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El sonido del acero contra el acero lo inundaba todo a su alrededor, y apenas fue capaz de apañárselas para evadir los combates principales. No tenía tiempo que perder, Shun les necesitaba más que nunca, incluso si aquel estúpido honor suyo se veía manchado por intervenir en el combate. Era algo que jamás comprendería, y que no intentaría entender. Le daba completamente igual, no podía dejar que el samurái muriera. No aún. Por ello aceleró su carrera, levantando polvo con cada paso que daba, sin detenerse. Algunos de los siervos de Derian intentaron cortarle el paso. Ilusos... En ese momento ni el propio rey habría sido capaz de detener al espadachín. Tajos limpios y rápidos se sucedieron, empuñando aquella katana de filo negro tan característica del castaño, bañando su hoja en sangre para, pocos segundos después, librarla de esta con un movimiento rápido, envainándola después.
- Apartaos de mi camino, insectos. No tengo tiempo para jugar con vosotros -susurró para sí mismo, con el ceño fruncido y un tono de voz seco. Definitivamente no estaba para bromas.
Tras algún que otro encuentro similar continuó con su recorrido, casi sin prestar atención a si comenzaba a sentirse cansado por el incansable ritmo que llevaba o si alguien más intentaba atacarle, pillándole desprevenido. Siguió así durante un buen rato, avanzando por la costa hasta que, ante sus ojos, una gigantesca mole de carne se cruzó con él, abalanzándose contra dos participantes más en aquel festival de sangre, dolor y muerte. Definitivamente, aquella cosa era enorme y letal. Lo más probable era que terminara por arrollar a esa gente... Como si le importara. No era su problema y no podía permitirse el lujo de intervenir. Tardarían demasiado en derribar a esa cosa, incluso siendo él un espadachín con semejante habilidad... O eso diría él.
Estaba a punto de continuar su camino, ignorando el enfrentamiento que había comenzado frente a él cuando, de repente, el sonido de una gigantesca explosión azotó la isla, produciendo fuertes ráfagas de viento, así como que el lugar del que provenía se convirtiera en un verdadero infierno. Kazuo se giró con lentitud, siendo consciente al momento de la dirección desde la que provenía. Sus ojos escarlata se clavaron en aquel mar de llamas que se había formado sobre el real, mientras su lógica combatía contra su voluntad. ¿Qué había producido aquella cosa? Semejantes ráfagas, aquél fuego y ese silbido del viento no podían proceder de nadie más pero, ¿por qué había hecho eso? Ni el ronin habría sido capaz de resistir semejante impacto, era una muerte segura... Pero era Shun, al fin y al cabo. Siempre tomaba decisiones acertadas, al menos a la hora de combatir... ¿No?
- Shun... -murmuró mientras su mano derecha, aún aferrando a Yoake, perdía fuerza en su agarre, dejando caer la katana sobre la tierra bajo sus pies.
No importaba si era capaz de distinguir al espadachín entre el fuego y el humo, en mitad de la desolación. Incluso si no lo veía, incluso si todo lo que creía saber de él hacía que tratara de creer lo contrario, algo en lo más profundo de su ser le decía que aquél que fuera su maestro minutos atrás había abandonado ese mundo. Ya no estaba, ni quedaría nada de él más allá que su recuerdo. Cayó de rodillas, sin fuerzas para mantenerse en pie, sin voluntad para seguir corriendo. ¿Por qué le estaba afectando tanto? ¿Acaso no era él mismo quien deseaba la muerte de ese hombre? ¿No era con lo que más había soñado desde el día en que se encontraron? Entonces... ¿Por qué dolía tanto? Una gota salada de agua perlada recorrió con lentitud la mejilla del castaño, deslizándose con suavidad por su piel mientras algo se rompía en el interior del chico, como si un castillo de naipes se hubiera desmoronado, igual que un cristal fragmentándose al impactar contra un suelo de fría roca.
- Shun... -murmuró con la voz rota mientras apoyaba ambas manos sobre la tierra, arañándola a medida que cerraba los puños, apretando los dientes por pura rabia antes de posar la cabeza sobre el suelo, cerrando los ojos para intentar frenar las lágrimas que caían ahora sin cesar- No puedes morir... ¡No puedes morir! ¿¡COMO VOY A MATARTE AHORA!? -gritó dolorido, camuflando aquella sensación con palabras que significaban mucho más de lo que expresaban, alzando la mirada hacia aquel lugar donde había intercambiado sus últimas palabras con él.
Sin embargo, sus lágrimas y sus gritos se vieron obligados a cesar ante la imagen que se presentó ante sus ojos. ¿Qué clase de monstruo era capaz de hacer algo así? Se vio paralizado, incapaz de moverse mientras observaba cómo aquel engendro de la humanidad mancillaba el cuerpo inerte del samurái.
- ¿Cómo...? ¿Cómo te atreves a hacerle eso?
Se irguió despacio, tomando a Yoake del suelo sin desviar la mirada, casi sin parpadear, dejando que la ira comenzara a recorrer cada célula de su cuerpo. No importaban las consecuencias, ni el tiempo que le llevara. Ese hombre había firmado su sentencia de muerte, y sería él mismo quien separara su inmunda cabeza del cuerpo. Con el ceño fruncido y sus ojos relampagueando comenzó a caminar, de vuelta, con la intención de hacerle pagar por aquello a ese asesino. Sin embargo, la suave melodía que traía consigo el viento le hizo volver en sí. "No puedo dejar que su sacrificio sea en vano" se dijo a sí mismo, apretando con fuerza la empuñadura de su katana mientras cerraba los ojos y agachaba la cabeza. "Debo encontrar a Byakuro-san y a los demás."
Y, dejando de lado su deseo de venganza, reanudó la marcha para buscar a sus compañeros. Debían saber lo que había ocurrido.
- Apartaos de mi camino, insectos. No tengo tiempo para jugar con vosotros -susurró para sí mismo, con el ceño fruncido y un tono de voz seco. Definitivamente no estaba para bromas.
Tras algún que otro encuentro similar continuó con su recorrido, casi sin prestar atención a si comenzaba a sentirse cansado por el incansable ritmo que llevaba o si alguien más intentaba atacarle, pillándole desprevenido. Siguió así durante un buen rato, avanzando por la costa hasta que, ante sus ojos, una gigantesca mole de carne se cruzó con él, abalanzándose contra dos participantes más en aquel festival de sangre, dolor y muerte. Definitivamente, aquella cosa era enorme y letal. Lo más probable era que terminara por arrollar a esa gente... Como si le importara. No era su problema y no podía permitirse el lujo de intervenir. Tardarían demasiado en derribar a esa cosa, incluso siendo él un espadachín con semejante habilidad... O eso diría él.
Estaba a punto de continuar su camino, ignorando el enfrentamiento que había comenzado frente a él cuando, de repente, el sonido de una gigantesca explosión azotó la isla, produciendo fuertes ráfagas de viento, así como que el lugar del que provenía se convirtiera en un verdadero infierno. Kazuo se giró con lentitud, siendo consciente al momento de la dirección desde la que provenía. Sus ojos escarlata se clavaron en aquel mar de llamas que se había formado sobre el real, mientras su lógica combatía contra su voluntad. ¿Qué había producido aquella cosa? Semejantes ráfagas, aquél fuego y ese silbido del viento no podían proceder de nadie más pero, ¿por qué había hecho eso? Ni el ronin habría sido capaz de resistir semejante impacto, era una muerte segura... Pero era Shun, al fin y al cabo. Siempre tomaba decisiones acertadas, al menos a la hora de combatir... ¿No?
- Shun... -murmuró mientras su mano derecha, aún aferrando a Yoake, perdía fuerza en su agarre, dejando caer la katana sobre la tierra bajo sus pies.
No importaba si era capaz de distinguir al espadachín entre el fuego y el humo, en mitad de la desolación. Incluso si no lo veía, incluso si todo lo que creía saber de él hacía que tratara de creer lo contrario, algo en lo más profundo de su ser le decía que aquél que fuera su maestro minutos atrás había abandonado ese mundo. Ya no estaba, ni quedaría nada de él más allá que su recuerdo. Cayó de rodillas, sin fuerzas para mantenerse en pie, sin voluntad para seguir corriendo. ¿Por qué le estaba afectando tanto? ¿Acaso no era él mismo quien deseaba la muerte de ese hombre? ¿No era con lo que más había soñado desde el día en que se encontraron? Entonces... ¿Por qué dolía tanto? Una gota salada de agua perlada recorrió con lentitud la mejilla del castaño, deslizándose con suavidad por su piel mientras algo se rompía en el interior del chico, como si un castillo de naipes se hubiera desmoronado, igual que un cristal fragmentándose al impactar contra un suelo de fría roca.
- Shun... -murmuró con la voz rota mientras apoyaba ambas manos sobre la tierra, arañándola a medida que cerraba los puños, apretando los dientes por pura rabia antes de posar la cabeza sobre el suelo, cerrando los ojos para intentar frenar las lágrimas que caían ahora sin cesar- No puedes morir... ¡No puedes morir! ¿¡COMO VOY A MATARTE AHORA!? -gritó dolorido, camuflando aquella sensación con palabras que significaban mucho más de lo que expresaban, alzando la mirada hacia aquel lugar donde había intercambiado sus últimas palabras con él.
Sin embargo, sus lágrimas y sus gritos se vieron obligados a cesar ante la imagen que se presentó ante sus ojos. ¿Qué clase de monstruo era capaz de hacer algo así? Se vio paralizado, incapaz de moverse mientras observaba cómo aquel engendro de la humanidad mancillaba el cuerpo inerte del samurái.
- ¿Cómo...? ¿Cómo te atreves a hacerle eso?
Se irguió despacio, tomando a Yoake del suelo sin desviar la mirada, casi sin parpadear, dejando que la ira comenzara a recorrer cada célula de su cuerpo. No importaban las consecuencias, ni el tiempo que le llevara. Ese hombre había firmado su sentencia de muerte, y sería él mismo quien separara su inmunda cabeza del cuerpo. Con el ceño fruncido y sus ojos relampagueando comenzó a caminar, de vuelta, con la intención de hacerle pagar por aquello a ese asesino. Sin embargo, la suave melodía que traía consigo el viento le hizo volver en sí. "No puedo dejar que su sacrificio sea en vano" se dijo a sí mismo, apretando con fuerza la empuñadura de su katana mientras cerraba los ojos y agachaba la cabeza. "Debo encontrar a Byakuro-san y a los demás."
Y, dejando de lado su deseo de venganza, reanudó la marcha para buscar a sus compañeros. Debían saber lo que había ocurrido.
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De alguna forma u otra, lo habíamos conseguido. Habíamos logrado salir de ese infierno. Sentí como es que mi técnica se desactivaba y volvía estar normal. Normal… Ya nada sería como antes. Había perdido mis brazos, pero más allá de eso había entendido que las cosas habían seguido el curso que ya estaba destinado. Tarde o temprano me tenía que pasar algo así. Primero fue el rayo y ahora era esto. No aprendí de mis errores y, a pesar de todo, lograba sobrevivir. ¿Por qué? ¿Por qué seguir vivo si besaba la muerte cada vez que luchaba? ¿Qué sentido tenía hacerlo? Seguía tratando de encontrarle algún sentido. Worgulv usó su hacha para darme unos primeros auxilios básicos y alargar mi vida. ¿Debía sobrevivir? Había vivido a mi manera y no me arrepentía de nada.
– Chicos… – tosí algo de sangre. De a poco iba sintiendo como es que iba perdiendo la consciencia. – No le digan nada a Dexter… – sabía que era quizás no lo entendieran. Pero, era el único que podía vencer a Derian y, lamentablemente, yo no podía hacer nada para ayudarlo. Si alguna vez apareciera alguien que mi capitán no pudiera vencer, sería el final para todos. Ellos seguramente lo sabían y si se preocupaba por mí solo traería problemas. Y ya me aburrí de dar problemas y no soluciones. – Lo que menos necesitamos.. – cada vez me costaba más hablar. Sentía frio y sentía que lo poco que quedaba de energía en mi cuerpo, se escapaba por cada poro de este. – Es que se preocupe. Él tiene que vencerlo… – poco a poco mis ojos se estaban cerrando. ¿Debía dejar de luchar y dejarme llevar? – Es una orden de su subcapitán. La única que daré… – no, no me iba a rendir. Me tenía que mantener consciente y saber que iba a pasar. Debía hacerlo aun cuando mi cuerpo me abandonara. – Al menos, hagan eso. Él va a vencer a Derian. – Finalicé con una sonrisa. ¿Lo harían? ¿Serían capaces de hacerme caso? Era decisión egoísta y, visto desde afuera, demasiado fría pero estaba seguro de que era necesario.
– Chicos… – tosí algo de sangre. De a poco iba sintiendo como es que iba perdiendo la consciencia. – No le digan nada a Dexter… – sabía que era quizás no lo entendieran. Pero, era el único que podía vencer a Derian y, lamentablemente, yo no podía hacer nada para ayudarlo. Si alguna vez apareciera alguien que mi capitán no pudiera vencer, sería el final para todos. Ellos seguramente lo sabían y si se preocupaba por mí solo traería problemas. Y ya me aburrí de dar problemas y no soluciones. – Lo que menos necesitamos.. – cada vez me costaba más hablar. Sentía frio y sentía que lo poco que quedaba de energía en mi cuerpo, se escapaba por cada poro de este. – Es que se preocupe. Él tiene que vencerlo… – poco a poco mis ojos se estaban cerrando. ¿Debía dejar de luchar y dejarme llevar? – Es una orden de su subcapitán. La única que daré… – no, no me iba a rendir. Me tenía que mantener consciente y saber que iba a pasar. Debía hacerlo aun cuando mi cuerpo me abandonara. – Al menos, hagan eso. Él va a vencer a Derian. – Finalicé con una sonrisa. ¿Lo harían? ¿Serían capaces de hacerme caso? Era decisión egoísta y, visto desde afuera, demasiado fría pero estaba seguro de que era necesario.
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- Nota:
- Lo dicho, si falta alguien, avisad, por favor
Mientras la batalla se recrudece por momentos, un enorme barco llega a la costa sur, con un enorme motivo astado en las velas. De su interior salen unas enormes jaurías de perros montados por... ¿ratones? que empiezan a correr hacia las tropas de defensa de la isla con garras y dientes preparados para arañar y morder. Algunos también llevan espadas brillantes y escudos reflectantes. La batalla ha tomado un matiz casi humorístico con esta espectacular entrada.
Y es entonces cuando una voz resuena en lo más alto, reproducida por un inmenso Den-Den Mushi en la costa donde los Almirantes se han reunido:
- ¡Derian Markov! ¡Depón las armas o volaremos la isla contigo en ella! -la voz es ligeramente silbante, y no parece precisamente disgustada de decir eso. La respuesta de Derian tarda unos segundos en llegar.
