Capítulo científico - El comienzo de la investigación

Cerré los ojos un instante. Intentaba dormir y al fin lo conseguí durante unos minutos. Eses minutos me profesaron calma y tranquilidad hasta que las pesadillas acecharon de nuevo. Mi mente se nubló y no paraba de ver reflejada mi propia muerte, una y otra vez. Finalmente desperté agitada y jadeando.

En mis piernas estaba Shi, dormido y sin problemas, parecía que a él no le pasaba nada, en el fondo me alegraba, no sé, si él estaba bien yo lo estaría. Apoyé la cabeza hacia atrás y miré al cielo. Había algo extraño en él. Necesitaba descansar. Hace muchos días que yo no dormía bien, quizás fuese porque él no estaba a mi lado o porque algo malo me iba a ocurrir.

Me mantuve en silencio un buen rato mientras observaba lo que hacían los dos hombres que nos llevaban, un señor y su hijo. Habían sido muy amables en traernos hasta aquí y no sé como se lo íbamos a agradecer. La voz del hombre me distrajo de lo que estaba pensando y vi la reacción de Shi, algo con lo que me reí un poco. Su comportamiento con los muchachos siempre me hacía reír, aunque a veces me preguntaba si todo sería normal con esa personalidad suya.

Me levanté y sacudí el pantalón que se había llenado con un poco de polvo. Y fui hasta su lado. - Si, estoy bien. - Dije sonriendo. - A la pregunta de antes... Vayamos al sur, es más fácil. - Tras esto me apoyé en la barandilla mirando las pequeñas olas chocando contra el casco del barco. - Gracias por el viaje. - Me giré hacia el hombre y tras esto volví a mirar la barandilla.

Me encontraba navegando con toda la calma que mi inexperiencia navegando en solitario me permitía por unas aguas muy poco comunes ya que una inmensa niebla inundaba el lugar y lo más extraño era que su color era de una tonalidad naranja, algo muy raro en una niebla y la temperatura era exageradamente alta. Debido a estas condiciones viajaba sin camiseta y con una única arma conmigo, la cruz pacificadora en mi espalda. El viaje marchaba con normalidad hasta que el bote chocó contra algo y naufragó, afortunadamente chocó contra una isla y no tuve problemas por ser un usuario de akuma. Me levanté del suelo con un poco de esfuerzo tras el golpe y recogí todas mis cosas, mayoritariamente agua y demás para poder soportar el calor mientras caminaba por la isla.

Mientras caminaba encontré una pequeña cabaña con un huerto al lado de la misma lo cual solo podía significar que había alguien viviendo en la misma y por ello me acerqué a la misma y con mi brazo ciborg golpeé ligeramente la puerta mientras decía ¿Hay alguien en casa?

Me hallaba plácidamente dormido. Bueno, posiblemente no estuviera acomodado de una manera plácida, dado que para poder ahorrarme dinero el viaje y para no equivocarme yo con la navegación, decidí ir de polizón. Como ya sabréis ir de polizón no es lo más gratificante del mundo, o al menos no lo es para un mercenario apodado de "criminal"  cuando va en un barco repleto de marines que salvaguardan la ley y la justicia.
Recuerdo la forma en la cual acabé allí. Había escuchado de algunos rumores contados de personas de menor a mayor confianza sobre una nueva amenaza que acarrea al mundo. Al parecer un científico que en su anterioridad pertenecía al gobierno decidió revelarse contra el mismo llevándose la ejecución de un proyecto el cual podía llegar a ser capaz de destruir islas a placer. Eso podría ser un problema. El caso era que el gobierno empezó a movilizarse para enviar a su gente al las últimas coordenadas conocidas del "traidor". Este rumor se había extendido tanto que cualquiera que quisiera podría saber el lugar por el cual navegar para no encontrarse una buena cantidad de marines. Se hablaba de riquezas y tesoros, no sabía bien por qué. Lo jugoso también era el susodicho aparato, o cosa... En realidad no sabía bien qué clase de artefacto -por llamar al proyecto de alguna manera- sería capaz de destruir una isla. Mi mente se imaginaba una pistola que lanza un rallito rojo... Aunque tal vez aquello sea demasiado fantasioso.
Volviendo al cómo acabé de polizón en un barco de la marina. Me encontraba en una isla del Grand Line, ahora mismo no recuerdo bien cuál era. Eso sí, hacía fresquito. Llegué al muelle y vi una oportunidad de entrar en un barco, era un acorazado de la marina. Sin embargo no había mucho problema ya que todo el mundo se encontraba cargando provisiones, armamento y equipamiento. Fue sencillo, tan solo tuve que hacer desaparecer la fruta que había en un gran barril, y meterme yo en cambio. Los marines eran bastante formales así que según mi mente era bastante improbable que a alguno se le ocurriera meter sus zarpas en el interior del barril para relajarse con algún manjar de la naturaleza. Y efectivamente así fue como llegué a una despensa y de cómo durante un viaje insanamente largo navegamos hacia cierto lugar.

