ahora con nuestro querido agente. El cocinero experimenta cierto regocijo al recibir tus órdenes, como si con ellas fuese más consciente del relevante papel que a sus ojos desempeña en la corte de la gran Hipatia Stix. En cuanto a tu mascota, sí, lo tienes en el bote. Se mete un dedo en la nariz y si se lo pidieses bailaría desnudo por toda la Capital de las Flores.
Por tu parte, comienzas la inspección de un palacio bastante mermado en lo que a seguridad se refiere. Aun así te llevas más de un susto con zonas sin salida en las que, cuando has percibido al potencial enemigo, te has visto con muy escaso margen de maniobra –ya sabes, pasillos sin puertas y demás-. La cuestión es que finalmente distingues la que sin duda debe ser la presencia de Oc. Sí, sólo él puede ser capaz de provocarte tanto… ¿asco? No sé, ya me dirás.
No está solo. Hay otra presencia junto a él, una que no conoces en absoluto, una que es cuanto menos poderosa. En caso de que llegues hasta su posición con cautela, comprobarás que se encuentra en una suerte de patio interior de pequeñas dimensiones. Si tuviese piernas dirías que está sentado, golpeando el suelo con sus tentáculos tal y como hizo la primera vez que lo viste.
Frente a él se encuentra el ser más bello que jamás hayas visto. Es un hombre alto y delgado, ciertamente andrógino, que parece arrebatarle un suspiro de anhelo al cielo con cada ángulo de su cara. Luce algo contrariado, pero incluso en ese estado su hermosura resulta del todo indiscutible.
-Me da igual, Oc. Las órdenes son las órdenes y ella lo sabe. Esto comenzó siendo una distracción. Me parece muy bien que quiera llevarla hasta el final, pero podrá hacerlo cuando acabemos lo que realmente hemos venido a hacer aquí. El oro estelar está a punto de caer, así que asegúrate de que se entere de que Kepler no tolerará que actúe por su cuenta; no esta vez.
Inosuke Dru-zan
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No había nada como regresar con tus amigos y compañeros para recibir una cálida bienvenida... O eso pensaría si me hubiera encontrado una cálida bienvenida. Cuando llegué de vuelta al pueblo, donde puede aclarar por qué estaban colocando nuevas cruces —alguien había tenido la cruel idea de colocar a los gyojins en ellas como escarmiento y a mí me daba la impresión de que había sido cosa de Kaya—, pude darme cuenta de que la situación se había descontrolado. Sin alguien que pusiera orden en el lugar, Xandra se había dedicado a dar la nota engatusando a sus aldeanos con palabras grandilocuentes mientras Kaya se dedicaba a preparar comida sospechosa para los pobres niños del lugar.
Pero no terminaba ahí. Un grupo de los no muertos a las órdenes de Ivan había llegado a la aldea, espantando a los paletos campesinos que se asustaban de su propia sombra. Los compadecía; al principio yo también les tenía miedo —ahora solo me asustan un poquito—, pero uno llega a acostumbrarse a ellos. No muerden ni hacen nada a no ser que se los digas, y con llevar unas pinzas para nariz su presencia resulta soportable. Pero para los pobres aldeanos que habían pasado ya por demasiadas penurias resultaban casi tan aberrantes como los niños flotantes de Kaya. Espera, ¿eran niños de verdad? ¿Por qué tenían cuerpos tan desproporcionados? De verdad, nunca podía dejarlas solas...
—¡Kayaya! —grité, llamando la atención de mi amiga y acercándome a su puesto aún montado en Ao Kashigami—. Tú dejar de hacer cosas raras con niños. No ser payaso aterrador, ser niña con ojo vago que tener problema de sobrepesar. —Tiré a su lado los cuerpos inertes de los peces que había cazado—. Tú tomar, preparar algo nutritivo con carne de pez. Y por favor, cambiar de ropa, esta no pegar en ti.