- ¿Rendir las armas? ¿Qué clase de rey hincaría la rodilla ante la mismísima gente que le llamó tirano, masacró a su pueblo y trató de acusarle de los crímenes que ellos mismos cometieron? ¿Los mismos que le negaron ayuda cuando su amada tierra sangraba y moría bajo el yugo de los antiguos señores feudales? No sois mejores que las presas... sois meros parásitos que se alimentan de las desgracias ajenas. ¡Hallstat no se dejará avasallar por estas gentes extranjeras! -la comunicación se detiene unos instantes, y un rayo cae de fondo, como si hubiese esperado el momento propicio- ¡La mismísima Providencia me ha entregado la corona! Aun cuando la situación ha parecido desesperada, siempre he salido triunfante contra mis enemigos, y tras años de espera al fin he ocupado mi lugar legítimo en el trono. ¡No temáis, mis fieros soldados! ¡Mientras me queden fuerzas para empuñar mi espada, nuestro pueblo no será vencido! ¡POR LA LIBERTAD! ¡POR HALLSTAT! ¡MUERTE AL GOBIERNO MUNDIAL!
- Maki, el Heraldo del Rey Markov:
- Mientras el rey se acomoda en el trono del salón del trono, un hombre entra en la sala, cargado con un maletín y ataviado con una gabardina negra. Tras mascullar unas palabras, simplemente se va por una puerta lateral de la sala. El lugar empieza a llenarse ghouls que empiezan a adorar al verdadero rey de Hallstat. Derian te indica que te acerques y agarra un cetro dorado que hay al lado del trono, diciendo:
- Te nombro Caballero Real de Derian Markov. Ahora debes buscar la megafonía y anunciar mi llegada. -tras eso, los ghouls prorrumpen en aplausos.
Un instante después escucháis la declaración de Derian por megafonía, y un instante después, se apagan las luces y el castillo se alumbra con focos rojos. Una alarma empieza a sonar. ¿Qué ocurre, maldita sea?
- Arribor Neus:
- Vences al grandote, haciendo que caiga derrumbado, aunque aún logra murmurar algo así como "New-Kama... sempai...". Bufff... por fin te has librado de esa molestia. ¿Y ahora qué?
- Corvo:
- Al retirar la extraña formación de cristal de la pared, el brillo amarillento que desprende parece desaparecer. Los dos guardias que te seguían te observan en silencio durante unos momentos. Entonces notas una fuerza en el hombro. Uno de los guardias te ha puesto la mano encima del mismo, y te mira sin comprender.
- Tú no eres un científico, ¿verdad? -¿qué ocurre? Parece que el gas no les está afectando como debería. Ves que el otro guardia ha sacado una especie de fusta rígida con la punta brillante en un color blanco chisporroteante.
- Heaten, Kuro, Murasaki y Akagami:
- Estáis combatiendo contra los lagartos alados.
- Ryuta:
- Ves acercarse un trio de personas, dos de ellos parecen marines, el otro difícilmente se puede definir como persona. Es un maldito ratón montado en un perro. Si sales de tu asombro, podrías preguntarles a ellos si tienen explosivos. (Kenichi, Hayate y Caddie)
- Kenichi, Hayate y Caddie:
- Acabáis llegando sigilosamente hasta el castillo. A vuestro alrededor, cientos de soldados emergen de la tierra y se dirigen a las costas, para repeler la amenaza. A lo lejos veis un hombre volar sobre el campo de batalla, con dos amplias alas negras en su espalda, y bajo él, un grupo de hombres vestidos de negro acaban con un grupo de monstruosos animales. El castillo está frente a vosotros, sobre una enorme columna de roca que impide cualquier tipo de entrada. ¿Qué demonios? ¿Cómo se supone que váis a subir hasta allí arriba? Cerca de vosotros veis un grupo de marines discutiendo entre ellos.
- Xanxus, Onox y Rocket:
- Mientras Xanxus observa el paisaje y la matanza, vosotros dos empezáis a moveros entre las tropas asaltantes que no dejan de llegar. Provocais miseria y dolor entre las víctimas, hasta que... oh, un hombre aparece frente a vosotros. Lleva un par de alas en la espalda y os mira con disgusto.
https://www.onepiece-definitiverol.com/t16073-el-angel-contra-los-guardianes#157912
- Kaito, Nemonic, Sinclair:
- Os decantais por la puerta de la izquierda, abriéndoos paso con impetu y velocidad, rabiosos por derrotar a quienquiera que esté al otro lado, para al fin encontrar la libertad añorada. Y os encontráis con una sala cuadrada, de cemento gris. Al fondo de la misma hay una puerta cerrada. Una segunda mirada os revelará que no hay una puerta como tal, sino que es un dibujo en la pared y una risa aguda e insoportable resonará por el lugar, sin saber muy bien de dónde viene exactamente.
- Jijijijijiji... perfecto. Parece que los Bombatinelas no os han matado. -en ese momento os dais cuenta de que en esa sala hay alguien más, pero no podéis verlo, y su presencia parece difusa por el lugar hasta el punto de casi inexistente. ¿Qué hacéis?
https://www.onepiece-definitiverol.com/t16072-legendary-hunters-vs-personaje-misterioso#157911
- Falcopone, Brigada indisciplinaria y Kodama:
- El combate termina con el poderoso ataque de Kai, que remata al vampiro. Sin duda ha sido digno de una epopeya. Pero ahora... ¿qué váis a hacer? Estáis medio muertos, y aún encima, el cuerpo del vampiro parece haber sido volatilizado con el último ataque, no habiendo quedado rastro alguno de él.
- Kusanagi:
- Los guardias se acercan a Kasan, y tras unos segundos, se lo llevan preso. Mierda, has perdido a tu compañero. A ti parecen dejarte en paz, ignorándote al haber cobrado una pieza.
- Kasanova:
- Los guardias se acercan a ti y te preguntan quien eres. No se te ocurre nada inteligente que decir, así que te acaban esposando y llevando con ellos hacia lo que supones que es la prisión.
- Kazuo:
- Según corres ves volar sobre tu cabeza a una mujer montada en una alfombra voladora, con un cabello rojo intenso como la sangre. Parece estar haciendo malabares con un sai, y ves que tiene el ceño fruncido. Frente a ti ves la entrada a una caverna. Y más adelante, colinas y colinas llenas de conflicto armado. ¿Qué harás?
- Issei:
- Ves al hombre salir por la puerta, a regañadientes, avanzando con pasos pesados, arrastrando los pies mientras refunfuña. El hombre se aleja por los pasillos hasta que lo pierdes de vista y te centras en los seguratas. Tras dejar a todos fuera de combate, y toquetear los botones de liberación, el lugar se oscurece, y una luz roja inunda toda la prisión. Al mismo tiempo, la puerta de la sala se cierra, cayendo una placa de metal de casi 50 cm de grosor. Una ruidosa alarma empieza a sonar por todo el lugar. Mierda... ¿todo era una trampa? Ves que de las paredes salen unos pequeños tubos metálicos que empiezan a despedir un gas verdoso: cloro. Una trampa del verdadero doctor Cooper.
- Akashi:
- Bien. Bravo. Sublime. Los lanzas por el aire. De las personas que te rodeaban, ahora quedan en pie ocho, todas ellas apuntándote con sus lanzas. Se lanzan contra ti, tratando de ensartarte desde ocho puntos a la vez. Las puntas de las lanzas están oscurecidas con haki armadura, y algunas de ellas rezuman un extraño líquido oscuro que se mezcla con el agua de la lluvia que se desliza sobre ellas.
- Kenta:
- Bajo la insistente lluvia no puedes ver nada más que gente peleando y masacrándose entre ellas. No parece que nadie vaya a rescatarte. Tendrás que salir de ahí por tus propios medios. Ves una persona salir volando del edificio al que acabas de subir, montado en un extraño vehículo similar a una motocicleta, por un enorme agujero en una de las paredes. Tal vez dentro estés más a salvo. O tal vez le puedas pedir ayuda a esa persona antes de que se largue (Bleyd).
- Nemo y Nolan:
- Las luces del palacio se apagan y se vuelven rojas un instante después. Una alarma resuena en el lugar. ¿Haréis algo?
- Starus:
- Logras encontrar una salida de la isla entre todo el caos.
- Bleyd:
- ¡Brum! ¡Brum! La moto es rápida como un cohete en miniatura. Observas tres grandes botones, uno azul, uno verde y uno rojo, en el panel de mandos, además de tres palancas y un extraño botón negro al lado de la zona del motor. ¿Pulsarás esos botones o prefieres parar para establecer un plan? La verdad es que con la que está cayendo tal vez conducir a gran velocidad no sea una buena idea.
- Aria:
- - Oh, en efecto... es más... -el monarca parece a punto de contarte uno de sus secretos cuando algo resuena a lo lejos, una declaración por parte de los marines. Entonces Derian agarra un Den-Den Mushi y responde con un vanaglorioso discurso. Tras eso, unos hilillos de oscuridad llegan hasta él por la entrada del lugar. Parece que se ha enfadado. Sin ni siquiera mirarte, sale corriendo a toda velocidad hacia el exterior.
- Fear:
- C. K. no parece responderte. Hora de tomarse la justicia por tu mano. ¡Adelante! ¡Sin miedo! ¿Qué harás? ¿Informar a tus superiores o avanzar sin ellos? El tiempo apremia, y lo sabes.
- Jesaix:
- Subes la colina, avanzando sobre los caídos. Bravo. Ahora ves más allá otra colina, y otra, y otra. La guerra se extiende a tu alrededor como un cuadro del que formases parte. Tal vez debas intentar otra co...
¡BOOOOOOM! Una bomba vuela tras de ti, reventando a varios de los marines y esparciéndolos por el lugar, ensangrentados. Un sonido extraño, como de un motor a propulsión resuena en lo alto, mientras alzas la mirada. Ves a un hombre armado con un lanzagranadas que se coloca en la espalda, ya sin munición, y saca un rifle. Un mercenario, tal vez.
https://www.onepiece-definitiverol.com/t16071-el-mercenario-contra-el-tiburon#157910
- Zhivago y Chrome:
- Cid y Alwyn:
- Os habéis librado del golem, pero la cosa empieza a descontrolarse. ¿Qué vais a hacer ahora? Daos prisa, pensad rápido. Las tropas parecen ir hacia el interior. ¿Las seguiréis?
- Baozar:
- Nada más entrar en el segundo nivel de la prisión, las luces se apagan, las celdas se abren de golpe y una luz rojiza indica el estado de alarma, junto con una sonora bocina. El lugar se llena de presos, la mayoría asustados, otros con ganas de dar caña. En cualquier caso, escuchas sonidos de pelea más adelante. Posiblemente los presos hayan tomado venganza de los guardias. A tu izquierda hay un pasillo. ¿Intentarás evitar el lugar y dar un rodeo o te llama el sonido del combate?
- Sons:
- Barbazul sigue cargando con la gente de su barco, que permanecen idos, posiblemente por sus heridas. Vuelves al barco, arrastrando a tus compañeros, mientras... los últimos instantes de vida de Kabil transcurren. Ha sido una vida bonita. Corta, pero bonita. Kabil muere al lado de sus compañeros, con el hierro atravesándole un importante órgano vital.
- Keth:
- Desciendes más aún, y a lo lejos empiezas a ver una zona mucho más protegida que las demás. Hay un par de enormes esferas de color oscuro, metálicas, con remaches aquí y allá. ¿Minas, tal vez? El problema es que están protegidas por un grupo numeroso de guardias, y no parece que quieran moverse del sitio. Un poco más allá, el camino prosigue hasta una pared acristalada. Al otro lado de la misma, ves una enorme caverna iluminada por farolas. Hay edificios, y la gente parece pasear por las calles de los mismos, mientras algunas tropas van de aquí para allá. Estás a una altura de diez metros del suelo, y tienes una pequeña escalera de mano metálica para descender si quieres. ¿O tal vez quieras ir a por las bombas?
- Aki:
- Empiezas a ver la destrucción que se ha producido en la costa tras apenas unos minutos. Las tropas invasoras avanzan sobre las fábricas, mientras a lo lejos el ejército de Derian sigue emergiendo de las profundidades. Puedes elegir ahora qué vas a hacer, si descender hacia el combate y empezar a matar gente, o bien volver al castillo. O tal vez simplemente quieras quedarte sola. Oh, mira... ahí abajo hay una pequeña cueva. Tal vez nadie te moleste si vas... o tal vez haya más soldados subiendo por ella. ¿Y bien?
- Emile:
- Avanzas volando sobre la barrera de fábricas en dirección al norte. El juego de la guerra ha avanzado mientras tu combatías al arcángel. Mientras te internas en lo más profundo de Halstat, te das cuenta de una cosa: las tropas enemigas empiezan a avanzar lentamente hacia el interior, parece que los ejércitos de Derian no son quien de detener el ímpetu de sus enemigos. Bajo tus alas, un sinfín de criaturas que solo se podrían definir como pesadillescas atacan a los asaltantes, cuando un hombre vestido de negro aparece de improviso, espada en mano, y descuartiza a los monstruos, acompañado por un grupo de personas vestidas con los mismos tonos. Tal vez puedas reconocer el uniforme del Cipher Pol.
- Midorima y compañía:
- ¿Y ahora que vais a hacer? Simplemente eso.
- Teobaldo:
- Tras un rato caminando por la orilla ardiente, no sabes cuanto tiempo exactamente, alcanzas uno de los extremos de la costa. La pérdida de sangre ha sido importante pese al torniquete, pero al menos puedes mantenerte en pie. Eso sí, una vez te alejas del fuego sientes frío, y te das cuenta de que estás bastante pálido. Oyes gritos lejanos de gente peleando hasta la muerte (y no muerte). Frente a ti, la linea de fábricas grises de entre las que salen soldados de Derian. Oh, tal vez no sea buena idea acercarse.
- León:
- Te das media vuelta en tu barco, sabiendo que el trabajo está bien hecho. Una suave sonrisa aparece en tus labios mientras enciendes un cigarrillo y disfrutas de él. Tu barco comienza a alejarse de Halstat, hasta una posición más segura, sabiendo que si las cosas se complican tendrás que regresar para combatir.
- Deivid:
- Estás alejándote de la máquina cuando escuchas resonar el aviso de los marines. ¿Acaso se han vuelto locos en su intento por acabar con el reinado de Derian? El tiempo apremia ahora. ¿Qué harás?
- Dexter:
- Tu sentido dracónido (o los auriculares que llevas, vete tú a saber...) te lo advierte: alguien está en problemas. Tal vez si te pones a velocidad de crucero llegues allí en breves.
- Anglesey, Esmejit, Melchiah:
- Os lleva lo vuestro y resbaláis un poco en alguna ocasión, pero lográis bajar sanos y salvos. Ahora entre vosotros y el castillo sólo hay a saber cuántos kilómetros e innumerables peligros. De hecho a unos metros de vosotros veis pasar a un hombre embutido en una armadura completa con una capa roja y los símbolos de alguna casa noble en su coraza. Va a caballo, y lo siguen cinco jinetes más con armaduras menos ostentosas pero armados con lanzas. Podéis esconderos y esperar a que pasen, o tal vez queráis despojarlos de sus monturas y emplearlas para ir hasta el castillo. En caso de que decidáis no luchar contra él, tendréis que buscar otro método de avanzar hasta el castillo... o tal vez queráis probar suerte en la cueva que hay en esa colina. Tiene pinta de ser grande.