Sin embargo, y volviendo al presente, me doy cuenta de que ya no hay ruido por parte de los marines. Durante horas y horas me han estado dando la tabarra con sus formaciones, indicaciones, idas de un lado a otro, y claro, eso me impedía dormir. En fin, la verdad es que a parte de no dormir, no había probado bocado en un largo espacio de tiempo, cosa mala para mi que como a todas horas. Pues que todo se veía muy tranquilo me preparé para salir del barril. Los silencios no siempre acaban indicando cosas buenas, pero deberías de fiarme un poco de mi instinto.
Así pues de la manera más sutil del mundo salí del barril, dándole una buena patada a la parte superior del mismo para hacer que con un ruido que seguramente nadie escucharía saliera volando la tapa. Lo sé, no soy muy inteligente. Pero por suerte me di cuenta enseguida y decidí esperar unos segundos más, para comprobar si se escuchaba algún ruido. Al obtener una negativa de cualquier movimiento, habla, respiración, salí de mi escondite.
La despensa no era tampoco muy grande, como una habitación de un piso compacto. O al menos eso parecía, ya que al final de mi derecha, llegando a la pared, al girar la cabeza puedes ver como hay un pequeño pasillo que continúa la despensa a otra pequeña habitación. Eso hacía que la despensa fuera más grande. En esta parte más que comida había utensilios -entre ellos varios afilados- de cocina, así que decidí volver a mi posición original. Había una puerta a mi izquierda. Visualicé que había una gran cantidad de barriles en frente de la puerta, y en caso de que alguien se acercase o intentara sorprender abriendo la puerta podría ser rápido y esconderme tras de los mismos, sería más rápido y rentable que volver a mi propio barril. Sí, soy cruel, ya no quería como antes a mi barril, pero hay que comprender que uno desea ver cosas nuevas y no quedarse estancado en un único escondite. Estoy desvariando. Mejor será que coma algo. Hora de curiosear la despensa, aunque siempre atento para no ser sorprendido.

La brisa agitaba la melena del vampiro, mientras este volaba en la dirección que le indicaba su mantra. Las presencias estaban cada vez más cerca... y eran imponentes. Notó una mezcla de sensaciones: hambre, ansia de sangre, alegría, deseos de asesinar... y una punzada de angustia. Se maldijo a sí mismo por su debilidad, y se forzó a recordarse quién era. Él era el destinado a regir sobre un gran Imperio. Era el descendiente de un linaje guerrero. Era Derian Markov, un cazador. El miedo era para las presas, así que no podía permitirse el lujo de tenerlo. Aquella emoción era útil cuando te mostraba cuándo estabas en peligro... pero cualquier clase de miedo injustificado o irracional es debilidad. Frunció el cejo, y pensó en el inmenso placer que le había provocado la muerte de la Fauce Abisal. "La muerte me rondó, pero aquel combate fue de los mejores que jamás he afrontado." Sonrió para sí. Acababa de recordar por qué mataba. Y merecía la pena morir por ello.

- Un cazador vive de acuerdo a sus propios designios - se dijo a sí mismo.