Me di la vuelta y fui hasta donde estaba Xandra, quién se encontraba hablando con Rose, una mujer de la tripulación algo competente, mientras unos pocos aldeanos parecían reverenciarla con la mirada.
—Hola Rous —saludé amablemente con una inclinación de cabeza desde la grupa de Kashi y me dirigí a Xandra—. Xanxan, yo cazar peces. No escapar ni uno. Ahora nosotros tener mucho alimento. Bueno, yo dejar vosotras con cosas de mujeres.
Volví a darme media vuelta y corrí —más bien fue Kashi el que corrió— hacia los aldeanos que se dispersaban como un pastor que va tras las ovejas que corren despavoridas huyendo de un lobo. Mi idea detener sus movimientos y juntarlos en un único grupo, como si fueran ganado, para poder calmarlos una vez se encontraran juntos, haciendo rugir a Kashi para llamar su atención junto a extravagantes y enérgicos movimientos de mis brazos.
—¡Detener! —ordené a los pueblerinos—. No temer. Zombies ser amigos, ellos ser buenos. Bueno, ellos no ser malos. Ser amigos de nosotros. Ellos llegar para ayudar con cosas. Ser útiles, no cansar, no comer. Capitana ordenar que liberar hombres, y nosotros hacer eso.
Una vez todos estuvieron calmados, si es que se calmaban, me bajé de mi montura y les hice señas para que me siguieran.
—Ahora que no haber peces malos, si alguien necesitar curación venir conmigo —expliqué a los aldeanos.
Me dirigí a mi Tienda del Chamán. La había levantado cerca de la entrada del pueblo, justo al lado del camino, lo suficientemente lejos de las casas para no molestar a los nativos. En ella se encontraban la mayoría de mis remedios caseros para toda clase de heridas, infecciones y dolores. Tenía hasta té de la luna, en caso de que a alguien le hiciera falta. Las existencias eran altas ya que mis compañeras nunca me lo pedían. Pero lo importante es que podía tratar casi cualquier dolencia dentro de mi tienda, por lo que si algún aldeano lo necesitaba le ofrecería mis servicios. En el caso de que nadie lo necesitara, o desde que hubiera acabado, me iría a otra parte a ayudar con lo que hiciera falta. Prefería no unirme a los zombies; eso de construir no iba conmigo, yo era más de curar, cazar o destruir, pero podía colocar un pequeño puesto improvisado al lado de el que había puesto Kaya para ofrecer alimento a quien lo necesitara.
Tenía varias recetas tradicionales de mi tierra que quería probar. Primero pondría al fuego un enorme caldero con zanahoria, puerro, nabo, calabaza, cebolla y carne de gyojin cortada en daditos. Lo siguiente sería hacer espetones de carne de gyojin, aderezados con romero, clavo y albahaca, y recubiertos por una espesa salsa de miel, para finalmente hacer una gelatina también de gyojin.
Cuando terminé de hacerlo todo me senté y me puse a comer mientras sentía como si todo el peso del mundo cayera sobre mis hombros. Qué duro era liderar un grupo, no envidiaba a Katharina lo más mínimo. Solo quería que el enemigo apareciera de una vez para aplastarlos y hacernos con la isla. ¿Por qué resultaba tan difícil? A pesar de todo lo que había que hacer ene el lugar, me empezaba a aburrir, y esta vez no era cosa de Grimes. La caza había sido entretenida, pero me había quedado con ganas de más.
—¿Dónde estar Cazapeces con espada? —me pregunté mientras cavilaba—. No deber tardar mucho más.
Pero no terminaba ahí. Un grupo de los no muertos a las órdenes de Ivan había llegado a la aldea, espantando a los paletos campesinos que se asustaban de su propia sombra. Los compadecía; al principio yo también les tenía miedo —ahora solo me asustan un poquito—, pero uno llega a acostumbrarse a ellos. No muerden ni hacen nada a no ser que se los digas, y con llevar unas pinzas para nariz su presencia resulta soportable. Pero para los pobres aldeanos que habían pasado ya por demasiadas penurias resultaban casi tan aberrantes como los niños flotantes de Kaya. Espera, ¿eran niños de verdad? ¿Por qué tenían cuerpos tan desproporcionados? De verdad, nunca podía dejarlas solas...