- CK:
- Derek y Reira:
- Byakuro:
- En el momento en que te apoyas sobre las rocas, escuchas un pitido y varias detonaciones, y sales disparado en medio de un montón de rocas. Probablemente te maten si cuando caigas te caen encima, así que yo que tú haría algo. En principio es una trampa que c como logia no debería ser problema para ti... si no fuera por la enorme ola de agua que ha sido liberada al reventar la pared que contenía el acuífero. Y bueno, recuerda que estás cayendo hacia la zona del cepo. Ándate con ojo o podrías salir muy mal parado.
- Alex Cooper:
- Estás caminando tranquilamente, poniendo tus bombas cuando de pronto las luces se apagan, tornándose roja la luz, una alarma empieza a sonar y las puertas de las celdas se abren. En estos primeros niveles no hay casi presos, pero puedes percibir con tu mantra que los pocos que hay han salido de sus celdas y están huyendo. Oh, y está sonando tu den den mushi ¿Qué vas a hacer?
- Nota:
- Ya sabéis, si algo falla, me avisáis
Lion D. Émile
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Guerra... la gran calamidad del mundo. Hallstat había sido una isla hermosa en un pasado, llena de frondosos bosques, grandes extensiones de cultivo, enormes castillos medievales y ciudades y pueblos con cientos de años de antigüedad, si no más. Ahora el fuego y las armas del Gobierno estaban reduciendo a un reino antiquísimo a cenizas. Si bien esto no molestaba especialmente a Émile, le apenaba ligeramente. Al fin y al cabo, había vivido durante dos años en aquel lugar. Cuanto más avanzaba, más constataba que la guerra estaba llegando a su culmen. ¿Quién iría ganando? Aquello era un dato crucial que necesitaba cuanto antes, así como analizar la posición para intentar encontrar el punto sensible de las defensas de Derian y reforzarlo. Así pues, se alzó en los aires y sobrevoló la zona observando la situación.
- Mierda... -murmuró, al ver la situación.
Por todos lados, las batallas parecían decantarse a favor del bando del Gobierno. Los marines avanzaban lenta pero inexorablemente hacia el centro de la isla, barriendo las defensas del rey. Cientos de soldados de Hallstat y criaturas monstruosas surgían de todas partes, pero poco a poco caían ante el imparable paso de sus enemigos. Y aun encima, el anuncio de la Marina por megafonía... "No, no... esto no debería estar pasando." Émile se mordió el labio, conteniendo su rabia y desesperación. Si Derian caía, él estaría en problemas. No sólo perdería las recompensas que el rey le había prometido: su propia isla, riquezas y un título de corso entre otras, si no que además su banda y él estarían expuestos al Gobierno y en peligro de ser capturados. Una mueca de ira se fue dibujando en su rostro, consciente de la terrible realidad que le aguardaba. ¿Qué le quedaba por hacer? ¿Huir y abandonar Hallstat a su suerte? ¿Morir luchando junto al rey vampiro? Ninguna de las dos opciones le pegaba. Él no era un cobarde, pero tampoco ningún héroe.
- Maldito Gobierno Mundial... no hacéis más que entrometeros en mis planes. Juro que seré la horma de vuestro zapato, la persona que se convierta en vuestra peor pesadilla.. - apretó el puño, con una mirada carga de odio - ¡Lucifer! ¡Toma mi cuerpo y mi mente una vez más, pero destruye a mis enemigos! ¡Aniquílalos a todos y haz que ardan en el más profundo y negro de los Infiernos para toda la eternidad!
Acudiendo a su llamada, notó cómo la oscura presencia de Lucifer despertaba y tomaba el control de su cuerpo. Nuevamente comenzó a cambiar de aspecto, transformándose en la forma completa de su zoan. El odio y la rabia inundaron su mente, y todo pensamiento racional fue sustituido por una maldad tan vasta y antigua como el mismísimo mundo. Tan sólo deseaba la destrucción. Causar tanto caos, dolor, muerte y sufrimiento como fuese capaz, y luego destrozar a los supervivientes tras despojarlos de su esperanza. El terrible demonio dio un poderoso aullido, y a continuación posó su mirada en la tierra. La Guerra no podía si no hacer más fuerte al Diablo, el origen de todo pecado. Y la Guerra sería su motor. Observó a todos los soldados de Derian que tenía a la vista desde su privilegiada posición, y les mandó un mensaje telepático:
- ¡ES LA HORA! ¡Vuestras familias dependen de vosotros! Si falláis, estos cerdos los matarán a todos. ¿Es eso lo que deseáis? Se han atrevido a profanar vuestra tierra... ¡ANIQUILADLOS A TODOS!
Entonces colmó los corazones de todos ellos con sentimientos de ira y orgullo, empleando su Influencia Satánica al tiempo que murmuraba dos nombres para activar el embrujo: Amón y Lucifer. Así se aseguraría de que no se rindieran y continuarían peleando cuando lanzase su contraataque. La furiosa carga de los soldados de Hallstat y su acometida desde el aire posiblemente servirían para romper las filas del Gobierno. Y ahora era cuando le tocaba a él actuar. "Préstame todo tu poder, Lucifer. Quiero que ardan todos. ¡QUE MUERAN!" El Diablo tardó unos instantes en contestar "Si hago eso, no podrás recurrir a mi para combatir. Perderás la posibilidad de usar tu forma completa durante un largo rato, y si te encuentras con algún enemigo poderoso... Y además, ¿cómo pretendes generar tanto fuego?" Sin embargo Émile no quería ni oír hablar de la posibilidad de no actuar. ¡Tenían que ganar aquella guerra, fuera como fuera! "Hazlo, yo asumiré las consecuencias. Emplearemos el alma que tenemos." Lucifer alzó sus brazos hacia el cielo, y unas llamas rojo sangre envolvieron su cuerpo, mientras un grito de dolor resonaba en sus oídos al quemarse y desaparecer la existencia de Hiyori. La impura energía generada al realizar el horrendo acto de destruir un alma comenzó a recorrer su cuerpo, haciéndole sentirse más inmensamente poderoso que nunca.
- Apocalypse.
De repente el fuego salió disparado hacia el aire en forma de una poderosa columna de llamas, que se elevó rápidamente y muy alto, ascendiendo hasta las oscuras nubes que mantenían Hallstat en penumbras. De repente en una zona amplia, las nubes comenzaron a brillar, y el suelo bajo estas quedó iluminado como si fuera de día. Sin embargo, aquella luz no era como la del sol... era de un tono carmesí y siniestro, y no parecía dañar a las criaturas de la noche de Derian. De repente grandes bolas de fuego comenzaron a caer del cielo, descendiendo rápidamente hacia diferentes zonas donde había fuerzas del Gobierno o aliados de estos, o cualquiera que estuviera atacando a las tropas del rey. Y así fue cómo el Miedo y el propio Infierno descendió sobre las cabezas de los enemigos del Diablo, en forma de una letal lluvia de fuego impío. Émile comenzó a reírse a carcajadas, con su normalmente hermoso rostro contraído en una mueca horrenda. Había vuelto a su forma de Luzbel corrupto, y aunque había drenado prácticamente todo el poder de Lucifer, aun le quedaba su propia energía.
- ¡¿Y ahora qué, Gobierno?! ¿Qué haréis cuando el propio Rey de los Infiernos está de mi lado? - volvió a comenzar a reírse como un auténtico demente, alzando sus manos.
Entonces una fuerte presencia entró en escena, y al mirar abajo vio a un grupo de hombres de uniforme avanzado entre las tropas de no muertos. La sonrisa se le borró de la cara, y fue sustituida por una expresión de desprecio. Desenfundando ambas pistolas y apuntando con ellas al suelo, comenzó a canalizar energía y su haki. Realizaría la misma devastadora técnica con la que había asesinado al Señor de la Caza Miden y arrasado todo un pueblo del East Blue. Los cañones de sus pistolas brillaron por un instante, justo antes de que el capitán pirata apretase los gatillos. A una velocidad comparable a la del sonido, dos proyectiles de energía pura salieron disparados hacia los CPs. En cuanto llegasen a su objetivo, estallarían en una brutal explosión que abarcaría más de diez metros de radio. Nadie iba a estropear su gran momento. ¡Destrozaría a todo aquel que se atreviera a interponerse entre él y la consecución de sus planes!
- Cannon Mode: ¡Demon Sonic Cannon!
Una expresión de locura y maldad volvió a dibujarse en el rostro de Émile. A medida empleaba más los poderes de su akuma, se iba corrompiendo poco a poco, cada vez algo más rápido. Sin embargo cometer el imperdonable acto de arrebatar no una vida, si no un alma y consumirla destruyendo su existencia, lo había hecho caer en una espiral de corrupción y decadencia. En aquel momento estaba dopado del poder sacrílego que le había otorgado la destrucción del espíritu de Hiyori, y la maldad más pura había tomado el control de su ser. "¡Matadlos a todos! El Gobierno ya ha llegado a la isla y está avanzando. ¡Buscadlos y aniquiladlos!" Mandó la orden mental a su tripulación, al tiempo que los potenciaba a todo con su Pacto Demoníaco, que en condiciones normales triplicaría sus habilidades, pero que estando Émile bajo los efectos de la energía del alma, las aumentaría incluso más. Acto seguido manipuló sus corazones con su Influencia Satánica, como había hecho con los soldados, inflamándolos de rabia.
- Mierda... -murmuró, al ver la situación.
Por todos lados, las batallas parecían decantarse a favor del bando del Gobierno. Los marines avanzaban lenta pero inexorablemente hacia el centro de la isla, barriendo las defensas del rey. Cientos de soldados de Hallstat y criaturas monstruosas surgían de todas partes, pero poco a poco caían ante el imparable paso de sus enemigos. Y aun encima, el anuncio de la Marina por megafonía... "No, no... esto no debería estar pasando." Émile se mordió el labio, conteniendo su rabia y desesperación. Si Derian caía, él estaría en problemas. No sólo perdería las recompensas que el rey le había prometido: su propia isla, riquezas y un título de corso entre otras, si no que además su banda y él estarían expuestos al Gobierno y en peligro de ser capturados. Una mueca de ira se fue dibujando en su rostro, consciente de la terrible realidad que le aguardaba. ¿Qué le quedaba por hacer? ¿Huir y abandonar Hallstat a su suerte? ¿Morir luchando junto al rey vampiro? Ninguna de las dos opciones le pegaba. Él no era un cobarde, pero tampoco ningún héroe.
- Maldito Gobierno Mundial... no hacéis más que entrometeros en mis planes. Juro que seré la horma de vuestro zapato, la persona que se convierta en vuestra peor pesadilla.. - apretó el puño, con una mirada carga de odio - ¡Lucifer! ¡Toma mi cuerpo y mi mente una vez más, pero destruye a mis enemigos! ¡Aniquílalos a todos y haz que ardan en el más profundo y negro de los Infiernos para toda la eternidad!
Acudiendo a su llamada, notó cómo la oscura presencia de Lucifer despertaba y tomaba el control de su cuerpo. Nuevamente comenzó a cambiar de aspecto, transformándose en la forma completa de su zoan. El odio y la rabia inundaron su mente, y todo pensamiento racional fue sustituido por una maldad tan vasta y antigua como el mismísimo mundo. Tan sólo deseaba la destrucción. Causar tanto caos, dolor, muerte y sufrimiento como fuese capaz, y luego destrozar a los supervivientes tras despojarlos de su esperanza. El terrible demonio dio un poderoso aullido, y a continuación posó su mirada en la tierra. La Guerra no podía si no hacer más fuerte al Diablo, el origen de todo pecado. Y la Guerra sería su motor. Observó a todos los soldados de Derian que tenía a la vista desde su privilegiada posición, y les mandó un mensaje telepático:
- ¡ES LA HORA! ¡Vuestras familias dependen de vosotros! Si falláis, estos cerdos los matarán a todos. ¿Es eso lo que deseáis? Se han atrevido a profanar vuestra tierra... ¡ANIQUILADLOS A TODOS!
Entonces colmó los corazones de todos ellos con sentimientos de ira y orgullo, empleando su Influencia Satánica al tiempo que murmuraba dos nombres para activar el embrujo: Amón y Lucifer. Así se aseguraría de que no se rindieran y continuarían peleando cuando lanzase su contraataque. La furiosa carga de los soldados de Hallstat y su acometida desde el aire posiblemente servirían para romper las filas del Gobierno. Y ahora era cuando le tocaba a él actuar. "Préstame todo tu poder, Lucifer. Quiero que ardan todos. ¡QUE MUERAN!" El Diablo tardó unos instantes en contestar "Si hago eso, no podrás recurrir a mi para combatir. Perderás la posibilidad de usar tu forma completa durante un largo rato, y si te encuentras con algún enemigo poderoso... Y además, ¿cómo pretendes generar tanto fuego?" Sin embargo Émile no quería ni oír hablar de la posibilidad de no actuar. ¡Tenían que ganar aquella guerra, fuera como fuera! "Hazlo, yo asumiré las consecuencias. Emplearemos el alma que tenemos." Lucifer alzó sus brazos hacia el cielo, y unas llamas rojo sangre envolvieron su cuerpo, mientras un grito de dolor resonaba en sus oídos al quemarse y desaparecer la existencia de Hiyori. La impura energía generada al realizar el horrendo acto de destruir un alma comenzó a recorrer su cuerpo, haciéndole sentirse más inmensamente poderoso que nunca.
- Apocalypse.
De repente el fuego salió disparado hacia el aire en forma de una poderosa columna de llamas, que se elevó rápidamente y muy alto, ascendiendo hasta las oscuras nubes que mantenían Hallstat en penumbras. De repente en una zona amplia, las nubes comenzaron a brillar, y el suelo bajo estas quedó iluminado como si fuera de día. Sin embargo, aquella luz no era como la del sol... era de un tono carmesí y siniestro, y no parecía dañar a las criaturas de la noche de Derian. De repente grandes bolas de fuego comenzaron a caer del cielo, descendiendo rápidamente hacia diferentes zonas donde había fuerzas del Gobierno o aliados de estos, o cualquiera que estuviera atacando a las tropas del rey. Y así fue cómo el Miedo y el propio Infierno descendió sobre las cabezas de los enemigos del Diablo, en forma de una letal lluvia de fuego impío. Émile comenzó a reírse a carcajadas, con su normalmente hermoso rostro contraído en una mueca horrenda. Había vuelto a su forma de Luzbel corrupto, y aunque había drenado prácticamente todo el poder de Lucifer, aun le quedaba su propia energía.