Ensanchando su siniestra sonrisa, aumentó su velocidad de vuelo. A medida avanzaba notaba las presencias más cerca, y al cabo de un rato comenzó a notar presencias menores, poco intensas. Estaban en la misma zona que las poderosas, o al menos muy cerca. "Creo que he encontrado mi comida." Comenzó a descender, vislumbrando entre la niebla un barco de buen tamaño, que el noble reconoció como una nao. Se posó sobre una de las velas del mástil silencioso como la muerte, acechando a la tripulación. No tenían pinta precisamente de mercaderes como atestiguaban sus armas. Alzó la cabeza hacia lo alto del palo mayor, fijándose en la bandera, a la cuál no había prestado atención hasta ahora. Piratas. No reconoció el jolly roger, pero le pareció irónico ver aquellos afilados colmillos. Sigilosamente descendió del palo, y comenzó a bajar volando hacia un pirata, tras buscar a uno que estuviese en el punto muerto de todos los demás. Se situó a su espalda, y tapándole rápidamente la boca con una mano, lo agarró por el torso con el otro brazo y se elevó rápidamente en el aire. Ascendió hasta una de las velas del palo de mesana, donde se posó con su forcejeante "invitado". Sin más ceremonias ni destaparle la boca, le clavó los colmillos en el cuello, localizando previamente la carótida con sus sentidos de vampiro. El primer sorbo le supo un poco mal (odiaba la sangre de los alcohólicos, y aquel hombre no era un modelo de salud), pero pronto comenzó a sorber con gran avidez, como si estuviese bebiendo la sangre más maravillosa que hubiese encontrado nunca. Pronto aquello se había convertido en un siniestro banquete, y se encontró poseído por su propia sed, destrozando el cuello del hombre para que sangrase más rápido. La sangre comenzó a caer por todos lados, manchándole y goteando al suelo. Escuchó gritos debajo suya, pero no le importó. Era la primera vez en semanas que se alimentaba de sangre caliente, de un vivo, y no sangre conservada. Estaba pletórico y feliz, ajeno a todo. Emitió un suspiro de placer, y dejó caer el cadáver destrozado al suelo. Se pasó una mano por la boca para quitarse los restos de carne de entre los dientes, y bajó de un salto a cubierta, cayendo entre los asustados piratas.

- ¡¿Qu-quién eres?! - preguntó uno de ellos, temblando, mientras le apuntaba con un trabuco.

Derian clavó su mirada en él. Careciendo de su impasibilidad habitual, los siniestros ojos del vampiro hicieron al hombre estremecerse. Aquel hombre no estaba en sus cabales, pensó el bucanero. Tenía toda la boca ensangrentada, así como las manos y su armadura. ¿Qué le había hecho a Johny? Derian esbozó lentamente una media sonrisa demente.

- Oh... ¿era amigo tuyo? Vaya, tranquilo. Pronto te reunirás con él.

El vampiro se movió a tanta velocidad que desapareció. Los piratas comenzaron a mirar a todos lados, asustados. Algunos dieron gritos y se pusieron a dar tiros al azar. Pero nadie reparó en que el hombre del trabuco, al que Derian había profetizado la proximidad de su muerte, había desaparecido hasta que escucharon su grito de agonía. Demasiado tarde. La bestia que habitaba en el interior de Derian había despertado, y demandaba sangre. Sorbió velozmente la del hombre, disfrutando esta vez hasta la última gota y procurando no derramar ninguna. Poco a poco, fue recuperando la cordura a medida la sed desaparecía. Finalmente terminó de beberse al segundo hombre. "Hacía mucho tiempo que mi sed no era tan intensa. No debería dejar pasar tanto tiempo entre cacerías." Recuperando su frialdad habitual, descendió a cubierta una segunda vez. Nada más verlo aparecer, un pirata le disparó. Pero el hábil cazador había visto venir sus intenciones con su mantra, y envolviendo su mano en haki armadura, agarró la bala al vuelo. Sin dignarse ni en mirar al hombre, abrió la mano y dejó caer el proyectil al suelo, cosa que aterrorizó a los piratas cercanos.