—¡Kayaya! —grité, llamando la atención de mi amiga y acercándome a su puesto aún montado en Ao Kashigami—. Tú dejar de hacer cosas raras con niños. No ser payaso aterrador, ser niña con ojo vago que tener problema de sobrepesar. —Tiré a su lado los cuerpos inertes de los peces que había cazado—. Tú tomar, preparar algo nutritivo con carne de pez. Y por favor, cambiar de ropa, esta no pegar en ti.
Me di la vuelta y fui hasta donde estaba Xandra, quién se encontraba hablando con Rose, una mujer de la tripulación algo competente, mientras unos pocos aldeanos parecían reverenciarla con la mirada.
—Hola Rous —saludé amablemente con una inclinación de cabeza desde la grupa de Kashi y me dirigí a Xandra—. Xanxan, yo cazar peces. No escapar ni uno. Ahora nosotros tener mucho alimento. Bueno, yo dejar vosotras con cosas de mujeres.
Volví a darme media vuelta y corrí —más bien fue Kashi el que corrió— hacia los aldeanos que se dispersaban como un pastor que va tras las ovejas que corren despavoridas huyendo de un lobo. Mi idea detener sus movimientos y juntarlos en un único grupo, como si fueran ganado, para poder calmarlos una vez se encontraran juntos, haciendo rugir a Kashi para llamar su atención junto a extravagantes y enérgicos movimientos de mis brazos.
—¡Detener! —ordené a los pueblerinos—. No temer. Zombies ser amigos, ellos ser buenos. Bueno, ellos no ser malos. Ser amigos de nosotros. Ellos llegar para ayudar con cosas. Ser útiles, no cansar, no comer. Capitana ordenar que liberar hombres, y nosotros hacer eso.
Una vez todos estuvieron calmados, si es que se calmaban, me bajé de mi montura y les hice señas para que me siguieran.
—Ahora que no haber peces malos, si alguien necesitar curación venir conmigo —expliqué a los aldeanos.
Me dirigí a mi Tienda del Chamán. La había levantado cerca de la entrada del pueblo, justo al lado del camino, lo suficientemente lejos de las casas para no molestar a los nativos. En ella se encontraban la mayoría de mis remedios caseros para toda clase de heridas, infecciones y dolores. Tenía hasta té de la luna, en caso de que a alguien le hiciera falta. Las existencias eran altas ya que mis compañeras nunca me lo pedían. Pero lo importante es que podía tratar casi cualquier dolencia dentro de mi tienda, por lo que si algún aldeano lo necesitaba le ofrecería mis servicios. En el caso de que nadie lo necesitara, o desde que hubiera acabado, me iría a otra parte a ayudar con lo que hiciera falta. Prefería no unirme a los zombies; eso de construir no iba conmigo, yo era más de curar, cazar o destruir, pero podía colocar un pequeño puesto improvisado al lado de el que había puesto Kaya para ofrecer alimento a quien lo necesitara.
Tenía varias recetas tradicionales de mi tierra que quería probar. Primero pondría al fuego un enorme caldero con zanahoria, puerro, nabo, calabaza, cebolla y carne de gyojin cortada en daditos. Lo siguiente sería hacer espetones de carne de gyojin, aderezados con romero, clavo y albahaca, y recubiertos por una espesa salsa de miel, para finalmente hacer una gelatina también de gyojin.