- ¡¿Y ahora qué, Gobierno?! ¿Qué haréis cuando el propio Rey de los Infiernos está de mi lado? - volvió a comenzar a reírse como un auténtico demente, alzando sus manos.
Entonces una fuerte presencia entró en escena, y al mirar abajo vio a un grupo de hombres de uniforme avanzado entre las tropas de no muertos. La sonrisa se le borró de la cara, y fue sustituida por una expresión de desprecio. Desenfundando ambas pistolas y apuntando con ellas al suelo, comenzó a canalizar energía y su haki. Realizaría la misma devastadora técnica con la que había asesinado al Señor de la Caza Miden y arrasado todo un pueblo del East Blue. Los cañones de sus pistolas brillaron por un instante, justo antes de que el capitán pirata apretase los gatillos. A una velocidad comparable a la del sonido, dos proyectiles de energía pura salieron disparados hacia los CPs. En cuanto llegasen a su objetivo, estallarían en una brutal explosión que abarcaría más de diez metros de radio. Nadie iba a estropear su gran momento. ¡Destrozaría a todo aquel que se atreviera a interponerse entre él y la consecución de sus planes!
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Una expresión de locura y maldad volvió a dibujarse en el rostro de Émile. A medida empleaba más los poderes de su akuma, se iba corrompiendo poco a poco, cada vez algo más rápido. Sin embargo cometer el imperdonable acto de arrebatar no una vida, si no un alma y consumirla destruyendo su existencia, lo había hecho caer en una espiral de corrupción y decadencia. En aquel momento estaba dopado del poder sacrílego que le había otorgado la destrucción del espíritu de Hiyori, y la maldad más pura había tomado el control de su ser. "¡Matadlos a todos! El Gobierno ya ha llegado a la isla y está avanzando. ¡Buscadlos y aniquiladlos!" Mandó la orden mental a su tripulación, al tiempo que los potenciaba a todo con su Pacto Demoníaco, que en condiciones normales triplicaría sus habilidades, pero que estando Émile bajo los efectos de la energía del alma, las aumentaría incluso más. Acto seguido manipuló sus corazones con su Influencia Satánica, como había hecho con los soldados, inflamándolos de rabia.
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Estaba empezando a sacar las plantas cuando note una presión sobre el hombro derecho, era uno de los guardias, que más que parecer dormido parecía molesto, o ¿Era intrigado? Este me preguntó si de verdad era científico, ¿dudaba de mis capacidades aquel sujeto? Si tenía que pelear contra ellos, cosa que esperaba no tener que hacer, y menos a esta distancia y mis pésimas dotes en el cuerpo a cuerpo, los investigaría a fondo, sobre todo esa inmunidad a la asfixia. El guardia que estaba tras él había sacado una especie de porra eléctrica o algo así, sería un arma digna de estudiar también.
Bien, ya que dudáis de mí acercaros los dos. -Les indiqué justo un lugar delante de donde había preparado las cosas.- Comenzaremos por algo sencillo, no os preocupéis os diré que hago exactamente en cada pasó. Lo primero es poner aquí, -Señalé un recipiente normal de plástico sobre el suelo.- algo de alcohol y calentarlo levemente, sin dejar que se evaporé. Ahora cojo unas hojas de esta planta mientras se calienta y las machaco en este mortero con una pequeña cantidad de alcohol. Estas plantas llevan mucho sin sol y sus células estresadas por su falta estaban a punto de morir, ahora tras la leve exposición a la luz de aquí abajo deberían seguir igual, pero y aquí viene mi investigación. –Y mayor farol de mi vida, pues pese a estar investigándolo solo era una hipostasis y ningún doctor me habría avalado.- bajo esta luz las plantas crecen y viven sin necesidad del sol, la pregunta que intentó resolver, y por la cual podríamos hacer grandes maravillas en el reino es ¿Esto se debe a la luz de los cristales, o las propias plantas?
Esperaba poder distraerles para pensar algo con lo que librarme de ellos, o incluso convencerlos de tal manera que fueran mi llave para ir a cualquier sitio de la isla sin necesidad de preocuparme por nada, además luego tenía que ocuparme del problema del cristal apagado, ¿Qué pasaría si volvía a introducirlo?
Bien, ya que dudáis de mí acercaros los dos. -Les indiqué justo un lugar delante de donde había preparado las cosas.- Comenzaremos por algo sencillo, no os preocupéis os diré que hago exactamente en cada pasó. Lo primero es poner aquí, -Señalé un recipiente normal de plástico sobre el suelo.- algo de alcohol y calentarlo levemente, sin dejar que se evaporé. Ahora cojo unas hojas de esta planta mientras se calienta y las machaco en este mortero con una pequeña cantidad de alcohol. Estas plantas llevan mucho sin sol y sus células estresadas por su falta estaban a punto de morir, ahora tras la leve exposición a la luz de aquí abajo deberían seguir igual, pero y aquí viene mi investigación. –Y mayor farol de mi vida, pues pese a estar investigándolo solo era una hipostasis y ningún doctor me habría avalado.- bajo esta luz las plantas crecen y viven sin necesidad del sol, la pregunta que intentó resolver, y por la cual podríamos hacer grandes maravillas en el reino es ¿Esto se debe a la luz de los cristales, o las propias plantas?
Esperaba poder distraerles para pensar algo con lo que librarme de ellos, o incluso convencerlos de tal manera que fueran mi llave para ir a cualquier sitio de la isla sin necesidad de preocuparme por nada, además luego tenía que ocuparme del problema del cristal apagado, ¿Qué pasaría si volvía a introducirlo?
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El ratón se llevó la mano a la cabeza y se quitó el trozo de capa que usaba como pañuelo. Ya no le sería necesario, pues ya se habían alejado suficiente de aquel extraño gas verdoso que inundaba el aire. Habían llegado hasta las faldas del castillo, que se alzaba en una enorme roca que emergía del suelo, alejando aquel castillo de ellos los mortales. Como si fuera una especie de reino celestial. Un reino al que solo los más dignos pueden entrar. Pero conforme el ratón miraba a su alrededor, se daba cuenta. Veía como no eran las fuerzas del cielo las que apoyaban la causa del rey Derian.
Sino las fuerzas del infierno.
Una criatura con forma de hombre batía sus alas negras en el cielo cerca del castillo. Su fuerza y presencia eran imponentes, y aquello hacía que el valiente ratón tragase saliva y bajara las orejas, temiendo lo peor. Los brazos de la negra criatura se alzaron al cielo, llenándolo de vivas llamas que emitían la presencia de la maldad misma. Las llamas inundaron los cielos. Las nubes se tornaron del color de aquellas llamas y la perdición se cernía sobre la isla.
Entonces Caddie lo entendió. Aquel príncipe, aquel héroe que llevó a su reino a la gloria en una guerra tiempo atrás, una guerra donde bestias mitológicas propias de los cuentos cayeron bajo su llameante acero, aquel héroe que hasta entonces era considerado valiente... tenía miedo. Aferró las manos a las riendas de Mondo, observando como el cielo caía sobre su cabeza, apretando los dientes. Miró al castillo una última vez.
Aquello no era como los cuentos que le contaban de pequeño. Cuentos de valerosos héroes derrotando a demonios, derrocando a malvados reyes que usaban las artes oscuras para dominar todo y a todos. Caddie... no era uno de esos héroes. Solo era un ratón en un mundo de titanes. Miró a sus compañeros. A Hayate, su amigo... el cual debía odiar al ratón por esconderle la verdad. Kenichi, aquel pobre ciudadano que se vio involucrado en todo esto...
- Lo siento... -dijo el ratón.
Azuzó a Mondo a la izquierda y golpeó con la pata la parte trasera del perro. Este empezó a cabalgar, alejándose del castillo y de la temible bestia que lanzaba fuego desde los cielos. Aquello era demasiado grande para él. Aquello era demasiado para un simple príncipe de un reino asolado del Grand Line. Nunca debió involucrarse. De golpe, pensó en su padre. Su hermano, Robert... ambos debían haber llegado ya a la isla...
"Debo encontrarlos..."
Sino las fuerzas del infierno.
Una criatura con forma de hombre batía sus alas negras en el cielo cerca del castillo. Su fuerza y presencia eran imponentes, y aquello hacía que el valiente ratón tragase saliva y bajara las orejas, temiendo lo peor. Los brazos de la negra criatura se alzaron al cielo, llenándolo de vivas llamas que emitían la presencia de la maldad misma. Las llamas inundaron los cielos. Las nubes se tornaron del color de aquellas llamas y la perdición se cernía sobre la isla.
Entonces Caddie lo entendió. Aquel príncipe, aquel héroe que llevó a su reino a la gloria en una guerra tiempo atrás, una guerra donde bestias mitológicas propias de los cuentos cayeron bajo su llameante acero, aquel héroe que hasta entonces era considerado valiente... tenía miedo. Aferró las manos a las riendas de Mondo, observando como el cielo caía sobre su cabeza, apretando los dientes. Miró al castillo una última vez.
Aquello no era como los cuentos que le contaban de pequeño. Cuentos de valerosos héroes derrotando a demonios, derrocando a malvados reyes que usaban las artes oscuras para dominar todo y a todos. Caddie... no era uno de esos héroes. Solo era un ratón en un mundo de titanes. Miró a sus compañeros. A Hayate, su amigo... el cual debía odiar al ratón por esconderle la verdad. Kenichi, aquel pobre ciudadano que se vio involucrado en todo esto...
- Lo siento... -dijo el ratón.
Azuzó a Mondo a la izquierda y golpeó con la pata la parte trasera del perro. Este empezó a cabalgar, alejándose del castillo y de la temible bestia que lanzaba fuego desde los cielos. Aquello era demasiado grande para él. Aquello era demasiado para un simple príncipe de un reino asolado del Grand Line. Nunca debió involucrarse. De golpe, pensó en su padre. Su hermano, Robert... ambos debían haber llegado ya a la isla...
"Debo encontrarlos..."
Byakuro Kyoya
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Byakuro salió disparado hacia atrás, con una lluvia de cascotes sobre él. El sonido del agua rugiendo hacia él le hizo ver que lo mejor sería salir de ahí cuanto antes. Ignorando el sonido de la muerte viniendo de delante, el cazador extendió el brazo hacia delante con su mano derecha abierta. De ella surgía una cadena energética de color blanco brillante. Tenía claro a dónde apuntar: hacia el agujero de la pared. El agua que venía con los cascotes le daba igual al emplear aquella técnica, pues no tenía que ver con su akuma.
La cadena de energía se clavó en la pared al lado del orificio por el que seguía saliendo aquella luz temblorosa, dándole un tirón en el brazo que le hizo apretar los dientes. El cazador recibió numerosos golpes y rascaduras entonces, mientras las rocas le impactaban por todo el cuerpo. Sin pensarlo apenas un instante, tiró de la cadena al tiempo que la encogía a toda velocidad, con la idea de salir disparado hacia el ventanuco. Se ayudó también de un par de ondas explosivas en sus pies, para ayudar a impulsarse.
Su mitad derecha estaba imbuida en haki, a excepción de la pierna, y su cabeza era negra como el azabache al completo. El cazador se elevó sobre las rocas y el agua, aferrado a aquella cadena que lo mantendría a salvo. Uno de los cascotes le golpeó bajo el pecho, y se escuchó un fuerte sonido de fractura. El albino ni siquiera tuvo tiempo a pensar que seguramente se habría cargado al menos una de sus costillas flotantes.
El camino hasta la ventana se le hacía eterno, sintiendo como el agua empezaba a llenar el lugar bajo sus pies. Esperaba poder salir de allí cuanto antes. Si lograba pasar por el ventanuco, buscaría la primera salida que hubiese y se reuniría con su banda. Su enfado no se había apagado, pero sus ganas de luchar en venganza a Kazuo seguían quemándole las entrañas.
La cadena de energía se clavó en la pared al lado del orificio por el que seguía saliendo aquella luz temblorosa, dándole un tirón en el brazo que le hizo apretar los dientes. El cazador recibió numerosos golpes y rascaduras entonces, mientras las rocas le impactaban por todo el cuerpo. Sin pensarlo apenas un instante, tiró de la cadena al tiempo que la encogía a toda velocidad, con la idea de salir disparado hacia el ventanuco. Se ayudó también de un par de ondas explosivas en sus pies, para ayudar a impulsarse.
Su mitad derecha estaba imbuida en haki, a excepción de la pierna, y su cabeza era negra como el azabache al completo. El cazador se elevó sobre las rocas y el agua, aferrado a aquella cadena que lo mantendría a salvo. Uno de los cascotes le golpeó bajo el pecho, y se escuchó un fuerte sonido de fractura. El albino ni siquiera tuvo tiempo a pensar que seguramente se habría cargado al menos una de sus costillas flotantes.
El camino hasta la ventana se le hacía eterno, sintiendo como el agua empezaba a llenar el lugar bajo sus pies. Esperaba poder salir de allí cuanto antes. Si lograba pasar por el ventanuco, buscaría la primera salida que hubiese y se reuniría con su banda. Su enfado no se había apagado, pero sus ganas de luchar en venganza a Kazuo seguían quemándole las entrañas.
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¿Qué eran esas voces que se oían? ¿Qué era lo nuevo que se nos venía encima? Ya no sabía quién era el bueno ni quién era el malo, pero estaba claro que no podíamos quedarnos parados, de brazos cruzados, mientras se seguían destrozando. Podíamos refugiarnos, sí. Existía la posibilidad de escondernos y esperar a que la tormenta amainara, mas no parecía lo más viable. Incluso había visto una cueva en la colina más cercana que podría servir para ello... Miré a Esmejit y Melchiah con los ojos muy abiertos. Tiré de ellos para ocultarnos en un callejón entre edificios al notar ruidos de cascos y saber que alguien se acercaba, sin preocuparme por otros. Después, me asomé un poco para ver qué era lo que pasaba. Lo que nos faltaba...
-¿Veis a esos caballeros? -pregunté con un débil susurro. -Seguro que son de Derian o de alguna casa aliada -dije, en verdad sin tener ni idea de si estaba en lo cierto o no. -Podríamos atacarlos y utilizar sus monturas para llegar al castillo, pero seguro que sería complicado vencerlos y lo más probable es que dejáramos malheridos a los caballos también. Además, ninguno de nosotros sabe montar a caballo, ¿verdad? -No esperé una respuesta. Me estaba aficionando demasiado a las preguntas retóricas. -Mejor esperar a que pasen y que se pierdan de vista, intentando que no noten nuestra presencia.
¿Derrotar desde el suelo a alguien que iba montado y que portaba lanzas? Era posible, la cuestión es que sólo serviría para retrasarnos. Yo no era tiradora y desde luego sí era diestra con mis espadas, lo que pasa es que ni de lejos estas eran tan largas como una lanza.
Que me llamaran cobarde si querían. No iba a exponerme a lo tonto cuando ya estábamos tan cerca y esperaba que mis compañeros tampoco lo hicieran, aunque no era yo quien los controlaba. Me apoyé contra la pared, como si intentara fundirme con ella, con las manos sobre las empuñaduras de las katanas, para poder desenvainar lo más rápido posible si hacía falta.