- No sois dignos de que desenvaine contra vosotros, escoria. Arrastraos y suplicad por vuestra vida como las presas que sois.

En su fría voz había algo muy siniestro. Y sus palabras fueron acompañadas por algo más. De repente el lugar se oscureció hasta el punto que parecía que era de noche. Y empezó a hacer frío, mucho frío. Los hombres comenzaron a sentir un inmenso terror ante la mera presencia de Derian. Un terror tan intenso que no podían ni huir. Uno de ellos perdió los nervios, se agarró la cabeza con ambas manos y comenzó a gritar. Fue el primero de muchos. Todos comenzaron a dar gritos de terror, para irse desplomando, inconscientes. Esperaba que los de dentro del barco hubiesen sentido aquello, pues su intención era hacerlos salir. Los que acababa de toparse no servían para demasiado más que tomar un aperitivo. Y él quería pasar ya al segundo plato.

Aura Negra de Majestuosidad:

Ya habíamos bajado del barco tanto Rowan como yo por lo que empezamos a caminar a través del bosque que nos rodeaba alejándonos cada vez más del canal y entrando en una zona donde cada vez es más fácil perderse al no haber nada que marque un camino claro. Cuanto más avanzábamos más cómodo me sentía ya que ese bosque me recordaba a la zona donde entrené tras ser rescatado de mi esclavitud pero no todo era igual, las plantas y los árboles eran diferentes y tras mucho caminar desembocamos en una especie de montaña que difería por completo de la planicie de mi hogar.

Mirando la montaña pude pensar en tres soluciones posibles para seguir avanzando, rodearla por la derecha, rodearla por la izquierda o escalarla. Mientras me detenía a pensar en el camino a tomar noté como algo paraba sobre mi hombro y al mirar pude ver que era una ardilla pero no una ardilla normal ya que su ojo derecho presenta una cicatriz como de cirugía y un brillo de color rojo bastante peculiar. Acaricié la cabeza de la ardilla con tranquilidad mientras seguía pensando hasta que finalmente se me ocurrió el camino a seguir. Empecé a caminar con tranquilidad con la ardilla subida a mi hombro rumbo a la ladera derecha de la montaña ya que pretendía rodearla por ese lado para poder continuar avanzando, escalar la montaña podría ser peligroso y algo me decía que lo mejor era ir por la derecha.

Cuando ya nos disponíamos a caminar Theo gritó un nombre. Debía ser el del chico o chica que viniese con ella, sinceramente no sabía qué era. Tenía cuerpo de hombre pero aspecto de mujer, que espécimen más rarito. Moví la cabeza de un lado a otro suspirando. Me quedé esperando a que Byakuro terminase de hacerle la coleta y finalmente nos dispusimos a caminar.

Seguía haciendo demasiada calor... Y tampoco quería estar quejándome todo el rato, no era una niña pequeña. Mostaza apareció volando y se posó en el hombro de Byakuro-sensei. Le acaricié el plumaje sonriendo. Le había cogido cariño al pajarito a pesar de que su madre casi me mata. El tiempo que pasé con él fue poco, pero me ayudó a que cogiese confianza a pesar de que él y Cosquillas todavía no consiguiesen llevarse bien. Cosquillas iba en mi hombro como siempre y nada más ver a Mostaza este sacó sus pequeñitos colmillos. Me pregunto cuándo se llevarán bien.

Byakuro me recomendó usar mi fruta, no sería una mala idea. De mis pies salieron unas sombras de forma cuadrada que nos cubrían a los cuatro. -¿Así mejor? - Pregunté. - Vosotros caminad, o sino os quedareis sin sombra. - Dije cambiando mi actitud seria hacia los dos muchachos. Un poco después, a lo lejos vi como una especie de casita aunque no la supe distinguir bien. - Byakuro-sensei ¿Iremos hasta aquella casita o lo que sea? - Inquirí con emoción mientras apretaba mis manos entrelazadas cerca de la boca.