Cuando terminé de hacerlo todo me senté y me puse a comer mientras sentía como si todo el peso del mundo cayera sobre mis hombros. Qué duro era liderar un grupo, no envidiaba a Katharina lo más mínimo. Solo quería que el enemigo apareciera de una vez para aplastarlos y hacernos con la isla. ¿Por qué resultaba tan difícil? A pesar de todo lo que había que hacer ene el lugar, me empezaba a aburrir, y esta vez no era cosa de Grimes. La caza había sido entretenida, pero me había quedado con ganas de más.
—¿Dónde estar Cazapeces con espada? —me pregunté mientras cavilaba—. No deber tardar mucho más.
- Resumen:
- Volver a la aldea, hacerle bullying a Kaya, informar a Xan, poner orden en el lugar calmando a los aldeanos al estilo Ino y ofrecer mis servicios como médico y cocinero mientras pienso cosas y me acuerdo de que Cazapeces debe estar al llegar.
Rainbow662
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Qué poco me gustan los niños... No sé qué les ve la gente, la verdad. Son sucios, ruidosos, bobos y totalmente dependientes, diminutos intentos de personas útiles que rara vez llegan a ser más que un incordio que exige demasiada atención. Ni siquiera cuando yo era una de ellos los aguantaba. Claro que yo no era precisamente una niña normal, era mejor que el resto. Supongo que por eso no termino de entender el revuelo que montan todas estas madres preocupadas. ¿Que sus chiquillos flotan? ¡Ya bajarán! Es física básica que todo lo que sube baja.
-Cogedlos y lleváoslos a casa. Y si se os escapan, pues estad preparadas con una colcha y arreglado. ¿Tengo que pensar por todo el mundo aquí? Y tú, deja de saltar antes de que me tires todo el menaje.
Lo bueno es que la tortilla tiene más o menos el efecto que esperaba. Un estúpido criajo dice que batir huevos milenarios es una tontería, pero yo le digo que puede chuparme un pie. La cocina es innovación, memo. Si tuviese algo más de tiempo haría algún que otro experimento para averiguar qué ingrediente concreto es lo que provoca la flotabilidad, pero Kath puede llegar en cualquier momento y aún falta el postre.
Quito los cacharros sucios y preparo los ingredientes. Suerte que siempre que acampo durante días en un pueblo perdido de la mano de Dios voy preparada para todo. Necesitaré algo más de espacio, así que trato de hacer entender a los mocosos que me rondan que quiero tranquilidad y que no tendré problemas en cortarle el moño a todo el que meta un solo dedo en mi rango de visión.
Lo primero es el bol grande. Vale, no, lo primero es contenerme para no matar a Inosuke. Una se termina acostumbrando a su absoluta falta de tacto y ya ni siente ganas de tirarle un cuchillo a la cabeza. Lo segundo es el bol grande. Mentira de nuevo. Lo segundo es alejar mi puestecito para que el hedor de esos feos zombies marca Ivan no me hagan vomitar sobre la comida.
Ahora sí, el puto bol grande. Hay que convertir una buena pila de arroz en una papilla pegajosa. Incluso para algo así los wanenses tienen un palabro.
-¡Mochitsuki! -exclamo. No para que los mocosos participen, sino para que se aparten. Machacar el arroz es un proceso tedioso que pienso acortar a más o menos diez segundos siendo un tanto brusca.
Al final queda en nueve y medio. Lo mezclo con un buen puñado de azúcar y lo amaso mientras dejo caer el destilado de agua, zumo de yuzu y unas gotitas de concentrado de sangre de kappa. La verdad es que no sé si era un kappa o una tortuga lo que me enseñó el carnicero, pero no creo que importe mucho, sirve igualmente para hacer la masa, que queda al fuego mientras preparo los rellenos.
Un rato después ya tengo un mazacote de esta curiosa gominola. La ablando un poco con algo de fuerza bruta, le tiro una a Inosuke para ver lo dura que ha quedado -si sangra tengo que amasarla más- y la corto para luego darle forma. Hago unas cuantas, cada una con pequeñas muestras de sus propios rellenos para darle color, y al final cabo con tres docenas de pegotes de colores.