-¿Veis a esos caballeros? -pregunté con un débil susurro. -Seguro que son de Derian o de alguna casa aliada -dije, en verdad sin tener ni idea de si estaba en lo cierto o no. -Podríamos atacarlos y utilizar sus monturas para llegar al castillo, pero seguro que sería complicado vencerlos y lo más probable es que dejáramos malheridos a los caballos también. Además, ninguno de nosotros sabe montar a caballo, ¿verdad? -No esperé una respuesta. Me estaba aficionando demasiado a las preguntas retóricas. -Mejor esperar a que pasen y que se pierdan de vista, intentando que no noten nuestra presencia.
¿Derrotar desde el suelo a alguien que iba montado y que portaba lanzas? Era posible, la cuestión es que sólo serviría para retrasarnos. Yo no era tiradora y desde luego sí era diestra con mis espadas, lo que pasa es que ni de lejos estas eran tan largas como una lanza.
Que me llamaran cobarde si querían. No iba a exponerme a lo tonto cuando ya estábamos tan cerca y esperaba que mis compañeros tampoco lo hicieran, aunque no era yo quien los controlaba. Me apoyé contra la pared, como si intentara fundirme con ella, con las manos sobre las empuñaduras de las katanas, para poder desenvainar lo más rápido posible si hacía falta.
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Por suerte me dio tiempo de recoger en el vuelo a nuestro compañero, y con la mayor presteza, pude notar que su cuerpo se estaba quedando algo frío, eso no era nada bueno y con el volumen de sangre que había perdido iba a tener problemas para sobrevivir pero posiblemente lo hiciese, también pude notar que mis heridas estaban sangrando más de lo deseado, sin embargo no iban a ser tan problemáticas en este momento como las heridas de Midorima, ya tendría tiempo de atender mis heridas y las de Worgulv.
En un momento conseguimos llegar al barco en el que habíamos llegado, en este se encontraban los marines a los que les habíamos dicho que nos encargaríamos de nuestro compañero en un primer momento, pero la cosa ahora había cambiado.
-Por favor necesito que nos cubran al menos durante el tiempo en el que le tratamos las heridas a nuestro compañero- les dije a los marines- les ha traicionado por cierto. Worgulv ¿podrías buscar algún kit médico en el barco?, lo necesitaré ah y unas toallas para que entre en calor, yo mientras terminaré de cerrarle las heridas- le dije a mi compañero mientras sacaba un rayo maestro y lo activaba para cauterizar las heridas por calor, luego cuando tuviese el kit médico terminaría de atender sus heridas de forma más precisa y con más atención- Ahora no te mueras, Midorima, te salvaré cueste lo que cueste y volverás a la tripulación, ya nos contarás lo que te pasó cuando todo se haya clamado.
En un momento conseguimos llegar al barco en el que habíamos llegado, en este se encontraban los marines a los que les habíamos dicho que nos encargaríamos de nuestro compañero en un primer momento, pero la cosa ahora había cambiado.
-Por favor necesito que nos cubran al menos durante el tiempo en el que le tratamos las heridas a nuestro compañero- les dije a los marines- les ha traicionado por cierto. Worgulv ¿podrías buscar algún kit médico en el barco?, lo necesitaré ah y unas toallas para que entre en calor, yo mientras terminaré de cerrarle las heridas- le dije a mi compañero mientras sacaba un rayo maestro y lo activaba para cauterizar las heridas por calor, luego cuando tuviese el kit médico terminaría de atender sus heridas de forma más precisa y con más atención- Ahora no te mueras, Midorima, te salvaré cueste lo que cueste y volverás a la tripulación, ya nos contarás lo que te pasó cuando todo se haya clamado.
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Una vez subido en el tejado del edificio observé gente peleando y masacrándose entre ellas. No veía a nadie conocido que me pudiera ayudar. De pronto, salió una persona de un agujero que había en una de las paredes. Iba montado en un vehículo que tenía aspecto como de motocicleta. No sabía quien era esa persona, ni si sería enemigo o aliado, pero había una posibilidad de salir de aquel sitio o de poder encontrar a Derian o a algún médico para que tratara de salvarme la pierna. Desde lo alto del edificio, grité a la persona que iba en el vehículo que esperara y me llevara.
- ¡¡Eh eh eh!! ¡¡Espera!! ¡¡¡Necesito ayuda!!!
Tenía la esperanza de que me oyera y que por lo menos me ayudara y me llevara a un médico o donde Derian. Aunque posiblemente también esa persona igual no quería ayudarme y no me haría ningún caso. Pero era una mínima posibilidad la que yo tenía y tenía muy claro que quería aferrarme a esa posibilidad.
- ¡¡Eh eh eh!! ¡¡Espera!! ¡¡¡Necesito ayuda!!!
Tenía la esperanza de que me oyera y que por lo menos me ayudara y me llevara a un médico o donde Derian. Aunque posiblemente también esa persona igual no quería ayudarme y no me haría ningún caso. Pero era una mínima posibilidad la que yo tenía y tenía muy claro que quería aferrarme a esa posibilidad.
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Una vez el Gas se dispersó, pude reunirme de nuevo con El Cid, le conté que había visto pasar hacia poco a un extraño justo por detrás del golem y que podría ser interesante perseguirle, y si era uno de los oficiales de Derian intentar sacarle algo de información útil. Mirando hacia los lados de nuestra posición pude ver a las tropas avanzando, los seguidores de Derian perdían terreno rápidamente ante la arrolladora marea de marines y agentes del gobierno.
Teníamos bastante terreno por delante, y muchas opciones de lucha, a las que me hubiera encantado unirme, pero nos habían dado una orden. Conseguir información y buscar puntos débiles, y que mejor manera de hacerlo que capturar a alguien del bando contrario y sacarle dicha información. No podía estar segura de que el hombre fuera agente de Derian, pero al no ayudarnos en el combate contra el golem de carne, claramente un esbirro del Rey, la única posibilidad que se me ocurría era que fuera un enemigo.
En ese momento pude ver el cielo iluminarse en llamas en muchos puntos de la isla, parecían grandes bolas de fuego que a falta de saber si aliadas o enemigas había que controlar para no sufrir una llameante muerte, o graves quemaduras.
Teníamos bastante terreno por delante, y muchas opciones de lucha, a las que me hubiera encantado unirme, pero nos habían dado una orden. Conseguir información y buscar puntos débiles, y que mejor manera de hacerlo que capturar a alguien del bando contrario y sacarle dicha información. No podía estar segura de que el hombre fuera agente de Derian, pero al no ayudarnos en el combate contra el golem de carne, claramente un esbirro del Rey, la única posibilidad que se me ocurría era que fuera un enemigo.
En ese momento pude ver el cielo iluminarse en llamas en muchos puntos de la isla, parecían grandes bolas de fuego que a falta de saber si aliadas o enemigas había que controlar para no sufrir una llameante muerte, o graves quemaduras.
Issei Hayate
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Akuma no mi
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Issei sonrió, satisfecho, viendo las puertas de las celdas abrirse desde la pantalla. Al final su plan había funcionado. Dudaba que con aquello hubiese abierto también las celdas de los niveles de mayor seguridad, pero al menos causaría una cantidad de caos considerable. La pregunta era, ¿y ahora qué? ¿Se arriesgaría a descender hacia las profundidades de la prisión, trataría de apoyar el motín o se iría ya? De repente un fuerte golpe a su espalda y el pitido del gas interrumpieron sus pensamientos. Rápidamente se giró, encontrándose con una puerta de seguridad de metal cortando su retirada, mientras de las paredes salía un humillo verde. ¡Atrapado!
- Oh, mierd... si no hago algo rápido, estaré en un aprieto.
Rápidamente dio una patada al aire, realizando un rankyaku contra la puerta. La onda se deshizo contra el metal dejando apenas una leve muesca. Issei maldijo, bastante nervioso. No sabía qué era aquel gas, pero tenía muy mala pinta y no le apetecía quedarse a averiguarlo, por lo procuró comenzar a respirar a ratos y mantenerse alejado del humo. Se acercó a los controles y comenzó a trastear en ellos intentando desbloquear la salida o intentar detener el gas, pero no fue capaz. Con el tiempo suficiente tal vez pudiera intentarlo seriamente, pero no era un recurso que tuviera en demasía. Así pues, ¿qué hacer? Se giró rápidamente, fijándose en que el humo iba descendiendo. Eso le daba tiempo, de haber sido un gas ligero le hubiese obligado a ir encorvado. Podía intentar bloquear los tubos, pero carecía del material apropiado. Tal vez si calentaba los tubos con su láser, luego podría doblarlos...
- Espera, ¡eso es!
Rápidamente se centró en la puerta, y dos rayos láseres salieron de sus ojos. El metal no pareció cambiar, pero Issei insistió. Al cabo de unos diez segundos, la zona cercana a la que estaba apuntando comenzó a cambiar de color hacia un tono rojizo. "Demasiado lento..." pensó, viendo el gas acumularse rápidamente. Necesitaba cambiar de estrategia. Activó su akuma y comenzó a buscar alguna otra salida, pero a parte de la puerta, no tenía nada. "Espera, la puerta es muy resistente... pero la pared no. Ya está, ¿cómo no lo he pensado antes?" Con varias rápidas patadas, lanzó una sucesión de rankyakus y abrió un boquete en la pared. Salió corriendo y se lanzó a través de este, respirando profundamente al salir al pasillo. Tosió un poco, notando la garganta y los pulmones un poco irritados. "Espero que no sea nada grave..." Entonces sacó su den den mushi, comprobó que no hubiese nadie cerca con su poder y llamó a su superior. En cuanto le cogiera, le diría:
- Aquí agente 42. He logrado liberar a buena parte de los presos y causar el caos en la prisión. También he averiguado que la familia real se halla en este lugar, aunque fuertemente custodiada. ¿Cuáles son sus órdenes?
- Oh, mierd... si no hago algo rápido, estaré en un aprieto.
Rápidamente dio una patada al aire, realizando un rankyaku contra la puerta. La onda se deshizo contra el metal dejando apenas una leve muesca. Issei maldijo, bastante nervioso. No sabía qué era aquel gas, pero tenía muy mala pinta y no le apetecía quedarse a averiguarlo, por lo procuró comenzar a respirar a ratos y mantenerse alejado del humo. Se acercó a los controles y comenzó a trastear en ellos intentando desbloquear la salida o intentar detener el gas, pero no fue capaz. Con el tiempo suficiente tal vez pudiera intentarlo seriamente, pero no era un recurso que tuviera en demasía. Así pues, ¿qué hacer? Se giró rápidamente, fijándose en que el humo iba descendiendo. Eso le daba tiempo, de haber sido un gas ligero le hubiese obligado a ir encorvado. Podía intentar bloquear los tubos, pero carecía del material apropiado. Tal vez si calentaba los tubos con su láser, luego podría doblarlos...
- Espera, ¡eso es!
Rápidamente se centró en la puerta, y dos rayos láseres salieron de sus ojos. El metal no pareció cambiar, pero Issei insistió. Al cabo de unos diez segundos, la zona cercana a la que estaba apuntando comenzó a cambiar de color hacia un tono rojizo. "Demasiado lento..." pensó, viendo el gas acumularse rápidamente. Necesitaba cambiar de estrategia. Activó su akuma y comenzó a buscar alguna otra salida, pero a parte de la puerta, no tenía nada. "Espera, la puerta es muy resistente... pero la pared no. Ya está, ¿cómo no lo he pensado antes?" Con varias rápidas patadas, lanzó una sucesión de rankyakus y abrió un boquete en la pared. Salió corriendo y se lanzó a través de este, respirando profundamente al salir al pasillo. Tosió un poco, notando la garganta y los pulmones un poco irritados. "Espero que no sea nada grave..." Entonces sacó su den den mushi, comprobó que no hubiese nadie cerca con su poder y llamó a su superior. En cuanto le cogiera, le diría:
- Aquí agente 42. He logrado liberar a buena parte de los presos y causar el caos en la prisión. También he averiguado que la familia real se halla en este lugar, aunque fuertemente custodiada. ¿Cuáles son sus órdenes?
Worgulv
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Akuma no mi
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A duras penas lograron salir de la trampa mortal en la que se había convertido el enfrentamiento anterior, volando a trompicones e intentando coordinarse para llegar juntos al barco, el hombre observaba con angustia como la sangre abandonaba el cuerpo de su camarada, aunque no tanta como antes, al menos su hacha había logrado ser de utilidad, en lo que se refiere a ¿primeros auxilios?
Al fin llegaron al barco donde se encontraban los marines, con cuidado depositamos a nuestro camarada mal herido que balbuceaba sobre que no avisáramos al capitán sobre esto, el hombre comenzó a buscar ayuda en el barco, Death estaba ya ocupándose de tratar las heridas o al menos cerrarlas para que no provocaran la muerte de Mido, este le pidió que buscase un botiquín, Worgulv miro a su alrededor sin éxito, no había nada cerca que pudiese usar. El hombre suspiro, clavo el hacha en la madera, que comenzó a escarcharse, mirando fijamente a Death el hombre dijo, ``Úsala para cerrar las heridas si es necesario, pero se raudo, o perderás el brazo´´ Mientras se quitaba la ropa de la parte superior y se la dejaba a su camarada `` Usa esto para parar el sangrado, por si no encuentro nada más´´ dicho esto el hombre corrió hacia el interior del barco.
Los marines que tenían suerte o reflejos pudieron esquivar la mole que se abría paso por la cubierta, los que no fueron, arrollados por un hombre desesperado por salvar a su camarada, el hombre busco un botiquín por todo el barco, parecía que una pequeña caja con un aspa roja, indicaba que había encontrado lo que buscaba en una especie de almacén el hombre lo agarro con fuerza y volvió hacia sus compañeros, sucediendo la misma situación que antes, dos marines cayeron al suelo, cuando el hombre llegaba a donde estaban sus compañeros, extendiendo lo que esperaba fuese el botiquín hacia Death. El hombre rezo a los dioses porque no se llevaran de esa manera a su camarada, aun tenía muchas batallas que librar y muchas explicaciones que dar.
Al fin llegaron al barco donde se encontraban los marines, con cuidado depositamos a nuestro camarada mal herido que balbuceaba sobre que no avisáramos al capitán sobre esto, el hombre comenzó a buscar ayuda en el barco, Death estaba ya ocupándose de tratar las heridas o al menos cerrarlas para que no provocaran la muerte de Mido, este le pidió que buscase un botiquín, Worgulv miro a su alrededor sin éxito, no había nada cerca que pudiese usar. El hombre suspiro, clavo el hacha en la madera, que comenzó a escarcharse, mirando fijamente a Death el hombre dijo, ``Úsala para cerrar las heridas si es necesario, pero se raudo, o perderás el brazo´´ Mientras se quitaba la ropa de la parte superior y se la dejaba a su camarada `` Usa esto para parar el sangrado, por si no encuentro nada más´´ dicho esto el hombre corrió hacia el interior del barco.
Los marines que tenían suerte o reflejos pudieron esquivar la mole que se abría paso por la cubierta, los que no fueron, arrollados por un hombre desesperado por salvar a su camarada, el hombre busco un botiquín por todo el barco, parecía que una pequeña caja con un aspa roja, indicaba que había encontrado lo que buscaba en una especie de almacén el hombre lo agarro con fuerza y volvió hacia sus compañeros, sucediendo la misma situación que antes, dos marines cayeron al suelo, cuando el hombre llegaba a donde estaban sus compañeros, extendiendo lo que esperaba fuese el botiquín hacia Death. El hombre rezo a los dioses porque no se llevaran de esa manera a su camarada, aun tenía muchas batallas que librar y muchas explicaciones que dar.
Rei Arslan
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Froté la cabeza un poco. El golpe ya se me había mejorado algo aunque estaba inflamado. Había estado inconsciente durante un buen rato y, con ello, perdí la noción del tiempo. Al parecer todos estaban bien, salvo Kabil. Me acerqué rápidamente a él y puse la mano sobre su cuello para saber su pulso, aunque dudaba que sirviese de algo puesto que su estado denotaba como se encontraba. Trataba de buscarle el pulso y no lo encontraba, tampoco respiraba. No tardó en morir, quizás de la fuerza del golpe o por que perdió demasiada sangre. Cerré sus ojos y coloqué sus manos entrelazadas sobre el abdomen. Me hubiese gustado darle un entierro digno, pero la situación lo impedía.
En cuanto me levanté me acordé que en el bolsillo adosado al cinturón siempre llevaba algo de fruta, por si ocurría alguna ocasión como esta. Por lo menos, así ya no andaría lanzando rayos a la gente cercana. Ya vería que haría con ella. Fui hasta Barba y Kuroi. - Gracias. - Le dije al peliazul posando la mano sobre su hombro con una sonrisa. Digamos que nos había cuidado mientras no estábamos bien. Me adelanté un poco más que ellos y me quedé parada mirando el panorama.
-Nos vamos, esta no es nuestra guerra. - Les miré. - Por haber venido aquí tan solo he conseguido la muerte de un compañero, no quiero que os pase a ninguno de los dos. Volveremos al barco, aunque si alguno de los dos quiere quedarse y luchar no se lo impediré.
Tras esto me puse a caminar recto, en busca de la dirección del barco.
En cuanto me levanté me acordé que en el bolsillo adosado al cinturón siempre llevaba algo de fruta, por si ocurría alguna ocasión como esta. Por lo menos, así ya no andaría lanzando rayos a la gente cercana. Ya vería que haría con ella. Fui hasta Barba y Kuroi. - Gracias. - Le dije al peliazul posando la mano sobre su hombro con una sonrisa. Digamos que nos había cuidado mientras no estábamos bien. Me adelanté un poco más que ellos y me quedé parada mirando el panorama.
-Nos vamos, esta no es nuestra guerra. - Les miré. - Por haber venido aquí tan solo he conseguido la muerte de un compañero, no quiero que os pase a ninguno de los dos. Volveremos al barco, aunque si alguno de los dos quiere quedarse y luchar no se lo impediré.
Tras esto me puse a caminar recto, en busca de la dirección del barco.
barbazul
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Akuma no mi
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Mientras caminaba hacía el barco note un temblor en la cuerda con la que arrastraba la plancha de metal con Rose y Kabil. Cuando me gire pude ver con alivio como la Capitana se levantaba. Esta se acercó a Kabil y le puso la mano en el cuello, seguramente comprobando su estado de salud. Cuando vi que su cara cambiaba y adquiría matices tristes supe que Kabil no lo había conseguido, a pesar de todo mi esfuerzo, a pesar todo lo que había hecho acababa de perder un compañero.
Rose coloco las manos de kabil, y tras ello se levantó, acercándose hasta mí y dándome la gracias. Esto significaba mucho para mí, pues pese a llevar mucho en la banda, no había llegado a intimar mucho con ninguno de ellos. Después de esto, comunico su deseo de que nos fuéramos, de la isla, que habíamos conseguido únicamente matar a Kabil. Y comenzó a andar hacia el barco, que según mis cálculos no estaba lejos de nuestra posición.
Dejé a Kuroi sobre el metal, al lado del cuerpo de Kabil, que no dejaría allí y seguí a mi capitana hacia el barco, y esperaba que fuera de esta maldita isla.
Rose coloco las manos de kabil, y tras ello se levantó, acercándose hasta mí y dándome la gracias. Esto significaba mucho para mí, pues pese a llevar mucho en la banda, no había llegado a intimar mucho con ninguno de ellos. Después de esto, comunico su deseo de que nos fuéramos, de la isla, que habíamos conseguido únicamente matar a Kabil. Y comenzó a andar hacia el barco, que según mis cálculos no estaba lejos de nuestra posición.
Dejé a Kuroi sobre el metal, al lado del cuerpo de Kabil, que no dejaría allí y seguí a mi capitana hacia el barco, y esperaba que fuera de esta maldita isla.
Teobaldo Voglio
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Akuma no mi
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Por fortuna me había logrado alejar lo suficiente de las llamas había caminado por lo que me avía parecido una eternidad pero al fin lo que me importaba era que me alejaba de aquel infierno. Con forme me fui alejando de las furiosas llamas comencé a percatarme de que mi cuerpo se sentía frio, el dolor en todo mi cuerpo era ya mínimo, pero esto en lugar de alentarme comenzó a preocuparme, pues sin duda ahora me encontraba en una situación extrema en la que mi cuerpo ya no respondía ante estos estímulos. Al mirarme detenidamente la mano que aún me quedaba pude percatarme de que me encontraba, pálido ahora todo tenía un sentido pese al torniquete mi cuerpo había perdido sangre y esto de alguna forma había entumido mi cuerpo, lo increíble era que aun pudiera mantenerme de pie en estas condiciones.
Decidí entonces tomarme unos segundos para reforzar el torniquete con mi adhesivo y algunos trapos de mi vestimenta y continúe mi lento caminar el cual se veía retrasado por el improvisada férula de mi pierna. No obstante no deje que esos detalles me detuvieran y continúe caminado por la costa. En esos momentos tránsito por mi mente la expresión muerto en vida, pues seguramente si me pudiera ver a mi mismo, ahora seguramente pensaría –Dios que hace ese cadáver andando – y estaría totalmente impresionado, esta idea me dibujo una leve sonrisa ´para luego motivar a seguir caminado.
Minutos después a unos metros más asía adelante a mis oídos llegaron los sonidos lejanos de la guerra, el ruido de explosiones, disparos y el aceró al chocar se mezclaba con las voces llenas de ira de los combatientes, estos sonidos eran traídos hasta mi debido a los vientos que soplaban en mi dirección. Era evidente que en algún lugar mas adelante se estaba librando una ferros batalla y no deseaba verme involucrado en ella por lo que decidir ver cambiar el rumbo al dar la vuelta me percate que frente a mí en dirección a tierra adentro se extendían una serie de edificios de color gris, me costó un poco pero al final pude distinguir bien aquellas construcciones, eran fábricas no estaba muy seguro de que fueran y eso poco menos me importaba. Me encontraba contemplando los cuándo repentinamente de estos empezaron a salir de soldados los cuales llevan estandartes con lo que me pareció era el emblema de Derian. Al mismo tiempo que estos hombres salían de las fábricas una voz resuena a lo amplio y largo de la isla la cual amenaza con volar la isla.
En esos momentos me tome unos segundos para evaluar la situación mientras seguía en movimiento caminando lo más cercano a la costa en la misma que hasta ahora había llevado, tratando de mantenerme fuera de la vista de aquellos hombres que estaban saliendo de las fábricas. Era evidente que la situación no me era favorable ya que no estaba en condiciones de enfrentar una batalla como la que hace algunos instantes había librado, además me encontraba ahora sin un objetivo claro y en medio de una guerra que no era mí, aquellos a los que decidí apoyar ahora estaban muertos, ya nada me retenía en este lugar y por enésima de todo estaba a punto de hacer volar todo este lugar por la marina.
Estos pensamientos me llevaron a mi decisión final y a mi siguiente plan de acción, debía abandonar la isla lo antes posible y para ello necesidad buscar un barco en el cual escapar, por lo que estando mi mejor carta era seguir por la costa hasta hallar el muelle que conectara cerca de estas fábricas. Una vez decidido mi objetivo rece para que pudiera pasar desapercibido ante aquellos soldados y para qué pudiera encontrar un muelle donde poder tomar el navío que me sacara de este lugar lo antes posible dejando atrás de una vez por todas este maldito lugar en el que solo había encontrado la desgracia.
Decidí entonces tomarme unos segundos para reforzar el torniquete con mi adhesivo y algunos trapos de mi vestimenta y continúe mi lento caminar el cual se veía retrasado por el improvisada férula de mi pierna. No obstante no deje que esos detalles me detuvieran y continúe caminado por la costa. En esos momentos tránsito por mi mente la expresión muerto en vida, pues seguramente si me pudiera ver a mi mismo, ahora seguramente pensaría –Dios que hace ese cadáver andando – y estaría totalmente impresionado, esta idea me dibujo una leve sonrisa ´para luego motivar a seguir caminado.
Minutos después a unos metros más asía adelante a mis oídos llegaron los sonidos lejanos de la guerra, el ruido de explosiones, disparos y el aceró al chocar se mezclaba con las voces llenas de ira de los combatientes, estos sonidos eran traídos hasta mi debido a los vientos que soplaban en mi dirección. Era evidente que en algún lugar mas adelante se estaba librando una ferros batalla y no deseaba verme involucrado en ella por lo que decidir ver cambiar el rumbo al dar la vuelta me percate que frente a mí en dirección a tierra adentro se extendían una serie de edificios de color gris, me costó un poco pero al final pude distinguir bien aquellas construcciones, eran fábricas no estaba muy seguro de que fueran y eso poco menos me importaba. Me encontraba contemplando los cuándo repentinamente de estos empezaron a salir de soldados los cuales llevan estandartes con lo que me pareció era el emblema de Derian. Al mismo tiempo que estos hombres salían de las fábricas una voz resuena a lo amplio y largo de la isla la cual amenaza con volar la isla.
En esos momentos me tome unos segundos para evaluar la situación mientras seguía en movimiento caminando lo más cercano a la costa en la misma que hasta ahora había llevado, tratando de mantenerme fuera de la vista de aquellos hombres que estaban saliendo de las fábricas. Era evidente que la situación no me era favorable ya que no estaba en condiciones de enfrentar una batalla como la que hace algunos instantes había librado, además me encontraba ahora sin un objetivo claro y en medio de una guerra que no era mí, aquellos a los que decidí apoyar ahora estaban muertos, ya nada me retenía en este lugar y por enésima de todo estaba a punto de hacer volar todo este lugar por la marina.
Estos pensamientos me llevaron a mi decisión final y a mi siguiente plan de acción, debía abandonar la isla lo antes posible y para ello necesidad buscar un barco en el cual escapar, por lo que estando mi mejor carta era seguir por la costa hasta hallar el muelle que conectara cerca de estas fábricas. Una vez decidido mi objetivo rece para que pudiera pasar desapercibido ante aquellos soldados y para qué pudiera encontrar un muelle donde poder tomar el navío que me sacara de este lugar lo antes posible dejando atrás de una vez por todas este maldito lugar en el que solo había encontrado la desgracia.
AlexEmpanadilla
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Alex colocó otra de sus bombas en una esquina, situada entre dos celdas, cuando de pronto la luz se apagó con un fundido en negro, para regresar en forma de tono escarlata como la sangre. Una alarma empezó a resonar por el lugar, y entonces el doctor supo que algo grave había pasado: o bien la nevera de Derian acababa de ser abierta por algún intruso, o por Drake, o bien alguien había abierto todas las celdas de la prisión desde el panel de control. Lo primero le parecía extraño, por lo que supuso que era lo segundo.
- Mmmm... vaya. Esto puede ser un poco incómodo para mis planes. -murmuró para sí mientras se crujía los nudillos. Tal vez tenga que acelerar un poco todo... -el doctor entonces escuchó su Den-Den Mushi sonar dentro del maletín. Oh, vaya, que molestia tan inesperada.
Agarró la siguiente bomba que iba a detonar y le puso tan solo cinco minutos de tiempo, mientras la colocaba en una pared cercana y soltaba el resto de bombas a su lado, contando con que explotasen todas en cadena. Sería una bonita sesión de fuegos artificiales mientras toda la estructura colapsa sobre sí misma. Luego empezó a volar a toda velocidad hacia la salida más cercana, entendiendo por salida ventanuco pequeño y angosto. Mientras volaba todo lo rápido que podía hasta su libertad, se dio cuenta de un pequeño detalle: sus cosas seguían en su cuarto. Echó a volar a toda velocidad, saliendo al exterior y volando paralelo a la enorme columna que sustentaba el castillo, y que en breves sería reducida a escombros. Por el camino, sacó el Den-Den Mushi, diciendo:
- Buenas tardes, ha llamado usted a la pajarería "el Cuervo Loco". ¿Desea una cabeza decapitada para llevar? -el doctor entró en ese momento en el castillo, por una de las ventanas, buscando rápidamente su habitación. Cuatro minutos para la explosión.
- Mmmm... vaya. Esto puede ser un poco incómodo para mis planes. -murmuró para sí mientras se crujía los nudillos. Tal vez tenga que acelerar un poco todo... -el doctor entonces escuchó su Den-Den Mushi sonar dentro del maletín. Oh, vaya, que molestia tan inesperada.
Agarró la siguiente bomba que iba a detonar y le puso tan solo cinco minutos de tiempo, mientras la colocaba en una pared cercana y soltaba el resto de bombas a su lado, contando con que explotasen todas en cadena. Sería una bonita sesión de fuegos artificiales mientras toda la estructura colapsa sobre sí misma. Luego empezó a volar a toda velocidad hacia la salida más cercana, entendiendo por salida ventanuco pequeño y angosto. Mientras volaba todo lo rápido que podía hasta su libertad, se dio cuenta de un pequeño detalle: sus cosas seguían en su cuarto. Echó a volar a toda velocidad, saliendo al exterior y volando paralelo a la enorme columna que sustentaba el castillo, y que en breves sería reducida a escombros. Por el camino, sacó el Den-Den Mushi, diciendo:
- Buenas tardes, ha llamado usted a la pajarería "el Cuervo Loco". ¿Desea una cabeza decapitada para llevar? -el doctor entró en ese momento en el castillo, por una de las ventanas, buscando rápidamente su habitación. Cuatro minutos para la explosión.