Toca reparto: los de melón, los de grasa de cerdo y los de judías rojas para Kath; mora, tofu y tinta de calamar para Inosuke; frambuesa, ostras y cacahuete para Xandra; cereza, mandarina y una piedra para Grimes; vainilla, té verde y melocotón dulce para mí. ¿Dónde estará lo de Ivan? He encargado un corazón de vaca gordo y sangrante para él. Se lo pondré en la fiambrera en lugar de mi comida, como sutil recordatorio de la repugnancia de sus gratuitos asesinatos.
-Vale, niños, ¿quién quiere uno a cambio de fregar los platos?
-Cogedlos y lleváoslos a casa. Y si se os escapan, pues estad preparadas con una colcha y arreglado. ¿Tengo que pensar por todo el mundo aquí? Y tú, deja de saltar antes de que me tires todo el menaje.
Lo bueno es que la tortilla tiene más o menos el efecto que esperaba. Un estúpido criajo dice que batir huevos milenarios es una tontería, pero yo le digo que puede chuparme un pie. La cocina es innovación, memo. Si tuviese algo más de tiempo haría algún que otro experimento para averiguar qué ingrediente concreto es lo que provoca la flotabilidad, pero Kath puede llegar en cualquier momento y aún falta el postre.
Quito los cacharros sucios y preparo los ingredientes. Suerte que siempre que acampo durante días en un pueblo perdido de la mano de Dios voy preparada para todo. Necesitaré algo más de espacio, así que trato de hacer entender a los mocosos que me rondan que quiero tranquilidad y que no tendré problemas en cortarle el moño a todo el que meta un solo dedo en mi rango de visión.
Lo primero es el bol grande. Vale, no, lo primero es contenerme para no matar a Inosuke. Una se termina acostumbrando a su absoluta falta de tacto y ya ni siente ganas de tirarle un cuchillo a la cabeza. Lo segundo es el bol grande. Mentira de nuevo. Lo segundo es alejar mi puestecito para que el hedor de esos feos zombies marca Ivan no me hagan vomitar sobre la comida.
Ahora sí, el puto bol grande. Hay que convertir una buena pila de arroz en una papilla pegajosa. Incluso para algo así los wanenses tienen un palabro.
-¡Mochitsuki! -exclamo. No para que los mocosos participen, sino para que se aparten. Machacar el arroz es un proceso tedioso que pienso acortar a más o menos diez segundos siendo un tanto brusca.
Al final queda en nueve y medio. Lo mezclo con un buen puñado de azúcar y lo amaso mientras dejo caer el destilado de agua, zumo de yuzu y unas gotitas de concentrado de sangre de kappa. La verdad es que no sé si era un kappa o una tortuga lo que me enseñó el carnicero, pero no creo que importe mucho, sirve igualmente para hacer la masa, que queda al fuego mientras preparo los rellenos.
Un rato después ya tengo un mazacote de esta curiosa gominola. La ablando un poco con algo de fuerza bruta, le tiro una a Inosuke para ver lo dura que ha quedado -si sangra tengo que amasarla más- y la corto para luego darle forma. Hago unas cuantas, cada una con pequeñas muestras de sus propios rellenos para darle color, y al final cabo con tres docenas de pegotes de colores.
Toca reparto: los de melón, los de grasa de cerdo y los de judías rojas para Kath; mora, tofu y tinta de calamar para Inosuke; frambuesa, ostras y cacahuete para Xandra; cereza, mandarina y una piedra para Grimes; vainilla, té verde y melocotón dulce para mí. ¿Dónde estará lo de Ivan? He encargado un corazón de vaca gordo y sangrante para él. Se lo pondré en la fiambrera en lugar de mi comida, como sutil recordatorio de la repugnancia de sus gratuitos asesinatos.
-Vale, niños, ¿quién quiere uno a cambio de fregar los platos?
- Resumen:
- El postre.
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