Worick L. Arcangelo
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Dónde estaba y que estaba pasando... La verdad es que en aquellos momentos no tenía nada claro, ni tan siquiera quien era yo mismo o que hacía allí. Sentía un terrible dolor, pero parecía que poco a poco volvía en mí y que iba a poder ver lo que fuera que hubiese allí esperándome. Por suerte para mí, uno de nuestros allegados compañeros, que no había resultado impactado por nuestra racha de mala suerte o simplemente no sufría de lo que fuese que estaba fijo en nosotros, nos había estado arrastrando como podía hasta el barco. Algo había pasado conmigo en aquella guerra, algo que ni yo mismo lograba entender, pero no tenía ganas de seguir allí, quería volver a casa.
Tras estar rondando estos pensamientos en mi cabeza por un rato, conseguí despegarme de aquel metal, a duras penas, pero lo logré mientas me ponía de pie y propinaba una sonrisa a barba que me arrastraba. — Siento haberme dormido en el peor de los momentos... ¿Cómo están todos, qué tal la capitana? — Preguntaba como si no conociese la respuesta, pero en realidad yo mismo entendí la situación al ver el estado de Kabil, no obstante y por malo que fuese me alegraba que hubiese sido el y no la capitana, menudo estúpido estaba hecho. ¿Cómo podría alegrarme de algo como eso? En cualquier caso aquel no era momento de sumirme más en dilemas y problemas internos cuando en el exterior estábamos ya de mierda hasta arriba. — Veo que el resto estáis bien. — Dije mientras en mi cara se dibujaba una sonrisa al ver que la capitana estaba bien y que la catastrófica escena de hacía un rato parecía un lejano sueño. — Me alegro de que estés bien. — Le susurré mientras pasaba por su lado y la adelantaba. — Entonces... ¿Nos marchamos ya? Nunca me gusto la idea de pelear en una guerra que no tenía nada que ver con nosotros.
Corrí hacía al acantilado donde debía estar nuestro barco mientras miraba hacía Rose, corriendo de espaldas, pero sin dejar de echar un ojo al acantilado para no tropezar con nada. — ¡Vamos! —
Tras estar rondando estos pensamientos en mi cabeza por un rato, conseguí despegarme de aquel metal, a duras penas, pero lo logré mientas me ponía de pie y propinaba una sonrisa a barba que me arrastraba. — Siento haberme dormido en el peor de los momentos... ¿Cómo están todos, qué tal la capitana? — Preguntaba como si no conociese la respuesta, pero en realidad yo mismo entendí la situación al ver el estado de Kabil, no obstante y por malo que fuese me alegraba que hubiese sido el y no la capitana, menudo estúpido estaba hecho. ¿Cómo podría alegrarme de algo como eso? En cualquier caso aquel no era momento de sumirme más en dilemas y problemas internos cuando en el exterior estábamos ya de mierda hasta arriba. — Veo que el resto estáis bien. — Dije mientras en mi cara se dibujaba una sonrisa al ver que la capitana estaba bien y que la catastrófica escena de hacía un rato parecía un lejano sueño. — Me alegro de que estés bien. — Le susurré mientras pasaba por su lado y la adelantaba. — Entonces... ¿Nos marchamos ya? Nunca me gusto la idea de pelear en una guerra que no tenía nada que ver con nosotros.
Corrí hacía al acantilado donde debía estar nuestro barco mientras miraba hacía Rose, corriendo de espaldas, pero sin dejar de echar un ojo al acantilado para no tropezar con nada. — ¡Vamos! —
Rainbow662
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"Un problema menos", pensó Arribor. Armstrong cayó al suelo con un golpe seco, no sin recordarle una última vez lo de Míster Newkama con sus últimas fuerzas. El pirata suspiró aliviado al ver que ese tipo había caído por fin. Estiró los músculos doloridos y comprobó con la lengua que no le faltaba ningún diente. Luego escupió un par de veces y su flujo circulatorio volvió a su velocidad normal. Notó cierto cansancio pero acababa de comer así que no tendría problemas para continuar con su peculiar misión en Hallstat.
La lluvia no desistía en su empeño de intentar ahogarle y el suelo estaba totalmente embarrado, así que cuando Franklin se abalanzó sobre él, llorando de alegría y alivio, le puso perdido. Arribor lo apartó de un manotazo, pero tuvo que sacudírselo de encima un par de veces más antes de que se cansara de la molesta celebración.
-¡Mira como me has puesto, Franklin! -exclamó, airado y con la ropa llena de barro. La morsa se le quedó mirando con arrepentimiento por haberle manchado y se mojó una aleta con sus babas para limpiarle-. No me babees.
Antes de que pudiera apartar de nuevo al animal, una voz resonó en el cielo nocturno. Por el petulante y autoritario tono de la voz, dedujo que se trataba de un marine. Ni siquiera prestó atención a lo que decía. Sabía que seguramente estaría diciendo algo como: "Ríndete blablabla, entrégate, blablabla" y tonterías por el estilo. Le resultaban de lo más molestos los discursos de los tipos de blanco y azul, todos con sus capas a juego y su superioridad moral. Estaba a punto de taparse los oídos cuando oyó la respuesta.
Si no recordaba mal, aquella voz pertenecía al mismísimo Derian Markov. Claro que era muy probable que recordara mal, porque también le parecía la voz del tipo que encogió su ropa en la tintorería. Aunque dudaba que el tintorero soltase una charla tan larga e intensa como la que se oía en toda la isla. Hablaba de cosas que tampoco le importaban pero al menos le dejó claro que Markov estaba allí. De hecho, se había olvidado, pero antes de comenzar la lucha contra el Okama había podido sentir la presencia del conde, así que decidió concentrarse a ver si la localizaba de nuevo. No es que ese tipo de cosas se le dieran muy bien, pero estaba cansado de andar dando vueltas.
La lluvia no desistía en su empeño de intentar ahogarle y el suelo estaba totalmente embarrado, así que cuando Franklin se abalanzó sobre él, llorando de alegría y alivio, le puso perdido. Arribor lo apartó de un manotazo, pero tuvo que sacudírselo de encima un par de veces más antes de que se cansara de la molesta celebración.
-¡Mira como me has puesto, Franklin! -exclamó, airado y con la ropa llena de barro. La morsa se le quedó mirando con arrepentimiento por haberle manchado y se mojó una aleta con sus babas para limpiarle-. No me babees.
Antes de que pudiera apartar de nuevo al animal, una voz resonó en el cielo nocturno. Por el petulante y autoritario tono de la voz, dedujo que se trataba de un marine. Ni siquiera prestó atención a lo que decía. Sabía que seguramente estaría diciendo algo como: "Ríndete blablabla, entrégate, blablabla" y tonterías por el estilo. Le resultaban de lo más molestos los discursos de los tipos de blanco y azul, todos con sus capas a juego y su superioridad moral. Estaba a punto de taparse los oídos cuando oyó la respuesta.
Si no recordaba mal, aquella voz pertenecía al mismísimo Derian Markov. Claro que era muy probable que recordara mal, porque también le parecía la voz del tipo que encogió su ropa en la tintorería. Aunque dudaba que el tintorero soltase una charla tan larga e intensa como la que se oía en toda la isla. Hablaba de cosas que tampoco le importaban pero al menos le dejó claro que Markov estaba allí. De hecho, se había olvidado, pero antes de comenzar la lucha contra el Okama había podido sentir la presencia del conde, así que decidió concentrarse a ver si la localizaba de nuevo. No es que ese tipo de cosas se le dieran muy bien, pero estaba cansado de andar dando vueltas.
Maki
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"Un trono perfecto para un rey... o reina", pensó Maki mientras Su Majestad Derian Markov acomodaba sus regias posaderas en el trono. Después de tanto tiempo, por fin podría disfrutar de sus derechos como gobernante de Hallstat. El mundo sería ahora un poquito mejor. O eso esperaba.
Mientras la reina se acostumbraba a su nuevo y reluciente sillón, un desconocido vestido de negro entró en el salón del trono. Llevaba un maletín y nada más llegar dijo algo que no alcanzó a oír. Luego se fue tal como vino. Fue un momento raro, pero bueno, tenía asuntos más importantes entre manos.
Pronto comenzaron a llegar los ghouls, todos ellos atraídos por la presencia de Su Majestad. Las alabanzas se sucedían, todos se inclinaban ante su poderosa reina pez. Maki se arrodilló ante la reina y esta, usando un cetro curiosamente apoyado junto al trono, decidió nombrarle caballero. El gyojin se levantó como Sir Augustus Makintosh, Caballero Real de Hallstat. Era el título con el que había soñado toda su vida... Bueno, no. Pero tampoco pensaba decirlo en voz alta porque no quería estropear el momento.
El recién nombrado caballero se dirigió a los ghouls allí reunidos y les explicó que debían detener el fin del mundo. Los nombró el Ejército Real de la Reina Pez y luego se asomó a una ventana. En el exterior nada había cambiado: el cielo seguía tan oscuro como siempre y la lluvia caía sin piedad como una densa cortina que casi no le dejaba ver más allá de los muros del castillo. El fin de mundo no se había detenido.
-Derian-sama. Detén el fin del mundo ahora. -pidió Maki. Al fin y al cabo, esa era la misión que les había llevado a reconquistar el trono que el usurpador había ocupado injustamente. Pero en lugar de eso, en lugar de que las cosas se arreglaran, fueron a peor.
Unas luces rojas aparecieron de repente de todas partes y un agudo pitido llenó el castillo. Ni siquiera se oía pensar, cosa que tampoco solía ser un problema. Algo iba mal, ¿acaso al sentarse había activado alguna trampa? Por si fuera poco, el usurpador estaba teniendo una absurda conversación a gritos con alguien. No sabía desde donde hablaba pero podía oírle claramente, o al menos podía hasta que comenzó a sonar aquella alarma.
Además, su reina le había ordenado buscar la megafonía y proclamar a los cuatro vientos la llegada de la legítima monarca de Hallstat, pero ¿dónde estaba eso? ¿qué era la megafonía? ¿y porqué Dimitri parecía tan serio? Contactó mentalmente con el caracol a ver si le daba respuestas, pero seguía tan silencioso como siempre. "Ahh, el viejo Dimitri", pensó, "siempre tan reservado". Decidió preguntar a un ghoul qué era la megafonía y, aunque le contestó cantando, al final le dijo que eran unos altavoces mágicos que transmitirían su voz por todas partes.
-¿Y cómo llego a la megafonía? -preguntó Maki a voces para hacerse oír por encima del molesto ruido.
Mientras la reina se acostumbraba a su nuevo y reluciente sillón, un desconocido vestido de negro entró en el salón del trono. Llevaba un maletín y nada más llegar dijo algo que no alcanzó a oír. Luego se fue tal como vino. Fue un momento raro, pero bueno, tenía asuntos más importantes entre manos.
Pronto comenzaron a llegar los ghouls, todos ellos atraídos por la presencia de Su Majestad. Las alabanzas se sucedían, todos se inclinaban ante su poderosa reina pez. Maki se arrodilló ante la reina y esta, usando un cetro curiosamente apoyado junto al trono, decidió nombrarle caballero. El gyojin se levantó como Sir Augustus Makintosh, Caballero Real de Hallstat. Era el título con el que había soñado toda su vida... Bueno, no. Pero tampoco pensaba decirlo en voz alta porque no quería estropear el momento.
El recién nombrado caballero se dirigió a los ghouls allí reunidos y les explicó que debían detener el fin del mundo. Los nombró el Ejército Real de la Reina Pez y luego se asomó a una ventana. En el exterior nada había cambiado: el cielo seguía tan oscuro como siempre y la lluvia caía sin piedad como una densa cortina que casi no le dejaba ver más allá de los muros del castillo. El fin de mundo no se había detenido.
-Derian-sama. Detén el fin del mundo ahora. -pidió Maki. Al fin y al cabo, esa era la misión que les había llevado a reconquistar el trono que el usurpador había ocupado injustamente. Pero en lugar de eso, en lugar de que las cosas se arreglaran, fueron a peor.
Unas luces rojas aparecieron de repente de todas partes y un agudo pitido llenó el castillo. Ni siquiera se oía pensar, cosa que tampoco solía ser un problema. Algo iba mal, ¿acaso al sentarse había activado alguna trampa? Por si fuera poco, el usurpador estaba teniendo una absurda conversación a gritos con alguien. No sabía desde donde hablaba pero podía oírle claramente, o al menos podía hasta que comenzó a sonar aquella alarma.
Además, su reina le había ordenado buscar la megafonía y proclamar a los cuatro vientos la llegada de la legítima monarca de Hallstat, pero ¿dónde estaba eso? ¿qué era la megafonía? ¿y porqué Dimitri parecía tan serio? Contactó mentalmente con el caracol a ver si le daba respuestas, pero seguía tan silencioso como siempre. "Ahh, el viejo Dimitri", pensó, "siempre tan reservado". Decidió preguntar a un ghoul qué era la megafonía y, aunque le contestó cantando, al final le dijo que eran unos altavoces mágicos que transmitirían su voz por todas partes.
-¿Y cómo llego a la megafonía? -preguntó Maki a voces para hacerse oír por encima del molesto ruido.
El Cid
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Mientras escapaba de la explosión me sentí realmente vivo, notaba la adrenalina producida en el combate fluyendo en mi interior, al ver que era capaz de escapar del gas la euforia me invadió produciendo una sonrisa en mi rostro, las gotas de sudor se resbalaban por mejillas cayendo sobre las hombreras metálicas produciendo un tenue sonido al impactar contra ellas. En mi pecho entre ligeros estornudos y la picazón producida por el gas babieca luchaba por conseguir algo de aire puro y libre del enfermizo vapor. Sus ojos vidriosos dejaban escapar alguna que otra lágrima pero de su boca no salió quejido alguno, su entereza para sobrellevar la situación incrementó aun más las ganas de finalizar esta guerra.
No quiero ni pensar que nos hubiera ocurrido de habernos quedado a respirar ese gas durante más tiempo.
Tras salir de la nube y atender a Babieca intenté ponerme en contacto con Alwyn la cual se encontraba cerca de mí, ella me informó que con su prodigiosa vista fue capaz de divisar a un sujeto de apariencia sospechosa, además me sugirió que lo persiguiéramos pues nuestra misión era al fin y al cabo recoger información. Me tome unos segundos para observar lo que acontecía a mi alrededor, restos de cadáveres cubrían el suelo, los sonidos de las balas y cañones estallando en la lejanía creaban una diabólica melodía. Conseguí divisar entre todos los cadáveres los restos de una persona aun viva pero cuando llegue junto a él se me helo el corazón. Al verme el hombre no hizo ningún comentario, ni podría hacerlo aunque quisiera. Su boca estaba llena de tierra y su cuerpo sepultado en ella hasta las rodillas, y aun cuando no hubiese estado lleno de tierra no hubiera podido decir nada ya que donde debería estar su corazón había un agujero tan grande como el puño de un hombre.
No me paré mucho tiempo junto al soldado desconocido sepultado en la tierra, pues el cielo se ilumino saliendo de el unas bolas de fuego en dirección a la tierra. Tras calcular mi trayectoria para que ninguna me golpeara me dirigí a mi compañera dispuesto a avanzar.
Tienes razón, movámonos rápido o nos quedaremos por detrás de nuestras propias líneas.
No quiero ni pensar que nos hubiera ocurrido de habernos quedado a respirar ese gas durante más tiempo.
Tras salir de la nube y atender a Babieca intenté ponerme en contacto con Alwyn la cual se encontraba cerca de mí, ella me informó que con su prodigiosa vista fue capaz de divisar a un sujeto de apariencia sospechosa, además me sugirió que lo persiguiéramos pues nuestra misión era al fin y al cabo recoger información. Me tome unos segundos para observar lo que acontecía a mi alrededor, restos de cadáveres cubrían el suelo, los sonidos de las balas y cañones estallando en la lejanía creaban una diabólica melodía. Conseguí divisar entre todos los cadáveres los restos de una persona aun viva pero cuando llegue junto a él se me helo el corazón. Al verme el hombre no hizo ningún comentario, ni podría hacerlo aunque quisiera. Su boca estaba llena de tierra y su cuerpo sepultado en ella hasta las rodillas, y aun cuando no hubiese estado lleno de tierra no hubiera podido decir nada ya que donde debería estar su corazón había un agujero tan grande como el puño de un hombre.
No me paré mucho tiempo junto al soldado desconocido sepultado en la tierra, pues el cielo se ilumino saliendo de el unas bolas de fuego en dirección a la tierra. Tras calcular mi trayectoria para que ninguna me golpeara me dirigí a mi compañera dispuesto a avanzar.
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El anciano recorría los intrincados pasillos sin producir sonido alguno, sus pies se habían tornado en una perfecta nube que se desplazaba levitando justo por encima del suelo. De esta manera era capaz de pasar por encima de cables o sensores de presión. Su prodigiosa memoria le hacía recordar todos los movimientos que había llevado a cabo en aquel arduo laberinto. Cada vez que doblaba una esquina en su memoria se iba formando la partitura que no era otra más que el camino que había recorrido hasta el momento. Para más precaución en cada cruce o giro hacia una marca en la pared a la altura de los tobillos con sus garras metálicas.
En el rostro del monje se podía observar unas gotas de sudor provocadas por la falta de corriente en los desolados pasillos. La ausencia de guardias en los pasillos le recordó que se encontraba en medio de una invasión por parte del gobierno mundial. No era de extrañar por tanto que estuvieran más preocupados por los invasores que por sus presos. Cautivos que si todo salía como lo tenía planeado se unirían a su causa, si bien es verdad que su plan aun tenía algunas lagunas como por ejemplo encontrar un modo de abrir las celdas.
Aun estaba pensado un modo de abrir las puertas cuando Inaga llego al segundo nivel, justo en el mismo momento en el que las luces se apagaron para instantáneamente sonar todas las alarmas de la prisión a la vez que se abrían las puertas de las celdas. Teniendo claro que solo disponía de una oportunidad para llamar su atención el monje se irguió intentando mostrarles a todos su imponente presencia y su férrea voluntad se aclaró la garganta y con todas las fuerzas que emanaban de sus súper desarrollados pulmones realizo su discurso seguro de que su voz podría ser oída por encima de las sirenas.
Prisioneros de Hallstat habéis sufrido durante mucho tiempo en estos horribles muros las torturas y los malos tratos, que injustamente se os han aplicado. No quiero imaginar las penurias por las que habéis tenido que pasar, pero este no es momento de luchar entre nosotros o de caer presa del miedo.
Voy a deciros algo que ustedes ya sabéis, el mundo no es todo alegría y color. El mundo es un lugar terrible y por muy duro que seas es capaz de arrodillarte a golpes y tenerte sometido permanentemente si tu no se lo impides.
Ni tú, ni yo ni nadie golpea más fuerte que la vida, pero no importa lo fuerte que golpeamos, sino lo fuerte que pueden golpearnos. Y lo aguantamos mientras avanzamos. Hay que soportarlo sin dejar de avanzar, así es como vive un pirata.
Si tú sabes lo que vales ve y consigue lo que mereces, pero tendrás que soportar los golpes. Y no podrás estar diciendo que no estás donde querías llegar por culpa de él, de ella ni de nadie, eso lo hacen los cobardes y ustedes no lo son. Ustedes son capaces de todo.
Venid Conmigo yo Inaga Castamere he conseguido infiltrarme en esta prisión con el único fin de sacaros de esta cárcel para que juntos navegaremos por los mares. ¿Quién esta conmigo?
Esperaba que el mensaje hubiera llegado hasta lo más hondo de sus corazones y se unieran a el, en todo caso esperaba no haber hecho mucho el ridículo.
En el rostro del monje se podía observar unas gotas de sudor provocadas por la falta de corriente en los desolados pasillos. La ausencia de guardias en los pasillos le recordó que se encontraba en medio de una invasión por parte del gobierno mundial. No era de extrañar por tanto que estuvieran más preocupados por los invasores que por sus presos. Cautivos que si todo salía como lo tenía planeado se unirían a su causa, si bien es verdad que su plan aun tenía algunas lagunas como por ejemplo encontrar un modo de abrir las celdas.
Aun estaba pensado un modo de abrir las puertas cuando Inaga llego al segundo nivel, justo en el mismo momento en el que las luces se apagaron para instantáneamente sonar todas las alarmas de la prisión a la vez que se abrían las puertas de las celdas. Teniendo claro que solo disponía de una oportunidad para llamar su atención el monje se irguió intentando mostrarles a todos su imponente presencia y su férrea voluntad se aclaró la garganta y con todas las fuerzas que emanaban de sus súper desarrollados pulmones realizo su discurso seguro de que su voz podría ser oída por encima de las sirenas.
Prisioneros de Hallstat habéis sufrido durante mucho tiempo en estos horribles muros las torturas y los malos tratos, que injustamente se os han aplicado. No quiero imaginar las penurias por las que habéis tenido que pasar, pero este no es momento de luchar entre nosotros o de caer presa del miedo.
Voy a deciros algo que ustedes ya sabéis, el mundo no es todo alegría y color. El mundo es un lugar terrible y por muy duro que seas es capaz de arrodillarte a golpes y tenerte sometido permanentemente si tu no se lo impides.
Ni tú, ni yo ni nadie golpea más fuerte que la vida, pero no importa lo fuerte que golpeamos, sino lo fuerte que pueden golpearnos. Y lo aguantamos mientras avanzamos. Hay que soportarlo sin dejar de avanzar, así es como vive un pirata.
Si tú sabes lo que vales ve y consigue lo que mereces, pero tendrás que soportar los golpes. Y no podrás estar diciendo que no estás donde querías llegar por culpa de él, de ella ni de nadie, eso lo hacen los cobardes y ustedes no lo son. Ustedes son capaces de todo.
Venid Conmigo yo Inaga Castamere he conseguido infiltrarme en esta prisión con el único fin de sacaros de esta cárcel para que juntos navegaremos por los mares. ¿Quién esta conmigo?
Esperaba que el mensaje hubiera llegado hasta lo más hondo de sus corazones y se unieran a el, en todo caso esperaba no haber hecho mucho el ridículo.
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Catherine no había contestado a mi llamada, por lo que opte por ir a buscarla. No era porque me importara como se encontraba, o si..... Que me estaba pasando. Yo no era así, yo era un ser despiadado sin corazón. ¿Porque me estaba preocupando ahora por un compañero?, me habían entrenado para no sentir nada, pero últimamente me costaba quedarme al margen. Era una sensación de lo más angustiosa, pasándose por mi cabeza suicidarme para no sentirlo más. - Fear céntrate, es solo un compañero más.... has visto morir a cientos de personas..... - me decía mientras buscaba a CK.
Poco a poco las emociones que habían surgido, se desvaneció como aparecieron. En ese momento me detuve y cogí el den den mushi - Catherine, si me escuchas voy a adentrarme más en la isla. La cala ha sido destruida y no hay nada que vigilar... - al decir eso cambié la frecuencia y avisé a los superiores - Aquí Fear, la cala ha sido destruida por una explosión en cadena. Había minas enterradas por todos lados. He intentado contactar con CK sin éxito, procedo a adentrarme más en la isla, informe terminado - dije siguiendo mi marcha hacía el interior de la isla en busca de más amenazas.
Activé durante el vuelo el sensor de movimiento y los sensores térmicos de las cámaras que tenía en los hombros. Si había alguien dentro de mi rango lo encontraría al momento, a no ser que tuviera una manera de esconderse que eludiera los sensores. No tener haki como algunos compañeros del cp era un inconveniente, pero por ahora podía usar la tecnología que le brindaba su nueva forma. En ciertas ocasiones extrañaba la carne en mi cuerpo, pero se me pasaba pronto pensado que en mi nueva forma era más letal. Deseaba encontrarme pronto con alguien, ya me estaba aburriendo de vigilar y explorar sin encontrar nada.
Poco a poco las emociones que habían surgido, se desvaneció como aparecieron. En ese momento me detuve y cogí el den den mushi - Catherine, si me escuchas voy a adentrarme más en la isla. La cala ha sido destruida y no hay nada que vigilar... - al decir eso cambié la frecuencia y avisé a los superiores - Aquí Fear, la cala ha sido destruida por una explosión en cadena. Había minas enterradas por todos lados. He intentado contactar con CK sin éxito, procedo a adentrarme más en la isla, informe terminado - dije siguiendo mi marcha hacía el interior de la isla en busca de más amenazas.
Activé durante el vuelo el sensor de movimiento y los sensores térmicos de las cámaras que tenía en los hombros. Si había alguien dentro de mi rango lo encontraría al momento, a no ser que tuviera una manera de esconderse que eludiera los sensores. No tener haki como algunos compañeros del cp era un inconveniente, pero por ahora podía usar la tecnología que le brindaba su nueva forma. En ciertas ocasiones extrañaba la carne en mi cuerpo, pero se me pasaba pronto pensado que en mi nueva forma era más letal. Deseaba encontrarme pronto con alguien, ya me estaba aburriendo de vigilar y explorar sin encontrar nada.
Gareth Silverwing
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Ante mis ojos pude presenciar el fin del monarca, cómo rápidamente su vida terminaba, volatilizado en una bola de fuego hasta no dejar ni las cenizas. La pesadilla llegaba a su fin, el rey había caído y sus tropas serían las siguientes, con suerte después de presenciar ésto se plantearían rendirse. Tardé un poco en relajarme, dotavía tenía el efecto de la adrenalina del combate, pero por fin asumí que la batalla había acabado, y la victoria era nuestra.
-Muy bien criajo, veo que ha sevido de algo mi ayuda- dijo Zinogre con tono orgulloso.
-¿Criajo? Pero serás... Bueno, da gual, ahora sólo quiero tumbarme un rato.- Hice una pequeña pausa, a punto de dejarme caer al suelo. -Mierda, dando problemas hasta en esta situación...- Maldije al ver a Kai cayendo al suelo inconsciente.
A pesar de las heridas y del punzante dolor que recorría cada músculo de mi cuerpo, me lancé corriendo para parar la caída libre de mi compañero. Salté y lo aragrré al vuelo antes de que tocara el suelo, situándolo sobre mi hombro dejando su cabeza a mis espaldas. Al caer tuve que reprimir un grito de dolor al notar el impaco contra el sielo por todo mi ser. Rápidamente lo llevé con el grupo, teníamos que recuperarnos de nuestras heridas y Kai era el que peor estaba.
Comprobé nuestra situación habíamos ganado, pero ahora no estábamos en condiciones de luchar, un contraataque de las fuerzas de Derian sería fatal ahora mismo.
-DESPERTAD SEÑORITAS y Kodama. Dada la situación no estamos en condiciones de seguir en el frente, nos retiramos a un lugar seguro, necesitamos tratar a nuestros heridos. Jack... JACK, madre mía véndate eso rápido y ayúdame a cerrarle esto a Kai, si alguno más aquí tiene conocimientos médicos que ayude. El que no esté haciendo nada que informe al mando de nuestra posición, tenemos que traer una ofensiva al corazón de Hallstat. Yo vigilaré que no venga ningún enemigo, en 10 minutos nos largamos de este agujero.- Sin Kai ni Al cerca alguien tenía que poner orden y tomar la iniciativa, si todo salía bien todos viviríamos para contar este día... creo que llevo un rato arrastrando la cara de Kai contra el suelo... culpa suya por ser tan alto.
Tras dejar a Kai Me di la vuelta para comprobar que no viniera ningún enemigo, pero lo que pude escuchar me heló la sangre. Por megafonía se escuchaba el discurso de Derian, y por el sonido y el tono no se trataba precisamente de una grabación. Si ese era Derian... contra quién nos habíamos enfrentado.
-Cambio de planes... 5 minutos chicos. Esta guerra está lejos de acabar-
-Muy bien criajo, veo que ha sevido de algo mi ayuda- dijo Zinogre con tono orgulloso.
-¿Criajo? Pero serás... Bueno, da gual, ahora sólo quiero tumbarme un rato.- Hice una pequeña pausa, a punto de dejarme caer al suelo. -Mierda, dando problemas hasta en esta situación...- Maldije al ver a Kai cayendo al suelo inconsciente.
A pesar de las heridas y del punzante dolor que recorría cada músculo de mi cuerpo, me lancé corriendo para parar la caída libre de mi compañero. Salté y lo aragrré al vuelo antes de que tocara el suelo, situándolo sobre mi hombro dejando su cabeza a mis espaldas. Al caer tuve que reprimir un grito de dolor al notar el impaco contra el sielo por todo mi ser. Rápidamente lo llevé con el grupo, teníamos que recuperarnos de nuestras heridas y Kai era el que peor estaba.
Comprobé nuestra situación habíamos ganado, pero ahora no estábamos en condiciones de luchar, un contraataque de las fuerzas de Derian sería fatal ahora mismo.
-DESPERTAD SEÑORITAS y Kodama. Dada la situación no estamos en condiciones de seguir en el frente, nos retiramos a un lugar seguro, necesitamos tratar a nuestros heridos. Jack... JACK, madre mía véndate eso rápido y ayúdame a cerrarle esto a Kai, si alguno más aquí tiene conocimientos médicos que ayude. El que no esté haciendo nada que informe al mando de nuestra posición, tenemos que traer una ofensiva al corazón de Hallstat. Yo vigilaré que no venga ningún enemigo, en 10 minutos nos largamos de este agujero.- Sin Kai ni Al cerca alguien tenía que poner orden y tomar la iniciativa, si todo salía bien todos viviríamos para contar este día... creo que llevo un rato arrastrando la cara de Kai contra el suelo... culpa suya por ser tan alto.
Tras dejar a Kai Me di la vuelta para comprobar que no viniera ningún enemigo, pero lo que pude escuchar me heló la sangre. Por megafonía se escuchaba el discurso de Derian, y por el sonido y el tono no se trataba precisamente de una grabación. Si ese era Derian... contra quién nos habíamos enfrentado.
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